Está en la página 1de 1

Habían pasado veinticuatro horas desde que entré al laberinto de Vythenda, y apenas

había superado tres de los acertijos que me permitirían salir, ya que, fueron
extremadamente sencillos. Más que físicos, fueron requerimientos psicológicos en
los que pude hacer acopio de mi euforia interna, y estudiar las debilidades que mi
naturaleza mortal me había ofrecido durante todo el tiempo que me mantuve con vida.

En el tercer reto, vinieron los recuerdos de mi pasado nuevamente agolpados,


similar a como ocurrió mientras salía de Vragreon, esta vez, estuve al menos dos
horas buscando mi salida, mi paz. Y al final solo pude resolverlo, enfatizando en
la filosofía que se anidaba en mi cerebro. Navegué en lo profundo de mis
sentimientos, dandome cuenta de lo testaruda que solía a ser cuando la tormenta
golpeaba a mi puerta.

Los seres humanos no somos más que entes cargados de emociones, temores y
amarguras. Somos una constante depresión que ahoga cada parte de nuestro cuerpo
pero también somos inteligentes y fuertes. Somos la frustración imperiosa que se
desata con cada bocanada de aire vehemente.

Somos seres inseguros, agobiados por el miedo, aterrorizados y ambiciosos, pero


también somos soñadores, guerreros, ingeniosos. Podemos ser todo cuánto queramos
porque así fuimos creados; innovamos e imaginamos para que la crueldad no nos
consuma. Gastamos gran parte la vida cuestionando nuestra existencia, nuestro
propósito, nuestra utilidad, nuestro momento de brillar, hacemos tanto por hacer
nuestra vida valerosa y no vivimos, en realidad.

En ese tiempo, durante mis primeras veinticuatro horas en Vythenda, me di cuenta de


que sólo hay una cosa peor que la adicción a las drogas y es la adicción a la
conformidad. Pasar las cosas por alto y fingir que todo da igual tiene un efecto
más desastroso que doce pastillas de metanfetamina en una hora, pero la dejamos
pasar porque al fin y al cabo todas las drogas tienen algo bueno y es ese engaño,
ese efecto adormecedor que te hace creer que puedes vivir en paz por un momento.

Eso era a lo que me aferraba mientras estaba en Seven Sins. Me sumía en la


indiferencia, fingiendo que ya nada me afectaba, pero solo era una debil engañqndos
a sí misma. ¿Cómo podía siquiera Lucifer considerarme una persona competente para
tener potestad en el inferno? ¿Como podía Eagges, incluso, creer que era una mujer
fuerte y pertinaz?

También podría gustarte