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ELÍAS AMAYA NÚÑEZ

HISTORIA DE LA ENERGÍA
SOLAR
50 AÑOS DE INVESTIGACIÓN Y DESARROLLO
TECNOLÓGICO EN LA UNI

UNIVERSIDAD
NACIONAL DE
INGENIERÍA
CENTRO DE
HISTORIA UNI

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ELÍAS AMAYA NÚÑEZ

HISTORIA DE LA ENERGÍA SOLAR


50 AÑOS DE INVESTIGACIÓN Y DESARROLLO
TECNOLÓGICO EN LA UNI

UNIVERSIDAD
NACIONAL DE
INGENIERÍA
CENTRO DE
HISTORIA UNI

Con la colaboración de:

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HISTORIA DE LA ENERGÍA SOLAR. 50 AÑOS DE INVESTIGACIÓN Y
DESARROLLO TECNOLÓGICO EN LA UNI
© Edición virtual

Dr. Jorge Alva Hurtado


Rector UNI
Dr. Gilberto Becerra Arévalo
Vicerrector Académico
Dr. Walter Estrada López
Vicerrector de Investigación
Prof. Alvaro Montaño Freire
Jefe EDUNI

HISTORIA DE LA ENERGÍA SOLAR. 50 AÑOS DE INVESTIGACIÓN Y


DESARROLLO TECNOLÓGICO EN LA UNI
Primera edición virtual, octubre de 2020

© Elías Amaya Núñez

© Derechos de edición

Universidad Nacional de Ingeniería


Fondo Editorial EDUNI
Av. Túpac Amaru 210, Rímac - Lima
Teléfono: 4814196
Central telefónica: 4811070 Anexos 7500 y 7501
Correo: fondoeditorial@uni.edu.pe

Editado por Universidad Nacional de Ingeniería – Fondo Editorial EDUNI


Av. Túpac Amaru 210, Rímac, Lima – Perú

Hecho el depósito legal en la Biblioteca Nacional del Perú N°

ISBN

Prohibida la reproducción de este libro por cualquier medio, total o


parcialmente, sin permiso expreso del autor.

Foto de portada: Implementación de un secador solar por el Grupo de energía solar del
Departamento de Energía y Mecánica a inicios de los años 80.

iv
Saludo

“Esta obra de Elías Amaya tiene la virtud,


además de su propio contenido,
de revelar una potencialidad del Perú
de extraordinario valor,
muy poco apreciada y menos aprovechada
con racionalidad técnica.
En este contexto servirá,
sin ninguna duda,
como repositorio primordial
a todos y a cada uno
de los que requieran conocer
los detalles de la energía solar
y sus aplicaciones técnicas necesarias
para contribuir con el desarrollo
de los sectores menos favorecidos del Perú.
¡Gran acierto de JI López Soria!”

Rafael Leonardo Espinoza Paredes


Director del CER-UNI.

v
vi
Índice

INTRODUCCIÓN........................................................................................................... 3

CAPÍTULO 1

PRIMERAS APROXIMACIONES AL ESTUDIO DE LA ENERGÍA SO-


LAR (1960-1969)

1.1 La problemática energética de los años 60.............................................................. 9


1.2 La UNI ante las demandas industriales y energéticas............................................14
1.3 El Instituto de la Energía, los ingenieros mecánicos y la energía solar.............. 19

CAPÍTULO 2
FORTALECIMIENTO DE LAS INVESTIGACIONES Y LAS APLICA-
CIONES DE LA ENERGÍA SOLAR (1970-1983)

2.1 Panorama industrial, los institutos sectoriales y la universidad............................29


2.2 La energía solar en el ITINTEC y en la UNI.........................................................33
2.3 Grupos de investigación de energía solar de la UNI.............................................43
2.3.1 El interés de los físicos por la energía solar..........................................................46
2.3.2 El estudio de la energía solar por los expertos en energía y mecánica.............55
2.3.3 Los inicios de la arquitectura bioclimática............................................................59

vii
CAPÍTULO 3

LA INSTITUCIONALIZACIÓN DE LA ENERGÍA SOLAR EN LA UNI


(1984-2010)

3.1 Una etapa de tránsito: universidad e investigación en la década de 1980...........63

3.2 Los grupos de investigación se unen: el Proyecto de Secado Solar.....................67

3.3 El CER-UNI (1990-2010)..........................................................................................76

3.3.1 Aspectos generales de sus dos primeras décadas de desarrollo.........................79

3.3.2 Los proyectos de investigación...............................................................................82


. Taquile, un ejemplo de electrificación fotovoltaica exitosa (Puno)............83
Desarrollo productivo y confort térmico en comunidades rurales...........86

CONCLUSIONES.........................................................................................................89
ARCHIVO FOTOGRÁFICO......................................................................................91
ANEXOS........................................................................................................................ 101
BIBLIOGRAFÍA............................................................................................................111

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SIGLAS EMPLEADAS

APES Asociación Peruana de Energía Solar

CER-UNI Centro de Energías Renovables

COFIDE Corporación Financiera de Desarrollo

CONCYTEC Concejo Nacional de Ciencia y Tecnología

CONI Consejo Nacional de Investigación

CONIMERA Congreso Nacional de Ingeniería Mecánica, Eléctrica y


ramas afines.

CYTED Programa Iberoamericano de Ciencia y Tecnología para el


Desarrollo

FIME Facultad de Ingeniería Mecánica y Eléctrica (Actual FIM)

FINCyT Fondo para la Innovación, la Ciencia y la Tecnología

GTZ Deutsche Gesellschaft für Technische Zusammenarbeit o


Sociedad Alemana para la Cooperación Técnica

IGI Instituto General de Investigación

INAEN Instituto de Investigaciones de Aplicaciones de las Ener-


gías Naturales

ITINTEC Instituto de Investigación Tecnológica y de Normas Técni-


cas

MEM Ministerio de Energía y Minas

MERyEE Maestría en Ciencias en Energías Renovables y Eficiencia


Energética de la Facultad de Ciencias

PAE Programa de Ahorro de Energía

PENC Programa de Energías No Convencionales

PSS Proyecto de Secado Solar

SEPES Segunda Especialización Profesional en Energía Solar

1
SFC Sistema Fotovoltaico Comunal

SFD Sistemas Fotovoltaicos Domiciliarios

SPES Simposios Peruanos de Energía Solar

2
INTRODUCCIÓN

A comienzos del año 2018, las máximas autoridades del Estado y el empresariado
privado inauguraron la Central de Energía Rubí, “la planta solar más grande del
Perú”. Ubicada en el sur del país, en Moquegua, esta planta compuesta por más de
medio millón de paneles fotovoltaicos se encargaría de transformar la intensa ra-
diación solar, tan característica de esa región, en electricidad. Según los cálculos del
Ministerio del Ambiente, los 440 GWh de energía eléctrica producidos al año por la
central alcanzarían para dotar de energía limpia, “con cero emisiones de carbono y
cero contaminantes locales”, a más de 350 000 hogares carentes de este recurso1. A
la Central Rubí se sumaron otras entidades y grupos que promovieron intensamen-
te el desarrollo y uso de dispositivos solares para la obtención de energía. Trenes,
mototaxis y “carros emolienteros solares”, estaciones de recarga de baterías que em-
plean la radiación solar, viviendas rurales y urbanas con suministro de energía solar
y termas solares para instituciones educativas altoandinas son solo algunos de los
dispositivos que han surgido en los últimos años bajo una aparente aura de innova-
ción. “Aparente” porque el aprovechamiento racional de la energía solar en el Perú
no es una acción propia de nuestro siglo, sino que encuentra sus raíces, al menos en
Lima, en la segunda mitad del siglo XX. Antes de pasar a detallar el contenido de
esta investigación, creemos conveniente realizar una síntesis sobre el devenir de la
energía en la historia de la civilización humana.

La energía se puede definir como la capacidad para hacer trabajo. A esto también se
puede añadir otras características que parten de su esencia, como su omnipresencia
en el universo y su capacidad de transformación en otras formas de energía. Como
lo indica su más famoso postulado: “la energía no se crea ni se destruye, solo se
transforma”. En todo caso, cada materia en el mundo está compuesta de energía.
Especialmente, los seres humanos requieren de ella para su existencia y su vida en
sociedad, tanto para cubrir sus necesidades básicas como hacer posible el despliegue
pleno de sus capacidades. Sin embargo, para el hombre no ha sido tarea fácil apro-
vechar la energía de la naturaleza. Para ello, no solo tuvo que tener un conocimiento
sustancial sobre sus recursos, también necesitó de “convertidores”, medios “bioló-

1 Ministerio del Ambiente (21-03-2018). “Inauguración planta solar más grande de país como parte de la
respuesta peruana al cambio climático”. Ministerio del Ambiente. Recuperado de http://www.minam.gob.pe/no-
tas-de-prensa/inauguran-planta-solar-mas-grande-del-pais-como-parte-de-la-respuesta-peruana-al-cambio-climatico

3
gicos” e “inanimados” que le permitieron transformar los recursos energéticos en
formas que podía dominar y emplear. La eficiencia de los convertidores al explotar
las sustancias del medio natural es uno de factores que marcan el ritmo de progreso
de la civilización humana.

En el despliegue de la humanidad se pueden distinguir dos procesos o “revolucio-


nes” que muestran esa relación estrecha y dinámica que existe entre su desarrollo y
la explotación de los recursos energéticos. De acuerdo con Marco Cipolla (2000),
estos procesos fueron la revolución agrícola y la revolución industrial, que se carac-
terizaron en determinados momentos de la historia de la civilización humana por su
intensidad en el dominio, empleo, eficiencia e inversión de ciertos recursos en favor
de la generación de energía en sus múltiples variantes2. En el largo proceso que sig-
nificó la revolución agrícola, el ser humano se hizo del dominio y aprovechamiento
de recursos o convertidores biológicos, principalmente del consumo y utilización de
plantas y animales y sus derivados, que le otorgó una gama de energías (mecánica,
calorífica, química, etc.) de las que antes no disponía con tanta facilidad. A pesar de
que las sociedades preindustriales gozaron de una producción creciente de energía
al grado de generar pequeños excedentes que beneficiaron a una reducida élite, estos
alcances resultaron limitados y solo llegaron a cubrir las necesidades primarias de
la población mayoritaria. Este panorama cambiaría a finales del siglo XVIII, con la
revolución industrial.

Si en el devenir agrícola el hombre llegó a controlar e incrementar la gama de con-


vertidores biológicos, en el desarrollo de la revolución industrial se ampliaron esos
recursos a través de convertidores inanimados que facilitaron la explotación de nue-
vas fuentes de energía a un ritmo y eficacia jamás vistos en el pasado. Los com-
bustibles fósiles se convirtieron en la fuente por excelencia de esta etapa. Tanto el
carbón como el petróleo y sus derivados pasaron a ser los elementos estratégicos
en el surgimiento, difusión y consolidación de la revolución industrial. Por medio
de dispositivos tecnológicos (como la máquina de vapor, el motor de combustión y
toda una estirpe de artefactos que seguían el principio de liberar la carga calorífica
de los combustibles y transformarla) se produjo una rápida expansión de la energía
disponible en el mundo. Con el dominio y producción de la energía eléctrica, estos
recursos aumentaron; ampliando aún más su utilización. El impacto de la energía
proveniente de los combustibles y de la electricidad, pronto se hizo notar en la
calefacción e iluminación de los hogares, en los diferentes medios de transportes
(trenes, automóviles y tranvías) y de comunicación (telégrafo y el teléfono) que redu-

2 Según McNeill, en cada proceso revolucionario existió el dominio de un determinado “régimen de


energía” al que calificó como “somático” y “exosomática” (2003: 36-41).

4
jeron las distancias y el tiempo de traslado, en la electrificación de las grandes urbes
y la dotación fluida de este recurso, en la intensificación de las actividades produc-
tivas, entre otros. Si antes se habían cubierto las necesidades primarias, ahora, con
el excedente energético y el desarrollo científico y tecnológico se lograba, por un
lado, satisfacer los requerimientos domésticos proveyendo de bienestar y confort a
la población, y, por el otro, impulsar el desarrollo de las naciones.

Desde mediados del siglo XIX, la producción mundial de energía inanimada creció
exponencialmente, y mantuvo un ritmo vertiginoso y constante en las posteriores
décadas. El incremento tuvo su razón de ser en el posicionamiento de los hidrocar-
buros como la fuente de energía hegemónica del mundo moderno en desmedro de
las fuentes naturales y de los convertidores biológicos. El carbón, que había ocupa-
do un lugar preeminente en el despliegue de la revolución industrial, quedó despla-
zado por el petróleo a lo largo del siglo XX. La mejora en los procedimientos de
exploración, explotación y distribución, el descubrimiento de grandes yacimientos
en el mundo, entre otros factores, intensificó el desarrollo de la industria petrolera y
su inserción en las principales ramas de la producción. Además, el gas natural tomó
una mayor presencia en el abanico de los recursos disponibles. Si bien la energía hi-
dráulica, por medio de las centrales hidroeléctricas, desempeñó un rol relevante en
la producción de electricidad, esta última aún dependía de los combustibles fósiles
(Trevor, 1987: 37-38). En síntesis, la matriz energética de la primera mitad del siglo
XX estuvo dominada por los hidrocarburos.

A medida que el mundo dependía cada vez más de los combustibles y el escenario
internacional pasaba a tomar un nuevo orden, a consecuencia del impacto de las
guerras mundiales, fue surgiendo una mayor toma de conciencia sobre su significa-
do estratégico y sus límites materiales. Al derivar de un largo y complejo proceso de
transformación de restos orgánicos, que supera enormemente el tiempo de vida del
ser humano, las fuentes fósiles son consideradas como “no renovables” y, por ello,
agotables. Aunque los expertos advertían un posible agotamiento de estos recursos
en un futuro cercano, eventos como la crisis de Suez de 1956 y, especialmente, la
crisis energética de la década de 1970, desnudaron la precariedad material y el falso
control que tenían las potencias mundiales sobre el petróleo. A esto cabe añadir el
surgimiento de tímidas denuncias contra la contaminación ambiental que dejaba tras
de sí la intensa combustión de los hidrocarburos. Ante esta coyuntura que marcó
las primeras décadas de la segunda mitad del siglo XX, se dio curso a una nueva es-
trategia que, manteniendo el rol hegemónico del petróleo, buscara ampliar la matriz

5
energética con recursos abundantes y limpios. Una de las más importantes medidas
impulsadas fue el estudio racional de las fuentes de energías naturales (Trevor, 1987:
39-40).

Al ser recursos renovables e inagotables, pues proceden directamente del medio


natural, estas energías (solar, eólica, biomasa, hidráulica, geotérmica, entre otras) se
convirtieron en una alternativa sostenible para complementar la producción energé-
tica mundial, a través de su uso en determinados espacios y actividades en donde las
fuentes convencionales no se atrevían a llegar de manera consistente. Desde finales
del siglo XIX e inicios del XX, se fue desarrollando un conocimiento cada vez más
profundo sobre los recursos naturales, y su aprovechamiento pasó a tecnificarse por
medio de artefactos de simples o complejas composturas. Sin embargo, es a partir
de la segunda mitad del siglo XX cuando las energías renovables adquieren una ma-
yor relevancia y se intensifica su investigación en centros especializados.

La investigación y aplicación de la energía solar en el Perú forman parte de esa


búsqueda de nuevas alternativas energéticas que surgen en el mundo desde los años
50. Aunque existan antecedentes que remontan su aprovechamiento técnico en el
país a inicios del siglo XX, como es el caso de los calentadores solares de agua de la
ciudad de Arequipa, en esta investigación prestamos atención a su estudio racional
y tecnificado impulsado en espacios institucionales del medio local. Por ser un tema
escasamente explorado3, pero de amplias perspectivas, tomamos como estudio de
caso lo emprendido por los especialistas de la Universidad Nacional de Ingeniería
(UNI), fundamentalmente ingenieros, físicos y arquitectos, en alrededor de 50 años
de actividad profesional. La UNI, como principal órgano nacional de formación
de profesionales técnicos y estrechamente vinculada con las necesidades materiales
del país, fue pionera en el estudio técnico de la energía solar a través de la investi-
gación, la formación de especialistas y la realización de proyectos experimentales y
aplicativos. Esta casa de estudios y sus expertos delinearon el carácter que las inves-
tigaciones sobre el campo de las energías renovables mantendrían posteriormente,
orientándolas al desarrollo social de las regiones altoandinas.

En este trabajo se privilegia el proceso de institucionalización de la investigación y


aplicación de la energía solar en la UNI. Se trata de mostrar a través de un periodo
de tiempo de mediana duración, la inserción y el desarrollo de esta fuente de energía
en el ámbito universitario y su proyección a la sociedad. Para este fin, nos centramos
en el surgimiento de instituciones (institutos, grupos de investigación, sociedades y

3 Para el caso, se pueden consultar el artículo de Andrés Federico Coz titulado “La energía solar en el Perú”
(1983) y los apartados “Energía solar” y “La energía y las máquinas”, de los libros 50 años de la Facultad de Ciencias (2010)
e Historia de la UNI. Volumen IV (2012), respectivamente.

6
cursos universitarios), eventos académicos (simposios, congresos, ponencias, etc.),
producción letrada (tesis, revistas, boletines, entre otros), y, sobre todo, proyectos de
investigación vinculados al campo energético solar. En este sentido, establecemos
como marco cronológico un periodo que parte de 1960, cuando se discute la proble-
mática energética nacional y, luego, se crea el Instituto de la Energía, hasta el 2010,
año en que el primer centro de investigación en energías renovables de la UNI, el
CER-UNI, cumple dos décadas de existencia.

La presente investigación se compone de tres capítulos que abarcan la segunda mi-


tad del siglo XX y parte del XXI. El primero de ellos (1960-1969) se centra en los
estudios emprendidos por el Grupo de Energía Solar del Instituto de la Energía
y los ingenieros de la Facultad de Ingeniería Mecánica y Electricidad (FIME) du-
rante el decenio de 1960. Se destaca la manera en la que los ingenieros mecáni-
cos enfrentaron la ausencia de datos vinculados al aprovechamiento de la energía
solar y cómo esa respuesta definió las características que tendrían los posteriores
proyectos de investigación en esta materia. En el segundo capítulo (1970-1983) se
describe la respuesta que los profesionales de la UNI brindaron para sostener sus
investigaciones en el campo de la energía solar ante las dificultades producidas por
la reforma universitaria de 1969. Así, se analizan los proyectos emprendidos por el
ITINTEC y, posteriormente, por los grupos de investigación en energía solar de los
Departamentos Académicos de Física, de Energía y Mecánica, y de Arquitectura y
Urbanismo de la UNI. El último capítulo (1984-2010) está dedicado al estudio de la
institucionalización de la investigación de la energía solar. Para explicar ese proceso
se hace seguimiento al Proyecto de Secado Solar iniciado en 1984 e impulsado por
los miembros de los grupos de investigación anteriormente mencionados; y, tras la
experiencia colectiva, exponemos sucintamente los primeros 20 años de desarrollo
del Centro de Energías Renovables y Uso Racional de la Energía (CER-UNI).

Uno de los principales inconvenientes que tuvimos al emprender esta investigación


estuvo relacionado con las fuentes documentales. Si bien se contó con los valiosos
archivos del Centro de Historia UNI y del CER-UNI, y con los repositorios biblio-
gráficos de las facultades de Ciencias, de Ingeniería Mecánica y de Arquitectura,
Urbanismo y Artes de la UNI, estos muchas veces fueron insuficientes para analizar
casos concretos, el más resaltante de estos fue el de los proyectos solares ejecutados
por los expertos. Aun así, pudimos delinear sus características generales, y resaltar
sus principales aportes y su contribución al medio en donde se ejecutaron. Las
entrevistas a personajes clave en el desenvolvimiento académico de la energía solar
ayudaron a complementar ciertos datos y, en algunos casos, a superar los inconve-
nientes citados. Cabe resaltar que el objetivo de este libro es brindar un panorama

7
general del desenvolvimiento del estudio y aplicación de la energía solar a través
del caso de la UNI y, además, incentivar la indagación histórica en un campo como
el de las energías renovables que aún carecen de investigaciones más detalladas y
descentralizadas.

Agradecemos al doctor José Ignacio López Soria, director del Centro de Historia
UNI, por su asesoría y apoyo constante y entusiasta en esta investigación; al equipo
de trabajo del CER-UNI, especialmente a los profesionales que la lideran, al inge-
niero Rafael Espinoza y al físico Manfred Horn, quienes nos brindaron su valioso
testimonio, y al personal técnico que hace posible su funcionamiento, sobre todo
a Judith Alejandro y a Erick Alfaro, por habernos proporcionado información y
guiarnos en su archivo institucional; a los ingenieros Isaías Flit, Javier Verástegui y,
principalmente, Alfredo Oliveros, quienes accedieron con mucha amabilidad a ser
entrevistados en varias oportunidades; y, por último, al personal de las bibliotecas de
las Facultades de Ingeniería Mecánica, Ciencias y Arquitectura, Urbanismo y Artes
de la UNI. Esta investigación ha sido posible gracias al constante apoyo del Vice-
rrectorado de Investigación de la UNI.

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CAPÍTULO 1

PRIMERAS APROXIMACIONES AL ESTUDIO DE LA ENERGÍA

SOLAR (1960-1969)

1.1 La problemática energética de los años 60


En la década de 1960 surgió desde la opinión pública y especializada una mayor
preocupación por los recursos energéticos. Una peculiar coyuntura que enlazaba el
cambio de rumbo que el Estado intentaba dar al sector productivo, las crecientes de-
mandas sociales capitalinas y la problemática que rodeó al principal recurso genera-
dor de energía en el país, el petróleo, entre otros factores, fueron los detonantes que
situaron en la palestra pública el tema energético. Autoridades estatales, profesiona-
les técnicos y científicos, empresarios, economistas y otros agentes con injerencia
directa en el ramo industrial discutieron amplia y calurosamente en diversos foros y
congresos la cuestión energética nacional. Una de las propuestas innovadoras de la
época fue la búsqueda de una matriz de energía que no se redujera únicamente a los
combustibles fósiles.

Desde los años 40, el país fue escenario de una “explosión demográfica”. La reduc-
ción de la tasa de mortalidad y una relativamente alta tasa de nacimientos, tempranos
efectos de un mayor control sobre las enfermedades infecciosas y del mejoramiento
de la infraestructura sanitaria, provocaron un auge demográfico sin antecedentes en
la historia peruana. Si en 1940 se habían contabilizado 6 500 000 de habitantes, esta
cifra se duplicó tres décadas después, como lo registra el censo de 1972 que arroja
la cifra de 13 500 000 (Contreras y Cueto, 2015: 314). Las ciudades costeras, espe-
cialmente la capital, serían el espacio que albergaría a gran parte de esta creciente
población. Los problemas que afectaron al sector agrícola (estancamiento de su
producción, movimientos campesinos, reforma agraria inconclusa e ineficiente, etc.)
y la esperanza por mejorar su calidad de vida a través del acceso a ciertos servicios,
como la educación, además de otros factores, propiciaron que los pobladores del
campo emigraran a las ciudades y, a la vez, de la sierra a la costa. Lima fue el epicen-
tro de llegada y, por ello, escenario de intensas transformaciones urbanas. Ante una
ciudad que físicamente no estaba preparada para recibirlos, los inmigrantes tuvieron
que agenciarse constituyendo asentamientos precarios e informales, mayormente
conocidos como “barriadas” o “pueblos jóvenes”, tanto al interior del perímetro

9
urbano como en sus márgenes. Como es de imaginarse, estas barriadas carecían de
cualquier tipo de planificación y, por ende, de una infraestructura y medios que cu-
brieran sus necesidades básicas de salud, vivienda, educación, alimentación y trans-
porte, entre otros. A esto, cabe añadir las demandas materiales de una emergente
clase media que se posicionaba cada vez más en el medio social. Era imprescindible,
entonces, la ejecución de obras públicas que pudieran resolver estas carencias. Los
problemas de gran masa y sus requerimientos fueron percibidos como un proble-
ma social que debía ser atendido por el Estado, pero fueron también considerados
como un estímulo para el desarrollo de un mercado interno que sustentara el surgi-
miento de una industria nacional (Jaramillo y Huamán, 2014: 221).

Aunque inicialmente indiferente a diversificar el sistema productivo y más bien a fin


a una economía primaria exportadora, dependiente de capital foráneo, el gobierno,
ante la recesión de la economía a mediados de los años 50, se vio obligado a pres-
tar mayor atención al desarrollo de una industria nacional. Siguiendo la dinámica
del modelo de industrialización por sustitución de importaciones, mejor conocido
como ISI, que alentaba el progreso de las naciones y el bienestar social por me-
dio de la participación activa del Estado en la promoción de las actividades manu-
factureras y la protección de su mercado interno, los gobiernos de Manuel Prado
(1956-1962) y, luego, de Fernando Belaunde Terry (1963-1968) implementaron un
conjunto de políticas que impulsó el despliegue industrial. La acción estatal más
clara fue la promulgación de la Ley de Promoción Industrial de 1959, pues brindaba
atractivos incentivos a la inversión industrial por medio de exenciones a las tarifas
de importación de equipos y bienes intermedios y, además, la posibilidad de rein-
vertir las utilidades libres de impuestos, a lo que también se añadió el incremento
de las tasas arancelarias dictadas en 1964 y 1967 (Campodónico, 2015). Tal como se
esperaba, estas medidas de amplias dimensiones y concesiones atrajeron la atención
de firmas nacionales y extranjeras, tanto nuevas en el rubro como afianzadas en el
sector de la exportación, que aspiraban a diversificar su producción. De acuerdo
con Julio Cotler, a partir de la ley de industria, la estructura productiva “comenzó a
abandonar el carácter de enclave que la había caracterizado hasta entonces” (1978:
277). La expansión industrial, hasta 1960, se centró en la elaboración de productos
de exportación, en la producción de bienes de capital orientada al rubro de la mi-
nería y la emergente pesquería y en la producción de determinados tipos de bienes
intermedios, enfocados principalmente al campo de la construcción. A finales de
esta década, con la llegada de capital extranjero, especialmente norteamericano, sur-
gieron empresas dedicadas exclusivamente a la sustitución de productos de impor-
tación, tales como el papel, cemento, insumos químicos, llantas, textiles, etc. (Thorp

10
y Bertram, 1988: 403-405). Por su parte, el Estado buscó tener un papel más activo
impulsando la descentralización de las actividades productivas, creando corporacio-
nes departamentales de desarrollo e impulsando proyectos de carácter infraestruc-
tural y parques industriales en las ciudades más importantes del país (Basombrío,
1983: 56-57). Aunque los resultados de estas políticas fueron limitados, cabe resaltar
que la relación directa que se entabló entre el alcance de la industrialización y la
disponibilidad de energía promovió el interés de los especialistas por el estado de
los recursos energéticos nacionales y, además, despertó la necesidad de contar con
nuevos agentes que pudieran liderar su encaminamiento.

El desarrollo de una industria nacional demandaba un mayor consumo de recur-


sos. Tal como afirmaba el doctor Guillermo García en la inauguración del Primer
Foro de la Energía, en 1965, el proceso de industrialización exigía necesariamente
mayores cantidades y mejores formas de energía, pues esta desempeñaba una doble
función en el sistema económico, tanto como bien de consumo final como bien in-
termedio o insumo en los procesos productivos (1965: 16). A lo largo de los debates
académicos que se desarrollaron en este decenio, los especialistas participantes coin-
cidieron en afirmar el estrecho vínculo entre el progreso de las naciones y el aprove-
chamiento de los recursos o, para ser exactos, entre el índice de desarrollo de un país
y el consumo per cápita de energía. En esta lógica, las cifras de un mayor consumo
de energía eran una muestra legible del desarrollo material del país, pues significaban
una mayor complejidad y diversidad del sistema productivo. Lo mencionado por el
decano de la Facultad de Petróleo de la UNI, Juan Rodríguez del Castillo, en 1964,
sintetiza mejor lo dicho anteriormente:

“El rol que desempeña la energía en la evolución de las naciones es tan im-
portante que la expansión económica, vale decir el desarrollo, está en función
de los recursos energéticos disponibles, o sea la cantidad de energía consu-
mida per cápita, ya sea directamente como un servicio de consumo, así como
también como un factor de producción, cuyos índices miden el grado de
desarrollo de las naciones” (1964: 134).

A mediados de los años 60, el total de la energía consumida en el país se podía distri-
buir en el siguiente porcentaje: el 72 % derivaba del petróleo, el 12 % de las centrales
hidroeléctricas, el 5 % del gas natural y el 11 % del bagazo y la leña. El impacto del
carbón era reducido (Rodríguez, 1964: 135). Al ser el petróleo el recurso dominante
en la matriz energética nacional, su desenvolvimiento no solo estuvo entrelazado
con la vida productiva y cotidiana del país, sino también con las injerencias políticas.
Si bien este recurso venía siendo aprovechado desde finales del siglo XIX, fue recién

11
en la tercera década del siglo XX cuando transitó por una “época dorada” en la que
su explotación y producción alcanzaron cifras que superaron ampliamente el con-
sumo interno, convirtiendo al Perú en uno de los países exportadores de petróleo
más importantes de la región. Esta situación cambiaría en los posteriores decenios.
Aumentó el consumo de los combustibles fósiles a consecuencia de diversos fac-
tores (la explosión demográfica y la intensa migración a las ciudades, la expansión
urbana y sus demandas de infraestructura, transporte y electrificación, y la industria-
lización de la actividad productiva, entre otros) y, al mismo tiempo, la producción
petrolífera fue paulatinamente estancándose. Si en 1940 la producción de petróleo
alcanzaba los 12 126 512 de barriles y el consumo local 3 633 298, en 1961 estas
cantidades llegarían a equipararse, alcanzando las cifras de 19 371 237 y 19 358 037
de barriles, respectivamente.Al final del gobierno de Fernando Belaunde Terry, en
1968, el consumo había superado amplia y alarmantemente a la producción, con
una diferencia de 5 441 452 barriles (Candela, 2008). Medidas como la creación de
una entidad estatal que promoviera los intereses nacionales en la industria de los
combustibles, como la Empresa Petrolera Fiscal, y el dictado de la Ley de Petróleo
de 1952, que buscaba impulsar la inversión privada en este sector a través del otor-
gamiento de concesiones de exploración y explotación de nuevos yacimientos, y,
además, exenciones de impuestos en exportación y regalías de producción, tuvieron
magros resultados. La situación de esta industria se agravaría aún más desde finales
de la década de 1950. La ingente importación de petróleo y el retiro del subsidio
estatal al precio de venta de los combustibles en el mercado local (medida aplica-
da a pedido de las industrias extranjeras y nacionales que atribuían sus pérdidas al
bajo precio de venta del petróleo en el mercado local) despertaron la indignación
social y la aguda crítica de un sector de expertos (Candela, 2008). Este último gru-
po, conformado por una diversidad de actores, denunció la ilegalidad de una de las
empresas transnacionales más controversiales del rubro, la International Petroleum
Company, que desde 1922, gracias a un laudo otorgado por el gobierno de Augusto
B. Leguía, ejercía el control de los yacimientos de La Brea y Pariñas, uno de las más
importantes y productivos del país (Klarén, 2013: 406). El grupo, además, llevó la
problemática del petróleo a una discusión más amplia en la que se evaluó el estado,
el potencial y el porvenir de los recursos energéticos.

A partir de la segunda mitad del siglo XX, especialmente en los años 60, se llevaron
a cabo en la capital, diversos eventos académicos que tuvieron como tema central
la evaluación de las fuentes de energía empleadas en la actividad productiva4. Desde

4 Entre los eventos más importantes encontramos los siguientes: el Fórum sobre los problemas de energía
en el Perú (10 de diciembre de 1958 al 16 de enero de 1959), la I Convención Nacional de Ingeniería Mecánica (15 al
22 de noviembre de 1964), el Primer Foro Nacional de la Energía. Recursos Energéticos del Perú y su significado en
el presente y para el futuro (20 al 26 de octubre de 1965) y el Segundo Foro Nacional de la Energía. Política energética

12
sus heterogéneos campos de especialización, profesionales técnicos, empresarios,
autoridades públicas, economistas, entre otros actores, analizaron en estudios de
caso la gama de recursos energéticos, prestando atención a las fuentes convencio-
nales, principalmente el petróleo, el carbón y la energía hidráulica, y señalando el
potencial de las energías no convencionales. Estas investigaciones se orientaron a
identificar los recursos energéticos con los que contaba el territorio peruano, inves-
tigar su potencial desde distintos saberes y técnicas, incentivar su aprovechamiento
racional, planear su sostenimiento futuro y, sobre todo, a base de lo expuesto, esta-
blecer una política energética capaz de orientar el desarrollo nacional. Para lograr ta-
les objetivos, afirmaban, era imprescindible crear un organismo público que pudiera
ocuparse del registro, estudio y proyección de los recursos naturales.

Siguiendo la dinámica anterior, los especialistas promovieron el aprovechamiento de


los diversos recursos energéticos con mayor proyección y aprovechamiento para el
desarrollo material del Perú. A pesar de los inconvenientes por los que atravesaba la
producción del petróleo, este era considerado como un recurso excepcional para la
actividad productiva. Así lo hizo saber un experto en el Segundo Foro de la Energía,
en 1967, al estimar a la fuente tradicional como el “recurso energético más impor-
tante” y en el que “reposa fundamentalmente nuestro futuro desarrollo” (Osorio,
1968: 82). No obstante, su posible escasez a corto plazo, incentivó la promoción de
otros recursos que hasta ese momento habían tenido una limitada intervención en la
matriz productiva. El carbón fue uno de ellos. A decir del director de la Compañía
Carbonera Chimbote S. A., Víctor Sánchez Aizcorbe, las investigaciones promovi-
das por diversas entidades y especialistas demostraban que el carbón podía hacer
frente al déficit en el mercado interno de la producción petrolera (1959: 76). Para
promover su explotación racional, el ingeniero de minas Augusto Cabrera La Rosa,
planteó la creación de una entidad corporativa autónoma encargada de diseñar y
ejecutar un plan de tecnificación de la industria extractiva del carbón (1959: 60). De
igual forma, el empleo de la energía hídrica, a través de centrales hidroeléctricas fue
percibido como una gran opción para implementar. El Primer Plan de Electrifica-
ción Nacional, aprobado en 1958 y actualizado en 1962, tuvo como médula central
de sus propósitos la construcción de centrales hidroeléctricas interconectadas y en
lugares clave del territorio nacional, siendo el proyecto de la Central Hidroeléctrica
del Mantaro uno de los más relevantes para su tiempo (Hidalgo, 2010: 95-98).

