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48 [125,XI, 200-205]

REPETICIÓN DE LA ORACIÓN DEL 24 DE JULIO DE 1655


Miseria general provocada por las guerras. Trabajar con abnegación, los misioneros de Berbería y de Madagascar.
Indulgencia plenaria concedida por el papa a todos los misioneros en la hora de la muerte.

Buscamos la sombra

«Buscamos la sombra; no nos gusta salir al sol; ¡nos gusta tanto la comodidad! En la
misión, por lo menos, estamos en la iglesia, a cubierto de las injurias del tiempo, del ardor
del sol, de la lluvia, a lo que están expuestas esas pobres gentes. ¡Y gritamos pidiendo
ayuda, cuando nos dan un poquito más de ocupación que de ordinario! ¡Mi cuarto, mis
libros, mi misa! ¡Ya está bien! ¿Es eso ser misionero, tener todas las comodidades?» (XI,
120). Dios es nuestro proveedor y atiende a todas nuestras necesidades y algo más, nos da
lo suficiente y algo más. No sé si nos preocupamos mucho de agradecérselo.
Vivimos del patrimonio de Jesucristo, del sudor de los pobres. Al ir al refectorio
deberíamos pensar: «¿Me he ganado el alimento que voy a tomar?». Con frecuencia pienso
en esto, lleno de confusión: «Miserable, ¿te has ganado el pan que vas a comer, ese pan que
te viene del trabajo de los pobres?». Al menos, si no lo ganamos como ellos, recemos por
sus necesidades las bestias reconocen a quienes las alimentan. Los pobres nos alimentan,
recemos a Dios por ellos; que no pase un solo día sin ofrecérselos al Señor, para que quiera
concederles la gracia de aprovechar debidamente sus sufrimientos.

Palabras Claves: patrimonio de los pobres, buscar la sombra, miserable.

