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Oseas - Introducción (1ª parte)

Iniciamos hoy, amigo oyente, nuestro estudio en el libro de Oseas en el Antiguo


Testamento. Comenzando con Oseas y concluyendo con Malaquías, hay una serie de
doce libros, a los cuales se les llama "los profetas menores", mientras que a Isaías,
Jeremías, Ezequiel y Daniel, se les llama "los profetas mayores". Los profetas menores
fueron así llamados considerando el tamaño de los libros, y no su contenido. Sin
embargo, incluso ese criterio de división de los profetas no es completamente exacto, ya
que Oseas es más extenso que el libro del profeta Daniel. En realidad, los así llamados
"profetas menores" no son menores en ninguno de sus aspectos. Cada uno de ellos
transmite un mensaje de gran importancia por sí mismo.
Los Profetas Menores fueron extremadamente nacionalistas, aunque no eran
aislacionistas. Ellos trataron el hecho de que el pueblo de Dios había quebrantado la ley
de Dios, es decir, los Diez Mandamientos. Este tema necesariamente colocó el énfasis
sobre las obras, sobre las buenas obras. Por tal motivo, algunos teólogos críticos y
promotores de un evangelio social han utilizado mucho a los Profetas Menores.
Lamentablemente, ellos han perdido el mensaje principal de estos profetas. Veremos
algo de esto cuando nos introduzcamos en la profecía de Oseas. Los Profetas menores
advirtieron contra las alianzas impías con otras naciones. Eran extremadamente
patrióticos y denunciaron la corrupción política y moral. Advirtieron a Israel contra su
aislamiento con respecto a Dios. A continuación diremos algo sobre

El escritor
Oseas fue un profeta que vivió durante la época del reino dividido. Fue un profeta
enviado al reino del norte, que fue llamado el reino de Israel, diferenciado del reino del
sur, conocido como el reino de Judá. Ahora haremos algunas consideraciones sobre

El tiempo en que surgió este libro


El primer versículo del capítulo 1, de Oseas dice:
"Palabra que el Señor dirigió a Oseas hijo de Beeri, en días de Uzías, Jotam, Acaz y
Ezequías, reyes de Judá, y en días de Jeroboam hijo de Joás, rey de Israel."
Oseas mencionó primero a los cuatro reyes de Judá, y después mencionó al rey de
Israel, el reino del norte. Como ellos eran todos contemporáneos de Oseas, el profeta
los mencionó a todos. Él era un profeta ante el reino del norte de Israel, como lo revela
el contenido del libro.
Oseas fue contemporáneo de Amós, otro profeta de Israel. También fue contemporáneo
de Miqueas e Isaías, profetas del reino de Judá. Su ministerio se extendió durante medio
siglo, y vivió para ver el cumplimiento de su profecía en el cautiverio de Israel.
Este profeta puede ser comparado con el profeta Jeremías del reino del sur. Jeremías
advirtió al pueblo del reino del sur que ellos serían conducidos al cautiverio en Babilonia,
y vivió para verlo. Oseas advirtió al reino del norte que ellos serían llevados al cautiverio
de Asiria, y también vivió para verlo. Así que Jeremías y Oseas tuvieron muchas cosas
en común. Ahora abordaremos el asunto del

Tema del profeta Oseas


El tema de este libro es una súplica a volver al Señor. Tenemos un mensaje titulado "El
pecado más grande en todo el mundo", que enfatiza el gran tema de este libro. Lo
utilizaremos como introducción a esta hermosa profecía de Oseas. Consideremos pues

El mayor pecado del mundo


Algunas veces se ha expresado la acusación de que el púlpito del día presente es débil e
incierto. Además, se le acusa de que, en vez de ser "una voz en el desierto", el púlpito
moderno se ha instalado cómodamente para convertirse en una caja de resonancia para
los caprichos y deseos de un pueblo indiferente que siente desazón al oír. Ahora, si la
acusación es cierta, y en muchos casos lo es, se debe a que el púlpito se muestra
reticente a enfrentarse con los grandes problemas de la vida. Esta vacilación surge de
un deseo de evitar críticas y del temor de llegar a ser ofensivo ante las sensibilidades
más delicadas. Con mayor frecuencia, creemos que es un temor cobarde a encarar las
duras realidades de la vida, y luchar con este Leviatán, con este monstruo, de los
problemas de la vida actual. El púlpito hoy cita a la poesía y rocía a sus oyentes con
agua perfumada. Vive en una tierra de fantasía en vez de decir: "Cree en el Señor
Jesucristo y serás salvo".
