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Cuadernos de Formación N°2

Antonio del Carmen Fernández

L
«Partido Revolucionario de los Trabajadores«

F
u dwig

e uerbach
Y EL FIN DE LA FILOSO FÍA
CLÁSICA ALEMANA

F ed eri co En ge ls
INTRODUCCIÓN

E
ste segundo folleto que publicamos, es un escrito crítico de Federico Engels
sobre las ideas filosóficas del genial filósofo alemán L. Feuerbach.
A partir de un profundo análisis de la visión de Feuerbach, Engels desarrolla los
principios fundamentales del materialismo dialéctico e histórico.
Pone blanco sobre negro que las dos grandes líneas filosóficas son el materia-
lismo y el idealismo. Los matices entre una y otra no son más que viejos y repetidos
intentos, con renovados ropajes, de justificar el idealismo y combatir el materia-
lismo.
Precisamente, Engels le critica a Feuerbach su inconsecuencia en las concep-
ciones materialistas que lo hacen desbarrancar hacia el idealismo.
A pesar de los vericuetos y de los confusos caminos abordados para dar expli-
cación a sus concepciones filosóficas, Engels demuestra con fundamentos irrefu-
tables que todas las filosofías se reducen a dos grupos antagónicos de acuerdo a
la respuesta que se da a la pregunta: ¿Existe la realidad objetiva fuera de la con-
ciencia?
A los que responden afirmativamente los llama materialistas. A los demás, lisa y
llanamente, idealistas. No existen terceras posiciones. De tal forma borra toda dife-
rencia entre la multiplicidad de corrientes filosóficas que en la época y a lo largo
de la historia afloraron profusamente.
Engels desarrolla, además, la idea científica de la concepción materialista de la
historia. En donde había una sucesión de hechos y personajes inconexos, señala
un hilo conductor que muestra una necesidad de los procesos históricos: el modo
en que los hombres se asocian para producir y reproducir sus vidas.
Reconoce también que este hilo histórico económico fue encontrado por Marx
quien fue la persona que logró fundir la concepción materialista con la dialéctica
hegeliana. De tal forma que todo el conocimiento acumulado por el hombre desde
sus comienzos hasta el momento en que Marx pudo sintetizar esta concepción, fue-
ron aprovechados por los teóricos del marxismo.
Marx y Engels se reconocieron como investigadores y sintetizadores de las con-
cepciones que más tarde llamaron materialismo dialéctico o popularmente cono-
cida como marxismo, pero nunca tuvieron la pedantería de muchos de los
“pensadores” de la época de ser los geniales inventores de ningún sistema filosófico.
Además, Marx y Engels pusieron en práctica el fundamento principal de su con-
cepción materialista dialéctica: no se trata de explicar la realidad sino de transfor-
marla. Ambos fueron hombres políticos revolucionarios. La fusión de la teoría
revolucionaria con la práctica es el mayor legado que nos dejaron.

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1a.- Edición Marzo de 2009
Ediciones del PRT
(Partido Revolucionario de los Trabajadores)
Impreso en Argentina

www. prt-argentina.4t.com
elcombatienteprt @ yahoo.com.ar

Cuadernos de Formación « P R T « 4
NOTA PRELIMINAR PARA LA EDICIÓN DE I888

En el prólogo a su obra "Contribución a la crítica de la Economía política" (Berlín, 1859),


cuenta Carlos Marx cómo en 1845, encontrándonos ambos en Bruselas, acordamos «con-
trastar conjuntamente nuestro punto de vista» -a saber: la concepción materialista de la his-
toria, fruto sobre todo de los estudios de Marx- «en oposición al punto de vista ideológico de
la filosofía alemana»; en realidad, a liquidar con nuestra conciencia filosófica anterior.
El propósito fue realizado bajo la forma de una crítica de la filosofía post hegeliana. El
manuscrito —dos gruesos volúmenes en octavo— llevaba ya la mar de tiempo en Westfa-
lia, en el sitio en que había de editarse, cuando nos enteramos de que nuevas circunstan-
cias imprevistas impedían su publicación. En vista de ello, entregamos el manuscrito a la
crítica roedora de los ratones, muy de buen grado, pues nuestro objeto principal: «esclare-
cer nuestras propias ideas, estaba ya conseguido».
Desde entonces han pasado más de cuarenta años, y Marx murió sin que a ninguno de
los dos se nos presentase ocasión de volver sobre el tema. Acerca de nuestra actitud ante
Hegel, nos hemos pronunciado alguna que otra vez, pero nunca de un modo completo y
detallado. De Feuerbach, aunque en ciertos aspectos representa un eslabón intermedio
entre la filosofía hegeliana y nuestra concepción, no habíamos vuelto a ocuparnos nunca.
Entretanto, la concepción marxista del mundo ha encontrado adeptos mucho más allá
de las fronteras de Alemania y de Europa y en todos los idiomas cultos del mundo. Por otra
parte, la filosofía clásica alemana experimenta en el extranjero, sobre todo en Inglaterra y
en los países escandinavos, una especie de renacimiento, y hasta en Alemania parecen
estar ya hartos de la bazofia ecléctica que sirven en aquellas Universidades, con el nom-
bre de filosofía.
En estas circunstancias, parecíame cada vez más necesario exponer, de un modo con-
ciso y sistemático, nuestra actitud ante la filosofía hegeliana, mostrar cómo nos había ser-
vido de punto de partida y cómo nos separamos de ella. Parecíame también que era saldar
una deuda de honor, reconocer plenamente la influencia que Feuerbach, más que ningún
otro filósofo post hegeliano, ejerciera sobre nosotros durante nuestro período de embate y
lucha. Por eso, cuando la redacción de "Neue Zeit" me pidió que hiciese la crítica del libro
de Starcke sobre Feuerbach, aproveché de buen grado la ocasión. Mi trabajo se publicó en
dicha revista (cuadernos 4 y 5 de 1886) y ve la luz aquí, en tirada aparte y revisado.
Antes de mandar estas líneas a la imprenta, he vuelto a buscar y a repasar el viejo ma-
nuscrito de 1845-46. La parte dedicada a Feuerbach no está terminada. La parte acabada
se reduce a una exposición de la concepción materialista de la historia, que sólo demues-
tra cuán incompletos eran todavía por aquel entonces, nuestros conocimientos de historia
económica. En el manuscrito no figura la crítica de la doctrina feuerbachiana; no servía,
pues, para el objeto deseado. En cambio, he encontrado en un viejo cuaderno de Marx las
once tesis sobre Feuerbach que se insertan en el apéndice.
Trátase de notas tomadas para desarrollarlas más
tarde, notas escritas a vuelapluma y no destinadas en
modo alguno a la publicación, pero de un valor in-
apreciable, por ser el primer documento en que se
contiene el germen genial de la nueva concepción
del mundo.

Londres, 21 de febrero de 1888

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FEDERICO ENGELS

LUDWIG FEUERBACH
Y EL FIN DE LA
FILOSOFÍA CLÁSICA
ALEMANA

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ÍNDICE
NOTA PRELIMINAR A LA EDICIÓN DE 1988........... pág. 5

CAPÍTULO I.................................................................... pág. 9

CAPÍTULO II................................................................... pág. 13

CAPÍTULO III................................................................. pág. 18

CAPÍTULO IV................................................................. pág. 22

Escrito: En 1886.
Primera Edición: En 1886, en los cuadernos 4 y 5 de la revista Neue Zeit.
Digitalización: Biblioteca Virtual Espartaco, 2000.
Esta Edición: Marxists Internet Archive, Noviembre de 2000.

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CAP ÍTU LO I

E ste libro[*] nos retrotrae a un período que,


separado de nosotros en el tiempo por
una generación, es a pesar de ello tan ex-
traño para los alemanes de hoy, como si desde
entonces hubiera pasado un siglo entero. Y sin
En su doctrina, el atributo de la realidad sólo co-
rresponde a lo que, además de existir, es necesario.
«La realidad, al desplegarse, se revela como
necesidad»; por eso Hegel no reconoce, ni mucho
menos, como real, por el solo hecho de dictarse,
embargo, este período fue el de la preparación una medida cualquiera de gobierno: él mismo
de Alemania para la revolución de 1848; y cuanto pone el ejemplo «de cierto sistema tributario».
ha sucedido de entonces acá en nuestro país, no Pero todo lo necesario se acredita también, en úl-
es más que una continuación de 1848, la ejecu- tima instancia, como racional. Por tanto, aplicada
ción del testamento de la revolución. al Estado prusiano de aquel entonces, la tesis
Lo mismo que en Francia en el siglo XVIII, en hegeliana sólo puede interpretarse así: este Es-
la Alemania del siglo XIX la revolución filosófica tado es racional, ajustado a la razón, en la me-
fue el preludio del derrumbamiento político. Pero dida en que es necesario; si, no obstante eso, nos
¡cuán distintas la una de la otra! Los franceses, parece malo, y, a pesar de serlo, sigue existiendo,
en lucha franca con toda la ciencia oficial, con la esta maldad del gobierno tiene su justificación y
Iglesia, e incluso no pocas veces con el Estado; su explicación en la maldad de sus súbditos. Los
sus obras, impresas al otro lado de la frontera, en prusianos de aquella época tenían el gobierno
Holanda o en Inglaterra, y además, los autores, que se merecían.
con harta frecuencia, dando con sus huesos en Ahora bien; según Hegel, la realidad no es, ni
la Bastilla. En cambio los alemanes, profesores mucho menos, un atributo inherente a una si-
en cuyas manos ponía el Estado la educación de tuación social o política dada en todas las cir-
la juventud; sus obras, libros de texto consagra- cunstancias y en todos los tiempos. Al contrario.
dos; y el sistema que coronaba todo el proceso La república romana era real, pero el imperio ro-
de desarrollo, el sistema de Hegel, ¡elevado in- mano que la desplazó lo era también. En 1789, la
cluso, en cierto grado, al rango de filosofía oficial monarquía francesa se había hecho tan irreal, es
del Estado monárquico prusiano! ¿Era posible decir, tan despojada de toda necesidad, tan irra-
que detrás de estos profesores, detrás de sus pa- cional, que hubo de ser barrida por la gran Re-
labras pedantescamente oscuras, detrás de sus volución, de la que Hegel hablaba siempre con
tiradas largas y aburridas, se escondiese la re- el mayor entusiasmo. Como vemos, aquí lo irreal
volución? Pues, ¿no eran precisamente los hom- era la monarquía y lo real la revolución. Y así, en
bres a quienes entonces se consideraba como los el curso del desarrollo, todo lo que un día fue real
representantes de la revolución, los liberales, los se torna irreal, pierde su necesidad, su razón de
enemigos más encarnizados de esta filosofía que ser, su carácter racional, y el puesto de lo real
embrollaba las cabezas? Sin embargo, lo que no que agoniza es ocupado por una realidad nueva
alcanzaron a ver ni el gobierno ni los liberales, lo y vital; pacíficamente, si lo caduco es lo bastante
vio ya en 1833, por lo menos un hombre; cierto es razonable para resignarse a desaparecer sin
que este hombre se llamaba Enrique Heine [2]. lucha; por la fuerza, si se rebela contra esta ne-
Pongamos un ejemplo. No ha habido tesis fi- cesidad. De este modo, la tesis de Hegel se
losófica sobre la que más haya pesado la grati- torna, por la propia dialéctica hegeliana, en su
tud de gobiernos miopes y la cólera de liberales, reverso: todo lo que es real, dentro de los domi-
no menos cortos de vista, como sobre la famosa nios de la historia humana, se convierte con el
tesis de Hegel: «Todo lo real es racional, y todo lo tiempo en irracional; lo es ya, de consiguiente,
racional es real» [3]. por su destino, lleva en sí de antemano el ger-
¿No era esto, palpablemente, la canonización men de lo irracional; y todo lo que es racional en
de todo lo existente, la bendición filosófica dada la cabeza del hombre se halla destinado a ser un
al despotismo, al Estado policiaco, a la justicia día real, por mucho que hoy choque todavía con
de gabinete, a la censura? Así lo creía, en efecto, la aparente realidad existente. La tesis de que
Federico Guillermo III; así lo creían sus súbditos. todo lo real es racional se resuelve, siguiendo
Pero, para Hegel, no todo lo que existe, ni mucho todas las reglas del método discursivo hegeliano,
menos, es real por el solo hecho de existir. en esta otra: todo lo que existe merece perecer.

