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HISTORIA DE LA ENERGÍA
SOLAR
50 AÑOS DE INVESTIGACIÓN Y DESARROLLO
TECNOLÓGICO EN LA UNI
UNIVERSIDAD
NACIONAL DE
INGENIERÍA
CENTRO DE
HISTORIA UNI
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ELÍAS AMAYA NÚÑEZ
UNIVERSIDAD
NACIONAL DE
INGENIERÍA
CENTRO DE
HISTORIA UNI
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HISTORIA DE LA ENERGÍA SOLAR. 50 AÑOS DE INVESTIGACIÓN Y
DESARROLLO TECNOLÓGICO EN LA UNI
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ISBN
Foto de portada: Implementación de un secador solar por el Grupo de energía solar del
Departamento de Energía y Mecánica a inicios de los años 80.
iv
Saludo
v
vi
Índice
INTRODUCCIÓN........................................................................................................... 3
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
FORTALECIMIENTO DE LAS INVESTIGACIONES Y LAS APLICA-
CIONES DE LA ENERGÍA SOLAR (1970-1983)
vii
CAPÍTULO 3
CONCLUSIONES.........................................................................................................89
ARCHIVO FOTOGRÁFICO......................................................................................91
ANEXOS........................................................................................................................ 101
BIBLIOGRAFÍA............................................................................................................111
viii
SIGLAS EMPLEADAS
1
SFC Sistema Fotovoltaico Comunal
2
INTRODUCCIÓN
A comienzos del año 2018, las máximas autoridades del Estado y el empresariado
privado inauguraron la Central de Energía Rubí, “la planta solar más grande del
Perú”. Ubicada en el sur del país, en Moquegua, esta planta compuesta por más de
medio millón de paneles fotovoltaicos se encargaría de transformar la intensa ra-
diación solar, tan característica de esa región, en electricidad. Según los cálculos del
Ministerio del Ambiente, los 440 GWh de energía eléctrica producidos al año por la
central alcanzarían para dotar de energía limpia, “con cero emisiones de carbono y
cero contaminantes locales”, a más de 350 000 hogares carentes de este recurso1. A
la Central Rubí se sumaron otras entidades y grupos que promovieron intensamen-
te el desarrollo y uso de dispositivos solares para la obtención de energía. Trenes,
mototaxis y “carros emolienteros solares”, estaciones de recarga de baterías que em-
plean la radiación solar, viviendas rurales y urbanas con suministro de energía solar
y termas solares para instituciones educativas altoandinas son solo algunos de los
dispositivos que han surgido en los últimos años bajo una aparente aura de innova-
ción. “Aparente” porque el aprovechamiento racional de la energía solar en el Perú
no es una acción propia de nuestro siglo, sino que encuentra sus raíces, al menos en
Lima, en la segunda mitad del siglo XX. Antes de pasar a detallar el contenido de
esta investigación, creemos conveniente realizar una síntesis sobre el devenir de la
energía en la historia de la civilización humana.
La energía se puede definir como la capacidad para hacer trabajo. A esto también se
puede añadir otras características que parten de su esencia, como su omnipresencia
en el universo y su capacidad de transformación en otras formas de energía. Como
lo indica su más famoso postulado: “la energía no se crea ni se destruye, solo se
transforma”. En todo caso, cada materia en el mundo está compuesta de energía.
Especialmente, los seres humanos requieren de ella para su existencia y su vida en
sociedad, tanto para cubrir sus necesidades básicas como hacer posible el despliegue
pleno de sus capacidades. Sin embargo, para el hombre no ha sido tarea fácil apro-
vechar la energía de la naturaleza. Para ello, no solo tuvo que tener un conocimiento
sustancial sobre sus recursos, también necesitó de “convertidores”, medios “bioló-
1 Ministerio del Ambiente (21-03-2018). “Inauguración planta solar más grande de país como parte de la
respuesta peruana al cambio climático”. Ministerio del Ambiente. Recuperado de http://www.minam.gob.pe/no-
tas-de-prensa/inauguran-planta-solar-mas-grande-del-pais-como-parte-de-la-respuesta-peruana-al-cambio-climatico
3
gicos” e “inanimados” que le permitieron transformar los recursos energéticos en
formas que podía dominar y emplear. La eficiencia de los convertidores al explotar
las sustancias del medio natural es uno de factores que marcan el ritmo de progreso
de la civilización humana.
4
jeron las distancias y el tiempo de traslado, en la electrificación de las grandes urbes
y la dotación fluida de este recurso, en la intensificación de las actividades produc-
tivas, entre otros. Si antes se habían cubierto las necesidades primarias, ahora, con
el excedente energético y el desarrollo científico y tecnológico se lograba, por un
lado, satisfacer los requerimientos domésticos proveyendo de bienestar y confort a
la población, y, por el otro, impulsar el desarrollo de las naciones.
Desde mediados del siglo XIX, la producción mundial de energía inanimada creció
exponencialmente, y mantuvo un ritmo vertiginoso y constante en las posteriores
décadas. El incremento tuvo su razón de ser en el posicionamiento de los hidrocar-
buros como la fuente de energía hegemónica del mundo moderno en desmedro de
las fuentes naturales y de los convertidores biológicos. El carbón, que había ocupa-
do un lugar preeminente en el despliegue de la revolución industrial, quedó despla-
zado por el petróleo a lo largo del siglo XX. La mejora en los procedimientos de
exploración, explotación y distribución, el descubrimiento de grandes yacimientos
en el mundo, entre otros factores, intensificó el desarrollo de la industria petrolera y
su inserción en las principales ramas de la producción. Además, el gas natural tomó
una mayor presencia en el abanico de los recursos disponibles. Si bien la energía hi-
dráulica, por medio de las centrales hidroeléctricas, desempeñó un rol relevante en
la producción de electricidad, esta última aún dependía de los combustibles fósiles
(Trevor, 1987: 37-38). En síntesis, la matriz energética de la primera mitad del siglo
XX estuvo dominada por los hidrocarburos.
A medida que el mundo dependía cada vez más de los combustibles y el escenario
internacional pasaba a tomar un nuevo orden, a consecuencia del impacto de las
guerras mundiales, fue surgiendo una mayor toma de conciencia sobre su significa-
do estratégico y sus límites materiales. Al derivar de un largo y complejo proceso de
transformación de restos orgánicos, que supera enormemente el tiempo de vida del
ser humano, las fuentes fósiles son consideradas como “no renovables” y, por ello,
agotables. Aunque los expertos advertían un posible agotamiento de estos recursos
en un futuro cercano, eventos como la crisis de Suez de 1956 y, especialmente, la
crisis energética de la década de 1970, desnudaron la precariedad material y el falso
control que tenían las potencias mundiales sobre el petróleo. A esto cabe añadir el
surgimiento de tímidas denuncias contra la contaminación ambiental que dejaba tras
de sí la intensa combustión de los hidrocarburos. Ante esta coyuntura que marcó
las primeras décadas de la segunda mitad del siglo XX, se dio curso a una nueva es-
trategia que, manteniendo el rol hegemónico del petróleo, buscara ampliar la matriz
5
energética con recursos abundantes y limpios. Una de las más importantes medidas
impulsadas fue el estudio racional de las fuentes de energías naturales (Trevor, 1987:
39-40).
3 Para el caso, se pueden consultar el artículo de Andrés Federico Coz titulado “La energía solar en el Perú”
(1983) y los apartados “Energía solar” y “La energía y las máquinas”, de los libros 50 años de la Facultad de Ciencias (2010)
e Historia de la UNI. Volumen IV (2012), respectivamente.
6
cursos universitarios), eventos académicos (simposios, congresos, ponencias, etc.),
producción letrada (tesis, revistas, boletines, entre otros), y, sobre todo, proyectos de
investigación vinculados al campo energético solar. En este sentido, establecemos
como marco cronológico un periodo que parte de 1960, cuando se discute la proble-
mática energética nacional y, luego, se crea el Instituto de la Energía, hasta el 2010,
año en que el primer centro de investigación en energías renovables de la UNI, el
CER-UNI, cumple dos décadas de existencia.
7
general del desenvolvimiento del estudio y aplicación de la energía solar a través
del caso de la UNI y, además, incentivar la indagación histórica en un campo como
el de las energías renovables que aún carecen de investigaciones más detalladas y
descentralizadas.
Agradecemos al doctor José Ignacio López Soria, director del Centro de Historia
UNI, por su asesoría y apoyo constante y entusiasta en esta investigación; al equipo
de trabajo del CER-UNI, especialmente a los profesionales que la lideran, al inge-
niero Rafael Espinoza y al físico Manfred Horn, quienes nos brindaron su valioso
testimonio, y al personal técnico que hace posible su funcionamiento, sobre todo
a Judith Alejandro y a Erick Alfaro, por habernos proporcionado información y
guiarnos en su archivo institucional; a los ingenieros Isaías Flit, Javier Verástegui y,
principalmente, Alfredo Oliveros, quienes accedieron con mucha amabilidad a ser
entrevistados en varias oportunidades; y, por último, al personal de las bibliotecas de
las Facultades de Ingeniería Mecánica, Ciencias y Arquitectura, Urbanismo y Artes
de la UNI. Esta investigación ha sido posible gracias al constante apoyo del Vice-
rrectorado de Investigación de la UNI.
8
CAPÍTULO 1
SOLAR (1960-1969)
Desde los años 40, el país fue escenario de una “explosión demográfica”. La reduc-
ción de la tasa de mortalidad y una relativamente alta tasa de nacimientos, tempranos
efectos de un mayor control sobre las enfermedades infecciosas y del mejoramiento
de la infraestructura sanitaria, provocaron un auge demográfico sin antecedentes en
la historia peruana. Si en 1940 se habían contabilizado 6 500 000 de habitantes, esta
cifra se duplicó tres décadas después, como lo registra el censo de 1972 que arroja
la cifra de 13 500 000 (Contreras y Cueto, 2015: 314). Las ciudades costeras, espe-
cialmente la capital, serían el espacio que albergaría a gran parte de esta creciente
población. Los problemas que afectaron al sector agrícola (estancamiento de su
producción, movimientos campesinos, reforma agraria inconclusa e ineficiente, etc.)
y la esperanza por mejorar su calidad de vida a través del acceso a ciertos servicios,
como la educación, además de otros factores, propiciaron que los pobladores del
campo emigraran a las ciudades y, a la vez, de la sierra a la costa. Lima fue el epicen-
tro de llegada y, por ello, escenario de intensas transformaciones urbanas. Ante una
ciudad que físicamente no estaba preparada para recibirlos, los inmigrantes tuvieron
que agenciarse constituyendo asentamientos precarios e informales, mayormente
conocidos como “barriadas” o “pueblos jóvenes”, tanto al interior del perímetro
9
urbano como en sus márgenes. Como es de imaginarse, estas barriadas carecían de
cualquier tipo de planificación y, por ende, de una infraestructura y medios que cu-
brieran sus necesidades básicas de salud, vivienda, educación, alimentación y trans-
porte, entre otros. A esto, cabe añadir las demandas materiales de una emergente
clase media que se posicionaba cada vez más en el medio social. Era imprescindible,
entonces, la ejecución de obras públicas que pudieran resolver estas carencias. Los
problemas de gran masa y sus requerimientos fueron percibidos como un proble-
ma social que debía ser atendido por el Estado, pero fueron también considerados
como un estímulo para el desarrollo de un mercado interno que sustentara el surgi-
miento de una industria nacional (Jaramillo y Huamán, 2014: 221).
10
y Bertram, 1988: 403-405). Por su parte, el Estado buscó tener un papel más activo
impulsando la descentralización de las actividades productivas, creando corporacio-
nes departamentales de desarrollo e impulsando proyectos de carácter infraestruc-
tural y parques industriales en las ciudades más importantes del país (Basombrío,
1983: 56-57). Aunque los resultados de estas políticas fueron limitados, cabe resaltar
que la relación directa que se entabló entre el alcance de la industrialización y la
disponibilidad de energía promovió el interés de los especialistas por el estado de
los recursos energéticos nacionales y, además, despertó la necesidad de contar con
nuevos agentes que pudieran liderar su encaminamiento.
“El rol que desempeña la energía en la evolución de las naciones es tan im-
portante que la expansión económica, vale decir el desarrollo, está en función
de los recursos energéticos disponibles, o sea la cantidad de energía consu-
mida per cápita, ya sea directamente como un servicio de consumo, así como
también como un factor de producción, cuyos índices miden el grado de
desarrollo de las naciones” (1964: 134).
A mediados de los años 60, el total de la energía consumida en el país se podía distri-
buir en el siguiente porcentaje: el 72 % derivaba del petróleo, el 12 % de las centrales
hidroeléctricas, el 5 % del gas natural y el 11 % del bagazo y la leña. El impacto del
carbón era reducido (Rodríguez, 1964: 135). Al ser el petróleo el recurso dominante
en la matriz energética nacional, su desenvolvimiento no solo estuvo entrelazado
con la vida productiva y cotidiana del país, sino también con las injerencias políticas.
Si bien este recurso venía siendo aprovechado desde finales del siglo XIX, fue recién
11
en la tercera década del siglo XX cuando transitó por una “época dorada” en la que
su explotación y producción alcanzaron cifras que superaron ampliamente el con-
sumo interno, convirtiendo al Perú en uno de los países exportadores de petróleo
más importantes de la región. Esta situación cambiaría en los posteriores decenios.
Aumentó el consumo de los combustibles fósiles a consecuencia de diversos fac-
tores (la explosión demográfica y la intensa migración a las ciudades, la expansión
urbana y sus demandas de infraestructura, transporte y electrificación, y la industria-
lización de la actividad productiva, entre otros) y, al mismo tiempo, la producción
petrolífera fue paulatinamente estancándose. Si en 1940 la producción de petróleo
alcanzaba los 12 126 512 de barriles y el consumo local 3 633 298, en 1961 estas
cantidades llegarían a equipararse, alcanzando las cifras de 19 371 237 y 19 358 037
de barriles, respectivamente.Al final del gobierno de Fernando Belaunde Terry, en
1968, el consumo había superado amplia y alarmantemente a la producción, con
una diferencia de 5 441 452 barriles (Candela, 2008). Medidas como la creación de
una entidad estatal que promoviera los intereses nacionales en la industria de los
combustibles, como la Empresa Petrolera Fiscal, y el dictado de la Ley de Petróleo
de 1952, que buscaba impulsar la inversión privada en este sector a través del otor-
gamiento de concesiones de exploración y explotación de nuevos yacimientos, y,
además, exenciones de impuestos en exportación y regalías de producción, tuvieron
magros resultados. La situación de esta industria se agravaría aún más desde finales
de la década de 1950. La ingente importación de petróleo y el retiro del subsidio
estatal al precio de venta de los combustibles en el mercado local (medida aplica-
da a pedido de las industrias extranjeras y nacionales que atribuían sus pérdidas al
bajo precio de venta del petróleo en el mercado local) despertaron la indignación
social y la aguda crítica de un sector de expertos (Candela, 2008). Este último gru-
po, conformado por una diversidad de actores, denunció la ilegalidad de una de las
empresas transnacionales más controversiales del rubro, la International Petroleum
Company, que desde 1922, gracias a un laudo otorgado por el gobierno de Augusto
B. Leguía, ejercía el control de los yacimientos de La Brea y Pariñas, uno de las más
importantes y productivos del país (Klarén, 2013: 406). El grupo, además, llevó la
problemática del petróleo a una discusión más amplia en la que se evaluó el estado,
el potencial y el porvenir de los recursos energéticos.
A partir de la segunda mitad del siglo XX, especialmente en los años 60, se llevaron
a cabo en la capital, diversos eventos académicos que tuvieron como tema central
la evaluación de las fuentes de energía empleadas en la actividad productiva4. Desde
4 Entre los eventos más importantes encontramos los siguientes: el Fórum sobre los problemas de energía
en el Perú (10 de diciembre de 1958 al 16 de enero de 1959), la I Convención Nacional de Ingeniería Mecánica (15 al
22 de noviembre de 1964), el Primer Foro Nacional de la Energía. Recursos Energéticos del Perú y su significado en
el presente y para el futuro (20 al 26 de octubre de 1965) y el Segundo Foro Nacional de la Energía. Política energética
12
sus heterogéneos campos de especialización, profesionales técnicos, empresarios,
autoridades públicas, economistas, entre otros actores, analizaron en estudios de
caso la gama de recursos energéticos, prestando atención a las fuentes convencio-
nales, principalmente el petróleo, el carbón y la energía hidráulica, y señalando el
potencial de las energías no convencionales. Estas investigaciones se orientaron a
identificar los recursos energéticos con los que contaba el territorio peruano, inves-
tigar su potencial desde distintos saberes y técnicas, incentivar su aprovechamiento
racional, planear su sostenimiento futuro y, sobre todo, a base de lo expuesto, esta-
blecer una política energética capaz de orientar el desarrollo nacional. Para lograr ta-
les objetivos, afirmaban, era imprescindible crear un organismo público que pudiera
ocuparse del registro, estudio y proyección de los recursos naturales.
(23-28 de octubre de 1967). También se puede agregar la participación del Comité Nacional Peruano en la Conferencia
Mundial de la Energía (Tokio, 16 al 22 de octubre de 1966).
13
Si bien la atención de los expertos estuvo dirigida al aprovechamiento de las energías
convencionales, estos no dejaron de lado a los recursos no convencionales, los cua-
les pasaron a ser considerados como fuentes potencialmente explotables. A la pru-
dente expectativa que despertó la energía nuclear, le acompañó también un especial
interés por los recursos renovables. Así, los temas enfocados en la energía geotérmi-
ca, eólica y solar ocuparon los trabajos de algunos especialistas, quienes describieron
sus posibilidades como medios alternativos que podían proporcionar energía útil en
espacios en los que no llegaban los combustibles fósiles, esencialmente en las zonas
no urbanas. Para alentar la exploración de aquellos recursos, los organizadores del
Primer Foro de la Energía recomendaron a los poderes públicos, universidades y
organismos técnicos “prestar mayor atención a las investigaciones en el campo de la
energía solar, tan llena de posibilidades”, estudiar el mejor empleo de la energía geo-
térmica y evaluar los recursos eólicos (Heredia, 1965: 12). Las sugerencias vertidas
resultaron una gran novedad para la época.
A inicios de los años 60, las energías renovables ingresaron a espacios sofistica-
dos, como las universidades e institutos de investigación, donde fueron estudiadas
con base en criterios racionales y técnicos. El conocimiento producido sirvió para
impulsar el desarrollo de tecnologías o artefactos que las transformaran y aprove-
charan de una forma eficiente y sencilla, en regiones que carecían de las energías
tradicionales, como las regiones rurales. El caso que mejor ejemplifica lo descrito es
el de la energía solar, ya que, a diferencia de los otros recursos, gozó de un estudio
más amplio, duradero y continuo. La UNI fue uno de esos espacios pioneros que,
como veremos en el siguiente apartado, promovió y cultivó las investigaciones en
energía solar.
14
La UNI no fue ajena a la problemática de la energía que generaron el proceso de
industrialización, la escasa producción petrolera y las demandas sociales en la déca-
da de 1960. Su ingreso al debate de la energía se dio de forma paralela a una intensa
renovación y ampliación de sus lineamientos. Si bien la UNI había adquirido su
estatus legal de universidad en 1955, abandonando así su condición de Escuela, fue
recién en los años 60, como señala el filósofo José Ignacio López Soria, cuando
“ocurre su real transformación en universidad” (2017: 64). Una transformación que
sin abandonar su condición de centro de formación apostó por cultivar el conoci-
miento científico y tecnológico, comprender los procesos económicos, acercarse al
mundo del arte y la cultura, “reformular su vieja preocupación por la gestión del
territorio, incorporar la planificación y asumir la problemática urbana en sus dimen-
siones esenciales” (López Soria, Ueda y Quiñones, 2012). Bajo los rectorados de
Mario Samamé Boggio (1960-1965) y Santiago Agurto Calvo (1966-1970), la UNI
enfrentó los retos del desarrollo.
Uno de esos espacios de la universidad que fue objeto de enormes cambios por el
contexto inicialmente descrito, fue la Facultad de Mecánica y Electricidad5. Des-
de su creación, en 1903, como Sección de Ingenieros Electricistas hasta la década
de 1940, cuando se convirtió en el Departamento de Mecánica y Electricidad, se
realizaron importantes cambios en sintonía con las demandas externas. Pero estos
cambios hallaron sus límites en su realidad interna. Según un ingeniero de la época,
a los pocos meses de la conversión de la mencionada especialidad en departamento,
en 1946, este no podía desenvolverse con autonomía porque funcionaba con un
“reducidísimo número de profesores, utilizando cursos de otra especialidad para
completar el programa de enseñanza” (Samamé, 1962a: 6).
