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Resumen. El presente artículo versa sobre los salarios de los trabajadores del cuida-
do, es decir, las personas que prestan, en una relación personal, servicios que mejo-
ran la salud, las capacidades o la seguridad de quienes los reciben. Las autoras
comparan la situación reinante en doce países que presentan condiciones económi-
cas y políticas muy distintas. Estos salarios no siempre están infravalorados, pues
hay grandes variaciones internacionales que se deben, ante todo, a las características
de los trabajadores y de los propios puestos de trabajo. Otros factores nacionales que
influyen son las desigualdades salariales, el tamaño del sector público y la fuerza de
los sindicatos.
Derechos reservados © Instituto de Investigaciones de las Naciones Unidas para el Desarrollo Social (UNRISD), 2010
Compilación de la revista y traducción del artículo al español © Organización Internacional del Trabajo, 2010
490 Revista Internacional del Trabajo
1 La excepción eran las enfermeras, que presentaban una ventaja salarial del 8 por ciento.
Salarios de la economía del cuidado 491
2 La remuneración inferior se justifica a veces por la idea de que estos servicios deben pres-
tarse por cariño, de manera desinteresada, por la propia satisfacción de prestarlos y porque no deben
considerarse una mercancía (Folbre y Nelson, 2000).
3 Cuando se exige a los prestadores de los servicios que dediquen menos tiempo a sus tareas
o se incrementa el número de receptores por prestador, se eleva la rotación de trabajadores y des-
ciende la calidad de los servicios (Folbre, 2006, y Harrington Meyer, 2000).
492 Revista Internacional del Trabajo
convierten en ventajoso. Por ejemplo, los Estados pueden aliviar las presiones
económicas que padecen los salarios de los trabajadores subvencionando el cui-
dado o prestándolo directamente. El número de empleados públicos que se de-
dican al cuidado puede ser uno de los indicadores de cómo atienden los Estados
dichas necesidades 4. En comparación con el sector privado, los Estados no sue-
len pagar salarios muy bajos al estar más sometidos al control jurídico y social
(Kearney y Carnevale, 2001). Para Gornick y Jacobs (1998), las exigencias de
cualificaciones y las políticas retributivas de los poderes públicos contribuyen a
igualar los salarios de las mujeres y los hombres. Tales efectos pueden extender-
se también a la disparidad de remuneraciones que existe entre los trabajadores
del cuidado y los de otros sectores.
Es variable el grado de apoyo que prestan las políticas sociales a la activi-
dad de cuidado realizada por la familia, el mercado, el propio sector público o
las entidades sin fines de lucro (Razavi, 2007). Las desventajas salariales de los
trabajadores pueden quizás reducirse si el Estado «socializa», por conducto del
sector público, los costos del cuidado facilitándolo directamente o subven-
cionándolo (Morgan, 2005) 5. Y, a la inversa, si los poderes públicos fomentan la
prestación mercantil de los servicios en una situación de competencia no regla-
mentada, cabe pronosticar que la acción de las fuerzas del mercado terminará
por reducir los salarios de los trabajadores (ibíd., y Daly, 2003b). Examinare-
mos, por tanto, si la remuneración de las ocupaciones del cuidado es mejor —en
relación con las de otras— allí donde son más altos los niveles de prestación pú-
blica de los servicios (que valoraremos según la proporción de trabajo de cuida-
do que realiza el sector público).
Otro factor que puede influir en los salarios relativos de los trabajadores
del cuidado es la situación del mercado laboral. Por ejemplo, en algunos países
las políticas laborales restringen eficazmente la dispersión de los salarios y los ha-
cen más equitativos. De hecho, Blau y Kahn (2003) han demostrado que las dis-
paridades transnacionales de ingresos debidas al género guardan una correlación
positiva con el grado de desigualdad salarial existente en cada país. Por ello exa-
minaremos las correlaciones transnacionales entre los niveles de desigualdad de
ingresos y el efecto salarial neto que ejerce la pertenencia a la economía del cui-
dado. Análogamente, como también los convenios colectivos pueden reducir los
diferenciales de remuneración entre los trabajadores del cuidado y los demás,
analizaremos, en los diversos países, la asociación entre ese efecto neto y la den-
sidad sindical 6.