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Y en esto precisamente estribaba la verda- cionario es absoluto, es lo único absoluto que
dera significación y el carácter revolucionario de deja en pie.
la filosofía hegeliana (a la que habremos de limi- No necesitamos detenernos aquí a indagar si
tarnos aquí, como remate de todo el movimiento este modo de concebir concuerda totalmente con
filosófico iniciado con Kant): en que daba al traste el estado actual de las Ciencias Naturales, que
para siempre con el carácter definitivo de todos pronostican a la existencia de la misma Tierra un
los resultados del pensamiento y de la acción del fin posible y a su habitabilidad un fin casi seguro;
hombre. En Hegel, la verdad que trataba de co- es decir, que asignan a la historia humana no sólo
nocer la filosofía no era ya una colección de tesis una vertiente ascendente, sino también otra des-
dogmáticas fijas que, una vez encontradas, sólo cendente. En todo caso, nos encontramos toda-
haya que aprenderse de memoria; ahora, la ver- vía bastante lejos de la cúspide desde la que
dad residía en el proceso mismo del conocer, en empieza a declinar la historia de la sociedad, y
la larga trayectoria histórica de la ciencia, que, no podemos exigir tampoco a la filosofía hege-
desde las etapas inferiores, se remonta a fases liana que se ocupase de un problema que las
cada vez más altas de conocimiento, pero sin lle- Ciencias Naturales de su época no habían puesto
gar jamás, por el descubrimiento de una llamada aún a la orden del día.
verdad absoluta, a un punto en que ya no pueda Lo que sí tenemos que decir es que en Hegel
seguir avanzando, en que sólo le reste cruzarse no aparece desarrollada con tanta nitidez la an-
de brazos y sentarse a admirar la verdad abso- terior argumentación. Es una consecuencia ne-
luta conquistada. Y lo mismo que en el terreno de cesaria de su método, pero el autor no llegó
la filosofía, en los demás campos del conoci- nunca a deducirla con esta claridad. Por la senci-
miento y en el de la actuación práctica. La histo- lla razón de que Hegel veíase coaccionado por la
ria, al igual que el conocimiento, no puede necesidad de construir un sistema, y un sistema
encontrar jamás su remate definitivo en un es- filosófico tiene que tener siempre, según las exi-
tado ideal perfecto de la humanidad; una socie- gencias tradicionales, su remate en un tipo cual-
dad perfecta, un «Estado» perfecto, son cosas quiera de verdad absoluta. Por tanto, aunque
que sólo pueden existir en la imaginación; por el Hegel, sobre todo en su “Lógica”, insiste en que
contrario: todos los estadios históricos que se su- esta verdad absoluta no es más que el mismo
ceden no son más que otras tantas fases transi- proceso lógico (y, respectivamente, histórico), ve-
torias en el proceso infinito de desarrollo de la íase obligado a poner un fin a este proceso, ya
sociedad humana, desde lo inferior a lo superior. que necesariamente tenía que llegar a un fin,
Todas las fases son necesarias, y por tanto, le- cualquiera que fuere, con su sistema. En la “Ló-
gítimas para la época y para las condiciones gica” puede tomar de nuevo este fin como punto
que las engendran; pero todas caducan y pier- de arranque, puesto que aquí el punto final, la
den su razón de ser, al surgir condiciones nue- idea absoluta —que lo único que tiene de abso-
vas y superiores, que van madurando poco a luto es que no sabe decirnos absolutamente nada
poco en su propio seno; tienen que ceder el acerca de ella— se «enajena», es decir, se trans-
paso a otra fase más alta, a la que también le forma en la naturaleza, para recobrar más tarde
llegará, en su día, la hora de caducar y perecer. su ser en el espíritu, o sea en el pensamiento y
Del mismo modo que la burguesía, por medio de en la historia. Pero, al final de toda la filosofía no
la gran industria, la libre concurrencia y el mer- hay más que un camino para producir semejante
cado mundial, acaba prácticamente con todas las trueque del fin en el comienzo: decir que el tér-
instituciones estables, consagradas por una ve- mino de la historia es el momento en que la hu-
nerable antigüedad, esta filosofía dialéctica manidad cobra conciencia de esta misma idea
acaba con todas las ideas de una verdad abso- absoluta y proclama que esta conciencia de la
luta y definitiva y de estados absolutos de la hu- idea absoluta se logra en la filosofía hegeliana.
manidad, congruentes con aquélla. Ante esta Mas, con ello, se erige en verdad absoluta todo
filosofía, no existe nada definitivo, absoluto, con- el contenido dogmático del sistema de Hegel, en
sagrado; en todo pone de relieve lo que tiene de contradicción con su método dialéctico, que des-
perecedero, y no deja en pie más que el proceso truye todo lo dogmático; con ello, el lado revolu-
ininterrumpido del devenir y del perecer, un as- cionario de esta filosofía queda asfixiado bajo el
censo sin fin de lo inferior a lo superior, cuyo mero peso de su lado conservador hipertrofiado. Y lo
reflejo en el cerebro pensante es esta misma filo- que decimos del conocimiento filosófico, es apli-
sofía. Cierto es que tiene también un lado con- cable también a la práctica histórica. La humani-
servador, en cuanto que reconoce la legitimidad dad, que en la persona de Hegel fue capaz de
de determinadas fases sociales y de conoci- llegar a descubrir la idea absoluta, tiene que ha-
miento, para su época y bajo sus circunstancias; llarse también en condiciones de poder implantar
pero nada más. El conservadurismo de este prácticamente en la realidad esta idea absoluta.
modo de concebir es relativo; su carácter revolu- Los postulados políticos prácticos que la idea
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absoluta plantea a sus contemporáneos no superar todas las contradicciones. Pero supera-
deben ser, por tanto, demasiado exigentes. Y así, das todas las contradicciones de una vez y para
al final de la “Filosofía del Derecho” nos encon- siempre, hemos llegado a la llamada verdad ab-
tramos con que la idea absoluta había de reali- soluta, la historia del mundo se ha terminado, y,
zarse en aquella monarquía por estamentos que sin embargo, tiene que seguir existiendo, aunque
Federico Guillermo III prometiera a sus súbditos ya no tenga nada que hacer, lo que representa,
tan tenazmente y tan en vano; es decir, en una como se ve, una nueva e insoluble contradicción.
dominación indirecta limitada y moderada de las Tan pronto como descubrimos —y en fin de cuen-
clases poseedoras, adaptada a las condiciones tas, nadie nos ha ayudado más que Hegel a des-
pequeñoburguesas de la Alemania de aquella cubrirlo— que planteada así la tarea de la
época; demostrándosenos además, por vía espe- filosofía, no significa otra cosa que pretender
culativa, la necesidad de la aristocracia. que un solo filósofo nos dé lo que sólo puede
Como se ve, ya las necesidades internas del darnos la humanidad entera en su trayectoria
sistema alcanzan a explicar la deducción de una de progreso; tan pronto como descubrimos esto,
conclusión política extremadamente tímida, por se acaba toda filosofía, en el sentido tradicional
medio de un método discursivo absolutamente de esta palabra. La «verdad absoluta», imposible
revolucionario. Claro está que la forma específica de alcanzar por este camino e inasequible para
de esta conclusión proviene del hecho de que un solo individuo, ya no interesa, y lo que se per-
Hegel era un alemán, que, al igual que su con- sigue son las verdades relativas, asequibles por
temporáneo Goethe, enseñaba siempre la oreja el camino de las ciencias positivas y de la gene-
del filisteo. Tanto Goethe como Hegel eran, cada ralización de sus resultados mediante el pensa-
cual en su campo, verdaderos Júpiter olímpicos, miento dialéctico. Con Hegel termina, en
pero nunca llegaron a desprenderse por entero general, la filosofía; de un lado, porque en su sis-
de lo que tenían de filisteos alemanes. tema se resume del modo más grandioso toda la
Mas todo esto no impedía al sistema hege- trayectoria filosófica; y, de otra parte, porque este
liano abarcar un campo incomparablemente filósofo nos traza, aunque sea inconsciente-
mayor que cualquiera de los que le habían pre- mente, el camino para salir de este laberinto de
cedido, y desplegar dentro de este campo una ri- los sistemas hacia el conocimiento positivo y real
queza de pensamiento que todavía hoy causa del mundo.
asombro. Fenomenología del espíritu (que podrí- Fácil es comprender cuán enorme tenía que
amos calificar de paralelo de la embriología y de ser la resonancia de este sistema hegeliano en
la paleontología del espíritu: el desarrollo de la una atmósfera como la de Alemania, teñida de fi-
conciencia individual a través de sus diversas losofía. Fue una carrera triunfal que duró déca-
etapas, concebido como la reproducción abre- das enteras y que no terminó, ni mucho menos,
viada de las fases que recorre históricamente la con la muerte de Hegel. Lejos de ello, fue preci-
conciencia del hombre), Lógica, Filosofía de la samente en los años de 1830 a 1840 cuando la
naturaleza, Filosofía del espíritu, esta última in- «hegeliada» alcanzó la cumbre de su imperio ex-
vestigada a su vez en sus diversas subcategorías clusivo, llegando a contagiar más o menos hasta
históricas: Filosofía de la Historia, del Derecho, a sus mismos adversarios; fue durante esta
de la Religión, Historia de la Filosofía, Estética, época cuando las ideas de Hegel penetraron en
etc.; en todos estos variados campos históricos mayor abundancia, consciente o inconsciente-
trabajó Hegel por descubrir y poner de relieve el mente, en las más diversas ciencias, y también,
hilo de engarce del desarrollo; y como no era so- como fermento, en la literatura popular y en la
lamente un genio creador, sino que poseía ade- prensa diaria, de las que se nutre ideológica-
más una erudición enciclopédica, sus inves- mente la vulgar «conciencia culta». Pero este
tigaciones hacen época en todos ellos. Huelga triunfo en toda la línea no era más que el preludio
decir que las exigencias del «sistema» le obligan, de una lucha intestina.
con harta frecuencia, a recurrir a estas construc- Como hemos visto, la doctrina de Hegel, to-
ciones forzadas que todavía hacen poner el grito mada en conjunto, dejaba abundante margen
en el cielo a los pigmeos que le combaten. Pero para que en ella se albergasen las más diversas
estas construcciones no son más que el marco y ideas prácticas de partido; y en la Alemania teó-
el andamiaje de su obra; si no nos detenemos rica de aquel entonces, había sobre todo dos
ante ellas más de lo necesario y nos adentramos cosas que tenían una importancia práctica: la re-
bien en el gigantesco edificio, descubrimos in- ligión y la política. Quien hiciese hincapié en el
contables tesoros que han conservado hasta hoy sistema de Hegel, podía ser bastante conserva-
día todo su valor. El «sistema» es, cabalmente, lo dor en ambos terrenos; quien considerase como
efímero en todos los filósofos, y lo es precisa- lo primordial el método dialéctico, podía figurar,
mente porque brota de una necesidad impere- tanto en el aspecto religioso como en el aspecto
cedera del espíritu humano: la necesidad de político, en la extrema oposición.
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Personalmente, Hegel parecía más bien incli- es saber esto: que la masa de los jóvenes hegelia-
narse, en conjunto —pese a las explosiones de nos más decididos hubieron de recular, obligados
cólera revolucionaria bastante frecuentes en sus por la necesidad práctica de luchar contra la reli-
obras—, del lado conservador; no en vano su sis- gión positiva, hasta el materialismo anglofrancés.
tema le había costado harto más «duro trabajo Y al llegar aquí, se vieron envueltos en un conflicto
discursivo» que su método. Hacia fines de la dé- con su sistema de escuela. Mientras que para el
cada del treinta, la escisión de la escuela hege- materialismo lo único real es la naturaleza, en el
liana fue haciéndose cada vez más patente. El ala sistema hegeliano ésta representa tan sólo la «en-
izquierda, los llamados jóvenes hegelianos, en su ajenación» de la idea absoluta, algo así como una
lucha contra los ortodoxos pietistas y los reac- degradación de la idea; en todo caso, aquí el pen-
cionarios feudales, iban echando por la borda, sar y su producto discursivo, la idea, son lo prima-
trozo a trozo, aquella postura filosófico-elegante rio, y la naturaleza lo derivado, lo que en general
de retraimiento ante los problemas candentes del sólo por condescendencia de la idea puede existir.
día, que hasta allí había valido a sus doctrinas la Y alrededor de esta contradicción se daban vueltas
tolerancia y la protección del Estado. En 1840, y más vueltas, bien o mal, como se podía.
cuando la beatería ortodoxa y la reacción feudal- Fue entonces cuando apareció “La esencia
absolutista subieron al trono con Federico Gui- del cristianismo” (1841) de Feuerbach. Esta obra
llermo IV, ya no había más remedio que tomar pulverizó de golpe la contradicción, restaurando
abiertamente partido. La lucha seguía dirimién- de nuevo en el trono, sin más ambages, el mate-
dose con armas filosóficas, pero ya no se luchaba rialismo. La naturaleza existe independiente-
por objetivos filosóficos abstractos; ahora, tratá- mente de toda filosofía; es la base sobre la que
base ya, directamente, de acabar con la religión crecieron y se desarrollaron los hombres, que son
heredada y con el Estado existente. Aunque en también, de suyo, productos naturales; fuera de
los “Deutsche Jahrbücher” [4] los objetivos fina- la naturaleza y de los hombres, no existe nada, y
les de carácter práctico se vistiesen todavía pre- los seres superiores que nuestra imaginación re-
ferentemente con ropaje filosófico, en la ligiosa ha forjado no son más que otros tantos re-
“Rheinische Zeitung” [5] de 1842 la escuela de flejos fantásticos de nuestro propio ser. El
los jóvenes hegelianos se presentaba ya abierta- maleficio quedaba roto; el «sistema» saltaba
mente como la filosofía de la burguesía radical hecho añicos y se le daba de lado. Y la contradic-
ascendente, y sólo empleaba la capa filosófica ción, como sólo tenía una existencia imaginaria,
para engañar a la censura. quedaba resuelta. Sólo habiendo vivido la acción
Pero, en aquellos tiempos, la política era una liberadora de este libro, podría uno formarse una
materia espinosa; por eso los tiros principales se idea de ello. El entusiasmo fue general: al punto
dirigían contra la religión; si bien es cierto que todos nos convertimos en feuerbachianos. Con
esa lucha era también, indirectamente, sobre qué entusiasmo saludó Marx la nueva idea y
todo desde 1840, una batalla política. El primer hasta qué punto se dejó influir por ella —pese a
impulso lo había dado Strauss, en 1835, con su todas sus reservas críticas—, puede verse le-
“Vida de Jesús”. Contra la teoría de la formación yendo “La Sagrada Familia”.
de los mitos evangélicos, desarrollada en ese Hasta los mismos defectos del libro contribu-
libro, se alzó más tarde Bruno Bauer, demos- yeron a su éxito momentáneo. El estilo ameno, a
trando que una serie de relatos del Evangelio ha- ratos incluso ampuloso, le aseguró a la obra un
bían sido fabricados por sus mismos autores. mayor público y era desde luego un alivio, des-
Esta polémica se riñó bajo el disfraz filosófico de pués de tantos y tantos años de hegelismo abs-
una lucha de la «autoconciencia» contra la «sus- tracto y abstruso. Otro tanto puede decirse de la
tancia»; la cuestión de si las leyendas evangéli- exaltación exagerada del amor, disculpable, pero
cas de los milagros habían nacido de los mitos no justificable, después de tanta y tan insopor-
creados de un modo espontáneo y por la tradición table soberanía del «pensar duro». Pero no debe-
en el seno de la comunidad religiosa o habían sido mos olvidar que estos dos flacos de Feuerbach
sencillamente fabricados por los evangelistas, se fueron precisamente los que sirvieron de asidero
hinchó hasta convertirse en el problema de si la a aquel «verdadero socialismo» que desde 1844
potencia decisiva que marca el rumbo de la his- empezó a extenderse por la Alemania «culta»
toria universal es la «sustancia» o la «autocon- como una plaga, y que sustituía el conocimiento
ciencia»; hasta que, por último, vino Stirner, el científico por la frase literaria, la emancipación
profeta del anarquismo moderno —Bakunin ha to- del proletariado mediante la transformación
mado muchísimo de él— y coronó la «conciencia» económica de la producción por la liberación de
soberana con su «único» soberano [6]. la humanidad por medio del «amor»; en una pa-
No queremos detenernos a examinar este as- labra, que se perdía en esa repugnante literatura
pecto del proceso de descomposición de la es- y en esa exacerbación amorosa cuyo prototipo
cuela hegeliana. Más importante para nosotros era el señor Karl Grün.
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Otra cosa que tampoco hay que olvidar es
que la escuela hegeliana se había deshecho,
NO TAS
pero la filosofía de Hegel no había sido crítica-
mente superada. Strauss y Bauer habían tomado [*]“Ludwig Feuerbach”, por el doctor en Filosofía C. N.
cada uno un aspecto de ella, y lo enfrentaban po- Starcke. Ed. de Ferd. Encke, Stuttgart, 1885.
lémicamente con el otro. Feuerbach rompió el sis- [2] 187 En 1833-1834, Heine publicó sus obras “Es-
tema y lo echó sencillamente a un lado. Pero para cuela romántica” y “Contribución a la historia de la religión
liquidar una filosofía no basta, pura y simple- y de la filosofía en Alemania”, en las que defendía la idea
mente, con proclamar que es falsa. Y una obra
de que la revolución filosófica en Alemania, cuya etapa final
tan gigantesca como era la filosofía hegeliana,
era entonces la filosofía de Hegel, era el prólogo de la in-
que había ejercido una influencia tan enorme
minente revolución democrática en el país.
sobre el desarrollo espiritual de la nación, no se
[3] 188 Véase Hegel, “Filosofía del Derecho. Prefacio”.
eliminaba por el solo hecho de hacer caso omiso
[4] 189 “Deutsche Jabrbücher für Wissenschaft und
de ella. Había que «suprimirla» en el sentido que
ella misma emplea, es decir, destruir crítica- Kunst” («Anales Alemanes de Ciencia y Arte»): revista lite-
mente su forma, pero salvando el nuevo con- rario-filosófica de los jóvenes hegelianos; se publicó con
tenido logrado por ella. Cómo se hizo esto, lo ese nombre en Leipzig desde julio de 1841 hasta enero de
diremos más adelante. 1843.
Mientras tanto, vino la revolución de 1848 y [5] 46 Rheinisehe Zeitung für Politik, Handel und Ge-
echó a un lado toda la filosofía, con el mismo des- werbe («Periódico del Rin para cuestiones de política, co-
embarazo con que Feuerbach había echado a un mercio e industria»): diario que se publicó en Colonia del 1
lado a su Hegel. Y con ello, pasó también a se- de enero de 1842 al 31 de marzo de 1843. En abril de 1842,
gundo plano el propio Feuerbach. Marx comenzó a colaborar en él, y en octubre del mismo
año pasó a ser uno de sus redactores; Engels colaboraba
también en el periódico.
[6] 190 Trátase del libro de M. Stirner “Der Einzige und
sein Eigenthum” («El único y su propiedad»), publicado en
1845 en Leipzig.

