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Puntual: Cumple con las fechas y horas de todos los compromisos que
tiene con los clientes, los proveedores y al interior de la organización.
Con la puntualidad el vendedor respeta su tiempo y el de los demás.
Impecable en su presentación personal: El buen vestir y cuidado
personal distinguen al vendedor exitoso. Éste se presenta siempre de
acuerdo con cada ocasión mostrando respeto hacia las personas con las
cuales interactúa. Una impecable presentación personal hace la
diferencia en la visita de ventas, pues es la primera impresión que el
cliente se lleva de usted.
Excelente lenguaje y forma de hablar: Es amable, su leguaje jamás es
ordinario ni vulgar, se dirige a sus clientes en forma respetuosa, se pone
en su lugar y le brinda soluciones. Las relaciones interpersonales son
esenciales en la construcción de una relación comercial eficaz y
duradera.
Asertivo: Tiene habilidad para decir lo que tiene que decir, a quien debe
decirlo y en el momento oportuno. Expresa sus sentimientos y defiende
los propios derechos a la vez que respeta profundamente las
necesidades y derechos de las otras personas.
Sabe escuchar: Tiene muy desarrollada su capacidad de escucha, es
decir, está concentrado en los mensajes que recibe de sus clientes,
mantiene un contacto visual y capta con facilidad las expresiones
verbales y no verbales del cliente. No supone que tiene la última
palabra; acepta la opinión de los clientes y sabe que sus mensajes son
de gran valor para realizar una venta.
Organizado: Se distingue por su autodisciplina para planificar su trabajo
y aprovechar bien su tiempo.
Constante para aprender y renovarse: Está siempre en una búsqueda
continua de nuevos conocimientos que le permitan comprender mejor la
realidad del mercado y la manera más efectiva de realizar su trabajo.
1. Falta de preparación
Esto aplica no sólo cuando se encuentra frente a un cliente potencial, piense
también en un posible aliado estratégico que necesita convencer para realizar
una actividad conjunta o un potencial distribuidor del cual necesita para poder
comercializar lo que usted ofrece.
2. Centrarse en el precio
Por supuesto que el precio es una variable muy importante, pero no es la única.
Sin embargo, actuamos como si lo fuera.
Un habitual saludo a un cliente incluya la frase “No se imagina la promoción
que le traigo”. Acto seguido y sin el cliente haber musitado objeción alguna
(más allá de una expresión facial de escepticismo), surge un “Pero le puedo
hacer un descuento”.
Con frecuencia estamos más prevenidos con el precio que los mismos clientes.
Y esto suele ser una herramienta a la que acudimos cuando no tenemos claros
los argumentos y beneficios de por qué somos una mejor opción que los
competidores.
Nada paraliza más que cuando el cliente dice “Está muy costoso, su
competencia está más económica”. La mente se pone en blanco, se esfuma
cualquier argumento y el mundo se viene abajo.
Esto sucede usualmente por dos razones: o no es el cliente ideal (entienda que
no todos son clientes potenciales y que no todos aprecian lo que usted hace) o
usted no le ha explicado por qué cuesta más en función de los beneficios que
le puede generar.
Con frecuencia, hay más personas dispuestas a pagar un precio mayor por
mejores soluciones que compañías dispuestas a proveerlas. El precio puede
terminar nivelando la industria por lo bajo.
3. Prometer a la ligera
Con el fin de lograr un negocio a toda costa y de cerrar una venta, podemos
llegar a conceder condiciones o dar una esperanza frente a aspectos que están
fuera de nuestro control.
En lugar de intentar hacer las cosas a tu modo, atrae al prospecto. Quieres que
la idea surja de ellos, no de ti. Ayúdalos a concluir que comprarte tiene sentido.
Esto lo logras preguntándoles por su problema o deseo, y ayudándolos a
visualizar la forma en la que tú puedes resolverlo y cómo su vida mejorará si
deciden trabajar contigo.