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tho ios Vv EL MIO CID Y SU INTENCIONALIDAD HISTORICA a. La epopeya y dos moda'idades de informacion histérica ade nds alto interés que los hechos» «Sin la epopeya ignorarfamos, con muchas costumbres, ritos y modos de ser, muchas maneras de pensar y de sentir, las mas impulsoras de la vida, las que nos dan a conocer 1a antigua civi lizaci6n medieval mejor que cualquier crdnica de ta época». Con estas palabras centraba Menéndez, Pidal en 1948 ' la vieja cues- tién de la «historicidad de la poesfa épica medieval, cuestiGn frecuentemente malentendida por los simplificadores de ideas aje- nas. Y aclaraba: «Siempre mis que hechos concretos, 1a epope- ya nos habré de dar situaciones, eostumbres, ideario y ambiente; pero también es cierto que todas estas cosas son de mis alto interés histérico que los hechos» * En esta caumeracién de «cosas... de més alto interés que los hhechos», Menéndez Pidal incluye dos modalidades de irforma- cin hist6rica que creo preciso separar: de una parte, las «situa- i tos», el «ambiente», son datos que el Ines», wcostumbresn, « "'R. Menéndez Pidal, «Alfonso X y tas leyendas heroieas», Cuad. ispanoam. { (1948), 13-37 (p. 33). Reproducide en De primitva liri- ea y antigua épica, 1951 (y teimptesiones sucesivas) # Menéndez Pidal, «Alfonso X y las leyendas», pp. 25-25. En «Poe: sia historia en ef Mio Cid. El problema de la épica espafiolam, NREFH, HI (1949), 113-129 (p. 115) comentaré: «Todos los elementos histéri- ‘cos 10 se hallan en un poema primitive en evanto histéricos, sino en cuanto sirven a una ficciGn poética» haa 1, FL MIO erp ¥ SU INTENCIONALIDAD HIsTORICA poeta regisiraba inintencionalmente (0 con intencionalidad ajen su valor La epopeya medieval puede y debe utilizarse coma testimonio his ‘rico para entender aspectos furdamentales de la vida de una socie ‘dad sobre los que nos falta informaciGa eoetdnea, En el cmo hacer uso de esos valores arqueolégicas de la epopeya estriba el problema “ Menéndez Pidal, Esp. Cid * (1929). La tihima edici6n con innova ciones es la 7, Esp. Cid” (1968). 5 Catalin, «Alfonso X historiadors, cap. 1 de La Estoria de Esp. de Alf. X (1992) © Motho, «El CMC. poema de fronteras», (1977), pp. 243-260, observa, con razén: «La Espafia del Cid ha dado paso a la Espaia de Mio Cid, de que nadie habla» (p. 245), CCLAVES FARA DESCUBRIR EL SIGNIFICADO DEL, POEMA ps tiva tuvo qne verse influida por la reestructuracién politice, eco- rnémica, social y cultural ocurrida en la Peninsula a partir de los ais finales del reinado del rey don Alfonso «el Viejo» ’ Mi reinterpretacién del Cid det poema no responde, pues, al propésito de defender Ia autonomia del hérve fictivo o al deseo de desmitifiear al personaje histérico objetivos revisionistar que 10 al convencimiento de que para compre der mejor el significado del iltimo gran canto heroico medieval del oceidente europea es preciso examinar bajo una luz. nucva historia que en él se hace ficcién. no me interesan— b, La ruptura de los moldes gené- ricos y la transformacién intencio- nada de los hechos, claves para descubrir el significado del poema Si queremos descubrir qué dice en su fabula el cantor del Mio Cid debemos estar muy atentos a aquellos puntos en que transfor- ‘ma sustancialmente fos hechos que sucedieron y a aquellos en que Ja estructura de su fébula rompe los moldes tradicionales cel gé- ‘ero literario empleado. Cuando el apartamiento de Ia histeria no esti justificado por el modelo épico, que le proporciona estructu- ra y lenguaje poético, 0 cuando la subversidn del modelo literario tradicional no esté exigida por los hechos, es muy probable que Ja novedad engrane con los propésitos «politicos» de la cancién, EI género en que ef autor del Mio Cid concibe su poema per- mitfa (aunque no obligaba a ello)* elegir un personaje hersico y * La erisis de ala Bspaia del emperador de las dos reigiones» (que 10 adel Cid») se inicia en vida del conquistador de Toledo. Basta ler el faamoso pacto sucesorio enc sus yernos don Ramén y don Envigxe para arse cuenta de que se ha abiero ya una nueva etapa histrica en la Pe- ninsula. Cf P. David, «Le pacte svecessoral, (1948), 275-290, y B. Pinto de Azevedo, Doc. med. port-regios (1962), vol. I, H, pp. 547-553. * Hay gestas sin un héroe centrak por ejemplo, en Las