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INTRODUCCIÓN
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Para evitar la confusión con las ideas delirantes de los trastornos afec-
tivos, la CIE-10 y el DSM-IV admiten la existencia de episodios depresivos
en el trastorno delirante pero exigen que las ideas delirantes persistan fuera
de las fases depresivas.
El DSM-IV señala un criterio adicional que entronca con la tradición
kraepeliniana: no debe haber un deterioro significativo de la actividad psico-
social, salvo por el impacto directo de la temática delirante. En este sentido,
bebe directamente de las fuentes de Kraepelin, quien, en su concepto de
paranoia, señalaba la ausencia de una evolución hacia el deterioro como
sucede en la demencia precoz. El sistema delirante estaba encapsulado, sin
afectar al resto de las funciones mentales. Este hecho era cardinal y separaba
conceptualmente a la paranoia o trastorno delirante de la esquizofrenia.
Se puede afirmar, en consecuencia, que la idea actual del trastorno
delirante deriva directamente del concepto de paranoia que propuso Krae-
pelin y que, conceptualmente, ambos son sinónimos. Durante décadas, la
paranoia desapareció en la psiquiatría y las personas con trastorno delirante
eran diagnosticadas de esquizofrenia. Se incluyó de nuevo como un trastorno
autónomo en el DSM-III, pero con una nueva denominación la de trastorno
delirante. Durante mucho tiempo, los términos paranoia, paranoide y para-
noico se habían empleado con distintos significados, tanto en el ámbito de
la psiquiatría como en el lenguaje común. Esto obligó a escoger un término
nuevo para evitar confusiones, que es el que ha llegado hasta la actualidad.
En las dos clasificaciones vigentes se recogen algunos subtipos de
trastorno delirante en forma de variedades que atienden a la temática del
delirio: persecutorio, celotípico, de grandiosidad, erotomaníaco y somático
de acuerdo con el DSM-IV. La CIE-10 enumera estos cinco subtipos (y deno-
mina hipocondríaco al somático) e incluye dos subtipos más: el litigante (o
querulante) y el autorreferencial.
Esta subdivisión recoge también la tradición kraepeliniana. Admite una
unidad en las características formales del trastorno delirante y una pluralidad
en los contenidos del delirio que generan subtipos de la misma enfermedad.
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La clínica común a todos los subtipos del trastorno delirante puede ser
resumida en una serie de puntos principales:
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Características psicopatológicas
del delirio en el trastorno delirante
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cido preservadas de ser incluidas dentro del delirio. Por esta razón se
ha denominado también «delirio de relación social».
6. Tiene carácter centrípeto y autorreferencial. Es una característica que
comparte con el delirio del esquizofrénico paranoide. En palabras de Ey
(6), el delirante paranoico se siente «el ombligo del mundo» en su
manera de contemplar la realidad y relacionarse con ella. Tanto lo que
ve como lo que no puede ver sirve para contribuir a argumentar en
favor de su delirio, además de interpretarlo de manera autorreferencial.
Sin embargo, a pesar de la similitud en este aspecto con los esquizo-
frénicos, Cabaleiro (7) destaca que aunque ambos tipos de enfermos
se convierten en el centro del mundo, el esquizofrénico no tiene capa-
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Subtipo persecutorio
Subtipo querulante
las consultas médicas. Suele comentarse que tiene una escasa incidencia,
hecho no aceptado en otros ámbitos, como el legal, donde estas personas
actúan con más frecuencia. De hecho, en los países escandinavos y Alemania
hay disposiciones legales para proteger a los sistemas de administración de jus-
ticia del abuso que estas personas llegan a hacer de ellos. Se afirma que la pre-
valencia de este cuadro es mayor en aquellos países donde la población tiene
mayores posibilidades económicas o sistemas de justicia gratuita.
El caso suele empezar por motivos reales o no. Algunas personas pue-
den haber sufrido algún perjuicio real y haber sido recompensados de
manera insatisfactoria. El paciente entra pronto en una dinámica de conseguir
«justicia», y al no alcanzar nunca los objetivos requeridos, mantiene a la per-
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Subtipo celotípico
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Subtipo somático
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Subtipo erotomaníaco
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Subtipo de grandiosidad
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del que ha sido escogido por Dios de manera especial y distinta al resto de
los seres humanos, o de que ha sido el creador de una idea, un concepto,
un ingenio, un descubrimiento científico o una obra artística.
