El concepto de la teoría de la cultura de la pobreza tiene su origen en Oscar Lewis (1959). Lewis resume su argumento diciendo que, aunque pueda parecer paradójico, el modo de vida de los pobres cumple con los requisitos para desarrollar una buena definición de cultura. Así, para los que piensan que los pobres no tienen cultura, el concepto de cultura de la pobreza puede parecer una contradicción. Ello parecería dar a la pobreza una cierta dignidad y una cierta posición. En el uso antropológico el término cultura supone, esencialmente, un patrón de vida que pasa de generación a generación. Al aplicar este concepto de cultura a la comprensión de la pobreza, busca centrar la atención al hecho de que la pobreza en las naciones modernas no es sólo un estado de privación económica, de desorganización o de ausencia de algo. Es también algo positivo en el sentido que tiene una estructura, una disposición razonada y mecanismos de defensa sin los cuales los pobres difícilmente podrían salir adelante. En resumen, es un sistema de vida, notablemente estable y persistente, que pasa de generación a generación a lo largo de líneas familiares. La cultura de la pobreza tiene sus modalidades propias y consecuencias distintivas de orden social y psicológico para sus miembros. Es un factor dinámico que afecta a la participación en la cultura nacional más amplia y se convierte en una subcultura por sí misma. Para aclarar su definición, Lewis distingue la cultura de la pobreza de otras, con las que a primera vista podría confundirse. De esta manera, en primer lugar, de la cultura primitiva, que se caracteriza por el aislamiento, la baja tecnología y la ausencia de clases, pero que es relativamente integrada, satisfactoria y autosuficiente. En segundo lugar, de la clase trabajadora, del proletariado y del campesinado, que varían mucho en cuanto a situación económica en el mundo, mientras que la cultura de la pobreza es propia de quienes están al fondo de la escala y del lumpen-proletariado (Grupo social urbano formado por los individuos socialmente marginados, como indigentes, mendigos, etc.). En tercer lugar, del simple empobrecimiento, pues no todos los pobres desarrollan necesariamente una cultura de la pobreza, por ejemplo la clase media que se arruma. Oscar Lewis también alude a los diversos contextos históricos, donde nace la cultura de la pobreza: - La desintegración de un sistema social estratificado y su reemplazo por otro (revolución industrial). - La conquista imperial en la que los conquistados sean mantenidos por largo tiempo en condición servil. - La des-tribalización por la migración, etc. Para Lewis, es importante que la cultura de la pobreza tenga características universales que transcienden las diferencias regionales, rurales-urbanas y hasta nacionales. En cuanto a los rasgos universales de la cultura de la pobreza, Lewis distingue cinco campos: - Demográficos: tasa de mortalidad relativamente más alta; expectativa de vida menor; proporción mayor de individuos en grupos de edad más joven; y mayor fuerza de trabajo, por la participación de mujeres y niños. - Familiares: predominio de la familia nuclear; tendencia hacia familias centradas en la madre y mayor conocimiento de los parientes maternos; uniones libres o matrimonios no legalizados; hogares incómodos y estrechos (promiscuidad); temprana iniciación en la vida sexual; frecuente abandono de madre e hijos por el padre; hábito de golpear a la esposa; autoritarismo paterno; violencia física en la educación de los hijos; falta de vida privada; e insistencia en solidaridad familiar, que raras veces se logra. - Económicos: lucha constante por la vida; bajos salarios; diversidad de trabajos no calificados; períodos de desocupación o subocupación; trabajo infantil; ausencia de ahorros; escasez crónica de dinero en efectivo; ausencia de reservas alimenticias en casa; pequeñas compras de productos alimenticios muchas veces al día; uso de ropa y de muebles de segunda mano; servicios crediticios informales; recurso a préstamos locales a tasas usurarias; y empeño de prendas personales. - Sociales: es una cultura provincial y orientada localmente. Sus Miembros sólo están parcialmente integrados en las instituciones nacionales y son gente marginal, aun cuando vivan en el corazón de la ciudad; analfabetismo o bajo nivel de instrucción; los miembros de esta cultura no pertenecen a sindicatos obreros, ni a ningún partido político, ni están inscritos en el Seguro Social; y hacen poco uso de instituciones tan urbanas, como los bancos, los grandes almacenes, los museos y los aeropuertos. - Culturales: fuerte orientación hacia el tiempo presente con relativamente poca capacidad de posponer sus deseos y de planear para el futuro; sentimiento de resignación y fatalismo; creencia en la superioridad masculina (machismo) y complejo de mártires en las mujeres; gran tolerancia ante la patología psicológica; alta incidencia en el alcoholismo; fácil recurso a la violencia para zanjar las dificultades; desconfianza ante las instituciones del gobierno y odio a la policía. Tras esta enumeración de rasgos que constituyen la configuración de la cultura de la pobreza, Lewis, aunque reconoce que habla de la pobreza como problema social, vuelve a la orientación psicológica, de esta manera, los que viven dentro de la cultura de la pobreza tienen un fuerte sentido de marginalidad, de abandono, de dependencia, de no pertenecer a nada. Son como extranjeros en su propio país, convencidos que las instituciones existentes no sirven a sus intereses y necesidades, pero esperan de ellas con sentido paternal. Al lado de este sentimiento de impotencia hay un difundido sentimiento de inferioridad, de desvaloración personal. Los que viven dentro de una cultura de la pobreza tienen muy escaso sentido de la historia. No tienen ni el conocimiento, ni la visión, ni la ideología para advertir las semejanzas entre sus problemas y los equivalentes en otras partes del mundo. En otras palabras, no tienen conciencia de clase, aunque son muy sensibles a las distinciones de posición social. Oscar Lewis encuentra también cosas buenas en la cultura de la pobreza. Por una parte, los aspectos positivos que puedan surgir de estos rasgos están el vivir en el presente pudiendo producir una espontaneidad y una aceptación de los impulsos que en nombre del futuro se reprimen en la clase media, y el recurso a la fácil violencia es un escape para la hostilidad, que también se reprime en la clase media. Además, la mayoría de los pobres parecen seres humanos decentes, justos, valerosos y susceptibles de despertar afecto.