CAP ÍTU LO II

E
l gran problema cardinal de toda la filo- No fue la necesidad religiosa del consuelo, sino
sofía, especialmente de la moderna, es el la perplejidad, basada en una ignorancia gene-
problema de la relación entre el pensar y ralizada, de no saber qué hacer con el alma -
el ser. Desde los tiempos remotísimos, en cuya existencia se había admitido- después de
que el hombre, sumido todavía en la mayor ig- morir el cuerpo, lo que condujo, con carácter
norancia acerca de la estructura de su organismo general, a la aburrida fábula de la inmortalidad
y excitado por las imágenes de los sueños [*], dio personal. Por caminos muy semejantes, me-
en creer que sus pensamientos y sus sensacio- diante la personificación de los poderes natura-
nes no eran funciones [364] de su cuerpo, sino de les, surgieron también los primeros dioses, que
un alma especial, que moraba en ese cuerpo y lo luego, al irse desarrollando la religión, fueron to-
abandonaba al morir; desde aquellos tiempos, el mando un aspecto cada vez más ultramundano,
hombre tuvo forzosamente que reflexionar hasta que, por último, por un proceso natural de
acerca de las relaciones de esta alma con el abstracción, casi diríamos de destilación, que se
mundo exterior. Si el alma se separaba del produce en el transcurso del progreso espiritual,
cuerpo al morir éste y sobrevivía, no había razón de los muchos dioses, más o menos limitados y
para asignarle a ella una muerte propia; así sur- que se limitaban mutuamente los unos a los
gió la idea de la inmortalidad del alma, idea que otros, brotó en las cabezas de los hombres la
en aquella fase de desarrollo no se concebía, ni idea de un Dios único y exclusivo, propio de las
mucho menos, como un consuelo, sino como una religiones monoteístas.
fatalidad ineluctable, y no pocas veces, cual El problema de la relación entre el pensar y el
entre los griegos, como un infortunio verdadero. ser, entre el espíritu y la naturaleza, problema su-

13 Antonio del Carmen Fernandez « P R T «


premo de toda la filosofía, tiene pues, sus raíces, su filosofía por ser exacta para su pensar, es tam-
al igual que toda religión, en las ideas limitadas bién la única exacta, y que la identidad del pen-
e ignorantes del estado de salvajismo. Pero no sar y el ser ha de comprobarla la humanidad,
pudo plantearse con toda nitidez, ni pudo adqui- transplantando inmediatamente su filosofía del
rir su plena significación hasta que la humanidad terreno teórico al terreno práctico, es decir, trans-
europea despertó del prolongado letargo de la formando todo el universo con sujeción a los prin-
Edad Media cristiana. El problema de la relación cipios hegelianos. Es ésta una ilusión que Hegel
entre el pensar y el ser, problema que, por lo comparte con casi todos los filósofos.
demás, tuvo también gran importancia en la es- Pero, al lado de éstos, hay otra serie de filóso-
colástica de la Edad Media; el problema de saber fos que niegan la posibilidad de conocer el
qué es lo primario, si el espíritu o la naturaleza, mundo, o por lo menos de conocerlo de un modo
este problema revestía, frente a la Iglesia, la completo. Entre ellos tenemos, de los modernos,
forma agudizada siguiente: ¿el mundo fue creado a Hume y a Kant, que han desempeñado un papel
por Dios, o existe desde toda una eternidad? considerable en el desarrollo de la filosofía. Los
Los filósofos se dividían en dos grandes cam- argumentos decisivos en refutación de este
pos, según la contestación que diesen a esta pre- punto de vista han sido aportados ya por Hegel,
gunta. Los que afirmaban el carácter primario del en la medida en que podía hacerse desde una po-
espíritu frente a la naturaleza, y por tanto admi- sición idealista; lo que Feuerbach añade de ma-
tían, en última instancia, una creación del mundo terialista, tiene más de ingenioso que de
bajo una u otra forma (y en muchos filósofos, por profundo. La refutación más contundente de
ejemplo en Hegel, la génesis es bastante más estas extravagancias, como de todas las demás
embrollada e imposible que en la religión cris- extravagancias filosóficas, es la práctica, o sea,
tiana), formaban en el campo del idealismo. Los el experimento y la industria. Si podemos de-
otros, los que reputaban la naturaleza como lo mostrar la exactitud de nuestro modo de conce-
primario, figuran en las diversas escuelas del ma- bir un proceso natural reproduciéndolo nosotros
terialismo. mismos, creándolo como resultado de sus mis-
Las expresiones idealismo y materialismo no mas condiciones, y si, además, lo ponemos al ser-
tuvieron, en un principio, otro significado, ni aquí vicio de nuestros propios fines, damos al traste
las emplearemos nunca con otro sentido. Más con la «cosa en sí» inaprensible de Kant. Las sus-
adelante veremos la confusión que se origina tancias químicas producidas en el mundo vege-
cuando se le atribuye otra acepción. tal y animal siguieron siendo «cosas en sí»
Pero el problema de la relación entre el pen- inaprensibles hasta que la química orgánica co-
sar y el ser encierra, además, otro aspecto, a menzó a producirlas unas tras otras; con ello, la
saber: ¿qué relación guardan nuestros pensa- «cosa en sí» se convirtió en una cosa para nos-
mientos acerca del mundo que nos rodea con otros, como por ejemplo, la materia colorante de
este mismo mundo? ¿Es nuestro pensamiento la rubia, la alizarina, que hoy ya no extraemos de
capaz de conocer el mundo real; podemos nos- la raíz de aquella planta, sino que obtenemos del
otros, en nuestras ideas y conceptos acerca del alquitrán de hulla, procedimiento mucho más ba-
mundo real, formarnos una imagen refleja exacta rato y más sencillo. El sistema de Copérnico fue
de la realidad? En el lenguaje filosófico, esta pre- durante trescientos años una hipótesis, por la
gunta se conoce con el nombre de problema de la que se podía apostar cien, mil, diez mil contra
identidad entre el pensar y el ser y es contestada uno, pero, a pesar de todo, una hipótesis; hasta
afirmativamente por la gran mayoría de los filó- que Leverrier, con los datos tomados de este sis-
sofos. En Hegel, por ejemplo, la contestación afir- tema, no sólo demostró que debía existir nece-
mativa cae de su propio peso, pues, según esta sariamente un planeta desconocido hasta
filosofía, lo que el hombre conoce del mundo real entonces, sino que, además, determinó el lugar
es precisamente el contenido discursivo de éste, en que este planeta tenía que encontrarse en el
aquello que hace del mundo una realización gra- firmamento, y cuando después Galle descubrió
dual de la idea absoluta, la cual ha existido en al- efectivamente este planeta [7], el sistema de Co-
guna parte desde toda una eternidad, pérnico quedó demostrado. Si, a pesar de ello los
independientemente del mundo y antes de él; y neokantianos pretenden resucitar en Alemania la
fácil es comprender que el pensamiento pueda concepción de Kant y los agnósticos quieren
conocer un contenido que es ya, de antemano, un hacer lo mismo con la concepción de Hume en In-
contenido discursivo. Asimismo se comprende, glaterra (donde no había llegado nunca a morir
sin necesidad de más explicaciones que lo que del todo), estos intentos, hoy, cuando aquellas
aquí se trata de demostrar, se contiene ya tácita- doctrinas han sido refutadas en la teoría y en la
mente en la premisa. Pero esto no impide a práctica desde hace tiempo, representan cientí-
Hegel, ni mucho menos, sacar de su prueba de la ficamente un retroceso, y prácticamente no son
identidad del pensar y el ser otra conclusión; que más que una manera vergonzante de aceptar el
Cuadernos de Formación « P R T « 14
materialismo por debajo de cuerda y renegar de cendentes que parezcan, son el producto de un
él públicamente. órgano material, físico: el cerebro. La materia no
Ahora bien, durante este largo período, desde es un producto del espíritu, y el espíritu mismo
Descartes hasta Hegel y desde Hobbes hasta no es más que el producto supremo de la materia.
Feuerbach, los filósofos no avanzaban impulsa- Esto es, naturalmente materialismo puro. Al lle-
dos solamente, como ellos creían, por la fuerza gar aquí, Feuerbach se atasca. No acierta a so-
del pensamiento puro. Al contrario. Lo que en la breponerse al prejuicio rutinario, filosófico, no
realidad les impulsaba eran, precisamente, los contra la cosa, sino contra el nombre de materia-
progresos formidables y cada vez más raudos lismo. Dice:
de las Ciencias Naturales y de la industria. En «El materialismo es, para mí, el cimiento sobre
los filósofos materialistas, esta influencia aflora el que descansa el edificio del ser y del saber del
a la superficie, pero también los sistemas idea- hombre; pero no es para mí lo que es para el fisió-
listas fueron llenándose más y más de conte- logo, para el naturalista en sentido estricto, por
nido materialista y se esforzaron por conciliar ejemplo, para Moleschott, lo que forzosamente
panteísticamente la antítesis entre el espíritu y tiene que ser, además, desde su punto de vista y su
la materia; hasta que, por último, el sistema de profesión: el edificio mismo. Retrospectivamente,
Hegel ya no representaba por su método y su estoy en un todo de acuerdo con los materialistas,
contenido más que un materialismo que apare- pero no lo estoy mirando hacia adelante».
cía invertido de una manera idealista. Aquí Feuerbach confunde el materialismo,
Se explica, pues, que Starcke, para caracteri- que es una concepción general del mundo ba-
zar a Feuerbach, empiece investigando su posi- sada en una interpretación determinada de las
ción ante este problema cardinal de la relación relaciones entre el espíritu y la materia, con la
entre el pensar y el ser. Después de una breve in- forma concreta que esta concepción del mundo
troducción, en la que se expone, empleando sin revistió en una determinada fase histórica, a
necesidad un lenguaje filosófico pesado, el punto saber: en el siglo XVIII. Más aún, lo confunde con
de vista de los filósofos anteriores, especialmente la forma achatada, vulgarizada, en que el mate-
a partir de Kant, y en la que Hegel pierde mucho rialismo del siglo XVIII perdura todavía hoy en
por detenerse el autor con exceso de formalismo las cabezas de naturalistas y médicos y como era
en algunos pasajes sueltos de sus obras, sigue pregonado en la década del 50 por los predica-
un estudio minucioso sobre la trayectoria de la dores de feria Büchner, Vogt, y Moleschott. Pero,
propia «metafísica» feuerbachiana, tal como se al igual que el idealismo, el materialismo recorre
desprende de la serie de obras de este filósofo re- una serie de fases en su desarrollo. Cada descu-
lacionadas con el problema que nos ocupa. Este brimiento trascendental, operado incluso en el
estudio está hecho de modo cuidadoso y es bas- campo de las Ciencias Naturales, le obliga a cam-
tante claro, aunque aparece recargado, como biar de forma; y desde que el método materialista
todo el libro, con un lastre de expresiones y giros se aplica también a la historia, se abre ante él un
filosóficos no siempre inevitables, ni mucho camino nuevo de desarrollo.
menos, y que resultan tanto más molestos cuanto El materialismo del siglo pasado era predo-
menos se atiene el autor a la terminología de una minantemente mecánico, porque por aquel en-
misma escuela o a la del propio Feuerbach y tonces la mecánica, y además sólo la de los
cuanto más mezcla y baraja términos tomados de cuerpos sólidos —celestes y terrestres—, en una
las más diversas escuelas, sobre todo de esas co- palabra, la mecánica de la gravedad, era, de
rrientes que ahora hacen estragos y que se ador- todas las Ciencias Naturales, la única que había
nan con el nombre de filosóficas. llegado en cierto modo a un punto de remate. La
La trayectoria de Feuerbach es la de un hege- química sólo existía bajo una forma incipiente,
liano —no del todo ortodoxo, ciertamente— que flogística. La biología estaba todavía en manti-
marcha hacia el materialismo; trayectoria que, al llas; los organismos vegetales y animales sólo se
llegar a una determinada fase, supone una rup- habían investigado muy a bulto y se explicaban
tura total con el sistema idealista de su predece- por medio de causas puramente mecánicas; para
sor. Por fin le gana con fuerza irresistible la los materialistas del siglo XVIII, el hombre era lo
convicción de que la existencia de la «idea abso- que para Descartes el animal: una máquina. Esta
luta» anterior al mundo, que preconiza Hegel, la aplicación exclusiva del rasero de la mecánica a
«preexistencia de las categorías lógicas» antes fenómenos de naturaleza química y orgánica en
que hubiese un mundo, no es más que un resi- los que, aunque rigen las leyes mecánicas, éstas
duo fantástico de la fe en un creador ultramun- pasan a segundo plano ante otras superiores a
dano; de que el mundo material y perceptible por ellas, constituía una de las limitaciones específi-
los sentidos, del que formamos parte también los cas, pero inevitables en su época, del materia-
hombres, es lo único real y de que nuestra con- lismo clásico francés.
ciencia y nuestro pensamiento, por muy trans- La segunda limitación específica de este ma-
15 Antonio del Carmen Fernandez « P R T «
terialismo consistía en su incapacidad para con- tenación histórica, y así la historia se utilizaba, a
cebir el mundo como un proceso, como una ma- lo sumo, como una colección de ejemplos e ilus-
teria sujeta a desarrollo histórico. Esto traciones para uso de filósofos.
correspondía al estado de las Ciencias Naturales Los vulgarizadores, que durante la década del
por aquel entonces y al modo metafísico, es decir, 50 pregonaban el materialismo en Alemania, no
antidialéctico, de filosofar que con él se relacio- salieron, ni mucho menos, del marco de la ciencia
naba. Sabíase que la naturaleza se hallaba sujeta de sus maestros. A ellos, todos los progresos que
a perenne movimiento. Pero, según las ideas do- habían hecho desde entonces las Ciencias Natu-
minantes en aquella época, este movimiento gi- rales sólo les servían como nuevos argumentos
raba no menos perennemente en un sentido contra la existencia de un creador del mundo: y
circular, razón por la cual no se movía nunca de no eran ellos, ciertamente, los más llamados para
sitio, engendraba siempre los mismos resultados. seguir desarrollando la teoría. Y el idealismo, que
Por aquel entonces, esta idea era inevitable. La había agotado ya toda su sapiencia y estaba he-
teoría kantiana acerca de la formación del sis- rido de muerte por la revolución de 1848, podía
tema solar acababa de formularse y se la consi- morir, al menos, con la satisfacción de que, por el
deraba todavía como una mera curiosidad. La momento, la decadencia del materialismo era to-
historia del desarrollo de la Tierra, la geología, davía mayor. Feuerbach tenía indiscutiblemente
era aún totalmente desconocida y todavía no razón cuando se negaba a hacerse responsable
podía establecerse científicamente la idea de que de ese materialismo: pero a lo que no tenía dere-
los seres animados que hoy viven en la natura- cho era a confundir la teoría de los predicadores
leza son el resultado de un largo desarrollo, que de feria con el materialismo en general.
va desde lo simple a lo complejo. La concepción Sin embargo, hay que tener en cuenta dos
antihistórica de la naturaleza era por tanto, in- cosas. En primer lugar, en tiempos de Feuerbach
evitable. Esta concepción no se les puede echar las Ciencias Naturales se hallaban todavía de
en cara a los filósofos del siglo XVIII tanto menos lleno dentro de aquel intenso estado de fermen-
por cuanto aparece también en Hegel. En éste, la tación que no llegó a su clarificación ni a una con-
naturaleza, como mera «enajenación» de la idea, clusión relativa hasta los últimos quince años: se
no es susceptible de desarrollo en el tiempo, pu- había aportado nueva materia de conocimientos
diendo sólo desplegar su variedad en el espacio, en proporciones hasta entonces insólitas, pero
por cuya razón exhibe conjunta y simultánea- hasta hace muy poco no se logró enlazar y arti-
mente todas las fases del desarrollo que guarda cular, ni por tanto poner un orden en este caos de
en su seno y se halla condenada a la repetición descubrimientos que se sucedían atropellada-
perpetua de los mismos procesos. Y este contra- mente. Cierto es que Feuerbach pudo asistir to-
sentido de una evolución en el espacio, pero al davía en vida a los tres descubrimientos
margen del tiempo -factor fundamental de toda decisivos: el de la célula, el de la transformación
evolución-, se lo cuelga Hegel a la naturaleza pre- de la energía y el de la teoría de la evolución, que
cisamente en el momento en que se habían for- lleva el nombre de Darwin. Pero, ¿cómo un filó-
mado la Geología, la Embriología, la Fisiología sofo solitario podía, en el retiro del campo, seguir
vegetal y animal y la Química orgánica, y cuando los progresos de la ciencia tan de cerca, que le
por todas partes surgían, sobre la base de estas fuese dado apreciar la importancia de descubri-
nuevas ciencias, atisbos geniales (por ejemplo, mientos que los mismos naturalistas discutían
los de Goethe y Lamarck) de la que más tarde aún, por aquel entonces, o no sabían explotar su-
había de ser teoría de la evolución. Pero el sis- ficientemente? Aquí, la culpa hay que echársela
tema lo exigía así y, en gracia a él, el método única y exclusivamente a las lamentables condi-
tenía que hacerse traición a sí mismo. ciones en que se desenvolvía Alemania, en vir-
Esta concepción antihistórica imperaba tam- tud de las cuales las cátedras de filosofía eran
bién en el campo de la historia. Aquí, la lucha monopolizadas por pedantes eclécticos aficiona-
contra los vestigios de la Edad Media tenía cau- dos a sutilezas, mientras que un Feuerbach, que
tivas todas las miradas. La Edad Media era con- estaba cien codos por encima de ellos, se aldea-
siderada como una simple interrupción de la nizaba y se avinagraba en un pueblucho. No le
historia por un estado milenario de barbarie ge- hagamos, pues, a él responsable de que no se pu-
neral; los grandes progresos de la Edad Media, siese a su alcance la concepción histórica de la
la expansión del campo cultural europeo, las naturaleza, concepción que ahora ya es factible y
grandes naciones de fuerte vitalidad que habían que supera toda la unilateralidad del materia-
ido formándose unas junto a otras durante este lismo francés.
período y, finalmente, los enormes progresos téc- En segundo lugar, Feuerbach tiene toda la
nicos de los siglos XIV y XV: nada de esto se veía. razón cuando dice que el materialismo pura-
Este criterio hacía imposible, naturalmente, pe- mente naturalista es «el cimiento sobre el que
netrar con una visión racional en la gran conca- descansa el edificio del saber humano, pero no el
Cuadernos de Formación « P R T « 16
edificio mismo». (véase, por ejemplo, la “Fenomenología”), preci-
En efecto, el hombre no vive solamente en la samente, Hegel, el idealista consumado.
naturaleza, sino que vive también en la sociedad En segundo lugar, no se puede en modo al-
humana, y ésta posee igualmente su historia evo- guno evitar que todo cuanto mueve al hombre
lutiva y su ciencia, ni más ni menos que la natu- tenga que pasar necesariamente por su cabeza:
raleza. Tratábase, pues, de poner en armonía con hasta el comer y el beber, procesos que comien-
la base materialista, reconstruyéndola sobre ella, zan con la sensación de hambre y sed, sentida
la ciencia de la sociedad; es decir, el conjunto por la cabeza, y terminan con la sensación de sa-
de las llamadas ciencias históricas y filosóficas. tisfacción, sentida también con la cabeza. Las im-
Pero esto no le fue dado a Feuerbach hacerlo. En presiones que el mundo exterior produce sobre el
este campo, pese al «cimiento», no llegó a des- hombre se expresan en su cabeza, se reflejan en
prenderse de las ataduras idealistas tradiciona- ella bajo la forma de sentimientos, de pensa-
les, y él mismo lo reconoce con estas palabras: mientos, de impulsos, de actos de voluntad; en
«Retrospectivamente, estoy en un todo de una palabra, de «corrientes ideales», convirtién-
acuerdo con los materialistas, pero no lo estoy mi- dose en «factores ideales» bajo esta forma. Y si el
rando hacia adelante». hecho de que un hombre se deje llevar por estas
Pero el que aquí, en el campo social, no mar- «corrientes ideales» y permita que los «factores
chaba «hacia adelante», no se remontaba sobre ideales» influyan en él, si este hecho le convierte
sus posiciones de 1840 ó 1844, era el propio en idealista, todo hombre de desarrollo relativa-
Feuerbach; y siempre, principalmente, por el ais- mente normal será un idealista innato y ¿de
lamiento en que vivía, que le obligaba —a un fi- dónde van a salir, entonces, los materialistas?
lósofo como él, mejor dotado que ningún otro En tercer lugar, la convicción de que la huma-
para la vida social— a extraer las ideas de su ca- nidad, al menos actualmente, se mueve a gran-
beza solitaria, en vez de producirlas por el con- des rasgos en un sentido progresivo, no tiene
tacto amistoso y el choque hostil con otros nada que ver con la antítesis de materialismo e
hombres de su calibre. Hasta qué punto seguía idealismo. Los materialistas franceses abrigaban
siendo idealista en este campo, lo veremos en de- esta convicción hasta un grado casi fanático, no
talle más adelante. menos que los deístas [8] Voltaire y Rosseau, lle-
Aquí, diremos únicamente que Starcke va a gando por ella, no pocas veces, a los mayores sa-
buscar el idealismo de Feuerbach a mal sitio. crificios personales. Si alguien ha consagrado
«Feuerbach es idealista, cree en el progreso toda su vida a la «pasión por la verdad y la justi-
de la humanidad» (pág. 19). «No obstante, la cia» —tomando la frase en el buen sentido— ha
base, el cimiento de todo edificio sigue siendo el sido, por ejemplo, Diderot. Por tanto, cuando
idealismo. El realismo no es, para nosotros, más Starcke clasifica todo esto como idealismo, con
que una salvaguardia contra los caminos falsos, ello sólo demuestra que la palabra materialismo
mientras seguimos detrás de nuestras corrientes y toda la antítesis entre ambas posiciones per-
ideales. ¿Acaso la compasión, el amor y la pasión dieron para él todo sentido.
por la verdad y la justicia no son fuerzas ideales?» El hecho es que Starcke hace aquí una conce-
(pág. VIII) sión imperdonable -aunque tal vez inconsciente-
En primer lugar, aquí el idealismo no significa a ese tradicional prejuicio de filisteo, establecido
más que la persecución de fines ideales. Y éstos por largos años de calumnias clericales, contra el
guardan, a lo sumo, relación necesaria con el ide- nombre de materialismo. El filisteo entiende por
alismo kantiano y su «imperativo categórico»; materialismo el comer y el beber sin tasa, la co-
pero el propio Kant llamó a su filosofía «idealismo dicia, el placer de la carne, la vida regalona, el
trascendental», no porque, ni mucho menos, gi- ansia de dinero, la avaricia, el afán de lucro y las
rase también en torno a ideales éticos, sino por estafas bursátiles; en una palabra, todos esos vi-
razones muy distintas, como Starcke recordará. cios infames a los que él rinde un culto secreto; y
La creencia supersticiosa de que el idealismo fi- por idealismo, la fe en la virtud, en el amor al pró-
losófico gira en torno a la fe en ideales éticos, es jimo y, en general, en un «mundo mejor», de la
decir sociales, nació al margen de la filosofía, en que baladronea ante los demás y en la que él
la mente del filisteo alemán que se aprende de mismo sólo cree, a lo sumo, mientras atraviesa
memoria en las poesías de Schiller las migajas de por ese estado de desazón o de bancarrota que
cultura filosófica que necesita. Nadie ha criticado sigue a sus excesos «materialistas» habituales,
con más dureza el impotente «imperativo cate- acompañándose con su canción favorita: «¿Qué
górico» de Kant -impotente, porque pide lo impo- es el hombre? Mitad bestia, mitad ángel».
sible, y por tanto no llega a traducirse en nada Por lo demás, Starcke se impone grandes es-
real-, nadie se ha burlado con mayor crueldad de fuerzos para defender a Feuerbach contra los ata-
ese fanatismo de filisteo por ideales irrealizables, ques y los dogmas de los auxiliares de cátedra
a que ha servido de vehículo Schiller, como que hoy alborotan en Alemania con el nombre de
17 Antonio del Carmen Fernandez « P R T «
filósofos. Indudablemente, para quienes se inte-
resen por estos epígonos de la filosofía clásica
alemana, la defensa era importante; al propio
Starcke pudo parecerle necesaria. Pero nosotros
NO TAS
haremos gracia de ella al lector.
[*] Todavía hoy está generalizada entre los salvajes y
entre los pueblos del estadio inferior de la barbarie la cre-
encia de que las figuras humanas que se aparecen en sue-
ños son almas que abandonan temporalmente sus cuerpos;
y, por lo mismo, el hombre de carne y hueso se hace res-
ponsable por los actos que su imagen aparecida en sueños
comete contra el que sueña. Así lo comprobó, por ejemplo,
Jm Thurn en 1848, entre los indios de la Guayana.
[7] 191 Se refiere al planeta Neptuno, descubierto en
1846 por el astrónomo alemán J. Galle.
[8] 76 Deísmo: doctrina filosófico-religiosa que reconoce
a Dios como causa primera racional impersonal del mundo,

