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Revista Internacional del Trabajo, vol. 129 (2010), núm.

Los salarios de la economía del cuidado


en comparación internacional
Michelle J. BUDIG* y Joya MISRA**

Resumen.  El presente artículo versa sobre los salarios de los trabajadores del cuida-
do, es decir, las personas que prestan, en una relación personal, servicios que mejo-
ran la salud, las capacidades o la seguridad de quienes los reciben. Las autoras
comparan la situación reinante en doce países que presentan condiciones económi-
cas y políticas muy distintas. Estos salarios no siempre están infravalorados, pues
hay grandes variaciones internacionales que se deben, ante todo, a las características
de los trabajadores y de los propios puestos de trabajo. Otros factores nacionales que
influyen son las desigualdades salariales, el tamaño del sector público y la fuerza de
los sindicatos.

L a incorporación sostenida de mujeres al mercado de trabajo acaecida du-


rante las últimas décadas en todo el mundo ha fomentado un crecimiento
colosal de la economía del cuidado en el mundo. En los Estados Unidos, por
ejemplo, la proporción de trabajadores del cuidado remunerados se duplicó
entre 1900 y 1998 (Folbre y Nelson, 2000). A pesar de que merecen sin duda, «el
reconocimiento y la recompensa de la opinión pública» (Folbre 2001, pág. 232),
estas ocupaciones están con harta frecuencia infravaloradas y mal remuneradas
(Cancian, 2000, y Abel y Nelson, 1990). Según estudios basados en datos esta-
dounidenses, el trabajo de cuidado (también denominado «trabajo asistencial»)
está peor remunerado de lo que cabría esperar de las cualificaciones y aptitu-
des que deben poseer los cuidadores y de otras características de los puestos
(England, 1992, y England, Budig y Folbre, 2002). La pregunta que nos plantea-
mos es si el perjuicio salarial es común a todos los países, incluso a los que tienen
distintas políticas económicas y sociales. Si no lo es, ¿a qué características de los
trabajadores y de las políticas nacionales se debe la disparidad de efectos salaria-
les de la pertenencia a la economía del cuidado?

*  Departamento de Sociología de la Universidad de Massachusetts, Amherst (Massachu-


setts); dirección electrónica: budig@soc.umass.edu.    **  Universidad de Massachusetts. Las auto-
ras agradecen sus comentarios a Debbie Budlender, Nancy Folbre, Naomi Gerstel, Janet Gornick,
Miliann Kang, Jennifer Lundquist y Shahra Razavi, y su labor de edición a Karen Mason.
La responsabilidad de las opiniones expresadas en los artículos sólo incumbe a sus autores, y
su publicación en la Revista Internacional del Trabajo no significa que la OIT las suscriba.

Derechos reservados © Instituto de Investigaciones de las Naciones Unidas para el Desarrollo Social (UNRISD), 2010
Compilación de la revista y traducción del artículo al español © Organización Internacional del Trabajo, 2010
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Para averiguar el grado de reconocimiento y remuneración del cuidado en


las distintas circunstancias nacionales, examinaremos las repercusiones salaria-
les de realizar un trabajo de este género. Entendemos por trabajo de cuidado el
que consiste en prestar, en una relación personal, servicios que mejoran la salud
y seguridad de sus beneficiarios o sus capacidades físicas, cognitivas o emocio-
nales (England, Budig y Folbre, 2002). Ello nos permitirá también plantear
otras cuestiones más generales, referidas al género, las desigualdades y el valor
del cuidado en la sociedad (Daly, 2003a, y Razavi, 2007). Compararemos así la
situación en doce países para comprobar si las disparidades salariales entre las
ocupaciones del cuidado y otras ocupaciones obedecen a determinadas caracte-
rísticas de los propios trabajadores y de los puestos de trabajo como, entre otras,
la segregación por sexo —en el plano de la profesión o el sector— o la pertenen-
cia al sector público. Los resultados de la investigación los situaremos en un ám-
bito más amplio, el de las diferencias internacionales en materia de desigualdad
de ingresos, densidad sindical y socialización del trabajo de cuidado. Estudiare-
mos países de muy distintas características, desde naciones ricas que poseen un
buen sistema de protección social, a países que tuvieron hasta hace poco un ré-
gimen socialista y países en desarrollo.

Efectos salariales de la pertenencia a la economía


del cuidado
En investigaciones anteriores se han documentado las desventajas salariales del
trabajo de cuidado en los Estados Unidos. En un estudio longitudinal, England,
Budig y Folbre (2002) comprobaron que en ese país quienes entraban en esta
actividad sufrían por lo general una pérdida de ingresos, y que lograban un in-
cremento cuando se pasaban a otros sectores. Teniendo en cuenta el nivel de
instrucción, la experiencia y las características de los distintos puestos, estas au-
toras estimaron en un 5-6 por ciento el perjuicio salarial que sufrían los trabaja-
dores del cuidado 1. Pero lo que no sabemos es si esa desventaja se da también
en otros casos según las peculiaridades del mercado de trabajo y de la política
sociolaboral.
Es posible que los trabajadores del cuidado sufran desventajas salariales
debido a sus propias características personales o a las de sus ocupaciones o a que
los servicios que prestan no son muy rentables. En primer lugar, pueden sufrir
una selección negativa desde el punto de vista de su capital humano (por ejem-
plo, los estudios que poseen) que les conduce al trabajo de cuidado. En segundo
lugar, tal vez presenten otras características que estén infravaloradas en su mer-
cado laboral, entre ellas dos muy frecuentes: ser mujer o ser inmigrante, dos ca-
tegorías que suelen estar peor remuneradas que otras. Y, por último, algunos
rasgos intrínsecos del trabajo de cuidado redundan en un nivel salarial más bajo,
al tratarse de puestos que son a menudo sin cualificar, de dedicación parcial, con
predominio de mujeres o pertenecientes al sector privado no subvencionado. La

1 La excepción eran las enfermeras, que presentaban una ventaja salarial del 8 por ciento.
Salarios de la economía del cuidado 491

