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M A N U A L S

Economia

PHILIP ARESTIS · MICHEL BEAUD · JOHN CAMERON

JAMES A. CAPORASO · BARRY CLARK · KEN COLE

G I L L E S D O S T A L E R · S T E P H E N P. D U N N · C H R I S

EDWARDS · GEORGE R. FEIWEL · BERNHARD

FELDERER · JOAN GARCÍA GONZÁLEZ · BERNARD

G U E R R I E N · O . F. HAMOUDA · G. C. HARCOURT

GEOFFREY M. HODGSON · STEFAN HOMBURG

O S C A R L A N G E · M A R C L A V O I E · D A V I D P. L E V I N E

ALAN MARIN · KARL MARX · RONALD L. MEEK

JOSÉ MANUEL NAREDO · THOMAS I. PALLEY

GEOFFREY PILLING · JOAN ROBINSON · CLAUDIO

S A R D O N I · M A L C O M S AW Y E R · R I C H A R D S TA RT Z

PAUL M. SWEEZY · THORSTEIN VEBLEN · BERNARD

WA LT E R S · D AV I D Y O U N G

Seminario de Economía Crítica TAIFA


Miren Etxezarreta (coord.)

Crítica a la
economía ortodoxa

Servei de Publicacions
M A N U A L S
Economia

Esta obra recoge una colección de artículos que plantean una revisión
crítica de la economía convencional, la que es enseñada en las
universidades y la utilizada en el mundo académico, en los negocios
e incluso en la economía pública. Por cada escuela de pensamiento
convencional se ha recogido una selección de textos de reconocidos
economistas, pertenecientes a distintos ámbitos del pensamiento
económico, que proporcionan una amplia visión crítica de la eco-
nomía convencional, de sus limitaciones, exageraciones y carencias.

Según las circunstancias sociales de cada momento, el pensamiento


económico ha ido desarrollando unas u otras líneas de expresión.
En la evolución de estas ideas han ido sobreviviendo las más afines
con los intereses dominantes de cada época, mientras se iban mar-
ginando las menos acordes con aquéllos, hasta dar lugar a la con-
formación de un cuerpo de ideas y doctrinas que actualmente se
conoce como la economía convencional, la economía ortodoxa o,
simplemente, como economía, usurpando e ignorando con esta
denominación cualquier otra forma de pensamiento económico.
Todavía más, en las últimas tres décadas, sólo una de estas escuelas,
la neoclásica, apoyada por los grandes intereses económicos del
mundo, y por los no menos corporativos, como los académicos, se
ha convertido aparentemente en el único paradigma riguroso, cien-
tífico y políticamente válido; todo un espléndido ejercicio de pensa-
miento único.

El objetivo de este libro es múltiple: en primer lugar, pretendemos


poner de relieve el relativismo del pensamiento económico y cómo
éste depende en cada época de los intereses económicos dominan-
tes; en segundo lugar, estimular el conocimiento profundo de sus
limitaciones; y en tercer lugar, y el más importante, estimular el
estudio y la búsqueda de otras interpretaciones en el mundo de la
economía, que sirvan de ayuda para la comprensión y transformación
de esta sociedad. Asimismo, deseamos y esperamos que pueda
servir de instrumento para muchos economistas y estudiantes de
economía que, buscando una aproximación crítica a la economía
convencional, no encuentran materiales adecuados para estudiarla.

ISBN 84-490-2384-X

Pedidos:
sp@uab.es
MODELS I POLÍTIQUES DE FINANÇAMENT DE LA GENERALITAT 3

Seminario de Economía Crítica TAIFA


Miren Etxezarreta (coord.)

CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

Philip Arestis Oscar Lange


Michel Beaud Marc Lavoie
John Cameron David P. Levine
James A. Caporaso Alan Marin
Barry Clark Karl Marx
Ken Cole Ronald L. Meek
Gilles Dostaler José Manuel Naredo
Stephen P. Dunn Thomas I. Palley
Chris Edwards Geoffrey Pilling
George R. Feiwel Joan Robinson
Bernhard Felderer Claudio Sardoni
Joan García González Malcom Sawyer
Bernard Guerrien Richard Startz
O. F. Hamouda Paul M. Sweezy
G. C. Harcourt Thorstein Veblen
Geoffrey M. Hodgson Bernard Walters
Stefan Homburg David Young

Universitat Autònoma de Barcelona


Servei de Publicacions

Bellaterra, 2004
D A D E S C ATA L O G R À F I Q U E S R E C O M A N A D E S P E L S E RV E I D E B I B L I O T E Q U E S
DE LA UNIVERSITAT AUTÒNOMA DE BARCELONA

Crítica a la economía ortodoxa / Seminario de Economía Crítica TAIFA ; Miren Etxezarreta. — Bellaterra :
Universitat Autònoma de Barcelona. Servei de Publicacions, 2004. — (Manuals de la Universitat Autònoma
de Barcelona ; 40)

ISBN 84-490-2384-X

I. Etxezarreta, Miren.
II. Seminario de Economía Crítica TAIFA.
III. Col·lecció
1. Economia
2. Escola neoclàssica d’economia
330.1

Seminario de Economía Crítica TAIFA:


Josep Manel Busqueta Joan García
Alex Esteban Núria Pascual
Joan Bautista Ferri Ramón Ribera
Guillem Fernández Josep Sabater
Coordinadora: Miren Etxezarreta

Muchos otros compañeros y compañeras han participado parcialmente en este seminario y a ellos se debe
también una parte del trabajo conjuntamente realizado; pero ante la dificultad de nombrar a todos sin
olvidar a nadie, sólo se menciona a los miembros del seminario que han participado activamente
en la preparación del trabajo para su presentación pública.

Edición:
Universitat Autònoma de Barcelona
Servei de Publicacions
08193 Bellaterra (Barcelona)
Tel.: 93 581 10 22. Fax: 93 581 32 39
sp@uab.es
http: //blues.uab.es/publicacions

Composición:
Medusa

Impresión:
Gramagraf
c/ Corders, 22-28
08911 Badalona

ISBN 84-490-2384-X
Depósito legal: B. 51.537-2004
CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA 5-10

Índice

Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
UNA VISIÓN GENERAL

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21
La economía, hoy, por Joan Robinson . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23
La crisis de la ciencia económica establecida, por José Manuel Naredo . . . . . . 29
1. Algunos síntomas de crisis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29
2. Críticas externas a los enfoques usuales de los economistas . . . . . . . . . . . . 30
3. Críticas internas a la profesión: circularidad versus insatisfacción
y ruptura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33
4. La crisis de la ciencia económica y las revoluciones científicas . . . . . . . . . 43
Prólogo a la segunda edición. Evolución reciente del pensamiento económico:
entre la reconstrucción intelectual y la congelación conceptual,
por José Manuel Naredo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49
El absolutismo del individualismo de mercado, por Geoffrey M. Hodgson . . . . 67
1. Los límites de los contratos y de los mercados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 70
2. El individuo es el mejor juez de sus necesidades . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 74
3. El aprendizaje, un desafío al individualismo de mercado . . . . . . . . . . . . . . 79
4. El individualismo de mercado y la jaula de hierro de la libertad . . . . . . . . . 85
5. La supuesta omnipresencia del mercado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 90
6. Las organizaciones y las condiciones para la innovación y el aprendizaje . 93
7. El individualismo de mercado y la intolerancia de la diversidad estructural . 95
8. Evaluando diferentes tipos de instituciones de mercado . . . . . . . . . . . . . . . 97
Prefacio, por Ken Cole, John Cameron, Chris Edwards . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111
1. La teoría del valor de la preferencia subjetiva . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111
2. La teoría del valor del coste de producción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 113
3. La teoría del valor-trabajo abstracto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115
4. ¡Tener que aprender una teoría económica ya es lo bastante malo! . . . . . . 117
Introducción a «Contribución a la crítica de la economía política»,
por Karl Marx . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 121
1. La producción en general . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 121
Algunas reflexiones sobre economía y ecología, por Joan García González . . . 125
Reflexiones en torno a cómo se ha utilizado la hipótesis evolucionista . . . . . 125
Reflexiones acerca de cómo se ha utilizado la mecánica newtoniana
y otras aportaciones de las ciencias físicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 126
6 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

Reflexiones respecto a cómo se han manejado las acotaciones físicas


en nuestro sistema socioeconómico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 128
LAS CORRIENTES TRADICIONALES

Los clásicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133


1. El contexto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133
2. Algunas ideas básicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 135
3. Acerca de la crítica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 135
4. Lecturas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 139
El enfoque clásico, por James A. Caporaso, David P. Levine . . . . . . . . . . . . . . . 141
1. La economía política en la tradición clásica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141
2. Valor y distribución . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 152
3. La distribución de la renta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 154
Las preconcepciones de los economistas clásicos, por Thorstein Veblen . . . . . . 159
El Capital, por Karl Marx . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 179
Marx y Keynes: la crítica de la ley de Say, por Claudio Sardoni . . . . . . . . . . . . . 183
1. Introducción: La revolución de Keynes y las previsiones de Marx . . . . . . . 183
2. La crítica de Marx a la ley de Say . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 185
3. La crítica de Keynes a la ley de Say . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 193
4. Conclusión: la «economía empresarial» de Marx y de Keynes . . . . . . . . . . 196
La ley de Say: reformulación y crítica, por Oscar Lange . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 203
Los neoclásicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 221
1. El contexto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 221
2. Premisas del modelo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 222
3. Los monetaristas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 224
4. Acerca de la crítica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 224
5. Lecturas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 225
La necesidad de una alternativa, por Marc Lavoie . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 227
1. Objetivos del libro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 227
2. Programas de investigación y todo eso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 229
3. Presuposiciones de los paradigmas neoclásicos y postclásicos . . . . . . . . . . 231
4. El dominio de la economía neoclásica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 238
5. Los estudios empíricos y la economía neoclásica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 242
6. Los límites de la teoría neoclásica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 248
El equilibrio general, por Bernard Guerrien . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 267
El problema de la existencia de un equilibrio general . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 267
La existencia de un equilibrio general: de Walras a Debreu . . . . . . . . . . . . . . 268
Las hipótesis sobre las formas de los mercados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 268
Las hipótesis sobre los gustos, la tecnología y las dotaciones . . . . . . . . . . . . . 269
La estructura del modelo de Arrow-Debreu: variables exógenas y variables
endógenas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 270
El lugar del trabajo en la teoría del equilibrio general . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 271
Equilibrio y mercado de trabajo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 272
ÍNDICE 7

El estatus de las empresas en el modelo de Arrow-Debreu . . . . . . . . . . . . . . . 273


¿Es nulo el beneficio en el equilibrio? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 274
El problema del beneficio en la teoría neoclásica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 275
El dilema de los rendimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 276
¿Cuál es el papel del empresario? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 277
Los mercados contingentes a plazo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 278
La universalidad de la economía convencional, por Geoffrey M. Hodgson . . . . 279
1. Las afirmaciones universalistas de la economía convencional . . . . . . . . . . 280
2. Universalismo versus realismo en la economía de Hayek . . . . . . . . . . . . . . 283
3. Las especificidades ideológicas ocultas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 285
4. Los límites del análisis contractual . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 288
5. Actor y estructura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 291
La libertad es el mercado: la teoría del valor de la preferencia subjetiva,
por Ken Cole, John Cameron, Chris Edwards . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 299
1. De la teoría del valor «guiada» por el trabajo a la teoría de la preferencia
subjetiva . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 299
2. La naturaleza de la teoría de la preferencia subjetiva . . . . . . . . . . . . . . . . . . 303
3. La base de la organización social: ¿qué puede ofrecerme la sociedad? . . . 306
4. Algunos problemas de la teoría de la preferencia subjetiva: consumidores
sin ingresos, empresarios sin competidores, mercados sin estabilidad . . . . 309
La política de la teoría de la preferencia subjetiva: un marco para la libertad,
por Ken Cole, John Cameron, Chris Edwards . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 315
1. La estrategia política general asociada a la teoría de la preferencia subjetiva . 315
2. La economía como muchos mercados: el análisis del equilibrio general . . 318
3. Política económica y teoría de la preferencia subjetiva: el monetarismo . . 321
4. Conclusión: hacia una crítica de la teoría de la preferencia subjetiva . . . . . 326
Monetarismo, por Bernhard Felderer, Stefan Homburg . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 331
1. Las bases teóricas, o: monetarismo frente a keynesianismo . . . . . . . . . . . . 333
2. Las investigaciones empíricas, o: monetarismo frente a fiscalismo . . . . . . 341
3. Las inferencias políticas, o: monetarismo versus activismo . . . . . . . . . . . . 344
4. Conclusión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 345
El keynesianismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 347
1. El contexto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 347
2. Las ideas básicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 349
3. Acerca de la crítica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 351
4. Lecturas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 352
John Maynard Keynes, por Paul M. Sweezy . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 353
El lugar de Keynes en la historia del pensamiento económico, por Ronald L. Meek 359
Kalecki y Keynes, por George R. Feiwel . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 373
1. Los árboles genealógicos intelectuales de Kalecki y Keynes . . . . . . . . . . . 373
2. Crítica de Kalecki a la Teoría general de Keynes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 375
3. Puntos de diferencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 379
8 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

El significado de la revolución keynesiana, por Geoffrey Pilling . . . . . . . . . . . . 387


1. Keynes: laissez faire y el rol del Estado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 387
2. ¿Causó el keynesianismo el boom de la posguerra? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 395
3. La visión tradicional del capital . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 397
Deficiencias en la explicación keynesiana y en sus propuestas
de política económica, por Alan Marin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 401
1. Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 401
2. La exogeneidad de los salarios nominales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 402
3. ¿Es el desempleo siempre voluntario? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 406
4. Salarios reales y desempleo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 412
5. Desempleo de equilibrio o de desequilibrio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 418
6. Ciclos económicos y desestabilización . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 420
7. Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 428
La teoría neoclásica actual y Keynes, por Bernard Guerrien . . . . . . . . . . . . . . . 431
1. Un tema central en Keynes: la incertidumbre . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 432
2. Equilibrios de subempleo y paro involuntario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 433
3. La noción de equilibrio de Keynes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 434
4. Keynes y el «primer postulado de los clásicos» . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 436
5. ¿Salarios «rígidos» o «flexibles»? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 437
6. La posición que ocupan el trabajo y el salario en Keynes . . . . . . . . . . . . . . 438
7. Keynes y la «ley de Say» . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 439
Las nuevas corrientes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 443
1. Nuevos neoclásicos y postkeynesianos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 444
2. Lecturas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 445
Sobre Babel y tres figuras del pensamiento económico actual,
por Michel Beaud, Gilles Dostaler . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 447
1. Babel: los economistas en su nuevo mundo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 447
2. Penélope: del rigor teórico a la complejidad mundial, tejiendo
el paño imposible . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 449
3. Sísifo: reconstruyendo eternamente la heterodoxia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 454
4. Ícaro: el vuelo roto del pensamiento económico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 459
Conflicto, distribución y finanzas en las tradiciones macroeconómicas
alternativas, por Thomas I. Palley . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 469
1. Construcciones alternativas acerca del proceso macroeconómico . . . . . . . 469
Los nuevos neoclásicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 483
1. El contexto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 483
2. Los «Nuevos Neoclásicos» . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 484
3. Acerca de la crítica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 485
4. Lecturas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 487
Introducción, por ,Bernard Guerrien . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 489
1. ¿Volver a un enfoque de equilibrio general? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 489
2. El problema de la agregación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 489
3. La nueva macroeconomía neoclásica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 491
ÍNDICE 9

Conclusión general . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 497


1. ¿Cómo es esto posible? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 498
La perspectiva liberal clásica, por Barry Clark . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 501
1. Los principios del liberalismo clásico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 501
2. El liberalismo clásico hoy . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 502
La perspectiva liberal moderna . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 505
1. La economía postkeynesiana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 505
Inflación y desempleo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 506
1. Políticas de estabilización . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 509
Nueva economía clásica, por Bernhard Felderer, Stefan Homburg . . . . . . . . . . 511
1. Expectativas y expectativas racionales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 512
2. La curva de Phillips. La estanflación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 516
3. La visión de los nuevos clásicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 521
4. El modelo de los nuevos clásicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 522
5. Inferencias de política económica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 526
6. Conclusión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 531
Notas sobre competencia imperfecta y la nueva economía keynesiana,
por Richard Startz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 535
1. Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 535
2. Las corrientes de la nueva economía keynesiana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 538
3. Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 548
Enfoques económicos de la política, por James A. Caporaso,
David P. Levine . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 551
1. Definiendo el enfoque económico de la política . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 553
2. Aplicaciones de las teorías económicas de la política . . . . . . . . . . . . . . . . . 557
3. Conclusión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 577
La eficiencia de la política económica, por Alan Marin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 585
1. Expectativas racionales e ineficiencia de la política económica . . . . . . . . . 585
2. Credibilidad y consistencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 592
3. Conclusión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 597
Los postkeynesianos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 599
1. El contexto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 599
2. Algunas variantes postkeynesianas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 601
3. Algunas ideas básicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 602
4. Un esbozo de crítica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 604
5. Lecturas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 605
Economía postkeynesiana: hacia la coherencia, por Philip Arestis . . . . . . . . . . . 607
1. Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 607
2. La metodología en la economía postkeynesiana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 611
3. Principales aspectos teóricos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 615
4. Políticas económicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 627
5. Resumen y conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 629
10 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

Postkeynesianismo: ¿de la crítica a la coherencia?,


por O. F. Hamouda, G. C. Harcourt . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 637
1. Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 637
2. Líneas que se derivan de la economía política clásica . . . . . . . . . . . . . . . . 638
3. De la economía política clásica, a través de Marshall, a Keynes . . . . . . . 639
4. Corriente 1 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 641
5. La segunda corriente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 645
6. La tercera corriente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 648
7. Precios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 651
8. Las contribuciones de Kaldor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 654
9. Crecimiento y dinámica: Joan Robinson, Pasinetti y Goodwin . . . . . . . . 655
10. Las contribuciones de Godley y sus colegas del DAE . . . . . . . . . . . . . . . . 658
11. Conclusión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 659
Políticas económicas keynesianas para el nuevo milenio,
por Philip Arestis, Malcom Sawyer . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 669
1. Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 669
2. El funcionamiento de las economías de mercado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 670
3. Las limitaciones al pleno empleo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 671
4. Políticas keynesianas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 674
5. Algunos temas pendientes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 679
6. Resumen y conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 680
Sobre la coherencia de la economía postkeynesiana,
por Bernard Walters, David Young . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 685
1. Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 685
2. La importancia de la coherencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 687
3. Coherencia en relación a las escuelas de pensamiento existentes . . . . . . . . 688
4. Coherencia en términos de una particular metodología/modo de pensamiento 690
5. Coherencia respecto a un programa unificado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 695
6. Coherencia respecto a los temas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 696
7. Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 703
La economía postkeynesiana y sus críticos
por Philip Arestis, Stephen P. Dunn, Malcom Sawyer . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 707
1. La falta de un tema organizador central y de coherencia . . . . . . . . . . . . . . 708
2. Aspectos metodológicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 710
3. Expectativas, incertidumbre y tiempo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 714
4. La estructura del mercado y la naturaleza de los precios . . . . . . . . . . . . . . 715
5. El análisis postkeynesiano del dinero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 716
6. La política económica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 717
7. Sobre Kalecki y Keynes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 719
8. La economía postkeynesiana y el enfoque neoricardiano . . . . . . . . . . . . . 721
9. Resumen y conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 722
Post-keynesianismo y coherencia: una respuesta a Arestis, Dunn y Sawyer,
por Bernard Walters, David Young . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 727
Presentación

Todos sabemos que estudiar econonúa en la actualidad supone estudiar un tipo de cc1
nomía: la economía neoclásica que se inició a fines del siglo XIX como el margina Ji ~
mo y que, con distintas variantes y matices, domina el pensamiento económico hast
nuestros días (y es de temer que durante mucho tiempo todavía).
Desde su inicio por los autores denominados primero marginalistas, esta escuel
fue recibida con gran interés por las clases dominantes y el establishement académ
co. Venía nada menos que a justificar «científicamente» el beneficio al capital y a mo1
trar la posibilidad de continuidad del sistema económico-social, frente a los augurios mi
pesimistas de los clásicos que la precedieron y especialmente de Marx. Rápidamente '
convirtió en el pensamiento económico dominante e incluso el potente ataque qu
Keynes realizó de algunos de sus aspectos no consiguió sacudir sus cimientos. Keynt
nunca rompió con el esquema neoclásico y pronto se descubrió que cierto tratamient
del keynesianismo permitía integrarlo dentro de la escuela principal como síntesis ne1
clásica. Sólo mucho más tarde, en los ochenta, se convertirá el keynesianismo en ur
vertiente de pensamiento muy incómoda y, en consecuencia, rechazada por los m~ c
clásicos.
A pesar de esta posición de predominio, a mediados del siglo xx existía algún debo
te en econonúa. El keynesianismo entonces dominante se enfrentaba al monetarismo (
Friedman, que ya en los cincuenta puso en cuestión la interpretación teórica y las prc
cripciones de política económica del keynesianismo, anunciando ya la recuperad<
de las versiones más ortodoxas de los neoclásicos. Al mismo tiempo, la otra gran líru
de pensamiento económico, la marxista, que ya desde antes de la segunda guerra mu
dial había quedado relegada a quienes tenían una visión distinta de la legitimidad d
sistema capitalista, iniciaba una recuperación y durante los últimos cincuenta y la dl't
da de los sesenta tuvo una presencia significativa, si bien minoritaria, en los planh·
mientos teóricos de la econonúa, especialmente en los países periféricos. Quil'll l'\1111 h¡¡l
econonúa podía, si se esforzaba un poco, percibir un panorama de di vcrs ltbd , ' ' h1 1
con distintos pesos de las diferentes interpretaciones.
El predominio de la interpretación neoclásica convencional se ha r!'lnllilllo 1111
acentuadamente desde mediados de los setenta. Con la impotencia de ),,, H't llllll'lld
ciones keynesianas para resolver la crisis de los sesentalsetenta1 y lo-. dro.,. u¡oiJm h'
ricos de los «nuevos macroeconomistas» de mediados de los sete nta , t•l t u.uho ~·-. tal

l. Es importante tener en cuenta que la crisis se inició ya a fines de los o,eo,,·nr.• y q u,• '"' .HIIllrllln' de·
precios del IJ!?tTÓieo no fueron más que un catalizador de las tendenr ia' que· yn l''l,lhan L'IIOJll'lill l
desde la década anterior.
12 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

completo para que la llegada al poder de Tatcher y Reagan y la correlación de fuerzas


políticas y sociales que ello implicaba, supusieran el rechazo total del keynesianismo
y la consolidación y potenciación de las versiones más conservadoras del pensamien~
to económico neoclásico. Casi no es necesario añadir que el conservadurismo vigente
en el mundo occidental desarrollado y los problemas económicos y políticos que se
manifestaban en los países del Este relegaron totalmente al pensamiento marxista al
limbo intelectual; situación que se fue acentuando durante los ochenta para aparente-
mente recibir el golpe de gracia con la caída del muro y el desmoronamiento de la
URSS desde 1989.
El predominio de la escuela neoclásica en la actualidad es de tal magnitud que
prácticamente no se reconoce ningún otro tipo de pensamiento económico. El pensa-
miento económico neoclásico se ha convertido en ~<la ciencia económica>> y es el único
que se considera «serio, riguroso y científico». Todo intento de utilizar otros esque-
mas alternativos, incluso sólo de aproximarse a otras escuelas para explorar su poten-
cialidad, es rechazado con una mezcla de acritud y desprecio como retrasado y obsoleto.
Ni siquiera se le concede un lugar en el debate científico. Se postula su invalidez y se
le condena al ostracismo. En el mejor de los casos se le considera como una curiosidad
del pasado para aquellos que quieran revisar la evolución del pensamiento económi-
co. Pero incluso en esta consideración las demás escuelas sólo suponen construccio-
nes previas más imperfectas que han venido evolucionando hasta dar lugar a la
construcción hoy definitiva: las ideas neoclásicas, principalmente en su versión de
equilibrio general y sus diversas variantes. Incluso las ideas keynesianas, que nunca
constituyeron una ruptura radical del esquema neoclásico, son incluidas actualmente
entre la heterodoxia. La interpretación neoclásica se ha convertido en el «pensamien-
to único» de la economía, constituye la única versión ortodoxa, engloba a toda la «cien-
cia» económica convencional. No hay ni siquiera debate, sólo ignorancia, descalificación
y desprecio hacia las demás interpretaciones.
Pero quien se aproxime a este pensamiento con la intención de entender el fun-
cionamiento de la sociedad actual se encontrará con grandes dificultades. El pensa-
miento neoclásico presenta insuficiencias insalvables tanto para explicar teóricamente
la dinámica de la sociedad actual como para enfrentar los múltiples y graves proble-
mas que existen en esta sociedad y orientar una acción transformadora de la misma.
Sus insuficiencias son palpables como se verá en este trabajo. Una visión crítica y
transfonnadora de la economía o de la sociedad actual son difíciles de interpretar, por
no decir imposible, con la ciencia económica convencional.
Quien, insatisfecho con las explicaciones que obtiene de esta visión convencional,
trata de explorar otras posibilidades se encuentra con grandes dificultades: no hay
mucha bibliografía al respecto, es poco conocida y menos accesible. Tampoco se hallan
con facilidad interlocutores para contrastar ideas y opiniones en esta dirección. Explorar
el pensamiento económico con una visión crítica de la interpretación neoc1ásica se ha
convertido en una tarea que desafía las posibilidades de muchas personas a quienes les
interesaría hacerlo.
No solamente esto, sino que muchos profesionales de la economía, y en especial
los profesores de esta disciplina en sus diversas ramas, en las universidades españolas
tienen grandes dificultades para poder proporcionar una orientación concreta sobre el
estudio de la economía desde una óptica crítica a los estudiantes de nuestras faculta-
PRESENTACIÓN 13

des. Bastante profesores realizan aproximaciones críticas a sus materias, pero cuando
se trata de ayudar a los estudiantes a estudiar sistemáticamente las insuficiencias de la
economía ortodoxa se les presentan bastantes dificultades para orientarles sobre las
lecturas que les pueden ayudar. Es más fácil tener un enfoque individual crítico que
enseñar a otros acerca de como adquirirlo.
De aquí que algunos jóvenes licenciados en Economía con inquietudes por tener
una visión más amplia de la disciplina que recogiera su vertiente crítica, tanto en sus
aspectos teóricos como aplicados, iniciaron, con la colaboración de algunos econo-
mistas más veteranos, un seminario sobre economía crítica en Barcelona. En las VI
Jornadas de Economía Crítica la formación de un grupo de trabajo sobre el tema esti-
muló su interés y reforzó el intento de realizar un estudio sistemático de la economía
desde una vertiente crítica.
Se decidió dedicar una primera etapa de este seminario a revisar la teoría conven-
cional que todos hemos estudiado. Se pretendía, primero, entender lo que significa en
su conjunto la teoría convencional y profundizar en su análisis crítico, antes de iniciar
una segunda etapa en la que se trabajarían aquellos aspectos teóricos que parecen más
prometedores para entender la sociedad actual y colaborar a transformarla.
Con este objetivo hemos venido reuniéndonos regularmente después de nuestras
horas de trabajo, de forma voluntaria e informal. Nuestra tarea ha consistido en bus-
car bibliografía crítica sobre el pensamiento económico ortodoxo, leerlo y comentar y
debatir sobre el mismo con el objetivo de evaluarlo como instrumento para entender
la organización económica de la sociedad actual.
Nuestra visión crítica parte de considerar que el enfoque adecuado para el estudio
de la organización material de la sociedad, que es para nosotros el objetivo de análi-
sis de la economía, requiere una aproximación en términos de economía política; es
decir, integrador de la consideración de las diversas facetas de la vida social. Asimismo,
el objetivo de nuestra tarea es entender cuáles son las variables que rigen la dinámica
de esta sociedad para poder participar en transformarla en una sociedad más justa y
satisfactoria para todos. No es sorprendente, por tanto, que nuestro trabajo se quiera
colocar desde el principio en la línea que P. Baran situaba al señalar: «... ciertamente
parece deseable romper con la larga tradición de la economía académica de sacrificar
la relevancia de la materia a la elegancia del método analítico; es mejor tratar imper-
fectamente lo que es importante que ejercer el virtuosismo en el tratamiento de lo que
no importa>> (E aran, 1962, 22). Hemos pretendido realizarlo con la máxima seriedad y
rigor del que somos capaces.
Al final de 1999 creemos que algo hemos avanzado en la revisión, desde una ópti-
ca crítica, del pensamiento económico ortodoxo. A comienzos de 2000 nos propone-
mos empezar a explorar las coiTientes más heterodoxas con la esperanza de encontrar
en ellas elementos más adecuados para interpretar la sociedad en que vivimos e inten-
tar su transfonnación. Nuestros planes de trabajo inmediato consisten en continuar pro-
fundizando en el pensamiento postkeynesiano, principalmente en las versiones más
kaleckianas del mismo, porque nos parece que tiene un gran potencial para orientar
un enfoque crítico de algunos aspectos de la economía, e iniciar un estudio riguroso
de la economía marxista que evalúe su potencialidad para el análisis de las sociedades
modernas, los problemas teóricos que plantea y la evolución de sus diversas corrientes.
Querríamos también realizar una revisión de la Escuela de la Regulación. Esperemos
14 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

que una segunda edición de estas Notas pueda presentar el trabajo que nos propone-
mos realizar en el futuro.
Aunque estamos en medio de una tarea que dista mucho de estar acabada, hemos
pensado que pudiera ser útil para otras personas que pretenden también un acerca-
miento crítico a la economía, mostrar públicamente parte del trabajo que hemos rea-
lizado hasta ahora. Creemos que puede ser de interés el presentar aquellas lecturas que
nos han ayudado en nuestro objetivo. Con la esperanza que pueda ayudar también a
otras personas, especialmente estudiantes y jóvenes licenciados en Economía.
En el cuerpo de este libro presentamos parte de los materiales críticos de la econo-
mía ortodoxa que hemos trabajado en nuestro seminario. Tras una recopilación de algu-
nos artículos que se refieren al pensamiento económico en su conjunto, recogemos ,¡
algunos de los materiales críticos utilizados clasificados por grandes escuelas de pen-
samiento económico. Hemos revisado el pensamiento convencional básico: los auto-
res clásicos, los neoclásicos, Keynes y el keynesianismo, y hacemos también un intento
de recoger algunas de las escuelas ortodoxas más recientes (nuevos macroeconomis-
tas y otros), además de realizar una incursión en los postkeynesianos. Algún material
como el de Cole, Cameron y Edwars (1983) utiliza otras clasificaciones y denominaciones
menos habituales pero nos ha parecido que, de todos modos, ayudaba a situar las escue-
las que hemos estudiado2• De forma limitada y con variados grados de intensidad, hemos
intentado revisar las distintas escuelas que se presentan en el gráfico 1. Sin ninguna
pretensión de que sea una recolección completa, erudita o que recoja los muy diversos
,,"
matices que existen en cada una de estas escuelas y sus autores principales.
Aunque hemos revisado todas las escuelas con el mismo interés, no hemos inten-
tado conCeder a ~odas ellas el mismo peso en cuanto al material de lectura. La propia
importancia actual de las distintas escuelas ha llevado a que ocupasen diferente tiem-
po y volumen de lecturas, lo que se refleja en la selección que presentamos.
Presentamos artículos o partes de artículos críticos correspondientes a las distin-
tas escuelas con el objetivo de que de su lectura el lector obtenga los elementos críti-
cos principales. Estos artículos vienen precedidos de unas brevísimas notas nuestras
para situar las escuelas en cuestión y destacar algunos aspectos que han atraído nues-
tra atención en el seminario (sin que ello signifique que son los más importantes entre
los que presentan los artículos recogidos). Estas notas se han ido construyendo en sesio-
nes separadas en el tiempo y coordinadas por distintos participantes del seminario, por
lo que se puede observar en ellas una cierta heterogeneidad, que ha sido mantenida
deliberadamente.
En principio, no hemos recogido materiales que expliquen los esquemas que hemos
revisado. Existen multitud de referencias en las que puede encontrarse el pensamiento
tradicional convencional y no nos ha parecido procedente incluirlo. En teoría, todo eco-
nomista debería conocerlos y partimos de que han sido estudiados. En las corrientes

2. Llaman ~<teoría subjetiva del valor» a lo que tradicionalmente se denomina neoclásicos, (<teoría del
coste de producción» a lo que se considera keynesianismo, y (<teoría del valor trabajo» a la escuela
marxista, que aquí no consideraremos. Otros autores como Caporaso y Lcvine también utilizan una
clasificación similar. Esta clasificación tiende a ser utilizada por JOs autores que conceden más aten-
ción a escuelas derivadas de Jos clásicos y los marxistas, como Kalecki y la escuela de la reproducción
que se inicia con Sraffa.
PRESENTACIÓN 15

PREDECESORES

TEORÍA CLÁSICA

Enfoque teórico del excedente Enfoque teórico del excedente


Valideze:;trict3 de la ley de Say Validez. estricta de la ley de Say
Principales intereses; Principales intereses;
-acumulación -acumulación
-cre<:imiento -crecimiento
1

·..·· · . , • TEORÍA NEOCLÁSICA K.EYNES

Enfoque microeconómico y margina lista Enfoque macroeconómico y marginalista


Validez estricta de la ley de Say Invalidez de la ley de Say
Principales intereses: Principales intereses;
-asignación -emploo

, ·. TEORÍA DEL ·.'. ·· TEORÍA KEYNÉSIANA1,,


EQUILIBRIO GENERAL' -_-, '(~í!Íi~-~~-~~tás¡~)-',

Enfoque microcconómicoy Enfoque macrocconómico y


margina lista margina\ista Enfoque macrocconómico y
Invalidez de 1~ ley de Say V:t\idez débil de la ley de Say del excedente +
Principales imercses: Princip3lcs intereses; Invalidez de la ley de Say
-asignación -empleo Principales intereses:
-acumulación
-empleo

1 :,
TÉÓrHA
NEOKEYN~IANA -''
< TEoRíÁoELAS
>EXPEcrAnV.As (::·-
>,'-

Enfoque macrocconómico y :_---(y ,del deSequilibrio~ -' -- ; RACIONALES


marginalista- (riUevOs ké):nesianOS- y- ~'U¿_
Validezde la ley de Say Enfoque macro o microeco- vos economi~tas Cl~_ic?S) '
Principales intereses: nómico
-inflación Validez débil de la ley de Say Enfoque macro o microeco-
Principales intereses: nómico
-empleo Validez estricta(?) de la ley
deSay
Principales intereses:
-inflación
-empleo

t
Gráfico L Escuelas de Pensamiento. Fuente: Felderer y Homburg, 1992
16 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

más recientes -nuevos desarrollos neoclásicos y potkeynesianismo- concedemos algo


más de atención a lo que constituye su propia interpretación, porque hemos pensado
que muchos economistas jóvenes no conocen siquiera estos desarrollos y porque no
hemos encontrado mucho material crítico al respecto. Este libro recoge un material de
trabajo e insistimos en que somos conscientes que no es una obra acabada y erudita
No hemos entrado, tampoco, en el análisis de las diversas ramas del pensamiento
económico -teoría del comercio internacional, economía del desarrollo, economía labo-
ral, economía regional y un innumerable etc.-. Hemos sentido tener que tomar esta
decisión, especialmente en relación con la teoría del comercio internacional que nos
parece forma también parte central el pensamiento económico, pero es imposible abar-
carlo todo. Primero, porque con el poco tiempo que tenemos hemos considerado prio-
ritario el análisis general frente al más compartamentalizado y, segundo, porque
pensamos que si se observan las insuficiencias del pensamiento general es más fácil
que cada persona construya su pensamiento en ramas específicas. Quizá en el futuro
podamos abordar la crítica de algunas de estas ramas.
Recogemos, principalmente, los aspectos críticos más generales, referentes al con-
junto de cada escuela y a sus planteamientos metodológicos e ideológicos. No es nues-
tra intención entrar en las críticas de carácter más «técnico» realizadas desde dentro
del corpus del pensamiento ortodoxo y que corresponden a partes específicas de los
esquemas analizados. No porque carezcan de interés, ya que a menudo estas críticas
invalidan muchas de las conclusiones generales sostenidas por los respectivos enfo-
ques, sino porque en la necesidad de delimitar nuestro trabajo, hemos preferido con-
ceder prioridad a revisar las ideas básicas desde un enfoque crítico general.
A pesar de ello, en algunos casos se encontrarán algunos tratamientos más técnicos
(por ejemplo, en el caso de la crítica de Lange a la ley de Say) que nos han parecido de
interés. Nos hemos visto obligados a hacerlo así, también, en aquellas escuelas más
recientes donde los materiales críticos son escasos (crítica a los postkeynesianos, por
ejemplo).
Hay que precisar, también, que los materiales que presentamos no significan que este-
mos de acuerdo con todos los aspectos que los mismos tratan. En conjunto, nos pare-
cen válidos y útiles, pero eso no quiere decir que coincidamos con todo lo que dicen los
artículos recogidos. Se comprobará que los materiales suponen un conjunto de apor-
taciones bastante ecléctico, en los que deliberadamente hemos procurado recurrir a
diversos enfoques y no limitarnos a una línea de crítica en exclusiva. Creemos impor-
tante que en un proceso de formación se dé cabida a diferentes percepciones siempre
que éstas se encuadren en las coordenadas básicas que hemos señalado más arriba.
Este material no es más que el que nos ha parecido más útil entre las lecturas que
hemos utilizado. Lejos de nosotros la pretensión de pensar que son las mejores lectu-
ras que puedan servir para esta tarea. Son las que nosotros hemos encontrado, que nos
parecen útiles y como tales las ofrecemos. Seguro que están llenas de limitaciones e
insuficiencias. Ninguno de nosotros es experto en el terna, ni siquiera en pensamiento eco-
nómico. Hemos ido buscando nuestro camino muy intuitivamente y a través de un tra-
bajo común. Hemos utilizado materiales que teníamos asequibles y disponibles, aunque
probablemente personas que conocen más el tema hubieran hecho otra selección. Desde
luego y sobre todo, no es un survey de economía crítica. Somos totalmente conscientes
de que es un material limitado y seguramente muy imperfecto. Pero es el que hemos
PRESENTACIÓN !7

utilizado y a nosotros nos ha ayudado. Ya hemos dicho que lo presentamos porque nos
parece que puede ayudar a otras personas que pretenden iniciar la misma tarea. Como esto
es un documento de trabajo nos proponemos ir revisándolo. Sería muy útil si cualquier
persona que lea este trabajo y tenga referencias bibliográficas que crea pueden mejo-
rarlo nos lo hiciera saber. Contribuiría a una tarea común y se lo agradeceríamos mucho.
Faltan muchas cosas, pero algunas faltan más que otras. Entre las carencias, sin
duda destaca la falta de integración de la crítica que se refiere a la limitada considera-
ción de los aspectos ecológicos de la economía convencional, que para algunos autores
descalifica toda la economía actual. Para estos, la economía tiene que rehacerse com-
pletamente partiendo de una base mucho más amplia e integrada con otras disciplinas.
Nosotros, aceptando la importancia que tiene la integración de los aspectos de la natu-
raleza en el análisis económico, no nos sentimos capacitados para intentarla por noso-
tros mismos, y creemos que hay ya muchos autores que están realizando esta tarea.
Somos conscientes que los materiales que presentamos se refieren sólo a una visión
crítica de la economía en su versión más limitada y tradicional. Pero pensamos que,
dada la situación social y de la disciplina en la actualidad, también es necesaria y útil una
tarea así de modesta. Ojalá sea posible ampliarla a otros objetiv~ más ambiciosos, pero
no nos parece que nosotros podemos abarcarlos en las condiciones en que trabajamos.
La segunda carencia importante consiste en la falta de consideración de los aspec-
tos metodológicos. Cuanto más vamos estudiando más percibimos la necesidad de
detenernos en algún momento en la revisión de los aspectos metodológicos. Pero como
todavía no nos ha dado tiempo de hacerlo no podemos incluir una selección de artícu-
los bien trabajados.
Por supuesto, tampoco la forma en que hemos procedido es la única útil o adecua-
da. Otras personas y grupos preferirán otra fonna de hacerse con el acervo crítico que juz-
gan necesario. Entre las distintas formas posibles, una muy frecuente consiste en recurrir
a la lectura de libros completos con una visión crítica de la economía Por ello, nosotros
incluimos una breve lista con libros recientes sobre economía crítica que, aunque han
sido utilizados en el seminario, no los hemos incluido en las lecturas porque constituyen
material_ fácilmente accesible que puede completar o sustituir nuestras lecturas.
Insistimos en que únicamente presentamos aquí el comienzo de un trabajo que a
nosotros nos ha ayudado en medio de un proceso de estudio que augurarnos todavía
muy largo. Solo el pensar que puede ser útil nos anima a arriesgarnos y a presentar
públicamente un trabajo todavía muy incipiente. Somos conscientes de este riesgo y
esperamos que el lector interprete este trabajo en el contexto que aquí explicamos.

SOBRE NUESTRA EDICIÓN

La procedencia tan heterogénea de los textos que publicarnos, así como la separación
en el tiempo entre ellos, hace que las preferencias y las convenciones en cuanto a citas,
notas, bibliografías y otros aspectos formales adoptados por los diferentes autores en los
originales sean muy variadas. En nuestra edición hemos optado por mantenernos lo
más fieles posible a las formas originales de cada uno de los autores; por ello, el lector
encontrará maneras disímiles de citar y de dar las noticias bibliográficas; nosotros sola-
mente hemos intervenido cuando nos ha parecido imprescindible para evitar posibles
confusiones del lector. Igualmente, en algunos textos hay remisiones a otras partes de
18 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

las obras no seleccionadas para nuestra antología, en estos casos hemos preferido no eli-
minar las referencias, aunque quien esté interesado deberá acudir a las obras origina-
les; en cambio, cuando las remisiones se refieren a partes que sí están incluidas en
nuestra selección, hemos introducido las modificaciones necesarias para hacerlas coin-
cidir con nuestra paginación.
A pesar de que hemos intentado respetar las preferencias de los autores, no había
unanimidad en las formas de transcribir los nombres de escuelas de pensamiento o de
corrientes como «keynesianismm>, «escuela clásica», «escuela neoclásica», etc., a veces
en mayúsculas y otras en minúscula; nosotros hemos preferido, tanto en estos casos
como en el de otros sustantivos, la minúscula, que nos parece más en consonancia con
las normas ortotipográficas del castellano.
Las notas a pie de página son siempre de los autores de los textos; en las ocasiones
en que son nuestras las marcamos como [Nota de los editores] o [Nota de la traduc-
ción].
Finalmente, advertimos al lector de que no siempre hemos reproducido capítulos o
artículos completos, sino que cuando nos pareció que algunos pasajes podían ser eli-
minados para aligerar el libro (ya de por sí bastante voluminoso) lo hemos hecho indi-
cándolo con la siguiente marcación:

- cuando la parte eliminada es uno o mas párrafos antes del fragmento que nosotros
reproducimos, hemos colocado tres puntos entre corchetes [ ... ] seguidos de una
línea blanca y a continuación el inicio de nuestra selección (ver p. 111),
- si las partes elididas son del final del texto Jo marcamos con [... ] precedido de una
línea blanca (p. !19),
- en los casos en que se han suprimido párrafos completos en medio de nuestra selec-
ción, los puntos entre corchetes[ ... ] están precedidos y seguidos por sendas líneas
blancas (p. 146),
- cuando la supresión afecta al inicio, al final o a alguna parte dentro de un párrafo,
se indica colocando la marca[ ... ] bien al inicio, bien al final o en la parte del párra-
fo eliminada, según corresponda.

Nótese que en algunos casos se produce la acumulación de diferentes marcas de


elisión, como por ejemplo cuando un párrafo está truncado en su final, seguido de la indi-
cación de eliminación de algún párrafo completo, seguido a su vez por un párrafo al
que le falta el inicio, como puede verse en la página 154. ··

Queremos agradecer su colaboración a todas las editoriales y a los autores que nos han
autorizado la reproducción de sus trabajos. También a Ecoconcern, institución que nos
ha cobijado y nos recibe en sus locales, por su total y gratuita hospitalidad, y a Emilio
Padilla, compañero de profesión y para muchos compañero de estudios, por la ingen-
te tarea que ha llevado a cabo para obtener los permisos de edición necesarios.

Seminario de Economía Crítica TAIFA


Barcelona
Una visión general
CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA 21-22

Introducción

En este primer apartado presentamos un grupo de lecturas que se refieren al pensa-


miento económico en su conjunto. Nos ha parecido que podían cumplir un buen papel
introductorio sobre el tema. Además, hemos considerado que puede tener interés el
incluirlas ya que, dado que en el resto del trabajo se recogen los materiales clasificados
por escuelas, hay una serie de elementos que afectando a todas ellas en mayor o menor
grado no quedan reflejadas en ninguna escuela específica.
A continuación señalamos el orden de presentación así como las razones para el
mismo. Desde luego, este es altamente opinable y pen.sarnos que, aunque sea conve-
niente explicar las razones que nos han hecho organizarlas así, el orden específico en
que se presentan no tiene excesiva importancia. En este apartado hemos situado los
artículos en orden de generalidad decreciente:

- iniciamos estas lecturas con una conferencia de J. Robinson. No sólo porque sitúa
de forma muy adecuada las escuelas principales de pensamiento económico, sino
también porque, aunque está escrita hace más de treinta años, refleja perfectamen-
te la situación actual de la disciplina de la Economía;
- el trabajo de Naredo, a continuación, sistematiza los distintos tipos de críticas que
se pueden realizar e incluye y sitúa los aspectos de la crítica ecológica y la necesi-
dad de integrar el ámbito del mundo físico con el económico;
- el capítulo recogido de Hodgson se concentra sobre todo en la crítica al individua-
lismo metodológico del sistema de análisis económico;
- los materiales de Cale, Cameron & Edwards (CCE) clasifican las diversas escuelas
relacionándolas con las teorías del valor en que se basan;
- las páginas recogidas de Marx se concentran en expresar la necesidad de conside-
rar al individuo en su dimensión social, y a la economía en un marco histórico espe-
cífico;

A estos materiales nos hemos permitido añadir unas pocas páginas de Joan García
González que reflejan una parte de la discusión que hemos tenido en el seminario acer-
ca de las dificultades del trabajo interdisciplinar, muy especialmente en relación con
las ciencias naturales y con aspectos metodológicos. Las hemos incluido aquí puesto que
plantean problemas que afectan de fonna general a todo nuestro trabajo y que era difí-
cil integrar en otros apartados.
22 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

l. LECTURAS
ROBINSON, Joan. «La economía, hoy». En: La relevancia de la teor[a económica.
Barcelona: Martínez Roca, 1976, p. 165-173.
NAREDO, José Manuel. «La crisis de la ciencia económica establecida». En: La eco-
nomía en evolución. 2' ed. Madrid: Siglo XXI, 1996, p. 441-460.
-. «Prólogo a la segunda edición. Evolución reciente del pensamiento económico:
entre la reconstrucción intelectual y la congelación conceptual». En: La economía
en evolución. 2' ed. Madrid: Siglo XXI, 1996, p. XVII-XXXVI.
HoasoN, Geoffrey M. «El absolutismo del individualismo de mercado». En: Economics
and utopia. Why the leaming economy is notthe end of history. Londres: Routledge,
1999' p. 62-97.
COLE, Ken; CAMERON, John; EDWARDS, Chris. «Prefacio». En: Why economist disa-
gree: the política[ economy of economics. Londres: Longman, 1983, p. 7-17.
MARX, Karl. «Introducción». En: Contribución a la crítica de la economfa política.
1857.
GARCÍA, Joan. «Algunas reflexiones sobre economía y ecología», 2000 (mimeo).
CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA 23-28

La economía, hoy*
Joan Robinson

La actual situación de la economía teórica resulta muy descorazonadora. Se están desa-


rrollando profundas y extensas controversias sobre aspectos puramente lógicos. En el
terreno político siempre habrá diversidad de pareceres; estos responden a diferentes
formas de juzgar los acontecimientos y a distintas escalas de valores. No deberían
influir sobre el análisis lógico. Sin embargo, por desgracia, en economía las opiniones
corrompen la lógica. Se juzga los argumentos por sus conclusiones, no por su cohe-
rencia. Se emplean términos no definidos, de modo que las proposiciones basadas en
los mismos se reducen a meros sortilegios. La economía es una rama de la teología.
Yo misma llevo más de quince años metida en una controversia sobre el signifi-
cado de la acumulación de capital. Después de diez años de discusiones, el profesor
Solow del Massachusetts Institute of Technology (MIT) declaró que <<todo el mundo
excepto Joan Robinson acepta la teoría del capitab> 1• Pero no especificó en absoluto
qué era lo que todos los demás aceptaban, con que resulta difícil replicarle. Poco des-
pués tuvo lugar un nuevo round del debate, en el curso del cual el profesor Samuelson
se vio obligado a reconocer que toda la línea del MIT se basaba en un error. 2 Pero no
hemos pasado de ahí. Hace poco, un tal profesor Ferguson publicó un libro3 en el cual
acepta esa crítica, pero sigue firme en su opinión. Dice que es cuestión de fe. Visto lo
cual, ¿qué puedo hacer?
La teoría económica moderna partió del problema de la acumulación de capit~.
Adam Smith y Ricardo se interesaron por lo que actualmente denominamos crecimiento.
Ricardo deseaba justificar una conclusión política -quería reducir el nivel de la renta
de la tierra-, pero no recurrió a argumentos teológicos. Consideró que para ello era
necesario comprender el funcionamiento de la economía. Marx recogió sus plantea-
mientos y les dio un giro desagradable y peligroso. Las escuelas neoclásicas -hubo
varias- se pusieron de moda como un antídoto contra Marx. Keynes, impaciente, des-
cartó en bloque toda la economía desde Adam Smith hasta Pigou y los puso a todos en
un mismo saco con la etiqueta de «clásicos». Para él todos se parecían, pues no tenían
en cuenta su problema: la influencia de la demanda efectiva sobre el nivel de empleo.

* Conferencia pronunciada en la Universidad de Basilea en diciembre de 1969. Publicada en: «Base!


Wirschaftswissenschaftliche Vortriige», 1970. Versión española publicada en: Robinson, Joan. «La eco-
nomía, hoy». En: La relevancia de la teoría económica. Barcelona: Martínez Roca, 1976, p. 165-173.
l. Robert M. Solow, Capital Theory and the Rate of Retum. Amsterdam: North Holland Publishing
Company, 1963. Después reconsideró su afirmación y la suprimió en la segunda edición.
2. Paul A. Samue\son, «Pamdoxes of Capital Theory», Quaterly Joumal of Economics, noviembre 1966.
3. C. E. Ferguson, The Neoc/assical Theory ofProduction and Distribution. Cambridge, 1969.
24 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

Pero su actitud es incongruente. Existe una gran diferencia entre los clásicos, can su
deseo de comprender la economía capitalista, y los neoclásicos, que intentaban justi-
ficarla.
Los neoclásicos (a excepción de Marshall, que mezcló una cierta dosis de Ricardo
con las nuevas ideas en boga) no se ocuparon del problema clásico. Se concentraron
en un aspecto que Marx no había concretado demasiado: la teoría de los precios rela-
tivos de los distintos productos. Se elaboró con gran detalle el tema de la oferta y la
demanda, el funcionamiento de los mercados, la competencia y los monopolios, dejan-
do en términos sumamente imprecisos lo que ahora se llama macroeconomía, el estu-
dio global del sistema.
Cuando yo comencé a estudiar economía,-en los años veinte, la escuela neoclási-
ca seguía representando la ortodoxia dominante. La entiendo muy bien, incluso escri-
bí un libro en ese estilo. Se trataba de un sistema de planteamientos apriorísticos. Se
escogen unos supuestos, a partir de los cuales se deducen conclusiones. Nadie intenta
constatarlas a través de observaciones de lo que en realidad sucede.
El único motivo de que prosperase una materia como esa es que gracias a ella la
economía pudo pasar sin un contenido real. Se trataba de difundir la doctrina dellais-
serfaire. No había oportunidad de ofrecer asesoramiento político, ya que los gobiernos
no debían tener política económica alguna. Bastaba pennitir la libre actuación de las fuer-
zas del mercado, evitar la protección y mantener un presupuesto equilibrado. Dadas
estas circunstancias, la competencia ya asignaría los recursos de forma que se obtu-
viese el resultado óptimo.
Después de la guerra de 1914-18, este sistema ortodoxo siguió flotando entre las
nubes, mientras a ras de suelo Gran Bretaña sufría graves perturbaciones. Aún subsis-
tía cuando todo el mundo capitalista se hundió en la gran depresión. El profesor (ahora
lord) Robbins publicó la famosa definición de la economía como el estudio de la asig-
nación de medios escasos entre usos alternativos en 1932, cuando Gran Bretaña tenía
tres millones de parados y la renta nacional de los Estados Unidos se había reducido
a la mitad de su nivel anterior. Sin duda, el problema no era de medios escasos.
Todo esto resultó un poco excesivo, incluso tratándose de economistas. La depre-
sión acabó con la antigua ortodoxia complaciente. Parecía que con Keynes habíamos
logra~o romper el cascarón de la teología. Durante cierto tiempo pareció haberse ini-
ciado una nueva era de la economía. Esta empezaba a tratar problemas reales.
Comenzaba a exponer el funcionamiento del sistema económico real. El debate fue
incisivo. La ortodoxia aún no se había rendido cuando estalló la guerra. Todos reci-
bieron entonces una buena lección de economía. Después de esa experiencia, ya no
era posible alegar que el gasto público no podía influir sobre el empleo; el keynesianismo
vulgarizado pasó a ser ortodoxo. Los gobiernos aceptaron la responsabilidad de man-
tener el nivel de empleo de su propia población. (En Suiza tienen un buen método de
mantener el empleo de los suizos: cuando hay una recesión despiden a los obreros
extranjeros.)
Sin duda se iniciaba una nueva era de la vida económica con nuevos problemas
que requerirían nuevas soluciones. Pero, por lo que respecta a la teoría económica, la
nueva era no duró mucho. La escuela neo-neoclásica pronto comenzó a ahogarla otra
vez y volvió a meterla en el cascarón de la teología. ¿Cómo ocurrió esto? En ello inter-
vino el problema del significado del capital.
LA ECONOMÍA, HOY 25

Keynes limitó deliberadamente su teoría a la situación a corto plazo, aquí y ahora.


(Solía decir: «el largo plazo es un tema para subgraduados».) Pero una vez compren-
dido el mecanismo del corto plazo y cumplida la promesa de un casi pleno empleo
continuado, debía pasarse a discutir la teoría del largo plazo. Harrod fue el primero en
plantear la cuestión. Proyectó la teoría de Keynes al largo plazo y demostró posibilidad
lógica, bajo ciertas circunstancias, de un crecimiento global de la economía en condi-
ciones de equilibrio y con una acumulación continua de capital a una tasa uniforme,
pero también anotó que una economía de libre empresa no regulada carece de los meca-
nismos necesarios para asegurar que esto suceda.
La Teoría general de Keynes puede pasar sin una definición de capital. El stock
de medios de producción en existencia es el que se ha creado en el curso de la historia
pasada: una gran lista de artículos específicos. La tasa de beneficio sobre el capital en
vigor no tiene ningún significado preciso. Se están percibiendo cuasi-rentas (benefi-
cios brutos), pero la amortización adecuada para reducirlas a beneficios netos y el valor
de los stocks de capital, que permitirá presentarlas como tasa, dependen de las ganan-
cias que se obtengan en el futuro desconocido. Las perspectivas de ganancias de una
nueva inversión pueden representarse como una tasa de beneficio esperada -lo que
Keynes denominaba eficiencia marginal del capital-. Se conoce el coste de capital de
la inversión y se estiman las futuras ganancias del proyecto. Pero las estimaciones rea-
lizadas cuando se creó el presente stock de equipo están fallando.
Para tratar problemas a largo plazo es preciso considerar el significado de la tasa de
beneficio sobre el capital. En una trayectoria de equilibrio imaginaria, en la que se
cumplen las expectativas, el valor del equipo de capital, calculado como sus ganan-
cias futuras descontadas a un tipo de interés igual a la tasa de beneficio, es igual a su
coste inicial, el cual depende de unos precios que incluyen la misma tasa de beneficio
sobre el valor del capital necesario para su producción, deducida la tasa de amortiza-
ción adecuada desde que entraron en funcionamiento hasta la fecha.
En consecuencia, el valor de un stock de equipo de capital depende de la tasa de
beneficio. Una «cantidad de capital» no tiene sentido si no se conoce la tasa de beneficio.
Siguiendo el camino trazado por Harrod, me lancé a la empresa de generalizar la
Teoría general, para lo cual tuve que ocuparme del problema del significado del capi-
tal. Las escuelas neoclásicas se habían mostrado muy vagas al respecto. Para Walras,
todos los factores de producción vienen dados en cantidades físicas -categorías espe-
cíficas de mano de obra, superficies específicas de terreno y stocks específicos de diver-
sos tipos de medios de producción-. En Marshall existe una tasa normal de beneficio,
pero no se explica cómo se determina su nivel. Wicksell intentó resolver el problema
a partir del período de producción de Bohm-Bawerk, pero comprobó que no era posi-
ble. Al contrario de lo que sucede con Marshall, quien cuando llega a un punto flaco de
su planteamiento intenta desviar la atención con reflexiones como: «Hay muchos cria-
dos estupendos» o el caso del aprendiz que se casó con la hija del amo, Wicksell es
muy cándido. Cuando no logra hallar una solución, reconoce que está en dificultades.
Lo considero muy útil; tengo un gran respeto por Wicksell, no porque haya encontra-
do una solución, sino porque identificó el problema. La interpretación de Ricardo por
Piero Sraffa me aportó la clave más importante y la largo tiempo pospuesta publica-
ción de su obra, La producció11 de mercancías por medio de mercancías, puso de relie-
ve las ideas que yo había estado buscando a tientas.
26 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

Pero entre tanto la escuela neo-neoclásica había conquistado un lugar dominante en


los Estados Unidos y comenzaba a difundir rápidamente su influencia por todo el
mundo. Sin duda los profesores del MlT no sabían que los neoclásicos no tenían una teo-
ría del capital. Simplemente dieron por sentado que el «capital» es un factor de pro-
ducción que recibe una «remuneración» igual a su producto marginal. Comenzaron a
trazar isocuantas y funciones de producción en términos de cantidades de trabajo y de
capital. Ahora bien, todos sabemos que el trabajo no es una cantidad homogénea. Sin
embargo, en este pri!Tler paso del análisis consideraremos un trabajo de una calidad
dada en términos de un número de horas-hombre. ¿Cuál es la unidad de capital? ¿Es una
cantidad de dinero o un stock de equipo específico? En uno u otro caso, ¿qué signifi-
cado tiene su producto marginal?
Cuando hice esta pregunta, los neoclásicos se me echaron encima como un enjam-
bre de avispas. El capital es el capital, zumbaban. Todo el mundo excepto usted sabe per-
fectamente qué es el capital.
Algunos, en particular el profesor Trevor Swan, y también el profesor Meade, ofre-
cieron una solución que más bien parece una broma. El capital está hecho de una mate-
ria física homogénea. El profesor Meade la llamó acero. Yo sugerí que la denominásemos
oreca, ya que no sabemos lo que es. Este oreca puede expresarse en una función de
producción -el output por trabajador es una función del oreca por trabajador-. Pero
sigue subsistiendo el problema de loS precios de los bienes de capital. Lo resolvieron
considerando que el output también consiste en oreca -redujeron todo el plantea-
miento a un «mundo de una mercancía»-. En teoría económica, los modelos sirven para
eliminar las complicaciones no esenciales del análisis de los problemas concretos, a
fin de poderse concentrar en el aspecto principal; este modelo sólo sirve para eliminar
el problema.
Con ayuda del concepto de un capital consistente en oreca, los neoclásicos redujeron
la Teoría general a cero, en vez de generalizarla. En el mundo de una mercancía no
hay problema de paro. Sea cual sea la cantidad de capital-oreca disponible en cual-
quier momento, es posible contraerla o expandirla a fin de proporcionar empleo a toda
la mano de obra disponible. Los trabajadores desocupados, si los hay, se ofrecerían
por unos salarios más bajos en términos de oreca. Esta competencia hará bajar todos los
salarios y el capital-oreca se expandirá y permitirá emplear un número superior de tra-
bajadores, con una tasa de beneficio más elevado. En resumen, se había restaurado el
dogma prekeynesiano. La única causa posible del paro son unos salarios demasiado
altos.
Por otra parte, en el mundo de una mercancía tampoco existe el problema del nivel
de la demanda efectiva. Con el stock de capital-oreca y pleno empleo de la fuerza de
trabajo se está produciendo una cantidad determinada de oreca. Se consume parte del
output de oreca y se ahorra la otra parte. Esta parte que se ahorra se añade al montón
de capital-oreca y se desparrama con objeto de emplear la mano de obra que va quedando
disponible. Se ha restaurado la teoría prekeynesiana según la cual el ahorro rige la
inversión.
Ya nada impedía a los neo-neoclásicos seguir enseñando alegremente a sus discí-
pulos a trazar funciones de producción en términos de capital y trabajo, y explicar la dis-
tribución de la renta entre trabajo y propiedad en razón de la productividad marginal del
oreca y del trabajo.

.\
LA ECONOMÍA, HOY 27

Tal vez los Estados Unidos puedan pennitirse e! lujo de una profesión como ésta --es
una forma más de consumir el excedente-, pero estas doctrinas se han difundido tam-
bién en la India y en otros de los llamados países en vías de desarrollo con problemas
económicos importantes y urgentes.
¿Cómo se ha logrado hacer aceptar a varias generaciones de estudiantes estos con-
juros sin sentido? El ardid es ingenioso. El planteamiento se expone en términos mate-
máticos. K es una cantidad de capital, es preciso integrarla, diferenciarla y efectuar todo
tipo de hermosas y complicadas operaciones matemáticas. Ahora bien, la mayoría de los
estudiantes no comprenden de qué va la cosa; piensan que tal vez no sean lo suficiente-
mente inteligentes para entenderlo y se callan. Pero los inteligentes aprenden el truco;
empiezan a tener un interés en creer que han aprendido algo importante. Dedicarán el
resto de sus vidas a enseñarlo a nuevas generaciones. Así se va perpetuando el sistema.
Evidentemente, las matemáticas pueden ser muy útiles. Pero los buenos matemá-
ticos evitan los camelos. Si no quieren dejarse embaucar, voy a darles un consejo muy
simple: cada vez que sus profesores escriban K en la pizarra, pregúntenles en qué uni-
dades viene expresado. Es posible que se molesten; pero si se enfadan en vez de dar
una respuesta, no les quepa duda de que van por el buen camino.
Desde luego el problema de la definición de capital en sí es una cuestión pura-
mente formalista, pero sus implicaciones no son desdeñables. Gracias a su oreca, los
neo-neoclásicos han restablecido la defensa dellaisser faire, han mutilado la Teoría
general y han restaurado la doctrina según la cual la libre actuación de las fuerzas del
mercado no sólo garantiza la eficiencia, sino también la justicia social.
Todo esto me duele mucho. Se ha empañado la nueva claridad que parecía haber lle-
gado con Keynes. La economía vuelve a ser lo que era, una rama de la teología. Entre
tanto, los problemas de la vida económica real están entrando en una nueva ~ase.
Después de la guerra, por un tiempo el mero hecho de evitar una depresión parecía un
gran triunfo. El capitalismo moderno daba la impresión de ser un nuevo sistema eco-
nómico. Los economistas marxistas quedaron desconcertados al comprobar que el nivel
de salarios reales iba subiendo en todas las economías industriales. Una economía com-
puesta de meros conjuros no planteaba mayor problema. Pero ahora la conciencia públi-
ca comienza a identificar tres grandes y amenazadores dilemas.
En primer lugar, el capitalismo moderno está administrado por los gobiernos nacio-
nales. Cada gobierno se ocupa de evitar el paro, de controlar la inflación, de equilibrar
su balanza de pagos y de mantener una tasa de crecimiento sostenida del PNB esta-
dístico. (En Alemania occidental ello está incluso legislado.) Como han descubierto
los alemanes, la forma más adecuada de conseguir estos objetivos es contar con una
balanza comercial excedentaria. Pero, por desgracia, la suma de las balanzas comer-
ciales de todas las naciones es igual a cero. Las relaciones exteriores de la comunidad
comercial resultan más caóticas aún, si cabe, por el hecho de que las economías inter-
nas están sometidas al control de la política nacional. De vez en cuando, los proble-
mas internacionales del capitalismo moderno explotan en una crisis financiera, la cual
se sofoca con reformas financieras. Pero en el trasfondo subsisten los problemas rea-
les que no es posible resolver con artilugios financieros. Por otra parte, tenemos todo
el problema del Tercer Mundo, con un hambre y una miseria crecientes, pues el desarrollo
no logra seguir el ritmo del crecimiento demográfico, lo cual empaña los logros del
capitalismo moderno y hace tambalear su engreimiento.
28 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

Por último, los problemas internos de las economías boyantes comienzan a resul-
tar inquietantes. Los economistas han vuelto a caer en los e5.lóganes dellaisser faire:
lo que es rentable contribuye al crecimiento; lo más rentable es lo óptimo. Pero la gente
ha comenzado a advertir que crecimiento del PNB estadístico no equivale a mayor
bienestar. La existencia de una negra miseria en las naciones más ricas que jamás han
existido en el mundo constituye una verdadera desgracia. Los costes del llamado cre-
cimiento en términos de polución y de destrucción están alcanzando un nivel crítico.
Y lo más grave es que la política keynesiana de mantener la prosperidad a base de
inversiones públicas se ha concretado en la carrera de armamentos y en guerras frías y
calientes.
Estos son los problemas que deberían preocupar a los economistas. El pleno empleo
no basta; deberíamos preguntarnos: «¿Para qué sirve el empleo?».
Los economistas han abdicado y han dejado la explicación a la sociología y la psi-
cología. Pero estas ciencias no pueden hallar las respuestas por sí solas. Sigue siendo
necesario comprender el funcionamiento del sistema económico. Es una buena opor-
tunidad para que una nueva generación de economistas realice una importante e indis-
pensable aportación a las cuestiones críticas para las que toda la opinión pública
consciente está exigiendo una respuesta.
Los estudiantes no pueden desperdiciar unos años preciosos aprendiendo sólo a
recitar conjuros.
CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA 29-47

La crisis de la ciencia económica establecida'


José Manuel Naredo

l. ALGUNOS SÍNTOMAS DE CRISIS


En los últimos tiempos los economistas hablan con frecuencia de «crisis de la ciencia
económica». Aunque atribuyan a la palabra crisis sentidos diferentes 1 ello es indicati-
vo de que de alguna manera, la ciencia económica está atravesando una situación crí-
tica cuyo significado trataremos de aclarar en el presente capítulo.
El tratamiento que ha recibido recientemente la crisis de la ciencia económica en
los medios de difusión ha estado mediatizado por los mecanismos típicos de la llama-
da «sociedad de consumo». A la anorexia intelectual propia de este país se responde
vendiendo alimentos predigeridos, de poco peso y coste y presentándolos con envol-
turas artificialmente llamativas y novedosas. Se apela así a lo insólito, a lo sorpren-
dentemente nuevo. Hacen falta, por ejemplo, «nuevos filósofos>> para resucitar viejas ideas
y vender cócteles más o menos fuertes de egoísmo stirneriano, de pesimismo spengle-
riano o de los rasgos de otros autores escasamente leídos e incluso tiempo atrás estig-
matizados de fonna global e inaPelable como «reaccionarios>>. Lo mismo que se requieren
«nuevos economistas» para actualizar los viejos cantos de sirena del liberalismo o para
redescubrir a estas alturas, una vez más, las virtudes del marxismo o de la economía
política clásica, a la vez que se habla profusamente de la ruptura de «paradigmas» y se
elevan a la categoría de «revoluciones» las inflexiones diversas que han tenido lugar
en la historia de la ciencia económica, escamoteando así, bajo la imagen de un cambio
pennanente, el hecho cierto de que la idea del sistema económico sobre la que se levan-
ta esta ciencia, o el objeto de estudio que hace su unidad, han permanecido en lo fun-
damental invariables desde Adam Smith, llevándola a la situación crítica que nos ocupa.
Entre el clamor de estos falsos portavoces de cambio, se acusa, sin pregones, un
desplazamiento sordo en la ya vieja idea del sistema económico, que está originando pro-
blemas al edificio científico que se asentaba sobre ella. La presente obra responde a
estos problemas. Siendo ella misma un exponente de esta situación crítica, puede pare-
cer redundante que se destine a la crisiS de la ciencia económica un capítulo específi-
co cuando el terna aflora a lo largo de todo el texto. Pero se ha estimado pertinente
incluir en el plan de la obra un capítulo que recoja con ánimo de síntesis, amplíe o pun-

* Publicado en: Naredo, José Manuel. «La crisis de la ciencia económica establecida», En: La economía
en evolución. 2." ed. Madrid: Siglo XXI de España, 1996, p. 441·460.
l. Véase, por ejemplo, entre los autores españoles, José María Fernández Pirla, «La crisis de las concep·
ciones económicas», Revisla de Hacienda Pública, n.o 74, 1982; Enrique Lozano, «La crisis de la teo-
ría económica))' en CECA & UNED, Económicas y Empresariales, cuaderno n.0 19 (sin fecha), o Luis
Ángel Rojo, «Sobre el estado actual de la macroeconomía», Pensamienlo Iberoamericano, n.a 1, 1982.
30 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

tu al ice Jos hilos que han ido quedando sueltos en Jos capítulos precedentes, para ofre-
cer una perspectiva general de esta crisis. En este contexto hemos evitado dispersar-
nos en discutir temas que aun siendo de actualidad los consideramos poco relevantes
y en reseñar novedades, máxime cuando algunas de las obras básicas a las que hemos
hecho cumplida referencia no se han traducido todavía o duermen el sueño de los jus-
tos enterradas, en parte, por «novedades» que ni siquiera las citan2 •
Lo expuesto en capítulos precedentes denota que la hoy llamada ciencia econó-
mica ha estado vinculada desde sus orígenes a problemas de índole manifiestamente
filosófica y que los axiomas y conceptos que le permiten delimitar, clasificar y elabo-
rar su objeto de estudio -lo económico- son claramente tributarios de la ideología y
las instituciones dominantes en la civilización industriaL De ahí que la ciencia econó-
mica haya sido teatro no sólo de discusiones internas, sino también de frecuentes ata-
ques externos de autores que partían de enfoques distintos de lo económico. La novedad
que permite hablar últimamente de crisis de la ciencia económica estriba en que estos
ataques externos no sólo han ganado en número, amplitud y profundidad, sino que
están empezando a encontrar eco entre los propios economistas que hasta ahora habían
permanecido, por lo común, insensibles a ellos, exacerbando además las contradic-
ciones y polémicas internas a esta ciencia.
La literatura crítica sobre la economía y los economistas se hizo más prolífica en los
últimos tiempos al calor de la crisis económica y de la inoperancia de las viejas recte-
tas para resolverla. Aunque esta crisis haya contribuido en cierta dirección a extender
y a profundizar la otra, la teórica, que sólo recientemente ha trascendido al mundo aca- \-
démico para saltar hasta las páginas de la prensa3, hay que advertir que la cosa venía de
antes en un doble sentido.

2. CRÍTICAS EXTERNAS A LOS ENFOQUES USUALES DE LOS ECONOMISTAS

Por una parte, hay que hacer notar la existencia de una larga cadena de pensadores que
se han ocupado de la economicidad de la gestión de Jos recursos y del comportamien-
to humano al respecto, desde presupuestos ajenos a los que inspiran el edificio con-
ceptual que se afianzó a partir de las elaboraciones de los economistas clásicos y
neoclásicos de principios y finales de siglo pasado y que han señalado las limitacio-
nes de ese edificio, sin que sus análisis y críticas tuvieran apenas influencia entre los eco-
nomistas. Por otra, cabe advertir que la situación crítica de la ciencia económica se
planteó ya por economistas de reconocido prestigio académico antes de que se amplia-
ran ciertas líneas de debate a raíz de la c1isis energética.

2. Por ejemplo, la obra de Mario Bunge, Economía y filosofía, Madrid, Tecnos, 1982, reproduce su ponen-
cia cuya presentación en la Universidad de Oviedo levantó airadas protestas por parte de algunos eco-
nomistas, recogidas, en su día, por la prensa. Sin embargo, la violencia formal de la polémica no debe
ocultar el hecho de que este autor acepta sin discusión los aspectos esenciales del aparato conceptual de
la ciencia económica y que entre el centenar de obras que presenta como bibliografía no aparece ninguno
de los textos básicos de Georgescu-Roegen ni de la mayoría de los autores que han tomado posiciones
críticas sobre ella, a los que nos hemos venido refiriendo.
3. Un artículo que denota la pérdida de respeto que está sufriendo la profesión de economista es el publi-
cado en el Herafd Tribu11e con el título de «An overdose of economists» de George W. Ball e116 de
abril de 1980 (reproducido después en El País, el 29 de abril de 1980).
LA CRISIS DE LA CIENCIA ECONÓMICA ESTABLECIDA 31

Excede a las posibilidades de este capítulo hacer una enumeración mínimamente


completa de los autores que participaron en uno y otro de los procesos apuntados. Valga
esquematizar, respecto al primero de ellos, que cuando la ciencia económica se afian-
zó y cobró unidad echando por la borda las preocupaciones sobre los aspectos físicos
de la gestión de recursos, que culminaron en el siglo XVIII con la escuela fisiocrátic~ este
género de preocupaciones siguió siendo cultivado, ya al margen de la ciencia económica
establecida, por otra serie de autores que fueron perfilando un aparato conceptual más
adecuado para ello. El tratamiento de este tema corrió paralelo a la creación, en el siglo
XIX de esa economía de la física que es la termodinámica y de esa economía de la na-
turaleza que es la ecología4 encontrándose textos que recaen inequívocamente so-
bre ternas económicos de físicos, químicos o biólogos como S. Camot, R. Clausius,
S. Podolinski, P. Geddes, W. Ostwald, F. Soddy, etc., y que adoptan comúnmente un
sentido crítico respecto a los enfoques propios de la economía política5. Los econo-
mistas más nombrados hoy permanecieron generalmente al margen de estas elabora-
ciones, con la excepción de Cournot, que como hemos visto supo apreciar su interés
para trascender los enfoques convencionales que se circunscribían al campo de lo que
él denominó «Crematología)> (siendo él mismo competente «crematólogo», corno mos-
tró en su análisis del monopolio) y, en cierta medida, Jevons, cuya honda preocupa-
ción por la escasez objetiva de recursos naturales le llevó a escribir sobre las dificultades
físicas a las que se enfrentaba el crecimiento económico.
Es de todos conocido que estos enfoques han llegado hasta nuestros días y que ya
antes de la llamada crisis energética, pero sobre todo a raíz de ella, se ha producido
una avalancha de literatura sobre los aspectos energético-ecológicos relacionados con
la actuación de los hombres en la sociedad industrial. Obras como las de Fred Cottrell,
los hermanos Odum, Commoner, Slesser, etc., que opinaban sobre la economicidad de
la gestión de recursos naturales desde fuera de la ciencia económica, no han podido
ya ser ignoradas por los economistas, que finalmente se han visto obligados a tomar
cartas en el asunto, tratando ahora de reintroducir dentro del objeto de su ciencia los
problemas físicos y biológicos que originariamente se habían desterrado, lo cual ha
influido en la crisis actual de esta disciplina.
El movimiento romántico constituyó otra fuente de críticas a la ciencia económi-
ca establecida en el siglo XIX, que fue estrechando sus vínculos con la corriente que
acabamos de indicar. Pues no sólo los padres de la termodinámica y de la ecología
tuvieron que ver con este movimiento (Carnot, Humboldt, ... ) sino que, pongamos por
caso, las censuras éticas y estéticas que en su día hizo John Ruskin a la economía polí-
tica y a las realizaciones de la sociedad industrial, adquirieron un mayor respaldo cien-
tífico con la ayuda de estas disciplinas en su discípulo Patrick Geddes y ganaron más
solvencia todavía en Lewis Mumford, discípulo de este último. Estas críticas estuvie-

4. Nótese que el término ecología se construyó sobre la misma raíz griega -oikos- que la economía, diver-
giendo en Jos principios que en uno y otro sentido inspiran el «gobierno de la casa~> y en las caracte-
rísticas de la casa misma.
5. Juan MartínezAlier, en su libro L'ecologisme i l'economia. HistOria d'unes relacions amagades,
Barcelona, Ed. 62, 1984, ha realizado una fértil labor de desbroce de este campo inexplorado, ofre-
ciendo abundantes referencias y bibliografía sobre esta corriente de autores. Dado el carácter de sínte-
sis del presente capítulo evitaremos dar las referencias de las obras de Jos autores que ya se han dado en
capítulos precedentes.
32 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

ron relacionadas con otras de pensadores como Owen, Monis, Kropotkin y Gandhi,
que recaen, con radicalidad diversa, sobre la tecnología y la organización social cen-
tralizada que trajo consigo la revolución industrial. r

Otra línea crítica de origen más reciente que acabó convergiendo también con estas
tendencias fue la que se operó desde el campo de la antropología y de la historia anti-
gua, despojando a las categorías de la ciencia económica de su presunta generalidad. Los
análisis de Malinowski sobre los intercambios en comunidades primitivas y, sobre todo,
el Ensayo sobre el don publicado por Marcel Mauss en 1925, mostraron que la circu-
lación de objetos podía regirse en las sociedades humanas por motivaciones radical-
mente distintas de aquellas directamente utilitarias que la economía estándar tomaba
como las únicas dignas de ser estudiadas. Una vez abierto este camino, los análisis de
lo primitivo llevaron a la antropología a ejercer una revisión radical que culminaría
con obras como las de Pierre Clastres y Marshall Sahlins. En un sentido más limitado
y específico de relativización de las categorías de la ciencia económica, cabe señalar las
críticas a su aplicación indiscriminada en el espacio y en el tiempo ejercidas por un
amplio grupo de historiadores cuya figura más representativa es Karl Polanyi. Y, en
parte como consecuencia de estas críticas, se ha desmTollado una línea de investiga-
ción histórico-antropológica que utiliza el instrumental de la termodinámica y la eco-
logía para analizar las relaciones de las sociedades humanas en su entorno físico y
enjuiciar su eficiencia y su estabilidad, junto con el marco ideológico e institucional
en el que se desenvuelven. Este tipo de estudios alcanzan desde los de Leslie White
hasta los más recientes de Roy Rappaport y Richard Lee y entroncan con los numero-
sos trabajos que enjuician la gestión de recursos que tiene lugar en las sociedades
actuales a partir de la ecología y la termodinámica, a los que nos hemos referido ante-
riormente. Esta confluencia es particularmente clara en los análisis sobre los sistemas
agrarios practicados desde tales enfoques por autores como G. l..each, D. y M. Pimentel,
P Campos y yo mismo.
Un claro exponente de la convergencia e interrelación que se fue operando entre
las corrientes críticas apuntadas lo constituyen los trabajos de Bataille La noción de
gasto (1933), La pmte maldita (1949)6 que enmarcan las elaboraciones críticas de la eco-
nomía convencional procedentes del campo de la antropología, con un capítulo sobre
la «dependencia de la economía del recorrido de la energía en el globo terrestre». Esta
obra, en la que el autor trabajó durante dieciocho años, resultó tan ignorada por los
economistas como lo fueron, hasta hace poco, las corrientes de pensamiento a las que
nos estamos refiriendo. Recientemente un número monográfico de la revista francesa
L' ARC recae sobre este tema e incluye un artículo de un economista tan consagrado
como Pérroux sobre «el silencio» que siguió a los citados trabajos de Bataille.
A la vez que se entrelazan las corrientes críticas indicadas, en los últimos tiempos
empiezan a observarse esfuerzos puntuales de análisis de la ciencia económica desde
un ángulo epistemológico que sientan las primeras piedras para hacer una historia de
las doctrinas económicas desde fuera del «paradigma» dominante en esa ciencia. En
este sentido apunta la presente obra, siguiendo el camino abierto por esa «arqueología
de las ciencias sociales» iniciada por Foucault y por el estudio sobre «génesis y expan-
sión de la ideología económica)> realizado por Dumont. Análisis que entroncan con
0
6. George Bataille, La partmaudite (précédé de La notion de dépense), París: 0e Minuit, 1967.
LA CRISIS DE LA CIENCIA ECONÓMICA ESTABLECIDA 33

trabajos como los de Baudrillard, en los que se une la revisión de las categorías de base
de la ciencia económica al empeño de desvelar los rasgos esenciales del funciona-
miento del capitalismo industrial y en especial de la llamada «sociedad de consumo»,
normalmente ignorados en los círculos académicos de los economistas7•

3. CRÍTICAS INTERNAS A LA PROFESIÓN:


CIRCULARIDAD VERSUS INSATISFACCIÓN Y RUPTURA

Paralelamente a esas críticas externas, en los últimos tiempos también se ha desarrollado


un volumen importante de críticas en el seno de la profesión, con grados de integrabi-
lidad e interés muy variables, que buscan adecuar el aparato conceptual de la ciencia eco-
nómica a la resolución de nuevos problemas o discutir ciertas contradicciones internas.
Algunas de estas críticas tratan de acercar la noción abstracta de mercado a la realidad
de los intercambios en las sociedades modernas, incluyendo sus manifiestas «imper-
fecciones)) o haciendo intervenir explícitamente las relaciones de poder en el inter-
cambio o en el manejo del aparato estatal. Otras discuten la teoría neoclásica de la
distribución al advertir que la distribución del ingreso, en vez de ser una consecuen-
cia del proceso de formación de los precios, es anterior a él desde un punto de vista
lógico. O bien, detectan graves insuficiencias en ese keynesianismo hasta hace poco
dominante en la macroeconomía y buscan alternativas más ajustadas. Por no hablar de
aquellas otras a las que nos referimos en capítulos anteriores, relacionadas con la preo~
cupación de «corregin> los agregados económicos y de extender valoraciones y crite-
rios maximizadores a los campos más diversos.

3.1. El irrealismo de los supuestos del intercambio


sobre los que formula el equilibrio general
Un artículo de Sraffa publicado en 1926 8 abrió el primer gtUpo de críticas menciona-
do: en el que señala la escasa representatividad de las dos formas extremas de merca-
do -competencia perfecta y monopolio- que permitieron a los autores neoclásicos
construir sus teorías del equilibrio. Según la teoría tradicional, para la empresa com-
petitiva el precio es un dato y, suponiendo que los costes medios y marginales crecen
a partir de un cierto nivel con el número de unidades producidas, para cada precio se
obtiene una oferta de equilibro que iguala el costo marginal de la empresa a su ingre-
so marginal (que en el supuesto de libre competencia es igual al ingreso medio) maxi-
mizando, por tanto, el beneficio. En el caso en el que, por existir un mayor grado de
monopolio, la empresa pueda influir sobre el precio variando las cantidades ofrecidas,
se sigue suponiendo que toma la demanda como un dato para buscar la oferta de equi-
libro que maximice su beneficio. Tanto en el caso de libre competencia como de mono-
polio se razona exclusivamente sobre precios y cantidades de productos que se mantienen

7. Por ejemplo, ni en la biblioteca de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Complutense


de Madrid, ni en la propia biblioteca de Ministerio de Economía y Hacienda se encuentra ninguna obra
de Baudrillard. ·
8. Piero Sraffa, (<The laws of returns under comptetitive conditions,., Economic Jouma/, diciembre de
1926.
34 CRiTICA A LA ECONOMiA ORTODOXA

homogéneos para consumidores y empresas. El trabajo de Sraffa objeta que, no sólo


lo normal es que no puedan considerarse ni los precios ni la demanda como indepen-
dientes de la actuación de las empresas, sino que tampoco se cumple la condición de
homogeneidad de los productos, operándose la competencia mediante la diferencia-
ción de éstos.
La crítica de Sraffa afectó a los supuestos sobre los que se levantaba la construcción
del equilibrio general walrasiano, empujando al razonamiento económico hacia el tra-
tamiento específico de una relación innumerable de casos particulares. Desde enton-
ces el análisis económico del intercambio se ha movido en el conflicto de, o bien razonar
sobre formas de mercado que no se estiman representativas de la realidad capitalista
pero que permiten -mediante un razonamiento lógicamente coherente basado en el iso-
morfismo del equilibrio estático de la palanca (véase cap. 20. IV)- definir una confi-
guración de equilibrio general, o bien sacrificar esta posibilidad en aras de un mayor
realismo en las hipótesis de partida.
A raíz de la crítica de Sraffa surgieron varios intentos orientados a reconstruir la
teoría el equilibrio general sobre bases más realistas, siendo los más conocidos los de
Robinson y Chamberlain9• En el primero de ellos se razona sobre la «imperfección»
que introduce en el mercado el hecho de que los compradores atienden a toda una serie
de peculiaridades de cada oferente -localización, confianza que inspira respecto a la
calidad, trato y servicios a los clientes, etc ... - distintas del precio de venta de los pro-
ductos. En el segundo se considera como hecho determinante la falta de homogeneidad
real o imaginada de los productos de los distintos oferentes, cuya diferenciación frac-
ciona el mercado e impide, al igual que el supuesto anterior, que la competencia recai-
ga exclusivamente sobre los precios. Tanto la «imperfección el mercado» como la
«diferenciación rnonopolística del producto» influyen de modo similar rompiendo la uni-
dad de los mercados y, con ello, la posibilidad de alcanzar la configuración de equili-
brio de libre competencia. En ese mercado de clientelas o en esa competencia
monopolista la configuración de equilibrio reclamaba un cúmulo de hipótesis tanto o
más irreales que las que se habían rechazado ab initio. En consecuencia, los nuevos
supuestos conducen más verosímilmente a situaciones de permanente inestabilidad
que a configuraciones de equilibrio.
Vista la imposibilidad de reconstruir la teoría del equilibrio general sobre bases
más realistas, las elaboraciones de los teóricos se orientaron más bien a justificar desde
el mayor pragmatismo que emanaba de la moderna economía positiva, la validez de
las viejas construcciones neoclásicas de la libre competencia y del monopolio. Autores
como Demsetz y Stigler hicieron hincapié en que al no existir en la realidad una fron-
tera clara entre la libre competencia y la competencia monopolística, en el límite se
disolvía la diferencia empírica entre ambos tipos de mercados, resultando perfecta-
mente lícita la aplicación de los modelos extremos del monopolio y de la competen~
cia perfecta. Modelos que ponderaban no sólo por ser más manejables, sino también
más eficaces en la predicción, apelando para ello a la evidencia empírica. En favor de

9. J. Robinson, Economics ofimperfect copmtetiton, Londres, 1933 y E. H. Chamberlain, Tlie theory of


monopolistic competition, Cambridge Mass, 1933. [Hay traducción de ambos respectivamente en
Madrid: AguiJar, 1947 y en México: FCE, 1953, bajo los títulos La economía de la competencia imper-
fecta y Teoría de la competencia monopólica].
LA CRISIS DE LA CIENCIA ECONÓMICA ESTABLECIDA 35

esta defensa pragmática de status quo neoclásico apunta el alegato que hizo Friedman
de la conveniencia de utilizar supuestos irreales a la que nos referimos con anterioridad
(cap. 23) dando la razón a la sospecha de Nagel de que la peculiar «aportación» de
Friedman traslucía más bien «tensiones no resueltas» en el seno de la propia ciencia
económica, que preocupaciones generales sobre la metodología científica.

3.2. Problemas de agregación


Al tipo de críticas indicado sobre el realismo de los supuestos propios del equilibrio
walrasiano, se añaden aquellas otras de orden lógico que muestran que sus formula-
ciones en términos de agregados no pueden evitar que la arbitrariedad estadística eclip-
se el contenido leórico de los planteamientos microeconómicos originarios (véase supra
cap. 24, ref. O. Arkhipoff). Crítica esta que entronca con lo señalado en el capítulo 24
sobre la naturaleza de los agregados económicos usuales que, al incumplir los requisitos
matemáticos de las magnitudes físicas, dan lugar a seudomedidas sobre las que no cabe
levantar una ciencia cuantitativa en el estricto sentido que se confiere a este término
en las ciencias de la naturaleza.
Recordemos, por otra parte, la larga serie de objeciones que han ido desinflando
las desmesuradas pretensiones originarias de conseguir medidas independientes de la
utilidad que permitieran acometer agregaciones (véanse supra caps. 14, 15 y 20) y
obtener máximos colectivos. Como colofón de estas críticas el teorema de Arrow 10,
al señalar las condiciones tan restrictivas que exigiría la agregación de preferencias
para conseguir una elección colectiva que no acarreara contradicciones internas, mos-
tró de hecho su inviabilidad. Las consecuencias de este teorema no han sido todavía
debidamente acusadas por los teóricos de la economía, aunque poco a poco se van
abriendo camino. Como ha advertido Arkhipoff 11 resulta ilustrativo al respecto un
artículo de James Búchanan, en el que tras discutir estas cuestiones concluye que
«imponer a los modelos un esquema de maximización como ayuda a la decisión polí-
tica es garantizar la esterilidad de los resultados. ¿Cómo ha podido extraviarse así la
Economía?» 12• Esta especie de teorema de GOdel de las ciencias sociales viene a evi-
denciar que las técnicas de agregación (y maximización) de preferencias o de opi-
niones no pueden evitar el carácter normativo que comporta la toma de decisiones
políticas o económicas.

3.3. Críticas a los fundamentos de la construcción neoclásica del equilibrio


Existen otras críticas a la formulación neoclásica del intercambio que, quizá por ser
más profundas que las que discuten el realismo de los supuestos, han tenido menos
eco dentro de la profesión. Son aquellas que recaen sobre los fundamentos mismos de
la construcción neoclásica del equilibrio y no sólo sobre las características de los mer-

10. K. J. Arrow, Social choice and individual ¡•a/ues, Wiley & Sons, Cowles Commision for Research in
Economics, monografía, n." 12, 1951.
11. «Sur quelques paradigmes .•. )) ob. cit.
12. J. M. Buchanan, «Microeconomic thcory: conflict and contract; a contractarian paradigm for npplying
economic theory», American Economic Rel'iell', v. LXV, n." 2, 1975, p. 225.
36 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

cados a los que pueda aplicarse. Es el equilibrio estático del intercambio, construido
-como vimos en el cap. 20. IV- a partir de un isomorfismo con el equilibrio de la
palanca, lo que se pone en cuestión en estas críticas. Para que el precio de equilibrio
de una mercancía se determine inequívocamente como resultado del enfrentamiento
de las funciones contrapuestas de la oferta y la demanda hay que suponer, no sólo que
ambas son independientes entre sí, sino que también lo son de las ofertas y demandas
de las otras mercancías y que permanecen invariables todos los factores que podrían
alterar su estabilidad. En ausencia de estas hipótesis,

las curvas de oferta y demanda no determinan equilibrio alguno; dado como magw
nitud exógena un equilibrio, puede construirse siempre un par de curvas que se cruw
cen en ese punto; pero así las cosas, parece legítima mi curiosidad -señala un
economista teórico cuyas críticas van más allá de lo habitual en la profesión 13- por
saber la utilidad de esas curvas de oferta y demanda que necesitan para su consw
trucción el punto de equilibrio, y que, por tanto, no pueden utilizarse para su finaw
lidad tradicional que es, precisamente, la de determinar el precio de equilibrio. Que
no exista -dice el autor- una curva de oferta de buenos modos, no quiere decir que
la relación entre precio y cantidad de una mercancía sea contraria a la que dicen
los manuales de economía, sino que no existe una relación bien definida entre ambas
variables.[ ... } Dentro del saber económico no puede, al menos por el momento,
establecerse una relación unívoca y estable entre cantidad y precio de una mer-
cancía. Por tanto, no postular estas dependencias no puede sino ayudar a replantear
las dimensiones políticas que la economía tuvo en los clásicos. Si las cantidades
dependen de Jos precios de forma no deductible a priori, a romper esa dependencia
funcional no sólo no cierra la posibilidad de discutir sobre la detenninación de las
cantidades, sino que reenvía el problema de la determinación de las cantidades al cen-
tro de las ciencias sOciales; no se dice -insiste-los precios no influyen en las canw
tidades, son independientes de las cantidades, sino que su influencia no es tan
definida como gusta a la teoría económica vigente. Según lo dicho, la responsabiw
lidad en alguna medida del fracaso de la necesidad de «integran> los análisis socio-
lógicos, políticos y de otro tipo con la economía, habría que buscarla en el carácter
omnicomprensivo que la ciencia económica ha adquirido en lo que considera su
territorio [... ]1 4 .

La idea de que las funciones de demanda y de oferta constituyen los elementos


determinantes del precio a través del isomorfismo mecánico antes anunciado ha llegado
a constituir uno de esos planteamientos que se aplica con generalidad sin recordar en
cada caso si se cumplen las condiciones bastante restrictivas que harían lícita su apli-
cación, pues tal idea «ha arraigado en la mente del economista de nuestros días tan
profundamente que se considera como un reflejo inmediato de los hechos y no como
lo que es en realidad el resultado de una elaboración teórica bastante sofisticada» 15 .
Valgan las anteriores referencias para señalar que este presupuesto está siendo actual-
mente objeto de reflexión. Lo cual revaloriza las advertencias sobre sus limitaciones
que hicieron algunos de los propios autores neoclásicos y las críticas más o menos

l3. E. Lozano, «La crisis de la teoría económica>} ob. cit., p. 5.


14. /bid., p. S-6.
15. /bid., p. 4.
LA CRISIS DE LA CIENCIA ECONÓMICA ESTABLECIDA 37

implícitas de otros autores que, como Sraffa, evitaron recurrir a él en sus elaboracio-
nes16 o que, como Schumpeter 17 , Perroux 18 , u O'Connor 19 estimaron que los factores
a su juicio más relevantes y característicos del proceso económico, -la innovación,
el poder en el intercambio y en el manejo del Estado, respectivamente- transcurrían
al margen del mismo. De todos modos hay que advertir que tal presupuesto ocupa un
lugar importante en lo que se refiere al instrumental analítico de la ciencia económi-
ca, pero no a la axiomática que define su objeto de estudio y su forma habitual de
contemplar el proceso económico (tratadas en el cap. 24).
Este género de críticas, lejos de ser el fruto aislado de los excesos de un purismo teó-
rico que condenaría a los economistas a la inacción, constituyen el telón de fondo que
enmarca un cúmulo de fracasos e inoperancias de los viejos esquemas explicativos
empleados por los economistas. Cúmulo que se ha manifestado bien a las claras en el
terreno de lo empírico a la hora de ofrecer soluciones a la actual crisis económica: el
hecho de que toda una serie de relaciones de dependencia, hasta hace poco considera-
das de modo mecánico y causal, se mostraran bastante más borrosas de lo previsto,
alimentó dudas más generales sobre la pertinencia de tratar las propias nociones de
oferta y demanda, con todos sus derivados analíticos como funciones independientes
y, por lo tanto, manipulables separadamente. En este sentido encajan tanto la quiebra
de la teoña neoclásica de la distribución, como aquella otra de la macroeconomía de corte
keynesiano con su epílogo de «síntesis neoclásica», sin que en ninguno de los dos casos
haya aflorado su sustitutivo capaz de restablecer la confianza generalizada de los eco-
nomistas.

16. Cfr. P. Sraffa, Producción de mercancías por medio de mercancías, Barcelona, Oikos-Tau, 1965.
«Cualquier persona acostumbrada a pensar en términos del equilibrio de demanda y de oferta, puede
inclinarse a suponer, al leer estas páginas -señala Sraffa en el prefacio de esta obra- que la argumentación
descansa sobre el supuesto teórico de rendimientos constantes en todas las industrias[ ... ] De hecho,
sin embargo no se hace tal supuesto».
17. Cfr. J. Schumpeter, Teoría del desenvo/vimiellfo económico, ob. cit. Este autor señala que el estricto
cumplimiento de las hipótesis de constancia de los gustos, de la tecnología, etc. que harían la e~tabili­
dad de las funciones de oferta y de demanda, la uniformidad de las mercancías y definirían la compe-
tencia sobre las bases estáticas propias del equilibrio walrasiano, cerrarían las puertas del progreso
económico. Por el contrario, lo caractcrístk:o de éste son los cambios tecnológicos producidos por
«empresarios innovadores» para reducir costes o introducir nuevos productos haciendo obsoletos Jos
antiguos. En este proceso de «destrucción creadora» reside, según Schumpeter, la verdadera compe-
tencia fuente del progreso económico y no en aquella que se ejerce entre empresas que producen las
mismas mercancías.
18. Ya hemos visto cómo Perroux. (cap. 20.IV) retoma la idea de Pareto de integrar el equilibrio económi-
co dentro de un equilibro social mucho más amplio, introduciendo en su elaboración aspectos tales
como el poder o la información que pueden ser mucho más definitorios de una situación de intercam-
bio que las consideradas en el equilibrio walraso-paretiano en sentido estricto.
19. Cfr. J. O'Connor, LA crisis fiscal del Estado, Barcelona, Península, 1979. En vez de razonar, como
venía haciendo la literatura hacendística corriente, sobre la idea de un Estado neutral, cuya gestión bus-
caba el interés colectivo por encima de los intereses de personas, grupos o clases sociales, O'Connor toma
estos intereses como elemento condicionante de dicha gestión. La política fiscal aparece así definida
más bien por el peso que ejercen unos u otros intereses en el manejo del aparato estatal, que atendien-
do a los presupuestos teóricos de la neutralidad y la flexibilidad o a los objetivos abstractos de la equi-
dad y la estabilidad económica.
38 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

3.4. Críticas a la teoría neoclásica de la distribución


En lo que concierne a la teoría de la distribución, podemos resumir con Martínez Alier-2°
que a

los e~tudiantes de economía se les ha venido enseñando que la distribución del ingre-
so (es decir, que haya ricos y pobres, tanto dentro de cada país como internacional-
mente) podía explicarse por la lógica del mercado tal como es analizada por la teoría
económica. Todos los libros de texto, al llegar al capítulo sobre la distribución del
ingreso, afirman, más o menos, lo que sigue: «Los precios de los factores de la pro-
ducción y en consecuencia la distribución del ingreso son una mera consecuencia del
sistema de asignación de recursos a través de los mercados>> (Lipsey y Steiner,
Economics (tercera edición), Herper & Row, 1972, p. 386). La crítica moderna demues-
tra que esto no es así, reivindicando la superioridad teórica, como economistas, de
la tradición clásica de Ricardo y Marx Gunto con la aportación reciente de Sraffa y
otros) frente a la tradición neoclásica o contraclásica que se remonta a la década de
1870 con Jevons, Menger y Walras. El que haya ricos y pobres es cuestión sociopo-
Iítica, cuestión de fuerza y de hegemonía ideológica. Este hecho quedaba oculto (para
los economistas) al estudiar la distribución del ingreso como formación de precios
de los factores o servicios productivos. Sin embargo, entre otras cosas la nueva tesis
explica que los lucros de los capitalistas no pueden lógicamente ser considerados una
remuneración del «capitah), puesto que el valor del «capital» depende precisamente
del nivel de beneficios -es decir, de la distribución del ingreso, determinada extrín-
secamente al sistema económico-[ ... ] En los círculos de economistas se reconoce
ahora cada vez más la validez científica de la crítica moderna, que ataca el meollo
mismo de la teoría económica ortodoxa: la teoría de la formación de precios y de la
distribución del ingreso. La crítica moderna es pues mucho más incisiva que críticas
como las de Galbraith o Myrdal que los propios economistas consideran más bien
como sociólogos, y que criticaban la incapacidad de la teoría económica ortodoxa
para analizar fenómenos no previstos en una economía de mercado que funcionara
«bien)) ... La ortodoxia de los libros de texto está siendo derrotada: ningún econo-
mista va a poder ya recomendar niveles de salarios adecuados, porque en vez de pen-
sar que los salarios se determinan (o deben determinarse) en virtud de principios de
teoría económica, los economistas están reconociendo que Ricardo y Marx tenían
razón, y que la teoría económica (por razones de coherencia interna) debe incorporar
el hecho de que los salarios son determinados por factores extraeconómicos y que la
distribución del ingreso es lógicamente anterior a la formación de precios. A medi-
da que esta crítica moderna se difunda y ante el descrédito científico (y por tanto tec-
nocrático) de las políticas de salarios y precios, tanto puede esperarse una reacción
socialista como una reacción corporativista.

En lo político fue, ciertamente, la reacción corporativista y no la socialista, la que


predominó en el Occidente europeo en los años de crisis económica que siguieron a

20. J. MartínezAlier, «El fin de la ortodoxia en la teoría económica y sus implicaciones políticas», Cuademos
de Ruedo Ibérico, n.o 41-42, 1973. E\ lector interesado puede encontrar una exposición, más amplia
que la recogida en este artículo, de la crítica moderna a la teoría neoclásica de la distribución en el libro
de M. Dobb, Theories ofvalue and distribution since Adam Smith, Cambridge, 1973 [Hay traducción
en castellano en Siglo XXI}.
LA CRISIS DE LA CIENCIA ECONÓMICA ESTABLECIDA 39

estos vaticinios e incluso se experimentó una reacción neoliberal de exaltación del fun-
cionamiento de la economía de mercado. Y en lo académico, me temo que la crítica
interna a la que nos estamos refiriendo resultó menos revolucionaria de lo que inicial-
mente se suponía. La calificación de incoherente a la pretensión de que el «modelo
neoclásico» determinara por sí mismo la distribución del ingreso, obligó, por una parte,
a matizar la presentación de tal modelo a los estudiantes, advirtiendo que el sistema
de precios resultante correspondía a una cierta distribución originaria del ingreso, y,
por otra, a introducir el «modelo marxista» en la enseñanza universitaria, cosa que no
planteó mayores problemas al responder a la misma idea general de sistema económi~
co que dominaba el mundo de la economía académica. Pero lo importante no es con-
siderar el impacto de esta u otra crítica aislada, sino apreciar que la crítica a la teoría
neoclásica de la distribución contribuyó, junto con aquellas otras a las que estamos
haciendo referencia, a fomentar entre los economistas un clima de insatisfacción y de
pérdida de confianza en el aparato analítico de su propia disciplina.

3.5. Las críticas a las políticas de corte keynesiano y la «nueva macroeconomía»


El ataque a las políticas anticíclicas de corte keynesiano que se desarrolló desde fina-
les de la década del sesenta a medida que tales políticas cosechaban decepciones y fra-
casos, constituyó un factor importante en la referida pérdida de confianh. Pues esta
crítica destruyó representaciones, como la curva de Phillips y las curvas de !S-LM21 , y
de las posibilidades de actuación de la política económica. Hasta las propias políticas
discrecionales de estabilización fueron blanco de la crítica no ya por ineficaces, sino por
considerarlas una fuente importante de inestabilidad económica. La crítica a las polí-
ticas discrecionales de estabilización se han reforzado «al articular el supuesto de equi-
librio continuo en los mercados y la hipótesis de expectativas racionales; porque, en
último término, el resultado de tal articulación es la negación de que políticas econó-
micas sistemáticas, esperadas y entendidas, puedan generar efectos reales, ya que los
agentes (económicos) racionales, al anticiparlas, reaccionan de modo que las com-
pensarán y neutralizarán»22• Igualmente se critica el empleo de modelos economéllicos
en la evaluación de políticas económicas advirtiendo <da improbabilidad de que los
parámetros que reflejan la formación de expectativas no cambien cuando se alteran las

21. La curva de Phillips establecía una relación inversa entre la tasa de inflación y la tasa de paro registro-
das en un sistema económico, relación que los aumentos simultáneos del paro y de la inflación registrados
en la última década en el mundo occidental se encargaron de destruir irremisiblemente, dundo la mzón
a quienes, como Friedman, la habían criticado con anterioridad. Las curvas IS-LM representan los luga-
res geométricos de los puntos de equilibrio que igualan, respectivamente, el ahorro y la inversión y la
oferta y la demanda de dinero en función del tipo de interés y del nivel de renta nacional. Mientras que
se supone que la curva IS establece una relación inversa entre el tipo de interés y la renta nacional, se
considera que la curva LM describe una relación directa entre ellas, cortándose ambas curvas en un
punto de equilibrio del sistema económico. Sin embargo, hoy se sabe que estas curvas no existen de
fonna estable e independiente y que la manipulación de una de ellas entraña modificaciones y despla-
zamientos en la otra que arrojan un resultado final tan incierto como inválido para la política econó-
mica. Aparece así desinflada la ingenua creencia en que la estabilidad e independencia de estas curvas
hacían de tal representación un instrumento analítico muy didáctico y útil para la política económica.
22. L. A. Rojo, «Sobre el estado actual de la Macroeconomía», Pensamiento Iberoamericano, n. 0 l, 1982,
p. 63.
40 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

normas de política económica»23 • Como resultado de estas y otras críticas a los que
hasta hace poco se tenía por base sólida del quehacer de los macroeconomistas, «no
es de extrañar -concluye el autor citado- que haya tendido a crearse, en consecuen-
cia, durante los últimos años, una zona de insensibilidad o de indecisión respecto de
la utilización de las políticas de estabilización: una zona de perplejidad que refleja la
actual crisis de la macroeconomía»24 •
Aunque este cúmulo de críticas ha inducido a hablar de la aparición de una «nueva
macroeconomía», tal calificación parece engañosa en un doble sentido. En primer lugar,
porque estas críticas no forman un cuerpo teórico capaz de ofrecer una alternativa aca-
bada a la «antigua macroeconomía>> de origen keynesiano, ni en lo referente a la inter-
pretación ni a las propuestas de regulación del sistema económico. Y en segundo lugar,
porque la calificación de «nuevo» viene a designar en este caso lo que es, en buena
medida, un retorno a los más rancios supuestos de la tradición neoclásica, ejemplifi-
cando la tendencia apuntada al principio de este capítulo de revender las viejas ideas con
envolturas artificialmente novedosas y de ocultar bajo las apariencias de cambios y
revoluciones, la invariabilidad de los supuestos. Ya hemos indicado que la «nueva
macroeconomía» se levanta con renovado ahínco sobre los viejos supuestos de com-
portamiento racional de los agentes económicos y de continuo equilibrio de los mercados,
eclipsando las diferencias entre el corto y el largo plazo introducidas por Keynes pre-
cisamente ~ara salir al paso del incumplimiento de tales supuestos y revalorizando, en
suma, el enfoque microeconómico cuyas insuficiencias para razonar y actuar sobre el
sistema económico en su conjunto habían originado en su día el nacimiento de la
«macroeconomía».
En lo que concierne a las propuestas de política económica, podemos resumir con
Rojo que «las nuevas orientaciones macroeconómicas acaban proponiendo normas
frente a discrecionalidad; la renuncia a políticas sistemáticas anticíclicas [... ];el aban-
dono de políticas sorpresivas, por perturbadoras, y un esfuerzo por difundir lo más
posible la información en la economía. La principal tarea de la política monetaria y la
política fiscal habrá de consistir en proporcionar al sector privado un entorno estable y
predecible>>".
Es un triste sino para los economistas habituados a empuñar, aunque sólo fuera
en el pensamiento, lo que se tenían por firmes timones keynesianos, tener ahora que
desecharlos por ineficaces e incluso contraindicados, sin que hayan aparecido otros
nuevos. Es lógico que con la quiebra del intervencionismo keynesiano haya ganado
terreno la idea de que más vale abstenerse de intervenir y confiar en que las cosas se
resuelvan por sí mismas. En este sentido va la idea de que la política económica debe
sobre todo «proporcionar al sector privado un entorno estable y predecible». Pero
difícilmente pueden aceptarse con entusiasmo «normas» tales como el equilibrio pre-
supuest?-fÍO, el crecimiento a un ritmo estable de la cantidad de dinero y la libre fluc-

23. !bid. Véase R. E. Lucas, «Econometric policy evaluation: a critique)), Joumaf of Monetary Economics,
suplemento 2, Camegie-Rochester Conference Series, v. I, 1976.
24. !bid., p. 69. «The death of mncroeconomics)) reza un artículo del Financia! Times (19-IX-1984) en el
momento de corregir estas páginas. Este título hubiera sido in.s6lito hace pocos años. El artículo que
lo emplea reseña críticamente la obra de Robert Barro, Macroeconomics, John Wiley & Sons, 1984,
representativa de las nuevas corrientes neoliberales.
25. /bid., p. 65-66.
LA CRISIS DE LA CIENCIA ECONÓMICA ESTABLECIDA 4I

tuación del tipo de cambio propuestas por Friedman, como sustitutivo eficaz de las
recetas keynesianas. Sólo una fe renovada en los beneficios de la «mano invisible»
puede provocar tal entusiasmo y devolver a los economistas el confort intelectual que
en su día les ofreció la fe en los instrumentos analíticos y las recetas de un keynesia-
nismo ingenuo.
Resulta, pues, comprensible que los economistas busquen de nuevo un refugio
tranquilizador en ese universo autosuficiente e irrefutable de la utopía liberal, dando
lugar al auge del neo liberalismo doctrinario que impregna a la «nueva macroecono-
mía». Aunque la luz de la lógica más elemental no deje de resultar chocante que, habien-
do nacido el intervencionismo keynesiano para corregir las insuficiencias dellaissez
faire, pretenda ahora invocarse allaissezfaire para paliar los fracasos del keynesia-
nismo; como lo es también el que se invoque a la contrastación empírica con el fin de
resucitar de nuevo interpretaciones que se enterraron hace tiempo en aras de un mayor
realismo26 . Esta circularidad en los razonamientos, ya apuntada anteriormente, dice
muy poco a favor de la economía como ciencia positiva y lleva la polémica entre libe-
rales e intervencionistas a posiciones irreductibles que contribuyen, más que a resolver,
a perpetuar la crisis de la macroeconomía y el descrédito de los economistas en su
imposibilidad de dar respuestas unánimes para el tratamiento de la actual crisis eco-
nómica. El tono en el que se expresaron economistas con prestigio y larga vida profe-
sional en el VI Congreso Mundial que tuvo lugar en México en 1980, recoge la gravedad
de la situación:

nos estamos reuniendo acá, en México, como hicimos en los treinta en Harvard, para
ver nuestras armas frente a la crisis; pero ahora la situación es bien diferente. En los
treinta reunimos a las gentes de todas parles -incluso los socialistas- y teníamos un
par de ideas pues recién había habido una hipótesis de revolución keynesiana o, al
menos, teníamos algunas ideas sobre hacia dónde podría ir la reforma del mundo,
teníamos algunas hipótesis sobre qué reformas había que hacer en las instituciones,
de cómo tener una banca central que actuara de una forma o de otra y que pudiera
funcionar, de cómo hacer una política de empleo y de ingreso que pudiera funcionar,
etcétera. Esas eran las hipótesis que teníamos en los treinta: si se hiciera una política
de empleo, de ingresos y una política monetaria en tal dirección obtendríamos tales
resultados [... ]Y de ahí la gran síntesis. Pero ahora resulta que no tenemos hipótesis
ninguna [... ]27•

Las críticas internas a las que nos hemos venido refiriendo pueden fomentar entre
los economistas esa pérdida de fe y esa insatisfacción sobre sus quehaceres profesio-
nales que suelen preceder a las «revoluciones científicas». Pero para que tales revolu-
ciones se produzcan hace falta someter a reflexión los presupuestos básicos que definen
y estructuran el objeto de estudio de la ciencia en cuestión, cosa que no ocurre con las
críticas a las que nos estamos refiriendo, limitadas en lo fundamental al aparato analí-
tico empleado y a las interpretaciones de la distribución y del funcionamiento de las

26. Vemos una vez más que la discusión suscitada por Friedman sobre el realismo de los supuestos (véase
supra, cap. 23) no es una cuestión baladí en el devenir reciente de la ciencia económica.
27. Reseña de M. C. Tavares, Coloquio de la Granda sobre «El retorno de la ortodoxia», Peusamienlo
Iberoamericano, n. l, 1982, p. 95.
0
42 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

«macromagnitudes» de un sistema económico previa e implícitamente definido. En


efecto, estas críticas hacen referencia a la gestión y al funcionamiento del sistema eco~
nómico, pero no a la axiomática que lo define (véase cap. 24) y tampoco ofrecen, menos
aún, opciones sobre las que pueda tomar cuerpo una «revolución científica» que, para
ser digna de tal nombre, tendría que entrañar modificaciones en el objeto de estudio y
en los enfoques que lo sistematizan. La permanencia de éstos es lo que propicia esa
reiteración de ideas y razonamientos que empuja a ofrecer como nuevo lo antiguo,
dando a las discusiones entre economistas el carácter a la vez escolástico y esotérico al
que nos referimos con anterioridad en este y otros capítulos.

3.6. Críticas internas a la profesión pero externas


a los enfoques usuales de los economistas
Sin embargo, existe otro conjunto de críticas internas a la profesión -en tanto que son
realizadas por economistas- pero no a los presupuestos de la ciencia económica esta-
blecida. Críticas que, de forma más o menos directa y explícita, afectan a la axiomáti-
ca que define y sistematiza el objeto de estudio de la ciencia económica actual y llevan
a propuestas no asimilables dentro de ésta. El conservadurismo propio de las comuni-
dades científicas hace que aquella de los economistas sea poco permeable a este con-
junto de críticas, que permanece así tanto más difuso y poco divulgado, como incómodo
e irreductible resulta para la ciencia económica establecida. Dado que el presente libro
forma parte de tales críticas, que a su vez trata de sintetizar y divulgar, no vamos a
insistir ahora sobre el tema. Sería redundante volver a citar ahora a economistas como
Georgescu-Roegen, Kapp, Daly, Mishan ... o Passet, a los que ya hemos hecho refe-
rencia. Estos autores retoman, desde dentro, las críticas tradicionalmente externas antes
indicadas, para proceder a una revisión a fondo de las carencias del aparato analítico de
la ciencia económica establecida, que modifica las fronteras de lo económico y los
conceptos que lo informan. La mayoría de estas críticas hacen referencia a la gestión
de los recursos naturales, con sus derivados energéticos y medioambientales, y con-
trastan con la literatura que se orienta infructuosamente (véase cap. 19) a resolver estos
problemas en el terreno de los valores de cambio. La diversidad de posiciones que
abunda en estos temas 28 permite detectar en ellos uno de los aspectos más críticos de
la ciencia económica actual, donde las críticas tradicionalmente externas están empe-
zando a penetrar en la ciudadela teórica de los economistas abriéndole nuevas brechas.
Así, por ejemplo, el problema que con vistas a la gestión de recursos plantea la segun-
da ley de la termodinámica al afirmar que la creación de orden en un sistema implica
la creación de un desorden superior en el medio ambiente que lo envuelve, llevó a
Kappa sbñalar pioneramente la necesidad de una «nueva ciencia económica» que con-
siderara no sólo los «costes internos» a la noción usual de sistema económico, sino
también aquellos que por ser exteriores al mismo quedan fuera del cómputo económi-
co corriente. Lo mismo que ha correspondido a un economista matemático tan presti-
gioso como Georgescu-Roegen, la tarea de enjuiciar el proceso económico aJa luz de
la ley de la entropía y de señalar las graves limitaciones que comporta una ciencia eco-

28. Véa~e H. E. Daly y A. F. Umaña, E11ergy, economics and rhe enviromne11l. Conflicring view.s ofan es-
sential imerrelarionship, Boulder (Colorado), Westview Press, 1981.
LA CRISIS DE LA CIENCIA ECONÓMICA ESTABLECIDA 43

nómica que se ha desarrollado de espaldas a ella, poniendo, entre otras cosas, en cua-
rentena el contenido y la forma analítica de la función de producción que venía repre-
sentando hasta el momento, al resguardo de toda crítica, la relación entre el sistema
económico y el mundo físico circundante (véase supra, cap. 20.III). Y que Passet supo
advertir las inconveniencias de la actual noción de sistema económico de corte meca-
nicista y la necesidad de razonar sobre otros sistemas más aptos para captar los fenó-
menos de la vida y enjuiciar la relación de las sociedades humanas con su entorno
habitable.
Pero no sólo es la noción de producción, de coste o de sistema, lo que está empe-
zando a ponerse en cuestión por los economistas, sino también su presunta finalidad
inequívocamente utilitaria, que constituía la razón de ser del sistema económico. Alguien
con una posición tan sólida dentro de la profesión como Joan Robinson señalaba ya
en 1972 que, frente a la «primera crisis» de la teoría económica originada a raíz de la
Gran Depresión de 1929 por el <<fracaso dellaissezfaire ante el problema de la deman-
da efectiva>>, la «segunda crisis», la actual, «surge de una teoría que no puede expli-
car el contenido del empleo»29 • Y al poner en un primer plano la cuestión de «para qué
debía ser el empleo», se arrastran obligadamente las preguntas de para qué la produc-
ción y para qué el consumo y la inversión en los que aquella se desdobla, dando la
mano -posiblemente sin saberlo- a críticas como las de Baudrillard que señalaban
desde fuera de la profesión esa crisis de la finalidad utilitaria de la producción. La cri-
sis económica de los setenta, con el consiguiente aumento simultáneo del paro y de la
inflación, vino a eclipsar estas reflexiones fundamentales tendentes a desmontar la
axiomática que liga mecánicamente en la ciencia económica establecida la producción
a la satisfacción (de necesidades) y, por ende, al bienestar y a la felicidad de los hom-
bres. De ahí que la crisis económica, al distraer la atención sobre este problema fun-
damental haya sido en este sentido, al decir de Baudri!lard, <<una verdadera bendición
para un sistema que se veía arrastrado por el espejismo de la producción hacia un vacío
enloquecedor».

4. LA CRISIS DE LA CIENCIA ECONÓMICA Y LAS REVOLUCIONES CIENTÍFICAS

¿Estamos en los inicios de una revolución científica en economía? Contestar a esta pre-
gunta exige evitar el empleo ambiguo que se ha hecho de este término en economía, bien
para resaltar la invariabilidad del pensamiento económico, o bien para ensalzar su carác-
ter cambiante, presentándolo como una sucesión de revoluciones (marginalista, keyne-
siana, etcétera). Retomando las precisiones avanzadas al respecto (véase supra, cap. 1)
entendernos que una «revolución científica)) en economía presupone un cambio de enfo-
ques que llegue a afectar a ese núcleo teórico firme que constituye la actual noción de
sistema económico, bien modificándola o bien apartándola del lugar central que ocupa
en esta disciplina. En los capítulos precedentes hemos visto cómo ha surgido esta noción
de sistema, la estructura conceptual que le es propia y su dominio de aplicación corrien-
te. El hecho de que la idea usual de sistema económico se haya plasmado en la versión
cuantitativa corriente que nos ofrecen del mismo las contabilidades nacionales facilita

29. J. Robinson, «The second crisis of economic theory))' American Economic Review, mayo de 1972
[Hay traducción en lnfomzación Comercial Espmiola, n.o 498}.
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QUÍMICA AGRARIA CUADROS DE LA NATURALEZA TEKMUUINAMICA "00
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GEOGRAFÍA DE LA FÍSICA

1750
AORONOMIA

CARTOGRAFÍA

MECÁNiCA CLÁSICA
:onomistas: en cursiva (Keynes, Walras, J. S. Mili, ... ) MERCANTILISMO FILOSOFIA MECÁNICA
ARBITRISMO
~ros autores: en redonda (Clausius, Humboldt, ... ) Descar'lo$

''" ~>,<@i
LA CRISIS DE LA CIENCIA ECONÓMICA ESTABLECIDA 45

esta tarea definitoria. Pues una vez expresada en el campo de los números reales positivos,
esta versión generalmente aceptada del sistema económico hemos visto que debe encon-
trar definición, no ya en el terreno de las palabms sino en aquel otro más estricto de la
lógica matemática. En el capítulo 24 hemos ofrecido la axiomática que infonna el núcleo
teórico de esta representación y acotado las intuiciones que la hacen derivar hacia su
modelo de aplicación corriente. Es sobre la base de estas reflexiones previas y atendien-
do a la noción estricta de «revolución científica» antes apuntada, que cabe apreciar por
vez primera síntomas de una tal revolución en economía La confluencia indicada de crí-
ticas internas y externas está provocando el sentimiento, con el que al decir de Kuhn se ini-
cian las revoluciones científicas, de que los enfoques establecidos resultan inadecuados para
explorar ciertos aspectos de la realidad que ahora se hacen preocupantes. La insatisfac-
ción hacia la fonna de ver el mundo económico desde el prisma de ese sistema que había
permanecido en lo esencial invariable desde Adam Smith, ha encamado ya en una sub-
división de la comunidad científica de los economistas, cuyas elaboraciones están empe-
zando a trascender de la fase crítica inicial hacia otra más constructiva. Así, codo a codo
con científicos de otros campos, algunos economistas se preocupan de establecer otros
sistemas más económicos que el antiguo para resolver los problemas de gestión de recur-
sos que hoy parecen relevantes, a la vez que se dificulta su comunicación con sus cole-
gas que conservan la fe en las capacidades de los antiguos enfoques. Pues -como ha
señalado Kuhn- cuando un nuevo sistema se levanta al margen del antiguo ya no sir-
ven para enjuiciarlo el lenguaje y los procedimientos de evaluación que emplea nor-
malmente la ciencia establecida. Razonar desde lógicas y lenguajes diferentes a los
habituales de la comunidad científica no es tarea fácil para sus miembros. Ello exige
una reconversión mental tanto más ardua como importante sea lo que se está poniendo
en cuestión.
Como su propio título indica, el gráfico adjunto30 trata de seguir el divorcio exis-
tente entre crematología y econom(a de la naturaleza que, tras la frustrada síntesis
fisiocrática, se soslaya al eliminarse esta última del campo de la ciencia económica
establecida, aflorando de nuevo con fuerza en el marco de la crisis actuaL Después de
verse eclipsada por el dominio del dogma mecanicista, la economía de la naturaleza
renace lentamente durante el siglo pasado al margen de la ciencia económica, para irse
consolidando teóricamente en la segunda mitad del actual en el seno de disciplinas ta-
les como la física, la biología, la edafología, ... e incluso la antropología. El hecho de
que estos conocimientos todavía dispersos recurran a nociones y sistemas que difieren
en lo esencial de aquellos comúnmente utilizados en la ciencia económica, ocasiona
una de las rupturas más importantes que se observan en su edificio teórico y, con ello,
el distanciamiento de aquellos economistas que han decidido trabajar en este campo,
con relación a la mayoría de sus colegas que circunscriben sus razonamientos a la no~
ción establecida de sistema económico.
Este libro, además de esclarecer la situación crítica de la ciencia económica, espera
contribuir a la consolidación del grupo de economistas que, habiendo perdido la fe en la
capacidad de los antiguos planteamientos para resolver algunos de los problemas más

30. He construido este gráfico sobre un borrador de Jacqucs Grinevald, con la ayuda de Juan Martínez
A\ier. Pese a las groseras simplificaciones que comporta representar el pensamiento económico en un
espacio euclídeo bidimensional, lo hemos estimado útil para promover la discusión.
46 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

impot1antes que plantea hoy la gestión de recursos, buscan abordarlos a partir de otros
enfoques y sistemas más apropiados31 • Grupo que puede servir de aglutinante para que
se consolide esa economía crítica en la que trabajan, con mayor o menor conciencia de
ello, científicos procedentes de los campos más diversos, cuya representación aparece
recogida en la parte superior izquierda del esquema. Pues, no olvidemos, el desplaza-
miento del objeto de estudio hace que, entre otras cosas, la construcción de una nueva
economía de la naturaleza trascienda de la escasa información que tienen los economis-
tas sobre las ciencias de la naturaleza y del conocimiento especializado que caracteriza a
los practicantes de estas últimas, reclamando la colaboración de ambos. Ello por no ha~
blar de la necesidad de superar también las barreras académicas que separan hoy a los
economistas incluso de los campos de las disciplinas aparentemente más próximas,
como la geografía y la antropología.
Tras la escisión representada en el esquema entre «economía crítica>) y «economía es-
tándar», cabe preguntarse por las posibles relaciones futuras entre ambas. El desarro1lo de
este punto se sale del plan del presente capítulo. Nos limitaremos, pues, a avanzar que
mientras la mayor generalidad de los enfoques y versatilidad de los sistemas utilizados en
el campo de la «economía crítica» permitiría acoger en su seno las preocupaciones cre-
matísticas propias de la «economía estándar», lo contrario no parece posible. Aquella no
trata de sustituir el reduccionismo pecuniario propio del enfoque económico corriente por
otro cua~quiera que se estime más eficiente, sino de dar paso a la multidimensionalidad
que impregna los planteamientos modernos de otras disciplinas. La «economía crítica»
hace suya esta multidimensionalidad, negando la presunta generalidad de los «Óptimos»
que el enfoque económico corriente construye dentro de aquel reduccionismo.
En suma, la escisión que se ha producido en el tratamiento de los recursos natura-
les está rompiendo, por primera vez desde Adam Smith, el monopolio que venía ejer-
ciendo entre los economistas la noción usual de sistema económico y modificando su
campo de aplicación en el sentido que ilustra el gráfico adjunto. Estos cambios en el
objeto de estudio, en el sistema que lo informa y en el modo de orientar la investiga-
ción, ejemplificarían los primeros pasos de una revolución científica, en el sentido que
antes precisamos, siempre y cuando el contexto social permita su desarrollo. Pues en
el caso de la ciencia económica hay que hacer especial hincapié en que el desencade-
namiento de una revolución científica exige, no sólo la aparición de sistemas que res-
pondan de forma convincente a los problemas que motivaron la crisis del antiguo sino
también que se reúnan condiciones psicológicas favorables a la aceptación generaliza-
da de los mismos.
Dada la estrecha vinculación de los axiomas y conceptos en que se basa la ciencia
económica actual con determinados presupuestos éticos, ideológicos o institucionales,
la revisión de aquellos ha de ir de la mano de la modificación de éstos, encuadrándose
la crisis de esta ciencia en la crisis más amplia de la civilización que nos ha tocado vi-

3l. El conjunto de trabajos editado por H. Daly y R. Constanza (actualmente en prensa) bajo el título
Ecological economics, al que ya hicimos referencia, es un buen exponente de la existencia de economistas
preocupados por establecer puentes entre ecología y economía, o entre las ciencias de la naturaleza y la
gestión económica. Lograr este acercamiento constituye para estos autores «la principal tarea de nues~
tra generación, después de evitar la guerra nuclear», convcrgieildo con la esperanza de Margalef -a la
que nos referimos en el Prólogo- en que la ecología evolucione hacia una disciplina más amplia que
estudie la interacción del hombre con la biosfera.
LA CRISIS DE LA CIENCIA ECONÓMICA ESTABLECIDA 47

vir. Lo cual añade un interrogante sobre las perspectivas de tal revisión cuya discusión
abordaremos en el capítulo 27. Podríamos decir con Kapp 32 que «servir como una for-
ma de apologética sólo puede a la larga socavar el estatuto de una disciplina>> (que se
pretende científica) no sin matizar que la velocidad de tal socavamiento depende en
gran parte de la salud que gocen las instituciones a las que sirve. En el caso que nos
ocupa bien pudiera ocurrir que el juego de tales instituciones llevara antes a la extin-
ción de la especie humana que a la quiebra generalizada de las elaboraciones que las
sostienen. Precisamente la revisión de los planteamientos de la ciencia económica
busca, en parte, evitar que tal cosa ocurra.
Pues hay que advertir que tal revisión no sólo se ve auspiciada hoy por argumenta-
ciones racionales o consideraciones morales, sino por acontecimientos que plantean
un divorcio cada vez más claro entre las categorías de la ciencia económica y aquellas
otras del lenguaje corriente o entre sus formulaciones teóricas y el sentido común. Si
en otro tiempo fue la estrecha relación entre estas categorías y las del lenguaje corrien-
te la que favoreció su aceptación generalizada, asegurando el éxito de una ciencia eco-
nómica que acogió benévolamente la consideración vulgannente pecuniaria de la ri-
queza que, como señalaba Quesnay, es «asilo de sofismas», hoy resulta cada vez más
ostensible que bajo la divisa de la producción y la satisfacción de necesidades me-
diante el consumo se ocultan la destrucción y una ansiedad (o insatisfacción) crecien-
tes. Lo mismo que se instituye la palabra bien para designar indiscriminadamente ato-
dos los objetos consumidos, cuando prolifera el consumo forzado de aquellos con un
valor vital más dudoso ya sea en razón de la carrera de armamentos, de la contamina-
ción ambiental, o de la propia degradación de la dieta alimenticia que dan lugar a los
envenenamientos y enfermedades modernas. Y, como colofón, se generaliza la deno-
minación de sistema económico para designar el sistema más antieconómico queja-
más haya existido en la historia de la humanidad que ni siquiera apunta a lograr el pri-
mer objetivo que debiera orientar una gestión de recursos mínimamente razonable: el
de asegurar la supervivencia de la especie humana. Divergencias éstas que no sólo se
plantean en los países del llamado Tercer Mundo, sino también en las metrópolis in-
dustriales, haciendo tambalearse el axioma que hasta hace poco identificaba la expan-
sión del modelo de sociedad ofrecido por éstas con el bienestar y la felicidad de la es-
pecie humana.
En consecuencia, no será tanto la globalidad y coherencia de una crítica racional la
que provoque la revisión de los presupuestos en los que hoy se inspira la ciencia eco-
nómica, como la fuerza de ciertos hechos que le preparen un contexto favorable. No
obstante, la discusión explícita y razonada de tales presupuestos puede contribuir a in-
crementar la tensión mental que precede y motiva los cambios en las creencias y valo-
res establecidos. Pues también está claro que si no sometemos a reflexión los presu-
puestos que mientan implícitamente el quehacer de los economistas y las construcciones
de la ciencia económica, difícilmente podrán modificarse.

32. R. W. Knpp, Social COSIS ... , ob. cit., p. 282.


CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA 49-66

Prólogo a la segunda edición.


Evolución reciente del pensamiento económico:
entre la reconstrucción intelectual y la congelación conceptual'
José Manuel Naredo

1
Los siete años transcurridos desde la primera edición de este libro han sido pródigos
en acontecimientos históricos relevantes que revalorizan muchas de las reflexiones
contenidas en el mismo. Aunque no es el propósito de esta nueva edición hacer un
repaso exhaustivo de tales acontecimientos desde las perspectivas del libro, tendre-
mos necesariamente que referirnos a ellos. El derrumbamienlo del antiguo «bloque
socialista» y la extensión ya generalizada y sin tapujos de una única idea de «siste-
ma económico>>~ el fracaso continuado de las políticas de desarrollo en buena parte
de los países pobres, agravado por las guerras, y la consiguiente ampliación del foso
que los separa de los ricos; la quiebra en éstos del «Estado de Bienestar» cuando se
hacían más agudos que nunca los fenómenos del paro crónico y la marginación social ... ;
unidos a la mayor amplitud del deterioro «ambiental» y de la conciencia que de éste
se tiene, son acontecimientos que no podemos ignorar, porque contribuyen a dar nue-
vas vueltas de tuerca a la disyuntiva entre «reconstrucción intelectuab> y «congela-
ción conceptual» en la que, según William Kapp 1, están llamados a debatirse los
economistas, demandando la revisión y relativización de los enfoques económicos
ordinarios que se propone en este libro. Sin embargo, aunque los nuevos aconteci-
mientos hacen cada vez más perentoria esta revisión, de hecho el viejo cuerpo doc-
trinal se resiste a ella, manteniendo un ranking de prestigio de la profesión que premia
el solipsismo conceptual de seguir afinando su instrumental hasta la saciedad y exten-
diendo sus aplicaciones hasta los campos más inusitados, para generar tan invasora
bruma de redundantes y sofisticadas reformulaciones de los antiguos principios que,
al presentarse como novedades, llega a eclipsar los más contados intentos de verdadera
reconstmcción intelectual. Lo cual viene a proyectar también en este campo una espe-
cie de Ley de Gresham generalizada, según la cual, lo mismo que la mala moneda
expulsa a la buena del mercado, los sucedáneos expulsan a los productos de calidad en
la «Sociedad de consumo», los mensajes banales y sensacionalistas ocultan a aque-
llos otros más relevantes en la «sociedad de la información» y ... , en el campo de las

* Publicado en: Narcdo, José Manuel. «Prólogo a la segunda edición. Evolución reciente del pensamiento
económico: entre la reconstrucción intelectual y la congelación conceptual)). En: lA economía Cll evo-
lución. 2." cd. Madrid: Siglo XXI de España, 1996, p. XVII-XXXVI.
l. K. W. Kapp, «lntellectual reconsuuction or "conceptual freeze"; Economics in the Future)), en C. K.
Dopfer (comp.), Economics in rhe futurc, Londres: MacMillan, 1974. (Hay traducción en castellano
del FCE, México; 1978, bajo el título La economía del futuro; el trabajo de Kapp aparece con el título
menos expresivo de «El carácter de sistema abierto de la economía y sus implicaciones))).
50 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

elaboraciones económicas, la «nueva» e incesante reiteración cierra el paso a la renoM


vación conceptual.
Resumiendo, podríamos sintetizar en cuatro grupos relacionados entre sí los
acontecimientos que han dado un vuelco en el panorama mundial de los últimos
tiempos, revalorizando el interés de «desenredar -tal y como proponíamos en la pri-
mera edición de este libro- la inmensa maraña de valores y creencias que sostienen
la idea actual de lo económico». Uno es la crisis disolutiva de los regímenes político-
económicos propios de los llamados países socialistas del Este europeo, que tuvo la
virtud de mostrar que la idea de sistema económico que ofrecía como alternativa el
marxismo era esencialmente la misma que la economía política, tal y como habíamos
argumentado ya en este libro (capítulo 12): de hecho el marxismo, al apoyar con ve-
hemencia la misma noción de producción que suscribía'la «economía política», al
perseguir objetivos tanto o más productivistas que aquélla, con medios que se revela-
ron menos eficaces, contribuyó a facilitar la hegemonía planetaria de esa idea de sis-
tema económico que someteremos a reflexión en los capítulos que siguen. Otro es el
conflicto que supone el generalizado afán de incluir el medio ambiente y los recursos
naturales en un razonamiento económico que se había alejado de estas cuestiones
para Consolidarse como cuerpo autónomo de conocimiento. El tercero viene dado
porque la evolución de la economía mundial en los ochenta ha dado al traste con las
dulces promesas del desarrollo y las teorías que las sustentaban. y ello no sólo por-
que la crisis ambiental muestra la inviabilidad de extender a escala planetaria los pa-
trones de vida propios de los países ricos del «Norte», tan exigentes en recursos y
pródigos en residuos, sino también porque en los últimos tiempos se han manifestado
con particular crudeza las relaciones de dominación económica y deterioro ecológico
y social sobre los que tales patrones se asientan. Por último, el cuarto, es el papel tan
determinante que ha alcanzado la esfera de Jo financiero en el reparto del poder mun-
dial, soslayado por una noción de sistema económico que, al permanecer anclada a la
vieja idea de producción de riqueza, ignora que las actividades que aseguran la hege-
monía de las antiguas metrópolis industriales están cada vez más orientadas a la
adquisición de la misma mediante el manejo del sistema financiero y las empresas
multinacionales.

2
Antes de referirnos a algunos aspectos relacionados con las áreas indicadas (que serán
retomadas en los capítulos correspondientes del texto y, en ocasiones, completadas
con breves epílogos o notas actualizadoras) vamos a detenernos en ciertos rasgos de
la evolución reciente de la economía académica, entre los que confluyen la fobia a la
transdisciplinaridad, el poco afán de revisar sus fundamentos y su creciente distan-
ciamiento de los problemas del mundo real. Rasgos que explican que ni este libro, ni
la mayor parte de las obras de mis autores de cabecera, fueran recibidos con los bra-
zos abiertos en el mundo académico. El caso quizá de más flagrante injusticia sea el
de Nicholas Georgescu-Roegen, que falleció en el otoño de 1994 sin que tal evento
pasara por las «autopistas de la información» y ni siquiera a título póstumo la comu-
nidad de los economistas rindiera el homenaje que merece a sus contribuciones más
importantes sobre la relación entre economía y termodinámica y sobre la construc-
PRÓLOGO A LA 2' EDICIÓN. EVOLUCIÓN RECIENTE DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO 51

ción de la por él denominada «bioeconomía» 2 . Creo que ello se debe a que incurrió
en el doble pecado de la transdisciplinaridad y la crítica irrespetuosa de los funda-
mentos de la economía establecida, transgrediendo las fronteras y los enfoques admi-
tidos entre los practicantes normales de ésta, para relativizarlos y trascender! os. Con
el agravante de que esto no lo hizo desde fuera, desde planteamientos éticos ... , o socio-
políticos, cultivados por disciplinas consideradas secundarias por los economistas, sino
partiendo de una posición bien consolidada corno economista matemático y apoyán-
dose en la física.
La figura de Georgescu-Roegen había sido bien valorada por sus contribuciones
iniciales a la teoría económica. Prueba de ello es que fue a él a quien se le encomendó
desarrollar la voz <<utilidad>> en el monumental proyecto de la Enciclopedia de las
Ciencias Sociales 3• Además su biografía aparece nonnalmente recogida, cargando la
mano en lo referente a la primera parte de su vida académica, en los diccionarios eco-
nómicos al uso: el Palgrave; ... o el Who's Who, de Blaug. Por ejemplo, este último
apunta de modo telegráfico entre sus «principales contribuciones»: «solución a la
paradoja de la no integrabilidad en teoría de la utilidad; prueba de la imposibilidad de
derivar la función de utilidad solamente de las preferencias reveladas. Elección esto-
cástica, elección jerárquica (lexicografía) ... Aspectos termodinámicos de la economía.
Bioeconomía»4• Estos últimos aspectos habrían pasado todavía mucho más desaper-
cibidos entre los economistas si no llega a aparecer en escena el primer infonne Meadows
sobre Los límites del crecimiento en 1972 y la llamada ~<crisis energética>> de los seten-
ta. El hecho de que estos dos acontecimientos contribuyeran mucho más a agitar y a
ampliar el campo de estudio de los economistas que las fundadas sugerencias previa-
mente planteadas por Georgescu-Roegen desde dentro de la profesión, dice mucho
sobre la escasa disposición de esta comunidad científica a alterar «desde dentro» su
sistema de hacer ciencia y a revisar en serio sus fundamentos.
Sorprende que un libro tan relevante en el campo de la metodología y la historia
del pensamiento económico como es el de Georgescu-Roegen, La ley de la entropía y
el proceso económico, aparecido en 1971 5, no recibiera la atención que se merece en un
mundo académico en el que proliferan los encuentros y publicaciones orientados a dis-
cutir cuestiones menores. Veamos un caso significativo. Mientras los análisis desarro-
llados por Georgescu-Roegen en la obra mencionada sobre la epistemología mecanicista
que impregnó las elaboraciones de los padres de la economía matemática (matizados
en la primera edición del presente libro, en el que delimité lo que eran isomorfismos de
lo que eran simples analogías en este campo) fueron acogidos con desinterés en medios
académicos, ahora un suplemento de la revista History of Political Economy y un núme-

2. Cfr. J. Grincvald, «Hommage aNicolas Georgescu-Roegen)), Stratégies énergétiques, biosphere et


sociéré, abril, 1995.
3. Enciclopedia de las Ciencias Sociales, versión castellana de AguiJar, Madrid, sin fecha, 11 tomos.
4. El único diccionario que he visto que otorga a las contribuciones heterodoxas de Georgescu-Roegen
la importancia que creo que se merecen, es el incluido en la obra de M. Beaud y G. Dostaler, La pen-
sée économique depuis Keynes (Hisrorique et Dictionnaire des principaux auteurs), París: Seuil, 1993.
5. N. Georgescu-Rocgen, 71w elltropy /aw and rile economic process, Cambridge, Mass. y Londres: Harvard
University Prcss, 1971. Como director del Programa Economía y Naturaleza de la Fundación Argentarla
he promovido la publicac'tón en castellano de este libro en la colección «Economía y Naturaleza)), que
la Fundación Argentarla coedita con Distribuciones Visor de Madrid.
52 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

ro de la revista Philosophy of the Social Sciencel' recogen la documentación sobre


encuentros promovidos para discutir el libro de Mirowsky, More heat thanlight1, que
retomó el tema posteriormente. ¿Por qué tras haber sometido a la obra de Georgescu-
Roegen a un intenso silencio en medios académicos, éstos discuten y divulgan ahora la
obra de Mirowski que vuelve sobre los temas indicados, sin ahorrar reconocimientos a
aquél (le dedica incluso el libro, junto con Veblen, como a Jos dos «más profundos filó-
sofos económicos del siglo xx)) )? 8 No conozco bien los detalles para responder con
pleno conocimiento de causa a esta pregunta, pero me temo que la reconocida autori-
dad de Georgescu-Roegen corno economista matemático, unida a su carácter irreduc-
tiblemente crítico y, a vecest mordazmente irónico, sobre temas y personajes centrales
de la profesión, contribuyeron bastante a ello: al resultar incómodas sus elaboraciones
en medios académicos, éstos lo acabaron arrinconando y aislando de sus antiguos cole-
gas. Sin embargo, la crítica de Mirowski es menos irrespetuosa para el statu quo aca-
démico y sirve mejor para animar, en los confines de éste, discusiones localizadas entre
metodólogos e historiadores sobre temas considerados tan esotéricos por el núcleo duro
de la profesión, como el de las relaciones entre el instrumental aplicado en la física y
el utilizado en la economía. También ha jugado en favor de Mirowski el mayor inte-
rés que hoy despierta la economía desde el punto de vista de la filosofía de la ciencia,
cuando hace veinte años existía un claro vacío en este campo9.
Estos y otros acontecimientos me hicieron ver con brutal claridad que no son los
puros afanes investigadores y docentes, respetuosos de las reglas del juego científico,
los que agitan a la comunidad de los economistas, sino más bien los conflictos entre
reinos de taifa acadénúcos y las batallas ideológicas más o menos sordas que se desatan
en su seno, en las que este libro se ha de ver envuelto y en las que, por Jo tanto, debo
reflexionar. Batallas que, como no podía ser menos, dependen de las inquietudes del
conjunto de la sociedad. Así, la receptividad de las propias comunidades científicas
hacia textos críticos en ciencias sociales se amplía con el afán generalmente sentido

6. Annual Supplcment to Volume 25, HistOT)' oj Political Ecmwmy, Duke University Press, 1993. Véase,
en este volumen, N. de Marchi, «Non-natural social scicnce: rcflecting on the enterprise of More heat
thanlight», p. 300-302, así como Jos trabajos publicados en el núm. 22 de Phi/osophy ofthe Social
Sciencies, 1992, sobre el libro de Mirowski: A. Cohen, «lntroduction to the review symposium on Philip
Mirowski's more heat than light», p. 78-82; A. Cohen, ~<Seeing the Jight despite on heat. Post-Mirowski
his!Ory of economic thought», p. 83·96; N. Wise, «Does the history ofphysics help him'? »,p. 122-130,
y la propia respuesta de Mirowski, «More bleat than bite. Responses to Bames, Cohen, Hands and
Wise», p. 131-141. Ello además de las reseñas y artículos aparecidos en otras publicaciones sobre his·
toria y filosofía de la ciencia cuya referencia alargarla excesivamente esta nota.
7. P. Mirowski, More lzeattlzanlight. Economics as social physics: Ph)•sics as nature"s economics,
Cambridge University Press, 1989.
8. Además, Philip Mirowski tiene publicados sendos arlículos sobre la figura de Nicholas Georgescu·
Roegen en el Joumal of Economic !ssues (1988) y en una Historia del pensamiento económico dirigi-
da por Warren J. Samuels (1992); P. Mirowski, «Nicholas Georgescu-Roegen», Joumal of Economics
Issues, vol. 22, p. 820-828 y P. Mirowski, «Nicho\as Georgescu-Roegem), en W. J. Samuels (dir.),
Research inthe history of economic tlwught and metltodology, a research ammaf, Greewich, Conn., y
Londres: JAI Press, 1992, p. 86-105.
9. Véase sobre este punto la entrevista con Alexander Rosenberg publicada en el apartado «Second voya·
ger: from economics to biology, back and forth», en W. Calleballt (org.) y D. L. Hull (ed.), Taking the
naruralistic turn oj how real philosophy of sciencc is done, Chicago y Londres: The University of
Chicago Press, 1993, p. 84-93.
PRÓLOGO A LA 2• EDICIÓN. EVOLUCIÓN RECIENTE DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO 53

de impugnar el statu quo social e institucional. Habida cuenta que en los últimos tiem-
pos se ha acentuado el conformismo hacia el sistema político y económico dominan-
tes en el mundo, las comunidades académicas se muestran poco receptivas hacia las
críticas frontales a ambos sistemas. Pero también la propia fuerza de los aconteci-
mientos aniba apuntados abre nuevas áreas de discusión y reflexión sobre la natura-
leza de tales sistemas, planteando nuevas contradicciones entre conservación y cambio,
0 entre ciencia normal y ciencia renovada, que agitan una vez más a los círculos aca-
démicos e interesan a todo el cuerpo social.

3
En los años que siguieron a la primera edición de este libro, la ciencia económica dio
a luz un ingente volumen de literatura que no cabe reseñar aquí con exhaustividad,
pero del que tendremos que acusar recibo extrayendo sus enseñanzas más significati-
vas relacionadas con el propósito de esta obra. Tarea ésta difícil y comprometida, cuan-
do la inflación de textos publicados ha corrido paralela a su parcelación temática y
grupuscular, «transformando el mundo de los economistas en una especie de torre de
Babel, en la que son raros aquellos que escuchan a los otros y donde sólo una ínfima
parte del discurso emitido es entendido [... ]» 10 Así, la «torre de Babel de las especia-
lidades científicas», denunciada en el pr9logo a la primera edición, se extiende ahora
entre los propios economistas. Esta renovada «opacidad de los saberes», apoyada en
la formalización matemática y aderezada con los rasgos cambiantes de la moda, está mar-
cando el ranking de prestigio de la profesión y haciendo que la evolución de la ciencia
económica transcurra por caminos a veces tan exóticos corno ajenos al mundo real,
que inducen a pensar en la inoperancia del saber científicoll desarro1lado en este campo.
Bien es cierto que esa inoperancia para interpretar y predecir la marcha de los aconte-
cimientos económicos del mundo en que vivimos, suele ir de la mano con la inocui-
dad crítica hacia el statu quo de intereses establecidos. Inoperancia del saber que corre
paralela a su ritualización 12 , a la vez que su inutilidad para comprender, corregir y
transformar la realidad, viene a ser el reverso de su utilidad apologética de un mundo
acorde con los deseos de los poderes establecidos, que puede así presentarse, con el
aval de la ciencia, corno el menos malo y, por lo tanto, desde un punto de vista realis-
ta, el mejor de los mundos posibles.
En este contexto se produce una curiosa simbiosis entre dos aspectos aparente-
mente ajenos e incluso contradictorios. Por una parte, la literatura sobre temas econó-
micos acusa la aparición de términos de moda cuya ambigüedad induce a utilizarlos
más como conjuros que como conceptos útiles para comprender y solucionar los pro-
blemas del mundo real; por otra, esta literatura se ve cada vez más plagada de fonna-
lisrnos matemáticos.

10. M. Beaud y G. Dostaler,l..a pensée économique depuis Keynes (Historique et Dictionnaire des princi-
paux auteurs), París: Seuil, 1993, p. 189.
11. Inoperancia que Jean-Fran~ois Revel ha extendido al conjunto de la información que prodigan los
modernos medios de comunicación de masas, planteando la paradoja de una sociedad incapaz de refle-
xionar sobre sf misma por el ruido que genera el volumen sin precedentes de información, tan rápida y
libremente comunicada de que dispone (J. F. Revel, La comwissance imllile, París: Grasset, 1988).
12. Véase Rafael SánchezFerlosio, «Acerca de laritualización de los saberes», Archipiélago, núm. 16,1993.
54 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

Con relación al primero de los dos puntos indicados, tanto en economía como en
otras ciencias sociales se aprecia que. en vez de acuñarse nuevos términos reflejo de
nuevas ideas, se suelen adjetivar sustantivos antiguos, encubriendo así sus carencias
y reforzando su pervivencia. Todo ello utilizando la especial predisposición para adje-
tivar sustantivos que ofrece ese scientific vernacular of today que es el inglés 13 •
Por ejemplo, se emplea el término «economía cuantitativa» para designar el que-
hacer de economistas que trabajan con los «agregados» al uso, que son seudomedidas
de seudomagnitudes, confundiéndolo con el proceder de la ciencia cuantitativa, que
se apoya en verdaderas medidas de verdaderas magnitudes. A la vez que cuando era
vox populi la insensibilidad de los agregados de Producto o Renta Nacional hacia el
«medio ambiente» (un árbol sólo podía figurar en el Producto cuando era cortado, etc.,
etc.), se empieza a hablar del Producto «verde>>, como si esa insensibilidad de fondo
se fuera a esfumar por el mero hecho de practicarle algunos afeites. Lo mismo que
veinte años después de que el I Informe de Club de Roma sobre Los límites del creci-
miento (1972) pusiera «Contra las cuerdas» a las nociones de crecimiento y desarrollo
utilizadas en economía, se impone el afán de hacerlas «Sostenibles» asumiendo acrí-
ticamente esas nociones. O que, cuando todos los manuales afirmaban la existencia de
un medio ambiente inestudiado compuesto por bienes «libres» o «no económicos»,
aparecieron corrientes de economía calificadas de «ambiental» o «medioambiental»,
que tratan de repescar los «bienes libres» que habían escapado a su añeja red analítica
sin revisarla, ni conectarla con otras más eficientes para ello.
Concluyamos enunciando la regla que suele informar los mencionados empeños
adjetivadores: solventar ciertas carencias o problemas de fondo inherentes a los tér-
minos principales, sin modificar la esencia de los mismos. A mi juicio, el principal
interés que ofrece el empleo de los nuevos adjetivos reside en su función implícita
como detectores de zonas problemáticas, al señalar a la vez las más graves insuficien-
cias que se observan en la economía establecida y la pretensión de abordarlas sin revi-
sar los enfoques y conceptos que les habían dado origen. Así, el objetivo del crecimiento
o desarrollo «sostenible» supuso reconocer implícitamente que ambos resultaban insos-
tenibles tal y como se venían dando. Pero el deseo de hacerlos «sostenibles» no está
induciendo hoy a revisar, sino a afianzar, las propias nociones de crecimiento o de-
sarrollo que, como acabamos de indicar, habían sido puestas en tela de juicio a prin-
cipios de la década de los setenta. Lo mismo pasa con la denominación de economía
«cuantitativa», que se aplica, en parte, para encubrir las diferencias que la separan de
las verdaderas ciencias cuantitativas, que no necesitan utilizar este adjetivo para desig-
narse. Pero tampoco el deseo de hacer de la economía una ciencia cuantitativa está

13. Tan alegre adjetivación de sustantivos, además de originar curiosas cacofonías y otros problemas de
importación al castellano, es fértil en ambigüedades y dobles sentidos que en ocasiones rozan el absur-
do: calificar determinadas ciencias de naturales, humanas o económicas, en vez de hablar de ciencias de
la naturaleza, del hombre o de la economía, podría en buena lógica sugerir que hay otras ciencias artifi-
ciales, inhumanas o derrochadoras. Si en otro tiempo se recurría al latín y al griego, es decir, a lenguas
más elaboradas que las «vulgares)), para mejor expresar el pensamiento abstracto, no es cuestión baladí
que hoy se tenga que utilizar una lengua como el inglés, más escueta acomodaticia y, por lo tanto, equí-
voca que otras disponibles (alemán, francés, ruso, español. .. ) co~o vehículo del pensamiento científico.
Como tampoco lo es que los científicos con distintos orígenes lingüísticos tengan que esforzarse en escri-
bir en inglés sus elaboraciones para conseguir su divulgación y valoración en medios científicos.
PRÓLOGO ALA 2' EDICIÓN. EVOLUCIÓN RECIENTE DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO 55

induciendo a reflexionar sobre el modo de encarar las diferencias que, desde el punto
de vista de la lógica matemática, separan los agregados económicos de las magnitu-
des físicas, ni sobre la notoria ausencia de una metrología económica que vele por el rigor
de las medidas, como lo hacen desde antiguo la metrología básica y la metrología legal
en las ciencias verdaderamente cuantitativas y en las ingenierías vinculadas a ellas.
O con las denominaciones de economía «medioambiental» y de Producto «verde», que
buscan también paliar ciertas carencias sin poner en cuestión el aparato conceptual
que las había generado.
En lo que concierne a la explicación de cómo se puede conciliar la ambigüedad
conceptual de fondo que estamos comentando con el rigor que presume el creciente
empeño matematizador de los economistas, hemos de remitir a los apartados 20.Ill,
p. 289-290 y 23.IL p. 393-394, de este mismo volumen, en los que encuentra respuesta.
En ellos se advierte que el lenguaje matemático puede resultar más cómodo que el
habitual para soslayar los problemas conceptuales relativos a la definición y clasifica-
ción del objeto de la representación. Pues el formalismo matemático ayuda a asegurar
el rigor del razonamiento, pero también ayuda a perder de vista el significado de los
conceptos correspondientes que lo vinculan al mundo real. De ahí que cuando los for-
malismos matemáticos se levantan sobre bases conceptuales ambiguas, suelen añadir
más confusión de la que se origina en el lenguaje ordinario. Y de ahí que se haya dado
pie a afirmar que la economía es, a la vez, «la ciencia social matemáticamente más
avanzada, y la ciencia social y humanamente más retrasada, pues se abstrae de las con-
diciones sociales, históricas, políticas, psicológicas y ecológicas que son inseparables
de las actividades económicas. Por ello sus expertos son cada vez más incapaces de
interpretar las causas y las consecuencias de las perturbaciones monetarias y bursátiles,
de prever y predecir la evolución económica incluso a corto plazo» 14 •
Así las cosas, la matematización actual de la economía constituye en buena medi-
da una reacción de defensa para evitar las reflexiones de fondo sobre el objeto y el
estatuto de la propia disciplina que pretendemos promover en este libro. Es más, como
ha sabido apreciar René Passet 15 la teoría económica observa en los últimos tiempos
una especie de «deriva instrumental», al desplazar su discurso desde el objeto hacia el
insJrumento (los modelos) y desde éste hacia el instrumento del inslrUmento (la mate-
mática de los modelos). El autor citado presenta en tres etapas esta huida de los pro-
blemas de mundo real y de la propia disciplina. En un primer momento, la abstracción
aparece como instrumento indispensable para llevar a buen fin el análisis de la realidad
objeto de estudio. En una segunda etapa, la abstracción cobra vida propia y la refle-
xión económica se vuelca en la lógica de los modelos, sin apenas referencia ya a la
realidad que los hizo nacer. En una tercera etapa, el aparato matemático requerido para
la elaboración de los modelos se convierte en el objeto principal y más valorado de
reflexión 16 • De esta manera, el «núcleo duro» de la profesión se ha ido desplazando a

14. E. Morin, «El desafío de la globalidad», Archipiélago, núm. 16, p. 67.


15. R. Passet, «"Le chainon manquant" du dcbat économique? », Tran.wersales Science Culture, número 28,
1994.
16. Creo que esta «deriva instrumentab) puede detectarse también en otras disciplinas. Por ejemplo, Lewontin
la había detectado y criticado en ese «núcleo duro» de la biología evolutiva que es la genética de pobla-
ciones, subrayando el desequilibrio observado entre el impresionante aparato teórico desplegado y la
pobreza de Jos resultados que se derivaban de su aplicación, para concluir sobre la necesidad de recon-
56 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

un universo cada vez más desconectado, no ya de la economía real, sino incluso de la


propia economía abstracta o teórica.
«Este es un libro sobre técnica; y la técnica es, sin ninguna duda, su razón de ser.
A menudo se han escogido tema y ejemplos sin otro propósito que el de su valor ilus-
trativo para algunos aspectos relacionados con las técnicas de diferenciabilidad. Pero
el libro también utiliza la técnica como excusa para[ ... ] reexaminar la teoría del equi-
librio económico general desde la óptica de la diferenciabilidad», precisa Mas-Colell 17 ,
nuestro economista teórico posiblemente más valorado en la comunidad científica inter-
nacional, en una obra en la que sintetiza algunos de los desarrollos recientes más sig-
nificativos de la teoría económica. La teoría de juegos y del equilibrio de los mercados
ocupan un lugar central en tales desarrollos de la teoría económica, pero apenas se
habla ya del comportamiento de los agentes, sino del tipos de estrategias y de equilibrios
que se configuran. Esta reflexión cada vez más sofisticada sobre el instrumental mate-
mático suele ir acompañada de ilustraciones simples y aplicaciones concretas que ocu-
pan buena parte de la literatura especializada. Así, curiosamente, junto a la más elevada
y compleja abstracción matemática, aparecen ilustraciones referidas a casos las más
de las veces tan esquemáticos que resultan de escasa utilidad práctica.

4
La «deriva instrumental» de la teoría económica no resolvió ninguno de los proble-
mas de fondo que la economía tenía planteados cuando hicimos la primera edición de
este libro, e incluso contribuyó a agravar alguno de ellos. Es el caso del vacío que sigue
separando las elaboraciones microeconómicas de los problemas económicos «macro>>,
que la «nueva» microeconomía no ha conseguido acortar. Pues, si bien los estudios de
casos antes mencionados buscan enriquecer la casuística del razonamiento «micro»
para acercarlo a los niveles «macro», siguen ignorando los cambios referenciales que
suelen acompañar a los cambios de escala y de organización. De esta manera, tal vez
se ha paliado algo la antigua discontinuidad entre micro y macroeconomía, pero ello ha
sido a costa de distanciar esta última del mundo de los negocios y de la política eco-

siderar la relación entre el cuerpo teórico y los hechos a investigar: (<Durante muchos años -señala este
acreditado autor-la genética de poblaciones fue una teoría inmensamente rica y poderosa pero sin datos
adecuados sobre los que trabajar. Era como una compleja y exquisita máquina, diseñada para procesar
una materia prima que nadie había podido extraer con éxito(... ] (salvo raras excepciones). El mante-
nimiento y desarrollo de la máquina se dejaba a ingenieros que incesantemente pensaban en ella y la
mejoraban con vistas al día en el que pudiera funcionar a plena producción. Un poco súbitamente la
situación cambió [... }la materia prima acabó siendo localizada y echada a los engranajes de la maqui-
naria teórica. Pero por el otro extremo de la misma no salía nada. Y ello no fue debido a que la máquina
no funcionara, puesto que el gran estruendo de los engranajes era claramente audible, si no ensordecedor.
Por lo que sea, se vio que no podía transformar en productos terminados el gran volumen de materia
prima que se le había aportado. La relación entre la teoría y los hechos necesita ser, así, reconsiderada
en su conjunto)) (R. C. Lewontin, The genetic basis of evolraionary clrange, Nueva York y Londres:
Columbia Universily Press, 1974, p. 189). Véase igualmente M. Rosenbcrg, (<From rcductionism to
instrumentalismh, en M. Ruse (cd.), lV/wt tire philosoplry of hiology is: essays dedicated to David
Hull, Dordrecht, Kluwer, 1989, p. 245-265. Agradezco esta información a Carlos Castrodeza.
17. A. Mas-Colell, La teoría del Equilibrio Económico Genero/. Un enfoque diferenciable, Madrid: Fundación
Argentarla, 1992, p. 23.
PRÓLOGO ALA 2' EDICIÓN. EVOLUCIÓN RECIENTE DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO 57

nómica, haciéndola tributaria de la «deriva instrumentab antes mencionada. Con lo


cual se acentuó la distancia entre la exigencia de orientaciones claras y aplicables para
la gestión macroeconómica y las enseñanzas académicas: la pérdida de fe en la con~
tundente caridad del recetario keynesiano que se venía a la vez impartiendo en las uni-
versidades y aplicando a la política económica, contribuyó sin duda a ello. Así se
extendió también a los estudios macroeconómicos el papel de «Sello en la educación de
un caballero» que venía desempeñando tradicionalmente la macroeconomía en la for-
mación académica de los economistas, tal y como habíamos advertido en la primera
edición de este libro (23.1I, p. 401 ): lo mismo que la ballestería y la esgrima se man-
tuvieron en la formación de los caballeros (cuando el uso de armas de fuego las hacía
poco prácticas) como medios eficaces de templar su carácter para afrontar los arriesgados
desafíos de la vida, podríamos decir que ocurre con una parte creciente del instrumental
teórico económico que se imparte en las universidades de prestigio. Se trata de confi-
gurar la mente de los economistas para que reaccionen ante los problemas de la vida (eco-
nómica) con la orientación y el arrojo propios de la comunidad científica a la que
pertenecen, aunque a la hora de la verdad su instrumental se acabe la mayoría de la'
veces limitando al manejo diestro del cálculo contable informatizado, con sus simula-
ciones y proyecciones, y del medio en el que se desenvuelve su área de trabajo, todo ello
con la esperanza de acceder a las más «altas tareas de dirección», cuya generalidad
exime de ejercitar tareas de especialista.
Varias son las consecuencias que se desprenden de este alejamiento entre el «núcleo
duro» del mundo académico y el mundo económico real. Por una parte, favoreció }a
proliferación de «gurús» 18 de la empresa y las finanzas, que otorgan a gestores y políticos
las predicciones y los consejos que los nuevos teóricos, cada vez más aislados de la rea-
lidad, se ven en dificultades de darles. Por otra, rebajó los informes de empresas con-
sultoras o de departamentos de estudios, ora a trabajos que buscan complacer a las
entidades promotoras o solicitantes, ora a simples avales externos concertados para apo-
yar políticas en curso (de reconversión sectorial o empresarial, de apertura de nuevas
áreas o diseño de nuevos organigramas, etc., etc.). Con lo que, por estos caminos que
se extienden más allá del mundo académico, acabó rebrotando con fuerza la conside-
ración de las ciencias sociales como «la brujería de los tiempos modernos» queAndreski 19
había subrayado hace algún tiempo, con el consiguiente escándalo de sus practicantes.
Junto al núcleo así preservado, aparece una serie de áreas académicamente perifé-
ricas que se ocupan de los principales problemas económicos de mundo actual esbozados
al principio de este texto: los problemas de la pobreza y el desarrollo, del deterioro
ecológico o ambiental, del paro y la crisis del Estado asistencial o <<de bienestar», de la
inestabilidad de los mercados financieros, etc., etc. En cada una de ellas operan enfo-
ques «ortodoxos» y «heterodoxos», autores que se erigen en garantes de la «ortodo-
xia» y usan el área como campo de pruebas del «instrumentalismo» arriba mencionado,
y autores que abordan el tema desde perspectivas más amplias y abiertas, buscando
más la relación que la separación entre lo económico y el resto de la experiencia.

18. Para orientarse en este nuevo campo véase C. Kcnnedy, Guide to tl!e managemenl gun1s, Century Business,
1994. Tras una introducción titulada «La edad de los gurús», esta obra pasa revista a los perfiles biográ-
ficos, ideológicos y bibliográficos de los principales «management gurus» de nuestro tiempo.
19. S. Andreski, Les sciences sociales: sorce/ferie de temps modernes, París: PUF, 1979.
58 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

Salvando las peculiaridades propias del tratamiento de cada una de estas áreas, se obser-
va una situación paradójica común a todas ellas: por un parle se abren serias brechas en
el edificio de la «Ortodoxia>), al evidenciar sus insuficiencias y romper el monopolio
de enfoques del que venía disfrutando hasta ahora, pero, por otra, esta «ortodoxia»-
reacciona adaptando su instrumental para abarcar los nuevos problemas, con lo que
sale en cierta medida reforzada.
Esta adhesión a unos modos de interpretar el mundo contra los vientos y mareas
de la realidad, esta obstinada aplicación de los mismos enfoques a cualquier campo o
problema en busca de evidencias empíricas siempre triunfantes, nos recuerda más el
comportamiento de la alquimia que aquel otro acorde con los cánones tantas veces des-
critos de la ciencia experimental. Perrnítaseme recordar con esta larga cita que, el pen-
samiento alquímico, la experimentación es simplemente el despliegue de la teoría, su
manifestación. «Es imposible que el trabajo de laboratorio pueda poner en tela de jui-
cio la teoría, y ello no por razones dogmáticas, sino porque las tareas del pensamien-
to y aquellas otras que se desenvuelven en torno al horno, la retorta o el matraz, se
consideran como dos aspectos de una actividad única: la teoría y el experimento son,
ambos, reflejo de la obra de la naturaleza, una en el pensamiento del alquimista, que
representa el principio originario del fuego que circula a través de todas las cosas, otro,
en el proceso de laboratorio donde el principio del fuego produce sus efectos. En estas
condiciones, jamás se constata en el pensamiento alquímico ninguna separación entre
la teoría y la experiencia. El alquimista no encuentra fracasos, solamente negligencias
o dejadeces que le impiden llevar a buen fin los experimentos. Que no se vea en todo
esto la ceguera o la obstinación de un pensamiento irracional, sino simplemente la con-
vicción de que la teoría ofrece un marco inagotable, desde el que siempre podrán inten-
tarse nuevas prácticas. Y si, insensiblemente, a lo largo de múltiples e interminables
experiencias, la teoría acaba modificándose, ello ocurre sin que los actores de la inves-
tigación lleguen a tener sentimiento de crisis o ruptura epistemológica de ningún tipo:
ésta sólo resultará apreciable a los ojos de los historiadores, mucho más tarde» 20•
Así, lo mismo que ocurrió en su día con la alquimia, los enfoques desplegados en las
ciencias de la naturaleza y, con mucha mayor razón, en aquellas no experimentales que
se ocupan de la economía y la sociedad, acostumbran a generar «sistemas de positivi-
dades» capaces de renovarles el necesario respaldo empírico ante posibles eventos des-
favorables (en el presente texto se aportan múltiples ejemplos de este proceder). Lo cual
genera diálogos de sordos cuando aparte de los practicantes pierden la fe en la omni-
potencia de un enfoque y proponen otros diferentes: aparecen áreas de incomunicación,
y de crispación, entre los partidarios de uno y otro enfoque, mostrando que el fondo del
debate no puede resolverse mediante la simple aplicación de las reglas del juego cien-
tífico, aun cuando éstas sean profusamente invocadas por los contendientes.

S
La creciente compartimentación del pensamiento económico detectada por Beaud y
Dostaler (1993) a la que hicimos referencia creo que no es ajena a la progresiva ruptura
del monopolio de enfoques que venía ejerciendo la ortodoxia desde esa única idea de

20. B. Joly, La rationalité de l'alc!Jimieau XVII siCcle, París: Librairie PhilosophiqueJ. Vrin, 1992, p. lll-112.
PRÓLOGO ALA 2' EDICIÓN. EVOLUCIÓN RECIENTE DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO 59

sistema económico que en este libro tralamos de relativizar poniéndola en perspecti~


va histórica. Tarea ésta que se revela cada vez más fundamental, si queremos trascen-
der la mencionada fragmentación cultivando maneras de pensar y perspectivas más
amplias y capaces de posibilitar la convivencia y el intercambio constructivo entre
diferentes enfoques. Pongamos un ejemplo significativo. El de la crisis ecológica o
ambiental y su tratamiento económico. En la primera edición de este libro se postula-
ba que el tratamiento de los problemas ecológicos de nuestro tiempo reclamaba una
revisión a fondo de las categorías básicas del pensamiento económico. Esta necesidad
resulta para mí hoy mucho más evidente.
En los capítulos que siguen se expone cómo la ciencia económica se consolidó
haciendo abstracción de la realidad física y social en la que transcurría la vida de los hom-
bres. Para lo cual desplazó la noción de sistema económico al universo aislado de los
valores pecuniarios o de cambio, equiparó la noción de producción a la simple pro-
ducción de valor «añadido>> a base de revender con beneficio y redujo la riqueza obje-
to de estudio a una única categoría unificada e intercambiable de la misma: el capital.
Ahora que los problemas ecológicos de nuestro tiempo.inducen a estudiar y controlar
la incidencia que sobre ellos tiene la gestión económica, nos damos cuenta de que la idea
misma de sistema económico y el aparato conceptual en el que se apoya, que apare-
cen recogidos en los manuales y cifrados en las Cuentas Nacionales, no son un instru-
mento adecuado para ello. 1
Cuando una red analítica deja escapar el objeto de estudio propuesto, caben dos
opciones: remendar y estirar esa red para arrojarla de nuevo sobre el objeto que per-
manecía inestudiado o diseñar otras más apropiadas para capturarlo. En lo referente a
los problemas ecológicos, ambos caminos están siendo practicados. En los manuales se
incluyen ya apartados sobre el tratamiento del «medio ambiente» y se propone hacer más
«sostenible» el desarrollo. Pero el «medio ambiente» no debe tornarse como un aspec-
to más a analizar tras haber abordado las otras secciones. El «medio ambiente» surge,
como objeto de estudio, de la cortedad de miras del enfoque económico ordinario y se
diluye si adoptamos un enfoque económico más amplio y abierto: lo que normalmen-
te se entiende por «medio ambiente» es, precisamente, el medio físico que permane-
ce inestudiado al escapar al universo del valor propio de la economía estándar y viene
dado por los recursos naturales que existían antes de haber sido valorados y utiliza-
dos en el proceso económico y por los residuos artificiales que éste devuelve al medio
físico cuando ya, por definición, carecen de valor.
Los dos caminos antes mencionados se traducen en dos posibilidades de reflexio-
nar sobre ese medio ambiente inestudiado por el enfoque económico estándar: una,
estirando la vara de medir del dinero para valorar las «externalidades» y someterlas a
la conceptualización de este enfoque y, otra, aplicando sobre ellas el aparato conceptual
de las ciencias de la naturaleza que razonan desde la perspectiva de los propios recur-
sos (y residuos). Es decir, una busca extender la idea usual de sistema económico sobre
determinados objetos «ambientales» supuestamente erráticos y desordenados, otra
aborda directamente el estudio de esos objetos desde la idea de la biosfera y de los
ecosistemas en los que se integran. Creo que ambos caminos no deben excluirse ya
que, si bien sería pueril pensar que el primero puede cubrir satisfactoriamente el vacío
analítico que su propia red teórica había generado, tampoco e1 segundo debe penna-
necer ajeno a las valoraciones monetarias relacionadas con los procesos físicos que
60 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

estudia, si se quiere facilitar la incidencia práctica de sus análisis. Así, más que susti-
tuir la vieja idea de sistema económico por otra que se estime más acertada, se trata
de quebrar el monopolio que venía ejerciendo en el campo de lo económico, para conec-
tarla con los otros sistemas explicativos del mundo físico. Pero esta nueva conexión
entre los análisis físicos y monetarios de los procesos supone un cambio de estatuto
de la propia ciencia económica, al hacer de lo económico un punto de encuentro con otras
disciplinas, abandonando el razonamiento en ciclo cerrado que los economistas venían
desarrollando en el campo del valor. En otras palabras, se trata de abrir la puerta de lo
económico hacia la multidimensionalidad de enfoques y la transdisciplinaridad de sus
practicantes y de desplazar el razonamiento desde el sistema económico hacia una eco-
nomía de sistemas.
El afán de integrar en la economía el tratamiento de los problemas ecológicos o
ambientales abre una de las áreas más vivas y polémicas del pensamiento económico
actual, que genera una parte no despreciable del amplio volumen de literatura antes
mencionado. La polémica arranca de que el tema se aborda a partir de perspectivas y
sistemas diferentes: mientras, en general, los practicantes de la llamada «economía
ecológica» parten del punto de vista de los propios recursos y ecosistemas a gestionar,
los economistas «ambientales» lo suelen hacer desde el universo del valor y la rela-
ción coste-beneficio que lo envuelve. Lo razonable sería conectar ambos enfoques y
esto es lo que proponen, por ejemplo, Herman Daly y Robet Constanza en el libro
colectivo Ecologicol Economics 21 (1991) y esto es lo que propuse en la primera edi-
ción de La economía en evolución (1987), aunque en este último caso señalé la extre-
mada redundancia que suponía adjetivar el término economía con la misma raíz
eco(lógica) (como si la economía normal fuera ecoilógica) y preferí emplear el térmi-
no ecointegrador para designar este enfoque. No obstante, las barreras mentales e ins-
titucionales y el dogmatismo reinante dificultan hoy por hoy esa integración y crispan
las polémicas cuando se cierran los ojos a la posibilidad de razonar desde presupues-
tos diferentes y de apreciar la multidimensionalidad de los problemas.
En el fondo oculto del debate se encuentra la cuestión no resuelta del cambio de
estatuto de la ciencia económica arriba mencionado y la escasa referencia al hecho de
que esta polémica ha abierto una profunda brecha en el edificio de la ciencia econó-
mica <<normal» que se venía impartiendo. En vez de discutir estos temas de fondo, el
grueso de la literatura antes mencionada se entretiene en afinar hasta la saciedad los
instrumentos derivados de la economía estándar y desgranar su aplicación a casos con-
cretos, acusándose también en este campo el desplazamiento observando en el interés
y el ranking de prestigio de la profesión, desde el objeto y el sistema que lo define
hacia los instrumentos y desde éstos hacia la matemática en sí, como instrumento de ins-
trumentos. Así, aunque esta polémica haya conseguido escindir ampliamente las filas
de los economistas, se corre el riesgo de que las nuevas ideas se vean eclipsadas por
la masiva y redundante extensión y reformulación de las antiguas, que se presentan
bajo envolturas novedosas, prolongando la ambigua situación actual y retrasando el
necesario cambio de estatuto de la disciplina.

21. R. Constan7..a, (ed.), Ecological economics. The science ofmanagemelll ofsustainability; Nueva York
y Oxford: Columbia University Press, 1991.
PRÓLOGO ALA 2' EDICIÓN. EVOLUCIÓN RECIENTE DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO 61

6
Pero el universo cerrado del valor en el que han venido razonando los economistas
deja en la oscuridad otras muchas áreas con las que este universo interacciona en el
mundo real, cuyo estudio en profundidad reclama también, desde ángulos diferentes,
la revisión de las categorías básicas el pensamiento económico que se propugna en
este libro. Cosa que quiero dejar clara, habida cuenta de que incluso las recensiones
más serias y equilibradas de que fue objeto la primera edición de este libro lo presen-
tan a mi juicio sesgadamente como «Una excelente contribución a las ciencias socia-
les desde postulados ecologistas>> (A. Barceló, Recerques, núm. 22) o establecen como
punto de partida del mismo el hecho de que los enfoques económicos usuales «OO sir-
ven para explicar, ni para gestionar de f!Ianera racional los recursos naturales y el medio
ambiente del planeta>) (M. Santos, Revista de Historia Económica, año 7, núm. 1).
Aclaro que, al menos, mis pretensiones como autor eran bastante más amplias de lo
que sugieren estas lecturas. De ahí que evitara en su título cualquier referencia a la
ecología o el medio ambiente, pese a las sugerencias bienintencionadas que se me
hicieron en sentido contrario. Lo mismo que acabamos de decir para el mundo físico y
biológico afecta de lleno al tratamiento del territorio habitualmente desvinculado de
la economía. Se ha mantenido así el tradicional divorcio entre el «planteamiento» terri~
torial y la «planificación» económica, como si no incidieran ambos sobre una misma
realidad, al igual que el manejo aislado de cartografías temáticas y de cuadros con
datos monetarios, dando pie a actuaciones contradictorias y ocasionando graves des-
propósitos desde el punto de vista de la gestión.
En otro orden de ideas se acusan serias disfuncionalidades derivadas de la deseo~
nexión entre economía, sociología y antropología, entre las que destaca la desatención
de la literatura económica hacia la génesis de las necesidades, que desemboca en el
fracaso de las teorías del desarrollo para eliminar la insatisfacción y la pobreza de la
faz de la Tierra. La economía estándar aparece así como una disciplina que dice ocu-
parse de la satisfacción de las necesidades mediante el consumo, pero que ignora el
origen de aquéllas, cuando de hecho está contribuyendo a expandirlas incontrolada-
mente y provocando una mutación generalizada del hamo economicus en homo mise~
rabilis, que pone en cuestión las promesas mismas del desarrollo, tal y como argumenta
Ivan Illich22• De ahí el fiasco de la promesa del «desarrollo» para eliminar la insatis-
facción y la pobreza en el mundo. Porque el desarrollo económico mismo no intervie-
ne mejorando de entrada las condiciones de vida de las sociedades «periféricas» al
capitalismo, sino provocando su crisis sin garantizar alternativas solventes para la
mayoría de la población implicada, institucionalizando primero la escasez y escati-
mando después los medios para colmarla, para desatar así el proceso de miserabiliza-
ciótl antes indicado. Y esta problemática no sólo afecta al «Tercer Mundo» o a los
empobrecidos países del antiguo «bloque socialista», sino también a los países de capi~
talismo «avanzado» o «maduro». Una vez separado en éstos el individuo de sus anti-
guos medios de subsistencia y desaparecidas las instituciones tradicionales que le daban
cobijo, el Estado tuvo que crear las nuevas y más costosas redes asistenciales dellla-

22. l. Illich, «Nceds», en W. Sachs (ed.), Tlze development dictionary: A guide to know/edge as power,
U:mdres y New Jersey: Zed Books, 1992.
62 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

mado Estado del Bienestar, cuyo mantenimiento aparece cada vez más reñido con el
equilibrio presupuestario. En otras palabras, que una ve institucionalizada la escasez
hasta límites insospechados y cuando el capitalismo escatima a una parte creciente de
la población los ingresos necesarios para paliarla, se observan también crecientes difi-
cultades para institucionalizar el modo de hacerle frente con el apoyo del Estado.
Llegamos así al conflicto fáustico que plantea la crisis del Estado de Bienestar visto
desde la economía ordinaria, al enfrentar el recorte del gasto que demanda el equili-
brio presupuestario a las consecuencias sociales desastrosas que tal recorte ocasiona-
ría. Ignorando que cualquier solución solvente exige llevar el razonamiento más allá
de este callejón sin salida, para revisar los propios mecanismos de creación de nece-
sidades y de institucionalización de la escasez que nos han llevado a la presente situa-
ción, a fin de ofrecer de nuevo, a los individuos y a la sociedad civil, armas capaces
de invertir el proceso de miserabilización en curso.
Pero relativizar la noción usual de sistema económico no sólo es útil para facilitar
la emergencia de otros sistemas de representación más aptos para gestionar la relación
de los individuos con su entorno físico y social, sino para mejorar la comprensión de
lo que ocurre dentro de propio campo de lo monetario. Pues, en los últimos tiempos, se
observan fenómenos que están recortando seriamente la capacidad explicativa del sis-
tema instaurado por Adam Smith para «investigar la naturaleza y causas que hacen la
riqueza de las naciones». Desde mi punto de vista, este sistema no solo derivó hacia
una crematística insensible a los problemas ecológicos, sino hacia una crematística
incompleta que ignora también ciertas formas de hacer dinero que se han extendido
últimamente. En efecto, la versión cifrada de este sistema que nos han venido ofre-
ciendo las contabilidades nacionales, sobre la que se apoyan los modelos y las inter-
pretaciones de los macreoconomistas, adolece de una paradójica ambigüedad: por una
parte, afinna su condición de crematística, centrada en la generación, distribución y
aplicación de valores monetarios, pero, por otra, deja fuera de su red analítica los ingre-
sos derivados del trasiego de activos preexistentes (acciones, inmuebles, terrenos,
patentes. obras de arte ... )23 Lo cual es grave cuando la actividad de las metrópolis del
capitalismo se concentra cada vez más en la adquisición de riqueza y no en la pro-
ducción de la misma. La en otros tiempos tan ponderada «producción material» aparece
relegada a la «periferia tercermundista», mientras los países ricos se orientan prefe-
rentemente hacia la compra de productos terminados o de piezas sueltas a ensamblar.
La tarea de estos últimos ya no se centra t..1.nto en la producción y exportación de manu-
facturas, como en la venta de «Servicios» y en el comercio de activos patrimoniales.
El equilibrio de las balanzas de pagos de los países ricos se desplaza, no ya desde la
balanza comercial hacia la balanza de renta, sino desde esta última hacia la de capital
a corto y el funcionamiento del propio mercado de divisas. En suma, que el peso cre-
ciente de la economía financiera en la explicación del reparto de poder mundial per-

23. El nuevo Sistema de Contabilidad Nacional (SCN 93) elaborado en el marco de las Naciones Unidas (con
e! acuerdo de Jos principales organismos internacionales con competencias económicas) trata de poner
remedio a esta situación, incluyendo cuentas de patrimonio y cuadros de desarrollo que, cuando se
implanten, permitirán acometer, por vez primera, análisis sistemáticos del comportamiento de los dis-
tintos tipos de activos patrimoniales en los países y relacionarlo con las infonnaciones habituales de
flujos.
PRÓLOGO A LA2' EDICIÓN. EVOLUCIÓN RECIENTE DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO 63

manece inestudiado a la sombra de la idea smithiana de sistema económico centrado en


la producción y comercio de mercancías. Si recordamos que el valor en dólares corrien-
tes de los activos financieros mundiales ha crecido durante los dos últimos decenios a
una tasa media anual que dobla la registrada por los agregados de Producto, podernos
apreciar que el manejo de los activos financieros está llamado a ofrecer la llave del
poder y la capacidad de compra sobre el Planeta en mucha mayor medida que la pro-
ducción de mercancías. Pero esta llave de la adquisición de la riqueza planetaria, en
la que culmina de hecho la carrera de la «competitividad», presenta cada vez más a la
economía mundial como un juego de suma cero en el que la opulencia de unos se apoya
en la pobreza de otros y en el que la dominación económica corre paralela al deterio-
ro ecológico, segregando cada vez más el territorio en áreas de acumulación de capi-
tales y recursos y zonas de apropiación y vertido.

7
El enfrentamiento antes indicado entre la consideración de la economía como sistema
cerrado y unidimensional o como sistema abierto y multidimensional, que recorre las
· filas de los economistas, se solapa con aquel otro que enfrenta a los que ven el merca-
do como panacea con quienes lo toman como un simple instrumento.
Desde que Adarn Srnith nos habló de la «mano invisible del mercadO>>, corno pana-
cea capaz de emular a la Divina Providencia en la tarea de llevar a la humanidad por el
buen camino siempre que se respeten sus reglas, esta idea providencialista ganó terre-.
no hasta erigirse, al decir de Polanyi2\ en «la más violenta de las explosiones de fer-
vor religioso que haya conocido la historia» pues «lo que nació siendo una simple
inclinación en favor de los métodos no burocráticos se convirtió en una verdadera fe que
creía en la salvación del hombre aquí abajo gracias a un mercado autorregulador». Es
esta fe en las propiedades benéficas del mercado la que alienta esa especie de «monis-
mo transcendental» que induce al aislamiento de muchos economistas acostumbrados
a encerrar sus reflexiones en el campo de los valores pecuniarios o de cambio. Sin
embargo, dentro del propio campo de los economistas se ha desarrollado una corrien-
te neoinstitucionalista25 que se encarga de recordar que, tras la «mano invisible» de

24. K. Polanyi, TIJe great transfomwrion, Nueva York, 1944. [La gran transfonnación, Madrid: La Piqueta,
1989; véanse p. 66 y 223.}
25. El término «neo-institucionalismo)) fue acuñado por A. G. Gruchy (en su libro Contemporary economic
tlwught: the contribution of neo-institutional economics, Clifton, New Jersey: Augustus M. Kelley,
1972) para designar un conjunto amplio de autores que llevaron el análisis económico más allá del mer-
cado, conectándolo con otros campos de la realidad y áreas de conocimiento (instituciones, valores,
tecnologías ... ). Esta corriente se agrupa en torno a la Association for Evolutionary Economics, creada
en 1958, y a su revista, Joumal of Economic lssues, creada en 1967. Recientemente, la publicación de
un diccionario de Economía Institucional (dedicado en honor de Veblen, Commons y Myrdal) apunta
a consolidar dicha corriente: G. M. Hodgson, W. J. Samuels y M. R. Too! (eds.), The Elgar Companion
to institutional and e~·olutionary economics, Hants (GB) y Vermont (EE UU): Edward Elgar, 1993. En
un sentido similar, pero desde una línea más radical, véase W. Sachs (ed.), The de1•elopment dictionary.
A guide to knowledge as power, Londres y New Jersey: Zed Books, 1992, Para mi gusto, el texto que
señala de fonna más clara y escueta las diferencias entre el enfoque institucional y el estándar, sigue
siendo el de William Kapp, «In defense of institutional cconomics» (Sweedish Journal of Economics,
LXX, (l ), I%8, p. 1~8) cuya primera traducción en castellano se incluye en la selección de textos de Kapp
64 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

Adam Smith, se encuentra la mano bien visible de las instituciones26 que condiciona las
transacciones del mercado. Y que por encima de ésta transcurren las negociaciones,
presiones e influencias políticas para diseñar la estructura institucional y controlar su
funcionamiento. En efecto, el mercado no es ninguna entelequia sino que ha de tornar
cuerpo en algún marco institucional, con unos derechos de propiedad atribuidos y dis-
tribuidos de forma concreta, que condicionan su extensión y sus resultados en precios,
costes, beneficios distribuidos, productos intercambiados y residuos emitidos. Las ela-
boraciones de la teoría económica no podían ya permanecer insensibles a la creciente
avalancha de literatura que insistía en que las principales y más condicionantes deci-
siones, que establecen las propias «reglas del juego» económico, se fraguan fuera del
mercado y condicionan los resultados de éste. Las elaboraciones de la teoría econó-
mica fueron derivando insensiblemente, desde la identificación del mercado con las
virtudes de la libre competencia y del equilibrio con el óptimo, hacia el estudio de las
imperfecciones de aquél y la ineficacia de su funcionamiento, que podían derivar a
situaciones nada óptimas. Así, al tener en cuenta la amplia casuística que hace que las
transacciones mercantiles desemboquen en los resultados más diversos, las elabora-
ciones de la teoría económica acabaron desembocando también en el estudio de un
rosario tan amplio de casos que incumplen las reglas de ese mercado, libre, transpa-
rente y perfecto en el que concurren individuos iguales, que -al decir de Passet, en el
texto antes ciiadG- recuerda a la larga lisia de pecados que, debidamente clasificada, figu-
ra en los antiguos manuales de confesores. Cuando, evidentemente, ni una lista ni la
otra encierran la explicación del comportamiento económico, o del comportamiento
humano.
Pudiendo el mercado arrojar tantas soluciones, reales o simuladas, como marcos
institucionales y distribuciones del patrimonio y de la renta se le impongan, el institu-
cionalismo aplicado a temas ecológicos o ambientales trata de identificar aquellos mar-
cos cuyas soluciones se adapten mejor al entorno físico y a los estándares de calidad
deseados. Y lo mismo que no hay «mano invisible» alguna capaz de guiar al sistema
hacia la estabilidad ecológica, también se sabe que no la hay para restablecer automá-
ticamente la equidad, cuando las dotaciones iniciales de personas, entidades o países son

y de Ciricy-Wantrup preparada por Federico Aguilera, recientemente publicada con el título Economía
de los recursos naturales. Un enfoqrte instilllcional, en la colección «Economía y Naturaleza» que coe-
dita la Fundación Argentaria con Distribuciones Visor, Madrid, 1995. En cualquier caso hay que subra-
yar que las nuevas corrientes institucionalistas se alimentan de economistas de izquierda y de derecha,
intervencionistas y liberal~ ... , rompiendo con las clasificaciones que se venían bamjando, lo cual deno-
ta la amplitud de esta corriente relativizadora de la vieja ortodoxia. Pero hay que advertir que, como
ocurre en otras áreas conflictivas, la ortodoxia reacciona utilizando también los .tSpectos instituciona-
les como campo de aplicación de sus propios enfoques e instrumentos. De ahí que North propusiera
llamar neo-institutionalists (de neo-clásicos) a los autores que buscan extender o complementar en el área
institucional el modelo neo-clásico, y new~institutionalists a los que recurren al análisis institucional
porque impugnan dicho modelo y consideran que el comportamiento humano dista mucho de la racio-
nalidad del homo economicus. No obstante, esta distinción no ha cuajado sobre todo porque el propio
campo del análisis institucional es poco propicio para establecer fronteras tajantes entre ambos enfo-
ques: ello exigiría enjuiciar en todo caso las intenciones no explícitadas de sus practicantes.
26. Entendemos -de acuerdo con Bromley- por instituciones Uquellos acuerdos y reglas colectivas que
establecen lo que es un comportamiento socialmente aceptable. (D. W. Bromley, Economic illlerests
mrd institutions: tlw conceptualfoundations ofpublic policy, Oxford: Blackwell, 1989.)
PRÓLOGO A LA 2'EDICIÓN. EVOLUCIÓN RECIENTE DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO 65

desiguales en capitales y recursos. La consecuencia lógica de este modo de razonar es


que el mercado deja de ser c~nsiderado. como la panac~a. que por sí sola garantiza el ópti-
mo económico, para convertnse en un mstrumento a utthzar sobre bases controladas para
conseguir soluciones que se adapten a determinados objetivos, estándares o escena-
rios socialmente acordados sobre el entorno físico, la equidad, etc. Lo cual empuja a abrir
el universo hasta ahora aislado de lo económico a la realidad física, a sus modelos pre-
dictivos, a las opciones tecnológicas y a los procesos de negociación social, trasla-
dando el núcleo de la discusión económica desde el interior del mercado hacia
informaciones e instituciones exteriores al mismo, para hacer de esa discusión un punto
de encuentro obligadamente transdisciplinar. Esperemos que la segunda edición de
este libro contribuya a ello en alguna medida, ya que entre sus propósitos figuraba el
de sacar el razonamiento económico de la torre de marfil de los economistas, ayudan-
do a democratizar el pensamiento en este campo.

8
Por último recordemos que tras los conflictos que enfrentan a los economistas sobre
la consideración del mercado, la equidad o el tratamiento del medio ambiente, subya-
cen posiciones ideológicas que los suelen hacer irreductibles a la discusión y el acuer-
do razonados. De ahí que las polémicas que originan los mencionados conflictos
desemboquen con frecuencia en diálogos de sordos más propios de enfrentamientos
religiosos que de intercambios científicos. Sin embargo, esto no es corriente apreciar-
lo, añadiéndose a la Torre de Babel entre especialistas, antes mencionada, otra inco-
municación todavía más grave entre el pensamiento científico y las otras formas del
conocimiento.
Por ello este libro no sólo apunta a facilitar la conexión entre ciencias de la natu-
raleza y del hombre para mejor orientar la gestión económica, sino también entre la
ciencia y las otras formas del conocimiento humano. Pues aunque la discusión sobre la
viabilidad y la economicidad de los sistemas de vida de las sociedades humanas deba
realizarse a la luz de los conocimientos científicos disponibles, hemos de subrayar que
tanto la orientación de éstos, como la elección inherente a la toma de decisiones polí-
ticas y económicas, serán siempre tributarias de consideraciones metacientíficas. Lo
cual otorga renovada vigencia al propósito formulado por pensadores afines a los román-
ticos (Schelling, Humboldt, Ruskin ... ) de buscar soluciones que concilien criterios éti-
cos, estéticos y utilitarios, para resolver las ambivalencias que suele comportar la toma
de decisiones y para diseñar marcos jurídicos e institucionales propicios para que tal
cosa ocurra. Máxime viendo que la epistemología moderna asume explícitamente que
la toma de decisiones en condiciones de incertidumbre y con diferencias cualitativas
difícilmente comparables, son moneda común en la gestión política y económica27 .
Es más, la propia forma de concebir la naturaleza, el hombre y su mutua relación,
está llamada a informar los dos enfoques económicos antes mencionados que escin-
den la comunidad de los economistas en un mismo conflicto ideológico y científico.
Un enfoque que podríamos calificar de analítico-parcelario, en cuanto al método, e

27. Véase, S. O. Funtowicz y J. R. Ravetz, U11certaimy and quality in science for policy, Dordrecht: Kluwer
Academic Publishers, 1990.
66 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

individual-competitivo, atendiendo a su filosofía, que confunde individualismo con


egoísmo para mantener la fe rnandeviliana en el comportamiento individual insolida-
rio como el mejor medio para conseguir, por obra y gracia de la técnica y el mercado,
un enriquecimiento y bienestar generalizados. Otro, que podríamos identificar como
sistémico, en cuanto al método, y global-cooperativo, en su filosofía, que apunta a
cumplir simultáneamente objetivos utilitarios, éticos y estéticos. Ninguno de los dos
enfoques puede ser ya ajeno al deterioro de las condiciones de vida en la Tierra que
origina la civilización industrial, pero abordan los problemas de modo diferente, ya
que parten de dos ideas distintas de naturaleza. Para el primero de ellos la naturaleza
no es otra cosa que un «medio ambiente» que rodea al hombre, cuya calidad se desea
mantener tratando de paliar los impactos más negativos que se derivan de su uso. Para
el segundo, la naturaleza es la «biosfera» (a la que se devuelve más o menos metafó-
ricamente la condición de organismo: recordemos la hipótesis Gaia28) en la que el hom-
bre se ve integrado, siendo esta integración la que se propone revisar, para lograr una
simbiosis más acertada y acorde con el geocentrismo de este enfoque. Para el primero,
en suma, la naturaleza sigue siendo un simple conglomerado de recursos a explotar,
del que hay que ocuparse de mala gana dado que ejercen un papel Limitante sobre las
actividades humanas. Para el segundo, la naturaleza no sólo es limitante, sino también
sugerente, al proporcionar al hombre intercambios lúdicos y creativos. Ciertamente
los motivos que nos inducen a inclinarnos hacia una u otra posición son irreductibles
a la discusión científica, pues dependen no tanto del conocimiento como de la sensibi-
lidad de cada cual, que además suele embotarse en situaciones de penuria, sufrimiento
o desvarío. Por lo que difícilmente se podrá mejorar la relación hombre-naturaleza sin
mejorar la relación entre los seres humanos mismos, evitando las situaciones de frus-
tración, de guerra y de pobreza que últimamente se han prodigado por el mundo.

28. La obra más representativa y extremada de esta nueva visión organicista de la biosfera es la de J. E.
Lovelock, Gaia, a new look ar liJe on Earth, Oxford University Press, 1979 [Gaia, una nueva visión
de la vida sobre la tierra, Barcelona: Orbis, 2" cd., 1987.]
CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA 67-109

El absolutismo del individualismo de mercado


Geoffrey M. Hodgson

Jamás, en esta tierra, estuvieron las relaciones entre los hombres basadas sólo en el pago
en efectivo. Si, en cualquier momento, una filosofía de laissezfaire, competencia y ofer-
ta y demanda, se erige en el exponente de las relaciones humanas, esperad que acabe
pronto (Thomas Carlyle, Past and Present, 1847).

La Nueva Derecha acepta el economicisrno del pensamiento liberal clásico. Por ello,
ignora, o no puede enfrentarse, a ese «elemento no contractual del contrato» que
Durkheim, inspirándose de hecho en ideas conservadoras, identificó hace tiempo.
Las instituciones de mercado, tal como afirmaría también un conservador oakeshot-
tiano, no pueden prosperar de forma autónoma. Requieren de nonnas y mecanismos
de confianza, que pueden protegerse por ley, pero sólo hasta un límite, a través de
formulaciones legales (Anthony Giddens, Beyond Left and Right, 1994).

Muchas personas creen que un sistema de «libre mercado» es más «natural» que cual-
quier forma de socialismo. El socialismo es muchas veces considerado como un sis-
tema peligrosamente intervencionista, mientras que dejar las cosas al libre fluir de los
mercados es dejar que éstas sigan su supuesto curso «natural». A pesar de su atracti-
vo, esta visión tiene un origen sorprendentemente reciente. La idea de la maximiza-
ción de la libertad individual dentro de un sistema basado en la propiedad privada y
coordinado por el mercado, es mucho más reciente que la antigua idea de la propie-
dad colectiva. Es verdad que la idea básica de la libertad individual tiene sus orígenes
en la antigüedad, pero esa libertad no siempre estuvo relacionada con la propiedad pri-
vada y los mercados.
Entonces, ¿cuándo se vincularon estos conceptos? Tal como destacó Crawford B.
Macpherson, la primera fase fue el desarrollo, en la Inglaterra del siglo xvn, de la teo-
ría del «individualismo posesivo». Según esta novedosa idea -formulada original-
mente por Thomas Hobbes, James Harrington y John Locke-, se concebía al «individuo
como, esencialmente, el propietario de su propia persona y capacidades, sin deber
nada a la sociedad por ellos» (Macpherson, 1962: 3). Sin embargo, el «individualis-
mo posesivo» no implicaba en sí mismo la idea de que los derechos y libertades indi-
viduales debían estar sustentados y protegidos a través de la maximización del uso del
mercado y la minimización del poder estatal. Aunque eran partidarios del uso de los mer-

' Publicado en: Hodgson, Geoffrey, M. «The absolutism of market individualism». En: Economics and
utopia. Wlzy the leaming economy is twt rile end of history. Londres: Routledge, 19-99, p. 62-97.
Traducción: Gemma Galdon.
68 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

cados, Hobbes, Harrington y Locke reconocieron el importante papel político y eco-


nómico del Estado. La idea de transferir toda la regulación económica al mercado y
minimizar el papel del Estado surgió más tarde. El concepto de que el mercado podía
ser tan omnipresente y jugar un papel regulador crucial en la sociedad apareció por
primera vez en el siglo XVIII, mientras que la idea de la propiedad colectiva y de la
regulación de la sociedad con arreglo a algún tipo de plan tiene más de dos mil años de
antigüedad.
En 1714, fue una herejía -por la que el autor sufrió virulentos ataques y censura
legal- argumentar, como hizo Bernard Mandeville en The Fable of the Bees (La fábu-
la de las abejas), que los vicios privados podían convertirse en virtudes públicas. Tras
ella, en 1776, apareció una «contribución decisiva» al individualismo basado en el
mercado: La riqueza de las naciones de Adam Smith, un temprano «relato del orden
autogenerado que se forma espontáneamente si los individuos son contenidos por las
normas legales apropiadas» (Hayek, 1978: 124-5). Igual que el socialismo, el indivi-
dualismo de libre mercado encuenlra sus raíces en la Ilustración del siglo xvm, de la que
recogió los principios de la libertad individual, los derechos absolutos de la propiedad
y la igualdad bajo la ley, para tejerlos conjuntamente en su visionario tejido del siste-
ma de mercado.
Tal como se ha apuntado en el capítulo anterior, el término «individualismo» se
forjó en los años 20 del siglo XIX, en la misma época en que la palabra «socialismo» apa-
reció en inglés. El concepto del individualismo se ha alimentado de su adversario desde
entonces. Existiendo conjuntamente en una relación simbiótica, y compartiendo raí-
ces similares de la Ilustración, los dos términos muchas veces han compartido las mis-
mas, y a veces cuestionables, presunciones. Por ejemplo, mientras que uno ha enfatizado
la propiedad colectiva, el otro normalmente ha insistido en la importancia de la pro-
piedad individual. A pesar de esta diferencia evidente, Jos dos han compartido la pre-
sunción de que la propiedad absoluta de todos los bienes económicos claves (o de otra
clase) es posible y que la forma de propiedad -sea individual o colectiva- tiene una
importancia crucial. Aun pareciendo diametralmente opuestos, en muchos aspectos
existen en el mismo plano conceptual. Otros ejemplos de la sorprendente coinciden-
cia entre las suposiciones de gran parte del pensamiento «Socialista» e «individualista>>
se presentan más abajo. donde también se mostrará cómo algunas de las razones que
hacen del socialismo y del individualismo de mercado teorías defectuosas son comu-
nes a ambos.
En este capítulo no se contemplan todas las variantes de la filosofía «individualis-
ta»1. Se limita a la tradición moderna del «individualismo de mercado>> que, desde

l. Tal como Lukes ( 1973) ha detallado, el término <<individualismo» ha adquirido diferentes significados,
que no se limitan simplemente al «individualismo de mercadm} examinado aquí. En otra tradición,
mayoritariamente alemana, desarrollada a finales del siglo X!X, el «individualismo)) o la «individuali-
dad)} significan la verdadera realización de las capacidades únicas del individuo. Además, en los escri-
tos de los años alrededor del cambio de siglo -por ejemplo, de Osear Wilde y L. T. Hobhouse en Gran
Bretaña y de Thomas Mann en Alcmrmia-, el «individualismO>~ en tal sentido se veía como algo total-
mente compatible con un tipo de socialismo (Lukes, 1973:.17-22; 35-8). En cambio, en el presente
capítulo, nos referimos mayoritariamente a Jo que fue descrito por Lukes como «individualismo eco-
nómico»: la idea de que la mayor parte de las disposiciones económicas y sociales están mejor media-
das a través de la propiedad individual, el contrato y el comercio.
EL ABSOLUTISMO DEL INDIVIDUALISMO DE MERCADO 69

Mandeville y Smith a los premios Nobel Friedrich Hayek y Milton Friedman, ha sido tes-
tigo de la extensión del uso del «mercado» como solución a problemas políticos y eco-
nómicos fundamentales. Esta es una utopía individualista en la que la propiedad privada
es omnipresente y los mercados competitivos sirven de intermediarios en la mayoría o
la totalidad de la actividad económica. Esta utopía del «individualismo de mercadO>> es
criticada en este capítulo, en base a su inviabilidad así como a su indeseabilidad.
En muchos manuales de economía convencional se discuten los límites de las solu-
ciones de libre mercado a los problemas económicos. Típicamente, esta crítica de
manual a la dependencia universal en el mercado se basa principalmente en la idea de
las «externalidades». Se nos invita a considerar el coste social y ecológico impuesto
por un conductor de automóvil que contamina el aire y hace aumentar los atascos: el con-
ductor no sufre individualmente la mayor parte del coste ecológico que produce, sino
que lo impone a otros. El mercado no penaliza al conductor de forma equivalente al
coste social de su acción. La decisión de utilizar el coche se tomará en relación a los
beneficios y a los costes que esto aporte al conductor, no a la sociedad. Este es un ejem-
plo de lo que se conoce como «externalidad».
Entre los economistas convencionales existen dos grandes grupos de política eco-
nómica para este problema. La primera, basada en los supuestos «fallos del mercado»,
sigue las tesis del economista neoclásico Arthur Pigou (1920) y otros. En este enfo-
que, se identifican las formas en que el sistema de mercado falla al no tener en cuen-
ta los costes y beneficios sociales y ecológicos. El enfoque de los fallos del mercado
pretende identificar las externalidades y utilizar medidas como los impuestos sobre
carreteras, combustibles, etc. en un intento de aliviar el problema. En general, esta
visión se apoya en el uso de legislación gubernamental, del sistema impositivo y de
expertos informados para calibrar los costes y beneficios correspondientes.
En los años 60 surgió un segundo enfoque que generalmente se asocia con la «escue-
la de Chicago>> (Coase, 1960; Demsetz, 1967) y que se inspiró en miembros de la es-
cuela austríaca, particulannente Ludwig von Mises (1949). En este caso, las políticas
se centran en la creación y distribución de «derechos de la propiedad)) claramente defi-
nidos. Los defensores de este enfoque argumentan que la contaminación, la conges-
tión y el agotamiento de los recursos se pueden tratar a través de la creación de derechos
de la propiedad sobre esos recursos, y sobre el mismo medio ambiente, y dejando que
sea el mercado -y si es necesario, los tribunales- el que se encargue del problema. Así,
el problema de la externalidad pigouviana se entiende que surge primordialmente como
consecuencia de la ausencia de derechos de la propiedad claramente definidos y eje-
cutables. Lo que se remedia en la práctica «rescindiendo las barreras institucionales
que impiden la total operatividad de la propiedad privada>> (Van Mises, 1949: 658).
La sobreutilización de las tierras comunales y la sobreexplotación de los mares, por
ejemplo, se entienden como el resultado de la falta de una propiedad clara y significa-
tiva sobre estos recursos; si existieran derechos de propiedad bien definidos, en cam-
bio, los propietarios de los ríos y de los espacios abiertos contaminados podrían recurrir
a los tribunales para obtener indemnizaciones. La idea, por lo tanto, es la internaliza~
ción de las extemalidades a través de la definición de Jos derechos de la propiedad pri-
vada sobre todos los recursos y servicios.
Existen severos problemas de infonnación y aplicación en los dos enfoques: las solu-
ciones pigouvianas exigen una información experta y detallada sobre las externalidades
70 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

que es muy difícil de obtener, mientras que la <<solución>> de los derechos de la propie-
dad se basa en un conocimiento específico de las infracciones y amplias medidas para su
cumplimiento que son muy difíciles de conseguir y problemáticas en la práctica.
Existe un paralelismo aquí con los problemas de información que aparecen en la
planificación colectiva. Tanto el socialismo como el individualismo de mercado se
enfrentan a problemas de información, incentivos y ejecución. De la misma fonna que
algunos defensores del socialismo han propuesto soluciones de alta tecnología para
estos problemas, también lo han hecho algunos defensores del mercado libre. Walter
Block (1989), por ejemplo, ha propuesto el <<Cercado>> de la atmósfera con rayos láser
para establecer y defender Jos derechos de la propiedad, de la misma forma que en el
siglo XIX se cercaron los campos estadounidenses con alambre de espino. Encontramos
en estos casos la misma confianza inverosímil en un «arreglo» tecnológico que mues-
tran algunos defensores de la planificación completa y centralizada. En Jos dos casos,
la tecnología puede ser útil, pero es poco probable que resuelva todos Jos problemas
de información que surgen.
Existe mucha y muy controvertida literatura sobre estos temas, y no es posible ni
siquiera intentar hacer aquí un repaso rudimentario2 . Sin embargo, sí se puede descar-
tar mucha de esta literatura porque se centra en concepciones y medidas lirrútadas sobre
la eficiencia económica. Lo que nos interesa aquí es la posibilidad de una utopía indi-
vidualista de n\ercado en la que los contratos y la propiedad privada dominen la mayor
parte, si no toda, la vida económica y social. La cuestión de la eficiencia es importante
y no debería pasarse por alto, aunque algunos de Jos defensores de la utopía individua-
lista definan la eficiencia en términos de maximización de la libertad individual, que
sólo Jos mercados y la propiedad supuestamente proveen. Además, la mayor parte de
la discusión convencional sobre la eficiencia económica invoca este término en un sen-
tido estático, ignorando la cuestión de la eficiencia dinámica, que es más importante.

l. Los LÍMITES DE LOS CONTRATOS Y DE LOS MERCADOS

Una cuestión primordial relacionada con la evaluación de una economía basada en el


mercado son los límites de su sistema de coordinación de los contratos y los inter-
cambios3. Una de las críticas más importantes al individualismo de mercado al res-

2. Paro las exposiciones convencionales sobre estos temas en el contexto de los problemas ambientales, ver,
por ejemplo, Baumol y Cates (1988), Helm y Pearce (1991), Pearce y Tumer (1990).
3. Existe una distinción técnica entre los mertados y el intercambio que tiene una importancia marginal para
el argumento planteado aquí. El intercambio de mercancías es definido como la transferencia contrac-
tual acordada de un derecho de propiedad a un producto o servicio (Com1nons, 1950: 48-9; Hodgson,
1988: 148-9). Un mercado es definidq como un conjunto de intercambios institucionales y recurrentes
de un tipo específico (Hodgson, 1988: 174). Los mercados son intercambios institucionalizados, en los
que puede ser establecido un consenso sobre Jos precios y otras informaciones. Claramente, con esta
definición estricta, no todo el intercambio se produce en los mercados. Una importante excepción es
el «intercambio relacional», en el que el intercambio se basa en lazos duraderos de lealtad y no en tra-
tos competitivos y de mercado abierto (Dore, 1983; Goldbcrg, 1980b; Richardson, 1972). Sin embar-
go, el término <<mercado» es utilizado a veces para referi.rse de forma menos estricta a todos los
intercambios de mercancías. Para evitar incómodas formulaciones lingüísticas, el ténnino «mercado))
es utilizado a veces aquí en este sentido menos estricto. La definición más precisa, con su distinción
entre el intercambio de mercado y el no de mercado, sólo se emplea cuando es estrictamente necesario.
EL ABSOLUTISMO DEL INDIVIDUALISMO DE MERCADO 71

pecto la realizó el sociólogo francés Emile Durkheim. En su libro The Division of


Labour in Society, publicado originalmente en francés en 1893, Durkheim vio que las
limitaciones de un sistema basado en el contrato residían en el propio contrato. Según
Durkheim, cada contrato depende de otros factores además del cálculo completo y
racional: «Porque en un contrato, no todo es contractual>> (Durkheim, 1984: 158).
Explicaba que, siempre que existe un contrato, hay factores que no pueden reducirse a
las intenciones o acuerdos entre individuos y que tienen funciones reguladoras y vin-
culantes para el contrato mismo: estos factores son las reglas y normas que no se encuen-
tran necesariamente codificadas en la ley. En un mundo complejo, no se pueden redactar
contratos completos y totalmente especificados. Las partes contratantes se ven obli-
gadas a confiar en normas institucionales y patrones estándares de conducta que, por
razones prácticas, no pueden establecerse ni confirmarse a través de una negociación
detallada. Generalmente, cada persona da por sentadas un conjunto de reglas y nor-
mas y asume que la otra parte hace Jo mismo.
Nótese que el argumento de Durkheirn trata sobre la cuestión de la información.
La información relevante incluida en un contrato típico es demasiado extensa, com-
pleja e inaccesible para que no más que una pequeña parte de la misma pueda estar
sujeta a la deliberación racional y la estipulación contractual. Cuanto más compleja
sea la situación a decidir, mayor será la cantidad de información relevante, y cuánto
más tácita y dispersa sea la información, más pertinente será la teoría de Durkheim.
Incluso las actividades económicas más simples se basan en una red de apoyos ins-
titucionales que se dan por sentados. Ludwig Wittgenstein utilizó el ejemplo de firmar
un cheque: este acto depende de la existencia previa de muchas instituciones~ rutinas y
convenciones -bancos, créditos, leyes- que son los antecedentes prácticos y el marco
de las acciones e interacciones socioeconómicas. Sin estas instituciones, dicha activi-
dad no tendría ningún sentido. La misma observación es válida para otras actividades
diarias, corno mandar una carta o esperar un autobús. En todos los casos, dependemos
de fonna habitual e inconsciente de una densa red de instituciones y rutinas preesta-
blecidas. Toda actividad socioeconómica forma parte de una «compleja red de siste-
mas de interacción» (Boudon, 1981: 86).
Se argumenta que, en estas circunstancias, nos basamos hasta cierto punto en la
confianza. Por definición, si confiamos en la otra parte, nos embarcamos volunta-
riamente en un proceder cuyo resultado depende de las decisiones tomadas por esa
otra parte. Normalmente, el resultado está fuera de nuestro control. Muchos estu-
dios han demostrado que la confianza es vital para el mundo del comercio y el inter-
cambio.
Tomemos, por ejemplo, la obra de Stewart Macaulay (1963) sobre las relaciones
no contractuales entre empresas. Se esperaría que en el mundo de los negocios, la con-
fianza y el compañerismo basados en las relaciones fueran eliminados en favor de las
relaciones económicas. Sin embargo, Macaulay observó que las empresas capitalistas
se basan en valores como la «honestidad y la decencia nonnal» a la hora de hacer nego-
cios. Incluso cuando existen grandes riesgos, las personas de negocios no responden
necesariamente exigiendo un contrato fonnal que cubra todas las posibilidades. La
encuesta de Macaulay demostró que en una gran mayoría de pedidos no existía con-
trato formal alguno, y que se basaban en la palabra o las relaciones establecidas entre
las personas involucradas.
72 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

La consideración de la incertidumbre dominante en las relaciones empresario-


empleado en la empresa capitalista llevó aAlan Fox (1974) a argumentar convincen-
temente que un elemento de confianza supra-contractual es esencial en las relaciones
industriales, y que un sistema puramente contractual no es factible4• Hasta cierto punto,
las empresas establecen una «dinámica de confianza». Así mismo, Herbert Frankel
(1977) examinó hasta qué punto el dinero mismo se basa en la confianza.
El papel funcional de la moralidad y de la confianza en un sistema capitalista ha
sido enfatizado por muchos autores. Arthur Denzau y (el premio Nobel) Douglas North
(1994: 20) escribieron:

una economía de mercado se basa en la existencia de un conjunto de valores com-


partidos que permiten la existencia de la confianza. La moralidad de una persona de
negocios es un bien intangible crucial en una economía de mercado, y su inexisten-
cia incrementa de forma sustancial los costes de transacción.

Will Hutton (1995: 20) ha elaborado un tema similar: «el grado de éxito de las ins-
tituciones de una economía en apuntalar la confianza y la continuidad, determinará la
capacidad de mantener la fortaleza competitiva a largo plazo». Los lazos instituciona-
les y culturales cumplen una función esencial incluso en una economía individualista
y capitalista.
Sin embargo, todo el tema de la cooperación basada en la confianza, y el de la con-
fianza misma, es que ésta se ve empañada por el sobreuso de la negociación contrac-
tual y del cálculo de costes. Tal como remarcó con franqueza otro premio Nobel,
Kenneth Arrow (1974: 23): <<la confianza es un importante lubricante del sistema
social. .. Si tienes que comprarla, ya tienes dudas sobre lo que has comprado».
Los economistas neoclásicos ven estos fenómenos de confianza y cultura como el
resultado de la maximización de la utilidad, por los agentes individuales. Sin embargo,
definir la confianza como un fenómeno resultante simplemente del cálculo racional de
los costes y beneficios realizado por un individuo no es la mejor forma de describir-
lo: hay algo más. No es adecuado construir la «confianza», la «cooperación» y el
«altruismo» en base a la presunción de que los individuos actúan solamente como resul-
tado de la maximización de su utilidad individual. Desde este enfoque, si un individuo
incrementa su propia utilidad confiando, ayudando o cooperando con otras personas, no
está más que sirviendo a sus propios intereses, y no siendo genuinamente altruista en
el sentido más amplio y adecuado de la palabra.
Consecuentemente, tal como han argumentado Fox (1974), Elias Khalil (1994) y
otros, la confianza no puede entenderse exclusivamente dentro del marco de contrata-
ción universal de maximización de la utilidad e intercambio en el que se basa la eco-
nomía neoclásica. Tal enfoque ignora las características culturales y las relaciones
sociales específicas que intervienen en la generación y protección de la confianza, lo que
le impide entender algunas de las características esenciales y específicas de cualquier
sistema capitalista. De nuevo, tal como ocurrió al discutir el caso del socialismo en el

4. Esto es negado por el enfoque de coste de transición desarrollado porWilliamson (1975, 1985). Para crí-
ticas de Williamson y pruebas de que la confianza es importante ver Berger et al. (1995), Arrighetti et
al. (1997), Burchell y Wilkinson (1997), Lyons y Mehta (1997), Nooteboom et al. (1997).
EL ABSOLUTISMO DEL INDIVIDUALISMO DE MERCADO 73

capítulo anterior, tropezamos con las limitacíones de la teoría económica estándar: su


incapacidad de encontrar un marco conceptual adecuado que pernUta comprender las
características claves de los sistemas económicos más importantes5•
Existe actualmente una opinión muy extendida, apoyada por un gran volumen de
literatura, según la cual la propia prosperidad del comercio depende de un cierto grado
de confianza y compromiso moral. Esto significa que la búsqueda exclusiva del bene-
ficio, sin tener en cuenta la confianza y el compromiso, llevaría al fracaso. Además,
una evaluación exclusivamente pecuniaria es perjudicial incluso para una sociedad
capitalista. En 1962, Fram;ois Perroux escribió que:

Para que una sociedad capitalista funcione adecuadamente, deben existir ciertos fac-
tores sociales que no estén sujetos al móvil económico o, por lo menos, a la búsque-
da del máximo beneficio. Cuando el beneficio económico ocupa el primer lugar en el
pensamiento de los funcionarios, los soldados, los jueces, los sacerdotes, los artistas
y los científicos, el resultado es la dislocación social y una amenaza real a cualquier
forma de organización económica. Los valores más elevados, los valores humanos
más nobles -el honor, el júbilo, el afecto, el respeto mutuo- no tienen que tener pre-
cio; dárselo significa minar los cimientos del conjunto social. Siempre existe un marco
más o menos duradero de valores morales preexistentes dentro de los que opera una
economía capitalista, valores que pueden ser muy extraños al mismo capitalismo
(Citado en Albert, 1993: 104).

Mucho antes, Joseph Schurnpeter (1909) planteó que incluso una economía ato-
místicamente competitiva depende de valores sociales irreductibles. De forma similar,
en los años 40, Schumpeter (1976: 423-4) argumentó agudamente que <<ningún siste-
ma social puede funcionar si se basa exclusivamente en una red de contratos libres
entre partes contratantes (legalmente) iguales entre las que se espera que cada cual se
guíe únicamente por sus propios fines utilitarios (a corto plazo)». Más recientemen-
te, Joseph Stiglitz (1994: 271) advirtió que: «el capitalismo, al promover comporta-
mientos basados en el egoísmo, puede crear un ambiente menos propicio a la
eficiencia». Para su propia supervivencia, el capitalismo depende de una dimensión
moral que es independiente del pago en efectivo y del desnudo interés propio (Etzioni,
1988).
Especialmente pcr depender de la existencia de un contrato legal y voluntario, el ejer-
cicio de la autoridad empresarial depende en parte de la presunción de legitimidad de
las partes involucradas. Sin embargo, tal corno señaló Hannah Arendt (1958), la legi-
timidad de una forma de autoridad sólo puede <<demostrarse>>, a ojos de las partes invo-
lucradas, recurriendo a una fuente que va más allá de las mismas autoridades. De esta
forma, el capitalismo a lo largo de su historia ha dependido hasta cierto punto -y en
cierto modo sigue dependiendo de la cultura local o nacional específica- de normas
de compromiso no contractuales, ya fueran de origen religioso o secular. La legitimi-
dad del sistema de contratación no puede establecerse a través_ del recurso a la fuerza

5. Para exposiciones y exploraciones sobre la confianza en este contexto ver Arrighetti et al. (1997), Barbcr
(1983), Beal y Dugdale (1975), Burchell y Wilkinson (1997), Campbell y Harris (1993), Fukuyama
(1995), Gambetta (1988), C. Lane (1997), Lyons y Mehta (1997), Misztal (1996), Sako (1992), Kr.uner
y Tyler (1996), Zucker (1986).
74 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

o la veracidad del contrato, lo que tiene importantes implicaciones para la productivi-


dad y durabilidad del sistema.
El capitalismo ha sobrevivido porque ha combinado, de formas y con suertes dife-
rentes, la fluidez y los incentivos del intercambio de propiedades con una cohesión
social y compromiso moral suficientes para mantener el sistema de contratos operan-
do en un contexto complejo. En algunas de sus formas -tal como han indicado
Schumpeter, Karl Polanyi y otros-, esta es una combinación precaria. El sistema depen-
de de los incentivos en efectivo y de la adquisición individual. Sin embargo, si una
cultura social de egoísmo e interés propio se convierte en dominante, amenaza los lazos
del deber y la lealtad que son también necesarios para el funcionamiento del sistema de
mercado. Si la cohesión social y la confianza se resquebrajan demasiado, el sistema
deja de ser capaz de sostener los vínculos sociales permanentes que son necesarios
para la cohesión y longevidad organizativa, tanto en la esfera productiva como en todas
las demás.
Este factor es de vital importancia para la comprensión de la naturaleza del siste-
ma capitalista. Es importante apreciar las diferentes formas en que sistemas capitalis-
tas específicos combinan los motivos pecuniarios con una cultura del orden social y
moral suficiente. Es esencial entender las posibilidades y límites de la tensión creativa
entre estos dos elementos del sistema. Estas cuestiones se ampliarán más adelante en
este libro. 1
No obstante, el tema clave en este momento es mostrar que un mercado demasia-
do individualista no es viable, y que si el individualismo centrado en sí mismo llega
demasiado lejos, acaba minando el mismo sistema que normalmente ensalza. Cuando
Friedman (1962: 11-2) argumenta que <<el país es el conjunto de individuos que lo com-
ponen, no algo que está arriba y por encima de e11os», reveló su ceguera conceptual
hacia las propiedades emergentes del sistema que transciende a los individuos.
Propiedades, además, que son necesarias para la supervivencia misma del sistema capi-
talista que él estaba defendiendo.

2. EL INDIVIDUO ES EL MEJOR JUEZ DE SUS NECESIDADES


Normalmente, los individualistas de mercado encuadran tanto sus análisis como sus
políticas en términos individualistas. Por lo tanto, en la raíz de su utopía reside la idea
de que el individuo es generalmente el mejor juez de su bienestar. Hayek (1944: 44), por
ejemplo, escribió:

Este es el hecho fundamental en el que se basa toda la filosofía del individualismo. No


asume, tal como se afirma con frecuencia, que el hombre es egoísta o interesado, o que
deba serlo. Parte del hecho indiscutible de que los límites de nuestra capacidad de
imaginación imposibilitan la inclusión en nuestra escala de valores de más de una
parte de las necesidades de la sociedad en general, y que, como, en sentido estricto,
las escalas de valores sólo pueden existir en las mentes individuales, lo único que
existe en realidad son escalas parciales de valores, escalas que son inevitablemente dife-
rentes y muchas veces inconsistentes entre ellas. Esto lleva al individualista a con-
cluir que los individuos deberían poder, dentro de unos límites definidos, seguir sus
propios valores y preferencias y no los de otros, y que, dentro de estos ámbitos. el
sistema de objetivos del individuo debeiia prevalecer y no estar sujeto a ningún man-
EL ABSOLUTISMO DELINDIVIDUALISMO DE MERCADO 75

dato ajeno. Es este reconocimiento del individuo como juez último de sus objetivos,
la creencia de que sus propias consideraciones deben gobernar sus actos tanto como
sea posible, lo que constituye la esencia de la posición indívidualista6•

El importante ge¡men de verdad presente en este párrafo no debería pasarse por alto.
El conocimiento, las percepciones y los valores personales vaóan mucho de un indi-
viduo a otro. El individuo posee conocimientos y valoraciones íntimas de sus cir-
cunstancias que no son compartidos -y que no pueden ser totalmente compartidos-
por otros. Por esa razón, es razonable defender un cierto grado de autonomía personal
y posicionarse fuertemente en contra de las reivindicaciones universales de un legis-
lador o un Estado patemalista. Hasta cierto punto, la autonomía personal debería refor-
zarse limitando los derechos de mantener o comerciar con la propiedad privada. Aunque
estos límites son motivo de controversia, el argumento general a favor de algún grado
de propiedad individual es hoy rechazado por muy pocos. El hecho de que los indi-
viduos dispongan del conocimiento íntimo de su situación, y de que las circunstan-
cias varíen de un individuo a otro, tiene implicaciones importantes para cualquier
proyecto utópico, especialmente en lo relacionado con la conservación de la libertad
y la regeneración de la diversidad. Más tarde volveremos a este punto de forma más
amplia.
Lo que nos concierne en este momento es la idea de que el individuo, y su capacidad
para realizar valoraciones respecto a sus necesidades en un amplio e ilimitado espec-
tro temático, puede darse por sentado. Dentro de un ámbito amplio y vagamente defi-
nido, y a través de su vida adulta, se asume que el individuo tiene un conocimiento
incuestionable sobre aquello que es mejor: es «el juez último de sus objetivos», y se
da por sentado que sus preferencias son completamente «suyas» y que «deben gober-
nar sus acciones» sin rival.
La respuesta a estos dogmas individualistas ha existido durante tanto tiempo como
la misma palabra «individualismo». Es la respuesta asociada a Robert Owen, Marx y
otros socialistas: la idea de que el individuo no es un inocente aislado sino socialmen-
te conformado. El individuo no es un átomo, sino una parte orgánica de la sociedad
que necesariamente adquiere interpretaciones, significados y valores a través de la
interacción con los demás. Este punto es importante incluso si rechazamos el socialis-
mo. Los individuos contratantes, primordiales en el individualismo de mercado, deben
adquirir la capacidad para buscar riqueza y realizar intercambios en la sociedad. La
misma autonomía que tanto apreciamos sólo llega a ser posible y viable a través de la
interacción social con otros seres humanos. Tal como observó John Dewey (1935: 39):

6. Lo que es sorprendente, sin embargo, es el grado de cualificación que Hayek tuvo que introducir en su
misma retórica individualista aquf reproducida. Él escribió que ((los individuos deberían poder, dentro
de unos límites definidos, seguir sus propios valores y preferencias ... dentro de estos ámbitos, el sis-
tema de objetivos del individuo debería prevalecer y no estar sujeto a ningún mandato ajeno» (cursi-
vas nuestras). Pareció además admitir que podemos valorar más aspectos que nuestras propias necesidades
e incluso ((una parte de las necesidades de la sociedad en general». Después de todo, el mismo Hayek
proclamó la necesidad universal de libertad humana. Implícitamente, Hayek tuvo que afinnar que en
algunos aspectos él era supuestamente un mejor juez de nuestros intereses que nosotros mismos sin la
ayuda de sus percepciones.
76 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

La filosofía y la psicología subyncentes en el liberalismo temprano llevaron a la con-


cepción de la individualidad como algo ya preparado y poseído por el individuo, que
sólo requería la eliminación de ciertas restricciones legales para entrar totalmente en
escena. No se concebía como algo dinámico, que se consigue sólo a través del cre-
cimiento constante.

Para poder participar en la sociedad como individuo, tenemos que pasar por un
extenso periodo de aprendizaje y socialización. La socialización es más que la mera
incorporación a la sociedad: significa la adquisición de categorías y hábitos de pensa-
miento y acción a través de los cuales entendemos el mundo y constituirnos nuestra
propia individualidad. Desde el momento en que nacemos, experimentamos el mundo
a través de otros. Imitamos. Adquirimos un lenguaje. Empezamos a asimilar un orden
simbólico común. Nuestro sentido de la identidad y del ser depende de la interacción
social.
Y lo que es crucial: el conocimiento individual de las opciones disponibles tam-
bién se genera a través de la interacción social. Para que el individuo pueda utilizar
cualquier información, debe usar marcos y categorías conceptuales que le confieran
significado. Estos conceptos forman parte de la herencia de nuestra cultura y lengua-
je, y los adquirimos a través del aprendizaje y la socialización. Percibimos una gran
parte del mundo a través del lenguaje y los símbolos que adquirimos a través de la
interacción social. Los valores y propósitos que dan significado a nuestros deseos e
intenciones se formulan necesariamente a través de ese lenguaje social. Esto es mucho
más que decir que los gustos y preferencias individuales están influidos por institu-
ciones poderosas o por la publicidad mediática. Nuestros gustos y preferencias reflejan
el carácter social de la individualidad misma.
Estamos moldeados por nuestra cultura social, con todas sus peculiaridades y limi-
taciones. Por ejemplo, una cultura en la que prevalezca la creencia de que las mujeres son
inferiores a los hombres, no va a investir a las mujeres adultas de la suficiente confian-
za y autoridad para que aspiren a su emancipación. Una sociedad que predique que todo
el mundo Iiene un lugar preestablecido en el orden social, probablemente no va a alen-
tar a los de las categorías más bajas a que persigan su propio desarrollo más allá de los
límites tradicionales. El carácter social de la individualidad implica que las decisiones
individuales no están meramente limitadas por factores externos al individuo, sino par-
cialmente formadas por ellos. En estas circunstancias, la política que defiende que el
individuo es generalmente el mejor juez de sus objetivos, es incapaz ni siquiera de desa-
fiar, y mucho menos minar, fenómenos establecidos como el sexismo y el elitismo. Si
aceptamos que el individuo es generalmente el mejor juez de sus necesidades, estamos
dando por sentado no sólo al individuo, sino también sus circunstancias culturales.
El hecho de que estemos inmersos y socialicemos a través de una cultura social
común no niega el espacio a la individualidad y la diversidad. Nuestras experiencias
vitales y percepciones particulares son únicas. Sin embargo, entendemos y percibimos
esas experiencias únicas a través de filtros cognitivos adquiridos en sociedad. Esta
comunidad basada en la diversidad permite la comunicación y la interacción social
entre individuos diferenciados.
Nótese que estos argumentos no nos llevan necesariamente a una versión de deter-
minismo cultural, institucional y estructural. Algunos críticos han reaccionado contra
EL ABSOLUTISMO DEL INDIVIDUALISMO DE MERCADO 77

el individualismo proponiendo esta visión determinista. Sin embargo, es un error grave


y muy extendido suponer que cualquier oposición al individualismo lleva necesaria-
mente al determinismo. Se puede mantener un espacio significativo para la discrecio-
nalidad y la elección individual. No estamos defendiendo que las aspiraciones y
decisiones individuales estén totalmente condicionadas por las circunstancias, sino que
están parcialmente constituidas y guiadas por la cultura y las instituciones.
Algunos individualistas de mercado sofisticados aceptarán el argumento anterior,
siempre que mantenga ese espacio significativo para la discrecionalidad y la elección
individual. Inmediatamente argumentarán que, dada la existencia de ese espacio real
de discreción, existe siempre un agente subjetivo que filtra y evalúa las influencias
sociales, convirtiendo al individuo en un ser creativo y no únicamente reactivo. Este
autor no discrepa en nada de esta reacción.
La disconformidad con el individualismo de mercado tiene otro origen, junto a
algunas otras conclusiones que pueden establecerse. La idea de que el individuo es «el
juez último de sus objetivos» es compatible con la posición argumentada en las pági-
nas anteriores sólo si se reconoce que esos juicios están socialmente condicionados, y
no son «últimos» en el sentido de ser final o incontestables. Esto restringe severamente
cualesquiera conclusiones normativas que puedan establecerse al señalar que las deci-
siones individuales son en parte resultado de condicionantes y circunstancias (quizás
involuntarias) anteriores. Debido a todo esto, las opipiones y preferencias de un indi-
viduo nunca son completamente «suyas», ya que el individuo no es su único autor7.
El individuo puede que siempre sea el juez último, pero eso no significa que sus
juicios nunca deban ser desautorizados. En muchos casos específicos, se puede reconocer
que las opiniones y preferencias del individuo «deberían regir sus acciones». Pero no
existe ninguna base para deducir un principio universal de este tipo a partir de las obser-
vaciones anteriores.
Además, el argumento acerca de la subjetividad y discreción humanas no es ni
necesario ni suficiente para establecer la importancia de los mercados. Se puede acep-
tar la noción del «libre albedrío» sin aceptar la utopía de los individualistas de merca-
do. Al fin y al cabo, muchos socialistas aceptan la realidad de la elección humana, pero
creen (equivocadamente) que los mercados pueden ser mayoritariamente o totalmen-
te reemplazados por la «planificación democrática». Tal como hemos visto en el capí-

7. Consideremos brevemente la relación de este tema con el individualismo metodológico: «la doctrina
de que todos los fenómenos sociales (su estructura y su cambio) son en principio explicables sólo en
ténninos de individuos -sus propiedades, objetivos y creencias)> (Elster, 1982: 453). De forma similar,
Lachmann (1969: 94) afirmó que el individualismo metodológico significa «que no estaremos satisfe-
chos con ninguna explicación de los fenómenos sociales que no nos acabe llevando a un plan huma-
no)). En otros lugares he defendido (Hodgson, 1988, 1993) que si las influencias culturales o institucionales
están siempre presentes en la explicación del comportamiento de todos Jos individuos, entonces nunca
podremos llegar a un nivel de la explicación en la que encontremos individuos dados, libres de cual-
quier influencia de este tipo. Además, si pudiéramos llegar a una explicación de los fenómenos socia-
les en términos de planes humanos, ¿por qué deberíamos entonces estar «satisfechos))'? ¿estaríamos
evidentemente obligados como científicos sociales a considerar los términos y condiciones bajo las
cuales estos planes fueron concebidos y diseñados? Contrariamente a la creencia común, estas consi-
deraciones no nos llevan necesariamente a una valoración determinista de la agencia humana. Sin
embargo, esta fuente metodológica de desacuerdo no es el tema central de este capítulo, que se ocupa
de los argumentos teóricos de la utopía del individualismo de mercado.
78 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

tulo anterior, el argumento principal contra esta «planificación democrática» no se cen-


tra en la discreción y la subjetividad humanas, sino en la naturaleza del conocimiento.
De aquí que el énfasis en la subjetividad humana no baste para defender el mercado.
Tampoco es que sea necesario. Incluso si el conocimiento pudiera ser considera-
do más «social>> que subjetivo, el problema de la coordinación, el desarrollo y la apli-
cación de ese conocimiento no desaparecería, y la solución debe incluir a los mercados
más que basarse en la confianza exclusiva en un plan colectivo. Incluso si la discre-
ción humana o el libre albedrío fueran ilusorios, seguiría habiendo razones para justi-
ficar los mercados. Hoy en día existe una fuerte corriente «compatibilista» entre los
filósofos que defienden que el libre albedrío y el determinismo son compatibles, debi-
do a que aunque nuestras decisiones estén evidentemente detenninadas, a nosotros nos
parecen decisiones libres. Imaginemos que, en un futuro indeterminado, el trabajo
combinado de neurofisiólogos, psicólogos, antropólogos y sociólogos, demostrara que
tenemos mucho menos control sobre nuestras decisiones de lo que creemos: que muchas
decisiones aparentemente libres pueden ser explicadas por mecanismos psicológicos
o culturales. ¿Disminuiría esto un potente argumento a favor del mantenimiento de los
mercados en los sistemas socioeconómicos modernos? No. Además, la profesión eco-
nómica actual está llena de deterministas pro-mercado. De hecho, el «hombre econó-
mico» de los manuales de la economía neoclásica es poco más que una máquina de
satisfacer deseos. Generalmente, un argumento fuerte que sostenga que los mercados
son importantes e inevitables en sistemas socioeconómicos complejos es bastante inde-
pendiente del resultado del debate filosófico entre el determinismo y el libre albedrío.
La batalla política entre el socialismo y el individualismo tiene poco que ver con este
debate o con su resultado.
Tal como se ha planteado en el capítulo anterior, algunos mercados son esenciales
para una economía moderna y dinámica. Donde muchos individualistas de mercado
se equivocan es en ver un subjetivismo atomizado como fundamento teórico necesario
de cualquier defensa de los mercados. Basando su alegato en estas presunciones filo-
sóficas y de conducta supuestamente universales, tratan de saltar de ahí a la conclu-
sión universal de que el mercado es la solución a todos los problemas económicos
importantes. No sólo son sus presunciones cuestionables, sino que la conclusión tam-
poco es lógica. La argumentación económica a favor del mercado, o de cualquier otra
institución, no surge de las características generales y permanentes de la mente huma-
na. Esta posición ignora la especificidad histórica y la eficacia de las instituciones.
Realmente, la defensa teórica de la necesidad de algunos mercados en los sistemas
socioeconómicos es demasiado importante para dejarla en manos de los individualis-
tas de mercado.
Los proponentes neoclásicos y austríacos del individualismo de mercado se encuen-
tran divididos sobre algunas cuestiones filosóficas clave. Lo que les une es su respuesta
general a la cuestión normativa sobre quién debe tomar las decisiones. Afirman que la
mayoría de las decisiones deben dejarse al individuo, sin ningún tipo de limitación o
interferencia gubernamental. Pero esta postura está en entredicho por el hecho de que
todas las decisiones están socialmente condicionadas y circunscritas. Si las decisiones
se dejan totalmente en manos del individuo, entonces tanto las circunstancias sociales
existentes como el individuo deben considerarse como dados también. El contraargu-
mento se basa en que, aunque los individuos gozan genuinamente de discrecionalidad,
EL ABSOLUTISMO DEL INDIVIDUALISMO DE MERCADO 79

no podemos mostrarnos indiferentes a todos los procesos a través de los cuales se for-
man las percepciones y las preferencias ni a las presiones del conformismo y la socia-
lización que encuadran y limitan sus opciones.
También es clave observar que, incluso enfatizando la capacidad de discreción y
subjetividad humanas, los individualistas de mercado no se libran del problema de deci-
dir en qué momento se convierte el individuo en un juez adecuado de sus propios inte-
reses. Lógicamente, la doctrina que sostiene que el individuo es el mejor juez de sus
propios intereses debe trazar una línea por encima de la infancia y adolescencia y afirmar
que los individuos que se sitúan por debajo de una cierta edad no disponen de esa capa-
cidad. Este mismo problema aparece con la asignación del derecho al voto en una demo-
cracia y la atribución de responsabilidad legal por las acciones propias. Los menores no
pueden comerciar, incluso cuando evidentemente entienden y aceptan con un «SÍ» la
transacción planteada. En estos casos se debe trazar una línea arbitraria, negando algu-
nos derechos o capacidades a un subconjunto de la población, y suponiendo que todos los
demás tienen acceso a esos derechos en igualdad de condiciones y son totalmente res-
ponsables de sus acciones. Existen buenas razones a favor de trazar estas líneas arbitra-
rias, pero no podemos olvidar que son arbitrarias, y los individualistas de mercado se
ven obligados a trazarlas con el resto de nosotros, cuestionando así su aparente presun-
ción universal de que el individuo es siempre el mejor juez de sus propios intereses.

3, EL APRENDIZAJE, UN DESAFÍO AL INDIVIDUALISMO DE MERCADO


En la sección anterior hemos destacado el proceso de socialización durante la infan-
cia; pero cierta fonna de socialización sigue durante nuestra vida adulta. Especialmente
en sistemas socioeconómicos que se desarrollan rápidamente, los individuos se enfren-
tan a instituciones, normas y tecnologías cambiantes que obligan a adaptarse a una rea-
lidad en transformación. Se nos pide que aprendamos.
El fenómeno del aprendizaje es otro desafío a la doctrina de que el individuo siem-
pre es el mejor juez de sus intereses. El tema principal se puede plantear de fonna sim-
ple: ¿cómo es posible que los individuos sean capaces de juicios tan completos y
superiores acerca de sus intereses en cada momento si se encuentran en un proceso de
aprendizaje? El mismo hecho de aprender implica que no se posee toda la información
y que un juicio totalmente informado no es posible. Además, el aprendizaje es mucho
más que la adquisición de infonnación; es el desarro11o de los modos y medios de cál-
culo y evaluación. Esto agrava el problema. El aprendizaje significa no sólo que no
disponemos de toda la información relevante, sino que las herramientas que utiliza-
mos para valorar cualquier información y llegar a una valoración pueden mejorar con
el tiempo. Imaginemos que en el momento B, un individuo cambia la percepción que
tenía sobre sus deseos y necesidades en el momento A. Los razonamientos relaciona-
dos con los intereses y deseos elaborados en el momento A pueden ser posteriormen-
te revocados por el mismo individuo en el momento B. O sea que el fenómeno del
aprendizaje es antagónico a la doctrina de que el individuo siempre sabe lo que es
mejor. Sorprendentemente, este mismo tratamiento inadecuado del aprendizaje es tam-
bién uno de los problemas cruciales de las propuestas socialistas a favor de la planifi-
cación total central o colectiva. Tanto el socialismo como el individualismo de mercado
comparten este defecto.
80 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

La cuestión del aprendizaje y de «la economía del aprendizaje» es uno de los temas
principales de este libro. El aprendizaje está tratado de forma inadecuada en la econo-
mía neoclásica. Al basarse en la idea del «hombre económico y racional», la economía
neoclásica se ve obligada a admitir que el individuo es capaz de evaluar todas las posi-
bilidades de elección conocidas. Además, cada decisión se evalúa en base a una «fun-
ción de pteferencia» ftia que es misteriosamente otorgada al individuo al inicio de su
vida (¿adulta?). Generalmente, la economía neoclásica entiende el aprendizaje como
el descubrimiento acumulativo de una información preexistente, como estímulo y res-
puesta, o como la actualización bayesiana de las estimaciones subjetivas de probabili-
dad a la luz de la nueva información. Con el input de esta nueva información, se supone
que debemos determinar mecánicamente nuestras opciones en base a nuestra inmuta-
ble función de preferencia.
En algunas versiones de esta historia, como la avanzada por el premio Nobel Gary
Becker (1996), esta función ya está <<ahÍ», preparada para enfrentarse a circunstancias
impredecibles y desconocidas. Por ejemplo, ya «sabe» como reaccionar ante la tecno-
logía y los inventos del próximo siglo. Milagrosamente, su espacio parametral ya inclu-
ye variables que representan ideas y productos del futuro. Misteriosamente, ya ha
aprendido cómo reconocerlos. La cuestión es entonces qué se entiende por aprendiza-
je en estas circunstancias, cuando esencialmente ya sabemos todo lo que hay que apren-
der. Esta concepción del aprendizaje debe ser terriblemente errónea8•
En lugar del mero input de «hechos», el aprendizaje es un proceso reconstitutivo y
de desarrollo. Aprender es mucho más que un proceso de descubrimiento de un mode-
lo, de estímulo-respuesta, de actualización del input o de corregir estadísticas. El apren-
dizaje es un proceso de formulación y solución de problemas, más que la adquisición
y acumulación de «pedacitos» de información de «ahí fuera». El aprendizaje no es la
suma acumulativa de conocimientos en una tabula rasa: supone deshacerse de las vie-
jas ideas y adquirir nuevas. El desarrollo de la capacidad para desaprender y aprender
de nuevo es en sí mismo una parte del proceso de aprendizaje. En este proceso inter-
vienen la conjetura y el error, donde los fallos se convierten en oportunidades para
aprender, y no en meras perturbaciones fortuitas. La economía neoliberal encuentra
problemas fundamentales con el aprendizaje porque la misma noción del «aprendiza-
je racional» es problemática. El aprendizaje implica adaptación a las circunstancias
cambiantes, en contraste al énfasis neoclásico en el equilibrio9•

8. Se nos recuerda la teoría del conocimiento de Platón y su postulado de un alma inmortal. Tal como plan-
teó Gcorgcscu-Roegen (1966: 25): «El punto central de la epistemología de Platón es que nacemos con un
conocimiento latente de todas las ideas ... debido a que nuesto alma inmortal ha visitado su mundo en
algún momento pasado. Por lo tanto, cada uno de nosotros puede aprender ideas por reminiscencia».
9. La obra de Romer (1986, 1990, 1994) se aleja significativamente de la teoría del equilibrio. Un enfo-
que similar sobre rendimientos crecientes y el desequilibrio ha sido rápidamente utilizado para soca-
var L1s conclusiones no cualificadas sobre el mercado libre (Krugman, 1990, 1994). Romer corrige la
«función de producción)) neoclásica incluyendo Jos rendimientos crecientes y el cambio técnico endó-
geno a través del «aprendizaje)~, Sin embargo, la alabanza del aprendizaje se realiza mayoritariamente
a través de la formalización del «aprender haciendo» en la función de producción. Tal como han obser~
vado Storper y Salais (1997: 12}, los teóricos del crecimiento endógeno han modelado el crecimiento
sin realizar ninguna exploración sobre su sustancia: «La economía consiste de mecanismos pero no
cuenta ~on prácticas; no hay ningún contenido en lo que se hace., cómo la gente lo hace o cómo pien·
san o reaccionan ante el mundo que les rodea al hacerlo)),
EL ABSOLUTISMO DEL INDIVIDUALISMO DE MERCADO 8I

El tratamiento del aprendizaje por parte de Hayek y otros economistas de la escue-


la austríaca supone una mejora notable del enfoque neoclásico. En lugar del tratamien-
to empiricista de la información, según el cual la información fluye simplemente hacia
los bancos de memoria del individuo, Hayek en particuladnsistió en que la informa-
ción siempre se percibe a través de un marco cognitivo. Este marco puede ser único
para cada individuo, y personas diferentes pueden interpretar los datos de formas dis-
tintas. Al menos en este respecto, Hayek rompió con las concepciones empiricistas del
aprendizaje. Además, Hayek reconoció que el aprendizaje no es únicamente la adqui-
sición progresiva de conocimiento codificable. Sobre todo en sus últimos años, fue
influenciado por el trabajo sobre el conocimiento tácito de Michael Polanyi (1958, 1967).
No obstante, la mejora austríaca del enfoque neoclásico tampoco es adecuada.
Esencialmente, Hayek trató el conocimiento como un recurso escaso y disperso. Por
ejemplo, para Hayek (1948: 77-8), el <<problema económico de la sociedad ... es un
problema de la utilización del conocimiento que no es otorgado a nadie en su totalidad».
Es destacable que, para Hayek, el tema central fuera el de la <<Utilización>> del conoci-
miento, no su creación o construcción. Para Hayek lo central era el descubrimiento
y uso del conocimiento existente, sobre todo el representado- por la información pro-
porcionada por los precios. Es significativo que -incluso en su obra más tardía- Hayek
tratara el aprendizaje sobre todo como un «procedimiento de descubrimiento». La
metáfora del descubrimiento, repetida significativamente por Hayek y otros austría-
cos, sugiere que los hechos están «ahí fuera» y se dan de forma independiente, de la
ffiisma forma que un explorador descubre nuevos rasgos topográficos de la tierra.
Cuando Hayek (1978: 181-8) argumentó que <<la competencia económica ... es un méto-
do de descubrimiento de hechos particulares» o «Un proceso de exploración», lo hizo
utilizando formulaciones totalmente compatibles con el empiricismo. Dio por sentado
;; (¡ue los hechos, igual que las montañas y las nuevas especies, estaban ahí fuera simple-
mente para ser descubiertos. Así, Hayek readmitió una noción empiricista del aprendi-
Zá.je en lugar de entenderlo como un proceso interactivo, adaptable y creativo resultante
, tanto de circunstancias objetivas como de cognición subjetiva 10 .
Es irónico que Hayek haya reproducido el mismo error empiricista cometido por
algunos socialistas que, en sus argumentos a favor de la planificación, también han
S-ubestimado los procesos y problemas relacionados con la atribución de significado a
los datos y con el desarrollo y comunicación del conocimiento. En el capítulo anterior,
destacamos el uso por parte de FikretAdaman y PatDevine (1994, 1996b) de la misma
metáfora del «descubrimiento» en referencia al conocimiento en sus argumentos a
favor de la «planificación democrática»1 1•

10. Para explicaciones sobre el carácter del aprendizaje, ver, por ejemplo, Argyris y SchOn ( 1978), Berkson
y Wettersten (1984}, Boicot (1995), Campbell (1974), Cartier (1994), Choo (1998), Cohen y Levinthal
(1990), Cohen y Sproull (1996), Dosi y Marengo (1994), Gregg (1974), Lundvall y Jonson (1994), J.
Marquand (1989), Nonaka yTakeuchi (1995), Popper (1972), Rutherford (1988), Senge (1990) Storper
y Salais (1997), Tomer (1987), Vincenti (1990).
11. Obsérvese que Lawson (1994, 1996, 1997) y Fleetwood (1995) interpretan a Hayek, a pesar de su sub.
jetivismo, como un tipo de positivista. El positivismo es una variedad del empiricismo relacionado con
la visión de que todo el conocimiento se basa en información sensorial. Hayek enfatizó que la interro·
gación a la realidad social debía basarse en las concepciones subjetivas de los agentes humanos. La
concepción empiricista de Hayek del aprendizaje es coherente con su «positivismo subjetivizado».
82 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

El premio Nobel James Buchanan y Viktor Vanberg (1991) han criticado a Hayek
por este tema, afirmando que el mercado es un «proceso creativo», además de un «pro-
cedimiento de descubrimiento>>. Sin embargo, lo que Buchanan y Vanherg no han sabi-
do ver es que los sistemas socioeconómicos no crean simplemente nuevos productos y
percepciones. También crean y recrean individuos. En una economía del aprendizaje,
el individuo no sólo cambia sus propósitos y preferencias, sino que también revisa sus
habilidades y las percepciones de sus necesidades. Tanto en ténninos de capacidades
como de creencias, el individuo cambia en el proceso.
De este importante hecho se desprende mucho. El aprendizaje es más que el des-
cubrimiento o la recepción de información: es la reconstitución de las capacidades y
preferencias individuales, el equivalente a un cambio en la personalidad individual.
Hoy puede que no nos guste la ópera, pero después de estar expuestos a ella, quizás
empiece a gustarnos esta forma de arte. El aprendizaje reconstituye al individuo. Douglas
Vickers (1995: 115) identificó acertadamente que este hecho constituye una <<dificul-
tad clave que el análisis económico ha sido reticente a confrontaD>. El defendió que,
con conocimiento y aprendizaje cambiantes, «el individuo mismo es, tanto económica
como epistemológicamente, un individuo diferente». Un planteamiento similar es subra-
yado en un importante estudio de Ikujiro Nonaka y Hirotaka Takeuchi (1995: 10) sobre
la innovación y el conocimiento en la empresa japonesa:

Una vez se es consciente de la importancia del conocimiento tácito, entonces uno


empieza a pensar sobre la innovación de forma totalmente nueva. No se trata sólo de
juntar diversas partes de datos e infonnación. Es un proceso altamente individual de
autorenovación personal y organizativa ... En este sentido, la creación de nuevo cono-
cimiento tiene que ver tanto con los ideales como con las ideas ... La esencia de la
innovación es la recreación del mundo según un ideal o una visión particular. Crear
nuevo conocimiento significa, casi literalmente, recrear la empresa y todos los que
la integran en un proceso continuo de autorenovación personal y organizativa.

Es decir, que el aprendizaje cambia preferencias, objetivos, capacidades, habili-


dades y valores. Todo esto socava la visión según la cual el individuo puede ser toma-
do tal cual y que es siempre el mejor juez de sus propios intereses. Debilita todas las
aproximaciones a la economía del bienestar basadas en estas presuposiciones. Esto.
en consecuencia, cuestiona la base teórica estándar de la teoría del bienestar y, por lo
tanto, de gran parte de la política económica (Gintis, 1972, 1974; Steedman, 1980).
Los economistas convencionales y los austríacos han tratado también el fenómeno
del desarrollo socioeconómico: la evolución de la sociedad humana desde sus formas
más primitivas hasta las más complejas. Lo que han estado poco dispuestos a hacer,
sin embargo, ha sido a admitir la posibilidad del desarrollo reconstitutivo -a través del
aprendizaje- de cada individuo humano; la posibilidad de que los objetivos, preferen-
cias y personalidades humanas cambien.
Existe otro aspecto que hace del aprendizaje un desafío para el individualismo de
mercado. En una economía capitalista no pueden existir mercados de futuros para el
trabajo. La existencia de estos mercados ataría al trabajador al empresario en un perio-
do futuro. Este lazo sería ilegal y, si se extendiera, podría acabar convirtiéndose en una
forma de esclavitud voluntaria. La ausencia de mercados de futuros para el trabajo es
EL ABSOLUTISMO DELINDIVIDUALISMO DE MERCADO 83

un importante elemento de protección de la libertad del empleado. Sin embargo, cons-


tituye un «mercado perdido» y un signo de ineficacia potencial, según los criterios
estándar, del sistema de mercado. Bajo el capitalismo, no existen mercados de futuros
para las habilidades humanas. El riesgo, por lo tanto, es que el sistema no invierta lo sufi-
ciente en el aprendizaje y la educación. Tal como señaló Alfred Marshall (1949: 470)
en sus Principios (publicado por primera vez en 1890):

nos encontramos con la dificultad de que, cualquiera que incurra en los gastos de
invertir capital para el desarrollo de las habilidades del trabajador, estas habilidades
serán propiedad del propio trabajador: y, por lo tanto, la virtud de los que le han ayu-
dado será en gran parte su única recompensa.

Si las habilidades tienen que ser adecuadas, entonces, su desarrollo bajo el capita-
lismo deberá depender -de forma muy poco realista- según Marshall «en gran medi-
da del altruismo del empresario>>. Si los mercados son una solución a este problema,
tal como pueden sugerir los individualistas de mercado, entonces estos mercados de
futuros para la mano de obra sólo podrán establecerse a costa de la libertad humana 12•
Otra de las limitaciones en el tratamiento del aprendizaje por parte de la economía
austríaca y convencional es la falta de reconocimiento de su carácter social. Hayek
afirmó correctamente que cada individuo es único y qUe el conocimiento individual se
construye a partir de cogniciones adquiridas en una historia de vida única y un entorno
particular. El error consiste en pasar de esto a afirmar que el conocimiento es mera-
mente individual o subjetivo. Aun siendo único, cada individuo interacciona con otros,
adquiere una lengua social y conceptos, valores y normas que son comunes en una cul-
tura social particular. Es además imposible aprender la mayor parte de estas ideas si
no es a través de la interacción social.
Este hecho es ampliamente reconocido en la antropología moderna y la psicolo-
gía cognitiva. En la literatura cognitiva, tiene un lugar preeminente una dimensión
social, cultural e institucional que es difícil de ignorar. Los teóricos cognitivos desta-
can que mientras vivimos y actuamos en el mundo recibimos continuamente una gran
cantidad de infonnación sensorial. La atribución de un significado a esta masa de datos
aparentemente caótica requiere el uso de conceptos, símbolos, normas y signos adqui-
ridos. La percepción es un acto de categorización, y estas categorías normalmente son
aprendidas.
Aunque los teóricos cognitivos difieren en su interpretación de los fenómenos cog-
nitivos y en la importancia que atribuyen a la dimensión social de la adquisición de con-
ceptos, raramente lo excluyen. Generalmente coinciden en que gran parte de nuestro
aparato conceptual es adquirido a través de nuestra interacción con otros individuos.
Está ampliamente aceptado, por ejemplo, que la educación y socialización en los pri-
meros años nos ayuda a desarrollar nuestras aptitudes perceptivas innatas y a formar
una base conceptual para entender y actuar en un mundo complejo y cambiante.
De la misma forma que nuestro conocimiento del mundo no surge repentinamen-
te cuando la información sensorial llega al cerebro, sólo a través de la adquisición de

12. La observación de Marshall fue desarrollada de fonnas diferentes por J. M. Clark (1923),Arrow (1%2b).
Ver también Stabile (1996).
84 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

un marco conceptual complejo y culturalmente específico se puede llegar a entender


la información sensorial. La adquisición de conocimiento sobre el mundo no es sim-
plemente un acto individual, sino un acto social. Tal como escribieron los psicólogos
cognitivos Jack McLeod y Steven Chaffee (1972: 50-51):

A todos nos gusta pensar en nosotros mismos como seres racionales y autónomos.
Nuestras ideas nos parecen particularmente nuestras. Nos es difícil entender cuán
poca de nuestra información proviene de la experiencia directa con el entorno físico
y cuánta nos llega solamente de forma indirecta, a través de otras personas ... Nuestras
creencias, actitudes y valores previos conforman un marco de referencia -una espe-
cie de mapa cognitivo- para interpretar la realidad que precede y controla el inter-
cambio de información e influencia.

Algunos desarrollos en filosofía apuntan en una dirección similar. En sus escritos


tardíos, por ejemplo, Ludwig Wittgenstein (1972) argumentó en contra de la noción
de juegos privados de lenguaje. Con esto reforzó el carácter social del lenguaje y el
significado, y consecuentemente de nuestro conocimiento del mundo. Estos argumen-
tos Socavaron la idea de que el conocimiento es un tema que concierne sólo al indivi-
duo, y que la percepción y la comprensión son sólo relevantes para el individuo que
se enfrenta al mundo. El aprendizaje no es la absorción de información sensorial por parte
de átomos individuales.
Chris Argyris y Donald Schon (1978), entre otros, han señalado que el aprendiza-
je no es simplemente la absorción de información. El aprendizaje empieza cuando los
individuos descubren que sus modelos mentales, que indican las consecuencias que se
prevén ante acciones particulares en una variedad de condiciones supuestas, son un
error. Al aparecer discrepancias entre los resultados reales y los esperados, las perso-
nas pueden revisar sus modelos: es decir, aprenden. Nuevos modelos deben ser adqui-
ridos, lo que se produce casi siempre a través de la interacción intensiva con los demás,
dentro de la cultura común de una organización o sociedad.
Los individualistas de mercado se han posicionado en contra de estos argumentos,
considerando que promueven un Estado paternalista que «Sabe mejor» que el indivi-
duo. Sin embargo, en estas reacciones hay un malentendido. Argumentar que el individuo
no siempre sabe lo que es mejor para sus intereses no implica necesariamente afirmar
que sea el Estado quien lo sabe mejor. Además, la idea de que el conocimiento es social
no debería entenderse corno una afirmación de que éste pueda ser fácilmente adopta-
do o deliberadamente manipulado por la sociedad. El conocimiento tiene dimensiones
tanto individuales como sociales, reforzadas por el mismo carácter social de la indivi-
dualidad.
Ni el individuo ni el Estado pueden ser omniscientes. Lo extraordinario del socia-
lismo (en su significado tradicional) y del individualismo de mercado es que los dos
atribuyen un alto nivel de capacidad e ilustración a uno o a otro. En el socialismo, a
los comités de planificación se les supone capaces de saber qué es lo mejor. En el indi-
vidualismo de mercado, ésta capacidad sólo se le reconoce al individuo. Debemos esca-
par de esta falsa dicotomía.
Todo conocimiento es parcial y provisionaL La sociedad, y los individuos que la
componen, se encuentran envueltos en un proceso interactivo y mutuamente interde-
EL ABSOLUTISMO DEL INDIVIDUALISMO DE MERCADO 85

pendiente donde todos aprenden en base a la conjetura, el error, la experiencia y la


experimentación. Aquí se plantea que este proceso experimental y de resultado abier-
to no puede encapsularse de forma adecuada en ninguno de esos dos sistemas. Ni un sis-
tema de planificación universal (democrático o no), ni un grupo de individuos-átomos
actuando solamente a través de los mercados y los contratos, pueden dar total libertad
a la experimentación y el apren~izaje. Estos procesos requieren unas estructuras eco-
nómicas variadas y plurales, rechazadas tanto por los socialistas centralistas como por
los individualistas de mCI~ado.

4. EL INDIVIDUALISMO DE MERCADO YLA JAULA DE HIERRO DE LA LIDEIUAD


Un problema común al individualismo de mercado y al socialismo centralista es la
demarcación de sus propios límites. Si la propiedad colectiva y la planificación son
moral y económicamente superiores, ¿con qué base pueden admitirse excepciones sin
socavar esos dogmas? Igualmente, las afirmaciones incondicionales de que los indi-
viduos son siempre los mejores jueces de su propio bienestar y que los mercados y los
contratos son la mejor forma de organizar la economía, tampoco admiten excepcio-
nes. El individualismo de mercado ensalza las virtudes del intercambio voluntario y
deja muy poco terreno a cualquier sistema alternativo. En general, por ejemplo, los
economistas de la escuela austríaca han afirmado normalmente que no es posible nin-
gún tipo de economía mixta. Tal como expresó Van Mises (1949: 259):

La economía de mercado o capitalismo, como se le llama habitualmente, y la eco-


nomía socialista se excluyen mutuamente. No existe ninguna mezcla posible o ima-
ginable de los dos sistemas; no es posible una economía mixta, un sistema que fuese
en parte capitalista y en parte socialista.