CAP ÍTU LO III

D
onde el verdadero idealismo de Feuer- arrollo y ha conquistado una posición que du-
bach se pone de manifiesto, es en su fi- rante todo este tiempo le convirtieron en el eje
losofía de la religión y en su ética. alrededor del cual tenía que girar obligatoria-
Feuerbach no pretende, en modo alguno, mente toda la poesía. Las religiones positivas
acabar con la religión; lo que él quiere es perfec- existentes se han venido limitando a dar su altí-
cionarla. La filosofía misma debe disolverse en la sima bendición a la reglamentación del amor se-
religión. xual por el Estado, es decir, a la legislación
«Los períodos de la humanidad sólo se distin- matrimonial, y podrían desaparecer mañana
guen unos de otros por los cambios religiosos. Un mismo en bloque sin que la práctica del amor y
movimiento histórico únicamente adquiere profun- de la amistad se alterase en lo más mínimo. En
didad cuando va dirigido al corazón del hombre. El efecto, desde 1793 hasta 1798, Francia vivió de
corazón no es una forma de la religión, como si ésta hecho sin religión cristiana, hasta el punto de
se albergase también en él; es la esencia de la reli- que el propio Napoleón, para restaurarla, no dejó
gión» (citado por Starcke, pág. 168) de tropezar con resistencias y dificultades; y, sin
La religión es, para Feuerbach, la relación sen- embargo, durante este intervalo nadie sintió la
timental, la relación cordial de hombre a hombre, necesidad de buscarle un sustitutivo en el sen-
que hasta ahora buscaba su verdad en un reflejo tido feuerbachiano.
fantástico de la realidad -por la mediación de uno El idealismo de Feuerbach estriba aquí en que
o muchos dioses, reflejos fantásticos de las cua- para él las relaciones de unos seres humanos con
lidades humanas- y ahora la encuentra, directa- otros, basadas en la mutua afección, como el
mente, sin intermediario, en el amor entre el Yo y amor sexual, la amistad, la compasión, el sacrifi-
el Tú. Por donde, en Feuerbach, el amor sexual cio, etc., no son pura y sencillamente lo que son
acaba siendo una de las formas supremas, si no de suyo, sin retrotraerlas en el recuerdo a una re-
la forma culminante, en que se practica su nueva ligión particular, que también para él forma parte
religión. del pasado, sino que adquieren su plena signifi-
Ahora bien; las relaciones de sentimientos cación cuando aparecen consagradas con el
entre seres humanos, y muy en particular entre nombre de religión. Para él, lo primordial, no es
los dos sexos, han existido desde que existe el que estas relaciones puramente humanas exis-
hombre. El amor sexual, especialmente, ha expe- tan, sino que se las considere como la nueva,
rimentado durante los últimos 800 años un des- como la verdadera religión. Sólo cobran plena le-