partciones del rey den Fernando wi el rey don Sancho ni el ey don Alonso son Iéroes; tampoco legan 2 ocupar exe papel Arias Gonzalo, el ayo de 16 1, EL NO CID ¥ SU INTENCIONALIDAD HISTORICA hacer girar alrededor de su figura modélica el relato. Pero la fabula tenfa que ser una construcci6n dramética, no una serie inconexa de hechos notables enlazados por un hilo biogrifico ” El drama debia tener como nudo un conflicto de honor, resuelto mediante el proceso depurador de la venganza ", EL poema del Mio Cid acepta el esquema, pero lo subvierte el género pueda ponerse al servicio de unos principios iacién social y Urraea, 0 el Cid, vor de Ia prudencia y del respeto a fa ley en el ca po castellano, o Diego Ordéiez, el impctuoso retador de Zamora. El personaje central es, sin dud, 1a infanta doa Usraca, demasiado pa- sional para ser figuea modélica. * Por elo no hay nada més ajeno a la concepeidn de un pocma épi- co que el Libro (0 Poema) de Ferndn Gonzélez en evaderna via com. 0 haca 1250 por un monje del monasterio de Atlanza. Su estruc: como Ia de otros libros del mester de clerecia deriva de las vidas de santos, Fl que el biografiado sea un conde castellano no tiene por ‘qué hacernos separ este libro de otros sobre hechos de un rey sriege © un santo riojano; genéricamente es hermano del Libro de Alevandre y de los poemas tagiogrificas de Berceo. Es tan ajeno a la epopeya como la historia novelada del rey Rodrigo de Pedro de Corral (0 Cré- nica sarracina) 0 la historia mitica de los primeros sefiores de Viecaya ‘que incluye el conde don Pedro de Bareelos en su Livro das Linhagens, Su contacto con la epopeya se reduce al conocimiento de ciertos epi sodios legendarios de la vida del conde recogidos, posiblemente, por ella, [Véas: Catalin, La épicu espuafota (2000), pp. 98-1121. "© En Ia épica espafiola no hallo excepeién, y el arraigo europeo de este models ef notoro "A uns conclusién similar ha Hegado, independientemente, Rodi ‘guez Puéitolas, «PM.C. aueva propaganda» (1976), pp. 9:43, y (1977), pp. 141-159. No hay duda de que el Mio Cid defiende un nuevo orden juridico a fa par que politico; pero me parece del todo peregrino supo- net, como hacen Paviocié y Walker, «Money, Mariage and the Law» (1982), 197-212, que un slawyers de tiempos de Alfonso VII haya com: puesto Ia gesta edeliberately trying, 0 raise 0 the status of law something that was catirely Roman and something that was very newn, la dos 0 dote, y que «to gain the trust of the audience» haya disimulado el or: introducir tomando en présta- imo al Fuero de Alcalé una voz de arigen ardbigo, axwar CCLAVES PARA DESCUBRIK Fl. SIONIFICABO BEL, POEMA a7 Su héroe €5 un personaie histérico reciente, Rodrigo Dist; «de~ masiado» reciente quiz, pero ya mitico. Basta para probsirnoslo Ja historingrafia arabe, que recoge sin asomos de ironta, fa orgu Hosa autovaloracién del héroe: «Un Rodrigo perdié esta Peni sua, pero otro Rodrigo la liberaré» "; «Yo apremiaré a cuantos seiiores son en al-Andalus, de guisa que todos serin Rodrigo no fue de linaje de reyes, pero rey fue y rein naré también yo, y seré el segundo rey Rodrigo», y que lo lifica, aunque 1o maldiga en su condicidn de «perro» en ‘como «in milageo de los grandes milagros del Seftor» * Y nos Jo comprucba, a su manera, el hecho excepcional de que, en una % Segin noticia que recoge Ibn Bassim en su Dajira. Véase Dozy, Recherches (1881), Il, p. 22: «Quelqu'an m'a raconté dice Ibn Bassdi— Pavoir entendu dice, dans un moment od ses désirs était trés vifs et ob son avidité était extréme: Sous un Rodrigue cette PEninsule &é conquise, mis un autre Rosrigue Ia délivrera; —parole qui remplit Tes cocurs d'épouvant et qui fit penser aux hommes que ce qu'ils craignaient et redoutaient, artiverait bientét!». La recuerda Menéndez Pidal, Esp. Cid” (1969), pp. 411-413 y 516. La frase figuraba en al-Bayén al wadih fi al-mulinm al-jadth de Ibn ‘Alqama. La reproduce la Estoria de Espaita de Alfonso (PCG, . S6dbiga9): «et dixo que ell apremiarie a quantos sennores en ell Andatuzia eran, de guisa que todos serién suyos; et que el rey Rodrigo que fuera sennor dell Andaluzia que non fuera de liunage de reys, et pero que rey fue et regn6, et que assf regnarié ell et que serié el se- gundo rey Rodrigo». Esta jactancia de Rodrigo parecié intolerable a varios de los equipos de