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Teatro Emocional

El Teatro como herramienta integradora

“No proponemos ideas fijas ni mensajes cerrados.

Sólo procuramos que el espectador sienta.

Y cuando alguien siente, comprende”.

Peter Brook

Desde la creación y consolidación del teatro como una de las grandes artes plásticas, la gente
dedicada al oficio, los autores, directores y esencialmente los actores, han sentido la necesidad de
perfeccionar una técnica que les permita acercarse emocionalmente al público.

La necesidad obvia es la de transmitir mejor el mensaje de la obra representada a la audiencia que


los observa. Se trata, por supuesto, de una labor de comunicación, con la dificultad añadida de que
el intérprete “tiene que hacer suyo” el mensaje que previamente ha escrito o diseñado otra
persona.

El actor, como vehículo representante, tiene por tanto dos grandes tareas ante si: hacer suyo un
personaje ajeno y hacer llegar al observador el mensaje de este personaje. Su trabajo va, por
tanto, por dos vías: una, interna, integrando lo mejor posible las características de este personaje;
y otra, externa, representando lo que a este personaje le sucede.

Para profundizar en ambas vías, la gente del teatro ha ido desarrollando a través de la historia
diversas formas de trabajo: ejercicios, dinámicas y maneras de estar en la escena que han ido
creando diferentes tradiciones y enfoques profesionales. En este sentido, se han creado escuelas
que atienden más al trabajo “desde dentro”, desde el mundo emocional del actor (“método”
Stanislavsky, Actor’s Studio); otras que prefieren dar prioridad al trabajo corporal como vía de
entrada al personaje (Meyerhold, Grotowski, Eugenio Barba, la commedia dell’arte); y otros
enfoques que trabajan más con lo externo (teatro de sombras, máscaras) o incluso la
incongruencia (teatro del absurdo). Todo para, de alguna manera, llegar a conmover al público.
Todas estas vías, por supuesto, contemplan el trabajo corporal y emocional del actor como algo
imprescindible para desarrollarse como profesional. Este entrenamiento redunda en el desarrollo
de la capacidad corporal y emocional del actor como persona, más allá de la profesión, y es de este
matiz del que se han comenzado a nutrir cada vez más diversas escuelas de crecimiento personal,
para incluir el Teatro como herramienta de trabajo de autoconocimiento.

En este campo, destaca el trabajo del Living Theatre de Julian Beck y Judith Malina; el psicodrama
de Jacob Levy Moreno; la psicomagia de Alejandro Jodorovsky; o la dramatización gestáltica de
Ramón Resino; todas ellas vías de trabajo personal y liberador para el ser humano.

El Teatro, por tanto, posee un cariz liberador e integrador fantástico. Nos permite conocer y
desarrollar las potencialidades de nuestro cuerpo gracias a los ejercicios de consciencia corporal.
Nos ayuda a bucear en nuestro mundo emocional gracias al contacto intenso del drama. Nos da
permiso para volar y desarrollar nuestra fantasía, a la par que ejerce de fuerza integradora,
posibilitando la identificación con el otro gracias al trabajo con personajes que pueden ser
totalmente ajenos a nuestra forma de ver la vida. Además, y no menos importante, el teatro posee
la capacidad mágica del ritual, la liberación interior a través de la representación, del gesto, algo
que bien puede servir de catarsis personal.

Teatro Emocional

Teatro Emocional

“No se le puede enseñar a nadie a actuar, en realidad, sólo se le puede recordar que ya lo sabe
hacer”.

Konstantin Stanislavsky

Teatro Emocional es una técnica de trabajo personal que posibilita la apertura de nuestro mundo
interno a través de ejercicios y técnicas tomados del teatro universal.
Se trata de un proceso en forma de talleres-laboratorio (sea de manera continua, sea en forma de
monográficos), en el que quien participa puede llegar a conocerse un poco mejor, trabajar la
expresión corporal e investigar en su modo de relacionarse consigo mismo (a través del contacto
con las diversas emociones) y con los demás.