4 Más adelante estudiaremos los efectos de la prestación pública de los servicios para compro-
bar si ésta mejora los salarios de los trabajadores o refuerza la equidad de género, como se sostiene
en estudios anteriores (Daly, 2003b, y Razavi, 2007).
5 La subvención pública tampoco es la panacea; en los Estados Unidos los trabajadores que
cuidan a ancianos en residencias financiadas por Medicaid perciben salarios muy bajos (England y
Folbre, 2002).
6 Aunque habría sido preferible utilizar la proporción de trabajadores del cuidado cubiertos
por la negociación colectiva, la falta de datos nos obligó a utilizar una medida más amplia como es la
densidad sindical.
Salarios de la economía del cuidado 493
Datos y métodos
Nos valemos de datos de nivel micro de la Encuesta de Ingresos de Luxemburgo
(LIS) correspondiente a los años 1999-2002. Seleccionamos países que presen-
taban estrategias distintas en la economía del cuidado, se hallaban en estadios
diferentes de desarrollo del mercado (capitalistas postindustriales, capitalistas
postsocialistas y economías de mercado en desarrollo) y tenían datos suficien-
tes para construir variables detalladas de ocupación y sector a fin de identificar
a los trabajadores del cuidado. Estos países eran:
• Europa nórdica: Finlandia y Suecia.
• Europa continental: Alemania, Bélgica, Francia y Países Bajos.
• Postsocialistas: Hungría y Federación de Rusia.
• Economías de mercado: Canadá y Estados Unidos.
• En desarrollo: México y Taiwán (China).
Limitamos la muestra a adultos de 18 a 59 años de edad, civiles y ocupados sobre
cuyos ingresos del trabajo hubiera datos válidos. Descartamos a desempleados,
estudiantes, jubilados y otras personas no pertenecientes a la población activa.
La variable dependiente es el logaritmo natural de los ingresos anuales,
transformación que normaliza la distribución de éstos. Recodificamos los valo-
res extremos de los ingresos al 1 y el 90 por ciento de las distribuciones naciona-
les. Utilizar esos datos nos permite interpretar los coeficientes de regresión
(multiplicados por 100) como cambios porcentuales aproximados de los ingre-
sos salariales cuando se modifica en una unidad la variable independiente. Así,
el coeficiente de, por ejemplo, el «trabajo de cuidado», multiplicado por 100, nos
dice en porcentajes aproximados cuánto menos (o más) ganan los trabajadores
del cuidado en comparación con otros. Estas diferencias porcentuales nos sir-
ven, asimismo, para comparar la distancia que separa a los trabajadores del cui-
dado de los de otros sectores entre países con monedas distintas.
Nuestra variable independiente principal es trabajar en la economía del
cuidado, que definimos según el modelo de England, Budig y Folbre (2002).
Concretamente, este trabajo conlleva: a) una interacción personal entre el pres-
tador y el receptor, y b) que mejora o mantiene las capacidades (cognitivas, físi-
cas, emocionales) del segundo. Lo distinguimos de los servicios interpersonales
—categoría más amplia en la que lo esencial no es acrecentar las capacidades del
receptor— para evitar deslizarnos hacia un análisis del sector de los servicios en
general. Nuestra variable de trabajo de cuidado se identifica por la ocupación del
encuestado y el sector al que pertenece. Aunque las clasificaciones detalladas de
ocupaciones y sectores varían según los países, a efectos de identificar mejor a
nuestros trabajadores objetivo hemos cruzado en la mayor medida posible las
diversas categorías 7. Son ocupaciones representativas del cuidado los docentes,
las enfermeras, los trabajadores de servicios personales, los trabajadores religio-
sos y los médicos. Incluimos, asimismo, algunas ocupaciones tradicionalmente
7 Puede solicitársenos un cuadro de las denominaciones de ocupación y sector que están cla-
sificadas como trabajo de cuidado o trabajo asistencial en cada país.
