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Cantos de júbilo

Jaime Murrell
Gloria a ti, Señor
Guerra espiritual
Derribando fortalezas
Derribando murallas, rompiendo cadenas
Paragolpe de la espada de Dios
¡Aleluya!
Golpes de espada es la alabanza
Golpes de guerra que salen de Dios
Cantos de gloria traen la victoria
En la batalla del pueblo de Dios
Y cada golpe de la espada de Dios
Es con pandero, con trompeta y tambor
Y cada golpe de la espada de Dios
Es con pandero, con trompeta y tambor
Será con cantos de júbilo
Cantos de júbilo
Cantos de júbilo
Cantos de júbilo
Golpes de espada es la alabanza
Golpes de guerra que salen de Dios
Cantos de gloria traen la victoria
En la batalla del pueblo de Dios
Y cada golpe de la espada de Dios
Es con pandero, con trompeta y tambor
Y cada golpe de la espada de Dios
Es con pandero, con trompeta y tambor…
Estamos aquí para adorar
Samuel Hernandez

G A D
Estamos aquí para adorar
G A D
mis manos comienzo a levantar.
G A Bm A G Em
Mis cargas comienzo a soltar por que tú y yo
A D
estamos aquí para adorar

CORO
G A D
Adórale y comienza a alabar.
G A D
Adórale y comienza a cantar.
G A Bm A G Em7
Adórale y comienza a declarar que Dios lo hará.
A D
Porque estamos aquí para adorar.
G A D
Si empezamos a adorar este lugar tiembla.
G A D
Si empezamos a cantar recibiremos nuevas fuerzas.
G A Bm7 G Em7
Y con fuerzas nuevas comenzamos a declarar que Dios lo hará.
A D
Porque estamos aquí para adorar
Pedir con Fé, no dudando

“Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es
arrastrada por el viento y echada de una parte a otra.” Santiago 1:6

Todos sabemos que nuestra dependencia debe ser completamente del Señor, y al parecer
eso está bien claro dentro del cuerpo de Cristo; todos sabemos perfectamente quién es
nuestro proveedor, nuestro sustento.

Es por eso que siempre que nos encontramos en dificultades o necesitamos algo, acudimos al
Dios de nuestra salvación.

La solución a todos nuestros problemas y dificultades, sabemos que es Dios. El hecho de que
nos acerquemos a Dios es algo bueno, pero aún mejor es que nos acerquemos a Dios
creyéndolo, pues pocos son los que se acercan a él confiando en su poder y gloria.

Al parecer algunos buscan ayuda de Dios, como por costumbre, al no encontrar solución a sus
problemas de otra manera, pareciera que le buscan como por inercia al acabárselas todas las
posibles “soluciones”.

Buscan del Señor, como última alternativa, al no encontrar más que hacer. Y en esa
desesperación se acercan a Dios esperando hallar solución a sus problemas, pero se acercan
sin creer, se acercan como probando a ver sí Dios les soluciona las cosas.

Es está condición la que muchas veces detiene las bendiciones de Dios, obviamente él quiere
que tú vivas tranquilo, pero ante toda adversidad y problema tú debes confiar plenamente en
él, no probando a ver si te resolverá o no.
Debes recordar que el Señor tiene todo el poder para solucionar tus problemas, pero muchas
veces no tenemos fe en él, claramente lo demostramos cuando tratamos de solucionar las
dificultades por nuestros propios medios.

“Pero pida con fe, no dudando nada” eso es lo que dice el texto de referencia (Santiago 1:6);
tienes necesidad de algo, quieres algo; pídeselo al Señor, pero no dudes que te lo dará,
recuerda que de él es la tierra y todo lo que en ella hay (Salmos 24:1; Salmos 89:11), por lo
tanto lo que tú le pidas él lo te lo dará.

En su palabra encontramos una gran cantidad de promesas, referente al hecho de que si le


pedimos, él nos dará (Juan 15:7; Juan 16:24; Mateo 7:7), pero lo más importante radica en
que cuando nos acerquemos a Dios debemos creer estas promesas y no me refiero a decirlas
solamente, pues muchos creen que con decir “yo creo” basta.