Esta situación empezó a cambiar a fines de los años 50 y sobre todo en los 60, cuan-
do el proceso de industrialización solicitó, con mayor ímpetu, la presencia de un
agente que pudiera dirigir y sostener su desarrollo desde el campo de operaciones.
Por estudiar la “conversión de la energía de una forma a otra, el diseño de todos los
tipos y clases de maquinaria, la instrumentación y el control de todos los tipos de
procesos físicos y el control del hombre sobre las máquinas” (Wolfenson, 1964), el
ingeniero mecánico se convertía en ese agente deseado. Para la máxima autoridad de
la universidad, el rector Mario Samamé Boggio, este profesional era el más indicado
para dirigir, encauzar y hacer “realidad el desarrollo industrial” (1964: 48).
5 Si bien existieron otros espacios de la UNI vinculados directamente al sector energético e industrial, como
la Facultad de Petróleo, entre otros, no los tomamos en cuenta por los objetivos de este trabajo. Para una mayor infor-
mación sobre el desarrollo de la Sección de Ingenieros Electricistas, consultar López Soria, Ueda y Quiñones (2012).
15
La cada vez más rápida maquinización de la industria nacional amplió el campo de
acción de los ingenieros mecánicos, los cuales, como había sucedido desde antaño,
pasaron a ser demandados en sectores tales como la minería, el petróleo, la pesca,
la agricultura, el textil, el transporte, la industria azucarera, el químico, entre otros
(Ashton, 1962: 39-40). Así, se pasó a hacer referencia a la “industria mecánica de
transformación”, ya que congregaba e impulsaba la producción de equipos y de
bienes de consumo (manufacturas simples, máquinas y equipos eléctricos). De igual
forma, los problemas energéticos que giraron en torno al suministro del petróleo y
su derivado, abrieron un campo de acción en el que el ingeniero mecánico por su
formación podía participar activamente. Si en los años 50, afirmaba un ingeniero, la
carrera con mayor demanda había sido la ingeniería civil, ahora, en los 60, la inge-
niería mecánica ocupaba ese lugar (Samamé: 1962b: 15).
Ante el incipiente estado de las facultades de ingeniería mecánica del país, sobre
todo del interior6, la Facultad de Mecánica y Electricidad de la UNI, por su lar-
ga tradición en el ramo, se convirtió en el espacio que cobijó las inquietudes que
emergían del sector industrial y energético. Por ello, su renovación era un hecho
imprescindible. Como muestra de su estrecha relación con el sector productivo, las
autoridades universitarias y el alumnado convocaron a los máximos representantes
y profesionales de ese sector para discutir y plantear propuestas sobre los cambios
que se debían aplicar a la estructura curricular de la Facultad.
Uno de los principales eventos que se organizó para ese fin fue el Fórum sobre la
enseñanza de la Ingeniería Mecánica y Eléctrica en el Perú. Diversos actores vincula-
dos al ramo industrial se reunieron a fines del año de 1961 en la ciudad universitaria
y expusieron sus mejores propuestas en torno a tres temáticas: espacios para el ejer-
cicio de la profesión en el Perú, la formación del ingeniero mecánico y electricista
en función de la realidad nacional, y la contribución del gobierno, la industria, el
comercio y la comunidad a la formación del ingeniero mecánico. Tras un intenso
intercambio de opiniones, los asistentes llegaron a las siguientes conclusiones: el
ingeniero mecánico debía formarse no solo en el campo de las ciencias básicas,
sino en el de humanidades, ya que esto le permitiría a acercarse a otras disciplinas
útiles para su labor, como la economía y el derecho; se sugería que la universidad
y la industria peruana mantuvieran un contacto directo y fluido con la finalidad de
que la primera formara al especialista que la industria requería para su desarrollo; y,
además, se insistía en fomentar la especialización de los estudiantes –aunque en este
6 Algunas de estas universidades fueron: la San Luis Gonzaga de Ica, la Universidad Nacional Técnica de
Lambayeque, la Universidad de Piura y la Universidad de la Amazonía, estas dos últimas estaban siendo implementadas
por el ingeniero mecánico Roberto Heredia en 1962 (Heredia, 1962: 123; Koung, 1964: 81).
16
punto existían discrepancias–, y la implementación de laboratorios para la realiza-
ción de trabajos prácticos y de investigación. Como era de esperarse, estas propues-
tas fueron consideradas por las autoridades universitarias al reformular los planes
de estudio de la Facultad7.
A inicios de los años 60, siguiendo las propuestas anteriores, la Facultad de Mecá-
nica y Electricidad experimentó dos cambios importantes en su malla curricular.
En 1962, optando por la especialización, se establecieron los Departamentos de
Ingeniería Mecánica y de Ingeniería Eléctrica con la finalidad de que los alumnos,
a partir del segundo año de estudio, pudieran adiestrarse en algunas de esas áreas.
Posteriormente, en 1964, en la Facultad de Ingeniería Mecánica y Eléctrica (FIME)
se modificaron nuevamente los planes de estudios, pero esta vez perfilando aún
más los campos de especialización de acuerdo a las nuevas demandas de la industria
local. El resultado fue el establecimiento de cuatro departamentos (de Ingeniería
Mecánica de Energía, de Ingeniería Mecánica de Producción, de Ingeniería Eléc-
trica y de Ingeniería Electrónica), lo que facilitaba que los estudiantes de los dos
últimos años pudiesen concluir su carrera siguiendo sus intereses profesionales. Así
también, con la finalidad de fortalecer la enseñanza teórica mediante la práctica
experimental, se abrieron laboratorios vinculados a las especialidades de los depar-
tamentos (Laboratorios de Máquinas y Herramientas, de Máquinas Térmicas e Hi-
dráulicas, de Electricidad, de Matemática, de Metrología y de Ensayos Mecánicos).
A esto le acompañó la realización de actividades que complementaron la formación
del estudiante, como prácticas en plantas industriales, viajes de realización profesio-
nal al extranjero, eventos de carácter científico y humanístico (conferencias, fórum,
exposiciones, etc.) (López Soria, Ueda y Quiñones, 2012: 110).
7 Debemos de añadir otros dos eventos que se desarrollaron posteriormente y que contribuyeron a la reno-
vación de los planes de estudio: el Primer Congreso de Ingeniería Eléctrica (1963) y la Primera Convención Nacional de
Ingeniería Mecánica (1964).
17
La muestra de que las autoridades universitarias habían asimilado los requerimientos
de la industria y las demandas sociales quedó plasmada en la particular atención que
ellas prestaron al tema de las máquinas y la energía. De acuerdo con el ingeniero Azi
Wolfenson, decano de la Facultad durante la reforma de 1964, se puso un “mayor
énfasis” en el estudio, por un lado, de la “generación, distribución y transformación
de [la] energía principalmente térmica, incluyendo reactores nucleares, calderos y
generadores de vapor; turbinas a vapor, gas e hidráulica; motores de combustión
interna; economía de la energía, mantenimiento; etc.”, y, por otro, del “diseño y
cálculo de máquinas; instalación y operación de maquinaria industrial; ingeniería de
producción; procesos de manufactura; etc.” (Wolfenson, 1964: 104). Si bien, por la
propia naturaleza de la Facultad, esos eran temas que atravesaban todos los currícu-
los, la apertura de espacios que los albergaran mostraba la relevancia que habían ad-
quirido. Como se puede apreciar, y acá solo nos concentramos en el tema de nuestro
interés, se estaba formando un ambiente propicio en las aulas y dependencias de la
FIME para el estudio de la energía. Esta vez ya no solo se estudiarían sus virtudes
físicas y aplicativas, como tradicionalmente había sucedido, sino que se abordaría
el tema de la energía en relación con la realidad socioeconómica y con el objeto de
aprovecharla para el desarrollo nacional.
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cánica, eléctrica) para el desarrollo social. Estas virtudes encontraron un terreno
fértil para su desarrollo a raíz de la problemática energética por la que transitaba la
sociedad peruana en la década de 1960, a causa de la escasa producción petrolera y el
incremento de su demanda. Si bien los ingenieros aún no mostraban esa exagerada
preocupación por la escasez del petróleo, que luego los caracterizaría en los años 70
a raíz de la crisis internacional que afectaría a los hidrocarburos, consideraban que la
energía solar podía ser una fuente “adicional” para el consumo local. Es decir, eran
conscientes de que esta fuente renovable no lograría reemplazar a las energías tradi-
cionales, pero sí confiaban en que por lo menos alcanzaría a ser aplicada en espacios
que carecían, por sus condiciones geográficas y meteorológicas, de los servicios
básicos (alumbrado, calefacción, etc.) producidos por las energías tradicionales. En
definitiva, por sus características intrínsecas la energía solar pasó a ser estimada por
los ingenieros mecánicos como una alternativa viable, aunque limitada por la tecno-
logía, para el desarrollo social de determinadas regiones del país, especialmente las
altoandinas.
El incipiente desarrollo de la energía solar en el Perú obligó a que en esta etapa los
esfuerzos fuesen dirigidos a superar obstáculos fundamentales para su estudio y
aplicación. Los trabajos del Instituto de la Energía y los ingenieros mecánicos de la
FIME se orientaron a cubrir esos vacíos tan necesarios para su progreso y, en ese ca-
mino, sentaron las bases que las posteriores investigaciones tendrían sobre el ramo.
Por todo lo anterior, podemos calificar a esta etapa como “exploratoria”, ya que,
como se detalla a continuación, se pasó a evaluar las posibilidades de desarrollo de
la energía solar (identificación de las regiones con mayor radiación solar, y reconoci-
miento y desarrollo teórico de tecnologías que pudieran aprovecharla) y a formar al
especialista que pudiera conducir su desarrollo.
19
Nacional de Ingeniería en los problemas energéticos, organización de even-
tos de divulgación donde se planteen y discutan los problemas de la energía”
(Heredia, 1967: 121-122).
Para su realización se organizaron grupos de investigación liderados por docentes e
integrados por alumnos de los dos últimos años de estudio y egresados9 (Wolfenson
1966: 80), los cuales pasarían por un proceso de formación en el campo de la energía
a través de cursos especializados, ponencias dictadas por reconocidos especialistas
nacionales y extranjeros, organización de foros de carácter nacional, establecimien-
tos de vínculos con asociaciones extranjeras, viajes de investigación al interior del
país, bibliotecas actualizadas y bien nutridas, etc.10
Por otro lado, según los testimonios de la época, desde los años 30 ya se empleaban
dispositivos solares fabricados artesanalmente para el calentamiento de agua, como
los famosos calentadores solares de la ciudad de Arequipa11. Pese a lo significativo
que representaban estos avances, el estudio y la aplicación de la energía solar se
encontraba en un estado de incipiente desarrollo. Uno de los aportes del Instituto
de la Energía estaba en formar especialistas que pudieran de una forma racional
emprender estudios y desarrollar tecnologías para el aprovechamiento de la energía
solar. Antes de pasar a detallar la orientación que tuvieron los trabajos del Grupo de
9 Lamentablemente no se cuenta con un listado detallado de los miembros que dirigieron e integraron los
grupos de investigación. En las memorias del Instituto se hallaron de forma parcial los siguientes nombres: Iván Arauco
Valle, Jorge Aguinaga D., Carlos Esteves Ostolaza, Jorge Málaga Villalba, Gustavo Saberbein, Adolfo Vargas Pacheco,
Gustavo Flores Guevara y Jorge Peirano Morán. (Heredia, 1967, 65-77; Wolfenson, 1966).
10 Al parecer, la propuesta del Instituto caló en parte del alumnado de la UNI, pues solo en 1965 se registraron
65 miembros del cuarto y quinto año de estudios, sin contar a los egresados (Heredia, 1965: 4).
11 De acuerdo a la bibliografía sobre tema, entre los ingenieros pioneros en la fabricación de calentadores
solares en Arequipa, podemos encontrar al español Juan Vidaurrázaga Menchaca, fundador de la chocolatería La Ibérica,
y a Ernesto Barreda, a quien se le adjudica la elaboración de un calentador solar de 250 litros de capacidad (Pareja, 1963:
4; Ministerio de Fomento, 1962: 32).
20
Energía Solar y de los ingenieros mecánicos no adscritos, debemos dar cuenta de la
manera en la que estos pudieron especializarse en el campo de la energía.
Al revisar las memorias del Instituto de la Energía se puede inferir que cada uno
de los grupos de investigación no contó con asignaturas especializadas para su for-
mación. En su lugar, existió una serie de materias generales relacionada al campo
de la energía y que estuvo dirigida a todos sus miembros. Como ejemplo, se puede
destacar los cursos: “geografía de la energía, economía de la energía, introducción a
la ecología, prospección geofísica, elementos de fotogrametría, introducción al cál-
culo operacional y elementos de política energética” (Wolfenson, 1966: 83-84). Cabe
destacar que los alumnos del quinto año de la FIME también se beneficiaron de
estas materias a través de la apertura de cursos de un semestre de duración (Heredia,
1965: 4). Se esperaba que con la educación recibida, tanto miembros del Instituto
como estudiantes pudieran orientar sus informes y tesis de grado a la temática ener-
gética. Siguiendo esta línea, se promovió la organización de seminarios dirigidos por
especialistas nacionales y extranjeros. El reputado ingeniero Julio Hirschmann de
la Universidad Técnica Federico Santa María de Chile, destacó con la presentación
de la ponencia “Utilización de la energía solar” que estuvo dividida en dos partes:
en la primera de ellas describió “los antecedentes históricos, estudios y técnicas de
la energía solar”, mientras que en la segunda trató de “los usos en los campos do-
mésticos, industrial, científico y tecnológico” (López Soria, Ueda y Quiñones, 2012:
306). Otros de los seminarios dirigidos a las energías renovables, en este caso a la
hidráulica, estuvo a cargo del eminente ingeniero Santiago Antúnez de Mayolo.
Otras de las actividades impulsadas fueron los trabajos de campo en el interior del
país. Se destaca el viaje realizado por algunos miembros al norte del país, a la co-
munidad de Miramar, distrito de Vichayal (Piura), para conocer la experiencia local
21
sobre la utilización de la energía eólica para la irrigación de cultivos. Los cientos de
molinos de viento fabricados artesanalmente por los pobladores de Miramar fueron
objeto de estudio por parte de los miembros del Instituto, quienes luego de analizar
sus componentes internos (mariposa, castillo, sistema de trasmisión, bomba, etc.) y
su trascendencia en el medio, plantearon proyectos en el mismo campo energético.
Las incursiones hechas por los miembros del Instituto facilitaron la identificación
de los recursos energéticos (primarios y secundarios) del país, los que luego pasaron
a ser registrados y sistematizados en un archivo energético nacional (Wolfenson,
1966: 82).
Buscando fortalecer los vínculos con el medio local, el Instituto de la Energía es-
timuló el debate sobre la problemática energética que se desarrollaba en el país,
organizando eventos que congregaban a los más destacados especialistas en el ramo.
En el Primer y Segundo Foro Nacional de la Energía, celebrados los años de 1965
y 1967, respectivamente, los temas centrales de discusión giraron en torno a la ne-
cesidad de instaurar una política y planificación energética nacional que condujeran
al desarrollo económico y social del país. Cabe destacar que las energías no conven-
cionales formaron parte de los temas tratados, al punto que, como ocurrió en las
conclusiones del Primer Foro, se invocó a los poderes públicos y a las autoridades
universitarias a prestar mayor atención a las investigaciones en el sector de las ener-
gías renovables (Heredia, 1965: 10-12).
Los informes y tesis presentados a la FIME por los miembros del Grupo de Energía
Solar y los ingenieros no adscritos muestran los desafíos que tuvieron que enfrentar
como pioneros en el estudio y desarrollo de la energía solar. Uno de los principales
problemas que identificaron estuvo relacionado con la propia naturaleza de esta
energía. Si bien esta podía “hallarse en todas partes” y en “inmensas cantidades”,
como señalamos anteriormente, su aprovechamiento dependía de una serie de con-
diciones geográficas y meteorológicas que determinaban su estado y, por ello, su
potencial. Esto quiere decir que para a hacer uso de la energía solar, antes se debía
identificar las zonas con mayor índice de radiación solar. Pero ¿cuánto se había avan-
zado en esta tarea? De acuerdo con un especialista, los avances eran muy limitados,
ya que se carecía de datos estadísticos exactos y prolongados de la radiación solar12
(Vargas, 1966: 21). Ante este panorama, los ingenieros mecánicos pasaron a estu-
diar el territorio nacional con el claro objetivo de elaborar un mapa solar13.
12 En realidad, el problema era más amplio. Según el ingeniero César Kadono, la ausencia de un mapa solar se
debía a diferentes factores: la falta de una institución especializada que pudiera recoger y unificar los datos estadísticos
de radiación y los limitados instrumentos e infraestructura con los que se contaba para dicha tarea (Kadono, 1972: 13).
13 La carencia de un registro nacional público que ubicara y cuantificara las zonas con mayor radiación solar
del país tuvo su fin en el 2003, con la publicación del Atlas Solar del Perú por parte del Ministerio de Energía y Minas.
22
Uno de los primeros esfuerzos provino de parte del ingeniero mecánico Benami
Grobman, en 1960, con la elaboración de un mapa solar adjunto a un estudio que
evaluaba las posibilidades de aplicación de la energía solar en el Perú (Pareja, 1963:
4). Posteriormente, en 1972, el ingeniero César Kadono, como parte de un trabajo
que partió de la elaboración de un “método general para la construcción de mapas
de distribución de energía general” hasta su aplicación (Kadono: 1971: 3), dio origen
a uno de los primeros y más sofisticados mapas solares con que contaría el Perú y
que sería muy empleado en las décadas siguientes. Kadono ubicó en el mapa las re-
giones del territorio peruano con mayor “intensidad y permanencia de la radiación
solar” con el objetivo de que esto facilitara su aprovechamiento por parte de los
especialistas. Según su relevancia, estas regiones fueron: Arequipa, Puno, Huancayo,
Ayacucho, la costa norte, Ancash, Ica, Moquegua y Tacna (Kadono, 1972: 159). El
reconocimiento de estas regiones perfiló pronto el carácter que las investigaciones
sobre energía solar tendrían en la FIME y, posteriormente, en la UNI.
Los ingenieros prestaron mayor atención a las zonas rurales ubicadas en los Andes.
Las razones de esta elección se pueden hallar en las potencialidades y carencias que
presentaban estos espacios. Por un lado, como afirmó el joven ingeniero Adolfo
Vargas, el medio rural era el más “promisorio” para el aprovechamiento de la fuente
solar porque, debido a su ubicación en grandes alturas, eran “los primeros en recibir
los rayos del sol, cuentan con cielo diáfano, libre de la humedad y contaminación at-
mosférica propia de las ciudades costeñas” (Vargas: 1966: 3-4). Por el otro, la escasa
presencia y empleo de recursos convencionales en el medio rural –que se pueden ex-
plicar por las características descritas anteriormente– imposibilitaba a los poblado-
res contar con los servicios (luz eléctrica, transporte, alimentación, etc.) necesarios
para su bienestar. Según la percepción de los profesionales técnicos, esta ausencia
sería la causa del escaso desarrollo de las regiones del interior del país, al punto de
convertirlas en “zonas subdesarrolladas” o “fosilizadas” en una etapa histórica ya
superada (Vargas, 1966: 2; Pareja, 1963: 3). En consecuencia, en estas regiones “es-
tancadas” en el tiempo, pero favorecidas con recursos no convencionales, la energía
solar se transformó en un medio que posibilitaba su desarrollo social.
En este decenio, como en los posteriores, se fue fortaleciendo la idea de que la ener-
gía solar podía abrir un sendero para el desarrollo social del medio rural altoandino
y la transformación de la vida cotidiana de sus pobladores. El aprovechamiento
racional de este recurso a través de su conversión fototérmica, según los estudiosos,
podía mejorar la calidad de vida de las personas y, en ese curso, transformar sus há-
bitos aparentemente más perjudiciales. Adolfo Vargas señalaba que el calentamiento
de agua mediante artefactos que emplearan la energía solar generaba “transforma-
23
ciones” positivas en los hábitos de sus usuarios, ya que, al pasar el agua proveniente
de los deshielos a un estado accesible para el consumo humano, los pobladores po-
dían emplearla recurrentemente en sus actividades diarias de alimentación e higiene,
lo que resultaba beneficioso para su salud (1966: 6). En definitiva, más que un fin
económico, el empleo de la energía solar tuvo, en esta etapa, un propósito social con
una clara proyección a las regiones del interior del país carentes de servicios básicos.