El teatro, las revistas semanales y mensuales y otras agencias de comunicación tratan
sobre la vida desprovista de sus sutilezas. Estos instrumentos para alcanzar y enseñar a
las masas se quitan los guantes y confrontan los problemas que nos llegan diariamente.
Pero no así el púlpito. El púlpito ha evitado estos hechos, estas realidades. Al llegar a la
profecía de Oseas, no podemos evitar el tratar con los problemas y hechos de la vida,
porque esa es la historia que yace tras los titulares de la profecía de Oseas. No es una
historia hermosa, pero debemos entenderla, si vamos a comprender el mensaje de
Oseas.
Y esa historia que existe tras la profecía de Oseas es la tragedia de un hogar roto, de un
hogar destruido. La experiencia personal de Oseas es el trasfondo de su mensaje. Él sale
de un hogar desecho para hablar a la nación, con un corazón que está quebrantado. Él
sabía exactamente cómo se sentía Dios, porque él mismo se sentía de la misma manera.
El hogar es la Roca que sirve de fundamento a la sociedad y ha desempeñado ese papel
en todos los pueblos. Dios le dio el hogar a la humanidad. Se lo dio al mismo comienzo
de la historia. Es la unidad más importante en la estructura social. Es para la sociedad lo
que el átomo es para este universo físico. Se nos ha dicho que el pequeño átomo es el
elemento esencial, el componente básico del Universo. Bueno, el hogar hoy es ese
elemento esencial, ese componente básico de la sociedad. El carácter y color de un
edificio está determinado por el de los ladrillos individuales con que ha sido construido.
Ninguna nación hoy es más fuerte que lo que lo sean los hogares que la componen,
porque el hogar determina el color y la tez de la sociedad. El hogar es la cadena que
mantiene unida una nación, una cadena en la que cada eslabón individual es importante.
El hogar es donde vivimos, nos movemos y vivimos nuestra existencia. Es en el hogar
donde somos realmente nosotros mismos. Cuando salimos de él nos vestimos física y
psicológicamente. A veces nos preparamos como una especie de fachada cuando
atravesamos la puerta de calle y salimos a la calle. Pero es dentro de las paredes del
hogar donde nos quitamos nuestra máscara, y nos mostramos como somos en realidad.
Debido a la posición estratégica del hogar, Dios ha colocado alrededor de él ciertas
defensas para protegerlo. Lo ha rodeado con ciertos baluartes debido a su importancia.
Uno de estos es el matrimonio. Dios ha dedicado más atención a la institución del
matrimonio que la que ha dedicado a cualquiera otra institución que haya en este
mundo. La sociedad nunca hizo el matrimonio. La sociedad encontró el matrimonio. Fue
Dios quien hizo el matrimonio y Él fue quien lo entregó a la humanidad; y el matrimonio
descansa, se apoya sobre su Palabra directa. "...por tanto, lo que Dios juntó, no lo
separe el hombre". Dios celebró la primera ceremonia matrimonial. Él entregó la primera
novia. Él bendijo a la primera pareja. El matrimonio es más que un contrato legal, más
que un arreglo económico, más que una unión de dos seres que se aman mutuamente.
¡Es un acto de Dios! Se apoya sobre la autoridad de Su mandamiento. Muchos jóvenes
que se aman hoy creen que todo lo que se necesita para casarse es tener un certificado
del juzgado y un predicador o una determinada ceremonia. Amigo oyente, para que su
matrimonio sea un éxito, usted tiene que tener a Dios. Si Dios no interviene en la
preparación de ese matrimonio, éste se estrellará contra las rocas, estará encaminado al
fracaso.
Dios ha dado una energía, una motivación a la raza humana para reproducirse dentro
del marco del matrimonio, y eso es lo que hace el hogar. Él dijo que "...los dos serán
una sola carne". Antes de que el hombre saliera del jardín de Edén, Dios le dio esta
institución. Además de las pieles que Adán y Eva llevaban puestas, lo único que tenían
era un certificado de matrimonio entregado por Dios. Eso era todo. Esa fue la única
institución que salió del jardín del Edén.