494 Revista Internacional del Trabajo
—sobre todo entre las mujeres— si se estima que este tipo de trabajo es más fácil
de conciliar con las responsabilidades familiares (Budig y England, 2001).
Entre los indicadores de capital humano figura el nivel de la instrucción re-
cibida, para medir el cual utilizamos variables basadas en la Clasificación Inter-
nacional Normalizada de la Educación (CINE), de la UNESCO. La Encuesta de
Ingresos de Luxemburgo ha armonizado internacionalmente estas variables es-
tableciendo tres categorías de nivel educativo: nivel bajo (enseñanza secundaria
inferior), nivel intermedio (de la enseñanza secundaria de segundo ciclo a la for-
mación profesional posterior a la secundaria) y nivel alto (estudios de nivel uni-
versitario o superior). Nuestra categoría de referencia es el nivel bajo.
Las características del puesto de trabajo son si éste es de dedicación com-
pleta o parcial y el número de semanas trabajadas al año. Utilizamos un indi-
cador de dedicación parcial que es igual a 1 si se trabajan 30 horas a la semana
como máximo (Gornick y Meyers, 2003). Pudimos calcular las semanas trabaja-
das al año de todos los países, salvo Francia, México, Suecia y Taiwán (China).
En el caso de Suecia sólo teníamos datos que indicaban la jornada parcial o el
trabajo durante una parte del año (sin distinguir entre ambas situaciones), por
lo que en este país se incluyó únicamente este indicador. Otras características
del puesto de trabajo las hemos plasmado en indicadores dicotómicos sobre los
puestos profesionales y directivos, el trabajo por cuenta propia y empleo en el
sector agrario. Calculamos, asimismo, medidas de ocupación y sector que indi-
can los porcentajes de mujeres ocupadas en el sector público 10. El porcentaje de
empleo femenino en una determinada ocupación o sector nos permitió poner a
prueba las tesis que sostienen que la infravaloración del trabajo de cuidado se
debe a que suele ser femenino. Y el porcentaje de trabajo en el sector público de
una ocupación determinada nos permitió comprobar si el grado de prestación
pública de servicios de cuidado influye en los salarios del cuidado.
Usamos regresiones ponderadas de mínimos cuadrados ordinarios para
analizar el impacto salarial de trabajar en la economía del cuidado (en datos lo-
garítmicos) 11. Estimamos así el efecto salarial de pertenecer a la economía del
cuidado en cada país con modelos anidados que incluían series sucesivas de va-
riables de control teóricamente pertinentes 12. Ello nos permitió comprobar de
qué modo estas series de variables de control explicaban o invalidaban el su-
puesto efecto salarial. Analizamos también por separado las interacciones entre
10 No disponíamos del porcentaje de mujeres por sectores en los casos de Francia y Federa-
ción de Rusia, ni del porcentaje en el sector público en el de Finlandia.
11 Como la actividad económica de las mujeres es selectiva (pues depende de las responsabi-
lidades familiares y del apoyo que reciban por los cuidados no remunerados que prestan) y como la
presencia femenina es desproporcionada en los trabajadores del cuidado, las diferencias entre los
países en cuanto a los efectos salariales del trabajo de cuidado pueden deberse a los diferentes crite-
rios de selección que rigen en ellos la incorporación de las mujeres a la población activa. Para poner
a prueba esta hipótesis calculamos dos modelos de Heckman en dos etapas, utilizando como criterios
de selectividad los ingresos transferidos, otros ingresos de la familia y la presencia de un miembro en
edad preescolar. Esos factores influyen en la selección de las mujeres para el trabajo remunerado,
pero no permiten distinguir entre su incorporación a la economía del cuidado o a otros ámbitos. Por
esa razón presentamos estimaciones de mínimos cuadrados ordinarios ponderadas.
