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Índice
1 Antigüedad
2 Romance
3 Primeras novelas, 1000-1600
3.1 Siglo XIV: Boccaccio y Chaucer
3.2 Siglo XV
3.3 Siglo XVI
4 Conflicto entre novelas y romances, 1600-1700
5 El mercado alrededor de 1700
6 El "romance nuevo", 1700-1800
7 La reforma, 1700-1800
8 Novelas como literatura, 1740-1800
9 Sentimentalismo, psicología, y el nuevo individuo, 1750-1850
10 Siglo XIX
10.1 Novela gótica
10.2 Romanticismo
10.3 Realismo y naturalismo
10.4 Separación de la alta y la baja producción
11 Siglo XX
11.1 La novela como universo
11.1.1 La novela psicológica
11.1.2 El círculo de Viena
11.1.3 Proust y Joyce
11.2 La era de la sospecha
11.2.1 La novela existencialista
11.2.2 La novela y el totalitarismo
12 Bibliografía
12.1 Puntos de vista contemporáneos
12.2 Literatura secundaria
13 Referencias
14 Enlaces externos
Antigüedad
Las primeras novelas se producen entre el siglo II a. C. y siglo III d. C. en
Grecia y Roma, y se han clasificado en cuatro tipos básicos: novelas de viaje,
novelas románticas, novelas satíricas y novela bizantina.
Como Pierre Daniel Huet señaló en 1670, la tradición de obras épicas tiene su
precedente en Virgilio y Homero. Se solía usar el verso, adecuado a una tradición
de representaciones orales. Hoy, esta tradición se remonta más atrás, a la época
sumeria (Epopeya de Gilgamesh), y a la mitología hinduista (Ramaiana y
Majabhárata).
Romance
Artículo principal: Romance (narración)
En la Edad Media surge la novela sentimental y la caballeresca.
Los romances eran narraciones en verso que se hicieron en lengua "romance" (de ahí
tomaron el nombre). Las primeras obras de este género datan de los siglos XI y XII.
Se desarrolló con temas como la caballería artúrica, no siendo fácil concretar
cuánto de estos primeros "romances" se debieron a los modelos de la antigua Grecia
y cuánto a las epopeyas en verso folclóricas como Beowulf y el Cantar de los
Nibelungos. La trama estándar de un romance de este tipo consistía en una serie de
aventuras inesperadas y peculiares. Pueden citarse clásicos como el Roman de la
Rose.
Los siglos XIV y XV vieron la emergencia de los primeros romances en prosa junto,
así como de un nuevo mercado de libros, que se desarrolló incluso antes de que se
expandiera la imprenta. Las leyendas, vidas de santos y visiones místicas en prosa
fueron el principal objeto de este nuevo mercado de producciones en prosa. La élite
urbana y las lectoras de clases altas y de los monasterios leían prosa religiosa.
Los romances en prosa irrumpieron en este mercado como una moda nueva y cara. Sólo
podía florecer verdaderamente con la invención de la imprenta y con la divulgación
del papel, en la segunda mitad del siglo XV. Para entonces, el antiguo romance
competía en el mercado con géneros más breves; el más destacados de estos géneros
era la novela, una forma que nació en el curso del siglo XIV.
Una primera novela podía ser básicamente cualquier historia que se contaba por sus
elementos espectaculares o reveladores. Se incluían en una conversación (entendida
como entretenimiento), con una mínima ambientación. Podían ser sermones extendidos.
Las colecciones de ejemplos facilitaban la labor de los predicadores, que mediante
una fábula o una breve reflexión histórica ilustraban una conclusión moral. Según
las colecciones medievales, eran determinantes los gustos y la clase social. Los
trabajadores preferían historias tremendas, con engaños ingeniosos, de los que
hacían víctimas a las clases sociales que odiaban o a otros competidores de los
narradores de historias. Parte de este género original persiste en los pequeños
chistes que se añaden para poner un toque humorístico en la conversación.
