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La Voluntad de Dios

Es de vital importancia que comprendamos la trascendencia de conocer cuál es la Voluntad de


Dios en el pacto de salvación que ofrece a la humanidad por intermedio de su Hijo Jesucristo.
Para ello examinemos las palabras de Jesús en Mateo 7:21-23, empecemos entonces por leer
atentamente en la Biblia estos versículos y una vez leídos, volvamos a leerlos hasta captar
completamente lo expresado allí.

¿Lo captó amigo lector? Sí, claramente se advierte que se hace referencia a dos asuntos, uno
que define el requisito que condiciona la SALVACIÓN (obtención de vida eterna) o entrada al
Reino de los Cielos y otro que atañe a aquellas cosas o acciones que, siendo buenas y aun
necesarias, no constituyen por sí mismas base suficiente o garantía para alcanzar aquella
meta.

Para apreciarlo claramente, entendamos lo que realmente expresan las palabras de Jesucristo,
al efecto obsérvese que Mateo 7:21 revela un hecho concreto: Si no hacemos la voluntad del
Padre, la puerta de acceso al Reino de Dios estará cerrada para nosotros.

En Is.29:13 Dios lamenta que nuestro corazón esté alejado de Ël. Sabemos que cuando la
Biblia habla del corazón no se refiere al órgano que impulsa la sangre en nuestro cuerpo.
Tampoco sugiere algo sentimental o volátil que el creyente trata a tientas de 'entregar', sin
saber exactamente qué es, porque oímos decir 'Da tu corazón al Señor' o 'Basta con entregar el
corazón al Señor'.

Aunque estas son frases bien concebidas, lo paradójico es que no las entendemos en toda su
dimensión, en forma exacta. Lo que se pretende buscar con ellas en la vida de las personas,
brilla por su ausencia.

Según la Biblia, el corazón es el centro de las emociones, sentimientos, anhelos y decisiones


de la persona. Es en realidad LA MENTE de la persona, su libre albedrío. En última instancia,
el corazón de alguien es su voluntad.

Note esto en Mr.7:20-23 y Rom.8:6-8 confirma que "los designios de la carne" o sea la
mentalidad o la voluntad de la persona no puede sujetarse de manera natural a la ley de Dios.
Mas lo para resaltar aquí, es que "los designios" son el corazón mismo de la persona, su
libertad de elección, su voluntad.

Por consiguiente, también el "corazón de Dios" es Su Voluntad, lo que 'sale de la mente de


Dios' eso constituye el 'corazón de Él'. Obsérvese Hch.13:22 donde Dios se expresó
elogiosamente de David cuando expresaba: "quien hará todo lo que yo quiero"; Dios conocía
a David y por eso aseguraba que todo lo que Él quisiera, lo que determinara su Corazón o su
Voluntad, ¡David estaba dispuesto a realizarlo!

Volvamos a Mateo 7:21. ¿Quiénes entran en el Reino de los Cielos o Reino de Dios? La
respuesta está en la propia cita: "los que hacen la voluntad del Padre", por ello David entrará

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en el Reino porque obró conforme a la voluntad de Dios. (Os. 3: 5 , Ez. 34:23). Tal como
hizo

David son dos las cosas que debemos hacer si queremos entrar en el Reino del Padre. Primero
indagar en que consiste la voluntad – el corazón – del Padre y luego hacer, ejecutar o poner
por obra dicha voluntad. Y esto no es más que el AMOR, Dios es amor (1Jn.4:8b).

Esto nos lleva a otro asunto importante, no se ama lo que no conocemos (1Jn.4:8a). Las
"buenas obras" (Ef.2:10) para las que fuimos creados constituyen la fase final del amor (el
camino del dar), que se inicia con la adquisición previa de conocimiento (Fil.1:9). Empero el
amor es fundamentalmente realización, el conocimiento por si solo se hace vano y nos
envanece (1Cor.8:1b). En la adquisición de conocimiento subyace una gran responsabilidad
(St.4:17), pues el amor va hasta la edificación, la puesta en práctica del conocimiento (exacto)
lleva al amor completo (Rom.13:10, St.1:22-25).

Es menester por consiguiente conocer la voluntad de Dios, el "deseo" de Dios, su "corazón" es


algo que podemos conocer (Sl.143:9-10, Hch.22:14, Ef.5:17) y una vez conocida esa voluntad,
la decisión es nuestra (Dt.30:19). No obstante, sabemos que hacer la voluntad de alguien es
sencillamente obedecer, cumplir una orden, esto se nos ilustra en Mt.21:28-31, 26:42 y
Jn.4:34, 5:30.

Llegamos así a una pregunta ineludible, como creyentes debemos obedecer, pero obedecer
¿qué? En otras palabras, ¿en qué consiste la voluntad de Dios, qué representa su "corazón"?.
¿Qué es exactamente lo que Dios desea que hagamos?

Para saberlo veamos Mt.19:16-26, note especialmente el versículo 17 en su parte final. "Entrar
en la vida" es "entrar en el Reino de los cielos", la conclusión es más que obvia, la voluntad de
Dios es que GUARDEMOS SUS MANDAMIENTOS. Compárese de nuevo con Mt.7:21.
Otros textos similares aparecen en Mr.10:17-19 y Lc.18:18-20.

Vemos entonces expresada en las propias palabras de Jesucristo cuál es la voluntad de Dios la
cual, contrario a lo que han tratado de inculcarnos no cambió en absoluto con su venida y obra
redentora, pues continúa siendo la misma expresada desde la antigüedad (¡aun antes del pacto
con Israel! Gén.26:5) como lo expresan claramente múltiples citas de la Escritura en el A.T.
(Sl.111:10, 119:151,172; Ecl.12:13, Mq.6:8) y como era de esperarse de un Dios que no
cambia (St.1:17), coherente en todos sus planes, hechos y manifestaciones.

Estos mandamientos están dados en forma de una ley para nosotros. La misma –y única- que
Jesucristo cumplió y magnificó (Mt.5:17-20). Una pregunta surge entonces ¿qué sentido
tendría el magnificar algo que tuviera poca o ninguna validez para el cristiano?. Por demás
está decir que fue voluntad de Dios que Cristo magnificara esta ley (Jn.14:24) y él así lo hizo
(Jn.12:49-50).

Magnificar algo siempre comprende dos características: a) Una mayor cobertura o extensión,
es decir ampliación de su aplicación y b) La confirmación - permanencia - de sus alcances
precedentes.

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Magnificar ¿Por qué? ¿Para qué?

Reflexione el lector sobre la intención de Dios al querer magnificar la ley (Is.42:21). Dios es
un ser perfecto (Mt.5:48b), su ley es perfecta (Sl.19:7) pues trátase de una ley espiritual
(Rom.7:14). ¿Podría dudarse que esta ley -de la que se dice que es "santa (perfecta), justa y
buena" (Rom.7:12)- sea la misma que Dios quiere grabar indeleblemente en la mente
(corazón) del creyente? (Heb.8:10, 10:16). ¡Difícilmente!. A este respecto debe descartarse
entonces cualquier otra ley que no haya sido magnificada como la de los mandamientos o que
no pudiera perfeccionar al creyente como la de los sacrificios (Heb.10:1).

Pero antes de continuar es necesario que no haya duda alguna respecto de la ley que
específicamente fue magnificada. En verdad, no hay que hacer mucho esfuerzo para entender
que esta ley es la misma que se conservaba escrita en "tablas de piedra" y que ahora escrita en
el "corazón" (mente), quiere Dios que forme parte de la vida del creyente (2Cor.3:3).
Obsérvese muy atentamente la parte final de este versículo y nótese que la negación de la
expresión va dirigida a que basta ya de que sea en "tablas de piedra", algo fuera del corazón
del creyente y no al contenido de las tablas mismas. Lo que antes escribió Dios 'sobre piedra'
con su propio dedo (Ex.31:18), ahora lo escribe con su "espíritu" en (dentro de) la mente de
quien cree (Jer.31:31-34).

Un nuevo o mejor pacto establece que ya no es por medio de un código escrito (ministerio
visible, por extensión ministerio de condenación –2Cor.3:7, 9a), sino por medio del espíritu
(ministerio invisible, por extensión ministerio de la justificación –2Cor.3: 8, 9b).

Lo "dado por viejo –caduco-", con ocasión del nuevo pacto (Heb.8:13) no es solo el viejo
pacto como tal, basado en promesas materiales pues el nuevo está basado en "mejores
promesas" de carácter espiritual, sino también el material mismo en el que se escriben "los
mandamientos del pacto", pues ya no es en la "piedra" sino en la "carne del corazón", la mente
(2Cor.3:3b). Y el contraste en la consistencia de estos materiales es notorio (Ez.11:19). El
"corazón de piedra" aquí no solo es inapropiado para los propósitos de Dios sino, que
representa también nuestra Hostilidad natural hacia Dios y hacia todo lo que a Él concierne
(Rom.8:7).

Al respecto es conveniente señalar que cuando se hace referencia a que el antiguo pacto era
con defecto (Heb.8:7), solo es una forma de mostrar al pueblo hebreo (que persistía en exigir
para los cristianos el cumplimiento de todas las demás reglamentaciones de "la ley" aparte de
la ley espiritual o mandamientos de Dios), el hecho de que el nuevo pacto es un mejor pacto
con mejores promesas, o sea la visión del antiguo pacto desde la perspectiva del nuevo pacto.
En efecto, en sí mismo el antiguo pacto como obra -exclusiva- de Dios era sin defecto, pero en
su época no podía ofrecer "mejores promesas" hasta que llegara el tiempo señalado para la
venida de Jesucristo y su obra redentora, para cancelar "la paga" que el pecado exige de
acuerdo a la ley de Dios y ofrecer la dádiva del espíritu santo al creyente para 'guiarlo a toda
verdad', pero señalaba hacia estas cosas por venir, siendo su sombra aunque no su imagen
misma (Heb:10:1).

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Es claro entonces lo procedente de la determinación de cambiar 'el material' en el que estaba
escrita la ley para que pudiera ser obedecida (Ez.36:26). La ley, la contenida inicialmente en
las tablas de piedra, permanecería inmodificada, esta fue la ley que se magnificó. Cambiado
ahora el material por uno idóneo, Dios por medio de Jesucristo arroja nueva luz sobre ella, al
conjuntar a su contenido o entendimiento literal, su amplio alcance o extensión espiritual.

La lectura cuidadosa de Mt.5:17-47 en donde Jesús destaca y magnifica algunos mandatos


fundamentales no deja duda acerca de cuál ley fue la que Dios quiso engrandecer (Is.42:21).
Como puede apreciarse, esta ley la constituyen en realidad los mandamientos, aquellos que
por orden de Dios fueron colocados DENTRO del arca del pacto (Ex.40:20, 31:18) debajo del
propiciatorio (Ex.26:34), desde donde Dios hablaba a Moisés (Ex.25:22), contrario a las
demás leyes y regulaciones que no fueron puestas allí. Estos mandamientos son los mismos
por los que 'el joven rico' inquirió cuando quiso saber exactamente cuáles debía guardar y son
los mismos que por haberlos puesto por obra –o guardado- hacen motivo de elogio de los
verdaderos creyentes (Ap.14:12).

Sabemos de la inmutabilidad de Dios (Mal.3:6, Heb.6:17-18), lo cual significa que está exento
de todo cambio esencial en sus atributos, en su voluntad y en sus promesas. Dios es fiel
(Sl.117:2, 1Pe.4:19), sus mandamientos también lo son (Sl.111:7-8) y se exhorta al cristiano a
ser fiel a ellos (Mt.24:45-46, 25:21). Sería absurdo por decirlo así que un Dios que es
abundante en bendiciones para quienes guardan sus mandamientos no tuviera en ellos
propósito alguno. Claro que lo tiene, o ¿dejaría Dios que volviera hacia El vacía –sin
propósito- la ley de sus mandamientos? (Is.55:10–11).

Su propósito es que por medio de esta ley perfecta lleguemos a ser perfectos (desarrollando el
carácter santo y justo) así como Dios es perfecto (Mt.5:48, Jn.17:23, 2Ti:3:17, Heb.12:23).
Insistir en que los mandamientos a que se hace referencia han sido anulados, es anular el
medio por el cual Dios quiere perfeccionarnos como se indica en Ef. 4.12-13: "Hasta que
todos lleguemos a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo".

Este perfeccionamiento Dios lo hace posible en quienes Él está llamando, por medio de su
espíritu que faculta al creyente para cumplir 'la orden' de hacer su voluntad, expresada en la
ley de los mandamientos (1Jn. 3:22-24). Necesariamente entonces, lo básico para el creyente
o cristiano está en guardar los mandamientos de Dios, entendiéndose que han sido
magnificados en su presentación o alcance espiritual. En ello está la voluntad del Padre.

Con esto en mente, proseguimos ahora con el estudio de las subsiguientes declaraciones de
Jesucristo registradas en el versículo 22 del capítulo 7 del evangelio de Mateo.

Un Nombre Poderoso

Obsérvese con atención que lo que se menciona en Mt.7:22 no son aspectos relacionados con
la voluntad de Dios, sino que se trata de acciones realizadas en nombre de Aquél a quien Dios
envió. Lo conspicuo allí, es el fruto de acciones como consecuencia de usar un "nombre
poderoso": el de Jesucristo.

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Detengámonos aquí y percatémonos de la grandeza de ese "nombre poderoso" y del porqué es
en realidad excepcional el nombre de Jesucristo (Hch.4:11–12).

Jesucristo es un nombre compuesto: Jesús y Cristo. En hebreo Jesús es Jesúa (o Jehosúa) que
significa: Jehová (Yahvé) es salvación, en griego Jesús es Ieosóus. Cristo en hebreo es
Maschi.aj (que se transcribe Mesías) que significa: ungido. En griego Cristo es Kjristos.

Jehová el Padre se valió de su hijo Jesucristo a quien ungió para salvarnos (Is.61:1-2, Lc.4:21,
Jn.3:16). Las siguientes escrituras serán suficientes para revelarnos claramente la real
dimensión de quien porta este nombre, al señalarnos sus calidades, atributos y dignidad,
porque Jesucristo es:

- El primogénito de toda creación (Col.1:15,17; Ap.3:14, Jn.6:57).


- El ser por medio del cual Dios creó todo cuanto existe (Col.1:16, Heb.1:2,
Jn.1:3,10).
- El mediador del pacto de Jehová Dios (Heb.8:6).
- El acceso a Dios (Ef.3:12, Heb.7:25).
- El camino hacia Dios (Jn.14:6a).
- El testimonio verdadero de Dios (Jn.8:14, 14:6a).
- En quien están ocultos todos los tesoros de la sabiduría y el conocimiento (Col.2:3,
Pr.8:22, 1Cor.1:24).
- Quien dio a conocer el nombre de su Padre, Jehová -Yahvé- (Jn.17:6,26 =>
Sl.83:18).
- Quien da vida por la autoridad concedida por Dios su Padre (Jn.5:21, 6:39-40).
- Heredero de todo (Heb.1:2, 1Cor.15:27).
- Digno de ser honrado y glorificado (Ap.5:12).
- Rey de reyes y Señor de señores (Ap.19:16, Dn.7:14).

Entonces por ser quien es y como todo lo anterior lo señala, verdaderamente Jesucristo mismo
hace de su propio nombre "un nombre poderoso". Hay, no obstante, algo más sublime
vinculado con la razón por la cual el nombre de Jesucristo ha sido exaltado de tal manera por
Dios.