Teoría del contacto hispano-indio
McGaw Foster sostiene que el resultado de la conquista española, a diferencia de la mayoría de las conquistas coloniales de la época y posteriores conquistas, fue la creación de una cultura mestiza y que toda Hispanoamérica es, a pesar de sus diferencias, una sola área cultural: en cien años, y en la mayoría de las regiones en menor tiempo, el número más considerable de pueblos nativos desde el norte de México hacia el sur (con la excepción del Brasil) se vio conquistado y subyugado por las fuerzas de las armas españolas, siendo las normas indígenas de vida brutalmente destruidas, operándose en ellas grandes cambios. La historia no presenta otra época en que haya habido grados tan importantes de contacto cultural entre pueblos con tradiciones completamente distintas. Durante 50 años (a partir de 1500 d.C.) españoles de todas clases sociales y ocupaciones llegaron a América, como un enjambre, mezclándose racial y culturalmente (como se decía antes, sobre todo con los españoles que llegaron, sobre todo hombres, al contrario de América del norte, donde la conquista la hacían familias completas) con los pueblos nativos conquistados y poniendo en movimiento los procesos históricos que después produjeron las civilizaciones mestizas contemporáneas de Hispanoamérica, civilizaciones que, en la mayor parte de la zona, se levantaron sobre las bases racialmente vigorosas y culturalmente diversas de los mundos viejo y nuevo. Lo notable, sin embargo, no es que la cultura indígena desempeñara un papel como modificadora de la cultura española, sino más bien que estas poderosas influencias nativas hayan sido, a la larga, conformadas y dominadas por fuerzas ibéricas aún más poderosas. En México, Guatemala, Ecuador, Perú y Bolivia, son impresionantes las poblaciones indígenas y los elementos visibles de la cultura indígena, que dan a cada país muchas de sus cualidades distintivas. Estos elementos indios son ahora una porción de la cultura nacional, compartida por la gente instruida y la élite con los analfabetos y las clases sociales bajas. Pero, por encima de las características fundadas en lo indígena, están las semejanzas hispánicas genéricas, que se expanden desde el tiempo de la conquista y dan a Latinoamérica una unidad cultural que ha llevado a los antropólogos, historiadores y filósofos, a pensar en términos de una cultura Latinoamericana contemporánea común. Foster confirma esta unidad cultural, enumerando un conjunto de rasgos y señalando a menudo su diferencia con la cultura angloamericana. Los rasgos son: la difusión de la lengua castellana, pues en ninguna parte del mundo existe un territorio donde se hable la misma lengua; el trazo urbano en torno a la plaza mayor; la rígida separación de las clases sociales; el valor de la familia extensa; el catolicismo popular centrado en la fiesta de los santos y la peregrinación a los santuarios; las normas “democráticas” en la constitución política y el personalismo de los caudillos y caciques; además, un ethos (forma común de vida o de comportamiento que adopta un grupo de individuos que pertenecen a una misma sociedad) se encuentra en toda la zona. Se tiende a ver la vida de la misma manera, existe un consenso general acerca de las metas deseables, y las actitudes con respecto al trabajo, la salud y la diversión denuncian nexos históricos comunes. Las formas externas de las relaciones humanas son mucho más estilizadas que en las sociedades más agitadas, y la cortesía, como fin en sí misma, se encuentra muy esmeradamente desenvuelta, el orgullo personal y nacional es grande, y la dignidad y la vergüenza deben preservarse cueste lo que cueste. Otros rasgos de la cultura hispanoamericana: el individualismo y libertad de acción que a veces raya en la anarquía; valoración menos positiva del trabajo, a diferencia de la ética anglosajona, y atribución del éxito a la suerte y gran recurso a las loterías; prácticas comunes, más españolas que indígenas, en el ciclo vital (prohibiciones en torno a la preñez, juegos infantiles, prácticas de cortejo y matrimonio, creencias y ritos sobre la muerte); aprobación a escondidas de la homosexualidad, sobre todo del varón (“macho”) que acepta en privado, pero repudia en público; y similar cultura material en la agricultura, la pesca y las formas de transporte. Para Foster, España impuso en la conquista a los indígenas su cultura, pues, llegando a América como una fuerza de aculturación, produjo la civilización hispanoamericana. Pero, como dos sistemas culturales diferentes, nunca se ponen en pleno contacto, por tanto, hay un doble proceso de tamización o criba, por el cual sólo una parte de la cultura donadora llega a la receptora y sólo una parte de la cultura que llega es aceptada, con lo que la cultura receptora conserva muchos rasgos del patrimonio original. De esta manera: - No toda la cultura de España es trasladada a América, sino que hay una selección, que hacen, por una parte, las autoridades de la cultura donadora que deciden qué instituciones de la metrópoli deben pasar a la colonia, y por otra, los migrantes que traen su propia cultura, según la región de procedencia. - Hay también una selección porque los indígenas, por medio de mecanismos socio-psicológicos, aceptan rasgos de la nueva cultura y conservan muchos de la suya, operando también la dimensión temporal, que explica que al inicio haya más apertura a las innovaciones y luego menos, pues se da cierta cristalización de la cultura.
Nota: la próxima semana 16 (22/06/2021) será el último momento de clases, allí se
indicará cuál será la estrategia evaluativa para la evaluación final.