NO, realmente debemos creer en nuestro corazón (Juan 11:40; Marcos 11:22), o sea lo que tú
confiesas debes de creerlo, en la cita de Marcos 11:22, dice que lo que diga será hecho, pero
el requisito es “y no dudare en su corazón”, no solamente es decirlo, sino que también debes
de creerlo en tu corazón.

La misma palabra de Dios nos dice que sin fe no podemos agradar a Dios (Hebreos 11:6), si
tú te acercas a él debes creer que te dará lo que necesitas. Dios prometió ayudarnos, por eso
es que debemos estar seguros que nos proveerá todo lo que necesitemos.

Además, recuerda que él te ama, y te ama tanto que no le importó enviar a su hijo por
rescatarte (Romanos 8:32), tan grande es su amor que dio su vida por ti y por mí; como pues
entonces crees que no te dará las cosas que tu necesitas, no solo nos referimos a lo material
sino también a lo espiritual, paz, gozo, todas las cosas que sean de bendición para tu vida.

Recuerda que Cristo quiere lo mejor para ti, ya dio su vida por nosotros, como no nos dará las
otras cosas. (Romanos 8:32) solo analiza esto: “el que te regala un auto, como no te dará el
forro para el timón” o “el que te regala un par de lentes obscuros, como no te dará el estuche
para que los guardes”; el que te ha dado vida, como no te dará las cosas que necesites para
seguir adelante con ella.

¡Dios les bendiga!

Amén
No tengo tiempo para Dios

Para muchos de nosotros, sobre todo si vivimos en ciudades, el tiempo es una cosa escasa.

Casi ni tenemos tiempo para decir que no tenemos tiempo. Pararse es equivalente a podrirse, porque,
como decía un anuncio, “si no te mueves, caducas”. Pero hay otra cosa que va a caducar si no nos
paramos: nuestra relación con Dios.

Es difícil continuar enamorado de alguien con quien pasamos poco tiempo o a quien casi no
dedicamos ni un pensamiento. Antes de considerar unas sugerencias, necesitamos entender
por lo menos dos temas en relación a nuestro tiempo con Dios.

Administración
Como creyentes, el tiempo no nos pertenece; lo administramos. Este principio parte de que
somos siervos de Dios (Ro. 6:22), ya no es, “Este porcentaje es para el Señor”, sino “Mi
tiempo es del Señor”. Podríamos preguntarnos:

¿He “devuelto” mi tiempo a Dios?

¿He reconocido que soy su administrador?

¿Le he preguntado qué quiere que haga con su tiempo?

La administración requiere el uso riguroso de la oración y del cerebro, aprendiendo a


diferenciar entre lo urgente y lo prioritario.
Relación
Necesitamos cambiar el botón automático del “activismo” por la constante de “relación con
Dios”. Nuestro tiempo con Él no es una actividad adicional ni una cuota diaria.

Por otro lado, la idea de relación no debería descartar ese tiempo especial con el Señor. Sería
fácil caer en la comodidad con la excusa de que “Dios está siempre con nosotros; estamos
todo el día con Él”. Al contrario, la idea de relación conlleva el tiempo a solas, íntimo.

¿Ahora qué?
Una buena idea es identificar por qué no tenemos tiempo para Dios. Puede que tenga que ver
con el manejo de nuestro tiempo.

Espontáneo: Dice que no tiene tiempo para Dios, pero siempre aprovecha el día del
espectador para ir al cine. Lee Cosmopolitan, pero no tiene 10 minutos para leer la Palabra.

Pasa horas hablando por teléfono, pero sólo habla con Dios gracias a la comida que come.

Puede que lamente no haber hecho el devocional, pero su mayor problema es que funciona
en base a las apetencias. No ha aprendido a aprovechar el tiempo.

Entregado: Dice, “No tengo tiempo para Dios” mientras que corre a la próxima reunión de su
iglesia. No desaprovecha el tiempo, pero se mete en demasiados compromisos.

