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REORGANIZACIÓN O DECLINACIÓN?
Para empezar cualquier análisis de las instituciones democráticas y la representación política hay
que empezar con los PARTIDOS POLÍTICOS. Son los principales agentes de representación política y
virtualmente los únicos actores con acceso a cargos electivos en la política democrática. Brindan
acceso al gobierno y, al asumir posiciones en cuestiones claves que desgarran a una sociedad,
ponen orden en lo que de otra forma sería una cacofonía de conflictos disonantes, ya que redicen
los costos de información del voto y facilitan la participación en política de los ciudadanos con
poco tiempo e información. Además hay que tomar en cuenta otros actores como los sindicatos,
asociaciones cívicas voluntarias, ONGs, etc.
Desde la ola de democratización, los ciudadanos varones y mujeres de clases, regiones y orígenes
étnicos antes subrepresentados se movilizaron social y políticamente y obtuvieron derechos
políticos. Además las redes de representación política de la posguerra parecen desmoronarse.
Algunos estudiosos creen que la decadencia de las redes partidarias que liberó a anteriores
“súbditos” de sus amarras en la matriz de la posguerra dejó un vacío en esta matriz, que las
principales alternativas a los partidos surgidas en las décadas ’80-’90 tal vez no pudieran llenar.
Gracias a la explotación de este vacío, emprendedores políticos “neopopulistas” como Collor de
Mello, Menem y Fujimori llegaron a la presidencia. Su éxito deriva de sus promesas de resolver los
problemas nacionales de una sola vez y sin PP.
El hecho de que los ciudadanos se hayan apartado de las redes tradicionales de representación
política suele atribuirse a la insatisfacción pública con el desempeño económico de corto plazo.
Otra razón de la invalidación de los PP puede sr el impacto de la televisión, a la que se adjudica
haber asumido la función de difundir información política vieja.
Con la redemocratización, los gobiernos civiles descubrieron que el orden económico de los
sistemas contemporáneos de representación política estaba en una fase terminal de su
enfermedad. Presionados por una inflación galopante y niveles sin precedentes de deuda externa,
en la década de los ’80 los gobiernos LatAm siguieron la tendencia encabezada por Chile y
abandonaron sucesivamente la ISI protegida por el Estado a favor de estrategias de desarrollo
orientadas hacia el mercado, fundadas en un régimen comercial liberal y un alcance reducido de
la intervención estatal.
Esta transición al liberalismo económico generó mucha confusión política, en parte como
resultado de los esfuerzos de las elites por debilitar a los sectores organizados de la sociedad más
susceptibles de oponerse a la liberalización del comercio y la privatización de las empresas
estatales, a fin de minimizar la disensión y la oposición política a la liberalización económica.
El cambio económico transformó a los electorados de los PP. Los partidos de izquierda ya no
pueden depender de los votos de los trabajadores organizados concentrados en grandes áreas
fabriles; en cambio, ahora deben llegar a nuevos electorados en establecimientos comerciales y
bancarios.
Desde el surgimiento del movimiento obrero como actor político en AmLat (crack del ’29 aprox) el
corporativismo actuó como un sistema de representación de intereses, organizando los intereses
societales en términos funcionales. Donde ese corporativismo tuvo vigencia, el Estado reguló los
mercados laborales mediante complejos códigos e instituciones legales, principalmente tribunales
laborales estatales.
Desde los ’80, el corporativismo empezó a decaer en toda LatAm. Este proceso se originó con los
ataques en contra de las organizaciones sindicales lanzados por los regímenes militares, queriendo
desmantelar el populismo, y los reformadores económicos que procuraban liberalizar el
funcionamiento de los mercados laborales lo aceleraron.
El final del siglo de corporativismo que mejora la eficacia de los sindicatos latinoamericanos en la
promoción de los intereses económicos de sus miembros en el mercado puede, paradójicamente,
debilitar su papel en la representación política. Con la expansión del rol de los mercados en la
asignación de servicios laborales y sociales en LatAm hoy (2000), los canales de negociación antes
abiertos entre los sindicatos y las “estructuras de decisión del Estado” empiezan a quedar
obsoletos.
La formación de nuevos partidos que reflejen nuevas identidades e intereses, y la muerte de los
antiguos, junto con la desaparición de clases y la preponderancia de viejos clivajes, son parte
integrante del proceso normal de realineamiento electoral. Sin embargo, la continuidad de la
organización y los programas partidarios es un fundamento esencial para que los ciudadanos
tomen decisiones electorales racionales e informadas, porque la discontinuidad del sistema de
partidos y la volatilidad electoral excesivas amenazan la capacidad de aquellos de cumplir su
misión de representación política.
Los niveles declinantes de identificación de los votantes con los partidos señalan con frecuencia el
desalineamiento partidario, que es un preludio del desalineamiento electoral. Éste está marcado
por patrones de votación volátiles e índices crecientes de abstención. El indicador del
desalineamiento partidario es la renuencia en aumento de los votantes a identificarse con los
partidos existentes.
Estos dos factores juntos ponen en duda la hipótesis de que la declinación de la representación
política sea meramente temporaria.
Aunque en general Hagopian observa una situación generalizada hacia la desorganización y el
desalineamiento, algunos casos en LatAm son excepciones; casos de realineamiento, flexibilidad y
posible reorganización de los intereses y la representación políticos. Uruguay y Costa Rica.
Cuando los regímenes militares clausuraron legislaturas y declararon en receso la actividad de los
PP, en muchos países surgieron nuevos movimientos sociales para llenar el vacío representacional.
Si bien en la década del ’90 la democracia en AmLat es más INCLUYENTE que nunca, no
necesariamente es más REPRESENTATIVA. Nuevos movimientos sociales pueden haber movilizado
segmentos más amplios de la ciudadanía que los partidos en el pasado, pero no necesariamente
los representaron con la misma eficacia. Aunque los movimientos sociales y las organizaciones
voluntarias pueden complementar eficazmente las redes partidarias de representación, no hay
pruebas de que funcionen bien como sus sustitutos.
Conclusiones clave:
No está claro cómo podrían reorganizarse los intereses en la próxima década pero posiblemente la
naturaleza de la representación política se haga más DESCENTRALIZADA. También es posible
imaginar que se haga más GLOBAL.