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Teología de Aristóteles.
La metafísica de Aristóteles desemboca inevitablemente en una teología, en una teoría de
Dios, y voy a terminar esta lección indicándoles los principios generales de esta teología de
Aristóteles, o teoría de Dios. Aristóteles, en realidad –aunque en diversos pasajes de sus
escritos formula algo que pudiera parecerse a lo que llamaríamos hoy pruebas de la
existencia de Dios– no cree que sea necesario demostrar la existencia de Dios. Porque para
Aristóteles la existencia de algo implica necesariamente la existencia de Dios. Significa que
el ser de esa existencia, la existencia de esa existencia, no es necesaria.
Y las existencias con que tropezamos en nuestra experiencia personal son todas ellas
contingentes. Pero si hay una existencia y esa existencia no es necesaria, entonces esa
existencia supone que ha sido producida por otra cosa existente, tiene su fundamento en
otra. Si no lo tiene en sí misma, si no es necesaria, tiene que tener su fundamento en otra
cosa existente. Esta segunda cosa existente, si ella tampoco es necesaria, si ella es
contingente, supondrá evidentemente una tercera cosa existente que la ha producido.
Esta tercera cosa existente, si ella no es necesaria, ella es contingente, supondrá una
cuarta cosa que la haya producido. Vamos a suponer que la serie de estas cosas
contingentes, no necesarias, que van produciéndose unas a otras, sea infinita. Pues
entonces toda la serie, tomada en su totalidad, será también contingente y necesitará por
fuerza una existencia no contingente que la explique, que le dé esa existencia. De suerte
que tanto en la persecución de las existencias individuales como en la consideración de una
serie infinita de existencias individuales, tanto en una como en otra, tropezamos con la
absoluta necesidad de admitir una existencia que no encuentre su fundamento en otra sino
que sea ella, por sí misma, necesaria, absolutamente necesaria. Esta existencia no
contingente sino necesaria que tiene en sí misma la razón de su existir, la causa de su
existir, el fundamento de su existir, es Dios. Para Aristóteles no hace falta prueba de la
existencia de Dios porque la existencia de Dios es tan cierta como que algo existe. Si
estamos ciertos de que algo existe, estamos ciertos de que Dios. Y este algo necesario, no
contingente, fundamento, base primaria de todas las demás existencias, este algo es
inmóvil, no puede estar en movimiento. Aristóteles. Ya les dije que Platón consideraba muy
interesantes esos argumentos de Zenón de Elea, y llegan hasta Aristóteles. Para
Aristóteles, en efecto, el movimiento es contingente. Aristóteles el símbolo propio de la
contingencia, de lo no necesario, de lo que requiere explicación. Por tanto, si Dios estuviese
en movimiento, Dios requeriría explicación. Mas como Dios es precisamente la existencia
necesaria, absoluta, que no requiere explicación, tiene que ser inmóvil. Pero si Dios es
inmóvil, Aristóteles deduce inmediatamente de su inmovilidad su inmaterialidad. Si es
inmóvil es inmaterial, porque si fuera materia, entonces, sería móvil. Si tuviera forma y no la
hubiese puesto él mismo, sería entonces una existencia derivada de otra. Dios es el acto
puro, la pura realidad. En Dios no está nada por ser ni está nada siendo, sino que todo es
en este instante plenamente, con plenitud de realidad. No podemos, pues, suponer que en
Dios haya materia, porque la materia es lo que está por ser, a lo sumo lo que está siendo,
pero Dios no está por ser ni está siendo, sino que es. Aristóteles lo que él llama «acto puro»
que opone a la potencia, a la posibilidad, al mero posible. Y Dios es la causa primera de
todo. Dios es pensamiento puro. Dios no puede pensar más que en sí mismo. El
pensamiento de Dios no puede enderezarse más que a sí mismo, porque ningún otro objeto
más que sí mismo tiene Dios como objeto del pensamiento. Así es que no hay otro objeto
posible para Dios sino pensarse a sí mismo. La teología de Aristóteles termina con esas
resonancias de puro intelectualismo, en que Dios es llamado «pensamiento del
pensamiento», «noesis noeseos». Como ustedes ven, en esta formidable y magnífica
arquitectura del universo que Aristóteles nos ha dibujado, las cosas están ahí, ante
nosotros, y nosotros somos una de esas múltiples cosas que existen y que constituyen la
realidad. Aristóteles ha logrado por fin dar al realismo espontáneo de todo ser humano una
forma filosófica magnífica. Pues a esa respuesta espontánea que a la pregunta metafísica
da el ser humano, confiere Aristóteles al fin, al cabo de cuatro siglos de meditación
filosófica, la forma más perfecta, más completa, mejor engarzada y más satisfactoria que
conoce la historia del pensamiento. Se puede decir que la realización de la metafísica
realista encuentra en Aristóteles su forma más acabada. Esta forma ha de regir en el
pensamiento de la humanidad hasta que llegue otra radicalmente nueva a sustituirla. Esa
nueva contestación a la pregunta metafísica no se dará ya, a partir de Aristóteles, hasta el
siglo XVII. Esta contestación sí que será radicalmente nueva, completamente diferente de
las que hemos visto hasta ahora bajo el nombre de realismo.
LECCION Xll: LA METAFISICA REALISTA