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El Fenómeno del Arte

Salí de la oficina. Como todos los viernes decidí volver a casa caminando. No era
demasiado lejos, quizás unas diez cuadras, no lo se, nunca me detuve a contarlas, pero
me gustaba comenzar el fin de semana transitándolas, a veces era lo mas emocionante
de la semana. El día era tranquilo, no hacia frío ni demasiado calor, la gente en el centro
iba y venia, los autos pasaban, algunos pequeños murmullos interrumpían el silencio
común de la gente, pero aun así se podía admirar el paisaje cotidiano de la ciudad: las
calles negras, y los edificios grises haciendo una irónica combinación con la vestimenta
de todos los ciudadanos, normal. No solía detenerme, pero como toda mujer me es
difícil resistirme a algunas vidrieras, e inevitablemente, frené. Un pantalón negro llamó
poderosamente mi atención, pero era demasiado oscuro y decidí no llevarlo,
últimamente sentía que me estaba arriesgando demasiado. Esa misma mañana sin ir mas
lejos, había decidido estrenar mi camisa blanca junto con la falda gris de siempre, y me
había sentido incomoda todo el día por ello, era muy clara, y la gente tendía a verte mal
cuando salías de aquella escala de grises, modas. Continué caminando, miraba el
maletín en mis manos, o en las de quienes pasaban a mí alrededor y no podía despegar
mi mente del trabajo. Fue entonces cuando lo vi. No era la primera vez que veía un
ejemplar de aquellos, pero tal vez sí que me detenía a observarlo, y pensar en ellos.

Vivimos tan encerrados en nuestro propio mundo que olvidamos mirar a los demás, y a
veces hay que chocarnos con la realidad para entenderla, para comprender todo lo que
tenemos, que nuestros problemas son diminutos en comparación a las desgracias
ajenas, o que al menos tenemos salud, pensé. Me impresioné. Observe detenidamente al
resto de las personas y noté que todos lo estaban mirando, algunos con asco, otros con
miedo, asombro, lastima, sorpresa, rabia, a algunos causaba gracia, y sospechosamente
había quienes lo admiraban, masoquistas, supuse. Era muy curioso por que la mayoría
de ellos se detenía delante suyo a admirar su enfermedad, muchos bondadosos dejaban
monedas a sus pies, por que estaba claro que la gente que padecía este mal no podía
habitar una casa, se los obligaba a vivir en calles, o plazas. Pobres almas.

No estoy segura si lo hice por que no quería volver a mi solitaria y rutinaria casa, o
simplemente lo hice sin darme cuenta, pero decidí sentarme en un banco cercano a él,
tomé una hoja de mi maletín y un lápiz, y comencé a hacer anotaciones sobre tal
fenómeno. No tenía absolutamente nada más que hacer hasta el lunes siguiente que
volvía a trabajar, y la idea de sentirme una investigadora me hizo sonreír por unos
segundos. En un momento determinado un gran temor invadió mi cuerpo, había visto
millones de ellos pero nunca había permanecido tanto tiempo cerca de alguno. Era de
público conocimiento que la enfermedad no se transmitía, lo cual era muy raro para la
cantidad de afectados hasta el momento, los médicos aseguraban que se nacía con ello,
pero nadie estaba seguro y eso a mi parecer era peligroso. El tipo de peligro que da a tu
cuerpo la adrenalina necesaria para vivir, pensé, y proseguí.

Escribí cada detalle dejando volar mis horas en aquella “investigación”, era para lograr
un mérito propio, un tema que simplemente había llamado mi atención. Viernes, sábado
y domingo los pase sentada en aquel banco, solo iba a casa a dormir, comer y averiguar
mas sobre el tema, tenia esa inocente idea de creer que podía encontrar la cura.
Mis ojos ardían de solo verlo, era muy difícil mantener la vista en una persona que
llevaba consigo un traje de mil colores brillantes cuando uno se acostumbra a la
tranquilidad del gris. Otro de los síntomas claves era su voz, las personas que padecían
esto solían tener su voz en un volumen superior al resto, gritaba y reía a carcajadas,
acompañando eso con movimientos bruscos, saltos, y volteretas. Definitivamente este
era uno de los casos mas avanzados, ya había perdido por completo esa hermosa
capacidad de mantener la calma, que teníamos todos. No recuerdo con claridad que
trataba de decir con sus gritos, pero eran palabras extrañas: Arte, libertad, alegría,
expresión.