Hayek (1944: 31) argumentó de forma similar que:

Tanto la competencia como la dirección centralizada se convierten en herramientas


pobres e ineficientes si están incompletas; son principios alternativos usados para
solucionar el mismo problema, y una mezcla de los dos significa que ninguno podrá
funcionar y que el resultado será peor que si se hubiera confiado consistentemente
sólo en uno de ellos.

Estos dos autores suponen que la extensión de los contratos comerciales y de los
derechos de la propiedad individual es posible, deseable e incluso necesaria para la
supervivencia de la civilización 13 • Además, cualquier paso hacia el socialismo y la di-
rección centralizada socavaria la libertad y orientaría a la sociedad moderna en la resba-
ladiza pendiente hacia el totalitarismo.
El problema, sin embargo, es que no existe una división hermética entre «COmpe-
tencia» y «dirección centralizada». Tal como observó Thomas Robert Malthus hace ya
tiempo en sus Principios de economía política, la «línea» entre la interferencia y la no

13. Sin embargo, Hayek (1944, 1960) aceptó de hecho un grado significativo de intervención pública en
el ámbito económico, y su postura política detallada no fue coherente con su propia retórica, conl:r'Jria
a una economía mixta.
86 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

intervención en temas económicos es, en la práctica, difícil de trazar. Por eso remar-
có que «para un gobierno, es imposible dejar estrictamente que las cosas fluyan de
forma natural>> (Malthus, 1836: 16). Significativamente, la generación y extensión de
mercados requiere un gobierno activo que cree y regule las nuevas instituciones y ruti-
nas. La experiencia de los gobiernos que han intentado extender los «mercados libres»
y hacer «retroceder al Estado)) Jo confirman. El marxista italiano Antonio Gramsci
(1971: 160) escribió en sus Cuadernos de la cárcel de 1929-1935:

tiene que aclararse que también eilaissez{aire es una forma de "regulación" estatal,
introducida y mantenida por medios legislativos y coercitivos. Es una política deli-
berada, consciente de sus propios fines, y no una expresión espontánea y automática
de los hechos económicos.

El desarrollo inicial del propio sistema de mercado moderno requirió también una
substancial intervención estatal y legal. Escribiendo a finales del siglo XIX, John
Commons (1965: 77-78) aceptó que:

la esclavitud y la servidumbre desaparecieron, no como consecuencia de la prohibi~


ción estatal, sino básicamente por el hecho económico del despilfarro que suponía el
trabajo forzado en competencia con el trabajo voluntario ... Sin embargo, mientras
que esto lleva a la desaparición de la esclavitud y la servidumbre, no basta para pro·
ducir los derechos positivos de la libertad ... Fue necesaria la interferencia positiva
del Estado en la creación de derechos legales como la libre industria, la libre circu·
!ación, la libre contratación, la libre propiedad, para permitir a los siervos ... liberar-
se de la coerción directa.

El economista neoclásico Léon Walras (1936: 476) también vio que el Estado juga-
ba un papel esencial en la inauguración y el mantenimiento de la competencia: «la ins-
titución y mantenimiento de la libre competencia económica en la sociedad requiere
un trabajo de legislación, de legislación muy compleja, que el Estado debe llevar a
cabm>.
Un argumento parecido pero más extenso fue desarrollado por Karl Polanyi (1944).
En su clásico estudio sobre la Revolución Industrial británica y el nacimiento del capi-
talismo, planteó que la expansión inicial del mercado fue en gran parte un acto del
Estado. La expansión de los mercados durante el ascenso del capitalismo en el siglo
XIX no supuso la disminución de los poderes del Estado, sino que llevó a un incremento
de la intrusión, intromisión y regulación por parte de los gobiernos centrales. De todas
partes surgieron grandes presiones para restringir los mercados a través de la legislación:
para limitar la jornada laboral, asegurar la salud pública, crear un seguro social y regu~
lar el comercio. No sólo para garantizar la cohesión social, sino también para asegu-
rar el desarrollo tranquilo del mercado, el Estado tuvo que proteger, regular, subsidiar,
estandarizar e intervenir.
De la misma forma, incluso en la Gran Bretaña victoriana, la introducción del mer-
cado libre, en lugar de eliminar la necesidad de control, regulación e intervención,
incrementó enonnemente su alcance. Este fue el casO, a fortiori, en Francia y Alemania,
donde los mercados fueron muchas veces impuestos desde arriba y fuertemente regu-
lados. Incluso en la supuestamente modélica economía de «libre mercado» de los
EL ABSOLUTISMO DEL INDIVIDUALISMO DE MERCADO 87

Estados Unidos, existió una intervención estatal sistemática tanto en el siglo XIX como
en el XX (Kozul-Wright, 1995).
Así como un Estado activo, el sistema de mercado «libre» necesita ciertas pre-
condiciones culturales sustanciales. Requiere la mentalidad racional y calculadora de
un sistema de mercado, el «estado mental que engendra el uso del dinero» (Mitchell,
1937: 306). Necesita, además, normas culturales profundamente arraigadas que pro-
tejan la santidad de la propiedad y el contrato. Para el mantenimiento y refuerzo de
esta cultura pecuniaria y de la propiedad, es necesario que actúen tanto el Estado corno
el individuo. Consecuentemente, tal como ha defendido Leszek Kolakowski (1993: 12):

El Estado radicalmente liberal es una utopía cuyos principios acaban volviéndose


contra ellos mismos. El Estado liberal no puede sobrevivir por la mera inercia de
una política neutral y de no intervención; le es necesaria -tal como se ha afirmado
ya muchas veces-la atención vigilante de sus ciudadanos, de todos los que se sien~
ten responsables de la causa común, la res publica. Y las virtudes cívicas de las que
depende la viabilidad del Estado liberal no nacen de forma espontánea; necesitan
de una especie de "adoctrinamiento". Un Estado liberal petfectamente neutral es
inviable.

Por eso no es ninguna casualidad que los gobiernos comprometidos con las ideas
individualistas de mercado hayan adoptado muchas veces un tono autoritario, como
en Inglaterra en los años 80 bajo el liderazgo de Margaret Thatcher. Ese gobierno, con-
sagrado a las supuestas virtudes del mercado «libre» y «espontáneo», orquestó una
continua campaña ideológica y cultural y llevó a cabo una substancial extensión y cen-
tralización de la autoridad gubernamental institucionalizada (Hutton, 1995).
Todo esto confmna las percepciones anteriores de Malthus, Gramsci y Polanyi. La
creación y mantenimiento de los derechos de la propiedad privada y de las institucio-
nes de mercado requiere la intervención prolongada del Estado para limitar o expul-
sar las formas económicas e instituciones antagónicas a la propiedad privada y el sistema
de mercado. Los mercados <<libres>> tienen que ser protegidos por un Estado activo y efec-
tivo. Esto explica la aparente paradoja de que el «mercado libre» lleve a una centrali-
zación substancial del poder económico y político. En la práctica, las políticas
individualistas de mercado amenazan el pluralismo económico y político y dotan de
amplios poderes a la maquinaria estatal central. Incluso cuando es silenciosa, la ame-
naza del totalitarismo se esconde dentro del individualismo celoso y sin restricción. El
autoritarismo puede llegar a ser necesario para imponer el orden liberal. Esta es «la
jaula de hierro de la libertad» (Gamble, 1996).
Pero no acaba aquí. La extensión general de las ideas del «mercado libre» crea un
sistema con un nivel relativo de uniformidad estructural, dominado por las relaciones
pecuniarias de contrato e intercambio. En este punto es especialmente relevante la
experiencia del capitalismo estadounidense. Esta cuestión ha sido discutida por Louis
Hartz (1955) y Albert Hirschman (1982), que apreciaron un problema de estancantiento
potencial o real, tanto moral como económico, en el tipo de individualismo de merca-
do que se ha desarrollado más en los Estados Unidos de América: «Habiendo "nacido
en igualdad", sin ninguna lucha prolongada contra ... el pasado feudal, a América le
falta lo que Europa tiene en abundancia: diversidad social e ideológica. Pero tal diver-
88 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORWDOXA

sidad es ww de los principales constituyentes de la libertad genuina)) (Hirschman,


1982: 1479).
El liberalismo llevado al extremo puede convertirse en su contrario. Un indivi-
dualismo de mercado ferviente relega a los márgenes a las formas sociales e ideologías
diferentes al individualismo de libre mercado y la propiedad privada La variedad de
estructuras e instituciones se ve amenazada. La diversidad proclamada por los devo-
tos de la edad de oro competitiva e individualista aparece entonces como una falacia.
Emerge así un orden monolítico que adopta la uniformidad, tanto de la ideología corno
de la estructura, la tiranía de la mayoría igual-pensante y un «absolutismo liberal colo-
sal>> (Hartz, 1955: 285).
La política del «libre mercado» no sólo amenaza la libertad personal: su retórica
del «libre mercado» muchas veces enturbia la diferencia entre la libertad personal y la
libertad de contratación. Tal como observó Frank Knight (1921: 351), con algunas
excepciones posibles,

es dudoso que exista una palabra de la que se haya abusado más que del término
«libertad)); y seguramente no existe confusión mayor en la ya confusa ciencia políti-
ca que la confusión entre <<libertad» y «libertad de contratación». La libertad se refie-
re o debería referirse al abanico de posibilidades a las que tiene acceso una persona,
y en su sentido más amplio e~ prácticamente sinónimo de «poden>. La libertad de
contratación, en cambio, significa solamente la ausencia de límites formales a dis-
poner de «lo que es de uno» .•. El contenido real de la libertad de contratación depen-
de completamente en lo que uno posee.

La confusión entre la libertad personal, por una parte, y la «libertad de contrata-


cióm> y los «mercados libres», por otra, ha llevado a un enfoque político basado en la
ampliación de los derechos de los propietarios, y no en el incremento general de la
libertad, la autonomía y el poder personal verdadero. La verdadera libertad de elec-
ción es restringida para todos si sólo existe un número limitado de alternativas insti-
tucionales, y para muchos si éstas están consignadas a una situación de impotencia
relativa debido a la pobreza, el desempleo y la exclusión social.
Debería destacarse de nuevo que el objetivo incondicional del mercado «libre»
ignora el hecho de que el comercio y los mercados se basan en otras instituciones anti-
cuadas y muchas veces rígidas y en otras características tradicionales de la cultura
social. A pesar de sus diferencias políticas, tanto Marx como Hayek ignoraron las
«impurezas» inevitables en un sistema de mercado, mientras que Schumpeter (1976: 139)
defendió convincentemente que esas instituciones más antiguas proporcionan una sim-
biosis esencial con el capitalismo, convü1iéndose en «un elemento esencial del esque-
ma capitalista». La capacidad de Schumpeter consistió en mostrar que el capitalismo
depende de normas de lealtad y confianza que son, en parte, herencia de otras épocas.
Las instituciones de contrato e intercambio no son suficientes.
Existen muchos ejemplos de esferas de actividad esenciales pero no comerciales
dentro del capitalismo. Un buen ejemplo es la familia, aunque esta cuestión fue torpemente
dejada de lado por Hayek y otros pensadores de la escuela austríaca. No sólo raramen-
te se realiza un análisis detallado de la familia, sino que otros temas nonnativos que pre-
sentan dificultades también son nonnalmente ignorados. Tal como señaló Jim Tomlinson
EL ABSOLUTISMO DEL INDIVIDUALISMO DE MERCADO 89

(1990: 131), las familias «son extremadamente problemáticas por sus implicaciones
sobre la libertad en el sentido utilizado por Hayek». Hayek ignora la cuestión del tipo
de libertad que se les ofrece a los niños en esta institución, así como las implicaciones para
el liberalismo de un contrato matrimonial vitalicio entre una pareja.
Normalmente, si el contrato y el intercambio son siempre la mejor forma de orga-
nizar las cosas, entonces muchas funciones que se organizan tradicionalmente de forma
diferente deberían comercializarse. Esto implicaría el uso generalizado de la prostitu-
ción para obtener placer sexual, y la producción y venta de niños para obtener un bene-
ficio comercial. Sin embargo, en las democracias modernas, la venta de personas se
considera esclavitud y es ilegal 14 , y la prostitución es frecuentemente vista con malos
ojos y restringida legalmente. También existen límites legales a la comercialización de
actividades tales como el alquiler de las tareas parentales. Sin embargo, la absoluta
libertad individual y de intercambio debe admitir la posibilidad de la prostitución, de
la venta de niños e incluso de la esclavización voluntaria. En un asalto a nuestra «liber-
tad individual y de contratación», los poderes legislativos centrales de la mayoría de
países normalmente limitan o prohíben estas actividades.
Sobre esta base, el individualismo de mercado no es una doctrina conservadora o
tradicionalista: llevado a sus límites, el individualismo de mercado conlleva la comer-
cialización del sexo y la abolición de la familia. Un individualista de mercado coheren-
te no puede ser un devoto de los «Valores familiares», por lo que existe una contradicción
interna en el pensamiento de importantes defensores del individualismo de mercado
como Thatcher y Hayek: su apoyo a la familia como una institución y su más amplia
devoción a la tradición, es incompatible con su individualismo de mercado 15 .
Los partidarios del individualismo de mercado no pueden pedirlo todo. Para ser
coherentes con sus propios argumentos, todas las disposiciones deben supeditarse a la
propiedad, los mercados y el intercambio. No pueden decir ahora que el mercado es
la mejor forma de ordenar todas las actividades socioeconómicas, y negarlo después.
Si les importan los valores familiares, entonces tienen que reconocer los límites prácti-
cos y morales a los imperativos del mercado y el intercambio pecuniario. Los individua-
listas de mercado extremos pocas veces admiten la existencia de estos límites. Incluso
los que, como Hayek y Friedrnan, que cautelosamente limitan en ciertos momentos el
poder y el ámbito del mercado, se abstienen de plantear una declaración general sobre
las limitaciones de las disposiciones del mercado. Para ellos, el mercado es un bien
puro, de la misma forma que para muchos socialistas es un puro demonio. La verdad
se encuentra en otra parte.

14. Evidentemente, en algunas sociedades modernas los niños se pueden adoptar a cambio de un pago. Sin
embargo, tal como Posner (1994: 410) ha señalado acertadamente: «La expresión venta de niíios, aun-
que inevitable, es confusa. Una madre que entrega sus derechos parentales a cambio de una tasa no está
vendiendo a su hijo; los niños no son cosas, y no pueden ser comprados y vendidos. Ella vende sus
derechos parentales». En cambio, Becker (1991: 362 ff.) fue más descuidado en su uso del lenguaje;
habló de venta niños cuando en realidad lo que se producía era la venta de los derechos parentales.
15. Muchos críticos han señalado que existe una tensión no reconciliada en la obra de Hayek «entre un
conservadurismo aconsejado por una reverencia incondicional por lo tradicional y un refonnismo ins-
titucional inspirado por la idea de un orden espontáneo» (Kley, 1994: 169). Para evaluaciones simila-
res, ver Forsyth (1988: 250), Gray (1980, 1984: 129-130), Ioannides (1992), Kukathas (1989: 206·215),
Paul (1988: 258-259), Roland (1990), Rowland (1988) y Tomlinson (1990: 64-65).
90 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

5. LA SUPUESTA OMNIPRESENCIA DEL MERCADO

La empresa también presenta un importante problema analítico para los individualistas


de mercado. Marx observó en El Capital que la división .del trabajo estaba presente
tanto en la sociedad en general como dentro de la empresa capitalista. En la primera, la
división del trabajo mantiene el intercambio del mercado; en la segunda, «el trabajo
se encuentra sistemáticamente dividido en cada fábrica, pero los trabajadores no gene-
ran esta división intercambiando sus productos individuales» (Marx, 1976a: 132). Esto
prefigura la observación similar realizada por el premio Nobel Ronald Coase (1937:
388): «Dentro de la empresa, esas transacciones mercantiles son eliminadas, y la com-
plicada estructura de mercado con intercambios es sustituida por el empresario-coor-
dinador, que dirige la producción». Aunque desde perspectivas teóricas bastante
diferentes, tanto Coase como Marx subrayaron que el intercambio de productos y el
mecanismo de los precios están ausentes dentro de la empresa.
No obstante, muchos individualistas de mercado han ignorado este hecho, como
si estuvieran avergonzados de la obvia limitación de los mecanismos del mercado que
se produce dentro de la propia ciudadela del capitalismo. Efectivamente, es muy típi-
co que los individualistas de mercado ignoren el interior de la empresa y los talleres.
Según ellos, lo que importa es el conocimiento y la imaginación de los empresarios,
ignorando el conocimiento y la imaginación de los trabajadores. Lo que les importa es
la libertad del empresario para comerciar en el mercado sin el mínimo obstáculo, igno-
rando que la misma empresa capitalista existe debido a la exclusión dentro de sus lími-
tes de los mercados reales.
Las bases de la iniciativa empresarial son demasiado importantes para dejarlas en
manos de los individualistas de mercado. Siguiendo su propia lógica, los individua-
listas de mercado se ven forzados a ignorar la estructura organizativa de la empresa,
o a imaginar falsamente que existen mercados en su interior. No hacerlo así significa-
ría admitir que un sistema tan dinámico como el capitalismo depende de un modo de
organización del que los mercados están excluidos. Tal como apuntaron Marx y Coase,
la esencia de la empresa capitalista es que, en su interior, el intercambio de productos
y el mecanismo de los precios son sustituidos por un contrato de empleo entre los tra-
bajadores y la empresa 16.

16. Una empresa se define como una organi7..ación integrada y duradera de personas y otros activos, esta-
blecida con el propósito de producir bienes o servicios, con la capacidad de venderlos o alquilarlos a
clientes, y con derechos y responsabilidades legales reconocidas. Estos derechos y responsabilidades
incluyen el derecho a la propiedad legal de Jos productos como propiedad antes de que sean intercam-
biados, el derecho legal a obtener la remuneración contratada por los servicios y cualquier responsa-
bilidad legal en la que se incurra en la producción y suministro de esos bienes y servicios. Obsérvese que
el término «legal» tiene siempre un fuerte elemento de costumbre, y que la expresión «legal o por cos-
tumbre» podría muy bien reemplazar a «legal» en su definición. Un sentirlo en el que una empresa está
integrada es en que ella misma actúa, tácitamente o de otras formas, como una «persona legal» -en un
sentido legislativo o de costumbre-, que es propietaria de sus productos y contratante. El sentido en el
que una empresa es duradera es que constituye más que un contrato o acuerdo transitorio entre sus
miembros centrales e incorpora estructuras y rutinas de un~ prevista longevidad. Una empresa capita-
lista es una empresa de un tipo específico en el que los trabajadores establecen una relación de traba-
jo con la empresa. Esta importante definición será recordada y mejorada en varios momentos en este
volumen.
EL ABSOLUTISMO DEL INDIVIDUALISMO DE MERCADO 91

Existe una gran confusión sobre esta cuestión, y muchos autores sugieren que las
barreras entre la empresa y el mercado se están erosionando. Esta confusión permite
a los individualistas de mercado ignorar la realidad de la organización no de mercado
del sector privado y situar todo lo relacionado con el mismo bajo el paraguas del aná-
lisis de mercado. Con eso pueden ignorar también la realidad del control y autoridad exis-
tente dentro de la empresa capitalista pero seguir siendo críticos con la burocracia del
sector público y la planificación estatal. Tales ideas falsas se alimentan de la falta de una
definición clara y adecuada de los términos «empresa» y «mercado» en las ciencias
sociales.
Consideremos algunos ejemplos frecuentemente citados pero erróneos. Algunas
empresas utilizan indicadores de precios para la contabilidad interna, y los productos
pueden ser «intercambiados» entre un departamento interno y otro. De ahí se puede
concluir que existe un «mercado interno». Sin embargo, habitualmente, estos inter-
cambios no implican el intercambio de derechos de propiedad. Los objetos «Ínter-
cambiados>> siguen siendo propiedad de la empresa. Lo que se produce son transferencias
contables, más que intercambios reales de productos. Incluso si se delega a una sub-
Oivisión de la empresa el poder de contratar con agentes externos, legalmente es el
conjunto de la empresa la que aparece como parte contratante. La subdivisión no hace
más que ejecutar poderes delegados: actúa «en nombre» de la empresa, pero es la
empresa la que es legalmente responsable de las obligaciones del contrato.
Siguiendo un argumento típico, Ken-ichi Imai y Hiroyuki Itami (1984) abordan la
sUpuesta «interpretación de la organización y el mercado>> en Japón, pero definiendo tanto
el mercado como la organización sin hacer ninguna referencia a los derechos de la pro-
piedad o a los contratos y refiriéndose en cambio a factores corno la duración de la
r~lación y el uso o no del precio corno una señal principal de información. Utilizando
esta metodología defectuosa, no es difícil encontrar elementos de una denominada
«organización» en los altamente estructurados y regulados «mercados» japoneses, o
encontrar elementos de un supuesto «mercado» dentro de muchas empresas. Sin embar-
go, estas conclusiones son, en primer lugar, el resultado de una definición inadecuada
del «mercado» y la «organización». En cambio, definiciones más adecuadas de estos
términos llevarían a la conclusión de que los mercados -en Japón y en todas partes-
están con frecuencia más o menos organizados, pero que cualquier mercado es un tipo
diferente de organización de la entidad legal propietaria y contratante que constituye la
empresa.
Está también muy difundida la idea de que existen «mercados laborales internos»
dentro de la empresa. Sin embargo, incluso los padres de esta idea, Peter Doeringer y
Michael Piare (1971: 1-2) admitieron que los <<mercados laborales internos» no están
gobernados principalmente por el mecanismo de los precios, sino por un «conjunto de
normas y procedimientos administrativos>>. David Marsden (1986: 162) fue más lejos:
«los mercados laborales internos ofrecen sistemas de transacción bastante diferentes,
y existen dudas sobre si realizan el papel de los mercados>>. Mucha de la palabrería
sobre los «mercados internos» dentro de las empresas es consecuencia de un uso poco
riguroso del término «mercado>> que, desafortunadamente, impera en la economía con-
vencional actual. En términos de intercambios genuinos, regulares y organizados de
productos y servicios, los «mercados» raramente, o nunca, se encuentran dentro de la
empresa.
92 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

Repitamos: la confusión sobre la naturaleza de los mercados y el intercambio per-


mite a los individualistas de mercado ignorar la realidad de la organización no de mer-
cado en las empresas capitalistas y entenderlo todo en términos del «mercado». Ademá"i,
permite que otros, muchas veces desde perspectivas ideológicas diferentes, ignoren las
realidades legales y contractuales y se centren exclusivamente en cuestiones de con-
trol. «Mercado>> y «organización» vuelven a confundirse. La coordinación y el control,
y no el contrato legal o el precio, se convierten en el centro universal de atención con-
ceptual. De la misma forma que los individualistas de mercado enfatizan el precio y
el contrato para ignorar otras relaciones, la posición contraria les olvida en favor de
las ideas de control y coordinación. Los dos puntos de vista son inadecuados.
Como ejemplo de la posición contraria, Keith Cowling y Roger Sugden (1993: 68)
definieron la empresa como ~<la forma de coordinar la producción desde un centro de
decisión estratégica». Esta definición ignora totalmente el aspecto legal de la empresa
y se centra exclusivamente en el terna del control estratégico. Para ilustrarlo, imagine-
mos el caso de una gran corporación -como Benetton o Marks and Spencer- que tiene
varios subcontratistas y proveedores menores. Según la definición de Cowling y Sugden,
la gran corporación, más todos los proveedores subcontratados, son considerados como
una sola empresa. Pero esto es simplemente -y confusamente- el cambio de definición
de «empresa» de un tipo de fenómeno a otro. Claramente, necesitamos dos palabras,
una para describir las organizaciones productivas constituidas como entidades ~gales,
y otra para describir la compleja agrupación de una organización dominante por encima
de una red de subcontratistas subordinados que están hasta cierto nivel bajo su control.
Es confuso trasladar la palabra «empresa» de la primera -con la que está normalmente
asociada- a la segunda. Una razón equivocada para hacerlo, siguiendo a George
Richardson (1972) y otros, es para subrayar que la relación entre la gran corporación y
los contratistas subordinados es más duradera e intensiva que una típica relación de mer-
cado. Pero esta observación, válida e importante, no cambia el argumento: !Jna relación
permanente entre una empresa dominante y un subcontratista subordinado no es una
relación de mercado libre, pero sí es una relación de intercambio de productos, que
supone la transferencia legal de derechos de propiedad. Sigue siendo una relación de
intercambio de productos entre dos empresas distintas. No prueba la existencia de inter-
cambio de productos ni de un «mercadO>~ defl!ro de una sola empresa.
En las economía modernas existen muchos casos de formas complejas de interacción
entre agencias productivas (Ménard, 1996). Pero al observar con detalle, la mayoría de
estos casos «híbridos» se revelan como relaciones o redes entrelazadas entre entidades
legales múltiples y distintas, y no organizaciones o empresas aglutinadoras únicas. Parte
del problema en este caso reside en la incapacidad de reconocer que los mercados son
un caso especial de intercambio de productos (Hodgson, 1988). Si nos adherimos a la falsa
dicotomía entre empresas y mercados, entonces claramente vamos a tener dificultades
para clasificar las relaciones de contratación no de mercado entre empresas. El conjun-
to rea] de estas relaciones interactivas no es ni una empresa ni un mercado, por lo que -de
. acuerdo con la lógica de esta dicotomía falsa-, debe tomar la «extraña» forma de «híbri-
do». El primer error está en la presunción de una dicotomía, ignorando la tercera posi-
bilidad (richardsoniana) del intercambio contractual no de mercado. El segundo error
está en tener una definición erróneamente precisa de la empresa, hasta el punto de que
la diferencia entre «empresa» e «industria» puede llegar a disolverse.
EL ABSOLUTISMO DEL INDIVIDUALISMO DE MERCADO 93

Reconocer la exclusión de los mercados y del intercambio de productos dentro de


la empresa es importante por varias razones. En particular, es una importante ilustración
de cómo las formas de coordinación de mercado y no de mercado aparecen combina-
das en todos los sistemas capitalistas existentes; sin embargo, esta idea de combina-
ción es bastante diferente de la presunción de que se hayan convertido en un extraño
híbrido, combinando las cualidades de ambos. La empresa existe como una entidad
legal diferenciada: técnicamente, es una «persona legal». Es propif:~taria de sus pro-
ductos y los vende o alquila a otros. Establece contratos con sus trabajadores y sus
clientes. De la misma forma, sus relaciones externas están dominadas por los inter-
cambios de productos o mercados. Internamente, sin embargo, la empresa no se rige
por los precios, los mercados o el intercambio de productos, sino que es fundamental-
mente un ámbito de administración, organización y dirección.

6. LAS ORGANIZACIONES Y LAS CONDICIONES


PARA LA INNOVACIÓN Y EL APRENDIZAJE

La- empresa capitalista ha sido tan exitosa y dinámica durante los dos últimos siglos
precisamente porque combina estos dos atributos: externamente, el intercambio de pro-
ductos basado en los precios, e internamente, la movilización organizativa y el de-
sarrollo de la fuerza de trabajo. El espectacular éxito histórico de esta combinación
/ .:<in:lbi<7ti<:o de diferentes plantea dificultades teóricas tanto a los individualistas de
~·,·¡"'""''do como a los socialistas contrarios al mercado. Frente los preceptos de los indi-
vidualistas de mercado, la empresa capitalista internamente no es ni un mercado ni una
; '""'P" colección de individuos que comercian, y frente los socialistas antimercado, la
empresa depende de los mercados y del intercambio de productos para gran parte de
su· autonomía y estímulo competitivo.
Debemos considerar por qué la exclusión del mercado y de los contratos de inter-
cambio del interior de la empresa favorece su dinamismo. Los mercados juegan un
'iniportante y flexible papel de señalización y coordinación en las economías moder-
nas. Una organización no se limita a coordinar. Tiene un cierto número de objetivos,
muchas veces mal definidos pero aun así explícitos. Al perseguir estos objetivos, la
dirección de la organización divide sus problemas y tareas en diferentes subtareas y
las delega a sus subdivisiones (Kay, 1997). En cualquier contexto complejo, incierto
y dinámico, esto comporta innovación y aprendizaje para enfrentarse a lo nuevo y lo
inexplicado. Dentro de la empresa, tal como ha afirmado Massimo Egidi (1992: 167):

la ejecución de los planes requiere la habilidad de interpretar y adaptar esas ideas


generales o de rechazarlas, y de resolver los nuevos problemas que surgen fruto de
los intentos de llevar los planes a la práctica; es necesario, pues, un proceso conti~
nuo de transmisión de información y conocimiento entre sujetos, y su coordinación
sólo es posible si se lleva a cabo un proceso de aprendizaje ... la coordinación impli~
ca esencialmente un proceso de aprendizaje organizado.

Varios estudios de casos y otros análisis llevan a la conclusión de que la razón prin-
cipal para la existencia de la empresa, y no del mercado, es su capacidad de propor-
cionar un enclave cultural relativamente protegido en el que el aprendizaje tanto
94 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

individual como del grupo puede producirse. En cambio, una relación de mercado soca-
varía la comunicación interpersonal y el aprendizaje individual y de grupo. Tal como
plantearon David Teece y Gary Pisano (1994: 539):

La esencia de la empresa ... es que desplaza la organización de mercado. Y Jo hace


principalmente porque dentro de las empresas se pueden organizar ciertos tipos de
actividad económica de una forma que no es posible a través de los mercados. Esto
no se debe sólo a los costes de transacción ... sino también a que existen muchas for-
mas de organización donde el inyectar incentivos muy poderosos puede ser destruc~
tivo para la actividad cooperativa y el aprendizaje.

Este es un argumento importante. Sugiere que gran parte del aprendizaje depende
de relaciones cooperativas y duraderas que pueden necesitar protección del poder poten-
cialmente corrosivo de los mercados.
Este argumento coincide con nuestra fonna de entender lasjoint ventures, las alian-
zas estratégicas y otros contratos cerrados y duraderos entre empresas. Esta «contra-
tación relacional» es una forma de intercambio de productos, pero no es un intercambio
de mercado (Dore, 1983; Goldberg, 1980b; Richardson, 1972). El hecho de que estos
contratos relacionales sean beneficiosos para la empresa concuerda con la afinnación
de que, en cambio, el intercambiÓ de mercado situaría la cooperación y el aprendiza-
je sobre pilares mucho más precarios. La contratación relacional puede proporcionar
mayor flexibilidad que la que encontramos dentro de la empresa, pero mantiene un
grado de cooperación duradera que podría ser socavado por los mercados libres.
Las relaciones entre empresas también pueden basarse en una cooperación informal
y no contractual. Mucha innovación se basa en el diálogo informal y la negociación
continua. Existe una gran cantidad de intercambio informal de know~how técnico. La
palabra, las redes informales y la imitación son por lo tanto muy importantes en las
economías modernas (Czepiel, 1975; Von Hippel, 1987, 1988; Martilla, 1971). Gran
parte de este diálogo no está ligado al contrato formal ni está motivado básicamente
por indicadores de precios (Stiglitz, 1994: 85). En una economía del aprendizaje, la
cultura de la cooperación dentro de la empresa rebasa este ámbito y afecta también a las
relaciones entre empresas.
Es de vital importancia entender que el conocimiento técnico es en gran medida
contextuaL Muchas veces es imposible entender la naturaleza o valor de una innovación
si no se tiene un conocimiento íntimo o directo de la situación en la que se produce.
Esto pone límites tanto a la planificación centralizada como al sistema de mercado
como mecanismos para estimular la innovación. Normalmente es difícil o imposible
que una unidad transmita a otra qué es precisamente lo que se requiere. Si no existen
ideas compartidas y pautas de existencia comunes, pueden aparecer disonancias inma-
nejables entre los marcos cognitivos utilizados por los dos grupos de agentes. Debido
a la inexistencia de estos hábitos y concepciones comunes es posible que, de hecho,
no hablen la misma lengua.
Como consecuencia, en un sistema de mercado se puede producir la integración
vertical entre empresas. La integración vertical implica hacer retroceder los límites del
mercado y del intercambio de mercancías y ampliar el área de actividad organizada y
no comodificada. Al combinar al productor y al usuario en la misma organización per-
EL ABSOLUTISMO DEL INDIVIDUALISMO DE MERCADO 95

mi te establecer lazos más estrechos y una comunicación más profunda en una cultura
organizativa compartida (Foss, 1993; Hodgson, 1998b, 1998c; Sah, 1991).
La necesidad de innovar pone algunos límites al uso del mecanismo del mercado
y sus indicadores los precios. No obstante, es necesario explicar porqué los mercados
siauen teniendo un papel y porqué no todas las fusiones entre empresas son ventajo-
sa~. El mercado puede alimentar un estímulo competitivo favorable a la invención,
mielltras que sin la competencia de mercado, las empresas pueden estancarse y perder
el fuipetu por el cambio y la innovación. Por otra parte, la innovación y el desarrollo deta-
llado de los productos normalmente exigen una vinculación social sostenida y la cul-
tUra 'organizativa común de un equipo integrado. La empresa capitalista cumple estos
dós imperativos, con un importante grado de éxito. Pero al hacerlo, niega los precep~
toS universales del individualismo de mercado.
~;_-- Si este argumento es correcto, entonces el individualismo de mercado es deficien-
te-,enlo referente al aprendizaje y la innovación, precisamente igual que el socialismo
~é:ntralista. Los dos sistemas, aunque por diferentes razones, anularían el aprendizaje
y el desarrollo tecnológico. Ambos sistemas, para superar este defecto, deben impo-
ner límites al área de aplicación de sus principios básicos y permitir un grado sustan-
é¡Ji de diversidad interna y estructural. Este terna se explora en la próxima sección
-fe;Spf:¡.;to al individualismo de mercado.

J("
7.- .EL JNDIVIDUALISMO DE MERCADO Y LA INTOLERANCIA
\:_,::hE LA DIVERSIDAD ESTRUCTURAL
la práctica, todos los sistemas socioeconómicos contienen una diversidad de prin-
. reguladores. Incluso los sistemas capitalistas dominados por una ideología de
y de libre mercado prohíben la compra y venta de votos, desaprueban la pros-
y la pornografía y limitan la venta de drogas peligrosas. La esclavitud y los
contratos laborales vitalicios sin posibilidad de rescisión son ilegales, incluso si dos
partes lo acuerdan. Tales transacciones voluntarias están prohibidas, a pesar de que la
économía convencional nos enseña que estas transacciones generalmente aumentan la
~tilidad y el llamado «bienestar» de los vendedores y los compradores.
, Tal como se ha observado anteriormente, los individualistas de mercado como Von
1fises y Hayek rechazan cualquier suavización del sistema basado en el mercado que
defienden. Afirman que si se socavan las prerrogativas de la propiedad y el mercado,
existe el peligro de que se produzca un desarrollo desbocado del sistema hacia la domi-
nación estatal y el totalitarismo. Sin embargo, al no poner limitaciones a su propia
ética, el individualismo de mercado vuelve a ser el reflejo del socialismo centralista
que tanto quieren eliminar. Las dos filosofías buscan soluciones puras y extremas, y
en los dos casos, ello elimina la viabilidad de la utopía elegida. John Maynard Keynes
hizo una crítica parecida del individualismo de mercado de Hayek. Como respuesta a
la aparición del libro de Hayek, The Road to Seifdom, Keynes escribió a Hayek el 28
de junio de 1944:

usted subestima en gran medida la viabilidad del término medio. Pero en el mamen~
toen que admite que el extremo no es posible, y que debe marcarse un límite, ya está
perdido, siguiendo su propio argumento, ya que intenta persuadimos de que tan pron~
96 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

to se produce un movimiento mínimo hacia la planificación, se cae necesariamente en


el camino resbaladizo que lleva, a su debido tiempo, al precipicio (Keynes, 1980:
386-7).

Un sistema socioeconómico puro, de cualquier tipo, es imposible. Los defensores


del capitalismo tienen que admitir un espacio para las instituciones no de mercado
como la familia o la empresa. En la práctica, todas las economías son mixtas. Los indi-
vidualistas de mercado han declarado muchas veces que son devotos de la diversidad,
la variedad y la experimentación en la vida económica. Sin embargo, la diversidad que
proclaman es una diversidad limitada de individuos trabajando bajo una cultura única,
común e increíblemente pecuniaria. Se niega la posibilidad de cualquier diversidad
estructural en las formas de organización económica -iniciativas de auto-empleo y
empresas capitalistas aliado de cooperativas obreras y empresas públicas, por ejem-
plo-. Sin embargo, tal diversidad estructural podría mantener un grado mucho mayor
de variedad cultural y de conducta que el sistema defendido por los individualistas de
mercado. La ideología del individualismo de mercado se ha resistido tenazmente al
pluralismo económico genuino 17•
Uno de los mayores logros de Von Mises, Hayek y otros economistas de la escue-
la austríaca ha sido el explicar la función esencial de coordinación que ejercen los mer-
cados en la economía moderna. Es base a esto, han demostrado que un sistema
completamente dependiente de la planificación centralizada no funcionaría, al menos
no de forma racional o eficaz. Pero no han sido capaces de considerar las limitaciones
del extremo opuesto, ni la dependencia del mercado mismo de su contexto institucio-
nal y cultural.
Hayek y Von Mises se equivocaron al suponer que ningún tipo de planificación
centralizada es útil o viable. Demostraron que el conocimiento es tácito y disperso, y
que todo él no puede reunirse y procesarse desde el centro. Verdad. Pero no todo el
conocimiento es así. Por ejemplo, ciertos conocimientos pueden ser centralizados u
organizados de forma útil y funcional en red, para que estén a disposición de todos.
¿Qué sentido tienen, si no, las guías telefónicas o internet, por ejemplo? No todo el
conocimiento se encuentra irrevocablemente disperso, y una autoridad central puede
tener al menos un papel indicativo o de coordinación, incluso en un sistema de mer-
cado. Los argumentos de Hayek y Van Mises contra una economía mixta no son con-
vincentes. Y contrariamente a lo que mantienen muchos economistas de la escuela
austríaca, la aceptación de gran parte del argumento del cálculo económico contra el
socialismo centralista es compatible con la creencia en la viabilidad de una economía
mixta 1&.
Los individualistas de mercado afirman que los éxitos de las economías capita-
listas modernas se deben a la fuerza motriz que ejercen la competencia y el aprove-

17. Incluso se ha resistido al suministro público de servicios médicos. Así, Friedman y Friedman (1980:
145) escribieron que «no existe ningún motivo favorable a una medicina socializada)).
18. Es destacable que este hecho sea admitido por un importante miembro de la escuela austríaca. Tal como
Steele (1992: 22) planteó en su enérgica -y por otra parte muy acrítica- exposición de los principios
de la escuela austríaca: «Contrariamente a lo que Von Mises 'y algunos de sus seguidores han parecido
suponer, es perfectamente razonable que un estadista del bienestar o un intervencionista acepten por
completo el argumento del cálculo económico. No hay ninguna inconsistencia en esto>}.
EL ABSOLUTISMO DEL INDIVIDUALISMO DE MERCADO 97

chamíento de la iniciativa individual. Sin embargo, cualquier economía moderna es


mucho más que eso, y debe su dinamismo a mucho más que los individuos empren-
dedores y las operaciones de mercado. Tal como ha defendido con gran elocuencia el
premio Nobel Herbert Simon (1991), la textura del capitalismo moderno está mucho
más dominada por las organizaciones no mercantiles y sus relaciones internas que
por los mercados y sus disputas contractuales. En un potente y extenso trabajo,
William Lazonick (1991: 335) destaca <<la creciente importancia de la organización
colectiva para el próspero desarrollo del capitalismo». De forma similar, en un pene-
trante estudio de las naciones industriales principales, Lane Kenworthy (1995) atri-
buyó el éxito capitalista, no a los mercados libres no regulados, sino a las instituciones
que combinan la competencia con la cooperación. Tal como Wolfgang Streeck (1989,
1992) ha planteado, las economías muy productivas son tan flexibles como <<insti-
tucionalmente ricas». Una economía capitalista es mucho más que átomos indivi-
duales y las interacciones entre ellos. Los individualistas de mercado minimizan la
importancia del arraigo institucional y cultural de la cognición y acción humanas
(incluyendo también la actividad comercial). Al ignorar este arraigo del conocimiento
y las capacidades, cometen el mismo error que los defensores de la planificación
centralizada.
Es evidente que el mercado sigue jugando un papel indispensable en la era moder-
na, pero es engañoso sugerir que es el espacio principal para la interacción social para
la mayoría de los agentes. En las economías contemporáneas, la mayor parte de la acti-
vidad diaria es interna a las organizaciones y, por lo tanto, externa a los mercados. Es
verdad que el crecimiento del capitalismo se caracteriza por el desarrollo y extensión
de los mercados a escala global, pero en comparación con todos los sistemas socioe-
conómicos previos, el crecimiento en diversidad organizativa, complejidad y tamaño es
también una característica vital del orden capitalista. Igual que muchos otros econo-
mistas modernos, los individualistas de mercado esconden este hecho con su tendencia
individualista y contractual.

8. EVALUANDO DIFERENTES TIPOS DE INSTITUCIONES DE MERCADO


Tal como se ha mostrado en el capítulo anterior, los socialistas han creído tradicional-
mente que era posible apartar el mercado del centro de la vida económica, relegarlo a
la periferia o eliminarlo completamente. Se creía que la competencia, la ambición, la
desigualdad y la explotación eran las consecuencias inevitables del sistema de merca-
do. Desde una posición diametralmente opuesta, los defensores del individualismo de
mercado han sugerido que prácticamente todos los problemas sociales pueden resol-
verse a través de la institución del mercado y de los derechos de propiedad. Cada una
de estas posiciones es el reflejo de la otra: lo que debaten es la posibilidad de realizar
una evaluación global de todos los sistemas basados en el mercado, llegando a un único
conjunto de conclusiones universales, sean negativas o positivas. Las dos posiciones
absolutistas son aquí rechazadas.
En su lugar, es importante considerar cada sistema de mercado en su contexto his-
tórico y cultural. Las experiencias de Gran Bretaña y América no sólo contrastan entre
sí, sino también con las experiencias de, por ejemplo, Alemania, Japón y gran parte
del resto del mundo. El capitalismo surgió en Gran Bretaña en una sociedad fractura-
98 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

da y dividida en clases, donde existía desde hacía tiempo una ideología individualista.
Los Estados Unidos de América adoptaron muchas de las ideas políticas de pensado-
res individualistas ingleses como Thomas Hobbes y John Locke. Un individualismo
aún más fuerte podía llevarse a cabo en las amplias llanuras, donde no existía ningún
remanente indígena de un pasado feudal. Con unas comunidades muy poco estructuradas
y unos individuos con una gran movilidad, América desarrolló un tipo de capitalismo
particularmente individualista, donde el dinero -más que Dios, la nación o el deber-
era el criterio más importante para medir el éxito personal.
El dominio, durante más de un siglo, del individualismo angloamericano halle-
vado a la presunción de que esta cultura individualista es compañera necesaria del capi-
talismo. Pero debemos preguntarnos hasta qué punto las características de la ambición
y el individualismo competitivo eran específicas a las culturas capitalistas imperantes
entonces, y no al sistema socioeconómico capitalista per se. Claramente, los merca-
dos y el capitalismo fomentan los valorés pecuniarios y formas de conducta específi-
cas sobre otras. Sin embargo, el espacio para la variación cultural y de conducta dentro
de estas estructuras sociales ha sido muy infravalorado por los teóricos sociales de todo
tipo y matiz político. La rectificación de este error es uno de los temas principales de
este libro.
Es importante destacar que el mercado es en sí mismo una institución social. Son
posibles diferentes tipos de instituciones de mercado, con diferentes rutinas~ procedi-
mientos de precios, etc. Además, cada mercado en particular está entrelazado con otras
instituciones y una cultura social particular. Por lo tanto, no existe un solo tipo o con-
junto de mercados -quizás únicamente diferenciados por el tipo y grado de estructura
del mercado y de la competencia establecidos en las tipologías de manual-, sino muchos
mercados diferentes, dependiendo cada uno de su contexto cultural e institucional.
Entre otros, Werner Sombart, el economista de la escuela histórica alemana, recono-
ció este punto crucial. Afirmó que el significado del concepto de intercambio dependía
del contexto social e histórico en el que se realizaba:

El «intercambio» en la economía primitiva (trueque silencioso), el «intercambio)> en


la economía artesanal y el «intercambio» en la economía capitalista son cosas muy dife-
rentes una de otra ... El precio y el precio son cosas muy diferentes de un mercado a
otro. La formación de los precios en la feria de Vera Cruz en el siglo xvn o en el mer-
cado de trigo en la Bolsa de Chicago en 1930 son dos hechos totalmente incompa-
rables (Sombart, 1930:211, 305) 19•

Aunque es posible que Sombart sobreenfatizara en este pasaje el grado de especi-


ficidad histórica e ignorara las características genéricas comunes a todos los merca-
dos, su declaración es un correctivo importante de la noción centrada en un mercado puro
e indiferenciado que promueven tanto sus críticos como sus defensores 20 •

19. Esta cita es de la traducción de Sombart que aparece en Mises (1960: 138). La precisión de la traduc-
ción ha sido revisada en el original en alemán.
20. Posiciones similares, mantenidas durante mucho tiempo por economistas de la escuela histórica ale-
mana, influyeron de forma importante a Walter Eucken, Wilhem Ri:ipke y otros arquitectos del con-
cepto de la «economía social de mercado» que apareció en la política de la Alemania de postguerra
(Tribe, 1995; Nicholls, 1994).
EL ABSOLUTISMO DEL INDIVIDUALISMO DE MERCADO 99

Argumentos similares fueron utilizados por institucionalistas estadounidenses como


Summer Slichter, un influyente economista laboral que fue presidente de la American
Economic Association en 1941. Slichter (1924: 304-5) se quejó de la teoría neoclási-
ca de la siguiente forma: «se ignora la influencia de la organización y las instituciones
de mercado sobre el valor. No se hace ninguna distinción, por ejemplo, entre formas
de organización del mercado» como «la bolsa o el mercado de trigo», o el «mercado
laboral». De forma similar, lamentó que las «teorías sobre el interés se construyan sin
ninguna referencia al sistema de crédito o al ahorro empresarial o gubernamental». En
estos y otros puntos, los institucionalistas tenían visiones muy parecidas a las de sus
predecesores de la escuela histórica.
Al menos en una cuestión, este rechazo al concepto del mercado no diferenciado es
contrario a las tesis de Karl Polanyi (1944), quien parecía ver el mercado como una
imposición ajena sobre la sociedad tradicional, «desvinculado» de las relaciones socia-
les. Bernard Barber (1977: 27) criticó correctamente a Polanyi en los siguientes tér-
minos:

Polanyi describe el mercado como algo desarraigado [pero] ... esta es una imagen
errónea. Aunque la economía de mercado moderna podría ser entendida como una
forma más diferenciada estructuralmente, más separada de forma concreta de los
otros subsistemas institucionales de la sociedad, esta imagen desvía la atención del
hecho sociológico básico de que todas las instituciones de intercambio son interde-
pendientes con los patrones de valores y otros subsistemas institucionales de su
entorno.

La rectificación de la imagen errónea del mercado desvinculado no niega la impor-


tancia global y la categoría de la aportación de Polanyi. Polanyi también argumentó
que el desarrollo del mercado no era un hecho espontáneo, y que requería una inter-
vención y legislación deliberadas. Este punto crucial no es socavado por la crítica de
Barber. De hecho, el mensaje central de Polanyi podría verse reforzado por el recono-
cimiento de la dependencia del sistema de mercado de la cultura y el contexto. En
debates sobre la obra de Polanyi, Mark Granovetter (1985, 1993) afirmó que tanto las
estructuras institucionales específicas como las fuerzas generales de la oferta y deman-
da -comunes a todos los mercados- afectan a los resultados del mercado.
Aun aceptando la existencia de algunos principios generales del mercado, debe
enfatizarse que la naturaleza del mercado depende siempre en cierta medida de su esen-
cia y contexto cultural e institucional. Este argumento choca con las visiones típicas
de los liberales promercado y los socialistas antimercado. Los economistas marxianos
y austríacos, por ejemplo, a pesar de sus valoraciones diametralmente opuestas acerca
del mercado, tratan a los mercados como entidades simples, uniformes e independientes
del contexto. Los dos grupos fallan al no diferenciar los mercados en base a sus carac-
terísticas institucionales y culturas dominantes21 •

21. Por esta razón, el concepto del «mercado socializado» avanzado por Elson (1988) -ver más abajo-
puede crear confusión. Puede sugerir la posibilidad de que un mercado no esté enraizado en la sociedad.
Debe enfatizarse que todos los mercados están constituidos por instituciones sociales y enraizados en
un contexto social. El son claramente utilizó el término ~<socializado» para decir más que esto, recono-
ciendo acertadamente a la vez que puede existir una diversidad potencial de instituciones de mercado.
100 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

En el mundo real, e incluso en un solo país, podemos encontrar muchos ejemplos dife-
rentes del mercado, y raramente los trataremos de manera uniforme. Encontramos mer-
cados de pescado y verduras, organizados y regulados por las autoridades locales, o
mercadillos con productos de origen dudoso. El uso de vales designados para comprar
servicios de cuidados de niños dentro de un colectivo organizado de cuidados de niños
es un ejemplo de mercado. También existen mercados para los servicios sexuales de las
prostitutas. Estos ejemplos de mercados son claramente diferentes en sustancia y con-
notaciones, por lo que no deberíamos juzgarlos con los mismos criterios morales.
Consideremos dos casos supuestos. El primero se refiere a una sociedad donde
existe una cultura individualista y un alto nivel de movilidad geográfica. Las compras
y ventas entre los mismos participantes no se producen de forma frecuente. En conseR
cuencia, al participar en intercambios de mercado, estamos menos dispuestos a preo-
cuparnos por el bienestar personal o los sentimientos Oe la persona con la que estamos
comerciando. Es poco probable que nos volvamos a encontrar con ella, y estamos dis-
puestos a centrarnos casi exclusivamente en el precio y las características del produc-
to objeto de la transacción. En cambio, en un sistema menos móvil y con una cultura
menos individualista, puede existir una propensión por parte de las dos personas invo-
lucradas en el intercambio a desarrollar una relación personal más próxima. En estas cir-
cunstancias, se puede desarrollar cierto grado de preocupación por la otra persona que
es independiente de los deseos relacionados con el intercambio. La otra persona se
convierte en algo más que el medio hacia un fin 22•
En lugar de reconocer el importante papel de culturas y costumbres comerciales
diferentes, los adversarios y los defensores del mercado se han centrado exclusiva-
mente en sus características generales. De esta forma, por ejemplo, los marxistas han
deducido que la mera existencia de la propiedad privada y los mercados fomenta por
sí misma el comportamiento adquisitivo individual, sin hacer ninguna referencia al
papel de las ideas y la cultura en la formación de las aspiraciones de los actores socia-
les. A esta visión desculturalizada le es difícil explicar, por ejemplo, el alto grado de

En cambio, en su crítica del neoliberalismo, Wainwright (l994) pareció más interesado en domesticar
«el mercado» con el uso de agencias reguladoras exógenas y no de mercado de Jo que sugeriría un reco-
nocimiento pleno de la posibilidad de una variedad institucional interna. Además, vio «el mercado»
como algo centrado solamente en la «Coordinación ex post>) (: 273), ignorando el hecho de que todos ios
costes en el mercado implican cálculos (socialmente construidos) relacionados con el futuro. En con-
creto, los mercados de futuros son instituciones especialistas relacionadas mayoritariamente con los
ajustes ex ame. Wainwright ha rechazado correctamente la posibilidad de una planificación complela-
mente centmlizada, pero su tratamiento general del mercado presenta un cierto grado de ambigüedad doc-
trinaL Pareció aceptar los mercados en una instancia y rechazarlos en otra. Para aumentar la confusión,
ofreció apoyo a las propuestas socialistas tanto de Elson (1988) como de Devine (1988), y no vio que
se basaban en presuposiciones muy diferentes y que llevaban a conclusiones muy diferentes. Algunas
de estas diferencias fueron admitidas por los mismos Adaman y Devine (1997).
22. El economista neoclásico Wicksteed (1933) definió «una transacción económica» como una en la que
cada persona involucrada en el comercio no considera a la otra más que como ((un vínculo en la cade-
na)) (p. 174). Una consecuencia desafortunada de esta definición demasiado restrictiva seria que gran parte
de la actividad comercial en muchas sociedades, incluyendo el contrato de empleo en la mayoría o en
todas las economías capitalistas, si se inspeccionara detenidamente, dejaría de tener un carácter «eco-
nómico». Sin embargo, mientras que la definición de la economía de Wicksteed es inaceptable, su aná·
lisis conceptual es revelador, ya que explicita la posibilidad de que el intercambio incluya relaciones
personales basadas en algo más que rasgos solamente instrumentales.
EL ABSOLUTISMO DELINDIVIDUALISMO DE MERCADO 101

codicia y fetichismo de las mercancías reinante en el supuestamente «socialista»


Bloque del Este mucho antes de su colapso en 1989, a pesar de que la propaganda
oficial ensalzara la cooperación y rechazara la avaricia. También tiene dificultad a la
hora de admitir las versiones muchas veces limitadas y opuestas del consumismo
imperantes en sociedades capitalistas diferentes. Hasta cierto punto, tanto los mar-
xistas como los individualistas de mercado infravaloran el grado en que todas las eco-
nomías de mercado están inevitablemente compuestas de instituciones sociales
densamente estratificadas23 .
Aunque es razonable considerar y evaluar las características generales del merca-
do, este análisis tiene sus límites. Una evaluación completa de cada mercado, y de cada
sistema de mercado, exige tomar en consideración sus propias características y con-
textos institucionales y culturales. Esta tarea ha sido tradicionalmente desatendida tanto
por los socialistas como por sus adversarios, defensores del mercado «libre». Los socia-
listas denigran los mercados y las «fuerzas de mercado» sin darse cuenta de que insti-
tuciones de mercado diferentes pueden funcionar de formas muy diferentes. Los niveles
de análisis general y específico se combinan, y cuando llegamos a las cuestiones de
evaluación y formulación de políticas, esta confusión entre lo general y lo específico
resulta desastrosa.
Argumentos similares relacionados con la importancia general del contexto y la
cultura en sistemas socioeconómicos son retomados más tarde en este libro. Un obje-
tivo importante e inmediato hasta ahora ha sido empezar a abrir la puerta a la posibi-
lidad de algún tipo de variante de lo que- algunos podrían describir como «socialismo
de mercado». Esta posibilidad se explora con más detalle en el capítulo 9.
Diane Elson (1988) es una de los pocos escritores y escritoras socialistas que ha
explorado la posibilidad de reconstituir los mercados, en lugar de marginarlos o abolir-
los. Ella apoya la propuesta de una renta básica, pagada por el Estado a todos los adul-
tos de fonna incondicional a través de los impuestos, en base a que esto civilizaría el
ethos y cambiaría el equilibrio de poder en el mercado 1aboral24. Un sistema regulador
extensivo, que incluyera una amplia participación pública, haría respetar los estánda-
res ambientales y sociales en el proceso de mercado. La propuesta se basa en transfor-
mar y «socializar» el mercado, y no en reivindicar que puede y debería ser eliminado
de la utopía socialista. Contrariamente a las nociones imperantes a la derecha y la izquier-
da del espectro político, Elson ha reconocido el hecho de que el mercado puede tomar
una gran variedad de formas, y que algunas de estas son más censurables que otras.
Hay algo de verdad en la acusación de que los sistemas socioeconómicos basados
en el mercado pueden llevar a un aumento de la desigualdad de ingresos y riqueza. Tal

23. Kozul~ Wright y Rayment (1997), y Grabher y Stark (1997} indicaron que este tema ha tenido una enor~
me trascendencia política desde 1989 en los antiguos países del Este. La idea de que las economías
están fonnadas por instituciones soCÍales densamente estratificadas y complejas se ignoró en las mal
concebidas políticas de la <(tempia de slwclo). Las iniciativas políticas en las economías en tmnsición están
obligadas a construirse firmemente sobre instituciones y rutinas existentes, incluso si el objetivo final
es la construcción de nuevas instituciones y el desmantelamiento de algunas de las viejas. Los merca-
dos, por ejemplo, no aparecen espontáneamente si no existen algunas instituciones, costumbres y nor~
mas previamente establecidas.
24. Para explicaciones sobre la propuesta de la renta básica, ver Atkinson (1995), Parker (1989}, Purdy
(1988), Van Parijs (1992).
102 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTCDOXA

como Gunnar Myrdal (1957), Nicholas Kaldor (1967, 1972, 1978, 1985) y on·os han afir-
mado, los procesos cumulativos de divergencia son típicos en las economías de merca-
do. Sin embargo, los grados y porcentajes de divergencia varían enormemente, de forma
que el grado de desigualdad de ganancias, ingresos o riqueza puede variar en gran medi-
da de una economía a otra. Por ejemplo, un estudio (OCDE, 1993) sobre la distribución
de los ingresos en diversos países descubrió que en 1989-91 existían diferencias sustan-
ciales en la distribución de los ingresos salariales entre diferentes países industrializa-
dos, siendo los Estados Unidos el país más desigual. En esos años, la diferencia entre el
menor salario o porcentlje salarial en la primera décima, y el menor salario o porcenta-
je salarial en la novena décima era de un 5,6 en los Estados Unidos; 4,4 en Canadá; 3,2
en Gran Bretaña; 3,0 en Francia; 2,8 en Japón; 2,4 en Alemania; 2,1 en Italia y 2,1 en
Suecia25 • Por lo tanto, y según esto, los Estados Unidos son una economía capitalista
mucho más desigual que Japón, Alemania, Italia y Suecia. Este mismo estudio mostró
que la desigualdad salarial había aumentado de forma sustancial durante los años &O en
los Estados Unidos y en Gran Bretaña, pero de forma mucho menor en otros países.
Concretamente, en Alemania no se observó ningún aumento de la desigualdad durante
los años 80 (Nickell y Bell, 1996). Las economías capitalistas muestran variaciones sus-
tanciales en la desigualdad, y en la evolución de la desigualdad, de ingresos y riqueza26•
La moralidad de los mercados no puede ser evaluada adecuadamente independien-
temente de sus peculiaridades o de su contexto específico. Es sorprendente que tanto los
defensores como los criticas extremos de los sistemas de mercado, como Hayek por un
lado y Marx por el otro, presten poca atención al análisis de las variedades del capitalis-
mo. Los dos son pensadores de una gran profundidad analítica, pero cuando es necesaria
una evaluación de los prOblemas y de las cuestiones prácticas más inmediatas -como el
enfoque político apropiado para los gobiernos nacionales-, los dos nos pierden en los
tópicos grandilocuentes e inútiles del mercado puro, por un lado, y de la revolución socia-
lista, por el otro. Ninguno de los dos comprende que el mercado es un buen sirviente
pero un mal amo. No reconocen la variedad de formas y la consiguiente discreción de
políticas dentro del mismo capitalismo. En este tema es en el que nos centraremos ahora.

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90 y del número 10. Con esta medida, cuanto mayor sea la cifra, mayor será el grado de desigualdad.
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CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA 111-119

Prefacio'
Ken Cale, John Cameron, Chris Edwards

[... ]

l. LA TEORÍA DEL VALOR DE LA PREFERENCIA SUBJETIVA


Adam Smith identificó el mercado como el ámbito en el que los precios aparecen como
Ia forma en que se expresan las valoraciones, pero fracasó en desarrollar una explica-
ción no ambigua del origen del valor y de la determinación de precios, a pesar de que,
en general, fue partidario de la libertad absoluta de las fuerzas del mercado. Los esla-
bones perdidos entre la identificación del mercado como el foco primario de atención
y la justificación del libre intercambio corno el medio para alcanzar la prosperidad,
han sido desarrollados por diversos autores desde los tiempos de Smith hasta nuestros
días. A la base común de su pensamiento la hemos llamado la teoría del valor de la
preferencia subjetiva (analizada en los capítulos 3 y 4). Su punto de partida es el indi-
viduo dotado de gustos y recursos y que calcula sus acciones con el fin de maximizar
la utilidad y el bienestar personal. Estos gustos del individuo definen las preferencias
entre modelos alternativos de consumo, incluyendo el ocio. En cambio, los recursos
del individuo determinan la habilidad para satisfacer estos deseos a través de la acti-
vidad productiva. En los casos en que la productividad aumenta a causa de la especia-
lización de los individuos en la producción de mercancías determinadas, o sea, a causa
de la división del trabajo, se produce una aparente separación entre el individuo como
consumidor y como productor. Se desarrolla una interdependencia económica entre
los individuos que necesitan intercambiar a través de los mercados, con las tasas de
intercambio o precios relativos determinados por la utilidad relativa obtenida por los indi-
viduos del consumo de productos y ocio. Las decisiones de consumir y los recursos
para producir se coordinan utilizando un recurso especial, el espíritu empresarial, a
través del cual se combinan los recursos productivos con el fin de satisfacer las deman-
das de los consumidores. Los propietarios de los recursos reciben una recompensa
determinada por la utilidad derivada del producto por los consumidores, y estos recur-
sos productivos (trabajo -u ocio negativo- y capital-o consumo aplazado-) son a su
vez suministrados según la recompensa ofrecida -salarios e intereses, respectivamen-
te- y los empresarios reciben un beneficio por su papel central. En consecuencia, lo
que determina la actividad económica es la maximización de la utilidad individual por
el consumo. Y como cada persona tiene gustos y preferencias particulares, la sociedad

Publicado en: Cole, Ken; Cameron, John; Edwards, Chris. «Preface)). En: Why economísts disagree:
the politicaf economy o! economics. Londres: Longman, 1983, p. 7- J7. Traducción: Gemma Galdon.
112 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

en general sólo puede conseguir esta maximización si existe un libre intercambio en


el que los individuos no suscriban contratos de compra o venta a no ser que sea por su
propio interés. En este contexto, Jos intereses del individuo (utilidad personal) se recon-
cilian con el interés social más amplio (la utilidad de todos los demás); por lo tanto,
no existe ningún conflicto fundamental de intereses en la sociedad, y la forma ideal de
gobierno es una asamblea representativa a través de la cual se puede alcanzar un con-
senso racional. Las políticas económicas derivadas de este análisis se basan en la crea-
ción de un entorno que permita la máxima libertad en las decisiones de consumo
individual, siendo el papel del Estado el de eliminar la coerción en el mercado y exigir
el cumplimiento de los contratos voluntarios entre individuos.
El rechazo de la intervención gubernamental activa en economía queda reflejada
en las anteriores citas de Friedman y Brittan. Los valores del mercado libre se revelan
en forma de precios a los que cada individuo tiene la libertad de responder indepen-
dientemente del poder de los otros individuos. Está claro que muchos economistas han
proclamado una confianza fundamental en el proceso de mercado como la mejor forma
de asegurar la mayor felicidad para todos, pero han querido matizarla en relación a
aspectos particulares como la sanidad o la educación. Sin embargo, y por las caracte-
rísticas de este texto, hemos querido centrarnos en mostrar la base de esta confianza
unificadora fundamental. Es bastante atemorizador que, cada vez que un economista
habla de forma acrítica sobre la oferta y la d'emanda en el mercado, siempre aparezca,
detrás de esos términos aparentemente no controvertidos, la aceptación de toda una
filosofía de individualismo posesivo y política liberal. Pero ¿por qué tardaron tanto las
personas en descubrir esta .«deseable» forma de organización de los asuntos económi-.
cos? La experiencia humana hasta 1750 aparece básicamente como una pérdida de
tiempo si el mercado libre es la claVe del bienestar. La respuesta, para la teoría
tiva del valor, reside en el cambio de pensamiento, conocido como la Ilustración, que
se produjo en Europa y Norteamérica en esos tiempos. La energía intelectual se
entonces a la comprensión de las posibilidades del presente en la tierra, y no a la
peración de un pasado glorioso o a los esfuerzos por ganar el cielo en el futuro. Al
dejar de preguntar «por qué» durante un tiempo y plantearse en su lugar «Cómo»,
realizaron rápidamente enonnes cambios en el mundo físico y se descubrieron nuevas
posibilidades en la relación entre los individuos y la sociedad. El problema con
guntarse «cómo» y no «por qué» es que el cambio provoca que el conocimiento
convierta en más tentativo y también más poderoso. Al hacer afinnaciones sobre cómo
funciona el mercado al ser regido únicamente por sus propios mecanismos, se
que la audiencia acepta que esas afirmaciones probablemente se harán realidad en el
futuro y en lugares diferentes.
La tesis de que el conocimiento actual es siempre tentativo es central en la filoso-
fía de Karl Popper, un maestro entre los partidarios más destacados de la teoría subje-
tiva del valor. Su posición es que, si una teoría puede ser expuesta a un test de
falsificación mediante la observación, entonces esa teoría se mantiene como explica-
ción de cómo se generó la observación. Su posición sobre la naturaleza del conoci-
miento «científicm> es consistente con la teoría subjetiva del valor, ya que quita
importancia a las incomprobables suposiciones sDbre el individualismo, en las que se
basa la teoría del valor, frente a las predicciones sobre el comportamiento observable
del merca~o. Desgraciadamente, existe la tentación de cruzar rápidamente la línea que
PREFACIO 113

entre afirmar que «el mundo actúa como si estuviera compuesto por individuos
!! irldepe1ndienltes>> y afirmar que «el mundo está compuesto por individuos indepen-
di<>nt<lS». Pero la utilización de las matemáticas y su relación con complejos experi-
estadísticos ha provisto a la teoría subjetiva de una base metodológica
~;~:~~:~.~~:firme, que se suma a la proporcionada por sus raíces filosóficas. Además,
~-
1 independencia de los individuos para tomar decisiones de acuerdo con
J ~~~¡~:~~~~e~ significa que se considera a la sociedad meramente como la suma de los
;: que la componen.
Por lo tanto, el problema de la política económica es el de intentar asegurar que
de los individuos puedan expresarse libremente y que sus capacidades pue-
ej<orc<orse independientemente. El mercado debe poder operar sin los obstáculos
i>énteradm por la intervención estatal, a no ser que ésta sea necesaria para evitar el
rion,op<Jlio o preservar un marco monetario ordenado en el que los delicados indica-
los movimientos en los precios relativos no se vean perturbados por el mur-
de fondo de los incrementos en el nivel general de los precios. Se considera que
importante de un gobierno responsable es la regulación estricta de la oferta
para evitar la inflación.
Enl:en<lida de esta forma, la sociedad es el producto de individuos independientes
,1 g•obi<,rnc ideal, la representación refleja de esos individuos. El mantenimiento de
el orden es una precondición política de la libertad económica, y la libertad
es una condición necesaria, aunque no suficiente, para la libertad política.
los componentes de la libertad económica son atemporales, el análisis de las
sociales o de la experiencia histórica del desarrollo social es irreleyante, ~e
que la economía puede considerarse así como una disciplina autocontenida.
a la teoría subjetiva de una fuerza pennanente que va más allá de las modas
de vista de ciertos economistas, y le permite reivindicar una existencia
:perldi<:nte por derecho propio.