Cuadernos de Formación « P R T « 18
gitimidad cuando ostentan el sello religioso. La bía a las primeras fases de la lucha de emanci-
palabra religión viene de «religare» y significa, pación de la burguesía, desde el siglo XIII hasta
originariamente, unión. Por tanto, toda unión de el siglo XVII, y no se explica, como quiere Feuer-
dos seres humanos es una religión. Estos mala- bach, por el corazón del hombre y su necesidad
barismos etimológicos son el último recurso de la de religión, sino por toda la historia medieval an-
filosofía idealista. Se pretende que valga, no lo terior, que no conocía más formas ideológicas
que las palabras significan con arreglo al des- que la de la religión y la teología. Pero en el siglo
arrollo histórico de su empleo real, sino lo que de- XVIII, cuando la burguesía fue ya lo bastante
berían denotar por su origen. Y, de este modo, se fuerte para tener también una ideología propia,
glorifican como una «religión» el amor entre los acomodada a su posición de clase, hizo su
dos sexos y las uniones sexuales, pura y exclusi- grande y definitiva revolución, la revolución
vamente para que no desaparezca del lenguaje francesa, bajo la bandera exclusiva de ideas ju-
la palabra religión, tan cara para el recuerdo ide- rídicas y políticas, sin preocuparse de la reli-
alista. Del mismo modo, exactamente, hablaban gión más que en la medida en que le estorbaba;
en la década del 40 los reformistas parisinos de la pero no se le ocurrió poner una nueva religión
tendencia de Luis Blanc, que no pudiendo tam- en lugar de la antigua; sabido es cómo Robers-
poco representarse un hombre sin religión más pierre fracasó en este empeño. **
que como un monstruo, nos decían: «Donc, La posibilidad de experimentar sentimientos
l’athéisme c’est votre religion!» * Cuando Feuer- puramente humanos en nuestras relaciones con
bach se empeña en encontrar la verdadera reli- otros hombres se halla ya hoy bastante mermada
gión a base de una interpretación sustancial- por la sociedad erigida sobre los antagonismos y la
mente materialista de la naturaleza, es como si dominación de clase en la que nos vemos obliga-
se empeñase en concebir la química moderna dos a movernos; no hay ninguna razón para que
como la verdadera alquimia. Si la religión puede noso-tros mismos la mermemos todavía más, divi-
existir sin su Dios, la alquimia puede prescindir nizando esos sentimientos hasta hacer de ellos una
también de su piedra filosofal. Por lo demás, religión. Y la comprensión de las grandes luchas
entre la religión y la alquimia media una relación históricas de clase se halla ya suficientemente en-
muy estrecha. La piedra filosofal encierra muchas turbiada por los historiadores al uso, sobre todo en
propiedades de las que se atribuyen a Dios, y los Alemania, para que acabemos nosotros de hacerla
alquimistas egipcios y griegos de los dos prime- completamente imposible transformando esta his-
ros siglos de nuestra era tuvieron también arte y toria de luchas en un simple apéndice de la histo-
parte en la formación de la doctrina cristiana, ria eclesiástica. Ya esto sólo demuestra cuánto nos
como lo han demostrado los datos suministrados hemos alejado hoy de Feuerbach. Sus «pasajes más
por Kopp y Berthelot. hermosos», festejando esta nueva religión del amor,
La afirmación de Feuerbach de que los «perí- hoy son ya ilegibles.
odos de la humanidad sólo se distinguen unos de La única religión que Feuerbah investiga se-
otros por los cambios religiosos», es absoluta- riamente es el cristianismo, la religión universal
mente falsa. Los grandes virajes históricos sólo del Occidente, basada en el monoteísmo. Feuer-
han ido acompañados de cambios religiosos en lo bach demuestra que el Dios de los cristianos no
que se refiere a las tres religiones universales es más que el reflejo imaginativo, la imagen re-
que han existido hasta hoy: el budismo, el cris- fleja del hombre. Pero este Dios es, a su vez, el
tianismo y el islamismo. Las antiguas religiones producto de un largo proceso de abstracción, la
tribales y nacionales nacidas espontáneamente quintaesencia concentrada de los muchos dioses
no tenían un carácter proselitista y perdían toda tribales y nacionales que existían antes de él.
su fuerza de resistencia en cuanto desaparecía la Congruentemente, el hombre, cuya imagen re-
independencia de las tribus y de los pueblos que fleja es aquel Dios, no es tampoco un hombre
las profesaban; respecto a los germanos, bastó real, sino que es también la quintaesencia de mu-
incluso para ello el simple contacto con el impe- chos hombres reales, el hombre abstracto, y por
rio romano en decadencia y con la religión uni- tanto, una imagen mental también. Este Feuer-
versal del cristianismo, que este imperio acababa bach que predica en cada página el imperio de
de abrazar y que tan bien cuadraba a sus condi- los sentidos, el sumergimiento en lo concreto, en
ciones económicas, políticas y espirituales. Sólo la realidad, se convierte, tan pronto como tiene
es en estas religiones universales, creadas más o que hablarnos de otras relaciones entre los hom-
menos artificialmente, sobre todo en el cristia- bres que no sean las simples relaciones sexua-
nismo y en el islamismo, donde pueden verse los les, en un pensador completamente abstracto.
movimientos históricos con un sello religioso; e Para él, estas relaciones sólo tienen un as-
incluso dentro del campo del cristianismo este pecto: el de la moral. Y aquí vuelve a sorprender-
sello religioso, tratándose de revoluciones de un nos la pobreza asombrosa de Feuerbach,
alcance verdaderamente universal, se circunscri- comparado con Hegel. En éste, la ética o teoría
19 Antonio del Carmen Fernandez « P R T «
de la moral es la filosofía del Derecho y abarca: papel histórico de la maldad moral. La historia es
1) el Derecho abstracto; 2) la moralidad; 3) la para él un campo desagradable y descorazona-
Ética, moral práctica, que, a su vez, engloba la dor. Hasta su fórmula:
familia, la sociedad civil y el Estado. Aquí, todo lo «El hombre que brotó originariamente de la
que tiene de idealista la forma, lo tiene de rea- naturaleza era, puramente, un ser natural, y no
lista el contenido. Juntamente a la moral se en- un hombre. El hombre es un producto del hombre,
globa todo el campo del Derecho, de la Economía, de la cultura, de la historia»; hasta esta fórmula
de la Política. En Feuerbach, es al revés. Por la es, en sus manos, completamente estéril.
forma, Feuerbach es realista, arranca del hombre; Con estas premisas, lo que Feuerbach pueda
pero, como no nos dice ni una palabra acerca del decirnos acerca de la moral tiene que ser, por
mundo en que vive, este hombre sigue siendo el fuerza, extremadamente pobre. El anhelo de
mismo hombre abstracto que llevaba la batuta en dicha es innato al hombre y debe constituir, por
la filosofía de la religión. Este hombre no ha na- tanto, la base de toda moral. Pero este anhelo de
cido de vientre de mujer, sino que ha salido, como dicha sufre dos enmiendas. La primera es la que
la mariposa de la crisálida, del Dios de las reli- le imponen las consecuencias naturales de nues-
giones monoteístas, y por tanto no vive en un tros actos: detrás de la embriaguez, viene la de-
mundo real, históricamente creado e histórica- sazón, y detrás de los excesos habituales, la
mente determinado; entra en contacto con otros enfermedad. La segunda se deriva de sus conse-
hombres, es cierto, pero éstos son tan abstractos cuencias sociales: si no respetamos el mismo an-
como él. En la filosofía de la religión, existían to- helo de dicha de los demás estos se defenderán
davía hombres y mujeres; en la ética, desaparece y perturbarán, a su vez, el nuestro. De donde se
hasta esta última diferencia. Es cierto que en sigue que, para dar satisfacción a este anhelo,
Feuerbach nos encontramos, muy de tarde en debemos estar en condiciones de calcular bien
tarde, con afirmaciones como éstas: las consecuencias de nuestros actos y, además,
«En un palacio se piensa de otro modo que en reconocer la igualdad de derecho de los otros a
una cabaña»; «el que no tiene nada en el cuerpo, satisfacer el mismo anhelo. La limitación racional
porque se muere de hambre y de miseria, no de la propia persona en cuanto a uno mismo, y
puede tener tampoco nada para la moral en la ca- amor — ¡siempre el amor! — en nuestras relacio-
beza, en el espíritu, ni en el corazón»; «la política nes para con los otros, son, por tanto, las reglas
debe ser nuestra religión», etc. fundamentales de la moral feuerbachiana, de las
Pero con estas afirmaciones no sabe llegar a que se derivan todas las demás. Para cubrir la po-
ninguna conclusión; son, en él, simples frases, y breza y la vulgaridad de estas tesis, no bastan ni
hasta el propio Starcke se ve obligado a confesar las ingeniosísimas consideraciones de Feuer-
que la política era, para Feuerbach, una frontera bach, ni los calurosos elogios de Starcke.
infranqueable y «la teoría de la sociedad, la So- El anhelo de dicha muy rara vez lo satisface
ciología, terra incognita». el hombre —y nunca en provecho propio ni de
La misma vulgaridad denota, si se le compara otros— ocupándose de sí mismo. Tiene que po-
con Hegel en el modo como trata la contradicción nerse en relación con el mundo exterior, encon-
entre el bien y el mal. trar medios para satisfacer aquel anhelo:
«Cuando se dice —escribe Hegel— que el alimento, un individuo del otro sexo, libros, con-
hombre es bueno por naturaleza, se cree decir versación, debates, una actividad, objetos que
algo muy grande; pero se olvida que se dice algo consumir y que elaborar. O la moral feuerba-
mucho más grande cuando se afirma que el hom- chiana da por supuesto que todo hombre dispone
bre es malo por naturaleza». de estos medios y objetos de satisfacción, o bien
En Hegel, la maldad es la forma en que toma le da consejos excelentes, pero inaplicables, y no
cuerpo la fuerza propulsora del desarrollo histó- vale, por tanto, ni una perra chica para quienes
rico. Y en este criterio se encierra un doble sen- carezcan de aquellos recursos. El propio Feuer-
tido, puesto que, de una parte, todo nuevo bach lo declara lisa y llanamente:
progreso representa necesariamente un ultraje «En un palacio se piensa de otro modo que en
contra algo santificado, una rebelión contra las una cabaña; el que no tiene nada en el cuerpo,
viejas condiciones, agonizantes, pero consagra- porque se muere de hambre y de miseria, no
das por la costumbre; y, por otra parte, desde la puede tener tampoco nada para la moral en la ca-
aparición de los antagonismos de clase, son pre- beza, en el espíritu ni en el corazón».
cisamente las malas pasiones de los hombres, la ¿Acaso acontece algo mejor con la igualdad
codicia y la ambición de mando, las que sirven de derechos de los demás en cuanto a su anhelo
de palanca del progreso histórico, de lo que, por de dicha? Feuerbach presenta este postulado con
ejemplo, es una sola prueba continuada la histo- carácter absoluto, como valedero para todos los
ria del feudalismo y de la burguesía. Pero a Feuer- tiempos y todas las circunstancias.
bach no se le pasa por las mientes investigar el Pero, ¿desde cuándo rige? ¿Es qué en la an-
Cuadernos de Formación « P R T « 20
tigüedad se hablaba siquiera de reconocer la mis operaciones, es decir, con fortuna, obro ajus-
igualdad de derechos en cuanto al anhelo de tándome a los postulados más severos de la
dicha entre el amo y el esclavo, o en la Edad moral feuerbachiana, y encima me hago rico.
Media entre el barón y el siervo de la gleba? ¿No Dicho en otros términos, la moral de Feuerbach
se sacrificaba a la clase dominante, sin mira- está cortada a la medida de la actual sociedad
miento alguno y «por imperio de la ley», el anhelo capitalista, aunque su autor no lo quisiese ni lo
de dicha de la clase oprimida? —Sí, pero aquello sospechase.
era inmoral; hoy, en cambio, la igualdad de dere- ¡Pero el amor! Sí, el amor es, en Feuerbach, el
chos está reconocida y sancionada—. Lo está hada maravillosa que ayuda a vencer siempre y
sobre el papel, desde y a causa de que la bur- en todas partes las dificultades de la vida prác-
guesía, en su lucha contra el feudalismo y por tica; y esto, en una sociedad dividida en clases,
desa-rrollar la producción capitalista, se vio obli- con intereses diametralmente opuestos. Con
gada a abolir todos los privilegios de casta, es esto, desaparece de su filosofía hasta el último
decir, los privilegios personales, proclamando residuo de su carácter revolucionario, y volvemos
primero la igualdad de los derechos privados y a la vieja canción: amaos los unos a los otros,
luego, poco a poco, la de los derechos públicos, la abrazaos sin distinción de sexos ni de posición
igualdad jurídica de todos los hombres. Pero el social. ¡Es el sueño de la reconciliación universal!
anhelo de dicha no se alimenta más que una Resumiendo. A la teoría moral de Feuerbach
parte mínima de derechos ideales; lo que más re- le pasa lo que a todas sus predecesoras. Está cal-
clama son medios materiales, y en este terreno culada para todos los tiempos, todos los pueblos
la producción capitalista se cuida de que la in- y todas las circunstancias; razón por la cual no es
mensa mayoría de los hombres equiparados en aplicable nunca ni en parte alguna, resultando
derechos sólo obtengan la dosis estrictamente tan impotente frente a la realidad como el impe-
necesaria para malvivir; es decir, apenas si res- rativo categórico de Kant. La verdad es que cada
peta el principio de la igualdad de derechos en clase y hasta cada profesión tiene su moral pro-
cuanto al anhelo de dicha de la mayoría —si es pia, que viola siempre que puede hacerlo impu-
que lo hace— mejor que el régimen de la escla- nemente, y el amor, que tiene por misión
vitud o el de la servidumbre de la gleba. ¿Acaso hermanarlo todo, se manifiesta en forma de gue-
es más consoladora la realidad, en lo que se re- rras, de litigios, de procesos, escándalos domés-
fiere a los medios espirituales de dicha, a los me- ticos, divorcios y en la explotación máxima de los
dios de educación? ¿No es un personaje mítico unos por los otros.
hasta el célebre «maestro de escuela de Sa- Pero, ¿cómo fue posible que el impulso gigan-
dowa»? [1]? tesco dado por Feuerbach resultase tan infe-
Más aún. Según la teoría feuerbachiana de la cundo en él mismo? Sencillamente, porque
moral, la Bolsa es el templo supremo de la mora- Feuerbach no logra encontrar la salida del reino
lidad... siempre que se especule con acierto. Si de las abstracciones, odiado mortalmente por él,
mi anhelo de dicha me lleva a la Bolsa y, una vez hacia la realidad viva. Se aferra desesperada-
allí, sé medir tan certeramente las consecuencias mente a la naturaleza y al hombre; pero en sus
de mis actos, que éstos sólo me acarrean venta- labios, la naturaleza y el hombre siguen siendo
jas y ningún perjuicio, es decir, que salgo siem- meras palabras. Ni acerca de la naturaleza real,
pre ganancioso, habré cumplido el precepto ni acerca del hombre real, sabe decirnos nada
feuerbachiano. Y con ello, no lesiono tampoco el concreto. Para pasar del hombre abstracto de
anhelo de dicha del otro, tan legítimo como el Feuerbach a los hombres reales y vivientes, no
mío, pues el otro se ha dirigido a la Bolsa tan vo- hay más que un camino: verlos actuar en la his-
luntariamente como yo, y, al cerrar conmigo el ne- toria. Pero Feuerbach se resistía contra esto; por
gocio de especulación, obedecía a su anhelo de eso el año 1848, que no logró comprender, no re-
dicha, ni más ni menos que yo al mío. Y si pierde presentó para él más que la ruptura definitiva
su dinero, ello demuestra que su acción era in- con el mundo real, el retiro a la soledad. Y la
moral por haber calculado mal sus consecuen- culpa de esto vuelven a tenerla, principalmente,
cias, y, al castigarle como se merece, puedo las condiciones de Alemania que le dejaron de-
incluso darme un puñetazo en el pecho, orgullo- caer miserablemente.
samente, como un moderno Radamanto***. Pero el paso que Feuerbach no dio, había que
En la Bolsa impera también el amor, en cuanto darlo; había que sustituir el culto del hombre abs-
que éste es algo más que una frase puramente tracto, médula de la nueva religión feuerba-
sentimental, pues aquí cada cual encuentra en el chiana, por la ciencia del hombre real y de su
otro la satisfacción de su anhelo de dicha, que es desenvolvimiento histórico. Este desarrollo de las
precisamente lo que el amor persigue y en lo que posiciones feuerbachianas, superando a Feuer-
se traduce prácticamente. Por tanto, si juego en bach, fue iniciado por Marx en 1845, con “La Sa-
la Bolsa, calculando bien las consecuencias de grada Familia”.
21 Antonio del Carmen Fernandez « P R T «
NO TAS

* “¡Por tanto, el ateísmo es vuestra religión!” (N. de la


Edit.)
** Se alude al intento de Robespierre de implantar la re-
ligión del «ser supremo». (N. de la Edit.)
*** Según un mito griego, Radamanto fue nombrado
juez de los infiernos, por su espíritu justiciero. (N. de la Edit.)
[1] Expresión extendida en la publicística burguesa ale-
mana después de la victoria de los prusianos en Sadowa
(véase la nota 241), que encerraba la idea de que la victo-
ria de Prusia había sido condicionada por las ventajas del
sistema prusiano de instrucción pública.