Al oírme, ustedes quizás están imaginando a una persona que sufre algún tipo de
trastorno mental, quizás un esquizofrénico, pero no. Muchos psicólogos que había
estudiado el tema, aseguraban que no se trataba de eso, ya que decían que la inteligencia
o la capacidad mental de los afectados no era diferente al resto, eran capases de entender
lo que les estaba pasando, y sorprendentemente eran felices con su enfermedad, no lo
se, a mi punto de vista todo aquello era una enorme negación.

Con el transcurso de los días note que no siempre llevaba puesto el traje brillante, y que
los colores de su cara no eran brotes de su enfermedad sino que el se aplicaba a si
mismo esas mezclas, aun no sabia bien con que fin. Llego el domingo, nunca había
sentido pasar tan rápido un fin de semana., definitivamente el tema me había atrapado.
Comenzaba a cuestionarme por qué nunca concrete mi idea de dedicarme a la
psicología, o a la medicina, pero era muy tarde para ese tipo de auto reproches. Ese día
paso algo llamativo en él, había leído sobre estos cambios pero no se bien a qué se
debían. Aun vestido de colores, pero más “casual” si se puede nombrar así, y con su
cara lavada comenzó a producir sonidos indescriptibles con una caja y cuerdas, oí que le
llama guitarras, y cantaba ¿Pueden entender eso? ¡Cantaba! Ay, pobre de él, ya estaba
perdido. ¿Por qué? ¿Qué clase de cosas producía aquella enfermedad en él que lo
llevaba a hacer ese tipo de incoherencias? ¿Por qué ser diferente? ¿Por qué hacer ruido?
¿Qué sentía una persona que padecía esto? Todas esas preguntas alteraban mi cerebro, y
solo una persona iba a ser capas de responderlas, el enfermo.

Me tardo aproximadamente tres horas juntar el valor necesario para hablarle, medite
cada palabra, no sabia la clase de reacción que podía provocar en él, nunca nadie les
hablaba, tenia miedo. Me paré decidida, cruce la calle que nos separaba, y me detuve
frente a el, que al sentir mi presencia levantó la mirada, sin dejar de tocar. Miró fijo mis
ojos. Todo el valor que llevaba horas juntando se desmoronó en un instante, me
intimidó, nunca había estado tan cerca de alguien con aquel problema, y no tengo
palabras para explicarles todo lo que sus ojos transmitían. Tenían luz, brillaban, nunca
había visto una mirada brillar y eso me asusto. Al ver mi cara paralizada, me sonrió,
seguramente él si estaba acostumbrado a mi tipo de mirada. Saque mi billetera y deje a
sus pies algunos billetes, no se si fue piedad, o buscar una excusa para escapar, pero lo
hice, y corrí. Corría a estar llegar a casa.

Nuevamente una semana de trabajo, pero yo no era la misma, mis pensamientos estaban
clavados en esa mirada enferma, en tratar de entenderla, la belleza de aquellos ojos
hicieron que llegara a cuestionarme sino eran los míos los que estaban enfermos, pero
automáticamente detuve mis pensamientos insensatos, la curiosidad por esa enfermedad
estaba alejándome de la lógica. No voy a negar que en algún punto me daban miedo
esos pensamientos, y me obsesionaba con la sensación de tener síntomas, no me había
contagiado, pero esos temores estaban. Siempre había sido una mujer terca, y
necesariamente iba a tener que enfrentarlos, hablar con el, aclarar mis dudas, y lo que
fuese necesario para sacar aquel tema de mi mente. Estuve planteándome eso toda la
semana, entonces llego una vez mas el viernes.

Ahí estaba, sentada en ese banco, buscando las palabras. No se cuanto tiempo habré
estado discutiendo con mi subconsciente, no solo mis miedos, sino también mis
prejuicios “¿Qué diría la gente al verme hablar con uno de ellos?”. Pero entonces se
hizo inevitable, mire hacia delante y pude distinguirlo acercándose a mi, junto con su
guitarra. Pánico.