DEL VALOR DEL COSTE DE PRODUCCIÓN

~
~~~;~~q~u:e la valoración en el mercado es un hecho relevante no lo convierte
en deseable. El optimismo sobre los beneficios sociales del sistema
que se convirtió en la teoría subjetiva del valor, fue inmediatamente con-
arrestado por un profundo pesimismo que acabaría dando a la economía la etiqueta
1epnm1ente de «ciencia deprimente». Este pesimismo hizo acto de presencia en la
ae~rrnm en forma de preocupación por el impacto psicológico de la rutina y el
' monótono en la mente humana. Pero fue David Ricardo, que escribió a prin-
del siglo XIX, quien tuvo razones más serias para preocuparse, tal como veremos
5. Volviendo a la ambigua formulación de la teoría del valor de Smith,
desarrollé una línea argumental alternativa a la que se convirtió en teoría sub-
partió de la premisa según la cual, aunque el valor aparece en el mercado, se
y está determinado por la decisión de producir, y no por la de consumir. Y
iañiaditen<lo dos supuestos más sobre la naturaleza del mundo físico --que a medida que
oferta de productos de subsistencia aumenta, también Jo hace el tamaño de la pobla-
trabajadora, y que a mayor cantidad de tierras cultivadas, la productividad agrí-
disminuye-llegó a la conclusión de que el funcionamiento del mercado libre
ll4 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

eventualmente lleva al estancamiento económico, con una mayoría de la población


viviendo a un nivel mínimo de subsistencia frente a una minoría de terratenientes con-
sumiendo de forma conspicua el excedente económico. Sin embargo, Ricardo, al igual
que Smith, nunca consiguió resolver totalmente la cuestión de la determinación del
valor, incluso para sí mismo, lo que llevó, por un lado, a través de las interpretaciones
de Mili y Marshall, al desarrollo de la teoría del valor-coste de producción (veánse
capítulos 6 y 7) y, por el otro, al desarrollo de la teoría del valor del trabajo abstrac-
to por Marx y Engels. Los rasgos distintivos de la escuela del coste de producción
son los siguientes:

- la preocupación central por la decisión de producir;


- la subsiguiente distribución de la producción entre los «contribuyentes»; (a la misma);
- y la creencia que las fuerzas del mercado regidas únicamente por sus propios meca-
nismos conducirán, en el mejor de los casos, a la ineficiencia, y en el peor, al estan-
camiento.

El entorno material y el estado del conocimiento sobre como controlar ese entor-
no, o la tecnología, son su punto de partida, y no los gustos y recursos individuales.
La tecnología existente dicta qué se puede producir y cómo se produce, y por lo tanto
determina la división técnica del trabajo. Esta división técnica del trabajo necesita a
su vez del intercambio de productos, cuyas tasas de intercambio o precios serán deter-
minados por el coste de producción de cada producto. Sin embargo, el coste de pro-
ducción de cualquier producto en concreto no viene determinado únicamente por
factores técnicos, como la cantidad de tiempo empleado en su producción o la cantidad
de materia prima requerida por cada unidad de producto, sino que se ve también afec-
tado por la distribución del producto social entre salarios y beneficios. Y aunque puede
existir una comunidad de intereses en la esfera de la producción para maximizarla (ya
que cada persona depende de todos los demás en una división técnica del trabajo), la divi-
sión subsiguiente de ese producto dependerá de la fuerza negociadora relativa de los
diferentes grupos de interés existentes en la sociedad, lo que llevará, posiblemente, al
conflicto social. Cuando la subsistencia de grupos enteros de personas es amenazada por
el cambio técnico, puede existir oposición sectorial a la introducción de nuevas técni-
cas, privando así a la sociedad del beneficio de una mayor productividad.
Por ejemplo, la tecnología del «chip de silicona» ofrece a la vez nuevas oportuni-
dades de aumentar la producción y de aumentar el desempleo, y también de mayores
beneficios y de mayores salarios. El resultado preciso dependerá del poder de los inte-
reses creados. Si la nueva tecnología está bajo el control de unos pocos industriales o
choca con la oposición activa de un pequeño grupo de trabajadores, entonces los bene-
ficios distributivos para estas personas pueden minimizar las ventajas para el conjun-
to sociaL Además, la redistribución de los recursos por la introducción de una tecnología
nueva -por ejemplo, la formación y recolocación de los trabajadores desplazados por
las máquinas nuevas- no puede dejarse en manos de las fuerzas de mercado, ya que,
según la teoría del coste de producción, las fuerzas de mercado siempre van por detrás
de los cambios en las condiciones de la producción.
Pero si el desarrollo técnico no puede lograrse a través de las anónimas fuerzas del
mercado sin exponerse a altas tasas de desempleo, y es además susceptible de ser dis-
PREFACIO 115

torsionado a favor de los intereses de grupos reducidos de personas, ¿cómo puede una
sociedad beneficiarse de la nueva tecnología? Para la teoría del coste de producción, el
antídoto a esta situación reside en la existencia de una política pluralista que permita la
llegada a compromisos por parte de intereses en competencia, y en una burocracia neu~
tral que elimine los obstáculos al progreso técnico a través del establecimiento de un
marco institucional adecuado que medie en los conflictos y promueva nuevas ideas e
inversiones. Por consiguiente, la intervención estatal sistemática se considera esencial
y deseable, tal como hemos visto en los escritos sobre inflación y crecimiento de Balogh
y Kuznets citados anteriormente.
Aunque el principio general de la teoría del coste de producción sí muestra conti-
su formulación concreta ha ido cambiando con el tiempo. Con los nuevos avan-
~;:~~~;~i~•~; ha surgido la necesidad de nuevas instituciones sociales para coordinar
-f, división del trabajo y reconciliar grupos de interés en conflicto. Así, para~
complementariamente a la teoría del coste de producción, se ha desarrollado la teo-
pluralista de la política y las teorías sociológicas de la burocracia. La economía ya
flo es entonces una disciplina aislada, sino parte de una ciencia social multidisciplinar.
Lit teoría, pues, evoluciona con la sociedad, a diferencia de lo que ocurre con el enfo-
universalista de la teoría de la preferencia subjetiva.
embargo, para esta escuela, la ciencia social en sí misma es también una íos-
social con sus propios intereses creados, especialmente en la forma en que se

~
~::~~~~~en~:las universidades, y también posee el mismo conservadurismo de otras
al enfrentarse al cambio. Este conservadurismo ha sido definido for~
en el concepto de <<paradigmas>> desarrollado por Thomas Kuhn. En líneas
. generales, este concepto señala la tendencia de los grupos de intelectuales a ser total-
fu-énte absorbidos por los puzzles lógicos de una teoría particular. Cuando se produ-
-- un cambio exterior, estos intelectuales tienen que ser arrancados a regañadientes
, la especulación metafísica para devolverlos a los problemas del mundo real, y una
formulación teórica, o paradigma, se convierte en dominante. Por ejemplo, la
fmmu>ación de una teoría adecuada para una economía basada en la tecnología del
con empresas pequeñas gestionadas por el propietario, no será apropiada para
un sistema de grandes multinacionales y sociedades anónimas en la era nuclear. Por
lo tanto, el cambio y la adaptabilidad son necesarios, y el pragmatismo es una vir~
tud, en tanto que la refonna podrá evitar la confrontación y prevenir el colapso social.

3, LA TEORÍA DEL VALOR·TRABAJO ABSTRACTO

La falta de confianza de Ricardo en el sistema de mercado coexistió históricamente


con el desarrollo del «socialismo)) como un conjunto de ideas y de actividades políti-
cas. En este entorno, la valoración positiva del capitalismo de Smith era criticada desde
un punto de vista moral, debido al efecto adverso que estaba teniendo sobre la mayoría
de los obreros en las fábricas, y desde un punto de vista político, por el incremento en
la represión que parecía requerir el mantenimiento de sistema. Fue el trabajo de Karl
Marx el que vinculó la valoración en el mercado con la anteriormente utópica crítica
socialista del capitalismo, a través de lo que hemos llamado la teoría del valor-trabajo
abstracto (véanse capítulos 8 y 9). El riguroso aspecto del pensamiento de Marx con-
sistía en rechazar el supuesto de que cualquier aspecto de la actividad humana pudie-
116 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

ra considerarse como algo dado -por ejemplo, los gustos y la tecnología-, y que toda-
vía pudiera decirse algo acerca de la naturaleza de la valoración a medida que cam-
biaba la sociedad.
Así, Marx no empezó por el individuo, ni por las relaciones técnicas de produc-
ción, sino que partió de la tesis de que, en toda sociedad, el entorno material es trans-
formado a través de la producción de bienes que los individuos desean utilizar. El tipo
de tecnología utilizada determinará, igual que en la teoría del coste de producción, la
división técnica del trabajo, pero también coincidirá y, de hecho se basará, en la rela-
ción de poder existente acerca del uso del excedente económico, siendo el mi gen de
ese poder el control sobre los medios de producción o los recursos económicos de la
sociedad por un colectivo concreto o clase. Toda la estructura de producción, distri-
bución, intercambio y consumo reflejará esas relaciones sociales de producción y, por
lo tanto, la teoría económica deberá ser históricamente específica a la hora de tratar
esas condiciones particulares.
En consecuencia, existen dos relaciones interdependientes que deben tenerse en
cuenta: la relación entre el productor y el consumidor que resulta de la división técni-
ca del trabajo, a través de la cual el entorno material se convierte en productos para el
consumo; y la relación de clase existente entre los que controlan los medios de pro-
ducción y, por consiguiente, el uso del excedente económiéo, y los que dependen de
esa clase dominante para tener acceso a los medios de subsistencia. Una de las formas
adoptadas por esas relaciones es el intercambio de mercancías, mediante el que las per-
sonas se relacionan entre sí a través de los mercados y del uso del dinero. EsJa fonna espe-
cífica se impuso con el auge del capitalismo, cuando la mayoría de personas dejaron
de poder producir y fueron obligadas a ganarse la subsistencia a través de la venta de su
capacidad para trabajar a los poseedores de los medios de producción. En esa socie-
dad, tanto las relaciones técnicas de producción como las relaciones sociales de pro-
ducción (o relaciones de clase) se expresan a través de los precios de mercado. Por lo
tanto, la teoría del valor-trabajo abstracto es una teoría del poder en la sociedad capitalista.
La teoría del valor-trabajo abstracto, sin embargo, no sólo es históricamente espe-
cífica, sino también dinámica. En todas las sociedades existen contradicciones entre
las relaciones técnicas de producción y las relaciones sociales de producción que pro-
porcionan el potencial para un conflicto social que lleva al cambio social. Bajo el capi-
talismo, la dinámica para el cambio social proviene de la competencia existente entre
los capitalistas por apropiarse de una parte del excedente económico en forma de bene-
ficios; si no son capaces de innovar, se enfrentan a la bancarrota. Sin embargo, esta
carrera por aumentar la productividad del trabajo y, por consiguiente, la rentabilidad
de una empresa particular, crea una tendencia a la disminución de la rentabilidad del capi-
tal en general y, por lo tanto, provoca la caída de los ingresos de los capitalistas como
clase social. Lo que, a su vez, lleva al incremento de la presión de los capitalistas sobre
la fuerza de trabajo para conseguir incrementar más los beneficios, lo que sólo con-
duce a exacerbar la situación. De esta forma, la aparente paradoja entre el incremento
de la producción y el incremento del conflicto en la sociedad capitalista queda resuel-
to (un punto de vista subyacente en las citas anteriores de Arighi y Bullock y Yaffe).
La teoría abstracta del valor-trabajo, por lo tanto, no es sólo una teoría sobre el poder
en la sociedad capitalista. sino también una teoría del cambio social dentro y alrede-
dor del capitalismo.
PREFACIO 117

El conflicto de clases es, por lo tanto, fundamental al capitalismo, y eso no puede


resolverse por la acción de Estado, tal como sugiere la teoría del coste de producción.
En realidad, el Estado refleja el desequilibrio de fuerzas existente entre clases y actúa
a favor de los intereses de la clase dominante. El capitalismo nunca puede dormirse
en los laureles y está siempre en peligro de autodestruirse, pero el proceso de de~truc­
ción siempre preparo los cimientos de un nuevo orden social Nótese que un punto cen-
tral del rigor materialista de esta teoría del valor es el argumento de que no hay nada más
allá de la experiencia social, ya sea Dios, el Séptimo de Caballería o el Partido
Bolchevique. Esto nos lleva a la cuestión de las prescripciones de política económica
del valor-trabajo. El progreso se define en términos de mayor control del entorno por
parte de las personas gracias al desarrollo de las relaciones técnicas de producción, o
lo que los marxistas llaman fuerzas de producción. Sin embargo, el control del entor-
no sólo será posible cuando los individuos sean capaces de controlar sus relaciones
sociales y, consecuentemente, de eliminar el conflicto creado por los intereses de clase
antagónicos, lo que a su vez exigirá un cambio revolucionario en los intereses sociales.
Fueron Marx y Engels los que se mofaron de los filósofos por limitarse a interpretar
el mundo. Lo importante, tal y como argumentaron en La ideología alemana (Marx y
Engels 1974: 123) es cambiarlo. Y efectivamente, marxistas autodeclarados como
Lenin y Mao Tse-Tung han intentado hacerlo. De hecho, la validación de la teoría mar-
xista y su autojustificación como conocimiento científico depende de su efectividad
como guía a la acción política. En este contexto, la teoría del valor-trabajo abstracto
forma parte claramente de una teoría del cambio social general e interdisciplinar. El
concepto de «praxis» expresa esta tensión entre teoría y práctica, y para la teoría del
valor-trabajo abstracto, esta praxis ha consistido en el reto de unir la experiencia de la
clase trabajadora con la política de la clase trabajadora. En la medida en que este pro-
yecto puede ser considerado un éxito al explicar el desarrollo del capitalismo a través
de las guerras imperialistas y las crisis económicas, la teoría abstracta del valor-traba-
jo gana credibilidad. En la medida en que sus partidarios no han podido establecer una
sociedad que trascienda las relaciones mercantiles, tiene aún un largo camino por delan-
te antes de alcanzar el éxito según sus propios criterios.

4. ¡TENER QUE APRENDER UNA TEORÍA ECONÓMICA YA ES LO BASTANTE MALO!

El título de esta sección es una respuesta comprensible a este libro visto como texto
introductorio. El lector probablemente hubiera preferido que nos hubiéramos decidi-
do por la «mejor» teoría hasta el momento y hubiéramos dedicado nuestros limitados
talentos a la exposición de esa teoría. Nuestra réplica a ello va más allá de los crite-
rios de credibilidad básicos del racionalismo, el realismo y el activismo, y se aproxima
a un marco más comparativo. Las ideas de estas tres escuelas no se desarrollaron en
la nada, sino en relación mutua. La teoría económica es esencialmente una racionali-
zación de experiencias históricas particulares. Un intento de explicar e interpretar datos
observables mediante un mecanismo causal o una teoría de la motivación. Así, la teo-
ría económica debe ser entendida tanto en términos del contexto histórico en el que se
sitúa como en términos de la teoría de las relaciones sociales a través de la cual se
interpreta ese contexto. No es ninguna casualidad que la economía entendida como
pensamiento diferenciado apareciera con el nacimiento de la economía de mercado
118 CRÍT1CAA LA ECONOMÍA ORTODOXA

como expresión dominante de las relaciones sociales. Y tampoco es casualidad que la


aparición de estas tres escuelas de pensamiento coincidiera con el nacimiento del capi-
talismo industrial a mediados del XIX. En esa época, con el desarrollo de las sociedades
anónimas, se establecieron las principales relaciones sociales de la economía desarro-
llada actual -en concreto, las existentes entre los propietarios de los recursos produc-
tivos (accionistas),los organizadores de la producción (gestores, planificadores, etc.)
y los trabajadores-. Y nuestra tesis es que cada una de nuestras tres teorías del valor
reconstruye la realidad económica desde el punto de vista de cada uno de estos gru-
pos de interés: respectivamente, la teoría de la preferencia subjetiva, la teoría del coste
de producción y la teoría del valor~trabajo abstracto. Así, podemos observar que cada
teoría tiene una serie de proposiciones básicas a defender de la crítica, que se crean
barreras para protegerse de los ataques y que el desarrollo teórico se desarrolla mayo-
ritariamente de forma interna.
Los diferentes autores han estimulado y se han provocado mutuamente para refor-
zar y desarrollar sus teorías en direcciones particulares, y la feroz energía utilizada en
los debates (que pueden parecer algo esotéricos para los no economistas) sólo puede
entenderse sobre esta base. Por lo tanto, la historia es importante en este libro, pero
este no es un libro sobre la historia del pensamiento económico, sino que la historia
nos sirve para establecer el contexto er el que los argumentos teóricos se hacen inte-
ligibles. (Para una representación esquemática del desarrollo histórico del pensamien-
to económico, véase gráfico 1). La lucha por avanzar y evitar que las retiradas se
conviertan en derrotas totales forma las teorías y, con el paso del tiempo, las proposi-
ciones centrales de cada una de ellas tienen más posibilidades de aparecer de forma
más explícitri a medida que cada escuela intenta afirmar su superioridad a través de la
declaración de sus principios «fundamentales». Por lo tanto, y bajo nuestro punto de
vista, la comprensión de una teoría es facilitada por el conocimiento de las demás.
Pero incluso si tuviéramos que entender todas las teorías, ¿podríamos elegir la
correcta? La respuesta es sí y no. No, porque las proposiciones básicas no pueden ser
sometidas a una investigación empírica, de forma que la observación no basta para
separar las teorías. Y sí, porque es posible afirmar que si las suposiciones de fondo
sobre la naturaleza de las relaciones sociales no pueden ser probadas, al menos los
«hechos» sí pueden ser recogidos con el objetivo de detenninar la eficacia relativa de
las prescripciones de política económica de cada teoría. Sin embargo, la elección ·de
los «hechos» a recoger exige algunas preconcepciones sobre dónde y qué buscar. Esta
organización preliminar de los datos consiste de hecho en una teoría primitiva que a
su vez insinúa otra teoría más sofisticada que acabará pareciéndose a una de las teo-
rías ya existentes. La observación y el cálculo no ofrecen, por lo tanto, una solución
obvia al problema de elegir una teoría. Y, sin embargo, estas mismas teorías no fallan
el test de la lógica.
Llegados a este punto, el lector interesado puede sentirse tentado a considerar la
cuestión de la naturaleza esencial de las proposiciones de cada teoría corno bases del
conocimiento científico. Desgraciadamente, el concepto de «ciencia» es tan elusivo
como el concepto de «economía». En medio de una jungla filosófica de bases episte~
mológicas, estatus ontológicos y detenninaciones teOlógicas, un estudiante puede sen-
tir nostalgia del amable bosque de la economía. Nuestras investigaciones sobre las
teorías del conocimiento utilizadas actualmente nos han convencido de que éstas ofre-
PREFACIO 119

Fisiocrncia
Jevons Parcto Friedman 11 Teoría de

1 \
Mercantilismo -........._ /
Malthus
/ Menger - - Fisher - - Brittan
Walras Arrow
Ir~ preferencia
subjetiva

--..........._ Smith Veblen Keyncs . Robinson 11 Teoría del


'-... / Marshal! - - Chamberlm- Sraffa . coste de.
""- Ricardo Galbrn1th producctón

~ Marx Sweczy Mande[ 11 Teoría


Engels - - Bukharin - - Fine abstracta
Beuelheim deltrabajo

Siglo 17 Siglo 18 Siglo 19 1860-1919 1919-1945

Gráfico l. Evolución histórica de la teoría económica

cen poca ayuda a la hora de decidir entre las tres temías del valor. La filosofía puede pro-
porcionar un lenguaje preciso para la descripción, pero se queda corta a la hora de pro-
porcionar criterios claros para la calificación de un subconjunto de conocimientos como
«científico», más allá de los criterios de racionalismo, realismo y activismo en los que
coinciden las tres teorías del valor.
, No obstante, y siguiendo nuestra tesis de que cada perspectiva teórica sirve explí-
citamente a un interés secciona!, todas las teorías son correctas en la medida en que
hacen progresar tales intereses. Esto inmediatamente saca a relucir la cuestión de nues-
tra propia pretensión de ver las divisiones dentro de la teoría económica. Esta arro-
gancia aparente puede muy bien ser debida a las personalidades de los autores, pero
!!Xisten también otras explicaciones que sitúan este libro en un contexto más amplio. Ya
hemos sugerido anteriormente que a medida que pasa el tiempo, el conflicto entre teo-
pas se agudiza, revelando de fonna más clara sus diferencias fundamentales y refle-
jando una lucha más general entre grupos de interés en la sociedad. Además, el
empeoramiento progresivo de la situación económica mundial, en general, y de Gran
Bretaña, en particular, desde mediados de los años 60, ha agudizado y clarificado estas
diferencias. En los últimos años, la política y su legitimación a través de la teoría eco-
nómica ha aumentado claramente su contenido ideológico si lo comparamos con el
reformismo pragmático de los años 50 y principios de los años 60. Por lo tanto, y en lo
referente al tiempo y lugar, los autores estamos en una situación particularmente pri-
vilegiada, y los argumentos de este libro quieren, en parte, contribuir a este debate. Por
eso, cada caso teórico es presentado en su forma más agudizada, y para revelar de
forma clara la significación política de cada perspectiva, el último capítulo trata sobre
un amplio abanico de aspectos de política económica presentes en la agenda política
actual, pero intentando plantearlos de forma que indiquen explícitamente los puntos
generales de principio que suponen.
Pero primero volvamos al concepto central de valoración, viendo como éste se fue
acercando al mercado a la vez que retuvo aspectos de valoración moral y política aún
presentes hoy en día.

[ ... ]
CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA 121-124

Introducción a <<Contribución a la crítica de la economía política»'


Kar!Marx

l. LA PRODUCCIÓN EN GENERAL
El tema que tratamos en primer lugar es la producción material.
Como los individuos producen en sociedad, la producción de los individuos, social-
mente determinada, es, naturalmente, el punto de partida. El cazador o pescador indi~
vidual y aislado, por el cual comienzan Smith y Ricardo, pertenece a las triviales
imaginaciones del siglo XVIII. Son robinsonadas que no expresan de ningún modo,
como se figuran los historiadores de la civilización, una simple reacción contra un
excesivo refinamiento y el retorno a una vida primitiva mal comprendida. Asimismo,
el Contrato social de Rouss~au, que por medio de una convención relaciona y comu~
nica a sujetos independientes por naturaleza, tampoco reposa sobre semejante natura-
lismo. Esa es la apariencia, y la apariencia estética solamente, de las pequeñas y grandes
robinsonadas. En realidad, se trata más bien de la anticipación de la «sociedad bur-
guesa>> que se preparaba desde el siglo XVI y que en el xvm marchaba a pasos de gigan-
te hacia su madurez. En esta sociedad de libre competencia, el individuo aparece como
desprendido de los lazos de la naturaleza, que en épocas anteriores de la historia hacen
de él una parte integrante de un conglomerado humano determinado, delimitado. Para
los profetas del siglo xvm, en cuyos hombros gravitan Smith y Ricardo, este indivi-
duo del siglo XVIII -por una parte, producto de la disolución de las formas de sociedad
feudales, por otra, resultado de las fuerzas productivas nuevamente desarrolladas a par-
tir del siglo XVI- aparece como un ideal cuya existencia pertenece al pasado. No como
un resultado histórico, sino como el punto de partida de la historia.
Como este individuo parecía confonne a la naturaleza y [respondía] 1 a su concep-
ción de la naturaleza humana [no se presentaba] como producto histórico, sino corno
puesto por la naturaleza. Toda época nueva ha compartido hasta ahora esta ilusión.
Steuart, que por su cualidad de aristócrata se coloca en ciertos extremos y en oposi-
ción con el siglo XVIII sobre un terreno más histórico, ha escapado de esta simpleza.
Cuanto más nos remontamos en la historia, mejor se delimita el individuo y, por con-
siguiente, también el individuo productor, como dependiente y formando parte de un todo
más grande; en primer lugar, de una manera todavía muy natural, de una familia y de
una tribu, que es la familia desarrollada; después, de una comunidad bajo sus diferen-
tes formas, resultado del antagonismo y de la fusión de la tribu. Y solamente al llegar
al siglo XVIII y en la «sociedad burguesa» es cuando las diferentes formas de las rela-

' Publicado en: Marx, Karl. Coll!ribución a (a crítica de la economía política. 1857.
l. Las palabras entre corchetes (] han sido añadidas por Kautsky.
122 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

ciones sociales se yerguen ante el individuo como un simple medio para sus fines pri-
vados, como una necesidad exterior. Pero la época que produce este punto de vista, el
del individuo aislado, es precisamente aquella en la que las condiciones sociales (gene-
rales de este punto de vista) han alcanzado el más alto grado de desarrollo.
El hombre, en el sentido más literal, es un zoon politikon, no solamente un animal
sociable, sino también un animal que no puede aislarse sino dentro de la sociedad. La
producción por individuos aislados, fuera de la sociedad -hecho raro que bien puede pro-
ducirse cuando un civilizado, que dinámicamente posee ya en sí las fuerzas de la socie-
dad, se extravía accidentalmente en una comarca salvaje- es algo tan insensato como
el desarrollo del lenguaje durante la ausencia de los individuos que viven y hablan jun-
tos. Es inútil detenerse más tiempo sobre esto. Ni siquiera habría que tocar este punto
si esta insulsez, que tenía un sentido y una razón entre los hombres del siglo XVIII, no
hubiese sido introducida seriamente en plena economía política por Bastiat, Carey,
Proudhon, etc. Para Proudhon y algunos otros resulta naturalmente agradable recurrir
a la mitología con el pretexto de dar explicaciones histórico-filosóficas de una rela-
ción económica cuya génesis histórica ignoran. De acuerdo con sus explicaciones fue-
ron Adán o Promoteo quienes de repente tuvieron la idea, y entonces fue ap1icada, etc.
Nada más áridamente fastidioso que ellocus communis que se hace fantasía. Cuando
se trata, pues, de producción se trata de la producción en un grado determi~ado del
desarrollo social, de la producción de individuos sociales. Por eso podría creerse que
al hablar de la producción fuera preciso, o bien seguir el proceso de desarrollo en sus
diferentes fases, o declarar desde el primer momento que se trata de una determinada
época histórica, por ejemplo, de la producción burguesa moderna, que en realidad es
nuestro auténtico tema. Pero todas las épocas de la producción poseen ciertos rasgos dis-
tintivos en común, determinaciones comunes. La producción en general es una abs-
tracción, pero una abstracción razonable, por lo mismo que pone realmente de relieve
y fija el carácter común y, por consiguiente, nos evita las repeticiones. Sin embargo,
este carácter general, o este elemento común, discernido por la comparación, está orga-
nizado de una manera compleja y diverge en diversas determinaciones. Algunos de
estos elementos pertenecen a todas las épocas; otros son comunes a algunas de ellas.
Ciertas determinaciones serán comunes a la época más moderna y a la más antigua.
Sin ellas no podría concebirse ninguna producción, pues si los idiomas más perfec-
cionados tiene leyes y caracteres determinados que son comunes a los menos desarro-
llados, precisamente lo que constituye su desarrollo es lo que les diferencia de estos
elementos generales y comunes. Las determinaciones que valen para la producción en
general deben precisamente ser separados, a fin de que no se pierda de vista la dife-
rencia esencial en razón de la unidad, la cual se desprende ya del hecho de que el suje-
to, la humanidad y el objeto, la naturaleza, son Jos mismos. En este olvido reside toda
la sabiduría de los modernos econon:iistas políticos que demuestran la eternidad y anuo-
nía de las condiciones sociales existentes; que exponen, por ejemplo, que ninguna pro-
ducción es posible sin un medio de producción, aunque fuera la mano; sin trabajo
pasado, acumulado, aunque este trabajo fuese solamente la destreza que el ejercicio
repetido ha desarrollado y concentrado en la mano el salvaje. El capital, entre otras
cosas, es también un instrumento de trabajo, es trabajo pasado, objetivado. Luego el
capital es una relación natural, general, puesto que separó precisamente lo que es espe-
cífico y lo que del «medio .de produccióm>, del «trabajo acumulado», hace capital. Así,
INTRODUCCIÓN A «CONTRIBUCIÓN A LA CRÍTICA DE LA ECONOMÍA POLÍTICA" 123

toda la historia de las relaciones de producción de Carey, por ejemplo, aparece como una
falsificación hecha por instigación malévola de los gobiernos.
Si no existe producción en general, tampoco hay producción general. La producción
es siempre una rama particular de la producción, o bien es una totalidad; por ejemplo,
la agricultura, la cría del ganado, la manufactura, etc. Pero la economía política no es la
tecnología. La relación de las determinaciones generales de la producción, en un grado
social dado, con las formas particulares de producción debe desarrollarse en otro lugar.
Finalmente, la producción tampoco es solamente particular. Es siempre, por el con-
trario, un cuerpo social dado, un sujeto social, que ejerce su actividad en un agregado
más o menos considerable de ramas de producción. No es éste el lugar adecuado para
considerar la relación que existe entre la representación científica y el movimiento real.
Tenemos, pues, que distinguir entre la producción en general, las ramas de producción
particulares y la totalidad de la producción.
Está de moda entre los economistas comenzar por una parte general, que es preci~
sarnente la que figura bajo el título de Producción (véase, por ejemplo, J. Stuart Mili)
y trata de las condiciones generales de toda producción.
Esta parte general expone o debe exponer:

L Las condiciones sin las cuales no es posible la producción. Lo que en realidad se


reduce solamente a indicar los factores esenciales necesarios para cualquier tipo de
producción. Se limita, en efecto, como veremos, a cierto número de sencillísimas
determinaciones que se diluyen en vulgares tautologías.
2. Las condiciones que expanden más o menos la producción, como por ejemplo los
desarrollos de Adam Smitl1 sobre el estado progresivo o estancado de la sociedad.

Para dar a esto, que en el trabajo de Smith tiene su valor como cálculo, un carác-
ter científico, habría que hacer un estudio sobre los grados de la productividad en dife-
rentes periodos, en el desarrollo de ciertas naciones específicas, estudio que excedería
de los límites propios de nuestro tema, pero que, en la medida en que nos conciernan,
han de afrontarse cuando se desarrolle el tema de la competencia, la acumulación, etcé-
tera. La respuesta en su forma general consiste en la afirmación generalizada de que
una nación industrial alcanza su máxima productividad cuando se encuentra en la cima
de su desarrollo histórico. (De hecho, una nación está en la cima de su desarrollo indus-
trial en tanto en cuanto, no el beneficio, sino su búsqueda constituya su objetivo prin-
cipal. En este sentido los yanquis son superiores a los ingleses.) O si no que por ejemplo
ciertas razas, formaciones, climas y condiciones naturales, tales como la situación marí-
tima, la fertilidad del suelo, etc., son más favorables que otras para la producción. Lo
cual conduce de nuevo a la tautología de que la riqueza se produce con más facilidad
según que, subjetiva y objetivamente, sus elementos existan en mayor proporción.
Pero no es todo esto lo que preocupa en realidad a los economistas en esta parte
general. Se trata más bien de presentar la producción -véase Mili, por ejemplo-, a dife-
rencia de la distribución, como regida por leyes naturales eternas, independientes de
la historia; y al mismo tiempo se introducen clandestinamente las relaciones burguesas
como leyes naturales, irrefutables, de la sociedad in abstracto. Esta es la finalidad más
o menos consciente de todo el procedimiento. En la distribución, por el contrario, se
dice que los hombres se habrían permitido un cierto grado de opciones libres. Hecha abs-
124 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA l
¡'
tracción de la cruda separación de la producción y de la distribución a despecho de su
relación real, es del todo evidente, desde el primer momento, que por desigual que
pueda ser la distribución en los diferentes grados de la sociedad, ha de ser posible, lo
mismo para aquélla que para la producción, hacer resaltar caracteres comunes, y no
menos posible confundir o extinguir todas las diferencias históricas en leyes humanas
generales. Por ejemplo, el esclavo, el siervo, el obrero asalariado reciben todos una
parte de alimentos que les permite existir como esclavo, como siervo, como obrero
asalariado. El conquistador que vive del tributo, el funcionario que vive de los impues-
tos, el propietario que vive de las rentas, el fraile que vive de las limosnas o el sacer-
dote de los diezmos, todos reciben una porción de la producción social que está
determinado por leyes distintas que la de los esclavos. Los dos puntos principales que
todos los economistas colocan bajo esta rúbrica son: 1) la propiedad y 2) la protección
de ésta por la justicia, la policía, etc. Esto sólo requiere una breve respuesta:

l. Toda producción es apropiación de la naturaleza por el individuo, en el interior y


por medio de una determinada forma de sociedad. En este sentido es una tautolo-
gía decir que la propiedad (apropiación) es una condición de la producción. Pero
es ridículo saltar de ahí a una forma determinada de la propiedad, por ejemplo, la pro-
piedad privada (lo que además supone también una forma antagónica, la no-pro-
piedad, como condición). La historia nos muestra más bien la propiedad común
(por ejemplo, entre los indios, los eslavos, los antiguos celtas, etc.) como la forma
primitiva, forma que durante largo tiempo todavía desempeñó un papel importante
en forma de propiedad comunal. La pregunta de si la riqueza se desarrolla mejor
bajo esta forma de la propiedad o bajo otra no corresponde todavía hacerla aquí.
Pero decir que no hay por qué hablar de producción, ni, por tanto, de sociedad,
donde no exista propiedad, es una tautología. Una apropiación que no se apropia
nada es una contradictio in subjecto.
2. Salvaguardia de la propiedad, etc. Cuando se reducen estas trivialidades a su con-
tenido real expresan más de lo que creen sus autores. Es decir, que cada forma de pro-
ducción crea sus predicadores. Es decir, que cada forma de producción crea sus
relaciones de derecho, sus formas de gobierno, etc. Es un signo de crudeza (de aná-
lisis) e incomprensión que factores oganicamente coherentes se consideren en rela-
ción fortuita entre si, en una simple conexión refleja. Los economistas burgueses
piensan solo que la producción se desarrolla mejor con la policía moderna que con
los acuerdos de club. Olvidan, sin embargo, que la ley del club también es ley, y
que la ley del más fuerte, todavía sobrevive incluso en su «Estado constitucional».

Cuando las condiciones sociales que responden a una etapa determinada de la pro-
ducción se hallan en vía de evolución o cuando están en trance de desaparecer, se manifiestan
naturalmente perturbaciones en la producción, aunque en distintos grados y amplitud.
Recapitulando: hay categorías que son comunes a todas las etapas de la producción
y han sido establecidas razonando como categorías generales; las llamadas condiciones
generales de toda y cualquier producción, sin embargo, no son más que condiciones abs-
tractas que no definen ninguna de las etapas históricaS de la producción.

[ ... ]
CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA 125-129

Algunas reflexiones sobre economía y ecología


Joan García González

La necesidad de una metodología científica es un elemento común a las ciencias socia~


les y a las ciencias naturales. Basándose en este criterio es posible establecer líneas de
comunicación que faciliten los encuentros interdisciplinares entre estas dos áreas. Una
experiencia de este tipo está siendo el seminario de economía política multidisciplinar
que ha dado origen a estas lecturas. Tanto en nuestro seminario como en otras expe-
riencias multidisciplinares no siempre es fácil el trabajo en común, pues la proceden-
cia de los participantes de diferentes campos obliga a sincronizar conocimientos y/o
lenguajes. Tal esfuerzo es siempre provechoso por la riqueza de los resultados obteni-
dos al poner en contacto sectores no siempre conectados. 1
Desde la perspectiva de una formación en ciencias naturales, al participar en el
análisis de las distintas escuelas del pensamiento económico, surgen ciertas reflexiones
o críticas. Una de ellas es la apreciación de un cierto comportamiento autárquico en
las investigaciones económicas. Ciertos economistas, de modo autocrítico,lo han deno~
minado espíritu aUtista. En dirección opuesta se encuentran tendencias de sintoniza-
ción con modelos y teorías muy específicos, en torno a las cuales se pasa a elaborar
todo un cuerpo doctrinal. También se observa el retraso en actualizar las aportaciones
procedentes de otras ciencias.
Las anteriores reflexiones pueden materializarse en una visión crítica alrededor de
tres núcleos específicos.

REFLEXIONES EN TORNO A CÓMO SE HA UTILIZADO


LA HIPÓTESIS EVOLUCIONISTA

Las aportaciones evolucionistas han marcado una gran impronta en el pensamiento


económico, como lo han hecho también en otras muchas áreas del conocimiento huma-
no. En honor a la verdad, hemos de resaltar que, a su vez, las elaboraciones de los padres
de la economía clásica influyeron muy significativamente en Darwin. Posteriormente
el mundo de la economía ha permanecido excesivamente fiel a los criterios darwinis-
tas iniciales, sin proceder a actualizarlos y además en una línea de darwinismo social
muy estrecha. Quizá esto pueda explicarse porque este tipo de utilización concordaba
perfectamente con las necesidades de determinadas ideologías políticas condicionantes
de los estudios económicos.
El egoísmo individualista, la lucha por la supervivencia, la competitividad, e inclu-
so un modelo de progreso basado en el crecimiento, son criterios comunes tanto del
evolucionismo como de la economía clásica y de sus variantes ortodoxas que la han
126 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

sucedido. Sólo algunos elementos minoritarios y heterodoxos han cuestionado la ido-


neidad o la sobrevaloración de estos principios.
El progreso gradual a través del azar y de la necesidad en el mundo biológico se
calca en el mundo social; así se plantea la adaptación de los sistemas más competitivos
vía el egoísmo individual, con la pretensión de que la «mano invisible» logrará trans-
mutarlo en bien colectivo. Desde el punto de vista social parece aceptarse como un
mal inevitable lo que se va perdiendo por el camino. Para paliar tales secuelas, ya en sus
inicios fue necesario introducir medidas correctoras para no caer en las desastrosas
consecuencias de sistemas sociales basados en tales criterios. Un ejemplo paradigmá-
tico de ellos es el capitalista.
La utilización de estos modelos evolucionistas estrictos olvida actualizaciones
más modernas del paradigma evolutivo, donde aparte de la competitividad se tienen
en cuenta los mecanismos de simbiosis, cooperación, coexistencia, altruismo, etc.
Todo ello no sólo en el campo social, sino también en cualquier sistema del reino
animal o vegetal, pues, como se ha dicho, a la par del gen egoísta está el gen altruis-
ta que también opera dentro del fenómeno evolutivo. Para ello basta estudi~r deter-
minadas aportaciones de la antropología, de la zoología o de la botánica, entre otras
ciencias.
No entramos aquí en la crítica de las hipótesis evolucionistas ancladas en los supues-
tos del darwinismo social, pues se encuentran ya desarrolladas en la bibliografía. En
cambio, es posible añadir algunos comentarios sobre las aportaciones de la teoría de
los campos morfogénicos, que ha introducido un giro de 180 grados en los supuestos
evolucionistas clásicos. Según tales aportaciones, la flecha evolutiva avanza en la com-
plejidad siguiendo pautas marcadas físicamente, vía atractores en puntos de bifurca-
ción, donde las formulaciones de Lyapunov nos ofrecen previsiones de estabilidad de
los sistemas estacionarios emergentes de las nuevas formas evolutivas. En lugar de la
vía ensayo y error guiados por microprocesos aleatorios, que en el mejor de los casos
servirán para los ajustes finos, aquí se nos abren nuevas vías para prever los procesos
evolutivos que ya no vendrán marcados por la supervivencia a través de modificacio-
nes adaptativas individuales, donde se sitúa un progreso a salto de mata, sino que cabe
el manejo de previsiones basadas en principios fisicomatemáticos bien definidos. Estas
nuevas aportaciones entre otras ventajas pueden situar los saltos de especie y lacro-
nología evolutiva. En su aplicación en el campo de las ciencias sociales, nos ofrecen
poder investigar previsiones sostenibles con mayor rigor que los criterios parciales ya
comentados de lucha, actuación egoísta, crecimiento, donde la supuesta ley de la selva
es sólo ya una observación parcial de la realidad.

REFLEXIONES ACERCA DE CÓMO SE HA UTILIZADO LA MECÁNICA NEWTONIANA


Y OTRAS APORTACIONES DE LAS CIENCIAS FÍSICAS

La teoría newtoniana subyace como uno de los núcleos centrales del pensamiento eco-
nómico neoclásico, fenómeno lógico pues era un elemento paradigmático del campo
científico y de la sociedad en general en tiempos de Adam Smith. Pero, el anclarse en
tal modelo por parte de la mayoría de los economistas posteriores fue negativo y en
especial al no incorporar nuevos modelos científicos. Ejemplo de ello fue el descono-
cimiento de las aportaciones que la termodinámica ya fonnulaba en el siglo XIX.
ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE ECONOMÍA Y ECOLOGÍA 127

Adam Smith tuvo contactos con los miembros de la Ilustración, por eso no es de
extrañar que conceptos clave de su pensamiento económico, corno ellaissezfaire, su
«mano invisible», el móvil egoísta y la competitividad aparecieran como elementos
clave para organizar la sociedad, pues eran una extrapolación de los criterios que el
pensamiento ilustrado extraía de su interpretación de cómo la naturaleza regulaba sus
sistemas. Recordemos que a la naturaleza se la veía siguiendo las inexorables leyes
físicas cual autómata, al igual que el mundo inerte seguía las leyes de la mecánica new-
toniana, y así siempre se reconducía a mantener un equilibrio armónico, donde el tiem-
po no entraba como variable.
En realidad, los conceptos de equilibrio y armonía se han manejado desde tiem-
pos muy remotos. Así, los encontramos entre la mayoría de los filósofos griegos y en
otras culturas orientales. Ya modernamente entre los economistas encontramos a los
mercantilistas, que nos hablan de su «balance comercial», y a los fisiócratas, que nos
hablan de su equilibrio con los elementos de la naturaleza. Entre los clásicos, aparte
de Adam Smith, tenemos a Malthus, que preveía la pérdida del equilibrio y la necesi-
dad de los frenos preventivos o destructivos. Ricardo, junto a su esperanza en el pro-
greso ilimitado de la producción industrial, prevé los límites de la producción agraria
y la posibilidad de llegar a un estado estacionario, por otra parte previsto de forma
negativa. Sólo J. S. Mili formula un equilibrio ordenado vía estados estacionarios según
fonnulaciones cualitat'ivas, como un modo de lograr una situación de verdadero progreso;
así ofrece unas previsiones muy en consonancia con los modos de resolver los pro-
blemas actuales de los límites del crecimiento. El concepto de equilibrio continúa omni-
presente en las formulaciones económicas: el equilibrio general de Walras o los
equilibrios parciales de Marshall ya dentro de los neoclásicos. Con Keynes tenemos
las estrategias de intervención para recuperar el equilibrio a través de fluctuaciones.
Aunque la búsqueda de las condiciones de equilibrio es un leitmotiv dentro de las
escuelas económi~as. también encontramos ciertas voces discordantes que darán origen
a la teoría del deseqUilibrio así como múltiples críticas al enfoque del equilibrio gene-
ral walrasiano.
Ya desde el campo de las ciencias físicas cabe observar que las propias formula-
ciones newtonianas han sido utilizadas de un modo parcial y muy idealizado, por ejem-
plo las idealizadas hipérbolas equiláteras manejadas en las relaciones entre oferta y
demanda, donde por ejemplo no se introducen factores de corrección previsibles.
Tampoco parece ser que se investiguen junto a las situaciones de equilibrio las situaciones
de equilibrio inestable e indiferente, o las posibles relaciones entre el equilibrio estático
y el dinámico. Cabe recordar que, ya desde 1743, D'Alembert buscó estas relaciones
entre el equilibrio dinámico y el equilibrio estático y Le Chatelierformuló en 1884las
condiciones de equilibrio dinámico. Finalmente, cabe observar que Carnot desde 1824
ya formuló los criterios que nos marcan la evolución entrópica de los sistemas y la
estabilídad de los equilibrios verdaderos. Todo ello, y en especial las fonnulaciones
termodinámicas, no ha sido manejado desde los modelos económicos. Veremos a con-
tinuación que, desde las aportaciones de lo que se ha convenido en llamar economía
ecológica, se dan alternativas para pasar de una sociedad preocupada por buscar un
previsible equilibrio, a una sociedad centrada en un estado estacionario, única fonnu-
lación de un sistema económico estable inmerso en un sistema natural finito, siempre
dependiente de un flujo de energía y de recursos materiales y generadora de entropía.
128 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

REFLEXIONES RESPECTO A CÓMO SE HAN MANEJADO LAS ACOTACIONES FÍSICAS


EN NUESTRO SISTEMA SOCIOECONÓMICO

El olvido de los límites de nuestro mundo físico en los sistemas económicos ha sido
casi una constante. Si bien dentro de la escuela económica de los fisiócratas en el siglo
xvm siempre se tuvieron presentes y se respetaron los límites de la naturaleza, nos
encontramos que la escuela inglesa de los fundadores de la economía clásica se olvidan
estos supuestos y sólo hay breves referencias. Así, T. R. Malthus, al estudiar la rela-
ción entre el crecimiento exponencial de las poblaciones y la previsión de producción
de alimentos de forma aritmética, ya nos aportó una cierta reflexion a través del problema
de la seguridad alimentaria. D. Ricardo también dentro de la escuela clásica de la eco-
nomía nos plantea la ley de los rendimientos decrecientes en la misma línea, pero no ve
deseable resolver tal situación a través de un estado estacionario. En cambio, J. S. Mill,
como ya hemos comentado, en la misma época establece claramente los límites
medioambientales y prevé una sociedad sostenible según un modelo estacionario, todo
ello como culminación de la propia Revolución Industrial, y así se erije en uno de los
pioneros del tema de la sostenibilidad. Su modelo de los estados estacionarios no sólo
aparece como un medio para evitar los problemas que conlleva el modelo de la eco-
nomía de mercado, sino que nos ofrece un modo de construir una sociedad humana
viable y de calidad, donde también se avanza ya en su época a las preocupaciones con-
servacionistas.
Son pocas las voces en el campo de los economistas que continúan las tesis de J. S.
Mill. El mundo de los economistas a mi entender vive encerrado en una torre de mar-
fil, lejos de la realidad del mundo físico e incluso de las aportaciones de otras ramas
de la ciencia, como ya se ha comentado. En el mejor de los casos, sólo hay reflexio-
nes puntuales; así, W. S. Jevons nos hace reflexionar acerca de los límites en el con-
sumo de carbón. Incluso desde otros campos, Liebig, que nos abre las puertas a la
agricultura industrializada vía abonos inorgánicos, también reflexionaba sobre el peli-
gro de no respetar los ciclos naturales de los nutrientes y sobre la importancia de los
elementos limitantes. Si bien el propio Marx también recoge las anteriores preocupa-
ciones de Liebig, dentro de la colaboración con Engels se sumerge en el paradigma de
una sociedad basada en el crecimiento ilimitado, todo cimentado en los poderes tau-
maturgos de la ciencia y la tecnología y no aceptó las voces de Podolinsky, que dentro
del campo del socialismo quiso introducir los límites termodinámicos. Investigadores
de otros campos, como los físicos W. Otwald y F. Soddy, con poca fortuna recordaron
los límites termodinámicos de los modelos socioeconómicos oficiales imperantes.
Vernadsky investigó la necesidad de resituamos dentro de los ciclos biogeoquímicos de
la biosfera.
Todos ellos aparecen como precursores del discurso ecológico actual, que en nues-
tro siglo ha ofrecido distintas aportaciones, pero no fueron aceptadas por el mundo ofi-
cial. Entre ellas tenemos a autores procedentes de campos de investigación diVersos.
E. F. Schumaker, autor de Lo peque11o es hennoso, elabora la tecnología apropiada y un
modelo económico a escala humana. K. E. Boudling nos introduce los límites de la
biosfera, la humanidad se presenta ocupando y pilotando una nave espacial, que en
nuestro caso es el planeta Tierra viajando por el espacio. J. Lovelock recupera el mode-
lo Gaia, donde en un modelo global nos sitúa dentro de un planeta que actúa como un
ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE ECONOMÍA Y ECOLOGÍA 129

organismo vivo y donde nosotros somos una simple parte suya integrante. R. B. Norgaard
nos aporta el potencial de un desarrollo coevolutivo. M. Mesorovic y E. Peste!, el para-
digma del desarrollo orgánico. Por citar otras aportaciones dentro del campo ecolo-
gista. tenemos a los hermanos Odum y a B. Commoner.
Pero, probablemente como aportación individual más acusada dentro del campo
de la economía, ha sido Georgescu-Rogen quien elaboró en profundidad una crítica al
modelo neoclásico. Este autor nos hace observar los límites entrópicos que curiosa-
mente habían pasado desapercibidos para los economistas, a diferencia de ser un prin-
cipio de universal aplicación en el resto de las áreas de conocimientos y de las actividades
humanas. H. Daly ha ampliado esta aportación y junto a otros economistas, como por
ejemplo Boulding y Costanza, ha sido uno de los padres de lo que se ha convenido en
llamar «economía ecológica», donde se resitúa la economía dentro de la realidad del
mundo físico del cual la humanidad forma parte indivisible.
Estos autores, aparte de criticar el pensamiento económico oficial, también elabo-
ran un listado de propuestas concretas correctoras. Por ejemplo, H. Daly establece un
criterio de sostenibilidad centrado en los tres principios siguientes:

l. Igualar las tasas de consumo de recursos renovables a sus capacidades de reno-


vación.
2. Adecuar los niveles de contaminación a las capacidades de regeneración de los
sistemas naturales.
3. Cuidar que la explotación de los recursos no renovables se adecúe a su sustitu-
ción por recursos renovables.

En España, Martínez Allier ha estudiado el fenómeno y Naredo, entre otros pocos


autores, ha formulado aportaciones en la línea de la economía ecologista.
En resumen: parece necesaria una actualización de las aportaciones evolucionis-
tas manejadas dentro del área de los modelos económicos. Esto chocará con el sistema
neoliberal y las pretensiones del pensamiento único y el fin de la historia, todo ello
muy anclado en el modelo darwinista social, que va como anillo al dedo en la estrate-
gia de la globalización actual.
Como se ha apuntado aquí, abogamos por superar estas fonnulaciones y estudiar la
capacidad y validez de los modelos de los estados estacionarios. Si bien se observa
una progresiva concienciación universal sobre la necesidad de adecuar medidas correc-
toras para evitar la insostenibilidad de nuestra sociedad, y que tales actitudes son inte-
resantes e incluso urgentes, es necesario avanzar hacia la elaboración de propuestas
más generales.
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Las corrientes tradicionales !
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CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA 133-139

Los clásicos

l. EL CONTEXTO
La época estudiada comprende aproximadamente desde lo que se considera el princiM
pio de la ciencia económica con A. Smith (La riqueza de las naciones, 1776), hasta el
último cuarto del siglo XIX. De los autores considerados normalmente dentro de este
periodo, no hemos incluido a Marx, pues consideramos que aun siendo el último de
los grandes clásicos, rompe con éstos y crea su propia escuela. Además, en nuestro
programa de trabajo, el estudio de Marx, como gran heterodoxo que es, lo reservamos
para una segunda parte en la que intentaremos analizar las escuelas heterodoxas más
sugerentes de cara a la elaboración de un ideario crítico coherente.
El periodo analizado se caracterizaría por abarcar el proceso de consolidación del
capitalismo y, con ello, de descomposición del feudalismo. En este periodo, sobre todo
durante el siglo xvm, se produce la expansión de las ideas utilitaristas que culminaron
con el tratamiento sistemático del tema en el trabajo de J. Bentham (los principios
morales). El principio básico de esta teoría era el principio normativo de conseguir la
felicidad máxima para el máximo número de personas y, lo que es más relevante para
la economía política que se construirá después, el bien común resultaba de agregar las
sensaciones individuales de placer y dolor que constituían la realidad última goberna-
da por el principio del interés propio, que ejercía en el mundo social un papel compa-
rable a la gravitación en el mundo físico.
El pensamiento clásico se elabora en un periodo de conflicto entre los terratenien-
tes que luchan por mantener su status quo de clase social dominante y una burguesía
pujante que, como clase social emergente, pretende, y lo conseguirá, convertirse en
clase social dominante. Respondiendo, en términos generales, el pensamiento clásico,
con la excepción de Malthus que apoyará a los terratenientes, a los intereses de la inci-
piente burguesía.
Este proceso supone según Marx: «el divorcio entre los obreros y la propiedad
sobre las condiciones de realización de su trabajo». Esta característica, con el afian-
zamiento del capitalismo, se acentuará y reproducirá a una escala cada vez mayor. El
antiguo siervo, una vez despojado de todos sus medios de producción y de todas las
garantías de vida que le aseguraban las instituciones feudales, pasa a convertirse en
vendedor libre de fuerza de trabajo, que acude con su mercancía dondequiera que
encuentra mercado para ella.
La abolición de significativas estructuras pertenecientes al antiguo régimen corno
los gremios, las ordenanzas sobre aprendices y oficiales, así como los procesos de expro-
piación y eliminación de la propiedad comunal, juntamente con las nuevas y sucesivas
134 CRÍTJCA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

legislaciones sobre vagos y mendigos, que adquieren un carácter propio en cada una
de las diferentes naciones, traerán como resultado lo que Marx llama «la esclavización
del obrero», punto de partida de donde nacen el obrero asalariado y el capitalista.'
Las preocupaciones fundamentales del mundo clásico, ante el debilitamiento de las
instituciones feudales que observan, giran en torno a dos grandes cuestiones: ¿cómo se
mantendría el orden social si se disolvía la autoridad basada en la estructura jerárquica?
y ¿cómo se juzgaría la actuación económica en una economía de intercambio?
Cuestiones a las que va a intentar responder con dos nuevas formas de entender
la economía y la sociedad. Por una parte, frente a los mercantilistas, con el liberalis-
mo basado en la teoría de que «el modo mejor de promover el desarrollo económi-
co y el bienestar general consiste en romper las cadenas que traban la economía
empresarial privada y dejar que siga su camino>> (Schumpeter, 1982) 2• Por otra parte,
el liberalismo político entendido como la adhesión al régimen parlamentario, a la
libertad de voto y a la ampliación de este derecho, a la libertad de prensa, a la sepa-
ración de la Iglesia y el Estado, etc. En el ámbito práctico estas concepciones se plas-
marán en la hegemonía del librecambio en las relaciones comerciales internacionales.
A nivel de política interior, en la reducción de las funciones del Estado al mínimo,
inexistencia de progresividad a nivel fiscal y una constante búsqueda del equilibrio pre-
supuestario.
Es en este contexto socio-político en el que se enmarcan las elaboraciones de los con-
siderados economistas clásicos. A pesar de que realizan su análisis en términos de eco-
nomía política, su trabajo condujo a singularizar y separar el ámbito de lo económico
del resto de la vida social y, particularmente, a desgajar lo económico, vinculándolo a
Jos intereses privados, del ámbito de lo político. Según Schumpeter (1982), todas las defi-
niciones de la economía formuladas en este período acentúan la autonomía de la eco-
nomía respecto a las demás ciencias sociales o morales.
La economía política se convierte en disciplina autónoma que se pretende ciencia.
Esta consolidación de un pensamiento económico independiente de las demás disci-
plinas morales y filosóficas que se empieza producir en este período, debe entenderse
en un contexto ideológico caracterizado por la sacralización de la ciencia. La mayoría
de las definiciones subrayan el carácter analítico y científico de la economía. Por ejem-
plo, J. B. Say definía la economía política como <<la ciencia de las leyes que regulan
la producción, la acumulación, la distribución y el consumo de los artículos necesa-
rios, útiles o agradables para el hombre y que al mismo tiempo poseen valor cambia-
ble». La ciencia se constituye en el arma eficiente para derrocar las antiguas creencias
y atacar las formas de autoridad que aquéllas justificaban. A partir de ahora todo puede
ser explicado a través de la ciencia. Se ofrecía a través de ella la liberación del hombre
de la cadena de la providencia mostrando que con el uso de la razón podía hacerse
dueño de su propio destino. En este sentido Schumpeter (1982) señala que <<la mayo-
ría de los economistas del periodo, y en particular, J. B. Say y J. S. Mill, exageraron

l. Resulta importante destacar el carácter brutal y violento de este proceso de expropiación y eliminación
de las tierras comunales, así como de creación de obreros asalariados, en que el Estado con sus legisla-
ciones, que Marx caracteriza de «leyes grotescamente terrorist~s, a fuerzas de palos, de marcas de fue-
go y de tonnentos ... )), participa de forma activa.
2. Schumpeter, Joseph A. Business cycles: A theorica(, historical, and statical analysis ofthe capitalist
process. Filadelfia: Porcupine Press, 1982.
LOS CLÁSICOS 135

la analogía con las ciencias físicas, que el último consideró verdaderos modelos para la
teoría económica. Así, al final del período, los economistas consideraban sus reco-
mendaciones de política económica corno resultados científicos resultantes de un aná-
lisis científico».
Durante este periodo histórico, para Schumpeter (1982) «la ciencia económica pro-
fesional se consolidó definitivamente. La ciencia económica sustanció su reivindicación
de un campo de investigación determinado, se convirtió en una especialidad perfila-
da; utilizó métodos determinados; sus resultados ganaron en precisión; y los econo-
mistas aun siendo personalidades fraccionales se reconocieron sus títulos recíprocamente
y fueron reconocidos todos ellos por el público más inequívocamente que hasta enton-
ces. Se fundaron nuevas sociedades de economía política, aparecieron nuevas revis-
tas, nuevos diccionarios y nuevos biógrafos. El estudio de la historia del pensamiento
económico arrancó vigorosamente».

2. ALGUNAS IDEAS BÁSICAS


Sin ahondar en los diferentes puntos del análisis clásico, puesto que ya se ha dicho que
este no es el objetivo del trabajo, sólo destacaremos que, en el esquema clásico del
proceso económico, los actores eran empresas y economías familiares, no clases socia-
les. Estos actores se identificaron por el procedimiento de convertir las clases sociales
conocidas por la experiencia común en tres categorías de tipo económico o grupos «fun-
cionales»: terratenientes, trabajadores y capitalistas. Estas categorías se caracterizaban,
según Schumpeter (1982), «por un rasgo puramente económico. Son respectivamente,
suministradores y oferentes de servicios de la tierra, del trabajo y de un acervo de bie-
nes llamado "capital" ... Aparece una tríada de rentas correspondiente a la de los facto-
res: renta de la tierra, salarios y beneficios». En esta dirección, a diferencia de los
fisiócratas, los clásicos «hacen que el capitalista sea la única fuente de los avances o anti-
cipos, y por ello el valor de los bienes así anticipado se hincha en el proceso industrial
no sólo en la agricultura». Muy oportunamente esta clasificación justifica el beneficio
del capital.
En su análisis del largo plazo, en lo que respecta al desarrollo económico, los eco-
nomistas clásicos sostenían diversas posiciones. Por una parte, pensadores como J. S.
Mili, D. Ricardo o T. R. Malthus sostenían la tesis del estancamiento, ya que todos
ellos esperaban, a partir de sus análisis económicos, 'el advenimiento de un estado esta-
cionario como realidad futura. Por otra parte, también existía una visión «Optimista»
como la mantenida por autores como Carey o List. Estos percibieron intuitivamente,
según Schumpeter (1982), que el factor dominante en el capitalismo era la potencia
que éste tiene de crear capacidad productiva con las posibilidades de crecimiento futu-
ro que esto conlleva.

3. ACERCA DE LA CRÍTICA
A partir de las diversas lecturas realizadas en torno a este primer bloque temático, uno
de los planteamientos a los que llegamos bastante rápidamente, es que la visión de la
economía mantenida por los clásicos presentaba bastante interés y nos parecía más
satisfactoria que la concepción de la disciplina de la escuela neoclásica. Esto se debía,
136 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

sobre todo, a: primero, que su consideración de los fenómenos económicos como eco-
nomía política suponen un carácter mucho más integrador de las diversas esferas que
componen la vida social; segundo, su interés y el lugar central que concedían al estu-
dio del proceso de producción y la vinculación de éste con la distribución; y, tercero,
el interés por desvelar las leyes de crecimiento y evolución del sistema a largo plazo.
No obstante, se plantearon algunos elementos críticos de importancia que sintetizamos
a continuación.
Para autores como J. M. Naredo (1996) 3, el ideario clásico juega un papel clave
en el afianzamiento de los valores que sirven de punto de apoyo para el desarrollo del
sistema capitalista, y ello a pesar de que algunos de los pensadores más significativos
del periodo como J. S. Mill se enmarcaran en posiciones próximas al socialismo evo-
lucionista.
Puede verse a los clásicos como los edulcorantes teóricos del salvaje proceso social
de afianzamiento del capitalismo. En esta dirección, Marx señala: «Se ve la impasibi-
lidad estoica con que los economistas contemplan las violaciones más descaradas del
"sacrosanto derecho de la propiedad" cuando estas violaciones son necesarias para
establecer los cimientos del régimen capitalista de producción. Toda la serie de des-
pojos brutales, horrores y vejaciones que lleva aparejados la expropiación violenta del
pueblo desde el último tercio del siglo xv hasta finales del XVtll>>.
En cierta medida, esta visión parcial de los chl{iicos, en la que el respeto a la pro-
piedad se traduce al respeto de la propiedad acumulada violando este mismo respeto,
atentando contra las formas de propiedad preexistentes y privatizando las propiedades
comunales, puede analizarse como una traición a la utopía liberal que estaba en la base
de las elaboraciones clásicas. Como señala Naredo (1996), «el respeto a la libertad se
redujo fundamentalmente al respeto a la libertad de quienes disponían de propiedad
para originar una concentración creciente de la misma buscando, libres ya de frenos
morales, un enriquecimiento rápido)).
En la funcionalidad de las teorías clásicas para con el régimen capitalista resulta
totalmente relevante la inexistencia del conflicto de clase en las diferentes elaboracio-
nes teóricas clásicas que se ha logrado con la transformación de las clases en factores
funcionales que hemos señalado más arriba Tal y como señala M. Dobb (1944), «en las
relaciones de producción entre los hombres se halla incluida la relación de clase entre
capitalistas y trabajadores. La economía política daba esto por sentado, pero no pro-
fundizó el estudio de esas relaciones; se conformó con describirlas y con incluirlas
entre sus condiciones, pero sin analizarlas. Consideraba la división de clases, bien
como parte del orden de la naturaleza, o simplemente como una forma que adoptaba
espontáneamente la división del trabajo en una sociedad libre, y no como un produc-
to histórico de tipo especial».
Su aceptación como agentes económicos relevantes de los grupos sociales cono-
cidos va claramente en esta dirección: «Marx tenía toda la razón al encenderse de ira
contra la tríada de factores y condenarla por elemento de vil apologética que, redu-
ciendo la viva lucha de clases sociales a un gris sistema de asignación de rendimientos
a los factores cooperantes, desdibujaba la realidad capitalista>> (Schumpeter, 1982).

3. Naredo, José Manuel. lA economía en et•olución. Hisloria y perspectivas de las categorías básicas del
pensamiemo económico. 2" ed. Madrid: Siglo XXI, 1996.
LOS CLÁSICOS 137

Asimismo, de nuevo Naredo (1996) señalará que: «Smith, Ricardo, Say, Malthus,
dan el primer paso hacia el actual orden de ideas ocupándose de cortar el cordón umbi-
lical que unía la noción de producción al mundo físico», y «las teorías utilitaristas
manejadas por los clásicos contribuyeron a establecer la identidad entre bienestar y
felicidad de los humanos y la indiscriminada multiplicación de mercancías en que esta-
ba interesada la empresa capitalista. La expresión monetaria de estos nuevos "bienes"
se impuso como indicador eficiente de progreso haciendo que los valores pecuniarios
dominaran en la sociedad en detrimento de los valores vitales». Este paso dio lugar a
una noción más ambigua que permitió cifrar el progreso, y en cierta medida la riqueza,
mediante la simple multiplicación de mercancías con independencia ya de los procesos
que les habían dado origen y ensalzar las cualidades productivas de la industria capita-
lista.
No nos detuvimos a estudiar las limitaciones de la teoría del valor trabajo porque
la mayoría de nosotros no estábamos suficientemente familiarizados con ella. Se pensó
que la mayoría de relaciones que plantean los clásicos pueden ser estudiadas sin tener
una posición previa respecto a la teoría del valor, por lo que se decidió continuar nues-
tra revisión sin detenernos aquí en ella, ya que nos proponemos revisarla en detalle
más adelante al estudiar el pensamiento marxista.
Uno de los aspectos que hemos tratado más ampliamente en el debate surgido a
propósito del estudio de la escuela clásica es el referente a la ley de Say. La amplitud
concedida a este tema se debe también a la relevancia de dicha ley como uno de los
pilares fundamentales de la teoría neoclásica y la actual econonúa de oferta y en que,
tal y como señala Pedro Montes (1996)4 , <<en el fondo, Jos neoclásicos siguen con-
fiando en que la economía se comporta según dicha ley. En efecto, el paro no se debe
a ninguna pretendida debilidad de la demanda, sino que existen obstáculos para que la
oferta sea la de pleno empleo>>.
Enunciada por J. B. Say en uno de los capítulos de su Traité d' Économie Politique,
como que «toda oferta crea su propia demanda» era plenamente admitido por la mayo-
ría de los clásicos. No obstante, es importante señalar que algunos clásicos se mostra-
ron en desacuerdo con la ley de Say. Así, por ejemplo, J. S. Mili <<admite que hay
tiempos de crisis en los cuales existe realmente un exceso de todas las mercancías res-
pecto a la demanda monetaria, dicho de otro modo hay suboferta de dinero ... pcr eso casi
todo el mundo quiere vender y hay pocos compradores, de modo que se puede produ-
cir realmente ... una depresión extrema de los precios generales partiendo de lo que se
puede llamar indiferentemente plétora de mercancías o escasez de dinero». También
Malthus sostenía importantes objeciones a la ley de Say basadas en que «rebasado cier-
to punto el ahorro produce una situación insostenible: la demanda efectiva de bienes
de consumo procedente de los capitalistas y de los terratenientes no aumentaría lo sufi-
ciente para absorber la creciente oferta de productos resultante de una creciente con-
versión de renta en capital».
Quizás la crítica más contundente a la ley de Say fue la formulada pcr J. M. Keynes.
Según éste, el cumplimiento de la ley de Say se ve impedido por determinados facto-
res que podemos enunciar brevemente, a modo de resumen, señalando que: en una
economía monetaria la gente no gasta toda su renta en consumo, ni invierte necesa-

4. Montes, Pedro. El desordenneoliberal. Madrid: Trotta, 1996.


138 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

riamente el resto. En una economía monetaria, donde el dinero se acepta como medio
general de pago y puede atesorarse como depósito de valor, la oferta no tiene porqué tra-
ducirse automáticamente en demanda.
Fruto del debate, en el seno del seminario, surgía la duda acerca de si en un contexto
económico como el actual, dónde las opciones de realización de inversión están domi-
nadas por los flujos financieros, dotados de movilidad instantánea y dominadores de
gran parte de la liquidez del sistema, y dado que el dinero que se encuentra fuera de
las instituciones financieras y de los mercados de capitales es relativamente poco,
pudiera parecer que el argumento del carácter del dinero como elemento de atesora-
miento pudiera perder relevancia ante las posibilidades de inversión de las que está
dotada la actual esfera financiera. Pero, por el otro lado, precisamente las ingentes
sumas de flujos financieros que circulan por el mundo sin que conduzcan a la inver-
sión real reforzarían el argumento de que la presencia de la moneda genera dificultades
insolubles para el cumplimiento de dicha ley. No cabe duda que la ley de Say y su vali-
dez puede requerir más clarificación en nuestro estudio futuro.
Finalmente, Schumpeter (1982) sostiene que la polémica suscitada a propósito del
enunciado de Say parte de una deficiente comprensión de éste que ha llevado a muchos
pensadores a considerar la ley de Say como una identidad cuando no lo es. Una inter-
pretación de la ley como identidad es, por ejemplo, la mantenida por J. M. Keynes.
Según Schumpeter (1982), la proposición que define de manera certera la ley de Say sería
«la demanda y la oferta agregadas no son independientes la una de la otra, pues las
demandas que componen la demanda total del producto de una industria (empresa o
individuo) proceden de las ofertas de todas las demás industrias (o empresas o indivi-
duos) y, por lo tanto, aquella aumentará en la mayoría de los casos (aumento real) si
aumentan esas ofertas y disminuirá si ésas disminuyen».
No nos convenció demasiado esta explicación. Para que la ley de Say tenga los
efectos equilibradores que los clásicos le atribuyen tendría realmente que operar
como una identidad, es decir, que se cumpliera siempre. Si se plantea como una ecua-
ción de condición que puede o no cumplirse, quiere decir que cuando no se cumpla
no hay equilibrio, con lo que dejaría de realizarse que «la oferta crea su propia deman-
da>>, que es el significado equilibrador de la ley de Say.
Estas son las principales críticas que hemos encontrado. Para acabar de situarlas
y completarlas, pensamos que las siguientes lecturas son de gran interés. La lectura
de J. A. Caporaso y D. P. Levine presenta de manera crítica algunos elementos cen-
trales de la concepción clásica como la naturaleza del mercado y la teoría del valor
y la distribución. Dada la importancia de la ley de Say en la teoría clásica y poste-
riormente como uno de los ejes principales de la teoría neoclásica y la economía de
oferta nos parecen de interés el análisis crítico de C. Sardoni y el de O. Lange en
relación a la ley de Say; este último muestra que tampoco formalmente esta «ley»
es operativa. La lectura de Veblen aporta una visión sugerente de la evolución de
los presupuestos que subyacen bajo la interpretación de la economía por parte de los
clásicos.
LOS CLÁSICOS 139

4. LECTURAS
CAPORASO, James A.; LEVINE, David P. «El enfoque clásico». En: Theories ofpoliti-
cal economy. Cambridge: Cambridge University Press, 1992, p. 33-55.
VEBLEN, Thorstein. «Las preocupaciones de los economistas clásicos>>. En: Lerner,
Max (ed.). Theportable Veblen. Nueva York: Viking Press, 1948, p. 241-274.
MARX, Karl. El capital. 22' ed. Madrid: Sigla XXI de España, 1988. Biblioteca del
pensamiento socialista, tomo 1, vol. 1, p. 97-100.
SARDONI, Claudia. <<Marx y Keynes: la crítica a la ley de Say>>. En: Caravale, G. A.
(ed.). The future of capitalism and the history of thought. Aldershot: Edward Elgar,
1991, p. 219-237.
LANGE, Osear. <<La ley de Say: reformulación y crítica>>. En: Lange, 0.; Mclntyre, F.;
Yntema, T. O. (eds.). Studies in Mathematical Economics and Econometrics in
memmy of Henry Schultz. Freeport, Nueva York: Books For Librarians Press, 1942,
p. 49-68.
CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA 141-157

El enfoque clásico*
James A. Caporaso, David P. Levine

J. LA ECONOMÍA POLÍTICA EN LA TRADICIÓN CLÁSICA


En este capítulo exploraremos el enfoque clásico de la economía política. Los econo~
mistas clásicos de los siglos XVIII y XIX fueron los plimeros en utilizar el término «eco-
nomía política» 1• El periodo estudiado por la economía política clásica no puede
concretarse de forma exacta. Una definición restringida iría desde la publicación de
La riqueza de las naciones de Adam Smith en 1776, a los Principios de economía polí-
tica de John S. Mili en 1848. Una periodización más amplia abarcaría desde Jos fisió-
cratas de mediados del siglo xvm hasta la muerte en 1883 de Karl Marx, al que muchos
consideran el último economista político clásico importante. A él se le atribuye la acu-
ñación del término «economía política clásica» (Dasgupta, 1985: 12), que considera
que existe desde los tiempos de William Petty.
Dividiremos nuestra consideración de la economía política clásica en dos partes: el
argumento de la autorregulación del mercado y la teoría del valor y la distribución. La
primera parte se centra en la naturaleza del sistema de mercado y su relación con el Estado.
La segunda se refiere a la producción y el uso del excedente económico. La segunda parte
recoge contribuciones más recientes dentro de la tradición económica clásica. Aunque
utilizan elementos del marco analítico clásico, estas teorías recientes sugieren un enfo-
que de economía política que, en algunas cosas, difiere del de los economistas clásicos.
El enfoque clásico formula los temas centrales de la economía política de una forma
característica. Fundamentalmente, los economistas clásicos jugaron un papel muy
importante en la introducción y elaboración de dos ideas clave: la de la separabilidad
de la economía y la de la primacía de lo económico. La primera parte de este capítulo
enfatiza este aspecto de la teoría clásica, que tiene una relevancia especial para los
ternas de este libro. ·
Los teóricos modernos inscritos en la tradición clásica (ver Walsh y Gram, 1980),
sin embargo, no han formulado los temas de la economía política de esta forma. En la
segunda parte de este capítulo, consideraremos las implicaciones de la teoría del valor
y la distribución para }as preocupaciones centrales de la economía política tal como
las definimos en este libro.
Los fundadores de la economía política observaron un cambio en la relación entre
la vida política y las actividades no políticas, llamadas imprecisamente la satisfacción

* Publicado en: Caporaso, James A.; Levine, David P. «'TIJe classical approach>), En: Theories ofpoliti·
cal economy. Cambridge: Cambridge Univcrsily Press, 1992, p. 33·55. Traducción: Gemma Galdon.
l. Para un debate histórico sobre el término «economía clásica)> o «economía política clásica>¡, ver Rol!
(1953: cap. 4) y Walsh y Gram (1980: caps. 2-1).
142 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

de los deseos privados. Esta percepción condujo a una redefinición y reordenación de


los términos utilizados para hablar del orden social, términos como sociedad política y
sociedad civil; privado y público; economía y Estado. Esta reordenación acarreó un
cambio de énfasis, acercándose a la idea de que la sociedad se organiza a sí misma y se
desarrolla de acuerdo a sus propias leyes, procesos e imperativos. Las instituciones
sociales de vital importancia no se desarrollan de acuerdo a planes articulados e insti-
tuidos a través de decisiones políticas, sino que lo hacen de acuerdo a imperativos sub-
yacentes e involuntarios de la vida en grupo. Si esto es verdad, entonces la historia
constituye menos un relato de los procesos políticos, los conflictos y las deliberaciones,
y se convierte más en un relato de las consecuencias involuntarias de las actividades
privadas. El libro de Adam Ferguson, Essay on the History of Civil Society, publica-
do en 1773, marcó un momento importante en este cambio de perspectiva. Ferguson
expresó nuestra idea en las siguientes palabras:

Si Cromwell dijo que el hombre nunca llega tan lejos como cuando no sabe adónde
va; esto se puede afirmar aún con más razón de las comunidades, que permiten las
mayores revoluciones cuando no se pretende ningún cambio y cuando los políticos más
refinados no siempre saben adonde llevan al Estado con sus proyectos (p. 205).
1
La economía política dio un impulso considerable al alejamiento de la política en
la comprensión de las fuerzas responsables de los grandes movimientos históricos que
moldean el mundo social. Adam Smith vio el nacimiento de la sociedad civilizada
como el resultado de la búsqueda del beneficio, más que por ningún plan conocido o ins-
tituido, por un proceso político o una autoridad pública. La transición del «estado sal-
vaje del hombre>> a la sociedad civilizada fue, para Smith, la tarea histórica del
capitalismo. Y, sin embargo, fue la con~ecuencia involuntaria de una multitud de accio-
nes llevadas a cabo por razones puramente privadas.
Marx llevó esta idea mucho más lejos. Describió el proceso por el cual los cam-
bios de época se generan en los métodos de producción, las relaciones sociales y las
formas de vida, todo ello como consecuencias involuntarias de la búsqueda del bene-
ficio privado. La concepción materialista de la historia, de Marx, expresa con una fuer-
za especial la subordinación de la política y de las decisiones de una autoridad pública
a las fuerzas inmanentes e inexorables liberadas que operan en la sociedad. ·
La emergencia de la economía política contribuyó a marcar la degradación de la
política y la elevación de la parte no política de la vida civil. De hecho, contribuyó a la
redefinición de la vida civil alejándose de la política y orientándose en la moderna
dirección de los temas privados que se pretenden fuera del hogar, en el mundo de Jos
negocios. El auge de la economía política significó el auge de la sociedad civil en con-
tradicción con la sociedad política.
La degradación de la política no pudo expresarse mejor que con la metáfora de la
mano invisible de Adam Smith. Aunque el punto de vista de Smith es extremo en algu-
nos casos, articula de forma muy clara una nueva relación entre la sociedad política y
la sociedad civil (o entre la política y la economía). Esta nueva relación surge, en parte,
de una reflexión sobre el propósito posible y razonable del Estado. Para observar esto
claramente, veamos la siguiente descripción del gobierno proporcionada por Steuart, más
acorde con formas de pensamiento más antiguas:
EL ENFOQUE CLÁSICO 143

el gran arte del gobierno es despojarle a uno de los perjuicios y ataduras a opiniones
particulares, a clases específicas y, sobre todo, a personas particulares; consultar el
espíritu del pueblo, cederle el paso en apariencia y, al hacerlo, darle un giro capaz de
inspirar esos sentimientos que pueden inducirle a desear el cambio, que una altera-
ción de las circunstancias ha hecho necesario ([1767] 1966: 26).

Steuart intenta combinar dos ideas importantes. En primer lugar, expresa la idea
(que hemos enfatizado) que el cambio surge de fuerzas y procesos inmanentes en la
sociedad y no decididos por el Estado. En segundo lugar, y a la vez, vislumbra un papel
principal para el Estado al reconocer la necesidad de estos cambios y liderar a la socie-
dad a través de ellos. Los cambios en lo que Steuart llama el «espíritu del pueblo>> son
graduales e inmanentes y no planificados. Debido a que estos cambios son graduales e
inmanentes, pueden escapar a la percepción del pueblo. Este error puede llevar a los
individuos a juzgar mal sus propios intereses y los de la sociedad. El Estado debe asu-
~ir un papel de liderazgo en la educación de los individuos sobre sus intereses reales,
tanto los privados como los públicos.
Smith y Steuart, aunque escribieron aproximadamente durante la misma época,
valoraron la funciones posibles y deseables del gobierno de forma bastante diferente.
Steuart no participó directamente en la devaluación de la política, aunque su acepta-
ción de la necesidad de leyes de economía política le mienta en esa dirección. Smith reco-
rrió todo el camino, pero su valoración de los políticos, a quienes consideraba «animales
insidiosos e ingeniosoS>> ([1776]1937: 435), le llevó a hacerlo de forma mucho más
rápida. Esta diferencia es importante para entender el significado de la economía polí-
tica y la trascendencia de su aparición a finales del siglo XVIII.
El juicio de Smith se basa en su abara ampliamente conocida solución al problema
del orden económico. La solución tiene dos partes. Primeramente, la vida de grupo no
política (la sociedad civil) deber organizarse y perpetuarse más o menos independien-
temente de la toma de decisiones políticas. La unidad que incorpora la tarea de satis-
facer los deseos privados es una unidad política, pero dentro .de esta unidad, la producción
y distribución de las cosas necesarias para perpetuar la vida privada no es política. En
segundo lugar, tal como vemos que argumenta Steuart, las leyes e imperativos de la
sociedad deben dominar la política. Las leyes económicas limitan al hombre de estado
o político. Llevadas al límite, estas leyes reducen al hombre de estado a un papel de
vigilante (por ejemplo, que la administración de justicia se centre en la protección de
los derechos de la propiedad).
En el enfoque clásico, el término economía política se refiere a un sistema de satis-
facción de deseos privados constituido por agentes privados independientes. En la eco-
nomía política clásica se han utilizado términos diferentes pero relacionados para
referirse a este sistema de satisfacción de deseos: sociedad civil, economía de merca-
do, sociedad burguesa, capitalismo, etc. Cada término describe la forma en la que la
sociedad se convierte en un sistema básicamente económico y no político. A medida
que se fortalece, este sistema tiende a desplazar a la política, a pesar de que inicial-
mente aparezca bajo una designación política. Establece un principio ordenador para la
sociedad que, al no ser político, desafía la idea de la sociedad entendida como un sis-
tema político. En la próxima sección exploraremos con más detalle la idea clásica de
un sistema de relaciones económicas.
144 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

1.1 La sociedad civil

En las sociedades en las que la producción de la subsistencia tiene lugar dentro de la


familia (o del linaje) y en base a la división del trabajo en la familia, ésta debe subor-
dinarse a los objetivos y relaciones que conforman la vida familiar. Estos objetivos y
relaciones pueden incluir la reproducción biológica, la autoridad paterna, la crianza de
los hijos y el crecimiento de la personalidad, nutrición, etcétera. El aprovisionamien-
to de las necesidades de subsistencia se produce, pero en coordinación con los objeti-
vos no económicos de la familia. Estos objetivos limitan también la actividad económica:
la escala y la composición del output están limitados por las necesidades de la fami-
lia, por la mano de obra de que dispone y por la división de trabajo apropiada. De esta
manera, no podemos imaginar de forma razonable que una familia organice su activi-
dad productiva como si fuera una fábrica, en parte por razones de escala y en parte por
razones de organización social. Las familias lo suficientemente grandes como para
proporcionar la mano de obra necesaria para la producción industrial son demasiado
grandes para ser familias de verdad -es decir, para poder satisfacer de forma conti-
nuada los objetivos sociales de la vida familiar-. De forma similar, las familias cuya orga-
nización social es parecida a la de una fábrica, deben tratar a sus miembros (como
trabajadores asalariados) de formas que no se corresponden con la lógica de fondo de
la vida en familia (en relación a la crianza de los hijos y la nutrición, por ejemplo).
La integración de lo económico en las instituciones no económicas (ver Polanyi,
1957: 71) significa que los elementos de la reproducción material (las actividades que
forman la división del trabajo) están unidos por vínculos no económicos. Si la divi-
sión del trabajo se limita a la familia, esto significa que las tareas se distribuirán entre
los miembros de la familia de acuerdo con su estatus dentro de ésta (si son hombres o
mujeres, niños o adultos, por ejemplo). Esta división también permite que el producto
del trabajo de cada uno de ellos se ponga en común de forma directa a través del contac-
to personal. No existe ningún contrato. Los problemas de la división y la reunificación
se resuelven directamente en base a la estructura y la lógica de la vida en familia.
Si ahora pasamos a considerar las actividades económicas como ajenas a la fami-
lia, debemos tener un método para llevar a cabo esta división y reunificación en el caso
de todas las instituciones sociales. Este método debe tener lugar dentro de, y corres-
ponderse con, una nueva institución: la economía. Como las actividades que constitu-
yen la reproducción social no se producen dentro de la familia, ni están aseguradas por
normas de autoridad política directa, deben conectarse a través de un vínculo social
que relacione a productores por otra parte independientes. Este vínculo es el contrato
de intercambio. Tal como ha afirmado Karl Polanyi, <<no es ninguna sorpresa ... que
una sociedad basada en el contrato tenga que poseer un ámbito institucionalmente sepa-
rado y una esfera de intercambio motivaciona1mente diferenciada, es decir, el merca-
do>> (1957: 70). Cuando el contrato sustituye al parentesco, el matrimonio, la autoridad,
las asociaciones religiosas y otras instituciones sociales como vínculo social que conec-
ta las diferentes partes del proceso de reproducción, el resultado es el surgimiento de la
economía como institución diferenciada. En este caso, la producción social está en
manos de productores privados y legalmente independientes, el stock social se con-
vierte en tal cantidad de propiedad privada, y el trabajo se convierte en una mercancía
propiedad del trabajador hasta ser vendida a cambio de dinero al propietario del capi-
EL ENFOQUE CLÁSICO 145

tal. Como resultado de este proceso, aparece una idea de gran importancia para la eco~
nomía política: la idea de un sistema de propiedad privada puro en el que todas las per-
sonas son propietarias y sus relaciones consisten en relaciones contractuales para el
intercambio de propiedad.
Cuando la economía está arraigada en las instituciones no económicas,los indivi~
duos realizan sus actividades económicas en base a motivaciones trasladadas desde
(derivadas de) esas instituciones. Los miembros de una familia participan en la acti~
vidad productiva como parte de su participación en la familia. Su motivación provie-
ne del vínculo familiar: el reconocimiento y la subordinación a la autoridad paterna (o
materna), el deseo de educar a los hijos, etcétera. El desarraigar lo económico de lo no
económico exige que los individuos participen en la actividad económica en base a
motivaciones propias de la economía misma. A estas motivaciones se las ha llamado
«egoístas», «de autorrealización» y otras cosas parecidas.
Es ciertamente creíble que este tipo de motivos dominen a personas liberadas de
cualquier conexión con sus semejantes que no esté asociada a un contrato. Bajo estas
condiciones, los individuos recurren a sí mismos. Se consideran personas separadas,
independientes y autónomas. Separadas de las lealtades institucionales, encuentran que
la única lealtad que les queda es a sí mismos. El término «sociedad civil» describe no
sólo un sistema de satisfacción de los deseos privados no regulado por la familia ni
por el Estado, sino un sistema motivado por el interés propio, en el que «cada miem-
bro es su propio fin, el resto nd es nada para él>> (Hegel, [1821]1952: 267)2 • Shlomo
Avineri resume esta idea de la siguiente forma:

La sociedad civil es el ámbito del egoísmo universal, donde trato a todo el mundo
como un medio para mis fines. Su expresión más aguda y típica es la vida económi-
ca, donde vendo y compro no para satisfacer los deseos del otro, su hambre o su nece-
sidad de refugio, sino que utilizo la necesidad sentida por el otro como un medio para
satisfacer mis propiós fines. Mis propósitos están mediatizados por las necesidades de
los demás: cuantas más personas dependan de un recurso que yo puedo proporcio-
nar, mejor es mi posición. Este es el ámbito en el que todo el mundo actúa de acuer-
do con lo que percibe como su inteligente interés propio (1972: 134).

Este párrafo, represente o no las motivaciones de los actores en la economía (y


probablemente en muchos puntos lo hace), le será muy familiar a cualquiera que haya
estudiado teoría económica. Durante, por lo menos, los últimos doscientos años, el
desarrollo del análisis económico ha sido simultáneo a la investigación de las impli-
caciones lógicas del supuesto que los individuos actúan en base a su interés propio
(definido como búsqueda del beneficio, rnaximización de la utilidad y otros términos
parecidos). Gran parte de la agenda de la teoría económica ha consistido en investigar
las propiedades lógicas de un sistema de propietarios independientes y autónomos,
cada uno persiguiendo su interés propio y cada uno limitado por una única condición:
el respeto a los derechos de la propiedad de los demás (incluyendo su derecho a la pro-
piedad de sus propias personas). Esta agenda se centra en la validez de proposiciones

12. Para una exposición del concepto de sociedad civil, ver los artículos recopilados en Thc State and Civil
Socicty (Pelczynski, 1984, y Avincri, 1972: 141-154).
146 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

importantes sobre la economía de mercado. La proposición más importante es que el


mercado debe poder asegurar un proceso razonablemente estable de reproducción y
distribución de mercancías que pueda satisfacer los deseos de los que dependen del
mismo. Examinaremos esta proposición en la próxima sección.

1.2. El mercado autorregulado


Debido a su tendencia utilitarista, muchos economistas tienden a asumir que si el mer-
cado es capaz de satisfacer los fines privados de los participantes, dados esos fines y Jos
medios disponibles para satisfacerlos, entonces ya ha cumplido, ipso facto, su función
humana y social. La consecución de los fines privados es lo mismo que la consecu-
ción del bien público. La pregunta sobre el mercado, entonces, es la siguiente: un sis-
tema de personas privadas en busca de su interés propio sin ningún tipo de regulación
general, ¿podrá provocar un conjunto de transacciones voluntarias (intercambios) que
satisfagan en la mayor medida posible los deseos de esas personas teniendo en cuenta
la productividad de los activos de capital y la distribución original de la propiedad?
Existe ya un gran volumen de literatura sobre esta cuestión desde diferentes perspec-
tivas3. El siguiente resumen debería dar un sentido intuitivo a los puntos en cuestión.

[ ... ]

Cuando cada participante actúa como comprador y como vendedor, el dinero y las
mercancías «circulan» a través del mercado. El mercado simplemente facilita el rea-
juste de la propiedad según los deseos de los propietarios. Es un mecanismo social que
asegura la satisfacción de los deseos privados. También es un mecanismo pasivo por-
que no afecta a la propiedad o a los deseos que satisface. Al trabajar para sí mismo
(comprando y vendiendo), cada persona trabaja para las demás. Cada uno proporcio-
na productos a los demás y dinero con el que los otros pueden comprar productos.
Cuando este circuito funciona adecuadamente, la venta de mercancías lleva a la compra
de otras mercancías. Al mismo tiempo, no existe ninguna garantía de que una mercan-
cía concreta encontrará un comprador. De fonna que un vendedor individual que no
encuentre demanda para sus productos no podrá adquirir las cosas que necesite. Esto es
así también en el caso de los trabajadores. No existe ninguna garantía de que un tra-
bajador individual o un grupo de trabajadores encuentren un empleo. Pueden no existir
compradores para el tipo de trabajo que ellos venden. Si sólo disponen de ese tipo de
trabajo, y nada más, no podrán conseguir los salarios necesarios para comprar sus
medios de consumo.
Al no tener ningún otro recurso al que recurrir más que el mercado, el sufrimien-
to individual es inevitable. Los economistas clásicos no consideran esto como un fac-
tor negativo del mercado. Sin este sufrimiento, el mercado no podría crear incentivos
para estimular a los individuos a adaptar sus habilidades y medios de producción a las
necesidades de los demás.
Los economistas clásicos afirman que el mercado sólo puede provocar el sufri-
miento individual. Es decir, que la renta y el bienestar de un vendedor pueden sufrir

3. Ver, por ejemplo, Weintraub (1979) y Sowell (1972).


EL ENFOQUE CLÁSICO 147

debido a la falta de demanda de su producto, pero que no es así en el caso de la renta


y el bienestar del conjunto de vendedores. Los economistas clásicos también afirman
que los problemas individuales son temporales y duran sólo el tiempo necesario para
que el individuo adapte sus habilidades y su capital a la producción de productos con
demanda. David Ricardo, una de las figuras más importantes de la economía política
durante la primera mitad del siglo XIX, resumió lo que hemos dicho hasta ahora sobre
el mercado:

Ningún hombre produce si no es con el objetivo de consumir o vender, y nunca vende


si no es con la intención de comprar alguna otra mercancía que le sea de utilidad
inmediata o que contribuya a la producción futura. Al producir, entonces, se convierte
necesariamente en el consumidor de sus propios productos o en el comprador y con~
sumidor de los productos de alguna otra persona. No es presumible que, en ningún
momento, él ignore cuales son las mercancías que puede producir de forma más ven-
tajosa para conseguir el objetivo que tiene en mente, es decir, la posesión de otros
productos; y, por lo tanto, tampoco es probable que produzca por mucho tiempo una
mercancía para la que no hay demanda ([1821] 1951: 290).

Este argumento proporciona un importante apoyo a la idea clásica de que, aunque


los individuos pueden fallar en encontrar compradores para sus productos, el merca-
do en su conjunto nunca fallará:

Puede ser que se produzca demasiado de una mercancía concreta, de la que exista tal
exceso en el mercado que no llegue a reembolsar el capital empleado en ella; pero
esto no puede producirse con respecto a todas las mercancías; la demanda de maíz
está limitada por el número de bocas que lo pueden comer, la de zapatos y abrigos
por las personas que los pueden llevar; pero aunque una comunidad, o parte de una
comunidad, puede tener tanto maíz y tantos sombreros y zapatos como pueda o quie-
ra consumir, esto no puede decirse de todas las mercancías producidas por la natu-
raleza o por el arte (Ricardo, [1821] 1951: 292).

La idea de un fallo general del mercado tiene un significado muy diferente a la de


un fallo individual. Significa que el conjunto de productos que la gente necesita están
disponibles pero que no pueden comprarse y venderse porque el mecanismo de mercado
que hace que el dinero llegue a las manos de aquellos que necesitan los productos se ha
roto. Esta idea, a los economistas clásicos les pareció paradójica. El economista fran-
cés J. B. Say llegó a afirmar (con la posterior aprobación de Ricardo) la imposibilidad
lógica de un fallo general del mercado (una idea conocida ahora como la ley de Say).
El fallo particular es el resultado del desacierto o la desgracia individual; el fallo sistémico
significa que el mecanismo de mercado es inherentemente defectuoso. El fallo sisté-
mico significa que el mercado frustra a los individuos incluso cuando éstos han toma-
do las decisiones «Correctas)> sobre qué productos llevar al mercado.
Durante una depresión (corno, por ejemplo, la que experimentó la economía mun-
dial durante los años 30), existe la capacidad productiva para producir los productos
que la gente quiere, pero no se utiliza. Los trabajadores están disponibles para poner
en marcha esa capacidad productiva, pero están en paro. El capital y el trabajo per-
manecen ociosos porque el dinero no está en manos de aquellos que necesitan sus pro-
148 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

duetos. Si los trabajadores estuvieran empleados, recibirían una renta que les permiti-
ría comprar los productos que necesitan pero que no están produciendo. Así, los pro-
ductores tendrían ingresos, incluyendo unos beneficios que justificarían la contratación
de trabajadores. Si no es así, la capacidad productiva permanece ociosa debido a una
demanda insuficiente, pero la demanda es insuficiente a consecuencia de la capacidad
productiva ociosa. De este modo, los trabajadores están desempleados y no disponen
del poder de compra suficiente para justificar el uso de la capacidad productiva ocio-
sa. Esto es un ejemplo de fallo del mercado si es el resultado de la operación del mer-
cado trabajando en sí mismo y no de los esfuerzos del gobierno para regular el mercado.
El permanente debate económico se centra en si la causa del fallo del mercado está en
el mercado o fuera de él. Los economistas clásicos tendieron a mostrarse a favor de la
segunda interpretación. Y lo hicieron por la razón siguiente.
Mientras que quienes venden sus mercancías utilicen sus ingresos pecuniarios
para comprar mercancías, la demanda efectiva (la necesidad vinculada al dinero)
nunca desaparecerá del mercado. Los economistas clásicos pensaron que sería irra-
cional que los vendedores guardaran un dinero que, en su opinión, no satisfacía nin-
guna necesidad, cuando podían obtener mercancías. Los trabajadores, evidentemente
(y rápidamente), utilizan sus salarios en la adquisición de bienes de consumo. Los
productores, motivados por el deseo de expandir su capital y su riqueza, utilizan sus
ingresos en metálico para comprar inputs productivos capaces de producir beneficios
(lo que, en general, el dinero no proporciona). Si suponemos que esto es correcto, y que
los agentes actúan de forma racional, el dinero seguirá circulando y la demanda agre-
gada no fallará.
La clave, entonces, del argumento clásico es la suposición de que ningún motivo
razonable puede llevar al vendedor a atesorar el dinero en lugar de disponer de los pro-
ductos que el dinero puede comprar. Al comprar estos productos con sus ingresos mone-
tarios, los individuos como grupo, aunque no en todos los casos, van a encontrar
compradores para sus productos y podrán adquirir aquello que quieran en proporción
a la cantidad y valor de lo que tienen para vender.
Un problema importante del argumento a favor de la autonegulación del mercado
que acabamos de resumir es que, incluso si el mercado fuera autorregulador, la satis-
facción que el individuo obtiene del mercado depende de la propiedad que lleva con-
sigo al mercado. No es su necesidad lo que detennina lo que consume, sino su capacidad
de satisfacer las necesidades de los demás.
En cierta manera, se puede pensar en esta característica del mercado libre como
una virtud. El mercado disciplina el interés propio para trabajar para el interés de otros.
En otro sentido, esta caracteóstica del mercado libre suena como un vicio. Significa
que el bienestar depende de circunstancias que pueden estar fuera del alcance del indi-
viduo. El interés propio puede no proporcionar al individuo la habilidad de satisfacer
los deseos de los demás incluso si le proporciona el motivo para hacerlo. Lo que llevamos
al mercado puede depender tanto de accidentes de nacimiento y otras circunstancias
como de los incentivos y del interés propio. El mercado confirma estos accidentes y
sólo nos permite satisfacer nuestros deseos mientras ellos lo pennitan.
El filósofo alemán G. W. F. Hegel fue rápido en subrayar esta lintitación del mer-
cado autorregulador y en ver en ella un argumento a favor de la intervención guber-
namental.
EL ENFOQUE CLÁSICO 149

Pero no sólo el capricho, sino Jos imprevistos, las condiciones físicas y factores debi~
dos a circunstancias externas pueden reducir a los hombres a la pobreza. Los pobres
siguen teniendo las necesidades típicas de la sociedad civil, pero como la sociedad
les ha quitado los medios naturales de adquisición y ha roto el vínculo familiar[ ... ]
su pobreza les deja más o menos desprovistos de todas las ventajas de la sociedad,
de la oportunidad de adquirir educación de ningún tipo, así como de la administra~
ción de justicia[... ] etcétera. La autoridad pública toma el lugar de la familia en lo que
se refiere a Jos pobres, y no sólo en relación a sus deseos inmediatos, sino también
a su falta de disponibilidad por holgazanería, su malignidad, y los otros vicios que
resultan de su difícil situación y de su sentido de agravio ([1821] 1852: 148-9).

1.3. El interés privado y el bien público


El argumento resumido en la sección anterior tiene implicaciones importantes para la
relación entre el agente público (el Estado) y el sistema de relaciones privadas (la eco-
nomía). Nos centraremos ahora en esas implicaciones.
La ya clásica formulación de Adam Smith sobre la relación entre el interés priva-
do y el bien público en una economía de mercado depende en gran parte del argumento
de que los mercados, si se les deja, se regulan a sí mismos. Smith desarrolló este argu-
mento como parte de una crítica a la política de imponer «restricciones a la importación
desde países extranjeros de productos que pueden ser producidos en el País». Smith
empezó remarcando que el «monopolio del mercado interior» resultante de las res-
tricciones a las importaciones reforzaba a ciertas industrias domésticas y aumentaba
la proporción de trabajo y de capital dedicado a esas industrias ([1776]1937: 420).
Pero cuestionó si esto servía al bien públicO. Servir al bien público significa aumen-
t:lr «la industria general de la sociedad» o encauzar esa industria «en la dirección más
ventajosa».

[... ] Smith resumió estas ideas de la siguiente forma:

Ninguna regulación del comercio puede aumentar la cantidad de industria en una


sociedad más allá de lo que su capital puede mantener. Sólo puede desviar una parte
de ésta hacia una dirección en la que, de otra forma, no habría ido; y de ninguna
manera es cierto que esta dirección artificial vaya a ser más ventajosa para la socie-
dad que aquella en la que hubiera ido por impulso propio.
Todo individuo se esfuerza de forma pennanente para encontrar el uso más ven-
tajoso para sea cual sea el capital de que dispone. Claramente, es su propio prove-
cho, y no el de la sociedad, lo que tiene en mente. Pero el estudio de lo que le es
ventajoso le lleva naturalmente, o de hecho necesariamente, a preferir el uso que sea
más ventajoso para la sociedad ([1776]1937: 421).

Para Smith, el beneficio mide la ventaja que suponen para el individuo los dife-
rentes usos de Su capital:

Pero es sólo por el beneficio que un hombre utiliza un capital para apoyar a la indus-
tria; y, por lo tanto, siempre intentará utilizarlo para apoyar aquella industria cuyo
producto es probable que sea mayor en ténninos de dinero o de otros bienes (p. 423).
150 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

Al dejar la decisión sobre la dirección del flujo de trabajo y de capital en manos


del individuo (capitalista), permitimos que el beneficio determine el desarrollo de la
industria. El capitalista es el agente, y no la fuerza orientadora. En realidad, ningún
grupo ni individuo es responsable de la dirección del desarrollo económico. El interés
por el beneficio canaliza la inversión de la forma más ventajosa socialmente. Asegura
que la renta y la industria crecerán lo más rápido posible.

El individuo busca sólo su propio beneficio, y en este, como en muchas otros casos,
está guiado por una mano invisible para promover un fin que no forma parte de su
intención (p. 423).

Para resumir el enfoque clásico en lo referente a la relación entre el interés priva~


do y el bien público: siguiendo su funcionamiento normal, y en ausencia de regula-
ción desde el exterior, el mercado asegurará la plena utilización de las existencias de
capital de la sociedad. Dada la cantidad general de capital y de trabajo disponible en la
sociedad, las proporciones destinadas a las diferentes industrias dependerán de la ren-
tabilidad, ya que la rentabilidad mide la contribución que cada industria puede reali-
zar al total de los ingresos sociales y al crecimiento de la riqueza social. La única fonna
de asegurar que el beneficio dirija la inversión es poniendo esta inversión en manos
privadas y sometiéndolo a decisiones basadas en el interés propio. Esto funciona por-
que el interés propio está mejor servido por la búsqueda del beneficio. Como la búsqueda
del beneficio es un motivo privado y no público, este enfoque se opone al control públi-
co de la inversión. Para los economistas clásicos, la regulación pública significa que
algo que no es la rentabilidad determina la inversión. El mercado desregulado pero
autoordenado promoverá el crecimiento del capital de la sociedad y logrará el bien ;
público.
Esta definición del bien público es la base de un fuerte argumento a favor del mer-
cado libre, un argumento que tanto Smith como Marx, economistas por lo demás enfren-
tados, reconocen. Tanto Smith como Marx afirmaron que el mercado libre encuentra su
motivación histórica en el desarrollo de las bases materiales y las técnicas productivas
de la sociedad, es decir, de su stock de capital. La «mano invisible» organiza la bús-
queda del beneficio privado dentro del proyecto históricamente significativo del de-
sarrollo de la riqueza social. Smith vio esto como una transición desde el «estado salvaje
del hombre», en el que los hombres eran «miserablemente pobres~~. a la «sociedad civi-
lizada>> en la que «todos están abundantemente abastecidos» ([1776]1937: LVIII).
Marx argumentó que el capitalismo tiene como «misión histórica» el desarrollo de las
«fuerzas materiales de producción» y la creación de un «mercado mundial adecuado»
([1894]1967b, vol. III: 250). En esta concepción, la economía desarraigada de otras
instituciones sociales tiene una raison d' etre. Esta raison d' etre es: 1) una consecuen-
cia involuntaria del egoísmo, de forma que puede ser tratada como un objetivo social
oculto o implícito y 2) lograda a través de la acumulación de capital por parte de los
poseedores independientes de la riqueza.
La economía clásica presupone la existencia de un bien público conectado con,
pero distinto de, los fines privados: el crecimiento del stock de capital de la sociedad.
Sin embargo, el enfoque clásico afirma que el bien público, tal como se ha definido,
se conseguirá mejor sin la intervención de un agente público. Esta valoración, si es
ELENFOQUECLÁSICO 151

correcta, resuelve el problema de orden económico evocado anteriormente en este capí-


tulo. El mercado autorregulador desplaza las decisiones del agente político. De hecho,
si el Estado tuviera que tomar decisiones bien formuladas de acuerdo con las leyes de
la econonúa política, guiaDa a la sociedad justo hacia esos fines que se consiguen mejor
cuando el Estado no actúa. No puede hacer más. Y lo más probable, sin embargo, es
que haga considerablemente menos. Dada la incertidumbre respecto al acierto de las
decisiones políticas, es mejor hacer del desarrollo de la sociedad una consecuencia
involuntaria de actos y decisiones privadas, para permitir y fomentar el desplazamiento
de la sociedad política por la sociedad civil.

1.4. El Estado y la sociedad


En la economía clásica, por lo tanto, ¿qué funciones le quedan al Estado, especial-
mente en referencia al mundo de los negocios privados? Volvemos a remitimos a Adam
Smith:

Según el sistema de la libertad natural, el soberano tiene sólo tres deberes que aten-
der; tres deberes de gran importancia, evidentemente, pero sencillos e inteligibles
para el entenqimiento común: primero, el deber de proteger a la sociedad de la vio-
lencia y la invasión de otras sociedades independientes; segundo, el deber de prote-
ger, tanto como sea posible, a todos los miembros de la sociedad de la injusticia y la
opresión por parte de cualquier otro de sus miembros, o el deber de establecer una
administración de justicia exacta; y tercero, el deber de erigir y mantener ciertas obras
públicas y ciertas instituciones públicas, que nunca pueden erigirse ni mantenerse
según el interés de un individuo, o de un pequeño grupo de individuos; porque el
beneficio jamás podrá devolver el gasto a ningún individuo o pequeño número de
individuoS, aunque frecuentemente sí puede hacer mucho más que devolverlo a una
gran sociedad ([1776] 1937: 651).

En este último apal1ado, el de las obras y las instituciones públicas, Smith tiene en
mente básicamente aquellas orientadas a facilitar el comercio (carreteras, puentes, cana-
les) y a <<promover la instrucción de la gente>> (p. 681).
Imaginemos un Estado preocupado exclusivamente por la defensa nacional, la
administración de justicia, las obras públicas y la educación. Tomando una definición
de justicia lo suficientemente limitada, y asuiniendo que esta definición estuviera bien
establecida y ampliamente aceptada, las decisiones políticas se centrarían como máxi-
mo en un abanico limitado de temas referentes a la amplitud de estas actividades. De
hecho, un Estado así financiaría y mantendría un ejército permanente, algunas escue-
las, los tribunales y las autopistas. No se preocuparía por las fonnas apropiadas de vida
en una sociedad bien ordenada; no se ocuparía de los razonamientos colectivos sobre
la naturaleza del bien público; no se responsabilizaría del bienestar de aquellos cuyas
actividades privadas no pudieran mantenerlos adecuadamente. De la misma forma en
que la sociedad civil desplaza a la sociedad política, la administración sustituye a la
política.
Y sin embargo, los economistas clásicos no llegaron tan lejos como a negar la exis-
tencia de una bien público irreducible a (por ejemplo la suma de) los fines privados.
Smith identificó este bien público con la magnitud (y la tasa de crecimiento) del pro-
152 CRiTICA A LA ECONOMfA ORTODOXA

dueto nacional. Claramente, un producto nacional amplio y creciente normalmente


beneficiará tanto a los individuos como al Estado. Con todo, el beneficio de un gran
producto nacional es tanto para los individuos como para el Estado en su conjunto. Si
consideráramos algo más que solamente el volumen del producto, entonces la ecuaR
ción de los fines públicos con los privados sería menos evidente. Incluso con esta diviR
sión, todavía se puede afirmar, para ciertas definiciones del bien público, que una
economía de mercado privada obtiene mejor dicho bien (aunque sea inintencionada-
mente). Este es el argumento que definimos como claramente clásico.
El argumento clásico ha cedido el paso recientemente a otro (asociado al enfoque
neoclásico) que define el bien público equiparándolo a una suma (u otro agregado) de
intereses privados. Sin embargo, no deberíamos lanzarnos demasiado rápido a adoptar
una interpretación del enfoque clásico de la economía política que la equipare con este
método más reciente. Hacerlo es perder de vista una tensión impmtante en el enftXJ.ue clá-
sico que está ausente en el moderno. Esta tensión existe en el esfuerzo por mantener
una versión más antigua del bien público, a la vez que se niega la necesidad de un agen-
te público responsable de asegurar que los temas privados contribuyen a la agenda públi-
ca. A Smith le gustaría ver los fines públicos realizados sin (o con un mínimo de) vida
pública. Esta aspiración es una parte importante del pensamiento clásico. Presenta un
problema para las teorías subsiguientes, uno que lleva a direcciones diferentes.
Recordemos el contraste esbozado anteriormente en este capítulo entre Smith y
Stewart. El primero es partidario de la degradación de la política mientras que el últi-
mo intenta mantener la idea de que la política y el Estado tienen un papel importante
más allá de la administración pública y la defensa nacional. Para Steuart, el Estado tiene
un papel de liderazgo en el ámbito privado: modelando los intereses privados, limitan-
do el egoísmo, educando a las personas para que tengan un punto de vista «más eleva-
do» (el interés público). Tal como veremos en los capítulos siguientes, ninguno de los
enfoques modernos de la economía política se encuentra completamente cómodo con
esta idea. Algunos la rechazan totalmente, y esto es típico de la economía política. Otros
le conceden sólo un papel muy limitado. En esto, la economía política se inscribe en
gran medida en el temperamento moderno, que, siguiendo a Smith, duda tanto de
necesidad de que el Estado asuma un papel de liderazgo como de su capacidad de
lo. La economía política ve al Estado más y más como un agente actuando al servicio de
los intereses privados, más que como un agente al que se le confía la res;pons>tbilid¡td .
de un bien público irreducible a los intereses privados. ¿Cómo puede el Estado, actuan'
do como agente de los intereses privados, responsabilizarse de la elevación de los indi-/
viduos hacia un estadio superior? Evidentemente, no podemos esperar que lo haga;

2. VALOR Y DISTRIBUCIÓN

2.1. La división del trabajo y el intercambio


La teoría de la autorregulación del mercado es claramente el logro central del enfoque·
clásico de la economía política y la clave para entender como puede un economista
influido por la teoría clásica entender la interrelación entre lo económico y lo político.
Sin embargo, no todos los teóricos modernos inscritos en la tradición clásica han adop-·
tado este punto de vista. Aportaciones recientes se han basado en un elemento diferen-
EL ENFOQUE CLÁSICO 153

te al análisis clásico de la economía de mercado, uno centrado más en el sistema de pre-


cios y su relación con la determinación de los salarios y los beneficios, y menos en sus
implicaciones para la autorregulación del mercado. Vamos a centrarnos ahora en esta
otra dimensión de la teoría clásica. Esta dimensión empieza con la consideración de la
relación entre la división social del trabajo y el intercambio de mercancías.
La división del trabajo está muy estrechamente asociada al intercambio. En ausen-
cia de un mercado para el producto, no tiene mucho sentido para un individuo, por lo
demás aislado, especializarse de la fonna establecida por la división del trabajo. A la vez,
la participación en la división del trabajo requiere que el productor individual inter-
cambie para así obtener los elementos de subsistencia que no produce. Adam Smith
situó esta doble relación mutua entre el mercado y la división del trabajo en el centro
de su análisis. Con la división del trabajo, cada hombre «Se convierte de alguna mane-
ra en comerciante>> (1937: 22). Nuestra participación en la división del trabajo nos obli-
ga a intercambiar. El tipo de dependencia mutua asociado a la división del trabajo da
.. Jugar al sistema de intercambio. A la vez, «la división del trabajo está limitada por la
d::~~~~~~~d~del mercado» (1937: 17). El mercado también juega un papel importante,
',e el desarrollo de la división del trabajo.
La división del trabajo ocupa en el tratamiento clásico del intercambio una posi-
análoga a la que ocupa la maximización de la utilidad en la teoría neoclásica.
lép1reS<mta la participación del individuo en una realidad social más amplia. Y, de la
fonna en que las tasas de intercambio entre maximizadores de la utilidad indi-
dependen de sus preferencias y capacidades, las tasas de intercambio derivadas
división social del trabajo dependen de atributos de la estructura de la produc-
en su conjunto. La integración de los precios en una estructura de producción en
en,focJUe clásico se ha interpretado de dos formas diferentes pero relacionadas: la
del valor trabajo y la teoría de los precios de producción.
Smith, Ricardo y Marx establecieron una relación directa entre la división deltra-
el precio, argumentando que los precios dependen de las cantidades relativas
,de tra1baj"josocial utilizadas en la producción de mercancías4 • La reproducción de los
componen el producto social se considera como un conjunto de «procesos
____"_ (Marx, 1967a: cap. 7) relacionados a través de inputs y outputs. La suma de
trabajos de los individuos proporciona a la sociedad sus recursos productivos. La
de trabajos debe asignarse a los diferentes procesos que producen los bienes nece-

Para una discusión más completa de la teoría del valor trabajo, ver Meek (1973)
[Nota de los editores] Para vísuali1.ar más claramente las posibles interpretaciones de la teoría del valor
clásica puede ser de utilidad el siguiente esquema sobre la percepción de la teoría del valor deAdam Smith
Ysus futuras implicaciones teóricas, tomado de: Cameron, Cole C.; Edwards, C. Why economists disa-
gree: The political economy of economics. Londres: Logman, 983:38.
Teoría de la preferencia subjetiva
-----------(Caps. 3y 4)

<
Teorías del valor _
asadas en el trabajo
Smith Teoría del coste de producción
(Caps. 6 y?)
David Ricardo<
1
eoría del vn!or·tmbajo ---,(Cap. 5)
Teoría de! trabajo abstracta
(Caps. 8 y 9)
!54 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

sarios como inputs para la reproducción social. Este marco clásico nos lleva a visuali-
zar un solo depósito de trabajo social, dividido entre tareas particulares y vuelto a reu-
nir por el intercambio. Las proporciones definidas por las necesidades de la reproducción
social, tomadas en su conjunto, determinan las tasas de intercambio adecuadas. Estas
tasas aseguran que cada productor recibirá, de la venta de su output, un valor suficiente
para renovar sus medios de producción.[ ... ]

[... ] La teoría del valor trabajo proporciona un vínculo directo entre la división del
depósito del trabajo social y el intercambio de mercancías. Esta teoría, sin embargo,
encuentra varias dificultades analíticas, que han convencido a los economistas moder-
nos inscritos en la tradición clásica de la necesidad de construir una base materialista
para el intercambio utilizando un punto de partida diferente, aunque presente también
en las teorías clásicas: el precio de la producción. Estos autores, en lugar de radicar el
precio en la división de un depósito de trabajo social, lo radican en la especificación
técnica de una estructura de producción 5• [ .•. ]

[ ... ]

[... ]cuando la sociedad produce un excedente, los costes de producción (inclu-


yendo el salario de subsistencia) no pueden determinar completamente los precios. El
margen entre el precio y el coste es el excedente medido en valor y asignado al pro~
ductor como su beneficio o renta. Para decirlo de otra forma, los precios de las mer-
cancías dependen tanto de su coste (empleo de otras mercancías e inputs) como del
beneficio que resulta para su productor, nonnalmente en relación a los costes. El pre-
cio de una mercancía es igual a la suma de sus costes de producción y al excedente
que resulta para el productor como beneficio.
Esta conclusión tiene una interpretación sorprendente. Los precios de mercado,
conectados a las instituciones sociales de propiedad y contrato, expresan una realidad
más profunda que comparten con las fonnas de asignación y distribución no de mercado.
Según la visión clásica, todas las sociedades deben reproducirse reproduciendo la sub~
sistencia de sus trabajadores, y deben también distribuir su excedente de acuerdo con
los requerimientos de sus instituciones sociales particulares. Lo que varía en cada socie-
dad es la forma que adoptan estos procesos. El mercado es uno entre muchos meca-
nismos sociales para satisfacer una necesidad material de la vida. Esto significa que
lo económico (entendido como el abastecimiento material) existe, exista o no el mer-
cado, y por lo tanto, aunque nuestras actividades económicas se produzcan en una esfe-
ra separada a la que podemos llamar o no economía.

3. LA DISTRI8UC!ÓN DE LA RENTA

La versión de la teoría clásica del valor trazada brevemente en los párrafos anteriores
mantiene el supuesto clásico que el nivel de Jos salarios depende de la especificación
de los bienes que comprende el nivel de subsistenci~. Bajo este supuesto, la magnitud

5. Sraffa (1960) ha analizado la relación entre el precio y la estructura técnica de la producción; ver tam-
bién Walsh y Gram (1980).
EL ENFOQUE CLÁSICO 155

del excedente depende de la tecnología, que determina la productividad del trabajo, y


del importe de la subsistencia. El excedente es un tipo de residuo, el importe que queda
una vez se han cubierto los costes de producción. Este excedente es, entonces, el fondo
del cual sale el beneficio y la inversión.
La idea de que los salarios se determinan de esta forma ha perdido credibilidad
desde la publicación de los grandes textos de los economistas clásicos en el siglo XVIII
y principios del XIX. Los teóricos modernos han modificado este elemento de la teoría y,
al hacerlo, han llegado a una conclusión sorprendente.
Si tratamos el salario como una variable y no como una magnitud fija, esto signi-
fica que el sistema de mercado contiene un elemento de indeterminación. La variabi-
lidad del salario implica la variabilidad del excedente y, por consiguiente, del beneficio
para una estructura productiva dada. Así, dada la productividad del trabajo y la divi-
sión social del trabajo, la distribución del producto entre el trabajo y los propietarios del
Capital aún está por determinar.
Sería posible, entonces, considerar la distribución de la renta como el resultado de
una lucha entre solicitantes que compiten por ella y no como algo que forma parte de
la estructura de reproducción misma, tal como planteó originalmente el modelo clási-
Co. Esta estructura establece límites a la distribución marcados, por un lado, por el
nivel de beneficio o excedente si el salario fuera cero, y, por el otro, por el nivel del
salario real si el excedente fuera igual a cero. Pero entre estos niVeles, las condiciones
de reproducción no fijan la distribución de la renta.
La siguiente etapa es identificar a quienes compiten por la renta como clases socia-
definidas por su relación con los medios de producción. Hacer esto encaja bien en
el espíritu del enfoque clásico. Entonces, la distribución de la renta se convierte en una
materia de lucha entre clqses sociales por el producto del trabajo.
La atención a esta lucha lleva a la economía política a un terreno diferente al des-
tacado en la primera sección de este capítulo. Allí, la representación de la economía
política en el sentido clásico se refería al estudio de la capacidad de la economía de
automantenerse ..Lo económico nos lleva a una realidad institucional, el mercado; lo
político nos lleva al Estado, también una realidad institucional. La economía política se
centra en la lógica de la relación entre estas dos instituciones. El tema de la separabi-
lidad es fundamentaL
Cuando pasamos al terreno de la lucha entre clases sociales por la distribución de
la renta, la idea de qué es la economía política cambia. Aquí lo económico no es pri-
meramente un ámbito, la economía; es el proceso de reproducción material de bienes
y de aprovisionamiento de necesidades. Lo político nos lleva primeramente no al Estado,
sino a la configuración de las clases sociales y las relaciones de clase. Maurice Dobb
(1936) puso un énfasis especial en esta interpretación de lo político en la economía
política clásica.
Evidentemente, se puede plantear una cuestión sobre en qué sentido la interrela-
ción de clases puede ser la dimensión política. De hecho, en las aportaciones más
recientes de aquellos influidos por el modelo clásico, el elemento explícitamente polí-
tico raramente aparece de manera sistemática. El tema se deja colgado.
En muchos casos, la identificación de lo político con las relaciones de clase es más
una alusión a un debate que un debate en sí. En el capítulo 3, sobre el enfoque mar-
xiano, veremos cómo puede desarrollarse este debate. De hecho, el problema plantea-
!56 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

do aquí no puede sino guiarnos hacia la teoría marxiana como heredera de la clásica.
De momento, sólo plantearemos el tema e identificaremos sus raíces clásicas: el senti-
do en que depende de la teoría clásica y el momento en el que va más allá de esa teoría.
Es sorprendente que los economistas más próximos a la escuela clásica en su marco
analítico, utilicen este marco para apoyar un enfoque de la economía política muy dife-
rente al de los economistas clásicos. Este fue el método de Marx. Él examinó el marco
analítico de la economía política clásica y lo utilizó para llegar a conclusiones radica-
les, implícitas seguramente en ese marco, pero muy alejadas de las intenciones y del
espíritu de los economistas clásicos.
Para nosotros, una de las dimensiones del cambio tiene una importancia especial.
Los economistas clásicos utilizaron su marco para defender la separatividad de la ecoM
nomía. Los economistas modernos influenciados por ese marco analítiCo lo utilizan
tan frecuentemente para minar esta separación como para apoyarla. En sus trabajos, la
dimensión política identificada con la distribución de clase de la renta forma parte del
propio mecanismo de mercado.
Tal como hemos visto, la magnitud y distribución del excedente está relacionada con
la determinación de los precios de las mercancías. Cuando esta magnitud y distribu-
ción dependen de la lucha entre grupos sociales, la economía no está lógicamente sepa..,
,rada del sistema político. Por lo tanto, hay mucho en juego en la afirmación de que la
'distribución de la renta depende del conflicto de clases y que la lucha de clases es un
proceso político y no económico.
En consecuencia, el pensamiento moderno tiende a invertir la dirección del movi-
miento asociado a los economistas clásicos. Donde los economistas clásicos "'"·-·"'.
a lo económico a un nivel preeminente, algunos economistas modernos han utilizado
el marco clásico para erosionar la separación de la economía y elevar la lucha política
a la preeminencia en el ámbito económico.
Hay que mencionar que esto sólo es así para un grupo de economistas clásic•os}
modernos. Otros utilizan el enfoque clásico del valor y la distribución sin tratar el pro'
blema de la distribución entre clases como parle de la lucha, patente o abiertamente
política (ver Robinson, 1962). El enfoque clásico también se ha fundido con ne•cenr"
ciones keynesianas para producir una teoría moderna con un toque clásico no
da a la politización de la economía.
Muchos caminos salen de la economía política clásica. Los principales que
diaremos seguidamente son el marxiano, el neoclásico y el keynesiano. Cada uno
los problemas de la separabilidad de la economía de forma diferente, y despliega nocio-
nes diferentes de lo económico y de lo político, combinándolos de fonnas que llevan
a diferentes enfoques de la economía política.

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CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA 159-177

Las preconcepciones de los economistas clásicos'


Thorstein Veblen

La historia recoge instancias más frecuentes y más espectaculares del triunfo de las
instituciones imbéciles sobre la vida y la cultura que de las de los pueblos que, por
fuerza del instinto, se han salvado a sí mismos de una situación desesperada frente a
instituciones precarias, tales como, por ejemplo, las que enfrentan ahora a los pue-
blos de la Cristiandad. (Ve bien, The lnstinct ofworkmanship and the state of the
industrial arts, 1914)

lcliJiac.ión animista de Adam Smith se afinna de forma más clara y efectiva en la


general y en el objetivo de su discusión que en los de!alles de la teoría. <<La
riqueza de las naciones de Adam Smith es, de hecho, en la medida en que
única finalidad, una reivindicación de la ley inconsciente presente en las dis-
acc;ioJoes de los hombres cuando estas acciones están dirigidas por un fuerte moti-
1 Tanto en La teoría de los sentimientos morales como en La riqueza de
hay muchos pasajes que demuestran su inalterable convicción de que exis-
ten<dencia saludable en el curso natural de las cosas, y el tono optimista que le
cuando habla en favor de la libertad natural no es sino una expresión de
opnvicción. Un recurso extremo a esta base animista se halla en su alegato en favor
""'"n.au de inversión2 .
la proposición que afinna que los hombres «están guiados por una mano invi-
Smith no recurre a una providencia entrometida que quiere corregir los asuntos
· cuando éstos se hallan en peligro de torcerse. Concibe al Creador como sien-
uycorneclidcJ en materia de interferencia en el curso natural de las cosas. El Creador
~'!:~~~~~:~d~ el orden natural para servir los fines del bienestar humano; y ha adapta-
las causas eficientes comprendidas en el orden natural, incluyendo los obje-
los motivos humanos, a este trabajo que tienen que efectuar. La guía de la mano

Publicado en: Veblen, Thorstein. «Tl1e preconceptions of the classical economists)}, En: Lcrner, Max
(ed.). The po11able Veblen. Nueva York: Viking Press, 1948, p. 241-274. Traducción: Bcatriu Kmyenbühl.
Bonar, Philosohy and Political Economy, p. 177, 178.
«Todo individuo se esfuerza continuamente por encontrar la utilización más ventajosa de todo capital
que pueda disponer. Es su propio beneficio y no el de la sociedad el que tiene presente. Pero el estu-
dio de su beneficio le lleva, naturalmente, o más bien necesariamente, a preferir aquel uso que resulte
más beneficioso para la sociedad[ ... ]. Al dirigir este esfuerzo de tal manera que su producto tenga un
valor máximo, intenta únicamente su propia ganancia. Y en esto está dirigido, como en muchos otros
, "casos, por una mano invisible para favorecer un fin que no formaba parte de su intención. Ni tampoco
resulta ser siempre lo peor para la sociedad que no sea parte de ello. Al perseguir su propio interés, fre-
cuentemente favorece el de la sociedad de modo más efectivo que cuando realmente se propone hacer-
lo» La riqueza de las naciones, Libro IV, cap. 2.
!60 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

invisible tiene lugar, no por vía de interposición, sino a través de un amplio plan de ele-
mentos diseñados para ello desde su origen. A efectos de la teoría económica, se concibe
que el hombre es consistenternente egoísta; pero este hombre económico es parte del
mecanismo de la naturaleza y su actividad egoísta no es sino una manera a través de la
cual, en el curso natural de las cosas, se logra el bienestar general. El plan en su con-
junto está guiado por la finalidad a alcanzar, pero la secuencia de acontecimientos a tra-
vés de las cuales se alcanza el objetivo es una secuencia causal que no se ve interrumpida
de forma episódica. El trabajo benévolo de guía se efectuó creando primero un inge-
nioso mecanismo de fuerzas y motivos capaz de conseguir un resultado programado, y
no queda nada más que la fuerza permanente de una tendencia establecida para forzar el
propósito divino mediante el curso natural de las cosas.
La secuencia de acontecimientos, incluyendo los motivos humanos y la conducta
humana, es una secuencia causal; pero es también algo más o, más bien, existe tam~
bién otro factor de continuidad además del de la pura causa y efecto, presentes inclu~
so en el proceso gradual por el cual el curso natural de las cosas alcanza su fin último.
La presencia de este elemento, casi espiritual o no causal, resulta evidente a partir de
dos (presuntos) hechos. l) El curso de las cosas puede verse desviado de la línea direc-
ta de logro del bienestar humano que constituye su fin legítimo. La tendencia natural
de las cosas puede ser dominada por una coyuntura adversa de causas. Existe una dis-
tinción, a menudo penosamente real y continua,¡ entre el curso legítimo de las cosas y
el observado. Si por «natural», según la utilización del término por Adam Smith, se
entendiese necesario en el sentido de casualmente determinado, entonces no sería posi-
ble ninguna divergencia de los acontecimientos del curso natural o legítimo de la cosas.
Si el mecanismo de la naturaleza, incluyendo al ser humano, fuese un dispositivo mecá-
nicamente diseñado para alcanzar el propósito del gran artífice, entonces no podrían
existir estos episodios de alejamiento torpe y contumaz del camino directo que Adam
Smith halla en casi todos los órdenes existentes. Los hechos institucionales serían pues
«naturales» 3• 2) Si las cosas resultan mal, se corregirán por sí mismas si cesa la inter-
ferencia con el curso natural; en cambio, en el caso de que se trate simplemente de una
secuencia causal, la mera suspensión de la interferencia no dejará el resultado igual
que si no hubiese tenido lugar interferencia alguna. Este poder de recuperarse de la
naturaleza tiene un carácter extramecánico. La continuidad de la secuencia por la cual
prevalece el curso natural de las cosas no es, por lo tanto, de carácter de causa y efecM
to puesto que salva los intervalos y las interrupciones de la secuencia causal4• La uti-
lización de Adam Smith del ténnino <<real» en afmnaciones teóricas -como, por ejemplo,
«Valor real», «precio real)) 5- es una evidencia en este sentido. Normalmente, «natu-

3. La discrepancia entre la situación real, causa\mente determinada, y el logro de aquello deseado por la
divinidad constituye la base metafísica de toda la orientación de moralidad y política ilustrada que cons-
tituye una parte tan importante del trabajo de Adam Smith. Evidentemente, lo mismo es cierto para
todos los moralistas y reformadores que parten del supuesto de un orden providencial.
4. «Sin embargo, en el cuerpo político, la sabiduría de la naturaleza ha hecho afortunadamente una amplia
provisión pam remediar muchos de Jos efectos negativos de la locura y la injusticia del hombre; de la
misma manera en que lo ha hecho en el organismo natural,pam curar a aquellos de su pereza y falta de
modemcióm) lA riqueza de las naciones, Libro IV, cap. 9.
5. Por ejemplo, «la medida real del valor intercambiable de todos los productos», LLl riqueza de las nacio-
nes, Libro l, cap. 5, repetidamente en aspectos similares.
LAS PRECONCEPCIONES DE LOS ECONOMISTAS CLÁSICOS 161

ral» tiene el mismo significado que «real» a este respecto6• Tanto «natural» como «real})
se sitúan por contraste con presente; y, en la interpretación de Adam Smith, los dos tie-
nen una substancialidad distinta de, y superior a, los hechos. Esta visión implica una dis-
tinción entre realidad y hecho, que sobrevive bajo una forma debilitada en las teorías
de precios, salarios, beneficios y costes «normales>) de los sucesores de Adam Smith.
Esta inclinación animista parece impregnar la primera de sus dos obras monu-
mentales en un grado mayor que la segunda. En Sentimientos morales se recurre al
fundamento teleológico del orden natural más libremente y, de forma perceptible, con
mayor insistencia. Parece haber motivo para sostener que la preconcepción animista
se debilitó o por lo menos que pasó más bien a un segundo plano a medida que avan-
zaba su posterior trabajo de reflexion e investigación. El cambio se manifiesta tam~
bién en algunos detalles de su teoría económica, tal como la expuso por primera vez
en Lecturas y desarrolló más tarde de forma más completa en La riqueza de las nacio-
nes. Así, por ejemplo, en la primera presentación del tema, «la división del trabajo es
la causa inmediata de la opulencia»; y esta división del trabajo, que es la condición
principal del bienestar económico, «surge de una inclinación directa de la naturaleza
humana hacia el trueque entre unos y otros» 7• La «propensión» en cuestión se presen~
ta como un don natural otorgado al hombre con miras al bienestar de la sociedad huma~
na y no se intenta ofrecer ninguna otra explicación sobre cómo el hombre la posee.
No se ofrece ninguna explicación causal de su presencia o su naturaleza. Pero la sec-
correspondiente en La riqueza de las naciones trata la cuestión de forma más pro-
Se podrían comparar otros pasajes paralelos 'con los mismos resultados. La
invisible se ha alejado del alcance de la visión humana.
Sin embargo, estas y otras expresiones derivadas de un sincero optimismo no debie-
ser consideradas quizás como características integrales de la teoría económica de
Smith, o que hayan afectado seriamente la naturaleza de su trabajo como eco-
i!'<lrnista Son expresiones de sus opiniones filosóficas y teológicas generales que resol-
significativas para nuestros propósitos, sobre todo en tanto que evidencias de una
inc:lirmción animista y optimista. Contribuyen a mostrar cuál es el concepto de finali-
de Adam Smith -la base en la que convergen todas sus reflexiones sobre los asun-
humanos-; pero no muestra en grado significativo alguno la predisposición
, !eleológica que guía la formulación en detalle de su teoría económica.

Por ejemplo, Libro 1, cap. 7: «Cuando el precio de cualquier mercancía no es ni más ni menos que lo
necesario para pagar la renta de la tierra, los salarios del trabajo y los beneficios del capital empleado
en producirla, prepararla y ponerla en el mercado, de acuerdo con sus tas:L~ naturales, la mercancía se
vende al precio que se podóa llamar su precio naturah). «El precio real al cual todo producto se vende
normalmente se llama precio de mercado. Puede estnr por encima o por debajo o puede ser exacta-
mente el mismo que su precio natural».
Lectures, de Adam Smilh (Ed. Cnnnan, 1896), p. 169.
«Esta división del trabajo, de la cual se derivan tantos beneficios, originariamente no es el efecto de la
sabiduría humana que prevé y se propone la opulencia general a la cual da lugar. Es la consecuencia
necesaria, aunque muy lenta y gradual, de una cierta propensión de la naturaleza humana que no tiene
en consideración ninguna utilidad tan amplia como ésta -la propensión a cambiar, trocar e intercam-
biar una cosa por otra-. Si tal propensión es uno de aquellos principios originarios de la naturaleza
humana de los cuales no se puede proporcionar ninguna explicación adicional, o si, como parece más
probable, es la consecuencia necesaria de las facultades de la razón y el lenguaje, no corresponde a
nuestro tema actual investigarlo». La riqueza de las Ilaciones, Libro 1, cap. 2.
162 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

El impacto de la predisposición teleológica se puede observar mejor en el trato


más detallado que Smith da a los fenómenos económicos -en su discusión de lo que
se podría llamar de forma imprecisa las instituciones económicas- y en los criterios
y principios de procedimiento mediante los cuales se guía para incorporar estas carac-
terísticas de la vida económica a la estructura general de su teoría. Un ejemplo acer-
tado, aunque quizás no el más evidente, lo proporciona la discusión sobre el «precio
real y nominal>~ y sobre el «precio natural y el de mercado>> de los productos, a los
cuales nos referíamos antes 9• El precio «real» de los productos es su valor en térmi-
nos de vida humana. En este punto Smith difiere de los fisiócratas, para los cuales
las condiciones últimas de valor se desprenden de la sustancia humana, considerada
como un producto del funcionamiento de la naturaleza; hallándose la causa de la dife-
rencia en el hecho de que los fisiócratas concebían que el orden natural que conduce
al bienestar material del ser humano abarca sólo el entorno no humano, mientras que
Adam Smith incluye al hombre dentro de este concepto del orden natural e incluso,
lo convierte en la figura central del proceso de producción. Según los fisiócratas, la
producción es obra de la naturaleza; según Adam Smith, se trata de la obra del hom-
bre y la naturaleza, con el hombre en el primer plano. Por lo tanto, para Adam Smith
el trabajo es la condición última de valorizacion. Este valor «real» de los productos
es el valor imputado a éstos por el economista bajo la presión de su preconcepción
1
teleológica. Tiene poco lugar, si tiene alguno, en los acontecimientos económicos y
no influye en los asuntos humanos, aparte de la influencia sentimental que tal pre-
concepción a favor de un «valor real» de las cosas pueda ejercer sobre las nociones
de los seres humanos sobre cuál es la dirección buena y equitativa que deben seguir
en sus transacciones. Resulta imposible medir este valor real de las mercancías; no
se puede medir o expresar en términos concretos. Y, sin embargo, si el trabajo se
intercambia por una cantidad diversa de bienes, «es el valor de éstos el que varía, no
el del trabajo que los adquiere» 10 • Los valores que en la práctica asignan los hom-
bres a las mercancías se conciben como siendo determinados sin considerar el valor
real que Adam Smith imputa a los bienes; pero, en todo esto, el hecho substancial
respecto a estos valores de mercado es su presunta aproximación a los valores rea-
les teleológicamente imputados a los bienes guiados por leyes naturales inviolables.
El valor real, o natural, de los artículos no guarda una relación causal con el valor por
el cual se intercambian. La discusión sobre de qué manera se determinan Jos valores
en la práctica versa sobre los motivos de los compradores y vendedores, y la ventaja rela-
tiva de la que disfrutan las partes en la transacción 11 • Se trata de una discusión sobre
un proceso de valoración que guarda bastante poca relación con el precio «real», o
«naturah>, de las cosas, así como con los fundamentos a partir de los cuales se man-
tiene que las cosas se expresan por su precio real o natural; y, sin embargo, cuando el
complejo proceso de valoración se ha completado en términos de motivos humanos
y exigencias del mercado, Adam Smith siente que solamente ha despejado el terreno.
Se vuelve entonces al importante tema de justificar teóricamente el valor y el precio,

9. La riqueza de las naciones, Libro I, capítulos 5-7.


lO. La riqueza de las naciones, Libro I, cap. 5.
11. Como, por ejemplo, la discusión completa sobre la determinación de sa\años, beneficios y rentas en el
Libro I, capítulos 8-ll.
LAS PRECONCEPCIONES DE LOS ECONOMISTAS CLÁSICOS !63

y en hacer que los hechos observados se articulen con su teoría teleológica de la vida
económica 12 •
La utilizacion de las palabras «Ordinario» y «medio» a este respecto no debe tomar-
se demasiado rigurosamente. El contexto deja claro que la igualdad que frecuente-
mente subsiste entre las tarifas ordinarias o medias y las tarifas naturales es una cuestión
de coincidencia, no de identidad. No sólo hay desviaciones temporales, sino que puede
existir una divergencia pennanente entre el precio ordinario y el precio natural de un pro-
ducto; tal como sucede en el caso de un monopolio o de un producto agrícola cultiva-
do en circunstancias peculiares de suelo o de clima 13•
El precio natural coincide con el precio que la competencia establece, ya que la com-
petencia significa el juego libre de obstáculos y trabas de aquellas fuerzas eficientes a
través de las cuales el mecanismo finamente ajustado de la naturaleza completa el dise-
ño para el que se ideó. El precio natural se alcanza a través de la libre interacción de los
factores de producción y es en sí mismo un resultado de la producción. La naturaleza,
incluyendo el factor humano, actúa para fabricar los bienes; y el valor natural de los
bienes es su valoración desde el punto de vista de este proceso productivo de la natura-
leza. El valor natural es una categoóa de la producción; mientras que, de forma notoria,
el valor de cambio o el precio del mercado es una categoóa de la distribución. Y el trato
teórico queAdam Smith da al precio del mercado tiene como objetivo mostrar como los
deseos y las necesidades humanas que operan en el mercado producen un resultado en con-
sonancia con las leyes naturales que se concibe que rigen la producción.
El precio natural es un resultado compuesto por la mezcla de las tres «partes que
componen el precio de los productos» -los salarios naturales del trabajador, los bene-
ficios naturales del capital y la renta de la tierra-; y cada uno de estos tres compo-
nentes es a su vez la medida del efecto productivo del factor al cual pertenece. La
discusión complementaria sobre la participacion en la distribución intenta explicar
los hechos de la distribución sobre la base de la productividad de los factores que se
considera comparten el producto entre ellos. Es decir, la preconcepción de Adam
Smith de un proceso productivo natural como la base de su teoóa económica domina
sus objetivos y su procedimiento cuando trata los fenómenos que no se pueden expli-
car en términos de producción. La secuencia causal del proceso de distribución, según
el propio Adam Smith muestra, no guarda relación con la secuencia causal del pro-
ceso de producción; pero, puesto que este último es el hecho substancial, tal como se
considera desde el punto de vista del orden natural teleológico, se debe explicar el

12. «Existe en toda sociedad o vecindario una tasa normal o media tanto en Jos salarios como en ios bene-
ficios en cada uso distinto del trabajo y del capital. Esta tasa se regula de fonna natural,[ ... ] en parte por
las circunstancias genemles de la sociedad[... ]. Del mismo modo existe en toda sociedad o vecindario
una tasa de renta normal o media, que también está regulada[ ... ]. Estas tasas ordinarias o medias pue-
den llamarse tasas naturales de salarios, beneficio y rentas, en el tiempo y lugar en que comúnmente
imperan. Cuando el precio de una mercancía cualquiera no es ni más ni menos que lo suficiente para pagar
la renta de la tierra, los salarios del trabajo y los beneficios del capital empleado en producirla, prepa-
rarla y traerla al mercado, conforme a sus tarifas naturales, el producto se vende por Jo que se puede
llamar su precio natural.» La riqueza de las naciones, Libro l, cap. 7.
13. «Tales mercancías pueden seguir vendiéndose durante siglos enteros a este alto precio; y aquella parte
de éste que se convierte en la renta de la tierra es, en este caso, la parte que se paga generalmente por
encima de su tasa natural.» Libro I, cap. 7.
164 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

primero en términos del último, antes de que el sentido de la substancialidad, o «rea-


lidad» en Adam Smith, se haya satisfecho. Algo similar se puede observar, evidente-
mente, en los fisiócratas y en Cantillon. Equivale a una ampliación de la preconcepción
de los derechos naturales a la teoría económica. La discusión de Adam Smith sobre
la distribución como una función de la productividad puede seguirse en detalle a tra-
vés de su tratamiento de los salarios, beneficios y rentas; pero puesto que el objetivo
aquí es sólo llevar a cabo una breve caracterización, y no una exposición, no conti-
nuaremos en este punto.
Sin embargo, vale la pena apuntar otra línea de influencia junto al predominio de
la preconcepción teleológica en Adam Smith. Se trata de la normalización de datos,
con objeto de ponerlos en consonancia con su aproximación al supuesto fin natural de
la vida económica y el desarrollo. El resultado de esta nonmalización de los datos es, por
un lado, la utilización de lo que James Steuart llama «historia conyuntural» al tratar
de las etapas anteriores de la vida económica y, por el otro, una exposición de fenó-
menos actuales, más en términos de lo que legítimamente debería suceder según los
objetivos de la vida dados por Dios, que en términos de observación no manipulada.
Se tienen en cuenta los hechos (supuestos u observados) ostensiblemente en términos
de secuencia causal, pero la secuencia causal imputada se construye para seguir la línea
de la legitimidad teleológica.
Un ejemplo conocido de esta «historia conyunturah>, en forma alta y eficazmente
normalizada, es la explicación de «aquel estado de la sociedad temprano y rudo que
precedió tanto a la acumulación de capital como a la apropiación de la tierra)) 4• Resulta
innecesario observar hoy que este «estado temprano y rudo» en el cual «el producto
total del trabajo pertenece al trabajador» es en conjunto un producto de la imagina-
ción. Toda la narración, desde el origen hacia adelante, no es sólo hipotética sino que
es una mera presentación esquemática de lo que hubiera debido ser el desarrollo en el
pasado para llegar a la situación económica ideal que respondería perfectamente a la pre-
concepción de Adam Smith 15 • Cuando la narrativa se acerca a los hechos recientes
conocidos, la normalización de los datos se vuelve más difícil y recibe una atención
más detallada; pero el cambio en el método es más un cambio de grado que un cambio
de naturaleza. En el «estado temprano y rudo»,la coincidencia del curso {<natural» y real
de los acontecimientos es inmediata y directa, ya que no existen datos contrarios dis-
ponibles; pero en las etapas posteriores y en la situación presente, que abunda en hechos
contrarios, la coordinación resulta difícil y la coincidencia sólo puede mostrarse median-
te una abstracción libre a partir de fenómenos que son irrelevantes para la tendencia
teleológica y mediante una laboriosa interpretación del resto. Los hechos de la vida
moderna son intrincados y se prestan a su expresión en los términos de la teoría sólo des-
pués de haber sido sometidos a una «crítica más severa».
El capítulo «Del origen y uso del dinero» 16 es una explicación elegantemente nor-
malizada del origen y la naturaleza de una institución económica, y la discusión de

14. Ln riqueza de las naciones, Libro I, cap. 6; también cap. 8.


15. Para un ejemplo de cómo aparecen estas fases tempranas del desarrollo industrial cuando no son per-
cibidas a la luz de la preconcepción de Adam Smith, ver, entre otros, Bücher, Entstehung der
WJU..:wirtsclwft.
16. Libro 1, cap. IV.
LAS PRECONCEPCIONES DE LOS ECONOMISTAS CLÁSICOS 165

Adam Smith sobre el dinero se desarrolla en las mismas líneas. El origen del dinero
se formula en términos del objetivo para el cual el dinero podría servir legítimamente
en una comunidad que Adam Smith consideraba justa y buena, y no en términos de
motivos y exigencias que han resultado en la utilización del dinero y en la gradual apa-
rición del método existente de pagos y cuentas. El dinero es «la gran rueda de la cir-
culación» que efectúa la transferencia de bienes en los procesos de producción y en la
distribución de los bienes acabados a los consumidores. Se trata más de un órgano del
bienestar común que de un recurso de contabilidad y un depósito convencional de
riqueza.
Quizá resulte superfluo observar que para el «hombre sencillo)) que no se preocu-
pa por el «curso natural de las cosaS>> en una Geldwirtschaft consumada, el dinero que
pasa por sus manos no es una «gran rueda de la circulación». Para el samoyedo*, por
ejemplo, el reno que le sirve como unidad de valor es riqueza en la forma más con-
creta y tangible posible. Lo mismo ocurre en gran parte con la moneda o incluso con los
billetes de banco de acuerdo con la percepción actual de la gente sencilla. Y, sin embar-
go, será en términos de los hábitos y las condiciones de vida de estas ~<personas sencillas>>
en los que se deberá explicar el desarrollo del dinero si se va a presentar en términos de
causa y efecto.
Los pocos y dispersos pasajes ya citados pueden servir para ilustrar de qué forma
la inclinación animista o teleológica de Adam Smith configura la estructura general de
su teor(a y le da su consistencia. El principio de formulación definitiva del conoci-
miento económico de Adam Smith lo proporciona un objetivo que no entra en abso-
luto de forma causal en el proceso de la vida económica que él intenta conocer. Este
objetivo o finalidad formativa o normativa no se concibe libremente como tomando
parte en calidad de agente eficiente en los acontecimientos discutidos o que está de
alguna manera presente de forma consciente en el proceso. Apenas se le puede consi-
derar como un agente animista que toma parte en el proceso. Aprueba el curso de las
cosas y da legitimidad y substancia a la secuencia de acontecimientos en la medida en
que esta secuencia se pueda ajustar a los requisitos del fin atribuido. Por lo tanto, sólo
tiene una fuerza ceremonial o simbólica y confiere a la discusión una capacidad cere-
monial; incluso los economistas que han estado bastante de acuerdo con Adam Smith
en lo que respecta al fin legítimo de la vida económica han aceptado esta consistencia
ceremonial, o consistencia de jure, a muchos efectos como la formulación de una con-
tinuidad causal en los fenómenos que ha sido interpretada en sus términos. Las elucu-
braciones respecto a lo que debería ocurrir normalmente, como un tema de necesidad
ceremonial, han llegado a ser consideradas como una explicación de cuestiones de
hecho.
Pero tal como ya se ha destacado, en la exposición de la teoría de Adam Smith hay
mucho más que una formulación de lo que debería ser. Una gran parte del progreso
que éste consiguió sobre sus predecesores consiste en un examen más amplio y con-
cienzudo de los hechos y en una búsqueda más consistente de la continuidad causal
de los hechos tratados. Sin duda alguna, su superioridad respecto a los fisiócratas, aque-
lla característica de su trabajo en virtud de la cual los substituyó en el desarrollo de la
ciencia económica, se halla en cierta medida en su recurso a un concepto de normali-

' Ciudadano de Samoya como ejemplo de sociedad primitiva [nota de Jos editores).
166 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

dad diferente, más moderna -un concepto más en consonancia con el conjunto de pre-
concepciones más en voga en las generaciones posteriores-. Es un cambio del punto de
vista a partir del cual se tratan los hechos; pero en gran medida consiste en una subs-
titución del viejo sistema de preconcepciones por uno nuevo, o en una nueva adapta-
ción del antiguo concepto de finalidad, más que en una eliminación de toda norma de
valuación metafísica o animista. En Adam Smith, como sucede en los fisiócratas, la
cuestión fundamental, la respuesta a la cual proporciona el punto de partida y la norma
de procedimiento, es una cuestión de substancialidad o de «realidad» económica. Con
ambas, la respuesta a esta pregunta se da ingenuamente, como un resultado de senti-
do común. Ninguna de las dos se ve dificultada por dudas respecto a este resultado del
sentido común o por necesidad alguna de examinarlo. Para los fisiócratas, esta base
substancial de la realidad económica es el proceso nutritivo de la naturaleza. Para Adam
Smith, lo es el trabajo. Su realidad presenta la ventaja de ser el resultado del sentido
común de una comunidad más moderna, de una que se ha mantenido en vigor más
generalmente y en mayor consonancia con los hechos de la industria moderna. Los
fisiócratas deben su preconcepción de la productividad de la naturaleza a los hábitos
de pensamiento de una comunidad en cuya vida económica el fenómeno predominan-
te era el propietario de la tierra agrícola. Adarn Smith debe su preconcepción a favor del
trabajo a una comunidad en la coalla caracter\stica económica prominente del pasa-
do inmediato era la artesanía y la agricultura, siendo el comercio un fenómeno apenas
secundario.
En la medida en que las teorías económicas de Adam Smith son una búsqueda de
la secuencia causal de los fenómenos económicos, se elaboran en los términos pro-
porcionados por éstas dos direcciones principales de la actividad humana -el esfuer-
zo humano dirigido a la configuración de los medios de vida materiales, y el esfuerzo
y los deseos humanos dirigidos a una ganancia pecuniaria-. La primera es la gran fuer-
za productiva substancial; la segunda no es inmediatamente o aproximadamente pro-
ductiva17. Adam Smith todavía tiene un sentido demasiado vivo del objetivo nutritivo
del orden de la naturaleza para poder ampliar libremente el concepto de la productivi-
dad a toda actividad que no produzca un aumento importante de las comodidades mate-
riales. Su apreciación instintiva de la virtud substancial de cualquier cosa que favorezca
la nutrición de forma eficaz le lleva incluso a la concesión que «en la agricultura, la
naturaleza trabaja junto con el hombre», a pesar de que la tendencia general de su argu-
mento es que la fuerza productiva con la cual el economista siempre debe contar es el
trabajo humano. Esta substancialidad reconocida del trabajo como productivo expli-
ca, como ya se ha observado, su esfuerzo por reducir a términos de trabajo productivo
una categoría de distribución como el valor de cambio.
Con una ligera cualificación solamente se puede sostener que, en la secuencia cau-
sal que Adam Smith persigue en sus teorías económicas propiamente dichas (conteni-
das en los tres primeros libros de La riqueza de las naciones), el factor causalmente
eficiente es la naturaleza humana en estas dos relaciones -la de la eficiencia producti-
va y la de la ganancia pecuniaria a través del intercambio-. La ganancia pecuniaria
-ganancia en los medios materiales de vida a través del trueque- proporciona la moti-
vación a la actividad económica del individuo, aunque la eficiencia productiva es el

17. Ver Ln riqueza de las naciones, Libro II, cap. 5, I<Üf the Different Employment of Capitals».
LAS PRECONCEPCIONES DE LOS ECONOMISTAS CLÁSICOS 167

fin legítimo y normal de la vida económica de la comunidad. Este concepto del hom-
bre que busca sus fines a través del «trueque, cambio e intercambio» impregna hasta tal
punto el tratamiento de Adam Smith respecto a los procesos económicos que incluso
explica la producción en dichos términos y dice que el «trabajo fue el primer precio, el
dinero para comprar primitivo con el que se pagaban todas las cosas» 18 • La naturaleza
humana dedicada a este tráfico pecuniario es considerada en términos en cierto modo
hedonistas, y los motivos y movimientos de los hombres se normalizan para que enca-
jen en los requisitos de un orden natural concebido de modo hedonista. Los hombres son
en gran medida iguales en sus aptitudes y propensiones innatas 19 , y en la medida en
que la teoría económica necesita tener en cuenta estas aptitudes y propensiones, son
aptitudes para la producción de las «cosas necesarias y comodidades de la vida>> y pro-
pensiones para procurarse una proporción tan grande de estas comodidades como sea
posible.
La concepción de Adarn Smith de la naturaleza humana normal-es decir, del fac-
tor humano que participa causalrnente en el proceso que la teoría económica discute-
viene a ser en conjunto lo siguiente: los hombres ejercen su fuerza y habilidad en un pro~
ceso mecánico de producción y su habilidad pecuniaria en un proceso competitivo de
distribución con miras a la ganancia individual en los medios materiales de vida. Se
buscan estos medios materiales a fin de satisfacer los deseos naturales del hombre a
través de su consumo. Es cierto que otras muchas cosas forman parte de los esfuerzos
humanos en la lucha por la riqueza, tal como Adam Smith destaca; pero este consumo
comprende la serie legítima de incentivos, y una teoría que se preocupa por el curso
natural de las cosas tendría que tener en cuenta lo que no ocurre legítimamente en el
curso natural. En realidad, existen desviaciones «presentes» apreciables, aunque poco
«reales», de esta norma. Se trata de desviaciones espurias e insustanciales, y no for~
man parte estrictamente dé la teoría. Y, puesto que la naturaleza humana es sorpren-
dentemente uniforme, según la interpretación de Adam Smith, tanto los esfuerzos
empleados corno los resultados obtenidos pueden expresarse en términos cuantitati-
vos y tratados algebraicamente, con el resultado de que todo el conjunto de fenóme-
nos comprendidos dentro del apartado de consumo sólo deberían ser considerados
incidentalmente; y la teoría de la producción y distribución está completa cuando se
ha seguido la pista de los bienes o valores hasta su desaparición en manos de sus pro-
pietarios últimos. En conjunto, el efecto reflejo del consumo sobre la producción y la
distribución es únicamente cuantitativo.
La preconcepción de Adam Smith de un orden teleológico nonnal de procedimiento
en el curso natural afecta, por lo tanto, no sólo a aquellas características de la teoría en
que Smith se declara abiertamente preocupado por la construcción de un esquema nor-
mal del proceso económico. A través de su normalización del factor causal principal
que toma parte en el proceso, esta preconcepción afecta también a sus argumentos de

18. La riqueza de las naciones, Libro 1, cap. 5. Ver también el alegato favorable al libre comercio, Libro
IV, cap. 2: «Pero la renta anual de toda sociedad siempre es precisamente igual al valor intercambia-
ble del producto anual total de su industria o, más bien, es precisamente Jo mismo que aquel valor inter-
cambiable».
19. (<La diferencia de talentos naturales en distintos seres humanos es en realidad mucho menor de lo que
creemos.» LLl riqueza de las naciones. Libro l, cap. 2.
168 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

causa a efecto20 . Lo que hace que esta última característica sea merecedora de una aten-
ción particular es el hecho de que sus sucesores llevaron esta normalización más lejos.
e hicieron menos referencia a las excepciones atenuantes que Adam Smíth observaba.
La razón para esta normalización mayor y más consistente de la naturaleza huma-
na que nos proporciona al «hombre económico>) por obra de los sucesores de Adam
Smith se encuentra, en gran parte, en la filosofía utilitarista que llegó con fuerza y en
forma consumada alrededor de finales de siglo. Cierto mérito del trabajo de normali-
zación se debe también a la posterior substitución de la artesanía por la industria «capi-
talista» que llegó al mismo tiempo y en estrecha relación con las ideas utilitaristas.
Después de la época de Adam Smith, la economía cayó en manos profanas. Aparte
de Malthus que, de todos los grandes economistas, es el que se halla más cercano a
Adam Smith en estos aspectos metafísicos que guardan una relación directa con las
premisas de la ciencia económica, la generación siguiente no enfocó el tema desde el
punto de vista de un orden divinamente instituido; tampoco debatieron sobre los inte-
reses humanos con aquel espíritu amablemente optimista de sumisión propia del eco-
nomista que va a su trabajo con el miedo a Dios ante sus ojos. Incluso en Malthus, el
recurso al orden de la naturaleza aprobado por la divinidad es en cierto modo limitado
y moderado. Pero resulta significativo para la evolución posterior de la teoría económica
que, aunque se puede considerar realmente a Malthus corno el seguidor más auténti-
co de Adam Smith, fueron los utilitaristas no devotos los que se convirtieron en los
portavoces de la ciencia después de la época de Adam Smith.
No existe una ruptura importante entre Adam Smith y los utilitaristas, ni en los
detalles de la doctrina, ni en las conclusiones concretas a las que se llegó respecto a
cuestiones de política económica. En estos aspectos, verdaderamente se podría clasificar
a Adam Smith como un utilitarista moderado, especialmente en lo que concierne a su
trabajo en economía. Malthus tiene todavía un aire más utilitarista -tanto, que fre-
cuentemente se habla de él como de un utilitarista-. Esta opinión, expuesta de fonna con-
vincente por el Sr. Bonar' 1, está sin duda bien corroborada por un análisis detallado de
las doctrinas económicas de Malthus. Su inclinación humanitaria es evidente en toda su
obra, y su debilidad por las consideraciones de eficiencia constituye el gran defecto de
su trabajo científico. Pero, a pesar de todo ello y a fin de apreciar el cambio que inva-
dió la economía clásica con el avance del «benthamismo», es necesario observar que
el acuerdo en este tema entre Adam Smith y los discípulos de Bentham, y menos deci-

20. «M ir diesen philosphischen Ueberzeugunge11 trillmm Adam Smith an die Wélt der Enfalmmg heran,
tmd es ergiebt sich ihm die Ricllligkeit dcr Principen. Der Reiz. der Smith'schen Schriften bemhr z.um
grossen Teile darauf, dass Smith die Principie11 in so innige Verbindung mit dem Thatsiicblichen gebrachr.
Hie und da werden dann auclt die Principien, was durch diese Verbindu11g veranlasslwird, m1 ihren
Sptizen etwas abgeschliffen, ihre allz.uscharfe Auspriigung dadurch venniede11. Nichtsdestoweniger aber
bleiben sie slets die leitende11 den Gnmdgeda11ken.» («Con estas conce¡x:iones filosóficas, Ada m Smith
se aproxima al mundo de la experiencia, que le confinna lo bien fundado de los principios. El gran inte~
rés de los escritos de Smith se basa ante todo en el hecho de que ha mostrado que los principios están ínti~
mamente vinculados con los hechos. A veces, los propios principios se han tenido que limar un poco
para evitar expresiones demasiado bruscas. A pesar de todo, no se alejan jamás de las bases directri~
ces.))) Richard Zeyss, Adam Smith und der Eigennutz., Tubinga, .1889, p. 110.
21. Ver, por ejemplo, Malthus and his \York, especialmente el Libro III, así como el capítulo sobre Maltlws
en Philosophy and Political Eco11omy, Libro III, Modern Philosophy: Utifirarian Ecmwmics, cap. 1,
<<Malthus)).
LAS PRECONCEPClONES DE LOS ECONOMISTAS CLÁSICOS 169

didamente entre Malthus y éste último, consiste más en una coincidencia de conclu-
siones que en una identidad de preconcepciones 22•
En Adam Smith, la base fundamental de la realidad económica es el designio de
Dios, el orden teleológico; y sus generalizaciones utilitaristas, así como el carácter
hedonista de su hombre económico, no son sino métodos de operación de este orden
natural y no la base substancial y autolegitimadora. A pesar de las variaciones en la
metafísica de Malthus, casi se puede decir lo mismo de él. De los utilitaristas propia-
mente dicho se puede decir lo contrario, aunque aquí, de nuevo, no existe ni mucho
menos una consistencia absoluta. La base económica substancial es el placer y el dolor:
el orden teleológico (incluso el diseño de Dios, cuando se admite) es el método de su
operación.
Aquí puede resultar innecesario entrar en las implicaciones adicionales, psicoló~
gicas y éticas que esta preconcepción de los utilitaristas implica. Incluso lo ya plan-
teado puede parecer un esfuerzo excesivo para una distinción que no implica una
diferencia tangible. Pero una lectura de las doctrinas clásicas, con un poco de esta meta-
física de economía política en mente, mostrará cómo, y en gran parte porqué, los eco-
nomistas de la línea clásica posteriores divergieron de los principios de Adam Srnith
en los primeros años del siglo, hasta tal punto que ha sido necesario interpretar a Adam
Smith con cierta sutileza a fin de salvarlo de la herejía.
La economía post-Benham es sul¡stancialmente una teoría del valor. Ésta es en
conjunto la característica dominante &.1 cuerpo de sus doctrinas; el resto se deriva de,
o se ha adaptado a, esta disciplina central, La teoría del valor es extremadamente impor-
tante también en Adam Smith; pero la economía de Adam Smith es una teoría de la
producción y la distribución de los medios materiales de vida23 , En Adam Smith, el
valor se discute desde el punto de vista de la producción, En los utilitaristas, la pro-
. ducción se discute desde el punto de vista del valor. El primero hace del valor un resul-
tado del proceso de producción; lo¡; últimos hacen de la producción el resultado de un
proceso de valoración.
El punto de partida en Adam Sinith es el «poder productivo dellrabajo» 24 • En
Ricardo se trata de un problema pecunimio respecto a la distribución de la propiedad25;
pero los escritores clásicos son seguidores de Adam Smith y perfeccionan y corrigen los
resultados a los que éste llegó; por lo tanto, la diferencia de puntos de vista se hace
evidente en su divergencia de aquél y en la distinta distribución del énfasis, más que
en una nueva y antagónica orientación.

22. Aquí se considera a Ricardo como un utilit.·uis1.1 de la tendencia de Bentham, a pesar de que no se le
puede clasificar como un discípulo de Bentham. Su hedonismo no es sino la metafísica aceptada acri-
ticamente en el sentido común de su tiempo, y su coincidencia substancial con Benthum viene a mos-
trar cuán bien difundida estaba en aquella época la preconcepción hedonista.
23. Su trabajo es una investigación en «la naturale7..a y las causas de la riqueza de las nacionesn.
24. «El trabajo anual de toda nación es el fondo que originariamente le provee de todas las cosas necesarias
y las comodidades de la vida que anualmente consume, y que consiste siempre, sea en el producto inme-
diato de aquel trabajo, o en lo que se compra con aquel producto de otras nacioncsn, La riqueza de las
naciones, «lntroduction and Plam), primer párrafo.
25. (<El producto de la tierra -todo lo que se deriva de su superficie mediante la aplicación conjunta del
trabajo, la maquinaria y el capital- se divide entre tres clases de la comunidad [...].Determinar las
leyes que regulan esta distribución constituye el principal problema de la economía política)), Political
Economy, prólogo.
170 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

La razón para este cambio del centro de gravedad de la producción a la valoración


se halla, aproximadamente, en la revisión de Bentham de los «principios» de la moral.
La postura filosófica de Bentham no es, evidentemente, un fenómeno que se explica
por sí mismo, tampoco el efecto del benthamismo se extiende sólo a aquellos que son
seguidores declarados de Bentham; porque Bentham es el exponente de un cambio cul-
tural que afecta los hábitos de pensamiento de toda la comunidad. El efecto inmedia-
to del trabajo de Bentham, al afectar los hábitos de pensamiento de la comunidad culta,
es la substitución por el hedonismo (utilidad), en lugar del logro de los objetivos, como
base de legitimidad y guía para la normalización del conocimiento. Su efecto resulta más
patente en las reflexiones sobre la moral, donde se inculca el determinismo. Su fuerte
conexión con el determinismo en la ética indica el camino hacia lo que se puede espe-
rar de su tratamiento de la economía. En ambos casos, el resultado es que la acción
humana se construye en términos de las fuerzas causales del entorno, siendo el agen-
te humano, corno mucho, considerado un mecanismo de transformación a través de
cuyo funcionamiento los efectos concretos causados por el conjunto de las fuerzas del
entorno son, por un proceso de valoración obligado, transmutados tanto en una con-
ducta moral como económica, sin discrepancia cuantitativa. Tanto en la ética como en
la economía, el contenido central de la teoría es este proceso de valoración que se
expresa en la conducta, resultando, en el caso de la conducta económica, en la bús-
queda del máximo beneficio o de la mínima pérdida.
Considerada de modo metafísico o cosmológico, la naturaleza humana, cuyo fun-
cionamiento investigan la ética hedonista y la economía, es un término intermedio en
una secuencia causal, de la cual los miembros iniciales y finales son impresiones sen-
soriales y los detalles de la conducta. Este término intermedio transmite el impulso
concreto sin pérdida de fuerza a su comportamiento. A ef~ctos del proceso de valora-
ción a través del cual se transmite el impulso, la naturaleza humana puede ser acepta-
da como uniforme; y la teoría del proceso de valoración puede ser formulada
cuantitativamente, en términos de las fuerzas materiales que afectan al sistema huma-
no y de sus equivalentes en la actividad resultante. En lenguaje económico, la teoría
del valor puede expresarse en términos de los bienes de consumo que proporcionan el
incentivo al esfuerzo y el gasto ocasionado a fin de obtenerlos. Entre estos dos ele-
mentos subsiste una igualdad necesaria; pero las magnitudes entre las cuales subsiste
la igualdad son magnitudes hedonistas, no magnitudes de energía cinética ni de fuer-
za vital, puesto que los términos manejados son términos sensoriales. Es cierto, dado
que la naturaleza humana es substancialmente uniforme, pasiva e inalterable respecto
a la capacidad del hombre para el afecto sensorial, se puede suponer también que sub-
siste una igualdad substancial entre el efecto psicológico causado por el consumo de
bienes, por un lado, y el gasto resultante de la fuerza cinética o vital, por el otro; pero,
después de todo, tal igualdad tiene la naturaleza de una coincidencia a pesar de que
debería existir una fuerte presunción a favor de su predominio en general y por térmi-
no medio. Sin embargo, el hedonismo no postula la uniformidad entre los seres huma-
nos excepto en Jo que se refiere a la causa y al efecto.
La teoría del valor que el hedonismo proporciona es, por lo tanto, una teoría del
costo en términos de incomodidad. En virtud del equilibrio hedonista conseguido a
través del proceso de valoración, el sacrificio o la desutilidad implicada en la adquisi-
ción equivale a la utilidad obtenida. Quizá se podría hacer una afirmación alternativa,
LAS PRECONCEPCIONES DE LOS ECONOMISTAS CLÁSICOS 171

en el sentido de que la medida del valor de los bienes no la constituye el sacrificio


aceptado o el malestar sufrido, sino la utilidad que se deriva de la adquisición de los
bienes; pero esto es, sencilla y únicamente, una manifestación alternativa, y existen
razones especiales en la vida económica de la época que explican porqué la formula-
ción en términos de costo, más que en términos de «utilidad», era preferida por los
economistas clásicos anteriores.
Al comparar la doctrina utilitaria del valor con teorías anteriores, el argumento se
presenta en cierto modo como sigue. Los fisiócratas y Adam Smith consideran el valor
como una medida de la fuerza productiva que se encarna en el artículo valioso. Según
los fisiócratas, esta fuerza productiva es el «anabolismo)) de la naturaleza (recurriendo
a un término fisiológico); según Adarn Smith, se trata sobre todo del trabajo humano diri-
gido a aumentar la utilidad de los materiales que emplea. En cada caso, la producción
origina el valor. La economía post-Benbam considera el valor corno una medida de, o
como estando medida por, la molestia del esfuerzo hecho para procurarse los bienes
que tienen valor. Tal como E. C. K. Gonner ha destacado de forma admirable26, Ricardo
-y lo mismo es cierto para la economía clásica en general- convierte el costo en la
base del valor, no en su causa. Este fundamento del valor en el costo tiene lugar a tra-
vés de una valoración. Cualquiera que lea la exposición teórica de Adam Smith con
tan buena intención como Gonner leyó a Ricardo no tendrá mucha dificultad en darse
cuenta de que lo contrario es cierto en el caso de Adam Smith. Pero la relación causal
del costo al valor únicamente se sostiene en lo que respecta al valor «natural>> o «real»
en la doctrina de Adam Smith. Respecto al precio de mercado, la teoría de Adarn Smith
no difiere mucho de la de Ricardo en este aspecto. No pasa por alto el proceso devalo-
ración mediante el cual se ajusta el precio de mercado y se gufa el curso de la inver-
sión, y su discusión sobre este proceso tiene lugar en términos que debieran resultar
aceptables para cualquier hedonista.
El cambio de punto de vista que aparece en la economía con la aceptación de la
ética utilitarista y su correlato, la psicología asociacionista, es en gran parte un cam-
bio hacia una base de secuencia causal en contraste con la de la validez para un fin
preconcebido. Esto lo indica incluso el hecho principal ya citado -que los economistas
utilitaristas hacen del valor de cambio la característica central de sus teorías, más que
el papel de la industria para el bienestar material de la comunidad-. El valor de cam-
bio hedonista es el resultado de un proceso de valoración impuesto por la capacidad
percibida para producir placer de los artículos valorados. Y en las teorías utilitaristas de
producción, a las que se llega desde el punto de vista del valor de cambio, la obten-
ción del bienestar no constituye el punto objetivo del argumento. Este punto objetivo
es más bien la relación de la empresa productiva con las fortunas individuales de los
agentes implicados, o con las fortunas de las diversas clases diferenciables de los bene-
ficiarios comprendidos en la comunidad industrial; porque el gran impacto inmediato
de los valores de cambio en la vida de la colectividad lo constituye su relación con la
distribución de la riqueza. El valor es una categoría de la distribución. El resultado es
que, tal como bien se puede observar en la discusión de Cannan27, las teorías de la pro-

26. En el ensayo introductorio a su edición de la obra de Ricardo, Política/ Economy. Ver, por ejemplo,
párrafos 9 y 24.
27. Theories of Production and Distribution, 1776-1848.
172 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

ducción que los economistas clásicos presentan han sido escasas y han sido elabora-
das teniendo siempre en cuenta las doctrinas sobre la distribución. Una demostración
incidental pero eficaz de los mismos hechos la proporciona el profesor Bücher28; y una
ilustración de éstos se puede citar en Essay on the Production of Wealth de Torrens,
que en buena medida se dedica a discusiones sobre el valor y la distribución. Las teo-
rías clásicas de la producción han sido teorías de la producción de «riqueza»; y la
«riqueza», en el lenguaje clásico, consiste en cosas materiales que tienen un valor de
cambio. Durante el dominio de la economía clásica, la característica aceptada por la
cual se definía la «riqueza» era el que se pudiera adaptar a ser apropiada por la pro-
piedad. Ni en Adam Smith, ni en los fisiócratas se dio tanta importancia a esta adap-
tabilidad a la propiedad, como tampoco se la aceptó en grado similar como una
característica definitiva del contenido de la ciencia.
Tal como su preconcepción hedonista exigiría, los economistas clásicos otorgan
su mayor atención aliado pecuniario de la vida, y es esta relación pecuniaria de cual-
quier fenómeno o institución la que normalmente configura los temas del debate. La
secuencia causal sobre la que se centra la discusión es un proceso de valoración pecu-
niaria. Versa sobre la distribución, la propiedad, la adquisición, la ganancia, la inversión,
el intercambio29• De esta manera, las doctrinas sobre la producción llegan a tener una
apariencia pecuniaria; tal como se puede ver en menor grado también en Adam Smith
e incluso en los fisiócratas, aunque estos economistas anteriores muy raramente, si
acaso alguna vez, perdieron contacto con el concepto genérico de utilidad como rasgo
característico de la producción. La tradición derivada de Adam Smith, que hizo de la pro-
ductividad y la utilidad los rasgos substanciales de la vida económica, no fue abando-
nada de modo repentino por sus sucesores, aunque éstos distribuyeron de modo diferente
el énfasis en la línea de investigación que indicaba la tradición. En la economía clási-
ca, las ideas de producción y de adquisición normalmente no se mantienen separadas,
y gran parte de lo que pasa por ser una teoría de producción se dedica a fenómenos de
inversión y de adquisición. El Essay de Torrens es un ejemplo pertinente, aunque de
ningún modo un caso extremo.
Esto es como debería ser; porque para el hedonista consistente, el único motivo
que le lleva al proceso industrial es la razón egoísta de la ganancia pecuniaria, y la acti-
vidad industrial no es sino un término intermedio entre el gasto incurrido o el malestar
sufrido y la ganancia pecuniaria buscada. Si el fin y el resultado son una ganancia indi-
vidual para el individuo (opuesto a, o a costa de, sus vecinos), o una mejora en el con-
junto de la vida humana, es algo que constituye en general una pregunta secundaria en
toda discusión sobre la serie de incentivos por los cuales los hombres se ven incitados
a su trabajo o sobre la dirección que toman sus esfuerzos. La utilidad de la línea de
actividad determinada, para los objetivos de vida de la comunidad o para los propios
vecinos del individuo, «no constituye la esencia de este contrato». Estas característi-

28. Entstehung der Volkwirtschaft (segunda edición). Comparar especialmente los caps. 2, 3, 6 y 7.
29. «Incluso si dejamos de lado todas las cuestiones que implican una consideración de los efectos de las
instituciones industriales en modificar los hábitos y el carácter de,las clases de la comunidad[ ... ] sigue
quedando lo suficiente para constituir una ciencia separada, la mera enumeración de los ténninos prin-
cipales de la economía -riqueza, valor, intercambio, crédito, dinero, capital y producto- bastará para
mostrarlo», Shirres, Analysis of the Ideas of Economics, Londres, 1893, p. 8.
LAS PRECONCEPCIONES DE LOS ECONOMISTAS CLÁSICOS 173

cas de utilidad vienen al caso sobre todo en tanto que afectan a la vendibilidad de lo
que el individuo concreto ofrece al buscar la ganancia a través de un negocio ventajoso30.
En la teoría hedonista, el fin substancial de la vida económica es la ganancia indiM
vi dual; y a este efecto, la producción y la adquisición pueden considerarse bastante
coincidentes, cuando no idénticas. Además, la sociedad, según la filosofía utilitarista,
es la suma algebraica de los individuos; y el interés de la sociedad es la suma de los
intereses de los individuos. De ello se deduce fácilmente que, tanto si es estrictamen-
te cierto como si no, la suma de las ganancias individuales es la ganancia de la socie-
dad, y que, al servir su propio interés en forma de adquisición, el individuo sirve el
interés colectivo de la comunidad. Por lo tanto, se supone la productividad o la utilidad
de cualquier ocupación o empresa que busque una ganancia pecuniaria; y así, por vía
indirecta, volvemos a la vieja conclusión de Adam Smith de que la remuneración de
las clases o las personas implicadas en la industria coincide con su contribución pro~
ductiva al output de los servicios y de los bienes de consumo.
Una ilustración adecuada del funcionamiento de esta nonna hedonista en la doc-
trina económica clásica la proporciona la teoría de las retribuciones de la dirección
-un elemento de la distribución queAdam Smith únicamente sugiere, pero que recibe
una atención más amplia y concienzuda a medida que el cuerpo de las doctrinas clá-
sicas alcanza un mayor desarrollo-. Las «retribuciones de la dirección» son las ganan-
cias debidas a la gestión pecuniaria. Se trata de las ganancias que recibe el director dp
la «empresa)> -no las que van al director del proceso mecánico o al encargado del alma-
cén-. Estas últimas sólo son salarios. En general, esta diferencia no está clara en los
autores anteriores, pero está suficiente y claramente contenida en el desarrollo más
completo de la teoría.
El trabajo del empresario es la gestión de la inversión. En conjunto, tiene un carác-
ter pecuniario y su objetivo aproximado es <<la principal oportunidad». El hecho de
que conduzca de forma indirecta a un incremento de la utilidad o a un mayor output
agregado de bienes de consumo es una circunstancia fortuita inherente a aquella ven-
dibilidad más elevada de la cual dependen las ganancias del inversor. No obstante, la
doctrina clásica declara abiertamente que las retribuciones de la dirección son la remu-
neración de una mayor productividad31 , y la teoría clásica de la producción es en buena
parte una doctrina de la inversión en la cual la identidad de la producción y de la ganan-
cia pecuniaria se da por supuesta.
La substitución de la industria por la inversión como hecho central y substancial
del proceso de producción no se debe a la simple aceptación del hedonismo, sino más
bien a la conjunción de hedonismo con una situación económica en la que la inversión
de capital y su gestión para el beneficio eran la característica más clara. La situación que

30. <1Si un producto no fuese útil en modo alguno[ ... ] estaóa desprovisto de valor cambiable[ ... ] (pero),
teniendo utilidad, los productos obtienen su valor de cambio de dos fuentes», cte. Ricardo, Political
Economy, cap. 1, sección l.
31. Comparar, por ejemplo, Senior, Political Eco11omy (Londres, 1872), especialmente p. 88,89 y 130-
135, en donde las retnbuciones de la dirección están clasificadas, con cierta reticencia, como benefi~
cios; y el trabajo de la dirección se concibe por consiguiente como siendo, directa o remotamente, un
ejercicio de «abstinencia>) y un trabajo productivo. El ejemplo del broker en bolsa resulta especialmente
adecuado. La visión similar de las retribuciones de la dirección es un artículo objeto de teoría en más
de uno de los descendientes posteriores de la línea clásica.
174 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

configuró la comprensión racional de los hechos económicos en aquel tiempo es lo


que desde entonces se ha convenido en llamar sistema capitalista, en el cual la empre-
sa pecuniaria y el fenómeno del mercado eran los hechos predominantes y más carac-
terísticos. Pero esta situación económica también fue la base principal del dominio del
hedonismo en la economía; hasta tal punto que se puede considerar a la economía hedo-
nista como una interpretación de la naturaleza humana en términos de mercado. El
mercado y el «mundo empresarial», a los cuales el hombre de negocios tuvo que adap-
tar sus móviles en su búsqueda de ganancias, ya se habían vuelto en esta época tan
relevantes que el curso de los acontecimientos empresariales estaba fuera del control
de persona alguna; y, al mismo tiempo, aquellas organizaciones de capital invertido de
gran alcance que más tarde llegaron a predominar y a coaccionar el mercado no se
hallaban entonces presentes. El curso de los acontecimientos del mercado tomó su frío
camino sin una relación fácil de encontrar o deferencia por cualquier conveniencia
humana y sin dirección visible hacia un fin ulterior. El papel del hombre en este mundo
pecuniario era el de responder con prontitud a la situación y así adaptar sus efectos
vendibles a la demanda cambiante a fin de obtener algo como resultado. Lo que se
ganaba en este tráfico se ganaba sin pérdida para aquellos con los cuales trataba, pues-
to que no pagaban más que lo que la mercancía valía para ellos. La ganancia de un
hombre no tiene porqué ser una pérdida para el otro; y, si es así, entonces es una ganan-
cia neta para la comunidad.
Entre los efectos más alejados y sorprendentes de la preconcepción hedonista y de
su elaboración en términos de ganancia pecuniaria se halla el fracaso de los clásicos
en discriminar entre capital en tanto que inversión y capital en tanto que aplicación
industrial. Evidentemente, esto guarda una estrecha relación con el punto sobre el que
ya hemos hablado. La aplicación industrial fomenta la producción de bienes; por lo
tanto, el capital (riqueza invertida) es productivo; y la tasa de su remuneración media
indica su grado de productividad32• El hecho más evidente que limita el beneficio pecu-
niario conseguido mediante la riqueza invertida es la suma invertida. Por lo tanto, el
capital limita la productividad de la industria; y la condición primera e indispensable
para una progresión del bienestar material es la acumulación de riqueza invertida.
Cuando se discute sobre las condiciones de la mejora industrial, es habitual asumir que
«todo lo demás permanece constante», lo cual es, a todos los efectos, una doctrina de
beneficios por ciento, una exclusión del hecho principal. Además, las inversiones pue-
den transferirse de una empresa a otra. Por lo tanlo y hasJa este punto, los medios de pro-
ducción son «móviles>>.
En manos de los grandes escritores utilitaristas, la economía política evolucionó
hacia una ciencia de la riqueza, entendiendo este término en el sentido pecuniario, es
decir, en tanto que cosas susceptibles de ser de propiedad. El curso de las cosas en la
vida económica se trata como una secuencia de acontecimientos pecuniarios, y la teo-
ría económica se convierte así en una teoría de lo que sucedería en aquella situación
consumada en la que la permuta de magnitudes pecuniarias tiene lugar sin perturba-
ciones ni retrasos. En esta situación consumada, el motivo pecuniario funciona per-

32. Comparar BOhm-Bawerk, Capital and lnterest, Libros JI y IV, aSí como la Introducción y los cap. 4 y
5 del Libro J. La discusión de Btihm-Bawerk se refiere menos directamente a este punto que lo que la
similitud de los ténninos empleados sugeriría.
LAS PRECONCEPCIONES DE LOS ECONOMISTAS CLÁSICOS 175

fectamente y dirige todos los aspectos del hombre económico sin engaño, sin matices,
sin desviarse de una búsqueda del mayor beneficio posible con el menor sacrificio
posible. Evidentemente, este sistema de competencia perfecta, con su «hombre eco-
nómico» no corrompido, es un logro de la imaginación científica, y no está pensado
como una expresión adecuada de la realidad. Se trata de un recurso del razonamiento
abstracto; y su reconocida validez alcanza solamente a los principios abstractos, a las
leyes fundamentales de la ciencia, que únicamente se sostienen en la medida en que
la abstracción se mantiene. Pero, como sucede en tales casos, una vez aceptado y asi-
milado como real, aunque quizás no como verdadero, se vuelve un componente efec-
tivo de los hábitos de pensamiento del investigador y acaba conformando su
conocimiento de los hechos. Llega a servir de norma de substancialidad o legitimidad;
y hasta cierto punto, los hechos caen bajo su imperativo, tal como aparece en los ejem~
plos de muchas aseveraciones relativas a la «tendencia» de las cosas.
La evolución humana, por la fuerza del carácter hedonista de la naturaleza huma~
na, tiende hacia esta conclusión a la que Senior se refiere como «el estado natural del
hombre»33 ; y, por lo tanto, es mejor que la situación real e inmadura se plantee en tér-
minos de su aproximación a este estado natural. La teoría pura, la «ciencia hipotética»
de Cairnes, «traza los fenómenos de producción y distribución de la riqueza hasta sus
causas, en los principios de la naturaleza humana y en las leyes y acontecimientos -físi~
cos, políticos y sociales- del mdndo exterion> 34• Pero puesto que los principios de la
naturaleza humana que resultan en la conducta económica de los hombres, en la medi~
da en que afecta a la producción y la distribución de riqueza, consisten sólo en ]a secuen-
cia simple y constante de la causa y el efecto hedonistas, el elemento de la naturaleza
humana puede ser justamente eliminado del problema, con un gran beneficio en cuan-
to a simplicidad y eficacia Una vez eliminada la naturaleza humana, en tanto que tér-
mino intermedio constante, y habiendo sido eliminadas también todas las características
institucionales de la situacióh (en tanto que constantes similares bajo aquel régimen
pecuniario natural o consumado del cual se ocupa la teoria pura), las leyes de los fenó-
menos de riqueza se pueden formular en términos de los factores restantes. Estos fac-
tores son artículos vendibles que los hombres manejan en estos procesos de producción
y distribución; y las leyes económicas, por lo tanto, vienen a ser expresiones de las
relaciones algebraicas que subsisten entre los diversos elementos de la riqueza y la
inversión -capital, trabajo, tierras, oferta y demanda de uno y otro, beneficios, intere-
ses, salarios-. Incluso detalles tales como el crédito y la población llegan a ser diso-
ciados del factor personal y figuran en el cómputo como factores elementales que
actúan y reaccionan a través de una permuta de valores por encima de la buena gente
cuyo bienestar están intentando.
Resumiendo: la economía clásica, que se ocupa en primer lugar de la cara pecu-
niaria de la vida, es una teoría de un proceso de valoración. Pero dado que la naturaleza
humana, en cuyas manos y para cuyo provecho tiene lugar la valoración, es simple y
constante en sus reacciones al estímulo pecuniario, y puesto que ninguna otra carac-

33. Political Economy, p. 87.


34. Character and Logical Method of Political Economy (Nueva York, 1875), p. 7l. En conjunto, Cairnes
puede no ser representativo de la gran corriente de clasicismo, pero su caracterización de la ciencia es
no obstante pertinente.
176 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

terística de la naturaleza humana se halla legítimamente presente en los fenómenos


económicos que no sea esta reacción al estímulo pecuniario, el evaluador implicado
en el asunto debe ser ignorado o eliminado; y la teoría del proceso de valoración se
convierte entonces en una teoría de la interacción pecuniaria de los hechos valorados.
Se trata de una teoría de la valoración con el elemento de la valoración ignorado -una
teoría de la vida formulada en términos de la parafernalia normal de la vida-.
En las preconcepciones de las que partió la economía clásica estaban comprendi-
dos los remanentes de los derechos naturales y del orden de la naturaleza, infundidos
con aquella peculiar teología mecánica que se abrió camino en la moda popular en
Gran Bretaña durante el siglo xvm y que se vio reducida a un tono más neutral a causa
de la predilección btitánica por lo común -más fuerte en esta época que en cualquier otro
período anterior-. La razón de esta predilección creciente por lo común, por la expli-
cación de las cosas en términos casuales, se halla en parte en el recurso cada vez mayor
a los procesos mecánicos y a las máquinas motrices mecánicas en la industria, en parte
en el continuo declive (consiguiente) de la aristocracia y del sacerdocio, y en parte en
la densidad creciente de población y la consiguiente y creciente especialización y la
más amplia organización del comercio y los negocios. La extensión de la disciplina de
las ciencias naturales, en gran parte propia de la industria mecánica, va en la misma
dirección; y otros factores más oscuros de la cultura moderna pueden también haber
tenido su parte en ello.
La preconcepción animista no se perdió, pero perdió peso; y en parte cayó en de-
suso, especialmente en lo que respecta a su reconocimiento. Esto resulta sobre todo
visible en la inconfesada disponibilidad de los clásicos para aceptar como inminente
y definitivo cualquier resultado posible que el hábito o el temperamento del escritor
le llevase a aceptar como correcto y bueno. De ahí la clara inclinación de los econo-
mistas clásicos hacia una doctrina de la armonía de intereses y su -en cierto modo-
imprudente disponibilidad para expresar sus generalizaciones en términos de lo que
debería suceder de acuerdo con los requisitos ideales de aquella consumada
Geldwirtschaft a la cual los hombres «Se ven impelidos por las disposiciones de la
naturaleza» 35 • En virtud de sus preconcepciones hedonistas, sus hábitos a las fonnas
de una cultura pecuniaria y su inconfesada fe animista en que la naturaleza lleva la
razón, los economistas clásicos sabían que los resultados a los que, según la naturale-
za de las cosas, tienden todas las cosas es al no conflictivo y benéfico sistema compe-
titivo. Así pues, este ideal competitivo proporciona lo normal, y la conformidad con
sus requisitos proporciona la prueba de la verdad económica absoluta. El punto de vista
así conseguido guía de forma selectiva la atención de los autores clásicos en su obser-
vación y comprensión de los hechos, y éstos llegan a ver evidencia de conformidad o
enfoque a lo nonnal en los lugares más improbables. Su observación es en gran parte
interpretativa, como normalmente es la observación. Lo que resulta peculiar en los
economistas clásicos en este aspecto es su particular forma de proceder en el trabajo
de interpretación. Y en virtud de haber alcanzado un punto de vista de nonnalidad eco-
nómica absoluta, se convirtieron en una escuela «deductiva>), así llamada, a pesar del
hecho fehaciente de que se dedicaron de forma bastante consistente a una investiga-
ción sobre la secuencia causal de los fenómenos económicos.

35. Senior, Polirical Economy, p. 87.


LAS PRECONCEPCIONES DE LOS ECONOMISTAS CLÁSICOS 177

La generalización de los hechos observados se convierte en una normalización de


los mismos, una exposición de los fenómenos en términos de su coincidencia con, 0
divergencia de, aquella tendencia normal que cohduce a la representación realista de
la realidad económica absoluta. Esta base total o definitiva de la legitimidad econó-
mica está más allá de la secuencia causal en la que los fenómenos observados se con-
ciben como interrelacionados. No está relacionada con los hechos concretos, ni como
causa, ni como efecto, de modo que la relación causal se puede trazar de forma con-
creta. Causalmente, tiene poco que ver con los datos «mentales» o «físicos» de los que
se ocupa abiertamente el economista clásico. Su relación con el proceso que se está
discutiendo es la de una legitimación externa -es decir, ceremonial-. El cuerpo del
conocimiento alcanzado con su ayuda y bajo su dirección es, por lo tanto, una ciencia
taxonómica.
Así pues, a modo de ilustración final, se puede señalar que el dinero, por ejemplo,
se nonnaliza en términos de tendencia económica legítima. Se convierte en una medi-
da de valor y un medio de intercambio. Se ha convertido ante todo en un instrumento
de conmutación pecuniaria, en vez de ser, como en la anterior nonnalización de Adam
Smith, p!Íncipalmente una gran rueda de circulación para la difusión de bienes de con-
sumo. Los ténninos en los cuales se formulan las leyes monetarias, así como los otros
fenómenos de la vida pecuniaria, son términos que connotan su función normal en la
historia de la vida de los valores objetivos, tal como viven y se mueven y existen en
los resultados pecuniarios del estado «natural». A un trabajo similar de normalización
debemos aquellas criaturas del fabricante de mitos,la teoría cuantitativa y el fondo de
salarios.
CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA 179-18!

El Capital'
Karl Marx

[ ... ]

Ahora bien, es indudable que la economía política ha analizado, aunque de manera


incompleta', el valor y la magnitud de valor y descubierto el contenido oculto en esas
formas. Sólo que nunca llegó siquiera a plantear la pregunta de por qué ese contenido
adopta dicha forma; de por qué, pues, el trabajo se representa en el valor, de a qué se
debe que la medida del trabajo conforme a su duración se represente en la magnitud
del valor alcanzada por el producto del trabajo2 A formas que llevan escrita en la fren-

* Publicado en: Marx, Karl. El capital. 22:• cd. Madrid: Siglo XXI de España, 1988. Biblioteca ct!J pen-
samiento socialista, tomo 1, voL l, p. 97-100.
J. Las insuficiencias en el análisis que de la magnitud def¡•a/orefectúa Ricardo -y el suyo es e! mejor-
las hemos de ver en los libros tercero y cuarto de esta obra. En lo que se refiere al valor en general, la
economía política clásica en ningún lugar distingue explícitamente y con clara conciencia entre el tra-
bajo, tal como se representa en el valor, y ese mismo trabajo, tal como se representa en el valor de 11so
de su producto. En realidad, utiliza esa distinción de manera natural, ya que en un momento dado con-
sidera el trabajo desde el punto de vista cuantitativo, en otro cualitativamente. Pero no tiene idea de
que la simple diferencia cuantitativa de los trabajos presupone su 1111idad o igualdad cualitcltiva, y por
tanto su reducción a trabajo abstractamenre humano. Ricardo, por ejemplo, se declara de acuerdo con
Destutt de Tracy cuando éste afirma: «Puesto que es innegable que nuestras únicas riquezas origina-
rias son nuestras facultades físicas y morales, que el empleo de dichas facultades, el trabajo de alguna
índole, es nuestro tesoro primigenio, y que es siempre a partir de su empleo como se crean todas esas
cosas que denominamos riquezas[ ... ]. Es indudable, asimismo, que todas esas cosas sólo represeman
el trabajo que las ha creado, y si tienen 1m valor. y hasta dos valores diferentes, sólo pueden deberlos
al del» (al valor del) «trabajo del que emanan». (Ricardo, On the principies of Political Economy, 3." ed.,
Londres, 1821, p. 334.} Limitémonos a observar que Ricardo atribuye erróneamente a Destutt su pro-
pia concepción, más profunda. Sin duda, Destutt dice por una parte, en efecto, que todas las cosas que
forman la riqueza «representan el trabajo que las ha creado», pero por otra parte asegura que han obte-
nido del «valor del trabajo» sus «dos valores diferellfes)) (valor de uso y valor de cambio). Incurre de
este modo en la superficialidad de la economía vulgar, que presupone el valor de una mercancía (en
este caso del trabajo), para determinar por medio de él, posteriormente, el valor de las demás. Ricardo
lo lee como si hubiera dicho que el trabajo (no el valor del trabajo) está representado tanto en el valor
de uso como en el de cambio. Pero él mismo distingue tan pobremente el carácter bifacético del tra-
bajo, representado de manera dual, que en todo el capítulo ((Value and Riches, Their Distinctive
Properties» [Valor y riqueza, sus propiedades distintivas] se ve reducido a dar vueltas fatigosamente
en torno a las trivialidades de un Jea.n-Baptiste Say. De ahí que al final se muestre totalmente perplejo
ante la coincidencia de Destutt, por un lado, con la propia concepción ricardiana acerca del trabajo
como fuente del valor y, por el otro, con Say respecto al concepto de valor.
2. Una de las fallas fundamentales de la economía política clásica es que nunca logró desentrañar, par-
tiendo del análisis de la mercancía y más específicamente del valor de la misma, la forma del valor, la
180 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

te su pertenencia a una formación social donde el proceso de producción domina al


hombre, en vez de dominar el hombre a ese proceso, la conciencia burguesa de esa
economía las tiene por una necesidad natural tan manifiestamente evidente como el
trabajo productivo mismo. De ahí que, poco más o menos, trate a las formas prebur-
guesas del organismo social de producción como los padres de la Iglesia a las religio-
nes precristianas. 3

forma misma que hace de él un valor de cambio. Precisamente en el caso de sus mejores expositores,
como Adam Smith y Ricardo, trata la forma del valor como cosa completamente indiferente, o incluso
exterior a la naturaleza de la mercancía. EJ!o no sólo se debe a que el análisis centrado en la mngnitud
del valor absorba por entero su atención. Obedece a una razón más profunda. La fornm de valor asumida
por el producto del trabajo es la forma más abstracta, pero también la más general, del modo de pro-
ducción burgués, que de tal manera queda caracterizrtdo como tipo particular de producción social y
con esto, a la vez, como algo histórico. Si nos confundimos y la tomamos por la forma natural eterna de
la producción social, pasaremos también por alto, necesariamente, lo que hay de específico en la forma
de valor y, por tanto, en la forma de la mercancía, desarrollada luego en la forma de dinero, la decapi-
ta\, etc. Por eso, en economistas que coinciden por entero en cuanto a medir la magnitud del valor por
el tiempo de trabajo, se encuentran las ideas más abigarradas y contradictorias acerca del dinero, esto
es, de la figura consumada que reviste el equivalente general. Esto, por ejemplo, se pone de relieve, de
manera contundente, en Jos análisis sobre la banca, donde ya no se puede salir del paso con definicio-
nes del dinero compuestas de lugares comunes. A ello se debe que, como antítesis, surgiera un mer-
cantilismo restauthdo (Ganilh, etc.) que no se ve en el valor más que en la forma social o, más bien, su
mera apariencia, huera de sustancia.
Para dejarlo en claro de una vez por todas, digamos que entiendo por economía política clásica
toda la economía que, desde William Peuy, ha investigado la conexión interna de las relaciones de pro-
ducción burguesas, por oposición a la economía vulgar, que no hace más que deambular estérilmente en
torno de la conexión aparente, preocupándose sólo de ofrecer una explicación obvia de los fenómenos
que podríamos llamar más bastos y rumiando una y otra vez, para el uso doméstico de la burguesía, el
material suministrado hace ya tiempo por la economía científica. Pero, por lo demás, en esa tarea la
economía vulgar se limita a sistematizar de manera pedante las ideas más triviales y fatuas que se for·
man los miembros de la burguesía acerca de su propio mundo, el mejor de los posibles, y a procla-
marlas como verdades eternas.
3. «Los economistas tienen una singular manera de proceder. No hay para ellos más que dos tipos de ins-
tituciones: las artificiales y las naturales. Las instituciones del feudalismo son instituciones artificia-
les; las de la burguesía, naturales. Se parecen en esto a los teólogos, que distinguen también entre dos
clases de religiones. Toda religión que no sea la suya es invención de los hombres, mientras que la suya
propia es, en cambio, emanación de Dios [... ]. Henos aquí, entonces, con que hubo historia, pero ahora
ya no la hay.>} (Karl Marx, Misere de la philosophie. Réponse ala Philosophie de la misire de M.
Proudhon, 1847, p. 113.) Realmente cómico es el señor Bastiat, quien se imagina que Jos griegos y
romanos antiguos no vivían más que del robo. Pero si durante muchos siglos sólo se vive del robo, es
necesario que constantemente exista algo que robar, o que el objeto del robo se reproduzca de manera
continua. Parece, por consiguiente, que también Jos griegos y los romanos tendrían un proceso de pro-
ducción y, por tanto, una economía que constituiría la base material de su mundo, exactamente de la
misma manera en que la economía burguesa es el fundamento del mundo actual ¿O acaso Bastiat quie-
re decir que un modo de producción fundado en el trabajo esclavo constituye un sistema basado en el
robo! En tal caso, pisa terreno peligroso. Si un gigante del pensamiento como Aristóteles se equivo-
caba en su apreciación del trabajo esclavo, ¿por qué había de acertar un economista pigmeo como
Bastiat al juzgar el trabajo asalariado?
Aprovecho la oportunidad para responder brevemente a una objeción que, al aparecer mi obra Zur
Kritik der po/itischen Ókonomie (l859), me fonnuló un periódico germano-norteamericano. Mi enfo-
que -sostuvo éste- según el cual el modo de producción dado.y las relaciones de producción corres-
pondientes al mismo, en suma, (da estructura económica de la sociedad es la base real sobre la que se
alza una superestruclllra juódica y política, y a la que corresponden determinadas formas sociales de
EL CAPITAL 181

conciencia)), ese enfoque para el cual ~~el modo de producción de la vida material condiciona en gene-
ral el proceso de la vida social, política y espiritualn, sería indudablemente verdadero para el mundo
actual, en el que impemn los intereses materiales, pero no para la Edad Media, en la que prevalecía el
catolicismo, ni para Atenas y Roma, d'mde era la política laque dominnba En primer término, es sor·
prendente que haya quien guste suponer que alguna persona ignora esos archiconocidos Jugares comunes
sobre la Edad Media y el mundo antiguo. Lo indiscutible es que ni la Edad Media pudo vivir de catoli-
cismo ni el mundo antiguo de política. Es, a la inversa, el modo y manera en que la primera y el segun~
do se ganaban la vida, lo que explica por qué, en un caso, la polftica y, en Olro, el catolicismo desempeñaron
el papel protagónico. Por lo demás, basta con conocer someramente la historia de la república romana,
por ejemplo, para saber que la historia de la propiedad de la tierra constituye su historia secreta. Ya
Don Quijote, por otra parte, hubo de expiar el error de imaginar que la caballería andante era igual-
mente compatible con todas las formas económicas de la sociedad.
CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA 183-201

Marx y Keynes: la crítica a la ley de Say*


Claudia Sardoni

l. INTRODUCCIÓN: LA REVOLUCIÓN DE KEYNES Y LAS PREVISIONES DE MARX


Un año antes de la publicación de The General Theory (La teoría general), Keynes
escribió aG. B. Shaw: «Creo estar escribiendo un libro sobre teoría económica que
revolucionará en gran manera[ ... ] la forma en que el mundo piensa acerca de los pro-
blemas económicos». La nueva teoría económica, en opinión de Keynes, eliminaría
«<os cimientos ricardianos del marxismo>> (Keynes 1973a: 492-3). La carta muestra
elocuentemente la falta de simpatía de Keynes por el marxismo. Sin embargo, tal como
ha señalado Joan Robinson, una de las economistas keynesianas más reconocidas:
«Keynes nunca pudo sacar nada en claro de Marx[ ... ]. Pero empezar por Marx le
hubiera ahorrado muchos problemaS>> (Robinson, 1965: 96).
En este capítulo no voy a entrar en un estudio general de la relación entre las teo-
rías económicas de Marx y de Keynes, sino que voy a centrar mi atención en un elemento
concreto, e importante, de estas teorías: las críticas realizadas por Marx y por Keynes
contra la ley de Say. Defenderé que existen similitudes muy importantes entre las dos
críticas. Keynes, sin embargo, no fue consciente de estas similitudes; si hubiera esta-
do más familiarizado con la obra de Marx, quizá hubiera reconocido que algunos ele-
mentos de su propia teoría revolucionaria ya estaban presentes en Marx 1•
Keynes intentó demostrar que la economía capitalista no genera necesariamente
niveles de demanda agregada lo suficientemente altos Como para asegurar la consecu-
ción de los equilibrios de pleno empleo. Para demostrar esto, era crucial para Keynes
rechazar la ley de Say, que define que el subempleo que se origina en la insuficiencia
de una demanda efectiva es imposible.
Keynes mantuvo que la ley de Say sólo podía ser aplicable a una economía de
carncterísticas muy alejadas de las de una economía capi!alista. Paro que la ley y sus coro-
larios fueran aplicables, el análisis debía presuponer una economía donde el dinero
nunca estuviera inactivo, de forma que todos los ahorros fueran invertidos. Keynes

* Publicado en: Sardoni, Claudia. «Marx and Keynes: the critique of Say's Law». En: Caravale, G. A.
(ed.). The future of capitalism and the history of thought. Aldershot: Edward Elgar, 1991. Marx and
modern economic analysis, vol. 2, p. 219-237. Traducción: Gemma Galdon.
1. Ni los economistas marxistas ni Jos keynesianos han prestado mucha atención a la relación entre Marx y
Keynes. La excepción más significativa es Joan Robinson. Durante los años siguientes a la publicnción de
I11e Geneml17Je01)', se realizaron algunos intentos de comparar a los dos economistas de fonna bastante
sistemática (ver Fnn-Hung, 1939: 57-63; Alexandcr, 1939). Pnra contribuciones más recientes, ver Dasgupta,
1983: 57-63; Dillard, 1984; Crotty, 1986; Heilbroncr, 1986; Mott, 1986. Parn las aportaciones de J. Robinson,
verRobinson 1942; 1951: 133-45; 1960: 1-17; 1965: 148-81; 1973:264-8; 1980: 192-202.
184 CRÍTJCA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

llamó a este tipo de economía una «economía no monetaria». En cambio, en una ecoM
nornía capitalista -una «economía monetaria»- puede existir demanda de dinero ocio-
so, lo que supone que el nivel de demanda efectiva puede ser insuficiente para asegurar
el pleno empleo.
Keynes consideraba su crítica y su rechazo de la ley de Say como una ruptura radi-
cal con todas las tradiciones previas del pensamiento económico. Para él, sólo Malthus
y otros pocos economistas menores cuestionaron, aunque sin éxito, la validez de la ley.
En lo referente a Marx, Keynes reconoció que el «gran puzzle de la demanda efecti-
va» vivió furtivamente en el submundo de Marx, pero prefirió mucho más el trabajo
de Gesell a la teoría del capitalismo de Marx (Keynes, 1936: 355).
Sin embargo, la interpretación de Keynes de la teoría económica antes de Tlze
General Tlzeory es insatisfactoria: Keynes sobreestimóla importancia analítica de los
intentos de Ma!thus de rechazar la ley de Say2, a la vez que infravaloró la aportación de
Marx. La crítica y el rechazo de Marx a la ley de Say se basan en conceptos analíticos
que de hecho le acercan mucho a Keynes.
Marx afinnó que Ricardo sólo pudo dar la ley de Say por válida debido a su inco-
rrecta concepción del dinero y de su papel en una economía capitalista. Para Ricardo,
el dinero era un mero medio de circulación. Según esta idea, la oferta crea necesaria-
mente su propia demanda, y la demanda efectiva agregada nunca puedT ser menor que
la oferta agregada.
Pero en una economía capitalista, argumentó Marx, el dinero no es simplemente
un medio de circulación. El dinero es también una reserva de valor: puede ser atesorado,
pennanecer inactivo. Los empresarios capitalistas pueden ser inducidos a atesorar dine-
ro en lugar de utilizarlo para iniciar procesos productivos y para invertir. Si esto pasa,
la demanda agregada es menor que la oferta agregada, y la economía sufre de la exis-
tencia simultánea de capacidad productiva no utilizada y de trabajo desempleado.
De esta fonna, Marx había ya introducido algunos de los conceptos analíticos fun-
damentales necesarios para una crítica coherente a la ley de Say. Estos conceptos se
parecen mucho a los utilizados por Keynes.
Antes de entrar en la exposición más detallada de los puntos de vista de Marx y de
Keynes, veremos otras dos cuestiones. Primero, que a pesar de las similitudes que acabamos
de mencionar, tanto Marx como Keynes a menudo utilizaron terminología diferente en sus
críticas a la ley de Say. En mi opinión, esto se debe al hecho de que se estaban refirien-
do a dos versiones diferentes de la ley: mientras que Marx se refería a la formulación
ricardiana de la ley de Say, Keynes se refirió a la ley en su versión neoclásica.
Las dos versiones son diferentes en algunos aspectos fundamentales y esto, obvia-
mente, hizo que Marx y Keynes adoptaran terminologías y perspectivas distintas. Sin
embargo, y a pesar de estas diferencias, tanto Marx como Keynes siguieron la misma
metodología y senda analítica en su rechazo de la ley. Los dos afitmaron que la ley de

2. L.1. interprclación de Malthus realizada por Keyncs ha provocado un amplio debate. Por ejemplo, Robbins
(1952), Corry (1959), Garegnani (1978) y Milgate (1982: 53-4) han afirmado que Keynes básicamen-
te entendió malla posición de Malthus y sobreestimó su carácter innovador. Ver, en cambio, Paglin
(1961), Eltis (1980) y Costabile (1983) para una interpretación diferente de la teoría de Malthus y su
relación con las ideas de Keynes. Ver también Sardoni (1987: 11-20) para una reconstrucción de la
insatisfactoria crítica de Malthus a la ley de Say.
MARX Y KEYNES: LA CRÍTICA A LA LEY DE SAY 185

Say sólo puede darse por válida si se eliminan algunas de las características esenciales
de las economías capitalistas; en concreto, si se pasan por alto el papel del dinero y los
motivos para la producción y la acumulación.
En segundo lugar, aunque las críticas de Marx y de Keynes a la ley de Say están
próximas la una a la otra, es indudable que, a partir de estas críticas similares, tanto
Marx como Keynes llegaron a conclusiones diferentes respecto al análisis del funcio~
namiento de la economía capitalista. Los dos mantuvieron que es posible que se pro~
duzca el desempleo a la vez que la infrautilización de la capacidad productiva debido
a un nivel insuficiente de demanda agregada, pero este fenómeno de hecho se produ-
ce de formas diferentes en los marcos analíticos de los dos autores.
Para Marx, la economía sufre desempleo del trabajo e infrautilización de la capa-
cidad solamente durante, y como consecuencia de, crisis generales de sobreproduc-
ción debidas a la caída de la demanda efectiva. En otras palabras, el desempleo debido
a la falta de demanda efectiva sólo puede producirse durante momentos de perturba-
ción significativa del mercado.
En el contexto analítico de Marx, no es posible tener equilibrio con subempleo, es
decir, posiciones de reposo caracterizadas por el desempleo del trabajo y la infrautili-
zación de la capacidad productiva.
En la teoría de Keynes, aunque la economía pueda experimentar perturbaciones
del mercado del tipo descrito por Marx, el equilibrio con subempleo también es posi-
ble. De hecho, para Keynes, las economías capitalistas son propensas a experimentar
este tipo de equilibrio, más que perturbaciones violentas (ver, por ejemplo, Keynes,
1936: 249-54).
Ya he planteado en otras partes (Sardoni, 1987, sobretodo los capítulos 4, 5 y 7)
que esta importante diferencia entre Marx y Keynes encuentra su origen en sus dife-
rentes microfundaciones: clásicas en Marx y marshallianas en Keynes. Pero no vamos
a tratar aquí este tema. Este capítulo se ocupa de las críticas que Marx y Keynes diri-
gieron hacia la ley de Say con el fin de demoslrar que la demanda agregada puede caer
por debajo de la oferta agregada. La forma como esta falta de demanda efectiva se
manifiesta en la economía no se toma en consideración. En palabras de Marx, me cen-
traré solamente en la «posibilidad general» de la falta de demanda efectiva, más que
en la forma en que esta posibilidad se convierte en un fenómeno real.

2. LA CRÍTICA DE MARX A LA LEY DE SAY

2.1. La versión ricardiana de la ley


Marx criticó la ley en su fommlación ricardíana3 • Según Ricardo, la producción y venta
de mercancías genera unos ingresos que o se gastan para el consumo o se ahorran. Sin
embargo, lo que se ahorra también se gasta: se invierte para emplear a más trabajado-

3. Ricardo definió la ley en los siguientes términos: «El Sr. Say ha[•.. ] demostrado muy satisfactoria-
mente que no existe ninguna cantidad de capital que no pueda utHizarse en un país ya que la demanda
sólo está limitada por la producción. Ningún hombre produce, si no es con el objetivo de consumir o ven·
der, y nunca vende, si no es con la intención de comprar alguna otra mercancía que pueda ser de utili-
dad inmediata para él o que pueda contribuir a su producción futura>> (Ricardo, 1951: 290).
186 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

res 4• Todos los ingresos se gastan y, por consiguiente, es imposible que se produzca
una sobreproducción general de mercancías.
En el mundo de Ricardo, para cada venta existe una compra correspondiente, por
lo que es imposible que la producción y la inversión se vean limitadas por una deman-
da efectiva insuficiente. En este contexto, el dinero es únicamente un mecanismo que
facilita el intercambio de mercancías. Los ingresos monetarios obtenidos con la venta
de mercancías nunca quedan ociosos, ya que las personas no consiguen ninguna utili-
dad por mantener el dinero inactivo. Para Ricardo, el intercambio por medio del dine-
ro no era conceptualmente diferente del trueque: «Las producciones siempre son
compradas por producciones, igual que por servicios; el dinero es sólo el medio a tra-
vés del cual se efectúa el intercambio» (1951: 291-2).
La aceptación de Ricardo de la ley de Say está relacionada con su teoría del dine-
ro y de los precios del dinero. Es útil profundizar en este tema, ya que fue a partir de ahí
que Marx empezó a desarrollar su crítica.
Para Ricardo, existe una relación directa entre la cantidad de dinero presente en la
economía y el nivel de los precios nominales. Si a) el oro es dinero, b) la velocidad de
circulación de dinero está dada, y e) los outputs de todas las mercancías también son
dados, entonces la cantidad de dinero necesaria para el intercambio de todo el producto
nacional es

MD=(Lx,p8,)/V (i= 1, 2, ... ) (1 0.1)

Donde p8¡ es el precio de la mercancía i expresada en términos del precio del oro5•
Si, por cualquier motivo, la cantidad de oro (la oferta de dinero) cambia, todos los
precios p8,s (y la tasa del salario nominal) también cambian. Por ejemplo, si la oferta
monetaria ~umenta, la gente posee entonces una mayor cantidad de dinero que, según
el supuesto, no se mantendrá ocioso sino que se gastará en mercancías; el valor mone-
tario de la demanda agregada aumenta mientras que los outputs X-f pennanecen igual.
Como consecuencia, los precios deben aumentar necesariamente en proporción al
aumento de la cantidad de dinero6• La teoría del dinero de Ricardo puede, por lo tanto,
describirse como una «teoría cuantitativa del dinero» 7.

2.2. La crítica de Marx a la «economía del trueque»


y al concepto de atesoramiento
Marx empezó su crítica a la ley de Say señalando que la ley sería válida si el inter-
cambio de mercancías se realizara a través del trueque. En ese caso, un <<exceso gene-
ral de oferta» sería imposible.

4. Esta era también la opinión de Smith. Los ahorros se utilizan como capital y los consumen los trabajadores
productivos. Ver Smith, 1976: 359.
5. Pg;= p/p,. Pe es el precio del oro.
6. Los precios relativos,px/Pci (ij= 1,2, ...), sin embargo, no cambian. Sólo es el precio del oro el que cae.
7. El mismo razonamiento es aplicable si el papel del dinero Jo juega un instrumento nominal-por ejem-
plo, el dinero de papel-. Para una exposición de la teoría clásica ílel dinero, ver también Oreen, 1982.
MARX Y KEYNES: LACRÍTICAALALEYDESAY 187

La única circunstancia que podría evitar la sobreproducción en todas las industrias


de forma simultánea sería[ ... ] el hecho que las mercancías se intercambiaran por
mercancías -es decir, se recurriera a las supuestas condiciones del trueque-. Pero
esta salida queda bloqueada por el mismo hecho de que el comercio (bajo las condi-
cíones capitalistas) no es trueque, y que por eso el vendedor de una mercancía no es
necesariamente al mismo tiempo el comprador de otra. Todo este subterfugio se basa
entonces en hacer abstracción del dinero y del hecho de que no nos concierne el inter-
cambio de productos, sino la circulación de mercancías, una parte esencial de la cual
es la separación de la compra y la venta (Marx, 1968: 532-3).

En una economía de trueque, los dos actos de compra y venta de cada mercancía ocu-
rren de forma simultánea. En este contexto, la ley de Say sí se mantiene: la oferta crea
su propia demanda. Sin embargo, si asumimos que el dinero sólo se demanda como
medio de circulación, es decir, que nunca permanece inactivo, podemos obtener los
mismos resultados analíticos. Este es el mundo de Ricardo, donde el dinero es sólo un
medio de circulación.
Para Marx, en cambio, en una economía capitalista el dinero también se demanda
como depósito de valor; puede ser dejado inactivo. En la terminología de Marx, el
dinero también puede atesorarse. Una vez se admite que el dinero puede estar ocioso,
ya no existe ningún motivo por el que los actos de comprar y vender deban coincidir.
En algunas circunstancias, los poseedores del dinero pueden preferir no comprar mer-
cancías, sino mantener atesoramientos de dinero; en este caso, la demanda agregada
se sitúa necesariamente por debajo de la oferta agregada.
Marx introdujo por primera vez el concepto del atesoramiento del dinero para rea-
lizar su crítica a la teoría de los precios nominales de Ricardo. Más tarde, sin embargo,
Marx desarrolló el concepto de la demanda del atesoramiento de dinero, es decir, de
la demanda de dinero ocioso, para explicar porqué son posibles los «excesos generales
de oferta>> en una economía capitalista. Así, Marx introdujo un concepto más general
de la demanda de dinero. El dinero se demanda no sólo como un medio de circulación,
sino también como una reserva de atesoramiento líquido:

MD=MT+MH (10.2)

donde MD es la demanda total de dinero, MT es la demanda de dinero como medio de


circulación y MH es la demanda de atesoramiento de dinero.
Examinemos primero la crítica de Marx a la teoría de los precios nominales de
Ricardo. Para Marx (1954: 115), la cantidad de dinero demandado para la circulación
de mercancías se establece por:

MT= ("Lx;p,;)!V (i=l,2, ... ) (10.3)

que es formalmente idéntico a la ecuación de Ricardo en (10.1).

En el análisis de Marx, sin embargo, la ecuación no implica que los cambios en la


oferta monetaria, MS, provoquen cambios correspondientes en el nivel de precios. En
(10.3), los precios son independientes de la MS; los precios dependen únicamente del
188 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

valor de las mercancías y del valor del oro 8. Si la velocidad de circulación del dinero
está dada, la variable dependiente es entonces MT. Marx observó que «dada la suma
de los valores de las mercancías y la rapidez media de sus metamorfosis, la cantidad
de metal precioso que opera como dinero depende del valor de ese metal precioso»
(1954: 123; cursivas nuestras)'-
El hecho de que los precios sean independientes de la MS hacen surgir una cuestión.
Si los precios del dinero no dependen de la MS, ¿cómo se puede asegurar la igualdad
entre la demanda y la oferta de dinero? Para Marx, esta igualdad siempre está asegu-
rada a través de los cambios en el nivel de atesoramiento de dinero. Si, por ejemplo,
la MS es superior a la MT, la diferencia (MS- MT) se atesora. Más concretamente, si
la circulación de mercancías ha de producirse sin complicaciones, una cierta parte de
la MS debe quedarse siempre ociosa -atesorada:

Para que la masa monetaria, realmente corriente, pueda saturar constantemente el


poder de absorción de la circulación, es necesario que la cantidad de oro [... ] de un
país sea superior a la cantidad necesaria para funcionar como moneda. Esta condi-
ción se cumple cuando el dinero toma la forma de atesoramientos. Estas reservas sir-
ven como conductos para la oferta o la retirada de dinero hacia o de la circulación,
que de esta forma jamás desbordará sus límites (Marx, 1954: 134).

Así, la necesidad de un proceso de circulación de mercancías sin complicaciones es


la primera razón de la existencia del atesoramiento de dinero. La circulación requiere
que parte del dinero existente permanezca inactivo.
El tipo de economía examinado en los párrafos anteriores es muy simple. Incluso
podría ser una economía de mercado no capitalista, en la que las mercancías fueran
producidas e intercambiadas por productores individuales e independientes. Pero Marx
fue más allá en sus análisis y consideró una econonúa más desarrollada con banca y
crédito; en una economía de este tipo, el atesoramiento es aun más necesario. La gente
guarda reservas líquidas para poder afrontar pagos futuros en la fecha de vencimiento:

Cuando la producción de mercancías se ha extendido de forma suficiente, el dinero


empieza a servir como medio de pago más allá del ámbito de la circulación de mer-
cancías[ ... }. El desarrollo del dinero como medio de pago hace necesaria la acumu-
lación de dinero para las fechas fijadas para el pago de la suma que se debe[ ... ]. [L]a
formación de reservas de medios de pago crece con este progreso (Marx, 1956: 139-41).

Una vez reconocido que el dinero se atesora además de gastarse, la relación direc-
ta ricardiana entre el nivel de precios nominales y la oferta de dinero ya no se mantiene.

8. P~; = v,.fvg, donde 1'¡ y v, denotan el valor de la mercancía i y del oro, respeclivamente. Los valores de
las mercancías y también del oro dependen, a su vez, de las condiciones técnicas de la producción: es
decir, que dependen de la cantidad de trabajo incorporado.
9. Marx prosiguió: «La opinión errónea de que son, en cambio, Jos precios los que están determinados
por la cantidad del medio en circulación y que este último depende de la cantidad de metales precio-
sos en el país; esta opinión la basaron, aquellos que primero la tuvieron, en la absurda hipótesis de que
las mercancías no tienen precio y que el dinero no liene valor ál enlrar en circulación, y que, una vez en
circulación, una parte alícuota de la mezcla de mercancías es intercambiada por una parte alícuota de la
cantidad de metales preciosos,> (Marx, 1954: 124-5).
MARX Y KEYNES: LA CRÍTJCAA LA LEY DE SAY 189

Dadas las cantidades de productos, sus valores y la velocidad de circulación del dine-
ro, la igualdad entre la oferta y la demanda de dinero (MS = MD = MT + MH) ya no
se obtiene a través de los cambios en el nivel de precios del dinero, sino a través de
cambios en el nivel de atesoramiento del dinero 10•

2.3. Los cambios en la «propensión a atesorar>> de los capitalistas


Hasta ahora, la demanda de atesoramiento de dinero, MH, se ha considerado como un
residuo que se ajusta a los cambios en la cantidad total de dinero, MS. Con una MT
dada, los cambios en la MH son el resultado de los cambios en la MS. Pero Marx tam-
bién consideró la posibilidad de que las MH cambiaran por otros motivos; en particu-
lar, aftrmó que las MH también pueden cambiar debido a variaciones en la «pmpensión
al atesoramiento» en el sistema económico. Esta posibilidad de aumento en la ten-
dencia al atesoramiento es un tema central en la crítica de Marx a la ley de Say.
Empecemos con la ecuación (1 0.3) anterior y supongamos que MS > MT, de forma
que una cierta cantidad de dinero es atesorado. Si V es constante, está claro que los
outputs x¡s pueden cambiarse a los precios p8¡ (que se supone que son los precios que
aseguran una tasa de beneficios «normal» o «habitual» en todos los sectores) 11 sola-
mente si la cantidad de dinero utilizada para la circulación es MT. Si la cantidad de
diner~ destinada a la circulación fuera menos que MT, las mercancías no podrían cam-
biarse a los precios p8¡. Esto significa que la cantidad de dinero atesorado debe ser
MH = MS- MTsi las mercancías deben intercambiarse a los precios p8¡.
Si los que poseen el dinero decidieran atesorar una cantidad mayor MH' > MH,
sería imposible que todas las mercancías producidas se vendieran a esos precios: o los
precios reales caerían o los stocks de mercancías no vendidas se amontonarían, o las dos
cosas. En cualquier caso, se produciría una sobreproducción general; la demanda agre-
gada se situarla por debajo de la oferta agregada; es decir, que la ley de Say no se cum-
pliría.
Por tanto, es la posibilidad de aumentos en la demanda de dinero inactivo lo que
invalida la ley de Say. Un aumento en la demanda de atesoramiento de dinero puede con-
siderarse un aumento en la propensión a atesorar. La cuestión consiste en qué factores
causan el aumento de la propensión al atesoramiento. La respuesta de Marx se encuen-
tra en su análisis de las características esenciales del modo de producción capitalista.
Para Marx, en una economía capitalista, la clase capitalista en su conjunto tiene el
monopolio del dinero 12 : la clase trabajadora recibe dinero solamente en forma de sala-
rios y lo gasta inmediatamente en bienes de consumo necesarios para la subsistencia.
Sólo la clase capitalista puede atesorar dinero y, por lo tanto, la posibilidad de una
sobreproducción general proviene de decisiones tomadas por esta clase con el fin de
aumentar sus existencias de saldos inactivos relativos a la cantidad de dinero gastado

10. Marx, sin embargo, no fue completamente consistente en su rechazo a la teoría cuantitativa del dinero.
Al tralar el caso del papel moneda, Marx pareció aceptar la teoría cuantitativa ricardiana que había
rechazado en el caso del dinero-oro. Ver Marx, 1954: 128. Para una crítica al tratamiento del papel
moneda de Marx, ver Sardoni, 1987: 30-1.
11. El motivo de esta suposición se clarificará más adelante.
12. Ver Marx, 1956: 425: ~da clase capilalista [... ] tiene el monopolio de los medios sociales de produc-
ción y del dinero>) (cursivas nuestras).
190 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

en producción. En otras palabras, los cambios en la propensión al atesoramiento son


cambios en la propensión de los capitalistas al atesoramiento.
¿Por qué debería la clase capitalista en su conjunto aumentar su propensión al ate-
soramiento? La respuesta se encuentra en el análisis de los motivos para la producción
y la acumulación que caracterizan el comportamiento de los empresarios capitalistas.
En una economía capitalista, los empresarios no producen mercancías simplemente
con tal de satisfacer, directa o indirectamente, sus propias necesidades; inician proce-
sos de producción e inversión para obtener beneficios. Sólo teniendo en cuenta esta
característica fundamental del modo de producción capitalista podemos explicar por-
qué la propensión de los capitalistas al atesoramiento puede aumentar y desencadenar
una crisis general de sobreproducción. Marx lo explicó de la siguiente forma:

En la reproducción, igual que en la acumulación de capital, no se trata sólo de una


cuestión de sustituir la misma cantidad de bienes de uso de los que consiste el capi-
tal, en la escala anterior o en una escala mayor (en el caso de la acumulación), sino de
sustituir el valor del capital adelantado junto con la tasa de beneficio habitual [... ].
Si, como consecuencia, [... ]los precios de mercado de las mercancías [... ]caen muy
por debajo de su precio de coste, la reproducción del capital se limita al máximo. La
acumulación, sin embargo, se estanca aún más. La plusvalía acumulada en forma de
dinero (oro o billetes) sólo puede transformarse en capital con pérdidas. Por consi-
guiente permanece inactivo almacenado en los banco~ o en forma de dinero de cré-
dito. La compra y la venta se estancan y el capital no utilizado aparece en forma de
dinero (1968: 494; cursivas nuestras).

Marx se refiere claramente a situaciones en las que una parte importante de la clase
capitalista es inducida a aumentar su demanda de atesoramiento. Marx centró su aten-
ción en este tipo de'situaciones:

la oferta de todas las mercancías puede ser mayor a la demanda de todas las mer-
cancías, ya que la demanda de la mercancía general, el dinero, el valor de intercam-
bio, es mayor que la demanda de todas las mercancías particulares, en otras palabras,
el motivo de convertir la mercancía en dinero, para realizar su valor de intercambio,
prevalece por encima del motivo para transformar la mercancía otra vez en valor de
uso (1968: 505).

Así, según Marx, las decisiones de los capitalistas de atesorar están relacionadas
con su capacidad para obtener la tasa de beneficio «habitual».
El párrafo anterior, sin embargo, plantea una cuestión que merece una breve digre-
sión. En el párrafo citado, Marx no dice de forma explícita si se está refiriendo exclu-
sivamente a los precios y a las tasas de beneficio reales o a los reales y a los esperados
a la vez. Sin embargo, aunque Marx no utilizara los términos «precios esperados» o
«expectativas» con mucha frecuencia, está claro que lo que Marx estaba diciendo implí-
citamente era que una caída real en los precios de mercado induce a los empresarios a
esperar que los precios futuros estén «muy por debajo>> de su nivel habitual, de fonna que
la tasa de beneficio esperada se sitúa también por debajo de su nivel habitual. De hecho,
sólo si se introducen las expectativaS tiene sentido el·debate sobre el atesoramiento.
Que una reducción de precios disminuye el beneficio y que esto puede llevar a una
reducción en la tasa de acumulación es obvio -menores beneficios significan que hay
MARX Y KEYNES: LA CRÍTICA A LA LEY DE SAY 191

menos disponible para invertir- pero, en este caso, el atesoramiento no tiene Jugar
necesariamente. La inversión puede disminuir, pero todo el capital dinero disponible se
gasta igualmente. Los capitalistas sólo atesoran el dinero y dejan de invertirlo si espe-
ran una tasa de beneficios demasiado baja.
Además, el concepto de Marx del modo de producción capitalista es tal que todas
las decisiones importantes deben basarse en expectativas. Los capitalistas toman deci-
siones de producción e inversión dentro de un marco de mercado que no puede cono-
cerse con certeza. La misma división del trabajo evita que cualquier empresa individual
conozca con certeza cual es el mercado para sus productos. Así, cada empresa debe
tomar sus propias decisiones en un escenario incierto 13 •
Por Jo tanto, para Marx no es posible tratar el problema de la demanda efectiva y
de los «excesos generales de oferta» fuera del análisis de las características esenciales
del modo de producción capitalista. El modo de producción capitalista es una econo-
núa monetaria en la cual los procesos de producción e inversión se inician con el fin de
obtener beneficios. El mercado capitalista constituye un escenario incierto, en el que
todas las decisiones importantes deben basarse en expectativas. Solamente abstrayén-
dose de todo esto es posible afirmar que los «excesos generales de oferta>) no pueden
ocurrir.

Para demostrar que la producción capitalista no puede llevar a crisis generales,


todas sus condiciones y formas distintas, todos sus principios y caracteríslicas espe-
cíficas[ ... ] son negados. De hecho, se demuestra que si el modo de producción
capitalista no se hubiera desarrollado de una forma específica y se hubiera con-
vertido en una forma única de producción social, sino que fuera un modo de pro-
ducción que se remontara a las épocas más rudimentarias, entonces sus peculiares
contradicciones y conflictos y, por Jo tanto, tampoco la erupción de las crisis, exis-
tirían (Marx, 1968: 501).

Algunas páginas después, Marx repitió su crítica al enfoque de Ricardo de una


forma que anticipaba algunos rasgos de la posición de Keynes respecto a la ley de
Say:

Todas las objeciones que Ricardo y otros plantean conlra la sobreproducción, etc.,
se basan en el hecho de que ellos entienden la producción burguesa bien como un
modo de producción en el que no existe distinción alguna entre compra y venta -true-
que directo- o como una producción social, que implica que la sociedad, como si

13. En el siguiente fragmento, Marx muestra cómo las empresas intentan defenderse de la incertidumbre y
cómo las decisiones individuales, tomadas en un escenario incierto, afectan a los resultados agregados:
«Como[ ... ] la autonomización del mercado mundial[ ... }aumenta con el desarrollo de las relaciones
monetarias [... ]y viceversa, como el vínculo general y la interdependencia circular de la producción
y en el consumo aumentan juntamente con la interdependencia e indiferencia entre los consumidores y
los productores; como est.1 contradicción lleva a crisis, etc., de aquí[ ... ] que se realicen esfuerzos para
superarlo: aparecen instituciones por las cuales cada individuo puede conseguir infonnaci6n sobre la
actividad de todos los demás e intentar ajustarla suya de acuerdo con esto[ ... ]. Esto significa que, aun-
que la oferta y la demanda total son independientes de las acciones de cada individuo, todo el mundo
intenta informarse de ellas, y este conocimiento afecta entonces en la práctica a la oferta y la demanda
totah) (Marx, 1973: 160-1).
192 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

siguiera un plan, distribuye sus medios de producción y fuerzas productivas en el


grado y medida que se requiere para la realización de las diferentes necesidades socia-
les, de forma que cada ámbito de producción reciba la cuota de capital social necesaria
para la satisfacción de las correspondientes necesidades (1968: 529).

En un sistema económico en el que la producción se organiza con el fin de asegu-


rar la realización de todas las necesidades sociales, el dinero no puede jugar otro papel
que el de mero medio de circulación. En estas circunstancias, no existe ninguna razón
para que los agentes sociales mantengan el dinero inactivo.
Tal como veremos, la crítica de Keynes a la ley de Say sigue el mismo enfoque
que la de Marx. Para Keynes, igual que para Marx, la naturaleza monetaria de la eco-
nomía capitalista y los motivos que rigen las decisiones y acciones de los empresarios
son los puntos de partida de la crítica a la ley de Say.
Sin embargo, antes de iniciar un análisis de la posición de Keynes, sería útil tomar
en cuenta otra cuestión planteada por la aceptación de la ley de Say.

2.4. La ley de Say en Ricardo y en la economía neoclásica


La validez de la ley de Say significaba, para Ricardo, que cualquier cantidad de capi-
tal podía ser utilizada sin encontrar ningún obstáculo por el lado de la demanda y que,
por esta razón, la capacidad productiva existente en la economía siempre estaba ple-
namente utilizada. Pero Ricardo nunca afinnó que la ley de Say debía implicar el pleno
empleo del trabajo 14 .
Así, Marx nunca tuvo que preocuparse por demostrar que el pleno empleo del tra-
bajo no se consigue necesariamente en una economía capitalista. En su critica a Ricardo,
Marx se centró sólo en la posibilidad de que la demanda efectiva cayera por debajo de
la oferta. Como consecuencia de esto, parte de la capacidad productiva existente puede
quedar inutilizada y el desempleo del trabajo puede crecer. Si existe una capacidad
inactiva, el nivel de desempleo es, evidentemente, más alto que en el caso de la plena
utilización de la capacidad.
Keynes trató la ley de Say en su formulación neoclásica. En esta formulación, la
ley implica que la economía logra necesariamente el equilibrio de pleno empleo, y se
basa en la idea de que la igualdad entre la inversión y el ahorro está asegurada por los
cambios en la tasa de interés.
Esto puede explicar, en parte, porqué a veces las similitudes entre Marx y Keynes
permanecen ocultas. Las diferentes formulaciones de la ley por parte de los econo-
mistas clásicos y de los economistas neoclásicos llevaron a Marx y a Keynes a utili-
zar terminología diferente en sus críticas, a pesar de estar utilizando conceptos muy
similares.

14. Quizás la evidencia más convincente de que Riendo no asociaba la ley de Say con el pleno empleo es
su análisis de la maquinaria y del desempleo en el famoso capítulo 31 de Principios (Ricardo, 1951:
386-97). Aunque Ricardo asumió sin Jugar a dudas que la ley era válida, señaló que el proceso de acu-
mulación podía provocar el aumento del desempleo del trabajo. Para la relación entre la plena utiliza-
ción de la capacidad productiva y el pleno empleo del trabajo en Ricardo, ver también Garegnani, 1978:
338-41 y Milgatc, 1982:39-40.
MARX Y KEYNES: LA CRÍTICA A LA LEY DE SAY 193

3. LA CRÍTICA DE KEYNES A LA LEY DE SAY

3.1. De una «economía neutral» a una «economía empresarial»


Keynes incluyó a todos sus predecesores bajo la denominación de «economistas clásicos)>,
considerando el enfoque de Ricardo como fundamentalmente idéntico al de la escuela
neoclásica. Así, para K~ynes, la crítica a la versión neoclásica de la ley era aplicable
directamente también a la versión clásica 15 . Sin embargo. tal y como ya hemos señala-
do, la interpretación de los clásicos de Keynes es incorrecta y, por lo tanto, su argumento
debe entenderse como aplicable sólo a la formulación neoclásica de la ley de Say.
Según los economistas neoclásicos criticados por Keynes, la competencia llevaría
a la expansión de la producción y del empleo hasta el nivel al que la oferta de output sea
perfectamente inelástica, es decir, hasta el pleno empleo. No obstante, para Keynes
sólo existe un nivel de empleo que puede ser consistente con el equilibrio. De hecho,

cualquier otro nivel llevará a la desigualdad entre el precio de la oferta agregada del
output en su conjunto y el precio de su demanda agregada. Este nivel no puede ser
mayor que el pleno empleo[... ]. Pero no existe ninguna razón, en general, para espe~
rar que sea igual al pleno empleo. La demanda efectiva asociada al pleno empleo es
un caso especial, sólo realizado cuando la tendencia a consumir y el incentivo a inver-
tir se encuentran en una relación particula~ la una con la otra ( 1936: 28).

En esta forma, sin embargo, la crítica de Keynes a la ley de Say apenas guarda
relación alguna con la crítica de Marx. Pero en sus escritos previos a The General
The01y, Keynes criticó la ley de Say de forma bastante diferente. En ese caso, las simi-
litudes con Marx aparecen de forma mucho más clara.
En un artículo escrito en 1933 en honor aArthur Spiethoff («AMonetaryTheory of
Production» en Keynes, 1973a: 408-11), Keynes criticó la ley introduciendo de forma
explícita el dinero y su esencial importancia. Tradicionalmente, el dinero ha sido consi-
derado por los economistas solamente como un instrumento útil que facilita el inter-
cambio, pero que es neutral en lo que refiere a sus efectos sobre el conjunto de la economía.
Una economía en la que el dinero tiene estas características es lo que Keynes llamó una
«economía del intercambio real», que es muy diferente a su concepción de una «econo-
mía monetaria». En una economía monetaria, el tipo de economía en la que vivimos, el
dinero juega un papel específico; influye sobre motivos y decisiones y afecta a la tasa de
interés así como a la relación entre el output y el gasto total (ver Keynes, 1973a: 408-9).
Según Keynes, la mayoría de los economistas, a pesar de ser conscientes del hecho
de que vivimos en una economía monetaria, escribieron sus tratados bajo la suposi-
ción de que una economía capitalista de mercado se comporta como si fuera una eco-
nomía del intercambio real.

15. «La teoría clásica supone[ ... ] que el precio (o ingresos) de la demanda agregada siempre se acomoda
al precio de la oferta agregada; de forma que, sea cual sea el volumen de N, los ingresos D suponen un
valor igual al precio de la oferta agregada Z que corresponde a N. Es decir, que la demanda efectiva,
en Jugar de tener un valor de equilibrio único, es un abanico infinito de valores admisibles todos por
igual; y la cantidad de empleo es indeterminada excepto en la medida en que la desutilidad marginal
del trabajo fije un límite superior (Keynes, 1936:26).))
194 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

Keynes desarrolló muchas de estas cuestiones de forma más completa en el borra-


dor de 1933 de varios capítulos de The General Theory 16• Aquí, Keynes cambió par-
cialmente la terminología, llamando a la economía del intercambio real, «economía
cooperativa», y a la economía monetaria, «economía empresarial». Además, Keynes
introdujo el concepto de la economía empresarial neutral o «economía neutral».
Una economía cooperativa, aunque utiliza el dinero para el intercambio, es esen-
cialmente equivalente a una economía del trueque en la que los factores de la produc-
ción se ven recompensados por una participación en el output real.

Yo defino una economía del trueque como una economía en la que los factores de
producción se ven recompensados por la división del output real de sus esfuerzos
cooperativos en proporciones acordadas. No es necesario que reciban su parte de out~
put en especie; la posición es la misma si comparten los ingresos de la venta del
output en proporciones acordadas. Como esta economía no excluye el uso del dine~
ro para objetivos de conveniencia transitoria, quizá es mejor llamarla economía de
salarios reales, o una economía cooperativa, diferenciada de la economía empresa~
rial. En una economía del trueque (o cooperativa), sólo el cálculo erróneo o la obs-
tinación estúpida pueden interrumpir el camino de la producción, si el valor del
producto real previsto supera los costes reales (Keynes, 1979: 66-7).

En la medida en que los factores de producción son recompensados con propor-


ciones acordadas, el dinero es utilizado únicamente como una «conveniencia transito-
ria» para comprar una parte predeterminada del output. En esta economía, parecida al
caso de la «producción social» mencionado por Marx (ver p. 227), se asegura el pleno
empleo de todos los factores: tanto la demanda como la oferta de cada factor depen-
den de su recompensa prevista en términos de output, y mientras el olltput previsto
exceda su coste, la producción se llevará a cabo. Cuando el valor esperado del output
deja de ser mayor que su coste, se ha alcanzado el pleno empleo 17 •
Se puede llegar a los mismos resultados analíticos incluso si se realizan suposi-
ciones menos restrictivas. De hecho, incluso si algunos factores no utilizan todas sus
recompensas para adquirir una parte del output existente sino que desvían parte de ellas
a la compra de una parte de la riqueza preexistente, se sigue logrando el pleno empleo,
siempre que los vendedores de la riqueza preexistente utilicen a su vez sus ingresos
para comprar el output actual (ver Keynes, 1979: 77). Esta última situación represen-
ta una economía en la que los ingresos pueden ser gastados en productos o ahorrados
por cada factor individual; sin embargo, lo que se ahorra se gasta.
Llegados a este estadio, es fácil imaginar una economía a la que se le puedan apli-
car las mismas condiciones descritas más arriba pero donde exista una clase de empre-

16." En 1933. Keynes elaboró dos borradores del índice y esbozó varios capítulos del segundo. Todo este
material no se publicó hasta 1979. Sobre este tema, ver la «Editorial Note)) del volumen XXIX de
Colfected Writings (Keynes, 1979: XIII~IV). En los borradores del primer capítulo (Keynes, 1979:
66~8), del segundo capítulo (p. 76-87) y del tercer capítulo (p. 87~111), Keynes trató los temas deba-
tidos aquí. Sobre la importancia teórica de los borradores de.Keynes, ver también Rotheim, 1981 y
Tarshis, 1989.
17. En otras palabras, el «segundo postulado)) de la economía clásica (y neoclásica) se mantiene. Ver Keynes,
1936: 5-7.
MARX Y KEYNES: LA CRÍTICA A LA LEY DE SAY 195

sarios que inicien los procesos productivos con el fin de vender el output a cambio de
dinero. A esta economía, Keynes la llama economfa neutral. Es una economía

donde la puesta en marcha de los procesos productivos depende en gran medida de una
clase de empresarios que alquilan los factores de producción a cambio de dinero y
buscan recuperarlo a través de la venta del output a cambio de dinero, a condición
de que el conjunto de ingresos corrientes de los factores de producción sean necesa-
riamente gastados, directa o indirectamente, en la compra del propio output corrien-
te de los empresarios» (Keynes, 1979: 77).

En esta economía, existe un mecanismo que asegura que el valor de intercambio


de los ingresos monetarios de los factores es siempre igual, a nivel agregado, a la pro~
porción de output que hubiera sido la parte de los factores en una economía coopera~
tiva (ver Keynes, 1979: 78). De esta forma, una economía capitalista se comporta como
una economía cooperativa sólo si se cumplen estas restrictivas condiciones.
Es evidente que las definiciones de Keynes de la economía cooperativa y la eco-
nomía neutral corresponden a conceptos pertenecientes a la economía neoclásica. Sin
embargo, si hacemos un par de matizaciones, las críticas de Keynes son también apli-
cables a Ricardo. Si eliminamos la idea de que la validez de la ley de Say implica nece-
sarialnente el pleno empleo del trabajo y que la igualdad entre ahorros e inversiones
está asegurada por un mecanismo particular de mercado, es correcto afirmar que-tam-
bién Ricardo llevó a cabo su análisis en el contexto de una economía empresarial neu-
tral. Para Ricardo, el dinero también era una «comodidad transitoria».

3.2. Las características esenciales de una «economía empresarial»


Desde un punlo de vista metodológico, los enfoques de Marx y de Keynes son muy
parecidos: se puede afirmar que la ley de Say es aplicable a una economía capitalista
sólo si se postulan características que en realidad no se encuentran en el capitalismo.
Keynes se aproximó todavía más a Marx cuando describió los rasgos esenciales de una
economía empresarial, es decir, de una economía capitalista. Keynes incluso utilizó
términos marxianos 18:

La distinción entre una economía cooperativa y una economía empresarial guarda


cierta relación con una valiosa observación realizada por Karl Marx[ ... ]. Él seña~
ló que la naturaleza de la producción en el mundo real no es, tal como muchas veces
suponen los economistas, un caso de C-M-C', es decir, de intercambio de mercan-
cías (o esfuerzos). Este puede ser el punto de vista del consumidor privado. Pero
no es la actitud de los negocios que es el caso del M-C-M', es decir, de intercambio
de dinero por mercancía (o esfuerzo) con el fin de obtener más dinero (Keynes,
1979: 81).

En el mundo de Marx, es la rentabilidad del gasto de los empresarios lo que deter-


mina la dinámica de las economías capitalistas. Los empresarios inician procesos pro-

18. Sin embargo, no se refirió directamente a la obra de Marx sino a un libro de McCracken sobre Jos ciclos
empresariales (1933).
196 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

ductivos no para producir un mayor output sino para obtener un beneficio, un benefi-
cio que toma necesariamente una forma monetaria. Keynes argumentó lo mismo.

A un empresario le interesa. no la cantidad de producto, sino la cantidad de dinero


que le corresponderá en su participación. Aumentará su producción si al hacerlo prevé
incrementar su beneficio monetario, aunque este beneficio represente una cantidad
menor de producto que antes (Keynes, 1979: 82).

Los empresarios destinarán dinero a la producción si esperan que sea rentable (en
términos monetarios) hacerlo. Si se prevé que la producción no sea rentable, el dinero
se mantendrá inactivo y, como consecuencia, los empresarios ofrecerán menos empleo:
«La elección[ ... ] de decidir si ofrecer empleo o no es una elección entre utilizar el
dinero de esta o de olra forma o de no utilizarlo para nada>> (Keynes, 1979: 82; cursivas
nuestras).
Keynes también expresó su postura de forma muy similar después de la publica-
ción de Tlze General Tlzeory; en su artículo de 1937 «The General Theory of
Employment», Keynes señaló que la inversión

depende de dos tipos de juicios sobre el futuro, ninguno de los cuales se basa en
unos fundamentos adecuados o seguros -en la propensión al atesoramiento y en
las opiniones sobre los rendimientos futuros de los bienes de capital-. Tampoco
existe ningún motivo para suponer que las fluctuaciones en uno de estos factores
tenderán a compensar las fluctuaciones en el otro. Cuando se toma un punto de
vista más pesimista sobre los rendimientos futuros, esta no es razón por la que
debiera disminuir la propensión al atesoramiento. De hecho, las condiciones que
agravan a un factor tienden, por norma general, a agravar al otro. Debido a que las
mismas circunstancias que llevan a las visiones pesimistas sobre los rendimientos
futuros llevan a aumentar la propensión al almacenamiento (En Keynes, 1973b:
118; cursivas nu~stras).

4. CONCLUSIÓN: LA «ECONOMÍA EMPRESARIAL» DE MARX Y DE KEYNES

A pesar de sus diferencias ocasionales en la terminología, tanto Marx como Keynes


ofrecieron argumentos sustancialmente similares para rechazar la ley de Say. Además,
sus descripciones de las características fundamentales de la economía capitalista tam-
bién están muy próximas. Aquí, con el fin de subrayar sus similitudes, resumiré sus
puntos de vista utilizando una terminología uniforme.
La ley de Say es aplícable a una economía en la que el dinero es sólo un medio de
intercambio, una «Conveniencia transitoria». Pero en una economía capitalista, el dine-
ro también se utiliza como depósito de valor. Los empresarios capitalistas pueden gas-
tar dinero para iniciar procesos productivos o pueden mantenerlo inactivo. La rentabilidad
de la producción y de la inversión es el factor esencial que determina cómo se utiliza
el dinero.
Si las expectativas de los capitalistas referentes a la rentabilidad de sus proce-
sos productivos se vuelven pesimistas, la demanda de dinero ocioso (atesoramien-
to) crece, mientras que la demanda de mercancías y de trabajo se reduce. El dinero
MARX Y KEYNES: LA CRÍTICA A LA LEY DE SAY 197

es el mejor depósito de valor en un sistema en el que todas las transacciones exigen


dinero. El dinero puede convertirse en mercancías, o en trabajo, en cualquier momenM
to futuro.
Un aumento en la demanda de dinero es diferente de un aumento en la demanda
de cualquier otro producto. Una mayor demanda de una mercancía determinada, al
lado de una menor demanda de otras mercancías, provoca un cambio en el empleo pero
00 necesariamente una disminución a nivel agregado. En cambio, una mayor demanM
da de dinero, aliado de una menor demanda de otros productos, provoca una dismi-
nución en la demanda de trabajo para la producción de bienes. De hecho, el aumento
de la demanda de dinero produce el no aumento (o un aumento muy poco significati-
vo) del nivel de empleo en la producción de dinero. Esto es verdad tanto si el dinero es
una mercancía (oro) como si es un instrumento nominal. La mayor cantidad de dinero
que se demanda para tenerlo inactivo (atesorado) no tiene que ser producido. Está dis-
ponible debido a la disminución de la demanda de «dinero activo», es decir, de dinero
como medio de circulación.
Finalmente, todos estos puntos pueden resumirse utilizando las palabras de loan
Robinson. Un aumento en el atesoramiento se produce corno resultado de un «cambio
de sentimiento», es decir, un cambio en las expectativas de los capitalistas. Los ateso-
ramientos son

la cantidad total de dinero menos la circulación activa ("saldos inactivos"). Cuando


la cantidad de dinero permanece constante, se produce un "aumento del atesora-
miento", debido a un declive de los ingresos y de la actividad comercial, lo que libe-
ra dinero de la circulación activa del dinero (Robinson, 1938: 232).

Aunque tanto Marx como Keynes dirigieron sus críticas a'escenarios teóricos sig-
nificativamente diferentes, destacaron elementos que son fundamentalmente los mis-
mos. Ambos acusaron a sus predecesores de falta de «realismo», en el sentido de que
suponían un tipo de economía cuyas características esenciales no se correspondían con
las de las economías capitalistas reales.
El razonamiento teórico, en cualquier disciplina, no es y no puede ser realista en
el sentido de ofrecer una descripción completa del objeto investigado. La teoría no
puede reproducir la realidad en una escala «uno a uno»; tiene que comprender los ele-
mentos esenciales y básicos de su objeto de investigación a través de un proceso de
abstracción. En este proceso, los elementos accidentales y contingentes no se toman
en consideración. Esta es la forma en que la teoría «reproduce» la realidad 19 .
Pero el proceso de abstracción es muy difícil. Mientras que los aspectos contin-
gentes del objeto deben eliminarse, ninguna caracteristica fundamental debe confundirse
corno una accidental o irrelevante, y ser por eso ignorada. Si, en el proceso de abs-
tracción, se pierden aspectos fundamentales del objeto, la teoría deja de ser «realista»,

19. Marx lo expresó en estos términos. La realidad «aparece en el proceso de pensar[ ... ] como un pro-
ceso de concentración, como un resultado, no como punto de partida, aunque es el punto de partida
en la realidad y, por lo tanto, también el punto de partida para la observación y la concepción[ ... ]. [L]a
determinación abstracta lleva a la reproducción de lo concreto a través del pensamiento» (Marx,
1973: 101).
198 CRiTICA ALA ECONOMfA ORTODOXA

es decir, ofrece una «reproducción» del objeto que ya no encaja con el objeto «con-
creto» real.
La crítica de Marx al análisis de la demanda efectiva de Ricardo es una conse-
cuencia lógica de su enfoque metodológico. Al desarrollar su concepción de la econo-
mía capitalista, Ricardo fracasó en entender que el dinero, y su papel específico, no
puede dejarse fuera de consideración. Al descuidar el dinero, Ricardo pudo igualar el
proceso capitalista de intercambio con el trueque y, en consecuencia, no vio que la
demanda agregada puede caer por debajo de la oferta agregada y dar lugar a todas las
consecuencias que Marx analizó.
Keynes no estaba familiarizado con la metodología de Marx, pero está claro que
su crítica metodológica a sus predecesores es parecida a la crítica de Marx respecto
a Ricardo. Keynes, al igual que Marx, destacó que sus predecesores no habían enten-
dido que el análisis de una economía capitalista no puede llevarse a cabo suponien-
do que se comporta como una «economía neutral» en la que el dinero no juega un
papel relevante. La suposición de una economía neutral es una abstracción «no rea-
lista».
Así, un proceso de abstracción defectuoso llevó al error a los economistas neoclá-
sicos y clásicos y les impidió comprender la naturaleza real de una economía capitalista,
una «economía empresarial» en la que el dinero no es «neutral».
Marx y Keynes jugaron papeles muy parecidos respecto a las doctrinas que fue-
ron dominantes en su tiempo. Los dos provocaron una ruptura radical con el pasado y
proporcionaron una nueva perspectiva desde la que observar y explicar el funciona-
miento de la «máquina económica» -un concepto desarrollado y utilizado por prime-
ra vez por los economistas políticos clásicos-20•
Dicha máquina está regida por leyes que pueden estudiarse de forma científica.
Estas leyes regulan el proceso por el cual la máquina puede reproducirse y crecer. Este
proceso promueve fundamentalmente el interés general, ya que todos los actores socia-
les (individuos o, mejor dicho, clases) del sistema se benefician de él.
En este marco, cada clase persigue sus propios intereses específicos y, al hacerlo,
actúa también en favor del interés general. En particular, la clase capitalista, al perse-
guir sus intereses propios, hace posible que la máquina se reproduzca y crezca de forma
que pueda proporcionar ventajas para todas las clases. Las leyes que regulan la máqui-
na fuerzan a los capitalistas individuales a comportarse de esta forma.
Adam Smith fue el economista clásico más firmemente convencido de esta posición
(ver, por ejemplo, Smith, 1976: 475). Ricardo estuvo menos convencido que Smith de
la compatibilidad de los intereses de todas las clases sociales21 , pero, no obstante, creyó
que los empresarios capitalistas, en la búsqueda de su interés propio, también opera-
ban en favor de interés general.

20. El concepto clásico de la 1<máquina económica)) ha sido descrito vívidamente por Meek: «[F]ueron los
que primero empezaron a visualizar, consciente y coherentemente, la sociedad como un tipo de máqui-
na gigante, un mecanismo vasto e intrincado cuyas innumerables ruedas dentadas, cintas y palancas se
relacionaban entre sí de ciertas formas definidas [... }.Así nació la noción verdaderamente revolucionaria
de que las cosas que pasan realmente en la sociedad reflejan el fuñcionamiento de unos procesos gober-
nados por leyes y mecánicos, que son "autónomos" y "objetivos" en el sentido de que operan inde-
pendientemente de los deseos de los hombres individuales)) (1977: 177).
21. El ejemplo más obvio es su análisis del conflicto entre rentistas y capitalistas.
MARX Y KEYNES: LA CRÍTICA ALA LEY DE SAY 199

En este punto, Marx hizo acto de presencia y aportó una nueva percepción funda-
mental. La máquina no puede, en ningún caso, operar sin utilizar dinero, un dinero que
tiene que desempeñar varios papeles diferentes. Es imprescindible utilizar el dinero,
porque los individuos y las clases sociales están organizadas de forma que el inter-
cambio (y, consecuentemente, la producción, la reproducción y el crecimiento) no
puede producirse sin él.
Una vez que el dinero entra en escena, el marco analítico se altera radicalmente.
Mientras el dinero no juega un papel importante, los empresarios se ven «forzados» a
actuar en favor del interés general. Cuando el dinero recibe un papel más general y
fundamental, los empresarios tienen, para decirlo de alguna forma, un mayor grado de
«libertad». Ya no se ven obligados a actuar en favor del interés general. La búsqueda
de su interés (la maximización de los beneficios) deja de estar necesariamente asocia-
da a la producción y a la inversión al mayor nivel posible. La existencia del dinero, y
la posibilidad de mantenerlo inactivo, les da la opción de decidir no producir ni inver-
tir, de forma que los niveles de ingresos y empleo de la clase trabajadora se ven afec-
tados negativamente.
La visión neoclásica de la máquina económica era muy diferente a la clásica. Pero
los economistas neoclásicos compartieron con los economistas políticos clásicos la
confianza en la convergencia del interés individual y general. De hecho, los econo-
mistas neoclásicos fueron más allá que la econOmía política clásica y afirmaron que
todos y cada uno de los individuos se comportan de manera que el interés general se
alcanza en la forr,na de una posición de equilibrio general, en la cual todo el mundo
maximiza los beneficios y nadie puede mejorar. Los conceptos del interés general de
Smith y Ricardo fueron ciertamente menos restrictivos.
Keynes, en su crítica de la visión neoclásica de la máquina económica, jugó un
papel muy similar al jugado por Marx con respecto a la economía clásica. La máqui-
na capitalista no puede funcionar sin dinero; y una vez que el dinero se convierte en
una parte integral del marco analítico, las acciones de los individuos pueden tener con-
secuencias contrarias al interés generJ.l. Mientras que aseguran la consecución de los inte-
reses privados, las acciones individuales pueden evitar que la economía encuentre su
equilibrio en el límite del equilibrio óptimo posible (ver Boland, 1985: 185-92). El
dinero es, una vez más, la «herramienta» científica utilizada por Keynes para descar-
tar las teorías de sus predecesores.
Marx y Keynes, al igual que sus respectivos predecesores, creyeron que el siste-
ma económico puede entenderse como una máquina y que, por consiguiente, es posi-
ble estudiarlo de forma científica. Pero afirmaron que la máquina y su funcionamiento
no podían estudiarse sin tener en cuenta el dinero y su papel específico. Al tener en
cuenta el dinero, es decir, al construir un conjunto diferente de abstracciones científi-
cas, permitió a Marx y a Keynes explicar cómo los intereses individuales y el interés
general pueden entrar en conflicto.
Los conceptos del dinero desarrollados por Marx y por Keynes constituyen des-
cubrimientos científicos: innovaciones teóricas que produjeron una nueva visión del
objeto investigado. Marx y Keynes construyeron teorías basadas en abstracciones que
explicaban las características fundamentales de la «máquina», características que sus
predecesores respectivos consideraron corno meramente secundarias o totalmente irre-
levantes.
200 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

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CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA 203-220

La ley de Say: reformulación y crítica'


OscarLange

La Ley de Say consiste en la proposición de que no puede haber un exceso de oferta total
de mercancías (sobre oferta general) puesto que la oferta total de todas las mercancías
es idénticamente igual a la demanda total de todas las mercancías. Bajo ciertos supues-
tos respecto a la naturaleza de la demanda de dinero, esta proposición emerge como
un simple corolario de la teoría general de precios. Asociada a ella se encuentra la pro-
posición de que no puede haber una escasez de ingresos empresariales totales en rela-
ción al coste empresarial total que cause pérdidas en toda la economía (sobreproducción
general). El presente artículo pretende investigar la relación existente entre estas pro-
posiciones y estudiar las implicaciones de la Ley de Say respecto del problema del
desempleo, de la teoría general de precios y de la teoría del dinero.

1
Consideremos un sistema cerrado en el cual se intercambian n mercancías, con una de
ellas -digamos la mercancía n-ésima- funcionando como medio de cambio así como
nwnéraire, es decir, como dinero. Designemos por p¡ el precio de la i- ésima mercan-
cía. Tenemos Pn =l. Sean D¡ = D¡ (p1, p2, ••• , Pn-J• y S¡= S¡ (p 1,p2, ... , p11 _ 1) la función
de demanda y la función de oferta, respectivamente, de la mercancía i- ésima. Los pre-
cios de equilibrio están determinados por las n- 1 ecuaciones
Di (pt,P2• ···• Pn-I) =S¡ (p¡, P2• .:., Pn-1).
(i = 1, 2, ... , n- 1) (1.1)
La condición de estabilidad del equilibrio del sistema de precios se expresa median-
te las (n- 1) 2 desigualdades y ecuaciones 1
dD-1 dS.
- < ::.::.L cuando j = i
dp¡ dp¡
(iyj= 1,2, ... ,n-1) (1.2)
dD- dS
_J=:;.:.:.::.L cuandoj;t i
dp¡ dp¡

* Publicado en: Lange, Osear. ((Say's law: A restatement and criticism». En: Lange, 0.; Mclntyre, F.;
Yntema, T.O. (cds.). Studies in Mathematical Ecomics and Economerrics in memory ofHenry Sclwltz.
Freeport, Nueva York: Book for Librarians Press, 1942, p. 49-68. Traducción: Beatriu Kragenbühl.
l. Ver J. R. Hicks, Value and Capital. Londres: Oxford University Press, 1939, p. 66-67. Esta condición
es suficiente. Hicks proporciona condiciones adicionales para lo que él !lama «estabilidad perfecta».
Sin embargo, el concepto de estabilidad perfecta se refiere a la manera en que la estabilidad del siste-
ma se mantiene; pero esto no debe ocupamos aquí.
204 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

Hay solamente n- 1 funciones de demanda independientes, así como también n- 1


funciones de oferta independientes, siendo la función de demanda y oferta para lamer-
cancía que funciona como dinero deducible de las otras. Tenemos

(1.3)

y
(1.4)

Teniendo en cuenta las dos últimas relaciones, obtenemos la demanda total (medida
en valor monetario) para todas las n mercancías

(1.5)

De la misma forma, la oferta total (medida en valor monetario) para todas las n mer-
cancías es
u n-1
Lp¡S;= Lp 1S;+S,=Dn+Sn. (1.6)
i= 1 i=l
1
Entonces

(1.7)

es decir, la demanda total y la oferta total son idénticamente iguales.


Propongo llamar Ley de Walras a esta identidad, porque Walras fue el primero en
reconocer su importancia fundamental en la formulación de la teoría matemática de
los precios. Obsérvese que la Ley de Walras no requiere que la demanda y la oferta de
cada mercancía, o de cualquiera de ellas, estén en equilibrio. La identidad (1.7) se cum-
ple independientemente de si las ecuaciones (l.!) se satisfacen o no'-

2. La Ley de Walras se cumple también en ausencia de un medio de cambio uniforme, es decir, en un sis-
temo sin dinero. Sean Dii y Su aquellas partes de la demanda u oferta, respectivamente, de la mercancía
i por la cual se ofrece o se demanda la mcrcancíaj. Además, sea P1i el precio de la mercancía i en tér-
minos de la mercancíaj. Tenemos entonces

y (iyj=l,2, ... ,11)


Dji E SijJlij (2)
Tomando (arbitruriamente) una de las mercancías como numéraire y expresando todos los precios en tér-
minos de ésta, tenemos
p,
P;i=¡;;·
donde p 1 y P¡ son el precio de la mercancía i y de la mercancíaj en términos de numéraire. Entonces
P}¡; =- p,D,¡ (3)
y
PP¡¡Ep¡Sij. (4)
LA LEY DE SAY: REFORMULACIÓN Y CRÍTICA 205

2
Consideremos ahora todas las mercancías excluyendo el dinero. Para simplificar la
exposición, a partir de ahora se entenderá que el término «mercancía» excluye el dinero.
Así pues, oponemos «mercancía» a «dinero». n_
1
La demanda total de mercancías (excluyendo el dinero) es .r p,D, y la oferta total
n-1 r= 1
de mercancías (excluyendo el dinero) es .r p,S,. De (1.3) y (1.4) se sigue directamente
r= l
que
11- 1 11-1
Lp.D.= rpS .. (2.1)
i= 1 r r i= 1 r r

cuando y sólo cuando


(2.2)

es decir, cuando la demanda de dinero es igual a la oferta de dinero.


Pero D11 y S11 son la demanda y la oferta de dinero en un sentido específico, a saber,
el dinero demandado a cambio de las mercancías ofrecidas y el dinero ofrecido a cam-
bio de las mercancías demandadas. Es más conveniente expresar (2.2) en relación al
stock de dinero existente y a la demanda de saldos líquidos. Una diferencia entre el
dinero demandado a cambio de las mercancías y el dinero ofrecido a cambio de mer-
cancías implica el deseo de cambiar los saldos líquidos relativos a la cantidad de dine-
ro disponible. El cambio deseado es igual a esta diferencia. Designemos por .t1M el
incremento total de los saldos líquidos (en exceso de un posible incremento en la can-
tidad de dinero) deseado por todos los individuos. Tenemos pues que3
(2.3)

La condición (2.2) puede ahora escribirse de la forma:

LIM=O, (2.4)
La demanda total, expresada en unidades de numéraire, para todas las 11 mercancías es it1
} pp,1y la
1
oferta total, expresada similarmente, para todas las 11 mercancías es .f .i P~r. Teniendo en cuenta
(4),tenemos •=IJ=l '

~t}~P~ü.:::: .tilPi;· (5)


Debido a la simetría de los subíndices (i = 1, 2, ... , n;j = l, 2, ... , n) tenemos también
i f
;, li"' l
p.O .. .::::
J )'
f f
i= \ j : l
pD ..
' lj'

y sustituyendo esto en (5) obtenemos


n n n n
1~\j~/pij.:::: ;~¡¡;/~ii· (6)

es decir, la Ley de Walras. La demostración de Walras es algo distinta. Éste demuestra el teorema de
que si la demanda iguala a la oferta para las 11-l mercancías, lo mismo ocurre para la mercancía 11 (ver
Élémellls d'économie polirique pure [«édition définitive)>; París y Lausana, 1926], p. 120-21). Esto
implica que la demanda total iguala idénticamente a la oferta total de todas las 11 mercancías y es, por
lo tanto, equivalente a (6).
3. Dn y Sn, así como todas las cantidades demandadas u ofertadas, se miden por unidad o período de tiem-
po. Consecuentemente, /JM se mide de la misma manera.
206 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

es decir, no existe un deseo de cambiar la suma total de saldos líquidos relativos a la can-
tidad de dinero. Esto quiere decir que la demanda total de Jos saldos líquidos es igual
al stock de dinero existente. Así pues, la condición necesaria y suficiente para que la
demanda total de mercancías sea igual a la oferta total de mercancías es que la deman-
da total de saldos líquidos sea igual a la cantidad de dinero existente. Al cumplimien-
to de esta condición lo podemos llamar equilibrio monetario.
La demanda total de mercancías es igual a la oferta total de mercancías solamen-
te en un es!ado de equilibrio monetario.

3
La Ley de Say implica una conclusión mucho más fuerte que la ley de Walras o la de
la igualdad entre la demanda total de mercancías y la oferta total de mercancías en con-
diciones de equilibrio monetario. Afirma que la demanda total de mercancías (excluyendo
el dinero) es idé11ticamente igual a su oferta total:
n-1 n-1
L.p,D;= Lp,S;. (3.1)
i= 1 i= 1

De (1.3) y (1.4) vemos inmediatamente que, para que la Ley de Say sea cierta, es
necesario y suficiente que

(3.2)

que, debido a (2.3), se puede escribir también como

LIM=O, (3.3)

es decir, la demanda total de liquidez tiene que ser idénticamente igual a la cantidad
de dinero existente.
Por Jo tanto, la Ley de Say implica una naturaleza peculiar de la demanda de dine-
ro, a saber, que los individuos de este sistema, considerados conjuntamente, están siem-
pre satisfechos con la cantidad de dinero existente y nunca quieren poseer más o menos.
Nunca hay un deseo de cambiar Jos saldos líquidos totales más que para adaptarlos a los
cambios en la cantidad de dinero disponible. En estas circunstancias, las compras de
mercancías nunca se financian a partir de los saldos líquidos ni tampoco las ventas de
mercancías sirven para incrementar los saldos líquidos.
Esta naturaleza peculiar de la demanda de dinero que implica la Ley de Say fue
claramente entendida por sus proponentes originales. La asumieron explícitamente al
afirmar que el dinero es solamente un medio de cambio y abstrayendolo de su función
de «deposito de valoi"». En su Traité d' économie politique4 , Say señala explícitamen-
te que cuando hay exceso de oferta de ciertas mercancías, la dificultad para venderlas
aparentemente es sólo la falta de dinero para comprarlas. J.-a falta de dinero, dice Say,
no es más que una expresión de la falta de otras mercancías porque el dinero que se

4. Ver p. 347-48 del Traité {París, 1861).


LA LEY DE SAY: REFORMULACIÓN Y CRÍTICA 207

tendría que ofrecer por la compra de las mercancías de las que hay exceso de oferta
sólo puede ser adquirido a través de la venta de otras mercancías. Este punto de vista
excluye el uso de saldos líquidos para financiar la compra de mercancías. Ricardo tam-
bién expresa el mismo punto de vista: «los productos siempre son comprados por pro-
ductos, o por servicios; el dinero es solamente el medio por el cual se efectúa el
intercambio»5•

4
Desde su primera formulación, se ha asociado la Ley de Say a la proposición de que no
puede haber una «saturación universal» o «sobreproducción general» en el sentido de
que todos los empresarios experimenten pérdidas. Tal como Ricardo lo formula en una
continuación del párrafo que se acaba de citar: «Se puede producir demasiado de una
mercancía concreta, de la cual pueda haber una saturación tal en el mercado que no se
reembolse el capital gastado en ella; pero esto no puede suceder respecto a todas las
mercancías»6• Los ingresos empresariales totales se consideran idénticamente iguales
al coste total más cierta medida de beneficio (que se discutirá más adelante); y un défi-
cit de ingresos respecto a una mercancía debe, por consiguiente, ir acompañado de un
exceso de ingresos con respecto a alguna otra mercancía (o mercancías). La «sobre-
producción» solo puede ser «parcial», y toda sobreproducción parcial irá acompaña-
da de una producción parcial insuficiente en algún otro lugar del sistema económico.
Investigaremos la relación de esta proposición con la Ley de Say, poniendo especial
atención a la naturaleza de la «medida de beneficio» implicada.
Distingamos entre mercancías compradas por empresarios y mercancías vendidas
por empresarios. Vamos a llamar a las primeras «factores» y a las segundas «produc-
tos)>. Una mercancía puede ser a la vez factor y producto, o puede no ser ninguna de las
dos cosas. Tenemos pues las siguientes cuatro clases de mercancías: mercancías que
son sólo factores, mercancías que son a la vez factores y productos, mercancías que
son sólo productos y, finalmente, mercancías que no son ni factores ni productos. Vamos
a llamar a estas cuatro clases «factores primarios», «productos intermedios», «pro-
ductos finales>~ y «Servicios directos» respectivamente. Para simplificar la notación,
denotemos la demanda total y la oferta total (ambas medidas en dinero) de una clase de
mercancías por D y S con un subíndice que indique la clase. Usemos los subíndices F,
I, p y e para denotar factores primarios, productos intermedios, productos finales y
servicios directos, respectivamente. Además, dividamos la demanda de productos inter-
medios en la demanda para reemplazar los productos intermedios usados durante el
período en cuestión (es decir, el período en términos del cual se mide la demanda) y
la demanda para el incremento neto de los stocks de productos intermedios (nueva
inversión)', usando los subíndices IR y IN para indicar los dos tipos de demanda de

S. Principfes of Political Economy and Taxation, cap. XXI.


6. /bid.
7. Así )Ues, si se reemplaza menos que la cantidad de productos intermedios utilizados durante el perío·
do, la demanda de incremento neto de stock (nueva inversión) es negativa. La demanda de reemplazo
representa lo que Keynes llama «coste del usuario» y «coste suplementario» (ver J. M. Keyne&, The
General Theory of Employment [Nueva York Harcourt Brace & Co., 1936}, p. 53 y 56). La demanda
real de productos intermedios es la demanda de reemplazo más la demanda de incremento neto de stock.
208 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

productos intermedios. Finalmente, como antes, denotemos por D11 y S11 la demanda y
la oferta de dinero en el intercambio de mercancías.
Como nuestra clasificación es exhaustiva, tenernos

l" p¡D¡ =DF + DIR + DIN + Dp +De+ D11


i::,J

y
"
'Lp,S,=S,+ S1 + Sp +Se+ S".
i=l

Por la ley de Walras, tenemos

donde t1M =D11 - S11 , como antes. La parte entre paréntesis en el lado izquierdo de
esta ecuación es la demanda, medida en dinero, por parte de los empresarios, de factores
primarios y de la reposición de los productos intermedios utilizados, es decir, el coste
total en el que los empresarios están dispuestos a incurrir. La parte entre paréntesis en
el lado derecho de esta ecuación representa la oferta de productos, medida en dinero,
es decir, los ingresos totales planeados por los empresarios. La diferencia entre los dos,

(4.2)

es el beneficio total que los empresarios esperan recibir 8• Éste es el beneficio total
implicado en la decisión de los empresarios de ofrecer (S1 + Sp) de importe de pro-
ductos y utilizar un importe (Dp + D 1R) de factores'- Vamos a llamarlo beneficio total
planeado.
Teniendo en cuenta (4.2), podemos reescribir (4.1) en la forma

(4.3)

donde

8. Se asume aquí que Jos empresarios suministran exactamente las cantidades indicadas, es decir, las
cantidades indicadas por las funciones de oferta. Si la oferta de los empresarios es diferente de lo que
éstos planearon (como, por ejemplo, en caso de fluctuaciones en las cosechas), 11 difiere del benefi-
cio que los empresarios planean recibir por la diferencia entre la oferta real y la oferta originalmente
planeada.
9. S1 y SP son expresiones del tipo Ip~,., con el sumatorio aplicado a1odos los productos intermedios y todos
los productos finales, respectivamente. Dp y D1R son expresiones del tipo Ipp 1 , con el sumatorio apli-
cado a la respecliva clase de mercancías. Los s,. y los D,. son funciones de los precios. Los precios se
toman como (arbitrariamente) dados.
LA LEY DE SAY: REFORMULACIÓN Y CRíTICA 209

Cada uno de los términos de esta identidad, excepto ¡jM, representa un conjunto
independiente de decisiones. Los términos en el primer paréntesis representan deci-
siones empresariales, y los términos del segundo paréntesis representan decisiones de
comprar a los empresarios y de vender a los empresarios. Llamaremos a estas deci-
siones la esfera capitalista de decisiones. En el lado derecho, el término LIC represen-
ta las decisiones de vender y comprar servicios directos. Puesto que las ofertas de
vender y comprar servicios directos no están dirigidas a los empresarios, llamaremos
a estas decisiones la esfera no capitalista de decisiones. Debido a (4.2),

que es la diferencia entre el flujo de dinero demandado y el flujo de dinero ofrecido


por los empresarios. Es el flujo neto de dinero demandado por los empresarios. La
expresión Dp- Sp es la diferencia entre el flujo de dinero ofrecido a los empresarios
y el flujo de dinero demandado de los empresarios. Es el flujo neto de dinero ofrecido
a los empresarios. En la parte derecha, LIC =Se- De es la diferencia entre el flujo de
dinero demandado y el flujo de dinero ofrecido a cambio de los servicios directos, o
la demanda de incremento de saldos líquidos que surge en la esfera no capitalista de
decisiones. Como el LIMes la demanda total de incremento de saldos líquidos (relati-
vos a la cantidad de dinero disponible), L1M- LIC es la demanda de incremento de sal-
dos líquidos (relativos a la cantidad de dinero disponible) que surge en la esfera capitalista
de decisiones. Diremos que hay equilibrio monetario en la esfera capitalista de deci-
siones cuando LIM- LIC =O.
Cuando (Dp- s,) =(JI- Dm), el flujo neto de dinero ofrecido a los empresarios
es igual al flujo neto de dinero demandado por éstos, y los empresarios pueden reali-
zar su beneficio total planeado y su demanda de nuevas inversiones. Sin embargo,
cuando (Dp- Sp) <(JI- Dm), el flujo neto de dinero ofrecido a los empresarios es
menor que el flujo neto de dinero demandado por ellos. Dada su demanda de nuevas
inversiones, los empresarios no pueden realizar su beneficio total planeado. O bien
deben aceptar un beneficio total inferior al planeado o, en su lugar, increment:'lf Dm,
es decir, su demanda de nuevas inversiones. La demanda de nuevas inversiones es una
oferta de los empresarios para comprarse a sí mismos. Por consiguienle, un incremento
en }a demanda de nuevas inversiones disminuye el flujo neto de dinero demandado por
los empresarios. Finalmente, cuando (Dp- S,) > (JI- Dm), el flujo neto de dinero
ofrecido a los empresarios es mayor que el flujo neto de dinero demandado por éstos.
Los empresarios pueden, o bien obtener un beneficio total mayor que el planeado o,
alternativamente, disminuir sus nuevas inversiones.
Por lo tanto, dada la demanda de los empresarios de nuevas inversiones, Dm,
se puede realizar un beneficio menor, igual, o mayor al planeado dependiendo de si
(Dp- S,) ;;;: (JI- Dm) o, debido a (4.3), según si L1M- LIC ¡;; O. Nótese que la condi-
> <
ción que permite a los empresarios obtener exactamente su beneficio total planeado y
su demanda de nuevas inversiones no es equivalente al equilibrio monetario para el
sistema completo (LIM = 0) sino al equilibrio monetario en la esfera capitalista de deci-
siones (es decir, L1M- LiC = 0). Sin embargo, en un sistema puramente capitalista (es
decir, en un sistema donde no hay servicios directos), AC desaparece y .!JM = Oes la
210 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

condición equivalente a la igualdad entre el flujo neto de dinero ofrecido a los empre-
sarios y el flujo neto de dinero solicitado por éstos.
Conforme a la ley de Say: 11M= O, y si el sistema económico es puramente capi-
talista, tenemos que

(4.4)

El flujo neto de dinero ofrecido a los empresarios es siempre igual al flujo neto de
dinero solicitado por éstos. Sea cual fuere el beneficio total y las nuevas inversiones
planeadas por los empresarios, el flujo neto de dinero que se les ofrece es siempre el sufi-
ciente para permitirles obtener su beneficio planeado y realizar nuevas inversiones,
con independencia de si hay equilibrio entre demanda y oferta de cada mercancía por
separado. Así pues, el total de los ingresos empresariales son, de acuerdo con la Ley
de Say, idénticamente iguales al coste total más el beneficio total planeado 10 • Por con-
siguiente, la imposibilidad de obtener el beneficio planeado en una parte del sistema
tiene que ser compensada por la posibilidad de obtener más de lo planeado en alguna
otra parte del sistema. Es en este sentido que la «Sobreproducción» sólo puede ser «par-
cial».
Sin embargo, esto es¡cierto sólo para un sistema puramente capitalista. Si existen
=
servicios directos, la condición t1M Ono es suficiente para hacer que el total de los
ingresos empresariales sea igual al coste total más el beneficio total planeado. Es nece-
sario, además, que L1C =O, es decir, que el mercado de servicios directos esté en equi-
librio. El desequilibrio en el mercado de servicios directos puede causar una discrepancia
entre el flujo neto de dinero ofrecido a los empresarios y el flujo neto de dinero deman-
dado por los empresarios. Así pues, la Ley de Say implica la imposibilidad de una
«Saturación universal~>, sólo en un sistema puramente capitalista.

S
Sin embargo, la Ley de Say no implica que la demanda total y la oferta total de pro-
ductos sea idénticamente igual. Tampoco implica la identidad entre la demanda total
y la oferta total de factores primarios y servicios directos.
Podemos reescribir (4.1) de la forma

La parte izquierda refleja el exceso de oferta de factores y servicios directos (medi-


da en valor monetario). En la parte derecha, las dos partes entre paréntesis expresan el
exceso de demanda de productos (intennedios y finales) (también medido en dinero) 11 •

10. Esto está sujeto a la matización señalada en la nota 8. Nótese también que la Ley de Say no implica
nada respecto al nivel del beneficio total planeado. El beneficio total planeado puede incluso ser nega-
tivo, como, por ejemplo, cuando hay un gran equipamiento de ctipital fijo.
11. Por «exceso de oferta» interpretamos el exceso de oferta sobre la demanda; por «exceso de demanda•),
el exceso de demanda sobre la oferta.
LA LEY DE SAY: REFORMULACIÓN Y CRÍTICA 211

La identidad (5.1) muestra que los factores primarios y los servicios directos se ofre-
cen a cambio de productos y dinero, mientras que los productos y el dinero se ofrecen
a cambio de factores primarios y servicios directos. En condiciones de equilibrio mone-
tario 4M =O, y una oferta excesiva de factores implica una demanda excesiva de la
misma dimensión para los productos, y viceversa. Esto está claro ya que, cuando exis-
te el equilibrio monetario, se ofrecen factores primarios y servicios directos a cambio
de productos solamente, y solamente los productos se ofrecen a cambio de factores
primarios y servicios directos. En este caso, un exceso de oferta de unos significa un
exceso de demanda de los otros.
Según la ley de Say !JM =O, y obtenemos

(5.2)

Los dos lados de esta identidad no tienen por qué ser cero. La oferta total de factores
primarios y servicios directos puede, por lo tanto, diferir de la demanda total de fac-
tores primarios y servicios directos. Similarmente, la demanda total de productos puede
diferir de la oferta total de productos. La Ley de Say no impide ninguna de estas dos dis-
crepancias. Pero (5.2) muestra que, según la Ley de Say, una oferta excesiva defacto-
res primarios y servicios directos siempre implica una demanda excesiva igual de
productos, y viceversa. Lo que tiende directamente a restaurar el equilibrio. Un exce-
so de demanda de productos ocasiona un aumento de los precios de los productos. Lo
que estimula una disminución de la demanda y un aumento de la oferta de productos.
Una disminución en la demanda de productos es, sin embargo, equivalente a una dis-
minución de la oferta de factores primarios y servicios directos; y un incremento de la
oferta de productos equivale a un incremento en la demanda de factores primarios y
servicios directos. Así pues, el equilibrio entre demanda y oferta de productos y entre
demanda y oferta de factores primarios y servicios directos se restablece simultánea-
mente. De manera similar, en caso de un exceso de oferta de productos, el equilibrio se
restablece inmediatamente.
Cuando la ley de Say no se cumple, un exceso de oferta de factores primarios y ser-
vicios directos no se asocia necesariamente a un exceso de demanda de factores. De
(5.1) vemos inmediatamente que un exceso de oferta de productos puede coexistir con
un exceso de oferta de factores y servicios directos, y viceversa, con tal que AM >O.
Tal coexistencia ocurre cuando

es decir, cuando hay el deseo de aumentar los saldos líquidos (en relación a la canti-
dad de dinero disponible) por encima del exceso de oferta de productos, y también
por encima del exceso de oferta de factores y servicios directos. En este caso no hay
una tendencia directa a recuperar el equilibrio a través del simple mecanismo de inter-
cambio entre factores primarios y servicios directos, por una parte, y productos, por
la otra. El equilibrio sólo puede ser restablecido mediante la disminución del deseo
212 CRÍT1CAA LA ECONOMÍA ORTODOXA

de aumentar los saldos líquidos en relación con la cantidad de dinero (es decir, a tra~
vés de que los !JM vuelvan a ser cero). Esto pasará únicamente si la caída de los pre-
cios resultante del exceso de ofe11a tiende a hacer .6M =O. Podemos decir que, en este
caso, las condiciones del equilibrio monetario estable se satisfacen. De otro modo no
existe una tendencia a alcanzar el equilibrio, y las condiciones generales de estabili-
dad (!.2) no se satisfacen. Sin embargo, el cumplimiento de todas las condiciones de
estabilidad (1.2) no está implicitó en la ley de Say. La ley de Say implica solamente
que, se cumple un número suficiente de las condiciones de estabilidad del sistema
para garantizar la existencia de un equilibrio estable respecto a dos amplias clases de
mercancías, a saber, la clase de productos y la clase de factores primarios y servicios
directos.
Esta discusión nos lleva a la controversia original entre Malthus y Ricardo. En
sus Principies of Political Economy, Malthus afirmaba: «Si las mercancías se com-
pararan e intercambiaran únicamente entre sí, entonces realmente sería cierto que si
todas fueran aumentadas en su correcta proporción, en cualquier medida, éstas con-
tinuarían teniendo entre sí el mismo valor relativo.» 12 Pero Malthus argumentaba que
ésta no es una explicación correcta porque «de hecho, no es en absoluto cierto que
las mercancías siempre son intercambiadas directamente por mercancías. La mayo-
ría de mercancías son intercambiadas directamente por trabajo, bien sea productivo
o improductivo; y es bastante obvio que esta masa de mercancías, comparada con el
trabajo por el que se intercambia puede disminuir en valor debido a una saturación,
como cualquier mercancía disminuye de valor debido a un exceso de oferta, bien sea
comparada con el trabajo o con el dinero» 13 • Aquí, Malthus, con la palabra «mercan- 1
cía» (distinta de «trabajo») quiere expresar lo que en el presente artículo se define
como «producto». Recordando este hecho, y sustituyendo «factores primarios y ser-
vicios directos>> por el concepto más restringido de «trabajo» utilizado por Malthus, 1
la frase citada expresa la relación establecida en (5.1) cuando !JM =O. Señala que los
productos son intercambiados no solamente por productos sino que «la inmensa mayo-
ría» de productos es intercambiada por factores primarios y servicios directos. Por
consiguiente, puede haber un exceso de oferta general de productos, que lleva a un
descenso de los precios de los productos comparados con los precios de los factores
primarios y los servicios directos.
Esta afim1ación es correcta puesto que un exceso de ote1ta de productos implica, en
estas condiciones, un exceso de demanda de factores primarios y servicios directos.
Sin embargo, Malthus pensaba que al señalar esta relación correcta había demostrado
ea ipso la posibilidad de una «sobreproducción general» (tal como se ha definido ante-
riormente en la página 206). El efecto de un exceso de oferta de productos sería, según
Malthus, que «las mercancías [es decir, los productos] necesariamente perderían valor,
en comparación con el trabajo [factores primarios y servicios directos], hasta reducir los
beneficios a casi nada, y a contener durante un cierto tiempo la nueva producción. Pero
esto es precisamente lo que se quiere expresar con el término saturación que en este
caso es evidentemente general y no parcial» 14 . Como hemos visto, es cierto que los

12. Londres, 1820, p. 355.


13. Ibid. p. 353-354. Ver también In nota en las p. 317-318 de la segunda edición (Londres, 1836).
14. Op. dl. (1820) p. 354.
LA LEY DE SAY: REFORMULACIÓN YCRÍTICA 213

precios de los productos disminuirían relativamente a los precios de los factores pri-
marios y servicios directos. Pero, como se ve claramente en (4.3), esto no implica «Satu-
ración general» en el sentido de un beneficio realizado inferior al beneficio total
planeado, a menos que LlM- ,1C >O.
La respuesta de Ricardo 15 a Malthus fue la siguiente: «Es cierto que las mer-
cancías pueden existir en tal cantidad, comparadas con el trabajo, como para que su
valor caiga [evaluado] en trabajo, como para no permitir ningún incentivo a una
mayor producción de éstas. En este caso el trabajo demandará una mayor cantidad
de mercancías)) 16• Recordando nuestra observación anterior relativa a la terminolo-
gía, este pasaje simplemente afirma que un exceso de oferta de productos va acom-
pañada de un exceso de demanda de factores primarios y servicios directos, lo que
causa un aumento de sus precios. Esto es correcto según los supuestos de la ley de
Say. Malthus, sin embargo, negaba que un exceso de oferta de productos tenga que
ir asociada a un exceso de demanda de factores primarios y servicios directos.
Mantenía que habría también una oferta excesiva de factores primarios y servicios
directos, es decir, desempleo. 17 Como hemos visto, esto requiere la ausencia de equi-
librio monetario, a saber, un deseo de aumentar los saldos líquidos(en relación a la
cantidad de dinero disponible) por encima del exceso de oferta de productos, y por

1
15. La respuesta de Say a la misma cuestión planteada por Malthus fue meramente una evasiva termi-
nológica: «Las mercancías, dice usted, no solamente se intercambian por mercancías: se intercam-
bhm también por trabajo. Si este trabajo es un producto que algunas personas venden, que otras
compran, y que éstas últimas consumen, me costaría muy poco llamarlo mercancía, y le costará a
usted muy poco más asimilarlo a otras mercancías, ya que también son productos. Entonces, inclu-
yendo ambos bajo el nombre genérico de producto, quizás podrá admitir usted que los productos se
compran solamente con productos.}> (Ver Letters to Thomas Malthus on Political Economy and
Stagnation of Commerce {Londres, 1821 (reimpreso en 1936 por Harding Ltd], carta 1, p. 21-22).
En esta \~aducción se omite la palabra «no» de la primera frase. Esto, obviamente, es una errata (ver
el original francés en Oeuvres diverses de J. B. Sa)\ Petit volume, Éd. Guillaumin [París, 1848], p. 456).
Obviamente, aquí, la palabra «producto)) significa mercancías en general, es decir, factores prima-
rios y servicios directos, así como productos.
En un estadio posteriores de la controversia, Say aún cayó más hondo en su tautología tcnnino-
lógica y definió «producto como un producto cuyos ingresos cubren los costes» (ver la carta a Malthus
de julio de 1827 en Oeuvres diverses, p. 513, y Cours complet d'économie politique pratique [2" ed.,
1840], I, p. 347-48); ver también E. von Bergmann, Geschiclrte der nationaWJ:onomischen Krisentheorien
[Stuttgart: Kohlkammer, 1895], p. 74-76). Por Jo tanto, la proposición de que el coste total del «pro-
ducto» no puede exceder el total de los ingresos de los empresarios se convirtió con Say en una mera
tautología.
16. Notes on Malthus' «Principies of Political Economp, ed. Jacob Hol\ander y T. E. Gregory (Baltimore:
Johns Hopkins University Prcss, 1928), p. 163.
17. lbíd., p. 361-62. El exceso de oferta de factores primarios y servicios directos no es lo mismo sin embar-
go, que el<<descmplco involuntario>) en el sentido kcynesiano. El «desempleo involuntario», tal como
se define en la teoría keynesiana, no es un exceso de oferta de trabajo, sino una posición de equilibrio
obtenida por la intersección de una curva de demanda y una curva de oferta; siendo, sin embargo, In
curva de la oferta infinitamente elástica respecto de los salarios nominales en un extenso intervalo y
estando el punto de intersección a la izquierda de la zona donde la elasticidad de la oferta de trabajo
respecto de los salarios nominales se vuelve finita. Así pues, en la teoría keynesiana, la parte izquierda
de (5.1) es siempre cero. Los diferentes niveles de empleo se refieren a los diferentes niveles de demanda
y oferta de trabajo (ver Keyncs, op. cit., p. 15; y también mi artículo «The Rate oflnterest and the
Optimum Propensity lo Consume>,, Economica, febrero de 1938, p. 31).
214 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

encima del exceso de oferta de factores primarios y servicios directos. En tal caso,
realmente puede tener lugar una «Saturación universal», siempre y cuando una parte
de la demanda de aumento de liquidez surja en la esfera capitalista de decisiones
(es decir, que 11M- !JC > 0).
Claramente, Malthus tenía algo así en mente como lo muestra la siguiente afirma-
ción de una nota a pie de página:

Los teóricos de la Economía Política, por miedo a parecer que concedían demasia-
da importancia al dinero, han sido quizás demasiado propensos a excluirlo de su con-
sideración en sus razonamientos. Es una verdad abstracta que deseamos mercancías,
y no dinero. Pero, en realidad, ninguna mercancía mediante la cual sea posible ven-
der nuestros bienes inmediatamente puede ser un substituto adecuado para un medio
de circulación y permitirnos de igual manera asegurar a los hijos la compra de una
propiedad, o contratar trabajo y provisiones en el plazo de uno o dos años. Un medio
de circulación es absolutamente necesario para cualquier ahorro; e incluso un fabri-
cante progresaría sólo lentamente si se viese obligado a acumular en especie todos
los salarios de sus trabajadores. Por lo tanto, no debemos estar sorprendidos porque
desee más el dinero que las mercancías 1s.

Pero el hecho de que relegase a un pie de página esta consideración crucial sobre
el dinero hizo que su argumento no convenciera a Ricardo, que argumentaba de prin-
cipio a fin sobre la base del supuesto que el dinero es solamente un medio de cambio
(es decir, 11M= 0). Puesto que Ma!thus no había explicitado completamente su hipótesis
relativa a la demanda de dinero, la discusión entre él y Ricardo prosiguió por vía de
malentendidos.

6
Estudiemos ahora las implicaciones de la ley de Say para la teoría de Jos precios. En
general, los n- 1 precios de equilibrio están determinados por las n- 1 ecuaciones
(J.l) que expresan, para cada mercancía, la igualdad de demanda y oferta. Si las con-
diciones de estabilidad (1.2) se satisfacen, los precios reales tienden hacia Jos precios
de equilibrio dados por (1.1). Sin embargo, cuando la Ley de Say es válida, el núme-
ro de ecuaciones independientes se reduce en una. De acuerdo con la Ley de Say,
n-2 n-2
Lp¡D¡+PII-lDn-1= Lp¡S¡+Pn-ISn-1 (6.1)
¡, 1 i=l

(donde la mercancía n- 1 se escoge arbitrariamente). Esta expresión muestra que,


si D¡= S1 para las n- 2 primeras mercancías, tenemos necesariamente queD11 _ 1 = S11 _ 1•
Por la ley de Say, tenemos también que D,1 = S11 • El número de ecuaciones indepen-
dientes es solamente n- 2, mientras que el número de precios de equilibrio a deter-
minar es n- l. Así pues, cuando la ley de Say se cumple, los precios de equilibrio son
indeterminados. Las ecuaciones (1.1) determinan en es.te caso los n- 2 precios como

18. Principies of Political Economy (1820), p. 361-362.


LA LEY DE SAY: REFORMULACIÓN Y CRÍTICA 215

funciones del precio de la mercancía n- l (que se ha escogido arbitrariamente), es


decir, p,;!; (p,_ 1). (i; 1, 2, ... , n- 2) 1'-
Sin embargo, esta indetenninación de los precios de equilibrio que resulta de acep-
tar la ley de Say se reduce considerablemente si tenemos en cuenta las consecuencias
de la naturaleza peculiar de la demanda de dinero que implica la ley de Say. La ley de
Say excluye la sustitución entre el dinero y las mercancías porque implica que la com-
pra de mercancías no se puede financiar a partir de los saldos líquidos y que los sal-
dos líquidos no se pueden incrementar a costa de los ingresos que provienen de la venta
de mercancías20• Esto tiene una consecuencia importante para la estructura de las fun-
ciones demanda y oferta de las mercancías. Estas funciones se derivan de la teoría de
la sustitución. De acuerdo con los principios de la teoría de la sustitución, un cambio
en las relaciones de los precios de las diferentes mercancías conduce, por regla gene-
ral21, a la sustitución de mercancías cuyos precios incrementan relativamente por mer-

19. Llamando F1 (p 1 , p 2 , ••• , p,_ 1) = D1- S1 , las n-2 ecuacíones de equilibrio independientes del conjunto
(1.1) pueden escribirse en la forma:

(i=l,2, ... ,11-2) (!)

Una solución con respecto ap 1, Pz. ... , p,_ 2 existe si

p 1, p2,••• ,p,_ 2 siendo entonces funciones de Pn-l· El jacobiano tiene la propiedad requerida cuando
las condiciones de estabilidad se satisfacen. Las condiciones de estabili9ad del sistema ( l) son (ver
ec. [1.2] arriba y también Hicks, op. cit., p. 315):

dF1 ....2 ar¡ dp,


-=L--<0, (i=l,2, ... ,11-2) (2)
dp 1 r.::l ap, dp 1

Resolviendo el sistema (2) con respecto a dF¡Idp 1 , obtenemos

(i=l,2•... ,n-2)
Dado que esto tiene que ser negativo, el numerador tiene que ser diferente de cero.
20. Ver p. 204.
21. Esta regla puede ser contrarrestada {Xlf complementariedad.
¡>
""'r".
'.•.•.·.•.

216 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

candas cuyos precios bajan relativamente22 . Un cambio proporcional de los precios


de todas las mercancías, es decir, p 1, p 2, ••• , p11 _ 1, implica un cambio de la relación de
intercambio de mercancías por dinero (el precio del dinero p11 = 1 por definición). En
general, esto daría lugar a una sustitución de dinero por mercancías o viceversa. Sin
embargo, la ley de Say impide tal sustitución. Entonces, en el caso en que la ley de
Say se cumpla, un cambio proporcional de los precios de todas las mercancías no puede
afectar la oferta y la demanda de las mercancías con relación a la oferta y la demanda
de dinero. Pero un cambio proporcional de todos los precios tampoco provoca una sus-
titución entre las distintas mercancías. Por lo tanto, las funciones de oferta y deman-
da de mercancías, cuando la Ley de Say es válida, son homogéneas de grado cero; es
decir, un cambio proporcional de todos los precios no afecta las cantidades demanda-
das u ofrecidas. Estas cantidades dependen meramente de los precios relativos, es decir,
de las razones entre precios

donde la mercancía n- 1 ha sido escogida arbitrariamente.



Señalando los precios relativos por re¡=-'- ¡(i = l, 2, ... , n -2),las ecuaciones que
Pn-1
expresan, para cada mercancía, el equilibrio de la demanda y la oferta, pueden escribirse
como

(i= 1,2, ... ,11-2) (6.2)

Sustituyen a las n- 2 ecuaciones independientes de entre las ecuaciones de equi-


librio (1.1 ), y los valores de equilibrio de los n-
2 precios relativos son determinados.
Así pues, es posible delerminar los valores de equilibrio de los precios relativos,
es decir, de las razones de los precios monetarios de las mercancías. Los precios mone-
tarios, sin embargo, permanecen indeterminados.

7
Bajo la ley de Say, se observa que los precios relativos de la mercancías son indepen-
dientes de la cantidad de dinero del sistema. El dinero es «neutro»23 o, usando ]a expre-
sión de los economistas clásicos, es meramente un «velO>> que se puede eliminar, y los
precios relativos pueden ser estudiados como si el sistema se basara en el trueque.
Verdaderamente, al excluir la sustitución de dinero por las mercancías o viceversa, la
ley de Say construye un sistema que equivale a una economía de trueque. El dinero en
un sistema como éste es meramente un medio de cambio sin valor y una medida del
valor.

22. Esto se cumple también para lrt sustitución entre factores y productos si los factores son considerados
como productos negativos (ver Hicks, op. cit., p. 93 y p. 319-22).
23. Ver la definición de dinero «neutro)) en J. Koopmans, Das neutra/e Geld («Beitriige zur Geldthcoric)) ),
ed. F. A. Hayek (Viena: Springer, 1933), p. 228.
LA LEY DE SAY: REFORMULACIÓN Y CRÍTICA 2l7

En un sistema en el que se satisface la ley de Say, los precios monetarios de las


mercanclas son indeterminados. Para determinarlos, necesitamos conocer el precio
Pn- 1 (eligiendo arbitrariamente la mercancía n- 1). Si éste se conoce, los precios mone-
tarios se pueden obtener de los precios relativos por la relación p¡ = p11 _ 11t¡ (i = 1, 2, ... ,
n- 2). Sin embargo, el precio p, _1 no puede ser obtenido mediante la ley de Say ya
que tenemos solamente n - 2 ecuaciones independientes de equilibrio de oferta y
demanda. Esto ha llevado a la teoría monetaria tradicional a determinar el precio
Pn-l mediante una ecuación suplementaria introducida en el sistema -la «ecuación de
intercambio»-. Esta ecuación puede escribirse de la forma
,_¡
k I.p,S1 =M. (7 .1)
i= 1

donde k es una constante que expresa la proporción de la oferta total de mercancías,


medida en valor monetario, que los individuos quieren mantener en saldos líquidos,
es decir, k es el recíproco de la velocidad de circulación del dinero. M es la cantidad
de dinero.
Como quep1 = p,_ 1n:1 (para i =1, 2, ... , n- 2; para i =n- 1 ponemos n:, = 1 por defi-
nición), la ecuación (7 .1) se transforma en
n-1
kp 11 _ 1 . :E n;¡S1=M. (7.2)
1=\

Los valores de equilibrio de los precios relativos n1 están determinados por las
ecuaciones (6.2), y las cantidades de equilibrio de las mercancías ofertadas S1 (i =!,
2, ... , n-1) se obtienen substituyendo las n;1en las funciones de oferta24 . Así obtenidos
los n:1 y las S,, p,_ 1 queda determinado por (7 .2).
Este es el procedimiento de la teoría del dinero tradicional. Implica una división
de la teoría de los precios en dos partes distintas: (1) la determinación de los precios
relativos y (2) la determinación de un multiplicador (el «nivel de precios>>) por una
ecuación monetaria distinta del sistema de ecuaciones de equilibrio. Da como resulta-
do que el dinero es «neutro>>2s.
Sin embargo, este procedimiento es contradictorio en sí mismo. La ecuación (7 .2)
no es compatible con la ley de Say. La parte izquierda de esta ecuación es la demanda
total de saldos líquidos y la parte derecha es el stock de dinero existente. La diferencia
es el cambio deseado en saldos líquidos (relativos a la cantidad de dinero). Tenemos
entonces: 26
,_¡
kp 11 _ 1 :E rr-¡51- M= !JM. (7.3)
i::l

24. Se obtiene también Sn-l porque tenemos n-1 funciones de oferta de mercancías, aunque solamente hay
n-2 ecuaciones de equilibrio independientes.
25. Excepto por «fricciones» y retrasos en.el tiempo, que en este caso es la única manera a través de la cual
el dinero puede afectar los precios relativos de las mercancías.
26. Para que l!Jvf aquí sea el mismo que .!3M en (2.3), es necesario que la unidad o período de tiempo en
que se considera el cambio sea el mismo que la unidad o período de tiempo por el cual se miden la can·
tidades demandadas u ofertadas. Ver nota 3 más arriba.
218 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

Si Pn-l tiene un valor que no satisface (7 .2), existe una discrepancia entre la can-
tidad de dinero que las personas quieren poseer y la cantidad de dinero existente. Esto
implica una discrepancia entre la demanda total y la oferta total de mercancías (ver
ecuación [2.3]). Sin embargo, la ley de Say requiere LIM =O (ver ecuación [2.4] más arri-
ba). En este caso obtenemos
(7.4)

es decir, una identidad válida para cualquier valor de Prr-l y, que por consiguiente, no
sirve para determinar p11 _ 1• Pero k no puede ser constante y tiene que ser indetermina-
do para ajustarse a cualquier valor de pn _ 1, de forma que la identidad se satisfaga. La
Ley de Say implica una velocidad de circulación indeterminada (1/k) y los precios
monetarios son indeterminados.
Por tanto, el procedimiento tradicional de la teoría del dinero implica una contra-
dicción. O bien se acepta la ley de Say y los precios monetarios son indeterminados, o
bien los precios monetarios se determinan pero entonces la ley de Say, y por consi-
guiente la <<neutralidad>> del dinero, se tienen que abandonar. La ley de Say excluye
cualquier teoría del dinero.

8
Hemos visto que la ley de Say excluye cualquier teoría del dinero. Por consiguiente,
la teoría del dinero tiene que empezar por rechazar la ley de Say. En lugar de aceptar
que la demanda total y la oferta total de las mercancías son idénticamente iguales o,
lo que es equivalente, que la demanda total de los saldos líquidos es idénticamente
igual a la cantidad de dinero disponible, estas identidades tienen que ser reemplaza-
das por verdaderas ecuaciones. El objetivo de la teoría del dinero es entonces el de
estudiar las condiciones bajo las cuales se llega al equilibrio de la demanda total y la ofer-
ta total de mercancías (o, en su lugar, al equilibrio de la demanda total de los saldos
líquidos y la cantidad de dinero disponible) y comprender los procesos por los cuales
se alcanza tal equilibrio.
Wicksell expresó claramente este objetivo: <<Cualquier teoría del dinero digna de este
nombre tiene que ser capaz de demostrar cómo y por qué la demanda monetaria o pecu-
niaria de mercancías excede a, o queda por debajo de, la oferta de bienes en condicio-
nes dadas» 27 • Wicksell también observó la dificultad de conciliar esto con la ley de
Say. Por último, tranquilizó su conciencia afirmando que la demanda total y la oferta
total tienen que ser iguales «finalmente» pero pueden diferir «en primer lugar»28 • Con
esta observación, Wicksell, y con él todos los teóricos del dinero, abandonaron la ley
de Say sustituyendo la identidad por una ecuación que es válida solamente en equilibrio.
La afirmación que la demanda total y la oferta total tienden a ser iguales «finalmen-
te» no es sino afirmar que las condiciones de estabilidad del sistema tienen que ser
satisfechas. Si las condiciones de estabilidad (1.2) se satisfacen, cualquier alteración

27. Lectures on Political Economy, Il (Londres: Routledge & Sons, 1935), p. 159-160.
28. /bid.• p. !59.
LA LEY DE SAY: REFORMULACIÓN Y CIÚT!CA
1r'1,
219

1'
del equilibrio hará que la demanda y la oferta de cada mercancía tiendan de nuevo :1
hacia la igualdad; y como esto sucede para cada mercancía en el sistema, también ~~
implica que la demanda total y la oferta total de mercancías tienden hacia la igualdad. ,,
l.
Pero esta tendencia hacia el equilibrio, implicada en las condiciones de estabilidad, no ¡:
debiera confundirse con la ley de Say.
Dado que la homogeneidad de las funciones de demanda' y de oferta de las mer-
cancías desaparece cuando se abandona la ley de Say, vemos que la teoría del dinero no
i'
puede separarse de la teoría de los precios relativos. La base misma de la teoría del
dinero es incompatible con la «neutralidad>) del dinero. Los precios monetarios de 1
todas las mercancías tienen que ser determinados directamente a partir del sistema
general de las ecuaciones de equilibrio (1.1).

9
Las anteriores implicaciones de la ley de Say para la teoría de los precios y la teoría
del dinero también son válidas respecto a una teoóa dinámica de precios que esté basa-
da en considerar la sustitución de bienes en diferentes momentos del tiempo, así como
la sustitución de diferentes bienes en un momento dado del tiempo
En aras de la simplicidad, dividamos el período total de tiempo considerado en m+ 1
intervalos pequeños e iguales, indicados por los subíndices O, 1, 2, ... ,m, donde el índi-
ce Ose refiere al intervalo «presente», y los otros índices se refieren a intervalos «futuros».
Señalemos, además, al precio de la mercancía i esperado en el intervalo tpor P;r, y enten-
damos que P;o (i = 1, 2, ... , n- 1) son los precios obtenidos realmente en el intervalo
«presente». Llamaremos a estos últimos los <<¡)recios corrientes». Sea r1 el tipo de interés
(por intervalo) en préstamos de una duración de t intervalos. El valor descontado del pre-
cio esperado P;r es q;, =P;, 1(1 + r,)'. Esta definición lleva a q~ =p~ para i =1, 2, ... , n-
l. La demanda y oferta corrientes de una mercancía, es decir, la demanda y oferta en el
intervalo «presente», es una función de todos los precios corrientes, así como de los valo-
res descontados de todos los precios futuros esperados.29

D¡o =Dro (qiO• q10 • •.. , qn-1,0 ; Qu, q21• ... , q11-l,l ; • .. ; QJm• q'lw •"' qn- i,m)
(i= 1, 2, ... ,n-1)
y

Las ecuaciones de equilibrio son

D¡o (pi O• P10• ... , Pn-1,0; qll• q1J• ... , qn-\,1; ... ; qlm> q1m• .•. , qn-1,,) =
S,u (pi O• P10• · "' Pn- 1,0; qll, q11• "·• qn -1,1; ... ; qJm• q1m• "·• qn-l,m) ·
(i = 1, 2, ... , n -1) (9.1).

29. Ver Gerhard Tintner, «The Theoretical Derivation ofDynamic Demand Curves», Econometrica, octu-
bre de 1938; y Hicks, op. cit., cap. XVIII.
220 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

Éstas determinan los valores de equilibrio de los n-1 precios corrientes P;o (i = l, 2,
... , n- 1.) como funciones de los valores descontados de los precios futuros espera-
dos. Éstos últimos pueden ser considerados como funciones de los precios corrientes

(i= 1, 2, ... , n-1; t = l, 2, ... ,m) (9.2)

llamaremos a estas funciones, «las funciones de expectativaS>>, y a sus elasticida-


des parciales, «elasticidades de expectativas>> 30• Entonces, junto a las funciones de
expectativas que son (n- l) m en número, las ecuaciones (9.1) determinan los valo-
res de equilibrio de los precios corrientes.
Cuando la ley de Say se cumple tenemos, como antes,sólo n-2 ecuaciones inde-
pendientes entre las ecuaciones (9.1), y las funciones de demanda y oferta son homo-
géneas de grado cero porque la Ley de Say impide la sustitución entre dinero y
mercancías. Sin embargo, en la teoría dinámica de los precios, se trata de todos los
precios monetarios q¡1, los valores descontados de los precios esperados en el futuro
así como los precios corrientes cuyo cambio proporcional no afecta las cantidades pedi-
das y ofrecidas. Las funciones de demanda y oferta dependen pues únicamente de los
precios relativos, es decir, de las razones entre los q¡r Sin embargo, esto no es sufi-
ciente para determinar los precios relativos debido a las funciones de expectativas (9.2).
Para que los precios relativos sean detenninados, las funciones de expectativas tam-
bién deben implicar solamente los precios relativos y no los precios monetarios. Por
lo tanto las funciones de expectativas deben ser homogéneas de primer grado; es decir,
un cambio proporcional de todos los precios corrientes debe cambiar los valores des-
contados de los precios futuros esperados en la misma proporción. En este caso, un
cambio proporcional de todos los precios corrientes no altera las cantidades demandadas
y ofrecidas. Las funciones de demanda y oferta de las mercancías dependen ahora
solo de las razones de los precios corrientes, y los precios relativos están determina-
dos por las n- 2 ecuaciones independientes del sistema (9.1) y por las funciones de
expectativas (9.2). Sin embargo, los precios monetarios permanecen indeterminados.
En la teoóa dinánúca de los precios, la ley de Say implica pues, además de la homo-
geneidad de las funciones de demanda y oferta de las mercancías, funciones de expec-
tativas homogéneas. Este supuesto adicional hace que la ley de Say sea mucho menos
realista en el contexto de una teoría dinámica de los precios que en el contexto de una
teoría estática. En ambas teorías, estática y dinámica, la ley de Say deja los precios
monetarios indeterminados.

30. El último término fue introducido por Hicks (op. cit., p. 205).
''.~
'l

CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA 221-226 1


1

Los neoclásicos
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l. EL CONTEXTO

Durante la segunda mitad del siglo XIX se va gestando lo que, hacia finales de siglo,
constituirá la revolución marginalista. Las ideas originarias de lo que hoy conocemos
como teoría neoclásica se consolidarán en el periodo comprendido entre fines del siglo
XIX y las dos primeras décadas del xx al converger toda una serie de elementos que
hacían «necesaria» una nueva teoría social. Entre ellos podemos destacar:

-la preocupación de los economistas clásicos por la tendencia al estancamiento del


sistema,
-el aumento de importancia de los movimientos socialistas -socialismo utópico- y,
en particular, posteriormente, de los planteamientos de K. Marx (en 1867 se publicó
el primer volumen de El Capital) que ponían el acenlo en la naluraleza explotadora
del capitalismo, los conflictos entre las clases sociales y predecían la desaparición
violenta del sistema por los movimientos revolucionarios de las clases explotadas,
-la existencia de importantes movimientos revolucionarios en la Europa de la época.
Hay que recordar que en 1871 se estableció la Comuna de París y, aunque fue rápi-
da y cruelmente reprimida, asustó hasta el fondo a todas las burguesías europeas,
-la fuerte depresión de 1873 con sus secuelas de miseria y fortalecimiento de los movi-
mientos sindicales. A partir de 1870 se inicia una etapa en la que el capitalismo com-
petitivo, por su propia tendencia a la concentración e impulsado por las nuevas técnicas
productivas que él mismo genera, que requieren grandes cantidades de capital, va
siendo sustituido por un capitalismo monopolista que concentra los medios de pro-
ducción en pocas manos con altos precios del producto y grandes beneficios,
-tras esta etapa depresiva, el capitalismo inicia un periodo de expansión que no sólo
dará lugar al fenómeno del imperialismo, sino que conducirá a abandonar la preo-
cupación de los clásicos por el crecimiento y la distribución que lo facilite, y a diri-
girse a un análisis más orientado a destacar la potencialidad del sistema, la armonía
posible entre sus componentes, y la conveniencia de preocuparse por la asignación de
recursos escasos y su máxima eficiencia.

Por tanto, se imponía la aparición de una nueva teoría social para defender el orden
dominante y combatir a una batalladora clase trabajadora.
Esta nueva teoría social se gestará en un periodo en el que se estaban produciendo
toda una serie de avances en el campo científico que conducirían a los científicos socia-
les a entusiasmarse por los métodos de las ciencias naturales y los instrumentos mate-
222 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

máticos y a intentar aplicarlos a las ciencias sociales. Desde su óptica, éstas alcanzarían,
mediante la utilización de sofisticadas expresiones matemáticas como poderoso ins-
trumento conceptual y metodológico, el mismo nivel de precisión, rigor científico y
prestigio que el de las ciencias naturales. Además, esta más complicada expresión hacía
más difícil la comprensión de la totalidad de su sistema a las clases populares y sus
dirigentes.
Se inicia así la denominada revolución rnarginalista, cuyos protagonistas iniciales
fueron Jevons (1835-1882) y los austriacos Menger (1840-1921 ), Bohm-Bawerk (1851-
1914) y Wieser (1851-1926). Pero, sin ninguna duda, la aportación principal corre a
cargo de L. Walras (1834-191 O) con su interpretación más integrada y su sistema gene-
ral de equilibrio con precios de tanteo y un subastador general. También participan en
este proceso economistas como Edgeworth, Cassel, Pareto y Wicksell. Esta primera
etapa parece concluir con A. Marshall (1842-1924) y el equilibrio parcial. La preemi-
nente posición de Inglaterra en la escena mundial consolidará a este país y sus auto-
res como centrales en el desarrollo de la ciencia económica.
Desde Marshall el marginalismo se convierte en la teoóa económica dominante
hasta Keynes, que la criticará, pero incluyendo en su crítica elementos de los autores clá-
sicos y sin diferenciarlos en su denominación. Lo que, en muchos casos, lleva a la con-
fusión.
No está demasiado claro cuándo la revolución marginalista pierde este nombre y se
convierte en lo que hoy conocemos como sistema neoclásico. Durante muchos años
el marginalismo era la denominación habitual. Es muy posible que haya sido el de-
sarrollo de la teoría del equilibrio general por Arrow y Debreu la que ha consolidado el
cambio de denominación del rnarginalismo a equilibrio general. De todas formas, los
elementos esenciales son los mismos independientemente de la mayor actualidad de
las denominaciones respectivas.
En 1954, Arrow y Debreu 1 se convertirán en los padres modernos de la teoría del
equilibrio general que desarrolló inicialmente Walras, al ser quienes realizan la demos-
tración matemática de la misma y le proporcionan un carácter definitivo y científico.
A partir de esta época la escuela neoclásica revalida su cientificidad, aunque a nivel
de macroeconomía y política económica eran todavía los análisis de Keynes los domi-
nantes. No será hasta la crisis del keynesianismo en los setenta y las interpretaciones más
avanzadas del equilibrio general y las de los nuevos macroeconomistas que reforza-
rán el papel, de nuevo dominante, del pensamiento marginalista-neoclásico-equilibrio
general en sus distintas vertientes.

2. PREMISAS DEL MODELO

La teoría neoclásica supone que la sociedad está fonnada por individuos libres, que se
definen según unas supuestas funciones de utilidad y por unas dotaciones iniciales de
recursos. Los individuos difieren respecto a sus preferencias y dotaciones iniciales~
pero se consideran iguales en cuanto a su comportamiento en la economía. Estos agen-

l. Kenneth J. Arrow y Gerard Debreu, «Existence of an Equilibrium for a Compctitive Economy» en


Econometrica. loumal of the Econometric Society, vol. 22, n. 0 3,julio 1954. Este artículo se present6
en el encuentro de la Econometric Sociely, Chicago, 27 diciembre 1952.
LOS NEOCLÁSICOS 223

tes intercambian entre ellos los recursos ya dados, siguiendo un comportamiento racio-
nal, con el objetivo de maximizar las funciones de utilidad y de beneficios, teniendo
en cuenta las restricciones de recursos y tecnológica.
Los deseos de Jos agentes se traducen en funciones de oferta y demanda que, según
un proceso de tanteo que garantiza el resultado, llegarán a un equilibrio, en el que ofer-
ta y demanda se igualarán en todos los mercados de recursos.
En este modelo, la producción juega un papel poco importante, pues es en el mer-
cado donde se determinarán los precios y las cantidades demandadas y ofertadas en la
economía. El principio de asignación óptima de medios escasos entre usos alternati-
vos, basado en el concepto de escasez de los recursos -elemento absolutamente cru-
cial en la teoría neoclásica y base de la importante definición de Robbins 2 (1932)-,
hace que todas las cuestiones giren en torno al mejor uso de los recursos (eficiencia),
y no de la creación de éstos (producción). _
De hecho, el modelo nace del supuesto funcionamiento~e una economía de inter-
cambio, de la que posteriormente se derivarán el funcionamiento de los distintos mer-
cados de los recursos existentes en la economía que el modelo contempla, que son
fundamentalmente la tierra, el capital y la fuerza-de trilbajo. La oferta y la demanda
de dichos factores determinarán el precio de equilibrio de cada factor, Jos cuales son
tratados como mercancías, pudiéndose sustituir unos por otros sin ningún inconve-
niente. 1
As~ se supera la controversia clásica entre valor de cambio y valor de uso. Además,
evita la cuestión de la distribución de la renta, puesto que cada factor se retribuye en fun-
ción de su aportación al proceso productivo, dejado a un lado la teoría del valor-tra-
bajo y el esquema basado en las clases sociales de los modelos clásico y marxista. La
distribución de la renta aparece como algo independiente de las instituciones de pro-
piedad y de las relaciones sociales.
Para que este mecanismo se ajuste de forma natural-llegando al equilibrio en el
que se da una situación óptima de Pareto y, por tanto, armoniosa-, se incluye la hipó-
tesis de competencia perfecta, evitando la dificultad que supondría formalizar la exis-
tencia, en la realidad, de monopolios, oligopolios, agrupación de consumidores, etc., pues
todo ello implica incertidumbre, que no sólo proviene de choques naturales sino tam-
bién de tácticas y estrategias de los agentes. Los precios se consideran dados, por tanto,
no se contempla la posible influencia de la acción de los agentes sobre los precios;
éstos últimos son la única señal emitida por el mercado.
La existencia, la estabilidad y la optimización del equilibrio general requieren
supuestos muy restrictivos, y habitualmente se tratan sin tener en cuenta ni el tiempo,
ni la moneda. Los neoclásicos actuales son conscientes de la dificultad de introducir
la incertidumbre (tiempo y moneda, o la existencia de costes fijos) al modelo formal,
ya que con estos elementos los resultados anteriores se ponen seriamente en cuestión.
Los nuevos desarrollos de los autores de base neoclásica tratan de resolver estas cues-
tiones sin salir del marco de Jos principios fundamentales de esta escuela. Ver aparta-
do sobre «Las nuevas corrientes».

2. Es bien conocida la definición de este autor, según la cual, la economía es la ciencia que estudia la asig-
nación de recursos escasos para necesidades ilimitadas.
224 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

3. LOS MONETARISTAS

Una rama particular y muy destacada del pensamiento ortodoxo lo constituye el


monetarismo. Iniciado por Milton Friedman en los cincuenta, se mantuvo por largos
años en la oposición al keynesianismo triunfante, para resurgir con fuerza en los
setenta principalmente en la Universidad de Chicago. Las dictaduras de Chile Y
Argentina en dicha década ayudaron a impulsar la práctica de sus posiciones res-
pecto a la política económica. Desde los setenta, su pensamiento constituye uno de
los puntales de la expansión de la economía neoclásica y sus variantes posteriores,
si bien siempre se ha mantenido diferenciada parcialmente de la misma. El mone-
tarismo Y los neoclásicos pertenecen, sin embargo, a la misma familia, participan
de los mismos principios, utilizan instrumentos analíticos similares, mantienen posi-
ciones de política económica análogas, pero constituyen bloques diferenciados de pen-
samiento.
Por ello los incluimos en este apartado. Para nosotros, pese a sus diferencias, for-
man parte de la misma línea de pensamiento, aunque también creemos que requieren
un tratamiento ligeramente diferenciado.

4. ACERCA DE LA CRÍTICA

Son muchas Ymuy diversas las ópticas desde las que se ha criticado a la teoría neo-
clásica. A diferentes niveles, podemos encontrar seriamente cuestionados:

-los supuestos en que se basan para construir el modelo, como la racionalidad del
homos economicus,
-las mismas incongruencias del modelo que conducen a círculos viciosos teóricos
(como en el caso de la medición del capital o de la determinación de las preferen-
cias según el gasto efectivo que a su vez viene determinado por éstas),
-el carácter estático y, por tanto, limitado y alejado de la realidad del modelo (plan-
teando, entre otros, problemas de asignación intertemporal de los recursos),
- las variables recogidas en él y la ausencia de una definición de éstas,
-la total ausencia del papel de instituciones sociales y de poder que existen en la eco-
nomía,
-el mecanicismo que aún mantiene la teoría neoclásica cuando las otras ciencias ya
lo han ido abandonando,
-el individualismo metodológico en que se fundamenta,
-el concepto de escasez de recursos, a partir del cual se deriva la preocupación por la
eficiencia y por el mercado.

No es el objeto de este escrito mencionarlas todas, pues sería inacabable y sobre-


pasaría nuestras posibilidades. En la bibliografía adjunta se encuentran, explicadas con
detalle Yrigurosidad, algunas de estas críticas. Respecto a la crítica de los supuestos
en los que se basa la teoría general neoclásica podríamos remitirnos a la crítica de
Mario Bunge, recogida en su libro Filosofía y Economía. También podríamos citar los
análisis de Naredo, en su libro La economía en evolución y otros muchos. Para una
crítica más global de los supuestos neoclásicos clasificados como instrumentalismo
LOS NEOCLÁSICOS 225

metodológico, individualismo metodológico, racionalidad del hamo economicus y res-


pecto a su foco de análisis -el intercambio-, sugerimos la lectura del artículo adjunto
de Marc Lavoie. También contemplamos muy positivamente para aspectos específi-
cos de la teoría la lectura de Bemard Guerrien.
Sin embargo, sí queremos destacar, dada la multitud de críticas encontradas que
sin duda harían caer en el más profundo desprestigio a cualquier teoría, el papel de
legitimación ideológica desempeñada por dicha teoría, única explicación de que ésta,
a pesar de las críticas, siga aún en pie y en plena vigencia en la docencia de la econo-
mía en la actualidad.
Una de las características de los enfoques modernos de la teoría neoclásica, espe-
cialmente en su versión de equilibrio general, consiste en la abundante utilización de las
matemáticas con un alto grado de sofisticación como elemento de expresión de sus
planteamientos. En el ámbito académico y de la docencia, ello hace que, con mucha
frecuencia, la dificultad en dominar el medio matemático de expresión absorbe todo
el trabajo y se concede muy poca atención a las conclusiones económicas y sociales
que se derivan de las premisas fundamentales de otros enfoques.
Asímismo, Naredo apunta que «Si en la actualidad la creencia en la universalidad
de las categorías y principios en que se basa la ciencia económica todavía disfrutan de
buena salud, no es por sus cualidades intrínsecas sino porque ocupan un lugar central
en la ideología que domina el mundo industrial».
La fonna en que la economía neoclásica interpreta los hechos económicos revela
una concepción de un funcionamiento «ideal» de la sociedad, en la que aparece ética-
mente legítimo que cada clase obtenga de forma «natural» el equivalente a su contri-
bución en el proceso productivo, contexto en el que la noción de explotación no tiene
cabida alguna A partir del individualismo metodológico y destacando la existencia de
un equilibrio que supone armonía, y un ajuste automático vía precios, se intuye la nece-
sidad de obviar la existencia de cualquier tipo de desigualdad o conflicto entre clases,
rechazando así no sólo otros análisis que cuestionaban de raíz el status qua sino, y prin-
cipalmente, alejándose de toda relevancia para interpretar la problemática real.
Por ello, quizá la critica más obvia es la que se hace a los seguidores de la teoría neo-
clásica, cuando pretenden a partir de un modelo teórico estático alejado de la realidad,
no sólo describirla sino deducir de éste proposiciones nonnativas que afectan de forma
muy real a las vidas de millones de personas.

5. LECTURAS
LAVOIE,Marc. «La necesidad de una alternativa». En: Foundations ofpost-Keynesian
economic analysis. Aldershot Edward Elgar, 1992, p. 1-41.
GUERR!EN, Bernard. «El equilibrio general». En: La theorie neo-classique. 3' ed. París:
Economica, 1989, p. 129-151.
HooasoN, Geoffrey M. «La universalidad de la economía convencional». En:
Economics and utopia. Why the learning ecmwmy is not the end of history.
Londres: Routledge, 1999, p. 101-116
CoLE, Ken; CAMERON, John; EDWARDS, Chris. <<La libertad es el mercado: la teoría del
valor de la preferencia subjetica». En: Why economists disagree: the political eco~
nomy of economics. Londres: Longman, 1983, p. 43-80.
226 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

COLE, Ken; CAMERON, John; EDWARDS, Chris. «La política de la teoría de la preferen-
cia subjetiva: un marco para la libertad>>. En: Why economists disagree: the political
economy of economics. Londres: Longman, 1983, p. 88-108.
FELDERER, Bemhard; HOMBURG, Stefan. «Monetarismo)). En: Macroeconomics and
new macroeconomics. 2.' ed. Berlín: Springer-Verlag, 1992, p. 171-185.
CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA 227-266

La necesidad de una alternativa'


Marc Lavoie

J. ÜBJETIVOS DEL LIDRO


El objetivo principal de este libro es proporcionar una síntesis útil de la econornúa post-
keynesiana, mostrando que constituye un conjunto coherente de teorías que pueden
proporcionar una alternativa al paradigma neoclásico dominante. Creo que la economía
postkeynesiana puede presentarse en un marco tan coherente como el marco neoclá-
sico, y que, en consecuencia, puede ofrecer una alternativa viable para aquellos que
están desencantados con la economía ortodoxa. Para ello, se mostrará que las bases
microeconómicas pueden asociarse con la economía postkeynesiana, y que éstas son
coherentes con su macroeconomía. Mi objetivo es, por tanto, idéntico al de Eichner
(1986a: 3), quien quiso presentar la teoría postkeynesiana <<como un todo integral,
demostrando así que es tan completa y coherente corno la síntesis neoclásica».
Debe reconocerse desde el principio que el mismo término «postkeynesiano» es
bastante vago y ha sido utilizado para definir diferentes tipos de econornúa y de econo-
mistas. Como primera aproximación, definiré como postkeynesianos a aquellos eco-
nomistas que están extendiendo y generalizando las ideas seminales de los economistas
no ortodoxos de Cambridge de los años 50, sobre todo las ideas de Joan Robinson,
Richard Kahn y Nicholas Kaldor. Evidentemente, hubo otros economistas no ortodo-
xos de Cambridge en esos días, como Maurice Dobb y Piero Sraffa. Sin embargo, a
éstos sólo les consideraremos en la medida en que influyeron en la economía de los
autores antes mencionados, o en la medida en que su economía puede engranarse con
la de los postkeynesianos. Es, además, evidente que estos autores de Cambridge estu-
vieron influidos por otros economistas contemporáneos o anteriores. En concreto, la
economía de Keynes fue la inspiración obvia para Kaldor y Robinson.
No obstante, hoy en día es evidente que, aunque a la economía de Kalecki no se le
reconoció inicialmente la misma influencia primordial, ésta ha sido finalmente identificada
como una base preferible para una alternativa a la teoría neoclásica. Esta es, por ejem-
plo, la opinión de Bhaduri (1986: ix), quien cree que el contenido radical del keynesia-
nismo debe aprenderse de Kalecki. De forma similar, Dostaler (1988: 134) mantiene
que <<Kalecki puede ser considerado el fundador real de la teoría postkeynesiana>>. Incluso
aquellos que contribuyeron al desarrollo de la revolución keynesiana han expresado
opiniones similares. Kaldor ha observado que <<el modelo original de equilibrio con de-
sempleo de Kalecki, que toma la competencia monopolista como punto de partida, es

* Publicado en: Lavoie, Marc. «The need for an altemative». En: Fowulations ofpost-Keynesian eco-
nomic analysis. Aldershot: Edward Elgar, 1992, p. I-4l.Traducción: Gemma Galdon.
228 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

claramente superior al de Keynes» (1983a: 15). Cuando Kaldor ( 1983b: 2) describe el


principio de la demanda efectiva en sus valoraciones más tardías, utiliza una presenta-
ción similar a la de Keynes en el Tratado del dinero que se parece más a la de Kalecki
que a la de la Teoría General. Puede decirse que, con el tiempo, tanto Kaldor como
Robinson se alejaron de Keynes y se acercaron a Kalecki. Robinson ha afirmado que,
como «Kalecki no estaba atado a Jos restos de la anticuada teoría que Keynes no pudo
quitarse de encima>>, fue más capaz «de ligar el análisis de la competencia imperfecta con
el de la demanda efectiva y esto fue lo que abrió el camino a lo que se conoce corno
1

teoría postkeynesiana>> (1977: 14-5). La econonría de Kalecki no es, como pensó Keynes
en algún momento (1973, xii: 831), un «abracadabra esotérico>>.
Más tarde entenderemos las razones de estas valoraciones sobre la importancia de
Kalecki, ya que estaremos mejor preparados para indicar con precisión cómo se debe-
ría definir la economía postkeynesiana. Veremos que diferentes corrientes de la eco-
nomía no ortodoxa pueden reagruparse bajo el mismo paraguas, sobre todo los
postkeynesianos,los neoricardianos, los (marxistas) radicales y los institucionalistas.
Mientras que Sawyer (1989) se refiere a la combinación de estas cuatro escuelas de
pensamiento como economía política radical, yo llamaré a los elementos comunes de
estos cuatro enfoques el programa de investigación postclásico, un ténnino utilizado
por otros en el mismo contexto (Henry, 1982; Eichner, l986a: 3).
Tal como ha señalado Pasinetti (1990: 16), los economistas de Cambridge que
intentaron revolucionar la economía no emplearon mucho tiempo intentando construir
puentes entre ellos. Cada uno de ellos era demasiado celoso de su independencia inte-
lectual. Pero esto no debería disuadimos de intentar relacionar aportaciones que eran bas-
tante diferentes pero que se realizaron con el mismo espíritu. Nuestra tarea es
generalizarlas y encontrar extensiones. Uno de los objetivos de este libro es mostrar
que es posible una síntesis de las diferentes corrientes' de la economía postclásica, así
como de las diversas aportaciones a la economía postkeynesiana. Se reconoce que algu-
nas de las contribuciones no son fáciles de integrar, o que algunos de los autores pue-
den fonnar parejas extrañas. En lugar de seguir las idiosincrasias de uno u otro, la tarea
que me he asignado es la de presentar los puntos de vista de una especie de postkeyne-
sianismo representativo. Aunque no trataremos aquí ninguna de las preocupaciones de
los neoricardianos por el análisis multisector, creo que el marco teórico del postkey-
nesianismo representativo debería estar fuertemente influido por muchas de las per-
cepciones suscitadas por la escuela neoricardiana.
La posición adoptada aquí, por lo tanto, es diferente a la de Hamouda y Harcourt
(1988), quienes creen que la búsqueda de un punto de vista coherente es un esfuerlü
inútil. Mi posición se acerca más a la de Eichner y Kregel (1975), quienes defendie-
ron la adopción de un nuevo paradigma que unificara los principales conceptos neo-
ricardianos y postkeynesianos. Igual que Kregel (1973: xv), creo que es posible
reconstruir la econonría política relacionando la teoóa de la demanda efectiva de Keynes,
planteada a corto plazo y en una economía monetaria, con la de los autores clásicos,
que se centraron en la distribución de la renta y en la acumulación a largo plazo. Nótese
que esta fue también la creencia de Robinson, quien, incluso después de negar la impor-
tancia de las controversias sobre el capital, defendió que "la tarea de los postkeynesia-
nos era reconciliar a Keynes y Sraffa y afinnó que la teoría postkeynesiana tenía «un
marco general de análisis a corto y largo plazo» que hacía posible el «dar a las per-
LA NECESIDAD DE UNA ALTERNATIVA 229

cepciones de Marx, Keynes y Kalecki una forma coherente>> (1978: 14,18). Después
de todo, esta puede ser la definición apropiada de lo que es el postkeynesianismo. Tal
posición, sin embargo, exige la renuncia a la11 concepciones más extremas, que no pue-
den ser integradas dentro de la síntesis, a pesar de lo fundamentales que estas concep-
ciones puedan parecerles a sus defensores.
Un ejemplo es el tratamiento de Keynes de la teoría de los precios, que, como ya
hemos señalado, se considera que está demasiado asociada a las concepciones neoclásicas
para mantenerla dentro de la síntesis. En realidad, los interminables debates sobre la repre-
sentación apropiada de la función de oferta agregada de Keynes, así como los debates
recurrentes y no concluyentes sobre los postulados clásicos de Keynes referentes a la deter-
minación del empleo, demuestran que la adopción de suposiciones neoclásicas centrales
por parte de la economía postkeynesiana sólo llevan a controversias estériles, incluso si
estas suposiciones se invierten. Tal como planteó con dureza Kaldor (1983a: 10), «mien-
tras uno se aferre a la microeconomía neoclásica, la rnacroeconornfa keynesiana supone muy
poca cosa». Los mismos inconvenientes aparecen en algunas partes de la teoría moneta-
ria de Keynes, por lo menos tal como se presentan en la Teoría General, que es una modi-
ficación más que una renuncia a la teoría cuantitativa. Keynes es demasiado monetarista
para los postkeynesianos, tal como han señalado Kaldor (1982a: 21) y el reconvertido
Hicks (1982: 264). Incluso podríamos concluir que <<el autor real de la llamada "síntesis neo-
clásica" no fue Paul Samuelson, sino el mismo KeyneS>> (Kaldor, 1983a: 47). Keynes
pudo haber tenido buenas razones estratégicas para presentar su análisis de la forma en
que lo hizo. Esas razones ya no son válidas. En ese sentido, el término «postkeynesiano»
puede no ser totalmente adecuado, pero es un ténnino establecido por tradición.
Yo mismo creo que la economía procedente de Kaldor y Kalecki, y, debido a este
último, de Robinson, es el mejor puente entre los análisis clásico y postkeynesiano.
Uno podría pues decir que la intención de este libro es presentar una mezcla de eco-
nomía kaldoriana y kaleckiana.

2- PROGRAMAS DE INVESTIGACIÓN Y TODO ESO


Llegados a este punto, el lector puede estar ya más bien cansado del desfile de escue-
las de pensamiento, sean neoclásicas, postclásicas, postkeynesianas o neoricardianas.
El objetivo de esta sección y de la siguiente es aclarar cualquier malentendido alrede-
dor de estos ténninos. Mi visión de la ciencia económica es que está compuesta por
dos grandes programas de investigación. Si a alguien no le gusta el marco de Lakatos,
les puede llamar paradigmas (á la Kuhn), o tradiciones de investigación (á la Laudan).
Son los programas de investigación neoclásico y postclásico. No es más fácil definir el
primero que el segundo. Ambos programas de investigación abarcan todos los cam-
pos y dominios de la economía; dentro de cada campo, cada uno de estos programas de
investigación se refiere a diferentes teorías o escuelas de pensamiento; cada teoría toma
en consideración varios modelos.
Por lo tanto, definir la economía neoclásica es una tarea difícil. Existe un número
casi infinito de modelos que tratan con un vasto número de temas desde varios puntos
de vista. Algunos metodólogos han afirmado que los conceptos lakatosianos del núcleo
duro y del cinturón protector no pueden ser correctamente aplicados a la economía ya
que fueron diseñados para tratar modelos formales. Existen modelos formales en la
230 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

economía neoclásica, pero abordan un conjunto de tópicos demasiado diversificados


para que sus núcleos tengan una aplicación práctica. De esta fonna, se ha sugerido que
cada campo debería tener su propio núcleo, o lo que Remenyi (1979) ha llamado un
«Semi-núcleo». Así, la macroeconomía tendría su propio semi-núcleo, y la teoría del
equilibrio general tendría otro.
Mi percepción de la economía neoclásica es similar a la de E. R. Weintraub (1985:
134-5). Las teorías del equilibrio general proporcionan rigor científico a las teorías macro-
económicas, a las teorías del equilibrio parcial o a otros trabajos de microeconomía apli-
cada. Como consecuencia, diría que el núcleo de la econonúa neoclásica está definido por
el núcleo de la economía walrasiana. Y como se puede sacar muy poco provecho prác-
tico de las teorías del equilibrio general de Walras, se puede considerar que los trabajos
menos rigurosos y las economías aplicadas se sitúan dentro del cinturón protector de la
economía walrasiana. Para justificar su enfoque, los practicantes del neoclásicismo se
refieren de hecho a los resultados del equilibrio general, mientras que los teóricos del
equilibrio general se referirán al trabajo empírico realizado dentro del cinturón protector
para justificar la validez de sus muy abstractas teorías. Los semi-núcleos de Remenyi
son, por lo tanto, los núcleos de las teorías neoclásicas que están más bajas en la jerar-
quía; es decir, las que son menos rigurosas (según los estándares neowalrasianos) y más
aplicadas. Los elementos comunes de estos se{Oi-núcleos pueden reunirse en un solo
conjunto, al que llamo cinturón protector. Este último básicamente define las teorías
neoclásicas del equilibrio parcial, así como las teorías neoclásicas agregadas.
El núcleo y la heurística de la economía neoclásica son así las nonnas que los neo-
walrasianos se autoimponen, mientras que lo que yo llamo el semi-núcleo protector
reúne los supuestos estándares de manual (rendimientos decrecientes, sustitución, maxi-
mización de la utilidad, precios que igualan la oferta y la demanda, etc.). La heurísti-
ca de este semi-núcleo básicamente fonnaliza el vínculo jerárquico entre la teoría vulgar
y la de alto nivel, y la fonna en que esta última se utiliza como garantía científica de la
validez de la primera. Por ejemplo, se podría suponer que las funciones de producción
agregada son una simplificación adecuada, y que la unicidad y estabilidad del equili-
brio han sido demostradas.
Llegados a este punto, sería posible subrayar los diferentes elementos del semi-
núcleo neowalrasiano o los del semi-núcleo protector (Lavoie, 1991). Sin embargo, este
ejercicio no dilucidaría lo fundamental del programa de investigación neoclásico. Dejaría
de lado lo que Leijonhufvud ha llamado presuposiciones de la economía neoclásica; es
decir, el conjunto de creencias metafísicas comunes que no pueden plantearse de mane-
ra formal y que eran anteriores a la constitución de los núcleos duros. Son los ele-
mentos esenciales del programa de investigación. Son «grandes generalidades que, de
alguna forma, tienen la naturaleza de las creencias cosmológicas>> (Leijonhufvud, 1976:
72). Estos son el tipo de elementos esenciales que yo preferiría definir.
Antes de hacerlo, aún debemos tratar el tema de la definición del programa de investi-
gación postclásico. Como en el caso neoclásico, el paradigma postclásico contiene una
amplia serie de escuelas de pensamiento y teorías que se extienden por diferentes cam-
pos. En mi opinión, el programa postclásico agrupa a un gran número de teorías econó-
micas no ortodoxas. Marxistas, radicales, institucionalistas, estructuralistas,
evolucionaristas, socioeconomistas, las escuelas francesas de la regulación, los neori-
cardianos y los postkeynesianos (con o sin el guión), todos pertenecen al programa de
LA NECESIDAD DE UNA ALTERNATIVA 231

investigación postclásico. Aunque pueden tener opiniones sustancialmente diferentes


sobre varios temas, como la teoría del valor o la importancia del análisis a largo plazo,
creo que mantienen las mismas creencias metafísicas previas a los elementos que cons-
tituyen el núcleo duro de sus teorías respectivas. Estos economistas postclásicos están
pues relacionados por algo más que su aversión a la economía neoclásica. Si sienten
aversión por la teoría neoclásica es precisamente porque la economía neoclásica rezuma
presupuestos que son contrarios a las creencias metafísicas de algunos de estos econo-
mistas no ortodoxos. Es por eso que se han hecho no ortodoxos. De otra forma, como
algunas versiones de la economía neoclásica, como por ejemplo la de los nuevos keyne-
sianos, pueden llevar a recomendar muchas de las políticas económicas defendidas por Jos
economistas no ortodoxos, sería irracional no formar parte del paradigma dominante.
Demostrar que la economía postclásica tiene suposiciones, es decir, creencias funda-
mentales, diferentes a las mantenidas por los tradicionales, ayudará a responder a la mayor
objeción a la concepción de una alternativa a la economía neoclásica. Los economistas
tradicionales raramente entienden porquéquenía un economista trabajar fuera del marco
de la teoria neoclásica Muchas veces se cree que la teoria neoclásica ofrece el único enfo-
que viable para los problemas económicos. Se dice que los que no se encuadran dentro
de la tradición no se sitúan exactamente dentro del reino de la ciencia. Lo que se defien-
de aquí es que existen dos tradiciones de investigación en economía, cada una con sus
propias presuposiciones, y que no se puede afmnar que una sea más científica que la otra.
En la próxima sección plantearé lo esencial que caracteriza y da unidad al prograM
ma de investigación postclásico. Para ejemplificar estos elementos esenciales, igual
que en el resto del libro, me basaré sobre todo en elementos de las teorías neoricar-
dianas y postkeynesianas.

3. PRESUPOSICIONES DE LOS PARADIGMAS NEOCLÁSICOS Y POSTCLÁSICOS


Mi posición es la de asociar cuatro presuposiciones a la economía neoclásica. Dos de
ellas son metodológicas; las otras dos son más técnicas. Estas presuposiciones son el ins-
trumentalismo y el individualismo, por una parte, y la racionalidad sustantiva y el inter-
cambio, por el otro. Evidentemente, algunos pueden encontrar que mi elección es
insatisfactoria y proponer otras presuposiciones o esenciales. Es importante señalar,
sin embargo, que algunas de las descripciones recientes de los esenciales del programa
neoclásico se acercan a las presentadas aquí. Por ejemplo, Heijdra y Lowenberg (1988:
275), en su llamado en favor de una definición unificada del programa neoclásico, tam-
bién han subrayado el individualismo metodológico y la racionalidad individual.
De forma similar, al comparar la metodología y alcance de la economía neoclási-
ca y postclásica, Sawyer (1989: 18-28) subraya Jos temas de racionalidad, no realis-
mo e intercambio versus producción.
El realismo, el organicismo, la racionalidad del procedimiento y la producción
(tabla 1.1) son, entonces, las cuatro presuposiciones correspondientes al análisis post-
clásico (Lavoie, 1992a). Esas divisiones son muy coherentes con las sugeridas por
Baranzini y Scazzieri (1986: 30-47). Ellos sugieren dos líneas de investigación per-
manentes, los programas de producción e intercambio. Sus marcos son, respectivaM
mente, la escasez, la producción lineal, una visión individualista, la viabilidad y la
simultaneidad, por una parte; y la producción, la producción circular, la visión de clase
232 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

Tabla 1.1. Presuposiciones de los programas de investigación neoclásico y pos/clásico


Paradigma
Presupuesto Teoría neoclásica Teoría postclásica
Epistemología lnstrumentalismo Realismo
Ontología Individualismo Organicismo
Racionalidad Racionalidad sustantiva Racionalidad procesal
Centro del análisis Intercambio Producción

social, la viabilidad y la causalidad, por la aira. Como la causalidad puede asociarse


en gran parte al realismo, los esenciales de Baranzini y Scazzieri son idénticos a los
que se definirán aquí. Los esenciales propuestos, pues, tienen alguna base, no son arbi-
trarios; tienen una significación propia. Pasamos ahora a debatir cada uno de los cua-
tro grupos de presuposiciones.

3.1. Instrumentalismo frente a realismo


El instrumentalismo es la epistemología dominante en la economía neoclásica. Aunque
se han producido interminables debates sobre el ensayo de Mi !ton Friedman sobre
metodología (1953), creo que ahora existen dos consensos sobre el tema. Primero, que
Friedrnan básicamente adoptó una sofisticada postura instrumentalista; y segundo, que
la posición de Friedman ha sido ampliamente ratificada por sus compañeros econo-
mistas neoclásicos. El segundo punto, si el primero es correcto, no es difícil de enten-
der. En la economía neoclásica, el trabajo empírico realizado en las partes más «vulgares»
de la teoría son las predicciones del programa neowalrasiano más abstracto. Y sin
embargo sabemos, ya que sus defensores no han intentado negarlo, que la teoría neo-
walrasiana no es descriptiva. No incluye ningún esfuerzo por plantear hipótesis rea-
listas. Los axiomas se eligen no por su posibilidad, sino por su capacidad de permitir
la existencia de un equilibrio o su unicidad. Los neowalrasianos describen el mundo
tal y como debería ser, más que como es. Como los economistas neoclásicos más «Vul-
gares» se basan en la teoría del equilibrio general para su seguridad científica, se ven
forzados a partir de hipótesis no realistas y no descriptivas. Esta metodología se extien-
de a los estudios del equilibrio parcial. Por ejemplo, cuando Walters (1963: 40) eva-
lúa la posibilidad de la existencia de las curvas de coste marginal constantes, se queja
de que sus defensores no han demostrado que sea «una consecuencia necesaria de algu-
nos conjuntos de postulados fundamentales y evidentes en sí mismos». Debemos por
lo tanto concluir que el programa neoclásico se basa en un no realismo metodológico
aderezado de instrumentalismo.
En su contribución a la metodología postkeynesiana, Caldwell (1989: 55), pareció
impresionado por el hecho de que la mayor crítica de los postkeynesianos a la temía
neoclásica fuera que le falta realismo. Por ello, recomendó a los postkeynesianos que
desarrollaran una posición epistemológica basada en el realismo. En mi opinión, ésta
es una correcta valoración descriptiva y prescriptiva (cfr. Eichner y Kregel, 1975: 1309;
Lawson, 1989; Rogers, 1989: 189-92; Dow, 1990). Para los postclásicos, una teoría
no puede ser correcta a menos que incorpore hipótesis realistas. La necesidad de la
LA NECESIDAD DE UNA ALTERNATIVA 233

abstracción para cualquier teorización exitosa no le libera a uno de la necesidad de ser


algo descriptivo. Mientras que el análisis neoclásico sólo puede ser realista en sus hipó~
tesis auxiliares, los postclásicos requieren del realismo al nivel de sus hipótesis ini-
ciales y esenciales. Esto explicaría el alto interés de los postclásicos por los hechos
estilizados (coeficientes fijos de producción, procedimientos de precio de coste más
beneficio o de precios administrados, costes marginales constantes, dinero endógeno,
desempleo involuntario, etcétera).
Ahora deberíamos señalar que existen varias características realistas que se enmar-
can dentro de una multitud de modelos neoclásicos. Se han realizado grandes esfuer-
zos en este sentido. Pero éstas son hipótesis auxiliares, de importancia secundaria.
Cuando, en el trabajo aplicado, los autores neoclásicos hacen tentativas de verifica-
ción o falsación, las hipótesis básicas (por ejemplo, los rendimientos decrecientes o la
maximización de beneficios) nunca son objeto de falsación. Los autores neoclásicos
elaboran su irreal modelo básico con hipótesis auxiliares realistas, siendo la predic-
ción el medio para evaluar la validez de las hipótesis auxiliares. La cuestión, enton-
ces, es definir si es posible llegar a un modelo que describa adecuadamente el mundo
real a través de la adición de características auxiliares realistas. Kaldor (1966: 310),
por mencionar a un autor, pensó que no era posible: un intento de eliminar del pro-
grama sus cimientos no realistas derrumbaría todo el edificio. Los economistas neo-
clásicos afirman que sus hipótesis básicas no realistas son necesarias por una cuestión
de simplificación, como una primera aproximación; pero cuando estas suposiciones
se relajan, se requieren suposiciones incluso menos realistas para que los resultados
obtenidos anteriormente se-mantengan.
La adopción del realismo como una metodología explícita o implícita tiene varias
consecuencias importantes. Evidentemente, las suposiciones estándar devienen sujetas
a un escrutinio mucho más empírico que la evaluación de las predicciones. Además, se tiene
que explicar una historia. Sospecho que esto es lo que quiso decir Joan Robinson al hablar
de tiempo histórico. Caldwell (1989: 58) también lo ha señalado: «los postkeynesianos
valoran la explicación en economía más que las predicciones>>. Es precisamente el enfo-
que que subrayan los filósofos de la ciencia que apoyan el realismo como una metodología
seria y legítima (Sayer, 1984: cap. 3). Lo que se enfatiza es la capacidad de una teoría
para explicar la generación de acontecimientos o estructuras y entender los mecanismos
en funcionamiento (Lawson, 1989: 63). De una forma algo discursiva, Blaug (1980b:
16) ha atribuido este método «de contar historias» a los institucionalistas, a los que ha
vinculado a su llamado en favor de más realismo. Ciertamente, se podóa afmnar lo mismo
de los postkeynesianos. Pero para plantear una historia adecuada debe presentarse algún
mecanismo causal, debe reconstruirse algún proceso causal. Decir que la oferta o la
demanda han cambiado no es suficiente (Simon, 1986: 20). Una consecuencia natural
de este enfoque realista es que la causalidad se convierte en una preocupación principal.
Varios economistas neoclásicos evitan totalmente el concepto o asocian la causalidad al
ordenamiento temporal, como en algunas de sus valoraciones empíricas modernas. Por
otra parte, los postkeynesianos han sido particularmente cuidadosos en mantener las rela-
ciones causales y asimétricas, como en los modelos recursivos.
Aunque puede parecer obvio que los postclásicos de la rama postkeynesiana han
hecho repetidos llamamientos a un mayor realismo en la economía, algunos pueden
dudar de que exista algún vínculo entre el realismo y los neoricardianos. Pero no es
234 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTCDOXA

así. Por ejemplo, Milgate (1982: 11) define el método neoricardiano como «la carac-
terización abstracta de la economía real[ ... ] con el fin de capturar las fuerzas sistemá~
ticas, regulares y persistentes que operan en el sistema>>. Esta búsqueda de los elementos
persistentes del sistema puede asociarse con el enfoque postkeynesiano más centrado
en los elementos más esenciales que en los más generales de la economía. Además,
algunos neoricardianos describen el modelo sraffiano como una instantánea, una foto~
grafía, del sistema económico existente. Consecuentemente, pocas hipótesis se sobre-
ponen a los hechos tecnológicos observados. Los coeficientes técnicos son los que
están siendo observados. No son necesariamente el resultado de un proceso de maxi-
mización. De hecho, las hipotéticas curvas estándar de oferta y demanda neoclásicas son
criticadas por los neoricardianos en parte porque no pueden ser observadas (Roncaglia,
1978: 104). Son contradictorias (Dutt, 1990a: !36). Existe una fuerte opinión entre los
neoricardianos favorable a exigir que los elementos teóricos sean observables y obje-
tivos, y no metafísicos y subjetivos. Podemos interpretar esto como un deseo de realismo.

3.2. Individualismo frente a organicismo


El segundo objeto de oposición es la distinción entre los enfoques individualista y
holístico. En la economía neoclásica, el análisis parte del comportamiento de los agen-
tes individuales (Boland, 1982: cap. 12). El individuo se encuentra en el corazón de la
economía neoclásica. Ahí es donde se puede establecer la ideología. Los deseos y pre-
ferencias de los individuos son sagrados. Deben por lo tanto estar en el primer plano de
la teoría, tal como lo están en la economía neowalrasiana. Las instituciones, las empre-
sas y los bancos son una fachada de las preferencias de los individuos. Los individuos,
a pesar de ser diferentes debido a sus diferentes preferenci\'S, son todos iguales en lo refe-
rente a su impacto en la economía. No existen clases de individuos. Este punto de vista
filosófico tiene un impacto en la teoría neoclásica del valor. Como las preferencias de
los individuos son sagradas, tienen que tener un efecto sobre los precios, tal como sabe-
mos que tienen en la teoría neoclásica. Esta fascinación por los derechos de los individuos
puede encontrarse en su forma más extrema entre los neoaustríacos. No es ninguna
sorpresa que el subjetivismo aparezca allí con tanta fuerza.
La preocupación obsesiva de los teóricos neoclásicos por el individualismo expli-
ca su poco interés por los temas de la distribución macroeconómica. Como el com-
portamiento de los individuos está relacionado con sus características personales y no
con su entorno social, la distribución de clase de la renta no es un determinante de la acti-
vidad económica, sino un agregado no esencial resultante de las condiciones técnicas
y las dotaciones individuales previas. En cambio, en todos los enfoques postclásicos,
la distribución de la renta es un determinante crucial de la actividad económica, así
como un centro de reivindicaciones en conflicto sujetas a la negociación y a las demos-
traciones de poder económico basadas en los intereses de clase.
En la economía postclásica, aunque no se niega necesariamente la elección indi-
vidual, ésta se limita severamente por medio de las instituciones existentes, de las cla-
ses socioeconómicas, de las nonnas sociales y de las presiones sociales, e incluso de los
acontecimientos macroeconómicos. El comportamiento ini:lividual es interdependien-
te. EI contexto social juega un importante papel en la manera en que se forman las cre-
encias. Las instituciones incorporan valores a los que Jos individuos están habituados.
LA NECESIDAD DE UNAALTERNATIVA 235

Los individuos pueden influir y son influidos por su entorno social. Cada entidad es
<<el resultado de su relación con otras entidades» (Winslow, 1989: 1173). Algunos pue-
den hablar de un tipo de enfoque balístico o de organicismo.
En todos los modelos postclásicos hay clases sociales, trabajadores, capitalistas,
empresarios y rentistas. La consideración de estas clases, por ejemplo, para temas de dis-
tribución de la renta o para la teoría de la demanda efectiva, nace de la presuposición
de que la definición de las preferencias individuales no es suficiente para permitirnos
entender la sociedad. La consideración de los individuos como seres sociales más que
como seres atomizados, permite no sólo la introducción explícita de las instituciones
dominantes y de los mercados imperfectos, sino también la aparición de paradojas
macroeconómicas (Dow, 1988: 9). En el marco postclásico se producen todo tipo de
paradojas y enfrentamientos de lógicas micro y macroeconómicas, entre ellas el famo-
so principio de la demanda efectiva con su paradoja del ahorro. La relajación del indi-
vidualismo permite abandonar los procedimientos de optimización individual debido
a la existencia de limitaciones macroeconómicas superiores.
El abandono del enfoque individualista permite a los postclásicos centrarse en las
formas institucionales de competencia y no en la atomizada neoclásica. Aunque no
existe una multitud infinita de agentes o productores, la competencia existe en el aná-
lisis postclásico. Mientras que los (economistas) convencionales ven a las instituciones
como imperfecciones que dificultan la perfecta competencia, los autores postclásicos
las ven como proveedoras de cierta estabilidad (Hodgson, 1989: 116). Esto es parti-
cularmente importante en un mundo de incertidumbre, donde las respuestas raciona-
les se desarrollarán en la línea de la interdependencia orgánica, y donde la estabilidad
la proporcionarán normalmente las convenciones sociales, hasta que se rompen, tal y
como veremos en la siguiente subsección.

3.3. Racionalidad sustantiva frente a racionalidad de procedimiento


Caldwell (1989: 59) ha señalado recientemente que el principio de racionalidad es un
instrumento muy poderoso, si no una necesidad absoluta para cualquier teoría de las
ciencias sociales. Lo que debería dejarse claro, sin embargo, es que el programa neo-
clásico no se basa en cualquier tipo de principio de racionalidad. La economía neoclásica
se basa en la racionalidad sustantiva, un tipo muy peculiar de racionalidad. La caracte-
rística principal de la racionalidad sustantiva es que está cargada de información y faci-
lidades para la computación. El hombre económico racional de la economía neoclásica
puede ser capaz de predecir todos los acontecimientos futuros, o de utilizar una distri-
bución de probabilidades para trazar todas las alternativas posibles, o de formar expec-
tativas integrando todo el conocimiento disponible. El entorno que se supone envuelve
al agente económico será tal que esta racionalidad sustantiva siempre puede utilizarse.
Se pueden imponer algunos límites a la información disponible cuando algún rea-
lismo o algunos resultados de política económica justifiquen tal intromisión; pero el
principio básico de la racionalidad sustantiva se mantiene. Se puede argumentar que,
cuando los autores neoclásicos modelan problemas de decisión más realistas, lo hacen
a través de elevar los requerimientos computacionales y de conocimiento de los agen-
tes económicos, apartándose así del comportamiento observado. La racionalidad sus-
tantiva es muy compatible con el instrumentalismo. Sus defensores consideran que es
236 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

legítimo suponer que todos los acontecimientos posibles son conocidos y que sus con-
secuencias pueden ser evaluadas, incluso si esto suena perfectamente irreal, siempre
que se puedan realizar algunas predicciones.
Por otra parte, los autores postclásicos proponen un tipo de realismo cognitivo, el
de la racionalidad de procedimiento, tal como lo definió Simon (1976). La racionalidad
de procedimiento es una racionalidad limitada, con una capacidad restringida para
adquirir información, tratarla, y computar los distintos resultados. Los individuos no
son omniscientes; tienen que apoyarse en el comportamiento del grupo, porque el
número aporta confianza. La racionalidad limitada es compatible con el organicismo por-
que, como consecuencia de esas deficiencias en la vida real en la logística de la elec-
ción, deben seguirse los procedimientos y las reglas basadas en la experiencia y la
práctica (Winslow, 1989: 1180). Estas normas son comunes a un amplio abanico de
individuos, empresas o bancos. Establecen normas y convenciones que tienen que ser
seguidas y tienen efectos sobre la economía real. Blaug (198Gb: 15) ha conjeturado
que los institucionalistas pueden ser considerados como partidarios de la idea del «com-
portamiento de grupo bajo la influencia de la costumbre y el hábito». Esto es cierta-
mente aplicable también a los postkeynesianos.
El entorno en el que la racionalidad limitada puede ser utilizada es muy diferente
al que permite la racionalidad sustantiva. No existe la necesidad de conocer la distri-
bución de probabilidad de todos los eventos futuros posibles. La incertidumbre ver-
dadera, de la variedad Knighi/Keynes/Shackle, se puede mantener. No se supone que
ni los individuos ni las empresas optimicen. Es suficiente con saber que siguen las nor-
mas establecidas por los diversos subgrupos de la sociedad lo mejor que pueden. Las
expectativas no necesitan ser del tipo racional neoclásico. Las convenciones dominan.
De hecho, O'Donnell (1989) muestra que, en sus dos trabajos principales sobre la pro-
babilidad y la economía, Keynes intentó demostrar que la verdadera incertidumbre lle-
vaba necesariamente a la adopción de un tipo diferente de racionalidad, que ahora
llamamos racionalidad de procedimiento.
Algunos pueden afim1ar que los neoricardianos han expresado con frecuencia aver-
sión al concepto de incertidumbre. Tomando en primer lugar el principio de racionali-
dad limitada, se debería observar que ésta está implícita en la idea instantánea de los
modelos sraffianos: no existe ninguna presunción de que la técnica óptima sea la ele-
gida; los coeficientes técnicos son lo que son; no son necesariamente los óptimos (Nell,
1967a: 22). En lo referente a la incertidumbre, Eatwell (1983a: 127) señala que es <<un
elemento, juntamente con la "convención", del entorno general, en el que los proce-
sos sistemáticos de producción y acumulación deben funcionar». Roncaglia (1978: 24)
hace una afirmación similar. De hecho, se podría afirmar que las regularidades y las
características permanentes de la economía a las que los neoricardianos están tan afi-
cionados son precisamente el resultado de la existencia de una incertidumbre funda-
mental y del consiguiente comportamiento gobernado por las normas (Heiner, 1983).
Los neoricardianos minimizan el papel de las expectativas y de la incertidumbre porque
les asusta que éstas puedan considerarse como imperfecciones en su crítica de la econo-
mía neoclásica. Sin embargo, una vez que la parte negativa del trabajo ha sido reali-
zada, tanto los neoricardianos corno los postkeynesianos reconocen que las teorías
deben construirse dentro de un mundo incierto, con racionalidad de procedimiento
(Milgate y Eatwell, 1983: 273).
LA NECESIDAD DE UNA ALTERNATIVA 237

3.4. El intercambio y la producción

Llegamos ahora al último distintivo esencial, el del intercambio frente a la producción,


tal como lo han planteado autores con diferentes perspectivas (Hicks, l976a: 213;
Henry y Seccareccia, 1982: 6; Baranzini y Scazzieri, 1986) y que nosotros llamaría-
mos el de la escasez frente a la proposición de la producción.
Ya en la primera clase de economía el estudiante de económicas es confrontado
con la definición básica del programa de investigación neoclásico, que se atribuye erró-
neamente a la economía en su conjunto (es decir, a todas las escuelas de pensamiento
económico). Los manuales utilizan de definición de economía de Lionel Robbins, lla-
mándola la ciencia de la óptima asignación de recursos escasos (1932: 16). El con-
cepto de escasez es, en mi opinión, el cuarto principio esencial del programa neoclásico.
La escasez es la piedra angular de la economía neoclásica. Se establecerán diferentes
circunstancias para mantenerla fuera de las condiciones estándar de las economías de
intercambio: el pleno empleo, un stock de dinero dado, etcétera. La escasez justifica
el análisis de la oferta y la demanda. Da a los precios su papel crucial. Gobierna el
comportamiento de la economía. Explica porqué los economistas neoclásicos dan tanta
importancia a la asignación de recursos y porqué tantos de ellos definen las técnicas
de la optimización condicionada como el epítome de la economía neoclásica. Cuando
todos los recursos son escasos y están totalmente utilizados, así todas las cuestiones
giran alrededor del uso adecuado de los recursos existentes, más que acerca de la~crea­
ción de nuevas mercancías.
La escasez es particularmente evidente en los modelos puros de intercambio. Las
hipótesis complementarias que se pueden encontrar en los diversos modelos sofistica-
dos de producción neoclásicos han sido introducidas precisamente para garantizar todas
las condiciones y resultados principale~ del modelo de intercambio puro (Walsh y
Gram, 1980: 171; Rogers, 1983). La producción en la economía neoclásica es una
forma de intercambio indirecto entre agentes consumidores individuales deSpués lla-
madas productores. Productores que son sólo intermediarios que intentan beneficiarse
de la escasez existente.
En el programa de investigación postclásico, la cuestión de la escasez se deja a un
lado, mientras que la de la reproducción se sitúa en primera línea (Roncaglia, 1978:
5). Con su énfasis en la producción, los economistas postclásicos se embarcan en la
tradición de los economistas clásicos, con su preocupación por las causas del progre-
so y de la acumulación. En su revisión de la crítica cambridgiana, Rymes (1971: 2)
deja claro que la preocupación neoricardiana por la reproducción está en la línea del
pensamiento económico de Robinson, Kaldor e incluso Harrod. No es ninguna sor-
presa que Pasinetti (1981: 24) y Rymes, que han estudiado muy detenidamente eco-
nomías con un output per cápita creciente como consecuencia del progreso técnico,
hayan puesto tanto énfasis en la cuestión de la reproducción.
En los modelos postkeynesianos, donde el output no está desagregado, el énfasis en
la producción aparece a través del supuesto de que, en general, ni los bienes de capital
ni el trabajo se utilizan totalmente. En este sentido, los recursos no son escasos. El pro-
blema principal no es como asignarlos sino como incrementar la producción o la tasa
de crecimiento. El principio de escasez se deja a un lado, ya que generalmente es posi-
ble incrementar la tasa de utilización de la capacidad y existen reservas de trabajo. El
238 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

principio de la escasez es reemplazado por el principio de la demanda efectiva. La ver-


dadera limitación no es la oferta, sino la demanda efectiva. Tal como Kaldor (1983b:
6) dice, «para que la producción esté determinada por la demanda, debe existir exceso
de capacidad y trabajo desempleado».
En consecuencia, a pesar de que los neoricardianos han puesto mucho énfasis en la
relación inversa entre la tasa de salarios reales y la tasa de beneficios, yo estaría dispuesto
a defender que, si la economía neoclásica es el programa de investigación de un mundo
de escasez, la economía postclásica es el programa de investigación de un mundo de
abundancia. Evidentemente, algunas mercancías, incluso algunas mercancías produ-
cidas, pueden escasear. Pero tal como ha señalado Pasinetti (1981: 7), los autores clá-
sicos, y principalmente Ricardo, se centraron en la característica permanente de la
reproducción, considerando que las mercancías producidas podían multiplicarse sin
límites y, por tanto, opinando que, aparte del caso de la tierra, las condiciones de esca-
sez sólo podrían ser temporales. Aquí es donde los neoricardianos y los postkeynesia-
nos unen sus fuerzas, ya que Hayek, al rechazar la economía de Keynes en 1940, recurre
precisamente a la importancia básica de la escasez (Parguez, 1988: 144). La escasez
es la esencia de la economía neoclásica. Proclamar la existencia de una economía de la
abundancia es negar los cimientos de la ortodoxia.

4. EL DOMINIO DE LA ECONOMÍA NEOCLÁSICA

Ahora que sabemos que existen como mínimo dos líneas de investigación en econo-
mía, cada una con su propio conjunto de presuposiciones, cada una de las cuales es
presumiblemente tan potencialmente atrayente como la otra, el alumno de economía
no ortodoxa puede preguntarse porqué la economía neoclásica ha sido aparentemente
tan dominante en los años pasados. Una respuesta obvia sería que el programa de inves-
tigación neoclásico es progresivo, en el sentido Iakatosiano, mientras que el programa
postclásico, en sus diferentes encarnaciones, sería degenerativo. Esta es sin duda la
respuesta que ofrecerían la mayoría de los practicantes neoclásicos. Afirmarían que,
en los últimos cien años, el marco neoclásico ha permitido recopilar una cantidad noto-
ria de hechos y teorías, una proeza sin parangón entre los otros programas de investi-
gación. Sin quitar importancia a estos grandes logros de la teoría neoclásica, existen
otras razones que explican cómo ha llegado la economía neoclásica a dominar la eco-
nomía política, tal como se llamaba antes, y porqué sigue dominándola ahora.
Explicar porqué la economía neoclásica domina el campo de la economía, ahora
que está atrincherado como el paradigma dorrlinante, es una tarea bastante fácil. Diversos
estudios han subrayado los condicionantes sociológicos de la profesión económica, y
de la comunidad científica en general (Canterbery y Burkhardt, 1983; Earl, 1983b;
Eichner, 1983: 225-35; Katouzian, 1980: cap. 5). No obstante, no es necesario ser un
perspicaz sociólogo para entender lo que está pasando en nuestras instituciones del
conocimiento. Las presiones para ajustarse a los cánones ortodoxos están presentes
desde el principio, con la imposición de los muy conocidos y voluminosos manuales del
primer año de universidad. La multiplicidad de asignaturas microeconómicas y macro-
económicas obligatorias, en las que se repiten invariableq¡.ente los mismos contenidos
desde el primer ciclo hasta los niveles de doctorado, sólo que con una creciente sofis-
ticación matemática, asegura que todos los alumnos crean que el enfoque clásico es el
LA NECESIDAD DE UNA ALTERNATIVA 239

único que es científico, o al menos el único que merece que se le dedique tiempo de
estudio. Para conseguir sus títulos, los estudiantes de Economía tienen que aprobar
estas asignaturas y aprobar exámenes completos que ponen· a prueba su capacidad de
comprender o memorizar los desarrollos teóricos neoclásicos más fútiles o más nue~
vos. Lo que se convierte en más importante, tal como han demostrado las entrevistas a
graduados realizadas por Klamer y Colander (1990), no es tanto el conocimiento de la
economía o del conjunto de la bibliografía económica, sino la habilidad para aprender
técnicas matemáticas de optimización condicionada, una panacea vinculada a la pre-
suposición neoclásica de la escasez universal.
Al final, los alumnos acaban teniendo un «interés personal» en pensar que estos
aspectos son importantes, ya que «van a dedicar sus vidas a enseñarlos a las nuevas
generaciones. Así el sistema se perpetúa a sí mismo>> (Robinson, 1973: 127). Si un
alumno ha demostrado una fuerza moral suficiente para aprobar estos exámenes sin
creer que el tema central es altamente relevante, es después sometido al examen de
una disertación o una tesis, donde sólo las hipótesis neoclásicas estándar pueden ser
mantenidas sin riesgo, ya que tribunal está nonnalmente compuesto por una mayoría de
economistas contrarios a las opiniones no ortodoxas. Llegados a este punto, la mayo-
ría de los alumnos cuyas presuposiciones no concuerdan con las del paradigma neo-
clásico ya han tirado la toalla, ya sea no completando una tesis que saben que tiene
muy pocas posibilidades de1ser aceptada, o cambiándose a un departamento más tole-
rante -el de ciencias políticas, por ejemplo-.
Los que consiguen esconder sus verdaderas opiniones dejándose «Socializar» en
la rutina convencional, o los que han sido lo bastante afortunados como para ser formados
en departamentos más eclécticos, se enfrentan después a la difícil tarea de encontrar a
alguien que les emplee. Se produce el mismo círculo vicioso si el mercado elegido es
el académico. La contratación inicial depende del tema de la tesis y de las opiniones
de los miembros del jun¡do. El empleo fijo está asegurado si se publica en las revistas
apropiadas de la profesión. Como sabemos, estas revistas están editadas por econo-
mistas del pensamiento convencional. Los jóvenes investigadores se enfrentan enton-
ces a un dilema: pueden intentar publicar trabajos neoclásicos, aumentando así sus
posibilidades de conseguir la permanencia en la universidad, sobre todo debido a que
su fonnación anterior ha sido probablemente canalizada en esa dirección, pero corrien-
do entonces el riesgo de adquirir unos conocimientos de la teoría neoclásica que hagan
después que el coste de entregar ese capital humano a la economía no ortodoxa sea
demasiado alto; o pueden intentar publicar fuera de la economía convencional, que en
general supone fuera de las revistas de prestigio, en cuyo caso la probabilidad de con-
seguir una posición fija es mucho menor, al menos en las universidades más conoci-
das. El mismo dilema se produce para las promociones futuras.
El hecho de que, quizá en oposición a lo que podía hacerse hace unos años, no es
posible, o es casi imposible, publicar un artículo que trate de temas postc!ásicos en una
gran revista convencional, no es necesariamente debido a una abierta discriminación
pública hacia los economistas no ortodoxos. Tal como nos recuerda Earl (1983b: 11 0),
los editores y los consejos de redacción de las revistas tienden a responder favorable-
mente a los métodos y las orientaciones teóricas que encajan con aquellas en las que ellos
mismos se han formado, o en las que forman a sus propios alumnos. Los trabajos no orto-
doxos no se publican en las revistas convencionales porque el lenguaje es diferente,
240 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

se basa en presuposiciones diferentes, y porque las cuestiones teóricas que abordan


esos economistas no ortodoxos no están de moda. Los economistas neoclásicos que
no pertenecen a los departamentos más importantes se enfrentan a un problema simi-
lar, ya que las revistas prestigiosas están controladas por un puñado de departamen-
tos. Los miembros de más renombre de estos departamentos son los que deciden sobre
las novedades y las tendencias de la formación en economía. Los miembros neoclási-
cos menos afortunados de la profesión tienen pues que saber cuáles son las reglas del
juego en cada momento -cuáles son los temas candentes, los enfoques más de moda,
los enigmas más ultramodernos-. «Los modelos se eligen en base a si conducirán a un
artículo publicable, no en base a lo relevantes que son» (Colander, 1990: 192).
Las reglas del juego, sin embargo, no se aplican solamente a la publicación en
revistas. También se ponen en práctica de forma implacable en la asignación de fon-
dos de investigación. Algunos de nosotros no necesitamos mucha ayuda económica
para investigar: acceso a una biblioteca, un bolígrafo y un poco de papel es todo lo que
nos hace falta. No obstante, la investigación puede ocupar mucho tiempo sin la ayuda
de colaboradores, y la obtención de la información pertinente puede ser muy cara. El
dinero, pues, es la fuerza motriz de la guerra, si la condición de «publica o muere}}
puede ser considerado como un tipo de guerra. El tema financiero en la investigación
pone en primera línea la cuestión de la ideología. Los consejos de investigación finan-
ciados con dinero público están normalmente bajo la influencia del departamento invi-
sible, es decir, de los miembros más prestigiosos de la comunidad neoclásica. Por tanto,
conseguir fondos de esta fuente es normalmente difícil. Conseguir fondos del sector
privado es igual de complicado, ya que incluso si no se solicita la opinión de los miem-
bros del departamento invisible, las ideas y teorías del investigador no ortodoxo no se
corresponderán con el saber convencional. Además, los intereses del sector privado
pueden muchas veces estar en conflicto con los del investigador no ortodoxo.
Concretamente, gran parte del trabajo no ortodoxo sólo podría recibir el apoyo de los
sindicatos y otras organizaciones populares. Sin embargo, estas instituciones no se ocu-
pan de las cuestiones altamente abstractas que llenan las páginas de las revistas erudi-
tas. Sus recursos económicos son, además, mucho menores que los de las empresas
privadas o los de las asociaciones de empresarios, que pueden crear institutos de inves-
tigación privados de los que después los economistas neoclásicos pueden obtener fon-
dos y contratos de investigación que tienen un efecto favorable sobre su trabajo teórico.
Estos vínculos que se producen dentro de un país entre la economía neoclásica y los
poderes económicos dominantes contribuyen a explicar porqué el programa de inves-
tigación neoclásico ha llegado a superar a la escuela clásica durante el último siglo [el
siglo XIX, n. trad.]. Como hemos visto en la sección anterior, la economía neoclásica se
centra exclusivamente en el individuo, mientras que el programa postclásico, siguien-
do a los clásicos, se centra en las clases socio económicas. En medio de las diferentes
oleadas revolucionarias que sacudieron Europa durante la segunda mitad del siglo XIX,
la aparición simultánea de los trabajos marginalistas, que rompieron con varias de las
preocupaciones y conceptos clásicos, proporcionaron una bocanada de aire fresco al
amenazado establishment político y económico. Además, el marginalismo, tal como
se le llamó entonces, ofrecía una alternativa a la extensión de Marx de la escuela clá-
sica (De Vroey, 1975; Pasinetti, 1981: 11-14). Debido a que las premisas de Marx eran
similares a las de los clásicos en muchos temas, era difícil rechazar su análisis y sus
LA NECESIDAD DE UNA ALTERNATIVA 241

conclusiones conjuntamente. Deshacerse de la teoría del valor clásica y de la explica-


ción clásica del origen del beneficio lanzándose a la senda del marginalismo fue la res-
puesta de la burguesía europea. Los economistas también se subieron al carro, de forma
que al llegar a 1900, el marginalismo ya había arrasado la economía. En esos días, y
quizás aún hoy, se produjo una convergencia entre las presuposiciones y la agenda de
la economía neoclásica y los intereses del establishment político e industrial. Aunque
algunas versiones del marginalismo se habían expuesto antes de los años 70 del siglo
XIX, siendo la de Cournot la más conocida, los economistas no parecieron ver en ellas
ninguna indicación de superioridad. Pero con la llegada de Marx, se hizo imperativo
para el establishment, preocupado desde hacía tiempo por algunas de las conclusiones
formuladas por la economía clásica, el encontrar una alternativa menos consciente de
las clases y más apologética.
Esto no significa que la ideología sea el elemento crucial que separa el programa
neoclásico del postclásico, tal como algunos creen (Marglin, 1984a: 481). Tal como se
ha afirmado antes, la teoría neoclásica es lo bastante flexible, con la introducción de las
hipótesis auxiliares (externalidades, imperfecciones), como para permitir casi cualquier
tipo de política económica. Esto explica porqué muchos licenciados con inclinaciones
de izquierdas no presentan objeciones a ser formados en econonúa neoclásica. Sin embar-
go, yo estaría dispuesto a afinnar que algunos de los subprogramas dentro de cada uno
de los dos programas de investigación principales, neoclásico y postclásico, pueden
estar orientados por la ideología (monetarismo, neornarxistas), y que la ideología jugó
un papel muy importante en el desarrollo con éxito de la revolución marginalista.
Evidentemente, hubo otras razones que intervinieron a favor del programa de inves-
tigación entonces emergente. En concreto, los defensores del marginalismo aportaron
un aparato matemático que ayudó a persuadir de que la nueva economía era más cien-
tífica que la antigua economía clásica, ya que se podían hacer analogías obvias entre las
leyes impersonales del mercado y las recién descubiertas leyes naturales de la física
(Mirowski, 1990). El cálculo, las diferenciales y las integrales fueron importadas al
ámbito de la economía. Por otra parte, el problema de la transformación de Marx y el
problema de la medida invariable del valor de Ricardo parecían insolubles. Aunque
algunos economistas, tanto de dentro como de fuera de la escuela neoclásica, afirma-
ron que las matemáticas en el marginalismo lo desacreditaban, el marginalismo acabó
imponiéndose debido a la presencia de las matemáticas. Hoy quedan aún algunos res-
tos de esta temprana creencia en la superioridad de la economía matemática manteni-
da por los primeros exponentes del marginalismo: como recuerda Leijonhufvud (1973:
329), la casta sacerdotal de los economistas matemáticos ocupa el ranking más alto en
la casta. Sus habilidades son admiradas de forma reverencial por sus colegas. En las
revistas, especialmente en las más prestigiosas, se presta mucha atención a las técni-
cas matemáticas y a los rompecabezas imaginarios siempre que su resolución requie-
ra de alguna virtuosidad técnica. A pesar de que, en algunas encrucijadas históricas de
la economía, la introducción de las matemáticas permitió que imperara un cierto rigor,
hoy en día las matemáticas juegan un papel de defensa del paradigma. Fuerzan el cam-
bio del centro de atención de los temas generales a los pequeños detalles. Su impor-
lancia es tal que los licenciados de los departamentos dirigidos por el departamento
invisible, hoy en día consideran que el ser bueno en la resolución de problemas y la
excelencia en las matemáticas es más importante para una carrera académica de éxito
242 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

que el conocimiento de la economía y del conjunto de la literatura económica (Klamer


y Colander, 1990: 18).
E1lector puede preguntarse si las afirmaciones realizadas hasta ahora son acusa-
ciones a la economía formalizada. Rotundamente no. Los modelos formales son nece~
sarios en cualquier escuela de economía, ya que aportan un cierto rigor y pueden
favorecer la comprensión. Todas las escuelas de economía no neoclásica incluyen a
economistas formados en matemáticas. Los economistas no ortodoxos han abierto el
camino en algunas áreas de investigación, como las dinámicas no lineales. Sin embar-
go, el formalismo matemático no debería ser un fin en sí mismo. No deberían perder-
se los contenidos en pro de la forma. Las técnicas altamente sofisticadas no deberían
producir en última instancia resultados sin sentido. Es verdad que muchos economis-
tas no ortodoxos son reacios al uso de las matemáticas o a la realización de trabajo
econométrico cuando realizan investigaciones empíricas. Esto no es ninguna sorpre-
sa. Existe una mayor propensión al rechazo de la economía neoclásica entre aqueilos
que están más interesados en los conceptos que en los modelos. El rechazo a los para-
digmas, el rechazo a los conceptos, lleva a la búsqueda de conceptos nuevos y dife-