Incuestionable es que la creación de Dios -según el puro efecto de su voluntad o de su amor-


lleva de por sí algo inherente a saber: El derecho de Dios de ejercer soberanía universal y
requerir obediencia y devoción absoluta de todas sus criaturas inteligentes en todas partes,
derecho que no es dependiente ni es afectado por la eventual integridad de ellas. Al respecto,
sabemos que Jesucristo ha mostrado integridad y fidelidad a las normas de Dios desde el
principio (Is.11:5, Ap.19:11), al contrario del otrora esplendoroso querubín Lucero que al
igual que muchos ángeles se rebelaron, como también se rebeló el hombre. ¡Dios había sido
entonces deshonrado por el pecado!

La humilde sujeción de Jesucristo al Padre ha sido una constante en su vida, como su padre
Jehová, no ha cambiado ni cambiará (Heb.13:8). ¿Quién entonces si nó un ser como Jesucristo
que se había mostrado "sin mancha" (Heb.9:14), fiel en todo, podría pagar la pena por el
pecado que la misma ley de Dios exigía? (Heb.9:12, 22b). Efectivamente, Jesucristo

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voluntariamente se entregó para honrar y glorificar a Dios con su muerte (Lc.22:42-44,
Heb.10:5-7).

Jesucristo se dio a sí mismo por nosotros. Sí, pero ante todo se dio a sí mismo a Dios (Fil. 2:7-
11) . Esta consagración de Jesucristo al Padre, hace de su nombre el único nombre en el que
no solo tenemos salvación (Mt.1:21) sino que entraña un maravilloso poder (Jn.16.23-24), en
beneficio de quienes creen en él.

Fe en el Uso del Nombre

Con todo, existe una marcada diferencia entre creer en Jesucristo y creer a Jesucristo -lo que
dijo- pues él mismo afirmó que todo es posible para el que cree (Mr.9:23), es decir para el que
tiene fe, que como sabemos es por el oír (Rom.10:17). Fe que siendo un don de Dios (Ef.2:8b)
es dada a quien 'dispone su corazón (voluntad)' y permite que la palabra (conocimiento) halle
cabida en su mente, en especial cuando se dirige la atención al potencial beneficio de invocar
un "nombre poderoso" en interés de alguien. Así que ese 'creer que así será' está basado en un
conocimiento previo acerca del nombre y lo que este representa en forma tal que, por decir lo
menos, potencia la pretendida acción, es decir la intención de invocarlo para algo específico.

Al respecto, es necesario desvirtuar la idea de que "basta con invocar un nombre", como
aparentemente parece sugerirlo Rom.10:13. En efecto, los textos subsiguientes aclaran que es
imposible lograr resultados cuando no se cree (Rom.10:14) y que esa creencia -la fe- debe
estar basada en conocimiento exacto por medio de el oír o sea la predicación (Rom.10:15). De
esta manera, los resultados esperados pueden llegar a materializarse (Mt.7:22, Mr.9:38-39).

Efectivamente, cuando se invoca el nombre desprovisto del conocimiento subyacente a el en el


cual basar la fe, los resultados suelen ser contraproducentes (Hch.19:13-20). Aquí, se pone de
presente otro hecho que por su importancia debemos conocer cabalmente y es la libertad dada
para que quien desee usar el nombre de Jesucristo lo haga (Lc.9:50), aunque no siga su camino
(Lc.9:49b), con lo cual se pone en evidencia de manera notable que en ello no radica lo
fundamental del verdadero cristianismo.

Se advierte así mismo, que esa libertad de usar el nombre de Jesucristo de hecho acarrea
desconcierto a la hora de calificar la procedencia de un 'hecho portentoso', pues a pesar de las
obras y milagros que Dios pueda efectuar por intermedio de quienes con fe invocan el
"nombre poderoso" de Jesucristo, se sabe de muchas obras y milagros que no son de origen
divino ¡aunque tengan esa apariencia y se haya invocado el nombre mismo de Jesucristo en
ellos!-.(Job 1:12-19, Mr.13:6). Si no fuera así, por demás estaría la admonición que se dirige a
todo verdadero cristiano de estar vigilante y tener un discernimiento cabal al respecto
(1Jn.4:1).

En Mt.7:22 se encuentra que a Jesucristo le declaran (a manera de queja o reclamo) una serie
de actividades realizadas en su nombre. ¿Acaso fue usado bien el nombre de Jesucristo?
Definitivamente sí, ¡ellos lograron los resultados esperados! Ciertamente lo utilizaron bien, lo
hicieron con fe. ¿Por qué pues, les declara Jesucristo: "nunca os conocí"? (Mt.7:23). Comparar
con Lc.13:27.

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En realidad no había más que la 'proeza' de invocar un "nombre poderoso" como el suyo, sea
para beneficio propio o ajeno. La recompensa por ello ya para entonces la habían recibido
(Mr.9:41 Mt.10:42). Note en las propias palabras de Cristo que él no niega lo que se hizo en su
nombre, se limita a decir "nunca os conocí", lo cual quiere decir que aquello que hicieron en
su nombre no es lo fundamental que debe hacerse para alcanzar la perfección de la vida
cristiana o el Reino de Dios.

Lo Verdaderamente Primordial

Con la misma calificación resultan todas las demás "buenas obras" que pudieran hacerse en
nombre de Jesucristo (Ef.2:9), aunque esto no significa que no estemos compelidos a
realizarlas (St.2:20). Lo que es esencial entender aquí es que las "buenas obras" son
complementarias con hacer primeramente la voluntad del Padre a fin de entrar en su reino
(Mt.7:21).

Al comienzo de este escrito se hacía referencia a las palabras de Cristo mismo, en el sentido de
que establecía una condición o requisito ineludible para poder entrar en el Reino de Dios que
consiste en Hacer la Voluntad del Padre. Por tanto, pudiera tal vez pensarse en la salvación
como algo que "se gana" haciendo dicha voluntad, pero lejos de ello amigo lector, la salvación
-vida eterna- es por GRACIA (Ef.2:8). ¡Es dada gratuitamente al creyente! (Mt.19:29). La tal
'condición' ha de entenderse más exactamente como la manera de "presentarse aprobado a
Dios" (2Ti.2:15), pues su cumplimiento simple y llanamente hace apto al creyente para tener
acceso a la dádiva gratuita de la vida eterna.

"Perseverando en el bien hacer" (Rom.2:7) o sea cumpliendo "la ley" o los mandamientos de
Dios el creyente es "justificado" (Rom.2:13), una vez "justificado" se le ofrece el don de la
vida eterna (Rom.2:7a). Para los "hacedores de maldad" (Mt.7:23) o como dice literalmente la
Escritura para "los que estáis obrando sin ley"(del griego anomían), es decir para los pecadores
-puesto que pecado es infracción de los mandamientos de Dios (del griego anomío v. Interl.),
1Jn.3:4b- hay una paga: la muerte. Para "los hacedores de la ley" (Mt.7:21), es decir para los
que guardan los mandamientos de Dios, hay una dádiva: la vida eterna (Rom.6:23). Esta cita
muestra en forma clara e inequívoca, que existe una ley vigente cuya transgresión impide
llegar a ser aptos para recibir el don o dádiva de Dios, al tiempo que acarrea funestas
consecuencias al exigir "la paga" correspondiente.

Es esencial entonces, presentarse delante de Dios "sin mancha", esta es la 'condición' (Ef.1:4,
5:27, St.1:27, 2Pe.3:14, Jd.24). ¿Cómo podría creyente alguno "guardarse sin mancha" sin
guardar los mandamientos -"el corazón"- de Dios? ¿Lo comprende amigo lector?

La indudable conclusión sobre las palabras de Jesús en Mt.7:21-23, es que lo verdaderamente


primordial que es hacer la voluntad de Dios, o sea guardar sus mandamientos, está por encima
del uso que se le dé a su nombre. Entonces, en hacer la voluntad del padre está lo básico del
verdadero cristianismo. Comparar con Mr.3:35 y Lc.8:21.

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Cristo dijo que "por los frutos" se reconocería quien hacía la voluntad del que le envió y quien
usaba solamente su nombre (Mt.7:15-20). Como se percibe en estos versículos, los frutos
pueden ser buenos o malos, ¡el asunto es disyuntivo! Los frutos del espíritu (Gál.5:22-23) son
los frutos de quienes hacen la voluntad de Dios.

Es la característica del verdadero cristiano guardar los mandamientos de Dios (1Jn.5:2-3). En


efecto, éste una vez que percibe que ha sido llamado por Dios (2Te.1:11, Heb.3:1) y quiere
hacer su voluntad, debe guardar sus mandamientos, entendiéndolos magnificados en su
presentación y alcance espiritual.

La secuencia de la serie de acciones o sucesos de la que se ha hablado puede resumirse así: la


persona "oye" hablar de Dios (Rom.10:14), esta es la premisa sobre la cual basar su fe
(Rom.10:17-18). La benignidad de Dios la guía al arrepentimiento (Rom.2:4), entonces cree
(Rom.10:14). Dios ha infundido en el creyente su recto temor (2Cor.7:11), no tendría ese sano
temor si Dios no lo estuviera llamando (Jn.6:44, Fil.2:13). Rápidamente se percata de que no
basta con "creer" (St.2:19), entonces busca a Dios con diligencia (Is.55:6, Hch.17:27). En el
decurso de su vida va creciendo en gracia y conocimiento, se da cuenta que ha sido llamado a
establecer un pacto con Él, pues ¡Dios quiere "escribir" en su mente "una ley"!, la ley de sus
mandamientos (Heb.10:16). Para ello debe aceptar la sangre de Jesucristo como mediador en
este pacto (Heb.12:24) y finalmente Dios sella el pacto con "las arras de su espíritu" (Ef.1:13-
14) en el bautismo (Hch.2:38). Ahora puede decirse que el llamamiento ha sido 'oficializado'.

La participación de Dios (para sellar) es segura, está garantizada. Dios es fiel a este pacto
(Núm.23:19, 1Te.5:24), el mediador -Jesucristo- no lo es menos (Heb.3:2, Ap.1:5). El saber
acerca de la infalibilidad de Dios y de Jesucristo produce en el creyente una convicción mayor
(Heb.11:1), está persuadido de que "el que comenzó la obra en él, la perfeccionará" (Fil.1:6).
Obviamente, si se ha decidido a "permanecer en la vid" (Jn.15:1-7), "injertado como buen
olivo" (Rom.11:17-22).

Por medio de "su espíritu" y de "su palabra" Dios le permite al creyente ver si se ha alejado de
este pacto (2Cor.13:5, Heb.4:12). En realidad, es una continua labor de la persona, la cual
descansa sobre la misericordia e inmutabilidad de Dios (St.1:17b).

La Evidencia de un Pacto

Nuestra "propensión a lo malo" es un hecho probado (Jr.17:9, Mr.7:20-23). Al llamar Dios al


creyente e infundirle su temor reverente lo aparta del mal (Pr.16:6b), le hace ver que "la
propensión a lo bueno" solo es posible sujetándose a una ley "buena" (Rom.7:12). Así, el
creyente en uso de su libre albedrío y previo cumplimiento de unas condiciones (Mt.26:27-28,
Hch.2:38) opta por integrarse a un pacto con Dios, tal y como se ha descrito.

¿Podría hablarse de algún otro "pacto" diferente al ya mencionado? En tal caso ¿cuál sería ese
"pacto"?. O si acaso no existiera pacto alguno, ¿qué sentido tendría hablar de un "mediador"? ,
¿Dónde estaría entonces "la sangre del pacto"? Podría continuarse con interrogantes sucesivos
que no tendrían respuesta cabal desde el punto de vista bíblico, si negáramos la existencia de
un pacto en los términos que se han señalado: guardar la ley espiritual -los mandamientos de

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Dios- como lo expresa la voluntad del Padre y aceptar el sacrificio expiatorio de Jesucristo
para salvación.

No es exagerado decir que muchos versículos o textos de la Biblia tendrían que ser eliminados
si se negara la evidencia de un pacto (proclamado en ellos), tal y conforme al pacto que se ha
indicado, pues en realidad trátase este pacto de un pacto de salvación o para salvación. Nada
más y nada menos que el mismísimo mensaje central de la Biblia: la salvación por medio de
Jesucristo. Negar este pacto es negar toda la Palabra de Dios, es sencillamente no creer.

El Porqué de tanta Denominación

Se entiende entonces que este pacto del que hace parte el verdadero creyente , aquél que ha
sido llamado por Dios, por extensión necesariamente debe hacer parte también del verdadero
ministerio, es decir de la Iglesia, ¡la Iglesia de Dios!.

Elemental es concluir entonces, que cualquier denominación o grupo religioso que no tenga
este pacto como fundamento, queda de hecho excluida como la verdadera iglesia. De modo
que la tarea realizada -con sinceridad genuina o aparente- por quienes a manera de
congregación predican "en el nombre de Jesucristo" , obran milagros "en el nombre de
Jesucristo", oran "en el nombre de Jesucristo" y en términos generales hacen "buenas obras"
en su nombre, no es trascendente. Jesucristo predijo esta situación de usar sólo su "nombre
poderoso" y expresó que habría muchos falsos representantes suyos y no unos pocos (Mt.24:5,
11, 24; Mr.13:6, 1Jn.4:1).

Todo ello es consecuencia lógica de la poca atención y la falta de credibilidad que se da a las
propias palabras de Jesucristo cuando expresó claramente que lo que él enseñaba no era suyo
sino del Padre que lo había mandado (Jn.7:16-18), pues según él mismo vino a dar testimonio
(Ap.1:5) de la realidad del Padre, de su nombre (Jn.17:6,26) y de su voluntad (Jn.5:30).

Dios por medio de Cristo también enseñó que este no es el único tiempo de salvación. Es
decir, no es el tiempo en el que Dios esté llamando a todos a establecer un pacto con El, como
se dijo un pacto de salvación. Dios no está tratando de salvar al mundo ahora, como lo
demuestra el hecho de que Jesucristo en su predicación usara parábolas que le eran explicadas
sólo a sus discípulos, precisamente aquellos a quienes Dios había llamado (Mr.4:11-12,
Mt.13:10-11). Entonces, hay motivos para creer que el auge de tanta denominación religiosa
no es de origen divino.

Hay un velo puesto sobre todo aquel que no cree a las palabras de Cristo (2Cor.3:14-15).
Cierto que el velo puede ser quitado (2Cor.3:16), pero ¿puede serlo para todos?, ¡no!, sólo
para quienes "se conviertan al Señor" (2Cor.3:16) y a Jesucristo solo llegan quienes el Padre
llama (Jn.6:44). Ello se evidencia en el hecho de que al morir Jesucristo el velo del templo fue
rasgado de arriba hacia abajo por Dios (Mt.27:51) , indicando que quedaba restablecida su
comunicación con los hombres, pero el pueblo judío no lo apreció así, e ignorando este magno
hecho , muy probablemente restablecieron presurosos el 'statu quo' 'remendando' el velo por
medio de los sacerdotes, puesto que los sacrificios en el templo continuaron celebrándose

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durante casi cuarenta años más (hasta que Jerusalén fue destruida), invalidando -para ellos- el
sacrificio expiatorio de Jesucristo.

Realmente Dios no tenía el propósito de que ellos como pueblo lo entendieran. Habían
desechado los caminos de Dios por lo cual no los había llamado a establecer un nuevo pacto
con Él, no les fue dado corazón (voluntad) para entender, aunque fueron testigos (vieron y
oyeron) de cosas maravillosas (Dt.29:2-4, Mt.12:41-42, 13:17). Con todo , no creyeron las
palabras de Jesucristo, ¡su oportunidad de salvación pertenece al futuro!

Aunque el velo ha sido rasgado por Dios , sin embargo únicamente los "hermanos" (Heb.
10:19a) -llamados por Su misericordia Rom.9:16, Jn.6:65- pueden no solo verlo así (por haber
creído a Cristo respecto del pacto de salvación como la voluntad del Padre del cual es
mediador y ejercido fe en su nombre poderoso), sino que pueden 'entrar libremente por el
camino nuevo y vivo hacia el lugar santísimo ..., ¡a la presencia de Dios en su trono!'
(Heb.10:19-22, 4:16).