No controla su agenda. Los que controlan su agenda son una ONG, la clase de italiano, sus
amigos, la autoescuela, el coro y la Internet. Como no sabe decir “no” a muchas actividades
buenas, acaba diciendo “no” a lo mejor, su relación con Dios.

Establecido: Es el que más se acerca a la verdad al decir, “No tengo tiempo para Dios”,
aunque con un cambio de mentalidad vería que tiene tiempo para Él.

Su horario y sus responsabilidades son inflexibles, dejándole con menos opciones: es madre y
trabaja fuera del hogar, es dueño de un comercio, estudia y trabaja, o se pasa la vida en viajes
de negocio. Tiene poco tiempo libre. Se levanta temprano y se acuesta tarde.

Sugerencias
Con los cimientos de la administración y la relación, y un reconocimiento honesto de nuestro
manejo actual, podemos sacar unas herramientas para construir ese tiempo con Dios.

La agenda indispensable: Si no llevamos nosotros las riendas de nuestro tiempo, se


encargarán otros de llevarlas. Necesitamos una agenda. La clave es establecer nuestro
tiempo con el Señor como base de todo lo que tenemos que hacer.

Aunque sean 15 minutos diarios, apuntémoslo en la agenda y respetémoslo.

Es el encuentro con la persona más importante de nuestra vida. Si no fallamos a las citas con
nuestros clientes o amigos, ¿cómo vamos a fallarle al Rey de Reyes?

La palabra “no”: Aprendamos a decir “no”. Cuesta, sobre todo al principio, negarnos a
participar en un comité, por buena que sea la causa, porque ya tenemos un compromiso:
nuestro tiempo con Dios.
Hay que entrenarse para decir “no”; en ocasiones no sólo a gente, sino a ladrones del tiempo
como pueden ser la telenovela, cierto tipo de lecturas inútiles, o el chisme.

La familia: Eduquemos a los niños para que respeten el tiempo que tienen sus padres para
leer la Biblia. Sea cual sea el tiempo que se establezca en casa, es importante que la familia
lo respete y nos dé esos momentos de paz.

Intervalos de tiempo: Se trata de tiempo muerto en una sala de espera o en el autobús,


podemos mentalizarnos de que ya estamos en comunión con Dios.

Una amiga, madre de seis, tiene poco tiempo a solas durante el día. Cuando se levanta a las
tantas de la madrugada para atender a la más pequeña, aprovecha para orar. Oremos cuando
nos acordemos de alguien, como Pablo, que oraba por los filipenses siempre que se acordaba
de ellos (Fil. 1:3).

Tiempos más largos: Apartemos tiempos más largos para el Señor en fin de semana, sobre
todo si entre semana sólo tenemos tiempo para momentos cortos con Él.

Se puede empezar con metas modestas, adquirir el gusto, y considerar un día entero cada
tres meses o en vacaciones. Podemos incluir un tiempo de ayuno.

La pereza: Puede que sea ésta, y no la falta de tiempo, nuestra verdadera enemiga.

El autor John Stott enfatiza ganar “la batalla del umbral” por medio de promesas bíblicas
porque el enemigo no quiere que pasemos tiempo con Dios.

Podemos pensar en alguien a quien podamos rendir cuentas en cuanto al uso de nuestro tiempo; quizá
sea la disciplina que necesitemos.

Por último, es crucial parar y analizar el rumbo de nuestra vida. Si no lo hacemos, no podremos
dedicarnos a lo que realmente importa.
© Elizabeth Clark Wickham
Jamás digas: “No puedo”

“No puedo” es la peor frase que se ha escrito o hablado, haciendo más daño que la calumnia
o las mentiras. Sobre ella muchos espíritus fuertes se han quebrantado y con ella muchos
buenos propósitos mueren.

Brota, cada mañana, de los labios de quienes no piensan y nos roban del valor que
necesitamos durante el día.
Suena en nuestros oídos como una advertencia enviada a tiempo y se ríe cuando tropezamos
y caemos por el camino.

“No puedo” es la madre de la iniciativa débil; es quien lleva al terror y al trabajo a medio hacer.

Debilita los esfuerzos de inteligentes artesanos y hace del que labora un indolente
conformista.