Ésta es la variedad menos conocida de todas. Es la menos citada en
la literatura científica y, por supuesto, se desconocen su prevalencia e inci-
dencia reales. La admisión como una variante más del trastorno delirante se
debe a la influencia de los primeros autores, ya que Kraepelin la introdujo
dentro de su concepto de paranoia.
Las ideas megalomaníacas no son específicas del trastorno delirante.
Aparece en otros trastornos psicóticos, como la esquizofrenia, el trastorno
bipolar o la neurosífilis. Su forma de presentación permite encajarlo en un
trastorno delirante u otro trastorno mental.
Estas personas suelen mantener un aceptable funcionamiento dentro
de la comunidad y una práctica normalidad de las funciones mentales,
dejando aparte la temática del delirio. Por estas razones es excepcional
que acudan a las consultas de un psiquiatra, lo que explica el escaso cono-
cimiento que existe sobre estos pacientes. Aquellos con delirios relacio-
nados con temática mística-religiosa suelen encajar en grupos religiosos de
corte sectario o apocalípticos. Es habitual que, junto a los delirios de gran-
diosidad, aparezcan ideas delirantes de tipo persecutorio. Esto facilita la
creación de comunidades cerradas al resto de la sociedad, donde estas
personas pueden convertirse en líderes de grupos religiosos compuestos
por personas sugestionables que funcionan como un trastorno psicótico
compartido de masas (3).
Otro de los lugares donde suelen encontrarse este tipo de pacientes
es las convenciones de inventores y oficinas de patentes, donde, unido a su
convicción de haber descubierto algún ingenio definitivo para la humani-
dad, se añaden los delirios de conspiraciones determinadas a no reconocer
sus méritos o supuestos robos de patentes.
La evolución tiende a la cronicidad y el pronóstico es malo, en buena
parte debido a la negativa de los pacientes a seguir algún tipo de tratamiento
psiquiátrico.
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Folie à deux
En la práctica clínica, tal y como señala Munro (38), sólo son relevantes
las dos primeras, pues las demás son variantes de la folie imposeé. Es importante
distinguir entre folie imposeé y folie simultanée ya que en el primer caso el tra-
tamiento del paciente «secundario» consistirá en su separación del primario. Así
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de las personas que la sufren a solicitar asistencia psiquiátrica. Es por ello que
la hipótesis de una personalidad premórbida patológica no se ha podido
aceptar o descartar. Igualmente, tampoco hay estudios que permitan concluir
si el trastorno de personalidad premórbido es un cuadro que predisponga a
las personas a desarrollar en el futuro un sistema de ideas delirantes (tal como
apuntaban Jaspers y Kretschmer), o sean simplemente síntomas prodrómicos
de la propia enfermedad. Hay que tener en cuenta que cualquier valoración
que sobre la personalidad premórbida se realice se determina de forma
retrospectiva con el sesgo que esta metodología introduce. Desconocemos,
además, el impacto que sobre los rasgos basales de personalidad pudiera
tener este trastorno una vez que se implanta y se desarrolla en cada paciente.
El inicio puede ser de insidioso o brusco. Cuando aparece de manera
aguda suele obedecer al impacto de un factor precipitante que el paciente
identifica como tal, y que en ocasiones el clínico no puede confirmar (p. ej.,
encontrar un mensaje de amor en el móvil de un cónyuge como inicio de
un delirio celotípico).
El curso suele ser crónico, con períodos de intensificación de las creen-
cias delirantes y con otros de atenuación de éstas. Es difícil precisar a qué obe-
decen estos ciclos. Por un lado, está la incidencia de las medidas terapéuti-
cas. Pero no todo se puede explicar en relación con los tratamientos. Puede
que la enfermedad siga un curso endógeno de reagudización-remisión como
otras enfermedades mentales. Pero también es cierto que factores estresantes
o precipitantes externos contribuyen claramente a la intensificación de las
creencias delirantes. En la aparición de precipitantes externos contribuye el
azar, pero también las respuestas que el paciente recibe de su entorno y que
obedecen al ambiente de hostilidad que estas personas crean en su alrededor
facilitando la aparición de respuestas igualmente hostiles hacia él (42).
El pronóstico es malo cuando se trata de una enfermedad crónica
que tiende a agravarse con la edad. Esto no se debe solamente a la intensifi-
cación de las creencias delirantes, sino a que éstas se van extendiendo y afec-
tando a áreas inicialmente preservadas de la persona y, por supuesto, al
impacto psicosocial que la enfermedad tiene en quien la sufre, que va siendo
mayor a medida que pasan los años.
