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ENFERMEDADES
Hipertensión
CUENTO
ELEFANTE FOTOGRAFO
Había una vez un elefante que quería ser fotógrafo. Sus amigos se reían cada vez que le
oían decir aquello:
- Qué tontería - decían unos- ¡no hay cámaras de fotos para elefantes!
- Qué pérdida de tiempo -decían los otros- si aquí no hay nada que fotografíar...
Pero el elefante seguía con su ilusión, y poco a poco fue reuniendo trastos y aparatos con
los que fabricar una gran cámara de fotos. Tuvo que hacerlo prácticamente todo: desde
un botón que se pulsara con la trompa, hasta un objetivo del tamaño del ojo de un
elefante, y finalmente un montón de hierros para poder colgarse la cámara sobre la
cabeza.
Así que una vez acabada, pudo hacer sus primeras fotos, pero su cámara para
elefantes era tan grandota y extraña que paracecía una gran y ridícula máscara, y
muchos se reían tanto al verle aparecer, que el elefante comenzó a pensar en abandonar
su sueño.. Para más desgracia, parecían tener razón los que decían que no había
nada que fotografiar en aquel lugar...
Pero no fue así. Resultó que la pinta del elefante con su cámara era tan divertida, que
nadie podía dejar de reir al verle, y usando un montón de buen humor, el elefante
consiguió divertidísimas e increíbles fotos de todos los animales, siempre alegres y
contentos, ¡incluso del malhumorado rino!; de esta forma se convirtió en el fotógrafo oficial
de la sabana, y de todas partes acudían los animales para sacarse una sonriente foto
para el pasaporte al zoo.
FABULA
Una zorra que dormía bajo una vid, se despertó hambrienta y, en seguida, vio un racimo
de uvas muy tentador sobre su cabeza. Quiso alcanzarlo pero fue en vano: su pequeña
estatura no se lo permitió. Trató de treparse al árbol, dio saltos, estiró sus patitas, hasta
que se dio por vencida.
Mientras se alejaba del árbol, resignada, vio que un pequeño pajarito había estado
observándola y se sintió avergonzada. Rápidamente se acercó al ave y, enojada, le dijo:
“Cuando salté, me di cuenta de que las uvas no estaban maduras. Mi paladar es muy
exquisito. Si no, me las hubiera comido”. Y, dándole la espalda al pajarito, que no alcanzó
ni siquiera a responderle, la zorra se alejó.
Moraleja: No le eches la culpa a los demás por tus fracasos. Uno debe aprender a ser
responsable de sus actos. Con mayor esfuerzo y dedicación, quizás la próxima vez,
alcances tu meta.
RELATO
EL ECLIPSE (Augusto Monterroso)
Cuando fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría salvarlo. La
selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitiva. Ante su
ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin
ninguna esperanza, aislado, con el pensamiento fijo en la España distante,
particularmente en el convento de los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una
vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor
redentora.
Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se
disponían a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en
que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de sí mismo.
Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas.
Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas.
Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal
y de su arduo conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese día se esperaba un
eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de aquel conocimiento para
engañar a sus opresores y salvar la vida.