Envenena el alma del hombre con visión, aplasta en su infancia muchos planes.

Saluda al trabajo honesto con abierto desprecio y se burla de las esperanzas y lo sueños del
hombre.

“No puedo” es una frase que nadie debiera pronunciar sin ruborizarse; el pronunciarla debiera
ser motivo de vergüenza.

Diariamente aplasta la ambición y el valor; devasta el propósito del hombre y acorta sus
metas. Despréciala con todo tu odio por el error que inculca; rehúsale el alojamiento que
busca en tu mente.

Ármate contra ella como contra una criatura de terror y todo lo que soñamos algún día lo
obtendremos.
“No puedo” es la frase que, para la ambición, es un enemigo emboscado que busca destruir
nuestra voluntad. Su presa es, para siempre, el hombre con una misión y se inclina tan solo
ante el valor, la paciencia y la habilidad.

Ódiala, con odio profundo y permanente, porque una vez bienvenida, quebrantará a todo
hombre, sin importar la meta que esté buscando. Más bien, sigue intentándolo y respóndele a
ese demonio diciéndole: “Sí puedo”.

Los que amamos a Dios, sabemos que Él todo lo puede y en Él nosotros lo podremos y si acaso no
podemos, Él nos dirá, tú no puedes, pero dèjame a mi, que yo sì puedo.

Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. Filipenses 4:13.


Y llegado a la casa, vinieron a él los ciegos; y Jesús les dijo: ¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos
dijeron: Sí, Señor. Mateo 9:28.
Controlando tus pensamientos negativos

¡Que astuto es el enemigo!, y es que se necesita de mucha astucia para hacernos creer tantas cosas
que no son ciertas.

Hay algo que debemos tener muy claro y es que todos pecamos y cada día nuestra naturaleza
pecaminosa nos orienta a buscar el pecado, la diferencia desde el día que le entregamos
nuestra vida a Cristo es que ya no vivimos para satisfacer ese deseo carnal de pecado, sino
que para negarnos a nosotros mismos y vivir para Dios.

Teniendo en cuenta esto, y que todos somos fácilmente seducidos por el pecado, debemos
tener cuidado cuando nos detenemos a escuchar la voz del enemigo de nuestras almas quien
es un experto en acusarnos y culparnos por cada cosa por mínima que parezca.

Es muy común saber de personas que no pueden alcanzar la felicidad aun en los caminos de
Dios porque el enemigo los hace sentir culpables por tener deseos pecaminosos en su mente.

Creo que pensamientos negativos todos tenemos y muchos los tenemos diariamente, pero la
Biblia nos da las claves para vencer esta situación.

Dios no nos va a juzgar por pensar mal, es parte de nuestra naturaleza pecaminosa, por eso
el Apóstol Pablo nos da un consejo para ayudarnos a revertir esta situación:

“Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo
amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto
pensad.” Filipenses 4:8

¿Qué pensamientos son los que están debilitando tu vida espiritual?, ¿Qué es lo que el
enemigo esta usando para hacerte sentir culpable y no perdonado?

El enemigo es muy astuto y buscará cualquier situación por mínima o insignificante que
parezca para acusarte, para hacerte sentir inmerecedor de Dios, para hacerte sentir sucio,
hipócrita y en ocasiones hasta introducirá en tu mente el pensamiento de que Dios ya esta
cansado de ti, sin embargo nada de eso es cierto.

Dios nunca se cansa de nosotros, al contrario cada día renueva su misericordia sobre
nuestras vida, extiende sus brazos para que vayamos a Él y podamos vencer cualquier
situación, pues Él a prometido estar con nosotros cada día de nuestra vida.

La Biblia es clara en decirnos que el mal solamente lo podemos vencer con el bien: “No seas
vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.” Romanos 12:21. En pocas palabras lo malo
querrá vencernos diariamente, pero podemos vencerlo a través del bien.

