El huevo de gallina es un producto fundamental en la “dieta” de los
mexicanos, ya que es rico en proteínas. De acuerdo con la Unión Nacional de Avicultores (UNA), México ocupa el cuarto lugar en producción de huevos, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, en México se consume alrededor de 2.77 millones de toneladas de huevo al año. Para llegar a la construcción de una incubadora inició debido a un problema de encarecimiento y escasez de huevo que se dio en julio del 2012 por el brote del virus AH7N3, en algunas granjas del país. Para controlar tal epidemia, se tuvo que sacrificar a más de 22 millones de gallinas ordenadas por las autoridades sanitarias del país. Desde entonces mucho ha evolucionado la técnica de incubación artificial desde los primeros intentos en aquel tiempo hasta el día de hoy. Desde simples aficionados de la avicultura hasta grandes empresas, todos usan los mismos principios básicos en la incubación automática basados en unos parámetros específicos de temperatura, humedad, ventilación, humidificador, higrómetro, un motor, etc., aparatos que cubren las necesidades del avicultor aficionado o semiprofesional, pero la industria avícola es, sin embargo, mas exigente en sus fines, por eso ha invertido para la investigación, de desarrollo e innovación con la finalidad última de conseguir un mayor porcentaje de eclosiones y un incremento en el número de supervivientes después del nacimiento, es decir, lograr la máxima eficacia en cada incubación, lo que ha dado lugar a la aparición de las más modernas incubadoras, las incubadoras de alto rendimiento.