rentes, a veces a presuposiciones diferentes. Los que lo hacen se unen a las filas de los
no ortodoxos.
Esto puede ayudar a explicar porqué los economistas postclásicos parecen estar
excesivamente ocupados en criticarse unos a otros o a los economistas convencionales,
e incluso a los autores muertos, más que en realizar aportaciones constructivas en sus
campos respectivos. Hasta cierto punto, está en la naturaleza de los científicos no orto-
doxos el ser críticos más que constructivos. Además, el programa de investigación post-
clásico hasta cierto punto fue situado en el limbo con el éxito de la revolución marginal,
de forma que, mientras que muchísimas mentes han ayudado a definir el programa de
investigación neoclásico en las últimas décadas, con sus núcleos, sus nonnas y sus
convenciones, sólo un relativo puñado de economistas han contribuido al desarrollo
de la economía postclásica. Así, la economía neoclásica se beneficia de una cantidad
masiva de manuales, que ofrecen al menos una coherencia pedagógica, y de una mul-
titud de estudios empíricos, que ofrecen la ilusión de un programa correctamente veri-
ficado. Esto, desafortunadamente, es algo que los economistas postclásicos aún no
pueden ofrecer.

5. LOS ESTUDIOS EMPÍRICOS Y LA ECONOMÍA NEOCLÁSICA


La gran cantidad de estudios que supuestamente demuestran la validez de esta o aque-
lla teoría neoclásica en varios ámbitos de la economía es uno de los aspectos más intri-
gantes con que se encuentran los alumnos insatisfechos con el enfoque convencional.
Mientras confusamente perciben que a varias de las hipótesis en las que se basan los
modelos neoclásicos examinados les falta sustancia o realismo, los alumnos se ven
abrumados con resultados válidos de estos modelos. Parece que el mundo real se com-
porta de acuerdo a estas hipótesis absurdas. La intriga se refuerza cuando, en las asig-
naturas que tratan sobre las controversias sobre el capital, se les dice a los alumnos
que la función de producción agregada neoclásica no tiéne base. En esas circunstan-
cias, ¿cómo pueden los econometristas encontrar estadísticas con R2 y t tan buenas?
Algunas de las respuestas las obtienen en la asignatura de econometría, pero más bien
LA NECESIDAD DE UNA ALTERNATIVA 243

de forma implícita. Al alumno crítico se le deja perplejo. Con toda su falta de realis-
mo, parece que la economía neoclásica es mejor que otras escuelas de pensamiento ya
que la mayoría de las teorías neoclásicas se presentan corno verificadas de una u otra
manera, una hazaña que los programas de investigación rivales no pueden afirmar. Esto
se refuerza aún más por el hecho de que muchos de los economistas no ortodoxos son
tan conscientes de las dificultades metodológicas que se encuentran en la investiga-
ción empírica, que dudan de llevarla a cabo.
La creencia en el veredicto de la econometría se ha visto generalmente reforzada
desde el primer día en el departamento de economía cuando, en las primeras páginas del
manual introductorio, el alumno lee que «Una teoría se comprueba confrontando sus
predicciones con los hechos reales», y que «la aproximación científica a cualquier
cuestión básica consiste en establecer una teoría que la explique y en ver después si
esta teoría puede ser refutada por los hechos reales (Lipsey, et al., 1988: 23). En estas
dos afirmaciones de manual se encuentran las semillas del instrumentalismo, que es
la epistemología dominante del programa de investigación neoclásico, tal como ya he
afirmado, y las del falsacionismo, la metodología que los economistas convenciona-
les a menudo afirman utilizar, o que se propone en lugar del verificacionismo (Blaug,
1980a). Se deja así al alumno ingenuo con la convicción de que los economistas con-
vencionales que realizan investigación empírica intentan sin cesar falsar l~s teorías
propuestas por ellos mismos o por sus mentores; o se le realiza un lavado de cerebro para
que crea que las hipótesis realistas no son importantes si el modelo es capaz de gene-
rar predicciones con éxito. De hecho, muchas veces se le dice al alumno que cuanto
menos realistas sean las hipótesis, mejor, ya que así el modelo es más general.
Hay que dejar claro, sin embargo, tal como reconocen incluso los defensores del
falsacionismo (Blaug, 1980a: 128), que la práctica de los economistas neoclásicos es,
en el mejor de los casos, una versión inocua del falsacionismo Más bien est.án aún com-
prometidps con el verificacionismo, es decir, con el intento de encontrar 'pruebas que
confirmen sus teorías. En su revisión de más de quinientos estudios empíricos publicados
en las revistas ortodoxas más importantes, Canterbery y Burkhardt (1983: 31) han
encontrado que sólo en tres de ellos intentaban realmente falsar algo. Esta es una de
las razones por las que el instrumentalisrno es tan popular entre la mayoría de econo-
mistas convencionale~. sea cual sea su grado de interés por las cuestiones metodoló-
gicas. El instrumentalismo justifica la combinación de hipótesis muy poco realistas,
inherentes al núcleo duro neowalrasiano del programa neoclásico, con el deseo de ser
asociado a una visión positivista de la ciencia, según la cual lo científico debe ser nece-
sariamente verificable. Que una teoría pueda ser confirmada empíricamente bajo algu-
nas circunstancias parece ser. suficientemente satisfactorio.
Los filósofos de la ciencia han dado muchas razones por las cuales la verificación
de una teoría es insuficiente para confirmarla. También ha habido importantes críticas
a la posibilidad de falsación debido a la realpolitik de los programas de investigación
(Caldwell, 1982: cap. 5 y 12). Teniendo en cuenta estas críticas metodológicas, ¿cómo
es que las teorías neoclásicas siempre parecen estar apoyadas por pruebas empíricas?
Los que han trabajado con datos empíricos saben que no siempre es fácil obtener una
relación econométrica satisfactoria. Algunos alumnos presentan tesis en las que los
R2s tienden a cero. ¿Cómo es entonces que, en las revistas económicas ortodoxas, los
datos empíricos siempre parecen verificar la teoría ortodoxa?
244 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

Lo primero que hay que recalcar es que las revistas nonnalmenle no publican resul-
tados poco concluyentes, a excepción de cuando proporcionan una cabeza de turco que
pueda después ser utilizada para destacar la teoría rival, favorita de sus editores. En
consecuencia, los autores no se molestan en hacerles llegar resultados poco conclu-
yentes. Por lo tanto, sólo se publica una muestra sesgada del trabajo empírico que se rea-
liza. La mayoría de los intentos infructuosos de verificación pasan desapercibidos, y
muchos de los intentos infructuosos de reproducir modelos empíricos publicados no
acaban publicándose en las revistas académicas.
La segunda causa de esta proliferación de afortunados estudios empíricos es la
forma en que se lleva a cabo la investigación empírica. Esto es aplicable tanto a los
investigadores neoclásicos como a los investigadores de otras orientaciones. El eco-
nomista típico elabora una teoría, diseña una forma funcional simplificada que sea
empíricamente verificable y añade unas cuantas variables secundarias que puedan ser
relevantes. Con la ayuda del ordenador y de algunos algoritmos arbitrarios, el analis-
ta busca entonces la mejor ecuación. Se pueden necesitar varias rondas para encontrar j
regresiones que encajen de alguna fonna, y durante el proceso se examinarán y se des- L
cartarán distintas variables y especificaciones, realizando al mismo tiempo una revi-
sión de Ia teoría. Además, la información puede dividirse en subperiodos, una parte de
la información puede descartarse, se pueden introducir variables «dummy»*, etcéte-
ra. Al final, la teorfa que se afirma haber verificado puede tener sólo una relación remo-
ta con la postulada originalmente. Esto es lo que se llama interacción entre los datos
y la teoóa. Algunos prefieren hablar de «extracción de datos», de «pesca de datos» o de
«masaje de datos».
, El resultado final de esta interacción iterativa, sin embargo, es que los tests esta-
dísticos estándar no sirven; es decir, que «proporcionan estimaciones engañosas sobre
la confianza que uno puede depositar en las relaciones econométricas» (Thurow, 1983:
107). La razón, básicamente, es que el número de grados de libertad, que ayuda a deci-
dir si la forma verificable de la teoóa es significativa o no, disminuye de fom1a impor-
tante si se realizan regresiones tentativas y se adoptan nuevas especificaciones, dado
que el número de grados de libertad es igual al número de observaciones menos el
número de variables explicativas utilizadas. El analista debería decidir la forma final
de la ecuación a verificar antes de realizar las regresiones. Otros críticos de las prác-
ticas econométricas estándar prefieren hablar de filtración de la información (Dentan,
1988) o de preverificaciones sesgadas (Darnell y Evans, 1990: cap. 4). Sea cual sea
el punto de vista adoptado, las consecuencias son idénticas. No existen soluciones teó-
ricas fácilmente disponibles a este problema, aparte de la prudencia a la hora de inter-
pretar los resultados. Las ecuaciones que parecen estar validadas o confirmadas de
acuerdo a los tests estadísticos estándar no lo estarían si se decidiera seguir los cáno-
nes de la estadística clásica. No debería ser ninguna sorpresa, especialmente con los
ordenadores de alta velocidad disponibles para todos hoy en día, que a través de un
procedimiento de prueba y error se pueda llegar a verificar algunas especificaciones de
la teoóa propuesta, incluso si la teoría es errónea. Las opiniones teóricas a priori de
la mayoría, es decir, de la escuela neoclásica, aparecerán así corno la opinión más con-
firmada.

Variables artificiales instrumentales [nota de los editores].


'
LA NECESIDAD DE UNA ALTERNATIVA 245

La elaboración de datos o «el masaje de ecuaciones» no son la única causa de


las pruebas con excesivo éxito. La macroeconomía hace amplio uso de las series
temporales. Se ha demostrado repetidamente que los paseos aleatorios que son total-
mente independientes unos de otros pueden presentar altos coeficientes de correla-
ción. Granger y Newbold (1974), por ejemplo, han demostrado que, como media, es
posible obtener un R2 de 0,59 al realizar la regresión de un paseo aleatorio de cinco
variables que exhiban también un paseo aleatorio. En el37% de las simulaciones,
¡el coeficiente de determinación superó el 0,7! Esto muestra que se pueden obtener
fácilmente correlaciones espurias en el caso de las series temporales. Las valiables que
no tienen nada que ver entre ellas puede parecer que tengan algún tipo de relación
económica.
Otra buena ilustración histórica de lo dicho es el uso y el abuso del test de Durbin-
Watson, ahora disponible en todos los programas informáticos de regresión, a pesar
de la existencia de tests mucho más poderosos. Este tesr ayuda a discernir correlacio-
nes falsas bajo ciertas condiciones y sólo cuando los residuos de primer grado están
autocorrelacionados. Deberíamos recordar que los famosos debates empíricos de los
años 60 entre los keynesianos neoclásicos y los monetaristas, que más tarde llenaron las
páginas de los manuales de macroeconomía, se llevaron a cabo con series temporales
y sin hacer ningún uso de este test ahora elemental (Desai, 1981: 125). También debe-
ríamos recordar que el test de Durbin-Watson está sesgado hacia la aceptación de la
hipótesis de no correlación en las circunstancias en las que los economistas conven-
cionales a menudo han probado sus modelos, más específicamente cuando un valor
retardado de la variable dependiente se incluye entre los elementos de la regresión.
Este es el caso especialmente cuando se requieren manipulaciones mat~máticas para
transformar la ecuación a comprobar en una ecuación más fácil de estimar, y donde
acabamos con variables endógenas retardadas. Los ejemplos incluyen expectativas
adaptativas, el modelo del distribución retardado de Koyck, que permite la introduc-
ción de una infinidad de retardos complejos, y la estimación de una variable deseada,
como por ejemplo el nivel deseado del stock de capital en varias teorías de inversión neo-
clásicas. Como los autores neoclásicos a menudo buscan cierta forma de estado esta-
cionario, el nivel deseado de alguna variable clave es un componente crucial de su
proceso de creación de modelos. Todos estos usos traen con ellos la posibilidad, ade-
más, de que las correlaciones puedan ser espurias, y posiblemente muchos de los estu-
dios con éxito del pasado que se basaron en niveles deseados, retardos temporales o
expectativas adaptativas fueron en realidad espurios.
Hoy en día existen numerosos tests econométricos más sofisticados que ayudan a
evitar estas correlaciones falsas. Sin embargo, los editores de las revistas académicas
rara vez requieren la realización de estos tests menos elementales y, como consecuen-
cia, son muy pocos los autores que se molestan en utilizarlos o proporcionarlos. Así
que no hay ninguna identificación de cómo se llegó al cálculo adecuado. Uno puede
sospechar que, si se intentara hacerlo, varios resultados no podrían publicarse ni siquie-
ra hoy en día. Hendry (1980) mostró que podía plantear una teoría sólida de la inflación
poniendo en relación el índice de precios P en Gran Bretaña con una variable exóge-
na C, conocida por toda la población y cuyos datos son publicados rápidamente por el
gobierno. Con la ayuda de unas pocas hipótesis sobre la especificación de la relación
entre P y C, pudo encontrar un ajuste perfecto, sin ninguna autocorrelación residual
246 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

obvia. Además, el modelo puede realizar previsiones correctas al aplicarlo a los años
siguientes. Parece que C, al ser la variable exógena, es realmente la causa de la infla-
ción que todo el mundo ha estado buscando. Pero resulta que Ces la lluvia acumula-
da en Gran Bretaña. Esta regresión no hubiera sobrevivido un par de tests de
especificación más sofisticados. Uno se estremece al pensar en todos los resultados
espurios de temas menos obvios que fueron aclamados como grandes leyes empíricas
resultantes de la teoría neoclásica. La lección que hay que sacar, especialmente con las
series temporales, es que, cuando una teoría se confirma, hay alguna probabilidad de que
los resultados sean erróneos: mucho más cuando se realizan sofisticadas manipula-
ciones econométricas o matemáticas para llegar a las especificaciones válidas, y menos
cuando se realizan algunos tests más potentes.
Los econometristas y la mayoría de quienes ejercen la economía aplicada son evi-
dentemente conscientes de todos los inconvenientes y limitaciones de la verificación eco-
nométrica planteados hasta ahora, por no mencionar otros. Se han sugerido algunas
soluciones. Se ha instado a los economistas a dar cuenta de los procesos de búsqueda
que fmalmente llevaron a la especificación válida. Se han sugerido algunos procedi-
mientos dirigidos más a una estrategia de falsación en lugar de a una de verificación
(Darnell y Evans, 1990: caps. 4-6). Las soluciones más populares, sin embargo, pare-
ce que han sido aquelJas que abandonan cualquier pretensión de mezclar la econome-
tría con la teoria económica. Estos métodos más nuevos, los modelos VAR y las técnicas
de cointegración asociadas a Sims y Granger, cuyos tests de causalidad, ahora famosos
y ampliamente utilizados, forman parte, intentan imitar las series temporales y son ateó-
ricos. Son instrumentalistas en el sentido más puro. Solucionan el difícil problema de
mezclar la teoría económica con los hechos abandonando la teoría económica. Además,
tal como han indicado Rowley y Renuka (1986), en el caso de los llamados tests de
causalidad de Granger-Sims, algunos de los métodos más nuevos son econometría
blanda, en el sentido de nuevo de que la validez de las conclusiones a las que se llega
(en este caso la presencia o ausencia de la causalidad temporal y su dirección) depen-
de de los procedimientos realmente seguidos por el investigador, y en particular de Jos
filtros utilizados. Como existe una gran variedad de filtros posibles, los resultados obte-
nidos pueden reflejar las opiniones teóricas del investigador.
Incluso si uno aceptara algunas de las relaciones descubiertas por algunas de las
nuevas técnicas, aún falta por explicar cómo se producen esas relaciones. Para eso
necesitamos una teoría económica, para la que las nuevas técnicas econométricas son
inútiles, ya que existen diferentes tipos de teoría económica que pueden estar en la
base de la información. Por ejemplo, es prácticamente imposible distinguir los stocks
aleatorios de las teorías del ciclo ala Lucas del comportamiento caótico (no es alea-
torio) de las ecuaciones diferenciales no lineales (Kelsey, 1988: 20). El hecho de que
la mayoría de modelos se verifiqUen frente a la hipótesis nula y no comparándolos
entre sí, también contribuye a explicar porqué los modelos neoclásicos siempre pare-
cen estar validados; los partidarios de la competencia de libre mercado raramente la
practican en su investigación científica. No prueban teorías alternativas. Encontrar
formas para diferenciar realmente teorías distintas es claramente un problema anti-
guo y difícil. Constituye otra razón por la cual el alumno no ortodoxo no debería
inquietarse por la aparente gran cantidad de pruebas que confirman la teoría conven-
cional.
LA NECESIDAD DE UNA ALTERNATIVA 247

Existen muchos ejemplos de este error metodológico, especialmente en el campo


de la teoría del capital humano y en la macroeconomía. Un ejemplo típico es la hipóte-
sis de la renta permanente de Friedman, que ha sido aclamada como una aportación neo~
clásica príncipal y una que ha aprobado el test de confirmación de forma triunfal. El
problema con esta afirmación es que, cuando se procede a comprobar realmente la teo-
ría de Friedrnan, no se hace ningún intento por diferenciarla de una teoria, mucho más sim-
ple e intuitiva, como la de la persistencia del hábito (Green, 1984). Cuando se intenta, se
comprueba que es esta última la que se mantiene más que la hipótesis de Friedman (o,
igualmente, que la hipótesis del ciclo de la vida de Modigliani) (Marglin, 1984a: cap.
18). El problema en este caso es que los autores neoclásicos afirman estar comproban-
do la teoría A cuando en realidad están comprobando la teoría B. En este caso, las hipó-
tesis de Fríedman y Modigliani deberían basarse en rentas futuras, pero se comprueban
utilizando un «proxy>> [indicador artificial] de cierta combinación de rentas pasadas. Las
dudas sobre la validez de estos tests aumentan cuando uno se da cuenta de que esta com-
binación de rentas pasadas podría tener prácticamente cualquier estructura de retrasos
temporales. Existen infinidad de posibilidades. Por eso no es ninguna sorpresa que estas
teorías se hayan validado. Tal como señaló Pesek (1979: 66), con la utilización de los
ordenadores modernos es imposible no verificar la hipótesis de renta permanente y la
temia de la demanda de dinero basada en ella, u otras variaciones de la misma.
Esto lleva a un primer plano el hecho de que el objetivo de gran parte del trabajo
aplicado es el cálculo econométrico de los parámetros del modelo elegido, y no el inten-
to de falsear la teoría sobre la cual se ha construido el modelo. Evidentemente, las esti-
maciones también merecen interés, para simulaciones de política, por ejemplo, pero
deberiamos aseguramos previamente de que la teoría subyacente es válida. Deberíamos,
por lo tanto, ser conscientes de que una parte substancial del trabajo empírico, relacio-
nado por ejemplo con las funciones de producción, es simplemente un ejercicio de esti-
mación de parámetros. En estos casos, los datos no pueden probar o desaprobar la teoria
subyacente, a no ser que exista alguna limitación teórica de los valores que los pará-
metros podría'n tomar. Los datos no pueden ser inconsistentes con la teoría. Eso es lo
que Pencavel (1986: 5) ha llamado, irónicamente, «la medida sin comprobación>>, apli-
cando la expresión a los muchos estudios que tratan sobre la oferta de trabajo. La medi-
da sin comprobación ha sido denunciada apropiadamente por Kaldor:

En economía, las observaciones que contradicen las hipótesis básicas de la teoría


dominante son generalmente ignoradas [... ]. Y cuando el material empírico se une
con un modelo teórico, como en el caso de la econometóa, el papel de la estimación
empírica es el de «ilustrar» o «decorar» la teoría, no el de dar validez a la hipótesis bási-
ca (como por ejemplo en el caso de muchos estudios que pretenden estimar los coe-
ficientes de las funciones de producción) (Kaldor, 1972: 1239).

Aún confundido por la riqueza de estas estimaciones ilustrativas, el alumno no


ortodoxo puede preguntar: si las funciones de producción agregadas neoclásicas tie-
nen tan poco sentido, y si las controversias sobre el capital, que seguidamente discu-
tiremos, tienen algún impacto en el mundo real, ¿cómo es que la mayoría de los estudios
parecen demostrar que la participación real del trabajo es en realidad el exponente del
factor trabajo en la función Cobb-Douglas estimada?, y ¿por qué la suma de los por-
248 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

centajes de trabajo y capital es igual a uno, lo que supone que la función es casi homo-
génea de primer grado? Si la función de producción neoclásica no tuviera ninguna vali-
dez empírica, los coeficientes encontrados en la estimación de las funciones de
producción no serían coherentes con las participaciones reales de capital y trabajo obte- 1
nidos de las cuentas nacionales. Esto es ciertamente confuso para el no ortodoxo, adies-
trado en sus clases obligatorias a través de innumerables ajustes de funciones 1
Cobb-Douglas, que tienen estas propiedades y altos grados de determinación. Ha lle-
gado el momento de abordar los límites de la economía neoclásica.

6. LOS LÍMITES DE LA TEORÍA NEOCLÁSICA


Durante los últimos veinte años, la teoría neoclásica se ha enfrentado a dos grandes
1
'
reveses. El primero ha sido muy publicitado en los círculos no ortodoxos: está princi-
palmente relacionado con la teoría de producción en los modelos agregados y se cono-
ce con el nombre de las controversias de Cambridge sobre la teoria del capital (Harcourt,
1972; Bimer, 1990; Ahmad, 1991). El segundo es menos conocido, especialmente entre
los autores no ortodoxos (con excepciones, como Eatwell y Milgate, 1983b: 2 y Schefold,
1985: 112), debido a que los economistas no ortodoxos no estuvieron involucrados en
su desenlace, y debido también a que los resultados son tan destructivos que pocos
economistas ortodoxos se han atrevido a sacar las conclusiones aproPiadas. Este segun-
do revés está relacionado con la estabilidad de la teoría del equilibrio general y se cono-
ce como el teorema de Sonnenschein-Mantel-Debreu. Nosotros ta¡nbién lo llamaremos
teorema de la imposibilidad.

6.1. Las controversias de Cambridge


Como los detalles de las controversias de Cambridge son genera1mente bien conocidos
(ver Harris, 1978 y Moss, 1980 para presentaciones pedagógicas), sus consecuencias
serán el centro principal del debate aquí. Mientras que los economistas convencionales
generalmente ven las controversias sobre el capital como un tipo de problema de agre-
gación, este no es el punto de vista de los economistas postclásicos, aunque concentra-
remos nuestra atención en los modelos agregados de producción. Robinson (1975: vi),
por ejemplo, ha indicado claramente que «el conflicto real no es sobre como medir del
capital, sino sobre el significado del capital». En todas sus aportaciones al debate, sobre
todo en las primeras y las últimas, Robinson ha subrayado el hecho de que la función
de producción neoclásica con sustitución de factores está establecida en un mundo atem-
poral (Robinson, 1953-4, 1975a). Cuando el trabajo es substituido por capital, se supo-
ne que las nuevas máquinas, correspondientes a la nueva tecnología, pueden instalarse
de forma instantánea y sin costes. Aunque normalmente se cree que Kaldor no tenía
ningún interés por las controversias sobre el capital, se debería mencionar que planteó
un argumento similar al afirmar que la distinción entre el movimiento a lo largo de una
función de producción y el desplazamiento de la función de producción es totalmente arbi-
trario (1957: 595). El carácter artificial de esta distinción queda claro al considerar el
capital como una mercancía producida y no como una dotación dada.
La reproducibilidad del capital en oposición al capital como input primario es,
creo, el mensaje que los economistas de Cambridge, Inglaterra, intentaron transmitir.
LA NECESIDAD DE UNA ALTERNATIVA 249

Evidentemente, los autores neoclásicos hace tiempo que son conscientes de la necesi-
dad de distinguir el capital de la tierra o de Jos recursos naturales (cfr. Malinvaud,
1953), pero en la práctica, esta distinción ha sido ignorada. El hecho de que el capital
sea reproducible es más obvio en situaciones de crecimiento y progreso técnico que
en estados estacionarios. Esto puede explicar porqué los postkeynesianos fueron tan
conscientes de la reproducción del capital, ya que centraron su atención en el creci-
miento. Harrod, Robinson, Kaldory Pasinetti (y evidentemente Sraffa) tuvieron todos
la misma opinión del capital mercancía. También se podría añadir Kalecki a este grupo.
Resulta, de hecho, que la medición apropiada del progreso técnico con capital repro-
ducible propuesta por Rymes (1971), se inspiró en el trabajo de un colega (Lawrence
Read, ¡del departamento de religión!), quien, a su vez, recibió sugerencias de Kalecki
cuando trabajaba en las Naciones Unidas. Existe, pues, una concepción homogénea de
la naturaleza de la producción y de la del capital entre Jos postkeynesianos y Jos neo-
ricardianos. Las controversias de Cambridge son sólo uno de los casos, entre muchos,
que destacan esta visión común. Tal como señaló Rymes (1971: 180), «los problemas
de agregación y las superficies de producción no continuas son motivos secundarios
de controversia. La sugerencia muchas veces repetida en la literatura de que la agre~
gación coherente debilitaría los ataques a la estructura neoclásica se equivoca clara-
mente en el punto principal». Sin embargo, centraremos nuestra atención en las
consecuencias de las controversias de Cambridge para la versión agregada del mode-
lo neoclásico.
Deberíamos quizá recordar que el coup d' envoi, desde el lado neoclásico, lo pro~
pinó el intento de Samuelson (1962) de demostrar que las manipulaciones empíricas
de Solow de la función de producción de Cobb-Douglas eran perfectamente legítimas.
Samuelson estaba también intentando responder a Joan Robinson, después de su visi-
ta al MIT [Massachussets Institute ofTechnology]. Uno podría sospechar que esta rara
oportunidad de intercambio entre programas de investigación rivales la proporcionaría
el hecho de que tanto Robinson como Samuelson estaban estudiando modelos de pro-
ducción lineal, de forma que los economistas convencionales pudieran comprender de
alguna forma lo que estaban haciendo los economistas no ortodoxos. Samuelson afir~
mó que la macroeconomía de las funciones de producción agregada eran «la versión
estilizada de un cierto y cuasi realista modelo MIT de diversos procesos (de produc-
ción) de bienes de capital heterogéneos» (1962; 201-2).
Las controversias finalmente resolvieron, entre otras cosas, que las principales pro-
piedades de las funciones de producción agregada no podían derivarse de un modelo mul~
tisectorial con capital heterogéneo, ni siquiera de un modelo de dos sectores con una
máquina pero con varias técnicas disponibles. Más específicamente, que no se podía
decir que, en toda la economía en general, la tasa de beneficio fuera igual a la pro-
ductividad marginal del capital. Tampoco podía decirse que existiera una relación inver-
sa entre la relación capital/trabajo y la relación entre la tasa de beneficios y la tasa del
salario real a nivel de toda la economía. En la figura 1.1, (a) y (b) ilustran respectiva-
mente la supuesta relación neoclásica y la que generalmente se producirá.
A efectos de nuestro argumento, la respuesta de los convencionales fue básica-
mente doble. Muchos autores ortodoxos opinaron que la teoría neowalrasiana de-
sagregada estaba a salvo de la crítica neoricardiana y que, por lo tanto, el nlÍcleo del
programa neoclásico (la teoría del equilibrio general) había quedado intacto. Algunos
250 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

Figura 1.1. Relación encre capital por unidad de trabajo y relación tasa de beneficios/salarios
reales: (a) en la versión neoclásica «Vulgan~; (b) en la versión neoricardiana

Capita!ffrabajo

(a) Tasa de beneficios/salarios reales

CapitaVfrabajo

(b) Tasa de beneficios/salarios reales


LA NECESIDAD DE UNA ALTERNATIVA 251

de ellos reconocieron que la versión agregada del programa neoclásico estaba en peli-
gro. El resto creyó que las consecuencias no eran muy profundas. Esta última reacción
puede estar relacionada con la segunda respuesta neoclásica más importante, que fue
negar la importancia empírica de la crítica de Cambridge, afirmando que el modelo
neoclásico «funcionaba». Con la primera respuesta, se asocia principalmente a Frank
Hahn (1982), que parece haber cambiado su opinión sobre las consecuencias de su res-
puesta, siendo inicialmente bastante crítico con la teoría agregada para después con-
vertirse en defensor de la visión pragmática.

Cuando se utiliza la versión agregada de la teoría [neoclásica],la simplicidad se obtie-


ne a costa de la coherencia lógica, y, en general, estas teorías proporcionan respues-
tas erróneas[ ... ]. La opinión de que, a pesar de todo, «puede funcionar en la práctica»,
suena un poco fraudulenta, y en cualquier caso, la responsabilidad de aportar pruebas
recae en los que mantienen esto (Hahn, 1972: 8).

Dudo que ellos [los sraffianos] estén en lo correcto al opinar que los modelos sim-
ples (esencialmente Jos de un bien capital) no tienen ninguna utilidad[ ... ]. Nosotros
utilizamos modelos simples (es decir, macroeconómicos) para obtener percepciones
de un cierto tipo. La simplificación siempre tiene un coste, y este a veces es la pérdida
de rigor. Aún queda por mostrar que el coste en este caso sea demasiado alto, es decir,
que en la aplicación real del problema, la posibilidad de cometer grandes errores sea
alta. No conozco a ningún sraffiano que lo haya demostrado» (Hahn, 1982: 370).

Mientras que en 1972 la responsabilidad de demostrar que las controversias de


Cambridge tenían consecuencias profundas para la versión neoclásica agregada recaía
sobre las espaldas de los economistas convencionales, en 1982 el peso de la prueba se
trasladó ¡a los neoricardianos! Esto puede ser debido al hecho de que, llegados a 1982,
las consecuencias dañinas de las controversias para la teoría neoclásica ya se habían
detallado mejor. Como las teorías neoclásicas del valor y del output son interdependien-
tes por definición, cualquier fallo en la teoría del valor debe tener consecuencias para
la teoría del output. «La teoría del valor, basada en la oferta y la demanda, es insepa-
rable de y la misma cosa que la teoría del outpub> (Eatwell y Milgate, 1983b: 2). La
macroeconomía estándar, que trata la teoría del output basándose en la desacreditada
teoría agregada neoclásica del valor está, por lo tanto, en peligro. El argumento ha sido
claramente resumido:

Las bien conocidas deficiencias de la teoría ortodoxa del capital aseguran que no hay
ningún fundamento lógico para la idea de una curva de demanda de trabajo elástica
con respecto al salario real, ni una curva de demanda para el capital, ni. realmente,
ninguna curva para las mercancías individuales. De aquí que el ajuste de la demanda
a la capacidad en el consumo y en la producción como una función de precios rela-
tivos esté privada de fiabilidad teórica (Eatwell, 1983b: 280).

Estas consecuencias para la economía neoclásica las había entendido Garegnani ya


en 1964, pero su obra no fue traducida al inglés hasta mucho más tarde (Garegnani,
1978). Desde entonces, diversos autores han enfatizado las deficiencias del modelo
neoclásico agregado en sus diferentes encarnaciones, debido a la imposibilidad de
252 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

encontrar una relación inversa entre la razón capital/trabajo y la razón tasa de bene-
ficios/tasa de salarios. Los economistas son generalmente conscientes de que el valor
del capital normalmente no es una función inversa y continua de la tasa de benefi-
cios, tal como quedó claro durante las controversias. Sin embargo, muchos otros
supuestos estándar caen al rechazar la teoría neoclásica del valor agregado. En el mer-
cado laboral, por ejemplo, no se puede suponer que la demanda de trabajo esté inver-
samente relacionada con la tasa del salario real (Roncaglia, 1988a). En los modelos
neoclásicos con dinero y activos financieros, no se puede suponer la existencia de una
tasa natural de interés. Estos modelos monetarios, igual que los reales, sucumben a
la crítica de Cambridge (Rogers, 1989). Tampoco podemos aceptar la existencia de
la curva estándar de la eficiencia del capital (Petri, 1992). Esto resulta del hecho de que
la relación negativa continua entre la demanda de inversión y la tasa real del interés
monetario dependa en última instancia de la creencia de que unas tasas más bajas de
interés real suponen inversiones en tecnologías más capital-intensivas que llevan a
una disminución del producto marginal físico del capital hasta que iguale la tasa de
renta real. El lector sólo tiene que comparar estas desacreditadas relaciones con las
que realmente resultan de las hipótesis de los modelos estándar de macroeconomía
para darse cuenta de lo poco que debería mantenerse de la macroeconomía neoclási-
ca. El caso del empleo en el mercado laboral se ilustra en la figura 1.2, donde (a)
representa el caso estándar supuesto, mientras que (b) es un caso posible. Uno puede
apreciar que una caída en la tasa del salario real no implica necesariamente una mayor
demanda de trabajo.
Además, estas relaciones «paradójicas» no se limitan a afectar a la economía en
general. Steedman (1985, 1988) muestra que no se encuentra necesariamente una curva
de demanda descendente para cualquier input, incluso a nivel directo qe la industria,
cuando se toman en consideración todos los ajustes. Estos descubrimientos son cru-
ciales porque muestran que las paradojas identificadas a nivel de la economía en gene-
ral para la relación entre el valor del capital y la tasa de beneficios son igualmente
aplicables a nivel de la industria y a otros inputs. Por ejemplo, en una industria, una
mayor relación trabajo/output puede asociarse con una mayor tasa de salario real. De
modo que poco queda de la macroeconomía, o de la mesoeconomía. Además, se mues-
tra que el análisis estándar del equilibrio parcial es justo eso, muy parcial y con muy
pocos fundamentos. Así, los economistas neoclásicos se quedan con las dos líneas de
defensa que he señalado anteriormente: la teoría del equilibrio general y la vía empírica.
Consideremos ahora esta segunda.
Varios economistas ortodoxos han adoptado el punto de vista según el cual la vali-
dez de la teoría neoclásica es una cuestión empírica, y no lógica. Uno supone que la
postura adoptada implícitamente es que la teoría neowalrasiana no tiene mucho que
ofrecer cuando trata de los temas más prácticos, y que hay que basarse en las versiones
más prosaicas de la teoría neoclásica para poder llegar a realizar alguna recomenda-
ción práctica. Lo que estos autores están argumentando, entonces, es que la crítica de
Cambridge es correcta en sentido formal, pero niegan que tenga alguna consecuencia
en el mundo real. La prueba empírica que normalmente se utiliza para respaldar esta posi-
ción la dan las numerosas regresiones válidas realizadas con diferentes funciones de
producción neoclásicas, en las que ]as regresiones han producido los coeficientes espe-
rados. Volvemos a estar donde estábamos al finalizar la sección anterior.
LA NECESIDAD DE UNA ALTERNATIVA 253

Figura 1.2. Curva de demanda de trabajo: (a) supuesto de la relación neoclásica; (b) relación
neoricardiana posible

Trabajo

(a) Tasa del salario real

Trabajo

(b) Tasa del salario real


254 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

Se afirma que no es un mundo tan pequeño aquel para el que el postulado neoclási-
co es perfectamente válido. Mientras vivamos en ese mundo, no necesitarnos abandonar
el postulado neoclásico. Para rechazarlo, es necesario demostrar que este mundo es ima-
ginario. Esta demostración no ha sido proporcionada por la literatura[ ... ]. Mi argu-
mento es que el estado de la cuestión en este momento tiende a establecer el mundo
en el que el postulado neoclásico domina[ ... ]. Además, el mismo postulado neoclá-
sico es en principio comprobable empíricamente en forma de estimaciones de la fun-
ción de producción CES y otras variedades. Esto puede hacernos ir más allá de las
especulaciones puramente teóricas sobre este tema (Sato, 1974: 383).

Justo mientras Sato realizaba estas enérgicas exigencias a la investigación empí-


rica, Fisher (1971) descubría que, aunque estaba estableciendo condiciones que rom-
pían con todos los requisitos de la agregación, sus simulaciones de las funciones de
producción agregadas del tipo Cobb-Douglas o CES tenían éxito. Esto llevó a Fischer
a concluir con los siguientes muy citados comentarios:

La sugerencia es clara, sin embargo, que la participación del trabajo no es aproxi-


madamente constante porque las diversas relaciones técnicas de la economía moder-
na sean verdaderamente representables por un agregado copb-Douglas, sino más
bien que estas relaciones parecen ser representables por un agregado Cobb-Douglas
porque la participación del trabajo resulta aproximadamente constante[ ... ]. Si se
rechaza la forma Cobb-Douglas en favor de una función de producción agregada
diferente, la sugerencia[ ... ] permanece de que el éxito aparente de esta función al
explicar los sa1arios se produce no porque estas funciones representen realmente el ver-
dadero estado de lp. tecnología, sino porque sus implicaciones respecto a los hechos
estilizados del comportamiento de los salarios concuerdan con lo que está ocurrien-
do de todas maneras. El desarrollo de la CES, por ejemplO, empezó con la observa-
ción de que los salarios son una función creciente del output por persona y que la
función asociada puede ser aproximada por una logarítmica lineal. Los resultados
actuales sugieren[ ... ] que la explicación de esa relación salarios-oulput por persona
puede no existir en la CES como agregado, sino que la aparente existencia de un agre-
gado en la CES puede explicarse a partir de tal relación (Fisher, 1971: 325).

Para ahora, el lector debería haber perdido toda la fe en la capacidad de la teoría


neoclásica para redimirse a través de las verificaciones y confirmaciones empíricas.
Sin embargo, todavía se le infligirá una última prueba al lector incrédulo. Empecemos
con la función Cobb-Douglas dinámica, con rendimientos constantes a escala, siendo
q, K y L, como siempre, el ouljlut, el capital y la fuerza de trabajo, y t y ¡.tlos índices
de tiempo y de progreso técnico:

(1.1)

Sabemos que si las tasas de participación del capital y del trabajo son iguales a sus
productos marginales físicos, el coeficiente a es la participación de los beneficios y el
coeficiente (1- a) es la participación del trabajo en el producto nacional. Lo descon-
certante de las estimaciones de las funciones Cobb-Douglas es que el coeficiente cal-
culado a es generalmente igual a la participación real de los beneficios en las cuentas
nacionales. Pero esto ya no debería desconcertamos, tal como mostró Shaikh (1974,
LA NECESIDAD DE UNA ALTERNATIVA 255

1980). Si reescribimos la función Cobb-Douglas como output por unidad de trabajo,


es decir, dividiendo (1.1) por L, obtenemos:

(1.2)
l
Donde y y k son el output per cápita y el capital per cápita Si tomamos la deriva- 11
1
da logarítmica de (1.2), obtenemos la fórmula estándar bajo la que las funciones de
producción Cobb~Douglas dinámicas son estimadas empíricamente, siendo y y k las
tasas de crecimiento del output per cápita y del capital per cápita:

(1.3) .

Se puede obtener, sin embargo, un resultado muy similar de las identidades de la con-
tabilidad nacional. Si ro es el salario real y r la tasa de beneficios, la renta nacional es:

Y=OlL+rK (1.4)

Entonces el output per cápita es:

y= úl + rk (1.5)

Si tomamos la derivada de la ecuación (1.5) con respecto a los rendimientos en el


tiempo:

dy!dt = dro!dt + k·dr!dt + r·dkldt

Esto puede reescribirse como:

dy!dt =ro(dro!dt)!Ol + kr(dr!dt)!r + rk(dkldt)lk


Ahora dividimos toda esta expresión por y. Si recordamos que (dyldt)ly es la tasa
de crecimiento del output per cápita, que indicamos con .Y. siendo el símbolo "gene-
ralmente el indicador de la tasa de crecimiento de una variable, llegamos a la siguien-
te ecuación:

y= (ro/y)/&+ (rkly)lr + (rkly)!k (1.6)

Esto puede reescribirse como:

(1.7)

Siendo la participación real de beneficios n igual a:

n =rkly (1.8)

y:

1 = (1- n)& + nr
256 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

De esta forma, las ecuaciones ( 1.3) y (1.7) son similares, con ambos los parámetros
a como re representando el porcentaje de beneficios. Sin embargo, la primera ecuación
se deriva de la peculiar función de producción Cobb-Douglas y sus complicados supues-
tos, mientras que la segunda no es más que una expansión dinámica de las cuentas
nacionales. Consecuentemente, no es ninguna sorpresa que, cuando las participacio-
nes en la renta son aproximadamente constantes en el tiempo (datos de series tempo-
rales) o en los sectores (datos sectoriales transversales), la Cobb-Douglas presente un
buen ajuste: puede ser derivado de las identidades de renta. Y las mismas observacio-
nes pueden dirigirse a los usuarios de la popular función CES, tal como ha mostrado
Herbert Simon (1979). Irónicamente, Simon no mencionó el trabajo de Shaikh de 1974,
a pesar de su reconocimiento a los comentarios de Solow. Solow había sido uno de los
proponentes originales de la función CES, y había publicado una tentativa de rechazo
de los argumentos de Shaikh. Esto nos lleva a concluir que Solow no llamó la aten-
ción de Simon sobre el trabajo de Shaikh que había tratado el mismo tema similar con
anterioridad. Simon argumenta que los defensores de las funciones de producción CES
estiman básicamente la siguiente función:

log (y)= log (a)+ b log (ro) (1.9)

Volviendo a la ecuación (1.6) de las cuentas nacionales, y recordando de (1.8) que


rk puede escribirse como ny, tenemos:

y=ro+ny
)' (l - 1t) = ro

Si tomamos los logaritmos, las cuentas nacionales se convierten en:

log (y) = -log (1 -n) + log (ro) (1.10)

Volvemos así a encontrar que la ecuación (1.9), derivada de las funciones de pro·
ducción agregada neoclásicas, y la ecuación (1.10), derivada de las cuentas naciona-
les, son casi idénticas. Las dos ecuaciones son idénticas cuando la participación de los
beneficios es una constante (o casi, en términos estadísticos) y cuando el coeficiente
b en la ecuación (1.9) es igual a uno. La primera condición es similar a la que encon-
tramos para que la función Cobb-Douglas se ajustara a las identidades contables.
Recordemos que fue también bajo estas condiciones que las simulaciones de Fisher
dieron buenos resultados. Con respecto a b, Simon (1979: 467) recuerda que, cuando
se utiliza una buena metodología estadística, los mejores ajustes obtenidos con la fun-
ción CES son aquellos en los que la elasticidad de substitución es próxima a uno. Esto
significa que la función CES es, de hecho, del tipo Cobb-Douglas, y que el coeficien-
te bes igual a uno.
De forma similar, formas más complejas de funciones de producción producen
resultados Cobb-Douglas bajo ciertas condiciones. La razón por la cual los paráme-
tros de esas funciones de producción más generales sieinpre parecen corresponderse
a aquellos que producen las funciones simples de Cobb-Douglas con rendimientos
constantes a escala, es que, al final, una multitud de sofisticadas manipulaciones mate-
LA NECESIDAD DE UNA ALTERNATIVA 257

máticas acaban produciendo nada más que relaciones de contabilidad modificadas.


Conocidos economistas neoclásicos aún creen que «las elasticidades estimadas que
parecen confirmar la predicción central de la teoría de la demanda de trabajo no son
totalmente un artefact0)) 1 y se maravillan ante el descubrimiento empírico de que la
función Cobb-Douglas con rendimientos constantes a escala «no es una desviación
muy severa de la realidad para describir relaciones de producción» (Hamermesh, 1986:
454, 467). No deberían. Tal como han mostrado Shaikh y Simon, los datos de produc-
ción suficientemente constantes en la participación del trabajo siempre pueden apro-
ximarse a través de una fórmula funcional que es matemáticamente idéntica a la función
de producción Cobb-Douglas con los productos marginales adecuados, tanto si los
datos provienen de una serie temporal como si provienen de una transversal. Cuando
la participación del trabajo no es constant~ el ajuste no es tan bueno, y funciones de pro-
ducción más sofisticadas deben acudir al rescate. Aun así, sólo son verificadas las iden-
tidades contables, incluso en este caso (McCombie y Dixon, 1991).
En consecuencia, podemos concluir que las estimaciones de CES o de otras fun-
ciones de producción no han probado en modo alguno la validez empírica del postulado
neoclásico, como a Sato y a otros les gustada que creyéramos. Al contrario, sólo han
verificado las identidades contables que no tienen ninguna relación con la teoría neo-
clásica agregada. Mientras que las controversias de Cambridge demostraron que la
macroeconomía neoclásica no tenía fundamentos te9ricos, la revisión de los aspectos
empíricos mencionados aquí muestra que, si tenemos'que creer al Frank Hahn de 1972,
la macroeconomía neoclásica tampoco tiene fundamentos empíricos.

6.2. La pesadilla de la estabilidad


Las consecuencias de las controversias de Cambridge descritas aquí hasta ahora tam-
bién han sido a veces percibidas como un problema de estabilidad que perjudicaría
los resultados de una economía agregada de producción. Los mismos neoricardianos
han motivado esta interpretación con algunas de sus declaraciones. Por ejemplo,
Garegnani afirma que las controversias de Cainbridge «niegan la credibilidad del
argumento tradicional acerca de la tendencia a largo plazo hacia el pleno empleo del
trabajo» (1983: 73). Rogers (1989: 33) habla de «la problemática estabilidad» de la
solución de equilibrio a largo plazo. No obstante, los mismos neoricardianos han pre-
ferido generalmente destacar el hecho de que, si la curva general de empleo es como
la de la figura 1.2(b), entonces no se puede hablar verdaderamente de una demanda
de trabajo como tal (Garegnani, 1983: 73). Se afirma entonces que las condiciones
de la oferta y la demanda, basadas en la flexibilidad de los precios, no pueden expli-
car la tasa de salarios dominante ni el nivel de empleo (Mongiovi, 1991: 28). De
modo que tiene que ser otra explicación, no basada en estas funciones de precios, la
que debe ser la pertinente; quizá relacionada con las normas, las convenciones o
nociones de justicia. Otra forma de presentar esto es decir que, como los neoricar-
dianas han demostrado que pueden producirse equilibrios inestables, mirándolo desde
el punto de vista del análisis estándar de oferta y demanda, y dado que nosotros no
observamos tal estrepitosa inestabilidad en el mundo real, los mecanismos que ope-
ran deben ser distintos de los de la teoría estándar de los precios basada en la oferta
y la demanda.
258 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

La prosaica respuesta neoclásica es afirmar que, como raramente se observa ines-


tabilidad, o bien el sistema está siempre en equilibrio a pesar de la inestabilidad (debi-
do a las expectativas racionales), o que, en realidad, sólo se producen equilibrios
estables, rechazando así la importancia práctica de la crítica neoricardiana. La res-
puesta más sofisticada es, otra vez, la vuelta al modelo neowalrasiano, afirmando que
el modelo completo de equilibrio general neoclásico no requiere la agregación y no
trata necesariamente con posiciones a largo plazo. El problema de inestabilidad des-
cubierto por los neoricardianos tiene, por lo tanto, poco interés para los neowalrasianos,
ya que concierne a economías agregadas y supone precios de oferta normales. Lo que
hubiera sido de mayor importancia hubiera sido la prueba de que, en general, el mode-
lo neowalrasiano no ofrece resultados de estabilidad. Esta es la posición adoptada por
Hahn en los años 70:

Los neoricardianos [... ] han demostrado que la agregación de capital es teóricamen-


te incorrecta. Está bien [... ]. El resultado no tiene nada que ver con la teoría neoclá-
sica convencional sencillamente porque no utiliza agregados. Tiene que ver con las
vulgares teorías de los manuales [... ]. Los resultados más dañinos para la teoría neo-
clásica han sido demostrados recientemente por Debreu, Sonnenschein y Mas-Collel
(Hahn, 1975: 363).

El dañino resultado confirmado por Sonnenschein y otros es el siguiente (cfr.


Kirman, 1989; Guerrien, 1989). Empezando por el usual comportamiento maximiza-
dar de los individuos, y como resultado de los supuestos requeridos para la demostra-
ción de la existencia de un equilibrio general del tipo Arrow-Debreu, se demuestra que
las funciones de exceso de demanda que satisfacen la ley de Walras en una eConomía
de intercambio pueden tomar casi cualquier forma. Esto daña a la teoría neoclásica
porque uno hubiera esperado que las funciones de exceso de demanda siempre tuvie-
ran pendiente negativa. Esto aseguraría que, cuando el precio de un producto es dema-
siado bajo y, consecuentemente, el exceso de demanda es positivo, el proceso de
téitonnement llevara a una reducción del exceso de demanda como resultado del lla-
mamiento al alza de los precios del commissairewpriseur. La figura 1.3(a), que en un
sentido corresponde a la función de empleo habitual de la figura l.2(a), ilustra este
hecho. Lo que demuestra el llamado teorema de Sonnenschein-Mantel-Debreu, oteo-
rema de la imposibilidad, es que no hay nada en la hipótesis estándar del comporta-
miento de elección individual que imposibilite que las funciones de exceso de demanda
sean como las de la figura 1.3(b), lo que, de nuevo, puede relacionarse con la posible
función neoricardiana de empleo a largo plazo ilustrada en la figura l.2(b). Tal como
se puede observar, existen varios equilibríos, y aumentar el precio en el punto A haría
aumentar inicialmente el exceso de demanda en el punto B. La única limitación en la
forma de la función es que, para algún precio alto, el exceso de demanda fuera nega-
tivo, y a medida que el precio se aproximara a cero, la curva tendería al infinito.
Evidentemente, el teorema de la imposibilidad puede relacionarse con el siguien-
te conocido resultado del equilibrio general: la disminpción en el stock de un deter-
minado recurso puede inducir a una caída (y no a un aumento) en la tasa de alquiler/renta
del recurso. Esto es debido a que los propietarios del recurso, Como consecuencia de la
caída de sus dotaciones iniciales, pueden decidir reducir su demanda de productos que
LA NECESIDAD DE UNA ALTERNATIVA 259

Figura 1.3. Curva de exceso de demanda en la teoría del equilibrio general: (a) relación neo-
clásica ?eseada; (b) relación posible resultante del teorema de la imposibilidad

Precio del producto

(a) Exceso de demanda del producto

Precio del producto

(b) Exceso de demanda del producto


260 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

requieran el uso intensivo de este recurso. La disminución de la demanda del recurso


podría superar la disminución inicial de su oferta. Este tipo de resultado paradójico,
debido a la existencia de efectos de renta que dominan a los de substitución, a pesar
del poderoso y ampliamente utilizado axioma de la sustitución bruta (frecuentemente
un objetivo de la crítica de Davidson a la teoría del equilibrio general [l980a]), moles-
taba a los teóricos neoclásicos porque les impedía predecir el signo de los cambios en
los precios resultantes de un aumento en la cantidad de una dotación única, mientras
todas las demás dotaciones se suponían constantes. Así, los precios no podían consi-
derarse como simples índices de escasez, medidos desde el lado de la oferta. No obs-
tante, el análisis de la escasez se mantuvo, ya que la presencia de un exceso de demanda
llevaba a un incremento de los precios. El teorema de la imposibilidad niega que estos
precios sean siempre estables o que sean únicos. Pequeños cambios en el valor de los
datos pueden llevar a grandes cambios en los precios, precisamente lo que las contro-
versias de Cambridge subrayaron en el contexto de las posiciones a largo plazo de las
economías de producción agregadas.
Los neowalrasianos pueden, pues, demostrar la existencia de un equilibrio, pero
no pueden demostrar su unicidad ni su estabilidad incluso en el simple caso de una
economía de intercambio sin producción. El mismo problema importuna al modelo
intertemporal ala Arrow-Debreu y a los modelos de equilibrio temporal, donde las
expectativas sobre los precios futuros añaden una dimensión arbitraria adicional
(Polemarchakis, 1983). Todos estos resultados son como una <<pesadilla>> para los eco-
nomistas neowalrasianos (lngrao e Israel, 1990: 317). Significan que todos los resultados
comparativos son inútiles. También suponen que la mano invisible, incluso si los pre-
cios son perfectamente flexibles, puede no ser de ninguna ayuda para conseguir un
equilibrio, para no hablar de uno óptimo. El programa neoclásico está por lo tanto en
peligro, ya que las cuestiones principales que se incorporan a la heurística del progra-
ma no pueden ser probadas. Además, y quizás aún más perjudicial, la única forma de
evitar estos resultados negativos en la estabilidad parece que pasa por la renuncia a al
menos una de las cuatro presuposiciones en las que se basa todo el programa de inves-
tigación, la del individualismo metodológico.
Se han hecho varios intentos de salir de este impasse, tal como el lector habrá podi-
do suponer. Se ha sugerido que los modelos que incorporan la producción cómo no
están limitados al intercambio podrían ayudar a librarse de la arbitrariedad de las cur-
vas del exceso de demanda. Estas esperanzas pueden tener cierta base, pero se debería
ser consciente de que, incluso si se sobrepone un sector de la producción a una eco-
nomía de intercambio en la que, se supone que ha sido eliminada la arbitrariedad de
las funciones de exceso de ~emanda, con la introducción de un axioma de sustitución
bruta en la demanda pueden aparecer diversos equilibrios.
Se han realizado otros intentos desde dentro del modelo de intercambio. Sin embar-
go, estos intentos, cuando tuvieron éxito, sólo resaltaron la arbitrariedad de los supues-
tos necesarios para llegar al resultado deseado. Por ejemplo, a menos que exista un
número infinito de consumidores, las funciones ele exceso de demanda pueden tomar
cualquier forma, a pesar de que todos los agentes tengan los mismos mapas de prefe-
rencias y que sus dotaciones iniciales sean iguales hasta Un factor multiplicador cons-
tante. Bajo estas condiciones, el teorema de Sonnenschein-Mantel-Debreu sólo falla
si todos los agentes tienen preferencias idénticas y rentas iguales. Esto significa que
LA NECESIDAD DE UNA ALTERNATIVA 261

la estructura del consumo no dependerá de la renta, una simplificación no muy realis-


ta ni muy prometedora. Así volvemos al agente representativo único, tan utilizado en
la macroeconomía neoclásica. Significa, además, el abandono del reino de la microe-
conomía y de la metodología de la construcción de los cimientos de la economía a par-
tir de individuos independientes. Las consecuencias han sido muy bien resumidas por
alguien que participa de estos teoremas negativos:

La independencia del comportamiento de los individuos juega un papel esencial en la


construcción de economías que generen funciones arbitrarias de exceso de deman-
da. Tan pronto como aquella se elimina, la clase de funciones que se pueden generar
queda limitada [... ]. Si queremos seguir progresando, podemos muy bien vemos obli~
gados a teorizar en términos de grupos que tienen un comportamiento colectivo cohe-
rente. La idea de que debemos empezar a nivel del individuo aislado es una que quizás
tengamos que abandonar (Kirman, 1989: 138).

Otro observador, crítico de estas controversias neowalrasianas, llegó a la misma


conclusión:

En todo el libro, hemos adoptado un punto de vista neoclásico, intentando demostrar


que incluso los más fervientes adeptos a la "flexibilidad" no pueden apoyar sus afir-
maciones con sus propios modelos. Una consecuencia de nuestro estudio ha sido
mostrar los límites del individualismo metodológico: la construcción axiomática de
la sociedad, partiendo de los agentes y del principio de maximización, lleva a situa-
ciones inextricables, que le quitan al modelo cualquier contenido predictivo (o inclu-
so explicativo) (Guerrien, 1989: 290).

Las consecuencias de las controversias de Cambridge fueron un revés para el pro-


grama de investigación neoclásico, pero sólo eran aplicables a las versiones agrega-
das de la teoría neoclásica. Se referían a economías de producción en posiciones
totalmente ajustadas. Los teoremas de la imposibilidad demostrados por Sonnenschein
y otros son un revés principal para el programa neoclásico. Y son aplicables con igual
fuerza a las dos ramas principales del núcleo de la teoría, las versiones intertempora-
les y temporales de la teoría del equilibrio general, incluso en el caso más simple de
las economías de intercambio. Es decir, la estabilidad del modelo neoclásico, sea cual
sea su grado de sofisticación, la versión culta o la vulgar, no puede ser demostrada.
Esto significa que los análisis comparativos no pueden realizarse dentro del marco neo-
clásico estándar de la oferta y la demanda que responden a las fuerzas de mercado, a cual-
quier nivel de agregación. Además, los supuestos estándar realizados en macroeconomía
o ellla microeconomía' del equilibrio parcial no tienen ningún tipo de justificación.
Salvo impelfecciones de todo tipo, la flexibilidad de los precios no garantizará la obten-
ción del óptimo equilibrio walrasiano El problema no son las imperfecciones, sino la
estructura. Es más, muchas de las restricciones que se imponen al signo de los pará-
metros en las verificaciones econométricas no tienen ninguna base. Ya hemos visto
que las funciones de producción Cobb-Douglas en estos modelos no tienen apoyo cien-
tífico. Ahora sabemos que las funciones de utilidad Cobb-Douglas en modelos de inter-
cambio no están mejor justificadas, ya que su objetivo es asegurar el axioma de la
sustitución bruta y evitar las funciones contra-intuitivas del exceso de demanda.
262 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

No hay ninguna duda de que muchos economistas neoclásicos están actualmente bus-
cando a tientas un programa alternativo, y que algunos más harán lo mismo cuando
las consecuencias de los teoremas de la imposibilidad mencionados anteriormente sean
totalmente comprendidas. Es necesario, pues, un programa de investigación alternati-
vo. El objetivo de los siguientes capítulos es mostrar que, en gran medida, tal progra-
ma de investigación coherente y alternativo ya existe. Ese programa no se basa en
principios de substitución basados en precios relativos, o en las fuerzas de mercado de
la oferta y la demanda. La fuerza explicativa más importante serán los efectos sobre
la renta que tanto perjudican al marco neoclásico.

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CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA 267-278

El equilibrio general'
Bernard Guerrien

[ ... ]

EL PROBLEMA DE LA EXISTENCIA DE UN EQUILIBRIO GENERAL

Hemos estudiado en los capítulos n y lll de qué manera los agentes establecen sus ofer-
tas y sus demandas aplicando el principio de maximización. La siguiente etapa lógica
consiste en investigar si existen situaciones tales que estas ofertas y estas demandas
sean compatibles las unas con las otras, de manera que los agentes puedan realizar sus
planes.
Ya hemos abordado el problema de la existencia de al menos un equilibrio, pero
en un marco «parcial», al estudiar lo que pasa cuando se «aísla» el mercado de un pro~
dueto cualquiera (ver capítulo IV). Aquí, nos interesamos por lo que sucede simultá-
neamente en todos los mercados; es por esto que hablaremos de un equilibrio general.
El problema de la existencia del equilibrio general fue expuesto claramente por
Walras a finales del siglo XIX; pero no se resolvió formalmente hasta la mitad del
siglo xx 1: el objetivo de este capítulo es mostrar como esto se llevó a cabo.
Walras y sus sucesores se situaron en un marco de competencia perfecta.
Recordemos las principales características de esta última, ya descritas en el capítulo
m: los agentes establecen sus planes considerando los precios como «dados», sin tener
en cuenta la posible influencia de estos planes sobre los precios; no prevén el estar
sometidos a eventuales limitaciones en las cantidades (mercados insuficientes o no dis-
ponibilidad de ciertos productos). Es lo que a veces se resume diciendo que, en com-
petencia perfecta, los precios son las únicas «Señales» emitidas por el mercado que los
agentes tienen en cuenta para sus decisiones.
Los precios representan, por lo tanto, un papel central en la teoría del equilibrio
general. La cuestión de saber cómo y por quién éstos se establecen se plantea entonces
naturalmente: ya nos hemos referido a este problema en el capítulo anterior. Lo trata-
remos de fonna detallada en el capítulo vm. Por ahora solamente buscamos determinar
si, de todos los sistemas de precios posibles, existe al menos uno que permita igualar
las ofertas y las demandas de los agentes en todos los mercados. [... ]

[ ... ]
* Publicado en: Guerrien, Bernard. «L'equilibre general». En: La t!Jcorie IICO·classique. 3.a ed. París:
Economica, 1989, p.l29-15l. Traducción: Beatriu Krayenbühl.•
l. Por Arrow y Debreu, Jo que les valió el Premio Nobel.
268 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

LA EXISTENCIA DE UN EQUIL!llRIO GENERAL: DE WALRAS A DEBREU

Walras había definido correctamente el equilibrio general a partir de un sistema de


ecuaciones específico -en el caso particular, es verdad, de las funciones de producción
con coeficientes técnicos constantes- y había tratado la cuestión del numerario. Por el
contrario, no había demostrado la existencia de al menos un sistema de precios de equi-
librio; se había contentado con admitirlo.
A priori no existe ninguna razón para que el sistema de ecuaciones de Walras tenga
siempre una solución no negativa, cualquiera que sea la forma de las funciones de deman-
da neta, es decir, de las funciones de oferta y demanda de los agentes. Será entonces nece-
sario imponer un cierto número de condiciones a estas últimas, de manera que se garantice
que tal solución existe: es lo que han hecho Arrow y Debreu. La presentación más gene-
ral de este modelo se encuentra en la obra de Debreu: Théorie de la va/eur (Dunod, 1966).
En las páginas siguientes y hasta el fin de este capítulo vamos a estudiar las prin-
cipales hipótesis hechas por Arrow y Debreu, la estructura de su modelo y ciertos pro-
blemas que éste suscita. Si insistimos tanto en este modelo es porque constituye el
modelo de referencia de la teoría neoclásica actual.
Sin embargo, conviene subrayar aquí un punto importante: si bien Arrow y Debreu
han mostrado que existe un sistema de precios de equilibrio, no han dicho nada res-
pecto a la manera cómo se efectúan la~ transacciones entre los agentes cuando éstos
conocen Jos precios. De hecho, se trata de un problema muy delicado ya que, si a tales
precios los planes de los agentes son «globalmente compatibles» (igualdad de la ofer-
ta y la demanda de conjunto), les corresponde a cada uno de ellos encontrar los inter-
locutores con los cuales podrán proceder a los intercambios deseados. Dado que esta
búsqueda es costosa, tendrá incidencia sobre los precios, hasta el punto de poder cues-
tionar el equilibrio «de salida». Para evitar este tipo de dificultad, Walras supone que
existe una «Cámara de compensación» donde los intercambios pueden efectuarse fácil-
mente y sin coste. Pero se trata de un artificio, siendo el problema de fondo el de los cos-
tes de transacción y el papel del dinero en la economía; trataremos de esta difícil
cuestión en el capítulo XIV: por ahora retengamos solamente que el modelo de Arrow-
Debreu no se ocupa de esto en absoluto (se dice a veces que este modelo se refiere a una
economía de «trueque», ya que no comporta dinero; pero, de hecho, esta afirmación
es errónea, ya que no dice nada sobre la manera cómo se efectúan los intercambios en
el equilibrio). Después de haber hecho esta precisión importante, volvamos a la cues-
tión de las hipótesis formuladas por AITOW y Debreu. Estas hipótesis forman un todo;
sin embargo, las hemos dividido en dos categorías: aquellas que fijan su atención en
la forma de los mercados y aquellas que fijan su atención en lafonna de los conjuntos
de consumo y de producción, así como en las dotaciones iniciales.

LAS HIPÓTESIS SOBRE LA FORMA DE LOS MERCADOS

Indudablemente, la hipótesis más fuerte del modelo es la que estipula la existencia de wz


sistema completo de mercados. Hemos visto en el capítulo n que un producto se caracteriza
no solamente por su «naturaleza física» sino también por· su localización y por la fecha
en que está disponible. Suponer que existe un sistema completo de mercados equivale a
suponer que existe un mercado para todos los productos, presentes y futuros. Dicho de
EL EQUILIBRIO GENERAL 269

otra manera, los agentes establecen sus planes, no solamente para el período en curso,
sino también para todos los períodos futuros, cubriendo la «duración de la vida» de la
economía. De ahí la existencia de oferta..;; y demandas para estos productos futuros.
Esta hipótesis tiene como objetivo esencial el.eliminar la incertidumbre del mode-
lo. También vuelve inútllla retención de dinero en tanto que medio de reserva para
«hacer frente a los avatares del futuro». En efecto, el modelo supone que los agentes enta-
blan, en el equilibrio, contratos donde se estipulan, de forma detallada, sus futuros
intercambios. Todo está regulado desde el principio: se dice que hay equilibrio gene-
ral intertemporal (pero nosotros seguiremos hablando sólo de equilibrio general).
Volveremos a esta hipótesis en los capítulos x y xm, pero digamos en seguida que ésta
resulta indispensable para el modelo pues, como veremos entonces, a pattir del momen-
to en que se la relaja, por poco que sea, surgen problemas muy difíciles, problemas
que están lejos de estar resueltos.
Otra importante hipótesis del modelo nos resulta más familiar: se trata de la de la
competencia peifecta. Recordemos que consiste en suponer que los agentes, consu-
midores y productores consideran los precios como dados y que establecen sus planes
basándose únicamente en ellos: los precios son la única información tenida en cuenta
por los agentes; son únicos y los mismos para todos 2 • En particular, nadie se siente
limitado respecto a las cantidades (ninguna restricción respecto a la existencia de mer-
cados, por ejemplo). Esta hipótesis equivale a suponer que todos los agentes están per-
fectamente informados sobre los precios, pero también que no intentan asociarse o
formar grupos de presión de manera que influyan en los precios en el sentido que les
convenga (principalmente formando monopolios). Independientemente del realismo
de esta hipótesis, se plantea la cuestión de saber si ésta es lógicamente compatible con
una de las premisas del modelo, la que estipula que los agentes tienen un comporta-
miento «maximizador» (o «racional»). Porque puede suceder perfectamente que en
ciertas situaciones (¿las más frecuentes?), el hecho de agruparse para influir sobre los
precios sea «racional». Sobre todo que, puesto que los productos están fechados y loca-
lizados, existe un gran número de mercados. Dado que los agentes (los productores,
por ejemplo) son forzosamente poco numerosos en algunos de estos mercados, la «ten-
tación» de constituir una coalición será muy fuerte.
Con las hipótesis anteriores que suministran el marco en el cual se sitúa el mode-
lo, vamos a ver ahora las condiciones que hace falta imponer a los gustos y a las dota-
ciones de los agentes, así como a la tecnología, a fin de asegurar que, en un marco
como éste, existe, por lo menos, un equilibrio general.

LAS HIPÓTESIS SOBRE LOS GUSTOS, LA TECNOLOGÍA Y LAS" DOTACIONES

Se llama demanda neta asociada al vector P al vector E(P) cuyas componentes son
las demandas netas de cada uno de los productos. Es decir,

E(P) = (e 1(P), e2(P), ... , e,(P))

2. Esta hipótesis se asocia a menudo a la noción imprecisa de «atomicidad» que estipula que hay un ((gran
número» de agentes en cada mercado. Puesto que cada uno tiene un «peso desdeñable)), ninguno de
ellos podrá influir sobre Jos precios del mercado.
210 CRiTICA A LA ECONOMfA ORTODOXA

Veremos más adelante que la demostración de la existencia de al menos un equilibrio


se apoya esencialmente en la continuidad en función de P de la demanda neta. Es por
esto queArrow y Debreu se empeñaron en establecer las condiciones (suficientes) sobre
los conjuntos de consumo y de producción de los agentes que aseguran esta continui-
dad. De estas condiciones, las dos más importantes se refieren a la convexidad del con-
junto de producción (o dicho de otra manera, a la ausencia de rendimientos crecientes)
y a lo que nosotros hemos llamado la hipótesis de «Supervivencia del consumidor».

-la convexidad de los conjuntos de producción implica esencialmente la ausencia de


productividades marginales y de rendimientos de escala crecientes, así como la attsen-
cia de costesfijo..f. Hemos discutido ya esta hipótesis en el capítulo n: recordemos que
ésta implica excluir el caso tradicional donde la curva de costes medios tiene la forma
«en U».
-la hipótesis «de supervivencia del consumidor» a menudo pasa relativamente des-
apercibida, incluso en las buenas presentaciones del modelo de equilibrio general4.
Es un poco del mismo tipo que la anterior: a fin de evitar que, para ciertos precios,
el valor de la dotación inicial del consumidor -que constituye su ingreso- sea nulo
(o no le permita sobrevivir), es decir, para evitar la «discontinuidad» que resulta del
paso de la vida a la muerte, Arrow y Debreu suponen que todos los consumidores
tienen una dotación inicial que les permite sobrevivir sin que tengan necesidad de
efectuar intercambios.

Más formalmente: si Qjes la dotación inicial del consumidor j, se supone que exis-
te en su conjunto de consumo una cesta de productos Qj (que le permiten sobrevivir)
tal que QJsea estrictamente preferido (QJ> Qj); y que esto es cierto para todos los
consumidores.
Una hipótesis como ésta, necesaria por razones «técnicas», no está en contradic-
ción con la visión del mundo neoclásica descrita en el primer capítulo: la sociedad está
formada por agentes libres e iguales que se comportan como pequeños productores que
proceden a intercambios, teniendo recursos suficientes para poder sobrevivir sin nece-
sidad de efectuar estos intercambios. Así, nadie está obligado a vender su fuerza de tra-
bajo para sobrevivir: no hay necesidad de salario mínimo (podemos tener incluso un
equilibrio con salarios nulos). En el capítulo Xlll veremos la importancia de esta hipótesis.
Después de haber revisado las principales hipótesis hechas por Arrow y Debreu,
vamos a interesamos por la estructura misma de su modelo, así como por el papel que
ocupan el trabajo, el beneficio y los empresarios.

LA ESTRUCTURA DEL MODELO DE ARROW-DEBREU:


VARIABLES EXÓGENAS Y VARIABLES ENDÓGENAS

Las relaciones que constituyen este modelo provienen d~ principio de maximización:


para unos precios dados, los productores escogen las cantidades de inputs que les per-

3. Por supuesto, suponiendo siempre que todos los productos son perfectamente divisibles.
4. La otras no hablan de ella... Se encuentra en la página 91, sección e) de Debreu, página 94 de Saposnik
YQuirk, y página 77 de Arrow y Hahn (hipótesis 2).
EL EQUILIBRIO GENERAL 271

mi ten obtener el máximo beneficio (teniendo en cuenta el estado de la tecnología),


mientras que las familias determinan el consumo óptimo dentro de lo que les permite
su limitación de ingresos.
Queda por precisar la forma de esta última, puesto que los ingresos ya no son aquí
un dato, como en el capítulo n: son en sí mismos una función de los precios y consti-
tuyen por lo tanto una incógnita del modelo.
Supongamos que el vector precio es P = (p1, p2, ••• , P,); los ingresos de un con-
sumidor cualquiera j están dados por la suma de:

-el valor 'Lp, qij de su dotación inicial Qj= (ctij. ..., rf,) y de
-la parte tle los beneficios de las empresas que obtiene en tanto que «accionista».
Si ajk es la parte de la empresa k detentada por el consumidorj (se tiene entonces
O.; ajk.; 1 y 'í:,ajk = 1) y sin, es el beneficio de la empresa k, los ingresos que
proporcionan ii consumidor el conjunto de las acciones que detenta viene dada
por :E a1.k 1tk.
k

De aquí los ingresos totales del consumidor j:

Estos ingresos son realmente una función de los precios, ya que los propios bene-
ficios n, son funciones de los precios (que detenninan a la vez las cantidades de outputs
producidos y la cantidad de inputs demandados). Observemos que esta dependencia
de los ingresos respecto de los precios -diferencia esencial con el enfoque del equili-
brio parcial- se halla en el origen de la hipótesis «de supervivencia del consumidor».
En efecto, para ciertos vectores precio P, los ingresos de una parte de las familias puede
ser muy pequeña, o incluso nula, debido al escaso valor, a estos precios, de sus dotaciones
iniciales; es por esto que se supone que pueden sobrevivir a pesar de todo sin hacer
intercambios (y evitar asílos problemas que se originarían a causa de su eventual desa-
parición).
Resumiendo:

-las incógnitas del modelo (sus variables endógenas) son los precios, las cantidades
intercambiadas y los ingresos; el conocimiento de los precios permite deducir de
ellos cantidades e ingresos;
-los parámetros del modelo (sus variables exógenas) vienen dados por las dotaciones
iniciales QY, los coeficientes aik• la tecnología y los gustos de los consumidores.

EL LUGAR DEL TRABAJO EN LA TEORÍA DEL EQUILIDRIO GENERAL

Hemos visto en el capítulo II que el trabajo, que para la teoría neoclásica es un «servi-
cio» corno otro cualquiera, requiere un tratamiento un poco peculiar. Ya que es sumi-
nistrado por los agentes sin que les procure una utilidad directa. Para tener en cuenta este
aspecto, se introducen las nociones de tiempo disponible y de ocio. Ya que el agente j
dispone de un tiempo limitado T por período, se considera que para un periodo de tiem-
po determinado, él tiene una «demanda de ocio hp>. y así su oferta de trabajo está dada
272 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

por la diferencia T- hi' Si el salario es s, el valor de la «dotación» en tiempo de tra~


bajo asalariado del agente es igual a sT,y la de las horas de ocio viene dada por shj; la
diferencia sT- shj, que mide el valor del trabajo suministrado, está consagrada a la
compra de bienes (presentes o futuros).
En el caso de que existan varios tipos de trabajo, los teórkos del equilibrio gene-
ral consideran que el consumidor j dispone de la dotación inicial T,j en tiempo de tra-
bajo del tipo r (como Jos diferentes tipos de trabajo requieren esfuerzos diferentes, los
T,j pueden ser diferentes). Si el trabajo del tipo r corresponde a una cualificación que
el consumidor j no posee, entonces se tiene que T,j =O.
El consumidorj decide la asignación de su tiempo del trabajo de tipo r (si T,i i' O)
en función del salario sr y del precio de los productos 5. Siempre respetando la exigen-
cia de tiempo: la suma de las horas consagradas a los diversos tipos de trabajo no debe
ser superior a T.
Así, el nivel de cualificación de un individuo también forma parte de su dotación
inicial; el problema de la educación -y por lo tanto el de la «igualdad de oportunidades>>-
aparece de esta manera en el modelo. Esta cuestión atañe a la distribución, terna del
capítulo IX.

EQUILIBRIO Y MERCADO DE TRABAJO

El salario de equilibrio en el «mercado de trabajo>> debe, por definición, ser tal que la
oferta sea igual a la demanda, procediendo esta última de las empresas que fijan el
nivel de producción de manera que el producto marginal del trabajo sea igual al sala-
rio (condición necesaria para obtener el máximo beneficio: ver capítulo m). Así, si la
productividad marginal del trabajo en una empresa es decreciente, entonces su deman-
da de trabajo es una función decreciente del salarió «real» (expresado en dinero, por
ejemplo).
La oferta de trabajo proviene de las familias que fijan su nivel de manera tal que la
lasa marginal de substitución bienes-ocio y la relación del precio de estos bienes y del
salario se igualen (ver capítulo n). Así, el salario de equilibrio es tal que todas las fami-
lias distribuyen de manera óptima su tiempo disponible entre trabajo y ocio. En parti-
cular: todos los que quieran trabajar con este nivel de salario pueden hacerlo (ya que,
en equilibrio, la oferta de trabajo debe ser, por definición, igual a la demanda). Por
consiguiente, nadie desea trabajar más con el salario existente: hacerlo sería «sub-ópti-
mo>>. En equilibrio, pues, no puede haber paro involuntario. Si los agentes no trabajan
más es porque no quieren, y no porque no pueden.
El razonamiento anterior se aplica de la misma manera cuando se tiene en cuenta
la existenCia de diversos tipos de trabajo. Así, en equilibrio, todos los agentes encuen-
tran empleos en la cualificación que quieren (a condición, por supuesto, de tener esta
cualificación). Una situación donde algunos estuviesen obligados a ejercer un trabajo
por debajo de su cualificación, por falta de empleo en esta última, no sería una situa-
ción de equilibrio en el sentido en que aquí se entiende.
Si dirigimos nuestra atención hacia la producción, el estatus de las empresas y la exis-
tencia de un beneficio no nulo en el equilibrio plantean un cierto número de problemas.

5. s, mide también el valor de una hora de «OCÍO y no-trabajo del tipo r».
EL EQUILIBRIO GENERAL 273

EL ESTATUS DE LAS EMPRESAS EN EL MODELO DE ARROW-DEBREU


El modelo supone que existen p empresas caracterizadas por el índice k. Por supuesto,
las posibilidades técnicas de estas empresas pueden evolucionar en el curso del tiem-
po -siempre siendo conocidas por los agentes, debido a la hipótesis sobre la existencia
de un sistema completo de mercados-. La lista de las empresas está dada, así como los
coeficientes aik (parte de la familia j en la empresa k): no existe pues ni creación, ni
desaparición de empresas durante toda la «vida» de la economía, ni nada que se parez-
ca a una bolsa de valores, debido a que los coeficientes aik son fijos. Lo que es un poco
contradictorio para un modelo que busca describir una economía de libre competen-
cia, pero que se explica dentro del marco establecido (previsiones perfectas). Uno de
los mejores teóricos del equilibrio general, F. Hahn, advierte a este respecto6:

... aunque se puede sostener que es razonable considerar que el número de familias es
exógeno, no sucede lo mismo cuando se considera el número de empresas. De hecho,
aquí se plantea otra dificultad con la teoría, independientemente de su realismo y de
su pertinencia.
Y es que la empresa es una figura imprecisa en la teoría del equilibrio general.
Es simplemente un agente que transforma inputs en outputs. ¿Pero por qué cada
familia no es su propia empresa cuando se han descartado los rendimientos crecien-
tes? ¿Por qué cada empresa no produce todos los productos existentes? ¿Por qué el
número de empresas es finito? Parece que para que tenga sentido hablar de empresas
debemos al menos admitir la existencia de costes de instalación y, por consiguiente,
pennitir la existencia de ciertos rendimientos crecientes. Una vez más, si se excluye
lo anterior, la teoría existente se halla peligrosamente cerca de la inconsistencia. La
teoría ciertamente no ha respondido a la cuestión de saber por qué el número de
empresas es el que es7•

Así, el tomar en cuenta los costes fijos -los «costes de instalación» de los que habla
Hahn- no es solamente necesario desde el punto de vista del «realismo}}, sino también
desde un punto de vista lógico. Sin embargo, la demostración de la existencia de un
equilibrio general los excluye por hipótesis. El problema de los rendimientos de esca-
la interviene también de manera determinante cuando uno se interesa por la naturale-
za del beneficio en el equilibrio.

6. F. Hahn, «General Equilibrium Theory» en The Crisis in Economic Theory, editado por D. Bell y l.
Kristol, Basic Books, Nueva York, 1981. !
7. A propósito del papel de la empresa en la teoría del equilibrio general. citemos otro de los teóricos neo-
clásicos más famosos, J. Drb..e, que en un artículo aparecido en 1986 escribía:
«La ·~eoría del valor'' de la empresa es un ordenador anónimo, tiene la profundidad de compor-
tamiento de un globo desinflado. es la negación de la capacidad de gestión y de la educación geren·
cial (ma11agerial ski/1 and managerial education).))
o aún:
«... a medida que las empresas nacen, se ajustan menos fácilmente al marco de la teoría general
del equilibrio: hoy por hoy, no existe una descripción formal de empresas "vivas" que sea a la vez
aceptada y adecuada para los propósitos de la teoría del equilirio general." J. Dreze, "The finn in
general equilibrium theory>>, Economic Joumal, mayo de 1986.
274 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

¿Es NULO EL BENEFICIO EN EL EQUILIBRIO?


Recordemos que IIamamos beneficio de una empresa a la diferencia entre sus ingre-
sos (procedentes de la venta de los artículos que produce) y sus gastos (resultantes de
la compra de inputs, «COstes fijos» incluidos, que son necesarios para una tal produc-
ción).
Hemos visto anteriormente que el modelo de Arrow-Debreu excluía, por hipóte-
sis, los rendimientos crecientes (al suponer que los conjuntos de producción son con-
vexos). Queda por determinar lo que pasa en los dos otros casos, es decir, cuando los
rendimientos son constantes o decrecientes.
Para ello, consideremos una empresa cualquiera:

-si sus rendimientos son constantes en todos sus elementos (sin costes fijos, con ren-
dimientos de escala constantes, a cualquier nivel de producción), entonces su bene-
ficio tiene que ser nulo en equilibrio, con su función de oferta representada por una
recta con un «codo» (ver capítulo m). En este caso, si hay producción y si el precio
de venta del producto pennite cubrir exactamente el coste de cada unidad producida,
el nivel de esta producción es indeterminado. En realidad, para que haya equilibrio,
este nivel debe ser tal que la demanda se satisfaga. Pero, ¿cómo va a conocer el pro-
ductor esta última, dado que en competentia perfecta los precios son las únicas «Seña-
les» que guían la elección de Jos agentes? No le basta con conocer el precio de

q S

p
EL EQUILIBRIO GENERAL 275

equilibrio p, para saber qué cantidad debe producir para satisfacer la demanda q, a
este precio. Hay, pues, una incompatibilidad entre rendimientos constantes en todos
sus elementos y competencia perfecta. Hemos tratado ya esta cuestión en el capítu-
lo IV: lo que se dijo entonces, en el contexto de un equilibrio parcial, sigue siendo
válido cuando se adopta el punto de vista del equilibrio general;
_en el caso en que los rendimientos no sean constantes en todos los elementos 8, el
beneficio de equilibrio puede ser estrictamente positivo (ver ejercicio 4, capítulo m).
Es lo que sucede, por ejemplo, cuando el conjunto de producción de la empresa es
estrictamente convexo. En este caso, la función de oferta es creciente y continua (no
presenta <<Saltos») y se la puede suponer derivable. Tales funciones de oferta son pues
de un gran interés desde un punto de vista «técnico» ya que permiten la utilización del
cálculo diferencial en el estudio de cuestiones tan importantes como la estática com-
parativa, la estabilidad, etc. Además, evitan los problemas de indeterminación que
surgen cuando hay rendimientos constantes en el equilibrio (ver apartado anterior).

La existencia de funciones de oferta derivables requiere pues rendimientos decre-


cientes en todos los elementos. En este caso, el beneficio es estrictamente positivo en
el equilibrio; ¿cómo se puede explicar esto desde un punto de vista neoclásico?

EL PROBLEMA DEL BENEFICIO EN LA TEORÍA NEOCLÁSICA

El modelo de Arrow-Debreu no excluye la existencia de beneficios (no nulos) en el


equilibrio, ya que precisa incluso la manera en que éstos son distribuidos a las fami-
lias (en las proporciones dadas por los coeficientes ajk). Y, sin embargo, estos benefi-
cios plantean un problema de interpretación en el marco neoclásico tradicional. En·
efecto, éste último considera que los ingresos obtenidos de la producción sirven para
remunerar los inputs (o «factores de produccióm>) que han aportado su «contribución»
a esta producción. Y, sin embargo, el beneficio es una especie de «residuo» que no
remunera ningún «factor de producción» concreto.
Se dan a menudo dos tipos de explicación, no necesariamente independientes, a
este propósito:

-la existencia de un «factor oculto». El beneficio sería una especie de «renta» que
retribuye un «factor oculto» que la función de producción no tiene en cuenta. Pero
entonces sería necesario explicar por qué no la tiene en cuenta. Porque en el nivel
de abstracción en que nos situamos no se ven las razones para tal olvido. A veces se
señala que refleja las situaciones del tipo monopolístico («renta de situación»), pero
entonces se sale del modelo competitivo; o que corresponde a la «remuneración del
empresario» que no es el caso en el modelo de Arrow-Debreu como más adelante
veremos;
-la «entrada libre». Es la explicación tradicional de los manuales que, situándose en
un marco de equilibrio parcial, señalan que la existencia de beneficios positivos en cier-
tas ramas de la economía atrae nuevas empresas, lo que «a largo plazo» harfa bajar

8. Evidentemente, el conjunto de la producción es siempre convexo; es decir, no hay rendimientos cre-


cientes.
276 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

los precios hasta que los beneficios desapareciesen9. Tal argumento, en realidad muy
impreciso, no se aguanta en el modelo de Arrow-Debreu. Porque introduce un proceso
temporal de creación de empresas, mientras que hemos visto que este modelo supo~
ne que el número de empresas está dado desde el principio 10 . Evidentemente, se
puede considerar que las empresas existentes se dirigen a los mercados que propor-
cionan importantes beneficios, dispuestas incluso a abandonar otras actividades. Pero
aún en este caso, no hay ninguna razón para que los beneficios se anulen «al cabo
de un cierto tiempo» en todos los mercados. Y esto incluso si todas las empresas tie-
nen el mismo conjunto de producción. En realidad, nos enfrentamos aquí al delicado
problema de la creación y de la desaparición de las empresas, problema que no se
toma en cuenta en el modelo debido a su complejidad (papel de la incertidumbre).

Observemos finalmente que, en el caso de que los conjuntos de producción sean


estrictamente convexos, el beneficio no se anula nunca (salvo si hay producción nula)
y que, al contrario, el beneficio por unidad producida aumenta cuando varias empre-
sas entran en el mercado. Porque cada una produce menos y se sitúa así en una zona en
la que los rendimientos son más elevados (un ejemplo sencillo se encuentra en la pre-
gunta f) del ejercicio 5). En este caso, teóricamente las empresas tienen interés en divi-
dirse indefinidamente 11 (pero en el modelo de Arrow-Debreu no lo pueden hacer, ya
que su número está fijado).
¡
.1
EL DILEMA DE LOS RENDIMIENTOS

En estas condiciones, nos enfrentamos al siguiente dilema (excluyendo siempre los


rendimientos crecientes):

-o se supone que todas las empresas de la economía tienen rendimientos de escala


constantes con, por consiguiente, un beneficio nulo en el equilibrio. Pero en este caso
los precios no bastan en tanto que «Señales» que permitan a los productores deter-
minar la oferta que puede satisfacer la demanda. Necesitarán pues «SeñaleS>> de «can-
tidad>>, lo que lleva a salir del marco de la competencia perfecta. Además, en este
caso, las demandas netas no son ya funciones sino correspondencias (ver capítulo
Ill) de uso difícil para el estudio de la mayoría de las cuestiones que giran alrededor
del equilibrio general (ya que no son derivables). Esta última razón probablemente
explica porqué la mayoría de trabajos formalizados neoclásicos excluyen esta pri-
mera alternativa;
-o se supone la existencia de empresas que tienen rendimientos de escala decrecientes.
DeJ1echo, casi siempre se supone, por la-s razones «técnicas» anteriormente citadas,
que los rendimientos son decrecientes en todos sus elementos (conjuntos de produc-

9. E! beneficio se torna entonces, de forma un tanto misteriosa, en ~~sobrebeneficio» («surprofit»). Pero


este cambio de tenninología no resuelve para nada el problema.
10. Debreu, en su Théorie de la mleur; introduce una hipótesis de «entrada libre)), pero luego no la utiliza.
11. Tomemos un ejemplo sencillo. Sea una empresa que tiene la fun9ión de producción y= x112 y sin cos-
tes fijos. Los rendimientos son decrecientes. Para producir 10, necesita 102 = 100 en input. Si se divi-
de en dos unidades, produciendo cada una 5, será necesario 2(52) =50 en inputs (la mitad que antes). Si
se divide en 4 unidades produciendo cada una 2,5 será necesario 4(2,5)2 = 50, etc.
EL EQUILIBRIO GENERAL 277

ción estrictamellle convexos). Pero entonces uno se encuentra en presencia de un bene-


ficio positivo que la teoría neoclásica no llega a explicar de forma satisfactorial2.

De hecho, este dilema a menudo se resuelve de la forma siguiente: las obras de


«divulgación», principalmente los manuales, defienden la tesis del beneficio «tempo-
ral» que desaparece a «largo plazo» cuando hay «entrada libre» (enfoque del equili-
brio parcial)~ en cambio, las obras «avanzadas» y los artículos publicados en las revistas
eSpecializadas plantean la hipótesis de que los «Conjuntos de producción son estricta-
mente convexos» (es decir, que los rendimientos son decrecientes en todos sus ele-
mentos) y admiten así la existencia de beneficios positivos, hecho que se tiene en cuenta
en los cálculos pero del que no se proporciona ninguna justificación teórica. En este
último caso, los autores concentran sobre todo su atención en los aspectos «técnicos»:
de alguna manera, el fin (obtener demandas netas diferenciables) justifica los medios
(rendimientos decrecientes y, por consiguiente, beneficios no nulos en el equilibrio) 13.
Nos queda ahora precisar el lugar que ocupa el empresario en el modelo.

¿CUÁL ES EL I'APEL DEL EMPRESARIO?

Hemos visto que en el modelo de Arrow-Debreu, el beneficio no puede ser considera-


do como la «remuneración» cfel empresario, ya que se redistribuye enteramente a las
familias (en las proporciones dadas por los aik). Por supuesto, si el empresario es accio-
nista de la empresa que dirige, le corresponderá una parte de estos beneficios. Pero
esto no lo distingue de los otros accionistas.
Pero entonces, ¿cuál es la remuneración del empresario? En la medida en que éste
es una especie de «técnico» cuya tarea es combinar de forma óptima los inputs y esta-
blecer un nivel de producción que permita maximizar el beneficio, se puede conside-
rar que él mismo es un asalariado de la empresa, alguien cuyos «servicios» prestados
son uno de los inputs que intervienen en la función de producción. Pero la interpreta-
ción de una exposición como ésta plantea serios problemas: ¿cuál será la «productivi-
dad marginal» de este input?, ¿será decreciente?, ¿qué sentido hay que dar al hecho de
que este input se «autocontrate»?, ¿existe un mercado laboral competitivo para tales
«empresarios-técnicos»?
Todas estas preguntas pueden parecer sin interés puesto que, en sus discursos diri-
gidos al gran público, los partidarios del «dejar hacer>> («laissezfaire») asocian estre-
chamente la noción de beneficio con las de «espíritu de empresa» y «riesgm>. Pero
recordemos que este último no existe en el modelo de Arrow-Debreu: la hipótesis de la
existencia de un sistema completo de mercados (presentes y futuros) tiene precisa-
mente por objeto el eliminarlo del modelo. Estudiaremos en el capítulo XII lo que ocu-
rre cuando se hace desaparecer esta hipótesis.

12. En su Fmmdati011s of Economic Analysis, una obra de referencia neoclásica, Samuelson reconoce que
en este punto existe un problema real, aunque lo considera un «debate filosófico)), En cuanto a su pos·
tura personal, se sitúa abiertamente en el campo de los partidarios del beneficio no nulo en el equili-
brio, ya que hace un uso abundante del cálculo diferencial.
13. Por el contrario, veremos en el capítulo XII que los modelos «neoclásicos)) agregados que se interesan
por el problema de la distribución se refieren sistemáticamente a los rendimientos constantes.
278 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

Pero a la vez que eliminan el riesgo de su modelo, Arrow y Debreu introducen en


él una cierta forma de incertidumbre al suponer la existencia de mercados contingen-
tes a plazo.

LOS MERCADOS CONTINGENTES A PLAZO

Arrow y Debreu 14 suponen que en cada período se puede materializar o no un cierto


número (finito) de acontecimientos resultantes de «las elecciones de la naturaleza» que
son independientes de la acción de los agentes. Por ejemplo: en el año t, puede llover
o no. Los agentes conocen con anterioridad todos estos posibles acontecimientos cali-
ficados como estados de la naturaleza (condiciones atmosféricas, desastres naturales,
posibilidades técnicas ... ), a los cuales asignan probabilidades que pueden diferir de
un agente a otro.
Arrow y Debreu formulan su hipótesis sobre la base de la existencia de un siste-
ma completo de mercados teniendo en cuenta este hecho; suponen que los agentes esta-
blecen, para toda la «duración de la vida)) de la economía, contratos condicionales.
Por ejemplo: el agente k se compromete a librar al agente j, en t, una cantidad q de un
cierto producto en el caso de que llueva en t, y una cantidad q' del mismo producto en
el caso de que no llueva en t. Así pues, los agentes establecerán sus planes óptirnps
examinando todos los casos posibles. De esta forma existirá pues un mercado por pro-
ducto, por período y por tipo de acontecimiento posible en este período. Esta hipótesis
equivale 15 a multiplicar el número de mercados futuros. Pero desde un punto de vista
formal, permite volver al caso anterior.
Tener en cuenta los mercados contingentes a plazo -los contratos de seguros pue-
den proporcionarnos una idea de los mismós- introduce una cierta dosis de incerti-
dumbre en la medida en que los agentes no saben qué estado se realizará en t.1Pero
esta incertidumbre es muy limitada, ya que saben con anterioridad todos los estados
futuros posibles. Es por esto que la introducción de los mercados contingentes a plazo
no modifica realmente el modelo. Sucede pues que un vector precio de equilibrio es
tal que los planes óptimos de los agentes son, a estos precios, compatibles entre sí, sea
cual fuere el estado que se realiza en cada uno de los períodos (evidentemente, los
beneficios y utilidades máximas variarán en función de estos estados) 16•

[ ... ]

14. Ver Debreu, Théorie de la valeur; capítulo?.


15. Acondición de formular ciertas hipótesis suplementarias sobre el comportamiento de los agentes ante
esta nueva situación,'.
16. De ahora en adelante, cuando hablemos de «sistema completo de mercados» o de «previsiones perfec-
tas», no excluiremos el caso en el que hay mercados contingentes a plazo.
CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA 279-297

La universalidad de la economía convencional'


Geoffrey M. Hodgson

La economía política no es realmente un corpus de leyes naturales, o de verdades


universales e inmutables, sino un conjunto de especulaciones y doctrinas que son el
resultado de una historia particular (Thomas E. Cliffe Leslie, Essays in Political
Economy, 1888).

Hemos pagado un precio muy alto por la aceptación acrítica de la teoría neoclásica
(Douglas North, Institutions, Institucional Change and Economic Peiformance, 1990).

La segunda parte de este libro cuestiona aún más la idea de que hemos llegado al «fin
de la historim>. Pero no argumentando a favor de la viabilidad o superioridad de cual-
quier alternativa al capitalismo, sipo afirmando que las declaraciones del «fin de la
historia» ignoran la increíble variedad de formas del mismo capitalismo. Además, la
ceguera teórica referente a la inmensa variedad existente dentro del sistema moderno
es curiosamente engendrada por teóricos influyentes sobre la economía, tanto de dere~
chas como de izquierdas. En particular, aunque tanto Karl Marx como Friedrich Hayek
han realizado una importantísima contribución a nuestra comprensión acerca de como
funcionan los sistemas capitalistas, los dos mantuvieron la idea de un capitalismo sin~
guiar y puro. Los dos ignoraron el hecho de que las variables impurezas sistémicas son
esenciales para el funcionamiento y el desarrollo del sistema. En general, existe un
hueco incluso en los más inspirados análisis teóricos de los sistemas capitalistas.
Además, no existe ninguna combinación de subsistemas e instituciones única u
óptima dentro del capitalismo que vaya a triunfar necesariamente sobre otras combi~
naciones. Aunque no todos los capitalismos logran los mismos resultados, las venta-
jas o eficiencias de un tipo de capitalismo sobre otro dependen normalmente de su
trayectoria histórica y de su contexto, por lo que no se puede afirmar, en última ins-
tancia, que uno sea superior a todos los demás.
No se intenta aquí repasar la variedad de formas que el capitalismo presenta hoy
en día, o las que ha presentado durante los últimos doscientos años. Este artículo no
es un estudio comparativo de las instituciones, las estructuras y las culturas. Al con-
trario, esta parte es un examen de los diferentes enfoques teóricos al análisis del capi-
talismo, incluyendo una explicación de porqué algunos están esencialmente ciegos
ante esta variedad y porqué otros ofrecen algunos métodos para percibir y entender las
diferencias que existen en el mundo real.
1
* Publicado en: Hodgson, Gcoffrey M. «Thc universality of mainstrcam economics». En: Economics and
utopia. Why the leaming ecoi!IJl!l)' is 1101 the end of history'. Londres: Routledge, 1999, p. 101-116.
Traducción: Gemma Galdon.
280 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

En estos tres capítulos buscaremos lentes teóricas y conceptuales que nos ayuden
a percibir y entender la variedad de diferentes formas de capitalismo realmente existentes.
Este capítulo examina las limitaciones de la economía neoclásica y austriaca en este
área. La economía neoclásica se define como un enfoque que supone un comporta~
miento racional y maximizador por parte de unos agentes con funciones de preferen-
cia dadas y estables, se centra en la consecución, o en el camino hacia, estados de
.equilibrio, y excluye los problemas crónicos de información 1•
A la economía de Marx nos referiremos en el próximo capítulo. El capítulo 6 exa-
mina la economía institucional de la tradición vebleliana. La conclusión será que las ideas
«evolucionistas» del economista institucional americano Thorstein Veblen y de los ins~
titucionalistas posteriores proporcionan un importante contrapunto a los enfoques ana-
líticos diversos de Marx, Hayek y otros. Se considera que el enfoque institucionalista
de Veblen y otros tiene una postura potencialmente superior, aunque subdesarrollada,
en referencJa a los tres puntos.
Cada capítulo está dedicado a su vez a tres temas: en primer lugar, hasta qué punto
cada sistema teórico se basa en suposiciones teóricas universales o específicas; segun~
do, el lugar de las relaciones no de mercado y no comerciales en el análisis teórico; y
tercero, la concepción general del vínculo entre los actores humanos y las estructuras
sociales en la teoría.
Aunque en muchos aspectos son bastante diferentes, es posible tratar la economía
austriaca y la neoclásica de forma conjunta en este capítulo. Es importante ser conscien-
tes de que la economía austriaca y la neoclásica difieren en temas tan importantes como
el propósito y la naturaleza de la teoría económica; sin embargo, es sorprendente que com-
partan afmnaciones universalistas similares relacionadas con sus supuestos centrales. Las
dos sitúan al individuo consciente y (en un sentido) «racional», en la base del análisis de
todos los fenómenos económicos. Además, en el crucial Methodenstreit (choque de méto-
dos) de los años 80 del siglo XIX, el economista austriaco Carl Menger atacó la negación,
por parte de miembros de la escuela histórica alemana, de la existencia de suposiciones
universales y leyes en la economía. A su vez, el ataque de Menger reforzó la creencia de
muchos economistas neoclásicos -incluyendo Alfred Marshall y Lionel Robbins- en una
concepción universalista de la naturaleza y el alcance de la teoría económica.
Otros importantes teóricos neoclásicos fueron Léon Walras, William Stanley Jevons,
Philip Wicksteed y Wilfredo Pareto. Como ejemplo más sofisticado del enfoque aus-
triaco, las opiniones de Hayek sobre estos temas se discuten con más detalle que las
de otros teóricos austriacos como Carl Menger y Ludwig van Mises. Nos centraremos
ahora en la cuestión de la universalidad versus la especificidad de la teoría económica.

l. LAS AFIRMACIONES UNIVERSALISTAS DE LA ECONOMÍA CONVENCIONAL


Desde sus comienzos, a finales del siglo xvm, y a pesar de su desarrollo teórico, la
economía convencional siempre ha tenido una importante limitación. Los economistas
l. Tal como se ha señalado antes, esta definición puede excluir algunos desarrollos recientes en la teoría
económica convencional, como en la teoría de juegos. Sin embargo, la suposición del hombre econ6~
mico racional y la predicción por la teorización del equilibrio aún es típica de la tradición neoclásica,
como se ejemplifica en los manuales convencionales. Aunque algunos pájaros no pueden volar, la habi-
lidad de hacerlo es aún característica del género en generaL
LA UNIVERSALIDAD DE LA ECONOMÍA CONVENCIONAL 281

clásicos como Adam Smith y David Ricardo, los teóricos neoclásicos como Walras,
Jevons y Marshall, y los economistas de la escuela austriaca como Menger, Von Mises
y Hayek, todos ellos vieron la economía como un sistema interrelacionado. Sin embar-
go, y a pesar de esto, dieron un reconocimiento teórico inadecuado a la posibilidad o a
las implicaciones de diferentes tipos de sistemas a través de la historia. En sus análisis,
el punto de partida es universal más que particular. Es la idea general de la naturaleza
humana y de los <<sentimientos morales» (Adam Smilh), o una concepción ahistórica del
individuo con «gustos y preferencias» determinados de forma exógena (la teoría neo-
clásica), o con igualmente dados «objetivos y conocimiento individual» (la escuela
austriaca). El análisis se basa en estos factores universales para la búsqueda de verda-
des generales y ahistóricas.
Después del establecimiento de la economía neoclásica por Walras, Jevons y otros
en los años 70 del siglo XIX, este defecto fue explícitamente codificado en la teoría for-
mal y es reproducido hasta los manuales actuales. El punto de partida de la teoría neo-
clásica, en lugar de ser los rasgos característicos de un sistema socioeconómico dado,
es el individuo ahistórico y abstracto. Los axiomas sobre el comportamiento humano
se derivaron a través de la «introspección» y no de la investigación, llevando a la cons-
trucción de teorías generales, empobrecidas en términos de su concreción, relevancia
y aplicación práctica. Los rasgos e instituciones que caracterizan una economía deter-
minada no fonnan parte del núcleo del análisis. Las instituciones y las relacio\}es socia-
les específicas fueron o bien olvidadas o enmarcadas en términos de conceptos
universales previos.
Al partir de conceptos supuestamente universales y ahistóricos, la economía neo-
clásica fracasa en vincularse suficientemente con ningún sistema socioeconómico espe-
cífico. Su misma generalidad se convierte en una banera que impide una comprensión
más profunda del capitalismo o de otÍos sistemas. En lugar de intentar confrontar una
economía particular, o a un objeto real, se limita a una idea de la economía remota-
mente abstracta y artificial: la economía en general.
Influido tanto por los neoclásicos como por los austriacos, Robbins (1932) resu-
mió este enfoque con su influyente pero ahistórica definición de la economía como la
«ciencia de la elección». El «problema económico» se convirtió en un problema de la
asignación de medios escasos para alcanzar unos fines establecidos. Se supone que los
individuos tienen funciones de utilidad fija..;; y dadas y que intercambian los recursos
entre ellos para maximizar su propia utilidad. Este marco universaliza los conceptos
de «intercambio» y «precio» relativo. Se afirma que una amplia variedad de fenóme-
nos sociales y económicos -y en todos los tipos de economía presente, pasada y futu-
ra, siempre que sufran el aparentemente omnipresente problema de la «escasez»-
pueden ser analizados en estos términos. Tal como el mismo Robbins (1932: 20) lo
expresó: «Las generalizaciones de la teoría del valor son tan aplicables al comporta-
miento del hombre aislado o de la autoridad ejecutiva de una sociedad comunista, como
al comportamiento del hombre en una economía de intercambio». Todas las diferen-
cias entre estos sistemas son «subsidiarias al elemento principal de la escasez»2•

2. Una tendencia universa\izante similar ha sido adelantada por muchos sociólogos. Por ejemplo, la «teo-
ría del intercambio» (Homans, 1961) propone que un amplio abanico de actividades -incluyendo el
regalar y las comunicaciones intef):"M!rsona\es- son «intercmnbios». Este concepto universal del intercambio
282 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

Desde Robbins, la universalidad de las suposiciones neoclásicas ha sido llevada a


extremos hasta ahora no explorados. El trabajo experimental con ratas y otros anima-
les (Kagel el al., 1981, 1995) ha <<revelado» que los animales tienen curvas de deman-
da decrecientes, igual que los humanos. Gary Becker ( 1991: 307) ha argumentado
ampliamente que: «El análisis económico es una poderosa herramienta no sólo para la
comprensión del comportamiento humano, sino también para la comprensión del com-
portamiento de otras especies». De forma similar, Gordon Tullock (1994) ha defendi-
do que la mayoría o todos los organismos -de las bacterias a las abejas- pueden ser
tratados como si tuvieran el mismo tipo de función de preferencia que se les atribuye
a los humanos en los manuales de economía. Por ello, los economistas neoclásicos
suponen que otros animales y organismos también son «racionales». De esta forma, el
núcleo de los conceptos neoclásicos no sólo se aplican a todas las formas de sociedad
humana desde que evolucionamos de los simios, sino también a gran parte del reino
animal. Según parece, actualmente disponernos de «pruebas» de la «racionalidad)) de
todo, ¡desde las amebas hacia arriba!
Incluso si la limitamos a las sociedades humanas, esta búsqueda incesante de uni-
versalidad provoca lo que sus practicantes describen afectuosamente como «imperia-
lismo económico». Se refiere a la invasión de otras ciencias sociales por los métodos
teórico-electivos de la economía neoclásica. Se afirma que las suposiciones centrales
de la economía neoclásica pueden y deben aplicarse a un amplio abanico de campos
de estudio, incluyendo la política, la sociología, la antropología, la psicología, la his-
toria e incluso la biología, así corno a la misma economía. Se basa en la creencia de
que la idea del «hombre económico racional>) es apropiada para la ciencia social en su
conjunto. El argumento en favor de la conquista de otras ciencias sociales y de labio-
logía por parte de los economistas neoclásicos se basa en la presunta universalidad de
ideas tales como la de la escasez, la competencia y el interés propio racional3.
Tal como se discutirá más adelante, estas supuestas suposiciones universales han sido
controvertidas desde el principio. De hecho, el esquema deductivo basado en axiomas
universales utilizado por Marshall en sus Principies enco-ntró ]a oposición de un grupo
de economistas y de historiadores económicos de finales del siglo XIX, incluyendo a
William Cunningharn (1892: 493):

La suposición subyacente contra la que quiero protestar es[ ... ] la de que los mismos
motivos han funcionado en todas las épocas y han producido resultados similares, y
que, consecuentemente, es posible fonnular leyes económicas que describan la acción
de las causas económicas en todos los tiempos y en todos los lugares

Esta misma crítica resuena aún hoy. Sigue siendo relevante debido al aparente-
mente imperecedero enfoque universalista tanto de la economía convencional como
de la austriaca.

esconde su fonna específica en una sociedad de mercado: en particular, el intercambio de los derechos
de propiedad dentro de un sistema de relaciones de propiedad privada (Commons, 1924, 1934). En
contraste con los sociólogos universalistas, Weber (1949} reconoció el problema de la especificidad
histórica y desarrolló su metodología de los «tipos ideales» para hacerle frente.
3. Algunos practicantes importantes incluyen a Becker (1976b) y Hirshleifcr (1977, 1985). Ver también
Radnitzky y Bernholz (1987} y Radnitzky {1992) y las críticas en Nicolaídes {1988) y Udéhn (1992).
LA UNIVERSALIDAD DE LA ECONOMÍA CONVENCIONAL
283

2. UNIVERSALISMO VERSUS REALISMO EN LA ECONOMÍA DE lfAYEK


Hayek, por ejemplo, a pesar de sus incisivas criticas a gran parte de la teoría econó-
mica convencional, siguió a los economistas neoclásicos y a otros economistas de la
escuela austriaca al insistir en que el punto de partida de la teoría económica eran los
rasgos supuestamente universales de la situación económica, más que los rasgos esen~
ciales de un tipo específico de sistema socioeconómico. Refiriéndose a la escuela his-
tórica alemana (que había influenciado a Cunningham, Leslie y otros), criticó su enfoque
alternativo de la forma siguiente:

Empezar aquí, en el extremo equivocado, buscando regularidades de fenómenos com-


plejos que nunca podrán ser observados dos veces bajo condiciones idénticas, no
podía sino llevar a la conclusión de que no existen leyes generales, ni necesidades
inherentes determinadas por la naturaleza permanente de los elementos constituyen-
tes, y que la única tarea de la ciencia económica en particular era la descripción del
cambio histórico. Fue sólo a partir de este abandono de los métodos de proceder ade-
cuados, bien establecidos durante el período clásico, que se empezó a pensar que no
había otras leyes de la vida social que no sean aquellas hechas por los hombres, que
todos Jos fenómenos observados son sólo el producto de instituciones sociales o lega-
les, meras "categorías históricas" que en ningún caso son fruto de los problemas eco-
nómicos básicos a los que la humanidad debe enfrentarse (H;ayek, 1935: 12)4.

Presumiblemente, en la concepción de Hayek, los «problemas económicos bási-


cos a los que la humanidad debe enfrentarse» se refieren a la elección y la escasez.
Pero por sí mismos, estos conceptos supuestamente universales nos dicen muy poco
sobre las instituciones específicas como la propiedad privada y el mercado. Además, no
nos dicen nada de los difJrentes tipos de sistemas socioeconómicos. De hecho, ningún
«problema económico básico» es nunca ajeno a las instituciones. Por lo tanto, cuando
hablan de estos problemas, muchos economistas neoclásicos y la mayoría de los eco-
nomistas de la escuela austriaca suponen que los «problemas económicos básicos» de
elección y escasez sólo pueden ser resueltos a través de la intervención de los merca-
dos y de la propiedad privada. Debe por Jo tanto suponerse que estas instituciones han
existido, de alguna forma, desde Jos albores de la humanidad5•
Esta confusión sobre las categorías universales e históricamente específicas se man-
tiene en todos los escritos de Hayek, a pesar de los importantes giros en sus posiciones

4. Obsérvense también las afirmaciones disculibles y 11011 sequiturs en este pasaje. Contra la posición de
Hayek, no existe ninguna buena razón en principio por la cual no puedan observarse regularidades en si s-
lemas complejos (Cohen y Stewart, 1994). Como resultado, la observación empírica de los fenómenos
complejos no es necesariamenle incapaz. de revelar regularidades, ni lleva necesariamente a kt falsa afir-
mación metodológica de que la única tarea de la ciencia económica es la descripción, Además, los estu-
diantes modernos de la complejidad son conscientes de que este tipo de regularidades no deben emanar
necesariamente de ninguna supuesta «naturaleza pennanenle de los elementos constitutivos». Finalmente,
si existieran este tipo de elementos perdurables, entonces seguramente estos también serían •<el producto
de instituciones sociales y legales». Igual que otros teóricos de la escuela austriaca, Hayek cslá demasia-
do dispuesto a tirar al niño de la escuela histórica junto con el agua sucia del baño, como dice el cuento.
S. Ioannides (1992: 38) señaló acertadamente que: <<El mecanismo de los precios no es el único sistema de
dispersión del conocimiento [...]las nonnas de conducta y las instituciones sociales que han evoluciona-
do a lo largo de los siglos[ ... ] constituyen en sí mismas un sistema de diseminación del conocimiento».
284 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

metodológicas a través de los años (Caldwell, 1988; Fleetwood, 1995; Lawson, 1994,
1996, 1997). Probablemente, el rechazo a ligarse a lo específico es en parte el respon-
sable del rechazo de Hayek a la palabra «capitalismo» para describir la sociedad exis-
tente o su sociedad ideal. Escribió, con cierta vaguedad, acerca del «sistema libre» y de
la «gran sociedad», pero está claro que se refería a un sistema dominado por los inter-
cambios de mercado y la propiedad privada individual. Sin embargo, a su vez, estos
términos no fueron definidos adecuadamente.
La confusión se ejemplifica en el tratamiento de Hayek del mercado. De hecho,
en su trabajo encontramos dos concepciones diferentes del mercado. En algunos pasa-
jes, Hayek (1982, vol. 3: 162) mantiene una concepción del mercado como el contex-
to general en el que nroduce la selección competitiva. En esta visión, el mercado es
simplemente el foro en el que colisionan los propietarios individuales. El mercado es
visto en sí mismo como desprovisto de instituciones o normas: éstas aparecen en el
mercado simplemente a través de los intercambios de los individuos involucrados. La
cuestión crucial sobre cómo se originó este viejo contexto general de competencia y
el propio intercambio se dejó abierta.
Criticando a Hayek por este tema, Víctor Vanberg (1986: 75) señaló que el mer-
cado «es siempre un sistema de interacción social caracterizado por un marco institu-
cional específico, es decir, por un conjunto de normas que definen ciertas restricciones
al comportamiento de los que participan en el mercado». Tanto si estas normas son
formales corno informales, el resultado es que no existe tal cosa como un «mercado
auténtico y sin obstáculos» que opere en un vacío institucional. «Esto plantea la cues-
tión de qué normas pueden ser consideradas "apropiadas'' en el sentido de permitir un
funcionamiento beneficioso del mecanismo de mercado>> (íbid: 97).
En especial, el mercado en sí no es un dato natural o éter, sino que es en sí mismo
una institución social gobernada por un conjunto de normas que definen restricciones
sobre algunos comportamientos y legitiman a otros. Además, el mercado está necesa-
riamente vinculado a otras instituciones sociales como el Estado, y es promovido, e
incluso a veces creado, a partir de un diseño conscienté. Dado que los mercados son
en sí mismos instituciones, pueden crecer o decaer igual que otras instituciones y com-
petir con ellas por los recursos y la hegemonía.
En su último libro, Hayek (1988: 38-47) presentó el mercado como una institución
entre otras, más que como en el contexto supremo de la competencia. Esto pudo corre-
gir su error anterior, pero creó otros problemas teóricos. Hayek afirmó que el mercado
no es en sí mismo el contexto de la evolución, sino una estructura o un orden evoluti-
vo: un resultado específico de la evolución. Sin embargo, esta interpretación dejó abier-
ta la naturaleza del contexto en el que emerge el mercado. Suponer que el mercado
emerge en un entorno de mercado sugirió la posibilidad no reconocida de la existencia
de un embrión de un conjunto de estructuras de mercado en las que se produce la selec-
ción competitiva: un mercado para los mercados7• Pero si este fuera el caso, entonces

6. Para argumentos similares y relacionados, ver Commons (1934: 713), Do si {l988a) y Hodgson ( 1988:
cap. 8).
7. Un problema similar aparece en un trabajo anterior de North (1978: 970), donde sugirió que Jos Estados
Unidos han adoptado la regulación política de las transacciones económicas y no los mercados puros debi-
do al precio relativo de estas dos opciones. North no describe el contexto estructural en el que se pro-
LA UNIVERSALIDAD DE LA ECONOMÍA CONVENCIONAL 285

debe existir algún otro mercado en el que se produzca la selección para este mercado
para los mercados, y así sucesivamente de fonna indefinida Claramente., esto no puede
ser siempre así: debe llegar un momento en el que el mercado sea sobrepasado. Debe
existir un contexto diferente al del mercado, en el que se produce la selección. Si, en cam~
bio, suponemos que el mercado está siempre ahí como un contexto para la batalla com-
petitiva, entonces Hayek es culpable del mismo error que los economistas neoclásicos:
el dotar al fenómeno específico del mercado de una falsa universalidad.
Si el mercado mismo evoluciona, entonces es razonable prestar una atención impar-
tan te a la posibilidad de la emergencia de diferentes tipos de mercados, con diferentes
estructuras y normas constituyentes. Pero Jim Tomlinson encontró que Hayek, igual
que muchos otros economistas, incluyendo a neoclásicos y marxistas, trataban el mer-
cado como un principio abstracto, independiente de su composición institucional y cul-
tural. Sin embargo, tal y como hemos señalado en el capítulo anterior, los mercados
son fenómenos altamente variados. Consecuentemente, tal y como planteó Tomlinson
(1990: 121): «la deseabilidad política de los mercados no puede juzgarse separada-
mente de la peculiaridades del mercado afeclado>>.
Además, es razonable afirmar que niveles tan altos de selección competitiva como
éstos deben suponer la selección de diferentes tipos de institución, incluyendo formas
tanto de mercado como no de mercado, coexistiendo muchas variedades. Para funcio-
nar a niveles tan altos, la competencia institucional debe incluir diferentes tipos de
estructuras de propiedad y de mecanismos de asignación de recursos, todos coexis-
tiendo en una economía mixta. Esto es bastante contrario a la postura política preferi-
dade Hayek.
En la raíz, encontramos un problema metodológico en el enfoque de la escuela
austriaca. Por una parte, intentan reproducir la metodología neoclásica de partir de ras-
gos supuestamente permanentes y universales de la «situación económica>>. Por otra
parte, se refieren- al funcionamiento de los mercados reales y examinan la formación
de creencias y expectativas en ese contexto. Pero para reconciliar estos principios,
mantienen una noción del mercado medio formada y desinstitucionalizada que no es
coherente ni con la realidad ni con la imaginación. Están atrapados entre, por una parte,
algunas inclinaciones genuinamente realistas por el estudio de las estructuras sociales
reales y, por otra, una creencia equivocada en la universalidad de todos los principios
«económicos>>.

3. LAS ESPECrFIC!DADES IDEOLÓGICAS OCULTAS

La escasez y la competencia no son tan universales como presumen los economistas


neoclásicos y austriacos. Al extender las ideas de escasez y competencia al mundo
natural, los imperialistas económicos reproducen a los darwinistas sociales que fue-
ron importantes en los últimos años del siglo XIX y primeros del xx. Como una reacción
contra los darwinistas sociales, Petr Kropotkin utilizó su propia experiencia de campo
para publicar Ayuda mutua en 1902, presentando abundantes pruebas procedentes de la

duce esta selección entre (digamos) órdenes de mercado y no de mercado. Como respuesta, Mirowski
(1981: 609) señaló que esto deja sin resolver el tema de «qué estructuras organi7..an este "meta-merca-
do" para permitirnos compmr más o menos organización de mercado».
286 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

biología que demostraban que la competencia y la escasez no son leyes ni universales


ni naturales. Adicionalmente, Herman Reinheimer (1913) rechazó la universalidad de
la competencia tanto en la esfera social como en la natural. Desde entonces, muchos
estudios posteriores han confirmado la idea de que existen abundantes casos de coo-
peración tanto en la naturaleza como en la sociedad humana, y ejemplos relativamen-
te limitados de competencia directa por recursos escasos. Ni la biología ni la anu·opología
apoyan la presuposición universal de la competencia y la escasez8.
En un ataque directo a Robbins y otros economistas neoclásicos, Marshall Sahlins
(1972) demostró que las economías tribales difieren del capitalismo al no generar
deseos infinitamente crecientes9. Además, y de nuevo en contraste con el capitalismo,
las sociedades tribales, de cazadores-recolectores en las regiones tropicales, disponen
de tal abundancia de comida y otros bienes básicos que los recursos, en la práctica,
son ilimitados. Así, y para invertir la posición neoclásica, es posible que en estos casos
existan vastos recursos y escasos deseos 10 . Incluso en una sociedad capitalista moder-
na, tal como Stephen Lea et al. (1987: 111) afirmaron después de un cuidadoso estudio
de las pruebas: «el axioma de la avaricia debe ser rechazado ya que las personas rea-
les, a diferencia del homo economicus, no son insaciables».
Existen otros ejemplos importantes de incumplimiento de la ley de la escasez, muy
apropiados para las economías modernas. Nótese que Robbins (1932: 12-16) vinculó
explícitamente el concepto de escasez a la noción de un recurso que es «limitado». El
hecho de que un bien o un servicio pueda ser deseado o necesitado por un individuo no
es suficiente para hacer que éste sea escaso, al menos según la definición de Robbins. Sin
embargo, si nos mantenemos fieles al uso que Robbins hace del término, podemos ver
que hay diferentes ingredientes importantes de los sistemas socioeconómicos que no
son «escasos». Por ejemplo, la confianza, que se considera tan central al funcionamiento
de una economía, no es un recurso escaso en el sentido de que su oferta sea limitada.
La confianza aumenta cuanto más se utiliza o se cuenta con ella. De forma parecida,
las reservas de honor o de respeto mutuo no disminuyen a medida que se utilizan. La
escasez no es coherente con el fenómeno permanente del desempleo masivo; en estas
circunstancias, la fuerza de trabajo está lejos de estar limitada o de ser escasa.
Otra limitación -crucial- del principio neoclásico de la escasez se presenta tam-
bién en referencia a la cuestión de la información y el conocimiento. La información es

8. Ver, por ejemplo, Allee (1951), Augros y Stanciu (1987), Benedict (1934), Lewontin (1978), Mead
(1937), Montagu (1952), Whecler (1930) y Whitehead (1926).
9. Sahlins fue alumno del institucionalista Karl Polanyi.
10. Polanyi, Sahlins y otros han sido criticados por Granovetter (1985} por negar la aplicación universal
de principios ~~económicOS» como el trabajo-ocio, el intercambio o la influencia de la oferta y la deman-
da sobre el precio. En su lugar, Polanyi y sus seguidores afirman la universalidad de relaciones huma-
nas como la reciprocidad. Parte del problema aquí es la definición de la naturaleza de lo «económico»
y los límites de la «economía». No debería suponerse que la «economía» está necesariamente defini-
da como el dominio en el que se aplican los principios de la economía neoclásica. Tal presunción supon-
dría erróneamente que la economía neoclásica proporciona una fotografía adecuada y aceptable del
capitalismo, los mercados, el intercambio, etcétera. He criticado esta idea en otros lugares (Hodgson,
1992a). En este trabajo se acepta que algunos principios universales del análisis sociocconómico son
necesarios y de hecho inevitables, pero no debería darse por señtado que estos sean los principios de
la economía neoclásica. Gran parte del debate sobre el «enraizamientO» de la economía sufre de esta
presuposición, o de dt~r por sentado lo que se quiere decir con dominio «económico».
LA UNIVERSALIDAD DE LA ECONOMÍA CONVENCIONAL 287

una mercancía peculiar, ya que después de venderse puede seguir igualmente en manos
del vendedor. Ni las habilidades ni el conocimiento son dados o limitados, debido al
fenómeno del «aprendizaje a través de la acción». Tal como Albert Hirschman (1985:
16) señaló: «La utilización de un recurso que consiste en una habilidad tiene el efecto
inmediato de mejorar la habilidad, de incrementar (y no de reducir) su disponibilidad>>.
Especialmente en las economías en crecimiento y de conocimiento intensivo del
capitalismo moderno, la llamada «ley» universal de la escasez no se cumple. Incluso en
la moderna era de la competencia y la adquisición, el concepto de la escasez es difícil
de aplicar a fenómenos tan importantes como la información y el conocimiento. El
conocimiento y la información no son escasos en el sentido de que son un recurso fijo.
Incluso si la economía neoclásica abandonara sus afirmaciones universalistas y se con-
centrara en un grupo más limitado de tipos de sistemas socioeconómicos, seguiría enca-
jando mal en la era moderna.
Evidentemente, algunas cosas, como el tiempo, son universalmente escasas. Lo
remarcable, sin embargo, es que la llamada «ley>> de la escasez no es aplicable a todo.
Y que las excepciones incluyen fenómenos cruciales como el conocimiento.
En resumen, el supuesto individuo maximizador de la utilidad en un mundo de
escasez no es tan universal como normalmente proclaman los teóricos de la economía
neoclásica. Un argumento que está aparentemente tipificado en una sociedad capita-
lista es extendido, sin ninguna garantía, por parte de los economistas convencionales,
a todas las formas de sistemas socioeconómicos. Aunque la economía convencional
generalmente afirma ser universal, al enfatizar el individualismo, la escasez y la com-
petencia, su análisis refleja las concepciones ideológicas dominantes que encontramos
en Europa y en América en la era moderna.
Sin embargo, la ideología no se corresponde necesariamente con la realidad. No
es correcto sugerir que la economía neoclásica representa estrictamente una eqonomía
capitalista o de mercado, de ningún tipo. Aunque sus representaciones teóricas ema-
nan de la era moderna del individualismo y el comercio, es significativa su incapacidad
de proporcionar una correcta visión de la época.
¿A qué se debe esto? Una construcción teórica central en la economía clásica es la
teoría walrasiana del equilibrio general. Esta se basa en la idea de un «subastador»
walrasiano que coordina el mercado. En este modelo, los agentes no pueden realizar
contratos vinculantes entre ellos hasta que todos los mercados estén equilibrados. Este
supuesto es necesario para que la teoría funcione pero obviamente no es realista: los
comerciantes en el mundo real no esperan a que se produzca el equilibrio del mercado
para cerrar contratos entre sí.
Los intentos de incluir el tiempo y el cambio en el modelo walrasiano han seguido el
trabajo pionero de Kenneth Arrow y Gerard Debreu. La idea básica es incorporar pro-
ductos y desarrollos futuros al supuesto de un grupo completo de mercados futuros.
Adicionalmente, el modelo incluye mercados para cada posible «estado del mundo». El
intercambio en todos los mercados, presentes y futuros, es coordinado de una sola vez
por el muy enérgico y omnipresente subastador. Sin embargo, el negociar simultánea-
mente en tantos mercados comporta a cada agente problemas computacionales inmane-
jables. Por Jo tanto, el principal teórico neoclásico KennethArrow (1986: S393) concluyó
abiertamente: «Un sistema de equilibrio general completo[ ... ] requiere mercados para
todas las contingencias en todos los periodos futuros. Tal sistema no podría existir».
288 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

Tampoco el dinero está presente en el modelo walrasiano. Tal como escribió Frank
Hahn (1988: 972), colaborador de Arrow e importante teórico del equilibrio general: da
teoría monetaria no puede sencillamente injertarse en la teoría wa\rasiana con algunas
modificaciones menores. El dinero es una señal externa de que la economía no está
adecuadamente descrita por la prístina construcción de Arrow y Debreu». El promi-
nente teórico neoclásico Fritz Machlup (1967) también ha admitido que la teoría neo-
clásica de la empresa es en realidad una teoría de los precios y costes del mercado, y que
consecuentemente no tiene nada que ver con las empresas. De forma similar, críticos
de la teoría neoclásica como Brian Loasby (1976) y Neil Kay (1984), han afirmado
que en el análisis del equilibrio general, incluyendo sus versiones probabilista o con-
tingentes, en teoría no existe ninguna necesidad de formas de organización que no sean
de mercado.
Se admite, por lo tanto, -incluso por parte de algunos de sus exponentes principa-
les- que la teoría económica neoclásica, al menos en su versión walrasiana, no inclu-
ye satisfactoriamente el dinero, los mercados o las empresas. ¡Una teoría así no puede
ser una representación adecuada de ningún tipo de economía capitalista! Este punto
queda reforzado por el hecho de que la teoría walrasiana fue utilizada por Oskar Lange
y otros -tal corno se ha explicado anteriormente en el capítulo 2- para construir un
modelo de una economía planificada centralmente con empresas nacionalizadas y sin
verdaderos mercados en su núcleo. Por lo tanto, la teo)Ía walrasiana no está específi-
camente enraizada en el capitalismo.
La economía neoclásica no es sólo estrictamente incorrecta, sino también insufi-
cientemente específica. Su universalidad es falsa y su especificidad no es representa-
tiva de las relaciones y estructuras características de los sistemas socioeconómicos
modernos. La ironía consiste en que, al intentar erigir un análisis universal del com-
portamiento socioeconómico, la economía neoclásica acaba basándose en un grupo
específico de conceptos aparentemente asociados a una economía de mercado indivi-
dualista y competitiva. Lo que pretendía ser unive;sal acaba siendo específico. Pero
dicha especificidad no es la de los rasgos reales de ningún capitalismo realmente exis-
tente. Tales texturas institucionales están ausentes del sistema teórico. Por el contra-
rio, la imagen que se representa es tanto específica como irreal.

4, Los LÍMITES DEL ANÁLISIS CONTRACfUAL

Remarcablemente, la teoría neoclásica demuestra que existen límites a los mercados


y al intercambio. Tal como se ha afirmado antes, si la teoría walrasiana del equilibrio
general se extiende para cubrir todos los mercados presentes y futuros, los agentes se
enfrentan a problemas computacionales inmanejables. En un artículo brillante, Roy
Radner (1968) mostró que las demandas informacionales al subastador serían excesi-
vas en tal sistema walrasiano completamente especificado. Por ejemplo, con sólo cien
mercancías, cien estados posibles del mundo y cien fechas presentes y futuras, deberían
existir un millón de mercados diferentes. Se supone que los agentes deben observar
los precios en todos estos mercados y realizar ofertas apropiadas. Evidentemente, esto
es absurdo. En la línea del concepto de «racionalidad limitada» de Herbert Simon
(1957), Radner afirmó que el número de mercados y la cantidad de información que
cada agente debe procesar debe reducirse drásticamente para aproximarse a un mode-
LA UNIVERSALIDAD DELA ECONOMÍA CONVENCIONAL 289

lo viable. En un modelo adecuadamente realista, es imposible dar cabida a una lista


completa de mercados futuros, en parte debido a la creciente complejidad y a los pro-
blemas de información que ello supone. Consecuentemente, en el mundo real siempre
habrá «mercados perdidos».
Por estas y otras razones, los mercados no pueden ser omnipresentes. Sin embar-
go, la economía neoclásica todavía considera todas las relaciones sociales como si
estuvieran potencialmente sujetas a contratos y al intercambio. Este aplastante énfa-
sis contractual olvida las limitaciones prácticas de los contratos en el mundo real.
Porque los contratos no pueden formularse de forma que cubran todas las eventua-
lidades, las instituciones juegan un papel crucial facilitando las relaciones entre las
personas y ayudando en la toma de decisiones. La institución del dinero, por ejem-
plo, proporciona reservas para hacer frente a un futuro incierto. Guardamos dinero pre-
cisamente porque no conocemos todos los intercambios futuros: el conocimiento
exacto de los momentos y cantidades de los ingresos y gastos futuros es imposible.
Igualmente, el uso del contrato de empleo en la empresa se especifica de forma incom-
pleta, ya que los empresarios no pueden predecir todas las eventualidades futuras
(Simon, 1951, 1957). La instituciones como el dinero y la empresa aparecen cuando
no existen mercados adecuados para todas las mercancías contingentes, debido a la
incertidumbre y a que nadie sabe como especificar los grupos de contingencias
(Loas by, 1976). El dinero y el contrato de empleo son ejemplos de instituciones que
proporcionan reservas a través del tiempo para hacer frente a la incertidumbre y al des-
conocimiento.
La teoría neoclásica, al señalar los «mercados perdidos», ella misma sugiere la
necesidad de instituciones no de mercado, pero no puede analizarlas adecuadamente
debido a sus suposiciones centrales. Los mercados perdidos a veces son tratados como
el resultado de las limitaciones ahistóricas de la psique humana (Magill y Quinzii,
1996) más que como estructuras sociales específicas. Algunos de los «mercados per-
didos» más importantes en el capitalismo -la ausencia de mercados futuros de trabajo,
habilidades y conocimiento- no reciben, por lo tanto, el énfasis suficiente. La incerti-
dumbre acerca del futuro -lo que significa que no se pueden calcular las probabilida-
des de los hechos- es ignorada, cuando una de las funciones vitales de las instituciones
es ayudar a los agentes a hacer frente a esta incertidumbre. Aunque los economistas
neoclásicos han progresado algo incorporando las instituciones en sus modelos, al
menos por esta razón, su éxito siempre será limitado 11 •
Consideremos la familia o el hogar. En el pasado, la teoría económica neoclási-
ca, tradicionalmente, o bien ha ignorado a la familia como institución o la ha tratado
como si fuera un único individuo: personificando el paternal «Cabeza de familia»
como la familia en su conjunto 12 . Sin embargo, teóricos neoclásicos como Becker
(1976a, 1991 ), desarrollaron posteriormente un modelo teórico de la familia que reco-
nocía a los individuos que la integran, pero que trataba al hogar como si fuera un mer-
cado y una institución basada en el contrato, indistinguible en esencia del mercado o
de una empresa capitalista. Aunque las ideas de Becker no las comparten todos los

11. Para un estudio del enfoque neoclásico y otros al análisis de las instituciones, ver Hodgson (1993a).
12. Para un debate sobre el tratamiento de las mujeres en la teoría económica de Smith a Pigou, ver Pujo!
(1992).
290 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

economistas neoclásicos, son ilustrativas de la ceguera institucional de la teoría neo-


clásica13.
Sin ninguna ironía, Becker (1976a: 206) escribió que: «Se puede presumir que exis-
te un mercado para los matrimonios». Es destacable que, para Becker, los mercados son
poco más que medios por los cuales los agentes pueden transar de alguna forma difusa
para que cada uno aumente su propia utilidad. Así, de un golpe, confundió cinco cosas ·
diferentes: a) la no existente venta de matrimonios per se (los matrimonios, como tales,
no pueden ser vendidos), b) la posible venta del permiso para casarse de los padres u
otros, según la costumbre correspondiente, e) la posible venta de los servicios de infor-
mación de las agencias de contactos u oficinas matrimoniales, d) la posible venta de
sen1icios sexuales o de acompaiiamiento, con la expectativa de matrimonio, explícita-
mente a cambio de dinero u otras mercancías, y e) las ofertas y pedidos de servicios
sexuales, que pueden llevar al matrimonio pero que no se acompañan de demandas a
cambio de dinero o de otras mercancías, de forma que no conforman casos estrictos de
«oferta)) y «demanda» en el sentido económico. Becker parecía ciego ante estas impor-
tantes distinciones institucionales. Sin embargo, las normas culturales modernas dife-
rencian fuertemente entre, por una parte, las actividades domésticas y sexuales obtenidas
a través del pago monetario, y, por otra, las obtenidas de forma no comercial. Estas dife-
rencias se eluden en el análisis de la familia de Becker. La teoría neoclásica general-
mente descuida estas distinciones morales, culturales e institucionales.
Como resultado, aunque los economistas modernos reconocen ampliamente la
necesidad de analizar el hogar en términos de los individuos que lo componen, el resul-
tado es el trato de todas las relaciones entre individuos de forma puramente contrac-
tual. Sintomáticamente, en este enfoque no hay ninguna línea divisoria conceptual
entre la familia y el mercado. Nuestra relación con nuestro cónyuge se considera como
conceptualmente equivalente a nuestra relación con nuestro tendero. Por lo tanto, la
economía neoclásica es incapaz de conceptualizar los rasgos institucionales específicos
del hogar y de las relaciones humanas especiales que se entablan en este ámbito.
Esta ceguera conceptual es un importante handicap. Aparte de no reconocer la dife-
rencia entre instituciones y prácticas comerciales y no comerciales dentro del capitalismo,
se olvidan los límites intrínsecos de los mercados y los contratos. Esto tiene conse-
cuencias devastadoras tanto para el análisis de los diferentes tipos de capitalismo como
para el reconocimiento de los límites del capitalismo mismo.
Pero la familia moderna no está aún completamente invadida por las relaciones
comerciales, y las normas culturales aún son sensibles a este hecho. La economía neo-
clásica o bien ignora a la familia o intenta forzarla a un análisis puramente contrac-
tual. Este ha sido un problema constante. Tal como señaló el gran economista irlandés
T. E. Cliffe Leslie (1888: 196), criticando la economía hedonista convencional de su
tiempo:

13. Es destacable que los crudos y frecuentes intentos de Bccker de extender el análisis (<económico» a
instituciones específicas hayan utilizado nonnalmente variaciones paramétricas en una estructura teó-
rica universal. De aquí que Becker (1991, cap. 8) debatiera factores tales como el mayor grado de
«altruismo)) encontrado en la familia comparado con el mercado abierto, pero atribuyó esta diferencia
a variables universales como el nivel de familiaridad en las relaciones, impulsado por consideraciones
universales como la «eficiencia)).
LA UNIVERSALIDAD DE LA ECONOMÍA CONVENCIONAL 291

La familia no encuentra lugar en un sistema que sólo reconoce a los individuos, y


ningún otro motivo salvo el beneficio personal. Pero sin la familia, y los motivos
tanto altruistas como personales que la mantienen, el funcionamiento del mundo
podría llegar casi a pararse.

De forma más general, en el capítulo anterior se ha afirmado que existen límites a


la extensión de las relaciones de mercado y contractuales en el capitalismo. De hecho,
la sobreextensión del mercado y de las relaciones puramente contractuales amenazaría
con romper los lazos culturales y de otro tipo que son necesarios para el funciona-
miento del sistema en su conjunto.
Los mercados y el intercambio no pueden gobernar todas las relaciones dentro de
una sociedad capitalista Sin embargo, la economía neoclásica no puede distinguir entre
las relaciones comerciales y las no comerciales, de forma que evita el problema. Ciega
a la naturaleza y los límites de los mercados reales, trata todas las relaciones como si
fueran transacciones de mercado 14 • Pero la Qistinción entre las relaciones de mercado
y las que no lo son es tanto imborrable como central a la naturaleza del capitalismo.
Significativamente, corno se afirma más adelante, los límites precisos de la demarca-
ción afectan profundamente a la naturaleza de la variedad específica del sistema capitalista

5. ACTOR Y ESTRUCTURA

La economía neoclásica pone un gran énfasis en la individualidad y la elección. Sin


embargo, se puede argumentar que la elección libre se niega de hecho y que la teoría
neoclásica convierte al individuo en prisionero de sus preferencias y creencias, inma-
nentes y muchas veces invariables 15 • Al adoptar un análisis utilitarista, la teoría neoclá-
sica convierte al individuo en siervo, utilizando las propias palabras de Jeremy Bentham
(1971: 120), de <<dos amos soberanos, el dolor y el placer>>. En la economía neoclásica
moderna, el individuo, con toda su riqueza y complejidad, es reducido simplemente a
una adecuada función de preferencia que obedece a los axiomas de manual. Tal como
escribió el economista neoclásico Pareto (1971: 120) en su Manual of Political Economy:
«El individuo puede desaparecer, siempre que nos deje una fotografía de sus gustos».
Los posibles orígenes de esta función de preferencia no se explican. En una inma-
culada concepción milagrosa, se supone que el individuo llega al mundo con un con-
junto: bien formado de preferencias y lo mantiene hasta la muerte con muy pocos o
ningún cambio fundamental (Stigler y Becker, 1977). Tal como se ha planteado de
forma extensa en otros lugares (Hodgson, 1988), esta concepción del individuo le con-
sidera como algo separable del rico mundo cultural y de la red de instituciones de las
que dependemos. En cambio, el individuo es considerado como un átomo indepen-

14. Al erigir una oposición conceptual entre los ((mercados» y las «jerarquías», el trabajo de Coase (1937)
y Williamson (1975, 1985) constituye una excepción parcial. Sin embargo, al centrarse en Jos <(costes
de transacción>,, incluso en situaciones no de mercado, sigue habiendo un sesgo contractual y de mer~
cado. Además, Williamson -en contraste con North (1990)- ha afirmado consistentemente que la com-
petencia de mercado selecciona las formas organizacionales más eficientes, negando así la dependencia
de la trayectoria y una fuente importante de variedad dentro del capitalismo.
15. Ver Shackle (1972: 122), Loasby (1976: 5) y Hodgson et al. (1994, vol. 1: 134-8) para ejemplos y deba-
tes sobre estos temas,
292 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

diente y contractual. Las instituciones, en tanto en cuanto existen, son tratadas como el
producto de interacciones individuales y no como las moldeadoras de los objetivos,
preferencias y capacidades individuales.
Para empeorar las cosas, casi sin ninguna excepción, las presentaciones de la teo-
ría neoclásica del equilibrio general no sólo suponen que la función de preferencia de
cada individuo es algo fijo, sino que la función de preferencia de todos los individuos
es la misma. Esta suposición ha sido considerada necesaria para intentar superar los
enonnes problemas de intratabilidad matemática. Entre otras cosas, esto niega la posi-
bilidad de «beneficios de intercambio que sean el resultado de las diferencias indivi-
duales» (Arrow, 1986: S390). Así, a pesar de las celebraciones tradicionales del
individualismo y de la competencia, y a pesar de décadas de desarrollo formal, el núcleo
duro de la economía neoclásica no puede abarcar más que una gris uniformidad de
actores mecánicos.
La teoría neoclásica no aprecia la forma en que la cultura y las instituciones influ-
yen sobre el carácter, las preferencias y las capacidades humanas. Por lo tanto, es incapaz
de percibir algunas de las diferencias clave e~tre diferentes formas de capitalismo. Por
ejemplo, en Japón es tradición atribuir la culpa automáticamente a las dos partes en una
disputa legal La litigación es muchas veces percibida como una vergonzosa vía de inten-
tar imponer un contrato o ganar una recompensa. Estas costumbres y normas culturales
no sólo actúan como límites a la actividad individual: suponen una forma diferente de
percibir el contrato y el comercio, que incluye la obligación mutua y la reciprocidad.
Recurrir a la ley supone abandonar esta relación interpersonal y perder la esperanza en la
comprensión y la generosidad potencial del colega. Para funcionar en un mundo así,los
individuos deben adoptar un marco muy diferente de significados, percepciones y normas.
Sus objetivos y preferencias se ven alterados fundamentalmente. En cambio, en la teoría
neoclásica, las influencias formativas de culturas y marcos institucionales específicos
sobre las funciones de preferencias del individuo son generalmente excluidas 16•
La escuela de economía austriaca ha prestado históricamente más atención a la
explicación de la naturaleza y evolución de las instituciones socioeconómicas. Uno de
los casos clásicos al respecto es la celebrada teoría de Carl Menger de la evolución
«orgánica» y espontánea del dinero desde una economía de trueque. El trueque es nor-
malmente ineficiente y los comerciantes se enfrentan la problema de encontrar una
doble coincidencia de deseos. Algunas mercancías acaban siendo reconocidas por los
agentes como mercancías más frecuente y fácilmente vendibles que otras, y así empie-
zan a ser utilizadas como dinero:

A medida que cada individuo economizador va siendo cada vez más consciente de
su interés económico, es llevado por este interés, sin ningún tipo de acuerdo, sin
coacción legislativa, e incluso sin consideración del interés público, a dar sus mer-
cancías a cambio de ntras mercancías, más vendibles, aunque no las necesite para
ningún propósito de consumo inmediato (Menger, 1981: 260).

\6. Becker (1996) es una aparente excepción. En su obra, las variables «culturales» específicas intervie-
nen como argumentos adicionales en la función de utilidad. Sin embargo, nún se supone desde el prin-
cipio una función de preferencia concebida inmanentemente para cada individuo; es una «Caja negra»
no explorada que aún no se ha explicado. Así, Bccker descuida las influencias «formativas)> de la cul-
tura y las instituciones sobre la misma función de preferencia.
LA UNIVERSALIDAD DE LA ECONOMÍA CONVENCIONAL 293

Una vez que una unidad monetaria empieza a emerger, establece una «conven-
ción». Igual que otras convenciones de este tipo -como el idioma, o el conducir por el
mismo lado de la carretera-, nos obliga a hacer algo porque lo hacen otros. La insti-
tución del dinero emerge como un resultado no diseñado de las interacciones indivi-
duales. El énfasis en esta consideración mengeriana está en la evolución de las
instituciones a partir de la acción e interacción de individuos dados. La existencia de
las instituciones se explica principalmente en referencia a los individuos y sus inter-
acciones.
Esta es una visión importante, pero unilateral, de la naturaleza y el papel de las
instituciones. No se pone el énfasis suficiente en la forma en que los individuos son
cambiados y reconstituidos por el contexto institucional en el que operan. Esto lo plan-
teó, en referencia al dinero, el «viejo» economista institucional Wesley Mitchell. Él
enfatizó que la evolución del dinero no fue simplemente el resultado de las interac-
ciones individuales. Su aparición no puede explicarse sencillamente por el hecho de
que redujo costes o hizo la vida más fácil a los comerciantes. La penetración del inter-
cambio monetario en la vida social alteró las mismas configuraciones de la racionali-
dad, incluyendo las concepciones particulares de la abstracción, la medida, la
cuantificación y el propósito calculador. Fue por lo tanto una transformación de los
individuos, y no sólo una aparición de instituciones y normas:

la economía monetaria[ ... ] es de hecho una de las más potentes instituciones de toda
nuestra cultura. En verdad, estampa su pauta sobre la rebelde naturaleza humana, nos
hace a todos reaccionar de maneras estandarizadas a los estímulos estándar que ofre-
ce, y afecta a nuestros mismos ideales aCerca de lo que es bueno, bello y verdadero
(Mitchell, 1937: 371).

El fracaso en considerar totalmente los efectos de las instituciones sobre la perso-


nalidad y los objetivos humanos es un defecto persistente en los escritos de las escue-
las tanto neoclásica como austriaca.
Sin embargo, sobre el tema de los sujetos activos, existen importantes diferencias
entre los economistas neoclásicos y austriacos. La concepción de la evolución socioe-
conómica en los escritos de los economistas de la escuela austriaca no es determinis-
ta. Se enfatiza la espontaneidad y la indeterminación de los objetivos y las acciones
humanas. Sin embargo, esto no significa que haya nada en el sujeto humano que requie-
ra, o sea capaz de una explicación. Pero al enfatizar la indeterminación de la acción
humana, se abandona la tarea de explicar lo que se esconde trás ella. Mientras que
Marx supuso que los individuos se mueven por su posición e interés de clase, Von
Mises y Hayek se mostraron muy poco dispuestos a intentar explicar las acciones huma-
nas individuales. En su teoría, tanto las motivaciones humanas como los resultados
sistémicos están indeterminados 17 •

17. Debería destacarse, sin embargo, que Hayek sí empezó a discutir la formación de las preferencias y de
los hábitos de pensamiento en sus trabajos de los m'ios 70y 80. Allí, el individuo aparece menos como
un átomo, y las explicaciones incluyen a gmpos y culturas, así como a los individuos subjetivos. Por lo
tanto, esta lealtad verbal al «individualismo metodológico)) y a la idea de que los fenómenos socioe-
conómicos deberían explicarse exclusivamente en términos de individuos dados se hizo cuda vez más
ceremoniul y no sustantiva (BOhm,l989; Vanberg, 1986).
294 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

Los economistas de la escuela austriaca sugieren que muy poco o nada se puede
decir de las fuerzas que moldean las preferencias, propósitos, capacidades y acción
individuales. La posición diametralmente opuesta sería sugerir que las estructuras y
las instituciones detenninan completamente el comportamiento humano. ¿Es posible una
posición intermedia? En otros lugares he argumentado que sí (Hodgson, 1988) 18 .
Existen influencias externas que moldean los objetivos y acciones de los indivi-.
duos, pero la acción no está totalmente determinada por ellos. El entorno influye, pero
no determina totalmente ni lo que quiere hacer el individuo ni lo que puede conseguir.
El individuo se mueve por hábitos de pensamiento pero no está desprovisto de elec-
ción. Existen acciones que pueden no tener causa, pero a la vez existen pautas de pen-
samiento o comportamiento que pueden estar vinculadas al entorno cultural o
institucional en el que la persona actúa. La acción, en resumen, está parcialmente deter-
minada y parcialmente indetenninada: es en parte predecible pero, en parte. imprevi-
sible. El futuro económico aún es incierto, en el sentido más radical; a la vez, sin
embargo, la realidad económica manifiesta un cierto grado de tendencias y orden.
En resumen, es deseable afirmar la importancia del carácter indeterminado y la
espontaneidad de la acción humana, pero al mismo tiempo reconocer sus límites. En
algunos campos o dimensiones, la acción puede ser indeterminada, pero en otros no
lo es. Afirmar el carácter indeterminado no es negar sus límites; cualquier acción está
también limitada y moldeada por las influencias de la cultura, las instituciones y las
estructuras sociales, todas pennanentes y provenientes del pasado.
Tanto los teóricos neoclásicos como los austriacos parten de suposiciones univer-
sales sobre los sistemas socioeconómicos y el comportamiento humano. Tanto para los
teóricos neoclásicos como para los austriacos, los elementos transhistóricos del análi-
sis teórico son los individuos y «los problemas económicos básicos a los que la huma-
nidad debe enfrentarse». La palabra «mercado» fonna parte de su vocabulario teórico.
Pero las naturalezas específicas de estos «mercados» no se consideran problemáticas,
y frecuentemente se supone la existencia previa del mercado. Debido a la generalidad
extrema de estas perspectivas, no pueden identificar ni los rasgos específicos del sistema
capitalista ni las características distintivas de cualquier tipo particular de capitalismo.
Sobre las abundantes, reales o potenciales, formas de capitalismo -y de las variadas
culturas humanas y modos de comportamiento dentro de ese sistema-, estos teóricos tie-
nen pocas cosas significativas que decir. Al fallar en este campo, son asimismo incapaces
de reconocer los cambios económicos claves y, por lo tanto, no pueden valorar dife-
rentes escenarios para el futuro. Están incapacitados por sus presunciones de teórica
universalidad.

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CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA 299-314

La libertad es el mercado:
la teoría del valor de la preferencia snbjetiva'
Ken Cole, John Cameron, Chris Edwards

l. DE LA TEORÍA DEL VALOR «GUIADA» POR EL TRABAJ0 1


A LA TEORÍA DE LA PREFERENCIA SUBJETIVA

Cuando se publicó el libro de Adam Smith, La riqueza de las naciones, en 1776, la


producción se realizaba normalmente en pequeños talleres donde la habilidad del tra-
bajador individual era impm1ante. La aplicación amplia y sistemática del poder inani-
mado y de la maquinaria a la producción, de forma que la actividad del trabajador
estuviera gobernada por la intensidad de trabajo de la máquina, aún no se había pro-
ducido. Fue más bien en el marco del humanismo nacionalista de la Ilustración euro-
pea, que Smith intentó reconciliar los principios de la conciencia individual y el derecho
a la libertad personal, introducidos por la revolución inglesa del siglo xvn, con la con-
secución de la armonía social y la justicia. Para aquellos economistas que ven la esen-
cia de nuestra sociedad actual no en una Ilustración, sino en una «revolución industrial»,
ésta es una limitación crucial a las percepciones de Smith.
En el siglo XIX se produjeron efectivamente acontecimientos dramáticos asocia-
dos al crecimiento de la industria fabril, que relegaron las ideas de Smith. Estos inclu-
yeron el creciente uso de la maquinaria y la concentración del trabajo en grandes
fábricas, y la consigUiente creación de movimientos sindicales nacionales como una

Publicado en: Cole, Ken; Cameron, John; Edwards, Chris. «Freedom is the market: the subjective pre-
' ference theory of value». En: Why economists disagree: the political economy of economics. Londres:
Longman, 1983, p. 43-80. Trnducción: Gemma Galdon.
l. Las expresiones «labour input theory ofvallte)) y <(labour commaJZded theory of va fue)) son utilizadas
por los autores para diferenciar las interpretaciones que ellos h[lcen de la teoría del valor-trabajo de
Adam Smith. Son, sin embargo, expresiones peculiares de estos autores y no generales en la disciplina
de la economía política. Por la primera, (<labour input themy of va/ue», que se ha traducido aquí por
«teoóa del valor (del input de) trabajo», los autores entienden «que el valor es determinado por el tra-
bajo requerido para la producción»; en este caso «el beneficio es la deducción del producto del traba-
jo»; es decir, es una explotación. Constituye Jo que habitualmente se conoce en economía por <deoría
del valor trabajo» y nosotros la utilizaremos con esta expresión. Por el contrario, «labour commanded
theory of value», traducida aquí como «teoóa del valor guiada por el trabajo», interpreta que «los acti-
vos (capital fijo), la tierra y el trabajo son fuentes independientes de valor combinadas en el proceso
productivo para producir mercancías ... )~. Por tanto, se pagan salarios al trabajo y por la parte «que pro-
duce» el capital fijo hay que pagarle un beneficio para motivarle a utilizarlo. Cada factor es recom·
pensado por su aportación a la producción y la imagen de explotación se diluye. Esta interpretación
abre la puerta a la interpretación de la teoóa del valor de la preferencia subjetiva que desarrollaron cien
años más tarde los marginalistas y que considera que la producción se debe a la combinación de los
tres factores y la productividad marginal de cada uno detenninará la proporción de producto que corres-
ponde a cada factor de producción (basado en la p. 33 del texto original) [nota de los editores].
300 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

de las expresiones de la existencia de una clase trabajadora políticamente organizada


en Gran Bretaña. Las demandas económicas de jornadas laborales más reducidas, de sala-
rios más elevados, de mejores condiciones de trabajo y de restricción del trabajo infan-
til estuvieron estrechamente vinculadas a las demandas políticas de extensión del
sufragio parlamentario y al desarro11o de diversas teorías del socialismo. El apoyo inte-
lectual a e..'ite movimiento en el ámbito de la economía derivó de versiones radicales
de la teorías del valor (del input de) trabajo2, con su tendencia a atribuir el valor de Un
producto únicamente al trabajo empleado en la manufactura. A principios del siglo XlX,
David Ricardo (cap. 5) vinculó analíticamente este enfoque a la valoración como una
espada de doble filo, válida para ser utilizada más tarde por socialistas reformistas y
por industriales liberales, no sólo contra los últimos vestigios de la aristocracia y las
monarquías absolutistas, sino también entre sí. A medida que el combate entre la bur-
guesía y la clase trabajadora se convirtió en el centro de la escena política formal en
la última parte del siglo XJX, con luchas obreras identificables en todas las zonas del
mundo en proceso de industrialización, la economía se dividió en las tres teorías dis-
tintas que observamos en la actualidad, y «la teoría guiada por el trabajm~ de Smith
reapareció como la base para la defensa de los intereses conservadores.
Así, entre 1776 y 1870, la teoría guiada por el trabajo de Smith fue en su mayor
parte eclipsada por el dominio de la economía ricardiana y experimentó muy poco de-
sarrollo activo. Sin embargo, los cambios que sí experimentó fueron significativos para
invertir la conclusión de Smith sobre el papel progresista del trabajador en oposición
al de los capitalistas y para reforzar el énfasis en el consumo como la actividad eco-
nómica determinante. En Gran Breiaña, autores como Bentham (1748-1832) y Malthus
(1776-1834), prácticamente contemporáneos a Smith, contribuyeron a dar credibili-
dad a la idea de que el valor surgía en el momento del consumo, no en el de la pro-
ducción. Sin embargo, las confusiones que generaron fueron tan grandes como sus
contribuciones: Bentham, porque insistió en la mensurabilidad de la satisfacción del
consumidor como una hipótesis de su teoría; Malthus porque utilizó esta idea para jus-
tificar la existencia de terratenientes debido a que consumían sin producir ellos mis-
mos, es decir «guiaban» el trabajo de otros que de otra manera hubiera quedado
1

desempleado. Ambos autores también dejaron una herencia que es ahora bastante emba-
razosa para la teoría de la preferencia subjetiva. Bentham concluyó que, como todos
los seres humanos tienen una capacidad más o menos igual de experimentar el placer
y el dolor, la igualdad en el consumo era deseable para proporcionar la mayor felicidad
al mayor número de personas. Malthus resolvió que, como la mayoría de seres huma-
nos eran irresponsables engendradores de niños, la desigualdad masiva en el consumo
era tanto inevitable como deseable. En nuestro tiempo, es interesante observar que la
conclusión de Bentham es aparentemente mayor motivo de vergüenza (que la de Maltus)
para los economistas de la escuela de la preferencia subjetiva.
Pero también se preparaban otras aportaciones menos ambiguas. En Francia, Jean-
Baptiste Say (1767-1832) dio las ideas de Smith a una Francia postrevolucionaria lim-
pia de sus orígenes fisi6cratas prerevolucionarios. Say afirmó, de forma más explícita
y rotunda que Smith, que el valor de un producto dependía del valor del producto en su

2. Que, apoyándonos en la explicación proporcionada en la nota número 1 simplificaremos en adelante


traduciéndola por la expresión más conocida de «teoría del valor trabajo» [nota de los editores].
LA LIBERTAD ES EL MERCADO: LA TEORÍA DEL VALOR DELA PREFERENCIA ... 301

uso. Este valor venía indicado por la cantidad de mercancías diferentes que sus pro-
pietarios individuales estarían dispuestos a intercambiar voluntariamente por una sola
unidad del primero. También concluyó que, como cada transacción incluye a un ven-
dedor y a un comprador, entonces si todas las transacciones son voluntarias, la ofe1ta
deseada y la demanda deseada tienen que ser iguales. Utilizó este argumento para dar
valor a los «agentes» productivos, o inputs, que categorizó como actividad (o trabajo)
que recibía un salario, capital que recibía intereses y tierra que recibía una renta. En
el acto de la producción, estos tres <<agentes» serían combinados por un empresario
que recibiría el «beneficio» como una combinación de recompensas por el uso de sus
materias primas (una parte de los intereses), de la propiedad de su tierra (una parte de
las rentas) y de sus habilidades organizativas (un salario por un tipo particular de acti-
vidad o trabajo). Así, según Say, el valor no era intrínseco a una mercancía, y todos
los inputs productivos se sitúan en un mismo nivel de igualdad, pagándose por cada
uno de ellos su valor en términos de su demanda derivada de la utilidad en el consumo
final. Esta conclusión eliminó el conflicto de intereses entre las diferentes clases de
perceptores de renta que había preocupado a Smith.
En Gran Brelaña, Nassau Senior (1790-1864), un abogado que se convirtió en pro-
fesor de Economía Política en Oxford en 1852, dio un paso más en la justificación teó-
rica del interés como una forma de recompensa económica, al afirmar que la oferta de
capital es el resultado de la abstinencia en el consumo, o ahorro. Un proceso tan peno-
so como el trabajo y que, por lo tanto, merece una recompensa, no sólo por propor-
cionar placer al ayudar a producir los bienes requeridos para el consumo, sino también
por el esfuerzo necesario para ofertarlos. Mientras que la teoría económica de Senior
daba una apariencia de imparcialidad, sus actividades políticas eran mucho más par-
tidisras. Respecto a las Leyes de pobres, (legislación sobre el paro),las Fact01y Acts
(básicamente legislación sobre la jornada laboral) y los derechos sindicales, Senior se.
posicionó claramente en contra de los intereses de la clase trabajadora.
Esta combinación de economía teórica despojada del concepto de clase y de polí-
tica práctica divisoria es quizá la inevitable respuesta conservadora a un desafío. Por
ejemplo, tanto los mercantilistas corno los fisiócratas podrían afirmar, al ser atacados,
que la legislación promulgada en interés de un gmpo lo era en el interés de todos. En
1871, la Europa burguesa había sido sacudida por el primer desafío revolucionario
explícitamente obrero a la legitimidad de su autoridad, en la forma de la Comuna de
París. Quizás por eso no es sorprendente que en los años 70 del siglo XIX también se pro-
dujera el renacimiento de la otrora revolucionaria teoría del valor guiada por el traba-
jo de Smith, en una forma apropiada para defender el orden burgués contra la ofensiva
socialista, afirmando que el primero era un orden esencialmente sin clases y, además,
que esta afirmación se podía demostrar científicamente. El proyecto de Smith de recon-
ciliar la búsqueda del interés individual con la armonía social se resucitó entonces para
demostrar que la «clase» no necesitaba ser una categoría analítica central en econo-
mía. Pero esta vez este proyecto iba a expresarse en términos matemáticos y así ganar
tanto la credibilidad como la mística de una ciencia.
El amplio desafío socialista, y no el intercambio internacional del conocimiento,
ayuda a explicar porqué William Stanley Jevons (1835-82), un economista británico, Carl
Menger (1840-1921), un profesor de economía en Austria-Hungría, y Leon Walras
(1834-191 0), profesor de economía en Lausana, Suiza, todos publicaron libros a prin-
302 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

cipios de 1870 exponiendo ideas que aparentemente se habían desarrollado indepen-


dientemente, pero que presentaban un sorprendente parecido. Para estos tres autores,
como para Smith, Say y Senior, las mercancías tienen valor porque son deseadas, y
son deseadas porque son útiles (lo que técnicamente se llama «utilidad») para los indi-
viduos. Para cualquier individuo, la intensidad del deseo por una unidad adicional de
producto disminuye a medida que aumenta el consumo de ese producto en relac~ón a
los demás, ya que se supone que cada unidad adicional le será menos útil al consumidor
que la unidad anterior. La intensidad del deseo por esa unidad adicional es la medida
del valor, y se le puede dar una denominación técnica, utilidad marginal, susceptible
de ser analizada en términos matemáticos. De hecho, Jevons, como Bentham, creía
que a la larga sería posible medir directamente estos cambios en la utilidad, de forma
que la economía tendría la precisión y observabilidad de una ciencia física. Menger y
Walras, por otra parte, vieron la utilidad como algo solamente relativo, algo preferido
a otra cosa, siendo la utilidad relativa indicada por los precios relativos. Esta idea de la
utilidad relativa la recogió el italiano Vilfredo Pareto (1848-1923), que demostró que
todas las grandes conclusiones de la teoría de la utilidad no precisaban poder ser medidas.
Walras llevó a cabo un primer intento de demostrar la conclusión de Smith sobre la
armonía social a través de un modelo algebraico de una economía. Cada mercado se
representó por una única ecuación hipotética que, al resolverse de fonna simultánea,
indicaba Jos precios y cantidades de equilibrio para todos los bienes. Esto no le resol-
vió a Walras el problema de que, si la decisión de cada individuo de comprar o ven-
der depende de las decisiones de todos Jos demás, ¿cómo puede saber el individuo lo
que están haciendo todos los demás? Él evitó este problema evocando a un «subasta-
don> que todo lo ve y todo lo oye, que ajustaría los precios de todas las mercancías
hasta que la oferta deseada fuera igual a la demanda deseada en todos los mercados,
una condición conocida como el «equilibrio general» (volveremos a esta cuestión en el
capítulo 4). Menger, por otra parte, aceptó que la información perfecta no estaría dis-;
ponible, y en consecuencia no construyó un modelo de equilibrio general de la eco-
nomía, aunque aceptó la hipótesis de que los movimientos autónomos de los precios
se irían acercando hasta igualar los niveles deseados de oferta y demanda. Así, mien-
tras que para Walras la economía era un subgrupo de las matemáticas con el potencial
de ser igualmente preciso, Menger comparó la economía con la astronomía, sugirien-
do que a través del estudio de Jos movimientos visibles de los precios (planetas), podría-
mos deducir algo sobre la naturaleza de la fuerza invisible de la maximización de la
utilidad (energía). Jevons, un flemático inglés, sólo situaría su demanda de respetabi-
lidad científica al nivel de la previsión meteorológica.
Así, en Jos años 70 del siglo XIX, la necesidad histórica (la necesidad de defender
los intereses creados frente a la crítica fundamental) y la legitimidad metodológica (el
manto de la ciencia asociado a la formulación matemática) se combinaron para reforzar
una escuela de pensamiento económico que ha mantenido su poder durante un siglo y
dominado la política económica en muchos países durante gran parte de ese tiempo: la
teoría del valor de la preferencia subjetiva. La siguiente exposición sobre esta teoría
inccrpcra sus desanollos más importantes desde 1870, incluyendo las aportaciones de cua-
tro importantes economistas americanos, J. B. Clark, Irving Fisher, Milton Friedman y
George Stigler. Creemos que nuestro enfoque ahistórico y analítico está justificado por-
que permite una exposición unitaria de la teoría básica, que sigue el espíritu del método
LA LIBERTAD ES EL MERCADO, LA TEORÍA DEL VALOR DE LA PREFERENCIA ... 303

científico de la teoría de la preferencia subjetiva. Este método sostiene que la gran rup-
tura de la Ilustración europea encontró su expresión en la economía estrechamente aso-
ciada a la obra de Adam Smith. Desde entonces, el conocimiento de la economía ha
avanzado gradualmente como un programa de investigación compartido, con la excep-
ción de algunos errores de Marx y sus seguidores, iluminando las verdades eternas de
la actividad humana en este mundo que se descubrieron en principio hace doscientos
años. Desde el punto de vista de la teoría de la preferencia subjetiva, este capítulo ha
sido hasta ahora irrelevante; a partir de aquí y hasta el final de este capítulo, le pedimos
al lector que se convierta en un economista de la preferencia subjetiva y vea el mundo
desde esa perspectiva. Si esto es difícil de aceptar, vayan a cualquier quiosco, cojan un
periódico «conservador» y léanlo. Lo que sigue es la economía básica de ese periódico.

2. LA NATURALEZA DE LA TEORÍA DE LA PREFERENCIA SUBJETIVA

La teoría de la preferencia subjetiva se basa en el supuesto de considerar a los indivi-


duos racionales como los átomos básicos del conocimiento económico. El término
individuo se concibe como una unidad de toma de decisiones, que puede ser un único
ser humano o un grupo de seres humanos, como un hogar. En este último caso, las
cuestiones relacionadas con la igualdad y la libertad se suspenden dentro del grupo,
dando muchas veces la impresión de que existe un cabeza de familia (las feministas y
sus simpatizantes pueden observar el uso frecuente del género masculino en los escri-
tos sobre la preferencia subjetiva) que toma las decisiones por todo el grupo. Las sen·
saciones que expresan utilidad, por ejemplo la característica de la utilidad, para cada
individuo, dependerán de los gustos particulares y únicos de ese individuo. La utili-
dad no es directamente observable, pero se revela en el comportamiento al elegir entre
alternativas. Es, por lo tanto, un concepto ordinal, en el sentido de que podernos afir-
mar que una combinación particular de bienes y servicios proporciona más o menos
utilidad a un individuo en particular que una combinación diferente; no es un concep-
to cardinal, de forma que no podemos asignar un valor numérico a la cantidad de uti-
lidad derivada por el individuo del consumo de una determinada combinación de bienes
y servicios. Como la especificación de la utilidad es subjetiva para cada individuo, y no
puede valorarse independientemente de las preferencias reveladas en la elección acti-
va, utilizamos el término «preferencia subjetiva» para describir esta teoría del valor.
Cualquier producto de consumo que proporcione utilidad a un individuo será com-
parado por el individuo con la pérdida que experimenta dicho individuo como consu-
midor en ténninos de perder o sacrificar otras fuentes de utilidad (es decir, un coste de
oportunidad). Asf, por una hora extra de ocio, el coste de oportunidad es la utilidad de
los bienes y servicios para el consumo a los que se renuncia al no trabajar una hora
más. La relación de intercambio entre dos mercancías como fuentes de utilidad es la
cantidad de una mercancía a la que un individuo está dispuesto a renunciar con tal de
obtener una unidad extra de la otra mercancía, sin que el individuo experimente una
pérdida de satisfacción. Esto proporciona una valoración de la segunda mercancía en
relación a la primera, que indica la fuerza de la preferencia y, como consecuencia, los
gustos de ese individuo en particular.
Pero los individuos no solamente están dotados de gustos y, por lo tanto, de deseos,
sino que también poseen capacidades por los cuales, a través de la participación en la
304 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

producción, pueden satisfacer mejor esos deseos. El ámbito de la producción se anali-


za como la aplicación de las capacidades de un trabajador (varios tipos de habilidad y
el deseo de trabajar) al entorno material (los recursos no reproducibles) durante un
periodo de tiempo (entendido como servicios derivados de los ahorros, otro tipo de
capacidad) con el fin de satisfacer gustos (pautas de consumo). Cada uno de los inputs
productivos, trabajo, recursos no reproducibles y servicios de ahorro, serán valorados
por el propietario individual según el coste de oportunidad (es decir, la utilidad) al que
se ha renunciado en el acto de proporcionar otra unidad. Es este coste de oportunidad
el que determina el valor del input para el proveedor individual en términos de utili-
dad. Así, el individuo como consumidor no sólo está juzgando el beneficio recibido
por el consumo de fuentes de utilidad alternativas, sino que también juzga el coste en
utilidad a la que ha renunciado al proporcionar inputs a la producción. Y es la capaci-
dad de un individuo, es decir, la habilidad de transformar la actividad productiva (expe-
rimentada como coste de utilidad) en productos deseables por parte de otros individuos
(experimentados como beneficios de utilidad), lo que da al individuo dominio sobre
los productos que son fruto del trabajo de otros individuos.
Por lo tanto, incluso siendo la racionalidad económica esencialmente individual y
presocial, es posible que existan sistemas económicos en los que se produzcan inte-
rrelaciones complejas entre muchos individuos. Una explicación coherente con los
supuestos de la teoría de la preferencia subjetiva es que hay gustos distintos entre los
individuos por los bienes de consumo (incluyendo el coste de oportunidad ligado a la
oferta de los inputs productivos), y que cada individuo tiene capacidades específicas.
Así, los individuos concretos pueden no ser capaces de satisfacer en gran medida sus
propios gustos a través de la aplicación de su capacidad específica. Existe, por lo tanto,
una posible ventaja en la especialización en la esfera productiva, al regularse la ofer-
ta total de inputs de los individuos con las capacidades apropiadas para líneas de pro-
ducción particulares a través de la demanda total de esos productos, por parte de los
individuos que no pueden producir dichos productos pero sí pueden producir otros.
Como consecuencia, los individuos, para maximizar la utilidad, están dispuestos a pro-
porcionar inputs particulares para la producción de una variedad de bienes y servicios
que satisfagan los gustos de otros, con la expectativa de poderlos cambiar por bienes y
servicios que ellos desean. Las relaciones sociales pueden así caricaturizarse como
relaciones de intercambio entre individuos como excéntricos consumidores e indivi-
duos, productores peculiarmente capaces, en las que todos sienten que hay un benefi-
cio particular derivado de su papel particular en la transacción.
Este modelo de especialización productiva según las capacidades específicas da
lugar al tipo de división del trabajo que más claramente se parece a una comunidad de
pequeños granjeros y artesanos. En una economía así, los productores que utilizan sus
propios inputs se especializan en la producción de bienes concretos, de fonna que se crea
una división del trabajo en la producción de diferentes bienes de consumo, que lleva al
intercambio de productos finales entre productores y a la interdependencia en el con-
sumo. Detrás de esta sociedad simple aparece el caso más complejo de la interdepen-
dencia, tanto en el consumo como en la producción, que encontramos en las sociedades
contemporáneas. Así, la producción de cualquier bien de· consumo que sea fuente de
utilidad directa se descompone en diversos procesos nevados a cabo por diferentes
productores, de fonna que existe una división del trabajo dentro de la producción de
LA LIBERTAD ES EL MERCADO: LA TEORÍA DEL VALOR DE LA PREFERENCIA ... 305

un bien de consumo e intercambio, tanto de los inputs productivos como de los bien-
es de consumo final. Es el modelo de este tipo de sociedad el que intentaremos cons-
truir en este capítulo y en el siguiente.
Antes de proceder a un análisis más detallado, vale la pena enfatizar tres puntos.
Primero, que el supuesto principal de la teoría de la preferencia subjetiva, la existencia
de individuos maximizadores de utilidad dolados de gustos y capacidades, es un supues-
to y no una hipótesis. No está abierta a discusión ni refutación, sino que constituye el
punto de partida del que se desprende, por deducción lógica, que, primero, los indivi-
duos que actúan según su propio interés privado sirven también al interés general más
amplio siempre que exista el libre intercambio y, segundo, que se generan algunas afir-
maciones susceptibles a la observación y a la falsación. Se acepta que el comporta-
miento económico individual está muchas veces limitado por las instituciones sociales
que ponen límites al libre intercambio; por ejemplo, los privilegios monopolísticos
proporcionados a los mercaderes del siglo XVI, o las actividades de las grandes empre-
sas o los sindicatos en nuestro tiempo. Pefo el objetivo de la teoría no es la descrip-
ción del comportamiento económico excepto en términos del más amplio criterio de
falsación, sino explicarlo, y demostrar así que sólo las instituciones económicas que
proporcionan un marco para la operación del «libre mercado» son deseables. Sólo
entonces pueden todos los individuos maximizar la utilidad simultáneamente, sujetos
solamente a las limitaciones causadas por sus capacidades individuales innatas.
En segundo lugar, el análisis puede, en principio, aplicarse a cualquier economía.
El punto de partida de la teoría de la preferencia subjetiva es el individuo dotado de
forma innata de gustos, capacidades y una propensión a la maximización de la utili-
dad, que proporciona una concepción del comportamiento económico racional que es
independiente de cualquier situación social, política o histórica. El análisis de esta
racionalidad presocial esencial, al entender la maximización de utilidad como univer-
sal, puede, por lo tanto, ignorar legítimamente los factores sociales, políticos e histó-
ricos. Precisamente, en la diferencia fundamental de gustos y capacidades se: apoya la
posible explicación que del «subdesarrollo» proporciona la teoría de la preferencia
subjetiva, considerándolo como la expresión de un tipo de gustos y capacidades que
no valoran mucho la riqueza material ni les lleva a crearla.
Finalmente, es importante que las dos características del individuo, la dotación de
gustos y capacidades y la motivación por maximizar la utilidad, se reconozcan como la
base de la teoría de la preferencia subjetiva. En gran parte de la literatura económica es
sólo la última característica la que se destaca en la identificación de una escuela de
pensamiento llamada economía neoclásica, donde la maximización, enfatizando el uso
del cálculo diferencial, se toma como el sello de una escuela de pensamiento unifica-
da. Mientras que el neoclasicismo en esta definición efectivamente incluye a los teóricos
de la preferencia subjetiva, también incluye a otros escritores como Alfred Marshall
(ver cap. 6), quien, aullque aceptaba la maximización como la motivación de los acto-
res económicos, no consideraba la base de las relaciones sociales como individuos
independientes con gustos y capacidades dados y, por lo Ianto, no percibía las relacio-
nes sociales como simples relaciones de intercambio, ni en la práctica ni idealmente.
Volveremos al trabajo de Marshall en los capítulos 6 y 7.

[ ... ]
306 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

3. LA BASE DE LA ORGANIZACIÓN SOCIAL:


¿QUÉ PUEDE OFRECERME LA SOCIEDAD?

La teoría de la preferencia subjetiva no considera imperativo que los individuos vivan


en sociedad. La situación de Robinson Crusoe no es sólo un instrumento pedagógico útil
para enseñar a los estudiantes los principios de la economía, sino también un poten-
cial real para todos nosotros. Los individuos están equipados con capacidades innatas
que pueden utilizarse independientemente de la sociedad para satisfacer, hasta cierto
punto, sus gustos. Para elegir participar en la sociedad, el individuo debe percibir algu-
na ventaja personal. Los individuos entran voluntariamente en sociedad sólo debido a
los beneficios netos que, en ténninos de utilidad extra, pueden conseguir. Nadie está
obligado a incorporarse; por lo que nadie tiene una causa legítima para objetar a su
propia situación en la sociedad, ya que cada uno es libre de marcharse una vez cumplidas
las obligaciones existentes. Existe una pequeña complicación en que, al salirse de la
sociedad, el individuo altera en realidad la naturaleza de la sociedad de forma margi-
nal, por ejemplo reduciendo la competencia por el trabajo asalariado con otros que
poseen una capacidad similar, pero para los objetivos de este capítulo supondremos
que este impacto no es significativo.
El individuo de la preferencia subjetiva se encuentra con la sociedad ideal a dos
niveles. El primero es en el marco del contrato voJ¡untario impuesto por ley como una
condición fundamental para la existencia social. El segundo nivel es un conjunto de
hechos sociales llamados precios (que incluyen salarios, tasas de interés y rentas). El
individuo puede así calcular el significado de estos precios en términos de utilidad
según sus posibilidades de consumo, dados los gustos y capacidades específicas de tal
individuo. Este cálculo indicará al individuo si le vale la pena participar más o menos
en la sociedad. En el caso extremo, si las capacidades individuales son, debido a algún
desacierto divino, totalmente incapaces de satisfacer sus gustos individuales, la cues-
tión se vuelve académica. Pero para la mayoría de la gente, la naturaleza de la deci-
sión no será cualitativa, sino cuantitativa; un poco más de trabajo asalariado o un poco
menos, un poco más de ahorros en el banco o un poco menos.
Esta decisión puede plantearse como un grupo de proposiciones generales forma-
les que vinculan el análisis de la preferencia individual con los hechos sociales de los
precios. Anteriormente introdujimos el concepto de la relación marginal de substitu-
ción para indicar la fuerza relativa de la preferencia en térmiqos de utilidad entre las
combinaciones de consumo de dos productos al moverse alrededor de una curva de
iso-utilidad, e igualmente se mostró cómo esto es también aplicable a las ofertas de
inputs. También se sugirió que el individuo experimenta los «precios» como inter-
cambios externos al decidir qué combinación de productos consumir. La relación entre
el intercambio subjetivo entre dos productos como fuentes de utilidad y la experien-
cia objetiva de los precios como intercambios sociales debe ser de igualdad si el indi-
viduo va a dejar de buscar otras oportunidades de intercambio. De forma similar, al
utilizar parte de sus capacidades individuales, incluyendo la capacidad de ahorrar (como
fuentes de desutilidad), para producir bienes (como fuentes de utilidad), el individuo igua-
lará la evaluación subjetiva de convertir el esfuerzo adicional en placer adicional en
cada actividad en términos de utilidad neta, con el objetivo, socialmente dado, de las
recompensas relativas en términos salario/precio e interés/precio.
LA LIBERTAD ES EL MERCADO: LA TEORÍA DEL VALOR DE LA PREFERENCIA... 307

Si estas ecuaciones no se mantienen, entonces es del interés del individuo ajustar


su comportamiento. Esto podría suponer consumir más de un producto relativamente
bien valorado en ténninos de utilidad marginal, y dejar de consumir parte de un bien rela-
tivamente menos valorado, o incrementar la actividad en la producción social si los
precios de los bienes de consumo fueran relativamente bajos comparados con los sala-
rios y los tipos de interés en ténninos de la relación de utilidad/desutilidad marginal. Por
lo tanto, un individuo con una capacidad x, utilizada para producir el producto b, que
se intercambia por el producto a, que el individuo consume, puede encontrar una com-
binación de cantidades de todas las actividades que constituya un equilibrio maximizado
de utilidad para cualquier conjunto dado de precios relativos. Así, si a un individuo no
le gusta nada trabajar y tiene un nivel relativo bajo de deseo de consumir, entonces se
puede esperar un menor nivel de actividad en la sociedad para cualquier combinación
de precios comparado con un individuo a quien le guste trabajar y consumir. Esta con-
clusión incontestable puede complicarse al suponer que a muchos individuos les des-
agrade fuertemente la actividad productiva y tengan un gran deseo de consumir, de
forma que cuando los salarios y el interés en términos de poder de consumo cambien,
esto podría provocar cambios significativos en la cantidad de actividad social produc-
tiva. Este tipo de razonamiento es en parte el responsable del desagrado de los teóricos
de la preferencia subjetiva por los impuestos sobre la renta, ya que predecirían que
esto afecta a la elección de los individuos en contra de la participación en la sociedad,
lo que amenaza con erosionar los dos niveles de interacción social, es decir, no sólo el
sistema de precios como un asignador de recursos, sino también la aceptación más fun-
damental de los contratos voluntarios como la base de las relaciones sociales.
Pero ¿por qué deberían los individuos con sólidos gustos (un publicista puede enga-
ñarles para que compren una vez, pero después de esto es la experiencia del consumo
lo que cuenta, es decir que, en la práctica, toda la publicidad es informadora) y capa-
cidades innatas (la educación puede desarrollar habilidades, no crear talentos) formar
sociedades en las que millones de individuos se encuentren íntimamente interrelacio-
nados a través de una compleja red de contratos? Aunque la teoría de la preferencia
subjetiva normalmente parece sentirse más cómoda con Robinson Crusoe y con eco-
nomías de intercambio puro (es decir, sin producción) o campesinas/artesanas, existe
sin embargo la posibilidad de ir más allá de estos modelos simples recordando el des-
cubrimiento de Adam Smith para la economía, de las ventajas productivas de una divi-
sión del trabajo compleja.
Una división de tareas compleja, en la que un gran número de personas con capa-
cidades altamente especializadas producen cada producto y en la que los materiales
tienen que pasar a través de varios procesos diferentes antes del consumo, es obvia-
mente la condición de muchas sociedades actuales. La organización secuencial de la
producción no genera problemas para los modelos de sociedad de la preferencia sub-
jetiva, ya que cada movimiento de productos puede ser entendido esencialmente como
un intercambio voluntario entre dos individuos. Sin embargo, aparece un problema de
organización cuando se juntan muchos individuos en un mismo momento y en un
mismo lugar para aprovechar la alta productividad, definida en ténninos de unidades físi-
cas de output por trabajador. Por ejemplo, supongamos que una hora es efeclivamen-
te la oferta de trabajo mínima de un individuo y hay 40 personas trabajando
separadamente, una hora cada una, produciendo cada una 1 unidad de output, es decir,
308 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

un output total de 40 unidades. Si trabajan de forma simultánea en un mismo sitio, las


mismas personas pueden producir un total de 50 unidades en una hora, de forma que,
siempre que el trabajo no sea más desagradable, el método técnicamente eficiente es
poner a todos los trabajadores juntos durante una única hora. Pero esto exige coordi-
nación y planificación para todos los individuos involucrados. Si esta eficiencia téc-
nica conlleva la organización de muchos individuos, esto alentará la aplicación de
capacidades específicas para asumir tal responsabilidad; es decir, la aparición de empre-
sarios para tomar el control de la producción.
La palabra «empresario» evoca la imagen de un individuo dinámico y de talento
que toma la iniciativa y asume el riesgo de fundar y dirigir una iniciativa productiva:
la empresa. Para los propósitos de la teoría de la preferencia subjetiva, esta imagen
popular debe ser un poco modificada si se quiere que la teoría se desarrolle de forma
rigurosa. En primer lugar, lo mejor es que el empresario (en realidad «intermediario»)
sea separado del suministro de recursos para iniciar y expandir la empresa Estos recur-
sos provienen de ahorradores que reciben intereses por su sacrificio del consumo inme-
diato. En segundo lugar, y de forma más controvertida, es apropiado suponer que una
economía de preferencia subjetiva está libre de riesgos.
Las razones para este supuesto se centran ella visión de la preferencia subjetiva
de que los individuos están seguros acerca de lo que quieren consumir y ofrecer a la
sociedad, dado que los precios, son, para estos individuos, hechos sociales con técni-
cas de producción fácilmente ajustables a cualquier pequeño cambio en los gustos y
las capacidades. Los problemas residuales referentes al consumo y a la oferta futuros
se pueden tratar en los mercados de productos en términos de futuro, análogos a los
mercados que mueven bienes a través del espacio. Los caprichos del entorno natural
se pueden resolver con seguros, que convierten el riesgo fortuito en ciencia de la pro-
babilidad. El riesgo como aspecto crucial en la decis·ión de producir es central al pen-
samiento en términos de coste de producción en su fonna keynesiana, tal como veremos
en el capítulo 6, y no a la teoría de la preferencia subjetiva, que elogia a los empresa-
rios dinámicos por reconocer oportunidades más que por tomar riesgos.
En consecuencia, para nuestros propósitos podemos aceptar que, en una sociedad
anónima, la propiedad legal de la compañía es de los accionistas (es decir, ahorrado-
res) y la dirección se realiza sobre una base burocrática (es decir, trabajo con capaci-
dad especial), no por un individuo aventurero. Estando las recompensas por esta t:1rea
organizativa no sólo divididas entre muchos individuos, sino también divididas ana-
líticamente entre una recompensa equivalente al coste de oportunidad correspondiente
a la oferta de este tipo particular de servicio, es decir, el salario corriente que com-
pensa por el ocio al que se renuncia, y ocasionalmente también por una renta como
recompensa por una habilidad no fácilmente reproducible por una dirección excep-
cionalmente talentosa. Podemos así plantear una cuestión crucial para la teoría de la
preferencia subjetiva. Si esta función organizativa empresarial es crucial para que la
teoría de la preferencia subjetiva gane credibilidad por su relevancia en las sociedades
actuales, ¿pueden entonces los poderes de decisión de los empresarios describirse de
forma lógica y convincente, de forma que se subordinen a los deseos de los consu-
midores individuales?

[ ... ]
LA LIBERTAD ES EL MERCADO: LA TEORÍA DEL VALOR DE LA PREFERENCIA... 309

4. ALGUNOS PROBLEMAS DE LA TEORÍA DE LA PREFERENCIA SUBJETIVA:


CONSUMIDORES SIN INGRESOS, EMPRESARIOS SIN COMPETIDORES,
MERCADOS SIN ESTAinLlDAD

En la teoría de la preferencia subjetiva, el individuo es un «decididon) [decision-


maker] que decide como disponer de sus recursos y satisfacer sus gustos simultánea-
mente. Pero en una sociedad interdependiente y compleja, la teoría de la preferencia
subjetiva reconoce que las decisiones de producción están necesariamente separadas
las unas de las otras, y también de los actos de consumo, por un intermediario acep-
tado de forma general (llamado dinero), y que las pautas de trabajo de tal sociedad
con muchas indivisibilidades en la producción significan que la flexibilidad es limi-
tada en el tipo y las horas de trabajo para muchos individuos. Así, la búsqueda de unos
ingresos monetarios es lo primero, y sólo entonces, cuando se conoce esta renta, es
posible tomar decisiones sobre el consumo. Las implicaciones de esto para la teoría de
la preferencia subjetiva son serias, ya que los trastornos en la economía (debidos, por
ejemplo, a los cambios en los gustos y en los recursos), que deberían ser temporales,
pueden prolongarse si muchos individuos aceptan, por desesperación, empleos que
proporcionan ingresos monetarios bajos. Al no disponer de efectivo, las personas con-
sumirían poco y no h,?bría demanda efectiva (apoyada por el dinero) para los bienes
y servicios que de otra forma se podría~ haber producido. Las repercusiones de esta
deficiencia pueden dejar a otras personas en el paro de forma involuntruia (es decir, dis-
puestos a trabajar a los salarios corrientes por sus conocimientos pero sin posibilida-
des de encontrar un empleo).
La respuesta de la teoría de la preferencia subjetiva a esta crítica es que la misma
existencia del dinero permite a los individuos guardar algunos ahorros precisamente
para hacer frente a contingencias de este tipo, lo que significa que el consumo nunca tiene
que reducirse drásticamente debido 11 una pérdida de la renta corriente. Además, los
individuos, incluso si no han tenido la precaución de guardar algunos recursos, pue-
den establecer contratos con ahorradores para cubrir el consumo actual, a devolver con
las rentas futuras, aunque con intereses, relajando así otra vez las limitaciones que
impone la renta actual [o la falta de ella] al consumo actual. Estas respuestas sugieren
que la teoría de la preferencia subjetiva no trata fácil y explícitamente los temas del
tiempo y la incertidumbre, tendiendo en general a considerar el tiempo sólo en térmi-
nos de una distinción simple entre dos mercados (el actual y el futuro) y la incerti-
dumbre como algo que se puede resolver con los arreglos de seguros apropiados.
La cuestión del aumento de las indivisibilidades en la producción plantea un segun-
do problema para la teoría de la preferencia subjetiva. Si un empresario llega a con-
u·olar más y más recursos, entonces el tamaño de esa empresa en relación al mercado
para un producto puede crecer. Incluso con competencia potencial, un empresario puede
aún ser capaz de afectar el precio de un producto variando el output, más que ser for-
zado a aceptar el precio como dado, a efectos de toma de decisiones. A esta situación
se la llama competencia imperfecta (examinada más detalladamente en el capítulo 6).
Esta crítica se refuerza si se afirma que las empresas pueden evitar la entrada de nue-
vos empresarios manipulando la información, ya sea a través de patentes sobre las téc-
nicas de producción o de la publicidad para influir sobre Jos consumidores. Los
problemas resultantes de ineficiencia e inequidad son similares a los subrayados en la
310 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

sección 3. 7 para el empresario no marginal en condiciones de competencia perfecta,


que no produce al coste medio mínimo y recibe al mismo tiempo una renta económi-
ca por encima del coste de oportunidad. La respuesta de la teoría de la preferencia sub-
jetiva ha sido mantener que la competencia imperfecta sostenida es difícil, si no
imposible, por varias razones.
Por ejemplo, se puede afirmar que incluso las empresas más grandes tienen com-
petidores, si no en la producción de bienes idénticos, sí proporcionando productos sus-
tituibles de utilidad: los deseos de nutrición, calefacción y comunicación, que pueden
satisfacerse con un amplio abanico de productos. Cualquier empresa también puede
tener que conseguir fondos para proyectos de inversión a gran escala que le somete-
rán al ojo informado y crítico de las instituciones financieras que sólo juzgan a las
empresas por sus rendimientos para los ahorradores, no para el empresario. Esto tien-
de a estimular la dispersión de los rendimientos entre un grupo más amplio que el de
los que sólo ejercen la función empresarial. Finalmente, dentro de la empresa, los geren-
tes de las subdivisiones o las secciones serán conscientes de las posibles ventajas de
suministradores alternativos, y criticarán a las secciones ineficientes en relación a los
precios de los inputs y outputs en el mercado abierto. Por lo tanto, la presión por man-
tener los precios bajos, por distribuir ampliamente todas las rentas económicas y por man-
tener una productividad similar a la de las empresas más pequeñas y especializadas,
existe incluso en las empresas más grandes.
Otra crítica dirigida a minar la teoría de la preferencia subjetiva a través de cues-
tionar la existencia de la competencia entre empresas en las sociedades contemporá-
neas, se basa en la hipótesis de que las curvas de coste medios de las empresas empezarán
a aumentar al llegar a cierto nivel de output, pequeño en relación a la demanda total
del mercado al precio corriente del mercado. Esta subida garantiza que las empresas
tengan un tamaño limitado y que sean económicamente incapaces de expandirse absor-
hiendo mercados enteros, eliminando la competencia. Pero el hecho de que el examen
de las cifras de costes reales a partir de muestras de empresas en muchas industrias
generalmente no muestra este aumento, sugiere un problema para la teoría de la pre-
ferencia subjetiva de la empresa. Sin embargo, la teoría de la preferencia subjetiva afir-
ma que este no es el caso en dos aspectos. Primero, el coste medio puede estar creciendo
en cada una de las empresas individuales incluso si el punto transversal de todos esos
costes medios mínimos es una línea recta (ver figura 1).
En segundo lugar, las cuentas de la empresa las preparan los contables, no los eco-
nomistas, y aparecen muchos problemas al convertir las categorías de los contables en
conceptos analíticos de la economía de la preferencia subjetiva. Por ejemplo, lo que
un contable llama «beneficio» no tiene significación analítica directa alguna, de ningún
tipo, y lo que un contable llama «renta» significa algo totalmente diferente. Por tanto,
igual que la función de demanda en la que la predicción de una curva descendente está
limitada por tantas calificaciones que la comprobación empírica es virtualmente impo-
sible, las curvas de coste analíticamente adecuadas no son fácilmente observables, por
lo que la teoría de la competencia perfecta es virtualmente incomprobable. Parece que,
dema~iadas veces, el criterio popperiano de la ciencia, aceptado por importantes teóricos
de la preferencia subjetiva, según el cual el conocimierito es sólo científico cuando es
contrastado críticamente ante la falsación observable sólo se respeta en principio, y no
en l\1 práctica.
LA LIBERTAD ES EL MERCADO: LA TEORÍA DEL VALOR DE LA PREFERENCIA... 311

Figura l. «Falsa» curva de coste medio constante construida a partir de la información trans-
versal de costes de cuatro empresas

Coste medio
(f por unidad)
Curva Ac 3 Curva AC Curva AC Curva AC
«real»para «real» pnra «real» para (lreal» para
empresa 1 empresa 2 empresa 3 empresa 4
1 1 1 1
'- j \.. '- 1 j Línea de coste medios
j '-
\--'->-y"------'-'<¿,_T"":___.:_,--r'"---- mínimos, .¡(falsa» curva
de costes medios

Output de Outputde Outputde Output de Output


Empresa 1 Empresa 2 Empresa 3 Empresa 4

La predicción de que un mercado es un sistema de equilibrio estable (es decir, que


existe una tendencia inherente a que un precio de mercado vuelva a su valor central)
puede ser cuestionada por diversas hipótesis fundamentales. En primer lugar, un mercado
puede ser inestable si varias empresas expandiéndose juntas producen economías que
ninguna empresa por sí sola podría conseguir, por ejemplo, creando un centro de mano
de obra apropiadamente cualificada. Estas economías de escala (es decir, economías
que dependen del nivel de escala del output) son externas a la empresa (individualmente,
cada empresa puede seguir teniendo una curva de coste marginal ascendente) y sólo
aparecen al nivel del mercado conjunto como curva de oferta de pendiente descenden-
te. Es decir, que cuanto mayor sea la cantidad del producto comercializado, menor será
el precio de viabilidad de cada empresa y el que será capaz de hacer frente a los costes
medios mínimos. Sin embargo, la inestabilidad sólo se produce en el caso en que estas
economías sean tan grandes que la curva de la oferta decrezca más rápido que la curva
de la demanda (si suponernos que los individuos sólo responden en términos de canti-
dades y aceptan los precios corno algo dado). (Ver figura 2.)
Al precio a la cantidad demandada (Qd,) excede a la cantidad ofertada (Qs,), y los
empresarios existentes tienen razones para ofertar más. Pero al expandir la produc-
ción, reducen los costes de producción para los nuevos participantes, y se produce una
presión para que los precios bajen, incrementando así la diferencia entre la oferta y la
demanda, en lugar de disminuirla. Al precio b, la oferta (Qsb) excede a la demanda
(Qdb), y así los empresarios existentes disminuyen la producción y al hacerlo incre-
mentan los costes, fuerzan a empresas fuera de la industria, lo que lleva a un aumento
de los precios y un incremento de la oferta por encima de la demanda. Por lo tanto, en
este ejemplo todos los individuos se comportan de forma racional conforme a la teoría
de la preferencia subjetiva, pero el mercado es inestable, llevando a la teoría a poder-
se defender solamente afirmando que los casos de rendimientos a escala significativos
y externos no son habituales.

3. AC =Coste Medio [nota de la trad.)


312 CRÍTICAA LA ECONOMÍA ORTODOXA

Figura 2. Mercado inestable con beneficios crecientes a escala externos a la empresa (Nota: los
empresarios sólo pueden elegir la cantidad, no el precio)

Precio
(f por unidad)

b -------
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
1
a -------¡--------,--------
1 1

1 1
1
1
1
1
Demanda
1 1 Oferta
1 1

Qd,
Cantidad por periodo

Incluso si se supone que las curvas de la demanda y de la oferta tienen inclinacio-


nes normales, la inestabilidad puede aun introducirse suponiendo un retraso temporal
en la respuesta de la oferta, debido a un periodo de producción finito en el que las deci-
siones sobre el nivel del output se toman al inicio del periodo (por ejemplo un pro-
ducto agrícola, en cuyo caso las decisiones vitales deben realizarse en el momento de
la siembra). Esta hipótesis provoca un proceso de ajuste en el tiempo que puede ser
inestable si se supone que la curva de la demanda tiene más pendi~nte que la curva de
la oferta (ver figura 3).
En el primer periodo de tiempo, partiendo de un precio de mercado inicial a, los
empresarios estarán dispuestos a ofertar una cantidad Qsa. Sin embargo, ante esta can-
tidad, los consumidores estarán, sólo a partir de la función de la demanda, dispuestos
a ofrecer un precio b. Así, al principio del segundo periodo de tiempo, ante el nuevo
precio de mercado b, los empresarios modificarán sus decisiones de producción según
la función de la oferta, y sólo ofertarán Qsb. Los consumidores, enfrentados ahora con
una cantidad reducida del producto, ofrecerán el precio superior e, produciéndose enton-
ces una situación de exceso de demanda. Consecuentemente, en el tercer periodo de
tiempo, las decisiones de producción volverán a revisarse. En este ejemplo, 1a canti-
dad que los consumidores están dispuestos a pagar por una cantidad dada y la canti-
dad que los empresarios están dispuestos a ofertar por un precio dado tienden a alejarse
de los valores de equilibrio de mercado. Por razones visuales obvias, a este modelo se
le llama modelo de la telaraña. En contraste con el primer caso, aquí podóa considerarse
que los individuos se comportan con una falta de previsión que se acerca a la irracio-
nalidad. Al comprar el producto cuando el precio es bajó, almacenarlo y venderlo cuan-
do es alto, algunos individuos emprendedores podrían actuar como mayoristas,
«almacenando y especulando» en el interés de todos y obteniendo al mismo tiempo
LA LIBERTAD ES EL MERCADO, LA TEORÍA DEL VALOR DE LA PREFERENCIA ... 313

Figura 3. Mercado inestable con calllidad ofertada respondiendo al precio al principio del pe-
riodo de producción

Precio
(f por unidad)

Demanda (respuesta Repuesta retrasada de


inmediata a la cantidad la oferta (la cantidad
en el mercado) ofertada depende del
e ······················)·._---....:....----?( precio al principio del
periodo de producción)

a ....................... --···----···- -··----····--· ---····---····---

Demanda
Cantidad por periodo
de producción
(El precio debe bajar
a cero para vender
toda la oferta)

Figura 4. «Falsa» observación de inestabilidad de mercados, cuando, de hecho, se producen


cambios en las curvas de oferta)' demanda con movimie11tos a lo largo de Las cun1as

Precio
(f por unidad)

Curva de demanda 3
Curva de oferta 1

Curva de oferta 2 Curva de demanda 2


Curva de demanda 1

Cantidad
8: Combinaciones de observaciones de precios y cantidades
314 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

una recompensa. Así, la libre búsqueda del beneficio particular en este caso tenderá a
reducir la inestabilidad.
Ni siquiera una «observación» de inestabilidad prima facie en términos de una
amplia variación en el precio de un producto, como se muestra en la figura 4, es una prue-
ba concluyente de que lo esencial de la teoría de la preferencia subjetiva esté fallando
un test de falsación.
Siempre que puedan proporcionarse algunas razones para que la curva de deman-
da o de oferta, o las dos, estén cambiando, lo que dado el número de variables que se
suponen fijas para llegar a las relaciones de demanda y oferta no debería ser difícil,
entonces, en principio, es posible explicar las variaciones. Esto no elimina todo el tra-
bajo realizado por muchos economistas en el campo de la estadística. Pero sí arroja
dudas sobre si es posible que su trabajo llegue jamás a desafiar fundamentalmente a
la teoría de la preferencia subjetiva. La comprobación formal empírica exhaustiva no
es esencial para la supervivencia de la teoría. El criterio de éxito de la teoría de la pre-
ferencia subjetiva no depende de las observaciones estadísticamente válidas, sino que
es evidente en el bienestar material relativo de los ciudadanos de aquellas sociedades
en las que los gobiernos han parecido actuar generalmente como si la teoría de la pre-
ferencia subjetiva fuera cierta.
CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA 315-329

La política de la teoría de la preferencia subjetiva:


un marco para la libertad'
Ken Cole, John Cameron, Chris Edwards

l. LA ESTRATEGIA POLÍTICA GENERAL ASOCIADA


A LA TEORÍA DE LA PREFERENCIA SUBJETIVA

Si observamos cualquier elección multipartidista reciente en el mundo occidental,


encontramos invariablemente un partido que defiende la reducción de la «interferencia»
gubernamental en la economía nacional; menores impuestos para las rentas más altas,
menores restricciones en el movimiento internacional de bienes y finanzas y un estricto
control sobre los cambios en la cantidad de dinero en la economía. Estos políticos
defienden también una política social basada en la familia y que refuerce la necesidad
del castigo y no del tratamiento de los criminales, un posicionamiento político inter-
nacional basado en la superioridad nacional y una dura oposición a la URSS. En 1979,
el Partido Conservador ganó las elecciones en el Reino Unido con un manifiesto de
este tipo y realizó un enérgico esfuerzo para aplicar el programa. Este programa era
muy radical para los estándares británicos de posguerra, y el primer año todos los indi-
cadores económicos marcaron la dirección «incorrecta». El pragmatismo pareció exi-
gir un cambio de algunas partes de la política, pero los llamamientos a un retorno a las
convenciones previas del «Sentido común», el «realismo» y la «racionalida9?~ fueron s
todos tratados con desprecio por los dirigentes del gobierno conservador. Estos líde-
res no sólo aparecían excepciónalmente claros y unidos en torno a su estrategia gene-
ral, sino que también consideraban cada política concreta como una contribución a su
estrategia general.
Esta posición excepcionalmente firme puede explicarse en parte en referencia al
poder lógico de la teoría del valor de la preferencia subjetiva. En una situación de cri-
sis 0¡ quién podría dudar que en los años 70 el Reino Unido se encontraba en una crisis
política, con cuatro elecciones y efectivamente cuatro cambios del partido/partidos en
el gobierno con cambios de laborista a conservador a laborista, a laborista con apoyo
parlamentario liberal y a conservadores una vez más), el pasado reciente deja de ser
una guía para el futuro y las creencias fuertes se hacen más importantes en la toma de
decisiones. Las creencias fuertes son mucho más convincentes si tienen coherencia
lógica, por lo que un argumento lógico es importante para animar a los seguidores y
desactivar a la oposición. Decir que las ideas de alguien sólo tienen sentido en base a
un conjunto concreto de supuestos es mucho menos rebatible que decir que no tienen

' Publicado en: Cole, Ken; Cameron, John; Edwards, Chris. «Subjective preference theory policy: a fra-
mework for Jiberty». En: Why economists disagree: the politica/ economy of economics. Londres:
Longman, 1983, p. 88-108. Traducción: Gemma Ga\don.
316 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

ningún sentido. La teoría de la preferencia subjetiva es el apuntalamiento lógico de las


políticas del gobierno conservador en el Reino Unido en los años 80.
La situación de crisis en el Reino Unido fue importante para proporcionar el marco
en el que las ideas fundamentalistas se convirtieron en políticamente importantes.
Margareth Thatcher y Keilh Joseph fueron importantes en forzar al Partido Conservador
a adoptar una rigurosa visión del mundo desde la preferencia subjetiva. Pero estas ideas
estaban disponibles debido a que, entre 1870 y 1980, muchos economistas en univer-
sidades e instituciones de investigación prestigiosas que constituyen auténticas torres
de marfil en Europa y los Estados Unidos, habían estado desarrollando y refinando esa
visión del mundo. Sería, por lo tanto, más acertado llamar a la economía la «ciencia
conservadora>>, que la «ciencia deprimente», ¡aunque para muchos de nosotros en el
Reino Unido en 1980 las dos descripciones podrían ser intercambiables!
En un aspecto, podríamos acortar este capítulo considerablemente refiriéndonos
al capítulo anterior, señalando que hemos demostrado cómo los individuos buscado-
res-de-utilidad pueden combinarse a través de contratos voluntarios en un mercado de
un producto e intercambiarlo a un precio que garantice algún aumento de satisfacción
para todos los participantes. La competencia perfecta está prácticamente garantizada
por la libertad de información y la búsqueda del beneficio propio por parte de los par-
ticipantes potenciales, por lo que el mercado libre es equitativo y eficiente, con sólo
algunas excepciones poco probables a esta norma. Todos los elementos componentes
de la filosofía básica del centro-derecha (en el espectro político) están presentes en
este modelo. Los determinados individuos que persiguen sus propios objetivos a esca-
la mundial a la vez que reconocen el interés propio en el contrato voluntario (el pri-
mero en utilizar la violencia no es siempre el vencedor final) como la relación social
típica. Las leyes de la oferta y la demanda se presentan así analíticamente como leyes
«naturales», parecidas a la ley de la gravedad, que operan con una fuerza anónima y
universal sobre todo el mundo y, por lo tanto, inevitable (en el sentido de que un avión
'
volando en círculos no rompe la ley de la gravedad sino que gasta energía al resistirse
a esa ley) y es justa (en el' sentido de que las limitaciones al comportamiento indivi-
dual no se deben a los agentes humanos sino a la providencia ciega).
Todo lo que un agente socialmente consciente debe hacer es proteger la norma del
contrato voluntario. Para proporcionar ese servicio, puede extraer alguna cantidad com-
pensatoria de recursos en forma de impuesto de cada individuo participante. (No exis-
te ninguna razón fuerte para que el impuesto por individuo no deba ser igual, ya que
todos los individuos serían perjudicados por el colapso del mercado, y el impuesto
sería probablemente tan pequeño que no sería importante). Indudablemente, muchos
votantes de partidos políticos de derechas ven este argumento como bastante adecua-
do como base teórica para darles su apoyo. Desde esta posición, podrían pasar a afir-
mar que ]as sociedades que no permiten la operación de los mercados libres son tiranías
políticas y que aquellas personas que viven en esas sociedades están socialmente inci-
vilizadas por permitir que la tiranía continúe. Solamente las sociedades que están avan-
zando hacia mercados más libres son consideradas como sociedades en desarrollo,
mientras que las que los están restringiendo no lo son. Pero ir mucho más allá de esto
en términos de plantear una justificación lógica de preferencia subjetiva del naciona-
lismo (que lleve a una política de fuertes fuerzas militares) y del racismo (llevando a una
política de restricción de la migración) sería exagerar el tema. Llegar a este punto
TEORÍA DE LA PREFERENCIA SUBJETIVA: UN MARCO PARA LA LIBERTAD 317

requeriría la introducción del debate acerca de la genética frente al medio ambiente


como elementos en la formación de la personalidad individual y de las características
étnicas. Basta decir que la rígida visión presocíal de las preferencias y la elección eco-
nómica en la temía de la preferencia subjetiva es compatible con el determinismo gené-
tico a nivel individual y de grupo.
Por lo tanto, llegados a este nivel tosco pero válido, podemos ver las conexiones
entre lo esencial de la teoría del valor de la preferencia subjetiva y una postura políti-
ca contemporánea ampliamente extendida. Para aumentar la confianza en la teoría de
la preferencia subjetiva (y consecuentemente en la política asociada con ella), es útil refi-
nar el argumento mostrando que el análisis de un único mercado puede ser converti-
do de forma lógica en una teoría de toda la economía. Este es el proyecto que ha
dominado la economía de la preferencia subjetiva desde 1870 hasta hoy en día. Antes
de intentar resumir esta actividad, enumeraremos los criterios generales por los que
podemos juzgar si una teoría es correcta desde la perspectiva de la economía de la pre-
ferencia subjetiva (y más generalmente desde la teoría popperiana del conocimiento).
La teorización se divide en tres componentes: supuestos, deducciones y compro-
baciones. Los supuestos son esencialmente arbitrarios; hablar de si los supuestos en sí
mismos son más o menos aceptables no tiene ningún sentido desde este punto de vista,
ya que todos los supuestos son desviaciones de la complejidad de la experiencia y están
por lo tanto unidos por una falta de realismo. La deducción está dominada por las nor-
mas de la lógica y, como tal, no está abierta a la crítica; la habilidad de reproducir una
deducción lógica precisamente aumenta cuando la forma del argumento es matemáti-
ca. Esto estimula el uso de las matemáticas y facilita la elección de supuestos suscep-
tibles de formulación matemática. Esto parecería dejar como única área de crítica la
comprobación empírica, es decir, la comparación del resultado de las deducciones de
un conjunto de supuestos acerca de lo observable con las observaciones reales y pre-
ferentemente la evaluación de la validez de esta teoría frente a las predicciones de las
deducciones derivadas de un conjunto de supuestos rivales.
Para la teoría de la preferencia subjetiva, los dos extremos del proceso están fija-
dos. Los supuestos sobre los individuos maximizadores de utilidad (que son susceptibles
de ser representados matemáticamente utilizando el cálculo diferencial) son obligato-
rios y el objetivo de predecir un resultado estable, eficiente y equitativo es, como míni-
mo, muy aceptable. Las objeciones acerca de que este proceso parece ignorar la fase
crucial de comprobación empúica pueden ser rebatidas desde muchas direcciones. En pri-
mer lugar, la afirmación de que las economías «de mercadm> del mundo actual son rela-
tivamente estables (los precios de ayer son una guía relativamente buena para los de
hoy), eficientes (las personas que viven en ellas tienen un alto nivel de consumo) y equi-
tativas (el nivel de coacción es bajo, comparado con otros momentos históricos). En
segundo lugar, que el proceso de teorización se encuentra aún sólo al segundo nivel, las
deducciones desde los supuestos son aún toscas y el proyecto es refinar el argumento a
través de la utilización de técnicas matemáticas más sofisticadas, que debilitan las res-
tricciones que no son esenciales para los supuestos básicos sino que sólo son necesa-
rios para permitir el uso de nuestras inadecuadas matemáticas actuales. En tercer lugar,
que no se ha demostrado que ninguna teoría rival sea mejor en las pruebas en las que
se predicen diferentes observaciones. Por lo tanto, metodológicamente, la teoría de la
preferencia subjetiva puede defenderse a sí misma de gran parte de la crítica.
318 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

Las próximas tres secciones de este capítulo resumen los intentos de los econo-
mistas de validar rigurosamente la visión del mundo de la preferencia subjetiva. También
muestran como la teoría resurgió de los reveses de los años 50 y 60 hasta convertirse
de nuevo en la teoría dominante de la economía en los años 70 en muchas universida-
des, departamentos gubernamentales e instituciones internacionales. La última sección
de este capítulo avanza hacia una valoración del apoyo político a la economía de la
preferencia subjetiva y concluye que su lugar en el panteón económico de las socie-
dades capitalistas está asegurado.

[ ... ]

2. LA ECONOMÍA COMO MUCHOS MERCADOS: EL ANÁLISIS DEL EQUILIBRIO GENERAL

La integración de la economía y las matemáticas ha alcanzado uno de sus puntos álgi-


dos al examinar las propiedades de una economía de multi-mercado desde el punto de
vista de la preferencia subjetiva. Sin embargo, la preocupación de esta sección se cen-
tra en los principios implicados, y por lo tanto no se utiliza ninguna formulación mate-
mática, lo que significa que las propiedades estéticas de las matemáticas se pierden.
Esta pérdida no es trivial, ya que a medida que la economía ha ascendido a torres de mar-
fil, el criterio del éxito y la excelencia ha pasado para muchos economistas desde la
importancia social a la elegancia matemática. Este potencial que existía en los flirteos
con las formulaciones matemáticas de economistas como Jevons, Menger y Walras a
finales del siglo XIX, ha llegado ahora a su completa consumación. Esto probablemente
provocará el horror de muchos de nuestros lectores, que pueden ver este matrimonio
como la obra de un Frankenstein matemático que construye la novia económica para
ajustarla a sus necesidades.
La teoría de la preferencia subjetiva parte del individuo con gustos y recursos inhe-
rentes que expresa sus preferencias a través del libre establecimiento de contratos para
maximizar su utilidad. Las decisiones del individuo pueden dividirse en dos grupos
interconectados, los que implican una entrada neta de utilidad y los que implican una
salida neta de la misma. Para el individuo, las cuestiones de si un producto o servicio
concreto estará en un grupo o en el otro dependen sólo de su precio relativo. Por ejem-
plo, si un producto tiene un precio relativamente alto en relación a otros y el indivi-
duo no valora el producto de forma pruticulannente elevada, entonces se puede esperar
una venta neta de ese producto. Por lo tanto, los bienes y servicios no pueden ser cla-
sificados corno necesidades o como lujos, ya que todas las decisiones individuales son
sensibles a los precios dentro de una estructura inherente de gustos y recursos especí-
ficos e individuales. La posibilidad de que exista un intercambio amplio y continuado
es debida a unos gustos y recursos variables, aunque las transacciones específicas invo-
lucradas variarán enormemente como respuesta a los cambios en los precios.
La primera predicción que realiza la teoría del equilibrio general es que existe un
conjunto de precios en todos los mercados bajo el que todo el mundo estará satisfecho
hasta el punto de que nadie desee ya intercambiar a dichos precios. Es decir, que par-
tiendo de individuos que responden a los cambios en los precios de la forma sistemá-
tica descrita en el capítulo 3, es posible deducir lógicamente que siempre existe un
conjunto de precios no negativos a los que nadie tiene interés en seguir intercambian-
TEORÍA DE LA PREFERENCIA SUBJETIVA: UN MARCO PARA LA LIBERTAD 319

do. Esto también supone que siempre hay rendimientos constantes a escala y compe-
tencia en la producción. Matemáticamente, este equilibrio es una situación en la que
las entradas y salidas netas deseadas han llegado a cero para todos los individuos y
todos los bienes y servicios, a no ser que un producto sea aún tan abundante cuando
su precio haya llegado a cero que nadie quiera más del mismo. En ese caso, los que
poseen ese producto pueden estar aún dispuestos a deshacerse de él, pero no pueden
ni regalarlo. Este caso de exceso de oferta a precio cero es tratado como algo inusual,
y en general se supone que, para la mayor parte de bienes, al menos algunas personas
estarán dispuestas a quedarse con la cantidad total disponible del producto una vez que
su precio haya caído suficientemente.
Puede demostrarse que existe este tipo de equilibrio para cualquier número de indi-
viduos y cualquier número de bienes y servicios, incluidos tantos tipos de trabajo y
maquinaria como se deseen distinguir económicamente. La importancia de esta demos-
tración no recae en que describe una economía concreta o que nos permita medir el
precio al que un bien o servicio será intercambiado por otro, sino en que muestra cua-
litativamente que existen precios que satisfacen a todo el mundo, incluidos aquellos
que poseen una cantidad elegida de un producto, los que han renunciado a la posesión
de alguna cantidad de dicho producto para obtener otro y todos aquellos que nunca
poseyeron el producto o nunca quisieroo ninguna cantidad de ese producto a ese pre-
cio. Por razones obvias, las pruebas matemáticas ~e esta predicción se llaman teore-
mas de existencia, y en varias universidades famosas hay empleos disponibles para
aquellos que deseen intentar simplificar los supuestos necesarios para esta predicción.
Sólo los licenciados en matemáticas deben molestarse en presentar su solicitud para
los mismos.
Este logro matemático de demostrar la existencia no lo consideraremos más aquí,
sino que lo que se plantea es la importante trascendencia ideológica de este ejercicio.
Así, si los supuestos fundamentales sobre la ¡;¡aturaleza de la existencia humana se
aceptan tanto descriptivarnente como morahnerite, entonces una lógica inexorable nos
arrastra aparentemente hacia la conclusión inevitable de que una sociedad siempre
tiene una situación posible en la que existen un conjunto de números llamados «pre-
cios». Estos precios enlazarán a todos los miembros de la sociedad a través de contra-
tos voluntarios de una manera compleja, de fonna que todo el mundo esté relativamente
satisfecho. Todo el mundo preferiría más de todo (excepto de esos pocos productos
con exceso de ofetta), pero sólo puede obtener más si alguna otra persona es forzada
a renunciar a algo. Se transgrede el principio fundamental de la libertad individual a
menos que todos los intercambios se hagan a través de contratos voluntarios. Esto es lo
que detennina el bienestar (y la civilización o el desarrollo) de la sociedad. Por lo lanto,
una sociedad ha alcanzado un estado deseable cuando nadie puede mejorar su situa-
ción sin que alguien más la empeore. Este estado de la sociedad es conocido técnica-
mente como el óptimo de Pareto y se presupone en cualquier equilibrio general, por
lo que enlaza la existencia matemática del equilibrio con un criterio de equidad de que
cualquier equilibrio de este tipo es deseable.
Los partidarios de la preferencia subjetiva aceptan un criterio de equidad que valo-
ra un estado de sociedad en el que hay una persona inmensamente rica y todo el resto
viviendo en la miseria, como igual en términos de bienestar a un estado en el que todo
el mundo consume de forma igual. Son incapaces de decidir si un ataque a la libertad
320 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

de los ricos de utilizar sus recursos y satisfacer sus gustos está justificado, ya que no acep-
tar la desigualdad del mercado significa aceptar la tiranía de alguna otra persona. La
fuerza central de la teoría de la preferencia subjetiva puede percibirse ahora. Partiendo
de supuestos verosímiles sobre la naturaleza humana, se construye lógicamente una
economía completa que demuestra tener propiedades deseables en armonía con la ima-
gen original de la naturaleza humana. Esta armonía «natural» de individuos fuertes y
una sociedad organizada en los principios de mercado es apuntalada por el recurso a
las virtudes liberales del contrato voluntario y de la igualdad ante la ley.
Sin embargo, desde el desarrollo formal del análisis del equilibrio general en el
siglo XIX han existido dudas sobre la estabilidad del sistema. Incluso aceptando que el
equilibrio general puede existir, aún hay incertidumbre sobre si después de un shock
que desplace al sistema desde un equilibrio existen fuerzas para llevar al sistema hacia
un nuevo equilibrio. El quid analítico de esta duda es que, cuando los individuos comer-
cian a precios de no equilibrio, no pueden volver a recuperar la situación original a
medida que los precios cambian. Por ejemplo, si mi capacidad de producir es contra-
tada para ser vendida a un precio bajo, a pesar de mis gustos generales por un alto con-
sumo porque yo no creo que los precios vayan a cambiar en el futuro, entonces aquellos
que hubieran estado dispuestos a comprar mi capacidad a un alto precio o a venderme
bienes de consumo a un precio menor al equilibrio, o ambos, se verán frustrados si los
precios cambian. Se verán entonces forzados a cambiar sus decisiones, que revertirán
a su vez en mis decisiones futuras, etcétera, sin ninguna garantía de que el sistema lle-
gue a asentarse para la satisfacción de todos. Se han sugerido diferentes condiciones
de comportamiento para asegurar que esta estabilidad pueda ser garantizada matemá-
ticamente.
La mejor conocida de estas condiciones es una llamada «tiitonement» [aproxima-
ciones sucesivas], que no permite ningún comercio de no-equilibrio, sino que recurre
a la imagen de una subasta en la que se anuncian los precios, se recogen y se compa-
ran las ofertas de todos los participantes individuales, y entonces se suben los precios
de los productos con mayor demanda y se bajan los que tienen exceso de oferta. No
se permite realizar ninguna transacción real hasta que todas las ofertas se compensan.
Obviamente, este mecanismo es muy artificial en lo referente al comportamiento, y se
han realizado muchos esfuerzos para debilitar esta condición de equilibrio. El mayor
avance ha consistido en colocar la causa principal de inestabilidad en las situaciones
en las que el aumento del precio de un bien se encuentra con una fuerte preferencia
por parte de muchos individuos por mantener el nivel de consumo de ese producto,
con la consiguiente reducción del consumo de otros bienes y servicios. En el futuro
veremos más esfuerzos en esta dirección para reducir la dependencia de la estabilidad
del equilibrio general de procesos tan artificiales como el de t/itonement por parte de los
teóricos de la preferencia subjetiva.
Otros problemas de la teoría del equilibrio general son menos amenazadores. Por
ejemplo, productos consumidos y producidos conjuntamente plantean problemas al
análisis del equilibrio general. Algunos bienes y servicios no se agotan en el consumo
por parte de individuos identificables, sino que son «bienes públicos)} en el sentido de
que pueden ser accesibles a todos tan pronto como están disponibles para uno, por lo
que asignar los costes a consumidores individuales es difícil. La defensa nacional y
las transmisiones televisivas no por cable son dos casos posibles. Los productos pro-
TEORÍA DE LA PREFERENCIA SUBJETIVA: UN MARCO PARA LA LIBERTAD 321

ducidos conjuntamente en un proceso también plantean problemas similares de atri-


bución de costes. Por ejemplo, la ternera y el cuero aparecen en proporciones relati-
vamente fijas, igual que varios productos del petróleo. Los economistas que apoyan la
escuela de la preferencia subjetiva están dispuestos a suponer que estos casos no están
muy extendidos en la práctica y los excluyen por suposición. Sus críticos han presta-
do mucha atención a los casos hipotéticos, afirmando que los bienes públicos y los
producidos conjuntamente constituyen una fuerte razón para la intervención guberna-
mental. El impacto de esta crítica ha sido muy limitado, ya que el principio general de
que los precios de mercado reflejan la escasez o abundancia real de bienes y servicios
no queda desafiado de manera fundamental.
Es esta falta de desafío teórico fundamental en sus propios términos lo que asegu-
ra el lugar central de las cuestiones de la preferencia subjetiva en las publicaciones
académicas. Ciertamente, el análisis del equilibrio general aún incluye la formulación
de supuestos muy fuertes, como por ejemplo que los contratos para transacciones futu-
ras se realizan con una perfecta previsión y que todos los bienes y servicios son susti-
tutos totales entre sí. Pero esta situación simplemente proporciona a la teoría de la
preferencia subjetiva un programa de investigación continuado. Este proyecto acadé-
mico se ha mantenido independientemente del favor político de forma continuada
durante cien años. Sin embargo, periódicamente aparecen condiciones políticas y eco-
nómicas que llevan a la teoría de la preferencia subjetiva, en una forma relativamente
pura, al centro de la escena política Estas condiciones generales tomaron forma en los
años 70 y encontraron a la preferencia subjetiva tanto consolidada en teoría como mili-
tante en recomendaciones de política económica. Ya no satisfecha con sentarse en el
palco de honor abucheando a las obras nuevas, la teoría de la preferencia subjetiva
encontró a algunos promotores influyentes, una audiencia apreciativa y a una super-
estrella en Milton Friedman, de Chicago.

3. POLÍTICA ECONÓMICA Y TEORÍA DE LA PREFERENCIA SUBJETIVA: EL MONETARISMO


La paradoja de la política económica de la preferencia subjetiva es que, mientras que
toda la discusión teórica sobre el «equilibrio general» puede realizarse sin ninguna
mención al «dinero» (todos los precios podrían ser tasas de intercambio de trueque),
cuando llegamos a la política económica no se discute mucho más que del dinero. Esta
paradoja puede dar la impresión de que el paquete de política económica llamado
«monetarismo» no tiene raíces firmes en la teoría del valor, siendo el producto de unos
cuantos fanáticos incapaces de oír la verdad debido al susurro de los billetes y ciegos
a la realidad por el resplandor del oro. Ahora podemos ver que no tiene porqué ser así.
Si se supone que una economía de mercado se apoya en los sólidos principios del equi-
librio general, con miles de mercados interconectados eficientemente por precios que
reflejan los gustos estables y las capacidades de millones de individuos, entonces es
poco probable que un cambio en un mercado concreto o una elección individual modi-
ficada produzca una interrupción significativa de la economía. Las ondas expansivas de
un cambio de este tipo traspasarían toda la economía, a través de largas cadenas de
sustitutos que sólo requerirían alteraciones infinitesimalrnente pequeñas por parte de la
masa de individuos para restablecer el equilibrio, como lanzar una piedra en medio del
Pacífico.
322 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

La única excepción a esta norma es el mercado para cualquier producto que entre
en muchas transacciones debido a que tenga la propiedad de ser ampliamente acepta-
ble a efectos del intercambio, es decir, el dinero en cualquiera de sus múltiples face-
tas. La alteración de ese mercado afecta directamente la confianza de cada individuo en
la capacidad de moverse entre los mercados en los que éste quiere vender y aquellos rner-
cados en los que quiere comprar. No es que los objetivos de los individuos se con-
viertan en inciertos, sino que la confianza en los medios para llegar a esos objetivos
se erosiona. La política monetaria es importante porque el dinero es el lubricante del
motor del equilibrio general; el motor puede tolerar algunas variaciones en la cantidad
de lubricante y seguir funcionando, pero es vulnerable a los grandes cambios repenti-
nos. Para analizar las detalladas implicaciones en la política económica de esta posición
general podemos volver a utilizar el marco analítico del mercado único que desarro-
llamos en el capítulo 3. Como primer paso, esto significa dividir las influencias en la
cantidad de dinero en una economía entre aquellos que detenninan la oferta y los que
determinan la demanda. Algunos críticos plantearían objeciones a este paso prelimi-
nar de organización de las influencias, afirmando que si no existe dinero suficiente,
entonces éste debería y sería creado o inventado para satisfacer el exceso de deman-
da, es decir, que la oferta no es independiente de la demanda sino que está determina-
da por la demanda. Pero, habiendo señalado esta crítica, a la que volveremos en el
capítulo 10, ahora desarrollaremos el caso puro de la preferencia subjetiva, partiendo
del lado de la oferta.
Si viviéramos en el Reino Unido en el siglo XIX, probablemente estaríamos ala-
bando las virtudes del patrón oro, tal como hicieron las autoridades francesas en los
años 60. El argumento sería el siguiente: a medida que los intercambios de mercado
se ampliaban en el tiempo y el espacio, involucrando a más y más gente que nunca se
encontrarían cara a cara, crecía la necesidad de adoptar un medio de intercambio más
práctico y universalmente aceptado. El oro, como mercancía fácilmente divisible y
duradera, disponible en cantidades bastante restringidas, con otros usos diversos y, por
lo tanto, valioso por derecho propio, presenta ventajas obvias para ser tal medio. Siempre
que todo el mundo acepte algunas normas básicas en términos de no emitir billetes que
prometan pagar oro sobre demanda mucho más allá de su stock inmediato, entonces
el comercio puede tener lugar en una gran economía sin que el oro tenga que circular.
Incluso si la confianza en los billetes disminuye, entonces el oro puede ser utilizado y
el comercio puede continuar. Lo que sugiere que el gobierno no tendrá ninguna nece-
sidad de intervenir en ternas monetarios a no ser que se produzca una amplia emisión
fraudulenta de billetes que no cuente con el respaldo de un stock suficiente de oro.
Internacionalmente, la utilización del oro corno dinero proporciona un mecanis-
mo automático para c:.orregir los desequilibrios del comercio nacional. El mecanismo
funciona de la siguiente fonna: una nación con un déficit comercial general, es decir,
que compra más del exterior de lo que vende en términos de precios oro, sufriría una
salida de oro para pagar las importaciones no igualadas por las exportaciones; las per-
sonas que perdieran oro deberían reducir la cantidad de billetes que circularan en su
nombre para igua1ar esta pérdida. Así, una menor cantidad de billetes se enfrentaría a
una oferta no disminuida de mercancías y el valor de'cada billete estándar restante en
términos de lo que puede comprar subiría. Por ejemplo, un billete canjeable por un
gramo de oro sería ahora intercambiable por una mayor cantidad de harina que antes.
TEORÍA DE LA PREFERENCIA SUBJETIVA: UN MARCO PARA LA LIBERTAD 323

Esto es equivalente a una caída en el precio oro de los productos en la economía nacio-
nal. Los extranjeros con oro podrían comprar mayores cantidades de bienes y las expor-
taciones totales tenderían a aumentar; en cambio, las importaciones caerían ya que los
productos producidos localmente parecerían más competitivos en términos de oro en
comparación a los sustitutivos extranjeros.
Los problemas con el patrón oro son dobles. En primer lugar, podrían producirse
cambios repentinos en la oferta por compañías privadas y gobiernos que controlaran
las reservas de oro, bien en las minas o en cámaras acorazadas. Estos cambios podrían
producir problemas altamente indeseables si supusieran grandes ajustes. En segundo
lugar, es difícil asegurar que los individuos, compañías y gobiernos obedezcan las nor-
mas de sólo imprimir billetes en relación a las reservas de oro existentes. Los gobiernos
se han mostrado muchas veces poco dispuestos e incapaces de hacer cumplir estas nor-
mas a los demás, y cuando se han legislado a sí mismos el virtual monopolio sobre la
impresión de moneda, han roto las normas casi invariablemente.
Una alternativa radical al sistema del patrón oro ha sido defendida por los parti-
darios más duros de la visión del mundo de la preferencia subjetiva. Afirmando que
siempre es de interés para los gobiernos y contra el interés general el expandir la ofer-
ta de dinero para aumentar la capacidad del gobierno para comprar bienes, algunos
escritores, como Hayek, recomiendan que la única solución puede ser que los bancos
privados prácticamente desregulados puedan imprimir su propia moneda hasta el nivel
que desee cada propietario de banco. Esta solución encaja totalmente con los princi-
pios de la preferencia subjetiva, ya que pone la responsabilidad de sus acciones direc-
tamente sobre las espaldas de los individuos, eliminando las ilusiones de que el patrón
oro les protege de la avaricia de sus conciudadanos en su papel de banqueros y que los
políticos son protectores de cualquier interés que no sea el suyo. A pesar de ser admi-
rable por su coherencia con los principios de la preferencia subjetiva, esta alternativa
es demasiado fuerte incluso para Milton Friedman. En términos analíticos, se podría
afirmar que la entrada en y la salida del negocio bancario bajo estas condiciones sería
tan sencilla que el mercado del dinero estaría crónicamente propenso a la expansión y
la contracción cumulativa, produciendo de nuevo riesgos de interrupción de la oferta de
dinero y de dislocación de toda la economía. Esta contracción cumulativa podría cons-
tituir una explicación monetarista causal de la depresión económica de los años 30 en
los Estados Unidos.
Hoy en día, la visión convencional de los teóricos de la preferencia subjetiva sobre
la oferta monetaria es que el gobierno ejerce y debería ejercer una influencia conside-
rable sobre la oferta monetaria doméstica. El objetivo de control completo es imposi-
ble, ya que el gobierno sólo puede controlar directamente la base y no la altura de una
pirámide de creación de dinero en cualquier economía en la que los talones de los ban-
cos privados se utilicen ampliamente. La influencia gubernamental podría utilizarse
para limitar la rápida expansión o contracción de la oferta monetaria actuando en la
base monetaria de forma decisiva, proporcionando dinero al sistema bancario en tiem-
pos de contracción y rehusando proporcionar dinero para la expansión rápida, aunque
esto debe suponer casi inevitablemente la aceptación de una impopular subida de los tipos
de interés. Es esta fuerte pauta de política económica la que ha dado el nombre de
«monetarismo» a la política económica de la escuela de pensamiento de la preferen-
cia subjetiva. Pero debe recordarse que, en primer lugar, el «monetarismo» es una polí-
324 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

tica que expresa una profunda confianza en el sistema de libre mercado y, en segundo
lugar, que incluso esta política no se extiende a la esfera monetaria internacional.
Internacionalmente, no existe ninguna razón para que el gobierno intervenga en el
libre funcionamiento de los mercados para las monedas nacionales. En tales merca.
dos, la unidad monetaria de cada país se expresa en términos de las unidades moneta-
rias de otros países. Estos mercados corrigen los desequilibrios en las posiciones
comerciales nacionales haciendo subir el valor de las unidades monetarias que son
escasas (las monedas de los países que están exportando un mayor valor de bienes y
servicios del que están importando) en relación a las unidades monetarias que son abun·
dantes (las monedas de los países que están comprando un mayor valor de bienes y
servicios del exterior del que están vendiendo), tendiendo así a compensar los dese·
quilibrios. La actividad del gobierno está limitada al nivel nacional e, incluso a este
nivel, la política económica sólo debe ocuparse de objetivos relativamente amplios,
no del ajuste preciso de una variable rigurosamente definida. Así, los monetaristas
podrían admitir que precisamente es difícil definir lo que significa el dinero para cual-
quier economía y seguir afirmando que si la oferta monetaria, por cualquier definición,
aumentara o disminuyera en más de un 10% en un año, entonces el gobierno estaría
desatendiendo su deber en comparación con una situación en la que la oferta moneta-
ria, por la misma definición, aumentara o disminuyera un 5% o menos.
Dado que una sociedad de libre mercado tiende a llegar a estados de equilibrio
general y puede ajustarse fácilmente a cambios graduales en los gustos y capacidades
de sus miembros individuales, siempre que el gobierno compense las fluctuaciones sus-
tanciales en la oferta de dinero, entonces puede parecer innecesario pasar a discutir la
demanda de dinero. Sin embargo, la demanda de dinero ha sido el centro de muchos
debates por derecho propio. La razón de este interés no reside en la lógica interna de
la teoría de la preferencia subjetiva, sino en la proposición planteada en el desarrollo
de las ideas keynesianas de que, en ciertos momentos cruciales, grandes cantidades de
dinero dejarían de utilizarse como medio de intercambio. En esos tiempos, mantener
la oferta de dinero estable supondría aceptar una caída sustancial en la cantidad efecti-
va de dinero en la economía, con un consiguiente impacto perjudicial sobre muchas
decisiones individuales. Esta situación teórica fue llamada la trampa de la liquidez, y tiene
la distinción de haber sido cuidadosamente enseñada a los estudiantes de economía
durante unos treinta años sin haber sido jamás observada. Un paralelismo bastante cruel
sería si la anatomía de los dragones apareciera en el programa de estudio actual de la bio~
logía. Con monótona regularidad, los economistas han observado que los valores tota-
les de la actividad en una economía están fuertemente correlacionados estadísticamente
con las ofertas de dinero durante el mismo periodo. Pero la crítica teórica a la trampa de
liquidez presentada por Milton Friedman revela algunas cosas sobre el economista de
la preferencia subjetiva más conocido actualmente y, más específicamente, muestra el
mecanismo del rnonetarismo como un conjunto de políticas económicas.
Friedman trata la demanda de dinero justo como cualquier otra relación de deman-
da. Los individuos demandan dinero porque tiene un uso para ellos, es decir, posee uti-
lidad. El uso principal del dinero es facilitar compras actuales de bienes y servicios.
En este papel, es muy difícil sustituir cualquier otra c·osa por dinero. Las técnicas de
intercambio y los gustos individuales por tener dinero cambiarán, pero estos cambios
serán probablemente sistemáticos y graduales, respectivamente. Descartar el concep-
TEORÍA DE LA PREFERENCIA SUBJETIVA: UN MARCO PARA LA LIBERTAD 325

to de una función de demanda de dinero debido a que se dan este tipo de cambios sig-
nificaría descartar todas las funciones de demanda, no sólo la de dinero. Sin embargo,
el dinero juega un segundo rol que es el de almacenar poder adquisitivo para el futuro
(depósito de valor). En este rol, el dinero tiene muchos sustitutos que pueden ser agru-
pados en tres categorías principales: bienes físicos, activos financieros y formación
personal. Los bienes físicos son sustitutos atractivos del dinero como reserva de poder
adquisitivo porque cualquier aumento general de los precios significará que, en el futu-
ro, se podrán comprar menos bienes. Los activos financieros son atractivos porque o se
pagan intereses, en el caso de los bonos del estado, o, en el caso de las acciones de
empresas, existe la probabilidad de que los beneficios aumenten su valor. La forma-
ción para aumentar un talento natural es atractiva porque puede producir un mayor
flujo de poder adquisitivo durante el resto de la vida laboral.
En base a esto, Friedman pudo sostener que la demanda de dinero como reserva de
valor es teóricamente la misma que cualquier otra relación de demanda. Existen susti-
tutos cercanos con ventajas diferentes que quitarían gran parte de la tensión de cual-
quier ajuste a unas circunstancias cambiantes, y no hay ninguna razón para esperar que
la cantidad de dinero demandado se vea afectada drásticamente. Habiendo deducido
esta predicción desde los supuestos estándar de la preferencia subjetiva, Friedman se
propuso entonces comprobar estadísticamente esta predicción y fracasó en falsear la
hipótesis de que la demanda total de dinero es casi totajmente dependiente del valor
total de la actividad económica corriente. Este trabajo puede verse como un ejemplo
clásico de teorización de la preferencia subjetiva que cumple todos los criterios que
explicamos en la sección 4.1. Desde entonces, existe una buena razón para suponer que
el uso principal del dinero es para financiar las transacciones corrientes. Vamos a rea-
lizar ahora esta hipótesis y combinarla con las visiones dominantes de la preferencia
subjetiva sobre la oferta monetaria para examinar la mecánica del monetarismo.
Cualquier gobierno que desee incrementar el tipo y los niveles de actividad no está
dispuesto ni a aumentar los impuestos para financiarlos debido a la impopularidad polí-
tica resultante, ni a endeudarse porque esto puede absorber directamente recursos de
la inversión. Esto produce una tendencia a expandir la oferta monetaria a través~or
ejemplo, de pagos en efectivo o en cheques a los nuevos empleados y a los proveedo-
res privados; un aumento no igualado eliminando dinero en otras partes. Los nuevos
empleados y proveedores se encuentran con que tienen más liquidez de la que quie-
ren, y entran en varios mercados para comprar bienes y servicios que prefieren tener en
lugar de esas sumas de dinero. Pero la economía se encuentra ya en un estado de equi-
librio general y las personas no están dispuestas a vender esos bienes y servicios a
menos que se les ofrezcan precios más altos. Por lo tanto, todos los precios tenderán
a subir, una situación llamada inflación. Es decir, que el valor de la actividad total cre-
cerá de forma aproximadamente proporcional al aumento en la oferta monetaria debi-
do a que los precios habrán subido, y no debido a un aumento en la actividad económica
real, y sólo en esta situación dejarán los individuos de intentar deshacerse de los saldos
excesivos de dinero. Es el cambio inesperado de los precios lo que erosiona directa-
mente la confianza de los individuos en los contratos, y para la teoría de la preferencia
subjetiva, la pérdida de la confianza en los contratos significa la pérdida de confianza
en la sociedad civilizada. Las alternativas extremas a la ley natural de los mercados
son la tiranía política y la ley natural de la jungla.
326 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

Para un gobierno que desee evitar estas alternativas existen tres caminos, dos de
los cuales son rechazados por la teoría de la preferencia subjetiva. En primer lugar, el
aumento de los impuestos o del endeudamiento para financiar cualquier aumento de
la actividad económica gubernamental no es deseable porque erosiona esa libertad
de elección individual que se encuentra en el centro de la ética de la preferencia sub-
jetiva. En segundo lugar, incorporar aumentos generales de los precios a los contratos
relacionados con los pagos futuros no es deseable porque precisamente esta indexa-
ción es poco probable que anticipe cambios futuros de los precios específicos y los
efe~tos distributivos arbitrarios de esta imprevisibilidad también amenazan la con-
fianza. En tercer lugar y deseablemente, el gobierno elimina la inflación reduciendo
directamente su contribución a la tasa de crecimiento de la demanda de dinero, asisti-
do por la reducción de su propia actividad económica. Desafortunadamente, mientras
que introducir inflación en una economía es fácil, eliminarla es difícil. Muchos indi-
viduos que contrajeron contratos especulativos que anticipaban el endeudamiento con
la expectativa de repagarlo a partir de ingresos económicos futuros, aumentados por
los incrementos futuros de los precios, encontrarán que no pueden cumplir con esos
contratos a partir de una oferta monetaria disminuida, lo que causará bancarrotas y la
caída de la actividad económica real. Sólo después de haberse completado este proce-
so, afectando inevitablemente al empleo, disminuirá el aumento de los precios y se
reafirmará la relacióh dominante entre los cambios en la oferta monetaria y los cambios
en los precios. Sin este doloroso proceso, que puede durar años, es probable que los
aumentos generales de precios se aceleren y que crezca la amenaza a la débil estructura
de la civilización. La teoría de la preferencia subjetiva admite la posibilidad del colap-
so de la civilización, experimentado como una pérdida general de la libertad indivi-
dual y la aparición de la tiranía política. El impredecible y continuado aumento de los
precios debido a la irresponsable expansión gubernamental de la oferta monetaria es
una vía posible liacia este colapso.

4. CONCLUSIÓN! HACIA UNA CRÍTICA DE LA TEORÍA DE LA PREFERENCIA SUBJETIVA

La teoría de la preferencia subjetiva en su forma actual parece formidable. La pérdi-


da de prestigio teórico en «la controversia sobre el capital»* provocó un retorno a plan-
teamientos más rigurosos sobre la teoría del equilibrio general. Las construcciones más
bien abstractas del equilibrio general han sido más que compensadas por las claras
recomendaciones de política económica del rnonetarismo. Así, al combinar una teoría
compleja con una política simple, la escuela del pensamiento económico de la preferencia
subjetiva parece poderosa en su llamada tanto a la fe corno a la razón. La fe reside en
el supuesto del individualismo autoafirmativo como esencia de la naturaleza humana.
Como en todas las doctrinas de la naturaleza humana inmutable, existe un elemento
de circularidad en el argumento. La afirmación de que todas nuestras acciones se rea-
lizan en búsqueda de la ganancia de utilidad individual es incuestionable si aceptamos
la hipótesis de que la utilidad individual máxima es lo que buscamos. El por qué este
hambre de ganancia personal debería pararse en los contratos de acuerdo mutuo es una

' Se refiere a un amplio debate teórico que tuvo lugar en los años sesenta entre Jos neoclásicos y sus crí-
ticos que concluyó co.n la victoria de estos últimos [nota de los editores].
TEORÍA DE LA PREFERENCIA SUBJETIVA: UN MARCO PARA LA LIBERTAD 327

pregunta difícil. Otra cuestión delicada es la de si todas las personas que rechazan acep-
tar que la teoría de la preferencia subjetiva describe el mundo, y que sólo puede expli-
carse en términos de criminalidad y locura, merecen perder su libertad.
Por lo tanto, si todos los seres humanos están por su propia naturaleza condena-
dos a buscar su propio interés individual y, bajo circunstancias sociales favorables,
están dispuestos a aceptar la disciplina del contrato, entonces ¿qué tipo de criatura esta-
ría en contra de este estado de la sociedad? Obviamente, la respuesta es una criatura
que no sea totalmente humana. La no aceptación del contrato es la prueba de una per-
sonalidad criminal, tanto si la no aceptación se manifiesta en forma de robo o de huel-
ga. La no búsqueda del interés propio, incluyendo algo de moderado altruismo
gratificante es primafacie evidencia de locura, sea con la etiqueta de santo o de luná-
tico. En una sociedad civilizada, a esta desviación sólo puede hacérsele frente con la fuer-
za, antes de que amenace a la misma estructura de la civilización, ya que, igual que la
inflación, disminuye la confianza general en los contratos. Cuando los desviados son
sociedades enteras, entonces el enfoque de la preferencia subjetiva de la política inter-
nacional puede legitimar el imperialismo, como una misión civilizadora para aquellos
individuos dispuestos a aceptar los principios de la civilización, y también justificar
la represión de todos los bárbaros restantes.
Dentro de una sociedad civilizada, los políticos son el problema principal. Al bus-
car la popularidad para su promoción propia, los políticos casi siempre rompen las nor-
mas del contrato ofreciendo aquello de lo que no son propietarios a un precio que no
refleja el coste de oportunidad real de los recursos. Así, cuantos menos recursos ten-
gan para utilizar, mejor para la teoría de la preferencia subjetiva. Pero si se acepta que
la soberanía debe residir en las instituciones políticas para garantizar los contratos bajo
la ley, entonces es difícil establecer limitaciones vinculantes a los políticos como grupo.
Las limitaciones apropiadas pueden incluir las constituciones escritas; la separación
de poderes entre el ejecutivo, el legislativo y el judicial; y los bajos salarios a los polí-
ticos, obligándoles a tener recursos económicos además de la representación política.
Estas limitaciones formales son importantes, pero incluso más significativo ha sido el
cambio de la política económica de la preferencia subjetiva desde visiones formales
(y muchas veces elitistas) de este tipo sobre un sistema político deseado, hacia una
posición mucho más populista.
En esta última posición, el sufragio universal se vuelve deseable como la restric-
ción más efectiva a la ambición política, ya que el «ciudadano medio» conoce la rea-
lidad de la visión del mundo de la preferencia subjetiva y, al final, elegirá a favor de
aquellos políticos que hablen en términos de esa realidad. Algunos políticos menos
escrupulosos pueden intentar hacer atractiva su política parlicular haciendo publicidad
y utilizando envoltorios brillantes, pero, como en todas las afirmaciones falsas, el
consumidor perspicaz sólo se equivocará una vez. El sufragio universal combinado
con el derecho a formar grupos de presión para informar mejor al resto de ciudada-
nos y a los políticos sobre temas concretos es un concepto de democracia totalmente
compatible con gran parte de la teoría de la preferencia subjetiva. Sin embargo, esta
defensa de la democracia no es muy coherente con la actitud más represiva hacia la opo-
sición política presente en las definiciones restrictivas de la naturaleza humana y de la
civilización. El énfasis en la ley y el orden fuertes y en la defensa nacional en el inte-
rés de la civilización coexiste incómodamente con la proclamación de la libertad
328 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

humana fundamental. En tiempos de estrés, la intolerancia con la oposición puede no


permanecer limitada a los criminales y los extranjeros. La crítica de la economía polí-
tica de la teoría de la preferencia subjetiva puede empezar a partir del examen de esta
contradicción entre la negación de una oposición razonable y la proclamación de la
libertad individual. Pero esa crítica tiene también que explicar la ascendencia actual
de la economía de la preferencia subjetiva como base de la política económica de
muchos países en los años 80.
Aquí, la base de este éxito sólo la sugeriremos. En primer lugar, el apoyo a los par-
tidos políticos que adoptan la lógica de la economía de la preferencia subjetiva por
parte de aquellos que reciben ingresos importantes en forma de rentas, intereses y divi-
dendos es antiguo. A principios del siglo xx, economistas como Irving Fisher y J. B.
Clark en los Estados Unidos estaban utilizando el concepto de utilidad para justificar
este tipo de pagos. Estas justificaciones reconocían que este tipo de recompensas no
estaban directamente asociadas a actos de trabajo o a la asunción de riesgos de perdi-
da de recursos, ya que este último elemento se ve en gran parte reducido por la capa-
cidad de poseer una cartera de activos que representen participaciones en muchas
empresas a través de la bolsa.
El argumento consiste en que, en un mundo de individuos en competencia bus-
cando su propio interés dentro de las normas del contrato libre, estos pagos sólo los
realizarían los empresarios si, en general, hubiera reticencia a dedicar recursos para el
futuro, a pesar de que los procesos de producción más prolongados produjeran más o
mejores mercancías (los ejemplos obvios son los árboles plantados para conseguir
madera y la maduración del vino). Por lo tanto, las mejoras productivas que requeri-
rían tiempo para implementarse, es decir, la mayor «duración» en la producción, sólo
se llevarían a cabo si algunas personas estuvieran dispuestas a sacrificar algo que la
mayoría de gente valorara mucho, es decir, la satisfacción inmediata a través del con-
sumo. Analíticamente, el pago de intereses es la recompensa natural a este aplaza-
miento. Así, los que reciben intereses, rentas y dividendos como ingresos pueden
justificar su posición con la teoría de la preferencia subjetiva, y sólo con esa teoría.
Este argumento puede extenderse del interés propio de los individuos en la distribu-
ción a todo el sector financiero cuando este sector es visto como la agencia vital para
enlazar grupos enteros de transacciones. Esto incluye la vinculación del presente con
el futuro a través de los seguros de vida y los planes de pensiones, la paulatina trans-
ferencia del control sobre los recursos a manos de los nuevos empresarios, y el refor-
zamiento de las presiones competitivas a través de la amenaza continua del reemplazo
de los gerentes complacientes si se olvidan de sus accionistas. Así, los corredores de
bolsa, los reaseguradores y los banqueros pueden considerar las peticiones de dona-
ciones políticas a los partidos adheridos a las visiones de la preferencia subjetiva con
mucha simpatía.
Detrás de este evidente egoísmo individual y empresarial existe un atractivo más
mñpnopero menos seguro. Cualquier éxito en la obtención de un ingreso real mayor es
un signo de mérito social en la teoría de la preferencia subjetiva. La utilidad general
está reflejada en los precios. Por lo tanto, el ser bien pagado no sólo da seguridad mate-
rial, sino también prestigio social. En una economía en expansión, aquellas personas que
están recibiendo ingresos más altos pueden asociar esas ganancias al logro individual
y aceptar la visión liberal de la preferencia subjetiva del mundo como adecuada a su
TEORÍA DE LA PREFERENCIA SUBJETIVA: UN MARCO PARALALlBERTAD 329

experiencia. En tiempos de depresión, aquellos que sufren más directamente pueden


ser fácilmente atraídos por la parte represiva de la política de la preferencia subjetiva,
ya que se buscan cabezas de turco culpables de que la economía no se encuentre en su
equilibrio general natural. En la creencia de que, cuando estos «provocadores» sean
eliminados, la sociedad recuperará su equilibrio robado. «Yo soy responsable del éxito,
otro es responsable del fracaso» es una afirmación muy atrayente, a no ser que dejes de
ser «YO» y te conviertas en «el otro» a ojos de un gobierno.
Por ejemplo, en términos dramáticos, «yo» abandono mi trabajo como una expre-
sión de libertad personal, el «otrm> es un huelguista descerebrado. «YO>> presiono a mi
representante en el Parlamento, «otro» intenta intimidar para llegar al poder. De esta
forma, volvemos a la contradicción de que la economía de la preferencia subjetiva
parece finalmente ser incapaz de responsabilizarse de su propia autoproclamada cre-
encia de que su expresión política natural es un liberalismo abierto. Su indudable lógi-
ca está demasiado fácilmente ligada a la política de la intolerancia y la defensa brutal
de la propiedad privada contra aquellos que tienen poco o nada. Pero las ideas de la
economía de la preferencia subjetiva siempre han sido desafiadas, porque las visiones
que ellos rechazan también han encontrado portavoces influyentes. El primer porta-
voz de esta oposición reconocido como un gran economista fue David Ricardo, cuyas
ideas examinaremos en el próximo capítulo.
CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA 331-346

Monetarismo'
Bernhard Felderer, Stefan Homburg

El drama monetarista era bastante confuso desde el principio, pero ¡qué puesta en esce-
na! Aparentemente, dos campos de científicos respetables luchando entre sí hasta la
muerte, sin que la verdadera causa de este desacuerdo apareciese claramente. Ésta pare-
ce ser la impresión que el público tiene de la situación actual de la macroeconomía, y
toda esta controversia evidente y forzosamente recuerda los primeros tiempos de la
«revolución keynesiana». Por suerte, en la última década, el debate ha perdido consi-
derablemente su carga emocional de tal forma que, hoy en día, una explicación equi-
librada de estos temas no parece difícil.
Sin embargo, resulta difícil proporcionar una definición concisa de «monetaris-
mo». Un primer enfoque provisional podría ser el siguiente: el monetarismo es la teo-
ría cuantitativa reformulada, y su aseveración principal es que la evolución de la renta
nacional nominal está dominada por los cambios en la oferta monetaria. Esta defini-
ción es de uso común, breve, vacía y, sin duda, demasiado limitada.
La ambigiledad del término que estamos considerando aparece más fácilmente si pre-
guntamos por su opuesto: en primer lugar, monetarismo-fiscalismo parece ajustarse
mejor. En tal caso, el monetarismo debe considerarse corno una posición pragmática
que, por razones que más tarde explicaremos, prefiere la política monetaria a la fiscal.
Este es sin duda un primer aspecto del tema.
¿O es el monetarismo lo contrario del keynesianismo? El primero sería entonces
una teoría cuyos seguidores considerasen a la teoría keynesiana falaz, insuficiente o
irrelevante. Esta definición es la que parece ser predominante entre los economistas.
En tercer lugar, el monetarismo a menudo se concibe como un anti-activismo, sien-
do, por tanto, una variedad del liberalismo económico. Como parece que el público
considera que ésta es la característica esencial del monetarismo, la aceptarnos como
un aspecto adicional.
Antes de entrar a discutir el monetarismo en términos de estos tres aspectos, debe-
mos efectuar algunas observaciones generales. Es importante señalar que el término
«monetarismo» no denota una escuela económica con una doctrina fija, sino más bien
un movimiento que empezó en los años cincuenta y que desde entonces ha evolucionado
y cambiado. Por lo tanto, la siguiente caracterización de monetarismo no se puede apli-
car a todos los llamados «monetaristas», esto es, a Karl Brunner, Philip Cagan, Milton
Friedman, David Laidler, Allan H. Meltzer y Jerome L. Stein, por nombrar unos pocos.
Además, los monetaristas y los keynesianos no constituyen dos campos bien diferen-

' Publicado en: Felderer, Bemhard; Homburg, Stefan. «Monetarism». En: Macroeconomics and new
171~185. Traducción: Beatriu Kr.tyenbühl.
macroeconomics. 2" ed. Berlín: Springcr Verlag, 1992, p.
332 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

ciados e intransigentes; más bien «el monetarismo puro» y el «keynesiansmo puro»


son los extremos imaginarios de una línea, y la mayoría de los economistas se sitúa en
algún lugar entre ambos. A pesar de ello, nuestra exposición polarizadora es adecua-
da para mostrar las diferencias que realmente existen.
Hoy en día, el monetarismo se interpreta como una «Contrarrevolución» a la «revo-
lución keynesiana», originariamente iniciada por Milton Friedman y formulada por éste
y sus colegas hasta alcanzar hoy en día el estatus de la ortodoxia. Según nuestro punto
de vista, tres fueron las razones principales responsables de esta «contrarrevolución».
En primer lugar, la «revolución keynesiana» nunca consiguió una victoria com-
pleta, en parte por razones ideológicas. Los «miedos>> y las «esperanzas» de que el sec-
tor gubernamental avanzaría como resultado de esta doctrina resultaron ser ciertos; y
los «miedos» confonnaron un suelo fértil para cualquier contrarrevolución. Sin embar-
go, uno debiera tener cuidado de no considerar la controversia monetarista~keynesia­
na como un debate esencialmente ideológico. Las cosas no son tan simples y más tarde
explicaremos por qué.
Una segunda causa importante del ascenso del monetarismo fue el desarrollo de la
teoría monetaria. Pero el interés creciente por el dinero no fue característico únicamente
del monetarismo sino de la mayor parte de la investigación macroeconómica desde
Keynes: ya hemos mencionado a Hicks, Patinkin, Tobin y Davidson. Por otra parte, el
monetarismo tuvo un papel muy activo en conectar la teoría monetaria (corro ejerci-
cio académico) y la política monetaria (como la totalidad de las medidas prácticas).
Sin embargo, los acontecimientos reales constituyeron la causa más importante de la
contrarrevolución. Durante la segunda guerra mundial, muchos economistas tuvieron
miedo de una prolongación, cuando no de un agravamiento, de la depresión anterior a
la guerra. Keynesianos influyentes como Alvin H. Hansen o Abba P. Lerner1 predijeron
un problema duradero de demanda insuficiente si las autoridades responsables no opta-
ban por una política fiscal activa. Puesto que no estaban solos en esta opiQión, el énfa-
sis principal de la política activista, tanto en los Estados Unidos como en todos los demás
lugares, recayó sobre la política fiscal. Por otra parte, la política monetaria" quedó en
último lugar y su principal tarea consistió en asegurar tipos de interés bajos para dismi-
nuir el problema de la deuda pública y quizá para que la inversión estimulara la deman-
da. Los cambios en la cantidad de dinero fueron casi completamente ignorados.
Hoy en día sabemos que en los años posteriores a la guerra no se produjo una dis-
minución de la demanda agregada; más bien al contrario, hubo un movimiento al alza
de la misma sin precedentes, y tanto la producción como el empleo se mantuvieron en
niveles altos y estables durante largo tiempo. Siendo así, resulta fácil entender que el
problema del desempleo perdiese interés público y fuese substituido por el problema de
la inflación, el más apremiante por aquel entonces.
Por consiguiente, los economistas profesionales, o por lo menos una fracción con-
siderable de éstos, trasladaron su atención del empleo a la inflación: la base para el
monetarismo estaba preparada.2
l. Hansen,A. H. (1941). Fiscal Po/icy and 1/ie Business Cycle. Nueva York: W. W. Norton; Lemcr, A. P.
(1944). The Economicso[Control. Nueva York: MacMillan.
2. Un análisis sociológico extraordinario de la revolución y de la Contrarrevolución se halla en Johnson,
H. G. (197l). «The Keynesian Revolution and theMonetarist Counterrevoluition».American Economic
Review(PP)61,p.l~14.
MONETARISMO 333

l. LAS BASES TEÓRICAS, O: MONETARISMO FRENTE A KEYNESIANISMO

El dinero es un velo, pero cuando el velo se agita, el producto real chisporrotea (Jol1n
G. Gurley).

En esta primera sección deseamos discutir la teoría monetarista y explicar en qué aspec-
tos difiere de la de los clásicos y de los keynesianos. El primer hito en la evolución de
]a teoría monetarista lo constituye el artículo de 1956 de Milton Friedman «The Quantity
Theory of Money: A Restatemenb>. 3 La «reformulación» de Friedman combina ele-
mentos clásicos y keynesianos y es, substancialmente, una teoría de la demanda de
dinero.
A fin de entender el análisis de Friedman, empecemos con una explicación de la
equivalencia entre riqueza y renta. Si W11 denota una riqueza nominal y r representa
un tipo de interés, entonces la renta nominal en un cierto período equivale a:

Y11 = W" · r (217)

Y a la inversa, la riqueza se puede calcular cuando la renta y el tipo de interés son


conocidos:

Y"
wn=-
r
(218)

Por lo tanto, «riqueza» y «renta» son sólo dos aspectos de la misma cosa puesto
que cada tipo de renta puede considerarse como un rendimiento de un stock de rique-
za. Si el interés viene dado, la riqueza produce una renta específica; y, al revés, el inte-
rés se puede calcular descontando el flujo de renta. Friedman no dedicó su atención
hacia la riqueza actual, o la renta corriente, sino hacia las magnitudes permanentes. Si
tomamos el caso extremo como ilustración: W11 es la riqueza que posee un individuo
durante toda su vida; e yn es la renta media (permanente) de toda su vida. Esta nueva
definición de los ténninos está estrechamente conectada con la investigación de Friedman
sobre la función de consumo4 y es muy significativa para esta teoría.
Supongamos, por ejemplo, de conformidad con Friedman, que el consumo no
depende de la renta corriente sino de la renta permanente. Por lo tanto, la renta corrien-
te determina el consumo sólo en cuanto es una fracción de la renta permanente. La
hipótesis de la renta absoluta de Keynes se ve pues rechazada y substituida por la hipó-
tesis de la renta permanente de Friedman. Ahora bien, cuando la renta corriente dis-
minuye, los individuos reducen sus consumos sólo ligeramente, o incluso no los reducen
en absoluto, puesto que forman sus planes de consumo en relación con la renta per-
manente. Si esto es cierto, los multiplicadores keynesianos son completamente insig-
nificantes puesto que una reducción dada en la renta real no disminuye mucho el
consumo. Como resultado de esta hipótesis de la renta permanente, el sector privado

3. Friedman, M. (l956). «The Quantity Thcory of Money: A Restatemem)). En: Friedman, M. (ed.).
Studies in the Quanrity Themy of Money, Chicago: Chicago Press.
4. Friedman, M. (1957). A Tlzeory ofthe Consumption Function. Princeton: Princeton Univcrsity Press.
334 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

parece mucho más estable que lo que pretendían los keynesianos; y las alteraciones
exógenas no causan procesos multiplicador significativos sino meros ajustes insigni-
ficantes.
Friedman también aplica su concepto de renta permanente a la teoría de la deman-
da de dinero. La renta permanente es el rendimiento sobre un stock definido de forma
bastante amplia de riqueza nominal que consiste en:

-dinero: medios de pago con un valor nominal constante que no produce interés;
-bonos: valores portadores de interés con un valor nominal constante;
-acciones: derechos sobre los beneficios de una empresa;
-bienes físicos; y
- capital humano.

La idea de riqueza de Friedman abarca pues dos elementos que son nuevos para
nosotros, a saber, los bienes físicos y el capital humano. Los bienes físicos tienen
mucho en común con las acciones puesto que no están sujetos al peligro de la infla-
ción. Difieren de las últimas porque no producen pagos en dinero, sino en especie.
Los propios ejemplos de Friedman de coches y viviendas ilustran el hecho de que la
«renta» derivada de los bienes materiales no consiste en dinero sino en utilidad
directa.
El capital humana es la totalidad de aquellas capacidades de un individuo que pro-
ducen renta por el trabajo; en principio, se puede calcular mediante la suma de los
ingresos por trabajo del individuo durante toda su vida descontados. Así pues, reco-
nocemos de nuevo que cualquier renta puede ser considerada como procedente de un
stock de capital adecuadamente definido. Sin embargo, el capital humano es sui gene-
ris en tanto que no puede de ningún modo ser intercambiado de forma instantánea por
otros stocks de riqueza. Los bonos se pueden cambiar por dinero sin dificultad, mien-
tras que la perfecta fungibilidad del capital humano sólo existe en un mercado de escla-
vos. Finalmente, la renta permanente son los ingresos obtenidos de los cinco bienes
anteriores.
Ahora ya estamos preparados para introducir la función de demanda de dinero de
Friedman:

L 11 =f (P,r8,rE,-,-.
p Y") (219)
p r
(+} (-} (-} (-} (+}

La demanda nominal de dinero depende de los factores siguientes:

-El nivel de precios corriente. Esto es debido al hecho (ya familiar para nosotros) de
que los individuos quieren mantener un cierto nivel de saldos líquidos reales.
-Las tasas de rendimiento r8 y rE sobre bonos y acciones, respectivamente. Estas dos
ejercen una influencia sobre la demanda de dinero ya que los bonos y las acciones
son substitutos de los saldos líquidos. Cualquier aumento en r 8 o rE aumenta el coste
de oportunidad de tener saldos líquidos y, por lo tanto, tiende a reducir1os.
MONETARISMO 335

-La tasa de inflación, É'IP. Pes la fórmula abreviada para dP/dt, es decir, el cambio
en P en el tiempo. Dividiendo esta magnitud por P, obtenemos una tasa de creci-
miento que indica el cambio relativo en P. Una tasa de inflación positiva ocasiona
una reducción en el valor real de los saldos líquidos y por ello aumenta los costes de
oportunidad de tener dinero efectivo. Por lo tanto, como norma, un aumento de P!P
disminuirá la demanda de dinero.
-El stock de riqueza que según (218) se puede calcular a partir de la renta permanen-
te y la tasa media de rendimiento, r, sobre los cinco bienes.5

Se hacen necesarios dos comentarios. En primer lugar, subrayamos que deben dis-
tinguirse muy claramente los cambios en el nivel de precios y los cambios en la tasa de
inflación. Un aumento del primero hace subir los saldos líquidos nominales, mientras
que un aumento de la última los reduce. El primer caso se justifica mediante la obser-
vación de que los individuos desean mantener ciertos saldos líquidos reales. Por lo
tanto, si los precios suben, los saldos líquidos nominales se incrementarán. Al segun-
do caso le aplicamos el principio de Jos costes de oportunidad; cuanto más alta es la
tasa de inflación, más fuertemente disminuyen los saldos líquidos reales en el tiempo
o, lo que es igual, mayores son los costes de mantener saldos líquidos. De ahí que los
últimos se verán deliberadamente reducidos cuando la inflación aumente.
En segundo lugar, se debe explicar la algo misteriosa tasa «n>. Más arriba hemos
enumerado cinco bienes distintos, de los que se suponía que producen algún rendi-
miento pecuniario o no pecuniario. Sin embargo, de las cinco tasas de rendimiento
correspondientes, sólo dos son medibles, a saber, los rendimientos de los bonos y de
las acciones, r 8 y rE. Por lo tanto, Friedman abandona una explicación explícita de los
otros bienes y asume que r, en tanto que media ponderada de las cinco tasas de rendi-
miento, varía «de algún modo sistemático» con r 8 y rE·- El problema se ha reducido
pues a analizar dos tasas de rendimiento, y una valoración explícita de r resulta inne-
cesaria:

(220)

En esta ecuación, hemos substituido la renta permanente por riqueza nominal por-
que se supone que su tasar está implicita en r8 y ~'E·
Friedman asume después que los individuos no están sujetos a la «ilusión monetaria))
y que pretenden tener una cierta cantidad de saldos líquidos reales. Por Jo tanto, si
ambos, los precios y la renta nominal permanente, se multiplican por A, la demanda
nominal de dinero efectivo se incrementará por A, también:

(221)

5. En su artículo, Friedman tiene en cuenta dos magnitudes complementarias, a saber, la relación entre
capital no·humano y humano (w) y las «preferencias» (11). Puesto que ambas no se pueden medir y son
por ello desechadas por Friedman, no las hemos introducido.
336 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

Si los precios y la renta nominal se duplican, por ejemplo, los saldos líquidos nomi-
nales también se doblarán a fin de mantener el nivel de saldos líquidos reales. Dado
que (221) es válido para cualquier A., podemos escribir 1.. = 1/Y" para obtener:

1
-·V'- ( p p )
- 1 (222)
yn -J- y urB• r
E• p >

yn rB• rE• _!_


L" =!(_!___ p ' 1) · Y" (223)

Ahora pedimos al lector que compare (223) con la función de demanda de dinero
de la teoría cuantitativa. Obviamente, las dos son bastante similares, siendo la única
diferencia esencial que la demanda de dinero está determinada por una constante, y
por una función en (223). De acuerdo con Friedman, el coeficiente de saldos líquidos
(k) no es un valor numéricamente constante sino unafimción constante de algunas
variables. Esto se considera como la diferencia más importante entre la teoría cuanti-
tativa clásica y su reformulación.
Puesto que la velocidad de circulación del dinero, es justo el recíproco del coeficiente
de saldos líquidos, podemos definirla de la siguiente manera:

(224)

Omitiendo la constante, «1», y substituyendo p¡yn por su recíproco, obtuvimos la


velocidad de circulación del dinero como una función de la renta permanente real, de
las tasas r 8 y rE, y la tasa de inflación. Mediante la condición de equilibrio para el mer-
cado de dinero, M= L 11 , llegamos inmediatamente al resultado final, la ecuación cuan-
titativa reformulada:

(225)

A la vista de la similitud de (225) con la ecuación cuantitativa, la expresión «refor-


mulación de la teoría cuantitativa del dinero» parece bastante adecuada. Ahora debemos
investigar las «novedades» específicas de la concepción de Friedman y considerar de
qué modo está relacionada con la teoría cuantitativa original, con la teoría de la liqui-
dez y con la teoría de la cartera de valores.
La reformulación difiere de la fonnulación original de la teoría cuantitativa en que
se concibe la velocidad de circulación del dinero como una variable dependiente del
sistema, y no como una constante. Sin embargo, para ser justos, debemos añadir que en
la literatura clásica también se hallan numerosas reflexiones sobre las determinantes
de v, aunque el análisis de Friedman puede resultar más explícito y sistemático. La
siguiente inferencia es importante para una adecuada estimación del monetarismo: a
nivel teórico, los monetaristas no defienden que la velocidad de circulación del dine-
MONETARISMO 337

ro sea una magnitud constante, sino que es una función establé de las cuatro variables
enumeradas en (225). Por consiguiente, un cambio en ves concebible si resulta de un
cambio en aquellas variables. Esta formulación parece teóricamente concluyente y está
en desacuerdo con las formas toscas de la antigua teoría cuantitativa. Más todavía, no
se puede falsear empíricamente puesto que las determinantes y u (renta permanente) y
r (tasa media de rendimiento) no son medibles.
El análisis de Friedman difiere de la teoría de la preferencia por la liquidez key-
nesiana que se puede representar mediante la ecuación

M=L(Y, i) · P (226)

por lo menos en tres aspectos. En primer lugar, el tipo de interés es substituido por
cinco tasas de rendimiento distintas, aunque sólo dos de éstas son medibles y pueden
ser tomadas en cuenta de forma explícita. Esta diferencia parece ser de importancia
menor.
Una segunda desviación surge del hecho que los dos enfoques emplean nociones de
renta diferentes, a saber, renta permanente por un lado y renta cmTiente por el otro. La
demanda de dinero keynesiana está sujeta a cambios espontáneos si la renta corriente
vaña, mientras que la demanda de dinero de Friedman no lo está porque depende de
la renta permanente. Puesto que la determinante yn en (225) es casi constante, la deman-
da de dinero de Friedman resulta ser mucho más estable que la de los keynesianos.
En tercer lugar, la tasa de injlacióll aparece como una determinante decisiva en la
ecuación (225); y se trata de un elemento nuevo, dinámico. Volveremos a este tema
cuando examinemos el problema de la inflación.
Finalmente, ¿cuáles son las diferencias entre el análisis de Friedman y la teoría de
la selección de la cartera de valores de Tobin? De nuevo, éstas son la atención de
Friedman a la tasa de inflación y su concepto de renta permanente. Aparte de esto, los
dos enfoques son extraordinariamente similares.
Después de estas observaciones introductorias respecto a las relaciones entre la
cuatro teorías de la demanda de dinero, estamos ahora preparados para discutir las pro-
posiciones centrales de Friedman en cuanto a su teoría, lo que se inicia utilizando la
ecuación cuantitativa que, reformulada de forma abreviada, puede escribirse como

M· v(.) =Y" (227)

En sus consideraciónes teóricas, Friedman asume una oferta exógena de dinero


nominal, M. Sin embargo, los saldos líquidos reales están determinados por los indi-
viduos, puesto que su comportamiento determina los precios nominales. Podemos ana-
lizar primero el impacto de una expansión monetaria.
En el ejemplo más simple, el banco central distribuye dinero adicional por vía del
«efecto helicóptero»: M aumenta. La demanda de saldos líquidos reales sigue sin cam-
biar por el momento; de ahí que los individuos intenten disminuir sus saldos nomina-
les adicionales mediante la compra de mercancías, bonos, etc. Considerado de forma

6. Aquí no utilizamos el término estabilidad en el sentido teórico (convergencia hacia un equilibrio) $Íno
en el sentido estadístico (invariancia).
338 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

macroeconómica, no lo conseguirán, puesto que el gasto de un individuo es el ingreso


de otro. Pero la renta nominal yn : = Y· P aumentará.
La cuestión es si el aumento de la renta nominal consiste en subir las rentas reales
o en subir los precios. O, dicho de otro modo, ¿una política monetaria expansionista
producirá una subida en el output o en la inflación? Este tema crucial difícilmente
puede resolverse utilizando el modelo de Friedman antes expuesto; por lo tanto, habi-
tualmente él supone que la renta real está determinada dentro de algún tipo de sistema
walrasiano. Por tanto, la expansión monetaria usualmente incrementará los precios;
sin embargo, en algunos casos, Friedman admite efectos reales de la política maneta~
ria. Volveremos a este tema más tarde.
Por ahora supongamos que de la expansión monetaria surgen efectos en los pre~
cios. Por consiguiente, no sólo los precios sino también la tasa de inflación aumenta-
rán por algún tiempo. Esto ocasiona que la demanda de dinero disminuya puesto que
los costes de oportunidad de mantener los saldos líquidos aumentan. Así pues, la dura-
ción media de retener el dinero, k, disminuye, y la velocidad de circulación del dinero,
v, aumenta.
Ahora bien, consideremos la ecuación (227). Cuando v aumenta debido a la expan-
sión monetaria, la renta nominal debe subir más que en proporción a la cantidad de
dinero. Supongamos, por ejemplo, que la cantidad de dinero aumenta en un 5%. Cuando
v sube en un_2% por un corto periodo de tiempo, entonces la renta nominal debe subir
en un 7%. ¡Pero únicamente de forma temporal! Porque, cuando el nivel de precios ha
alcanzado un nivel 7% más alto que antes, la inflación se detiene y v disminuye hasta
su valor original. Después debe tener lugar una deflación del 2%. El valor de equili-
brio de la renta nominal sólo se consigue después de algunas desviaciones adiciona-
les. Es 5% más alto que el original.
La descripción de este en cierto modo enrevesado proceso produce un resultado
importante: los cambios de-una-vez-por-todas (once-and-for-all) en la cantidad de
dinero no producen efectos «Continuos» sino que dan lugar a desviaciones erráticas,
cíclicas. La política discrecional parece ser altamente desestabilizadora.
Seguidamente analizaremos el impacto de la política monetaria sobre las magni~
ludes reales. Según los monetaristas, los efectos reales se reflejan en primer lugar en
retrasos temporales en la formación de expectativas. Consideremos una economía que
ha presentado una tasa anual de crecimiento económico real de 3% durante muchos
años y en la que el banco central ha incrementado la cantidad de dinero en un 5% por
año. Asumiendo que la velocidad circular del dinero es constante, se ha observado
durante un largo periodo de tiempo 2% de inflación por año. Los habitantes de esta
economía están sin duda acostumbrados a la tasa de inflación anual; y cuando hacen
contratos a más largo plazo (sobre el trabajo o el crédito, por ejemplo) tienen en cuen-
ta este 2%.
Ahora supongamos que tiene lugar un incremento espontáneo e inesperado en la
cantidad de dinero. El consiguiente aumento de la inflación surge como una sorpresa
para nuestros individuos y, a corto plazo, las tasas salariales reales y el tipo de interés
real (el tipo nominal menos la tasa de inflación) disminuirán. Si los recursos no han
sido completamente utilizados al principio, el empleo y la producción subirán. Por lo
tanto, aquí nos encontramos con efectos reales de los cambios monetarios. No obs-
tante, según la opinión monetarista, el empleo y la producción disminuirán hasta sus
MONETARISMO 339

niveles originales, «naturales», tan pronto como las expectativas de inflación se hayan
adaptado completamente.
Esta consideración nos lleva a la noción de una tasa de desempleo natural. La tasa
de desempleo natural es aquella tasa establecida por las fuerzas del mercado y que no
puede ser permanentemente influida por medidas fiscales o monetarias. Según los
monetaristas, la tasa natural de desempleo viene determinada por problemas de ajuste
friccionales, la tasa salarial real media y la estructura de los salarios reales. Observemos
que ni se la considera como dada por la «naturaleza», ni que signifique una tasa «ópti-
ma» de desempleo. Se trata más bien de que la tasa de desempleo natural se define de
forma análoga al tipo de interés natural que explicamos en el capítulo IV.
La existencia de esta tasa de desempleo natural constituye un tema central en la
controversia entre monetaristas y keynesianos. Típicamente, los keynesianos no admi-
ten su existencia sino que argumentan que el gobierno es capaz de remediar el de-
sempleo mediante una política fiscal o monetaria -por lo menos en principio-. Por otra
parte, los monetaristas sostienen que la política fiscal no alterará en modo alguno la
tasa de desempleo real mientras que la política monetaria lo hará sólo temporalmente.
De lo anterior debiera resultar claro que los efectos de la política monetaria sobre
la tasa de desempleo son temporales por naturaleza; pero, respecto a la política fiscal,
es algo más difícil. El propio Friedman no tiene un instrumento analítico a su dispo-
sición para examinar los impactos fiscales. Sin embargo, defiende que la «política fis-
cal pura» siempre producirá un efecto desplazamientoltotal (total crowding-out):

Parece absurdo decir que si el gobierno aumenta sus gastos sin aumentar sus impues-
tos, esto puede no ser expansionista por sí mismo. Tal política obviamente pone la
renta en manos de la gente a la cual el gobierno paga sus gastos sin tomar ningún
fondo adicional de manos de los contribuyentes. ¿No es esto algo obviamente expan-
sionista o inflacionista? Hasta este punto, sí, pero ésta es sólo la mitad de la historia.
Debemos preguntar de dónde obtiene el gobierno los fondos adicionales que gasta.
Si el gobierno imprime moneda para satisfacer sus facturas, se trata entonces de polí-
tica monetaria y nosotros estamos intentando mi~ar a la política fiscal. Si el gobierno
consigue los fondos tomándolos prestados de la gente, entones aquellas personas que
prestan los fondos al gobierno tienen menos para gastar o prestar a otros.7

En pocas palabras: los gastos del gobierno financiados por los impuestos o por
empréstitos suponen un efecto desplazamiento total. Este resultado está claramente en
desacuerdo con el de Tobin que ya hemos discutido en el capítulo anterior. Desgra-
ciadamente, el alegato de Friedman no se basa en un modelo analítico explícito; por
ello sólo podemos pensar que desecha el efecto patrimonial de los créditos públicos y
considera los valores del Estado y el dinero corno complementos.
Fueron Jos más notables partidarios de Friedman, Karl Brunner y Allan H. Meltzer,
quienes superaron esta falta de base analítica. Desarrollaron una serie de modelos con-
tinuamente modificados a fin de ofrecer un análisis minucioso de los mecanismos de
transmisión de la política fiscal y monetaria y así eliminar el vacío teórico parcial del

7. Fricdman, M. (1970). «The Countcrrevolution in Monetary Theory». Londres: Institute of Economic


Affairs for the Wincott Foundation. Monografía 33, p. 19.
340 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

monetarismo. Sin discutir sus extensos modelos8 en detalle, deseamos indicar sus prin-
cipales características:
En primer lugar, los modelos de Brunner y Meltzer se basan en la temía de la selec-
ción de la cartera de valores. Por esta razón, su enfoque también recibe el nombre de
«monetarismo de la teoría de precios», por oposición al «monetarismo de la teoría neo-
cuantitativa» de Friedman. Es particularmente sorprendente cuán reducidas son las
diferencias entre los modelos monetaristas a la manera de Brunner/Meltzer, por un
lado, y los modelos keynesianos a la manera de Tobin, por el otro, -por lo menos en
lo que se refiere a sus instrumentos analíticos-.
En segundo lugar, los modelos de Brunner y Meltzer comprenden un amplio espec-
tro de bienes. Los autores luchan contra los intentos de definir el «monetarismo» como
una teoría que asume una curva LM vertical, es decir, que asume que la demanda de
dinero es peifectamente inelástica respecto al interés. Según ellos, el modelo IS/LM
no puede servir como base de comparación porque no contiene suficiente información
relevante, a saber, una gama completa de activos y tasas de rendimiento. Brunner y
Meltzer llegan a resultados «monetaristas», aunque los autores no consideran que la
demanda monetaria sea perfectamente inelástica respecto al interés, tal como hicieron
los clásicos.
En tercer lugar, los modelos de Brunner y Meltzer no pueden proporcionar un
análisis completo de la economía porque no contienen un mercado de trabajo y toman
la renta real como exógena. Este hecho muestra una vez más que el monetarismo con-
temporáneo es más una teoría de la inflación que una teoría del ciclo económico o
incluso que una teoría del empleo. Mientras, el problema de la «ecuación perdida»
del monetarismo (es decir, la que determina la renta real) se ha vuelto una palabra
volátil
Debido al desarrollo de la teoría de la cartera de valores y su utilización por los
monetaristas, ha tenido lugar una convergencia de método entre las dos «escuelas», lo
cual es una ventaja para todos los observadores de la controversia puesto que favore-
ce la comparación. Este bien recibido desarrollo se echa a perder en cierto modo, ya
que tanto los keynesianos como los monetaristas no siempre reconocen la convergen-
cia. Especialmente cuando se lee a Brunner y Meltzer, se tiende a tener la impresión
de que los autores consideran la teoría de la selección de la cartera de valores como
un instrumento exclusivamente monetarista, mientras que, cuando hablan de «keyne-
sianismo», parecen referirse únicamente al modelo de renta-gasto.
Considerándolo todo, se puede afirmar que las diferencias de método entre los key-
nesianos modernos y los monetaristas se han vuelto insignificantes. En teoría, los dos
temas centrales son:

-la aceptación o el rechazo de la tasa de desempleo natural, y


-las estimaciones divergentes del tipo y fuerza de las relaciones de substitución entre
diversos bienes.

8. Ver especialmente Brunner, K.; Meltzer, A. H. (1972}. «A Monetary Framework for Aggregative
Analysis». En: Suplemento 1 de Kredit tmd Kapilal; Brunner, K.; Meltzcr,A. H. (1976). «An Aggregative
Thcory for a Closed Economy». En: Stcin, J. L. (ed.). Monetarism. Amsterdam: North Holland.
MONETARISMO 341

Respecto a Friedman, a este catálogo debe añadirse el concepto de magnitudes per-


manentes. Pero aún más importante que todo esto es la convicción de los monetaris-
tas que el sector privado es estable en sí mismo -una convicción que los keynesianos
no comparten-.

2. LAS INVESTIGACIONES EMPÍRICAS, O: MONETARlSMO FRENTE A FISCALISMO

La inflación es siempre y por todas partes un fenómeno monetario (Milton Friedman).

La reformulación de Friedman de la teoría cuantitativa del dinero constituye un buen


ejemplo de la afirmación de Samuelson de que el impacto psíquico de una teoría no se
corresponde con sus transformaciones equivalentes. De acuerdo con su estructura alge-
braica, parece estar más estrechamente conectada con la teoría cuantitativa clásica que,
por ejemplo, con la teoría de la preferencia por la liquidez. Y, sin embargo, este no es el
caso; en realidad, es más compatible con la teoría de la preferencia por la liquidez por-
que no considera la velocidad de circulación del dinero como una constante numérica.
Por lo tanto, si Friedman se considera a sí mismo dentro de la tradición clásica,
son las razones empíricas más que las teóricas las que deben ser responsables de tal
opinión. De hecho, las diferencias empíricas entre los monetaristas y los keynesianos
son más importantes que las teóricas.
En un estudio exhaustivo de la obra Monetary Hist01y of the United States, 1867-
1960, Milton Friedman y Anna J. Schwarz observaron el crecimiento de la cantidad
de dinero, el nivel de precios y la renta a lo largo de más de un siglo. Llegaron a los
resultados siguientes:

l. Los cambios en el comportamiento del stock de dinero han estado estrechamente


relacionados con los cambios en la actividad económica, la renta monetaria y los
precios.
2. La interrelación entre el cambio monetario y el económico ha sido muy estable.
3. Los cambios monetarios a menudo han tenido un origen independiente; no han
sido únicamente un reflejo de los cambios en la actividad económica.9

La primera frase es obviamente una formulación verbal de la teoría cuantitativa,


pero más allá de esto también establece una relación entre la teoría cuantitativa, por
un lado, y los precios y la renta real («actividad económica»), por el otro.
En la segunda frase, los autores afirman la estabilidad numérica(!) de la veloci-
dad de circulación del dinero. Esto significa una intensificación considerable del resul-
tado de Friedman de que la velocidad de circulación del dinero es una función estable
de diversas variables. Sólo aquí empieza Friedman a diferir de los keynesianos y a
acercarse a los antiguos teóricos de la teoría cuantitativa. Específicamente, Friedman
y Schwarz consideran que la elasticidad del dinero sobre el interés es -0,15 de pro-
medio. Esto significa que si el interés disminuye de JO% a 9%, la demanda de dinero
aumentará sólo en un 1,5%.

9. Friedman, M.; Schwarz, A. J. (1963).A Monetm)' History ofthe United Sta/es, 1867-1960. Princeton:
Princeton University Press. P. 676.
342 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

Finalmente, Friedman y Schwarz establecen en la tercera frase que la cantidad de


dinero es, generalmente, exógena. Esto se refiere a un tema que no hemos menciona-
do hasta ahora: en los modelos anteriores, siempre asumíamos que la cantidad de dine-
ro estaba dada, un supuesto que ya motivó que los sentimientos se exaltasen en el siglo
XIX. La disputa entre la escuela monetaria y la escuela bancaria versaba justamente
sobre este tema. Contrariamente a la escuela monetaria, la escuela bancaria negaba que
el banco central pudiese controlar la oferta monetaria. Para reforzar este punto de vista,
que ha sobrevivido hasta hoy, se proponen los siguientes argumentos:

-En primer lugar, la política monetaria se concibe como una cuerda. Se podría tirar
de ella para disminuir la oferta monetaria, pero no se la puede empujar porque no se
puede forzar a nadie a tomar dinero. Por lo tanto, la política monetaria puede ser res-
trictiva pero no expansionista.
-En segundo lugar, se propone una amplia definición de «dinero>>. Si la cantidad de
dinero incluye talones, letras de cambio y similares, el banco central posiblemente
no pueda controlar la oferta monetaria total. Si las autoridades reducen una parte de
la oferta monetaria, pongamos MI,las personas pueden compensarlo mediante la
utilización de más efectos, por ejemplo. Así pues, según este punto de vista, el banco
central no puede controlar la cantidad de dinero.

Actualmente, este problema es bien conocido como la causalidad invertida. Los


partidarios de la doctrina de la causalidad invertida afirman que la cantidad de dinero
es endógena y que refleja meramente el nivel de actividad económica. La tercera afir-
mación de Friedman y Schwarz se opone a esta causalidad invertida: los autores pien-
san que la oferta monetaria es principalmente exógena. Esta exogeneidad es un
prerequisito necesario del monetarismo: porque la frase «el dinero no importa» sería
sólo realmente cierta si la cantidad de dinero fuese enteramente endógena. Por lo tanto,
un monetarista es necesariamente un teórico de la escuela monetaria.
Otro estudio adicional monetarista importante es el de Milton Friedman y David
Meiselman 10 . Se refiere a «La relativa estabilidad de la velocidad monetaria y el mul-
tiplicador de la inversión)). Friedman y Meiselman intentaron descubrir si el moneta-
rismo o el keynesianismo era respaldado por la evidencia. A fin de llevar esto a cabo,
propusieron una regla básica sorprendentemente simple, reduciendo el monetarismo
y el keynesianismo a una ecuación cada uno:

yn =a + b · M «Monetarism» (229)
Y11 =e+ d · A11 «Keynesiasm» (229)

Aquí, a, b, e, y d son los coeficientes de las regresiones lineales que se tienen que
estimar. La primera ecuación representa la proposición monetarista de que la renta
nominal está principalmente determinada por la cantidad de dinero. La segunda ecua-
ción pretende describir el modelo renta-gastos en la que «los gastos autónomos», A n,

10. Friedman, M.; Meiselman, D. (1963). «The Relative Stability ofMonetary Velocity and the Invesunent
Multiplier in the United States 1897-1958>). En: Commission on Money, Credit and Commerce (ed.).
Stabilization Policies. Englewood-Cliffs: Prentice-Hall.
MONETARISMO 343

es decir, la inversión y la demanda pública, son los determinantes cruciales de la renta


nominal. Sin embargo, para evitar el problema de la correlación espuria, Friedman y
Meiselman no calcularon estas dos ecuaciones, sino las dos siguientes, en las que se
substituye renta por consumo:

C" =a+ b · M «Monetarism» (230)


C11 =e+ d ·A" «Keynesiasm» (231)

Llegaron al resultado de que la relación entre la cantidad de dinero y el consumo


nominal está mucho más próxima que entre el gasto autónomo y el consumo. Por lo
tanto, infirieron que

-la función de demanda de dinero es mucho más estable que la función de consumo;
-es la cantidad de dinero, y no la demanda autónoma, la que ejerce la influencia deci-
siva sobre el consumo;
-y hay que esperar que la política monetaria tenga un impacto mayor que la política
fiscal.

No resulta sorprendente que estas conclusiones fuesen impugnadas. Entre las diver-
sas críticas 11 , hay dps que son especialmente importantes:

-el enfoque anterior no describe la teoría keynesianan de forma adecuada, mientras


que encaja bastante bien en el monetarismo. Debido a que el keynesianismo no se
puede reducir a una ecuación, la estimación tiene que estar a favor del monetarismo.
En resumen, las ecuaciones (230) y (231) respaldan la proposición monetarista desde
el principio;
-la estrecha correlación entre cantidad de dinero y consumo nominal no basta para
establecer que la primera determina el segundo. Por el contrario, también se produ-
cirá una relación muy estrecha entre estas dos variables si la cantidad de dinero es
endógena. Podría incluso ser cierto que en (230), M fuese la variable dependiente;
por lo menos la estimación es incapaz de demostrar lo contrario.

Por lo tanto, la controversia entre keynesianismo y monetarismo no se resolvió con


las investigaciones empíricas. La evidencia en sí no fue cuestionada, pero las conclu-
siones inferidas de ésta sí lo fueron. Hasta ahora, la mayoría de keynesianos no con-
sideran que su doctrina haya sido refutada por la investigación empírica de los
monetaristas.
Para resumir, podemos decir que los monetaristas extraen de sus investigaciones
empíricas las siguientes conclusiones:

-la renta nominal y el nivel de precios están determinados de forma sistémica sólo
por la cantidad de dinero;

11. Ando, A.; Modigliani, F. (1965), (<The Relative Stability of Monetary Velocity and the Investment
Multiplier». American Economic Review, 55. P. 693-728; Tobin, J. (1970). ((Moncy and Income: Post
Hoc ergo Propter Hoc'?». Quarterly Joumal of Economics, 84. P. 301-317.
344 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

-la política monetaria, por lo tanto, ejerce un fuerte impacto sobre la renta nominal,
pero la política fiscal tiene un efecto insignificante e indirecto porque posiblemente
l
l
altera la velocidad de circulación del dinero;
-la función de demanda de dinero es más estable que la función keynesiana del con-
sumo. La «estabilidad» se interpreta primariamente como estabilidad funcional; pero,
a partir de la evidencia, también se puede establecer una alta estabilidad numérica. La
elasticidad interés de la demanda monetaria es relativamente pequeña.

Evidentemente, el criterio respecto a la inestabilidad de la función de consumo se


refiere a la función de consumo keynesiana que emplea la hipótesis de la renta absoluta.
El consumo que depende de la renta permane11te se considera estable, así como la in ver-
sión y la demanda de dinero. Por lo tanto, como ya hemos mencionado, el monetaris-
mo proviene de una estabilidad considerable del sector privado en su conjunto. Sin
embargo, éste es difícilmente un resultado empíricamente garantizado, sino más bien
una proposición básica del monetarismo. Y, en nuestra opinión, es la proposición más
importante que separa a los keynesianos de los monetaristas.

3. LAS INFERENCIAS POLÍTICAS, o: MONETARISMO VERSUS ACTIVISMO


Un radical podría incluso aceptar la regla del crecimiento monetario constante sobre
la base de que es lo mejor que se puede hacer bajo el capitalismo (Thomas Mayer).

La hipótesis de un sector privado inherentemente estable es esencial para la actitud


política del monetarismo. Según la interpretación monetarista, si se la deja a sí misma,
una economía de mercado sólo estará sujeta a desviaciones menores en el empleo y la
producción. De ningún modo se verá expuesta a las crisis que imaginaron los keyne-
sianos. ¿Pero esta aseveración no está en contradicción flagrante con la realidad?
Los monetaristas piensan que las verdaderas depresiones, que difícilmente se
pueden negar, no resultan del comportamiento privado, sino de las intervenciones
del gobierno. El gobierno debilita la empresa privada mediante políticas fiscales
(impuestos y deuda), ocasiona la inflación con una política monetaria expansionista,
provoca el desempleo mediante una política monetaria restrictiva, y con todo ello
hace que los individuos se sientan inseguros, lo cual, adicionalmente, desestabiliza
la economía.
Así pues, los monetaristas tienen una impresión de la actividad económica com-
pletamente opuesta a la de los keynesianos. Mientras que los keynesianos consideran
el sector privado corno (potencialmente) inestable, de tal forma que el gobiemo debe
ayudar a mantener altos niveles de empleo y producción, los monetaristas suponen que
el sector privado es inherentemente estable, a pesar de que algunas veces sea incapaz
de absorber las alteraciones ocasionadas por el Estado.
La actitud antiMactivista de los monetaristas está estrechamente relacionada con
este punto de vista. Según ellos, las intervenciones del gobierno no son solamente
superfluas sino que además son perjudiciales. Por otra parte, muchos rnonetaristas
admiten que el sector privado puede inducir por sí miSmo fluctuaciones más peque-
ñas, y si se oponen a las intervenciones del gobiemo, incluso en este caso, es que deben
de tener buenas razones para hacerlo. Estas razones son los desfases temporales en la
MONETARISMO 345

política fiscal y monetaria. Cualquier (<ajuste fino» de la economía es posible única-


mente a condición de que los impactos de las herramientas fiscales o monetarias ten-
gan resultados casi inmediatos. Por ejemplo, Friedman consideraba que el desfase
temporal de un estímulo monetario equivale a una cuarta parte de la duración de un
ciclo económico. Está claro que si las medidas discrecionales están sujetas a tales des-
fases considerables, entonces resulta adecuado prescindir de ellas totalmente, puesto
que tienden a causar más desestabilización que estabilización.
Respecto a la eficiencia relativa de la política monetaria y fiscal, la posición mone-
tarista no es única. Por una parte, Friedman insiste repetidamente en que la inflación es
un fenómeno puramente monetario. La política fiscal no causaría ni inflación ni ninguna
otra cosa, aparte de redistribuir el poder adquisitivo entre los sectores privado y públi-
co. Por otra parte, los modelos de Brunner y Meltzer, basados en la teoría de la selec-
ción de la cartera de valores, atribuyen impactos de corto plazo a la política fiscal. Pero
éstos son de naturaleza transitoria; en este aspecto, existe acuerdo entre todos los mone-
taristas.
Por todo ello, las medidas fiscales y monetarias pueden tener éxito a corto plazo,
pero éste desaparece tan pronto como los individuos han adaptado sus expectativas.
La propuesta monetarista consiste en abandonar toda política discrecional. Y así lle-
gamos a la regla del crecimiento monetario constante de Friedman. Friedman propu-
so que se dejase crecer la cantidad de dinero en una tasa anual constante, equivalente
a 2-5 por ciento. Subrayó que el valor numérico de esta tasa es menos importante que
su consta11cia. Una tal política monetaria por norma excluiría cualquier alteración del
proceso económico que surgiese del banco central: el sector privado ya no se vería
confundido con medidas que tienen lugar demasiado pronto, demasiado tarde o en un
grado erróneo. Así pues, la eliminación de la política monetaria sería la mejor políti-
ca de estabilización.
Los monetaristas han destacado muchas más propuestas de política económica;
baste sólo mencionar los tipos de interés flexible y la regla del cien por cien. Éstas
están menos estrechamente relacionadas con nuestro tema principal y no podemos
examinarlas aquí. En cambio, queremos subrayar finalmente que el monetarismo no
implica una cierta posición ideológica. Un ejemplo puede ilustrar esto: si es cierto
que el sector privado goza de una mayor estabilidad cuando se abandona la política
discrecional, entonces cualquier persona debe oponerse a esta política, lo cual no
excluye que favorezca un aumento del sector público por otras razones. Ahora bien,
si esto es cierto o 110 es una cuestión de hecho que en principio es independiente de
la ideología.

4. CONCLUSIÓN

Puesto que todos somos ahora keynesianos a corto plazo, aquellos de nosotros que
no hayamos fallecido, a largo plazo, somos, por lo menos, neo-monetaristas (A. M.
Blinder y R. M. Solow).

Finalmente, deseamos enumerar las diversas características que definen el monetaris-


mo. No pretendemos que esta lista sea exhaustiva; hemos dejado de lado algunas pro-
piedades más sutiles que tratamos en la literatura más avanzada.
346 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

-El monetarismo propugna una estabilidad fundamental del sector privado.


-Esta actitud se sostiene por el concepto teórico de magnitudes permanentes (como
la renta permanente) y la marginación de las imperfecciones del mercado.
-Su teoría monetaria está estrechamente relacionada con la preferencia por la liqui-
dez y, especialmente, con la teoría de la selección de la cartera de valores de Tobin;
pero sobre la base de una investigación empírica, el monetarismo llega al resultado
de.una velocidad de circulación del dinero numéricamente estable.
-Una característica distintiva de la teoría del monetarismo consiste en su incorporación
de la tasa de inflación como un determinante de la demanda de dinero.
-Los monetaristas tratan la oferta monetaria como una magnitud exógena.
-El supuesto de una tasa de desempleo natural constituye una parte esencial de la teo-
ría monetarista; excluye la posibilidad de que la producción o el empleo puedan verse
alterados de forma permanente por la política fiscal o monetaria.
-Los monetaristas prestan más atención relativamente al problema de la inflación que
al problema del desempleo.
-Por consiguiente, sus teorías tienden a ser teorías de la inflación más que teorías del
empleo.
-Los monetaristas se oponen fundamentalmente a la política discrecional. Creen que
esta política actúa como desestabilizador, especialmente debido a los desfases tem-
porales. 1
-Como resultado directo, los monetaristas están a favor de una regla de crecimiento
monetario constante. Exigen que la tasa de crecimiento esté fijada por ley, de tal
manera que no se deje a juicio del banco central.
-Finalmente, los monetaristas están convencidos de que la política monetaria es más
eficaz que la política fiscaJI 2 .

De hecho, estas distintas tesis forman un cierto cuerpo de pensamiento coherente,


de tal forma que la identificación de una posición monetarista parece ser legítima. Son·
interdependientes en el sentido de que la afirmación de una tiende a amplificar la admi-
sibilidad de las otras; pero, sin embargo, la una no implica la otra. El postulado de
abandonar toda política discrecional, por ejemplo, de ningún modo puede fundamen-
tarse sobre la conjetura de que las medidas monetarias son más efectivas que las fis-
cales. Por ello, cualquiera puede aceptar perfectamente alguna de las diez tesis anteriores
mientras rechaza las otras. En efecto, la mayor parte de los economistas contemporá-
neos son monetaristas, al menos respecto a una tesis -y éste es el verdadero significa-
do de la cita anterior de Blinder y Solow-.

12. En el capítulo siguiente, discutiremos la curva de Phillips que constituye otro tema del debate monetarista.
La exposición mejor y más exhaustiva del monetarismo es la de Mayer, Th. (1975). «The Structure of
Monetarism)). Kredit und Kapital, 8, p. 191-218 y 293-316.
CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA 347-352

El keynesianismo

l. EL CONTEXTO
Por doctrinas keynesianas entendemos aquellas que se reclaman fundamentadas en el
trabajo de J. M. Keynes, economista inglés que escribió sus obras más importantes
en los años treinta, siendo la principal Teoría general de la ocupación, el interés y
el empleo (1936). Sus trabajos habían sido anticipados parcialmente por represen-
tantes de la escuela de Estocolmo y mejorados en muchos aspectos por el injusta-
mente poco conocido economista polaco Kalecki. 1 Después de la segunda guerra
mundial, este enfoque se generalizó como doctrina oficial del bloque capitalista, en
lo que se conoció como revolución keynesiana. Existen múltiples vertientes entre
los diferentes autores de esta escuela, que es imposible tratar aquí, así que remiti-
mos al lector a los textos escogidos. Nos centraremos en ofrecer un breve comenta-
rio acerca del contexto histórico y de las características generales más relevantes del
k'eynesianismo.
El keynesianismo se originó como una reacción liberal a la incapacidad de la orto-
doxia neoclásica y del capitalismo de laissezfaire de solucionar autónomamente, a tra-
vés del control de los mecanismos del mercado, los graves desajustes económicos que
se iban acumulando tras la primera gueiTa mundial en los países industrializados.
La teoría económica convencional estaba en franca contradicción con la realidad:
mientras el desempleo se generalizaba y el malestar social era cada vez más insoste-
nible, las políticas liberales basadas en aquella no hacían otra cosa que acelerar la des-
composición del sistema económico. Los objetivos básicos de esta política se centraban
en la vuelta a la ortodoxia económica previa a la Gran Guerra; significativamente en la
recuperación del patrón de cambio oro y su mecanismo regulador automático, así como
en eliminar trabas burocráticas al eficiente cumplimiento de la ley de Say. Gracias a
estas políticas, se esperaba reducir drásticamente la inestabilidad económica introdu-
cida por los gastos de guerra y reconstrucción, financiados en su mayor parte de forma
inflacionaria, vía emisión de deuda pública.
El resultado fue que la producción industrial después de 5 años, que pueden con-
siderarse como los mejores de la década de los veinte, todavía permanecía en 1925 en
gran parte de Europa por debajo de los niveles de 1913, haciéndose patente la invia-
bilidad práctica de la financiación inflacionista.
Llovía sobre mojado, la inestabilidad monetaria y los estrangulamientos financie-
ros y productivos generaron multitud de crisis locales durante los años 20 y primeros

l. Quien incluso se anticipó al publicar sus tesis antes de que Keynes hieiernlo propio.
348 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

30, culminando en la crisis mundial de 1929, originada en Estados Unidos y rápida-


mente expandida a todos los países no socialistas.
La teoría neoclásica amparaba esta forma de hacer. fomentando un círculo vicio-
so autoalimentado que no hacía sino empujar la economía hacia la deflación y la
miseria. La ley de Say perdía rápidamente su carácter de dogma teórico ya que el
empobrecido mercado de trabajo era incapaz de adquirir los bienes producidos por él
mismo y se acababa generando excedentes por falta de demanda, frenando en seco la
reducida inversión productiva. La ralentización de la economía engrosaba el ejérci-
to de desempleados, quienes, a su vez, contribuían al hundimiento de la estructura
productiva a través de su decreciente capacidad de compra, renovando el círculo
vicioso y hundiendo al pequeño capitalismo a través de la caída de los beneficios.
Otros factores contribuían activamente a sostener este proceso, singularmente, la
mentalidad ligada al patrón oro que impedía devaluar la moneda nacional, el rena~
cimiento del proteccionismo arancelario, el mantenimiento de un exceso de exis~
tencias de capital físico (barcos, maquinaria) no ammtizados procedentes parcialmente
del esfuerzo bélico. Paradójicamente, según la ortodoxia neoclásica, el desempleo
sólo podía tener un carácter meramente friccional, así que, teóricamente, era un pro-
blema secundario.
Desde posiciones conservadoras, la depresión de los treinta se quiso presentar como
una «crisis cíclica» más del capitalismo, sin embargo su virulencia puso en evidencia
la pésima capacidad de organización social del mercado. Una vez controlada la infla~
ción, la deflación sería el verdadero enemigo del capital. El proletariado ya estaba
demasiado empobrecido por la pérdida de capacidad adquisitiva de los salarios reales
vía inflación previa y la austeridad salarial.
El capitalismo, además, ya no estaba solo. La revolución soviética supuso un
referente social y una verdadera amenaza al liberalismo de laissezfaire. En occi~
dente, el sindicalismo revolucionario se imponía sobre antiguos modelos de sindi-
calismo gremial o reformista y canalizaba el malestar proletario, mientras que el
desempleo «fricciona!» se estabilizaba en niveles nunca vistos. Mientras que la capa-
cidad de legitimación de las tesis neoclásicas era extremadamente reducida e impo-
pular, el establishment político veía con preocupación como aparecían en Europa
nuevas formas de gobierno tuteladas por Estados fuertes, amparados en el populismo,
ajenas al modus vivendi del parlamentarismo liberal. Las coordenadas sociopolíti-
cas apuntaban muy lejos de la vuelta a la nonnalidad de preguerra que los gobier-
nos liberales trataban (infructuosamente) de imponer. Singularmente, la Alemania
nacionalsocialista se constituiría, en los años treinta, como un modelo exitoso de
economía, que parecía suponer un vertiginoso camino hacia la salida de los enormes
problemas económicos de la virulenta depresión 1931-32 y acumulados durante toda
la década precedente.
La situación social forzó la ruptura con las políticas tradicionales y obligó al esta-
blecimiento de políticas intervencionistas que se iniciaron en Estados Unidos bajo una
aproximación empúica de urgencia (New Deal del presidente Roosevelt en los prime-
ros treinta). Pero no existía un sistema teórico completo que facilitase la comprensión
de esta actuación y su legitimación teórica. La Teoria general de Keynes establecería
tal sistema desvelando su lógica y facilitando su legitimación.
EL KEYNESIANISMO 349

2. LAS IDEAS BÁSICAS

Al referirse a sus predecesores, Keynes los denomina, de forma un tanto sesgada, clá-
sicos, incluyendo en esta etiqueta no sólo a éstos sino también a los economistas neo-
clásicos. Este hecho está motivado por la voluntad de destacar entre sus aportaciones
teóricas la ruptura con determinados dogmas teóricos clásicos y singularmente con el
necesario cumplimiento de la ley de Say.
La Teorfa general supuso una enérgica reacción contra el enfoque teórico de la
mayoría de los economistas neoclásicos de su época, centrados en el análisis micro-
económico, cuando los problemas prácticos y sus posibles soluciones clamaban por
un análisis macroeconómico de la realidad. El objetivo de Keynes era el proporcionar
una serie de instrumentos de política económica que permitieran al capitalismo ven-
cer sus propias contradicciones y salvar la sociedad liberal, en unos momentos en los
que sistemas alternativos iban ganando terreno, bien entendido que una vez superada
la crisis se volvería a una situación de equilibrio tal como era concebida por la orto-
doxia clásica.
Keynes consideraba que la economía es una ciencia social y como tal no podía ser
tratada con los mismos métodos cuantitativos que se usan en las ciencias naturales. En
el comportamiento de los agentes económicos influyen factores psicológicos imposi-
bles de cuantificar, pero con poderosas consecuencias económicas agregadas.
Otro aspecto importante es el papel jugado por el tiempo. Los econom\stas clásicos
creían que los desajustes económicos eran meramente temporales y que el sistema por
sf mismo tendía al equilibrio a largo plazo. Por tanto, no era necesario preocuparse
excesivamente por dichos desajustes cíclicos. Según Keynes, dejada al juego de las
contradicciones del mercado no hay garantía de equilibrio en la economía con utiliza-
ción de todos los recursos (entre ellos el trabajo) en un plazo razonable. Para él, «el
largo plazo es la muerte».
El aparato teórico propuesto por Keynes se basa fundamentalmente en tres fun-
ciones macroeconómicas a las que denomina «leyes psicológicas»: la propensión al
consumo, la inversión y la preferencia por la liquidez. El comportamiento de estas fun-
ciones endógenas al sistema, junto con la variable exógena «cantidad de dinero», y los
supuestos adecuados (estructura social, nivel de desarrollo técnico y grado de compe-
tencia), determinarán unívocamente el tipo de interés, la inversión, el ahorro y el con-
sumo, alcanzándose un sistema de equilibrio que puede ser, y generalmente es, con
subempleo. El Estado debe intervenir con los instrumentos a su alcance, mediante una
política fiscal adecuada y haciendo uso deliberado del déficit presupuestario para incre-
mentar la demanda efectiva y conseguir, en definitiva, que el sistema tienda a un equi-
librio con pleno empleo.
Es evidente que un sistema de estas características rompe con los postulados bási-
cos de la economía clásica, en especial con la ley de Say. La noción de ahorro vuelve
a ser contemplada como una función del ingreso, más que de la tasa de interés. La iden-
tidad ahorro = inversión no se cumple automáticamente mediante la tasa de interés
adecuada. La cantidad de ahorro invertido depende de factores aleatorios (expectali-
vas, nivel técnico ... ) que hacen posible que la inversión no cubra necesariamente la
diferencia entre el ingreso y el consumo. Por otra parte, la propensión marginal al con-
sumo disminuye con los niveles de ingresos, es decir, que quienes más tienen -persa-
350 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

nas y países- tienden a gastar una parte decreciente de sus ingresos y nada garantiza
que su ahorro creciente se invierta, con lo cual queda invalidado el postulado de que toda
oferta produce necesariamente su propia demanda. Los agentes económicos no toman
sus decisiones de forma que óptimos individuales conduzcan a un óptimo general, sino
que actúan guiados por motivos psicológicos de acuerdo con las expectativas previstas
que producen desequilibrios en el sistema.
Es la hora del intervencionismo del Estado. Keynes muestra porqué las nuevas
características del capitalismo hacían necesaria la aplicación de una política económi-
ca, cuyo principal instrumento iba a ser la actuación sobre la demanda agregada. Lo
que ya se había plasmado anteriormente en medidas prácticas adoptadas principal-
mente en EE UU (New Deal) que perseguían la utilización plena de los recursos (en !re
ellos el empleo) como objetivo principal, desplazando al nivel de precios a un nivel
secundario entre las prioridades de la política económica.
Superada la crisis de los años 30 y la segunda guerra mundial, la teoría keynesia-
na se generaliza y domina la escena profesional. Se produce también, un fuerte movi-
miento destinado a sintetizar la teoría keynesiana y la neoclásica aunque, en cierto
modo, dicha síntesis tendía a desvirtuar los puntos de ruptura de la teoría keynesiana res-
pecto al sistema clásico. Se utilizaron ampliamente las matemáticas y van adquiriendo
importancia las técnicas econométricas que, más adelante, experimentarán un gran de-
sarrollo con la aparición de Jos nuevos medios iilfonnáticos. La postguerra supuso la ins-
tauración generalizada y definitiva del keynesianismo.
La reconstrucción de la postguerra, los numerosos avances tecnológicos, un siste-
ma público responsable del nivel de actividad económica y del empleo, junto con
amplias medidas de bienestar social y un sistema concertado de relaciones entre las
organizaciones empresariales y sindicales ... todos estos elementos, interactuando entre
sí, dieron lugar a un periodo excepcionalmente prolongado de alto crecimiento, pleno
empleo y mejoras en el nivel de vida de las' poblaciones de los países industrializados.
En este periodo se legitima la idea de que el Estado es responsable de la marcha
de la economía. Se irá exigiendo no solamente que se asegure el nivel de empleo sino
que garantice el crecimiento junto al mantenimiento de los equilibrios macroeconó-
micos fundamentales. Gradualmente el objetivo se desplazaba de lograr un empleo
masivo hacia estabilizar la combinación idónea en cada momento entre empleo e infla-
ción y el equilibrio en la balanza de pagos. En una palabra, se le hace garante de cimen-
tar las condiciones de reproducción del sistema capitalista. Todo ello bajo la égida de
unas teorías keynesianas, que elaboradas por muchos economistas, se habían expan-
dido hasta convertirse en la ciencia económica dominante y convencional.
El keynesianismo fue la teoría dominante en el largo periodo de expansión que va
desde la posguerra hasta el final de los años 60 y principios de los 70. En esta úllima
década la situación se altera radicalmente. Como en los años treinta, la evolución de
la economía real pone de manifiesto las limitaciones de la temía convencional, ahora
keynesiana. La crisis no se resolvió con las políticas keynesianas.
Los problemas keynesianos para estabilizar la economía desde los primeros seten~
ta, así como la progresiva debilidad económica soviética y el estancamiento intelec-
tual keynesiano, redundaron en claro beneficio de las esCuelas de pensamiento económico
más ortodoxo, que se venía elaborando desde los cincuenta. Estos enfoques aprove~
charon para ir introduciendo las semillas de sus tesis, proclives a la vuelta a la orto-
EL KEYNESIANISMO 351

doxia liberal. Para ello emplearon la década entera de los setenta. La genninación de las
semillas dellaissezfaire privado, plantadas por Hayek y desarrolladas especialmente
por M. Friedman y sus teorías monetaristas, se pusieron primero en práctica en las dic-
taduras del Cono Sur latinoamericano pero no tardaron en ser adaptadas en los países
centrales. La composición de fuerzas proclives al conservadurismo, que llevó al poder
en Jos primeros ochenta a los Gobiernos de Reagan y Tatcher, reforzó la expansión del
pensamiento neoclásico y las políticas económicas neoliberales que el mismo conlle-
va. El renacimiento conservador vería santificado su credo con el inesperado regalo
de la rápida «caída» de la URSS y sus satélites, sumidos en el caos económico y la
debilidad política y obligados a asumir políticas neoliberales totalmente ajenas a su
capacidad económica. Todo ello supuso la firma del acta de defunción teórica del key-
nesianismo y marxismo por parte del nuevo sistema socioeconómico, formado al abri-
go del propio keynesianismo. De las cenizas keynesiano-progresistas brotaba un nuevo
liberalismo dotado de ideología y ética propias, es decir, la de los megaintereses privados,
incubados por la regulación keynesiana precedente.

3. ACERCA DE LA CRÍTICA
Al abordar el enfoque crítico al keynesianismo nos encontramos con una situación que
dificultó nuestra tarea: nos ha resultado problemático encontrar trabajos críticos sobre
esta escuela relativamente recientes. Por un lado, la mayoría de las críticas de conjun-
to al keynesianismo como sistema de pensamiento social de las que hemos podido dis-
poner datan de los años cincuenta y sesenta. Al principio nos resultó curiosa esta
ausencia, pero a medida que hemos avanzado en el estudio hemos entendido que es
precisamente la profunda marginación del pensamiento keynesiano a partir del resur-
gir neoclásico de los setenta, lo que hace que los estudiosos con talante crítico no se
dediquen a éste, sino que concentren sus análisis en las escuelas ahora hegemónicas. Por
otro lado, incluso las críticas realizadas desde el campo neoclásico, que no han sido
escasas desde los setenta, bien constituyen críticas a aspectos parciales del esquema
keynesiano, bien se refieren a sus conclusiones de política económica contestando
especialmente el papel del intervencionismo público. Pero no hemos encontrado crí-
ticas al conjunto de su pensamiento con la solidez que su importancia en la historia
del pensamiento económico parece requerir. Nos parece que hubiéramos necesitado
otros materiales que reforzaran los que ya presentamos, pero no los hemos encontrado.
Como puede observarse en las lecturas adjuntas, los enfoques críticos al key-
nesianismo como sistema económico de conjunto se basan principalmente en que
Keynes no sólo no pretendía poner en cuestión el capitalismo, sino que, precisamente,
su objetivo era hacerlo más eficiente y contribuir a su mantenimiento. Él tomaba el
sistema socioeconómico como dado y lo trataba como si fuese permanente, por lo que
aceptaba todas las categorías conceptuales que reflejaban la superficie del mismo, sin
pretender nunca analizar más a fondo el sistema, más allá de las apariencias. Por ejem-
plo, sus variables macroeconómicas consistían en agregados estadísticos sin ninguna refe-
rencia a las relaciones sociales, y sus importantes y famosos elementos psicológicos
lo eran respecto a las opciones individuales o, en todo caso, dependiendo del nivel de
ingresos de los grupos (propensión al consumo, sobre todo), sin reflejar en ningún
momento condicionamientos dependientes de la situación de los agentes corno clase;
352 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

asimismo, su visión de la inversión se apoyaba en la comparación entre la eficiencia


marginal del capital y los tipos de interés, sin entrar a indagar en ningún momento el
papel del beneficio del capital en el sistema. Keynes ponía en cuestión las relaciones entre
las variables económicas neoclásicas pero no sus conceptos, lo que refleja con clari-
dad la nunca abandonada vinculación de Keynes al sistema neoclásico de donde partía.
El fondo del análisis keynesiano es de carácter totalmente convencional y ortodo-
xo con todo lo que ello conlleva (racionalidad, homos economicus, optimización ... ).
No puede, por tanto, ser considerado adecuado como esquema de análisis de la socie-
dad capitalista.

4.LECTURAS

SWEEZY, Paul M. «lohn Maynard Keynes». En: El presente como historia (Ensayos
sobre capitalismo y socialismo). Madrid: Técnos, 1968, p. 99-105.
MEKK, Ronald L. «El lugar de Keynes en la historia del pensamiento económico».
En: Economics and ideology and ather essays. Londres: Chapman and Hall, 19,
67, p. 179-195.
FEIWEL, George R. «Kalecki y Keynes». En: Micha el Kalecki: contribuciones a la teo-
ría de la práctica económica. México: Fondo de Cultura Económica, 1981, p. 75,
82-86, 92-99.
PtLLING, Geoffrey. «El significado de la revolución keynesiana». En: The crisis ofkey-
nesian economics. A marxistview. Londres: Crom Helm, 1987, p. 32-49,66-67,99.
MARIN, Alan. «Deficiencias en la explicación keynesiana y en sus propuestas de polí-
tica económica>>. En: Macroeconomic policy. Londres: Routledge, 1992, p. 26-50.
ÜUERRIEN, Bernard. «La teoría neoclásica actual y Keynes». En: La théorie néo-clas-
sique. Bilan et perspectives du modele d' equilibre general. 3a ed. París: Economica,
1989, p. 360-385.
CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA 353-358

John Maynard Keynes*


Paul M. Sweezy

Lord Keynes, que murió a la edad de 62 años, el21 de abril de 1946, fue sin duda el
más famoso y discutido de los economistas contemporáneos. Además, como las grandes
figuras de la escuela clásica -Adam Smith, David Ricardo y John Stuart Mi11 1-, no era
un especialista limitado que trabajase en el retiro de su torre de marfil académica.
Desempeñó, como crítico y como participante, un papel muy importante y sin duda
único en la vida pública de Inglaterra en el periodo de las dos guerras mundiales; como
protector de las artes era una potencia en la vida cultural de su país; como director de
una gran compañía de seguros y como tesorero del King's College, de Cambridge,
demostró que el economista teórico puede ser un muy próspero hombre de negocios; y
sus escritos no económicos van d~sde el clásico (literario, contrapuesto a matemático)
Treatise on Probability hasta el incisivo Essays in Biography. En una palabra, Keynes
era uno de los genios más brillantes y polifacéticos de nuestro tiempo, y podemos estar
seguros de que su puesto en la historia -no sólo en la historia del pensamiento económico-
será objeto de discusión y controversia durante muchos años. Sería presunción en fecha
tan temprana intentar hacer juicios definitivos, y cuando escribo esta breve nota estoy lejos
de abrigar tal intención. Sin embargo, creo que sería posible indicar algunos factores
en la obra de Keynes y en su influencia sobre otras que habrán de tenerse en cuenta en
el momento de hacer una evaluación del hombre actual o futuro.
Para entender a Keynes debemos primero entender su situación en relación con
otros economistas o escuelas de pensamiento económico; porque, como veremos,
mucha de su influencia y también muchos defectos de su obra pueden explicarse por lo
que pudiéramos llamar una localización accidental. La economía moderna -la econo-
mía del capitalismo industrial y del mercado mundial- tiene sus orígenes en las últi-
mas décadas del siglo xvn.
Durante los siguientes 150 años, Inglaterra fue la cuna de los más importantes ade-
lantos tanto en el frente industrial como en el teórico, y en los tiempos de Ricardo

* Este artículo necrológico se publicó por primera vez en Science & Society en otoño de 1946. Se reim-
primió en The New Economics: Keytws' injluence on Theory and Public Policy (Nueva York, 1947),
obra compilada por Seymour H. Harris.
Esta versión española es la publicada en: Sweezy, P. El presente como historia (Ensayos sobre capita-
lismo y socialismo). Madrid: Técnos, 1968, p. 99-105.
l. El propio Keynes utilizaba el término (<economistas cl.ísicos» para incluir a los teóricos del valor sub-
jetivo --especialmente a Marshall y a sus seguidores del grupo de Cambridge- de los siglos XIX y xx. Por
razones que quedarán claras en la discusión subsiguiente, esta práctica me parece inducir a confusión.
Es preferible considerar a John Stuart Mili como el último economista clásico y dar a los marshallianos
el nombre de escuela «neoclásica».
354 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

(1772-1823) la economía política inglesa disfrutaba de un grado de autoridad y pres-


tigio en todo el mundo occidental que nunca ha tenido igual ni antes ni después. La
unidad de la tradición clásica se quebró en la segunda mitad del siglo XIX; lo que había
sido un solo tronco con ramificaciones secundarias se dividió en dos grandes ramas,
cada una con sus propias subdivisiones, que han venido creciendo esencialmente sepa-
radas desde entonces. Estas dos ramas pueden llamarse la socialista o marxista, de un
lado, y la neoclásica, de otro. Para cambiar de metáfora, cada una puede considerarse
el hijo legítimo de la economía política clásica, pero hay que decir que, para ser her-
manos, tienen muy poco que ver el uno con el otro. Este hecho sorprendente se debe a
una serie de razones: en primer lugar, las dos escuelas han diferido en su manera de
seleccionar y descartar elementos de la teoría clásica; en segundo lugar, se han con-
vertido (abiertamente en el caso del marxismo; bajo el manto de una pretendida neu-
tralidad científica en el caso del neoclasicismo) en armas intelectuales de campos
opuestos en una enconada lucha de clases; y, finalmente, el marxismo -en parte a causa
del accidente histórico de la nacionalidad alemana de Marx- arraigó en el continente
europeo, pero no logró durante muchos años alcanzar un número significativo de segui-
dores en el mundo de habla inglesa. Así, ambas escuelas, pese a su origen común, devi-
nieron intelectual, política y geográficamente extrañas. Los contactos que tuvieron,·
casi todos fuera de Inglaterra y los Estados Unidos, fueron violentos y produjeron más
intoleranda que entendimiento.
Cuando Keynes inició sus estudios de economía, en la frontera entre ambos siglos;
el neoclasicismo dominaba sin discusión en los países de habla inglesa; toda disensión,
se consideraba signo de incompetencia o de perversidad. El propio Keynes aceptó
incondicionalmente la doctrina que predominaba y pronto llegó a ser considerado como
un representante inteligente, pero esencialmente ortodoxo, de la escuela n ~~~:)~~~~
No hay pruebas de que se viera muy influido por tendencias intelectuales a: 0 0
o inconlpatibles. Ocasionalmente tomó ideas de otros autores2, y cuando las suyas pro-/:
pias tomaron fonna definitiva, reconoció generosamente que una larga serie de heréticos
y disidentes las habían ya anticipado; pero estos fueron esencialmente elementos adven-
ticios en el pensamiento de Keynes. Su fonnación fue estrictamente neoclásica y
se sintió tan a gusto como discutiendo con sus colegas neoclásicos. En realidad, hay
perfecta justificación para decir que Keynes es el producto más ilustre y más impar-,
tante de la escuela neoclásica.
Creo que esto indica ya la verdadera naturaleza de la obra de Keynes. Su misión
fue reformar la economía neoclásica, ponerla otra vez en contacto con el mundo real,
del que se había ido alejando más y más desde que tuvo Jugar la ruptura con la escue-
la clásica en el siglo XIX, y precisamente porque era uno de ellos, y no un extraño, pudo
Keynes ejercer tan profunda influencia sobre sus colegas. Las mismas razones, sin
embargo, explican el hecho de que, como más tarde veremos, Keynes no pudiera nunca
trascender las limitaciones de la concepción neoclásica, que concibe la vida económi-
ca abstrayéndola de su entorno histórico y es, por tanto, incapaz de ofrecer una orien-
tación científica para la acción social.

2. Por ejemplo, el concepto de «tipo de interés natural» que deseffipeña una parte importante en A Treatise
011Money (1930), lo tomó del economista sueco Knut Wickscll (1851·1926). El propio Wicksell era
esencialmente un neoclásico.
JOHN MAYNARD KEYNES 355

La obra fundamental de Keynes, llamada The General Theory of Employment,


[nterest, and Money ( 1936) 3, empieza con un ataque a lo que él llama economía orto-
doxa -economía neoclásica según la terminología de este artículo- y lo mantiene casi
continuamente hasta el final. La esencia de esta crítica keynesiana puede resumirse
sencillamente como un total rechazo y negación de lo que se conoce como la ley de
Say sobre los mercados\ que a pesar de todas las afirmaciones en contrario de los apo~
legistas ortodoxos, corría como un hilo rojo a lo largo de todo el cuerpo de doctrina
clásico y neoclásico. Es enorme la influencia que la ley de Say ejercía sobre los eco-
nomistas profesionales y su importancia como obstáculo para un análisis realista. Los
ataques keynesianos, aunque dirigidos contra una serie de teorías específicas, caen
todos por tierra si se supone válida la ley de Say.
Una vez que estaba en posesión de la verdad esencial de que la ley de Say era falsa
y engañosa, Keynes se vio obligado a revisar la estructura neoclásica de arriba abajo para
separar las proposiciones que de ella dependen de las que son válidas independiente-
mente de su verdad o de su falsedad. El resultado de esta revisión, según aparece en
la Teoría general, es casi incomprensible para quien no sea un adepto de la economía
neoclásica. Como dice el propio Keynes en el prefacio, «la redacción de este libro ha
sido, para el autor, una prolongada lucha en la que trató de escapar a las fonnas habi-
tuales de expresión, y así debe ser su estudio para la mayor parte de los lectores, si el
intento del autor tiene éxitm} 5, lo cual implica obviamente que supOne que los lecto-
res tendrán la misma formación y la misma visión general que él. Y luego añade, con
delicioso candor: «Las ideas aquí desarrolladas tan laboriosamente son en extremo
sencillas y deberían ser obvias. La dificultad reside no en las ideas nuevas, sino en
rehuir las viejas que entran rondando hasta el último pliegue del entendimiento de quie-
nes se han educado en ellas, como la mayoría de nosotros»6•
Keynes exagera, indudablemente, la simplicidad de su contribución -es de seña-
lar que la vanidad del virtuosismo teórico le era ajena por completo-, pero me pare-
ce que casi todos los profesores estarán de acuerdo en que es más fácil inculcar sus
ideas esenciales a un principiante que a un estudiante que ya se ha adentrado en las
doctrinas de la escuela neoclásica. Los historiadores de dentro de cincuenta años
seguramente señalarán que la gran realización de Keynes fue liberar a la economía
angloamericana de un dogma tiránico, y quizá lleguen a decir que ésta fue esencial-
mente una labor negativa, que no quedó equilibrada por realizaciones positivas com-
parables. Incluso si a Keynes no se le reconociera nada más (lo cual es muy improbable),

3. Edición castellana: Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, 3" ed. F. C. E. Méjico-Buenos
Aires, 1951.
4. La ley de Say, en efecto, niega que pueda haber escasez de demanda en relación a la producción. Ricardo
la expresó como sigue: (<Ningún hombre produce sino con vistas a la venia o al consumo, y cuando
vende es con la intención de comprar alguna otra mercancía, que o bien le es útil inmediatamente o le
sirve para una producción futura. Por tanto, al producir él se hace, necesariamente, o consumidor de
sus propios bienes o comprador de los bienes de alguna otra persona. Los productos se compran siem-
pre con productos o con servicios; el dinero no es más que el medio por el cual se efectúa el cambio».
Principies of Political Economy (ed. Gonner), p. 273-275 [p. 232-233 edición cast: Principios de eco·
nomía política y de tributación, Aguilar, 1955].
5. Teoría general de la ocupación, p. 9, ed. cast.
6. P. 9, ed. cast.
356 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

su derecho a la fama estaría asegurado. Abrió nuevas perspectivas y nuevos cami-


nos a una generación entera de economistas; compartirá el mérito de lo que éstos
hagan'.
He intentado demostrar que la coyuntura a la que Keynes respondía era esencial-
mente una crisis en la economía tradicional, crisis que se acentuó y quedó al descu-
bierto con la gran depresión. Él fue capaz de demostrar que sus compañeros economistas,
por su inconsciente aceptación de la ley de Say, estaban prácticamente afirmando la
imposibilidad de lo que ocurría en la realidad'. A partir de aquí, trazó un profundo aná-
lisis de la economía capitalista que muestra que la depresión y el paro, lejos de ser
imposibles, son la norma a la que tiende la economía, lo cual invalida de una vez para
siempre el mito de la armonía entre los intereses privados y los públicos, piedra angu-
lar del liberalismo del siglo XIX. Pero Keynes detuvo aquí su crítica de la sociedad exis-
tente. Nuestras dificultades, pensaba él, se deben a falta de inteligencia, no a la quiebra
de un sistema social. <<El problema de la necesidad y la pobreza y de la lucha económica
entre clases y naciones -escribía en 1931- no es más que un embrollo tremendo, un
embrollo transitorio e innecesario» 9•
El que Keynes sostuviese este punto de vista no era accidental, por supuesto. Él
podía rechazar la ley de Say y las conclusiones económicas que en ella se basaban
porque pensaba que eran las principales responsables del embrollo; pero nunca se lo
ocurrió poner en tela de juicio, y menos aún escaparse de la amplia tradición filosó-
fica y social en que se apoyaba. La premisa mayor implícita de esta tradición es que-
el capitalismo es la única forma posible de sociedad civilizada. Por tanto, Keynes,
exactamente igual que los economistas que él criticaba, nunca vio el sistema en su
conjunto; nunca estudió la economía en su entorno histórico; nunca percibió la inter-
conexión entre los fenómenos económicos, de un lado, y los fenómenos tecnológi-
cos, políticos y culturales, de otro. Además, pareció ignorar el hecho de que había un
cuerpo de doctrina económica considerable, relacionado con la escuela clásica tan
estrechamente como las doctrinas en que se educó, que trataba de hacer todas estas
cosas. A los ojos de Keynes, Marx habitaba un bajo fondo intelectual junto con per-
sonajes tan dudosos como Silvio Gesell y el mayor Douglas 10; y no hay ninguna prue"
ba de que considerara a los seguidores de Marx más que corno agitadores y
propagandistas.

7. Probablemente, tan sólo quienes (como el que esto escribe} se educaron en la tradición académica deL
pensamiento económico durante el periodo de 1936 pueden apreciar totalmente la sensación de libe-
ración y estímulo intelectual que la Teoría general produjo inmediatamente entre los jóvenes estu- :
di:.mtes y profesores en las principales universidades inglesas y americanas.
8. Los defensores del punto de vista ortodoxo están siempre dispuestos a probar con citas que los econo-
mistas no eran tan tontos como parece desprenderse de aquí. La respuesta de Keynes es, creo, correc-
ta y convincente: «El pensamiento contemporáneo -escnbió-- está todavía profundamente impregnado
de la noción de que si la gente no gasta su dinero en una fonna Jo gastará en otra. En verdad, los eco·
nomistas de la posguerra rara vez logran sostener este punto de vista de una mane m constante, porq_ue
su pensamiento de hoy está excesivamente permeado de la tendencia contraria y de los hechos de la
experiencia, que está demasiado claramente en desncuerdo con su posición anterior; pero no han saca~
do consecuencias de bastante alcance, ni han mCJ9ificado su teoría fundamental>) (General Theol)', p. 20)
[p. 32-33 ed. casl]. ·
9. Essays in Persuasion, p. vii.
10. General Theory, p. 32 [p. 43 ed. cast.].
JOHN MAYNARD KEYNES 357

No es éste el momento de hacer un estudio de la economía marxista 11 • Sólo men-


ciono el tema para demostrar que la escuela de pensamiento a la que Keynes pertene-
ce está bastante aislada y es parcial, que muchos de sus más importantes descubrimientos
los daban ya por supuestos los economistas socialistas al menos una generación antes
de que Keynes empezara a escribir, y que en la Teoría general se ignoran completamente
muchos de los más vitales problemas del sistema capitalista. Marx rechazó la ley de
Say desde el principio 12 ; ya antes de 1900 sus seguidores mantenían un ardoroso deba-
te no sólo acerca de las crisis periódicas, sino también sobre el problema de si puede
esperarse que el capitalismo caiga en un periodo de depresión permanente o crónica 13•
Keynes ignora el cambio y el paro tecnológicos, problemas que son parte integrante
de la estructura teórica marxista. Keynes trata al paro como síntoma de defecto técni-
co en el mecanismo capitalista, mientras que Marx lo considera como el medio indis-
pensable de que se valen los capitalistas para mantener su control sobre el mercado de
trabajo. Keynes ignora completamente los problemas del monopolio, su efecto de dis-
torsión en la distribución de la renta y en la utilización de los recursos, el enorme y
parasítico aparato de distribución y propaganda que introduce en la economía. Un
socialista sólo puede asombrarse al leer que no hay «razón para suponer que el sistema
existente emplee mallos factores de producción que se utilizan[ ... ]. Cuando de diez
millones de hombres deseosos de trabajar y hábiles para el caso están empleados nueve
millones, no existe nada que permita afirmar que el trabajo de estos nueve millones
está mal empleado» 14 • Pueden citarse muchos otros ejemplos del aislamiento y la rela-
tiva estrechez de la visión keynesiana. Pero quizá el más chocante de todos es la cos-
tumbre de Keynes de considerar al Estado como un deus ex machina al que se invoca
siempre que sus actores humanos, actuando de acuerdo con las reglas del juego capi-
talista, se encuentran en un dilema sin solución aparente. Naturalmente, este olímpi-
co interventor lo resuelve todo de manera satisfactoria para el autor y también, es de
suponer, para el auditorio. El único inconveniente es -como sabe todo marxista- que
el Estado no es un dios, sino un actor más, que tiene un papel que representar al igual
que los otros.
Nada de lo dicho debe considerarse destinado a disminuir la importancia de la obra
de Keynes. Tampoco ha habido intención de decir que los marxistas «lo saben todo» y
no tienen nada que aprender de Keynes y de sus seguidores. No dudo que Keynes es el
más grande economista inglés (o americano) desde Ricardo, y creo que los trabajos de

ll. He tratado de hacerlo en The Theory ofCapitalist Development (1942) (véase nota 2 del cap. VII para
ed. española).
12. Marx observaba, en relación con el pasaje de Ricardo, citado anteriormente en la nota 4, que «es\0 es
el balbuceo infantil de Say, pero impropio de Ricardo», Historia crítica de la teoría de la plusvalía, F.
C. E., Méjico-Buenos Aires, 1959, vol.ll, 2" parte, página 277.
13. Véase Tfze Theory oJCapitalist Developmelll, cap. XI, «The Breakdown Controversy)) (ed. española
<<La controversia sobre el derrumbamiento>)).
14. General Theory, p. 379. Hay que reconocer que la indiferencia de Kcynes hacia el monopolio no es
característica de los actuales economistas académicos. Es cierto, sin embargo, que el tratamiento neo-
clásico del tema se concentra excesivamente en los problemas de la firma individual y no ha hecho
gran cosa por relacionar el monopolio con el funcionamiento de la economía en su conjunto. En este
campo sería difícil, aún hoy, encontrar un libro que iguale a Das Finanzkapital, escrito por el econo-
mista marxista Rudolf Hilferding en la primera década de este siglo (edic. castellana, p. 363).
358 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

su escuela arrojan mucha luz sobre el funcionamiento de la economía capitalista. Creo


que en Marx hay muchas cosas -especialmente en los inconclusos volúmenes últimos
de El Capital 15 y en Historia crítica de la teoría de la plusvalía- que adquieren nueva
significación cuando se leen a la luz de las contribuciones keynesianas. Además, al
menos en Inglaterra y en los Estados Unidos, los keynesianos forman un grupo mucho
mejor preparado y equipado técnicamente (por ejemplo, en campo tan importante como
el de la recolección e interpretación de datos estadísticos) que los economistas mar-
xistas16; y tal como están ahora las cosas, no hay duda sobre qué grupo puede aprender
más del otro.
Pero si es bueno reconocer la gran importancia de Keynes, no es menos esencial
conocer sus limitaciones. En su mayor parte son las limitaciones del pensamiento bur-
gués en general: la negativa a ver la economía como parte integrante del conjunto
social; la incapacidad para ver el presente corno historia, para entender que los desas-
tres y catástrofes entre los que vivimos no son simplemente un «embrollo tremendm>,
sino el producto directo e inevitable de un sistema social que ha agotado sus poderes cre-
adores, pero cuyos beneficiarios están resueltos a hacerlo perdurar al precio que sea.
Por supuesto, Keynes mismo nunca hubiera podido reconocer, y menos superar, las
limitaciones de la sociedad y de la clase a la que él pertenecía tan por entero. Pero no
puede decirse lo mismo de muchos de sus seguidores, que no crecieron en el agrada-
ble ambiente de la Inglaterra victoriana, sino en un mundo de guerra, depresión y fas-
cismo. Sin duda, algunos, siguiendo las huellas del maestro, tratarán de preservar sus
reconfortantes ilusiones liberales mientras sea humanamente posible. Otros, con toda
probabilidad, se pondrán del lado del orden existente y venderán sus aptitudes de eco-
nomista al mejor postor. Pero aún habrá otros que, conservando lo válido y firme de
Keynes, se incorporarán a las crecientes filas de los que se dan cuenta de que no basta
con remendar el actual sistema, de que sólo un cambio profundo en la estructura de
las relaciones sociales puede sentar las bases para un nuevo avance en las condiciones
sociales y culturales de la raza humana.
En mi opinión, este último grupo se verá inevitablemente atraído hacia el marxis-
mo como la única ciencia, verdadera y general, de la historia y de la sociedad. Quizá en
el librito de Joan Robinson An. essay on Marxian Economics, publicado en Inglaterra
al principio de la guerra, puede verse la más clara indicación de que esto ocurre. Mrs.
Robinson, que es miembro del más estrecho círculo keynesiano, está quizá entre la
media docena de economistas ingleses que descuellan. Los marxistas no podrán estar
de acuerdo con todo lo que dice, pero encontrarán en ella un crítico interesado, dis-
puesto y deseoso de discutir problemas con ellos con espíritu apacible y científico.
¿Puede ser accidental el hecho de que uno de los más sobresalientes seguidores de
Keynes sea autor del primer trabajo honesto que haya escrito sobre marxismo un escri-
tor inglés no marxista?

15. F. C. E., Méjico-Buenos Aires, 1959.


16. Qué pocos son Jos que realmente merecen este nombre.
CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA 359-372

El lugar de Keynes en la historia del pensamiento económico ' 1


Ronald L. Meek

1
La literatura económica actual postkeynesiana abunda en artículos que comparan el
sistema teórico keynesiano con los llamados sistemas «clásicos», a los que Keynes
dirigía primordialmente sus ataques. Inicialmente, el principal propósito de tales artí-
culos era formular los sistemas keynesiano y clásico en términos lo suficientemente
precisos (normalmente matemáticos) para que las nuevas contribuciones esenciales
hechas por Keynes quedaran exactamente remarcadas. Más recientemente. el objeti-
vo pincipal ha pasado a ser la comparación y el contraste de varios modelos construi-
dos bajo la general inspiración del sistema de Keynes con los elaborados por los
modernos rehabilitadores del enfoque clásico.
Desde el principio, los argumentos básicos de estos artículos han tendido a girar
más bien en torno a resultados fonnales, y en años recientes esta tendencia se ha ido
acentuando. A pesar de sus títulos -«Keynes y los clásicos)), etc.- la mayoría de los
artículos son ejercicios de lógica más bien que de historia, y arrojan poca luz desde el
punto de vista de la problemática que los historiadores del pensamiento económico
tienen en mente cuando hablan de «el lugar de Keynes en la historia del pensamiento
económicm>. Para iluminar este tipo de problemas, es importante que las comparacio-
nes se hagan remontándose en el tiempo para incluir verdaderos economistas «clási-
cos». El presente ensayo pretende anticipar alguna de estas comparaciones, que puedan
ser relevantes e importantes para los futuros historiadores del pensamiento económico,
partiendo del periodo en el que estamos viviendo.

2
El problema para la evaluación de las relaciones de Keynes con las demás escuelas del
pensamiento económico está oscurecido por la nueva, y en aquel tiempo bastante sor-
prendente, definición de economistas «clásicos» con la que empieza la Teoría gene-
ral. «Los economistas clásicos -escribe Keynes- fue el nombre inventado por Marx
para referirse a Ricardo y James Míll y sus predecesores, es decir, los fundadores de
la teoría que culminaría en la economía ricardiana»2• Si queremos ser justos con Marx

' Publicado en: Mcek, Ronald L. «The place of Keynes in the history of economic thought». En: Economics
and ideology and otller essays. Londres: Chapman and Hall, 1967, p. 179-195. Traducción: Josep Sabater.
l. Este ensayo es una versión mejorada y reescrita de un artículo que fue publicado en el Modern Quaterly,
invierno 1950-1951.
2. General Theory, p. 3, pie de página.
360 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

debemos reconocer que esta afirmación no es lo suficiente exacta: Marx precisa cui-
dadosamente el periodo de la escuela clásica desde Petty a Ricardo en Inglaterra y
desde Boisguillebert a Sismondi en Francia3. Tampoco esto es completo: Marx no sólo
define los límites históricos de la escuela clásica, sino que también delimita lo que
creía que eran las caractrísticas esenciales que la diferenciaban de las escuelas porte-
riores4. Keynes, sin embargo, no estaba interesado en este caso en hacer justicia a Marx,
sino simplemente en vincular la etiqueta de «clásico» a una más larga lista de econo-
mistas. «Me he acostumbrado -Keynes continuaba- quizá perpetrando un solecismo,
a incluir en "la escuela clásica" a los seguidores de Ricardo, es decir, a aquellos que
adoptan y perfecciona la teoría económica ricardiana, incluyendo (por ejemplo) a J. S.
Mili, Marshall, Edgeworth y al prof. Pigou.>>
No cabe duda de que este «solecismo» fue un golpe de genio. No se podría haber
descubierto una palabra mejor que «clásico», dados los propósitos básicos de Keynes,
con la cual estigmatizar a sus predesores y resaltar lo que constituía la esencia de su
propia contribución. Esto inmediatamente supuso el centrar la atención sobre el recha-
zo por Keynes de la ley de Say -entendiendo por ello, según Keynes, la noción que
«la totalidad del coste de producción debe necesariamente ser gastado en el agrega-
do, directa o indirectamente, en comprar productm> 5-, y sobre la expresa o implícita
aceptación por muchos de sus predecesores. Ricardo y Pigou, que se podría pensar
que raramente coincidían, fueron igualmente estigmatizados como reaccionarios a
causa de que ambos, a su manera, habían creído en la legitimidad esencial de la ley
de Say.
Dada la sugestión del «solecismo» de Keynes, que pone especial énfasis en la con-
tinuidad de la ley de Say en la corriente del pensamiento económico desde Ricardo a
nuestros días, es necesario añadir inmediatamente que ello comporta oscurantismo, en
el sentido que esconde una muy importante discontinuidad que separa la economía
«clásica» en el sentido de Marx de los sistemas que le sucedieron. Ya que esta dis-
continuidad puede ser importante para la evaluación del lugar de Keynes en la historia
del pensamiento económico es preciso decir algo más. Y el punto de partida más rele-
vante aquí, pienso, es la afirmación de Marx de que la escuela clásica <<investigaba las
relaciones reales de producción en la sociedad burguesa», en contraste a la economía
«Vulgar» la cual trataba «Con apariencias solamente»6.
La característica de la economía clásica que Marx está recalcando aquí, ha sido
mencionada frecuentemente en el presente libro7. Los economistas clásicos, amplia-
mente hablando, creían que si el fenómeno del mercado tenía que ser correctamente
comprendido, el investigador debería empezar por penetrar debajo de la superficie de
este fenómeno observando las relaciones entre los hombres en su capacidad como pro-
ductores, las cuales puede decirse que determinan en definitiva sus relaciones de mer-
cado. El hecho de que las mercancías fueran intercambiadas en el mercado, y adquirieran
valores, fue en esencia un reflejo del hecho de que los productores de esas mercancías

3. Critique of Political Economy, p. 56.


4. Cf. posterior, p. 181
5. GeneralTheory,p.IS.
6. El Capital, vol. 1, p. 81, pie de página.
7. Cf. anterior, p. 15 a 49-50, y posterior, p. 204.
EL LUGAR DE KEYNES EN LA HISTORIA DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO 361

en efecto trabajaban el uno para el otro incorporando su propio esfuerzo a las mer-
cancías. Y esto no es todo: las relaciones entre clases socioeconómicas diferentes en
el campo de la producción, relaciones que fueron superpuestas en el concepto más
general de «relaciones de producción» implícito en la propia existencia de las mer-
cancías, alteraron los efectos sobre el fenómeno de mercado en ciertos aspectos defi-
nitivos y muy importantes. Los economistas clásicos, en efecto, siempre empezaron
con «relaciones de producción» en este complejo sentido a causa de que asumieron,
consciente o inconscientemente, que estas relaciones socioeconómicas eran los prin-
cipales determinantes en el valor de las relaciones sobre las cuales dependían primor-
dialmente la forma y el movimiento del sistema económico como un todo. Creían que
la política económica debe arrancar desde estas relaciones de producción y sería con-
denada a la superficialidad y a la esterilidad si bacía abstracción de ello. Este enfoque
metodológico no fue realmente explicitado hasta Marx, sin embargo, no hay razón para
dudar de que la mayoría de los economistas lo adoptaron, aunque fuera sólo intuitiva-
mente. La idea de que el fenómeno del valor es un tipo de reflexión de las relaciones
básicas entre hombres como productores de mercancías tendía a generalizarse en la
elaboración de la teoría del valor, un peculiar producto clásico. Y la noción de que el
fenómeno de mercado (particularmente en la esfera de la distribución) podía ser con-
siderado en términos de relaciones de producción entre clases pasó a ser un lugar común
en el tiempo de Ricardo, en cuyo trabajo asumió considerable importancia.
Es evidente que Marx heredó esta actitud, y que la desarrolló y la aplicó de forma
muy provechosa. Pero desde un punto de vista ortodoxo del pensamiento económico de-
sapareció virtualmente con Ricardo. En los economistas post-ricardianos, puede obser-
varse que a partir de la década posterior a su muerte, resultaba políticamente peligroso
empezar con las relaciones socio económicas entre las personas en tanto que produc-
tores, empezando por argumentar que era pennisible, y verdaderamente necesario en inte-
rés de la objetividad científica, hacer abstracción partiendo de esas relaciones 8. Empezaba
la tendencia gradual hacia la moderna ortodoxia prekeynesiana y neoclásica. Esta ten-
dencia estuvo marcada en particular por la emergencia de una subjetiva teoría del valor
basada en la psicológica relación entre las personas y los productos acabados, más bien
que en las relaciones sociales entre personas y personas en la producción y, finalmen-
te, por el desarrollo de una nueva teoría de la distribución, la cual afirmaba que las
diferencias sociales entre las clases que suministraban la tierra, el trabajo y el capital no
eran significativas respecto a las remuneraciones que recibían9• La sustitución de las
anteriores teorías clásicas del valor y la distribución por este tipo de teorías fue la causa,
según Marx, de que los economistas post-ricardianos en su conjunto no lograran pene-
trar a través de este superficial disfraz en la esencia interna y en la forma íntima del
proceso de producción capitalista.
Hubo otra tendencia en el pensamiento económico post-ricarciano, indirectamen~
te asociada con la anterior, que refol7.3ba la creencia de Marx de que la economía «bur~
guesa» entró en un estado de declive después de la muerte de Ricardo, que consistía
en afirmar (siguiendo a Schumpeter) «que el proceso económico, por muy dado que
sea a situarse bajo el impacto de "petturbaciones", pennanece todavía libre, en su lógi-

8. Cf. anterior, p. 15~16, y posterior, p. 205~206.


9. Cf. mi Studies in Labmtr Tlleory of \blue, p. 243·256.
362 CRfTICAA LA ECONOMfA ORTODOXA

ca pura, desde sus "dificultades inherentes"» 10 • Esta tendencia, desde Juego, ya se había
puesto de manifiesto en Jos propios trabajos de Ricardo, quien después de todo había
aceptado la ley de Say y explicado la tendencia hacia un estado estacionario debido a
la injerencia de factores externos; no obstante este tema fue más profundizado en el
trabajo de sus sucesores. Para Marx, esto se explica por causas políticas pausiblemen-
te asociadas a la mencionada tendencia a abstraer las relaciones de producción.
Marx no anticipó que la economía «burguesa>> llegaría a reconocer franca y amplia-
mente que el proceso económico no estaba después de todo libre de «dificultades inhe-
rentes». Pero si hubiera vivido para ver la «revolución keynesiana», habría podido
insistir en que el análisis de Keynes de esas «dificultades inherentes» resultaba seria-
mente inadecuado, precisamente debido a la continuidad del pensamiento keynesiano
respecto a la antigua tendencia post-ricardiana de hacer abstracción de las relaciones de
producción. En otras palabras, probablemente podría haber explicado Jo inadecuado
que resultaba el análisis keynesiano de las «dificultades inherentes» en términos simi-
lares a los que utilizó para explicar la inexistencia de tales dificultades en el caso de
los economistas ortodoxos de su propio tiempo. A este punto nos referiremos de nuevo
más adelante. Entre tanto, vamos simplemente a hacer notar que la definición de Keynes
respecto a los economistas «clásicos», dando énfasis a la continuidad de la ley de Say
y glosando sobre un número de diferencias vitales entre el pensamiento clásico y el
post-ricardiano, distrae seriamente la atención respecto de ciertos factores determi-
nantes que pueden ser muy importantes para situar el papel de Keynes en la historia
del pensamiento económico.

Tan pronto hayamos aceptado sin discusión la afirmación por parte de Keynes de que
la ley de Say, más o menos adulterada, continuó constituyendo una parte básica de la
ortodoxia económica desde los tiempos de Ricardo hasta los del propio Keynes, sin
interrupción. «La idea de que podemos abandonar sin ningun riesgo la función de la
demanda agregada -escribía Keynes- es fundamental para la economía ricardiana, lo
cual pone de relieve lo que se ha estado enseñando a lo largo de más de un siglo» 11 • Si
se acepta este punto de vista, el lugar de Keynes en la historia del pensaminento está per-
fectamente definida: representa simplemente al hombre que libera a la economía orto-
doxa de su larga dependencia de la ley de Say. En la realidad actual, sin embargo, la
noción de una larga continuidad histórica de una indiferenciada ley de Say requiere
ciertas importantes cualificaciones que destruyen la aparente simplicidad de esta inter-
pretación . En este punto, dos aspectos son especialmente importantes.
En primer Jugar, había una diferencia esencial entre el papel que desempeñaba la ley
de Say en el sistema ricardiano y el papel que gradualmente fue adquiriendo en el sis-
tema de sus sucesores. En el sistema de Ricardo, generalmente hablando, la ley de Say
jugó un rol progresivo, proporcionando una respuesta efectiva a hombres como Spence,
Chalmers y Malthus, que argumentaban (objetivamente,,a favor de los intereses de los

10. Schumpeter, Hist01y of Economic Analysis, p. 559, pie de página.


11. General Theory, p. 32.
EL LUGAR DE KEYNES EN LA HISTORIA DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO 363

propietarios y otros «consumidores improductivos» de su tiempo) que la acumulación


de capital se produjo demasiado rápidamente y causó un «excedente general» de mer-
cancías. Tal argumento, en las dos primeras décadas del siglo XIX, tuvo claramente
connotaciones reaccionarias. No solamente esto, sino que la ley de Say no había sido
tan «fundamental para la economía ricardiana», como asumía Keynes. En cualquier
caso, por lo que al propio sistema de Ricardo se refiere, se trata más bien de algo sobre-
puesto a la estructura teórica básica que de un elemento esencial de la propia estruc-
tura12.
En la económia post-ricardiana, por otra parte, la ley de Say empezó a asumir un
nuevo y mucho menos progresivo papel. En el sistema de Ricardo, había sido usada
como arma arrojadiza contra las fuerzas que trataban de frenar el avance del método
de organización industrial capitalista. En los sistemas post-ricardianos llegó a ser usada
como un arma contra un nuevo grupo de los críticos más radicales del orden capita-
lista, particularmente aquellos asociados con los movimientos de las clases trabajado-
ras. Una doctrina que podía ser utilizada para mostrar que no había una tendencia
inherente hacia una sobreproducción general en una economía capitalista -o, mejor
aún, que tal sobreproducción era simplemete imposible- era obviamente una podero-
sa arma teórica para tener a mano después del periodo de revocación de las Combination
Laws. Esto permitió a los economistas ortodoxos explicar las crisis periódicas del capi-
talismo (las cuales empezarán a manifestarse al poco de producirse la muerte de Ricardo) 1
en términos de operaciones de factores exógenos o de la presencia de rigideces inamo-
vibles más que en términos de lo que Marx llamó posteriormente las «contradicciones
básicas del capitalismo». El propio Keynes puntualizó claramente la naturaleza del
atractivo que poseía la ley de Say para la clase capitalista, que se encontraba a la defen-
siva contra el desafío radical:

La absoluta victoria ricardiana es algo curioso y misterioso. Tuvo que ser debido a
un conjunto de adecuaciones entre la doctrina y el entorno dentro del cual fue pro-
yectada[ ...]. Lo cual pennitía explicar mucha de la injusticia social y aparente cruel-
dad como un inevitable incidente en el sistema de progreso, y que el intento de cambiar
estas cosas, encomendado a la autoridad, produce en general más daño que bien. Esto
proporcionó una medida de justificación a las libres actividades de los capitalistas
individuales, y atrajo hacia esta doctrina el apoyo de la fuerza social dominante tras
la autoridad. 13

En segundo lugar, por lo que a los predecesores inmediatos de Keynes concierne,


la noción de que su trabajo estuvo invalidado por la omnipresente ley de Say, que his-
toricamente correspondió a Keynes exorcizar, es tan errónea que casi resulta ridícula
La caracterización que hizo Keynes de los economistas neoclásicos los convirtió en el
blanco de todas las críticas y, por lo que respecta a sus predecesores inmediatos en
relación a la ley de Say, no fueron tan estúpidos como los hacía aparecer en algunas
ocasiones 14. ¡Después de todo, ellos habían discutido ocasionalmente aspectos mane-

12. Cf. anterior, p. 55-66.


13. Keynes, General Theory, p. 32-33.
14. Cf. G. Haberler, «TheGeneral Titeory afterTen Years». Reeditada en: Keynes' General Theory: Reports
ofThree Decades, p. 281-284.
364 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

tarios y de ciclo económico! El punto realmente esencial-el cual es tan simple como
para que pase desapercibido- es que los predecesores inmediatos de Keynes estuvieron
interesados principalmente en un tipo particular de problemas para los cuales la cues-
tión de verdad o falsedad de la ley de Say no era realmente relevante. «La dificultad
de la caracterización que hace Keynes de la teoría ortodoxa -como el Dr. Blaug ha
dicho- no es simplemente que ningún economista haya sostenido nunca todas las ideas
que Keynes atribuye a los clásicos, sino que casi ningún economista después de 1870
consideró el tipo de problemas macroeconómico que preocuparon a Keynes» 15 • Y cuan-
do fijaron su atención en estos problemas, generalmente reconocieron, con frecuencia
explícitamente, lo muy limitado del significado práctico de la ley de Say 16 , especial-
mente en el corto plazo.
En resumen, sería un error evaluar el papel de Keynes en la historia del pensa-
miento económico principalmente por su reacción en contra de la ley de Say, la cual
había sido de hecho «fundamental para la economía ricardiana» únicamente por un
periodo histórico relativamente corto. Lo que sí fue básicamente objeto de su reacción,
en el fondo, fue la continua preocupación de la mayoría de los economistas por el aná-
lisis microeconómico en unos momentos en que la solución de la agenda de los pro-
blemas prácticos estaba pidiendo a gritos análisis de tipo macroeconómico.

4
Una implicación de lo que se ha dicho es que la Teoría General podría supOner un
movimiento de retroceso desde el neoclasicismo hacia el clasicismo, por lo menos en
el sentido de que Keynes, al igual que Smith y Ricardo, estaba interesado en las varia-
ciones del ingreso agregado. El problema típico de los neoclásicos era cómo distribuir
un ingreso dado de la mejor manera «racional» o ~<económica>> -es decir, cómo optimizar
la escasez-. El rechazo de Keynes a asumir un ingreso dado, y su interés por los fac-
tores determinantes del ouput agregado, supusieron verdaderamente que algo como el
viejo problema de los clásicos acerca del problema de asegurar «una abundancia de
mercancías» era situado nuevamente en la agenda.
No solamente el trabajo de Keynes hizo revivir el interés por este problema clási-
co, sino que también contribuyó a la rehabilitación de un concepto clásico esencial que
había ido cayendo en desuso desde la muerte de Ricardo. En el sistema de Ricardo se
daba generalmente por sentado que la acumulación podía mayormente ser considera-
da como una función del excedente social, y en particular de la parte del excedente
que consistía en beneficios. La noción de que el volumen de la acumulación estaba
determinado por la capacidad de acumular tendía a predominar sobre la noción de que
estaba determinado por la tasa de recompensa por la acumulación. En el periodo post-
ricardiano, por razones que hemos analizado anteriormente 17 , la segunda noción tendió
gradualmente a predominar sobre la primera, de forma que el volumen de ahorro a la
larga vino a concebirse como una función más o menos exclusiva de la tasa de beneficios
o de interés. A partir de aquí quedaba solamente un paso para establecer la teoría de

15. Economic Theory í11 Retrospect Homewood, Illinois, 1962, p. 601.


16. Ver, Marshall, Principies of Eco11omics. 8" ed., Londres, 1946, p. 710-712.
17. P. 87-88.
EL LUGAR DE KEYNES EN LA HISTORIA DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO 365

que el ahorro y la inversión se mantenían automáticamente iguales entre sí simple-


mente manipulando la tasa de interés.
La crítica de Keynes a esta teoría constituyó el punto crucial en la transición desde
el sistema neoclásico microestático al sistema macroestático keynesiano; y en esta crí-
tica, la «nueva» noción de ahorro debía ser contemplada como una función del ingre-
so más que de la tasa de interés, jugó un papel fundamental. Paul Samuelson, en un
interesante pasaje en el que trata del «proceso de pensamiento» refiriéndose a la Teoría
general, habla de:

La vital importancia de la función de consumo: estableciendo la propensión a con-


sumir en términos de ingreso; o viéndola desde el lado opuesto especificándola como
la propensión a ahorrar. Con una inversión dada como una constante o en términos
de una función, nos encontramos en disposición de establecer el sistema determinaM
do más sencillo de equilibrio con subempleo, por medio del <<cruce keynesiano entre
ahorroMinversión-ingresO>>, el cual no difiere formalmente de «cruce marshalliano
entre oferta-demanda-precio».
Inmediatamente cada cosa se pone en su lugar: el reconocimiento de que la
intención de ahorrar puede disminuir el ingreso y finalmente el ahorro; el hecho de
que un incremento autónomo neto en la inversión, en la balanza exterior, gastos
gubemarnentales y consumo resultará en un incremento de ingreso mayor que el ini-
cial, etc. 18

Se puede decir, en cierto sentido, que Keynes no solamente colocó de nuevo en


primer plano la problemática de la economía clásica, sino que además adoptó, como
un instrumento muy importante, uno de los conceptos que los economistas clásicos
habfan utilizado para tratar este problema.
Pero sólo «en cierto sentido». El interés de Keynes ciertamente se centró en inves-
tigar las causas de los movimientos del ingreso, pero se trataba de movimientos de tipo
muy diferentes a los tratados por Ricardo. Mientras que éste examinaba las fuerzas
que producen un secular incremento del ingreso (y los cambios en su distribución) a
largo plazo, Keynes examina las fuerzas que producen fluctuaciones en el ingreso a
corto plazo. Sus objetivos básicos eran diferentes y, a pesar de ciertos parecidos bastante
superciciales, sus técnicas eran diferentes. Es cierto que Keynes, al igual que Ricardo
(aunque mucho más profundamente), puso énfasis en que el ahorro debía ser conside-
rado como una función del ingreso. ¿Pero el ingreso de quién? Ricardo siempre con-
templó la acumulación como correspondiendo más o menos exclusivamente a una
particular clase social, la clase que vivía de los beneficios. Los trabajadores no tenían
realmente el poder de acumular y los propietarios de la tierra, aunque tenían la posi-
bilidad, por lo general no denotaban una predisposición a ello. En el sistema de Keynes,
sin embargo, el ahorro aparece como una función del ingreso agregado de la comuni~
dad en su conjunto, abstrayéndose casi completamente de las diferencias entre clases
sociales que Ricardo había tomado como punto de partida.
Finalmente, debe puntualizarse que la Teoría general de Keynes, aunque en cier~
to aspecto más «general» que el sistema neoclásico, era de hecho en otro sentido menos
«general» que el sistema clásico. Keynes utilizó el vocablo «general» en el título de

18. Keynes' General Theory: Reports of71lree Decades, p. 330.


366 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

su libro con el fin de llamar la atención de su visión de que la situación de equilibrio con
pleno empleo, supuestamente asumida por Jos autores neoclásicos, era realmente sólo
«un caso particular entre las posibles posiciones de equilibrio» 19 • Está claro que el uso
del vocablo «general» no implicaba su intención de que su teoría fuese considerada
como un sustituto del conjunto doctrinal de la teoría neoclásica ortodoxa. Sus quejas con-
tra esta teoría eran debidas simplemente a que no «resolvía los problemas económicos
del mundo actual» y más concretamente el problema del desempleo en masa. Si este pro-
blema podía de hecho ser resuelto, es decir, «Si nuestros controles centrales tuvieran
éxito en establecer un volumen agregado de ouput correspondiente al pleno empleo o
lo más cercano posible~~. entonces, decía Keynes:

la teoría clásica recuperaría de nuevo su punto de partida. Si suponemos que el volu-


men de ouput está dado, es decir, estando determinado por fuerzas ajenas al esquema
clásico de pensamiento, entonce no hay ninguna objección para mantener, contra e1
análisis clásico de la forma en que el interés privado determinará Jo que en particular
hay que producir, en qué proporción los factores de producción se combinarán para
producirlo, y cómo el valor del producto final será distribuido entre ellos20.

Este párrafo revela muy claramente que el sistema de Keynes era menos «gene-
ral» que el sistema clásico (propiamente dicho), el cual nunca hizo este tipo de distin-
ción entre. análisis microeconómico y macroeconómico. Para Smith y Ricardo, el
problema macroeconómico de las «leyes de funcionamiento» del capitalismo apare-
cen como el principal problema y parecía necesario que el conjunto del análisis eco-
nómico, incluyendo las teorías básicas del valor y la distribución, fueran deliberadamente
orientadas hacia su solución. Para Keynes, sin embargo, no parecía que una teoría
«general» en este sentido clásico fuera necesaria para la solución del conjunto de pro-
blemas macroeconómicos en los que estaba interesado. La microeconomía ortodoxa
podía ser dejada en paz, todo lo que debía hacerse era complementarla con un ade-
cuado suplemento macroeconómico.

5
Marx heredó una parte importante de la perspectiva clásica y de su estructura teórica,
y no cabe duda de que hay un importante elemento de verdad en la ahora tópica des-
cripción de él como «el último de los economistas clásicos». Pero su propia contribu-
ción fue mucho más significativa, y mucho más idiosincrásica de lo que esta descripción
parece implicar. Su objetivo fue liberar a los economistas clásicos de su prisión «bur-
guesa», un objetivo que persiguió con especial vigor en dos campos. El primero fue
la teoría del beneficio: el problema del origen y persistencia del beneficio bajo condi-
ciones de competencia, creía Marx, no podía ser resuelto adecuadamente si no se empe-
zaba desde las relaciones de producción entre los trabajadores asalariados y los
propietarios del capital características de las economías capitalistas. La segunda fue la
teoría del ciclo económico: el problema de las fluctuaciones cíclicas, exclamaba, no

19. Gerera/ Theory, p. 3.


20. Ibrd., p. 378-379.
EL LUGAR DE KEYNES EN LA HISTORIA DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO 367

podía ser resuelto en términos de factores exógenos, sino solamente considerando las
fluctuaciones como el reflejo de ciertas profundas contradicciones sociales y econó-
micas inherentes al propio modo de producción capitalista.
He aquí un paralelo obvio entre Marx y Keynes, y era de prever que la publica-
ción de la Teoría general daría lugar a un número creciente de especulaciones acerca
de las relaciones de los sistemas marxista y keynesiano. No es demasiado difícil encon-
trar un cierto número de otros paralelismos, con variables grados de significación, entre
El Capital y la Teoría general. Verdaderamente hay ciertas similaridades que son obvias,
por ejemplo, entre la..:; respectivas explicaciones dadas por Marx y Keynes de las fuer-
zas que determinan la periodicidad del ciclo y entre sus consideraciones respectivas
del papel que juega la especulación. Todavía hay otro paralelo obvio, el cual yo mismo
nunca he sido capaz de ver sino como algo puramente formal, entre la teoría del valor
trabajo de Marx y el concepto «salario-unidad» de Keynes. Mucho más relevante para
la cuestión son los famosos esquemas de reproducción de Marx, los cuales han sido
objeto de conderable atención por parte de quienes se han interesado en las relaciones
entre Keynes y Marx. La señora Robinson nos dice que Khan, en el famoso «círculo»
en el que el Tratado de Keynes fue discutido en 1931, <<explicaba el problema del ahorro
y la inversión imaginándose un cordón alrededor de las industrias de bienes de capi-
tal y, a partir de aquí, estudiando los intercambios entre ellas y las industrias de bienes
de consumo; luchaba por llegar a redescubrir el esquema de Marx»21 • Robinson añadía
que si Keynes hubiera tomado a Marx cdrno punto de partida, como hizo Kalecki, se
habría ahorrado muchos problemas.
Si un estudio de los esquemas de reproducción de Marx puede revelar ciertas
importamte similaridades con Keynes, también puede servir para sacar a la luz un
número de disimilitudes que son como mínimo de la ~isma importancia. Los agre-
gados de Marx, como el profesor Tsuru ha enfatizado en un estimulante artículo, «Se
encuentran a medio camino en el viaje teórico de Marx desde la más abstracta discu-
sión del valor basta la más concreta aclaración de las crisis y otros fenómenos típica-
mente capitalistas»22 . Esto significa que la discusión de Marx sobre sus esquemas de
reproducción del volumen JI de El Capital esiá basada en una cantidad de supuestos sim-
plificadores, el más notable es el supuesto de que todos los bienes concernidos son
comprados y vendidos a través de los valores marxianos. (De fonna similar, en el aná-
lisis del volumen III sobre la tendencia a largo plazo de la caída de la tasa de benefi-
cios, se asume que todos los bienes se venden a los «precios de producción» que se
derivan de los valores). Esto implica, desde luego, que los agregados de Marx no son
«operacionales» en el sentido en que lo son los de Keynes, un hecho que frecuente-
mente se utiliza para demostrar la superioridad del sistema keynesiano sobre el mar-
xista. Es verdad, como Tsuru destaca 23, que el sistema marxiano tendría que expandirse
incorporando una teoría de ajustes paramétricos si se hubiese deseado abordar los pro-
blemas en que Keynes estaba particularmente interesado. Pero el método de enfoque
de Marx no era arbitrario, y el hecho de que tratara estas partes de su análisis en tér-

21. Robinson, Collected Eco11omic Papers, vol. III, p. 96.


1 22. Shigeto Tsuru, «Kcynes versus Marx: The Metodo!ogy of Aggregatesn, En: Post-Keynesia11 Eco/lomics.
Londres, 1955, p. 340.
23. Op. Cit, p. 335-33~

r
368 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

minos de valores y «precios de producción>>, en vez de en términos de precios de mer-


cado, no puede ser tomado como indicativo de que no se sintiese preocupado por el
corto plazo. Más bien, reflejaba su visión de que los fenómenos a corto plazo, inclu-
yendo notoriamente el fenómeno del ciclo económico, no podía ser adecuadamente
analizado de manera separada de las tendencias a largo plazo, y que las causas básicas
de ambos, el largo plazo y el corto, debían ser vistas ante todo dentro de las. relaciones
sociales fundamentales entre los hombres en la esfera de la producción, las cuales se
reflejaban en primera instancia en los valores y «precios de producción» de los bien-
es. Por ejemplo, uno no podría presentar adecuadamente un conjunto de factores como
la causa de la tendencia a largo plazo de la caída de la tasa de beneficios (en términos
de valores), y otro conjunto completamente separado de factores como la causa de la
caída de beneficios o de la expectativa de beneficios (en términos de precios) a corto
plazo, la cual precipitaría la crisis por sus efectos sobre la inversión inducida. Los fac-
tores cuyo incesante conflicto e iteración producen estos dos tipos de fenómenos esta-
ban, desde el punto de vista de Marx, íntimamente ligados entre sí, y provenían de
ciertas contradicciones implícitas en las relaciones de producción que caracterizan a la
economía capitalista.
La contradicción básica del modo de producción capitalista, que en cierto sentido
es el origen de todas las demás contradicciones, era esencialmente, desde el punto de
vista de Marx, una contradicción entre tendencia y objetivo. La tendencia del modo
de producción capitalista, escribe Marx, es <<hacia un absoluto desarrollo de las fuerzas
productivas, sin tener en cuenta el valor y la plusvalía que representan y sin reparar en
las condiciones sociales bajo las cuales la producción capitalista tiene lugar». El obje-
tivo inmediato del sistema, por otra parte, es «preservar el valor del capital existente
y promover su autoexpansión hasta el límite más elevado posible». El objetivo y la
tendencia están en continuo conflicto. El empeño capitalista es promover la acumula-
ción y la productividad, con el fin de incrementar sus beneficios y el valor de su capital.
Pero los cambios tecnológicos asociados con la acumulación incrementan la compo-
sición orgánica del capital y, por tanto, a menos que su efecto sea compensado, son
causa de la caída a largo plazo de la tasa de beneficios. La continua acumulación, nue-
vamente, incrementa la masa de los bienes de capital pero, al mismo tiempo, conlleva
una depreciación periódica del valor del capital existente, lo cual «perturba las condi-
ciones dadas, dentro de las que el proceso de circulación y reproducción del capital se
desarrolla, y es, por lo tanto, acompañado por repentinas desaceleraciones y crisis en
el proceso de producción». Y la lucha del capitalista para incrementar su tasa de benefi-
cios y su tasa de acumulación implica una restricción inmediata del consumo por su pro-
pia parte y por pmte de sus trabajadores. «Estas diferentes influencias», exclama Marx,

pueden en un momento operar predominantemente una aliado de la otra en el espa~


cio y otras veces sucederse en el tiempo. De tiempo en tiempo, el conflicto de intereses
antagónicos encuentra una válvula de escape en las crisis. Las crisis son siempre
momentáneas y enérgicas soluciones a las contradicciones existentes. Son erupcio~
nes violentas que por un tiempo restauran el equilibrio alterado 24 •

24. Citas en este párrafo de El Capital, vol. III, p. 244.


EL LUGAR DE KEYNES EN LA HISTORIA DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO 369

Así pues, aunque en la «reproducción ampliada» existe la posibilidad teórica de un


«equilibrio>> entre la'i distintas sectores de la economía, cuyas condiciones pueden ser cui-
dadosamente definidas, tal «equilibrio» puede en realidad ser solamente alcanzado acci-
dentalmente, o por el tipo de restitución forzosa del equilibrio justo descrita25 .
Si bien es verdad que tanto Marx como Keyncs rechazan la ley de Say y aducen fac-
tores endógenos para la explicación de las fluctuaciones cíclicas, el parecido no va
mucho más lejos que esto. La primera y más obvia disimilitud es que mientras el aná-
lisis del ciclo de Marx era una parte integral de un análisis macrodinámico de miras
muy amplias, bastante similar en alcance al de sus predecesores clásicos, el análisis
de Keynes del equilibrio con subempleo tenía más o menos exclusivamente un carác~
ter macroestático. Keynes enfatizando que «en el largo plazo estaremos todos muertos»,
asumía deliberadamente que las técnicas de producción, tamaño de las plantas, etc, se
mantendrían sin cambios. Corno Schurnpeter puntualizó, en el modelo básico de Keynes
{pero no siempre en los argumentos en que se apoyaba) «todos los fenómenos que
inciden en la creación y cambio del aparato (industrial), es decir los fenómenos que
dominan el proceso capitalista, están de este modo excluidos de consideración» 26• La
segunda disimilitud se desprende de lo que se ha dicho al final de la sección previa
acerca de los grados comparativos de «generalidad» entre los sistemas clásico y key-
nesiano. Marx, al igual que Smith y Ricardo, no hace distinción entre análisis micro-
económico y macroeconómico, y deliberadamente orienta su teorías sobre el valor y la
distribución hacia la solución del problema de las «leyes de funcionamiento» del capi-
talismo. La tercera disimilitud, que está profundamente ligada a las dos anteriores, es
simplemente que mientras la teoría de Marx estaba expresada en términos de las rela-
ciones de producción peculiares del capitalismo, Keynes en su mayor parte hizo abs-
tracción de estas relaciones, considerándolas simplemente como una parte del entorno
«dado» dentro del cual las variables que consideraba significativas interaccionaban
entre sí.
Este último punto requiere una explicación algo más elaborada. Los agregados
keynesianos, como ha dicho el profesor Tsuru, a diferencia de los agregados marxianos,
«no se refieren necesariamente a la especifidad del capitalismo[ ... ]. En cualquier tipo
de sociedad, sea tribal-primitiva o socialista, es posible aplicarlos y referirnos a estos
ratios por medio de términos tales como "la propensión al consumo", "la propensión a
invertir", etc.»27 • En el sistema de Keynes, juegan un papel vital tres «variables inde-
pendientes», las cuales están deliberadamente definidas en términos asociales. Estas
variables son «la propensión psicológica al consumo, la actitud psicológica hacia la
liquidez y las expectativas psicológicas de futuros beneficios provenientes de los acti-
vos de capitah>28 . Si la «estructura social», la «técnica actual», el «nivel de competen-
cia», etc. se toman como dados, argumenta Keynes, entonces las «Variables
independientes» determinarán las «variables dependientes)) (volumen de empleo y
renta nacional). Keynes reconoce, desde luego, que los factores «tomados como dados»
tienen influencia en las «Variables independientes»; pero afinna que «no los determi-

25. Cf., ibíd., vol. U, p. 494495.


26. Schumpcter, en The New Economics, p. 93.
27. Tsuru, op. cit., p. 336.
28. General Theory, p. 247.
370 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

na completamente», y asume que la naturaleza de su intluencia, excepto en casos espe-


ciales, no necesita ser investigada29 . Para Marx, por el contrario, parecía obvio que era
precisamente este campo de investigación el que era verdaderamente crucial.

6
Aquellos de nosotros que profetizamos que en los años siguientes a la publicación de
la Teoría general, la estructura de la ortodoxia económica se mostraría lo suficiente
flexible para acomodar el análisis de Keynes, y que hablar de la «revolución keyne-
siana» era por tanto una afirmación errónea, debemos simplemente reconocer que nos
habíamos equivocado. Hoy, treinta años después de la Teoría gelleral, la avalancha de
artículos y libros resumiendo, interpretando, desarrollando y atacando el trabajo de
Keynes no muestra signos de decaimiento. Es tan grande el volumen de esta literatu-
ra «postkeynesianm>, que verdaderamente es muy difícil identificar incluso cuáles son
las tendencias que tienen imporlancia en el día de hoy, por no mencionar aquellas que
los historiadores del futuro reconocerán como importantes en relación con la cuestión
del lugar que debe ocupar Keynes en la historia del pensamiento económico. Creo que
no es posible hacer mucho más en esta coyuntura que clasificar un número de las ten-
dencias corrientes bajo dos amplios apartados.
El primero de estos apartados agrupa ciertas tendencias que en conjunto signifi-
can un retroceso sobre la visión fundamental de Keynes del capitalismo como un sis-
tema intrínsicamente inarmónico en el cual no existe una mano invisible equilibrando
automáticamente los niveles de inversión con los niveles de ahorro y pleno empleo.
Para el mismo Keynes, que estaba implicado en el análisis de las fluctuaciones del out-
puta corto plazo, asumir la ausencia de semejante mano invisible era mucho más impor-
tante que las diversas razones particulares que podían ser esgrimidas para justificar su
ausencia en algún caso30• Después de Keynes, sin embargo, cuando la propensión psi-
