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Cano describe este sector del sistema consonántico medieval como una tríada
de fonemas formada por /š/, /ž/ y /ĉ/ con oposiciones mutuas en casi todos los
entornos. El primer par de fonemas, /š/ y /ž/, es fricativo y se distinguen entre sí por el
rasgo de sonoridad. A la vez, el fonema restante, /ĉ/, se diferencia de los anteriores
por su modo de articulación africado. Si bien esta descripción resulta útil por su
simpleza y claridad, el autor advierte que está dejando de lado al fonema palatal
sonoro representado por la grafía y. El motivo aducido para esta exclusión es la falta
de consenso acerca de si su realización era consonántica o de algún tipo vocálico. Por
otra parte, según este autor, aunque se lo tomase como consonante, tampoco está del
todo claro cuáles serían los rasgos distintivos que lo diferenciarían de /ž/, lo que
dificulta su inserción en el subsistema palatal.
De este modo, tendríamos para la grafía g un sonido [g] ante las vocales a, o, u
y otro sonido, de origen morisco al parecer de Nebrija, que aparece ante vocal palatal.
Este sonido, propio del castellano, ante las demás vocales se representa con la letra i
utilizada como consonante: ia, ge, gi, io, iu. Sin embargo, la respuesta a cómo sería
este sonido castellano-morisco, Cuervo no la encuentra en Nebrija sino en el autor de
la primera gramática del árabe utilizado en España:
Torquemada (antes de 1574) : « Estas tres letras (G, J, X) traen en gran baraja y
discordia la buena ortografia, porque en parecer tan diferentes en sí, tienen tanta
semejanza en la pronunciación, que muchas veces se ponen la una por la otra; y
esto cáusanlo los que inadvertidamente escriben sin querer mirar lo que hacen. »
(Cuervo I, p.56)
Para el final del siglo, esta tendencia se habría hecho general, como recoge esta otra
cita recopilada por Cuervo:
«Algunos consonantes se escriben con diferentes letras, que en la común
pronunciación hazen casi un mismo sonido, como Hija y fixa, Braua y coba, Iniquo
y chico, Pathmo y Cadmo, y Josapliat y mirad. Dudase si estos y otros semejantes
causan verdadera consonancia, porque por una parte no se guarda entre ellos la
semejanza de todas las letras que diximos ser necessaria, y por otra el sonido
parece el mismo que fuera si las letras estuuieran todas vniformes.» (Rengifo,
1592. Arte poética, silva de consonantes, cap. III.)
Es decir, que a la fricativa palatal sonora [ž] representada por las grafías i o g, según el
contexto vocálico (ia, ge, gi, io, iu), se la pase a representar con j como única grafía
(ja, je, ji, jo, ju). De esta manera, se podrían diferenciar raia, aio, iunta de raja, ajo,
junta sin necesidad de conservar la y griega. Sin embargo, esta postura está lejos de
ser la única.
En su Diálogo de la lengua1, Juan de Valdés, en cuanto a ortografía y correcta
pronunciación del castellano, desconoce la autoridad de las obras que Nebrija
publicara unos cuarenta años antes. Tal desacreditación es repetidamente sostenida a
partir de la condición de andaluz del autor del Vocabulario español-latino (1494):
VALDÉS. ¿Por qué queréis que me contente? ¿vos no veis, que aunque Lebrija
era mui docto en la lengua latina, (que esto nadie se lo puede quitar) al fin no se
puede negar, que era Andaluz, i no Castellano? i que escribió aquel su
vocabulario, con tan poco cuidado, que pareze haberlo escrito por burla? Si ya no
queréis decir que hombres invidiosos, por afrentar al Autor, han gastado el libro.
(Valdés p. 10)
Desde su condición de castellano, que lo haría portador de una lengua más pura, y
una vida social ligada a los círculos de la corte, modelo prestigioso del uso de la
lengua, dice sobre la y:
VALDÉS. En ésta hai mayor dificultad; pero habéis de saber, que la y griega, tiene
dos lugares á donde nezesariamente se pone, i donde ninguna de las otras estará
bien; i uno, donde se pone impropiamente. El uno de los dos es, cuando la y es
consonante: el otro, cuando es conjunzion. El impropio, es cuando se pone en fin
de la parte: en todos los otros lugares creedme que no está bien. (Valdés pp. 63-
64)
De este modo, con algunas excepciones, para Valdés, la y griega es una consonante.
1
Valdés 1860 [ca 1533]
No obstante, la disputa respecto de la naturaleza de la y griega no concluye
con estas dos posiciones antagónicas. Por la época en que Valdés escribía su Diálogo
de la lengua en Nápoles, Alejo Venegas, Maestro de Gramática en la Real Universidad
de Toledo, publica un Tratado de ortografía2 en el que se describe la y con un sonido
que podría ser semivocálico o semiconsonántico:
La .y. que llamamos .y. griega: sirve en latín para algunas diciones que vienen de griego .como
hymnus. y en castellano es medianera entre la .i. vocal. y la .y. consonante. assí como en: mía:
que es vocal: y en raja: que es la .i. consonante: media: raya: que ni del todo es vocal: ni del
todo es consonante: assí decimos: ayo. ajo. sayo. sajo. (Venegas cap 1 8vo presupuesto p. 20)
2
Tractado de orthographía y accentos en las tres lenguas principales, (Toledo, 1531) f.