El matrimonio, amigo oyente, es una relación sagrada; es una unión santa. El Nuevo
Testamento resume la mente de Dios en este tema cuando dijo, en la epístola a los
Hebreos, capítulo 13, versículo 4: Honroso sea en todos el matrimonio... Por tanto el
matrimonio no puede romperse sólo por algún sencillo acto legal. No puede romperse
por una simple explosión de mal genio. No puede deshacerse por voluntad propia.
Personalmente, creemos que hay sólo dos actos que pueden disolver un matrimonio, es
decir, un verdadero matrimonio.
El primer acto es la muerte, por supuesto, que automáticamente corta la relación.
El segundo acto es la infidelidad, ya sea de parte del hombre o de parte de la mujer.
Este acto rasga la relación en dos. En el Antiguo Testamento, la parte culpable de
adulterio, era tratada en una de las maneras más rígidas y severas que se pueda
imaginar. En primer lugar leamos en el libro de Levítico, capítulo 20, versículo 10, para
ver la importancia que Dios dio a este asunto. Allí leemos: Si un hombre cometiere
adulterio con la mujer de su prójimo, el adúltero y la adúltera indefectiblemente serán
muertos. Ahora, para una mujer soltera acusada de adulterio la ley dijo lo que podemos
leer en Deuteronomio, capítulo 22, versículos 20 y 21: .. 20»Pero si resulta ser verdad
que no se halló virginidad en la joven, 21entonces la sacarán a la puerta de la casa de
su padre, y la apedrearán los hombres de su ciudad hasta que muera, por cuanto
cometió una vileza en Israel al prostituirse en casa de su padre. Así extirparás el mal de
en medio de ti.
Ahora, creemos que es necesario decir aquí unas pocas palabras a modo de explicación.
En primer lugar, hay muchos cristianos estrictos hoy que utilizan el pasaje que tenemos
en la epístola a los Romanos, capítulo 7, versículo 2, como base para el punto de vista
extremo de que una persona divorciada cuya anterior compañero o compañera viva,
nunca se puede volver a casar. El citado versículo 2 dice: La mujer casada está sujeta
por la ley al marido mientras éste vive; pero si el marido muere, ella queda libre de la
ley que la unía a su marido. Y estos creyentes olvidan que bajo la ley la persona casada
que había resultado ser culpable de fornicación o inmoralidad era apedreada hasta la
muerte y la parte inocente, bajo la ley, ya no tenía vivo al ex componente de su pareja.
No estamos seguros pero el Apóstol Pablo incluyó al abandono en el apartado de la
infidelidad mencionada en la primera carta a los Corintios capítulo 7, versículo 15,
cuando escribió: 15Pero si el no creyente se separa, sepárese, pues no está el hermano
o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a vivir en paz nos llamó
Dios.
Ahora, otro asunto relacionado con la ley que necesita ser ampliado es la referencia en
el libro de Deuteronomio, que parece excluir al hombre de cualquier acusación o culpa.
Alguien podría preguntar: "¿Pero, por qué se señala a la mujer; acaso no es el hombre
culpable también?" Sí, estimado oyente, pero hay dos cosas que usted necesita tener en
cuenta. Una, es que la palabra utilizada es siempre el término genérico, que es
"Anthropos" en el griego, que significa humanidad y no tiene relación con el sexo,
pudiendo referirse tanto al hombre como a la mujer. Hacemos la misma distinción en la
terminología legal. Quizá usted haya notado que en algunos lugares al elaborar un
contrato se dice, refiriéndose a una de las partes, que si "él" hace eso, o si "él" promete
aquello, o si "él" concuerda con esto o aquello, en fin, algunas veces ese "él" resulta ser
"ella". O sea, que el término se use indistintamente para cualquiera de las dos partes,
indiferentemente de su sexo. También debemos recordar que el matrimonio es una
figura de Cristo y la Iglesia, y Él nunca es culpable. Pero la iglesia lo es. De manera que
la Biblia no enseña una norma doble. Pero creemos que enseña una norma diferente.