idea de que el trabajo de cuidado es una actividad de mujeres, como un reflejo


de segregación por sexo en el mundo laboral, puede ser la causa de que esas ocu-
paciones estén infravaloradas y menos remuneradas, aun cuando las desempe-
ñen hombres (England, 1992; Cancian, 2000, y Folbre, 2003 y 2001) 2.
Más allá de las características de los trabajadores y de los empleos, es posi-
ble que el trabajo de cuidado sea menos rentable, o incluso menos sostenible eco-
nómicamente, porque tiene mucha densidad de mano de obra. Baumol (1967) ya
señaló que en la prestación de servicios la productividad crecía más lentamente y
los costos laborales crecían más deprisa que en la industria manufacturera, en
donde es más fácil sustituir fuerza de trabajo por tecnología. Aunque algunos ti-
pos de servicios se han beneficiado de los avances de la tecnología de la informa-
ción, «el crecimiento de la productividad ha sido, y es probable que así continúe,
más lento en los servicios asistenciales que requieren un contacto emocional y
personal» (Folbre 2003, pág. 243). Las necesidades de cuidados durante veinti-
cuatro horas al día los siete días de la semana que tienen algunos estratos de la
población —los niños, los enfermos, los discapacitados, los ancianos— obligan a
guardar un equilibrio entre la contención del gasto y la calidad de los servicios.
Elevar la productividad de los servicios sin menoscabo de su calidad es, sin duda,
un reto fundamental en este ámbito (Razavi, 2007, e Himmelweit, 2005).
Los receptores o los prestadores del cuidado (a menudo, ambos) pueden
absorber los costos elevados del mismo pagando más por él o aceptando salarios
más bajos, respectivamente (Harrington Meyer, 2000, y Daly, 2003a). Los em-
pleadores pueden tratar de moderar los costos «acelerando» el trabajo de cuida-
do 3 y contratando a personas que están en una situación de desventaja en el
mercado laboral debido a sus condiciones naturales (género o raza) o adquiridas
(capital humano). La vulnerabilidad de la mayoría de los receptores de cuidado
reduce su capacidad de pagar cada vez más por los servicios, lo que genera una
imperfección del mercado causada por una externalidad en virtud de la cual los
receptores obtienen unos beneficios que superan la retribución de quienes les
dispensan el cuidado. Además, los receptores tienen poca capacidad de pago, lo
cual reduce también la rentabilidad o sostenibilidad de esta labor si no está sub-
vencionada (Harrington Meyer, 2000, y England, Budig y Folbre, 2002). Así, es
posible que sus trabajadores estén peor remunerados que los de otros sectores,
en particular si tenemos en cuenta el capital humano y las cualificaciones que
necesitan poseer.
Diversos factores de nivel macro pueden paliar esta minusvaloración sala-
rial. El contexto nacional —es decir, las ayudas públicas, las normas estatales,
los niveles generales de desigualdad de ingresos y la densidad sindical de los
trabajadores— reducen a veces la desventaja del trabajo de cuidado o, incluso, lo

2 La remuneración inferior se justifica a veces por la idea de que estos servicios deben pres-
tarse por cariño, de manera desinteresada, por la propia satisfacción de prestarlos y porque no deben
considerarse una mercancía (Folbre y Nelson, 2000).
3 Cuando se exige a los prestadores de los servicios que dediquen menos tiempo a sus tareas
o se incrementa el número de receptores por prestador, se eleva la rotación de trabajadores y des-
ciende la calidad de los servicios (Folbre, 2006, y Harrington Meyer, 2000).
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convierten en ventajoso. Por ejemplo, los Estados pueden aliviar las presiones
económicas que padecen los salarios de los trabajadores subvencionando el cui-
dado o prestándolo directamente. El número de empleados públicos que se de-
dican al cuidado puede ser uno de los indicadores de cómo atienden los Estados
dichas necesidades 4. En comparación con el sector privado, los Estados no sue-
len pagar salarios muy bajos al estar más sometidos al control jurídico y social
(Kearney y Carnevale, 2001). Para Gornick y Jacobs (1998), las exigencias de
cualificaciones y las políticas retributivas de los poderes públicos contribuyen a
igualar los salarios de las mujeres y los hombres. Tales efectos pueden extender-
se también a la disparidad de remuneraciones que existe entre los trabajadores
del cuidado y los de otros sectores.
Es variable el grado de apoyo que prestan las políticas sociales a la activi-
dad de cuidado realizada por la familia, el mercado, el propio sector público o
las entidades sin fines de lucro (Razavi, 2007). Las desventajas salariales de los
trabajadores pueden quizás reducirse si el Estado «socializa», por conducto del
sector público, los costos del cuidado facilitándolo directamente o subven-
cionándolo (Morgan, 2005) 5. Y, a la inversa, si los poderes públicos fomentan la
prestación mercantil de los servicios en una situación de competencia no regla-
mentada, cabe pronosticar que la acción de las fuerzas del mercado terminará
por reducir los salarios de los trabajadores (ibíd., y Daly, 2003b). Examinare-
mos, por tanto, si la remuneración de las ocupaciones del cuidado es mejor —en
relación con las de otras— allí donde son más altos los niveles de prestación pú-
blica de los servicios (que valoraremos según la proporción de trabajo de cuida-
do que realiza el sector público).
Otro factor que puede influir en los salarios relativos de los trabajadores
del cuidado es la situación del mercado laboral. Por ejemplo, en algunos países
las políticas laborales restringen eficazmente la dispersión de los salarios y los ha-
cen más equitativos. De hecho, Blau y Kahn (2003) han demostrado que las dis-
paridades transnacionales de ingresos debidas al género guardan una correlación
positiva con el grado de desigualdad salarial existente en cada país. Por ello exa-
minaremos las correlaciones transnacionales entre los niveles de desigualdad de
ingresos y el efecto salarial neto que ejerce la pertenencia a la economía del cui-
dado. Análogamente, como también los convenios colectivos pueden reducir los
diferenciales de remuneración entre los trabajadores del cuidado y los demás,
analizaremos, en los diversos países, la asociación entre ese efecto neto y la den-
sidad sindical 6.

4 Más adelante estudiaremos los efectos de la prestación pública de los servicios para compro-
bar si ésta mejora los salarios de los trabajadores o refuerza la equidad de género, como se sostiene
en estudios anteriores (Daly, 2003b, y Razavi, 2007).
5 La subvención pública tampoco es la panacea; en los Estados Unidos los trabajadores que
cuidan a ancianos en residencias financiadas por Medicaid perciben salarios muy bajos (England y
Folbre, 2002).
6 Aunque habría sido preferible utilizar la proporción de trabajadores del cuidado cubiertos
por la negociación colectiva, la falta de datos nos obligó a utilizar una medida más amplia como es la
densidad sindical.
Salarios de la economía del cuidado 493