cológica de los economistas a formalizar había tenido tiempo de operar, la cuestión de
estas razones empezó a aparecer corno mucho más importante. ¿En cuáles de estas
razones confío Keynes? ¿Cuáles de ellas eran realmente importantes? ¿Bajo qué cir-
cunstancias no sería operativa ninguna de ellas, de fonna que la mano invisible tuvie-
ra que volver a ocupar nuevamente su papel? El camino estaba ahora abierto para que
florecieran cientos de modelos basados en diferentes conjuntos de supuestos, inclu-
yendo, desde luego, restaurados modelos neoclásicos en los que estaba asumido que
el crecimiento era posible sin alejarse significativamente del pleno empleo. La carica-
tura que Keynes hizo de los economistas neoclásicos empezó a provocar las inevita-
bles represalias, y la resurrección del efecto Pigou sirvió «para salvar la cara y el honor
de los creyentes en el equilibrio annónico» 31 al hacer parecer menos probable que las
trampas de liquidez y los planes de inversión inelasticos al interés pudieran evitar la
consecución del pleno empleo.
Este retroceso, desde la original visión keynesiana, que en parte fue posible, para-
dójicamente, utilizando los intrumentos y técnicas proporcionados por el mismo

29. !bid., p. 245-247.


30. Cf. Samuelson, en Keynes' General Theory: Reports ofThree Decades, p. 231.
31. Samuelson, op. cit., p. 333.
EL LUGAR DE KEYNES EN LA HISTORIA DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO 371

Keynes 32 , es desde luego algo más que un mero subproducto de la moda de construc-
ción de modelos estimulada por la Teoría general, y algo más que una mera reflexión
de la notoria dificultad teórica de reconciliar competencia con desempleo33 . No es fácil
vivir sin el confortable supuesto de la presencia de una mano invisible, y para muchos
economistas, después de una debida reflexión, la interpretación de Keynes de las fluc-
tuaciones cíclicas, que ponen de relieve la importancia de los factores endógenos sobre
los exógenos, empieza a aparecer quizá un poco mTiesgada. Pero el retroceso ha sido
estimulado sobre todo por el simple hecho de que, contrariamente a lo que cada uno
esperaba, no ha habido una depresión importante en el mundo capitalista por espacio
de 25 años. Esto ha provocado, en opinión de muchos modernos economistas, el mismo
tipo de reacción que ocasionó, en una situación no muy diferente, en las mentes de
alguno de sus predecesores después de la muerte de Ricardo: si las cosas de hecho se
han sucedido mucho mejor de Jo que Keynes (o Ricardo) anticiparon, ¿no debe haber
algo radicalmente erróneo en la teoría básica de Keynes (o Ricardo)? No es fácil deci-
dir lo que uno debiera hacer entre esta aparente contradicción entre teoría y realidad.
¿Puede uno empezar hablando en términos de tendencias keynesianas <<innatas» que
están ahora siendo contrapesadas por la acción de gobierno? ¿O puede uno quizá empe-
zar postulando la existencia de tendencias hacia el pleno empleo, por ejemplo, por
medio de cambios equilibradores en la distribución del ingreso? La elección de la
1acción realmente seleccionada dependerá de las predilecciones personales, y puede
también, desde Juego, depender del lado parlicular del Atlántico en el que al econo-
mista le ha tocado vivir.
El segundo apartado incluye las tendencias que han llevado a la Jransformación de
la teoría macroeslática propia de Keynes en una teoría macrodinámica más realista y tras-
cendental. El que la palabra correcta sea «transformación» es desde luego materia
corriente de conh·oversia: el alcance en el que la Teoría general ha sembrado las semi-
llas de la macrodinámica moderna no es fácil de determinar. Ni es fácil juzgar si y en
qué sentido la teoría macroestática keynesiana era en realidad un«fundamento indis-
pensable»34 para el sistema macrodinámico moderno. Pero puede, en cualquier caso,
decirse que el sistema de Keynes proporcionó los estímulos básicos para la emergencia
del moderno sistema macrodinámico, en el cual se puede prestar y se está prestando
mayor atención a las «relaciones de producción>> de lo que propio Keynes pensaba
prestarles. Una vez el uso de los agregados apropiados se ha hecho respetable, la de-
sagregación pasa a ser posible: por ejemplo, los ahorros de los receptores de benefi-
cios pueden ser separados de las de ou·os grupos sociales. Una vez que el concepto de
corriente neta de ingresos ha sido incorporado a nuestra teoría, podemos empezar a
preguntarnos acerca de las características del organismo económico dentro y fuera del
cual estos ingresos fluyen 35 • Una vez que la capacidad de crear ingresos desde las inver-
siones ha sido considerada, podemos proceder a preguntarnos sobre los efectos de aña-
dir capacidad productiva. Y una vez hayamos analizado el problema de la detenninación
del volumen de producción bajo condiciones competitivas, podemos proceder a intro-

32. Cf. Samuelson, op. cit. p. 334.


33. Cf. G. Haberler, en Keynes' General Theory: Reporlsfor Three Decades, p. 284.
34. lbíd. Harrod, p. 140.
35. Cf. Tsuru, op. cit., p. 341.
~1

372 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

ducir el monopolio en nuesto cuadro. El resultado neto de este segundo conjunto de


tendencias ha sido la emergencia de un número de teorías macrodinámicas que están
mucho más cerca de las teorías clásica y marxista, en espíritu y frecuentemente en con-
tenido real, de lo que nadie razonablemente había anticipado. En el largo plazo, puede
bien ser que el «poderoso impulso» 36 dado por Keynes, quizá inintencionadamente, al
análisis macrodinámico sea el factor principal para determinar.su lugar en la historia
del pensamiento económico.
Pero si dijéramos solamente esto podría parecer que ignoramos el aspecto más
importante de todos. Estamos viviendo en un tiempo en el que la naturaleza y la fun-
ción de la economía en su conjunto está experimentando una profunda revolución.
Existen varios caminos para describir esta revolución: a mí me gusta pensar en ello en
ténninos de la transformación de la economía en un ciencia, o quizá en un arte, de ges-
tión económica o ingeniería social, y ligar esto con el declive en nuestros días del con-
cepto de la máquina económica37 • La cuestión no es simplemente que hoy el análisis
económico está teniendo una incidencia en la política pública en un grado mayor que
nunca antes, sino que la naturaleza toda del análisis económico está siendo cambiada
radicalmente en función de tratar de manera efectiva los nuevos problemas de política
económica que están emergiendo en un mundo en el cual el dominio de la máquina
económica está disminuyendo constantemente. Es evidente que el sistema teórico key-
nesiano es desde luego uno de los más «maquinistas)). Pero al concentrarse, como se ha
hecho, en la tendencia de la máquina para generar desempleeo y capacidad ociosa, y cen-
trar la atención sobre los agregados que eran no solamente cruciales desde un punto
de vista de la política económica sino también mensurables estadísticamente, se ha
dado un tremendo ímpetu al desarrollo del nuevo tipo de pensamiento económico que
nuestro tiempo requiere. Al hacer respetable la interferencia con la operación de la
máquina y haciéndolo sobre una base científica, Keynes ayudó a pavimentar el cami-
no para un nuevo tipo de pensamiento económico, el cual puede muy bien trascender
a todos los sistemas económicos anteriores, incluyendo el suyo.

36. Schumpeter, History of Economic Analysis, p. l.l84


37. Ver mi «Inaugural Lecture)), The Rise and Fa/1 of rile Conccpt o[ Economic Machine (Leicester, 1965).
CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA 373-385

Kalecki y Keynes'
George R. Feiwel

[ ... ]

l. Los ÁRBOLES GENEALÓGICOS INTELECTUALES DE KALECKI Y KEYNES


Con excepción de Malthus y algún otro 1, la corriente principal de la economía acadé-
mica prekeynesiana dejó a un lado la molesta cuestión de encontrar mercados ade-
cuados para el producto del pleno empleo y justificaban la suposición del pleno empleo
con lo que Marshallllamaba el conocido axioma económico2 , es decir, la ley del
Mercado de Say (cf. Keynes 1936, p. 19).

[ ... ]

La Teoría general se entiende mejor como la culminación del desarrollo intelec-


tual de la escuela económica de Cambridge impregnada de la tradición clásica. Keynes
se rebeló contra todas esas teorías que le eran familiares y que no explicaban la cues-
tión de la demanda efectiva. Se hallaba fascinado por Malthus, decepcionado con
Ricardo y marcadamente en contra de Marx, a quien «nunca entendí ni jota» 3. Keynes
creía que «la idea de que, felizmente, podamos descuidar la función de la demanda
agregada es fundamental en la economía ricardiana, que subyace en lo que se nos ha
enseñado durante más de un siglo. Malthus, en realidad, se opuso con vehemencia a
la doctrina de Ricardo de que era imposible que la demanda efectiva fuese deficiente;
pero fue en vano». Como Malthus no fue capaz de explicar satisfactoriamente el «Cómo
y por qué la demanda efectiva podía ser deficiente o excesiva, fracasó en ofrecer una
construcción alternativa; y Ricardo conquistó Inglatena tan completamente como la

Publicado en: Feiwcl, George R. «Kalecki y Keynes». En: Michael Kalecki: contribuciones a la tea·
' ría de la política económica. México: Fondo de Cultura Económica, 1981, p. 72-75, 82-86, 92-99.
l. La relación de Keynes con sus predecesores ha sido objeto de gran controversia. Ver, interalia, Klein,
1966, caps. 1 y 2; Hansen, 1953, cap. 1; Harris, ed. 1947, cap. 6. Evidentemente, otros autores influen-
ciados por Keynes se han preocupado de la demanda efectiva. Para un sumario de las opiniones de
Laudcrdale, Mallhus, Hobson y Wickse\1, véase Han sen, 1964, caps. 14 y 17. Ver además Schumpeter,
1954, passim, y Leijonhufvud, 1969.
2. No quiere esto decir que todos los autores hayan tr:.1tado la ley de Say como si fuese una proposición evi-
dente por sí misma. Se ha presentado una argumentación más sofisticada. Véase Schumpeter, 1954,
p. 615-625 y Patinkin, 1965, especialmente n. L.
3. Joan Robinson 1964, p. 338. Sobre Keynes y Marx, véase tambiénJoan Robinson, 1951, p. 133-145; 1960,
p. 1-17; Klcin, 1966, p. 130-134.
374 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

Santa Inquisición conquistó España ... El gran enigma de la demanda efectiva con la
que Malthus había luchado a brazo partido se desvaneció de la literatura económica ...
Sólo pudo vivir furtivamente, bajo la superficie, en los bajos mundos de Karl Marx,
Sil vio Gesell o el Mayor Douglas» (Keynes 1936, p. 32).
Parece que Keynes, en su ensayo sobre Malthus, fue demasiado lejos al comentar
Jos pasajes de la correspondencia Malthus-Ricardo4• Se ve que nunca captó el proble-
ma con el que luchó Ricardo: «Uno no puede levantarse después de una lectura cui-
dadosa de su correspondencia sin un sentimiento de que la casi total desaparición de
la línea de enfoque de Malthus y el dominio de Ricardo por un periodo de cien años
ha sido un desastre para el progreso de la economía». Keynes continuó: «Si hubiese
sido Malthus, en lugar de Ricardo, el tronco principal del que procediese la economía
del siglo XIX, ¡en qué posición más sensata y opulenta estaría el mundo hoy día!» 5•
Está claro que Schumpeter tenía razón al decir que, en la controversia entre Malthus
y Ricardo, «el generoso entusiasmo llevó a Keynes más allá de todos los límites de la
razón. En cuanto a eso puntuó su informe con aplausos para Malthus y comentarios
negativos respecto a la "ceguera" de Ricardo, convirtiéndose él mismo en un ciego en
relación a la debilidad obvia del primero y todos los puntos fuertes del argumento del
segundo» 6.

[ ... ]

Hasta cierto punto, el gran logro de Keynes fue negativo en el sentido de que soca-
vó la economía y política ortodoxas. Se rebeló contra la tiranía de la ley del Mercado
de Say desde dentro de la ciudadela de la ortodoxia (Sweezy 1964, p. 301, 305). Por lo
menos agitó la economía ortodoxa y provocó su reexamen y revaloración. En este sen-
tido, el logro de Keynes es inconmensurablemente mayor que el de Kalecki7• De hecho,
la revolución de Keynes «derriba de una vez por todas el mito de una armonía entre

4. El problema consistía en que Ricardo se ocupaba de la teoría de la distribución entre las clases bajo()
condiciones del equilibrio a largo plazo (la acumulación a largo plazo del capital exige ahorros, y Jos
mayores beneficios elevarían la tasa de crecimiento del volumen de capital y propiciarían una tasa de
crecimiento a largo plazo del empleo). Malthus estaba preocupado con Jos determinantes de las varia-
ciones a corto plazo en el volumen de la producción en el mundo real (la rentabilidad a corto plazo
exige gasto). Ricardo señaló la fuente de la disputa cuando escribió: <<Me parece que una causa grande
de nuestra diferencia de opinión en cu:mto a los asuntos que hemos discutido tan a menudo sea que
usted tiene siempre en mente los efectos inmediatos y temporales de los cambios individuales, mientras
que yo pongo bien aparte esos efectos inmediatos y temporales y fijo toda mi atención en el estado de
cosas permanente que de ellos resultará. Tal vez usted estima demasiado esos efectos temporales mien-
tras que yo los subestimo demasiado. Para manejar bien este asunto, habría que distinguirlos y men-
cionarlos cuidadosamente y adjudicare! debido efecto a cada uno». Citado por Keynes, 1963a, p. 116;
ver también la respuesta de Malthus, ibid.
5. Keynes, 1963a, p. 117, 120-21. Para una magistral presentación de Ricardo, véase SrafTa, 1951. Sobre
Ricardo y Malthus, véase Blaug, 1968, caps. 3, 4 y 5, donde pueden hallarse amplias referencias sobre
los textos. Asimismo, Shumpeter, 1954 vale la pena de ser consultado.
6. Shumpeter, 1954, p. 623. Shumpeter acusó a Keynes de tener el mismo vicio que Ricardo; «el hábito de
echar una pesada carga de conclusiones prácticas sobre una base muy tenue)), /bid. p. 1.171.
7. «La dificultad radica, no en las nuevas ideas, sino en rehuir las Viejas, para aquellos educados como lo
hemos sido la mayoría de nosotros, porque ellas se ramifican en todos los resquicios de nuestra mente».
(Kcynes, 1936, p. viii.)
KALECKI Y KEYNES 375

los intereses privados y públicos, que fue la piedra angular del liberalismo del siglo
XIX» (Sweezy 1964, p. 301).
Tanto Kalecki como Keynes aportaron la teoría de la demanda efectiva8, que había
sido obscuramente percibida por alguno de sus predecesores, pero que nunca se desa-
rrolló en una teoría general.[ ... ]

[ ... ]

2. CRÍTICA DE KALECK! A LA TEORIA GENERAL DE KEYNES

«El último libro de Keynes, la Teoría general, la ocupación, el i11terés y el dinero, que
sin duda constituye un viraje en la historia de la economía, puede subdividirse general-
mente en dos partes esenciales>> (Kalecki 1936c, p. 18-26): 1) determinación del equi-
librio a corto plazo, limitado por una capacidad productiva dada y por un nivel dado de
la inversión (por unidad de tiempo), y 2) determinación del volumen de inversión.
Parece que la cuestión primera se resolvió bastante satisfactoriamente en la teoría
de Keynes, aun cuando pudiesen surgir dudas debido a cierta ausencia de claridad y
rigor de la exposición. En su artículo, Kalecki intentó presentar su propia interpreta-
ción de esta parte de la teoría de Keynes, 11egando a sus mismas conclusiones esen-
ciales a través de un camino algo diferente.
La cuestión es enteramente distinta en lo que se refiere al segundo problema esen-
cial, a saber, el análisis de los factores que determinan el nivel de la inversión. En este
punto no es la exposición, sino la construcción analítica la que adolece de serias defi-
ciencias, por lo que la cuestión permanece, por lo menos en parte, sin solución.
Antes de embarcarse en la exposición del argumento de Keynes, Kalecki hizo algu-
nas observaciones relativas al aparato analítico utilizado por aquél, introduciendo
importantes modificaciones en la presentación del argumento. Su exposición de la
determinación del equilibrio a corto plazo es de gran interés (incluida la introducción
de la teoría de la competencia imperfecta en el argumento y el replanteamiento del
equilibrio a corto plazo), aunque es la segunda parte de la crítica la que en este punto
tiene primordial importancia.
Kalecki advirtió que, en toda su obra, Keynes trató con un sistema cerrado, igno-
rando, por tanto, la influencia del comercio exterior. Entre los supuestos importantes
que Kalecki hizo en su propia exposición está el de que los trabajadores no ahorran (ni
tampoco viven por encima de sus medios). Kalecki creía que el tomar en considera-

8. «Así, la ley de Say [.•.]es equivalente a la proposición de que no hay obstáculos al pleno empleo. Si, no
obstante, no es ésta la verdadera ley con respecto a la demanda agregada y a las funciones <le la oferta,
queda por redactar un capítulo vitalmente importante de la teoría económica y sin el cual son fútiles todas
las discusiones con respecto al volumen del empleo agregado» (Keynes, 1936, p. 26). Es de destacar que
el propio Keynes hablase del carácter revolucionario del libro que estaba escribiendo. Creía que su nueva
economía iba a minar el marxismo. «Creo estar escribiendo un libro sobre teoría económica que en buena
medida revolucionará -no, supongo, de inmediato sino en el curso de diez años- la manera en que el
mundo concibe Jos problemas económicos. Cuando mi nueva teoría haya sido asimilada debidamente y mez-
clada con la política, los sentimientos y las pasiones, no puedo predecir cuál será el resultado final sobre
la actividad y los negocios. Pero habrá un gran cambio y, en particular, la base ricardiana del marxismo será
demolida» (Keynes a George Bemard Shaw, enero l. 1935, citado por Harrod, 1951, p. 462).
376 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

ción el ahorro de los trabajadores obscurecería ciertos rasgos característicos de la eco-


nomía capitalista en general y, en particular, dejaba la teoría de Kcynes menos incisiva.
Kalecki observó que Keynes utilizaba las llamadas unidades salariales, es decir,
los salarios por hombre-hora de trabajo como su numeraire, bajo el supuesto simplis-
ta de que los salarios para todos los tipos de trabajo mantienen una relación constante
entre ellos. Igualmente comprobó que esta manera de medir el valor de los bienes tiene
un significado má() profundo, ya que Keynes mantenía que el movimiento salarial pro-
duce un movimiento proporcional del precio. Al elegir unidades de medida, y al expre-
sar todo en unidades salariales, Keynes eliminaba uno de los factores más importantes
en el movimiento total del precio.
El tema básico en la teoría de Keynes es la hipótesis de una reserva de desempleo.
Si una caída de los salarios nominales, provocada por el desempleo, da como resulta-
do una caída proporcional de los precios, no existe tendencia alguna a la absorción del
desempleo.
Kalecki llegó a la conclusión de que, en la teoría de Keynes, la inversión tiene una
importancia decisiva para el equilibrio a corto plazo, y por tanto, para el volumen del
empleo y de la renta nacional por unidad de tiempo. Es el volumen de la inversión el
que determina cuánta mano de obra absorberá el aparato productivo existente9. Por
tanto, la respuesta a por qué tenemos un empleo y producción altos o bajos hay que
buscarla en los factores que deciden el volumen de la inversión. Es el análisis de esto
a lo que Keynes dedicó la segunda parte de su teoría.
Según Kalecki, al llegar a este punto debería destacarse que no es el ahorro el que
decide la inversión, sino, por el contrario, la inversión la que crea el ahorro. Existe
siempre, a cualquier nivel de la tasa de interés, un equilibrio entre la demanda y la ofer-
ta de capital, dado que la inversión genera su equivalente en ahorro 10• Por consiguien-
te, la tasa de interés no puede determinarse por la demanda y oferta de capital. Según
Keynes, esta tasa se determina por otros factores, principalmente por la oferta y deman-
da de dinero. Si hay una cierta cantidad de dinero en circulación y la renta nacional se
incrementa, la demanda de dinero aumentaría, y de la misma manera la tasa de inte-
rés, hasta tal punto que forzaría el uso de la misma cantidad de dinero, pese al incremento
de las transacciones comerciales. Este es, en esencia por lo menos, uno de los aspectos
de la teoría monetaria de Keynes.
Hasta el momento se ha supuesto que la unidad salarial es una magnitud constan-
te. ¿Qué cambios tendrán lugar en la situación de equilibrio a corto plazo antes des-
crita como resultado, por ejemplo, de una caída en esta unidad, debido a una reducción
de los salarios nominales? En síntesis, y suponiendo que el volumen de la inversión
expresado en unidades salariales no está sujeto a variaciones, no cambiará nada en el
equilibrio a corto plazo en general. El empleo y la producción permanecerán inaltera-
bles, y sólo los precios caerán en proporción a la unidad salarial.
No obstante, ¿es posible que la inversión, expresada en unidades salariales, no esté
sujeta a cambio si, por ejemplo, caen los salarios nominales? Keynes afirmó que era
así, pero su argumento no es convincente del todo. La contrarréplica más importante que

9. Kalecki señaló en esta revista que, en su l933f, había mostrado, al igual que Keynes, que la inversión
es un determinante del tamaño global de la producción (p. 20-21).
10. Una vez más, Kalecki señala la similitud con su concepto en l933f, p. 22 y 23.
KALECKI Y KEYNES 377

puede adelantarse es que una reducción en los salarios aumenta la rentabilidad y podría
inducir a un incremento en el volumen de la inversión. Sin embargo, Keynes subesti-
mó la influencia de la rentabilidad actual en la inversión y, por tanto, no consideró en
absoluto esto como la cuestión más esencial. Pero, pese a estas deficiencias, el argu-
mento de Keynes de que el volumen de los salarios nominales no influye, por lo menos
directamente, en el equilibrio a corto plazo parece correcto.
Para evidenciar su probabilidad es suficiente con suponer que, en su actividad
inversora, los empresarios no actúan inmediatamente cuando la rentabilidad aumenta
como resultado de una caída en los salarios, ya que si ellos no aumentan inmediata-
mente la inversión, el equilibrio a corto plazo permanecerá invariable de momento, y
los precios caerán en proporción a los salarios. De aquí que la mejora de la rentabilidad
pruebe ser ilusoria, y las bases para el incremento de la inversión desaparezcan -si des-
pués de reducir los salarios los empresarios no incrementan inmediatamente las inver-
siones, no lo harán tampoco más tarde-. De este modo, el movimiento de los salarios
nominales sería realmente un factor carente de influencia en el equilibrio a corto plazo 11•
Un concepto básico de la teoría keynesiana de la inversión es la eficacia marginal
de un tipo particular de capital. Keynes la definió como igual a la tasa de descuento
que constituiría el valor actual de la serie de anualidades dado por los rendimientos (la
diferencia entre Jos ingresos y los gastos apropiadamente definidos) esperados del pro-
yecto a través de su periodo de vida. Es obvio que la tasa de beneficio esperado de una
unidad de los bienes de capital será mayor cuantd mayor sea el rendimiento prospec-
tivo (el valor obtenido al capitalizar las series de los rendimientos anuales esperados)
y menor el precio (coste) de los bienes de capital. En el sistema de Keynes, el volu-
men de la inversión se determina por la igualdad entre la tasa esperada de beneficio y
la tasa de interés. Si, en un momento determinado del tiempo, la tasa esperada de bene-
ficio es mayor que la tasa de interés, existirá estimulo a la inversión, y la tasa de acti-
vidad inversora aumentará. Pero como resultado del incremento de la demanda de
bienes de inversión, sus precios aumentarán y la tasa esperada de beneficio disminui-
rá. Finalmente, la inversión será empujada hasta un nivel en el que los precios de los
bienes de inversión igualen la tasa esperada de beneficio con la tasa actual de interés,
dejando de existir cualquier proyecto de inversión para el que la eficacia marginal del
capital (EMC) exceda a la tasa real de interés en vigor.
El concepto de EMC tiene dos serios defectos: en primer lugar, nada dice sobre
las decisiones de invertir del empresario que calcula a los precios de mercado de los
bienes de inversión existentes en el estado de «desequilibrio». Sólo indica que, si la
tasa esperada de beneficio, calculada en base a la del nivel de precio, no es igual a la tasa
de interés, tendrá lugar un cambio en el nivel de inversión, que transformará la situa-
ción presente en otra en la que la tasa esperada de beneficios iguala la tasa de interés.
Utilizando la terminología de los economistas suecos, se podría decir que la teoría de
Kynes determina sólo el nivel ex post de la inversión y nada dice sobre la inversión ex
ante.
Más aún: supongamos que la tasa inicialmente esperada de beneficios fuese mayor
que la tasa de interés, y que ha tenido lugar un incremento de la inversión que ha aumen-

11. Ka1ecki señaló que él también había indicado la independencia del tamaño de la producción con los
salarios nominales en 1933f, p. 45-46.
378 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

tado los precios de los bienes de inversión, de forma que la tasa esperada de benefi-
cio, estimada a estos nuevos precios, y el rendimiento anticipado inicialmente es igual
a la tasa de interés. Debería observarse que el incremento de la inversión no sólo eleva
los precios de los bienes de inversión, sino que, de acuerdo con Keynes, se ve seguida
de una elevación general de la actividad, aumentando los precios y la producción en
todas las ramas. Dado que, como Keynes observó, la situación actual pesa demasiado
en la formación de las expectativas sobre el futuro, éstas se harán más optimistas y
aparecerá otra vez una diferencia entfe EMC y la tasa de interés. De este modo no se
alcanza el equilibrio y continúa el incremento de la inversión (aquí se da el llamado
efecto acumulativo wickselliano).
El concepto de Keynes -que nos dice qué volumen alcanzará la inversión cuando
un «desequilibrio» dado se transforme en «equilibrio»- se enfrenta también en este
punto con serias dificultades. Es bastante evidente que el incremento de la inversión
no es, en absoluto, un proceso que conduzca al sistema hacia el <<equilibrio».
Es difícil aceptar como satisfactoria la solución de Keynes al problema de la inver-
sión. El motivo de esta falta de éxito reside en el enfoque esencialmente estático del
problema, que por su misma naturaleza es dinámico. Keynes aceptó el estado de las
expectativas sobre los rendimientos como un dato, y de aquí dedujo un cierto nivel
dado de la inversión, descuidando la influencia que, a su vez, las inversiones tendrán
sobre las expectativas. Existe aquí un indicio para llegar a una teoría realista de la
inversión. Su punto de partida debería ser la solución al problema de las decisiones de
invertir ex ante. Supongamos que, en un momento determinado, tenemos un estado
dado de las expectativas sobre la renta futura; los precios de los bienes de inversión
determinados y, fmalmente, una tasa dada de interés. ¿Qué volumen alcanzaría en tal
caso la inversión planeada por los hombres de negocios para un periodo dado?
Supongamos que este problema está resuelto (lo que parece ser imposible, a menos
que introduzcamos algunos supuestos especiales sobre la psicología de los empresa-
rios, o sobre las imperfecciones del mercado monetario). Un ulterior desarrollo de la teo-
ría de la inversión sería el siguiente: las decisiones de invertir, correspondientes al
estado inicial, por lo general no serían iguales al nivel de inversión existente. Por con-
siguiente, en el periodo siguiente, el volumen de la inversión sería, en términos gene-
rales, diferente y, con ello cambiaría la posición de equilibrio a corto plazo. Así, pues,
tenemos que tratar con un estado de las expectativas distinto al que existía en el perio-
do inicial, con otros precios de los bienes de inversión, y con una tasa de interés dife-
rente~ de todo ello resultaría un nuevo nivel para las decisiones de invertir.
Pese a la crítica a la teoría de Keynes, sobre la base de que descuida los aspectos
dinámicos, la primera parte de ella conserva, no obstante, todo su valor intrínseco. En
el proceso dinámico, las inversiones están continuamente cambiando, pero a cada nivel
de inversión le corresponderá un nivel de empleo y producción, detenninados según
la primera parte de la teoría de Keynes. Keynes no explicó con precisión las causas
que influyen en los cambios de la inversión, pero analizó exhaustivamente la estrecha
relación entre estos cambios y el movimiento general del empleo, la producción y la
renta (Kalecki 1936c, p. 18-26).

[ ... ]
KALECKJ Y KEYNES 379

3. PUNTOS DE DIFERENCIA

l. La teoría de Kalecki sobre el corto plazo es más abiertamente «dinámica» (dinámi-


ca a corto plazo, en el sentido de la teoría del ciclo económico) que la de Keynes.
Esencialmente, la Teoría general de Keynes no sólo trata de un modelo estático, sino
que, de forma explícita, su argumento afectaba fundamentalmente a la situación a corto
plazo (el corto plazo marshalliano) 12, y por esto, únicamente a los determinantes a corto
plazo de Jos cambios en la producción y el empleo. El modelo de Kalecki fue más
amplio, ya que abordó el problema de largo plazo. Pero este esfuerzo no tuvo del todo
éxito. Nunca estuvo realmente satisfecho con su análisis del largo plazo, por lo que
continuó buscando nuevas soluciones.

2. En una crítica al famoso libro de Harrod, Hacia una dinámica económica, Joan
Robinson escribió: «Nadie estará en desacuerdo con Harrod en que la teoría econó-
mica moderna carece, y con urgencia necesita, un sistema de análisis que se ocupe de
una sociedad dinámica. La Teoría general de la ocupación de Keynes, se abrió paso a
través del cascarón del análisis estático, pero, aparte de algún obiter dicta, apenas expu-
so una teoría del desarrollo a largo plazo. La obra pionera de Kalecki ha sido muy poco
continuada (Harrod no hace referencia a él); muchos han sido Jos pa]os de ciego dados,
pero carecemos de un cuerpo sistemático de la teoría dinámica a largo plazo que com-
plemente el análisis a corto plazo de la Teoría general y que absorba, como un caso
especial, a la teoría estática a largo plazo en la que se educó la presente generación de
economistas académicos» 13.
De hecho, uno de los determinantes claves, y con frecuencia olvidado, de las deci-
siones de invertir es el volumen de capital. «El mismo tratamiento del volumen de
capital de Keynes fue excesivamente superficiah> 14 •
La función de la inversión de Kalecki, tal como se fonnuló en un principio, «es una
función que todavía está en uso (en la investigación econométrica) y que no ha sido

12, «Tomamos como dados la especialización existente y la cantidad de la mano de obra disponible, la can-
tidad y calidad existente del equipo disponible, la tecnología existente, el grado de competencia, Jos
gustos y hábitos del consumidor, la no utilización de las diferentes intensidades del trabajo y de las
actividades de supervisión y organización, así como la estructura social incluyendo las fucr7..as, aparte
de las variables que exponemos más adelante, que determinan la distribución de la renta nacional. Esto
no quiere decir que supongamos que estos factores sean constantes; sino simplemente que, en este lugar
y contexto, no estamos considerando o teniendo en cuenta los efectos y las consecuencias de los cam-
bios en ellos» (Keynes, 1936, p. 245).
13. Joan Robinson 1951, p. 155. Desde enlOnces, Harrod reconoció el aporte básico de Ka\ecki a la diná-
mica económica. Cf. Harrod, 1964, p. 179. «[,..]los cimientos que Keynes y Kalecki sentaron para la
generalización de la Teoría general deben ser plenamente {econocidos. Poca duda existe de que si los
autores ingleses hubiesen tenido referencias del trabajo de Kalecki, su tarea en la aplicación de las teo·
rías de Keynes al crecimiento a largo plazo habría sido enormente facilitada. La cuestión a destacar
aquí es que la moderna teoría del crecimiento de Keynes en ningún sentido es una creación de los auto·
res modernos. Las relaciones básicas que subyacen en los sistemas de los teóricos keynes.ianos moder-
nos derivan directamente de la obra de Keynes y Kaleckh) (Kregel, 1971, p. 101-102).
14. Klein, 1966, p. 68; cf. Domar, 1957, Ensayo 4 y passim, El papel del volumen de capital en la función
de inversión viene de la teoría tradicional de la empresa, basada en el principio de la maximización del
beneficio. También la investigación econométrica sugiere que hay una fuerte correlación negativa entre
la inversión y el volumen de capital. Klein, 1966, p. 68 y próx.
380 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

refutada por los datos disponibles hoy. Es también muy popular incluir el volumen de capi-
tal en la función de inversión» (Kiein 1964, p. 190). Las ideas de Kalecki sobre la inver-
sión son altamente originales y verdaderamente fecundas. Por ejemplo, la función de
inversión, tal como fue presentada en el primer modelo de Kalecki, «es una ajustada
anticipación de muchos desarrollos modernos en econometría» (Klein 1964, p. 190).

3. «El análisis de la propensión al consumo, la definición de la eficacia marginal del


capital, y la teoría de la tasa de interés, son las tres principales lagunas en nuestro actual
conocimiento que será necesario rellenar. Cuando esto se haya realizado, encontrare-
mos que la teoría de los precios se coloca en su sitio apropiado, como una materia sub-
sidiaria a nuestra teoría general>> (Keynes 1936, p. 31-32). Keynes parece haber tenido
muy poco interés en el problema del valor y de la distribución, mientras que Kalecki inte-
gró la teoría del precio con la teoría de la distribución y con la teoría de la producción
y el empleo en su conjunto.
La versión de Kalecki de la teoría coloca el acento principalmente sobre la distri-
bución del producto nacional entre salarios y beneficios y, con eilos, sobre los deter-
minantes de la renta nacional y su distribución (los factores que determinan la
distribución de la renta).
Keynes aceptó la teoría del valor (neoclásica, de competencia perfecta) y de la dis-
tribución (neoclásica, de productividad marginal) D·adicionales, en contraste con Kalecki,
quien sinceramente creyó que sólo abandonando el supuesto insostenible dd la com-
petencia perfecta, y penetrando en el mundo real de la competencia imperfecta y del
oligopolio, se podrían obtener conclusiones razonables sobre el comportamiento eco-
nómico. Para Kalecki, el dogma de la competencia perfecta constituye «uno de los
supuestos más irrealistas, no sólo para la fase actual del capitalismo, sino también para
la llamada economía capitalista competitiva de siglos pasados: sin duda, la competen-
cia fue siempre, por lo general, muy imperfecta. La competencia perfecta se convier-
te en un mito peligroso cuando se olvida su estatus real de modelo cómodO» (Kalecki
197ia, p. 3). Lo que el profesor Shackle llamó <<el manifiesto de Sraffa, de 1926, que
pedía la revisión de la teoría del valor» (Shackle 1967, p. 12), y la lucha de Joan
Robinson y otros muchos para hacer caso omiso de la competencia perfecta (esen-
cialmente en la esfera de microteoría), hlzo poca huella en el enfoque de Keynes. En con-
traste, Kalecki construyó su modelo macrodinámico sobre la base de un micromodelo,
incorporando las fuerzas de la imperfección del mercado. En otras palabras, Kalecki
proporcionó al mismo tiempo un macro y micromodelo, mientras que Keynes perma-
neció, esencialmente, en una macroescala. Keynes centró su ataque en el fracaso macro-
económico del sistema, pero, en esencia, no puso en tela de juicio los cuerpos de la
teoría del valor y de la distribución establecidos. La versión de Kalecki evita las tram-
pas de la dicotomía y fragmentación de la teoría económica en compartimentos micro
y macro. Al integrar lo micro y lo macro, el modelo de Kalecki proporciona un punto
de partida crítico para entender la ocurrencia simultánea del fenómeno del desempleo
y la inflación. Por tanto, el modelo de Kalecki abarca un campo mayor de los fenó-
menos económicos, y lo hace de una forma más real.
Como veremos en un capítulo' posterior, Kalecki preporcionó una ingeniosa expli-
cación de cómo se detenninan los precios. Ofreció una teoría de la distribución al mar-
gen de la corriente principal de la economía neoclásica, y demostró que los factores
KALECKI Y KEYNES 381

distribucionales, tales como las fuerzas semimonopolistas y monopolistas (cuyo sobre-


nombre es el «grado de monopolim>), son la clave para dividir el producto entre per-
ceptores-de-beneficios y de-salarios en condiciones a corto plazo. De este modo, son
esencialmente pertinentes al problema de la demanda efectiva y a las fluctuaciones de
la producción agregada la utilización de los recursos.
Aquí es necesario subrayar un punto. Kalecki demostró que, bajo condiciones de
competencia imperfecta, un descenso de los salarios reales (los precios son rígidos y se
reducen mucho menos que los salarios nominales) está asociado a una caída del empleo 15 •
Hay que destacar el siguiente punto planteado por Joan Robinson: «El análisis de
la competencia imperfecta se estaba desarrollando hombro a hombro con la Teoría
general, pero ninguno de ellos estaba relacionado con el otro. Ya en 1935, Kalecki
había visto la conexión cuando demostró que, si los precios están fijos, una reduc-
ción de las tasas salariales monetarias reduce realmente el empleo. Este tema se ela-
bora más en el último ensayo de este volumen, donde se señala el camino para un
elemento importante en la extensión del análisis de los problemas a largo plazo que pro-
sigue hoy» 16 •

4. Keynes limitó el argumento de la Teoría general a un sistema cerrado 17 • Para que


tenga validez general, el sistema debe ser abierto con relación al comercio internacio-
nal y las finanzas (cf. Harris, ed. 1947, pt. 5; Meade 1951; Joan Robinson 1951, pt. 4).
Ya en 1929, Kalecki consideró la balanza de pagos como promotora de la prosperidad.
Tuvo en cuenta la tasa del excedente de exportación también como promotor de la
prosperidad, y las dificultades de la balanza-de-pagos que tienden a acompañar a una
recuperación como un factor limitativo de la expansión. Esto fue confirmado por Joan
Robinson, quien, por sí misma, hizo importantes contribuciones a la extensión del
modelo keynesiano: «La Teoría general, de Keynes, fue elaborada en términos de un
sistema cerrado. Se me dejó a mí la tarea de bosquejar su extensión dentro de la teoría
del comercio extranjero en condiciones depresivas. Aquí también la obra de Kalecki
reclama prioridad>> (Joan Robinson 1966c, p. xi).
La política expansiva en un sistema abierto se ve dificultada por sus probables reper-
cusiones adversas sobre la balanza de pagos. Una recuperación suele verse seguida por
una elevación de la demanda de bienes que no se producían en ese país, o que se producían
en cantidades insuficientes. Un factor contribuyente es el alza de los precios interiores
(en relación a aquellos de los socios comerciales) en el curso de la recuperación. No
existe, sin embargo, ningún mecanismo que asegure que el crecimiento de la produc-

15. «Una reducción en !os salarios monetarios va generalmente acompañada, como resultado de la "rigidez."
en los precios, de un aumento en el "grado de monopolio" y en consecuencia conduce a una reducción
también en los salarios reales. Sin embargo, este descenso va unido a una caída en vez. de una subida en
el empleo. La recesión en el empleo en cuestión afecta a las industrias de bienes salariales en tanto que
el empleo en las industrias que producen bienes de inversión y bienes de consumo para los capitalis-
tas no aumenta, pero la renta real de Jos trabajadores desciende» (Kalecki, 1966h, p. 56).
16. Joan Robinson 1966c, p. xi. Sobre la confianza de Keynes <(en una suerte de vago concepto marsha-
lliano de la competencial>, ver Joan Robinson, 1964, p. 339. Cf. Hansen, 1953, caps. 10 y 11, Harris, ed.,
1947; y Keynes, 1939b, p. 34-51.
17. Keyncs, 1936, p. 265 y passim. Debe señalarse que Keynes escribió mucho sobre moneda y comercio
en otros contextos.
382 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

ción irá acompañado por el apropiado crecimiento de la expmtación 18• De hecho, hay cier-
tas fuerzas operando que bloquean la corrección del desequilibrio de la balanza de pagos.
Cuando la expansión ha tomado impulso, las dificultades de la balanza de pagos
quizá lleguen a impedir la continuación de la recuperación, pudiendo ser necesario
limitar las presiones de la demanda antes de alcanzar un nivel de pleno empleo debido
a la balanza de pagos, la integridad en los valores de intercambio, y la importancia del
dinero en circulación. La conclusión es que la recuperación estimulada por el gasto
deficitario tiene un límite.
Kalecki observó que la difundida teoría sobre la relación directa entre el déficit pre-
supuestario y el deterioro en la situación de intercambio del comercio exterior es infun-
dada. Pero existe una conexión indirecta, puesto que si el déficit presupuestario se cubre
mediante la creación de capacidad de gasto, se produce un incremento en la producción
y, por este camino, se contribuye a aumentar las importaciones y el deterioro de la situa-
ción del cambio exterior. Pero si el presupuesto fuese financiado mediante créditos, sin
creación alguna de capacidad de gasto (por ejemplo, a expensas de créditos a los nego-
cios privados), entonces no se conseguiría ningún incremento en la producción, y de
éste modo el cambio exterior no se deterioraría. El hecho es que el déficit presupuesta-
rio tiene un efecto negativo sobre el cambio exterior solamente cuando tiene un efecto posi-
tivo sobre la producción. No obstante, existe una salvedad importante que hacer a esta
regla. Si la creencia, ampliamente sostenida, es que existe una relación directa entre el défi-
cit presupuestario y la situación del cambio exterior, la aparición o aumento del déficit
presupuestario estimula el atesoramiento de oro y divisas extranjeras. Esto puede trastornar
la posición de cambio exterior de la moneda, incluso en mucha mayor medida que cuan-
do el efecto del déficit presupuestario produce la expansión de la producción.
Kalecki discutió la eficacia relativa de algunas de las medidas alternativas que
hacen frente al problema de balanza de pagos surgido de este modo. Mantuvo que las
tensiones en la balanza acompañan a la expansión, producidas desde el principio por
el déficit, en el caso de una expansión realizada para garantizarse un excedente en el
comercio exterior, surge «Sólo en el punto en que la inversión ha alcanzado un-nivel
varias veces mayor que este excedente, es decir, en un estado avanzado del auge». Pero
antes de que esto suceda, una notable mejora del funcionamiento económico que no
implique perturbaciones de balanza de pagos conducirá a una afluencia del capital
extranjero. Si esta afluencia persiste, pueden no darse tensiones de balanza-de-pagos,
y la prosperidad avanza también. Existen ventajas en una recuperación estimulada
mediante medidas para asegurar un excedente en el comercio exterior. «Vale la pena
mencionar que la recuperación "natural", basada en el aumento automático de la acti-
vidad inversora, no goza de estas ventajas, y si no existe una afluencia de capital extran-
jero, se verá enfrentada con las mismas dificultades de balanza de pagos que la
recuperación basada en ... (el déficit presupuestario)» (Kalecki 1966h, p. 24-25).

5. Uno de los mayores logros de la revolución keynesiana fue la refutación del supues-
to de que «cualquier acto individual de abstención de consumir necesariamente lleva a,
y viene a ser lo mismo que, el trabajo y las mercancías liberadas de este modo del sumí-

18. Mientras que EE UU y Gran Bretaña son buenos ejemplos de esto, otros países disfrutan también del ((cre-
cimiento inducido por la exportación».
KALECKI Y KEYNES 383

nistro al consumo que invierten en la producción de riqueza bajo la forma de capital»


(Keynes 1936, p. 19).
Tanto Kalecki como Keynes demostraron que no existe un mecanismo automático
que asegure el nivel de pleno empleo a través de un proceso económico eficaz, endó-
geno. En esencia, ambos hombres demostraron claramente que una parte de la renta
que no se gasta no existe, a menos que haya inversión privada o gastos públicos.
Poniéndolo en términos familiares, si al nivel de la renta generada el ahorro deseado
excede de la inversión deseada, la deficiencia de la demanda efectiva infecta el siste-
ma, siguiendo a ello una contracción de producción y empleo, y asentándose la eco-
nomía en un nivel de renta inferior al pleno empleo. La tarea del gobierno es transfonnar
el «exceso de ahorro» en gasto (o transformar el exceso de ahorro en inversión). El
problema del ahorro y de la inversión es un elemento esencial en los enfoques de
Keynes y Kalecki.
Keynes rechazó la teoría ortodoxa del interés del ahorro inversión, según la cual, el
ahorro fluye automáticamente hacia la inversión, independientemente del nivel de renta;
y propuso sustituirla por una teoría ahorro inversión de determinación del nivel de pro-
ducción, en donde la renta es la variable cardinal en el proceso ahorro inversión y donde
la tasa de interés es de importancia máxima en la función de la preferencia por la liqui-
dez. Este enfoque de Keynes al proceso de determinación de la renta nacional ha cala-
do profundamente en los manuales de economía, y se ha convertido en un lugar común 19•
Pero cualesquiera que sean los méritos relativos de los enfoques de Kalecki y
Keynes, no deberían valorarse independientemente de la confusión acerca de la igual-
dad del ahorro y la inversión cuando se propagaba el «evangelio keynesiano» (cf.
Samuelson 1972, p. 650-661; Hansen 1953, cap.ll; Harris, ed. 1947, pt. 9; Lerner
1964, p. 203-204; Joan Robinson 1969b).

6. En algunos sentidos, la versión de Kalecki de la teoría era más limitada y compac-


ta, pero no por ello era menos preciso su análisis del modus operandi de la producción
agregada y su teoría de la fluctuación. Es de señalar que Kalecki no abordó la teoría
de la demanda efectiva a través de la teoría del multiplicador, «lo que en un sentido
hace su versión menos rica que la de Keynes, aunque no por ello menos vigorosa. Por
otro lado, él fue directamente a una teoría del ciclo económico, en la que Keynes se
mostró muy débil». El perspicaz tratamiento de Kalecki de «el mecanismo de ajuste
del volumen de capital se reconoce actualmente como el fundamento de todos los
modelos modernos del ciclo económico» 20 •
La teoría del multiplicador fue una de las principales contribuciones a la economía
de un brillante y original discípulo de Keynes, el ahora profesor Lord Kahn. Al formu-
lar la teoría del multiplicador, Kahn proporcionó <<el eslabón perdido entre lo que Keynes

19. Véase, por ejemplo, Samuelson, 1970. «La exposición por Kalecki de la teoría evita el problema de la igual-
dad entre ahorro e inversión, que tanto nos ha molestado, al apoyarse simplemente en que el equivalente
del gasto de inversión se añade al beneficio. Alude accidentalmente otro pasaje en donde Keynes levantó
fuertes controversias al dar por sentado que la ta~a de interés es un fenómeno monetario. Cuando la inver-
sión, la renta y el ahorro aumentan, es necesario que la oferta de medio de cambio aumente también: de lo
contrario la tasa de interés subiría y se le pondría un lastre a la inversión» (loan Robinson, 1964, p. 337).
20. Joan Robinson, 1964, p. 337. Sobre Keynes como extmño a la teoría pura del ciclo económico, véase
Mctzler, 1947.
384 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

decía en política y lo que quería decir en teoría» (Kiein 1966, p. 36, 103). Uno de los
principales protagonistas de la revolución keynesiana fue Kahn, «cuya participación en
el logro histórico no puede haber quedado muy i«ios de la de coautor (Schumpeter 1954,
p. 1172. Cf. Harrod 1951, cap. XI; Shackle 1967, caps. X-XII). Ademá< Keynes estuvo
hábilmente asistido por un grupo sobresaliente de estudiantes y jóvenes colegas, quie-
nes más tarde llegaron a ser auténticas eminencias en la materia».
Keynes hizo un uso ingenioso del descubrimiento de Kahn, e integró el multiplicador
dentro de la temía de la determinación de la producción agregada. Las obras de Kalecki
de comienzos de la década de los años treinta indican que había llegado a una perfec-
ta comprensión del multiplicador. Sin embargo, nunca llegó a formalizarlo.

7. Incluso este limitado tratamiento sería equivocado si no destacase la contribución


más notable de Keynes al forjar los instrumentos de análisis: su famoso concepto de
la propensión a consumir, que estableció relaciones funcionales entre la renta y el con-
sumo. «La psicología de la comunidad es tal que cuando la renta real agregada aumen-
ta, el consumo agregado aumenta también, pero no tanto como la renta» (Keynes 1936,
p. 27). Hansen eligió este concepto como el mayor descubrimiento de la economía
analítica, comparable al de la curva de la demanda de Cournot-Marshall. Sin embar-
go, Schumpeter protestó vehementemente en contra de que se dignificase a la «pseu-
do-psicología» dándole el título de <<ley psicológica» (Schumpeter 1954, p. 1059-60).
En este punto; el tratamiento de ialecki es muy superior, ya que su análisis se basa en
la distribución de la clase más que en factores psicológicos.
Como se mencionó anteriormente, Kalecki partió del supuesto que los trabajado-
res gastan lo que ganan y que los capitalistas son los que ahorran. La hipótesis implí-
cita de que la propensión marginal al consumo de los perceptores de salarios es igual
a la unidad está marcadamente en desacuerdo con los hechos (pero se mantiene aque-
lla otra de que la propensión marginal al consumo por parte de los perceptores de bene-
ficios es menor que la de los perceptores de salarios). De esta forma, Kalecki simplificó
extremadamente su modelo, aunque no sin ventajas para abordar el problema. En cual-
quier caso, la construcción teórica de Kalecki puede adoptarse fácilmente para expli-
car el hecho de que los asalariados contribuyen algo al ahorro (Klein 1964, p. 190).
En el análisis de Kalecki del mecanismo de la determinación de la renta (que vere-
mos en los capítulos siguientes), la renta nacional se eleva hasta el punto en que la par-
ticipación en los beneficios, determinada por factores distribucionales, como el grado
de monopolio, corresponde al nivel de la inversión. La función de los factores distri-
buciona1es es determinar la renta de acuerdo a los beneficios, los cuales, a su vez, se rigen
por la inversión más el consumo procedente de aquéllos. Las variaciones en la distri-
bución de la renta tienen lugar a través de un cambio en el producto nacional (renta)
y no por medio del cambio en la magnitud del beneficio. Como la participación en los
beneficios en un período corto de tiempo depende del grado de monopolio, si éste últi-
mo crece, también crece la participación relativa en los beneficios en la renta nacio-
nal. Sin embargo, la magnitud de los beneficios permanece inalterable, puesto que
continúa determinándose por la inversión -una función de las decisiones de invertir
en el pasado-, pero los salarios y la producción descimderán. El nivel del producto
nacional caerá hasta el punto en que la mayor participación en los beneficios propor-
ciona la misma magnitud absoluta de beneficios.
KALECKI Y KEYNES 385

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CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA 387-399

El significado de la revolución keynesiana'


Geoffrey Pilling

[ ... ]

l. KEYNES: LAISSEZ FAIRE Y EL ROL DEL EsTADO


Cualesquiera que sean las conclusiones a las que se llegue en relación a las cuestiones
planteadas al principio de este capítulo, y en lo que ellas implican, es indudable que
Keynes debe ser considerado como una de las fuerzas centrales de las teorías moder-
nas (es decir, del siglo XX) acerca de la regulación estatal de la economía capitalista.
Sea cual sea la calidad de sus conceptos, no se puede dudar de la importancia ideoló-
gica de este aspecto de su obra. Ya que fue sobre la base 1e1 creciente papel del Estado
que las teorías sobre la supuesta transformación del capitalismo de posguerra fueron
sobre todo, si no totalmente, establecidas. (En los años 30 existieron diversas teorías
sobre la negación del capitalismo que se suponía que estaba ocurriendo en ese momen-
to, entre ellas la tesis de James Burnham sobre la revolución patronal, pero con muy
poca relación o ninguna con las ideas de Keynes). A este respecto, debido a que dio
un lugar central al Estado en el funcionamiento de la economía, podemos considerar cla-
ramente a Keynes. como uno de los iniciadores de la corriente dominante de la econo-
mía política del presente siglo.
La queja principal que Keynes presentó contra la vieja economía (neoclásica) fue
que él vio que sus supuestos básicos estaban en creciente desacuerdo con las nuevas
condiciones que emergían en el siglo actual. En un momento de la Teoría general, al
comentar esta creciente falta de correspondencia entre la vieja teoría neoclásica y la
evolución observada del sistema capitalista, Keynes dice:

Los economistas profesionales, después de Malthus, se mostraron aparentemente


impasibles ante la falta de correspondencia entre los resultados de su teoría y los
hechos observados ... Es muy posible que la teoría clásica represente la forma en la
que nos gustaría que se comportara nuestra economía. Pero dar por sentado que así es
como lo hace en realidad es ignorar nuestras dificultades (The General iheory).

Aquí Keynes sigue con su bien conocido tema: que la única medida que podía uti-
lizarse para juzgar lo que él llamo economía clásica era la cuestión de si era capaz de

' Publicado en: Pilling, Geoffrey. t(The significance of the keynesian revolution)). En: Thc crisis oj kcy·
ncsian economics. A marxist vicw. Londres: Crom Helm, 1987, p. 32-49, 66-67, 99. Traducción:
Gemma Galdon.
388 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

servir como apoyo teórico para resolver los problemas inmediatos del mundo real. No
estuvo, repetimos, preocupado principalmente por las deficiencias lógicas de la eco-
nomía neoclásica, sino por la irrelevancia de sus postulados básicos. Y como encon-
tró que estos postulados estaban cada vez más reñidos con la realidad, no se podía
concluir que existiera una coincidencia automática entre los intentos del individuo por
conseguir el beneficio máximo y el bien social. Así, «el mundo no está tan gobernado
desde arriba que los intereses privados y los intereses sociales siempre coincidan ...
No es una correcta deducción de los principios de la economía que el interés propio
ilustrado funcione siempre en el bien del interés públicO>> (Keynes, Collected Works, 9),
A pesar de los muchos esfuer.tos realizados para presentar a Keynes como un adverw
sario radical del capitalismo, se debe destacar desde el principio que cualesquiera que fue-
ran las objeciones parciales que pudo haber tenido respecto a los que él llamó la tradición
económica clásica, y fueran cuales fueran sus críticas particulares al capitalismo existente
en sus días, Keynes, a pesar de todo, siguió siendo un defensor incondicional del orden
capitalista. Así, en The End of Laissezfaire, espera que «el capitalismo, gestionado ade-
cuadamente, probablemente puede ser mucho más eficiente para obtener fines económicos
que cualquier sistema alternativo en perspectiva». Aquí, las palabras claves son, evi-
dentemente, «gestionado adecuadamente». Keynes creía en «la transición de la anar-
quía económica hacia un régimen que pretenda deliberadamente controlar y dirigir las
fuerzas económicas en el interés de la justicia social y la estabilidad social».
Lo esencial de su objeción al «viejo» capitalismo no regulado reside en el hecho
de que él temía que éste fuera bastante incapaz, en la práctica, de conseguir esta esta-
bilidad social. Esta ansiedad fue la que le llevó a la justificación pragmático-utilitaria
de la intervención estatal ad hoc. Ésta es una posición que en ningún caso es exclusi-
va de Keynes. Hablando en términos generales, es una posición que habían defendido
desde los años 80 del siglo XIX los fabianos, por ejemplo, que por cierto, al igual que
Keynes, creían en una sociedad dirigida por una elite.
Así, en los Fobian Essays, publicados por primera vez en 1889, encontramos a
Sydney Webb, Shaw y compañía proponiendo, de una forma que prefigura sorpren-
dentemente a Keynes, que los receptores de rentas e intereses debían ser gradualmen-
te abolidos -en su caso a través de la tributación progresiva-. En su contribución a los
Essays, William Clarke llamó la atención sobre el rápido avance del monopolio y, con
él, de la separación de las funciones de gestión de las de propiedad (uno de los temas
favoritos de los teóricos socialdemócratas posteriores a 1945). Prosiguió,

el capitalista se está convirtiendo rápidamente en alguien totalmente inútil. Al encontrar


que es más fácil y más racional unirse con otros de su clase en una gran empresa, ha
abdicado de su posición de controlador, ha puesto a un director asalariado para que rea-
lice su trabajo por él y se ha convertido en un mero receptor de rentas o intereses. La renta
o interés que recibe se abona por el uso de un monopolio que no él, sino toda una mul-
titud de personas, crearon a través de sus esfuerzos conjuntos (Briggs, 1962: 117).

Detrás del pensamiento fabiano se encontraba la idea de que el fin de1laissezfaire


era equivalente al fin del capitalismo, o al menos del capitalismo propenso a las crisis
y al colapso. Siempre es posible tomar una forma relativa de capitalismo -en este caso,
el capitalismo de laissezjaire- y sugerir que, de alguna manera, es la forma esencial,
EL SIGNIFICADO DE LA REVOLUCIÓN KEYNESIANA 389

pero una que está desapareciendo, aunque de hecho aún no ha desaparecido. Karl
Popper, por ejemplo, declaró que «lo que Marx llamó «Capitalismo», es decir, capita-
lismo de laissezfaire, se ha "extinguido" por completo en el siglo XX» (Popper, 1947,
vol. 2: 318). En otras palabras, Popper, de forma muy ilegítima, toma una forma pasa-
jera del capital, su fase competitiva, y la eleva al rango de forma esencial. Naturalmente,
cualquier juicio histórico sobre el capital, la relación entre sus diversas formas y la
necesidad del pa')O de una a otra, se evita a través de esta especie de enfoque metafísico.
Es justamente esta concepción histórica del capitalismo la que está ausente en Keynes 1•
Su rechazo dellaissezfaire es un rechazo pragmático-utilitario. Es la única fonna de sal-
var el sistema. Así, en la Temia general afirma:

Por Jo tanto, aunque la ampliación de las funciones del gobierno, relacionada con la
tarea de ajustar mutuamente la propensión a consumir y el estímulo a invertir, le pare-
cería a un publicista del siglo XIX o a un financiero estadounidense contemporáneo
una invasión terrorífica del individualismo, yo la defiendo, en cambio, tanto como
la única manera factible de evitar la destrucción de las formas económicas existentes
en su totalidad y como la condición para el funcionamiento satisfactorio de la ini-
ciativa individual (The General Themy: 380).

En resumen, una mayor intervención estatal era necesaria para rescatar al sistema
capitalista, un punto reiterado de forma diferente cuando Keynes dijo: «Nuestra tarea
final puede ser la de seleccionar aquellas variables que pueden controlarse o dirigirse
deliberadamente por una autoridad central en el tipo de sistema en el que realmente
vivimos» (The General The01y: 247). Traducido a términos concretos, esto significa-
ba que podía seleccionarse cualquier variable del sistema económico: la elección de
las apropiadas se decidiría desde el punto de vista de su efectividad y aplicabilidad
para preservar las formas económicas existentes. Evidentemente, se podían producir
algunas discusiones, y de hecho se produjeron, sobre la eficacia del control de cual-
quier variable particular. Los rnonetaristas señalarían el papel crucial de la regulación
de la oferta monetaria, los keynesianos ortodoxos el del control del gasto público y del
nivel de inversión. A pesar del intenso debate generado entre los que participaron en
estas controversias, éstas tienen en realidad una importancia relativamente menor2•
Pero, en cualquier caso, para Keynes, estas operaciones del estado (su «autoridad cen-

l. Por lo tanto, uno no puede aceptar la confiada afirmación de Joan Robinson (1962: 74) sobre Keynes:
«En primer lugar, Keynes recuperó algo de la firmeza de los clásicos. Vio el sistema capitalista como
un sistema, una empresa en marcha, una fase en el desarrollo histórico». Fue precisamente la visión
del capitalismo como un modo de producción específico, que surge bajo unns condiciones históricas
definidas, lo que faltaba en Kcynes.
2. Esto no significa que la polémica entre los defensores de la política monetaria y fiscal esté totalmente
desprovista de importancia. En la práctica, la política fiscal se ocupa de la redistribución de la renta
nacional, la toma a la fuerlll desde el estado de parte del valor social de sus propietarios originales y
su uso para fines que decide el mismo gobierno. En cambio, la política monetaria es esencialmente
política de crédito. A nivel teórico, en relación a su teoría del dinero, los keynesianos y los monetaris-
tas tienen mucho en común. Los dos parten del punto de vista del individuo como unidad básica de la
economía: cuando estos individuos son agregados, llegamos a la demanda de dinero. Entre otras cosas,
esto implica una confusión central entre el dinero que actúa como medio de intercambio y el dinero
que funciona como capital (capital monetario). Volveremos a este punto en el capítulo siguiente.
390 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

tral») se basarían en una condición crucial: que los cimientos de la economía capitaM
lista («el tipo de sistema en el que realmente vivimos») se dejaran intactos.
Según la teoría neoclásica, la economía está regulada por el mercado, a través del
cual el consumidor realiza sus demandas en éste; según esta concepción, el Estado no
se ocupa del consumidor, sino solamente de la voluntad de los ciudadanos (los elec-
tores) que, a través del mercado, hacen sentir sus necesidades en conexión con la rea-
lización de las necesidades sociales. Para eso, una parte de los ingresos se apartan en
forma de impuestos. En contraste con esta teoría, Keynes afirmó que la responsabili-
dad del Estado es considerablemente más extensa, ya que creía que no sólo debe regu-
lar la economía para asegurar el pleno empleo, sino que está obligado a tomar medidas
para generar las inversiones suficientes para compensar lo que él consideraba un défi-
cit crónico de inversión privada. En opinión de Keynes, el Estado debería utilizar la
renta nacional o, por lo menos, una parte de ella, para mitigar el desempleo, un hecho
que convertiría al Estado en un componente central del sistema económico, más que
en una fuerza externa, tal como lo había sido en términos generales en el viejo con-
cepto neoclásico. Fue principalmente la fuerza de este aspecto de la teoría de Keynes
lo que llevó a los defensores del capitalismo a proponer más tarde (después de 1945)
que el funcionamiento espontáneo del sistema de mercado -que estaba ampliamente
aceptado que se había descompuesto de fonma irrevocable en los años 30- estaba dando
paso a la regulación estatal, o al estatismo, tal como era generalmente conocido. Ésta
es la idea de la que se derivó la noción del «Capitalismo del bienestar», con la visión del
Estado como una fuerza interclasista que se ocupara de todos los miembros de la socie-
dad sin importar su posición social. Esto, a su vez, proporcionó la justificación de las
políticas económicas de quienes dominaban la socialdemocracia británica después de
1945, y sobre este tema volveremos próximamente.
Como es bien conocido, Keynes combinó su creencia de que el capitalismo sufría
de un número inadecuado de salidas para la inversión rentable con propuestas a favor
de un modesto grado de redistribución de la renta como una forma posible de incre-
mentar la demanda efectiva. Estas prescripciones derivaban a su vez de la posición de
Keynes respecto al consumo: una distribución más igualitaria de la renta era una forma
de aumentar el consumo. De nuevo, al defender medidas estatales para regular la dis-
tribución de la renta, Keynes se encontró en oposición con la vieja tradición neoclási-
ca en la que supuestamente se llegaba a estas cosas de forma espontánea por la acción
de las fuerzas de mercado.
Otro aspecto que vale la pena destacar es la visión de Keynes sobre la determina-
ción de los salarios. Generalmente, se afirma que Keynes se opuso a ciertos aspectos de
la teoría de los salarios que suscribía la economía neoclásica. Pero en este caso, igual
que en muchos otros, las diferencias con sus predecesores tenían un carácter más secun-
dario que sustantivo. Tal como han señalado algunos autores recientes (Meltzer, 1981;
Hutchison, 1981), Keynes nunca desafió fundamentalmente la teoría de los salarios de
la productividad marginal, y, por lo tanto, en última instancia tampoco negó que una
reducción de los salarios fuera el quid pro quo de un aumento en el nivel de empleo. Lo
que defendió fue que la aparente disminución geométrica del empleo que experimen-
tó el capitalismo mientras se escribía la Teoría general se debió no tanto a factores
microeconómicos como macroeconómicos, notablemente a una falta de inversión y a
una deficiencia de la demanda agregada. (Este punto fue evidentemente discutido por
EL SIGNIFICADO DE LA REVOLUCIÓN KEYNESIANA 391

los monetaristas: para ellos, una vez que se ha instituido una política monetaria ade-
cuada, el funcionamiento de la economía depende esencialmente de factores microe-
conómicos). Dejando esto aparte, Keynes creyó que los recortes directos de salarios
eran socialmente peligrosos, ya que provocarían inevitablemente una feroz resistencia
por parte de la clase trabajadora. Keynes propuso que los salarios se redujeran disi-
muladamente, a través de un proceso de inflación regulado desde el Estado: «Un movi-
miento de Jos empresarios para revisar a la baja los acuerdos salariales encontrará
mucha más resistencia que una bajada gradual y automática de los salarios reales como
consecuencia del aumento de los precios» (The General The01y: 264-). Una inflación con-
trolada de este tipo permitiría un aumento de los salarios nominales a la vez que influi-
ría sobre una reducción simultánea de los salarios reales a través de la inflación de
precios, que ayudaría también a estimular los beneficios. Así, en la cuestión del nivel
de los salarios y su determinación, Keynes situó al Estado en el centro de sus preocu-
paciones. En un momento de la Teoría general afirmó:

No es la propiedad de los inslrumentos de producción lo que es importante que asuma


el Estado. Si el Estado puede determinar la cantidad agregada de recursos destina-
dos al aumento de los instrumentos y la tasa básica de recompensa para los que los
poseen, habrá realizado todo lo necesario (The General Tlzeory•: 378).
1
Aquí Keynes propone que el Estado sea responsable de la determinación de la tasa
de recompensa al capital que, por implicación, ya no debe dejarse que la determinen
las fuerzas de mercado. Fue a partir de este ejemplo que se desarrollaron los argu-
mentos a favor de las «políticas de rentas» controladas por el Estado, argumentos que
han sido defendidos principalmente por los postkeynesianos y justificados como el
mejor instrumento para asegurar la estabilidad de los precios. (El planteamiento teó-
rico es el siguiente: según los postkeynesianos, uno de los resultados de la mala inter-
pretación de Keynes ha sido el diagnóstico erróneo de la inflación. Durante los años
de posguerra, la inflación había sido entendida corno la consecuencia de un exceso de
demanda, más que una consecuencia de la presión sobre los costes. Como resultado,
la respuesta de los gobiernos a las presiones inflacionistas era invariablemente el recor-
te de la demanda que, aunque ciertamente reducía el output y, por lo tanto, aumentaba
el desempleo, afectaba poco o nada a los precios).
Las ideas de Keynes no tienen en ningún caso un interés puramente académico, ya
que tienen implicaciones políticas muy profundas, sobre todo en relación a la natura-
leza y papel del sindicalismo en el sistema capitalista. Uno de los rasgos principales
del capitalismo británico del siglo XIX en su fase liberal de desarrollo fue que otorgó
ciertas concesiones al movimiento sindical organizado, al que se permitió negociar
colectivamente con los empresarios en cuestiones de salarios y condiciones laborales.
El siglo actual ha traído consigo un alejamiento constante de Jos planteamientos de
este tipo, una evolución que se ha acelerado en las últimas dos décadas. Todos los
gobiernos británicos, sean conservadores o laboristas, han tendido a una cierta forma
de corporativismo, en el que los derechos de los sindicatos como negociadores inde-
pendientes en nombre de sus miembros han sido erosionados. En este punto, este aspec-
to de la obra de Keynes estuvo en plena consonancia con algunas de las tendencias
sociales y políticas básicas del siglo.
392 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

Debería señalarse que, aunque Keynes se basó sin ninguna duda en el trabajo teó-
rico de algunos de sus predecesores, aunque de forma muy ecléctica, sus opiniones se
basaron también en una experiencia práctica considerable, que abarcaba desde sus pro-
puestas para la reforma del sistema monetario indio a su trabajo en los últimos años
de su vida por un nuevo orden monetario mundial. Keynes fue un asesor del gobierno
en la primera guerra mundial, durante el periodo de las negociaciones del Tratado de
Versalles y también durante el subsiguiente intento de restauración y final abandono
de viejo patrón oro en 193 J. Aunque dejaremos para el próximo capítulo la conside-
ración detallada de la naturaleza de las innovaciones teóricas de Keynes, podemos afir-
mar provisionalmente que fue en gran medida en base a este trabajo práctico y teórico
que culminó en la Teoría general, que se preparó el camino para la idea de que el siglo
xx marcó la némesis de la era de la libre competencia; debido a la idea de que la eco-
nomía ya no podía funcionar ni autorregularse sin la intervención de una tercera fuer-
za (el Estado) para restaurar el ahora inherente desequilibrio entre producción
(representada por Keynes como un flujo de ingresos) y consumo.
Tampoco fueron las ideas de Keynes una mera respuesta inmediata a la depresión
que sumergió al mundo capitalista en el período posterior a 1929. Sus posiciones tanto
sobre política económica como la teoría económica tenían raíces más profundas: eran
el resultado de reflexiones sobre los problemas de gestión económica bajo las nuevas
condiciones del siglo xx que se remontaban, como mínimo, hasta el final de la prime-
ra guerra mundial. En su The End of Laissez-Faire, presentado primero como conferencia
en Oxford en 1924, Keynes dijo:

Debemos aspirar a separar esos servicios que son técnicamente sociales de aquellos
que son técnicamente individuales. Los temas más importantes de la agenda del Estado
están relacionados no con esas actividades que los individuos privados ya están rea-
lizando, sino con aquellas que quedan fuera del ámbito del individuo, aquellas deci-
siones que nadie toma si no las toma el Estado. Lo importante para el gobierno no
es hacer cosas que los individuos ya están realizando, y hacerlo un poco mejor o un
poco peor, sino hacer aquellas cosas que en este momento no se están haciendo
(Keynes, Collected Works, 9).

Así se justificaba la necesidad imprescindible de la intervención estatal.


Aquí Keynes está expresando el hecho de que su vida discurrió mas allá del perio-
do que fue testigo del colapso del viejo liberalismo: la ideología que había justificado
la política social y económica británica hacia el resto del mundo durante gran parte del
siglo XIX. El principio del declive secular británico, que encontraba sus raíces en las
últimas décadas del siglo XIX, fue indudablemente el fenómeno que dominó el pensa-
miento y la acción de Keynes a lo largo de su vida. En el ámbito político, fue la pérdida
de la hegemonía mundial, que encontró su expresión en el declive y la eventual des-
integración del Partido Liberal como el principal instrumento político de la clase diri-
gente, en favor del Partido Conservador. En el ámbito económico, fue un declive que
causó un creciente desafío a y el eventual abandono de la vieja «Economía de
Manchester>>, que proclamaba el comercio libre y el liberalismo económico como las
virtudes gemelas que llevarían a Gran Bretaña y al mundo a la prosperidad y la paz
ininterrumpidas. (¡Lo que no quiere decir que el resto del mundo apoyara necesaria-
EL SIGNIFICADO DE LA REVOLUCIÓN KEYNESIANA 393

mente estas ideas!). En los años 30, estos dos puntales de la ideología burguesa del
siglo XIX se encontraban bajo un ataque frontal, y desde muchos puntos de vista. La
doctrina dellaissezfaire estaba siendo reemplazada por diferentes conceptos de «esta-
tismo», siendo la expresión más intensa de esta tendencia la alemana, un país donde
la economía de Manchester nunca logró tener, en cualquier caso, mucha influencia.
Que la libre competencia se había derrumbado en favor del monopolio, y que como
consecuencia el Estado debía asumir la responsabilidad de regular los monopolios, fue
uno de los temas centrales de la «teoría» económica fascista3• Precisamente debido a que
Keynes no permaneció recluido en la academia, sino que durante toda su vida se ocupó
muy de cerca de los problemas económicos y sociales del capitalismo del siglo xx, se
vio obligado a tratar estos temas centrales de la teoría y la política económica. Keynes
mantuvo que la sobreproducción surge como consecuencia de lo que él consideraba
corno una ley psicológica inherente, que provoca que, al aumentar los ingresos, aumen-
te también el consumo, pero no de forma tan rápida. Como resultado, el aumento de
los ingresos va acompañado por una mayor tendencia a ahorrar. Sin embargo, la inver-
sión no aumenta con la suficiente rapidez para igualar este volumen creciente de aho-
rros, por lo que se genera un residual no utilizado, que se manifiesta en una utilización
incompleta de los recursos, tanto humanos como materiales. La visión victoriana, según
la cual el ahorro estaba entre las mayores virtudes, ya no era apropiada para el siglo
xx; de hecho, un nivel de ahorro demasiado elevado era una de las causas del males-
tar del momento, dijo Keynes. Él consideró que esta discrepancia entre el ahorro y la
inversión era tan crónica que era imposible eliminarla sin una intervención sistemáti-
ca del Estado, incluyendo una política gubernamental de bajos tipos de interés, suma-
da a la creación de dinero y de crédito por encima de las necesidades de la circulación
inmediata, con la concentración en manos del Estado de una parte de los ingresos y
las inversiones totales. (Keynes habló de forma vaga sobre la «socialización de la inver-
sión», y fue de afinnaciones como estas de las que se derivó falsamente la idea de que
él fue de alguna forma un defensor del socialismo, una idea infundada muy difundida
entre los círculos de grandes empresarios americanos después de 1945).
La teoría de Keynes ha sido considerada generalmente como una teoría de la subiD-
versión, debido a que él consideró que el problema del capitalismo estaba esencial-
mente asociado a un déficit del gasto en inversión. Sin embargo, Keynes fue al mismo
tiempo un gran admirador del subconsumista Malthus, y lamentó muchísimo el hecho
de que fueran las ideas de Ricardo, y no las de Malthus, las que triunfaran en la histo-
ria del pensamiento económico inglés. Y, en un aspecto, existen ciertamente sorpren-

3. Al revisar la Teoría general, Roll planteó el siguiente punto: «es significativo que muchos de los avan-
ces en la teoría de la competencia imperfecta sean debidos a economistas italianos y alemanes que apoyan
las doctrinas del fascismo. El examen de la competencia limitada realizado por uno de éstos lleva a su
autor a la conclusión de que el logro del equilibrio en las condiciones crecientemente inestables actuales
es la función del Estado. Como el economista italiano Amoroso, él ve el estado corporativo como la maqui-
naria ideal para este propósito. La doctrina del sr. Keynes sobre el dinero, el interés y el control guberna-
mental de la inversión también tiene su contrapartida, si no en la teoría fascista, por Jo menos en la práctica
fascista. Por mucho que la política económica de Alemania e Italia pueda variar de la fonna detallada en
la que al sr. Keynes le gustaóa que la política fuera puesta en práctica, se podría afinnar que la política
fascista está basada en algunos de sus principios)) (Roll, 1938). Las ideas de Keynes fueron ciertamente bien
recibidas en las publicaciones económicas nazis como Der demsche \0/kswin y Die deutsc/ze Volkll'irlsc/wft.
394 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

dentes similitudes entre el trab,Yo de Malthus y el de Keynes, sobre todo en el hecho de


que los dos vieron la necesidad de una «tercera persona)), fuera de las relaciones del
capital, como una forma de corregir la tendencia al desempleo; en el primer caso, esta
«tercera persona» abarcaba las diferentes clases no productivas; en el caso de Keynes,
este papel lo cumplía el Estado. Otras personas con ideas similares fueron Sismondi,
quien vio a la pequeña burguesía como tal tercera persona necesaria, y el economista
radical J. A. Hobson, quien creía que las colonias proporcionaban una salida a Jos bie-
nes excedentarios producidos por el capitalismo4•
A su modo particular, cada uno de estos autores fue un «crítico» del sistema capi-
talista -pero, en todos los casos, la crítica tuvo un carácter muy limitado-. Incluso en
el caso de Hobson, cuyas ideas sociales y políticas estuvieron marcadamente a la izquier-
da de las de Keynes, él creyó que las contradicciones del capitalismo podían ser supe-
radas a través de una redistribución radical de la renta. El tema es el siguiente. El mero
reconocimiento, por parte de un escritor concreto, de ciertas contradicciones asocia-
das con el capitalismo, no convierte necesariamente su trabajo en científico, y el de
Ma!thus es un caso que muestra la verdad de esta aseveración. Ya que aunque Malthus
sí vio una cierta contradicción entre la producción y el consumo, jamás investigó la
verdadera causa oculta de esta contradicción, y Marx pudo declarar que su trabajo era
tanto vulgar (centrado sólo en la apariencia de las contradicciones del sistema capita-
lista y no en su esencia) como completamente apologético (Malthus, ese «adulador sin
vergüenza», «ese Parson») 5• John Stuart Mili es otro ejemplo de un pensador que se
opuso a ciertos rasgos del capitalismo y que realizó una serie de propuestas para rec-
tificar estos «defectos», incluyendo, en este caso, un llamamiento a favor de una dis-
tribución de la renta de alguna forma más equitativa y a una extensión limitada de las
funciones del Estado. Lo mismo ocurre con Keynes: él acepto que ciertos problemas esta-
ban asociados al capitalismo (la negación de un hecho tan evidente hubiera sido en
cualquier caso imposible en las circunstancias en las que se escribió la TeorÍa gene-
ra[), pero en realidad asumió que, esencialmente, el capital era armonioso. El inarmó-
nico mundo de las apariencias surge de factores que contradicen esta noción y que no
pueden ser explicados sobre la misma; en resumen, se originan en fuerzas de fuera del
sistema económico -«políticas erróneas»; la obstinación o la estupidez de los que están
en el poder; los efectos dañinos del monopolio, etcétera-. Así, en última instancia,
Keynes, igual que hacen los monetaristas, se ve obligado a explicar el colapso del capi-
talismo en los años 30 basándose en factores no económicos.

4. Los subconsumistas, como Hobson, vieron el remedio a la recesión en Jos ahorros que transferirían las
rentas desde la acumulación (los capitalistas) a los consumidores (los trabajadores). Keynes consideró
que el problema al que se enfrentaba el capitalismo era la faha de crédito, que era a su vez el resultado
de una política financiera restrictiva. En momentos de recesión, esto creaba una deficiencia en la inver~
sión: el remedio era aumentar el nivel de inversión a través de una política de «dinero barato)) y, si esto
se revelaba inadecuado, a través de la empresa pública.
5. «Malthus está interesado no en esconder las contradicciones de la producción burguesa, sino, al contra~
rio, en enfatizadas, por una parte para probar que la pobreza de las clases trabajadoras es necesaria (tal
como lo es, de hecho, en este modo de producción) y, por otra, para demostrar a los capitalistas la nece~
si dad de una jerarquía bien alimentada de Iglesia y Estado para así crear una demanda adecuada para las
mercancías que producen» (tomo ffi: 57). Pero mientras Malthus llamó la atención sobre algunas de las
contradicciones capitalistas, huyó de demostrar su esencia en el conflicto entre el trabajo y el capital.
EL SIGNIFICADO DE LA REVOLUCIÓN KEYNESIANA 395

En última instancia, Keynes dirigió gran parte de sus críticas al orden económico y
social existente no contra el capitalismo como tal, sino contra una de sus fonnas, con-
cretamente el capital generador de interes. Así, en un pasaje muy conocido, afirma:

Veo, en consecuencia, el aspecto renrier del capitalismo como una fase transitoria
que desaparecerá cuando haya realizado su tarea. Y con la desaparición de este aspec-
to rentier, muchos más aspectos dentro del capitalismo sufrirán un amplio cambio.
Será, además, una gran ventaja para el orden de cosas que estoy defendiendo, que la
eutanasia del rentier, del inversor sin funciones, no sea repentina, sino una mera con-
tinuación gradual pero prolongada de lo que recientemente hemos visto en Gran
Bretaña, y que no necesitará ninguna revolución (The General Theory: 376).

Esta oposición al rentista era claramente una de las razones por las que Keynes se
opuso a las políticas deflacionarias que se siguieron en los años 20, ya que la defla-
ción «conlleva una transferencia de riqueza del resto de la comunidad hacia la clase
rentista ... de los activos a los inactivos» (Keynes, Collected Works, 4).
Keynes ciertamente no fue el primero en adoptar esta posición: otros antes que él
habían adoptado posiciones similares, de la misma forma que algunos de sus contem-
poráneos también denunciaron el capital no industrial, frecuentemente en términos
mucho más estridentes. [... ]

[ ... ]

[... ]El trabajo de Keynes fue una parte integral de esta acomodación del conjun-
to de la economía ortodoxa a la realidad cambiante del desarrollo capitalista. El tema
a destacar es que fue una reacción a esa realidad cambiante, y en ningún caso el ini-
ciador de ese cambio, y eso debe destacarse ante el enormemente exagerado rol que
Keynes asignó a las ideas [como instrumento} para cambiar el mundo.

2. ¿CAUSÓ EL KEYNESIANISMO EL BOOM DE POSGUERRA?

No hace falta decir que keynesianismo se ha convertido recientemente en un insulto. No


sólo se le hace responsable de la supuesta mala administración de le economía británica
de posguerra, de la que muchos se lamentan, sino que se le hace responsable de la rui-
nosa idea de los déficits presupuestarios que, como populannente se cree, han hecho tanto
para hacernos llegar a nuestra crisis actual. Y, corno si esta lista de acusaciones no fuera
suficiente, Keynes no sólo nos condujo a la falsa idea de que la economía se puede
ajustar, sino que también abrió la puerta a una funesta regulación estatal de la econo-
mía. Estas acusaciones pueden ser consideradas como muy graves; pero muy pocas,
sí alguna, pueden sostenerse. Por ejemplo, ya hemos mencionado que Keynes rechazó
explícitamente la idea de que una serie de pequeños ajustes en los agregados presu-
puestarios pudiera regular la ecollomía dentro de unos límites deseados. Lo mejor que
se les puede decir sobre esto a los detractores de Keynes es que algunos de sus segui-
dores pudieron malinterpretar su trabajo en este sentido; esta es de hecho la queja de
Robinson, Hutchison y otros (aunque Hutchison y Robinson están marcadamente en
desacuerdo sobre la naturaleza de estas malas interpretaciones).
396 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

A pesar de esto, dos cosas están fuera de disputa. En primer lugar, que, hasta media-
dos de los años 70, el paro en el Reino Unido raramente alcanzó el 2%, una cifra extre-
madamente baja en vista de la propuesta de William Beveridge de un 3% como un
nivel realista al que aspirar en la posguerra -un objetivo que Keynes a su vez consi-
deró de improbable cumplimiento-. Segundo, que fue ciertamente uno de los elemen-
tos más persistentes del saber convencional de los años 50 y 60 el pensar que estas
bajas cifras de desempleo y la prosperidad relativa que suponían eran debidas a la revo-
lución en política económica para la que Keynes había establecido las bases teóricas.
La visión ampliamente aceptada es que la larga lucha de Keynes fue convencer a
los políticos estratégicamente situados del acierto de sus propuestas junto con la teoría
en la que se basaban; una vez conseguido esto (después de 1940), se abrió el camino para
un mayor grado de intervención estatal. Y, gracias al triunfo de las ideas de Keynes,
la prosperidad se mantuvo después de 1945, con la implicación de que fue sólo a par-
tir de mediados de los años 70, cuando estas teorías keynesianas fueron rechazadas~
que la economía se hundió en una recesión que se hubiera podido evitar. Aquí se da
claramente toda la importancia al rol de las ideas en la orientación de la política socioe.::
conómica.
Un autor reciente ha resumido la forma en que se ha considerado generalmente
este tema:

nuestra perspectiva de la "revolución keynesiana" era deliciosamente simple; la his':'


toria económica reciente tendía a escribirse por economistas o historiadores del pen.::
samiento económico, y ambos tendían a ver la teoría económica como la fuerza
principal detrás de la política económica. La política económica era presentada como
un choque entre una ortodoxia inamovible y una fuerza intelectual y moralmente
superior, el keynesianismo, que acabó triunfando con el compromiso de mantener
unos niveles altos y estables de empleo en el White Paper [proyecto de ley] de 1944
(Booth, 1983).

Donald Winch pareció adoptar una postura similar: «A la luz de esta experiencia,
se puede concluir que la revolución keynesiana en politica o bien ha sido un sumo éxitO
o que, debido a otras razones no explicadas, se ha revelado innecesaria» (Winch, 1972:
293).
Evidentemente, es cierto que los gobiernos de posguerra se comprometieron públi-
camente a establecer un nivel de empleo alto y estable. El White Paper on Econottíic
Policy (1944) al que se refiere Booth era muy explícito sobre este tema:

El gobierno acepta como uno de sus objetivos y responsabilidades principales el marí~


tenimiento de un nivel de empleo alto y estable después de la guerra ... Se debe evb,
tar que el gasto total en bienes y servicios caiga hasta un nivel en el que aparezca un
desempleo generalizado.

Los gobiernos de posguerra no sólo se comprometieron públicamente, en esta y


en otras declaraciones, a una política de pleno empleo, sino que tenían también a su
disposición un presupuesto público que era mucho mayor que antes de la guerra. A
pesar de este cambio de circunstancias, muchos autores han arrojado muchas dudas
sobre si algún gobierno del periodo de posguerra llegó realmente a intentar regular la
EL SIGNIFICADO DE LA REVOLUCIÓN KEYNESIANA 397

economía de acuerdo con las convencionales ideas keynesianas de gestión presupues-


taria6. Sir Alee Cairncross, con alguna matización menor, parece apoyar esta idea:

La respuesta es que, a pesar de que las ideas keynesianas, prolongando el dinero bara-
to del periodo de posgueJTJ, contribuyeron indudablemente al establecimiento temprano
del pleno empleo, raramente se sometieron a prueba en los años 50 y 60. La deman-
da generalmente facilitaba la contención fiscal, y los esfuertos de los gobiernos se
concentraban tanto en mantener la inflación a raya como en intentar asegurar el pleno
empleo ... Durante el periodo, el gobierno central tuvo un excedente sustancial en la
balanza de pagos que hasta 1973 cubrió la mayoría de las necesidades de endeuda-
miento de las industrias nacionalizadas ... Las técnicas de gestión de la demanda estu-
vieron plagadas de ideas keynesianas, pero la gestión de la demanda en sí operaba
sobre fuerzas de mercado boyantes e incluso entonces sólo dentro de unos límites
reducidos (Cairncross, en Floud y McC!oskey (eds), 1981, vol. 2: 374).

En un artículo anterior y muy conocido, R. C. O. Mathews fue incluso más enérgico


en repudiar la visión aún muy común de que era el funcionamiento de las políticas key-
nesianas lo que explicaba la expansión del capitalismo en los años 50 y 60, ya que
«durante el periodo de posguerra, el gobierno, lejos de inyectar demanda en el siste-
ma, ha tenido persistentemente un gran excedente en la balanza corriente [... ]. El aho-
rro público ha sido de una media del 3% de la renta nacional>> (Mathews, 1968).

[... ]

3, LA VISIÓN TRADICIONAL DEL CAPITAL'

[ ... ]

Evidentemente, es un truismo decir que Keynes criticó ciertos aspectos del traba-
jo de la escuela neoclásica de su época, igual que otros lo habían hecho anles que éL Pero
es igualmente cierto que estas críticas nunca llegaron a ser fundamentales, jamás inves-
tigaron los cimientos epistemológicos de esta escuela, nunca se preguntaron por las
concepciones históricas y sociales en las que se basaban. En cambio, está claro que la
misma obra de Keynes estaba empapada precisamente con las mismas concepciones
antihistóricas que predominaban en la economía neoclásica. Como es bien sabido,
Keynes se abstrajo deliberadamente de cualquier análisis crítico de la estructura social
de la sociedad y sus leyes de desarrollo. En ou·as palabras, dio por sentado el sistema
capitalista, aceptó sus apariencias como si constituyeran su esencia. Su preocupación
se centró exclusivamente en el funcionamiento y no en la dinámica del capitalismo.
En su sistema teórico, presenta tanto las fuerzas productivas como las relaciones
de producción como agentes inmutables, que se dan una vez y para siempre: «tomamos
como dada la capacidad y cantidad de trabajo disponible, la cantidad y calidad del

6. Joan Robinson dice de forma algo casual sobre la política postkeynesiana de posguerra: «Tal como
sabemos, durante veinticinco años las recesiones serias se evitaron siguiendo esta política)) (Robinson,
1972). Esta afirmación tan simple no podría hoy recibir un apoyo unánime, ni mucho menos.
' En Pilling, Gooffrey. «The fundation of Keynes' economics)). En: The crisis of keynenian economics.
A marxist view. Londres: Grown Hclm, 1987, p. 66-67, 99.
398 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

material existente, la técnica, el grado de competencia ... , así como la estructura social,
incluyendo las fuerzas que, además de nuestras variables ... determinan la distribución
de la renta nacional» (The General Theory: 245). En otra parte Keynes escribió que
tomaba como dado (es decir, como fijo) todo e] «marco económico» del capitalismo
(The General Theory: 246).
Evidentemente, el hecho de que Keynes tomara estos factores como algo «dado»
no significa que ignorara el hec;ho de que, en el sentido empírico, este no era el caso.
Aparece aquí un tema mucho más serio. Revela el hecho de que la obra de Keynes
suponía un proceso convencional y esencialmente positivista de construcción de mode-
los por el cual, en base a una serie de supuestos arbitrarios, se construye un modelo de
la economía. Es decir, que Keynes realizó una serie de supuestos con el fin de simpli-
ficar el análisis de la economía -por ejemplo, que no se produce cambio técnico, que
el «marco económico» del capitalismo es fijo- y en base a estas abstracciones se deri-
va una imagen coherente del mundo. Pero, como en el caso de los supuestos tradicio-
nales de la competencia perfecta, estas abstracciones son puramente ní.ecanismos
mentales sin ninguna base en la realidad de los fenómenos que se investigan. Y preci-
samente por esto deben ser arbitrarios y subjetivos.[ ... ]

[ ... ]
1
Al examinar las concepciones teóricas básicas de Keynes hemos afirmado que,
lejos de realizar un avance respecto al trabajo de sus predecesores clásicos, constituyen
una seria degeneración, ya que mientras que Smith, Ricardo y otros se propusieron
establecer las leyes objetivas del capitalismo, la obra de Keynes está profundamente
empapada del subjetivismo que caracteriza la totalidad del pensamiento burgués en el
siglo xx. En primer lugar, tal como hemos intentado mostrar, su trabajo fue muy ecléc-
tico, inspirándose en elementos de la escuela neoclásica para su explicación de las
leyes de la distribución, pero a la vez invocando a Malthus para la explicación de la
pobreza en los años 30. Es por esta razón, debido a que la obra de Keynes parecía un
cajón de sastre, que cualquiera pudo meter la mano y escoger lo que quería. Esto está
ciertamente conectado con la visión de Keynes del Estado como una institución inter-
dasista, un tema examinado en el capítulo anterior. El Estado era una institución para
ser utilizada para dirigir la economía según las ideas de uno. Pero esto necesariamen-
te deja abierta precisamente la cuestión de qué políticas deben seguirse. Sismondi y
Proudhon utilizaron un análisis parecido al de Keynes para defender ideas socialistas
utópicas; Malthus utilizó su subconsumo para defender la posición del feudalismo en
el marco de un capitalismo que avanzaba rápidamente; en el siglo xx (bajo condicio-
nes históricas bastante diferentes, cua_ndo el capitalismo había dejado de ser una fuer-
za de progreso) tanto el fascismo como la socialdemocracia han impulsado políticas
económicas que pueden reclamar un legítimo parentesco con Keynes. Que ideologías
tan enfrentadas como estas puedan encontrar cierto grado de apoyo en la teoría eco-
nómica de Keynes no es ningún accidente, teniendo en cuenta que ésta a) se limitó al
ámbito de la circulación (considerando las relaciones de producción como dadas), y
b) funcionaba a partir de categorías psicológicas subjetivas.

[ ... ]
EL SiGNIFICADO DE LA REVOLUCIÓN KEYNESIANA 399

BIBLIOGRAFÍA CITADA

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WINCH, D. (1972). Economics and Policy: A Historical Survey. Londres: Fontana.
CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA 401-429

Deficiencias en la explicación keynesiana


y en sus propuestas de política económica'
Alan Marin

l. INTRODUCCIÓN
El modelo y las recomendaciones de política económica keynesiana revisados en el
capítulo anterior obtuvieron rápidamente una amplia aceptación, tanto entre los eco-
nomistas como en términos de compromisos de política económica. En Estados Unidos,
el New Deal fue pronto considerado como un tipo de protokeynesianismo, aunque
incluso tan tarde como en los años 60 algunos republicanos siguieron mostrándose
públicamente contrarios al «gasto con déficit>>. El retorno de un presidente demócrata,
Kennedy, en 1960, inauguró un periodo en el cual algunos de los economistas más des-
tacados de la economía keynesiana en los Estados Unidos jugaron un papel clave en
las decisiones de política econón1ica. Probablemente es correcto afirmar que, hasta
1980, las políticas keynesianas fueron seguidas incluso durante los mandatos de pre-
sidentes republicanos 1 En la mayoría de los demás países desanullados hubo una acep-
tación mucho más rápida de las políticas keynesianas por parte de los partidos políticos
de todo el espectro político. Por ejemplo, en el Reino Unido, un compromiso biparti-
to sobre la responsabilidad del gobierno para conseguir el pleno empleo se basó en un
informe que se había realizado antes del final de la segunda guerra mundial.
A pesar de esta aceptación· de la política y del enfoque keynesianos por parte de la
mayoría de los economistas, siguió habiendo discusiones entre economistas sobre lo
que se consideraban algunas de las debilidades del enfoque keynesiano. Algunos eco-
nomistas vieron estos aspectos como meras dificultades menores en la explicación
keynesiana del desempleo y de la economía, pero otros los vieron como fallos funda-
mentales. &tos últimos, una minoría disidente durante los buenos tiempos del keyne-
sianismo, se han hecho mucho más influyentes desde finales de los 60. Los temas de este
capítulo, por lo tanto, son aún el foco de grandes desacuerdos -que afectan no sólo a las

Publicado en: Marin, Alan. «Deficiencies in the keynesian explanation and policy proposa\SJf. En:
' Macrol!conomic poficy. Londres: Routledge, 1992, p. 26-50. Traducción: Gemma Galdon.
l. Después de 1980, el presidente Reagan se concentró oficialmente en ver la política fiscal principalmen-
te por sus efectos «sobre la oferta», y también creyó oficialmente en el equilibrio presupuestario. Sin
embargo, en realidad sobrevino un gmn déficit presupuestario, y se ha afirmado que el mayor éxito de Jos
Estados Unidos en la reducción del desempleo (al menos en comparación con la mayor parte del resto de
Jos países desarrollados) fue debido a la adopción inconsciente del gasto con déficit «keynesiano».
Este es un buen momento para señalar que la expresión «sobre la oferta11 no es lo mismo que la curva
de la oferta agregada (aunque puede provocar cambios en ésta). La expresión se refiere a las medidas
microeconómicas para aumentar el output económico y el crecimiento, principalmente a través de los
supuestos efectos incentivadores de las disminuciones de impuestos y de la dcsregulación.
402 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

explicaciones teóricas, sino también a las recetas de poHtica económica-. En la próxi-


ma sección consideraremos los debates sobre los supuestos de Keynes de que el sala-
rio nominal debe ser tratado simplemente como algo dado en un periodo de tiempo.
Tal como afirmamos en el capítulo 1, hasta hoy, bajo nuestro punto de vista, muchas de
las diferencias de opinión sobre política económica pueden reducirse a diferencias
de opinión sobre el funcionamiento del mercado de trabajo. Una forma de expresar de
otro modo este argumento es preguntando si todo el desempleo es «voluntario». Este
aspecto es tratado en la sección titulada «¿Es el desempleo siempre voluntario?».
Los problemas de la exogeneidad de los salarios nominales y de la voluntariedad
o no del paro, llevan a la consideración de la relación entre el paro y los salarios reaM
les. Este tema es tratado en las páginas 412-418 y examina la cuestión de si los salarios
reales tienen que disminuir para así aumentar el empleo, o si un recorte en los salarios
nominales llevaría en realidad a una caída de los salarios reales, o meramente a un
recorte proporcional equivalente en los precios.
La sección «Desempleo de equilibrio o de desequilibrio~>, más adelante en este
capítulo, relaciona la exogeneidad del salario nominal con todo el tema del énfasis en
el desempleo en equilibrio.
Las ideas tratadas en las páginas 402-420 están todas interrelacionadas, pero desa-
fortunadamente la gente sólo puede leer palabras en un orden, y no de forma simultá-
nea. Para facilitar la exposición hemos puesto estas ideas en la que creemos que es la
mejor secuencia, pero el lector puede encontrar que le es útil recordar (o releer) las
secciones anteriores después de haber leído las últimas, con el fin de apreciar mejor
las interdependencias.
La sección final (páginas 420-428) estudia la relación entre los debates acerca de
un modelo que formalmente se ocupa del desempleo en equilibrio, y los "desacuerdos
continuos sobre si los gobiernos deberían intentar estabilizar las fluctuaciones econó-
micas.

2. LA EXOGENEIDAD DE LOS SALARIOS NOMINALES


En los modelos estándar de la economía keynesiana, se supone que, mientras existe el
desempleo, los salarios nominales permanecen fijos 2• Debido a que en la visión key-
nesiana del mundo, cuando existe un amplio desempleo, existe un exceso de oferta de
trabajo, la teoría normal de mercado implicaría esperar que se produzca una presión a
la disminución de salarios; de la misma forma que cuando se produce un exceso de
oferta en cualquier otro mercado esperamos que el precio del producto afectado caiga.
El supuesto de que los salarios nominales permanecen constantes durante periodos de
desempleo es, por lo tanto, frecuentemente expresado como la visión de que «los sala-
rios nominales son rígidos a la baja».

2. Las expresiones «Salarios en dinero» y «Salarios nominales» se utilizan de forma intercambiable. Se


refieren simplemente al salario calculado en unidades monetarias. Además, excepto cuando tratemos
los salarios relativos en diferentes empleos, los términos ((salario en dinero» y «Salarios nominales»
también se tratarán de fonna equivalente. El ténnino «salarios realeS» se refiere a lo que puede comprarse
con el salario nominal. Convencionalmente se calcula dividiendo el salario nominal por algún índice
del nivel de precios.
DEFICIENCIAS EN LA EXPLICACIÓN KEYNESIANA Y EN SUS PROPUESTAS ... 403

A pesar de que gran parte de la discusión se refiere a las implicaciones de política


económica del supuesto de que Jos salarios nominales son exógenos, lo que es real-
mente importante es la rigidez a la baja de los salarios nominales, Keynes también
supuso en la Teoría general que mientras el empleo se mantuviera por debajo de nivel
de pleno empleo, los salarios no subirían rea1mente3 incluso si se producía un cambio
en el nivel de precios. Esto suponía que aunque los salarios nominales fueran cons-
tantes, los salarios reales no lo son. En particular, si los salarios nominales se mantu-
vieran constantes al producirse un aumento en el nivel de precios, entonces los salarios
reales bajarian. Esto parece implicar que en el proceso de fijación de los salarios, los tra-
bajadores (y posiblemente también los empresarios) se preocupan del salario nominal
pero no del salario real. Esta implicación perturba profundamente a algunos econo-
mistas. Uno de los resultados fundamentales del análisis microeconómico es que el
comportamiento, y por consiguiente la asignación de recursos, debería depender no de
valores nominales, sino de precios relativos. En el contexto del mercado de trabajo y
del comportamiento de los trabajadores en la oferta de trabajo, el valor nominal es el
salario nominal y el precio relativo del trabajo es el salario nominal relativo al nivel
de los precios: es decir, el salario real. Por lo tanto, el supuesto de que los trabajadores
no reaccionan a los cambios en los salarios reales contradice lo que los economistas
generalmente consideran como un comportamiento «racional». Comportamiento que
responde a valores nominales, y no a valores reales, también frecuentemente descrito
como «ilusión monetaria». La gente se permite engañarse a sí misma para un com-
portamiento inapropiado (es decir, realizar acciones que no maximicen su utilidad)
porque observan los salarios o los precios simplemente como una cifra de f:, más que
en relación a la disponibilidad de recursos que esos í representan.
Las fuertes connotaciones negativas y emotivas de palabras como «irracionalidad»
e «ilusión» no son una mera casualidad. Como ya se ha afirmado, los supuestos de
gran parte (la mayoría) del análisis microeconómico y sus predicciones dejarían de
tener valor si este tipo de comportamiento fuera generalizado. De aquí el malestar por
el supuesto de Keynes de que los salarios nominales pueden ser rígidos incluso cuan-
do el Índice de Precios al Consumo cambia4• Los debates subsiguientes se han centra-
do mayoritariamente en el caso en el que un aumento en el nivel de los precios significa
una disminución de los salarios reales si los trabajadores no logran un aumento del
salario nominal.
Estos dos temas, el de si los salarios reales bajarán cuando la oferta de trabajo
supere a su demanda y el de si puede ser que no aumenten cuando los precios aumen-
ten, están conceptualmente separados. Se podría afirmar que uno es realista sin acep-
tar necesariamente el otro. De hecho, en los últimos años, algunos keynesianos han
planteado explicaciones del mercado de trabqjo que tratan sólo de uno de los dos supues-
tos. Keynes explicó de qué fonna veía el comportamiento del mercado de trabajo, que,
en su opinión, justificaba los dos aspectos de la suposición de la rigidez del salario
nominal. Puesto que, como ya se mencionó en el capítulo anterior, la Teorfa general

3. Volveremos a esta cuestión cuando discutamos la inflación en el próximo capítulo, especialmente la


inflación de costes.
4. El Índice de Precios al Consumo tiene diferentes nombres en diferentes pafses. Otros nombres muy
comunes son índice «del coste de la vida>> o JPC.
404 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

contemplaba precios flexibles y que crecieran al expandirse el oulput, incluso en tiem-


pos de desempleo (de forma que los salarios reales bajaban al expandirse el output),
Keynes consideró los dos aspectos de la rigidez salarial. Como durante mucho tiem-
po, después de los años 30, la mayor parte de los keynesianos ignoraron la posibilidad
de que se produjeran aumentos de precios durante periodos de desempleo, tendieron
a preocuparse simplemente de defender el supuesto de que los salarios nominales no baja-
ban ni siquiera cuando se producía un exceso de la oferta de trabajo. Sin embargo,
recientemente, algunos keynesianos han intentado justificar el supuesto de que los sala-
rios nominales permanecen rígidos incluso mientras suben los precios.
No vamos a intentar dar un informe exhaustivo de todas las diferentes explicacio-
nes posibles ofrecidas por los economistas keynesianos para justificar el supuesto de que
los salarios son rígidos, pero mencionaremos algunas para dar una idea de los tipos de
argumentos planteados. Entre las que se dieron primero se encuentra la idea de que los
trabajadores están preocupados por los salarios relativos porque se supone que éstos
indicarían su valoración relativa. Por valor, en este contexto, no nos referimos a su pro-
ductividad marginal, sino, en cierto sentido, a la consideración que se les tiene. La
aceptación de un recorte salarial por parte de un trabajador o de un grupo de trabajadores
en concreto puede suponer una disminución de su posición social si no están seguros
de que todos los demás trabajadores están aceptando también recortes de sus salarios.
Esto se puede expresar de otra forma para aquellos que lo encuentren admisible, afir-
mando que el salario relativo de una persona indica su «valor» -teniendo esta palabra
el sentido que se le dio en el famoso epigrama de Osear Wilde: «Un cínico es un hom-
bre que sabe el precio de todo y el valor de nada>>-. Debido a que un aumento del nivel
de precios que reduce el valor real de todos los salarios nominales no altera el salario
relativo, los trabajadores podrían aceptar un recorte en el salario real que se produjera
de este modo, incluso aunque rechazaran el ser los primeros en iniciar un proceso de
recortes en los salarios reales a través de una reducción de su salario nominal en un
periodo de desempleo. De esta forma, este tipo de explicación se ocupa de las dos for-
mas de rigidez salarial.
Algunas versiones keynesianas más modernas de un enfoque similar destacan
aspectos como la importancia de las normas sociales que inhiben a los trabajadores.
desempleados de ofrecerse para ocupar los puestos de los trabajadores ocupados en
ese momento, al menos en periodos de desempleo no catastrófico, o los miedos de
ofender los sentimientos de «equidad» 5• Esto último puede relacionarse también con
las teorías del mercado de trabajo que predicen que no sólo los trabajadores se resisti-
rán a los recortes salariales, sino que también sería posible que los empresarios no qui-
sieran recortar salarios incluso si pudieran contratar a trabajadores desempleados con
salarios más bajos que los que pagan a sus trabajadores actuales. En la versión refe-
rente a la equidad de estas teorías (una versión de lo que a menudo se conoce como
teorías «del salario de eficiencia»), si los recortes salariales a los trabajadores emple-
ados se llevaran a cabo a través de la amenaza de contratar a trabajadores desemplea-
dos, el resentimiento generado entre los trabajadores les llevaría a emplear el mínimo
esfuerzo posible. La falta de compromiso voluntario por parte de los trabajadores lle-
varía no sólo a una caída de la cantidad real de trabajo realizado, sino que también

5. Ver, por ejemplo, Solow (1980), (1990) o Akerloff (1980).


DEFICIENCIAS EN LA EXPLICACIÓN KEYNESIANA Y EN SUS PROPUESTAS... 405

podría provocar una actitud descuidada hacia la calidad. Por lo tanto, los empresarios
serían los ptimeros interesados en no recortar salarios6• Otras versiones de las teorías
«del salario de eficiencia» enfatizan otras razones que los empresarios podrían tener
para no querer rec01tar los salarios. Éstas incluyen: el incentivo de evitar incurrir en
el coste de formar a los trabajadores recién contratados, lo que puede lograrse mante-
niendo un salario por encima del salario «corriente» para el puesto, desanimando así a
los trabajadores contratados a marcharse a otro empleo; el incentivo extra para que los
trabajadores cumplan bien y eviten ser despedidos que supone que su salario sea supe-
rior al que podrían aspirar si tuvieran que encontrar otro trabajo; y la existencia del
peligro de que el pago de salarios más bajos desanime a los trabajadores potencial-
mente más productivos a entrar en la empresa.
Las razones para el supuesto de los salarios rígidos, en el ejemplo que acabamos de
proporcionar, tienen en común el hecho de no contar con la «imperfección» de los sin-
dicatos. Otra corriente de la tradición keynesiana, aunque no destacada por Keynes
mismo, se centra en el papel de los sindicatos. La importancia de los sindicatos, enton-
ces, no sería tanto que su motivación para resistirse a los recortes salariales es mayor
que la de sus miembros, sino que, a diferencia de los trabajadores no organizados, éstos
tendrían el poder de evitar los recortes salariales. Esencialmente, la amenaza de huel-
ga si algunos de los trabajadores empleados fueran a ser reemplazados por desemplea-
dos a cambio de un salario menor, podría ser suficiente para evitar un recorte salarial.
Sin embargo, al menos en los países en los que la proporción de la fuerza de trabajo
perteneciente a un sindicato está muy por debajo del100%,los sindicatos solos no son
suficientes para justificar el supuesto de que todos los salarios nominales son rígidos a
la baja. Incluso si las empresas con presencia sindical no recortaran los salarios nomi-
nales, las empresas sin sindicatos podrían hacerlo y así producir sus mercancías a pre-
cios más bajos que las empresas con sindicatos, de forma que éstas últimas se verían
obligadas a cerrar. Incluso si industrias completas tuvieran sindicatos, en el caso de
que las industrias sin sindicatos pudieran reducir sus precios relativos, la demanda se
desplazaría hacia éstas. El énfasis en el poder sindical como explicación al menos par-
cial de la rigidez salarial a la baja nos parece que varía según los países y el momento,
en relación a su tamaño relativo y a la fuerza aparente de los sindicatos.
Tal como se ha indicado antes, los economistas que se oponen al enfoque keynesiano
han encontrado a menudo que estas explicaciones keynesianas sobre la rigidez sala-
rial son poco convincentes. En parte, existe el sentimiento de que, sean cuales sean los
obstáculos, al final las «fuerzas de mercadm> se impondrán. A veces se hace constar
con incredulidad que no es posible que los intercambios mutuamente ventajosos no se
lleven a cabo 7. Si existiera un trabajador desempleado que estaría mejor trabajando
por un salario aun menor al que estuviera pagando un empresario concreto, y si el
empresario pudiera bajar los costes, y así incrementar el beneficio, contratando a este

6. Dependiendo de la formulación exacta de Jos supuestos, puede ser o no que en estas teorías los empre-
sarios sientan que deben aumentar los salarios nominales si se produce un aumento del nivel de pre-
cios. Un problema con las versiones de equidad es que muchas veces se basan más en afirmaciones
plausibles de lo que la gente considerará que es justo, y no han sido comprobadas de forma suficien·
temente precisa como para dar respuestas cuantitativas sobre la importancia de nociones diferentes de
justicia en diferentes circunstancias.
7. Ver, por ejemplo, Lucas (1978) o Barro (1979). El primero es también relevante para la próxima sección.
406 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

trabajador por un salario menor, entonces se presenta como axiomático que se llegará
a un acuerdo mutuamente ventajoso y que éste se aplicará. Las explicaciones keynesianas
más recientes acerca de la rigidez salarial a las que nos hemos referido en el párrafo
anterior pueden verse como un intento de responder a este ataque contra las primeras
explicaciones keynesianas. Lo que tienen en común es que implican que, de hecho, un
acuerdo de recorte de salarios entre empresarios y desempleados no sería mutuamen-
te ventajoso. Al menos uno de los dos contratantes potenciales no querría aplicar un
trato de este tipo. En el enfoque que apela a las «normas sociales», serían los desem-
pleados los que no querrían ofrecerse para reemplazar a los trabajadores empleados a
cambio de salarios más bajos. Las presiones sociales pesarían más que su interés pro-
pio, tal como éste se define estrictamente en los enfoques económicos tradicionales de
maximización de la utilidad. En las versiones del salario de eficiencia, el reemplazar a
parte de la fuerza de trabajo empleada por nuevos trabajadores contratados de las filas
de los desempleados a cambio de salarios más bajos no respondería al propio interés del
empresario, incluso definido de forma estricta corno la maximización del beneficio.
En los dos enfoques, como la amenaza de contratar a otros trabajadores si la fuerza de
trabajo empleada no accediera a un recorte salarial no es creíble, los trabajadores emplea-
dos no aceptarán tal recorte.
En general, los monetaristas encuentran que estas descripciones del mercado labo-
ral no son realistas. Su visión del mundo es que, si el desempleo persiste durante un
tiempo, los salarios bajarán a no ser que los aparentemente desempleados prefirieran que-
darse en esa situación. Sea cual sea la explicación que acepten, la mayoría de los key-
nesianos cree que sí pueden producirse largos periodos de desempleo sin que se
produzcan reducciones apreciables de los salarios nominales, incluso aunque muchos
de los desempleados estuvieran dispuestos a aceptar un trabajo por un salario real algo
menor que el normal-si este trabajo les fuera ofrecido-.

3. ¿ES EL DESEMPLEO SIEMPRE VOLUNTARIO?


La cuestión de si hay momentos en los que la mayor parte del desempleo pueda con-
siderarse como involuntario es un tema que ha dividido a los economistas desde que
Keynes introdujo por primera vez su idea del desempleo involuntario. Aunque Keynes
proporcionó una definición neutral de su utilización del término «desempleo involun-
tario», la apasionada discusión acerca de si el fenómeno puede existir se mueve entre
las definiciones formales y los usos ordinarios y sus implicaciones. En el uso ordina-
rio, el término «involuntario» connota que no hay otras opciones. Como no hay nin-
guna alternativa, no hay ninguna elección a realizar. Citando a un diccionario.
involuntario significa «sin el ejercicio de la voluntad». Así, los que niegan que pueda
existir el desempleo involuntario normalmente quieren decir que los desempleados
podrían encontrar algún otro trabajo si estuvieran dispuestos a realizar los sacrificios
necesarios para ello. Ven el desempleo como algo voluntario porque es el resultado de
la elección de quedarse desempleado más que la de aceptar un empleo que se consi-
dere incluso menos deseable que el desempleo.
Generalmente, los monetaristas afirman que incluso si no es posible que los des-
empleados encuentren el tipo de trabajo que querrían, con sus capacidades y el nivel
salarial que desearían, siempre hay posibilidades de emplearse. Se puede entender
DEFICIENCIAS EN LA EXPLICACIÓN KEYNESIANA Y EN SUS PROPUESTAS... 407

que un trabajador desempleado que se ha pasado años adquiriendo experiencia en un


trabajo cualificado no quiera aceptar un trabajo fregando platos a cambio del salario
mínimo, o yendo por ahí ofreciéndose a limpiar zapatos, pero como existe la posibi-
lidad de elegir, su desempleo continuado debería describirse como «voluntario)). Esta
visión está obviamente relacionada con el desacuerdo keynesiano/monetarista de la
sección anterior sobre la rigidez salarial. La visión de que, en el análisis definitivo,
todo desempleo es voluntario afirma que siempre existen algunos sectores en los que
es posible encontrar trabajo si uno está dispuesto a recortar lo suficiente su demanda
salaria1 8.
Los keynesianos dispuestos a argumentar acerca de la voluntariedad del desempleo
en este contexto concreto han proporcionado diversas réplicas. Una ha sido afirmar
que, en una economía industrializada moderna, esos sectores en los que la posibili-
dad de encontrar un trabajo por el salario mínimo aún existe, tienen una importancia
trivial. Durante los periodos de desempleo masivo, éstos no podrían absorber a todos
los desempleados, incluso si todos los desempleados estuvieran dispuestos a trabajar
en estos sectores. Además, dentro del marco keynesiano, se ha afirmado que incluso
si algunos de los desempleados redujeran sus demandas salariales lo suficiente como
para encontrar trabajo corno lavaplatos, etc., se estarían limitando a desplazar a las
personas empleadas en ese momento en esos trabajos poco cualificados y poco remu-
nerados. Por lo tanto, la composición de los desempleados podría alterarse, pero no
se produciría una disminución del número total de trabajadores desocupados a menos
que se produjera un incremento de la demanda. Volvemos así a la visión keynesiana
de que, duranle los periodos de desempleo, el output depende de la demanda agrega-
da. En ausencia de una expansión del gasto total, el output agregado no aumentará y,
por lo tanto, el desempleo total no bajará9• De forma más general, cuando no se dis-
cute simplemente como defensa ante el ataque mencionado en el párrafo anterior, el
argumento keynesiano de tratar la mayor parte del desempleo (durante las recesio-
nes) como involuntario, tiene varias corrientes. Una corriente se remonta a la defini-
ción formal y técnica de Keynes en la Teoría general. Otros tratan de utilizar una
noción del desempleo involuntario que recoge algo más de la noción corriente de
voluntariedad.

8. También está relacionado con el tema que se discutirá en el capítulo 7 sobre si un nivel demasiado alto
de la prestación de desempleo o, en algunos países, los salarios mfnimos, son responsables del desem-
pleo. Obviamente, se puede afirmar con cierta credibilidad que un factor que contribuye a determinar
si la gente buscará un trabajo a cambio de un salario muy bajo es si es posible que consigan más dine-
ro a través de prestaciones sociales mientras están desempleados.
9. En las páginas siguientes valoramos si un recorte de las demandas salarir~les de los trabajadores llevaría
por sí mismo a un aumento de la demanda agregada. Incluso si se supone que una caída de todos los
salarios reales podría aumentar la demanda agregada, sigue siendo posible afirmar que si el recorte
de los salarios reales se produce sólo en un muy reducido número de sectores poco importantes de la
economía, el efecto sobre la demanda agregada será insignificante. Por lo tanto, los keynesianos podrí-
an afirmar que si los sa1arios reales fueran rígidos en los sectores más importantes de la economía, no
se produciría ningún aumento del empleo agregado, y que el desempleo podría considerarse involun-
tario.
Obsérvese que todo el tema de los trabajadores cambiando de tipos de trabajo no puede ser anali-
zado formalmente dentro de los modelos macro estándar, ya que son modelos macro que tratan la pro-
ducción en la economía como un único sector.
408 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

Gráfico 3.1. Desempleo con salarios nominales rígidos

Salario L,,
real Exceso de L,
oferta de
Trabajo

IV,
1
1 1
--~--~--

1 1
1 1
1 1 L, L,

E, Pleno empleo

La definición de Keynes era que el desempleo era involuntario1si un aumento en


el nivel de precios relativo al salario nominal incrementaba el volumen de empleo. En
otras palabras, que una caída del salario real persuadiría a las empresas a emplear a
más trabajadores y (lo que es esencial en esta noción de desempleo involuntario) que
habría suficiente oferta de trabajadores disponibles para cubrir los empleos extra inclu'
so a este salario real más bajo. La definición se ilustra en el gráfico 3.1, donde la curva
de pendiente negativa Ln es la demanda de trabajo -de forma que un salario real, más
bajo llevaría a demandar una mayor cantidad de trabajo- y L5 muestra la curva de ofer-
ta ordinaria de trabajo como función del salario real. Algunos keynesianos considera-
rían que la curva de oferta es prácticamente vertical, al menos para los trabajadores de
primer empleo, si consideramos el trabajo medido en términos del número de trabaja-
dores y no en ténninos de horas-hombre trabajadas, ya que no creen que las decisiones
de las personas sobre si trabajar o no sean muy sensibles al salario real 10 • No importa
mucho en el debate si la curva de oferta es vertical. Si inicialmente tenemos un salario
real de w0, entonces la cantidad de trabajo demandado, y por lo tanto de empleo, la da
E0• A este nivel de salario real, habría más trabajadores dispuestos a trabajar que tra-
bajadores empleados. Si el nivel de los precios fuera más alto, sin cambios en el sala-
rio nominal, entonces el salario real sería menor. En el gráfico 3.1, consideremos un
salario real menor de w1 donde si W indica el salario nominal y P indica el nivel de
precios tenemos

lO. Esta visión era, quizii, más creíble antes del gran aumento de la participación de las mujeres casadas
en la fuerza de trabajo. Incluso ahora no es probablemente muy injusto decir que algunos debates key-
nesianos sobre el desempleo siguen tratando al trabajador típico como un cabeza de familia adulto y
masculino. Como mínimo, los enfoques que consideran el desempleo como el principal problema eco-
nómico suenan más convincentes cuando el desempleado es tratado como el asalariado principal de la
familia. De fonna similar, declaraciones sobre el coste social y el estigma del desempleo parecen más
convincentes si la imagen es de este grupo.
DEFICIENCIAS EN LA EXPLICACIÓN KEYNESIANA Y EN SUS PROPUESTAS... 409

siendo P 1 más alto que P0• El empleo a w1 sería E1• El desempleo a Eo es involuntario
porque la demanda extra de trabajo puede cubrirse con desempleados incluso a este
salario real menor. Lo mismo ocurriría en caso de cualquier aumento en el empleo
hasta el nivel de pleno empleo.
Lo que da a esta definición del desempleo involuntario la fuerza y atractivo que
pueda tener, es, creemos, la incorporación dentro de un modelo de la economía que
trata el salario nominal como rígido a la baja. En el ejemplo, la caída del salario real se
produce incluso mientras el salario nominal se encuentra fijado en W0, debido al aumen-
to del nivel de los precios de P0 a P1• Los trabajadores no pueden afectar el nivel de
precios especialmente durante una recesión, cuando los salarios nominales no están
subiendo. Mientras el salario nominal sea tratado simplemente como exógeno, los tra·
bajadores no podrán conseguir el recorte necesario en su salario real. Como están
«fuera» de su curva de oferta, Keynes pudo sentirse justificado al describir este de-
sempleo como «Ínvoluntario» 11 • Lo que los trabajadores querrían hacer está expresa-
do precisamente en la curva de la oferta de trabajo.
La definición de Keynes del desempleo involuntario y su explicación de los cam-
bios en el desempleo involuntario encajan dentro de su modelo de la economía en el
que los cambios en el volumen de empleo están inversamente relacionados con los
cambios en el salario real. En el gráfico 3.1, los trabajadores están fuera de sus cur-
vas de oferta siempre que los salarios reales se encuentren por encima de Wp, pero las
empresas están en sus curvas de demanda de trabajo y el desempleo varia con los cam-
bios en el salario real a medida que las empresas se mueven hacia arriba o hacia abajo
de sus curvas de demanda. Tal como ya hemos indicado, durante mucho tiempo (y
hasta cierto punto incluso ahora), muchas discusiones keynesianas trataron el nivel de
precios, igual que el salario nominal, como algo inflexible en los momentos en los que
el gasto no es lo suficientemente alto como para asegurar un output de pleno empleo.
Por eso, algunas de las otras cmTientes de los debates keynesianos más tardíos que
plantean que el desempleo puede ser involuntario no están directamente relacionados
con la definición de Keynes. Son compatibles con análisis que permiten que el des-
empleo cambie en respuesta a los cambios en el gasto sin los cambios correspondien-
tes en el salario real.
Un enfoque de este tipo es el que afirma que, durante una depresión, los desem-
pleados podrían ser descritos como desempleados involuntarios, no sólo si estuvieran
contratados previamente por un salario real al cual ahora no pueden encontrar traba-
jo, sino también si pudieran esperar razonablemente que más adelante hubiera de nuevo
trabajos normales disponibles en condiciones que estuvieran dispuestos a aceptar. Sus
empleos no se han perdido debido a cambios fundamentales en la estructura de la eco-
nomía (ya sea en las pautas de la demanda o en la eficiencia de la producción), sino
simplemente debido a una falta de demanda agregada. Cuando vuelvan los «tiempos

1l. También es involuntario en los casos kcynesianos «especiales}' en los que un recorte del salario nomi-
nal lleva a una cilída eqniproporcional de los precios. Ver la próxima sección.
410 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

normales)}, volverán a poder obtener trabajos normales. Si los trabajadores tienen esta
visión, y si tienen razón en tenerla, entonces sus reticencias a buscar trabajos muy mal
pagados y de baja categoría no significarán que su desempleo sea voluntario. Esta ver-
sión del argumento keynesiano pretende contrarrestar la visión monetarista planteada
anteriormente e ilustrada a partir de nuestro ejemplo del lavaplatos. Los keynesianos fre-
cuentemente destacan la evidencia anecdótica de los artículos periodísticos sobre las
colas de solicitantes de empleo cuando una empresa anuncia que va a contratar a tra-
bajadores en periodos de recesión. La aceptación de esta visión keynesiana depende, al
menos en parte, de la validez de la afinnación de que un aumento del gasto llevará a la
existencia de trabajos «normales» a salarios «aceptables>> 12 •
El argumento keynesiano que acabamos de plantear puede verse como una ampli-
ficación de la propia definición de Keynes. Sin embargo, no se limita a un caso en el que
los salarios reales «aceptables» que acompañarán a un mayor empleo sean necesaria-
mente más bajos que los salarios reales mientras el desempleo fue más alto. Los dos
enfoques, igual que los argumentos de los que insisten en que el desempleo debería
ser considerado siempre como voluntario, dependen de una visión más general de lo
que se considera un modelo adecuado de macroeconomía. Como gran parte (o a nues-
tro juicio, la mayoría) del debate subsiguiente no se ha limitado a la definición origi-
nal de Keynes del desempleo involuntario, uno puede muy bien preguntarse porqué
ha habido un debate tan intenso sobre si el término «involuntario» debería aplicarse
jamás al desempleo. Keynes podría ser considerado meramente como el que dio la
definición técnica dentro de su modelo particular de la economía, y está comúnmente
aceptado que las definiciones no son más que abreviaturas para ahorrar el tener que
reescribir una larga frase cada vez que uno desea referirse al concepto. ¿Por qué, enton-·
ces, debería~ los economistas que trabajan con modelos que difieren en mayor o menor
medida del de la Teoría general seguir debatiendo sobre si el desempleo debería cali-'
ficarse de voluntario o involuntario? Se puede especular que gran parte de la respues-,
ta a esta pregunta es que, a pesar de que podemos definir palabras de una forma neutral,'
éstas siguen manteniendo sus connotaciones emotivas. La elección de Keynes de la
palabra «involuntario» no fue, según esta visión, una coincidencia. Por ejemplo, podría
haber elegido otra expresión, como desempleo de «exceso de oferta» o de «Salario real
alto». Sin embargo, llamarlo involuntario conllevaba el mensaje de que no era deseable,
y de que, a ser posible, se debería hacer algo sobre el tema. Tal como hemos plantea-
do, él consiguió la aceptación del compromiso de no tolerar un desempleo general. En
su modelo, y en este caso también en los debates keynesianos posteriores, el desem-
pleo no es deseable en el sentido de que reducirlo mejoraría el bienestar. Precisamente,
debido a que los trabajadores se encuentran fuera de su curva de oferta de trabajo, un
aumento del empleo, incluso si fuera a un salario real algo menor, beneficiaría a los
desempleados sin perjudicar a los empresarios 13 . Aunque ésta hubiera sido igualmen-

12. Las referencias a los empleos «Ordinarios)), en nuestra exposición de la explicación keynesiana más gene·
ral sobre porqué no consideran que el desempleo sea necesariamente voluntario, pueden estar relaciona·
das con el tema debatido en la nota 10. También pueden estar relacionadas, quizá, con la distinción entre
mercados de trabajo «primarios>) y «secundarios)>, tal como han desarrollado Doeringer y Piore (1971).
13. En la terminología microcconómica, el cambio constituye, sin aillbigüedad, una mejora paretiana (excep-
to por los efectos sobre la renta real de aquellos que ya estaban empleados, si no se ven compensados
por su pérdida).
DEFICIENCIAS EN LA EXPLICACIÓN KEYNESIANA YEN SUS PROPUESTAS... 411

te una implicación del modelo, fuera cual fuera el nombre dado al tipo de desempleo,
llamarlo involuntario daría la impresión deseada incluso a los lectores que hubieran
olvidado la definición concreta, e incluso a los que nunca hubieran leído el libro pero
que hubieran oído vagamente algo sobre sus ideas a partir del informe de un tercero.
Aquellos que consideran que todo el desempleo es voluntario afirmarán normal-
mente que no existe ningún problema de desempleo. Como los trabajadores se encuen-
tran en su curva de oferta y no están limitados de ninguna manera significativa, no es
necesaria ninguna política para intentar alterar el nivel de empleo. El nivel de empleo
es el resultado de decisiones de demanda y de oferta tomadas por empresas y trabaja-
dores, y puede suponerse que tiene las propiedades de optimalidad usuales de los equi-
librios de mercado. La acción gubernamental para afectar a los mercados de trabajo
no estaría más justificada que en cualquier otro mercado -como máximo (según este tipo
de visión monetarista), debería limitarse a la eliminación de las imperfecciones, como
las debidas al poder sindical-.
Muchos economistas no estarían de acuerdo, pero nosotros creemos que no es para
nada insólito que en economía se utilicen términos persuasivos y que éstos tengan un
efecto sobre las percepciones generales de la gente. Podemos pensar en expresiones
como competencia «perfecta» o comercio «libre~>. En los dos casos se puede dar, y así
se hace normalmente, una definición puramente técnica. Pero el hecho de que a un tipo
de competencia se la llame perfecta es muy probable que dé la impresión de que hay algo 1
deseable en este tipo de competencia, incluso a aquellos que nunca han pensado a tra-
vés de un análisis económico fonnal de economía del bienestar sobre los supuestos y
los juicios de valor bajo los que el término es deseable. De alguna forma, la compe-
tencia que es «perfecta» debe ser mejor que la «imperfecta» 14 • De forma similar, la
designación de la ausencia de aranceles como comercio «libre» conlleva la implica-
ción de que es mejor que la alternativa: lo que es «no libre» debe ser peor que la liber-
tad15. Nuestra conjetura es que los debates continuos sobre lo apropiado de calificar el
desempleo de «involuntario» se deben a similares connotaciones persuasivas acerca
de la política económica vinculadas a la elección del adjetivo 16.
Estén o no justificadas nuestras especulaciones acerca de las razones para la con-
tinuación del debate sobre la descripción adecuada de los desempleados, estamos con-
vencidos de que el tema sigue siendo crucial para distinguir a los que hemos descrito
como keynesianos de los que hemos descrito como monetaristas. En concreto, aque-
llos que creen que el desempleo es principalmente voluntario parecen ser también los
que creen que los gobiernos no deberían, o no pueden, utilizar políticas macroeconó-
micas para afectar el nivel de empleo y de output. Por otra parte, los que creen que el
desempleo puede describirse muchas veces como involuntario parecen también creer
siempre que el problema podria resolverse a través de la acción gubernamental y macro-
económica.

14. Esto es incluso más cierto en el caso de la terminología alternativa que se refiere a la competencia
«pura».
15. Los que defienden Jos aranceles hablan de «protección» en lugar de comercio «no libre».
16. Un debate interesante sobre los modos de discurso de los economistas, que va mucho más allá de nues-
tra preocupación particular en este párrafo, puede encontrarse en McClosky (1983) y (1988). El libro que
contiene la última referencia incluye otros puntos de vista.
412 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

4. SALARIOS REALES Y DESEMPLEO

En un aspecto importante, Keynes no se apartó de las posiciones de sus predecesores


al tratar el empleo en la TeorÍa general: los cambios en el nivel de empleo estaban
inversamente relacionados con los cambios en los salarios reales. Como se ilustra en el
gráfico 3.1, los cambios en el empleo se producen mientras las empresas se mueven
hacia arriba y hacia abajo en sus curvas de demanda de trabajo. Para Keynes, mien-
tras hubiera desempleo involuntario como él lo definió, el cambio en los salarios rea-
les se produciría a través de cambios en los precios, mientras que los salados nominales
permanecerían constantes. A pesar de esto, la proposición de que una disminución del
desempleo requeriría normalmente una caída de los salarios reales no contaría con la
oposición de aquellos economistas con los que Keynes creyó estar en desacuerdo. En
lo que normalmente difirieron fue en sus posiciones sobre si era necesario que los
gobiernos intervinieran para conseguir la caída necesaria de los salarios reales. La insis-
tencia de Keynes de que los salarios nominales eran generalmente rígidos a la baja, y
su énfasis en que podría producirse un equilibrio con desempleo (tal como debatire-
mos en la próxima sección), hizo que no estuviera dispuesto a defender que se espe-
rara a que los salarios nominales bajaran para eliminar el desempleo involuntario. Para
la política económica, este es un ejemplo de la predilección de Keynes por concen-
trarse en el que él consideró que era el problema inmediato, y no basarse en cómo sería
un equilibrio a largo plazo: «a largo plazo estamos todos muertos».
Según el análisis de Keynes, una política fiscal o monetaria expansiva aumentaría
el empleo. Sin embargo, en conjunción con su análisis del mercado de trabajo, como en
el gráfico 3.1, esto sólo podría ocurrir si las políticas fiscales o monetarias expansivas
llevaran a un aumento del nivel de los precios 17• Desde el principio, algunos de los
adversarios de Keynes, como Lionel Robbins, plantearon objeciones a sus pr_9puestas
(sobre todo a los panfletos más orientados políticamente que Keynes escribió a principios
de los años 30) porque creyeron que estaba evitando el tema. En opinión de Robbins,
si la cura del desempleo suponía una caída de los salarios reales, el deber profesional
de los economistas era plantearlo de forma honesta y explícita. Entonces, sería una
decisión política elegir si se prefería conseguir el recorte de los salarios reales a través
de políticas que incrementaran el nivel de los precios o permitiendo la caída de los
salarios nominales. Él consideró que el enfoque de Keynes era engañoso: la defensa
de políticas expansivas, para no hablar de la aceptación de Keynes de la devaluación o
de los aranceles, era políticamente atractiva precisamente porque la mayoría de la gente
no se daba cuenta de que era una forma encubierta de conseguir un recorte de los sala-
rios reales. (Aún aparecen argumentos similares, particularmente en los debates sobre
la utilización de la devaluación de la tasa de cambio para aumentar el output y el
empleo).
Parte del problema era que Keynes, de hecho, no siempre fue coherente sobre este
tema (como hemos mencionado en el capítulo anterior). Aunque su modelo formal sí
suponía una caída de los salarios reales, sus declaraciones menos formales sí que, a

17. Esto se ve muy claramente en el análisis de la demanda agregada~oferta agregada, en el que un movi~
miento hacia la derecha de la curva de la demanda agregada coñduce a un output más elevado y precios
más altos, ya que la curva de la oferta agregada es creciente en tanto que los salarios reales permanez:·
can constantes.
DEFICIENCIAS EN LA EXPLICACIÓN KEYNESIANA Y EN SUS PROPUESTAS... 413

veces, siguieron la suposición de que sería posible conseguir una caída del desempleo
sin recortar los salarios reales. Sin embargo, incluso dentro del análisis de la Teoría
general, la estructura del argumento permitía una defensa de la dependencia de las
políticas expansivas para reducir el desempleo. La primera etapa es el argumento, que
ya hemos planteado, de que en realidad los salarios nominales son intlexibles a la baja.
Por eso, en el mundo real al que se enfrenta el político, sería muy poco aconsejable
confiar en una caída de los salarios nominales inducida por el continuo exceso de ofer-
ta de trabajo para resolver el problema del desempleo. Además, incluso a nivel teórico,
sería posible que un recorte de los salarios nominales no consiguiera producir un aumen-
to del empleo. Podría darse que, en algunas situaciones, un recorte de los salarios nomi-
nales produjera solamente una caída proporcional del nivel de precios -dejando así los
salados reales inalterados-. Las circunstancias bajo las que esto ocurriría serían aque-
llas a las que nos referimos en el último capítulo como el «Caso especial keynesiano».
Para ver porqué los dos casos keynesianos especiales, 1) lá inversión completa-
mente insensible a las tasas de interés y 2) la trampa de liquidez, provocarían caídas
equivalentes de los salarios nominales y los precios, es necesario pensar en la forma
en que el empleo y el output están determinados en el marco keynesiano. Claramente,
en este o en cualquier otro enfoque, el empleo sólo aumenta si aumenta el output. Si
recordamos la identidad contable del producto nacional, y las relaciones de equilibrio
resultantes, como en la ecuación (2.1), el output sólo aumenta si se produce un aumen-
to del consumo, de la inversión o del gasto público. Por lo tanto, para que un recorte de
los salarios nominales produzca un nivel de equilibrio del empleo más alto, y por lo
tanto del output, debe provocar un aumento de uno de estos componentes del gasto.
Sin embargo, se supone que el consumo está relacionado con la renta, de forma que el
consumo sólo aumenta si la renta (que es igual al output) ha aumentado 18 • Como no
existe ninguna razón para esperar que un recorte de los salarios nominales produzca
un aumento del gasto público, entonces, en una economía cerrada, la única forma posi-
ble de que los salarios nominales puedan provocar un aumento del output es si con-
ducen a un aumento de la inversión.
El mecanismo por el cual esto se podóa producir es el siguiente. Un recorte de los sala-
rios nominales recorta los costes de producción de las empresas, llevando así a un movi-
miento hacia abajo de sus curvas de oferta. Así, los precios caen. Sin embargo, una caída
de los precios con una oferta monetaria constante significa que la oferta real de dinero

18. Algunos debates keynesianos incorporan la idea de que, debido a que un recorte del salario real pro~
vaca un recorte en el poder de compra de los trabajadores siempre que los precios no caigan en la misma
medida, esto provocará, por Jo tanto, una reducción del gasto deseado que, en sí misma, desencadena~
rá la caída de los precios. Sin embargo, un recorte de los salarios con precios constantes significa un
aumento de los beneficios. Mienlras no nos salgamos de modelos (posiblemente poco realistas) en Jos
que no distingamos enlre la propensión a consumir fruto de los salarios y de la de consumir fruto de
los beneficios, sino que nos limitemos a considerar una propensión marginal al consumo fruto de la
renta total, este problema podrá ignorarse -particularmente si los modelos formales mencionados per~
manecen estáticos y no dinamicos-. Si Jos trabajadores reaccionan más rápidamente a los cambios en
su renta real, entonces así lo hacen también los accionistas a los cambios en los beneficios y, por lo
tanto, a corto plazo, podría producirse una caída del gasto (y del output) que provocaría un breve aumen-
to del desempleo a corto plazo. Así, la concentración en los efectos a corto plazo podría reforLar la opo-
sición a los recortes salariales, mientras que la concentración en los efectos a un plazo más largo apoyaría
los recortes salariales.
414 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

aumenta. El exceso de oferta monetuia lleva a una caída de la-; tasas de interés, y esta caída
de las tasas de interés lleva a un aumento de la inversión. Debido al aumento de la inver-
sión, y al consiguiente aumento del gasto deseado total, aumenta la demanda real de pro-
ductos y se limita la caída de los precios. Consecuentemente, Jos precios no caen tanto
como los salarios nominales, de forma que los salarios reales han bajado -aunque la
caída de los salarios reales es menor que la caída de los salarios nominales-. Por lo tanto,
en el caso estándar, si los salarios nominales fueran a caer, se produciría entonces un
aumento del output y del empleo. Sin embargo, en los casos keynesianos especiales, tal
como se ha planteado en el último capítulo, el vínculo entre los aumentos de la oferta
monetaria real y los aumentos en la inversión se rompe. En el primer caso keynesiano,
la caída de la tasa de interés no lleva a un aumento de la inversión; en el segundo, el
aumento de la oferta monetaria real no lleva a una caída de la tasa de interés.
Podemos resumir el argumento anterior de dos fonnas equivalentes. Primero, un
recorte de los salarios nominales no lleva a un aumento del empleo en los casos key-
nesianos especiales, debido a que la demanda de productos no aumenta y, por lo tanto,
acabamos con el mismo nivel de output que antes. Segundo, en los casos keynesianos
especiales, el intento de recortar los salarios reales reduciendo el nivel de los salarios
nominales fracasa porque los precios caen en la misma proporción dejando inaltera-
dos los salarios reales. De aquí, el argumento de Keynes de que uno no sólo no debe-
ría esperar que fuera fácil, o siquiera posible, que un exceso de oferta de trabajo llevara
a un recorte suficiente de los salarios nominales, sino que ni siquiera era definitivo, a
nivel teórico, que un recorte de los salarios nominales resolviera el desempleo 19 •
Debería destacarse también que, en el caso «norinal>~, en el que un recorte de los sala-:
rios nominales ayudaría al empleo, lo mismo ocurriría con un aumento en la oferta
monetaria nominal. Así, cualquier cosa que pueda conseguirse a través de un recorte
de los salarios nominales, puede también conseguirse a través de una política· moneo:
taria expansiva. Esto refuerza el énfasis de Keynes en el disparate de basarse en el
recorte salarial como cura para el desempleo. Según su opinión, esto probablemente
nunca ocurriría por sí mismo, incluso si ocurriese, quizá no llegaría al objetivo desea-:
do, e incluso si pudiera llegar al objetivo deseado, una forma más segura de conseguir
el mismo resultado sería llevando a cabo una política monetaria expansiva.
Existen otras razones que llevaron a Keynes a oponerse a intentar volver al pleno
empleo a través de una política de recorte de los salarios nominales acompañada de
(aunque fuera a un nivel menor) una caída de los precios. Estos argumentos no pue-
den tratarse adecuadamente en un modelo formalmente estático, pero fueron expues-
tos tanto por Keynes corno por algunos de sus contemporáneos20• Parte del argumento
es que el proceso de caída de los precios desanimaría el gasto aplazable -compensa

19. La posibilidad de que, incluso si los trabajadores aceptasen recortes de los salarios reales, el descm~
pico seguiría sin bajar, podría verse como un apoyo a la definición de Keynes del desempleo «invo-
luntario».
A pes<~r de que, a nivel teórico, el argumento de Keynes falla si las decisiones sobre el consu-
mo/ahorro dependen de la riqueza y parte de la riqueza está fijada en términos nominales, de forma
que su valor real aumenta cuando bajan Jos precios (el «efec~o Pigou»), los keynesianos niegan que el
efecto Pigou sea lo suficientemente fuerte como para alterar sus conclusiones de política económica.
20. Por ejemplo Irving Fishcr. Estos argumentos también refuerzan la idea de que el efecto Pigou (nota 19)
es irrelevante para la política.
DEFICIENCIAS EN LA EXPLICACIÓN KEYNESIANA YEN SUS PROPUESTAS... 415

esperar antes de comprar bienes de consumo duraderos para así aprovecharse de sus
subsiguientes precios más bajos-. Otro argumento es que, como muchas deudas son
fijas en términos nominales, unos precios más bajos incrementarían el valor real de la
deuda, y así supondrían una redistribución de la riqueza de los deudores hacia los acre-
edores. Es plausible sugerir que las personas endeudadas son propensas a tener una
propensión mayor al gasto que los acreedores y otros propietarios de activos21 •
Tal como ya se ha mencionado, el mismo Keynes no se basó siempre en su mode-
lo formal del mercado de trabajo, en el que los incrementos del output sólo podían ocu-
rrir si se producía una disminución de los salarios reales. Como también se ha
mencionado en el capítulo anterior, durante un largo tiempo, muchos de los subsi-
guientes debates keynesianos sobre los acontecimientos y las políticas económicas
también ignoraron este aspecto del análisis en la Teoría general. Una razón por la que
los keynesianos tendieron a ignorar el vínculo inverso entre los salarios reales y el
empleo es que se tenía la sensación de que empíricamente este vínculo no existía. En
los últimos cincuenta años se han realizado muchos estudios intentando establecer si los
salarios reales son o no c.ontracíclicos: es decir, si cuando la economía está en rece-
sión los salarios reales son altos y cuando hay un boom los salarios reales son bajos.
Nuestra impresión es que aún no hay un consenso contundente. Durante un tiempo, a
finales de los años 30 y posteriores, la opinión mayoritaria era que los estudios esta-
dísticos demostraban que no existía ningún tip~ de vínculo entre los salarios reales y el
empleo, y esto es aún probablemente aceptado por la mayoría de los economistas. Sin
embargo, algunos estudios más recientes han afinnado encontrar una correlación inver-
sa, y otros aún mantienen que no hay ninguna relación. Como mínimo, los datos sobre
las fluctuaciones en los salarios reales y el empleo no muestran suficiente variabilidad
ni pautas claras como para que las conclusiones sean independientes del momento,
lugar y técnicas estadísticas concretas utilizadas en los diferentes estudios22•
El resultado es que economistas diferentes pueden sentirse libres de creer cosas
diferentes sobre la relación entre los cambios en los salarios reales y los cambios en
el desempleo, o que el mismo economista puede incluso plantear hipótesis diferentes
en diferentes análisis, o puede creer genuinamente que hay momentos en los que el
desempleo está relacionado con un nivel demasiado alto de salarios reales y momen-
tos en los que no23 • Debido a la falta de pruebas concluyentes directas sobre la rela-
ción entre los salarios reales y el empleo, la opinión que uno tome sobre el tema puede
estar también afectada por la visión que uno tenga sobre temas relacionados con aque-

2l. Además, durante el periodo en que los precios bajan, si los tipos de interés no bajan en la misma medi-
da, los tipos de interés reales aumentarán. Esto será un desincentivo para la inversión.
22. Un debate completo sobre la evidencia empírica sobre Jos salarios reales y los ciclos económicos se
encuentra en Michie (1987).
Recientemente, algunas explicaciones de los «nuevos clásicos)) sobre los ciclos económicos, cono-
cidas como «teorías de los ciclos económicos reales» han considerado los ciclos como resultados de
cambios en las curvas de demanda de mano de obra. Como resultado, el salario real de equilibrio (wF
en el gráfico 3.1) se altera. Así, las intersecciones de las curva de de demanda y oferta de trabajo son movi-
mientos a lo largo de la curva de oferta durante un ciclo empresarial. De esta fonna, un mayor empleo
debería asociarse a salarios reales más elevados y viceversa. Los informes detallados de estas teorías son
generalmente muy técnicos, un ejemplo temprano fue Long y Plosser (1983).
23. Volveremos a este punto en el capítulo 7, cuando discutamos algunas de las explicaciones dadas para expli-
car los altos niveles de desempleo en Europa occidental en los años 80.
416 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

llos. En concreto, si uno acepta que los salarios nominales son rígidos a la baja duran-
te periodos de alto desempleo, entonces (tal como hemos visto en las dos secciones
anteriores) sólo es posible que los recortes de los salarios reales reduzcan el desem-
pleo si los precios suben. Contrariamente, si los precios no aumentan durante una rece-
sión, entonces los salarios reales permanecen rígidos. Por lo tanto, las opiniones sobre
la relación entre los salarios reales y el empleo eslán muy vinculadas a las opiniones de
si los precios, y no sólo los salarios nominales, son inflexibles.
Aquellos tratamientos keynesianos que suponían que los salarios reales no tienen
que caer para una mejora del empleo y del output, muchas veces lo hacían porque asu-
mían -implícita o explícitamente- que las empresas aumentarían su producción sin
requerir una subida de los precios durante periodos de recesión. La mayor parte del
tiempo, si se ofrecía alguna explicación, ésta se limitaba a afirmar que durante una
recesión las empresas dispondrían de grandes excesos de capacidad y, por lo tanto,
estarían dispuestas a aumentar su volumen de ventas si pudieran simplemente vender
el output, incluso sin requerir un precio más alto. Algunas veces se prestaba un poco más
de atención al comportamiento acerca de los precios de las empresas de lo que suponía
esta visión. Los modelos empíricos keynesianos muchas veces utilizaron el enfoque
de los «precios administrados». Según este enfoque, las empresas cobran un precio
que incluye algún margen constante sobre lo que serían sus costes de producción a
niveles nonnales de output.
Más recientemente, ha habido otros intentos keynesianos de proporcionar una base
microeconómica más finne y teóricamente aceptable para la proposición de que los
precios pueden ser inflexibles --o al menos moverse sólo lentamente- ante los cambios
de demanda a los que se enfrenta la empresa. Algunos son más o menos parecidos a:
ciertas teorías que explican la rigidez de los salarios que hemos mencionado anterioi''"":
mente, destacando ideas como las relaciones cliente/proveedor durante un periodo'"
largo de tiempo y la necesidad resultante de una confianza mutua de que ninguna parte
intentará aprovecharse injustamente de la otra y que proporcionará previsibilidad24 .-
0tros utilizan la idea de los «costes de menú», por la que las empresas incurrirían en cos-,
tes si cambiaran sus precios frecuentemente: por ejemplo, debido a la necesidad d€:.
imprimir nuevos catálogos y distribuir nuevas listas de precios25 . La mayor parte de
estas justificaciones keynesianas de la rigidez de los precios, tanto las más nuevas como
el enfoque de los precios administrados, suponen que existe una imperfección de largo
alcance en los mercados de productos26 • En este sentido, encajan fácilmente con la
visión keynesiana de que los mercados de trabajo no funcionan según un paradigma
simple de mercado, con sus respuestas flexibles a las situaciones de exceso de oferta O
exceso de demanda.

24. Ver, por ejemplo, la discusión en Okun (1981).


25. La mayor parte de estos artículos son mucho más exigentes técnicamente que el libro al que nos refe~
rimos en la nota anterior, por ejemplo Mankiw y Romer (1991). A diferencia del modelo original de
costes administrados, algunos de estos modelos keynesianos más nuevos suponen que los precios
pueden permanecer sin cambios incluso si los salarios reales cambian, siempre que no cambien
mucho.
26. Si existiera una competencia perfecta, entonces las empresas individuales no podrían elegir entre recor~
tar los precios o mantenerlos sin cambios -tendrían que seguir inmediatamente el precio de mercado-.:,
o perder todos sus clientes.
DEFICIENCIAS EN LA EXPLICACIÓN KEYNESIANA Y EN SUS PROPUESTAS . . . 4¡ 7

La categorización de las creencias actuales de los economistas sobre los temas


debatidos en esta sección no es clara. Aunque los no keynesianos normalmente tratan
a los precios como flexibles, y consecuentemente suponen que los mercados de pro-
ductos se vacían27 , los keynesianos tienden a discrepar entre ellos. Algunos tratamientos
suponen que los precios varían con el output incluso si los costes salariales no cam-
bian28. Otros debates keynesianos, a veces de las mismas personas, tratan a los precios
como algo constante mientras los salarios no cambien, es decir, mientras el output se
mantenga por debajo del nivel correspondiente al pleno empleo29• De forma similar,
muchos modelos keynesianos empíricos de la economía (pero no todos) siguen utilizando
alguna versión de los precios administrados.
Persisten di visiones similares respecto a si los salarios reales tienen que caer para
reducir el desempleo. Tal como hemos visto, ésta es una implicación de las opiniones
sobre la flexibilidad de los precios. Así, generalmente, los no keynesianos asumen que
es necesario que los salarios reales caigan si se quiere incrementar el empleo30• Algunos
keynesianos también continúan siguiendo a Keynes y realizan también este supues-
to31. Otros keynesianos suponen, a veces de forma implícita, sin molestarse en pro-
porcionar ningún modelo explícito del mercado de trabajo, sino suponiendo sólo la
rigidez de precios y rigidez de los salarios nominales, que muchas veces es posible
incrementar el empleo sin tener que reducir los salarios reales32.33. Todavía más, algu-

27. -«Vaciado» significa que la demanda iguala a la oferta. Se supone que si los precios son totalmente fle-
xibles en cualquier mercado, entonces ese mercado estará en una posición en la que la demanda planea-
-da iguale a la oferta planeada; es decir, en la que la curva de la demanda se cruce con la curva de la
oferta. En la microeconomía nonna\, esta es la condición para el equilibrio, pero (como hemos visto en
el gráfico 3.1 ), en los análisis keynesianos es posible tener equilibrios incluso con un exceso de oferta.
28. Por ejemplo, el análisis de la demanda agregada-oferta agregada de algunos manuales.
29. Por ejemplo, la utilización del diagrama IS-LM para analizar los cambios en las políticas sin ningún
cambio endógeno en la curva LM que refleje cambios inducidos en el nivel de los pecios sólo es correc-
ta si los precios no son flexibles.
30. En el próximo capítulo volveremos al tema de si el desempleo medido también bajaría si bajaran los
salarios reales. Tal como hemos afinnado antes, para estas teorías no existe ningún «problema de de-
sempleo», ya que el desempleo medido refleja un nivel de empleo dado por la intersección de las cur~
vas de demanda y oferta del trabajo. Los «ciclos económicos reales}} no keynesianos de la nota 22 no
exigen una disminución de los salarios reales para que aumente el empleo, pero están incorporados en
modelos en los que las acciones gubernamentales sistemáticas igualmente no pueden afectar al empleo.
31. Por ejemplo, aquellos manuales que proporcionan un modelo explícito del mercado de trabajo gene~
ralmente, pero no siempre, contienen alguna variante de nuestro gráfico 3.1.
32. Aquí, igual que en el resto de este capítulo, seguimos In mayor parte de Jos tratamientos de estas cues-
tiones ignorando el cambio tecnológico o la acumulación de capital que pennitiría un aumento del sala~
rio real a cada nivel del empleo. Es decir, que ignoramos la posibilidad de que se produzcan cambios al
alza de la curva de demanda de trabajo. Para la posibilidad de shocks aleatorios en la curva de la deman-
da, ver nota 22.
33. Después de muchos años, en los que Jos keynesianos que asumieron la rigidez de los precios y la rigi~
dez del salario nominal no se molestaron en modelar explícitamente el mercado de trabajo, se produjeron
intentos de observar explícitamente las consecuencias de suponer que es posible que Jos niveles de los
salarios reales y del empleo fueran tales que no sólo se encontraran los trabajadores fuera de sus curvas
de oferta de trabajo, sino que la empresas se encontraran fuera de sus curvas de demanda de trabajo,
debido a no poder vender tanto como les gustaría al nivel de precios actual. Uno de los análisis de este
tipo más tempranos fue el de Barro y Grossman (1971), aunque la idea se remonta muchas veces a
Patinkin (1965).
418 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

nos debates keynesianos sobre episodios concretos de alto desempleo planteaban que
sería posible que hubiera periodos en los que el desempleo se debiera a que los salarios
reales fueran demasiado altos, mientras que en otros momentos el desempleo podría
ser debido a una falta de gasto agregado, aunque los salarios reales no estuvieran por
encima del nivel que sería coherente con el pleno empleo.
Incluso para los que creen que generalmente es necesario reducir los salarios rea-
les para reducir el paro, aún queda por resolver la cuestión adicional de cuál es la mejor
forma de conseguir este recorte de los salarios reales. Tal como hemos visto, los key-
nesianos que no aceptan la necesidad de recortar los salaóos reales creen que sería más
prudente intentar hacerlo a través de políticas que llevaran a un aumento de los pre-
cios, mientras los salarios nominales permanecerían constantes.
Finalmente, en esta sección, aunque nos lleva más allá de los debates planteados en
este capítulo y se refiere a temas tratados de forma más completa en el siguiente, pode-
mos también señalar que no existe un consenso keynesiano sobre si el desempleo duran-
te periodos de inflación continuada llevaría por sí solo a un aumento de los salarios
nominales menos rápido que el aumento de los precios, recortando así los salarios reales.
Por otra parte, durante periodos en los que existe alguna inflación continuada, no
es infrecuente que los ministros y portavoces gubernamentales llamen a la «conten-
ción» en las negociaciones salariales y den dos razones en un mismo discurso34• Primero,
porque unos salarios más bajos provocarían un aumento del empleo. Segundo, porque
unos salarios más bajos reducirían la inflación. No parecen darse cuenta que estas dos
razones no son necesariamente coherentes. La primera requiere que los precios aumen-
ten mientras los salarios dejan de aumentar (o aumentan más lentamente), para así
reducir los salarios reales. La segunda razón supone que una ralentización del aumen-
to de los salarios nominales será igualada por una ralentización de la inflación -refi-
riéndose a la inflación de precios-.

5. DESEMPLEO DE EQUILIBRIO O DE DESEQUILIBRIO


El análisis estándar keynesiano es el de un nivel de equilibrio con desempleo35 • Existen
como núnimo dos cuestiones que han preocupado a algunos keynesianos. Primero, ¿la
posibilidad del equilibrio con desempleo depende del supuesto de que los salarios
nominales son rígidos? Dada la vulnerabilidad de este supuesto a los ataques por su
falta de una base microeconómica finne y teóricamente aceptable (tal como se ha deta-
llado en las páginas 402-406), sería preferible poder abandonar este supuesto pero maa-

34. Por ejemplo, en el Reino Unido, a mediados de los años 80, cuando había disminuido la idea de que
los objetivos monetarios resolverían automáticamellle la inflación, fuera lo que fuera lo que pasara con
los salarios. El contexto del Reino Unido en ese momento dejó claro que detrás de la primera razón
figuraba la idea de que el desempleo estaba causado por unos salarios reales que habían crecido dema-
siado. (Después del otoño de 1990, cuando el Reino Unido fijó su tasa de intercambio dentro de la CEE,
el razonamiento cambió para incluir la pérdida de ventas causada por la falta de competencia a nivel
internacional si los precios crecían mucho).
35. En este capítulo, y particularmente en esta sección, nos ocupamos de los niveles de desempleo corres-
pondientes al exceso de la oferta de trabajo agregada. Ignoramos el desempleo fricciona! y estructural
y nos centramos solamente en el desempleo por encima de estos niveles, es decir, por encima del corres-
pondiente al «pleno empleo».
DEFICIENCIAS EN LA EXPLICACIÓN KEYNESIANA Y EN SUS PROPUESTAS... 419

teniendo los resultados estándar. Segundo, particularmente, si las predicciones de equi-


librio dependen de la menos que totalmente satisfactoria suposición de que los sala-
rios nominales son completamente inflexibles a la baja, ¿no seria mejor (y más realista)
ver el desempleo como un fenómeno de desequilibrio?
La respuesta a la primera pregunta es fácil. Si por equilibrio nos referimos a una
situación en la que todas las variables son constantes, incluyendo los salarios, y si por
salarios nominales flexibles nos referimos a que los salarios caerían si se produjera un
exceso de oferta de trabajo (es decir, que el empleo fuera menor que el de pleno empleo),
entonces, por definición, el equilibrio con desempleo exige salarios rígidos. Si los sala-
rios fueran flexibles, y existiera desempleo, los salarios caerían, y esta no es una situa-
ción de equilibrio.
La respuesta a la segunda pregunta no es tan simple. Tal como se ha explicado en
la sección anterior, incluso si los salari~s fueran flexibles a la baja, esto no supondría
que se debiera confiar en ellos para resolver el desempleo. Es tautológicamente correc-
to afirmar que no podría haber un equi1ibrio con desempleo con salarios flexibles, pero
puede haber un desequilibrio continuado con desempleo. Como también se ha explicado,
en los_ casos keynesianos especialmente extremos, los salarios flexibles sólo llevarían
a una espiral a la baja continua de los salarios nominales y los precios. Incluso sin los
casos keynesianos especiales, los argumentos mencionados antes, respecto a lo que
pqdría pasar durante el proceso de caída de los salarios y los precios, significan que si
los salarios nominales fueran flexibles, y si empezaran a caer, el proceso podría ser
inestable. Es decir, que durante el proceso de desequilibrio se podrían poner en fun-
cionamiento fuerzas que llevaran de hecho a exceder el equilibrio -en nuestro caso,
que los salarios nominales (y los salarios reales) cayeran por debajo de los niveles que
hubieran restablecido el pleno empleo si no hubiera sido por los efectos deflaciona-
rios del mismo proceso de desequilibrio-. Finalmente, incluso si los salarios nomina-
¡ les fueran flexibles a la baja, podrían ser lo suficientemente lentos como para que,
basándose sólo en esta flexibilidad, volver al equilibrio de pleno empleo requiriera un
¡)eriodo excesivamente largo36• Por lo tanto, la flexibilidad a la baja es irrelevante para
los objetivos de política económica, en cuanto a las prioridades keynesianas que se
preocupan más de los problemas y posibilidades inmediatos que de los de largo plazo.
Por todas estas razones, algunos keynesianos han preferido pensar en su enfoque
como uno no limitado a un modelo que predice que se producirá un equilibrio con de-
sempleo pero en su lugar coherente con un análisis del desempleo como un desequi-
librio continuo37 • Para estos keynesianos, lo esencial del mensaje keynesiano es la
recomendación de que, en un periodo de desempleo, uno no debería, e incluso no podría
(cuando el problema sea de inestabilidad), basarse en las fuerzas de mercado endóge-
nas para resolver el problema. Sino que son necesarias políticas macroeconómicas
expansivas.
Aunque exista esta visión keynesiana, mantenida por algunos keynesianos emi-
nentes, sigue siendo verdad que la mayoría de los keynesianos han seguido al mismo
Keynes al limitar su análisis formal a uno de equilibrio con desempleo. Ha habido

36. Obsérvese que este argumento y el previo pueden no ser mutuamente coherentes. Probablemente es
mejor verlos como alternativos.
37. Por ejemplo, Tobin (1975).
420 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

varias sugerencias acerca de porqué Keynes y sus seguidores se han limitado a sí mis-
mos a los análisis de equilibro. Históricamente, quizá es relevante que en el Reino
Unido, a diferencia de muchos otros países, la segunda mitad de la década de los años
20 fuera un periodo de alto desempleo. Éste no estuvo limitado a la Gran Depresión
que empezó en 1929. Así, Keynes, escribiendo un libro publicado en 1936, vivía en
un país que había experimentado más de una década de alto desempleo. Bajo estas cir-
cunstancias, podría haber parecido sensato concentrarse en el alto desempleo visto
como un equilibrio.
Uno puede también ver, y este no es un punto trivial, que es mucho más difícil
hacer un riguroso análisis del desequilibrio que uno del equilibrio. Incluso ahora, la
mayor parte del análisis formal, tanto microeconómico como macroeconómico, es por
esta razón un análisis del equilibrio.
También es posible, ya sea consciente o subconscientemente, que una predicción de
equilibrio con desempleo tuviera más atractivo para las políticas expansivas macroe-
conónúcas propuestas por Keynes. Si el desempleo se hubiera debatido como un fenó-
meno de desequilibrio, las políticas propuestas hubieran estado más abiertas a la
respuesta de que «Bueno, como el desempleo es sólo una situación de desequilibrio,
mejor confiemos en el mercado para resolver el problema, y no interfiramos impri-
miendo dinero o contrayendo un déficit presupuestario» (medidas que encontraban, y
encuentran, la oposición de algunos por otras razones). Afirmar solamente que podría
tardarse más en volver al pleno empleo si no hubiera intervencionismo puede ser un
argumento menos convincente que afirmar que el alto desempleo es un equilibrio. Esto
último conlleva la connotación de que durará indefinidamente si no se hace nada.

6. CICLOS ECONÓMICOS Y ESTABILIZACIÓN

Aunque el mismo Keynes se concentró en el problema del equilibrio con desempleo


y las políticas para restaurar el pleno empleo, los keynesianos pronto empezaron a diri-
gir su atención hacia el problema del tratamiento de las fluctuaciones en el output y el
empleo. Examinando la experiencia de los países industrializados, muchos economis-
tas pensaron que la historia mostraba una pauta de ciclos de producto bastante regula-
res. Aunque hubo algunos que negaron que hubiera un «ciclo empresarial» regular, la
mayoría de los economistas pensaron que los ciclos económicos eran más que un arte-
facto estadístico -incluso si no eran perfectamente regulares-.
Se ha ofrecido una amplia variedad de explicaciones de los ciclos económicos,
desde mucho antes de Keynes. Algunas de las primeras teorías keynesianas se cons-
truyeron alrededor de la idea de que la inversión está determinada por los cambios en
el nivel de renta, además de posiblemente por las tasas de interés38 . En combinación
con otros retrasos en el gasto, o con algunos límites que más tarde circunscribieron
cualquier expansión o contracción de la renta, estas teorías podrían explicar los ciclos
económicos. Otros keynesianos destacaron la volatilidad de las expectativas de los
beneficios futuros de los que dependía la inversión. Estas oscilaciones en el «espíritu
animal» de los empresarios podían entonces ser utilizadas como parte de una explica-

38. La teoría del acelerador para la inversión. Ejemplos influyentes de las teorías de Jos ciclos, incorpo*
rando el acelerador, incluyen a Samuelson (1939) y Hicks (1950).
DEFICIENCIAS EN LA EXPLICACIÓN KEYNESIANA Y EN SUS PROPUESTAS . .. 421

ción de las fluctuaciones del output39 . Para nuestros propósitos, no es necesario dar
más ejemplos de esta extensa literatura, ni profundizar más en los detalles de los meca-
nismos sugeridos. Lo importante es que si el ciclo económico existe, entonces debe
considerarse que las políticas gubernamentales respecto al desempleo tienen como
objetivo la estabilización del nivel de empleo próximo al nivel correspondiente al pleno
empleo. Además, si la contrapartida de las recesiones con alto desempleo son los booms
con presiones inflacionistas, parte del objetivo de las políticas macroeconómicas públi-
cas puede ser la contención de los booms para así moderar la inflación40 •
La meta de la estabilización de las fluctuaciones económicas es, pues, vista por
algunos economistas la del mantenimiento de un empleo tan alto como sea posible,
sujeto a no permitir que la expansión lleve a un «recalentamiento» inaceptable. Otros,
sin embargo, ven la estabilización corno un objetivo adicional por derecho propio. Las
fluctuaciones del producto (o en la tasa de crecimiento del output) se consideran inde-
seables y deberían minimizarse. La indeseabilidad de las fluctuaciones se da a menu-
do por sentado y las razones no se expresan de forma explícita. Puede ser que sea
porque la incertidumbre y el riesgo que conllevan las variaciones de la renta y del out-
put son indeseables porque se supone que la gente es adversa al riesgo. Puede ser que
amplias fluctuaciones del producto desanimen la inversión y así reduzcan el creci-
miento económico a largo plazo.
Sea cual sea la opinión aceptada sobre porqué la estabilización es deseada, el enfo-
que keynesiano de la determinación de la renta y las políticas macroeconómicas pare-
cían implicar la forma en que los gobiernos deberían luchar contra los ciclos económicos.
Dada la visión de cómo las políticas monetarias y fiscales podrían afectar al gasto dese-
ado, la recomendación obvia era la de llevar a cabo políticas expansivas durante la fase
depresiva del ciclo, y políticas contraccionistas durante la fase de boom.
Sin embargo, a finales de los años 40, Mil ton Friedman1publicó un influyente ata-
que al intento de estabilizar las actividades económicas a través del uso de políticas
macroeconómicas41 . Aunque su ataque tuvo algún efecto sobre el pensamiento de la
época, pronto fue eclipsado en gran parte por el otro debate keynesiano/monetarista
en términos de la deseabilidad de una política monetaria frente a una política fiscal,
con el mismo Friedman identificado como el líder de la escuela monetarista. Su argu-
mento contra la estabilización, que podría expresarse diciendo que ni la política mone-
taria ni la fiscal deberían ser utilizadas de forma activa para intentar controlar el
desempleo, se hizo realmente influyente entre no economistas y economistas después
de que el debate monetario frente al fiscal se sosegara -al menos en la literatura aca-
démica, es decir, a finales de los años 60-.
La esencia de la idea de que los gobiernos no deberían intentar estabilizar la acti-
vidad económica era que los intentos de este tipo era probable que exacerbaran las
fluctuaciones más que reducirlas. Una corriente del argumento gira alrededor de la

39. Sin algunos retrasos más en el ajuste, los cambios en las expectativas empresariales sería poco proba-
ble que proporcionaran ningún tipo de ciclo económico regular.
40. La relación entre los allos niveles de actividad económica y la inflación se tratarán con detalle en el
próximo capítulo.
41. Ver Friedman (1948). Para un interesante debate por parte de otro monetarista importante, que enfati-
za la incertidumbre, ver Brunner (1981 ).
422 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

Gráfico 3.2. Política gubernamental de estabilización con éxito

Renta/
Output

~---------------------------------T

p
G

L------------------------------------------. Tiempo
idea de que los gobiernos no siempre pueden acertar el mejor momento para los efec-
tos de sus políticas. Pueden producirse retrasos en el proceso. El resultado de estos
retrasos puede ilustrarse de la forma más simple en el gráfico 3.242
En este diagrama de una economía hipotética, el eje vertical mide el output y el
eje horizontal el tiempo. Por simplicidad, mostramos una economía en la que no hay nin-
guna tendencia al crecimiento y sólo ciclos regulares. La curva P representa el nivel
de renta que existiría como consecuencia de acciones privadas en la ausencia de cual-
quier política de estabilización gubernamental. Se representa una situación en la que,
por una u otra razón, existiría un ciclo empresarial perfectamente regular. La curva G
1
muestra los efectos de la política macroeconómica gubernamental: por ejemplo, el
gasto público amplificado por el multiplicador relevante. T muestra el nivel total de
renta, es decir, la suma del resultado de las actividades privadas y las actividades influi-
das por el gobierno, de forma que T= P + G. El gráfico 3.2 muestra el resultado dese-
ado por el gobierno -su gasto fluctúa justo para compensar las fluctuaciones del ámbito
privado, y el resultado es un nivel de renta perfectamente estable-.
En el gráfico 3.3, la curva Pes exactamente la misma que en el diagrama anterior.
La línea de puntos G también es exactamente la misma que en el diagrama anterior.
Sin embargo, la línea G' muestra el peor resultado posible de los efectos con retrasos.
Tiene la misma magnitud que G pero tiene retrasos en sus efectos, de forma que los
resultados de las políticas gubernamentales afectan a la economía con un retraso -el
peor caso posible, mostrado aquí, se produce cuando el retraso es exactamente la mitad
de largo que el ciclo-. El nivel resultante de renta total, T, fluctúa mucho más que si
el gobierno nunca hubiera intentado estabilizar la renta de ninguna forma (en el caso con-
creto elegido aquí, las fluctuaciones son el doble de anchas). Incluso si los retrasos en
los efectos de las políticas gubernamentales sobre la economía no fueran tan largos

42. El tipo de diagmma utili7..ado aquí se atribuye muchas veces a Phillips, pero no es la ((curva de Phillips»
que se discutirá en el próximo capítulo. Los intentos de estabilizaCión pueden tener efectos perversos,
incluso en ausencia de retrasos (como en Baumol [1961]), pero los retrasos exacerbarán el problema, y
son la razón más comúnmente debatida para sospechar resultados perversos de las políticas de estabi·
lización.
DEFICIENCIAS EN LA EXPLICACIÓN KEYNESIANA Y EN SUS PROPUESTAS... 423

Gráfico 3.3. Política gubernamental desestabilizadora: retrasos

Renta/
Output

T'

G'
L------------------------------------------. Tiempo
como los elegidos aquí para ilustrar el peor caso posible, es claramente posible que los
efectos con retrasos exacerben las oscilaciones cíclicas.
Para expresar la lógica del argumento en palabras, la posición es la siguiente. El
gobierno ve que hay una recesión y emprende una acción expansiva. Sin embargo, para
cuando la acción expansiva empieza a tener efectos importantes en el gasto, la econo-
mía ya está, por sí sola, recuperándose de la recesión. A medida que se adentra en una
fase expansiva, se produce el efecto adicional de la actividad gubernamental, que empu-
ja a la economía a una posición de mayor exceso de demanda agregada de la que se
habría producido de otra forma. Cuando el gobierno ve que el boom es demasiado
grande, adopta algunas políticas monetarias y/o fiscales contractivas para intentar que
la economía vuelva a un nivel de gasto más razonable. Sin embargo, si vuelven a pro-
ducirse largos retrasos, puede ser que el boom empiece a disminuir por sí mismo justo
cuando los efectos contractivos de la política gubernamental afecten al gasto. El resul-
tado entonces sería llevar a la economía a una recesión que, de otra forma, quizá no
se habría producido, o a una recesión más profunda que la que se hubiera producido
de otra forma.
Un resultado similar (aunque menos debatido) puede también producirse si los
gobiernos ignoraran las dimen.siones de las respuestas a las políticas monetarias/fisca-
les. Un intento de aplicar una política expansiva para evitar una recesión podría llevar
a la economía no a un output de pleno empleo, sino también mucho más allá si se pro-
dujera una respuesta más fuerte que la esperada (por ejemplo, si la magnitud del mul-
tiplicador se hubiera subestimado seriamente). Este caso se ilustra en el gráfico 3.4
donde, de nuevo, Pes el mismo que en los dos diagramas anteriores y la línea de pun-
tos G es también la misma. La línea G" muestra lo que puede ocurrir si el gobierno
subestima los efectos de sus políticas -la amplitud de las oscilaciones en la renta total,
r, es mayor que las de P, es decir, mayor de lo que hubiera sido con una G constan-
te-. En otras palabras, debido a la ignorancia sobre la magnitud de sus impactos, el
gobierno ha convertido unas recesiones «moderadas» en «grandes» booms, y unos
booms «menores)} en recesiones «severas».
i
1
424 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

Gráfico 3.4. Política gubernamental desestabilizadora: sobrerreacción

Renta/
Output

T'


' ........ ___ _ ,.,.....----
y
_o

~----------------------------------------~Tiempo

La conclusión de esta línea argumental es que los bienintencionados intentos guber-


namentales de estabilizar el nivel de renta y de empleo pueden muy bien acabar sien-
do muy perversos y empeorar las fluctuaciones. Ante esta incertidumbre, y dada la
aversión al riesgo, los gobiernos deberían evitar las políticas macroeconómicas activas.
Los debates sobre las ventajas y desventajas de intentar estabilizar la economía
siguieron diferentes caminos. La mayoría se concentraron en los retrasos, y no en la
magnitud de los multiplicadores y de los determinantes similares de la magnitud de
las respuestas, probablemente debido a que se creía que se disponía de estimaciones
razonablemente fidedignas. Un conjunto de debates intentó analizar cuáles eran las
posibles fuentes de los retrasos, cuál era su importancia, y si se creía que la política
estabilizadora era a pesar de todo deseable, cómo se podían acortar los retrasos a tra-
vés de cambios institucionales o políticos apropiados. Se categorizaron los tipos de
retrasos 43 .
Cronológicamente, el primer retraso sería el «retraso en el reconocimiento». Este
es el tiempo que tarda el gobierno en darse cuenta de que hay un problema. Como exis-
ten dificultades para recoger datos exactos y actualizados, las primeras estimaciones
muchas veces se revisan de forma sustancial, y muchas veces no es obvio si una obser-
vación concreta es una aberraCión «puntual» o si refleja la emergencia de una nueva
situación, el retraso en el reconocimiento puede ser sustancial.
Existen también otros retrasos antes de que se pueda llevar a cabo cualquier acción.
Estos retrasos, igual que los otros mencionados, pueden ser muy diferentes en cada
país. Por ejemplo, en los Estados Unidos, donde los cambios en el presupuesto deben
ser negociados entre el presidente y un congreso que puede tener una mayoría de un
partido político diferente, pueden muy bien producirse largos retrasos en la aproba-
ción de cambios en la política fiscal, mientras que la política monetaria puede ser alte-
rada más rápidamente por parte del Federal Reserve Board. Otros países, en los que el

43. El artículo original de Friedman (1948) ya mencionaba algunos de los tipos de retrasos. Estos están
debatidos de forma más completa en los manuales de política fiscal o finanzas públicas.
DEFICIENCIAS EN LA EXPLICACIÓN KEYNESIANA Y EN SUS PROPUESTAS... 425

gobierno y la mayoría parlamentaria son normalmente del mismo partido político, pue-
den no tener este problema concreto. Sin embargo, puede haber una tradición de pre-
sentar los presupuestos únicamente una vez al año, y cualquier presupuesto adicional
durante ese tiempo podría ser entendido como la admisión de un error políticamente
inaceptable. También puede haber algunas asimetrías, especialmente cuando la políti-
ca fiscal requiere aumentar los impuestos44 .
Pueden producirse otros retrasos entre la actuación del gobierno y el momento en
el que los individuos se ven afectados. Por ejemplo, una vez que un cambio en el
impuesto sobre los beneficios ha recibido la aprobación legislativa, las empresas pue-
den pagar los impuestos con retrasos de forma que sólo afecte al gasto en impuestos
en el año siguiente. Se produce entonces un retraso final entre el momento en que los
individuos se ven afectados y el momento en que cambian su comportamiento en el
gasto. Por ejemplo, un cambio en los tipos de interés puede no llegar a afectar el gasto
en inversión hasta mucho después, debido al tiempo entre los cambios en los pedidos
de productos de inversión y la entrega real de estos productos y su pago.
El trabajo empírico sugiere que los retrasos medios para algunos tipos de políticas
en algunos países pueden muy bien medirse en años y no en meses.
Una respuesta a estos descubrimientos fue decir que no debía emprenderse ningu-
na política estabilizadora. En particular, si se observan los ciclos económicos poste-
riores a la segunda guerra mundial, estos normalmente pareyían tener una duración de
4-5 años. Por lo tanto, retrasos de un año podían muy bien ser desestabilizadores. Se sugi-
rió que los intentos de «ajuste fino» de la economía, es decir, el intentar corregir inclu-
so las pequeñas divergencias de los niveles deseados de output, no sólo no funcionarían
sino que empeorarían las cosas.
Las respuestas keynesianas tendieron más bien a buscar formas de acortar los retra-
sos. Los cambios legislativos se podían introducir, y en algunos países se introduje-
ron, para acortar los retrasos legislativos y acelerar la implementación de políticas una
vez decididos los cambios. Una respuesta alternativa, y posiblemente complementa-
ria, consistió en intentar evitar el problema mejorando la habilidad para prever nive-
les futuros de actividad. El retraso en el reconocimiento podría ser evitado si fuera
posible conocer con anticipación la situación de la economía dentro de, digamos, un
año. La acción apropiada podría tomarse en el momento, aunque la política pertinen-
te no tuviera efectos hasta dentro de un año. Fue en parte por este motivo que la cons-
trucción de modelos aún más elaborados de predicción basados en la econometría
empezó a ser vista como una actividad típica de los economistas keynesianos 45 • Las
mejoras en la habilidad de calcular el tamaño de las respuestas probables a las políti-

44. Por ejemplo, en el Reino Unido, en 1988-89, el ministro insistió en que no existía ninguna alternativa
a recurrir a las tasas de interés para controlar el boom del consumo. La «razóm) por la que no había
ninguna alternativa era que él había reclamado para sí el éxito por la reducción de impuestos de la pri-
mavera anterior, justificada con la retórica de «la economía de oferta», y tener que subir los impuestos
en 1988le hubiera expuesto al ridículo por parte de sus oponentes políticos.
45. Otra fomm que recortaría o evitaría los retrasos en el reconocimiento estaba basada en técnicas similares
a las utilizadas por los ingenieros. Ver, por ejemplo, Phillips (1962), que se formó inicialmente como inge-
niero. Esto suponía observar no sólo el11ivel de alguna variable económica como el output, sino también
otros aspectos de su pasado reciente -como la tasa de cambio-. Siempre que los ciclos fueran razona-
blemente regulares, esto podría evitar la adopción errónea de acciones desestabilizadoras.
426 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

cas diferentes también reducirían la posibilidad de que se produjera la segunda causa


de desestabilización mencionada anteriormente. Esta relación entre la habilidad de pre-
ver acontecimientos económicos y la mejora de las políticas de estabilización puede
también explicar porqué, cuando en los años 80 algunos gobiernos decidieron renun-
ciar a las políticas de estabilización, también realizaron observaciones despectivas
sobre los modelos de previsión econométricos -incluso aquellos dirigidos por sus pro-
pios departamentos gubernamentales46-.
Otra corriente de la respuesta keynesiana fue afirmar que no estaban preocupados
por el «ajuste fino», pero que podían producirse importantes oscilaciones en el nivel del
gasto que valía la pena intentar estabilizar de alguna forma y que, como mínimo, se
podría consegUir una moderación de las fluctuaciones.
La última respuesta keynesiana sugiere, quizá, que también se puede ver el deba~
te monetarista-keynesiano sobre la política de estabilización como un reflejo no sólo de
una preocupación por la posibilidad de que se produzcan retrasos, sino como un desa~
cuerdo mucho más fundamental sobre la naturaleza de la economía. En un sentido,
este desacuerdo se centra en si la economía puede ser descrita como algo estable. En la
mayor parte de la teoría económica, «estabilidad» significa que si, como resultado de
una alteración pasada, una variable no se encuentra en su nivel de equilibrio, entonces
convergerá hacia un equilibrio. Los desacuerdos de política económica entre los key~
nesianos y los monetaristasl, basados en los desacuerdos sobre si el empleo y el output
son estables, están relacionados con la estabilidad en dos aspectos relacionados pero
algo más amplios. La visión monetarista supone, muchas veces de forma implícita,
que si el gobierno no interviene de forma imprudente, después de una alteración, el
empleo y el output no se apartarán mucho del equilibrio y rápidamente volverán al
equilibrio. Por ejemplo, dejada a su suerte, la economía no experimentará recesiones muy
profundas ni muy prolongadas. Contrariamente, los keynesianos basaron sus reco-
mendaciones, muchas veces de forma implícita, en la visión de que en la ausencia de
una intervención gubernamental, la economía podría experimentar periodos de muy
alto desempleo que también duraran mucho tiempo47 •
Corno normalmente no vemos cambios muy rápidos del output y del empleo en
periodos muy cortos, estos dos aspectos de la estabilidad están interrelacionados. Para
dar un ejemplo exagerado, si hoy tuviéramos un desempleo del 20% de la mano de
obra, es poco probable que la próxima semana el desempleo cayera al5%.
Este desacuerdo fundamental que algunos han visto entre los monetaristas y los
keynesianos tiene implicaciones claras tanto para la deseabilidad como para la facti-
bilidad de la política gubernamental de estabilización macroeconórnica. Si uno creye-
ra que las recesiones profundas son poco probables, y que cualquier recesión pronto
se curará a sí misma, entonces no hay ninguna necesidad urgente de una política guber-
namental expansiva. Además, si es probable que la economía salga pronto de la rece-
sión suave y temporal, entonces cualquier intento gubernamental de llevar a cabo una

46. Este fue un tema c_omún, por ejemplo, del gobierno conservador que llegó al poder en el Reino Unido
en 1979.
47. En este párrafo, hemos utilizado el ténnino (<equilibrio» de la macroeconomía como equivalente al «equi-
librio de pleno empleo». Evidentemente,la visión keynesiana es compatible con la creencia de que se
puede producir un «equilibrio con desempleo)) y que este equilibrio con desempleo podría ser e~table.
DEFICIENCIAS EN LA EXPLICACIÓN KEYNESIANA Y EN SUS PROPUESTAS .. . 427

política expansiva es probable que acabe siendo desestabilizadora. Si hay retrasos, es


probable que para cuando la expansión monetaria-fiscal del gobierno ejerza sus efec-
tos, la economía ya vuelva a estar cerca del nivel de pleno empleo y, por lo tanto, las
políticas expansivas tendrían el efecto no deseado de crear un periodo innecesario de
presión inflacionista. Desde el punto de vista keynesiano, sin embargo, pasa lo con-
trario. Debido a que se cree que pueden producirse periodos de desempleo severo, es
deseable actuar para reducir este desempleo. Y debido además a que, en ausencia de
una política gubernamental, no se produciría una vuelta rápida al pleno empleo, no
existe mucho riesgo de que las políticas expansivas durante una recesión se muestren
desestabilizadoras. Si es probable que la recesión sea larga, entonces, incluso si se pro-
ducen algunos retrasos en los efectos de las políticas monetarias-fiscales, la economía
aún tendrá capacidad de expandirse (en otras palabras, aún habrá exceso de capacidad
y desempleo) cuando las políticas hagan efecto.
Aunque hemos descrito corno fundamentales estas diferencias sobre si una eco-
nomía moderna es autocorrectora respecto al empleo agregado y al producto, éstas se
basan en creencias sobre la estabilidad de la economía y no en hipótesis verificables.
Nuestra explicación de las creencias de cada una de las partes utiliza deliberadamen-
te términos tan vagos corno recesión «temporal>~ en oposición a «prolongada» o
«suave» en oposición a «Severa». Los dos grupos de creencias son más frecuente-
mente bases implícitas y no explícitas de las visiones sobre la política de estabilización,
y no están formuladas de fonna que se permita algún tipo de comprobación decisiva
entre ellas.
El debate de política económica sobre si se debería intentar la estabilización se
resume con frecuencia en términos de si se le debería proporcionar discreción a un
gobierno para intentar controlar activamente la actividad económica agregada o si
debería estar limitado por normas que debería seguir pasivamente. El tipo de normas
propuestas sería tener siempre un presupuesto equilibrado y un crecimiento estable de
la oferta monetaria, independientemente del nivel de actividad económica.
Los keynesianos objetaron, tanto a través de análisis empíricos y argumentos teó-
ricos, que seguir nonnas tan simples llevaría a peores resultados que intentos pruden-
tes de estabilización". Además, afirmaron que las normas simples eran imposibles de
seguir. Por ejemplo, a medida que la renta variara, los ingresos/gastos del gobierno
variarían automáticamente, de forma que equilibrar el presupuesto requeriría una res-
puesta activa al estado de la economía; y ésta podría muy bien ser desestabilizadora
porque requeriría recortar el gasto público en un momento en que los pagos por trans-
ferencias serían altos debido a una recesión 49 .

48. Para un ejemplo de una defensa fuerte del enfoque keynesiano, ver Modigliani ( 1977).
49. La terminología del debate: normas frente a discreción es engañosa. La posición monetarista no sólo
estaba a favor de las normas, sino de normas de un tipo simple particular, es decir, un tipo en el que la
norma era independiente del estado de la economía. Los enfoques keynesianos no depen.den sólo de
que se proporcione poder discrecional a las autoridades, ya que la estabilización podía intentarse a tra-
vés de normas que permitieran un feedback sobre el estado de la economía; por ejemplo, que por cada
aumento del 1o/o del output por encima del nivel de su tendencia a largo plazo, se redujera el gasto
público en un x%, estando la x fijada con antelación (posiblemente basándose en estimaciones del mul-
tiplicador en un modelo completo de la economía). La utilización de la terminología de «normas fren-
te a discreción>) puede estar relacionada con los puntos del siguiente párrafo del texto.
428 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

Existe otro argumento que se plantea a veces contra el pennitir discreción a los gobier-
nos para alterar las políticas monetarias-fiscales. Este es más obviamente político: es el
miedo de que los gobiernos intenten manipular la economía para que los boorns se pro-
duzcan en la recta final de las elecciones, con la esperanza que los malos efectos resultantes
de la sobreexpansión de la demanda no aparecieran hasta después de que se ganaran las
elecciones. Entonces se requeriría una restricción mucho más severa de la que hubiera
sido necesaria en otras circunstancias, pero (con suerte) la recesión producida habría teni-
do sus efectos antes de las próximas elecciones y se podría impulsar otro boom. Aunque
las preocupaciones sobre Jos «ciclos económicos electorales» han sido utilizadas a veces
como un argumento en contra de la discreción por parte de los mismos economistas que
afirman a la vez que la ignorancia y los retrasos hacen que la estabilización pretendida sea
peligrosa, los dos argumentos son inconsistentes. Cronometrar el boom para que ocurra
durante los meses anteriores a las elecciones requiere un buen conocimiento de los retra-
sos, y por eso la estabilización genuinamente pretendida no exacerbaría el ciclo50•
La reacción contra la política de estabilización llegó probablemente a su punto
álgido entre las decisiones de política económica a principios de los años ochenta. En
cierta medida, desde entonces se ha producido un retorno a la defensa de la discre-
ción51. Sin embargo, hasta cierto punto se ha producido también un giro hacia una
mayor preocupación por la inflación y una menor preocupación por el desempleo como
objetivo principal de la política monetaria-fiscal, complicada por una mayor atención
a los efectos sobre la balanza de pagos/tasa de cambio producidos por las políticas.
Estos se analizarán en los capítulos subsiguientes.

7. CONCLUSIONES

Aunque los temas tratados en las diferentes secciones de este capítulo parecen disp~
res a primera vista, existen, de hecho, interrelaciones entre ellos, tal como se afinnó
en la introducción. En ténninos de implicaciones para la política económica, las posi..::
ciones keynesianas tienden a apoyar la deseabilidad y factibilidad de la intervención
macroeconómica gubernamental. Las opiniones que hemos llamado monetaristas tien-
den a negar tanto la necesidad como el resultado deseado de este enfoque activo de la
política macroeconómica. En términos de la teoría económica implicada, muchos (si
no todos) están vinculados al tema que hemos mencionado varias veces: ¿existen sec-
ciones importantes de una economía moderna que no estén captados adecuadamente
por el tipo de modelo microeconómico neoclásico de los mercados competitivos en el
que los precios se mueven fácilmente para así asegurar el equilibrio?

50. El miedo a los ciclos económicos electorales también es inconsistente con la creencia en las expectati-
vas rucionales (discutidas en el capítulo 5). El argumento supone que los votantes pueden ser engaña-
dos y no darse cuenta de que la expansión que ha sido realizada es insostenible y que llevará en sí mis-
ma a una nueva recesión.
51. La discreción también se hace inevitable si se produce una falta de creencia en que existe una sola me-
dida a conseguir de «la» oferta monetaria. Tan pronto como se puedan utilizar varias medidas de dine-
ro, deben tomarse decisiones si éstas divergen. En los Estados Unidos y el Reino Unido a mediados de
los 80, la visión de que los agregados monetarios únicos existentes utilizados como metas ya no esta-
ban relacionados con el gasto de fonna segura debido a los cambios en las estructuras bancarias, fue
parte de la razón que llevó al abandono de las metas únicas.
DEFICIENCIAS EN LA EXPLICACIÓN KEYNESIANA Y EN SUS PROPUESTAS ... 429

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CRÍTICA A LA ECONOMÍA 0R1DDOXA 431-441

La teoría neoclásica actual y Keynes*


Bernard Guerrien

Los puntos de vista sobre la teoría de Keynes, tanto entre los neoclásicos como entre
los keynesianos, son muy diversos. Algunos consideran que esta teoría es más «gene-
ral» que la teoría del equilibrio general y que ha revelado las «contradicciones inter-
nas» de aquélla; otros piensan, al contrario, que ésta sólo es un caso particular que hay
que intentar «integrar» en los modelos formalizados derivados del de Arrow-Debreu.
Pero el punto de vista más habitual, tal como aparece en la docencia, por ejemplo, es
el de una teoría que tiene un «Objeto» distinto, el estudio de los grandes agregados de
la economía, por oposición a la teoría del equilibrio general que se interesa por el com-
portamiento de los agentes individuales. Una versaría pues sobre la «macroeconomía»,
la otra sobre la «microeconomía». Ya hemos explicado en el capítulo XII los problemas
que tal diferenciación plantea en el marco de la teoría neoclásica. No volveremos a
hablar de ello.
Aquí intentaremos examinar brevemente de qué modo podemos situar el pensa-
miento del propio Keynes (y no de las diversas variantes del keynesianismo) respecto
a la teoría neoclásica actual Diversas razones explican porqué tal empresa no es una de.
las más fáciles de llevar a cabo y porqué tantas controversias se basan más en malen-
tendidos (y en un desconocimiento de la teoría actual del equilibrio general) que en
diferencias de fondo.
Entre estas razones, apuntamos:

- Keynes criticaba a los neoclásicos de su época, a los que incluía en los que él desig-
naba como «clásicos». Y, sin embargo, muchas de las afirmaciones de estos últimos,
no demostradas, no han sido incorporadas -o si lo son, con muchas reservas- por los
teóricos neoclásicos actuales «serios». Así pues, hay que operar una selección de entre
todas las críticas a Keynes para conservar sólo las que siguen siendo válidas respec-
to a la teoría neoclásica tal como la hemos expuesto en esta obra;
- aunque critica a los clásicos, Keynes utiliza una parte de su aparato conceptual (basa-
do, además, en un enfoque «marshallianm>, por el equilibrio parcial), añadiéndole
un cierto número de «leyes» de su propia invención, lo cual a veces plantea proble-
mas de coherencia;
- Keynes era escéptico en cuanto al interés de la formalización matemática de la eco-
nomía. Pero, corno ya hemos dicho en la sección anterior, no se había desmarcado

• Publicado en: Gucrrien, Bernard. «TI1éorie néo·classique actuelle et Keynes». En: lA tl!éorie néo·c/tls·
sique. Bilan et perspectives du modele d' equilibre ge11eral. 3.• ed. París: Eco no mica, 1989, p. 360·385.
Traducción: Beatriu Krayenbühl.
43:! CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

completamente de la «visión del mundo» neoclásica, e intentó de todos modos cons-


truir un nuevo modelo, que, por lo demás, fue desarrollado (sin respetar siempre su
pensamiento) por sus sucesores. Debido a su reticencia ante la formalización, que se
explica por el lugar fundamental que atribuía a la incertidumbre, este modelo era,
por lo menos en algunos aspectos, lo bastante impreciso como para dar lugar a múl-
tiples interpretaciones, a veces contradictorias.

La reticencia de Keynes respecto a los modelos matemáticos «puros» se explica


también por el hecho de que era un hombre de acción, muy comprometido con los
debates de política económica de su época; no podía «abstraer» la existencia del bene-
ficio, del riesgo, de las crisis, de la moneda, de un sistema financiero altamente de-
sarrollado, de la especulación, del Estado, etc.; todos ellos fenómenos más o menos
vinculados a la incertidumbre. Lo que se manifiesta en sus obras, incluso «teóricas»,
mediante referencias constantes a la realidad, a la «psicología» de los agentes, al fun-
cionamiento real de diversas instituciones (mercados financieros, la Bolsa), etc. A pesar
de que la teoría neoclásica experimenta dificultades para tener en cuenta estos aspec-
tos de la realidad, Keynes conserva, sin embargo, una parte del aparato conceptual de
esta teoría: la mezcla «empírico-teórica» que resulta de ello no es siempre muy clara.
Pero lo que puede parecer desde el punto de vista formal una debilidad del pensa-
miento de Keynes constituye también su fuerza. Porque su gran mérito es justamente
el haber intentado explicar mejor la realidad tal como es -y no tal como los mod~los
«puros» quisieran que fuese-, aun cuando su exposición implica un cierto número de
lagunas.
Ahora vamos a intentar precisar todo esto, intentando extraer los rasgos esencia-
les del pensamiento de Keynes. Vamos a procurar demostrar que la diferencia funda-
mental entre este pensamiento y la teoría neoclásica reside en el lugar atribuido a la
incertidumbre.

l. UN TEMA CENTRAL EN KEYNES: LA INCERTIDUMBRE


Keynes vivía en un país, Gran Bretaña, que sufrió una recesión prolongada desde el
final de la primera guerra mundial. La crisis de 1929 y la Gran Depresión que siguió
le confirmaron en su idea de que el sistema capitalista, o el «dejar hacer», no tenía el
comportamiento armónico que le otorgaban los clásicos (vocablo que él utilizaba para
designar, a la vez, a los grandes clásicos, A. Smith, D. Ricardo y a los marginalistas).
Ya que una de las características esenciales del enfoque de estos últimos -así como del
de los neoclásicos actuales- es la de no tomar realmente en consideración la incerti-
dumbre. Sea porque se sitúan (de forma más o menos implícita) en una posición esta-
cionaria o semiestacionaria, o porque suponen (como Arrow y Debreu) la existencia
de un sistema completo de mercados, presentes y futuros. 1
Es cierto que se puede introducir una cierta dosis de incertidumbre suponiendo la
existencia de mercados colllingentes a plazo (ver capítulo VI) o añadiendo «residuos alea-
torios» a las ecuaciones de los modelos, lo que lleva a razonar más sobre esperanzas
matemáticas que sobre valores ciertos. Pero Keynes impu~naba esta forma de tratar la

l. Lo que equivale a suponer que el futuro es probabilizable.


LA TEORÍA NEOCLÁSICA ACTUAL Y KEYNES 433

incertidumbre ya que no pensaba que el futuro fuese «probabilizable»; además, los


agentes no pueden saber con mucha antelación cuáles son los acontecimientos futuros
posibles. Es por ello que, respecto al enfoque clásico, Keynes dijo:

.. , en cualquier momento, las previsiones y los hechos se suponían como dados de


forma precisa y calculable ... Se suponía que el cálculo de probabilidad ... podía ser
capaz de reducir la incertidumbre al mismo status, desde el punto de vista del cálcu-
lo, que el de la propia certidumbre ... Acuso a la propia teoría económica clásica de
ser una de esas técnicas bonitas y refinadas que intentan tratar el presente abstra-
yéndolo del hecho de que sabemos muy pocas cosas respecto al futuro» 2•

Para él, la incertidumbre en economía es tal que «no existe una base científica que
permita justificar la aplicación de un cálculo de probabilidades cualquiera a estas cues-
tiones. Simplemente, no sabemos».
Keynes reconocía que los clásicos no ignoraban completamente este hecho, pero les
reprochaba que le atribuyesen un lugar secundario en sus análisis, lo que, según él, no
le permitía tratar problemas esenciales.

[ ... ]

2. EQUILIBRIOS DE SUDEMPLEO Y I>ARO INVOLUNTARIO

A toda demanda efectiva -que corresponda a un equilibrio en el sentido que hemos


visto anteriormente- se asocia un cierto nivel de empleo, decidido por los empresarios
en función de sus previsiones. El nivel de empleo y el nivel de producción están estre-
chamente vinculados «en un determinado estado de la organización, del equipamien-
to y de la técnica». Pero, para Keynes, el nivel de producción determina el salario real,
siendo éste igual al «producto marginal del trabajo», como lo afirma el «primer pos-
hiladO>~ de los clásicos, que él no discute (y que incluso califica de «ley primordial»,
Théorie Générale de l' Emploi, del' bztéret et de la Monnaie, TGE, p. 43).
No existe pues ninguna razón para que este salario real, indirectamente determi-
nado por las decisiones de producir de los empresarios, sea igual a la «desutilidad mar-
ginal de trabajo» que se supone explica la oferta de trabajo de las familias (ver capítulo
Il). Por consiguiente, puede ser que la demanda efectiva sea tal que existan familias
que desearían trabajar con el salario real existente y que no encuentran empleo. Se
hallan entonces en situación de paro involuntario, y este nivel de la demanda efectiva
corresponde a un equilibrio de subempleo. Evidentemente, es este tipo de situación lo
que interesaba a Keynes.
De hecho, su razonamiento suponía que el salario nominal estaba más o menos
fijado, o que sólo experimentaba variaciones limitadas durante el proceso que condu-
ce al equilibrio de subempleo (asociado a una cierta demanda efectiva). Sucede pues que
cuando los productores recurren a un cierto volumen de empleo para la puesta en mar-
cha de la producción, ello deriva en una demanda (que se verá confrontada con la oferM

2. J. M. Kcynes, «The General Theory of Employmenb), Quarterly Journal of Economics (febrero de


1937). A partir de ahora, citaremos por QJE 1937 las referencias a este artículo.
434 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

ta) cuya parte más importante proviene de los ingresos salariales. Estos últimos se han
obtenido multiplicando el número de horas trabajadas por el salario nominal. Porque
Keynes, situándose de entrada en una economía monetaria, distingue entre salario
nominal, evaluado en unidades monetarias, y salario real, evaluado en «poder adqui-
sitivo». El paso de un tipo de salario al otro se efectúa mediante el nivel de precios que
juegan, implícitamente, el papel de una variable de ajuste. En efecto, puesto que Keynes
acepta el «primer postulado» de los clásicos -según el cual, el salario real viene dado
por la productividad marginal del trabajo, siendo esta última una función del nivel de
empleo-, y puesto que el salario nominal está fijado, se sigue que el nivel de precios,
que debe verificar la relación: salario nominal;:;; salario real x nivel de precios, está
determinado cuando el nivel de empleo lo está. Es por esto que no se puede considerar
el modelo de Keynes como un modelo «de precios fijos». Pero es cierto que su expo-
sición se refiere a la articulación de estas tres variables, sin que el sentido de causali-
dad aparezca de forma clara; de ahí las diversas explicaciones a las cuales ha dado
lugar'-

[ ... ]

3. LA NOCIÓN DE EQUILIBRIO EN KEYNES

Hemos visto anteriormente de qué modo la demanda efectiva conespondía a una situa-
ción de equilibrio en el sentido de que, cuando éste se alcanza, «nada se mueve», pues
los empresarios que son su motor ven cómo se realizan sus previsiones y" por lo tanto,
no revisan sus planes. Este equilibrio no es walrasiano en la medida er{que admite la
existencia de un paro involuntario; es decir, de agentes que no pueden realizar sus pla-
nes óptimos.
Pero resulta curioso constatar que, fuera del problema del empleo, Keynes com-
partía con los clásicos que critiCaba el optimismo fundamental sobre el funcionamiento
del sistema de mercado. Así pues, en toda la TeorÍa general admite, una vez resuelto el
problema del <<nivel>> de la producción, que existe un equilibrio (del tipo competitivo
más tradicional) y que es estable (a veces evoca un poco el proceso de ajuste sin expre-
sar ninguna duda en lo que respecta a su convergencia). Esto aparece implícitamente
tanto cuando trata de la demanda efectiva como cuando trata de los mercados finan-
cieros, y explícitamente en el último capítulo titulado «Notas finales sobre la filosofía
social a la cual puede conducir la Teoría General» en el que afirma:

si se considera el volumen de la producción como dado, es decir, si se le supone regi-


do por fuerzas exteriores a la concepción de la escuela clásica, no hay nada que obje-
tar al análisis de esta escuela respecto a la manera en que el interés individual deter-
mina las opciones acerca de qué riquezas producir, las proporciones en que Jos
factores de producción se combinan para producirlas y la distribución entre estos
factores del valor de la producción obtenida (TEG, p. 372).

3. El hecho de que una buena parte de sus razonamientos adopten un punto de vista «marshalliano», recu-
rriendo a «curvas de oferta» y de «demanda)), no facilita las cosas. Igual sucede con su aversión a la
formalización.
LA TEORÍA NEOCLÁSICA ACTUAL YKEYNES 435

O aún:

'f Así pues, consideramos [... } que la supresión de las lagunas de la teoría clásica no
lleva a abandonar el "sistema de Manchester", sino simplemente a indicar qué tipo
de entorno exige el libre juego de las fuerzas económicas para que todas las posibili~
dades de la producción se puedan realizar (TEG, p. 372).

De hecho, la única cosa que le preocupa es el «entornO>) que permite conseguir un


buen «volumen de la producción», lo que explica que sólo se interese por los grandes
agregados (evaluados en dinero: producción, consumo, ahorro, inversión, siendo su
principal preocupación la de aumentar el estímulo a la inversión a fin de poder colmar
el «agujero» creado por el ahorro. Hasta tal punto, que incluso llegó a decir que:

el único remedio radical a las crisis de confianza que aquejan la vida económica mo-
derna sería el de reducir la opción del individuo a la única alternativa de consumir su
renta o de servirse de ésta para hacer fabricar el artículo de capital real que, incluso
sobre la base de una información precaria, le parezca ser la inversión más interesan-
te que se le ofrezca.

Desde este punto de vista, se puede considerar que la macroeconomía es un sub-


producto del pensamiento de Keynes (aún cuando desconfiaba de los modelos mate-
máticos): se ocupa esencialmente de los grandes agregados y de la manera de ponerlos
en el «buen nivel» (que corresponde al pleno empleo), a la vez que deja que operen
las «fuerzas del mercado».
La fe de Keynes en el mercado se trasluce también en la cita siguiente:

Pero tan pronto como los controles centrales habrán conseguido establecer un volu-
men global de producción que corresponda lo más aproximadamente posible al ple-
no empleo, la teoría clásica recuperará todos sus derechos[... ]. Fuera de la necesi-
dad de un control central para mantener en equilibrio, la propensión a consumir y el
estímulo a invertir, no hay ahora más razones que antes de socializar la vida econó-
mica [... ]. Es el volumen y no la consistencia del empleo lo que el sistema actual ha
sido incapaz de determinar correctamente (TEG, p. 372).

Pero aquí surge una pregunta: ¿de qué modo se pueden crear «los controles socia-
les necesarios para garantizar el pleno empleo>> que «implican, evidentemente, una
gran ampliación de las funciones tradicionales del Estado>> (TEG, p. 373) sin interfe-
rir en el «libre juego de las fuerzas económicas»? Al nivel de agregación empleado
por Keynes resulta posible evitar responder a una pregunta como ésta, pero éste ya no
es el caso a partir del momento en que se entra en los detalles (o cuando se preconi-
zan políticas económicas).
Lo que nos lleva a abordar, siempre respecto a la noción de equilibrio en Keynes,
el problema del «primer postulado de los clásicos», el de la «flexibilidad» de los sala-
rios y Jos precios y, finalmente, el de la interpretación que Keynes daba de la ley de
Walras (o de Say).
436 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

4. KEYNES Y EL «PRIMER POSTULADO DE LOS CLÁSICOS»

Recordemos que Keynes aceptaba este postulado, según el cual el salario real es igual
al producto marginal del trabajo. Keynes precisa:

Este postulado significa que en un estado determinado de la organización, del equi-


pamiento y de la técnica existe una relación biunívoca entre el salario real y el volu-
men de la producción (y como consecuencia del empleo), de tal manera que un creci-
miento del empleo, en general, no puede producirse sin ir acompañado de una
disminución de los salarios reales. No discutimos esta ley primordial que los econo-
mistas clásicos han declarado, con mucha razón, inatacable (TEG, p. 42).

La «demostración» del primer postulado se hace en el marco marginalista tradi-


cional (ver capítulo III) que supone implícitamente la existencia de un sistema com-
pleto de mercados (presentes y futuros), es decir, la ausencia de incertidumbre. Y, sin
embargo, hemos visto en los capítulos anteriores que a partir del momento en que se
abandona la hipótesis de la existencia de un sistema completo de mercados ya no queda
ninguna razón para que las relaciones marginalistas tradicionales correspondan a un
comportamiento «maximizador». Porque las previsiones hechas por los agentes repre-
sentan un papel decisivo cuando establecen sus planes. Y, debido a la ausencia del
comisario-subastador walrasiano (~ue impediría intercambios «en desequilibrio»), estas
previsiones deben tener en cuenta las limitaciones en cantidad que los agentes expe-
rimentan (o experimentarán). De hecho, Keynes hace representar un papel privilegia-
do a una de estas limitaciones: la que respecta al trabajo, puesto que admite la existencia
de equilibrios «limitados» en los que todos aquellos que desearían trabajar con el sala-
rio corriente no pueden hacerlo a causa de la falta de empleos.
¿Pero, por qué no considerar la existencia de un problema similar en el mercado
de los demás bienes y servicios? ¿Por qué excluir el caso en que los productores se
verían igualmente limitados respecto a las cantidades, en la medida en que estarían
dispuestos a producir y a vender más a los precios corrientes pero no lo hacen por falta
de compradores? Los productores, al constatar que se ven limitados en la cantidad,
deberán integrar esta «Señal» cuando establezcan sus planes futuros (además de las
«señales» tradicionales proporcionadas por los precios). Lo que introducirá modifica-
ciones importantes en la manera en que se establecerán estos planes. Es por esto que,
muy probablemente y dadas las previsiones de los empresarios, éstos decidan, desde
un punto de vista «racional», mantener capacidades de producción excedentes (capa-
cidades resultantes de elecciones pasadas e irreversibles). En una economía que sufre
una depresión, como las que Keynes esludió, esto no puede excluirse fácilmente. De ello
se deriva que, en un caso como éste, la mayor parte de empresas se hallen en una zona
de rendimientos constantes o crecientes, poco compatibles con el «primer postulado»;
un aumento de empleo no se traduce forzosamente por una disminución del salario
real4• En este punto, la posición de Keynes no es muy coherente.

4. Por ejemplo, N. Ka!dor mantiene (op. ciL, nota 7: N. Kaldor, Le f.Uau du Monétarisme, 1984, Editions
Economica) que el obrero marginal es la principal fuente de beneficio puesto que los costes fijos se
amortii'..an (<a costa» de los otros obreros.
LA TEORÍA NEOCLÁSICA ACTUAL Y KEYNES 437

S. ¿SALARIOS «RÍGIDOS» o «FLEXIBLES»?

Puesto que Keynes no discutía el «primer postulado», tampoco discutía la idea según
la cual cualquier aumento del empleo debía traducirse por una disminución del sala-
rio real. El problema que se planteaba para él era pues el de la variación del salario
nominal. Más exactamente, intentaba responder a la pregunta: ¿permite la disminu-
ción del salario nominal garantizar un aumento del nivel de empleo? Evidentemente,
Keynes intenta contestar a esta pregunta recurriendo a los instrumentos teóricos de los
que él mismo se ha dotado (propensión a consumir, preferencia por la liquidez). Pero
los argumentos que expone corresponden a una óptica de equilibrio general, lo que
explica que hayan podido ser utilizados de nuevo en los modelos estrictamente neo-
clásicos (por ejemplo, por Arrow y Hahn, y por Grandmont) que no utilizan estos ins-
trumentos keynesianos. Keynes emplea una óptica de equilibrio general porque, aunque
reflexiona sobre «curvas» de oferta y demanda con un estatus mal definido (ver capí-
tulo VII sobre la estática comparativa), afirma que los salarios, aunque significan un
coste para los productores, son un elemento decisivo de la demanda. Una disminución
de la tasa salarial (nominal), se expresa, por tanto, en una disminución de la demanda
(nominal), a menos que se dé un aumento del empleo bastante importante como para
compensar, desde el punto de vista de la demanda global, la disminución salarial.
Todo el problema se halla pues en saber si este alza del empleo es verosímil. En
el capítulo XIX de la Teoría general, Keynes enumera las razones «a favor» y las razo-
nes «en contra», situándose siempre en un contexto de incertidumbre. Se preocupa
muy especialmente por los efectos de una disminución del salario nominal sobre las
previsiones de los empresarios que son los que deciden la puesta en marcha de la pro-
ducción, no sólo en función de los costes que ésta implica, sino también de la deman-
da esperada. Incluso si la demanda no varía, una disminución salarial se traducirá por
un efecto de distribución a favor de los no asalariados (rentistas de todo tipo) que se
puede suponer consumen una parte menor de sus ingresos que los asalariados: para
que la demanda efectiva (y, por lo tanto, el empleo) se mantenga, o aumente, la inver-
sión ex 0111e deberá aumentar. De ahí la variación del estímulo a la inversión que depen-
de, a su vez, de la eficacia marginal del capital y del tipo de interés (mediante la
preferencia por la liquidez).
Por consiguiente, la pregunta planteada se puede formular de la manera siguiente:
¿la disminución del salario nominal permitirá aumentar el estímulo a la inversión?
Keynes piensa que no. Porque aunque la reducción de los salarios se traduzca por
un aumento, probablemente pasajero, de los beneficios, irá acompañada de una cierta
disminución de los precios que anulará en parte el efecto inicial. Además, esta dismi-
nución de los precios tendrá un efecto desfavorable sobre las previsiones de los empre-
sarios que pueden por ello decidir aplazar sus inversiones esperando que aque1la
continuará y disminuirá aún más sus costes. Una previsión que amenaza con realizar-
se si todos los empresarios hacen la misma previsión e inician un proceso acumulati-
vo de disminución de la inversión y, por consiguiente, de la producción y de la demanda.
Finalmente, la disminución de los precios se manifiesta por un aumento de la carga
de las deudas contratadas cuando los precios eran más altos, de donde resulta el posi-
ble aumento del número de quiebras y del paro, la disminución de la demanda efecti-
va, unas pobres expectativas, etc. Algunos autores han señalado que se daría un «efecto
438 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

real de saldos líquidos» que actuaría en un sentido favorable a la demanda: los saldos
líquidos detentados por los agentes se «Valorizan» cuando los precios bajan, lo que se
traduciría por un alza de la demanda de bienes y servicios. Pero este último puede ser
débil y difícilmente podrá contrarrestar los efectos negativos antes citados. Observemos
además que este efecto real de saldos líquidos puede no funcionar si los agentes prevén
que los futuros precios de los bienes también van a disminuir: pueden decidir enton-
ces conservar más saldos líquidos para aprovechar esta disminución (sin substitución
intertemporal)5•
Todas estas razones hicieron que Keynes considerase que la «rigidez a la baja» de
los salarios nominales fuese más bien algo bueno. Además, era consciente de otro pro-
blema que ya hemos tratado en el capítulo VIII: suponiendo que los trabajadores estu-
viesen dispuestos a bajar el salario nominal, ¿cómo lo harían en la práctica? ¿Quién
tomaría esta iniciativa? ¿Los parados? Pero entonces, ¿qué pasaría con los que tienen
un trabajo? Este proceso de disminución no sería pues instantáneo, tomaría tiempo,
implicaría conflictos, especialmente debido a la existencia -por lo menos pasajera- de
salarios distintos para agentes que efectúan el mismo trabajo, etc. He ahí la razón de
que Keynes pensase que si se quería aumentar el empleo, más valía provocar una baja
uniforme de los salarios reales (ver primer postulado) dejando aumentar los precios
-por ejemplo, inyectando una cantidad suplementaria de moneda en la economía- y
manteniendo los salarios nominales en el mismo nivel. Se evitarian así los efectos nega-
tivos anteriormente mencionados de una disminución de los precios, consecuencia de
una disminución de los salarios nominales, aun obteniendo el resultado buscado por
los clásicos: aumentar el empleo a través de una disminución del salario real6•

6. LA POSICIÓN QUE OCUPAN EL TRABAJO Y EL SALARIO EN KllYNES


Recordemos que en el modelo del equilibrio general, el trabajo es un «bien» como otro
cualquiera cuyo «precio» viene determinado por el salario. En realidad, una parte de
los argumentos propuestos por Keynes siguen siendo válidos si nos interesamos por
la «rigidez» o la «flexibilidad» del precio de un bien cualquiera. Puesto que si un pre-
cio baja, esto quiere decir que habrá una disminución de los ingresos de los que producen
este bien y, por lo tanto, de su demanda. Keynes, además, era consciente de ello pues-
to que mencionaba los efectos negativos sobre las expectativas y, por lo tanto, sobre
la demanda efectiva, de la disminución del precio de los bienes.
¿Pero, por qué dar tanta importancia al trabajo? Porque se trata de un «bien» espe-
cialmente importante que interviene en prácticamente todos los procesos de produc-
ción, en los que se utiliza en grandes «cantidades». La variación del precio de este bien
ejercerá pues un impacto importante sobre la demanda, lo que no es el caso para la
mayor parte de los otros bienes. En la medida en que Keynes insistía muy particular-
mente sobre el aspecto «gasto» de la renta, según él, el salari~ no podía más que repre-

5. En el apéndice del capítulo XIII hemos proporcionado un ejemplo de economía simple en el que el
efecto de reserva real no basta, por sí sólo, para garantizar la existencia de un equilibrio walrasiano
(temporal). ·
6. En la segunda conferencia de su obra Monnaie etlnflation, F. H~hn trata este aspecto del pensamien-
to de Keynes utilizando el enfoque neoclásico actual.
LA TEORÍA NEOCLÁSICA ACTUAL Y KEYNES 439

sentar un papel privilegiado puesto que es el componente principal de los ingresos


renta de la mayor parte de los agentes.
Ciertamente Keynes no consideraba que el trabajo fuese un bien como otro cual-
quiera, aun cuando utilizaba una buena parte del vocabulario y de los conceptos «mar-
ginalistas» tradicionales, tal como lo muestran sus «leyes psicológicas» y el lugar que
atribuye a las instituciones, a las negociaciones salariales y, más generalmente, a los
«hechos reales». De hecho, como ya hemos dicho, conserva la fe de los clásicos en el
buen funcionamiento de los mercados, a excepción del mercad~ de trabajo. Situándose
siempre, más o menos implícitamente, en un contexto de competencia perfecta, tal
como lo hacen la mayor parte de modelos macroeconómicos calificados de «keyne-
sianos» y que consideran un mundo «con un bien» (aparte del trabajo).
Pero es cierto que los teóricos neoclásicos actuales que han examinado más a fondo
el problema de la estabilidad del equilibrio general han destacado que la <<flexibilidad>>
de los precios (incluidos los salarios) no garantiza de ningún modo un comportamien-
to armónico del sistema competitivo. En cierto sentido, se puede considerar que aún
son más «pesimistas» que Keynes respecto a esta cuestión. Ya hemos tratado este tema
en los capítulos VIII y XIV; por esta razón no volveremos a hablar de él.
Vamos a tratar ahora otro aspecto de esta cuestión que ha suscitado un buen núme-
ro de polémicas pero que nos parece que puede ser resuelto de forma simple si se adop-
ta la terminología <<moderna>>: el problema del estatu$ de la ley de Walras (o de Say).

7. KEYNES Y LA «LEY DE SAY»

El primer y quizá principal problema que se plantea respecto de esta ley es el de saber
en qué consistr exactamente. ¿Cómo se puede interpretar la fonnulación que a menu-
do se hace de ella: «la oferta crea su propia demanda»? En realidad, se han propuesto
diversas interpretaciones, y muchas polémicas anteriores estaban mal centradas pues-
to que aquellos que las debatían no estaban discutiendo de lo mismo (ya que daban un
contenido diferente a esta ley).
Keynes era consciente de este problema, tal como lo demuestra la cita siguiente:

Desde J. B. Say y Ricardo, los economistas clásicos han creído que la oferta crea su
propia demanda, lo que quiere decir, en un cierto sentido evocador pero no clara-
mente definido, que, en la comunidad entera, la totalidad de los costes de producción
debe necesariamente gastarse directa o indirectamente en la compra de la producción
(TEG, p. 44).

o aún:

la teoría clásica <(se fundamenta en las hipótesis ... 3) que la oferta crea su propia de-
manda en el sentido de que, para todos los volúmenes de la producción y del empleo,
el precio de la demanda global es igual al precio de la oferta global (TEG. p. 47).

Esta última formulación de la ley de Say se parece mucho a la ley de Walras tal
como la hemos establecido en los capítulos VI y XIV (en el lenguaje de Keynes, el
«precio» de la demanda, o de la oferta, corresponde al valor de esta demanda o de_ esta
440 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

oferta). Porque esta ley establecía que cualquiera que sea el vector precio P dado, el
valor de la demanda total es igual al valor de la oferta total, pudiendo medirse estos
valores en unidades monetarias (a condición de que el precio de la moneda no sea
nulo). Hemos visto que esta ley es una pura relación contable y, por consiguiente,
inatacable a este nivel. Es, incluso, válida si los agentes no tienen un comportamiento
«maximizador}}.
En un contexto simplificado en el que no habría más que un bien, trabajo y dinero
(cuyo precio no es nulo), se escribe:

(1) seL (s, p) + peb (s, p) +e, (s, p) =O

dondes es el salario nominal, p el precio nominal del bien y eL (s, p }, e, (s, p) y e, (s, p)
las demandas netas de trabajo, del bien y de dinero cuando el vector-precio es (s, p).
¿Cómo interpretar la relación (1)? Y para empezar: ¿de dónde viene el «Vector-
precio dado»? ¿De qué modo se «manifiestan» las demandas netas? ¿Cuál será su
acción sobre los precios cuando éstos no sean precios de equilibrio?
Para comprender mejor de qué se trata, situémonos en un marco keynesiano, supo-
niendo que el vector-precio (s, p) sea tal que haya, a estos precios, una oferta exce-
dente de trabajo (existe paro involuntario): sea eL (s, p) <O.
De la ley de Walras (fórmula (1) a continuación) resulta que se debe tener:

peP (s, p) +e, (s, p) >O

es decir, que en (s, p) existe una demanda excedente del bien (o de dinero). Pero esta
demanda excedente puede no ser más que «potencial» (o «nocional», según la tenni-
nología de Clower): las familias establecen sus demandas de bien y de moneda supo-
niendo que pueden vender todo el trabajo que quieren al salarios (salario que aparece
en su limitación presupuestaria: no olvidemos que la ley de Walras se deduce exclusi-
vamente de las limitaciones presupuestarias) cuando, de hecho, como eL (s, p) <O, la
demanda de empleo, por parte de las empresas, es inferior a la oferta de las familias.
Para que esta demanda pueda «manifestarse» de algún modo, se debe recurrir a un
comisario-subastador que la registre (al mismo tiempo que la demanda de trabajo de
las familias). Si éste impide los intercambios fuera del equilibrio, estas demandas netas
sólo se harán efectivas en el equilibrio (walrasiano): sólo entonces los agentes proce-
derán a efectuar transacciones.
Si no hay un comisario-subastador y si la economía no está siempre en equilibrio,
los agentes procederán forzosamente a intercambios «en desequilibrio». Estos inter-
cambios se traducirán en variaciones en las dotaciones de los agentes y, por lo tanto, en
la forma de las demandas netas. Por tanto, si suponemos que estos últimos venden efec-
tivamente la cantidad de trabajo solicitada por las empresas (el «lado corto» impone
el nivel de las transacciones), su demanda de bienes dependerá de la cantidad de trabajo
vendida y no de la que hubiesen querido vender en (s, p). Lo que se manifestará en el
nivel de su limitación presupuestaria (siendo sus ingresos inferiores a los deseados):
su demanda neta de bien y de dinero disminuirá. Nada impide que incluso estas deman-
das netas se anulen, tal como Keynes pensaba. Más fonnalmente, si notamos eb (s, p)
e"
Y (s, p) las demandas netas de los agentes después de que las familias hayan satis-
LA TEORÍA NEOCLÁSICAACfUAL Y KEYNES 441

fecho la demanda de trabajo de las empresas (en (s, p)), la ley de Walras (aquí, fór-
mula ( 1)) se aplicará a los otros mercados y tendremos:

pii¡, (s, p) +e, (s, p) =O

Si el mercado de trabajo está racionado, la suma de los valores de las demandas


netas es nula. Observemos que incluso en estas condiciones no hay ninguna razón a
priori para que los otros mercados estén en equilibrio (que las demandas netas se anu-
len) en (s, p). Si éste es el caso, tal como Keynes suponía, la «demanda efectiva» corres-
ponde a una situación en la que tenemos un vector precio (S 0 , p 0 ) tal que eh (S', p 0 ):::: O
ye/11 (s 0 , p 0 ) = o(si consideramos diversos bienes, debiéramos tener en (S 0 , p 0 ) una
igualdad de este tipo para cada uno de los bienes).
Por consiguiente, puede existir «racionamiento)) en el mercado de trabajo sin que
haya en cambio una «presión compensatoria» en los mercados de los bienes.
Si Keynes criticó tan en serio la ley de Say (o de Walras) es porque se dirigía a
aquellos que recurrían a ella para «demostrar» que, gracias a ella, la economía no se
puede alejar de forma duradera del pleno empleo, mediante un razonamiento del tipo
siguiente: no puede existir un paro duradero puesto que entonces habría «presión» a
la baja relativa del salario y, debido a la ley de Walras, una «presióm> al alza (relativa)
en los otros mercados, lo que permitiría, si existe «flexibilidad» de precios y salarios,
«restablecer» el pleno empleo.
Este tipo de razonamiento, cuanto menos flojo, conduce a tres observaciones:

-aunque se suponga que existe un comisario-subastador que tenga en cuenta estas


«presiones» para poner en práctica el tanteo, nada pennite asegurar que este último
conduzca a un equilibrio. Aquí se plantea el problema de la estabilidad del sistema
competitivo que la ley de Walras está lejos de resolver7• En realidad, esta estabilidad
depende de la regla adoptada por el comisario-subastador, así como de la forma de las
demandas netas: no volveremos a este punto que ya hemos tratado ampliamente en
el capítulo VIII;
-en el caso de que no haya comisario-subastador y que en (s, p) haya un exceso de
oferta, entonces la eventual «presión a la baja» no tendrá forzosamente como con-
trapartida una «presión al alza» del precio del bien, como acabamos de ver (la «deman-
da efectivm> siendo diferente de la «demanda nocional»);
-en realidad, como ya hemos observado anteriormente, el hecho de que el equilibrio
existe está lejos de ser cierto: la forma que toman las previsiones de los agentes repre-
senta aquí un papel importante.

En conclusión: la ley de Say es inatacable si se la reduce a una pura relación con-


table, deduciéndose exclusivamente de los condicionantes presupuestarios de las fami-
lias, siendo válida tanto si estamos en equilibrio como si no. En cambio, no permite
afirmar que el equilibrio walrasiano existe y es estable. La existencia de una «ley»
como ésta no impide de ningún modo que la economía permanezca «de forma dura-
dera» fuera de este equilibrio: la «ley de Say» es compatible con «equilibrios de subem-
pleo» prolongados o con situaciones variadas de «desequilibrio».

7. En realidad, no tiene nada que ver con el tanteo.


CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA 443-445

Las nuevas corrientes

La década de los setenta no sólo albergó la crisis económica y el rechazo a las políti-
cas económicas keynesianas, sino que supuso, también, la eclosión de un pensamien-
to económico renovado que se había ido gestando durante todo el periodo de dominio
del pensamiento keynesiano. Dichas corrientes constituyen la base de los desarro1los
actuales en la disciplina de la economía.
Pretendemos recoger en este apartado los principales desarrollos macroeconómicos
que se han ido produciendo desde mediados de los cincuenta con atención especial a las
corrientes más actuales. La fecha divisoria se debe principalmente a que para enton-
ces la síntesis neoclásica estaba ya bien establecida y sirve como punto de arranque y
referencia para todos los desarrollos posteriores.
1
Es difícil realizar una presentación (y todavía más si se pretende crítica) de las
corrientes actuales de pensamiento económico. A medida que nos aproximamos en el
tiempo, el trabajo en economía consiste más en numerosas elaboraciones distintas y
parciales en construcción que en esquemas completos con líneas claramente definidas.
Los diversos enfoques y escuelas no están perfilados con precisión, hay cruces entre
las diversas interpretaciones y la situación_ es de una gran fluidez. Al intentar identifi-
car las corrientes principales tampoco está claro cuales serán reconocidas como más
válidas y se conSolidarán entre las múltiples versiones en discusión. El artículo de
Beaud y Dostaler que recogemos constituye una buena prueba de esta profusión de
enfoques y orientaciones que se disputan el espacio del pensamiento económico en la
actualidad. En otras palabras: la tarea es complicada y arriesgada. Presentamos el tra-
bajo realizado hasta donde hemos llegado pero, una vez más, somos conscientes de
sus muchas lagunas.
Creemos que dentro de esta renovación/reconstrucción que experimenta el pensa-
miento económico desde esta época, y que está dando lugar a la proliferación de muchas
líneas distintas de pensamiento 1, se pueden identificar a modo de tres grandes grupos:
por un lado, encontramos el pensamiento económico opuesto al keynesianismo, que
trata de restablecer el predominio del pensamiento neoclásico, partiendo inicialmente
de su vertiente monetarista, pero después en sus contenidos más vinculados al equili-
brio general. Probablemente es el grupo en el que se percibe un mayor número de tra-
bajos. Por otro lado, observamos el grupo que creemos de menor importancia cuantitativa
que, sobre la base de la aceptación de muchos elementos neoclásicos, aceptan también

l. E. S. Phelps (1990) publica una obra con el título Siete escuelas de pensamiento macroeconómico sin
incluir en ellas el pensamiento postkeynesiano ni el marxista. lo que indica la proliferación actual de
interrpetaciones distintas.
444 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

algunos de Jos postulados keynesianos. Los economistas de este grupo, denominado


neokeynesianos e incluso neo-neokeynesianos, a pesar de reconocer la importancia de
la demanda y de aceptar algunas instancias limitadas de intervención pública, com-
parten muchos aspectos del análisis del primer grupo y, en términos generales, se puede
decir que tienen como objetivo la renovación del análisis económico convencional de
líneas neoclásicas, mediante la integración de algunos de los elementos parciales que
consideran que éstas carecen y cuya adición puede mejorar el sistema. Nosotros, a
pesar de la separación inicial que nos parecía necesaria a efectos conceptuales y que
hemos realizado, los agrupamos en un solo bloque al que denominamos <<nuevos neo-
clásicos». A falta de una mejor denominación que señale los matices internos dentro
de esta denominación general, nos parece la más adecuada, ya que una característica
común a todas estas escuelas es que, a pesar de todas las variantes en el análisis, par-
ten de los mismos elementos esenciales y llegan a conclusiones muy similares de las de
los neoclásicos tradicionales.
La otra gran línea de desarrollo del pensamiento económico que recogemos son
los trabajos de los economistas contrapuestos a la escuela neoclásica, no marxistas.
Los más conocidos entre ellos son los postkeynesianos. Son economistas que inician su
desarrollo durante el dominio del keynesianismo tradicional intentando superar las
limitaciones que se observaban en esta escuela e integrando otras aportaciones que
podían completarla, especialmente los trab'\ios del economista polaco Kalecki. A medi-
da que las limitaciones del keynesianismo tradicional se van haciendo más patentes y
que el ataque de la economía neoclásica convencional sobre el keynesianismo aumen-
ta, van ampliando el ámbito de sus trabajos -muchos postkeynesianos, además de los
trabajos de Kalecki, integrarán también elementos del marxismo, del sistema de Sraffa
y otros- y avanzando en la constitución ~e una línea de trabajo más identificada.
Constituyen también diversos subgrupos y, como veremos, precisamente se debate
ahora si han llegado a lograr o no un cuerpo de análisis integrado y coherente.
A este grupo, ya en sí mismo diverso, habría que añadir otras líneas de trabajo que
con raíces importantes en el pasado (Veblen) se han renovado recientemente, como los
institucionalistas o las que han surgido como reacción a la insatisfacción con los neo-
clásicos, como la Evolutionary Economics. No obstante, nosotros no hemos podido
abordar estas corrientes por lo que no las incluimos aquí, aunque esperamos analizar-
las en el próximo futuro.
A continuación recogemos, por tanto, algunos materiales que nos ayudan a cono-
cer un poco, situarlos y, en tanto en cuanto nos ha sido posible, a elaborar una crítica
de ambos grupos.

l. NUEVOS NEOCLÁSICOS Y POSTKEYNESIANOS


Respecto a la crítica, tenemos que anticipar que si es difícil identificar con precisión
y caracterizar estas escuelas, nos ha resultado todavía más difícil encontrar trabajos
que las critiquen. A medida que las versiones son más recientes, es más difícil hallar
críticas sistemáticas a las mismas (hay más criticas del monetarismo de Friedman que de
los nuevos macroeconomistas, de Keynes que de los postkeynesianos ... ). Es posible
que sea debido a nuestro limitado conocimiento de las 'últimas versiones del pensa-
miento económico, pero tiene también otras causas. El dominio del pensamiento con-
LAS NUEVAS CORRIENTES 445

vencional es de tal magnitud que el intento de criticarlo ¡descalifica automáticamente


al crítico! No podemos olvidar que la mayoría de los economistas están intentando
participar en el ámbito profesional mayoritario: los economistas académicos, porque
hay que pagar un alto precio si se orientan en otra dirección (es prácticamente imposible
avanzar firmemente en una carrera académica si se manifiestan «Veleidades críticas~>)
y los del mundo empresarial y de asesoramiento de política económica, porque es el
conveniente para los intereses económicos dominantes y el exigido para poder traba-
jar como profesionales de la economía. Por otra parte, el esfuerzo de los economistas
que sin una ruptura radical con la ortodoxia dominante no consideran válidos estos
enfoques parece que está más dirigido a construir su propio esquema que a gastar enerM
gías en una crítica detallada de los mismos. Este nos parece que eS el caso de los posM
tkeynesianos. En cuanto a los economistas marxistas, son pocos (aunque en Estados
Unidos se puede percibir un renacimiento de la economía marxista) y bien están intenM
tanda mostrar la relevancia del marxismo para interpretar la sociedad actual o, algu-
nos están intentando precisamente adaptarlo integrando el mismo con muchos elementos
del pensamiento económico ortodoxo actual (marxismo analítico). Finalmente quereM
mos señalar también que es al apartado que, hasta ahora, le hemos podido dedicar
menos tiempo, por lo que es posible que más adelante encontremos materiales crítiM
cos de mayor interés.
Aunque la evolución temporal de ambos grupos es similar -sus raíces se prolon-
gan hasta los cincuenta y se desarrollan con más intensidad a partir de los setenta- heM
mas dejado los postkeynesianos para el final en esta presentación porque nuestra si-
tuación respecto a los ellos es bastante ambigua cuando no contradictoria. Por una
parte, los hemos incluido dentro de las corrientes ortodoxas para realizar su crítica,
pero, al mismo tiempo, el trabajo que hemos realizado sobre los mismos nos ha hecho
ver que hay importantes aspectos de lo que hoy se incluye en esta escuela que desbor-
da el ámbito de la ortodoxia y nos parece que pueden proporcionar bastante luz para
una comprensión de la dinámica de la economía real. Nos proponemos, por tanto, con-
tinuar estudiándola y explorar mejor su capacidad de análisis social, junto con las coM
rrientes institucionalistas y evolucionistas que hemos mencionado. De aquí que su in M
clusión al final de esta colección trata de señalar la continuidad posible con los
trabajos que nos proponemos realizar en la próxima etapa del seminario.

2.LECTURAS

BEAUD, Michel; DosTALER, Gilles. «Sobre Babel y tres figuras del pensamiento ecoR
nómico actual». En: Economic thought since Keynes. A hist01y and dictionmy of
mayoreconomists. Londres: Routledge, 1999, p. 141-155.
PALLEY, Thomas I. «Conflicto, distribución y finanzas en las tradicones macroeconó-
micas alternativas». The Review of Radical Political Economics, vol. 31, n° 4,
p. 102-132.
CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA 447-467

Sobre Babel y tres figuras del pensamiento económico actual*


Michel Beaud, Gilles Dostaler

Desde finales de los años 60,los procesos de internacionalización y globalización han


transformado completamente las economías nacionales, restringido su capacidad de
maniobra y las posibilidades de actuar de los gobiernos y reforzado los límites del
Estado del bienestar. El colapso de los regímenes comunistas parece marcar la victoria
del sistema de mercado. Con el fracaso de las políticas de desarrollo en muchos paí-
ses, el desempleo masivo, la nueva aparición de la pobreza y el ataque al medio ambien-
te, el mundo está sufriendo, a finales de este siglo, de enfennedades que los economistas
no saben cómo curar. Esto no impide que la economía aparezca como la ciencia social
más firmemente estructurada de todas, eficiente a través de la multiplicidad de sus apli-
caciones a campos limitados 1, dominante y expansionista. Distraída por las dudas con-
tinuas sobre su propia capacidad y el logro de su ambición pennanentemente renovada,
la Babel que constituye la ciudad de los economistas actuales puede ser caracterizada
por tres figuras mitológicas: Penélope, Sísifo e Ícaro.

l. BABEL: LOS ECONOMISTAS EN SU NUEVO MUNDO


Hace 150 años, un economisla podía haber leído todos los libros de economía política
o los relacionados con este campo; hace 60 años, podía obtener un conocimiento direc-
to de todos los trabajos principales; hace 30 años, podía seguir las evoluciones de las
corrientes principales. Actualmente, un economista debe tener una mente abierta y ser
obstinado para estar informado de los debates principales relacionados tan sólo con su
propio y estrecho campo (o campos) de interés. En dos siglos, la economía (al princi-
pio una pequeña parcela de tierra en el mundo del conocimiento humano, con cada una
de sus montañas, valles y caminos conocidos por todos) se ha convertido ahora en un
mundo de expansión ilimitada (donde surgen nuevos continentes y archipiélagos y
unos paisajes en continua reforma).
Al final de la segunda guerra mundial, la economía era ya bastante diversa, debi-
do a la pluralidad de objetivos y enfoques, a la variedad de concepciones de la rela-
ción entre la teoría y la realidad y a la multiplicidad de escuelas. Desde entonces, el
ámbito cubierto por la economía se ha expandido continuamente, los campos de la eco-
nomía aplicada se han rnultiplicado2 y el número de escuelas y sus fracciones ha aurnen-
• Publicado en: Beaud, Michel; Dosta!er, Gi!les. En: «Ün Babel and three figures of present-day econo-
mic thought». En: Economic thought since keynes. a history and dictionary ofmajor economists.
Londres: Rout!edge, 1999, p. 141-155. Traducción: Gemma Galdon.
l. Ver Baumol y Fau!haber, 1988.
2. Sobre este tema, ver Hutchison, 1978: 319-20.
448 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

tado: multitud de discursos coexisten, se enfrentan y se influyen mutuamente. Además,


el discurso económico se desarrolla y circula a niveles más y más diversos, con dife-
rencias muy amplias en los grados de generalidad, de desarrollo teórico y de formali-
zación, en la naturaleza central o marginal de los objetos tratados, en la proximidad de
esos objetos a la realidad observable, y en la naturaleza y calidad de la información
empírica'. Desde el libro o artículo teórico que deja una huella duradera, a la publica-
ción que no tiene ningún impacto, desde el estudio empírico que nutre otros análisis y
pensamientos durante un largo tiempo, al ocasional estudio descriptivo y los numero-
sos ejercicios puramente académicos, el ámbito de trabajos económicos es enorme.
En conjunto, la economía actual está caracterizada por una doble dinámica, tal
como lo revela la multiplicación del número de publicaciones: la expansión del stock
de trabajos publicados4 y su «parcelación». Esto ha transformado el mundo de los eco-
nomistas en una especie de torre de Babel, donde pocos son los que escuchan a los
demás y donde sólo una pequeña parte de los discursos que se pronuncian se oyen en
realidad5; mucho más en cuanto que el conocimiento económico sigue generándose
no sólo en los dos lenguajes que se han impuesto desde la guerra -el inglés y las mate-
máticas6- sino también en una amplia variedad de idiomas nacionales. Mientras que
los economistas de culturas no anglófonas siguen lo que se produce en inglés, un núme-
ro creciente de economistas angloparlantes ignora sistemáticamente lo que se publica
en lenguas que no son la suya.
En este contexto, los economistas tienden a construir una multitud de microcos-
mos, cada uno basado en un enfoque o a un campo de trabajo común, con un recono-
cimiento recíproco, y anclado en un departamento académico o un centro de
investigación, con sus propios informes de trabajo y muchas veces su propia publica-
ción de limitada circulación. En dirección opuesta, algunas grandes asociaciones inter-
nacionales o nacionales (en particular la American Economic Association y sus

3. En resumen, de las publicaciones académicas emerge una clara predilección por la teoría fonnalizada:
para el periodo 1982-6, los artículos que plantearon modelos matemáticos sin ningún dato representa-
ron el 52% de los arlículos publicados por el Economic Jounwl y el42% de Jos publicados en la
American Ec01wmic Review, y algunas publicaciones económicas sólo publican artículos de este tipo.
La proporción correspondiente era del 18% en el caso de las ciencias políticas, ell2% en física, el1%
en sociología y el 0% en química (ver T. Morgan, «Theory versus Empiricism in academic Economics1),
Joumal of Economic Perspecrives, vol. 2, n" 4, 1988: 163).
4. S.- C. Kolm considera que el corpus escrito de la economía era de (<Varios centennres de miles de pági-
nas, creciendo a una tasa anual de, más o menos, una decena de miles de páginas al año, con una defi-
nición muy estricta del ámbito (y unas diez veces más para el total de la literatura económica))) (Philosphie
de 1' économie, París, Seui!, 1986: 30). Stigler estimó que la producción anual en inglés de unos 6.000
economistas, definidos estrictamente, era de 800 libros y 6.000 artículos, y evaluó el aumento del stock
de escritos en un 5% por año, es decir, doblándose cada 14 años: por lo tanto, este stock sería, en 1992,
16 veces lo que era en 1936, el año en que se publicó The Gcnera/17!eory («The Uterature ofEconomics:
The Case of the Kinked Oligopoly Demand Curve», Economic Enquiry, vol. 16, 1978: 185-204).
5. «Es una literatura que nadie podría leer -los límites impuestos por la cordura son más estrictos que los
que impone el tiempo-. De hecho, es una literatura que quizás es leída por un cierto número de eco-
nomistas sólo moderadamente mayor que el número de escritores'» (Stigler, op. cit.: 185).
6. El número de páginas publicadas anualmcnle en las principales revistas de economía matemática (algu-
nas de las cuales fueron creadas durante este periodo, como lnte~nacional Economic Review, Journal
of Economic Theory y Joumal ojMathematical Economics) pasó de 400 a 700 en los años 30 y 40, a
una magnitud de entre 4.000 y 5.000 en Jos 70 y 80 (ver Debreu, 1986).
SOBRE BABEL YTRES FIGURAS DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO ACTUAL 449

publicaciones7), algunas publicaciones importantes y algunas editoriales trabajan para


hacer circular y hacer disponible este conocimiento en evolución continua. Así, la eco-
nomía experimenta una renovación perpetua en su movimiento expansionista. Pero,
debido a la opacidad del conocimiento, a la dimensión tiempo, a los retrasos en la cir-
culación y la asimilación, y a los periodos de espera y retrasos temporales, este reco-
nocimiento permanente se produce de una forma que puede definirse como deformada
y discordante: los textos escritos en los años 30, descubiertos de nuevo por los econo-
mistas de una nueva generación en los 60, se convirtieron en referencias inevitables
en los años 70 y 80. Y, evidentemente, nadie puede decir cuáles de enire los publicados
recientemente constituirán los textos de referencia hacia 2020.
Todo esto es para decir que no pretendemos, en este capítulo final, dar una visión
general del pensamiento económico actual. Meramente intentaremos, entre la profu-
sión presente, discernir algunos temas principales significativos en los movimientos
actuales del pensamiento económico.

2. PENÉLOPE: DEL RIGOR TEÓRICO A LA COMPLEJIDAD MUNDIAL,


TEJIENDO EL PAÑO IMPOSIBLE

Mieniras que, en los años 60, uno podía pensar que los golpes proporcionados por
Keynes y los keynesianos habían acabado con la ciudadela clásica, después d~ la gue-
rra se fue reconstituyendo una nueva fortaleza: _al mismo tiempo dispar y unificada
bajo la bandera de la teoría del equilibrio general y de las bases de lectura neoclásica,
equipada con poderosas armas e instrumentos analíticos y matemáticos. En gran medi-
da, su fuerza parte de sus postulados simplificadores, que provocan tanto su falta de
realismo como su atractivo universal.
Hahn, un especialista en la teoría tlel equilibrio general, que trabaja en la exten-
sión de sus campos de aplicabilidad, explicó porqué acepta ser descrito como un «neow
clásico»:

«Existen tres elementos en mi pensamiento que pueden justificarlo:


1) Soy un reduccionista en el sentido que intento encontrar explicaciones en las ac-
ciones de agentes individuales.
2) Al teorizar sobre los agentes, busco algunos axiomas de racionalidad.
3) Afirmo que es necesaria una cierta noción de equilibrio y que el estudio de los es-
tados de equilibrio es útil (Hahn, 1984: 1.2).

Y, de hecho, las decisiones de los agentes individuales racionales, el mercado, el


equilibrio y el óptimo son los elementos constitutivos principales de la nueva ortodo-
xia; sin embargo, en cada uno de estos ámbitos, las críticas debilitan a la ortodoxia
pero, al mismo tiempo, también ayudan a reforzarla y provocan más preguntas. Este
fue el caso para el mercado. La visión ortodoxa o neoclásica del mercado es la de una
entidad mecánica en la que intervienen actores individuales no coordinados, ninguno
de los cuales ejerce una influencia particular, y que la información que circula entre
ellos lleva al ajuste hacia el equilibrio.

7. American Economic Review, Joumaf of Economic literalllre y Joumal of Economic Perspectives.


450 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

La simplificadora falta de realismo de esta visión ha sido criticada durante un siglo


por generaciones sucesivas y por todas las familias de la heterodoxia. También ha sido
criticada, durante algunas décadas, por la escuela austríaca8, lo que no ha evitado que
muchos autores asociaran esta escuela a la corriente neoclásica, probablemente debi-
do a que la escuela austríaca se caracteriza por un liberalismo radical que la distingue
de otras heterodoxias. La crítica de Hayek tuvo un impacto especial, sobre todo debi-
do a que, como teórico de primera fila del liberalismo clásico, otorgó específicamen-
te al mercado un papel esencial, tanto en la sociedad en general como en la economía.
Sin embargo, Hayek rechazó muy pronto la concepción walrasiana de un mercado en
el que los agentes estarían perfectamente bien informados9• Desarrolló en cambio una
visión de la competencia de mercado entendida corno un proceso de aprendizaje y
coordinación de información que es simultáneamente múltiple, incompleto y que está,
en particular, extendido entre millones de individuos. El mercado así percibido es uno
de un «orden espontáneo», resultante de la evolución de la humanidad durante varios
milenios, y no una creación racional de la que se puede dar una representación mate-
mática. Von Mises desarrolló una visión análoga 10, destacando la incertidumbre bajo la
que los empresarios toman sus decisiones. Estas ideas se desarrollaron en el marco de
la escuela austríaca moderna, en particular por parte de Israel Kirzner 11 , quien desa-
rrolló el concepto del mercado como proceso, mientras que Ludwig Lachmann 12 cues-
tionó las características equilibradoras del mercado! Y todos destacaron el abismo
existente entre su conceptualización y la subyacente en la teoría del equilibrio gene-
rain. Se hicieron también intentos, en círculos más próximos a la ortodoxia neoclási-
ca, de dar mayor realismo a la visión convencional del mercado. Así, el campo de
investigación iniciado en los años 60, notablemente por Stigler (1961) 14, sobre la bús-
queda, la utiliz¡ación y el coste de la información, se extendió para cubrir imperfec-
ciones en la transmisión de infonnación y equilibrios de mercado bajo información
incompleta 15 . La economía de la información y hl economía de la incertidumbre se

8. La denominación «austríaca» parte de Jos orígenes de esta corriente de pensamiento en la obra de Carl
Menger y de sus discípulos vieneses. Pero es en Estados Unidos donde, actualmente, se encuentra el
mayor número de «austríacos», o más bien «n~oaustríacos», reunidos en el Ludwig von Mises Institute,
y liderados, entre otros, por Murria Rothbard. El instituto publica la Review ofAustrian Economics y la
Austrian Economic Newsletter, y organiza una escuela de verano. Sobre la escuela austríaca, ver Dolan
(1976), Gras y Smith (1986), Kirzner (1982), Littlechild (1990) y O'Sullivan (1990).
9. Ver, por ejemplo, Hayek (1937). Economica. Ver más arriba, capítulo 2.
10. HmnanAction. A Treatise on Economics, Londres: William Hodge; New Haven: Yale University Press,
1949.
11. Competition and Entrepreneurs!Jip, University of Chicago Press, 1973; Perception, Opportunity and
Profit, University of Chicago Press, 1979; Discovery and the Capitalist Process, University of Chicago
Press, 1985,
12. The Market asan Economic Process, Oxford: Basil Blackwell, 1986.
13. Ver también G. O'Driscoll y M. J. Rizzo, The Economics of1ime and Ignorance, Oxford: Basil Blackwell,
1985; M. N. Rothbard, Man, Economy, and State: A Treatise on Economic Principfe, Princeton: Van
Nostrand, 1962.
14, Ver aniba, capítulo 7.
15. Ver, por ejemplo, P. A. Diamond. «A Model of PriceAdjustment»; lournal of Economic Theory, vol. 3,
1971: 156-68; F. M. Fisher. «Stability and Competitive Equilibrium in Two Models of Search and
Individual PriceAdjustment», ]ournal ofEconomic Theory, vol. 6, 1973: 446-70; Stiglitz. (1976) con
S. J. Grossman, (1981) con A. Weiss.
SOBRE BABEL YTRES FIGURAS DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO ACTUAL 451

abrieron así como nuevos campos de especialización 16• Mientras tanto, la teoría de jue-
gos dio un fuerte impulso al análisis del mercado, de las estrategias y del comporta-
miento de los agentes, de las diferentes formas de competencia, así como de los tipos
de rnercado 11 . En este marco ampliado, el modelo estándar de mercado no es invali-
dado, pero su campo de aplicación está desde entonces mejor definido. Finalmente, y
sin lugar a dudas, con el análisis de los mercados en competencia, Baumol, Panzar y
Willig (1982) empujaron la teoría hacia la explicación de la realidad observable.
En lo relacionado con la racionalidad, el panorama era similar. La concepción orto-
doxa es la de una racionalidad tanto reduccionista -la de un agente reducido a una
dimensión que busca el maximizar los beneficios y minimizar los costes- como gene-
ral, aplicable a todas las situaciones y a cualquier decisión: la racionalidad que H.
Simon llama sustantiva. En este punto, sobre el que ya se habían realizado muchas crí-
ticas, fue Simon, un erudito, un pionero del análisis de la complejidad y ganador del
Premio Nobel en Economía, quien realizó incursiones decisivas. En 1943, en su tesis
doctoral (publicada en !947), introdujo el análisis en términos de «racionalidad limi-
tada>>, un enfoque desarrollado más tarde (1957, 1969, 1982 Models) en términos de
«racionalidad condicionada», la de un agente que ejercita su habilidad de elegir, no
simplemente con la preocupación única de la maxinúzación o la optimización, sino en
la complejidad de la situación, tomando en cuenta las imperfecciones de la informa-
ción y el coste de su mejora, y la multiplicidad de limitaciones, criterios, beneficios y
dificultades. Esta racionalidad es inseparable del proceso de decisión mismo, único a
cada agente, y en particular a cada organización, y dentro del cual puede verse lleva-
do a revisar sus objetivos.
Estos análisis están en el corazón de una de las escuelas de economía del compor-
tamiento, la escuela Carnegie 18 , cuyo método -basado en el análisis concreto del com-
portamiento de las empresas y organizaciones- fue ilustrado por Simon (1958 con
March), Cyert y March 19 , seguido por los trabajos de March20 en la Universidad de
Stanford y por Nelson21 en la Universidad de Yale. Evidentemente, este trabajo con-
tribuyó al resurgimiento de los análisis de las empresas, dando color a la tradicional.
caja negra de la teoría neoclásica. Sin embargo, en este campo, fue el artículo publi-
cado por Coase en 1937, ampliamente citado, el que abrió nuevas perspectivas. Coase
quiso «demostrar la importancia para el funcionamiento del sistema económico de lo
que puede llamarse la estructura institucional de la producción>> (Coase, !992: 713).
En su artículo de 1937 intentó explicar, manteniéndose dentro del marco del análisis
neoclásico, la especificidad de la empresa en relación al mercado y, por lo tanto, la
naturaleza de la empresa en una economía de mercado. Lo hizo desarro1lando la tesis
según la cual la empresa es una estructura que permite eliminar los costes resultantes

16. Ver el simposio sobre la economía de la infonnación, Rcview of Economic Studies, vol. 44, 1977: 389-601.
17. A. D'Autume. «Théorie des jeux el marché», Cahiers d'économie politique, no 20-21, 1992: 155-65;
K.Avínash Dixit y Barry J. Nalebuff. Thinking Strategically: The Competitive Edge in Business, Politics
and Everyday Life, Nueva York: W.W. Norton, 1991.
18. Earl (1988: 3-4).
19. A Behavourial Theory ofthe Firm, Englewood Cliffs, New Jersey: Prentice-Hall, 1963.
20. J. G. March y J. P. O!sen.Ambiguityand Choice in Organisations, Bergen: Universitels Forlaget, 1976.
21. R. R. Nel son y S. G. Winter. An Evolurionary T/zeory of Economic Changc, Cambridge, Massachussetts:
Harvard University Press, 1982.
452 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

del funcionamiento del mercado, los costes de búsqueda de información y de nego-


ciación de los contratos, en definitiva, los «costes de transacción». No reconocido o
mal entendido durante mucho tiempo22 , este enfoque fue utilizado de nuevo por Coase
en su artículo de 1960, <<The Problem of Social Cost>>; en los años 70, fue creciente-
mente tomado en cuenta y dio lugar a una abundante literatura, en la que uno puede
encontrar, por ejemplo, aportaciones de Steven S. Cheung 23, Harold Demsetz (1967,
1968, 1972) y Oliver Williamson (1975, 1985).
Partiendo de hipótesis radicalmente diferentes a las de Simon y Coase -no sólo
una situación de incertidumbre, sino también con agentes no motivados y no necesa-
riamente racionales- Alchian (1950, 1977), llegó a conclusiones similares teniendo en
cuenta la lógica de la selección natural. Con Demsetz (1972), planteó la eficiencia de
la «producción en equipo» al explicar la empresa. Marschak, en la última parte de una
larga carrera que le vio primero dar un nuevo impulso a la econometría24 , también se
interesó por esta cuestión (1972), así como por la de la economía de las organizaciones,
de las decisiones y de la información (1974). Mientras tanto, la explicación del tama-
ño de la empresa en ténninos de economías de escala acabó con una explicación ampliaR
da y fue enriquecida por el análisis de la función de coste multi-producto25 •
Estos diferentes avances tuvieron tres tipos de consecuencias: por una parte, abrie-
ron brechas en la fortaleza de la ortodoxia, pero, al hacerlo, dieron lugar a trabajos que
la reforzaron; y provocaron, en diferentes campos de investigación y en varias corrien-
tes teóricas, un resurgir completo de los análisis de las instituciones, las organizaciones,
las empresas, los mercados y las relaciones entre las organizaciones y los mercados.
El estudio de las organizaciones, que, en el enfoque neoclásico, se encontraba dentro
de la competencia de la historia, y no de la teoría económica, fue así reintegrado -y
no sólo para los marxistas y los institucionalistas- en el campo del análisis económico26•
La imagen simplista de la empresa maximizadora es rechazada cada vez más; su aná-
lisis, igual que el de otras instituciones, es iluminado por la teoría de juegos, en parti-
cular por la teoría de juegos repetidos. En esta visión, el mercado ya no es el modo de
ajuste universal-como si fuera la historia externa- de los planes de los agentes. Por
lo tanto, es necesario reconocer las bases institucionales de su emergencia y funcio-
namiento; este análisis se desarrolla en el enfoque institucionalista27 , así como en el
de la economía organizacional. También es necesario entender cómo opera la división
entre lo que es importante para la empresa y lo que es importante para el mercado, y
cómo funciona la sustitución entre uno y otro28.
Estos trabajos se tradujeron en un fuerte resurgimiento de la economía del com-
portamiento y de sus diferentes escuelas29 , de los nuevos avatares del institucionalismo

22. Sobre este tema, ver Conse, (1972).


23. Tlze T!zeory of Slwre Tenancy, University of Chicago Press, 1969; «The Contractual Nature of the Finn»,
Joumal oflaw and Economics, vol. 26, 1982: 1-22.
24. Ver arriba, caprtulo 4.
25. Ver, por ejemplo, Baumol (1982) con Panzar y Willig.
26. Ver C. Ménard. Les Organisations, Paris: La Découverle, 1990: 16 y siguientes.
27. Entre otros, Alchian (1977) yWilliamson (1985).
28. De Coa<>e (1937), en Simon (1991), en el contexto de un simposio del lournal ofEconomic Perspectives,
introducido por Stiglitz, sobre el tema ~(Organizations and Economics)), en Williamson (1975).
29. Ver Earl (1988: 3 y siguientes).
SOBRE BABEL YTRES FIGURAS DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO ACTUAL 453

-nueva economía institucional30 y economía neoinstitucionaJ3 1- y de la economía indus-


trial. Este resurgimiento se tradujo en diferentes tipos de rapprochements o enlaces.
Así, Williamson, que es citado abundantemente, y a veces reivindicado por las tres
corrientes mencionadas anteriormente, escribió su tesis en la Universidad de Carnegie-
Millon, y tiene una forma de análisis que lleva el sello tanto del enfoque del compor-
tamiento como del neoclásico. Por otra parte, es apreciable la convergencia entre los
trabajos postkeynesianos y el enfoque de comportamiento, visto como un nuevo enfo-
que de la economía industrial 32 Autores como Akerlof y Stiglitz fueron de hecho des-
critos como «neoclásicos heterodoxos». Los institucionalistas pretendieron generalizar
la economía neoclásica33, mientras que otros se preguntaban sobre la posibilidad de
realizar una síntesis entre la economía neoclásica y la del comportamiento34 • En el cora-
zón de esta dinámica está la obra de K. Arrow, que es citada muy frecuentemente en la
abundante literatura que acabamos de mencionar, tanto por su pensamiento en Limits of
Organization (1974) como por su trabajo en las elecciones individuales y sociales".
En dirección contraria, estamos siendo testigos de una vuelta a la idea del merca-
do para tratar fenómenos internos a la empresa, y también para tener en cuenta <<todas
las relaciones sociales ... consideradas así como "mercados" implícitos, ampliándose
entonces el concepto del mercado para incluir la "sistematización de cualquier tipo de
negociaciones entre individuos"»36• A través de la teoría de los contratos 37 , algunos
tienden a reducir «todo lo que es institucional u organizativo>> a contratos entre indi-
viduos, siendo éstos similares a las relaciones entre compradores y vendedores en la
teoría neOclásica: «la organización, una simple acumulación de contratos, pierde toda
identidad; desaparece como entidad colectiva, siendo reducida a interindividual»38 y
puede ser finalmente interpretada de nuevo en términos de racionalidad sustantiva.

30. Este término descriptivo fue sugerido por \Yilliamson en 1975. Constituye, más que una escuela, un
programa de investigación sobre la racionaÍidad y las instituciones (ver R. N. Langlois. «Rationality,
Jnstitutions and Explanation», en Langlois, 1986: 252-3).
31. Ver Eggertsson (1990: 6 y siguientes). Si la renovación del institucionalismo es innegable, no es obvio
que esta distinción sea muy operativa, muchos menos debido a que, tal como señaló Eggertsson (p. 10,
n. 12), Coase y Williamson utilizan el término «economía neoinstitucional» para designar dos para-
digmas distintos. Para Langlois (1986: 252-3),la economía neoinstitucional está definida principal-
mente como un programa de investigación.
32. Ver, por ejemplo, N. Kay. «Post·Keynesian Economics and New Approaches lo Industrial Economics»,
en Pheby (1989: 191-208); B. Haines y J. R. Shackleton. <.<The New Industrial Econonllcs)), en Shackleton,
1990: 178·204; Shephcrd (1990), traducción inglesa: Economics ofOrder mul Disorder: The Market
as Organizer and Curator, Oxford: Clarendon Press, 1992.
33. Eggertsson (1990): cap. l. Para esta parte, J. Lesoume exhibe la ambición de contribuir a una síntesis
incluso mayor, ya que su Économie de l'ordre et du désordre (París: Économica, 1991) se presenta
como la primera piedra de una construcción que se inspira en varias corrientes del pensamiento cientí·
fico: la teoría general de los sistemas, la corriente evolucionista, el enfoque del comportamiento, el
enfoque institucional y la misma teoría económica (p. 10-13).
34. Earl (1988) puso en duda el trabajo de los pseudo-conductivistas (p. 9·12).
35. Ver, por ejemplo, en su bibliografía, 1983, 1984, 1985, 1986.
36. M. Lagueux. «Le libéralisme économique comme programme de recherchc et comme idéologie»,
Cahiers d' économie politique, no 16-17, 1989: 142.
37. Alchian y Demsetz. (1972: 778).
38. Y. Giordano. «Décision et organisations: quelles rationalités?)), Économies et sociétés, vol. 25, no 4,
serie SO no 17, 1991:172.
454 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

Es difícil no acordarse aquí de Penélope. Mientras algunos de los economistas tra-


bajan para hacer que los conceptos y las herramientas teóricas sean más capaces de
tomar en cuenta la realidad de los mercados y de las empresas, otros aplican los análisis
más reduccionistas a la empresa, a la organización y más allá del campo de la econo-
mía. En términos del proceso de conocimiento económico, ¿no es éste un caso de un paso
adelante y muchos pasos atrás?

3. SíSIFO: RECONSTRUYENDO ETERNAMENTE LA HETERODOXIA

Ante la vitalidad de lo que hemos llamado «la nueva fortaleza», puede parecer que las
heterodoxias de ayer estén debilitadas. Así, el institucionalismo, en lugar de desarrollar
su propia coherencia, ajusta, como hemos señalado, sus melodías como contrapunto
al tema neoclásico dominante, constituyendo una fuente del resurgir de diferentes
corrientes de pensamiento. La corriente postkeynesiana está muy viva, con sus pro-
pios canales de circulación, departamentos universitarios y centros de investigación
en los que es influyente. Sus publicaciones son numerosas y diversificadas. Pero, al
mismo tiempo, uno puede preguntarse si existe como una única coniente. Por ejem-
plo, muchas veces en oposición, y a veces en feroz conflicto, se encuentran los discí-
pulos de Sraffa ¡¡aquellos que creen que los enfoques keynesiano y neoricardiano son
incompatibles39 •
En lo referente al marxismo, éste experimentó un resurgimiento innegable en la
década siguiente a 196840 Pero en este periodo sufrió un proceso de fragmentación en
diferentes disciplinas académicas (antropología, sociología y econonúa en particular)
y muchos autores fueron asociados a movimientos políticos (comunistas ortodoxos.
trotskistas, maoístas, tercermundistas). En economía, los manuales de econonúa mar-
xista se multiplicaron41 . La ola de matematización dio lugar a reescrituras fonnalizadas
de Marx42 , debidas no solamente a economistas que reivindicaban a Marx corno su
autoridad. Samuelson, entre otros, después de describir a Marx como un postricardia-
no menor y autodidacta, le vio como un importante economista matemático43, mien-

39. Ver arriba, capítulo 6, donde el lector encontrará muchas referencias a la literatura postkeynesiana con-
temporánea.
40. Ver Howard y King (1992); H. Gintis, «The Re-emergen ce of Marxian Economics ín America», en B.
Ollman y E. Vernoff (eds.). The Left Academy: Marxist Sclwlarship 011 American Campuses, vol 1,
Nueva York, McGraw-Hill, 1982. Ver también los textos reunidos en King (1990); G. Camvale {ed.). Mar.x
and EconomicAnalysis, Aldershot, Hants: Edward Elgar, 1990; S. W. Helbum y D. F. Bramhall (eds.).
Marx, Schumpeter y Keynes: A Centenary Celebration of Dissent, Annonk: Nueva York, M. E. Sharpc.
41. Ver, por ejemplo: J. F. Becker. Marxian Political Economy: An Out/ine, Cambridge, Inglaterra: Cambridge
University Press, 1977; G. Catephores. An lntroduction to Mar.xisr Economics, Nueva York: New York
University Press, 1988; L. Gil\. L' Économie Capitaliste: un analyse marxiste, 2 vol., Montreal, Presses
socialistes internationales, 1976 y 1979; J. Gouverneur. Manuel de théorie économique mar.xiste,
Bruselas: De Boeck-Wesmael, 1987; M. C. Howard y J. E. King. The PoUtical Economy of Marx,
Harlow, Longman, 1975; P. Salama y J. Valier. Une introduction O. l' économie politique, París: Fmn9ois
Maspero, 1973.
42. En particular Brody (1970); J. E. Roemer. Analytical Foundations of Marxian Economic Theory, -
Cambridge, Inglaterra: Cambridge University Press, 1981.
43. Ver, en particular, «Wages and Interest: A Modem Dissectíon ofMarxian Economic Models», American
Economic Review, vol. 47, 1957: 884-912; «Understanding the Marxian Notion ofExploitation:
SOBRE BABEL YTRES FIGURAS DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO ACTUAL 455

tras que Morishima le describe como el cofundador, junto con Walras, de la economía
matemática moderna (Morishima, 1973). Hubo un intenso debate, alimentado por las
aportaciones de las escuelas sraffiana y neoricardiana, sobre la importancia de la obra
de Marx, y en particular sobre el problema secular de la transformación de los valores
en precios de producción44 • Mientras algunos autores de las corrientes postkeynesia-
na y neoricardiana, como por ejemplo K. Bharadwaj (1989) y Steedman45 , y algunos eco-
nomistas marxistas como Dobb (1973) y Meek46, consideran que la obra de Sraffa
amplía la de Marx, otros creen que la traiciona47 • A este respecto, la frontera entre el mar-
xismo y la teoría postkeynesiana, así como la frontera entre estos dos y el institucio-
nalismo, es muchas veces borrosa e inestable, incluso más debido a que cada una de
estas corrientes de pensamiento es atravesada por múltiples subcorrientes. Mientras
tanto, además de los numerosos análisis dedicados al capitalismo global, el imperia~
lismo y la crisis, es destacable el trabajo de S. de Brunhoff sobre el dinero y el Estado~
La estanflación que golpeó a las economías capitalistas desde principios déios-
años 70 alimentó la llama del liberalismo y debilitó el keynesianismo. Durante un tiem-
po estimuló al marxismo, a su vez desestabili_zándolo más tarde con el retroceso de los
ideales socialdemócratas y socialistas en los países capitalistas. El colapso de los regí-
menes de tipo soviético propició otro serio golpe. Es difícil que los acontecimientos
históricos maten una corriente teórica, un enfoque que en sí mismo pretende explicar
tales cambios, pero es cierto que dan, a ojos de algunos, un aire de obsolescencia a

A Summary of the So-Called Transformation Problem Between Marxian Val ues and Competitive Prices)),
Journal of Economic literature, vol. 9, 1971: 399-431; «Marx as a Mathematical Economist: Steady~
State and Exponential Growth Equilibrium)), en G. Horwich y P. A. Samuelson (eds.). Trade, Stabifil)\
and Macroeconomics: Essays in Honor of Lloyd A. Mett.ler, Nueva York y Londres: Academia Press:
1974:269-307.
44. Sobre este tema, ver G. Dostaler. «Marx's Theory of Value and the Transformation Problem: Sorne
Lessons from a Debate)),Studies in Political Economy, ll0 9, Otoño, 1982: 77~101; G. Dumenil. «Beyond
the Transformation Riddle: ALabourTheory ofValue)•, Science and Society, vol. 47, 1983-4: 427·50;
A. Lipietz. «The So-Cal\ed ''Tmnsfonnation Problcm" Rcvisited)), Joumal of Economic 17ieory, vol. 26,
1982: 59-88; J. S. Szumski. «TheTransfonnation Problem Sol ved?)), Cambridge Joumal o[Economics,
vol. 13, 1989: 431-52. Ver los textos reunidos G. Dostaler (ed., con la colaboración de M. Lagueux).
Un Echiquier centenaire: rhéorie de la valeur etfonnation des prix, Paós/Montreal: La Découverte/Presses
de l'Université du Québec; y en I. Steedman et al. The Value Controversy, Londres: New Lefl Books y
Verso, 1981.
45. MarxAfter Sraffa. Londres: New Left Books, 1977.
46. Ver su prefacio a la segunda edición de Studies inthe Wbour Theory ofValue, Londres: Lawrence &
Wishart, 1973 (Primera edición, 1956).
47. Ver, por ejemplo, Amin (1977); C. Benetti, C. Berthomieu y J. Cartelier. Economie classique, économie
vulgaire: Essays critiques, Grenoble: Presses universitaires de Grenoble, 1984; Mande!, B. Rowthom.
«Neo-classicism, Neo-Rícardianism and Marxism)), New Left Review, no 86, 1974: 63~87.
48. Sobre estos temas, deberíamos mencionar, aparte de Jos numerosos trabajos de S. Amin, los siguien~
tes: A. Brewer. Marxist Theories oflmperialism, A Critica/ Survey, Londres: Routledge & Kegan Paul,
1980; A. Emmanuel. Unequal Exclwnge: A Study ofthe lmperialism ofTrade, Nueva York: Monthly
Review Press, 1972; M.Itoh. Value and Crisis, Londres: Pluto y Nueva York: Monthly Review Press,
1980; H. Magdoff. Jmperialism: From the Colonial Age ro the Present, Nueva York: Monthly Review
Press, 1978; P. Mattick. Marx and Keynes: The Limits ofthe Mixed Economy, Londres: Merlin, 1971;
J. J. O'Connor. The Fiscal Crisis ofthe State, Nueva York: StMartin's Press, 1973; R. Owcn y B.
Sutcliffe (eds.). Studies in the I11eory of Jmperialism, Londres: Longman, 1972; H. Radice. Jntemational
Firm and Modern lmperialism, Harmondsworth: Penguin, 1975.
456 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

ciertos trabajos. Igual que el keynesianismo, el marxismo, como dicen, ya no está de


moda.
Las nuevas olas de la heterodoxia se han caracterizado principalmente por inter-
pretar el funcionamiento de la economía cercana a Jos hechos y a la historia. Más allá
de la historia económica49 y de la historia cuantitativa50, se trata de intentar el análisis
de la realidad económica entendida en su dimensión histórica, en breve, de lo que
podría llamarse economía histórica51 • La economía política tenía sus raíces en la historia.
Fue economía histórica. De Turgot a Smith y a Mili y Marx, de la escuela histórica
alemana, Marshall y Schumpeter a Keynes, Hayek y Perroux, los economistas que han
marcado el pensamiento económico tuvieron en cuenta la dimensión histórica. Esta
inclinación hacia la historia es, además, común a todas las heterodoxias. Para la casi
totalidad de los postkeynesianos, los institucionalistas, los radicales y los marxistas,
al menos una parte del trabajo tiene una dimensión histórica; y este es también el caso
del muy diversificado conjunto de economistas que han trabajado el desarrollo, el futu-
ro del capitalismo y sus crisis, las economías nacionales y las economías internacio-
nales y globales.
Muy a menudo, la forma en que la economía y la historia se articulan permanece
implícita. Jean Lhomrne intenta clarificar el terna: para él, son «los hechos históricos
los que proporcionan la materia prima para la teoría económica»52, de ahí la impor-
tancia del trabajo que debe realizarse sobre su representatividad, homogeneidad, cohe-
sión y su continuidad en el tiempo; además, el economista debe recurrir a la historia
para someter a prueba los conceptos que, como criterio, deben «corresponder con la
realidad»53 • Más ambicioso es el proyecto de Pierre Dockes y Bernard Rosier «de prac-
ticar la economía dando un mayor énfasis al análisis del cambio en el tiempo históri-
co, situando así el despliegue de los fenómenos económicos en una dinámica de
irreversibilidad, de innovación irreducible, pero también en medio de los ju¡:gos y con-
flictos sociales, de descubrir la diversidad de duraciones y ritmos»54 . Su ambición como
economistas es construir algo como las conocidas muñecas rusas, con un abanico de
teorías, de la más específica a la más general.

49. Ilustrada primero por historiadores, desde Sombart a E Braudel, l. Wallerstein y J. Bouvier-pero tam-
bién por especialistas de otras disciplinas, como el demógrafo Alfred Sauvy y Karl Polanyi, a quien es
difícil clasificar en una disciplina específica- y a la que decenas de economistas contemporáneos apor-
taron, bajo diferentes formas, sus contribuciones. Ver Hicks (1969}; A. J. Field (ed.). The Future of
Economic History, Boston: Kluwer-Nijhoff, 1986; W. N. Parker (ed.). Economic Historyand the Modem
Economist, Oxford: Basil Blackwell, 1986.
50. Evidentemente, en primer lugar uno piensa en S. Kuznets y, en Francia, en J. Marczewski.
51. «Economie et histoire, nouvelles approches», número editado por P. Dockes y B. Rosier. Revue éco-
nomique, voL 42, 1991: 145-441; R. Boyer. ~~Economie et histoire: vers de nouvclles alliances». Annafes
ESC, año 44, 1989: 1397-426; R. Boyer, B. Chavance y O. Godard. Les figures de J'irréversibifité en
économie, París: Ecole des Hautes Etudes et Ciences Sociales, 1991.
52. Economie et histoire. Ginebra: Droz, 1967: 16. Ver M. Beaud. «Economie, théorie, histoire: Essai de cla-
rification», en Revue économique, vol. 42, 1991: 155-72.
53. lbid., p. 30.
54. Introducción al número especial «Economie et histoire: Nouvelles approches)) y <<Histoire "raisonnéc" et
économie historiquc)). Revue économique, vol. 42, 1991: 150. Ver también de los mismos autores Rytlunes
économiques, crise el changement social. Une perspective historique, París: La Découverte, 1983; L'Histoire
ambigue: Croissance el développemenr en question. París: Presses Universitaires de France, 1988.
SOBRE BABEL Y TRES FIGURAS DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO ACTUAL 457

Este intento de expresar las dos dimensiones, la teórica y la histórica, adopta amplia-
mente el enfoque subyacente en gran parte de la obra de Schumpeter, ya sea de su aná-
lisis del empresario, de la innovación y su papel en los movimientos económicos, o su
pensamiento sobre la evolución a largo plazo del capitalismo y del socialismo. Es muy
próximo al de autores como Perroux, tomando en cuenta la economía dominante, la
empresa dominante y la industria dominante, y de sus sucesores como M. Byé, con la
gran unidad interterritorial55 , y J. Weiller, con la preferencia racional por las estructu-
ras56. También es congruente con los trabajos de algunos institucionalistas57 . En este
amplio campo de la economía histórica, la escuela de la regulación realizó un intento
sistemático de desarrollo teórico 58. Obtiene su inspiración de diferentes fuentes: el mar-
xismo y el postkeynesianisrno con una fuerte influencia kaleckiana, de la escuela his-
tórica, de Schumpeter y de la tradición de la economía política académica francesa
relacionada con el estudio de la sociedad y de las instituciones, mezclándolos todos de
nuevo para hacer una nueva masa que las levaduras post-1968 ayudaron a expandir.
Los primeros trabajos trataron de la acumulación en Estados Unidos59 , de la construc-
ción de un modelo macroeconómico de la economía francesa de inspiración postkey-
nesiana60 y de la inflación en Francia61 •
En palabras de Boyer'2, <<los enfoques en términos de regulación prestan mucha
atención a las formas precisas que toman las relaciones sociales fundamentales en una
sociedad determinada durante una fase histórica particular»; en particular, prestan aten-
ción a las «relaciones mercantiles» y a la «relación trabajo-capital», analizando sus
«formas institucionales» (p. 13). En base a una macroeconomía de influencia pos-
tkeynesiana, analizan los «regímenes de acumulación» concebidos como «el conjunto

55. 1<La Grande Unité Interterritoriale dans J'industrieextractive». Calliers de 1'/.S.E.A., serie F, no 2, sep-
tiembre 1955:·5-97.
56. «Les préférences nationales de structures et la notion de déséquilibre estructure!». Revue d' économie poli-
tique, vol. 59, 1949: 414-34; L'Economie illfemationale depuis 1950. París: Presses Universitaires de
France, 1965.
57. R. R. Nelson y S. G. Winter. An Evo/utionary Theory of Economic Clwnge, Cambridge, Massachusetts:
Harvard University Press, 1982.
58. R. Boyer. La Théorie de la régulation: une analyse critique, París: La Découverte, 1986; trad. al inglés:
The Regulation Sclzool: A Criticallntroduction, Nueva York: Columbia University Press, 1990; id.
«Les théories de la régulation: París, Barcelone, New-York». Revue de sylllhi'!se (CNRS, Sección 4a), no 2,
abril-junio 1989: 277-91. Ver también: Le cofloque de Barcelone, Economies et societés, vol. 23, n° 11
(R4), 1989 y vol. 24, no 12 (R 5), 1990. BobJessop (1<Regulation Theories in Retrospect and Prospect».
Economies et socictés, vol. 21, no 11 (R 4), 1989: 8 y siguientes) distingue entre siete escuelas de regu-
lación: tres relacionadas con la economía marxiana (los economistas de Partido Comunista francés, que
analizan el capital del monopolio estatal; la escuela de Grenoble; y la escuela de Amstcrdam); y otras
tres (en Alemania, en los países escandinavos y en los Estados Unidos) que pueden situarse en relación
a la escuela de París, que con M. Aglietta, H. Bertrand, R. Boyer, A. Lipietz, J. Mistral y otros realizó
el esfuerzo fundador, que trataremos aquí.
59. M.Aglietta. Régulation et crises du capiralisme: L'EJ.periénce des Etats-Unis, París: Calmann-Lévy, 1976;
trad. al inglés: A Theory of Capiralist Regulation, Londres: New Left Books, 1979).
60. J. Mazier. La Macroéconomie appliquée, París: Presses Universitaires de France, 1978.
61. Trabajos completados en el contexto del Centre de Recherches Prospectives d'Economie Mathématique
Apploquée ft la Planification (CEPREMAP).
62. Ver R. Boyer. The Regulation School, op. Cit. Ver también R. Boyer y J. Mistral. Accumulation, infla-
tion, crises, París: Presses Universitaircs de France, 1986; id. (ed.). La Flexibilité du travaif en Europe,
París: La Découverte, 1986.
458 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

de regularidades que aseguran el progreso general y relativamente coherente de la acu-


mulación de capital>> (p. 35), tanto como los <<modos de regulación>> (p. 43). Este enfo-
que permitió la realización, de forma coherente y coordinada, de análisis centrados en
las dinámicas del capitalismo pasado y presente, distinguiendo de fonna sistemática
los diferentes tipos de crisis, enfatizando la distinción entre regímenes de acumulación
extensivos e intensivos y sacando a la luz el fordismo en la explicación tanto del cre-
cimiento de posguerra como de la crisis de los años 70 y 8()63• Generó nuevos traba-
jos, en particular sobre el dinero64 y la organización del trabajo65 .
En el campo de la economía histórica, también se puede encontrar a autores que
han trabajado sobre el sistema capitalista global66 y las empresas transnacionales 67 . Su
trabajo es de alguna forma paralelo al de la escuela de la regulación, ya que esta últi-
ma toma la economía nacional como su punto de partida. Sin embargo, también toma-
ron en consideración la dimensión internacional del capitalismo, y plantearon el concepto
de régimen internacionai 68 ; aquí pueden verse algunas similitudes, ya sea con el enfo-
que inglés en términos de hegemonía69, o con aquellos enfoques orientados a relacio-
nar las dimensiones nacional y global del capitalismo70• En esta misma área de influencia
de la economía histórica podemos encontrar a americanos radicales como S. Bowles,
D. M. Gordon, T. Weisskopf. R. Edwards y E. Reich. Entre sus trabajos y los de la
escuela de la regulación se puede encontrar una fuerte convergencia: por ejemplo, la
idea de estructura social de acumulación71 cubre en gran parte la del régimen de acu-
mulación; también existe una fuerte relación en las formas en que estas dos escuelas
analizan la «relación salariab> (rapport salarial) y el compromiso capital-trabajo, así
como la crisis de los años 7072• Otra convergencia puede apreciarse con M. Piore, quien,
en colaboración con C. Sabe!, abordó el análisis del postfordismo definiendo la espe-

63. Para una crítica de este enfoque, ver, por ejemplo, J. Cartelier y M. de Vroey. «L'approche de la régu-
Jation. Un nouveau paradigme?», &onomies et societés, vol. 23, no 11 (R 4), 1989: 63-87.
64. M. Aglietta y A. Orléan. La Violence de la momzaie, París: Presses Universitaires de France, 1982.
65. B. Coriat L'Atelier elle dllvnometre,París: Bourgois, 1979", L'Atelieret fe robot, Pruis: Bourgois, 1990.
66. En particular I. Wallerstein. Historical Capitalism, Londres: Verso, 1983; S. Amin (1970, 1976)
L'lmpérialisme.
67. En particular Vemon (1971, 1985) y C.-A. Michalet. Le Capitalisme mondial, París: Presscs Universitaires
de France, 1976 (nueva edición, 1985).
68. A. Lipietz considera que éste puede existir «COmo un sistema global de acumulación» (Mirages et
miracles, París: La Découverte, 1985: 101; trad. al inglés: Mirages and Miracles, Londres: Verso,
1987. J. Mistral relaciona el análisis de las áreas estratégicas y de los regímenes internacionales de acu-
mulación («Régime internationa1 et trajectoires nationales», R. Boyer (ed.). Capitalismesfin de siecle,
1986: 172 y siguientes). M. Aglietta estudia el «regimen monetario internacional que se establece alre-
dedor de una moneda clave>> (LA Fin des devises-clés, París: La Découverte, 1986: 44 y siguientes).
69. R. Gilpin. Tlze Political Economyoflntemational Relations, Princeton University Press, 1987; J. Kolko.
Restmcturing the World &onomy, Nueva York: Pantheon Books, 1988; S. Strange. States and Markets,
Londres: Pinter, 1988.
70. J. O. Anderson. «Capital and Nation~State: A Theoretical Perspective>>, en Development and Peace,
vol. 2, 1981: 238-54; M. Beaud. Histoire du capitalisme, París: Seuil, 1981; Trad. al inglés: A History
of Capitalislñ, Nueva York: Month1y eview Press, 1983; id. Le systeme national!mondial hiérarchisé,
París: La Découverte, 1987.
71. Bowles (1983).
72. Bowles, Gordon y Weisskopf(l983); R. Edwards, D. M. Gordon y E. Reich. Sefmented UVrk, Divided
WOrkers, Cambridge, Inglaterra: Cambridge University Press, 1982.
SOBRE BABEL YTRES FlGURAS DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO ACTUAL 459

cialización flexible 73, un tema adoptado por los teóricos franceses de la escuela de la
regulación. Finalmente, podemos recordar aquí a algunos defensores del enfoque moder-
no inglés en términos de «Corporatismo>)74 , un enfoque que tiene en cuenta las carac-
terísticas del sistema político y los modos de representación de los intereses de cada
país, las estrategias de los actores principales (el Estado, los empresarios, los sindica-
tos) y la naturaleza y papel de las relaciones sociales.
A pesar de que sus trabajos están en gran parte inspirndos por los debates (mencionados
en la sección previa) sobre el mercado, la empresa, la racionalidad y la organización, los
defensores de las «economías de las convenciones» (économies des conventions)15 pare-
cen ocupar más y más el campo de la economía histórica. De hecho, si sitúan en el cora-
zón de su análisis las dos fonnas más importantes de coordinación que constituyen el
mercado y la empresa, establecen que ninguna de las dos puede funcionar «sin un marco
común, sin una convención constitutiva>>76, lo que en sí mismo sólo puede entenderse si
se sitúa en la historia de las sociedades. Por lo tanto, el análisis de las convenciones puede
pennitir la vinculación de campos demasiadas veces separados como son la economía, la
sociología y la historia, el establecimiento de vínculos entre el pensamiento teórico y el
análisis de la realidad, y la constitución de un punto decisivo entre el individualismo y
el holismo y entre la microeconomía y la macroeconomía. Aquí encontramos nueva-
mente fuertes convergencias con los institucionalistas y la escuela de la regulación77•
Con su esfuerzo orientado permanentemente a devolver la dimensión histórica,
sociológica y política a la economía, son numerosos los que, como Sísifo, trabajan una
economía histórica en reconstrucción permanente, y quienes, si no son atractivos por
su coherencia formal y pureza, deben serlo por su capacidad de explicar las transfor-
maciones y la evolución de las economías nacionales y globales.

4. ÍCARO: EL VUELO ROTO DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO


Para muchos de sus fundadores, la economía política era pensamiento pluridimensio-
nal en dos sentidos. En primer lugar, era simultáneamente una teoría del mercado y de
los procesos productivos, del actor individual y de la sociedad, de la elección racional
y del cambio histórico. A la vez, era también un intento de comprender los procesos
observables, un esfuerzo de conceptualización y formalización, una guía para las deci-
siones del Príncipe y la consideración de los objetivos. Como disciplina de triple dimen-
sión -humana, social e histórica-, era una «ciencia política y moral». Esta tradición,

73. The Second Industrial Divide, Nueva York: Basic Books, 1984.
74. P. C. Schmitter y G. Lehmbruch (eds.). Trends Toward Corporatistllllermediation, Beverly Hills,
California: Sage, 1979; S. D. Berger (ed.). Organising brterest in Westem E11rope, Cambridge, Inglaterra:
Cambridge Universily Press, 1981; P. J. KalZcnstein. Corporatism and Change, lthaca, Nueva York:
Cornell University Press, 1984. Ver también F. L. Pryor. «Corporatism asan Economic System: A
Review Article». Journal ofComparative Economics, vol. 12, 1988: 31744.
75. J.-P. Dupuy, F. Eymard, O. Favereau, A. Oriéan, R. Salais, L. Thévenot (eds.). «L'Economie des con-
ventions». Número especial de Revue économique, vol. 40, 1989: 141-400.
76. Revue économiq1te, vol. 40, 1989: 142.
77. Ver, entre otros, R. Boyer y A. Orléan. «Les transfonnations des conventions salariales entre théorie et
histoirCll. Revue écmromique, vol. 42, 1991: 269. Ver también Boyer, The Regulation Sclwol, op. cit.:
xix-xxii.
460 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

nacida con Petty, Turgot, Smith, Malthus y Ricardo, ¿murió con Keynes, Frisch, Myrdal,
Perroux, Tinbergen y Hayek? Es de temer tal posibilidad
No es que, entre los economistas vivos y pensantes, todos hayan perdido la espe-
ranza en un enfoque multidimensional, pero, con la enorme producción de trabajos
sobre economía escritos en las décadas recientes, el análisis, la teoría, la investigación
-y con ellos, el pensamiento- han estallado en muchos campos: el mercado, la empre-
sa, la elección pública, el consumidor, la economía nacional, el trabajo, el empleo, el
bienestar, la economía internacional, las empresas transnacionales, el proceso de la
globalización, el capitalismo, la tecnología, la innovación, la información y otros innu-
merables; cada uno de ellos con subáreas de especialización, encerrados todos por la
estructura de las escuelas, las tradiciones teóricas y los lenguajes. El economista debu-
tante, tanto como el autor veterano, habiendo trabajado duro para conseguir reconoci-
miento en una o dos áreas, dudará, con razón, antes de embarcarse en la tarea de construir
un enfoque teórico que lo abarque todo.
Además, los últimos 40 años han estado marcados por una remarcable prolifera-
ción de trabajos formales y teóricos sobre mercados, equilibrios, opciones y estrate-
gias, con el estudio de la realidad económica contemporánea convertido en una actividad
de segunda clase, escasamente vinculada a lo anterior. El asesoramiento a los gobier-
nos ha disminuido; y pasarán varias generaciones de ordenadores antes de que uno sea
capaz de relacionar la teoría del equilibrio general con las opciones concretas de polí-
ticas económicas, si llega a ser posible alguna vez. Por lo que respecta la la dimensión
ética, algunos economistas han intentado reintroducirla, ya sea para ampliar el análisis,
para incluir por ejemplo la idea de la equidad y de la «Super-equidad>> (Baumol, 1986
con Fischer), para comentar sobre cómo se está desarrollando el mundo (Hirschman,
1984; Sen, 1985, 1987 On Ethics), para criticar la falta de realismo de la teoría ortodoxa
(Bartoli78), o de nuevo como punto de partida para aquellos que niegan la ingoberna-
bilidad del mundo (Tinbergen, f990; Gruson, 1992).
El presenciar esta doble explosión en el conocimiento económiCo debería llevar a
la aceptación del pluralismo y a su defensa. Pero debería llevar también a una reflexión
sobre la necesidad del pensamiento. Ya en el siglo XVI, Fran~ois Rabelais escribió que
«science sans consciente n'est que ruine de l'Qme>) 19• ¿Qué podemos decir hoy de la
formalización sin reflexión? Dos informes recientes, realizados a iniciativa de la American
Economic Association, demuestran el impasse al que ha llevado el énfasis excesivo en
las matemáticas y la formalización en la enseñanza de la econonúa en Estados Unidos80•
Ya sea por mala suerte o como provocación deliberada, la nota de Lawrence Summers,
un economista del Banco Mundial, revelada por la prensa inglesa, es, a su manera, un indi-
cativo de las incongruencias que se han generado por el análisis que da privilegio al cál-
culo racional. El autor ofrece una justificación racional para el desplazamiento de la
polución y de los desechos del norte al sur, donde los salarios son menores, en térmi-

78. Economie et création co/lective. París: Economica, 1977; L'Economie multidimensionnelle. París:
Economica, 1991.
79. «La ciencia sin conciencia no es más que la ruina del alma)) (T!Je Complete Works od Rabelais, Nueva
York: Modem Library, 1944: 194).
80. A. O. Krueger et al. «Report of the Commission on Graduate Education in Economics)> y \V. Lee
Hansen. «The Education and Training of Economics Doctorates>>. Journal of Economic Literature,
vol. 29, 1991: 1.035-1.053 y 1.054-1.087.
SOBRE BABEL YTRES FIGURAS DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO ACTUAL 461

nos de la relación entre el coste de una polución peligrosa para la salud y los beneficios
absorbidos por el crecimiento de la enfermedad y de la mortalidad81 .
¿Es éste el estado actual de la disciplina? ¿Es la naturaleza de los problemas? El
pensamiento económico se muestra hoy enfermizo, aunque persistan, aquí y allí, algu-
nas llamas entre las brasas. Cuando el último panfleto anarco-capitalista y la abundante
gama de explicaciones marxistas de la última crisis se hayan colocado en las estanterías,
¿que será del pensamiento sobre los sistemas? Para algunos autores, hoy muy de moda,
hemos llegado simplemente al «final de la historia» 82• Incluso la encíclica Centesimus
Annus del Papa Juan Pablo JI apenas obtuvo una respuesta por parte de Jos economis-
tas; debe decirse que en medio de una fuerte corriente liberal, el Papa denunció los
límites del liberalismo y habló a favor del papel del Estado del bienestar83 .
Mientras las naciOfles del Tercer Mundo han experimentado tasas muy diferentes
de desarrollo, la duda se impone: tanto en el norle como en el sur, hay voces que expre-
san dudas sobre el desarrollo como objetivo universal 84 • En este área, además, las cer-
tezas desaparecen rápidamente: de la confianza en el socialismo a la hipótesis de los
agentes racionales y al liberalismo; del proyecto basado en la construcción de una eco-
nomía nacional a las estrategias de diversificación en el corazón de los mercados inter-
nacionales; del papel dominante del Estado al eslogan «menos Estado»85 . Los principales
esfuerzos hacia la reflexión global han sido colectivos y han estado estimulados por
los políticos: el Informe Brandt, que se centró en el abismo cada vez más profundo
entre el norte y el sur'6; el Informe Brundtland, que subrayó el empobrecimiento de
los más pobres y que, a pesar de su incapacidad para producir soluciones, tuvo éxito
en ofrecer un eslogan: el desarrollo sostenible87 , es decir, aquél que es capaz de pre-
servar el entorno y las oportunidades de las generaciones futuras. Ya que el medio
ambiente se ha convertido, para todas las disciplinas científicas, en uno de los más
importantes objetos de estudio a finales del siglo. Algunos economistas geniales ya Jo
habían entendido (Boulding, 1966 «The Eronomics>>; Georgescu-Roegen, 1971, 1978,
1979, Demain, 1980, 1982; Commoner'", Passet89). Otros ya habían aplicado sus téc-
nicas al medio ambiente bastante antes90: en concreto, en el análisis del input-output

81. Ver The Economist, 8 de febrero de 1992, el FinancialTtmes, lO de febrero de 1992, Courrier
lntemational, 20 de febrero de 1992.
82. F. Fukuyama. The End of History and the Las/ Man, Nueva York: Free Press, 1992.
83. Ver: Le Centenaire de Rerum Novarum, editado por Hugues Puel, París: Cerf, 1991.
84. S. Latouche. Fmu-il refuser le déve/opment?, París: Presses Universitaires deFrance, 1986.
85. Ver: G. Grellet. «Un survol critique de que1ques orthodoxies contemporaines)). Revue Tters-Monde,
vol. 33.1992:31-66.
86. Wllly Brandt (ed.). North-Sout/1: A Programmefor Suroival, Informe de la Independent Commission
on International Developmentlssues, Cambridge, Massachusetts: MITPress, 1980.
87. World Commission on Environment and Development. Our Common Fwure, Nueva York: Oxford
University Press, 1987. Ignacy Sachs había propuesto en 1972 el concepto de ecodesarrollo.
88. The Closi11g Circle: Nature, Man and Teclmology, Nueva York: AlfredA. Knopf, 1971.
89. L'Economique elle vivmlf, París: Payot, 1979.
90. R. Y N. Dorfman (eds.). Economics ofthe Enviromnent, Nueva York: \V. W. Norton, 1972;A. C. Fisher
y F. M. Peterson. «The Environment in conomics: A Survey». Joumal ofEconomic Literature, vol. 14,
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3- 13; W. E. Oates (ed.). The Economics ofthe Environmelll, Aldershot, Hants: Edward Elgar, 1992.
462 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

(Leontief, 1970) y en el análisis de las externalidades (Baumol, 1975 con W. E. Oates;


1979 con Oates y Batey Blackman). Pero estas técnicas, ¿permiten algo más que acla-
rar ciertos problemas bien definidos? ¿No es necesaria la emergencia del pensamien-
to global para dar luz a una nueva tarea, a la que, en toda su complejidad, se enfrenta
la humanidad?91
Como disciplina que ha estallado, la ciencia económica actual se desarrolla a tra-
vés de multitud de trabajos, dedicados en su mayor parte a temas limitados, aborda-
dos a través de enfoques reduccionistas. El momento de la síntesis y de la reconstrucción
parece estar más alejado que nunca. Muchos economistas eligen su disciplina con la
esperanza de contribuir a solucionar los grandes problemas de su tiempo: el desem-
pleo en los años 20 y 30, el subdesarrollo en el periodo de posguerra, y actualmente
la desigualdad, la pobreza, el hambre y el ataque al medio ambiente. Pero cada uno de
estos problemas constituye un hecho social global92 • No es reduciéndolo todo a sus
fragmentos constitutivos, a elecciones individuales y al cálculo de la rnaximización,
no es ni siquiera a través de la construcción de un conjunto de teorías parciales sobre
ellos que llegaremos a comprender estos problemas. Debemos tener en cuenta el hecho
social global, que nos lleva a traspasar el estrecho análisis económico, tal como han
hecho Myrdal, Perroux, Tinbergen, Boulding y Hirschman; y Sen para el hambre,
Hayek para el mercado, Simon para las organizaciones, Kornai para las economías pla-
nificadas. Para encontrar explicaciones útiles para los problemas centrales de la eco-
nornia, es hacia los no economistas donde debemos mirar: hacia Polanyi para el proceso
del cambio social estructural vinculado a la expansión de la economía de mercado,
hacia Rawls para la desigualdad y la justicia, hacia Habermas para el futuro de nues-
tras sociedades, hacia Prigogine para la complejidad.
Muchos economistas cuestionan profundamente los métodos y las baSes mismas
de la investigación económica. No hemos podido mencionar aquí el importante traba-
jo sobre metodología económica qU:e existe desde el comienzo de la disciplina de la
economía, y que ha resurgido en los últimos 20 años, estimulado por trabajos tales
como los de Blaug (1980 The Methodology), Bo!and93 , Caldwell94, Hausman 95,
Hutchison (1978, 1981, 1992), Kolm96, Latouche97, Mayer (1993), Pheby98 y muchos
otros99• La aparición de publicaciones como Economics and Philosophy y el Journal of

91. ¿Puede alguien ver alguna aportación en este sentido en la Declarationfor Universal Environmental
Rights divulgada por el CSE (Center for Science and Environment) de Nueva Delhi, dirigido por Anil
Agarwal?
92. Un <ifait social total». Leer, entre otros, a Maree! Proust y Femand Braudel.
93. The Foundations of Economic Method. Londres: Allen & Unwin,l982.
94. Beyond Positivism: Economic Mcthodology in tlzc Twcllfieth Cellfury. Londres: Allen & Unwin, 1982.
95. Capital, Projits and Prices: An Essay inthe Plzilosop!Jy of Economics. Nueva York: Columbia University
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Cambridge University Press, 1992.
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97. Epistémologie et économie. París: Anthropos, 1973; Le Proces de la sciencc socia/e. París: Anthropos,
1984.
98. Methodology and Economics: A Critica! Introduction. Londres: M:icmillan, 1998.
99. Ver también los textos reunidos en N. de Marchi y M. Blaugh (eds.). Appraising Economic Theories:
Studics in thc Metlwdo1ogy ofScientific research Programmes,Aldershot, Hants: Edward Elgar, 1991;
SOBRE BABEL YTRES FIGURAS DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO ACTUAL 463

Economic Methodology (vinculado al Internacional Networkfor Economic Method)


es un indicativo de este nuevo resurgir. Klamer, McCloskey y otros han enfatizado la
importancia, en economía igual que en otros ámbitos de investigación, de la naturale-
za del discurso, de la retórica y del arte de la persuasión 100• P. Mirowski (1989) desen-
cadenó un vivo debate al proporcionar una nueva interpretación de la relación entre la
física y la economía 101 • Basándose en un enfoque generado por el estudio de la turbu-
lencia en meteorología, la teoría del caos 102 , algunos intentan rejuvenecer el estudio
de las fluctuaciones cíclicas sin limitarse a la estructura determinista basada en la físi-
ca clásica 103 •
En relación a la formación de los teóricos de la economía, R. H. Nelson subraya
la necesidad de aumentar su conocimiento en campos como el de la historia, el derecho,
la ciencia política y las instituciones, con, finalmente, un retorno a la tradición de la
economía política 104 • Tan pronto como en 1978, T. W. Hutchison escribió: «En lugar
de esperar a Newton, o a un nuevo Keynes, puede ser más prometedor intentar res-
taurar los componentes históricos, institucionales y psicológicos del tema, tan magis-
tralmente incorporados en La riqueza de las naciones>> (Hutchison, 1978: 320).
En esta perspectiva, uno puede ver la historia económica, ya evocada antes, y tam-
bién la «Socioeconomía», que, con el sociólogo Amitai Etzioni 105 y varios especialis-
tas en ciencias sociales, los economistas Boulding, Hirschman, Leibenstein, Sen, Simon
y Thurow han elegido como bandera bajo la que reunir a aquellos que desean ver a la

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101. Ver también, sobre la matematización de la economía: Ingrao e Israel (1871) y E. R. Weintraub (1991).
102. J. Glcick. Citaos, Nueva York: Viking, 1987; l. Prigogine y l. Stengers. Entre le temps et l'étemité,
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Revueéconomique, vol.42, 1991: 173-80.
464 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

economía escapar de la camisa de fuerza que la inhibe 106 • De forma más amplia, no
debemos olvidar, a su vez, a aquellos que defienden la reconstrucción de la economía
política 107 , una economía política ampliada 108 , que tenga en cuenta la dimensión ética,
concebida como una ciencia moral y política 109 ; en breve, una economía multidimen-
siona1110. Se han sembrado, por lo tanto, nuevas semillas. ¿Pero para cuando podemos
·esperar la cosecha?
¿Es posible que algunos economistas hayan intentado acercarse demasiado al sol del
conocimiento global? Hoy, cuando nos enfrentamos a los grandes problemas de nues-
tro tiempo, el ala rota del pensamiento económico ha dejado al economista desannado,
con su conocimiento fragmentado, sus análisis superficiales, desamparados ante el
enorme vacío que separa un edificio teórico al que le falta coherencia y un mundo
necesitado de respuestas y soluciones.

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108. Hirschman (1986), Vers une économie.
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SOBRE BABEL YTRES FIGURAS DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO ACTUAL 467

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¡
CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA 469-481

Conflicto, distribución y finanzas en las tradiciones


macroeconómicas alternativas'
Thomas L Palley

[ ... ]

l. CONSTRUCCIONES ALTERNATIVAS ACERCA DEL PROCESO MACROECONÓMICO


Desde la Teoría General (Keynes, 1936), los sistemas de ecuaciones simultáneas han
constituido el lenguaje histórico de la macroeconomía. Detrás de estos sistemas de
ecuaciones se encuentran descripciones implícitas del proceso económico, y algunos
aspectos de este proceso se expresan en forma de funciones, las pautas de interdepen-
dencia por medio de ecuaciones y las condiciones de equilibrio.
El nuevo enfoque de fundamentos microeconómicos de la macroeconomía pre-
tende proporcionar una base microeconómica para las ecuaciones de conducta en estos
sistemas de ecuaciones simultáneas. En principio, la metodología de los fundamentos
microeconómicos es coherente con la macroeconomía marxiana, keynesiana y clási-
ca. No es la voluntad de incorporar fundamentos microeconómicos lo que distingue a
los paradigmas, sino más bien las diferencias en la representación de los procesos eco-
nómicos causales que están contenidos en los diferentes sistemas de ecuaciones. Esta
sección describe brevemente los perfiles analíticos de cuatro tradiciones de la macro-
economía.

l. l. El proceso macro clásico


El gráfico 1 describe el proceso económico comprendido en el nuevo enfoque clási-
co de la macroeconomía (ver Sargent, 1979, cap. 1). El gráfico 1 define las variables.
El proceso clásico está marcado por una línea causal unidireccional que va desde los
mercados de trabajo a los mercados de productos, y de ahí al sector financiero. La
lógica económica del modelo clásico es la siguiente: el mercado de trabajo determi-
na el empleo y los salarios reales, estando los resultados del mercado de trabajo deter-

Gráfico l. El enfoque clásico del proceso macroeconómico

Mercado de ___N_,_w_,_Y _ _~ Mercado de _ _ _ _ _ __ Sector


trabajo productos financiero

' Publicado en: Palley, Thomas l. ((Conflict, distribution and finance in altemative macroeconomic tradi-
tions)). The ReviewofRadical Political Economics, vol. 3l, 0° 4, p. 102-132 Traducción: Gemma Gnldon.
470 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

minados en un mercado perfectamente competitivo a través de la interacción de las


fuerzas de la oferta y la demanda de trabajo. La demanda de trabajo depende del stock
de capital existente y de la productividad del trabajo, que a su vez depende de la tec-
nología de producción. La oferta de trabajo depende de la riqueza de las familias y
de sus preferencias respecto al ocio y el consumo. Dado el nivel de empleo determi-
nado en Jos mercados de trabajo, es la tecnología productiva de las empresas la que
determina el output. Es en este sentido que la actividad económica depende de la tria-
da -gustos, tecnología y recursos-. El dinero es irrelevante, y ésta es la base de la
dicotomía clásica.
Dado este nivel de output, el mercado de productos se vacía por ajustes de los tipos
de interés. Este proceso de vaciado se basa en la teoría de los fondos prestables de los
tipos de interés, que mantiene que los tipos de interés se ajustan de forma que la deman-
da real de préstamos para el consumo y la inversión iguala a la renta ahorrada. Así, el
ajuste de los tipos de interés vacía el mercado de productos, y es este ajuste de los tipos
de interés el que valida la ley de Say 1•
Finalmente, con un nivel dado de tipos de interés, el sector financiero determina
el nivel de los precios. El equilibrio del mercado financiero se consigue a través del
ajuste del nivel de los precios, que asegura que la demanda de balances monetarios
reales iguala a la oferta de balances monetarios reales. La demanda de balances mone-
tarios reales depende del nivel de renta y de los tipos de interés, que ya han sido deter-
minados en el mercado de trabajo y de fondos prestables. El ajuste del nivel de precios
asegura unos balances monetarios reales suficientes, dado el stock de dinero nominal
existente. Esto concluye el proceso macro c1ásico. La característica importante es que
no existen retroacciones entre mercados, y es en este sentido que el flujo de la causa-
lidad es unidireccional2•

Tabla 1. Definición de las variables

N
y
= empleo K = stock de capital
= output AD= demanda agregada
w = salario real 1 = inversión
= tipo de interés nominal e = consumo
m
p
= margen sobre costes D = deuda de las empresas
= beneficios E = activos (en valores) de las empresas

l. En modelos más complicados que incorporan el efecto riqueza, el valor real de la riqueza financiera
puede afectar a la asignación del mercado de productos y de los tipos de interés, lo que introduce un
circuito de retroacción entre el mercado de productos y el mercado financiero (Metzler, 1951).
2. Los nuevos modelos cHísicos modernos sí permiten una cierta retroacción entre los mercados finan-
cieros y el proceso de producción y los mercados de trabajo. Estos efectos operan a través del racio-
namiento del crédito (Stiglitz y Weiss, 1981). Las imperfecciones en la infonnación generan restricciones
en la disponibilidad del crédito a las empresas por parte de los mercados financieros, lo que restringe el
volumen de empleo y producción que las empresas pueden realizar. La característica importante de esta
retroacción es que opero desde Jos mercados financieros a través del lado de la oferta. Esto lo diferen-
cia de la tradición keynesiana, que enfatiza los efectos de la demanda de los mercados financieros.
Ambos son importantes.
CONFLICfO, DISTRIBUCIÓN Y FINANZAS EN LAS TRADICIONES ... 47I

Dentro del proceso macroeconómico clásico, el poder y la distribución de la renta


están ausentes. Los mercados de trabajo se caracterizan por la competencia perfecta,
lo que significa que ni los trabajadores ni las empresas tienen «poder>>. Económicamente,
esto significa que los dos son tomadores de precios: lo que es distinto del supuesto de
la «igualdad de poder>>. En el mercado de fondos prestables, que asegura el equilibrio
entre la demanda y la oferta de productos, la distribución de la renta también está ausen-
te. La teoría de la renta permanente asegura que todas las familias tienen la misma pro-
pensión marginal a consumir, independientemente de su nivel de renta. La fungibilidad
de la renta monetaria significa que la distribución de la renta entre beneficios y salarios
no tiene importancia.
¿Pueden introducirse el poder y la distribución de la renta? La respuesta es sí. Si los
trabajadores obtienen poder a través de los sindicatos, entonces las preferencias de los
sindicatos sobre los salarios y el empleo, en combinación con las curvas de demanda
de trabajo de las empresas, determinarán el nivel de empleo y de output. A partir de
aquí, el proceso económico en el mercado de productos y el sector financiero sigue
como antes. Dada una curva de demanda de trabajo de pendiente decreciente, los tra-
bajadores sólo podrán conseguir mayores salarios a costa de un menor empleo3. Así,
la introducción de los sindicatos da lugar a una reducción del output y del empleo.
Los efectos de la distribución de la renta también pueden ser introducidos aban-
donandb la teoría de la renta pennanente. Si el gasto familiar se rige por la teoría tra-
dicional keynesiana del consumo, y la renta por beneficios se concentra en las familias
de rentas más altas, entonces la propensión marginal al ahorro será mayor por parte de
aquellos que reciben beneficios que la de los que perciben salarios. Por lo tanto, la dis-
tribución de la renta afectará al ahorro, lo que a su vez afectará a los tipos de interés
en el mercado de fondos prestables. Sin embargo, no tendrá ningún efecto sobre el
nivel de empleo. Una inayor participación de los salarios aumenta el consumo, y esto
aumenta los tipos de interés y reduce el gasto en inversión. En consecuencia, una mejor
distribución de la renta es mala para la acumulación de capital y el crecimiento. Esta es
la lógica que se esconde detrás de la teoría del «goteo».
En resumen, la adopción del modelo macroeconómico clásico lleva a una carac-
terización del proceso económico por la cual un mayor poder de los trabajadores redu-
ce el output y el empleo. Una mejor distribución de la renta aumenta los tipos de interés,
reduce la inversión y reduce la acumulación de capital y el crecimiento.

1.2. El proceso ma~;:ro neokeynesiano


El gráfico 2 ilustra el proceso macro neokeynesiano, tal como aparece tipificado en el
modelo ISLM (Hicks, 1937). Aquí existe una interdependencia entre el mercado de
productos y el sector financiero, y juntos determinan el nivel del output y el de los
tipos de interés. Esta interdependencia se refleja en la flecha causal baja que va del

3. En los modelos de negociación sindical de Nash (McDonald y Solow, 1981), el resultado salario-empleo
se basa en la curva del contrato que tiene pendiente positiva. Así, un aumento del poder sindical puede
provocar un aumento tanto de los salarios como del empleo. Sin embargo, el modelo d-e negociación
de Nash exige que los sindicatos controlen directamente la decisión sobre el empleo. Esto es contra-
factual, lo que convierte el modelo en problemático.
472 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

Gráfico 2. El enfoque neokeynesiano del proceso macroeconómico

Mercado de ~---N_,_w_ _ _ Mercado de Sector


trabajo productos financiero

mercado de productos al sector financiero, y por la flecha causal alta que se dirige del
sector financiero al mercado de productos. El nivel deAD determina el nivel de renta,
que a su vez influye sobre la demanda de activos financieros. Esta última influye sobre
los tipos de interés, que retroaccionan e influyen sobre la AD.
Una vez que el mercado de productos y el sector financiero han determinado con-
juntamente el nivel de output, la tecnología de producción de las empresas detennina
el nivel del empleo y de los salarios reales (el producto marginal del trabajo) que corres-
ponde a este nivel de output. Por lo tanto, en el proceso macroeconómico neokeyne-
siano, la dirección de causalidad es exactamente la opuesta a la del proceso
macroeconómico clásico, y va del mercado de productos al mercado de trabajo.
En la construcción neokeynesiana del proceso macro, las condiciones del mercado
de productos determinan los salarios reales y el empleo. AD determina el empleo, lo
que a su vez determina los costes marginales, y los cambios en el coste marginal se
transmiten en forma de cambios en los precios. Dados unos salarios nominales exó-
genos, el salario real es determinado por el nivel de los precios, que es a su vez deter-
minado por el coste marginal del output. Este proceso neokeynesiano es el opuesto al
proceso clásico en el que el empleo y los salarios reales están determinados en los mer-
cados de trabajo independientemente de las condiciones del mercado de productos.
Una implicación importante de la descripción neokeynesiana del proceso macro
es que las acciones de los trabajadores en los mercados de trabajo son económicamente
irrelevantes para la determinación de los salarios reales y del empleo. Esto se debe a que
la existencia del desempleo significa que los resultados del empleo se encuentran fuera
de la curva de la oferta de trabqjo, cuando es esta curva de la oferta de trabajo la que des-
cribe las acciones de los trabajadores. En su lugar, la tecnología de producción de las
empresas y las decisiones sobre el nivel de producción son lo único que cuenta para
el empleo y los salarios reales. Las acciones y decisiones de los trabajadores, tal como
aparecen en la función de la oferta de trabajo, no tienen ninguna consecuencia. Esto
contrasta con el proceso clásico, en el que los trabajadores participan activamente en la
determinación del empleo y de los salarios reales a través de sus decisiones sobre la
oferta de trabajo. Paradójicamente, el modelo clásico da un papel más fuerte a los tra-
bajadores que el modelo neokeynesiano.
A pesar de que el modelo neokeynesiano es débil en lo que se refiere al tratamiento
del poder de los trabajadores, trata mucho mejor lo relacionado con los efectos de la dis-
tribución de la renta. Estos pueden incorporarse fácilmente al modelo neokeynesiano,
vinculándolo así a la tradición kaleckiana en macroeconomía. Si la tendencia a consumir
CONFL!CfO, DISTRIBUCIÓN Y FINANZAS EN LAS TRADICIONES... 473

a partir de las rentas salariales excede a la tendencia a consumir a partir de las rentas de
beneficios, un desplazamiento de la distribución hacia las rentas salariales hará aumen-
tar la demanda agregada, el output, el empleo y los tipos de interés. En el modelo ISLM,
esto correspondería a un desplazamiento hacia la derecha de la curva J~.
La incorporación de los efectos en la AD de la distribución de la renta en el mode-
lo macro neokeynesiano plantea algunas preguntas sobre la determinación de la dis-
tribución de la renta. El modelo neokeynesiano, igual que hizo Keynes (1936), se basa
en la teoría de la productividad marginal perfectamente competitiva para resolver el
problema de la distribución de la renta Los salarios reales están determinados en refe-
rencia al producto marginal exógenamente dado de la curva de trabajo, y esto exclu-
ye las consideraciones sociales del poder. La apertura de la distribución de la renta a las
influencias sociales exige, consecuentemente, una desviación de la teoría del produc-
to marginal perfectamente competitivo.
Una vía para conseguir esto es la introducción de la competencia imperfecta en los
mercados de productos y la fijación al alza de los precios (Palley, 1992). Entonces, los
precios se determinan de la siguiente forma:

P=[l +m]WifN [1]

DóndeP =precio, m= margen sobre costes, W =salario nominal, y fN =producto mar-


ginal del trabajo (MPL). El efecto de introducir la competencia imperfecta es la susti-
tución de la curva MPL por una curva MPL ajustada con el margen sobre costes. Los
aumentos del margen sobre costes desplazan esta curva hacia abajo y reducen los sala-
rios reales para todos los niveles de empleo. Ahora las variaciones en el margen sobre
costes afectan a los salarios reales, y el margen se convierte en un punto de entrada
para influir sobre la distribución de la renta. En las construcciones neoclásicas de com-
petencia imperfecta, el margen viene determinado por referedcia a la elasticidad de la
demanda de productos, que a su vez depende de las preferencias de los consumidores.
En la construcción keynesiana de izquierdas del proceso macroeconómico (ver más
abajo), es el resultado del conflicto capital-trabajo.
Un segundo canal para permitir que las consideraciones sociales influyan sobre el
empleo y los salarios reales es la teoría de los salarios de eficiencia (Palley, 1996b).
En este caso, la productividad de los trabajadores depende de su esfuerzo. Para un nivel
dado de demanda agregada real, el nivel de esfuerzo determina el nivel de empleo nece-
sario. Las empresas tienen también un incentivo para pagar salarios de eficiencia con

4. Existen varias formas posibles de incluir el efecto de la distribución de la renta sobre la AD. La pri-
mera es a través de las restricciones a la liquidez: si las familias asalariadas tuvieran su liquidez res-
tringida, éstas tendrían una tendencia marginal de consumir igual a uno, y los desplazamientos de la
distribución hacia las rentas salariales harían :mmentar la demanda de consumo. La segunda es la teo-
ría del consumo del ciclo de la vida: si los jóvenes son asalariados y tienen una tendencia marginal a
consumir mayor que la de los mayores, entonces una mayor participación salarial también hará aumen-
tar la demanda de consumo. La propensión aleatoria al ahorro es un tercer canal: en esta instancia, las
familias pueden ahorrar todas las rentas de beneficios y de intereses, y consumir sólo a partir de las
rentas salariales. La suspensión de la super-racionalidad de las familias es un cuarto canal: en este caso,
las familias pueden no reducir el ahorro personal para compensar el ahorro realizado por los fondos de
pensiones a su favor a través de dividendos retenidos y de intereses abonados al fondo de pensiones.
474 CRfTICAA LA ECONOMÍA ORTODOXA

el objetivo de conseguir una óptima cantidad de esfuerzo. Si la cantidad de esfuerzo


proporcionado depende de la valoración que el trabajador hace del salario, esto pro-
porciona una vía para que las consideraciones sociales influyan sobre los salarios y el
empleo, ya que estas percepciones están influidas socialmente.
Un tercer canal por el que las influencias sociales pueden afectar a la distribución
de la renta es endogeneizando la tecnología. Este canal ha sido destacado por Bowles
y Gintis (1990) en su paradigma del «intercambio controvertido», y por David Gordon
en su libro Fat and Mean (1996). Las empresas eligen la tecnología con el objetivo de
maximizar los beneficios. Esto tiene dos consecuencias importantes. En primer lugar,
existe un conflicto potencial entre la eficiencia productiva (definida como el mayor
output por una cantidad dada de input) y la distribución de la renta. Esto es debido a que
las empresas pueden escoger tecnologías productivamente ineficientes que reduzcan
el tamaño del pastel, si estas tecnologías hacen aumentar la dimensión absoluta de la por-
ción de la tarta que va a los beneficios. En segundo lugar, la asignación del control res-
pecto a la elección de la tecnología ahora sí tiene consecuencias sobre la distribución
de la renta, y como el control está socialmente determinado, esto significa que, una
vez más, las influencias sociales sí tienen importancia.
Finalmente, vale la pena destacar que la construcción neokeynesiana del proceso
macro es incompatible con el modelo neoclásico tradicional de los sindicatos. Según el
modelo sindical neoclásico, los sindicatos maximizan una función objetiva estridamente
cóncava definida a partir del empleo y de los salarios reales, y eligen un único nivel ópti-
mo de empleo. Esta construcción encaja con el proceso macro clásico, en el que el mer-
cado de trabajo detennina el empleo, los salarios reales y el nivel de output. Sin embargo,
es inconsistente con el proceso macro neokeynesiano, en el que el output y el empleo
están detenninados en el mercado de productos por las fuerzas de la demanda agrega-
da. Los sindicatos no tienen ningún control directo sobre el nivel de la demanda agre-
gada y, según la teoría keynesiana, por tanto no pueden detenninar el nivel de empleo.
Esta observación destaca la necesidad de una nueva teoría keynesiana de los sin-
dicatos. La incorporación de los sindicatos en el proceso macro neokeynesiano exige
el abandono del supuesto de que éstos pueden determinar directamente el nivel de
empleo. En cambio, los sindicatos pueden detenninar una curva real de salario-empleo
(p. ej., una curva salarial como la estimada empíricamente por Blanchflower y Oswald,
1990, 1994) que reemplaza la curva del producto marginal del trabajo. Esta curva sala-
rial servirla como curva de la demanda de trabajo subrogada, y el lugar en el que la eco-
nontia fija esta curva de demanda subrogada depende del estado de la demanda agregada.
Así, la determinación específica de esta curva salarial pennitiría que algunas conside-
raciones sobre el poder del mercado de trabajo entraran en el modelo neokeynesiano5•

1.3. El proceso marxista clásico


El gráfico 3 proporciona una representación «esquemática>~ del proceso marxista clá-
sico. Los resultados del mercado de trabajo, que incluyen la tasa salarial, el nivel de
intensidad laboral y el tamaño del ejército de reserva, detenninan la tasa de beneficios.
Estos resultados del mercado de trabajo dependen de coridiciones estructurales que

5. Ver Palley, 1998.


CONFLICfO, DISTRIBUCIÓN Y FINANZAS EN LAS TRADICIONES... 475

Gráfico 3. El proceso macroeconómico marxista clásico

t,-------- Tecnología
stockdrapital

Mercado de trabajo ---')~ Tasa de beneficio Inversión

Tipos de interés

incluyen la conciencia política de la clase trabajadora y la naturaleza de la tecnología.


La tasa de beneficio determina entonces el gasto en inversión y la tasa de acumulación
de capital. La tasa de beneficio también determina el tipo de interés. El nivel de gasto
en inversión retroacciona y afecta a la tasa de beneficio a través de su impacto en el
nivel de stock de capital. Este es el círculo en que se basan las teorías marxistas de las
crisis fundamentadas en la caída de la tasa de beneficios como consecuencia del aumen-
to de la intensidad de capital en la producción. Finalmente, el gasto en inversión y la acu-
mulación de capital pueden también afectar a la naturaleza de la tecnología, influyendo
así sobre los resultados del mercado de trabajo.
El proceso macro marxista clásico inspiró gran parte de la obra de David Gordon
en lo años 70, y también inspiró su concepto de la estructura social de acumulación,
ESA (Gordon, 1978). El enfoque ESA pretende situar histórica y sociológicamente los
arreglos institucionales que rigen los pormenores de los mercados de producción y de
trabajo, y su efecto sobre las tasas de beneficio. El paradigma del intercambio contro-
vertido de Bowles y Gintis (1990) fue también desarrollado en un principio vincula-
do a la perspectiva marxista clásica. A pesar de utilizar métodos microeconómicos
neoclásicos, proporciona una explicación económica del papel de la propiedad y del
control sobre la selección de tecnología en la determinación de la distribución de la
renta y la rentabilidad.
Hay varias características destacables en la presentación que acabamos de hacer del
proceso marxista clásico. En primer lugar, el proceso marxista clásico comprende un
horizonte temporal más largo dado que su centro de atención es la acumulación de capi-
tal. Esto contrasta con los enfoques nuevo clásico y neokeynesiano, que son estricta-
mente a corto plazo en su centro de atención y toman el stock de capital como algo dado.
En segundo lugar, el proceso marxista clásico tiene algunas similitudes con el nuevo
proceso clásico, en el sentido de que en cualquier momento del tiempo, con una tec-
nología dada, los resultados en el mercado de trabajo son primitivos. Es decir, la cau-
sación fluye desde el mercado de trabajo y el lado de la oferta en la economía hacia el
resto de la economía. Esto contrasta con el proceso neokeynesiano, en el que la deman-
da agregada determina la actividad económica y los resultados en el mercado de tra-
bajo son residuales.
Una tercera característica del proceso marxista clásico es que las tasas de benefi-
cio, que se determinan en la economía real, determinan el tipo de interés. Así, las finan-
zas son en gran parte superestructurales, lo que puede explicar porqué los defensores
de la ESA han prestado tan poca atención 3. los temas financieros.
476 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

Gráfico 4. El enfoque kaleckiano del proceso macroeconómico


11'

Mercado de
tMercado de Sector
trabajo productos financiero

N, y

Finalmente, las consideraciones sobre la demanda agregada están ausentes en el


proceso marxista clásico. Esta es una afirmación discutible, ya que las teorías del sub-
consumo fonnan también parte de la economía helerodoxa. Sin embargo, estas teorías
incorporan una fuetie dimensión keynesiana. La idea marxista de la sobreacumulación
no es un fenómeno de demanda agregada, sino un fenómeno del lado de la oferta que
se basa en una excesiva profundización de capital6.
La evolución de la tasa de beneficios es un tema central en las explicaciones mar-
xistas clásicas de la economía. La tasa de beneficios es la proporción entre el nivel
de los beneficios y el stock de capilal, P/K. los marxistas clásicos tienden a centrarse
en el denominador, K. Un enfoque alternativo es fijarse en el numerador, P. Este es
el espíritu del enfoque kaleckiano, en el que el gasto en inversión de los capitalistas
determina el nivel de beneficios. La identificación de una relación entre el gasto en
inversión y los beneficios vuelve a introducir la demanda agregada en el modelo,
abriendo así la posibilidad de establecer un vínculo entre la economía de Keynes y
las dinámicas de acumulación marxistas. Este vínculo es el que exploraremos en la
próxima sección.

1.4. El proceso kaleckiano


El gráfico 4 muestra la construcción kaleckiana del proceso macro. Esta descripción
del proceso económico fue desarrollada en gran part~ por la escuela de pensamiento
económico postkeynesiana de Cambridge, asociada a Robinson, Kaldor, Kalecki y
Goodwin. En sus primeros trabajos sobre macroeconomía, David Gordon (1978) se
centró más en cuestiones planteadas por el enfoque marxista clásico descrito anterior-
mente. Sin embargo, su obra posterior se concentró en temas más a corto plazo (Gordon,
1995a, 1995b) y adoptó efectivamente un proceso kaleckiano.
La característica principal del marco kaleckiano es el proceso circular que vincu-
la los mercados de productos con los mercados del trabajo. Los mercados de produc-
tos son keynesianos en su construcción, ya que el nivel de output depende del nivel de
AD. Sin embargo, el nivel de AD depende de la distribución funcional de la renta debi-
da a las distintas propensiones a consumir de las rentas salariales y de los beneficios.

6. La obra deAnwar Shaikh (1989, 1992) incluye dimensiones significativas de la demanda, y trata Jos
aspectos del proceso económico tanto a corto como a largo plazo. La obra de Shaikh ilustra las con-
tradicciones del esquema de clasificación actual. Se sitúa dentro de la síntesis Marx-Keynes-Kalecki
que describiremos más adelante,
CONFLICTO, DISTRIBUCIÓN Y FINANZAS EN LAS TRADICIONES ... 477

Ésta es la contribución kaleckiana al modelo keynesiano a corto plazo, y sirve para


integrar la distribución de la renta en el modelo.
El nivel de output, en conjunción eón la tecnología productiva, afecta al nivel de
empleo en los mercados de trabajo. El nivel de empleo afecta entonces positivamente
al nivel de salarios, que a su vez afectan a la AD y a los mercados de productos. Un
mecanismo teórico para esta vía del mercado de trabajo es la curva Phillips de los sala-
rios reales, que se remonta al clásico estudio de Goodwin (1967) del proceso cíclico
de acumulación. Otro mecanismo alternativo incorpora la negociación en el mercado
de trabajo, y ha sido explorado en un modelo macro a corto plazo por Palley (1 998).
El mecanismo kaleckiano destaca el efecto de los mercados de trabajo sobre los
salarios reales y las demandas de consumo. Sin embargo, el nivel de los salarios reales
afecta también a la rentabilidad, ya que existe un isomorfismo entre los cambios en
los salarios reales y los cambios en la tasa de beneficios si se mantienen constantes el
stock de capital y el nivel de empleo. &te isomorfismo abre un segundo canal por el cual
los resultados del mercado de trabajo afectan a la rentabilidad, afectando por tanto al
gasto en inversión, a la demanda agregada y a los mercados de productos. Esta vía ha
sido explorada por Bhaduri y Marglin (1990), y enlaza con el postkeynesianismo de
Cambridge, que durante mucho tiempo ha señalado que las tasas de beneficios afec-
tan al gasto en inversión. De esta forma, podemos definir una variable que es la rela-
ción entre la tasa de beneficios y el tipo de interés dado por

q= [P 1K] 1i [2]

La inversión tiene una relación positiva con q1• En consecuencia, los cambios en la
negociación salarial que hagan subir los salarios reales tenderán a reducir P y q, pro-
vocando un menor ga~to en inversión. La expansión del output depende de si el efec-
to salario-consumo domina al efecto beneficio-inversión.
El vínculo entre salarios y tasas de beneficios también vuelve a remitirnos a la
cuestión de los márgenes sobre costes y de la competencia imperfecta en macroeco-
nomía. Los tratamientos neocl~sicos de la competencia imperfecta tratan los márge-
nes en términos de la elasticidad de la demanda de productos y el grado de poder
monopolístico. Este es un tema del que se hace eco la tradición kaleckiana, pero el
margen kaleckiano también puede entenderse como siendo determinado por los resul-
tados del mercado de trabajo, que determinan las participaciones de salarios y de bene-
ficios. Suponiendo una productividad marginal del trabajo constante, y utilizando la
ecuación [l], llegamos a expresiones para el beneficio, la participación del salario y
el margen sobre costes dados por

sp=ml[l+m] [3a]
sw= 1/[1 +m] [3b]
m= Sp 1Sw = Sp 1 [J- Sp) [3c]

7. Esta presentación de q difiere de la teoría neoclásica de q (Hyashi, 1982), en que la tasa de beneficios
se identifica con el producto marginal del capital. También difiere de la q de Bminard y Tobin (1968,
1977), en la que la tasa de beneficios se identifica con el coste del capital social (por acciones), que a
su vez depende de los precios de los valores.
478 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

Por lo tanto, el margen es igual a la relación de las participaciones de los beneficios


y de los salarios, cuando estas participaciones están influidas por condiciones de poder
del mercado de trabajo.
Los canales (gasto en consumo e inversión) por lo cuales los salarios reales y los
beneficios afectan a la AD están claros. Menos clara es la lógica microeconómica por
la cual la actividad del mercado de productos afecta a los resultados del mercado de
trabajo. El paradigma del <<intercambio controvertido>>, que David Gordon adoptó y
que es la base de gran parte de Fat and Mean (1996), se centra en el problema de la
extracción del esfuerzo de los trabajadores. En los estudios macroeconómicos fonna-
les de Gordon (1995a, 1995b), este problema de la extracción de esfuerzo genera la
relación entre la tasa de beneficios y el nivel de empleo. A medida que los mercados de
trabajo se estrechan, la extracción del esfuerzo se hace más difícil, induciendo así a
las empresas a pagar mayores salarios de eficiencia, lo que limita la expansión econó-
mica. Gordon intentó identificar políticas económicas que pudieran relajar este lími-
te. Reconoció que el problema de extracción de esfuerzo dependía de la naturaleza de
la organización de las empresas, y argumentaba que el hacer más democráticas las
empresas podría generar una respuesta cooperativa por parte de los trabajadores que
facilitara el problema de la extracción'.
Una construcción alternativa del nexo entre el mercado de trabajo y el salario real
se expresa en términos de la teortía no-cooperativa de la negociación. Las condiciones
del mercado de trabajo influyen sobre el relativo poder de negociación de los trabaja-
dores y de las empresas, ya que un menor desempleo aumenta el poder de negociación
de los trabajadores, permitiéndoles así conseguir salarios reales más altos. De la misma
forma que la selección de la tecnología productiva es importante para el tema de la
extracción del esfuerzo, también lo es para el tema del poder de negociación. En el
marco de la negociación (Skillman, 1988, 1991; Skillman y Ryder, 1993), las empre-
sas eligen tecnologías que aumentan su poder de negociación en relación al de los tra-=
bajadores, a través de medidas c_omo facilitar el reemplazo de trabajadores «de dentro»
por trabajadores {<de fuera» 9•
El esfuerzo de extracción y los mecanismos de negociación no son mutuamente
excluyentes, pero son diferentes. David Gordon (1994b, 1996) tendió a centrarse en
la problemática de la organización empresarial y de extracción de esfuerzo. Los pos-
tkeynesianos de Cambridge han tendido a destacar las consideraciones sobre la fuerza
negociadora.

1.5. Una síntesis marxista-kaleckiana


Antes me referí a la posibilidad de realizar una síntesis de los enfoques marxista clásico
y kaleckiano. Esta síntesis se describe en el gráfico 5. La mitad superior del gráfico se

8. Además, podría llevar también a una mayor productividad, ya que las empresas se liberarían de la preo-
cupación de tener que escoger tecnologías (<eficientes en la extracción». En su lugar, podrían elegir
aquellas tecnologías que fueran más «eficientes en la produccióm),
9. Esto es sutilmente diferente a la historia del intercambio contrQvertido. En ésta, la empresas eligen la
tecnología productiva comparando la «eficiencia en la extracción» con la «eficiencia en la producción».
En la negociación, la tecnología es elegida comparando la «eficiencia en la producción» con la «fuer-
za negociadora».
CONFLICTO, DISTRIBUCIÓN Y FINANZAS EN LAS TRADICIONES ... 479

Gráfico 5. Una síntesis de los modelos kaleckiano y marxista clásico

Tecnología <

m
r """""''"""'"J
Tasa de beneficios
P/K
Inversión

1
Poder de negociación
w
Consumo
e
t
Demanda agregada
1

t
t N
Mercado de trabajo
-y
AD

Mercado de productos

identifica con el proceso marxista mostrado en el gráfico 3, mientras que la mitad infe-
rior del gráfico se identifica con el proceso kaleckiano mostrado en el gráfico 4. Por
Jo tanto, este gráfico incluye las preocupaciones tanto a medio como a largo plazo, y tiene
fuertes afinidades con el trabajo de Anwar Shaikh (1989, 1992).
Empezando con la mitad inferior, la demanda agregada (AD) determina el nivel
del output (y) en los mercados de productos, lo que a su vez determina el nivel de
empleo (N) en los mercados de trabajo. Esta parte es keynesiana. Los resultados del
mercado de trabajo determinan entonces la relativa fuerza negociadora de los trabaja-
dores y las empresas, que detennina los salarios reales (w) y el margen (m) 10 Los sala-
rios y el empleo determinan entonces el gasto en consumo que alimenta a la demanda
agregada. El margen determina la tasa de beneficios, que determina el gasto en inver-
sión, que a su vez alimenta la demanda agregada.
Esta construcción kaleckiana a corto plazo está relacionada con el proceso mar-
xista de largo plazo a través del gasto en inversión y de su efecto sobre el stock de
capital y la tecnología. La expresión formal de la tasa de beneficios es

P!K=Piy·y!K=splk=ml[l +m] k [3]


Donde P =nivel de beneficios, K= stock de capital, y= nivel de output, k= relación
capitaVproducto. La adición de una flecha superior desde la inversión hasta la relación
capital/producto y a la tasa de beneficios permite que la dinámica del stock de capital
encaje. La profundización del capital puede entonces llevar a una tasa de beneficios
decreciente y a una crisis de acumulación marxista. Adicionalmente, la inversión puede

10. Palley (1998) detalla este proceso.


480 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

afectar a la tecnología, afectando así al poder de negociación, los salarios reales y la


rentabilidad.

[ ... ]

2. BIBLIOGRAFÍA CITADA

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CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA 483-487

Los nuevos neoclásicos

l. EL CONTEXTO

Desde mediados de los setenta se asiste a una irnportantí~ima reconstrucción del pen-
samiento neoclásico. Realmente, este nunca había dejado de estar presente en el pensa-
miento económico. Por una parte, el propio Keynes, a pesar de su feroz (aunque parcial)
critica al pensamiento dominante, nunca había abandonado los principios fundamenta-
les de la economía neoclásica en la que se había formado, y los economistas conven-
cionales de su época pronto consiguieron integrar el pensamiento keynesiano en el
corpus del pensamiento neoclásico (Hicks con la JSILM y los desarrollos de la <<sínte-
sis neoclásica>>). Por otm parte, desde Jos trabajos de M. Friedman a mediados de Jos
cincuenta, el pensamiento neoclásíco resurgió bajo su faceta de monetarisrno para, en los
sesenta, constituir en la Universidad de Chicago un potente foco de estudio que daría
lugar a la Escuela de Chicago. Esta vertiente propugnaba una política económica muy
conservadora que fue aplicada primero, bajo el asesoramiento de Friedman, por Pinochet
en Chile y Videla en Argentina, pam, a mediados de Jos setenta, expandirse rápidamente
en todos los países centrales. En el otro foco de desarrollo de la teoría económica con-
vencional-el Reino Unido-los neoclásicos americanos comenzaron a tener una influ-
yente presencia (Johnson, entre otros, enseñaba simultáneamente en Chicago y en la
London School of Economics durante los sesenta, dominando la docencia en
Macroecononúa en esta última institución). Otros catedráticos (Yamey, Bauer, Day), en
la misma London School, reforzaban en una línea extrema este pensamiento. Es decir,
el keynesianismo era la estrategia de política económica dominante, pero en la teoría
económica los planteamientos neoclásicos mantenían un territorio muy significativo.
La crisis de los setenta y las limitaciones del pensamiento keynesiano consolidaron
la recuperación de los neoclásicos tradicionales y los reforzaron con nuevas aporta-
ciones de gran importancia. Por un lado, era cada día más evidente la existencia simul-
tánea de la recesión y la inflación y que las prescripciones keynesianas no conseguían
controlar la crisis y, por el otro, las insuficiencias del sistema keynesiano se iban ponien-
do de relieve a medida que avanzaban distintas investigaciones en la línea neoclásica.
Partiendo de una crítica a la curva de Phillips, que se había convertido en un bloque
principal del edificio keynesiano, y apoyándose en un nuevo planteamiento acerca de
las expectativas (las expectativas racionales), en torno a 1975 el grupo formado prin-
cipalmente por los economistas Lucas, Sargent, Barro y Wallace consolidó sus nuevos
enfoques y realizó un ataque, que se reveló mortal a los planteamientos keynesianos,
certificando así la defunción teórica del keynesianismo. A pesar de ello, todavía la polí-
tica económica de una institución tan relevante como la OCDE siguió siendo keyne-
484 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

siana por un corto periodo, pero hacia el final de Jos setenta, con la segunda crisis del
petróleo y el ascenso social del conservadurismo, la batalla estaba perdida para el inter-
vencionismo público keynesiano. La llegada al poder de Tatcher ( 1979) y Reagan
(1981) muestra claramente que en los ochenta la sociedad había aceptado un profundo
conservadurismo, del que el análisis económico neoclásico fue un elemento impulsor,
siendo, a su vez, potenciado, reforzado y legitimado por los nuevos dirigentes. Todas
las fuerzas convergían para potenciar un potente renacimiento de los planteamientos
más conservadores en todos los ámbitos, con la economía como uno de sus elementos
de vanguardia. De nuevo el pensamiento neoclásico, potentemente remozado, ocupa
no ya el lugar central en el pensamiento económico, sino que se convierte en el exclu-
sivo. Todo lo que no sea este «pensamiento único» es proscrito, no solo de la política
económica sino también del debate intelectual.
Esta recuperación tiene lugar por medio de la aparición de diversas vertientes que
aparecen como sustancialmente distintas pero que se refuerzan entre sí. No sólo resul-
ta complicado identificar y conocer todas sus variantes sino que incluso las denomi-
naciones bajo las que son agrupadas son múltiples: «nueva economía clásica», «nuevos
macroeconomistas», «neokeynesianos», «neo-neoclásicos», y otros. En una presenta-
ción del pensamiento macroecónomico que realiza E. S. Phelps en 1990, y en el que
no incluye ni a los postkeynesianos ni a los marxistas, tras hacer referencia a los key-
nesianos y los monetaristas, añade: «La nueva escuela clásica difiere por adoptar las
expectativas racionales, mientras que la escuela de los nuevos keynesianos utiliza
modelos que generan rigideces en el salario monetario o en el nivel de precios mone-
tarios. La economía de oferta se agrupa con los nuevos clásicos, distinguiéndose sólo
(de ellos) en los papeles que asigna a las políticas fiscales y monetarias. La teoría neo-
neoclásica de las fluctuaciones "reales" también exhibe flexibilidad de precios y sala-
rios y expectativas racionales, aunque de carácter no monetario. Finalmente, hay un
grupo de modelos recientes que invocan rigideces de salarios reales con o sin expectativas
racionales, que yo denomino escuela estructuralista>~ 1• Y esto en 1990. Seguro que hay
algunos grupos más desde entonces. Es un pensamiento que, por dominante, disfruta de
todas las facilidades para su desarrollo, por lo que se está ampliando constantemente (si
bien no parece que están surgiendo en el mismo nuevas ideas fuerza o paradigmas).
Mencionaremos las más conocidas pero probablemente existirán otras que nosotros
no conocemos.

2. Los «NUEvos NEOCLÁSicos•


En todas estas variantes se encuentran elementos de los economistas austríacos (Hayek,
Von Mises), o de los neoclásicos trádicionales, aunque el precursor más inmediato es
el monetarismo de Friedman. Entre las múltiples corrientes que forman parte de este
resurgir, sin duda el enfoque que ha tenido más consecuencias teóricas y de política
económica es el de la nueva economía clásica o nuevos macroeconornistas con la «revo-
lución» de las expectativas racionales -Sargent, Barro, Wallace y Lucas (considerado
por algunos como el arquitecto de la macroeconomía moderna)- y sus diversas varian-
tes que se recogen en la lista de Phelps que hemos menCionado. También se pueden

1. Phelps, Edmund S. Seven schoo/s of macroeconomic tlwught. Oxford: Claredon Press, 1990: XI.
LOS NUEVOS NEOCLÁSICOS 485

incluir los neoaustriacos, la teoría de la elección pública y el ciclo económico políti-


co (Clark, 1998, Felderer y Homburg, 1992)2 Enfoques más limitados serían los cons-
tituidos por la economía de oferta de Laffer, Kemp y otros.
Estos enfoques se completan con la teoría de los ciclos reales que aportan un enfo-
que sobre las fluctuaciones económicas en términos de equilibrio general, explícita-
mente dinámico y estocástico, profundamente marcado por una voluntad de enfrentarse
sistemáticamente a la realidad. Tratan de fundar su análisis sobre comportamientos de
optimización intertemporal en un universo estocástico y de confrontarse de forma sis-
temática y cuantitativa a los hechos estilizados caracterizados por los ciclos observa-
dos en los países desarrollados. De esta forma, la corriente de los ciclos reales ha
instalado el modelo neoclásico de acumulación de capital en el centro del análisis de las
fluctuaciones y del crecimiento.
Entre las nuevas corrientes habría también que incluir a la «teoría del desequili-
brio» o «neokeynesianos» que han desarrollado autores como Benassy y Gra:ndmont en
Francia y Clower, Dreze, Grosmman y otros en Estados Unidos. Hemos hecho una
consideración muy limitada de los mismos. En parte, por la falta de tiempo, pero tam-
bién porque constituyen un desarrollo con un espíritu básicamente walrasiano, aunque
al no insistir en el vaciado permanente de los mercados llega a algunos resultados de
carácter más keynesiano; tampoco parecen haber alcanzado un suficiente grado de
generalidad como para ser incluidos en una revisión que no pretende ser exhaustiva.
El principio que guía a todas estas variantes es la consideracibn de la estabilidad
inherente a la economía de mercado que esté libre de la intervención pública. La carac-
terística unificadora de todos estos grupos es la aceptación de las premisas de la orto-
doxia neoclásica (racionalidad, hornos economicus, optimización, tendencia al
equilibrio ... ) y, con la excepción de los neokeynesianos, que todos ellos rechazan la
utilidad de la intervención pública, de la política económica. Para los monetaristas, si
hay que hacerla, tiene que ser de forma «Constitucional», es decir de fom1a que se sepa
qué política se va a hacer e integrando sus nom1as básicas en la bonstitución. Para todos
los demás, incluso este aspecto es excesivo y el buen funcionamie'nto económico exige
que el Estado vuelva a sus limitadas funciones tradicionales de mantenimiento de la
ley y el orden (que quiere, sobre todo, decir el mantenimiento del derecho a la propie-
dad privada).

3. ACERCA DE LA CRÍTICA

Ya hemos señalado las dificultades para encontrar materiales críticos sobre estas escue-
las. Dentro de estas dificultades, recogemos a continuación algunos de los aspectos
que hemos establecido en base a las críti_cas esporádicas encontradas en las lecturas
realizadas y a nuestra propia reflexión. Como no hemos encontrado ningún artículo
crítico de las mismas que merezca ser recogido como tal y para no dejar vacío este
apartado incluimos nuestro resumen, conscientes de sus limitaciones. Como hemos
dicho, esperamos mejorarlo en un futuro inmediato. Ya se ha señalado también en la
introducción que sería de gran interés que otras personas que conozcan algún material

2. Clark, Barry. Politicaf economy. A comparative approach. Wcstport, Conncticut: Pmcgcr, 1998; Feldercr,
BcralJard; Homburg, Stefan. Macroeconomics a11d new mncroeconomics. Berlín: Springcr Verlag, 1992.
486 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

que les parezca adecuado nos lo comuniquen para ir mejorando sucesivas versiones
de este trabajo.
La crítica a estos enfoques debe iniciarse señalando como punto más importante
que, aunque algunas variantes tratan precisamente de integrar en sus esquemas los merM
cados no competitivos (teoría de los ciclos reales y neokeynesianos, por ejemplo) y
otras limitaciones de la ortodoxia convencional, todas ellas aceptan fielmente el marco
institucional y los principios básicos del pensamiento neoliberal-importancia del mer-
cado, tendencia al equilibrio, elementos exógenos como causa de los desequilibrios
(excepto la teoría de los ciclos reales), y racionalidad de los agentes económicos-, por
lo que les son aplicables todos los puntos que nos llevan a rechazar a aquella (recogi-
dos en el capítulo sobre los neoclásicos tradicionales). Además:

- Los neoaustriacos son neoliberales extremos cuya exagerada adscripción al mercado


desafía todo realismo.
- El ciclo político económico y la teoría de la elección pública. El panorama que pre-
senta en el mundo entero la escena política impide rechazar cierto grado de validez
en algunos de los postulados de este enfoque. No se puede negar que en muchos
casos los agentes decisorios en política buscan mucho más sus intereses que aque-
llos que dicen representarl pero, en primer lugar, no existe constancia alguna de que
esta característica afecte a todos los agentes irrl.plicados y en todas las instancias;
además, y especialmente, es la conclusión de su diagnóstico -por tanto, vuélvase a que
las decisiones las tome en exclusiva el mercado-la que es imposible de aceptar. Si el
mercado presenta importantes fallos e injusticias, la vuelta al mismo debido a la
corrupción de la política seguiría dejándolas como antes. Lo que habría de resolver-
se sería esta última, lo que no se arregla con la vuelta al mercado sino con una pro-
' de las instituciones democráticas y el establecimiento de formas de
fundización
actuación social que reduzcan al mínimo la Incidencia de los intereses personales o
colectivos de los políticos. Es interesante consu~.tar que, según desde qué óptica polí-
tica se contemplen, los postulados de la teoría de la elección pública pueden condu-
cir más a justificar la actuación pública con una adecuada base democrática que a
evitarla.
-Las expectativas racionales. Es muy poco probable que los agentes tengan toda la
información y que todos actúen según los dictados de un mismo esquema de teoría
económica. De hecho, la vida real está llena de decisiones distintas e incluso con-
tradictorias de los principales agentes económicos. Además, aceptar que las expec-
tativas racionales conducirán a anticipar las decisiones públicas y a actuar en
consecuencia esterilizando, cuando no rindiendo perjudiciales, las decisiones de polí-
tica económica, implica aceptar que todos los agentes interpretaran las consecuen-
cias de la política según el mismo esquema de teoría económica (es decir, supone la
existencia incuestionada de una sola interpretación económica válida de las conse-
cuencias de las medidas de política). Esta posición es lógica en quienes aceptan la

3. Creemos que sería de gran interés un tratamiento desde la Economía crítica acerca de cómo la bus-
queda de los intereses propios y la corrupción de los agentes decisorios, tanto agentes políticos como los
dirigentes de las empresas privadas, se ha convertido en una característica inherente del capitalismo
actual.
LOS NUEVOS NEOCLÁSICOS 487

validez incuestionable del esquema neoclásico, pero dista mucho de ser coherente
para las posiciones más pluralistas de la disciplina. Finalmente, hay que añadir que
incluso en los reductos más fundamentalistas de la economía neoclásica -Estados
Unidos, Inglaterra- se recurre a medidas de política monetaria y fiscal para gestionar
sus economías en dirección favorable a la operación de los mercados, lo que parece
bastante contraproducente cuando se afirma que las anticipaciones racionales sobre
los efectos de estas políticas las hace inoperantes.
-La economía de oferta supone la ley de Say. Si no es válida para el pensamiento clá-
sico y neoclásico, no hay ninguna razón que justifique su aceptación para estas nue-
vas interpretaciones.

Las lecturas que presentamos en este apartado son las siguientes: en primer lugar
una lectura de Guerrien en que se critican los conceptos básicos de los nuevos macro-
economistas, después un artículo de B. Clark que proporciona una primera idea de las
distintas corrientes existentes en lo que él denomina el «liberalismo clásico actual».
A la que sigue una lectura de Felderer y Homburg (1992) donde se revisa la curva de
Phillips y los nuevos clásicos, mientras Starz describe brevemente y revisa la nueva
economía keynesiana. También incluimos una lectura de Caporaso y Levine que reco-
ge lo que ellos denominan la aproximación económica a la política que supone la
teoría de la elección pública y el análisis económico de las instituciones. Finalmente,
acabamos con la lectura de A. Mario, que revisa la validez de las expectativas racio-
nales.

4.LECTURAS

GUERRIEN, Bernard. «<ntroducción>>; «Conclusión general». En: La théorie économique


néoclassique. Tome 2: Macroéconomie, théorie des jeux. París: La Découverte,
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Theories ojpolitical economy. Cambridge: Cambridge University Press, 1992,
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Londres; Nueva York: Routledge, 1992, p. 89-100.
CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA 489-499

Introducción*
Bernard Guerrien

[ ... ]

l. ¿VOLVER A UN ENFOQUE DE EQUILIBRIO GENERAL?


A fin de evitar las incoherencias inherente-f.; cualquier modelo en el que los compor-
tamientos racionales no se tienen plenamente en cuenta, es necesario -según los nue-
vos macroeconomistas neoclásicos- volver a los orígenes, es decir, al modelo de
equilibrio general, en el que las opciones están explicitadas a partir de las característi-
cas individuales, las únicas que no están sometidas a azares coyunturales. Sin embar-
go, nos podemos preguntar por qué se ha tenido que esperar hasta los años setenta para
constatar lo siguiente: ¿por qué lbs teóricos neoclásicos de las décadas anteriores, empe-
zando por Milton Friedman, no han emprendido la «fundación microeconómica» de
la macroeconomía, tal como Lucas, Barro y tantos otros han intentado hacer a partir
de los años setenta? Existen dos razones esenciales: por una parte, la agregación -de los
bienes y las opciones individuales- plantea problemas insuperables; por la otra, los mo-
delos de equilibrio general presentan una extrema complejidad y no ofrecen ningún
«resultado>> que el rnacroeconornista pudiese utilizar (ver cap. IV del torno 1). De hecho,
decir que volvemos a la teo~ía del equilibrio general es como decir que hacemos ...
¡microeconomía! La macroeconomía ya no tiene razón de ser. No existiría pues más
que una única gran teoría que sería la del equilibrio general, que se aplicaría tanto a
las cuestiones «microeconómicas» como «macroeconómicas», buscando las explica-
ciones a nivel de los individuos. Pero no sucede nada de esto: incluso los nuevos macro-
economistas neoclásicos más celosos siguen hablando de macroeconomía y algunos,
incluso, siguen escribiendo manuales sobre ésta. La macroeconomía de nuevo estilo
debe tener pues algo de particular que la diferencie de la microeconomía; de hecho,
no es sino una microeconorrúa con un número mínimo de bienes y de agentes, tal como
podremos comprobar después de haber recordado cómo se plantea el problema de la
agregación.

2. EL PROBLEMA DE LA AGREGACIÓN

El problema de la agregación guarda una estrecha relación con la fractura entre micro-
economía y macroeconomía. De hecho, durante mucho tiempo ha servido para justi-

* Publicado en: Guerrien, Bernard. «lnlroduction». En: La tl!éorie économique néoclassique. Tome 2:
Macroconomie, théorie des jeux. París: La Découverte, 1999, p. 15-26. Traducción: Beatriu Krayenbühl.
490 CRfTICAA LA ECONOMfA ORTODOXA

ficar esta fractura -nos referíamos entonces a la «ausencia de un puente» (no bridge)
entre microeconomía y macroeconomía-. El problema de la agregación se descompo-
ne de hecho en dos problemas distintos: la agregación de los bienes y la agregación de
los individuos (más precisamente, de las opciones individuales).

2.1. La agregación de los bienes


El intercambio se halla en el centro de la reflexión económica. Para que exista inter-
cambio hace falta que haya por lo menos dos individuos y dos bienes. Y, sin embargo,
el macroeconomista razona con agregados -PIB, consumo, capital- que generalmen-
te se caracterizan con un número. ¿Cómo pasar de un conjunto de riúmeros -las canti-
dades producidas, consumidas, invertidas, de cada producto- a un único número? Éste
es el problema de la agregación de bienes. Un minuto de reflexión basta para darse
cuenta de que este problema es insoluble: no existe un «bien sintético» cuyas cantida-
des den cuenta del conjunto de las cantidades de los distintos bienes que la economía
implica.
Una solución que surge en nuestra mente es asociar este conjunto a su valor, obte-
nido éste al multiplicar la cantidad de cada bien por su precio. Si el bien n, pongamos
por caso, la sal, se elige como numerario -su precio es pues igual a 1-, entonces se
puede asociar un número a cada cesto de bienes, su «equivalente en sal» (cantidad de
sal a cambio de la cual aquel se puede cambiar a los precios dados). Una «solución>~
como ésta al problema de la agregación presenta no obstante un inconveniente impor-
tante: el de depender del sistema de precios utilizado para evaluar los bienes. A priori,
este sistema de precios es uno cualquiera. Si bien es verdad que se puede considerar
que el mismo resulta de una manera u otra de la elección de los individuos, se corre
entonces el peligro de hacer el siguiente razonamiento circular: a partir de agregados
-en particular, el capital- se «determinan» ciertos precios (tipo de interés y salario)
que intervienen directamente en el cálculo de estos agregados.
Para evitar este tipo de problema -que ha dado lugar a numerosos debates-, la
macroeconomía que pretende tener «fundamentos microeconómicos» se sitúa gene-
ralmente en un mundo con un único bien (se utiliza frecuentemente la imagen del trigo)
que sirve a la vez para el consumo y la producción (inversión), y cuya cantidad carac-
teriza estos agregados.

2.2. La agregación de las opciones individuales


La macroeconomía tradicional opera con funciones cuyas variables son agregados --como
las funciones de consumo, de inversión, de oferla y demanda (del producto o de los
«factores de producción»), etc.-. De ahí la pregunta: ¿se puede considerar que estas
funciones sintetizan las opciones individuales? Para contestar a esta pregunta primero hace
falta precisar el marco en el cual se sitúan estas opciones. El caso más simple, y privi-
legiado por los teóricos neoclásicos, es el de la competencia perfecta, en el que las opcio·
nes de los agentes se expresan a través de ofertas y demandas, con precios dados (ver cap.
III). La agregación de las opciones toma entonces la forma de funciones de oferta y de
demanda globales, obtenidas por adición de las funciones de oferta y demanda indivi·
duales -tal como hace el comisario-subastador-. El teórico se interesa entonces por
INTRODUCCIÓN 491

ciertas propiedades que esta opción agregada puede tener -por ejemplo, el decrecimiento
de la función de demanda-. Pero el teorema de Sonnenschein (ver capítulo IV) no le
deja ninguna posibilidad por este lado: no es posible deducir relaciones de comporta-
miento globales que tienen una forma simple -o considerada como normal- a partir de
las de los individuos que componen la sociedad. En otras palabras, las relaciones macro-
económicas habituales no se pueden fundamentar microeconómicamente, incluso en el
marco muy simplificado de la competencia perfecta.
Así, sea cual sea la manera en que la abordemos, la agregación no es posible. De
hecho, los teóricos del equilibrio general siempre lo han sabido -o siempre lo han sos-
pechado, hasta que el teorema de Sonnenschein puso definitivamente término a estas
dudas-. De ahí la fractura entre microeconomía y macroeconomía, fractura que se ha
institucionalizadao, tanto en la enseñanza como en la práctica. Sin embargo, los nue-
vos macroeconomistas neoclásicos han intentado dar un aire de «equilibrio general»
a la macroeconomía utilizando diversos subterfugios que les permitan eludir el pro-
blema de la agregación, bien sea porque se sitúan en un mundo con un único bien, bien
sea porque presuponen un único agente, o lo uno y lo otro.

3. LA NUEVA MACROECONOMÍA NEOCLÁSICA

Para evitar el problema de la agregación, la nueva macroeconomía neoclásica consi-


dera modelos redbcidos de la economía, que puede estar formada por un único indivi-
duo, o por una función de producción con una regla de distribución del producto, o
por una serie de individuos que intentan distribuir mejor su consumo en el tiempo.

3.1. Los modelos en Jos que hay un único individuo


Un individuo solo o aislado (la imagen de Robinson se evoca aquí muy a menudo) sólo
tiene un únicd problema: el de utilizar al máximo los recursos de los que dispone. Si úni-
camente vive un periodo, este problema ni tan sólo se plantea, ya que únicamente tiene
que consumir sus recursos en bienes, antes de morir. En cambio, la situación es más
complicada si vive más de un periodo, ya que tiene que decidir entonces la asignación
de sus recursos (bienes, tiempo disponible) en cada uno de Jos periodos considerados:
¿de qué manera se pueden repartir los bienes entre consumo e inversión?, ¿de qué
manera se puede asignar el tiempo del que uno dispone entre trabajo y ocio? La res-
puesta a estas preguntas depende evidentemente de múltiples factores -entre los cua-
les se halla la información disponible en el momento de tomar la decisión-.
Los nuevos macroeconomistas van a conservar la solución adoptada por el mode-
lo del equilibrio general de Arrow-Debreu (ver cap. IV), suponiendo que el único indi-
viduo se caracteriza por unafwtción de utilidad intertemporal U(·) que asocia, por
ejemplo, a la cesta de consumos presentes y futuros (C~ ... , e,, ..., eT), en la que (e,)
designa el consumo en el instante t, y la utilidad U (CO> ... , c1, ••• , cT). Una forma que
a menudo se utiliza para ésta, debido a su particular simplicidad, es:

u(e,) u(cT) u(c,)


U(c0••.• ,e,, ... , eT)=u(c0) + ... + - - + ... + - - - = I + - -
(l+p)' (l+p)' t (l+p)'
492 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

Agente «representativo» y «muchos agentes idénticos»

Los nuevos macroeconomistas neoclásicos a familiares idénticas (Romer, 1996, p. 44, 170);
menudo razonan dentro de modelos con un «El modelo que estamos considerando con-
único individuo (según ellos, se referirian siste en un individuo único (o un número cons-
entonces a la macroeconomía). Pero dado que tante de individuos idénticos)» (De Long y
utilizan estos modelos para discutir acerca de Plosser, 1983, p. 43). Pero unos individuos
las políticas económicas y de las evoluciones idénticos -tanto si son en «gran número»
reales de las economías que conocemos, cali- como si no- 1W tienen ninguna razón para
fican a este único agente de «representativo~), efectuar illtercambios (el intercambio nace de
dando así a entender que representaría la la diferencia -a nivel de gustos, dotaciones o
opción del conjunto de la sociedad (evitando técnicas disponibles-). Así pues, toman sus
cuidadosamente hablar de los problemas que decisiones como si estuviesen aislados, y estas
plantea la agregación). A título de ejemplo, decisiones son idénticas. La situación es la
una cita de autores de renombre: «Como en misma que si tuviésemos n Robinsones idén-
la teoría habitual del crecimiento, se supone ticos en n islas aisladas las unas de las otras. El
la existencia de una unidad familiar represen- agente «representativm) lo es tanto ... que no
tativa con una duración de vida ilimitada)) sirve para nada -se identifica completamente
(Kydland y Prescott, 1982, p. 1.345). Otra con uno cualquiera de los n Robinsones (idén-
forma de sugerir que el hecho de considerar ticos)-. El hecho de que el análisis suponga
a un individuo único, o aislado, no es decisi- un solo individuo (o un individuo único) apa-
vo consiste en aludir a la existencia de un rece claramente en la formulación matemáti-
«gran número de agentes)), precisando, sin ca de los modelos, en los que sólo ex.iste una
embargo, que éstos son «idénticos)). Citemos única función de utilidad y una única función
también, a este respecto, a autores de renom- de producción, siendo maximizada la primera
bre: «Se supone que la economía consiste en teniendo en cuenta las limitaciones impuestas
un gran número de empresas y de unidades por la segunda.

en la que pes la preferencia por el presente del individuo (cuanto más elevado es p,
y cuanto menos peso tienen los bienes futuros en la utilidad total, intertemporal). En
el caso de que el tiempo disponible -distribuido entre trabajo y ocio- se tome en con-
sideración, una función habitual es la función YO definida por:

v(c 1)
V(c0 , 10, ••. , e, 1, ... , cr, Ir)='-'---
" p '
t (1 + p)',

en la que 1, designa el tiempo dedicado al ocio, en t.


El único individuo del modelo conoce también las técnicas que están disponibles,
presentes y futuras, representadas por una función de producción intertemporal.
En tales condiciones, si es racional, intentará determinar el consumo y el tiempo
dedicado al trabajo en cada periodo, de tal forma que maximice su utilidad intmemporal,
teniendo en cuenta las posibilidades técnicas.
INTRODUCCIÓN 493

3.2. ¿Precios y un equilibrio en un modelo con un único individuo?


El modelo de equilibrio general (en competencia perfecta) supone, tal como lo hacen
los nuevos macroeconomistas neoclásicos, agentes que cumplen funciones de utilidad
y de producción intertemporales (en el marco de la hipótesis de la existencia de un
«sistema completo de mercados» -ver cap. m-). No obstante, el primer objetivo de
este modelo es encontrar un sistema de precios que haga compatibles los planes de las
unidades familiares con los de las empresas; lo que evidentemente sólo tiene sentido si
el modelo implica más de un individuo y, por lo tanto, varios centros de decisión. Pero
éste no es el caso de los modelos con un único individuo de la nueva macroeconomía;
¿cómo podemos hablar pues de «equilibrio general>> respecto a estos modelos? Y sin
embargo, es posible hacerlo, formalmente, aunque ello no tenga ningún sentido.
La operación es simple: consiste en proceder «al revés». Así, en el modelo de com-
petencia perfecta (con varios agentes), los individuos determinan las cantidades ofer-
tadas y demandadas igualando sus tasas marginales de sustitución con las relaciones de
precios, siendo éstos determinados (por el comisario-subastador -ver cap. m-). En el
modelo de la opción intertemporal de un único individuo, se utiliza la misma igual-
dad, pero considerando que las cantidades están dadas (son las que maximizan la uti-
lidad intertemporal del individuo); los precios se deducen pues de esta igualdad (mientras
que en el modelo de competencia perfecta son las cantidades -ofertadas o demanda-
das-las que se deducen de la misma igualdad). Estos precios no sirven para nada, ya
que el individuo conoce ya su plan óptimo de consumo y de trabajo -mientras que en
el modelo de competencia perfecta los precios cumplen la función de hacer compati-
bles (o de coordinar) los planes de varios individuos.
En cuanto los precios han sido «deducidos» de las cantidades, éstas son presenta-
das como ofertas y demandas a estos precios; serían incluso de «equilibrio>> (general),
ya que son forzosamente compatibles (¡el individuo único del modelo 1no tiene que
coordinarse con nadie en absoluto!). El sistema abandonado a su suerte estaría así en
«equilibrio permanente» y, por lo tanto, en un óptimo de Pareto (primer teorema de la
economía del bienestar -ver cap. v-).
La visión pesimista, o prudente, de Keynes acerca del funcionamiento de los
mercados ha sido sustituida por un discurso beato sobre su naturaleza armónica y
«óptima».

3.3. Modelos con un individuo y macroeconomía


A diferencia de la microeconomía, la macroeconomía implica una dimensión empíri-
ca importante -se ocupa de las relaciones entre agregados, para los cuales existen medi-
das estadísticas-; además, mantiene un vínculo estrecho con las políticas económicas
que los Estados intentan realizar. Debido al número limitado de variables que inter-
vienen, los modelos que postulan una opción intertemporal por un único individuo se
prestan a este ejercicio, asimilando las cantidades escogidas por el individuo a los agre-
gados correspondientes (su producción representará el PIB, la cantidad de horas dedi-
cadas al trabajo, el nivel de empleo, etc.).
Además, y ahí está la novedad, se puede presentar el modelo como «basado micro-
económicamente» puesto que las evoluciones que describe resultan de la maximización
494 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

Robinson se vuelve esquizofrénico e «instituye» mercados

En su libro, Microéconomie intermédiaire, sin pendiente a su trabajo en la empresa; en tanto


duda la obra más difundida de microeconomía que accionista de la empresa, percibirá el bene-
a nivel mundial y que está escrita para princi- ficio, y en tanto que consumidor, decidirá la
piantes, Hal Varian presenta la cuestión de la cantidad de output que compra a la empresa»
formación de los precios en un modelo con un (Varían, 1987, p. 560 de la edición francesa).
único agente como sigue: Como para justificar este disparate, Varían
«Supongamos que Robinson está cansa- añade:
do de ser a la vez productor y consumidor y <(Sin duda, esta situación debe parecer
decide alternar los papeles. Un día actúa sólo extraña, pero no hay muchas otras cosas que
como productor y, al día siguiente, sólo como hacer en una isla desierta>>, o aún: «El análisis
consumidor. Para coordinar estas actividades, es sin duda un poco esquizofrénico, pero es el
decide instituir un mercado laboral y un mer- tributo que hay que pagar si se quiere examinar
cado de cocos. También constituye una empre- una economía con una única persona.» Sin
sa, la <(Crusoe, S.A.», y se convierte en su embargo, no explica el origen de este «deseo»,
único accionista. La empresa va a examinar el ni el interés en satisfacerlo ...
precio del trabajo y de los cocos y va a elegir En su otro tratado de microeconomía
la cantidad de trabajo que contrata y la cantidad (Varían, 1991), dedicado a un público más
de cocos que produce al perseguir el objetivo «avanzado», no reanuda esta historia. Está
delmaximización del beneficio. Robinson, en claro que se toma a los principiantes por unos
tanto que trabajador, recibirá un sueldo corres- imbéciles ...

de una función de utilidad, teniendo en cuenta las técnicas que están disponibles.
1 Ciertamente, este «fundamento» es puramente fonnal: ¿cómo justificar el hecho de que
se intenta describir el comportamiento (agregado) de una economía que implica miles
d~ centros de decisión a través de la elección (intertemporal) de un único individuo? Los
nuevos macroeconomistas neoclásicos no contestan a esta pregunta; incluso intentan evi-
tar que se plantee, dejando entender que su modelo representaría de hecho el comporta-
miento de muc~os individuos en una economía con muchos bienes, precios, mercados, etc.
(a título de ejemplo, ver el texto en el recuadro, «La macroeconomía según Bob Barro»).
Existen dos grandes tipos de modelos con un único individuo en la nueva macro-
economía neoclásica: los modelos llamados «del ciclo real», cuyas características son
muy cercanas a las que acabamos de describir (estos modelos se examinan en el pró-
ximo capítulo); y los modelos de crecimiento, que básicamente están construidos en
torno a una función de producción que se supone representa la evolución del conjun-
to de la economía-una función cuyos argumentos son el trabajo y el único bien (en el
cap. IX se estudian estos modelos).
En todo lo que acabamos de decir se percibe un gran ausente: el dinero. Claro que
tampoco se ve claro cómo se podría justificar su presencia si sólo hay un único individuo
y, por lo tanto, no hay ningún intercambio -dado que la principal razón de ser del dine-
ro es la de servir de intermediario en los intercambios-. Los nuevos macroeconomis-
tas neoclásicos han considerado, por tanto, modelos con más de un agente, en los que
el dinero es el único medio de proceder a una asignación intertemporal de los recur-
INTRODUCCIÓN 495

sos: se trata de modelos «de generaciones imbricadas» («O. générations imbriquées» ),


que son objeto del capítulo x.

3.4. Sobre la noción de «Choque»


La antigua macroeconomía, marcada por las ideas de Keynes, no puso el equilibrio en
el centro de sus análisis; más concretamente, no excluía el hecho de que la economía
se pudiese encontrar en un equilibrio de subempleo. Éste no es el caso de la nueva
macroeconomía neoclásica que, como hemos visto, reivindica un análisis de equilibrio
permanente, de pleno empleo. ¿Cómo explicar pues las fluctuaciones económicas?
Mediante «choques» que sólo pueden ser externos a un sistema cuyo buen funciona-
miento está asegurado; al principio de los años setenta, cuando la inflación y el paro
aumentaron fuertemente, los «choques monetarios» fueron utilizados como argumen-
to, mientras que a los «choques reales» se les atribuyó una importancia considerable en
los años ochenta. A nivel de la modelización, estos «choques» se expresan mediante la
introducción de variables aleat<lrias, cuyas leyes (escogidas por el modelizador) pue-
den tomar fonnas muy diversas. El tratamiento matemático se vuelve por ello tanto más
complicado, sobre todo si se hacen intervenir anticipaciones respecto a los choques. De
hecho, estas complicaciones suplementarias son una razón más para recurrir a modelos
con un único individuo (aunque se le ponga la etiqueta de «representativo»).
Más allá de las consideraciones de orden técnico, el hecho de que la noción de «cho-
que» se haya impuesto progresivamente, tanto a nivel de la teoría como del discurso
habitual de las instancias decisoras de política económica, no es sino la traducción teó-
rica e ideológica de la gran corriente liberal de los años ochenta, con sus privatizacio-
nes y desregulaciones. Según este punto de vista, únicamente los «choques» imprevisibles
-o provocados por el Estado- impiden una evolución económica annónica, bajo la égida
de los «mercados». La paradoja consiste en que, durante el período de expansión más
importante que jamás hayan experimentado las economías capitalistas -los famosos
«treinta gloriosos» que van de los años cuarenta a los años setenta-, el discurso predo-
minante de los economistas insistiese en la necesidad de poner remedio a los desajustes
propios del capitalismo (tendencia al estancamiento, demanda insuficiente para garantizar
el pleno empleo -por lo menos si se le «deja hacer>>-), mientras que en el periodo siguien-
te, bastante más turbulento, este discurso toma como punto de partida el buen funcio-
namiento de este sistema, que sólo se puede ver perturbado por choques externos.

3.5. Conclusión
La actitud de los teóricos neoclásicos respecto a la macroeconomía cambió radical-
mente durante los años setenta. Rechazaron entonces el «compromiso keynesiano»
que consistía en mezclar ideas de Keynes y relaciones importadas de la microeconomía
en nombre del rigor, identificado con la búsqueda exclusiva de «fundamentos micro-
económicos», en una perspectiva de equilibrio general. Confrontados al problema insu-
perable de la agregación de bienes y opciones, los macroeconomistas neoclásicos
eligieron entonces la solución radical, que consiste en actuar como si la sociedad se
comportase como un único individuo -calificado de «representativo>>-. De forma más
general, en esta nueva perspectiva la macroeconomía se ha vuelto una microeconomía
496 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

con un número mínimo de bienes e individuos, cuyos modelos tienen como objetivo
simular al máximo las evoluciones observadas realmente en cada país -con la idea de
que los desajustes observados son debidos exclusivamente a «choques» externos-.

La macroeconomía según Bob Barro

«Bob)) (Robert) Barro es, junto con «BOb>} comprueba primero que, «en el mundo real»,
Lucas, uno de los pilares de la nueva macro~ las personas consumen muy pocos bienes que
economía neoclásica que se presenta en un ellas mismas contribuyen a producir, lo cual
manual publicado en 1986. En esta obra, Barro no le impide escribir seguidamente: «No po-
transitaba permanentemente entre un mundo dríamos trabajar con nuestro modelo si tuvié-
con un único individuo y un único bien, que semos en cuenta bienes cuyas características
es el de sus análisis teóricos, y el mundo real al físicas fuesen distintas. Por tanto, vamos a
cual se refiere constantemente con el respaldo seguir razonando con una única clase de
de las estadísticas. Su libro empieza con un bien ... )) (p. 54), un bien que además se pro-
capítulo sobre «el punto de vista de la macro- duce en todas partes con la misma función de
economía>> en el que explica que ésta se ocupa producción. Barro observa además en una nota
de agregados tales como el PIB, el nivel de a pie de página que con bienes idénticos «exis-
precios, el empleo, etc., y después precisa que te entonces un pequeño problema: ¿por qué
empezará por presentar «la teoría básica de los razones vendería y compraría la gente este
precios>> que proporcionará su «fundamento bien?)) (p. 54). ¡He ahí una pregunta muy per-
microeconómico)) a la macroeconomía (p. 9). tinente! Recuerda entonces la «solución>> avan-
De hecho, Barro nunca trata en su libro «de zada por el otro Bob, Lucas, que propone
Jos» precios, sino de un precio, denotado por considerar que los bienes difieren ... en el color
P, presentado como el nivel de precios, pero y que cada familia se especializa en la pro-
que en realidad designa el precio del único bien ducción de bienes d!f un color, aunque desee
de la economía (en una perspectiva intertem- consumir bienes de todos los colores.
poral, este precio varía de un período a otro, Consciente quizá de lo ridículo de esta «solu-
lo que permite definir un tipo de interés). ción)), Barro evoca la naturaleza «abstracta)>
Este enfoque supone también un único de su tarea, que está destinada, sin embargo,
agente, ya que el título del capítulo siguiente «a capturar en un modelo concreto algunas
(el segundo) anuncia que versa sobre la «eco- características del mundo real)) (p. 54).
nomía de Robinson Crusoe». Barro explica al Así, a pesar de las constantes alusiones de
principio de este capítulo que, en aras de la Barro a los bienes y a las familias (en plural),
«claridad», va a examinar «una economía de su modelo es básicamente un modelo con un
familias aisladas en la que cada una se parece único bien (físico) y con un único individuo
a Robinson Crusoe» (p. 27). Poco a poco expli- (no hay intercambios entre individuos). Sin
ca que, de hecho, las familias «aisladas» son embargo, lo enreda todo al introducir supues-
idénticas. Así, Barro precisa un poco más ade- tos «mercados», «precios» (de hecho, el del
lante que todas tienen la misma función de pro- mismo bien durante varios periodos) y crédito
ducción y, dos capítulos más lejos, que todas (de hecho, una asignación intertemporal con
tienen la misma función de utilidad intertem- un «mercado perfecto de capitales» -sin incer-
poral (relaciones [4.2] o [4.7] del cap. IV). tidumbre-), afinnando que el «vaciado)> (clea-
Después de las elucubraciones habituales sobre ring) de los mercados daría coherencia a todo
las opciones de Robinson,Uegamos a los «mer- esto. Sin embargo, no es sólo a Robinson al
cados» (cap. III). Tal como debe ser, Barro que complica ia vida ...
CONCLUSIÓN GENERAL 497

[ ... ]

CONCLUSIÓN GENERAL'

Ahora, el lector puede comprender la razón de esta afirmación sorprendente: a dife-


rencia de ciencias tales corno la física, la química y, en menor medida, la biología, la
teoría neoclásica -y, más generalmente, la teoría económica- no implica «leyes fun-
damentaleS>> a partir de las cuales se obtendrían otras leyes, o resultados, que permi-
tirían comprender -y a ser posible, controlar- cada vez mejor el mundo que nos rodea.
Incluso los propios teóricos neoclásicos consideran que no disponen más que de un
único resultado sobre el cual todo el mundo está de acuerdo: el teorema de la existen-
cia de, por lo menos, un equilibrio general de competencia perfecta. De ahí la impor-
tancia que atribuyen a este equilibrio, además de su papel normativo.
Este resultado constituye sin duda una buena proeza intelectual, pero no tiene uti-
lidad alguna para aquél que se interesa por la vida económica y social tal como la cono-
cemos (a menos que sea en una perspectiva de planificación). Así pues, contrariamente
a lo que se afirma muy a menudo -por parte de los teóricos neoclásicos-, no puede
servir de ley «fundamental» a partir de la cual evolucionaría la ciencia, lenta, pero
seguramente.
Aunque los teóricos neoclásicos califican de «irreal» el modelo de la competen-
cia perfecta (sería más correcto decir que describe un mundo totalmente imagina-
rio), este modelo sigue estando en el centro de su aparato teórico, y ello por una
razón muy simple: la propiedad de optimalidad (en el sentido de Pareto) de sus equi-
librios -que los convierte en normas, en ideales que hay que intentar alcanzar-. Esta
dimensión normativa de la competencia perfecta es tan fuerte que lleva a absurdos tales
como el que consiste en hablar de precios, de competencia e incluso de equilibrio
general respecto de un modelo en el que sólo hay un único individuo -y, por lo tanto,
en el que ni tan solo existen intercambios (que es el caso de la mayoría de modelos
de la nueva macroeconomía neoclásica)-. En la misma perspectiva, el deseo de
«demostrar matemáticamente» y a cualquier precio el carácter óptimo del «Sistema
de mercados», por lo menos en el caso ideal en el que éste puede actuar sin trabas, con-
duce a una especie de ceguera, a no ver que lo que se ha presentado como el merca-
do ideal no es nada más que un sistema extremadamente centralizado, regido por
normas muy estrictas, y que, por lo tanto, se encuentra en las antípodas de lo que
habitualmente se entiende por «mercado» -aunque sea de forma muy imprecisa-.
Estos absurdos y esta ceguera en personas que, por otra parte, proclaman alto y fuer-
te el carácter científico de su investigación únicamente se pueden explicar por el
peso de la ideología, de sus convicciones previas: convencidas de la «eficacia» de
los mercados en la asignación de recursos, por lo menos cuando no tienen «fallos» o
están sometidos a «imperfecciones», no pueden hacer otra cosa que intentar «demos-
trar>> que esto es así, aunque sea a costa de las aberraciones que hemos indicado. Lo
que al principio no es más que una convicción o una creencia se convierte en una
«verdad científica» establecida matemáticamente (es decir, al margen de toda ideo-

* Guerrien, Bernard. «Conclusion générale». En: La rlléorie économique néoclassique. Tomo 2:


Macroéconomie, théorie desjeux. París: La Découverte, 1999, p. 109-113.
498 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

logía -que no puede ser más que la expresión de las otras corrientes del pensamien-
to económico-).
La ideología también explica la búsqueda a cualquier precio de los «fundamentos
microeconómicos» que caracteriza a la teoría neoclásica.
La búsqueda de «fundamentos microeconómicos» -o, lo que es igual, el individua-
lismo metodológico- es lógicamente imposible, tal como hemos visto a partir del segun-
do capítulo de esta obra: las transacciones sólo se pueden efectuar en el marco de reglas
impuestas a los individuos (o que éstos aceptan). Todos los modelos neoclásicos supo-
nen implícitamente una forma previa de organización social-salvo, evidentemente, los
que sólo implican a un único individuo (¿pero, entonces, cómo podemos hablar de eco-
nomía?). De hecho, ninguna ciencia pretende explicarlo todo a partir del estudio de unas
«unidades elementales» hipotéticas. La física, considerada generalmente como la reina
de las ciencias, ha abandonado desde hace tiempo cualquier proyecto reduccionista de este
tipo -la profusión de partículas «elementales», que a la larga resultan no serlo realmen-
te (ya que ellas mismas se descomponen en partículas aún más elementales ... ), ha con-
tribuido a ello, entre otras cosas-. De hecho, los físicos, químicos, biólogos, no tienen
problema alguno en razonar con entidades globales (que van desde los átomos a los órga-
nos, pasando por las moléculas y las células) y en establecer leyes macroscópicas (de
las cuales la más famosa es la ley de Mariotte de la presión y la temperatura de los gases).
Bien es verdad que, en estas ciencias, no existe una ideología que presione para poner por
delante al «individuO>~ (es decir, una unidad elemental cualquiera con un cierto número
de características a partir de las cuales se podría deducir todo lo demás).
En las ciencias de la naturaleza es posible -¡e imperativo!- efectuar experimentos
controlados que permitan contrastar diversas teorías, tanto si son de orden microscópico
como macroscópico. Esto no sucede en la economía, en la que cada situación presen-
ta particularidades cuyos efectos no se pueden aislar (¿quién puede afinnar, de forma
contundente, por ejemplo: «Si el banco central de un país hubiese bajado su tipo de
interés director en un momento concreto, entonces la evolución de este país habría sido
totalmente distinta», precisando las características de esta evolución «distintm> ?). La
ausencia de experimentos controlados que permitirían contrastar teorías deja la puer-
ta abierta a las fábulas y otras historias que explican los teóricos neoclásicos, con su
provisión de ecuaciones más o menos complicadas (y no será la comparación de las
opciones intertemporales de un Robinson Crusoe cualquiera con la evolución obser-
vada de un país lo que no cambiará esta realidad).

l. ¿CóMO ES ESTO POSIBLE?

Una vez hechas estas observaciones, surge inevitablemente una pregunta: ¿cómo es
esto posible? Más concretamente, ¿por qué la sociedad otorga consideraciones y hono-
res (incluidos Premios Nobel) a personas que dedican toda su actividad a especular en
mundos puramente imaginarios? Se puede responder a esta pregunta de diversas mane-
ras. Recordemos primero que estas especulaciones existen desde los inicios de la eco-
nomía política (Marx ya se mofaba de las «robinsonadas~~ utilizadas por los autores de
su época). Hoy en día, hay muchos más economistas con una fonnación matemática
avanzada; de ahí la multiplicación de elucubraciones cada vez más elaboradas. La fun-
ción ideológica de las teorías económicas no es nueva: la sociedad -o por lo menos
CONCLUSIÓN GENERAL 499

sus clases dominantes- necesita «Sabios» que aseguren esta función con el fin de que
el orden social sea aceptable.
Pero esto no lo es todo, ya que, aunque existe entre los economistas neoclásicos
(entre otros) un amplio consenso en cuanto a las ventajas del sistema de mercados, o del
capitalismo, sin embargo no están forzosamente de acuerdo sobre las políticas que per-
mi ten garantizar al máximo su mejor funcionamiento. El punto central es pues la inter-
vención del Estado; algunos economistas piensan que se debería reducir al máximo,
mientras que otros consideran que resulta indispensable para corregir las «imperfec-
ciones» del sistema. Ya que no es posible resolver «experimentalmente>> esta cuestión,
u otras similares, la batalla se traslada al terreno de las fábulas -consideradas como
una especie de «experiencias mentales»-. Así, las fábulas propuestas por Locas y Barro
abogan por la no intervención, mientras que las de Samuelson y Romer van en el sen-
tido contrario (por sólo citar a éstos).
Los políticos constantemente tornan decisiones de orden económico que a veces
tienen que justificar, si es posible invocando lo que dicta la «ciencia» (tanto si .creen
en ella corno si no). De ahí la necesidad de disponer de un cuerpo de «sabios» o de
«expertos» que fabriquen modelos (las fábulas) que puedan servir de aval «científico»
a las políticas propuestas. Así, la fábula de Lucas «de las dos islas>> (ver capítulo x) ha
servido de aval teórico a las políticas de retroceso del Estado que surgieron a finales
de los años setenta.
Está claro que nuestros sabios y expertos tienen un gran interés en mantener su