Reflexione ahora amigo lector, si a la salvación o al pacto de salvación solo tienen acceso
aquellos que Dios en su misericordia lleva hacia Jesucristo, entonces dada su prerrogativa de
incorporar creyentes a este grupo de personas que pasan a ser su verdadera Iglesia, resulta
que necesariamente sólo existe una iglesia conformada por aquellos llamados por Dios y por
tanto los demás grupos resultan ser 'espúreos' -faltos de legitimidad- , tal como ahora sabemos
lo son algunos versículos de la misma Biblia!. Dura conclusión, pero correcta según lo
refrenda la palabra misma de Dios.

Es posible afirmar que la razón de ser de estos grupos cuyo auge, como se mencionó estaba
profetizado, obedezca al menos en parte, a que tienen una plena convicción de la realidad de
Jesucristo. Como antaño otros han hecho, han creído en él como el Mesías, han creído en su
nombre poderoso y lo han usado con fe. No obstante, desestimaron sus palabras (Jn.5:46).
Le dieron crédito como el mensajero que era (el Verbo Jn.1:1) y olvidaron o relegaron su
mensaje (Mt.3:2, Mr.1:15) de las buenas nuevas, el cual indicaba que sólo haciendo la
voluntad del Padre (Mt.7:21) se estaría apto para entrar en el Reino de Dios y recibir la vida
eterna por su intermedio, gratuitamente (Jn.5:21, 1Jn.5:11-12).

Todo se reduce a un hecho concreto, el evangelio del Reino estaba destinado a un grupo o
"remanente" escogido por gracia (Rom.11:5,7). Esta es la verdadera Iglesia que a Jesucristo
le fue entregada (Col.3:12,15) para que él fuera su Señor y Salvador (Ef.5:23). Sí, a los demás
se les permitió seguir sus propios caminos aun apropiándose del nombre de Jesucristo
(Rom.11:8-10, Mr.13:6) y ello pone en evidencia que el mensaje del evangelio no era para
ellos.

En estos casos la predicación del mensaje del evangelio de la salvación por Jesucristo en un
pacto con Dios, solo tendría un valor testimonial en el que Dios deja constancia de su realidad
y de su voluntad mediante Jesucristo. Sin embargo, para quienes ya estaban predestinados por
Dios para formar parte de su Iglesia (Jr.1:5, Is.49:1), la predicación de las buenas nuevas -del

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nuevo pacto con Dios- es en realidad un llamado para que "oyendo con fe" mediante el recto
temor de Dios puesto en ellos, decidan incorporarse al "remanente" de los escogidos.

El Pacto: Fundamento Básico

Puesto que como se ha mostrado, el nuevo pacto es clave para el reconocimiento de la


verdadera Iglesia de Dios, para indagar al respecto un observador imparcial que quiera
aproximarse al encuentro con el verdadero ministerio de Dios en la Tierra -su Iglesia-,
encuentra en el texto de Isaías 8:20 un marco de referencia esclarecedor como punto de partida
para su propósito: "A LA LEY Y AL TESTIMONIO".

En efecto, Dios nos dice que debemos asirnos de estos dos ayos en nuestra búsqueda de Él, sus
propósitos y promesas, con los cuales obtendremos la orientación necesaria y suficiente para
encontrar a quienes viven y actúan de acuerdo a aquellos en la esperanza de alcanzar estas, o
sea a la verdadera asamblea de creyentes o Iglesia. Pero, ¿cuál ley y cuál testimonio? sí, es
menester dilucidarlo.

¿De qué ley se trata?, se tratará acaso de ¿la ley sacerdotal del Israel antiguo?, de ¿la ley que
regulaba las relaciones sociales entre aquel pueblo?, de ¿la ley de los sacrificios animales que
expiaban los pecados?, o de ¿qué otra ley?. Reflexione amigo lector.

Jesucristo cumplió y magnificó una ley de la cual dijo enfáticamente que no venía a anularla
(Mt.5:17) y puesto que la magnificó la cumplió en toda su extensión o alcance (Mt.5:17b).
¿Acaso la magnificó para luego clavarla (anularla) en la cruz poco tiempo después?. ¡Tendría
sentido el que sus enseñanzas acerca de esta ley (la voluntad del Padre -Jn.6:38) estuvieran
vigentes solo hasta el momento de su muerte? ¡Absurdo!, ¿Verdad?

En realidad se trata de una ley vigente, "confirmada por la fe en Jesucristo" (Rom.3:31), una
ley que rige magnificada para el cristiano hoy. Esta es la ley de la que se dice que es más
permanente que el mismo cielo y que la misma tierra (Mt.5:18), es la ley de los mandamientos
de Dios (Mt.5:19), la ley espiritual de Dios (Lc.10:26-27, Rom.7:12,14). ¡Los mandamientos
del Pacto de Salvación! (Heb.10:15-16).

Y, ¿cuál testimonio? El testimonio presentado por quienes a lo largo de la historia como


hombres de fe han fungido como testigos de Dios , haciendo su voluntad (guardando sus
mandamientos) y sirviendo a sus propósitos dando a conocer y poniendo en práctica sus
planes, sus juicios y profecías, según ha sido registrado en su Palabra La Biblia como puede
verse en Hechos capítulo 11 y , muy especialmente el testimonio de Jesucristo (al cual
señalaban todos los anteriores) como enviado del Padre con su obra redentora para salvación,
mediante su sacrificio expiatorio para perdón de pecados y su resurrección para vida eterna, lo
cual se confirma en Apocalipsis 12:17b y 14:12. Más adelante se tratará en mayor extensión
sobre este tema.

En consecuencia, según Dios mismo aquello que invalide o no sea coherente o compatible con
"la ley y el testimonio", no es de Él y el verdadero creyente no deberá asirse ni abrazarse a

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ello, antes bien deberá alejarse e ignorarlo en la búsqueda que ha emprendido de Dios y de su
verdadero ministerio en la tierra (su Iglesia).

Objeciones ¿Válidas?

A pesar de tan claras evidencias acerca de la vigencia de los mandamientos de Dios, existen
quienes validos de algunos pocos versículos de la Biblia que a primera vista parecieran sugerir
lo contrario, pretenden establecer que los mandamientos fueron abolidos. Seguidamente se
presenta una muestra de estas objeciones y las explicaciones correspondientes que desvirtúan
sus pretensiones:

Objeción 1. "El acta de los decretos" fue clavada por Jesucristo en la cruz (Col.2:14), ello
significa que los mandamientos de Dios fueron anulados.

La expresión "acta de los decretos" en el griego original es: cheirographon tois dogmasin. No
significa una acta o código de leyes, el vocablo "acta" (cheirographon) hacía referencia
originalmente a "un pagaré o escritura en donde se reconocía que cierta suma de dinero había
sido depositada o prestada al firmante y que debía ser pagada o liquidada en la fecha
estipulada" (Diccionario Griego-Inglés del N.T. de Thayer).

Con el tiempo su uso se extendió a cualquiera confirmación de una deuda. Todos tenemos una
deuda con Dios a causa del pecado, este es el significado que la palabra "acta" tiene en esta
cita: la pendiente y confirmada deuda por el pecado del cual sabemos que su paga –exigible-
es muerte.

El Léxico griego del N.T. por Parkhurst dice de "cheirographon": "un escrito o pagaré por el
cual se obliga a sí mismo su redactor al pago de cualquier deuda". Ello bajo determinados
condiciones de pago, tiempo, etc., tal como aún hoy se utiliza. En otras palabras, un
documento que estipula una deuda que debe ser cancelada al ser exigido su pago o de lo
contrario acarrea una pena o sanción, el responsable admite entonces la existencia de la deuda
(o falta) y la culpa inherente de no cancelarla al serle exigida.

Aquí se trata entonces de 'un pagaré' exigible que estipula una deuda de culpabilidad
pecaminosa, contraída por seguir los caminos contrarios a la ley espiritual de Dios, que estuvo
en contra nuestra hasta que Jesucristo, "hecho maldición por causa nuestra" (Gál.3:13),
canceló el pagaré y anuló la maldición correspondiente pagando con su muerte la deuda que se
había contraído.

Específicamente, solo dos cosas fueron clavadas sobre el madero en el Gólgota: el cuerpo de
Jesucristo y el 'acta de culpabilidad' o pagaré producto de los pecados por los que él pagó al
entregar -sacrificar- su propia vida. Cancelado o anulado el pagaré por la sangre de Cristo,
fuimos acercados a Dios (Ef.2.13) ; este perdón hizo posible para el creyente que ha sido
llamado, el capacitarse mediante la práctica de la ley espiritual de Dios -los mandamientos del
pacto- para lograr ser apto y recibir de gracia el acceso a su Reino.

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Objeción 2. "...la letra mata, más el espíritu vivifica" (2Cor.3:6b). Esto quiere decir que los
mandamientos de Dios quedan invalidados por tener un efecto contrario al del espíritu.

En el contexto del pasaje citado "la letra" alude a lo establecido en el antiguo pacto
relacionado con "el ministerio de condenación" (2Cor.3:9) -la misma 'ley de Moisés' (Rom.
3:19-20)-, la misma "ley" que reclamaba la vida del transgresor, la "ley" que exigía "sangre
para purificación - justificación-" (Heb.9:22a).

Esta "ley" estaba confinada al ministerio de condenación. Los servicios sacerdotales eran
básicamente orientados a expiar los pecados mediante sacrificios que aun con el más estricto
cumplimiento, no podían "hacer perfectos" a los pecadores (Heb.10:1b) y menos aun
reconciliarlos con Dios (Heb.10:4-6).

Era condenación a muerte eterna, hasta que viniera Jesucristo (precursor del ministerio de la
justificación o ministerio del espíritu) y se sometiera voluntariamente a esta "letra que mata"
en lugar del transgresor o pecador y, propiciara -por haber vencido (Jn.16:33, Ap.3:21)- la
reconciliación con Dios.

Nada en la cita anula los mandamientos escritos inicialmente en piedra. En cambio, ahora por
medio del espíritu de Dios -que vivifica, que da vida- dado al creyente que ha sido llamado, le
es posible cumplir con los mandamientos en el "nuevo pacto" (2Cor.3:3).

Objeción 3 "El fin de la ley es Jesucristo" (Rom.10:4). Esto prueba que Jesucristo puso fin a
la ley, hoy ya no estamos obligados a guardar los mandamientos.

Este versículo no dice en absoluto que Jesucristo haya puesto fin a la ley de los mandamientos
de Dios, como comprobará el lector esta no es más que una apreciación sesgada y ligera de lo
que realmente dice la cita en mención.

La palabra griega usada en los manuscritos que se traduce "fin" es "telos", de ella se derivan
palabras como telescopio (mirar de lejos) , teléfono (sonido de lejos) y televisión (visión de
lejos). La raíz de esta palabra "telos" significa "dirigirse hacia determinado punto u objetivo",
o sea tener cierto propósito o meta. Otros sinónimos serían: finalidad, mira, razón de ser.

El "fin" no debe entenderse entonces como que la ley acaba o se da por terminada, sino como
el propósito u objetivo hacia el cual señalaba: Jesucristo. El objetivo de la ley espiritual de
Dios, es decir la justificación, señalaba que solo mediante el sacrificio de un ser como Cristo,
esta tendría validez delante de Dios. "Sacrificio y ofrenda no quisiste..., entonces dije: he aquí,
vengo oh Dios, para hacer tu voluntad" (Heb.10:5-7), son palabras de Jesucristo. Su único y
magno sacrificio satisfizo plenamente lo que la ley espiritual de Dios demandaba, dando por
terminado eso sí, con todo lo que prefiguraba este sacrificio redentor mas no con la ley misma:
la ley espiritual del pacto (Heb.10:10,12).

Ya se ha visto que guardar los mandamientos de Dios es la expresa voluntad del Padre
(Mt.7:21, Lc.18:20) y que Jesucristo vino a hacer dicha voluntad (Mt.5:17, Jn.5.30, Mr.3:35).
Lo que Pablo resalta en este capítulo es que 'Israel' "tenía celo de Dios pero no conforme a
conocimiento exacto (Rom.10:2), porque no se estaba sometiendo a "la justicia de Dios", lo

13
esencial del cristianismo (Rom.10:3). Y por "justicia de Dios" obviamente quería decir
guardar los mandamientos de Dios (Rom.3:31, Sl.119:172).

Así que el "fin", propósito u objetivo se cumplió en Jesucristo "para justicia a todo aquel que
cree". Este es el correcto significado de esta cita de Romanos, pues "buen entendimiento
tienen quienes guardan sus mandamientos" (Sl.111:10), así el camino para hallar a Dios es
hacer su voluntad guardando sus mandamientos.

Objeción 4 'No más bajo la ley' (Rom.6:14b-15a, 3.19a, Gál.2:16, 5:18). Esto quiere decir
que ya no estamos bajo los mandamientos de la ley de Dios.

Esta expresión lo que en realidad significa es que los efectos del pecado -castigo y muerte
eterna- ya no cobijan al creyente que ha sido llamado y que ha aceptado el magno sacrificio de
Jesucristo.

Si era válido para el Padre que Cristo pusiera su vida en lugar nuestro (Heb.10:10), es obvio
que lo que reclamaba la ley de Dios -"la letra que mata", que exige "sangre" como remisión-
ya ha sido saldado, pagado. El efecto o consecuencia derivado de haber infringido la ley
(Rom.6:23a) -la ley espiritual de Dios (Rom.7:14)- ha sido en consecuencia liquidado. Ahora
el verdadero cristiano -fiel al llamamiento de Dios- está libre de aquellos efectos funestos del
pecado de que adolecía antes de su conversión. Efectivamente, ¡está bajo la gracia inmerecida
de Dios! (Rom.6:15b).

Bajo esta gracia, el cristiano está en la condición de poder capacitarse, perfeccionarse (2Cor.
13:9b, Heb.6:1) -en un proceso a lo largo del tiempo- en la ley de los mandamientos de Dios,
¡cumpliéndola! (Rom.6:1-2). El creyente que ha sido llamado por Dios se ha hecho "esclavo
de la obediencia para justicia" (Rom.6:16), ¿para cuál justicia?, obviamente para la justicia de
Dios, pues "justicia son todos tus mandamientos" (Sl.119:172).

¿Qué sucede entonces si el cristiano infringe de nuevo esta ley espiritual de Dios?. Vuelve
automáticamente a colocarse bajo las exigencias de la ley y las consecuentes demandas al
respecto. Es nuevamente "esclavo del pecado para muerte" (Rom.6:16). Figuradamente
necesita colocar sus manos sobre el cordero (Lev.4:32-33,35b), o sea que debe acudir
nuevamente a "la sangre preciosa de Jesucristo" (1Pe.1:19) "el Cordero de Dios" (Jn.1:29,36)
para ser perdonado y 'recuperar' su condición de gracia ante el Padre.

Tal como hizo David, el cristiano que ha pecado debe invocar la purificación con hisopo
(Sl.51:7), utensilio hecho del pequeño arbusto del mismo nombre (1Re.4:33) con el cual se
aplicaba la sangre y el agua de la purificación (Lev.14:1-7, Num.19:1-19)-. En la Escritura la
purificación presenta un doble aspecto: en el primero el pecador es purificado de la culpa del
pecado, es el aspecto relacionado con la sangre -"hisopo" (Sl.51:7a)- ; en el segundo el
creyente es purificado de la contaminación que ha dejado el pecado en él, es el aspecto
relacionado con el agua -"lávame" (Sl.51:7b)-.

