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El golpe a la puerta de una granja

Era verano, un día caluroso. Camino de casa con mi hermana, pasé por delante de la puerta de una
granja. No sé si la golpeó por capricho o por estar distraida, si se limitó a amenazar con el puño o si
ni siquiera la golpeó. A cien pasos, por la carretera que se desviaba hacia la izquierda, comenzaba
un
pueblo. No lo conociamos, pero ya de la primera casa salió gente y nos saludó haciendo señas con
la mano, en un gesto amistoso, pero también de advertencia, y ellos mismos se mostraron asustados,
encogidos por el miedo. Nos señalaron la granja que habíamos pasado y nos recordaron El golpe en
la puerta. Los dueños de la granja nos denunciarían, dijeron, y la instrucción Del caso comenzaría
de inmediato. Yo me sentía muy tranquilo y calmé también a mi hermana. A buen seguro no había
propinado ningún golpe y, aunque lo hubiera hecho, en ningún lugar del mundo se procesa a nadie
por algo así. Intenté explicárselo a la gente que nos rodeaba, me escucharon, Pero se abstuvieron de
emitir un juicio. Luego dijeron que no sólo mi hermana sería acusada, sino también yo. Asentí
sonriendo.

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