(23-28 de octubre de 1967). También se puede agregar la participación del Comité Nacional Peruano en la Conferencia
Mundial de la Energía (Tokio, 16 al 22 de octubre de 1966).

13
Si bien la atención de los expertos estuvo dirigida al aprovechamiento de las energías
convencionales, estos no dejaron de lado a los recursos no convencionales, los cua-
les pasaron a ser considerados como fuentes potencialmente explotables. A la pru-
dente expectativa que despertó la energía nuclear, le acompañó también un especial
interés por los recursos renovables. Así, los temas enfocados en la energía geotérmi-
ca, eólica y solar ocuparon los trabajos de algunos especialistas, quienes describieron
sus posibilidades como medios alternativos que podían proporcionar energía útil en
espacios en los que no llegaban los combustibles fósiles, esencialmente en las zonas
no urbanas. Para alentar la exploración de aquellos recursos, los organizadores del
Primer Foro de la Energía recomendaron a los poderes públicos, universidades y
organismos técnicos “prestar mayor atención a las investigaciones en el campo de la
energía solar, tan llena de posibilidades”, estudiar el mejor empleo de la energía geo-
térmica y evaluar los recursos eólicos (Heredia, 1965: 12). Las sugerencias vertidas
resultaron una gran novedad para la época.

A inicios de los años 60, las energías renovables ingresaron a espacios sofistica-
dos, como las universidades e institutos de investigación, donde fueron estudiadas
con base en criterios racionales y técnicos. El conocimiento producido sirvió para
impulsar el desarrollo de tecnologías o artefactos que las transformaran y aprove-
charan de una forma eficiente y sencilla, en regiones que carecían de las energías
tradicionales, como las regiones rurales. El caso que mejor ejemplifica lo descrito es
el de la energía solar, ya que, a diferencia de los otros recursos, gozó de un estudio
más amplio, duradero y continuo. La UNI fue uno de esos espacios pioneros que,
como veremos en el siguiente apartado, promovió y cultivó las investigaciones en
energía solar.

1.2. La UNI ante las demandas industriales y energéticas


La UNI, a lo largo de su historia, ha cumplido un importante rol en el desarrollo
material del Perú como principal órgano formador de profesionales técnicos cali-
ficados en las distintas ramas de la ingeniería, la ciencia y la arquitectura. Desde su
concepción como Escuela de Ingenieros en 1876, la UNI estuvo estrechamente
ligada a los requerimientos y objetivos que el Estado se trazó en su búsqueda del
progreso nacional. La apertura de nuevas especialidades, la renovación de sus planes
de estudio, las modificaciones del proceso de enseñanza, la adquisición de instru-
mentos y laboratorios modernos, entre otros, fueron algunos de esos cambios que
dejan notar el espíritu renovador de la UNI ante las demandas de la sociedad perua-
na (López Soria, 2017).

14
La UNI no fue ajena a la problemática de la energía que generaron el proceso de
industrialización, la escasa producción petrolera y las demandas sociales en la déca-
da de 1960. Su ingreso al debate de la energía se dio de forma paralela a una intensa
renovación y ampliación de sus lineamientos. Si bien la UNI había adquirido su
estatus legal de universidad en 1955, abandonando así su condición de Escuela, fue
recién en los años 60, como señala el filósofo José Ignacio López Soria, cuando
“ocurre su real transformación en universidad” (2017: 64). Una transformación que
sin abandonar su condición de centro de formación apostó por cultivar el conoci-
miento científico y tecnológico, comprender los procesos económicos, acercarse al
mundo del arte y la cultura, “reformular su vieja preocupación por la gestión del
territorio, incorporar la planificación y asumir la problemática urbana en sus dimen-
siones esenciales” (López Soria, Ueda y Quiñones, 2012). Bajo los rectorados de
Mario Samamé Boggio (1960-1965) y Santiago Agurto Calvo (1966-1970), la UNI
enfrentó los retos del desarrollo.

Uno de esos espacios de la universidad que fue objeto de enormes cambios por el
contexto inicialmente descrito, fue la Facultad de Mecánica y Electricidad5. Des-
de su creación, en 1903, como Sección de Ingenieros Electricistas hasta la década
de 1940, cuando se convirtió en el Departamento de Mecánica y Electricidad, se
realizaron importantes cambios en sintonía con las demandas externas. Pero estos
cambios hallaron sus límites en su realidad interna. Según un ingeniero de la época,
a los pocos meses de la conversión de la mencionada especialidad en departamento,
en 1946, este no podía desenvolverse con autonomía porque funcionaba con un
“reducidísimo número de profesores, utilizando cursos de otra especialidad para
completar el programa de enseñanza” (Samamé, 1962a: 6).

Esta situación empezó a cambiar a fines de los años 50 y sobre todo en los 60, cuan-
do el proceso de industrialización solicitó, con mayor ímpetu, la presencia de un
agente que pudiera dirigir y sostener su desarrollo desde el campo de operaciones.
Por estudiar la “conversión de la energía de una forma a otra, el diseño de todos los
tipos y clases de maquinaria, la instrumentación y el control de todos los tipos de
procesos físicos y el control del hombre sobre las máquinas” (Wolfenson, 1964), el
ingeniero mecánico se convertía en ese agente deseado. Para la máxima autoridad de
la universidad, el rector Mario Samamé Boggio, este profesional era el más indicado
para dirigir, encauzar y hacer “realidad el desarrollo industrial” (1964: 48).

5 Si bien existieron otros espacios de la UNI vinculados directamente al sector energético e industrial, como
la Facultad de Petróleo, entre otros, no los tomamos en cuenta por los objetivos de este trabajo. Para una mayor infor-
mación sobre el desarrollo de la Sección de Ingenieros Electricistas, consultar López Soria, Ueda y Quiñones (2012).

15
La cada vez más rápida maquinización de la industria nacional amplió el campo de
acción de los ingenieros mecánicos, los cuales, como había sucedido desde antaño,
pasaron a ser demandados en sectores tales como la minería, el petróleo, la pesca,
la agricultura, el textil, el transporte, la industria azucarera, el químico, entre otros
(Ashton, 1962: 39-40). Así, se pasó a hacer referencia a la “industria mecánica de
transformación”, ya que congregaba e impulsaba la producción de equipos y de
bienes de consumo (manufacturas simples, máquinas y equipos eléctricos). De igual
forma, los problemas energéticos que giraron en torno al suministro del petróleo y
su derivado, abrieron un campo de acción en el que el ingeniero mecánico por su
formación podía participar activamente. Si en los años 50, afirmaba un ingeniero, la
carrera con mayor demanda había sido la ingeniería civil, ahora, en los 60, la inge-
niería mecánica ocupaba ese lugar (Samamé: 1962b: 15).

Ante el incipiente estado de las facultades de ingeniería mecánica del país, sobre
todo del interior6, la Facultad de Mecánica y Electricidad de la UNI, por su lar-
ga tradición en el ramo, se convirtió en el espacio que cobijó las inquietudes que
emergían del sector industrial y energético. Por ello, su renovación era un hecho
imprescindible. Como muestra de su estrecha relación con el sector productivo, las
autoridades universitarias y el alumnado convocaron a los máximos representantes
y profesionales de ese sector para discutir y plantear propuestas sobre los cambios
que se debían aplicar a la estructura curricular de la Facultad.

Uno de los principales eventos que se organizó para ese fin fue el Fórum sobre la
enseñanza de la Ingeniería Mecánica y Eléctrica en el Perú. Diversos actores vincula-
dos al ramo industrial se reunieron a fines del año de 1961 en la ciudad universitaria
y expusieron sus mejores propuestas en torno a tres temáticas: espacios para el ejer-
cicio de la profesión en el Perú, la formación del ingeniero mecánico y electricista
en función de la realidad nacional, y la contribución del gobierno, la industria, el
comercio y la comunidad a la formación del ingeniero mecánico. Tras un intenso
intercambio de opiniones, los asistentes llegaron a las siguientes conclusiones: el
ingeniero mecánico debía formarse no solo en el campo de las ciencias básicas,
sino en el de humanidades, ya que esto le permitiría a acercarse a otras disciplinas
útiles para su labor, como la economía y el derecho; se sugería que la universidad
y la industria peruana mantuvieran un contacto directo y fluido con la finalidad de
que la primera formara al especialista que la industria requería para su desarrollo; y,
además, se insistía en fomentar la especialización de los estudiantes –aunque en este

6 Algunas de estas universidades fueron: la San Luis Gonzaga de Ica, la Universidad Nacional Técnica de
Lambayeque, la Universidad de Piura y la Universidad de la Amazonía, estas dos últimas estaban siendo implementadas
por el ingeniero mecánico Roberto Heredia en 1962 (Heredia, 1962: 123; Koung, 1964: 81).

16
punto existían discrepancias–, y la implementación de laboratorios para la realiza-
ción de trabajos prácticos y de investigación. Como era de esperarse, estas propues-
tas fueron consideradas por las autoridades universitarias al reformular los planes
de estudio de la Facultad7.

A inicios de los años 60, siguiendo las propuestas anteriores, la Facultad de Mecá-
nica y Electricidad experimentó dos cambios importantes en su malla curricular.
En 1962, optando por la especialización, se establecieron los Departamentos de
Ingeniería Mecánica y de Ingeniería Eléctrica con la finalidad de que los alumnos,
a partir del segundo año de estudio, pudieran adiestrarse en algunas de esas áreas.
Posteriormente, en 1964, en la Facultad de Ingeniería Mecánica y Eléctrica (FIME)
se modificaron nuevamente los planes de estudios, pero esta vez perfilando aún
más los campos de especialización de acuerdo a las nuevas demandas de la industria
local. El resultado fue el establecimiento de cuatro departamentos (de Ingeniería
Mecánica de Energía, de Ingeniería Mecánica de Producción, de Ingeniería Eléc-
trica y de Ingeniería Electrónica), lo que facilitaba que los estudiantes de los dos
últimos años pudiesen concluir su carrera siguiendo sus intereses profesionales. Así
también, con la finalidad de fortalecer la enseñanza teórica mediante la práctica
experimental, se abrieron laboratorios vinculados a las especialidades de los depar-
tamentos (Laboratorios de Máquinas y Herramientas, de Máquinas Térmicas e Hi-
dráulicas, de Electricidad, de Matemática, de Metrología y de Ensayos Mecánicos).
A esto le acompañó la realización de actividades que complementaron la formación
del estudiante, como prácticas en plantas industriales, viajes de realización profesio-
nal al extranjero, eventos de carácter científico y humanístico (conferencias, fórum,
exposiciones, etc.) (López Soria, Ueda y Quiñones, 2012: 110).

Una de las medidas más sobresalientes de estas reformas recayó en la apertura de


institutos dedicados exclusivamente a la investigación y al desarrollo de tecnologías
en el campo de la mecánica, la electricidad y la energía. Con la idea de que estos
sirvieran como espacios de formación complementaria a los estudiantes y de espe-
cialización profesional a los egresados, a manera de cursos de postgrado, se crearon
cuatro institutos: el Instituto de Máquinas y Ensayos Mecánicos, el Instituto de
Ensayos Eléctricos, el Instituto de Aeronáutica y el Instituto de la Energía. Como
veremos en los siguientes apartados, el Instituto de la Energía destacó entre sus pa-
res por dedicarse a una labor que hasta ese momento resultaba inédita en el país: el
estudio racional de la realidad energética nacional.

7 Debemos de añadir otros dos eventos que se desarrollaron posteriormente y que contribuyeron a la reno-
vación de los planes de estudio: el Primer Congreso de Ingeniería Eléctrica (1963) y la Primera Convención Nacional de
Ingeniería Mecánica (1964).

17
La muestra de que las autoridades universitarias habían asimilado los requerimientos
de la industria y las demandas sociales quedó plasmada en la particular atención que
ellas prestaron al tema de las máquinas y la energía. De acuerdo con el ingeniero Azi
Wolfenson, decano de la Facultad durante la reforma de 1964, se puso un “mayor
énfasis” en el estudio, por un lado, de la “generación, distribución y transformación
de [la] energía principalmente térmica, incluyendo reactores nucleares, calderos y
generadores de vapor; turbinas a vapor, gas e hidráulica; motores de combustión
interna; economía de la energía, mantenimiento; etc.”, y, por otro, del “diseño y
cálculo de máquinas; instalación y operación de maquinaria industrial; ingeniería de
producción; procesos de manufactura; etc.” (Wolfenson, 1964: 104). Si bien, por la
propia naturaleza de la Facultad, esos eran temas que atravesaban todos los currícu-
los, la apertura de espacios que los albergaran mostraba la relevancia que habían ad-
quirido. Como se puede apreciar, y acá solo nos concentramos en el tema de nuestro
interés, se estaba formando un ambiente propicio en las aulas y dependencias de la
FIME para el estudio de la energía. Esta vez ya no solo se estudiarían sus virtudes
físicas y aplicativas, como tradicionalmente había sucedido, sino que se abordaría
el tema de la energía en relación con la realidad socioeconómica y con el objeto de
aprovecharla para el desarrollo nacional.

La búsqueda de nuevas alternativas, el reconocimiento y registro, la evaluación de su


potencial, la proyección en el tiempo y el aprovechamiento racional y programado
de los recursos energéticos convencionales y no convencionales del país, a la par
del esfuerzo por formar especialistas en el ramo, fueron algunas de las tareas que se
impusieron en el Instituto de la Energía, bajo la dirección del connotado ingeniero
Roberto Heredia Zavala. De igual forma, el interés por el estudio de la energía fue
compartido por estudiantes e ingenieros mecánicos no adscritos al Instituto, lo que
muestra ese ambiente favorable que había propiciado la FIME. Con esta proyección,
el Instituto y los ingenieros mecánicos no solo estaban brindando una respuesta a
la cuestión energética, sino que lo estaban haciendo de una forma inédita hasta ese
momento, ya que tomaban en cuenta recursos escasamente aprovechados en el país,
como lo eran las energías no convencionales. De este amplio grupo de energías, se
debe subrayar la especial atención que se dio a la energía solar.

Si la energía solar pasó a ser objeto de estudio y de desarrollo en el campo ingenieril


fue por sus características intrínsecas, su relativa facilidad para ser transformada en
energía útil y, especialmente, por el contexto particular que la envolvió. Los inge-
nieros señalaron que la energía solar se “hallaba en todas partes” y en “inmensas
cantidades” y, por ello, podía ser aprovechada a través de aparatos o tecnologías
“simples y fáciles de construir” que la transformaría en energía útil (calorífica, me-

18
cánica, eléctrica) para el desarrollo social. Estas virtudes encontraron un terreno
fértil para su desarrollo a raíz de la problemática energética por la que transitaba la
sociedad peruana en la década de 1960, a causa de la escasa producción petrolera y el
incremento de su demanda. Si bien los ingenieros aún no mostraban esa exagerada
preocupación por la escasez del petróleo, que luego los caracterizaría en los años 70
a raíz de la crisis internacional que afectaría a los hidrocarburos, consideraban que la
energía solar podía ser una fuente “adicional” para el consumo local. Es decir, eran
conscientes de que esta fuente renovable no lograría reemplazar a las energías tradi-
cionales, pero sí confiaban en que por lo menos alcanzaría a ser aplicada en espacios
que carecían, por sus condiciones geográficas y meteorológicas, de los servicios
básicos (alumbrado, calefacción, etc.) producidos por las energías tradicionales. En
definitiva, por sus características intrínsecas la energía solar pasó a ser estimada por
los ingenieros mecánicos como una alternativa viable, aunque limitada por la tecno-
logía, para el desarrollo social de determinadas regiones del país, especialmente las
altoandinas.

El incipiente desarrollo de la energía solar en el Perú obligó a que en esta etapa los
esfuerzos fuesen dirigidos a superar obstáculos fundamentales para su estudio y
aplicación. Los trabajos del Instituto de la Energía y los ingenieros mecánicos de la
FIME se orientaron a cubrir esos vacíos tan necesarios para su progreso y, en ese ca-
mino, sentaron las bases que las posteriores investigaciones tendrían sobre el ramo.
Por todo lo anterior, podemos calificar a esta etapa como “exploratoria”, ya que,
como se detalla a continuación, se pasó a evaluar las posibilidades de desarrollo de
la energía solar (identificación de las regiones con mayor radiación solar, y reconoci-
miento y desarrollo teórico de tecnologías que pudieran aprovecharla) y a formar al
especialista que pudiera conducir su desarrollo.

1.3 El Instituto de la Energía, los ingenieros mecánicos y la energía solar

El Instituto de la Energía fue creado el 6 de abril de 19628 y tuvo como objetivo el


estudio de la realidad energética nacional. Según su fundador y director, el ingeniero
Roberto Heredia Zavala, este objetivo de grandes dimensiones abarcó los siguientes
puntos:

“preparación de investigadores en el campo de la energía, cumplir el papel de


asesores de instituciones ejecutivas, formar un archivo energético nacional,
estudio de las diferentes formas de energía en la realidad nacional y sus posi-
bles expansiones, capacitación de los alumnos y exalumnos de la Universidad

8 Por Resolución Rectoral N°69, 1962.

19
Nacional de Ingeniería en los problemas energéticos, organización de even-
tos de divulgación donde se planteen y discutan los problemas de la energía”
(Heredia, 1967: 121-122).
Para su realización se organizaron grupos de investigación liderados por docentes e
integrados por alumnos de los dos últimos años de estudio y egresados9 (Wolfenson
1966: 80), los cuales pasarían por un proceso de formación en el campo de la energía
a través de cursos especializados, ponencias dictadas por reconocidos especialistas
nacionales y extranjeros, organización de foros de carácter nacional, establecimien-
tos de vínculos con asociaciones extranjeras, viajes de investigación al interior del
país, bibliotecas actualizadas y bien nutridas, etc.10

Uno de esos grupos de investigación fue el denominado “Grupo nacional de trabajo


de energía solar” que, a decir del ingeniero Azi Wolfenson, fue el que “introdujo por
primera vez en el Perú el interés nacional en la energía solar” (Wolfenson, 1966: 80).
Esta afirmación no resultaba exagerada, ya que, hasta el año de creación del Insti-
tuto de la Energía, los avances en la energía solar en el Perú se reducían a estudios
de carácter informativo y a la fabricación empírica de dispositivos solares. Por un
lado, se tenían informes como los elaborados por los ingenieros de la FIME o el
Ministerio de Fomento y Obras Públicas, que se caracterizaban por su deseo de dar
a “conocer” y “despertar el interés” en las aplicaciones de la energía solar. Es decir,
más que estudios complejos de casos aplicativos eran trabajos divulgativos que mos-
traban el abanico de aplicaciones que podía tener la energía solar en el Perú.

Por otro lado, según los testimonios de la época, desde los años 30 ya se empleaban
dispositivos solares fabricados artesanalmente para el calentamiento de agua, como
los famosos calentadores solares de la ciudad de Arequipa11. Pese a lo significativo
que representaban estos avances, el estudio y la aplicación de la energía solar se
encontraba en un estado de incipiente desarrollo. Uno de los aportes del Instituto
de la Energía estaba en formar especialistas que pudieran de una forma racional
emprender estudios y desarrollar tecnologías para el aprovechamiento de la energía
solar. Antes de pasar a detallar la orientación que tuvieron los trabajos del Grupo de

9 Lamentablemente no se cuenta con un listado detallado de los miembros que dirigieron e integraron los
grupos de investigación. En las memorias del Instituto se hallaron de forma parcial los siguientes nombres: Iván Arauco
Valle, Jorge Aguinaga D., Carlos Esteves Ostolaza, Jorge Málaga Villalba, Gustavo Saberbein, Adolfo Vargas Pacheco,
Gustavo Flores Guevara y Jorge Peirano Morán. (Heredia, 1967, 65-77; Wolfenson, 1966).
10 Al parecer, la propuesta del Instituto caló en parte del alumnado de la UNI, pues solo en 1965 se registraron
65 miembros del cuarto y quinto año de estudios, sin contar a los egresados (Heredia, 1965: 4).
11 De acuerdo a la bibliografía sobre tema, entre los ingenieros pioneros en la fabricación de calentadores
solares en Arequipa, podemos encontrar al español Juan Vidaurrázaga Menchaca, fundador de la chocolatería La Ibérica,
y a Ernesto Barreda, a quien se le adjudica la elaboración de un calentador solar de 250 litros de capacidad (Pareja, 1963:
4; Ministerio de Fomento, 1962: 32).

20
Energía Solar y de los ingenieros mecánicos no adscritos, debemos dar cuenta de la
manera en la que estos pudieron especializarse en el campo de la energía.

Al revisar las memorias del Instituto de la Energía se puede inferir que cada uno
de los grupos de investigación no contó con asignaturas especializadas para su for-
mación. En su lugar, existió una serie de materias generales relacionada al campo
de la energía y que estuvo dirigida a todos sus miembros. Como ejemplo, se puede
destacar los cursos: “geografía de la energía, economía de la energía, introducción a
la ecología, prospección geofísica, elementos de fotogrametría, introducción al cál-
culo operacional y elementos de política energética” (Wolfenson, 1966: 83-84). Cabe
destacar que los alumnos del quinto año de la FIME también se beneficiaron de
estas materias a través de la apertura de cursos de un semestre de duración (Heredia,
1965: 4). Se esperaba que con la educación recibida, tanto miembros del Instituto
como estudiantes pudieran orientar sus informes y tesis de grado a la temática ener-
gética. Siguiendo esta línea, se promovió la organización de seminarios dirigidos por
especialistas nacionales y extranjeros. El reputado ingeniero Julio Hirschmann de
la Universidad Técnica Federico Santa María de Chile, destacó con la presentación
de la ponencia “Utilización de la energía solar” que estuvo dividida en dos partes:
en la primera de ellas describió “los antecedentes históricos, estudios y técnicas de
la energía solar”, mientras que en la segunda trató de “los usos en los campos do-
mésticos, industrial, científico y tecnológico” (López Soria, Ueda y Quiñones, 2012:
306). Otros de los seminarios dirigidos a las energías renovables, en este caso a la
hidráulica, estuvo a cargo del eminente ingeniero Santiago Antúnez de Mayolo.

El Instituto también se vinculó con otros centros y asociaciones extranjeros en be-


neficio de la formación de sus miembros. Hasta el año 1966 se habían tejido lazos
con el Instituto de Geofísica Aplicada del Politécnico de Milán (Italia), el Instituto
Económico y Jurídico de la Energía de la Universidad de Grenoble (Francia), el Ins-
tituto Francés de Energía y Combustibles y la Solar Energy Society de los Estados
Unidos (Wolfenson: 1966: 83). Con esta última asociación, la única vinculada direc-
tamente con la energía solar, se esperaba el intercambio de información actualizada
sobre la desalinización de agua de mar mediante radiación solar. Por otro lado, el
Instituto brindó apoyo a entidades locales como a la Oficina Nacional de Evalua-
ción de Recursos Naturales del Instituto Nacional de Planificación y la Corporación
de Fomento y Promoción de Desarrollo de Puno (Wolfenson, 1966: 81-82).

Otras de las actividades impulsadas fueron los trabajos de campo en el interior del
país. Se destaca el viaje realizado por algunos miembros al norte del país, a la co-
munidad de Miramar, distrito de Vichayal (Piura), para conocer la experiencia local

21
sobre la utilización de la energía eólica para la irrigación de cultivos. Los cientos de
molinos de viento fabricados artesanalmente por los pobladores de Miramar fueron
objeto de estudio por parte de los miembros del Instituto, quienes luego de analizar
sus componentes internos (mariposa, castillo, sistema de trasmisión, bomba, etc.) y
su trascendencia en el medio, plantearon proyectos en el mismo campo energético.
Las incursiones hechas por los miembros del Instituto facilitaron la identificación
de los recursos energéticos (primarios y secundarios) del país, los que luego pasaron
a ser registrados y sistematizados en un archivo energético nacional (Wolfenson,
1966: 82).

Buscando fortalecer los vínculos con el medio local, el Instituto de la Energía es-
timuló el debate sobre la problemática energética que se desarrollaba en el país,
organizando eventos que congregaban a los más destacados especialistas en el ramo.
En el Primer y Segundo Foro Nacional de la Energía, celebrados los años de 1965
y 1967, respectivamente, los temas centrales de discusión giraron en torno a la ne-
cesidad de instaurar una política y planificación energética nacional que condujeran
al desarrollo económico y social del país. Cabe destacar que las energías no conven-
cionales formaron parte de los temas tratados, al punto que, como ocurrió en las
conclusiones del Primer Foro, se invocó a los poderes públicos y a las autoridades
universitarias a prestar mayor atención a las investigaciones en el sector de las ener-
gías renovables (Heredia, 1965: 10-12).

Los informes y tesis presentados a la FIME por los miembros del Grupo de Energía
Solar y los ingenieros no adscritos muestran los desafíos que tuvieron que enfrentar
como pioneros en el estudio y desarrollo de la energía solar. Uno de los principales
problemas que identificaron estuvo relacionado con la propia naturaleza de esta
energía. Si bien esta podía “hallarse en todas partes” y en “inmensas cantidades”,
como señalamos anteriormente, su aprovechamiento dependía de una serie de con-
diciones geográficas y meteorológicas que determinaban su estado y, por ello, su
potencial. Esto quiere decir que para a hacer uso de la energía solar, antes se debía
identificar las zonas con mayor índice de radiación solar. Pero ¿cuánto se había avan-
zado en esta tarea? De acuerdo con un especialista, los avances eran muy limitados,
ya que se carecía de datos estadísticos exactos y prolongados de la radiación solar12
(Vargas, 1966: 21). Ante este panorama, los ingenieros mecánicos pasaron a estu-
diar el territorio nacional con el claro objetivo de elaborar un mapa solar13.

12 En realidad, el problema era más amplio. Según el ingeniero César Kadono, la ausencia de un mapa solar se
debía a diferentes factores: la falta de una institución especializada que pudiera recoger y unificar los datos estadísticos
de radiación y los limitados instrumentos e infraestructura con los que se contaba para dicha tarea (Kadono, 1972: 13).
13 La carencia de un registro nacional público que ubicara y cuantificara las zonas con mayor radiación solar
del país tuvo su fin en el 2003, con la publicación del Atlas Solar del Perú por parte del Ministerio de Energía y Minas.

22
Uno de los primeros esfuerzos provino de parte del ingeniero mecánico Benami
Grobman, en 1960, con la elaboración de un mapa solar adjunto a un estudio que
evaluaba las posibilidades de aplicación de la energía solar en el Perú (Pareja, 1963:
4). Posteriormente, en 1972, el ingeniero César Kadono, como parte de un trabajo
que partió de la elaboración de un “método general para la construcción de mapas
de distribución de energía general” hasta su aplicación (Kadono: 1971: 3), dio origen
a uno de los primeros y más sofisticados mapas solares con que contaría el Perú y
que sería muy empleado en las décadas siguientes. Kadono ubicó en el mapa las re-
giones del territorio peruano con mayor “intensidad y permanencia de la radiación
solar” con el objetivo de que esto facilitara su aprovechamiento por parte de los
especialistas. Según su relevancia, estas regiones fueron: Arequipa, Puno, Huancayo,
Ayacucho, la costa norte, Ancash, Ica, Moquegua y Tacna (Kadono, 1972: 159). El
reconocimiento de estas regiones perfiló pronto el carácter que las investigaciones
sobre energía solar tendrían en la FIME y, posteriormente, en la UNI.

Los ingenieros prestaron mayor atención a las zonas rurales ubicadas en los Andes.
Las razones de esta elección se pueden hallar en las potencialidades y carencias que
presentaban estos espacios. Por un lado, como afirmó el joven ingeniero Adolfo
Vargas, el medio rural era el más “promisorio” para el aprovechamiento de la fuente
solar porque, debido a su ubicación en grandes alturas, eran “los primeros en recibir
los rayos del sol, cuentan con cielo diáfano, libre de la humedad y contaminación at-
mosférica propia de las ciudades costeñas” (Vargas: 1966: 3-4). Por el otro, la escasa
presencia y empleo de recursos convencionales en el medio rural –que se pueden ex-
plicar por las características descritas anteriormente– imposibilitaba a los poblado-
res contar con los servicios (luz eléctrica, transporte, alimentación, etc.) necesarios
para su bienestar. Según la percepción de los profesionales técnicos, esta ausencia
sería la causa del escaso desarrollo de las regiones del interior del país, al punto de
convertirlas en “zonas subdesarrolladas” o “fosilizadas” en una etapa histórica ya
superada (Vargas, 1966: 2; Pareja, 1963: 3). En consecuencia, en estas regiones “es-
tancadas” en el tiempo, pero favorecidas con recursos no convencionales, la energía
solar se transformó en un medio que posibilitaba su desarrollo social.

En este decenio, como en los posteriores, se fue fortaleciendo la idea de que la ener-
gía solar podía abrir un sendero para el desarrollo social del medio rural altoandino
y la transformación de la vida cotidiana de sus pobladores. El aprovechamiento
racional de este recurso a través de su conversión fototérmica, según los estudiosos,
podía mejorar la calidad de vida de las personas y, en ese curso, transformar sus há-
bitos aparentemente más perjudiciales. Adolfo Vargas señalaba que el calentamiento
de agua mediante artefactos que emplearan la energía solar generaba “transforma-

23
ciones” positivas en los hábitos de sus usuarios, ya que, al pasar el agua proveniente
de los deshielos a un estado accesible para el consumo humano, los pobladores po-
dían emplearla recurrentemente en sus actividades diarias de alimentación e higiene,
lo que resultaba beneficioso para su salud (1966: 6). En definitiva, más que un fin
económico, el empleo de la energía solar tuvo, en esta etapa, un propósito social con
una clara proyección a las regiones del interior del país carentes de servicios básicos.

Esa manera de concebir el empleo del recurso solar repercutió en la elección de los
dispositivos a emplearse. Los estudios realizados en este campo y en esta década por
el Grupo de Energía Solar y los ingenieros mecánicos se caracterizaron por tener un
carácter “exploratorio” o, empleando el término utilizado por el ingeniero Federico
Coz Pancorbo, “de análisis teórico” (1983: 13). Calentadores solares, destiladores
solares de agua de mar, cocinas solares, deshidratadores solares, entre otros disposi-
tivos, fueron ampliamente descritos resaltando cada una de sus particularidades, las
dinámicas de sus funcionamientos y los espacios en los que podían ser empleados.
La intención primaria era mostrar la variedad de opciones que existían para trans-
formar y aprovechar la energía solar, por ello, el uso de bibliografía especializada
(libros, revistas, actas, etc.) predominó frente a la experimentación directa con los
dispositivos.

Como parte de estos estudios, los especialistas señalaron las exigencias que debían
cumplir los aparatos solares desarrollados en el medio rural. Según ellos, su insta-
lación y operación no debían de requerir “personal especializado por cuanto que
en estos pueblos será difícil disponer de ellos”, “el costo de inversión y operación
deben ser mínimos” y, en lo posible, deben ser factibles de “construir en la misma
zona, con personal y recursos propios” (Vargas, 1966: 3). Los dispositivos citados
anteriormente encajaron con las demandas expuestas, pero por razones que se ex-
pondrán a continuación se dio preferencia en esta etapa a los calentadores solares de
agua y, en menor medida, a los destiladores solares de agua de mar.

El dispositivo que ocupó la atención del Grupo de Energía Solar y de los ingenieros
fue el calentador solar de agua. Su escueto diseño, la sencillez de su funcionamiento
y, especialmente, la larga experiencia que se tenía en el medio –solo recordemos
los calentadores de la ciudad de Arequipa– ayudaron a su posicionamiento frente a
otros artefactos de igual relevancia. Ya lo decía el ingeniero Alfonso Pareja al evaluar
las posibilidades de desarrollo de la energía solar: “los calentadores solares de agua
tienen […] gran aplicación en el Perú y su uso se ha demostrados que es factible”
(Pareja, 1963: 4). El interés sobre este dispositivo devino pronto en una detallada ex-
posición de sus elementos (partes, tipologías, etc.), su dinámica de funcionamiento

24
(comportamiento, eficiencia, etc.) y propuestas de diseño. Como ejemplos del caso
expuesto podemos encontrar los trabajos de Alfonso Pareja Findelberg (1963),
Adolfo Vargas Pacheco (1966) y Juan Jesús Meza (1970).

De igual forma, los destiladores solares de agua de mar pasaron a ser descritos en
los trabajos de los ingenieros. En un país como el Perú, cuya extensa región costera
se destaca por tener un clima subtropical árido y estar atravesada por ríos que en
determinadas épocas del año disminuyen su caudal, el destilador se presentó como
una opción viable para el abastecimiento de agua potable en zonas que carecían de
este recurso. En este ramo destacan los estudios realizados por los ingenieros Isaías
Flit Stern (1966) y Alfredo Oliveros Donohue (1968). Como secretario técnico del
Grupo Nacional de Trabajo en Energía Solar del Ministerio de Agricultura, el pri-
mero de ellos lideró un estudio de factibilidad para convertir el agua de mar en agua
potable, proyecto que lamentablemente no fue materializado14. Por otro lado, gra-
cias al apoyo del Instituto de la Energía y la Oficina de Investigación y Desarrollo
del Ministerio de Marina15, Oliveros diseñó un programa para un computador ana-
lógico que evaluaba los parámetros de operación de desalinizadores solares.