Se llama Teatro Emocional porque el foco está puesto en las emociones humanas, y la vía de
trabajo facilita el contacto con las mismas. Para ello, el cuerpo estará muy presente, ya que es el
gran referente de la realidad que tenemos (lo que ocurre, ocurre ahora y ocurre a través de
nuestro cuerpo), a la par que es el sostén y vía de expresión de las emociones (la rabia se refleja en
las extremidades, cuello y mandíbula; el miedo en la boca del estómago y la parte posterior de las
rodillas, por ejemplo). Así que un concienzudo trabajo de sensibilización corporal es necesario.

Sabemos gracias a los estudios de Wilhelm Reich, Alexander Lowen y la bionergética que el cuerpo
se estructura desde niñxs y a través de las diversas fases de crecimiento en lo que se ha dado en
llamar la coraza muscular. Esto quiere decir que los bloqueos que vamos integrando a medida que
vamos creciendo, se mantienen gracias a bloqueos físicos, alojados en la musculatura estriada y
que vienen sirviendo a modo de “contenedor”, evitando el contacto con aquello que decidimos
bloquear, probablemente porque en su momento era muy doloroso o sencillamente inaprensible.
Por tanto, trabajar el cuerpo, sensibilizarlo, nos sirve para comenzar a tocar con dichos bloqueos y
las dificultades que éstos contienen.

Por supuesto, una persona bloqueada no es una persona libre, y se sirve más de automatismos y
respuestas mecánicas que de su propia espontaneidad y libertad de elección. Ahí está en juego el
deseo, el “quiero” frente al “tengo que”.

Una vez sensibilizado el cuerpo, ya tenemos el sostén necesario para el trabajo emocional que se
decida realizar.

Las emociones
¿Qué es una emoción? Por definición, una emoción es una reacción psicofisiológica que representa
un modo de adaptación del ser humano ante un cierto estímulo. Esto quiere decir que la emoción
es un proceso tan mental como físico, es decir, un proceso mente-cuerpo, holístico, en el que no
existe separación posible entre las partes implicadas.

Aunque difieren según los autores que consultemos, las emociones básicas del ser humano se
suelen resumir en seis: la sorpresa, el asco, el miedo, la alegría, la tristeza y la ira. Algunos autores
suprimen el asco y la sorpresa, otros añaden el amor como una emoción separada, y otros
mencionan la importancia de la vergüenza.

Sea como sea, en el trabajo de Teatro Emocional nos referiremos a seis emociones tomadas como
básicas no tanto por su estatus como por su importancia social, tanto a la hora de la expresión
como de la represión de las mismas. Estas son: la rabia, el dolor, la ternura, el miedo, la alegría y el
erotismo.

Todas ellas, de manera teórica, se pueden englobar en dos grandes grupos: las emociones de
impulso agresivo y las emociones de impulso tierno.

Ternura y Agresividad: el Impulso Vital

La energía de vida, aquella por la cual estamos aquí y que vamos gastando y reponiendo día a día,
desde nuestro nacimiento hasta nuestra muerte, lleva el nombre de Impulso Vital. Como tal, esta
energía es indivisible y sirve de soporte para todos los procesos vitales del ser humano.

Esta energía está compuesta por dos sub-impulsos, como digo inseparables y complementarios
entre sí, aunque en este texto las estudiaremos de manera separada.
· El Sub-Impulso Tierno

Es la energía del contacto interno, de unx consigo mismx, con su necesidad y su deseo y, por tanto,
es una energía de carácter materno, por lo que de cuidado tiene para con unx. Cuanto mayor
contacto se tenga con el sub-impulso tierno, mayor capacidad tendrá la persona para darse cuenta
de cuál es su necesidad en cada momento y abrir así la posibilidad de satisfacerla.