Personalmente creemos que Dios ha creado a la mujer más delicada que al hombre. Por
tal motivo, cuando ella es arrastrada por una mala conducta, llega más lejos de lo que
llega el hombre. No es que el pecado de uno sea peor que en el otro, pero los resultados
del pecado son mucho más perjudiciales. Muchos pastores han visto a lo largo de su
ministerio que hay niños que se sobreponen a las desventajas de haber tenido un padre
que no supo ser buen padre, pero nunca han visto niños que se hubieran sobrepuesto a
las desventajas de haber tenido una mala madre. Por otra parte, un padre lamentable
constituye una desventaja seria para un niño, pero una buena madre compensa esa
situación con creces. La madre es el centro del hogar. Permítanos decir, amigo oyente,
que Dios puso a la mujer en el hogar y la hizo sumamente importante en ese lugar.
Cada mujer fue alguna vez una niña pequeña muy parecida a la descripción compuesta
por Alan Beck, titulada "¿Qué es una niña?" Dice así: "Las niñas pequeñas son las cosas
más bellas que le ocurren a la gente. Nacen con un poco de resplandor angelical en
ellas, y aun cuando se esfume algunas veces, siempre queda lo suficiente como para
cautivar a su corazón, incluso aunque estén sentadas en el barro, o se encuentren
derramando lágrimas de enojo, o desfilando por la calle en los mejores vestidos de
mamá.
Una niña pequeña puede ser más dulce (y más mala) con más frecuencia, que ninguna
otra persona en el mundo. Ella puede temblar de miedo, andar dando fuertes pisotones,
hacer ruidos divertidos y agotar sus nervios, pero sin embargo, cuando apenas uno abre
la boca, allí está ella, tímida, algo coqueta, con esa mirada especial en sus ojos. Una
niña es la inocencia jugando en el barro, la belleza parándose sobre la cabeza, y la
maternidad arrastrando a una muñeca por los pies.
Dios le pide prestado a muchas criaturas para hacer a una niña pequeña. Él usa el trino
de un ave, el chillido de un cerdo, la terquedad de una mula, las travesuras de un mono,
la viveza agilidad de un saltamontes, la curiosidad de un gato, la picardía de una zorra,
la suavidad de un gato. Y por encima de todo, la misteriosa mente de una mujer.
A una niña pequeña le gustan los zapatos nuevos, los vestidos de fiesta, los animales
pequeños, las muñecas, la fantasía, los helados, el maquillaje, el ir de visita, las fiestas,
y un chico. No le interesan mucho los visitantes, o los chicos en general, o los perros
grandes, o que le ayuden a bajarse, o las sillas derechas, o las verduras, o los vestidos
para la nieve, o el quedarse en el patio del frente. Ella habla más alto cuando uno está
pensando; se ve más hermosa cuando lo provoca a usted, está más ocupada a la hora
de acostarse; más tranquila cuando uno quiere destacarla ante los demás, y lo más
coqueta posible cuando no deba en absoluto conseguir otra vez lo mejor de usted.
Ella puede desordenar su casa, su cabello, y su dignidad --gastar su dinero, su tiempo y
su genio-- y entonces, cuando su paciencia está a punto de terminarse, muestra el
resplandor de su mirada y usted está nuevamente perdido.
Sí, ella es un fastidio que atormenta los nervios, un pequeño y ruidoso paquete de
travesuras. Pero cuando los sueños de uno se desmoronan y el mundo se encuentra en
desorden, cuando parece que uno, después de todo, es casi un tonto, ella puede hacerle
sentir a usted como un rey cuando se sube a sus rodillas y susurra: "te quiero más que
a nadie". Hasta aquí la cita.
Y así, Dios forma de esta encantadora niña pequeña, hasta que llegue a ser un
instrumento fino y delicado, una mujer. Pero cuando una mujer opta en la vida por el
mal camino, la tragedia resulta incalculable.
El trasfondo de la profecía de Oseas es la historia de una mujer caída y un hogar
deshecho. Es una historia de aquello que debe ser contrastado con el ideal de Dios en
cuanto al matrimonio y a la condición de la mujer. Dios utilizó este libro para contarnos
Su propia historia.
Y aquí vamos a detenernos por hoy, estimado oyente. En nuestro próximo encuentro,
continuaremos con la introducción a este libro. Pero antes, le sugerimos leer todo el
primer capítulo de este interesante libro de Oseas, para estar mejor informado de lo que
diremos en nuestro próximo estudio, en el cual esperamos, como siempre, contar con su
compañía.