Hoy podemos comenzar a vencer esos pensamientos negativos, ¿Cómo?, primero,


empapándonos de Dios, buscándolo en oración todos los días para que nuestra vida y nuestra
mente se llene de Él; segundo, leyendo diariamente su Palabra para que en nuestra mente
reproduzca esos versos que tanto nos ayudan espiritualmente y tercero teniendo conciencia
que el único que realmente puede acusarnos es Dios y su tarea no es acusar, sino perdonar y
restaurar.

Es hora que nos demos cuenta que esos pensamientos negativos que están constantemente
atacándonos y haciéndonos sentir mal no provienen de Dios y toda voz que no provenga de
Dios no tenemos porque creerla, no tiene porque afectarnos, no tiene porque desanimarnos.

Es hora que seamos muy inteligente en detectar que voces estamos escuchando y si esa voz
en lugar de animarte te desanima entonces NO ES DE DIOS, por lo que estas perdiendo tu
tiempo en escucharla, en su lugar busca de Dios y toma como tuya cada palabra escrita en la
Biblia que lejos de desanimarte te anima a vivir una vida santa y digna para Dios.

En el camino vamos a fallar, en ocasiones tropezaremos muy fuerte, sin embargo Dios jamás
nos acusara, nos menospreciara o nos hará sentir inservibles, al contrario, el siempre nos
perdonara, nos dará valor y restaurará nuestra vida porque nos ama con un amor que es
perfecto y eterno.

Tú no eres poca cosa, tú eres muy valioso o valiosa para Dios, no tienes porque seguir creyendo las
mentiras del enemigo, en su lugar cree sin dudar las verdades de Dios que se encuentran en su Palabra
y entonces comprenderás que lejos de acusarte o desecharte, Él quiere perdonarte y restaurarte.
¡Cree a Dios y no a las voces negativas del enemigo!
Solo confía en Él!

Navegando en medio de océano de la vida y enfrentando toda clase de tormenta que por medio de sus
olas tratan de hundirnos, nos podemos encontrarnos con temor, temor a hundirnos, temor a morir en
medio de ese mar, ese clásico temor que por naturaleza se apodera de nuestras vidas en los momentos
más difíciles.

Y es que nos vamos a negar que cuando todo parece hermoso, cuando el sol brilla con tanta
intensidad, somos capaces de derrotar a cuantos Goliath´s se nos presenten, nuestra fe esta
fortalecida y nuestras fuerzas sobresalientes.

Pero es en esos momentos de tormenta, en esos momentos de agonía, en donde nos


encontramos solos contra el mar, solos contra las bravas olas que están azotando
continuamente nuestra barca, cuando pareciera que aquel valor que decíamos tener, se ha
esfumado, cuando toda fe que creíamos tener, se ha opacado y en donde por alguna extraña
razón sentimos que estamos solos y moriremos.

Mientras nosotros expresamos sentir toda clase de sentimientos, de temor, de desesperación


o de confusión y más, Jesús duerme en la parte trasera de nuestra barca.

A veces se nos olvida que no vamos solos en nuestra barca, que Jesús va con nosotros, aun
cuando vaya dormido él sigue estando allí con nosotros.

“Ese mismo día, cuando llegó la noche, Jesús les dijo a sus discípulos: «Vamos al otro lado
del lago.» Entonces dejaron a la gente y atravesaron el lago en una barca.

Algunos fueron también en otras barcas. De pronto se desató una tormenta. El viento soplaba
tan fuerte que las olas se metían en la barca, y ésta empezó a llenarse de agua.
Entre tanto, Jesús se había quedado dormido en la parte de atrás de la barca, recostado sobre una
almohada. Los discípulos lo despertaron y le gritaron: —Maestro, ¿no te importa que nos estemos
hundiendo?” Marcos 4:35-38 

Al sentir los fuertes vientos que tratan de hundirnos y las fuertes olas que se meten en nuestra
barca tendemos a desesperarnos y gritarle al Señor.

¿Sera que Él no está al tanto de la situación?, ¿Le gritamos porque pareciera que no escucha
o no se da cuenta de lo que estamos experimentando?, ¿Qué hacemos cuando esos
momentos de desesperación llegan a nuestra vida?, ¿Gritamos?

¿Reprochamos?, ¿Nos quejamos?