El romance se había hecho tedioso, después de reiterar tramas sin introducir otras
nuevas. Las colecciones de cuentos o novelas los criticaron: un personaje del grupo
de narradores empezaría a contar un romance, e inmediatamente se vería interrumpido
por los otros narradores que escuchaban la historia, para que se callase, o hablase
de forma comprensible, o que rápidamente fuera al meollo del asunto. El resultado
fue el auge del relato corto. Los pasos de este desarrollo pueden seguirse con el
aprecio que iba ganando el cuento y el valor de los romances en nuevas colecciones
versificadas a finales del siglo XIV.
Siglo XV
No existe unanimidad en cuanto al momento inicial de la novela o cuál sea la
primera novela. Parece indudable que debe situarse en el Renacimiento. Es entonces
cuando, orientándose hacia Italia surge en España la novela sentimental, como
última derivación de las convencionales teorías provenzales del amor cortés. La
obra fundamental del género fue la Cárcel de amor (1492) de Diego de San Pedro.1
Todo el siglo estuvo dominado por el subgénero de la novela pastoril, que situaba
el asunto amoroso en un entorno bucólico. Puede considerarse iniciada con La
Arcadia (1502), de Jacopo Sannazaro y se expandió a otros idiomas, como el
portugués (Menina e Moça, 1554, de Bernardim Ribeiro) o el inglés (La Arcadia,
1580, de Sidney).
A mediados del siglo XVI, se produjo un cambio de ideas hacia un mayor realismo,
superando en este punto las novelas pastoriles y caballerescas. Así se advierte en
el Gargantúa y Pantagruel de François Rabelais y en la Vida de Lazarillo de Tormes
y de sus fortunas y adversidades (1554), origen esta última de la novela picaresca.
Con posterioridad al Quijote, Cervantes publicó las Novelas Ejemplares (1613). Por
"novela" se entendía en el siglo XVII la narración breve intermedia entre el cuento
y la novela extensa, o sea lo que hoy llamamos novela corta.2 Las Novelas
ejemplares de Cervantes son originales, no siguen modelos italianos, y frente a la
crítica al Quijote, que se decía que no enseñaba nada, pretendían ofrecer un
comportamiento moral, una alternativa a los modelos heroico y satírico. No
obstante, siguió suscitando críticas: Cervantes hablaba de adulterio, celos y
crimen. Si estas historias proporcionaban ejemplo de algo, era de acciones
inmorales. Los defensores de la "novela" respondieron que sus historias
proporcionaban buenos y malos ejemplos. El lector podía aún sentir compasión y
simpatía con las víctimas de los crímenes y las intrigas, si se narraban ejemplos
de maldad.
Surgió entonces como respuesta a estas novelas dudosas un romance más noble y
elevado, con incursiones al mundo bucólico, siendo La Astrea (1607-27) de Honoré
d'Urfé, la más famosa. Se criticaron estos romances por su falta de realismo, a lo
que sus defensores replicaban que sí lo eran, aludiendo al roman à clef ("novela en
clave"): novelas que, adecuadamente entendidas, se referían a personajes del mundo
real. Argenis (1625-26) de John Barclay aparecía como un Roman à clef político. Los
romances de Madeleine de Scudéry tuvieron más influencia, con tramas ambientadas en
el mundo antiguo y contenido tomado de la vida real: la vida de sus amigos en los
círculos literarios de París. Estos libros ofrecían las más refinadas observaciones
de los motivos humanos, personajes tomados de la realidad, y excelentes enseñanzas
morales sobre cómo debe comportarse uno, y cómo no, si quería triunfar en la vida
pública y en los círculos íntimos que ella retrataba.
Uno de los héroes en los romances de Scudéry, Paul Scarron, publicó el primer
volumen de su Roman Comique en 1651 (aparecieron otros volúmenes en 1657 y, por
mano ajena, en 1663), pidiendo expresamente que se desarrollase lo que Cervantes
había creado en España: Francia debería (Roman Comique, cap. 21) imitar el español
con pequeñas historias como aquellas que llamaban "novelas". El propio Scarron
añadió numerosas de esas historias a su propio trabajo.