Oseas - Introducción (2ª parte)


Continuamos hoy, amigo oyente, la introducción que estamos haciendo a este libro de
Oseas y que no logramos concluir en nuestro programa anterior y del cual destacaremos
solo unos breves párrafos.
Oseas fue contemporáneo de Amós, otro profeta de Israel. También fue contemporáneo
de Miqueas e Isaías, profetas del reino de Judá. Su ministerio se extendió durante medio
siglo, y vivió para ver el cumplimiento de su profecía en el cautiverio de Israel.
Este profeta puede ser comparado con el profeta Jeremías del reino del sur. Jeremías
advirtió al pueblo del reino del sur que ellos serían conducidos al cautiverio en Babilonia,
y vivió para verlo. Oseas advirtió al reino del norte que ellos serían llevados al cautiverio
de Asiria, y también vivió para verlo. Así que Jeremías y Oseas tuvieron muchas cosas
en común.
Esta historia que existe tras la profecía de Oseas es la tragedia de un hogar roto, de un
hogar destruido. La experiencia personal de Oseas es el trasfondo de su mensaje. Él sale
de un hogar desecho para hablar a la nación, con un corazón que está quebrantado. Él
sabía exactamente cómo se sentía Dios, porque él mismo se sentía de la misma manera.
En el país de Efraín, en uno de los tantos pueblos pequeños que no figuran en los mapas
del mundo, vivían dos jóvenes. Uno era un muchacho llamado Oseas y la otra era una
niña de nombre Gomer. Ellos se enamoraron, repitiendo así la vieja historia que se ha
repetido desde el principio de la historia por millones de veces, historia que no ha
pasado de moda con el transcurso de los siglos. Y después, por alguna razón
inexplicable, Gomer escogió el mal camino y recurrió a la profesión más antigua que la
humanidad conoce. Oseas quedó con el corazón quebrantado y la vergüenza inundó su
alma. Le quedaba el recurso a la Ley Mosaica. Podría haber llevado a su esposa ante los
ancianos de la ciudad y exigir que se cumpliera la ley. En ese caso ella habría sido
apedreada, porque lo había traicionado. Y él habría quedado justificado al actuar de esa
manera.
¿No le recuerda este incidente otra historia que ocurrió unos 700 años más tarde en la
misma zona montañosa, cuando un hombre llamado José estaba comprometido con una
joven llamada María? La diferencia principal entre ambas historias era que la información
que poseía José estaba equivocada, y un ángel descendió del cielo para corregirla; pero
la información que tenía Oseas era correcta, porque Gomer era culpable.
En ese preciso momento de los acontecimientos se inició el relato de Oseas. Dice el
capítulo 1, versículo 2, Comienzo de la palabra que el Señor habló por medio de Oseas.
Dijo el Señor a Oseas: "Ve, toma por mujer a una prostituta y ten hijos de prostitución
con ella, porque la tierra se prostituye apartándose del Señor. Ahora, hay maestros de la
Biblia que adoptan la posición de que este relato no es más que una alegoría, es decir,
que nunca ocurrió en la realidad. Pero ese trato poco serio del texto de la Palabra de
Dios lo suaviza hasta el extremo de exponer una solución inofensiva que es más
deprimente que estimulante. ¡Enfrentemos el aspecto problemático del asunto! Dios le
mandó a Oseas que quebrantara la ley de Moisés. La ley ordenaba apedrearla, pero Dios
le dijo que se casara con ella. Lo que Dios le mandó a Oseas que hiciera debió conmover
cada fibra de su ser. Pero Oseas no puso objeciones, sino que obedeció explícitamente,
tomó a Gomer en santo matrimonio, le dio su nombre, y ella entró en su hogar como su
esposa. Escuchemos lo que dijo el apóstol Pablo sobre semejante relación, en su primera
carta a los Corintios capítulo 6, versículo 16: ¿O no sabéis que el que se une con una
ramera, es un cuerpo con ella?, porque ¿no dice la Escritura: «Los dos serán una sola
carne»?
Amigo oyente, podemos estar seguros que en aquella pequeña comunidad la situación
dio origen a una gran variedad de chismes. La casa de Oseas se convirtió en una isla
desierta en medio de un mar de críticas. Fue como una sala de aislamiento en una
sociedad local. Un caso de lepra en un hogar no habría interrumpido el contacto con el
mundo exterior más efectivamente. ¡En qué lamentable situación se encontraba Oseas!