“Jesús se levantó y ordenó al viento y al mar que se calmaran. Enseguida el viento se calmó, y todo
quedó completamente tranquilo. Entonces Jesús dijo a sus discípulos: —¿Por qué estaban tan
asustados? ¿Todavía no confían en mí?” Marcos 4:39-40

No duerme, Él está allí, Jesús calmo todo aquello que hasta ese momento asustaba y
atemorizaba a sus discípulos. Todo aquello que era contrario, volvió a la calma, toda
desesperación, todo grito, todo temor, había pasado ya, de un momento a otro, de un instante
a otro.

En la vida nos enfrentaremos a situaciones similares, panoramas que reflejaran un caos total y
que querrán hacernos sentir desesperación y temor, situaciones que aparecerán cuando
menos lo pensamos o cuando ni imaginábamos que pasarían y frente a eso tenemos dos
opciones: Desesperarnos o simplemente confiar en Dios.

La mayoría de nosotros tomamos la primera antes de la segunda, nos desesperamos, nos


asustamos y hasta gritamos a Dios pidiendo su pronto socorro.

Las palabras de Jesús hacia sus discípulos fueron sencillas pero profundas: “¿Por qué
estaban tan asustados? ¿Todavía no confían en mí?”. Como haciendo referencia que a su
lado no hay porque temer, solo confiar.

Yo sé lo difícil que es no asustarse frente a situaciones que te roban la paz, se lo difícil que es
mantener la calma ante panoramas inesperados, sin embargo nada de lo que hagamos tendrá
el poder para cambiar ese panorama, solo Dios, por eso, aun cuando te desesperes, aun
cuando quieras gritar o aun cuando quieras asustarte todo lo que quieras, nada de eso
favorecerá a lo que estás viviendo, en cambio, si confiamos en Dios a pesar de las situación, a
pesar de las circunstancias que nos rodean, debemos tener la seguridad de que Él vendrá a
nuestra ayuda, porque lo ha prometido, porque Él no defrauda a los que en Él confían.

No sé qué momento puedas estas atravesando, quizá sientas temor, quizá el miedo se ha apoderado de
tu vida, pueda que te estás desesperando, sin embargo, mantén la calma, Dios no se ha olvidado de ti,
Él está allí en la barca de tu vida, esperando el momento indicado para actuar, porque Él ha prometido
actuar a tu favor.
¡No te asustes, solo confía en Él!
No desmayes en tu batalla