CAP ÍTU LO IV

S
trauss, Baur, Stirner, Feuerbach, eran fía hegeliana replegándose sobre las posiciones
todos, en la medida que se mantenían materialistas. Es decir, decidiéndose a concebir
dentro del terreno filosófico, retoños de la el mundo real —la naturaleza y la historia— tal
filosofía hegeliana. Después de su “Vida como se presenta a cualquiera que lo mire sin
de Jesús” y de su “Dogmática”, Strauss sólo cul- quimeras idealistas preconcebidas; decidiéndose
tiva ya una especie de amena literatura filosófica a sacrificar implacablemente todas las quimeras
e histórico-eclesiástica, a lo Renán; Bauer sólo idealistas que no concordasen con los hechos,
aportó algo en el campo de la historia de los orí- enfocados en su propia concatenación y no en
genes del cristianismo, pero en este terreno sus una concatenación imaginaria. Y esto, y sólo
investigaciones tienen importancia; Stirner si- esto, es lo que se llama materialismo. Sólo que
guió siendo una curiosidad, aun después que Ba- aquí se tomaba realmente en serio, por vez pri-
kunin lo amalgamó con Proudhon y bautizó este mera, la concepción materialista del mundo y se
acoplamiento con el nombre de «anarquismo». la aplicaba consecuentemente —a lo menos, en
Feuerbach era el único que tenía importancia sus rasgos fundamentales— a todos los campos
como filósofo. Pero la filosofía, esa supuesta cien- posibles del saber.
cia de las ciencias que parece flotar sobre todas Esta corriente no se contentaba con dar de
las demás ciencias específicas y las resume y sin- lado a Hegel; por el contrario, se agarraba a su
tetiza, no sólo siguió siendo para él un límite in- lado revolucionario, al método dialéctico, tal
franqueable, algo sagrado e intangible, sino que, como lo dejamos descrito más arriba. Pero, bajo
además, como filósofo, Feuerbach se quedó a su forma hegeliana este método era inservible.
mitad de camino, por abajo era materialista y por En Hegel, la dialéctica es el autodesarrollo del
arriba idealista; no liquidó críticamente con concepto. El concepto absoluto no sólo existe
Hegel, sino que se limitó a echarlo a un lado desde toda una eternidad —sin que sepamos
como inservible, mientras que, frente a la riqueza dónde—, sino que es, además, la verdadera alma
enciclopédica del sistema hegeliano, no supo viva de todo el mundo existente. El concepto ab-
aportar nada positivo, más que una ampulosa re- soluto se desarrolla hasta llegar a ser lo que es, a
ligión del amor y una moral pobre e impotente. través de todas las etapas preliminares que se
Pero de la descomposición de la escuela hege- estudian por extenso en la “Lógica” y que se con-
liana brotó además otra corriente, la única que tienen todas en dicho concepto; luego, se «ena-
ha dado verdaderos frutos, y esta corriente va jena» al convertirse en la naturaleza, donde, sin
asociada primordialmente al nombre de Marx *. la conciencia de sí, disfrazado de necesidad na-
También esta corriente se separó de la filoso- tural, atraviesa por un nuevo desarrollo, hasta
Cuadernos de Formación « P R T « 22
que, por último, recobra en el hombre la concien- momentáneos, se acaba imponiendo siempre una
cia de sí mismo; en la historia, esta conciencia trayectoria progresiva; esta gran idea cardinal se
vuelve a elaborarse a partir de su estado tosco y halla ya tan arraigada, sobre todo desde Hegel,
primitivo, hasta que por fin el concepto absoluto en la conciencia habitual, que expuesta así, en
recobra de nuevo su completa personalidad en la términos generales, apenas encuentra oposición.
filosofía hegeliana. Como vemos en Hegel, el des- Pero una cosa es reconocerla de palabra y otra
arrollo dialéctico que se revela en la naturaleza y cosa es aplicarla a la realidad concreta, en todos
en la historia, es decir, la concatenación causal los campos sometidos a investigación. Si en
del progreso que va de lo inferior a lo superior, y nuestras investigaciones nos colocamos siem-
que se impone a través de todos los zigzags y re- pre en este punto de vista, daremos al traste de
trocesos momentáneos, no es más que un cliché una vez para siempre con el postulado de solu-
del automovimiento del concepto; automovi- ciones definitivas y verdades eternas; tendre-
miento que existe y se desarrolla desde toda una mos en todo momento la conciencia de que
eternidad, no se sabe dónde, pero desde luego todos los resultados que obtengamos serán for-
con independencia de todo cerebro humano pen- zosamente limitados y se hallarán condiciona-
sante. Esta inversión ideológica era la que había dos por las circunstancias en las cuales los
que eliminar. Nosotros retornamos a las posicio- obtenemos; pero ya no nos infundirán respeto
nes materialistas y volvimos a ver en los concep- esas antítesis irreductibles para la vieja meta-
tos de nuestro cerebro las imágenes de los física todavía en boga: de lo verdadero y lo
objetos reales, en vez de considerar a éstos como falso, lo bueno y lo malo, lo idéntico y lo dis-
imágenes de tal o cual fase del concepto abso- tinto, lo necesario y lo fortuito; sabemos que
luto. Con esto, la dialéctica quedaba reducida a estas antítesis sólo tienen un valor relativo, que
la ciencia de las leyes generales del movi- lo que hoy reputamos como verdadero encierra
miento, tanto el del mundo exterior como el del también un lado falso, ahora oculto, pero que
pensamiento humano: dos series de leyes idén- saldrá a la luz más tarde, del mismo modo que
ticas en cuanto a la esencia, pero distintas en lo que ahora reconocemos como falso guarda
cuanto a la expresión, en el sentido de que el su lado verdadero, gracias al cual fue acatado
cerebro humano puede aplicarlas consciente- como verdadero anteriormente; que lo que se
mente, mientras que en la naturaleza, y hasta afirma necesario se compone de toda una serie
hoy también, en gran parte, en la historia hu- de meras casualidades y que lo que se cree for-
mana, estas leyes se abren paso de un modo in- tuito no es más que la forma detrás de la cual se
consciente, bajo la forma de una necesidad esconde la necesidad, y así sucesivamente.
exterior, en medio de una serie infinita de apa- El viejo método de investigación y de pensa-
rentes casualidades. Pero, con esto, la propia dia- miento que Hegel llama «metafísico» método que
léctica del concepto se convertía simplemente en se ocupaba preferentemente de la investigación
el reflejo consciente del movimiento dialéctico del de los objetos como algo hecho y fijo, y cuyos re-
mundo real, lo que equivalía a poner la dialéctica siduos embrollan todavía con bastante fuerza las
hegeliana cabeza abajo; o mejor dicho, a invertir la cabezas, tenía en su tiempo una gran razón his-
dialéctica, que estaba cabeza abajo, poniéndola tórica de ser. Había que investigar las cosas
de pie. Y, cosa notable, esta dialéctica materia- antes de poder investigar los procesos. Había
lista, que era desde hacía varios años nuestro que saber lo que era tal o cual objeto, antes de
mejor instrumento de trabajo y nuestra arma más pulsar los cambios que en él se operaban. Y así
afilada, no fue descubierta solamente por nos- acontecía en las Ciencias Naturales. La vieja me-
otros, sino también, independientemente de nos- tafísica que enfocaba los objetos como cosas fijas
otros y hasta independientemente del propio e inmutables, nació de una ciencia de la natura-
Hegel, por un obrero alemán: Joseph Dietzgen **. leza que investigaba las cosas muertas y las
Con esto volvía a ponerse en pie el lado revo- vivas como objetos fijos e inmutables. Cuando
lucionario de la filosofía hegeliana y se limpiaba estas investigaciones estaban ya tan avanzadas
al mismo tiempo de la costra idealista que en que era posible realizar el progreso decisivo con-
Hegel impedía su consecuente aplicación. La sistente en pasar a la investigación sistemática
gran idea cardinal de que el mundo no puede de los cambios experimentados por aquellos ob-
concebirse como un conjunto de objetos termi- jetos en la naturaleza misma, sonó también en el
nados, sino como un conjunto de procesos, en el campo filosófico la hora final de la vieja metafí-
que las cosas que parecen estables, al igual que sica. En efecto, si hasta fines del siglo pasado las
sus reflejos mentales en nuestras cabezas, los Ciencias Naturales fueron predominantemente
conceptos, pasan por una serie ininterrumpida ciencias colectoras, ciencias de objetos hechos,
de cambios, por un proceso de génesis y caduci- en nuestro siglo son ya ciencias esencialmente
dad, a través de los cuales, pese a todo su apa- ordenadoras, ciencias que estudian los procesos,
rente carácter fortuito y a todos los retrocesos el origen y el desarrollo de estos objetos y la con-
23 Antonio del Carmen Fernandez « P R T «
catenación que hace de estos procesos naturales misión que corría antes a cargo de la llamada fi-
un gran todo. La fisiología, que investiga los fe- losofía de la naturaleza. Para poder hacerlo, ésta
nómenos del organismo vegetal y animal, la em- no tenía más remedio que suplantar las concate-
briología, que estudia el desarrollo de un naciones reales, que aún no se habían descu-
organismo desde su germen hasta su formación bierto, por otras ideales, imaginarias, sustitu-
completa, la geología, que sigue la formación yendo los hechos ignorados por figuraciones, lle-
gradual de la corteza terrestre, son, todas ellas, nando las verdaderas lagunas por medio de la
hijas de nuestro siglo. imaginación. Con este método llegó a ciertas
Pero, hay sobre todo tres grandes descubri- ideas geniales y presintió algunos de los descu-
mientos, que han dado un impulso gigantesco a brimientos posteriores. Pero también cometió,
nuestros conocimientos acerca de la concatena- como no podía por menos, absurdos de mucha
ción de los procesos naturales: el primero es el monta. Hoy, cuando los resultados de las investi-
descubrimiento de la célula, como unidad de gaciones naturales sólo necesitan enfocarse dia-
cuya multiplicación y diferenciación se desarrolla lécticamente, es decir, en su propia concatena-
todo el cuerpo del vegetal y del animal, de tal ción, para llegar a un «sistema de la naturaleza»
modo que no sólo se ha podido establecer que el suficiente para nuestro tiempo, cuando el carác-
desarrollo y el crecimiento de todos los organis- ter dialéctico de esta concatenación se impone,
mos superiores son fenómenos sujetos a una sola incluso contra su voluntad, a las cabezas metafí-
ley general, sino que, además, la capacidad de sicamente educadas de los naturalistas; hoy, la
variación de la célula, nos señala el camino por filosofía de la naturaleza ha quedado definitiva-
el que los organismos pueden cambiar de espe- mente liquidada. Cualquier intento de resucitarla
cie, y por tanto, recorrer una trayectoria superior no sería solamente superfluo: significaría un
a la individual. El segundo es la transformación retroceso.
de la energía, gracias al cual todas las llamadas Y lo que decimos de la naturaleza, concebida
fuerzas que actúan en primer lugar en la natura- aquí también como un proceso de desarrollo his-
leza inorgánica —la fuerza mecánica y su com- tórico, es aplicable igualmente a la historia de la
plemento, la llamada energía potencial, el calor, sociedad en todas sus ramas y, en general, a
las radiaciones (la luz y el calor radiado), la elec- todas las ciencias que se ocupan de cosas hu-
tricidad, el magnetismo, la energía química— se manas (y divinas). También la filosofía de la his-
han acreditado como otras tantas formas de ma- toria, del derecho, de la religión, etc., consistía en
nifestarse el movimiento universal, formas que, sustituir la trabazón real acusada en los hechos
en determinadas proporciones de cantidad, se mismos por otra inventada por la cabeza del filó-
truecan las unas en las otras, por donde la can- sofo, y la historia era concebida, en conjunto y en
tidad de una fuerza que desaparece es susti- sus diversas partes, como la realización gradual
tuida por una determinada cantidad de otra de ciertas ideas, que eran siempre, naturalmente,
que aparece, y todo el movimiento de la natu- las ideas favoritas del propio filósofo. Según esto,
raleza se reduce a este proceso incesante de la historia laboraba inconscientemente, pero bajo
transformación de unas formas en otras. Final- el imperio de la necesidad, hacia una meta ideal
mente, el tercero es la prueba, desarrollada pri- fijada de antemano, como, por ejemplo, en Hegel,
meramente por Darwin de un modo completo, de hacia la realización de su idea absoluta, y la ten-
que los productos orgánicos de la naturaleza que dencia ineluctable hacia esta idea absoluta for-
hoy existen en torno nuestro, incluyendo los hom- maba la trabazón interna de los acontecimientos
bres, son el resultado de un largo proceso de evo- históricos. Es decir, que la trabazón real de los
lución, que arranca de unos cuantos gérmenes hechos, todavía ignorada, se suplantaba por una
primitivamente unicelulares, los cuales, a su vez, nueva providencia misteriosa, inconsciente o que
proceden del protoplasma o albúmina formada llega poco a poco a la conciencia. Aquí, al igual
por vía química. que en el campo de la naturaleza, había que aca-
Gracias a estos tres grandes descubrimien- bar con estas concatenaciones inventadas y arti-
tos, y a los demás progresos formidables de las ficiales, descubriendo las reales y verdaderas;
Ciencias Naturales, estamos hoy en condiciones misión ésta que, en última instancia, suponía
de poder demostrar no sólo la trabazón entre los descubrir las leyes generales del movimiento que
fenómenos de la naturaleza dentro de un campo se imponen como dominantes en la historia de la
determinado, sino también, a grandes rasgos, la sociedad humana.
existente entre los distintos campos, presen- Ahora bien, la historia del desarrollo de la so-
tando así un cuadro de conjunto de la concate- ciedad difiere sustancialmente, en un punto, de
nación de la naturaleza bajo una forma bastante la historia del desarrollo de la naturaleza. En ésta
sistemática, por medio de los hechos suministra- —si prescindimos de la reacción ejercida a su vez
dos por las mismas Ciencias Naturales empíri- por los hombres sobre la naturaleza—, los facto-
cas. El darnos esta visión de conjunto era la res que actúan los unos sobre los otros y en cuyo
Cuadernos de Formación « P R T « 24
juego mutuo se impone la ley general, son todos des individuales que actúan en la historia produ-
agentes inconscientes y ciegos. De cuanto acon- cen casi siempre resultados muy distintos de los
tece en la naturaleza —lo mismo los innumera- perseguidos —a veces, incluso contrarios—, y,
bles fenómenos aparentemente fortuitos que por tanto, sus móviles tienen una importancia
afloran a la superficie, que los resultados finales puramente secundaria en cuanto al resultado
por los cuales se comprueba que esas aparentes total. Por otra parte, hay que preguntarse qué
casualidades se rigen por su lógica interna—, fuerzas propulsoras actúan, a su vez, detrás de
nada acontece por obra de la voluntad, con arre- esos móviles, qué causas históricas son las que
glo a un fin consciente. En cambio, en la historia en las cabezas de los hombres se transforman
de la sociedad, los agentes son todos hombres en estos móviles.
dotados de conciencia, que actúan movidos por Esta pregunta no se la había hecho jamás el
la reflexión o la pasión, persiguiendo determina- antiguo materialismo. Por esto su interpretación
dos fines; aquí, nada acaece sin una intención de la historia, cuando la tiene, es esencialmente
consciente, sin un fin deseado. Pero esta distin- pragmática; lo enjuicia todo con arreglo a los mó-
ción, por muy importante que ella sea para la in- viles de los actos; clasifica a los hombres que ac-
vestigación histórica, sobre todo la de épocas y túan en la historia en buenos y en malos, y luego
acontecimientos aislados, no altera para nada el comprueba, que, por regla general, los buenos