Un sub-impulso tierno negado, bloqueado o puesto a la contra de su naturaleza hace que el


individuo tenga poca conciencia de cuales son sus necesidades más inmediatas (de subsistencia:
hambre, sed, frío…) y emocionales (qué siento o necesito en este momento), dificultando así la
posibilidad de satisfacción de las mismas.

· El Sub-Impulso Agresivo

El sub-impulso agresivo es la calidad energética del movimiento que me lleva a satisfacer mi


necesidad. Es, por tanto, una energía de interacción con el medio, expresiva, hacia fuera. Si el sub-
impulso tierno me lleva al contacto interno, al contacto conmigo mismo, el sub-impulso agresivo
me lleva al contacto con lo externo, con el otro y con mi entorno, de manera que puedo llegar a
satisfacer la necesidad de que me dio cuenta el contacto tierno.

Se trata, por tanto, de una energía de calidad paterna, por todo lo que tiene que ver con el
permiso que me doy para actuar en el mundo. Una vez enteradx de mi necesidad, el sub-impulso
agresivo sostiene la posibilidad de satisfacción de la misma. Esto es, si gracias al sub-impulso tierno
me doy cuenta de que tengo sed, será gracias al sub-impulso agresivo que me levantaré de mi sofá
para ir a por un vaso de agua.

Un sub-impulso agresivo puesto en contra de su dirección natural (la de la satisfacción de mis


necesidades, sean éstas cuales sean), dificultará cualquier interacción con el medio, especialmente
todas las que tengan que ver con el movimiento de “ir hacia” algo, así como las de “tomar” algo
del mundo para uno mismo.

Se trata, pues, de dos sub-impulsos imprescindibles para la vida. De la mayor o menor capacidad
de contacto que tengamos con ellos, dependerá la mayor o menor capacidad que tendremos para
vivir la vida de una manera más plena, más sana.

Atendiendo a la calidad del contacto que presentan ambos sub-impulsos, podemos agrupar las seis
emociones que observaremos en Teatro Emocional en dos grandes grupos: las Emociones de
carácter tierno y las Emociones de carácter agresivo.

· Emociones de carácter tierno

El contacto tierno es un contacto interno, hacia dentro de uno mismo, y que tiene que ver con
todo lo que es de cuidado para el individuo, por tanto, las emociones relacionadas con este sub-
impulso serán la Ternura, el Dolor y el Miedo.

Todas estas emociones son de carácter introvertido: nos ponen en contacto con nuestro universo
interior y nos dan cuenta de nuestra necesidad.

· Emociones de carácter agresivo

El contacto agresivo es una energía de carácter expresivo, que va de “dentro hacia fuera”,
interactuando con el medio que nos rodea. Atendiendo a esta cualidad, las emociones
relacionadas con el sub-impulso agresivo serán la Rabia y la Alegría.

Todas estas emociones están relacionadas con la capacidad de satisfacción de la necesidad del
individuo.

Queda, de alguna manera, fuera de ambos grupos el Erotismo, que observaremos un poco más
adelante.

Veamos ahora las emociones básicas con un poco más de detalle:

RABIA

Probablemente la más evidente expresión del sub-impulso agresivo, la rabia es una emoción de
acción y movimiento. Se define como “el impulso que nos lleva a confrontar la causa de una
frustración puntual para evitar que lo que nos impide la satisfacción o el bienestar, lo siga
haciendo” (Juan José Albert, Ternura y agresividad). Se trata entonces de un impulso natural de
autodefensa, presente en todo ser vivo, y de carácter puntual: cuando el objeto o situación
frustrante desaparece, la rabia debería desaparecer, también.

La rabia no comporta un carácter de destrucción, si no, insisto, de movimiento, la rabia es la


energía que me ayuda a levantarme cada mañana y caminar, ir al trabajo, a la compra, etc. y
solucionar aquello que me genere malestar o displacer, para así volver a la situación de relax
original.