Una de las batallas que más enfrentamos a diario son las que en nuestra mente se llevan
a cabo, y es que no es extraño que mantengamos diariamente esa lucha entre lo “lógico”
y lo “ilógico”.
Por ejemplo: Solemos creer que por ser cristianos hijos de Dios nada malo nos puede pasar
y cuando lo malo aparece comenzamos a cuestionarnos en nuestra mente sobre el papel de
Dios en nuestra vida.
Por ejemplo: Solemos creer que porque le servimos a Dios tenemos mayor crédito con Él y
que todo lo bueno siempre nos va a pasar a nosotros, pero cuando nos vemos enfrente de lo
que no teníamos planeado y eso nos roba la paz comenzamos a preguntarnos del por qué
Dios lo permite, cómo que si tuviéramos un saldo disponible en donde Dios tiene que velar
si o si para que todo siempre bueno.
Hay que ser sinceros, todos batallamos en nuestra mente sobre lo que “tendría” que ser,
contra lo que en realidad es. Yo mismo me he visto en batallas mentales tratando de
entender del por qué Dios permite ciertas cosas en mi vida.
En ocasiones he llegado a creer que porque le he servido desde muy joven siempre todo
tiene que ser bueno para mí y cuando lo malo ha llegado he cuestionado en mi mente a Dios
en el sentido del por qué permitió esto o aquello que no es de mi agrado, cómo que si yo
tuviera que tener un trato especial de Dios a comparación de todos los demás.
Lo lógico en la “cultura” cristiana es creer que siempre todo nos va salir bien, pero la
realidad practica me dicta que no siempre todo es bueno, que hay etapas en donde nos toca
poner a prueba nuestra fe, en donde nos toca pasar por situaciones incomodas que trataran
de robarnos la confianza en Dios, en donde lo único que veremos son problemas tras
problemas, pero con la diferencia de que aun en medio de los más difíciles problemas Dios
estará acompañándonos.
Seria mentiroso al decir que me gozo en mis problemas, la verdad no, es más a veces
quisiera que desaparecieran de un momento a otro, pero por más que quisiera que
desaparecieran todos esos problemas son necesarios para poner a prueba de mi fe y
hacerme crecer espiritualmente.
Y es que es solo a través de los problemas cuando más crecimiento obtengo, es solo a
través de las experiencias difíciles en donde conozco más de cerca a Dios.
Alguien seguramente se hará la pregunta: “¿Y porque tengo que pasar por eso que tanto
dolor me causa?”, yo me limitaría a decir: “Es parte del proceso de la vida de todo ser
humano”.
Y es que al venir al mundo todos traemos las mismas probabilidades de pasar por
situaciones muy pero muy difíciles como enfermedades, accidentes y obviamente la
muerte.
Son cosas que no podemos evitar y que pueden ocurrir en cualquier momento seas o no
cristiano, pero lo que si podemos evitar es la muerte eterna y esto lo logramos a través de
Jesús entregándole nuestra vida y viviendo para Él.
Quizá los últimos días has estado batallando en tu mente tratando de entender el por qué de
cada cosa que te ha pasado últimamente, quizá te has visto en algún momento cuestionando
el actuar de Dios en tu vida y hasta cierto punto reclamando favores que crees merecer y no
estás recibiendo.
A ti te digo hoy: “En medio de las más duras de tus batallas, ¡Sigue adelante!”.
¡Sigue adelante! Porque Dios para ti lo es todo, porque en ningún otro encontraste la paz
que Dios te ha dado durante mucho tiempo, porque todo lo que tienes se lo debes a Él y hay
mucho más por agradecer que por quejarte y reclamar.
¡Sigue adelante! Porque un día prometiste nunca dejarlo y siempre seguirlo, rendiste tu vida
a Él y prometiste lealtad eterna.
¡Sigue adelante! Porque esa batalla que hoy libras solo será la plataforma para que llegues
más lejos a conquistar aquello que aun no has conquistado, porque si Dios te ha llevado por
ese camino es que está trabajando en ti y cuando termine de trabajar tú serás un instrumento
todavía más útil en sus manos.
¡Sigue adelante! Porque sin Dios no somos nada, pero con Él sí que somos más que
vencedores.
¿Sabes una cosa?, te entiendo, sé lo que difícil que es pasar por lo que a lo mejor estás
pasando, sé la impotencia que se siente frente a muchos de los problemas que enfrentamos,
pero aun y con todo eso te puedo dar fe que Dios nunca nos abandona, que Él siempre tiene
la última palabra y hasta este día, Dios nunca me ha defraudado y estoy seguro que no lo
hará, ni con tu vida, ni con la mía, porque somos hijos de un mismo Padre y nuestro Padre
Celestial siempre tiene cuidado de sus hijos, por lo tanto:
¡Sigue Adelante!

“Aun cuando yo pase por el valle más oscuro, no temeré, porque tú estás a mi lado. Tu
vara y tu cayado me protegen y me confortan.” Salmos 23:4  NTV
“Pues yo te sostengo de tu mano derecha; yo, el Señor tu Dios. Y te digo: “No tengas
miedo, aquí estoy para ayudarte.” Isaías 41:13 NTV
Responsables ante Dios
¿Le rinde cuentas a alguien? Todos necesitamos hacerlo porque sirve como una barrera de
protección, manteniéndonos en el camino correcto.

Algunas personas actúan como si no respondieran a nadie; sin embargo, en última instancia
todos somos responsables ante Dios, y algún día nos presentaremos ante Él para ser
juzgados.

La Biblia describe dos juicios separados: uno será para los creyentes (2 Co 5.9, 10); y el otro,
para los incrédulos (Ap 20.11-15).

La base de ambos son las obras de la persona, pero los resultados son muy diferentes.