historiadores que componian y reforraban « finales del s. xm la Estoria de Espana. Sobre estas censuras, véase Menéndez Pidal, «Tradicionalidad» (1955), 131-197: p. 151 y Catalén, «Poesia y novela» (1969), pp. 423-441: pp. 439-440 (Feed, en Catalin, La Estoria de Esp. de Alf. X 1992, cap. VI). «Pero este hombre, azote de su época, fue, por la habitual y cla- rividente energia, por ta viril ficmeza de su cardcter y por su heroica bravura, un milagro de los grandes milagros del Seftor», reconoce Ibn Bassam en 1109, diez afios después de muerto Rodtigo, en su Dajira (el contexto del pasaje es el citado arriba, n. 12. Véase en Menéndez Pidal, Esp. Cid” (1969), cap. XVULL, p. 605 0 en Dozy, Recherches, MH, p. 22). IY. BL SH0 CID ¥ SU INTENCIONALIDAD THSTORICA Epoca en que las obras histéricas no generales son extremamente raras se dediquen a su persona dos obras latinas (el Carmen Campidoctoris y la Historia Roderici) *. Pero, sorprendentemente, el poeta del Mio Cid devuelve al hésoe a la realidad cotidiana, intenta proximarlo a los oyentes, presenténdolo como un arque- tipo, st, pero como un arquetipo humano ?, «Miv Cid», mi se~ fior, es representado como el modelo del padre: para su mujer € hijas, para sus sobrinos y vasallos, para las «lamas que acompa- fian a su mujer, incluso para los allegadizos que acuden a recibir su sombra y para los moros amigos... E] nudo del drama es un conflicto que precisamente hace poner en duda ese modelo que se ha presentado: los yernos que inicialmente proporciona el Cid 2 sus higas son indignos, y se divorcian de ellas después de rmaltrataras Junto 2 una nucva definicién del héroe, una profunda altera- cin de los dos viejos conceptos que mueven ta aecién épica: el hhonor y Ia venganza. El honor se adquiere con las manos (no por venir de condes con Ia més limpia sangre, ni por tener «gran parten en la corte regia); Ia venganza se obtiene por derecho y en juicio (no matando al ofensor) ". ' Los dos modelos isidorianos de historia, la Chronica «maiora» 0 universal y Ia Historia Gothorum, contindan dominando la bistoriografia asturleonesa, primero, y castellana, después, hasta el §. xit. Se salen de Ia regs Ia Chronica Adefonst Imperawris, sobre Alfonso Vil, a Historia Compostellana sive de rebus gestis D. Didaci Gelmirez, sobre cl obispo compostelano Gelmicez, y las Crénicas 0 Anénimo de Sahogiin, sobre las vicisitudes histories relacionadas con la vida de ese cenobio, "© Véanse las ediciones incluidas por Menéndez Pidal en los «Apén- ices» de su Espafia del Cid. En la 7. ed., de 1969, las pp. 878-886 se dedicar al Carmen y las pp. 906-971 a la Historia, Sega observaciOn muy general, en la que insiste ye Menéndez Pidal, L'épopée cast. (1910), pp. 116-117 (La epopeya cast, 2. ed, 1959, pp. 102-103). La singular concepcién de la venganza en el Mio Cid fue ya des- tacada por Menénde7 Pidal en Poe. M. C. (1913), p. 70, y se ha venido subrayando repetidamente. Sobre 1a concepcién de la honra, véase Co- rea, «| wma de la Honea» (1952), 185-199). CLAVES FARA DESCUDRIR EL SIGNIFICADO DEL POFMA a9 Todo lector del Mio Ci! con conocimiento de-los héroes y de las fabulas de ta epopeya medieval ha reconocido como la nas nojable entse las innovaciones del poema, el hecho de haber ele- vado a virtud heroica 1a moderaciéu y la humanidad. El Cid poético posee, como piedra angular de todas sus demas virtudes vvaroniles, Ia «mesura> ®. “También se adiira en el Mio Cid (desde que hacia 1830 Au- drs Bello subrays ® «aguel tono de gravedad i dovoro que rei nna en casi todo él») fa eapacidad del poeta de haber subio ajus- {ar su propio arte a ese mismo ideal. Pero la critica ha pasado por alto la asombrosa contradiccion existente, entee esta esencial moderaci6n del héroe y de su poeta, y la violencia con que en el Mio Cid se asalta la memoria de un conjunto de personajes hist6ricos que, en su tiempo, brillaon e el reino con extraordinario esplendor; el «grand banda» de ricos hombres cortesanos a quicnes el poeta atribuye un comportamiento_ vil iucluye a los muy poderosos ricos-hombres de Tierra de Cam- pos «de natura... de los de Vanig6mez (onde salién condes de prez f de valor)» ", como el conde Pedro Ansirer, sefior de Yallado- Tid, el grau consejero de Alfonso VI, 2 quien la hija y sucesora de este rey, la reina dofta Urraca, trataba de «padre, 