Con diferentes matices, y atendiendo a la dificultad con el elemento frustrante, aparece un mayor
grado destructivo en el impulso, y por tanto se puede hablar de ira (que implica un deseo de
destruir aquello que se interponga ante nuestro deseo), odio (que implica la congelación del
componente tierno y pretende la destrucción del propio objeto de deseo, tomado como elemento
frustrante) o cólera (que implica una intensa frustración y cuyo impulso destructivo va dirigido
hacia el exterior en general, en un efecto de gran intensidad pero de corta duración).

DOLOR
El dolor emocional no es tan distinto del dolor físico: ambos se presentan como reacción a una
herida. Se trata de una emoción “de repliegue”, que invita a la reflexión y que en muchos casos
facilita la despedida. Es por esto que, para hablar de las emociones básicas, prefiero trabajar con el
término dolor antes que el de tristeza.

El mecanismo inmediato corporal ante el dolor es el de la contracción: el cuerpo se retrae sobre sí


mismo, contrayendo los músculos asociados en un movimiento de auto-protección, llegando
incluso a cortar la respiración a nivel abdominal, mientras el sistema nervioso da cuenta al cerebro
de la causa del dolor y éste se prepara para reaccionar.

Como una de las emociones relacionadas con el sub-impulso tierno, el dolor nos permite conectar
con una necesidad concreta de cuidado: el sostenerse a uno mismo y atender al cuidado de la
herida. Por tanto, el dolor tiene una cualidad de contacto íntimo, de respeto por la propia herida,
un silencio doliente, acompañado de una cierta calma y alivio.

Una fijación en el dolor podrá causar una depresión física (falta de energía vital) y emocional
(patología), pudiendo devenir en sufrimiento, cualidad del dolor que necesita de la exposición
pública para ser reconocido, perdiendo así el contacto interno.

TERNURA

Si para el sub-impulso agresivo es la Rabia la emoción más carácterística, para el sub-impulso


tierno resulta claro que será la Ternura.

La ternura se define como la capacidad que uno tiene de cuidarse a unx mismx, esto es, de darse a
unx mismx lo que necesita. Unos hablan de amor incondicional o amor duradero, y lo cierto es que
en la medida en que nos damos cuidado, atención y afecto, nos estamos amando. No es casualidad
que, tradicionalmente, en el arte se represente la ternura como a una madre acunando a un bebé,
representación gráfica de lo más frágil de nosotrxs mismxs, algo que evidentemente hay que cuidar
y atender para que crezca y se desarrolle.

La medida de nuestra ternura es también la medida que tenemos para la ternura hacia el otro. Sin
un atendernos y un cuidarnos a nosotrxs mismxs, no podremos estar disponibles para cuidar a los
demás. Sin embargo, muchos creen que la abnegación, la resignación y el desatenderse a uno
mismo a favor de atender a otro es un signo de amor. Entonces, si no nos cuidamos, ¿durante
cuánto tiempo más podremos estar disponibles?

Por otro lado, a veces uno se olvida tanto de sí, de sus deseos y necesidades, que llega a darle
tanto espacio e importancia a los problemas o deseos del otro como para llegar a creer que son los
propios.

ALEGRÍA

La alegría es una de las emociones llamadas básicas, definida como un estado interior luminoso,
generador de bienestar, con altos niveles de energía, y que lleva al contacto, a acercarse a los
demás.

Se dice comúnmente que uno lleva la sonrisa puesta, que se nota la alegría en la cara, que la risa es
contagiosa, y es que al parecer cuando el individuo se encuentra en un estado alegre, éste le
facilita el querer compartirlo con los demás. En su etimología original, alegría significa “vivo y
animado”, lo que implica un contacto especial con el impulso vital.

La alegría, por tanto, pertenece al grupo de las emociones relacionadas con el sub-impulso
agresivo, dado su carácter extrovertido y de fácil conexión con el entorno. No se trata, en este
caso, de que uno obtenga necesariamente del medio algo que satisfaga una necesidad, si no que la
alegría nace ya de un estado de satisfacción interno, y así, es el individuo el que pone algo de sí en
el medio.
Pero, ¿puede haber dificultades, con la alegría? Todxs queremos la alegría en nuestras vidas, y sin
embargo, ¿cuántos nos damos realmente permiso para disfrutar? También puede aparecer el
autoengaño, y la creencia de que no se tienen problemas, cuando lo que existe es una dificultad
enorme para tocar con el dolor o ser consciente de lo desagradable de la vida.