Veinte años más tarde, Madame de La Fayette dio los pasos decisivos en sus dos
novelas. La primera, su Zayde (publicada en 1670 junto con el famoso Tratado sobre
el origen de los romances), de Pierre Daniel Huet, fue una "historia española". La
princesa de Clèves (1678) probó que podían escribirse novelas adaptadas al gusto
francés. Los españoles disfrutaban las historias de orgullosos españoles que se
batían en duelo para vengar su reputación. Los franceses tenían un gusto más
refinado y se inclinaban a la observación detallada de los motivos y el
comportamiento humanos. La historia era decididamente una "novela" y no un
"romance": una historia de virtud femenina sin parangón, con una heroína que tuvo
la oportunidad de arriesgarse en un amor ilícito y no sólo resistió a la tentación,
sino que acrecentó su infelicidad confesando sus sentimientos a su marido. La
melancolía que su historia creaba era enteramente nueva y sensacional.
A finales del siglo XVII el mercado europeo comenzó a interesarse por el escándalo,
con libros franceses apareciendo sobre todo en los Países Bajos (donde la censura
era liberal) para ser importados clandestinamente a Francia y llegar también a
Alemania y Gran Bretaña. La novela floreció en este mercado como el mejor género
para contar noticias escandalosas. Los autores sostenían que las historias eran
verdaderas y no se narraban para escandalizar, sino para proporcionar lecciones
morales. Para probarlo, ponían nombres ficticios a sus personajes y contaban las
historias como si fueran novelas. El público se entretenía averiguando la identidad
de los personajes. Aparecieron los periódicos de historietas, como el Mercure
Gallant. También surgieron colecciones de cartas, que incluían estas historietas, y
que llevaron al desarrollo de la novela epistolar.
3.1
Romances heroicos:
Telémaco de Fénelon(1699)
1
Vendidos como creaciones románticas, leídos como verdaderas historias de asuntos
públicos:
2
Vendidos como creaciones románticas, leídos como verdaderas historias de asuntos
privados:
Fuera del centro, el mercado tenía dos alas: a la izquierda, libros que pretendían
ser romances, pero que amenazaban con ser todo menos ficticios. Delarivier Manley
escribió el más famoso de ellos, su New Atalantis, llena de historias que la autora
sostenía que había inventado. Los censores se veían impotentes: Manley vendía
historias que desacreditaban a los whigs en el poder, pero que supuestamente
ocurrían en una isla de fantasía llamada Atalantis, lo que les impedía demandar a
la autora por difamación, salvo que acreditasen que eso era lo que ocurría en
Inglaterra. En el mismo mercado aparecieron historias privadas, creando un género
diferente de amor personal y batallas públicas sobre reputaciones perdidas.
Al lado opuesto, había títulos que sostenían que eran estrictamente de no ficción,
como el Robinson Crusoe de Daniel Defoe. La identificación del género: "Vendido
como una verdadera historia privada, arriesgándose a ser leída como una invención
romántica", abría el prefacio:
Entre las voces que reclamaban un regreso a los anticuados romances se encontraba
Jane Barker, cuyo "romance nuevo" Exilius (1715) se convirtió en el boceto de una
nueva tradición. Según Jane Barker, el romance se venía desarrollando desde
Geoffrey Chaucer hasta François Fénelon, el último de los cuales era un autor que
se había hecho famoso en ese tiempo con su romance Telémaco (1699/1700).
El gran éxito de la siguiente década, Robinson Crusoe de Daniel Defoe, apareció ese
mismo año, y el editor, William Taylor, evitó esas trampas con una cubierta en la
que afirmaba que no se trataba de una novela ni de un romance, sino de una
historia, sin embargo el diseño de página recordaba demasiado al "romance nuevo"
con el que Fénelon se había hecho famoso.