Datos y métodos
Nos valemos de datos de nivel micro de la Encuesta de Ingresos de Luxemburgo
(LIS) correspondiente a los años 1999-2002. Seleccionamos países que presen-
taban estrategias distintas en la economía del cuidado, se hallaban en estadios
diferentes de desarrollo del mercado (capitalistas postindustriales, capitalistas
postsocialistas y economías de mercado en desarrollo) y tenían datos suficien-
tes para construir variables detalladas de ocupación y sector a fin de identificar
a los trabajadores del cuidado. Estos países eran:
• Europa nórdica: Finlandia y Suecia.
• Europa continental: Alemania, Bélgica, Francia y Países Bajos.
• Postsocialistas: Hungría y Federación de Rusia.
• Economías de mercado: Canadá y Estados Unidos.
• En desarrollo: México y Taiwán (China).
Limitamos la muestra a adultos de 18 a 59 años de edad, civiles y ocupados sobre
cuyos ingresos del trabajo hubiera datos válidos. Descartamos a desempleados,
estudiantes, jubilados y otras personas no pertenecientes a la población activa.
La variable dependiente es el logaritmo natural de los ingresos anuales,
transformación que normaliza la distribución de éstos. Recodificamos los valo-
res extremos de los ingresos al 1 y el 90 por ciento de las distribuciones naciona-
les. Utilizar esos datos nos permite interpretar los coeficientes de regresión
(multiplicados por 100) como cambios porcentuales aproximados de los ingre-
sos salariales cuando se modifica en una unidad la variable independiente. Así,
el coeficiente de, por ejemplo, el «trabajo de cuidado», multiplicado por 100, nos
dice en porcentajes aproximados cuánto menos (o más) ganan los trabajadores
del cuidado en comparación con otros. Estas diferencias porcentuales nos sir-
ven, asimismo, para comparar la distancia que separa a los trabajadores del cui-
dado de los de otros sectores entre países con monedas distintas.
Nuestra variable independiente principal es trabajar en la economía del
cuidado, que definimos según el modelo de England, Budig y Folbre (2002).
Concretamente, este trabajo conlleva: a) una interacción personal entre el pres-
tador y el receptor, y b) que mejora o mantiene las capacidades (cognitivas, físi-
cas, emocionales) del segundo. Lo distinguimos de los servicios interpersonales
—categoría más amplia en la que lo esencial no es acrecentar las capacidades del
receptor— para evitar deslizarnos hacia un análisis del sector de los servicios en
general. Nuestra variable de trabajo de cuidado se identifica por la ocupación del
encuestado y el sector al que pertenece. Aunque las clasificaciones detalladas de
ocupaciones y sectores varían según los países, a efectos de identificar mejor a
nuestros trabajadores objetivo hemos cruzado en la mayor medida posible las
diversas categorías 7. Son ocupaciones representativas del cuidado los docentes,
las enfermeras, los trabajadores de servicios personales, los trabajadores religio-
sos y los médicos. Incluimos, asimismo, algunas ocupaciones tradicionalmente
7 Puede solicitársenos un cuadro de las denominaciones de ocupación y sector que están cla-
sificadas como trabajo de cuidado o trabajo asistencial en cada país.
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masculinas que tienen componentes de atención y asistencia a la comunidad,


como las de policía y protección personal 8.
Incorporamos, asimismo, el criterio sectorial para descartar a las personas
que, aunque pertenecen a este ámbito, en la práctica no realizan actividades de
cuidado, por ejemplo, los profesionales que trabajan en la vertiente financiera o
de seguros de la atención sanitaria (como los que asesoran a las compañías de
seguros sobre la pertinencia de determinadas reclamaciones). Entre los sectores
que indican empleos de cuidado figuran la enseñanza, la sanidad y la protección,
los servicios recreativos y culturales, el trabajo doméstico en los hogares y la ad-
ministración pública. Según nuestras reglas, para poder clasificar a un encuesta-
do como trabajador del cuidado debía tener una ocupación de este tipo y, a la
vez, pertenecer a la economía del cuidado.
Incluimos variables de control para corregir las características demográfi-
cas, de capital humano y de puesto de trabajo que pueden distorsionar la relación
entre el trabajo de cuidado y los ingresos salariales. Las variables demográficas
son la edad y unos indicadores dicotómicos que valen 1 si se cumplen las condi-
ciones siguientes y 0 si no se cumplen: ser mujer, inmigrante, discapacitado, casa-
do, en cohabitación, progenitor y progenitor de un hijo de menos de cinco años.
Se han apuntado razones culturales y económicas por las que las mujeres tienen
más probabilidades de predominar en la mayoría de las ocupaciones del cuidado
debido a que la socialización está condicionada por el género. Según esta lógica,
si los hombres no están «preparados» para valorar el trabajo de cuidado, tienen
que ser otros factores, no sus gustos ni sus preferencias «socializadas», los que
les impulsen a trabajar en la economía del cuidado, como, por ejemplo, deficien-
cias de cualificación que les invalidan para desempeñar empleos mejor remune-
rados. Además, a igualdad de los demás factores, en la mayoría de los países las
mujeres ganan menos que los hombres. También es frecuente que los niveles más
bajos del trabajo de cuidado, con sus salarios inferiores, estén ocupados por inmi-
grantes debido a la posición marginal que ocupan en el mercado laboral y a que
les resulta difícil hacer valer en éste el bagaje educativo y profesional que han ad-
quirido en sus países de origen. Contábamos con datos sobre la situación laboral
de los inmigrantes en todos los países seleccionados salvo Hungría, México, Paí-
ses Bajos y Taiwán (China) 9. Incluimos, asimismo, para cuando dispusiéramos
de información al respecto, un indicador de discapacidad grave limitadora del
trabajo. Las personas discapacitadas y que necesitan recibir atención perciben
salarios más bajos debido a sus limitaciones y a la discriminación de los emplea-
dores y, además, pueden verse obligadas a trabajar en la economía del cuidado.
Disponíamos de datos sobre esta variable en todos los países salvo Francia, Fe-
deración de Rusia y Taiwán (China). La composición de los hogares afecta a los
salarios y puede influir en la decisión de dedicarse a una ocupación de cuidado