MIEDO

El miedo es una de las emociones relacionadas con el sub-impulso tierno, y que nos da cuenta de
los peligros con que nos podemos topar y que pueden poner en juego nuestra supervivencia.

Es una emoción primaria pues la compartimos con los animales, y se desarrolló para mantener un
estado de alerta ante peligros como depredadores, accidentes o trampas mortales. Ante una
situación de miedo, el organismo reacciona segregando adrenalina, hormona que aumenta el riego
sanguíneo y nos prepara para dar una respuesta al peligro: el enfrentamiento o la huida.

Una relación sana con el miedo lo incluye como una emoción más en el proceso diario, sirviéndose
de él como una herramienta de cuidado, sintiéndolo cuando aparece como reacción a un estímulo
tenido como peligroso y soltándolo cuando la situación amenazante ha terminado.

Problemas asociados al miedo pueden ser la parálisis, el quedarse quieto y no reaccionar ante los
peligros (pudiendo llegar a quedarse quieto ante la vida, tomada como un peligro); el desoír la
alerta interior y así desconocer los peligros, o incluso como un kamikaze ir en busca del peligro, en
un enfrentamiento ciego, retándose a unx mismx para no sentirlo.

EROTISMO

Para empezar, he de aclarar que el Erotismo no es una emoción. Se trata, más bien, de un estado,
el estar erotizado, y si acaso estaría relacionado emocionalmente con el Deseo. Sin embargo,
desde el comienzo he incluido el Erotismo dentro del espectro emocional a trabajar dada la
represión generalizada que tenemos en nuestra cultura de su expresión y hasta sentimiento,
considerando oportuna una mayor observación de lo que con él nos pasa.

¿Qué es el Erotismo? Albert Rams nombra el erotismo como un impulso que engloba la
sensualidad, que a su vez contiene la sexualidad, que a su vez contiene la genitalidad… y al tiempo,
es mayor que todas ellas: una función expresiva y creativa de nuestra energía vital. Como tal, tiene
además la cualidad de poner en contacto nuestra parte tierna con nuestra parte agresiva.

Desde el nacimiento y a lo largo de nuestro desarrollo, atendemos a la erotización de diversas


zonas erógenas en el cuerpo: la boca (fase oral), la región perianal y los esfínteres (fase anal), los
genitales (fase fálica) y el resto del cuerpo (fase genital de la personalidad). Algunos autores
señalan que la primera sensación erótica en el ser humano está en la piel lo que incluiría una
primerísima y potente sensación erótica desde nuestra fase intrauterina. Posteriormente, y a
medida que se va desarrollando nuestro sistema nervioso y endocrino, entran en juego la
racionalización y la fantasía.

Está ampliamente demostrado que la buena relación con nuestro erotismo participa del buen
desarrollo de nuestro impulso epistemológico, esto es, nuestra curiosidad natural y nuestro deseo
de conocimiento, con todas las implicaciones que esto tiene para la educación.

Una relación problemática con el impulso erótico puede devenir en fijaciones, prejuicios y tabúes,
dificultades a la hora de aceptar y permitir la natural sexualidad, así como una dificultad a la hora
de relacionarnos y disfrutar de lo placentero de la vida, un desarrollo de la represión como función
defensiva, o una dificultad para la entrega y el compromiso con uno mismo y con los demás.

...