Esa manera de concebir el empleo del recurso solar repercutió en la elección de los
dispositivos a emplearse. Los estudios realizados en este campo y en esta década por
el Grupo de Energía Solar y los ingenieros mecánicos se caracterizaron por tener un
carácter “exploratorio” o, empleando el término utilizado por el ingeniero Federico
Coz Pancorbo, “de análisis teórico” (1983: 13). Calentadores solares, destiladores
solares de agua de mar, cocinas solares, deshidratadores solares, entre otros disposi-
tivos, fueron ampliamente descritos resaltando cada una de sus particularidades, las
dinámicas de sus funcionamientos y los espacios en los que podían ser empleados.
La intención primaria era mostrar la variedad de opciones que existían para trans-
formar y aprovechar la energía solar, por ello, el uso de bibliografía especializada
(libros, revistas, actas, etc.) predominó frente a la experimentación directa con los
dispositivos.
Como parte de estos estudios, los especialistas señalaron las exigencias que debían
cumplir los aparatos solares desarrollados en el medio rural. Según ellos, su insta-
lación y operación no debían de requerir “personal especializado por cuanto que
en estos pueblos será difícil disponer de ellos”, “el costo de inversión y operación
deben ser mínimos” y, en lo posible, deben ser factibles de “construir en la misma
zona, con personal y recursos propios” (Vargas, 1966: 3). Los dispositivos citados
anteriormente encajaron con las demandas expuestas, pero por razones que se ex-
pondrán a continuación se dio preferencia en esta etapa a los calentadores solares de
agua y, en menor medida, a los destiladores solares de agua de mar.
El dispositivo que ocupó la atención del Grupo de Energía Solar y de los ingenieros
fue el calentador solar de agua. Su escueto diseño, la sencillez de su funcionamiento
y, especialmente, la larga experiencia que se tenía en el medio –solo recordemos
los calentadores de la ciudad de Arequipa– ayudaron a su posicionamiento frente a
otros artefactos de igual relevancia. Ya lo decía el ingeniero Alfonso Pareja al evaluar
las posibilidades de desarrollo de la energía solar: “los calentadores solares de agua
tienen […] gran aplicación en el Perú y su uso se ha demostrados que es factible”
(Pareja, 1963: 4). El interés sobre este dispositivo devino pronto en una detallada ex-
posición de sus elementos (partes, tipologías, etc.), su dinámica de funcionamiento
24
(comportamiento, eficiencia, etc.) y propuestas de diseño. Como ejemplos del caso
expuesto podemos encontrar los trabajos de Alfonso Pareja Findelberg (1963),
Adolfo Vargas Pacheco (1966) y Juan Jesús Meza (1970).
De igual forma, los destiladores solares de agua de mar pasaron a ser descritos en
los trabajos de los ingenieros. En un país como el Perú, cuya extensa región costera
se destaca por tener un clima subtropical árido y estar atravesada por ríos que en
determinadas épocas del año disminuyen su caudal, el destilador se presentó como
una opción viable para el abastecimiento de agua potable en zonas que carecían de
este recurso. En este ramo destacan los estudios realizados por los ingenieros Isaías
Flit Stern (1966) y Alfredo Oliveros Donohue (1968). Como secretario técnico del
Grupo Nacional de Trabajo en Energía Solar del Ministerio de Agricultura, el pri-
mero de ellos lideró un estudio de factibilidad para convertir el agua de mar en agua
potable, proyecto que lamentablemente no fue materializado14. Por otro lado, gra-
cias al apoyo del Instituto de la Energía y la Oficina de Investigación y Desarrollo
del Ministerio de Marina15, Oliveros diseñó un programa para un computador ana-
lógico que evaluaba los parámetros de operación de desalinizadores solares.
De los elementos que formaban parte del dispositivo solar, el colector fue el más
relevante por el papel que cumplía dentro de su dinámica de funcionamiento. Por
medio de un conjunto de partes superpuestas (cubierta, placa de absorción, aislan-
tes, caja térmica, entre otras) el colector “interceptaba” la energía radiante del sol
y la transformaba de la manera más eficiente posible en energía térmica que luego
era transferida al agua (Coz, 1983: 13-15). Es decir, era el medio que posibilitaba el
calentamiento de los fluidos y gases a baja (menos de 100 °C) o alta temperatura
(mayor a 100 °C) de acuerdo a cualquiera de sus dos tipos (plano o concéntrico)16.
14 Para una mayor información de este proyecto se puede consultar el diario La Prensa del 2 de diciembre de
1966.
15 Cabe destacar que la Oficina de Investigación y Desarrollo del Ministerio de Marina, creada a mediados de
la década de 1960 a iniciativa del contraalmirante Alberto Jiménez de Lucio, como parte de una línea de investigación
orientada a “problemas nacionales”, promovió el estudio de las energías no convencionales y, especialmente, de la energía
solar. Con el apoyo de Isaías Flit, miembro de este centro de investigación, ingenieros como Alfredo Oliveros, quien
también formó parte del equipo, y César Kadono pudieron aprovechar su infraestructura e instrumentos para realizar
sus investigaciones de grado. Como veremos en el siguiente capítulo, esta red de relaciones, basada en la confianza pro-
fesional desarrollada en las aulas universitarias y en el campo laboral, se mantendrá en la siguiente década a través del
Instituto de Investigación Tecnológica Industrial y de Normas Técnicas (ITINTEC).
16 Los colectores solares podían dividirse en dos tipos, según los fines a los que estaban destinados. En el caso
de los colectores planos, según el ingeniero Pedro Flores, “son los más simples y ampliamente usados y como trabajan
con los componentes directa y difusa de la radiación, no requieren seguir constantemente al sol, por lo que siempre son
montados sobre una pared o estructura rígida, bajo una orientación optimizada para la posición particular en cuestión y
el tiempo del año en que funcionará. Son utilizados para obtener temperaturas inferiores a los 100 °C, permitiendo con
ella calentar aire, agua y otros fluidos y generar vapor a bajas presiones” (Flores, 1990: 6). Por otra parte, de acuerdo con
el docente Federico Coz Pancorbo, el campo de aplicaciones de los colectores concéntricos “es de las altas temperaturas:
mayores de 100 °C y sus usos abarcan desde unidades pequeñas para la cocción de alimentos, fundición de metales de
bajo punto de fusión, autoclaves para esterilización de instrumentos médicos hasta los hornos solares de altas tempera-
turas […] a diferencia de los colectores planos, los colectores [concéntricos] aprovechan solo la radiación directa (Coz,
1983: 15).
25
Los estudios publicados en este periodo se ocuparon en describir a los colectores
de manera individual e integrados a la dinámica de los dispositivos solares. Aunque
estos trabajos no pasaron del orden teórico expositivo, debemos resaltar el reite-
rado pedido de los autores por superar esta etapa y dirigir sus esfuerzos al diseño,
construcción y experimentación de colectores y, en general, de artefactos solares.
Superar la teoría y los esquemas foráneos a través de la construcción de dispositivos
que pudieran aprovechar los recursos materiales y naturales del medio local se con-
virtió en uno de los desafíos que los ingenieros debían de enfrentar en esta y en las
posteriores décadas.
26
El Instituto de la Energía representó un punto de inflexión en el estudio de la
energía solar. Lejos de continuar con los trabajos aislados de corte divulgativo y
de aplicaciones “empíricas”, el Instituto se esforzó por formar profesionales es-
pecialistas en el campo solar y, en general, de la energía que pudieran emprender
estudios racionales y desarrollar tecnologías aplicables a nuestro medio local. El
desarrollo incipiente de este campo de estudio obligó al Grupo de Energía Solar y
a los ingenieros no adscritos a ocuparse de aspectos primarios, pero fundamenta-
les para su progreso, como el reconocimiento de las regiones con mayor radiación
solar y la identificación de las tecnologías adecuadas para su aprovechamiento. De
acuerdo con sus investigaciones, las zonas rurales del interior del país (por sus ven-
tajas geográficas y meteorológicas y sus carencias de energía convencional) eran
las más propicias para emplear la energía solar, y el calentador solar de agua y los
destiladores solares de agua salobre eran los artefactos con mayores ventajas para
su aprovechamiento en el medio nacional. Ante los ojos acuciosos de los ingenieros
y los integrantes del Grupo, el empleo de la energía solar, a través de los artefactos
indicados, posibilitaba el desarrollo social de las regiones rurales, es decir, el apro-
vechamiento de la energía solar podía servir como un medio para mejorar la calidad
de vida de sus pobladores. Esta manera de concebir el uso de la energía dotó de un
perfil propio a los estudios realizados en la UNI y en otras instituciones durante la
década de 1960 y las subsiguientes.
27
28
CAPÍTULO 2
Una de las direcciones que tomaron estas reformas estructurales abarcó todos los
campos de la economía. Prueba de ello fueron la tan significativa reforma agraria,
la nacionalización de las empresas extranjeras vinculadas al sector productivo, las
reformas de las leyes de propiedad y la reforma industrial (Campodónico, 2015:
176). Para los fines de esta sección, cabe destacar las reformas realizadas en el sector
industrial que luego relacionaremos con lo acontecido en el ámbito universitario y
las investigaciones efectuadas en el campo de la energía solar.
29
ciones, cuyas limitaciones habían sido puestas de manifiesto por la “teoría de la
dependencia”. Según los ideólogos de la dependencia, para que un país subdesarro-
llado pudiera abandonar su condición periférica de exportador de materias primas
y convertirse en un país desarrollado productor de manufacturas debía imponer
una serie de políticas arancelarias que protegieran la industria propia y propulsaran
su industrialización. Las medidas implementadas por el jefe máximo de las Fuerzas
Armadas, general Juan Velasco Alvarado, siguieron la política enunciada, así, se dio
una elevación drástica de los aranceles de todos los productos finales que competían
con sus similares nacionales, se prohibió e impuso requisitos para la importación de
ciertos productos y, por el otro extremo, se disminuyó los aranceles de los insumos
y maquinarias necesarias para la industria local (Campodónico, 2015: 178-179). Pero
el fomento de la industria no solo se concentró en la imposición de medidas pro-
teccionistas del tipo de las décadas anteriores, sino que se complementó con una
política que se dirigía a las raíces de la industria, nos referimos a la investigación y el
desarrollo tecnológico.
30
cado y práctico a los intereses revolucionarios de la dictadura. La idea predominante
estaba en crear institutos sectoriales de investigación que, al estar vinculados con
áreas específicas de la actividad económica del país (industria, minería, pesquería y
telecomunicaciones), pudieran concentrarse en impulsar investigaciones prácticas y
útiles para el desarrollo de sus respectivos sectores y los intereses nacionales. Al con-
siderarse este sistema como el “más apropiado”, pues establecía una “interacción
directa y eficiente” entre las actividades científicas y tecnológicas y el sector produc-
tivo (ITINTEC, 1979: 5), las autoridades emprendieron la apertura progresiva de los
siguientes organismos: el Instituto Científico y Tecnológico Minero (INCITEMI), el
Instituto de Investigaciones y Capacitación en Telecomunicaciones (INICTEL) y el
Instituto de Investigación Tecnológica y de Normas Técnicas (ITINTEC).
31
centro de formación de profesionales y técnicos, y como mecanismo de creación,
adaptación, desarrollo y difusión de conocimiento tecnológico” (ITINTEC, 1979:
9). A diferencia de la autonomía de que anteriormente gozaban las casas de estu-
dio para elegir y financiar sus áreas de investigación, siempre en contacto con las
demandas estatales y sociales; ahora estas estaban supeditadas económicamente a
los lineamientos del ITINTEC por medio de convenios de varios tipos (de “amplia
base” para la realización de proyectos de investigación, “especiales” referidos al in-
tercambio de información técnica, al de “financiamiento de tesis”, entre otros) (Flit,
1977: 55). Como parte del fortalecimiento de esta medida, que iba en sintonía con
otras reformas estructurales, se promulgó el decreto-ley 17437 o Ley Orgánica de la
Universidad Peruana, en 1969, que dispuso la reorganización académica y adminis-
trativa del sistema universitario. Si bien más adelante pasaremos a detallar algunos
de los puntos de la reforma, cabe resaltar en este apartado que su ejecución redujo
el poder de acción de las universidades en lo referente a la investigación y la dación
de servicios, al punto de reducirlas a una función casi exclusiva de formadoras de
profesionales (López Soria, 2017: 70).
La UNI fue una de las tantas universidades que se vio seriamente perjudicada con
las reformas. En los 12 años que duró la dictadura militar, la universidad se vio pron-
to sumergida en un ambiente de inestabilidad que se manifestó en el gran número
de rectores que asumieron su dirección, en el crecimiento desproporcionado de la
población estudiantil, en las frecuentes interrupciones de las clases, en el deterioro
de su infraestructura y laboratorios, en el éxodo del capital profesional a universi-
dades particulares y centros de investigación, entre otros (López Soria, 2017:71-72;
Quiñones y Ueda, 2010: 50). Esta coyuntura, además, agravada en parte por la ad-
judicación del fomento de la investigación al ITINTEC, repercutió profundamente
en los espacios de la universidad dedicados a la investigación, al extremo de ser
cancelados, como ocurrió con el Instituto de la Energía y su línea de investigación
dirigida a la energía solar.
19 Según Federico Coz, desde 1969 hasta 1974 solo se produjeron tres tesis en el Programa Académico de
Ingeniería Mecánica y Eléctrica. En ese grupo se encontraban los trabajos de César Kadono (Coz, 1983: 13).
32
ra las investigaciones en energía solar, más aún en un contexto que exigía el empleo
de energías que sustituyeran al petróleo, algunos de los ingenieros se posicionaron
en los institutos sectoriales de investigación del Estado, especialmente el ITINTEC.
Apoyándose en su solvencia profesional y en las redes gestadas en su etapa forma-
tiva y laboral, estos pudieron integrarse al equipo de investigadores del ITINTEC y
desde allí emprender nuevamente sus estudios en la temática solar y, en general, en
el de las energías renovables. Posteriormente, algunos de estos ingenieros mecánicos
que mantenían un contacto fluido con la UNI, a través de la docencia universitaria,
volcaron sus experiencias en un proyecto grupal dirigido exclusivamente a la energía
solar. Un poco antes de poner en marcha el proyecto citado, como muestra de la di-
versificación que tenía el estudio de esta energía renovable, se impulsó otro proyec-
to, pero esta vez dirigido por un grupo de físicos de la UNI. El ITINTEC cumplió
un rol descollante en la reanudación de los estudios de energía solar en la UNI, así
como en otras universidades y centros de investigación del país.
33
energías renovables en su línea de investigación y desarrollo tecnológico. ¿Cómo
se puede explicar esta inclusión en un organismo que de acuerdo a sus máximos
lineamientos estaba encargado de fomentar la investigación tecnológica en el sector
industrial? Podemos plantear tres posibles razones: una concepción amplia de lo
que significó la “investigación tecnológica” para el ITINTEC, la crisis internacional
del petróleo y la inclusión de profesionales formados en la FIME y el Instituto de
la Energía.
34
y los recortes de la producción petrolera mundial efectuados por los países árabes a
través de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). Al depender
de la importación de petróleo, el Perú tuvo que enfrentarse a la rápida subida de
su precio, lo que obligó al gobierno, siguiendo el ejemplo de los países europeos, a
implementar programas de racionamiento de energía20 y subsidios a los derivados
de este recurso (Torres, 2008: 256). Si, por un lado, la repercusión de la crisis había
provocado en las mayorías un creciente descontento social, por el otro, había mos-
trado a los especialistas lo precario y finito que era este recurso. El conocimiento de
los límites materiales del petróleo y su posible extinción, que iba de la mano con una
naciente consciencia ambiental, orientó a los especialistas y autoridades a invertir en
la investigación y desarrollo de nuevas alternativas energéticas que pudieran, en el
mejor de los casos, reemplazar al petróleo. La energía solar y, en general, las energías
renovables fueron una de las opciones a desarrollar.
La cercana relación que pudo desarrollar el doctor Isaías Flit con el contraalmirante
Alberto Jiménez de Lucio21, vínculo amparado en la solvencia profesional y en una
mirada común sobre el papel social de la investigación tecnológica, ayudó a que
el ingeniero fuera considerado en los proyectos que el militar dirigiría al asumir el
cargo de ministro de Industria y Comercio. Bajo la dirección del ITINTEC, cuyos
miembros del directorio eran parte del Ministerio de Industria, Isaías Flit, junto a
otros especialistas, convocaron a profesionales destacados para ocupar las distin-
tas dependencias y divisiones de la institución. Así, antiguos y jóvenes egresados y
titulados de la FIME y miembros del Instituto de la Energía pudieron integrase al
grupo de investigadores del ITINTEC. Algunos de estos integrantes fueron: Alfre-
do Oliveros Donohue, Federico Coz Pancorbo, Javier Verástegui, Gustavo Flores
Guevara, Rafael Espinoza, Fernando Moreno y Alipio Ñahui. Como se puede apre-
ciar y señalamos en el anterior capítulo, algunos ingenieros mencionados ya habían
tenido una experiencia previa en el campo de la energía y, particularmente, en la so-
lar, mientras que otros, los jóvenes egresados, desarrollarían ese interés al contacto
con los más experimentados.
35
carácter teórico de los estudios realizados años atrás, pero tomando sus aportes, el
ITINTEC amplió su significado y alcance ya que desarrolló una variedad de dispo-
sitivos solares y llegó a diversas regiones del país.
Tal como mencionamos al inicio de este apartado, fue a partir de 197522 cuando en
el ITINTEC se pensó en la implementación de un programa de investigación tecno-
lógica dirigido específicamente a las energías renovables. El Programa de Energías
No Convencionales (PENC), llamado inicialmente Programa de Energías Natura-
les23, se abocó al desarrollo de una “tecnología apropiada” para el aprovechamiento
de las energías solar y eólica con la finalidad de suministrar energía útil a las activi-
dades domésticas y productivas de las zonas rurales (Oliveros y Verástegui, 1981:
5). Es preciso destacar ese doble espacio que buscaba cubrir el PENC, ya que a
diferencia de las propuestas anteriores en que solo se consideraba el espacio domés-
tico para el aprovechamiento de las energías no convencionales, esta vez se incluía
al productivo, tomando en cuenta los talleres artesanales y la pequeña industria. De
esta forma, el desarrollo tecnológico en el área de las energías renovables adquiría
un fin social y económico.
22 El año oficial de apertura de este Programa fue 1978. Hemos considerado 1975 porque en este año se empie-
za a gestar y a conducir proyectos relacionados a las energías no convencionales que estarán estrechamiento vinculados
con los trabajos inmediatamente posteriores.
23 Este programa abarcaría a las energías solar, eólica e hidráulica. Con la apertura de un nuevo programa
dedicado a esta última energía renovable llamado Programa de Microcentrales Hidroeléctricas, el primero pasaría a de-
nominarse Programa de Energías No Convencionales.
36
El PENC, en su primera etapa, contó con proyectos de gran envergadura que cu-
brieron varias regiones del país, particularmente las zonas rurales y costeras, y que
diversificaron el uso de la energía solar con la implementación de múltiples disposi-
tivos (calentadores, destiladores, secadores, cocinas, etc.). La dinámica del ITINTEC
para la financiación de proyectos de investigación tecnológica, empleando parte de
los fondos del 2 % de la renta neta de las empresas y las redes del sistema tecno-
lógico nacional, posibilitó el desarrollo de trabajos abocados a la energía solar a
través de la subvención de las propuestas de su cuerpo técnico y por convenios
establecidos con institutos o grupos de investigación de distintas partes del Perú24.
El pronto resultado de esta medida fue el surgimiento de organismos regionales de
investigación con sus respectivos proyectos solares que respondían a sus preocupa-
ciones, necesidades y aspiraciones energéticas. El ITINTEC estaba impulsando la
descentralización y diversificación del aprovechamiento de la energía solar en el país.
Así como en la década pasada los miembros del Instituto de la Energía y de la FIME
resolvieron problemas básicos pero fundamentales para el empleo de las energías
no convencionales, ahora, los investigadores del ITINTEC y de los otros grupos
regionales tenían que a hacer lo propio para el desarrollo de una tecnología nacional
que aprovechara la energía solar tanto en el ámbito doméstico como en el econó-
mico. El reto estaba en adaptar la tecnología producida en otras latitudes, es decir,
los principios básicos que la sostenían, a “los materiales y procesos de manufactura
disponibles en nuestro medio” (Coz, 1983:15). Para este fin, como se puede registrar
en los múltiples trabajos publicados en revistas especializadas, actas de congresos
y tesis, los investigadores volcaron sus energías en estudios tanto teóricos como
prácticos, enfocados en el planteamiento de métodos de cálculo, diseño de equi-
pos, construcción de dispositivos o sistemas solares, ensayos experimentales, etc. La
meta para esta primera etapa estaba en diseñar equipos simples que pudieran “ser
reproducidos en forma artesanal o en talleres con infraestructura básica de metal
mecánica” (Oliveros y Verástegui, 1981: 12), a lo que se añadían dispositivos más
complejos y de mayor capacidad.