La reforma, 1700-1800
Huet publicó en 1670 el Traitté de l'origine des romans, que circulaba por aquel
entonces en distintas traducciones y ediciones. El tratado ganó una posición
central entre los escritos sobre la prosa de ficción habiendo creado el primer
corpus de textos para debatir y siendo el primer título que demostraba que estas
ficciones mundanas se podían interpretar al igual que un teólogo interpreta las
partes del evangelio en el debate teológico. La interpretación necesita, por
supuesto, de un propósito, y Huet ofrecía cierto número de preguntas que uno podía
hacerse: ¿Qué nos dice una obra de ficción de una cultura extranjera o de un
periodo lejano sobre aquellos que la construyeron?, ¿Qué necesidades culturales
respondían estas historias?, ¿Existen premisas antropológicas fundamentales que nos
hacen crear mundos imaginarios?, ¿Divertían y enseñaban estas ficciones?,
¿Constituían un sustituto al más recomendable conocimiento científico, como uno
puede asumir de la lectura de los mitos de la antigüedad y del medioevo, o se
sumaban a los encantos de la vida que se dan en una cultura particular, como puede
interpretarse de las antiguas historias eróticas del Mediterráneo?.
Samuel Richardson, autor de Pamela (1741), novela publicada con intenciones claras:
"Ahora publicada por primera vez para cultivar los principios de la virtud y la
religión en las mentes de los jóvenes de ambos sexos, una narración que tiene el
fundamento en la verdad y la naturaleza; y al mismo tiempo entretiene
agradablemente...".
El mercado de comienzos del siglo XVIII para la ficción clásica en prosa inspiró a
autores vivos. Aphra Behn, escribiendo en un relativo anonimato, se convirtió en
una autora celebrada póstumamente. Fénelon consiguió la misma fama en vida.
Delarivier Manley, Jane Barker y Eliza Haywood siguieron sus famosos modelos
franceses que se habían atrevido a reclamar la fama con sus nombres verdaderos:
Madame d'Aulnoy y Anne Marguerite Petit du Noyer. La mayor parte de las novelas se
habían publicado antes mediante pseudónimo; ahora se convertían en las producciones
de autores famosos.
En este mercado alto, podía verse dos tradiciones que se desarrollaban: obras que
jugaban con el arte de la ficción — Laurence Sterne y su Tristram Shandy entre
ellas — el otro más cercano a las discusiones que prevalían y modos de su
audiencia. El gran conflicto del siglo XIX, de si el artista debe escribir para
satisfacer al público o para producir el arte por el arte, aún no había llegado.
La audiencia del siglo XVIII veía a estos nuevos héroes y heroínas con asombro,
pues se atrevían a confesarse con sus padres y amigos, una confianza que solo unas
décadas antes les hubiera convertido en víctimas del mundo de ficción, intriga y
escándalos de comienzos de siglo, y que, sin embargo, para éstos nuevos héroes se
tornaba en un receptáculo de compasión. En vez de hacer de sus asuntos un
entretenimiento público, los nuevos héroes desarrollaban un sentido de la intimidad
que solo la novela podía plasmar.
Nuevos géneros prosperaban con estos nuevos protagonistas que no querían mostrar
sus trapos sucios en público; sus cartas y diarios se encontraban y publicaban solo
después de sus muertes. Una oleada de sentimentalismo fue el primer resultado,
presentando a héroes como el de Man of Feeling (1771) de Henry Mackenzie. Una
segunda oleada trajo consigo héroes más radicales que no podían ya soñar con un
entorno en que buscar comprensión. Las cuitas del joven Werther, de Johann Wolfgang
von Goethe (1774), se situó a la encabezada del nuevo movimiento, y forjó tal
sentimiento de compasión y comprensión que muchos estaban preparados a seguir a
Werther en su suicidio.
Los críticos percibían a éstos nuevos héroes como el mejor signo de que una nueva
literatura que se prestaba al debate se estaba forjando. Las preguntas sobre el
mundo y el hombre que los protagonistas tan desesparadamente se hacían permitía un
nuevo tipo de debate literario-filosófico, el de la naturaleza de la mente humana
que tan bien se observaba en estas novelas.