Dado que Cristo soportó el juicio divino por los pecados de quienes lo siguen, estos nunca
tendrán que dar cuenta por sus transgresiones.

Por eso, cuando los cristianos estén delante de Cristo, sus obras serán evaluadas para ser
recompensadas.Pero los incrédulos serán responsables por los pecados que cometieron, y
serán sentenciados al castigo eterno.

¿Cómo se siente en cuanto al juicio que nos espera? Puede que sienta miedo si no ha puesto
su fe en Cristo como su Salvador. Si es así, esta es una oportunidad para hacerlo.

Pero para quienes hemos creído en Él, la convicción del juicio debería inspirarnos a sentir
gratitud por el sacrificio del Señor.

También debería motivarnos a vivir de una manera que agrade a Dios para que podamos
escucharle decir: “¡Bien, buen siervo y fiel!”.

¿Cómo preparo mi corazón para predicar todos los domingos, al


mismo tiempo que preparo el texto durante la semana?

Esta es una excelente pregunta, porque la respuesta tiene profundas


implicaciones para la salud del predicador y el poder del púlpito.

Pero antes de abordar la cuestión específicamente en lo que se refiere al


corazón del predicador y su texto, se debe entender que mi consejo será
irrelevante aparte de la atención continua del predicador por su alma a través
de la confesión diaria del pecado y caminar con el Espíritu.

Hermanos, tenemos que protegernos de una profesionalidad que se centra en


la preparación de nuestros corazones para llevar a cabo la gran tarea de
anunciar la Palabra de Dios a través de una “oración de la sacristía” formal
con los ancianos. Ahí ciertamente confesaremos nuestra necesidad e
imploraremos apasionadamente al Espíritu Santo que nos ayude a cumplir con
la tarea. Pero si esa es nuestra única oración de preparación, es posible que
hayamos ignorado los pecados del corazón “incidentales”, tales como la forma
en que hemos interactuado con nuestras esposas e hijos (1 Ped. 3:7; Efe. 6:4).

El texto prepara al corazón

Mi método para preparar mi corazón para predicar es permitir que el texto


prepare mi corazón. Mi práctica en los últimos años ha sido la de pasar
alrededor de 20 horas por semana en la preparación de mi sermón. Y yo he
dicho muchas veces que la preparación del sermón es de 20 horas de oración,
ya que son 20 horas de pedir al Padre, Hijo, y Espíritu que abran el texto
mientras lucho por comprender su lugar en el libro, su orientación y simetrías,
y su significado para mis oyentes.

Por lo tanto, la preparación del sermón es una conversación en curso: “Señor,


ayúdame; Espíritu, ayúdame”. En esta búsqueda, siempre en las 20 horas hay
un incremento de asombro ante el despliegue de las perfecciones y penetrante
profundidad y sutileza de las Escrituras, al revelar los secretos de nuestros
corazones y señalarnos a Cristo.

Rastrillando el alma

Junto con esto, son 20 horas de rastrillar mi alma mientras el texto abre
camino profundo, con surcos de sangre en mi corazón (He. 4:12). Tanta
exposición da como resultado un arrepentimiento continuo mientras le voy
pidiendo al Espíritu que me haga comprensivo para con la verdad del texto y,
aunque soy pecador, que lo convierta en una verdad en mi corazón. A veces
sucede, y a veces no. Pero el arado de mi corazón ha sido saludable, me ha
elevado, y santificado. Mi experiencia regular en el día del Señor es un
corazón desbordante. De hecho, tenía que contenerme de decir: “Este es el
texto más maravilloso en la Biblia”.

Y ahora, hermanos pastores, como profesor de seminario tengo que decir que
lo que sucedía semanalmente en mi corazón durante todos esos años de
predicación es lo que más extraño. Echo de menos la elevación permanente
que pasa en el púlpito. Como el apóstol tan sabiamente encargó a Timoteo:
“Ten cuidado de ti mismo y de la enseñanza. Persevera en estas cosas, porque
haciéndolo asegurarás la salvación tanto para ti mismo como para los que te
escuchan” (1 Tim. 4:16).

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