12 Pueden solicitársenos las ecuaciones utilizadas en los modelos de regresión.
496 Revista Internacional del Trabajo
Resultados
Comparación de la situación de los trabajadores
del cuidado entre países y dentro de ellos
En el gráfico 1 presentamos, respecto de todos los países del estudio, los porcen-
tajes de trabajo de cuidado remunerado y femenino en la población ocupada y la
proporción de mujeres en este sector. La línea de color azul oscuro indica el ta-
maño relativo del empleo de cuidado en cada país. En los Estados Unidos, Hun-
gría, México y Taiwán (China) el cuidado representa en el empleo total la mitad
que en Bélgica y Suecia, que son los que arrojan los porcentajes mayores (24 por
ciento). La línea gris indica el porcentaje de mujeres en la población ocupada to-
tal. En los países antes socialistas, las mujeres son por poca diferencia mayorita-
rias en la fuerza de trabajo, mientras que están algo por debajo del 50 por ciento
en los países nórdicos de Europa y en los de América del Norte. En los países en
desarrollo, las mujeres están, en cambio, infrarrepresentadas. La línea de color
azul claro indica el porcentaje de mujeres en el trabajo de cuidado, que varía del
67 al 88 por ciento del total, lo cual demuestra que es una actividad muy mayori-
tariamente femenina. La mayor segregación por sexo en el cuidado remunerado
se da en los países antes socialistas, los países nórdicos y los Estados Unidos. Sin
embargo, no se observa una correlación clara entre la magnitud de la población
activa femenina general y la de mujeres dedicadas al cuidado remunerado. Los
países que cuentan con menos porcentaje femenino en el empleo total —Alema-
nia, Bélgica, México y Taiwán (China)— no tienen proporciones equivalentes de
trabajadoras del cuidado. Y, a la inversa, Hungría, que es el país con menor pro-
porción de trabajadores del cuidado, presenta uno de los porcentajes mayores de
mujeres ocupadas.
No presentamos aquí los resultados que obtuvimos al desagregar por sexos,
respecto de cada país, los trabajadores del cuidado y los de los demás sectores 13.
En el conjunto de los países, los trabajadores del cuidado están más instruidos
que los de otros sectores, y hay entre ellos un número relativo mayor de profesio-
nales (excepto en la Federación de Rusia y Hungría, donde sucede lo contrario).
Dentro de los trabajadores del cuidado, los hombres están más cualificados,
mientras que las mujeres lo están en los demás sectores, lo cual parece indicar
que hay una mayor selectividad positiva entre los hombres para el acceso a los
empleos de cuidado. Habida cuenta que la economía del cuidado cuenta con po-
cos hombres, nos planteamos si éstos acaparaban los puestos mejores. Pues bien,
en la mayoría de los países era más probable encontrar a hombres que a mujeres
esperar que estuvieran mejor remunerados que los de otras ocupaciones, pero, a
pesar de su mayor cualificación, en la mayoría de los países sus salarios no ajus-
tados son más o menos iguales que los de otros sectores. Es posible que esta
minusvaloración se deba a que se encuentran en ocupaciones de predominio
femenino, por lo que analizaremos seguidamente la segregación por sexo y
otros factores que pueden influir en las remuneraciones de los trabajadores del
cuidado.
Hombres
Países nórdicos
Finlandia 18,0 4,9 –11,2 –2,6 n.d.