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diptongo. En cuanto al uso consonántico, la normativa de 1726 dicta que la vocal /i/ es
consonante cuando la sucede otra vocal. Por su parte, la gramática actual dice:
El fonema /y/ cuenta con un solo modo de representación gráfica para la minoría
de hispanohablantes cuyo sistema fonológico incluye, además, el fonema /ll/. Así,
para los hablantes que distinguen en la pronunciación los fonemas /y/ y /ll/, el
fonema /y/ se corresponde siempre en la escritura con la letra y, puesto que el
dígrafo ll representa para ellos el fonema /ll/ (RAE 2010 (183))
Por otra parte, al hablar de la consonante y nos dice que esta se diferencia de
la vocal por la forma alargada de la estrechez formada por el dorso de la lengua y la
zona prepalatal, ya que, en la vocal, esta estrechez tendrá forma redondeada.
Además, cuando se pronuncia de forma enérgica, la estrechez de la y puede llegar a
la oclusión dando como resultado una africada sonora [ŷ] que se manifiesta tras otra
oclusiva, como en cónyuge [konŷuxe], o en posición inicial absoluta como en el
pronombre que estamos analizando: yo [ŷó]. Sin embargo, no se terminan aquí las
posibilidades ya que la y puede adelantar su punto de articulación y convertirse en [ž],
como era común en el español rioplatense de nuestro país y gran parte del sur de
España, para pronunciarse mayo [mažo], ayer [ažer], yo [žo]3 (para la Argentina, a esta
posibilidad debemos sumarle la variante sorda [š] que actualmente es mayoritaria).
En otro orden, la reticencia de Cano por incluir entre sus ejemplos una palabra
tan utilizada, quizás, esté ligada a la existencia de otras propuestas. Corominas, por
ejemplo, distingue, a partir de la evolución del vulgar EO, entre lenguas que utilizaron
formas procedentes del uso tónico del pronombre (port. eu, oc. ieu, sardo eo) y formas
3
Pidal §356c, pp. 108-109
derivadas del uso proclítico (fr. ant. jo, gasc. jou, cast. yo). En el uso proclítico (y por lo
tanto átono), una pronunciación vulgar y relajada hacen que EO evolucione como IO ‘ >
jo. Por otro lado, también existen casos en que las tendencias quedaron mezcladas,
como sucede en el caso del italiano que hace eo > io (variante resultante del uso
proclítico) y allí, un cambio hacia la variante tónica deja como resultado la acentuación
ío.
Por su parte, entre otras reglas enunciadas por Madariaga para el uso de la y griega
con valor vocálico encontramos:
En principio de dicion se pone mejor y, como yglesia, yronía, ydolatría, Ybañez.
Iglesia
Ijada (IV, 209)
Ir (IV, 305)
Letra J
aunque algunos la confunden con la I, debe distinguirse , porque la J sirve
siempre de consonante, y su pronunciacion es siempre guturál, como la própria y
natural de la X: por cuyo motivo irán puestas en esta letra solamente las voces que
no tienen x por su origen, conforme a lo dispuesto en el tratado de Orthographía.
(Autoridades, IV, p. 315)
Letra X
Es semivocal, y tomada de los Latinos, entre los quales tenia el valor de
dos consonantes: y unas veces fuerza de c, y s, y otras de g, y s. En Castellano
conservamos el fonido de la c, y s: como en Examen, Exótico; pero el de la g, y s
le convertimos en otro mucho mas fuerte, y gutural, tanto que no la distinguimos
de la j, ó g fuerte, como en Xamugas , Exército. (Autoridades VI, p. 531)
Nebrija
Sorda fuerte
Sonora media / floja
Letra G
2. El grafema g tiene dos valores: uno, propio: g + a, o, u, otro prestado: g + e,
i. La letra i también tiene dos valores: uno propio, como vocal, y otro que coincide con
el prestado de g: i + a, o, u. Nebrija propone: para el valor de /g/, g y para el del
africado o fricativo palatal, valores prestados de g, i, la i consonante o i luenga: j.
(…)
7. El grafema x tenía en latín el valor de cs, pero en el sistema fonológico de
Nebrija representa /š/, por lo que conviene señalarlo con «x + tilde», según el
gramático andaluz.
El grafema y se elimina por ser ocioso.
(G. Neb. p. 55 (57))
La y griega tan poco io no veo de qué sirve, pues que no tiene otra fuerça ni
sonido que la i latina, salvo si queremos usar della en los lugares donde podría venir
en duda, si la i es vocal o consonante; como escriviendo raya, ayo, yunta, si
pusiésemos i latina, diría otra cosa mui diversa: raia, aio, iunta. (G. Neb. p. 117 (119))
La. y. griega tan poco io no veo de que sirve: pues que no tiene otra fuerza ni
sonido que la. i. latina: salvo si queremos usar della en los lugares donde podría venir
en duda si la. i. es vocal o consonante. Como escriviendo raya ayo yunta: si
pusiessemos. i. latina diría otra cosa mui diversa. raia. aio. iunta. (Fol.9 r.)
La g tiene dos oficios: una proprio, & otro prestado. Esso mesmo la i tiene otros
dos: uno, cuando es vocal; & otro, cuando es consonante, el cual concurre con la g,
cuando después della se siguen e, i. Assí que, dexando la g, i, en sus propias fuerças,
con una figura que añadamos para representar lo que agora escrivimos con g, i,
cuando les damos ageno oficio, queda hecho todo lo que buscamos, dándoles todavía
a las letras el son de su pronunciación. Ésta podría ser la y griega, sino que está en
uso de ser siempre vocal; mas sea la j luenga, por que no seamos autores de tanta
novedad, & entonces quedará sin oficio la y griega. (G. Neb. Folio 11 r. p. 121 - 122
(123))