Después en esa familia llegaron los hijos. Nacieron tres. Fueron dos niños y una niña.
Sus nombres y el significado de los mismos relatan esta triste historia. Y es esa historia
que se transmitió un mensaje para la nación de Israel.
El primero fue Jezreel. Su nombre significa "Dios esparcirá, y Dios vengará". Según Dios
le explicó a Oseas, la referencia se dirigía directamente a la casa de Jehu. Aunque Jehu
había llevado a cabo las instrucciones de Dios de destruir a la casa de Acab, él lo había
hecho por odio con un gran sentimiento de venganza personal. Por ello, Dios Dijo: "Yo
juzgaré. Esparciré a Israel, pero habrá misericordia en mi juicio."
Luego, nació una niña, a quien Dios dijo que se le diera el nombre de Lo-ruhama, que
significaba que ella nunca conoció la compasión de un padre. No quería decir que ella
fuera huérfana, sino que ella no supo quien era su padre. ¡Qué escándalo para la casa
de Oseas! A través de esta circunstancia, Dios le estaba diciendo al pueblo del reino del
norte que había caído en la idolatría. El mensaje divino podría expresarse así: "Vosotros
no conoceréis mi compasión, porque yo no soy vuestro padre."
El tercer hijo recibió el nombre de "Lo-ammi", que significa "no son mi pueblo". Ahora, si
usted lo pone en singular, quiere decir: "No es hijo mío". ¡Qué mensaje para la época de
Oseas! ¡Y qué mensaje para nuestro tiempo, en el que algunos teólogos críticos afirman
que todos son hijos de Dios! Dios dice que están equivocados. El no tiene hijos
ilegítimos. Dios dice: "Yo sé quiénes son mis hijos. ¿Creéis que mis hijos son el fruto de
una unión hecho con seres humanos? ¡Absolutamente no! Una persona solo se convierte
en hija mía por medio de la fe en Jesucristo". Y el Señor Jesús les dijo q los hombres de
Su tiempo que afirmaban ser hijos de Abraham: Vosotros sois de vuestro padre el
diablo. Ellos no podían reclamar el ser hijos de Dios.
Estimado oyente, ¿es usted un hijo como aquel que se llamó "lo-ammi"? ¿Es usted un
hijo de Dios, es usted, espiritualmente hablando, un hijo de Dios? Podemos asegurarle
que usted puede convertirse en un hijo de Dios. Como dijo el evangelista Juan en su
capítulo 1, versículo 12: Más a todos los que lo recibieron, a quienes creen en su
nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.
La historia del hogar de Oseas fue triste, y la historia continuó. Gomer abandonó el
hogar. Ella volvió a su antigua profesión y se convirtió en una prostituta común. Sin
duda alguna, pensaríamos que Dios iba a decirle a Oseas: "Ya has hecho podo lo que
podías. Intentaste reformar a esta mujer, pero no sirvió de nada, Déjala ir". Pero no fue
así. Dios dijo: "Ve, búscala y tráela de regreso a tu hogar". Y Oseas fue tras ella. Pero
ella se negó a regresar. Entonces Oseas envió a sus hijos para que le suplicaran a su
madre. Pero aún así, ello no regresó. Entonces, como las mujeres de esa clase hacían en
aquellos días, ella se vendió a sí misma como esclava. Pero Oseas fue hasta donde ella
se encontraba, la compró y la trajo nuevamente al hogar.
¡Ah, estimado oyente, qué imagen tenemos aquí de nuestro Salvador! Él nos creó y
nosotros le pertenecemos. Pero después somos culpables de apartarnos de Él y dar todo
nuestro amor, nuestro afecto, nuestro tiempo, a las cosas que integran el sistema del
mundo. Y sin embargo, mientras éramos aun pecadores, descendió a esta tierra y nos
compró en nuestra lamentable condición, para poder hacernos Sus hijos legítimos, ¡Qué
amor el que nos mostró!
Y después de esta experiencia, ¿se convirtió Gomer en una esposa fiel? El relato no nos
lo dice. Pero vemos a Oseas, salir de su casa marcado por la cicatriz de la vergüenza,
tras una nación, con un corazón quebrantado. Su aflicción era intolerable, y con lágrimas
ardientes cayendo por sus mejillas, denunció a Israel diciendo: "Habéis sido infieles a
Dios. Yo sé cómo se siente Dios, porque yo me siento de la misma manera. Habéis
quebrantado el corazón de Dios". ¡Qué imagen elocuente y dramática!