De los elementos que formaban parte del dispositivo solar, el colector fue el más
relevante por el papel que cumplía dentro de su dinámica de funcionamiento. Por
medio de un conjunto de partes superpuestas (cubierta, placa de absorción, aislan-
tes, caja térmica, entre otras) el colector “interceptaba” la energía radiante del sol
y la transformaba de la manera más eficiente posible en energía térmica que luego
era transferida al agua (Coz, 1983: 13-15). Es decir, era el medio que posibilitaba el
calentamiento de los fluidos y gases a baja (menos de 100 °C) o alta temperatura
(mayor a 100 °C) de acuerdo a cualquiera de sus dos tipos (plano o concéntrico)16.

14 Para una mayor información de este proyecto se puede consultar el diario La Prensa del 2 de diciembre de
1966.
15 Cabe destacar que la Oficina de Investigación y Desarrollo del Ministerio de Marina, creada a mediados de
la década de 1960 a iniciativa del contraalmirante Alberto Jiménez de Lucio, como parte de una línea de investigación
orientada a “problemas nacionales”, promovió el estudio de las energías no convencionales y, especialmente, de la energía
solar. Con el apoyo de Isaías Flit, miembro de este centro de investigación, ingenieros como Alfredo Oliveros, quien
también formó parte del equipo, y César Kadono pudieron aprovechar su infraestructura e instrumentos para realizar
sus investigaciones de grado. Como veremos en el siguiente capítulo, esta red de relaciones, basada en la confianza pro-
fesional desarrollada en las aulas universitarias y en el campo laboral, se mantendrá en la siguiente década a través del
Instituto de Investigación Tecnológica Industrial y de Normas Técnicas (ITINTEC).
16 Los colectores solares podían dividirse en dos tipos, según los fines a los que estaban destinados. En el caso
de los colectores planos, según el ingeniero Pedro Flores, “son los más simples y ampliamente usados y como trabajan
con los componentes directa y difusa de la radiación, no requieren seguir constantemente al sol, por lo que siempre son
montados sobre una pared o estructura rígida, bajo una orientación optimizada para la posición particular en cuestión y
el tiempo del año en que funcionará. Son utilizados para obtener temperaturas inferiores a los 100 °C, permitiendo con
ella calentar aire, agua y otros fluidos y generar vapor a bajas presiones” (Flores, 1990: 6). Por otra parte, de acuerdo con
el docente Federico Coz Pancorbo, el campo de aplicaciones de los colectores concéntricos “es de las altas temperaturas:
mayores de 100 °C y sus usos abarcan desde unidades pequeñas para la cocción de alimentos, fundición de metales de
bajo punto de fusión, autoclaves para esterilización de instrumentos médicos hasta los hornos solares de altas tempera-
turas […] a diferencia de los colectores planos, los colectores [concéntricos] aprovechan solo la radiación directa (Coz,
1983: 15).

25
Los estudios publicados en este periodo se ocuparon en describir a los colectores
de manera individual e integrados a la dinámica de los dispositivos solares. Aunque
estos trabajos no pasaron del orden teórico expositivo, debemos resaltar el reite-
rado pedido de los autores por superar esta etapa y dirigir sus esfuerzos al diseño,
construcción y experimentación de colectores y, en general, de artefactos solares.
Superar la teoría y los esquemas foráneos a través de la construcción de dispositivos
que pudieran aprovechar los recursos materiales y naturales del medio local se con-
virtió en uno de los desafíos que los ingenieros debían de enfrentar en esta y en las
posteriores décadas.

TESIS, INFORMES Y ARTÍCULOS QUE ABORDAN LA TEMÁTICA


SOLAR
AÑO AUTOR TÍTULO
1958 Benami Grobman Energía solar
1963 Alfonso Pareja Aplicaciones de la energía solar
1965 Ignacio Frisancho Pineda Posibilidades de utilización de la energía
solar en el Perú
1966 Adolfo Vargas Pacheco Calentadores solares
1968 Alfredo Oliveros Donohue Computación analógica aplicada al estu-
dio de desalinización del agua de mar
1968 Ignacio Frisancho Pineda Posibilidades de utilización de la energía
solar en el Perú

1970 Juan Meza César Cálculo y diseño de un calentador de


agua
1971 César Kadono Nakamura Análisis teórico de la radiación solar
1972 Radiación solar en el Perú

26
El Instituto de la Energía representó un punto de inflexión en el estudio de la
energía solar. Lejos de continuar con los trabajos aislados de corte divulgativo y
de aplicaciones “empíricas”, el Instituto se esforzó por formar profesionales es-
pecialistas en el campo solar y, en general, de la energía que pudieran emprender
estudios racionales y desarrollar tecnologías aplicables a nuestro medio local. El
desarrollo incipiente de este campo de estudio obligó al Grupo de Energía Solar y
a los ingenieros no adscritos a ocuparse de aspectos primarios, pero fundamenta-
les para su progreso, como el reconocimiento de las regiones con mayor radiación
solar y la identificación de las tecnologías adecuadas para su aprovechamiento. De
acuerdo con sus investigaciones, las zonas rurales del interior del país (por sus ven-
tajas geográficas y meteorológicas y sus carencias de energía convencional) eran
las más propicias para emplear la energía solar, y el calentador solar de agua y los
destiladores solares de agua salobre eran los artefactos con mayores ventajas para
su aprovechamiento en el medio nacional. Ante los ojos acuciosos de los ingenieros
y los integrantes del Grupo, el empleo de la energía solar, a través de los artefactos
indicados, posibilitaba el desarrollo social de las regiones rurales, es decir, el apro-
vechamiento de la energía solar podía servir como un medio para mejorar la calidad
de vida de sus pobladores. Esta manera de concebir el uso de la energía dotó de un
perfil propio a los estudios realizados en la UNI y en otras instituciones durante la
década de 1960 y las subsiguientes.

El cierre intempestivo del Instituto de la Energía, en 1969, interrumpió momentá-


neamente el gradual desarrollo de las investigaciones en el ramo solar; estas no pu-
dieron superar su carácter teórico y llegar al campo de la experimentación y diseño
de artefactos solares. Esto no desacredita lo hecho por el Grupo de Energía Solar
del Instituto de la Energía y los ingenieros mecánicos, ya que en su rol de pioneros
supieron llenar los vacíos que existían en el campo solar facilitando su estudio y
desarrollo. Además, se debe resaltar que las experiencias y relaciones profesionales
que se desarrollaron dentro del Instituto de la Energía y, en general, en la FIME, en
torno a las energías solar y renovables, posibilitaron posteriormente la continuación
de los trabajos en dependencias públicas y de la universidad.

27
28
CAPÍTULO 2

FORTALECIMIENTO DE LAS INVESTIGACIONES Y LAS

APLICACIONES DE LA ENERGÍA SOLAR (1970-1983)

2.1 Panorama industrial, los institutos sectoriales y la universidad


El cierre del Instituto de la Energía de la FIME y, en general, de los institutos de
investigación de la UNI, sucedió a consecuencia de una política estatal más am-
plia y compleja que se propuso, entre otras cosas, reformar el sistema universitario
peruano, a finales de los años 60 y parte del 70. Las reformas de la universidad y,
en general, de la educación formaron parte de un plan dirigido por las Fuerzas Ar-
madas, liderado por el general Juan Velasco Alvarado desde octubre de 1968, que
aspiró a realizar profundas transformaciones estructurales en distintos sectores de
la sociedad peruana con el objetivo de quebrar el poder oligárquico y la dependencia
económica extranjera y, así, buscar el desarrollo autónomo nacional.

Una de las direcciones que tomaron estas reformas estructurales abarcó todos los
campos de la economía. Prueba de ello fueron la tan significativa reforma agraria,
la nacionalización de las empresas extranjeras vinculadas al sector productivo, las
reformas de las leyes de propiedad y la reforma industrial (Campodónico, 2015:
176). Para los fines de esta sección, cabe destacar las reformas realizadas en el sector
industrial que luego relacionaremos con lo acontecido en el ámbito universitario y
las investigaciones efectuadas en el campo de la energía solar.

A partir de 1970, con la promulgación de la Ley General de Industrias, se dio inicio a


una política industrial más radical que la aplicada años antes, cuyo principal objetivo
era la superación de la condición de economía primaria que sujetaba al país al sub-
desarrollo y dependencia de las grandes potencias extranjeras. El establecimiento
de prioridades a ejecutar en el ramo de la industria fue una de las primeras medidas
consideradas por el régimen de las Fuerzas Armadas, así, de acuerdo a los dispues-
to por la Ley, se dio prioridad al desarrollo de la “industria pesada y de bienes de
equipo” y a los “bienes de consumo e insumos industriales” (Campodónico, 2015:
177). La prioridad era diseñar un modelo en el que se estableciera “estímulos dife-
renciados para permitir, mediante su reinversión de las utilidades, la capitalización
nacional y de las propias empresas” (Basombrío, 2019). Como parte de lo anterior,
se reservó el mercado interno para la producción manufacturera local en el marco
de una versión “más radical” de la industrialización por sustitución de importa-

29
ciones, cuyas limitaciones habían sido puestas de manifiesto por la “teoría de la
dependencia”. Según los ideólogos de la dependencia, para que un país subdesarro-
llado pudiera abandonar su condición periférica de exportador de materias primas
y convertirse en un país desarrollado productor de manufacturas debía imponer
una serie de políticas arancelarias que protegieran la industria propia y propulsaran
su industrialización. Las medidas implementadas por el jefe máximo de las Fuerzas
Armadas, general Juan Velasco Alvarado, siguieron la política enunciada, así, se dio
una elevación drástica de los aranceles de todos los productos finales que competían
con sus similares nacionales, se prohibió e impuso requisitos para la importación de
ciertos productos y, por el otro extremo, se disminuyó los aranceles de los insumos
y maquinarias necesarias para la industria local (Campodónico, 2015: 178-179). Pero
el fomento de la industria no solo se concentró en la imposición de medidas pro-
teccionistas del tipo de las décadas anteriores, sino que se complementó con una
política que se dirigía a las raíces de la industria, nos referimos a la investigación y el
desarrollo tecnológico.

Si anteriormente la investigación y el desarrollo de tecnologías estuvieron disemi-


nados en distintos espacios (universidades, institutos de investigación, organismos
estatales, entre otros) y bajo su propia dinámica interna y orden de prioridades, esta
situación empezó a cambiar a finales de la década de 1960. Es en ese periodo cuan-
do se comienza a gestar en las autoridades, investigadores y personas vinculadas a
la materia una mayor toma de conciencia sobre el papel de la ciencia y la tecnología
en las actividades productivas. La experiencia sobre este ramo en otras latitudes y el
apoyo de organismos internacionales posibilitaron una serie de reuniones en el país,
entre los años 1966 y 1968, donde acudieron científicos, ejecutivos, funcionarios de
gobierno, académicos norteamericanos y miembros de las Fuerzas Armadas para
“intercambiar ideas sobre la acción del gobierno en la promoción de la actividad
científica y tecnológica” (Sagasti, 1989: 18). Con la toma del poder por los milita-
res, a finales de 1968, estas inquietudes adquirieron una mayor relevancia para el
Gobierno Revolucionario, al punto de formar parte de sus principales políticas re-
formadoras. Una de las primeras iniciativas fue la creación del Consejo Nacional de
Investigación (CONI), organismo encargado de centralizar, promover y definir las
prioridades en el campo de la investigación a nivel nacional. Lamentablemente, las
desavenencias políticas que surgieron dentro del círculo militar redujeron al CONI
a un rol pasivo por muchos años17. En su lugar se apostó por un sistema diversifi-
17 De acuerdo con Isaías Flit Stern, las limitaciones del CONI se debieron a las siguientes razones: al ser un
modelo de “imitación” de otras realidades se careció de un “análisis claro de la verdadera naturaleza y dimensión del
problema del desarrollo científico y tecnológico del país”, estuvo distante al sistema productivo nacional interrumpiendo
una “adecuada relación de la oferta y la demanda de tecnología”, no distinguió entre “una política científica y una política
tecnológica”, ignoró la diversidad de necesidades que existió en los distintos sectores de la producción y adoleció de una
estructura que ayudara a cumplir sus objetivos (1977: 1-2).

30
cado y práctico a los intereses revolucionarios de la dictadura. La idea predominante
estaba en crear institutos sectoriales de investigación que, al estar vinculados con
áreas específicas de la actividad económica del país (industria, minería, pesquería y
telecomunicaciones), pudieran concentrarse en impulsar investigaciones prácticas y
útiles para el desarrollo de sus respectivos sectores y los intereses nacionales. Al con-
siderarse este sistema como el “más apropiado”, pues establecía una “interacción
directa y eficiente” entre las actividades científicas y tecnológicas y el sector produc-
tivo (ITINTEC, 1979: 5), las autoridades emprendieron la apertura progresiva de los
siguientes organismos: el Instituto Científico y Tecnológico Minero (INCITEMI), el
Instituto de Investigaciones y Capacitación en Telecomunicaciones (INICTEL) y el
Instituto de Investigación Tecnológica y de Normas Técnicas (ITINTEC).

El ITINTEC tuvo como finalidad “fomentar, coordinar, orientar y ejecutar la inves-


tigación tecnológica industrial de acuerdo con la política de desarrollo y promoción
del Ministerio de Industria y Comercio”18. La toma de conciencia de la relevancia
que cumplían la investigación y el desarrollo tecnológico en el progreso de la indus-
tria se reflejó en el ITINTEC a través de la organización de un sistema tecnológico
nacional en el que el empresariado industrial estrechaba lazos con los agentes públi-
cos y privados dedicados a la labor investigativa, para satisfacer sus requerimientos
tecnológicos en pro de su desarrollo. Con el otorgamiento del 2 % de sus rentas
netas a los fondos del ITINTEC, las industrias adquirían el derecho de presentar
proyectos de investigación destinados a fortalecer su capacidad tecnológica e incre-
mentar su productividad y eficiencia (ITINTEC, 1979: 7). Si estas propuestas eran
aceptadas por el Instituto, las empresas podían ejecutarlas en sus instalaciones y con
su personal especializado o trasmitiendo esta tarea a alguna universidad o instituto
de investigación o al propio ITINTEC; en el caso de que las propuestas fueran des-
aprobadas los fondos pasarían a los proyectos particulares de la institución rectora.
Como se puede apreciar, este sistema estaba ideado para integrar a los agentes e ins-
tituciones vinculados a la investigación científica y aplicada (universidades, centros
de investigación, científicos particulares, empresas, etc.) dentro de una dinámica en
la que el desarrollo de una tecnología propia posibilitara la ruptura con el lastre de la
dependencia tecnológica y, por ello, el progreso de una industria nacional autónoma.

Dentro de la dinámica expuesta, la universidad peruana se convirtió en una pie-


za clave para su despliegue, sostenimiento y consolidación. Según las autoridades
del ITINTEC, la universidad estaba llamada a “cumplir un rol trascendental como
18 Ley Orgánica del Instituto de Investigación Tecnológica Industrial y de Normas Técnicas, 26 de setiembre
de 1972. En los siguientes apartados solo nos referiremos a las actividades del ITINTEC relacionadas a la investigación
tecnológica industrial, pero no se debe de olvidar que este instituto también tuvo como función “promover y desarro-
llar las actividades de normalización técnica del país” (ITINTEC, 1979: 6).

31
centro de formación de profesionales y técnicos, y como mecanismo de creación,
adaptación, desarrollo y difusión de conocimiento tecnológico” (ITINTEC, 1979:
9). A diferencia de la autonomía de que anteriormente gozaban las casas de estu-
dio para elegir y financiar sus áreas de investigación, siempre en contacto con las
demandas estatales y sociales; ahora estas estaban supeditadas económicamente a
los lineamientos del ITINTEC por medio de convenios de varios tipos (de “amplia
base” para la realización de proyectos de investigación, “especiales” referidos al in-
tercambio de información técnica, al de “financiamiento de tesis”, entre otros) (Flit,
1977: 55). Como parte del fortalecimiento de esta medida, que iba en sintonía con
otras reformas estructurales, se promulgó el decreto-ley 17437 o Ley Orgánica de la
Universidad Peruana, en 1969, que dispuso la reorganización académica y adminis-
trativa del sistema universitario. Si bien más adelante pasaremos a detallar algunos
de los puntos de la reforma, cabe resaltar en este apartado que su ejecución redujo
el poder de acción de las universidades en lo referente a la investigación y la dación
de servicios, al punto de reducirlas a una función casi exclusiva de formadoras de
profesionales (López Soria, 2017: 70).

La UNI fue una de las tantas universidades que se vio seriamente perjudicada con
las reformas. En los 12 años que duró la dictadura militar, la universidad se vio pron-
to sumergida en un ambiente de inestabilidad que se manifestó en el gran número
de rectores que asumieron su dirección, en el crecimiento desproporcionado de la
población estudiantil, en las frecuentes interrupciones de las clases, en el deterioro
de su infraestructura y laboratorios, en el éxodo del capital profesional a universi-
dades particulares y centros de investigación, entre otros (López Soria, 2017:71-72;
Quiñones y Ueda, 2010: 50). Esta coyuntura, además, agravada en parte por la ad-
judicación del fomento de la investigación al ITINTEC, repercutió profundamente
en los espacios de la universidad dedicados a la investigación, al extremo de ser
cancelados, como ocurrió con el Instituto de la Energía y su línea de investigación
dirigida a la energía solar.

El cierre del Instituto de la Energía, en 1969, y los problemas que posteriormen-


te sucedieron a la FIME detuvieron momentáneamente los trabajos emprendidos
en el campo solar. La escasa producción en este sector en los primeros años de la
década de 1970, con algunas excepciones19, comprueban el impacto negativo de
la reforma universitaria (Coz, 1983: 13). Esta situación pudo revertirse a partir de
1975, cuando el capital profesional se desplazó y alojó en otros espacios fuera de la
universidad. Ante la ausencia de un soporte institucional universitario que incentiva-

19 Según Federico Coz, desde 1969 hasta 1974 solo se produjeron tres tesis en el Programa Académico de
Ingeniería Mecánica y Eléctrica. En ese grupo se encontraban los trabajos de César Kadono (Coz, 1983: 13).

32
ra las investigaciones en energía solar, más aún en un contexto que exigía el empleo
de energías que sustituyeran al petróleo, algunos de los ingenieros se posicionaron
en los institutos sectoriales de investigación del Estado, especialmente el ITINTEC.
Apoyándose en su solvencia profesional y en las redes gestadas en su etapa forma-
tiva y laboral, estos pudieron integrarse al equipo de investigadores del ITINTEC y
desde allí emprender nuevamente sus estudios en la temática solar y, en general, en
el de las energías renovables. Posteriormente, algunos de estos ingenieros mecánicos
que mantenían un contacto fluido con la UNI, a través de la docencia universitaria,
volcaron sus experiencias en un proyecto grupal dirigido exclusivamente a la energía
solar. Un poco antes de poner en marcha el proyecto citado, como muestra de la di-
versificación que tenía el estudio de esta energía renovable, se impulsó otro proyec-
to, pero esta vez dirigido por un grupo de físicos de la UNI. El ITINTEC cumplió
un rol descollante en la reanudación de los estudios de energía solar en la UNI, así
como en otras universidades y centros de investigación del país.

Si anteriormente los estudios sobre energía solar se ocuparon de resolver problemas


básicos pero fundamentales para su aprovechamiento, resaltando particularmente
su carácter teórico, ahora, en la década del 70, con los lineamientos de la política
tecnológica industrial del ITINTEC, estos destacarían por superar ese enfoque y
ahondar en la experimentación, diseño, construcción y ejecución de dispositivos
solares tanto en el ámbito doméstico como en el manufacturero e industrial. Cabe
resaltar que la inclusión de estos últimos espacios de acción sería una de las grandes
novedades del periodo, pues ampliaba el propósito del aprovechamiento de la ener-
gía solar, sumando la finalidad comercial a la estrictamente social que tenía antes.

En los siguientes subcapítulos analizamos el desarrollo de las investigaciones refe-


rentes a la energía solar en dos escenarios distintos pero unidos por los expertos
que los integraban, durante las décadas del 70 y parte del 80. En el primer apartado
trataremos del ITINTEC y sus programas de investigación tecnológica abocados al
campo solar, resaltando el desarrollo de los proyectos impulsados por sus investi-
gadores y por otros organismos del medio nacional. En el segundo, como muestra
de la continuidad con los trabajos elaborados en el Instituto de la Energía y en el
ITINTEC, abordaremos la experiencia de trabajo de los Grupos de Investigación
en Energía Solar de los Departamentos de Energía y Mecánica, de Física, y de Ar-
quitectura y Urbanismo.

2.2 La energía solar en el ITINTEC y en la UNI


Si bien el ITINTEC se creó en 1970, a raíz de la promulgación de la Ley General
de Industrias, fue solo en 1975 cuando se incluyeron proyectos vinculados a las

33
energías renovables en su línea de investigación y desarrollo tecnológico. ¿Cómo
se puede explicar esta inclusión en un organismo que de acuerdo a sus máximos
lineamientos estaba encargado de fomentar la investigación tecnológica en el sector
industrial? Podemos plantear tres posibles razones: una concepción amplia de lo
que significó la “investigación tecnológica” para el ITINTEC, la crisis internacional
del petróleo y la inclusión de profesionales formados en la FIME y el Instituto de
la Energía.

Al considerar que el “concepto tradicional” asignado a la “investigación tecnológi-


ca” no se adecuaba a la realidad peruana y las necesidades de su industria nacional,
las autoridades del ITINTEC apostaron por una definición más amplia y dinámica
que acogiera tanto a múltiples agentes como áreas de desarrollo. Esto quedó plas-
mado en la explicación que brindó uno de sus primeros directores, el doctor Isaías
Flit, quien refirió que la investigación tecnológica era “básicamente la aplicación de
la imaginación de los peruanos en la búsqueda de soluciones propias a nuestros pro-
blemas técnicos” como por ejemplo, “la obtención de nuevos productos y procesos,
el diseño industrial, la adaptación a nuestras necesidades de tecnologías importadas,
la búsqueda de técnicas adecuadas a nuestra pequeña industria y artesanía” (Flit,
1974: 15). Esta amplia definición en la que se tomaba en cuenta a “los peruanos”,
desde especialistas hasta trabajadores, y a una gama de espacios periféricos a la gran
industria, como talleres artesanales y de la pequeña industria, facilitó la recepción de
inquietudes relacionadas a las energías renovables en el ITINTEC.

La anulación de la tan cuestionada Acta de Talara y la subsecuente expropiación


de las instalaciones de la International Petroleum Company, junto a otras expropiacio-
nes clave en la industria petrolera, por parte de las Fuerzas Armadas, a inicios de
1968, no solo fue un acto ejemplar de la postura nacionalista que caracterizó a este
régimen, sino además uno que evidenciaba la relevancia del petróleo como fuente
energética esencial para el proyecto social de los militares reformistas. Pronto a
las expropiaciones le siguió la creación de la empresa Petróleos del Perú (Petrope-
rú) que tomó a su cargo las actividades de la industria y el comercio del petróleo
y los hidrocarburos por medio de los yacimientos petrolíferos de la costa norte y
la refinería de Talara (Torres, 2008: 243). Con el fin de superar los problemas de
la industria petrolera local y acabar con la dependencia energética, se aprobaron
diversas medidas entre las que destacaron: la exploración y explotación de nuevos
yacimientos petroleros a manos privadas y del Estado, y la construcción de un oleo-
ducto al norte del país para enlazar los yacimientos de la selva central con los de la
costa norte. Lamentablemente, los frutos de estos incentivos se vieron postergados
por la crisis del petróleo ocurrida en 1973, a consecuencia del embargo económico

34
y los recortes de la producción petrolera mundial efectuados por los países árabes a
través de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). Al depender
de la importación de petróleo, el Perú tuvo que enfrentarse a la rápida subida de
su precio, lo que obligó al gobierno, siguiendo el ejemplo de los países europeos, a
implementar programas de racionamiento de energía20 y subsidios a los derivados
de este recurso (Torres, 2008: 256). Si, por un lado, la repercusión de la crisis había
provocado en las mayorías un creciente descontento social, por el otro, había mos-
trado a los especialistas lo precario y finito que era este recurso. El conocimiento de
los límites materiales del petróleo y su posible extinción, que iba de la mano con una
naciente consciencia ambiental, orientó a los especialistas y autoridades a invertir en
la investigación y desarrollo de nuevas alternativas energéticas que pudieran, en el
mejor de los casos, reemplazar al petróleo. La energía solar y, en general, las energías
renovables fueron una de las opciones a desarrollar.

La cercana relación que pudo desarrollar el doctor Isaías Flit con el contraalmirante
Alberto Jiménez de Lucio21, vínculo amparado en la solvencia profesional y en una
mirada común sobre el papel social de la investigación tecnológica, ayudó a que
el ingeniero fuera considerado en los proyectos que el militar dirigiría al asumir el
cargo de ministro de Industria y Comercio. Bajo la dirección del ITINTEC, cuyos
miembros del directorio eran parte del Ministerio de Industria, Isaías Flit, junto a
otros especialistas, convocaron a profesionales destacados para ocupar las distin-
tas dependencias y divisiones de la institución. Así, antiguos y jóvenes egresados y
titulados de la FIME y miembros del Instituto de la Energía pudieron integrase al
grupo de investigadores del ITINTEC. Algunos de estos integrantes fueron: Alfre-
do Oliveros Donohue, Federico Coz Pancorbo, Javier Verástegui, Gustavo Flores
Guevara, Rafael Espinoza, Fernando Moreno y Alipio Ñahui. Como se puede apre-
ciar y señalamos en el anterior capítulo, algunos ingenieros mencionados ya habían
tenido una experiencia previa en el campo de la energía y, particularmente, en la so-
lar, mientras que otros, los jóvenes egresados, desarrollarían ese interés al contacto
con los más experimentados.

La apertura a nuevos agentes y temas de investigación, la crisis del petróleo que


mostraba su carácter agotable y la necesidad de promover nuevas alternativas ener-
géticas, y la experiencia que algunos de los miembros del ITINTEC tenían en el área
de los recursos energéticos posibilitaron e incentivaron muy pronto la presentación
y recepción de proyectos relacionados a las energías renovables. Al distanciarse del
20 Estas campañas consistieron en el ahorro de combustible restringiendo la circulación de vehículos por
medio del uso de calcomanías de colores.
21 Como se indicó en el capítulo anterior, Jiménez de Lucio e Isaías Flit coincidieron en la Oficina de Investi-
gación y Desarrollo del Ministerio de Marina en la segunda mitad de los años 1960.

35
carácter teórico de los estudios realizados años atrás, pero tomando sus aportes, el
ITINTEC amplió su significado y alcance ya que desarrolló una variedad de dispo-
sitivos solares y llegó a diversas regiones del país.

Tal como mencionamos al inicio de este apartado, fue a partir de 197522 cuando en
el ITINTEC se pensó en la implementación de un programa de investigación tecno-
lógica dirigido específicamente a las energías renovables. El Programa de Energías
No Convencionales (PENC), llamado inicialmente Programa de Energías Natura-
les23, se abocó al desarrollo de una “tecnología apropiada” para el aprovechamiento
de las energías solar y eólica con la finalidad de suministrar energía útil a las activi-
dades domésticas y productivas de las zonas rurales (Oliveros y Verástegui, 1981:
5). Es preciso destacar ese doble espacio que buscaba cubrir el PENC, ya que a
diferencia de las propuestas anteriores en que solo se consideraba el espacio domés-
tico para el aprovechamiento de las energías no convencionales, esta vez se incluía
al productivo, tomando en cuenta los talleres artesanales y la pequeña industria. De
esta forma, el desarrollo tecnológico en el área de las energías renovables adquiría
un fin social y económico.

La identificación de los problemas energéticos que afectaban tanto a las poblacio-


nes como a las empresas del interior del país, así como el reconocimiento de sus po-
tencialidades, permitieron a los investigadores del ITINTEC desarrollar tecnologías
que no solo resolvieran esas carencias, sino que a la par les produjeran ganancias.
Ya sea como medio de producción de alguna industria o produciendo directamente
valor agregado o relacionándose con otras empresas para la reproducción y comer-
cialización, en cualquiera de los casos, el artefacto solar podía reportar ingresos
económicos. En este sentido, se estaba siguiendo la senda trazada por la política
tecnológica del ITINTEC.

Para la realización de los objetivos anteriores y como muestra de un programa plani-


ficado, el PENC se desarrolló en dos etapas: la primera dedicada a la realización de
tecnologías dirigidas al campo doméstico y la “pequeña industria y artesanía”, y la
otra etapa al desarrollo de “equipos de sistemas de mayor envergadura y de posible
fabricación industrial” (Oliveros y Verástegui, 1981). Por los límites documentales,
en las siguientes líneas solo nos abocaremos a la primera etapa y, claro está, a lo
relacionado con la energía solar.

22 El año oficial de apertura de este Programa fue 1978. Hemos considerado 1975 porque en este año se empie-
za a gestar y a conducir proyectos relacionados a las energías no convencionales que estarán estrechamiento vinculados
con los trabajos inmediatamente posteriores.
23 Este programa abarcaría a las energías solar, eólica e hidráulica. Con la apertura de un nuevo programa
dedicado a esta última energía renovable llamado Programa de Microcentrales Hidroeléctricas, el primero pasaría a de-
nominarse Programa de Energías No Convencionales.

36
El PENC, en su primera etapa, contó con proyectos de gran envergadura que cu-
brieron varias regiones del país, particularmente las zonas rurales y costeras, y que
diversificaron el uso de la energía solar con la implementación de múltiples disposi-
tivos (calentadores, destiladores, secadores, cocinas, etc.). La dinámica del ITINTEC
para la financiación de proyectos de investigación tecnológica, empleando parte de
los fondos del 2 % de la renta neta de las empresas y las redes del sistema tecno-
lógico nacional, posibilitó el desarrollo de trabajos abocados a la energía solar a
través de la subvención de las propuestas de su cuerpo técnico y por convenios
establecidos con institutos o grupos de investigación de distintas partes del Perú24.
El pronto resultado de esta medida fue el surgimiento de organismos regionales de
investigación con sus respectivos proyectos solares que respondían a sus preocupa-
ciones, necesidades y aspiraciones energéticas. El ITINTEC estaba impulsando la
descentralización y diversificación del aprovechamiento de la energía solar en el país.

Así como en la década pasada los miembros del Instituto de la Energía y de la FIME
resolvieron problemas básicos pero fundamentales para el empleo de las energías
no convencionales, ahora, los investigadores del ITINTEC y de los otros grupos
regionales tenían que a hacer lo propio para el desarrollo de una tecnología nacional
que aprovechara la energía solar tanto en el ámbito doméstico como en el econó-
mico. El reto estaba en adaptar la tecnología producida en otras latitudes, es decir,
los principios básicos que la sostenían, a “los materiales y procesos de manufactura
disponibles en nuestro medio” (Coz, 1983:15). Para este fin, como se puede registrar
en los múltiples trabajos publicados en revistas especializadas, actas de congresos
y tesis, los investigadores volcaron sus energías en estudios tanto teóricos como
prácticos, enfocados en el planteamiento de métodos de cálculo, diseño de equi-
pos, construcción de dispositivos o sistemas solares, ensayos experimentales, etc. La
meta para esta primera etapa estaba en diseñar equipos simples que pudieran “ser
reproducidos en forma artesanal o en talleres con infraestructura básica de metal
mecánica” (Oliveros y Verástegui, 1981: 12), a lo que se añadían dispositivos más
complejos y de mayor capacidad.

A dispositivos como el calentador de agua y el destilador de agua de mar, aparatos


que desde la década anterior eran percibidos con gran potencial, le acompañaron
cocinas y secadores solares y sistemas de calefacción. A pesar de sus diferencias,
estos dispositivos compartían una misma dinámica de funcionamiento, cuyo núcleo
central era el colector solar. Tanto el cuerpo técnico del ITINTEC como los investi-

24 Como ejemplos se puede citar, en el primer caso, al proyecto “Desarrollo de unidades modulares de colec-
tores solares” llevado a cabo por personal del ITINTEC, con el ingeniero Alfredo Oliveros en su dirección, y, en el se-
gundo, al proyecto “Utilización de la energía solar por medio de una tecnología industrializada artesanalmente” dirigido
por el INAEN de Ayacucho bajo el mando de Maximiliano Durand (Vargas, 1976: 11-13).

37
gadores regionales impulsaron de manera conjunta, aprovechando la red del sistema
tecnológico nacional, el desarrollo de los dispositivos citados.

Uno de los dispositivos más estudiados fue el calentador solar de agua. Los inge-
nieros reconocieron que en áreas del país situadas a 2 000 metros sobre el nivel del
mar, el agua alcanzaba una temperatura “demasiado fría para [el] uso doméstico y
para procesos industriales a pequeña escala” (Oliveros y Verástegui, 1981: 11). Para
dar solución a esta problemática el ITINTEC desarrolló la “tecnología de diseño
y fabricación de calentadores solares” de diversos materiales y capacidades, siendo
el modelo predominante el de “tanque de almacenamiento sobre colectores [con]
circulación del agua por termosifón” (Oliveros y Verastegui, 1981: 12). Uno de los
primeros proyectos emprendidos en esa línea, en 1975, estuvo enfocado en el desa-
rrollo de unidades modulares de colectores solares. Cabe resaltar que este proyecto
no solo destacó por ser un paso fundamental para el desarrollo de calentadores
y secadores solares, sino también porque en él participaron otros investigadores
vinculados directamente con la UNI. Aprovechando los vínculos estrechos que el
cuerpo técnico del ITINTEC mantenía con la universidad –gran parte de sus inte-
grantes eran egresados y docentes de ella– se le solicitó apoyo para algunas pruebas
y realizaciones vinculadas a los colectores.