Bajo la gracia, el pecador es purificado por medio de la sangre cuando él cree (Mt.26:28,
Heb.1:3b, 9:12, 10:14). Jesucristo amó a la Iglesia -grupo de creyentes llamados por Dios- y se
entregó a sí mismo por ella (primer aspecto, por sangre) "para santificarla, habiéndola

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purificado en el lavamiento del agua por la palabra"(segundo aspecto, por agua) -Ef.5:25-26,
Jn.13:10-.

¡La remisión de las culpas por la gracia de Dios -propiciada por el triunfo de Jesucristo sobre
el pecado y sobre la muerte- es solamente por los pecados cometidos en el pasado! El
creyente que ha sido llamado no puede obtener por anticipado la remisión (perdón) de todas
las transgresiones a la ley de los mandamientos de Dios que tal vez cometa en el futuro. El
perdón es solo por las culpas del pasado (Rom.3:24-25). No hay licencia para quebrantar la
ley de Dios (Rom.6:1-2).

Como es fácil inferirlo, esto constituye prueba adicional acerca de la vigencia de los
mandamientos de Dios para el cristiano hoy -aquellos guardados dentro del arca del pacto
(Ap.11:19)-.

Objeción 5 "Ya no estamos bajo el régimen viejo de la letra sino bajo el nuevo régimen del
espíritu" (Rom.7:6). Esto significa que ya no estamos bajo el régimen de conducta que
imponían los mandamientos de la ley de Dios, "hemos muerto a esta ley mediante el cuerpo
de Jesucristo" (Rom.7:4).

"El régimen viejo de la letra" alude aquí al antiguo pacto, "el régimen nuevo del espíritu" al
nuevo pacto. Esto señala inequívocamente un pacto vigente (Heb.8:8-10), que como se ha
visto involucra una ley vigente: los mandamientos de Dios, magnificados. La Biblia afirma
que se procuró un nuevo pacto porque desde su perspectiva 'era con defecto el primero' (Heb.
8:7), pero ¿cuál defecto? : el objeto mismo del pacto -su finalidad- pues 'el antiguo no
perfeccionaba' al pecador arrepentido (Heb.7:19).

"El viejo régimen" especificaba la expiación del pecado por medio de sacrificios animales que
no satisfacían lo que la ley exige: la muerte del pecador. El ofrecimiento voluntario de Cristo
que como creador nuestro (Col.1:16b) podía satisfacer lo que la transgresión de la ley
demandaba, introdujo con su sacrificio la plena justificación (Rom.4:25) o "ministerio de la
justificación" (2Cor.3:9) -"el régimen nuevo del espíritu"-. Hubo un cambio substancial con el
nuevo pacto y este radicó en que posibilita nuestra reconciliación con Dios (Rom.5:9-11).
Ya no habría de por medio sacrificios animales -que junto con el sacerdocio asociado a ellos
nada podían perfeccionar (Heb.7:11, 18-19), por ello 'era con defecto' y habría de "darse por
viejo" y anularse (Heb.8:13)- sino "el cuerpo de Jesucristo" (Rom.7:4).

Por consiguiente , Jesucristo sería el mediador del nuevo pacto...¡si vencía!. Se llama aquí la
atención del lector sobre un aspecto poco considerado a la hora de hablar del pacto de
salvación que hoy es asequible al creyente, pues no fue fácil para Jesucristo abrir el camino
hacia el Padre. Fue mucha la angustia y el tormento que tuvo que soportar (Mt.26:37-38,
Lc.22:44) para lograr el propósito de ser "el fiador de un mejor pacto" (Heb.7:22),
propiciando así nuestra salvación.

Al observar con detenimiento el texto del capítulo 53 del libro de Isaías se entenderá el porqué
Jesús pidió en un momento dado -en medio de su padecimiento- con clamor y lágrimas (Heb.
5:7) "no beber esa copa" (Mt.26:39b), aunque él era el altar y la ofrenda que habría de ser
ofrecida a Dios su Padre (Mt.23:19); no obstante, subestimó el sufrimiento en aras no solo de

15
permanecerle fiel haciendo su voluntad hasta el final , sino también por su gran amor -fiel
reflejo del amor de su Padre (Jn.3:16)- para devolverle a la humanidad la esperanza de vida
eterna que había perdido en Edén con ocasión del pecado, al impedírsele el acceso al árbol de
la vida (Gn.3:24).

Aunque el cristianismo en general es renuente a considerarlo, pues en primera instancia parece


un despropósito hacerlo, ¿qué habría pasado si Jesucristo en su misión redentora no hubiese
logrado vencer? A continuación con el respeto y la humildad debidos se presentan algunos
comentarios relacionados.

Las circunstancias que rodearon el ministerio de Jesús revelan todas una permanente actitud
de lucha por no defraudar la voluntad de su Padre y de mantenerse fiel (Jn.4:34, 5:30b). Si
bien de todas las profecías acerca de Cristo parece inferirse la certeza de su triunfo, ello se
explica por sus precedentes en su existencia prehumana y por su relación permanente y
estrecha con Dios, pues él ha sido fiel desde el principio cuando "estaba con Dios" (Jn.1:1).

'Jesucristo es la imagen de Dios' (Heb.1:3a), pero como ser independiente del Padre tenía libre
albedrío -potestad de elección, o sea de decidir y actuar, dada por Dios- en cuyo ejercicio
procedió a reconfirmar su fidelidad ya demostrada con su ofrecimiento voluntario para la obra
de redención, pero ahora en "la dimensión de la carne" con todas sus implicaciones, pues
como agente humano de Dios debía repetidamente hacer uso de su libertad de elección durante
su obra redentora.

Aunque desde la perspectiva divina podía ser una certeza el triunfo de Cristo en su misión
redentora, desde la perspectiva humana puede decirse que a pesar de la estrecha relación con
su Padre por medio del espíritu santo que le fue dado y a la expresa decisión de hacer su
voluntad estando en permanente contacto con Él por medio de la oración, por lo cual era
enorme -casi plena- la probabilidad de que triunfara en su misión redentora y se mantuviera
fiel, la posibilidad 'de fracaso' de hecho estaba latente.

No parece apropiado entonces asegurar que era un imposible absoluto que Jesús pudiera llegar
a 'fracasar' en su misión o llegar a ser 'infiel', o que debiera darse por descontado el éxito de su
obra redentora, pues dada su "condición en la carne" y su libre albedrío, ciertamente era
potencialmente discernible una posibilidad en contrario, al menos desde el punto de vista
objetivo de 'las realidades materiales'.

De hecho puede vislumbrarse algo al respecto en el (si así puede llamarse) 'asomo de crisis'
con potencial frustración de su misión redentora cuando dirigiéndose al Padre en oración
expresó: "si es posible pasa de mi esta copa" (Mt.26:39). Su angustia era en realidad extrema
(Heb.5:7a) no obstante, a pesar de la posibilidad que implicaba su petición (que frustraría tan
colosal obra redentora, evento que pone de presente lo difícil que fue para Jesucristo
materializar nuestra salvación), sobresale aún su inmutable fidelidad -confirmada ahora-
cuando dijo:"pero no se haga mi voluntad, sino la tuya" (Lc.22:42). Aquí, Jesucristo había sido
una vez más probado y hallado fiel (Heb.1:9a, 3:2a, Ap.1:5, 19:11).

Ello indica que aunque los resultados eran previsibles -se podía vislumbrar su triunfo- no
estaban completamente garantizados, dependían de cómo Cristo llegara a responder ante las

16
naturales inclinaciones humanas (Heb.4:15) y ante la tentación (Mt.4:1-11). Por el texto de
esta cita puede aventurarse la afirmación de que Satanás con su insistencia albergaba al
menos, la esperanza de que quizás declinara en su voluntad. Dios en esta lid de voluntades era
no sólo el autor del plan de salvación mediante Jesucristo, sino su respaldo y soporte
maravilloso para poder salir avante y resultar nuevamente fiel como siempre, venciendo las
dificultades, flaquezas y tentaciones de la carne, dándole honra a Dios su Padre, hasta el final
de su ministerio.

El asegurar que Jesucristo tenía el triunfo asegurado, es decir, que no dependía de cómo
respondiera ante las vicisitudes humanas, choca frontalmente con la experiencia de real dolor
y quebranto que le fue necesario sobrellevar (Is.53:11). Sus propias palabras cuando expresó:
"mi testimonio es verdadero" (Jn.8:14), quedarían en entredicho si su sacrificio redentor se
hubiera reducido a una 'actuación' o 'representación' de un suceso que por doloroso o difícil
que fuera o pareciera, ya tuviera asegurado un resultado victorioso estando el propio Cristo al
tanto de ello y del cual, contradictoriamente por demás "esperaba estar plenamente satisfecho"
(Is.53:11).

Más, el testimonio de Jesucristo es verdadero. "Él es la verdad" (Jn.14:6), como su padre "no
miente" (Tit.1:2). Puede concluirse entonces que solo debido a su absoluta confianza en Dios,
a su firme voluntad y a su gran amor, logró el cumplimiento de las profecías y la proeza de
reconciliarnos con Dios.

Reflexione el lector, ¿Exaltaría Dios sin un mérito supremo la gestión de Jesucristo? (Fi.2:8-9)
¿Quién puede merecer ser llamado "DIGNO" cuando el motivo para ello no presupone alguna
incertidumbre por la dificultad presente para vencer junto con una plena expectativa por el
resultado final? (Ap.5:2,5b).

Por sobre todo, "la dignidad de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra,
la gloria y la alabanza" (Ap.5:12), lleva inherente un excepcional mérito en el que subyace un
inmenso esfuerzo personal por lograr el cometido de nuestra redención. Y todo ello, muy pero
muy lejos de un (supuesto) triunfo 'facilitado' y 'asegurado' de antemano.

De este modo, se convirtió Jesucristo en el mediador, lo que era necesario para que su
extraordinario triunfo condujera al establecimiento del "nuevo pacto", fundado ahora "sobre
mejores promesas" (Heb.8:6). El pacto de Dios con el creyente podía efectuarse ahora a
cabalidad ('sin defecto') mediante la fe en el hijo de Dios. En efecto, por medio del espíritu de
Dios y la fe en Jesucristo -el régimen nuevo del espíritu- estuvo al alcance la reconciliación y
el perfeccionamiento en la vida cristiana.

Por eso ahora 'hemos muerto a la ley' -a lo que la ley espiritual de Dios demandaba-
(Rom.7:4a).

Objeción 6 "La ley no justifica" (Rom.3:20a). Esto prueba que los mandamientos han sido
abolidos, puesto que si no justifican al pecador arrepentido no tiene sentido para el cristiano
guardarlos hoy.

17
Un texto similar aparece en Gálatas 2:16 que dice: "por las obras de la ley nadie será
justificado" y otro aparentemente contradictorio aparece en Romanos 2:13b y dice: "solo los
hacedores de la ley serán justificados". En verdad, ¿habrá contradicción?

Ni el antiguo pacto ni el nuevo incluyeron una ley que haya pretendido justificar, al contrario,
por medio de la ley que incluyen el creyente se percata de lo que es intrínsecamente malo para
su vida (Rom.3:20b). Toda la Biblia es coherente en afirmar que la justificación del creyente
que ha sido llamado está en la aceptación del sacrificio de Jesucristo (Rom.3:22, Gál.2:16). El
pacto en sí o sea el contrato que 'obliga a las partes' lo constituyen la ley de los mandamientos
de Dios, la intermediación de la sangre de Cristo que 'adhiere las partes' y el 'sello' con el
espíritu santo (Ef.1:13). Todo ello hace posible la justificación delante de Dios (Rom.3:25).

La ley de los mandamientos de Dios llamada ahora "la ley de la libertad" (St.1:25) es "el
espejo" en donde el creyente observa de continuo su perfeccionamiento (St.1:22-23). La ley
por sí misma no puede justificarle, al igual que por el solo hecho de observarse el rostro en un
espejo nadie puede quitar la mancha o suciedad que pudiera tener en el. ¡El espejo solo
muestra que hay suciedad! Solamente la aceptación de la sangre de Cristo -el cordero
inmolado (Ap.5:6)- limpia de toda suciedad o pecado (Mt.26:28) , en ello radica la plena
justificación del creyente.

Es claro que el pacto mismo no es invalidado por la justificación mediante la sangre de Cristo,
él es su mediador (Heb.12:24). ¿Cómo podría ser mediador en el caso de un pacto inexistente?
Lo realizado por Jesús era lo que la violación del pacto -trasgresión de la ley Rom.6:23a-
demandaba. Ahora el creyente se encuentra en la condición requerida (está justificado) para
poder perfeccionarse en la ley espiritual, la de los mandamientos de Dios, poniéndola por obra
(St.4:17). La misma ley magnificada por Jesucristo que Dios quiere ver escrita en el corazón
de quien llama (Heb.8:10).

¿Qué, si estando ya justificado el pecador arrepentido se rehúsa a cumplir con el pacto


previamente acordado con Dios para su beneficio? Tan pronto como el creyente justificado
niega el cumplimiento de los mandamientos de la ley de Dios, es decir niega el amor, queda de
nuevo bajo las consecuencias que la trasgresión a la ley espiritual de Dios demanda.

Una vez adquirido el conocimiento acerca de lo que es bueno -cumplir la ley del amor- hay
que obrar en conformidad, no hacerlo es colocarse nuevamente en condición de pecado
(St.4:17). Se pierde en consecuencia la justificación que se tenía. Esto confirma de nuevo que
la justificación es solo por los pecados cometidos en el pasado. De nuevo se le hace necesario
acudir a la sangre derramada del Cordero y una vez perdonado -justificado- el creyente se
siente impelido a cumplir con la observancia del pacto al cual quiso sujetarse (Rom.6:16). Esto
esclarece el texto de Romanos 2:13b: "solo los hacedores de la ley serán justificados", o sea
que solo guardando los mandamientos de Dios -los mandamientos del pacto- la justificación
por medio de la fe en Jesucristo obrará acordemente. La no observancia del pacto anula lo que
el mediador hizo –con su sacrificio- para colocar al creyente en el camino hacia la perfección.

Objeción 7 En el texto de Mateo 19:16-19 Jesús solo mencionó algunos de los mandamientos
contenidos en las tablas de piedra, por consiguiente no constituye prueba alguna de la
vigencia de la ley de Dios para el cristiano hoy.

18
Jesús no necesitaba citar todos los mandamientos de Dios pues la persona a quien le estaba
hablando los conocía cabalmente, todo lo que debía hacer era mencionar algunos para
indicarle a cuales mandamientos se estaba refiriendo. Así, la persona sabría que Jesucristo le
hablaba de los mandamientos de la ley de Dios, los escritos en las tablas de piedra "por el dedo
de Dios", los mandamientos del pacto de salvación.
Los mandamientos que Cristo mencionó resumen los deberes del hombre para con su prójimo.
El joven rico a quien Jesús dirigió estas palabras necesitaba que se le recordara su deber de
amar al prójimo.

La ley de los mandamientos de Dios es esencialmente la ley del amor. Contempla básicamente
dos direcciones hacia las que se debe orientar el amor, así: el amor a Dios y el amor al
prójimo (Mt.22:36-39). Por lo tanto, ¿cumpliría el creyente con la ley del amor para con su
prójimo –con el fin de entrar en la vida eterna (Mt.19:17)- y negaría guardar la ley del amor
hacia su Creador que dio dicha ley? ¡Por supuesto que no!

Es obvio entonces que la cita de Mateo en mención, contiene aunque de manera implícita los
demás mandamientos de la ley de Dios, porque con el mismo tipo de argumentación que se
pretende utilizar para invalidar los mandamientos del pacto puede decirse que el mandamiento
"no codiciarás" tampoco estaría vigente simplemente porque Jesús tampoco lo mencionó.

Fundamental es observar que con guardar la ley de Dios se busca la perfección del creyente
(Mt.19:21), hecho que de por sí patentiza la vigencia de la misma, o sea de "las tablas del
pacto" o mandamientos de la ley de Dios.