Por último, me gustaría señalar que es necesario tener en cuenta que las emociones no se suelen
presentar “puras”, sino asociadas a otros procesos y en conjunción con otras emociones. Por tanto,
el trabajo emocional es una invitación, un “ir hacia” la emoción en cuestión, sin perder de vista el
resto de condicionantes.
El propio término, emoción, se refiere en su raíz al movimiento, y las emociones vienen y van en
una sucesión que, de ser natural, aparece, da cuenta de su necesidad, la satisface, y desaparece. Es
cuando bloqueamos el devenir natural de las mismas cuando nos quedamos pegados a un estado
emocional concreto, dificultando el resto de procesos que aparecen en sucesión.

Me gustaría que estos humildes apuntes teóricos sirvan para mostrar la base sobre la que camina
Teatro Emocional. A menudo pensamos que hay emociones "buenas" y emociones "malas", que
las hay "positivas" y "negativas" o incluso "tóxicas". Si acudo con el prejuicio de que cualquier
emoción agresiva y descubrimos que la alegría lo es, ¿qué me ocurre? Si veo que tanto el dolor
como el miedo son, en realidad, emociones tiernas, ¿qué pienso? ¿Y si descubro que la rabia me
ayuda a solucionar mis dificultades? ¿Que el erotismo está directamente relacionado con mi
creatividad? ¿Que el miedo me ayuda a protegerme?... No hay pues, emociones "buenas" o
"malas", lo tóxico o sano, en este caso será cómo yo viva mi emoción.

Juego de Roles y Dramatización liberadora

Nos recuerda Eugenio Barba, uno de los grandes antropólogos teatrales del siglo XX, que nuestros
ancestros “acudieron al teatro como se va a un desierto: a meditar sobre ellos mismos” pero
“también para crear un lugar diferente de los demás, [..] en el que instaurar nuevas reglas de vida.
Una isla de libertad”. A través del laboratorio que es Teatro Emocional, uno puede comenzar a
conocer y re-conocer en él su tránsito emocional: cómo es para cada uno tal o cual emoción, cómo
la vive, cómo la disfruta o la sufre, la expresa o la bloquea y, al ensayarla, darle espacio a nuevas
formas, nuevas maneras de vivirlas.

Una de las técnicas teatrales más potentes a la hora de aprender estos “nuevos modos” para
gestionar lo que hasta ahora se ha hecho de manera mecánica o inconsciente, es el trabajo con el
personaje, bien sea éste ajeno a uno, o nuestro propio personaje, es decir, nuestro yo, tomado
como un personaje.

Aquí entran en juego los roles, es decir, las diferentes pieles que nos podemos poner en un juego
teatral. En el Juego de Roles uno puede experimentar con papeles completamente opuestos a lo
que unx cree que es, a su carácter o modo habitual de comportarse en la vida. Esto es: si yo me
identifico como una persona alegre, agradable y tierna, puedo experimentar, por ejemplo, cómo
sería yo triste, cómo desagradable o cómo rabioso. Darme permiso para explorar partes
desconocidas o no permitidas me ayuda a liberar bloqueos y, por tanto, a expandirme, ampliar mi
modo de ver y relacionarme en el mundo.

En cuanto a la dramatización, se trata de trabajar con escenas, bien tomadas del teatro universal,
bien de la vida del propio individuo, y trabajadas a modo de escena teatral. Trabajarlas en modo
teatral nos aporta el beneficio de la distancia, un cierto desapego de lo que ocurre y en el que
podemos observar la situación ganando perspectiva, al modo de la observación interior que ocurre
con la meditación. Así pues, el trabajo con el personaje permite la integración de modos nuevos o
poco explorados en mi vida. Gracias a la distancia con esta nueva piel que me estoy poniendo,
puedo arriesgarme y probar, al tiempo que desarrollo mi empatía y comprensión con el otro y
conmigo mismo. Es lo que tiene ponerse en la piel de otro.

¿Y en la educación?

Como hemos visto, las sesiones de Teatro Emocional son experiencias vivenciales. Esto quiere decir
que, más que un aprendizaje teórico, uno se lleva una experiencia que puede luego integrar a su
vida, a su día a día.