Por un lado, el joven físico Manfred Horn, docente e investigador del Departamen-
to Académico de Física y quien luego tendrá un rol descollante en el campo de las
energías renovables, y su colega Jaime Velásquez se encargaron de “medir algunos
parámetros físicos de materiales y de equipos, como el flujo del aire en un secador
solar o la absortancia de un colector solar” en el laboratorio de Espectrómetro de
Resonancia Magnética (Quiñones y Ueda, 2010: 118). Por otro lado, los jóvenes
ingenieros mecánicos Rafael Espinoza y Luis Moreno, quienes posteriormente am-
pliarían estos estudios en la UNI, se encargaron de la parte mecánica del proyecto
construyendo y evaluando los prototipos de los calentadores que luego serían pues-
tos a prueba en la estación meteorológica Alexander Von Humboldt de la Universi-
dad Nacional Agraria (Vargas, 1976: 13).

Como parte de la experimentación de estos equipos, se instaló en 1976 un prototipo


de calentador en el Centro Educativo N°30079 de Huallao (Huancayo) cuya capa-
cidad era de 200 litros y podía alcanzar 50 de temperatura (Reyna, 1976: 17). Así
también, mediante un convenio de cooperación técnica con CENTROMIN PERÚ,
se implementaron prototipos unifamiliares de calentadores de 150 litros en edificios
de departamentos y campamentos mineros de Casapalca y Morococha (Palacios,
1986). De igual forma, con el apoyo de la Cooperación Técnica Suiza, se insertó a

38
“título de ensayo” un calentador de agua en la línea de producción de una quesería
de San Juan de Chuquibambilla (Puno) (Canedo, 1978). La experiencia lograda en el
desarrollo de calentadores unifamiliares solares por termosifón facilitó al ITINTEC
la transferencia de esta tecnología a la empresa arequipeña ENERSOL SCRL, la que
desde inicios de los años 80 la reproducía para su comercialización (Oliveros, Ñahui
y Camac, 1981: 2). La tecnología solar se convertía en un medio comerciable.

Asimismo, se hicieron trabajos importantes sobre los destiladores solares de agua


salubre. Entre los elaborados destaca la implementación de una planta piloto de
destilación de agua salobre que empleó para su funcionamiento energías solar y
eólica. El grave problema de abastecimiento de agua potable que afectaba al distrito
de Castilla (Piura) y la identificación de sus recursos naturales (intensa radiación so-
lar, agua subterránea salobre, fuertes vientos, etc.) estimularon a los investigadores
a idear un gran sistema de destilación que aprovechara los elementos energéticos
citados. La planta estuvo compuesta por un molino con rotor “tipo savonius” y
una “bomba aspirante impelente”, ocho pozos de destilación de 9 m2 cada una,
cubiertos por un techo de vidrio en forma de V que daba paso a la radiación solar
y un tanque de almacenamiento para el agua destilada25. Su construcción contó con
mano de obra y materiales locales. En su condición de “planta piloto”, esta sirvió
para “estudiar el comportamiento de ciertos materiales empleados y la influencia de
algunos parámetros, tales como: la profundidad de agua salobre y su velocidad de
desplazamiento en las pozas” (Oliveros y Verástegui, 1981: 10). El proyecto estuvo
dirigido por el ingeniero Guido Ucelli Di Nemi y contó con el apoyo financiero del
ITINTEC, el cual destinó 304 000 soles (Redacción, 1978a). La planta empezó a
funcionar en 1977. A este proyecto también se sumaron los trabajos sobre destila-
dores realizados en Ayacucho por el Instituto de Investigaciones de Aplicaciones de
las Energías Naturales (INAEN).

Para poder dar solución a la escasez de combustible (leña, carbón, kerosene, etc.)
para las actividades domésticas de algunos poblados del interior del país, el ITIN-
TEC promovió el uso de cocinas solares. Uno de los proyectos entregados a esta
tarea fue encabezado por el INAEN de Ayacucho, organismo universitario lidera-
do por el matemático Maximiliano Durand. Gracias a un convenio de financiación
con el ITINTEC, cuyo monto alcanzaba los 250 000 soles (Redacción, 1978b), el
INAEN pudo ejecutar un proyecto para el desarrollo de “tecnología industrializada
artesanalmente” que aprovechara de múltiples formas la energía solar para el bene-

25 La dinámica de funcionamiento era la siguiente: el agua salobre, bombeada por el molino y el motor de la
capa freática, era conducida a cada uno de los pozos para que mediante la exposición solar pudiera ser destilada, luego
este recurso sería transportado a un tanque para resguardo.

39
ficio de las poblaciones más pobres de Ayacucho y del interior del país, siendo uno
de estos medios la cocina solar. Al cumplir este fin, se diseñaron dos tipos de mo-
delos: el “Ayacucho 54” y el “Ayacucho 90”. Favorecido por sus diseños, el primero
podía alcanzar una temperatura de 130 °C en 40 minutos de exposición del colector
concéntrico al sol, permitiendo la cocción de alimentos en un “tiempo razonable”;
mientras que el segundo con un colector “más potente” y una dimensión más am-
plia alcanzaba a cocinar los alimentos en menos tiempo que el anterior y en una
proporción mayor, al menos “60 platos de comida en 2 horas y media” (Redacción,
1980). Otras de las experiencias con este dispositivo fue la del ingeniero Alfredo
Oliveros, quien diseñó una cocina solar tipo hot box empleando como material de
base el aluminio. Continuando con las pruebas realizadas en Lima, el dispositivo
fue dado a una familia campesina de Ayacucho y se obtuvo resultados limitados
(Moreno, 1976: 27).

Otro de los dispositivos puestos en marcha en este periodo fue el secador solar26.
La pérdida reiterativa que registraban los agricultores y comerciantes de produc-
tos agrícolas a causa de la descomposición de sus productos, debido a la falta de
una infraestructura adecuada para su rápido y seguro traslado a los grandes merca-
dos urbanos, desplegó el interés de los ingenieros a buscar formas de mantener el
producto sin que este perdiera su esencia y valor, hallando en su deshidratación o
secado una solución. Algunos de los primeros proyectos que se abocaron al tema
fueron los ya citados “Desarrollo de unidades modulares de colectores solares” y
“Utilización de la energía solar por medio de una tecnología industrializada artesa-
nalmente”, dirigidos por el ITINTEC, con apoyo de la UNI y el INAEN, respecti-
vamente. El equipo ITINTEC junto a ingenieros y físicos de la UNI estudiaron el
comportamiento de elementos clave del deshidratador solar (el colector solar plano
y la cámara de secado) y de su objeto a secar. Así, se registraron los cambios que
mostraba el colector solar, compuesto por “calaminas planas y corrugadas de fierro
galvanizado”, al variar la altura de los elementos que formaban su ducto interior; a
la par, se estudió el comportamiento de la cámara de secado en diversas formas de
distribución del aire caliente que recibía del colector (Oliveros, 1977: 2). De igual
forma, se hizo seguimiento al proceso de transformación del producto deshidrata-
do, en este caso melocotón, con la finalidad de “determinar temperaturas, tiempos

26 El secador solar se “compone de una caja aisladas en su parte inferior y laterales; con una o más superficies
transparentes (vidrio o plástico) como cubierta superior y debajo de esta una placa metálica como superficie absorbente
de la radiación solar, quedando entre ellas un espacio con aire estancado. El aire a calentar pasa por debajo de la placa
colectora y sobre la base aislada del colector solar […] La radiación solar incide sobre la cubierta transparente para ser
absorbida por la placa colectora, calentándose por dicho efecto, para trasmitir luego la energía de calor atrapada al aire
que fluye debajo de ella, lográndose así el calentamiento de este a su paso por el colector […] El colector citado calienta
y este en una unidad aparte (cámara de secado) por circulación alrededor del material lo deshidrata” (Espinoza, 1975: 2).

40
y procesos de preparación de [la] materia prima” de óptima calidad (Oliveros, 1977:
2). Los avances logrados en ambos casos facilitaron la implementación de plantas de
secado solar en distintas regiones del país y para diversos productos. Las primeras
plantas puestas a prueba estuvieron ubicadas en Chosica y Huayopampa (Departa-
mento de Lima), zonas conocidas por ser productoras de melocotón. Posteriormen-
te, en 1977, se edificó otra planta de secado, esta vez ubicada en la ciudad de Huan-
cayo (Junín)27 para la deshidratación de papa y yuca (Oliveros y Verastegui, 1981:
11). Paralelamente a los trabajos del ITINTEC en Lima y Junín, el INAEN hacía lo
propio en Ayacucho. Los integrantes del instituto de la Universidad San Cristóbal de
Huamanga construyeron un deshidratador solar “utilizando como placa colectora
una plancha de calamina corrugada, pintada de negro, colocada dentro de una caja
de madera […] y cubierta con una tapa de vidrio, –coincidiendo– su longitud mayor
con la dirección del flujo” de aire caliente (Espinoza, 1975: 1). Como parte de las
pruebas de experimentación, se secaron algunos frutos (plátano y lúcuma) y vegeta-
les para infusiones (manzanillas). Para 1979 ya habían pasado la fase experimental,
y se encontraban en la producción y difusión de la tecnología a nivel artesanal y con
propósitos sociales (Espinoza, 1979: 12). Posteriormente, se amplió la diversidad de
elementos a secar, sumándose granos de café, ajíes, maíz, entre otros. El deshidra-
tador solar abría las puertas para el desarrollo de una pequeña industria dedicada al
secado de frutas.

La implementación de sistemas de calefacción solar para viviendas expuestas a con-


diciones de bajas temperaturas fue otra de las labores desarrolladas en este periodo
gracias a la experiencia reunida en los trabajos sobre colectores solares de aire y
agua. Lamentablemente, es escasa la información que se posee sobre los proyectos
impulsados por el ITINTEC. Existen pequeñas notas que señalan los avances lo-
grados por el INAEN en este sistema, pero carecen de un mayor desarrollo. Este
campo de investigación será posteriormente desarrollado en la UNI, por el grupo
de trabajo del Departamento de Energía y Mecánica y egresados.

Como podemos apreciar, los aparatos desarrollados estuvieron proyectados princi-


palmente a transformar la radiación solar en energía térmica, y emplear, esta última,
en el calentamiento o evaporación de fluidos (líquidos y gases) que tuvieran un im-
pacto directo en las vidas de las poblaciones carentes de los recursos energéticos tra-
dicionales. Si bien la conversión de la radiación en electricidad, a través del empleo
de células fotovoltaicas, era una opción que estaba siendo evaluada en la década del

27 A finales de los años 70, se instaló una planta de secado solar en la estación “El Mantaro” para la deshidra-
tación de papa, en colaboración con el Instituto de Investigación Agroindustriales (ILA) y la Universidad del Centro
(Gálvez, 1980: 11). No nos queda claro si este proyecto formó parte del mencionado líneas arriba.

41
70, esta no fue considerada en los proyectos del ITINTEC. Los altos costos gene-
rados en su estudio y fabricación imposibilitaron momentáneamente su desarrollo.

La diversificación de los dispositivos solares (calentadores, destiladores de agua salo-


bre, cocinas, deshidratadores y sistemas de calefacción) no hubiera sido posible sin
una política de descentralización de las actividades de investigación. Como hemos
podido apreciar líneas arriba, a la capital se le sumaron otras ciudades del interior
del país. La dinámica del sistema tecnológico nacional, liderado en este caso por
el ITINTEC a través de la financiación de proyectos de investigación tecnológica
industrial, facilitó el surgimiento y sostenimiento de grupos regionales de investi-
gación provenientes de las aulas universitarias e interesados en el aprovechamiento
de las energías no convencionales28. Los convenios firmados entre el ITINTEC y
las universidades nacionales de provincia, en relación al desarrollo tecnológico de
dispositivos solares, dieron paso a la formación de una red nacional que entrelazó la
ciudad de Lima con las distintas regiones del Perú, lo que favoreció diálogo activo y
de intercambio de experiencia entre sus integrantes. Las referencias constantes a los
trabajos del ITINTEC por parte de los institutos regionales, y viceversa, muestran
esos estrechos lazos que se tejieron. A modo de ejemplo, se puede citar el caso del
INAEN de la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga que, financiado
con los recursos económicos del ITINTEC, pudo desarrollar una gran gama de
dispositivos solares en favor de las poblaciones rurales de Ayacucho. Así, se pueden
citar otros casos, como el de la Universidad del Centro o la Universidad Nacional
Agraria.

Se debe resaltar el interés del ITINTEC y de los grupos de investigación regiona-


les por hacer que la tecnología desarrollada llegara a los pequeños talleres para su
producción artesanal y de pequeña industria. Los trabajos publicados registran la
insistencia de los profesionales por remarcar que la tecnología solar producida no
solo sea transferida a las empresas industriales, sino también al sector artesanal. Por
ello, a diseños complejos, de grandes dimensiones y costos, les acompañaron dis-
positivos sencillos que podían ser elaborados con herramientas menos sofisticadas
y materiales propios del lugar. La divulgación de manuales con el rótulo de “Cómo
construir …” ayudaron a este fin.

A todo lo anterior, también cabe añadir las actividades académicas que el ITINTEC
impulsó a nivel nacional para la difusión de los trabajos desarrollados en el sector
energético solar. El Seminario Nacional de Energía Solar (1980, 1982 y 1985) fue

28 Para 1980 el ITINTEC había logrado establecer convenios con las siguientes casas de estudio: Universi-
dad de Piura, Universidad Nacional del Centro, Universidad Técnica de Cajamarca, Universidad Técnica del Altiplano
(Ñahui, 1980). También lo hizo con la Universidad San Cristóbal de Huamanga y la Universidad Nacional Agraria.

42
uno de esos eventos que destacó en los años 80 por su gran convocatoria, continui-
dad y descentralización.

2.3 Grupos de investigación de energía solar de la UNI


Con la promulgación del decreto-ley 17437 o Ley Orgánica de la Universidad Perua-
na, por parte del régimen de las Fuerzas Armadas, en febrero de 1969, se procedió a
restructurar el sistema universitario académica y administrativamente. Siguiendo lo
indicado por la nueva ley, que ordenaba a los rectores constituir comisiones para di-
señar la transición, se creó en la UNI la Comisión de Reorganización (CRUNI) que
asumió esta tarea entre los meses de febrero y mayo de 1969. En el mes de julio, al
ser aceptada la propuesta, el rector de la UNI, el arquitecto Santiago Agurto Calvo,
aprobó la restructuración académica, administrativa, presupuestal y el Reglamento
de la UNI (López Soria, Ueda y Quiñones, 2012: 51).

Las reformas llevadas a cabo en las unidades académicas pusieron fin al régimen de
facultades, sistema que regía en la UNI desde que pasó a ser universidad en 1955, y
en su lugar se impuso el de departamentos y programas académicos. ¿En qué con-
sistió este nuevo régimen? Por un lado, los departamentos académicos “concentra-
ron a los profesores de disciplinas afines que anteriormente prestaban sus servicios
en distintas facultades sin mayor interacción o coordinación entre ellos”, además
de “proveer los recursos humanos para la enseñanza […] eran los principales, si no
los únicos, núcleos de investigación al interior de las universidades”; por el otro, en
los programas académicos “convergían funcionalmente estos docentes procedentes
de diversos Departamentos Académicos para formar a los futuros profesionales” y
preparar el plan de estudio para cada carrera (Quiñones y Ueda: 2010: 49). Bajo este
nuevo sistema, la UNI quedó organizada en doce programas académicos y diecio-
cho departamentos (López Soria, Ueda y Quiñones, 2012: 113).

En lo que respecta a la labor investigativa, como señalamos anteriormente, el régi-


men militar absorbió las capacidades de investigación y las concentró en los institu-
tos sectoriales, como sucedió con la investigación tecnológica industrial y el ITIN-
TEC, en detrimento de los avances que la UNI había logrado en ese sector desde
1960 (López Soria, 2017: 70). Si bien la universidad peruana era considerada un
elemento clave en la dinámica del sistema tecnológico nacional, junto al empresaria-
do y a los institutos sectoriales, esta era percibida como un “centro de formación de
profesionales y técnicos” dada a dirigir o apoyar en los proyectos impulsados por el
empresariado local o los propios organismos sectoriales. Es decir, la universidad y,
en nuestro caso, la UNI quedaba reducida a una función formativa y dependiente de
otras instituciones gubernamentales. Sin embargo, cabe anotar que el Reglamento

43
General de la UNI señalaba que “correspondía a los Departamentos organizar la
investigación prestando una atención preferente a los problemas de interés nacional
y regional”. Esto podía llevarse a cabo mediante la constitución de grupos internos
de investigación, institutos y, en el mejor de los casos, centros de investigación inter-
departamentales (López Soria, Ueda y Quiñones, 2012: 53). El ambiente convulso
que se apoderó de la universidad en la década de 1970, a consecuencia de las refor-
mas ya mencionadas, limitó la relación con los institutos sectoriales29 y la apertura
de espacios dedicados a la investigación. Aprovechando estas alternativas y con el
ánimo de retomar ese espíritu innovador que había caracterizado a los institutos del
decenio pasado, surgieron en la UNI grupos de investigación integrados por docen-
tes de los Programas Académicos. Algunos de esos grupos estarían abocados a la
investigación de la energía solar.

Con la cancelación del Instituto de la Energía, los estudios sobre energía solar que-
daron inactivos por corto tiempo. Es a partir de los primeros años de la década de
1970, especialmente desde la segunda mitad, cuando se continúa con los trabajos
en ese campo, con propuestas individuales y, posteriormente, por medio de grupos
de investigación apoyados por la UNI. La novedad en este periodo va a radicar en
la inserción de nuevos agentes a la labor investigativa (físicos y arquitectos), en la
ampliación de las formas de aprovechamiento de la energía solar (energía eléctrica y
confort térmico) y en el ímpetu por establecer las bases para la institucionalización
de su estudio en el espacio universitario.

A los trabajos desarrollados por los ingenieros mecánicos del Departamento Acadé-
mico de Energía y Mecánica, continuación de lo hecho anteriormente en la FIME
y el Instituto de la Energía, se sumaron los impulsados por físicos y arquitectos
pertenecientes al Departamento Académico de Ciencias y al Departamento Aca-
démico de Arquitectura y Urbanismo, respectivamente. Integrados por docentes,
egresados y profesionales de un mismo departamento, estos equipos se organizaron
en “Grupos de Investigación en Energía solar” y de acuerdo a sus líneas de estudio
contaron con el respaldo institucional de la UNI. Si bien cada uno de ellos tuvo un
despliegue individual en sus primeros años, reflejado especialmente en sus áreas de
investigación y objetivos proyectados, estos mantuvieron una comunicación fluida,
amparada en el intercambio académico y de infraestructura que posteriormente los
llevó a emprender proyectos conjuntos.

29 Aunque falta un estudio más detallado sobre la relación entre la UNI y el ITINTEC, y, en general, las uni-
versidades y los institutos sectoriales de investigación, resulta interesante señalar que mantuvieron una interacción muy
cercana. Solo en 1978 el ITINTEC había establecido varios convenios con la UNI relacionados al “ensayo cemento”, al
“desarrollo de técnicas para el planeamiento de minado a cielo abierto, al “diseño de una máquina portátil cosechadora
de café”, a la realización de “métodos y mecanismos para hilar fibras estirándolas en seco”, etc. (UNI, 1978: 26).

44
Como era de esperarse, estos Grupos de Investigación tomaron un papel activo ante
la problemática de la energía derivada de la crisis del petróleo que asoló al mundo
y al país en la dictadura militar. De acuerdo con el físico Manfred Horn, uno de los
investigadores más destacados de los Grupos de Investigación en Energía Solar,
la crisis energética dejaba traslucir dos hechos fundamentales para la comprensión
de la situación real de la energía en este periodo. Por un lado, la implicancia de los
recursos energéticos en el desarrollo económico y social del país y, por el otro, el ca-
rácter agotable de algunos de estos, principalmente el petróleo y el gas natural. Para
Horn, la superación de la problemática y, por ende, el impulso al desarrollo nacional
se podía alcanzar con el “aumento sustancial de la transformación de energía” y la
búsqueda “más apropiada y eficiente del uso de la misma” (Horn, 1982: 4). La mira-
da pesimista que rodeó al petróleo a causa de la crisis –algunos especialistas comen-
taban que las reservas peruanas solo podían garantizar el suministro nacional por
un máximo de ocho años– llevó a plantear la búsqueda de otras fuentes energéticas
que pudieran sustituir al petróleo progresivamente. Por fortuna –señalaba Horn– el
Perú contaba con “grandes reservas de energía, la mayoría de ellas regenerativas”,
la energía solar destacaba como una de las más importantes para el futuro y, espe-
cialmente, para el progreso de las regiones altoandinas. Esta afirmación encontraba
sus bases en el progresivo abaratamiento de los costos de los dispositivos solares,
pues si ahora resultaba económico “transformar la energía térmica para calentar
ambientes y agua y para secar alimentos y otros productos”, en un corto plazo esto
podría pasar con otras formas de aprovechamiento, como la transformación directa
en electricidad con celdas fotovoltaicas (Horn, 1982: 4). A diferencia del pesimismo
que rodeaba al porvenir del petróleo, la energía solar junto a otras fuentes renova-
bles, era percibida con un futuro optimista que en el mejor de los casos podía reem-
plazar a las energías tradicionales en un mediano plazo.

Para enfrentar el problema energético nacional bajo una “visión amplia” se pro-
ponía entonces incentivar el uso de las “energías regenerativas” o renovables “for-
mando una infraestructura humana, particularmente en las universidades, apoyando
proyectos de investigación a largo plazo, proyectos de desarrollo industrial a media-
no plazo y proyectos de implementación masiva de tecnologías ya comprobadas”
(Horn, 1982: 5). Más que la adopción de dispositivos o aparatos foráneos, existía
una inquietud por desarrollarlos en el territorio nacional a través de la investigación
y el desarrollo tecnológico. El surgimiento de los Grupos de Investigación en Ener-
gía Solar, así como el propio ITINTEC y los organismos regionales, se enmarcaron
dentro de estas exigencias.

45
A continuación, pasamos a detallar los casos de la Grupos de Investigación en Ener-
gía Solar de la UNI.

2.3.1 El interés de los físicos por la energía solar


Antes de pasar a detallar las propuestas desarrolladas por docentes e investigadores
del Departamento Académico de Física en el campo energético solar, consideramos
necesario hacer una resumida descripción del devenir del Programa Académico de
Ciencias30.

Lo orígenes más remotos del Programa Académico de Ciencias de la UNI se pue-


den hallar en el Departamento de Preparatoria, un espacio formativo que ofrecía los
cursos dirigidos a preparar a los estudiantes para los cursos de especialización. Con
el paso de la Escuela de Ingenieros a Universidad Nacional de Ingeniería, en 1955,
se empieza a discutir la posibilidad de convertir al mencionado Departamento en
una Facultad de Ciencias Básicas orientada a centralizar y dictar los cursos básicos
que los alumnos llevaban en diferentes facultades. Luego de un tiempo necesario
para su estudio, el Consejo Universitario aprobó su constitución. Pese a este logro,
la Facultad mantuvo el mismo perfil que había heredado del Departamento Prepara-
torio, el cual se reflejaba en su antiguo plan de estudio. En 1959 cambió su nombre
por el de Facultad de Ciencias Básicas y Nucleares, pero poco se hizo por cambiar su
orientación curricular. Al año siguiente, con la promulgación de la Ley Universitaria
13417, se dispuso su reorganización y se modificó nuevamente su nombre por el de
Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas. Una comisión liderada por el rector y
conformada por algunos decanos de la universidad dispuso su reorganización y un
nuevo plan de estudio. A inicios de 1961, la Facultad de Ciencias Físicas y Matemá-
ticas “inició oficialmente sus actividades, en estrecha relación con el también reor-
ganizado Departamento de Preparatorio y de Admisión, ya que allí se encontraban
sus primeros matriculados” (López Soria, Ueda y Quiñones, 2012: 11). Recién en
1964 pudo contar con un Consejo de Facultad y, así, con su primer decano, lo que
le permitió participar en el Consejo Universitario. Dos años después, como parte
de las reformas curriculares que intentaban formar profesionales en sintonía con
las demandas productivas, se crearon los Departamentos de Ciencias y el Departa-
mento de Física y, posteriormente, en 1968, la Sección de Química que comenzó a
funcionar al año siguiente. Los egresados obtenían el grado de bachiller en ciencias,
y, de acuerdo a su especialidad, los títulos profesionales de físico, matemático o
químico. Hay que destacar también que este cambio conllevó a la implementación
de una gran variedad de laboratorios orientados al desarrollo de las prácticas de los
estudiantes.

30 Para el desarrollo del siguiente párrafo se empleó el libro 50 años de la Facultad de Ciencias (2010).
46
Para conducir y sostener las reformas implementadas se necesitaban nuevos pro-
fesionales. Así, se dio la incorporación de docentes nacionales y extranjeros espe-
cialistas en matemática y física. Por un lado, se incorporaron profesionales prove-
nientes del Instituto de Matemáticas Puras y Aplicadas y de la Escuela Instituto de
Matemáticas y Física de la UNMSM, y, por el otro, especialistas procedentes en su
mayoría de Argentina, y, en menor medida, de Canadá, Israel y Alemania (Quiñones
y Ueda, 2010: 80). De este último país, destaca la incorporación del físico Manfred
Horn, quien una década después dirigirá los trabajos del Grupo de Energía Solar del
Departamento de Física.

Con la promulgación de la Ley Orgánica de la Universidad Peruana (1969) y la


subsecuente reorganización académica y administrativa de la UNI, la Facultad de
Ciencias Físicas y Matemáticas se convirtió en el Programa Académico de Ciencias,
y los docentes vinculados a esta y otras facultades pasaron a agruparse, según la
materia curricular que dictaban, en los Departamentos Académicos de Matemática,
Química y Física.

A iniciativa del físico Manfred Horn, se creó, en 1975, el Grupo de Energía Solar
en el Departamento de Física31. Conformado inicialmente por su impulsor, para
luego sumarse otros nuevos especialistas –en su mayoría jóvenes físicos licenciados
y magísteres del Programa Académico de Ciencias y de la Escuela de Graduados de
la UNI, respectivamente, y doctores de universidades extranjeras–, el Grupo tuvo
como eje de trabajo dos áreas que hasta ese momento no se habían desarrollado en
plenitud en la universidad ni, nos atreveríamos a decir, en el país: la investigación y
experimentación en el campo de las superficies selectivas y de las células fotovoltai-
cas, y el establecimiento de las bases para la institucionalización del fomento de la
energía solar.

El ingreso de nuevos actores estimuló el estudio de la energía solar desde campos


que hasta ese momento habían sido escasamente explorados por los ingenieros me-
cánicos y esto debido principalmente a su formación. Los físicos partieron desde
la ciencia de los materiales –disciplina dedicada al estudio de la estructura y propie-
31 Según el profesor Horacio Verdún, en 1967 se dio curso en la Facultad de Ciencias y Matemáticas a un pro-
yecto de investigación “con el tema de compuestos semiconductores con fuertes efectos termoeléctricos, con vistas a
generar aplicaciones en el campo de la refrigeración y el uso de la energía solar” (Verdún, 1977: 2). Liderado inicialmente
por el físico Mauricio Lara, este proyecto fue la continuación de sus trabajos realizados anteriormente en Argentina y que
fue retomado en la UNI con el apoyo del docente Horacio Verdún. Como parte del proyecto se presentaron dos tesis de
bachiller en Física.

En una entrevista realizada al doctor Manfred Horn nos señaló que uno de sus primeros contactos con la energía solar
en el país se dio a su regreso de Canadá, luego de doctorarse en la Universidad de Columbia Británica, en 1972, a raíz de
uno de los cursos dictados por el matemático Maximiliano Durand en la UNI. Si bien puede ser cuestionable el enfoque
de los cursos dictados, se debe de destacar la divulgación que estaba teniendo la energía solar y el interés que despertaba
en los docentes y autoridades de la universidad.

47
dades de los materiales– para mejorar la eficiencia de absorción de la superficie de
los colectores solares y desarrollar células fotovoltaicas con los compuestos más
propicios de la época.

Si bien el aprovechamiento de la energía solar a través de su conversión fototér-


mica se había desarrollado por mucho tiempo por medio de métodos sencillos de
construcción artesanal, ahora se optaba por sistemas sofisticados de alta eficiencia
que demandaban una compleja y costosa tecnología. Con la idea de mejorar el ren-
dimiento de los sistemas de conversión, el colector solar, núcleo central del dispo-
sitivo solar, fue objeto de estudio y experimentación por parte de los miembros del
Grupo del Departamento de Física. De acuerdo con el físico Jaime Velásquez, el
“rendimiento de un colector […] depende esencialmente de su concepción y de las
propiedades térmicas y ópticas de los materiales” que componen la superficie de la
placa colectora. Por ello, el aumento de su rendimiento o eficiencia podía lograrse
“por la acción de las propiedades ópticas de las superficies de la placa colectora,
utilizando a aquellas que tengan un factor de absorción y un bajo factor de emisión”
(Velásquez, 1980). Entre los complejos y diferentes procedimientos llevados a cabo
para la obtención de las superficies selectivas se podían encontrar: “metal semicon-
ductor, efecto de trampa, multicapas, efecto de difusión en volumen, efecto de tex-
tura, etc.” (Velásquez, 1980). La falta de acceso a estos procedimientos (protegidos
en su gran mayoría por medio de patentes y la omisión deliberada de sus procesos
en revistas especializadas) llevados a cabo por investigadores extranjeros y las ansias
por explorar nuevos campos de estudio hicieron necesaria la investigación local.

Entre los primeros trabajos dedicados a las superficies selectivas, encontramos el


presentado por Manfred Horn y Jaime Velásquez “Selective surfaces of copper (I)-sulfi-
dem” (1979) en Symposium on Applied Technology to Solar Energy Systems de México y,
posteriormente, el estudio de los investigadores Francisco Solier, Mercedes Carazo,
entre otros, denominado “Colectores solares planos y superficies selectivas” (1981).
Quizás el trabajo más importante para esta etapa fue el publicado por Velásquez
y Carazo en 1982. Con el encabezado de “Superficies selectivas para la captación
de energía solar” los investigadores analizaron la importancia de las superficies se-
lectivas para el mejoramiento de la eficiencia de la captación de la energía solar
y presentaron los resultados experimentales de muestras de superficies selectivas
obtenidas mediante electrodeposición de negro de cromo y por deposición química
de sulfuro de cobre, en ambos casos sobre sustratos de cobre. Cabe destacar, que
los trabajos de experimentación se desarrollaron en el Laboratorio de Energía Solar
con dispositivos solares elaborados en el mismo espacio y por cursantes de la Segun-
da Especialización Profesional en Energía Solar (SEPES). Los buenos resultados

48
obtenidos, de acuerdo a los investigadores, mostraron la factibilidad de “producir
tecnología nacional [en] superficies selectivas con buenos factores de acumulación”,
pero advertían que para su aplicación en colectores solares planos o concentradores
se necesitaban “algunos pasos” más (producir placas de coberturas selectivas para
los captadores que guarden homogeneidad, analizar su estabilidad con el tiempo y
la resistencia a factores ambientales, evaluar el costo de las superficies selectivas en
relación a su eficiencia, etc.) (Velásquez y Carazo, 1982).

La conversión fotovoltaica de la energía solar fue otra de las áreas abordadas en esta
etapa a través del estudio, experimentación y fabricación de células solares32. Si bien
las células fotovoltaicas implementadas en esta década, mayormente de silicio mo-
nocristalino, satisfacían desde un punto de vista técnico algunas demandas eléctri-
cas, estas no tenían un alcance masivo por sus altos costos a causa de su sofisticada
fabricación. Por ello, los objetivos de las investigaciones dadas en este sector a nivel
mundial giraron en torno a desarrollar “nuevos materiales fotovoltaicos o al menos
nuevas formas de materiales ya tradicionales y lograr así métodos de fabricación
de celdas cada vez más autorizadas y carentes de etapas costosas” (Valera, 1981).
El empleo de celdas de sulfuro de cadmio/sulfuro de cobre (CdS/Cu2S) fue una
opción viable para la época.

Desde 1979 investigadores y docentes del Departamento de Física y otros espacios


dieron curso al proyecto de investigación denominado Conversión fotovoltaica de
la energía solar cuyos objetivos fueron: “desarrollar, fabricar y evaluar técnica y
económicamente celdas solares, y promover el uso debido de esta fuente de energía
y de preparar especialistas en esta materia” (Valera, 1986). De esta amplia gama
de actividades sobresale el trabajo desplegado en el Laboratorio de Energía Solar
centrado en el estudio y desarrollo de celdas solares de películas delgadas elabo-
radas con sulfuro de cadmio/sulfuro de cobre (CdS/Cu2S) y Silicio amorfo (a-Si)
por medio de técnicas de “evaporación al vacío (CdS, ZnTe, Ag, Al), spray pirolisis
(CdS, SnO2) y “PAT”: descarga plasmática” (Valera, 1986). Para la optimización de
la performance de las celdas fotovoltaicas se emplearon métodos de caracterización
física de sus materiales, como el análisis óptico (espectros de trasmisión), eléctrico
(medidas de conductividad, medidas optoelectrónicas, curvas I V, concentración
n o p) y estructural (distracción de rayos X). A pesar de que ninguna de las celdas
construidas obtuvo una “eficiencia apreciable” (la eficiencia normal era de 8 %) esto
sirvió de estímulo para continuar con los trabajos emprendidos (Valera, 1981). En-
32 De acuerdo con el físico Aníbal Valera, una celda solar “puede ser definida en forma muy general, como un
dispositivo que absorbe los fotones del espectro solar para formar un exceso de carga eléctrica dentro del material, la
cual es posteriormente acelerada por un campo eléctrico interno, generando de este modo un flujo de corriente eléctrica”
(Valera, 1981: 261).

49
tre los integrantes que participaron en el proyecto de Conversión fotovoltaica de la
energía solar, encontramos a los docentes físicos Aníbal Valera, Balfour Meerovici,
Ricardo Vega Salas y al ingeniero mecánico Oswaldo Morales Taquiri.