El Testimonio

Hasta ahora, 'el observador imparcial' habrá aprendido fundamentalmente lo relacionado con
la ley de los mandamientos de Dios, no obstante sabe que el texto de Isaías no solo dice "a la
ley" sino que dice "a la ley y al testimonio". Claramente aprecia que no puede ir lo uno sin lo
otro, que se trata de algo conjuntivo, o sea que el testimonio no puede estar ausente de la ley ni
viceversa. Pero , ¿cuál es este testimonio a que se hace referencia y que es parte clave para
identificar al verdadero ministerio de Dios en la tierra y por lo tanto a la verdadera Iglesia?.

La respuesta se encuentra en el texto de Apocalipsis 12:17 en su parte final. Claramente dice


que el testimonio es el de Jesucristo. En consecuencia, el verdadero ministerio debe predicar :
el mismo mensaje que Jesucristo trajo como portavoz o vocero de Dios (Jn.1:1), todo lo
relacionado con Jesucristo mismo como ejemplo para seguir sus pisadas (1Pe.2:21) y, su obra
redentora. El mensaje de Jesús abarcó el dar a conocer a Dios el Padre y su glorioso nombre
(Jn.17:1-7, 1:18) además de dar a conocer y hacer su voluntad (Jn.5:30, 6:38).

El nombre de Dios en hebreo es el tetragrámaton "YHWH" (todas consonantes, porque no se


escribían las vocales), sobre cuya pronunciación correcta no hay acuerdo pero de muy
probable transliteración "YAHVÉH" o "YEHOVÁH", generalmente pronunciado "Yahvé" o
"Jehová" (Sl.68:4, Is.42:8, Je.16:21). Se entiende obviamente que el conocimiento del nombre
de Dios comprende mucho más que las cuatro letras que lo representan en el idioma hebreo,

19
pues implica conocer por experiencia que Jehová (Yahvé) es en realidad lo que su nombre
expresa que es (Sl.83:18, 2Cr.6:33). El nombre de Dios lleva consigo los atributos de su
carácter y sus propósitos. Jesucristo es la verdad (Jn.14:6), lo que significa que llegar a un
conocimiento exacto de lo que implica el nombre de Jesucristo equivale a llegar al
conocimiento del nombre de Dios, pues él es la imagen de Dios (Heb.1:3, Jn.14:7-9). De ahí la
exhortación de ir creciendo en su conocimiento (2Pe.3:18).
El estudio de las Escrituras de los tiempos antiguos muestra que hay evidencia de que tanto
Jesús como sus discípulos utilizaron el nombre de Dios en su época , pues se sabe que este se
hallaba originalmente en la Septuaginta (traducción al griego del A.T. por los judíos), además
el propio Cristo dice que se los dio a conocer (Jn.17:6,26). Con el paso del tiempo el nombre
de Dios fue gradualmente remplazado por "KYRIOS" (Señor) y por "THEOS" (Dios) con el
pretexto supersticioso de no pronunciarlo por ser 'demasiado' sagrado.

Sin duda alguna la Biblia enseña que el tetragrámaton YHWH generalmente traducido como
Jehová o Yahvé es el nombre personal de Dios el Padre a quien Cristo dio a conocer y de
quien dio testimonio (Is.51:15, 52:5, 54:5), nombre que debería aparecer en las traducciones
de la misma cerca de 6800 veces en el antiguo testamento y más de 200 veces en el nuevo
testamento, para un total de más de 7000 veces en toda ella. Este es el nombre que Jesucristo
dio a conocer a sus discípulos (Jn.17:26).

Cristo hizo y dio a conocer la voluntad de Dios el Padre, la cual según sus propias enseñanzas
comprendió:
- Procurar la reconciliación del hombre con Dios ofreciendo como rescate su
propia vida (Jn.10:11, 17).
- Guardar y magnificar la ley de los mandamientos de Dios (Is.42:21, Mt.5:17-
20) -el versículo 17 dice literalmente: ".., no vine a destruir (abolir), sino a
completar"-.
- Anunciar el establecimiento del Reino -Gobierno- de Dios sobre la Tierra
(Mt.3:2, 6:33, 10:7, Ap.5:10, 12:10).

Claro está, este mensaje iba especialmente dirigido a todo aquel que Dios por su misericordia
y propósito llevara a Jesucristo (Jn.6:44, 65), quien es el verdadero testimonio de Dios
(Jn.8:24, 26). Es importante esclarecer el significado de la expresión "yo soy" -a la cual se
acude con frecuencia para torcer su verdadero significado- tal y como claramente se halla en
el texto griego y que no admite otra interpretación, el cual no es otro que: "soy el que reclamo
ser" o "el que les digo que soy y ustedes no me creen". Ver Jn.8:12, 18, 28.

No obstante, Jesús claramente afirma que si solamente él diera testimonio de sí mismo, se


diría que su testimonio no es verdadero -válido legalmente- (Jn.5:31), o sea que acepta el
estatuto bíblico que requiere de al menos "dos testigos" como evidencia para establecer los
hechos (Nú.35:30, Dt.17:6). De creerle a Cristo, bien por sus palabras o por sus obras
(Jn.14:11), aún haría falta "otro testigo" que diera certeza de que el testimonio de Jesús es
verdadero. El "otro" que testifica con verdad acerca de Jesucristo es Jehová Dios su Padre
(Jn.5:32, 8:14).

Según la definición del diccionario, un testimonio es "una prueba de la certeza de una cosa" o
"instrumento legalizado que da fe de un hecho". Jesucristo da a conocer la realidad de su

20
Padre, él es el testigo fiel (Ap.1:5). El creer en él y el creerle a él ejerciendo fe en su nombre
(Hch.3:16), conjuntamente con la observancia de los mandamientos de Dios, es lo que
ciertamente identifica al verdadero ministerio de Dios sobre la Tierra.

Ahora el 'observador imparcial' posee elementos de juicio que le permitirán proseguir su


búsqueda, no propiamente tratando de hallar una cierta congregación, sino aproximándose al
encuentro con el verdadero Jesucristo, único camino que conduce al verdadero Dios (Jehová)
escudriñando en la páginas 'del Libro' "por si en alguna manera, palpando", interesándose,
estudiando, buscando la verdad..., ¡como los de Berea! (Hch.17:11), Dios tiene a bien
iluminarle el camino hacia Aquél (Hch.17:27).

Se vislumbra así en las páginas de la Escritura la imagen de un Jesucristo muy distinto al que
comúnmente se nos ofrece, del verdadero Jesucristo que según sus propias palabras es tajante
al expresar: "nunca os conocí, apartaos de mi los que habéis obrado sin ley" (Mt.7:23
v.Interl.), como dice literalmente la Escritura. Se aprecia que los "hacedores de maldad" como
se traduce corrientemente la expresión bíblica, no están 'sujetos a la ley', no son 'esclavos de
la justicia' (Rom.6:16 => Sl.119:172), van en contravía de los 'hacedores de lo bueno' cuyos
frutos son posibles por haberse sujetado a una "ley buena", la ley de los mandamientos de
Dios, como reiteradamente se ha comprobado con base en la propia Biblia (Rom.7:12).

Como se ha visto, esta ley de "los mandamientos del pacto" es la ley espiritual básica cuya
vigencia permanece y obliga al creyente en nuestro tiempo, lo cual también puede apreciarse
en las consideraciones adicionales siguientes:

- Se da a los creyentes un supuesto "mandamiento nuevo" (Jn.13:34, 1Jn.2:8)


que como se sabe es "nuevo" sólo en su extensión o alcance espiritual o sea en
su magnificación, pero que se trata en realidad del mismo mandamiento
antiguo (1Jn.2:7, 2Jn.5:6). ¿Lo captó amigo lector?, por favor léalo de nuevo:
"el mandamiento antiguo que habéis tenido desde el principio".

- Se exhorta al creyente a continuar mirando y viviendo por esta ley, llamada


ahora "ley de la libertad" o "ley de Jesucristo" (St.1:25, Gál.6:2).

- Es la base cierta sobre la cual se sustenta la búsqueda del conocimiento de


Dios (1Jn.2:3-4, Jn17:3).

- Es la "carta de presentación" delante de Dios de quienes, en su paciencia, se


han mantenido fieles a la ley y al testimonio (Ap.14:12).

- El guardar la ley espiritual de Dios es la esencia -el fundamento- del amor


(Rom.13:10). El creyente que percibe que el amor es el único derrotero posible
para alcanzar la vida el ser humano, no puede negar lo que la Biblia le enseña:
que no se puede hablar del amor o de amar y al mismo tiempo afirmar que "la
ley" no está vigente o que se ha desvanecido. ¡Si acepta el amor debe aceptar
la ley que de este se deriva! (Rom.13:8).

21
El Sábado

Pero, ¿Y el sábado? , ¿Aún hace parte de los mandamientos de Dios que como se ha
demostrado deben guardarse porque esa es la voluntad de Dios?

Se sabe que hacía parte de los mandamientos del pacto escritos en piedra y luego guardados en
el arca del pacto (Ex.20:8), por lo tanto a menos que se cuente con evidencia explícita de la
Palabra de Dios para excluirlo -la cual no parece existir-, es incongruente aceptar la vigencia
de los demás mandamientos de la ley de Dios y rechazar el mandamiento relacionado con el
día de reposo. ¡No es sensato hacerlo! No debe excluirse porque lo que se acepta como verdad
para ratificar la vigencia de "los mandamientos del pacto", necesariamente es válido para
ratificar la vigencia del día de reposo.

Parece por tanto impropio y redundante darle un tratamiento aparte al mandamiento del día de
reposo, pues todo lo ya estudiado acerca de la vigencia de los mandamientos de Dios de hecho
lo incluye y prueba su vigencia.

A pesar de todo se esgrimen algunos 'argumentos' que pretenden concluir que el sábado ya no
es "tan obligante" para el cristiano hoy. A ellos podría responderse con las mismas respuestas
básicas presentadas a las objeciones hechas en contra de la vigencia de los mandamientos del
pacto, por hacer parte de ellos como el cuarto mandamiento, respuestas que sin lugar a dudas
han probado la inconsistencia y falsedad de tales objeciones. No obstante, es de interés
considerar algunos aspectos adicionales relacionados con "el sábado de Dios", los cuales se
presentan a continuación.

- De Jesucristo se dice: "todas las cosas por él fueron hechas" (Jn1:3), "todo fue creado por
medio de él y para él" (Col.1:16). Y el sábado está dentro de esas "cosas hechas". El sábado
"fue hecho por causa del hombre" (Mr.2:27a), o sea para la humanidad; note el lector que no
dice que fue hecho para el pueblo de Israel o para el pueblo Judío, sino para el hombre.
Además, Cristo dice que él es "Señor del Sábado" (Mr.2:28), afirmando con ello que no es
quien anula o invalida, sino que sigue siendo el "Amo y Señor" de lo que un día por él fue
hecho.

Lo interesante en estas citas es ver "el sábado" como algo específicamente creado -tal como lo
fueron todas las cosas materiales- a lo que le fueron conferidas bendición y santificación, las
cuales Dios mismo puso de presente descansando de su Obra en este día (Gn.2:2-3). Nótese
así mismo, que esta santificación se lleva a cabo en la creación, mucho antes de que existiera
el pueblo de Israel y de que fuera dado con los demás mandamientos del pacto (Ex.31:13).

- El todopoderoso llama al sábado del cual ha hecho "Señor" a Jesucristo (Mt.28:18), "mi día
santo" (Is.58:13). Es decir existe al respecto un sentido de pertenencia de Dios. Esto permite
inferir que si el hombre se apropiara ese día para sí mismo, en cierta forma le estaría robando a
Dios, lo cual de por sí sería ya una transgresión.

El alcance espiritual de los mandamientos abarca dos mandatos básicos: amar a Dios y amar al
prójimo (Mt.22:34-40) y, puesto que amar es cumplir la ley de los mandamientos de Dios
(Rom.13:8), el creyente quiere guardarlos y estando bajo el recto temor a Jehová (Pr.1:7) teme

22
quebrantar alguno de ellos aun el día de reposo , un día que no le pertenece pues no son
'vuestros sábados' ni los 'sábados judíos', sino "mis sábados" ha dicho el Padre (Lev.19:30,
26:2).

- Realmente notable es la designación del sábado como "una señal", "una marca" establecida
inicialmente para orientar al hombre a la identificación del verdadero Dios: "para que sepáis
que yo soy Jehová" (Ex.31:13), con ella entonces el creyente que ha sido llamado identifica
plenamente a Jehová Dios y sus propósitos (Ex.31:17, Ez.20:12-13). La "señal" se establece
"para siempre" o "por pacto perpetuo" e identifica al Creador, el Dios todopoderoso quien
'descansó' el día sábado de su obra creadora -realizada por medio de Jesucristo- y lo hizo
Santo (Gn.2:2-3, Ex.31:17), para que por siempre se sepa que Él -y no otros dioses- es el
Creador de los Cielos y la Tierra.

- Jesucristo cumplió la ley de los mandamientos de Dios (Mt.5:17), esto es inobjetable pues él
es la verdad (Jn.14:6). Necesariamente debemos creerle a Cristo, su ejemplo debemos seguir
(1Pe.2:21); él guardó el sábado de Dios (Lc.4:16). La manera como lo guardó durante su
ministerio en la tierra evidencia el ejemplo de lo que es correcto hacer en el día sábado,
puesto que Dios mismo lo ha hecho "Señor del Sábado" (Mt.28:18, Mr.2:28).

Cristo es el Mediador permanente de un pacto también permanente (Heb.12:24), al menos


hasta que haya "nuevos cielos y nueva tierra" (Mt.5:18, Is.65:17). La mediación no implica ni
la anulación del pacto mismo ni de partes de el, por el contrario, la mediación conlleva la
magnificación de la ley de los mandamientos de Dios, los cuales quiere ver escritos en el
corazón de quien llama (Rom.8:28 => Is.42:21 => Heb.10:16).

De manera que la declaración de Jesucristo al guardar "el día santo de Jehová" y afirmar "su
señorío" sobre él, no solo refuerza la observancia del cuarto mandamiento del pacto, sino que
con ello también demuestra que efectivamente vino a hacer la voluntad del que lo envió
(Jn.6:38).

Objeciones a la Observancia del Sábado

A pesar de la claridad y contundencia de todo lo anteriormente expuesto , algunos insisten en


desvirtuar la vigencia del cuarto mandamiento de la ley de Dios, mediante observaciones o
supuestos tomados o 'derivados' de la Escritura. A continuación se examinan algunos de estos
frágiles intentos al respecto, demostrando de paso su fatuidad.

Objeción 1 Jesucristo nunca le dijo a alguien que observara el sábado. Aunque se mencionan
varias cosas que él hizo en el sábado, nunca se dice que reposó en este día. De acuerdo con
los evangelios, cuando hizo y enseñó algo en el día sábado fue consistentemente 'liberal' al
respecto -no fue 'conservador'-.

Conocido es que los judíos (el Israel de los tiempos de Jesús) guardaban el día sábado. Era su
costumbre reunirse en las sinagogas en este día (Lc.4:16, Mt.4:23, 13:54); Jesucristo lo sabía.
¿Por qué instarlos a guardar algo que en realidad hacían? Lo que no comprendían era la

23
manera como Cristo lo guardaba, les parecía que violaba la letra del mandamiento: "no hagas
en el obra alguna, tú..." (Ex.20:10).

Como se ha visto Jesús vino a cumplir y magnificar la ley, por Hebreos 4:15 se sabe que él
"nunca pecó" y si se recuerda que pecado es infracción de los mandamientos de la ley de Dios
(1Jn.3:4), la conclusión es inevitable: Jesucristo guardó perfectamente el sábado.