Oseas denunció a la nación. El pronunció un veredicto de culpabilidad por el crimen
supremo de todos los crímenes. Pudo decir con sencillez, pero específicamente que ese
pecado era tan negro como podía ser, y que podían esperar el castigo de Dios. Este
pueblo que había conocido a Dios, al cual Dios había redimido de Egipto, a quien había
dicho: "Habéis visto lo que hice a los egipcios y cómo os llevé sobre alas de águila, y os
traje a mí mismo", le dio la espalda a Dios y se fabricaron un becerro de oro. Y aun en el
tiempo de Oseas, no habían aprendido su lección, porque en aquellos días, en el reino
del norte, permanecían erigidos dos becerros de oro. El pueblo se había apartado del
Dios vivo y verdadero para entregarse a la adoración del becerro de oro. Israel estaba
desempeñando espiritualmente el papel de una mujer infiel (ramera). Su pecado, era el
peor pecado del mundo.
Ahora, algunos podrían decir: "bueno, yo creo que la incredulidad es el mayor pecado".
En cierto sentido así es, la incredulidad es el mayor pecado, pero no es un acto, es un
estado. Todos nosotros nacemos en ese estado de rebelión contra Dios. Pero gracias a
Dios, la muerte de Cristo pagó el castigo de nuestro pecado. Y si usted y yo ejercitamos
la fe en el Señor Jesucristo, Él nos salvará. Es cierto que la incredulidad es un pecado
terrible para el cual no hay remedio humano, porque el remedio es confiar en Cristo.
Pero cuando usted continúa en ese estado de incredulidad, usted está rechazando el
remedio.
Además, hay otro pecado al que es posible que usted considere el peor del mundo: se
trata del pecado contra la luz. Tener la luz del evangelio de Jesucristo y rechazarla es
pecar contra la luz. Sinceramente, preferiría presentarme ante el trono del juicio de Dios
como un idólatra de un lugar remoto del mundo, que como un miembro de iglesia que
ha escuchado en repetidas ocasiones el evangelio, y lo ha rechazado. Pero éste no es el
peor pecado.
El peor pecado del mundo es pecar contra el amor. Este es peor que todos los demás, y
éste fue el mensaje del profeta Oseas. Gomer no fue solo culpable de romper el voto
matrimonial, lo cual era ya muy grave, ella pecó contra aquel que la amaba. Ese es el
pecado en su peor expresión. Estimado oyente, el pecado contra el Dios y el Salvador
que le ama a usted es peor que el animismo y el carácter animalesco del mundo pagano.
El pecado del paganismo no es nada comparado con el pecado de aquellos que pecan
contra el amor de Dios. Es más profundo y más oscuro que la inmoralidad del bajo
mundo, del submundo, y del demonismo de dicho mundo.
Oseas sabía lo que era el pecado, y sabía lo que era el amor. El pecado contra el amor
agravaba el pecado.
Israel conoció el amor de Dios, como ninguna otra nación lo había conocido. Supo lo que
significó la liberación, la redención, la protección, el perdón, la revelación, y el amor de
Dios. Sin embargo, Israel se volvió a sus ídolos mudos, entregándose a ellos. Este fue el
pecado en su peor versión.
Sin embargo, Dios no los abandonaría. El amor triunfaría. Permítanos elegir solo 3
versículos de la profecía de Oseas que nos contarán la historia de Dios.
El primero se encuentra en el capítulo 4, versículo 17, que dice: Efraín es dado a ídolos,
¡déjalo! El nombre Efraín es sinónimo del nombre Israel, y él acusó a Israel de adulterio
espiritual.
Después observemos la gran pasión vibrante del Dios infinito, en Oseas, capítulo 11,
versículo 8, donde leemos: "¿Cómo podré abandonarte, Efraín? ¿Te entregaré yo, Israel?
¿Cómo podré hacerte como a Adma, o dejarte igual que a Zeboim? Mi corazón se
conmueve dentro de mí, se inflama toda mi compasión. Dios estaba diciendo que el no
podría abandonar a Israel. La amaba demasiado. Fue por esta razón que envió a Oseas
para recuperar a Gomer una segunda y una tercera vez. El quiso que Oseas supiera
cómo se sentía con respecto a Israel.