Suecia –3,8 –12,3 1,1 7,1 8,3
Europa continental
Alemania –7,5 –20,3 –7,1 –3,9 –6,4
Bélgica –3,4 –13,0 –5,0 –2,0 –2,0
Francia 3,9 –5,0 –10,5 –8,3 –10,6
Países Bajos –3,5 –15,0 –10,5 –9,7 –15,6
Países antes socialistas
Hungría 12,6 –11,3 –14,2 –12,5 –11,9
Federación de Rusia 0,9 –15,3 –8,4 –4,9 –2,6
Países de economía de mercado
Canadá 3,1 –5,4 –7,1 3,9 –2,8
Estados Unidos 6,0 –16,5 –16,8 –8,8 –9,7
Países en desarrollo
México 46,9 –1,7 –9,2 –15,6 –21,2
Taiwán (China) 21,5 4,9 –6,6 –6,9 –7,4
Mujeres
Países nórdicos
Finlandia 8,9 1,7 –4,1 2,5 n.d.
Suecia 8,1 2,5 19,4 23,8 30,0
Europa continental
Alemania 21,5 8,1 1,0 16,1 9,3
Bélgica 5,4 –7,1 –5,0 –3,9 –2,4
Francia –20,4 –32,0 –32,9 –29,0 –29,0
Países Bajos 31,5 14,4 10,5 15,9 11,8
Países antes socialistas
Hungría 9,3 –16,9 –24,9 –20,9 –21,2
Federación de Rusia –18,3 –30,2 –19,3 –14,8 –11,0
Países de economía de mercado
Canadá 23,3 11,3 –1,0 1,9 –15,0
Estados Unidos 12,0 –8,0 –9,3 –1,2 0,9
Países en desarrollo
México –7,1 –36,5 –38,6 –48,2 –43,7
Taiwán (China) 18,3 4,8 –12,0 –14,6 –15,8
Notas: Los efectos que son significativos (p < 0,05 en pruebas bilaterales) se destacan en negrita.
* El modelo 1 incluye características demográficas y de estructura de la familia; en el modelo 2 se añade el capital
humano; en el modelo 3 se añaden todas las características de los puestos de trabajo, salvo los porcentajes de
mujeres por ocupación, por sector y en el sector público; en el modelo 4 se añade el porcentaje de mujeres por
ocupación y por sector, y en el modelo 5 se añade el porcentaje de pertenecientes al sector público por ocupación.
500 Revista Internacional del Trabajo
14 El factor de inflación de la varianza era como mucho de 2,0 en todos los modelos, lo que
indicaba que no existía multicolinealidad.
Salarios de la economía del cuidado 501
Países nórdicos
Finlandia — — — —
Suecia 7,1 7,1 9,0 28,9
Europa continental
Alemania –43,6 7,4 9,3 9,3
Bélgica –2,0 –2,0 –2,4 –2,4
Francia –18,0 –3,2 –37,8 –17,4
Países Bajos –22,1 –1,0 15,9 15,9
Países antes socialistas
Hungría –11,9 –11,9 –21,2 –21,2
Federación de Rusia –49,6 2,1 –47,3 –10,9
Países de economía de mercado
Canadá –6,1 13,2 –15,0 –15,0
Estados Unidos –9,7 –9,7 1,7 –7,6
Países en desarrollo
México –6,9 –6,9 –66,9 –30,7
Taiwán (China) –2,0 –17,1 –15,8 –15,8
Notas: Los efectos que son significativos (p < 0,05 en pruebas bilaterales) se destacan en negrita. Los coeficientes
se han calculado sobre la base de modelos interactivos.
también las diferencias de desventaja salarial por horas de trabajo y rango pro-
fesional). Nuestra previsión era que el trabajo de cuidado estaría mejor remu-
nerado en el sector público que en el privado debido a la subvención oficial.