reputación, complicando sus modelos a su gusto, lo que los vuelve de difícil acceso
para cualquier otra persona que no sean ellos mismos lo que permite encubrir el hecho
de que actúan en mundos totalmente imaginarios. La profesión se perpetúa de este
modo por cooptación: sólo se aceptan aquellos que hacen el juego, se tragan la purga
matemática y proponen nuevas fábulas y, si es posible, con las corrientes de moda. 1
Esto puede continuar durante mucho tiempo, hasta que la sociedad considere que ya
no necesita mantener un ejército de «inventores de historias», ni de inculcarselas a las
nuevas generaciones (cuyo espíritu corre el riesgo de verse irremediablemente defor-
mado). Las historias que existen ya bastan, y la ideología predominante no se ve ame-
nazada. Cargos y créditos corren el peligro de verse fuertemente reducidos, corno parece
estar sucediendo en Estados Unidos. Por racionales que sean, nuestros teóricos «fun-
damentalistas» se arriesgan pues a constatar que han cortado la rama sobre la cual se
hallaban cómodamente sentados ...

BIBLIOGRAFÍA CITADA

BARRO, R. (1986). Macroeconomics. Nueva York: Jobo Wiley & Sons.


KYDLAND; PRESCOIT. (1982). «Time to Build and Aggregate Fluctuations». Econometrica, 50,
p. 1.345-1.370.
LONG, DE; PWSSER. (1983). «Real Business Cycles». Journal of Economic Theory, 8, p. 39-69.
ROMER, D. (1996). Advanced Macroeconomics. Nueva York: McGraw-Hill.
VARIAN; H. (1981)./ntermediate Microeconomics. Nueva York: Norton.
-. (1991). MicmeconomicAnalysis. 3a ed. Nueva York: Norton.
CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA 50I-510

La perspectiva liberal clásica*


Barry Clark

[ ... ]

l. LOS PRINCIPIOS DEL LIBERALISMO CLÁSICO


Las características fundamentales del liberalismo clásico están contenidas en las
definiciones que éste da de algunos de los términos más polémicos de la economía
política.
Naturaleza humana. Los seres humanos se mueven por intereses personales y son
capaces de actuar de forma autónoma utilizando su facultad de razonamiento para des-
cubrir las maneras más eficaces de satisfacer sus necesidades y deseos.
Sociedad. La sociedad es una agrupación de individuos sin finalidades u objetivos
propios. La sociedad buena permite a los individuos buscar sus intereses personales
libres de coacciones arbitrarias.
Gobierno. Los individuos crean un gobierno con el objeto de proteger sus dere-
chos tal como éstos han sido establecidos por una constitución. A parte de esta fun-
ción, el gobierno es tanto mejor cuanto menos gobierna.
Moralidad. No existe ningún método objetivo para discernir qué valores son supe-
riores a otros; por lo tanto, los individuos tendrían que ser libres para determinar lo
bueno y lo malo basándose en sus preferencias personales. Los únicos valores sociales
válidos son aquellos que todos los ciudadanos respaldarían. Dado que nadie quiere que
se violen sus derechos de propiedad o sus derechos civiles, tales violaciones están mal
y debieran ser ilegales.
Libertad. Sinónimo de autonomía y de independencia, la libertad es la ausencia de
coacción por parte del gobierno u otras personas.
Autoridad. La autoridad legítima sólo surge a través del consentimiento de los indi-
viduos a renunciar a una porción de su autonomía. Por ejemplo, la autoridad en el lugar
de trabajo puede ser consentida por los empleados a cambio de un salario. Los ciuda-
danos pueden consentir una autoridad por parte del gobierno a cambio de una protec-
ción de sus derechos a la libertad y la propiedad.
Igualdad. Igualdad significa que todos los ciudadanos tienen la misma oportuni-
dad para dedicarse a una actividad económica y los mismos derechos civiles estable-
cidos por la constitución.

*- Publicado en: Clark, Barry. «The c\assica\liberal perspective». En: Political economy. A comparative
approac/J. 2" cd. Wcstport, Conneticut: Praeger, 1998, p. 48-51, 101, 134-138. Traducción: Beatriu
Krayenbühl.
502 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

Justicia. La justicia requiere la protección de los derechos de propiedad y los dere-


chos civiles establecidos por la constitución y el castigo a aquéllos que violan los dere-
chos de los demás.
Eficiencia. La eficiencia es una situación en la que nadie puede estar mejor eco-
nómicamente sin perjudicar a otra persona. En otras palabras, los recursos se asignan
a aquellas personas más dispuestas y capaces de pagar por ellos.

2. EL LIBERALISMO CLÁSICO HOY

La Gran Depresión de los años 1930 asestó un golpe terrible al liberalismo clásico al
persuadir a un gran número de ciudadanos de que no se podía confiar en el libre mer-
cado para organizar las actividades económicas. Desde la depresión a los años 1970, los
liberales clásicos estuvieron visiblemente ausentes del debate público con la única
excepción de algunos miembros del Departamento de Economía de la Universidad de
Chicago. Sin embargo, la combinación de alta inflación, alto desempleo y lento creci-
miento durante los años 1970 preparó el escenario para un resurgir del pensamiento
liberal clásico. Casi de la noche a la mañana, periódicos, revistas y debates públicos
se llenaron de propuestas del liberalismo clásico para resolver la crisis del moderno
estado del bienestar. En las dos últimas décadas, virtualmente cada país de Occidente
se ha orientado hacia la reducción de los gastos estatales, los impuestos,- las regula-
ciones y las propiedades públicas. La inflación y el desempleo han mejorado de forma
espectacular, y únicamente ha tenido lugar una recesión en Estados Unidos en los últi-
mos quince años. Tres de las escuelas más destacadas del pensamiento liberal clásico
son la economía neo-austríaca, la teoría de la elección pública y la nueva economía
clásica.

2.1. La economía neo-austríaca


La conquista de Austria por el ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial
forzó a muchos intelectuales de este país a la emigración. Ludwig von Mises (1881-
1973) y Friedrich A. Hayek fueron los principales portadores de la ciencia económi-
ca austríaca a Inglaterra y Estados Unidos. A pesar de que nunca fueron totalmente
aceptados por los economistas de la corriente dominante, Mises y Hayek consiguie-
ron ganarse el respeto de economistas tan influyentes como Lionel Robbins (1898-
1984), Fritz Machlup (1881-1973), Oskar Morgenstem (1902-1977) y Gottfried Haberler.
Más recientemente, se ha desarrollado en Estados Unidos una nueva escuela austríaca
de pensamiento liderada por Israel Kirzner, Murray Rothbard (1926-1995) y Roger
Garrison. Los escritos de los neo-austríacos se presentan en Austrian Economics
Newsletter, Journal of Libertarían Studies, Social Phi/osophy & Policy y Critica/
Review.
A pesar de que los neo-austríacos asumen el libre mercado y la libertad perso-
nal, rechazan el supuesto de que los individuos posean toda la información. Si pre-
valeciese toda la información, entonces los planificadores posiblemente podrían
reproducir el mercado, y la defensa de la propiedad privada se debilitaría. Los neo-
austríacos admiten sin problemas que los mercados están impregnados de defectos,
incluyendo los elementos monopolísticos, la incertidumbre y las externalidades. Su
LA PERSPECTIVA LIBERAL CLÁSICA 503

defensa del mercado no se basa en su capacidad para asignar recursos de forma efi-
ciente en cualquier momento preciso, sino en su papel como motor para descubrir y
aplicar el conocimiento que elevará los estándares de vida. Los individuos que ocu-
pan nichos únicos en el mercado detentan la mejor información y tienen el incentivo más
fuerte para innovar. Ninguna agencia de planificación o burocracia puede rivalizar
con el dinamismo de los empresarios para hacer avanzar la tecnología. De hecho,
según los neo-austríacos, la intervención del gobierno casi siempre será perjudicial
porque el gobierno atiende más a los grupos de interés especial que a la promoción
del bien público.
Sin los supuestos de racionalidad de la economía neoclásica, los neo~austríacos
confían menos en las matemáticas y más en el argumento persuasivo. De hecho, com-
parten con los radicales su rechazo al esfuerzo neoclásico de crear una economía cien-
tífica análoga a la física. Irónicamente, los neo-austríacos concluyen que la economía
es, en gran parte, un proyecto acabado. Habiendo demostrado la eficiencia de los mer-
cados y los fallos del gobierno, los economistas neo-austríacos no tienen otra cosa que
hacer excepto continuar su esfuerzo por persuadir a otros economistas, a políticos y al
público de que ellaissezfaire es la mejor política. La perspectiva neo-austríaca ha
influido sobre la economía convencional con el desarrollo de la teoría de los juegos
para esclarecer situaciones en las que se deben tomar decisiones sin tener toda la infor-
mación.

2.2. La teoría de la elección pública


Reconociendo el poder creciente del gobierno en las sociedades capitalistas, algunos teó-
ricos liberales clásicos han intentado analizar la toma de decisiones políticas aplican-
do los mismos principios de la elección individual racional utilizados para explicar las
acciones de los consumidores y las empresas. Rechazando la moderna yisión liberal
del gobierno como promotor imparcial del bienestar de la sociedad, los teóricos de la
elección pública afirman que los votantes, los burócratas y los políticos se Comportan
del mismo modo que los consumidores individuales y los productores: persiguen sus inte~
reses privados, buscando la máxima utilidad al mínimo costo. Los ciudadanos votan
a los candidatos que proporcionarán los máximos beneficios con los impuestos más
bajos. Los burócratas buscan garantía de empleo, sueldos altos, promoción profesio-
nal y estatus social, todo ello minimizando el esfuerzo laboral. El principio rector de los
políticos es la maximización del voto, puesto que para mantener los beneficios del
cargo público tienen que ser reelegidos.
Los teóricos de la elección pública consideran la política simplemente como una
actividad económica que se lleva a cabo en la esfera pública del gobierno en vez de
en la esfera privada del mercado. Este enfoque de la economía política a veces reci~
be el nombre de «Escuela de Virginia}), ya que sus principales defensores enseñaban
en la Universidad de Virginia en los años 1960; posteriormente se trasladaron al
Instituto Politécnico de Virginia en los setenta y finalmente establecieron una base
permanente en la Universidad George Masan en los años ochenta. El teórico más des~
tacado de la elección pública es James Buchanan, que obtuvo el Premio Nobel de
Economía en 1986. Otros colaboradores importantes incluyen a Anthony Downs,
Gordon Tullock, William Riker y Richard McKenzie. Buchanan y Tullock fundaron la
504 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

Public Choice Society en 1963. Los escritos de esta escuela aparecen en las revistas
Public Clwice, Constitutional Political Econom)\ The lndependent Review y Economics
& Politics.
Los teóricos de la elección pública mantienen la creencia liberal clásica en el libre
mercado, pero expresan una preocupación acerca del hecho que la política democrá-
tica crea una vía a través de la cual los individuos y los grupos pueden obtener bene-
ficios económicos mientras reparten los costos entre los contribuyentes. Puesto que
se espera que los individuos persigan sus intereses de todas las maneras disponibles,
poner fin a este abuso de democracia requiere unos límites constitucionales estrictos
que ciñan el gobierno a su papel apropiado como protector de los derechos de pro-
piedad.

2.3. Nueva economía clásica


Cuando las políticas keynesianas fallaron a principios de los años 1970, los liberales clá-
sicos rápidamente llenaron el vacío teórico. La nueva economía clásica representa el
resurgimiento de las ideas deilaissezfaire del siglo XIX. Algunos de sus principales
defensores son Thomas Sargent, Neal Wallace, Robert Lucas y Robert Barro. Se pue-
den encontrar escritos de los nuevos economistas clásicos en Journal of Political
Economy y American Economic Review.
Los nuevos 1economistas clásicos se centran en el papel de las expectativas y en
cómo éstas afectan el comportamiento individual. Sargent y Wallace desaiTollaron la teo~
ría de las «expectativas racionales» para demostrar la falacia de los esfuerzos keynesianos
por reducir la tasa de desempleo. Si los ciudadanos tienen expectativas racionales, su
comportamiento tomará en cuenta cualquier efecto anticipado de la política estatal.
Cuando el gobierno intente estimular la economía, los ciudadanos que anticipan una
mayor inflación elevarán sus reivindicaciones salariales, compensando de este modo
cualquier teddencia a que los empresarios contraten a más trabajadores. En resumen,
cualquier esfuerzo deliberado por parte del gobierno por aumentar la actividad econó-
mica se verá frustrado por las reacciones de los ciudadanos que buscan defender sus
ingresos ante una inflación anticipada. Los nuevos economistas clásicos concluyen
que el gobierno no puede disminuir el nivel de desempleo y que, por lo tanto, debiera
renunciar a tales intentos.
Existen otros dos enfoques teóricos estrechamente relacionados con la nueva eco~
nomía clásica: el monetarismo y la economía de la oferta. El primero, cuyo paladín
fue Mil ton Friedman, busca revisar la idea clásica de que la cantidad de dinero de la
economía afecta los precios pero no al nivel de empleo o al output. Los monetaristas con-
cluyen que una política monetaria activa por parte del Sistema de la Reserva Federal no
puede tener ningún impacto positivo sobre el desempleo y por lo tanto se debería aban-
donar en favor de un crecimiento constante de la oferta monetaria a una tasa suficien-
te para adaptarla a los aumentos del output real.
LA PERSPECTIVA LIBERAL CLÁSICA 505

LA PERSPECTIVA LIBERAL MODERNA'

[ ... ]

l. LA ECONOMÍA POSTKEYNESIANA
La decadencia del prestigio de la economía keynesiana en los años 1970 fue sintomá-
tica del desorden que sufría el liberalismo moderno. Algunos economistas trataron de
rescatar las ideas keynesianas argumentando que economistas norteamericanos como
Paul Samuelson habían malinterpretado las ideas de Keynes. Entre las primeras figu-
ras de la economía postkeynesiana se encuentran Joan Robinson, una colega de Keynes
en la Universidad de Cambridge, y Michael Kalecki (1899-1970), un economista pola-
co que llegó de forma independiente a las mismas ideas que Keynes. Otros colabora-
dores importantes al comienzo fueron Piero Sraffa (1898-1983), Maurice Dobb
(1900-1976) y Nicholas Kaldor (1908-1986). En Estados Unidos, la economía post-
keynesiana fue propuesta por Sidney Weintraub (1914-1983), Alfred Eichner (1937-
1988) y Hyman Minsky (1919-1996). Entre los postkeynesianos contemporáneos se
hallan Paul Davidson, GeoffHarcourt, Victoria Chick y Joan Eatwell. Los escritos post-
keynesianos se presentan en Joumal of Post Keynesian Economics, Ca/ñbridge Joumal
of Economics y Review of Political Economy.
Keynes planteaba dos reformas principales: una acción gubernamental para regu-
lar el gasto agregado y un control del gobierno o «socializacióm> de la inversión. Los
responsables de la política económica de Estados Unidos adoptaron la primera refor-
ma pero ignoraron la segunda porque ésta requiere una gestión gubernamental más
amplia de la economfa. Sin embargo, los postkeynesianos creen que, sin control sobre
la inversión, el gobierno no puede mantener ni la estabilidad de los precios ni un bajo
desempleo durante largos periodos.
Los postkeynesianos atribuyen el fracaso de la «gestión de la demanda>> a la con-
centración creciente de la producción en las economías capitalistas avanzadas. En
ausencia de una competencia efectiva, las empresas poseen «poder de mercado» y uti-
lizan los «precios administrados» simplemente añadiendo el margen de beneficios
deseado a sus costos para determinar el precio de sus productos. En este contexto, los
esfuerzos estatales para controlar la inflación se ven obstaculizados. Cuando el gobier-
no recorta los gastos o restringe la oferta monetaria, las empresas simplemente despi-
den trabajadores y reducen el output en vez de rebajar sus precios. El resultado es la
estanflación-inflación y desempleo simultáneos.
Desde la perspectiva postkeynesiana, la estanflación se puede resolver mediante
los esfuerzos del gobierno para controlar los salarios y precios, para implicarse direc-
tamente en dirigir la inversión a ciertas industrias y quizás para hacer funcionar indus-
trias clave tales como la energía y las comunicaciones. Los postkeynesianos creen que
la economía del libre mercado no sólo es propensa a la estanflación sino que no puede
generar el crecimiento de la productividad requerido para seguir siendo competitiva
en los mercados internacionales.

* C\ark, Barry. «The modern liberal perspective». En: Political economy. A compararive approach.
2a ed. Westport, Connecticut: Praeger, 1998, p. 101.
506 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

INFLACIÓN YDESEMPLEO'

[ ... ]

Los liberales clásicos del siglo XIX se sentían tan seguros de la estabilidad inheren-
te a la economía de mercado que atribuían los ascensos y recesiones reales de la eco-
nomía a fuerzas externas. Por ejemplo, W. Stanley Jevons (1835-1882) afirmaba que
las manchas solares afectaban a la agricultura y por ello causaban depresiones eco-
nómicas generales. Otros economistas atribuían los ciclos económicos a los descu-
brimientos periódicos de oro, a las oleadas de emigrantes de Europa a Estados Unidos
o a las guerras. Estas explicaciones de la inestabilidad siguieron siendo predomi-
nantes hasta la Gran Depresión, en la que el fracaso manifiesto del mercado resultó
en una pérdida de estatus para el liberalismo clásico que duró los cuarenta años
siguientes.
La resistencia clásico-liberal a la macroteoría keynesiana procedió sobre todo de
economistas austríacos tales como Ludwig von Mises y Friedrich A. Hayek, que insis-
tieron en que la mala gestión estatal de la oferta monetaria había ocasionado los ciclos
económicos. Según los austríacos, los bancos centrales como la Reserva Federal hacen
bajar los tipos de interés a niveles artificialmente bajos emitiendo demasiado dinero. Los
tipos de interés bajos resultan en demasiada deuda y un gasto excesivo, lo cual, a su
vez, causa inflación. En algún momento, el banco central debe restringir la oferta mone-
taria, elevando los tipos de interés y provocando una recesión a medida que la econo-
mía vuelve auna tasa de crecimiento sostenible. Dado que los austríacos creían que el
sobreestímulo a la economía por parte del banCO~central crea las condiciones que lle-
van a la recesión, consideraban que el remedio keynesiano de más gasto estatal empeo-
raba el problema 1•
Otro economista liberal clásico que luchó contra la revolución keynesiana fue
Milton Friedman de la Universidad de Chicago. Friedman afirma que la depresión
de 1930 fue provocada por el Sistema de la Reserva Federal y el proteccionismo
comercial. La Federal Reserve Act de 1913 estableció el Sistema de la Reserva
Federal (Fed), un banco central encargado de controlar la oferta monetaria. Durante
los años 1920, la economía norteamericana experimentó una deflación y unos tipos
de illterés altos mientras el Fed mantenía un control estricto de la oferta monetaria.
En 1929, estas condiciones acabaron por estropear el optimismo que alimentaba la
especulación en el mercado de valores. La quiebra subsiguiente provocó una rece-
sión económica que podría haber sido efímera si el Congreso no hubiese aprobado
la Smooth-Hawley Act de 1930 que imponía tarifas altas a Jos productos importados.
Cuando otros países respondieron con tarifas similares, el comercio internacional
colapsó y tuvo lugar una verdadera depresión. Desde la perspectiva de Friedman,
estos ejemplos de intervención gubernamental, en primer lugar, el manejo inepto del
Fed de la oferta monetaria y, más tarde, las tarifas Smooth-Hawley impidieron que las

' Clark, Barry. (<lnflation and unemployment». En: Political econom); A comparative approach. 2a ed.
Westport, Connecticut: Praeger,1998, p. 134-138.
l. Véase Friedrich A. Hayek. Unemploymellt a11d Mo11etary Policy. Govemment as Generator of the
«Business Cycle». Washington, DC: Cato Institute, 1979.
LA PERSPECfiVA LIBERAL CLÁSICA 501

naturalmente equilibradoras fuerzas del mercado pudiesen restaurar rápidamente la


prosperidad'.
Los economistas austríacos y Friedman consiguieron poca atención hasta que las eco~
nomías occidentales se encontraron con serias dificultades en los años 1970. La inca-
pacidad de las políticas keynesianas para afrontar la inflación y la recesión simultáneas
abrió la puerta al resurgir del liberalismo clásico. Con las etiquetas de economía de
oferta, monetarismo y nueva economía clásica, la economía política liberal clásica
recuperó su lugar central casi tan rápidamente como lo había perdido en los años 1930.
Estas teorías pretenden demostrar que el gobierno causa tanto la inflación como el de-
sempleo. Sin embargo, sigue habiendo un cierto desacuerdo respecto a la relación entre
gobierno e inestabilidad.
La economía de la oferta, tal como la popularizaron Arthur Laffer, Jack Kemp y
Jude Wannisld, echa la culpa de la inflación y el desempleo a los costos crecientes aso-
ciados a las regulaciones del gobierno, los impuestos y la ineficiencia de los progra-
mas estatales3• Los costos crecientes de producción conducen a un output y un empleo
reducidos, así como a precios más altos.
Los economistas monetaristas, liderados por Mil ton Friedman, se centran en el
Sistema de la Reserva Federal como la causa de la inestabilidad'. Al asumir que la eco-
nomía funciona de modo natural en o cerca del pleno empleo y que la velocidad del
dinero es bastante constante, los ~onetaristas concluyen que cualquier aumento de la
oferta monetaria que exceda la tasa de crecimiento económico provocará inflación.
Esta inflación «de demanda)> resulta de «demasiados dólares persiguiendo a demasia-
dos pocos bienes)) («too many dollars chasing too few goods» ).
Nuevos economistas clásicos corno Robert Locas, Thomas Sargent, Neil Wallace
y Robert Barro proponen una versión ligeramente distinta del papel del gobierno en la
desestabilización de la economía5• Argumentan que los individuos aprenden rápida-
mente de la experiencia a anticipar los efectos de la acción del gobierno. Estas «expec-
tativas racionales>) penniten que los individuos bloqueen de forma efectiva los esfuerzos
del gobierno para estimular la economía. Por ejemplo, si el Fed aumenta la oferta mane-

2. Milton Friedman; Anna J. Schwarrz.. A Monetary History ofthe Unitcd States 1867-1960. Princeton,
NJ: Princeton University Press, 1963. Para otras interpretaciones desde el liberalismo clásico de la Gran
Depresión, ver: Lionel Robbins. The Great Deprcssion. Londres: Macmillan, 1934; Murray Rorhbard.
America' s Great Depression. Kansas City, KS: Sheed & Ward, 1975; Thomas E. Hall, David Ferguson.
The Great Depression.Ann Arbor: University ofMichigan Press, 1998.
3. Los trabajos clave en la economía de oferta incluyen: Jack Kemp. An American Renaissance; A Straregy
for the 80s. New York: Harper & Row, 1979; Victor A. Canto; MarcA. Miles, Arthur B. Laffer.
Fmmdatfons of Supply-side Economics: Theory and Evidence. New York: Academic Press, 1983; Paul
Craig Roberts. The Supply-Side Revolution: An Jnsider' s Accomzt oj Policymaking in Washington.
Cambridge, MA: Harvard University Press, 1984; Jude Wanniski. The Way tlze World Works. New York:
Basic Books, 1978.
4. Véase Georgc Macesich. Tlze Polilics oj Monetarism: lts Historical and lnstitutional Development,
Totowa, NJ: Rowman & Allanhe\d, 1984; G. R. Steele. Monetarism and tlze Demise of Keynesian
Economics. New York: Sr. Martin's Press, 1989; Thomas Mayer. Monetarism and Macroeconomic
Policy. Brookfield, VT: Edward Elgar Publisbers, 1990.
5. Véase G. K. Shaw. Rational Expectations: An Elemelltal)• Exposirion. New York: St. Martin's, 1984;
Jerome Stein. Monetarism, Keynesian and New Classical Economics, Oxford: Basil Blackwell,
1982.
508 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

taria, los trabajadores pueden exigir salarios más elevados anticipando los precios más
elevados y las empresas, anticipando los costos más elevados, subirán los precios para
mantener sus beneficios. Los nuevos economistas clásicos concluyen que un estímulo
monetario sólo provoca inflación, sin ningún impacto duradero sobre el nivel de empleo
o el output
Todos los liberales clásicos consideran el gasto con déficit del gobierno corno una
causa principal de inflación. Además de aumentar la demanda agregada y hacer subir
los precios, los déficits fuerzan al gobierno a competir con el sector privado al pedir
dinero prestado. Como los valores del Estado se venden en los mercados crediticios,
los precios de los valores caen y los tipos de interés suben. Los tipos de interés más
altos «expulsan» los créditos de la inversión privada, lo que en última instancia lleva
a unas tasas de crecimiento más lentas de la productividad y el output.
El gobierno también provoca desempleo al interferir en la asignación eficiente de
los recursos por parte del mercado. Las leyes de salarios mínimos, la protección fede-
ral a los sindicatos y otras regul~ciones son todas ellas medidas que disuaden a las
empresas de contratar más empleados, mientras que los programas de bienestar social
provocan que algunas personas rehuyan el trabajo. Los liberales clásicos creen que
se puede atribuir una «tasa natural de desempleo» a las intervenciones combinadas y
a las rigideces del mercado impuestas por el gobierno. El gobierno también contri-
buye indirectamente al desempleo provocando la inflación. Una vez que la inflación
comienza, se autoalimenta. Una «psicología inflacionaria» lleva a las personas a gas-
tar más que a economizar y a utilizar su poder de mercado para incrementar los pre-
cios. De igual modo, la inflación deteriora la capacidad del mercado para asignar
recursos de forma eficiente, lo que reduce el producto y contribuye a aumentos adi-
cionales de los precios. Una inflación desenfrenada acabará por hacer que la economía
colapse en una depresión, tal como sucedió en Alemania en los años 1920. Así pues,
el gobierno debe intervenir para generar una recesión de forma intencionada apli-
cando los mecanismos de contención monetarios y fiscales. De nuevo, el desempleo
resulta de los esfuerzos inútiles del gobierno para estimular la economía más allá de
su capacidad productiva.
Aunque los economistas de la oferta, los monetaristas y los nuevos economistas
clásicos culpan al gobierno de iniciar la inflación y el desempleo, sin embargo ofre-
cen pocas explicaciones sobre estas políticas irresponsables. Otro grupo de ideas lla-
mado teoría de la elección pública llena este vacío. Las acciones del gobierno se
atribuyen al propio interés de los políticos, burócratas y votantes. Ya que los votan-
tes se sienten atraídos por los beneficios del gobierno pero no por los impuestos, los
políticos ofrecen más beneficios y menos impuestos. El déficit del gasto financiado
por créditos al gobierno sitúa la carga de los beneficios actuales sobre las futuras
generaciones que aún no pueden votar. De modo similar, aumentar la oferta mone-
taria puede crear una ilusión de prosperidad porque los votantes se centran en el estí-
mulo a corto plazo al empleo y los ingresos a pesar de la posible erosión de estas
ventajas por la inflación.
Los liberales clásicos también creen que los políticos provocan inestabilidad eco-
nómica al buscar su reelección. Durante el año más o mehos antes de una elección, las
políticas del gobierno se manipulan para estimular la economía de tal forma que los
ciudadanos estén contentos cuando entren en la cabina de voto. Después de la elec-
LA PERSPECfiVA LIBERAL CLÁSICA 509

ción, la economía debe frenarse para contrarrestar las presiones inflacionistas que resul-
tan de los estímulos anteriores. Los liberales clásicos llaman a este proceso «ciclo eco-
nómico políticm> y argumentan que éste constituye un componente importante de la
inestabilidad económica en las naciones occidentales6•
Finalmente, el economista Mancur Olson (1932-1998) afirmaba que el pasado éxito
de los gobiernos en la prevención de recesiones contribuyó a la solidificación de las
coaliciones de búsqueda de rentas y de grupos de intereses que dificultan la eficiencia
y la flexibilidad del mercado. Sin la disciplina periódica de la recesiones que obligan
a las empresas y a los trabajadores a renovar su compromiso con la eficiencia, la eco-
nomía se vería progresivamente atada por las «rigideces sociales» que consisten en
grupos de interés con poder para suprimir la competencia. Una vez que estos grupos
se hacen con la autoridad del gobierno para hacer progresar sus intereses, la vitalidad
del mercado se marchita y el declive económico es inevitable7 .

l. POLÍTICAS DE ESTABILIZACIÓN

El principio rector que se halla detrás de las políticas de estabilización liberales clási-
cas es la creencia en la estabilidad inherente de una economía de mercado libre de las
restricciones de la intervención del gobierno. Una vez que las barreras a la rentabili-
dad, el ahorro y la inversión se eliminan mediante la rebaja de los impuestos, la dis-
minución de las regulaciones, la estabilización de la oferta monetaria y la eliminación
del déficit presupuestario, la economía de mercado generará de forma natural un crew
cimiento no inflacionario. Los liberales clásicos también consideran la inflación como
un problema más serio que el desempleo ya que las presiones inflacionarias trastornan
el mercado y en última instancia son responsables de las recesiones subsiguientes.
Atenúan la gravedad del desempleo argumentando que las estadísticas oficiales exa-
geran el problema, ya que muchas personas que el gobierno considera en situación de
paro en realidad trabajan en la «economía sumergida».
A pesar de que existe un consenso entre los liberales clásicos respecto a que se
debe reducir la dimensión del gobierno a fin de estabilizar la economía, están en desa-
cuerdo respecto a las estrategias para lograr este objetivo. Algunos liberales clásicos
quieren que el Fed mantenga una tasa fija de crecimiento monetario equivalente a la
tendencia a largo plazo del crecimiento real de la economía del2 a13%. Proponen una
independencia cada vez mayor del Fed respecto a la influencia política del Congreso y
del presidente o incluso una enmienda a la Constitución que exija un tipo fijo de expanw
sión monetaria8•
Friedrick Hayek desarrolló la idea de poner fin al monopolio de creación de dinero
del Fed al permitir que circulasen diversas monedas emitidas de fonna privada. Puesto que
la gente tendería hacia monedas que mantuviesen su valor, las presiones competitivas

6. Véase Thomas D. Willer (ed.). Political Business Cycles: Tfze Political Economy of Money, Inflation,
and Unemployment. Durham, NC: Duke University Press, 1988; Alberto Alesina; Nouriel Roubini.
Political Cyc/es mzd the Macroeconomy. Cambridge, MA: MIT Press, 1998.
7. Mancur Olson. Tlle Rise and Decline of Nations: Economic Growth, Stag[lation, and Social Rigidities.
New Haven, CT: Yale University Press. 1982.
8. Véase H. G. Brennen; James M. Buchanalt Mmzopoly zi¡ Money and JnjlatiOIL'17U! Case for a Coi1Stitlllion
ro Discipline Goremmenl. Londres: Instilute of Economic Affairs, 1981.
510 CRÍTJCAA LA ECONOMÍA ORTODOXA

forzarían cada emisor a limitar la cantidad de dinero creada9. Otra estrategia clásico-libe-
ral para restringir el crecimiento monetario exige una vuelta al patrón oro. La creación
de dinero se veóa limitada por la dimensión de las reservas oficiales de oro de la nación.
Los liberales clásicos también favorecen la desregulación y la privatización eri
tanto que métodos para reducir el alcance de la actividad gubernamental. Estas políti-
cas reducirían los gastos estatales, disminuirían los costos empresariales, estimularían
la competencia y mejorarían la eficiencia. Los liberales clásicos argumentan que la
mayor parte de actividades que el gobierno habitualmente lleva a cabo se originaron
a partir de las presiones de grupos de intereses especiales, incluyendo las diversas buro-
cracias que administran los programas estatales. Se puede eliminar o transferir al sec-
tor privado una serie extensa de programas estatales sin perjudicar los intereses públicos.
La mayoría de los liberales clásicos recomienda recortes en los gastos estatales
con el objeto de reducir las dimensiones del gobierno y estabilizar la economía. La
expansión sin precedentes del déficit presupuestario federal en los años 80 y princi-
pios de los 90 intensificó la preocupación por los gastos estatales. Algunos liberales
clásicos son partidarios de una enmienda a la Constitución que exija un presupuesto
equilibrado o que establezca un límite a los gastos estatales como un porcentaje del
PIB. En cambio, otros liberales clásicos, especialmente los economistas de oferta, son
partidarios de rebajar los impuestos, argumentando que el incentivo de unas ganancias
más elevadas después de impuestos conducirá a una mayor actividad productiva y, por
consiguiente, a una base impositiva más amplia. Con más por gravar, los ingresos públi-
cos pueden aumentar realmente a pesar de tipos de gravamen más bajos. En resumen.
los partidarios de la oferta declaran que podemos «crecer para salir del déficit>>.
Sin embargo, no todos los liberales clásicos aceptan las teorías de la oferta. Aunque
disfruta con la idea de que la reducción de impuestos sirva para cortar la «Sangre~> del
gobierno, Milton Friedman argumenta que, en el pasado, unos impuestos fiscales insu-
ficientes no contuvieron los gastos estatales. Friedman duda de si unas tasas imposi-
tivas más bajas realmente pueden llevar a ingresos fiscales más elevados; por el contrario,
las rebajas de impuestos pueden resultar simplemente en mayores déficits a menos que
se equiparen a reducciones similares o mayores de los gastos estatales.
Los liberales clásicos cuestionan la noción de intercambio (trade-off) entre inflación
y desempleo; insisten en que sólo una inflación no anticipada reduce el desempleo. En
cuanto la gente se acostumbra a cualquier tasa de inflación particular, la economía
vuelve a la «tasa natural» de desempleo que sólo se puede reducir restituyendo la com-
petencia al mercado a través de refonnas institucionales tales como la destrucción de
los sindicatos, las desregulaciones y la eliminación del Estado del bienestar.
Cuando la recesión ocurre, los liberales clásicos se oponen a los esfuerzos del
gobierno para mitigar los problemas asociados al desempleo y la bancarrota. Creen
que las recesiones restituyen la disciplina y la eficiencia a la economía. Si el gobierno
amortigua el impacto, está impidiendo que los mecanismos autocorrectores del mer-
cado actúen. E inversamente, si el gobierno resiste a las presiones políticas para inter-
venir, las recesiones serán efímeras y la economía reanudará un crecimiento estable.

9. Véase Friedrich A. Hayek. Denatíonalizalion o[Money, LondreS: Institute ofEconomicAffairs, 1976.


Para un estudio más reciente de este tema, ver: Lawrence H. White. Competition and Currency. Nueva
York: Nueva York University Press, 1989.
CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA 511-534

Nueva economía clásica'


Bernhard Felderer, Stefan Homburg

En este capítulo introducimos un desarrollo de los años setenta, a saber, la hipótesis


de las expectativas racionales y las teorías macroeconómicas que se basan en aquellas.
La teoría de las expectativas racionales surgió del descontento con las doctrinas pre-
dominantes; un descontento doble. Primero, sabemos que las expectativas, o bien no se
encontraban en absoluto en las teorías, o eran tomadas como exógenas. Dado que las
expectativas no solo influyen crucialmente en el proceso económico sino que también
son el resultado de sucesos económicos, durante mucho tiempo los economistas han
intentado hacer de la formación de expectativas una parte endógena de su teoría. Las
expectativas racionales son un resultado de estas investigaciones, tal como se expli-
cará en el apartado siguiente.
Segundo, el problema de la estanflación empezó a preocupar a la mayoría de paí-
ses occidentales en los años setenta. Estanjlación es una combinación artificial de
«estancamiento» e «inflación>). Estancamiento, a su vez, significa propiamente una
reducción del crecimiento económico; sin embargo, una connotación de este término es
«desempleo>) y, por consiguiente, por «estanflación» entenderemos la ocurrencia simul-
tánea de la inflación y el paro. En el apartado 2 tendremos que explicar por qué, hasta
ahora, las teorías no podían explicar este fenómeno y lo que se ha intentado para llegar
a esta explicación.
Como pasa a menudo, la expresión Teoría de las expectativas racionales se vol-
vió ambigua tan pronto se hubo utilizado durante algunos años. Hoy en día, los parti-
darios de esta doctrina se tienen que dividir en dos grupos, típicamente conocidos como
nuevos clásicos y nuevos keynesianos.
Robert J_ Barro, Robert E. Lucas Jr., Thomas J. Sargent y Neil Wallace, por ejem-
plo, se consideran como formando parte de los nuevos clásicos. Este grupo llega al
resultado clásico de una política fiscal y monetaria totalmente ineficaz. Además de
esto, las alegaciones monetaristas se fundamentan en parte analíticamente, se modifi-
can e incluso se amplían parcialmente. Así, la nueva economía clásica frecuentemen-
te se denomina monetarisnw de segunda clase.
Los nuevos keynesianos como Stanley Fischer, Edmund S. Phelps y John B. Taylor
también emplean la hipótesis de las expectativas racionales. Pero como permiten varias
«imperfecciones» de tipo keynesiano, sus resultados son más mediadores y, hasta cier-
to punto, «keynesianos». Sólo nos referiremos a la nueva economía keynesiana de

* Publicado en: Felderer, Bernhard; Hamburg, Stefan. 1<New classica\ EconomicSl} En: Macroeconomics
a11d new macroeconomics. 2" ed. Berlín: Springer, Verlag, 1992, p. 187-208. Traducción: Beatriu
Krayenbühl.
512 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

forma marginal, ya que nuestra atención se centrará principalmente en la nueva eco-


nomía clásica.
Este capítulo se estructura como sigue: primero, vamos a introducir algunos ele-
mentos de la teoría sobre la formación de expectativas, escogiendo un simple marco
microeconómico a modo de ilustración. A continuación, haremos un breve resumen
de la discusión sobre la curva de Phillips, ya que este tema está íntimamente relacio-
nado con el desarrollo de la nueva economía clásica. Finalizados estos prolegómenos,
ya podremos explicar la «visión» de los nuevos clásicos y las inferencias políticas
extraídas de este enfoque. Finalmente, se presenta un resumen de los resultados y se
enumeran las principales críticas a la nueva economía clásica.

l. EXPECTATIVAS Y EXPECTATIVAS RACIONALES


En un mundo donde el futuro no se conoce con certidumbre, es decir, en el mundo real,
la conducta humana está destinada en gran medida a depender de las expectativas. Es
bien sabido que fenómenos tales como el ciclo económico son el resultado, por lo
menos en parte, de factores psicológicos. La temía keynesiana, por ejemplo, atribuía des-
viaciones del pleno empleo a las expectativas pesimistas del empresario o a ciertas de
los tenedores de valores. Sin embargo, estas expectativas siempre se trataban como
«exógenas»; para explicar un ciclo económico se tenía que «postular>> un cambio apro-
piado de las expectativas. En este apartado queremos demostrar, mediante un modelo
microeconómico, cómo las expectativas se pueden determinar endógenamente.
Al hacerlo, desearíamos referirnos al famoso «ciclo del porcino», es decir, a la
observación empírica de que la producción de cerdos presenta un movimiento oscila-
torio regular. La demanda de cerdos en el tiempo t puede seguir la ecuación lineal

x1=a-b · p 1 +U1 (232)

a y b son dos constantes positivas, y el índice t indica que el precio y la demanda se


refieren a un cierto periodo de tiempo. La ecuación (232) comprende una caracterís-
tica nueva para nosotros: la variable estocástica, u1• u1 es una variable de perturbación
que los participantes en el mercado no pueden predecir. Tiene un valor esperado igual
a cero, una varianza finita y es independiente de todas las demás variables del modelo 1.
A los modelos que contienen tales variables se les llama modelos estocásticos a fin de
oponerlos a los modelos más usuales, los modelos deterministas. El propósito de un
modelo estocástico consiste en describir aquellas desviaciones impredecibles que ocu-
rren en la realidad.
La oferta de cerdos sigue la ecuación lineal

(233)

Aquí, e y d también son constantes positivas, y v1 es una variable estocástica con


valor esperadó igual a cero y una varianza finita que es independiente de todas las

l. Obsérvese que hacer la hipótesis de que el valor esperado de u, es igual a cero no es en absoluto «res-
trictivo)). Si u1* fuera una variable con valor esperado 5, por ejemplo, y a* fuera el coeficiente corres-
pondiente, podríamos definir a:= a*+ 5 y u,:= u,* -5, obteniendo así la ecuación anterior.
NUEVA ECONOMÍA CLÁSICA 5!3

Gráfico l.

p x'

P, - - - "'-------;(

P* ------

x'

~---------~~-----+X

demás variables. En particular, no hay una relación sistemática entre u1 y v1• Debido al
supuesto de que los campesinos necesitan un cierto periodo para criar cerdos, x 1 no
depende de p1, sino de 1_ 1 p~, el precio del cerdo que los campesinos esperaban en el pe-
ríodo anterior. Así, definimos

,_ 1 p;: la expectativa subjetiva de p 1 en el período t- l. (234)

La característica de este modelo es que la demanda y la oferta están sujetas a des-


viaciones erráticas: tanto debidá.s a que el número de campesinos varía, como a que
las costumbres culinarias cambian. En el siguiente páso endogeneizamos las expecta-
tivas de los campesinos por vía de la premisa de las expectativas estáticas, la base del
famoso teorema de la telaraña2:

(235)

Esta ecuación establece que, en un período t- 1, los campesinos esperan que el


precio entonces prevalente continuará prevaleciendo en el período siguiente. Gracias
a esta premisa, llegamos inmediatamente a la «telaraña» que demuestra el proceso de
ajuste de precios (gráfico 1).
Obviamente, el comportamiento de los campesinos no es extraordinariamente sagaz
ya que, o bien sobrevaloran el precio real y producen demasiado, o viceversa. En cual-
quier caso, sus expectativas dejan de cumplirse sistemáticamente; ni tan solo está claro
si el proceso anterior converge en absoluto: dependiendo de las pendientes de las cur-
vas también puede diverger.
Inmediatamente surge la pregunta de por qué tales procesos divergentes no son
observados en la realidad. La razón más probable es que, al endogeneizar la forma-
ción de expectativas, ignoramos un aspecto importante específicamente humano:

2. El teorema de la telaraña puede encontrarse en cualquier texto de microeconomía.


514 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

el aprendizaje. Es extremadamente improbable que todos los campesinos formen per-


manentemente sus expectativas de acuerdo a (235). Al contrario, aprenderán de sus
errores y los tendrán en cuenta en el futuro. Esto se puede modelar mediante la pre-
misa de las expectativas adaptivas3:

(236)

Aclaremos esta fórmula un poco complicada por medio de un ejemplo numérico.


Hace dos periodos, los campesinos esperaban un precio de ,_ 2 p~ _ 1 = 5 para el perio-
do siguiente, pero se estableció el precio p 1_ 1 = 7 en el mercado. Así, el error de esti-
mación, es decir, el término entre paréntesis, es igual a 2. Si suponemos que la constante
hes igual a 0,5, los campesinos ajustarán su estimación anterior en 0,5 · 2 = 1 y espe-
rarán en el futuro un precio 5 + 1 = 6. Entonces, si h es 0,5, la nueva estimación se
halla precisamente a medio camino entre la estimación pasada y el precio actual; h puede
ser interpretado como una constante que indica la intensidad del aprendizaje. Si h 1, =
estamos frente a expectativas estáticas.
Cuando John F. Muth introdujo la hipótesis de las expectativas racionales en 1961 4,
no se sentía completamente satisfecho con el anterior modelo de aprendizaje.
Argumentaba que en la sociedad existe algún conocimiento respecto al problema de
la fijación de precios: se dispone de una teoría económica y de datos que pueden ser
utilizados para predecir el precio de equilibrio. Además, Muth pensó que era muy pro-
bable que los participantes en el mercado usaran este conocimiento, ya que de otra
manera habría posibilidades de beneficio sin explotar. Un economista podría ofrecer
su competencia profesional por dinero o establecer relaciones de arbitraje para él. Estas
posibilidades de beneficio sin explotar existirían siempre que las expectativas subje-
tivas divergiesen de la predicción científica. De esta forma, Muth propuso la hipóte-
sis de las «expectativas racionales»:

t-iP~:b t-i E(pt). (237)

t-i E (p1) es el «Valor esperado» de p 1 en el tiempo t -1, que es el resultado del mode-
lo económico y de la información disponible en el período t - l. De acuerdo con la
hipótesis de las expectativas racionales, las expectativas subjetivas y las predicciones
matemáticas coinciden5.
Se hacen necesarios algunos comentarios sobre esto. Cuando los campesinos for-
man expectativas racionales, por regla general, sus expectativas se cumplen. No es
necesario que cada campesino efectúe por sí mismo los cálculos necesarios -de la

3. El supuesto de las expectativas adaptivas se remonta a Irving Fisher. Cagan lo difundió y suministró
así la hipótesis de expectativas al monetarismo. Ver Cagan, Ph. (1956). «The monetary dynamics of
hyperinflation». En: Friedman, M. ed. Studies in the quantity rheory ofmoney. Chicago: Chicago
University Press.
4. Muth, J. F. (1961). «Rational Expectations and the theory ofprice movements». Econometrica, 29:
315-335.
5. Una definición más amplia de las expectativas racionales es que la expectativa subjetiva y el valor
matemático esperado difieren en un ténnino estocástico con valor' esperado igual a cero y varianza fini-
ta. Todos los resulfados que aparecen más abajo son robustos con respecto a esta definición más amplia.
NUEVA ECONOMÍA CLÁSICA 515

misma fonna que no es necesario ser un meteorólogo para obtener una predicción cienM
tífica del tiempo-. Es más bien que los campesinos pueden escuchar, por ejemplo, las
predicciones hechas por los expertos de sus sindicatos -exactamente como un ciudadano
cualquiera puede escuchar el parte meteorológico-.
Para entender la hipótesis de las expectativas racionales, es muy importante darse
cuenta de que la predicción matemática no es necesariamente correcta. El valor espe~
rada se llama valor esperado condicional, ya que depende de la información disponi-
ble en el período t- l. Las variables de perturbación, u, y v,, siempre pueden hacer que
la predicción sea falsa. Por lo tanto, la tesis de las expectativas racionales no es en
absoluto equivalente a una previsión perfecta; ambas sólo coinciden en un modelo
determinista.
Cuando se piensa en la endogeneización de las expectativas, uno se encuentra con
un problema concreto que se puede formular de la siguiente manera. Las acciones de
los individuos dependen de sus expectativas; pero, a su vez, estas últimas también
dependen de estas acciones. ¿No es esto un círculo vicioso? ¿Puede encontrarse real-
mente una solución económica? En nuestro caso6, la respuesta es afirmativa. Para
demostrarlo, juntamos la función demanda (232), la función oferta (233) y la hipótesis
de las expectativas racionales (237), y añadimos una condición de equilibrio:

xf=a-b · p,+u1 (238)

x: =e+ d · 1_ 1 p~ + v, (239)

t-JPf=t-1 E(pt) (240)

t-J E(x;) = t-J E(x;). (241)

La condición de equilibrio se refiere a valores esperados ya que son los utilizados


en las predicciónes económicas. Los valores reales, sin embargo, pueden ser diferentes.
Así pues, tenernos cuatro ecuaciones simultáneas y cuatro incógnitas, a saber, x1,p1, y
los valores esperados de estas dos variables. Las ecuaciones simultáneas tienen soluciones
únicas. Para lograrlas, calculamos los valores esperados de la demanda y de la oferta uti-
lizando (238) y (239):

t-i E(x;) =a-b ·t-i E(pt)+O (242)

t-i E(x;) =c-d ·t-I E(pt)+O. (243)

Los ceros provienen de nuestro supuesto de que los valores esperados de las
variables estocásticas se anulan. Debido a la hipótesis de las expectativas racionales,
t-J E (pt) ha sido substituida por t-J p~) en (243). Igualando los valores esperados de
demanda y oferta, llegamos al valor esperado del precio del mercado:

6. «En nuestro caso» significa: bajo la condición que tenemos un modelo lineal y expectativas Racionales.
Con expectativas estáticas o adaptivas, necesitamos resolver ecuaciones de diferencia o diferenciales a
fin de obtener las soluciones.
516 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

a- b · 1_ 1 E (p,); e+ d · 1_ 1 E (p,) (244)

a-e
•-1 E(p,); d+b. (245)

Ésta es la predicción científica del precio del mercado p1, formado en el periodo
t- l. Substituyéndolo en las ecuaciones (238) y (239), da los valores esperados de la
demanda y la oferta. Entonces, de acuerdo con la hipótesis de Muth, los campesinos
esperarán que el precio (245) prevalezca en el próximo período. En general, sus esti-
maciones pasarán el test pero -debido a las variables de perturbación- no en todos los
casos. Siempre que la estructura del modelo sea conocida y la estimación no involu-
cre costes, la expectativa (245) es la única que es económicamente racional porque es
la única que no implica errores sistemáticos.
Concluyamos. Sin duda, las expectativas representan un papel importante en el
funcionamiento de una economía. Si una teoría las considera como exógenas, no se
puede explicar gran cosa, y las predicciones son apenas posibles ya que las expectati-
vas «dadas>> están sujetas a cambios en cada momento. Hay varias posibilidades para
endogeneizar las expectativas: nos hemos referido a las expectativas estáticas, adapti-
vas y racionales. Entre éstas (y todas las demás), las expectativas racionales son las
únicas que no incurren en errores de predicción sistemáticos. Formar expectativas
racionales es racional en el sentido económico, por lo menos si la información reque-
rida se puede obtener sin costes.

2. LA CURVA DE PHILLIPS. LA ESTANFLACIÓN

La curva de Phillips es un aspecto de la controversia monetarista-keynesiana que ahora


deseamos añadir. Este procedimiento puede parecer algo extraño ya que hemos termi-
nado con la consideración de las teorías monetarista y keynesiana. Así pues, es necesa-
rio un breve comentario sobre la posición de este apartado: si consideramos la c~va de
Phillips como uno de los constituyentes de la temía keynesiana, esto es válido en tanto
que, en los años sesenta y setenta, muchos keynesianos dieron por supuesta la existen-
cia de la curva de Phillips; sin embargo, esto no es válido en cuanto que esta curva no
puede integrarse fácilmente en la síntesis neoclásica -incluso la contradice en cierto
sentido-. Esta contradicción fue exactamente el punto de partida del monetarismo y de
la nueva economía clásica, de forma que la curva de Phillips es adecuada para explicar
el desarrollo de ésta última doctrina. Además, la discusión sobre la curva de Phillips
depende sobre todo de los supuestos que uno hace sobre las expectativas; y ésta es otra
razón más de situar este tema aquí. Empezaremos resumiendo los argumentos de los
keynesianos y monetaristas, y luego discutiremos la posición de los nuevos clásicos.
El tema de la curva de Phillips es bastante extenso7 Empezó con un artículo empí-
rico de A.W. Phillips en 19588. La investigación de Phillips se centró en la relación

7. Ver la visión de conjunto de Santomero, A.M.; J. J. Seater, (1978). ({The lnflation Unemployement
Trade-Off: A Critique of the Literature». Journal of Economic literature, 16: 499~544.
8. Phillips, A.W. (1958). 1<The Relation between Unemployment and the Rate of Change of Money Wages
in the United Kingdom 1886-1957». Economica, 25:283-299.
NUEVA ECONOMÍA CLÁSICA 517

Gráfico 2.

~--u

empírica entre desempleo y tipo de cambio de los salarios nominales. Desde un punto
de vista teórico, se espera que, si todo lo demás permanece constante, cuanto menor
sea el índice de desempleo, más aumentarán los salarios nominales. Esto es exacta-
mente lo que observó Phillips en el Reino Unido enlel período 1862-1957. El gráfico
2 muestra la curva que -sujeta a una cierta forma de ecuación- mejor corresponde a
la evidencia: es la famosa curva de Phillips.
Los tres rasgos característicos de la curva son:

-su pendiente negativa,


- su forma hiperbólica, y
-su punto de intersección con la abscisa aproxi'madamente en el6% de desempleo.

Así pues, se esperan tipos estables de salarios nominales cuando la tasa de paro es
de 6%; en este caso, la tasa de cambio lV/w es cero. Si el desempleo está por debajo
de16%, los salarios nominales probablemente crecerán, y viceversa. La investigación
de Phillips fue refinada analíticamente por Richard G. Lipsey9 que básicamente sos-
tuvo las tesis de Phillips. La principal alegación que-implica la curva de Phillips es que
la relación entre desempleo y cambios en los salarios nominales es estable a largo
plazo.
Hasta aquí, el descubrimiento de la curva de Phillips no parece muy emocionan-
te. Alcanzó una capacidad teórica y política explosiva gracias a un artículo de Paul A.
Samuelson y Robert M. Solow de 1960 10• Samuelson y Solow reemplazaron el tipo de
cambio de los salarios nominales por la tasa de inflación. Su resultado, de nuevo repre-
sentado cualitativamente, es muy similar al de Phillips (gráfico 3).

9. Lipsey, R.G. (1960). «The Relation between Unemploymcnt and the Rate ofChange ofMoney Wages
in the United Kingdom 1886-1957. A Further Analysis». Economica, 27: 1-37.
10. Samuclson, P.A.; Solow, R.M. (1960). «AnalyticalAspects of Anti-Inflation Po!icy».American Economic
Review (PP) 50: 177-194. Reimpreso en: Mueller, M.G. ed. (1967). Readings in Macroeconomics.
Nueva York: Holt, Rinehart and Winston.
518 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

Gráfico 3.
(PfP

----u

A esto se le llama «curva de Phillips modificada» donde el calificativo «modifi-


cada» se suprime cuando no hay que temer interpretaciones ambiguas. La curva de
Phillips modificada difiere de la original en que PIPes substituido por wlw. Esto da
lugar a una conclusión muy interesante: obviamente, los bajos índices de desempleo
deseados están acompañados de altos índices de inflación. Si se supone que el gobier-
no es capaz de alterar la tasa de inflación por medios fiscales o monetarios, se puede
escoger entre dos males, es decir, entre alto desempleo o alta inflación. Existe una rela-
ción inversa (trade off) entre ambos.
Aparentemente, las instituciones responsables están en situación de decidir la combi-
nación precisa de deserripleo e inflación que prefieren. Los gobiernos «de izquierdas» típi-
camente estarán a favor de un punto a la izquierda y hacia arriba, mientras que gobiernos
conservadores probnhlemente decidirán un punto ala derecha y hacia abajo 11 • Incluso hoy
en día podemos reconocer la idea de muchos políticos y periodistas de que estamos enfren-
tados a la alternativa de desempleo o de inflación en algún tipo de juego de suma cero.
Sin embargo, tenemos que insistir en que la curva de Phillips obtiene escaso sopor-
te teórico por parte del modelo keynesiano. La curva sólo se puede derivar de nuestro
modelo K"' (con salarios rígidos) y de ninguna forma en los demás escenarios keyne-
sianos. Esto es así porque los otros modelos mostraban una curva vertical de oferta de
productos (curva Y'), lo que quiere decir que la producción y el empleo son indepen-
dientes del nivel de precios y de sus cambios. La curva de Phillips tampoco se puede
inferir del modelo Clásico. Éste es el aspecto teórico del tema.
Por otra parte, en los años setenta ocurrieron algunos sucesos empíricos que arro-
jaron muchas dudas sobre la relación supuestamente estable entre desempleo e inflación.
La aparición simultánea de altas tasas de desempleo e inflación contradice la estabili-
dad de la curva de Phillips y solamente se puede explicar aceptando movimientos arbi-

11. En 1976 Gordon señalaba: «En Estados Unidos era común que los consejeros económicos de Jos pre-
sidentes demócratas recomendaran escoger un punto de la curva al noroeste del objetivo de los conse-
jeros republicanos». Gordon, R.J. (1976). Recent developments in the theory of inflation and
unemployment. Op. cit., p. 190.
NUEVA ECONOMÍA CLÁSICA 5!9

trarios de la curva. Pero si la curva de Phillips se ve sometida a movimientos erráti-


cos, se vuelve una construcción inútil y de alguna manera tautológica.
Esta dificultades llevaron a Milton Friedman y Edmund S. Phelps a su crítica de
la curva de Phillips 12 . Friedman y Phelps argumentaron esencialmente que la pendiente
negativa de la curva de Phillips presupone cierta «ilusión monetaria» por parte de los
trabajadores. Pero que esta ilusión tendería a tener una vida corta, y que no habría
correspondencia permanente alguna entre desempleo e inflación. La curva de Philljps
a largo plazo sería vertical.
Consideremos esta línea de razonamiento con más detalle. Ilusión monetaria sig-
nifica que los trabajadores adaptan sus demandas salariales al nivel de precios espera-
do, y no al real. Si tomamos la expectativa de Po su tasa de cambio como exógena, la
oferta de trabajo dependerá solamente de los tipos de salarios nominales:

N'= N'(;,)=; N'= N' (w), if P' = P'. (246)

Supongamos además que la demanda de trabajo dependa del nivel de precios real:

(247)

Dada una subida general de precios de los productos y el mantenimiento de los


salarios nominales constantes, la demanda de trabajo aumentará mientras que la ofer-
ta se mantiene inalterada. Por lo tanto,la tasa de desempleo disminuirá en el caso de
que fuese positiva al principio. La política monetaria está en situación de reducir el
desempleo mediante el incremento de la oferta monetaria, y por lo tanto de los pre-
cios. Así pues, la curva de Phillips modificada se puede basar en las expectativas exó-
genas de los trabajadores respecto del nivel de precios. Este Ultimo supuesto se debe
considerar como específicamente keynesiano, ya que la existencia de una curva de
Phillips a largo plazo difícilmente se puede derivar de otro modo.
Sin embargo, a Friedman y Phelps este supuesto no les pareció adecuado. Partían de
la premisa que, después de un cierto tiempo, los trabajadores y sus sindicatos notarían
la subida de los precios y aprenderían de tal observación. Friedman y Phelps asumieron
expectativas adaptivas. Los trabajadores adaptan gradualmente sus expectativas del nivel
de precios al actual y exigen los correspondientes aumentos salariales para compensar
la pérdida de poder adquisitivo. Por consiguiente, no existe una relación inversa penna-
nente entre desempleo e inflación, únicamente una que es temporal (gráfico 4).
El punto A del gráfico muestra el índice natural de paro que está acompañado de pre-
cios estables. El banco central puede reducir el índice real de desempleo por debajo
del nivel natural mediante el aumento de la oferta monetaria. La flecha 1 representa
esta política monetaria expansionista que eleva la tasa de inflación hasta (PIP) 1 y redu-
ce el desempleo hasta U1•
12. Friedman, M. (1970). «The Role ofMonetary Policy». AmericanEconomic Revien\ 58: 1-17. Reimpreso
en: Friedman, M. ed. (1969). The Optimum Quantity of Money and Other Essays. Chicago: Aldine:
Pbelps, E.S. (1967). «Phillips-Curves, Expectations oflnflation and Optimal Unemployment over
Time». Economica, 34:254-281.
520 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

Gráfico 4.

p¡p
(PiP) 3

(P/P),

(P/P),

o u

Después de cierto tiempo, los trabajadores ajustan sus expectativas y exigen mayo-
res aumentos en sus salarios nominales. Así, el salario real sube a su nivel anterior, y
el desempleo sube hasta U*, tal como indica la flecha 2. La tasa de inflación se man-
tiene igual si el banco central aumenta la cantidad de dinero al nuevo nivel. El nuevo
equilibrio del punto B presenta una tasa de inflación más alta que antes, pero el mismo
índice de desempleo.
¿Puede el banco central explotar de nuevo el trade off (relación inversa) a corto
plazo? Sí, pero no a través de mantener el tipo de expansión monetaria que ahora es más
elevado, sino acelerándolo. En el punto B, la cantidad de dinero ya debe de estar cre-
ciendo a razón de M/M= (PiP) 1, ya que las expectativas se han ajustado a este tipo. Por
lo tanto, el banco central debe forzar un tipo aún más alto de expansión monetaria con
el objeto de «engañar» de nuevo a los trabajadores. Este hecho se conoce como «teore-
ma de la aceleración». El teorema de la aceleración afirma que lo que cuenta no son)os
cambios en la cantidad de duero sino los cambios en la tasa de crecimiento monetario.
Esta línea de razonamiento niega la existencia de una relación inversa permanen-
te desempleo-inflación ya que la tasa natural de paro es consistente con cualquier tasa
de inflación. No existe una relación estable entre desempleo e inflación, sino sólo entre
desempleo y cambios en la tasa de inflación.
De acuerdo con los argumentos de Friedman y Phelps, la política monetaria dis-
crecional presenta pocos atractivos. El desempleo sólo se puede reducir de forma tem-
poral a costa de una tasa de inflación permanentemente más elevada. Si las autoridades
intentan reducir la inflación, el desempleo aumentará durante algún tiempo. Según los
monetaristas, luchar contra la inflación implica c:ostes sociales. Precisamente por esta
razón, Friedman propuso su regla de crecimiento monetario constante, que tiene por
objeto garantizar una tasa de inflación estable. Los keynesianos se oponen habitual-
mente a esta propuesta porque esperan que la política discrecional suavice el ciclo eco-
nómico. Al mismo tiempo, a menudo niegan la existencia de una tasa natural de paro
y, por lo tanto, rechazan el elemento central del razonamiento monetarista.
Concluyamos. La existencia de una curva de Phillips modificada que es estable a
largo plazo se puede establecer suponiendo que los trabajadores tienen expectativas
de precios exógenas. Por otra parte, si se admiten las expectativas adaptivas, solo exis-
te un trade off a corto plazo entre inflación y desempleo. Dejamos la discusión sobre
la curva de Phillips cuando las expectativas son racionales para el apartado 4.
NUEVA ECONOMÍA CLÁSICA 521

3. LA VISIÓN DE LOS NUEVOS CLÁSICOS

Ahora podemos proseguir hacia el enfoque de los nuevos clásicos. Debido a nuestra
familiaridad con la economía keynesiana, este enfoque no resulta fácil de apreciar; por
lo tanto, al principio tendremos que tomar una perspectiva en cierto modo más amplia.
En el campo de la teoría económica, la doctrina clásica, y especialmente el mode-
lo de Walras, constituyeron el punto de partida de todos los desarrollos importantes
que han tenido lugar en nuestro siglo. A pesar de sus deficiencias, el modelo de Walras
proporcionó una explicación de la asignación, la producción y la distribución en una eco-
nomía capitalista. Aunque tal modelo fue mejorado en varios asPectos, su estructura
se mantuvo esencialmente estática -y de ahí que fuese incapaz de explicar el ciclo eco-
nómico-. Según el modelo de Walras, todos los recursos se emplean completamente
y se asignan de forma óptima en el sentido de Pareto en todo momento. Así, la analo-
gía tendería a conducir a la percepción de que estas propiedades también se mantie-
nen en el tiempo, de tal modo que la economía presenta un desarrollo estable a cierta
tasa de crec.imiento. Sin embargo, dicha «percepción» estaría en contradicción fla-
grante con la realidad, y éste es un problema fundamental de la teoría clásica. Los
intentos para resolver este problema configuran tres líneas argumentales distintas:
Normalmente, el primer grupo recibe la denominación de críticafundamentalista
de la doctrina clásica. Los autores de este grupo infieren la inutilidad del modelo de
Walras, y fa inutilidad de la teoría clásica en su conjunto, a partir de la observación
empírica de los ciclos económicos. Ya hemos mencionado a los poskeynesianos como
a una escuela importante dentro de este tipo.
En segundo lugar, encontramos a los impeifeccionistas, cuyo exponente más notable
son los keynesianos. Tal como reconocimos en el capítulo v, la teoría keynesiana pro-
cede de un modelo cuyo espíritu es clásico; sin embargo, expande el modelo clásico con
algunas «imperfecciones» y llega así a una explicación posible del ciclo económico.
La tercera línea, sin embargo, acepta el modelo de equilibrio general sin imper-
fecciones•como la base de la teoría del ciclo económico. Ésta es la postura de la nueva
economía clásica. Estos autores sostienen que las «imperfecciones» keynesianas repre-
sentan un papel tan insignificante en la realidad que no pueden servir para explicar las
fluctuaciones económicas. Los nuevos clásicos critican a los keynesianos por su «imper-
feccionismo». Argumentan que el keynesianismo define el ciclo económico como un
fenómeno de desequilibrio sin ser capaz de demostrar tal alegación 13 • En resumen, los
nuevos economistas clásicos perciben el ciclo económico como un fenómeno de equi-
librio: como un proceso en el cual los mercados se vacían en todo momento y en el
que las expectativas son racionales 14 . Considerada desde el punto de vista keynesia-
no, esta actitud parece extraña; y se tiende a pensar que los nuevos clásicos se han
situado en una posición bastante desesperada. Pero no debiéramos juzgar demasiado
precipitadamente.

13. Lucas, R. E. Jr. (1976). «Econometric Policy Evaluation: A Critique». Joumal of Mo11etary Economics.
suplemento l; Sargent, Th. J. (1976). «The Observational Equivalence of Natural and Unnatural Rate
Theories in Macroeconomics». lournal of Political Economy, 84: 499-544.
14. Ver especialmente Lucas, R. E. Jr. (1977). «Understanding Business Cycles)), Journal of Monetary
Economics, suplemento 5; Lucas, R. E. Jr. (1980). «Methods and Problems in Business Cycle Theory».
Journal ofMone)\ Credit and Banking, 12: 696-715.
522 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

El modelo de los nuevos clásicos pertenece pues a la clase de modelos de equilibrio


general. Y, sin embargo, se desvía de éstos en un aspecto importante: otros modelos
del tipo de equilibrio general son estáticos (y por lo tanto no sirven para explicar los
ciclos económicos) o dinámicos, pero fundamentalmente deterministas 15 • En el mundo
determinista de Arrow-Debreu, los individuos están en situación de elaborar contratos
en el presente que dependen de todos los acontecimientos futuros posibles. Más tarde,
estos contratos únicamente se ejecutan. Pero aunque este ingenioso enfoque amplía
considerablemente el ámbito del modelo de Walras, no clarifica en absoluto la exis-
tencia de ciclos económicos.
Por esta razón, a los pioneros de la nueva economía clásica les pareció esperanza-
dor substituir el entorno determinista por otro que fuese estocástico. Aquí, los indivi-
duos normalmente experimentan errores de expectativas; y estos errores sirven para
explicar las fluctuaciones económicas. Según la visión de los nuevos clásicos, es impor-
tante que tales errores no impliquen un vaciado no de mercado. Se considera que todos
los mercados se vacían en todo momento. Así pues, el modelo de los nuevos clásicos
se distingue por las siguientes características:

-los precios son perfectamente flexibles y todos los mercados se vacían permanen-
temente. Los individuos no dejan los precios en un «falso» nivel, puesto que ello
implicaría ciertas desventajas: en efecto, aquellas desventajas que se dan en el des-
empleo involuntario u otras restricciones en la compra y venta. Sin embargo, algu-
nos autores consideran insignificante el supuesto de vaciado de mercados 16;
-dado que las acciones actuales suponen futuras consecuencias, todos los individuos
forman expectativas racionales deliberadamente. Lo hacen utilizando toda la infor-
mación disponible y ajustando las ofertas, las demandas y los precios, de tal modo
que sus planes se cumplan de forma óptima cuando las expectativas racionales demues-
tren ser ciertas;
-no obstante, dado que el proceso económico está sujeto a alteraciones estocásticas, típi-
camente las expectativas no se demuestran ciertas. Surgen pues fluctuaciones eco-
nómicas que se remontan a las desviaciones voluntarias de la oferta y la demanda;
«voluntarias» iespecto a los choques exógenos dados.

4. EL MODELO DE LOS NUEVOS CLÁSICOS

En este capítulo queremos discutir un modelo típico aunque extremadamente simple


de los nuevos clásicos. Se trata de un modelo estocástico del tipo deforma reducida
en el que únicamente el mercado de bienes se describe de forma explícita. Todos los
demás mercados operan detrás del escenario. La primera ecuación es la de la deman-
da agregada de productos en el periodo t:

15. Aquí nos estamos refiriendo al modelo de Arrow y Debreu. Arrow, K.J. (1964). «The role of securites
in the optimal allocation ofrisk~bearing». Review ofEconomic Studies, 31: 91~96; Debreu, G. (1959).
TheoryofW:!lue. Nueva York: Willey.
16. Los resultados de Jos Nuevos Clásicos no cambian si las restricciones de cantidad se deben a un com~
portamiento deliberado, racional. Ver Stein, J.L. (1982). Monetarist, keynesians and new classicaleco~
nomics.
NUEVA ECONOMÍA CLÁSICA 523

Y~ =A,+ b ·(m,- p,) +u, (248)

Aquí, A, cubre todos aquellos gastos (incluyendo la demanda pública) que son inde-
pendientes de los saldos reales. bes una constante positiva, y u11 una variable estocás-
tica independiente con valor esperado cero y varianza finita. m1 y p 1 denotan los
logaritmos naturales de los saldos de caja nominales y el nivel de precios. De ahí que
la diferencia de m y pes igual al logaritmo de M/P 17 • Aquí tenemos un modelo de loga-
ritmo lineal en el que la demanda global de productos depende del logaritmo de los
saldos de caja reales. El efecto de saldo real (ver capítulo vn) es esencial para el fun-
cionamiento de este modelo.

La oferta agregada de productos está caracterizada por la llamada «función de ofer-


ta agregada de Locas»:

Yf= Y*+ e· (p,-p~) + V1 (249)

Y* representa el nivel de producción natural que está asociado con la tasa natural
de paro. e es una constante positiva, y v1 una variable estocástica independiente con
valor esperado cero y varianza finita. La función de oferta anterior se basa en las pre-
misas siguientes: cuando se cumplen las expectativas de precios (p, = p~) y las altera-
ciones estocásticas se hallan ausentes (v, = 0), la oferta agregada de bienes toma su
valor natural, es decir, Y,= Y*. Éste es el estado que el sector privado prefiere. El des-
empleo que prevalece entonces es voluntario y debido a los costes de oportunidad del
ocio. Cualquier imperfección posible se descarta por definición.
Por lo tanto, los participantes en el mercado aspiran a la realización de Y*. A pesar
de esto, las desviaciones desde Y* son concebibles, o incluso son la nonna, y resultan
o bien de cambios no previstos en A, o m, o bien de alteraciones estocásticas. Estos
tres efectos hacen que el nivel de precios se desvíe de su valor esperado. Pero, ¿por
qué la oferta global de productos depende de la diferencia entre p, y p~ Esta pregunta
requiere una respuesta minuciosa. Debiera estar claro desde el principio que salarios
rígidos o expectativas estáticas de precios y otros aspectos similares no pueden pro-
porcionar una explicación puesto que éstos no existen en el modelo de los nuevos clá-
sicos.
El significado de la función de oferta anterior se puede ilustrar mejor con el ejem-
plo que Lucas proporciona de un artesano. Supongamos que un artesano espera una
tasa de inflación de 5% y que el precio del producto que produce sube un 10%. El arte-
sano interpretará esto como un incremento en el precio relativo de su producto, y posi-
blemente aumentará su esfuerzo puesto que creerá que la producción se ha vuelto más
rentable. El artesano se comportará especialmente de este modo si considera que el
aumento percibido en el precio será temporal; en tal caso, una substitución intertemporal
de trabajo por ocio resulta provechosa.
Supongamos además que la tasa real de inflación equivale a un 10%. Obviamente,
el artesano ha interpretado mal el aumento del precio de su producto: no ha habido
ningún incremento en el precio relativo; sólo que el nivel de precios ha subido más de

17. Hay que recordar que (a· b) =In (a)+ In (b) y en In (a*) =x ·In (a).
524 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

lo esperado. No obstante, el artesano no reconoce este hecho antes de haber incre-


mentado realmente su producción. Llegamos a la conclusión de que, en nuestro ejem-
plo, una subida inesperada de la tasa de inflación incrementa la producción real.
Una premisa fundamental de la economía de los nuevos clásicos es que todos los
productores están bastante bien informados de los cambios en los precios en sus mer-
cados respectivos, pero no tan bien informados respecto a los cambios en el nivel de pre-
cios. Si esto es correcto, una subida inesperada de la inflación inducirá a «todos» los
productores a interpretar las subidas de los precios relativos de forma errónea y, por
lo tanto, incrementarán la producción total. Así pues, p~ dado, existe una relación posi-
tiva entre p1 y la oferta agregada de bienes, tal como la fórmula (249) afirma. Observemos
que esta relación no necesita suponer rigideces de las tasas salariales o ilusión mone-
taria. El comportamiento de todos los productores es perfectamente racional, a pesar
de ser efectivamente erróneo como resultado de la falta de información.
Después de argumentar sobre los dos componentes del mercado de productos, supo-
nemos que este mercado se vacía en todo momento. Los precios son perfectamente
flexibles:

Y~=Yf+Y,. (250)
1
La demanda, la oferta y la producción real siempre encajan. Así pues, podemos
volver a escribir las funciones anteriores sin «d» y «S» como sigue:
¡
Y,=A,+b · (m,-p,) +u, (251)
Y,= Y*+ e· (p,- p:) + v,. (252)

Basándonos en estas dos ecuaciones, no podemos decir aún qué nivel de producción 1
y qué nivel de precios resultará porque el nivel de precios esperado es desconocido.
En el modelo de los nuevos clásicos debemos asumir las expectativas racionales de tal
modo que todas las variables con índice «e>> sean valores matemáticos esperados.
Primero calculemos los valores esperados de (251) y (252):

Y;=A: +b · (m~-p~) (253)


r: =Y*. (254)

Las dos variables de perturbación se eliminan ya que tienen el valor esperado cero.
Las fórmulas (251) y (254) forman cuatro ecuaciones simultáneas con las cuatro incóg-
nitas Y,, p,, Y¡ y ¡:f,. Las variables <<políticas» A1 y m, son dadas, así como sus valores espe-
rados, A¡ y m¡, puesto que éstos no se pueden inferir a partir de un modelo económico.
La primera solución viene dada por (254): el valor esperado de Y, encaja con el nivel
natural de producción. Substituyendo esto en (253), podemos calcular inmediatamen-
te el valor esperado del nivel de precios:

Y*-A'
Pe=
1
nze- - - - '
1 b (255)
NUEVA ECONOMÍA CLÁSICA 525

Finalmente, Y, y p1 tienen que ser determinados. Sustrayendo (253) de (251) y (254)


de (252) tenemos que:

Y,- Yi= (A,-A~) + b · (m,-m:)- b · (p,- p:) + u 1 (256)


Y,- Yi =e· (p,- p~) + v1• (257)

Al igualar los lados derechos de estas ecuaciones obtenemos p 1• Al sustituir el últi-


mo en (257) y haciendo y¡= Y* obtenemos el nivel real de producción:

Y=
t b+ e [cA , -A')+b
Y* +-e-· ' ·(m -m')+ u+_!!.·
, , , e , v] (258)

1
p, = p¡ + - - ·[(A,- A¡)+ b ·(m,- m¡)+ u,- v,]. (259)
b+c

Ahora la solución es completa. Las dos últimas ecuaciones proporcionan una serie
de conclusiones interesantes. En primer lugar, el nivel natural de producción se reali-
za cuando no hay alteraciones inesperadas ni acciones inesperadas por parte del gobier-
no. En tal caso, las expectativas racionales respecto al nivel de precios también se
cumplen. Además, cualquier expansión monetaria no prevista (m, > m~) y cualquier
incremento del gasto público (A,> A¡) implican un incremento de la producción y de los
precios. Esto resulta inmediatamente de las fórmulas.
Los cambios erráticos en la demanda, ocasionados por la variable ut• también engenM
dran cambios procíclicos en los precios, es decir, p1 y Y1 se mueven en la misma direc-
ción. Debido al aumento repentino de la demanda, tanto la producción como Jos precios
suben; y los precios continúan subiendo hasta que el mercado de productos se vuelve
a vaciar.
Sin embargo, los choques de oferta, ocasionados por cambios en v1, presentan un
comportamiento de precios anticíclico. Cuando se de una subida inesperada en v, la
producción aumentará mientras que los precios disminuirán. Ante la falta de interven M
ciones por parte del gobierno, el nivel de producción oscilará en torno a su nivel natuM
ral, Y*, y los precios cambiarán procíclicamente o anticíclicamente dependiendo de si
las alteraciones están ocasionadas por u1 o vr
¿Qué actitud tendrá un economista de los nuevos clásicos respecto a la curva de
Phillips? Digamos primero que existe una relación negativa entre la producción y el
desempleo. Ahora la ecuación (258) dice que una expansión monetaria no anticipada
inducirá a que tanto la producción como los precios suban; de este modo reducirá el
desempleo. Sin embargo, una expansión monetaria anticipada no ocasionará que la
producción, los precios y el desempleo se desvíen lo más mínimo de sus niveles natu-
rales. Esto es, la producción y el desempleo no cambiarán, y el nivel natural de pre-
cios será ahora más elevado.
La explicación de los nuevos clásicos se desvía de la de los monetaristas que admi-
tían los impactos a corto plazo de la política monetaria. Según los nuevos clásicos, el
hecho de que se considere el corto o largo plazo no importa, lo que cuenta es si la
526 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

expansión monetaria ha sido anticipada o no. Desde el punto de vista monetarista, estas
dos cuestiones son una misma debido a la hipótesis de las expectativas adaptívas.
Volveremos a este problema en el próximo capítulo 18 •

5. INFERENCIAS DE POLÍTICA ECONÓMICA

Resultaría fácil crear un modelo en el cual los precios se ajustasen casi instantánea~
mente a los choques, los mercados se vaciaran todo el tiempo y la política correcta
fuese no hacer nada (Robert M. Solow).

¿Puede una economía de mercado estabilizarse mediante una política monetaria y fis-
cal discrecional? A fin de proporcionar la respuesta de los nuevos clásicos a esta pre-
gunta, reproduzcamos las ecuaciones (258) y (259):

Yr=Y*+-c-·[(A
b+c t
-A')+b·(m
, t
-m')+u
r t
+J:·v]
e , (260)

p, = p~ + _l_ · [(A,- A~)+ b ·(m,- mf) +u,- v,]. (261)


b+c

Lo esencial de esta cuestión se puede ilustrar con el ejemplo de la regla de creci-


miento monetario constante de Friedman. Supongamos un crecimiento monetario cons-
tante a la tasa k que se fuerza por ley:

m1=m 0 +k·t o M1-M.


- o ek·t . (262)

Ya que la regla es conocida por los individuos, éstos anticipan totalmente el cre-
cimiento monetario:

m~=m 0 =+k·t. (263)

Consideremos ahora las ecuaciones (260) o (261). Ya que la expansión monetaria


se puede predecir adecuadamente, los términos (m,- m~) desaparecerán y la política
monetaria no producirá efectos reales de ningún tipo. Esto no es nada nuevo puesto
que es exactamente equivalente al resultado monetarista. Surge una diferencia cuan-
do suponemos que la cantidad de dinero crece progresivamente. Debido a la suposi-
ción monetarista de las expectativas adaptivas, esta regla producirá efectos reales; pero
de acuerdo con los nuevos clásicos, esto no pasará, dado que la regla se ha hecho públi-
ca. En efecto, el banco central puede obedecer cualquier regla construida arbitraria-
mente sin cambiar las variables reales, siempre y cuando la regla haya sido previamente
anunciada.

18. Ver también Lucas, R.E. Jr. {1973). «Sorne International Evidence on Output~Inflation Trade-offs».
American Economic Review, 63: 326-334.
NUEVA ECONOMÍA CLÁSICA 527

Por lo tanto, el «teorema de la aceleracióm> monetarista no se mantiene en el mode-


lo de los nuevos clásicos. éste es el núcleo del análisis de los nuevos clásicos: para
la neutralidad del dinero resulta perfectamente irrelevante de qué forma se concibe la
regla del crecimiento monetario o incluso si verdaderamente se observa de alguna
manera una regla de tipo Friedman. Más allá de esto, las aceleraciones o desacelera-
ciones del crecimiento monetario no generan efectos reales de ninguna clase bajo cual-
quier forma en que sean conocidas con anticipación. Y, finalmente, es un error distinguir
entre efectos a corto plazo y a largo plazo de la política monetaria: la distinción correc-
ta es aquella que se hace entre medidas anticipadas y no anticipadas. Cualquier acción
monetaria anticipada es ineficaz, y cualquier acción monetaria no anticipada produci-
rá efectos reales.
Al mismo tiempo, la teoría de los nuevos clásicos resuelve un problema pendiente
del monetarismo. En el capítulo anterior reconocíamos que los monetaristas afinnan la
existencia de una relación estrecha entre la oferta monetaria y la renta nominal, P · Y;
pero la extremadamente importante cuestión de cómo el efecto se divide entre los cam-
bios en P y los cambios en Y no fue respondida satisfactoriamente. O en otras pala-
bras: ¿una política monetaria expansionista, produce prosperidad o inflación? La teoría
de los nuevos clásicos tiene una respuesta clara a punto. En primer lugar, la expansión
monetaria anticipada genera una pura inflación. En segundo lugar, la expansión no
anticipada conduce a subidas tanto en los precios como en las cantidades, donde los
cambios respectivos se pueden calcular a partir de (260) y (261). 1
Evidentemente, la teoría de los nuevos clásicos no afirma que Y*, el nivel de pro-
ducción natural y en algún sentido óptimo, se pueda mantener regularmente. En pri-
mer lugar, las medidas de política económica pueden ocasionar desviaciones de aquél
-lo cual ya es una razón suficiente para rechazarlas-. En segundo lugar, las variables
estocásticas u1 y v1 pueden producir desviaciones. Esto nos lleva a la interésante cues-
tión de si la política económica no está en situación de por lo menos mitigar estas alte-
raciones.
La respuesta de los nuevos clásicos a esta pregunta se interpreta de forma inequí-
voca: no, porque las autoridades políticas tampoco pueden prever las alteraciones. Se
trata de un aspecto decisivo, porque si uno supone que las autoridades están mejor infor-
madas que los individuos particulares, entonces sí habrá razones para una política dis-
crecional, aunque las expectativas sean racionales y aunque los mercados se vacíen.
Para ilustrarlo, supongamos que el banco central es capaz de predecir u1 y v1 a cien-
cia cierta mientras que estas variables continúan siendo impredecibles para el sector
privado. Entonces, mediante una simple modificación de la regla de crecimiento mone-
tario, se pueden descartar completamente las alteraciones:

1 1U V
m1=m 0 + k ·t----. (264)
b e

Los individuos esperan que la cantidad de dinero crezca de acuerdo con la regla
(263) ya que ellos no pueden prever u, y v, y tienen un valor esperado de cero. Al subs-
tituir (264) en (260) y (261), el lector debiera asegurarse de que las alteraciones «ale-
atorias» se absorben completamente de tal manera que la producción asume su valor
528 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

natural en todo momento. Las reglas del tipo (264) se denominan reglas activas (o
«fórmula de flexibilidad») porque prescriben una respuesta activa,- aunque automáti-
ca. Son, por tanto, distintas de las reglas pasivas al estilo de Friedman.
Y, sin embargo, este razonamiento sólo se ha planteado a modo de ilustración. De
ningún modo forma parte de la doctrina de los nuevos clásicos sino que más bien la
contradice, ya que suponíamos que la información se distribuía asimétricamente entre
los sectores público y privado. Según la teoría de los nuevos clásicos, los individuos
obtendrán toda la infonnación que esté disponible para las autoridades públicas. Así
que éstas estarán igualmente bien informadas.
Pasemos ahora al tema de la estanflación. En un momento arbitrario, la produc-
ción puede declinar debido a alteraciones estocásticas, y el desempleo puede aumentar.
Si el gobierno o el banco central intentan ahora aumentar la producción mediante una
política expansionista, los individuos anticiparán el resultado de tales medidas. Si la
política ha sido anunciada o de algún otro modo ha llegado a ser conocida por los indi-
viduos, la producción no cambiará incluso en el plazo más corto. Sin embargo, el nivel
de precios aumentará según (255) y (261): y surgirá la estanflación.
Para resumir: desde el punto de vista de los nuevos clásicos, ni las reglas activas ni
las políticas discrecionales son capaces de producir efecto real beneficioso alguno. Si
llegan a producir algún efecto real porque la medida no fue anticipada, el resultado
real será desfavorable, ya que el sector privado se verá expulsado de la situación que
prefiere. La política estabilizadora sólo sería provechosa en el caso de que absorbiese
un choque exógeno por azar. Pero esto no puede constituir la base de una intervención
sistemática.
La lógica de esta teoría se puede formular como una crítica a la economía keyne·
siana: el keynesianismo describe la economía a través de algunas ecuaciones simultá-
neas que suponen que el comportamiento privado es invariable bajo diversos
comportamientos gubernamentales. Dado un cambio arbitrado en la cantidad de dine-
ro, por ejemplo, la función de consumo (¡que no su valor numérico!), la función de
inversión y otras relaciones de comportamiento se mantienen igual. Por lo tanto, es
posible que esta política produzca resultados reales. La teoría keynesiana no reconoce
que, al percibir el cambio monetario, el individuo posiblemente alterará su comporta-
miento, de tal manera que las propias funciones antes mencionadas están sujetas a cam-
bio. La teoría de los nuevos clásicos destruye esta constancia del comportamiento al
tomar en cuenta las expectativas: a condición de que sea anticipada, una expansión
monetaria dejará todas las variables reales inalteradas.
Hasta aquí nos hemos ocupado sobre todo de la política monetaria. Ahora tenemos
que considerar una argumentación que se relaciona con la política fiscal y que pertenece
a la economía de los nuevos clásicos considerada en un sentido arnplio 19 • Supongamos
que el gobierno disminuya impuestos por cantidades fijas en el período actual y finan-
cie el déficit resultante obteniendo préstamos:

(265)

19. La línea de razonamiento siguiente se debe a Barro, R. J. (1974): «Are Govemment Bonds Net
Wealth?». Jo.urna/ ofPolitical Economy, 82: 1.095-1.117.
NUEVA ECONOMÍA CLÁSICA 529

La reducción de impuestos, D.T, tiene el mismo valor que el préstamo, AB. Tal como
lo explica la teoría keynesiana y la teoría de la selección de la cartera de valores, esta
medida aumenta la demanda agregada de productos. Según la teoría de la selección de
la cartera de valores, este resultado se debe al incremento de la «riqueza neta» de la
sector privado. Puesto que poseen bonos del Estado adicionales, los individuos se con-
sideran ahora más ricos y, por lo tanto, aumentan el consumo y otros gastos. Contra
esta ilusión fiscal, como a veces se la llama, se puede proponer el argumento siguien-
te: en los periodos subsiguientes, el gobierno tendrá que pagar intereses sobre la deuda
adicional y tendrá que reembolsar la deuda si ésta tiene una duración finita. Al hacer-
lo, cuando los gastos públicos son dados, el gobierno estará obligado a gravar con
impuestos más altos que lo que hubiera sido necesario si no hubiese una deuda adi-
cional. Es cierto que también se podrían conseguir nuevos préstamos; pero esto úni-
camente pospondría el problema.
Dado que los participantes en el mercado son totalmente conscientes de estos hechos
-por lo menos según los nuevos clásicos-, no considerarán !18 como un incremento
del patrimonio neto sino que restarán de éste el valor actual de los futuros impuestos.
A fin de calcular este valor aétual, empecemos a partir de un bono de duración infini-
ta. En cualquier periodo subsiguiente, el gobierno tendrá que pagar intereses sobre la
deuda y deberá gravar con impuestos adicionales para cubrirlo:

-D.T,= r · AB; t =l...=. (266)

Si los bonos del Estado y otros activos son sustitutos perfectos, r, el tipo de interés,
es igual al factor de descuento subjetivo (o la tasa de preferencia temporal) de los indi-
viduos. El valor actual de la carga fiscal equivale a:

• D.T • r·AB
D.T0 =I--'-= I--= AB. (267)
'" (1 + t)' '" 1 (l + r)' ·
1

r · AB representa impuestos aoua!es adicionales, la suma de los cuales se descuenta


al tipo r. Resulta que el valor actual de los impuestos adicionales es igual a la deuda.
Este resultado es completamente trivial, ya que el tipo de interés y el factor de des-
cuento subjetivo son idénticos. Así pues, el endeudamiento del gobierno no genera nin-
gún incremento del patrimonio neto. Esta conclusión, importante para el debate de la
expulsión (crowding out), se denomina teorema de la equivalencia ricardiana. «Teorema
de la equivalencia» porque los impactos de la financiación con impuestos o créditos
son obviamente iguales.
El teorema de la equivalencia ricardiana está eSpecialmente sujeto a las dos críti-
cas siguientes. En primer lugar, se indica que la duración de la vida de los individuos
es finita: éstos sólo calcularán aquellos impuestos que se elevan hasta su supuesta fecha
de muerte. De ahí que exista un cierto incremento de la riqueza neta. Barro intentó
resolver esta dificultad a través de superponer generaciones de tal manera que cada
generación deja un legado a su sucesora. Bajo unos supuestos muy especiales, los habi-
tantes de una economía como ésta presentan el mismo comportamiento que si vivie-
sen infinitamente.
530 CRÍTICAALAECONOMÍAORTODOXA

En segundo lugar, se puede argumentar que los individuos no anticipan futuros


impuestos (completamente) o que su factor de descuento subjetivo se halla en cierto
modo por encima del tipo de interés de los bonos del Estado. El último caso se cumple
por lo menos cuando los bonos del Estado se consideran más seguros que un bono
representativo. Esto implica un incremento de la riqueza neta ya que 6.B supera el valor
actual de los futuros impuestos 11T0.
Además, hay que observar que la política fiscal no tiene porqué ser forzosamente
ineficaz cuando el teorema de equivalencia se mantiene rigurosamente. Ya que, a par-
tir de este teorema, podemos concluir simplemente que la financiación por impuestos
y la financiación por crédito son equivalentes: por lo tanto, la financiación por crédi-
to será expansionista de la misma forma que la financiación por impuestos es expan-
sionista. En los casos extremos keynesianos, el multiplicador fiscal se reduciría de
· ll(l- C') a l (teorema de Haavelmo) pero no a O.
La discusión sobre el argumento de Barro debería haber aclarado una vez más la
metodología de la economía de los nuevos clásicos: los participantes en el mercado se
esfuerzan por conseguir la situación que prefieren; y cuando el Estado emprende cual-
quier acción (en este caso: reduciendo impuestos y consiguiendo préstamos), los par-
ticipantes en el mercado inmediatamente contrarrestan esta acción (en este caso:
mediante el aumento de ahorros para el reembolso de los impuestos adicionales más
tarde). Así pues, los individuos alteran su comportamiento a fin de recuperar la situa-
ción original y óptima. En un mundo como éste, ¿existe alguna razón para la inter-
vención del gobierno?
Por último, no resulta difícil adivinar las propuestas concretas de política econó-
mica de los nuevos clásicos 20:

-el banco central debería actuar de acuerdo con una regla pasiva de crecimiento mone-
tario, ya que el sector privado debe ser protegido de las alteraciones exógenas que
son debidas prillcipalmellte a la política discrecional;
- por la misma razón se debería prescindir de la política fiscal discrecional. El presu-
puesto se debería equilibrar;
-se debería anunciar que las autoridades no responderán a las consecuencias de la fija-
ción privada de precios. De este modo, los individuos se ven forzados a fijar precios
de vaciado de mercado.

Obviamente, las propuestas de los nuevos clásicos corresponden bastante bien a


las de los monetaristas. En efecto, muchos nuevos clásicos consideran su doctrina como
una «fundamentación» teórica del monetarismo. A este respecto, la economía de los
nuevos clásicos es una continuación directa del monetarismo, y su etiqueta «moneta-
rismo de segunda clase» parece bastante adecuada.

20. Lucas, R. E. Jr. (1980). «Rules, Discretion and the Role of tbe Economic Adviser». En: Fischer, St. ed.
Rational Expecwtions and Economic Policy. Chicago: Chicago Press, p. 200.
NUEVA ECONOMÍA CLÁSICA 53!

6. CONCLUSIÓN

Después de todo, ¿las verdaderas expectativas racionales no son realmente adapti~


vas? (Benjamin Friedman). ·

Ahora deseamos resumir los elementos básicos de la economía de los nuevos clá-
sicos y completar las críticas más importantes de esta doctrina. Los supuestos impor-
tantes han resultado ser:

-el supuesto de las expectativas racionales según las cuales los individuos conocen el
modelo económico correcto, utilizan toda la información disponible y forman así
expectativas subjetivas que coinciden con la predicción científica; y
- el principio básico de considerar el ciclo económico y todos los demás sucesos eco-
nómicos como fenómenos de equilibrio.

Así pues, la teoría del ciclo económico de los nuevos clásicos se asocia al progra-
madeHayek:

<<La incorporación de los fenómenos cíclicos al sistema de equilibrio económico, con


el que están en aparerlte contradicción, sigue siendo el problema crucial de la teoría
del ciclo económico.»21

La teoría keynesiana resolvió este problema al tomar el modelo de equilibro gene-


ral sólo como un punto de partida, aumentándolo mediante varias «imperfecciones>>,
e interpretando después los ciclos económicos como secuencias de desequilibrios. Con
la teoría de los nuevos clásicos esto no es así: el ciclo económico se concibe como un
fenómeno de equilibrio, y las fluctuaciones observables tienen su origen en:

- alteraciones estocásticas y una política variable, acompañadas por


- una previsión imperfecta.

Los sucesos estocásticos y la política económica generan desviaciones no anticipadas


de la demanda, la oferta y los precios. Los cambios en el nivel de precios son confun-
didos por los individuos por cambios en los precios relativos puesto que los partici-
pantes en el mercado únicamente están informados sobre los cambios en el «propio»
mercado y perciben los cambios en el nivel de precios sólo con un cierto retraso. Por
lo tanto, la subida de los precios que no se debe a choques de oferta generan incre-
mentos en la actividad económica. Mediante este modelo, la teoría de los nuevos
clásicos explica el comportamiento procíclico de los precios y los ca-movimientos de
la actividad económica en distintos mercados. De hecho, éstas son dos características
típicas del ciclo económico.
La visión de los nuevos clásicos implica que el desempleo en la recesión es volun-
tario y es el resultado de un proceso de optimización que hace que los individuos subs-

21. Von Hayek, F. A. (1933). Monetary Theoryand the Trade Cycle. Londres: Jonathan Cape, p. 33.
532 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

tituyan el trabajo y el ocio intertemporalrnente. Y puesto que, dado un mero cambio


en la tasa de inflación, esta substitución se basa en una decepción, resulta en una situa~
ción subóptima. Por consiguiente, las fluctuaciones comerciales no son bien recibidas.
Resulta bastante natural que los nuevos clásicos sugieran el abandono de cualquier
política discrecional a fin de eliminar una causa por lo menos -según ellos, la más
importante- de las fluctuaciones. Si se sigue este consejo, ellos esperan que las fluc-
tuaciones disminuyan. Sin embargo, las demás desviaciones no pueden ser mitigadas
con una política discrecional ya que las autoridades no pueden prever los choques exó-
genos mejor que el sector privado.
Un aspecto importante de esta teoría es que sirve como base analítica a las infe-
rencias de política ecómica del monetarismo. Como ya admitimos anteriormente,
resulta difícil oponerse al monetarismo desde la postura keynesiana ya que aquél no
ofrece una verdadera y comprensiva base analítica. La nueva teoría clásica propor-
ciona un «modelo completamente articulado y artificial>> (Locas) y eleva así el nivel
del debate 22
Una ventaja extraordinaria de los modelos explícitos es que provocan «Críticas»
-precisamente debido a su naturaleza explícita-. No pretendemos ocultar al lector las
críticas más importantes:

l. Critica: la hipótesis de las expectativas racionales se basa, como ya vimos, en la


premisa que los individuos no desaprovechan la información. En principio esto se debe
admitir -si uno parte en alguna medida de un comportamiento de maximización de la
utilidad-, pero es claramente distinto de la premisa que toda la información existente
será realmente empleada. A fin de formar una expectativa racional del nivel de precios
se necesitan, por ejemplo, el verdadero modelo económico y la información sobre los
valores del parámetro numérico. Evidentemente, la adquisición de esta información
supone algunos costes donde el término costes se debe interpretar en un sentido amplio.
En efecto, no es necesario que cada individuo emprenda alguna investigación econó-
metrica; pero, por lo menos, debe comprar los resultados o leer los periódicos para
obtenerlos.
Es verdad que la expectativa racional es útil; no obstante se debe reconocer que la
utilidad obtenida de tal expectativa disrrúnuye cuando la varianza de las variables de per-
turbación aumenta: si las instituciones que hacen las predicciones deben dejar demasiados
factores fuera de consideración y están poco informadas sobre muchos hechos rele-
vantes, las variables de perturbación ejercerán una influencia considerable, y la utilidad
de la previsión resultante es insignificante.
Por lo tanto, cuando.los costes de adquirir expectativas racionales son elevados y
la utilidad conseguida de éstas es escasa, un individuo puede llegar a la conclusión de
que formar expectativas racionales es inadecuado ya que los costes marginales sobre-
pasan en seguida la utilidad marginal. En pocas palabras, puede parecer racional pres-
cindir de las expectativas racionales .

.22. Es cierto que el carácter comprensivo de los modelos de los nuevos clásicos no resulta obvio en nuestra
sencilla exposición. Por lo tanto, ver Sargent, Th. J. (1976). «A Classical Macroeconomic Model of the
Unitcd States>). Joumal af Political Economy, 84: 207-237. Lucas, R. E. Jr. (1975). «An Equilibrium
Model of the Business Cycle)). Joumal oj Political Economy, 83: 1.113-1.144.
NUEVA ECONOMÍA CLÁSICA 533

Por consiguiente, Fritz Machlup ha argumentado que el término «expectativa racio-


nal» en el sentido de los nuevos clásicos representa un mal uso dellenguaje23• En eco-
nomía, la «racionalidad» siempre ha significado una coincidencia de acción y opinión
pero no una coincidencia de acción y «realidad objetiva». En este sentido, la palabra
«racional» cambia el sentido original de aquella noción.

2. Crítica: se puede concluir por adelantado que las inferencias de los nuevos clá-
sicos no se mantienen a menos que los individuos supongan que el modelo de los nue-
vos clásicos es correcto. Si parten de un modelo keynesiano, esperarán racionalmente
la efectividad de medidas discrecionales. Asímismo, un modelo keynesiano puede ser
auto-realizable si las expectativas racionales prevalecen24•

3. Crítica: la nueva economía keynesiana procede de la segunda crítica. Los nue-


vos keynesianos25 cooptan la suposición tradicional de los salarios rígidos26 pero admi-
ten a la vez las expectativas racionales. Si los salarios o los precios se fijan por contrato
y no pueden revisarse instantaneamente, queda un cierto espacio para una política dis-
crecional efectiva. Por ejemplo, Stanley Fischer defiende que los contratos con cláusulas
que contienen estipulaciones de precios experimentan costes adicionales y, por lo tanto,
los participantes en el mercado los evitan. Si esto es correcto, la política monetaria dis-
crecional se puede emplear de forma provechosa puesto que el banco central, a diferencia
del sector privado, es capaz de responder inmediatamente a las alteracione!} exógenas.
La nueva economía keynesiana es una fundamentación de la alegación que asumir
expectativas racionales no implica per se una ineficacia de la política económica.

4. Crítica: otra objeción se dirige a la función de oferta agregada de Lucas -el ele-
mento central de la economía de los nuevos clásicos-. Esta función de oferta se basa en
la premisa de que los participantes en el mercado sólo están informados de los precios
en «SUS)) mercados, pero no de los precios en los demás mercados o del nivel de pre-
cios generaL En el contexto de la nueva teoría clásica, esta falta de información parece
enormemente extraña. Se supone que todos los individuos están bastante bien infor-
mados sobre cosas tan difíciles como la estructura del verdadero modelo econométrico
e incluso de los valores de sus parámetros: ¿por qué no deberían conocer el nivel de

23. «Los indios de Norteamérica eran perfect:Jmente racionales cuando, basándose en sus creencias, reali-
zaban una danza de la lluvia cuando querían lluvia, y mantenfan<texpectativas racionales)) cuando es-
peraban que sus ritos tuviesen los efectos deseados.» Machlup, F. (1983). «The Rationality of 'Rational
Expectations')), Krcdit und Kapital, 16, p.174.
24. (<Los agentes que han crecido en Chicago verificarán las predicciones de Chicago y los agentes que
crecieron en el sobrio paisaje de C:Jmbridge (Inglaterra) verificarán la predicción de Cambridge.))
Hahn, F. H. (1980). «Unemployment from a Theoretical Viewpoint». Economica, 47, p. 291.
25. Fischer, St. (1977). ttLong-Tenn Contracts, Rational Expectations and the Optimal Money Supply
Rule». Jounwl of Po/iticaf Economy, 85: 191-205; Phe\ps, E. S. y Taylor, J. B. (1977). «Stabilizing
Powers ofMonetary Policy under Rational Expectations». Joumal of Political Economy, 85: 163-190;
Taylor, J. B. (1979). ((Staggered Wage Setting in a Macro Model)), American Economic. Revicw, (PP)
69: 108-113.
26. Utilizando la llamada teoría de los contratos implícitos, los nuevos keynesianos derivan rigideces sala-
riales del comportamiento racional. Ver Azariadis, C. (1975). «<mplicit Contracts and Underemploy-
ment Equilibria)). Jmmwl of Politicaf Economy, 83: l. t 83- L202.
534 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

precios? Después de todo, los cambios mensuales en el nivel de precios se publican


en todo periódico que se precie; y la información sobre el nivel de precios se puede
adquirir mucho más fácilmente que la informacióri Sobre la estructura econométrica
de una economía. De ahí que este supuesto -que es un requisito previo indispensable
de la función de oferta agregada de Lucas- parezca ser inconsistente con el marco de
los nuevos clásicos.

5. Crítica: la nueva economía clásica tiende a volverse bastante molesta para sus
habitantes si por casualidad no es lineal en logaritmos. El lector sabe sin duda que
incluso las ecuaciones cuadráticas simples posiblemente implican soluciones múlti-
ples. ¿Qué podría esperar un individuo racional cuando existen diversas expectativas
racionales?

6. Crítica: finalmente, habría que hacer una objeción empírica. Si el desempleo


resulta únicamente de alteraciones no correlacionadas en serie, tal como lo afirma la
teoría de los nuevos clásicos, los índices de desempleo también tendrían que ser no
correlacionados en serie. Pero, de hecho, no lo son.
Tenernos la impresión de que hoy en día la doctrina de los nuevos clásicos apare-
ce como muy cuestionable para la mayor parte de la profesión económica, a pesar de
que se reconoce su contribución respecto a diversos problemas teóricos profundamente 1
arraigados. Respecto a las inferencias de política económica, la pregunta aforística de
Tobin sigue fundamentalmente sin respuesta:

¿Por qué el desempleo es tan elevado en pleno empleo?

Después de todo, la mayor parte de los economistas no están preparados para ínter-
pretar la Gran Depresión como un aumento repentino de una pereza infecciosa, es decir,
como una substitución intertemporal del trabajo y el ocio.
CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA 535-549

Notas sobre competencia imperfecta y


la nueva economía keynesiana ' 1
Richard Startz

l. INTRODUCCIÓN
La nueva economía keynesiana es una contrarrevolución contra el auge de las escue-
las de las «expectativas racionales» y «nuevos clásicos» que dominaron la investi-
gación macroeconómica durante gran parte de finales de los años 70 y los 80. El
enfoque nuevo keynesiano utiliza las herramientas estándar de la microteoría; es decir,
que los nuevos keynesianos modelan a los consumidores, a los trabajadores y a las
empresas como agentes racionales y maximizadores. Además, asumen que los mer-
cados se vacían. Así, las «técnicas de modelaje» de los nuevos keynesianos tienen
mucho en común con las de Jos de la nueva escuela clásica. El output de Jos modelos
de los nuevos keynesianos, en cambio, sigue las líneas tradicionales keynesianas.
Emergen tres resultados amplios e interrelacionados. Primero, que la economía agre-
gada tiene multiplicadores, por Jo que un shock inicial en la oferta o en la demanda
de productos será magnificada en el equilibrio general. Segundo, que las fluctuacio-
nes económicas frecuentemente no son óptimos de Pareto. Las recesiones suponen
pérdidas reales de bienestar que, en teoría, son evitables. Tercero, que la política
gubernamental puede ser efectiva en la manipulación del output y que puede mejorar
el bienestar al hacerlo.
Los modelos de los nuevos keynesianos invariablemente implican fallos de mercado,
casi siempre alguna forma de competencia imperfecta y habitualmente competencia
monopolística. ¿A qué se debe el vínculo entre Jos modelos de Jos nuevos keynesia-
nos y la competencia imperfecta? Para ilustrar el problema con el supuesto de la com-
petencia perfecta, consideremos la siguiente pregunta para un hipotético examen de
entrada al postgrado de la universidad.

' Publicado en: Startz, Richard. «Notes in imperfect competition and new keynesian economics». En:
Dixon, H. D.; Rankin, N. (ed.). The new macroeconomics: lmpeifect markets and policy effectiveness.
Cambrigde: Cambrigde University Press, 1995, p. 63-77. Traducción: Gcmma Galdon.
l. Este capítulo empezó como material preparatorio para Reconstrucring Keynesion Economics with
lmperfect Competirion: A Desk-rop Simulation, de Robin Marris (1991). Esta versión fue revisada para
el taller de Macroeconomía de la Universidad de Warwick Gulio de 1993). Me he aprovechado de los
comentarios de Jean-Pascal Bénassy, Russ Cooper, Huw Dixon y otros, pero declaro plenamente_per-
tinente la usual reclamación para el autor de los posibles errores. El capítulo pretende dar una visión
personal del desarrollo continuado de la «nueva economía keynesianan. La visión es la mía propia
y no he intentado presentar un panorama compartido por la profesión en su conjunto. Debido a 'que hay
obras importantes que no se incluyen aquí, esta no es una revisión válida de la literatura, pero, asu~
miendo que el lector entiende el contexto, proseguiré sin más disculpa.
536 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

En esta economía, Jos consumidores maximizan la utilidad y las empresas maximi~


zan los beneficios. Los mercados son completos y perfectamente competitivos
para todos los productos y a través de todos los periodos temporales. Suponga to-
das las condiciones de regularidad necesarias para asegurar un equilibrio Arrow-
Debreu.
Específicamente, los recursos, gustos y tecnologías de la economía son los des-
critos en las 666 ecuaciones siguientes.
Pregunta l: Describa la trayectoria dinámica de la intervención gubernamental
óptima ante un shock temporal y de una sola ocasión respecto a los recursos descri-
tos en la ecuación 111. (Ignore cualquier aspecto de distribución de la renta en la fun-
ción de bienestar social).

La respuesta, evidentemente, es que el gobierno no debe intervenir. Las 666 ecua-


ciones no son más que pistas falsas. Si las condiciones de la economía aseguran la opti-
malidad de Pareto, entonces no hay ningún lugar (no redistributivo) para el Estado.
Tomo el muy citado consejo de Robert Lucas de que un buen modelo no deja billetes
de 20 dólares tirados por la acera como breve recordatorio de este hecho.
Una forma de resumir el programa de investigación «keynesiano» durante los 40
años siguientes a la Teoría general es la de considerar el trabajo de los macroecono-
mistas como despreciando. colectivamente la pregunta de examen que acabamos de
plantear. El paradigma de los primeros años de posguerra se basaba en modelos
simples de equilibrio general, el diagrama JSLM de Hicks y el modelo multiplica-
dor/acelerador de Samuelson. Estos modelos tenían muy poca relación con el com-
portamiento maximizador. Mientras que cada sector de la economía se modelaba
suponiendo un comportamiento racional, y normalmente competitivo por parte de los
agentes, las predicciones del equilibrio general parecían sugerir oportunidades no
explotadas y no explicadas de beneficios. A pesar de esto, tanto los modelos teóri-
cos como el muy exitoso programa de construcción de modelos econométricos de pre-
dicción siguieron produciendo alegremente «recomendaciones de política
económica». Fue esta contradicción entre los bien conocidos resultados de la teoría
matemática del equilibrio general y la práctica de construcción de modelos de macro-
economía aplicada lo que llevó a la macroeconomía al desprestigio científico en los
años 70 y 80.
Los nuevos economistas clásicos acusan a los keynesianos de no ser científicos
por afirmar que existen políticas macroeconómicas específicas para mejorar el bien-
estar social-los billetes de 20 dólares en la acera serían las oportunidades que no explo-
ta el sector privado-. Los keynesianos, a su vez, señalan las recesiones de los años 30
y principios de los 80 como periodos de gran ineficiencia social. Afirman que estos
episodios refutan las teorías clásicas. Una buena ciencia no dejaría que la sociedad
cayera de frente -habiendo tropezado con un billete de 20 dólares a la vista- porque
la teoría «probara» que el impedimento no podía existir. En otras palabras, los nuevos
economistas clásicos mantienen una premisa bayesiana de que los agentes «Se com-
portan de forma racional», y la premisa keynesiana es que el comportamiento empírico
de la economía es muy diferente del que generarían agentes racionales atorrústicamente
competitivos. Ningún bando está dispuesto a permitir que las pruebas muevan sus con-
clusiones.
NOTAS SOBRE COMPETENCIA IMPERFECTA Y LA NUEVA ECONOMÍA KEYNESIANA 537

Los nuevos economistas keynesianos, como los nuevos clásicos, construyen mode-
los en los que los agentes actúan de forma racional 2. Como los keynesianos, creen que
la economía real se distancia de manera importante de un equilibrio Arrow-Debreu.
En cierto sentido, los nuevos keynesianos creen que vemos billetes de 20 dólares, e
intentan explicar su presencia.
Los economistas nuevos keynesianos estudian ese estrecho subconjunto de equi-
librios Arrow-Debreu en los que las externalidades agregadas y la retroacción positiva
juegan un papel importante3• Los modelos se construyen necesariamente sobre mer-
cados incompletos o de competencia imperfecta. El fallo más común de los mercados
perfectos ha sido la competencia monopolística. En parte, esta elección es el resultado
de la creencia de que la competencia monopolística es omnipresente en una economía
moderna. Y en parte, la elección refleja las mejoras tecnológicas que han hecho que
estos modelos sean fácilmente manipulables, específicamente la invención del mode-
lo de Dixit-Stiglitz de variedad del producto. Incluso los estudios que emplean mode-
los esencialmente idénticos de competencia monopolística lo hacen por motivos dispares.
En lugar de un solo vínculo, existen muchos lazos diferentes entre la competencia
imperfecta y la nueva economía keynesiana.
El trabajo de los nuevos keynesianos tiene una apariencia mayoritariamente de
modelación macroeconómica. Sin embargo, es útil considerar los mecanismos micro-
económicos que causan una desviación del equilibrio perfecto habituaL Existen varios.
Un mecanismo importante es el db separar los costes privados y sociales para que la
economía funcione siempre dentro de la frontera de posibilidades de producción del
omnipotente planificador central. Las fluctuaciones de la demanda mueven el equilibrio
dentro de la frontera. Blanchard y Kiyotaki (1987), Bryant (1983), Diamond (1982),
Dixon (1987), Hart (1982), Mankiw (1988) y Startz (1989) entran dentro de este géne-
ro. Un segundo mecanismo tiene fluctuaciones de escala que causan la reasignación
endógena de los factores de producción a través de las tecnologías de producción de
distinta productividad, Shleifer y Vishny (1988) es uno de éstos. Finalmente, debe con-
siderarse el papel de la competencia imperfecta en la explicación del movimiento endó-
geno de las posibilidades de producción del planificador central. Este es el ámbito de
la «nueva teoría del crecimiento», Romer (1986) y muchos otros.

2. No todos los nuevos keynesianos creen que los agentes económicos sean racionales, pero los agentes
deben ser modelados como si lo fueran. Como tema de la historia del pensamiento, los modelos opti-
mizantes expulsan a los modelos no optimizantes. Para citar a Gordon (1990), «Cualquier intento de
construir un modelo basado en el comportamiento irracional o el comportamiento submaximi7..ndor es
visto como un engaño)).
Para ser más cuidadosos, tanto los nuevos keynesianos como los nuevos clásicos consideran a
veces desviaciones cuidadosamente controladas de la definición de {(racionalidad» de los economis-
tas. Los dos grupos están interesados por temas como la «racionalidad limitada» y el <<aprendizaje adap-
tativo» bajo la incertidumbre.
3. Como norma empírica, el número de definiciones de la Mueva economía keynesiana» es aproxima-
damente igual al número de economistas nuevos keynesinnos (esta norma empírica puede parecer cir-
cular, pero se resuelve de hecho en equilibrio general). El término «nuevo keynesiano» parece haberse
convertido en una rúbrica para las ideas opuestas a la nueva escuela clásica, mas que constituir una
única escuela centrada alrededor de lo que dijo Keynes. La venta}a de esto es la amplia inclusión que
permite. El coste es que enturbiamos la historia del pensamiento.
538 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

2. LAS CORRIENTES DE LA NUEVA ECONOMÍA KEYNESIANA

Para facilitar la exposición, divido el trabajo de los nuevos keynesianos en cuatro


corrientes: los modelos reales de competencia monopolística y de demanda agregada,
los modelos reales de demanda agregada y de equilibrio de búsqueda, los modelos
nominales de competencia monopolística y de precios rígidos' y la demanda agregada
y los equilibrios múltiples. Finalmente, comentaré sobre algunos trabajos que no enca-
jan exactamente en ninguna de estas categorías. A pesar de que me referiré a varios
estudios en las páginas siguientes, nada de lo que aparece aquí debería interpretarse
como una revisión de la literatura existente. Existen ahora cuatro largos -y excelen-
tes- informes generales. Ver Bénassy (1993), Dixon y Rankin (1995: capítulo 2), Gordon
(1990) y Silvestre (1993). El simposio de invierno de 1993 delJournal ofEconomic
Perspectives sobre «La economía keynesiana hoy» proporciona visiones enfrentadas
sobre el valor de la agenda de los nuevos keynesianos. Matsuyama (1992) expone ade-
cuadamente gran parte de la intuición que conecta la competencia monopolística con
la complementariedad.

2.1. Competencia monopolística y demanda agregada


Hart (1982), Dixon (1987), Mankiw (1988) y Startz (1984, 1989, 1990) presentan
modelos de competencia imperfecta que pudden utilizarse como base para la cruz key-
nesiana. Existen varias formas de pensar sobre lo que supone la competencia mono-
polística. La primera es que el rendimiento social del trabajo está por encima del
rendimiento privado. Dado que parte de la producción va a los beneficios más que a
los inputs, se vende menos trabajo del que sería óptimo. Cualquier cosa que expanda la
economía tiene el potencial de acercarla a una situación de primer óptimo. La segun-
da fonna de pensar sobre la naturaleza del equilibrio es suponer que los beneficios del
monopolio crean una externalidad que genera una retroacción positiva a través de la
demanda agregada. Un aumento de la demanda genera unos beneficios económicos
que son devueltos a los propietarios de las empresas. Los propietarios, cuya riqueza
ha aumentado, incrementan su demanda, aumentando así el output y el beneficio. El
resultado, por lo tanto, es un multiplicador «keynesiano».
Para ilustrarlo, consideremos una versión un poco cambiada de Mankiw (1988)
con algunos elementos de Startz (1989). Supongamos que el consumidorrepresentativo
tiene una función de utilidad definida sobre dos productos, e y G, y el ocio, L. La uti-
lidad viene dada por

U= o: lag e+ jJ lag G + (1- o:-}J) lag L

donde O< o:,jJ, o: +jJ < l.

4. Gordon (1990) nos dice: «La tarea de la nueva economía keynesiana es explicar porqué los cambios
en el nivel de precios agregado son viscosos ... >). Yo destaco aquf·los modelos reales, así como los nomi·
nales. Si se les encuestara, sospecho que la mayoría de los macrocconomistas escogerían la definición
deGordon.
NOTAS SOBRE COMPETENCIA IMPERFECTA Y LA NUEVA ECONOMÍA KEYNES!ANA 539

El agente vende parte de su capacidad de trabajo, m, a una tasa de salario real w. e


y G se producen con tecnología idéntica, por lo que el precio de cada uno es 1. Los
beneficios reales (per capita), si los hay, son" y la suma global de impuestos es r.
Supongamos que la asignación del consumidor de G es proporcionada por el gobierno.
Así, la limitación presupuestaria del consumidor es

e=w(m-L)+¡¡-T

y la limitación presupuestaria del gobierno es G =T.


Si entendemos que G, T y 1t son exógenos, el consumidor representativo deman-
dará

a
e = - - [wm-¡¡- T].
1-jJ

Imponiendo la limitación presupuestaria del gobierno, el PIB y el bienestar son

a 1-a-jJ
Y= e+ G = - - [wm- ¡¡] + [G] (demanda agregada)
1-jJ 1-jJ
U= (1-jJ) log e+ jJ log G + k1

donde k1 es una constante sin importancia. Si el gobierno establece G para maximizar


el bienestar, la economía acabará en

e= a [wm + ¡¡]
U=log [wm+¡¡] +k,

Supongamos que la economía es competitiva, o al menos que 1t es exógeno tanto


para la economía como para el agente individual. Entonces, este equilibrio es el mismo
que el que los agentes hubieran elegido por sí mismos si G estuviera proporcionado
de forma privada y no por el gobierno. En otras palabras, el gobierno está reprodu-
ciendo exactamente un equilibrio de laissezfaire. ¿Qué pasa si el gobierno decide
emprender una política «expimsionista» y aumentar Gen una unidad? Al inspeccionar
la ecuación del PIB, el PIB aumenta,

1-a-jJ
dY!dG
1-jJ

aunque en menos de uno, ya que el consumo del producto llamado Ces parcialmente
expulsado. Como G se estableció para maximizar el bienestar, el aumento de Gredu-
ce necesariamente el bienestar. Este es claramente el resultado de los Nuevos Clásicos.
La política gubernamental que aleja a la economía dellaissezfaire puede ser «efecti-_
va», ya que el output aumenta, pero es claramente no deseable.
540 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

Introduzcamos ahora la competencia imperfecta. Evitando una especificación deta-


llada de la estructura industrial, supongamos que los productores establecen precios
administrados sobre el coste marginal por el factor 1'· El beneficio marginal real de la
o
venta de una unidad adicional de output es rrfcJ Y= (¡1 - 1)/Jl. Combinando esta rela-
ción con la ecuación de la demanda agregada da

a 1-a-jJ
dY= - - [wro + d1t] + [dG] (demanda agregada)
1-jJ 1-jJ

¡1-1
dn = - - dY (beneficio agregado)
J1

donde dn entra en la ecuación de la demanda agregada vía ingresos (renta) en la fun-


ción de consumo. De la inspección de las dos ecuaciones, el multiplicador del presu-
puesto equilibrado del gasto público es

dY 1-a-}J _1_-_a_-jJ~,; _dY_ <l.


dG a ¡1-1 1-jJ 1-jJ dG
1-----
1-jJ J1

Este multiplicador nuevo keynesiano es mayor que el efecto del gasto público en
la versión competitiva. A nivel macroeconómico, la diferencia se debe a la trayectoria
adicional de la retroacción positiva a través de los beneficios agregados. A nivel micro-
económico tenemos una «COmplementariedad estratégica», un término acuñado por
Bulow, Geanakoplos y Klemperer (1985) e introducido en la literatura macroeconó-
mica por Cooper y John (1988). El aumento de la demanda debido al gasto público
aumenta el beneficio agregado, lo que lleva a los consumidores individuales a seguir
estrategias más agresivas, es decir, a incrementar sus propias demandas.
¿Qué pasa con el bienestar? Supongamos que el gasto público se establece ini-
cialmente a un nivel de laissezfaire para esta economía. El aumento de G tiene dos
efectos. Primero, al punto dellaissezfaire, las utilidades marginales de C y G son igua-
les, ya que esto es lo que los agentes privados habrían elegido. Un aumento de G incre-
menta la utilidad menos que lo que la reduce el efecto expulsión de C. Exactamente
igual que en el modelo competitivo, un G aumentado distorsiona la elección privada
y reduce el bienestar en una cantidad (literalmente) de segundo orden. Segundo, la
expansión de la demanda aumenta los beneficios agregados y, por lo tanto, la renta.
La renta aumentada incrementa el bienestar en una cantidad de primer orden. Así, par-
tiendo del punto de laissezfaire, una cantidad finita de política fiscal expansiva nece-
sariamente mejora el bienestar.
A nivel macroeconómico, la competencia imperfecta nos abre un camino hacia una
política fiscal con un feedback positivo, unos multiplicadores de la demanda agregada
y una política fiscal que mejora el bienestar. La pregunta es, ¿qué está pasando en la
estructura microeconómica? La respuesta es que los agentes privados ven los benefi-
cios agregados como algo exógeno, cuando en realidad los beneficios son endógenos.
NOTAS SOBRE COMPETENCIA IMPERFECTA YLA NUEVA ECONOMÍA KEYNESIANA 54!

Gráfico 3.1 Política fiscal bajo competencia perfecta

Producto

p
Ocio

Los beneficios agregados actúan como una externalidad. Las decisiones atomísticas
no llevan a una solución de primer orden. Este es un ejemplo de lo que nosotros lla-
mamos «fallo de coordinación». No es ninguna sorpresa que la política social que apro-
xima el equilibrio a una solución de primer orden mejore el bienestar.
Todo esto tiene un aspecto muy «macroeconómico». ¿Cómo sería un diagrama
micro-intermedio? En el gráfico 3.1 mostramos curvas de indiferencia entre el output
(C y G combinados) y el ocio. La producción exhibe un producto marginal constante
y se produce bajo un régimen de competencia perfecta. La línea PP es el conjunto de
posibilidades de producción y coincide con la línea presupuestaria del consumidor.
Bajo ellaissezfaire, el equilibrio está en E0 . Supongamos que el gobierno introduce
un impuesto global y utiliza los ingresos para transferir Galos agentes. El equilibrio
se desplaza a un punto como E1 (la línea presupuestaria no es tangente a la curva de
indiferencia debido a que el consumidor está siendo obligado a tomar más G y menos
ocio de lo que hubiera elegido privadamente). Aunque la política fiscal es expansiva,
es también, evidentemente, una mala idea.
En el gráfico 3.2, la función de producción PP tiene un coste marginal constante y
un componente de coste fijo. Debido a los costes administrados monopolistas, la línea
presupuestaria del consumidor, BE, tiene menor pendiente que la función de producción.
Supongamos que el equilibrio está inicialmente en cero beneficios y que esto está refle-
jado en la altura de la línea presupuestaria. El consumidor elige el punto E2• La dis-
tancia vertical entre Y1 e Y2 es el beneficio marginal del productor, que es justo lo
suficiente para cubrir el coste fijo, dejando un beneficio total de cero. Supongamos
que repetimos el ejercicio anterior. El consumidor, suponiendo que los beneficios son
exógenos, va «inicialmente» hacia E{ Pero, en este punto, los beneficios han subido
porque la línea BB tiene menor pendiente que la línea PP. Como resultado, la línea
presupuestaria de cada consumidor sube, incrementando más la demanda e aumen-
tando así más los beneficios. En el equilibrio general, la línea presupuestaria aumenta,
digamos que algo como B1B1, del que se muestra un segmento, y la economía va hacia

5. Recordad que no había beneficios en el gráfico 3.1, por lo que el análisis acaba aquí.
542 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

Gráfico 3.2 Políricajiscal bajo competencia impeifecta

Producto

E4 (la trayectoria de expansión de la renta dada la elección limitada entre productos y


Ócio pasa a través de E3 y E4). No sólo aumenta el output, sino que, como muestra el
dibujo, también lo hace el bienestar. Este último resultado depende del equilibrio entre
el movimiento hacia la izquierda de E3 que reduce el bienestar y el movimiento hacia
arriba de E4 aumentando el bienestar (con preferencias Cobb-Douglas resulta que una
pequeña intervención es siempre buena y una grande es siempre mala).
Todo esto se basa en que la función de producción social, PP, no se mueva. De
forma que el análisis dado ignora cualquier cambio en los juegos estratégicos jugados
por los productores. Corno ilustración más simple de esta limitación, el movimiento
mostrado en el gráfico 3.2 mantiene constante el número de empresas incluso en pre-
sencia de costes fijos, los costes medios pueden ser menores en E4 que en E2• Como
un punto como E4 tiene beneficios agregados positivos, el equilibrio final a largo plazo
debería implicar algún movimiento más de la curva PP. En Startz (1989), la entrada
libre aumenta el número de empresas hasta que los costes fijos agregados son lo sufi-
cientemente altos como para eliminar los beneficios. En aquel modelo, el movimien-
to de la curva PP es justo suficiente para devolver el output al nivel previo a la política
fiscal.
El modelo, tal como se ha presentado, está realmente incompleto, debido a que la
tecnología de la producción y la estructura de mercado no están especificados. Muchos
modelos utilizan la competencia monopolista para apoyar una tecnología de rendi-
mientos medios crecientes a escala. Con el supuesto de Chamberlain de los grandes
números, cada productor torna las acciones de su competidor como fijas. El modelo
Dixit-Stiglitz hace que sea particularmente fácil computar el margen monopolístico,
ya que cada empresa se enfrenta a una curva de demanda de elasticidad constante. Lo
que es necesario a nivel micro es que haya apoyo para un circuito agregado de feed-
back positivo que «desaparezca» al nivel atomístico. l:.a competencia monopolística
proporciona esta estructura, pero no es la única forma de llegar a ella. Hart (1982) y
otros utilizan los equilibrios Cournot-Nash.
NOTAS SOBRE COMPETENCIA IMPERFECfA Y LA NUEVA ECONOMÍA KEYNESIANA 543

2.2. Demanda agregada y equilibrio de búsqueda


Diamond (1982) y Diamond y Fudenberg (1989) producen un fallo de coordinación
en un modelo de búsqueda probabilística de socios comerciales. Los agentes sólo pue-
den disfrutar del fruto de su trabajo intercambiando su producto con un socio comer-
cial. Cuanto más probabilidades tenga un agente de encontrar un socio comercial,
mayor será el valor ex ante de trabajar. Si más agentes eligen trabajar, entonces cual-
quier agente dado tiene más probabilidades de encontrar un socio comercial. Así, la
decisión de producir incrementa la probabilidad de éxito para todos los demás comer-
ciantes, actuando de esta forma como una externalidad de demanda agregada.
Para ilustrarlo, imaginemos una variante muy simplificada de Diamond (1982).
Cada agente es propietario de un cocotero. Trepar al árbol cuesta la desutilidad e< l.
Si trepa al árbol, el agente recoge un coco que o bien vende, devolviendo así un útil, o
se pudre. La probabilidad de equilibrio de vender el coco es p. Maximizando la utili-
dad esperada, el agente sube a su árbol si p · 1 + (1- p) ·O> c. Supongamos que e está
distribuido uniformemente entre los agentes en la unidad del intervalo. El número de
cocos recogidos, y es entonces p (la mejor solución es y = 1). Pensemos en ello como
lo que determina la oferta agregada de cocos.
La demanda agregada se escribe como la probabilidad de encontrar un comprador
como función del número de agentes que buscan, p(y). La función aumenta monótona-
mente desde p(O) = O, dependiendo su forma exacta de la tecnología de búsqueda. Esta
es la fuente de complementariedad estratégica. El gráfico 3.3 muestra una posibilidad.
Como se muestra en el gráfico 3.3, existen varios equilibrios de expectativas racio-
nales, ninguno de las cuales es un equilibrio de primer orden. Los equilibrios se alter-
nao entre los estables y los inestables. Para ver esto, supongamos que los agentes creen
por error que la probabilidad de una venta viene dada por el punto "', donde la oferta
agregada está por encima de la demanda agregada. Produciendo al punto •o• saldrán al
mercado y no encontrarán compradores suficientes y, por Jo tanto, reducirán el output.
La elección del equilibrio depende de una profecía que se autocumple referente al nivel
de p. En otras palabras, la economía puede ser llevada de un equilibrio estático a otro
por los «espíritus animales» keynesianos.
Añadamos ahora al modelo un gobierno que genera impuestos y compras, incre-
mentando así el nivel de actividad en el mercado a cualquier nivel de output. La deman-
da agregada aumenta, como se muestra en el gráfico 3.4.

Gráfico 3.3 Complementariedad estratégica en el modelo de Diamond

y
544 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

Gráfico 3.4 Aumento de la demanda agregada

Los equilibrios estables alcanzan mayores niveles de output. Como un output mayor
es siempre mejor en este modelo, la política fiscal mejora el bienestar a la vez que .
.·¡·.·,;,
aumenta el output.
El nivel de actividad en el mercado actúa como un bien público y el aumento del
gasto gubernamental proporciona más del mismo. Uno debe preguntarse porqué el
gobierno puede proporcionar algo que los agentes privados no pueden proporcionar.
En la sección anterior, la política fiscal distorsionaba la elección privada, de forma que
ningún agente individual emprendería voluntariámente los tipos de transacciones
impuestas por el gobierno. En esta sección, podemos suponer algún coste de transac-
ción por comerciar con el gobierno. Todos los agentes quieren que haya una política
fiscal expansiva para aumentar p, pero ningún agente aceptará voluntariamente el coste
de transacción.
Los mercados imperfectos significan que ningún precio vacía el mercado de pro-
ductos -no hay ningún subastador (la competencia monopolista no se utiliza en este
modelo)-. El circuito del feedback positivo opera a través de aumentos en la demanda
que aumentan la probabilidad de realizar una venta, lo que aumenta el output y por
tanto la demanda. Los agentes atomísticos tratan a p como algo exógeno, a pesar de
que p está endógenamente determinado al nivel agregado.

2.3. Competencia monopolista y precios rígidos


El mayor problema intelectual de la macroeconomía es entender el rol de los precios
nominales. La teoría económica tiene claro que sólo importan los precios relativos y
que el uso de un símbolo numerario es meramente una conveniencia contablé. La
mayor parte de los economistas Keynesianos, el menos en los EE UU, creen que, empí-
ricamente, los cambios en la oferta real de dinero alteran el PNB real y que, a corto
plazo, los precios nominales son rígidos. La oferta monetaria nominal es así una herra-
mienta efectiva para gestionar el output.
El desarrollo de la literatura del coste de menú como base para los precios nominales
rígidos es la primera evolución teórica seria en este campo. Los trabajos seminales son

6. La tasa de inflación es un precio relalivo. Pero las serias disputas entre Jos clásicos y los keynesianos
se basan en el fallo de la neutralidad, no en la súper-neutralidad.
NOTAS SOBRE COMPETENCIA IMPERFECTA Y LA NUEVA ECONOMÍAKEYNESIANA 545

los deAkerlofy Yellen (1985b), Blanchard y Kiyotaki (1987), Kiyotaki (1985) y


Mankiw (1985). También existe un creciente corpus moderno de trabajos que exami-
nan los precios rfgidos per se (ver Ball, Mankiw y Romer, 1988, Rotemberg, 1987).
El capítulo 8 de Lectures on Macroeconomics de Blanchard y Fischer está dedicado a
este tema. El excelente estudio de Gordon en e!Journal of Economic Literature (1990)
«selecciona y critica» una década de trabajo en este campo.
La mejor exposición de la literatura de coste del mentí es la de Mankiw (1985). Lo
que sigue es una variante de ese modelo y del de Blanchard y Kiyotaki (1987).
Supongamos que todas las empresas son fijadoras de precios, que la demanda agrega-
da depende de la oferta real de dinero y que la cuota de mercado de la empresa depen-
de de su precio en relación al nivel del precio nominal. La función de beneficio' de la
empresa i es 1t1 =1t (p¡lp, Mlp). Inicialmente, existe algtín conjunto de precios y la
correspondiente asignación de cantidades que son privadamente óptimos dada la ofer-
ta nominal de dinero.
Supongamos que la oferta monetaria nominal aumenta ahora un 6.%. En ausencia
de costes de transacción, todos los precios nominales aumentarán un A%. Los precios rela-
tivos son la relación de dos precios nominales y, por lo tanto, no cambiarán. La oferta real
de dinero, los beneficios y la asignación de cantidades serán iguales a las anteriores.
Supongamos en cambio que hay un muy pequeño coste e de cambiar el precio no-
minal, un «coste de menú». Si la ganancia por cambiar el precio es menor que e, los
precios permanecerán a sus niveles iniciales. La ganancia por cambiar los precios es
anliJp 1 [(1 + f1)p 1- p¡]/p. El óptimo inicial se encontró fijando anliJp 1igual a cero, por
lo que, para !1 pequeño, anliJp 1 es aproximadamente cero. En otras palabras, en los
alrededores del óptimo, la tasa de cambio en la función objetiva es pequeña de segun-
do orden. Aunque los costes de menú son pequeños de primer orden, la ganancia poten-
cial de cambiar los precios es menor y cada empresa dejará los precios fijos. Como
resultado, los precios relativos permanecen sin cambios, pero la oferta monetaria real
aumenta en 6. y la demanda agregada aumenta. Además, si el nivel de output estaba
por debajo del primer óptimo, como es probable bajo competencia imperfecta, el bien-
estar aumenta.
La intuición clave no es que los precios de transacción pueden causar precios vis-
cosos, sino que los costes de transacción muy pequeiios pueden llevar a precios visco-
sos. La competencia imperfecta es esencial aquí. Cuanto más elástica sea la demanda
a que se enfrentan las empresas, mayor la pérdida de beneficios derivada de mantener
los precios a una distancia dada del óptimo. En competencia perfecta, la demanda es infi-
nitamente elástica y los costes de transacción no causarán jamás precios viscosos.

2.4. Demanda agregada y equilibrios múltiples


Una forma anterior de teoría (prenueva) keynesiana creó un conjunto de ecuaciones
con equilibrios múltiples como soluciones y sugirió que las fluctuaciones económicas

7. Supongamos que la función obedece todas las condiciones de regularidad necesarias, en concreto, que
es diferenciable en sus dos argumentos. Esta es una suposición sustantiva, no sólo una de conveniencia.
Los competidores perfectos se enfrentan a una demanda infinitamente elástica y, por lo tanto, sus fun-
ciones de beneficios no son difercnciables sobre su propio precio.
.."!

546 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

podrían constituir el salto de la economía de un equilibrio a otro. Obviamente, uno


quiere una teoría que diga más que que un conjunto de ecuaciones no lineales tiene
más de una solución. En concreto, !as soluciones múltiples son mucho más interesan-
tes cuando pueden ser clasificadas (por un criterio Pareto débil, por ejemplo). Una de
estas teorías es la literatura sobre la «mancha salan>, en la que los agentes acuerdan
una señal inherentemente irrelevante como mecanismo de coordinación. Algunos ele-
mentos de la literatura nuevo keynesiana dan a la demanda agregada un rol central en
la coordinación. Es natural combinar la cuestión de la coordinación con la competen-
cia imperfecta. La competencia perfecta puede resultar en equilibrios múltiples, pero las
señales agregadas son irrelevantes para los competidores atomísticos en competencia
perfecta una vez han determinado el vector precio. En cambio, a los competidores
imperfectos sí les importan las cantidades. El modelo Diarnond planteado anterior-
mente es un ejemplo en el que la demanda agregada importa a los agentes individua-
les, de fonna que los cambios en las expectativas de demanda agregada pueden llevar
a la economía de un equilibrio a otro.
Kiyotaki (1988) presenta un modelo de equilibrios expectativos múltiples centra-
dos alrededor del sector de la inversión. La función de producción exhibe rendimien-
tos crecientes a escala. El papel de la competencia monopolista es sostener un equilibrio
de rendimientos crecientes a escala. Si las empresas son optimistas sobre el futuro,
invierten fuertemente abara. El stock de capital es grande y, por lo tanto, el output y
la demanda son altos, justificando las expectativas optimistas. Si, en cambio, las expec-
tativas son pesimistas, se alcanza un bajo nivel de equilibrio.
Shleifer (1986) y Shleifer y Vishny (1988) presentan modelos que enfatizan espe-
cíficamente los excedentes de demanda agregada. En Shleifer (1986), las empresas
reciben invenciones que reducen los costes en varios momentos. Sin embargo, pueden
acabar innovando, poniendo las invenciones en acción, de fonna coordinada. La inno-
vación revela la invención, que puede ser copiada por otras empresas después de un
tiempo. Para extraer la renta máxima de la invención, las empresas quieren innovar
durante periodos de alta demanda temporal. La propia innovación hace aumentar la
demanda. Shleifer demuestra como pueden resultar ciclos endógenos'.
En Shleifer y Vishny (1988), cada sector industrial tiene un elevado coste fijo/bajo
coste marginal monopolista y una franja competitiva. Si la demanda es baja, al mono-
polista no le compensa operar. Si la demanda es elevada, el monopolista produce. Como
el monopolista tiene un producto marginal elevado, el output agregado aumenta, moti-
vando a los monopolistas en otros sectores. Efectivamente, el feedback positivo opera
a través de una estructura de mercado en la que la sociedad cambia a una frontera de posi-
bilidad de producción más elevada durante los buenos tiempos.
En una versión ligeramente modificada del modelo, cada consumidor gasta y= 1t + L
en cada mercancía, donde 7t son los beneficios agregados y L es una oferta inelástica
de trabajo. Las empresas de la franja transmutan una unidad de trabajo en una unidad
de output. El monopolista, si opera, compra una tecnología que reduzca costes al coste
F que le permite producir a> 1 unidades de output por unidad de trabajo. El precio

8. Curiosamente, la política de estabilización puede ser dañina en 'este modelo. Si existen costes fijos de
innovación, la suavización del ciclo empresarial puede eliminar las rentas tempomles necesarias para dar
lugar a la innovación.
NOTAS SOBRE COMPETENCIA IMPERFECTA Y LA NUEVA ECONOMÍA KEYNESIANA 547

de monopolio es un poco más bajo de la unidad, y captura el mercado entero. El mono-


polista opera si su beneficio 1t =y- y/a- F, es positivo. Supongamos que F está dis-
tribuido según H (-), que es uniforme en [O,Hm"]. Dejemos que F* sea el punto en el
que costes e ingresos son iguales. El equilibrio está definido por dos ecuaciones de
ingresos; la primera define el punto donde costes e ingresos son iguales; la segunda
da la demanda agregada.

a-1
F* = - - y (igualdad costes e ingresos)
a

y=n a:l y-F)dH(·)+L. (demandaagregada)

o
Juntas, las ecuaciones proporcionan el multiplicador
dy
dL
1 -1- -
(a-1)'
-- y
Hmax a

El multiplicador es mayor que 1, pero disminuye monotónicamente a medida que


el tamaño de la economía crece en relación a los costes de una tecnología mejor (y/H-).
Obsérvese que una renta agregada mayor se asocia con una competencia imperfecta
más amplia y más próxima al primer óptimo. Los elevados costes ftios/tecnología de bajo
coste marginal supuestos en este modelo no permiten que la competencia mantenga
un equilibrio eficiente.
Este modelo ilustrativo demuestra un feedback positivo y tiene un equilibrio único.
El modelo real en Shleifer y Vishny añade consideraciones informacionales para pro-
ducir equilibrios múltiples.

2.5. Trabajos relacionados


El trabajo principal sobre la nueva teoría keynesiana abstracta es el de Cooper y John
(1988). Los autores introducen el término «Complementariedad estratégica>> en macro-
economía, destacando la importancia del feedback positivo, y dan ejemplos utilizan-
do tanto la teoría de los juegos corno la competencia imperfecta. Sabemos que, para
un individuo único enfrentado a un mercado competitivo, existe un sentido en el que la
«mayoría» de los productos son sustitutivos y no complementarios9. Los autores defien-
den que el entender la complementariedad es central para la comprensión de la macro-
economía. Akerlof y Yellen (1985a, 1985b) sirven como base para la literatura del
coste de menú. Además, los autores explican porqué las pequeñas desviaciones del

9. Obsérvese también que las pruebas sobre la unicidad de los equilibrios Arrow~Debrew pasan mucho
más fácilmente si todos los productos son sustitutos brutos.
CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

comportamiento perfectamente competitivo por parte de los agentes individuales pue-


den producir desviaciones grandes y persistentes desde el óptimo de primer nivel al
nivel agregado. Aunque aún no se ha explotado en gran medida en la literatura, esto
puede proporcionar una base para una mejor comprensión de las ineficientes fluctua-
ciones del ciclo sin necesitar enormes desviaciones del paradigma competitivo.
Finalmente, aunque no es un modelo nuevo keynesiano per se, el trabajo de De Long,
et al. (1990) sobre los «comerciantes de ruido» presenta un modelo relacionado de
feedback positivo en un mercado eficiente.

3. CoNCLUSIONES

La nueva economía keynesiana es demasiado incompleta, y esta es una revisión dema-


siado incompleto como para proporcionar una última palabra sobre la literatura. Sin
embargo, destacan varios elementos. En primer lugar, que la nueva economía keynesiana
trata sobre la coordinación estratégica de la toma de decisiones a través de la deman-
da agregada. Por esto, la competencia perfecta no sirve. En segundo lugar, que los nue-
vos keynesianos buscan trayectorias de feedback positivo y de complementariedad
estratégica. Finalmente, que la competencia imperfecta, en general, y la competencia
monopolista, en particular, son endémicas en la nueva economía keynesiana. Sin embar-
go, )a literatura es demasiado nueva para que exista algún acuerdo sobre cómo debería
ser utilizada.

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CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA 551-583

Enfoques económicos de la política*


James A. Caporaso, David P. Levine

Empecemos con dos definiciones generales de la economía.

La economía es el estudio de la humanidad en el oficio ordinario de la vida; exarni~


na esa parte de la acción individual y social que está más íntimamente ligada a la
consecución y el uso de los requisitos materiales del bienestar (Alfred Marshall,
Principies of Economics, [1890]1930: 1).

La economía es la ciencia que estudia el comportamiento humano como una relación


entre los fines y los medios escasos que tienen usos alternativos (Lionel Robins, An
Essay on the Nature and Significance of Economic Science, 1932: 16).
1
Estas dos definiciones, la primera de las cuales enfatiza el bienestar material y la
segunda la distribución eficiente, recogen dos de Jos tres enfoques de la economía plan-
teados hasta ahora en este libro. La primera definición, plasmada por Marshall en
Principies of Economics, se ajusta a la concepción de la economía como el aprovisio-
namiento material para satisfacer las necesidades y deseos. Si ampliamos la definición
de Marshall para incluir recursos no materiales, tenemos una idea de la economía, o
de los procesos económicos, centrada en la riqueza, su producción, distribución y con-
sumo. La segunda definición está relacionada con la adaptación de los medios a los
fines. En este caso, la economía es definida de una fornia más abstracta, en ténninos
metodológicos. La economía no se refiere a tipos de actividad particulares, sino a una
forma característica de adaptar los medios a los fines.
Esta segunda definición es la fundamental para este capítulo. Una vez abstraemos
la economía de las actividades económicas, utilizando el término para caracterizar
situaciones de elección y escasez, se abre la puerta para un dominio ampliado de la
economía. Tal como Jo plantea Becker:

La definición de la economía en lérminos de recursos escasos y fines rivales es la más


general de todas. Define la economía a partir de la naturaleza del problema a resolver,
y abarca mucho más que el sector del mercado o "lo que hacen los economistas". La
escasez y la elección caracterizan todos Jos recursos asignados por el proceso político
(incluyendo a qué industrias cobrar impuestos, cuán rápido aumentar la oferta de dine-
ro, si ir o no a la guerra); por la familia (incluyendo decisiones sobre la pareja para el

* Publicado en: Caporaso, James A.; Levine, David P. «Economic approaches to politics». En Theóries
ofpolitical eco!wmy. Cambridge: Cambridge University Press, 1992, p. 126-158. Traducción: Gemma
Galdon.
552 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

matrimonio, el tamaño de la familia, la frecuencia de las visitas a la iglesia, la distribu-


ción del tiempo entre las horas de sueño y las de actividad); por los científicos (incluyendo
decisiones sobre la distribución de su tiempo parJ pensar y la energía mental entre dife-
rentes problemas de investigación); y así en una variedad ilimitada» (1976: 4).

En este capítulo introducimos una nueva concepción de cómo se relacionan entre


sí la política y la economía. En capítulos anteriores, la política y la economía se con-
cebían en términos sustantivos. La tarea teórica siguiente era la de proporcionar una
explicación coherente de cómo estos dos campos se influyen entre sí. El enfoque eco-
nómico de la política no entiende la economía política como el conjunto de relaciones
teóricas que describen las conexiones entre la política y la economía, sino que la polí-
tica se considera económica -susceptible de análisis económico- en tanto que los
hechos políticos estén caracterizados por la elección y la escasez.
Las relaciones entre la economía y la política concebidas en ténninos sustantivos y
metodológicos se ilustran en la tabla l. Las celdas 1 y 4 se refieren a los ámbitos tradi-
cionales de la economía y la ciencia política. La celda 1 es la intersección del método
económico neoclásico y los fenómenos económicos. Supone la búsqueda racional del
interés propio en contextos de mercado perfectos o imperfectos, el estudio del movi-
miento de los precios y la asignación eficiente de los recursos. La celda 4 define la cien-
cia política tradicionalmente entendida como el estudio de las pautas del poder público y
de la autoridad dentro del Estado. La celda 3 es quizá la más difícil de describir, porque
no está claro si hay un método específico de ciencia política y, si lo hay, cuál es. Sin
intentar resolver esta cuestión, simplemente queremos destacar que la política ha sido
muchas veces asociada con análisis basados en el poder y las transferencias distributi-
vas o con los intentos por parte de una comunidad de constituirse en sí misma (afirmar su
identidad, expresarse públicamente). Estos intentos de aislar un método político no con-
siguen llegar al grado de separación de la materia de la política paralelo al caso económico.

Tabla 1. Economía y política como método y sustancia


SUSTANCIA
Economía Política
MÉTODOS (l) (2)
Economía Teoría económica Aplicación del método
tradicional; económico a la
comportamiento política; elección
maximizador en pública
contextos de mercado,
teoría de Jos precios,
eficiencia asignativa
Política (3) (4)
aplicación de los métodos ciencia política
de la política a la economía; tradicional; análisis
análisis distributivo del distributivo del poder
poder dentro del contexto dentro del campo
de mercado político
ENFOQUES ECONÓMICOS DE LA POLÍTICA 553

La segunda celda es la que nos atañe directamente en este capítulo. La aplicación


de los métodos económicos a la política es evidente en la teoría de la elección pública,
en ]a teoría de juegos (cuando se aplica a actores o temas políticos) y en el análisis
económico de la ley y de las instituciones políticas.
El enfoque económico de la política nos exige romper con la idea de que la eco-
nomía política incluye la interacción de las esferas, ámbitos o subsistemas políticos
y económicos. La economía política no trata sobre «lo que pasa» cuando colisionan
fenómenos políticos y económicos; consiste en la aplicación del razonamiento eco-
nómico a los procesos políticos. Se mantiene una concepción sustantiva de lo polí-
tico, mientras que la economía se interpreta formalmente en conformidad con las
normas del comportamiento economizador. Después de definir el enfoque económi-
co a la política, este capítulo plantea tres ejemplos: la teoría de la elección pública, el
análisis económico de la política económica y el análisis económico de las institu-
ciones.

l. DEFINIENDO EL ENFOQUE ECONÓMICO DE LA POLÍTICA


En el centro del enfoque económico de la política se encuentran la elección racional y
la eficiencia. Primero debemos considerar qué es el razonamiento económico o enfo-
que económico, una cuestión que no resulta fácil de responder. El enfoque económi-
co se ha identificado con la utilidad subjetiva, la búsqueda racional del interés propio,
el coste y la escasez, el análisis marginal, el equilibrio parcial y general, y la eficiencia
asignativa. Hasta cierto punto, estos conceptos forman un conjunto coherente. La elec-
ción es necesaria debido a la escasez, lo que a su vez implica costes (al menos costes
de oportunidad). La racionalidad, la utilidad y la eficiencia también se encuentran fuer-
temente entrelazadas en la misma lógica que una curva de utilidad es necesaria para
motivar la acción racional y que la eficiencia proporciona un indicador para medir el pro-
greso hacia la consecución de los objetivos. Si una persona se comporta de forma racio-
nal, en el sentido que le da el economista, es como decir que esa persona consigue lo
que desea sujeto a los condicionantes de la situación.
La cuestión de si los elementos del enfoque económico mencionados deben ir jun-
tos o si pueden ser tratados de forma separada en algunos casos es un tema importan-
te que no vamos a intentar resolver aquí. En la próxima sección trataremos la racionalidad
y la eficiencia.

1.1. La racionalidad
¿Qué significa, en el marco neoclásico, escoger libremente? Para responder a esta pre-
gunta, antes tenemos que introducir algunos conceptos subsidiarios: preferencias (obje-
tivos), creencias, oportunidades y acciones. Las preferencias describen los estados-
objetivo del individuo con respecto al entorno. Los objetivos deben estar débilmente
ordenados, afectivamente, para que existan preferencias consistentes. En segundo lugar,
también son importantes las creencias. El individuo que realiza la selección debe dis-
poner de alguna información sobre los objetivos alternativos -por ejemplo, si son fac-
tibles, las relaciones entre diferentes acciones y sus resultados, y costes, en ténninos
de gastos directos de recursos y de oportunidades perdidas-. En tercer lugar los recur-
554 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

sos definen oportunidades y limitaciones. En cuarto lugar, muchas veces las acciones
mismas se toman como objetos de explicación.
Para ver por qué cada uno de estos términos es importante para explicaciones en
términos de elecciones racionales, vamos a examinarlos más detalladamente. Si el
objetivo es explicar pautas de conducta (o simplemente acciones), debemos saber qué
quieren los agentes, qué creen y cuáles son sus recursos y limitaciones. Las prefe-
rencias deben tomar una forma particular. Debemos poder clasificar los resultados, y
esa calificación debe ser transitiva. En otras palabras, tiene que darse a > b > e (a es
preferida a b, bes preferida a e) y que a> e (transitividad). Aunque estos requisitos
pueden parecer claros cuando los aplicamos a nivel individual, después veremos que
el requisito de transitividad no es nada fácil de cumplir para grupos (agregados de
individuos).
El segundo componente del esquema de preferencia racional son las creencias. Tal
como ha planteado Elster: «Para saber qué hacer, primero tenemos que saber qué cree-
mos respecto a los temas fácticos relevantes. De ahí que una teoóa de la elección racio-
nal deba ser complementada con una teoría de la creencia racional>> (1986: 1). El énfasis
en las creencias supone que los individuos no actúan sólo por puro hábito o emoción.
Tienen algunas creencias sobre la estructura causal del mundo, creencias que propor-
donan enlaces hipotéticos entre acciones diferentes y sus consecuencias definidas en
términos de utilidad. Podemos creer que rechazar los huevos y comer copos de avena
nos alargará la vida, pero podemos equivocarnos. O, un ejemplo un poco más ade-
cuado para un libro de economía política, podemos pensar que una estructura guber-
namental federal, que supone una división territorial de la responsabilidad política entre
unidades espacialmente definidas, promueve las relaciones pacíficas entre grupos étni-
cos y religiosos diferentes, cuando en realidad estas divisiones proporcionan los recur-
sos organizativos para el conflicto entre grupos. O podemos creer que una política
de industrialización orientada a las exportaciones es la mejor para un país menos de-
sarrollado, entendiendo «mejor» en ténninos de crecimiento y output y de la composición
sectorial de la economía.
El tercer componente del paradigma de la elección racional está relacionado con
los recursos y las limitaciones. A veces este factor se omite (ver Elster, 1986) no por
negligencia, sino porque se incluye implícitamente en el apartado de preferencias. Pero
las preferencias y los recursos deben diferenciarse. Lo que uno quiere y lo que puede
conseguir son cosas diferentes, a no ser que las aspiraciones estén totalmente deter-
minadas por las posibilidades. En un momento detenninado, tiene sentido hablar, como
lo hace Elster, de un «conjunto de posibilidades», el conjunto de acciones que son posi-
bles dentro de las limitaciones lógicas, físicas y económicas. Al hacer esto, los recur-
sos y las limitaciones se incorporan a la estructura de preferencias y dejan de operar
«externamente».
El cuarto y último componente son las acciones mismas, las opciones observadas
de los agentes. El objetivo de la teoría de la elección racional es explicar estas elec-
ciones. El argumento básico es que las preferencias y las creencias son exógenas y
fijas y que las elecciones responden a los cambios en los incentivos (costes) en el
margen.
La esencia de una explicación en términos de la elección racional integra una con-
cepción de cómo las preferencias, las creencias, los recursos y las acciones se sitúan
ENFOQUES ECONÓMICOS DE LA POLíTICA 555

en su relación mutua. Esta relación puede dividirse en dos partes. Primero, existe un
criterio de consistencia aplicable a la estructura de preferencias y creencias. Y segun-
do, existen una serie de requisitos de correspondencia. Una acción es racional cuando
se corresponde con las preferencias, creencias y recursos. Estas acciones son raciona-
les cuando puede demostrarse (mejor ex ante que ex post) que son las más adecuadas
para satisfacer las preferencias del agente, dadas sus creencias, que las creencias son
racionales dada la evidencia disponible y, finalmente, que la cantidad y calidad de la evi-
dencia disponible puede ser justificada en términos de la relación coste/beneficio (Elster,
1987: 69). En una explicación completamente especificada de la elección racional,
debería llegarse a las acciones, a las creencias y a la evidencia en que se basan estas
creencias a través del cálculo racional. Esta es otra forma de decir que todo es endógeno
menos las preferencias. Citando de nuevo a Elster, «demostrar que una acción es racio-
nal equivale a ofrecer una secuencia que demuestre que una acción se toma como algo
dado pero que todo lo demás debe justificarse -en última instancia en términos de aquel
deseO>> (1987: 69).
Algunos puntos que aún no hemos planteado son muchas veces la fuente de con-
fusión en las explicaciones de la elección racional. El primero está relacionado con la
racionalidad y el interés propio. Aunque los dos términos son tratados muchas veces
como sinónimos, son distintos. Tal como ha señalado Sen (1989: 320), el criterio de
racionalidad es pdramente de procedimiento. No especifica nada sobre el contenido
de los objetivos que se persiguen. En cambio, la idea del interés propio como mínimo
implica un lugar donde los deseos y necesidades están registrados. Pero, en principio,
no hay nada inconsistente en el comportamiento racional que intenta promover el bien-
estar de los demás (cónyuges, hijos, amigos o la humanidad).
El segundo punto de confusión común tiene que ver con el estatus metodológico de
las preferencias. ¿Debemos considerarlas como información psicológica (como estados
mentales o emocionales) o como datos de comportamiento que se ajustan a requisitos
de consistencia especificas? La economía neoclásica ha optado mayoritariamente por
la última opción, tratando las preferencias como algo revelado a través de las accio-
nes de sus propios agentes. Es decir, que las preferencias se reconstruyen a partir de
las acciones en las que participan los agentes. El agente i prefiere a a b si, estando las
dos disponibles, i escoge a en lugar de b. Aunque esto puede erosionar parte del con-
tenido de nuestra afirmación anterior de que las acciones deben tener alguna relación
con las preferencias, de momento vamos a pasar por alto este problema.
El debate sobre el estatus de las preferencias está relacionado con la controversia
teórica más amplia sobre la naturaleza de los agentes que toman parte en las transac-
ciones económicas. Aunque los mismos términos «racional» y «elección» llevan a pen-
sar en agentes conscientes que sopesan los costes y beneficios de diferentes alternativas,
existe un grupo importante de economistas neoclásicos que entienden la racionalidad
como una pauta de comportamiento que es adaptativa o funcional a las necesidades de
ciertos individuos o grupos. Según esta visión, los individuos no necesitan para nada
ser racionales en el sentido de calcular conscientemente la mejor manera para conse-
guir sus preferencias. Los resultados racionales se podrían conseguir a través de un pro-
ceso de selección competitiva similar al que asegura los resultados adaptativos en la
evolución biológica, tal como afirma Hirschleifer (1985). Si existen mecanismos de
selección constantes en el entorno, el comportamiento adaptativo se producirá simple-
556 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

mente como resultado del proceso de selección y de la supervivencia diferencial. Por


eso algunos economistas defienden una racionalidad «como si)).
La tercera fuente de confusión, o como mínimo de complejidad, se refiere a la uni-
dad a la que se aplican los términos del discurso racional. Si la unidad es una colecti-
vidad, pueden aparecer importantes problemas de agregación de preferencias, tanto
que puede llegar a ser imposible decir cuáles son las preferencias sociales. Este era el
mensaje de KennethArrow en Social Choice and Individual Values (1951). Arrow afir-
mó que cuando las decisiones se toman en grupo a través de procedimientos demo-
cráticos, no existe una función de bienestar social que 1) exprese las preferencias de
la colectividad en su totalidad y 2) se ajuste a los requisitos de consistencia estableci-
dos para las preferencias individuales. Por consiguiente, una explicación en términos
de elección racional puede fallar al nivel del sistema político, ya sea porque los agen-
tes colectivos no se comporten de forma racional o porque la idea misma de qué es lo
racional para la colectividad desaparece.

1.2. La eficiencia
El segundo componente principal del enfoque económico es la orientación hacia la efi-
ciencia. Como el razonamiento económico es un cálculo de medios y fines, cuando los
medios disponibles no son suficientes para satisfacer todos los objetivos, el método
económico debe asumir una condición de escasez específicamente definida: los recur-
sos son insuficientes para satisfacer completamente los deseos expresados según un
orden de preferencias.
La idea general de eficiencia está relacionada con la forma en que se utilizan los
recursos. La eficiencia productiva de una empresa está relacionada con la forma en
que usa sus inputs de tierra, trabajo y capital para producir productos y servicios. Los
utiliza con la mayor eficacia posible si no puede reorganizados (comprar más o menos
inputs, diferentes tipos, combinarlos en proporciones diferentes) para llegar a producir
más output con la misma cantidad de inputs. Para un consumidor individual, la efi-
ciencia significa conseguir la mayor utilidad posible dentro de los límites de la res-
tricción presupuestaria.
Aún queda por introducir otro concepto de eficiencia, el de la eficiencia para la
colectividad, u óptimo de Pareto. Pareto afirmó que los economistas podían juzgar que
una distribución era mejor que otra si ésta mejoraba la situación de al menos una per-
sona sin perjudicar la condición de nadie. El argumento principal es que la asignación
colectiva es óptima si los recursos no pueden ser reasignados para beneficiar a alguien
sin perjudicar al resto. Cualquier política redistributiva (que toma de unos para dárse-
lo a los otros) viola la condición de Pareto.
Hay una cuestión importante que surge en este marco, relacionada con la cone-
xión entre la racionalidad y la eficiencia. Teniendo en cuenta el debate anterior, nos pre-
guntamos si la eficiencia está implícita en la misma idea de la elección racional. Si
las personas se comportan de forma racional, ¿actúan automáticamente de forma efi-
ciente? Intentaremos responder a esta pregunta haciendo primero una distinción entre
los usos normativos y explicativos del criterio de eficiencia, y después examinando
las diferencias en el significado de eficiencia en los contextos del mercado y de la
política.
ENFOQUES ECONÓMICOS DE LA POLÍTICA 557

La eficiencia puede ser utilizada solamente como un criterio normativo, como un


estándar a partir del cual evaluar diferentes opciones, distribuciones y asignaciones.
La eficiencia no predice ni explica nada. No está incluida como un término en las teo-
rías sobre las razones de los dirigentes para asignar recursos de la manera en que lo
hacen, sino que se utiliza simplemente para evaluar las propiedades de las asignacio-
nes, de cualquier forma que se realicen. Por otra parte, la eficiencia puede considerar-
se como un factor activo de impulso de las decisiones económicas o, mejor dicho, las
decisiones tomadas económicamente. En el último caso, la eficiencia alcanza un esta-
tus teórico como una fuerza operativa en el proceso real de toma de decisiones o, como
mínimo, como parte de la estructura selectiva que determina qué decisiones sobreviven
y se reproducen.
Si la eficiencia se utiliza sólo como un criterio normativo, no existe necesariamente
ninguna conexión entre ésta y el comportamiento racional, por lo menos en un sentido
-no se hace ninguna predicción sobre cómo actuarán los individuos-. Y, sin embargo,
también aquí la ineficiencia tendría que generar ciertas dudas sobre la racionalidad de
los agentes. Los individuos podrían mejorar con los recursos de que disponen, pero no
lo hacen. ¿Cuál es el problema? De ahí que la incapacidad para comportarse de forma
eficiente implique a la racionalidad del individuo.
Alejándonos de la eficiencia como un mecanismo normativo, planteemos la misma
pregunta: ¿la racionalidad implica eficiencia? La respuesta a esta pregunta depende
1
del entorno en el que las personas persiguen sus intereses. En el marco del rnercado,
los individuos entran en intercambios voluntarios. Los agentes deciden por ellos mis-
mos, en base a su propio interés, si quieren participar en transacciones en las que entre-
garán sus productos a cambio de otros. Para que los agentes participen en el intercambio,
deben creer que éste les beneficiará: si no es así, lo rechazarán. La capacidad de decir
«no hay acuerdo» y «salin> es una propiedad inherente del mercado. Así, en un con-
texto de mercado, los individuos comerciarán hasta que lleguen al nivel máximo posi-
ble de satisfacción. Tal como lo expresaron Wolff y Resnick:

En la teoría neoclásica existe una correspondencia precisa y necesaria entre una eco-
nomía basada en la propiedad privada y totalmente competitiva, y una óptimamente
eficiente. La economía neoclásica mantiene la percepción de Adam Smith: cualquier
individuo que tenga el poder (libertad para actuar en su propio interés) será conducido
como por una "mano invisible" (el mercado plenamente competitivo) a realizar accio-
nes que produzcan la máxima riqueza (eficiencia) para una sociedad de individuos
(1987: 89).

2. APLICACIONES DE LAS TEORÍAS ECONÓMICAS DE LA POLÍTICA

En esta sección examinaremos tres enfoques económicos distintos de la política: la


elección pública, el análisis económico de la política económica y el análisis eco-
nómico de las instituciones. Estos no son los únicos enfoques que pueden exami-
narse. La teoría de juegos, los modelos de búsqueda de rentas del proceso político Y
la economía política de la regulación también podrían haberse incluido. Las limita-
ciones de espacio centran nuestro examen en los tres enfoques mencionados ante-
riormente.
558 CRÍTJCAALAECONOMÍAORTODOXA

2.1. La teoría de la elección pública

A nivel más general, la teoría de la elección pública supone la aplicación de los méto-
dos económicos a la política.

Toma las herramientas y métodos que han sido desarrollados hasta niveles analíti-
cos muy sofisticados en teoría económica y aplíca estas herramientas y métodos al
sector político y gubernamental, a la política, a la economía pública (Buchanan,
1984: 13).

Aunque esta definición puede parecer sencilla, la transferencia de los métodos eco-
nómicos de la economía a la política conlleva algunas complicaciones. Estas compli-
caciones se centran en la agregación de las preferencias individuales para obtener
resultados colectivos o «públicos», el problema de coordinación de los intereses y elec-
ciones individuales para conseguir resultados colectivos, y la interdependencia de las
decisiones individuales. Estos tres problemas han sido tratados en la literatura sobre las
reglas de voto, la teoría de la acción colectiva y la teoría estratégica (o de juegos).
La teoría de la elección pública es relativamente nueva en lo que refiere a teorías
económicas, y deriva en parte de la literatura sobre finanzas públicas de los años 50
(Musgrave y Peacock, 1958; Musgrave, 1959), y en parte de las contribuciones semi¡
nales de Kenneth Arrow en Social Choice and Individual Values (1951), Anthony
Downs en An Economic Theory of Democracy (1957) y James Buchanan y Gordon
Tullock en The Calculus of Consent (1962). The Logic of Collective Action de Mancur
Olson ayudó a siruar el trabajo sobre la elección pública de los economistas frente al de
los científicos de la política y facilitó la conceptualización de muchas preocupaciones
estándar de la ciencia política (incluyendo la organización de grupos de interés, el com-
portamiento burocrático, las bases organizativas de la influencia, las alianzas) como
problemas de acción colectiva.
Las contribuciones de la elección pública son fáciles de historiar ya que existe una
revista (Public Choice) y una sociedad profesional (la Public Choice Society). Aunque
la literatura sobre la teoría de la elección pública no está limitada a la revista, la exis-
tencia de un espacio para la publicación, de una sociedad y de reuniones profesionales
ha ayudado a consolidar y centrar lo que de otra forma hubiera sido un programa de
investigación fragmentario. La Public Choice Society tomó forma a mediados de los
años 60, fijó su base en la Universidad de Virginia y fue llamada originalmente
Committee of Non-Market Dedsion~Making (Comité de toma de decisiones no de mer-
cado) (Tollison, 1984: 3). En 1966 publicó una serie llamada Papers on Non-Market
Decision-Making. En 1968, el grupc cambió su nombre a Public Choice Society y el títu-
lo de la revista a Public Choice. Con todo, los nombres originales son instructivos ya
que dan a entender que la economía como materia está relacionada con mercados y
procesos de decisión que son individuales, mientras que la política se centra en pro-
cesos (o resultados) colectivos.
Vamos a ver si podemos precisar más la definición previa de la elección pública
como simplemente la aplicación de métodos económicos-a la política. Después de todo,
es posible aplicar métodos económicos a problemas políticos que no son públicos, o al
menos no en un grado significativo. Por ejemplo, se podrían analizar las propiedades
ENFOQUES ECONÓMICOS DE LA POLÍTICA 559

de eficiencia de un programa redistributivo 1• En la mayoría de los trabajos estándar, la


elección pública se define como la aplicación de los métodos económicos a la política
(Mueller, 1979: 1; Buchanan, 1984: 13; Ekelund y Tollison, 1986: 440), sin vincular
estos métodos a los resultados que son de alguna manera públicos (para una visión de con-
junto, ver Plott, 1976). En este sentido, los tratamientos de Stiglitz (1988: 145 y siguien-
tes) y McLean (1987: 9-11) son de más ayuda. Con todo, la literatura sobre la elección
pública deja claro que la relación entre la elección pública y los bienes públicos es muy
estrecha. Si los resultados no estuvieran caracterizados por las externalidades, las deci-
siones privadas bastarían. El centro seguiría siendo la elección individual-sus prefe-
rencias y comportamiento maximizador-. Son los resultados de las decisiones privadas
que son públicos, colectivos e indivisibles los que son relevantes. El público no es un agen-
te elector; no puede serlo en una teoría metodológicamente individualista.
La teoría de la elección pública considera centrales a los actores individuales, ya sea
actuando como miembros de partidos políticos, grupos de interés o burocracias, sean
elegidos o nombrados o sean ciudadanos ordinarios o directores generales:

La premisa fundamental de la elección pública es que los que toman las decisiones polí-
ticas (votantes, políticos, burócratas) y los que tornan las decisiones privadas (con-
sumidores, agentes de bolsa, productores) se comportan de fonna similar. todos siguen
los dictados del interés propio racional. De hecho, los que toman las decisiones polí-
ticas y económicas son muchas veces una misma persona -consumidor y votante-.
El individuo que compra las provisiones para la familia es el mismo que vota en unas
elecciones (Ekelund y To!lison, 1986: 440).

La teoría de la elección pública es diferente de la economía convencional no en su


concepción del individuo y de las fuerzas que motivan la actuación, sino en las diferentes
limitaciones y oportunidades ofrecidas por el entorno político en contraposición al
entorno de mercado. En esta nueva teoría, la economía (entendida como el intercam-
bio de mercado, la producción, el consumo) y la política (el intercambio político, el
poder, las relaciones de autoridad) aparecen como aplicaciones especiales, y no como
materias diferentes. La política se refiere simplemente a aquellas instituciones y procesos
a través de los cuales los individuos persiguen sus preferencias cuando estas prefe-
rencias se refieren a productos que son interdependientes o públicos.
En lo que queda de esta sección nos referiremos a dos ramas de la teoría de la elec-
ción pública: la normativa y la positiva. La primera se refiere normalmente a temas rela-
cionados con el diseño político, las normas políticas básicas, en breve, con el marco
constitucional dentro del cual se producen los procesos políticos. La obra de Arrow
(1951) y Sen (1970) ejemplifica la rama normativa. La rama positiva está relacionada con
los intentos de explicar el comportamiento político observable en términos de elección
teórica. La distinción entre la elección pública normativa y la positiva no es hermética.
El teorema de la imposibilidad de Anow puede interpretarse en términos positivos como
la predicción de ciclos en mayorías, así como la emergencia de normas políticas para

l. Es verdad que el propio programa, expresado en una política, es público, y quizá implementado a tra-
vés de la acción autoritaria. Pero la redistribución en sí misma, la imposición de contribuciones sobre
los recursos de x entregándoselos a y no es pública, en el sentido de no inexcluibilidad o no-rivalidad,
las dos características estándar de los bienes públicos.
560 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

prevenirlos. No obstante, estas categorías han servido para organizar el pensamiento y


la investigación entre los partidarios de la teoría de la elección pública.

La elección pública normativa. La elección pública normativa trata sobre el análisis


de las propiedades deseables del sistema político. ¿Qué tipo de arreglos institucionales
son eficientes, sensibles y justos? ¿Qué tipos de normas electorales convierten (agre-
gan) mejor las preferencias individuales en decisiones públicas? ¿Qué estructura guber-
namental es más probable que evite las concentraciones de poder, el estancamiento o
la inestabilidad? ¿Será un sistema federal o un sistema unitario mejor a la hora de «con-
tener>~ las diferencias éticas, de clase y religiosas? Estas son preguntas representativas
coherentes con una visión de la elección pública.
Buchanan y Arrow proporcionan dos ejemplos de elección pública normativa.
James Buchanan se muestra interesado en organizar la sociedad para incrementar el
ámbito del libre intercambio, ya sea en un marco económico (el mercado) o político
(el Estado). En un marco político, él distingue entre políticas constitucionales y post-
constitucionales. Sin embargo, en las dos se mantiene una posición fuertemente con-
tractual. El sistema político es considerado deseable mientras facilite el intercambio
voluntario y las relaciones proporcionales entre los costes privados y los beneficios
proporcionados públicamente (aunque consumidos en privado) (Buchanan, 1987, 1988).
En Social Choice and Individual Values, Kenneth Arrow se ocupa de las normas de
voto que convierten coherentemente las opciones de preferencia individual en deci-
siones de grupo. Vamos a profundizar en este ejemplo.
En 1951, Kenneth Arrow publicó Social Choice and Individual Values, un libro
que provocó una amplio interés por la elección pública. El problema básico era sim-
ple: en una democracia representativa, donde los individuos votan o registran sus pre-
ferencias en resultados colectivos, ¿cómo pueden esas preferencias individuales ser
coherentemente agregadas para producir decisiones colectivas? El término «coheren-
temente» se refiere a la misma condición de transitividad necesaria para la racionalidad
a nivel individual.
Lo que Arrow descubrió (o de hecho redescubrió, ya que los resultados ya los ha-
bían conocido DeBorda y Condorcet en el siglo xvm) fue que el establecimiento de
ordenamientos individuales de preferencias generalmente no se «ajustan» a un ordena-
miento consistente de preferencias sociales (o función de bienestar social). Literalmente,
el grupo no puede decidir de forma colectiva (Buchanan, 1984: 17). Sin embargo, tal
como han apuntado Frolich y Openheimer, para que la presunción de racionalidad indi-
vidual tenga alguna validez a la hora de explicar resultados políticos, que son forzo-
samente colectivos, debe existir un vínculo consistente entre las clasificaciones
individuales y de grupo (1978: 15). Esto es precisamente lo que Arrow constató que,
dados sus supuestos, no existía.
Utilicemos un ejemplo prototipo. Imaginemos que tenemos a tres individuos y tres
opciones de candidatos o de políticas. En el gráfico 4, las preferencias privadas de los
votantes 1, 2 y 3 son dadas para Jos candidatos o temas A, B y C.
Ahora intentemos agregar estas preferencias individuales tomando pares de votos
entre las alternativas. Si comparamos A con B, A domina. a B. Los votantes 1 y 2 pre-
fieren A a B. Si comparamos B con C, domina B. Si A domina sobre B y B domina
sobre C, A debería dominar sobre C. Pero esto es precisamente lo que no ocurre. Los
ENFOQUES ECONÓMICOS DE LA POLÍTICA 561

Gráfico 4. El problema de la elección social

Candidatosffemas

VOTANTES A B e
> B > e
:~.,~.
A

e > A > B
privadas
3 B > e > A

opciones A > B > e > A


colectivas

votantes 2 y 3 prefieren Ca A. Las preferencias individualmente coherentes no defi-


nen unas preferencias coherentes a nivel de grupo.
El resultado de Arrow, cjenominado teorema de la imposibilidad general, ha pro-
vocado diferentes reacciones. Algunos lo consideran irrelevante (ver «The General
Irrelevance of the General Impossibility Theorem>> de Tullock, 1967), mientras que
otros mantienen que ataca los cimientos lógicos de la democracia.
Lo que Arrow parece decir no es solamente que sin restricciones en la forma de
las preferencias individuales las democracias no son democráticas, sino que no pue-
den serlo, al menos en el sentido de tener reglas de voto para ]a conversión coherente
de los deseos privados en elecciones colectivas. Un procedimiento democrático que
produzca elecciones de grupo transitivas, pero no arbitrarias, es imposible, si segui-
mos las cinco razonables suposiciones de Arrow2•
La propia solución de Arrow al problema nos exige abandonar la suposición de la
completa exogeneidad y autonomía de las preferencias individuales.

Debe exigirse que exista algún tipo de consenso sobre los objetivos de la :sociedad, o
no se podrá formar ninguna función de bienestar social (1951: 83).

Pero ¿cómo podemos asegurar este consenso sin suponer que las preferencias se
forman en gran medida para servir a ese consenso? Si las preferencias se forman de
esta manera, son en este sentido endógenas.
Desde 1951, muchas investigaciones, tanto normativas-formales como empíricas,
se han inspirado en el problema de Arrow. El teorema de Arrow implica que las demo-
cracias deben o bien ser inestables y experimentar un circuito perpetuo de mayorías, o

2. Esas suposiciones son las siguientes: no restricción de las preferencias individuales, no pe!Versidad de la agre-
gación, independencia de las alternativas irrelevantes, soberanía ciudadana y no dictadura. Parecen bas-
tante razonables, y hasta débiles, ya que solo explicitan lo que muchos habían asumido siempre en teoría
democrática. Para una discusión a fondo de estas suposiciones, ver Frolich y Oppenheimer (1978: 19-23).
562 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

estar caracterizadas por un equilibrio inducido arbitrariamente. Las opciones no son


muy atractivas. No es sorprendente que estimulara una gran cantidad de trabajo posterior.
Estas investigaciones pretenden encontrar una salida a la paradoja a través del estudio
de fonnas de voto alternativas. Parte de estos trabajos sólo confirman y profundizan
la prueba de Arrow, como el Teorema del Caos de MvKelvey (McKelvey, 1976, 1979),
que demuestra que, a menos que las preferencias sean petfectamente simétricas alrededor
de un punto medio, se produce un circuito global que incluye todas las opciones. Este
resultado ha demostrado ser duradero y ha sido expresado en términos de la teoría de
juegos por Schofield (1978), quien probó que los juegos de voto multidimensionales tie-
nen núcleos vacíos, entendiendo los «núcleos» como el conjunto de estrategias de equi-
librio posibles (ver McLean, 1987: 186). Parte de este trabajo pretende explorar las
propiedades del gobierno de la mayoría con el objetivo de establecer si el gobierno de
la mayoría cumple con ciertos criterios normativos (ver Rae, 1969; Taylor, 1969).
Otros trabajos han intentado relajar las suposiciones, ya débiles, de Arrow, permitiendo
la restricción de las preferencias, intensidades variables de las preferencias y control
sobre el programa. Aunque no vamos ahora a debatir detalladamente estas investiga-
ciones (ver Mueller, 1979: cáp. 3 para un debate sobre el tema), es conveniente hacer
un breve comentario. La suposición de Arrow de que se puede permitir cualquier orden
de preferencias posible se relaja hasta considerar distribuciones particulares de las pre-
ferencias, como las que son de un solo pico (un punto respecto al que todos los demás
están por debajo). Las distribuciones de un solo pico pueden resultar en equilibrio de
la mayoria, tal como ha demostrado Slutsky (1977). El permitir intensidades variables
de preferencias estimula el sistema de concesiones mutuas, abriendo la posibilidad de solu-
Ciones no disponibles con las preferencias definidas de forma ordinal. Finalmente, el
control del programa sugiere una posible solución al problema de los circuitos, aunque
llo está claro cómo puede esta solución no ser arbitraria. _

Teoría de la elección pública positiva. Mientras que la elección pública normativa trata
sobre las características deseables de las normas, procedimientos e instituciones a tra-
vés de las cuales se realizan las elecciones colectivas, la elección pública positiva pre-
tende explicar esas normas, procesos de elección y sus consecuencias. Las siguientes
preguntas son representativas: ¿Por qué y cómo las personas establecen leyes, crean
instituciones políticas, se organizan en grupos y votan? ¿Qué factores figuran en la
fonnación e influencia de los grupos? ¿Qué condiciones llevan a la cooperación exitosa
entre miembros de cárteles o clases? ¿Cómo (y cuándo, bajo qué condiciones) toman
los estados-nación decisiones sobre la provisión de bienes públicos internacionales?
¿A qué responde el comportamiento de los bur6cratas, los legisladores y los gropos de
presión? Aunque con una cierta relación con las cuestiones normativas, estas pregun-
tas son diferentes a las relacionadas con las propiedades de equilibrio de los procedi-
mientos de votación de la mayoría y sobre si es posible construir una función de bienestar
social coherente desde la base.
Así, mientras que la elección pública normativa plantea preguntas sobre cómo pode-
mos organizar la vida política para que los resultados expresen de la mejor forma posi-
ble el interés propio privado (utilitario), la elección pública positiva va más allá. Supone
que los ciudadanos actúan en base al interés propio (en el sentido que le dan los econo-
mistas), de forma que Jos resultados políticos reales pueden explicarse en base a ello.
ENFOQUES ECONÓMICOS DE LA POLÍTICA 563

Gran parte de la investigación sobre la elección pública positiva la ha inspirado el


libro Logic of Collective Action de Olson (J 965). Esta investigación abarca desde las
aproximaciones experimentales y de simulación deAxelrod (1981, 1984) al estudio
histórico de casos de campesinos racionales de Popkin (1979), el trabajo de Taylor
(1988) sobre la revolución como un problema de acción colectiva y el tratamiento de
Bowman (1989) de la cooperación entre capitalistas desde el mismo punto de vista.
Igualmente, podemos incluir gran parte de la literatura sobre las relaciones interna-
cionales, especialmente la centrada en el problema de la provisión de bienes públicos
a nivel internacional (Keohane, 1982, 1984; Gilpin, 1987; Gowa, 1989).
Para ilustrar este enfoque, debatiremos brevemente los fenómenos del voto (Downs)
y de la organización de los grupos de interés (Oison). Fijémonos primero en el trata-
miento del voto de Anthony Downs en An Economic Theory of Democracy (1957). El
voto lleva a un único resultado (la victoria o la derrota electoral) para todos, a un único
partido en el poder y a un único conjunto de políticas. Los resultados electorales tienen
algunas de las características de los bienes públicos, sobre todo la dificultad de excluir
a algunas personas de los beneficios y costes asociados a la coalición ganadora. Si
existe algún coste asociado a la participación, esto incentivaría el «comportamiento
del polizón>> ifree-rider).
El análisis racional del voto de Downs refunde la teoría política democrática en
términos económicos. El político es el suministrador de políticas y servicios guberna-
mentales. El votante es el consumidor, que utiliza sus votos como dólares para expre-
sar demandas políticas. El político cambia servicios por apoyo político. El votante
cambia votos por servicios públicos. Es fácil ver cómo la propaganda política, la finan-
ciación de campañas y el asesoramiento rnediático entran a formar parte del panora-
ma. La imagen resultante es la de un proceso político en el que los individuos, aunque
ocupando papeles políticos diferentes, están motivados por el interés propio, y están
dispuestos a participar en intercambios para aumentar este interés propio. La impor-
tancia de la ideología (la creencia en el New Deal, por ejemplo) y de las fuerzas tradi-
cionales (como la identificación con un partido) disminuyen en favor del interés y de
las percepciones de utilidad asociadas a uno u otro partido, a una u otra política.
¿Cómo funciona el modelo de voto en la teoría de Downs? En el modelo hay dos
partidos políticos. Presumiblemente, esto es el resultado de una especificación institu-
cional que se produce fuera del modelo. Por ejemplo, una norma que exigiera distritos de
elección de un solo candidato, con un vencedor que recogiera todos los votos, lo que
aseguraría que no hubiera más de dos partidos. Los votantes están ordenados a lo largo
de un continuwn unidimiensional desde liberal a conservador. Esto evita el problema de
Arrow, ya que la distribución de Jos votantes es de un solo pico. Los partidos intentan
formular paquetes de políticas (programas) que atraigan a la mayoría de Jos votantes.
No ofrecen sus programas porque crean en ellos o porque estén vinculados a su conte-
nido. Los ofrecen de forma instrumental, como una fonna de conseguir el poder político.
Con estas condiciones, Downs demuestra que los dos partidos políticos se despla-
zaran al centro del continuum, hacia el votante medio. Cualquier otra estrategia no
sería racional, ya que no estaría diseñada para ganar las elecciones. El gráfico 5 ilustra
este punto.
En este gráfico los votantes están alineados a Jo largo de un continuum desde el
más conservador al más liberal. La mediana de los votantes se encuentra en el punto X.
564 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

Gráfico 5. Partidos políticos y la mediana de los votalltes

X=mediana
C =conservadores
L =liberales X

CL__ _ _ _ _ ___[__ _ _ _ _ _::,.. L

Exactamente la mitad de los votantes son más conservadores y la mitad son más libe-
rales. Si el partido A dirige su programa al votante más liberal, digamos X + 2, lo único
que debe hacer el partido B es orientarse a todos los votantes a la izquierda de X + 2 y
se asegurará la victoria. La mediana de los votantes identifica el punto de referencia
para la victoria. Los votantes X + 1 (y todos los que se sitúen a su izquierda) definen
una coalición mínima ganadora.
Esta predicción de que los partidos se orientarán al votante medio, se apoya en
una concepción del votante individual y los cálculos subyacentes del Voto. Existen
tres componentes de ese cálculo. El primero es la diferencia en utilidad que se deriva
de que uno u otro partido esté en el poder. El segundo es la probabilidad de influir
sobre este resultado -es decir, la probabilidad de provocar una variación-. Y el ter-
cero son las recompensas asociadas a la participación en el proceso democrático.
Downs afirmó que a los votantes les importan las elecciones en tanto en cuanto les
importa quién pierde o gana. De forma que una variable importante es lo que le impor-
te a un votante que gane un partido u otro. Esta diferencia puede ser importante sin
que implique mucha motivación para votar. El individuo puede calcular que la pro-
babilidad de influir sobre el resultado es muy baja. En efecto, esta probabilidad es
igual a las posibilidades de ser el miembro crítico (el miembro decisivo) de una míni-
ma coalición ganadora. Si el electorado es grande o si se prevé que en la elección se
produzca una victoria arrolladora, la probabilidad de ser el miembro decisivo es muy
pequeña. Las condiciones bajo las que un individuo tendrá importancia (victorias muy
justas) parecen ser precisamente aquellas en las que las diferencias entre partidos se
reducen a cero. Si los partidos se comportan de forma racional, adoptarán políticas
orientadas al votante medio.
Hay una ironía evidente en la forma en que la utilidad del diferencial entre partidos
y la probabilidad de influir sobre el resultado electoral compiten entre sí. Si el votante
cree que es importante quién gane, la elección no puede ser muy justa, ya que al menos
uno de los partidos no es del agrado del votante medio. Por otra parte, si los partidos están
muy próximos en términos de los programas ofrecidos, también deberían estarlo en
\
\
ENFOQUES ECONÓMICOS DE LA POLIT!CA 565

términos de apoyo electoral, lo que significa que la probabilidad de influir sobre el


resultado es mayor.
Otra área importante de la elección pública positiva está relacionada con el análi-
sis de los grupos de interés. En The Logic of Collective Action (1965), Mancur Olson
planteó las ideas de los bienes públicos y el problema de la acción colectiva directa-
mente a la atención de los politólogos. Lo hizo intentando demostrar que los fenóme-
nos centrales en política -la organización de grupos de interés y su influencia- son
bienes públicos. ·
Al plantear este argumento, Olson atacó vigorosamente al pluralismo y al marxis-
mo por ignorar el problema de la acción colectiva para grupos y clases, respectiva-
mente. Los pluralistas creían, de forma casi incuestionable, que la organización en
grupos de interés era la expresión natural de los intereses colectivos. Algunos argu-
mentaron que los marxistas creían que la transición de Jos intereses objetivamente com-
partidos a la organización y movilización de clase era espontánea. Olson lo veía de
otra forma. Él no solo cuestionó la naturaleza automática de la transición del interés
privado a la organización de grupo, sino que pareció invertir la cuestión afirmando que
no es racional para los individuos contribuir a la consecución de los intereses colecti-
vos. Malos momentos para la democracia. Arrow cuestionó los cimientos lógicos de
la democracia con su análisis de las reglas de voto. Olson atacó la racionalidad de la orga-
nización en grupos de interés, el mecanismo principal para la transmisión de las pre-
ferencias en políticas entre elecciones.

Pero de hecho no es cierto que la idea según la cual los grupos actuarán según su
interés propio sea la consecuencia lógica de la premisa del comportamiento racional
en interés propio. No es lógico, porque del hecho que todos los individuos de un
grupo se beneficiarían si consiguieran su objetivo de grupo, no se sigue que actua-
rían para conseguir ese objetivo, incluso si todos fueran racionales y actuaran en su
propio interés. De hecho, a no ser que el número de individuos en un grupo sea muy
pequeño, o que exista alguna coacción o algún otro mecanismo que haga que los indi-
viduos actúen guiados por su interés común, los individuos racionales e interesados
en sí mismos no actllarán para conseguir sus intereses comunes o de grupo (1965:
1-2, cursiva en el original).

Olson planteó el desafío al pluralismo en términos directos. Algunos intereses


nunca se organiza~, algunos grupos permanecen siempre «latentes», algunas clases
son siempre «clases en sí mismas» y no <<clases para sí mismas». Y al contrario que
críticos del pluralismo como Schattschneider en The Semisovereign People (1960),
que criticó a los pluralistas por pasar por alto el papel de la riqueza y de los recursos para
el fomento de la organización de grupo, Olson parecía afinnar que las fuerzas que dan
forma a la organización de grupo se encuentran en otra parte.
Desde 1965 han aparecido numerosos estudios sobre los grupos de interés desde
una perspectiva económica y de la elección pública. Sin embargo, la lógica central del
argumento es la misma. Los beneficios de la organización y de la influencia de grupo
son públicos; los costes de excluir a alguien de estos beneficios son altos. Una vez que
los beneficios aparecen para alguien del grupo, están a disposición de todos. Así, la
organización y las actividades de grupo tienen las propiedades características de los
bienes públicos: la oferta es menor de la necesaria y están sujetos a los polizones.
566 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

Desde un punto de vista microeconómico, lo que importan son los cálculos de los
individuos. Si el individuo i de un grupo grande fuera racional, egoísta y estuviera bien
informado, razonaría de la siguiente forma. El individuo i es sólo un miembro de un
gran grupo. Cualquier esfuerzo para el suministro de bienes públicos recae en lo privado,
mientras que los beneficios se consumen de forma conjunta. Además, el bien público
(la organización en grupos de interés) puede ser suministrado independientemente de
los esfuerzos de i. Cuanto más grande sea el grupo, mayor la posibilidad de que los
esfuerzos de i sean irrelevantes.
Al explicar porqué los grupos de interés aparecen y proporcionan beneficios colec-
tivos, Olson no recurre a la irracionalidad individual, a los propósitos colectivos o a
las normas sociales que fomentan la cooperación. En su lugar, trata de identificar expli-
caciones coherentes con su visión del interés propio individual. Los individuos pue-
den participar en grupos porque son coaccionados, porque se les ofrecen incentivos
selectivos o porque constituyen un «grupo privilegiado».
Los casos de coacción no son de mucho interés para una teoría basada en la elec-
ción voluntaria. Sin embargo, Olson enfatiza la importancia de los incentivos selecti-
vos -es decir, de los pagos y recompensas a los participantes más allá de los beneficios
de los bienes públicos-. Los incentivos selectivos ~<son beneficios que pueden otor-
garse a los contribuyentes y negarse a los no contribuyentes -pólizas de seguros, perió-
dicos, descuentos en productos y servicios- cualquier cosa que los individuos valoren
y pueda ser otorgado o negado de forma selectiva» (Moe, 1980: 4).
Un grupo es considerado «privilegiadO>> cuando existe algún subconjunto del
grupo para quien los beneficios son superiores a los costes independientemente de
lo que hagan otros miembros del grupo. Si a los Estados Unidos les es ventajoso dejar
de emitir clorofluorocarbono a la atmósfera para proteger la capa de ozono, inde-
pendientemente de lo que hagan el resto de países, hablamos de un grupo <<privile-
giado>>. La existencia de grupos privilegiados es importante para la teoría de Olson.
A partir de esta idea, Olson afirma que los grupos grandes tienen menos posibilida-
des de tener éxito que los pequeños y que los grupos concentrados -o sea, grupos
con pocos miembros grandes- tienen más posibilidades de tener éxito que los dis-
persos. Si Olson tiene razón, significa que la distribución hegemónica del poder inter-
nacional estaría asociada a los bienes públicos internacionales (libre cambio, estabilidad
monetaria), tal como Kindleberger (1973, 1981) y Gilpin (1981, 1987) han afirma-
do. Ello también supondría que el trabajo encuentra más dificultades organizativas
que el capital, los consumidores más que los productores, el pequeño capital más que
el grande y concentrado, y los numerosos países pequeños de la Conferencia de las
Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) más que las organizacio-
nes más pequeñas.
El libro The Logic of Collective Action proporciona una teoría económica de la
organización e influencia de los grupos de interés. Como tal, es una teoría económica
de la política. Enfatiza las bases racionales y de interés propio de los grupos de interés
e intenta definir una teoría de cómo sería la vida en grupo, incluyendo qué grupos no
existirían excepto como agregados de intereses compartidos, ajustados al cálculo del inte-
rés individual. El intento de Olson de identificar las condiciones que conducen a la
cooperación entre individuos ha estimulado muchos trabajos de investigación entre
politólogos y sociólogos.
ENFOQUES ECONÓMICOS DE LA POLÍTICA 567

2.2. El análisis económico de la política económica

En un sentido, el análisis económico de la política económica es una actividad que


empieza cuando el análisis de la elección pública ha sido completado o al;umido. La
teoría de la elección pública se ocupa del método de combinar las preferencias indivi-
duales en funciones de bienestar social y de elecciones públicas. Esta sección da por sen-
tado que las preferencias ya han sido combinadas, comunicadas a los que tornan las
decisiones, y que la tarea ahora es que los que toman las decisiones escojan entre dife-
rentes políticas de fonna que se maximice la satisfacción (de los afectados por esa polí-
tica -no sólo del que toma las decisiones-). Así, aunque hay una estrecha relación entre
el análisis económico de la política económica y la elección pública, el enfoque de esta
sección es diferente.
Al tratar sobre opciones de política económica, ¿qué tipo de cuestiones plantea el
economista? ¿Qué orientaciones se asumen? ¿Qué criterios se utilizan? El enfoque neo-
clásico de la política económica debería ayudar a responder a tres grandes tipos de pre-
gunta. Estas preguntas se refieren al ámbito adecuado del gobierno, a los principios
constitutivos del gobierno y a la manera mejor (más eficiente) de conseguir los objetivos
colectivos. Aunque centraremos nuestra atención en el tercer tema, la elección efi-
ciente, queremos apuntar algo sobre los dos primeros.
¿Cuál es el ámbito adecuado para la actividad política? O, para decirlo de otra
manera, ¿cuál es la línea divisoria apropiada entre el Estado y el mercado? Esta es una
pregunta que se hicieron hace tiempo Adam Smith (1776) y Herbert Spencer (1843). De
hecho, el trabajo de Spencer se titula «The Proper Sphere of Government>> («El ámbi-
to adecuado del gobierno»). Para responder a esta pregunta, los economistas parten
del individuo y del mercado. Dentro del mercado, los individuos establecen innumerables
actividades de intercambio, adquiriendo y entregando productos, servicios y factores pro-
ductivos. Es un teorema fundamental de la economía del bienestar neoclásica que si
los mercados son perfectamente competitivos, existirá un conjunto de precios de equi-
librio que permitirá que se produzcan todos los intercambios que aumenten el bienes-
tar. En este equilibrio, nadie puede mejorar su situación sin perjudicar la situación de
otró. En una sociedad de mercado, el gobierno estará limitado a hacer lo que el mercado
no puede hacer o, por lo menos, lo que no puede hacer bien; en otras palabras, estará
limitado a los casos de fallos del mercado. El poder de mercado puede incluir la espe-
cificación y obligatoriedad de los derechos de la propiedad, el suministro y organiza-
ción del poder militar, los bienes públicos y las externalidades, y el control de las
concentraciones de poder económico (Rhoads, 1985: 66).
La afirmación más simple de la demarcación es la siguiente: el mercado asigna
cuando puede hacerlo eficientemente; cuando falla, el gobierno interviene y propor-
ciona, a través de la actividad política, lo que no pudo proporcionar la iniciativa pri-
vada. Esta simple fórmula fue aceptada durante un tiempo, pero algunos economistas
(McKean, 1958; McKenzie y Tullock, 1981) han destacado que la teoría del fallo del
mercado debe acompañarse de, y compararse con, una teoría del fallo de lo político (y
gubernamental). Así, la línea divisoria ya no está tan clara. La demostración de que el
mercado no puede suministrar algunos productos, o no puede suministrarlos eficien-
temente, no constituye una prueba de que el gobierno lo puede hacer mejor. La acción
gubernamental consume recursos que, presumiblemente, tienen usos alternativos. Las
568 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

actividades de los grupos de presión, la legislación, la coerción, la regulación y la adjuM


dicación son costosas y deben compararse con los beneficios resultantes.
La segunda cuestión se refiere a cómo debería organizarse el gobierno. Existe una
perspectiva económica sobre los temas relacionados con la estructura política básica.
El primer principio es que el gobierno debería organizarse con el objetivo de maximi-
zar el intercambio -es decir, expandir el ámbito del intercambio privado voluntario
incluso dentro del gobierno-. Aunque las actividades gubernamentales deberán, en
algún momento, implicar indivisibilidades, que vulneran la elección individual, el
esfuerzo debería centrarse en desagregar el proceso político, en «descomponer» alter-
nativas integradas, y en escribir leyes que sólo permitan la coacción cuando los bene-
ficios indivisibles y los polizones estén en juego. Así, actividades específicas como el
intercambio del voto, las concesiones mutuas y la vinculación del pago de impuestos
a la obtención de beneficios políticos se fomentarían en base a que liberan intercambios
que favorecen el óptimo de Pareto y penniten que las intensidades de preferencia que-
den registradas en el proceso político.
El segundo principio es el principio de unanimidad (o cuasi unanimidad) wicksel-
liano, que es la idea del óptimo de Pareto llevada al terreno político. En 1986, Knut
Wicksell escribió un trabajo que se ha hecho popular entre los defensores del estado
contractual y de gobierno limitado. En él, intentó definir formas en las que los gobier-
nos democráticos podían organizqrse para aplicar políticas de forma consensuada.
WICksell intentó introducir reglas de voto concretas que aseguraran el mínimo de coac-
ción dentro del gobierno. Específicamente, en temas relacionados con el gasto y los
impuestos, no consideraba adecuada una simple mayoría a favor de nuevas propuestas.
Wicksell propuso un acuerdo de entre el 75 y el 90% de representantes políticos y les
instó a retener los impuestos de sus circunscripciones si el intercambio no se conside-
raba beneficioso (Wicksell, 1986; Wagner, 1989: 210).
Finalmente, una vez establecidas las estructuras políticas básicas, los economis-
tas pueden dirigirse a políticas particulares. Tal como destacaron Stokey y Zeckhauser
(1978: 22), los economistas tienden a enfocar los temas de política económica con
las mismas preguntas planteadas sobre la elección privada: ¿Qué queremos? ¿Qué
podemos conseguir? Las condiciones habituales se dan por sentadas: las preferen-
cias exógenas, los recursos escasos, las diferentes trayectorias de las actuaciones, las
creencias sobre las relaciones entre las alternativas y los resultados, etc. Las dife-
rencias principales son que las alternativas son políticas y que sus resultados afectan
a muchas personas; en el lenguaje de los economistas, provocan costes y beneficios
no excluibles. El enfoque económico de la política enfatiza la continuidad de la capa-
cidad decisoria individual tanto en los contextos de mercado como en los guberna-
mentales.
El énfasis en el individuo se mantiene tanto en un sentido ontológico como teóri-
co3. Dentro de este marco, el individuo constituye el fundamento ontológico. El indi-
viduo es un foco de preferencias y un agente que busca la maximización de la utilidad.

3. James Buchanan ve el énfasis en el individuo 1•ersus el Estado, enl<'¡ndido como una entidad, como la dife-
rencia principal entre la forma cómo los economistas y los politólogos enfocan el estudio de la políti-
ca. (verBuchanan, (<An Economist'sApproach to "Scientific Politics")) capítulo 7 en Buchanan, 1979:
t43-59).
ENFOQUES ECONÓMICOS DE LA POLÍTICA 569

No hay necesidades ni deseos vinculados a grupos, partidos políticos, agencias y des-


pachos gubernamentales, legislaturas, burocracias y tribunales. En teoría, las institu-
ciones y estructuras políticas deben entenderse de abajo a arriba, como resultados de
acciones de interés propio individual.
El análisis económico de la política económica se basa en la utilidad individual.
La idea del mercado de la soberanía del consumidor se extiende a la soberanía popu-
lar de los individuos organizados políticamente. Es verdad que los dólares desiguales
de los individuos en el mercado contrastan con los votos iguales de los ciudadanos y
representantes, pero encuentran un paralelismo con el gasto (e influencia) desigual de
los grupos de interés. Las similitudes básicas son persuasivas.
Al tratar ternas de política económica, los economistas están más cómodos deba-
tiendo la eficiencia. Como algunos objetivos no pueden alcanzarse de forma indivi-
dual, la pregunta es cuál es la mejor manera de alcanzar esos objetivos de forma
colectiva. En otras palabras, ¿cuál es la política mejor (más eficiente)?
Anterionnente vimos que la eficiencia significaba conseguir el máximo de un con-
junto dado de recursos. ¿Qué significa esto en un contexto de política económica? La
efectividad de una política tiene que ver con su capacidad de lograr sus objetivos. Una
política coste-efectiva puede ser una que, de entre varias políticas que consiguen el
mismo objetivo, sea la menos costosa. Esta es una forma truncada de análisis de
coste/beneficio (ya que se entiende que los beneficios son constantes). La mejor polí-
tica desde el punto de vista del coste/beneficio es la que maximiza las diferencias entre
los beneficios totales y los costes totales. Los costes y los beneficios deben estar explí-
citamente incluidos en un proceso de evaluación y comparados con todas las políticas
alternativas disponibles. Así es como normalmente opera el economista.
Para ilustrar el principio de eficiencia, plantearemos un ejemplo. Imaginemos
que los individuos dentro de un sistema político desean tener capacidad tanto para
disuadir una agresión militar externa como para defenderse si la disuasión fallara. En
otras palabras, quieren disuadir a enemigos potenciales de realizar incursiones mili-
tares y poder luchar contra estas incursiones si se produjeran. Los estrategas militares
normalmente conceden una relación negativa a estos dos objetivos. Si un gobierno
quiere reducir la amenaza de una agresión militar tanto como sea posible, pondrá
todos sus recursos para contraponer fuerzas (incluyendo objetivos urbanos e indus-
triales). Sin embargo, esto le dejará sin capacidad para defenderse si se produce un ata-
que. Por otra parte, si gasta todo su dinero en defensa, no le quedará nada con lo que
amenazar al enemigo (en su propio territorio), lo que reduce el coste de una guerra
nuclear.
Aunque este sea un ejemplo sombrío, el economista lo enfoca con el mismo espí-
ritu con el que enfocaría la cuestión de cómo diferentes operaciones de perforación
petrolífera afectarán a la producción de petróleo y al medio ambiente. Imaginemos que
existen cinco políticas diferentes (estructuras de fuerza, estrategias, planes de batalla,
determinación de objetivos, etc.) que pretenden satisfacer los requisitos de disuasión
y defensa. Imaginemos también que estas alternativas son iguales en todos los respec-
tos, incluyendo los costes, excepto por las diferentes combinaciones de disuasión Y
defensa ofrecidas. El gráfico 6 ilustra el problema de decisión. En este gráfico apare-
cen nuestras cinco políticas y las cantidades de disuasión y defensa asociadas a cada
una (utilizando una escala arbitraria del 1 al 10).
570 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

Gráfico 6. Elección de la mejor política combiru:mdo la disuasión y la defensa

Defensa
!O
B
9
8 e
7
6
5 •E
4
3
A
2


o 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Disuasión

El economista examina estas alternativas a la luz de los objetivos deseados.


Recordemos que, como los dos objetivos son deseados, se preferirá cualquier política que
aumente la capacidad gubernamental para disuadir y defender a la vez. Si hay una única
alternativa superior a las demás, esta será la política «mejoD>. Será el punto Pareto-supe-
rior, un único punto situado al norte y al este de todos los demás. Este punto no existe.
Dado que no hay ningún punto Pareto-superior, ¿existe algún punto Pareto-efi-
ciente del que no podamos desviarnos sin empeorar al menos uno de los objetivos? El
político elimina los puntos E y D. El E está dominado por e (e está en el noreste) y
D está dominado tanto por A como por e, por lo que cualquier político que valorara
tanto la disuasión como la defensa preferiría e a E y e yA a D. Sin embargo, entre los
puntos A, B y C no existe una preferencia clara. Los tres puntos son Pareto-eficientes.
Los tres puntos se encuentran en una frontera de posibilidades (una frontera de posi-
bilidades paretiana) (ver Stokey y Zeckhauser, 1978: 24-5).
El gráfico 6 proporciona una ilustración gráfica de las posibilidades de la política.
En un sentido, estas alternativas representan la frontera familiar de posibilidades de
producción de la teoría neoclásica. Nos proporcionan una relación de lo que es tecno-
lógicamente posible, pero no dicen qué es lo deseable, a excepción de que «más es
mejor». Sin embargo, la elección exacta sólo puede determinarse a partir de informa-
ción que aúne las preferencias de los políticos y las alternativas políticas disponibles.
Si hubiéramos querido ilustrar esta «mejor eleccióm>, primero habríamos conectado
los puntos A, B y e con una línea que indicara la frontera de posibilidades. Después
hubiéramos trazado curvas de indiferencia en el mismo espacio.
Las curvas de indiferencia describen los porcentajes a los que uno está dispuesto a
renunciar a un efecto a cambio del otro. En un sentido, describen las tasas de sustitu-
ENFOQUES ECONÓMICOS DE LA POLÍTICA 571

ción individual de los diferentes bienes. Por ejemplo, un político puede valorar tanto la
disuasión como la defensa, pero estar dispuesto a renunciar sólo a un poco (mucho)
de disuasión por un mucho (poco) de defensa.
La solución (el punto preferido) se encuentra donde la pendiente de la curva de
indiferencia es justo tangente a la pendiente de la frontera de posibilidades, indican-
do que las tasas marginales de transformación y sustitución se igualan. La tasa mar-
ginal de sustitución es la tasa a la que uno está dispuesto a renunciar a un efecto por
otro. La tasa marginal de transformación es la tasa a la que uno puede adquirir un
~fecto en lugar de otro. Cuando estas dos tasas se igualan, la mejor elección queda
definida.
La ilustración se basa en supuestos muy simplificados: dos objetivos, preferencias
unitarias del que toma las decisiones y costes fijos. Otros casos requieren un reajuste
de los recursos más complicado. En <<Economic Reasoning and the Ethics of Policy>>
(1984), Thomas Schelling examina numerosos ejemplos en los que la lógica econó-
mica es utilizada para «resolver» problemas para los que el sentido común muchas
veces tiene respuestas diferentes. El racionamiento de la gasolina es uno de ellos. Si
la gasolina escasea, el precio sube, lo que dificultará o imposibilitará su compra por
parte de los más pobres. Una solución es racionar la gasolina, lo que parecería tener
propiedades distributivas deseables, ya que todo el mundo cargaría con el peso de la
escasez. Schelling, invocando al razonamiento económico, sugiere que los políticos
dejen que el precio suba, tasen los beneficios inesperados y redistribuyan los ingresos
entre las personas más pobres, dándoles así la posibilidad de elegir si quieren gastar
su dinero en gasolina o en otra cosa. El argumento de Schelling se basa en el supues-
to de que, si nos preocupa el impacto de la gasolina cara sobre los pobres, podemos
enfrentamos a este impacto de una manera más eficiente utilizando el mercado, en con-
junción con otros instrumentos impositivos, que racionándola. El mercado puede seguir
haciendo su trabajo de reflejar la escasez relativa a través de los precios, fomentando
así la sustitución, y el objetivo distributivo de proporcionar poder de compra a los
pobres puede satisfacerse de otras formas.
Llevado al extremo, este enfoque puede resultar sorprendente. El ejemplo de
Schelling defendiendo medidas de circulación y seguridad diferentes alrededor de los
barrios ricos y pobres es provocador. Los pobres, seguramente, preferirían gastar su
dinero de formas diferentes a hacerlo en medidas de seguridad para las líneas aéreas,
pero ¿es esto relevante? También nos podemos imaginar al Departamento de Seguridad
y Salud Laboral preguntando a los trabajadores si preferirían renunciar a parte de su
seguridad personal a cambio de dinero para gastarlo como ellos quieran. Si es así, ¿por
qué no aplicar el mismo razonamiento al derecho a ser juzgado por un jurado, etc.? El
problema, tal como plantea Levine (1983), es que la orientación que plantea la efi-
ciencia versus la elección es incapaz de proporcionar una línea divisoria entre la elec-
ción individual guiada por las preferencias y los derechos. Éstos se refieren a toda una
serie de derechos basados en percepciones ampliamente reconocidas sobre las nece-
sidades comunes y los derechos de los ciudadanos y no pueden ser intercambiados
(es decir, no pÚeden comprarse y venderse). Al discutir sobre política económica, el
economista debería distinguir entre la política económica diseñada para mejorar la
elección y la eficiencia y la política diseñada para preservar o promover derechos
(Levine, 1983: 84).
572 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

2.3. Análisis económico de las instituciones


Aunque las instituciones no son necesariamente políticas, las instituciones políticas
son centrales a la política. Por eso vamos a estudiar aquí la forma en que el razona-
miento económico se utiliza para explicar el comportamiento dentro de los contextos
institucionales y para explicar el contenido cambiante de las instituciones mismas.
Para empezar necesitamos algunas definiciones. North y Thomas definen la insti-
tución de forma bastante general, «como un acuerdo entre unidades económicas que
define y especifica las formas a través de las cuales estas unidades pueden cooperar o
competir>> (1973: 5). En una fuente diferente, North especifica que «las instituciones con-
sisten en un conjunto de límites al comportamiento en fonna de normas y regulacio-
nes; un conjunto de procedimientos para detectar desviaciones de las normas y
regulaciones; y, finalmente, un conjunto de normas de comportamiento moral y ético
que definen los límites a la forma en que estas normas y regulaciones se especifican y
se aplica la coacción>> (North, 1984: 8).
Observen que estas definiciones tratan a las instituciones como límites (u oportu-
nidades) externas a los agentes económicos. Esto es importante porque permite pre-
servar tanto el enfoque individual como la hipótesis de maximización, alterando sólo
los costes y beneficios de las distintas formas de proceder. Aquí el individuo maximi-
za sujeto a la distribución de derechos, tecnología, preferencias y contextos institu-
cionales establecidos. La introducción de las instituciones añade una variable más a la
ecuación económica básica.
El análisis económico de las instituciones destaca las fonnas en que las institucio-
nes pueden promover el comportamiento cooperativo instrumental, reducir (o aumen-
tar) los costes de transacción y proporcionar las base organizativa para la producción
y el intercambio. El énfasis se encuentra en la relación entre las instituciones y la efi-
ciencia -es decir, las formas en que las instituciones facilitan o retrasan la búsqueda
del interés propio-.
Dentro de este marco, las instituciones son normas o procedimientos que prescri-
ben, proscriben o permiten comportamientos particulares. Las instituciones políticas,
aplicadas a la economía, pueden definir objetos apropiados de intercambio, las nor-
mas que guían el proceso de intercambio y los derechos de propiedad con respecto a los
beneficios y a las responsabilidades. Los aspectos políticos de las instituciones políti-
cas se encuentran en sus orígenes en el Estado y en el uso del poder, de la autoridad y
de las sanciones estatales para imponer el comportamiento prescrito.
Si el enfoque económico de las instituciones se entiende mejor en contraste con las
concepciones sociológicas4, quizá las instituciones políticas se entenderán mejor en con-
traste con los mercados. La pura idea del comportamiento de mercado presenta a los indi-
viduos persiguiendo sus preferencias en un mundo de agentes que intercambian libremente
y de productos comerciables. El valor de esos productos está determinado por la inter-
acción entre la escasez relativa y las preferencias relativas. Las instituciones políticas
también establecen oportunidades y limitaciones, pero toman la forma de políticas auto-
ritativas que alteran los costes. Volveremos a este punto más adelante en este capítulo.

4. Para un breve repaso del enfoque sociológico de las instituciones, ver Shmuel E. Eisenstadt. «Social
Institutions)), En [llfemational Encycfopedia of Socio/ Sciences, vol. 14, ed. David Sills. New York:
Free Press, 1968), p. 409-429.
ENFOQUES ECONÓMICOS DE LA POLÍTICA 573

Instituciones y comportamiento de mercado. La discusión anterior plantea la cues-


tión de la conexión entre los mercados y las instituciones. Hay al menos tres formas
de entender esta relación. En primer lugar, los mercados son en sí mismos institu-
ciones. No son simplemente agrupaciones no estructuradas de individuos que parti-
cipan libremente en la compra y venta. La economía de mercado, tal como plantea
Polanyi, es <<un proceso instituido>> (1957: 243-70), y no sólo en el sentido de que
existen regularidades de comportamiento en el mercado, sino porque las normas
están incorporadas en el mercado mismo. Estas normas dictan los términos del inter-
cambio y la responsabilidad por los costes externos. Los acuerdos sobre derechos de
la propiedad y la obligación de los contratos, la prohibicion del robo, la coacción y
el fraude son aceptados. Estos son parte de las normas o convenciones constitutivas
del mercado sin las cuales el intercambio entre individuos difícilmente funcionaría
(Field, 1984: 684).
En segundo lugar, las instituciones normalmente definen el ámbito del intercam-
bio de mercado. Algunos objetos o características pueden no intercambiarse porrazo-
nes personales o culturales. Una persona puede no vender a un niño aunque pudiera
generar beneficios. Otra persona puede no vender su trabajo para tareas que puedan
considerarse censurables. Además de estas «prohibiciones sobre el intercambio» indi-
viduales, muchas de estas prohibiciones son políticas. Normalmente los gobiernos pro-
híben el cambio de votos por dólares (la compra de votos), aunque las normas sobre
las relaciones entre los grupos de interés y los diputados de los Estados Unidos dejan
esta cuestión un tanto abierta. Los gobiernos pueden prohibir o no la producción y
venta de alcohol, las revistas pornográficas y la información privilegiada en la Bolsa.
Pueden o no establecer leyes para regular la venta del conocimiento adquirido a tra-
vés de la experiencia en «servicio público» -para controlar si los exfuncionarios publi-
can memorias antes de llevar un cierto periodo de tiempo fuera del gobierno o establecer
un servicio de consultoría para asesorar a las industrias annamentísticas en base a un
breve periodo de empleo en el Departamento de Defensa-.
La prohibicion de ciertos tipos de intercambio altera la asignación de mercado de
forma muy importante. Si las normas funcionan perfectamente, una porción del mer-
cado es suprimida y los potenciales <<beneficios del comercio» se pierden. Además,
existe el coste de oportunidad de hacer e implementar las normas. El tiempo, la ener-
gía y los recursos de los legisladores, burócratas y abogados tienen otros usos que se
ignoran al hacer e implementar las normas. Estos son los costes sociales de la política
que destacan algunos teóricos de la elección pública.
En tercer lugar, aparte de su función para prohibir, las instituciones políticas son
normalmente utilizadas para alterar los incentivos subyacentes al intercambio de mer-
cado. En la ex República Federal Alemana se otorgaron subsidios especiales y reservas
para amortizaciones a las industrias especializadas en la exportación. En Japón, el alto
nivel de ahorro personal está muy relacionado con la naturaleza de las instituciones
financieras y las recompensas al ahorro proporcionadas políticamente. En Francia se otor-
gan subsidios especiales a las tecnologías de vanguardia, y en los Estados Unidos, igual
que en todas partes, las políticas impositivas y las normas ambientales no se imponen
uniformemente (igualitariamente), sino que se discrimina entre varios sectores, pena-
lizando a unos y gratificando a otros. A veces, las normas políticas «meramente» cana-
lizan la actividad económica de unos sectores a otros. No obstante, las nonnas también
574 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

pueden afectar el equilibrio entre las actividades que producen riqueza y las transfe-
rencias o las actividades de obtención de rentas (Krueger, 1974; To!lison, 1984).

El razonamiento económico y las instituciones políticas. La teoría económica neoclá-


sica ha ignorado tradicionalmente a las instituciones. Si las reconocía, las trataba como
constantes sin ninguna función activa en la explicación de las actividades de asigna-
ción. La justificación habitual era que mientras que las instituciones tienen importan-
cia a largo plazo, éstas pueden ser ignoradas para las cuestiones relacionadas con la
actividad asignativa a corto plazo. En los últimos años ha renacido el interés por las
instituciones, estimulado en parte por la creciente atención a la historia económica y, en
parte, por el reconocimiento de que el comportamiento económico comparativo no
puede sin riesgo ignorar las instituciones.
Entre los economistas que estudian las instituciones existen dos escuelas de pen-
samiento. Una escuela admite que las instituciones son importantes, pero entiende que
provienen de fuerzas situadas fuera del modelo económico. El objetivo principal en
este caso es entender la importancia de las instituciones para el comportamiento asig-
nativo. Esto, a su vez, se consigue explorando las características comparadas de los
incentivos que proporcionan las diferentes instituciones. Como las instituciones son
exógenas (aunque variables), podemos referirnos a esto como «el enfoque de la elec-
ción racional centrada en las instituciones». La segunda escuela entiende que las ins-
tituciones son endógenas, es decir, que ellas mismas se convierten en variables que
deben ser explicadas por el comportamiento económico. En breve volveremos a este
segundo enfoque. Dentro de la escuela de la elección racional centrada en las institu-
ciones, existe una distinción entre los que realizan trabajo empírico y los que realizan
trabajo analítico. El trabajo empírico se ajusta al comentario anterior sobre las carac-
terísticas comparadas de los incentivos de las instituciones. ¿Qué diferencia provocan
las variaciones institucionales en el comportamiento de actores racionales y preocu-
pados por su propio interés? Esta es la cuestión principal que se plantea.
El trabajo de Douglass North (1981, 1984), Margaret Levi (1988), Mancur Olson
(1965, 1982) y Robert Bates (1981, 1983, 1988) se enmarca dentro de la tradición
empírica. North examina el efecto de los cambios en los derechos de la propiedad sobre
el crecimiento económico. Se interesa por cómo las instituciones pueden cambiar para
acercar los costes privados y los sociales (reduciendo las externalidades, por ejemplo).
Bates escribió extensamente sobre el desarrollo económico y político y argumentó que
la incorporación de las instituciones políticas en los modelos de desarrollo puede ayu-
dar a explicar por qué los actores políticos y económicos parecen comportarse de forma
irracional en términos puramente económicos. Su trabajo sobre el establecimiento de
los precios de los productos alimentarios por parte de las agencias estatales explica en
parte las actitudes de los campesinos hacia la producción (Bates, 198!). El incentivo para
producir más alimentos puede no existir en un país donde los términos del comercio
entre la granja y la ciudad los establecen las instituciones estatales cuyo apoyo políti-
co depende de las áreas urbanas.
La rama analítica de esta escuela plantea preguntas diferentes, preguntas que explo-
ran las propiedades lógicas de los modelos que incorporan simultáneamente términos
que describen el comportamiento del intercambio y las instituciones. ¿Es posible dise-
ñar instituciones que incorporen procedimientos de elección democrática que no ten-
ENFOQUES ECONÓMICOS DE LA POLÍTICA 575

gan las propiedades de inestabilidad señaladas por Arrow? ¿Cómo, si es posible, puede
la introducción de marcos institucionales específicos afectar a la estabilidad de varios
sistemas electorales (electorados, legislaturas y comités)? ¿Las instituciones «here-
dan» (ver Riker, 1980; Shepsle, 1983) las mismas caracteósticas de las preferencias?
Es decir, ¿las instituciones son inestables de la misma forma en que las preferencias
por los resultados específicos son inestables? Estas preguntas son representativas de
la tradición analítica.
Entre los miembros de la tradición analítica, el trabajo de Riker (1980), Schofield
(1980), Shepsle (1979a, b, 1983) y Shepsle y Weingast (1981) es particularmente rele-
vante para nuestros propósitos. Gran parte de la investigación en esta tradición se ha ins-
pirado en Arrow. Algunos se han mostrado ansiosos por confirmar o generalizar el
teorema básico de la inestabilidad; otros han tomado el libro de Arrow como un reto
y han preguntado ala Tullock (1981), «¿Por qué tanta estabilidad?». Riker (1980)
empezó con el teorema de la inestabilidad del voto para pasar a evaluar sus implica-
ciones para el estudio de las instituciones políticas. Su pregunta central es si las insti-
tuciones heredan el mismo problema de intransitividad social y de circularidad que
caracteriza a las preferencias sobre resultados específicos. Si las instituciones son, tal
como él afirma, «gustos congelados», ello parecería implicar que las instituciones tam-
bién son inestables, aunque estas inestabilidades se manifiesten más lentamente que
las inestabilidades de la política específica. 1
Shepsle, un estudiante de la legislatura de los Estados Unidos, empezó con el punto
de que el mundo observable no es tan caótico como se presupone en el trabajo de Arrow
y McKelvey. ¿Por qué? Shepsle asegura que parte de la respuesta se encuentra en la
forma en que las instituciones políticas median entre las preferencias y las elecciones
sociales. Cualquier preferencia no puede ser expresada en cualquier forma particular.
Existen normas sobre qué preferencias pueden expresarse, en qué orden, en combina-
ción con qué otras preferencias -es decir, qué coaliciones son posibles (Shepsle, 1983:
1-9)-. Tal como afirmaron Shepsle y Weingest:

Bajo nuestro punto de vista, las prácticas legislativas reales limitan la inestabilidad de
la PRM (pura regla de la mayoría) a través de la restricci6n del ámbito y contenido
del intercambio legislativo. Este último, en nuestra opinión, fonna parte del proble-
ma (aunque no es para nada el único) con la PRM, no de la solución. En todo nuestro
trabajo, pues, esperamos transmitir lo que creemos que es un argumento convincente
para responder a la pregunta de Tullock, "¿Por qué tanta estabilidad?" con un "los
marcos institucionales son los responsables" (1981: 504, cursiva en el original).

Los trabajos de Shepsle, de Riker y de Fiorina (1982) vuelven de alguna forma la


atención del teórico formal a las preocupaciones más tradicionales de los politólogos.
En su U. S. Senators and Tlteir World (1960), Donals Matthews proporcionó un relato
sobre el funcionamiento del Senado de los Estados Unidos muy rico en detalles nor-
mativos e institucionales. Los teóricos formales, partiendo de una propuesta abstrac-
ta sobre la inestabilidad de las opciones sociales en marcos no limitados normativa e
institucionalmente, han (re)descubierto, como expresó Shepsle, «que los gustos Ysus
expresiones no son ni autónomos ni necesariamente decisivos» (Shepsle, 1983: 1).
Según Shepsle, el mundo real de las legislaturas, los comités y los sistemas electorales
576 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

se caracteriza por complejas divisiones del trabajo (no por el intercambio atomizado),
por restricciones sobre las preferencias con normas sobre su relevancia, y porque se
secuencian nonnas que especifican cómo los temas pueden surgir, ser modificados y ser
votados. Estas condiciones ponen cierta distancia entre las instituciones en funciona-
miento y la pura regla de la mayoría del mundo de Arrow. Después de todo, el equili-
brio es posible.
Finalmente llegamos a la teoría de la elección racional que entiende que las insti-
tuciones son endógenas. Este enfoque difiere de forma importante del enfoque de la
elección racional centrado en las instituciones. Este último enfoque es una extensión natu-
ral del modelo económico básico sencillamente activando un factor que casi todo el
mundo reconoce de entrada. En cambio, la teoría institucional endógena altera el esta-
tus teórico de las instituciones, desplazándolas a la izquierda de la ecuación explica-
tiva básica. En este enfoque, las instituciones mismas se convierten en objetos de
elección, en argumentos en las funciones de utilidad y outputs a ser explicados de la
misma manera que la actividad asignativa en general. El modelo institucional revisa-
do dice ahora que las variaciones en la forma y el contenido de las instituciones se pue-
den explicar recurriendo a los cambios exógenos en los derechos, las preferencias y la
tecnología. Por ejemplo, al producirse un aumento exógeno en la relación trabajo/tie-
rra, las asignaciones de los derechos de propiedad deberían cambiarse a favor de los
propietarios del recurso escaso; es decir, más favorable a los terratenientes y menos a
los trabajadores.
El intento de crear una teoría endógena de las instituciones está reflejado en el tra-
bajo de North y Thomas (1973), North (1978, 1981, 1984), Levi (1988), y Basu, Jones
y Schlicht (1987). Para North y muchos de sus seguidores, las fuerzas clave que actú-
an en el cambio institucional están relacionadas con los beneficios potenciales aso-
ciados a la innovación, la producción y el intercambio. Los derechos de propiedad que
recortan los beneficios externos (es decir, las externalidades positivas), desaniman la
búsqueda de rentas y reducen los costes de hacer y aplicar contratos son centrales al aná-
lisis del cambio institucional de North. Así, la empresa moderna (que limita la res-
ponsabilidad personal), la Bolsa (que concentra el capital y reduce los costes de
información) y las patentes (que protegen los ingresos derivados de la innovación)
son ejemplos de stock. Los cambios en los precios relativos de los factores y de los
productos proporcionan el estímulo para el cambio en las instituciones. Levi también
se basa en parte en el papel de las instituciones en la reducción de los costes de tran-
sacción, aunque su trabajo se complementa con una teoría del poder y la negociación
(1988: 17-23).
Finalmente, el trabajo de Riker (1980) y Shepsle (1983), a pesar de ser funda-
mentalmente analítico, también puede interpretarse como parte del movimiento del
cambio institucional endógeno. Al comentar el trabajo de Riker, Shepsle señala que
Riker «trata a las instituciones como alternativas ordinarias de política en un aspecto
importante: son elegidas>> (1983: 27). La distinción de Shepsle entre el equilibrio ins-
titucional y las instituciones de equilibrio pretende plasmar la diferencia entre aque-
llas instituciones que pueden proporcionar equilibrio en los resultados de la política
económica, y aquellas que pueden ser ellas mismas institucionalmente estables.
El esfuerzo por crear una explicación endógena de las instituciones -es decir, por
proporcionar una teoría sobre cómo se crean y se cambian las instituciones-, no es
ENFOQUES ECONÓMICOS DE LA POLÍTICA 577

nuevo, pero es importante. Representa un esfuerzo para resucitar un proyecto que fue
central en la economía política marxiana. Pero mientras que Marx vio el motor del
cambio institucional en la tensión dialéctica entre las fuerzas de producción y las rela-
ciones de producción, el nuevo institucionalismo de la economía neoclásica se centra
en las instituciones como respuestas organizativas, procedirnentales y similares a las
normas para la economización en los costes de transacción y la captación de los bene-
ficios procedentes de la innovación en la producción y el intercambio. Esta literatura no
se limita a la teoría de la empresa. Se extiende mucho más allá para incluir los esfuer-
zos por entender los cambios legales, los cambios en los derechos de la propiedad y
los cambios en la forma y el contenido de las instituciones políticas durante largos
periodos históricos.

3. CoNCLUSIÓN

Como área de estudio, la economía ha desarrollado un método característico basado


en la adaptación de recursos escasos a fines en competencia. Aplicada a la política, la
presunción principal del enfoque económico es que los que toman las decisiones, tanto
los que son públicos como los privados, pueden describirse de la misma forma. Los
dos tienen recursos limitados y fines, y persiguen sus objetivos siguiendo un cálculo
racional y sus propios intereses individuales.
En este enfoque, los votantes son consumidores que eligen entre candidatos y polí-
ticas diferentes; los políticos maximizan los intereses de sus organizaciones (partidos)
persiguiendo a los votantes medios; los burócratas son agentes cuyas funciones obje-
tivas incluyen la maximización del presupuesto, la expansión y protección del perso-
nal y el comportamiento discrecional. Las leyes son estructuras nonnativas que afectan
la forma en que pueden perseguirse los objetivos a la vez que productos del cálculo
basado en el propio interés individual. Tal como se ha desarrollado en economía, el
enfoque general está guiado por la demanda con consumidores que persiguen sus obje-
tivos políticos y políticos que proporcionan pasivamente bienes públicos (Buchanan,
1979: 177). Los modelos desarrollados por los politólogos han permitido un conjunto
de objetivos distintivos por parte de los agentes estatales.
El enfoque económico de la política ha forzado a los analistas a desagregar el
Estado y a centrarse en sus numerosos componentes y procesos constituyentes. Siguiendo
a Bentley, podemos decir que no hay ninguna necesidad de que el Estado exista como
una entidad. Una vez hemos especificado los agentes, recursos, objetivos y nonnas, la
política es el análisis de la elección en marcos políticos, muchas veces en relación con
los bienes públicos.
Aunque centrarse en actores políticos particulares en diferentes marcos estratégi-
cos es valioso, este enfoque tiene limitaciones. Nos centraremos en tres.
Primero surge el terna de si la política, en especial la política democrática, se des-
cribe mejor a partir de los objetivos perseguidos por los ciudadanos o por los modos
de actividad en los que los ciudadanos participan. En la medida en que la política puede
ser representada por agentes que tienen objetivos que pueden satisfacerse eligiendo
entre diferentes acciones alternativas, el enfoque económico tiene sentido. Pero supon-
gamos que existe algo valioso en el proceso mismo. Supongamos que la gente no «Uti-
liza» la política tanto para satisfacer objetivos como para expresarse a través de las
578 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

instituciones políticas. ¿Y si parte de la razón para participar es simplemente el hecho


de hacerlo, y no la obtención de los objetivos a los que puede llevar la participación?
El desacuerdo sobre la pertinencia del enfoque económico de la política puede con-
vertirse en parte en desacuerdo sobre la naturaleza de la política. Si la política se refie-
re a la búsqueda de objetivos en contextos políticos, entonces el enfoque es totalmente
pertinente. Sin embargo, existe una concepción alternativa que identifica a la política
con procesos a través de los que los individuos se descubren a sí mismos, aprenden
sobre sus preferencias, debaten y confonnan (y son a su vez confonnados por) las opi-
niones de los demás. El mismo proceso (el proceso político democrático) conforma
las creencias de los ciudadanos, especialmente aquellas referentes a cómo encajar en una
sociedad junto a otros individuos, y por lo tanto modifica sus posibles deseos como
agentes privados.
Una limitación del enfoque económico es que pasa por alto el potencial transfor-
mador de la política. La política no es sólo un proceso por el que preferencias prede-
terminadas e incontestables se convierten en inputs políticos. Los individuos no se
limitan a actuar en base a unas preferencias preestablecidas a lo largo del proceso polí-
tico. Tal como planteó Barber en The Conquest of Politics:

El trayecto desde la opinión privada al juicio político no sigue el camino del prejui-
cio al conocimiento verdadero; va de la soledad a la sociabilidad. Para realizar este tra-
yecto, el ciudadano debe someter sus opiniones privadas a una prueba que es todo
menos epistemológica; debe debatirlas con sus conciudadanos, pasarlas por los tri-
bunales, ofrecerlas como programa para un partido político, probarlas en Ja prensa,
reformularlas en una iniciativa legislativa, experimentarlas en foros locales, estata-
les y federales y, de cualquier otra fonna posible, someterlas al escrutinio cívico y a
la actividad pública de la comunidad a la que pertenece (1988: 199).

La segunda limitación del enfoque económico de la política está relacionada con el


esfuerzo por explicar las instituciones y el cambio institucional. Hemos encontrado
dos formas distintas en que las instituciones pueden aparecer en el análisis económico.
Las instituciones pueden entenderse como algo dado (igual que las preferencias y las
derechos) y explorarse las consecuencias de diferentes marcos institucionales.
Alternativamente, las instituciones pueden ser tratadas como fenómenos que hay que
explicar. El primer enfoque se «limita>> a especificar lo que siempre ha estado implícito
en el modelo neoclásico. La tarea está en elaborar la estructura comparativa de los
incentivos en varios marcos institucionales y evaluar las consecuencias del comporta-
miento asignativo. El segundo enfoque es más ambicioso al intentar derivar cambios ins-
titucionales de un modelo de acción intencional.
Si este esfuerzo tuviera éxito, la afirmación de que la economía se basa (y debe
basarse) en una base no económica se pondría en cuestión. (Field, 1979; 1984). Las
instituciones, o las normas, se refieren a fenómenos no económicos que afectan al com-
portamiento asignativo, pero no pueden ser explicadas (o aún no han sido explicadas)
a partir de este comportamiento. Según este punto de vista, las instituciones, aunque
pueden cambiar en última instancia, se enfrentan a los agentes electores como hechos
históricos dados, como parte de la arquitectura que define la situación de elección y
no como algo que puede elegirse.
ENFOQUES ECONÓMICOS DE LA POLíTICA 519

Si las instituciones se convierten en el objeto de la explicación, ¿puede el modelo


económico responder de ellas de forma lógica sin una especificación previa (diferen-
te) de las instituciones? Los economistas neoclásicos ven las instituciones básicamen-
te como normas. Interpretadas de esta forma, las instituciones prescriben, prohíben y
permiten. Como tales, son relevantes para el conjunto de acciones factibles, las que
son posibles. Así, son relevantes para la explicación del comportamiento elector, inclu-
yendo la elección de instituciones. Sin una especificación antecedente de normas, una
explicación de las normas subsiguientes parecería imposible. Este no es un argumen-
to contra el intento de explicar las instituciones con el modelo económico, pero sí sugie-
re que el intento sólo puede funcionar mientras se base en normas anteriores
exógenamente dadas. Tal como planteó Field, <<éstas [nonnas] no pueden, o al menos
no todas pueden, entenderse como el resultado de juegos previos en los que no se man-
tuvieron>> (1984: 684).
La tercera limitación del enfoque económico de la política está relacionada con las
instituciones y las preferencias. Si las instituciones, incluyendo las políticas, sólo sir-
ven para facilitar (la eficiencia en) la satisfacción de los deseos, ¿cómo surgen los
deseos? ¿Qué papel pueden tener nuestras vidas sociales en la formación y no sólo en
la satisfacción de los deseos? Con la extensión del cálculo individual en el propio inte-
rés al diseño de las instituciones, perdemos cualquier sentido de un mundo social per-
durable en el que las personas puedan encontrarse a sí mismas, descubrir su identidad,
su sentido de sí mismos, y los deseos apropiados a este sentido de sí mismos.
Las instituciones, en parte, conforman este mundo social perdurable. Nuestras ins-
tituciones permiten la existencia de un marco de referencia que no depende de las pre-
ferencias exógenas. Si las instituciones deben asumir este papel, el interés individual
propio no les puede ser exógeno, o al menos no a todas. Como mínimo, esto sugiere
una división entre las instituciones orientadas a servir al interés propio, para las que la
exogeneidad puede ser un supuesto razonable, y las que participan en la fonnación de
los intereses, para las que el supuesto de exogenenidad no es adecuado. Hasta el punto
en que las instituciones políticas entren dentro del segundo grupo, la economía políti-
ca puede contribuir a clarificar la necesaria distinción.
Incluso sobre la base de una distinción apropiada entre los dos tipos de institucio-
nes, el enfoque de la elección racional plantea problemas. Este enfoque está especial-
mente diseñado para tratar la relación entre la búsqueda del interés propio y los resultados
colectivos. Toma como algo dado la motivación que se supone en la noción de interés
propio. Los partidarios de este enfoque escriben muchas veces como si sus conclusio-
nes fueran válidas mientras se acepte la primacía del interés propio y del cálculo racional
(es decir, del cálculo instrumentalmente racional) en la motivación y el comportamiento
individual. Pero esto no está tan claro como parece.
El aceptar la búsqueda del interés privado como un objetivo del intercambio (y en
menor medida del gobierno), no significa que aceptemos la forma típica de entender
el interés propio y la racionalidad del marco de la elección racional. Al fin y al cabo, el
interés propio no es un tema tan sencillo (ver Kohut, 1977). Para ser un agente y poder
elegir, el individuo debe tener un yo cohesivo al que referirse y a partir del cual defi-
nir sus objetivos. Adem~ la naturaleza de ese yo determinará la naturaleza de la elec-
ción realizada por el agente, por ejemplo si es capaz o no de ordenar justificadamente
el ranking de sus alternativas en un orden de preferencias. Antes de que supongamos
580 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

demasiado rápidamente que la elección y la racionalidad tratan sobre el ranking y la


preferencia, debemos estudiar más profundamente la naturaleza de la propia agencia
y las cualidades que hacen que un agente sea capaz de elegir.
Es importante destacar, en relación con esto, que el enfoque clásico evita los pro-
blemas de agencia y elección al centrarse en la búsqueda del beneficio y no de la maxi-
mización de la utilidad. Este enfoque proviene del hecho de que la teoría clásica es
fundamentalmente una teoría del crecimiento de la riqueza y no de su asignación está-
tica. Los economistas clásicos no se ocupan mucho de la elección del consumidor y
se dedican en cambio a las implicaciones de la búsqueda del beneficio para el creci-
miento de la riqueza. Al hacer esto, prestan menos atención de la que pudieran al papel
de la demanda en el funcionamiento de la economía de mercado, a la vez que evitan
también los peligros de interpretar el mundo en términos de escasez y de elección racio-
nal.
Cuando hacemos que las instituciones políticas deriven del interés propio, con-
vertimos de hecho al yo en una condición previa irreductible de la interacción social,
y esto dificulta el tomar en consideración analíticamente los determinantes sociales y
el marco institucional del interés propio. Esta observación tiene relación con uno de
nuestros temas centrales: el vínculo entre la economía política y la despolitización de
la sociedad, el desplazamiento de la política por parte de la sociedad civil. Una rei-
vindicación que nosotros consideramos que es el papel necesario que deben jugar las
instituciones políticas, estableciendo un marco perdurable para la formación de los
deseos y que podría limitar la erosión del Estado asociada al proyecto tradicional de
la economía política.

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CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA 585-598

La eficiencia de la política económica'


Alan Mario

[ ... ]

l. EXPECTATIVAS RACIONALES E INEFICIENCIA DE LA POLÍTICA ECONÓMICA


Está claro que el nivel de muchas variables que influyen en el output, como por ejem~
plo el de la inversión, está afectado por las expectativas de la gente sobre el futuro.
Uno de los problemas principales de la.ciencia económica ha sido el cómo modelar sa-
tisfactoriamente la forma en que las personas fonnan sus expectativas sobre aconteci-
mientos futuros, tales como la inflación futura. En el capítulo anterior, al explicar la
curva de Phillips ampliada con expectativas y cómo el trade off a corto plazo entre la
inflación y el desempleo se alteraba y acababa desapareciendo, supusimos implícita-
mente que las expectativas sobre la inflación se adaptaban con retraso a los niveles re-
ales de inflación. Sin embargo, esto tiene aspectos insatisfactorios, como la implica-
ción de que las personas realizan errores sistemáticos en sus predicciones durante
periodos de inflación regulannente cambiante.
Recientemente, se ha aplicado a los modelos macroeconómicos una forma de mode-
lar las expectativas, propuesta inicialmente para la microeconomía por Muth (1961).
A esta teoría se la llama «expectativas racionales» -el último en la larga corriente de con-
ceptos económicos que oficialmente están libres de valores pero a los que se les asig-
nan normativamente nombres persuasivos: después de todo, ¿quién querría ser acusado
de tener «expectativas irracionales», o quién sería lo suficientemente altivo como para
atribuírselas a otros?-.
Básicamente, el enfoque supone que las personas utilizan óptimamente toda la
información disponible al realizar las previsiones que forman parte de sus decisiones.
Esta información no sólo incluye las series de datos disponibles más recientes, sino
también el mejor conocimiento disponible sobre la estructura de la economía (es decir,
<<el» mejor modelo de la economía, o la parte de éste bajo consideración). La infor-
mación tomará en cuenta las propias políticas gubernamentales si éstas son conocidas
o pueden deducirse. Incluirá un conocimiento de todos los errores de predicción ante-
riores, y si éstos mostraran un patrón sistemático, este mismo patrón podría ser utilizado
para mejorar las predicciones. Así, los individuos no harán errores sistemáticos al for-
mar sus expectativas, ya que estos errores no serían coherentes con las «expectativas
racionales».

* Publicado en: Mario, Alan. «The effectiveness of policy». En: Macroeconomic poficy. Londres; Nueva
York: Routledge, 1992, p. 9-100. Tmducción: Gemma Galdon.
586 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

Al combinar esto con otros supuestos sobre el comportamiento macroeconómico


aparecen resultados sorprendentes y potentes. La proposición concreta en la que no~
centraremos se debe a Lucas (1972) y la reforzaron Sargent y Wallace (1976) 1• En el con-
texto y nivel de este libro, la forma más fácil de ver la proposición es utilizando la
curva de Phillips ampliada con expectativas desarrollada en el capítulo 4. El argumento
se planteará tanto verbalmente como utilizando símbolos.
En ese capítulo, el resultado era que los cambios en el salario nominal estaban reJa:
cionados con el desempleo, y las expectativas sobre la inflación de precios -en la ver-
sión fuerte del modelo, los cambios en los salarios reaccionaron totalmente a las
expectativas sobre la inflación de los precios-. Si también existe, tal como se supone
frecuentemente, una relación sistemática entre los cambios reales en los precios y los
cambios en los salarios, se desprende que la inflación real de los precios estará rela-
cionada con el desempleo y con la inflación de precios esperada. Además, el
brio a largo plazo se definió corno el momento en el que la inflación real iguala a
esperada, situándose entonces el desempleo en su tasa «natural» o NAIRU. Por lo tanto,;
sólo si la inflación real de los precios no es igual a la inflación esperada, el desempleo,
será diferente de su tasa natural o NAIRU (en el resto de la sección, supondremos qué ,
NAIRU es la tasa natural a la que la demanda iguala a la oferta).
En el tratamiento inicial se supuso que los cambios en los salarios, y por lo tanto los
cambios rdales de los precios, dependían del desempleo y de la inflación esperada,
pero la dirección implícita de causalidad puede ser invertida (en la explicación de
Friedman en el capítulo 4, páginas 67-70, éste es claramente el caso). En este caso, el
nivel de desempleo, y por lo tanto el del output, depende de la diferencia entre la infla-,
ción de los precios real y la esperada. El desempleo sólo diferirá de su «tasa natural»
si la inflación esperada difiere de la inflación real. Las políticas sólo podrán afectar al
desempleo si pueden afectar a la diferencia entre la inflación real y la prevista. Pero'
«con expectativas racionales», las personas podrán prever las pautas y los efectos de cual-_
quier política gubernamental sistemática. Por lo tanto, si los gobiernos responden sis-,
temáticamente a los acontecimientos, y no erráticamente, no podrán romper el vínculo
entre la inflación real y la esperada. Consecuentemente, no podrán afectar al output y
al empleo, que estará a su tasa natural, excepto en los casos en los que se produzcan
shocks aleatorios imprevisibles.
El argumento puede también resumirse utilizando la nota del capítulo 4. Teníamos
la ecuación (4.6):

(5.1)

Si P=fe, entonces U= U., la tasa natural.

De nuevo, para simplificar, imaginemos una economía sin crecimiento e imagi-


nemos también convencionalmente (aunque no sin problemas en este contexto), que

l. No vamos a tratar la llamada «crítica de LucasJ~ de la modelación econométrica (Lucas, 1976), cuy<ls
detalles pueden encontrarse en libros más avanzados centrados en las expectativas racionales, por ejem-
plo Begg (1982), Sheffrin (1983). Estos libros también proporcionan un informe del modelo microe-
conómico del propio Lucas utilizado para desarrollar su proposición, más que el enfoque utilizado aquí,
que es más conveniente para este libro.
LA EFICIENCIA DE LA POLfriCA ECONÓMICA 587

¡05 aumentos salariales se transmiten totalmente a los precios. Con estos supuestos,
p"' Wde modo que (5.1) se convierte, como en (4.7), en:
(5.2)

Y para P"'P', U"' U, o O"' f(U,).


· La ecuación (5.2) puede ser reescrita como:

f(U)=P-P' (5.3)

Que puede reescribirse (ya que la curva de Phillips a corto plazo del capítulo 4 es
siempre de pendiente decreciente) como:

u= j(P- h (5.4)

Con U.= j(O), dónde j( ) denota otra relación funcional. Las implicaciones son
incluso más claras si (5.3) o (5.4) se reescriben como:

u- u.= k<P -h (5.5)

Con k() denotando tarn~ién ~na relación funcional. Así, el gobierno sólo puede afectar
a U si puede afectar a P = P', lo que n9 pu~de hacer a través de una política sistemá-
tica si existen expectativas racionales P = pt, por lo tanto U= U•.
Esta conclusión podría expresarse de otra forma diciendo que, con expectativas
racionales, no existe intercambio a corto plazo entre la inflación y el desempleo, o que
la curva de Phillips es vertical incluso a corto plazo. Bajo estas condiciones, una polí-
tica sistemática no sólo no es efectiva, sino que también es innecesaria, ya que todo el
desempleo es natural (excepto quizá en el caso de algunos errores imprevisibles debi-
dos a shocks puramente aleatorios). Además, como se detallará más tarde, si las polí-
ticas deflacionarias son esperadas pueden utilizarse para reducir la inflación sin producir
ningún efecto perjudicial para el empleo -una perspectiva atractiva para un gobierno-.
Tal como se ha afirmado, la proposición de que una política gubernamental siste-
mática es incapaz de cambiar el output y el empleo, se refiere a los efectos macroeco-
nómicos tanto de la política monetaria como de la fiscal2 • Pueden producirse efectos
microeconómicos colaterales, llamados popularmente efectos «del lado de la oferta»,
debidos a instrumentos concretos de la política fiscal, pero estos son un tema aparte
-cambian la propia tasa natural de desempleo, en lugar de controlar los movimientos
alrededor de una tasa natural existente3-.
Se han realizado varias extensiones del modelo (por ejemplo para tratar la reali-
dad empírica de los ciclos económicos, que son incoherentes con la forma original4),

2. La independencia de la «economía reab del dinero, incluso a corto plazo, es posiblemente la razón de
la descripción «nueva macroeconomía clásica>>.
3. También pueden producirse efectos colaterales del equilibrio monetario/fiscal sobre la composición
del output entre la inversión, el consumo y el gasto público que pueden afectar al ouput a largo plazo vía
cambios en la tasa de acumulación del capital.
4. Ver nota 22, capítulo 3, para las teorías de los «ciclos reales>~. que son un conjunto de extensiones del
modelo original.
588 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

pero a condición de que el output, o los cambios en el output, puedan alterarse sólo
afectando la distancia entre los precios reales y los esperados, la proposición básica se
mantiene, es decir, que la política rnacroeconómica no es efectiva.
La proposición de ineficiencia de la política económica ha sido atacada desde dos
direcciones principales. Una hace referencia a los requerimientos de las expectativas
racionales. En su forma más simple, se cuestiona, principalmente basándose en la
introspección, si las personas realizan las mejores previsiones posibles no sesgadas
utilizando toda la información que les es disponible. Sin embargo, las exigencias para
las expectativas racionales pueden debilitarse un poco y todavía seguir manteniendo
Jo esencial de la proposición de ineficiencia de la política económica si todos los demás
supuestos son válidos. Las previsiones no sesgadas, sin errores sistemáticos, son sufi-
cientes incluso si no son las mejores previsiones posibles. La habilidad para estable-
cer previsiones de este tipo (que, por regla general, son correctas) puede ser más fácil,
y si el mundo se mueve de forma suficientemente suave, algunas previsiones nada
sofisticadas, «a d~do», también pueden no ser sesgadas. Además, la proposición no
requiere que cada persona realice previsiones de expectativas racionales sobre cada
una de las variables de la economía, sino sólo sobre aquellas que pueden afectar sus
acciones. Por ejemplo, un trabajador individual cuyos ingresos estén fijados por la
negociación colectiva y que sea lo suficientemente viejo como para no plantearse el
cambiar de empresa, y menos todavía de ocupación, no necesita molestarse en reco-
ger información sobre tantos aspectos de la economía como el representante sindical
implicado en la negociación colectiva.
El supuesto de que todo el mundo dispone de información completa sobre la estruc-
tura de la economía (o al menos tan completa como sea necesaria para tomar sus pro-
pias decisiones) es atacado al señalar que incluso los «expertos» difieren en sus
previsiones -tal como es aparente al leer las previsiones macroeconómicas publicadas
por diferentes instituciones-. Por lo tanto, no puede ser verdad que todo el mundo
conozca el «Verdadero» modelo de la economía, de lo contrario, habría unanimidad.
De la forma más simple: ¿pueden los que creen en las expectativas racionales y en la
proposición de la ineficiencia de la política económica creer también que los defenso-
res de las políticas de gestión de demanda keynesianas utilizan la información más
completa y más correcta sobre la estructura de la economia?
La idea de que las personas disponen de información completa sobre la estructura
de la economía también es atacada por ser inverosímil, una vez que uno considera una
economía que esté ocasionalmente sujeta a cambios estructurales importantes. Puede
ser posible inferir correctamente la estructura cuantitativa de una economía estática
utilizando técnicas estadísticas aceptadas, pero existen problemas no resueltos sobre
cómo puede uno conocer los cambios -especialmente debido a que el comportamien-
to de cada individuo dependerá de las expectativas (racionales) sobre como las otras
personas alteran las expectativas (racionales) después de un cambio-. La propia tra-
yectoria real de la economía dependerá entonces de las expectativas sobre las expec-
tativas de cómo evolucionará la trayectoria.
Debería destacarse que el ataque al realismo de las expectativas racionales y al
supuesto de amplia información también proviene de los partidarios del Monetarismo
más antiguo. Tal como se ha explicado en el capítulo 3, páginas 42-9, su desacuerdo
con la política de estabilización keynesiana se centra en la fa1ta de conocimiento por parte
LA EFICIENCIA DE LA POLÍTICA ECONÓMICA 589

del gobierno. Se oponen a la política de estabilización porque era poderosa y efectiva,


pero susceptible de ser utilizada de forma incorrecta. Esto es totalmente lo contrario
de la proposición de la ineficiencia de la política económica.
La otra vía principal de ataque a la proposición de la ineficiencia de la política
económica se ha centrado en los supuestos adicionales, a veces implícitos, necesarios
para que la proposición se mantenga. Sin embargo, de nuevo, el argumento principal
revierte al terna de si los salarios y los precios se mueven de forma adecuada para que
todos los mercados se vacíen, incluyendo el mercado laboral. Si, por razones institu~
cionales o de otro tipo, los salarios y los precios no se ajustan regular y continuamente,
puede haber espacio para que los gobiernos afecten al output. Por ejemplo, si los sala-
rios se fijan una vez al año, mientras que los gobiernos pueden cambiar sus políticas
monetarias con más frecuencia, entonces la política monetaria puede revisarse para
incluir los acontecimientos que no eran previsibles en el momento en el que se esta-
blecieron la mayoría de los acuerdos salariales en vigor5. En aquellos países (en con-
traste con los EE UU) donde el ejecutivo no es elegido separadamente, de forma que
el gobierno puede disponer de una rnayoóa casi automática en el Parlamento/Asamblea,
las políticas fiscales también pueden ser muchas veces ajustadas a intervalos más cor-
tos que la duración típica de los acuerdos salariales. Así, la política fiscal también
puede reaccionar sistemáticamente ante acontecimientos nuevos que no pudieron haber
sido racionalmente esperados cuando se acordaron los salarios. Se puede establecer
así una separación entre el cambio real de los precios y el esperado cuando se fijaron
los salarios6.
En una visión más tradicionalmente keynesiana, los salarios (especialmente) son
pegadizos [slicky] durante períodos bastante largos, y no responden suavemente para
equilibrar la oferta y la demanda, ni tal como son en el momento de realizar nuevas
negociaciones, ni tal como se prevén para el momento de la negociación del año siguien-
te. En términos de símbolos, una vez que se permiten rigideces de este tipo, entonces
las funciones (5.4) o (5.5) dejan de ser representaciones adecuadas de los determinan-
tes del desempleo y del output.
Algunos defensores de la proposición de ineficiencia de la política han replicado que
la rigidez de salarios y precios ante cambios inesperados sería subóptima para las par-
tes implicadas -en el sentido de que las dos partes podrían beneficiarse de un com-
portamiento más flexible- y, por lo tanto, no existirían tales rigideces7. Tal como se
planteó en el capítulo 3, algunos keynesianos han defendido la «racionalidad>> de las rigi-
deces, y otros han dicho que tanto si se puede encontrar una base teórica microeconó-
mica coherente para los salarios/precios rígidos corno si no, éstos son simplemente un
hecho, y por lo tanto no pueden ser ignorados en un análisis realista.
A pesar de que la flexibilidad de los movimientos de salarios/precios y su grado
de reacción a las fuerzas de mercado de exceso de demanda y de oferta, ha sido pro-

5. Este argumento se debe a Fischer (1977), Phelps y Taylor (1977)


6. El argumento supone, actualmente de forma realista para la mayor parte de los países desarrollados,
que los salarios nominales no están totalmente indexados a los cambios en los niveles de precios, sino
que ocurren durante el peñodo de contrato medio.
7. Barro es frecuentemente mencionado en este contexto. Sus artículos de 1977 y, menos técnicamente,
de 1979, se acercan a esta afirmación pero no acaban de afinnarlo explícitamente de esta forma.
590 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

bablemente el supuesto adicional más frecuentemente considerado inaceptable por


parte de los economistas que se oponen a la proposición de la ineficiencia de la políti-
ca, también se han atacado otros supuestos a los que es sensible esta proposición. La pro-
posición también parece ser vulnerable a algunos de esos ataques 8, pero otros disponen
de potentes respuestas.
Éstas últimas incluyen la sugerencia de que el gobierno puede tener infonnación
superior a la del sector privado, que puede utilizar para estabilizar en respuesta a acon-
tecimientos sobre los que el sector privado aún no tiene noticia. La respuesta a esto es
que, si el gobierno dispone de tal información, sería más eficiente simplemente publicitario
al sector privado, que podría entonces utilizarla en su propia toma de decisiones. De
fonna similar, el razonamiento básico previo que llevó a la proposición de ineficiencia
se expresó en ténninos de que la política sistemática era ineficiente. La implicación es
que la política errática, es decir, la política sistemática mezclada con un componente
puramente aleatorio, podría engañar a la gente, que no podría prever políticas econó-
micas, y por lo tanto éstas tendrían efectos reales. Sin embargo, dentro de un marco
microeconómico neoclásico estándar, con la «optimalidad)) nonnativa de una econo-
mía de mercado de plena infonnación, el engañar a la gente deliberadamente debe redu-
cir la eficiencia -los individuos llegarán a las decisiones correctas si conocen todos los
precios (y por lo tanto los precios relativos, incluidos los salarios reales)-. Esta réplica
básicamente reitera los argumentos planteados anteriormente: con expectativas racio-
nales y salarios y precios flexibles, la economía se encuentra en su tasa natural excep-
to por los shocks imprevisibles, y (como se planteó en el capítulo anterior) la tasa natural
bajo los supuestos de competencia perfecta, de salarios/precios flexibles y de plena
información es también la tasa óptima. Así, a pesar de que podría tener efectos reales, la
política deliberadamente errática no puede mejorar la economía ya que fundamental-
mente no existe ningún problema macroeconomico a resolver por parte de tal política.
La segunda vía de ataque podría resumirse diciendo que si están enraizadas en un
modelo que no es de regular funcionamiento de tipo neoclásico o monetarista, las
expectativas racionales por sí mismas no invalidan una política activista. Por ejem-
plo9, si las expectativas son racionales, pero tenemos un mundo keynesiano de sala-
rios rígidos en el que la inversión depende del output esperado o del crecimiento
esperado del output, entonces un anuncio de las intenciones gubernamentales de que,
si es necesario, llevarán a cabo una política fiscal estabilizadora, hace por sí mismo
más estable la economía y hace que la política sea menos necesaria. Como las empre-
sas esperan que el output sea más estable, mantienen una trayectoria de inversión más
regular, que no fluctuará en respuesta a los shocks temporales de la demanda agrega-
da -ya que confían en que los déficits de demanda serán rectificados por el gobierno-.
La estabilización de la inversión llevará a un nivel de demanda y de output más esta-
ble que si las fluctuaciones en la inversión reflejaran, y por lo tanto amplificaran, otras
fluctuaciones. De esta forma, la política fiscal gubernamental tiene propiedades esta-
bilizadoras más fuertes cuando existen las expectativas racionales en un mundo típi-
camente keynesiano.

8. Para un informe completo, incluyendo algún material técnica'mente avanzado que no se tratará aquí,
ver Buiter (1980) así como los textos en la nota l.
9. Este ejemplo se debe a Baily (1978).
LA EFICIENCIA DE LA POLÍTICA ECONÓMICA 591

A pesar de que, como ya hemos indicado, los antiguos monetaristas y la nueva


escuela clásica también tienen diferencias importantes, los temas analizados aquí indi-
can algunas de las áreas de continuidad. Como el énfasis en el vaciado del mercado y
el equilibrio -el razonamiento más detallado expresado por algunos partidarios de ecua-
ciones como la (5.4) 10 encaja bien con la explicación del capítulo 4 que afirmamos
mantiene el mismo Friedman-. Así como la implicación de que la política que preten-
de afectar a la actividad económica está equivocada porque sólo puede funcionar enga-
ñando a la gente y, por lo tanto, es subóptima. Finalmente, para esta parte, los dos
grupos están contra los intentos activistas de llevar a cabo una política de estabiliza-
ción macroeconómica.
Existe una considerable literatura respecto a la comprobación empírica de la pro~
posición de la ineficiencia de la política económica. Nuestra impresión subjetiva (y ses-
gada) es que las expectativas racionales parecen resistir la comprobación mejor al explicar
el comportamiento en algunos mercados de activos concretos y bien estructurados, como
la Bolsa, pero que en lo relacionado con la proposición de la completa ineficiencia de la
política económica, los resultados van más contra la proposición que a su favor 11 •
Un comentario final sobre las implicaciones de la política puede ser llamado <<El
argumento de Pager Pascal». Pascal, el matemático-filósofo, escribió que uno no puede
encontrar pruebas concluyentes de si Dios (él supuso sólo uno cristiano) existe o no. Sin
embargo, vale la pena apostar por su existencia y actuar como si se pudiera estar segu-
ro. El razonamiento de Pascal es que si Dios no existe, y uno actúa como si existiera,
entonces la única pérdida es una pérdida relativamente menor, consistente en algunos
inconvenientes y en la renuncia a oportunidades de actividades placenteras ocasiona-
les. Sin embargo, si es al contrario, si Dios existe y uno actúa corno si este no fuera el
caso, entonces el beneficio es menor, al evitar tales inconveniencias y obtener placeres
ocasionales, pero la pérdida es inmensa: el sufrimiento eterno a través de la perdición.
Si uno actúa como si Dios existiera y así es, entonces se consigue el inmenso bellefi-
cio correspondiente. Por lo tanto, es prudente actuar siempre tal como uno lo haría si
estuviera seguro de la existencia de Dios.
Si los defensores de la ineficiencia de la política están en lo correcto, y todo el
mundo dispone de información completa sobre las políticas públicas y puede prever
correctamente su impacto sobre los precios, entonces una política activista sistemáti~
ca errónea tiene muy poco efecto. No afectará al output ni al empleo, sino que sólo
cambiará el nivel de precios. Sin embargo, en un mundo de precios flexibles en el que
todo el mundo conoce todo sobre los cambios en los precios, la inflación sólo tiene
costes triviales para la economía12 • Así, si el mundo es realmente el del modelo de la pro-

10. La más comúnmente citada es la de Lucas (1972). A las ecuaciones resultantes (como nuestra (5.5)
pero con Y- Y. a la izquierda) se las llama frecuentemente (<funciones de oferta sorpresa•), debido a
que la divergencia del output de la tasa natural ocurre sólo cuando se produce una «sorpresa)) en los
precios -es decir, P 1t P"-.
11. Ver los textos en nota 1 para referencias de la comprobación empírica, algunas de las cuales no están libres
de p;oblemas. En los mercados de activos, las expectativas racionales forman parte de la hipótesis de
Jos «mercados eficientes», que excluye los movimientos sistemáticos y anticipables de los precios de los
activos -que permitirían unas ganancias de capital ilimitadas-.
12. Para un debate sobre Jos costes menores de la inflación prevista ver Bootle (1981). Nótese que los cos~
tes son particularmente bajos cuando existen cuentas bancarias que dan intereses. En e~ conteXto de
592 CRÍTICAALAECONOMÍAORTODOXA

posición de ineficiencia de la política económica, la utilización errónea de las políti-


cas monetarias/fiscales no causa mucho daño 13 . Si (el mundo) es realmente keynesia-
no, hay grandes ganancias posibles por la utilización de tales políticas. Contrariamente,
si los gobiernos no intentan estabilizar y el mundo es uno de expectativas racionales
y precios flexibles, entonces la ganancia es trivial, pero si el mundo es realmente key-
nesiano, la pérdida por abstenerse de la política de estabilización es muy grande. Así, .
frente al desconocimiento de si el mundo es realmente keynesiano o si en realidad se
acerca al de la proposición de ineficiencia, los gobiernos deberían apostar por que fuera
keynesiano e intentar activamente estabilizar el empleo y el output.
El último párrafo supone que el gobierno dispone de suficiente información y sen-
tido para evitar las políticas desestabilizadoras. Las conclusiones de política econó-
mica de esta sección serían desagradables para un monetarista de la escuela más antigua.
Sin embargo, Jos monetaristas que aún creen que la falta de información puede lle-
var, inadvertidamente, a una política desestabilizadora, parecen hoy ser relativamen-
te pocos en número. Uno podría, de forma muy despreciativa (y poco comprensiva),
poner la «revolución de las expectativas racionales» en una perspectiva histórica argu-
mentando que se produjo justo cuando los economistas keynesianos afinnaban que la
simulación de modelos econométricos cuantitativos basados en la estadística mostra-
ban que se tenía suficiente infonnación paro evitar que las políticas activistas provocasen
una desestabilización involuntaria. El argumento contra estas políticas pasó entonces
de basarse en la h~pótesis de información insuficiente a basarse en el supuesto de que
existe información muy completa accesible para todos 14 .

2. CREDIBILIDAD Y CONSISTENCIA

Además del análisis fonnal de los modelos de expectativas racionales, su enfoque bási-
co ha sido utilizado para atacar las políticas activistas orientadas a aumentar el empleo
desde otro ángulo, que no está limitado a Jos modelos formales (aunque tampoco es
incompatible con ellos). Este ataque se concentra en las expectativas del público acer-
ca de la política gubernamental. Aunque han sido fuertemente defendidas por algunos
economistas que están asociados a la creencia en las hipótesis de las expectativas racio-
nales/vaciado del mercado, también pueden encontrarse en los escritos de economistas
que no son de esta línea 15• Se explicará aquí en un contexto que no se limita a un mundo
en el que se cumple la proposición de ineficiencia de la política económica. El punto

esta sección, si la política sistemática no puede afectar a las variables reales agregadas, como el out-
put, evidentemente los cambios en la inflaci6n que también provoca tampoco pueden afectar a estas
variables reales. El supuesto de flexibilidad significa que las rigideces que pueden provocar efectos
distribucionales tampoco serán muy importantes.
13. Evidentemente, como ya se ha mencionado, la vieja crítica monetarista del capítulo 3 es errónea si la pro-
posición de ineficiencia de la política económica es correcta.
14. La crítica econométrica de Lucas mencionada en la nota 1 podría verse dentro de esta perspectiva como
un descrédito hacia los estudios de simulación que estaban utilizando los keynesianos para refonar sus
recomendaciones de política económica.
15. Ver, por ejemplo, Okun (1981), o el debate de Fellner (1982) y otios. Kydland y Prescott (1977) es una
fuente comúnmente citada, a pesar de que de alguna fonna este artículo está más íntimamente relacio-
nado con la crítica de Lucas de la nota 1 que con el análisis que nosotros consideraremos.
LA EFICIENCIA DE LA POLÍTICA ECONÓMICA 593

crucial que tiene en común con los modelos completos de expectativas racionales es
la afirmación de que, cuando las personas tomen sus propias decisiones, tendrán en
cuenta sus expectativas de lo que es probable que esté haciendo el gobierno y su pre-
sumible efecto en la economía.
Por ejemplo, si el gobierno actúa frecuentemente para aumentar la demanda agrega-
da porque quiere expandir el empleo, la gente acabará esperando una demanda agre-
gada «boyante» y la incorporarán a su propio comportamiento de establecimiento de
salarios/precios. Se producirán grandes aumentos de los salarios nominales (y, por lo
tanto, de los precios) ya que la gente esperará que el gobierno incremente la demanda
nominal agregada, incrementando por ejemplo la oferta monetaria. Una vez se hayan
producido estos aumentos de salarios nominales el gobierno se enfrentará a una elec-
ción difícil-puede {<validar» los incrementos salariales aumentando aún más la ofer-
ta monetaria o puede rehusar hacerlo-. Si elige lo primero, demuestra que las expectativa'
de la gente respecto a sus políticas son correctas, por lo que éstos seguirán actuando
basándose en el supuesto de más políticas expansionistas. Si elige lo último, se pro-
ducirá un déficit de la demanda real (la demanda nominal agregada no aumentará tanto
como los salarios nominales y los precios) y el outputcaerá, o por lo menos no aumen-
tará tanto como lo habría hecho de otra forma y, por lo tanto, la situación del empleo se
deteriorará
Una forma de plantear un dilema de este tipo es que puede producirse una «incon-
sistencia temporal» con lo que en otras circunstancias serían políticas óptimas 16 .
Considerando de forma aislada cualquier periodo en el que es probable que el empleo
esté por debajo de lo que desea el gobierno, debido por ejemplo a un shock contrac-
cionario (ya sea del exterior, como un aumento en los precios del petróleo, o domésti-
co, como un fuerte aumento en las negociaciones salariales), la política correcta sería
tener una posición monetaria/fiscal expansionista. Pero debido a sus efectos sobre las
expectativas del público sobre políticas futuras, la política expansionista no es cohe-
rente con los objetivos a largo plazo del gobierno, especialmente su deseo de evitar
una espiral inflacionista. Al gobierno le gustaría que la gente creyera que no «Sal va-
rá» a la economía si se producen shocks contractivos, de fonna que el comportamien-
to de los salarios/precios fuera moderado, para de todas fonnas después relanzan la
economía si hay contracción. Sin embargo, no puede engañar a la gente indefinida-
mente.
Otro aspecto del dilema puede verse cuando los gobiernos quieren reducir la infla-
ción. Esto puede verse más fácilmente utilizando el diagrama de la curva de Phillips
aumentado con expectativas. Consideremos una economía en la que la gente espera
una inflación de precios del x%. Para simplificar, de nuevo en el diagrama, imaginemos
una economía sin crecimiento natural de la productividad, aunque de nuevo esto no es
esencial para el argumento. También para mantener el tratamiento lo más claro posible,
imaginemos que la velocidad de circulación de la oferta monetaria es constante. Así, esta
economía se mantendría a la tasa natural de desempleo U., y a la inflación de precios
x% (=aumentos del salario nominal de x%) si el crecimiento del dinero se mantuvie-
ra estable al x%, es decir, en el punto A en el gráfico 5.1.

16. Nuestro ejemplo aquí no es el del artículo de Kydland y Prescott (1977) que incluye el término en
su título.
594 CRÍTICAALAECONOMÍAORTODOXA

Gráfico 5.1. Influencia de la credibilidad sobre la relación inflación/desempleo

Inflación

x%

1
'C SRI(p'=x)
1

SR3(0<p'<x)

1
18
f----------\.;-----------~Desempleo
u,,
1

SR2(p'=0)

Si el gobierno anuncia que pretende reducir o eliminar la inflación, y que para


conseguirlo reducirá el crecimiento de la oferta monetaria por debajo de x%, lo que en
realidad pretende hacer es pasar directamente a una menor inflación sin que aumen-
te el desempleo, es decir, pasar de A aBen el gráfico 5.1. Pero si la gente piensa que
el gobierno no cumplirá sus políticas, no esperarán que la inflación baje, y la curva
dePhillips a corto plazo será la misma (en la curva SR! en el gráfico) 17 • Como míni-
mo, no esperarán que la inflación b'\ie mucho, y la curva de Phillips se mantendrá
cerca de su posición original (es decir, que se moverá sólo hacia SR3 en el gráfico).
Si el gobierno sigue adelante y reduce de todas formas el crecimiento de la oferta
monetaria (quizá con lo que es coherente con el punto B, que en nuestro caso simpli-
ficado es un nivel constante de dinero, es decir, crecimiento cero), entonces la eco-
nomía se dirigirá hacia un nivel de desempleo mayor que la tasa natural (algo como el
punto C en el primer periodo). Sólo si se cree completamente al gobierno cuando
anuncia su política antiinflacionaria puede éste pasar directamente a una inflación
cero sin pasar por un periodo de alto desempleo, es decir, superior a la tasa natural.
Si se le creyera, podría anunciar que a partir de entonces la oferta monetaria se man-
tendría a un nivel coherente con una inflación cero, e inmediatamente las expectativas
se alterarían y toda la curva de Phillips a corto plazo se desplazaría hacia abajo (hacia
SR2 en el gráfico) de forma que la economía podría mantenerse en la tasa natural sin
inflación.
Cuanto más rápido se crea al gobierno, más rápido cambiará la gente sus expecta-
tivas y, por lo tanto, más rapidamente caerá la curva de Phillips a corto plazo. Por lo tanto,

17. Ignoramos algunas complicaciones en las dinámicas a muy corto Plazo que pueden resultar del momen-
to exacto y la duración de los convenios salariales y de Jos cambios en los precios comparados con los
cambios en la oferta monetaria.
LA EFICIENCIA DE LA POLÍTICA ECONÓMICA 595

más corto será el periodo durante el cual la economía tendrá un desempleo por enci-
ma de la tasa natural.
Si, cuando el desempleo aumenta (por ejemplo hasta punto C en el gráfico), el gobier-
no se alarma por el coste de su política y relanza la economía, no sólo fracasará esta vez
en conseguir sus propósitos de reducción completa de la inflación (hasta cero en nues-
tro ejemplo), sino que aumentará los costes en desempleo de futuras políticas antiinfla-
cionistas. La próxima vez, su política antiinflacionista será menos creíble, y por lo tanto
la gente estará menos dispuesta a aceptar que cualquier reducción inicial del crecimien-
to monetario será sostenida y, así, se producirá una caída menor de sus expectativas de
inflación. Por lo tanto, habrá una moderación menor en los aumentos de los salarios
nominales. En el gráfico se producirá una caída menor de la curva de Phillips a corto
plazo. Debido a sus efectos sobre la credibilidad futura, cada vez que el gobierno adop-
ta una política expansiva no sólo existe un coste en la inflación inmediata, sino que se pro-
duce un coste a más largo plazo sobre la inflación futura y también un coste más alto en
el empleo a más largo plazo, en los intentos futuros de reducir la inflación.
Este tipo de mecanismos también se han utilizado para explicar porqué en algu-
nos países, como en el Reino Unido después de 1980, las políticas monetarias y fisca-
les restrictivas se asociaron a grandes aumentos del desempleo, pero sólo a lentas
reducciones en la tasa de aumento del salario nominal. Se ha sugerido que, como duran-
te las décadas anteriores los gobiernos nunca habían mantenido una política estricta
ante los aumentos del desempleo (que hubieran sido transitorios), la gente esperó un
nuevo debilitamiento de las restricciones. Esta explicación parece que satisfizo parti-
cularmente a los seguidores de los políticos que lucharon en las elecciones sostenien-
do que, reduciendo el crecimiento monetario, la inflación podría ser curada sin dolor18,
pero que cuando llegaron al poder descubrieron que la reducción de la inflación no era
fácil y que implicaba costes en desempleo. El hecho de que esta explicación haya sido
utilizada de esta forma no significa de por sí mismo que sea falsa como explicación
de los hechos. Si los demás supuestos tras la proposición de ineficiencia de la política
económica son relevantes, esta explicación de los acontecimientos reales parece ser la
mejor defensa disponible. Una vez que la gente evalúe correctamente lo que está hacien-
do el gobierno, la proposición volverá a cumplirse.
Se dijo antes que estos argumentos generales sobre la posible inconsistencia a largo
plazo de las políticas expansionistas y la necesidad de que los gobiernos mantengan
la credibilidad para las políticas antiinflacionislas eran compatibles con diversos plan-
teamientos sobre la macroeconomía. A pesar de su consistencia formal, no nos parece
que encajen muy bien con la creencia de que la gente tiene expectativas racionales y que
los mercados se vacían rápidamente debido a la flexibilidad de salarios/precios.
Para empezar, si los salarios y los precios son flexibles durante periodos relativa-
mente cortos, las intenciones gubernamentales relevantes también lo son sólo durante

18. Si la política deflacionaría real es correctamente anticipada, los otros supuestos tras la proposición de
ineficiencia de la política supondñan que la inflación puede reducirse sin aumentar el desempleo -ya que
ninguna política correctamente anticipada puede afectar al output o al empleo en cualquier dirección-.
En este sentido, la proposición de ineficiencia de la política económica tiene el mismo atractivo político
que el monetarismo de caja negra. En los dos casos. los gobiernos pueden reducir la inflación con una
simple herramienta sin tener que preocuparse por el desempleo. En cambio, como no pueden afectar
al desempleo, no tienen ninguna responsabilidad por él (como mínimo en relación a sus políticas macro):
596 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

periodos relativamente cortos 19 • La credibilidad para tales periodos cortos sería más
fácil de establecer -especialmente en los primeros años de un nuevo gobierno, cuando
no hay próximas nuevas elecciones-. Además, el tipo de explicación que acabamos de
dar al hablar de credibilidad parece estar de cierta forma más próxima de una explica-
ción del proceso de formación de expectativas en el que las expectativas se adaptan
lentamente a acontecimientos pasados20 • En el espíritu de las expectativas racionales
basadas en la información completa, uno puede preferir postular que la gente tiene una
buena idea de la detenninación del gobierno. Este último punto está relacionado con el
mencionado en la sección previa como uno de los problemas del modelo de las expec-
tativas racionales, v.gr. la falta de una explicación bien fundada de cómo la gente cam-
bia sus expectativas a raíz de un cambio estructural.
En lo que concierne a la versión que trata de la inconsistencia temporal de las polí-
ticas óptimas, si se mantiene la proposición de ineficiencia completa de la política,
aquella apenas tiene importancia -sean cuales sean las políticas que se utilicen a lo
largo del tiempo, no tendrán ningún efecto sobre el empleo-. La idea de que serían úti-
les si se pudiera engañar a la gente surge de una idea del mundo muy distinta de la idea
subyacente en el enfoque de la expectativas racionales/salarios y precios flexibles/vacia-
do del mercado.
Un aspecto relacionado con el argumento de la inconsistencia de la credi-
bilidad/tiempo que no encaja en el paradigma de la ineficiencia de la política econó-
mica es el que afirma que el motivo de preocupación es debido a que las políticas
expansionistas, incluso como respuesta a un shock que lleve a un periodo de desem-
pleo por encima de la tasa natural, acabarán provocando una mayor inflación o unos
mayores costes de reducción de la inflación. Sin embargo, como ya hemos menciona-
do21, en un mundo de previsiones no sesgadas y flexibilidad de precios, la inflación
no es un problema particularmente grave.
El tono de las discusiones sobre porqué deberían los gobiernos ceñirse a políticas
restrictivas supone que el público tendrá tendencia a ver al gobierno como planteando
un enfoque de o el uno/o el otro. O expandir siempre la demanda o preocuparse siem-
pre sólo por la inflación. Por el tono, parece afirmarse que posiblemente no sólo los
gobiernos, sino también el público que evalúa sus políticas, son demasiado sencillos
para poder enfrentarse a la idea de que pueda haber más de un objetivo, con sustitucio-
nes [trade offs] entre ellos, de forma que se dé mayor prioridad al control de la infla-
ción cuanto más alta sea ésta (para cualquier nivel dado de desempleo), y mayor prioridad
al empleo cuanto más bajo sea (para cualquier nivel dado de inflación). Cualquier supues-
ta incapacidad del público para entender algo más que el sistema de política económi-
ca más simple parece estar en el polo opuesto a la hipótesis que ha simbolizado la
modelación reciente de las expectativas racionales; es decir, que todos los individuos
están muy bien informados y son capaces de tornar decisiones de forma inteligente.

19. Esto no sería estrictamente correcto si los contratos salariales se superponen de alguna forma, como en
el modelo Taylor, ya que la superposición «extiende» el efecto de las expectativas a otros periodos. Sin
embargo, como mostró Taylor, los contratos superpuestos destruyen de todas fonnas las conclusiones
«nuevo clásicas». ·
20. Esta crítica concreta no es aplicable al ejemplo específico del artículo citado de Kydland y Prescott.
21. Ver nota 12.
LA EFICIENCIA DE LA POLÍTICA ECONÓMICA 597

De hecho, nos parece que incluso aquellos economistas que no aceptan el enfoque
de las expectativas racionales en su significado técnico, pero que aceptan la racionali-
dad en su significado habitual debeóan desconfiar del argumento de la «inconsistencia
temporal>) para renunciar siempre a las políticas expansionistas. No parece exigir una
gran sofisticación que los gobiernos, o la opinión pública, se den cuenta que es pro-
bable que los objetiv.os sean múltiples, y de que pueden sostenerse diferentes posturas
respecto a la política económica según los diferentes niveles relativos de las variables
reales implicadas.
A pesar de todas nuestras matizaciones, sigue siendo verdad que diferentes eco-
nomistas de diversas orientaciones comparten una preocupación por los efectos infla-
cionistas a largo plazo de las políticas expansionistas. Algunos están sieinpre contra
este tipo de políticas, pero otros, que hubieran estado a favor de estas políticas si se
aplicaran cuando el desempleo es elevado, se toman la preocupación en serio. Muchos
de éstos defenderían una política de rentas como una vía para escapar del dilema de la
inconsistencia temporal. Si una política de rentas adecuada no es factible, entonces
incluso el análisis de los últimos dos párrafos apoya la idea de que puede haber momen-
tos de alta inflación en los que el miedo a estimular mayores expectativas inflaciona-
rias inhiba la actuación, a pesar de que el desempleo se encuentre a niveles considerados
demasiado altos. Esto no es lo mismo que decir que estos miedos deberían inhibir siem-
pre las políticas expansionistas.

3. CONCLUSIÓN

La parte principal de este capítulo ha tomado en consideración dos argumentos que


debilitarían los efectos de las políticas macroeconómicas orientadas a la alteración del
output y del empleo. El primero, el teorema Ricardo-Barro, si sus supuestos estuvieran
lo suficientemente cerca de la realidad como para ser aplicables, debilitaría la políti-
ca fiscal, pero no la política monetaria. El segundo, el teorema de la ineficiencia de la
política económica de Lucas-Sargent-Wallace, convertiría tanto las políticas monetarias
como las fiscales en ineficientes y las haría también innecesarias.
Los dos argumentos tienen vadas cosas en común. Ambos suponen una gran can-
tidad de conocimiento y de comportamiento vertido hacia el futuro, que se afirman
racionales -de hecho, el primer argumento es a veces referido como «superraciona
lidad» y el segundo incorpora el concepto de las «expectativas racionales»-.
Examinándolos más de cerca, los dos dependen también de forma crucial de merca-
dos sin rigideces ni limitaciones institucionales -el primero requiere lo que se llaman
mercados perfectos de capital y el segundo requiere flexibilidad completa de pre-
cios/salarios-. Hasta el momento de escribir estas líneas, parece que ninguno de estos
dos últimos aspectos ha sido utilizado directamente en discusiones populares sobre la
economía y la política, pero han sido muy debatidos por economistas y (dados los usua-
les retrasos entre la teoría económica profesional y su influencia en la política) es pro-
bable que en el futuro sean utilizados para justificar políticas de estabilización.
Finalmente, y de fonna importante, los dos argumentos tienen en común el hecho de que
no sólo debilitan los efectos de las políticas macroeconómicas dirigidas a cambiar el
empleo, sino que también debilitan las objeciones a dichos argumentos y los riesgos
de seg~:~ir tales políticas.
598 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

El tercer argumento considerado tiene en común con los dos anteriores el


en la importancia de las expectativas de la gente. Se concentra en las expectativas
las políticas gubernamentales futuras, y su retroacción en las decisiones acltuales::1 ;
Aunque muchas veces se ha relacionado este argumento con el enfoque de las
tativas racionales, es posible argumentar que es menos poderoso si está enraizado
tro del conjunto completo de supuestos acerca de la proposición de la ineficienc:ia <le
política económica. Para algunos keynesianos, este es un argumento adicional a
de una política de rentas. Si tanto los gobiernos como la población son capaces
entender reglas de política macroeconómica que incorporen sustituciones [trade
entre objetivos deseables, entonces los que están a favor de la utilización
políticas monetarias/fiscales aún pueden defender que las políticas expansionistas
rían ser utilizadas cuando fueran apropiadas. Sin embargo, ante la ausencia de políticas:/,
de rentas efectivas, la influencia de las expectativas sobre las macro políticas --·--,.,,
puede limitar aún más las condiciones bajo las cuales se considl<e::r.a:,~~~;;~~~;:,.:~~~~f:
sión de la demanda, incluso por parte de los partidarios de la ;,
nómica activa.

BIBLIOGRAFÍA CITADA

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CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA 599-605

Los postkeynesianos

l. EL CONTEXTO
-l
Í{eynes fue una fecunda fuente de inspiración para el pensamiento económico. Por un
·Jada, los fieles seguidores de Keynes -Hansen, Harrod, J_Robinson y muchos otros en
el entorno de la Universidad de Cambridge (UK)- constituyeron un potente foco de
jJrofundización y expansión del pensamiento keynesiano, ampliándolo y completán-
son los autores que se constituyeron en el eje central del keynesianismo, si bien
graélualm,nte, a medida que este se convirtió en el pensamiento convencional, mu-
keynesianos se distanciarpn mucho en sus análisis de este primer grupo (según
rug,unc,s, alterando muy sustancialmente el pensamiento de Keynes). Hemos intentado
1a <;miCa acerca de Keynes y el keynesianismo (sin matices) en el apartado así

el pensamiento de Keynes fue también importante dentro del propio esquema


Jeodásic<o. Se pretendió, primero, integrar su pensamiento en la síntesis neoclásica y
diversos desarrollos a los que ésta dio lugar, para, más tarde, con los nuevos de-
'srurrollos macroeconómicos, ser incorporado parcialmente por los denominados nue-
keynesianos, que hemos presentado brevemente en el apartado anterior.
En este apartado nos queda por considerar otra línea de desarrollo de la economía
en su origen se reclama básicamente de Keynes, si bien veremos que los inspira-
dores de esta corriente son más variados. En las lecturas que siguen se observará que
en los años setenta y ochenta empiezan a denominarse postkeynesianos algunos eco-
nOmistas que esencialmente se basan en el pensamiento keynesiano, pero que también
incorporan en sus trabajos otros economistas con análisis semejantes. Principalmente
recogen también muchos aspectos del pensamiento del economista polaco M.
Kalecki, que desarrolló de forma independiente, al mismo tiempo que Keynes, un sis-
tema muy parecido al de la Teoría general (que permaneció prácticamente desconoci-
do hasta que se publicó en inglés) pero que es ahora reconocido como más completo y
rico que el de su famoso colega británico. Inicialmente, nos atreveríamos a decir que
los postkeynesianos integraban de una manera muy vaga a economistas que seguían
las líneas cambridgianas de Keynes, en muchos casos enriquecidas y completadas por
el reconocimiento en el propio Cambridge de Kalecki.
Gradualmente y a medida que se consolidaba esta línea de pensamiento, los eco-
nomistas que han ido utilizando dicha denominación son mucho más numerosos y su
identificación precisa es casi imposible. Según quien realice la clasificación integran
en ella unos u otros grnpos que no sólo parten del binomio Keynes/Kalecki sino que
reconocen sus raíces en muchos otros autores que rechazaban la revolución margina-
600 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

lista y proponían nuevos enfoques, como Veblen y Commons entre los institucionalis-
tas anteriores a Keynes, Sraffa entre los neoricardianos, etc 1• En ocasiones se tiene la
impresión de que se utiliza la denominación «postkeynesianos» para agrupar a todos
aquellos que no reconocen la validez del esquema neoclásico y llegan a la conclusión
de que el equilibrio automático no existe y, por tanto, es necesaria la intervención pú-
blica, y que tampoco son exclusivamente marxistas. Pero entonces aparecen otros gru-
pos, a veces tampoco demasiado claramente definidos, que confunden la situación:
por ejemplo, los neoricardianos o los institucionalistas o evolucionistas actuales, con
lo que es difícil reconocer precisamente quién es o no postkeynesiano.
Esta situación es todavía más fluida porque hasta ahora los postkeynesianos reali-
zaban aportaciones parciales al pensamiento económico pero no han constituido un
cuerpo completo y coherente de pensamiento agrupado en tomo a un paradigma cien-
tífico unitario y bien definido, por lo que tampoco se pueden identificar por su ads-
cripción a aquél. Actualmente se está produciendo el debate acerca de la coherencia de
conjunto de los postkeynesianos -que se refleja en las lecturas- y, si ésta se confinna y
consolida, quizá proporcionen unas señas de identidad que permitan una dilucidación
más precisa.
De momento, recogemos la definición que proporciona el nuevo Palgrave (vol. 3,
p. 924) que, realizado principalmente por postkeynesianos, reconoce, sin embargo, la
dificultad de su identificación: «la economía postkeynesiana es un baúl utilizado para
meter el trabajo de un grupo heterogéneo de economistas que no sólo están unidos por
su descontento con la economía clásica y las versiones de la teoría keynesiana de equi-
librio general ISILM, sino también por sus intentos de proporcionar enfoques alterna-
tivos coherentes de análisis económico».
El postkeynesianismo comienza a perfilarse en los años cincuenta y sesenta. Surge
inicialmente como respuesta a la nueva síntesis neoclásica que, de la mano de
Samuelson, se desarrolla en el Cambridge de Estados Unidos, y que se convierte en la
base de la teoría económica.ortodoxa y en argumento teórico básico para recomendar
políticas menos intervencionistas. En esta primera etapa, el debate se centra en la vali-
dez de la IS/LM y la de la teoría neoclásica de la distribución. Bastantes de los que más
tarde serían reconocidos como postkeynesianos participaron también en el debate so-
bre la teoría del capital que sostuvieron con sus homólogos de Cambridge de
Massachusetts y en los que éstos últimos tuvieron que aceptar que sus enfoques eran
erróneos.
El refuerzo de las escuelas neoclásicas desde los ochenta (olvidando los pobres re-
sultados para ellos de las fuertes críticas que se les realizaron en los sesenta, a las que
no pudieron responder satisfactoriamente) llevó a una etapa donde los asuntos tratados
por los postkeynesianos se centraron en los orígenes de la crisis, las políticas económi-
cas utilizadas y las políticas alternativas a utilizar.
La hegemonía neoclásica no ha permitido ·a los postkeynesianos dejar de ser una
corriente minoritaria. Además, tal y como se verá en las lecturas de este apartado y ya
lo hemos señalado, otro elemento importante que dificulta su expansión es que todavía
no está bien consolidado como un análisis económico alternativo, sino que se percibe
más como una escuela en formación. ·

l. Algunos comentaristas llegan hasta a incluir en estas raíces remotas al propio Marshall.
LOS POSTKEYNESIANOS 601

2. ALGUNAS VARIANTES l'OSTKEYNESIANAS


Pero, ¿cuáles son los enfoques incluidos dentro del baúl postkeynesiano? No existe
consenso. Por ejemplo, para Arestis (1996) son tres (marshallianos, kaleckianos e ins-
titucionalistas), Hamouda y Harcourt (1989) no incluyen a los institucionalistas pero
si a los sraffianos o neoricardianos y a Kaldor, mientras que Lavoie (1992) define pre-
Viamente un paradigma postclásico dentro del que diferencia a los postkeynesianos de
los marxistas, radicales norteamericanos, institucionalistas, estructura listas, evolucio-
nistas, socioeconornistas, regulacionistas y neoricardianos2•
Este hecho deja entrever que nos encontramos ante un enfoque en formación don-
de parece que diferentes corrientes, bajo una serie de nexos comunes, van perfilando
un paradigma alternativo al neoclásico. Para algunos, no coherente (Walters y Young,
1997); para otros, camino de la cohesión (Hamouda y Harcourt, 1989); y para otros,
coherentes (Arestis, Dunn y Sawyer, 1999)'. Pero volviendo a las diferentes corrientes
que lo forman, las dos principales, y que nadie pone en duda de ser postkeynesianas,
son las siguientes:

- Marshallianos: basándose en Marshall y Keynes, los postkeynesianos americanos


resaltan la incertidumbre, la necesaria integración del dinero desde el inicio del aná-
lisis del funcionamiento de la economía, la posición central del dinero-salario, am-
bos como mayores determinantes del nivel de precios y de la estabilidad de la econo- 1
mía, y la interrelación stock-flujo del proceso de acumulación de capital. Iniciada
por Weintraub, incluye a Tarshis, Davidson, Smolesky, Kregel, Minsky ...
- Kaleckianos: parten de los clásicos, Marx y el trabajo de Kalecki. Para ellos, las re-
laciones sociales de la esfera de producción, conjuntamente con la estructura de pro-
ducción, determinan el excedente potencial disponible en cualquier momento del
tiempo. Así, para cualquier momento, el salario real es determinado históricamente
por la situación de la lucha de clases (entre otros factores) y, a su vez, detennina la
máxima tasa de beneficio disponible. Que se realicen o _no las máximas tasas de be-
neficio y acumulación depende de las fuerzas de demanda efectiva. Joan Robinson
lo resume en la interacción entre la función de acumulación, donde la tasa planeada
de acumulación depende de la tasa de beneficios esperada, por un lado, y la función
de ahorro, donde la distribución del ingreso juega un papel clave, por el otro. Dentro
de esta corriente encontramos a Joan Robinson, Steindl, Asimakopoulos, Harcourt,
Sawyer, Cowling, Eichner ...

Además de estas dos corrientes, a veces, aunque no siempre, se incluyen los si-
guientes enfoques:

2. Arestis, P. (1996). <<Post-Keynesian economics: towards coherence». Cambridge Joumal of Economics,


vol. 20, núm.l, 1996: lll-135; Hamouda, O.P.; Harcourt, G.C. (1989). «Post-Keynesianism: From
Cristicism to cohercnce?». En: Pheby, J. (ed.) New Directions in Post-Keynesian Economics. Aldershot:
Edward Elgar, 1989: 1-32; Lavoic, M. (1992}. «The nced for an alternative». En: Foundations ofPost-
Keynesian Economic Ana/ysis. Aldershot: Edward Elgar, 1992: 1-41.
3. Walters, B.; Young, D. (1997). (<On thc Coherence ofPost-Keynesian Economics». Scottisfl Jouma/ of
Political Economy, vol. 44, núm. 3, 1997: 329-348; Areslis, P.; Dunn, S.P.; Sawyer, M. (1999~ «Post Keync-
sian economics and its crilics)). Joumal of Post Ke)~lesian Economics, vol. 21, núm. 4, 1999: 527-549.
602 A LA ECONOMÍA ORTODOXA

- Neoricardianos: parten de la teoría de Keynes de la demanda efectiva, donde el


rro deseado es igualado a la inversión deseada a través de cambios en el nivel
greso. Argumentan, no obstante, que es, o puede ser, una teoría del nivel de;"''""''"~
empleo a largo plazo que tiene que situarse junto a las teorías clásicas del valor
tribución en el centro. Esto implica rechazar la determinación de los precios
oferta y la demanda y los vestigios de neoclasicismo en el análisis ke:ym:shmo
inversión (la eficiencia marginal decreciente del capital por ejemplo). Aquí
traríamos a Sraffa, Passinetti, Steedman, Nell ...
- Institucionalistas: partiendo de Veblen y Commons, entienden la economía
proceso que evoluciona enfatizándo la dinámica y la estructura de cla:sei'po<ler
sistema económico. Estas estructuras institucionales y organizativas proveen
canismo fundamental por el cual los recursos son así gnados. Este enf'oq<Je,a di.ferer
cía de los otros, pone el acento en los determinantes de las expectativas (tr.rtáJnd<>l:
endógenamente) y en el análisis microeconómico.

A la vista de la metodología dada por Lawson (1994)4 oArestis (1996), no


clara la exclusión o inclusión de estas dos escuelas, dado que, en primer
puntos de conexión serían comunes a otras corrientes heterodoxas no incluidas
las corrientes neomarxistas); en segundo lugar, mientras se aduce que el en:~~:~:~vJ~'
ricardiano es de equilibrio a largo plazo mientras el keynesiano es a corto, se
a kaleckianos y Kaldor, con sus modelos a largo plazo; en tercer lugar, los
antes aducidos pueden ser interpretados de maneras
pel de las instituciones en el análisis difiere bastante mientras, desde
kiana, las instituciones clave estudiadas en la toma de decis;iio~n~:e~~s~ s~;o~n~~:~~t'~~~~:~;t~,
(por ejemplo en Cowling y Sudgen, 1994), en los enfoques h 1
cionistas, el centro de atención radica en las instituciones y convenciones que
ten desarrollar una senda de aprendizaje.

3. ALGUNAS IDEAS BÁSICAS

El hecho de que los postkeynesianos constituyan todavía una escuela en gestación y


poco defmida hace que resulte bastante complicado detectar sus ideas principales. Por
esto el trabajo que hemos realizado se hace partiendo de una óptica general, sin consi-
derar sus clasificaciones internas.
Los enfoques postkeynesianos comparten una concepción del tiempo irreversible,
donde la economía es un proceso histórico en el cual no se puede volver atrás. Este
proceso histórico se desarrolla en un marco de incertidumbre, donde las expectativas
juegan un papel muy importante. Tampoco se puede ignorar la importancia de las ins-
tituciones y el reconocimiento de que los acontecimientos económicos y los objetivos
políticos no pueden abstraerse del contexto político y social. Finalmente, y no por ello
menos importante, las clases, el poder y la distribución del ingreso están en el centro
del análisis, lo que, en nuestra opinión, lo aproxima a las concepciones de la economía
en términos de economía política.

4. Lawson, T. (1994). «The nature of postkeynesianism and its links to other tradictions: a re~Iist pers-
pective». Journal ofPost Keynesiatl Economics, vol. 14, n" 4.
LOS POSTKEYNESIANOS 603

Para la mayoría de los postkeynesianos, el principal objetivo es completar la ina-


cabado revolución keynesiana, generalizando la Teoría general de Keynes (Arestis,
!996), con el análisis del principio de la demanda efectiva como piedra angular.
La producción depende de las expectativas empresariales, que dependen de las ex-
pectativas de la demanda agregada, y es, a su vez, la producción lo que determina el
nivel de ocupación independientemente de los salarios, desvirtuando el concepto de
salario como determinante del empleo y convirtiéndolo en un factor que afecta al con-
junto de la economía.
Respecto a la demanda, la elección individual está fuertemente influida por el in-
greso, la clase y las condiciones técnicas de producción, así como por los precios rela-
tivos. Por ello, uno de sus principales objetos de análisis están constituidos por el in-
greso, juntamente con la distribución entre clases sociales y no sólo los efectos
substitución. Además, se reconoce que el comportamiento individual está determina-
do por factores sociales, convencionales e institucionales.
Entendiendo que la inflación se da originariamente vía costes, los postkeynesianos
otorgan a la inflación un contenido político-social en tanto que resulta de la expresión
del conflicto entre capital y trabajo para la obtención del producto social. Por eso se
muestran escépticos frente a las políticas recesivas que controlan la inflación y frenan
el crecimiento económico, perjudicando la ocupación. Por otra parte, esta concepción
social de la inflación permite recuperar al terreno de la economía el debate del conflic-
to de clases, marginado y ocultado durante muchos años.
Los postkeynesianos consideran el dinero como variable endógena, lo que permi-
te explicar el carácter cíclico, inestable y vulnerable del sistema.
Los postkeynesianos ponen en tela de juicio las posiciones neoclásicas y cuestio-
nan directamente sus tesis sobre el papel que ha de jugar el Estado actualmente en la
economía. Ellos consideran necesaria la intervención pública, si bien no exactamente
en las mismas líneas keynesianas, mostrándose optimistas con las políticas monetarias
y fiscales anticipadas, estimulantes e intervencionistas que permiten situar el creci-
miento económico como objetivo principal de política económica, dándole a la políti-
ca de rentas un papel fundamental como instrumento que mejore la distribución y esti-
mule la inversión.
Actualmente, otro punto clave para definir los enfoques postkeynesianos a nivel
metodológico es, tal y como señala Arestis (1996, 112), <<promover una comprensión
clara de cómo funciona la economía, relacionando el análisis económico con los pro-
blemas reales», procurando aproximar sus planteamientos a la realidad económica en
que vivimos. Está en discusión si este objetivo se conseguiría con el realismo crítico5
que parte de la complejidad de la realidad donde no existen regularidades claves, lo
que invalida los métodos inductivos o deductivos. En su lugar, son necesarios métodos
de retroducción y abducción de hechos estilizados (Lawson, 1994 y Arestis, 1996).
En este esfuerzo de realismo, los postkeynesianos consideran que los mercados no
son de libre competencia sino que la competencia imperfecta es mucho más relevante,
especialmente en su carácter de oligopolios que caracterizan las economías modernas.

5. El realismo crítico como aspecto metodológico del postkeynesianismo es una de las discusiones actua-
les en el seno del enfoque. Para un amplio debate sobre este tema véase el Joumal of Post-Keynesian
Economics, de otoño de 1999.
604 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

4. UN ESBOZO DE CRÍTICA

Ya se ha señalado que, al ser una escuela reciente y en formación, es difícil encontrar


referencias críticas sobre estos autores desde una óptica de economía política.
Intentamos, no obstante, hacer algunos comentarios que señalen las limitaciones de
esta escuela todavía en gestación.
Para los postkeynesianos, la inversión, pieza clave en su modelo, requiere altos
beneficios y para paliar el impacto social que esto provoca proponen políticas de ren-
tas dinámicas. Es decir, aunque aceptan la existencia de un conflicto entre trabajo y ca-
pital, la fórmula, vía redistribución, que proponen para resolverlo, no es realmente una
solución sino una minimización de este conflicto para que no llegue a extremos inde-.
seables, en vez de enfrentarse directamente con la raíz del problema: las estructuras de
propiedad y el acceso a los medios de producción.
Aunque argumenten también que la tasa de inversión depende de los beneficios no
distribuidos, de las expectativas empresariales, del cambio tecnológico y, con menor
grado, del tipo de interés, creemos que generalmente no matizan suficiente la relación
beneficio-inversión y, aunque sean conscientes del papel que juega la especulación en
la actualidad, consideramos que no se le da la alarmante importancia que está adqui-
riendo este fenómeno en la evolución de las desiguales y diferentes economías pro-:
ductivas de todo el mundo.
También nos produce una sensación de incertidumbre y escepticismo la confianza
ciega de los postkeynesianos en el papel esencial de las instituciones en sus modelos,
ya que les otorgan una importante función reguladora sin plantearse ni tener en cuenta
la naturaleza de fondo de éstas, así como el impacto de la tecnocracia establecida en
las mismas.
En conclusión, al igual que lo que hizo Keynes con los clásicos, los postkeynesia-
nos cuestionan y critican las bases y las tesis del actual pensamiento neoclásico con
gumentos válidos, pero sin entrar a cuestionar a fondo la estructura social, las relacio--~ ,
nes sociales que subyacen en el modelo. Como con el keynesianismo, pu~de señalarse
que esta escuela refleja más un trasfondo de reformar el marco económico actual
no un espíritu transformador del mismo. :' _-,
A pesar de esta evaluación que realizamos y creemos justa, nos hemos encontrado;-
que esta escuela presenta también bastantes desarrollos que parecen proporcionar a
esta línea mucha mayor profundidad y realismo y permiten explorar aspectos de la
economía que no hemos encontrado en otras vertientes del pensamiento convencional.
Por esto hemos decidido conceder más atención a esta escuela en el futuro y continuar
su estudio para evaluar en más detalle si, con límites, tiene la base y potencialidad ne~
cesarla para constituir una parte significativa de una posible línea de desarrollo alter-
nativo del análisis económico. No estamos seguros, pero nos parece la única con ele:-
mentos prometedores entre las estudiadas hasta ahora.
La única crítica que hemos encontrado, como ya lo señalamos, es acerca de si se
constituye o no en una escuela coherente y completa. Este debate, que parecía resuelto
desde mediados de los noventa, se vuelve a propiciar en 1997 con la aparición en el
Scottish Journal of Political Economy de un artículo· de Walters y Young argumentan-
do la falta de coherencia. Después de este artículo recogemos la réplica de Arestis,
Dunn y Sawyer en el Joumal of Post Keynesian Economics (versión ampliada del que
LOS POSTKEYNESIANOS 605

presentaron en el Scottish Joumal of Political Economy) y una breve contraréplica de


Walters y Young.
Pero antes de entrar en el debate hemos creído conveniente incluir unas lecturas
introductorias, dado que los enfoques postkeynesianos no suelen ser explicados en las
facultades de Economía. En primer lugar, Arestis (1996) nos resume las principales
características de la escuela postkeynesiana, especialmente la metodología y las cons-
trUcciones teóricas. En segundo lugar, se encuentra una parte del artículo de Hamouda
y Harcourt (1989), en el cual se presenta otra clasificación de corrientes postkeynesia-
nas. Hemos considerado útil incluirlo por dos motivos: primero, para resaltar la diver-
sidad de clasificaciones de corrientes dentro del enfoque y, en segundo lugar, porque
nos parece más clara que la dada en el artículo de Arestis (1996). Finalmente, antes del
debate sobre la coherencia, se encuentra la segunda parte del artículo de Arestis y
Sawyer en el Economic Journal sobre políticas económicas postkeynesianas. Siendo
la intervención pública uno de los puntos en común de todas las corrientes postkeyne-
sianas, nos parece correcto ahondar en su percepción del papel del Estado.

S. LECTURAS

ARESTIS, Philip. «Economía postkeynesiana: hacia la coherencia». Cambridge


Journal ofEconomics, vol. 2q, 1996, p. 1!1-135.
HAMOUDA, O. F.; HARCOURT, G. C. «Postkeynesianismo: ¿de la crítica a la coherencia?».
En: Pheby, J. (ed.). New Directiom in Post-Keynesian Economics. Aldershot:
Edward Elgar, 1989, p. 1-32.
ARESTIS, Philip; SAWYER, Malcom. «Políticas económicas keynesianas para el nuevo
milenio>>. The Economic Journal, 108, enero 1998, p. 181-195.
VVA.Lll'"'•Bemard; YoUNG, David. «Sobre la coherencia de la economía postkey-
nesiana>>. Scottish Journal of Political Economy, vol. 44, n" 3, agosto 1997,
p. 329-349.
ARESTIS, Philip; DUNN, Stephen; SAWYER, Malcom. «La economía postkeynesiana y
sus críticos». Joumal of Post Keynesian Economics, vol. 21, no 4, verano 1999,
p. 527-549.
WALTERS, Bernard; YouNG, David. «Post-keynesianismo y coherencia: una respuesta
a Arestis, Dunn y Sawyer». Scottish Joumal of Political Economy, vol. 46, n° 3,
agosto 1999, p. 346-348.
CRíTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA 607-635

Economía postkeynesiana: hacia la coherencia'


Philip Arestis

[ ;;•-··~f~~i;]~~~f~i~fi~~~un survey delalaim{Xlrtante


superado economíafasepostkeynesiana.
inicial de construcción
Mantienede
convencional. No obstante, se concentra en la investigación
queunala
que, según se afirma en el artículo, se centra en la elabora-
un enfoque característico y coherente que prime por encima de la crítica. Se
,••)tdentiluc:m diversas tradiciones sobre las que se basa la economía postkeynesiana.
"~~e~-~~;~~~:,e~li~nstitucionalismo como una tradición adicional que contribuye al pos-
.:: un aspecto innovador del artículo. Se reconoce, no obstante, que es
""""'lrio investigar más para completar el enfoque postkeynesiano (© 1996 Academic
Limited).

comunidad internacional de economistas se describe a sí misma como


ynesiruJa>>. A pesar de todas las diferencias existentes entre ellos, se aferran a la
economía neoclásica es inútil como base para el análisis y comparten
'"'' .v ....... que requiere un enfoque teórico particular. La aclaración de este
el pmpósil•o de este artículo.
principal de la economía postkeynesiana es proporcionar una com-
de cómo funciona la economía, relacionand6 el análisis económico con
económicos reales2 • El objetivo principal es completar la revolución

en: Arestis, Philip. «Post Keynesian Economics: Towards Coherence». Cambridge Joumal
vol. 20, núm. 1, 1996. P. 111-135. Traducción: Gemma Galdon.
varios estudios sobre la economía postkeynesiana que difieren en énfasis y en cobertura de este
Existe un ensayo de Eichner y Kregel (1975) que muestra la emergencia de la economía post-
como un paradigma capaz de desafiar a la economía neoclásica, y el deArestis (1990), que no
1 Harcourt (1985) y Harcourt y Hamouda (1988) estudian la economía pos-
sus participantes, más que de los temas, como se hace en este ensa-
Tres libros recientes, Arestis (1993), Carvalho (1993) y Lavoie
sustancial no solamente entre ellos, sino también de este ensayo. Arestis (1993)

;~:::~:;~;~:~:;.:;~~neoclásica, y lo critica
modelo postkeynesiano,
u~;;;;~;~~;'~'~:.:
en inicialmente
planteado manera antes
gran de proceder
en Arestis (1989).a analizar
Carva\holos(1993)
de una economía monetaria de producción es el tema unificador de la economía
com-

p mostrando de este modo que esta economía proporciona un programa de investigación


Lavoie (1993) orquesta su enfoque sobre una división de micro/macroeconomía para mostrar que
fonna de descnbir a la economía postkeynesiana es como una economía «postclásica».
importante de la economía postkeynesiana es su crítica implícita y explícita a la economía
? neoclás;ca 'eonverrdc,nal. D•e hr"h''· se ha sugerido que lo que une a los postkeynesianos es su rechazo
608 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTCDOXA

keynesiana inacabada, generalizar la Teoría general (Eichner y Kregel, !975: 1293;


Robinson, !956). El «principio de la demanda efectiva» es la piedra angular de su aná-
lisis, tal como lo fue en la Teoría general de Keynes (1 936) 3• La demanda efectiva en
el análisis postkeynesiano supone que es a la escasez de la demanda y no a la escasez
de los recursos a lo que debe enfrentarse la economía moderna, de forma que la pro-
ducción está normalmente limitada por la demanda efectiva, aunque se reconoce que las
limitaciones de la oferta están presentes en las economías capitalistas modernas4• La
elección individual está fuertemente influida por la renta, la clase y las condiciones
técnicas de producción, así como por los precios relativos, de forma que la renta, y no
sólo los efectos de sustitución, junto con la distribución de la renta entre las clases
sociales, se convierten en los objetos principales de análisis. También se reconoce que
el comportamiento individual está determinado por factores sociales, convencionales
e institucionales. Estas son las aportaciones principales que la traüición instituciona-
lista ha proporcionado al pensamiento postkeynesiano, tal como afirmamos más abajo.
Las ideas que se clasifican como postkeynesianas tienen una larga historia. La eco-
nomía postkeynesiana refleja la tradición clásica y a Marx tanto como a Keynes y a
Kalecki. Es posible identificar tres tradiciones en las que se inspira la economía pos-
tkeynesiana5.

de la economía convencional (Dow, 1990). Sin embargo, a medida que la economía postkeynesiana
madura, la atención se dirige hacia un enfoque más positivo, uno que destaca la evolución de esta escue-
la de pensamiento, con menos referencias a la crítica de la economía neoclásica. La intención de este artí-
culo es de centrarse en Jos aspectos más positivos de la economía postkeynesiana, en un intento de
proporcionar una alternativa a la economía ortodoxa. En cualquier caso, las limitaciones de espacio
nos impiden estudiar totalmente la parte más crítica del postkeynesianismo, una tarea que se ha empren-
dido recientemente en Arestis (1992, cap. 3).
3. El principio de la ((demanda efectivm) fue formulado antes que Keynes por Kalecki (Robinson, 1977;
Targetti y Kinda-Hass, 1982; Harcourt, 1991). Existen, evidentemente, diferencias entre los dos enfo-
ques, pero sus elementos comunes son sustanciales (Kalecki, 1971~ Keynes, 1936). Ver Sawyer (1982a,
l982b, 1985) para un estudio exhaustivo de las similitudes y diferencias entre Jos enfoques de Keynes
y Kalecki (ver también Robinson, 1977; y Sardoni, 1987). No todos Jos postkeynesianos están de acuer-
do en que Kalecki y Keynes descubrieron la «demanda efectiva)> de forma independiente. Davidson
(1992), por ejemplo, mantiene que no lo hicieron, y ha defendido que Kalecki está m:'is cerca de los
modelos de no vaciamiento de mercados de los neokeynesianos que del análisis del dinero no neutral
y de la incertidumbre de Keynes. Está claro a partir de este estudio que el análisis de Kalecki es central
a la economía postkeynesiana.
4. Kalecki afirmó que la escasez de la demanda, y no la escasez de los recursos, es lo que tiende a carac-
terizar a las economías capitalistas, y a las no socialistas. Las economías socialistas experimentaban la
tendencia opuesta, una escasez de los recursos y no de la demanda.
5. Hamouda y Harcourt (1980) y Arestis (1990) sugieren tres conientes diferentes que comprometen nues-
tras dos primeras tradiciones y una tercera, basada en Sraffa. La escuela de pensamiento sraffiana enfa-
ti7..a el largo plazo en su análisis de Jos niveles de renta y de empleo. La demanda efectiva de Keynes
dentro de un análisis sraffiano <(competitivo» de largo plazo (1960) reestablece la teoría clásica y mar-
xiana del valor y de la distribución en un contexto de largo plazo en el que los precios se encuentran a nive-
les normales y el nivel y la composición del outputse ajusta al nivel y composición de la demanda. La
e¿onomía política clásica y el reestablecimiento por Sraffa de su teoría del valor y la distribución se
reconcilianasí con la economía de Keynes (Garegnani, 1978, 1979; Roncaglia,l978).l..a teoría del out-
put, los precios y el empleo determina la posición normal y a JÜrgo plazo del sistema económico (Eatwell,
1983). Esta corriente, que parte del sistema de producción de Sraffa, proporciona un análisis que con-
tiene diversos elementos en común con la economía postkeynesiana. Pero el supuesto de que existen
ECONOMÍA POSTKEYNESIANA: HACIA LA COHERENCIA 609

La primera tradición proviene de Marshall y está finnemente enraizada en el Treatise


on Money y la Teoría general. Subraya la incertidumbre, que es concebida como un
aspecto inherente de los eventos vistos en tiempo histórico. El futuro es incognosciM
ble con antelación y los agentes no pueden construir distribuciones de probabilidad
objetivas, ya que las distribuciones pasadas son noMestacionarias incluso aunque exis-
tan (es decir, que los hechos económicos dependen del tiempo). Debido a la incerti-
dumbre, las expectativas pueden verse frustradas, provocando así cambios en el
comportamiento económico. Es necesario desarrollar una teoría endógena de las expec-
tativas, un requerimiento que es probable que satisfaga la investigación futura. Otra
consecuencia de la incertidumbre es que el dinero no es neutral, lo que demuestra el
activo rol que el dinero juega en las fluctuaciones económicas. El dinero se asocia con
la ley de contratos (Davidson, 1978; Minsky, 1975; Kahn, 1958; Robinson, 1970), con
el salario nominal, asumiendo un rol muy importante en el análisis, no sólo debido a que
es el determinante fundamental del nivel de precios (Robinson, 1969), sino porque el
salario nominal es el contrato más ampliamente utilizado en el sistema empresarial en
··el que se utiliza el dinero (Davidson, 1992). El salario nominal también ha sido utili-
zado en un aparato diagramático, desarrollado por Weintraub (1958), para elucidar las
····•·••rel;¡cioJn<>S de la oferta agregada y la demanda agregada, y su interacción tal como la
propuso Keynes (1936): «el volumen del empleo viene dado por el punto de intersec-
ción entre la función de la demanda agregada y la función de la oferta agregada» (p.
25). Esta interacción es la base de las teorías de la distribución, el output y el empleo
(Tarshis, 1939, 1947). En esta tradición, además de las políticas económicas para con-
trolar la demanda agregada, las políticas de rentas están en primer plano en vista de la
importancia que el salario nominal juega en la determinación de los precios.
La segunda tradición resume las aportaciones de Joan Robinson y sus seguidores,
y es esencialmente kaleckiana. Enfatiza el rol de la insuficiencia de la demanda agre-
gada, siendo la demanda de inversión la fuerza motriz. Su punto de partida es una dis-
tinción entre las clases sociales, y no la base neoclásica atomística y sin clases. Así,
las relaciones sociales son esenciales al análisis y la tradición es marxista en un sen-
tido amplio ya que adapta su esquema de reproducción para abordar el problema de
realización. Claramente, el núcleo de este análisis es, como en Keynes, la idea de la
demanda efectiva. Pero toma como punto de partida el esquema de reproducción de
Marx, en el que la distribución de la renta juega un rol crucial. La escuela del «Circui-
to monetario>> (Parguez, 1984; Graziana, 1989) ha construido el mismo corpus de teo-
ría desde la parte monetaria. Encuentra sus raíces en Treatise on Money y en Kalecki,
y es un fuerte componente de la tesis del dinero endógeno. El control de la demanda agre-
gada y su composición, con el énfasis en la inversión, es la recomendación principal
de política económica de este enfoque.

fuerzas persistentes que llevan a la ewnomía hacia una posición normal o a largo plazo cuando el mundo
está caracterizado por las incertidumbres y Jos contratos nominales, encaja difícilmente con la econo-
mía keynesiana. Roncaglia (1992) lo ha planteado muy bien: 1<La interpretación de los resultados de
Sraffa como "centros de gravitación de largo periodo" ... es por lo tanto un obstáculo para la integra-
ción de los análisis sraffiano y keynesiano, y debería ser abandonada» (p. 17). Además, el hecho de que
el análisis de esta escuela de pensamiento ignora las instituciones está en marcado contraste con la tesis
postkeynesiana de que una de las instituciones más importantes es la del dinero y los contratos.
CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

La tercera es la tradición institucionalista de Veblen (1898, 1899) y otros (ver,


ejemplo, Too, 1988a, 1988b). Está orientada al proceso y a la evolución y uco•«~ca.u
estructura dinámica y de poder/clase de los sistemas económicos. Estas estructuras
titucionales y organizativas proporcionan el mecanismo fundamental mediante el
se asignan los recursos. En los escritos de Veblen (1888, 1889), el concepto de
tuciones» es muy amplio e incluye y enfatiza la idea del comportamiento habitual de
empresas y las familias, exhibiendo lo que ahora se llamarla «racionalidad CO!Idíc:ior1ad;l»
Pero otras instituciones son también importantes, como un sistema bancario qU<: P''ffilÓb
que la inversión sea financiada, el capitalismo empresarial y los sindicatos, junto
estado intervencionista con su capacidad para provocar ciclos políticos. En este
que, las propuestas de política económica están diseñadas es¡>ecífic:an¡enttepar·ai:nf]1,¡
en el funcionamiento de estas instituciones y se centran en el «Consenso social>>.
tradición refuerza dos elementos débiles del análisis postkeynesiano. El primero
cionado con el argumento de que Keynes (1936) trata las expectativas como algo ·.
geno. Aunque existe un rico análisis de los efectos de las expectativas
comportamiento económico, parece que hay muy poco sobre los determinantes de
expectativas. Es necesaria una teoría endógena de la formación de las
basada en el estudio de las instituciones políticas y económicas
segundo elemento débil que el enfoque institucionalista refuerza es la
1 desarrollada de los análisis microeconómicos de Kalecki y Keynes, a pesar de
tos que se han llevado a cabo para superar esta debilidad (por ejemplo, Eichner,
Harcourt y Kenyon, 1976).
El carácter postkeynesiano de la tradición institucionalista puede sut>ra~lar:;e
riéndose al papel predominante de las instituciones y de la cultura en la confc>rmtaci
del comportamiento económico: «El sistema reacciona ante la ausencia de la
mación que el mercado no puede proporcionar creando instituciones reductoras
incertidumbre: contratos salariales, contratos de deuda, acuerdos de oferta,
administrados, acuendos comerciales>> (Kregel, 1980: 46). Sin embargo, las
nes y las convenciones existentes cambian, y siempre pueden provocar un fallo
pautas establecidas, de forma que sobrevengan crisis y quiebras estructurales. Así, la
na y el hábito pueden producir tensiones entre la regularidad y las crisis. Keynes
tizó la <<precariedad» de las «convenciones» y la posibilidad de un cambio violento
<<human> y de las «expectativas» de forma acumulativa (Keynes, 1936: cap. 12).
sistema económico no es un proceso «autoequilibrante», sino «de despliegue
lativo». Este es un punto de vista compartido tanto por Keynes como por Veblen
otros institucionalistas), y proporciona la base de la tradición institucionalista
de la economía postkeynesiana. La inclusión del institucionalismo de este modo es
característica distintiva e innovadora de este artículo.
Existen diferencias entre estas tres tradiciones, pero a la vez ciertas cru·aclterísti>oas.
que les son comunes. El énfasis en la relevancia del análisis económico para los
blemas económicos reales y la insistencia en que el objetivo es «hacer del
lugar mejor para los hombres y mujeres corrientes, producir una sociedad más justa y
equitativa» (Harcourt en Artesis y Sawyer, 1992: 239) son las más profundas. Los
temas de clase, poder y distribución de la renta y de la riqueza se encuentran en el cOra-
zón del análisis. La economía funciona sujeta a un proceso histórico en un mundo
incierto, en el que las expectativas tienen inevitablemente efectos significativos en los
: HACIA LA COHERENCIA 611

··r,:sulta<ios económicos. Las instituciones sociales, convencionales, políticas y otras


mc>ld<lan los hechos económicos, y su evolución es estudiada con detenimiento.
El resto del artículo está organizado de la siguiente forma: empezamos con la meto-
:,¡,,¡00íay procedemos a reunir los principales ingredientes teóricos de la economía
P?stkeynesiana. Sigue una breve explicación de temas de política económica antes de
n~gar a la sección final, que resume el argumento y establece las conclusiones.

2. LA METODOLOGÍA EN LA ECONOMÍA POSTKEYNESIANA


;e¡ modo de pensamiento postkeynesiano, la economía ya no es el estudio de cómo
·.se re1rarten los recursos escasos entre necesidades infinitas. Es, en cambio, el estudio
los sistemas económicos actuales pueden expandir su producto a lo largo del
creando, produciendo, distribuyendo y utilizando el excedente social resultan-
re, ):,a trayet.:toria de la expansión es desigual y es muy probable que cambie la naturaleza
los sistemas económicos de formas sin precedente, de manera que los procesos

!
~wi~~~:~~~::son vistos como algo errático, caracterizado por la «causalidad circular y
(Myrdal, 1957). La causalidad acumulativa es una idea que funciona a
niveles. A nivel de la empresa, es vista como el resultado de las oportuni-
""·'-' -'• inversión de los beneficios y de los rendimientos crecientes dinámicos (Kaldor,
nivel más agregado de regiones, países y grupos de países, se considera que
!~~~~~~·~~~~; de las fuerzas de mercado aumenta más que reduce las desigualdades
( 1957). Está también el tema más <<filosófico>> de que en la <<historia>> siem-
ecde:<iS<ten varios procesos dinámicos y que el cambio se produce cuando éstos se
ellos a modo de la causalidad acumulativa tipo Myrdal. Por lo tanto,
[i~~~:,:::;;¡~~i''~~se refiere a la «(ciencia) económica sin equilibriO>> (Kaldor,
~: como una parte integral de las ciencias sociales, relacionada con per-
!S <ligani,za<ias en grupos para satisfacer sus necesidades. El comportamiento de
<aim•n< en el tiempo histórico, donde el pasado es inmutable y el futuro es incier-
~~tf~~,~~,~~;;~~e~!s el centro del análisis.
:::r de la economía postkeynesiana tal como se ha descrito ha sido faci-
el desarrollo de un marco <<sistémico o cibernético», que ve los procesos
el:(íhómi•oos como no ergódicos, es decir «dependientes de su trayectoria» (Eichner,
este esquema, la economía es modelada como un grupo de subsistemas diná-
uno de ellos interacciona con todos los demás subsistemas, influyéndo-
influido por ellos. El sistema económico forma parte de varios sistemas
''!';rru1es, cada uno con su propia dinámica particular. Como tal, la economía postkey-
nesJ.'ilTia adopta un enfoque de sistemas abiertos. Este aspecto es destacado en Dow
(Í985, 1990), donde se realiza un intento de teorizar sobre una realidad compleja en
i!~tsls~eina esencialmente abierto y estructurado, y que sugiere que el estudio de los
fe'~óme~os económicos puede requerir una variedad de supuestos y de modos de aná-
lisis y, por lo tanto, un número de enfoques igualmente válidos para entender el mismo
fenómeno. Este enfoque <<babilónico» (Dow, 1990) o de <<Caballos para carreras>>
(Hamouda y Harcourt, 1988) demuestra que el conocimiento es endémicamente incom-
pletO_, de fonna que existe una gran categoría de cosas que se «cree que se conocen,
Sujetas a la incertidumbre en grados diferentes y que generalmente no son cuantifica-
bleS>> (Dow, 1990: 148).
612

2.1. Realismo crítico y relevancia


La metodología postkeynesiana es de realismo crítico, tratando con un sistema
to y estructurado: <<Es estructurado en el sentido de que por debajo de los fen.óm.eri(
manifiestos a cualquier nivel existen estructuras más profundas, poderes, mecarusr[í(
y relaciones necesarias, etcétera, que los gobiernan. Es abierto en el sentido de
fenómenos manifiestos están típicamente gobernados por varios mecanismos
pensatorios de forma simultánea, de manera que las estructuras más profundas
veces pueden ser "observadas" directamente>> (Lawson, 1994: 30). El criterio
cribir los sistemas como abiertos es que se produzcan o no agrupamientos re¡¡uhu:es
permanentes de eventos reales 6 (Lawson, 1990). La posición de la economía
cional es que el agrupamiento repetido de eventos es un acontecimiento
cuyo caso el sistema subyacente es cerrado. El realismo crítico, en cambio, ru<uu,• 4
en un mundo social inherentemente dinámico y abierto, los agrupamientos re¡Jetiidó
de eventos o de regularidades empíricas son insignificantes (en el mundo natural,
son normalmente el resultado de la intervención humana activa, esencialmente a
del control experimental que cierra el sistema). Otra diferencia está relacionada
análisis de la política económica. Mientras que la posición convencional en eC<)n<lffiÍ
es fijar ciertos acontecimientos para así controlar otros, el realismo crítico""''"''"".
transformación de las estructuras para ampliar las oportunidades y realizar el
cial humano. 1
El método de inferencia en el realismo crítico no es ni la inducción ni la
ción, sino la re traducción o abducción. Este método se basa en pasar desde un
junto de «hechos esti1izados~~. que indica la existencia de un fenómeno que ne•oes\t..:.':
de una explicación «más profunda», a una teoría para analizar las relaciones,
turas, condiciones y mecanismos subyacentes que son responsables de dicho
no. Es un movimiento desde un «fenómeno en la superficie» a un factor causal
profundo». La tarea de la ciencia social es la elaboración de las estructuras y '"'""'v-.
nes profundas que subyacen en los fenómenos sociales.
El realismo crítico utiliza, como su criterio de idoneidad de una teoría, la pnJiun,.,¡
didad del poder explicativo de un abanico de fenómenos empíricos, más que
sión predictiva (Lawson, 1989). No podemos realizar predicciones debido a
incertidumbre y al carácter no ergódico del mundo real. Las series económicas
perales se aproximan a los paseos aleatorios con desviaciones (y ni siquiera son siem~
pre cuantificables de forma precisa). Esto no significa que la capacidad predictiva no
se tenga en cuenta. Significa simplemente que una predicción del tipo «Cuando suce-
de X entonces sucede Y» (lo que implica agrupamientos permanentes de hechos) es
raramente factible. Las predicciones de las tendencias en las magnitudes económicas
son posibles dentro del realismo crítico, y se realizan constantemente (podríamos refe-
rimos a la acertada predicción de las tendencias de la economía británica del Cambridge
Economic Policy Group, en el contexto de un modelo estructural que tiene en cuenta
las características cualitativas e institucionales de la economía).

6. Se interpreta que la expresión «constan! conjunctions of actual events}> del texto original quiere signi·
ficar que se producen agrupamientos (conjuntos) regulares y permanentes de elementos reales, lo que
da lugar a la expresión en castellano que se señala y a su abreviación como agrupamientos repetidos
[Nota de la traductora].
ECONOMÍA POSTKEYNES!ANA: HACIA LA COHERENCIA 613

La forma que debería tomar la econometría es, igual que la teoría, diversa y espe~
cifica para cada contexto (Lawson, 1983). La visión realista supone que la <<ciencia
econométrica» es posible pero que debe ser más explicativa que predictiva, debido a que
el alcance de la predicción es limitado (Lawson, 1989). La idea de que el mundo está
caracterizado por «regularidades empíricas» es cuestionada:

La economía es una ciencia de pensar en ténninos de modelos, junto con el arte de ele~
gir modelos que son relevantes para el mundo contemporáneo. Está obligada a ser
así ya que, a diferencia de las ciencias naturales típicas, el material al que se aplica es,
en demasiados respectos, no homogéneo a través del tiempo. El propósito de un mode-
lo es segregar los factores semi pennanentes o relativamente constantes de aquellos
que son transitorios o fluctuantes, para así desarrollar una forma lógica de pensa-
miento sobre estos últimos, y de entender las consecuencias temporales a las que dan
lugar en casos concretos (Keynes, 1973: 296-7).

Las teorías deberían ser «relevantes» en el sentido de que deberían representar la


realidad de la forma más precisa posible y deberían esforzarse por explicar el mundo
real tal como se observa empíricamente. La teoría económica ortodoxa no se adhiere
a esta premisa básica, ya que es formalista y realiza a priori supuestos inapropiados.
La teoría postkeynesiana, en cambio, empieza con la observación y procede constru-
yendo sobre «abstracciones realistas», y no sobre «modelos imaginarios>) (Rogers,
1989: 189-192). Esta premisa ha estado influida en gran parte por las opiniones de
Kaldor sobre el método (ver, por ejemplo, 1985). Kaldor parte de <<hechos estiliza-
dos)> y continúa hacia explicaciones teóricas que representan los «hechos)>, «inde-
pendientemente de si encajan en el marco general de la teoría recibida o no» (Kaldor,
1985: 8). Son «hechos estilizados», «debido a que en las ciencias sociales, a diferen-
cia de las ciencias naturales, es imposible establecer hechos que sean precisos y a la
vez sugestivos e interesantes en sus implicaciones, y que no admitan excepciones»
(lbíd.: 8-9).

2.2. Incertidumbre e historia


Los individuos no son omniscientes y son capaces de obtener información, pero su
capacidad para ello es limitada. La complejidad de la información y la limitada habi-
lidad computacional de la mente restringen considerablemente la capacidad de los indi-
viduos de tratar con un vasto número de posibilidades (posiblemente en conflicto) y
sus resultados, que están sujetos a incertidumbre. Los agentes no pueden optimizar,
ya que la infonnación siempre es inadecuada. En consecuencia, bajo esta «racionalidad
condicionada», los resultados tienden a ser juzgados en base a si son satisfactorios o
insatisfactorios más que si son medibles en una escala cardinal u ordinal. Esto es espe-
cialmente verdad cuando los individuos intentan fonnular conjeturas sobre el futuro, que
es incierto. Así, la «racionalidad condicionada» y la incertidumbre son dos ingredien-
tes estrechamente relacionados; aunque la «racionalidad condicionada» puede no ir
suficientemente lejos para el análisis económico postkeynesiano (Davidson, 1988A).
Sea como fuere, la esencia del argumento es que la optimización no es el principio
organizativo para la economía postkeynesiana.
614 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

La esencia de la incertidumbre en la economía postkeynesiana se basa en un mundo


no ergódico y no determinista entendido como un sistema abierto. El futuro es desco-
nocido e incognoscible, de fonna que las expectativas de los agentes económicos pue~,
den ser fácilmente frustradas. Las fuerzas de mercado no pueden hacer frente a- Iá
incognoscibilidad e irnprevisibilidad del futuro, por lo que sólo pueden diseminar
ínformación incompleta e incluso errónea. El «Conocimiento>> del futuro sólo puedé
formarse de forma indirecta a partir de hechos pasados. Este «conocimiento» del futU-
ro puede ser detenninado con probabilidad. Pero las condiciones bajo las que puede
cuantificarse tal probabilidad raramente se encuentran en la vida cotidiana, de fonna
que, en términos generales, no es posible llegar a probabilidades de este tipo (Keynes,
1973). En ausencia de conocimiento sobre el futuro, los individuos se basan en su ima-
ginación y sus expectativas. Pero «no se basan en nada sólido, determinable, demos~
trable>> (Shack!e, 1973: 516). Así, ante la presencia de una incertidumbre tan distinta
al riesgo (incertidumbre cuantificable), los hechos pasados y presentes no proporcio-
nan una guía estadística para el conocimiento de los resultados futuros (Hicks, 1988),
de forma que los individuos actúan en relación con el alcance de la «sorpresa poten~
ciah> (Shackle, 1988). En consecuencia, a medida que el futuro se aproxima y se con-
vierte en el presente, se requieren ajustes continuos. Este proceso sigue indefmidamerité
sin que jamás se llegue al equilibrio, ni siquiera a que se mantenga; así, la historia
importa (Robinson, 1974). Por lo tanto, la economía es más como la historia que corno
la física (Hicks, 1977).
Keynes, además de prestar atención a la relación entre las expectativas de los agen~
tes sobre acontecimientos inciertos, enfatizó las expectativas de los individuos acerca
de las posiciones de los demás en el contexto de la preocupación mutua por la incerti~
dumbre (Davis, 1993; ver también Harcourt, 1987; Carabelli, 1988; y O'Donnell, 1989).
Y para citar a Keynes (1973): <<Sabiendo que nuestro juicio individual no tiene ningún
valor, intentamos recurrir al juicio del resto del mundo, que quizá está mejor informa..,-
do. Es decir, que intentarnos ajustarnos al comportamiento de la mayoría o de la media>>
(p. 114). La incertidumbre no es solamente la incognoscibilidad del futuro, sino tam-
bién la interrelación entre las expectativas esperadas que tienen la expectativa media
como referencia. Este análisis supone un carácter dual en términos de individualidad y
de relaciones sociales. Es decir, que la adecuada comprensión de la individualidad pre~
supone la comprensión de la socialidad, y la adecuada comprensión de las relaciones
sociales significa la comprensión de la individualidad. Los individuos revisan y cam-
bian sus creencias al interactuar entre sí, lo que produce un sistema identificable de
expectativas interdependientes. La forma en que las expectativas individuales se hacen
coherentes con las relaciones sociales es a través de la institución de la convención.
Esta interpretación de la filosofía de Keynes en la Teoría general demuestra que la
incertidumbre es mejor expresada como una relación social. Cuando la incertidumbre
es descrita en estos ténninos, puede ser considerada como una visión diferente de la
<<racionalidad condicionada», en cuyo caso el argumento planteado anterionnente de que
la «racionalidad condicionada» puede no integrarse bien en la economía postkeyne~
siana pierde parte de su «peso».
Esto lleva, convenientemente, al «peso» de este argumento en la filosofía de Keynes.
Keynes (1936) sugiere que <<sería absurdo, al fonnar nuestras expectativas, dar un gran
peso a temas que son muy inciertos» (p. 148), donde por «muy inciertos» no quiere
ECONOMÍA POSTKEYNESIANA: HACIA LA COHERENCIA 6IS

decir <<muy improbables» (ver su nota 1 en la p. 148, donde se refiere al lector a A


Treatise on Ptobability y al capítulo sobre <<The Weight of Argument>> ). Afirma des-
pués que «es razonable, por lo tanto, guiarse, en un grado considerable, por los hechos
sobre los cuales sentimos una cierta confianza, aunque puedan ser menos decisiva-
mente relevantes para el tema que otros hechos sobre los que nuestro conocimiento es
vago y escaso>> (Ibíd.: 148). Por lo tanto, el peso es considerado en relación con la can-
tidad de pruebas relevantes incorporadas al argumento estudiado y, también, por «el
grado de hasta donde la infonnación es completa, o equivalentemente, como el equi-
librio entre el conocimiento relevante y la ignorancia relevante en la que se basa una esti-
mación de probabilidad>> (Runde, 1990: 276). Cuando el peso del argumento es definido
de esta forma, existe una interesante relación directa entre éste y la confianza; es decir,
que a un alto peso se asocia un alto nivel de confianza, y un peso bajo a un bajo nivel
de confianza. Se pueden encontrar ejemplos de esta relación en la exposición de Keynes
sobre la inversión y la liquidez, de forma que la importancia del peso del argumento
es su relación con la confianza del inversor, cuya falta produce «la precaria naturaleza
de las expectativas a largo plazo>> (Runde, 1990: 290).
Los aspectos metodológicos explorados en esta sección suponen varias proposi-
ciones teóricas que pasamos a explorar.

3.' PRINCIPALES ASPECTOS TEÓRICOS


La economía postkeynesiana se centra en el análisis del no equilibrio, del no vacia-
fl1Íento de mercado y del cambio en el tiempo. El crecimiento y la dinámica son sus
¡íártes centrales, de forma que la explicación de la naturaleza errática de la trayectoria
d~,~xpansión de una economía capitalista se convierte en el princip~l foco de su aná-
liSis.En el análisis económico postkeynesiano, se concede al desempleo un interés
~spedal, igual que al tema relacionado con éste de las crisis económicas. Se conside-
r,~_que la demanda efectiva es la fuerza motriz del sistema económico, especialmente
la inVersión, de forma que la acumulación de capital, así como las expectativas y los efec-
tos distributivos, se encuentran en el corazón de las teorías tanto del crecimiento como
de los ciclos. La inversión está estrechamente relacionada con la distribución y la fija-
ción de precios, y ambos están relacionados con el conflicto (Marglin, 1984a). El dine-
rO y las finanzas están necesariamente integrados en la economía «real» desde el
principio del análisis. Se presta una atención particular al marco institucional, que se con-
sidera que tiene una importancia máxima y al que nos referiremos ahora.

3.1. Instituciones
El gobierno es la institución que tiene el poder de adoptar políticas contracíclicas en
un intento de reducir el comportamiento cíclico de las economías capitalistas. Está
también la economía internacional, con sus propias instituciOnes que interactúan con las
instituciones nacionales. Hay dos instituciones que tienen una importancia directa en
nuestro análisis: la gran empresa y el sindicato.
La gran empresa es la institución dominante en el ámbito productivo de la econo-
mía. Existe también la empresa no oligopolista, que, no obstante, no se comporta como
una empresa «perfectamente competitiva», sino que es más parecida a lo que Kalecki
616 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

(1971) describe como «pura competencia imperfecta>>. La gran empresa, y de forma


más significativa el reconocimiento ·de su poder de mercado y el «hecho estilizado»
de que las empresas son fijadoras de precios y tomadoras de cantidad, es subrayada
en el análisis económico postkeynesiano. La fijación de los precios está relacionada
con la inversión, y los precios se establecen para proporcionar suficientes beneficios
no distribuidos que, junto con la financiación externa, permitan a las grandes empresas
llevar a cabo su inversión planificada. El punto hasta el que se produce la inversión
planificada una vez que los fondos suficientes están disponibles depende de las expec-
tativas a largo plazo en relación a Jos mercados de productos, y de las expectativas a corto
plazo que referentes a los precios de los activos financieros. La estructura institucional
y la organización industrial evolucionan continuamente, influyendo en el proceso de
desarrollo histórico de las economías, y juegan un papel crucial en ténninos de la deter-
minación del nivel y de la composición del output, de la generación de excedente y de
su distribución.
La prerrogativa de administrar los precios se obtiene tanto del poder sociopolítico
como del poder económico de las grandes empresas en los mercados de productos.
Para hacerlo, las empresas están limitadas en su capacidad de fijar precios a cualquier
nivel por varios factores. Son evidentes cuatro factores: 1) el efecto de sustitución, es
decir, la pérdida de cuota de mercado a favor de productos competitivos; 2) el factor de
eptrada, la pérdida potencial de la cuota de mercado después de Jos cambios de pre-
cios; 3) la intervención gubernamental en forma de control de los precios, impuestos
especiales, nacionalización, etc.; y 4) la presencia de sindicatos fuertes que actúen
como limitación a la subida de los precios, debido a que si el aumento va más allá de
un cierto punto, podría muy bien desencadenar la acción militante de los sindicatos.
Los sindicatos pueden sentir que si la empresa está consiguiendo elevadas tasas de
beneficio, también e11os merecen una mayor participación.
La otra institución importante es el sindicato, que negocia con los empresarios las
condiciones del empleo en general, y de Jos salarios en particular. Aquí se produce un
conflicto de intereses: la distribución entre salarios y beneficios está determinada en
gran parte por las demandas salariales de Jos trabajadores y Jos objetivos de beneficio
de las empresas. Los trabajadores negocian los salarios nominales, detenninados por un
objetivo de salario real, por la información sobre la inflación pasada reciente y las
expectativas sobre la inflación futura. Los trabajadores tienen desventaja en este pro-
ceso, ya que el salario real obtenido sólo puede conocerse a posteriori como una fun-
ción de las decisiones capitalistas sobre los precios. El punto clave en este análisis es
que los salarios nominales son el resultado de procesos de negociación en los merca-
dos laborales, mientras que los salarios reales están determinados por la productividad
laboral y Jos precios administrados establecidos por las empresas en Jos mercados de
productos. Una implicación interesante de este análisis es que debido a que el marco de
demanda y oferta de trabajo como determinante de los salarios reales es rechazado, un
salario real menor no tiene porqué causar un mayor empleo. En todo caso, se espera
que un salario real menor, a través de su impacto sobre la demanda agregada, reduzca
el empleo.
Las instituciones monetarias, al funcionar y evolucionar, reflejan las características
fundamentales del dinero, y constituyen una parte esencial de la teoría monetaria y
financiera postkeynesiana.
ECONOMÍA POSTKEYNESIANA: HACIA LA COHERENCIA 617

3.2. El dinero y las finanzas


La característica más importante de la teoría monetaria y financiera postkeynesiana es
que el dinero es un enlace entre el pasado y el presente y también entre el presente y el
futuro (Keynes, 1936: 294). El pasado está dado y no puede cambiar, mientras que el
futuro es incierto. La incertidumbre, que es inherente al tiempo histórico, se conside-
ra como condición suficiente y necesaria para la existencia del dinero, de forma que
el dinero es integrado completamente en el análisis. Las instituciones son igualmente
importantes, ya que en las economías modernas el dinero esta íntimamente vinculado
a la institución de la banca (Minsky, 1986). En consecuencia, el dinero sólo puede ser
estudiado en un contexto histórico e institucional. Un aspecto institucional crucial del
dinero es que es una magnitud endógena y determinada por la demanda. El dinero no
es exógeno, como en el análisis ortodoxo, sino el resultado de flujos de crédito en una
economía productiva dinámica y monetizada (Eichner y Kregel, 1975; Parguez, 1984;
Moore, 1988; Graziani, 1989), donde el papel principal lo juegan esencialmente los
empresarios y sus «espíritus animales». Los empresarios deben predecir la evolución
de la demanda efectiva e inferir de ésta los desembolsos necesarios para pagar para los
factores de producción empleados. Deben también estimar los desembolsos necesa-
rios para financiar la inversión. Una vez hecho esto, pueden establecerse sus requisitos
crediticios a los bancos y formularse sus demandas de crédito.
El Banco Central administra el nivel de los tipos de descuento y los bancos comer·
ciales adnúnistran sus tipos para los préstamos y depósitos (dada la valoración incier-
ta del riesgo y el valor de las garantías por los bancos). A este nivel y estructura de los
tipos de interés, los bancos están dispuestos a proporcionar todos los préstamos que
soliciten los empresarios, siempre que se sitúen dentro de los límites crediticios prea-
cordados. Un aumento de la demanda de crédito lleva a un aumento de su oferta y, por
tanto, a un aumento de la cantidad de dinero existente, sin que sea necesario un cam-
bio de los tipos de interés, a no ser que el Banco Central varíe su tipo administrado;
cuando el Banco Central varía el tipo de interés, a través del proceso de precios admi-
nistrados, influye directamente en los tipos de interés de la banca comercial. Los tipos
de interés son el instrumento de control de la política monetaria.
En las economías abiertas, los cambios de los tipos de interés puede ser también
el resultado de hechos que provengan del exterior (obsérvese, por ejemplo, la posición
del Reino Unido en la Unión Europea a este respecto). El nivel de los tipos a corto
plazo, administrados por las autoridades monetarias domésticas en relación a lo esta-
blecido por las autoridades monetarias extranjeras, afecta a la tasa de cambio. Esta vin-
culación trae a primera plana los aspectos del sector exterior del sistema económico.
Estos aspectos se incorporan al análisis a través de las cuentas corrientes y de capital
de la balanza de pagos, donde la tasa de cambio influye sobre y es influida por el esta·
do de ambas cuentas7• La importancia de la balanza de pagos como limitacíón al cre-
cimiento ha sido debatida extensamente (ver, por ejemplo, Thirlwall, 1980). El argumento
es que los países con una alta elasticidad-renta en la demanda de importaciones, y una

7. Una nueva característica de la parte de las importaciones de la cuenta corriente es la proposición de


que las propensiones marginales de importar de los trabajadores y los capitalistas son diferentes. Arestis
y Driver (1987) exploran esta proposición con apoyo empírico en el caso del Reino Unido. Esta es una
extensión de la idea de distinguir el consumo por renta de las clases sociales.
618 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

baja elasticidad-renta de la demanda de exportaciones, experimentan dificultades en


la balanza de pagos que limitan a sus gobiernos en su intento de expandir la demanda
agregada.
No obstante, también se argumenta, que la oferta de dinero sólo puede estar deter-
minada por la demanda hasta un cierto punto (Dow y Dow, 1989; Wray, 1990). Esta
opinión combina la teoría de la preferencia por la liquidez y la teoría endógena de la ofer-
ta monetaria para afirmar que, como los bancos comerciales tienen un conjunto varia-
do y complejo de opciones de cartera, tienen su propia preferencia por la liquidez.
Pueden, por lo tanto, no estar dispuestos a prestar una cantidad indefinida en unos tér-
minos dados. Los cambios en la preferencia por la liquidez de los bancos influyen sobre
la cantidad de crédito disponible y por tanto sobre la cantidad de dinero. Como la valo-
ración del riesgo de los bancos se basa en un conocimiento incompleto, su preferen-
cia por la liquidez cambia a medida que sus percepciones de riesgo se alteran (cuando
las expectativas no se cumplen y cuando la confianza cambia debido a nueva infor-
mación). Además, las periódicas retiradas masivas de liquidez por parte de bancos, que
generan deflación de las deudas, suponen que no se creará el dinero a menos que se
incrementen las primas de liquidez para introducir la expansión de los balances. Dado
el tipo de interés administrado, los bancos comerciales racionan el crédito si así lo dicta
su preferencia por la liquidez.
En este proceso, existe una tendencia inherente de los inversores a incrementar el
nivel de su endeudamiento y, en momentos de optimismo, lo hacen rápidamente. Si
las instituciones de préstamo comparten este optimismo y si su preferencia por la liqui-
dez no cambia, la demanda del sector privado será satisfecha. Como resultado, la vul-
nerabilidad tanto de las empresas como de los bancos se intensifica, de forma que la
fragilidad financiera aumenta, lo que puede causar la deflación de la deuda si va acom-
pañada de cambios en las expectativas y los consiguientes intentos de reestablecer posi-
ciones de liquidez. Esta es la <<hipótesis de la inestabilidad financiera>> de Minsky (1982,
1986), que destaca la interacción entre las variables financieras y las reales y demues-
tra que las crisis están causadas principalmente por prácticas financieras arriesgadas
durante periodos de fragilidad financiera.
La «hipótesis de la inestabilidad financiera» puede relacionarse con el enfoque de
las «etapas de la banca>> (Chick, 1986, 1989), visto como una reconstrucción «lógica>>
del desarrollo de los sistemas bancarios. La capacidad de los bancos de crear crédito
depende de forma crucial de la etapa de evolución en que se encuentren. Esta capaci-
dad se ve acrecentada con el grado de desarrollo bancario que permite a los bancos ser
más independientes de los requerimientos de reserva, haciendo así que la oferta de cré-
dito, y de dinero, responda más a la demanda. A medida que el sistema bancario se
desarrolla, la naturaleza y el grado de endogeneidad del crédito y del dinero cambian.
Chick (1989) ha sugerido que recientemente ha emergido una nueva etapa, cuya prin-
cipal característica es la titularización, por la cual los bancos comerciales diseñan prés-
tamos que son comercializables, de fonna que el desfase entre los vencimientos de los
activos y los compromisos de los bancos comerciales disminuye. Este proceso de titu-
larización permite a los bancos comerciales evitar «los coeficientes de capital», refor-
zando así la endogeneidad del dinero. Sin embargo, ·a pesar de que la titularización
elimina el crédito de los balances bancarios, sólo aumenta la endogeneidad del dinero
si éste es definido de forma más amplia que como depósito bancario. La globalización
ECONOMÍA POSTKEYNESIANA: HACIA LA COHERENCIA 6I9

de los mercados financieros tiene implicaciones similares en lo referente a la endoge-


neidad del dinero. Esta evolución financiera refuerza el vínculo con la «hipótesis de
inestabilidad financiera» de Minsky, en el sentido de que la capacidad de las institu-
ciones financieras de crear más deuda aumenta el grado de fragilidad del sistema y,
por Jo tanto, la vulnerabilidad tanto de Jos bancos como de las empresas. Lo más impor-
tante, no obstante, es que el enfoque de las «etapas de la banca» sitúa las dos visiones
del dinero, la visión del «dinero exógeno» y la visión del «crédito endógeno», en su
perspectiva histórica apropiada.

3.3. Producción, precios y fijación de precios


El dinero y la producción están relacionados orgánicamente en la economía postkey-
nesiana. La fijación de precios, el proceso de fonnación de los precios, y la detenninación
de precios estables que da origen a una teoría de los precios, no son el resultado de un
proceso de vaciamiento del mercado, como en el análisis económico ortodoxo, sino
que están determinados por factores y condiciones que prevalecen en el ámbito de la pro-
ducción. También están directamente relacionados con la inversión y la distribución.
Estas relaciones son amplificadas y elucidadas en las páginas siguientes.
El modelo de producción postkeynesiano es un modelo de input-output que se
caracteriza por el supuesto que en la producción los inputs sdlo pueden utilizarse en
proporciones fijas'. Leontief (1951) lo formuló en términos tanto teóricos como empí-
ricos, y puede relacionarse con el modelo de coeficientes fijos de Sraffa (1960) y el
modelo input-output de Pasinetti (1981), que subrayan Jos temas de distribución y cre-
cimiento. El modelo Leontief consiste den industrias (donde n es mayor que dos), cada
una de las cuales produce outputs intermedios y/o finales. Este modelo puede resol-
verse por el vector del output (q) para dar: q = (1- At 1 x, donde I es una matriz den
x n unidades, A es la matriz de Jos coeficientes técnicos fijos, de forma que (l- At 1 es
la inversa de Leontiefy x es el vector del output final. Esta ecuación determina el out-
put de cada una de las industlias que comprenden el sistema productivo. El modelo
Leontief también puede resolverse por el vector de precios (p): p = (I -A)- 1 V, donde
V es la matriz de Jos valores de los inputs, definido como V= rol+ n, donde ro es una
magnitud (la tasa salarial), 1y n son vectores de inputs de trabajo y rentas residuales gana-
das por cada industlia, tanto por unidad como por output producido. La ecuación P
proporciona la solución para el conjunto de precios relativos que deben cobrarse si se
quiere que el sistema productivo cubra todos los costes de producción. Especifica una
condición de valor que debe cumplirse a largo plazo; no representa el conjunto de pre-
cios que en realidad se impondrán. Para establecer estos últimos, es necesario com-
pletar la determinación de Jos precios a largo plazo con un modelo de comportamiento
de fijación de precios a corto plazo, tal como se explica más abajo9.

8. El modelo de producción postkeynesiano pertenece a la categoría más general de modelos de produc~


ción de «coeficientes fijOS», que encuentran sus raíces en el tableau economique de Franyois Quesnay.
Bajo estas circunstancias, la propiedad de convexidad del conjunto de producción neoclásico y sus cos~
tes marginales crecientes son supuestos que no son necesarios para Jos objetivos del análisis económi·
co postkeynesiano.
9. Es importante distinguir en esta coyuntura entre los términos «plazo/témtino» y «periodo», que ni son sinó-
nimos ni tienen una correspondencia directa entre ellos. «Periodo» se refiere a estados de «equilibrio»,
620 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

El modelo Leontief ha sido ampliado en varias direcciones. Existe la reformula-


ción de Sraffa (1960), que produce la importante proposición de que la distribución de
la renta no puede ser tratada independientemente de los precios 10• Al pasar del mode-
lo Leontief al modelo sraffiano, lo primero que advertimos es que en este último, el
vector de renta residual (n) se supone como una tasa de beneficios uniforme (1t0) en
todas las industrias, lo que identifica claramente sus raíces en la tradición clásica. De
forma que, ahora, en la expresión V= rol+ 7t, deberíamos tener: V= rol+ n 0 pA.
Sustituyendo por V en la ecuación P llegamos a: p = (l + n0) pA +rol, que es la ecua-
ción sraffiana estándar P. Contiene un rasgo muy importante, que es que los salarios y
los beneficios ahora compiten por el excedente económico, aunque es ambigua sobre
la escala de la producción y el nivel de la demanda efectiva, dado que la expresión está
libre de escala. La tasa de salarios y la tasa de beneficios dependen fuertemente de la
lucha entre los trabajadores y los capitalistas. Robinson (1980) resumió todo ello de
la siguiente fonna: «Sraffa estableció un sistema input-output multi-mercancía y mos-
tró que, correspondiendo a cualquil!r proporción de salarios, existe un conjunto con-
creto de precios normales que produce una tasa de beneficios particular y uniforme
sobre el capital valorado a tales precios» (p. 81).
La generación del excedente por cada industria y su división entre los trabajado-
res y los capitalistas se explica dentro del modelo. La distribución depende de factores
no económicos que determinan el poder negociador relativo de los dos grupos. Los
no
cambios en la distribución entre ro y llevan a cambios en el valor añadido por cada
industria (V) y, a través de ello, a cambios en los precios relativos debido a que p depen-
de de V. En consecuencia, los precios en el modelo sraffiano están íntimamente rela-:
cionados con la distribución de la renta a través de la tasa de beneficios en relación a
la tasa de salarios. Un importante supuesto del análisis es que la tasa de beneficios se
refiere a las necesidades de capital variable de cada industria para la producción y, por
lo tanto, al gasto en salarios. En la segunda parte de su libro, Sraffa (1960) establece tam'
bién las necesidades de capital fijo. Sugiere que el capital fijo debería ser considera'
do como un input que da lugar a un output, que es el producto o servicio producidq
por el capital fijo. También proporciona otro output, el propio capital fijo, que se con'
vierte en un input de capital de tipo distinto una vez que ha producido un tipo de pro.:.
dueto o servicio.

mientras que «plazo>> está relacionado con los «procesos de movimiento)). El «equilibrio)) a corto y largo
periodo puede ser definido independientemente del corto y el largo plazo. El corto y el largo plazo se
refieren a movimientos hacia el «equilibrio)) que deben tener Jugar en el tiempo histórico. Robinson
(1956) plantea la diferencia de la siguiente forma: «Los cambios a largo periodo se producen en situaciones
a corto periodo. Los cambios del output, el empleo y los precios, que se producen con un stock dado de
capital, son cambios a corto periodo; mientras que los cambios en el stock de capital, la fuerza de tra~
bajo y las técnicas de producción son cambios a largo plazo ... Una situación dada a corto periodo con~
tiene en sí misma una tendencia al cambio a largo periodo» (p. 180). En esta visión, el análisis a largo
periodo se centra en el examen de una secuencia de periodos cortos. Carvalho (1984/85, 1990) propor~
ciona varios ejemplos para clarificar esta diferencia, y en Carvalho (1990: 280, Nota 1), se reconoce la
insistencia de Harcourt sobre la importancia de la distinción entre «plazo» y «periodo».
1O. El modelo sraffiano se refiere a un sistema económico que se limita a reproducirse a sí mismo a lo largo
del tiempo, y no explica los cambios en la técnica ni la expans.ión del excedente económico. Estos dos
-aspectos los trata Von Neumann (1945~6), Ver Schefold para las similitudes y diferencias entre los dos
modelos, y Eichner (1991) para una síntesis de los modelos de Sraffa y de Von Neumann.
ECONOMÍA POSTKEYNESIANA: HACIA LA COHERENCIA 621

Otra extensión del modelo de Leontief es la construcción de Pasinetti (1981) de


una versión verticalmente integrada en la que el trabajo es el único input. El progreso
técnico se incluye en el modelo, posibilitando así el estudio de su impacto sobre la pro-
ductividad, definida como el output por trabajador dividido por el tiempo. Leontief
et al. (1978) extendieron aún más el modelo para incluir los recursos naturales, ade-
más del trabajo, como los inputs de producción a escala global. Lo que les permite
estudiar los términos de intercambio entre los países productores de productos prima-
rios y los países industriales.
Estos modelos producen un vector precio, o un conjunto de precios relativos, que
puede interpretarse como un conjunto de precios de coste de producción. Esta solu-
ción de los precios requiere que la tasa salarial y los coeficientes de trabajo de cada
industria sean especificados, y depende de la renta residual o del margen establecido en
cada industria. Estos son los precios que deben prevalecer en el largo periodo para que
se cubran los costes de producción. Esta configuración de los precios, que satisface
algunas condiciones económicas de reproducción estable, genera una teoría de los pre-
cios sin referirse al proceso de formación de precios.
El interés por el proceso de formación de los precios, o por cómo se determinan
los precios al nivel de la empresa o de la industria, da origen a la consideración del
mecanismo de fijación de precios. Una teoría de fijación de precios es que el margen
de aumento está determinado por las necesidades financieras de las empresas en rela-
ción al poder monopolístico que pueden ejercer (Eichner, 1973, 1976; Wood, 1975;
Harcourt y Kenyon, 1976) 11 • Ésta y otras teorias postkeynesianas de fijación de pre-
cios (Steind1, 1952, 1979; Asimakopoulos, 1975; Cowling y Waterson, 1976) se basan
en Kalecki (1954), en el sentido de que reconocen que todos los mercados no son per-
fectamente competitivos y que existe una distinción entre los sectores en los que los
cambios en los precios están «determinados por el coste>>, y aquellos donde están «deter-
minados por la demanda». Además, todos postulan que los precios de Íos bienes aca-
bados están determinados por un margen sobre alguna de las medidas de los costes por
unidad. El margen está determinado por la necesidad de financiar la inversión (Eichner,
1976) 12, de forma que la fijación de los precios puede relacionarse con la teoría de la
inversión y con el conflicto de clases.

3.4. Inversión, distribución y lucha de clases


En la tradición postkeynesiana, la inversión está determinada, inter alia, por la renta-
bilidad esperada. Pero se reconoce que, mientras que es la rentabilidad esperada lo
que induce la acumulación de capital, la inversión realizada es la que crea la rentabi-
lidad que posibilita la inversión, en parte a través de fondos generados internamente
(Robinson. 1962). La rentabilidad esperada está influida esencialmente por dos con-

11. Mientras que las aportaciones de Eichncr y Word son modelos del tipo «edad de oro)) y de tiempo lógi-
co, el análisis de Harcourt y Kenyon (1976) se conduce en tiempo histórico. En este sentido, el mode-
lo Harcourt y Kenyon (1976) está mucho más en el espíritu del análisis postke)'ncsiano en general, Yde
la fijación de precios en particular.
12. Existen importantes diferencias entre los postkcynesianos en relación a la fijación de los precio's (ver
Sawyer, 1990, para una explicación extensa de estas diferencias).
622 CRÍTICAALAECONOMÍAORTODOXA

juntos de factores. La tasa de rendimiento esperado sobre la inversión o, en otras pala-


bras, la eficiencia marginal de la inversión (EMI), que da lugar a una función de inver-
sión que es sensible a las fluctuaciones en los tipos de interés y a las expectativas de
crecimiento de las ventas.
Estas proposiciones se basan en las teorías de la inversión tanto de Keynes (1936)
como de Kalecki (1971). Se puede afirmar que la teoría de Kalecki supone una mejo-
ra de la teoría EMI de Keynes en el sentido de que Kalecki identifica los factores que
causan el cambio en la relación EMI. La premisa básica de Kalecki es que ·la inversión
depende del nivel de beneficios respecto al capital, así como al tipo de interés. Esta
posición no es muy diferente de la de Keynes, una vez reconocemos que la tasa de ren-
dimiento en Kalecki se calcula a nivel agregado y no al nivel de empresa como en
Keynes, y que la dimensión del stock de capital tiene un efecto sobre las decisiones
de inversión que no se produce en el modelo de Keynes (ver, sin embargo, Davidson,
1978). No obstante, existe una diferencia importante de método entre el tratamiento
de la inversión de Kalecki y de Keynes. Keynes supone dado el estado de las expec-
tativas de rendimientos en la determinación del nivel de inversión (aunque cuando
Keynes pasa al capítulo sobre los ciclos este supuesto no se mantiene; ver Kregel,
1976). En cambio, en el análisis de la inversión de Kalecki, el estado de las expectati-
vas se ve afectado por los cambios en la inversión. Cuando el estado de las expectativas
se ve afectado de esta fonna, provoca cambios en el precio de los bienes de inversión
y en los tipos de interés, de forma que se establece un nuevo nivel de inversión (ver
Targetti y K.inda-Haas, 1982; también, Robinson, 1962; y Asimakopulos, 1977).
Existen ahora dos formas diferentes a través de las que el nivel de beneficios afec-
ta a la inversión. En la primera, los beneficios son vistos como una fuente de fondos
que permitirían la realización de la inversión. Obviamente, de esta forma los benefi-
cios retenidos y los fondos de amortización asumen un rol muy importante en e1 pro-
ceso de decisión de la inversión. Cuanto mayor sea la cantidad de beneficios y las
asignaciones a depreciación, mayor será la capacidad de las empresas de continuar con
los programas de gasto en capital. Las fuentes externas de fondos también se conside-
ran importantes, pero debido al principio del riesgo creciente (Kalecki, 1954), el nivel
de inversión sigue estando, hasta cierto punto, limitado por los fondos internos dispo-
nibles. Tanto Kalecki corno Keynes pusieron mucho énfasis en la importancia de las
finanzas para pennitir que la tasa de inversión se produjera 13 •
La segunda forma en que los beneficios afectan a la inversión es en términos de
si es probable que las expectativas de las empresas sobre el futuro se materialicen:
unos beneficios crecientes indican unas condiciones económicas saludables en el
futuro, que es probable que hagan que las empresas adopten una postura más opti-
mista y, por lo tanto, lleven a cabo sus planes de inversión. Unos beneficios decre-

13. Asirnakopulos (1983) argumenta que las posiciones teóricas adoptadas tanto por Kaleci corno por
Keynes sobre la financiación de la inversión suponen ciertas debilidades en el sentido de que: «Las dos
subestimaron el tiempo necesario para que la posición inicial de liquidez del sistema bancario pudiera
ser reestablecida después de que Jos bancos aumentaran sus préstamos para financiar un aumento de
la inversión ... También se prestó una atención insuficiente a la necesidad de financiación a largo plazo
(o al menos de confianza en su disponibilidad) para que las empresas ejecutaran sus planes de inver-
sión» (p. 232). La respuesta a esta acusación ha sido sustancialmente de apoyo a Keynes y Kalecki:
ver, por ejemplo, Kregel (1984-6), Davidson (1986, 1992), y Shapiro (1992), entre otros.
ECONOMÍA POSTKEYNES!ANA: HACIA LA COHERENCIA 623

cientes indican a las empresas que las condiciones económicas se están deterioran-
do, y éstas se vuelven pesimistas y son más reticentes a seguir su inversión planeada.
Por lo tanto, los cambios en el nivel de los beneficios son la causa principal de los
cambios en el EMI.
El cálculo del EMI depende de forma crucial de los valores asignados al flujo
esperado de rendimientos netos de la inversión. Sin embargo, estos valores son muy
inciertos. Keynes (1936) afirmó que, a priori, poco puede decirse sobre el estado de
la confianza. En la Teoría general se destaca la «convención», que es vista como
basada en la suposición de que el «estado de las cosas existente» no cambia (ver tam-
bién Kregel, 1976, 1987). De este modo, la inversión es el resultado del <<espíritu
animal» de los empresarios, lo que Keynes llamó las expectativas de beneficios de la
comunidad empresarial (Keynes, 1936: 161-2), un concepto puramente subjetivo
que no es susceptible a la manipulación probabilística. La naturaleza de las expectativas
bajo incertidumbre que influye sobre el «espíritu animal» de los empresarios es de vital
importancia en el proceso de acumulación de capital, tanto que se considera que la
volatilidad de las expectativas bajo incertidumbre conduce potencialmente a fallos
estructurales y a crisis. La incertidumbre conduce a la volatilidad en el sentido de
que la estabilidad, que emerge de la creación de instituciones y de convenciones
apropiadas para ayudar a tratar el tema de la incertidumbre, está sujeta a cambios
periódicos, irrpredecibles y discontinuos. Estas instituciones y convenciones, sin
embargo, generan mucha más estabilidad de la que ofrecería el continuo y simultá-
neo mecanismo de vaciamiento del mercado. Una implicación importante de este
análisis es que el «equilibrio» con desempleo de Keynes no se basa en las imper-
fecciones en el funcionamiento del mecanismo de los precios, sino en la «imperfec-
ción del conocimiento de los agentes, que provoca incertidumbre sobre las
proposiciones que determinan el rendimiento de los proyectos de inversión» (Kregel,
1987: 531).
Una elaboración interesante de las visiones que acabamos de resumir, pero apo-
yándose más en la teoría de la inversión de Kalecki, es_ la «tesis de la madurez» de
Steindl (1952, 1979). El argumento de Steindl es que el aumento de la concentración
lleva a mayores márgenes y que, estando los beneficios determinados por las decisio-
nes pasadas de inversión, se produce una disminución en la utilización de la capaci-
dad, lo que aumenta el exceso de capacidad. Este proceso afecta a las decisiones sobre
la inversión de forma adversa, ya que las empresas temen aumentar el exceso de capa-
cidad cuando la economía tiene tendencia al estancamiento. El crecimiento de la con-
centración, por tanto, reduce el incentivo a invertir y exacerba las tendencias al
estancamiento. Por lo tanto, el grado de concentración tiene importantes consecuen-
cias para los resultados macroeconórnicos. Otra implicación más es que Steindl pro-
porciona de esta forma un análisis que endogeniza la concentración.
La inversión es, a su vez, la variable más importante en la teoría de la distribu-
ción. La economía postkeynesiana demuestra que los mercados distribuyen la renta
según el poder relativo (Nell, 1980). El output producido por una clase de la sociedad
(los asalariados) es planificado, dirigido y gestionado por otra cla1e de la sociedad que
no participa directamente en la producción (los receptores de las rentas por benefi-
cios). En esta relación de poder, los objetivos del capital están en conflicto con los
objetivos del trabajo, de forma que el «conflicto» se encuentra en el corazón del aná-
624 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

lisis. Las propensiones marginales a consumir a partir de los salarios y de los beneficios
difieren, de forma que, en una trayectoria estable de crecimiento, las participaciones
de los beneficios y de los salarios están en relación a las propensiones marginales a
consumir y al porcentaje de inversión en relación a la renta. Pasinetti (1974: 113) ha
mostrado que el control sobre la tasa de inversión implica el control sobre la distribu~
ción y la tasa de beneficio.
El elemento de «conflictm> de la economía postkeynesiana es destacado en la teo-
ría de la determinación de los salarios, donde la negociación en el mercado laboral es
el núcleo del análisis. Los trabajadores tienen aspiraciones, además de poder econó-
mico y político, que se describen en términos de un «salario real deseado». Las des-
viaciones de los salarios reales actuales respecto al nivel deseado afectan al nivel de
las demandas de salario nominal, provocando así una presión al alza sobre los salarios
nominales si el nivel deseado es mayor que el real. De forma similar, si el salario real
excediera al salario real deseado, se produciría una presión a la baja sobre los salarios
nominales. Las expectativas de inflación de los precios durante el periodo del contra-
to, la tasa de cambio del desempleo vista como un indicador de la velocidad de expan-
sión o contracción del «ejército de reserva de desempleados», y la posición de los
trabajadores en la distribución de la renta en relación a ciertos grupos de referencia
son otras variables que se consideran determinantes importantes de los salarios nomi-
nales (Arestis, 1992; Arestis y Skott, 1993; Marglin, 1984b; Rowthorn, 1977; Harcourt,
1965). De esta forma, los salarios aparecen como el resultado de un «conflicto» entre
los empresarios y los trabajadores. La determinación de los salarios está influida de
forma crucial no sólo por la economfa, sino por un sinnúmero de factores adicionales,
incluyendo fuerzas políticas, históricas, sociológicas y psicológicas, en cuyo caso es
concebible que unos salarios reales más altos vayan acompañados por una demanda
adicional de trabajo, y no una reducción (como en el análisis ortodoxo). Se apela a la
hipótesis de los precios administrados, de forma que los salarios reales están deter-
minados en los mercados tanto de trabajo como de productos (Kalecki, 1969; Rabio-
son, 1977).
La tasa de inflación salarial relativa a la productividad, junto con la de los precios
de las importaciones y de las materias primas, son consideradas como los determi-
nantes más vitales de la inflación de precios. Existe, entonces, un proceso de cambios
de precios y de salarios que se refuerzan mutuamente, inherente al sistema económico
Así, si los trabajadores consiguen incrementar los salarios nominales, estos aumentos
salariales se transmitirán a precios más altos. Ante unas empresas que operan en un
entorno oligopolista y monopolista, los trabajadores encontrarán difícil subir su parti-
cipación salarial a costa de los beneficios. Por lo tanto, el resultado de la lucha será
una tendencia inexorable a la subida del nivel de precios. Esto no es lo mismo que
decir que la presión salarial sea la causa de la inflación per se. Los aumentos de los
salarios y de los precios están vinculados de forma inextricable y no son más que sín-
tomas de un problema estructural subyacente, de forma que la teoría de la inflación
aludida por los postkeynesianos pertenece claramente al marco de la «teoría del con-
flictO>>.
La inversión y la distribución son detenninantes fundamentales del crecimiento y
de los ciclos en la economía postkeynesiana, y es en estos aspectos en los que centra-
remos ahora nuestra atención.
ECONOMÍA POSTKEYNESIANA: HACIA LA COHERENCIA 625

3.5. Crecimiento y dinámicas cíclicas

Las dinámicas del crecimiento emanan de la preocupación de la economía postkeyne-


siana por una economía que crece a través del tiempo en el contexto de la historia. La
fórmula para la tasa de crecimiento de la renta nacional, G = s!v, donde G es la tasa de
crecimiento, ses la tendencia media a ahorrar y ves la relación capital/producto, es el
punto de partida. Esta expresión, que extiende el análisis económico de Keynes en la
Teoría general al caso de una «economía en crecimiento», es modificada para tomar
en cuenta el argumento de que la tendencia media a ahorrar está afectada por la distri-
bución de la renta, por lo que las propensiones marginales a ahorrar de los beneficios
y de los salarios difieren. La proposición que sigue es, entonces, que el crecimiento
estable en el pleno empleo está relacionado de forma crucial con la distribución y la
acumulación de capital. La relación beneficios/renta asegura que la propensión media
a ahorrar (en sí misma una función de la propensión marginal a ahorrar a pmtir de la renta
capitalista y de la participación de los beneficios) es tal que se produce la igualdad
entre las tasas de crecimiento naturales y las realizadas. Se considera que, a largo plazo,
los cambios en la distribución de la renta pueden producir y mantener el pleno empleo.
Robinson (1956, 1962) y Kalecki (1971) creyeron que las situaciones estables a
largo plazo no tenían una existencia independiente excepto como estados imagina-
rios 'que sólo podrían utilizarse como convenientes puntos de referencia teóricos. En
este planteamiento, no es tanto la distribución lo que dethmina el crecimiento, sino la
inversión y el progreso técnico; especialmente la inversión, que es el «motor del cre-
cimiento>>. Rowtl10rn (1981) contempla la inversión basada en ahorros que generan
beneficios en forma de beneficios no distribuidos que financian la inversión; el pro-
ceso de creación de beneficios sólo puede entenderse en referencia a la fijación de
precios, de forma que, en este modelo, el crecimiento, la distribución, la acumulación
de capital y la fijación de los precios están todos relacionados. Un estudio más recien-
te en el espíritu de este análisis que incorpora el caso de las economías abiertas es el
de Bhaduri y Marglin (1990) (ver también Marglin, 1984a; y Marglin y Bhaduri,
1991). Este modelo demuestra que, bajo ciertas circunstancias, el crecimiento basado
en los salarios, más que el crecimiento basado en los beneficios junto a una distribu-
ción más justa de la renta, presentan más oportunidades de llevar a la economía al
pleno empleo.
El tratamiento del progreso técnico en la economía postkeynesiana del crecimien-
to sigue a Robinson (1956), quien argumenta que aquél es totalmente endógeno. El
cambio técnico es visto como el resultado de la iniciativa empresarial y del impulso
de buscar métodos de producción más baratos y eficientes. Pero encontramos aquí una
relación en dos direcciones. Por una parte, el cambio técnico estimula la inversión neta.
Por otra, la realización del cambio técnico requiere inversión bruta para que el nuevo
equipamiento de capital facilite la aplicación de nueva tecnología. En consecuencia,
el cambio técnico más rápido sólo puede producirse si se planea una mayor tasa de
gasto en inversión, y por lo tanto de crecimiento. Kaldor (1960, 1966) afirma también
que el proceso técnico es tanto la causa corno la consecuencia del crecimiento econó-
mico. Este análisis se basa en la idea de la causalidad circular, de fonna que una tasa
de crecimiento más rápida lleva a una mayor tasa de progreso técnico que~ a' su :v:ezY
influye sobre la tasa de crecimiento. :;;,'f/J:tti'Y'"
626

La teoría de la «causalidad circular y acumulativa>> (Myrdal, 1939, 1957) se


esencialmente en la interacción dinámica entre el crecimiento de la inversión y
la productividad, y está relacionado con el debate de las desigualdades y las dilerenci:as'
regionales en el desarrollo económico. En este planteamiento, el desarrollo m<iustrii~.
se explica por factores endógenos en un contexto dinámico, y no por la exógena
ción de recursos>> (Kaldor, 1970: 343). Los desarrollos recientes de la teoría
cimiento (Romer, 1986; Baldwin, 1989) destacan el papel de las economías de
en el proceso de crecimiento. El supuesto básico que se realiza es que los rer¡diJIIli<'ñ'1
tos crecientes están causados en gran parte por el progreso tecnológico. Existen
implicaciones de este supuesto en términos de propiedades estables: cuando la
cidad capital del producto es la unidad, los cambios exógenos en larelación outpul/é:¡pi;
tal tendrán un impacto sobre la tasa de crecimiento, y el porcentaje de ahorros
sobre la tasa de crecimiento. Por lo tanto, el ahorro asume un importante papel en
proceso de crecimiento, aunque queda aún pendiente el tema de si las economías
escala son importantes al nivel de toda la economía (Baldwin, 1989: 257).
La teoría postkeynesiana del ciclo parte del supuesto fundamental de que los ·
son inherentes a las economías capitalistas. Por ello, los ciclos se describen como
menos endógenos causados por el funcionamiento nonnal del sistema económico
!alista (Kaldor, 1940; Kalecki, 1971: cap. ll; Goodwin, 1967), con los shb~!~,~~~;;~:~:;
como, por ejemplo, los cambios en el precio del petróleo, percibidos bomo ·
cadores de una inestabilidad endógena. Esta inestabilidad surge del impulso tanto
productores como de los inversores financieros de acumular riqueza por sí misma.
lo tanto, no es ninguna sorpresa encontrar que la inversión, las expectativas y la
tribución están en el centro de la teoría postkeynesiana de los ciclos.
El modelo de Kaldor (1940) ha influido en el análisis postkeynesiano de
Este modelo depende de la intersección de relaciones de ahorros e inversión no
les y de sus movimientos causados por los cambios en el stock de capital. Estos
«equilibrios)>, tanto estables como inestables, que son responsables de los ~::~i;:~
tos cíclicos. El modelo sufre porque ignora el mercado laboral. Como se '
sólo alrededor del mercado de productos, la posición negociadora y la fuerza de
trabajadores son ignoradas. Este es un aspecto predominante en la teoría de los
de Goodwin (1967), que se basa en las participaciones del capital y del
explicar el comportamiento cíclico de la economía. La lucha de clases por la disltribu' ,
ción se limita exclusivamente al mercado laboral. No hay problemas de demanda agre-
gada por los que preocuparse, ya que la inversión siempre se ajusta automáti<:an1en1te ,
para vaciar el mercado de productos. Tanto la inversión como el output son variable_s
pasivas y acomodaticias. El control sobre las decisiones de producción y de inversióri;
que es un arma poderosa en manos del capital en la lucha de clases, está totalmerite
ausente. Más recientemente, no obstante, Goodwin y Punzo (1987) han integrado la
demanda efectiva en el modelo, y Skott (1989) ha ampliado el modelo de Goodwin
incorporando elementos keynesianos. El mecanismo cíclico subyacente de este mode-
lo presenta diferencias significativas respecto al original de Goodwin.
En cambio, el modelo de los ciclos de Kalecki (1971) se basa en la idea de que es
el comportamiento cíclico del gasto en inversión lo que constituye la causa principal de
las fluctuaciones macroeconómicas. El supuesto simplificador de una economía cerrada
se mantiene, junto con el supuesto kaleckiano estándar de que la propensión marginal a
HACIA LA COHERENCIA 627

salarios es cero. El modelo de Kalecki se basa fuertemente en el sec-


para explicar los ciclos, de la misma forma que el modelo de Goodwin enfatiza
,¡ ji¡ncionarnienlto del mercado laboral. Los dos ignoran las fuerzas monetarias, y Minsky
1986) da razón de ellas en un modelo de ciclos empresariales que se basa en la inte-
entre los factores financieros y los reales (ver también Hudson, 1957).

J'OILITICA" ECONÓMICAS

e~cJn<lmíiapostkeynesiana enfatiza la incertidumbre no ergódica, el tiempo históri-


realismo crítico y la relevancia. Las economías capitalistas avanzadas son inhe-
1terneclte cíclicas e inestables. Por sí mismas, no pueden conseguir y mantener el
empleo de los recursos. Estas economías están también dañadas por las de-
ij¡tuudades en la distribución del poder de mercado y, por lo tanto, en la de la renta y
riqueza. Las fuerzas de mercado, sin trabas, en lugar de reducir tienden a exa-
'h"· "''" inestabilidades y diferencias. Las fuerzas de la causalidad acumulativa
plenamente (Myrdal, 1939, 1957; Kaldor, 1970). Estas inestabilidades se
al comportamiento de la inversión privada como resultado de las expectati-
<vcllátiles y de los impredecibles ánimos empresariales. Por lo tanto, existe un enor-
'pofincial y una enorme necesidad de que los gobiernos inicien, mantengan y apliquen
económicas.
~~~~:~~:~;~~óa~ gubernamental para estimular la demanda agregada es necesaria
'P para ayudar a la economía a conseguir y mantener el pleno empleo. Sin
puede intensificar el poder de los sindicatos y de los trabajadores en el
lo~~;~~~:~·y~!generar presiones inflacionarias. La reducción, si no la eliminación,
~1 requeriría la existencia de una política de rentas. El consenso social
~)ac partic:ip••ci<in en las rentas y la participación de los trabajadores es una condi-
V'"'d <¡uc existan políticas «de planificación de rentas». Los proble-
"'"d"'""'c pagos pueden aparecer en el pleno empleo o incluso antes de que
·consiga (Thirlwall, 1980). Una investigación y desarrollo inadecuados que pro-
úerlincsul5ci.enlte innovación e inversión, la falta de una fuerza de trabajo bien for-
experimentada, una capacidad insuficiente e inadecuada o, incluso una oferta
i~~:~:~~~a~ son limitaciones potenciales adicionales. Esto supone que es necesa-
:_:i algún tipo de control de la inversión para eliminar estas limitaciones.
tomar la forma de socialización de la inversión, como en Keynes (1980):