8 Estimamos también todos los modelos excluyendo a estos trabajadores de la seguridad y la


protección, y los resultados eran igualmente fidedignos.
9 Los datos de la Encuesta de Ingresos de Luxemburgo no incluyen indicadores sistemáticos
de la raza o etnia de los encuestados, lo que impide analizarlos desde ese punto de vista.
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—sobre todo entre las mujeres— si se estima que este tipo de trabajo es más fácil
de conciliar con las responsabilidades familiares (Budig y England, 2001).
Entre los indicadores de capital humano figura el nivel de la instrucción re-
cibida, para medir el cual utilizamos variables basadas en la Clasificación Inter-
nacional Normalizada de la Educación (CINE), de la UNESCO. La Encuesta de
Ingresos de Luxemburgo ha armonizado internacionalmente estas variables es-
tableciendo tres categorías de nivel educativo: nivel bajo (enseñanza secundaria
inferior), nivel intermedio (de la enseñanza secundaria de segundo ciclo a la for-
mación profesional posterior a la secundaria) y nivel alto (estudios de nivel uni-
versitario o superior). Nuestra categoría de referencia es el nivel bajo.
Las características del puesto de trabajo son si éste es de dedicación com-
pleta o parcial y el número de semanas trabajadas al año. Utilizamos un indi-
cador de dedicación parcial que es igual a 1 si se trabajan 30 horas a la semana
como máximo (Gornick y Meyers, 2003). Pudimos calcular las semanas trabaja-
das al año de todos los países, salvo Francia, México, Suecia y Taiwán (China).
En el caso de Suecia sólo teníamos datos que indicaban la jornada parcial o el
trabajo durante una parte del año (sin distinguir entre ambas situaciones), por
lo que en este país se incluyó únicamente este indicador. Otras características
del puesto de trabajo las hemos plasmado en indicadores dicotómicos sobre los
puestos profesionales y directivos, el trabajo por cuenta propia y empleo en el
sector agrario. Calculamos, asimismo, medidas de ocupación y sector que indi-
can los porcentajes de mujeres ocupadas en el sector público 10. El porcentaje de
empleo femenino en una determinada ocupación o sector nos permitió poner a
prueba las tesis que sostienen que la infravaloración del trabajo de cuidado se
debe a que suele ser femenino. Y el porcentaje de trabajo en el sector público de
una ocupación determinada nos permitió comprobar si el grado de prestación
pública de servicios de cuidado influye en los salarios del cuidado.
Usamos regresiones ponderadas de mínimos cuadrados ordinarios para
analizar el impacto salarial de trabajar en la economía del cuidado (en datos lo-
garítmicos) 11. Estimamos así el efecto salarial de pertenecer a la economía del
cuidado en cada país con modelos anidados que incluían series sucesivas de va-
riables de control teóricamente pertinentes 12. Ello nos permitió comprobar de
qué modo estas series de variables de control explicaban o invalidaban el su-
puesto efecto salarial. Analizamos también por separado las interacciones entre
10 No disponíamos del porcentaje de mujeres por sectores en los casos de Francia y Federa-
ción de Rusia, ni del porcentaje en el sector público en el de Finlandia.
11 Como la actividad económica de las mujeres es selectiva (pues depende de las responsabi-
lidades familiares y del apoyo que reciban por los cuidados no remunerados que prestan) y como la
presencia femenina es desproporcionada en los trabajadores del cuidado, las diferencias entre los
países en cuanto a los efectos salariales del trabajo de cuidado pueden deberse a los diferentes crite-
rios de selección que rigen en ellos la incorporación de las mujeres a la población activa. Para poner
a prueba esta hipótesis calculamos dos modelos de Heckman en dos etapas, utilizando como criterios
de selectividad los ingresos transferidos, otros ingresos de la familia y la presencia de un miembro en
edad preescolar. Esos factores influyen en la selección de las mujeres para el trabajo remunerado,
pero no permiten distinguir entre su incorporación a la economía del cuidado o a otros ámbitos. Por
esa razón presentamos estimaciones de mínimos cuadrados ordinarios ponderadas.
12 Pueden solicitársenos las ecuaciones utilizadas en los modelos de regresión.
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el trabajo de cuidado y otras características de los puestos de trabajo. Y, por úl-


timo, examinamos las asociaciones que pudiera haber entre los efectos del em-
pleo de cuidado y las diferencias entre los países en materia de desigualdad
social, fuerza de las organizaciones sindicales y magnitud del sector público.

Resultados
Comparación de la situación de los trabajadores
del cuidado entre países y dentro de ellos
En el gráfico 1 presentamos, respecto de todos los países del estudio, los porcen-
tajes de trabajo de cuidado remunerado y femenino en la población ocupada y la
proporción de mujeres en este sector. La línea de color azul oscuro indica el ta-
maño relativo del empleo de cuidado en cada país. En los Estados Unidos, Hun-
gría, México y Taiwán (China) el cuidado representa en el empleo total la mitad
que en Bélgica y Suecia, que son los que arrojan los porcentajes mayores (24 por
ciento). La línea gris indica el porcentaje de mujeres en la población ocupada to-
tal. En los países antes socialistas, las mujeres son por poca diferencia mayorita-
rias en la fuerza de trabajo, mientras que están algo por debajo del 50 por ciento
en los países nórdicos de Europa y en los de América del Norte. En los países en
desarrollo, las mujeres están, en cambio, infrarrepresentadas. La línea de color
azul claro indica el porcentaje de mujeres en el trabajo de cuidado, que varía del
67 al 88 por ciento del total, lo cual demuestra que es una actividad muy mayori-
tariamente femenina. La mayor segregación por sexo en el cuidado remunerado
se da en los países antes socialistas, los países nórdicos y los Estados Unidos. Sin
embargo, no se observa una correlación clara entre la magnitud de la población
activa femenina general y la de mujeres dedicadas al cuidado remunerado. Los
países que cuentan con menos porcentaje femenino en el empleo total —Alema-
nia, Bélgica, México y Taiwán (China)— no tienen proporciones equivalentes de
trabajadoras del cuidado. Y, a la inversa, Hungría, que es el país con menor pro-
porción de trabajadores del cuidado, presenta uno de los porcentajes mayores de
mujeres ocupadas.
No presentamos aquí los resultados que obtuvimos al desagregar por sexos,
respecto de cada país, los trabajadores del cuidado y los de los demás sectores 13.
En el conjunto de los países, los trabajadores del cuidado están más instruidos
que los de otros sectores, y hay entre ellos un número relativo mayor de profesio-
nales (excepto en la Federación de Rusia y Hungría, donde sucede lo contrario).
Dentro de los trabajadores del cuidado, los hombres están más cualificados,
mientras que las mujeres lo están en los demás sectores, lo cual parece indicar
que hay una mayor selectividad positiva entre los hombres para el acceso a los
empleos de cuidado. Habida cuenta que la economía del cuidado cuenta con po-
cos hombres, nos planteamos si éstos acaparaban los puestos mejores. Pues bien,
en la mayoría de los países era más probable encontrar a hombres que a mujeres

13 Pueden solicitársenos los resultados de esta desagregación.


Salarios de la economía del cuidado 497

en los puestos profesionales, aunque la tendencia era la contraria en los países


antes socialistas y en el Canadá. Pese a que los niveles de profesionalización son
más elevados entre los hombres, el trabajo de cuidado a tiempo parcial es más
frecuente que el cuidado a tiempo completo entre los hombres en nueve de los
doce países, y entre las mujeres, en seis.
Se observa en todos los países una diferencia llamativa entre las propor-
ciones de trabajadores del cuidado y de otros sectores dentro del sector público,
con variaciones significativas entre los dos sexos. Los hombres que trabajan en
el cuidado tienden más que los de otras ocupaciones a pertenecer al sector pú-
blico. En Taiwán (China), por ejemplo, están en el sector público el 13 por cien-
to de los trabajadores masculinos de otros sectores frente al 37 por ciento de los
del cuidado, y en la Federación de Rusia los porcentajes son del 36 y el 88 por
ciento, respectivamente. De manera análoga, las trabajadoras del cuidado tie-
nen más presencia en el sector público que las de otras ocupaciones, con propor-
ciones que van desde el 30 por ciento en Taiwán (China) hasta nada menos que
el 93 por ciento en la Federación de Rusia (los equivalentes de otras ocupacio-
nes son el 11 y el 42 por ciento, respectivamente).
En suma, por tanto, los trabajadores del cuidado tienen un nivel de ins-
trucción más alto que la media, una tendencia mayor a ocupar puestos profesio-
nales y una presencia mayor en el sector público. De estas características cabría
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esperar que estuvieran mejor remunerados que los de otras ocupaciones, pero, a
pesar de su mayor cualificación, en la mayoría de los países sus salarios no ajus-
tados son más o menos iguales que los de otros sectores. Es posible que esta
minusvaloración se deba a que se encuentran en ocupaciones de predominio
femenino, por lo que analizaremos seguidamente la segregación por sexo y
otros factores que pueden influir en las remuneraciones de los trabajadores del
cuidado.