Como parte complementaria de las labores de investigación, los miembros del Gru-
po de Energía Solar establecieron lazos con la comunidad universitaria a través del
dictado de conferencias divulgativas, como la de “Refrigeración utilizando energía
solar” o la mesa redonda sobre “Energía Solar y cooperación Técnica Francesa”,
realizadas en 1978 (UNI, 1978: 25), y el asesoramiento y apoyo de infraestructura
para el desarrollo de tesis, como ocurrió con el físico Walter Estrada y su estudio
de maestría “Tecnología de fabricación y caracterización de las películas de SnO2
y CdS obtenidas por el método de spray y pirolisis” (1982) o el ingeniero Oswaldo
Morales y su tesis “Diseño de un prototipo experimental fotovoltaico de 12-18 va-
tios de celular de silicio monocristalino para el aprovechamiento de la energía solar”
(1986), entre otros casos.

TRABAJOS PRESENTADOS POR INTEGRANTES DEL GRUPO DE ENERGÍA


SOLAR DEL DEPARTAMENTO DE FÍSICA EN EL SEMINARIO DE ENERGÍA
SOLAR ORGANIZADO POR EL ITINTEC (1980)
AUTORES TÍTULOS
Moisés Sánchez Cálculo numérico de la convección en colectores so-
lares.
Jaime Velásquez Superficies selectivas para la captación de energía so-
lar.
Aníbal Valera Celdas Fotovoltaicas de CdS/Cu2S sus posibilidades
actuales y perspectivas.
Bafour Meerovici Conversión fotovoltaica con celdas de Si
Roberto Torres y Gui- Diseño y construcción de solarímetros.
llermo Ugarte
Guillermo Ugarte Diseño y construcción de experimentos en energía so-
lar
Manfred Horn Programas educativos para el aprovechamiento de la
energía solar

50
A pesar de los grandes avances que la energía solar había logrado en distintas regio-
nes del país durante la década del 70, principalmente por el esfuerzo desplegado por
el ITINTEC, poco se había hecho por crear espacios dedicados exclusivamente a la
formación de especialistas y que contaran con el respaldo institucional universitario.
En el caso específico de la UNI, el panorama era el mismo. Si bien los Grupos de
Investigación en Energía Solar de los Departamentos Académicos de Física y Ener-
gía y Mecánica, en última instancia, cumplían un papel formativo con los egresados
o docentes que se adherían a sus equipos, estos grupos no contaban con un plan
de estudio ni mucho menos podían otorgar credenciales a nombre de la universidad
que certificaran la preparación de sus miembros. La carencia de un espacio institu-
cional que formara especialistas en el campo de la energía solar no solo ponía en
riesgo la continuidad de los estudios e investigaciones desarrollados en el sector,
sino que, además, dificultaba la masificación de los aparatos solares en el país. Era
necesario, entonces, un programa universitario orientado al tema.

Los miembros del Grupo del Programa de Ciencias comprendieron bien estos va-
cíos e impulsaron un “programa de formación de una infraestructura humana para
el aprovechamiento de la energía solar” cuyo objetivo era el de “contribuir a que las
diferentes universidades del interior del país sean polos de desarrollo regional” de
esta fuente renovable (Horn, 1980). Esta tarea se logró por medio de dos formas. La
primera de ellas, a través de convenios establecidos entre la UNI y las universidades
del interior del país, con la finalidad de entrenar a sus docentes por un periodo de
nueve a doce meses en la especialidad solar, además de equipar con materiales bási-
cos sus bibliotecas y laboratorios, entre otros puntos.

La segunda de las formas se dio por medio de la creación de la Segunda Especializa-


ción Profesional en Energía Solar (SEPES)33, como parte del Programa Académico
de Ciencias, en 1980. La SEPES ofrecía los conocimientos teóricos y prácticos para
“conocer a fondo las posibilidades y limitaciones de las aplicaciones inmediatas y
futuras de la energía solar (Horn, 1983: 30). Así, se enseñarían los distintos tipos de
aprovechamiento que hasta la fecha se habían desarrollado en el campo de la energía
solar, tanto en el ámbito doméstico como en el industrial (calefacción, secado de
productos agrícolas, producción de energía mecánica y eléctrica), y se daría un co-
nocimiento “más integral del aspecto energético no convencional” y de las energías
renovables en general.

33 Para el año indicado existían en la UNI, con aprobación del Consejo Ejecutivo, dos cursos diferentes de
Segunda Especialización a nivel de postgrado, estos eran: Hidrología aplicada y Curso básico de Planificación Urbana y
Regional (Ugarte, 1980: 96).

51
Para ser más claros, la SEPES tuvo como objetivos los siguientes puntos: “contri-
buir a la utilización significativa de la energía solar y otras [fuentes] no convencio-
nales”, formar especialistas que puedan incentivar su aprovechamiento, aumentar el
“know how del Perú sobre las diferentes técnicas” de su uso y crear nuevos espacios
al interior del país que promovieran su empleo (Horn, 1983: 30). Es conveniente
subrayar que la especialización estuvo dirigida a profesionales titulados de las áreas
de física, ingeniería y arquitectura, una muestra de la diversificación del uso de la
energía solar.

Para la mejor aprehensión de los conocimientos teóricos y prácticos impartidos


durante su desarrollo, se dividieron las materias en dos ciclos. Mientras que en el
primero se proporcionaban conocimientos teóricos y prácticos básicos (problemas
energéticos y energías no convencionales, radiación solar, energía solar básica, tras-
ferencia de calor y energía solar experimental I), en el segundo ciclo se daba relevan-
cia a las aplicaciones técnicas (energía experimental II, seminarios, trabajos prácti-
cos, tópicos especiales de energía solar) y a la elaboración de un “trabajo práctico”
a modo de tesis. Con una duración de 10 meses, los dos ciclos se dictaban entre los
meses de agosto a diciembre, y luego de enero a mayo (Horn, 1983: 30).

En sus tres primeros años de implementación, el Programa de Segunda Especiali-


zación pudo formar a más de 30 profesionales provenientes en su gran mayoría de
ciudades de la costa, centro y sur del país (Tacna, Cusco, Ayacucho, Huancayo, Ca-
jamarca y Trujillo), curiosamente de zonas con mayor radiación solar. Cabe resaltar
que hasta el día de hoy la SEPES se encuentra activa y forma parte de los estudios
de postgrado de la Facultad de Ciencias de la UNI.

52
ALGUNOS TRABAJOS PRÁCTICOS PRESENTADOS PARA OPTAR EL TÍTU-
LO DE SEPES
AÑO AUTORES TÍTULO
1981 Francisco Solier, Mercedes Cara- Colectores solares planos y superfi-
zo, S. Castillo y otros cies selectivas.
1981 C. Agreda y otros Instrumentación solar.
1981 Agreda, Espinoza., Pérez, Picón Diseño y construcción de concen-
Ch. y Santibáñez tradores solares.
1981 Bazán, Carazo, Paullo, Porras y Colectores solares planos y superfi-
Solier cies selectivas
1997 Francisco Jugo Construcción y evaluación de un sis-
tema de refrigeración por adsorción
intermitente.
1998 Carmelo Mayta Evaluación del reloj solar de cua-
drante ecuatorial.
1998 Ricardo Moisés Campos Enfriamiento radiativo.
2000 Felix Ccarita Ccarita Evaluación térmica de un invernade-
ro enterrado para épocas de helada.
2002 David Travezaño Diseño, construcción y evaluación
de una terma solar de 50 litros para
uso doméstico.
2010 Julio César Cómina Diseño, construcción y evaluación
de un solarímetro portátil de una
celda fotovoltaica para la medición
de la irradiancia solar instantánea y
del acumulado integrado sobre el
tiempo en kWh/m2.

No resulta difícil de imaginar que el contacto y el intercambio de experiencias entre


los alumnos y docentes de la SEPES despertó el interés por establecer lazos más
fuertes a través de la instauración de un espacio oficial en donde pudieran con-
gregarse, pronunciarse e identificarse como un grupo sólido y diferenciado. Bajo
la iniciativa del doctor Manfred Horn y los alumnos de la primera promoción de
la SEPES surgió el interés por crear una asociación nacional de investigadores y
organismos relacionados a la energía solar34. Para este fin, se estableció un Con-
sejo Directivo Provisional que el 24 de junio de 1981 dio paso a la creación de la

34 Esta inquietud quedó plasmada en la tesis de maestría de Jorge Guillermo Ugarte Berrio titulada Diseño y
evaluación de experimentos para el aprovechamiento de la energía solar (1980), en cuyo tercer capítulo plantea una propuesta para
“iniciar la formación de una infraestructura humana para el aprovechamiento de la energía solar” en las universidades.

53
Asociación Peruana de Energía Solar35 (APES) (Velásquez, 1983). Las inquietudes
anteriormente mencionadas quedaron plasmadas en los objetivos de la nueva aso-
ciación: “promover el desarrollo de la investigación científica y tecnológica sobre el
aprovechamiento de la energía solar en el Perú y establecer vínculos de comunica-
ción entre asociados e instituciones nacionales y extranjeras abocados a actividades
similares” (Velásquez, 1983).

En sus primeros años la APES estuvo dirigida por una Junta Directiva provisional
constituida por socios de diferentes partes del país y regida por un estatuto apro-
bado en 1984. Si bien se aspiró a descentralizar la dirección de la Asociación por
medio de la composición de una Junta Directiva integrada por socios de diferentes
regiones del país, este deseo terminó dificultando el contacto entre ellos, lo que pro-
vocó que la presidencia del APES recayera por más de ocho años en el Dr. Manfred
Horn. Para cambiar esta situación, en el marco del V Simposio Peruano de Energía
Solar realizado en Cajamarca, en 1994, se estableció que la “directiva de la APES sea
ejercida en forma itinerante por un periodo de dos años por socios que residan en
la misma localidad y que tengan a su cargo la organización del siguiente simposio”
(Horn, 1994).

Como parte de las labores de difusión de los trabajos nacionales e internacionales


y de las actividades relacionadas a la energía solar y renovables, la APES publicó
desde 1983 la revista Inti-Llamkachiy,36 cuyo nombre y significado (hacer trabajar al
sol) mostraban la cercanía que sus integrantes buscaban establecer con las comuni-
dades del interior del país y el legado milenario que las caracterizaba en el empleo
de la energía solar. Cabe resaltar que, en el primer número de la revista, aparte de la
editorial escrita por el físico Jaime Velásquez, participaron los ingenieros mecánicos
Ignacio Frisancho Pinedo y Federico Coz Pancorbo y el físico Manfred Horn con
sendos artículos. La materialización de este proyecto se pudo llevar a cabo gracias
al apoyo de la Sociedad Peruana de Física, dirigida en ese momento por Horn, y
algunos integrantes de la asociación.

Otro de los medios empleados por el APES fue el CERT-NEWS, inicialmente me-
dio difusor de los trabajos del Centro de Energías Renovables de Tacna (Univer-
sidad Nacional Jorge Basadre). Tras la propuesta del instituto sureño y la aproba-
ción de los delegados del APES en una Asamblea General, el CERT-NEWS pasó
a convertirse, desde 1994, en el “órgano oficial de la información y difusión” de
la Asociación. Los objetivos de la revista siguieron siendo los mismos de su etapa

35 Actualmente la APES ha tomado el nombre de Asociación Peruana de Energía Solar y Medio Ambiente.
36 La revista tenía proyectado publicar tres números anuales con el apoyo económico de las suscripciones y la
venta de espacios publicitarios para empresas o instituciones vinculadas al ramo energético.

54
local: “consolidar una red de información, cooperación y difusión entre institucio-
nes, centros y grupos de investigación, profesionales y empresas que trabajan en los
campos de la educación, investigación, aplicación, comercialización y promoción
de las energías renovables y la protección del medio ambiente tanto a nivel nacional
como internacional” (Polo y López, 1995).

Posteriormente, la APES daría inicio a la organización de su clásico evento Simpo-


sios Peruanos de Energía Solar (SPES). Con la consigna de “difundir los avances
de la investigación científica, tecnológica e innovación […] en la energía solar”,
“analizar y discutir el papel que juegan las energías renovables” en el medio am-
biente, llamar la atención a los gobiernos de las energías renovables e intercambiar
experiencias e información se inauguró el I Simposio Peruano de Energía Solar, en
198637. Desde su apertura, hasta el año 2000, estos se organizaron cada dos años,
luego pasarían a ser preferentemente anuales. Siguiendo el carácter descentralista de
la APES, los SPES tuvieron como sedes diversas regiones del país.

Como se puede apreciar, en el Departamento de Física se abrió un nuevo espacio


de estudio que acogió a sus egresados e investigadores y se establecieron las bases
para la institucionalización del estudio de la energía solar en la UNI. Si bien aún
estaban distanciados del Departamento de Energía Mecánica, no tuvo que pasar
mucho tiempo para que estos grupos interactuaran en un proyecto en conjunto de
gran envergadura.

2.3.2 El estudio de la energía solar por los expertos en energía y mecánica


El cierre del Instituto de la Energía de la FIME, en 1969, afectó el despliegue mas
no detuvo los estudios abocados a la energía solar en la UNI. Entre los decenios de
1970 y parte de 1980, el curso de los trabajos emprendidos en el Programa Acadé-
mico de Ingeniería Mecánica y Eléctrica se caracterizó por tener un desenvolvimien-
to progresivo que partió de un limitado número de propuestas individuales a un
proyecto colectivo de investigación en campos específicos de la energía solar. A lo
largo de este proceso los ingenieros mecánicos no solo prosiguieron con la temática
solar de la década anterior, sino que además ampliaron sus horizontes y fortalecie-
ron su posición en el sistema universitario.

Desde 1969 hasta 1979 los escasos estudios vinculados a la energía solar gravitaron
en torno a las monografías y tesis de grado y a su divulgación en eventos de gran
presencia nacional. La ausencia de un soporte institucional universitario orientado
al estudio de los recursos energéticos y la falta de cursos especializados en la temá-

37 APES (s/f). “Simposios Peruanos de Energía Solar”. APES. Recuperado de http://www.perusolar.org/


simposios/.
55
tica solar en el plan de estudio dificultaron en principio el desarrollo de los trabajos
sobre esta área. Podría afirmarse que para esta etapa su continuación se logró a raíz
de iniciativas personales de nuevos actores que se apoyaron en el capital profesional
de la década anterior y en los nuevos espacios estatales dedicados a la investigación
tecnológica, como el ITINTEC.

La integración de profesionales formados en el antiguo Instituto de la Energía y


la FIME al cuerpo de investigadores del ITINTEC facilitó la llegada de jóvenes
egresados del Programa de Ingeniería Mecánica y Eléctrica interesados en participar
en los proyectos de desarrollo tecnológico industrial del nuevo organismo. En el
desenvolvimiento de los proyectos ejecutados, como el citado “Desarrollo de uni-
dades modulares de colectores solares”, tanto profesionales versados como jóvenes
egresados, acumularon experiencias en el aprovechamiento de la energía solar (ca-
lentamiento de agua y secado solar) que luego volcaron en sus estudios presentados
en la UNI. En este periodo destaca la presencia de los ingenieros Rafael Espinoza
y Luis Moreno, quienes, luego de terminar sus estudios universitarios, se unieron
al equipo del ITINTEC en calidad de colaboradores, estudiando la tecnología del
calentamiento de aire y agua por energía solar.

El tránsito por el organismo estatal marcó profundamente la dirección que tendrían


sus investigaciones en los siguientes años, como queda plasmado en sus informes
de bachiller y tesis de grado que abordaron los campos del secado y calentamiento
solar38. Por un lado, Rafael Espinoza presentó como informe el estudio “Modelo
experimental de un calentador solar de aire” (1976) y posteriormente la tesis “Dise-
ño de una planta piloto de secado solar para 15 kg/día (promedio) de melocotón”
(1979); por el otro, Luis Moreno Figueroa sustentó su trabajo para optar el título
profesional de ingeniero mecánico-electricista, denominado “Aprovechamiento de
la energía solar para el calentamiento de agua en la zona de Arequipa” (1976). La
continuación y ampliación de estos trabajos fueron expuestas en eventos de cober-
tura nacional, como el famoso Congreso Nacional de Ingeniería Mecánica, Eléctrica
y ramas afines (CONIMERA) en sus distintas series de 1975, 1979 y 1981. A las te-
sis citadas también se sumaron otras enfocadas en áreas nuevas, como la calefacción
solar y las celdas fotovoltaicas. En ese grupo encontramos los trabajos de Julio Ba-
zán (1976) y Oscar Enrique Malatesta (1977), respectivamente. Resulta significativo
subrayar el papel que desempeñó el ingeniero Federico Coz Pancorbo como uno de
los principales impulsores del estudio de la energía solar en el Programa Académico
de Ingeniería Mecánica y Eléctrica, en su papel de asesor de informes y tesis.
38 Es interesante resaltar que tanto Rafael Espinoza como Luis Moreno Figueroa cambiaron sus temas de
investigación al contacto con el ITINTEC y su proyecto sobre energía solar. Mientras el primero abandonó sus avances
en torno al diseño de un sistema de aire acondicionado para una sala de cine, el segundo no continuó con el tema de
medición de potencia de motores de combustión interna plasmado en su informe de bachiller.

56
De la misma manera en la que los físicos de la universidad se organizaron alrededor
de un grupo de investigación, los ingenieros mecánicos hicieron lo propio en mayo
de 1979. A partir de la fecha indicada, el Grupo de Investigación en Energía Solar
del Departamento de Energía y Mecánica, implementó el proyecto “Calentamiento
con energía solar para propósitos diversos”. Entre los objetivos que sus miembros
se propusieron desarrollar estuvieron: construir equipos solares adecuados para su
evaluación integral, crear una infraestructura de análisis experimental en el Depar-
tamento de Mecánica y Energía para la evaluación térmica de sistemas de calenta-
miento solar, determinar la influencia de los parámetros de mayor importancia en
el comportamiento térmico de estos sistemas y desarrollar tecnología en el diseño y
construcción de dispositivos solares (Espinoza: 1982: 21). Con el apoyo económico
de la universidad, el Grupo del Departamento de Energía y Mecánica emprendió el
estudio y desarrollo de aparatos solares de baja y alta temperatura. En el primer caso
se abarcaron los sistemas de calentamiento solar de agua y de aire para fines de se-
cado y calefacción, mientras que en el segundo el trabajo se orientó a los colectores
de concentración.

Aprovechando los progresos en las especialidades de secado y calentamiento solar


por los ingenieros Rafael Espinoza y Luis Moreno, se procedió ampliar los trabajos
experimentales en las instalaciones del Departamento de Energía y Mecánica. En
lo referente a los calentadores solares de agua, en los primeros años de creación del
Grupo se construyeron varios de estos dispositivos de diferentes capacidades. La
escasa experiencia desarrollada en el medio local, con artefactos de una capacidad
mayor a los 200 litros, despertó el interés de los ingenieros mecánicos por estudiar
un dispositivo de esas dimensiones. El resultado fue el diseño y construcción de un
calentador solar de circulación natural compuesto por un tanque de 240 litros de
capacidad, dos colectores planos de tipo rejilla con plancha y tubos galvanizados
que luego pasó a ser objeto de evaluaciones experimentales (Bazán, 1981). Lo que
se deseaba era generar tecnologías que pudieran trascender el ámbito doméstico
hasta llegar a la pequeña industria, como se evidencia en la propuesta de diseño de
un sistema de calentamiento de agua para fines de lavado de lana (Palacios, 1986).

De igual forma que los calentadores de agua, los avances en los artefactos de secado
solar fueron significativos. Teniendo en cuenta las propuestas dadas por el ingeniero
Rafael Espinoza en su tesis de grado de 1979, se implementó, con apoyo del Labo-
ratorio de Máquinas Térmicas e Hidráulicas, un secador o deshidratador solar de ali-
mentos con capacidad para 30 kilogramos de fruta fresca, el cual fue puesto a prue-
ba para analizar su comportamiento térmico en condiciones específicas. La prueba
de secado dio como resultado la deshidratación de 13 kilogramos de melocotón los

57
cuales redujeron su peso en un 75 % durante cinco días de secado (Espinoza, 1982:
27). Posteriormente, teniendo como base las experiencias desarrolladas, se propuso
una metodología de trabajo para el cálculo y diseño de un secador solar.

Otros de los dispositivos desarrollados en el sistema de baja temperatura fue el de


calefacción solar. Pese a tener una reducida experiencia en el medio nacional, el
aprovechamiento de la energía solar se presentó como una alternativa viable para
la calefacción de los espacios de socialización de las poblaciones altoandinas. Entre
los beneficios que se obtenía del uso de la energía solar para calefacción –señalaba
el ingeniero Edwin Bejarano– estaba el de brindar “confort y bienestar a personas
que por diversos motivos no cuentan con los recursos necesarios para la adquisi-
ción de equipos de calefacción” como las “poblaciones y centros de producción
situados en zonas rurales andinas” (Bejarano, 1982: 2). El estudio realizado por el
ingeniero Julio Bazán en 1979, que comprendía el diseño de un sistema de calefac-
ción empleando agua como sustancia de acumulación de energía para un edificio
de una sucursal bancaria de Huancayo (Trujillo, 1985: 5-6), fue uno de los primeros
trabajos enfocados sobre el tema. Posteriormente, el Grupo de Investigación del
Departamento de Energía y Mecánica implementó una línea de trabajo centrada
en el estudio de acumuladores de energía usando piedras de canto rodado. Los re-
sultados de esos trabajos experimentales se registraron en algunas tesis sustentadas
por sus jóvenes miembros. Este fue el caso de Rubén Bejarano, quien presentó un
estudio experimental para determinar el comportamiento térmico de un sistema de
calefacción que empleaba media tonelada de piedras como materia de acumulación
(Trujillo, 1985: 7). En esa misma línea de investigación, pero carente de ensayos
experimentales, se ubica el trabajo de Próspero Trujillo sobre el diseño de un siste-
ma de calefacción empleando piedras para una vivienda rural ubicada en Huancayo
(Trujillo, 1985). El uso de piedras como medio de acumulación de energía térmica
fue muestra de ese interés que tuvieron los ingenieros por desarrollar tecnologías
que aprovecharan de una forma innovadora los recursos abundantes de una deter-
minada región.

En los sistemas de alta temperatura, es decir mayor a 100 °C, se diseñaron y constru-
yeron dos concentradores solares empleando segmentos de espejo comercial, uno
de tipo paraboidal y otro de tipo tronco-cónico. Los trabajos de mediciones preli-
minares de temperatura, realizados en los concentradores en el primer semestre de
1981, dieron como resultado un alcance de 300 °C para el receptor de placa plana,
mientras que en el receptor cilíndrico del tronco-cónico se llegó a 200 °C (Coz, Es-
pinoza y Vera, 1981: 1; Coz, 1983: 16). Más adelante, como parte de las experiencias
ganadas en esta área y haciendo uso de su infraestructura, Jorge Vera sustentó una

58
tesis sobre las consideraciones necesarias para el diseño de un concentrador para-
boidal y las pautas para su construcción (Vera, 1985).

La preocupación por registrar y difundir las investigaciones se plasmó en la publi-


cación de un boletín especializado en energía solar. El boletín, que tuvo el mismo
nombre que el proyecto de investigación que llevaban a cabo, contó con tres núme-
ros publicados entre los años de 1981 y 1982. Pese a su corta duración, se convirtió
en uno de los principales medios de divulgación de los progresos de investigación
del Grupo del Departamento de Energía y Mecánica. Otros medios empleados por
los ingenieros, al igual que los físicos, fueron las revistas Tecnia e Inti-Llamkachiy y las
actas del CONIMERA, ITINTEC y SPES.

El Grupo del Departamento de Energía y Mecánica estuvo integrado por los inge-
nieros: Rafael Espinoza, Federico Coz Pancorbo, Julio Bazán, Jorge Vera Ermitaño
y Rubén Bejarano, entre otros. A los miembros mencionados también se unieron
estudiantes egresados, como algunos de sus miembros iniciales, que en su calidad
de tesistas encontraron la asesoría y la infraestructura necesarias para conducir sus
investigaciones sobre energía solar. El Grupo cumplió un rol gravitante en el Pro-
grama Académico de Ingeniería Mecánica y Eléctrica investigando, difundiendo y
estimulando el desarrollo de la energía solar desde las particularidades del territorio
nacional y las demandas de la población carente de los recursos energéticos conven-
cionales.

Los problemas económicos que acecharon al país en la década de 1980 obligaron


a algunos de los miembros del Grupo a emigrar en busca de nuevas oportunidades
profesionales, lo que terminó afectando su despliegue. Mientras esto ocurría surgió
la posibilidad de participar en un proyecto colectivo de secado solar, dirigido por el
doctor Manfred Horn.

2.3.3 Los inicios de la arquitectura bioclimática


Al igual que sus colegas, los arquitectos de la UNI también participaron en ese con-
cierto de propuestas técnicas por aprovechar la energía solar en beneficio de la me-
jora de la calidad de vida. Más que el desarrollo de proyectos concretos, el esfuerzo
de los expertos se enfocó en el desarrollo de las bases de una metodología del diseño
que, al concebir en una dinámica integradora el diseño arquitectónico y las variables
climatológicas, haría posible el confort térmico y, en esa dirección, el bienestar hu-
mano. A partir de mediados de la década de 1970, se puede advertir la introducción
del “diseño bioclimático” o “acondicionamiento ambiental” en las líneas de trabajo

59
de los arquitectos del Departamento de Arquitectura y Urbanismo. Antes de pasar
a detallar la acción de los arquitectos por impulsar el despliegue de esa metodología,
describimos sucintamente el desarrollo histórico del escenario en el que se ejecutan
esas acciones, la actual Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Artes.

La enseñanza de la arquitectura en la UNI encuentra su origen institucional en la


creación de la Sección de Arquitectos Constructores en lo que fue la antigua Escuela
de Ingenieros, en 1910. Con la reforma universitaria de 1946, la Escuela cambió su
organización académica de secciones a departamentos, dando lugar así al Departa-
mento de Arquitectura. A esto le acompañó también la modificación de su plan de
estudio para adecuarlo a los postulados de la arquitectura moderna abandonando el
enfoque clásico que aún mantenía. Posteriormente, desde mediados de los años 50,
con el paso de la Escuela a Universidad, la Facultad de Arquitectura fue el centro de
cambios relevantes a consecuencia de las demandas materiales de una población que
crecía intensa y desordenadamente en la capital. La especial atención que se le prestó
a la planificación urbana quedó manifestada no solo en la inserción de esta disciplina
en los planes de estudio, sino en la conversión del Instituto de Urbanismo en Insti-
tuto de Planeamiento de Lima, sede del Programa Interamericano de Planeamiento
Urbano y Regional de la OEA. Las reformas dadas por el Gobierno Revolucionario
de las Fuerzas Armadas en el sistema universitario y, por ello, en la UNI, transformó
la Facultad de Arquitectura en el Programa Académico de Arquitectura, Urbanismo
y Artes y en los Departamentos Académicos de Artes y Humanidades y de Arqui-
tectura y Urbanismo. Es en este último escenario en el que los arquitectos iniciaron
sus trabajos por establecer el diseño bioclimático dentro de sus materias y proyectos.

La arquitectura bioclimática encontró un ambiente proclive para su desarrollo en


los años 70, a raíz de los cuestionamientos hechos por un sector de especialistas a
movimiento propagador de la arquitectura moderna o “International Stylo”. De acuer-
do a los arquitectos, entre los principales desaciertos de este movimiento, que había
logrado extenderse en todos los rincones de la arquitectura profesional y popular
peruanas, no solo se podía hallar una clara desconexión con la realidad nacional,
manifestada en su deseo por establecer una “identidad internacional” apoyada en
la “pureza de formas” y su valor estético atemporal y universal, sino también en los
serios problemas de confort térmico de sus obras a raíz de su dependencia de siste-
mas artificiales de climatización e iluminación (Malca, 1985, 1-2). La crisis energética
que golpeó al mundo en los años 70 aceleró esos cuestionamientos, especialmente
los relacionados al derroche de energía. La respuesta fue entonces el desarrollo de
un diseño arquitectónico sensible al ahorro de energía y a su uso eficiente a través
del acondicionamiento ambiental. Los arquitectos de la UNI asumieron esta tarea,

60
inicialmente, desde el lado teórico y formativo, introduciendo los principios de la
arquitectura bioclimática y despertando el interés en los estudiantes del Programa
Académico de Arquitectura, Urbanismo y Artes. El arquitecto Tito Pesce fue uno
de sus principales promotores.

De acuerdo con el arquitecto Alejandro Gómez, el estudio de la arquitectura biocli-


mática en el Perú tuvo su origen en la UNI39. Si bien este encuentra sus raíces en las
propuestas básicas sobre acondicionamiento ambiental de los arquitectos Luis Miro
Quesada y Juan Romero, fue con Tito Pesce, asistente de este último, cuando asume
un desarrollo constante desde sus aspectos teóricos y metodológicos. Desde los es-
pacios que le brindó el curso de Tecnología Arquitectónica40, Pesce pudo incorporar
herramientas para el diseño arquitectónico considerando las condiciones locales,
estudiando las cartas solares y los gráficos de confort, el análisis del balance térmico
de las edificaciones, y el desarrollo de la iluminación y ventilación naturales, entre
otros aspectos41. Ante la dificultad de acceder a la bibliografía especializada, textos
como Confort climático en arquitectura (1979), compuesto por diagramas de con-
fort y de ventilación natural y de artículos informativos, muestra su preocupación
por brindar a los estudiantes medios aplicativos que complementaran la enseñanza
teórica desplegada en las aulas universitarias.

El interés por fortalecer el aprendizaje teórico de sus estudiantes a partir del con-
tacto directo con la naturaleza, llevó al arquitecto Tito Pesce a implementar sus
famosos “campamentos de experimentación solar” a través de cortas estadías en
distintas zonas y climas del país. Cabe destacar en ellos, la presencia de reconocidos
especialistas que, al pertenecer a otras disciplinas, ampliaron el campo de estudio
dado a los arquitectos. Este es el caso del doctor Manfred Horn, quien al asistir a
los campamentos “introduce los conceptos físicos de aprovechamiento de la energía
solar en la arquitectura de forma práctica” (Gómez: 2011: 1-2). De acuerdo con el
arquitecto Alejandro Gómez, uno de los muchos estudiantes que asistió a los cam-
pamentos, la colaboración del doctor Horn al trabajo desempeñado por Pesce “fue
importante para consolidar las bases científicas” de la arquitectura bioclimática entre
los jóvenes estudiantes de arquitectura (2011: 1-2).

39 Gómez, Alejandro (s/f). La arquitectura bioclimática en el Perú. Arq. Alejandro Gómez Ríos. Recupe-
rado de http://www.arquitectoalejandrogomezrios.com/parene2012.pdf.
40 El curso de Tecnología Arquitectónica incluía los siguientes temas: Arquitectura y clima, Historia y
critica tecnológica, Calefacción y enfriamiento natural, Ventilación natural, iluminación natural, acústica arquitec-
tónica, Calefacción y enfriamiento artificial, Iluminación artificial, Energías no convencionales, Construcción con
tierra construcción en madera, construcción con concreto, construcción con albañilería, construcciones especiales,
cobertura de espacios y materiales de acabados.
41 Gómez, Alejandro (s/f). La arquitectura bioclimática en el Perú. Arq. Alejandro Gómez Ríos. Recupe-
rado de http://www.arquitectoalejandrogomezrios.com/parene2012.pdf.

61
Paralelamente a las acciones del arquitecto Tito Pesce, fue egresando del Programa
de Arquitectura, Urbanismo y Artes un grupo de especialistas interesados en am-
pliar los principios teóricos y metodológicos de la arquitectura bioclimática a través
del estudio de casos en localidades peruanas. Entre los años 70 e inicios de los 80,
resaltan las tesis de Mario Segami y Eduardo Linares (1976) y de Guillermo Malca
(1985). Así como el trabajo de Liliana Beltrán titulado Hacia una respuesta arqui-
tectónica de tecnologías ambientales (1985). Posteriormente, en 1988, estos mismos
personajes dirigirán el boletín Tecnoarq42. Esta publicación del Área de Tecnología
Arquitectónica de la ahora Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Artes sobresalió
por su crítica a la “cultura arquitectónica de la dependencia”, manifiesta en el Inter-
national Style, y su alegato en favor de una investigación tecnológica acorde con las
“realidades del pueblo” y la “problemática social” (Redacción, 1988). Pese a estos
notables avances, algunos expertos consideraban que la arquitectura bioclimática a
inicios de los años 80 aún estaba en una fase incipiente por el poco interés técnico
que manifestaban los arquitectos (Malca, 1985: 2; Pesce, 1983).

42 El cargo de director recayó en el arquitecto Guillermo Malca, y el comité directivo estaba compuesto por los
colegas Liliana Beltrán y Julio Poma. El asesor general fue el arquitecto Fernando Corante.

62
CAPÍTULO 3

LA INSTITUCIONALIZACIÓN DE LA ENERGÍA SOLAR EN LA UNI


(1984-2010)

3.1 Una etapa de tránsito: universidad e investigación en la década de 1980


A partir de 1980, con el regreso a la democracia y la instauración de un nuevo
modelo económico, los antiguos elementos que promovieron y sostuvieron las in-
vestigaciones tecnológicas en el campo de las energías no convencionales fueron
reformulados. Si bien las medidas emprendidas por los gobiernos de Fernando Be-
launde (1980-1985) y Alan García (1985-1990) no provocaron cambios profundos
en el modelo proteccionista diseñado por las Fuerzas Armadas, como si ocurriría en
el decenio siguiente, estas incentivaron una participación menos activa del Estado
en el desarrollo nacional (Campodónico, 2015: 159). El complejo escenario social
que se fue desarrollando en la década de 1980 a causa de la desorientación política
de los gobiernos de turno, siendo la peor muestra una imparable hiperinflación, la
agudización del terrorismo y la represión estatal, entre otros factores, repercutió en
el abandono del legado de reformas estructurales del régimen militar (Contreras y
Cueto, 2015: 366-374). Parte de esa herencia perjudicial abarcaba al sector afín a la
investigación tecnológica industrial.