24 Como ejemplos se puede citar, en el primer caso, al proyecto “Desarrollo de unidades modulares de colec-
tores solares” llevado a cabo por personal del ITINTEC, con el ingeniero Alfredo Oliveros en su dirección, y, en el se-
gundo, al proyecto “Utilización de la energía solar por medio de una tecnología industrializada artesanalmente” dirigido
por el INAEN de Ayacucho bajo el mando de Maximiliano Durand (Vargas, 1976: 11-13).
37
gadores regionales impulsaron de manera conjunta, aprovechando la red del sistema
tecnológico nacional, el desarrollo de los dispositivos citados.
Uno de los dispositivos más estudiados fue el calentador solar de agua. Los inge-
nieros reconocieron que en áreas del país situadas a 2 000 metros sobre el nivel del
mar, el agua alcanzaba una temperatura “demasiado fría para [el] uso doméstico y
para procesos industriales a pequeña escala” (Oliveros y Verástegui, 1981: 11). Para
dar solución a esta problemática el ITINTEC desarrolló la “tecnología de diseño
y fabricación de calentadores solares” de diversos materiales y capacidades, siendo
el modelo predominante el de “tanque de almacenamiento sobre colectores [con]
circulación del agua por termosifón” (Oliveros y Verastegui, 1981: 12). Uno de los
primeros proyectos emprendidos en esa línea, en 1975, estuvo enfocado en el desa-
rrollo de unidades modulares de colectores solares. Cabe resaltar que este proyecto
no solo destacó por ser un paso fundamental para el desarrollo de calentadores
y secadores solares, sino también porque en él participaron otros investigadores
vinculados directamente con la UNI. Aprovechando los vínculos estrechos que el
cuerpo técnico del ITINTEC mantenía con la universidad –gran parte de sus inte-
grantes eran egresados y docentes de ella– se le solicitó apoyo para algunas pruebas
y realizaciones vinculadas a los colectores.
Por un lado, el joven físico Manfred Horn, docente e investigador del Departamen-
to Académico de Física y quien luego tendrá un rol descollante en el campo de las
energías renovables, y su colega Jaime Velásquez se encargaron de “medir algunos
parámetros físicos de materiales y de equipos, como el flujo del aire en un secador
solar o la absortancia de un colector solar” en el laboratorio de Espectrómetro de
Resonancia Magnética (Quiñones y Ueda, 2010: 118). Por otro lado, los jóvenes
ingenieros mecánicos Rafael Espinoza y Luis Moreno, quienes posteriormente am-
pliarían estos estudios en la UNI, se encargaron de la parte mecánica del proyecto
construyendo y evaluando los prototipos de los calentadores que luego serían pues-
tos a prueba en la estación meteorológica Alexander Von Humboldt de la Universi-
dad Nacional Agraria (Vargas, 1976: 13).
38
“título de ensayo” un calentador de agua en la línea de producción de una quesería
de San Juan de Chuquibambilla (Puno) (Canedo, 1978). La experiencia lograda en el
desarrollo de calentadores unifamiliares solares por termosifón facilitó al ITINTEC
la transferencia de esta tecnología a la empresa arequipeña ENERSOL SCRL, la que
desde inicios de los años 80 la reproducía para su comercialización (Oliveros, Ñahui
y Camac, 1981: 2). La tecnología solar se convertía en un medio comerciable.
Para poder dar solución a la escasez de combustible (leña, carbón, kerosene, etc.)
para las actividades domésticas de algunos poblados del interior del país, el ITIN-
TEC promovió el uso de cocinas solares. Uno de los proyectos entregados a esta
tarea fue encabezado por el INAEN de Ayacucho, organismo universitario lidera-
do por el matemático Maximiliano Durand. Gracias a un convenio de financiación
con el ITINTEC, cuyo monto alcanzaba los 250 000 soles (Redacción, 1978b), el
INAEN pudo ejecutar un proyecto para el desarrollo de “tecnología industrializada
artesanalmente” que aprovechara de múltiples formas la energía solar para el bene-
25 La dinámica de funcionamiento era la siguiente: el agua salobre, bombeada por el molino y el motor de la
capa freática, era conducida a cada uno de los pozos para que mediante la exposición solar pudiera ser destilada, luego
este recurso sería transportado a un tanque para resguardo.
39
ficio de las poblaciones más pobres de Ayacucho y del interior del país, siendo uno
de estos medios la cocina solar. Al cumplir este fin, se diseñaron dos tipos de mo-
delos: el “Ayacucho 54” y el “Ayacucho 90”. Favorecido por sus diseños, el primero
podía alcanzar una temperatura de 130 °C en 40 minutos de exposición del colector
concéntrico al sol, permitiendo la cocción de alimentos en un “tiempo razonable”;
mientras que el segundo con un colector “más potente” y una dimensión más am-
plia alcanzaba a cocinar los alimentos en menos tiempo que el anterior y en una
proporción mayor, al menos “60 platos de comida en 2 horas y media” (Redacción,
1980). Otras de las experiencias con este dispositivo fue la del ingeniero Alfredo
Oliveros, quien diseñó una cocina solar tipo hot box empleando como material de
base el aluminio. Continuando con las pruebas realizadas en Lima, el dispositivo
fue dado a una familia campesina de Ayacucho y se obtuvo resultados limitados
(Moreno, 1976: 27).
Otro de los dispositivos puestos en marcha en este periodo fue el secador solar26.
La pérdida reiterativa que registraban los agricultores y comerciantes de produc-
tos agrícolas a causa de la descomposición de sus productos, debido a la falta de
una infraestructura adecuada para su rápido y seguro traslado a los grandes merca-
dos urbanos, desplegó el interés de los ingenieros a buscar formas de mantener el
producto sin que este perdiera su esencia y valor, hallando en su deshidratación o
secado una solución. Algunos de los primeros proyectos que se abocaron al tema
fueron los ya citados “Desarrollo de unidades modulares de colectores solares” y
“Utilización de la energía solar por medio de una tecnología industrializada artesa-
nalmente”, dirigidos por el ITINTEC, con apoyo de la UNI y el INAEN, respecti-
vamente. El equipo ITINTEC junto a ingenieros y físicos de la UNI estudiaron el
comportamiento de elementos clave del deshidratador solar (el colector solar plano
y la cámara de secado) y de su objeto a secar. Así, se registraron los cambios que
mostraba el colector solar, compuesto por “calaminas planas y corrugadas de fierro
galvanizado”, al variar la altura de los elementos que formaban su ducto interior; a
la par, se estudió el comportamiento de la cámara de secado en diversas formas de
distribución del aire caliente que recibía del colector (Oliveros, 1977: 2). De igual
forma, se hizo seguimiento al proceso de transformación del producto deshidrata-
do, en este caso melocotón, con la finalidad de “determinar temperaturas, tiempos
26 El secador solar se “compone de una caja aisladas en su parte inferior y laterales; con una o más superficies
transparentes (vidrio o plástico) como cubierta superior y debajo de esta una placa metálica como superficie absorbente
de la radiación solar, quedando entre ellas un espacio con aire estancado. El aire a calentar pasa por debajo de la placa
colectora y sobre la base aislada del colector solar […] La radiación solar incide sobre la cubierta transparente para ser
absorbida por la placa colectora, calentándose por dicho efecto, para trasmitir luego la energía de calor atrapada al aire
que fluye debajo de ella, lográndose así el calentamiento de este a su paso por el colector […] El colector citado calienta
y este en una unidad aparte (cámara de secado) por circulación alrededor del material lo deshidrata” (Espinoza, 1975: 2).
40
y procesos de preparación de [la] materia prima” de óptima calidad (Oliveros, 1977:
2). Los avances logrados en ambos casos facilitaron la implementación de plantas de
secado solar en distintas regiones del país y para diversos productos. Las primeras
plantas puestas a prueba estuvieron ubicadas en Chosica y Huayopampa (Departa-
mento de Lima), zonas conocidas por ser productoras de melocotón. Posteriormen-
te, en 1977, se edificó otra planta de secado, esta vez ubicada en la ciudad de Huan-
cayo (Junín)27 para la deshidratación de papa y yuca (Oliveros y Verastegui, 1981:
11). Paralelamente a los trabajos del ITINTEC en Lima y Junín, el INAEN hacía lo
propio en Ayacucho. Los integrantes del instituto de la Universidad San Cristóbal de
Huamanga construyeron un deshidratador solar “utilizando como placa colectora
una plancha de calamina corrugada, pintada de negro, colocada dentro de una caja
de madera […] y cubierta con una tapa de vidrio, –coincidiendo– su longitud mayor
con la dirección del flujo” de aire caliente (Espinoza, 1975: 1). Como parte de las
pruebas de experimentación, se secaron algunos frutos (plátano y lúcuma) y vegeta-
les para infusiones (manzanillas). Para 1979 ya habían pasado la fase experimental,
y se encontraban en la producción y difusión de la tecnología a nivel artesanal y con
propósitos sociales (Espinoza, 1979: 12). Posteriormente, se amplió la diversidad de
elementos a secar, sumándose granos de café, ajíes, maíz, entre otros. El deshidra-
tador solar abría las puertas para el desarrollo de una pequeña industria dedicada al
secado de frutas.
27 A finales de los años 70, se instaló una planta de secado solar en la estación “El Mantaro” para la deshidra-
tación de papa, en colaboración con el Instituto de Investigación Agroindustriales (ILA) y la Universidad del Centro
(Gálvez, 1980: 11). No nos queda claro si este proyecto formó parte del mencionado líneas arriba.
41
70, esta no fue considerada en los proyectos del ITINTEC. Los altos costos gene-
rados en su estudio y fabricación imposibilitaron momentáneamente su desarrollo.
A todo lo anterior, también cabe añadir las actividades académicas que el ITINTEC
impulsó a nivel nacional para la difusión de los trabajos desarrollados en el sector
energético solar. El Seminario Nacional de Energía Solar (1980, 1982 y 1985) fue
28 Para 1980 el ITINTEC había logrado establecer convenios con las siguientes casas de estudio: Universi-
dad de Piura, Universidad Nacional del Centro, Universidad Técnica de Cajamarca, Universidad Técnica del Altiplano
(Ñahui, 1980). También lo hizo con la Universidad San Cristóbal de Huamanga y la Universidad Nacional Agraria.
42
uno de esos eventos que destacó en los años 80 por su gran convocatoria, continui-
dad y descentralización.
Las reformas llevadas a cabo en las unidades académicas pusieron fin al régimen de
facultades, sistema que regía en la UNI desde que pasó a ser universidad en 1955, y
en su lugar se impuso el de departamentos y programas académicos. ¿En qué con-
sistió este nuevo régimen? Por un lado, los departamentos académicos “concentra-
ron a los profesores de disciplinas afines que anteriormente prestaban sus servicios
en distintas facultades sin mayor interacción o coordinación entre ellos”, además
de “proveer los recursos humanos para la enseñanza […] eran los principales, si no
los únicos, núcleos de investigación al interior de las universidades”; por el otro, en
los programas académicos “convergían funcionalmente estos docentes procedentes
de diversos Departamentos Académicos para formar a los futuros profesionales” y
preparar el plan de estudio para cada carrera (Quiñones y Ueda: 2010: 49). Bajo este
nuevo sistema, la UNI quedó organizada en doce programas académicos y diecio-
cho departamentos (López Soria, Ueda y Quiñones, 2012: 113).
43
General de la UNI señalaba que “correspondía a los Departamentos organizar la
investigación prestando una atención preferente a los problemas de interés nacional
y regional”. Esto podía llevarse a cabo mediante la constitución de grupos internos
de investigación, institutos y, en el mejor de los casos, centros de investigación inter-
departamentales (López Soria, Ueda y Quiñones, 2012: 53). El ambiente convulso
que se apoderó de la universidad en la década de 1970, a consecuencia de las refor-
mas ya mencionadas, limitó la relación con los institutos sectoriales29 y la apertura
de espacios dedicados a la investigación. Aprovechando estas alternativas y con el
ánimo de retomar ese espíritu innovador que había caracterizado a los institutos del
decenio pasado, surgieron en la UNI grupos de investigación integrados por docen-
tes de los Programas Académicos. Algunos de esos grupos estarían abocados a la
investigación de la energía solar.
Con la cancelación del Instituto de la Energía, los estudios sobre energía solar que-
daron inactivos por corto tiempo. Es a partir de los primeros años de la década de
1970, especialmente desde la segunda mitad, cuando se continúa con los trabajos
en ese campo, con propuestas individuales y, posteriormente, por medio de grupos
de investigación apoyados por la UNI. La novedad en este periodo va a radicar en
la inserción de nuevos agentes a la labor investigativa (físicos y arquitectos), en la
ampliación de las formas de aprovechamiento de la energía solar (energía eléctrica y
confort térmico) y en el ímpetu por establecer las bases para la institucionalización
de su estudio en el espacio universitario.
A los trabajos desarrollados por los ingenieros mecánicos del Departamento Acadé-
mico de Energía y Mecánica, continuación de lo hecho anteriormente en la FIME
y el Instituto de la Energía, se sumaron los impulsados por físicos y arquitectos
pertenecientes al Departamento Académico de Ciencias y al Departamento Aca-
démico de Arquitectura y Urbanismo, respectivamente. Integrados por docentes,
egresados y profesionales de un mismo departamento, estos equipos se organizaron
en “Grupos de Investigación en Energía solar” y de acuerdo a sus líneas de estudio
contaron con el respaldo institucional de la UNI. Si bien cada uno de ellos tuvo un
despliegue individual en sus primeros años, reflejado especialmente en sus áreas de
investigación y objetivos proyectados, estos mantuvieron una comunicación fluida,
amparada en el intercambio académico y de infraestructura que posteriormente los
llevó a emprender proyectos conjuntos.
29 Aunque falta un estudio más detallado sobre la relación entre la UNI y el ITINTEC, y, en general, las uni-
versidades y los institutos sectoriales de investigación, resulta interesante señalar que mantuvieron una interacción muy
cercana. Solo en 1978 el ITINTEC había establecido varios convenios con la UNI relacionados al “ensayo cemento”, al
“desarrollo de técnicas para el planeamiento de minado a cielo abierto, al “diseño de una máquina portátil cosechadora
de café”, a la realización de “métodos y mecanismos para hilar fibras estirándolas en seco”, etc. (UNI, 1978: 26).
44
Como era de esperarse, estos Grupos de Investigación tomaron un papel activo ante
la problemática de la energía derivada de la crisis del petróleo que asoló al mundo
y al país en la dictadura militar. De acuerdo con el físico Manfred Horn, uno de los
investigadores más destacados de los Grupos de Investigación en Energía Solar,
la crisis energética dejaba traslucir dos hechos fundamentales para la comprensión
de la situación real de la energía en este periodo. Por un lado, la implicancia de los
recursos energéticos en el desarrollo económico y social del país y, por el otro, el ca-
rácter agotable de algunos de estos, principalmente el petróleo y el gas natural. Para
Horn, la superación de la problemática y, por ende, el impulso al desarrollo nacional
se podía alcanzar con el “aumento sustancial de la transformación de energía” y la
búsqueda “más apropiada y eficiente del uso de la misma” (Horn, 1982: 4). La mira-
da pesimista que rodeó al petróleo a causa de la crisis –algunos especialistas comen-
taban que las reservas peruanas solo podían garantizar el suministro nacional por
un máximo de ocho años– llevó a plantear la búsqueda de otras fuentes energéticas
que pudieran sustituir al petróleo progresivamente. Por fortuna –señalaba Horn– el
Perú contaba con “grandes reservas de energía, la mayoría de ellas regenerativas”,
la energía solar destacaba como una de las más importantes para el futuro y, espe-
cialmente, para el progreso de las regiones altoandinas. Esta afirmación encontraba
sus bases en el progresivo abaratamiento de los costos de los dispositivos solares,
pues si ahora resultaba económico “transformar la energía térmica para calentar
ambientes y agua y para secar alimentos y otros productos”, en un corto plazo esto
podría pasar con otras formas de aprovechamiento, como la transformación directa
en electricidad con celdas fotovoltaicas (Horn, 1982: 4). A diferencia del pesimismo
que rodeaba al porvenir del petróleo, la energía solar junto a otras fuentes renova-
bles, era percibida con un futuro optimista que en el mejor de los casos podía reem-
plazar a las energías tradicionales en un mediano plazo.
Para enfrentar el problema energético nacional bajo una “visión amplia” se pro-
ponía entonces incentivar el uso de las “energías regenerativas” o renovables “for-
mando una infraestructura humana, particularmente en las universidades, apoyando
proyectos de investigación a largo plazo, proyectos de desarrollo industrial a media-
no plazo y proyectos de implementación masiva de tecnologías ya comprobadas”
(Horn, 1982: 5). Más que la adopción de dispositivos o aparatos foráneos, existía
una inquietud por desarrollarlos en el territorio nacional a través de la investigación
y el desarrollo tecnológico. El surgimiento de los Grupos de Investigación en Ener-
gía Solar, así como el propio ITINTEC y los organismos regionales, se enmarcaron
dentro de estas exigencias.
45
A continuación, pasamos a detallar los casos de la Grupos de Investigación en Ener-
gía Solar de la UNI.
30 Para el desarrollo del siguiente párrafo se empleó el libro 50 años de la Facultad de Ciencias (2010).
46
Para conducir y sostener las reformas implementadas se necesitaban nuevos pro-
fesionales. Así, se dio la incorporación de docentes nacionales y extranjeros espe-
cialistas en matemática y física. Por un lado, se incorporaron profesionales prove-
nientes del Instituto de Matemáticas Puras y Aplicadas y de la Escuela Instituto de
Matemáticas y Física de la UNMSM, y, por el otro, especialistas procedentes en su
mayoría de Argentina, y, en menor medida, de Canadá, Israel y Alemania (Quiñones
y Ueda, 2010: 80). De este último país, destaca la incorporación del físico Manfred
Horn, quien una década después dirigirá los trabajos del Grupo de Energía Solar del
Departamento de Física.
A iniciativa del físico Manfred Horn, se creó, en 1975, el Grupo de Energía Solar
en el Departamento de Física31. Conformado inicialmente por su impulsor, para
luego sumarse otros nuevos especialistas –en su mayoría jóvenes físicos licenciados
y magísteres del Programa Académico de Ciencias y de la Escuela de Graduados de
la UNI, respectivamente, y doctores de universidades extranjeras–, el Grupo tuvo
como eje de trabajo dos áreas que hasta ese momento no se habían desarrollado en
plenitud en la universidad ni, nos atreveríamos a decir, en el país: la investigación y
experimentación en el campo de las superficies selectivas y de las células fotovoltai-
cas, y el establecimiento de las bases para la institucionalización del fomento de la
energía solar.
En una entrevista realizada al doctor Manfred Horn nos señaló que uno de sus primeros contactos con la energía solar
en el país se dio a su regreso de Canadá, luego de doctorarse en la Universidad de Columbia Británica, en 1972, a raíz de
uno de los cursos dictados por el matemático Maximiliano Durand en la UNI. Si bien puede ser cuestionable el enfoque
de los cursos dictados, se debe de destacar la divulgación que estaba teniendo la energía solar y el interés que despertaba
en los docentes y autoridades de la universidad.
47
dades de los materiales– para mejorar la eficiencia de absorción de la superficie de
los colectores solares y desarrollar células fotovoltaicas con los compuestos más
propicios de la época.
48
obtenidos, de acuerdo a los investigadores, mostraron la factibilidad de “producir
tecnología nacional [en] superficies selectivas con buenos factores de acumulación”,
pero advertían que para su aplicación en colectores solares planos o concentradores
se necesitaban “algunos pasos” más (producir placas de coberturas selectivas para
los captadores que guarden homogeneidad, analizar su estabilidad con el tiempo y
la resistencia a factores ambientales, evaluar el costo de las superficies selectivas en
relación a su eficiencia, etc.) (Velásquez y Carazo, 1982).
