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Todo ser humano es individual pero también, social.

Es decir, existe
una dualidad en el corazón humano. Toda persona necesita compartir
momentos de intimidad y de soledad pero también se alimenta su
mundo emocional de la amistad, del compañerismo en el plano
laboral, de las relaciones familiares e incluso, de los vínculos más
superficiales como los de vecindad. Vivir en sociedad implica que todo
ser humano debe de poner en práctica sus habilidades sociales en
beneficio de su propia felicidad personal, puesto que tener un alto nivel
de integración y contar con distintos grupos de pertenencia suma
autoestima, reconocimiento, pensamiento positivo, motivación y
felicidad.

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