Luego, el tercero y último versículo que deseamos destacar, anuncia una victoria; se
encuentra en Oseas, capítulo 14, versículo 8, donde leemos: Efraín dirá: "¿Qué tengo
que ver con los ídolos?" Yo lo oiré y velaré por él; yo seré para él como un pino siempre
verde; de mí procederá tu fruto". Llegará un día en el que Israel volverá a Dios. Esto nos
lleva a creer que finalmente Gomer cambió y se convirtió en una buena esposa y madre.
No podemos estar seguros de ello, pero sí podemos estar seguros de que Israel un día
regresará a Dios con todo su corazón.
Ahora, ¿hay aquí alguna aplicación para usted y para mí?" ¿Encaja esta impactante
descripción del adulterio espiritual con creyente de nuestro tiempo? Sí, la tiene. Bueno,
la iglesia es descrita como la novia de Cristo. El apóstol Pablo dijo a los cristianos de
Corinto en su segunda epístola, capítulo 11, versículo 2: ...os he desposado con un sólo
esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo. Y a la iglesia en Éfeso el Señor
Jesucristo le dijo: Yo conozco tus obras, tu arduo trabajo y tu perseverancia, y que no
puedes soportar a los malos.... Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor
(como vemos en Apocalipsis, 2:2 y 4).
Estimado oyente, no es suficiente el tener una doctrina o teología correcta y estar activo
en algún servicio para Cristo. Estos factores son importantes y ocupan su lugar; pero el
factor esencial es el amor. ¿Ha dejado usted su primer amor? ¿Ama hoy usted al Señor?
El nombre Oseas, significa salvación; es otra forma lingüística para "Josué", que es el
nombre Hebreo para la forma griega "Jesús". La Iglesia es la novia del Oseas del Nuevo
Testamento. ¡Pero el Oseas de nuestro relato estaba unido a una ramera espiritual!
En Apocalipsis capítulo 17 encontramos la más espantosa figura de la Biblia. Personifica
a la Iglesia y la llama el misterio de la gran ramera, la gran Babilonia. Esta es en nuestro
tiempo la tendencia seguida por un sector de la iglesia organizada. Muchos creyentes,
simplemente permaneciendo activamente ocupados, están ocultando su frustración tras
una falta de realidad en su experiencia espiritual. Esa actividad no es otra cosa que una
inquietud nerviosa. Por debajo de ese activismo, en su interior, no pueden decir
sinceramente que aman al Señor y que le son fieles. Con lágrimas, el Señor acusó a la
iglesia de ser tibia, poco entusiasta. Él le dijo, como vemos también en Apocalipsis:
"¡Ojalá fueras fría o caliente!".
Permítanos ser muy personales estimado oyente, al preguntarle sobre su relación con
Cristo. ¿Se ha interpuesto alguna nube entre su alma y su Salvador? Se cuenta que en
cierta ocasión, el famoso predicador Spurgeon se detuvo repentinamente en la calle y se
puso a orar. Cuando terminó de hacerlo, su acompañante le preguntó acerca de su
actitud y la respuesta de Spurgeon fue: "Una nube se interpuso entre mi alma y Cristo,
y yo no podía permitir que se quedara allí, hasta que yo llegara al otro lado de la calle".
Antes de encomendarle una actividad y responsabilidad, el Señor le formuló a Simón
Pedro una incisiva pregunta: ¿Me amas?" Esta pregunta es tan conmovedora y
pertinente ahora como lo fue en aquel amanecer junto al Mar de Galilea.
Estimado oyente, cuando usted le da la espalda a Aquel que amó tanto al mundo que
entregó a su único Hijo, usted no está solamente actuando mal, no está simplemente
alejándose de Él con incredulidad, sino que está cometiendo el mayor pecado de todos.
Se está apartando de un Dios que le ama y murió por usted. No hay otro pecado que
pueda igualarse a ese.
Y aquí nos detenemos por hoy, no sin antes sugerirle que lea todo el primer capítulo de
este interesante libro del profeta Oseas para familiarizarse con su contenido y poder
seguir más de cerca nuestro recorrido por este interesante libro del Antiguo Testamento.
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