Efectos salariales de trabajar en ocupaciones


del cuidado
Estimamos en primer lugar modelos agrupados en los que añadimos la interac-
ción entre género y empleo de cuidado para averiguar si los efectos netos de per-
tenecer a la economía del cuidado son distintos en los hombres y las mujeres.
Aparecieron diferencias notables en siete países, por lo que elaboramos mode-
los distintos para cada sexo a fin de averiguar los efectos salariales de pertenecer
a la economía del cuidado.
En el cuadro 1 figuran estos efectos salariales por sexo según diversos mo-
delos anidados. El primer modelo incluye todas las características de los traba-
jadores (variables de composición del hogar y demográfica), salvo el capital
humano. Preveíamos que el empleo de cuidado conllevara una desventaja sala-
rial o, al menos, que no influyera en este aspecto. Para nuestra sorpresa, los re-
sultados del modelo 1 indicaban una bonificación de los ingresos de ambos
sexos en el Canadá, Estados Unidos, Finlandia, Hungría y Taiwán (China), y de
uno u otro sexo en otros países. Mas, cuando introdujimos la variable de nivel
de instrucción en el modelo 2, los efectos salariales se hacían más negativos (o
menos positivos) en todos los países. Dicho de otro modo, la mayor dotación de
capital humano de los trabajadores del cuidado atenúa los efectos salariales ne-
gativos. Estos resultados contradicen la tesis de que estos trabajadores ganan
menos porque son víctimas de una selección negativa, en el acceso a las ocupa-
ciones del cuidado, debido a su capital humano.
En el modelo 3 añadimos las características del puesto de trabajo (tiempo
parcial, semanas trabajadas al año, trabajo por cuenta propia, profesional o no y
sector agrario). Entre las mujeres, la incorporación de estas variables de control
arroja de nuevo un efecto más negativo (o menos positivo) en todos los países
salvo Bélgica, Federación de Rusia y Suecia. De manera que si el empleo de cui-
dado no tuviera las características de puestos de trabajo mejores, la desventaja
salarial sería mayor para las mujeres y, salvo en los Países Bajos, desaparecería la
bonificación. Estos resultados parecen confirmar la tesis de que entre las mujeres
se da una compensación en el sentido de que aceptan salarios más bajos a cambio
de las ventajas que encuentran en el trabajo de cuidado. En los tres países que no
siguen este patrón, sin embargo, al incluir las variables de las características del
puesto de trabajo se reducían los efectos salariales negativos de la pertenencia a
la economía del cuidado (en Bélgica y Federación de Rusia) o se acrecentaban
los positivos (en Suecia). En esos tres países los puestos de trabajo de cuidado
Salarios de la economía del cuidado 499

Cuadro 1. Efectos salariales de trabajar en la economía del cuidado, por sexo


(en porcentaje). Modelos a los que se van añadiendo variables de control*
Modelo 1 Modelo 2 Modelo 3 Modelo 4 Modelo 5

Hombres
Países nórdicos
Finlandia 18,0 4,9 –11,2 –2,6 n.d.
Suecia –3,8 –12,3 1,1 7,1 8,3
Europa continental
Alemania –7,5 –20,3 –7,1 –3,9 –6,4
Bélgica –3,4 –13,0 –5,0 –2,0 –2,0
Francia 3,9 –5,0 –10,5 –8,3 –10,6
Países Bajos –3,5 –15,0 –10,5 –9,7 –15,6
Países antes socialistas
Hungría 12,6 –11,3 –14,2 –12,5 –11,9
Federación de Rusia 0,9 –15,3 –8,4 –4,9 –2,6
Países de economía de mercado
Canadá 3,1 –5,4 –7,1 3,9 –2,8
Estados Unidos 6,0 –16,5 –16,8 –8,8 –9,7
Países en desarrollo
México 46,9 –1,7 –9,2 –15,6 –21,2
Taiwán (China) 21,5 4,9 –6,6 –6,9 –7,4

Mujeres
Países nórdicos
Finlandia 8,9 1,7 –4,1 2,5 n.d.
Suecia 8,1 2,5 19,4 23,8 30,0
Europa continental
Alemania 21,5 8,1 1,0 16,1 9,3
Bélgica 5,4 –7,1 –5,0 –3,9 –2,4
Francia –20,4 –32,0 –32,9 –29,0 –29,0
Países Bajos 31,5 14,4 10,5 15,9 11,8
Países antes socialistas
Hungría 9,3 –16,9 –24,9 –20,9 –21,2
Federación de Rusia –18,3 –30,2 –19,3 –14,8 –11,0
Países de economía de mercado
Canadá 23,3 11,3 –1,0 1,9 –15,0
Estados Unidos 12,0 –8,0 –9,3 –1,2 0,9
Países en desarrollo
México –7,1 –36,5 –38,6 –48,2 –43,7
Taiwán (China) 18,3 4,8 –12,0 –14,6 –15,8

Notas: Los efectos que son significativos (p < 0,05 en pruebas bilaterales) se destacan en negrita.
* El modelo 1 incluye características demográficas y de estructura de la familia; en el modelo 2 se añade el capital
humano; en el modelo 3 se añaden todas las características de los puestos de trabajo, salvo los porcentajes de
mujeres por ocupación, por sector y en el sector público; en el modelo 4 se añade el porcentaje de mujeres por
ocupación y por sector, y en el modelo 5 se añade el porcentaje de pertenecientes al sector público por ocupación.
500 Revista Internacional del Trabajo

