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Tema: El desierto de Juan el Bautista

LECTURA: Mateo 3:1-6 NVI

En aquellos días se presentó Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea. 2


Decía: «Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos está cerca». 3 Juan era aquel de
quien había escrito el profeta Isaías: «Voz de uno que grita en el desierto: “Preparen el
camino para el Señor, háganle sendas derechas”».4 La ropa de Juan estaba hecha de
pelo de camello. Llevaba puesto un cinturón de cuero y se alimentaba de langostas y
miel silvestre. 5 Acudía a él la gente de Jerusalén, de toda Judea y de toda la región
del Jordán. 6 Cuando confesaban sus pecados, él los bautizaba en el río Jordán.

INTRODUCCIÓN 
Aunque conocido como el Bautista, Juan hizo mucho más que bautizar. Su vida adulta
se caracterizó por la devoción y la entrega a la misión divina que le fue encomendada.
La voz de Juan era «la de uno que clamaba en el desierto» (Juan 1:23), 23 —Yo soy la
voz del que grita en el desierto: “Enderecen el camino del Señor” [a] —respondió
Juan, con las palabras del profeta Isaías. mientras proclamaba la venida del Mesías
a un pueblo que desesperadamente necesitaba un Salvador. Juan el Bautista es el
modelo de un auténtico llamado de Dios para cumplir y obedecer las tareas
especificas que el Señor delega. El éxito de ese cumplimiento radica en la voluntad
rendida al señorío de Dios y el proceso en los diferentes desiertos de la vida.

I- Una infancia en el desierto. La infancia de Juan termina con un último dato:


«El niño crecía y se fortalecía en espíritu; y vivió en el desierto hasta el día en que se
presentó públicamente al pueblo de Israel» (Lc 1:80). El hijo único de un sacerdote
provinciano, a quien le esperaba una brillante y prometedora carrera en el Templo de
Jerusalén, en cierto momento rechazó esa misión y se retiró al desierto. No hay
muchos datos sobre el origen de tan drástica decisión. Al igual que Juan, lo que sí es
cierto, es que, para encontrar razón a nuestra existencia, Dios nos necesita a solas con
él. En la vida hay muchas personas que desean determinar nuestra razón de ser, pero
esa es solo una competencia reservada para quien nos creó. Por otra parte, el desierto
es el lugar menos idóneo para el crecimiento de un niño. Ese escenario, supondría:
soledad, incomodidad, dolor. Muchos sucesos tristes que atravesamos en nuestra
infancia Dios los toma para sus perfectos planes como Juan.

II- Una vida con lo esencial. En sus retiros de soledad en el desierto, Juan había
comprendido que la crisis por la cual pasaba Israel era mucho más honda de lo que
parecía a primera vista. No solo afectaba al pueblo judío y a los sacerdotes encargados
de mediar por el pueblo, sino incluso la vida al interior del templo de Jerusalén. La
familia del sumo sacerdote alardeaba de una vida suntuosa y extravagante frente a un
pueblo empobrecido que apenas sobrevivía. La rusticidad del vestido de Juan era
considerada significativa. Elías, el osado profeta cuya morada fue el desierto, había
sido conocido en su época como un «varón que tenía vestido de pelo, y ceñía sus
lomos con un cinturón de cuero»; esa indumentaria rústica había llegado a calificarse
como rasgo distintivo de los profetas. La comida de este extraño predicador tampoco
era de lujo y comodidad, sino que se alimentaba con lo que el desierto le
proporcionaba: langostas y miel silvestre. Con esto, tanto Elías como Juan,
delineaban aquello que auténticamente es esencial. Una lección que se aprende muy
bien en los desiertos cuando solo se tiene lo necesario.

III- La predicación de Juan el Bautista. Muchedumbres se daban cita junto al


rio Jordán para oír a Juan, el lugar donde predicaba era célebre por haber sido el
escenario de la conquista de la tierra prometida por parte de Israel. Sin embargo, las
multitudes no iban por conmemorar aquel gran acontecimiento. Su atracción se
centraba en la promesa de repetir en sus propias vidas aquel suceso. Juan fue capaz
de transformar ese hecho histórico en un acontecimiento presente; un suceso del
pasado en una realidad actual, revivida con un sentido nuevo. La manera como Juan
predicaba se fundamentaba en cuatro principios: a) les hacía ver los errores de su vida
pasada (Mt 3:7); b) los invitaba a arrepentirse y cambiar de vida (Mt 3:8); c) les
advertía de un castigo divino que caería sobre quienes no se convirtieran (Mt 3:10); d)
les anunciaba la llegada de alguien, detrás de él, que vendría para hacer cumplir la
Palabra de Dios (Mt 3:11-12). Cuando terminaba de predicar, a quienes se
comprometían a cambiar de vida los invitaba a bautizarse en el río, como un símbolo
de aceptación para «cruzar» la frontera de una nueva existencia, y luego los enviaba a
sus hogares a aguardar el gran cambio que iba a producirse a través de ellos.

CONCLUCION:
Juan el Bautista fue un profeta que anunciaba y denunciaba. Sin temor alguno
predicaba con intensidad y era un hombre justo a los ojos de Dios y de los hombres,
por ese motivo, Jesús llegó a decir de él: «Les digo: Entre los nacidos de mujer no hay
ninguno mayor que Juan» (Lc 7:28). ¿Ha descubierto como los desiertos de su
infancia han sumado a la causa del Reino de Dios? ¿Ha descubierto su propósito de
vida en Dios?

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