Como lo veremos en los siguientes apartados, las medidas ejecutadas en el ramo de


la investigación, especialmente en el gobierno belaundista, alteraron la esencia y la
dinámica de los elementos (institutos sectoriales, universidades, empresariado, entre
otros) que anteriormente habían facilitado su despliegue, llevándolos a un lento
proceso de desaparición. A continuación, nos ocupamos de esos elementos afecta-
dos por las políticas emprendidas en los años 80 para luego describir la forma y las
particularidades en la que continuaron los trabajos de investigación en energía solar,
enfocándonos en el caso de la UNI.

Uno de los campos afectados por este proceso fue el universitario. El deplorable es-
tado al que habían llegado las universidades públicas del país a inicios de 1980 exigió
que se ejecutaran medidas urgentes y, concretamente, que se aprobara una nueva ley
universitaria. Luego de una serie de intensos debates llevados a cabo a fines de 1893
en las Cámaras de Diputados y Senadores se aprobó la Ley N° 23723, que posibilitó
la “restauración de las tradiciones y procedimientos democráticos, restableció el ré-
gimen facultativo y volvió a entender la universidad como un centro de formación,
investigación y extensión social” (López Soria, 2017: 72). El cambio más notorio se

63
evidenció en la reorganización de la universidad bajo el sistema facultativo, medida
que puso fin al criticado régimen departamentalista e impuso un orden que perdu-
raría hasta el primer decenio del siglo XXI. Por otro lado, siguiendo la senda de las
reformas que nos interesa, la investigación pasó a ser una función obligatoria de la
universidad, pudiendo esta organizarla y conducirla de acuerdo a sus propios crite-
rios y alcances, pero siempre atendiendo a los requerimientos del país.

Aunque no se acabó definitivamente con los institutos sectoriales de investigación,


se dio inicio a un lento “proceso de desmantelamiento”. En este periodo las asigna-
ciones que les otorgaba el Estado pasaron hacer recortadas dramáticamente al pun-
to que para 1985 llegaron a ser casi un tercio de lo recibido a inicios de esa década.
A la reducción paulatina del presupuesto también le acompañó una serie de cambios
que alteraron los principios de los institutos. En el caso específico del ITINTEC, las
autoridades alteraron sus facultades primarias, siendo la más resaltante la disposi-
ción de límites en su capacidad para proponer las políticas tecnológicas de su sector
(Flit, 1994). Más que una institución de fomento de la investigación, el ITINTEC se
transformó en una dedicada a regular las actividades industriales y comerciales. Con
la reformulación del CONI, en 1981, ahora llamado Concejo Nacional de Ciencia
y Tecnología (CONCYTEC), las políticas públicas en ciencia y tecnología pasaron
a integrarse en sus lineamientos. Pese a los esfuerzos desplegados por el CON-
CYTEC, especialmente en el gobierno aprista, destacándose los masivos y pequeños
incentivos económicos a proyectos de investigación relacionados a la ciencia, esta
institución no tuvo un impacto significativo por falta de objetivos claros. El exiguo
presupuesto asignado a ellas, agravado por la creciente hiperinflación, y la agonía
de los institutos sectoriales, a finales de 1989, perjudicó su desarrollo, situación que
alcanzaría sus puntos álgidos el siguiente decenio (Sagasti, 1995: 34). En suma, los
proyectos dirigidos por el ITINTEC relacionadas a las energías no convencionales
fueron seriamente perjudicados.

El escenario descrito no fue un impedimento para la recepción de apoyo de la coo-


peración técnica internacional y organismos internacionales en el fomento de la
ciencia y la tecnología, especialmente en lo relacionado a la eficiencia energética y el
desarrollo sostenible. Las crisis del petróleo de la década anterior no solo develaron
la frágil base energética en la que se apoyaba la economía mundial, sino además las
implicancias medioambientales que dejaba tras de sí el “desarrollo”, como el calen-
tamiento global o cambio climático. La gestación de una conciencia ambiental en
la comunidad global, evidenciada en eventos internacionales de gran relevancia43,

43 Un ejemplo determinante es la Conferencia de Estocolmo (1972).

64
impuso la tarea de buscar el desarrollo de las naciones y la satisfacción de sus nece-
sidades sin comprometer los recursos naturales que aseguraban el bienestar presente
y el de las generaciones futuras. Esta manera de entender el avance económico fue
denominada como “desarrollo sostenible” por el informe Nuestro futuro común
de la Comisión de Desarrollo y Medio Ambiente de la ONU (1987), que además
recomendaba a las naciones del primer mundo y sus organismos internacionales
tener un papel más activo en los temas ambientales proveyendo “incentivos destina-
dos a disminuir costos y utilizar de modo eficiente los recursos naturales” (Gómez,
2014: 92). El impacto del informe y la ampliación de sus propuestas en posteriores
eventos de igual magnitud, podemos citar la Primera cumbre de la Tierra celebra-
da en Río de Janeiro (1992), marcaron el rumbo de las políticas ambientales en el
mundo, especialmente a partir de la última década del siglo XX. Es de destacar que
el fomento del uso racional de los recursos energéticos (uso eficiente y ahorro de
energía) se convirtió en una de las principales políticas promovidas por las naciones
occidentales en los países en desarrollo. Los proyectos dirigidos por los especialistas
nacionales relacionados a las energías no convencionales, en nuestro caso, energía
solar, estuvieron estrechamente vinculados a las prerrogativas de estos organismos
de cooperación técnica y sus políticas de desarrollo sostenible.

Las reformas mencionadas se hicieron sentir en la UNI, especialmente la del sistema


universitario. El filósofo José Ignacio López Soria, elegido rector por la Asamblea
Universitaria en 1984, y el grupo que le acompañó en la dirección fueron los encar-
gados de conducir la universidad a la superación de los complejos problemas que
la aquejaban, para lo cual se propusieron “restaurar las tradiciones democráticas,
reconciliar a la universidad con la realidad, desarrollar la producción de recursos
propios, mejorar la calidad de la formación, promover la investigación y reeditar
la apertura a la sociedad y a la cultura” (López Soria, 2017: 72-73). Las primeras
reformas ejecutadas se dirigieron a la reorganización del sistema académico y admi-
nistrativo, y el de la investigación.

Siguiendo lo señalado por la Ley Universitaria, se restableció el sistema de faculta-


des. Consideradas por el Estatuto de la UNI como las “unidades básicas de organi-
zación de la universidad” y “órganos desconcentrados e integrados, responsables de
la formación académica profesional, de la investigación, la extensión universitaria,
la proyección social y la producción de bienes y servicios”, las facultades se ins-
tituyeron sobre los cimientos de los programas académicos44 (Quiñones y Ueda,

44 De acuerdo a sus particularidades estas podían estar constituidas por áreas académicas, escuelas profesio-
nales, institutos de investigación, Sección de Posgrado y de Segunda Especialización, Sección de Proyección Social,
Extensión Universitaria y de Producción de Bienes y Prestación de Servicios” (Quiñones y Ueda, 2010: 56).

65
2010: 55). Los programas académicos existentes en 1984 pasaron a ser considerados
facultades. Este cambio se puede constatar en los antiguos programas de los que
provenían la mayor parte de los miembros de los grupos de energía solar (Ciencias,
Ingeniería Mecánica y Eléctrica y Arquitectura, Urbanismo y Artes), pues ahora eran
consideradas como Facultades de Ciencias, de Ingeniería Mecánica45, y de Arquitec-
tura, Urbanismo y Artes.

Con el propósito de impulsar la investigación científica y tecnológica y dejar atrás


el limitado trabajo de la Dirección Universitaria de Investigación se restableció el
Instituto General de Investigación (IGI), en 1984. De acuerdo a lo señalado por el
Estatuto Universitario, las funciones del IGI estarían abocadas a “promover, coor-
dinar y ejecutar el trabajo científico y la investigación multidisciplinaria en la uni-
versidad”, “realizar investigación en la ciencia y la tecnología y fomentar la creación
intelectual en proyectos de interés nacional y regional”, “estudiar la transferencia de
tecnología”, “interactuar con las comunidades locales y las instituciones sociales”,
entre otras (López Soria, 1986: 153-154). Cada Facultad contaría con un instituto de
investigación integrado por distintos actores (docentes, alumnos y trabajadores no
docentes) cuya línea de trabajo estaría regida por el Consejo Central de Investiga-
ción. La muestra de la real dimensión que estaba adquiriendo nuevamente el campo
de la investigación universitaria se manifestó en su presupuesto, el cual no debía ser
menos del 10 % del presupuesto universitario46. El cargo de director del IGI recayó
en el físico Manfred Horn, quien asumió su función en noviembre de 1985. Un año
después el ingeniero Rafael Espinoza sería nombrado como director adjunto.

Entre las propuestas desarrolladas en el rectorado del doctor José Ignacio López
Soria, cabe destacar el esfuerzo por proveer de recursos propios a la universidad,
por medio de la prestación de bienes y servicios especializados al sector privado y
estatal. La relevancia de esta política se dejó notar en su continuidad y perfecciona-
miento dados en las diferentes gestiones que siguieron a la de 1984 y 1989, a través
de una red de empresas y centros de investigación con proyección social pertene-
cientes a la UNI. Hacemos hincapié en esta política, pues, el centro de investigación
sobre energías renovables se integraría a esa dinámica.

La forma en la que el IGI organizó y promovió la investigación científica y aplicada


no afectó los proyectos desplegados por los Grupos de Investigación en Energía
Solar en el sistema universitario pasado. Si anteriormente estos formaban parte de
45 El antiguo Programa de Ingeniería Mecánica, Electricidad y Electrónica dio origen a dos facultades: la Fa-
cultad de Ingeniería Mecánica y Electricidad y la Facultad de Ingeniería Electrónica y de Telecomunicaciones.
46 El Consejo Universitario asignó al IGI la mitad en las “partidas presupuestarias bienes, servicios y bienes
de capital”. Los fondos sirvieron para financiar 47 proyectos presentados por las facultades y 38 de los institutos de
investigación. (López Soria, 1986: 152)

66
los Programas Académicos de Ciencias, Energía y Mecánica, y Arquitectura y Urba-
nismo ahora pasaron a ser dirigidos por los institutos de sus respectivas facultades.
Tal como se puede apreciar en la memoria del rector de 1986, la Facultad de Cien-
cias continuó con los proyectos de “Conversión fototérmica de la energía solar”,
“Desarrollo de secadores solares para productos agrícolas y alimenticios” y “Con-
versión fotovoltaica de la energía solar”, mientras que el Instituto de Investigación
de la Facultad de Ingeniería Mecánica promovió, en su línea de trabajo de energía
no convencional, el proyecto de “Calentamiento de Energía Solar para propósitos
diversos” (López Soria, 1986: 49-50,157). Manfred Horn, Aníbal Valera y Rafael
Espinoza continuaron con la dirección de los proyectos, a la par de sus labores do-
centes y administrativas. De igual forma, en la Facultad de Arquitectura, Urbanismo
y Artes, Tito Pesce, Mario Segami Liliana Beltrán y Guillermo Malca emprendieron
proyectos relacionados a la arquitectura bioclimática (López Soria, 1986: 43).

Cabe subrayar que los proyectos sobre energía solar fueron de los pocos que logra-
ron mantener un ritmo estable y continuo desde finales de la década del 70, al punto
de superar etapas tan críticas como la de la reorganización de la universidad. Esto
se puede explicar no solo por la importancia que habían adquirido la energía solar y,
en general, las energías renovables, sino además por el entusiasmo y constancia de
sus promotores y la lectura perspicaz de las autoridades universitarias para fomentar
su desarrollo. Gracias a ese ambiente favorable, el ímpetu de los especialistas en
el ramo solar, trascendió las fronteras de la UNI para dirigir sus energías al medio
rural, ese espacio que desde la década del 60 despertaba sus inquietudes. La expe-
riencia acumulada, una amplia red de contactos institucionales, el apoyo económico
de organismos de cooperación técnica, la preponderancia de las energías renovables
como medio factible de desarrollo socioeconómico posibilitaron la ejecución de un
proyecto grupal de cobertura nacional enfocado en el secado solar, del que damos
cuenta a continuación.

3.2 Los grupos de investigación se unen: el Proyecto de Secado Solar


Para 1980, ya se contaba en la UNI con una considerable experiencia en el campo de
la investigación y aplicación de la energía solar. Una experiencia que encontraba su
punto de partida en los estudios realizados en el antiguo Instituto de Energía de la
FIME, en el tránsito de sus profesionales y egresados por el ITINTEC y, posterior-
mente, en las investigaciones grupales que tanto físicos como ingenieros mecánicos
y arquitectos realizaron en sus respectivos departamentos académicos. El alcance de
estos grupos, por un lado, se sintetizaba en todo lo que hasta ese momento se había
desarrollado en la línea del diseño, experimentación y construcción de dispositivos

67
solares (secadores solares, calentadores de agua, cocinas solares, destiladores) y, por
el otro, en la apertura hacia nuevos campos de investigación como lo referente a
las superficies selectivas y a la conversión fotovoltaica. Solo era cuestión de tiempo
para que los integrantes de los Grupos de Investigación en Energía Solar redujeran
esa aparente distancia que los separaba y dieran inicio a un trabajo colectivo. La
publicación de un número especial de Tecnia. Revista técnico-científica, en noviembre de
1982, dirigido por varios de los miembros de los grupos de investigación y dedicado
exclusivamente a la energía solar47, mostró esa real cercanía que existía entre ellos
desde hacía varios años. Posteriormente, tanto ingenieros mecánicos como físicos
emprendieron un proyecto que por su magnitud, duración y objetivos demandaría
una participación en conjunto.

A inicios de la década de 1980 se fue gestando, a iniciativa de los miembros del


Grupo del Departamento de Física y los participantes de la SEPES, varios de ellos
vinculados a universidades de provincias del país, la elaboración de un proyecto que
aprovechara los beneficios de la energía solar en la línea del secado de productos
agrícolas y alimenticios en beneficio de las poblaciones rurales. No fue casual la elec-
ción de este campo. Desde su temprana cercanía con las comunidades del interior de
país, los investigadores notaron que existía entre sus pobladores una práctica arrai-
gada del secado, pero que se efectuaba de una forma muy rudimentaria y limitada,
principalmente con la exposición directa de sus productos al sol. La tecnificación
de este método de secado representaba una gran oportunidad de desarrollo econó-
mico y social. Así, la experiencia acumulada y los recientes estudios en ese campo
facilitaron el reconocimiento de las condiciones favorables para su implementación
(alta radiación solar en determinadas zonas del territorio nacional) y los beneficios
económicos (productos almacenados por más tiempo, independencia en las fluc-
tuaciones de precios del mercado, reducción de precios en transporte y almacena-
miento, etc.) que esto podía producir en determinadas comunidades rurales. Con la
integración de especialistas de distintas partes del país y el apoyo de instituciones
locales y organismos internacionales se pudo emprender un proyecto de amplias
dimensiones enfocado en la línea del secado solar.

Por su magnitud y su carácter nacional (participación de un amplio grupo de in-


vestigadores e inclusión de varias regiones del país), el proyecto demandó de un
despliegue económico y logístico que encontró sustento en la cooperación técni-
ca internacional y en dependencias nacionales. Gracias a la firma de un convenio
47 En este número (vol. 2, n°1) publicaron los ingenieros mecánicos Rafael Espinoza (director de la revista),
Andrés Federico Coz, Julio Bazán, Rubén Bejarano, Jorge Vera y los físicos Manfred Horn, Jaime Velásquez, Mercedes
Carazo, Aníbal Valera y Moisés Sánchez. Varios de los artículos que forman parte de este número habían sido publicados
en otros medios especializados del sector.

68
de cooperación técnica entre el CONCYTEC, institución que pasó a coordinar el
proyecto a sugerencia de los especialistas de la UNI48, y la Sociedad Alemana para
la Cooperación Técnica (GTZ, siglas en alemán), se pudo emprender el proyecto
“Desarrollo de secadores solares para productos agrícolas y alimenticios” o, sen-
cillamente, Proyecto de Secado Solar (PSS). Bajo la dirección del doctor Manfred
Horn, su principal gestor, y con un equipo de trabajo compuesto por profesionales
de distintas universidades públicas se dio inicio en septiembre de 1983 al PSS.

El PSS tuvo como propósito general “desarrollar, experimentar y difundir equipos


e instalaciones para el secado solar de productos agrícolas y alimenticios a fin de
mejorar la situación económica y social de los habitantes de las regiones rurales del
Perú” (PSS, 1984). Para delimitar tan grande empresa el equipo de trabajo eligió cier-
tas regiones que por su ubicación, productos y situación socioeconómica resultaban
representativas para mostrar el potencial de la tecnificación del secado solar. Así, se
escogieron inicialmente comunidades de los departamentos de Tacna, Cusco y An-
cash, y sus productos más distintivos, como la papa, maíz morado, tarwi, café, cacao,
ají, durazno, higo, membrillo y orégano, entre otros. La elección de estos lugares,
como se describe más adelante, estuvo estrechamente vinculada a las universidades
de procedencia de los investigadores de provincia. No solo se trataba de descentra-
lizar las investigaciones aprovechando el capital profesional residente, sino también
el amplio conocimiento que estos tenían sobre sus regiones y comunidades.

Las actividades realizadas por los miembros del PSS se enfocaron en la generación
de una oferta tecnológica (desarrollo, adaptación o adopción de tecnología de seca-
do solar), en la evaluación de la demanda en secado solar (estudios de rentabilidad y
de mercado, aceptación de la tecnología por la población rural), en la elaboración de
una metodología para su difusión masiva y su iniciación, y, por último, en la capaci-
tación de personal técnico y científico (CER-UNI, 1991: 4).

En el tiempo que duró el PSS se experimentó con una docena de diferentes tipos
de secadores solares, cuya complejidad y capacidad dependía del producto y de
las condiciones meteorológicas de la región a la que estaban destinados. Se trataba
generalmente de adaptar tecnologías desarrolladas en otros espacios, de acuerdo al
contexto local requerido; esto no necesariamente implicó una transferencia pasiva.
Como se puede detectar en los trabajos publicados, la implementación de los pro-
totipos muchas veces partió de una etapa primaria, es decir fueron diseñados por
los investigadores, y en otras oportunidades adaptando directamente tecnologías
extranjeras. Este es el caso que presenta el Informe técnico 10 del PSS. Mientras

48 En 1985 el PPS pasó a ser dirigido por la UNI.

69
que en las provincias de Tacna y Cusco se diseñaron dos dispositivos distintos para
el secado de frutas (higos, melocotones y membrillos) y granos (café y cacao), en
Huaraz se adaptó un secador de arroz diseñado en Tailandia por el Asian Institute of
Technology para la deshidratación de maíz morado (PSS, 1984: 1-2). A estos se deben
añadir otros tipos de modelos de secadores implementados hasta 1985, como los
de caja, invernadero, gallinero, rústico, cabina y viento, entre otros. La variedad de
los dispositivos respondía a su “carácter fundamentalmente experimental”, ya que
mediante sus ensayos y pruebas se podía calificar su desenvolvimiento y concebir
modelos sustancialmente diferentes en relación al modelo teórico de secador (PSS,
1984: 2). En el siguiente cuadro se pueden observar los secadores solares diseñados
y puestos a prueba en las provincias de Huaraz, Cusco y Tacna, así como los pro-
ductos a los que estaban destinados y los resultados obtenidos:

REGIÓN Y LO- PRODUCTOS SECADORES TÉCNI- OBSERVACIO-


CALIDADES SECOS COS EMPLEADOS NES

Huaraz (Calle-
jón de Huaylas)
Papa y maíz Tipos caja, gallinero y Se logra mejorar
SAIS Alpamayo morado RERIC la calidad

Cusco

Fundo Kayra Tarwi y papas Tipo invernadero Mejora la calidad

Yaurisque Maíz Tipo gallinero Evita pérdidas

Quillabamba Café y cacao Tipos silo, híbrido y túnel Reduce el tiem-


po del secado

70
Tacna

La Yarada Ají Tipo rústico Reduce el tiem-


po de secado y
evita pérdidas
Fundo Univer- Durazno, higos, Tipos indirecto y cabina por hongos
sidad membrillo y ají

orégano
Tipo viento Mejora aroma y
Sitajara (Tarata) color

Los dispositivos implementados pronto dieron buenos resultados. La tecnificación


del secado solar marcó una amplia diferencia en relación con el método tradicional.
Lo hecho en el centro poblado de La Yarada (Tacna) con el ají ejemplifica lo afir-
mado. De acuerdo a los estudios elaborados por los investigadores, se determinó
que el secado de ají expuesto directamente al sol demoraba entre 10 y 16 días y
presentaba pérdidas por hongos de entre el 20 % al 50 % del producto. Todo lo
contrario sucedía con los artefactos tecnificados. Las pruebas realizadas en las mis-
mas condiciones demostraron que lo dispositivos reducían el tiempo de secado de
2 a 5 días y eliminaban las pérdidas por deterioro (PSS,1985). Además, señalaron
que los beneficios económicos obtenidos por la venta del excedente del ají seco
podían servir para financiar la elaboración de los propios dispositivos. Un producto
de buena calidad aseguraba el regreso de la inversión. En definitiva, el PSS no solo
había logrado desarrollar “secadores solares técnicamente eficaces, económicamen-
te rentables y socialmente aceptados” sino también, con gran parte de estos, “se
obtuvieron productos secos de buena calidad, se redujo el tiempo de secado y, sobre
todo, se redujeron las pérdidas de producto” (CER-UNI, 1991; 4-5,7).

Para sostener y dar continuidad al despliegue de la tecnología del secado, el PSS


capacitó técnicos y científicos. Así, destacan principalmente los grupos de exper-
tos pertenecientes a la UNI, a la Universidad Nacional San Antonio de Abad del
Cusco y a la Universidad Nacional Jorge Basadre (Tacna), y, en menor medida, a
las casas de estudio de Ancash, Cajamarca, Ayacucho y Arequipa. La formación de

71
especialistas de diversas partes del país conllevaría también la descentralización de
la línea del secado. Como había ocurrido con el ITINTEC en la década de 1970, el
PSS estaba instituyendo las bases para la formación de una “red institucional” que
sustentara el “proceso del desarrollo tecnológico y de difusión masiva de los seca-
dores, en beneficio de amplios sectores de agricultores peruanos” (CER-UNI, 1991:
7). De acuerdo a las proyecciones de los expertos, las instituciones que integraban
esta red crearían programas, centros o institutos de amplios lineamientos que en un
corto plazo llevarían a la consolidación de ese tejido en el espacio público. A inicios
de la década de 1990, ya existían centros dedicados a las energías renovables en las
universidades del Cusco, Tacna, Huaraz y Cajamarca.

El equipo de trabajo del PSS estuvo conformado en su mayoría por físicos e inge-
nieros de universidades públicas del país y con una amplia experiencia en el campo
de la energía solar. La UNI fue el epicentro en donde se gestó este proyecto. Los
investigadores de los Grupos de energía solar de la UNI y varios egresados de la
SEPES, vinculados a distintas casas de estudio, formaron el núcleo central de esta
iniciativa sobre el secado solar. El arraigo de estos expertos en universidades públi-
cas, tanto de la capital como de provincias, facilitó la descentralización del proyecto.
Así, a los expertos de la UNI y de la Universidad Nacional Agraria La Molina, en
Lima, se sumaron investigadores de la Universidad Nacional Jorge Basadre (Tacna),
de la Universidad Nacional de San Antonio de Abad del Cusco y de la Universidad
Nacional Santiago Antúnez de Mayolo (Ancash). La diversidad de actores y de es-
pacios llevó a la organización de una estructura de trabajo que pudiera acortar esas
distancias físicas y facilitar la coordinación de las actividades a nivel nacional. En
este sentido, se crearon los cargos de “jefe de proyecto”, encargado de dirigir todos
los trabajos del PSS, y de “investigadores responsables”, agentes locales a la cabeza
de los grupos universitarios. En el siguiente cuadro se puede observar al equipo de
trabajo del PSS ordenado por regiones:

INVESTIGADORES DEL PSS


Lima Manfred Horn (jefe del proyecto), Rafael Espinoza, Aníbal
Valera, Moisés Sánchez, Balfour Meerovici, Mercedes Cara-
zo, Jaime Garibay, Francisco Salas, D. Campos, Luis Gutié-
rrez, E. Mayo.
Ancash Eduardo Mayo (investigador responsable), Jorge Narváez,
Daniel Reeves, Carlos Reyes, Eduardo Montoya, S. Hurtado.
Tacna Carlos Galarza (investigador responsable), Manuel Gonzá-
lez, Carlos Polo, Jesús Agreda, César Rivasplata.
Cusco Guillermo Ugarte (investigador responsable), Roberto To-
rres Pedro Zanabria, Ricardo Aramburú, Eduardo Gamarra.

72
Para complementar el trabajo de los investigadores nacionales, especialmente en
el área administrativa y comercial, la GTZ proporcionó a los siguientes expertos
extranjeros: F. Auer (instrumentación), R. Niepel (evaluación económica), W. Eis-
sen (diseño y evaluación técnica), P. Maldonado (estudio de mercado), A. del Valle
(institucionalización), N. Kiene (estudio de mercado) y T. Rebohle (industria alimen-
taria). El tiempo de participación de los especialistas varió entre semanas y meses.
Es necesario destacar la cooperación armoniosa que existió entre los profesionales
nacionales y extranjeros a lo largo del tiempo que duró el proyecto.

Otra de las maneras que el PSS encontró para fomentar y difundir sus investiga-
ciones en la línea del secado, tanto para el público experto como no experto, fue
mediante las publicaciones periódicas y la organización de eventos académicos. En
el área de las publicaciones destacan los informes técnicos, los manuales de cons-
trucción y los estudios de diversas temáticas. En el primer caso, los informes tuvie-
ron un carácter más especializado, rasgo que sobresale en sus temáticas abordadas y
en su lenguaje técnico empleado, y un ritmo de publicación vinculado al desarrollo
del proyecto. Teniendo en cuenta lo anterior, se puede dividir en dos etapas en la
elaboración de los informes publicados entre los años de 1984 y 1985. En la primera
etapa, los estudios estuvieron orientados a la realización de un balance bibliográfico
enfocado en la experiencia peruana en el secado solar y en la exposición de sus bases
teóricas; en la segunda, se registraron las experiencias locales de los ensayos, diseños
y aplicaciones de los dispositivos solares elaborados por los miembros del PSS. Cabe
destacar que los informes técnicos fueron elaborados por los investigadores de las
universidades de la capital49, gracias a la información proporcionada por los miem-
bros regionales. A continuación, se incluyen los títulos de los informes técnicos
publicados en los dos primeros años de funcionamiento del PSS.

49 Entre los miembros que participaron en la redacción de los informes técnicos encontramos a M. Horn, R.
Espinoza, M. Sánchez, M. Carazo, A. Valera, B. Meerovici y a J. Garibay. Cabe indicar que para su realización emplearon
la información proporcionada por C. Galarza, M. Gonzáles, C. Polo y J. Agreda, G. Ugarte, R. Torres, P. Zanabria, E.
Mayo e I. Narváez. (PSS, 1984)

73
INFORMES TÉCNICOS DEL PSS PUBLICADOS
Primera etapa
PSS01 Experiencia peruana en el secado solar de productos agrícolas y alimenti-
cios (1984)
PSS02 Experiencia peruana en la conservación de productos agrícolas y alimen-
ticios (1984)
PSS03 Secado solar (una recopilación y evaluación de la bibliografía internacio-
nal sobre la experiencia en el secado solar de productos agrícolas y alimenticios)
(1984)
PSS04 Teoría del secado solar (1984)
PSS05 Instrumentación en secado solar (1984)
PSS06 Información general y estadística agrícola como marco de referencia del
Proyecto de Secado Solar” (se presenta información general de interés para el
proyecto, mayormente estadísticas de producción y costos de los principales pro-
ductos agrícolas de las regiones consideradas) (1984)

Segunda etapa
PSS07 Ensayos preliminares sobre secado solar de tarwi (1984)
PSS08 Ensayos de secado solar en Tacna, Cusco y Huaraz (1984)
PSS09 Información previa para un estudio de factibilidad del secado solar técnico
(1984)
PSS10 Diseño de prototipos de secadores solares para Tacna, Cusco y Huaraz
(1984)
PSS11 Experimentos de laboratorio sobre secado de productos agrícolas y ali-
menticios (1985)
PSS12 El secado solar técnico como método de conservación de alimentos y el
sistema alimentario peruano (1985)

En los casos siguientes, encontramos en las publicaciones del PSS los manuales de
construcción y manejo de secadores solares y los estudios técnicos. Redactados e
ilustrados de una forma sencilla y amena, los manuales describían el funcionamien-
to, las características técnicas y la construcción y montaje de un determinado seca-
dor solar (troje, túnel, estante e invernadero) dado a un producto específico (maíz,

74
ají, orégano y papa). Se trataba de que el lector poco instruido pudiera construir,
por su propia cuenta y empleando materiales sencillos, un secador solar. Por otra
parte, los estudios técnicos se concentraron en los aspectos socioeconómicos del
secado solar (estudios de mercado, rentabilidad, producción, demanda, promoción,
viabilidad, entre otros aspectos).

Conviene destacar también el libro Teoría y práctica del secado solar, publicado en 1991.
Ante la carencia en el medio local de bibliografía especializada en la línea del seca-
do, los expertos “sintetizaron” sus experiencias obtenidas durante el desarrollo del
PSS (1983-1990) para proporcionar a profesionales y técnicos un texto con “infor-
mación básica sobre el secado solar” (CER-UNI, 1991). El resultado fue un libro
compuesto por cuatro apartados: en el primero de ellos se brinda una información
sintetizada del PSS y sus resultados alcanzados, en el siguiente se abarcan los “aspec-
tos generales de la tecnología e ingeniería del secado”, mientras que el tercero com-
prende estudios de casos de secado solar con tecnología artesanal en determinados
productos (ají, maíz y orégano), y, en el último apartado, se presentan los aspectos
socioeconómicos del proyecto. Para brindar más detalles sobre algunos casos de
diseño y evaluación de secadores, se incluyeron varios anexos.

La organización de eventos académicos fue otros de los mecanismos usados por


los miembros del PSS para difundir sus investigaciones a nivel nacional, además
de servir de espacios de discusión y congregación de expertos vinculados al área
de las energías renovables. Uno de los eventos insignes fue el Seminario de Secado
Solar. En los años de 1984, 1986 y 1988 se celebraron tres versiones distintas, las
dos primeras en la ciudad del Cusco y la última en Huancayo. En cada uno de ellas,
se presentaron los resultados que el PSS iba alcanzado en cada fase de investigación
a manera de un balance de todo lo desarrollado. Así, en el II Seminario de Secado
Solar, realizado los días 21 al 24 de abril, se “cerró la primera etapa del proyecto”,
una estaba en la que se había puesto “énfasis en la construcción y evaluación de di-
versos prototipos de secadores solares para productos, condiciones climáticas y rea-
lidades socioeconómicas diversas” (Horn, 1987). No se puede dejar de mencionar
la participación de especialistas que, si bien no estaban involucrados directamente
en el proyecto, estaban estrechamente relacionados a la investigación y desarrollo
tecnológico. A manera de ejemplo, se puede destacar la participación en el II Semi-
nario de Gilberto Salas, quien expuso el rol del CONCYTEC en el desarrollo de la
energía solar en la línea del secado de productos agrícolas, o la de A. Bejarano, que
destacó la importancia de la meteorología en los trabajos de investigación. Hay que
destacar el poder de convocatoria que tuvieron los seminarios para congregar tan-
to a representantes de instituciones públicas y privadas (ministerios, universidades,

75
empresas, corporaciones, institutos y centros de investigación) como al público en
general (Horn, 1987). Solo en el seminario de 1986 participaron veintiocho institu-
ciones y 169 personas.

A lo anterior, se debe de agregar la participación de los miembros del PSS en even-


tos nacionales e internacionales. En el primer caso, destacan las intervenciones he-
chas en el III Seminario Nacional de Energía Solar (Cusco, 1985), en el III Congreso
Nacional de Ingeniería (Cajamarca, 1986), en el Foro de Análisis de Energía en el
Perú (Lima, 1987) y el Seminario Internacional (Cusco, 1990). En ellos se presenta-
ron trabajos que se centraron en el desarrollo de secadores solares y sus implicancias
socioeconómicas, y, bajo una perspectiva más amplia, el impacto de las energías
renovables en el desarrollo de las regiones rurales (CER-UNI, 1991:13). Por otra
parte, los especialistas tuvieron la oportunidad de divulgar sus trabajos fuera del
país, principalmente en ciudades de Sudamérica y Europa. Estos eventos fueron
el V Congreso Latinoamericano de Energía Solar (Valparaíso, 1986), el Programa
de Ciencias y Tecnología para el Desarrollo. V Centenario (CYTED-D) (Madrid,
1987), el Third Technical Meeting of the CNRE/FAO on Solar Drying (Stuttgart, 1987), la
Reunión Técnica CYTED-D (Oporto, 1988), el Proceedings of ISES Solar World Congress
(Hamburgo, 1987), y el Proceedings of 6th International Solar Forum (Berlín, 1988) (CER-
UNI,1991: 14). Gran parte de las ponencias, especialmente las presentadas en Ale-
mania, se enfocaron en exponer, bajo un estudio de caso, los aspectos técnicos del
secado solar de productos agrícolas desarrollados en el territorio peruano.

La amplia experiencia acumulada en el PSS demostró a los investigadores de la UNI


que el trabajo en conjunto no solo era viable y enriquecedor, sino necesario para el
curso de sus proyectos. El nuevo rumbo que estaba tomando la casa de estudios, a
raíz de la aplicación de la Ley Universitaria N° 23733 y su apoyo a la investigación
universitaria, favoreció el deseo de crear una institución que se ocupara específica-
mente de centralizar las actividades de investigación, desarrollo tecnológico y de
servicios vinculados a las energías renovables, especialmente a la energía solar.