- ¿Quiere…? – Preguntó, ofreciéndome unos cubitos de colores que siempre comía-. No


los mires así, son caramelos, no te van a hacer daño.

Los tome en mis manos y los guarde, como un simple gesto de educación. Pensaba
tirarlos al llegar a casa. Estaba enmudecía, tenia tantas cosas por preguntar y no lograba
formular las preguntas en mi cabeza.

- No te asustes, no es contagioso. Decime, ¿Qué es lo que te interesa saber? – Dijo con


una mueca rara en su cara, una sonrisa creo, no lo se, ese día tenía su cara pintada a
colores.

- ¿Cómo sabe usted que yo quiero preguntarle algo? – Dije sobresaltada.

- No es difícil adivinar tus pensamientos, son predecibles, sos igual a todos.

- ¿Por qué lo dice como si eso fuera algo malo?

- No es eso lo que quise decir, solo que cuando uno toma la decisión de ser diferente…-
Dijo sin poder terminar la oración.

-¿¡Decisión!?- Interrumpí.- ¿Cómo podría uno decidir el padecimiento de una


enfermedad?

- ¿Enfermedad? – Dijo entre risas-. Nuevamente alguien que cree que estamos
enfermos, pero no me sorprende.

- Perdón, no estoy tratando de ofenderte, es que no hay otra manera posible de explicar
tus comportamiento.

- Ja. ¡Si que la hay! ¿Es eso lo que venís a buscar, una explicación?- Preguntó, sin
perder su costumbre de decir las cosas entre risas. Y yo asentí-. No estoy enfermos, no
tengo síntomas, ni dolores, ni ningún tipo de problemas, soy solo una persona que
encontró la luz, la salvación. Descubrí algo que ninguno de ustedes fue capas de ver...
La libertad.

- Te he escuchado decir esa palabra tantas veces, y aun no logro comprenderla. –


Respondí, con un tono inocente que se apodero de mi voz.
- Es que nunca podrán comprenderla – Continuo diciendo mirando fijo mis ojos- y aun
que quisiera no podría explicártela. Por que es algo que se siente, no se entiende. Ser
libre es dejar de ser como ellos, no por un virus como creen, sino por vos mismo, es
tomar una decisión por vos, y para vos, sin necesidad de que haya un porque, tal vez
solo por que te hace feliz Quizás la Libertad es encontrar el color en tu mundo, aun
cuando estas rodeado de grises, buscarlo o inventarlo, pero hallarlo. Ser libre para mi,
es hacer arte, es cantar, es hacer música, es ser un payaso, es reír, es pintar, y sentir que
fui diferente, que el mundo es mío, pero yo no soy suyo, que soy solo yo, y aun que
haya miles de artistas, ninguno será igual a mi. No te confundas, no digo que no haya
otras maneras de serlo, pues cada uno encuentra su color a su manera, pero a aquellos
que vos crees enfermos son artistas, por que son capases de crear su libertad aun en un
mundo prisionero de esta realidad.

Luego de eso hubo un silencio que se prolongo por algunos segundos. Había respondido
todas mis preguntas, pero de una manera totalmente diferente a la todas las que yo había
podido imaginar, y no podía negarlo, él tenía razón. Rompió el silencio con uno de sus
ruidos, corrección, melodías. Después de todo no sonaban tan ilógicas, en algún punto,
parecían tener sentido. Cerré mis ojos dejando que esos sonidos tocaran mi alma, y sentí
una emoción interna que salía de lo común, era Arte. Al abrir mis ojos me encontré
otra realidad, como si el sol hubiera tomado un brillo tan fuerte que lo había tornado
amarillo, y eso daba a cada cosa un color diferente, como si por un segundo todo saliera
del color monótono de todos los días. Mi corazón se acelero, y el pulso me temblaba,
solo puedo asegurar que mi mirada también brillaba, pero no puedo explicarlo, tal y
como él lo había dicho, solo podía sentirlo. Y si me he tomado el tiempo de contárselos
todo esto es por que aun no logro creerlo, en un día como cualquier otro, como por obra
del destino, me encontré con un extraño caso de Artista, y me contagio su libertad.

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