0 su hermano el también conde Gonzalo Ansitez, con sus tres orgullosos hijos, Asur, Diego y Ferndn Gonzilez (los infantes de Carrién), © el conde Gémez Peléez, y junto a ellos a otros no menos destacados Ficos hombres de Castilla, coma el coude Garcia Ordéies, setor de La Rioja y de un amplio territorio hasta el alto Duero, brazo derecho de Alfonso VI y ayo de su hijo don Sancho, o él cufiado: de este conde, Alvar Diaz, senor de Oca, feuyo padre, Diego Alvarez, facilté la anexién de La Rioja por Castilla, y otros pa- rientes de estos condes castellanos @ quicnes no se da nombre " Menéndez Pidal, L'épopée cast, pp. 4-115 (La epopera cast, 22 ed., 1959, pp. 101-102). ® A. Bello, Obras completas (1881-1893), Il, pp. 21-22 (y, en for- rmulacién anterior algo diferente, VI, p. 249). ™ Mio Cid, vw. 3443-3444, ® Sobre las ticos hombres del «bando» (v, 3010) enemigo del Cid ‘da amplia informacin Menéndez Pidal en Cantar de M.C.' (1908- 130 1, £1 Mla CID ¥ SU INTENCIONALIDAD HISTORICA El poets, dispuesto a destruir fa imagen de estos grandes per sonajes, se comporta como el mils redomado libelista politica que podamos imaginar, imputandoles crimenes que la documentacidn hist6riea nos obliga a rechazar como imposibles y abrumandoles con senteacias condenatorias que munca padecieron®, La espina dorsal de la fébula del Cid, ef drama familiar contado por el posta, es invencién que la historia no sélo no apoya sino que desmiente, pues Ia edad de las hijas del Cid hace imposible la vil accién de los infantes de Carrién en Corpes . En consecuen- cia, el juicio de fas cortes de Toledo y Ia sentencia en el comba. te judicial de Carrién con que se condena a los tres hermanos Asur, Diego y Fernan Gonzalez son también sucesos fabulosos. Al comentar el «episodio central de toda la accién del pocma>, la afrenta de Corpes, justificindolo como perteneciente a la tra- dici6n local de San Esteban de Gormaz (Menéndez Pidal) ®, 0 1911), vol. Il, bajo las voces «Carriéu», «Gargla Ordoficz», «Albar Diaz», y nuevas datos en los «Apéndices» de la 2* ei. (1944-1946), pp. 1168-1169, 1215, 1218. Un resumen en Poe. de Mio Cid, pp. 19- 22. Véase, asi mismo, Exp. Cid? (1969), Disgs. 59+ (aLos infantes de Cassino) y 28. («Garefa Ordstez y su familias). Insist, sobre lo muy exacto que es el conocimiento del poeta, en varios trabajos dedicados a defender la histoticidad del poema (en especial en los reunidos bajo el tivlo «Cuestiones de método histérica» en Castilla, la tradicién, et {idioma (1945), que proceden de «La epica esp, y Cutts» (1939), «Filo, € Hist.» (1944) y Mio Cid ef de Valencia (1943, pp. 13:60. ® Menéedez Pidal, méxinio defensor de la historicidad del Mio Cid, lo reconoce, sin palistive alguna: «los infantes histéricos na. pudierou ser eonvictos en duelo de tantas alevostas, traiciones y deshonores como el Cantar tes atribuyes, «las histsricos infantes de Carrién no fueron con- denaclos como traidores» (en «Dos poetas en el C. de Af. Co», incluido en el libro En rorno al P. det C., 1963, pp. 107-162: pp. 118 y 117) % Las hijas del Cid no pouian conteaer matrimonion, afirma Menéndez Pidal mismo (En tome al P. del C, 1963, p. 119) ® Poe. iM. C. (1913), p, 30. Con esa «tradicidn como puente Menéndez Pidal podta defender que, si bien «la historia nada sabe de tn primer matrimonio de las hijas del Cid con estos Infantes 0 jévenes robles de Carin. dada ta historicidad general del Poema, es muy arriesgado el dectarar totalmente fabulosa ta accin central del mismo» CCLAVES PARA DESCUDAIR IL. SIGNIFICADO DEL. POEMA 11 al interesarse en éf puramente desde un punto de vista literario (los mas de los eriticos posteriores), se ha perdido de vista el interés politico de fa fébula construida por et poeta. A cespecho cl peso social y politico de los personajes adscritos al «gran bandon, la voz del juglar-fiseal se impuso en 1a historia como verdad, y sus acusaciones, tanto las més calumniosas como fas que pndieran tener alguna base en la realidad, quedarcn incor- poradas 8 ella, manchando para siempre ef honor de las famitias fodiadas por el pocta. La imporancia de las invenciones del «tne surado> eantor del Cid s6lo puede calibrarse si tenemos presente {que esas familias no se acaban en tiempos del Rodrigo Diaz. his terico, sino que en Jos dias del poeta ain tenfan «part en la cort>, ain