3.3 El CER-UNI (1990-2010)

Los miembros del PSS no se equivocaron al señalar que la red institucional fomen-
tada a raíz del proyecto serviría de soporte para la creación de nuevos espacios de
investigación relacionados con la línea del secado y, en general, con las energías
renovables. La UNI, casa de estudios que fomentó y luego lideró el PSS, fue el me-
jor ejemplo de lo mencionado. Tras tres décadas de impulsar la investigación en el
campo de la energía solar y conquistar de forma dispersa, tanto a nivel local como
nacional, una serie de logros (proyectos de investigación, desarrollo de dispositivos

76
solares, cursos de especialización, asociación de carácter nacional, etc.), que posibi-
litaron su despliegue, se llevó a la realidad ese ansiado deseo por institucionalizar
su ejercicio en la universidad. Por resolución rectoral N° 0109-90 dictada en enero
de 1990, se creó el Centro de Energías Renovables o CER-UNI como dependencia
adscrita al IGI (Quiñones y Ueda, 2010: 120).

El escenario nacional de la década del 90 estuvo marcado por profundas reformas


estructurales que, a diferencia de los decenios anteriores, propiciaron el distancia-
miento del Estado en sectores relevantes para el desarrollo nacional. Con la llegada
a la presidencia de la República de Alberto Fujimori en 1990, y su inmediata mono-
polización del poder, a través de un “autogolpe” de Estado (1992) y la promulgación
de una nueva constitución (1993), se dio inicio en el Perú al “proyecto neoliberal”
(Contreras y Cueto, 2015: 386-392). Bajo la justificación de acabar con la grave crisis
económica heredada de los gobiernos anteriores y siguiendo la política establecida
por el Consenso de Washington, el régimen fujimorista puso en marcha un pro-
grama de ajuste estructural que daba “prioridad al mercado en la asignación de los
factores de producción” (Campodónico, 2015: 190). Entre las cuestionadas medidas
que se ejecutó en este plan, estuvo la privatización de las empresas estatales vincula-
das a la producción y a los servicios públicos. La agresividad de esta medida se dejó
traslucir en el gran número de empresas privatizadas que entre los años de 1991 y
1998 alcanzaba la cifra de 150 entidades (Contreras y Cueto, 2015: 388).

Como era de esperarse, las empresas del sector energético también fueron parte
de ese proceso de privatización, como aconteció con las dedicadas al rubro de los
hidrocarburos y la electricidad. En este último caso, las empresas Electroperú y
Electrolima fueron “divididas en áreas de generación, trasmisión y distribución para
facilitar la privatización de estas actividades como unidades empresariales indepen-
dientes” (Osinergmin, 2014: 6). Con su paso a manos del empresariado privado se
aspiraba a que este sector pudiera alcanzar una mayor suficiencia en el suministro
eléctrico nacional y, así, cubrir la creciente demanda interna, alcanzando a las regio-
nes que por sus particularidades (ubicación geográfica, densidad poblacional, etc.)
carecían de esta energía. En este sentido, el Estado redujo su participación a la de
un ente regulador y promotor de políticas públicas que iban desde la ampliación del
mercado interno hasta el uso racional de la energía.

Fue en ese margen de acción estatal en que las energías renovables fueron promo-
vidas en los años 1990. Su desarrollo estuvo vinculado sobre todo a programas de
ahorro y uso eficiente de energía impulsados por el Ministerio de Energías y Minas.
Este fue el caso del Programa de Ahorro de Energía (PAE) que desde 1995 fomen-

77
tó gradualmente el aprovechamiento de las energías renovables a través del uso de
diversas tecnologías (sistemas fotovoltaicos, calentadores solares, entre otros) en
beneficio de poblaciones rurales. Más que políticas que fomentaran y regularan sos-
tenidamente su desarrollo, existieron medidas que indirectamente la propulsaron.
Esta situación llegaría a cambiar en el nuevo siglo, cuando surge un marco norma-
tivo que alentó formalmente la promoción de aquellos recursos50. Uno de los más
importantes fue el Decreto Legislativo N°1002 dictado en 2008. En él el Estado
declaró como de interés nacional y necesidad pública, el desarrollo de los recursos
renovables para la generación de energía eléctrica. Para promover tal medida se
brindó una serie de incentivos al capital privado como “la prioridad en el despacho,
el acceso a las redes de trasmisión y distribución, y tarifas estables a largo plazo
determinadas mediante subastas competitivas” (Osinergmin. 2017: 193). A efecto
de sus buenos resultados51 y la gran perspectiva que presentaba, en el año 2010 se
promulgó el Decreto Supremo N° 064-2010-EM que establecía el incentivo de los
recursos renovables como parte de los objetivos sustanciales de la Política Energé-
tica Nacional 2010-2040. Con la finalidad de diversificar los recursos energéticos e
impulsar un desarrollo sostenible con un mínimo impacto ambiental, las energías
renovables pasaron a formar parte de la matriz energética nacional.

Por su parte, la UNI desde 1990 emprendió una “agresiva política de generación de
recursos” a través de la implantación del modelo “Universidad/Empresa”. Este mo-
delo puso en marcha una red de empresas y unidades productivas, a la que se añadió
la gestión empresarial de algunos servicios educativos y programas de perfecciona-
miento, posgrado e investigación con la finalidad de dotar a la casa de estudios de
recursos económicos propios. Propuesta a mediados de los años 80, ese espíritu
empresarial se desarrolló a plenitud en la década de 1990 y fue continuado, en lo
esencial, por las autoridades que asumieron la dirección de la universidad (López
Soria, 2017: 73-74, 88). En efecto, el modelo empresarial proveyó de amplios bene-
ficios a la UNI, manifestados en el mejoramiento de su infraestructura y su perfil
académico y, a la par, dotó de nuevos mecanismos a sus centros de investigación, los
que ahora podían financiar sus proyectos a través de los ingresos obtenidos por la
prestación de bienes y servicios.

50 Inicialmente destaca la Ley de electrificación rural N°28749, promulgada el año 2006, en cuyas prerrogativas
el Estado daba prioridad al aprovechamiento de los recursos energéticos renovables para el desarrollo sostenible de las
zonas rurales, localidades aisladas y de frontera.
51 En el año 2008 las fuentes de los recursos renovables representaban menos del 0.01 % del total de la energía
producida en el país, mientras que en el 2015 ese porcentaje aumentó llegando al 0.5 % (Osinergmin: 2017: 190).

78
El CER-UNI supo adaptarse y aprovechar al máximo las oportunidades que brin-
daba este nuevo escenario A continuación, pasaremos a detallar los aspectos más
destacados del CER-UNI en sus dos primeras décadas de desarrollo.

3.3.1. Aspectos generales de las dos primeras décadas de desarrollo


Desde su creación hasta los primeros años del nuevo siglo, el CER-UNI ha transita-
do por cambios relevantes dentro de la estructura interna de la universidad que han
ido definiendo formalmente su posición y su campo de acción. Desde su creación
hasta 1999 el CER-UNI se definió como un “órgano multidisciplinario adscrito al
IGI” que tempranamente complementó su carácter académico con el desarrollo de
una línea económico-financiera. El 27 de abril del año 2000, por resolución rectoral
N°0355, el ahora Centro de Energías Renovables y Uso Racional de la Energía pasó
a ser considerado como un “órgano desconcentrado dependiente del rectorado”
y, a la par, se reafirmó en el cargo de director al ingeniero Rafael Espinoza52. Pos-
teriormente, en el 2009, el CER-UNI es considerado como un “órgano de apoyo
investigativo” del vicerrectorado de investigación, cuyo objetivo es el de “promover
el uso de las energías renovables, a través del desarrollo de tecnologías apropiadas al
escenario en el que se ubique la eventual problemática”, esto implica “realizar tareas
básicas de Investigación, Desarrollo e Innovación (I+D+i), promoción, capacita-
ción, divulgación y transferencia tecnológica”53. Conservando el carácter social que
la antigua FIME y el Instituto de Energía imprimieron en las primeras investigacio-
nes referidas al campo de la energía solar, el CER-UNI proyecta sus actividades con
una clara preferencia al sector rural. Para ello busca el apoyo de “organizaciones o
entidades, públicas y privadas, que por la naturaleza de sus funciones tienen vías de
contacto y acción con comunidades y poblaciones alejadas” (Padilla, 2010: 15).

El trabajo desarrollado a lo largo de los años por el CER-UNI se puede dividir en


las siguientes cuatro líneas de investigación y desarrollo: irradiación solar (medición
y procesamiento de datos solares, calibración de radiómetros y cálculo de potencia
solar), electricidad fotovoltaica (estudio de la generación fotovoltaica al nivel de la
celda unitaria, generación fotovoltaica, evaluación y monitoreo del rendimiento de
generadores FV en energía y potencia), comodidad térmica en ambientes habitables
(estudios climáticos y bioclimáticos, evaluación térmica de edificaciones, propuestas
técnicas de aplicación) y cocinas mejoradas portátiles (basadas en energías renova-
bles y, por ello, con mayor eficiencia y menor emisión de gases tóxicos). Como se
puede apreciar, la mayor parte de estas áreas sintetizan los estudios que desde 1960
ha venido desarrollando y consolidando la UNI.

52 Otras de las medidas fue el nombramiento de una comisión especial para la creación de un reglamento
interno.
53 CER-UNI (s/f). “Nosotros”. CER-UNI. Recuperado de https://cer.uni.edu.pe/index.php/nosotros/.
79
Estas líneas de investigación han girado en torno a la provisión de servicios y trans-
ferencia tecnológica especializados que con los años el CER-UNI se ha ido con-
solidando en el mercado nacional y que, además, han servido como una fuente
de financiación para promover sus proyectos más significativos. Estos servicios,
principalmente de asesoría técnica y consultoría54 se pueden dividir en los siguientes
puntos: a) diseño de sistemas fotovoltaicos autónomos, aislados y conectados a la
red; b) técnicas bioclimáticas para viviendas ubicadas en el litoral, los Andes y la
Amazonía peruanos; c) evaluación y verificación de las especificaciones técnicas de
componentes de sistemas FV; d) diseño de sistemas de calefacción de agua y aire
usando energías renovables; y e) diseño de modelos de desarrollo rural sostenible.

Desde su creación, el CER-UNI ha contado con un equipo de profesionales desta-


cados y versados en el campo de las energías renovables, liderado por el ingeniero
mecánico Rafael Espinoza (director) y el físico Manfred Horn (miembro fundador),
principales artífices nacionales de la promoción, investigación y aprovechamiento
de las energías renovables. A estos profesionales experimentados les acompañaron
jóvenes investigadores nacionales y extranjeros que encontraron en esta institución
un espacio adecuado y fructífero para el aprendizaje, desarrollo y fortalecimiento de
sus conocimientos. El impacto de esta experiencia se ve reflejado en las múltiples
tesis, artículos científicos y ponencias que los mencionados publicaron y expusieron
a su paso por el CER-UNI55. Por otro lado, los investigadores peruanos, favorecidos
por una serie de convenios tejidos a lo largo de los años, han podido perfeccionar
sus estudios en tierras extranjeras, principalmente Europa. De igual forma, jóvenes
estudiantes de pregrado de diferentes universidades del país e interesados en iniciar-
se en el estudio de las energías renovables han sido incluidos en el equipo de trabajo
en calidad de practicantes. No menos importante es la adhesión de técnicos que a lo
largo de los años colaboraron en el despliegue de los proyectos, principalmente, en
el interior del país. A todo esto se debe de agregar el dictado de cursos y talleres56
realizados por el equipo del CER-UNI tanto a profesionales como al público no
especializado.

Como se puede apreciar, el CER-UNI se convierte en un espacio unificador y activo


en el que estudiantes, egresados y especialistas pueden hallar una plataforma para
desarrollarse profesionalmente a través de su participación en proyectos de gran
impacto social. Un ejemplo de esa dinámica son los resultados obtenidos en los
proyectos realizados por muchos años en la comunidad rural de San Francisco de

54 Véase Anexo 1.
55 Véase Anexo 2.
56 Véase Anexo 3.

80
Raymina (Ayacucho) para enfrentar las bajas temperaturas y promover su desarrollo
social a través de viviendas bioclimáticas y modelos de negocio rural sostenibles.
Los estudios publicados sobre lo hecho en la comunidad, en su mayoría estudios
de tesis, muestran la participación activa de investigadores peruanos, egresados y
pasantes. Así lo demuestran las tesis de competencia profesional de Fredy Huaylla,
“Evaluación experimental de cambios constructivos para lograr confort térmico
en una vivienda altoandina del Perú” (2011); de Jessica Molina, “Evaluación bio-
climática de una vivienda rural altoandina de la comunidad de San Francisco de
Raymina de Ayacucho” (2016); la tesis de maestría del director Rafael Espinoza
(2014), “Evaluación experimental de la performance de dos componentes bioclimático
de calentamiento aplicadas en un módulo de vivienda de San Francisco de Raymi-
na-Ayacucho”; el proyecto de máster de Idoya Alcolea (2016) y la tesis de pasantía
del francés Pierre Cam (2015). Los proyectos no solo se redujeron a solucionar un
problema social desde la investigación y el desarrollo tecnológico, sino a producir
conocimiento especializado.

Pero la labor del CER-UNI trasciende sus propios límites institucionales y forma
parte de una dinámica mayor que alcanza a la UNI y a organismos de presencia
nacional e internacional. En la universidad se puede encontrar una red activa, ges-
tada con el paso del tiempo por investigadores, docentes y autoridades, que une al
CER-UNI a un conjunto de dispositivos vinculados a las energías renovables, como
la SEPES, la Maestría en Ciencias en Energías Renovables y Eficiencia Energética
de la Facultad de Ciencias57 (MERyEE), los grupos de investigación asociados a los
laboratorios de las facultades58 y los cursos de pregrado de Diseño Bioclimático de
la FAUA. Además, por un lado, el instituto universitario ha tejido lazos muy fuertes
con entidades nacionales, como la APES, al punto de tener su secretaría permanen-
te, y los institutos de investigación que la integran, y, por el otro, con organismos
internacionales como el Programa Iberoamericano de Ciencia y Tecnología para el
Desarrollo (CYTED) o la Universidad de Jaén (España).

57 La MERyEE tuvo su inicio en marzo de 2012. Luego del dictado de dos semestres y a pedido de los docentes
e investigadores participantes se procedió a reestructurar su plan de estudio. El nuevo orden estableció que el MERyEE
contaría con cuatros semestres académicos y sus cursos estarían distribuidos en los siguientes grupos: “básicos obliga-
torios”, “obligatorios de especialidad”, “electivos” y “seminarios de tesis”. Cabe destacar que los estudiantes tienen la
posibilidad de especializarse en cualquiera de las tres líneas de investigación que la maestría ofrece (fabricación y caracte-
rización de celdas solares nano estructuradas, evaluación de la eficiencia energética de sistemas de iluminación basados en
LED´s, confort térmico para viviendas rurales). La elección de la línea de investigación determina las materias a cursar,
a excepción de las obligatorias (básicas y seminarios de investigación). Se debe agregar también que los titulados de la
SEPES pueden llevar la MERyEE por medio de la convalidación de cursos.
58 En este caso, podemos citar los trabajos emprendidos por la doctora María Quintana Cáceda y un grupo de
estudiantes en el Laboratorio de Películas Delgadas de la Facultad de Ciencias referidos al desarrollo de celdas Gratzel.

81
La infraestructura de CER-UNI se puede dividir en dos áreas específicas, según su
finalidad. Por un lado, se cuenta con un espacio asignado en el segundo nivel del
Pabellón Central de la UNI, lugar en el que se realizan las labores administrativas y
de logísticas, además de reuniones de trabajos, discusión de proyectos, recopilación
de información, dación de información sobre cursos de especialización, etc. Por
otro lado, esta institución posee un laboratorio con equipos e instrumentos moder-
nos orientados a las labores de investigación, enseñanza universitaria y provisión de
servicios en energías renovables y está relacionado con otro especializado en energía
solar. En el siguiente párrafo describimos el desarrollo de estos dos laboratorios.

La carencia inicial del CER-UNI de una infraestructura especializada para las labores
de investigación fue subsanada con el uso de los espacios y medios brindados por
las Facultades de Mecánica y, especialmente, de Ciencias. Las actividades de experi-
mentación y de enseñanza desarrolladas en esta última facultad para los proyectos
del Grupo de Energía Solar y la SEPES llevaron a que con el tiempo se proveyera
de equipos e instrumentos sofisticados (sistemas de adquisición de datos, instru-
mentos de medición, equipos de potencia y dispositivos para el ciclado de lámpara)
que luego pasó a ser el Laboratorio de Energía Solar. Este se convirtió en una pieza
importante para los objetivos del CER-UNI, ya que se podían realizar actividades
de investigación y desarrollo tecnológico, capacitación, enseñanza universitaria y de
servicios directos (Horn, 2007). Posteriormente, en 2012, a solicitud de su director,
se le asignó un espacio (2366,7 m2) del sector A0 del campus universitario para la
implementación de un futuro laboratorio de energías renovables. Gracias al apoyo
del proyecto Emergiendo con el Sol, promovido por la Universidad de Jaén (Espa-
ña) y la UNI, se pudo implementar el Laboratorio Nacional de Energías Renovables
(LANER), en 2015, que de acuerdo con lo señalado en la memoria institucional del
rector Jorge Alva es el “único laboratorio en su género que existe en una universidad
nacional en el Perú y uno de los pocos en Latinoamérica” (Alva, 2016: 180).

3.3.2 Los proyectos de investigación


A continuación, pasaremos a detallar los proyectos más representativos que ha eje-
cutado el CER-UNI en sus primeras dos décadas de ejercicio profesional. Hemos
tenido como criterio de selección no solo su duración y continuidad, sino además
su impacto tanto en el medio social como en la propia institución, además de su
originalidad en la gestión de los proyectos.

82
Taquile, un ejemplo de electrificación fotovoltaica exitosa (Puno)
Uno de los principales proyectos que ocupó la atención del equipo del CER-UNI
por más de un quinquenio, fue el emprendido en la isla insular de Taquile y otras
aledañas del lago Titicaca (Puno). Por las ventajas climáticas, las carencias de energía
convencional y el potencial turístico de estas comunidades, los trabajos se enfocaron
en su electrificación empleando tecnología fotovoltaica. En ese sentido, el proyecto
Taquile destaca por ser uno de los primeros impulsos nacionales en el fomento, de-
sarrollo y despliegue de los sistemas fotovoltaicos en el medio rural andino. Como
veremos en el siguiente apartado, esto no hubiera sido posible sin la considerable
experiencia que los miembros del CER-UNI fueron acumulando sobre la tecno-
logía fotovoltaica y sin el apoyo económico de programas nacionales de eficiencia
energética.

A inicios de 1990, el equipo CER-UNI ya contaba con una amplia experiencia en


el tema fotovoltaico que partió inicialmente de las investigaciones realizadas para el
desarrollo de células fotovoltaicas por el Grupo de Energía Solar del Departamento
Académico de Ciencias y que fue complementada en contacto con especialistas de
la región, en el marco de los cursos-talleres de tecnología de sistemas fotovoltaicos
y de electrificación rural promovidos por el Programa Iberoamericano de Ciencia
y Tecnología para el Desarrollo (CYTED). Es decir, solo era cuestión de tiempo,
sobre todo en la búsqueda de financiación económica, para que el equipo CER-UNI
emprendiera sus trabajos de electrificación rural con tecnología fotovoltaica.

El proyecto Taquile encuentra sus inicios en los primeros años de la década de 1990.
El fracaso de una licitación pública hecha por el Ministerio de Energía y Minas
(MEM) para la recepción de propuestas dadas a la electrificación por generadores
diésel en Amantaní (Puno) abrió la posibilidad al CER-UNI de suscribir un contrato
con la mencionada institución para rehacer totalmente esa propuesta y formular una
con sistemas fotovoltaicos domiciliarios (SFD). Lamentablemente, esa propuesta
no pudo concretarse. Fue recién en abril de 1994, cuando el CER-UNI acuerda con
el Dirección Ejecutiva de Proyectos del MEM realizar un estudio de factibilidad
para la electrificación fotovoltaica de Amantaní en comparación con otras opcio-
nes tecnológicas. La visita del equipo del CER-UNI a Puno, al mes siguiente del
contrato, mostró la real dimensión del distrito de Amantaní, el cual abarcaba en su
jurisdicción a dos islas de gran atractivo y potencial: Amantaní y Taquile. El estudio
entregado en junio cubrió ambas islas y demostró las ventajas técnicas, económicas
y sociales que la tecnología fotovoltaica podía generar en ellas. De acuerdo con el
estudio, los hogares de las 1000 familias residentes en ambas islas podían ser electri-

83
ficados con un sistema fotovoltaico valorizado en 1000 dólares y que el costo total
era el mismo que el proyecto de los generadores. También se logró conocer que las
familias del distrito estaban dispuestas a pagar entre 700 a 750 dólares por un SFD.
A pesar de toda esta información y los buenos resultados que presagiaban, la gestión
de la Dirección Ejecutiva del MEM no lo tomó en cuenta. Otro sería el panorama
al año siguiente.

A mediados del decenio, el gobierno, a través del MEM, inició una intensa actividad
de promoción de ahorro y uso eficiente de la energía eléctrica que se denominó
Programa de Ahorro de Energía (PAE) y que estuvo dirigido por el ingeniero César
Romaní. El PAE tuvo como algunos de sus propósitos: reducir la demanda de la
energía eléctrica, sustituir el empleo de combustibles convencionales por alternati-
vos y fomentar el empleo de las energías renovables (solar y eólica) en zonas rurales
del país (Romaní, 1995: 12). Si bien este proyecto partía de una actividad global que
fomentaba el desarrollo sostenible a través del cuidado racional de la energía, no po-
demos dejar de lado la intención local. La lenta respuesta de las empresas eléctricas
privatizadas para producir y cubrir la demanda nacional de energía motivó a que el
gobierno propiciara su incremento por medio del ahorro y uso eficiente, para luego
derivar esta energía a los sectores productivos. Es en este ambiente en que los estu-
dios experimentales de electrificación rural, por medio de tecnología fotovoltaica,
encontraron acogida y fueron financiados por el PAE59.

Uno de los primeros trabajos que ejecutó el CER-UNI a pedido del PAE fue el
“Estudio piloto experimental sobre electrificación de poblaciones rurales aisladas”.
Suscrito en diciembre de 1994, pero iniciado en febrero del siguiente año, el pro-
yecto consistió en instalar en ocho localidades aisladas los “sistemas comunales de
electrificación”, cuatro empleando tecnología fotovoltaica, y los otros, usando ener-
gía eólica. Paralelamente a este estudio, se fue gestionando en el PAE un nuevo pro-
yecto dirigido a electrificar una población rural aislada, realizar un diagnóstico de la
energía solar y eólica y difundir ampliamente esta tecnología a nivel nacional. Así, el
13 de septiembre de 1995, el MEM encargó al CER-UNI llevar a cabo el proyecto
“Estudio experimental sobre electrificación rural aislada mediante energía solar fo-
tovoltaica” con un monto de 100 000 dólares de financiación (incluyendo costo de
estudio y la asesoría). Con ello, el organismo de la UNI asumió la

59 Esta intensa campaña de promoción de las energías renovables se puede dividir en tres etapas. La primera de
ellas cubre el periodo de 1995 a 1998 y en ella se realiza la promoción de las energías fotovoltaica y eólica. En la segunda
etapa, que va de los años de 1998 al 2000, se efectúa la promoción de calentadores solares. Y en la última etapa, que parte
del año 2000, se impulsa el uso de los secadores solares.

84
“obligación de instalar no menos de 75 módulos solares fotovoltaicos con
todos sus accesorios en una localidad nacional, rural y aislada, así como de
diseñar las estrategias y desarrollar actividades experimentales para garantizar
la autosostenibilidad técnica y económica del proyecto en el tiempo, garanti-
zar un efecto multiplicativo en la misma población y generar condiciones para
lograr el mismo efecto en localidades vecinas” (Espinoza y Peña, 2000: 183).

El antiguo contacto con las comunidades insulares del Lago Titicaca y el potencial
que presentaban para el uso de la tecnología fotovoltaica hizo que el proyecto re-
cayera en Taquile. Tras la firma de contratos de “compraventa” con 75 pobladores
y, posteriormente, 25 más y la adquisición y evaluación de los SFD60 se procedió a
instalarlos entre julio y septiembre de 199661. A estos también se añadió un Siste-
ma Fotovoltaico Comunal (SFC) para fines sociales. El éxito del proyecto, y que se
evidencia en el aumento inmediato de los SFD instalados, recayó en el modelo de
gestión empleado por el equipo CER-UNI. Este modelo consistió en convertir en
dueños de los SFD a los propios pobladores a través de la división de su costo en
cuotas anuales que les resultaba accesibles de pagar (5 cuotas anuales de 150 dólares
por tres años) y descuentos por su pago inmediato (Espinoza y Horn, 2001). Su
dinámica y buen curso favoreció la ampliación del proyecto a otras comunidades
insulares del Lago Titicaca. En 1998 se instalaron 72 SFD en las islas de Uros, Soto
y Taquile. Posteriormente, en 1999, la Dirección Ejecutiva de Proyectos del MEM
firmó dos contratos con el CER-UNI para la electrificación de veinticuatro locali-
dades de siete departamentos de la sierra y selva del país (Cerro de Pasco, Ayacucho,
Apurímac, Junín, Loreto, Madre de Dios y Ucayali), empleando 781 SFD existentes
en los depósitos del MEM. Tras la evaluación de los SFD en el Laboratorio de
Energía Solar de la UNI, estos pasaron a ser instalados. El modelo de gestión que se
aplicó fue el de “cesión en uso”, un sistema que consistía en cobrar una cuota inicial
y mensual a los usuarios de los SFD. ADINELSA sería la encargada de administrar,
supervisar y mantener los SFD.

Para una sólida transferencia de la tecnología fotovoltaica se procedió también a


formar especialistas locales en la instalación y mantenimiento de los SFD a través
de un curso teórico y práctico. El curso-taller estuvo dirigido a los pobladores vin-
culados directamente a los SFD y SFC de Taquile. Organizado conjuntamente por
el CER-UNI e Inti Luz y a cargo de los destacados Miguel Reátegui, Manfred Horn,

60 Estos SFD consistían en “un panel fotovoltaico de 50 Wp, montado sobre un poste metálico, una unidad de
control (controlador de carga y caja de fusibles montado sobre un tablero), una batería de 100 Ah (tipo solar, abierta) y
3 lámparas fluorescentes de 11 W (con balasto para 12 V DC)” (Espinoza y Horn, 2001).
61 El equipo de trabajo e instalación estuvo conformado por los especialistas Rafael Espinoza, Manfred Hor,
Ivo Salazar y los técnicos de la Compañía Inti Luz.

85
Jorge Huaraco y Juan Vílchez, el curso tuvo como objetivo “dar a conocer algunos
fundamentos de electricidad, medición de parámetros, funcionamiento de los equi-
pos instalados en los domicilios, así como en el salón comunal” (CER-UNI, 1997).
De los veinte pobladores inscritos, asistieron regularmente doce, a los cuales se les
entregaron sus respectivos diplomas.

Los buenos resultados obtenidos en esta primera etapa (1995-1998) del proyecto
Taquile, estimularon al CER-UNI a continuar con los trabajos de electrificación
rural en las comunidades insulares del Lago Titicaca, pero esta vez sin el subsidio
del Estado, salvo la gestión y la administración del proyecto. El fondo económico
revolvente para el Desarrollo de las Energías Renovables en el Perú constituido por
el Ministerio Holandés de Cooperación Técnica y canalizado por la Corporación
Financiera de Desarrollo (COFIDE) fue considerado como una alternativa viable
por el organismo universitario para emprender la segunda etapa del proyecto. Sobre
la base de un préstamo bancario de 100 000 dólares otorgado por el fondo mencio-
nado, se procedió a ofrecer los SFD a los pobladores de las comunidades insulares
de Taquile, Uros, Amantaní, Soto y Huancho (cercana a Huancané, Puno), y se llegó
a firmar inicialmente 192 contratos de compra y venta bajo el modelo de gestión
de la primera etapa (cinco cuotas de 150 dólares) (Horn, 1999: 21). Inicialmente se
consideró aumentar una cuota para cubrir la falta del subsidio (seis cuotas de 150
dólares), pero la licitación independiente de los SFD disminuyó su precio estima-
do manteniendo las cuotas iniciales (Espinoza y Horn, 2001). Si bien el proyecto
iba por buen rumbo pronto se vio amenazado por el aumento de los intereses del
préstamo solicitado. Al depender la financiación de una entidad bancaria ajena al
COFIDE, se acrecentaron los intereses a sumas no estimadas en el proyecto y, por
ello, resultando imposible de pagar. El apoyo económico de la UNI, en el rectora-
do del arquitecto Javier Sota, con un préstamo de 200 000 soles, hizo posible que
el proyecto pudiera seguir con su rumbo trazado inicialmente. Así, con los fondos
necesarios y la reducción de las cuotas, se instalaron 249 SFV en las comunidades
señaladas. Lamentablemente, la falta de compromiso de las comunidades, especial-
mente de algunas familias de Uros, provocó que el fondo revolvente no se pudiera
recuperar limitando, así, el impacto del proyecto.

Desarrollo productivo y confort térmico en comunidades rurales


Otras de las líneas de investigación y desarrollo ejecutadas por el CER-UNI estu-
vieron dirigidas a la promoción de actividades productivas y de confort térmico de
comunidades rurales del interior del país, a través de la transferencia de tecnologías.
Estos proyectos se destacan por responder de forma innovadora las dificultades

86
que gran parte de las comunidades altoandinas del país enfrentan en sus actividades
cotidianas y productivas, principalmente, bajas temperaturas (friaje) y limitados re-
cursos económicos. Si bien los trabajos expuestos a continuación tienen en cuenta
a distintos centros poblados, se destaca lo hecho principalmente en la comunidad
de San Francisco de Raymina (Ayacucho). La intención es mostrar cómo un mismo
escenario puede ser objeto de continuos y diversos proyectos en búsqueda de su
desarrollo sostenible.

Después de varios meses de gestión, en el 2004, el CER-UNI formó parte del pro-
yecto multinacional “Energización sustentable en comunidades rurales aisladas con
fines productivos”, financiado por la OEA y coordinado por el país de Paraguay,
cuyo objetivo era el de “promover el desarrollo de actividades productivas en el área
rural a través de la transferencia sustentable de tecnologías de energías renovables”
(CER-UNI, 2008: 4). Las comunidades elegidas por el organismo universitario para
la ejecución del proyecto fueron San Francisco de Raymina y San José de Tía, ambas
pertenecientes a la provincia de Vilcashuamán (Ayacucho). En ellas se ejecutaron
estudios socioeconómicos (organización, ubicación, clima y actividades producti-
vas) y la evaluación de sus potencialidades energéticas para implementar apropia-
damente las líneas de producción. En San Francisco de Raymina se ejecutaron dos
líneas productivas orientadas a la obtención de menta negra seca y harina orgánica,
mientras que en San José de Tía se desarrolló el proyecto de las de cochinillas secas
y aceites esenciales. Para el despliegue y sostenimiento de las mencionadas líneas,
se diseñaron y construyeron equipos que aprovechaban las bondades energéticas
locales (secadores de modelos invernadero e indirecto, sistemas de molienda con
molino y un extractor), y se abrieron talleres para capacitar a pobladores que luego
conformarían un núcleo comunitario para llevar adelante el proyecto.

Tras el contrato de préstamo suscrito por el gobierno peruano y el Banco Intera-


mericano de Desarrollo (BID) se creó el Fondo para la Innovación, la Ciencia y la
Tecnología (FINCyT), en 2006, destinado a financiar proyectos de empresas, cen-
tros de investigación y universidades relacionados con la ciencia y el desarrollo tec-
nológico. En el 2008, luego de haber ganado el concurso del Programa de Ciencia
y Tecnología, el CER-UNI pudo hacerse de parte de esos recursos (324 064 soles)
para el desarrollo del proyecto de investigación básica aplicada “Propuesta técnica
de confort térmico para viviendas en comunidades localizadas entre 3000 y 5000 m
s.n.m.”. Ante la carencia de estudios especializados sobre las condiciones climáticas
de vida de las poblaciones rurales andinas, sobre todo de las condiciones de confort
térmico, el proyecto se propuso llenar ese vacío presentando “soluciones y linea-
mientos técnicos para aplicarse a viviendas en el ámbito altoandino, con la finalidad

87
de obtener temperaturas confortables en el interior de ellas” (CER-UNI, 2010).
Por la experiencia acumulada y por estar dentro de los lineamientos establecidos, se
eligió nuevamente la comunidad de San Francisco de Raymina (3700 m s.n.m.) a la
que se sumó también la de Vilcallamas Arriba (45000 m s.n.m.), de la provincia de
Chucuito (Puno). En ambas comunidades se modificaron dos viviendas existentes
y se diseñaron, construyeron y evaluaron dos módulos de viviendas rurales biocon-
fortables.

Al término del plan anterior, en 2009, el CER-UNI obtuvo el financiamiento de la


Global Village Energy Partnership (GVEP International), en el contexto del Con-
curso de Innovación Energética IDEAS, para un nuevo proyecto en la misma lo-
calidad ayacuchana, denominado “Implementación de bases tecnológicas para un
sistema multiproductivo y educativo en la comunidad de San Francisco de Raymina
(2010-2011)”. Este tuvo como objetivo general “transformar la comunidad […] en
un sistema rural multiproductivo y educativo, sostenible y replicable, sobre la base
de sus propios recursos con tecnologías limpias y energías renovables” (Molina y
Espinoza, 2012). Para esto aspiró a desarrollar un programa de capacitación co-
munal, líneas de producción con tecnologías y energías limpias (almácigos, harinas
orgánicas, hierbas aromáticas y medicinales, quesos y servicios de turismo vivencial),
una estructura de sostenibilidad organizada y una organización empresarial para
la comercialización de productos implementados. Para la ejecución de las líneas
de producción, se implementaron invernaderos tanto para el cultivo como para el
secado de los productos, sistemas de moliendas de granos, una planta de deriva-
dos lácteos y casas albergues bioconfortables con cocinas mejoradas, entre otros.
La sostenibilidad de estas “estriba en la compatibilidad del concepto de recursos
renovables con la cosmovisión tradicional andina, así como en la construcción y
fortalecimiento de relaciones paritarias equipo-comunidad” (Molina y Espinoza,
2012). Ambos aspectos fueron considerados como la base y despliegue de la gestión
sociocultural y educativa del proyecto.