hecho de que el curso de la historia se rige por son los engañados, y los malos los vencedores.
leyes generales de carácter interno. También De donde se sigue, para el viejo materialismo,
aquí reina, en la superficie y en conjunto, pese a que el estudio de la historia no arroja enseñan-
los fines conscientemente deseados de los indi- zas muy edificantes, y, para nosotros, que en el
viduos, un aparente azar; rara vez acaece lo que campo histórico este viejo materialismo se hace
se desea, y en la mayoría de los casos los muchos traición a sí mismo, puesto que acepta como úl-
fines perseguidos se entrecruzan unos con otros timas causas los móviles ideales que allí actúan,
y se contradicen, cuando no son de suyo irreali- en vez de indagar detrás de ellos, cuáles son los
zables o insuficientes los medios de que se dis- móviles de esos móviles. La inconsecuencia no
pone para llevarlos a cabo. Las colisiones entre estriba precisamente en admitir móviles ideales,
las innumerables voluntades y actos individua- sino en no remontarse, partiendo de ellos, hasta
les crean en el campo de la historia un estado sus causas determinantes. En cambio, la filosofía
de cosas muy análogo al que impera en la na- de la historia, principalmente la representada por
turaleza inconsciente. Los fines que se persi- Hegel, reconoce que los móviles ostensibles y
guen con los actos son obra de la voluntad, pero aun los móviles reales y efectivos de los hombres
los resultados que en la realidad se derivan de que actúan en la historia no son, ni mucho
ellos no lo son, y aun cuando parezcan ajus- menos, las últimas causas de los acontecimien-
tarse de momento al fin perseguido, a la postre tos históricos, sino que detrás de ellos están
encierran consecuencias muy distintas a las otras fuerzas determinantes, que hay que inves-
apetecidas. Por eso, en conjunto, los aconteci- tigar lo que ocurre es que no va a buscar estas
mientos históricos también parecen estar pre- fuerzas a la misma historia, sino que las importa
sididos por el azar. Pero allí donde en la de fuera, de la ideología filosófica. En vez de ex-
superficie de las cosas parece reinar la casuali- plicar la historia de antigua Grecia por su propia
dad, ésta se halla siempre gobernada por leyes concatenación interna, Hegel afirma, por ejem-
internas ocultas, y de lo que se trata es de des- plo, sencillamente, que esta historia no es más
cubrir estas leyes. que la elaboración de las «formas de la bella indi-
Los hombres hacen su historia, cualesquiera vidualidad», la realización de la «obra de arte»
que sean los rumbos de ésta, al perseguir cada como tal. Con este motivo, dice muchas cosas
cual sus fines propios con la conciencia y la vo- hermosas y profundas acerca de los antiguos
luntad de lo que hacen; y la resultante de estas griegos, pero esto no es obstáculo para que hoy
numerosas voluntades, proyectadas en diversas no nos demos por satisfechos con semejante ex-
direcciones, y de su múltiple influencia sobre el plicación, que no es más que una frase.
mundo exterior, es precisamente la historia. Im- Por tanto, si se quiere investigar las fuerzas
porta, pues, también lo que quieran los muchos motrices que —consciente o inconscientemente,
individuos. La voluntad está movida por la pa- y con harta frecuencia inconscientemente—
sión o por la reflexión. Pero los resortes que, a su están detrás de estos móviles por los que actúan
vez, mueven directamente a éstas, son muy di- los hombres en la historia y que constituyen los
versos. Unas veces, son objetos exteriores; otras verdaderos resortes supremos de la historia, no
veces, motivos ideales: ambición, «pasión por la habría que fijarse tanto en los móviles de hom-
verdad y la justicia», odio personal, y también bres aislados, por muy relevantes que ellos sean,
manías individuales de todo género. Pero, por como en aquellos que mueven a grandes masas,
una parte, ya veíamos que las muchas volunta- a pueblos en bloque, y, dentro de cada pueblo, a
25 Antonio del Carmen Fernandez « P R T «
clases enteras; y no momentáneamente, en ex- mismo que en la lucha de la burguesía con el pro-
plosiones rápidas, como fugaces hogueras, sino letariado, se ventilaban, en primer término, inte-
en acciones continuadas que se traducen en reses económicos, debiendo el Poder político
grandes cambios históricos. Indagar las causas servir de mero instrumento para su realización.
determinantes de sus jefes —los llamados gran- Tanto la burguesía como el proletariado debían
des hombres— como móviles conscientes, de un su nacimiento al cambio introducido en las con-
modo claro o confuso, en forma directa o bajo un diciones económicas, o más concretamente, en el
ropaje ideológico e incluso divinizado: he aquí el modo de producción. El tránsito del artesanado
único camino que puede llevarnos a descubrir las gremial a la manufactura, primero, y luego de
leyes por las que se rige la historia en conjunto, al ésta a la gran industria, basada en la aplicación
igual que la de los distintos períodos y países. del vapor y de las máquinas, fue lo que hizo que
Todo lo que mueve a los hombres tiene que pasar se desarrollasen estas dos clases. Al llegar a una
necesariamente por sus cabezas; pero la forma determinada fase de desarrollo, las nuevas fuer-
que adopte dentro de ellas depende en mucho de zas productivas puestas en marcha por la bur-
las circunstancias. Los obreros no se han reconci- guesía —principalmente, la división del trabajo
liado, ni mucho menos, con el maquinismo capi- y la reunión de muchos obreros parciales en una
talista, aunque ya no hagan pedazos las manufactura total— y las condiciones y necesi-
máquinas, como todavía en 1848 hicieran en el dades de intercambio desarrolladas por ellas hi-
Rin. ciéronse incompatibles con el régimen de
Pero mientras que en todos los períodos ante- producción existente, heredado de la historia y
riores la investigación de estas causas propulso- consagrado por la ley, es decir, con los privilegios
ras de la historia era punto menos que imposible gremiales y con los innumerables privilegios de
—por lo compleja y velada que era la trabazón de otro género, personales y locales (que eran otras
aquellas causas con sus efectos—, en la actuali- tantas trabas para los estamentos no privilegia-
dad, esta trabazón está ya lo suficientemente dos), propios de la sociedad feudal. Las fuerzas
simplificada para que el enigma pueda desci- productivas representadas por la burguesía se re-
frarse. Desde la implantación de la gran indus- belaron contra el régimen de producción repre-
tria, es decir, por lo menos, desde la paz europea sentado por los terratenientes feudales y los
de 1815, ya para nadie en Inglaterra era un se- maestros de los gremios; el resultado es cono-
creto que allí la lucha política giraba toda en cido: las trabas feu- dales fueron rotas, en Ingla-
torno a las pretensiones de dominación de dos terra poco a poco, en Francia de golpe; en
clases: la aristocracia terrateniente (landed aris- Alemania todavía no se han acabado de romper.
tocracy) y la burguesía (middle class). En Francia, Pero, del mismo modo que la manufactura, al lle-
se hizo patente este mismo hecho con el retorno gar a una determinada fase de desarrollo, chocó
de los Borbones; los historiadores del período de con el régimen feudal de producción, hoy la gran
la Restauración [1], desde Thierry hasta Guizot, industria choca ya con el régimen burgués de
Mignet y Thiers, lo proclaman constantemente producción, que ha venido a sustituir a aquél.
como el hecho, que da la clave para entender la Encadenada por ese orden imperante, cohibida
historia de Francia desde la Edad Media. Y desde por los estrechos cauces del modo capitalista de
1830, en ambos países se reconoce como tercer producción, hoy la gran industria crea, de una
beligerante, en la lucha por el Poder, a la clase parte, una proletarización cada vez mayor de las
obrera, al proletariado. Las condiciones se habían grandes masas del pueblo, y de otra parte, una
simplificado hasta tal punto, que había que ce- masa creciente de productos que no encuentran
rrar intencionadamente los ojos para no ver en la salida. Superproducción y miseria de las masas
lucha de estas tres grandes clases y en el choque —dos fenómenos, cada uno de los cuales es, a su
de sus intereses la fuerza propulsora de la histo- vez, causa del otro— he aquí la absurda contra-
ria moderna, por lo menos en los dos países más dicción en que desemboca la gran industria y
avanzados. que reclama imperiosamente la liberación de las
Pero, ¿cómo habían nacido estas clases? Si, a fuerzas productivas, mediante un cambio del
primera vista, todavía era posible asignar a la modo de producción.
gran propiedad del suelo, en otro tiempo feudal, En la historia moderna, al menos, queda de-
un origen basado —a primera vista al menos— mostrado, por lo tanto, que todas las luchas polí-
en causas políticas, en una usurpación violenta, ticas son luchas de clases y que todas las luchas
para la burguesía y el proletariado ya no servía de emancipación de clases, pese a su inevitable
esta explicación. Era claro y palpable que los orí- forma política, pues toda lucha de clases es una
genes y el desarrollo de estas dos grandes cla- lucha política, giran, en último término, en
ses residían en causas puramente económicas. Y torno a la emancipación económica. Por consi-
no menos evidente era que en las luchas entre guiente, aquí por lo menos, el Estado, el régi-
los grandes terratenientes y la burguesía, lo men político, es el elemento subalterno, y la
Cuadernos de Formación « P R T « 26
sociedad civil, el reino de las relaciones econó- las normales. La forma que esto reviste puede va-
micas, lo principal. La idea tradicional, a la que riar considerablemente. Puede ocurrir, como ocu-
también Hegel rindió culto, veía en el Estado el rre en Inglaterra, a tono con todo el desarrollo
elemento determinante, y en la sociedad civil el nacional de aquel país, que se conserven en gran
elemento condicionado por aquél. Y las aparien- parte las formas del antiguo Derecho feudal, in-
cias hacen creerlo así. Del mismo modo que todos fundiéndoles un contenido burgués, y hasta asig-
los impulsos que rigen la conducta del hombre nando directamente un significado burgués al
individual tienen que pasar por su cabeza, con- nombre feudal. Pero puede tomarse también
vertirse en móviles de su voluntad, para hacerle como base, como se hizo en continente europeo,
obrar, todas las necesidades de la sociedad civil el primer Derecho universal de una sociedad pro-
—cualquiera que sea la clase que la gobierne en ductora de mercancías, el Derecho romano, con
aquel momento— tienen que pasar por la volun- su formulación insuperablemente precisa de
tad del Estado, para cobrar vigencia general en todas las relaciones jurídicas esenciales que pue-
forma de leyes. Pero éste es el aspecto formal del den existir entre los simples poseedores de mer-
problema, que de suyo se comprende; lo que in- cancías (comprador y vendedor, acreedor y deu-
teresa conocer es el contenido de esta voluntad dor, contratos, obligaciones, etc.). Para honra y
puramente formal —sea la del individuo o la del provecho de una sociedad que es todavía peque-
Estado— y saber de dónde proviene este conte- ñoburguesa y semifeudal, puede reducirse este
nido y por qué es eso precisamente lo que se Derecho, sencillamente por la práctica judicial, a
quiere, y no otra cosa. Si nos detenemos a inda- su propio nivel (Derecho general alemán), o bien,
gar esto, veremos que en la historia moderna con ayuda de unos juristas supuestamente ilus-
la voluntad del Estado obedece, en general, a trados y moralizantes, su puede recopilar en un
las necesidades variables de la sociedad civil, a Código propio, ajustado al nivel de esa sociedad;
la supremacía de tal o cual clase, y, en última Código que, en estas condiciones, no tendrá más
instancia, al desarrollo de las fuerzas producti- remedio que ser también malo desde el punto de
vas y de las condiciones de intercambio. vista jurídico (Código nacional prusiano); y cabe
Y si aún en una época como la moderna, con también que, después de una gran revolución
sus gigantescos medios de producción y de co- burguesa, se elabore y promulgue, a base de ese
municaciones, el Estado no es un campo inde- mismo Derecho romano, un Código de la socie-
pendiente, con un desarrollo propio, sino que su dad burguesa tan clásico como el “Código civil”
existencia y su desarrollo se explican, en última [2] francés. Por tanto, aunque el Derecho civil se
instancia, por las condiciones económicas de limita a expresar en forma jurídica las condicio-
vida de la sociedad, con tanta mayor razón tenía nes económicas de vida de la sociedad, puede
que ocurrir esto en todas las épocas anteriores, hacerlo bien o mal, según los casos.
en que la producción de la vida material de los En el Estado toma cuerpo ante nosotros el
hombres no se llevaba a cabo con recursos tan primer poder ideológico sobre los hombres. La
abundantes y en que, por tanto, la necesidad de sociedad se crea un órgano para la defensa de
esta producción debía ejercer un imperio mucho sus intereses comunes frente a los ataques de
más considerable todavía entre los hombres. Si dentro y de fuera. Este órgano es el Poder del
aún hoy, en los tiempos de la gran industria y de Estado. Pero, apenas creado, este órgano se in-
los ferrocarriles, el Estado no es, en general, más dependiza de la sociedad, tanto más cuanto
que el reflejo en forma sintética de las necesida- más se va convirtiendo en órgano de una de-
des económicas de la clase que gobierna la pro- terminada clase y más directamente impone el
ducción, mucho más tuvo que serlo en aquella dominio de esta clase. La lucha de la clase
época, en que una generación de hombre tenía oprimi- da contra la clase dominante asume for-
que invertir una parte mucho mayor de su vida zosamente el carácter de una lucha política, de
en la satisfacción de sus necesidades materiales, una lucha dirigida, en primer término, contra la
y, por consiguiente, dependía de éstas mucho dominación política de esta clase; la conciencia
más de lo que hoy nosotros. Las investigaciones de la relación que guarda esta lucha política
históricas de épocas anteriores, cuando se detie- con su base económica se oscurece y puede lle-
nen seriamente en este aspecto, confirman más gar a desaparecer por completo. Si no ocurre así
que sobradamente esta conclusión; aquí, no po- por entero entre los propios beligerantes, ocurre
demos pararnos, naturalmente, a tratar de esto. casi siempre entre los historiadores. De las anti-
Si el Estado y el Derecho público se hallan go- guas fuentes sobre las luchas planteadas en el
bernados por las relaciones económicas, también seno de la república romana, sólo Apiano nos
lo estará, como es lógico, el Derecho privado, ya dice claramente cuál era el pleito que allí se ven-
que éste se limita, en sustancia, a sancionar las tilaba en última instancia: el de la propiedad del
relaciones económicas existentes entre los indi- suelo.
viduos y que bajo las circunstancias dadas, son Pero el Estado, una vez que se erige en poder
27 Antonio del Carmen Fernandez « P R T «
independiente frente a la sociedad, crea rápida- ignorasen, se habría acabado toda la ideología.
mente una nueva ideología. Por tanto, estas representaciones religiosas pri-
En los políticos profesionales, en los teóricos mitivas, comunes casi siempre a todo un grupo
del Derecho público y en los juristas que cultivan de pueblos afines, se desarrollan, al deshacerse
el Derecho privado, la conciencia de la relación el grupo, de un modo peculiar en cada pueblo,
con los hechos económicos desaparece total- según las condiciones de vida que le son dadas;
mente. Como, en cada caso concreto, los hechos y este proceso ha sido puesto de manifiesto en
económicos tienen que revestir la forma de mo- detalle por la mitología comparada en una serie