La conversión fotovoltaica de la energía solar fue otra de las áreas abordadas en esta
etapa a través del estudio, experimentación y fabricación de células solares32. Si bien
las células fotovoltaicas implementadas en esta década, mayormente de silicio mo-
nocristalino, satisfacían desde un punto de vista técnico algunas demandas eléctri-
cas, estas no tenían un alcance masivo por sus altos costos a causa de su sofisticada
fabricación. Por ello, los objetivos de las investigaciones dadas en este sector a nivel
mundial giraron en torno a desarrollar “nuevos materiales fotovoltaicos o al menos
nuevas formas de materiales ya tradicionales y lograr así métodos de fabricación
de celdas cada vez más autorizadas y carentes de etapas costosas” (Valera, 1981).
El empleo de celdas de sulfuro de cadmio/sulfuro de cobre (CdS/Cu2S) fue una
opción viable para la época.
49
tre los integrantes que participaron en el proyecto de Conversión fotovoltaica de la
energía solar, encontramos a los docentes físicos Aníbal Valera, Balfour Meerovici,
Ricardo Vega Salas y al ingeniero mecánico Oswaldo Morales Taquiri.
Como parte complementaria de las labores de investigación, los miembros del Gru-
po de Energía Solar establecieron lazos con la comunidad universitaria a través del
dictado de conferencias divulgativas, como la de “Refrigeración utilizando energía
solar” o la mesa redonda sobre “Energía Solar y cooperación Técnica Francesa”,
realizadas en 1978 (UNI, 1978: 25), y el asesoramiento y apoyo de infraestructura
para el desarrollo de tesis, como ocurrió con el físico Walter Estrada y su estudio
de maestría “Tecnología de fabricación y caracterización de las películas de SnO2
y CdS obtenidas por el método de spray y pirolisis” (1982) o el ingeniero Oswaldo
Morales y su tesis “Diseño de un prototipo experimental fotovoltaico de 12-18 va-
tios de celular de silicio monocristalino para el aprovechamiento de la energía solar”
(1986), entre otros casos.
50
A pesar de los grandes avances que la energía solar había logrado en distintas regio-
nes del país durante la década del 70, principalmente por el esfuerzo desplegado por
el ITINTEC, poco se había hecho por crear espacios dedicados exclusivamente a la
formación de especialistas y que contaran con el respaldo institucional universitario.
En el caso específico de la UNI, el panorama era el mismo. Si bien los Grupos de
Investigación en Energía Solar de los Departamentos Académicos de Física y Ener-
gía y Mecánica, en última instancia, cumplían un papel formativo con los egresados
o docentes que se adherían a sus equipos, estos grupos no contaban con un plan
de estudio ni mucho menos podían otorgar credenciales a nombre de la universidad
que certificaran la preparación de sus miembros. La carencia de un espacio institu-
cional que formara especialistas en el campo de la energía solar no solo ponía en
riesgo la continuidad de los estudios e investigaciones desarrollados en el sector,
sino que, además, dificultaba la masificación de los aparatos solares en el país. Era
necesario, entonces, un programa universitario orientado al tema.
Los miembros del Grupo del Programa de Ciencias comprendieron bien estos va-
cíos e impulsaron un “programa de formación de una infraestructura humana para
el aprovechamiento de la energía solar” cuyo objetivo era el de “contribuir a que las
diferentes universidades del interior del país sean polos de desarrollo regional” de
esta fuente renovable (Horn, 1980). Esta tarea se logró por medio de dos formas. La
primera de ellas, a través de convenios establecidos entre la UNI y las universidades
del interior del país, con la finalidad de entrenar a sus docentes por un periodo de
nueve a doce meses en la especialidad solar, además de equipar con materiales bási-
cos sus bibliotecas y laboratorios, entre otros puntos.
33 Para el año indicado existían en la UNI, con aprobación del Consejo Ejecutivo, dos cursos diferentes de
Segunda Especialización a nivel de postgrado, estos eran: Hidrología aplicada y Curso básico de Planificación Urbana y
Regional (Ugarte, 1980: 96).
51
Para ser más claros, la SEPES tuvo como objetivos los siguientes puntos: “contri-
buir a la utilización significativa de la energía solar y otras [fuentes] no convencio-
nales”, formar especialistas que puedan incentivar su aprovechamiento, aumentar el
“know how del Perú sobre las diferentes técnicas” de su uso y crear nuevos espacios
al interior del país que promovieran su empleo (Horn, 1983: 30). Es conveniente
subrayar que la especialización estuvo dirigida a profesionales titulados de las áreas
de física, ingeniería y arquitectura, una muestra de la diversificación del uso de la
energía solar.
52
ALGUNOS TRABAJOS PRÁCTICOS PRESENTADOS PARA OPTAR EL TÍTU-
LO DE SEPES
AÑO AUTORES TÍTULO
1981 Francisco Solier, Mercedes Cara- Colectores solares planos y superfi-
zo, S. Castillo y otros cies selectivas.
1981 C. Agreda y otros Instrumentación solar.
1981 Agreda, Espinoza., Pérez, Picón Diseño y construcción de concen-
Ch. y Santibáñez tradores solares.
1981 Bazán, Carazo, Paullo, Porras y Colectores solares planos y superfi-
Solier cies selectivas
1997 Francisco Jugo Construcción y evaluación de un sis-
tema de refrigeración por adsorción
intermitente.
1998 Carmelo Mayta Evaluación del reloj solar de cua-
drante ecuatorial.
1998 Ricardo Moisés Campos Enfriamiento radiativo.
2000 Felix Ccarita Ccarita Evaluación térmica de un invernade-
ro enterrado para épocas de helada.
2002 David Travezaño Diseño, construcción y evaluación
de una terma solar de 50 litros para
uso doméstico.
2010 Julio César Cómina Diseño, construcción y evaluación
de un solarímetro portátil de una
celda fotovoltaica para la medición
de la irradiancia solar instantánea y
del acumulado integrado sobre el
tiempo en kWh/m2.
34 Esta inquietud quedó plasmada en la tesis de maestría de Jorge Guillermo Ugarte Berrio titulada Diseño y
evaluación de experimentos para el aprovechamiento de la energía solar (1980), en cuyo tercer capítulo plantea una propuesta para
“iniciar la formación de una infraestructura humana para el aprovechamiento de la energía solar” en las universidades.
53
Asociación Peruana de Energía Solar35 (APES) (Velásquez, 1983). Las inquietudes
anteriormente mencionadas quedaron plasmadas en los objetivos de la nueva aso-
ciación: “promover el desarrollo de la investigación científica y tecnológica sobre el
aprovechamiento de la energía solar en el Perú y establecer vínculos de comunica-
ción entre asociados e instituciones nacionales y extranjeras abocados a actividades
similares” (Velásquez, 1983).
En sus primeros años la APES estuvo dirigida por una Junta Directiva provisional
constituida por socios de diferentes partes del país y regida por un estatuto apro-
bado en 1984. Si bien se aspiró a descentralizar la dirección de la Asociación por
medio de la composición de una Junta Directiva integrada por socios de diferentes
regiones del país, este deseo terminó dificultando el contacto entre ellos, lo que pro-
vocó que la presidencia del APES recayera por más de ocho años en el Dr. Manfred
Horn. Para cambiar esta situación, en el marco del V Simposio Peruano de Energía
Solar realizado en Cajamarca, en 1994, se estableció que la “directiva de la APES sea
ejercida en forma itinerante por un periodo de dos años por socios que residan en
la misma localidad y que tengan a su cargo la organización del siguiente simposio”
(Horn, 1994).
Otro de los medios empleados por el APES fue el CERT-NEWS, inicialmente me-
dio difusor de los trabajos del Centro de Energías Renovables de Tacna (Univer-
sidad Nacional Jorge Basadre). Tras la propuesta del instituto sureño y la aproba-
ción de los delegados del APES en una Asamblea General, el CERT-NEWS pasó
a convertirse, desde 1994, en el “órgano oficial de la información y difusión” de
la Asociación. Los objetivos de la revista siguieron siendo los mismos de su etapa
35 Actualmente la APES ha tomado el nombre de Asociación Peruana de Energía Solar y Medio Ambiente.
36 La revista tenía proyectado publicar tres números anuales con el apoyo económico de las suscripciones y la
venta de espacios publicitarios para empresas o instituciones vinculadas al ramo energético.
54
local: “consolidar una red de información, cooperación y difusión entre institucio-
nes, centros y grupos de investigación, profesionales y empresas que trabajan en los
campos de la educación, investigación, aplicación, comercialización y promoción
de las energías renovables y la protección del medio ambiente tanto a nivel nacional
como internacional” (Polo y López, 1995).
Desde 1969 hasta 1979 los escasos estudios vinculados a la energía solar gravitaron
en torno a las monografías y tesis de grado y a su divulgación en eventos de gran
presencia nacional. La ausencia de un soporte institucional universitario orientado
al estudio de los recursos energéticos y la falta de cursos especializados en la temá-
56
De la misma manera en la que los físicos de la universidad se organizaron alrededor
de un grupo de investigación, los ingenieros mecánicos hicieron lo propio en mayo
de 1979. A partir de la fecha indicada, el Grupo de Investigación en Energía Solar
del Departamento de Energía y Mecánica, implementó el proyecto “Calentamiento
con energía solar para propósitos diversos”. Entre los objetivos que sus miembros
se propusieron desarrollar estuvieron: construir equipos solares adecuados para su
evaluación integral, crear una infraestructura de análisis experimental en el Depar-
tamento de Mecánica y Energía para la evaluación térmica de sistemas de calenta-
miento solar, determinar la influencia de los parámetros de mayor importancia en
el comportamiento térmico de estos sistemas y desarrollar tecnología en el diseño y
construcción de dispositivos solares (Espinoza: 1982: 21). Con el apoyo económico
de la universidad, el Grupo del Departamento de Energía y Mecánica emprendió el
estudio y desarrollo de aparatos solares de baja y alta temperatura. En el primer caso
se abarcaron los sistemas de calentamiento solar de agua y de aire para fines de se-
cado y calefacción, mientras que en el segundo el trabajo se orientó a los colectores
de concentración.
De igual forma que los calentadores de agua, los avances en los artefactos de secado
solar fueron significativos. Teniendo en cuenta las propuestas dadas por el ingeniero
Rafael Espinoza en su tesis de grado de 1979, se implementó, con apoyo del Labo-
ratorio de Máquinas Térmicas e Hidráulicas, un secador o deshidratador solar de ali-
mentos con capacidad para 30 kilogramos de fruta fresca, el cual fue puesto a prue-
ba para analizar su comportamiento térmico en condiciones específicas. La prueba
de secado dio como resultado la deshidratación de 13 kilogramos de melocotón los
57
cuales redujeron su peso en un 75 % durante cinco días de secado (Espinoza, 1982:
27). Posteriormente, teniendo como base las experiencias desarrolladas, se propuso
una metodología de trabajo para el cálculo y diseño de un secador solar.
En los sistemas de alta temperatura, es decir mayor a 100 °C, se diseñaron y constru-
yeron dos concentradores solares empleando segmentos de espejo comercial, uno
de tipo paraboidal y otro de tipo tronco-cónico. Los trabajos de mediciones preli-
minares de temperatura, realizados en los concentradores en el primer semestre de
1981, dieron como resultado un alcance de 300 °C para el receptor de placa plana,
mientras que en el receptor cilíndrico del tronco-cónico se llegó a 200 °C (Coz, Es-
pinoza y Vera, 1981: 1; Coz, 1983: 16). Más adelante, como parte de las experiencias
ganadas en esta área y haciendo uso de su infraestructura, Jorge Vera sustentó una
58
tesis sobre las consideraciones necesarias para el diseño de un concentrador para-
boidal y las pautas para su construcción (Vera, 1985).
El Grupo del Departamento de Energía y Mecánica estuvo integrado por los inge-
nieros: Rafael Espinoza, Federico Coz Pancorbo, Julio Bazán, Jorge Vera Ermitaño
y Rubén Bejarano, entre otros. A los miembros mencionados también se unieron
estudiantes egresados, como algunos de sus miembros iniciales, que en su calidad
de tesistas encontraron la asesoría y la infraestructura necesarias para conducir sus
investigaciones sobre energía solar. El Grupo cumplió un rol gravitante en el Pro-
grama Académico de Ingeniería Mecánica y Eléctrica investigando, difundiendo y
estimulando el desarrollo de la energía solar desde las particularidades del territorio
nacional y las demandas de la población carente de los recursos energéticos conven-
cionales.
59
de los arquitectos del Departamento de Arquitectura y Urbanismo. Antes de pasar
a detallar la acción de los arquitectos por impulsar el despliegue de esa metodología,
describimos sucintamente el desarrollo histórico del escenario en el que se ejecutan
esas acciones, la actual Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Artes.
60
inicialmente, desde el lado teórico y formativo, introduciendo los principios de la
arquitectura bioclimática y despertando el interés en los estudiantes del Programa
Académico de Arquitectura, Urbanismo y Artes. El arquitecto Tito Pesce fue uno
de sus principales promotores.
El interés por fortalecer el aprendizaje teórico de sus estudiantes a partir del con-
tacto directo con la naturaleza, llevó al arquitecto Tito Pesce a implementar sus
famosos “campamentos de experimentación solar” a través de cortas estadías en
distintas zonas y climas del país. Cabe destacar en ellos, la presencia de reconocidos
especialistas que, al pertenecer a otras disciplinas, ampliaron el campo de estudio
dado a los arquitectos. Este es el caso del doctor Manfred Horn, quien al asistir a
los campamentos “introduce los conceptos físicos de aprovechamiento de la energía
solar en la arquitectura de forma práctica” (Gómez: 2011: 1-2). De acuerdo con el
arquitecto Alejandro Gómez, uno de los muchos estudiantes que asistió a los cam-
pamentos, la colaboración del doctor Horn al trabajo desempeñado por Pesce “fue
importante para consolidar las bases científicas” de la arquitectura bioclimática entre
los jóvenes estudiantes de arquitectura (2011: 1-2).
39 Gómez, Alejandro (s/f). La arquitectura bioclimática en el Perú. Arq. Alejandro Gómez Ríos. Recupe-
rado de http://www.arquitectoalejandrogomezrios.com/parene2012.pdf.
40 El curso de Tecnología Arquitectónica incluía los siguientes temas: Arquitectura y clima, Historia y
critica tecnológica, Calefacción y enfriamiento natural, Ventilación natural, iluminación natural, acústica arquitec-
tónica, Calefacción y enfriamiento artificial, Iluminación artificial, Energías no convencionales, Construcción con
tierra construcción en madera, construcción con concreto, construcción con albañilería, construcciones especiales,
cobertura de espacios y materiales de acabados.
41 Gómez, Alejandro (s/f). La arquitectura bioclimática en el Perú. Arq. Alejandro Gómez Ríos. Recupe-
rado de http://www.arquitectoalejandrogomezrios.com/parene2012.pdf.
61
Paralelamente a las acciones del arquitecto Tito Pesce, fue egresando del Programa
de Arquitectura, Urbanismo y Artes un grupo de especialistas interesados en am-
pliar los principios teóricos y metodológicos de la arquitectura bioclimática a través
del estudio de casos en localidades peruanas. Entre los años 70 e inicios de los 80,
resaltan las tesis de Mario Segami y Eduardo Linares (1976) y de Guillermo Malca
(1985). Así como el trabajo de Liliana Beltrán titulado Hacia una respuesta arqui-
tectónica de tecnologías ambientales (1985). Posteriormente, en 1988, estos mismos
personajes dirigirán el boletín Tecnoarq42. Esta publicación del Área de Tecnología
Arquitectónica de la ahora Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Artes sobresalió
por su crítica a la “cultura arquitectónica de la dependencia”, manifiesta en el Inter-
national Style, y su alegato en favor de una investigación tecnológica acorde con las
“realidades del pueblo” y la “problemática social” (Redacción, 1988). Pese a estos
notables avances, algunos expertos consideraban que la arquitectura bioclimática a
inicios de los años 80 aún estaba en una fase incipiente por el poco interés técnico
que manifestaban los arquitectos (Malca, 1985: 2; Pesce, 1983).
42 El cargo de director recayó en el arquitecto Guillermo Malca, y el comité directivo estaba compuesto por los
colegas Liliana Beltrán y Julio Poma. El asesor general fue el arquitecto Fernando Corante.
62
CAPÍTULO 3
Uno de los campos afectados por este proceso fue el universitario. El deplorable es-
tado al que habían llegado las universidades públicas del país a inicios de 1980 exigió
que se ejecutaran medidas urgentes y, concretamente, que se aprobara una nueva ley
universitaria. Luego de una serie de intensos debates llevados a cabo a fines de 1893
en las Cámaras de Diputados y Senadores se aprobó la Ley N° 23723, que posibilitó
la “restauración de las tradiciones y procedimientos democráticos, restableció el ré-
gimen facultativo y volvió a entender la universidad como un centro de formación,
investigación y extensión social” (López Soria, 2017: 72). El cambio más notorio se
63
evidenció en la reorganización de la universidad bajo el sistema facultativo, medida
que puso fin al criticado régimen departamentalista e impuso un orden que perdu-
raría hasta el primer decenio del siglo XXI. Por otro lado, siguiendo la senda de las
reformas que nos interesa, la investigación pasó a ser una función obligatoria de la
universidad, pudiendo esta organizarla y conducirla de acuerdo a sus propios crite-
rios y alcances, pero siempre atendiendo a los requerimientos del país.
64
impuso la tarea de buscar el desarrollo de las naciones y la satisfacción de sus nece-
sidades sin comprometer los recursos naturales que aseguraban el bienestar presente
y el de las generaciones futuras. Esta manera de entender el avance económico fue
denominada como “desarrollo sostenible” por el informe Nuestro futuro común
de la Comisión de Desarrollo y Medio Ambiente de la ONU (1987), que además
recomendaba a las naciones del primer mundo y sus organismos internacionales
tener un papel más activo en los temas ambientales proveyendo “incentivos destina-
dos a disminuir costos y utilizar de modo eficiente los recursos naturales” (Gómez,
2014: 92). El impacto del informe y la ampliación de sus propuestas en posteriores
eventos de igual magnitud, podemos citar la Primera cumbre de la Tierra celebra-
da en Río de Janeiro (1992), marcaron el rumbo de las políticas ambientales en el
mundo, especialmente a partir de la última década del siglo XX. Es de destacar que
el fomento del uso racional de los recursos energéticos (uso eficiente y ahorro de
energía) se convirtió en una de las principales políticas promovidas por las naciones
occidentales en los países en desarrollo. Los proyectos dirigidos por los especialistas
nacionales relacionados a las energías no convencionales, en nuestro caso, energía
solar, estuvieron estrechamente vinculados a las prerrogativas de estos organismos
de cooperación técnica y sus políticas de desarrollo sostenible.
44 De acuerdo a sus particularidades estas podían estar constituidas por áreas académicas, escuelas profesio-
nales, institutos de investigación, Sección de Posgrado y de Segunda Especialización, Sección de Proyección Social,
Extensión Universitaria y de Producción de Bienes y Prestación de Servicios” (Quiñones y Ueda, 2010: 56).
65
2010: 55). Los programas académicos existentes en 1984 pasaron a ser considerados
facultades. Este cambio se puede constatar en los antiguos programas de los que
provenían la mayor parte de los miembros de los grupos de energía solar (Ciencias,
Ingeniería Mecánica y Eléctrica y Arquitectura, Urbanismo y Artes), pues ahora eran
consideradas como Facultades de Ciencias, de Ingeniería Mecánica45, y de Arquitec-
tura, Urbanismo y Artes.
Entre las propuestas desarrolladas en el rectorado del doctor José Ignacio López
Soria, cabe destacar el esfuerzo por proveer de recursos propios a la universidad,
por medio de la prestación de bienes y servicios especializados al sector privado y
estatal. La relevancia de esta política se dejó notar en su continuidad y perfecciona-
miento dados en las diferentes gestiones que siguieron a la de 1984 y 1989, a través
de una red de empresas y centros de investigación con proyección social pertene-
cientes a la UNI. Hacemos hincapié en esta política, pues, el centro de investigación
sobre energías renovables se integraría a esa dinámica.
66
los Programas Académicos de Ciencias, Energía y Mecánica, y Arquitectura y Urba-
nismo ahora pasaron a ser dirigidos por los institutos de sus respectivas facultades.