Este desarrollo de la novela había tornado la defensa de una reforma moral tanto
individual como social en un género. Con la llegada del Romanticismo alrededor de
1770, este desarrollo fue más allá: la novela se convirtió en el medio de una
vanguardia en la que las emociones se encontraban ejemplificadas y personificadas.
Los escritores alemanes dieron nombre al Bildungsroman, un tipo de novela que se
centraba en el desarrollo del individuo, su educación, y su camino hacia la
individualidad en la preparación de su vida social. Las nuevas ciencias, como la
sociología y la psicología se elaboraron al tiempo que el "nuevo individuo" e
influenciaron las discusiones sobre la novela en el siglo XIX.
Siglo XIX
A finales del siglo XVIII aparecen unas novelas cargadas de un sentimentalismo
melancólico que abren el período romántico que se desarrolla plenamente en el siglo
XIX con la aparición de la novela histórica, psicológica, poética y social. El
género alcanza su perfección técnica con el realismo y el naturalismo. Es en esta
época cuando la novela alcanza su madurez como género. Su forma y su estética ya no
cambiaron más hasta el siglo XX: su división en capítulos, la utilización del
pasado narrativo y de un narrador omnisciente.
Novela gótica
Al comienzo del siglo XVII la novela había sido un género realista luchando contra
el romance con sus salvajes fantasías. La novela se había vuelto primero hacia el
escándalo antes de sufrir una reforma en las últimas décadas del siglo XVIII. Con
el tiempo, la ficción se convirtió en el campo más honorable de la literatura. Este
desarrollo culminó en una ola de novelas de fantasía en el tránsito hacia el siglo
XIX. Se acentuó la sensibilidad en estas novelas. Las mujeres, alteradas e
inclinadas a imaginar mundos más allá de aquel en que vivían, se convirtieron en
las heroínas de un nuevo mundo de "romances" y novelas góticas, creando historias
que ocurrían en tiempos y lugares lejanos. La Italia del Renacimiento era uno de
los entornos favoritos para ambientar novelas góticas.
La novela gótica clásico fue Los misterios de Udolfo (1794). Como en otras novelas
góticas, la noción de lo sublime es crucial. La teoría estética del siglo XVIII
sostenía que lo sublime y lo bello se yuxtaponían. Lo sublime era sobrecogedor
(awful, literalmente "awe-inspiring" inspiradora de sobrecogimiento) y aterrador
mientras que lo bello era calmado y tranquilizador. Los personajes góticos y sus
paisajes entraban casi por entero en lo sublime, siendo la heroína la gran
excepción. La susceptibilidad de la "bella" heroína a los elementos sobrenaturales,
que son elemento integral de estas novelas, al mismo tiempo celebra y
"problematiza" lo que llegó a verse como hipersensibilidad.
Al comienzo del siglo XIX, las alteradas emociones de sensibilidad, tal como se
expresaban en lo sublime gótico, se habían agotado. Jane Austen con La abadía de
Northanger (1803) parodió la novela gótica, reflejando su muerte. Más aún, aunque
la sensibilidad no desapareció, fue menos valorada. Austen introdujo un estilo
diferente de escritura, la "comedia de costumbres". Sus novelas a menudo son no
sólo cómicas, sino también mordazmente críticas de la cultura restrictiva y rural
de principios del siglo XIX. Su novela más conocida, Orgullo y prejuicio (1811), es
la más feliz, y ha sido un anteproyecto de mucha ficción romántica posterior. Las
novelas de Austen aún tienen un seguimiento amplio, a pesar de la distancia entre
los dilemas de sus heroínas y los del lector actual. Media:Título del enlace
Romanticismo
La obra de Jean Paul y E.T.A. Hoffmann están dominadas por la imaginación, pero
conservaron la estética heteróclita del siglo XVIII, de Laurence Sterne y de la
novela gótica.