presentaban características más negativas, lo cual desmiente la tesis de la com-


pensación que hemos mencionado. Sí parecen abonarla, en cambio, los resulta-
dos obtenidos con los hombres: al tener en cuenta las características del puesto
de trabajo se agravan las desventajas salariales en siete países, pero se reducen en
cinco: Suecia (donde la desventaja desaparecía), Alemania, Bélgica, Federación
de Rusia y Países Bajos (donde existía pero era menor). Así pues, tanto en el caso
de los hombres como en el de las mujeres, los datos no avalan la tesis de la com-
pensación.
Para poner a prueba la tesis de que el trabajo de cuidado está menos remu-
nerado porque es mayoritariamente femenino, en el modelo 4 incluimos varia-
bles de segregación por sexo: el porcentaje de empleo femenino en las distintas
ocupaciones y sectores 14. Al tener en cuenta este aspecto se reducen las desven-
tajas salariales —o aumentan las bonificaciones— que lleva consigo el empleo
de cuidado salvo en las economías en desarrollo de México y Taiwán (China).
Así pues, parece simplista concluir que las ocupaciones con predominio de mu-
jeres están peor remuneradas —a igualdad de los demás factores— que las de
predominio masculino (England, 1992), es decir, que el trabajo de cuidado está
peor pagado por estar «feminizado». Aun teniendo en cuenta la segregación por
sexo, en la mayoría de los países seguía habiendo desventajas salariales tanto
para los hombres como para las mujeres.
Por último, en el modelo 5 incorporamos la variable de trabajar en ocupa-
ciones del cuidado, tanto en el sector público como en el privado. Al hacerlo se
reforzaban ligeramente, en la mayoría de los países y en comparación con el
modelo 4, los efectos en los hombres, tanto si se trataba de desventaja como de
ventaja. En las mujeres la introducción de esta variable apenas modificaba la
magnitud de los efectos en la mayoría de los países. Por ejemplo, rebajaba leve-
mente la bonificación salarial en Alemania y Países Bajos (lo que parece indicar
que los salarios serían más bajos si no hubieran servicios de cuidado públicos) e
incrementaba ligeramente la bonificación en Suecia (lo que parece indicar que
la prestación pública puede ir unida a salarios más bajos en este país). En el Ca-
nadá, sin embargo, el empleo de cuidado público modificaba sustancialmente
los resultados. Mientras que los modelos anteriores detectaban una bonifica-
ción o la ausencia de efectos en las remuneraciones de las mujeres dedicadas al
cuidado en este país, el modelo 5 indicaba una minusvaloración. En otras pala-
bras, si en el Canadá el trabajo de cuidado no estuviera desproporcionadamente
situado en el sector público, su remuneración sería mucho más baja tanto para
las mujeres como para los hombres.
A pesar de que el efecto positivo de pertenecer al sector público no con-
tribuya mucho a explicar la desventaja salarial del trabajo de cuidado, es posi-
ble que la comparación con el sector privado arroje indicios esclarecedores. En
el cuadro 2 figuran los resultados del cruzamiento estadístico del trabajo de cui-
dado y el empleo público (aunque los datos no se incluyen aquí, examinamos

14 El factor de inflación de la varianza era como mucho de 2,0 en todos los modelos, lo que
indicaba que no existía multicolinealidad.
Salarios de la economía del cuidado 501

Cuadro 2. Efectos salariales de trabajar en la economía del cuidado, por sexo


y según sector público o privado (en porcentaje)
Hombres Mujeres
Sector Sector Sector Sector
privado público privado público

Países nórdicos
Finlandia — — — —
Suecia 7,1 7,1 9,0 28,9
Europa continental
Alemania –43,6 7,4 9,3 9,3
Bélgica –2,0 –2,0 –2,4 –2,4
Francia –18,0 –3,2 –37,8 –17,4
Países Bajos –22,1 –1,0 15,9 15,9
Países antes socialistas
Hungría –11,9 –11,9 –21,2 –21,2
Federación de Rusia –49,6 2,1 –47,3 –10,9
Países de economía de mercado
Canadá –6,1 13,2 –15,0 –15,0
Estados Unidos –9,7 –9,7 1,7 –7,6
Países en desarrollo
México –6,9 –6,9 –66,9 –30,7
Taiwán (China) –2,0 –17,1 –15,8 –15,8
Notas: Los efectos que son significativos (p < 0,05 en pruebas bilaterales) se destacan en negrita. Los coeficientes
se han calculado sobre la base de modelos interactivos.

también las diferencias de desventaja salarial por horas de trabajo y rango pro-
fesional). Nuestra previsión era que el trabajo de cuidado estaría mejor remu-
nerado en el sector público que en el privado debido a la subvención oficial.
En este cuadro se ven los efectos netos de trabajar en el sector público o en
el privado, y, en ambos casos, de ser hombre o mujer 15. En los hombres, el em-
pleo de cuidado en el sector privado conlleva casi siempre una desventaja sala-
rial, salvo en Suecia, donde la remuneración es más alta. El perjuicio asciende al
50 por ciento de la remuneración anual en la Federación de Rusia y al 44 por
ciento en Alemania, lo cual se debe posiblemente a que en esos países la asisten-
cia sanitaria es de carácter público. Estos niveles de desventaja son sorprenden-
tes si pensamos en las variables de control del modelo relativas al nivel de
instrucción y a las características del puesto de trabajo. Entre los países que
muestran una desventaja salarial de los trabajadores varones del sector privado,
la pertenencia al sector público subsana por completo la desventaja o la reduce
de manera sustancial en Alemania, Canadá, Federación de Rusia, Francia y Paí-
ses Bajos. En los Estados Unidos y México, la desventaja salarial de los hombres
es la misma en el sector público y en el privado. Por último, en Taiwán (China) el

15 Todos los modelos del cuadro 2 incluyen las variables de control del modelo 4 del cuadro 1.
502 Revista Internacional del Trabajo

trabajo de cuidado no conlleva una desventaja salarial en el sector privado, pero


sí que lo hace en los hombres empleados en el sector público: un 17 por ciento.
En general, sin embargo, los trabajadores masculinos están menos perjudicados
en el sector público que en el privado.
Diferencias similares entre los sectores público y privado, a favor del pri-
mero, se observan en las trabajadoras del cuidado. Las mujeres empleadas en el
sector público están mucho mejor remuneradas que sus equivalentes del sector
privado en la Federación de Rusia, Francia, México y Suecia. En el Canadá, Fe-
deración de Rusia, Francia, Hungría, México y Taiwán (China), las desventajas
salariales sustanciales que hallamos en el sector privado, de –15 a –67 por ciento,
se reducen a veces bastante en el sector público. En Suecia, la bonificación del
trabajo de cuidado femenino salta del 9 por ciento en el sector privado al 29 por
ciento en el público. Únicamente en los Estados Unidos se gana bastante menos
en el sector público que en el privado si se realiza un trabajo de cuidado: la des-
ventaja salarial de las mujeres se eleva de una magnitud mínima en el sector pri-
vado al 8 por ciento en el público. Ello indica que la remuneración de estas
trabajadoras estadounidenses —sean, por ejemplo, las empleadas en centros de
Medicaid o maestras de preescolar del programa Head Start— es bastante baja
(England y Folbre, 2002).
Además de examinar esta diferencia de niveles salariales entre el trabajo
de cuidado en el sector público y en el privado, investigamos la distinta repercu-
sión salarial del mismo en función del rango profesional. Según datos que no in-
cluimos aquí, la desventaja salarial suele ser mayor en los profesionales que en
los no profesionales: entre estos últimos, los hombres de tres países y las mujeres
de cinco países tenían remuneraciones ventajosas. Comparamos, asimismo, los
efectos en los trabajadores a tiempo completo y a tiempo parcial: en la mayoría
de los países, los trabajadores a tiempo completo están más perjudicados (o me-
nos bonificados).
La conclusión, por tanto, es que el empleo de cuidado suele conllevar una
infravaloración salarial. Salvo en los países nórdicos, esta desventaja es más fre-
cuente en los hombres. En las mujeres, dedicarse a una ocupación de cuidado
puede tener efectos salariales buenos o malos; pero si sufren efectos negativos
éstos son más fuertes que en los hombres. La infravaloración salarial del cuida-
do no se explica por las características de los trabajadores. De hecho, parece ser
que el nivel de instrucción y la edad tienen un efecto de protección en el empleo
de cuidado al paliar la desventaja salarial e incrementar su bonificación. El he-
cho de que estas ocupaciones estén más feminizadas que otras explica algunas
desventajas salariales, pero no todas. Los trabajadores del cuidado se encuen-
tran desproporcionadamente en el sector público, lo cual suele mejorar el efecto
salarial de pertenecer a la economía del cuidado. En general, las desventajas sa-
lariales suelen ser mayores si los rendimientos de la experiencia son elevados: en
los profesionales, en los que trabajan a tiempo completo y en los asalariados del
sector privado. Y, al contrario, las bonificaciones salariales del trabajo de cuida-
do suelen beneficiar a quienes pertenecen al sector público, a los que trabajan a
tiempo parcial y a los no profesionales. Las bonificaciones se encuentran más
Salarios de la economía del cuidado 503