Tal como se puede apreciar en la memoria del rector de 1986, la Facultad de Cien-
cias continuó con los proyectos de “Conversión fototérmica de la energía solar”,
“Desarrollo de secadores solares para productos agrícolas y alimenticios” y “Con-
versión fotovoltaica de la energía solar”, mientras que el Instituto de Investigación
de la Facultad de Ingeniería Mecánica promovió, en su línea de trabajo de energía
no convencional, el proyecto de “Calentamiento de Energía Solar para propósitos
diversos” (López Soria, 1986: 49-50,157). Manfred Horn, Aníbal Valera y Rafael
Espinoza continuaron con la dirección de los proyectos, a la par de sus labores do-
centes y administrativas. De igual forma, en la Facultad de Arquitectura, Urbanismo
y Artes, Tito Pesce, Mario Segami Liliana Beltrán y Guillermo Malca emprendieron
proyectos relacionados a la arquitectura bioclimática (López Soria, 1986: 43).
Cabe subrayar que los proyectos sobre energía solar fueron de los pocos que logra-
ron mantener un ritmo estable y continuo desde finales de la década del 70, al punto
de superar etapas tan críticas como la de la reorganización de la universidad. Esto
se puede explicar no solo por la importancia que habían adquirido la energía solar y,
en general, las energías renovables, sino además por el entusiasmo y constancia de
sus promotores y la lectura perspicaz de las autoridades universitarias para fomentar
su desarrollo. Gracias a ese ambiente favorable, el ímpetu de los especialistas en
el ramo solar, trascendió las fronteras de la UNI para dirigir sus energías al medio
rural, ese espacio que desde la década del 60 despertaba sus inquietudes. La expe-
riencia acumulada, una amplia red de contactos institucionales, el apoyo económico
de organismos de cooperación técnica, la preponderancia de las energías renovables
como medio factible de desarrollo socioeconómico posibilitaron la ejecución de un
proyecto grupal de cobertura nacional enfocado en el secado solar, del que damos
cuenta a continuación.
67
solares (secadores solares, calentadores de agua, cocinas solares, destiladores) y, por
el otro, en la apertura hacia nuevos campos de investigación como lo referente a
las superficies selectivas y a la conversión fotovoltaica. Solo era cuestión de tiempo
para que los integrantes de los Grupos de Investigación en Energía Solar redujeran
esa aparente distancia que los separaba y dieran inicio a un trabajo colectivo. La
publicación de un número especial de Tecnia. Revista técnico-científica, en noviembre de
1982, dirigido por varios de los miembros de los grupos de investigación y dedicado
exclusivamente a la energía solar47, mostró esa real cercanía que existía entre ellos
desde hacía varios años. Posteriormente, tanto ingenieros mecánicos como físicos
emprendieron un proyecto que por su magnitud, duración y objetivos demandaría
una participación en conjunto.
68
de cooperación técnica entre el CONCYTEC, institución que pasó a coordinar el
proyecto a sugerencia de los especialistas de la UNI48, y la Sociedad Alemana para
la Cooperación Técnica (GTZ, siglas en alemán), se pudo emprender el proyecto
“Desarrollo de secadores solares para productos agrícolas y alimenticios” o, sen-
cillamente, Proyecto de Secado Solar (PSS). Bajo la dirección del doctor Manfred
Horn, su principal gestor, y con un equipo de trabajo compuesto por profesionales
de distintas universidades públicas se dio inicio en septiembre de 1983 al PSS.
Las actividades realizadas por los miembros del PSS se enfocaron en la generación
de una oferta tecnológica (desarrollo, adaptación o adopción de tecnología de seca-
do solar), en la evaluación de la demanda en secado solar (estudios de rentabilidad y
de mercado, aceptación de la tecnología por la población rural), en la elaboración de
una metodología para su difusión masiva y su iniciación, y, por último, en la capaci-
tación de personal técnico y científico (CER-UNI, 1991: 4).
En el tiempo que duró el PSS se experimentó con una docena de diferentes tipos
de secadores solares, cuya complejidad y capacidad dependía del producto y de
las condiciones meteorológicas de la región a la que estaban destinados. Se trataba
generalmente de adaptar tecnologías desarrolladas en otros espacios, de acuerdo al
contexto local requerido; esto no necesariamente implicó una transferencia pasiva.
Como se puede detectar en los trabajos publicados, la implementación de los pro-
totipos muchas veces partió de una etapa primaria, es decir fueron diseñados por
los investigadores, y en otras oportunidades adaptando directamente tecnologías
extranjeras. Este es el caso que presenta el Informe técnico 10 del PSS. Mientras
69
que en las provincias de Tacna y Cusco se diseñaron dos dispositivos distintos para
el secado de frutas (higos, melocotones y membrillos) y granos (café y cacao), en
Huaraz se adaptó un secador de arroz diseñado en Tailandia por el Asian Institute of
Technology para la deshidratación de maíz morado (PSS, 1984: 1-2). A estos se deben
añadir otros tipos de modelos de secadores implementados hasta 1985, como los
de caja, invernadero, gallinero, rústico, cabina y viento, entre otros. La variedad de
los dispositivos respondía a su “carácter fundamentalmente experimental”, ya que
mediante sus ensayos y pruebas se podía calificar su desenvolvimiento y concebir
modelos sustancialmente diferentes en relación al modelo teórico de secador (PSS,
1984: 2). En el siguiente cuadro se pueden observar los secadores solares diseñados
y puestos a prueba en las provincias de Huaraz, Cusco y Tacna, así como los pro-
ductos a los que estaban destinados y los resultados obtenidos:
Huaraz (Calle-
jón de Huaylas)
Papa y maíz Tipos caja, gallinero y Se logra mejorar
SAIS Alpamayo morado RERIC la calidad
Cusco
70
Tacna
orégano
Tipo viento Mejora aroma y
Sitajara (Tarata) color
71
especialistas de diversas partes del país conllevaría también la descentralización de
la línea del secado. Como había ocurrido con el ITINTEC en la década de 1970, el
PSS estaba instituyendo las bases para la formación de una “red institucional” que
sustentara el “proceso del desarrollo tecnológico y de difusión masiva de los seca-
dores, en beneficio de amplios sectores de agricultores peruanos” (CER-UNI, 1991:
7). De acuerdo a las proyecciones de los expertos, las instituciones que integraban
esta red crearían programas, centros o institutos de amplios lineamientos que en un
corto plazo llevarían a la consolidación de ese tejido en el espacio público. A inicios
de la década de 1990, ya existían centros dedicados a las energías renovables en las
universidades del Cusco, Tacna, Huaraz y Cajamarca.
El equipo de trabajo del PSS estuvo conformado en su mayoría por físicos e inge-
nieros de universidades públicas del país y con una amplia experiencia en el campo
de la energía solar. La UNI fue el epicentro en donde se gestó este proyecto. Los
investigadores de los Grupos de energía solar de la UNI y varios egresados de la
SEPES, vinculados a distintas casas de estudio, formaron el núcleo central de esta
iniciativa sobre el secado solar. El arraigo de estos expertos en universidades públi-
cas, tanto de la capital como de provincias, facilitó la descentralización del proyecto.
Así, a los expertos de la UNI y de la Universidad Nacional Agraria La Molina, en
Lima, se sumaron investigadores de la Universidad Nacional Jorge Basadre (Tacna),
de la Universidad Nacional de San Antonio de Abad del Cusco y de la Universidad
Nacional Santiago Antúnez de Mayolo (Ancash). La diversidad de actores y de es-
pacios llevó a la organización de una estructura de trabajo que pudiera acortar esas
distancias físicas y facilitar la coordinación de las actividades a nivel nacional. En
este sentido, se crearon los cargos de “jefe de proyecto”, encargado de dirigir todos
los trabajos del PSS, y de “investigadores responsables”, agentes locales a la cabeza
de los grupos universitarios. En el siguiente cuadro se puede observar al equipo de
trabajo del PSS ordenado por regiones:
72
Para complementar el trabajo de los investigadores nacionales, especialmente en
el área administrativa y comercial, la GTZ proporcionó a los siguientes expertos
extranjeros: F. Auer (instrumentación), R. Niepel (evaluación económica), W. Eis-
sen (diseño y evaluación técnica), P. Maldonado (estudio de mercado), A. del Valle
(institucionalización), N. Kiene (estudio de mercado) y T. Rebohle (industria alimen-
taria). El tiempo de participación de los especialistas varió entre semanas y meses.
Es necesario destacar la cooperación armoniosa que existió entre los profesionales
nacionales y extranjeros a lo largo del tiempo que duró el proyecto.
Otra de las maneras que el PSS encontró para fomentar y difundir sus investiga-
ciones en la línea del secado, tanto para el público experto como no experto, fue
mediante las publicaciones periódicas y la organización de eventos académicos. En
el área de las publicaciones destacan los informes técnicos, los manuales de cons-
trucción y los estudios de diversas temáticas. En el primer caso, los informes tuvie-
ron un carácter más especializado, rasgo que sobresale en sus temáticas abordadas y
en su lenguaje técnico empleado, y un ritmo de publicación vinculado al desarrollo
del proyecto. Teniendo en cuenta lo anterior, se puede dividir en dos etapas en la
elaboración de los informes publicados entre los años de 1984 y 1985. En la primera
etapa, los estudios estuvieron orientados a la realización de un balance bibliográfico
enfocado en la experiencia peruana en el secado solar y en la exposición de sus bases
teóricas; en la segunda, se registraron las experiencias locales de los ensayos, diseños
y aplicaciones de los dispositivos solares elaborados por los miembros del PSS. Cabe
destacar que los informes técnicos fueron elaborados por los investigadores de las
universidades de la capital49, gracias a la información proporcionada por los miem-
bros regionales. A continuación, se incluyen los títulos de los informes técnicos
publicados en los dos primeros años de funcionamiento del PSS.
49 Entre los miembros que participaron en la redacción de los informes técnicos encontramos a M. Horn, R.
Espinoza, M. Sánchez, M. Carazo, A. Valera, B. Meerovici y a J. Garibay. Cabe indicar que para su realización emplearon
la información proporcionada por C. Galarza, M. Gonzáles, C. Polo y J. Agreda, G. Ugarte, R. Torres, P. Zanabria, E.
Mayo e I. Narváez. (PSS, 1984)
73
INFORMES TÉCNICOS DEL PSS PUBLICADOS
Primera etapa
PSS01 Experiencia peruana en el secado solar de productos agrícolas y alimenti-
cios (1984)
PSS02 Experiencia peruana en la conservación de productos agrícolas y alimen-
ticios (1984)
PSS03 Secado solar (una recopilación y evaluación de la bibliografía internacio-
nal sobre la experiencia en el secado solar de productos agrícolas y alimenticios)
(1984)
PSS04 Teoría del secado solar (1984)
PSS05 Instrumentación en secado solar (1984)
PSS06 Información general y estadística agrícola como marco de referencia del
Proyecto de Secado Solar” (se presenta información general de interés para el
proyecto, mayormente estadísticas de producción y costos de los principales pro-
ductos agrícolas de las regiones consideradas) (1984)
Segunda etapa
PSS07 Ensayos preliminares sobre secado solar de tarwi (1984)
PSS08 Ensayos de secado solar en Tacna, Cusco y Huaraz (1984)
PSS09 Información previa para un estudio de factibilidad del secado solar técnico
(1984)
PSS10 Diseño de prototipos de secadores solares para Tacna, Cusco y Huaraz
(1984)
PSS11 Experimentos de laboratorio sobre secado de productos agrícolas y ali-
menticios (1985)
PSS12 El secado solar técnico como método de conservación de alimentos y el
sistema alimentario peruano (1985)
En los casos siguientes, encontramos en las publicaciones del PSS los manuales de
construcción y manejo de secadores solares y los estudios técnicos. Redactados e
ilustrados de una forma sencilla y amena, los manuales describían el funcionamien-
to, las características técnicas y la construcción y montaje de un determinado seca-
dor solar (troje, túnel, estante e invernadero) dado a un producto específico (maíz,
74
ají, orégano y papa). Se trataba de que el lector poco instruido pudiera construir,
por su propia cuenta y empleando materiales sencillos, un secador solar. Por otra
parte, los estudios técnicos se concentraron en los aspectos socioeconómicos del
secado solar (estudios de mercado, rentabilidad, producción, demanda, promoción,
viabilidad, entre otros aspectos).
Conviene destacar también el libro Teoría y práctica del secado solar, publicado en 1991.
Ante la carencia en el medio local de bibliografía especializada en la línea del seca-
do, los expertos “sintetizaron” sus experiencias obtenidas durante el desarrollo del
PSS (1983-1990) para proporcionar a profesionales y técnicos un texto con “infor-
mación básica sobre el secado solar” (CER-UNI, 1991). El resultado fue un libro
compuesto por cuatro apartados: en el primero de ellos se brinda una información
sintetizada del PSS y sus resultados alcanzados, en el siguiente se abarcan los “aspec-
tos generales de la tecnología e ingeniería del secado”, mientras que el tercero com-
prende estudios de casos de secado solar con tecnología artesanal en determinados
productos (ají, maíz y orégano), y, en el último apartado, se presentan los aspectos
socioeconómicos del proyecto. Para brindar más detalles sobre algunos casos de
diseño y evaluación de secadores, se incluyeron varios anexos.
75
empresas, corporaciones, institutos y centros de investigación) como al público en
general (Horn, 1987). Solo en el seminario de 1986 participaron veintiocho institu-
ciones y 169 personas.
Los miembros del PSS no se equivocaron al señalar que la red institucional fomen-
tada a raíz del proyecto serviría de soporte para la creación de nuevos espacios de
investigación relacionados con la línea del secado y, en general, con las energías
renovables. La UNI, casa de estudios que fomentó y luego lideró el PSS, fue el me-
jor ejemplo de lo mencionado. Tras tres décadas de impulsar la investigación en el
campo de la energía solar y conquistar de forma dispersa, tanto a nivel local como
nacional, una serie de logros (proyectos de investigación, desarrollo de dispositivos
76
solares, cursos de especialización, asociación de carácter nacional, etc.), que posibi-
litaron su despliegue, se llevó a la realidad ese ansiado deseo por institucionalizar
su ejercicio en la universidad. Por resolución rectoral N° 0109-90 dictada en enero
de 1990, se creó el Centro de Energías Renovables o CER-UNI como dependencia
adscrita al IGI (Quiñones y Ueda, 2010: 120).
Como era de esperarse, las empresas del sector energético también fueron parte
de ese proceso de privatización, como aconteció con las dedicadas al rubro de los
hidrocarburos y la electricidad. En este último caso, las empresas Electroperú y
Electrolima fueron “divididas en áreas de generación, trasmisión y distribución para
facilitar la privatización de estas actividades como unidades empresariales indepen-
dientes” (Osinergmin, 2014: 6). Con su paso a manos del empresariado privado se
aspiraba a que este sector pudiera alcanzar una mayor suficiencia en el suministro
eléctrico nacional y, así, cubrir la creciente demanda interna, alcanzando a las regio-
nes que por sus particularidades (ubicación geográfica, densidad poblacional, etc.)
carecían de esta energía. En este sentido, el Estado redujo su participación a la de
un ente regulador y promotor de políticas públicas que iban desde la ampliación del
mercado interno hasta el uso racional de la energía.
Fue en ese margen de acción estatal en que las energías renovables fueron promo-
vidas en los años 1990. Su desarrollo estuvo vinculado sobre todo a programas de
ahorro y uso eficiente de energía impulsados por el Ministerio de Energías y Minas.
Este fue el caso del Programa de Ahorro de Energía (PAE) que desde 1995 fomen-
77
tó gradualmente el aprovechamiento de las energías renovables a través del uso de
diversas tecnologías (sistemas fotovoltaicos, calentadores solares, entre otros) en
beneficio de poblaciones rurales. Más que políticas que fomentaran y regularan sos-
tenidamente su desarrollo, existieron medidas que indirectamente la propulsaron.
Esta situación llegaría a cambiar en el nuevo siglo, cuando surge un marco norma-
tivo que alentó formalmente la promoción de aquellos recursos50. Uno de los más
importantes fue el Decreto Legislativo N°1002 dictado en 2008. En él el Estado
declaró como de interés nacional y necesidad pública, el desarrollo de los recursos
renovables para la generación de energía eléctrica. Para promover tal medida se
brindó una serie de incentivos al capital privado como “la prioridad en el despacho,
el acceso a las redes de trasmisión y distribución, y tarifas estables a largo plazo
determinadas mediante subastas competitivas” (Osinergmin. 2017: 193). A efecto
de sus buenos resultados51 y la gran perspectiva que presentaba, en el año 2010 se
promulgó el Decreto Supremo N° 064-2010-EM que establecía el incentivo de los
recursos renovables como parte de los objetivos sustanciales de la Política Energé-
tica Nacional 2010-2040. Con la finalidad de diversificar los recursos energéticos e
impulsar un desarrollo sostenible con un mínimo impacto ambiental, las energías
renovables pasaron a formar parte de la matriz energética nacional.
Por su parte, la UNI desde 1990 emprendió una “agresiva política de generación de
recursos” a través de la implantación del modelo “Universidad/Empresa”. Este mo-
delo puso en marcha una red de empresas y unidades productivas, a la que se añadió
la gestión empresarial de algunos servicios educativos y programas de perfecciona-
miento, posgrado e investigación con la finalidad de dotar a la casa de estudios de
recursos económicos propios. Propuesta a mediados de los años 80, ese espíritu
empresarial se desarrolló a plenitud en la década de 1990 y fue continuado, en lo
esencial, por las autoridades que asumieron la dirección de la universidad (López
Soria, 2017: 73-74, 88). En efecto, el modelo empresarial proveyó de amplios bene-
ficios a la UNI, manifestados en el mejoramiento de su infraestructura y su perfil
académico y, a la par, dotó de nuevos mecanismos a sus centros de investigación, los
que ahora podían financiar sus proyectos a través de los ingresos obtenidos por la
prestación de bienes y servicios.
50 Inicialmente destaca la Ley de electrificación rural N°28749, promulgada el año 2006, en cuyas prerrogativas
el Estado daba prioridad al aprovechamiento de los recursos energéticos renovables para el desarrollo sostenible de las
zonas rurales, localidades aisladas y de frontera.
51 En el año 2008 las fuentes de los recursos renovables representaban menos del 0.01 % del total de la energía
producida en el país, mientras que en el 2015 ese porcentaje aumentó llegando al 0.5 % (Osinergmin: 2017: 190).
78
El CER-UNI supo adaptarse y aprovechar al máximo las oportunidades que brin-
daba este nuevo escenario A continuación, pasaremos a detallar los aspectos más
destacados del CER-UNI en sus dos primeras décadas de desarrollo.
52 Otras de las medidas fue el nombramiento de una comisión especial para la creación de un reglamento
interno.
53 CER-UNI (s/f). “Nosotros”. CER-UNI. Recuperado de https://cer.uni.edu.pe/index.php/nosotros/.
79
Estas líneas de investigación han girado en torno a la provisión de servicios y trans-
ferencia tecnológica especializados que con los años el CER-UNI se ha ido con-
solidando en el mercado nacional y que, además, han servido como una fuente
de financiación para promover sus proyectos más significativos. Estos servicios,
principalmente de asesoría técnica y consultoría54 se pueden dividir en los siguientes
puntos: a) diseño de sistemas fotovoltaicos autónomos, aislados y conectados a la
red; b) técnicas bioclimáticas para viviendas ubicadas en el litoral, los Andes y la
Amazonía peruanos; c) evaluación y verificación de las especificaciones técnicas de
componentes de sistemas FV; d) diseño de sistemas de calefacción de agua y aire
usando energías renovables; y e) diseño de modelos de desarrollo rural sostenible.
54 Véase Anexo 1.
55 Véase Anexo 2.
56 Véase Anexo 3.
80
Raymina (Ayacucho) para enfrentar las bajas temperaturas y promover su desarrollo
social a través de viviendas bioclimáticas y modelos de negocio rural sostenibles.
Los estudios publicados sobre lo hecho en la comunidad, en su mayoría estudios
de tesis, muestran la participación activa de investigadores peruanos, egresados y
pasantes. Así lo demuestran las tesis de competencia profesional de Fredy Huaylla,
“Evaluación experimental de cambios constructivos para lograr confort térmico
en una vivienda altoandina del Perú” (2011); de Jessica Molina, “Evaluación bio-
climática de una vivienda rural altoandina de la comunidad de San Francisco de
Raymina de Ayacucho” (2016); la tesis de maestría del director Rafael Espinoza
(2014), “Evaluación experimental de la performance de dos componentes bioclimático
de calentamiento aplicadas en un módulo de vivienda de San Francisco de Raymi-
na-Ayacucho”; el proyecto de máster de Idoya Alcolea (2016) y la tesis de pasantía
del francés Pierre Cam (2015). Los proyectos no solo se redujeron a solucionar un
problema social desde la investigación y el desarrollo tecnológico, sino a producir
conocimiento especializado.