Dentro de este mismo idioma, aparecen los primeros escritores de renombre en los
Estados Unidos. Cultivó la novela Fenimore Cooper, siendo su obra más conocida El
último mohicano.
Realismo y naturalismo
La novela realista se caracteriza por la verosimilitud de las intrigas, a menudo
inspiradas por hechos reales, así como por la riqueza de las descripciones y de la
psicología de los personajes. Se retratan personajes de todas las capas sociales y
a menudo a lo largo de generaciones sucesivas. Esta voluntad de construir un mundo
novelístico a la vez coherente y completo vio su culminación con La Comedia humana
de Honoré de Balzac. Este proyecto tuvo una influencia considerable en la historia
de la novela. Además de Balzac, la escuela realista francesa cuenta igualmente con
Flaubert y Maupassant. A finales del siglo XIX, el realismo evolucionó por un lado
hacia el naturalismo objetivo de un Zola y por otro hacia la novela psicológica.
La tradición satírica inglesa del siglo XVIII se perpetuó con autores como Charles
Dickens, William Makepeace Thackeray o, en Francia, Octave Mirbeau, integrantes en
ciertos aspectos de la novela realista, principalmente en la importancia de las
descripciones y la ambición de presentar una "imagen global" de toda la sociedad.
En Rusia, el estilo satírico queda ilustrado por Nikolái Gógol (Almas muertas,
1840), y por algunas novelas de Fiódor Dostoyevski (La ciudad de Stepánchikovo y
sus habitantes, 1859). Este es el gran siglo de la literatura rusa, que dio
numerosas obras maestras al género novelístico, especialmente en el estilo
realista: Anna Karénina de León Tolstói (1873-1877), Padres e hijos de Iván
Turguénev (1862), Oblómov de Iván Goncharov (1858). En fin, la obra novelística de
Dostoievski, cuya importancia para la historia de la novela es fundamental, puede
por ciertos aspectos ser relacionada con este movimiento como, por ejemplo, su
novela Los hermanos Karamázov.
Al principio del siglo XX, escritores estadounidenses como John Steinbeck, Jack
London o Ernest Hemingway perpetuarán el estilo naturalista.
La novela probó que era un medio para una comunicación tanto íntima (las novelas
pueden leerse privadamente mientras que las obras de teatro son siempre un
acontecimiento público) como públicamente (las novelas se publican y así se
convierten en algo que afecta al público, si no a la nación, y sus intereses
vitales), un medio de un punto de vista personal que puede abarcar el mundo. Nuevas
formas de interacción entre los autores y el público reflejaban estos desarrollos:
los autores hacían lecturas públicas, recibían premios prestigiosos, ofrecían
entrevistas en los medios de comunicación y actuaban como la conciencia de su
nación. Este concepto del novelista como una figura pública apareció a lo largo del
siglo XIX.
1
El moderno roman à clef (un ejemplo reciente es Primary Colors) 2
Sexo, incluyendo la pornografía "romántica" suave para la audiencia femenina 3
Ambientación histórica (la tradición de los romances heroicos), el crimen (la
tradición de la novela del siglo XVII) 4
Aventura, ciencia ficción 5
Espionaje, conspiración
Siglo XX
La novela como universo
Entre 1880-1940, la novela acostumbraba a rendir cuentas a la experiencia humana
individual (novela psicológica) o colectiva (Novela vienesa y americana). Las obras
se hacen más largas y buscan unir en una estructura única diversos elementos
heterogéneos.
La novela psicológica
Hacia finales del siglo XIX, numerosas novelas buscaban desarrollar un análisis
psicológico de sus personajes. Algunos ejemplos son las novelas tardías de
Maupassant, Romain Rolland, Paul Bourget, Colette o D.H. Lawrence. La intriga, las
descripciones de lugares y, en menor medida, el estudio social, pasaron a un
segundo plano.
El círculo de Viena
A comienzos del siglo XX muchos novelistas buscaban recuperar el proyecto de Balzac
de construir una novela polifónica que reflejara todos los aspectos de una época.