constitufan el estamento social més poderoso. Baste recor- dar, como ejemplo méximamente representativo de la contini- dad del poder de las familias vilipendiadas en el Mio Cid, que € hijo del conde Garefa Ordériex es Garefa Garefaz. de Aza, a quien, muertos Alfonso VIE y Sancho If, le seria encomenda ta tutorfa del rey nifio Alfonso VIII*, La disimulada pasién politica con que el poeta deforma ta his- toria a su atbitrio debe ponerse en relacién con un reproche que sucle hacérsele en virtud de consideraciones estrictamentelitera- (pp. 22-23). En trabajos posteriores, su fe en el verismo del poema te evar a creer que hubo unos desposorios («La gpica esp. y Curtius», 1939) y a argumentar: «No se podfa contar una aecién indigna de aque: lia famitis flos Bani Gémez de artis] y un comportamiento loable de ese vasallo [Diego Téllez, vasallo de Alvar Hafez], si no tenfa el telato una amplia base de verdad «Filol. © Hist» (1944). ™ Segin el relato del Arzobispo don Rodrigo Ximénez. de Rade - No canocemas los términos de la carta en que el rey avdena al Cid salir del reino en el plazo de nuove dias, pues faltan los primeros versos del Mio Cid en el dnico eésice conocido y las erénicas no nos los suplen. 2210 la eonversacién de Martin Antolinez con los judlos no deja lugar a dudas sobre ta acusacién que se le haa (vv. 109-112). Toda te escena de las areas tiene como propésito fundamental poner de manifiesto Is injusticia de Ia acusacisa, inas coments ya la importancia concedida a los bi [EL DINERO Y LR LUCHA ESTANENTAL 135 ‘Todos sodes pagados ¢ ninguno por pagar, . por ofa parte, enviar dineros para que vivan su mujer hijas imientras él se halla expatriado, Lo que rromancgiere, dale a.mi mugior € a mis fijas pues el Cid no necesita, como don Quijote, del consejo de un Sancho para saber que en el mundo se vive con dinero, Pero stu actividad crece, y al verse obligado a enfrentarse en lides carn: pales a los moros y al conde de Barcelona, la riqueza ganada —caballos, sillas, frenos, espadas, guarniciones— no sélo se ut liza para pagar a los que le sirven: {Dios, qué bien pagd a todos sus vassallos, alos peones € a los encavalgados! © Prendiendo de vos e de otros yr nos hemos pagando, aremos esta vida mientras plogiere al Padre 5: ‘como qufil yra ade rrey e de tierra es echado, y para atraer a muchos caballeros que tratan de hacer fortuna: —iQuien quiere perder eueta e venir a ritad viniesse a myo Cid que 6 sabor de eavalgar! AAniidieron tos pregones, sabet, a todas partes; al sabor de la ganangia non lo quiere{n] detardar, grandes yentes se Je acojen de la buena christiandad, iciar un proceso de negociacién con el rey, cuya be- ied comprando poco a poco a fuerza de obsequiarle sino para i nevoler © Mio Cid, v, 536. © Mio Cid, 823, © Mio Cid, v. 806-807. © Mio Cid, v. 1046-1048. Mio Cid, v. 1189-1199. 136, 1, EL AMID CID ¥ SU INTENCIONALIDAD HISTORICA con el quinto de lo que en cada batalla a él le correspondia como ganancia®, Después, habiendo creado el sefiorio valenciano y vencido en lid campal a los ejércitos mors peninsulares y marroquies que ‘ratan de disputérselo, 1a maravillosa huerta (que contemplan su mujer € fijay desde una vorre de Valencia), las gananciay obteni- das en el campo de batalla y las parias que pagan los moros amigos» le hacen envidiablemente rico, pues segin comenta Abengalvin, el moro de paz, «tal es la su avze> (Sus aves) que: maguer que mal le queramos non gelo podremas flaje: en paz 0 en guerra de lo nuestro abré, rmucho'l tengo por tofpe qui non conasge la verdad *. Esta canacidad de obtener riqueza —«aver monedado» y ob- jetos preciados— es lo que aviva el desco de los infantes de ceasarse con las hijas del Cid, sa su ondra y a nuestra pro», como explican sin rebozo al propio rey. Y¥ de ahi todo el con- fAlicto subsiguiente, cuando los orgullosos hijos det conde don Gonzalo descubren que de fa vida en frontera ccatamos fa ganangia_e Ia perdida no * Y¥ que esas riquezas s6lo se mantienen y obtienen con las manos puestas en Ta espada, En contraste con el dinero y objetos preciados que han hecho ricos al «salido» de la tierra y a sus vasallos, el poder de la vie~ © EL proceso, iniciado tras la batalla cempal con Fériz y Galve, vy. 813-818 (primer presente), 873-874 + 881-893 (primeras concesiones del rey), sigue su desarrollo como