Todo cuanto Cristo enseñó con su ejemplo en el sábado, evidencia la magnificación del
mandamiento. En efecto, con su ejemplo mostró que procurarse alimento (Mr.2:23-28),
procurar el alivio del dolor humano o el sufrimiento de los animales (Mt.12:9-13), alimentar y
dar agua al ganado (Lc.13:15), todo ello en el día sábado, era lícito hacerlo y no se
quebrantaba el día de reposo al hacerlo (Mr.3:4, Mt.12:12). En resumen, Jesús enseñó que es
lícito hacer el bien aun en el sábado.

Con la afirmación de que el comportamiento de Jesucristo en el día de reposo era


"consistentemente liberal", se hace referencia a que en apariencia lo era respecto del
comportamiento 'consistentemente conservador' de los judíos, pero no implica que estuviera
haciendo menos estricto el mandamiento de lo que Dios había mandado; solo que los judíos le
habían añadido una serie de exigencias adicionales, haciéndolo una pesada carga (Mr.7:6-9).
Cristo ni liberalizaba ni invalidaba el mandamiento, al contrario lo cumplía a cabalidad; si se
quiere la tal 'liberalidad' podría señalar quizás a su magnificación, pero nunca para aseverar
que a pesar de sus enseñanzas en y acerca del día de reposo 'lo quebranta' y al tiempo es 'libre
de toda culpa'. Dios no transige con el pecado, solo donde no hay ley, no puede inculparse de
pecado (Rom.4:15).

Objeción 2 Si Jesucristo magnificó la ley, ello nos lleva a guardar el espíritu de la misma.
Pero el guardar el espíritu de la ley conduce automáticamente a guardar la letra de la ley del
sábado. Lo que Cristo hizo mostró que algunas veces era necesario trabajar en el sábado
para guardar la ley espiritual. Ello enseña que el sábado no es como los otros mandamientos
de la ley de Dios.

Cristo magnificó el cuarto mandamiento y de paso quitó el yugo que se había impuesto sobre
él. Lo que hizo fue la magnificación de lo que se conocía y "era lícito" (Mt.12:12), de ninguna
manera implica poner a un lado la letra de la ley bíblica, ¡lo magnificado entonces no tendría
sentido!. "No hagas en el obra alguna" ciertamente no quiere decir 'deja de hacer el bien que es
lícito hacer en este día'.

Los mandamientos de Dios son conjuntivos -se articulan-, no se puede ser indiferente con el
prójimo y decir que se ama a Dios (1Jn.2:9, 4:20). Por lo tanto, negarse a hacer el bien en el
Sábado de Dios, obviamente quebranta el espíritu del mandamiento (St.4:17). 'Hacer el bien'
claro que lleva implícita 'una labor' por realizar, 'una tarea', 'un trabajo', pero ello es
consistente con el espíritu de todos los mandamientos de la ley de Dios -la ley del pacto-.

"Reposar" no es ser indiferente o quedarse estático, es estar en actitud de hacer la voluntad de


Dios , es tener la actitud del dar , la de servicio (Heb.6:10-11) ; y aunque primariamente es
"acordarse del Creador" pues se dirige a una adoración especial en este día (Is.58:13), también

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propende el mandamiento por "hacer el bien", lo que lleva al cristiano a profesar "una religión
pura y sin mancha" (St.1:27).

No hay evidencia alguna de que lo hecho por Cristo implique licencia alguna para realizar en
el día sábado un trabajo del tipo "ganarse la vida". "Hacer el bien" no es licencia para realizar
en este día un trabajo de tipo remunerado, igual o semejante al trabajo normalmente realizado
los demás días de la semana; "hacer el bien" no es trabajar como los otros días, es atender el
"espíritu" del mandamiento al reposar cada sábado según el ejemplo recibido de Jesucristo.

Objeción 3 La costumbre de Pablo no era guardar el sábado como se pretende deducir de la


lectura de algunas citas bíblicas del libro de los Hechos (Hch.13:14, 16:13, 17:2). El apóstol
como Cristo iban a las sinagogas en el día sábado porque era allí donde y cuando la gente se
reunía para escuchar la lectura de la Escritura y por lo tanto tenían disponible un auditorio.
Pablo fue a los judíos primeramente y luego a los gentiles, por ello la mejor manera de
predicarles era yendo a las sinagogas en el día en el que los judíos acudían allí. Su ejemplo
demuestra libertad y nada acerca de requisitos.

Pablo se consideró a sí mismo bajo la ley de Cristo (1Cor.9:21) y confesó que solo tendría
amor cumpliendo esta ley (Rom.13:10); aun apelando a la justicia humana expresó que había
sido irreprensible en cuanto a la ley (Fi.3:4-6). Dijo "yo soy Fariseo, hijo de Fariseo" -escribas
maestros en la ley- (Hch.23:6) y, ¡los Fariseos guardaban el sábado! (Mt.12:2). Resulta obvio
entonces que el apóstol Pablo guardó el sábado.

No obstante, como la objeción lo intenta, ¿es procedente suponer que Pablo dejó de guardar el
sábado y que lo hacía tan solo por el interés de predicarle a los judíos que iban a las sinagogas
en ese día? ¡De ninguna manera!, sería totalmente improcedente, ¿por qué?

Porque Pablo expresa claramente que Dios llama al creyente a hacer algo específico, algo que
él mismo ordena a todas las Iglesias: guardar los mandamientos de la ley de Dios (1Cor.7:17-
19), exhortación que por sí misma es prueba adicional de la vigencia de "los mandamientos
del pacto", aquellos en los que Pablo "se deleitaba" (Rom.7:22) ; los mismos que el apóstol
Juan nos exhorta a guardar (1Jn.5:2-3) , los mismos que le recordó Jesús al joven rico
(Lc.18:20) , los mismos antiguos mandamientos -"los que habéis tenido desde el principio"-
(1Jn.2:7, 2Jn.5-6).

A lo largo de toda la Biblia es perceptiblemente clara la diferencia que se establece entre los
mandamientos de la ley de Dios y 'otros mandamientos', estatutos y leyes. No existe la menor
duda respecto a cuáles hacen parte de la ley básica de Dios y estos incluyen el mandamiento
del sábado o día de reposo.

Pablo expresó: "sed imitadores de mi como yo de Jesucristo" (1Cor.11.1) y Jesucristo no anuló


absolutamente nada de la ley de los mandamientos de Dios (Mt.5:17), antes bien, dijo había
venido a darles una mayor cobertura (Is.42:21, Mt.12:2-8, 5:21-22, 27-28 => Jn.14:24). Si le
creemos a Pablo, el tampoco anuló nada, por el contrario fue imitador de Cristo y como él,
¡también continuó guardando el sábado de Dios!

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Objeción 4 El texto de Gálatas 4:10-11 dice: "guardáis los días, los meses, los tiempos y los
años. Me temo de vosotros, que haya trabajado en vano con vosotros". ¿No es notable aquí
acaso, la indiferencia del apóstol Pablo hacia el mandamiento del sábado? ¿No se ve, más
bien, como una condena a los gálatas por guardarlo?
Los de Galacia eran idólatras, gentiles (no eran descendientes de Israel, único pueblo al que le
fue dado el pacto, extendido luego a todo pueblo y nación por medio de Jesucristo) en una
religión pagana, antes de que por medio de las enseñanzas de la Iglesia hubieran conocido al
verdadero Dios, mediante la predicación de Pablo (Gá.4:9a,11).

Se sabe que para conocer a Dios se debe guardar la ley de sus mandamientos (1Jn.2:3-4), lo
cual ciertamente incluye el mandamiento del "sábado de Dios". Pero habiéndolos guardado,
Pablo muy probablemente critica que los gálatas estuvieran volviendo "a los débiles y pobres
rudimentos", a "los días y tiempos" de aquellas religiones paganas de donde habían salido
(Gá.4:9b-10). Se comprenderá entonces el problema de la Iglesia en galacia, pues se sabe de la
tendencia de la naturaleza humana de volver a aquellas prácticas y costumbres ejercidas
durante años.

En efecto, Pablo no tenía en mente el sábado de Dios al amonestar a los gálatas, lo que tenía
presente era "la observancia de los tiempos" de la que habla la Biblia, como puede apreciarse
en 2Crónicas 33:6 cuando respecto del rey Manasés dice: "pasó sus hijos por fuego en el valle
del hijo de Hinom y, observaba los tiempos, confiaba en agüeros, era dado a adivinaciones,
consultaba adivinos y encantadores; se excedió en hacer lo malo ante los ojos de Jehová, hasta
encender su ira". Es claro entonces, que "la observancia de los tiempos" está asociada a todas
las cosas citadas, que conforman "lo malo" ante los ojos de Jehová Dios. Todo esto era parte
del paganismo, el tipo de religión de donde habían salido los gálatas a quienes Pablo exhortaba
a no volverse a esclavizar en ella, no dejándose apartar de las rectas enseñanzas (Gá.4:17) por
quienes pretendían hacerlo.

Pero, como hay quienes insisten en aseverar que Pablo hacía referencia a las prácticas de "la
ley" que los gálatas habían aprendido de los cristianos judíos, quienes tercamente insistían en
imponérselas a los cristianos no judíos, es de suma importancia poner de presente que los
mandamientos del pacto -los contenidos en las tablas de piedra- NO ordenan observar ni
"meses", ni "tiempos", ni "años", sólo ordenan guardar el día semanal de reposo o sábado.

O sea que en ningún caso se hacía referencia a la ley de los mandamientos de Dios -aquellos
que fueron colocados dentro del arca-, quizás, tal vez, aunque improbable, se hacía referencia
a algunas celebraciones como "las lunas nuevas" u otros festivales periódicos que el pueblo
judío -Israel- aún continuaba celebrando.

Como todos los creyentes que han sido llamados, los gálatas estaban en "el camino" -Cristo-
(Jn.14:6) que lleva al conocimiento de Dios (Gá.4:9a), en el camino del amor (1Jn.4:8),
estaban aprendiendo que el amor se manifiesta esencialmente en el cumplimiento de una ley
que por cierto incluye el sábado (Rom.13:10), la ley de los mandamientos de Dios (1Jn.5:2-3).

Sería pues inaceptable a la luz de las Escrituras, decir que Pablo estaba reprochando a los
gálatas por guardar el sábado, por el contrario los exhorta a "ser como él" (Gá.4:12) que a su

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vez era "imitador de Jesucristo" (1Cor.11:1), por lo cual ciertamente continuó guardando el
día de reposo cristiano a lo largo de su vida.

Objeción 5 Romanos 14:5 dice: "Uno hace diferencia entre día y día, otro juzga iguales todos
los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente".
Esto quiere decir que los días han dejado de ser la norma por la cual somos juzgados. La
norma apropiada es Jesucristo. Pablo no les enseñó a los cristianos gentiles a guardar el
sábado, en realidad les dijo que no era una norma por la cual deberían ser juzgados. Se los
dejó a la convicción individual, ¡se puede decidir por propia cuenta!

Primeramente, es interesante notar que el texto citado no habla de lo que Dios juzga sino de lo
que juzga el hombre. Esto lo corroboran los versículos 10 y 13 del mismo capítulo, pero lo
importante no es lo que opine el hombre sino lo que opina o dice Dios y Él ha decretado que el
sábado es su día santo -pues lo bendijo y lo santificó- (Is.58:13, Gn.2:3, Ex.31:17). Ello es
independiente del criterio que se forme el hombre al respecto (Lc.16:15b).

Obsérvese ahora el contexto del capítulo que en el versículo 2 dice: "porque uno cree que se
ha de comer de todo; otro, que es débil, come legumbres". Se ve entonces que el problema que
suscitó el discurso de Pablo era por la comida y la bebida. Ello se confirma con lo que él
mismo expresa a partir del versículo 14 y en especial en el versículo 17, así: "Porque el Reino
de Dios no es ni comida ni bebida". En efecto, existían múltiples observancias y tradiciones
derivadas del ascetismo o de "la ley de Moisés" sobre alimentos puros e inmundos, sobre días
de abstinencia de algunos alimentos, días de ayuno, etc. Lo que se pone de presente es que no
se debe 'ofender', escandalizar, juzgar o ser causa de tropiezo a los "hermanos" aún débiles en
la fe, quienes todavía no tienen conocimiento cabal al respecto y cuya conciencia les 'molesta'
en asuntos de esta índole.

Este mal hábito ya había sido reprochado por Jesucristo (Lc.6:37), pues en realidad nos cuesta
entender que el juicio pertenece a Dios (Pr.29:26b), quien a su vez lo ha dado a su Hijo
(Jn.5:22).

Entonces el "hacer diferencia entre día y día" o "juzgar iguales todos los días", queda claro que
es respecto de "comidas y bebidas" y en ningún caso se refiere al día de reposo de los
mandamientos del pacto. Ciertamente, algunos pueden creer que deberían abstenerse de comer
carne (u otro alimento) un determinado día de la semana en cierta época del año -como todavía
en nuestros días se observa por ciertos grupos-, otros que debería ayunarse al menos un día
cada mes, otros que no deben consumirse alimentos "inmundos", etc.; sin embargo, otros que
han adquirido conocimiento y han dejado de ser "débiles en la fe", saben que estas cosas no
tienen importancia alguna respecto de asuntos de conciencia y les preocupan solo en cuanto
tengan que ver con los hermanos "débiles en la fe".

La 'argumentación' según la cual "la cuestión definitiva no es acerca de los días -refiriéndose
al sábado- sino acerca de la fe en Cristo", es una apreciación parcializada (sesgada) de las
Escrituras. Jesucristo mismo afirmó que sin hacer la voluntad del Padre vana es la fe en él
(Mt.7:21-23) y la voluntad de Dios como ya se demostró, es que guardemos sus mandamientos
y en ellos ¡está incluido el sábado!

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De modo que el asunto no es: la fe en Jesucristo o los mandamientos del pacto. No es para
escoger, es lo uno y lo otro. La Biblia es muy clara en esto, el testimonio -fe en Cristo- y la ley
-observancia de los mandamientos de Jehová Dios- (Ap.20:4, 14:12, 12:17, 1:2, Is.8:20). "La
cuestión definitiva" es pues, guardar los mandamientos de Dios incluido el sábado y la fe
en Jesucristo.

Objeción 6 El texto de Colosenses 2:16-17 es claro, nadie debe criticar a los cristianos
respecto del sábado pues era una sombra de lo que habría de venir. Aun admitiendo una
traducción literal del final del versículo 17, en donde el verbo "es" no aparece en los
manuscritos más antiguos, que diga: "pero el cuerpo de Jesucristo" o mejor dicho "sino el
cuerpo de Jesucristo", no se debe permitir que se reduzca la idea a que la Iglesia (el cuerpo
de Cristo) nos juzgue. Eso no está en el pensamiento de Pablo ni en el contexto, lo que él
explica es que nuestros pecados son completamente perdonados en Jesucristo.

En cuanto a lo que concierne al pecado los días no tienen importancia. Las reglas acerca de
la abstinencia de comidas o evitar el trabajo el sábado pueden parecer sabias, pero no tienen
ningún valor (Col.2:18-23), no pueden quebrantar el poder del pecado; solamente Jesucristo
puede hacerlo, el valor del sábado ha sido eclipsado en Cristo.

Este es el texto favorito de quienes afirman que el sábado ha sido abolido, ven este texto como
si dijera: "no guardes el sábado que Dios no te juzgará por ello". Esto no es correcto, ¡el texto
no dice semejante cosa!. Esta carta de Pablo como la que escribió a los Romanos y a los
Gálatas, no pone en tela de juicio la ley de Dios ni el sábado específicamente.