Este será el caso de muchas de las novelas vienesas. Así, El hombre sin atributos
de Robert Musil (publicado póstumamente en 1943) y Los Sonámbulos de Hermann Broch
(1928-1931) presentan la ambición de querer representar, a través del destino de
algunos de sus personajes, la evolución de los valores de la sociedad occidental.
Estas dos novelas integran largos pasajes de reflexiones y comentarios filosóficos
que esclarecen la dimensión alegórica de la obra. En la tercera parte de Los
sonámbulos, Broch alarga el horizonte de la novela mediante la yuxtaposición de
diferentes estilos: narrativa, reflexión, autobiografía...
Podemos encontrar también esta ambición en otras novelas vienesas de la época, como
las obras de: (Arthur Schnitzler, Heimito von Doderer, Joseph Roth) y con más
frecuencia en otros autores en lengua alemana como Thomas Mann, Alfred Döblin o
Elias Canetti, y también en otros autores como el francés Roger Martin du Gard en
Les Thibault (1922-1929) o el americano John Dos Passos, en su trilogía U.S.A.
(1930-1936).
Proust y Joyce
La era de la sospecha
En los inicios del siglo XX nace la novela experimental. El naturalismo francés
influyó en Italia (el verismo). En este momento la novela era un género conocido y
respetado, al menos en sus expresiones más elevadas (los "clásicos"). El inicio del
siglo XX vio el nacimiento del psicoanálisis, la lógica de Wittgenstein y Russell,
la lingüística y la técnica narrativa intenta adecuarse a ello. Después de haber
buscado refugio en la representación de clases bajas (verismo) o de clases altas,
la novela no podía estar más basada sobre la relatividad, y eso modifica su
estructura: la trama a menudo desaparece, no existe necesariamente una relación
entre la representación espacial con el ambiente, la andadura cronológica se
sustituye por una disolución del curso del tiempo y nace una nueva relación entre
el tiempo y la trama. Cambia también la tipología de los personajes. Termina el
mito del héroe que es sustituido por los nuevos antihéroes y cuyos rasgos
principales son el sentimiento de frustración, la pérdida de su propia identidad,
la falta de unidad psíquica, la sensación de no ser auténtico. Los protagonistas
son los ineptos, los hombres sin ninguna cualidad, los enfermos físicos y
psíquicos, de los cuales a menudo se pone en escena la inutilidad de la acción y de
la palabra.
La novela existencialista
La entrada del modernismo y el humanismo en la filosofía occidental, así como la
conmoción causada por dos guerras mundiales consecutivas provocaron un cambio
radical en la novela. Las historias se tornaron más personales, más irreales o más
formales. El escritor se encuentra con un dilema fundamental, escribir, por un
lado, de manera objetiva, y por el otro transmitir una experiencia personal y
subjetiva. Es por esto que la novela de principios del siglo XX se ve dominada por
la angustia y la duda.
La novela y el totalitarismo
La dimensión trágica de la historia del siglo XX se encuentra largamente reflejada
en la literatura de la época. Las narraciones o testimonios de aquellos que
combatieron en ambas guerras mundiales, los exiliados y los que escaparon de un
campo de concentración trataron de abordar esa experiencia trágica y de grabarla en
la memoria de la humanidad. Todo esto tuvo consecuencias en la forma de la novela,
pues vemos aparecer gran cantidad de relatos de no-ficción que emplean la técnica y
el formato de la novela, como pueden ser Si esto es un hombre (Primo Levi, 1947),
La noche (Elie Wiesel, 1958) La especie humana (Robert Antelme, 1947) o Ser sin
destino (Imre Kertész, 1975). Este tipo de novela influenciaría después a autores
como Georges Perec o Marguerite Duras.
Por otro lado, el recurso de emplear la novela como denuncia a los crímenes
soviéticos también se emplea de forma sistemática en novelas tales como Un día en
la vida de Iván Denísovich de Aleksandr Solzhenitsyn (1962), Una tumba para Borís
Davídovich de Danilo Kiš (1976), o La broma de Milan Kundera (1967). Estas novelas
denuncian específicamente la pérdida de la esfera privada, el lugar que retrata por
excelencia la novela, en los estados soviéticos. En un sentido más propagandístico
también puede notarse la proliferación de la Novela de espionaje que se da en la
época.