'Si dos tercios o tres cuartas partes de la inversión total es llevada a cabo o puede ser
, influida por sociedades públicas o semi públicas, un programa de carácter estable a
largo plazo debería ser capaz de reducir el intervalo potencial de fluctuaciones hasta
límites mucho más estrechos que antes, cuando un menor volumen de inversión esta-
,, ba bajo control público e incluso esta parte tendía a seguir, más que a corregir, las
fluctuaciones de la inversión en el sector estrictamente privado (p. 322).

tbrso>Cializ.cciócn de la inversión, por tanto, es potencialmente capaz de rellenar el


la i:nversi<in privada debido a las penetrantes incertidumbres a las que
enfrentan l'os inversores en relación al rendimiento económico en el futuro. De esta
la socialización de la inversión es vista como un medio para reducir la incerti-
628 CRITICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

durnbre a través de la creación de un entorno económico más estable. Sin embargo,


incluso así es posible que el control de la inversión en sí mismo no sea efectivo si no
se asegura la cooperación del movimiento sindical. De hecho, los sindicatos sólo esta-
rían dispuestos a cooperar si se les incluyera en el proceso de torna de decisiones. La
consecuencia es que el tipo de socialización de la inversión concebido proporcionaría
un papel activo no sólo a Jos gobiernos, sino también a los trabajadores y a los sindi-
catos (Harcourt, 1977, 1986, 1992; Arestis, 1992: cap. 10).
Existen varias limitaciones asociadas a estas recetas de política económica. Está
el funcionamiento de las corporaciones transnacionales y de los centros financieros
internacionales, que pueden imponer limitaciones considerables a la aplicación del tipo
de políticas económicas a las que se refiere el análisis económico postkeynesiano (la
experiencia del Reino Unido después de la Segunda Guerra Mundial es un ejemplo
excelente en este contexto). Es, por lo tanto, muy importante que los gobiernos esta-
blezcan controles sobre las operaciones de los centros transnacionales y financieros.
La liberalización del mercado financiero y las políticas de estabilización del tipo FMI
han producido un entorno en el que lo que importa son las políticas deflacionarias para
mantener la «confianza» de los mercados financieros. Inevitablemente, se han mate-
rializado altos niveles de desempleo y efectos distribucionales no deseados, especial-
mente en los PMD [Países Menos Desarrollados] (Arestis y Demetriades, 1993) sin
ningún signo de que la liberalización financiera o las políticas tipo FMI hayan tenido
éxito ni remotamente en términos de producir altas tasas de crecimiento sostenibles.
Los decisores en política económica deberían intentar afectar directamente al ámbito de
la regulación del capital internacional, así como los flujos comerciales. Tal esfuerzo
podría también aliviar los problemas de la balanza de pagos (Christodoulalds y Godley,
1987). Keynes (1980) propuso controles permanentes del capital, tanto hacia dentro
como hacia fuera, para tratar situaciones en las que los financieros-internacionales se
hacen indomables. También insistió en que el sistema financiero en su totalidad debe-
ría ser sometido a un control permanente, y planteó la idea de la planificación para
organizar todo el sistema internacional (ver también Hicks, 1985). En este sentido, la
coordinación internacional de la política económica, especialmente entre los princi-
pales países industrializados, adopta una importancia principal.
Otra limitación potencialmente grave sobre este tipo de política económica es su
fuerte dependencia de la cooperación y el consenso social entre el trabajo, la industria
y el Estado. Este consenso puede ser difícil de conseguir a la vista de la reciente des-
regulación del mercado laboral. Existen ejemplos de países donde los intentos de rea-
lizar tales consensos no siempre han tenido éxito (por ejemplo, el Reino Unido);
igualmente, existen economías que han tenido más suerte con estos esfuerzos (Austria
y los países escandinavos son buenos ejemplos en este contexto). Vale la pena tomar en
consideración la experiencia y los arreglos institucionales de los países del segundo
grupo, ya que proporcionan algunas pruebas de que el consenso, por lo menos poten-
cialmente, es posible. Hay evidencia adicional de que una mayor participación de los
trabajadores en la toma de decisiones es un detenninante importante de los aumentos
de productividad. De fonna que las empresas que adoptan la «participación de los tra-
bajadores» como una política consciente experimentan mejores resultados (en términos
de ventas, crecimiento, rentabilidad y también de efectividad general) que empresas
similares que no siguen estas políticas (Hodgson, 1984).
ECONOMÍA POSTKEYNESIANA: HACIA LA COHERENCIA 629

finalmente, la intemacionalización y la globalización del capital tanto financiero


como industrial han impuesto limitaciones adicionales a los países individuales en la apli-
cación de políticas económicas. Este tipo de evoluciones, no obstante, indican que las
políticas económicas tendrían una mayor oportunidad de éxito si fueran explícita y fir-
memente «internacionalistas» (Radice, 1989). Un muy buen ejemplo en este sentido
es la propuesta de una colaboración y coordinación más cercana de las políticas macro-
económicas entre los Estados miembros de la Unión Europea.