A decir del ingeniero Rafael Espinoza, principal artífice y promotor de los proyectos
mencionados, por efecto resultante de las tres intervenciones sucesivas (2004-2011)
San Francisco de Raymina “ha devenido en una comunidad a punto de convertirse
en un ecosistema autogestionario de su propio destino sobre la base de una gran
sinergia de recursos, capacidades y potencialidades propias con tecnologías y proce-
dimiento en fase final de apropiamiento” (Espinoza, 2014: 45).

88
CONCLUSIONES
Como hemos podido dar cuenta en las páginas anteriores, la energía solar gozó de
un particular interés entre los investigadores de la Universidad Nacional de Ingenie-
ría. Desde la década de 1960 hasta el presente, ingenieros, físicos y arquitectos des-
plegaron sus esfuerzos para aprovechar racionalmente ese elemento de las energías
renovables tan ilimitado y profuso del medio natural. En ese camino, dotaron de un
perfil al estudio y aplicación de la energía solar, implementaron artefactos o disposi-
tivos de diversas características y crearon una plataforma institucional para sostener
sus proyectos, formar especialistas y brindar servicios en favor, principalmente, de
un sector de la población carente de los recursos tradicionales.

En respuesta a las demandas energéticas que conllevaba el desarrollo material y


social del país, y en un medio golpeado recurrentemente por crisis que afectaban la
producción y comercialización de los combustibles fósiles, el grupo de expertos de
la universidad observó en las fuentes renovables una alternativa viable para generar
energía limpia y barata. Ante la falta de investigaciones sobre la materia, inicialmen-
te, los ingenieros mecánicos de la FIME y el Instituto de la Energía se ocuparon de
estudiar el territorio nacional con el objetivo de ubicar las zonas con mayor radiación
solar y, con ello, implementar los artefactos que mejor pudieran aprovecharla. En
esta labor, identificaron las regiones altoandinas como las más idóneas y plantearon
que el recurso solar podía emplearse como un medio para fomentar la mejora de la
calidad de vida de sus pobladores y, en ese camino, su desarrollo social. Así, diseña-
ron y experimentaron con tecnologías que podían construirse de una manera menos
compleja y con implementos sencillos, fáciles de obtener y emplear, destacaron los
calentadores de agua, las cocinas artesanales, los destiladores de agua salobre, los se-
cadores solares y las viviendas bioclimáticas. Paralelamente, el incentivo estatal por
establecer una manufactura nacional, que se tradujo en las actividades del ITINTEC
y en los Grupos de Investigación de Energía Solar, permitió expandir los horizontes
de los artefactos solares, hallando en ellos una vía para obtener ingresos económi-
cos a través de su utilización en actividades productivas como el secado de ciertos
productos (frutas, hierbas, tubérculos, etc.) o la venta de sus tecnologías para su
reproducción masiva. De igual forma, el avance tecnológico ayudó a expandir aún
más el aprovechamiento de la radiación solar. La electrificación de los espacios de
sociabilización de las comunidades andinas por sistemas fotovoltaicos fue, y sigue
siendo, una de las actividades más promovidas por los profesionales. Cabe resaltar
que esta amplia gama de artefactos y sus múltiples formas de aprovechamiento de la
energía solar no hubiera sido posible sin el establecimiento de una base institucional
que la proveyera de especialistas, infraestructura y recursos económicos.

89
Desde los años 60, los expertos y las autoridades de la UNI se esforzaron por ins-
titucionalizar la investigación y el aprovechamiento de los recursos renovables. Una
de las primeras iniciativas se manifestó con la creación del Instituto de la Energía
de la FIME (1962). Concebido para formar especialistas en el ramo energético, este
instituto fue uno de los primeros espacios universitarios del país en cultivar en sus
jóvenes integrantes el interés por los recursos renovables. A su cierre, varios de sus
profesionales y egresados continuaron con sus proyectos en el audaz programa de
investigación de energías convencionales del ITINTEC, en donde, además, promo-
vieron el estudio de las energías renovables en diversas universidades de provincia.
Posteriormente, desde mediados de los años 70, se crearon los Grupos de Inves-
tigación en Energía Solar en los Departamentos de Física, de Energía y Mecánica,
y de Arquitectura y Urbanismo. Para legitimar su saber en el ámbito universitario y
social, estos grupos no solo se enfocaron en implementar sus líneas de investigación
(secadores solares, celdas fotovoltaicas, arquitectura bioclimática), sino además se
organizaron a nivel nacional (APES), celebraron eventos académicos (SPES), publi-
caron sus investigaciones en distintos medios impresos (Tecnia, Inti-Llamkachiy y
Cert-news, entre otros) y formaron especialistas (SEPES y MERyEE). En la última
década del siglo XX y tras el trabajo colectivo del PSS, la universidad transformó
esa considerable experiencia en el campo de la energía solar en la instauración del
CER-UNI. Por todo lo expuesto, podemos afirmar sin temor a caer en la exagera-
ción, que el CER-UNI forma parte de esa enraizada tradición pionera en el campo
de las energías renovables que se fue gestando en esta casa de estudios desde hace
más de medio siglo. Ante los avatares actuales que atentan contra el medio ambiente
y las carencias de servicios básicos que aún afectan a gran parte de las poblaciones
rurales, la importancia de este centro de investigación es más que necesaria.

90
ARCHIVO FOTOGRÁFICO

Figura 1. Portadas de algunas tesis referidas a la energía solar presentadas en


los años 60 y 70. Archivo Personal.

91
Figura 2. Detalle del diseño de una planta piloto de secado solar del ingeniero Rafael
Espinoza (1979). En Diseño de una plata piloto de secado solar, por Espinoza, 1979.

92
Figura 3. Reportaje del Dominical a los trabajos ejecutado por el ITINTEC en
la implementación de dispositivos solares. En “Energía solar. Una realidad en
el Perú”, por Vargas, 1976.

Figura 4. Croquis del proyecto del ITINTEC de una planta piloto desaliniza-
dora en Piura, compuesta de molinos y destiladores solares. En “Planta piloto
de desalinización activada con energía solar”, por Redacción, 1978a.

93
Figura 5. Dispositivos solares elaborados por el Grupo de energía solar del De-
partamento de Energía y Mecánica a inicios de los años 80. Archivo CER-UNI.

94
95
Figura 6. Distribución geográfica de la actividad de investigación y desarrollo de
la energía solar en el Perú. En “La energía solar en el Perú” por Coz, 1983.

96
Figura 7. Folleto de información del “Proyecto de Electrificación de una pobla-
ción rural aislada mediante energía solar fotovoltaica”. Archivo CER-UNI.

97
Figura 8. Módulos fotovoltaicos y baterías antes de su instalación en el salón
comunal, plaza principal de Taquile. Archivo CER-UNI.

Figura 9. El doctor Manfred Horn encuestando a un taquileño para conocer su


interés en el SFD. Archivo CER-UNI.

98
Figura 10. Taquileños leyendo los carteles de las opciones de pago y los compo-
nentes del SFD.

Figura 11. Panel fotovoltaico


instalado en el techo del salón
comunal de la isla Taquile. Ar-
chivo CER-UNI.

99
Figura 12. Uno de los tantos ma-
nuales de construcción y manejo de
un secador solar elaborado para el
PSS. Archivo CER-UNI.

Figura 13. Teoría y práctica del secado


solar, publicado en 1991, sintetiza la
experiencia desarrollada en el PSS por
el equipo de expertos que la encabeza-
ron. Archivo CER-UNI.

100
ANEXOS

ANEXO 162
SERVICIOS PROFESIONALES BRINDADOS POR EL CER-UNI (1990-2010)
Diseño, construcción e instalación de un sistema solar fotovoltaico para el Proyec-
to Ciudad Pachacútec. Realizado en marzo de 1991.
Electrificación fotovoltaica de locales públicos de la provincia de Carhuaz. Estu-
dio de ingeniería realizado para FONCODES, entre los meses de febrero y julio
de 1994. Efectuado bajo el marco de un convenio de cooperación técnica suscrito
entre la UNI y FONCODES.
Electrificación fotovoltaica de la localidad insular de Amantaní (Puno). Estudio de
factibilidad para el MEM, realizado en el mes de mayo de 1994.
Estudio piloto experimental Utilización de energías renovables en poblaciones
rurales aisladas(1.a etapa). Proyecto encargado por el MEM, entre febrero de 1995
y julio de 1996.
Estudio experimental sobre la electrificación de una población rural aislada me-
diante energía solar fotovoltaica (1.a etapa). Proyecto encargado por el MEM entre
enero de 1996 y mayo de 1997.
Diagnóstico, estudio experimental de la aplicación de módulos de energías reno-
vables en poblaciones rurales aisladas y divulgación de la tecnología. Proyecto
encargado por el MEM y realizado entre enero de 1996 y julio de 1997.
Bombeo fotovoltaico para el suministro de agua potable para Taquile. Antepro-
yecto realizado entre junio y octubre de 1997. Sometido a consideración de FON-
CODES en la gestión del financiamiento respectivo
Proyecto de restauración y puesta en valor de la iglesia y plaza principal de Taquile
(Puno). Proyecto elaborado entre noviembre y diciembre de 1997. Sometido a
consideración de las autoridades de la isla Taquile.
Proyecto solar para el hotel Sausi (Lago Titicaca). Proyecto realizado por Manfred
Horn entre noviembre y diciembre de 1997. Sometido a consideración de los pro-
pietarios del hotel como expediente técnico de respaldo.
Sistema de generación de electricidad de 1kw con energía eólica, Centro de Acui-
cultura Virrilá. Encargado por el FONDEPES y realizado entre febrero y abril de
1998.

101
Términos de referencia para la elaboración de especificaciones técnicas para la ad-
quisición de focos ahorradores. Proyecto encargado por el PAE-MEM y realizado
el mes de mayo de 1998.
Electrificación con energía fotovoltaica de la comunidad Cabeza de Toro (Ica) de
70 familias. Proyecto propuesto a FONCODES-ICA, en octubre de 1998.
Proyecto Lago Titicaca. Electrificación fotovoltaica de 200 viviendas altoandinas.
Proyecto del CER-UNI ejecutado a partir de marzo de 1999.
Impacto socioeconómico de la instalación y uso de un módulo eólico comunal en
la comunidad de Tambocucho (Ayacucho). Proyecto encargado por el PAE-MEM
y realizado entre el 15 de octubre al 15 de diciembre de 1998.
Elaboración de expedientes técnicos. Electrificación de las localidades de San
Belín de Taricaya, Nueva Esperanza y Bellavista Yubineto. Proyecto encargado
por INADE-PEDICP-IQUITOS y realizado en marzo de 1999.
Uso energético del biogás. Proyecto de investigación multidisciplinario con par-
ticipación de diversas facultades y la ONG EDEVI. Proyecto patrocinado por el
CER-UNI y efectuado desde julio de 1999.
Elaboración de normas de eficiencia energética para focos ahorradores de ener-
gía. Proyecto realizado para el PAE-MEM y concluido en mayo de 1999. Trabajo
a cargo de Manfred Horn.
Repotenciación de instalaciones fotovoltaicas en Centro Chérrepe. Proyecto en-
cargad por FONDEPES y realizado en marco de 1999.
Electrificación de poblaciones insulares y circundantes del lago Titicaca utilizando
energía fotovoltaica. Implica la electrificación de 250 viviendas en Taquile, Aman-
taní, Soto, Uros, Suasi y Huancho (poblaciones de Puno) Proyecto del CER-UNI
efectuado entre 1999 al 2003.
Sistema fotovoltaico para abastecer de energía eléctrica al centro de producción
acuícola en Nuevo Horizonte (Iquitos). Proyecto encargado por el FONDEPES,
realizado en noviembre de 1999.
Traslado e instalación de 123 SFD en seis localidades de Cerros de Pasco. Proyec-
to realizado para la DEP del MEM y concluido el 22 de febrero de 2000.
Transporte, capacitación técnica e instalación de 658 módulos fotovoltaicos do-
miciliarios para la electrificación de localidades aisladas de los departamentos de
Apurímac, Junín, Ayacucho, Loreto, Madre de dios y Ucayali. Proyecto encargado
por la DEP del MEM y concluido en julio de 2000.
Reemplazo de 82 reguladores y 246 lámparas de la comunidad de San Francisco
de Yarinacocha de Pucallpa. Realizado en febrero de 2000.

102
Estudio de autosostenibilidad y rehabilitación de un módulo fotovoltaico comu-
nal de la localidad de Locuto (Piura) implementado en 1995. Proyecto realizado
pata el PAE-MEM y concluido en abril de 2000.
Instalación, calibración y prueba de funcionamiento de todos los equipos de uso y
protección de 8 postas médicas de Ucayali. Proyecto realizado para el CTAR-UCA-
YALI y realizado en julio de 2000.
Mantenimiento del sistema fotovoltaico del Centro de Acuicultura de Chérrepec.
Proyecto ejecutado para FONDEPES y concluido en julio de 2000.
IV Curso de Especialización en Eficiencia Energética. Proyecto realizado para
PAE-MEM y concluido en diciembre de 2000.
Estudio de evaluación económica, técnica y social del impacto causado por la
electrificación fotovoltaica domiciliaria e instalación de un módulo comunal fo-
tovoltaico en la comunidad insular de la isla Taquile en el lago Titicaca (Puno),
instalados por el CER-UNI en 1996. Proyecto ejecutado para el PAE-MEM y
concluido en diciembre de 2000
Estudio de autosostenibilidad de 4 módulos comunales de energías renovables
implementadas por el CER-UNI en 1995. Proyecto realizado para el PAE-MEM
y concluido en diciembre de 2000.
Diseño y construcción de 5 calentadores solares de agua de 50 litros de capacidad,
demostrativos-educativos. Proyecto ejecutado para el PAE-MEM y concluido en
marzo de 2001.
Estudio de pre-inversión para electrificación rural con energía solar en las locali-
dades de Ixiomas (La Paz), Huacaya (Chuquisaca), San Pedro de Buenavista (Po-
tosí), Santiago de Callapa (La Paz) (Bolivia). Proyecto realizado para Asociación
Intervida y concluido en abril de 2001.
Proyecto técnico de instalación de sistemas fotovoltaicos en 10 localidades de
Cajamarca. Proyecto ejecutado para Ayuda en Acción Perú y concluido en mayo
de 2001.
Proyecto técnico de instalación de sistemas para la generación de energía térmica,
eléctrica y tratamiento de aguas servidas para un albergue turístico. Proyecto eje-
cutado para MANU SAFARIS y concluido en octubre de 2001.
Certificación de cumplimiento de especificaciones de sistemas fotovoltaicos. Rea-
lizado para la empresa CIME Comercial y concluido en enero de 2002.
Propuesta técnica y económica para realizar un diagnóstico técnico y administra-
tivo en las instalaciones de 1355 sistemas fotovoltaicos domiciliarios (SFD) que
la dirección Ejecutiva de Proyectos del MEM ha realizado en diversas localidades
aisladas del Perú. Proyecto encargado por ADINELSA.

103
Evaluación del sistema de suministro eléctrico fotovoltaico en el Centro de Mari-
cultura Graciliaria de Chérrepe. Realizado en diciembre de 2002.
Taller de capacitación Laboratorio de Certificación de Componente y Sistemas
Fotovoltaicos Domésticos para promover la instalación de un laboratorio nacio-
nal que tenga las condiciones necesarias para certificar las especificaciones técni-
cas de sistemas y componentes fotovoltaicos adquiridos. Proyecto Electrificación
rural a base de energía fotovoltaica en el Perú ejecutado para la DEP-MEM en el
2002. El CER-UNI se encargó de la implementación de equipos e instrumentos
requeridos para las pruebas de componentes y ambiente.
Programación y planeamiento de un proyecto de electrificación rural con energía
eléctrica fotovoltaica de 1000 viviendas de la región de la selva del Perú. Realizado
para la DEP-MEM entre febrero y noviembre de 2002.
Gestión y desarrollo del curso de actualización profesional Eficiencia Energética
e Impacto Ambiental (100 horas). Realizado por el CER-UNI en abril a julio de
2003.
Dirección ejecutiva en el planeamiento y elaboración de un curso y un manual de
característica virtual referido a Sistemas Fotovoltaicos de baja potencia. Realizado
para el PAE-MEM en junio y julio de 2003
Proyecto Multinacional Energización sustentable en comunidades rurales aisladas
con fines productivos. Proyecto realizado en el marco de la Organización de los
Estados Americanos, con Paraguay como organizador, entre marzo de 2004 y di-
ciembre de 2006. El ingeniero Rafael Espinoza fue el responsable de nuestro país.
Diagnóstico de las instalaciones fotovoltaicas y elaboración de la propuesta nor-
mativa. Realizado para OsInergmin, entre septiembre de 2004 a enero de 2005.
Propuesta de Especificaciones Técnicas para bases de convocatoria pública de
sistemas fotovoltaicos para proyecto educativo. Desarrollado para el Ministerio de
Educación, en noviembre de 2004.
Estudio sobre la situación actual de las energías renovables del país y su respecti-
vo desarrollo en el mercado energético nacional. Realizado para FONAM, entre
junio y julio de 2005.
Elaboración de 14 dictámenes para la licitación pública internacional N° ID-
TR-LPI 002/2005 Suministro de servicios de electricidad con sistemas fotovol-
taicos en zonas rurales. Realizado para ALDAR (Argentina) en agosto de 2005.
Diseño, construcción y puesta en marcha de un sistema de calentamiento de dos
piscinas de 500 m3 y 40 m3 de capacitación con energía solar. Realizado para el
Gobierno Provincial de Huaraz entre julio y diciembre de 2006.

104
Proyecto piloto de electrificación rural con sistemas fotovoltaicos residenciales y
comunitarios con empresas eléctricas de distribución. Proyecto de electrificación
rural mediante la aplicación de fondos concursables (FONER-MEM), ejecutado
entre febrero y julio de 2006.
Convenio específico entre el CONCYTEC y la UNI para la construcción de pro-
totipo de un horno de secado de madera de 5000 pies tablares de capacidad.
Evaluación de sistemas fotovoltaicos y sus componentes en base al procedimiento
de medida elaborado por la Dirección General de electricidad del MEM. Proyecto
Per 98/G 31. Realizado para la DEP-MEM entre noviembre de 2006 y septiem-
bre de 2007.
Implementación de un sistema fotovoltaico productivo. Proyecto Per 98/G 31/
SDP-003/2006 de la DEP-MEM. La etapa de instalación se ejecutó entre noviem-
bre de 2006 y septiembre de 2007, y la etapa de administración entre noviembre
de 2007 y noviembre de 2008.
Participación en la convocatoria de la Unión Europea para la ejecución del Pro-
yecto Euro-Solar. Consorcio liderado por Socoin Ingeniería y construcciones In-
dustrial y Soluciona Ingeniería SLU, e integrados por Generación Peninsular SL,
SOFRECO, Aplicaciones Tecnológicas SRI, SM y el CER-UNI. El consorcio gra-
nó el concurso convocado y el proyecto se ejecutó entre el 2007 y 2011.
Preparación de Proyectos SFV con modelo operacional sostenible en el ámbito
de la empresa de distribución Electro Oriente S.A. Proyecto de la Dirección de
Fondos Concursables de la Dirección General de Electrificación Rural del MEM,
ejecutado a partir de junio de 2008.
Verificación en laboratorio de las especificaciones técnicas de los componentes de
un SFV de la empresa CIME Comercial de acuerdo con el Reglamento Especifi-
caciones técnicas y procedimientos de evaluación del sistema fotovoltaico y sus
componentes para electrificación rural. Realizado en julio de 2010
Estudio comparativo de confort térmico en módulo de viviendas ubicadas en
alturas mayores a 3 500 msnm. Consultoría para la ONG CARE, Proyecto Ccasa-
manta Qarkanakusum. Oficina Regional de Huancavelica. Ejecutado entre mayo
y junio de 2010.

105
ANEXO 2
PARTICIPACIÓN DEL CER-UNI EN EVENTOS ACADÉMICOS NACIONALES
E INTERNACIONALES (1990-2010)
Seminario Internacional Las energías renovables en áreas urbanas. Realizado en
Cusco, los días 17 al 19 de enero de 1990. Organizado por el CER-UNI, la Uni-
versidad Nacional San Antonio de Abad del Cusco y CYTED-D.
Seminario sobre Invernaderos solares y pequeños sistemas fotovoltaicos. Reali-
zado en Cusco, los días 25 al 29 de noviembre de 1991. Organizado por el CER-
UNI, la Universidad Nacional San Antonio de Abad del Cusco y CYTED-D.
IV Simposio Peruano de Energía Solar. Realizado en Arequipa, del 15 al 19 de
noviembre de 1992. Dictado de un curso sobre electrificación rural fotovoltaica
(20 horas).
Seminario FENYR. Realizado en Cusco del 25 al 27 de agosto de 1992.
Seminario de difusión FENYR. Realizado en Lima del 17 al 23 de diciembre de
1992. Dictado de la conferencia: Energía solar y medio ambiente.
V Simposio Peruano de Energía solar. Realizado en Cajamarca del 21 al 25 de
noviembre de 1994. Dictado de un curso sobre electrificación rural fotovoltaica
(15 horas).
VI Simposio Peruano de Energía Solar y II Seminario Internacional de Energías
Renovables. Realizado en Tacna del 6 al 8 de noviembre de 1996.
Energía 98. Seminario Internacional. Realizado en Lima del 8 al 10 de julio de
1998. Organizado por el Instituto Mario Samamé Boggio. Participación del direc-
tor del CER-UNI, ingeniero Rafael Espinoza.
Seminario Internacional de Negocios de Energías Renovables para América Lati-
na. Realizado en Quito (Ecuador) entre los días 14 y 16 septiembre de 1998. Or-
ganizado por ICAEN (España) e INECEL (Ecuador). Participación del director
del CER-UNI, ingeniero Rafael Espinoza.
Congreso Panamericano de Energía. Realizado en Lima los días 19 y 20 de no-
viembre de 1998. Organizado por la Sociedad de Ingenieros del Perú. Participa-
ción del director del CER-UNI, ingeniero Rafael Espinoza.
Seminario de actualización y VII Simposio Peruano de Energía solar. Realizado
en Piura del 30 de noviembre al 5 de diciembre de 1998. Participación del equipo
CER-UNI: Manfred Horn, Rafael Espinoza, Ivo Salazar y Miguel Ramos.
Congreso Nacional de Ingeniería Mecánica y Eléctrica. Realizado en Lima el 26
de noviembre de 1999. Participación del equipo CER-UNI: Rafael Espinoza, Ivo
Salazar y Wildor Maldonado.
II Jornadas Iberoamericanas de Energías Renovables. Electrificación rural foto-
voltaica. Realizado en Santa Cruz (Bolivia) del 22 al 26 de mayo de 2000. Partici-
pación de Raúl Valdivia.

106
Reunión de trabajo y Workshop del Proyecto PIPVI.5 Abastecimiento de agua en
áreas rurales mediante bombeo fotovoltaico. Realizado en Madrid (España) del 5
al 9 de junio de 2000. Participación de Ivo Salazar.
Seminario Taller Internacional Políticas y gestión en electrificación rural. Reali-
zado en Cochabamba (Bolivia) del 13 al 15 de junio de 2000. Participación del
director del CER-UNI, ingeniero Rafael Espinoza.
V Congreso Panamericano de Energía Solar. Realizado en Sao Paulo (Brasil) del
28 de septiembre al 2 de noviembre de 2000. Participación del director del CER-
UNI, ingeniero Rafael Espinoza.
Seminario de actualizaciones y VIII Simposio Peruano de Energía Solar. Realiza-
do en Puno del 13 al 18 de noviembre de 2000. Participación del equipo CER-
UNI: Manfred Horn, Rafael Espinoza, Ivo Salazar y Miguel Ramos.
Enercon 2001. Fuentes no convencionales de energía. Realizado en febrero de
2001. Participación de Ivo Salazar
III Jornadas Iberoamericanas de Energías Renovables. Solarimetría. Realizado en
Santa Cruz (Bolivia) en abril de 2001. Participación de Miguel Ramos.
Reunión de trabajo y Seminario del Proyecto PIPVI.5 Abastecimiento de agua en
áreas rurales mediante bombeo fotovoltaico. Realizado en Arica (Chile) el 11 y 12
de julio de 2001. Participación de Ivo Salazar
Reunión de la Red RIRRAS. Realizada en México el mes de septiembre de 2002.
Participación de Miguel Ramos.
XI Congreso Ibérico y VI Congreso Iberoamericano de Energía Solar. Realizado
en Portugal el mes de octubre de 2002. Participación del director del CER-UNI,
ingeniero Rafael Espinoza.
Reunión de la Red Iberoamericana de Cocción Solar de alimentos, Red Iberoame-
ricana de Refrigeración y Aire Acondicionado Solar, Red Iberoamericana de Apli-
caciones Sustentables de Energía Fotovoltaica y el proyecto Nuevas Tecnologías
de Cocción Solar de Alimentos. Realizado en Mendoza (Argentina) del 7 al 11 de
abril de 2003. Organizado por CYTED. Participación del doctor Manfred Horn y
el ingeniero Rafael Espinoza.
Congresos Iberoamericanos de energía solar. Realizados en Sao Paulo (Brasil) y
Algarve (Portugal) los años de 2000 y 2002, respectivamente.
Reuniones de la Asociación Argentina de Energía Solar. Participación en las edi-
ciones de los años de 2007, 2008 y 2009.
Congreso Internacional y Feria Industrial de Energía Guanajuato 09. Realizado en
Guanajuato (México) del 2 al 4 de septiembre de 2009.
XXXIII Semana Nacional de Energía solar de la Asociación Mexicana de Energía
Solar. Realizado en Guadalajara (México) del 28 de septiembre al 4 de noviembre
de 2009.

107
XVIII Congreso Nacional de Ingeniería Mecánica, Eléctrica y Ramas afines. Rea-
lizado del 28 de septiembre al 1 de octubre de 2009.
XXIII Copimera 2009. Realizado en Monterrey (México) del 25 al 27 de noviem-
bre de 2009.
IV Conferencia Latinoamericana de Energía solar. Realizada en Cuso del 1 al 6 de
noviembre de 2010

108
ANEXO 3

CURSOS DICTADOS POR EL CER-UNI (1989-2005)


Curso de perfeccionamiento profesional: “El secado solar técnico de productos
agrícolas alimenticios. Dictado en Lima del 16 al 26 de octubre de 1989. Organi-
zado por el CER-UNI.
Curso de especialización profesional: “Investigación y desarrollo tecnológico en
secado solar técnico de productos agrícolas y alimenticios”. Dictado en Lima del
17 al 25 de noviembre de 1989. Organizado por el CER-UNI.
Curso: Energía solar fotovoltaica. Dictado en Lima el mes de julio de 1991. Or-
ganizado por la Oficina de Proyección Social de la Facultad de Ciencias y el CER-
UNI
Curso-taller: Electrificación rural con sistemas fotovoltaicos y taller La tecnología
de sistemas fotovoltaicos. Dictados en Cusco Del 15 al 17 de julio de 1992, res-
pectivamente. Organizado por el CER-UNI y Universidad Nacional San Antonio
de Abad del Cusco. Auspiciado por RIURE del CYTED-D (España), IEE (Mé-
xico) y CONCYTEC (Perú).
Cursos de corta duración sobre electricidad solar y termas y secadores solares.
Programados por el Laboratorio de Energía Solar de la Facultad de Ciencias de la
UNI y dictados entre los años de 1992 y 1995.
Curso de perfeccionamiento profesional: Ingeniería de proyectos con energías
renovables. Dictado del 22 al 31 de agosto de 2001. Organizado por el CER-UNI.
Curso: V Curso de Especialización en Eficiencia energética. Dictado del 26 de
febrero al 11 de mayo de 2002. Organizado por el CER-UNI y LARC.
Curso: I Curso de energías renovables y ambiente. Dictado el 24 de septiembre al
30 de noviembre de 2002. Organizado por el CER-UNI y LARC.
Curso: VI Curso de Especialización en Eficiencia energética. Dictado entre los
meses de abril y junio de 2003. Organizado por el CER-UNI y LARC
Curso: Refrigeración solar. Dictado del 24 al 26 de septiembre del 2003. Organi-
zado por el CER-UNI
Curso de perfeccionamiento profesional: Introducción al cambio global del clima.
Dictado en el año 2005. Organizado por el CER-UNI. Auspiciado por el IGI.
Permanente cooperación académica en la SEPES de la Facultad de Ciencias de la
UNI, particularmente en actividades experimentales. Desde 1989 hasta la actua-
lidad.

109
Cursos: Problemas energéticos y energías renovables no convencionales (28 ho-
ras), La radiación solar como recursos energéticos (42 horas), Experimentos con
energía solar (42 horas), Aplicaciones de la energía solar (28 horas), Electricidad
solar (28 horas), y Calentamiento solar de agua (28 horas). Cursos de la SEPES
dictados al público en general con el auspicio del CER-UNI, entre los años de
1996 y 2000.

110
BIBLIOGRAFÍA

Archivos y fondos bibliográficos consultados

Archivo del Centro de Energías Renovables y Uso Racional de la Energía

Biblioteca del Centro de Historia UNI

Biblioteca “Gerard E. Unger” de la Facultad de Ingeniería Mecánica

Biblioteca de la Facultad de Ciencias

Biblioteca “Luis Miró Quesada Garland” de la Facultad de Arquitectura, Urbanismo


y Artes

Entrevistas

Entrevista a Rafael Espinoza (Lima: 2 de abril de 2019). Grabación

Entrevista a Manfred Horn. (Lima: 03 de mayo de 2019). Grabación

Entrevista a Alfredo Oliveros (Lima: 21 de marzo de 2019). Grabación

Entrevista a Isaías Flit (Lima: 15 de marzo de 2019). Grabación

Entrevista a Javier Verástegui (Lima: 12 de febrero de 2019). Grabación

Publicaciones periódicas

Boletín de la Escuela de Ingenieros (1959)

Boletín ITINTEC (1978)

Dominical. Semanario de El Comercio (1976)

El Diario (1980)

Inti-Llamkachiy. Asociación Peruana de Energía Solar (1983)

111
La Crónica (1980)

La Imagen. Suplemento de La Prensa (1978)

La Prensa (1976)

Revista Peruana de Física (1981)

Tecnia. Revista Técnico Científica (1982)

Tecnoarq (1988)

Publicaciones

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Ashton, Herbet (1962). “Los campos para el ejercicio de la profesión de ingeniero


mecánico en el Perú”. En Ponencias y conclusiones del Fórum sobre la enseñanza de la Inge-
niería Mecánica y Eléctrica en el Perú. Lima: UNI.

Bazán, Julio (1981). “Comportamiento de un calentador solar de 240 litros”. En VI


Reunión del Congreso Nacional de Ingeniería Mecánica, Eléctrica y ramas afines,
Lima.

Bazán, Julio y Espinoza, Rafael (1980). “Calentamiento de agua para uso doméstico
y aires para secado de alimentos”. En I Seminario Nacional de Energía Solar. Programa-
ción y resumen. ITINTEC: Lima.

Bejarano, Rubén (1982). Estudio experimental de almacenamiento de energía solar en media


tonelada de piedras, para calefacción. Tesis para optar el título profesional de ingeniero
mecánico, UNI.

Cabrera La Rosa, Augusto (1959). “Movilización del potencial nacional de carbón


para solucionar la actual crisis de combustibles”. En Boletín de la Escuela de Ingenieros.
Tomo XXXII, abril-junio. pp. 37-60.

Canedo, Jorge (1978). “Por la ruta del sol”. En La Imagen. Suplemento de La Prensa,
domingo 5 de noviembre.

CER-UNI (2010). Propuesta tecnológica de construcción de viviendas rurales bioclimáticas para


zonas altoandinas en el Perú comprendidas entre 3000 y 5000 m s.n.m. Lima: CER-UNI.

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112
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CER-UNI (1991). Teoría y práctica del secado solar. Lima: CER-UNI.

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Peruana de Energía Solar, Año I, N°1, pp. 7-29.

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sobre concentradores dólares”. En VI Reunión del Congreso Nacional de Ingeniería Mecá-
nica, Eléctrica y ramas afines. Lima.

Espinoza, Rafael (2014). Evaluación experimental de la performance de dos componentes bio-


climáticos de calentamiento aplicadas en un módulo de vivienda de San Francisco de Raymi-
na-Ayacucho con el propósito de validarlas como técnica de estrategias bioclimáticas para viviendas
rurales alto andinas. Tesis para optar el grado académico de Maestro en Ciencias con
mención en Energías renovables y eficiencia energética, UNI.

Espinoza, Rafael (1982). “Método y recomendaciones para el diseño de secadores


solares”. En Tecnia. Revista Técnico Científica, Vol. 2, N°1.

Espinoza, Rafael (1979). Diseño de una planta piloto de secado solar para 15 kg/día (prome-
dio) de melocotón. Tesis para optar el título de competencia profesional de Ingeniero
Mecánico Electricista, UNI.

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3ra Reunión del Congreso Nacional de Ingeniería Mecánica Eléctrica y ramas afines. Memoria de
trabajos. Volumen 1. Lima.

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Flit, Isaías (1994). “Políticas económicas e instituciones tecnológicas: un estudio de


caso: el ITINTEC”. En Espacios, Vol. 15. N° 1.

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Ingeniero Mecánico Electricista.

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