¿Sería lógico que Pablo hubiera ordenado a los corintios que guardaran los mandamientos de
la ley de Dios y entre ellos el sábado (1Cor.7:19), para después contradecirse diciéndoles a los
colosenses que no lo observaran? Es sorprendente, pero así de inconsistente hacen aparecer
muchos a Pablo.

Quienes aseveran que el sábado caducó para los cristianos, admiten sin embargo que: "No hay
ciertamente ni un versículo en el Nuevo Testamento que diga que este es ahora obsoleto", no
obstante añaden: "Si el sábado fuera un requisito, sería asombroso que el Nuevo Testamento
nunca lo mencione directamente, aunque tiene lugar para toda clase de mandatos, incluso
besos santos (2Cor.13:12), pero ninguna ocasión para ordenar directamente el sábado".

No es cierto que el N.T. no mencione que debe guardarse el sábado pues como ya se vio en la
objeción 6, en Hechos 4:9 ello se menciona explícitamente, pero como se verá, aun su-
poniendo que tal escritura no existiera, tal carencia no constituye base alguna para lo que se
afirma. El N.T. tampoco contiene una alusión directa al segundo mandamiento de la ley de
Dios que diga en los términos de Éxodo 20:4-6: "No te harás imagen..., ni le rendirás culto..."
y sin embargo, todo cristiano es plenamente consciente que dicho mandamiento es válido y
que va implícito en la primera parte del resumen que se hace de la ley espiritual de Dios:
"Amarás Jehová tu Dios con todo tu corazón..." (Mt.22:37). No es por lo tanto necesario que
se mencione directamente el mandamiento (Ap.14:9-10), el mismo sigue vigente como
también el sábado.

28
La oración "guardar los mandamientos de Dios" involucra todos los que de manera especial
fueron puestos dentro del arca del pacto, son ellos y no otros los que Dios se ha propuesto
escribir en la mente del creyente. Lo que realmente resulta 'asombroso' es que no se quiera ver
esta verdad. Dios se revela a si mismo como un Dios de paz, no de confusión (1Cor.14:33), es
decir, nunca será la intención de Dios confundir al creyente. ¿Podría suponerse en Pablo
(siervo de Dios) alguna intención de confundir a los colosenses? En consecuencia, no
podemos suponer que estuviera invalidando el mandamiento del sábado cuando se dirigió a
ellos.

En efecto, examinando en detalle las citas bíblicas se desvanece la supuesta validez de lo que
se afirma en la objeción en estudio. Nótese que la carta de Pablo alude a dos clases de cosas o
asuntos que hacían tropezar a los de Colosas.

En primer lugar nótese que el versículo 16 cita sólo asuntos contenidos en la ley del pacto del
pueblo de Israel, pero no contenidos en los mandamientos del pacto, lo cual se corrobora en el
versículo siguiente -17- al decir que "todo es sombra de lo que ha de venir"; preceptos que
habían dejado de regir con la muerte y resurrección de Jesucristo.

Resalta igualmente el hecho de que aquel versículo se refiere a "sábados" en plural , lo cual
muy probablemente indica que no se hace referencia sólo al sábado semanal, pues si fuera el
caso, no se requería necesariamente el plural para expresarlo, por lo cual debe referirse a otros
sábados o reposos, todavía en observancia por parte de los judíos.

El decir entonces que "nadie os juzgue" por esos asuntos, implica que no es pertinente hacerlo
puesto que son asuntos que ya no obligan y de los cuales solo los excesos o desviaciones de
los mismos corresponde juzgar a la Iglesia o Cuerpo de Cristo, cosas como: casos de gula,
borracheras, agüeros, celebraciones en festivales, etc.

En segundo lugar, los versículos 18 al 23 citan otros asuntos diferentes y de origen vario, fruto
unos según parece de formas de ascetismo de la época (Col.2:21,23) y aun otros de supuestos
cultos que trataban de introducirse mediante "pretendidas visiones" o "cosas vistas" por
individuos de "pretendida humildad", pero "hinchados de vanidad" (Col.2:18).

Es importante aquí llamar la atención del lector sobre la deficiente traducción del versículo 18
-entre otros- de la versión Reina Valera, que indica totalmente lo contrario de lo allí
expresado cuando se refiere a "lo que no ha visto", en vez de "cosas vistas" o "pretendidas
visiones" como lo dice literalmente la expresión cuando consultamos la versión interlineal de
la Biblia y otras muchas versiones (Nácar Colunga, Torres Amat, Nuevo Mundo, etc.).

La Iglesia de Colosas la componían gentiles incircuncisos que se habían convertido al


cristianismo (Col.2:6,12-13). Venían de una religión pagana pero ahora estaban aprendiendo
las normas y costumbres cristianas, quienes los juzgaban y condenaban (Col.2:8,18-23) tenían
una pretendida humildad (v.18), los criticaban por lo que usaban, por lo que tocaban, por lo
que comían y bebían (v.21). No veían en Jesucristo el centro (Mediador) de la salvación divina
y lo deshonraban enseñando doctrinas para acercarse a Dios por otros medios (vs.22-23). Es
por esto la advertencia que Pablo les hacía a los colosenses recién convertidos de no dejarse
engañar (v.8).

29
Muy probablemente aquellas "filosofías y huecas sutilezas" según la tradición, estaban
basadas en alguna forma de ascetismo o abnegación religiosa que promulgaba "duro trato al
cuerpo" (v.23). Por tanto, lo que Pablo enfatiza es que ninguna acción o precepto -trátese de lo
que se trate- puede remplazar a Jesucristo o ser más importante que él para acercarse a Dios
(v.19), pues es el único nombre y único camino para llegar a Dios y para ser salvos
(Hch.4:12, Jn.14:6).

Son dos los planteamientos básicos de Pablo en este capítulo 2 de Colosenses. El principal es
el que concierne a la exhortación que dirige acerca de "asirnos de la cabeza" -Cristo- para
llegar a Dios (v.19); el segundo que aunque no se quiera aceptar por quienes lo objetan, se
refiere precisamente a que la Iglesia nos juzgue, o sea a la autoridad de 'juzgar' -o más
precisamente de dar a conocer los juicios- con que ha sido facultada la Iglesia como el cuerpo
de Jesucristo que es (Col.2:17, 1:18).

Al respecto, no es pertinente decir que "no aparece en el contexto" pues Pablo lo afirma
explícitamente y como se admite en la objeción misma, la traducción correcta de este versículo
es "pero el cuerpo de Cristo". Aquí, es importante para esclarecer el verdadero sentido de la
cita conocer el significado de la palabra "pero" según lo define el diccionario castellano -y aun
en el idioma Inglés- el cual denota: "un concepto totalmente opuesto a otro anterior",
significado que actualmente ha caído algo en desuso -por desconocimiento- pero que era el
concepto básico que transmitía la palabra.

Los doctos en griego reconocen que según la estructura de la oración citada, la primera
expresión "nadie" necesariamente requiere una subsecuente que diga efectivamente quién
debe pues dar el juicio. Así que estos versículos de Colosenses 2, tan poco comprendidos,
deben traducirse apropiadamente así: "Por tanto, nadie os juzgue..., sino -pero- el cuerpo de
Cristo".

Es claro entonces, que Pablo no está diciendo que el sábado sea obsoleto, que sea inútil
guardar las leyes de Dios y entre ellas el mandamiento del sábado. Lo que realmente hace
Pablo es desestimar el juicio que viene bien sea del 'exterior' de la Iglesia, o de los propios
"hermanos" que lo hacen a título individual y reclama que tal facultad corresponde a la
Iglesia.

La Iglesia es el "cuerpo" de creyentes llamados a establecer un pacto con Dios, con una
"cabeza" -Cristo- como Mediador. Esta analogía de "cabeza" y "cuerpo" sirve para aclarar la
aparente contradicción que surge al recordar las palabras de Jesús a sus discípulos cuando les
dijo que "no se debe juzgar" (Mt.7:1-2, Lc.6:37); es decir, 'no se debe juzgar indebida o
impropiamente' (Mt.7:3, Lc.6:38) -siendo "demasiado justos" (Ecl.7:16)-, sino "con justo
juicio" (Jn.7:24) y para juzgar con "justo juicio" es necesario buscar la sabiduría de arriba
(St.3:17), haciéndolo como "cuerpo" (Mt.18:19-20).

Para entenderlo mejor, obsérvese la traducción correcta -literal- del texto de Mateo 16:19 en la
versión Interlineal del Nuevo Testamento que dice: "Y todo lo que atares en la tierra habrá
sido atado (ya) en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra habrá sido desatado (ya) en

30
los cielos". Esto muestra que la Iglesia es orientada hacia la decisión -juicio- que previamente
ha sido tomada en los cielos.

La analogía es perfecta, así como en nuestra cabeza se toma la decisión de ejecutar algún
movimiento del cuerpo, en igual forma la Iglesia o "cuerpo" se acoge a la decisión de su
cabeza Cristo, a quien ha sido dado "todo juicio" de parte de Dios (Jn.5:22) la cabeza de
Jesucristo (1Cor.3:23, 11:3, Jn.14:28b). Por medio del espíritu santo (que sella el pacto -Ef.
1:13-, la Iglesia o cuerpo de creyentes llamados, es iluminada desde el trono de Dios por su
cabeza y Mediador del pacto -Heb.12:24- Jesucristo (1Cor.3:16, 2:10, Ef.1:17-18).
Así que la facultad de juzgar que tiene la Iglesia y que reclama Pablo en su carta, está
determinada y orientada por "su cabeza" Jesucristo, quien aunque le ha sido dado "todo juicio"
-teniendo por ello plena autonomía- siempre ejecuta la voluntad de Dios (Jn.5:30, 8:16).

Con relación a los versículos 14 y 15 del capítulo, ya se ha explicado que lo que realmente
"nos era contrario" no era la ley de los mandamientos de Dios misma, sino lo que su continua
transgresión -consignada en aquella "acta de los decretos" o 'documento de culpabilidad'-
exigía del pecador: la muerte (Rom.6:23a).

La muerte de Cristo fue suficiente para anular o cancelar este 'documento de culpabilidad' por
los pecados pasados y posibilitar con ello el acceso o comunicación con Dios; eso fue lo que
quedó sin valor alguno, eso fue lo "eclipsado" por Jesucristo, no el mandamiento del sábado
de Dios.

Objeción 7 El sábado es el único de los diez mandamientos que no se puede observar en "la
Nueva Jerusalén". En ese tiempo nadie querrá quebrantar las leyes de Dios, ni tendrán
deseos de adorar a otros dioses, ni de hacer ídolos, ni tomar en vano el nombre de Dios. No
querrán deshonrar a nadie, matar, adulterar, robar, mentir o codiciar; pero no podrán
trabajar seis días y reposar en el séptimo, porque el ciclo del día y la noche cesará (Ap.21:1,
22:5). Esto es evidencia de que no se debe suponer que el mandamiento del sábado sigue
siendo válido hoy simplemente porque los otros nueve todavía lo son (?) siendo eternamente
verdad (?), pero el sábado no lo es; no se puede suponer que es como los otros nueve (?).
-(?) => Añadido-

La primera parte de la objeción es un sofisma de distracción -especulación-, mas aunque fuera


cierta no constituye argumento en contra de la validez del mandamiento (ver más adelante). El
cielo y la tierra no han pasado, la nueva Jerusalén aún pertenece al futuro, el ciclo del día y la
noche no ha cesado. De modo que "ni una jota ni una tilde" pueden pasar hoy de la ley de los
mandamientos del pacto, incluido el sábado. Para corroborarlo se examinan seguidamente
algunos textos de la carta a los Hebreos en los capítulos 3 y 4 que se refieren al prometido
reposo al pueblo de Dios.

La antigua Israel nunca entró en el reposo prometido debido a su incredulidad y dureza de


corazón (Heb.3:11), quienes entraron fueron los de la generación posterior a la que había
salido de Egipto. La entrada en la tierra de Canaán fue una figura de la entrada en el reposo de
Dios (Jo.21:43-44, 22:4, Heb.4:8). Este reposo como está implícito en las promesas de Dios en
su Palabra es el galardón de la inmortalidad -hijos nacidos como seres espirituales- en el
Reino de Dios (Heb.4:10, 2:10 => Jn.3:5-8).

31
En efecto, el reposo de Dios se dio al final de su obra creadora, de igual manera concluida la
obra creadora de Dios en el creyente que ha sido llamado -la formación del carácter santo y
justo-, este reposa ya de sus obras (Heb.4:10) al entrar al Reino de Dios, según sus promesas.

Se aprecia entonces que la objeción es un sofisma, puesto que la Nueva Jerusalén no cubre
toda la tierra y allí sólo entrarán los "escritos en el libro de la vida" (Ap.21:27), o sea los que
"entran en su reposo y reposan de sus obras" (Heb.4:10) , los que entran en el Reino de Dios.
Además, se especula tácitamente al suponer que Dios autorizará visitantes allí el día de reposo
lo cual no podemos saberlo por la Escritura, la cual más bien indica que quienes 'no han
alcanzado la gloria', como todos, deben seguir guardando los mandamientos.

La generación que salió de Egipto, símbolo de esclavitud y pecado (Ap.11:8), vio las obras de
Dios cuarenta años (Heb.3:9b), pero no le creyeron (Heb.3:8-9a); no se sujetaron al "camino
de vida de Dios": su pacto (Heb3:10b, Pr.6:23, 7:2). Hoy de igual manera, Dios le ordena al
creyente que ha sido llamado 'salir del mundo' -Egipto- para hacer su voluntad guardando sus
mandamientos incluido el sábado (St.4:4, 1Jn.2:15, Jn.17:15-16, Pr.3:1, Mt.7:21).

Al "salir del pecado" mediante la fe en Jesucristo el mediador del pacto (1Ti.2:5-6) el creyente
queda apto para "nacer de Dios" y entrar en aquel reposo donde nunca querrá quebrantar la ley
de su Creador (1Jn.3:9). Pero antes de entrar en el reposo final de Dios, se está en un reposo
liminar, un anticipo del reposo final y el sábado es la representación física plena de ese
reposo final (Heb.4:4, 9-10).

Obsérvese ahora algo bien importante, en los capítulos 3 y 4 de Hebreos la palabra reposo
normalmente es traducida de la palabra griega katapausis (Heb.3:11,18, 4:1, 3, 5,10-11). Esta
palabra se define como: "descanso, reposo". Pero en cambio el texto de Hebreos 4:9 emplea
una palabra totalmente distinta -para sorpresa de muchos- que guarda afinidad únicamente con
el cuarto mandamiento en el sentido de "reposar"; esta palabra griega es sabbatismos y
significa literalmente "un sábado de guardar" o "un reposo sabático".

La versión Reina Valera dice: "Por tanto, queda un reposo (sabbatismos) para el pueblo de
Dios". Algunas versiones traen una glosa que indica, no "reposo" sino "guardar un sábado",
por tanto la traducción literal del texto griego es: "Por tanto, queda el guardar un sábado para
el pueblo de Dios". La traducción de Lamsa (en Inglés) dice: "Por tanto, es deber del pueblo
de Dios guardar el sábado".

Nótese lo significativo del uso de la palabra sabbatismos, pues indica o señala algo más que
simplemente reposar. Esto, en pocas palabras no es otra cosa que la reivindicación del sábado,
el cuarto mandamiento de la ley de Dios. Al respecto, debe recordarse que el sentido de las
enseñanzas de la Biblia ha sido inspirado por Dios por medio del espíritu santo, por lo cual la
versión original de la misma -las traducciones no necesariamente- contiene las palabras
precisas y adecuadas para expresar en forma exacta las revelaciones de Dios para los creyentes
a quienes él llama, las que en el caso presente confirman en forma categórica la vigencia del
mandamiento del sábado.