sistemáticamente en Alemania, Países Bajos (sólo en los hombres), Suecia y Ca-


nadá (sólo en las mujeres).

Entorno político
Las características del mercado laboral y de la política social pueden atenuar las
desventajas salariales en los países que procuran reducir la desigualdad de ingre-
sos, fomentan una mayor cobertura de la negociación colectiva o socializan los
costos del cuidado por medio del sector público. Por consiguiente, examinamos
primero si la variación transnacional de la desventaja salarial guarda relación con
las diferencias en el reparto de los ingresos. Véase el gráfico 2, en donde yuxta-
ponemos, respecto de todos los países de la muestra, el coeficiente de Gini 16 y el
efecto salarial neto de tener un trabajo de cuidado 17. En los marcadores de país
y en las líneas de tendencia se distingue entre hombres y mujeres. La curva es,
por lo general, negativa: los países que tienen niveles altos de desigualdad (los
Estados Unidos, la Federación de Rusia y México) registran también más minus-
valoración del trabajo de cuidado, y la relación es claramente más firme en las
mujeres que en los hombres. Ahora bien, este patrón no es perfecto: algunos paí-
ses que presentan niveles similares de desigualdad difieren en la desventaja o
ventaja del trabajo de cuidado (Francia y Alemania, por ejemplo) 18.
En segundo lugar, nuestra previsión era que en los países con sistemas de
negociación colectiva más fuertes habría menos desventaja del trabajo de cuida-
do. En el gráfico 3 se traza la relación entre la densidad sindical (el porcentaje
de trabajadores afiliados) y el efecto de pertenecer a la economía del cuidado en
los salarios de los hombres y las mujeres (Visser, 2006) 19. Mientras que esta re-
lación es sólo ligeramente positiva en los hombres, las mujeres de países con ni-
veles mayores de densidad sindical tienen más probabilidades de percibir
salarios superiores por tener un empleo de cuidado. Este resultado llama espe-
cialmente la atención habida cuenta de que utilizamos una medida amplia de la
densidad sindical, basada en los trabajadores en general, no sólo en los de la eco-
nomía del cuidado.
En tercer lugar, otra forma de subsanar las desventajas salariales del cui-
dado es la actuación estatal, que puede medirse por el porcentaje del empleo de

16 Se trata de una cifra clave de la Encuesta de Ingresos de Luxemburgo. Un coeficiente de


Gini de 0,0 indica una igualdad perfecta (todos los habitantes del país reciben el mismo porcentaje
del ingreso total), mientras que un valor de 1,0 indica una desigualdad perfecta (un solo habitan-
te recibe el 100 por ciento del ingreso total, y todos los demás reciben el 0 por ciento).
17 Para estas medidas utilizamos el modelo 4 del cuadro 1, pues el modelo 5 no podía aplicarse
a Finlandia por falta de datos. Los efectos son similares, aunque el modelo 4 infravalora la desventaja
salarial en el Canadá.
18 La bonificación salarial de los varones dedicados al cuidado en Francia es bastante cohe-
rente con el nivel general de desigualdad del país, mientras que la desventaja aguda que sufren las
mujeres del cuidado pone sus remuneraciones aun más por debajo del nivel mencionado de desi-
gualdad.
19 La Federación de Rusia, México y Taiwán (China) no figuran en el gráfico 3 porque no en-
contramos cifras de la densidad de afiliación sindical de estos países comparables con las de los de-
más países considerados en el análisis.
504 Revista Internacional del Trabajo
Salarios de la economía del cuidado 505
506 Revista Internacional del Trabajo

cuidado situado en el sector público. Como demuestran los resultados de nuestra


regresión, trabajar en el sector público bonifica los salarios tanto de los hombres
como de las mujeres que se dedican a esta labor. Donde los servicios de cuidado
están más privatizados, los salarios relativos son, por lo general, más bajos 20. La
prestación pública de los servicios de cuidado puede así atenuar las desventajas
salariales —o, incluso, generar bonificaciones—, pues resuelve la externalidad
que se plantea cuando los beneficiarios no pueden retribuir debidamente a las
personas que les atienden. En el gráfico 4 ponemos en relación la magnitud del
sector público con los efectos salariales de pertenecer a la economía del cuidado.
A diferencia de otros gráficos, en éste se observa que la correlación —moderada
y positiva— es similar en las mujeres y los hombres. Salvo en la Federación de
Rusia (donde el sector público es grande y las desventajas salariales son hondas),
se ve en este gráfico que los trabajadores del cuidado suelen estar mejor remune-
rados en los países con más sostén público al cuidado 21. A la inversa, como indica
con toda claridad este mismo gráfico 4, los países con menos intervención pública
en la economía del cuidado suelen presentar un mayor grado de desventaja (so-
bre todo, en los hombres). No obstante, sigue habiendo algunas incoherencias
complejas que no están suficientemente explicadas. Por ejemplo, en Francia y
Países Bajos el sector público es de tamaño similar, pese a lo cual los hombres del
primero de estos países y las mujeres del segundo gozan de ventajas salariales
cuando se dedican al trabajo de cuidado, mientras que las mujeres del primero y
los hombres del segundo padecen desventajas.
Nuestra hipótesis es que tal vez las políticas sociales y laborales atenúan las
desventajas salariales. Parece ser que la desigualdad de ingresos, la densidad sin-
dical y la magnitud del sector público ayudan a explicar algunas de las desventa-
jas, aunque no todas 22. Ello parece deberse en parte a procesos que, al estar
influidos por circunstancias de género, causan una infravaloración mayor de las
ocupaciones del cuidado. Nuestra mejor respuesta a la pregunta de si las políticas