A la hora de aplicar los ejercicios de Teatro Emocional a la práctica, con los alumnos, uno no cuenta
con un manual que le diga qué es recomendable hacer en tal o cual ocasión. Con lo que se cuenta
es con nuestro guía interno, una referencia incontestable que nos dará la respuesta a seguir ante la
situación que nos encontremos. Claro que este guía interno necesita de un entrenamiento y una
confianza, que precisamente se irá desarrollando y alimentando a medida que se entrene.

Ante un alumno con un problema emocional, lo que cuenta como educador es mi actitud, antes
que la eficiencia de la respuesta que le pueda dar. Esto quiere decir que si yo tengo una dificultad a
la hora de expresar mi miedo, y precisamente me encuentro con un alumno con la misma
dificultad, probablemente mi propio bloqueo dificulte todavía más el proceso.
Por eso es imprescindible mi experiencia personal, mi propia travesía a través de las emociones, y
el atender a mis necesidades con la mayor falta de prejuicio posible. Este camino recorrido
facilitará que yo pueda acompañar al otro en su propio camino, más como un apoyo que como un
“solucionador”. El solo hecho de estar disponible, abierto y sin prejuicio ante lo que me puedan
exponer, ya es un apoyo sustancial a aquél que tengo enfrente.

Una vez tengo este registro, puedo proponer los ejercicios y dinámicas que crea convenientes:
movilizaciones corporales para trabajar la rabia, ejercicios grupales para fomentar la integración,
dramatizaciones para liberar complejos o juegos de roles que sirvan para ir atravesando la
vergüenza poco a poco, todo dependerá de las necesidades de aquellos con quienes se trabaje, así
como de mi propia disponibilidad e imaginación.

Bibliografía

Teoría e práctica da interpretación, Alison Hodge (Ed.). Editorial Galaxia, 2003.

Os camiños do actor, Josette Féral. Editorial Galaxia, 2004.

Terapia Gestalt, la vía del vacío fértil, Francisco Peñarrubia. Alianza Editorial, 2010.

Ternura y agresividad, Juan José Albert. Mandala Ediciones, 2009.

Carácter y neurosis, Claudio Naranjo. Ediciones La Llave, 2010.

La locura lo cura, Guillermo Borja. Ediciones La Llave, 2006.

Infancia, la edad sagrada, Evânia Reichert. Ediciones La Llave, 2011.

El facilitador
Iván Fernández (Lugo, 1976), formado en Terapia Gestalt por GUIBOR (Santiago de Compostela).
Formación especígica a cargo de Juan José Albert, Francisco Peñarrubia, Albert Rams, Mario
Buchbinder, Marisé Barreiro.

Miembro adherente de la Asociación Española de Terapia Gestalt, AETG.

Terapeuta corporal por AGAMA (Vigo) y Body Therapistm por Steiner Ltd. (Londres).

Actor, autor, director y profesor de teatro desde 2000 (Universidade de Vigo, Teatro Espido).
Formación en Pedagogía Teatral (Encuentros en el Norte), en Teatro Social para la Igualdad
(Teatrosfera), Danza Contemporánea Y Teatro para la Vida (Estudio Corazza para el Actor).

Desde 2013, creador y profesor de Teatro Emocional y del Laboratorio de Improvisación


Terapéutica, co-facilitador de los talleres de En-Movimiento, talleres de autoconocimiento
transformador a través del Teatro, la Improvisación y el Movimiento. Colaborador de la Fundación
Barrié de la Maza (programa Filosofía para niños), de la Asociación Filantrópica de Inclusión Social
Activa Boa Vida (programa de Habilidades Sociales y Gestión Emocional), FADEMGA Plena Inclusión
Galicia y del Servizo de Formación do Profesorado (Seminarios de Educación Emocional) de la
Consellería de Cultura, Educación y Ordenación Universitaria de la Xunta de Galicia.

En formación de Psicoterapia Integrativa, Programa SAT (Fundación Claudio Naranjo).

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