consecuencia de la derrota del rey de Sevilla, vv. 1271-1274 (segundo presente), 1340-1344 + 1385-136 + 1369-1371 (segundas concesiones del rey) y culminaré tras la derrota dde Yusef, vv. 1789-1791 + 1808-1813 (lereer presente), 1855-1857 + 1866-1869 + 1897-1899 + 1910-1913 (concesidn del «amor» del rey). © Mio Cid, ww. 1323, 1524-1326, * Mio Cid, v. 1888. * Mio Gid, v. 2320. EL DINERO Y LA LUCHA ESTAMERTAL Ww jja y orgullosa nobleza cortesana tiene una muy distinta base eco- ‘nGmica y origen: el solar, las tierras y villas poseidas en heredad. Cuando los infantes de Carrién deciden abandonar Valencia, Uevindose a sus mujeres, ofrecen al Cid ®: levar las hemos a nuestras tieeras de Carrién, meter las hemas en las villas que les diemos por aras e por enores ¥y el propio Cid se hace entonces eco del contraste entre los dos tipos de bienes de diversa utilidad, diciendo *: vos les diestes villas por arras en tiesras de Carrién, hyo quiero fes dar axuvar tres mill marcos de [valor] (,, junto con tos 3.000 marcos, mulas, palafrenes, caballos, ves- tidos y espadas), De abi que, Iegado el momento del juicio en Jas Cortes de Toledo, el contraste entre la base monetaria y mueble de la «nue: va» riqueza del Cid y Ia territorial inmueble patrimonial de sus ex-yernos sea puesto nuevamente de manifiesto y de una forma muy agresiva. A la demanda hecha por el Cid *! jDen me mis averes, quando myos yernos non son, Fernando, uno de tos infantes, se ve precisado a contestar con- fesando uua falta de liquidez ‘Avetes monedados non tenemos nos, por lo que el conde don Ramén, que acta de juez, exige que paguen «en apreciadura> (mnlas, palafrenes, espadas, guarnicio- nes), Pero los orgullosos ricos-hombres no tienen riquezas, mwebles suficientes de donde echar mano. Por ello, Mio Cid, vv, 2263-2265. © Mio Cid, wv. 2570-2571 51 Mio Cid, v. 3206. © Mio Cid, v. 3236. 8 Mio Cid, vv. 3237-3244, 138 IY. EL aio CID ¥ SU ISTENCIONALIDAD HISTORICA cempresta les de lo ageno, que aon les cumple to so, € incluso piensan, por un momento, como nica salida, que pagat le hemos de Reredades en tierras de Carrion La tensin que el poema Je Mio Cid pone tan claramente de manifesto entre Jos «clases bien diferencialas, no s6l0 s0- cial sino exondmicamente, creo que se explica teniendo preset {es las transformaciones sufridas por la Espaia cristiana como consecuencia del cotapso de la politica imperialista de Alfonso VI en Al-Andal La opresin tributaria de Ios reinos andaluces musulinanes rigida por el conde mozirabe Sisnando Davidiz (sean un esque- ma que nas explica el rey granadino ‘Abd Allah en sus memo- as)” se habla convertido, para el Norte cristiano, en base % Mio Cid, v. 3248. © Mio Cid, v. 3223 ™ Menénlez Pidal, que desde antiguo habia destacado 12 oposicién infanzdn ¥s. ricos-hombres, interpreténdola como inelinacién «demmocr tica» del posta (Poe. M. C, 1913, pp. 89-92), en 963 legé a hablar de ‘lucha entre clases sociales» (En torno al P del C.. 1963, pp. 211-213), Desde otra gerspectiva, Rodriguez Puértolas, ha puesto en relacién la ob- sesisn por el «dinero (y por los objetos «catizables» en dineru) con el spopulismos del poema: «Debemos camprender a los andnimos autores. [No olvidemos, en primer lugar, que el Poema es recitade ante el puc bilo, y que ellos mismos formas parte de él. La opasicién entre nobleza {y pueblo da por resultado, en este caso, una identificacién cou las pre- ‘ocupaciones del infanzén, de Rodrige» (p, 187). Considero Ia palabra «pueblo» excesivamente imprecisa como deseripsién de una «clase». 8 “Abd-Allih b, Buluggin, Kitab al-Fibyda, ed. Ls IL-Madsif, 1955) 0 Lévi-Provenga wes” w. Al-Andalus, 1 (1935), 233-344, TV (1936-39), 30- 15 (hay serarata paginada del 1-229) y «Deux nouveaux fragments des “Mémoires” du roi Ziride ‘Abd Allih de Grenade», Al-Andalus, VI (1941), 1-63, Segiin comprendis ‘Abd Allah, Alfonso VI era consciente de que no podfa repoblar toda Hispania de crstianos, pero, que mediante una creciene opresidn tibutaria, Hegarfa un momento en que los EL DINERO LA LUCHA ESTAMENIAL 139 esencial de su desarrollo econdmico. Las «parias» (que en el Mio Cid ponen en marcha ta accién) constituian en el reino castella- to-leongs 1a principal fuente de «aver monedado» * y habian Ile- gado a ser esenciales incluso para el mantenimiento del poder econémico-politico