En este cuadro se ven los efectos netos de trabajar en el sector público o en
el privado, y, en ambos casos, de ser hombre o mujer 15. En los hombres, el em-
pleo de cuidado en el sector privado conlleva casi siempre una desventaja sala-
rial, salvo en Suecia, donde la remuneración es más alta. El perjuicio asciende al
50 por ciento de la remuneración anual en la Federación de Rusia y al 44 por
ciento en Alemania, lo cual se debe posiblemente a que en esos países la asisten-
cia sanitaria es de carácter público. Estos niveles de desventaja son sorprenden-
tes si pensamos en las variables de control del modelo relativas al nivel de
instrucción y a las características del puesto de trabajo. Entre los países que
muestran una desventaja salarial de los trabajadores varones del sector privado,
la pertenencia al sector público subsana por completo la desventaja o la reduce
de manera sustancial en Alemania, Canadá, Federación de Rusia, Francia y Paí-
ses Bajos. En los Estados Unidos y México, la desventaja salarial de los hombres
es la misma en el sector público y en el privado. Por último, en Taiwán (China) el
15 Todos los modelos del cuadro 2 incluyen las variables de control del modelo 4 del cuadro 1.
502 Revista Internacional del Trabajo
Entorno político
Las características del mercado laboral y de la política social pueden atenuar las
desventajas salariales en los países que procuran reducir la desigualdad de ingre-
sos, fomentan una mayor cobertura de la negociación colectiva o socializan los
costos del cuidado por medio del sector público. Por consiguiente, examinamos
primero si la variación transnacional de la desventaja salarial guarda relación con
las diferencias en el reparto de los ingresos. Véase el gráfico 2, en donde yuxta-
ponemos, respecto de todos los países de la muestra, el coeficiente de Gini 16 y el
efecto salarial neto de tener un trabajo de cuidado 17. En los marcadores de país
y en las líneas de tendencia se distingue entre hombres y mujeres. La curva es,
por lo general, negativa: los países que tienen niveles altos de desigualdad (los
Estados Unidos, la Federación de Rusia y México) registran también más minus-
valoración del trabajo de cuidado, y la relación es claramente más firme en las
mujeres que en los hombres. Ahora bien, este patrón no es perfecto: algunos paí-
ses que presentan niveles similares de desigualdad difieren en la desventaja o
ventaja del trabajo de cuidado (Francia y Alemania, por ejemplo) 18.
En segundo lugar, nuestra previsión era que en los países con sistemas de
negociación colectiva más fuertes habría menos desventaja del trabajo de cuida-
do. En el gráfico 3 se traza la relación entre la densidad sindical (el porcentaje
de trabajadores afiliados) y el efecto de pertenecer a la economía del cuidado en
los salarios de los hombres y las mujeres (Visser, 2006) 19. Mientras que esta re-
lación es sólo ligeramente positiva en los hombres, las mujeres de países con ni-
veles mayores de densidad sindical tienen más probabilidades de percibir
salarios superiores por tener un empleo de cuidado. Este resultado llama espe-
cialmente la atención habida cuenta de que utilizamos una medida amplia de la
densidad sindical, basada en los trabajadores en general, no sólo en los de la eco-
nomía del cuidado.
En tercer lugar, otra forma de subsanar las desventajas salariales del cui-
dado es la actuación estatal, que puede medirse por el porcentaje del empleo de
20 Como es lógico, es posible que no sea así en todas las ocupaciones; los médicos del sector
público tal vez ganen menos que los del privado, mientras que quizás ganen más los cuidadores de
niños pagados por los poderes públicos.
21 La excepción de la Federación de Rusia podría deberse a que todas las empresas en las que
tiene una participación el Estado se clasifican dentro del «sector público». Al eliminar este país, las
líneas de la regresión se hacen mucho más pronunciadas tanto en los hombres como en las mujeres.
En otras palabras, la Federación de Rusia tal vez «reduce» indebidamente el efecto positivo general
del empleo en el sector público sobre los salarios del trabajo de cuidado.
