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En Israel, las bodas duraban siete días.

El vino era elemento fundamental en la fiesta, era la


bebida más usada y era también un símbolo de amor. Se tomaba, sobre todo, vino tinto. En las
bodas se comía, se bebía, se bailaba y se convivía durante toda una semana. Había que
preparar bastante comida y suficiente vino para no defraudar a los invitados que esperaban
los días de boda como los más señalados del año.

2. Solamente el evangelio de Juan narra las bodas de Caná. La estructura propia de su


evangelio y su estilo, hacen del relato una síntesis teológica y simbólica del mensaje de Jesús.
Los escritos de los profetas habían pintado el día de la llegada del Mesías como un día de
boda. En el festín mesiánico correría el vino en abundancia (Isaías 25,6). En Caná, el agua se
transforma en vino. El agua simboliza las purificaciones que ordenaban las leyes judías y que
hacían de la religión un estricto cumplimiento de normas externas. El vino es símbolo de fiesta,
de libertad interior.

3. La presencia de María pidiéndole a Jesús que haga “algo” en las bodas de Caná ha dado pie
para reforzar la idea de algunos cristianos, especialmente católicos, de que es necesaria la
mediación o intercesión de María para obtener favores de Dios. María se los pediría a Jesús y
Jesús a Dios. La tradición cristiana, sin embargo, insiste con vigor en que el único mediador
entre Dios y los hombres es Jesús. La presencia de María en las bodas de Caná y su
intervención ante Jesús es un elemento simbólico en el relato. María representa al pueblo fiel
de Israel, que reconoce que “ya no hay vino” en las vasijas de piedra, símbolo de la ley mosaica
escrita en tablas de piedra. Con esta imagen, el evangelio de Juan quiso decir que la Ley
antigua ha perdido su valor, que está vacía de sentido, y que Jesús la supera.

4. Para referirse a los milagros de Jesús, el evangelista Juan emplea siempre la palabra griega
“semeion” (signo). Usando esta palabra, evita equiparar el hecho del que da cuenta a un
prodigio espectacular, y lo presenta como un signo de que Dios libera a los seres humanos.
Los libera de la enfermedad, del miedo, de la tristeza, de la muerte. En cada uno de los relatos
de los signos que Jesús hizo en su vida existiría, más que la narración de un hecho
extraordinario, una señal de liberación.

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