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Sangrar en la Tierra

Sangrar en la Tierra
Tradicionalmente, las mujeres Nativo Americanas acudían al recinto de la luna mientras
menstruaban y sangraban sobre musgo, sentadas en la tierra. Consideran que la relación
entre las mujeres y la tierra es de suma importancia, y dicha relación es nutrida mediante
sangrar en la tierra. Cuando las mujeres hacen esto tienen una conexión celular directa con
la tierra, lo cual las ayuda a centrarse y a "hacer tierra".

La primera vez que escuché de una amiga mía la idea de sangrar en la tierra, pensé que
sonaba un poco tonto, un poco pretencioso. Pero comencé a hacerlo tentativamente, y
empecé a sentir un vestigio de conexión con algo muy antiguo. Uno de los problemas que
tuve fue averiguar cómo hacerlo. Las mujeres nativo Americanas solían sentarse sobre
musgo en la casa de la luna. ¿Dónde se suponía que debía sentarme a sangrar? Aún si
encontraba un buen pedazo de tierra donde sentarme, no quería quedarme ahí todo el
tiempo. Entonces comencé a usar almohadillas de tela para absorber mi sangre, las que
remojaba en agua antes de lavarlas. Me di cuenta de que podía verter el agua de remojo en
la tierra, así que eso es lo que hago ahora. El agua es de un hermoso color rojo, y la vierto
en la tierra alrededor de las plantas. Este acto me llena con un sentimiento de conexión, de
propiedad, de estar en paz con algo que a menudo es hecho a un lado en la vida moderna.
Actos simples de valor, sabiduría simple. Es como cortar leña, arrullar a un bebé, hornear
pan o beber de un riachuelo silvestre. Es uno de esos actos de ser un ser humano que está
fuera del tiempo, que tiene un valor eterno, parte de estos continuos giros de vida y muerte.
Las células que mueren en mi cuerpo y que son transportadas en la sangre menstrual, son
alimento para la tierra. Lo que muere da a luz. Lo que muere alimenta a quienes viven y
habrán de vivir.

Si ignoro mi sangre me distancio de este conocimiento. Temo a mi sangre y me desagrada -


pues si desconozco que también es alimento, que también es un regalo que yo porto,
entonces la veo como mera pérdida. Un desperdicio de sangre, un desperdicio de tiempo,
un bebé que no fue concebido. Ya sea que desee un embarazo o no, mi sangre es siempre
un regalo. Y es un regalo en el sentido literal, así como un regalo psíquico para mí misma.
Es un regalo de mi cuerpo a la tierra: la madre que me ha alimentado y nutrido cada día de
mi vida.

© Lara Owen, El Sabbath de las Mujeres

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