22 Las desventajas o ventajas salariales quizá guarden relación con las diferencias entre los
países en materia de fomento del cuidado por parte de los miembros de la familia (frente a su socia-
lización) o con la tasa de actividad económica femenina, factores ambos que tal vez condicionen el
grado de la «competencia» que oponen los cuidadores familiares. Sin embargo, las desventajas y ven-
tajas que hemos hallado no son congruentes con los porcentajes de mujeres ocupadas que presenta-
mos en el gráfico 1, ni con el nivel de trabajo de cuidado cubierto por las familias que hallamos en
nuestra investigación anterior (Misra, Budig y Moller, 2007). Por ejemplo, tanto en Suecia como
en Alemania aparecen bonificaciones salariales netas (sobre todo, en los trabajadores no profesio-
nales), pero estos dos países difieren ampliamente en cuanto a la prestación directa de los servicios
por el Estado y las subvenciones para que se presten en el seno de la familia (Anttonen y Sipilä,
1996). Así pues, es poco probable que lo único que afecte a los salarios del sector sea la dicotomía
entre servicios socializados y servicios familiares.
Salarios de la economía del cuidado 507
508 Revista Internacional del Trabajo
son importantes es que las que inciden en el mercado laboral lo son, y mucho. Es
evidente que las desventajas salariales son mayores donde hay más desigualdad
de ingresos y el sector público es más reducido. Donde hay menos desigualdad de
ingresos, el sector público es grande y también lo es el gasto público en servicios
de cuidado, los trabajadores del sector pueden resultar incluso bonificados.
Consideraciones finales
Hemos analizado en este artículo si los efectos salariales de trabajar en la econo-
mía del cuidado varían según las características de los países y de sus políticas, y,
en caso de que la respuesta sea afirmativa, qué razones explican esas variaciones.
Encontramos efectivamente diferencias notables entre los países, entre las muje-
res y los hombres, así como otras atribuibles a las características de los trabaja-
dores y a las circunstancias y políticas nacionales. En la mayoría de los casos, la
pertenencia a la economía del cuidado sí que conlleva desventajas salariales,
pero en algunos países no es así: en Suecia tanto los hombres como las mujeres
que prestan cuidados remunerados gozan de una ventaja salarial, como ocurre
también a las mujeres de los Países Bajos y Alemania. Los hombres están perju-
dicados en más países que las mujeres en ocupaciones equivalentes, aunque la
desventaja que sufren las mujeres es más grave. No se trata simplemente de un
problema «de la mujer», pues en el trabajo de cuidado ambos sexos están econó-
micamente desfavorecidos. Estos resultados son importantes para el avance de la
investigación, pues en muchos estudios anteriores de la economía del cuidado se
excluyó a los hombres.
El trabajo de cuidado no está menos remunerado porque sea menos cuali-
ficado. En realidad, parece ser que el hecho de que su capital humano sea mayor
en comparación evita a los trabajadores del cuidado sufrir plenamente los efec-
tos salariales adversos. El trabajo de cuidado no está peor remunerado debido a
que las personas que lo efectúan acepten salarios más bajos porque les guste ha-
cerlo, como se predice en la «tesis de compensación de los diferenciales». Aun-
que el empleo de cuidado se realiza con frecuencia en puestos de trabajo con
características más positivas (como pertenecer al sector público o tener rango
profesional) que los de otros sectores, no ocurre así en un número respetable de
países. Además, las desventajas salariales suelen ser mayores para los trabaja-
dores de nivel profesional y de tiempo completo. Estar empleado en el sector
público beneficia considerablemente a los trabajadores del cuidado, mientras
que pertenecer al sector privado agrava las desventajas salariales o reduce las
bonificaciones.
El trabajo de cuidado quizá está infravalorado por ser un «trabajo femeni-
no», ya que si se considera la segregación por sexo en las ocupaciones las minus-
valoraciones salariales se reducen 23. El trabajo de cuidado se realiza, sobre todo,
23 La causalidad puede ser recíproca: al pagarse menos en la economía del cuidado, es posible
que eviten este tipo de labor los trabajadores varones que tienen más oportunidades laborales, agra-
vando así la segregación por sexo.
Salarios de la economía del cuidado 509
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