¿Qué dice?:
Buscamos la comodidad, libres de las injurias (calamidades) del tiempo, algo que los
pobres están expuestos, y si nos dan un poquito más de ocupación que de lo ordinario,
gritamos pidiendo auxilio.
¡Mi cuarto, mis libros, mi misa! (mis cosas) ¡Ya está bien! ¿Es eso ser misionero, tener
todas las comodidades?» Dios es nuestro proveedor, nos da lo suficiente y algo más, no sé
si nos preocupamos mucho de agradecérselo.
Vivimos del patrimonio de Jesucristo, del sudor de los pobres.
«Miserable, ¿te has ganado el pan que vas a comer, ese pan que te viene del trabajo de los
pobres?».
si no lo ganamos como ellos, recemos por sus necesidades las bestias reconocen a quienes
las alimentan. Los pobres nos alimentan.
¿Qué me dice?: no podemos ser tan mediocres, que aparte que hacemos el trabajo mal, nos
atrevemos robarles el alimento a los pobres, viviendo a costa de los pobres, de su sudor,
mientras que yo no derramo, una sola gota de sudor, de lagrima, de importancia por ellos;
comprando cosas innecesarias de su sueldo, engañándome, y engañándolos de que es
necesario.
Comprometida a ensuciarse las manos, por ellos, y no solo por mí, pasar frio como ellos y
no solo cobijarme dentro de las paredes fortificadas de nuestra casa, sin importarme del frio
que ellos pasan dentro de sus paredes de latas de zinc. Que mientras ellos trabajan todo el
día, bajo el sol, el calor, el peso del día, yo no debo de quedarme sentado, engordándome
dentro de una oficina, para que el final de la semana, reclamar lo que ellos ganaron en la
semana.
Si al menos, la conciencia no me pesa, este mal que hago, que brote entonces de mí, el
compromiso de orar por ellos, un compromiso de vida, no un compromiso de labios.
¿Qué le dice a la Iglesia?:
La iglesia esta llamada a ser testimonio, discípula, con lo cual, todos sus miembros deben
de servir para construir el reino, de lo contrario, debe de ser amputado. La pérdida de
identidad, de los misioneros, buscando desde su formación la comodidad, terminando como
consagrados, igual o peor, esa es la gangrena de la Iglesia, es la gangrena de la
congregación
48 [125,XI, 200-205]
REPETICIÓN DE LA ORACIÓN DEL 24 DE JULIO DE 1655
Miseria general provocada por las guerras. Trabajar con abnegación,
celo y entrega. Ejemplo que dan
los misioneros de Berbería y de Madagascar. Indulgencia plenaria
concedida por el papa a todos los misioneros en la
hora de la muerte.
Renuevo la recomendación que hice, y que nunca se hará bastante,
de rezar por la paz, para que quiera Dios reunir los corazones de los príncipes
cristianos. Hay guerra por todos los reinos católicos: guerra en Francia,
en España, en Italia, en Alemania, en Suecia, en Polonia, atacada por
tres partes, en Irlanda, incluso en las pobres montañas y en lugares casi
inhabitables. Escocia no está mucho mejor; de Inglaterra, ya sabéis su
triste situación. Guerra por todas partes, miseria por todas partes. En
Francia hay muchos que sufren. ¡Oh, Salvador! ¡Oh, Salvador! Si por
cuatro meses que hemos tenido la guerra encima, hemos tenido tanta miseria
en el corazón de Francia, donde los víveres abundaban por doquier,
¡qué harán esas pobres gentes de la frontera, que llevan sufriendo esas
miserias desde hace veinte años! Sí, hace veinte años que están continuamente
en guerra; si siembran, no están seguros de poder cosechar;
vienen los ejércitos y lo saquean y lo roban todo; lo que no han robado
los soldados, los alguaciles lo cogen y se lo llevan. Después de todo esto,
¿qué hacer? ¿qué pasará? No queda más que morir. Si existe una religión
verdadera... ¿qué es lo que digo, miserable?..., ¡si existe una religión verdadera!
¡Dios me lo perdone! Hablo materialmente. Es entre ellos, entre
esa pobre gente, donde se conserva la verdadera religión, la fe viva;
creen sencillamente, sin hurgar; sumisión a las órdenes, paciencia en las
miserias que hay que sufrir mientras Dios quiera, unos por las guerras,
otros por trabajar todo el día bajo el ardor del sol; pobres viñadores
que nos dan su trabajo, que esperan que recemos por ellos, mientras que
ellos se fatigan para alimentarnos...
Buscamos la sombra; no nos gusta salir al sol; ¡nos gusta tanto la comodidad!
En la misión, por lo menos, estamos en la iglesia, a cubierto
de las injurias del tiempo, del ardor del sol, de la lluvia, a lo que están expuestas
esas pobres gentes. ¡Y gritamos pidiendo ayuda cuando nos dan
un poquito más de ocupación que de ordinario! ¡Mi cuarto, mis libros,
mi misa! ¡Ya está bien! ¿Es eso ser misionero, tener todas las comodidades?
Dios es nuestro proveedor y atiende a todas nuestras necesidades
Y algo más, nos da lo suficiente y algo más. No sé si nos preocupamos mucho
de agradecérselo.
Vivimos del patrimonio de Jesucristo, del sudor de los pobres. Al ir
al refectorio deberíamos pensar: «¿Me he ganado el alimento que voy a
tomar?». Con frecuencia pienso en esto, lleno de confusión: «Miserable,
¿te has ganado el pan que vas a comer, ese pan que te viene del trabajo
de los pobres?». Al menos, si no lo ganamos como ellos, recemos por sus
necesidades. Bos cognovit possessorem suum1: las bestias reconocen a quienes
las alimentan. Los pobres nos alimentan, recemos a Dios por ellos;
que no pase un solo día sin ofrecérselos al Señor, para que quiera concederles
la gracia de aprovechar debidamente sus sufrimientos.
Decía... ¡qué iba a decir, miserable!... Decía últimamente que Dios