tivos jurídicos para ser sancionados en forma de de grupos de pueblos, principalmente en el
ley y como para ello hay que tener en cuenta grupo ario (el llamado grupo indo-europeo). Los
también, como es lógico, todo el sistema jurídico dioses, moldeados de este modo en cada pueblo,
vigente, se pretende que la forma jurídica lo sea eran dioses nacionales, cuyo reino no pasaba de
todo, y el contenido económico nada. El Derecho las fronteras del territorio que estaban llamados
público y el Derecho privado se consideran como a proteger, ya que del otro lado había otros dio-
dos campos independientes, con su desarrollo ses indiscutibles que llevaban la batuta. Estos
histórico propio, campos que permiten y exigen dioses sólo podían seguir viviendo en la mente
por sí mismos una construcción sistemática, me- de los hombres mientras existiese su nación, y
diante la extirpación consecuente de todas las morían al mismo tiempo que ella. Este ocaso de
contradicciones internas. las antiguas nacionalidades lo trajo el Imperio ro-
Las ideologías aún más elevadas, es decir, las mano mundial, y no vamos a estudiar aquí las
que se alejan todavía más de la base material, condiciones económicas que determinaron el ori-
de la base económica, adoptan la forma de filo- gen de éste. Caducaron los viejos dioses nacio-
sofía y de religión. Aquí, la concatenación de las nales, e incluso los romanos, que habían sido
ideas con sus condiciones materiales de exis- cortados simplemente por el patrón de los redu-
tencia aparece cada vez más embrollada, cada cidos horizontes de la ciudad de Roma; la nece-
vez más oscurecida por la interposición de esla- sidad de complementar el imperio mundial con
bones intermedios. Pero, no obstante, existe. una religión mundial se revela con claridad en los
Todo el período del Renacimiento, desde media- esfuerzos que se hacían por levantar altares e
dos del siglo XV, fue en esencia un producto de imponer acatamiento, en Roma, junto a los dio-
las ciudades y por tanto de la burguesía, y lo ses propios, a todos los dioses extranjeros un
mismo cabe decir de la filosofía, desde entonces poco respetables. Pero una nueva religión mun-
renaciente; su contenido no era, en sustancia, dial no se fabrica así, por decreto imperial. La
más que la expresión filosófica de las ideas co- nueva religión mundial, el cristianismo, había ido
rrespondientes al proceso de desarrollo de la pe- naciendo calladamente, mientras tanto, de una
queña y mediana burguesía hacia la gran mezcla de la teología oriental universalizada,
burguesía. Esto se ve con bastante claridad en sobre todo de la judía, y de la filosofía griega vul-
los ingleses y franceses del siglo pasado, mu- garizada, principalmente de la estoica. Qué as-
chos de los cuales tenían tanto de economistas pecto presentaba en sus orígenes esta religión,
como de filósofos, y también hemos podido com- es lo que hay que investigar pacientemente,
probarlo más arriba en la escuela hegeliana. pues su faz oficial, tal como nos la transmite la
Detengámonos, sin embargo, un momento en tradición sólo es la que se ha presentado como
la religión, por ser éste el campo que más alejado religión del Estado, después de adaptada para
y más desligado parece estar de la vida material. este fin por el Concilio de Nicea [3]. Pero el sim-
La religión nació, en una época muy primitiva, de ple hecho de que ya a los 250 años de existencia
las ideas confusas, selváticas, que los hombres se la erigiese en religión del Estado demuestra
se formaban acerca de su propia naturaleza y de que era la religión que cuadraba a las circuns-
la naturaleza exterior que los rodeaba. Pero toda tancias de los tiempos. En la Edad Media, a me-
ideología, una vez que surge, se desarrolla en dida que el feudalismo se desarrollaba, el
conexión con el material de ideas dado, de-sa- cristianismo asumía la forma de una religión ade-
rrollándolo y transformándolo a su vez; de otro cuada a este régimen, con su correspondiente je-
modo no sería una ideología, es decir, una labor rarquía feudal. Y al aparecer la burguesía, se
sobre ideas concebidas como entidades con pro- desarrolló frente al catolicismo feudal la herejía
pia sustantividad, con un desarrollo indepen- protestante, que tuvo sus orígenes en el Sur de
diente, y sometidas tan sólo a sus leyes propias. Francia, con los albigenses [4], coincidiendo con
Estos hombres ignoran forzosamente que las el apogeo de las ciudades de aquella región. La
condiciones materiales de la vida del hombre, en Edad Media anexionó a la teología, convirtió en
cuya cabeza se desarrolla este proceso ideoló- apéndices suyos, todas las demás formas ideo-
gico, son las que determinan, en última instan- lógicas: la filosofía, la política, la jurisprudencia.
cia, la marcha de tal proceso, pues si no lo Con ello, obligaba a todo movimiento social y po-
Cuadernos de Formación « P R T « 28
lítico a revestir una forma teológica; a los espíri- había festejado el alegre domingo católico, com-
tus de las masas, cebados exclusivamente con batiendo el aburrido domingo calvinista; la
religión, no había más remedio que presentarles nueva, aburguesada, volvió a introducir éste, que
sus propios intereses vestidos con ropaje reli- todavía hoy adorna a Inglaterra.
gioso, si se quería levantar una gran tormenta. Y En Francia, la minoría calvinista fue repri-
como la burguesía, que crea en las ciudades mida, catolizada o expulsada en 1685; pero, ¿de
desde el primer momento un apéndice de plebe- qué sirvió esto? Ya por entonces estaba en plena
yos desposeídos, jornaleros y servidores de todo actividad el librepensador Pierre Bayle, y en 1694
género, que no pertenecían a ningún estamento nacía Voltaire. Las medidas de violencia de Luis
social reconocido y que eran los precursores del XIV no sirvieron más que para facilitar a la bur-
proletariado moderno, también la herejía protes- guesía francesa la posibilidad de hacer su re-
tante se desdobla muy pronto en un ala bur- volución bajo formas irreligiosas y
guesa-moderada y en otra plebeya- revolucionaria, exclusivamente políticas, las únicas que cua-
execrada por los mismos herejes burgueses. dran a la burguesía avanzada. En las Asam-
La imposibilidad de exterminar la herejía pro- bleas nacionales ya no se sentaban protestantes,
testante correspondía a la invencibilidad de la sino librepensadores. Con esto, el cristianismo
burguesía en ascenso. Cuando esta burguesía entraba en su última fase. Ya no podía servir de
era ya lo bastante fuerte, su lucha con la nobleza ropaje ideológico para envolver las aspiraciones
feudal, que hasta entonces había tenido carácter de una clase progresiva cualquiera; se fue con-
predominantemente local, comenzó a tomar pro- virtiendo, cada vez más, en patrimonio privativo
porciones nacionales. La primera acción de gran de las clases dominantes, quienes lo emplean
envergadura se desarrolló en Alemania: fue la lla- como mero instrumento de gobierno para tener a
mada Reforma. La burguesía no era lo suficien- raya a las clases inferiores. Y cada una de las dis-
temente fuerte ni estaba lo suficientemente tintas clases utiliza para este fin su propia y con-
desarrollada, para poder unir bajo su bandera a gruente religión: los terratenientes aristocráticos,
los demás estamentos rebeldes: los plebeyos de el jesuitismo católico o la ortodoxia protestante;
las ciudades, la nobleza baja rural y los campesi- los burgueses liberales y radicales, el raciona-
nos. Primero fue derrotada la nobleza; los cam- lismo; siendo indiferente, para estos efectos, que
pesinos se alzaron en una insurrección que los señores crean o no, ellos mismos, en sus res-
marca el punto culminante de todo este movi- pectivas religiones.
miento revolucionario; las ciudades los dejaron Vemos pues, que la religión, una vez creada,
solos, y la revolución fue estrangulada por los contiene siempre una materia tradicional, ya que la
ejércitos de los príncipes feudales, que se apro- tradición es, en todos los campos ideológicos, una
vecharon de este modo de todas las ventajas de gran fuerza conservadora. Pero los cambios que se
la victoria. A partir de este momento, Alemania producen en esta materia brotan de las relaciones
desaparece por tres siglos del concierto de las de clase, y por tanto de las relaciones económicas
naciones que intervienen con propia personali- de los hombres que efectúan estos cambios. Y
dad en la historia. Pero, al lado del alemán Lutero aquí, basta con lo que queda apuntado.
estaba el francés Calvino, quien, con una nitidez Las anteriores consideraciones no pretenden
auténticamente francesa, hizo pasar a primer ser más que un bosquejo general de la interpre-
plano el carácter burgués de la Reforma y repu- tación marxista de la historia; a lo sumo, unos
blicanizó y democratizó la Iglesia. Mientras que cuantos ejemplos para ilustrarla. La prueba ha de
la Reforma luterana se estancaba en Alemania y suministrarse a la luz de la misma historia, y cre-
arruinaba a este país, la Reforma calvinista ser- emos poder afirmar que esta prueba ha sido ya
vía de bandera a los republicanos de Ginebra, de suministrada suficientemente en otras obras.
Holanda, de Escocia, emancipaba a Holanda de Pero esta interpretación pone fin a la filosofía en
España y del Imperio alemán [5] y suministraba el campo de la historia, exactamente lo mismo
el ropaje ideológico para el segundo acto de la re- que la concepción dialéctica de la naturaleza
volución burguesa, que se desarrolló en Inglate- hace la filosofía de la naturaleza tan innecesaria
rra. Aquí, el calvinismo se acreditó como el como imposible. Ahora, ya no se trata de sacar
auténtico disfraz religioso de los intereses de la de la cabeza las concatenaciones de las cosas,
burguesía de aquella época, razón por la cual no sino de descubrirlas en los mismos hechos. A la
logró tampoco su pleno reconocimiento cuando, filosofía desahuciada de la naturaleza y de la his-
en 1689, la revolución se cerró con el pacto de toria no le queda más refugio que el reino del
una parte de la nobleza con los burgueses [6]. La pensamiento puro, en lo que aún queda en pie de
Iglesia oficial anglicana fue restaurada de nuevo, él: la teoría de las leyes del mismo proceso de
pero no bajo su forma anterior, como una especie pensar, la lógica y la dialéctica.
de catolicismo, con el rey por Papa, sino fuerte- Con la revolución de 1848, la Alemania «culta»
mente calvinizada. La antigua Iglesia del Estado rompió con la teoría y abrazó el camino de la
29 Antonio del Carmen Fernandez « P R T «
práctica. La pequeña industria y la manufactura,
basadas en el trabajo manual, cedieron el puesto
a una auténtica gran industria; Alemania volvió
a comparecer en el mercado mundial; el nuevo
imperio pequeño-alemán *** acabó, por lo
menos, con los males más agudos que la profu-
sión de pequeños Estados, los restos del feuda-
NO TAS
lismo y el régimen burocrático ponían como otros
tantos obstáculos en este camino de progreso. * Permítaseme aquí un pequeño comentario personal.
Pero, en la medida en que la especulación aban- Últimamente, se ha aludido con insistencia a mi participa-
donaba el cuarto de estudio del filósofo para le- ción en esta teoría; no puedo, pues, por menos de decir
vantar su templo en la Bolsa, la Alemania culta aquí algunas palabras para poner en claro este punto. Que
perdía aquel gran sentido teórico que había antes y durante los cuarenta años de mi colaboración con
hecho famosa a Alemania durante la época de su Marx tuve una cierta parte independiente en la fundamen-
mayor humillación política: el interés para la in- tación, y sobre todo en la elaboración de la teoría, es cosa
vestigación puramente científica, sin atender a que ni yo mismo puedo negar. Pero la parte más conside-
que los resultados obtenidos fuesen o no aplica-
rable de las principales ideas directrices, particularmente
bles prácticamente y atentasen o no contra las
en el terreno económico e histórico, y en especial su for-
ordenanzas de la policía. [395] Cierto es que las
mulación nítida y definitiva, corresponden a Marx. Lo que yo
Ciencias Naturales oficiales de Alemania, sobre
aporté —si se exceptúa, todo lo más, dos o tres ramas es-
todo en el campo de las investigaciones especí-
peciales— pudo haberlo aportado también Marx aun sin mí.
ficas, se mantuvieron a la altura de los tiempos,
pero ya la revista norteamericana “Science” ob- En cambio, yo no hubiera conseguido jamás lo que Marx al-
servaba con razón que los progresos decisivos canzó. Marx tenía más talla, veía más lejos, atalayaba más
realizados en el campo de las grandes conca- te- y con mayor rapidez que todos nosotros juntos. Marx era un
naciones entre los hechos aislados, su generali- genio; nosotros, los demás, a lo sumo, hombres de talento.
zación en forma de leyes, tienen hoy por sede Sin él la teoría no sería hoy, ni con mucho, lo que es. Por
principal a Inglaterra y no, como antes, a Ale- eso ostenta legítimamente su nombre.
mania. Y en el campo de las ciencias históricas, ** Véase “La naturaleza del trabajo intelectual del hombre,
incluyendo la filosofía, con la filosofía clásica ha expuesta por un obrero manual”, ed. Meissner, Hamburgo).
desaparecido de raíz aquel antiguo espíritu teó- *** Término con que se designaba el imperio alemán (sin
rico indomable, viniendo a ocupar su puesto un Austria) fundado en 1871 bajo la hegemonía de Prusia (N.d.E.)
vacuo eclecticismo y una angustiosa preocupa- [1] Restauración: período del segundo reinado de los
ción por la carrera y los ingresos, rayana en el Borbones en Francia en 1814-1830.-
más vulgar arribismo. Los representantes oficia- [2] Aquí y en adelante, Engels no entiende por “Código
les de esta ciencia se han convertido en los ide- de Napoleón” únicamente el “Code civil” de Napoleón adop-
ólogos descarados de la burguesía y del Estado tado en 1804 y conocido con este nombre, sino, en el sen-
existente; y esto, en un momento en que ambos tido lato de la palabra, todo el sistema del Derecho burgués,
son francamente hostiles a la clase obrera. representado por los cinco códigos (civil, civil-procesal, co-
Sólo en la clase obrera perdura sin decaer el mercial, penal y penal-procesal) adoptados bajo Napoleón
sentido teórico alemán. Aquí, no hay nada que lo I en los años de 1804 a 1810. Dichos códigos fueron im-
desarraigue; aquí, no hay margen para preocu- plantados en las regiones de Alemania Occidental y Sud-
paciones de arribismo, de lucro, de protección occidental conquistadas por la Francia de Napoleón y
dispensada de lo alto; por el contrario, cuanto siguieron en vigor en la provincia del Rin incluso después
más audaces e intrépidos son los avances de la de la anexión de ésta a Prusia en 1815.-
ciencia, mejor se armonizan con los intereses [3] Concilio de Nicea: el primer concilio ecuménico de
y las aspiraciones de los obreros. La nueva ten- los obispos de la Iglesia cristiana del Imperio romano, con-
dencia, que ha descubierto en la historia de la vocado en el año 325 por el emperador Constantino I en la
evolución del trabajo la clave para comprender ciudad de Nicea (Asia Menor).
toda la historia de la sociedad, se dirigió prefe-
[4] Albigenses (de la ciudad de Albi): miembros de una
rentemente, desde el primer momento, a la clase
secta religiosa difundida en los siglos XII-XIII en las ciuda-
obrera y encontró en ella la acogida que ni bus-
des del Sur de Francia y del Norte de Italia. Se pronuncia-
caba ni esperaba en la ciencia oficial. El movi-
ban contra las suntuosas ceremonias católicas y la
miento obrero de Alemania es el heredero de la
jerarquía eclesiástica y expresaban en forma religiosa la
filosofía clásica alemana.
protesta de la población artesana y comercial de las ciuda-
des contra el feudalismo.- 392
[5] En el período de 1477 a 1555, Holanda formaba
parte del Sacro Imperio Romano Germánico, viéndose des-
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«
www. prt-argentina.4t.com
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