Los problemas para la novela del siglo XX son aún aquellos de la voz narradora, y
del narrador que presenta el punto de vista dominante.
Bibliografía
Puntos de vista contemporáneos
1651: Paul Scarron, The Comical Romance, capítulo XXI. "Que quizás no se encuentre
muy entretenido" (Londres, 1700). Alegato de Scarron por una producción francesa
que rivalizada con las "novelas" españolas. Marteau
1670: Pierre Daniel Huet, "Traitté de l'origine des Romans", Prefacio a la obra de
la condesa de La Fayette, Zayde, histoire espagnole (París, 1670). Una historia
mundial de la ficción. Edición en pdf de Gallica France
1683: [Du Sieur], "Sentimens sur l’histoire" de: Sentimens sur les lettres et sur
l’histoire, avec des scruples sur le stile (París: C. Blageart, 1680). Las nuevas
novelas, tal como han sido publicadas magistralmente por Marie de LaFayette .
Marteau
1702: Abbe Bellegarde, "Lettre à une Dame de la Cour, qui lui avoit demandé
quelques Reflexions sur l’Histoire" en: Lettres curieuses de littérature et de
morale (La Haya: Adrian Moetjens, 1702). Paráfrasis del texto de Du Sieur. Marteau
1705/1708/1712: [Anon.] En inglés, francés y alemán, el Prefacio a La historia
secreta de la reina Zarah y los zarazianos (Albigion, 1705). El artículo de
Bellegarde plagiado. Marteau
1713: Deutsche Acta Eruditorum, crítica alemana de la traducción francesa de la
obra New Atalantis 1709, de Delarivier Manley (Leipzig: J. L. Gleditsch, 1713). Un
raro ejemplo de una novela política discutida por un diario literario. Marteau
1715: Jane Barker, prefacio a su Exilius or the Banish’d Roman. A New Romance
(Londres: E. Curll, 1715). Alegato por un "nuevo romance" después del Telémaco de
Fénelon. Marteau
1718: [Johann Friedrich Riederer], "Satyra von den Liebes-Romanen", de: Die
abentheuerliche Welt in einer Pickelheerings-Kappe, 2 (Núremberg, 1718). Sátira
alemana sobre la amplia difusión de la lectura de novelas y romances. Marteau
1742: Henry Fielding, prefacio a Joseph Andrews (Londres, 1742). La "épica cómica
en prosa" y su poética. Blackmask. Una edición reciente de Joseph Andrews, en
España, Círculo de Lectores, S.A., 1998, ISBN (10): 84-226-4645-5
Literatura secundaria
Lukács, Georg (1971, 1916). The Theory of the Novel. trad. Anna Bostock. Cambridge:
M.I.T. Press. ISBN 0-262-12048-8. En España, El alma y las formas. Teoría de la
novela (Grijalbo, 1974) ISBN (10): 84-253-0375-3; Teoría de la novela (Círculo de
Lectores, S.A., 1999) ISBN (10): 84-226-7358-4
Watt, Ian (2000, 1957). The Rise of the Novel: Studies in Defoe, Richardson and
Fielding. Berkeley: University of Los Angeles Press. ISBN 0-520-23069-8. Watt
considera Robinson Crusoe como la primera "novela" moderna e interpreta el auge de
la novela moderna de realismo como un logro de la literatura inglesa, debido a un
número de factores desde el temprano capitalismo al desarrollo del individuo
moderno.
Burgess, Anthony (1963). The Novel To-day. Londres: Longmans, Green.
Burgess, Anthony (1967). The Novel Now: A Student's Guide to Contemporary Fiction.
Londres: Faber.
Burgess, Anthony (1970). "Novel, The" – Artículo clásico de la Encyclopædia
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