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ETIOLOGÍA
Factores genéticos
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Factores neurobiológicos
autobiográfica que incluye información sobre uno mismo, las relaciones con
otros y situaciones sociales y que determina lo que está codificado y cómo es
interpretado (63).
Se han propuesto sesgos en estos tres procesos (sesgo atencional,
sesgo atribucional y sesgo por razonamiento basado en precipitación a con-
clusiones) como el fundamento neurocognitivo en la formación de delirios
de persecución (62):
• Sesgo atencional. Que postula que las personas con ideas delirantes
de persecución atienden preferentemente a estímulos relacionados
con amenazas y tienden preferentemente a recordar episodios vitales
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Explicaciones psicodinámicas
en la formación de las ideas delirantes
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tenido del delirio que su génesis en sí. Por otro lado, las hipótesis psicodi-
námicas se centran en cada contenido del delirio en concreto y hay tantas
hipótesis como contenidos. Esta ausencia de una hipótesis psicodinámica
unitaria para el trastorno delirante se agrava también porque cada autor psi-
codinámico propone su propia teoría, que son difícilmente compatibles unas
con otras. Por último, y esto las diferencia de las hipótesis cognitivas, nunca
o en raras ocasiones se han puesto a prueba, por lo que carecen de una
base empírica para su verificación o refutación.
En relación con los delirios persecutorios, Freud propone, en el aná-
lisis de los escritos autobiográficos del juez Schreber (70), que la paranoia
surge como consecuencia de mecanismos masivos y patológicos de negación
y proyección de tendencias homosexuales inconscientes reprimidas.
Desde la psicología del sí mismo, Kohut (71) asegura que la paranoia
surge como consecuencia de fracasos de empatía repetidos y daños narcisis-
tas en el desarrollo del sí mismo.
nes psicoterapéuticas.
Este primer paso se constituye en un escollo insalvable en buena
parte de los casos y supone un problema médico-legal importante cuando el
paciente genera situaciones de riesgo. Desafortunadamente, el sistema legis-
lativo español no proporciona herramientas legales adecuadas ya que la Ley
de enjuiciamiento civil no prevé autorizaciones de tratamiento involuntario
ambulatorio y el clínico tendrá que optar por solicitar autorización judicial
para un ingreso involuntario (arruinando la relación con el paciente y limi-
tando temporalmente sus derechos civiles) o permitir que el paciente aban-
done voluntariamente el tratamiento ambulatorio a expensas de los riesgos
que de esta situación se pudieran derivar. La decisión de un ingreso invo-
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luntario con la pertinente autorización judicial debe ser una medida extraor-
dinaria, adoptada exclusivamente en situaciones de riesgo intolerable, ya
que, como es sabido, es más que probable que el paciente abandone el tra-
tamiento en el momento del alta hospitalaria y renuncie a acudir a la consulta
del médico que ordenó el ingreso, por lo que volverá a una situación aún
peor de la que se partió.
Las medidas terapéuticas disponibles para estos pacientes descansan
sobre dos pilares: el tratamiento farmacológico y el psicoterapéutico.
Tratamiento farmacológico
lantan que puedan ser igualmente eficaces que los neurolépticos clásicos. No
obstante, la eficacia de unos y de otros está aún por demostrar. Se han publi-
cado casos de mejoría con clozapina (74) y risperidona (74, 75) especial-
mente en el subtipo somático. Recientemente se ha citado una mejoría en el
caso de una adolescente con erotomanía tras tratamiento con aripiprazol y
psicoterapia (76).
En cualquier caso, siempre se recomienda que se empiece por una
dosis baja del antipsicótico y se realice un aumento muy lento de la dosis.
Obviamente, es fundamental reducir la probabilidad de aparición de efectos
secundarios en un tipo de paciente que no necesita de muchas razones para
abandonar el tratamiento. Usar dosis bajas también está fundamentado por el
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rápida y con una importante remisión de los síntomas, y mejoran incluso los ras-
gos de personalidad disfuncionales que se supone que existen de manera pre-
mórbida. De ser cierto, lógicamente, la idea de un trastorno de personalidad
premórbido en las personas con trastorno delirante caería por su propio peso.
Tratamiento psicoterapéutico
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