20 Como es lógico, es posible que no sea así en todas las ocupaciones; los médicos del sector
público tal vez ganen menos que los del privado, mientras que quizás ganen más los cuidadores de
niños pagados por los poderes públicos.
21 La excepción de la Federación de Rusia podría deberse a que todas las empresas en las que
tiene una participación el Estado se clasifican dentro del «sector público». Al eliminar este país, las
líneas de la regresión se hacen mucho más pronunciadas tanto en los hombres como en las mujeres.
En otras palabras, la Federación de Rusia tal vez «reduce» indebidamente el efecto positivo general
del empleo en el sector público sobre los salarios del trabajo de cuidado.
22 Las desventajas o ventajas salariales quizá guarden relación con las diferencias entre los
países en materia de fomento del cuidado por parte de los miembros de la familia (frente a su socia-
lización) o con la tasa de actividad económica femenina, factores ambos que tal vez condicionen el
grado de la «competencia» que oponen los cuidadores familiares. Sin embargo, las desventajas y ven-
tajas que hemos hallado no son congruentes con los porcentajes de mujeres ocupadas que presenta-
mos en el gráfico 1, ni con el nivel de trabajo de cuidado cubierto por las familias que hallamos en
nuestra investigación anterior (Misra, Budig y Moller, 2007). Por ejemplo, tanto en Suecia como
en Alemania aparecen bonificaciones salariales netas (sobre todo, en los trabajadores no profesio-
nales), pero estos dos países difieren ampliamente en cuanto a la prestación directa de los servicios
por el Estado y las subvenciones para que se presten en el seno de la familia (Anttonen y Sipilä,
1996). Así pues, es poco probable que lo único que afecte a los salarios del sector sea la dicotomía
entre servicios socializados y servicios familiares.
Salarios de la economía del cuidado 507
508 Revista Internacional del Trabajo

son importantes es que las que inciden en el mercado laboral lo son, y mucho. Es
evidente que las desventajas salariales son mayores donde hay más desigualdad
de ingresos y el sector público es más reducido. Donde hay menos desigualdad de
ingresos, el sector público es grande y también lo es el gasto público en servicios
de cuidado, los trabajadores del sector pueden resultar incluso bonificados.

Consideraciones finales
Hemos analizado en este artículo si los efectos salariales de trabajar en la econo-
mía del cuidado varían según las características de los países y de sus políticas, y,
en caso de que la respuesta sea afirmativa, qué razones explican esas variaciones.
Encontramos efectivamente diferencias notables entre los países, entre las muje-
res y los hombres, así como otras atribuibles a las características de los trabaja-
dores y a las circunstancias y políticas nacionales. En la mayoría de los casos, la
pertenencia a la economía del cuidado sí que conlleva desventajas salariales,
pero en algunos países no es así: en Suecia tanto los hombres como las mujeres
que prestan cuidados remunerados gozan de una ventaja salarial, como ocurre
también a las mujeres de los Países Bajos y Alemania. Los hombres están perju-
dicados en más países que las mujeres en ocupaciones equivalentes, aunque la
desventaja que sufren las mujeres es más grave. No se trata simplemente de un
problema «de la mujer», pues en el trabajo de cuidado ambos sexos están econó-
micamente desfavorecidos. Estos resultados son importantes para el avance de la
investigación, pues en muchos estudios anteriores de la economía del cuidado se
excluyó a los hombres.
El trabajo de cuidado no está menos remunerado porque sea menos cuali-
ficado. En realidad, parece ser que el hecho de que su capital humano sea mayor
en comparación evita a los trabajadores del cuidado sufrir plenamente los efec-
tos salariales adversos. El trabajo de cuidado no está peor remunerado debido a
que las personas que lo efectúan acepten salarios más bajos porque les guste ha-
cerlo, como se predice en la «tesis de compensación de los diferenciales». Aun-
que el empleo de cuidado se realiza con frecuencia en puestos de trabajo con
características más positivas (como pertenecer al sector público o tener rango
profesional) que los de otros sectores, no ocurre así en un número respetable de
países. Además, las desventajas salariales suelen ser mayores para los trabaja-
dores de nivel profesional y de tiempo completo. Estar empleado en el sector
público beneficia considerablemente a los trabajadores del cuidado, mientras
que pertenecer al sector privado agrava las desventajas salariales o reduce las
bonificaciones.
El trabajo de cuidado quizá está infravalorado por ser un «trabajo femeni-
no», ya que si se considera la segregación por sexo en las ocupaciones las minus-
valoraciones salariales se reducen 23. El trabajo de cuidado se realiza, sobre todo,

23 La causalidad puede ser recíproca: al pagarse menos en la economía del cuidado, es posible
que eviten este tipo de labor los trabajadores varones que tienen más oportunidades laborales, agra-
vando así la segregación por sexo.
Salarios de la economía del cuidado 509

en ocupaciones predominantemente femeninas, y los puestos desempeñados de


manera desproporcionada por mujeres están peor remunerados que los desem-
peñados predominantemente por hombres. Las desventajas del trabajo de cuida-
do se deben en parte a la segregación por sexo, pero no desaparecen cuando ésta
se tiene en cuenta en el análisis.
Una de las aportaciones más interesantes de nuestro estudio radica en el
intento de averiguar, en los diversos países, los efectos de la política sociolaboral
en la remuneración del trabajo de cuidado. Los resultados obtenidos indican fe-
hacientemente que la situación general importa. Los trabajadores tienen más
probabilidades de gozar de bonificaciones salariales si la desigualdad de ingre-
sos es baja, la densidad sindical alta, el sector público grande, y elevado el gasto
público en el cuidado. A la inversa, son más probables las desventajas salariales
allí donde el mercado de trabajo es menos igualitario, hay menos empleo públi-
co y el gasto público en el cuidado es bajo. Como estas conclusiones se basan en
correlaciones entre situaciones distintas y desventajas salariales diversas, cree-
mos que merece la pena seguir profundizando en las correlaciones. Por ejemplo,
mediante modelos de regresión de varios niveles se podría averiguar qué facto-
res del mercado laboral predicen efectos salariales en la economía del cuidado.
Para determinar y valorar las disparidades salariales en el trabajo de cui-
dado deben tenerse en cuenta, sin duda, varios factores institucionales. Una
conclusión muy importante es que los trabajadores del cuidado no sufren siste-
máticamente perjuicios salariales. Aunque son excepciones, en Suecia y, en me-
nor medida, en Alemania no se aprecian signos de la existencia de desventajas y
se observan incluso bonificaciones. Estas excepciones son fundamentales para
entender cómo podrían modificarse las condiciones sociales e institucionales del
trabajo de cuidado para que quienes prestan unos servicios que son esenciales
para el bienestar de la sociedad no se vean perjudicados económicamente por
realizarlos ni se sientan tentados de abandonarlos por completo. Mejorar los sa-
larios de los trabajadores del cuidado servirá para asegurar que este personal
entregado y cualificado siga atendiendo unos servicios que son decisivos para el
mantenimiento de una sociedad sana.

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