Está en la página 1de 4

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Mateo (7,15-20):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidado con los falsos profetas;
se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos
los conoceréis. A ver, ¿acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los
cardos? Los árboles sanos dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos
malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos
buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, que
por sus frutos los conoceréis.
En el evangelio Jesús nos habla sobre quiénes son los verdaderos amigos y qué
hace falta para estar seguro de ellos. Dice: “Por sus frutos los conoceréis”. Las
palabras pueden ser muy finas y bonitas, pero lo que convence son las obras, el
comportamiento. Y para aclarar mejor su enseñanza, añade: “Los árboles sanos
dan frutos buenos; los árboles dañados dan frutos malos”.
Vamos a aplicar estas enseñanzas a la vida de cada día. Decía un sabio sobre su
vida: “De joven yo era un revolucionario y mi plegaria consistía en decirle a
Dios: Señor, dame fuerzas para cambiar este mundo tan perdido”. Cuando me
hice mayor, me di cuenta de que había pasado media vida sin haber
conseguido cambiar ni a una sola persona.
Entonces cambié mi oración y empecé a pedir: “Señor, concédeme la gracia de
transformar a todos aquellos que se pongan en contacto conmigo, aunque
sean sólo mi familia y mis amigos, con esto me conformo. Ahora que soy viejo y
tengo los días contados, he empezado a comprender lo estúpido que he sido.
Mi única plegaria es la siguiente: “Señor, dame la gracia de cambiarme a mí
mismo, aunque sólo sea un poquito”. Si hubiese rogado de esta manera desde
el principio, no habría perdido tanto tiempo en mi vida.

También podría gustarte