de 1a abadfa de Cluny en el Oecidente euro- de explotacién econsmica de al-Andalus sultado det incumplimiento, por cel «emperador de tas dos seligiones» ", del pacto Ue rendicién de Toledo. Llamados a Espaiia los lamtunics, la especiacular derrota del «Imperator totius Hispaniae» * en Zalaca-Sagrajas propios stbaitos de los régulos de Al-Andalus prefrirfan el serio di recto de «Emperador de las dos religiones» a la doble explotacisn a que estaban sujetos. Sobre Sisnanlo David, véase Menénder Pilal, Esp. del Cid? (1969), citasresefiadas en cl wludice afabético>,s.v., y Menéndez Pidal y Garcia Gémez, «EI conde mozsrabe Sisnandos (1947). * Couno observ Mateu y Llopis, «La moneda en el poema del Cid> (1947), la situaciéa monetaria descrita ew el poema ain no rele Ia presencia de las acuaciones almoravides (el moraved, portant, re coe una situacién que recuerda ms el primer trv dels. Xi que tem os posteriores Como ha puesto de manifesto Bishko, «Fernando Land the Origins of the Leonese-Castilian Alliance with Cluny, Studies in Medieval Spanish Frontier History (1980), pp. 1-136. Hay ediciGn previa en espa iol, en CHE, XLVU-XLVI (1968), 31-135 y KLIX-L (1969), 50-116 “© Acerca del empleo de este tiulo por Alfonso, véase Bencboud y Mackay, «The Authenticity of Alfonso VI's Letter to Yasuf b. Tiutine, AbAisdalus, XLIM (1978), 233-237 y, sobee todo, Mackay y Benaboud, «Alfonso Vi of Leon and Castile, “al-rmbratir di-lMillaaya"s, BHS, LVI (1979), 95-102. Las dadas expresadas por N. Roth, «Again Alfon 0 VI, “Imbaratir dho'lMillateyn", and Some New Data», BHS, LX (1984), 165-169, no se sostienen en pie, y, menos, después de la demoledora réplica de Mackay y Benaboud en las pp. 171-179 del mismo mimero del BHS («Yet again Alfonso VI, “the Empercr, Lord of fthe Adherents of] the Two Faith, the Most Excelleat Ruler’: A Rejoinder to Norman Roth»). Sogn se iwlaba Alfonso dese 1077 (Menénder Pidsl, Esp. Cid, Pp. 726-727, y El inperio hispdnico y los cinco reinos, 1950, p. 29) sin duda tras la anexién del reino de Najera y el vasallaje del rey de 140, IY, EL MIO CID ¥ SU INTENCIONALIDAD HISTORIC (1086) per Yaisuf ibn TaSufin cambié radicalmente el panorarna politico peninsular y, tras é1, el econdmico; los esfuerzos poste- riores de Alfonso VI por festaurar su imperio econdmico s6lo sirvieron para precipitar la caida de los régulos musulmanes aso- ciados cox ese sistema de explotacién. La revelucisn slmorévide (1090-1094), que liberd a tv mayor parte de los andaluces de la opresi6n tributaria que ventan st- friendo, tubo de tener graves repercusiones en Ia economfa det Norte cristiano ®. Aungue tos historiadores no hayan puesto de Aragéa (Cualin, «Sobre el ihanter, ALAndaius, XXX1, 1966, 217, 36, Ly aqui atrds, cap. Il, n. 39)), © La caida de Aledo (comienzos de 1092) en poder de los almors. vides y el destronamiento de al-Mu‘tamid de Sevilla (set. 1091) seta lan el fin ce una época. Sélo en Levante (Sarg al-Andalus) pervivirdn musulmanes que pacten con los cristianos, como denuncia Ibn al-‘Arabi ‘cuando viaa a Oriente (1092-1099) en busca del reconocimiento, por parte del Califa ‘abbasi de Bagdad (al-Mustazhir), del derecho de Yiisut a hacer la guerra a los que no atienden sus convocatorias a la Guerra ‘Santa; véase Viguera, «Las cartas de al-Gazali y al-Turtii8iv (1977); fuera de esi regién, 10s intentos de los réguios de al-Andalus de pactar con los cristiauos habian sido castigados fulminantemente por el Emir de los Creyzntes, que les habla desposeido de sus titules. Bishko, «Per nando 1 and Cluny» (1968; reed. 1980), supone (p. 35), muy razona- blemente, que Jos 10,000 salenta entregados en 1090 al abad Hugo por Alfonso Vi para la construccién de Ia gran iglesia-abadia de Cluay It, representaban el pago atrasado del census duplicatus de los afios 1085, (0 1086) a 1089, que en virtud de ta societas establecida por ef Hispaniarurt rex con 1a abadia borgotiona en 1077, debia entonces a ‘Cluny. Fl pago era ahora posible gracias al inesperado recibo del enor ‘me tributo 130,000 dinars) enviado por el rey de Granada ‘Abd-Allah 4 Alfonso en su desesperado y fallido intento de impedir la destruccién de su reino por los almorivides. La presién almordvide obligaba a Al- fonso V1 a recurrir a los borgofiones en busca, a su ver, de ayuda (cs: piritual y, sobre