espera que los sacerdotes detengan su cólera; espera que ellos se coloquen
entre él y esas pobres gentes, como Moisés, para obligarle a que las
libre de los males causados por su ignorancia y sus pecados, y que quizás
no sufrirían si se les instruyese y se trabajase en su conversión. Es a
los sacerdotes a quienes corresponde hacerlo. Esos pobres nos dan sus
bienes para esto; mientras ellos trabajan, mientras combaten contra estas
miserias, nosotros somos el Moisés que levanta continuamente las manos
al cielo por ellos 2. Somos los culpables de que ellos sufran por su ignorancia
y sus pecados; nuestra es, pues, la culpa de que ellos sufran, si
no sacrificamos toda nuestra vida por instruirlos.
El padre Duval, un gran doctor de la iglesia, decía que un eclesiástico
tiene que tener más faena de la que pueda realizar; pues, cuando la vagancia
y la ociosidad se apoderan de un eclesiástico, todos los vicios se
echan encima de él: tentaciones de impureza y otras muchas. Me atrevería
a decir... He de pensar en ello; quizás lo diga en otra ocasión. ¡Oh,
Salvador! ¡Mi buen Salvador! ¡Quiera tu divina bondad librar a la Misión
de este espíritu de ociosidad, de búsqueda de la comodidad, y darle
un celo ardiente de tu gloria, que la haga abrazarlo todo con alegría,
sin rechazar nunca la ocasión de servirte! Estamos hechos para
esto; a un misionero, un verdadero misionero, un hombre de Dios, un
hombre que tiene el espíritu de Dios, todo le tiene que parecer bien e indiferente;
lo abraza todo, lo puede todo; con mayor razón ha de hacerlo
una compañía: una congregación lo puede todo cuando está animada
y llevada por el espíritu de Dios.
Nuestro misionero de Berbería y los que están en Madagascar, ¿qué
no han emprendido? ¿qué no han ejecutado? ¿qué es lo que no han hecho?
¿qué es lo que no han sufrido? Un hombre solo se atreve con una
galera donde hay a veces doscientos forzados: instrucciones, confesiones
generales a los sanos, a los enfermos, día y noche, durante quince días;
y al final los reúne, va personalmente a comprar para ellos carne de vaca;
es un banquete para ellos; ¡un hombre solo hace todo esto! Otras veces
se va a las fincas donde hay esclavos y busca a los dueños para rogarles
que le permitan trabajar en la instrucción de sus pobres esclavos;
emplea con ellos su tiempo y les da a conocer a Dios, los prepara para recibir
los sacramentos, y al final los reúne y les da un pequeño banquete
3.
Habló también de los hermanos Guillermo y Duchesne 4 que, después
de haber sido esclavos, fueron redimidos con ayuda del cónsul 5,
por el celo que les animaba en sus ocupaciones al lado de los pobres esclavos
6.
En Madagascar, dijo también el padre Vicente, los misioneros predican,
confiesan, catequizan continuamente desde las cuatro de la mañana
hasta las diez, y luego desde las dos de la tarde hasta la noche; el
resto del tiempo lo dedican al oficio y a visitar a los enfermos. ¡Esos sí
que son obreros! ¡Esos sí que son buenos misioneros! ¡Quiera la bondad
de Dios darnos el espíritu, que los anima y un corazón grande, ancho,
inmenso! Magnificat anima mea Dominum!7: es preciso que nuestra
alma en-
grandezca y ensalce a Dios, y para ello que Dios ensanche nuestra alma,
que nos dé amplitud de entendimiento para conocer bien la grandeza, la
inmensidad del poder y de la bondad de Dios; para conocer hasta dónde
llega la obligación que tenemos de servirle, de glorificarle de todas las
formas posibles; anchura de voluntad, para abrazar todas las ocasiones
de procurar la gloria de Dios. Si nada podemos por nosotros mismos,
lo podemos todo con Dios. Sí, la Misión lo puede todo, porque tenemos
en nosotros el germen de la omnipotencia de Jesucristo; por eso nadie es
excusable por su impotencia; siempre tendremos más fuerza de la necesaria,
sobre todo cuando llegue la ocasión; pues cuando llega la ocasión, el
hombre se siente totalmente renovado. Es lo que decía el padre N. cuando
llegó: sus fuerzas se duplicaron tan pronto como las necesitó.
Me olvidaba de comunicar a la compañía la noticia que he recibido y
que hemos de agradecer a Dios. Nuestro santo padre el papa ha concedido
a todos los misioneros indulgencia plenaria in articulo mortis. Cuando
fue el padre Blatiron a ofrecerle los respetos de toda la compañía, le
pidió esa gracia y la de que tomara a la compañía bajo su protección; le
concedió ambas cosas. ¿Quién podrá comprender la importancia de esta
gracia? ¡Indulgencia plenaria en la hora de la muerte, la aplicación de
todos los méritos de nuestro Señor Jesucristo! De forma que en la hora
de nuestra muerte nos veremos revestidos de esa capa de inocencia que
nos pondrá en situación de agradar a los ojos de Dios en el momento
en que tengamos que darle cuenta de nuestra vida. El Señor del evangelio
arrojó de su presencia al que se presentó ante él sin tener el vestido
nupcial 8, que el señor nos dará en la hora de nuestra muerte por medio
de esa indulgencia, si somos fieles a nuestra vocación y queremos vivir
y morir en el puesto en que nos han colocado; se lo agradeceremos a Dios,
los sacerdotes en la santa misa y los hermanos en la comunión; y así lo
haremos hoy, si os parece.
Encomiendo a vuestras oraciones a un ejercitante, que tiene especial
necesidad. ¡Cuánto bien hará, si se convierte por completo, y cuánto
mal si no lo hace! Me contento con deciros esto para que veáis cuánta
necesidad tiene de verse asistido.

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