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La historia de los antivirus está ligada, como es lógico, a la de los propios virus
informáticos o ‘malware’. Antes de los años 80 se había experimentado con
programas que podían transmitirse automáticamente de un ordenador a otro,
pero es en esta década cuando se crearon y lanzaron los primeros virus que borraban
datos o inutilizaban sistemas. Poco tiempo después surgieron los primeros antivirus
comerciales con el objetivo de proteger a los usuarios. Una de las empresas pioneras
fue la alemana G Data, que en 1987 creó un ‘software’ antivirus con el objetivo de
salvaguardar los ordenadores Atari. Y en el mismo año, McAfee lanzó su primera
versión del conocido ‘antimalware’ VirusScan.
Para la identificación del ‘malware’, los antivirus realizan un análisis continuo que
compara los archivos presentes en el sistema operativo del ordenador con una base
de datos que contiene las características identificativas (o ‘firmas’) de distintos
ejemplares de ‘malware’ encontrados con anterioridad. Esta base de datos debe
actualizarse frecuentemente con las firmas de los nuevos tipos de ‘malware’ que
surgen cada poco tiempo. Algunos antivirus, además, tienen la capacidad de detectar
amenazas mediante la identificación de patrones en archivos, localizando
alteraciones del sistema y analizando comportamientos extraños de los componentes
informáticos.
Los antivirus actuales tienen, por tanto, dos funciones esenciales: analizar los
archivos del equipo uno a uno en busca de riesgos utilizando la base de datos de
amenazas y monitorizar el dispositivo para detectar cualquier actividad fuera de lo
normal.