Pero la labor del CER-UNI trasciende sus propios límites institucionales y forma
parte de una dinámica mayor que alcanza a la UNI y a organismos de presencia
nacional e internacional. En la universidad se puede encontrar una red activa, ges-
tada con el paso del tiempo por investigadores, docentes y autoridades, que une al
CER-UNI a un conjunto de dispositivos vinculados a las energías renovables, como
la SEPES, la Maestría en Ciencias en Energías Renovables y Eficiencia Energética
de la Facultad de Ciencias57 (MERyEE), los grupos de investigación asociados a los
laboratorios de las facultades58 y los cursos de pregrado de Diseño Bioclimático de
la FAUA. Además, por un lado, el instituto universitario ha tejido lazos muy fuertes
con entidades nacionales, como la APES, al punto de tener su secretaría permanen-
te, y los institutos de investigación que la integran, y, por el otro, con organismos
internacionales como el Programa Iberoamericano de Ciencia y Tecnología para el
Desarrollo (CYTED) o la Universidad de Jaén (España).
57 La MERyEE tuvo su inicio en marzo de 2012. Luego del dictado de dos semestres y a pedido de los docentes
e investigadores participantes se procedió a reestructurar su plan de estudio. El nuevo orden estableció que el MERyEE
contaría con cuatros semestres académicos y sus cursos estarían distribuidos en los siguientes grupos: “básicos obliga-
torios”, “obligatorios de especialidad”, “electivos” y “seminarios de tesis”. Cabe destacar que los estudiantes tienen la
posibilidad de especializarse en cualquiera de las tres líneas de investigación que la maestría ofrece (fabricación y caracte-
rización de celdas solares nano estructuradas, evaluación de la eficiencia energética de sistemas de iluminación basados en
LED´s, confort térmico para viviendas rurales). La elección de la línea de investigación determina las materias a cursar,
a excepción de las obligatorias (básicas y seminarios de investigación). Se debe agregar también que los titulados de la
SEPES pueden llevar la MERyEE por medio de la convalidación de cursos.
58 En este caso, podemos citar los trabajos emprendidos por la doctora María Quintana Cáceda y un grupo de
estudiantes en el Laboratorio de Películas Delgadas de la Facultad de Ciencias referidos al desarrollo de celdas Gratzel.
81
La infraestructura de CER-UNI se puede dividir en dos áreas específicas, según su
finalidad. Por un lado, se cuenta con un espacio asignado en el segundo nivel del
Pabellón Central de la UNI, lugar en el que se realizan las labores administrativas y
de logísticas, además de reuniones de trabajos, discusión de proyectos, recopilación
de información, dación de información sobre cursos de especialización, etc. Por
otro lado, esta institución posee un laboratorio con equipos e instrumentos moder-
nos orientados a las labores de investigación, enseñanza universitaria y provisión de
servicios en energías renovables y está relacionado con otro especializado en energía
solar. En el siguiente párrafo describimos el desarrollo de estos dos laboratorios.
La carencia inicial del CER-UNI de una infraestructura especializada para las labores
de investigación fue subsanada con el uso de los espacios y medios brindados por
las Facultades de Mecánica y, especialmente, de Ciencias. Las actividades de experi-
mentación y de enseñanza desarrolladas en esta última facultad para los proyectos
del Grupo de Energía Solar y la SEPES llevaron a que con el tiempo se proveyera
de equipos e instrumentos sofisticados (sistemas de adquisición de datos, instru-
mentos de medición, equipos de potencia y dispositivos para el ciclado de lámpara)
que luego pasó a ser el Laboratorio de Energía Solar. Este se convirtió en una pieza
importante para los objetivos del CER-UNI, ya que se podían realizar actividades
de investigación y desarrollo tecnológico, capacitación, enseñanza universitaria y de
servicios directos (Horn, 2007). Posteriormente, en 2012, a solicitud de su director,
se le asignó un espacio (2366,7 m2) del sector A0 del campus universitario para la
implementación de un futuro laboratorio de energías renovables. Gracias al apoyo
del proyecto Emergiendo con el Sol, promovido por la Universidad de Jaén (Espa-
ña) y la UNI, se pudo implementar el Laboratorio Nacional de Energías Renovables
(LANER), en 2015, que de acuerdo con lo señalado en la memoria institucional del
rector Jorge Alva es el “único laboratorio en su género que existe en una universidad
nacional en el Perú y uno de los pocos en Latinoamérica” (Alva, 2016: 180).
82
Taquile, un ejemplo de electrificación fotovoltaica exitosa (Puno)
Uno de los principales proyectos que ocupó la atención del equipo del CER-UNI
por más de un quinquenio, fue el emprendido en la isla insular de Taquile y otras
aledañas del lago Titicaca (Puno). Por las ventajas climáticas, las carencias de energía
convencional y el potencial turístico de estas comunidades, los trabajos se enfocaron
en su electrificación empleando tecnología fotovoltaica. En ese sentido, el proyecto
Taquile destaca por ser uno de los primeros impulsos nacionales en el fomento, de-
sarrollo y despliegue de los sistemas fotovoltaicos en el medio rural andino. Como
veremos en el siguiente apartado, esto no hubiera sido posible sin la considerable
experiencia que los miembros del CER-UNI fueron acumulando sobre la tecno-
logía fotovoltaica y sin el apoyo económico de programas nacionales de eficiencia
energética.
El proyecto Taquile encuentra sus inicios en los primeros años de la década de 1990.
El fracaso de una licitación pública hecha por el Ministerio de Energía y Minas
(MEM) para la recepción de propuestas dadas a la electrificación por generadores
diésel en Amantaní (Puno) abrió la posibilidad al CER-UNI de suscribir un contrato
con la mencionada institución para rehacer totalmente esa propuesta y formular una
con sistemas fotovoltaicos domiciliarios (SFD). Lamentablemente, esa propuesta
no pudo concretarse. Fue recién en abril de 1994, cuando el CER-UNI acuerda con
el Dirección Ejecutiva de Proyectos del MEM realizar un estudio de factibilidad
para la electrificación fotovoltaica de Amantaní en comparación con otras opcio-
nes tecnológicas. La visita del equipo del CER-UNI a Puno, al mes siguiente del
contrato, mostró la real dimensión del distrito de Amantaní, el cual abarcaba en su
jurisdicción a dos islas de gran atractivo y potencial: Amantaní y Taquile. El estudio
entregado en junio cubrió ambas islas y demostró las ventajas técnicas, económicas
y sociales que la tecnología fotovoltaica podía generar en ellas. De acuerdo con el
estudio, los hogares de las 1000 familias residentes en ambas islas podían ser electri-
83
ficados con un sistema fotovoltaico valorizado en 1000 dólares y que el costo total
era el mismo que el proyecto de los generadores. También se logró conocer que las
familias del distrito estaban dispuestas a pagar entre 700 a 750 dólares por un SFD.
A pesar de toda esta información y los buenos resultados que presagiaban, la gestión
de la Dirección Ejecutiva del MEM no lo tomó en cuenta. Otro sería el panorama
al año siguiente.
A mediados del decenio, el gobierno, a través del MEM, inició una intensa actividad
de promoción de ahorro y uso eficiente de la energía eléctrica que se denominó
Programa de Ahorro de Energía (PAE) y que estuvo dirigido por el ingeniero César
Romaní. El PAE tuvo como algunos de sus propósitos: reducir la demanda de la
energía eléctrica, sustituir el empleo de combustibles convencionales por alternati-
vos y fomentar el empleo de las energías renovables (solar y eólica) en zonas rurales
del país (Romaní, 1995: 12). Si bien este proyecto partía de una actividad global que
fomentaba el desarrollo sostenible a través del cuidado racional de la energía, no po-
demos dejar de lado la intención local. La lenta respuesta de las empresas eléctricas
privatizadas para producir y cubrir la demanda nacional de energía motivó a que el
gobierno propiciara su incremento por medio del ahorro y uso eficiente, para luego
derivar esta energía a los sectores productivos. Es en este ambiente en que los estu-
dios experimentales de electrificación rural, por medio de tecnología fotovoltaica,
encontraron acogida y fueron financiados por el PAE59.
Uno de los primeros trabajos que ejecutó el CER-UNI a pedido del PAE fue el
“Estudio piloto experimental sobre electrificación de poblaciones rurales aisladas”.
Suscrito en diciembre de 1994, pero iniciado en febrero del siguiente año, el pro-
yecto consistió en instalar en ocho localidades aisladas los “sistemas comunales de
electrificación”, cuatro empleando tecnología fotovoltaica, y los otros, usando ener-
gía eólica. Paralelamente a este estudio, se fue gestionando en el PAE un nuevo pro-
yecto dirigido a electrificar una población rural aislada, realizar un diagnóstico de la
energía solar y eólica y difundir ampliamente esta tecnología a nivel nacional. Así, el
13 de septiembre de 1995, el MEM encargó al CER-UNI llevar a cabo el proyecto
“Estudio experimental sobre electrificación rural aislada mediante energía solar fo-
tovoltaica” con un monto de 100 000 dólares de financiación (incluyendo costo de
estudio y la asesoría). Con ello, el organismo de la UNI asumió la
59 Esta intensa campaña de promoción de las energías renovables se puede dividir en tres etapas. La primera de
ellas cubre el periodo de 1995 a 1998 y en ella se realiza la promoción de las energías fotovoltaica y eólica. En la segunda
etapa, que va de los años de 1998 al 2000, se efectúa la promoción de calentadores solares. Y en la última etapa, que parte
del año 2000, se impulsa el uso de los secadores solares.
84
“obligación de instalar no menos de 75 módulos solares fotovoltaicos con
todos sus accesorios en una localidad nacional, rural y aislada, así como de
diseñar las estrategias y desarrollar actividades experimentales para garantizar
la autosostenibilidad técnica y económica del proyecto en el tiempo, garanti-
zar un efecto multiplicativo en la misma población y generar condiciones para
lograr el mismo efecto en localidades vecinas” (Espinoza y Peña, 2000: 183).
El antiguo contacto con las comunidades insulares del Lago Titicaca y el potencial
que presentaban para el uso de la tecnología fotovoltaica hizo que el proyecto re-
cayera en Taquile. Tras la firma de contratos de “compraventa” con 75 pobladores
y, posteriormente, 25 más y la adquisición y evaluación de los SFD60 se procedió a
instalarlos entre julio y septiembre de 199661. A estos también se añadió un Siste-
ma Fotovoltaico Comunal (SFC) para fines sociales. El éxito del proyecto, y que se
evidencia en el aumento inmediato de los SFD instalados, recayó en el modelo de
gestión empleado por el equipo CER-UNI. Este modelo consistió en convertir en
dueños de los SFD a los propios pobladores a través de la división de su costo en
cuotas anuales que les resultaba accesibles de pagar (5 cuotas anuales de 150 dólares
por tres años) y descuentos por su pago inmediato (Espinoza y Horn, 2001). Su
dinámica y buen curso favoreció la ampliación del proyecto a otras comunidades
insulares del Lago Titicaca. En 1998 se instalaron 72 SFD en las islas de Uros, Soto
y Taquile. Posteriormente, en 1999, la Dirección Ejecutiva de Proyectos del MEM
firmó dos contratos con el CER-UNI para la electrificación de veinticuatro locali-
dades de siete departamentos de la sierra y selva del país (Cerro de Pasco, Ayacucho,
Apurímac, Junín, Loreto, Madre de Dios y Ucayali), empleando 781 SFD existentes
en los depósitos del MEM. Tras la evaluación de los SFD en el Laboratorio de
Energía Solar de la UNI, estos pasaron a ser instalados. El modelo de gestión que se
aplicó fue el de “cesión en uso”, un sistema que consistía en cobrar una cuota inicial
y mensual a los usuarios de los SFD. ADINELSA sería la encargada de administrar,
supervisar y mantener los SFD.
60 Estos SFD consistían en “un panel fotovoltaico de 50 Wp, montado sobre un poste metálico, una unidad de
control (controlador de carga y caja de fusibles montado sobre un tablero), una batería de 100 Ah (tipo solar, abierta) y
3 lámparas fluorescentes de 11 W (con balasto para 12 V DC)” (Espinoza y Horn, 2001).
61 El equipo de trabajo e instalación estuvo conformado por los especialistas Rafael Espinoza, Manfred Hor,
Ivo Salazar y los técnicos de la Compañía Inti Luz.
85
Jorge Huaraco y Juan Vílchez, el curso tuvo como objetivo “dar a conocer algunos
fundamentos de electricidad, medición de parámetros, funcionamiento de los equi-
pos instalados en los domicilios, así como en el salón comunal” (CER-UNI, 1997).
De los veinte pobladores inscritos, asistieron regularmente doce, a los cuales se les
entregaron sus respectivos diplomas.
Los buenos resultados obtenidos en esta primera etapa (1995-1998) del proyecto
Taquile, estimularon al CER-UNI a continuar con los trabajos de electrificación
rural en las comunidades insulares del Lago Titicaca, pero esta vez sin el subsidio
del Estado, salvo la gestión y la administración del proyecto. El fondo económico
revolvente para el Desarrollo de las Energías Renovables en el Perú constituido por
el Ministerio Holandés de Cooperación Técnica y canalizado por la Corporación
Financiera de Desarrollo (COFIDE) fue considerado como una alternativa viable
por el organismo universitario para emprender la segunda etapa del proyecto. Sobre
la base de un préstamo bancario de 100 000 dólares otorgado por el fondo mencio-
nado, se procedió a ofrecer los SFD a los pobladores de las comunidades insulares
de Taquile, Uros, Amantaní, Soto y Huancho (cercana a Huancané, Puno), y se llegó
a firmar inicialmente 192 contratos de compra y venta bajo el modelo de gestión
de la primera etapa (cinco cuotas de 150 dólares) (Horn, 1999: 21). Inicialmente se
consideró aumentar una cuota para cubrir la falta del subsidio (seis cuotas de 150
dólares), pero la licitación independiente de los SFD disminuyó su precio estima-
do manteniendo las cuotas iniciales (Espinoza y Horn, 2001). Si bien el proyecto
iba por buen rumbo pronto se vio amenazado por el aumento de los intereses del
préstamo solicitado. Al depender la financiación de una entidad bancaria ajena al
COFIDE, se acrecentaron los intereses a sumas no estimadas en el proyecto y, por
ello, resultando imposible de pagar. El apoyo económico de la UNI, en el rectora-
do del arquitecto Javier Sota, con un préstamo de 200 000 soles, hizo posible que
el proyecto pudiera seguir con su rumbo trazado inicialmente. Así, con los fondos
necesarios y la reducción de las cuotas, se instalaron 249 SFV en las comunidades
señaladas. Lamentablemente, la falta de compromiso de las comunidades, especial-
mente de algunas familias de Uros, provocó que el fondo revolvente no se pudiera
recuperar limitando, así, el impacto del proyecto.
86
que gran parte de las comunidades altoandinas del país enfrentan en sus actividades
cotidianas y productivas, principalmente, bajas temperaturas (friaje) y limitados re-
cursos económicos. Si bien los trabajos expuestos a continuación tienen en cuenta
a distintos centros poblados, se destaca lo hecho principalmente en la comunidad
de San Francisco de Raymina (Ayacucho). La intención es mostrar cómo un mismo
escenario puede ser objeto de continuos y diversos proyectos en búsqueda de su
desarrollo sostenible.
Después de varios meses de gestión, en el 2004, el CER-UNI formó parte del pro-
yecto multinacional “Energización sustentable en comunidades rurales aisladas con
fines productivos”, financiado por la OEA y coordinado por el país de Paraguay,
cuyo objetivo era el de “promover el desarrollo de actividades productivas en el área
rural a través de la transferencia sustentable de tecnologías de energías renovables”
(CER-UNI, 2008: 4). Las comunidades elegidas por el organismo universitario para
la ejecución del proyecto fueron San Francisco de Raymina y San José de Tía, ambas
pertenecientes a la provincia de Vilcashuamán (Ayacucho). En ellas se ejecutaron
estudios socioeconómicos (organización, ubicación, clima y actividades producti-
vas) y la evaluación de sus potencialidades energéticas para implementar apropia-
damente las líneas de producción. En San Francisco de Raymina se ejecutaron dos
líneas productivas orientadas a la obtención de menta negra seca y harina orgánica,
mientras que en San José de Tía se desarrolló el proyecto de las de cochinillas secas
y aceites esenciales. Para el despliegue y sostenimiento de las mencionadas líneas,
se diseñaron y construyeron equipos que aprovechaban las bondades energéticas
locales (secadores de modelos invernadero e indirecto, sistemas de molienda con
molino y un extractor), y se abrieron talleres para capacitar a pobladores que luego
conformarían un núcleo comunitario para llevar adelante el proyecto.
87
de obtener temperaturas confortables en el interior de ellas” (CER-UNI, 2010).
Por la experiencia acumulada y por estar dentro de los lineamientos establecidos, se
eligió nuevamente la comunidad de San Francisco de Raymina (3700 m s.n.m.) a la
que se sumó también la de Vilcallamas Arriba (45000 m s.n.m.), de la provincia de
Chucuito (Puno). En ambas comunidades se modificaron dos viviendas existentes
y se diseñaron, construyeron y evaluaron dos módulos de viviendas rurales biocon-
fortables.
A decir del ingeniero Rafael Espinoza, principal artífice y promotor de los proyectos
mencionados, por efecto resultante de las tres intervenciones sucesivas (2004-2011)
San Francisco de Raymina “ha devenido en una comunidad a punto de convertirse
en un ecosistema autogestionario de su propio destino sobre la base de una gran
sinergia de recursos, capacidades y potencialidades propias con tecnologías y proce-
dimiento en fase final de apropiamiento” (Espinoza, 2014: 45).
88
CONCLUSIONES
Como hemos podido dar cuenta en las páginas anteriores, la energía solar gozó de
un particular interés entre los investigadores de la Universidad Nacional de Ingenie-
ría. Desde la década de 1960 hasta el presente, ingenieros, físicos y arquitectos des-
plegaron sus esfuerzos para aprovechar racionalmente ese elemento de las energías
renovables tan ilimitado y profuso del medio natural. En ese camino, dotaron de un
perfil al estudio y aplicación de la energía solar, implementaron artefactos o disposi-
tivos de diversas características y crearon una plataforma institucional para sostener
sus proyectos, formar especialistas y brindar servicios en favor, principalmente, de
un sector de la población carente de los recursos tradicionales.
89
Desde los años 60, los expertos y las autoridades de la UNI se esforzaron por ins-
titucionalizar la investigación y el aprovechamiento de los recursos renovables. Una
de las primeras iniciativas se manifestó con la creación del Instituto de la Energía
de la FIME (1962). Concebido para formar especialistas en el ramo energético, este
instituto fue uno de los primeros espacios universitarios del país en cultivar en sus
jóvenes integrantes el interés por los recursos renovables. A su cierre, varios de sus
profesionales y egresados continuaron con sus proyectos en el audaz programa de
investigación de energías convencionales del ITINTEC, en donde, además, promo-
vieron el estudio de las energías renovables en diversas universidades de provincia.
Posteriormente, desde mediados de los años 70, se crearon los Grupos de Inves-
tigación en Energía Solar en los Departamentos de Física, de Energía y Mecánica,
y de Arquitectura y Urbanismo. Para legitimar su saber en el ámbito universitario y
social, estos grupos no solo se enfocaron en implementar sus líneas de investigación
(secadores solares, celdas fotovoltaicas, arquitectura bioclimática), sino además se
organizaron a nivel nacional (APES), celebraron eventos académicos (SPES), publi-
caron sus investigaciones en distintos medios impresos (Tecnia, Inti-Llamkachiy y
Cert-news, entre otros) y formaron especialistas (SEPES y MERyEE). En la última
década del siglo XX y tras el trabajo colectivo del PSS, la universidad transformó
esa considerable experiencia en el campo de la energía solar en la instauración del
CER-UNI. Por todo lo expuesto, podemos afirmar sin temor a caer en la exagera-
ción, que el CER-UNI forma parte de esa enraizada tradición pionera en el campo
de las energías renovables que se fue gestando en esta casa de estudios desde hace
más de medio siglo. Ante los avatares actuales que atentan contra el medio ambiente
y las carencias de servicios básicos que aún afectan a gran parte de las poblaciones
rurales, la importancia de este centro de investigación es más que necesaria.
90
ARCHIVO FOTOGRÁFICO
91
Figura 2. Detalle del diseño de una planta piloto de secado solar del ingeniero Rafael
Espinoza (1979). En Diseño de una plata piloto de secado solar, por Espinoza, 1979.
92
Figura 3. Reportaje del Dominical a los trabajos ejecutado por el ITINTEC en
la implementación de dispositivos solares. En “Energía solar. Una realidad en
el Perú”, por Vargas, 1976.