todo, militar). Pero una vez. muertos o presos por Yiisut los reyes de Taifas que intentaron defenderse con la ayuda de Alfonso, se puso pronto final a that golden phlebotomy which ever since Fernando's Navarrese war of 1058-1059 had transfused the lifeblood of the Taifas into the erarium of the Leonese-Castlian state» (usando pala- so PL INERO Y LA LUCHA ESTAMENTAL Mi relieve la conexién, me parece claro que la interrupeién del flu- jo de «dinero» desde AL-Andalus cre6 las condiciones basicas part a explosién politico-social que se produjo en la Espaita cvistia- nna en los afios que siguen a la muerte de Alfonso VI, La revolu cién de los «pardos», nisticos y ciudadanos, que desde 1110 a 1116 triunfé més 9 menos a toda to ancho de Castilla y Tietra de Campos, y que atrajo el apoyo de los aragoneses de Aifonso 1, pone de nvanifiesto fa existencia de unas nuewas fit les, quec se sentian insofriblemente oprimidas en fa situaci6n exis- tente y que tuvieron poder para hacer saltar en pedazos cl « perio toledano>. La informacién aportada por la L* Crénica de Sahagiin (conservada sélo en traduccién castellana) y por la bio- grafia del obispo Gelmirez 0 Historia Compostellana®, aunque procedentes ambas del campo hostil a esa «fevolucién», nos pet inite afiemar que, en la meseta castellano-leonesa, la capccidad de accién militar de los «pardos» se basé en la existencia de una amplia alianza social. Aunque en las erdnicas se les insulte Ia- méndoles «juglares e truhanes, curtidores, zapateros y geste de vil condicién», los rebeldes contra la aristocracia y conta los monjes terratenientes no fueron sélo risticos y burgueses ruanos (comerciantes y menestrales venidos en stu mayorfa de olros rei- nos), sino todo un estamento de milizes ™, que bien podemos iden- bas de Bishko, p. 49). Una visién panorimica det Jas parias hasta la invasidn almordvide peesentan Grassotti, «Para la historia del botie» (1968), y Lacarra, «Aspectos eeondmicos» (965). © Eds, de la Crén. de Sahagdn en Escalona, Hist. Dioe. Schagiin (1782), Ap. I, y de Puyol, eLas ern. anén. de Sahogsin» (1920-1921); y de Ia Hist. Compostellana, Fléve2, Esp. Sagr, XX, Madrid (1765), (teed. foes. en 1965) Ly Falgue (1988)) La de Crin, de Sahagin, escrita (en su original latino) por un monje del cenobio eluviacense que fue testigo de los sucesos que relt- {a, nos permite saber que los «pardos> eran hombres de armas de te Extremadura castellana: we los onbres que moravan sllende del io de Duero, e son Hlamados bulgarmente pardos, en aquel tiempo segufan ¢ ayudavan al sei de Arag6n> (BRAH, LXXVI, 1920, p. 248); al ey de ‘Aragén «segufanlo muchedunbre de honbres, los que se Hamavan par dos, los quales toda la tierra desde Palencia fasta Astorga rrovacon» ve 1¥, EL Uo CID SU RETENCIONALIDAD HISTORICA tificar cos fa baja nobleza o infanzones y con tos «caballeros civ- dadanos» 0 milites villani, carentes unos y otros de tierras 0 s0- ares propios. Aunque entre los afios de mayor agitacién social y el tiempo més temprano posible de composicisn del Mio Cid haya mediado una stencein politica (y sin dude eeondmiea) tan inne portante como es la constituida por los aos 1134-1137, en que Alfonso Vi devuelve a Toledo el centzo de geavedad de la Pen sula, los perfodos revolucionarios tienen la virtud «le sacar a fa luz tensiones sociales que en otfos periods permanecen latentes sin por ello perder vigencia, Las primeras décadas det siglo xit me parecen, en consecuencia, muy reveladoras para la comprensin de la conflictividad juridico-social que se representa en el Mio Cid ®. LUbid., p. 250), Su condicién de milites y su procedencia geogritica los identifica, claramente, con los tipicos «caballeros villanose de la fron- tera castellana, segsin interprets bien Valleavellane, Historia de Expaia (2952), p. 873. Resulta sorprendente que B. F Reilly, al dediear un li- boro a The Kingdom of Leén-Casttla under Queen Urraca, 1109-1126 (1982), no preste atencidn a la rebelién de pandas y burgueses, a pesar de ser esa ‘ebelion tema central de las obtas historiogréfieas conternpo: réneas a ex reinado. El término pardos es también usado por Ia Histo- ria Turpini del Codex Calistinus (del titimo euato del s. Xt), al des cbr las ciudades y comarcas conyuistadas por Carlomagne (cap. 11D: <

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