32
¿Notó el lector los signos de interrogación intercalados en la parte final de la objeción?. Se
habrá percatado entonces que son afirmaciones inadmisibles desde el punto de vista dialéctico,
por provenir de quienes han hecho todo lo posible por desvirtuar la afirmación -el hecho- de
que los mandamientos de la ley espiritual de Dios aún rigen; esto refleja a las claras la falta de
sindéresis y la forma sesgada como manejan la Escritura.

La intención de desvirtuar el sábado de Dios es también palpable, pues cuando se enfrentan al


hecho de explicar objetivamente el por qué el escritor inspirado usó precisamente el vocablo
sabbatismos en Hebreos 4:9, en vez de katapausis como ya se mencionó, contestan: 'el término
sabbatismos si hace clara referencia al sábado semanal, pero se está usando figuradamente' (!).
Sorprendente ¿verdad? Se acepta la evidencia de que el término se refiere precisamente al
sábado semanal tal como se ha explicado, pero aseveran que es solo en sentido figurado, sin
más. Con supuestos como este, solo queda llenar páginas y páginas de artículos -con serias
contradicciones- tratando de explicar lo que no tiene soporte Bíblico.

Ejerza discernimiento y "justo juicio" amable lector, ya que el propósito de este escrito sólo es
mostrar la verdad Bíblica tal y como Dios la ha inspirado con el fin de poder adquirir
"conocimiento exacto" para vida eterna (Jn.17:3); el convencer, esa es labor de Dios (Jn.16:8,
Rom.14:5b). Se concluye entonces, que el sábado no ha sido borrado o abolido, sigue vigente
y apunta o dirige a un reposo o descanso en una dimensión superior: la dimensión espiritual.

Objeción 8 "Los sacerdotes en el templo profanan el día sábado y son sin culpa" (Mt.12:5),
por lo tanto....

Profanar quiere decir sencillamente "tratar como no sagrado" o "no apartar para uso santo".
¿Puede tomarse esta cita como base para concluir que el sábado fue abolido para el cristiano?.
No ha faltado quienes lo intenten, pero en realidad no hay base alguna para hacerlo; en efecto,
los sacerdotes que ministraban en el templo hacían parte del pueblo de Israel y a todos los
israelitas les obligaba el pacto con Dios, del cual el mandamiento del sábado era parte
(Ex.20:8, 31:13). O sea que estaban obligados a guardarlo. No obstante, 'lo profanan'
desempeñando sus labores en el templo como todos los días y sin embargo, "son sin culpa".

¿Quiere ello decir que el sábado no era 'tan importante' y por tanto podían darse licencias al
respecto? ¡De ninguna manera! La ley demandaba sacrificios específicos este día, además del
continuo sacrificio y la ofrenda, y para ofrecerlos a Jehová Dios habían sido escogidos
expresamente por Él mismo para hacerlo (Núm8:11, 28:9-10). Oficiaban un ministerio de
muerte (2Cor.3:7a) en el cual los continuos sacrificios y libaciones no satisfacían lo que la ley
espiritual de Dios exigía (Rom.6:23), pues solamente hacían expiación por los pecados propios
y los del pueblo (Nú.8:12, 15:25, Heb.10:1-4) pero no cancelaban la deuda o paga exigida al
respecto, por lo cual era menester ministrar así de continuo, hasta que viniera el Mesías.

Por ello "eran sin culpa", pues aunque su labor en el templo continuaba el sábado como los
demás días, de hecho estaban haciendo la expresa voluntad de Dios puesto que no sólo el día
de reposo o sábado sino todos los demás días los tenían enteramente dedicados a Jehová Dios,
exactamente lo que el espíritu del mandamiento demanda. Por consiguiente, no existe base
alguna para argüir la abolición ni el menoscabo del mandamiento del día de reposo o sábado.

33
A este respecto y para quienes a pesar de todo lo expresado se empeñan en la estéril labor de
querer demostrar que el mandamiento del día de reposo ha sido abolido para el cristiano, en
especial arguyendo que sólo rigió hasta la muerte de Cristo, se concluyen las observaciones
sobre este asunto, considerando las declaraciones de Jesús a sus discípulos en Mateo 24:20 a
propósito de las señales que precederían la gran tribulación venidera (Mt.24:21).

La admonición de Jesús dice: "Orad pues, para que vuestra huida no sea en invierno ni en
sábado" (Mt.24:20). Sea que se considere que se hace referencia a la gran tribulación que
antecede al retorno de Cristo a la tierra (Mt.24:29-33) o al período que antecedería a la
destrucción de Jerusalén, no hay duda de que se trata de un tiempo posterior a la muerte y
resurrección de Jesucristo.

Es lógico pensar que Jesús mencione la dificultad natural de la huida en invierno, pero
mencionar a la par precisamente el sábado, el día de reposo que supuestamente abolió y que
sólo rigió hasta su muerte, por lo que ya no regiría para el cristiano hoy, ciertamente no lo es.
Si hubiera sido abolido ¿por qué habría ello de ser importante para los cristianos de tiempos
posteriores a su muerte, resurrección y ascensión a los cielos? ¿Acaso se contradice Jesús, no
dijo que él era la verdad? (Jn.14:6).

En las propias palabras de Jesucristo se encuentra entonces evidencia contundente en cuanto a


que el mandamiento del sábado aún después de su muerte era importante y sus seguidores
deberán tenerla en consideración; en otras palabras, mantenía su vigencia como parte de los
mandamientos de la ley espiritual de Dios. Por cierto, es tan explícita la cita que aun el
socorrido 'argumento' -de quienes pretenden el menoscabo del mandamiento- de que la
expresión se usa en sentido figurado, no encuentra cabida allí.

Para el sincero buscador de la verdad no puede haber más que una explicación: ¡El sábado aún
es importante, mantiene su vigencia! Jesucristo lo magnificó y lo guardó, sus discípulos lo
guardaron; el cristiano debe aceptar la evidencia y sentirse compelido a observarlo hoy pues
aún hace parte de los mandamientos del pacto, del pacto de salvación.

Hasta aquí se han examinado y desvirtuado las objeciones más comúnmente usadas para
objetar la vigencia de los mandamientos del pacto en general y del mandamiento del sábado en
particular. No se ha pretendido agotar todas y cada uno de las argumentaciones al respecto, las
que mediante un aparente soporte Bíblico, pretenden concluir que los diez mandamientos o el
sábado caducaron.

Lo expuesto constituye más bien una guía básica para el lector. La intención ha sido dar una
respuesta precisa, sin rodeos, conforme a los hechos y de acuerdo con la Biblia; no obstante, al
sopesar estos asuntos -quizás los más importantes de la vida- el creyente debe dictar su fallo,
comprobando y confirmando para sí la veracidad de todo lo aquí expresado, pues como se
mencionó al principio 'su mismísima alma está en juego'.

Antes de concluir, como no falta quien argumente que las anteriores consideraciones acerca de
los mandamientos de la ley de Dios, del sábado que involucra y del testimonio, carecen de

34
validez -aparentemente- por fundarse en un texto del Antiguo Testamento (Is.8:20), ya que
según argumentan lo que importa para el cristiano hoy está contenido en el Nuevo
Testamento. Tal argumentación no es correcta ni objetiva, pues son numerosas las citas que en
el nuevo testamento respaldan el contenido de dicho texto, como habrá podido constatar el
lector en toda la exposición anterior en respuesta a las objeciones citadas.

Mas si lo que se quiere es una alusión directa al respecto, véase el libro de Apocalipsis o
Revelación el cual testifica de la validez del texto de Isaías (Ap.12:17, 14:12). Allí, claramente
se entiende que los mandamientos de Dios constituyen "la ley" y la fe en Jesucristo constituye
"el testimonio".

Recuérdese ahora la afirmación de Jesucristo en Mt.7:21: "Sólo el que hace la voluntad del
Padre entrará en el Reino de Dios". Como se ha demostrado esta voluntad es que guardemos
los mandamientos de Dios (incluido el sábado), los escritos inicialmente en tablas de piedra y
como dijo Jesucristo mismo, la fe en él solamente no sirve, es vana (va a desconocer a
quienes así actúen –Mt.7:23, Sl.6:8, Lc.13:25-27), si primero no se acata la voluntad de Dios
expresada en sus mandamientos.

Mandamientos que ahora deben entenderse magnificados en su expresión y alcance espiritual.


Cuando Cristo dijo que "no venía para anular la ley" de los mandamientos de Dios, sino "para
cumplirla" (Mt.5:17) estaba en realidad dándole una mayor cobertura a su aplicación, puesto
que la palabra griega normalmente traducida como "cumplir", también abarca el significado de
"llevar a su expresión plena" o "mostrar en toda su dimensión".

Para finalizar, es verdaderamente revelador observar la interrelación y significado de dos


sucesos mencionados en la Palabra de Dios. El primero de ellos cuando fueron dados en el
monte Sinaí los mandamientos del pacto , luego guardados dentro del arca del pacto puesta
ella en el lugar santísimo; hubo allí señales en los cielos y en la tierra, "hubo estruendo y
relámpagos y sonido de bocina" (Ex.20:18) y el monte ardía en fuego (Dt.5:23). Fueron
sucesos tan asombrosos que la congregación de Israel temió por su vida (Dt.5:25).

El segundo de ellos cuando los reinos del mundo son entregados a Jesucristo al hacer sonar la
trompeta el séptimo ángel (Ap.11:15-18), también en medio de grandes señales, "relámpagos,
voces, truenos, un terremoto y granizo grande", "es abierto el Templo de Dios en el cielo y el
Arca de su Pacto se deja ver en el Templo" (Ap.11:19).

¡Asombroso!, ¿verdad? No cabe duda, es el Arca de su Pacto, la cual aparece en tan


excepcional suceso de la entrega del Reino al Señor Jesucristo. ¿Para qué mencionar siquiera
el Arca del Pacto en el supuesto de que los mandamientos de Dios hubiesen sido anulados?
¿Existe acaso otra explicación para ello? ¡No amable lector, la única explicación plausible es
la que tiene ahora en su mente! En efecto, se hace patente entonces que "la ley" -los
mandamientos del arca- y "el testimonio" -de Jesucristo- son conjuntivos, van juntos. ¡No
puede ir lo uno sin lo otro, no la ley o el testimonio, a la ley y al testimonio!. Correcto,
mencionar el Arca del Pacto en este escenario majestuoso, es simple y llanamente la
confirmación de que los diez mandamientos han permanecido y siguen vigentes para el
cristiano de todos los tiempos.

35
Todo lo anterior prueba irrefutablemente que la voluntad de Dios no ha cambiado y que
siempre ha estado orientada a que "guardemos sus mandamientos". Hoy tanto como ayer y
con espíritu reverente, el creyente sincero debe acatar la exhortación del profeta Miqueas
cuando expresó: "Oh hombre, Él te ha declarado lo que es bueno y qué pide Jehová de ti:
solamente hacer justicia, amar misericordia y humillarte ante tu Dios" (Mq.6:8). Por
hacer justicia se entiende obviamente "guardar sus mandamientos" (Sl.119:172 => Dt.6:25),
precisamente lo que el colofón del discurso de Salomón expresa en Eclesiastés, el cual reza:
"El fin de todo el discurso oído es este, teme al Dios verdadero y guarda sus mandamientos
porque esto es el todo del hombre" (Ecl.12:13).

Conclusión

El uso o apropiación del nombre de Jesucristo por parte de cualquier denominación religiosa
no significa nada trascendente respecto de la salvación, como tampoco las grandes y
buenas obras que en aquellos grupos o Iglesias se realizan (Mt.7:22, Lc.13:26-28). Jesucristo
fundó su Iglesia, la Iglesia de Dios y ésta es una sola Iglesia (Mt.16:18).

El texto del Evangelio de Mateo 7:21-23 es revelador, sólo es trascendente el verdadero


ministerio -la verdadera Iglesia-, el cual pervive "de toda palabra que sale de la boca de Dios"
(Mt.4:4), es decir de toda la Biblia. Donde quiera que se encuentre hoy la verdadera Iglesia de
Dios ella guarda los mandamientos del pacto magnificados, entre los cuales por supuesto está
incluido el mandamiento del sábado y predica lo que Jesucristo predicó. Da a conocer la
buena nueva acerca del maravilloso mundo de mañana -el Reino de Dios (Mr.1:14, Dn.2:44)- ,
el nombre de Dios -Jehová o Yahvé (Sl.83:18)- y ejerce fe en el nombre de Jesucristo para
salvación -el testimonio-.

La verdadera iglesia está constituida por creyentes llamados por Dios mismo (Hch.2:47), por
lo cual la predicación es fundamentalmente testimonial -para el oír-, no es proselitista o sea
para ganar adeptos.

El antes observador imparcial en la búsqueda de la verdad y ahora creyente, perfecciona


mediante la obediencia, el estudio de la Palabra y la oración constantes, el deseo de buscar a
Dios que Él ha puesto en su corazón (Fi.2:13). Así las cosas, Dios ha determinado que
escuchará: "Si alguno es temeroso de Dios y hace su voluntad (guardando sus mandamientos
-Lc.18:18-21-), a ese oye" (Jn.9:31).

De esta manera el creyente puede estar seguro de que con la ayuda y dirección divinas se le irá
mostrando el camino e irá llegando gradualmente a la verdad (Pr.4:18, Jn.8:32, Mt.7:7-11). La
seguridad de quien ha sido llamado se funda o descansa en la inmutabilidad de Dios -Dios no
cambia (St.1:17b, Ml.3:6)-, su prioridad debe ser la búsqueda del verdadero Dios y del
verdadero Jesucristo.

Al conocer y aceptar las doctrinas que revela la Biblia y sustentado en que allí no se revela a
un Dios que quiera confundir al creyente sincero (1Cor.14:33), sino a un ser plenamente
coherente en todas sus manifestaciones, se llega al encuentro de un panorama por demás
fascinante y estremecedor (1Cor.2:9-10, Rom.11:33). Un panorama en el que el verdadero

36
cristiano basado en un conocimiento exacto de la Palabra de Dios, vislumbra ahora el
grandioso objetivo de su existencia, a saber: "Y esta es la vida eterna, que te conozcan a ti el
único Dios verdadero y a Jesucristo, a quien has enviado" (Jn.17:3).

Guardar los mandamientos de la ley espiritual de Dios -los mandamientos o las tablas del
pacto, magnificados ahora en el nuevo pacto- depara para el creyente el resultar apto para
recibir el don gratuito de la vida eterna (Rom.6:23b)... y con ello algo portentoso: ¡resultar
estar delante de la presencia de Dios, un ser único, maravilloso, todopoderoso, inmensamente
misericordioso y admirable en todas sus obras! (Sl.139:14).

P.S.

Apreciado y paciente lector, esperamos que este artículo le sea de provecho en su búsqueda
de la verdad y sea que concuerde con sus conclusiones o nó, queremos rogarle que si sabe de
alguna o varias citas bíblicas que se opongan objetivamente a su contenido, por favor
háganoslo saber con los comentarios necesarios al respecto (E-mail: gm77fe@gmail.com),
para considerarlos y si fuere el caso ajustarnos a la verdad, pues en ella no puede haber
contradicción ni confusión alguna y es nuestro anhelo que sólo la verdad resplandezca.
Gracias por permitirnos compartir estos fulgores de ella con usted.

-- Los Editores --

Nota Aclaratoria

Los artículos que componen este 'curso' van dirigidos a 'analfabetas bíblicos funcionales' y no
a 'analfabetas bíblicos literales', de modo que si usted es un total novato en asuntos bíblicos,
no debe sorprenderse si se le hace un poco arduo el estudio y comprensión de los temas
tratados. A pesar de ello, ánimo, que con disciplina, perseverancia y un poco de conocimiento
bíblico general complementario puede lograrlo, obviamente con la ayuda de Dios.

Próxima entrega: La Naturaleza de Jesucristo, hasta donde ha sido revelada.

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Aleluya

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