Figura 4. Croquis del proyecto del ITINTEC de una planta piloto desaliniza-
dora en Piura, compuesta de molinos y destiladores solares. En “Planta piloto
de desalinización activada con energía solar”, por Redacción, 1978a.
93
Figura 5. Dispositivos solares elaborados por el Grupo de energía solar del De-
partamento de Energía y Mecánica a inicios de los años 80. Archivo CER-UNI.
94
95
Figura 6. Distribución geográfica de la actividad de investigación y desarrollo de
la energía solar en el Perú. En “La energía solar en el Perú” por Coz, 1983.
96
Figura 7. Folleto de información del “Proyecto de Electrificación de una pobla-
ción rural aislada mediante energía solar fotovoltaica”. Archivo CER-UNI.
97
Figura 8. Módulos fotovoltaicos y baterías antes de su instalación en el salón
comunal, plaza principal de Taquile. Archivo CER-UNI.
98
Figura 10. Taquileños leyendo los carteles de las opciones de pago y los compo-
nentes del SFD.
99
Figura 12. Uno de los tantos ma-
nuales de construcción y manejo de
un secador solar elaborado para el
PSS. Archivo CER-UNI.
100
ANEXOS
ANEXO 162
SERVICIOS PROFESIONALES BRINDADOS POR EL CER-UNI (1990-2010)
Diseño, construcción e instalación de un sistema solar fotovoltaico para el Proyec-
to Ciudad Pachacútec. Realizado en marzo de 1991.
Electrificación fotovoltaica de locales públicos de la provincia de Carhuaz. Estu-
dio de ingeniería realizado para FONCODES, entre los meses de febrero y julio
de 1994. Efectuado bajo el marco de un convenio de cooperación técnica suscrito
entre la UNI y FONCODES.
Electrificación fotovoltaica de la localidad insular de Amantaní (Puno). Estudio de
factibilidad para el MEM, realizado en el mes de mayo de 1994.
Estudio piloto experimental Utilización de energías renovables en poblaciones
rurales aisladas(1.a etapa). Proyecto encargado por el MEM, entre febrero de 1995
y julio de 1996.
Estudio experimental sobre la electrificación de una población rural aislada me-
diante energía solar fotovoltaica (1.a etapa). Proyecto encargado por el MEM entre
enero de 1996 y mayo de 1997.
Diagnóstico, estudio experimental de la aplicación de módulos de energías reno-
vables en poblaciones rurales aisladas y divulgación de la tecnología. Proyecto
encargado por el MEM y realizado entre enero de 1996 y julio de 1997.
Bombeo fotovoltaico para el suministro de agua potable para Taquile. Antepro-
yecto realizado entre junio y octubre de 1997. Sometido a consideración de FON-
CODES en la gestión del financiamiento respectivo
Proyecto de restauración y puesta en valor de la iglesia y plaza principal de Taquile
(Puno). Proyecto elaborado entre noviembre y diciembre de 1997. Sometido a
consideración de las autoridades de la isla Taquile.
Proyecto solar para el hotel Sausi (Lago Titicaca). Proyecto realizado por Manfred
Horn entre noviembre y diciembre de 1997. Sometido a consideración de los pro-
pietarios del hotel como expediente técnico de respaldo.
Sistema de generación de electricidad de 1kw con energía eólica, Centro de Acui-
cultura Virrilá. Encargado por el FONDEPES y realizado entre febrero y abril de
1998.
101
Términos de referencia para la elaboración de especificaciones técnicas para la ad-
quisición de focos ahorradores. Proyecto encargado por el PAE-MEM y realizado
el mes de mayo de 1998.
Electrificación con energía fotovoltaica de la comunidad Cabeza de Toro (Ica) de
70 familias. Proyecto propuesto a FONCODES-ICA, en octubre de 1998.
Proyecto Lago Titicaca. Electrificación fotovoltaica de 200 viviendas altoandinas.
Proyecto del CER-UNI ejecutado a partir de marzo de 1999.
Impacto socioeconómico de la instalación y uso de un módulo eólico comunal en
la comunidad de Tambocucho (Ayacucho). Proyecto encargado por el PAE-MEM
y realizado entre el 15 de octubre al 15 de diciembre de 1998.
Elaboración de expedientes técnicos. Electrificación de las localidades de San
Belín de Taricaya, Nueva Esperanza y Bellavista Yubineto. Proyecto encargado
por INADE-PEDICP-IQUITOS y realizado en marzo de 1999.
Uso energético del biogás. Proyecto de investigación multidisciplinario con par-
ticipación de diversas facultades y la ONG EDEVI. Proyecto patrocinado por el
CER-UNI y efectuado desde julio de 1999.
Elaboración de normas de eficiencia energética para focos ahorradores de ener-
gía. Proyecto realizado para el PAE-MEM y concluido en mayo de 1999. Trabajo
a cargo de Manfred Horn.
Repotenciación de instalaciones fotovoltaicas en Centro Chérrepe. Proyecto en-
cargad por FONDEPES y realizado en marco de 1999.
Electrificación de poblaciones insulares y circundantes del lago Titicaca utilizando
energía fotovoltaica. Implica la electrificación de 250 viviendas en Taquile, Aman-
taní, Soto, Uros, Suasi y Huancho (poblaciones de Puno) Proyecto del CER-UNI
efectuado entre 1999 al 2003.
Sistema fotovoltaico para abastecer de energía eléctrica al centro de producción
acuícola en Nuevo Horizonte (Iquitos). Proyecto encargado por el FONDEPES,
realizado en noviembre de 1999.
Traslado e instalación de 123 SFD en seis localidades de Cerros de Pasco. Proyec-
to realizado para la DEP del MEM y concluido el 22 de febrero de 2000.
Transporte, capacitación técnica e instalación de 658 módulos fotovoltaicos do-
miciliarios para la electrificación de localidades aisladas de los departamentos de
Apurímac, Junín, Ayacucho, Loreto, Madre de dios y Ucayali. Proyecto encargado
por la DEP del MEM y concluido en julio de 2000.
Reemplazo de 82 reguladores y 246 lámparas de la comunidad de San Francisco
de Yarinacocha de Pucallpa. Realizado en febrero de 2000.
102
Estudio de autosostenibilidad y rehabilitación de un módulo fotovoltaico comu-
nal de la localidad de Locuto (Piura) implementado en 1995. Proyecto realizado
pata el PAE-MEM y concluido en abril de 2000.
Instalación, calibración y prueba de funcionamiento de todos los equipos de uso y
protección de 8 postas médicas de Ucayali. Proyecto realizado para el CTAR-UCA-
YALI y realizado en julio de 2000.
Mantenimiento del sistema fotovoltaico del Centro de Acuicultura de Chérrepec.
Proyecto ejecutado para FONDEPES y concluido en julio de 2000.
IV Curso de Especialización en Eficiencia Energética. Proyecto realizado para
PAE-MEM y concluido en diciembre de 2000.
Estudio de evaluación económica, técnica y social del impacto causado por la
electrificación fotovoltaica domiciliaria e instalación de un módulo comunal fo-
tovoltaico en la comunidad insular de la isla Taquile en el lago Titicaca (Puno),
instalados por el CER-UNI en 1996. Proyecto ejecutado para el PAE-MEM y
concluido en diciembre de 2000
Estudio de autosostenibilidad de 4 módulos comunales de energías renovables
implementadas por el CER-UNI en 1995. Proyecto realizado para el PAE-MEM
y concluido en diciembre de 2000.
Diseño y construcción de 5 calentadores solares de agua de 50 litros de capacidad,
demostrativos-educativos. Proyecto ejecutado para el PAE-MEM y concluido en
marzo de 2001.
Estudio de pre-inversión para electrificación rural con energía solar en las locali-
dades de Ixiomas (La Paz), Huacaya (Chuquisaca), San Pedro de Buenavista (Po-
tosí), Santiago de Callapa (La Paz) (Bolivia). Proyecto realizado para Asociación
Intervida y concluido en abril de 2001.
Proyecto técnico de instalación de sistemas fotovoltaicos en 10 localidades de
Cajamarca. Proyecto ejecutado para Ayuda en Acción Perú y concluido en mayo
de 2001.
Proyecto técnico de instalación de sistemas para la generación de energía térmica,
eléctrica y tratamiento de aguas servidas para un albergue turístico. Proyecto eje-
cutado para MANU SAFARIS y concluido en octubre de 2001.
Certificación de cumplimiento de especificaciones de sistemas fotovoltaicos. Rea-
lizado para la empresa CIME Comercial y concluido en enero de 2002.
Propuesta técnica y económica para realizar un diagnóstico técnico y administra-
tivo en las instalaciones de 1355 sistemas fotovoltaicos domiciliarios (SFD) que
la dirección Ejecutiva de Proyectos del MEM ha realizado en diversas localidades
aisladas del Perú. Proyecto encargado por ADINELSA.
103
Evaluación del sistema de suministro eléctrico fotovoltaico en el Centro de Mari-
cultura Graciliaria de Chérrepe. Realizado en diciembre de 2002.
Taller de capacitación Laboratorio de Certificación de Componente y Sistemas
Fotovoltaicos Domésticos para promover la instalación de un laboratorio nacio-
nal que tenga las condiciones necesarias para certificar las especificaciones técni-
cas de sistemas y componentes fotovoltaicos adquiridos. Proyecto Electrificación
rural a base de energía fotovoltaica en el Perú ejecutado para la DEP-MEM en el
2002. El CER-UNI se encargó de la implementación de equipos e instrumentos
requeridos para las pruebas de componentes y ambiente.
Programación y planeamiento de un proyecto de electrificación rural con energía
eléctrica fotovoltaica de 1000 viviendas de la región de la selva del Perú. Realizado
para la DEP-MEM entre febrero y noviembre de 2002.
Gestión y desarrollo del curso de actualización profesional Eficiencia Energética
e Impacto Ambiental (100 horas). Realizado por el CER-UNI en abril a julio de
2003.
Dirección ejecutiva en el planeamiento y elaboración de un curso y un manual de
característica virtual referido a Sistemas Fotovoltaicos de baja potencia. Realizado
para el PAE-MEM en junio y julio de 2003
Proyecto Multinacional Energización sustentable en comunidades rurales aisladas
con fines productivos. Proyecto realizado en el marco de la Organización de los
Estados Americanos, con Paraguay como organizador, entre marzo de 2004 y di-
ciembre de 2006. El ingeniero Rafael Espinoza fue el responsable de nuestro país.
Diagnóstico de las instalaciones fotovoltaicas y elaboración de la propuesta nor-
mativa. Realizado para OsInergmin, entre septiembre de 2004 a enero de 2005.
Propuesta de Especificaciones Técnicas para bases de convocatoria pública de
sistemas fotovoltaicos para proyecto educativo. Desarrollado para el Ministerio de
Educación, en noviembre de 2004.
Estudio sobre la situación actual de las energías renovables del país y su respecti-
vo desarrollo en el mercado energético nacional. Realizado para FONAM, entre
junio y julio de 2005.
Elaboración de 14 dictámenes para la licitación pública internacional N° ID-
TR-LPI 002/2005 Suministro de servicios de electricidad con sistemas fotovol-
taicos en zonas rurales. Realizado para ALDAR (Argentina) en agosto de 2005.
Diseño, construcción y puesta en marcha de un sistema de calentamiento de dos
piscinas de 500 m3 y 40 m3 de capacitación con energía solar. Realizado para el
Gobierno Provincial de Huaraz entre julio y diciembre de 2006.
104
Proyecto piloto de electrificación rural con sistemas fotovoltaicos residenciales y
comunitarios con empresas eléctricas de distribución. Proyecto de electrificación
rural mediante la aplicación de fondos concursables (FONER-MEM), ejecutado
entre febrero y julio de 2006.
Convenio específico entre el CONCYTEC y la UNI para la construcción de pro-
totipo de un horno de secado de madera de 5000 pies tablares de capacidad.
Evaluación de sistemas fotovoltaicos y sus componentes en base al procedimiento
de medida elaborado por la Dirección General de electricidad del MEM. Proyecto
Per 98/G 31. Realizado para la DEP-MEM entre noviembre de 2006 y septiem-
bre de 2007.
Implementación de un sistema fotovoltaico productivo. Proyecto Per 98/G 31/
SDP-003/2006 de la DEP-MEM. La etapa de instalación se ejecutó entre noviem-
bre de 2006 y septiembre de 2007, y la etapa de administración entre noviembre
de 2007 y noviembre de 2008.
Participación en la convocatoria de la Unión Europea para la ejecución del Pro-
yecto Euro-Solar. Consorcio liderado por Socoin Ingeniería y construcciones In-
dustrial y Soluciona Ingeniería SLU, e integrados por Generación Peninsular SL,
SOFRECO, Aplicaciones Tecnológicas SRI, SM y el CER-UNI. El consorcio gra-
nó el concurso convocado y el proyecto se ejecutó entre el 2007 y 2011.
Preparación de Proyectos SFV con modelo operacional sostenible en el ámbito
de la empresa de distribución Electro Oriente S.A. Proyecto de la Dirección de
Fondos Concursables de la Dirección General de Electrificación Rural del MEM,
ejecutado a partir de junio de 2008.
Verificación en laboratorio de las especificaciones técnicas de los componentes de
un SFV de la empresa CIME Comercial de acuerdo con el Reglamento Especifi-
caciones técnicas y procedimientos de evaluación del sistema fotovoltaico y sus
componentes para electrificación rural. Realizado en julio de 2010
Estudio comparativo de confort térmico en módulo de viviendas ubicadas en
alturas mayores a 3 500 msnm. Consultoría para la ONG CARE, Proyecto Ccasa-
manta Qarkanakusum. Oficina Regional de Huancavelica. Ejecutado entre mayo
y junio de 2010.
105
ANEXO 2
PARTICIPACIÓN DEL CER-UNI EN EVENTOS ACADÉMICOS NACIONALES
E INTERNACIONALES (1990-2010)
Seminario Internacional Las energías renovables en áreas urbanas. Realizado en
Cusco, los días 17 al 19 de enero de 1990. Organizado por el CER-UNI, la Uni-
versidad Nacional San Antonio de Abad del Cusco y CYTED-D.
Seminario sobre Invernaderos solares y pequeños sistemas fotovoltaicos. Reali-
zado en Cusco, los días 25 al 29 de noviembre de 1991. Organizado por el CER-
UNI, la Universidad Nacional San Antonio de Abad del Cusco y CYTED-D.
IV Simposio Peruano de Energía Solar. Realizado en Arequipa, del 15 al 19 de
noviembre de 1992. Dictado de un curso sobre electrificación rural fotovoltaica
(20 horas).
Seminario FENYR. Realizado en Cusco del 25 al 27 de agosto de 1992.
Seminario de difusión FENYR. Realizado en Lima del 17 al 23 de diciembre de
1992. Dictado de la conferencia: Energía solar y medio ambiente.
V Simposio Peruano de Energía solar. Realizado en Cajamarca del 21 al 25 de
noviembre de 1994. Dictado de un curso sobre electrificación rural fotovoltaica
(15 horas).
VI Simposio Peruano de Energía Solar y II Seminario Internacional de Energías
Renovables. Realizado en Tacna del 6 al 8 de noviembre de 1996.
Energía 98. Seminario Internacional. Realizado en Lima del 8 al 10 de julio de
1998. Organizado por el Instituto Mario Samamé Boggio. Participación del direc-
tor del CER-UNI, ingeniero Rafael Espinoza.
Seminario Internacional de Negocios de Energías Renovables para América Lati-
na. Realizado en Quito (Ecuador) entre los días 14 y 16 septiembre de 1998. Or-
ganizado por ICAEN (España) e INECEL (Ecuador). Participación del director
del CER-UNI, ingeniero Rafael Espinoza.
Congreso Panamericano de Energía. Realizado en Lima los días 19 y 20 de no-
viembre de 1998. Organizado por la Sociedad de Ingenieros del Perú. Participa-
ción del director del CER-UNI, ingeniero Rafael Espinoza.
Seminario de actualización y VII Simposio Peruano de Energía solar. Realizado
en Piura del 30 de noviembre al 5 de diciembre de 1998. Participación del equipo
CER-UNI: Manfred Horn, Rafael Espinoza, Ivo Salazar y Miguel Ramos.
Congreso Nacional de Ingeniería Mecánica y Eléctrica. Realizado en Lima el 26
de noviembre de 1999. Participación del equipo CER-UNI: Rafael Espinoza, Ivo
Salazar y Wildor Maldonado.
II Jornadas Iberoamericanas de Energías Renovables. Electrificación rural foto-
voltaica. Realizado en Santa Cruz (Bolivia) del 22 al 26 de mayo de 2000. Partici-
pación de Raúl Valdivia.
106
Reunión de trabajo y Workshop del Proyecto PIPVI.5 Abastecimiento de agua en
áreas rurales mediante bombeo fotovoltaico. Realizado en Madrid (España) del 5
al 9 de junio de 2000. Participación de Ivo Salazar.
Seminario Taller Internacional Políticas y gestión en electrificación rural. Reali-
zado en Cochabamba (Bolivia) del 13 al 15 de junio de 2000. Participación del
director del CER-UNI, ingeniero Rafael Espinoza.
V Congreso Panamericano de Energía Solar. Realizado en Sao Paulo (Brasil) del
28 de septiembre al 2 de noviembre de 2000. Participación del director del CER-
UNI, ingeniero Rafael Espinoza.
Seminario de actualizaciones y VIII Simposio Peruano de Energía Solar. Realiza-
do en Puno del 13 al 18 de noviembre de 2000. Participación del equipo CER-
UNI: Manfred Horn, Rafael Espinoza, Ivo Salazar y Miguel Ramos.
Enercon 2001. Fuentes no convencionales de energía. Realizado en febrero de
2001. Participación de Ivo Salazar
III Jornadas Iberoamericanas de Energías Renovables. Solarimetría. Realizado en
Santa Cruz (Bolivia) en abril de 2001. Participación de Miguel Ramos.
Reunión de trabajo y Seminario del Proyecto PIPVI.5 Abastecimiento de agua en
áreas rurales mediante bombeo fotovoltaico. Realizado en Arica (Chile) el 11 y 12
de julio de 2001. Participación de Ivo Salazar
Reunión de la Red RIRRAS. Realizada en México el mes de septiembre de 2002.
Participación de Miguel Ramos.
XI Congreso Ibérico y VI Congreso Iberoamericano de Energía Solar. Realizado
en Portugal el mes de octubre de 2002. Participación del director del CER-UNI,
ingeniero Rafael Espinoza.
Reunión de la Red Iberoamericana de Cocción Solar de alimentos, Red Iberoame-
ricana de Refrigeración y Aire Acondicionado Solar, Red Iberoamericana de Apli-
caciones Sustentables de Energía Fotovoltaica y el proyecto Nuevas Tecnologías
de Cocción Solar de Alimentos. Realizado en Mendoza (Argentina) del 7 al 11 de
abril de 2003. Organizado por CYTED. Participación del doctor Manfred Horn y
el ingeniero Rafael Espinoza.
Congresos Iberoamericanos de energía solar. Realizados en Sao Paulo (Brasil) y
Algarve (Portugal) los años de 2000 y 2002, respectivamente.
Reuniones de la Asociación Argentina de Energía Solar. Participación en las edi-
ciones de los años de 2007, 2008 y 2009.
Congreso Internacional y Feria Industrial de Energía Guanajuato 09. Realizado en
Guanajuato (México) del 2 al 4 de septiembre de 2009.
XXXIII Semana Nacional de Energía solar de la Asociación Mexicana de Energía
Solar. Realizado en Guadalajara (México) del 28 de septiembre al 4 de noviembre
de 2009.
107
XVIII Congreso Nacional de Ingeniería Mecánica, Eléctrica y Ramas afines. Rea-
lizado del 28 de septiembre al 1 de octubre de 2009.
XXIII Copimera 2009. Realizado en Monterrey (México) del 25 al 27 de noviem-
bre de 2009.
IV Conferencia Latinoamericana de Energía solar. Realizada en Cuso del 1 al 6 de
noviembre de 2010
108
ANEXO 3
109
Cursos: Problemas energéticos y energías renovables no convencionales (28 ho-
ras), La radiación solar como recursos energéticos (42 horas), Experimentos con
energía solar (42 horas), Aplicaciones de la energía solar (28 horas), Electricidad
solar (28 horas), y Calentamiento solar de agua (28 horas). Cursos de la SEPES
dictados al público en general con el auspicio del CER-UNI, entre los años de
1996 y 2000.
110
BIBLIOGRAFÍA
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Publicaciones periódicas
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111
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