5. RESUMEN Y CONCLUSIONES
Este artículo ha intentado identificar los ingredientes metodológicos y teóricos prin-
cipales de la economía postkeynesiana. Ha intentado mostrar que esta forma de pensar
sobre cómo funciona la economía gira sobre un corpus de método y teoría que repre-
senta una forma coherente de analizar los fenómenos económicos. De hecho, nos gus-
taría acabar este artículo sugiriendo que la economía postkeynesiana ha llegado a un
momento de su evolución que le da derecho a confirmar su coherencia interna (ver
también Arestis, 1992; Botris, 1986).
Existen, sin embargo, áreas que aún están subdesarrolladas o que necesitan ser
desarrolladas. La elección del consumidor y el comportamiento humano son quizá
lqs ejemplos más claros. Aportaciones recientes de Eichner (1991) y Lavoie (1994),
que han identificado varios principios sobre los que construir un trabajo en este sen-
tido, representan un paso importante en la dirección correcta. Se necesita urgente-
mente investigación adicional sobre cómo debería moldearse la oferta agregada si
se rechaza la maximización del beneficio (ver, no obstante, Eichner, 1976, 1991).
La economía internacional y la economía de los países en desarrollo deberían también
mencionarse en este contexto, aunque debe decirse que en estos ámbitos se han hecho
ciertos progresos: Arestis y Milberg (1993-4) y Cowling y Sugden (1994) son bue·
nos ejemplos en el caso de la economía internacional, y Dutt (1990) en el caso de la
economía de los países en desarrollo. Un ámbito relacionado en el que se necesita
más investigación es el de la dimensión internacional de la gestión de la demanda
resultante de los efectos de la interacción Norte-Sur sobre los precios de las mer-
cancías primarias, siguiendo el inicio marcado por Kalecki (1971) y Kaldor (1976)
y continuado porThirlwall (1980) -ver también Beckerman y Jenkinson, 1986-. Es
sorprendente el hecho de que, aunque la política monetaria postkeynesiana ha sido
investigada de forma muy sustancial, la teoría financiera está aún bastante subdesa-
rrollada. No obstante, existen indicadores que señalan hacia direcciones que pueden
ser seguidas fructíferamente (ver por ejemplo Davidson, 1988b; y Findlay y Williams,
1985). También es sorprendente, dentro de la economía monetaria, la ausencia del
desarrollo del rol de la política monetaria versus la política fiscal en los desregulados
mercados financieros internacionales, un área en la que debe emprenderse la inves-
tigación de forma urgente.
Estos son algunos ejemplos que destacan el hecho de que existen aún muchos ámbi-
tos que plantean importantes problemas para la teoría postkeynesiana. Pero el progre~
so considerable que se ha realizado en los últimos años justifica ampliamente la
afirmación de que la economía postkeynesiana ha progresado más allá de ofrecer mera-
mente una crítica de la economía convencional y, tal y como este artículo pretende
630 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

demostrar, ha llegado ahora al punto de constituir un enfoque positivo caracterizado


por la coherencia interna.

6. BIBLIOGRAFÍA
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Postkeynesianismo: ¿de la crítica a la coherencia?*


O. F. Hamouda y G. C. Harcourt

l. INTRODUCCIÓN
Se han publicado muchos artículos que ofrecen una visión general y/o de interpreta·
ción sobre el postkeynesianismo y la economía postkeynesiana en los últimos doce
años aproximadamente: Harris (1975), Eichner y Kregel (1975), Shapiro (1977),
Davidson (1980, 1981), Rowthorn (1974, 1981), Harcourt (1982c), Cohen y Cohen
(1983), Groenewegen (1986), Amedeo y Dutt (1986). La American Economic
Association dedicó una sesión a este tema en su reunión anual que se celebró en Atlanta,
Georgia, en 1979 (verTarshis, 1980; Yellen, 1980; Crotty, 1980; Kenyon, 1980; y
Harcourt, 1980). También se han publicado varios libros: Reconstruction of Political
Economy, Kregel (1973, 1975); Harris (1978); Eichner (1979) (que recopila una serie
de artículos sobre aspectos del postkeynesianismo ya publicados en Challenge); Nell
(1980); Walsh y Gram (1980); Blatt (1983); Broome (1983); Liechtenstein (1983);
Mainwaring (1983); Arestis y Skouras (1985) (que vuelve a publicar una colección de
los Thames Papers in Political Economy que versan sobre la economía postkeynesia-
na); y Eichner (1985) (que avanza un trabajo mucho más extenso sobre los postkey-
nesianos y los institucionalistas que Eichner está preparando). Marglin (l984b) publicó
recientemente una obra básica que intenta sintetizar algunas corrientes de las teorías
postkeynesiana y marxista en tanto que éstas se relacionan con los problemas del cre-
cimiento, la distribución y los precios (ver también Bhadhuri, 1986, que sintetiza las prin-
cipales corrientes macroeconómicas en Marx, Keynes y Kalecki; y Jarsulic, 1987).
Pero, a juzgar por las reacciones que provocan en la profesión (ver, por ejemplo, Hahn,
1982, 1984; Solow, 1984, p. 137-8), lo que es exactamente el postkeynesianismo toda·
vía no está claro en las mentes de muchos [economistas]. Los postkeynesianos no han
conseguido transmitir su mensaje, en parte debido a los difíciles y polémicos temas
económicos que tratan, en parte por la diversidad de teorías que han generado, y, tam-
bién, en la áctualidad, en parte debido a los recelos ideológicos de la mayoría de la

' Publicado en: Hamouda, O. F.; Harcourt, G. C. «Post-Keynesianism: From Criticism to Coherence?n En:
Pheby, J. (ed.). New Direciions in Post·Keynesian Economics. Aldershot: Edward Elgar, 1989, p. 1-32.
Traducción: Beatriu Krayenbühl.
N. de la T.: el mark·up prici11g se refiere a un sistema de fijar los precios sin depender de la oferta y la
demanda en el mercado sino que la empresa fija el precio unilateralmente estableciendo un margen
sobre el coste de producción [margen sobre coste}; en España se ha traducido con frecuencia por la
expresión «precios administrados».
l. Agradecemos, pero de ningún modo involucramos, a Roger Backhouse, Sheila Dow, Peter Kriesler,
Cristina Marcuzza y Peter Reid por sus comentarios sobre una versión preliminar del estudio.
638 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

profesión. A veces, las teorías propuestas también están en pugna entre sí (ver, por
ejemplo, Eatwell, 1983, y Kregel, \983b, en el número especial conmemorativo de
Joan Robinson que apareció en el Cambridge Journal of Economics).
La economía postkeynesiana es pues una expresión genérica que comprende el
trabajo de un grupo heterogéneo de economistas que, no obstante, están unidos, no
sólo en su aversión por la teoría neoclásica convencional y las versiones de equili-
brio general ISILM de la teoría «keynesiana», sino también en sus intentos de pro-
porcionar enfoques alternativos coherentes de análisis económico. (Tampoco se sienten
muy partidarios de los desarrollos de la teoría keynesiana asociados a Clower y
Leijonhufvud, por un lado [ver, por ejemplo, Chick, 1978], ni de las teorías del de-
sequilibrio de los economistas franceses, por el otro). Utilizamos el término «enfo-
ques» porque podemos identificar diversas corrientes que difieren entre sí tanto respecto
al método como a las características de la economía que están incluidas en sus mode-
los. Para comprender estas diferencias resulta provechoso, en primer lugar, examinar
las diversas líneas que surgieron (o que se percibió como si surgiesen) de la econo-
mía política clásica. ·

2. LíNEAS QUE SE DERIVAN DE LA ECONOMÍA POLÍTICA CLÁSICA2

La primera línea conduce a Marshall, que influyó directamente a Keynes y a aque'


llos postkeynesianos que parten del Tratado y la Teoría general. Sidney Weintraub,
Paul Davidson, así como (en menor grado) Kregel y Minsky. La segunda línea con-
duce a Marx. Contiene el enfoque que fue reavivado por Sraffa, al cual se ha
do recientemente la contribución de Keynes de la demanda efectiva, sobre todo en
el trabajo de Garegnani 3 (1976; 1978; 1979; 1983a, 1983b), Krishna Bharadwaj
(1978a, 1978b, 1983), Eatwell (1979, 1983), Milgate (1982, 1983) y Pasinetti
1974, 1981). Dobb y Meek, que tuvieron papeles excepcionalmente importantes en
mantenimiento a flote de la economía marxista en el Reino Unido desde los años'
veinte (1920) hasta los cincuenta, fueron igualmente importantes en la tarea de rela-
cionar las contribuciones de Sraffa con la economía política clásica y la marxista en
los años sesenta y setenta (ver Dobb, 1970; 1973, y Meek, 1961, 1967; 1973, 1977).
La tercera línea también pasa por Marx y surge a través de la adaptación de Kalecki
a los esquemas de reproducción de Marx, a fin de abordar el problema de la realiza-
ción, hasta Joan Robinson y sus seguidores. (Hacia el final de su vida, Joan Robinson
se volvió escéptica respecto a cualquier intento de proporcionar una <<teoría comple-
ta» alternativa. Consideraba que esto «sólo sería otra caja de trucos» (Robinson, 1979,
vol. 5, p. 119)4 •

2. La disposición de los recorridos y de las corrientes asociadas a éstos es debida pummente a la conve-
niencia de la exposición; no implica ni importancia relativa ni prioridad cronológica de ninguna corrien-
te particular.
3. Aunque los artículos de Garegnani fueron publicados en inglés a finales de los años setenta, se basan en
una investigación que efectuó al principio de los años sesenta, justo después de finalizar su tesis doc-
toral (Garegnani, 1959) sobre la teoría de la distribución.
4. Carvalho (1984-5) examinó las tres corrientes desde el punto de vista de cómo éstas reaccionan yana-
lizan el corto y el largo plazo. Se siente más próximo a las corrientes una y tres que a la dos. Este autor
tiene especial interés por el tmbajo de Shackle. (Ver también Carvalho, 1983-4.)
POSTKEYNESIANISMO: ¿DE LA CRÍTICA A LA COHERENCIA? 639

Al igual que estos grupos principales, también existen algunas figuras individuales
destacadas que desafían cualquier clasificación dentro de un grupo o corriente en par-
ticular. La más notable es Kaldor. Éste efectuó enormes contribuciones (ver Kaldor,
1960, 1961, 1978) a través de su llamada teoría keynesiana de la distribución (Kaldor,
1955-6, 1957, 1959, 1961) en la que los distintos valores de las propensiones al ahorro
de los preceptores de beneficios y de los asalariados juegan un papel vital; a través de
sus teorías del crecimiento; a través de sus modelos de desarrollo de la economía mun-
dial en los que subraya las percepciones de Allyn Young respecto a los rendimientos
dinámicos crecientes y la causación acumulativa; y a través de sus imaginativas e inno-
vadoras aportaciones a los debates sobre política económica, a menudo como asesor
de los gobiernos. (Su crítica del sistema de Keynes respecto a la endogeneidad del
dinero [ver, por ejemplo, Kaldor, 1983, Kaldor y Trevithick, 1981], según la cual
la dirección causal de la teoría cuantitativa de la moneda se invierte de fonna que «la
oferta de dinero se considera más corno una función de la renta nominal que a la inver-
sa>> [Rousseas, 1986, p. ix], ha encontrado un oyente bien dispuesto en Basil Moore
[1979] en Estados Unidos [ver también Weintraub, 1978b, cap. 1, Rousseas, 1986],
debido al sorprendente olvido del dinero en la mayor parte de la macroeconomía de
Cambridge después de Keynes, Kregel, 1985a.) Siguen las contribuciones de Goodwin
yPasinetti. Estos abarcan por lo menos dos de las tres corrientes. G. L. S. Shackle tam-
bi-én representa una influencia importante tanto en la primera corriente como en la
tercera (ver, por ejemplo, Shackle, 1973; Hamouda, 1987, y Harcourt, 198lb).
Fir.a!JneJJte, Godley y sus colegas del Departamento de Economía Aplicada de
¡::runb1idg;e se sitúan dentro de la tradición de la teoría de Keynes de la demanda efec-
se apartan del énfasis de Keynes en el equilibrio de flujos a fin de pnner de relie-
equilibrio de stocks (ver Godley y Cripps, 1983, y Godley, 1983).
'
LA ECONOMÍA POLÍTICA CLÁSICA, A TRAVÉS DE MARSHALL, A KEYNES

llnúcl<'o de la economía clásica, aquél que ahora recibe el nombre de enfoque del
'ex<:ed<:nte (swplus approach) (ver Garegnani, 1984), implica que las teorías del valor
distribución tienen que estar relacionadas con la capacidad de la economía para
pr<JdulCi'r un excedente por encima de las necesidades de producción utilizadas en el
pnx:eso ¡periódi'<:o de producción. De qué forma el excedente se crea, se extrae, se dis-
y se utiliza en el sistema capitalista, tal como lo analizan los economistas polí-
clásicos y especialmente Marx, resulta de la capacidad de la clase capitalista para
que la clase de los asalariados trabaje más tiempn del que necesita para producir
~'""'"' propias necesidades. Se requería una teoría del valor para medir el exceden-
tal forma que su distribución y composición se pudiesen analizar en un momen-
to <lad<> en el tiempo y que su magnitud se pudiera comparar en el tiempn. Se necesitaba
teoría separada para explicar el nivel de los salarios (o, alternativamente, la tasa
beneficios), de tal manera que se pudiese introducir un valor dado en el «núcleo»
de determinar el conjunto de precios relativos y la otra variable distributiva en
sistema de libre competencia. Los precios -precios naturales clásicos o precios mar-
de producción- se asociaron con la capacidad del sistema para reproducirse. El
.ol>jetivo principal del análisis económico era explicar las características de la posición
la economía a largo plazo, los precios naturales de las mercancías y las tasas natu-
640 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

rales de salarios, beneficios y rentas, determinadas por fuerzas dominantes y persis-


tentes.
Los precios naturales se consideran como los centros de gravedad; se argumenta
que están determinados por fuerzas que en gran parte son independientes de los fac-
tores de la oferta y la demanda que detenuinan los precios del mercado; y que los pre-
cios del mercado, siempre que sus valores se desvían de los valores de los precios
naturales, tienden a revertir estos o, por lo menos, a fluctuar a su alrededor. Los eco-
nomistas clásicos dedicaron mucha atención al análisis de estos procesos. Sin embar-
go, sólo en años recientes han vuelto los investigadores modernos a estos temas y han
analizado las condiciones bajo las que la convergencia puede tener lugar o no5 (ver,
por ejemplo, Medio, 1978; Steedman, 1984; Semmler, 1984).
El nivel general de precios se «explicó» entonces mediante la teoría cuantitativa
del dinero6• Las crisis y los ciclos fueron considerados como de corto plazo, y como
desviaciones monetarias alrededor de la posición central a largo plazo. Las teorías
del valor y la distribución, por un lado, y del dinero, los ciclos y las crisis, por el otro, ,
pertenecían a volúmenes distintos. El dinero era un velo extendido sobre los funcio-
namientos reales de la economía en la que, nonnalmente, la ley de Say implicaba que
un exceso de oferta de productos no podría tener lugar a largo plazo. Por lo tanto, no
había ninguna necesidad de una teoría independiente del nivel del output total. Garegnani
(1985; 1986) ha sostenido recientemente que para los economistas clásicos, excepto
Say y sus seguidores, lejos de ser el caso de que la oferta crea su propia demanda, jus-
tamente sucedía al revés en cuanto a la mano de obra y el capital: la oferta de marío
de obra y de capital tiende a responder con el tiempo a la demanda de éstos. Y
tras que la libre competencia, tal como la entienden los economistas políticos Cl2~tc:os,,, ,,
tiende a determinar el nivel del salario natural, esto únicamente sucedería dentro de
un límite superior y un límite inferior que estarían determinados por una serie com-
pleja de fuerzas sociales (ver, también, Schefold, 1985, para una elaboración de
temas y de por qué el sistema clásico de precios y distribución, tal como lo ex¡>on,e':,'
Sraffa, 1960, no puede ser subsumido como un caso especial de la teoría ne<Jc!iisica,
del equilibrio general, tal como, por ejemplo, Hahn [1982] planteaba).
Marshall mantuvo la dicotomía entre valor y distribución, por un lado, y dinero,
el otro, pero mutiló la teoría del valor al explicar los precios normales a largo
en términos de fuerzas de oferta y demanda (ver Bharadwaj, 1978)7 • A pesar de que
en el texto de los Principios sólo utilizó el análisis de equilibrio parcial, en los apén-
dices trazó explícitamente las grandes líneas de un modelo de equilibrio general en el

5. Como resultado de esta renovación del análisis, se ha puesto en duda la coherencia del concepto de
precios naturales y su independencia de los precios de mercado; ver Harcourt (1981, 1982}; Hamouda
(1984); Levine (vol. 11, 198t); Allaoua (1986).
6. Cristina Marcuzza nos advierte que esta afirmación refleja una lectura retrospectiva; que en la teoría
clásica, Ricardo, por ejemplo, sostenía que a pesar de que es cierto que la causalidad pasaba del dine-
ro a Jos precios, sin embargo esto no implicaba una teoría del nivel de equilibrio de los precios (o del
dinero).
7. Roger Backhouse escribe que la explicación del texto hace que la ruptura aparezca demasiado marca-
da, que ~<Samuel Bailey [... ]un economista clásico muy i~fluyente [... ]ya en 1825 tenía una teoría
subjetiva del valor [y que], en Mili, el enfoque del excedente coexiste con una teoría de los precios que
tiene mucho en común con la de Marshali».
POSTKEYNESIANISMO: ¿DE LA CRÍTICA ALA COHERENCIA1 641

que todos los precios y cantidades eran determinados simultáneamente. La posición


normal de la economía que presentaba la ley de Say, así como las teorías del dinero, del
nivel general de precios y de las fluctuaciones y crisis, también tenían que ser incluí~
dos en el segundo volumen. Si alguna vez se hubiese escrito de fonna completa (ver
J(eynes, 1972, vol. x, p. 191-5), hubiéramos encontrado allí una explicación de las cau-
sas de las desviaciones de las posiciones normales y de cómo la gestión del dinero se
podría utilizar para minimizar las desviaciones de una posición determinada y para
guiar la economía con una mínima alteración, de una posición de largo plazo a otra,
cuando los gustos y/o las condiciones técnicas cambiasen. El concepto clásico del exce-
dente desapareció, los precios ya no reflejaban la reproducción sino que se convirtie-
ron en indicadores de la escasez que reflejaban los factores subjetivos que subyacen
en las funciones de oferta y demanda'. Los precios y las cantidades se determinaban
de forma conjunta, el nivel general de precios se explicaba por la cantidad de dinero.
Keynes heredó esta forma de ver y modelar el mundo y la utilizó con buenos resul-
tados en Tract y, creyó él, en el Tratado. Pero al establecer sus ecuaciones fundamen-
tales en el Tratado, inadvertidamente, proporcionó una temía rival a la teoría cuantitativa,
una de niveles sectoriales de precios, en la que el nivel del salario nominal (estricta-
mente hablando, los ingresos normales por unidad de output) y el margen de benefi-
cio (tal como se refleja en los beneficios por unidad de output) eran los principales
determinantes de los niveles de precios. El darse cuenta de que se había emancipado a
sí mismo de la teoría cuantitativa le liberó para escribir la Teoría general (ver Kabn,
1984). En ella también rebatía el principio fundamental de la economía neoclásica (tal
como le había sido transmitido por Marshall), la ley de Say -el sine qua non para que
se mantenga la teoría cuantitativa-. Sin embargo, en la misma Teoría general retuvo
la teoría marshalliana de los precios de oferta y demanda. No obstanie, su concepto de
demanda y oferta agregadas, su dicotomía según la cual la inversión, a diferencia del
consumo, no está limitada por la renta corriente y está detenninada predominantemente
por la rentabilidad esperada, le permitió desarrollar una teoría del equilibrio con subem-
pleo. El mercado de trabajo se podría mantener sin vaciarse aunque el mercado de pro-
ductos se vaciara porque los desempleados no tenían formas efectivas de indicar a los
empresarios que sería rentable contratarlos. Realmente, aún cuando lo pudiesen indi-
car, tampoco sería posible contratarlos porque no habría ningún mecanismo (tal como
se creía que lo había en la teoría neoclásica, mediante el tipo de interés) que garantizase
que la inversión fuese la necesaria para absorber el ahorro en pleno empleo.

4. CORRIENTE 1
Las implicaciones del Tratado y de la Teoría general constituyeron la base sobre la
cual los postkeynesianos edificaron. Destacaron la incertidumbre, la necesaria inte-
gración del dinero desde el inicio del análisis del funcionamiento de la econonúa, la.
posición central del salario nominal, tanto como principal determinante del nivel de
precios y de la estabilidad (o inestabilidad) de la economía, como de la interrelación

8. David Levine (1986, p. 16) plantea el contraste sucintamente: «la teoría clásica se centraba en la tec-
nología, la reproducción y la distribución agregada; la teoría neoclásica se centraba en factores esca-
sos y preferencias individuales».
642 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

de flujos-stocks del proceso de acumulación de capital. Así, Weintraub (ver, por ejem-
plo, Weintraub, 1958) tomó lo que ahora llamaríamos fundamentos microeconómicos
de la función de la oferta agregada como su base (ver Kregel, 1985b) y desarrolló una
macroteoría de la distribución, así como del output y el empleo.
Lorie Tarshis fue desarrollando de forma independiente una macroteoría de la
distribución para integrarla con la teoría de la demanda efectiva de la Teoría gene-
ral y los fundamentos microeconómicos que emananaban tanto del trabf\io de Richard
Kahn «The Economics of the Short Period>> (Kahn, 1929) como de Economics of
Impeifect Competition de Joan Robinson (Robinson, 1933). Tarshis empezó este tra,
bajo como una tesis doctoral, <<The Determination of Labour Jncome>> (Tarshis, 1939),
en Cambridge a mediados de los años treinta. Se trataba fundamentalmente de una
versión descubierta independientemente de la macroteoría de la distribución de Kalecki
y contenía considerablemente más trabajo empírico. Tarhis estaba influido por Gardinet
Means y otros que por aquel entonces trabajaban en la fijación de precios con márgenes
sobre costes [precios administrados]. Incluyó estas ideas en su marco teórico, anali-:'
zando la relación entre los costes medios y marginales del trabajo y la d~~s~i~:~~;•'
entre precio y costo como la clave de la distribución. Tharsis desarrolló e
blemente este marco particular durante toda su vida laboral (ver, por e{;~~~o~ ~~:::~.
1947, 1948). Su trabajo más elaborado está bien representado por su artículo 0
sobre la función de la oferta agregada en Festschrift de Scitovsky (Tharsis,
y en el apéndice a Tharsis (1984) (ver también Tharsis, 1979b, 1980, 1985). Al
que Weintraub y sus discípulos, Davidson y Smolensky, y su maestro común, Kevne•s(
Tharsis considera la función de oferta agregada tan importante como la
demanda agregada. Ambos, Tharsis y Weintraub, argumentaban que su relativo
dono ha sido un error fundamental de la moderna teoría keynesiana -y lo hicieron
los años cuarenta y cincuenta cuando virtualmente nadie más lo hacía-. ·
su exposición del núcleo básico de la Teoría general con la función de oferta
gada. El punto de partida típico de Weintraub es una función marshalliana de
a corto plazo en una industria específica (ver Weintraub, 1977). Se supone que
empresarios tienen expectativas de precios que implican ciertos niveles de
deseados y por lo tanto «ingresos» que justifican el ofrecer ciertos niveles de
-existe una presunción implícita de fijación de precios al coste marginal-. Los
sos de las industrias particulares se agregan para establecer un punto particular
función de oferta agregada9• Por contraste, Tharsis (1979a) empieza desde una
fundación explícita de competencia imperfecta, de tal forma que los empresarios
viduales tienen expectativas de ventas determinadas en cualquier momento en ,.
tiempo (en su modelo, el resultado de los ingresos marginales esperados iguala a ,
costes marginales). La agregación de estas cantidades lleva a la determinación
empleo, el output y la renta que, a través de la función de la demanda agregada,
mina si las expectativas de ventas a corto plazo de los empresarios eran correctas o
Según Kregel (1976), Keynes empleó a menudo un modelo en el que era <<como
se cumpliesen las expectativas a corto plazo, de forma que el proceso que acabamos_
de describir coincidiese con que la economía se encontraba inmediatamente en el

9. Otros aspectos de las muchas contribuciones de Weintraub se pueden encontrar, por ejemplo, en Weintraub
(1958, 1961, 1977a, 1977b, 1978a, 1978b, 1980, 1980-1. 1981).
POSTKEYNESIANISMO: ¿DE LA CRÍTICA A LA COHERENCIA? 643

punto de demanda efectiva para unas condiciones dadas. Sin embargo, la mayor parte
del trabajo de Tharsis y Weintraub, y de nuevo del de Keynes (ver Kregel, 1976), se
ocupa de cómo reaccionarían los empresarios si las expectativas a corto plazo no se
cumpliesen inmediatamente. Estos temas también han sido discutidos por
Asimakopulos (1982) y Parinello (1980), entre otros.
Weintraub fue un pionero de los esquemas antiinflacionarios (comúnmente Barna-
dos política de rentas basada en los impuestos, TIP) que proporcionaban sanciones e
incentivos a los responsables de las decisiones, especialmente en lo referido a los sala-
rios nominales, a fin de alcanzar un resultado general aceptable respecto a los cambios
en el nivel general de precios. Abba Lerner se le unió en esta tarea concreta. Ambos
diseñaron arreglos institucionales para alcanzar los resultados deseados no por coer-
ción sino apelando al propio interés de los individuos. En el caso de Weintraub, a tra-
vés de los incentivos de la zanahoria y el bastón marshalliano-pigovianos proporcionados
por el sistema impositivo. Se penaliza a los individuos mediante un impuesto sobre los
beneficios excesivos si éstos emprenden acciones que hacen subir los precios en pro-
porciones superiores a Jo que se considera socialmente deseable. Se les premia con
desgravaciones fiscales si emprenden las acciones opuestas. La solución de Lerner fue
la de alcanzar el pleno empleo y un nivel general de precios estable mediante la crea-
ción de un mercado con derecho a comprar o vender permisos para incrementar o redu-
cir los precios (ver Leroer y Colander, 1979, 1983). De esta forma, los libertarios no
podían quejarse, tal como lo habíari hecho del TIP, de que se hubiese establecido una
separación entre los beneficios sociales y los privados.
Davidson también utiliza el marco marshalliano del Tratado y de la Teoría general
para analizar el desarrollo de una economía monetaria de producción que opera en un
entorno incierto en el que la gente <<razonable>> de Marshall actúa lo mejor que puede.
En su teoría de la acumulación, relaciona los flujos corrientes del gasto de inversión
Con los stocks existentes, utilizando la teoría de Keynes de mercados al contado y de
futuros para conectar a ambos (ver, por ejemplo, Davidson, 1965, 1967, 1978, 1980a,
1980b, 1982). El mismo contraste entre los mercados al contado y los de futuros (y
sus precios respectivos) es utilizado por Davidson y Kregel (1980) (ver también Kregel,
1982, 1983a, 1983b, 1983c) para explicar el análisis del capítulo 17 de la Teoría gene-
ral en el que las fuerzas reales asociadas a la acumulación y las fuerzas monetarias que
determinan el tipo de interés convergen. El elemento fundamental reside en las pro-
piedades singulares y esenciales de la liquidez. El equilibrio con subempleo es posi-
ble porque al cambiar la demanda de los bienes al dinero no se crean necesariamente
oportunidades de empleo debido a las insignificantes elasticidades de producción y
distribución de aquél. Los detalles de este complejo argumento, tal como se encuen-
tra en la propia Teoría general y tal como ha sido desarrollado por Kregel, Davidson y
otros, constituye una fuente básica de desacuerdo entre esta corriente particular del
postkeynesianismo y la segunda corriente (ver p. 645-647). En particular, los funda-
mentos marshallianos del argumento de Keynes por los que Keynes, supone que las
curvas de oferta y demanda de varios activos son «adecuadas», son considerados erro-
neos por esta última.
La hipótesis de Minsky de la inestabilidad financiera, que éste sitúa en la Teoría
general (Minsky, 1975), se refiere a una teoría endógena de fluctuaciones cíclicas que
resultan de la interacción de factores reales y monetarios. La no realización de los cash-
644 CRiTICA A LA ECONOMfA ORTODOXA

flows esperados crea movimientos reales exagerados (en el sentido de tener una mayor
amplitud de lo que de otra forma sucedería) a medida que las empresas responden a
las implicaciones de los compromisos financieros adquiridos ó incurridos sobre la base
de sus expectativas iniciales. La esencia del proceso es como sigue (ver, por ejemplo,
Minsky, 1974, 1975, 1977, 1978, 1982): las decisiones de producción e inversión se
tienen que tomar antes de su realización efectiva. Esto a menudo requiere obtener la
financiación para ello, lo que obligue a las empresas individuales a ciertos compromi-
sos de reembolso del interés y del principal. Cuando los cash-flows reales resultan ser
distintos de aquellos que se anticiparon inicialmente, las empresas se encuentran con que
sus posiciones de liquidez se ven inesperadamente incrementadas, en relación a sus
compromisos anteriores, si los resultados son más favorables que los esperados, o ines-
peradamente reducidas si los resultados son decepcionantes. Probablemente, las decisiones
acerca de la producción real, el empleo y la inversión se reevaluarán. Lo que creará
cambios en la actividad que son adicionales a los ritmos reales asociados con, ponga-
mos por caso, el mecanismo bien conocido del multiplicador-acelerador. Victoria Chick
(1984, p. 291) expone esta visión de forma sucinta:

Las interacciones entre las relaciones de comportamiento esenciales comparten con


el aspecto financiero la responsabilidad por la asimetría entre el descenso precipitado
y el repunte graduaL Los aspectos financieros y reales están totalmente integrados.

Minsky argumenta (ver, por ejemplo, Minsky, 1978) que estos movimientos no
son acumulativos por naturaleza sino que, al contrario, contienen en sí la génesis de
una evolución cíclica inherente.

Tenemos [... ] un modelo en el cual la trayectoria de la renta depende crucialmente


de dos fenómenos: la determinación de la demanda de inversión total y la financiación
externa de la inversión a través de cambios monetarios. Por tanto, son las opiniones
de los empresarios y de los banqueros respecto a las relaciones financieras adecuadas
las que llevan la voz cantante para la demanda agregada y el empleo. Estas opiniones
son volátiles, responden al pasado de la economía y van cambiando a medida que la
economía pasa por los diversos tipos de comportamiento (expansión, crisis, deuda-
deflación, estancamiento y expansión relativamente regular) que caracterizan la evo-
lución del capitalismo (Minsky, 1975, p. 136).

Al igual que Marx, Kalecki, Goodwin, Kaldor, Pasinetti y Joan Robinson, Minsky
extrae el significado de las distintas restricciones sobre las decisiones de gasto de las
dos clases principales de la economía capitalista. Los asalariados se ven fundamen-
talmente limitados en sus decisiones de gasto (que principalmente se refieren a los
bienes de consumo) por sus ingresos, mientras que los empresarios se ven 1imitados
en sus decisiones respecto a la acumulación por las condiciones en las cuales están
disponibles las finanzas a corto y largo plazo (Minsky, 1978, 1982). Las últimas están
básicamente determinadas por las instituciones bancarias y financieras. Esta dicoto-
mía particular se ha convertido en el distintivo de la mayor parte de la teoría del ciclo
y del crecimiento postkeynesiana (ver, por ejemplo, Marglin, 1984a, 1984b, y para
un buen ejemplo de una ampliación de estas ideas a una economía abierta, Shelia
Dow, 1986-7).
POSTKEYNESIANISMO: ¿DE LA CRÍTICA ALA COHERENCIA? 645

5. LA SEGUNDA CORRIENTE

La segunda corriente, normalmente conocida como de los neoricardianos, toma de la


teoría de la demanda efectiva de Keynes el que el ahorro deseado se iguala a la inver-
sión deseada a través de cambios en el nivel de la renta. Sin embargo, argumentan que
esto es, o debería ser, una teoría del mve! de ingresos y empleo a largo plazo (en el
sentido de constituir el resultado final de fuertas persistentes) que debería situarse aliado
de las teorías clásicas del valor y la distribución (ver también Groenewegen, 1986,
p. 11).
Ahora hacemos una breve digresión para recordar al lector las contribuciones de
Sraffa (ver también Harcourt, 1982a, 1983, 1986, Essay 5; Kurz, 1985; Roncaglia,
1978). Lo relativamente poco que Sraffa publicó en su larga vida ha tenido un impac-
to profundo en la teoría económica (ver Harcourt, 1982a; 1983, p. 117; 1986, p. 76). Era
ricardiano sin aceptar la ley de Say, marxista aunque raramente se refería explícita-
mente a la teoría de Marx. Intentó volver a establecer el enfoque del excedente al aná-
lisis económico que se había perdido -«sumergido y olvidado»- con la emergencia de
la escuela marginal, con el método «marginal» y el correspondiente dominio de la teo-
ría subjetiva del valor, llevado a su forma más refinada en la teoría neoclásica del equi-
librio general 10•
Sraffa atacó en dos frentes; el objetivo del primero era derribar la teoría marginal
del valor y la distribución, incluyendo la teoría del valor tal como se había presenta-
do al mundo de habla inglesa, en particular en el trabajo de Marshall. Sus artículos de
1925 y 1926 estaban específicamente dirigidos contra la teoría de Marshall (ver tam-
bién Sraffa, 1930).
Tanto las introducciones a los volúmenes de Ricardo, Sraffa con Dobb (1951-5),
así como el propio Production of Commodities ... , estuvieron dirigidos contra la teoría
neoclásica del valor y la distribución que recurría a la oferta y la demanda, en el sen-
tido de que la idea fundamental era que los precios relativos del <<capital>> y del «trabajo>>
y sus participaciones relativas eran lo que eran debido a las escaseces relativas -la tasa
de beneficio, por ejemplo, era alta o baja dependiendo de si la economía en cuestión
tenía «pOCO» o «mucho)} «Capital» en relación a su oferta de «trabajo»-. Esta noción,
juntamente con «el principio dinámico de "substitución"» [ ... ] que siempre opera
(Marshall, 1890, p. xv), eran las claves principales de los niveles de beneficios nor-
males y de los de los salarios en una economía competitiva (ver Sraffa, 1961, 1962).
Sraffa tenía unos estándares muy exigentes respecto a la medición, la teoría y los
criterios que deberían satisfacer. Expuso sus puntos de vista de forma sucinta en la
.Conferencia de Corfú sobre la teoría del capital a finales de los años cincuenta, dis-
tinguiendo entre dos tipos de medidas:

En primer lugar, existía aquella en la que los estadísticos estaban particularmente


interesados. En segundo lugar, existía la medición teórica. Las medidas de los esta-
dfsticos sólo eran aproximadas[ ... }. Las medidas teóricas requerían una precisión

10. Krishna Bharadwaj (1978) llama a esle proceso la «emergencia del dominio de las teorías de la oferta
y la demanda». El propio Sraffa (1926, pág. 535) se refería al resultado del proceso como «el acuerdo
casi unánime que los economistas han alcanzado respecto a la teoría del valor competitivo>}, como
«[una] característica sorprendente de la posición actual de la ciencia económica».
646 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

absoluta. Cualquier imperfección en estas medidas teóricas no sólo era perturbadora,


sino que derribaba toda la base teórica [... ].El trabajo de J. B. Clark, BOhm~Bawerk
y otros pretendía producir definiciones de capital puras, tal como lo requerían sus
teorías[ ... ]. Si encontrábamos contradicciones, entonces éstas indicaban defectos en
la teoría, así como una incapacidad para definir medidas correctas del capital. Era en
esto -el fracaso principal de la teoría del capital- en lo que debiéramos concentrarnos
(Sraffa, 1961, p. 305-6).

Según estos estándares, Sraffa encontró defectuosa la teoría ortodoxa. Él mismo


meramente expresó los resultados: recolocando (Sraffa, 1960, parte III), el famoso
pasaje en paréntesis en el capítulo «Reduction to Dated Laboun> (p. 38) y el «notable
efecto» en el capítulo sobre el capital fijo (p. 70). Sraffa consideraba

una serie completa den máquinas similares, cada una, un año más vieja que la ante-
rior y, por tanto, formando un grupo tal como podríamos encontrarlo en un sistema que
se substituye a sí mismo. El requisito de que la suma total de las cuotas de deprecia-
ción debería ser constante e independiente de la tasa de beneficios está ahora incor-
porado al hecho de que[ ... ] tal grupo tal se mantiene simplemente introduciendo una
máquina nueva cada año. Pero la redistribución durante los distintas etapas de esta
suma total constante tiene el notable efecto que, con cualquier incremento en la tasa
de beneficios, el valor del grupo en su conjunto se incrementa en relación al valor
original de una nueva máquina.

A sus colegas más jóvenes, especialmente Krishna Bharadwaj, Eatwell, Garegnani,


Pasinetti, Steedman, les ha tocado explicarlo detalladamente, y a Roncaglia (1978), el
documentar la historia en tanto que se aplica al propio Sraffa. El resultado de la dis-
cusión fue el argumentar que la teoría de la oferta y la demanda de la tasa de beneficios
en la economía era incoherente 11 •
El segundo frente desde el cual atacó contenía sus contribuciones positivas. Es
decir, dió coherencia al concepto central de excedente en la reconstrucción moderna
del análisis clásico. La propia estructura es descrita, por ejemplo, por Walsh y Gram
(1980) (ver también Dutt, 1986). El propio Sraffa dirigió su atención a algunos pro-
blemas sin resolver en Ricardo y Marx; por ejemplo, el estándar invariable del valor
y el problema de la transformación, respectivamente. Mostró que tan pronto como se
permitían alteraciones en los métodos de producción, no era posible definir coheren-
temente un estándar invariable del valor. También proporcionó una neta solución al
problema de la transfonnación en un modelo de circulación de mercancías Como el
que Meek (1961, 1967) observó en su revisión. Garegnani (1984), siguiendo las con-
tribuciones de Sraffa, estableció la estructura analítica del enfoque del excedente, tanto
como se encuentra en la economía política clásica y en Marx, como en su forma más
adecuada para su utilización moderna.
Combinar la teoría de la demanda efectiva a largo plazo con el enfoque del exce-
dente implica rechazar la detenninación de los precios a través de la oferta y la deman-
da (distribución y cantidades), así como los vestigios del neoclasicismo en el análisis

11. Para una evaluación similar de las contribuciones y objetivos de Sraffa, ver Chakravarty (1986). Ver
también Gargegnani (1970, 1983a, 1983b, 1984, 1985, 1986).
POSTKEYNES!AN!SMO: ¿DE LA CRÍTICA A LA COHERENCIA? 647

de Keynes de la inversión la pendiente descendente de las curvas de la eficiencia mar-


ginal del capital y de la curva de demanda de los activos tal y como se presentan en el
capítulo 17 de la Teoría general. Se dice que estas construcciones son inconsistentes con
los hallazgos de los debates de la temía del capital respecto a la recolocación y la rever-
sión del capital (ver, por ejemplo, Harcourt, 1969, 1986, Essay 7; 1972; 1982b, Essays
16-19), por ejemplo, que no existe la presunción de que ni la curva de eficiencia mar-
ginal del capital (mee) o la eficiencia marginal de la inversión (mei) debería tener pen-
diente descendente. Según Garegnani (1983b), de ello resulta que, excepto en un modelo
de una economía de grano, no es posible derivar una detenninación coherente de pre-
cios, de distribuciones y de cantidades a través de la oferta y de la demanda, en el sen-
tido de que no se puede demostrar que existe un equilibrio estable a largo plazo de la
oferta y la demanda. Pero si el mei se refiere a la «expansión» de capital y no a la «pro-
fundiZación» de capital, resulta problemática la validez del argumento de Garegnani 12 •
Además, la utilización de la teoría de la preferencia de la liquidez del tipo de interés
en el argumento del capítulo 17, según la cual el tipo de interés nominal domina, se
considera como un ejemplo de la utilización de «imperfecciones», una utilización que
es inadmisible en la teoría de largo plazo. Por contraste, argumentan que lograr una
teoría correcta del output y el empleo a largo plazo deja el camino libre para una teo-
ría coherente de la acumulación con la que reemplazar la teoría neoclásica construida
sobre una base fisheriana (o walrasiana o clarkiana) 13 •
Los resultados de la teoría del capital también afectan a otras áreas. Steedman, a
menudo acompañado por Metcalfe, ha rehecho una gran parte de la teoría del comer-
cio internacional para ver de qué manera los resultados de la teoría ortodoxa resisten la
crítica, especialmente aquel aspecto que destaca las implicaciones de las mercancías
producidas por mercancías. No es sorprendente que la respuesta sea que muchos resul-
tados no la resisten (Steedman, 1979). (David Evans, 1975, 1976, 1984, 1986, ha apli-
cado la crítica marxista-sraffiana a la teoría del comercio internacional en el contexto
de teorías de comercio y desarrollo.) En segundo lugar, Steedman (1977) ha argu-
mentado que la mayor parte de percepciones marxistas se puede alcanzar comenzando
con el sistema de producción sraffiano más que con valores trabajo que muchos eco-
nomistas modernos consideran sujetos a objeciones.
No hace falta decir que los argumentos de Steedman no han sido aceptados por
todas las partes interesadas. La reacción se ha centrado en si la teoría del valor traba-
jo es necesaria o no, en particular qué es lo que significa exactamente, y si es o no
necesario que todas las proposiciones de una teoría económica coherente sean expre-
sadas de una forma precisa, usualmente análogas a una serie de argumentos matemá-
ticos, o si el razonamiento teórico de una ciencia social se puede llevar a cabo en muchas
dimensiones, de las cuales la forma matemática sólo es una (ver, por ejemplo, Harcourt,
1979b, 1982b, Essay 14). En tercer lugar, Steedman y Schefold (1971, 1976) han inves-
tigado problemas de producción conjunta y cambio técnico, extendiendo considera-
blemente los resultados de Sraffa a estas y otras áreas.
12. En este aspecto estamos en deud11 con Ernst Maug y Brothwell (1987, p. 5, n· 1). , ;:o:-·"·><:···,:Pg,¡,:,
13. También deberíamos mencionar a Edward Nell, el protegido de Adolph Lowe en la ~e~--~~-~~?J,,~?,r;_,,_
Social Research de Nueva York, cuyas contribuciones vigorosas, entusiastas y enérgic~;a~,atp~!!"~-~s ,,-
tres corrientes de 111 economía postkeynesian!l y están especialmente influidas porlas,:ó~,~~~c_~~~~,__'
de Joan Robinson y Sraffa (ver, por ejemplo, Nell, 1967, 1980, 1983). ,,,_;(,;,\'fJ"iÚ;!~t";It),
648 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

6. LA TERCERA CORRIENTE

La tercera corriente también empieza a partir de la economía clásica y de la economía


marxista. Las relaciones sociales de la esfera de producción, junto con la estructura
técnica de producción, determinan el excedente potencial disponible en cualquier
momento en el tiempo. Es decir, en todo momento el salario real está históricamente
determinado por el estado de la guerra de clases (entre otros factores) y determina a
su vez la «máxima» tasa de beneficios disponible. El que lo que es «potencialmente»
posible se realice «de hecho» como una tasa de beneficio y una tasa de acumulación
depende de las fuerzas de la demanda efectiva. Éstas se resumen en la interacción entre
la función de acumulación, la función de los «espíritus animales» («animal spirits»)
de Joan Robinson, en la cual la tasa de acumulación planeada depende de la tasa de
beneficios esperada, por un lado, y de una función de ahorro en la que la distribución
de la renta representa un papel fundamental (debido a las distintas propensiones al aho-
rro de las distintas clases), por el otro. Kalecki (1938, 1943, 1954, 1971) es la figura pio-
nera. (Para un estudio minucioso de las contribuciones de Kalecki, ver, por ejemplo,
Sawyer, 1985).
Al igual que Keynes, Kalecki analizó la idea de una demanda efectiva, pero empe-
zó desde un punto de vista diferente, los esquemas de reproducción de Marx. Basó su
teoría en la idea de Marx de que la dinámica de la economía capitalista es un resulta-
do de la lucha de clases. Por lo tanto, las relaciones sociales deberían ser tenidas en
cuenta al analizar el proceso dinámico. Kalecki parece no haber declarado nunca por
escrito su posición respecto a la teoría del valor trabajo. Suponía que los precios eran
fijados por las empresas de acuerdo con sus costos unitarios de producción a los cua-
les se añadían los márgenes o mark-ups para asegurar ciertos niveles de beneficio.
Kalecki intentó entonces ~!Studiar, a partir de hechos observados, de qué manera los
márgenes se relacionaban con los grados de monopolio de las empresas.
Como mencionamos antes, Kalecki consideró que la teoría de la explotación de
Marx era determinante acerca de cuáles podrían ser los límites de la tasa de salario
real, así como de la tasa general de beneficios en cualquier momento en el tiempo.
Dentro de estos límites, su teoría de la demanda efectiva, junto con su teoría de la fija-
ción de precios y distribución, detenninaba cuál sería de hecho la tasa de beneficios, el
salario real y el nivel general de actividad. Como en Keynes, el gasto de inversión es
la causa causans. En la teoría de Kalecki, mientras que los beneficios esperados pro-
porcionan el principal incentivo para la inversión, la inversión real Uunto con el con-
sumo de los capitalistas) es la principal creadora de los beneficios reales, que a su vez
son un determinante principal de la capacidad de invertir. Tanto la actividad de equili-
brio como la distribución están determinadas por la igualdad del ahorro y la inversión.
La inversión, la fuerza motriz en el modelo de Kalecki, requiere un tiempo de pla-
nificación, de realización y de puesta en funcionamiento. Entre las decisiones pueden
suceder varias cosas, y los ajustes tienen lugar de forma continua. La teoría del com-
portamiento de la inversión que Kalecki intentó desarrollar durante toda su vida labo-
ral pretendía ser una teoría endógena de la acumulación, la clave del modelo de
crecimiento cíclico del capitalismo en el cual «la tendencia a largo plazo (no sería)
más que un componente de cambio lento de una cadena de situaciones de corto plazo ...
(no una) entidad independiente>>. (Kalecki, 1971, p. 165). Además, por ténnino medio,
POSTKEYNESIANISMO: ¿DE LA CRÍTICA ALA COHERENCIA1 649

no habría pleno empleo, ni del trabajo, ni del stock de bienes de capital. Josef Steindl
(1952, 1981), un antiguo colega de Kalecki, hace una contribución única en esta coyun-
tura con sus teorías de los ciclos y el estancamiento en el contexto del capitalismo
monopolista moderno.
Kalecki ya era consciente de la importancia central de este enfoque para la teoría
de la inversión cuando escribió su revisión crítica de la Teoria general de Keynes en
1936. Otorgó a Keynes el máximo crédito por su teoría de la determinación del nivel
de empleo, si el nivel de inversión se podía considerar como dado -y entonces avanzó
las razones por las que el análisis de la inversión de Keynes era erróneo-. El siguien-
te pasaje de la traducción de Targetti y Kinda-Hass de 1982 del análisis de Kalecki
expone sus argumentos:

Por lo tanto resulta difícil considerar la solución de Keynes al problema de la inver-


sión como satisfactoria. La razón de este fracaso se halla en un enfoque que es bási~
camente estático respecto a una materia que por naturaleza es dinámica. Keynes toma
como dado el estado de las expectativas de los rendimientos, y de ello deduce un
nivel detenninado de inversión, pasando por alto los efectos que la inversión tendrá
a su vez sobre las expectativas. Aquí, uno puede ver un [boceto] (sic) del camino que
uno debe seguir a fin de construir una teoría realista de la inversión. Su punto de par~
tida debería ser la solucióp al problema de las decisiones de inversión, de la inver~
sión ex ante. Supongamos que en un momento dado existe un cierto estado de
expectativas respecto a las futuras rentas, un nivel de precios dado de los bienes de
inversión y, finalmente, un tipo de interés dado. ¿Cuál será la inversión que los empre-
sarios intentan realizar en una unidad de tiempo? SuP.ongamos que este problema se
ha resuelto (a pesar de que nos parece imposible hacer esto sin introducir alguna hipó-
tesis especial sobre la psicología de los empresarios o, incluso, una hipótesis sobre
. las imperfecciones del mercado del dinero). Un desarrollo más amplio de la teoría
de la inversión podría ser como sigue. Las decisiones relativas a la inversión, que
corresponden al estado inicial, generalmente no serán iguales al nivel de inversión
real. Por lo tanto, en el periodo siguiente, la magnitud de la inversión generalmente
será distinta y el equilibrio a corto plazo cambiará con ella. Así pues, deberíamos
ocuparnos ahora de un estado de las expectativas que en general será distinto del del
periodo inicial, precios distintos de los bienes de inversión y un tipo de interés dife-
rente. De ello resultarán unas decisiones de un nuevo nivel de inversión, y así suce-
sivamente (p. 252).

Además de Kalecki y Steindl, estas teorías han sido desarrolladas sobre todo por Joan
Robinson (cinco volúmenes, 1959-79, 1956, 1962) y sus seguidores (especialmente
Asimakopulos, 1969, 1970, 1975, 1977, 1980-81, 1982, 1983) -ver su famoso dia-
grama de la banana (Robinson, 1962, p. 48)-. Aclara la relación bilateral entre acu-
mulación y beneficios -los beneficios esperados inducen a la acumulación, mientras
que la acumulación realizada crea los beneficios, lo que hace que la acumulación sea
posible, en parte a través de la oferta de fondos internos-.
Si suponemos un vínculo entre la rentabilidad obtenida y la rentabilidad esperada
(con fines expositivos, hagámoslo de uno a uno; es decir, se espera que lo que ha
sucedido vuelva a suceder), obtenemos las relaciones que aparecen en el gráfico 1
para determinados estados de expectativas a largo plazo y condiciones financieras.
650 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

Gráfico l.

r,r* g* = g* (r')

r, r = r(g)

o g,g*

g* ;;;; g*(r*) es la primera relación, donde g* es la tasa de acumulación planeada y r*


son los beneficios esperados. r:::: r(g) es la segunda relación, donde res la tasa de bene-
ficio realizada y g es la tasa de acumulación realizada. (Esto se deriva de la famosa
relación de Cambridge para la tasa general de beneficios, r =gise, 4onde se es la pro-
pensión al ahorro de la clase capitalista.)
Si la tasa real de acumulación fuese g 1, los beneficios realizados serían r 1• Esto
r;,
implica una rentabilidad esperada de lo que induce a una tasa de acumulación de
g2• Si las dos funciones son estables -uno de los aspectos más importantes en Joan
Robinson es que existen pocas razones para suponer que deberían serlo-, y dado que
la relación g* =g*(r*) es bastante inelástica, un proceso iterativo lleva la economía al
punto de intersección, Ec• re. Pero incluso aquí no hemos «resuelto» el problema de
Harrod o Domar, ya que no existe ninguna razón para que ge deba coincidir con la tasa
natural de crecimiento, gn- Tampoco existen mecanismos en el modelo que lo lleven a
buscar una vía a gn. Además, incluso si la economía alcanza el punto, gc, re, no hay
nada que garantice que no se verá alejada de éste en ciertos momentos en el futuro.
Esta forma de análisis también refleja sus últimas opiniones respecto al método:
«El corto plazo es aquí y ahora, con stocks concretos de los medios de producción exis-
tentes. Las incompatibilidades en la situación determinarán qué va a suceder después.
El equilibrio a largo plazo no se encuentra en alguna fecha en el futuro: se trata de un
estado imaginario de las cosas en el que no existe ninguna incompatibilidad en la situa-
ción existente, aquí y ahora» (Joan Robinson, 1962a, p. 690; vol. m, 1965, p. 101; ver
también Harcourt, 198la, 1982b, Essay 15).
Inicialmente, Joan Robinson estuvo de acuerdo con las críticas asociadas con el
debate de la teoría del capital (de hecho, ella misma inició algunas de ellas), celebrando
los resultados de los debates acerca de la recolocación (reswitching) y la reversión del
capital (capital-reversing), y siempre poco dispuesta a aceptar la legitimidad de la teo-
POSTKEYNESIANISMO: ¿DE LA CRÍTICA ALA COHERENCIA? 651

ría neoclásica del beneficio para comprender el capitalismo. Sin embargo, más tarde
se separó del grupo neoricardiano, prefiriendo poner el énfasis en otra crítica, la falta
de legitimidad de utilizar comparaciones de posiciones a largo plazo, independientemente
de si estaban asociadas con el resurgimiento de la teoría clásica o de la teoría neoclá-
sica, como una fonna de examinar los procesos de distribución y acumulación de las eco-
nomías capitalistas 14 • Volvió a este terna muchas veces. En efecto, constituyó una
corriente importante de su pensamiento desde una época muy temprana, como por
ejemplo, su destacada «Lecture Delivered at Oxford by a Cambridge Economist»
(Robinson, 1953; se volvió a imprimir en el vol. !V, 1973). Quizás la explicación más
sucinta es su artículo de 1974, «History versus Equilibrium» (reimpreso en el vol. v,
1979), cuyo título resume sus objeciones al método. Concluyó este ensayo, cuya con-
cisión se resiste al resumen, tal como sigue:

La falta de un tratamiento comprensible del tiempo histórico y el fracaso en especi~


ficar las normas del juego en el tipo de economía que se está discutiendo hacen que
el aparato teórico que se presenta en los libros de texto neoclásicos resulten inútiles
para el análisis de los problemas contemporáneos, tanto en la micro como en la macro~
esfera (vol. v, p. 58).

Por añadidura, en un artículo posterior (Robinson, 1980, p. 128), añadía: «¿Qué papel
representa el largo plazo de Garegnani en el tipo de análisis que tiene como finalidad
ayudarnos a comprender el mundo en el cual vivimos?» 15 •

7. PRECIOS

Por lo tanto, en la tradición kaleckiana, el acento se pone en las macroteorías acerca


de la actividad y la distribución. A su vez, las macrorelaciones tienen microfunda-
mentos en las decisiones de las empresas respecto a la fijación de precios. Lo que se sitúa
habitualmente en entornos oligopolistas de fijación de precios. En el trabajo de Kalecki,
esto se asocia con su teoría del «grado de monopolio». (La explicación más completa
del desarrollo de la ideas de Kalecki respecto a la fijación de precios y su vínculo con
la distribución se encuentra en Kriesler, 1987).
Joan Robinson (1977, p. 7-17) proporcionó una iluminadora exposición del siste-
ma de Kalecki, en la que se han educado generaciones de estudiantes de Cambridge.
Consideremos el caso más simple de no consumo por los rentistas, no ahorro por parte
de los trabajadores y sin sector extranjero o gubernamental. Entonces, según estos
supuestos, los beneficios(') deben ser exactamente iguales a la inversión (/). Kalecki
(1971, p. 78-9) argumentaba que «los capitalistas pueden decidir[ ... ) invertir más en
un periodo dado que en uno anterior, pero no pueden decidir ganar más[ ... ], por lo
tanto, su decisiones [... ] de inversión [... ]determinan los beneficios, no viceversa»,
es decir, la causalidad funciona: I -7 it,

14. Evidentemente, a menudo la propiaJoan Robinson utílízó estas comparaciones para mostrar a los eco-
nomistas neoclásicos cuáles habrían sido sus respuestas «en sus propios contextos» y cuán limitadas
eran para estos otros objetivos.
15. Para una evaluación bien dispuesta de las contribuciones de Joan Robinson a lo largo de cincuenta años,
ver Gram y Walsh (1983).
652 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

Gráfico 2.

precio, coste, salario

1'
Capacidad en el sector
de bienes de consumo

o e A B Empleo

Ahora consideremos el gráfico 2 en el que costos y precios se miden en el eje ver-


tical, y el empleo en los sectores de consumo y bienes de inversión en el eje horizon-
tal. Suponemos que el producto marginal del trabajo directo en el corto plazo es constante
hasta su capacidad en las transacciones de bienes de consumo (la inversa de la curva de
costos marginales en forma deL), que la inversión (en términos reales) está dada para
el periodo que estamos considerando y requiere AB de la mano de obra disponible.
Debido a nuestro supuesto de costos marginales constantes, si medimos todas las can-
tidades reales en términos de la cantidad de trabajo que se necesita para producir una
unidad de bien de consumo, precios y costo, por un lado, y precio por unidad de trabajo
y de la propia tasa salarial, por el otro, todo se puede medir en el eje vertical.
Los gastos de consumo de los asalariados en el sector de los bienes de inversión
constituyen los beneficios totales del sector de bienes de consumo. Sea cual fuere el
empleo en el último, recuperan sus costos (los costos salariales para el sector en su
conjunto) del gasto de los asalariados en el sector de bienes de consumo. tttt es una
hipérbola rectangular que subtiende el área w.AB, en la que w es el salario nominal, y
es el beneficio del sector de bienes de consumo. Si hubiesen fuerzas competitivas en la
fijación de precios, un precio Op, tendería a ser fijado acompañado de pleno empleo del
stock existente de bienes de capital en el sector de bienes de consumo, empleo OA de
la mano de obra y beneficio por unidad de empleo de WPc· Sin embargo, si existen pre-
cios administrados en el sector de bienes de consumo, de tal manera que se fija un pre-
cio más alto de Opm, habrá desempleo de CA, básicamente porque el salario real de
los trabajadores es más bajo que en la primera situación. El salario nominal es el mismo,
pero el precio es más alto; los beneficios totales son los mismos, pero el beneficio por
unidad de output, wpm, es más elevado en la segunda situación.
Los precios de los bienes de inversión y los beneficios de las transacciones del sec-
tor de bienes de inversión no están determinados de forma explícita en el modelo. Sin
embargo, dado que el gasto en inversión en términos reales está fijado, cualquier pro-
POSTKEYNESIANISMO: ¿DE LA CRÍTICA ALA COHERENCIA? 653

ceso que determine el margen sobre costos (mark-up) en el sector de bienes de inver-
sión asegurará que el gasto monetario en los bienes de iriversión cubrirá los costos
salariales y los beneficios totales que supone la dimensión del margen (mark-up).
La teoría del grado de monopolio de Kalecki ha sido refinada y modificada poste-
riormente por diversas teorías del margen sobre costos (mark-up theories), algunas de
las cuales están asociadas a la hipótesis de los precios de costos normales de Steindl
(1952), Sylos-Labini (1962), Neild (1963), Godley y Nordhaus (1972), Coutts, Godley
y Nordhaus (1978) y muchos otros. En otras versiones, la financiación de la inversión
está vinculada a la capacidad de las empresas para fijar precios que elevan su capaci-
dad financiera, directamente a través de la retención de los beneficios e indirectamen-
te a través de los efectos sobre su capacidad para obtener fondos externos (ver, por
ejemplo, Sy1os-Labini, 1962, 1974, 1979; Ba11, 1964; Cowling, 1981, 1982; Eichner,
1973, 1976; Harcourt y Kenyon, 1976; Harris, 1974; Wood, 1975, 1978; Sylos-Labini,
1962, 1974, 1979). Sardoni (1984) vincula de forma perspicaz la influencia de Sraffa
sobre Kalecki respecto a la teoría de la empresa, de la inversión (y sus finanzas) y de
la distribución de la renta, por una parte, con la teoría de la demanda efectiva, por la otra
(ver también Sardoni, 1986, 1987).
Una característica que es común a estos últimos modelos es que éstos intentan pro-
porcionar una teoría endógena de la determinación del margen (mark-up) a la vez que
relacionan la dimensión del propio mark-up con la teoría tradicional de la inversión
-cuánta y qué tipo de inversión efectuar y cómo financiarla-. Las teorfas de Ball,
Eichner y Wood son teorías de equilibrio a largo plazo, mientras que los modelos de
Steindl, Sylos-Labini y de Harcourt y Kenyon se ha11an más en el espíritu del análisis
de Joan Robinson. Harcourt y Kenyon también incorporan aspectos del análisis de
Salter de los modelos clásicos y de la elección de tecnología (ver Salter, 1960, 1966).
A veces, las dimensiones de los márgenes sobre costos (mark-ups) están relacio-
nadas con una teoría subyacente sraffiana de los precios de producción. Se acentúa la
naturaleza de largo plazo de los factores que determinan los precios, oponiéndola a la
naturaleza a corto plazo de la fijación de precios en los mercados para las materias pri-
mas en los que se cree que los factores de oferta y demanda marsha11ianos dominan
(una dicotomía que Kalecki [1938] fue uno de los primeros en establecer). Mainwaring
(1977) y Bhaduri y Joan Robinson (1980) establecen este vínculo, mientras que el
modelo del funcionamiento de la econorrúa mundial de Kaldor se construye alrededor
de dos comportamientos distintos de fijación de precios, uno para los bienes indus-
triales y otro para los productos primarios. Finalmente, mencionamos a Sylos-Labini,
cuyas contribuciones se anticipan a la mayor parte de las demás. Han sido admirable-
mente resumidas por Groenewegen (1986, p. 10; ver también p. 30):

Añadiendo algunas dinámicas e historia schumpeterianas y robertsonianas, [lo que


llamamos la tercera corriente] incluye a Sylos-Labini, aunque en muchos aspectos
éste constituye una clase por sí mismo[ ... ], su combinación de las consideraciones
a corto plazo de Kalecki con la dinámica de los clásicos, convenientemente modifi-
cada por su énfasis sobre la fonna distinta de competencia inducida por una mayor con-
centración de la industria identificada inicialmente por Marx y desarrollada en su
teoría del oligopolio y del progreso técnico, encarna una gran parte de Jo que se valo-
ra en esta parte de la tradición postkeynesiana.
654 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

8. LAS CONTRIBUCIONES DE KALDOR

Kaldor (1985) combinó sus puntos de vista sobre la fijación de precios con la opinión
de que las economías de escala dinámicas se encuentran más bien en los países indus-
trializados que producen productos industriales, mientras que los países menos de-
?arrollados dependen más de la producción de productos primarios, bien sea alimentos
o materias primas para los países industrializados. En estos últimos años, Hicks (1976)
ha hecho uso de una distinción similar con buenos resultados en sus análisis de la infla-
ción mundial y los problemas del crecimiento.
Resulta demasiado restrictivo comentar sobre la influencia general de Kaldor sobre
la economía postkeynesiana discutiendo aisladamente su punto de vista sobre la fija-
ción de precios ya que, debido a la amplitud de sus intereses, tanto en la teoría como
en la política económica, Kaldor se pareció a Keynes más que ningún otro econo-
mista del siglo XX, incluso hasta el punto de pertenecer [también] a la Cámara de los
Lores. Deberíamos empezar realmente por sus puntos de vista de la posguerra sobre
el método (ver, por ejemplo, Kaldor, 1966, 1972, 1985). Kaldor partía de regularida-
des empíricas -sus «hechos estilizados»- que son ciertas en la gran mayoría de casos
observados, sin duda suficientemente a menudo para requerir una explicación, hasta
llegar a las explicaciones que por sí mismas debieran ser las formas más razonables
'Capaces «de dar cuenta de los "hechos" independientemente de si encajan en el marco
general de la teoría recibida o na>> (Kaldor, 1985, p. 8). Kaldor quería que escapáse-
mos del corsé de tener que adaptar siempre los temas y los problemas a la teoría reci-
bida, de tal forma que no abordáramos las preguntas respecto a las situaciones reales
que se pretenden examinar. En vez de esto, deberíamos construir un tipo de modelo abs-
tracto distinto al del equilibrio general. Este último, argumentaba, «ha supuesto un
serio freno al desarrollo del pensamiento económico>> (Kaldor, 1985, p. 57); tanto,
que los puntos de vista sobre el mundo de los teóricos modernos se han ido distor-
sionando hasta hacer encajar la realidad en la teoría más que a la inversa. Necesitamos
un modelo «que reconozca[ ... ] que el tiempo es un proceso continuo e irreversible;
que es imposible imaginar la constancia de cualquier cosa con el paso del tiempo»
(Kaldor, 1985, p. 57). No es casualidad si durante una gran parte del periodo de la
posguerra atacó, primero, «el modelo estándar de mercado de fijación de precios y
vaciado de mercados de la economía» y, en segundo lugar, la idea misma de la eco-
nomía del equilibrio (ver, por ejemplo, Kaldor, 1972, 1975). En su lugar, deseaba
poner una teoría de la causación cumulativa, de rendimientos dinámicos (ver, por
ejemplo, Thirlwall et al., 1983; Thirlwall, 1986, para una evaluación e interpretación
de este aspecto de sus contribuciones).
Otro tema kaldoriano es la importancia de la existencia de nonnas establecidas para
alcanzar la estabilidad en los sistemas económicos. Antes de la segunda guerra mun-
dial, Kaldor escribió un artículo de alto calibre sobre el vínculo entre especulación y
estabilidad en el contexto de la teoría de la demanda efectiva de Keynes (Kaldor,
1939). En su primera Conferencia de Okun, Kaldor (1985) discutía el papel del pre-
cio normal en los mercados de productos, aquellos mercados que se pensaba que
eran el equivalente más cercano del mundo real a lo que Walras tenía en la mente en
su teoría del equilibrio general. Kaldor atribuía el gran incremento de la volatilidad
de las fluctuaciones de aquellos precios en el periodo de la posguerra, y especial-
POSTKEYNESIANISMO: ¿DE LA CRÍTICA A LA COHERENCIA? 655

mente desde los años setenta, a la falta de «normas». Sin ellas, la especulación lleva
a aumentar más que a moderar las fluctuaciones. Finalmente, deberíamos observar
que los puntos de vista de Kaldor sobre el método coincidían en términos amplios
con los de Joan Robinson en el periodo de la posguerra (admitiendo las diferencias
de temperamento -Kaldor siguió siendo el optimista perpetuo, Joan Robinson se vol-
vió cada vez más pesimista-), y que, en estos últimos años, John Hicks (1976, 1977,
1979, 1985) estuvo expresando puntos de vista similares sobre el método, distan-
ciándose pues de su <<tÍO>> J. R. Hicks de Value and Capital (ver Hicks, 1975, p. 365).
El trabajo de Kaldor influyó a Cornwall (1972, 1977, 1983), que estudia los proce-
sos de crecimiento en las economías capitalistas modernas como el resultado de la
interrelación de los factores de demanda y oferta. Desdibuja la marcada distinción
'entre las dos en la tradición Harrod-keynesiana, por un lado, donde En se postula
como independiente de 8w y del propio g, y el énfasis de las teorías neoclásicas del
crecimiento en el crecimiento de la población, la substitución y el cambio técnico,
que lleva al abandono de la demanda como el medio necesario de representación,
el otro.
En los últimos años, Cornwall se ha ido interesando en las causas de la estan-
,u-•o"~" y en el diseño de políticas económicas para superar sus efectos. Parte in te-
de su paquete de políticas son las reformas institucionales con el objeto de
permitir el establecimiento de alguna forma permanente de política de rentas (ver
Cm1lw'all. 1985). En efecto, se trata de una característica de virtualmente todas las
;~·~;;:~:;:~~de la economía postkeynesiana -los neoricardianos pueden constituir una
-f que su lógica lleva ineludiblemente a la defensa de las políticas de reo-
incorporan la percepción keynesiana fundamental de que el nivel de los
salari·os nominales es el eje alrededor del cual giran tanto la explicación del nivel
de precios como la estabilidad general de la propia economía (ver, por ejem-
1985, cap. 9; Harcourt, 1982, Essays 18 y 20; 1986, Essays 9 y 10;
1978b).

:,CRE•:IMriE1ffOY DINÁMICA: JOAN ROBINSON, PASINETTI Y GOODWIN

, Eixc<,pto Kaldor, Kicks y los neoricardianos, las teorías comentadas hasta ahora se han
· ocupado, bien sea de la teoría del empleo a corto plazo y la distribución de la renta,
pien sea del crecimiento cíclico. Pero, evidentemente, en el periodo de la posguerra,
f3.' teoría del crecimiento fue la principal preocupación de todos estos grupos. Harrod
(1936, 1939, 1948) fue el estímulo; The Accumulatian ofCapital de Joan Robinson
(Robinson, 1956) constituye uno de los clásicos de la literatura aunque se trate de un
libro que causó una gran perplejidad; tanto, que la propia autora sintió que era nece-
sario que le siguiesen por lo menos dos <<Child's Guides>> (Robinson, 1960, 1962b).
I;as contribuciones de Kahn también son de la máxima importancia, especialmente por
sus opiniones sabias y prudentes sobre el método y las limitaciones del análisis (Kahn,
1972, 1984). Quizá la perplejidad habría sido menor si la autora hubiese incluido en
ediciones posteriores el prólogo siguiente, cuyo borrador se encontró entre sus papeles.
Explica de forma muy clara los cuatro tipos de cuestiones y temas que le preocupa-
ban. La lista también muestra porqué el libro resultaba difícil de comprender en su
totalidad.
656 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

Joan Robinson considera un modelo de una economía de libre empresa sin regu-
laciones en el cual las empresas «dentro de los límites establecidos por sus posibili-
dades de financiación>> determinan la tasa de acumulación de capital, mientras que los
miembros del público, limitados «por su capacidad de poder adquisitivo, son libres de
establecer la tasa de gastos que quieran,[ ... ] [un] modelo[ ... ] no[ ... ] irreal en aspec-
tos fundamentales».
El modelo puede emplearse <<para analizar las posibilidades y cambios del de-
sarrollo de una economía con el paso del tiempo» mediante la consideración de «cua-
tro grupos distintos de cuestiones»:

l. Comparamos situaciones, cada una con su propio pasado, que evolucionan hacia su
futuro, que son diferentes en algún aspecto (por ejemplo, la tasa de acumulación que
tiene lugar en cada una), a fin de ver qué es lo que supone la diferencia postulada.
2. Seguimos la trayectoria que toma una economía cuando las condiciones técnicas
(incluyendo su tipo de cambio), así como las propensiones a consumir e invertir,
son constantes a través del tiempo.
3. Averiguamos las consecuencias de un cambio en cualquiera de estas condiciones
para el futuro desarrollo de la economía.
4. Examinamos la reacción a corto plazo de la economía ante acontecimientos inespe-
rados.

El primer grupo de cuestiones se maneja naturalmente en términos de compara-


ciones entre situaciones estables (incluyendo estados estacionarios). Las condiciones para
alcanzar estados estables son conocidas, pero de ello no se sigue que el comporta-
mientQ no regulado de los responsables de las decisiones las produzcan. Cuando se
discute la elección de las técnicas, la relación entre el valor del capital y el capital físi-
co en el conjunto de la economía se vuelve relevante y «ocupa varios capítulos (Libro
u, sección n) y resulta exageradamente difícil en relación a su importancia».
El segundo grupo de cuestiones se ocupa de lo que sucede cuando una de las con-
diciones para un crecimiento estable (excepto las condiciones técnicas y las propen-
siones al consumo) no se cumple. El tercer grupo está relacionado con la trayectoria
que la economía seguirá cuando, habiendo pennanecido estable, tenga lugar un cam-
bio fundamental, por ejemplo, «un incremento del monopolio que hace que los már-
genes de beneficio aumenten». El cuarto grupo se ocupa de las reacciones ante los
acontecimientos actuales del estímulo a la inversión en un mundo incierto y se rela-
ciona con la posibilidad de una oscilación en la transición de un estado de cosas a otro,
o incluso con la generación de un ciclo económico por «mera incertidumbre», sin nin-
gún cambio en las condiciones básicas. En principio, «este tipo de análisis nos capacita
para enfrentarnos con todas las vicisitudes posibles de una economía en desarrollo y
prepara el camino para discusiones sobre política pública».
Pasinetti (1974, 1980, 1981) es quien probablemente ha llevado el análisis más
lejos y ha creado un sistema más unificado. Durante treinta años ha ido desarrollando
un modelo de crecimiento multisectorial que abarca tanto las preocupaciones clásicas
como las keynesianas (ver, por ejemplo, Pasinetti, 1962, 1966, 1981). Es clásico en
cuanto a que se ocupa del origen del beneficio en las características de los sistemas de
producción y distribución; keynesiano, debido a su preocupación por la demanda efec-
POSTKEYNESIANISMO' ¿DE LA CRÍTICA A LA COHERENCIA? 657

tiva y las condiciones necesarias para un pleno empleo, tanto en un momento dado
como a través del tiempo. Sus aportaciones particulares no son sólo su trabajo sobre
la tasa de beneficio y la distribución de la renta dentro de una economía en crecimiento
en la que la inversión se ve obligada a situarse en los niveles necesarios para mante·
ner el crecimiento con pleno empleo en el tiempo, sino que también [ha realizado] una
ampliación importante para tener en cuenta las pautas cambiantes de la demanda a
medida que crece la renta. porque las demandas de productos individuales crecen a rit-
mos distintos durante sus ciclos de vida. Él también considera los problemas de la inter-
dependencia de la producción, el avance técnico, el agotamiento de los recursos y las
consideraciones internacionales desde el punto de vista de mantener un equilibrio con-
junto en el tiempo, derivando una serie de condiciones complejas y de gran alcance.
En su artículo sobre Pasinetti (1981), Harris (1982) indica que al intentar obtener estas
condiciones, Pasinetti se ve conducido a

una teoría de lo que se podría llamar desempleo "estructural" o "tecnológico",


considerado como una característica inherente del proceso de expansión y de-
sarrollo de la economía. Está muy alejada de la explicación keynesiana habitual
del desempleo y, por lo tanto, debe considerarse como una teoría distinta[ ... ].
[L]a importancia completa del análisis de Pasinetti consiste en sugerir que "la
naturaleza misma del proceso de crecimiento a largo plazo requiere una dinámica
estructural que conduce a dificultades a corto plazo" (p. 243). Como tal, forma
parte de la clase general de las teorías del estancamiento secular debido al "sub-
consumo", a pesar de que dentro de esta clase destaca debido a sus característi-
cas especiales y únicas (p. 36).

Para Pasinetti, como para la mayoría de postkeynesianos, los precios relativos están
relacionados no tanto con la escasez como con las condiciones de reproducción y expan-
sión. En un artículo reciente (Pasinetti, 1986), éste ha vuelto a exponer sus ideas res-
pecto a esta diferencia, argumentando que la dualidad intercambio-producción, al igual
que entre el enfoque del excedente, por un lado, y la teoría subjetiva del valor, por el otro,
«se remonta a una dicotomía más profunda en las teorías del valor» (Baranzini y
Scazzieri, 1986, p. 77)16
En cierto sentido, las contribuciones de Richard Goodwin sirven para vincular
aspectos del enfoque de Kalecki-Robinson con el enfoque de Pasinetti. Durante
muchos años, sus pensamientos evolucionaron en dos líneas separadas -por un lado,
la naturaleza de los procesos cíclicos en los modelos agregados y, por el otro, la natu-
raleza de la interdependencia de la producción en los modelos multisectoriales
(Goodwin, 1982, 1983)-. Las ideas de Goodwin sobre la tendencia y el ciclo, según
las cuales éstos deberían considerarse como «indisolublemente fundidos» (ver
Goodwin, 1982, p. 117), evolucionaron considerablemente con los años. Un artícu-
lo básico, «The Problem ofTrend and Cycle>>, fue publicado en el Yorskshire Bulletin
en 1953 (Essay 9 en Goodwin, 1982). Además de discutir a fondo este aspecto cen-
tral, al completar los detalles de las fases del ciclo aprovechó debidamente «el famo-
so principio de Marshall de que el plazo corto es mucho más corto para las expansiones

16. Para un ensayo eslimulante y que hace reflexionar sobre este tema y «Una reconceptualización de la
economía clásica», ver Levine (1986).
658 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

que para las contracciones>> (Goodwin, 1982, p. 117), la percepción mediante la cual
Kahn iba a influir a Keynes cuando pasaba del Tratado a la Teoría general (ver Kahn,
1984, p. 174). Las ideas de Goodwin alcanzaron su madurez en su artículo de 1967
(en Festschrift de Dobb: Feinstein, 1967) que, de forma significativa, se titula <<A
Growth Cycle». En él utilizó el modelo de presa-predador (prey-predator model) de
Volterra según el cual la analogía de <<la simbiosis de dos poblaciones -en parte com-
plementarias y en parte hostiles- resulta útil[ ... ] para comprender [ ... ]las contra-
dicciones dinámicas del capitalismo, especialmente cuando se explican de[ ... ] forma
marxista» (Goodwin, 1982, p. 167). Analizó la lucha entre salarios y beneficios, así
como la retroacción en las variables reales -y expandió una literatura que todavía
está ampliándose-.
Sin embargo, Goodwin no estaba satisfecho.- Necesitaba realmente integrar la
demanda efectiva en el modelo. Así que estas dos líneas de pensamiento se han unido
ahora en un todo impresionante en Goodwin y Punzo (1987). El trabajo es extrema-
damente ecléctico; se pueden discernir todas las inflUencias, las de Marx, Schumpeter,
Keynes, Von Neumann, Joan Robinson, Sraffa y Kalecki (ver también Goodwin, 1986).
También se pueden observar los desarrollos de la teoría de las catástrofes y el concepto
de «bifurcación», junto con la analogía biológica más antigua extraída del modelo de
presa-predador de Volterra. Goodwin se concentra en la naturaleza de las estructuras
evolutivas que de vez en cuando experimentan grandes saltos y rupturas, lo que él con-
sidera como la clave del desarrollo cíclico de las economías caracterizadas por inter-
dependencias de la producción.

10. LAS CONTRIBUCIONES DE GODLEY Y SUS COLEGAS DEL DAE

Finalmente, llegamos a Godley y sus colegas, que se mantienen aparte debido a que
su contribución pruticular se ocupa, en su mayor parte, de stocks y no de flujos. Más que
la cuenta de pérdidas y ganancias y los flujos de ingresos y gastos, es el balance de
situación y la cuenta del flujo de fondos lo que constituye el marco crucial de sus enfo-
ques. En realidad, toman como su punto de referencia teórico el final de un periodo
marshalliano de largo plazo (aplicado a la economía en su conjunto) en el que los stocks
y los flujos están en equilibrio. Su objetivo es ver si la posición a largo plazo constituye
un resultado adecuado de las relaciones de flujos cuando éstas están limitadas por cier-
tas relaciones clave stocks -flujos, por, por ejemplo, la relación entre la riqueza de-
seada y los ingresos (a) (ver Cripps y Godley, 1976; Godley y Cripps, 1983). Un
resultado clave es que «el retardo medio en la respuesta del gasto respecto a los ingre-
sos es necesariamente igual a a: y que este retardo medio es enteramente indepen-
diente del propio proceso de ajuste de los activos» (Godley, 1983, p. 140).
El enfoque es semejante al de los neoricardianos porque el énfasis se pone en la
existencia de fuerzas sistemáticas y persistentes, las características de las posiciones
a largo plazo y la no permanencia de las posiciones a corto plazo, porque los flujos
asociados con ellas, por definición, tienen que cambiar pronto los stocks y, por lo tanto,
uno de los conjuntos importantes de determinantes de los propios flujos de equilibrio.
Aquí, los stocks se refieren a los activos reales y al pasivo financiero del balance de
situación y, en particular, a los recursos mediante los cuales los inventarios se finan-
cian estableciendo el equilibrio y saliendo de él. Tal como Vines (1984) apunta, este
POSTKEYNESIANISMO: ¿DE LA CRÍTICA A LA COHERENCIA1 659

trabajo se vincula a la literatura de Blinder y Solow (ver, por ejemplo, Blinder y Solow,
1973, 1974, 1976a, 1976b) y a la preocupación de Tobin por las relaciones de equili-
brio total de la cartera de valores (ver, por ejemplo, Tobin, 1978, 1980, Lecture 4).
Evidentemente, todos son completamente keynesianos en su perspectiva; se ha argu-
mentado que quizá demasiado (ver Malinvaud, 1983, y Solow, 1983), dado que Godley
hace la afirmación muy fuerte de que «la expansión sostenida de la demanda real es
condición necesaria y suficiente para la expansión del output real a largo plazo en cual-
quier escala>> (Godley, 1983, p. 157). (En una nota a pie de página añade que la afir-
mación en esta forma <<es vacua. ¿Es el largo plazo 5 ó 2.000 años?>> [p. 157]. En
cualquier caso, su visión del papel de la demanda no seóa inaceptable, pongamos por
caso, para Garegnani.)
Godley y Cripps también investigan la naturaleza del mecanismo de precios que
es consistente con lo que ellos llaman neutralidad inflacionaria, haciendo un juicio
empírico al señalar que el mundo no está demasiado lejos de esta posición la mayor
parte del tiempo. Derivan las condiciones en las cuales las políticas monetarias y fis-
cales pueden determinar la renta real independientemente de lo que suceda con la infla-
ción. Dado que estas condiciones están relacionadas con otras relaciones clave, por
. ejemplo, que la relación riqueza-renta debería ser inflación neutral, cuya determina-
ción, medición y definición a veces siguen siendo poco claras, estas afirmaciones tam-
bién han sido criticadas (ver, por ejemplo, Vines, 1984, p. 399).

11. CONCLUSIÓN

Hemos subtitulado este ensayo de revisión «de la crítica a la coherencia», acabando


de forma deliberada con un signo de interrogación. Lo que hemos intentado mostrar
es que, dentro de las distintas corrientes que hemos percibido y descrito, existen mar-
cos y enfoques coherentes, aunque, obviamente, en cada uno de ellos quedan cuestio-
nes incompletas y temas sin resolver. La dificultad real surge cuando se hacen intentos
de sintetizar las corrientes a fin de ver si emerge un todo ·coherente. Nuestra opinión
es que éste es un ejercicio equivocado, que intentar hacerlo es buscar inútilmente lo
que Joan Robinson llamó «sólo otra caja de trucos» para substituir la «teoría comple-
ta» de la línea convencional de la economía que todos estos enfoques rechazan. Creemos
que la perspectiva importante que hay que alcanzar es que no existe una manera unifmme
de abordar todos los problemas de la economía y que las distintas corrientes de la eco-
nomía postkeynesiana difieren entre sí, entre otras cosas porque tratan diversos pro-
blemas y a menudo a distintos niveles de abstracción analítica 17 •

17. Un amable, y posiblemente persuasivo, caso a favor de la coherencia ha sido realizado por Bortis
(1986). Concluye (pág. 69) que ((Se puede establecer una sistema postkeynesiano coherente situan-
do las opiniones que mantienen las [otras tres corrientes] en su lugar correcto. Los neoricardianos
[... ] proporcionan una teoría del output, el empleo, la distribución y Jos precios a largo plazo. Los
robinsonianos [se ocupan del] medio plazo: los ciclos económicos y los ajustes estructurales. [La pri-
mera corriente] [... ]trata sobre todo de problemas a corto plazo [... ]y del papel de la incertidum-
bre. Por lo lanto,la economía postkeynesiana emerge[ ... ] como una síntesis de Ricardo y Keynes>1.
Garegnani (1983b, pág. 77) ilustra este enfoque con un claro diagrama contrastándolo con el enfo-
que de la oferta y la demanda en el que los ciclos se encuentran en torno a una linea de avance del
pleno empleo.
660 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTCDOXA

Una consecuencia importante de la conclusión anterior es que las políticas que se


pueden racionalizar en el análisis postkeynesiano están especialmente adaptadas a
situaciones concretas, las experiencias históricas y las características sociológicas de las
economías implicadas. De modo más general, este enfoque, que fue el de, por ejem-
plo, Keynes, Kalecki, loan Robinson y Arthur Okun, ha sido apodado, a veces y de
forma muy adecuada, el enfoque de los «caballos de carreras» 18 .

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menta que lo que los postkeynesianos tienen en común es exclusivamente una visión particular de las
funciones del capitalismo, la importancia de los gruposfclases en combinación con la acción indivi-
dual, y un interés central en algunos problemas particulares tales como el desempleo involuntario y la
inestabilidad financiera. Por lo tanto, la teoría postkeynesiana ~s holística en ténninos de una visión
del mundo, no en términos de la técnica. Es el tema de la política económica el que detennina la elec·
ción del método y la técnica -los neoricardianos pueden ser una excepción-. En la economía conven·
cional dominante, la técnica tiende a detenninar qué problemas hay que tratar.
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CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA 669-683

Políticas económicas keynesianas para el nuevo milenio•


Philip Arestis y Malcom Sawyer1

l. INTRODUCCIÓN

En este artículo presentamos un enfoque de política económica en el que se destaca la


necesidad de políticas, tanto _de oferta como de demanda, para asegurar el pleno empleo.
Nuestro enfoque puede considerarse keynesiano en el sentido de que sus implicaciones
de política económica surgen de la percepción del papel de la demanda agregada en el
establecimiento del nivel de actividad económica y de la carencia de fuerzas auto-
máticas que lleven a la economía de mercado al pleno empleo. Nuestra concepción
del funcionamiento de la economía de mercado es brevemente descrito en la sec-
ción 2. Lo que se elabora más ampliamente en la sección 3, a considerar las limita-
ciones para lograr el pleno empJ"eo que operan en una economía de mercado. Esto lleva
a la sección 4, donde esbozamos y analizamos la naturaleza de las políticas keynesia-
nas relacionadas tanto con la oferta como con la demanda en la economía. La sección
final y principal, la 5, plantea algunas de las limitaciones, y las formas de superarlas
con la realización del tipo de políticas keynesianas que defendemos.
Nos inspiramos en dos elementos de Keynes (1936). El primero es el argumento
de que una economía de mercado de laissezfaire no generará normalmente el pleno
empleo. Los obst~culos a la consecución del pleno empleo no son «imperfecciones»,
como la competencia monopolística o la actividad sin4ical, que pueden ser poten-
cialmente eliminadas a través de la acción gubernamental (cfr. Shapiro, 1996). Se
trata más bien de que una economía de mercado de laissezfaire exhibirá elementos
de inestabilidad y no genera normalmente un nivel de demanda agregada coherente
con el pleno empleo. El segundo es que una distribución menos desigual del poder
de mercado, de renta y de riqueza es otro objetivo deseable en sí mismo y una vía
para incrementar la prosperidad general. Tal como Keynes (1936) observó, <<los fallos
principales de la sociedad económica en la que vivimos son su incapacidad de pro-
porcionar el pleno empleo y su arbitraria y desigual distribución de la riqueza y de
las rentaS>> (p. 372).

* Publicado en; Arestis, Philip; Sawyer, Malcom. «Keynesian economic policies for the new millen·
nium». The Economic Joumal, l08;enero 1998, p. 181-195. Traducción: Gemma Galdon.
l. Agradecemos a Derick Boyd, Keith Cowling, Sheila Dow, Murray Glickman, Wynne Godley, Peter
Howells, Mike Marshall, Will Milberg y Nina Shapiro sus útiles comentarios sobre el borrador ante-
rior. Nuestro agradecimiento se extiende a Kevin McCauley por su excelente ayuda en la investi-
gación.
670 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

2. EL FUNCIONAMIENTO DE LAS ECONOMÍAS DE MERCADO

Una característica principal de una economía monetaria descentralizada es la misen-


cía de cualquier mecanismo automático de mercado que asegure que la demanda agre-
gada sea suficiente para absorber la oferta agregada de pleno empleo. Los problemas
para asegurar un equilibrio entre la demanda agregada y la oferta agregada potencial pue-
den verse como una consecuencia inevitable de una economía monetaria descentrali-
zada, a pesar de que algunos de esos problemas pueden ser reducidos a través de políticas
apropiadas y de acuerdos institucionales. Hay ventajas derivadas de la existencia del dine-
ro y del intercambio, pero también se producen algunos costes inevitables, consecuencia
de fallos de coordinación en una economía descentralizada (Clower, 1965), y, aún más
importante, de la existencia de la preferencia de liquidez y de la incertidumbre que la
causa, que impide la coordinación de la demanda y de la oferta agregada en el pleno
empleo (Chick, 1983; Davidson, 1994). Partimos de la perspectiva empírica de que el
pleno empleo ha sido una situación poco habitual en tiempos de paz en las economías
de mercado, lo que sugiere que las fuerzas que crean el desempleo son poderosas.
Observamos que, actualmente, se computan en unos 18 millones de personas (el 11%
de la fuerza de trabajo) los desempleados en la Unión Europea, y 33 millones en el
área de la OCDE (y muchas estimaciones situarían el desempleo real a niveles mucho
más altos). La mayoría estaría de acuer(lo con que los niveles de desempleo han sido
significativos durante, como mínimo, los últimos 25 años (y durante gran parte del
periodo de entreguerras anterior).
El planteamiento del funcionamiento de las economías de mercado que S!J.byace
en nuestro enfoque consta de tres ejes. El primero, que la competencia en una econo-
mía de mercado es un proceso de rivalidad con ganadores y perdedores. Existen fuer-
zas económicas, sociales y políticas significativas que generan y refuerzan las
disparidades y las desigualdades, ya sea entre individuos, entre regiones o entre paí-
ses. Esto es una aplicación de la noción de que el éxito lleva al éxito y el corolario de
que el fracaso lleva al fracaso2• En el ámbito económico, el funcionamiento de las fuer-
zas de mercado genera la causación acumulativa (Myrdal, 1957) y el centripetismo
(Cowling, 1987, 1990). Una región con éxito económico genera beneficios que res-
paldan y fomentan nuevas inversiones; tenderá a atraer mano de obra cualificada de
otras regiones; se beneficiará de economías de escala estáticas y dinámicas (Kaldor,
1972). Coexiste el pleno empleo en las regiones más prósperas con el desempleo en
las de menos éxito, y el estímulo general a la demanda provoca problemas de insuficiente
capacidad, escasez de mano de obra cualificada y presiones inflacionistas en las regio-
nes mas prósperas sin eliminar el desempleo en las menos prósperas. Un efecto de la
causación acumulativa es que regiones relativamente atrasadas no sólo experimenta-
rán menores niveles de renta per cápita, sino también mayores niveles de desempleo y
severas limitaciones en su capacidad de crecimiento. La consecuencia de esto es que,
mientras que existen fuerzas para la convergencia entre las regiones y los países, tam-
bién existen fuertes fuerzas para la divergencia. Las regiones que están relativamente
atrasadas exhibirán tanto menores niveles de renta per cápita como mayores niveles

2. Existen muchas pruebas empíricas sobre la persistencia de las ·disparidades económicas y el papel de los
mercados perpetuando la desigualdad. Sawyer (1989) es una aportación reciente en este respecto, y
sobre la causación acumulativa (ver también Skott, 1988).
POLÍTICAS ECONÓMICAS KEYNESJANAS PARA EL NUEVO MILENIO 671

de desempleo, y encontrarán dificultades considerables para llegar al nivel de las regio-


nes más prósperas3.
El segundo es que muchos factores que podrían ser tachados de «imperfecciones~>
utilizando el parámetro de la competencia perfecta, pueden tener un papel positivo a
jugar en el funcionamiento de una economía de mercado. Un ejemplo concreto sería
la utilización de los contratos a largo plazo en el mercado laboral, que no existirían en
un llamado mercado laboral flexible que se pretende que imite al mercado al contado
de la competencia perfecta. Los contratos a largo plazo pueden contribuir a fomentar
la formación y el compromiso de los trabajadores con la empresa y a evitar la relación
de confrontación entre los trabajadores y Jos empresarios, todo Jo cual se podría espe-
rar razonablemente que tuviera un impacto positivo sobre la productividad. Se pueden
elaborar argumentos similares en el caso de los sindicatos, el salario mínimo, etcétera.
En tercer lugar, existen muchas limitaciones, algunas relacionadas con la deman-
da y otras con la oferta, para la consecución del pleno empleo. Inversamente, la con-
secución del pleno empleo a largo plazo requiere que todas las limitaciones sean
suficientemente suavizadas. Pasamos ahora a considerar estas limitaciones.

3. LAS LIMITACIONES AL PLENO EMPLEO

Existen cinco limitaciones potenciales a la consecución del pleno empleo en las que
nos vamos a centrar aquí: la lista probablemente no es exhaustiva, pero contiene las
que son particularmente significativas. No todas las limitaciones se cumplen todo el
tiempo, y, en concreto, la limitación del comercio exterior no es aplicable (y de hecho
no puede serlo) a todos los países de forma simultánea4• Estas limitaciones son:

3.1. La limitación de la demanda agregada


Para nosotros, existe una falta notable de fuerzas automáticas dentro de una economía
de mercado que operen para asegurar que el nivel de demanda agregada sea compati-
ble con el pleno empleo del trabajo y del stock de capital existente. Normalmente se
sugieren dos mecanismos, a saber: el efecto del equilibrio real que opera a través de un
menor nivel de precios y unos tipos de interés que equilibren (ex ante) Jos aborros y la
inversión. El efecto de unos precios menores sobre la riqueza real es mínima en las eco-
nomías industrializadas en las que la oferta monetaria consiste abrumadorarnente de

3. Para una breve discusión sobre la desigualdad entre regiones ver Sawyer (1989: 425). Se ha producido
un debate considerable sobre si ha habido convergencia entre países en términos del nivel de desarro-
llo económico. Baumol (1986) observa convergencia de los niveles de renta entre el grupo más rico de
países pero divergencia entre el grupo de los más pobres, que también quedaron por detrás del resto.
Amable (1993) encuentra una pauta general de divergencia más que de convergencia en los niveles de
productividad (entre 59 países durante el periodo 1960-1985). Durante Jos años 80, los países de renta
baja (en términos de PNB per cápita) aumentaron a un ritmo medio anual del 1,0% (excluyendo India
y China, cuyo ritmo medio fue del5,6%), los países de renta media-baja cayeron a una media del 0,1%
anual, los de renta media-alta aumentaron en un 0,6% y los países de renta alta aumentaron en un 2,3%.
la media mundial era dell,2% (World Bank, 1993a).
4. Para una explicación adicional sobre estas limitaciones, ver Arestis (1992, 1996, 1997) y Sawyer (1995a,
b, e). Ver tambiénArestis y Sawyer (I997a), donde muchas de las aportaciones se centran en el papel
del gobierno en la reducción de la incertidumbre que alentaría la inversión.
672 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

dinero bancario, de forma que el valor real de los activos y obligaciones financieras
varían conjuntamente. La generación de precios menores debe implicar, en algún momen-
to, la caída de los precios, pero mientras que los primeros pueden ser analizados den-
tro del marco estático convencional, con los segundos esto no es posible. Sin embargo,
la caída de los precios genera expectativas de caídas adicionales (reduciendo así la
demanda) y socavan la capacidad de los deudores de mantener sus obligaciones, ame-
nazando así la estabilidad del sistema financiero (David son, 1994: 193-5).
Los tipos de interés están más determinados por consideraciones de liquidez que por
las fuerzas de productividad y ahorro. Específicamente, los tipos de interés no actúan
para equilibrar el ahorro con la inversión. Los ahorros planeados están determinados por
un conjunto de variables bastante diferentes de las que determinan la inversión planeada,
y no existen fuerzas fuertes que aseguren su igualdad para una renta de pleno empleo.

3.2. La limitación de la inflación


La inflación plantea una limitación a la consecución del pleno empleo en tres aspecw
tos. En primer lugar, el proceso de desplazamiento hacia el pleno empleo implica nece-
sariamente una caída del desempleo (y probablemente un aumento de la utilización de
la capacidad), lo que es probable que genere presiones inflacionistas y un clima de
expectativas inflacionarias (Arestis y Skott, 1993). Segundo, el pleno empleo sosteni- 1
do puede llevar a un aumento de las presiones inflacionistas (cuyo alcance depende de
los acuerdos institucionales, que se explican más abajo). En tercer lugar, la preocupaw
ción sobre la inconsistencia temporal y el posible sesgo inflacionista de un régimen de
política económica discrecional (operado por los políticos) ha llevado a muchos a
defender la independencia del banco centro! con el objetivo de la consecución de los obje-
tivos inflacionarios'. No obstante, Skott (1988) sugiere que, en presencia de sindicatos,
los bancos centrales que no eligen como objetivo la inflación pueden, sin embargo,
lograr altas tasas de empleo con cero inflación. En cambio, los bancos centrales adver-
sos a la inflación generan bajas tasas de empleo con tasas de inflación positivas.
La NAIRU (tasa de desempleo no aceleradora de la inflación) es una barrera al pleno
empleo sólo por la creencia en ella de los decididores de política económica y de otros (cre-
encia equivocada en nuestro opinión), que limita (o incluso evita) las medidas de relan-
zamiento para disminuir el desempleo. Nosotros dudamos de si existe una NAIRU única
y estable determinada solamente por factores de oferta. Aportaciones recientes (Rowtl10m,
1995; Arestis y Biefang-Frisancho Mariscal, 1997) destacan tanto la relación teórica
como la empírica entre el desempleo y la inversión en capital fijo y en educación y for-
mación profesional. Estas consideraciones, junto a los cambios en la NAIRU esperada
(alineada grosso modo con el desempleo observado), los efectos de histéresis (incluyendo
el impacto de la demanda agregada en la creación de capacidad y la patticipación de la fuer-
za de trabajo) y la confusión de la teoría subyacente, sugieren que aunque concepto de
NAIRU ha sido muy utilizado en la teorización económica, en manuales y en fonnulación
de la política económica, no existe bajo ninguna forma significativa en la economia real 6.

5. Para una visión crítica sobre la independencia del banco central ver Arcstis y Sawyer (1977).
6. Para una ampliación de estos crípticos comentarios, ver Arestis y Sawyer (1997a: cap. 10) y Sawyer
(1997); ver también Galbraith (1997).
POLÍTICAS ECONÓMICAS KEYNESIANAS PARA EL NUEVO MILENIO 673

Bajo estas circunstancias, la reducción del desempleo puede producir riesgos inflado~
nistas (y así crear presiones para la deflación), y un pleno empleo prolongado puede pro-
ducir un aumento de las presiones inflacionarias. Mientras que las presiones inflacionarias
emanan normalmente de la parte real de la economía, éstas pueden ser fácilmente trans-
mitidas debido a la «elasticidad» del stock monetario resultante de la facilidad con la que
se crea el dinero a través de la creación de crédito y de la falta de habilidad del estado
de controlar su crecimiento (Arestis, 1992).

3.3. La limitación de la balanza comercial


La limitación de la balanza comercial surge debido a que el nivel de actividad econó-
mica puede ser limitado para asegurar que el nivel de importaciones es compatible con
el nivel de exportaciones. Cualquier diferencia entre las importaciones y las exportaciones
debe cubrirse a través de préstamos del extranjero, creando así obligaciones de pagos
futuros de intereses. Un déficit comercial persistente supondría un déficit de cuenta
corriente creciente, a medida que los pagos de los intereses por el préstamo aumenta-
ran. Sin embargo, si el crecimiento de la economía doméstica excediera el tipo de inte-
rés sobre los empréstitos del exterior, el porcentaje de estas obligaciones respecto al
producto interior, y por lo tanto los pagos de intereses sobre la renta, acabaría estabi-
lizándose (Sawyer, 1995 a). Si esta condición no se cumple, el país cae en la trampa
de la deuda. Existe un aspecto de crecimiento en la limitación de la balanza comercial
cuando se produce una tendencia a que el crecimiento de las importaciones exceda al
crecimiento de las exportaciones. Cuando la elasticidad renta (doméstica) de la deman-
da de importaciones es mayor que la elasticidad renta (mundial) de la demanda de las
exportaciones del país, entonces el mantenimiento de un déficit comercial controlado
requiere que la tasa de crecimiento doméstico esté lo suficientemente por debajo de la
tasa de crecimiento mundial de forma que las importaciones y exportaciones reales
crezcan en línea unas con otras (McCombie y Thirlwall, 1997a, b). Claramente, la limi-
tación de la balanza comercial no es una que afecte a todos los países de fonna simul-
tánea, ya que mientras algunos países tienen déficits comerciales, otros tienen que tener
excedentes comerciales. Además, la limitación puede ser mitigada a través de la deva-
luación de la moneda, a pesar de que muchas veces se evita esta ruta debido a su efec-
to percibido sobre la inflación y la reducción de los niveles de vida domésticos (para no
hablar de las consideraciones relacionadas con el orgullo nacional). Conectado con la
limitación de la balanza de pagos encontramos el sesgo deflacionario del sistema mone-
tario internacional y del sistema propuesto para la UE de un banco central indepen-
diente y pan-europeo (Arestis, 1997: cáp. 6).

3.4. La limitación de la alta productividad


La obtención de altos niveles de productividad requiere una intensidad en el trabajo Y
un compromiso apropiados por parte de los trabajadores, así como el suministro su:fi-:-
ciente de bienes de equipo, formación profesional y gestión. En muchas economías de
mercado, el desempleo (y más particularmente la amenaza de desempleo) sirve como
un mecanismo significativo para imponer un alto nivel de intensidad en el trabajo
(Kalecki, 1943). La idea de que el desempleo puede ser necesario para impedir una

l.
674 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTCDOXA

actitud de <<tirarse a la bartola>> por parte de los trabajadores está fonnalizada en Shapiro
y Stiglitz (1984) y Bowles (1985). El nivel de desempleo no lo eligen las empresas,
sino que proporciona el marco sobre el que operan las empresas. El desempleo es per-
cibido como realizador de una función sistemática (al ayudar a disciplinar a los traba-
jadores). Esto no significa afirmar que el desempleo es necesario para asegurar el
esfuerzo en el trabajo; de hecho, el desempleo intensifica el miedo y provoca desmo-
ralización, lo que socava el esfuerzo, y diversas economías de mercado han recurrido
a mecanismos alternativos al desempleo. Weisskopf (1987), por ejemplo, exantina hasta
dónde los países utilizan el desempleo como un mecanismo disciplinario, y concluye
que sólo algunas economías lo utilizan. Esto plantea «la importante cuestión de un
marco institucional que mantenga la disciplina laboral y no disminuya los incentivos,
incluso cuando la economía esté a un nivel de pleno empleo ... El problema no es irre-
soluble ni en principio ni en la práctica, como lo ha indicado la experiencia de gran-
des empresas japonesas que han ofrecido empleos para toda la vida a sus trabajadores
y planes de remuneración basados en gran parte en la antigüedad>>. (Singh, 1994: 4&9).
Evidentemente, un alto nivel de empleo sostenido requiere el desarrollo de otros meca-
nismos para sostener altos niveles de productividad. Estos mecanismos es probable
que incluyan formas de implicación y participación de los trabajadores en la toma de
decisiones, realización personal en el trabajo, etc.

3.5. La falta de capacidad


Los factores que influyen en la inversión y, por lo tanto, en la dimensión del stock de
capital (tales como la rentabilidad y la utilización de la capacidad) son genenalmente
tante distintos de los que determinan la dimensión de la fuerza de trabajo (principal'
mente demográficos). Esta simple observación sugiere que no existe ninguna
particular para prever que el stock de capital sea el adecuado para sostener el
empleo. Las oportunidades de substitución entre el trabajo y el stock de capital
bastante limitadas, sobre todo a corto plazo. Después de un periodo de crecimientO
lento pero prolongado (como el de las últimas dos décadas), se podría esperar que el
tamaño del stock de capital no fuese suficiente para mantener el pleno empleo. Además;
la incertidumbre sobre el futuro, que genera un bajo nivel de «espíritu animal»,
tribuye a que la tendencia a la inversión sea menor de la necesaria.

4. POLÍTICAS KEYNESIANAS

4.1. Políticas de la demanda


Empezamos considerando las políticas orientadas a la demanda. Nótese, no obs:tante, )+;;
que la demanda agregada y la oferta agregada no son independientes. El nivel aciuaJ uo
la demanda tiene numerosos efectos sobre la futura oferta potencial de la economía, a
través, por ejemplo, de sus efectos sobre la inversión actual y sobre el stock futuro de
capital y la capacidad productiva, y los efectos de los niveles actuales de empleo o~·-.- .. ;
la potencial futura fuerza de trabajo. Una de las herramientas príncipales de la
ca keynesiana sigue siendo la política fiscal, aunque no en el sentido del ajuste
para el que puede no existir una adecuada información actualizada y capacidad
POLÍTICAS ECONÓMICAS KEYNESIANAS PARA EL NUEVO MILENIO 675

dictiva. En cambio, lo que se necesita es lo que podría llamarse un «ajuste burdo», a tra-
vés del cual, el gobierno pretende, a medio plazo, asegurar un nivel adecuado de deman-
da agregada por medio de los canales habituales de equilibrio entre la fiscalidad y el
gasto público y, como se ha apuntado anteriormente, a través del equilibrio entre el
ahorro y la inversión.
Existen muchos argumentos teóricos para afirmar que la política fiscal será impo-
tente. Pero estos argumentos parten de una posición de equilibrio de pleno empleo
(siendo el ejemplo más claro la «tasa natural de desempleo») y, por lo tanto, suponen
lo que debe probarse. No es sorprendente que los modelos que no imponen este tipo
de limitaciones descubran que la política fiscal puede ser potente (ver, por ejemplo,
Arestis y Bain, 1994). Nos centraremos en dos temas. Primero, ¿qué pruebas existen de
que la política fiscal puede tener efecto? Arestis y Bain (1994) repasan la literatura y pro-
porcionan pruebas (al menos para el caso del Reino Unido) que sugieren que el gasto
público no expulsa al gasto privado. Se dice que los déficits presupuestarios excluyen
al gasto público a través del impacto del déficit en los tipos de interés, pero la evidencia
empírica que relaciona los déficits presupuestarios con los tipos de interés son débi-
les. Por ejemplo, Cunningham y Vilasuso (1994-5) tienen que admitir que <<desgra-
ciadamente, los estudios empíricos que examinan la relación entre los tipos de interés
y los déficits fiscales están lejos de ser concluyenteS>> (p. 190) y que<< si los déficits
fiscales están asociados con tipos de interés más altos está aún por resolverse en la lite-
ratura económica>> (p. 191).
Segundo, ¿cuáles son los límites de la política fiscal? El límite principal proviene
no del volumen del déficit per se, sino de la relación entre el tipo de interés r (post
impuestos), y la tasa de érecimiento de la renta nacional, g. Es bien conocido que la
proporción entre la deuda y la renta nacional aumentará de forma continuada para cual-
quier déficit primario de r ~ g, aunque se debe reconocer que el déficit puede aumen-
tar tanto el nivel de renta como la tasa de crecimiento de la economía (en tanto en que
el gasto público sea gasto en bienes de capital, incluyendo en este último gran parte del
gasto en educación, sanidad, etc.). A pesar de que durante gran parte del periodo de pos-
guerra esta condición no se cumplió, la experiencia más reciente ha sido de tipos de
interés reales (post impuestos) superiores a las tasas de crecimiento. Incluso si r está
ligeramente por debajo de g, la relación deuda 1renta resultante puede ser importante
en algún sentido significativo (político), ya que la tasa de deuda sostenible es igual a la
relación del déficit primario y la renta multiplicado por la recíproca de (g- r). Esto plan-
tea la cuestión de porqué los tipos de interés han sido tan altos durante los últimos quin-
ce años, y nosotros atribuiríamos en gran parte esta experiencia a los intentos generalizados
de impulsar políticas monetarias rigurosas, a las características sistémicas del sistema
bancario y a la inestabilidad financiera desde el colapso del sistema de Bretton Woods7
En la contabilidad nacional la contraparte contable de un déficit presupuestario es
una combinación de ahorro privado neto (ahorro menos inversión) y del déficit comer-

7. En los últimos años, los tipos reales de interés se han situado en niveles muy altos sin precedentes his-
tóricos, mientras que el crecimiento económico ha sido lento. Homer y Sylla (1983) sugieren que «desde
la aparición de los modernos mercados de capitales, nunca habían existido tasas tan altas a largo plazo
como las que hemos visto recientemente en todo el mundo» (p. l; ver también Tease et al., 1991, para
cálculos relacionados),
676 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

cial (entradas de capital). Efectivamente, la alternativa a contraer un déficit presu-


puestario para asegurar una demanda agregada compatible con el nivel deseado de
empleo, es una combinación de una reducción del ahorro privado neto y del déficit
comercial. Mientras que lograr estas reducciones no es una materia simple (aunque
puede ser deseada por otras razones), tal planificación macroeconórnica sería una alter-
nativa a los déficits presupuestarios. El fomento de la inversión es claramente una posi-
bilidad en este sentido, aunque en última instancia la relación entre la inversión neta
y la renta nacional esté limitada por la tasa de crecimiento de la propia renta nacional
(que puede ser aumentada por la inversión) y de la proporción (incremental) capital/
producto (ya que, de otra forma, la proporción capital/ producto real disminuiría con
una combinación de la reducción de la utilización de la capacidad y de la tasa de bene-
ficio).
Los mercados financieros imponen límites a la utilización de la política fiscal (sobre
todo de los déficits presupuestarios) potencialmente por lo menos a través de dos cana-
les. Primero, los tipos de interés (particularmente para la deuda pública) pueden aumen-
tar con un déficit presupuestario, limitando así la capacidad del gobierno de contraer
préstamos. Se podría argumentar que los altos tipos de interés son la consecuencia de
los altos niveles de préstamos obtenidos por el gobierno. Pero, como hemos señalado
antes, las pruebas que relacionan los déficits presupuestarios y los tipos de interés son
débiles. Segundo, las reacciones adversas de los mercados de cambio extranjeros ante
algunas políticas concretas pueden llevar a una caída del valor de la moneda. Los mer-
cados financieros plantean un tipo de limitación diferente a la consecución de políti-
cas fiscales sostenibles cuando las «burbujas, los caprichos y el comportamiento
gregario» determinan movimientos de los precios (en particular de los tipos de interés
y las tasas de cambio). Existe actualmente una extensa literatura que indica que los
precios de los mercados financieros son «excesivamente volátiles» (y la observación de
los movimientos de las tasas de cambio durante los últimos veinte años corroboraría
esta visión; ver, por ejemplo, Shiller (1981, 1989), donde se sugiere contundentemen-
te que existe una volatibilidad excesiva en la bolsa y los mercados de valores de renta
fija). En un mundo de incertidumbre keynesiana, donde el futuro es inherentemente
incognoscible, los precios de los activos financieros están impulsados en gran medi-
da por las expectativas sobre las visiones de los demás (y no por los fundamentos eco-
nómicos) y es quizá inevitable que los precios de los activos fluctúen y sigan los
caprichos y las modas8• Aquí, la cuestión significativa es si la adopción de una reflación
keynesiana de la demanda provocaría reacciones adversas en los mercados financie-
ros, lo que la socavaría. Es probable que las reacciones creasen un aire de crisis y fuer-
tes presiones políticas para abortar la reflación.
La política monetaria también puede tener un impacto importante sobre el nivel
de actividad económica, y nosotros no rechazaremos su papel. Sin embargo, el stock de
dinero ya no es (si es que alguna vez lo fue) fácilmente controlable por las autorida-
des, y ahora la política monetaria es, en la práctica, una política de tipos de interés
(Goodhart, 1989). Cualquier política de tipos de interés está inevitablemente restrin-
gida por los mercados financieros globales. Las variaciones de los tipos de interés pue-
den ser más potentes que hasta ahora debido a la extenSión de los créditos al consumo

8. Para una explicación más amplia de lo temas mencionados en el texto, ver Arestis y Sawyer (1998).
POLÍTICAS ECONÓMICAS KEYNESIANAS PARA EL NUEVO MILENIO 677

y al aumento, en relación al pasado, del endeudamiento a tipos de interés variable


(Arestis y Howells, 1992), lo que hace, sin embargo, que los cambios en los tipos de inte-
rés sean políticamente más sensibles. Es necesaria una política monetaria que asegure
la estabilidad del sistema financiero y que baje lo más posible los tipos de interés
(teniendo en cuenta las limitaciones internacionales), ya que esto podría estimular (pro-
bablemente ligeramente) la demanda, pero también puede eliminar los límites indica~
dos antes en la utilización de los déficits presupuestarios.
Las perspectivas de unos niveles de empleo elevados se verían intensificadas por
un sistema monetario internacional que no tuviera un sesgo deflacionario. El primer
requisito de un sistema así sería que asegurara un grado de estabilidad de las tasas de
cambio que fomentara el comercio. Esto excluiría un sistema de tasa de cambio flexi-
ble dada la considerable volatilidad de las tasas de cambio observada desde el colapso
del sistema de Bretton Woods. No obstante, un sistema rígido de tasas de cambio fijas
genera presiones que, a la larga, hacen que estalle (como ilustra la experiencia del ERM
a principios de los 90). Esto hace pensar en un sistema vinculado ajustable con medi-
das especiales para que los países deficitarios superen su posición deficitaria (como
en Davidson, 1992, sobre el sistema monetario internacional; y Arestis, 1997: cap. 7,
sobre el sistema monetario europeo). El principal requisito para cualquier sistema
monetario internacional en el contexto de la búsqueda del pleno empleo es el rechazo
a los sesgos deflacionarios, y la capacidad de los países de ajustarse a los déficits comer-
ciales sin reducir necesariamente la demanda. Otro requisito adicional es que el sistema
debería cubrir las necesidades del comercio, más que estimular los flujos financieros,
que tienden a incrementar la volatibilidad de las tasas de cambio. El papel de las insti-
tuciones financieras intem.as debería entenderse como el de servir a las necesidades de
la producción, ya que es a partir de la producción que se generan la renta y la riqueza.
En concreto, son necesarios acuerdos y regulaciones institucionales, que canalicen el
ahorro hacia la inversión productiva y que aseguren que la fragilidad del sistema finan-
ciero no llegue a provocar inestabilidad en la economía productiva. Esto puede supo-
ner, por ejemplo, la imposición de ratios de crédito para impedir la sobreexpansión del
mismo, tal como sucedió en el Reino Unido a finales de los 80, especialmente en los
casos en los que el rápido crecimiento del crédito provoca principalmente inflación de
los precios de los activos (en lugar de estimular la producción). El problema esencial
que se encuentra en el centro de los acuerdos financieros, ya sean domésticos o inter-
nacionales, es que la creación de dinero puede ayudar a financiar una expansión del
output real o un aumento de los precios. De forma similar, el suministro de financiación
a los países que experimenten déficits comerciales puede ser utilizado para introducir
cambios en la economía que lleven a una mejora de la competitividad internacional o
puede ser utilizado para (niveles insostenibles de) el consumo.

4.2. Políticas de oferta


En lo referente a la oferta, consideraremos primero el problema de la inflación. Existen
muchas rutas a través de las cuales se pueden limitar las presiones inflacionarias, algu-
nas de las cuales son más aceptables socialmente que otras. Una ruta frecuentemente
adoptada es la de un bajo nivel de demanda que limite la capacidad de las empresas
de subir los precios y de los trabajadores de aumentar los salarios, pero esto entra en con-
678 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

tlicto con el objetivo del pleno empleo. Otra ruta es la generación de un consenso sobre
la distribución de la renta. El crecimiento de la desigualdad que ha sido particular-
mente aparente en el Reino Unido y en los Estados Unidos desde finales de los 70 (cfr.
Atkinson et al., 1995) ha hecho que la perspectiva de creación de un consenso sobre
la distribución de la renta (lo que incluiría la división entre salarios y beneficios y ren-
tas relativas) sea más difícil. No se genera fácilmente un consenso sobre la distribu-
ción de la renta. Por eso, las propuestas de políticas en este sentido deben centrarse
más en acuerdos institucionales que minimicen los efectos inflacionistas de la deter-
minación de los salarios y de los precios. No existe ninguna razón particular para pen-
sar que la determinación descentralizada de los salarios, poniendo el énfasis en el pago
relacionado con el rendimiento, será no inflacionaria al aproximarse 3.1 pleno empleo.
Si la negociación atomizada implica el ajuste frecuente de los precios y de los sala-
rios, entonces es probable que aquélla acelere el proceso inflacionario, mientras que
un cierto grado de rigidez institucional supone un freno a los ajustes al alza del los pre-
cios y de los salarios. Además, cuanto más unidades negociadoras existan, menor es
la atención que presta cada una de ellas al impacto global de su propio acuerdo, y menor
efecto tendrá cualquier llamado a la limitación salarial. La literatura sobre el impacto
de los acuerdos institucionales (incluidas las estructuras de negociación salarial) sobre
los resultados económicos se ha centrado en los efectos sobre el desempleo (por ejem-
plo, Calmfors y Driffill, 1988; Calmfors, 1993). Nuestra inquietud, sin embargo, es
diferente, en el sentido que nos preocupa si los acuerdos para la fijación de los sala-
rios y de los precios son coherentes con la ausencia de presiones inflacionarias en el
pleno empleo. Sugerimos que cierto grado de centralización y de coordinación del esta-
blecimiento de los salarios es necesario (Soskice, 1990).
Un segundo aspecto desde el lado de la oferta surge del requisito de un amplio equi-
librio en la balanza de cuenta corriente en el pleno empleo, y eso significará normal-
mente tener una capacidad de competir en el ámbito de sectores de (relativamente) alta
tecnología (ya que estos son sectores en los que la demanda es elástica con respecto a la
renta y los costes disminuyen a través de los efectos del aprendizaje y de las economías
de escala). Esto conduce a la necesidad de que se desarrollen nuevos productos y pro-
cesos que requieren no sólo inversión en investigación y desarrollo, sino. también la for-
mación de relaciones entre empresas para desarrollar el sistema productivo en su conjunto.
Como el mercado está mal preparado para realizar estas funciones, es necesaria una
estrategia industrial. La esencia de una estrategia industrial es el compromiso del gobier-
no de apoyar el desarrollo industrial. Surge de la visión de que el gobierno puede jugar
un papel estratégico clave en la promoción de este desarrollo. Una estrategia industrial
no implica una planificación central detallada, sino el desarrollo de una estrategia glo-
bal coherente para que las decisiones detalladas sobre, por ejemplo, el apoyo a la inves-
tigación y el desarrollo, puedan tomarse sobre una base bien informada Es bien conocido
que las actividades económicas, como proporcionar formación y capacidad profesional
o la promoción de la investigación y del desarrollo, se ofertan por debajo de su necesi-
dad en el mercado libre. Mientras que el caso a favor de una estrategia industrial utili-
zaría estos argumentos, se requiere más que la corrección de «fallos de mercado» estáticos
(como pretende la teoría neoclásica). Proporciona un marco para la toma de decisiones
por parte del gobierno y de la empresa privada, y compromete al gobierno a asumir en
su política económica un papel activo para el desarrollo.
POLÍTICAS ECONÓMICAS KEYNESIANAS PARA EL NUEVO MILENIO 679

El aspecto final a considerar de las políticas de oferta es el de la organización del


trabajo. Anteriormente se ha afirmado que el desempleo sirve como un mecanismo de
control de los trabajadores para imponer la intensidad en el trabajo, y que el pleno
empleo requeriría del desarrollo de mecanismos alternativos para asegurar niveles ele-
vados de productividad, y sugeríamos que la participación de los trabajadores es uno de
estos mecanismos. Existen importantes pruebas que demuestran que la participación
de los trabajadores en la toma de decisiones aumenta la productividad (ver, por ejem-
plo, Levine y Tyson, 1990; Sawyer, 1989: 66-73). Además, muchas empresas han uti-
lizado varias formas de implicación de los trabajadores en la búsqueda de niveles más
altos de productividad. Pero este no es el caso en todas las ocasiones, ya que en algu-
nas empresas no existe esta implicación y se utiliza abiertamente la amenaza de pér-
dida del empleo. Sea cual sea el mecanismo que utilice una empresa (y pueden utilizarse
combinaciones de mecanismos o mecanismos diferentes para diferentes tipos de tra-
bajadores),lo hace sobre un fondo de desempleo. La cuestión de si deben existir pre-
siones externas sobre los trabajadores para asegurar la intensidad laboral está aún
abierta. Esta presión externa puede ejercerse a través de la amenaza que supone la com-
petencia de otras empresas para la supervivencia de la empresa de un grupo concreto
de trabajadores. La competencia siempre provocará ganadores y perdedores, y los que
perderán más serán los trabajadores de la empresa que no sobreviva. El desempleo
temporal para el individuo seguirá siendo una característica de cualquier economía
dinámica en la que exista competencia entre empresas independientes. El desafío en
este contexto es el de encontrar formas de organizar el trabajo que hagan que el siste-
ma económico no necesite el desempleo como una amenaza «de reserva». La partici-
pación de los trabajadores en la toma de decisiones y el esfuerzo por eliminar los
trabajos «que no llenan» y que no son interesantes a través del1 cambio tecnológico
pueden ayudar en este sentido. Con unos niveles de productividad relativamente altos,
cierto grado de ineficiencia técnica puede ser un precio que merezca la pena pagar en
aras del pleno empleo. Sin embargo, la visión expresada aquí es que es necesario el
desarrollo de una serie de formas que fomenten la eficiencia técnica si se pretende eli-
minar el desempleo.

5. ALGUNOS TEMAS PENDIENTES

Existen dos grandes temas a lOs que debe enfrentarse el análisis keynesiano, y que aquí
sólo tenemos espacio para mencionar. En primer lugar está la cuestión de la globali-
zación (incluyendo la inversión directa extranjera transnacional, la integración ínter-
fronteriza de la producción y el funcionamiento internacional de los mercados
financieros). Las políticas keynesianas han sido asociadas a las políticas nacionales
seguidas por gobiernos independientes poco preocupados por la coordinación y que
tuvieron, en la era Bretton Woods, alguna capacidad de utilizar controles de intercam-
bio exterior. No hemos especificado el nivel de gobierno al que deberían aplicarse las
políticas keynesianas (aunque la limitación de la balanza de pagos opera a nivel nacio-
nal). Aceptaríamos la afirmación de que los gobiernos nacionales están más limitados
ahora que durante la era Bretton Woods en su pretensión de adoptar medidas moneta-
rias y fiscales, sobre todo por la mayor apertura de las economías y las consiguientes
mayores filtraciones de demanda hacia el exterior y el muy importante aumento de la
680 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

escala de los mercados financieros. En algunas áreas de las medidas relacionadas con
la oferta, el nivel de gobierno apropiado puede estar por debajo del nivel nacional (aun-
que esto dependería hasta cierto punto del tamaño del Estado). Las políticas de ges-
tión de la demanda dentro de una economía europea encontrarían menos trabas derivadas
de las filtraciones de demanda que los países individuales, pero, evidentemente, la
ausencia de una autoridad federal europea descarta estas políticas por el momento (aun-
que la política monetaria europea entrará en vigor cuando entre en vigor el banco cen-
tral). Y, sin embargo, las políticas de cooperación internacional son cruciales. Estas
políticas deberían incluir el comercio tanto como las políticas fiscales y monetarias, y
también deberían tener la mira puesta en el nivel de la producción (construyendo por
ejemplo un sistema internacional de redes de producción de pequeñas empresas corno
antídoto a la empresa internacional gigante).
En segundo lugar, la realización de las políticas precisa un Estado competente y
comprometido, así corno un electorado que lo respalde (o quizá, para ser más exactos,
unos «poderes fácticos}> que lo respalden) y, quizá más importante, un «buen» gobier-
no. El mismo tipo de políticas pueden funcionar de forma muy diferente en diferentes
países debido a las diferencias en la efectividad de las instituciones que las aplican.
Una administración pública efectiva y no corrompida está en una mejor posición para
diseñar y aplicar políticas dirigidas a los fracasos del mercado que una administración
1 inefectiva y corrupta que es vista como una carga sobre las actividades productivas de
la economía (World Bank, 1993b). Por ejemplo, el sobornar a los funcionarios para
obtener permisos y licencias para pasar por las aduanas, el prohibir la entrada a los
competidores, etc. se convierten en el centro de la actividad en las economías corrup-
tas. La corrupción es «penetrante y significativa» tanto en los países en vías de desa-
rrollo como en los desarrollados, y es costosa para el desarrollo económico por dos
razones: la debilidad del gobierno central que permite a Jos burócratas COITI!ptos que evi-
ten que se materialicen los proyectos productivos, obstaculizando así la inversión; y
el necesario secretismo de la corrupción, que puede provocar la sustitución de la inver-
sión en proyectos de alto valor por la apuesta por proyectos «inútiles» si éstos pro-
porcionan mejores oportunidades de secreta corrupción.

6. RESUMEN Y CONCLUSIONES
El argumento del artículo puede ser resumido brevemente. La intervención guberna-
mental es necesaria para conseguir y mantener el pleno empleo. El creciente poder de
los sindicatos y de Jos trabajadores en el pleno empleo, así como las presiones infla-
cionarias resultantes, deben ser gestionados El consenso social sobre la distribución
de la renta, así como los mecanismos de fijación de salarios y precios que son «propi-
cios» a la baja inflación son componentes necesarios de las políticas de la oferta. Podría
muy bien surgir una grave limitación de la balanza de pagos mucho antes de la conse-
cución del pleno empleo. Las políticas orientadas a fomentar el aspecto de la oferta en
la economía, notablemente la política industrial, pueden ser necesarias para aliviar este
problema. Incluso con una demanda suficiente, el pleno empleo puede aún ser difícil,
si no imposible de mantener, si el potencial de la oferta es inadecuado o desequilibra-
do. En última instancia, el compromiso de promover un entorno estable para el sector
privado para así permitirle reducir la especulación y la preferencia por la liquidez y,
POLÍTICAS ECONÓMICAS KEYNESIANAS PARA EL NUEVO MILENIO 681

en consecuencia, los tipos de interés. Esto estimularía la inversión del sector privado.
Serían necesarias unas instituciones internacionales fuertes para fomentar este efecto a
escala global, superando así los efectos de la globalización. Este artículo ha intentado
demostrar el potencial de estas políticas económicas y, al hacerlo, ha trqtado sobre las
limitaciones y los obstáculos que pueden presentarse en su aplicación.

7, REFERENCIAS

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CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA 685-706

Sobre la coherencia de la economía postkeynesiana*


Bemard Walters y David Young

RESUMEN

Recientemente, la afirmación de que el postkeynesianismo representa una alternativa


coherente a las teorías ortodoxa y neoclásica ha recuperado el favor de muchos post~
keynesianos notables. El objetivo de este artículo es considerar la base para la afirma-
ción que el postkeynesianism_~ es una alternativa coherente. Se considera una diversidad
de formas de coherencia en relaCión a los análisis postkeynesianos y se identifican un
cierto número de limitaciones. La conclusión general es que el postkeynesianismo no
se ha decidido aún por su concepción preferida de coherencia y, por consiguiente,
no puede ser considerado actualmente como una escuela de pensamiento económico
alternativa.

l. INTRODUCCIÓN
Veinte años atrás, Eichner y Kregel (1975) afirmaron que el postkeynesianismo era
una escuela de pensamiento coherente y que representaba una alternativa plausible y
atractiva a la teoría neoclásica predominante 1• Se consideró que la teoría postkeyne-
siana

tenía el potencial para poder convertirse en una alt.ernativa completa y positiva al


paradigma neoclásico predominante (p. 1294).

Aún cuando la propia defensa de Eichner y Kregel de una afirmación tan fuerte no
se puede considerar como completamente convincente, para los postkeynesianos se
planteaba así el reto de desarrollar sus teorías en directa oposición a las teorías predo-
minantes. Apareció una amplia diversidad de análisis que comprendían una serie de
temas impresionante, pero es justo decir que no surgió un consenso que apoyase la
afirmación de Eichner y Kregel. Más tarde, Hamouda y Harcourt (1988) sugirieron
que aunque había temas que proporcionaban la base para algo identificable como post-
keynesianismo, la búsqueda de la coherencia más allá de esto era equivocado.

Publicado en: Walters., Bernard; Young, David. «Ün the coherence of post~Keyncsian economics».
' Scottish Journal of Political Economy, vol. 44, n. 3, agosto 1997, p. 329-349. Traducción: Bcatriu
Krayenbiihl.
l. Reconocemos, por supuesto, que los orígenes de la teoría postkeynesiana son muy anteriores. Los ini-
cios del nacimieto de una escuela de pensamiento postkeynesiano parecen hallarse en los trabajos de
Robinson en el Reino Unido y de Weintraub y Davidson en Estados Unidos.
686 CRÍTICAALAECONOMÍAORTODOXA . •

Se pueden encontrar marcos y enfoques coherentes, aunque obviamente en cada


uno quedan asuntos incompletos y aspectos sin resolver. La dificultad real aparece
cuando se intentan sintetizar las piezas con el objeto de ver si aparece un conjunto
coherente. Nuestro punto de vista es que éste es un ejercicio equivocado, que inten-
tarlo es sobre todo buscar lo que Joan Robinson llamó «sólo otra caja de trucos» para
reemPlazar la «teoría completa» de la economía predominante que todas las corrien-
tes rechazan (págs. 24-25).
Sin embargo, en años recientes, la reivindicación inicial ha sido reafirmada por
numerosos postkeynesianos importantes. Por ejemplo, Lavoie (1992) afirma:

Mi propósito es pues idéntico al de Eichner (1986, p. 3), que deseaba presentar la


teoría postkeynesiana «como un todo integral, demostrando así que es precisamente
tan amplia y coherente como la síntesis neoclásica (p. 1).

Tales comentarios han provocado muchas reacciones que cuestionan la validez de


la alternativa postkeynesiana propuesta y han reabierto el debate sobre el estatus del
postkeynesianismo como alternativa a la economía neoclásica (ver Chick, 1995) 2• El
objetivo principal de este artículo es (re)considerar la fuerza de la afirmación de que
la economía postkeynesiana puede, en cualquier sentido, ser considerada como una
escuela alternativa de pensamiento. Esto no implica fundamentalmente una compara-
ción con escuelas de pensamiento establecidas o con una particular noción de cohe-
rencia. Nuestra tarea es más bien la de considerar todas las concepciones principales de
coherencia que han sido propuestas en la literatura postkeynesiana.
En consecuencia, la cuestión principal es la naturaleza de la coherencia. Ésta puede
tomar muchas fonnas, pero sostenemos que alguna noción de coherencia es crítica para
el establecimiento de cualquier reivindicación de que la economía postkeYnesiana
representa una escuela de pensamiento particular. Los propios postkeynesianos creen
claramente que la coherencia es importante,.tal como lo testifican las muchas suge-
rencias relativas a su forma apropiada respecto al postkeynesianismo. El primer paso
para evaluar esta afirmación es compararla con las escuelas de pensamiento existentes.
Sostenemos que, en base a las formas en que estas alternativas se definen, al postkey-
nesianismo le falta un acuerdo sobre un conjunto de fundamentos. Después, conside-
ramos los argumentos para la definición en términos de un enfoque metodológico
particular. Identificamos por lo menos tres enfoques metodológicos diferentes reivin-
dicados por los postkeynesianos y sugerimos que éstos también son incompatibles. Un
enfoque alternativo considera que la coherencia surge del acuerdo sobre la agenda de
la teoría o la política económica. Sin embargo, un examen de las posiciones de los prin-
cipales postkeynesianos sugiere que no existe tal agenda teórica compartida. Tampoco
parece existir un acuerdo sobre el conjunto de políticas económicas. Finalmente, exis-
te el enfoque de Hamouda-Harcourt: la coherencia tiene que encontrarse más bien den-
tro que entre las corrientes que constituyen el postkeynesianismo. Para evaluar esta
afirmación, consideramos tres temas clave de la teoría postkeynesiana: fijación de pre-

2, Se identifican cinco amplias críticas, a saber, que el postkeynesianismo l) es incoherente, 2) no es


moderno, 3) no es científico, 4) no es una teoría, 5) no es economía. Sólo nos ocupamos de la primera
crítica y, al igual que Chick, en términos generales descartaríamos los puntos 2) y 5).
f
'!F

SOBRE LA COHERENCIA DE LA ECONOMÍA POSTKEYNESIANA 687

cios, incertidumbre y dinero. Aquí también identificamos problemas para substanciar


la afirmación de un enfoque particular.

2. LA IMPORTANCIA DE LA COHERENCIA

Para evaluar el estatus del postkeynesianismo en tanto que escuela de pensamiento es


necesario considerar la naturaleza de la coherencia con cierto detalle. Parece difícil
secundar la afmnación de que el postkeynesianismo representa un cuerpo teórico alter-
nativo a menos que haya algo en torno a lo que las distintas contribuciones puedan ser
coherentes. Es decir, en las diversas contribuciones tiene que haber cosas en común si
hay algo que ganar al proponer el postkeynesianismo como escuela de pensamiento. En
cualquier caso, el punto importante en este contexto es que los mismos postkeynesia-
nos parecen pensar que la coherencia es necesaria y/o deseable aun cuando existe cier-
to desacuerdo respecto a su significado (comparar, por ejemplo, Arestis, 1992, capítulo
4, y Lavoie, 1992, capítulo 1).
La importancia de las discusiones sobre la coherencia en la literatura postkeyne-
siana parece haber aumentado considerablemente a medida que el deseo de propor-
cionar una alternativa «Completa» a la teoría neoclásica se ha vuelto más explícito. El
deseo de coherencia en el postkeynesianismo puede ser considerado pues como parte
del interlto de reflejar la temia predominante para emular su alcance. En otras pala-
bras, el proyecto es rivalizar con la economía convencional, y se considera que la cohe-
rencia es un paso necesario para conseguirlo. En cierto sentido, esto constituye un
intento de enfrentarse a la economía neoclásica en sus propios términos. Sin embargo,
los postkeynesianos estarían ansiosos por destacar que la coherencia que prevalece en
su enfoque es de un tipo diferente de la que existe en la teoría predominante.
En general, la coherencia puede ser concebida de muchas formas distintas. En el
nivel más simple, implica los requisitos de una estructura lógica. Esto puede limitarse
a una única proposición o a un conjunto de proposiciones. Por supuesto, esta forma de
consistencia interna es importante. Sin embargo, tan pronto como intentamos relacio-
nar una teoría específica con otras teorías, una forma simple de consistencia lógica
interna resulta inadecuada; necesitamos una concepción más amplia de la consisten-
cia. Tal consistencia no es en absoluto una cuestión simple ya que, como actualmente
se acepta de forma general, la consistencia se puede lograr en algunos niveles pero
no en otros. Ciertas proposiciones pueden ·ser consistentes en algunos aspectos pero no
en otros.
En cuanto ampliamos aún más la imagen, la noción de coherencia cambia y a menu-
do se concibe en términos de adhesión a un conjunto particular de principios o funda-
mentos. Esto no requiere necesariamente una consistencia estricta entre todas las teorías
por separado pero sí que requiere que estén vinculadas en referencia a estos funda-
mentos, proporcionando una unidad en términos del enfoque general. Esto se parece
a la noción de escuela de pensamiento. La cuestión que surge entonces es si queremos
o no insistir en la consistencia de todas las teorías con esta teoría superior (overarching
theory) o enfoque teórico general (es decir, aquello a Jo que a menudo nos referimos
como gran narrativa). Parte del motivo por el cual tales teorías generales han sido seve-
ramente criticadas, especialmente por los metodólogos, reside en que típicamente invo-
can el criterio de que tendrían que ser justificadas o evaluadas en relación a un nivel
688 CRÍTICAALAECONOMÍAORTODOXA

particular de análisis. Por ejemplo, la teoría austríaca (y cada vez más, la teoría neo-
clásica) requiere normalmente que todo sea explicable en términos de comportamien-
to individual. Esto implica por supuesto los problemas estándar de reduccionismo que
desde Popper, Quine y otros es considerado inaceptable. En respuesta a esto, muchos
recurrirían ahora, como una fonna de actuar más provechosa, a un enfoque más plu-
ralista en el cual no sea necesario evaluar diferentes teorías en términos de otras teorías
a distintos niveles.
Por consiguiente, aun cuando es legítimo preguntarse si se puede identificar un
conjunto similar de fundamentos para la teoría postkeynesiana, se puede justificar que
los postkeynesianos no estén limitados por una estructura superior. Sin embargo, los
postkeynesianos afirman que la coherencia se la proporciona su particular perspecti-
va metodológica o forma de pensar y que ésta es suficiente para otorgar una base para
el estatus del postkeynesianismo como una escuela de pensamiento. A pesar de que es
distinto de la afirmación de que existe un conjunto de fundamentos explícitos, este
planteamiento aún parte de la idea de que existe una unidad de enfoque que define el
postkeynesianismo. Este tipo de coherencia requiere un enfoque metodológico unificado
o, como mínimo, especifico. Aunque éste puede ser pluralista, si tiene que constituir
la base de la coherencia dentro del postkeynesianismo, necesita pues ser claramente
identificable como una perspectiva específica. Por supuesto, la coherencia puede ser
más una característica impuesta sobre la estructura que identificada con ella. En otras
palabras, la clasificación de grupos de teorías y su proclamada unidad puede repre-
sentar un programa teórico o político. En este caso, la coherencia existiría más en tér-
minos de los objetivos del proyecto que en la consistencia de las teorías individuales o
grupos de teorías. Verdaderamente, una versión fuerte de esta posición consideraría la
teoría postkeynesiana todavía en un nivel de formación y vería la incoherencia a cier-
tos niveles como inevitable en el presente, pero no como un fenómeno preocupante.
Si la coherencia no se puede identificar a un nivel superior, entonces la necesidad
de una concepción alternativa que involucre grupos de teorías asociadas se vuelve más
necesaria. Esto no requiere una consistencia interna estricta basada en un marco que
lo abarque todo. Aun así, tendría que haber alguna consistencia entre teorías alterna-
tivas en términos del sentido de las construcciones teóricas clave, y esto, a su vez,
depende del marco particular y de los propósitos de la teorías que se están conside-
rando. Una estructura teórica basada en teorías que vinculan o sintetizan tomadas de
diferentes perspectivas o tradiciones tiene que considerar muy seriamente este aspec-
to de consistencia si tiene que haber coherencia a nivel de los temas específicos. Estas
cuatro nociones generales de coherencia, a saber, conformidad con escuelas de pensa-
miento aceptadas, metodología o modo de pensamiento particular, programa unifica-
do y temas específicos, parecen ser las nociones identificadas en la literatura
postkeynesiana. Vamos ahora a considerarlas una a una.

3. COHERENCIA EN RELACIÓN A LAS ESCUELAS DE PENSAMIENTO EXISTENTES

Antes de comparar el postkeynesianismo con las escuelas de pensamiento existentes


es importante darse cuenta de que las explicaciones de lo que constituye la escuela
postkeynesiana no están del todo claras. Es decir, hay problemas de consistencia en el
nivel básico de clasificación. Por ejemplo, Lavoie (1992) identifica un variedad de
SOBRE LA COHERENCIA DE LA ECONOMÍA POSTKEYNESIANA 689

enfoques que él distingue como «paradigma postclásico». Se considera que esto inclu-
ye a:

Marxistas, radicales, institucionalistas, estructuralistas, evolucionistas, socioecono-


mistas, las escuelas francesas del circuito y la regulación, los neo-ricardianos y los
postkeynesianos (p. 5).

y, por lo tanto, pueden considerarse virtualmente como lodos los enfoques no predo-
minantes exceptuando la escuela austriaca. El postkeynesianismo se representa así corno
un elemento dentro de un paradigma postclásico. El propio enfoque de Lavoie se carac-
teriza como una «mezcla de economía kaldoriana y kaleckiana» (op. cit. p. 4) que repre-
senta el «puente entre el análisis clásico y el postkeynesianO>> (op. cit. p. 4). Sin embargo,
esto no aclara si Kaldor y Kalecki tienen que ser considerados como parte del postkey-
nesianismo. Lavoie también asegura (siguiendo a Joan Robinson) que Marx y Sraffa
son partes vitales de la tradición postkeynesiana. Pero como también se les identifica
como partes separadas del paradigma postclásico, no está claro si también tienen que
ser considerados como parte de la escuela postkeynesiana. Además, ¿qué queda en el
registro postkeynesiano? Quizá sólo Keynes, pero resulta que la principal fuerza del
análisis de Lavoie está en negar la posición central de Keynes y poner a Kalecki en el cen-
tro del escenario. Las observaciones finales de Lavoie no hacen que el esquema clasi-
1
ficador sea más claro:

la economía de Kalecki suministra mejores fundamentos para un programa de inves-


tigación postclásico o postk:eynesiano que la economía de Keynes [... ]las innova-
doras opiniones teóricas de Kalecki parecen constituir el cemento que mantiene unidas
las distintas escuelas del programa postclásico {p. 422).

Estas tensiones y conflictos se reflejan en el resto de la literatura postkeynesiana.


Por ejemplo, Gerrard (1995) ha defendido más una interpretación postclásica de Keynes
que una interpretación postkeynesiana radical. Está claro que el sentido de la palabra
postclásico es bastante distinto del otorgado por Lavoie (1992): la terminología de
Gerrard no se utiliza en un intento de identificar una tradición no ortodoxa. Sin embar-
go, aparte de estos problemas de clasificación, podemos intentar considerar la cohe-
rencia del postkeynesianismo en relación a las escuelas de pensamiento reconocidas.
Las escuelas de pensamiento más claras y mejor desarrolladas son, presumible-
mente, la austríaca, la marxista y la neoclásica. La escuela austríaca se caracteriza por
su compromiso con una metodología individualista, un subjetivismo radical y una par-
ticular visión del tiempo. El marxismo se caracteriza por la importancia central de la
clase como unidad de análisis y como foco de investigación, una interpretación mate-
rialista del cambio económico y una visión distintiva de la historia. La teoría neoclásica
se basa instrumentalmente en agentes económicos racionales cuyo comportamiento se
caracteriza por la maximización de la utilidad. Este método se aplica también a estruc-
turas de orden superior (por ejemplo, las empresas) y postula el buen funcionamiento
de los mercados. Por lo tanto, parece evidente que estos enfoques se basan en princi-
pios claros y bien desarrollados. Por contraste, y por lo menos a primera vista, el post-
keynesianismo, debido a su amplio eclecticismo, no conseguiría presentar una visión
690 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

característica del comportamiento económico. Los principios fundacionales del enfo-


que postkeynesiano no son tan claramente identificables. Por ejemplo, no existe una
«unidad de análisis» específica.
La mayor parte de los análisis postkeynesianos se basan en un comportamiento
individual o en macroagregados, pero «el conflicto de clases» se identifica a menudo
como crucial para el enfoque postkeynesiano (ver Arestis, 1992, cap. 4). Algunos post-
keynesianos plantearían las ventajas de un enfoque que implique interacciones indivi-
duales/sociales a varios niveles. Sin embargo, esto no ofrece por sí mismo ninguna
teoría particular acerca de los agentes económicos. De modo similar, aunque a menu-
do se insiste en la importancia del tiempo, no se desarrolla una visión particular o teo-
ría de la dinámica como una caracterización del enfoque postkeynesiano. De igual
modo, el tratamiento de la incertidumbre ilustra el intento de abarcar un aspecto críti-
co del comportamiento económico sin la consideración total de sus implicaciones para
el carácter fundamental de sus teorías económicas. Estos enfoques diferentes se pre-
sentan a menudo como meras diferencias de énfasis que existen, por supuesto, en todas
las escuelas de pensamiento. Por ejemplo, en la teoría convencional ha habido un cier-
to número de intentos para presentar modificaciones y alternativas significativas a la teo-
ría de la utilidad esperada, y la teoría de los juegos también ha producido diferentes
visiones de la racionalidad. De modo parecido, el desarrollo de la dinámica ha llevado
a la introducción de ideas evolucionistas. 1
Sin embargo, parece claro que hay principios definidos reconocibles que forman
los fundamentos de la teoría neoclásica en todas sus diversas formas. Sean cuales fue-
ren las desviaciones que tienen lugar, las nuevas ideas y alternativas están hechas para
encajar en el cuerpo teórico existente, con su particular forma de utilitarismo instru-
mental. En realidad, los postkeynesianos y otros economistas heterodoxos a menudo ven
éste como una de las limitacion'es principales de la teoría convencional. Por lo tanto, el
recurrir a la diversidad dentro de la teoría neoclásica para establecer un estatus similar
para la visión postkeynesiana no es convincente. Tal comparación solamente podría
ser convincente una vez que los fundamentos del postkeynesianismo se hubiesen elu-
cidado, y sostenemos que esto no ha sucedido. Además, vale la pena notar que la idea
frecuentemente expresada (ver Lawson, 1994) de que los postkeynesianos están unidos
en su oposición a la teoría neoclásica es insuficiente para proporcionar un punto de
vista de lo que es el postkeynesianismo o de cómo se relaciona con otros enfoques no
ortodoxos. El marco neoclásico también es rechazado tanto por la escuela austríaca
como la marxista y, sin embargo, el postkeynesianismo ha buscado diferenciarse de
estos enfoques. El recitar la oposición a la ortodoxia no ayuda en absoluto a definir la
naturaleza o el grado de particularidad del postkeynesianismo como una escuela par-
ticular de pensamiento.

4. COHERENCIA EN TÉRMINOS DE UNA PARTICULAR


METODOLOGÍA/MODO DE PENSAMIENTO

Siguiendo a Dow (1985), se ha afirmado que los postkeynesianos están unidos por
un modo particular de pensamiento o enfoque metodológico (ver Chick, 1995).
Normalmente, una metodología particular estará asociada a un conjunto particular de
fundamentos que proporciona la base de una visión específica del funcionamiento del
SOBRE LA COHERENCIA DE LA ECONOMÍA POSTKEYNES!ANA 69!

sistema como un todo. Los postkeynesianos frecuentemente afinnan que su método es


holístico. Sin embargo, sostenernos que de hecho existen estrategias metodológicas
significativamente diferentes y mutuamente incompatibles. En particular, el realismo
de Lawson, que Lavoie y Arestis en gran medida parecen adoptar, el método babilóM
nico de Dow y otros y, finalmente, la metodología generalizante que aparece en varias
contribuciones, pero que está más estrechamente asociada a Davidson.
Lawson (1989) describe el realismo como la doctrina que:

existe un mundo material y social que existe independientemente de cualquier con-


ciencia individual y que se puede conocer a través de la consciencia (p. 61).

Esto no es algo polémico en el sentido de que creemos que la mayoría de econo-


mistas podría aceptarlo con facilidad. La dificultad aparece cuando se reconoce que
esta afirmación, aunque ampliamente aceptada, es metafísica. (Ver Popper, 1983, p.
82). Esto significa que tenemos que decidir sobre la mejor manera de establecer un
conocimiento del mundo real que creernos existe. Por consiguiente, el realismo simple
debe distinguirse cuidadosamente de las afirmaciones más prescriptivas del realismo
científico (ver Bhaskar, 1978). La principal fuerza de la utilización por Lawson del rea-
lismo (científico) es la afirmación de que esta doctrina establece una presunción res-
pecto al estatus de los constructos teóricos que emplean las teorías económicas:

En el contexto de una actividad científica como el análisis económico (cienlífico), el


realisnw afirma la existencia de los objetos de investigación como independientes
de la investigación de la que son objeto (Lawson, 1989, p. 61),

y que estos objetos «reales» de la teoría están conectados a través de «estructuras irre-
ductibles, mecanismos causales, poderes y tendencias». Esto no requiere un enfoque
ni deductivo ni inductivo; el método apropiado es la «retroducción o abducción» que
significa «pasar de las observaciones particulares[ ... ] a una teoría de un mecanismo
intrínseco ... [al objeto del estudio])). De forma característica, esta metodología realis-
ta es contrastada con el positivismo instrumental que se considera cubre los métodos con-
vencionales'- Esta doctrina realista parece estar sujeta a las críticas de Popper (1979)
del esencialismo; pero, dejando temas más amplios de lado, para nuestros objetivos es
suficiente con hacer algunas observaciones. Primero, los objetos de una teorización
realista y las «estructuras causales profundas» no son necesariamente (o ni siquiera es
probable que lo sean) los objetos de la experiencia cotidiana. Lawson (1994, p. 515)
describe la teorización realista como «un movimiento, paradigmáticamente, desde los
fenómenos de "superficie" a algunos elementos causales "más profundos"». De modo
que este enfoque nQ proporciona un método para clasificar las teorías alternativas de
acuerdo con su realismo de «superficie)) o «grado de realismo)) (ver Mfiki, 1989, para
una discusión sobre el grado de realismo).
Los objetos de las explicaciones realistas no pueden evitar ser constructos teóri-
cos (por ejemplo, las empresas) cuyas características esenciales, aunque pueden tener
una existencia real (realismo simple), no se pueden separar de la teoría dentro de la

3. El hecho de si los neoclásicos son realmente posilivistas no está totalmente claro. Ver Caldwell (1982).
692 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

cual se especifica su comportamiento. Segundo, aunque la teorización realista pro~


porciona una forma poderosa de expresar una crítica de la econometría, no resuelve y
ni siquiera atenúa las dificultades de la evaluación de la teoría. Los objetos del análi-
sis realista se desvanecen cuando una teoría es reemplazada por otra; el realismo cien-
tífico no proporciona una regla que nos marque el límite y que nos permita saber cuándo
hemos alcanzado la estructura causal profunda e irreductible. Por lo tanto, el realismo
se entiende mejor como un método de expresar o interpretar una teoría que de evaluar
una teoría en comparación con otra4•
Desafortunadamente, sin embargo, los postkeynesianos han recurrido al realismo
casi exclusivamente como un intento de evaluar teorías en base a su realismo de «super-
ficie», sin tener en cuenta el método empleado o las intenciones de la teoría particu~
lar. Por ejemplo, el punto de vista postkeynesiano frecuentemente expresado, formulado
de la manera más categórica por Sardoni (1987), de que los microfundamentos de
Kalecki son claramente más realistas que los de Marx o Keynes, muestra una falta de
atención a las intenciones de estos dos (grandes) teóricos. Sardoni cree que la compe-
tencia imperfecta es una característica más realista de la economía, pero no consigue
especificar la base sobre la que decidir qué supuestos son más realistas y por qué. Esto,
por supuesto, está íntimamente conectado con el tema de los hechos estilizados y más
generalmente con las nociones de evidencia. La utilización despreocupada del con~
cepto de hechos estilizados generados a partir de una estructura teórica realista sin
explicar los criterios que establecen tales hechos parece problemática. Por ejemplo,
Lavoie (1992) sugiere que lo que sigue son hechos estilizados:

coeficientes fijos de producción, procedimientos de coste más porcentaje o de mar-


gen comercial (precios administrados), costes marginales constantes, dinero endó-
geno, desempleo involuntario.

¿Son éstos los hechos estilizados acordados de las economías modernas o se trata
de los «presupuestos» teóricos principales de la economía postkeynesiana? Sosten-
dríamos que la tosca utilización del realismo para descartar otras teorías como ilegíti-
mas sin preguntarse con qué propósito la otra teoría efectuó sus abstracciones, es una
característica preocupante de la utilización de esta doctrina. Además, las afirmaciones
simples acerca del realismo científico pueden proporcionar problemas a los postkey-
nesianos cuando se considera al mismo tiempo su énfasis en la incertidumbre y los
méritos de una pluralidad de enfoques y explicaciones. Esto nos lleva al método babi-
lónico que se presenta más como una concepción más amplia en vez de como una
metodología que «influye sobre nuestro juicio respecto a lo que constituye una posi-
ción metodológica aceptable>> (Dow, 1985, p. 11). Sin embargo, el hecho de si por ello
se puede describir de forma legítima como una metametodología es cuestionable~ no pro-
porciona un marco evaluador para decidir entre metodologías en competencia. Es más
exacto describir este método como un conjunto de presupuestos que derivan de cier-

4. Por ejemplo, parece bastante claro que uno podría expresar consistentemente un realismo individua-
lista en el cual la estructura causal fuera el comportamiento y l:ls decisiones de los individuos que sub~
yacen en el realismo de superficie de las empresas, sindicatos, etc. VerMaki (1992) para un intento de
interpretar la economía austríaca en un marco realista.
SOBRE LA COHERENCIA DE LA ECONOMÍA POSTKEYNESIANA 693

tas tradiciones pragmáticas y que estructuran formas características de pensar sobre el


mundo5• Dow sostiene que estas tradiciones son consistentes con el pensamiento meto~
dológico moderno y pueden ser contrastadas con las presunciones de la manera de pen-
sar cartesiana/euclidiana, característica de la tradición científica occidental6•
Una característica principal del método babilónico es aceptar, como una premisa,
que el mundo es demasiado complejo para ser reproducido por estructuras teóricas
generales, de tal forma que existe una presunción a favor de tener una pluralidad de
tipos de explicaciones no necesariamente consistentes .

. . . [El} enfoque consiste en utilizar varias líneas de argumentos que tienen puntos de
partida distintos y que, en una teoría acertada, se refuerzan unas a otras; así pues, un
argumento cualquiera no se mantiene o cae según la aceptabilidad de un conjunto
cualquiera de axiomas. El conocimiento se genera por aplicaciones prácticas de las teo-
rías como ejemplos, utilizando una variedad de métodos (op. cit. p. 14).

Esta posición parecería sostener el pluralismo, tanto teórico como metodológico, y


es consistente con la apreciación moderna de la naturaleza conjetural del conocimien-
to. Sin embargo, una segunda característica del método babilónico es la afirmación de
que estas líneas o niveles de explicación son, en algún sentido, consistentes con la apre-
ciación balística de cómo opera el sistema en su conjunto:
' -
[el] factor de unión es una percepción general de cómo opera el sistema en conjunto
(op. cit. p. 16).

Aún cuando no es nuestra intención el ofrecer una crítica explícita del método babi-
lónico, esta afirmación parece ir contra la justificación anterior del pluralismo, basa-
da en la naturaleza irreductiblemente compleja de la realidad sociaL Presumiblemente,
la percepción holística del sistema es similar a alguna perspectiva teórica y, en conse-
cuencia, tal teoría no es básicamente diferente de teorías a otros niveles. No solamen-
te no está claro cómo esta perspectiva holística podría, pues, forzar la consistencia
({<unim) entre los distintos temas, sino que el criterio de que necesariamente tendría-
mos que buscar una consistencia entre las diversas corrientes parecería ser contradic-
torio con un enfoque pluralista de la teorización. Si el papel de la percepción holística
es llevar a cabo una consistencia de conjunto, entonces esto parecería ser lo mismo
que los requisitos de una gran narrativa previamente descartada como insostenible fren-
te a la complejidad fundamental y la incertidumbre. Así, parece no haber más motivo
para la confianza en nuestro conocimiento de la estructura del sistema en su conjunto
que para cualquier elemento y, por consiguiente, ningún motivo para reivindicar que
tal punto de vista balístico «Unirá» las corrientes individuales.
Sin embargo, y a pesar de estas reservas, este enfoque es evidentemente consis-
tente con el realismo simple. Lo que está mucho menos claro es si es consistente con
el realismo científico. En particular, la premisa del enfoque -que el mundo es tan irre-

5. Dow identifica este método con el rabínico, así como con las tradiciones estoicas y romanas.
6. Aunque Dow identifica el método babilónico con el pensamiento metodológico moderno, el metodologista
moderno fundamental con el que ella se identifica es Kuhn. Está claro que Dow no se refiere al pen-
samiento (post)moderno reciente.
694 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

ductiblemente complejo que no hay que esperar la elucidación de su estructura causal


esencial (de la cual depende la suposición de la necesidad de muchos aspectos distin-
tos)- parece inconsistente con las suposiciones del realismo científico de que existe
una «estructura causal irreductible>> y de que esta estructura «Se puede conocer por la
consciencia». Por supuesto, esto podría ser consistente si por método babilónico se
entiende la idea más simple de que los fenómenos del mundo de la observación tien en
múltiples causas que hacen que su estructura causal sea «difícil» de elucidar. Sin embar-
go, puesto que esto es perfectamente consistente con el enfoque cartesiano-euclídeo y
es realmente un elemento de éste, no parece ser lo que se entiende por babilonismo.
El babilonismo parece plantear mucho más categóricamente que tendríamos que «acep-
tar>> que no podemos esperar jamás ser capaces de proporcionar una teoría completa
de nuestra compleja realidad observada y, por lo tanto, tendríamos que contentamos
con líneas muy diversas. En este caso, es difícil considerar esto compatible con el hecho
de que exista una estructura causal única y cognoscible7. Además, la afinnación de que
una percepción balística une los temas entre sí (lo que presupone que la estructura cau-
sal a un nivel general es más inmediatamente accesible que a niveles más bajos) tam-
bién puede ser incompatible con el realismo científico. Los principios centrales del
realismo científico incluyen la opinión de que la estructura causal profunda es:
a) ontológicamente diferenciada de b) normalmente desfasada respecto a e) quizá
en oposición a los fenómenos'(o formas fenomenales) que generan (Bhaskar, 1991,
p. 458).
Esto implica, por supuesto, que una «percepción general de cómo el sistema opera
en su conjuntO>> (op. cit. p. 16) podría no reflejar, y probablemente no reflejará, las
estructuras causales subyacentes y no constituiría el centro de una investigación rea-
lista. Sin embargo, si esta percepción holística general no se distingue de la teoría a otros
niveles, entonces su teoría de las estructuras causales subyacentes se vuelve tan pro-
blemática como la estructura axiomático-deductiva de la teoría a cualquier otro nivel.
Así pues, aunque el babilonismo es consistente con el realismo simple, sus hipótesis
cehtrales parecen hacerlo incompatible con la forma prescriptiva de realismo defen-
dida por Lawson y otros postkeynesianos. En particular, los intentos de algunos post-
keynesianos de alinear la noción de una apreciación balística del sistema con la
estructura causal subyacente propuesta por los realistas críticos, están mal orienta-
dos. Finalmente, existe un ala del postkeynesianismo que tiene por objeto proporcio-
nar una teoría general alternativa completa equivalente e incluso que abarque el
neoclasicismo. Por ejemplo, Davidson (1991), parece considerar la teoría neoclásica
como un caso especial, que asume la neutralidad del dinero y la validez de la ley de
Say, de la posición postkeynesiana más general. Tales tendencias también son demos-
liadas por Gerrard (1995) que intenta interpretar el método de Keynes como si englo-
base las teorías previas. Este punto de vista sobre cómo establecer mejor una teoría
alternativa parecería involucrar un punto de vista positivista al estilo antiguo, antité-
tico al enfoque babilónico. Además, como hemos indicado previamente, tales enfo-
ques padecen las objeciones, ahora ya estándar, relativas a los problemas de las teorías
generales.

7. También está claro que esto podría motivar que este enfoque se ocupase más de explicar que de pre-
decir, tal como Caldwell (1989) plantea.
SOBRE LA COHERENCIA DE LA ECONOMÍA POSTKEYNES!ANA 695

5. COHERENCIA RESPECTO A UN PROGRAMA UNIFICADO

Aunque distintos teóricos recurren a fuentes alternativas para su inspiración teórica,


pueden estar unidos a otros por un interés común en una serie de temas en particular.
Podemos pensar en los últimos como un programa unificado que puede surgir de un
enfoque particular de la teoría económica (por ejemplo, la escuela austríaca) o puede
construirse para proporcionar un enfoque común para una serie más dispar de pers-
pectivas. Dadas nuestras discusiones previas, ahora tenernos que considerar la segun-
da posibilidad en relación al postkeynesianismo.
Parecen existir varios programas de trabajo distintos entre los principales expo-
nentes del postkeynesianismo. Sugerimos que éstos están en conflicto y es improba-
ble que proporcionen la base para cualquier proyecto postkeynesiano conjunto. Por
ejemplo, Chick (1995) identifica el objetivo de expandir y completar el proyecto de
Keynes olvidando relativamente las teorías kaleckianas y postclásicas:
El proyecto PK tiene tres elementos:
1) recuperar las percepciones de Keynes, Kalecki y sus primeros discípulos, 2)
extender aquellas percepciones más allá de las fronteras de la Teoría general de Keynes
y, por lo tanto, 3) completar la revolución keynesiana (p. 20).
Aun cuando aquí hay alguna referencia a Kalecki, la importancia de las ideas kalec·
kianas en su esquema de este proyecto no es ciertamente más substancial que la de,
por ejemplo, Shackle. Por contraste, Lavoie (1992) destaca la primacía de los progra·
mas kaleckianos y kaldorianos y, al hacerlo, observa el potencial de errar el camino
debido a los escritos de Keynes:

La economía de Kalecki proporciona mejores fundamentos para un programa de


investigación postclásico o postkeynesiano que la economía de Keynes [... ]. Keynes
tenía grandes intuiciones, notablemente sobre la cuestión de los salarios relativos,
pero en muchos aspectos sus escritos han llevado por caminos erróneos a los no orto~
doxos (p. 422).

Más todavía, parecería que algunos postkeynesianos notables consideran poco rele-
vante el establecer un programa alternativo. Por ejemplo, Davidson (1991) práctica·
mente no presta atención a las contribuciones de Kalecki incluso al micronivel. La
importancia de esto para nuestros objetivos es que demuestra que el «núcleo» del post-
keynesianismo no puede verse corno un programa conjunto en relación con los temas
teóricos básicos 8• No obstante, se podría argumentar que se podría construir un pro-
grama unificado en tomo a un conjunto acordado de políticas. Esto parecería estar de
acuerdo con varios aspectos de sus enfoques metodológicos -tales como tiempo irre-
versible, especificidad institucional e histórica y la preocupación por los hechos esti-
l.izados-9. Sin embargo, a pesar de varios intentos de construir un conjunto específico
de políticas particulares, todo aquello a lo que el postkeynesianismo parece estar aso·

8. Ver Boris (1996) para un intento reciente de reconciliar algunos de los diversos temas asociados a los
intentos de construir un marco coherente.
9. Es importante reconocer aquí el grado en que los teóricos austríacos contemporáneos, por ejemplo, fue-
ron capaces de construir un punto de vista coherente respecto del papel de la política económíca, a
pesar de la diversidad teórica subyacente que se podría atribuir en general a la teoría austríaca.
696 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

ciado en el ámbito de la política económica es la política de rentas. Otras políticas pare-


cen variar considerablemente según las posturas keynesianas, kaleckianas o kaldoria-
nas adoptadas por distintos autores 10 . Además, incluso respecto de una política de
rentas, no está claro que ésta proceda de una visión keynesiana de la política econó-
mica y parecería ser en cierto modo antitética en relación con las perspectivas radi-
cal/k~eckianas. Cualquier coherencia aparente en la política de rentas es una función
de su no especificidad que le permite ser interpretada desde una variedad de perspec-
tivas. Cualquier política específica, sin embargo, subraya las diferencias fundamenta-
les entre los postkeynesianos con respecto a la naturaleza y el papel de la política de
rentas.

6. COHERENCIA RESPECTO A LOS TEMAS


Si se acepta que el postkeynesianismo no se puede identificar o defi~ir con respecto a
cualquier principio fundamental o cualquier enfoque metodológico particular, aún nos
queda por considerar si hay o no un cierto número de temas que podrían ser recono-
cidos como una caracterización del enfoque postkeynesiano. Arestis (1992), por ejem-
plo, mantiene que «la coherencia prevalece entre los temas identificados como
postkeynesianismo>> (p. 87). Esto concuerda con Hamouda y Harcourt (1988), aunque
argumentaremos que incluso esto es difícil de mantener sin reconocer las opinio~es
significativamente divergentes existentes dentro de cada tema principal. En términos
amplios, parece haber tres áreas fundamentales que pueden ser consideradas como de
especial relevancia para el postkeynesianismo: a saber, la teoría de los precios, la incer-
tidumbre y el dinero. Evidentemente, esto no es ni exhaustivo ni idéntico a otros inten-
tos de identificar las preocupaciones postkeynesianas, pero estas áreas absorben la
mayor parte del trabajo que pretende tener ún carácter postkeynesiano.

6.1. Thoría no marginalista de los precios


La preferencia por la teoría de la fijación de precios con un margen comercial sobre
los costos de producción (precios administrados) en la literatura postkeynesiana se
identifica fácilmente. Esto tiene sus raíces en la teoría de los precios kaleckiana así
como en otras fuentes, por ejemplo, Andrews (1949) y Means (1939, 1972). Tales
influencias parecen ser bastante dominantes, hasta el punto de que las presunciones de
Keynes respecto a los precios son consideradas inapropiadas. Por ejemplo, avanzan-
do el punto de vista kaleckiano, Lavoie (1992) comenta que:

El tratamiento de Keynes de la teoría de los precios[ ... ] se considera que está dema-
siado estrechamente asociado a las opiniones neoclásicas para ser mantenido en la
síntesis [postkeynesiana] (p. 3).

10. Reconocemos por supuesto que hay series de políticas asociadas al postkeynesianismo pero éstas no
parecen proporcionar el enfoque necesario para una política eConómica unificada. Más bien existen
diferentes prescripciones de políticas de postkeynesianos específicos tales como las que se encuentran
en Kaldor (1996). Pero para una discusión general sobre políticas, ver Harcourt (1995).
SOBRE LA COHERENCIA DE LA ECONOMÍA POSTKEYNESIANA 697

Este predominio de la teoría kaleckiana podría ser preocupante, sin embargo, si su


resultado fuese la distorsión de las presumiblemente legítimas opiniones postkeyne-
sianas alternativas y la disolución de la propia teoría kaleckiana. Se podría argumentar
incluso que los fundamentos subyacentes y el centro de la teoría kaleckiana se pier-
den a causa de estas tendencias sintetizadoras. Sin embargo, parece que los postkey-
nesianos desean combinar las teorías del comportamiento de los precios kaleckianas
con las keynesianas y/o sraffianas/clásicas. Quizá esto no es sorprendente a la luz de la
sugerencia de Joan Robinson de que el proyecto de los postkeynesianos implica el con-
jugar las percepciones de Keynes, Kalecki y Marx/Sraffa (ver Lavoie, 1992). Sostenemos
ahora que este triunvirato proporciona marcos bastante distintos para examinar la evo-
lución de los precios. Además, la predominancia de uno o una otra síntesis compro-
mete la particularidad y el valor de los diversos enfoques.
La visión de Keynes de los precios fue la de suponer el funcionamiento de mer-
cados competitivos con objeto de ilustrar el desajuste del sistema como resultado de
otros factores clave, en particular, el papel del dinero en un entorno incierto. Sin embar-
go, muchos postkeynesianos parecen considerar el supuesto de los precios competiti-
vos corno inapropiado y equivalente a la teoría ortodoxa. Esto es lo que parece dar
origen a una preferencia por la teoría del poder monopolístico de Kalecki. Por ejemplo,
Sardoni (1987) sostiene que:

Desde el principio, Kalecki situó su análisis dentro del marco en el cual se descarta
la hipótesis de libre competencia y se supone que la competencia imperfecta y el oli-
gopolio son las formas de mercado que prevalecen. Al hacer esto, Kalecki se separa
de Marx. y de Keynes.

Además, parece evidente que la opinión de Keynes sobre los precios es incompa-
tible con el enfoque sraffiano o neo-ricardiano. Por ejemplo, Chick (1995) observa de
forma bastante correcta que:

Simplemente no se trata del equilibrio a largo plazo, puesto que a Keynes la cues-
tión le parecía sin sentido: incluso si después del final de la vida útil de unos equi-
pamientos se hubiesen realizado los beneficios esperados, no existe una presunción
de que sería racional repetir la inversión ya que, casi con certeza, el mundo habría
cambiado significativamente.

y por consiguiente:

el sistema depende de su trayectoria en acerltuado contraste con/a teoría neo-ricar-


diana (p. 27, cursivas nuestras).

Esto indica, sin embargo, que las opiniones de Keynes son incompatibles con la
teoría neo-ricardiana, y no debido a la hipótesis de «libre» competencia, sino debido
al carácter de dependencia de la trayectoria del sistema que, por lo demás, los post-
keynesianos desean sostener. Sin embargo, puesto que se rechaza el punto de vista de
Keynes, la pregunta clave es si el postkeynesianismo puede tomar simplemente a
Kalecki (y a otros teóricos del margen sobre el coste) como base de su teoría de los
precios y aun así retener las ideas keynesianas esenciales relativas a la incertidumbre
698 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

y al dinero. En otras palabras, ¿es apropiado adoptar realmente la teoría kaleckiana de


los precios y después, de algún modo, hacerla compatible con otros aspectos de la teo-
ría keynesiana? Evidentemente, un enfoque alternativo sería aceptar que la adopción de
la microteoría de Kalecki lleva a una teoría de la inversión y la distribución bastante
distinta de la propuest~ por Keynes y, en consecuencia, a abandonar completamente
esta última. Obviamente, la microeconomía postkeynesiana tendría entonces poco que
ver con Keynes y mucho que ver con Kalecki. Esta no parece ser la ruta postkeyne-
siana preferida. Sin embargo, debería destacarse que no es la adopción de la hipótesis
de la competencia imperfecta la que causa los problemas con respecto a la compatibi-
lidad de las opiniones keynesianas y kaleckianas. Más bien es la formulación particu-
lar de Kalecki del comportamiento de competencia imperfecta de las empresas lo que
está en desacuerdo con la explicación de Keynes de la insuficiencia de la demanda
efectiva. Una vez que el comportamiento de las empresas monopolísticas se convier-
te en central, ello oscurece la idea de que una variedad de formas de mercado puede
emitir señales inapropiadas debido a razon~s que surgen del papel del dinero.
Para completar, tenemos que considerar también la compatibilidad potencial de las
teorías de los precios kaleckiana y sraffiana/neo~ricardiana/clásica. Como es bien sabi-
do, el punto central de estas últimas es un equilibrio a largo plazo, que constituye su
marco para considerar la evolución de los precios. El tema básico se refiere a la posi-
bilidad de captar la teoría del margen sobre costos de Kalecki en el contexto de los
precios naturales a largo plazo. Esto ha sido debatido durante un cierto tiempo y las
contribuciones recientes sugieren que el tema aún no se ha resuelto totalmente. Por
ejemplo, Halevi y Kriesler (1991) argumentan que es totalmente inapropiado situar a
Kalecki dentro de cualquier marco de equilibrio a largo plazo. Alternativamente,
Mainwaring (1992), respondiendo al análisis input-output de Steedman (1992) de pre-
cios administrados, sugiere que podrían establecerse teorías del margen sobre costos
dentro de la disciplina del equilibrio a largo plazo 11 • No obstante, está claro que Kalecki
no adoptó el marco del equilibrio a largo plazo y destacó continuamente la importan-
cia de la dinámica y el comportamiento cíclico del sistema capitalista. Aún más, si hay
que situar la teoría del margen sobre costos de Kalecki en un escenario sraffiano o clá-
sico, tenemos derecho a preguntar qué se gana con ello. Las dos son maneras bastan-
te distintas de considerar la evolución de los precios del mercado y están pensadas para
aclarar diferentes temas y responder a preguntas distintas.
Además de la teoría de los precios per se, las teorías de la com¡:¡etencia subyacen-
tes en Kalecki y en los clásicos son bastante diferentes. En particular, se puede argu-
mentar que esto se debe en parte a la influencia neoclásica sobre el análisis de Kalecki
de las empresas oligopolísticas. Si consideramos a Kalecki como uno más entre los
muchos teóricos radicales o neo-marxistas, incluyendo a otros como Mandel, Baran y
Sweezy, y Steindl, entonces se produce un marcado contraste respecto de la ortodoxia
neoclásica en cuanto a que el sistema (capitalista) es considerado como «inherente-
mente» monopolístico en su naturaleza. Sin embargo, tales teorías son similares a la

!l. Steedman (1992) ilustra la necesidad de considerar las interconexiones entre empresas en un escena-
rio de input~output. Se tendría que destacar que esto es imporÚmte para la teoria kaleckiana del mar~
gen sobre costes independientemente de cualquier (in)compatibilidad con los precios de equilibrio a
largo plazo.
SOBRE LA COHERENCIA DE LA ECONOMÍA POSTKEYNESIANA 699

teoría neoclásica en cuanto a su adopción del constructo de la estructura de mercado


(ver Semmler, 1982). Lo que está en contraste directo con la idea clásica y marxista
tradicional de la competencia que implica la idea de bloques de capital que compiten
entre sí intentado acumular y, al hacerlo, invadiendo el espacio de otros capitales. Es este
proceso el que constituye la competencia. Algunas veces esto se considera más como
una visión competitiva que oligopolista de la competencia. Sardoni (1987), por ejem-
plo, contrasta la idea de Kalecki sobre el comportamiento de las empresas con el supues-
to de la «libre>> competencia tanto de Marx como de Keynes. Pero considerar que Marx
tomó alguna posición con respecto a la estructura de mercado apropiada equivale a
malinterpretar su visión de la competencia. Esto ilustra la importancia de considerar
las teorías en su contexto y también pone de relieve el contraste entre las ideas kalec-
kianas y clásicas de la competencia.
Por consiguiente, parecerla que las explicaciones keynesianas, kaleckianas y sraffianas
sobre la fijación de precios constituyen, verdaderamente, marcos muy diferentes para
considerar la evolución de los precios. Para concluir esta sección, puede resultar útil
poner énfasis en este punto observando los contextos temporales en los que se encuadra
cada una de estas teorías. Con pocas excepciones, Keynes se preocupó por los precios
de mercado a corto plazo y sus cambios en el tiempo. Kalecki se interesaba más por las
tendencias a largo plazo y los ciclos en los macroagregados, y estaba interesado sobre
todo por la forma en que el comportamiento de las empresas a corto plazo afectaba a
tales ciclos. El centro de atención se halla más en la tendencia a largo plazo en Kalecki
que en Keynes, pero ello no supone, claramente, un análisis a largo plazo 12• Por supues-
to, este último constituye precisamente el escenario de la teoría neo-ricardiana/sraffia-
na de los precios.

6.2. Incertidumbre fundamental


Keynes (1937) identificó dos ideas fundamentales que guían la estructura teórica que
intentaba introducir. Una es la necesidad de tener una teoría del output como un todo.
Keynes sostenía que los «c1ásicoS>> no tenían tal teoría y por ello no consiguieron apre-
ciar o investigar la importancia de la inversión como la causa causans del nivel agre-
gado del output y del empleo. En este punto, la teoría de Keynes se parece a la de
Kalecki. Por consiguiente, en cierto modo resulta irónico que este aspecto del plan-
teamiento de Keynes no haya sido proseguido por muchos teóricos postkeynesianos a
pesar de sus intentos de establecer similitudes entre el tratamiento de la demanda efec-
tiva de Keynes y el de Kalecki. El centro de atención postkeynesiano ha estado en la
segunda idea fundamental que Keynes identificó -la influencia de la incertidumbre en
el comportamiento de los principales agentes en su sistema-. Esto no conecta con la
perspectiva de Kalecki.
El marco en el cual Keynes situó el concepto de demanda efectiva era uno en el
cual los intentos de los agentes de dominar «las fuerzas oscuras del tiempo y de la
incertidumbre» llevaban, en el agregado, a una divergencia entre la demanda efectiva
y el nivel de demanda agregada necesario para mantener el pleno empleo de los recur-

12. No obstante, éste es el análisis de Kalecki (1968) que intenta desarrollar un visión cíclica del creci-
miento sin distinción entre tendencia y ciclo.
700 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

sos. La historia de Keynes es una en la que las consecuencias agregadas del campar-
tamiento individual racional ante la incertidumbre no se hacen automáticamente con-
sistentes13. El análisis se centra en el comportamiento de los individuos y se abstrae
deliberadamente de los detalles institucionales y de las rigideces del mercado; es deli-
beradamente no <<realista>> en el sentido de Sardoni (1987) y Lavoie (1992). En cam-
bio, la relevaocia de la incertidumbre fundamental para los temas clásicos y kaleckianos
parece insignificante.
Como Sawyer (1985) comenta, <<en general, Kalecki dice poca cosa sobre las expec-
tativas», y la estructura teórica en la cual se desarrollan la importancia de la inversión
y el concepto de demanda efectiva es bastante diferente. El foco de la teoría de la inver-
sión de Kalecki no se centra en el comportamiento de los agentes individuales y está vin-
culado a su macroteoría de los ciclos económicos y la distribución de la renta. Esto no
quiere decir, por supuesto, que Kalecki considerase las relaciones económicas de una
manera puramente determinista. Kalecki (1954), por ejemplo, pone cuidado en desta-
car que la relación entre una caída en el volumen de negocios y un tipo de interés a
corto plazo resulta incierta a largo plazo. Similarmente, acepta que la expansión de la
empresa se ve influida por el riesgo de altos niveles de endeudamiento, pero esto no
tiene por qué implicar incertidumbre fundamental alguna (no probabilística). Además,
está claro que la incertidumbre en sí misma y las numerosas implicaciones que tiene
para considerar el funcionamiento del capi~alismo nunca constituyó una preocupación
de Kalecki, como tampoco es evidente en trabajos kaleckianos más recientes (por ejem-
plo, Kriesler, 1987; Dutt, 1988). Así pues, los marcos en los cuales se sitúa el concep-
to de demanda efectiva son bastante distintos. La incertidumbre fundamental en el
contexto de Keynes es mediada por el comportamiento individual para producir una
serie de precios de mercado que no son capaces de estimular un nivel suficiente de
inversión. No existe un medio correspondiente dentro de la teoría kaleckiana a través
del cual esta incertidumbre ¡)ueda ser introducida fácilmente en el análisis 14 •
Evidentemente, el desarrollo del argumento de Keynes tiene sus puntos débiles.
En particular, la correspondencia a partir de las respuestas individuales en condicio-
nes de incertidumbre con los resultados agregados no está clara; ésta fue una de las
percepciones clave de Coddington (1983). Aun así, aunque un concepto de demanda
efectiva conecte los enfoques keynesiano y kaleckiano, la importancia de la incerti-
dumbre fundamental para las estructuras teóricas en las cuales este concepto se de-
sarrolla sugiere un programa diferente e incluso opuesto de investigación. El ala
keynesiana del postkeynesianismo ha desarrollado varios aspectos de la teoría de la
elección y de la teoría monetaria basados en la importancia crítica de la incertidumbre
fundamental. Esta última, por supuesto, fue considerada por Shackle como el principal
mensaje de la Teoría general, e investigaciones recientes que desarrollan las ideas
shackleanas respecto a la incertidumbre y la elección han sido incluidas en la teoría
postkeynesiana. Sin embargo, la interpretación de Shackle de la teoría keynesiana y

13. Por supuesto, la palabra racional se usa aquí en un sentido más amplio que en la teoría ortodoxa. Sin
embargo, es importante destacar que la teoría de Keynes se basa en agentes individuales que persiguen
su propio interés de la mejor forma que sus circunstancias y con<_>eimientos lo permiten.
14. A pesar del análisis de Kalecki (1937) del comportamiento de inversión de un empresario individual, el
centro de atención de la teoría kaleckiana reside en el comportamiento monopolístico de las empresas
y sus consecuencias globales en la macroeconomía.
SOBRE LA COHERENCIA DE LA ECONOMÍA POSTKEYNESIANA 701

su propio desarrollo es un proyecto particular que parece ser bastante opuesto a otros
aspectos de la teoría postkeynesiana.
La idea de los intentos dé los individuos de manejar un mundo complejo e impre-
decible que conduce, en conjunto, a consecuencias inesperadas sugiere una coinci-
dencia con los austríacos. Esta conexión fue inicialmente expuesta por Lachmann y es
reconocida por los austríacos contemporáneos (por ejemplo, O'Driscoll y Rizzo, 1985).
Esto parecería un alejamiento decisivo para muchos postkeynesianos, y supondría igno~
rar partes importantes de la teoría keynesiana, en particular, los aspectos no indivi-
dualistas que, sugerimos, requieren un examen más detallado por parte de los
postkeynesianos. Además, está claro que la visión kaleckiana de los funcionamientos
del sistema económico no puede ser modificada mediante la simple anexión de la incer-
tidumbre fundamental, cuyos orígenes surgen de una perspectiva teórica tan diferente.

6.3. Dinero endógeno


Otro terna importante de la teoría postkeynesiana es la naturaleza y el papel del dine-
ro. Se ha sugerido a menudo (por ejemplo, Lavoie, 1992) que, mientras que en la teo-
ría neoclásica el dinero es exógeno y los tipos de interés endógenos, en la teoría
postkeynesiana sucede lo contrario, con dinero endógeno y tipos de interés dados. Sin
explorar la teoría monetaria postkeynesiana en detalle, nuestro argumento principal es
que ésta es otra área en la que se dan puntos de vista esencialmente muy diferentes e
incompatibles. Estas visiones distintas se relacionan con teorías monetarias derivadas
de Keynes y Kalecki. Empecemos con una breve consideración de la naturaleza y el
papel del dinero en el trabajo de Kalecki. Como Sawyer (1985) apunta, en general
Kalecki se preocupó poco del detalle de los sectores financieros o de la naturaleza del
dinero per se. Como Sawyer observa:

Keynes puso mucho más énfasis en e1 sector financiero del que puso Kalecki [... } el
enfoque de Kalecki limitó el papel del dinero al papel de medio de cambio y se cen-
tró en la demanda de dinero para transacciones.

La preocupación principal de Kalecki fue la importancia del dinero de crédito que


puede ser crítica para facilitar la expansión de la empresa. Esta idea del dinero como cré-
dito financiero es un reflejo de la tradición radical en que Kalecki estaba trabajando.
Siguiendo el trabajo seminal de Hilferding (1910), esta tradición se ha ocupado típi-
camente del capital financiero y no de los detalles de los diferentes activos financie-
ros y la determinación de los distintos tipos de interés (ciertamente no de la manera en
que lo hicieron Keynes y los keynesianos posteriores). Así pues, aunque Kalecki pro-
porciona un modelo del sector financiero con una triple distinción entre dinero, letras
y bonos, su principal centro de atención fue más la demanda monetaria de transaccio-
nes que su papel de depósito de valor. Lo que resulta crítico, ya que es precisamente
este aspecto del dinero el que proporciona el fundamento para la preferencia por la
liquidez que es central en la teoría de la demanda efectiva de Keynes. El intento de
interpretar a Keynes en un marco esencialmente kaleckiano ha llevado a una distor-
sión del concepto de preferencia por la liquidez. La afirmación más atrevida en esta
línea es la de Sardoni (1987) que concluye que al final:
702 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

Las decisiones de los bancos de prestar o no dinero son equivalentes a las decisio~
nes relativas a la liquidez. Kalecki, aunque de forma distinta que Keynes, incorporó
directamente estos factores a su teoría de la inversión 15 •

La idea de que la preferencia por la liquidez puede ajustarse a una estructura kalec-
kiana es un tema postkeynesiano recurrente 16• Otro ejemplo es Asimakopulos (1983) que
identifica la inversión como el centro común de Keynes y Kalecki, e interpreta la dis-
tinta estructura de sus explicaciones teóricas sólo como diferencias de énfasis. Pero el
interés común en la tasa de inversión no es indicativo de ninguna similitud real entre sus
teorías. Más bien, dado que cada uno atribuye un papel muy diferente al dinero, las
correspondientes teorías de inversión también son diferentes y, sostenemos, incompa-
tibles.
La pregunta teórica más general que Keynes se plantea es si, en un sistema que
utiliza dinero y que funciona adecuadamente, la diferencia en las características de
liquidez de bienes y dinero pueden alejar el precio del dinero (el tipo de interés) del
hivel que refleja la relativa escasez real de los bienes entre el presente y el futuro. En
las economías capitalistas modernas, esto se examina preguntándose si la existencia
de mercados a gran escala que maximizan la liquidez individual intercambiando valo-
res por riqueza pueden tener eventualmente un efecto perjudicial sobre los términos y
las condiciones en las cuales se avanzarán fondos para la creación de nueva riqueza.
La respuesta de Keynes es, claro está, que esto ocurrirá debido a la peculiar posición
intermediaria del dinero tanto como medio de cambio corno depósito de valor; esto
alejará los tipos de interés del dinero del nivel necesario para mantener un flujo apro-
piado de nueva inversión. Esta idea se sitúa deliberadamente en un marco suave y, de
hecho, institucionalmente vacío, y se pretende aplicar a todas las economías que uti-
lizan el dinero. El centro del análisis son las señales e incentivos proporcionados por el
contexto del mercado; el punto que Keynes quiere establecer es que en una economía
que utiliza el dinero, incluso los mercados competitivos que funcionan plenamente no
aportan las señales y los incentivos para proporcionar automáticamente un flujo sufi-
ciente de inversión. Por contraste, el centro del análisis de Kalecki no son las señales

15. Habría que destacar que Keynes y Kalecki construyeron teorías de la inversión bastante diferentes.
Keynes estaba claramente más interesado en las decisiones de inversión individuales, especialmente en
circunstancias de incertidumbre fundamental. Kalecki, en cambio, se interesaba en las fluctuaciones
agregadas de la inversión. El trabajo de Kalecki sobre los ciclos muestra su interés por los movimien-
tos cíclicos de la actividad económica en relación con el comportamiento de las empresas y el cambio téc-
nico. Esto no se refiere a las decisiones individuales y ciertamente tampoco a las diversas maneras en
que los agentes individuales perciben y responden a un ambiente incierto. Debido a estos puntos de par-
tida alternativos, los temas importantes son radicalmente diferentes. Para Keynes, los temas son: incer-
tidumbre, expectativas y preferencia por la liquidez; para Kalecki son: poder de mercado de las empresas,
beneficios y participaciones en la renta nacional. Dentro de estos enfoques distintos, los costos de finan-
ciación son cruciales para el punto de vista keynesiano porque el poder reside en el mercado, mientras que
la explicación de Kalecki se limita al capital financiero porque el poder reside en las empresas. Esta dis-
tinción puede considerarse como equivalente a las visiones alternativas del dinero.
16. Siguiendo a Kaldor, algunos postkeynesianos, han continuado tratando la preferencia por la liquidez
de una manera que es antitética respecto a la concepción de Key"ncs, y por lo tanto han sostenido que la
preferencia por la liquidez es consistente con la visión kalcckiana del crédito monetario. Véase Lavoie
(1996).
SOBRE LA COHERENCIA DE LA ECONOMÍA POSTKEYNESIANA 703

e incentivos proporcionados por los mercados sino el comportamiento de las empre-


sas monopolísticas intentando acumular capital. Son las decisiones de estas empresas
las que esencialmente determiñan los resultados que predominan en los mercados. El
sistema financiero responde a las demandas del monopolio capitalista. El contraste
entre Keynes y Kalecki en.este tema parecería ser realmente muy significativo.
La mayor parte de la teoría monetaria reciente desarrollada por los postkeynesia-
nos parece seguir el esquema de Kalecki, para el cual el dinero tenía una importan-
cia secundaria, más que el de Keynes, para quien éste era fundamental (ver, por
ejemplo, Arestis, 1988) 11• Se trata fundamentalmente de una aplicación al sector finan-
ciero de la teoría acerca de las grandes empresas que establecen el precio de los ser-
vicios financieros con un margen sobre los costes; el input clave o coste es el precio
al cual los fondos están disponibles en el banco central. Esto es básicamente kalec-
kiano, y no porque el dinero endógeno sea una hipótesis más razonable para un sistema
capitalista moderno y desarrollado, sino porque está construido para responder más
a las preguntas planteadas por Kalecki que a las planteadas por Keynes. Las caracte-
rísticas de un sistema financiero moderno, incluyendo la endogeneidad de la oferta
monetaria, no son necesariamente contrarias al marco keynesiano; ]as ideas teóricas
de Keynes simplemente exigen que se formule Ja pregunta a cualquier sistema finan-
ciero particular acerca de si es probable que las operaciones normales para adaptar
los objetivos de liquidez de los agentes alteren las condiciones en las que las empre-
sas pueden efectuar nuevas inversiones. Ésta no es una cuestión que la teoría mone-
taria postkeynesiana se haya planteado a menudo 18 • La teoría monetaria postkeynesiana,
en su intento por combinar las ideas keynesianas y kaleckianas respecto de la natu-
raleza y el papel del dinero, destruye la esencia del enfoque de Keynes aunque afirma
que se lo ha apropiado.
Nuestra consideración sobre estas corrientes del pensamiento postk:eynesiano nos
lleva a concluir que es difícil encontrar un apoyo substancial para afirmar que existe
una coherencia temática Incluso aquí hay diferencias fundamentales que provienen
de las perspectivas alternativas asociadas a Keynes, Kalecki y Sraffa.

7. CONCLUSIONES
Hemos argumentado que la afirmación reiterada de que la economía postkeynesiana
representa una escuela de pensamiento alternativa a la ortodoxia neoclásica más que
una vaga asociación de algunos oponentes de esta ortodoxia, no ha sido establecida.
Para sustantivar esta afinnación, una cierta noción de coherencia es necesaria, y ésta no
ha sido proporcionada. Una comparación con otras escuelas de pensamiento conoci-
das sugiere que a los postkeynesianos les falta un conjunto común de fundamentos. La
idea de que podría ser coherente en torno a un enfoque metodológico específico tam-
bién fue rechazada en razón de la incompatibilidad de las diversas posiciones meto-
dológicas adoptadas. Asímismo, los programas de investigación que compiten entre sí
sugieren que es difícil definir el postkeynesianismo alrededor de un programa con-

17. Por supuesto, aquellos autores que representan el ala keynesiana, tales como Chick y Dow, constitu-
yen excepciones en este aspecto.
18. Sin embargo, ver Wray (1992) para una visión que simpatiza con nuestra posición.
'1
704 CRÍTICAALAECONOMÍAORTODOXA

junto. Finalmente, la afirmación de coherencia en las diversas temáticas específicas


también ha sido cuestionada a la vista de la tensión, y a veces contradicción, entre los
marcos analíticos, en particular Jos de Keynes y Kalecki.
Además, hemos sostenido que el deseo de construir una alternativa completa ha
llevado a intentos de síntesis equivocados. Una afirmación implícita de este artículo
es que la síntesis no es apropiada, al menos por ahora. La elaboración de una síntesis
postkeynesiana general no es un enfoque metodológico útil; parece entrar en conflic-
to tanto con el deseo de pluralismo como con la diversidad metodológica. Es más, si la
coherencia se busca a través de la síntesis, parecería que esto derivaría inevitablemente
en una batalla innecesariamente destructiva para la posición predominante.
El desarrollo de una concepción alternativa de coherencia podría ser una estrate-
gia más apropiada para los postkeynesianos qUe desean establecer el postkeynesianis-
mo como una escuela de pensamiento; pero esto, como ya hemos señalado, implicaría
una investigación mucho más detallada del sentido y papel de la coherencia. Cuando esto
se haya logrado, los postkeynesianos estarán en una posición mucho más fuerte para
desafiar la teoría neoclásica predominante.

AGRADECIMIENTOS

Los autores agradecen a los participantes en la reunión del grupo de estudio postkey-
nesiano financiado por ESRC, en UCL, mayo de 1995, y la Conferencia Malvem para
la Review of Political Economy, agosto de 1995, por sus comentarios. Les gustaría
agradecer especialmente a Vicki Chick, Pat Devine, Marc Lavoie, Malcolm Sawyer e
Jan Steedman por sus comentarios (y en algunos casos discusiones útiles) sobre ver-
siones previas de este artículo. Además, estamos muy agradecidos a Geoff Harcourt
por sus comentarios detallados y a un referee anónimo de esta revista. Los errores aún
presentes son responsabilidad de los autores.

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CRiTICA ALA ECONOMfA ORTODOXA 707-725

La economía postkeynesiana y sus críticos'


Philip Arestis, Stephen P. Dunn y Malcom Sawyer

La economía postkeynesiana ha sido criticada recientemente por Walters y Young (1997)


en un artículo en el Scottish Journal of Political Economy 1**. Argumentan que, a dife-
rencia de lo que afirman repetidamente sus partidarios, la economía postkeynesiana
como alternativa a la ortodoxia neoclásica no ha sido adecuadamente establecida, y que
a la economía postkeynesiana le faltan un conjunto de bases comunes y una metodolo-
gía específica. La crítica constructiva siempre es bienvenida para cualquier corpus de
pensamiento, particulannente si éste es activo y evoluciona ante unos temas económi-
cos, circunstancias y experiencias cambiantes. Sin embargo, nosotros afirmamos que a
los argumentos de Walters y Young les falta coherencia y que suponen considerables
malentendidos y una errónea interpretación de la economía postkeynesiana. Lo que
sugerimos es que Walters y Young ignoran completamente varias contribuciones bási-
cas, importantes y claves. Al hacer esto, no afirmamos que la economía postkeynesia-
na sea totalmente coherente (en el sentido de un corpus analítico bien establecido y
mutuamente consistente -o al menos no inconsistente-), ni que el análisis de la econo-
mía postkeynesiana sea completo. De hecho, ninguna escuela de pensamiento puede
afirmar ser 100% coherente. En realidad, nosotros mismos hemos explorado algunas
de las diferencias dentro de la economía postkeynesiana (p. ej. Sawyer, 1995: c. 3;
Arestis, 1992, 1996a), pero sí afirmaríamos que diferentes corrientes dentro de la eco-
nomía postkeynesiana (en general, aquellas identificadas como procedentes de Keynes,
Kalecki y los institucionalistas) son coherentes. Es en este sentido que recientemente
afirmamos que la economía postkeynesiana tiende a la coherencia, y que una de las
características centrales es el papel de la demanda agregada en el contexto de una eco-
nomía monetaria de producción (Arestis, 1996a). No obstante, la coherencia es un cri-
terio potencialmente útil para clasificar y/o evaluar cualquier escuela de pensamiento.
Proseguimos analizando ocho ternas utilizados por Walters y Young en su ataque a
la economía postkeynesiana. Estos son: la falta de un tema organizador central y de

Publicado en: Arestis, Philip; Dunn, Stephen P.; Sawyer, Malcom. «Post Keynesian economics and its
' critics». Joumal of Post Keynesian Economics, vol. 21, núm. 4, verano 1999, p. 527-549. Traducción:
Gemma Galdon.
l. El Scottisll Jounral of Political Economy contestó a nuestra petición de responder plenamente a los crí-
ticos ofreciéndonos la publicación de una pieza corta (Arestis, Dunn y Sawyer, 1999). El presente artí-
culo es una versión sustancialmente ampliada de ese artículo. Damos las gracias a Victoria Chick, Sheila
Dow, Geoff Harcourt y Tony Lawson por sus comentarios sobre un borrador anterior, y a Paul Davi~?n
por sus comentarios sobre diferentes versiones de este artículo. ... ·
** Nota de los editores: También hemos publicado la traducción de este artículo en las p. 685-706 de-_~~~~~
volumen. """'>,~t
708 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

coherente; aspectos metodológicos; expectativas, incertidumbre y tiempo; estructura


de mercado y naturaleza de los precios; el análisis postkeynesiano del dinero; la apro-
ximación postkeynesiana a la política económica; la relación entre la obra de Kalecky
y la de Keynes; y la economía postkeynesiana y los neoricardianos.

l. LA FALTA DE UN TEMA ORGANIZADOR CENTRAL Y DE COHERENCIA


Walters y Young alegan que <<la idea frecuentemente expresada (ver Lawson, 1994) de
que los postkeynesianos están unidos por su oposición a la teoría neoclásica es insu-
ficiente para proporcionar una visión de lo que es el postkeynesianismo o de cómo se
relaciona con otros enfoques no ortodoxos» (p. 690). Esto supone establecer un hom-
bre de paja, en el sentido de que nadie afirmaría que la oposición a X puede establecer
lo que es Z. Nosotros hemos advertido que «algunas veces se ha dic}lo que la caracte-
rística unificadora de los postkeynesianos es el rechazo de la economía neoclásica»
(Sawyer, 1988: 1, cursivas nuestras), pero también que «la economía postkeynesiana ha
superado ya el importante cambio inicial de montar una critica concertada de la econornia
convencional>> (Arestis, 1996a: 111). Aunque estaríamos de acuerdo con Walters y
Young en que «el recitar la oposición a la ortodoxia no contribuye en nada a establecer
la naturaleza o las características del postkeynesianismo, como una escuela de pensa-
miento diferenciada>> (p. 690), el realizar esta afirmación en el contexto de un debate
sobre la coherencia del postkeynesianismo parece suponer que los postkeynesianos
recitan regularmente la oposición a la economía neoclásica. Una rápida ojeada a, por
ejemplo, el Journal of Post Keynesian Economics o la asistencia a conferencias pos-
tkeynesianas revelaría rápidamente que se dedica muy poco tiempo a recitar la oposi-
ción a la ortodoxia.
A diferencia de Walters y Young, nosotros afirmamos que existen temas centra-
les en la economía postkeynesiana que incluyen una preocupación por la historia, la
incertidumbre, los aspectos-distributivos y la importancia de las instituciones políti-
cas y económicas en la determinación del nivel de actividad en una economía (ver
Arestis, 1996a). Pero el tema principal central son las aportaciones clave de Keynes
y Kalecki, específicamente las que plantean que, en una economía monetaria de pró-
ducción, el nivel de actividad económica es fijado por el nivel de la demanda efecti-
va, y que hay muy pocas razones para pensar que el nivel de demanda efectiva vaya
a ser coherente con el pleno empleo. La expansión de la demanda efectiva requiere
una extensión del crédito, lo que generalmente supone la creación de dinero. El dine-
ro es visto como creado endógenamente por el sector privado «para satisfacer las
necesidades del comercio». Se considera que el gasto en inversión juega un papel cru-
cial en la determinación del nivel de demanda efectiva. Es precisamente este papel
clave de la demanda efectiva en la determinación del nivel de actividad económica
de una economía monetaria de producción, lo que niega la economía neoclásica, el
monetarismo en sus varias formas, la nueva macroeconomía clásica, la econornia aus-
tríaca y el nuevo keynesianismo. Además, el desempleo observado en las economías
industrializadas avanzadas se toma como una pruebaprimafacie de este argumento.
Mientras que Walters y Young mencionan estas contribuciones más adelante en el
contexto de un debate sobre la incertidumbre fundamental (p. 699), parecen olvidar-
las en el resto del artículo.
LA ECONOMÍA POSTKEYNESJANA Y SUS CRÍTICOS 709

Walters y Young (p. 690) afirman que <<no existe "unidad de análisis" específica>>
en la economía postkeynesiana. Claramente, la economía postkeynesiana no se basa
en el individualismo metodológico. Una respuesta postkeynesiana a la idea de que la
macroeconomía debe tener una base microeconómica es que la microeconomía debe
también tener una base macroeconómica. La obra de Kalecki y Keynes deja claro que
la economía postkeynesiana siempre tuvo una base microeconómica (aunque fueran
algo distintas). El análisis postkeynesiano Gunto con algunos otros) pretende enlazar el
comportamiento individual, organizativo y sistémico. Los individuos toman sus pro-
pias decisiones sobre qué comprar, cuánto trabajo ofertar, etcétera, pero lo hacen en
un contexto de esfuerzos de ventas, de disponibilidad de crédito, del nivel de deman-
da agregada, de normas sociales, etcétera, lo que implica que «ninguna persona es una
isla)>, más que que «no existe una cosa como la sociedad>>.
La perspectiva postkeynesiana sobre estos temas ha sido bien resumida por Chick
(1995), quien afirma que la relación entre las preferencias y las decisiones individua-
les y los agregados es compleja. Prosigue explicando que:

a) La EPK [Economía Postkeynesiana] respeta la necesidad de teorías de la acción


individual bien desarrolladas. No obstante, dos de las conclusiones más importantes
de Keynes, la paradoja del ahorro y la ineficiencia de los recortes salariales para resM
taurar el pleno empleo, resultan de la operación de la falacia de la composición. El
todo es a veces menos y a veces más que la suma de las partes. Las acciones indiviM
duales tienen consecuencias macroeconómicas inintencionadas.
b) La consecuencia es que el individualismo metodológico, que supone que el cono~
cimiento del comportamiento atomizado es suficiente para construir resultados macroM
económicos, es rechazado.
e) Los PK rechazan el atomismo en favor de una concepción de las acciones indiviM
duales como socialmente condicionadas o contingentes. Por lo tanto,
~las convenciones juegan un papel importante;
- la agregación en grupos con intereses, limitaciones o convenciones similares
es tanto pOsible como, para algunos propósitos, eficiente.
d) Habiendo aceptado la validez de la agregación por grupos de interés, es posible
analizar el conflicto entre "grupos y su resolución. Los PK consideran que ésta es una
tarea importante. p. 26.

Walters y Young afirman que el enfoque que supone interacciones individuales y


sociales a varios niveles «en sí mismo, no proporciona ninguna teoría característica
del acto económico>> (p. 690). Sin embargo, existe una teoría así desarrollada por los
postkeynesianos que puede ser descrita como la concepción transformadora de la
agencia humana. En esta concepción, «los individuos reproducen o transforman la
estructura social que, en el momento de cualquier acto individual, sólo puede ser tra-
tada como algo dado [... ]la acción humana en total siempre es reproductora/trans-
formadora>> (Lawson, 1994: 520, cursivas nuestras). Además, «la toma crucial de
decisiones económicas, por definición, asegura que las variables económicas que
interfieren en el entorno del que toma las decisiones no son ahistóricas. Las decisio-
nes cruciales crean un nuevo futuro» (Davidson, 1989: 153). Existe una concepción
organicista (más que atomística) del acto económico. Por ejemplo, «tina visión orgá-
nica del proceso económico toma una visión más compleja de la naturaleza humana
710 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

y del comportamiento individual, viendo a los individuos como seres sociales» (Dow,
1991: 185).
Walters y Young afirman que «el deseo de coherencia en el postkeynesianismo
puede ... ser considerado como parte del intento de reflejar la teoría predominante
para emular su alcance» (p. 687). Primero, nótese que los postkeynesianos dudarían
del alcance de la aplicabilidad de la teoría neoclásica (si ésta se identifica con la con-
vencional). Los mismos Walters y Young señalan que Davidson (1991a), en particu-
lar, parece «Considerar a la teoría neoclásica como un caso especial de la posición
postkeynesiana más general, que asume la neutralidad del dinero y la validez de la
ley de Say» (p. 694). Keynes (1936) tituló la Teoría general, lo que se puede entender
como que Keynes veía su teoría como la general, de la que el equilibrio de pleno
empleo era un caso especial. Segundo, la economía neoclásica se puede considerar
completa en que se puede afirmar que cubre todas las áreas de una economía, para
todos los tiempos y todos los lugares. Esto se consigue considerando que todos los
tipos de mercado operan esencialmente de la misma forma, mientras que el análisis
postkeynesiano considera que los mercados financieros, de trabajo y de productos
funcionan de formas bastante diferentes. Tercero, nosotros no afirmamos que el post-
keynesianismo sea completo en su cobertura: por ejemplo, el postkeynesianismo ha teni-
do poco que decir sobre las relaciones de producción y de empleo y el cambio
tecnológico. Es necesario completar el análisis postkeynesiano con otros varios, y
existen áreas que aún están subdesarrolladas o necesitan ser desarrolladas (ver Arestis,
1996a: 130 para más detalles).

2. ASPECTOS METODOLÓGICOS

Walters y Young (p. 688) son cólicos con la aceptación postkeynesiana de más de una
metodología, y afirman que «[des]afortunadamente ... los postkeynesianos han recu-
rrido, casi de forma exclusiva, al realismo en un intento de evaluar las teorías en base
a su realismo "de superficie", sin prestar atención al método utilizado o a las inten-
ciones de la teoría concreta» (p. 689). Una escuela de pensamiento puede ser unifica-
da por una perspectiva metodológica concreta. De hecho, este es un argumento común
entre los postkeynesianos (Chick, 1995; Lawson, 1994; Dow, 1995). Argumentan que
lo que caracteriza a los postkeynesianos es un método y una visión distintiva. Walters
y Young (p. 690) sostienen, sin embargo, <<que existen, de hecho, estrategias metodo-
lógicas significativamente diferentes y mutuamente incompatibles». Identifican tres
enfoques metodológicos postkeynesianos y contrastan el realismo crítico, expuesto por
Lawson (1997), con el método babilónico de Dow (1985, 1990) y <<la metodología
generalizadora ... asociada más estrechamente con Davidson». Sin embargo, virtual-
mente, toda su discusión está relacionada con los dos primeros, por lo que continua-
remos en este sentido. Esbozamos brevemente las dos primeras metodologías para ver
si, en esencia, son incompatibles.
El realismo crítico acepta la existencia de un mundo material independiente de los
pensamientos y la consciencia de los individuos (Lawson, 1997). Propone una onto-
logía diferenciada y defiende un método específico, la ietroducción, para establecer
conocimiento sobre el mundo (y su contenido), que se presume que existe. La retro-
ducción, que no es ni deductiva ni inductiva, implica que el análisis procede de fenó-
LA ECONOMÍA POSTKEYNESIANA Y SUS CRÍTICOS 711

menos manifiestos hacia las estructuras «profundas». Como resultado, las abstraccio-
nes deben ser apropiadas y relacionadas con estructuras reales (y no construcciones
artificiales) y con lo esencial (aunque no necesariamente lo más general). La teoriza-
ción realista supone ir de los fenómenos superficiales hasta los mecanismos causales más
profundos. Sin embargo, estas estructuras más profundas no son en ningún sentido
naturales o inmutables. Más bien, se propone una visión específica de la actuación
humana basada en la intencionalidad de los agentes (económicos) y su capacidad trans-
formadora. Como tales, los realistas críticos tratan con una ontología estructurada y,
sin embargo, de sistema abierto, y no con una ontología de sistema cerrado que puede
utilizarse para describir la economía convencional. Para ayudar al argumento subsi-
guiente, haremos una breve digresión para considerar la distinción entre sistemas abier-
tos y cerrados.
Lawson (1994, 1995a, 1997) afinna que la economía neoclásica está apuntalada
por una filosofía positivista tipo Hume, según la cual la realidad comprende la con-
junción constante de acontecimientos atomizados -una perspectiva ontológica de sis-
tema cerrado-. En este enfoque, el objetivo de la ciencia económica es elaborar
regularidades universales de acontecimientos y proporcionar explicaciones teóricas de
la forma (general) <<siempre que se produzca el acontecimiento (del tipo) X, entonces
tendrá lugar el acontecimiento (del tipo) Y>>. Esta estructura de ciencia se deduce
vagamente de dos formas particulares de cierre -la intrínseca y la ~xtrínseca-. La
condición intrínseca de cierre se refiere a la inmutabilidad del fenómeno en cuestión
y puede decirse que, aproximadamente, sugiere que una causa produce siempre el
mismo efecto. La condición extrínseca requiere que el fenómeno en cuestión sea ais-
lado de las influencias externas y se refiere a la condición de que un efecto tiene la
misma causa. Juntas, estas dos condiciones de cierre permiten una relación detenni-
nada de acontecimientos regulares. En cambio, un enfoque de sistema abierto sos-
tiene que, en general, las condiciones de cierre no son aplicables, debido a que el
fenómeno en estudio es o transmutable y/o vinculado orgánicamente. Como resulta-
do, incluso cuando se puedan considerar acontecimientos regulares en el ámbito
social, pueden existir debido a la interacción continua entre el agente reflexivo (intrín-
seco) y la estructura; éstas regularidades serán parciales y multifacéticas, y no pre-
decibles ni universales.
Walters y Young, sin embargo, subrayan varias deficiencias (percibidas) en el enfo-
que realista crítico. Sugieren que, mientras el enfoque realista crítico puede llevar a
una poderosa crítica de la econometría predictiva (Lawson, 1995b), en sí mismo «no
resuelve ni, en realidad, alivia sustancialmente los problemas de evaluación de la teo-
ría» (Walters y Young: 688). Específicamente, ¿cómo sabe uno cuando se ha encon-
trado con una estructura causal «profunda»? En el mejor de los casos, afinnan Walters
y Young, el realismo crítico sólo puede ser entendido como un medio de expresar o
interpretar, más que de evaluar, la teoría. Aunque estas críticas son bienvenidas, Walters
y Young sólo consiguen destacar algunos de los problemas (intrínsecos) de la teoriza-
ción en sistemas abiertos y de elucidación de las estructuras transformadoras. Las _crí~
ticas que Walters y Young exponen corresponden a la ontología del sistema social (así
constituido) y no al método del realismo crítico per se. Además, existe un compromi-
so implícito (aunque amplio) hacia las teorías que presuponen apertura en el ámbito
de lo social, sobre aquellas que no lo hacen.
712 CRÍTtCAA LA ECONOMÍA ORTODOXA

Walters y Young prosiguen discutiendo el método babilónico asociado a Dow (!985,


1990). El enfoque babilónico afinna la existencia de una realidad transmutable compleja
y vinculada orgánicamente, pareciendo así que rechaza todas las estructuras generales
teóricas globales. El método babilónico, sugiere Dow, puede entonces considerarse
una meta-metodología. Sin embargo, afirman Walters y Young, como el babilonismo,
igual que el realismo crítico, no proporciona ningún marco evaluativo para comparar
y contrastar metodologías y/o teorías que compiten entre sí, no puede ser considerado
como tal y, por lo tanto, no puede ser contrastado con otras metodologías. Se presen-
tan dos planteamientos contra este enfoque babilónico con respecto a la coherencia
metodológica del postkeynesianisrno. En primer lugar, el pluralismo y el holismo
expuestos por la perspectiva babilónica parecen estar en desacuerdo con la noción de
consistencia y coherencia. Sin embargo, aquí Walters y Young mezclan teoría con méto-
do. Debido a las complejidades y apertura del sistema social (la posición metodológi-
ca), el pluralismo al nivel de la teoría es aceptado (Dow, 1990). De hecho, la discusión
anterior acerca del realismo crítico implicaba que, en ausencia de un marco evaluativo
riguroso, el pluralismo en la teoría es muy probable (Lawson, 1994: 525-6). Además,
el método babilónico está predispuesto a la teorización en sistemas abiertos, ya que el
organicismo, un presupuesto central, imposibilita el cierre (p. ej., la condición extrin-
seca está ausente).
Se sigue un segundo argumento que esboza una tensión entre la complejidad iiTe-
ducible y la apertura asociada con el babilonismo y su incompatibilidad con la eluci-
dación de estructuras causales «profundas» asociadas con el realismo crítico. Sin
embargo, las estructuras causales «profundas» no son inmutables; en realidad, son
abiertas e indeterminadas, y no simultáneas con otros dominios de experiencia y acon-
tecimientos, y son, como tales, complejos. Tal como se ha mencionado anteriormen-
te, el organicismo y el holismo, que Dow subraya como algo particular del método
babilónico, son razones específicas para la ausencia de cierre esbozada más arriba. De
hecho, esto sugiere otra vinculación con el realismo crítico. A nivel general, a pesar
de las diferencias semánticas (que Walters y Young interpretan como diferencias sus-
tantivas), tanto el babilonismo como el realismo crítico suponen un compromiso con la
teorización en sistema abierto. No son incoherentes.
Walters y Young sostienen que las metodologías babilónicas y del realismo crítico
son incompatibles con las otras tradiciones metodológicas, básicamente por dos razo-
nes. Primero, porque éstas aparentemente implican un modo de pensamiento cartesia-
no o positivista lógico que aparece como antitético a los enfoques babilónico y realista
crítico. Segnndo, porque el método babilónico subraya explícitamente el problema de
construir teorías generales, lo que este enfoque aparentemente evita. Sin embargo, esto
ignora la consideración del estilo retórico de Keynes (intentando convencer a los par-
tidarios de la teoría ortodoxa de que están equivocados ocultando el verdadero conte-
nido revolucionario de la Teorfa general) y el paradigmático cambio de visión requerido
desde esta perspectiva. Al rechazar el axioma ergódico, el sistema de Keynes rechaza
el supuesto de la naturaleza inmutable de los fenómenos económicOs a través del tiem-
po y exhíbe así una preocupación por la historia. Y, asumiendo una concepción trans-
mutable de los procesos económicos y el agente humano·, tanto Keynes como Davidson
establecen importantes límites a la posibilidad de cierre. Así, mientras que la Teoría
general es más general en un sentido axiomático, no es general en términos de la bis-
LA ECONOMÍA POSTKEYNESIANA Y SUS CRÍTICOS 713

toria (el sentido al que se refiere Dow), es decir, no es universalmente aplicable a todas
las economías en todos los tiempos.
Este enfoque generalizado, de forma similar tanto al realismo crítico como al babi-
Ionianismo, exhíbe también un compromiso con la teorización en sistema abierto. De
hecho, este es el elemento metodológico que une a los postkeynesianos. Además, en
estos enfoques pueden identificarse cuatro elementos comunes (vinculados orgánica-
mente). Destacan 1) una concepción transformacional del agente humano, es decir,
que la elección es genuina e importa; 2) una concepción organicista de dicho agente; 3)
esto impide el cierre (completo) y la elaboración de un informe determinista de los
fenómenos económicos; y, por lo tanto, 4) el objetivo de la ciencia económica es· enton-
ces la explicación, no la predicción.
Así, ignorando las cuestiones de presentación, los temas metodológicos específi-
cos pueden esbozarse e identificarse, contrariamente a la conclusión de Walters y
Young. Aunque puede persistir una cierta tensión, puede discernirse una visión meto-
dológica fundamental que caracteriza a los economistas postkeynesianos -el compro-
miso con la teorización en sistema abierto, un enfoque que enfatiza fundamentalmente
el agente, la transformación, la interdependencia y la explicación-. Se encuentra la
coherencia a nivel metodológico. Además, es esta perspectiva metodológica la que
sostiene algunos de los principales rechazos a las críticas realizadas contra el pos-
tkeynesianismo.
La «metodología generalizadora» a la que se refieren Walters y Young parece
consistir en la idea de que la economía neoclásica es un caso especial (de equilibrio
que vacía los mercados en ausencia de incertidumbre y donde se cumple la ley de
Say) y que el análisis de Keynes puede ser considerado como un caso más general.
Walters y Young critican esta tendencia generalizadora cuando escriben que «estos
enfoques sufren de las objeciones ahora estándar relacionadas con los problemas de
las teorías generales» (p. 338, énfasis en el original). Es extraño que Walters y Young
no vuelvan esta crítica hacia la economía neoclásica, que sí se presenta como una
teoría general.
Walters y Young afirman, con muy pocas pruebas, que «desafortunadamente, sin
embargo, los postkeynesianos han apelado, casi exclusivamente, al realismo en un
intento de valorar teorías en base a su realismo "de superficie" sin tener en cuenta ni
el método utilizado ni las intenciones de la teoría concreta» (p. 336). Es verdad que
los postkeynesianos han defendido sus teorías en base al realismo «de superficie»,
pero no solamente en base a esto (la coherencia lógica y la explicación también son
relevantes). A este respecto, el realismo puede -referirse a las suposiciones de la teo-
ría o a las predicciones de la teoría. Uno de los autores de este texto (Sawyer, 1982)
avanzó su enfoque kaleckiano en ambos términos y afirmó que, «en el corazón de
nuestra aproximación a la macroeconomía está la visión de que ésta debe reflejar las
realidades microeconómicas e institucionales de las economías capitalistas desarro-
lladas, y que las empresas oligopolicas en el mercado de productos y la negociación
colectiva en el mercado de trabajo son elementos importantes de estas realidades»
(p. 88). Continuó entonces citando datos de concentración industrial y de afiliación
sindical, a partir de lo cual queda claro que aquí el realismo fue utilizado para refe-
rirse a una realidad estructural (y, en el capítulo 7, se proporciona soporte empírico
para el enfoque kaleckiano).
714 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

3. EXPECTATIVAS, INCERTIDUMBRE Y TIEMPO

Walters y Young indican que varios autores, como Hamouda y Harcourt (1988: 330)
y Arestis (1992: 340) han afirmado que hay coherencia dentro de las corrientes iden-
tificadas como postkeynesianas. Walters y Young interpretan esto como coherencia
entre temas como la teoría de los precios, la incertidumbre fundamental y el dinero
endógeno, mientras que los planteamientos de los autores mencionados aquí están rela-
cionados con las diferentes corrientes o escuelas (p. ej. kaleckiana, keynesiana, insti-
tucionalistas). Por lo tanto, Walters y Young entienden malla afirmación que se realiza.
No obstante, nosotros discutimos sus puntos de vista y afirmamos que su discusión es
errónea en varios respectos. Cada uno de estos temas (especialmente la incertidumbre
fundamental y el dinero endógeno) es materia de una continua investigación y de un
debate vigoroso entre los postkeynesianos, y no existe coherencia en el análisis pos-
tkeynesiano si se interpreta que esto significa que todos los que aceptan la etiqueta de
postkeynesianos se adscriben al mismo análisis detallado de, por ejemplo, el dinero o
la incertidumbre, o si eso significa que todos los postkeynesianos dan la misma impor-
tancia al significado de la incertidumbre.
Walters y Young parecen estar pre~pados porque <<Una idea fundamental identi-
ficada por Keynes -la influencia de la in~rtidumbre sobre el comportamiento de los
agentes principales en su sistema-[ ... ] o se interrelaciona con la perspectiva de
Kalecki» (p. 700). Un poco después, su ar umento cambia a «está claro que la visión
kaleckiana sobre el funcionamiento del sis ~ma económico no puede ser modificado
simplemente agregando la incertidumbre fundamental, cuyos orígenes surgen de esta
misma muy distinta perspectiva teórica» (p. 701).
Está claro que una parte significativa del análisis de Keynes se centró en «las oscu-
ras fuerzas del tiempo y la incertidumbre», aunque se le prestó poca atención en la lite-
ratura keynesiana. Sin embargo, en los últimos años se ha producido un renacimiento
del interés [en ello] en la literatura postkeynesiana. También está claro que «general-
mente, Kalecki dice poco sobre las expectativas>> (tal como Walters y Young, p. 700, citan
de Sawyer, 1985). El tema surge entonces de si se produce una inconsistencia básica entre
estos enfoques, lo que parece ser la visión de Walters y Young, pero nosotros afirma-
mos que no se produce ninguna inconsistencia esencial. El análisis de Keynes recurre
a la distinción entre el riesgo y la incertidumbre. Bajo el primero (que, siguiendo a
Paul Davidson, se llamaría ahora el caso ergódico), el que toma las decisiones se enfren-
la a una probabilidad conocida de la distribución de los resultados que podrían produ-
cir sus acciones: la distribución de probabilidades es totalmente conocida por el
individuo, que puede realizar cálculos optimizadores. Con la incertidumbre (no-ergo-
cidad), el futuro es desconocido y el pasado y el presente sólo proporcionan perspec-
tivas limitadas del futuro. Los cálculos optimizadores precisos no pueden realizarse
ya que la información requerida no está disponible y no puede estar disponible debido
a la incertidumbre. Tal como afirmó Coddington (1983), una respuesta a la incerti-
dumbre es decir que nada puede decirse sobre la toma individual de decisiones bajo
esas circunstancias de incertidumbre. Otra respuesta es «el estudio práctico de los pro-
cedimientos empleados por los que tornan las decisiones como base para sus opciones
en situaciones de incertidumbre keynesiana>> (Earl y Kay, 1985: 47; ver Dunn, 1998a,
1998b, para otros debates). Sawyer (1985) exploró las suposiciones (implícitas) que
LA ECONOMÍA POSTKEYNESIANA Y SUS CRÍTICOS 7!5

realizó Kalecki sobre las expectativas de las empresas y argumentó que adoptó lo que
hoy podría llamarse un enfoque de «expectativas adaptativas»: las visiones sobre el
futuro estaban fuertemente condicionadas por los acontecimientos pasados y presen-
tes. Puede así verse que el análisis de Kalecki sobre los precios y las decisiones de
inversión no incorporaba un comportamiento optimizador bajo condiciones de riesgo.
De hecho, indicó que «ante las incertidumbres que aparecen en el proceso de fijación
de los precios, no se asumirá que la empresa intenta maximizar sus beneficios de cual-
quier forma precisa» (Kalecki, 1971). En realidad, Ka!ecki modeló las principales
influencias sobre las decisiones en los precios y la inversión de las empresas de una
forma que es coherente con la incertidumbre.
Walters y Young sugieren que «a pesar de que se sostiene con frecuencia la impor-
tancia del tiempo, no se desarrolla ninguna visión concreta o teoría de la dinámica
como caracterización del enfoque postkeynesiana>> (p. 334). Es bastante difícil dis-
cernir lo que se quiere decir con esto, y se hace muy pertinente preguntar qué es una teo-
ría de la dinámica. Además, la visión del tiempo en la economía postkeynesiana está
clara. Los procesos económicos deben analizarse como procesos que se producen en un
tiempo histórico en el que las experiencias pasadas, tal como se refleja en las expec-
tativas, las creencias, las instituciones, etcétera, influyen sobre las percepciones y las
decisiones actuales que moldean lo que pasa en el futuro pero donde el futuro no es
una repetición del pasado. En consecuencia, la utilidad de los análisis basados en la
utilización del tiempo lógico está limitada en la comprensión de los procesos históri-
cos. Los procesos económico's dependen de su trayectoria. Como tales, cualquier resul-
tado que produzcan estos procesos, sea o no el equilibrio, depende de la ruta seguida.
Los postkeynesianos moldean los procesos económicos «como un grupo de subsiste-
mas dinámicos, de forma que la economía ya no es el estudio de cómo los recursos
escasos son asignados a unas necesidades infinitas. Más bien es el estudio de cómo los
sistemas económicos pueden expandir su output a través del tiempo creando, produ-
ciendo, distribuyendo y utilizando el excedente social resultante>> (Arestis, 1997: 41).

4. LA ESTRUCTURA DEL MERCADO Y LA NATURALEZA DE LOS PRECIOS

Walters y Young señalan las diferencias entre Kalecki y Keynes sobre la formación de
los precios, y claramente existen diferencias: el primero veía el precio como un pre-
cio administrado con un margen por encima de los costes medios directos, estando este
margen influido por el grado de monopolio y los costes medios directos aproximada-
mente constantes (con respecto al output) sobre un amplio intervalo; el último consi-
deraba el precio como algo igual al coste marginal, que aumenta con el output.
Sorprendentemente, Walters y Young no investigan las diferencias entre los diversos
tratamientos de los precios administrados dentro y fuera de la literatura postkeynesia-
na (verSawyer, 1992).
Tiene cierta significación para el análisis eConómico establecer qué enfoque de
fijación de precios es el más relevante (comoquiera que se juzgue la importancia), y
si, efectivamente, un solo enfoque acerca de la fijación de precios puede resumir ade-
cuadamente una realidad diversa. Pero el tema aquí se refiere a la interacción entre el
análisis de la fijación de precios adoptado y el resto del análisis. Walters y Young pare-
cen creer que el análisis de Keynes debe ser aceptado (o rechazado) en su totalidad:
716 CRÍTICAALAECONOMÍAORTODOXA

«dado que la visión de Keynes [sobre la fijación de precios] es rechazada,>> escriben, «la
cuestión crucial es si el postkeynesianismo puede sencillamente tomar a Kalecki (y a
otros teóricos del margen de precios) como base para su teoría de precios y seguir man-
teniendo los análisis keynesianos referentes a la incertidumbre y el dinero» (p. 341).
Si esto significa que la aproximación de Kalecki a la fijación de precios es incompati-
ble con las ideas de incertidumbre y preferencia de liquidez, entonces sencillamente
tendremos que estar en desacuerdo. Kalecki y Keynes comparten la visión de que los
precios reflejan los costes (a un nivel de output determinado por la demanda agregada)
y que las decisiones sobre los precios tienen importantes implicaciones para los sala-
rios reales. En los dos casos, las empresas están rodeadas de incertidumbre y no pue-
den calcular el precio «Óptimo» con precisión. En los dos casos, la expansión de la
demanda agregada requiere la creación de crédito; las consideraciones sobre la prefe-
rencia de liquidez tienen un impacto sobre la demanda y la oferta de dinero, pero esto
es independiente de cualquier consideración sobre cómo llegan las empresas a sus deci-
siones sobre los precios.
En términos de la naturaleza de los precios, Walters y Young consideran que
«muchos postkeynesianos [... ] parecen considerar el supuesto de los precios competitivos
como inapropiada y equivalente a la teoría ortodoxa. Esto es lo que parece causar la
preferencia por la teoría de Kalecki del poder monopolístico» (p. 341, énfasis en el
original). No se proporciona ninguna prueba de estas afirmaciones. Muchos postkey-
nesianos (incluyendo a los autores del presente artículo) tratarían a la mayoría de pre-
cios como si fueran fijados en medios imperfectamente competitivos (si bien aceptando
que algunos precios son fijados en mercados atomísticarnente competitivos). También
es verdad que la ortodoxia implica el análisis de la competencia perfecta, y si la hipó-
tesis de los precios competitivos implica el análisis de la competencia perfecta, enton-
ces evidentemente el supuesto de precios competitivos se toma de una parte del análisis
ortodoxo. Pero la mayor parte de los postkeynesianos no verían esto como una razón
en sí misma para desechar los precios competitivos. Los postkeynesianos también
advertirían generalmente que el análisis de Keynes de los mercados y los precios com-
petitivos divergía significativamente de la ortodoxia (ver abajo).

5. EL ANÁLISIS POSTKEYNESIANO DEL DINERO

No debería sorprender a nadie que los economistas postkeynesianos difieran en sus


visiones sobre el análisis del dinero: artículos de autores como Arestis y Howells (1996),
Dow (1996), Lavoie (1996) y Pollin (1991) expresan claramente estas diferencias. Sin
embargo, los acuerdos amplios no deberían ser ignorados, especialmente cuando exis-
te una distancia tan grande entre los enfoques postkeynesiano y ortodoxo. Los acuer-
dos amplios serían que el dinero es en gran parte o en su totalidad dinero de crédito.
creado en el sector privado por los bancos. El público no bancario demanda créditos
y, a medida que estos créditos se conceden, se crea el dinero (y es a la vez destruido
al cancelar los créditos). Los aumentos del gasto (tanto si representan un aumento real
como si reflejan unos precios más altos) tienen que ser financiados. En este proceso, la
preferencia de liquidez del sector bancario ocupa el escenario central, tal como se ha
demostrado en Arestis y Howells (1996). El papel clave del dinero en la expansión de
la demanda queda claro con lo siguiente:
LA ECONOMÍA POSTKEYNESIANA Y SUS CRÍTICOS 717

El aumento del output resultará en un aumento de demanda de dinero en circula-


ción, y esto requerirá un aumento de los créditos del banco central. Si el banco res-
pondiera a esto aumentando el ti¡x> de interés hasta un nivel en el que la inversión total
disminuyera en una cantidad igual a la inversión adicional causada por la nueva
invención, no se produciría ningún aumento de la inversión, y la situación econó-
mica no mejoraría. Por lo tanto, la precondición para la mejora es que el tipo de inte-
rés no aumente demasiado en respuesta a un aumento de demanda de crédito [Kalecki,
1990: 191].

Walters y Young (p. 701) señalan correctamente que uno de nosotros escribió que
«Kalecki estuvo generalmente poco preocupado con el detalle de los sectores finan-
cieros o la naturaleza del dinero per se>> (Sawyer, 1985). No lo negamos, pero señala-
mos, por el contrario, que el análisis de Kalecki puede enriquecerse a partir de la
consideración del sector financiero y de la naturaleza del dinero, observando que Kalecki
analizaba un sistema financiero que era bastante rudimentario comparado con los sis-
temas financieros actuales. Nuestros propios escritos sobre los análisis de los temas
financieros y monetarios de Kalecki (Arestis, 1996b; Sawyer, 1996) revelan que, inclu-
so con la limitada atención que Kalecki prestó a estos fenómenos, su análisis encaja
dentro de las líneas generales expuestas aquí.
Esta conclusión se refuerza cuando tomamos en consideración los recientes avan-
ces postkeynesianos en teoría financiera y monetaria. Éstos consisten esencialmente
en una aplicación al sector financiero de la teoría de las grandes empresas que fijan
los precios de los servicios financieros con un margen sobre el coste; el input o coste
clave es el precio al que los fondos del banco central están disponibles. Esto es bási-
camente kaleckiano, no porque el dinero endógeno sea una hipótesis más razonable
para una economía moderna desarrollada, sino porque está construido para responder
a las cuestiones planteadas por Kalecki. Nosotros consideramos que la teoría moneta-
ria reciente tiene cuatro corrientes: en primer lugar, se centra en el vínculo entre los
aumentos planificados del gasto, la demanda y la oferta de créditos y la relación entre
la creación de créditos y el dinero. En segundo lugar, existe una teoría de la fijación
de precios en términos de la relación entre la tasa de descuento del banco central, el
tipo de interés sobre los préstamos y otros tipos. En tercer lugar, existe una visión gene-
ral de que los créditos crean depósitos y reservas, en lugar de ser las reservas y los
depósitos los que crean los préstamos (como en la historia tradicional del multiplica-
dor del crédito). En cuarto lugar, existen algunas consideraciones acerca de los flujos
(demanda, oferta de nuevos préstamos), pero también existen consideraciones del stock.
El dinero sólo sigue existiendo si existe una demanda para ese stock de dinero. Las
consideraciones sobre la preferencia de liquidez (incluyendo, significativamente, la
del sector bancario, como se ha señalado anteriormente) pueden influir tanto en la
demanda de un stock de dinero como en la posición de la cartera del banco.

6. LA pOLÍTICA ECONÓMICA
En términos de política económica, Walters y Young plantean que «podría argumen-
tarse que se podría construir una agenda unificada alrededor de un conjunto acordado
de políticas» (p. 695). Afirman que, {<a pesar de los diversos intentos de construir un con-
718 CRÍTICA ALA ECONOMÍA ORTODOXA

junto concreto de políticas económicas características, todo a lo que puede asociarse


el postkeynesianismo en el ámbito de políticas económicas es la política de rentas»
(p. 695). No se dan referencias de los «diversos intentoS>>, y nosotros no conocemos
ningún intento de establecer políticas característicamente postkeynesianas (a diferen-
cia de postkeynesianos individuales que escriben sobre políticas económicas -ver, por
ejemplo, Arestis y Sawyer, 1998)-. Estamos en desacuerdo con su afirmación, tanto
en términos de la asociación del postkeynesianismo con la política de rentas como con
la consiguiente ausencia de políticas que puede asociarse con el postkeynesianismo.
Mientras que unos pocos destacados postkeynesianos americanos (notablemente Sidney
Weintraub) sí defendieron una política de rentas basada en los impuestos, nosotros no
vemos la política de rentas corno algo específicamente postkeynesiano ni en ténninos
de que la mayoría de (o todos) los postkeynesianos defiendan la política de rentas ni
de que ésta sea exclusiva de los postkeynesianos (y, claramente, la defensa de esta polí-
tica en los años 60 y 70 se extendió mucho más allá de los postkeynesianos). El único
sentido en el que nosotros veríamos la política de rentas como parte de la política ecoM
nómica postkeynesiana surge del rechazo de los postkeynesianos a la interpretación
monetarista de la inflación, por la cual el aumento del stock de dinero causa la inflación,
y de la visión postkeynesiana de que la inflación surge del lado real de la economía,
siendo los aumentos del stock de dinero causados por el proceso inflacionario. El con-
trol de la inflación requiere algo más que el control del stock de dinero (suponiendo
incluso que tal control fuera posible).
Arestis (1992, 1996a) considera las políticas económicas postkeynesianas, y aun-
que hace referencia a la política de rentas, tal política es criticada y rechazada. Pero
existe un claro y positivo análisis económico postkeynesiano que afirma que el siste-
ma capitalista basado en los principios del mercado libre es inherentemente cíclico e inesM
table. Dejada a sí misma, la economía de mercado no conseguiría, ni podría mantener,
la utilización total de los recursos existentes; tampOco podría promover la distribución
equitativa de la renta y de la riqueza. Existe, por lo tanto, un papel potencial para las polí-
ticas económicas. No obstante, las políticas económicas no pueden generalizarse a
todas las situaciones y experiencias. Las situaciones concretas, las experiencias histó-
ricas y las características sociológicas tienen una importancia considerable para las
propuestas específicas de políticas. Teniendo en cuenta este principio general, sugeri-
ríamos que existe un conjunto de políticas económicas ampliamente compartidas y
características postkeynesianas que surgen del acuerdo de que unos altos niveles de
empleo requieren (como condición necesaria pero no suficiente) altos niveles de deman-
da agregada, y que en una economía de mercado descentralizada no existen mecanis-
mos automáticos que aseguren estos altos niveles de demanda agregada. Los
postkeynesianos difieren sobre las formas por las cuales se puede asegurar un alto nivel
de demanda agregada y las limitaciones en la aplicación y funcionamiento de estas
políticas. Por ejemplo, algunos verían los déficits fiscales como el camino, mientras
que otros verían que estos déficits ya no-son posibles bajo las limitaciones impuestas
por los mercados financieros globalizados. Algunos se centrarían en fonnas de esti-
mular la inversión (ver los artículos en Arestis y Sawyer, 1997a), mientras que otros
prestarían atención a la refonna de los convenios institucionales, tanto de aquellos que
gobiernan el sistema financiero internacional (por ejemplo, Davidson, 1992-3) como de
aquellos relacionados más de cerca con la Unión Europea (Arestis, 1997; Arestis y
LA ECONOMÍA POSTKEYNESIANA Y SUS CRÍTICOS 719

Sawyer, 1997b). Estas propuestas obviamente no son incompatibles y reflejan dife-


rentes percepciones de las limitaciones de la política económica.

7. SOBRE KALECKI Y KEYNES

En el curso de sus ataques a la economía postkeynesiana, Walters y Young realizan


diversas afirmaciones sobre la obra de Kalecki y de Keynes que creemos que son inco-
rrectas o erróneas (o, como máximo, interpretaciones idiosincráticas de Kalecki y de
Keynes que no serían aceptadas por los académicós postkeynesianos). Nosotros par-
ticularmente discrepamos de las siguientes declaraciones:

La historia de Keynes es una en la que las consecuencias agregadas del comporta-


miento individual racional ante la incertidumbre no se convierten automáticamente en
autocoherentes. El análisis se centra en el comportamiento de los individuos y se abs~
trae deliberadamente del detalle institucional y de las rigideces de mercado; es deli~
beradamenle no ~~realista» (p. 700).
'
La visión de los precios de Keynes era suponer el funcionamiento de los mercados
competitivos para así ilustrar el desajuste del sistema como resultado de otros facto~
res claves, en particular, el papel del dinero en un entorno incierto (p. 697).

Un mercado competitivo es una institución tanto como una industria monopolís-


tica y, en este sentido, Keynes no se abstrae del detalle institucionaL Walters y Young
sugieren fuertemente que Keynes no realizó la hipótesis de los mercados competitivos
porque pensara que la competencia era una buena hipótesis a realizar (comoquiera que
uno defina «buena>>), sino que Keynes supuso la competencia para mostrar que el aná-
lisis previo, basado en la competencia atomística, era erróneo. No conocemos ninguna
afirmación de Keynes que indique que él, de fonna deliberada y consciente, realizara
la hipótesis de la competencia para así atacar a los «economistas clásicos» en su pro~
pi o terreno. Por qué Keynes supuso la competencia atomística y no la competencia
imperfecta es una cuestión interesante, dado el compromiso de sus asociados más pró~
ximos, como Joan Robinson y Richard Kahn, con el desarrollo de la teoría de la com-
petencia imperfecta. El mismo Keynes, sin embargo, no vio ninguna razón para utilizar
la competencia imperfecta.
Chick (1992) señala: «está clara y ampliamente acordado que en la Teoría gene-
ral, Keynes utilizó las convenciones de la competencia perfecta». Pero «la pequeña
empresa está limitada por la demanda y no puede vender una cantidad infinitamente
grande>> y <da teoría establecida de la competencia perfecta impone la hipótesis de la pre-
visión perfecta. En cambio, en la Teoría general, los productores están inciertos acer~
ca de la demanda a la que se enfrentan>> (p. 149). Sigue afirmando que <<Una vez se
aborda la cuestión de la incertidumbre, la Teoría general es compatible con cualquier
o con todas las estructuras de mercado». De forma similar, Dutt (1992) afirma que
«Keynes creyó que su análisis del equilibrio con desempleo no requería ningún tipo
de imperfección de mercado, sino que su teoría discrepaba de alguna forma obvia del
supuesto neoclásico de la competencia perfecta» (específicamente, Keynes no
el conocimiento perfecto, ni que las empresas podían vender tanto como de:searar• al : n }.;
precio corriente).
720 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

Walters y Young insisten en que

no es la adopción del supuesto de la competencia imperfecta lo que causa problemas


en relación a la compatibilidad de las visiones keynesiana y kaleckiana. Más bien es
la formulación concreta del comportamiento imperfectamente competitivo de las
empresas en Kalecki Jo que discrepa de la explicación de Keynes del fallo de la
demanda efectiva. Una vez que el comportamiento de las empresas monopolistas se
convierte en fundamental, ello dificulta la comprensión de que los mercados de varias
formas pueden proporcionar señales inapropiadas por razones que se derivan del
papel del dinero (p. 341 ).

Nos es difícil desenmarañar lo que están diciendo en este pasaje. Convertir en fun~
damental el comportamiento de las empresas monopolistas puede obscurecer el aná-
lisis, pero esto no significa necesariamente que exista una incompatibilidad: enfatizar
el punto X puede obscurecer el punto Y, pero no hace que X e Y sean incompatibles.
¿Qué se quiere decir con convertir en fundamental el comportamiento de las empre-
sas? Si se quiere decir que, en ausencia de fijación monopolística de precios (p. ej.,
algún tipo de fijación de precios competitivo, de cualquier forma que se defina), exis-
tiría pleno empleo de acuerdo con el análisis kaleckiano, esto iría en contra de la pro-
pia obra de Kalecki. Su fonnulación inicial del principio de la demanda efectiva (Kalecki,
1934) suponía la <<libre competencia>>. Su enfoque de la fijación de los precios basa-
do en el grado de monopolio fue desarrollado a partir de sus observaciones sobre el
comportamiento de fijación de los precios y las condiciones del coste, y se planteó
como un análisis relevante de la fijación de precios, con implicaciones claramente deri-
vadas para la distribución de la renta.
Walters y Young sugieren además que «las teorías subyacentes de la competencia
en Kalecki y en los clásicos son bastante diferentes». En concreto, se puede afirmar
que esto se debe, en parte, a la influencia neoclásica del análisis de Kalecki de las
empresas oligopolísticas (p. 695). A pesar de que Kalecki (1940) derivó una curva de
oferta bajo competencia imperfecta que podría considerarse como neoclásica, y de que
supuso la maximización del beneficio por parte de empresas «de caja negra» con infor-
mación completa, sus artículos tanto de antes como de después de esa fecha no mues-
tran ninguna influencia neoclásica. Ignoran también la profunda influencia de los
economistas clásicos, incluyendo a Marx, sobre Kalecki, que fue claramente mucho
mayor que cualquier influencia neoclásica. El sentido en el que el enfoque de Kalecki
puede ser considerado como neoclásico es que él vería que una mayor concentración
llevaría a una mayor grado de monopolio, lo que a su vez llevaría a un mayor margen
sobre los precios por encima del coste, lo cual es, evidentemente, parecido a la tesis
que encontramos en el enfoque de estructura-conducta-actuación. A pesar de que ese
enfoque alcanzó en un momento dado el estatus de ortodoxia, encarna una visión bas-
tante diferente de los determinantes de los beneficios y de la distribución de benefi-
cios del énfasis neoclásico en la productividad marginal; por lo tanto, para nosotros el
enfoque estructura-conducta-actuación no es neoclásico. En Kalecki, la distribución
de beneficios está influida por el grado de monopolio, y el volumen de beneficios por
el gasto en inversión, mientras que en el enfoque neoclásico las consideraciones sobre
la productividad marginal son supremas (ver Sawyer, 1990 para más detalles).
8. LA ECONOMÍA POSTKEYNESIANA Y EL ENFOQUE NEORICARD!ANO

Walters y Young (p. 698-699) aluden a la relación entre el análisis srafnan~


cardiano) y la economía postkeynesiana. La característica principal de la eccmoJmía:
sraffiana_ que e~ releva~te aquí es la utilización del análi~i~ de largo plazo en el que se
producma una 1gualacmn de las tasas de beneficio Yla uuhzación completa de la capa-
cidad a largo plazo. El supuesto de que existen fuerzas persistentes que conducen aú
economía hacia una posición normal o de largo plazo cuando el mundo está caraCte-:
rizado por las incertidumbres, los contratos nominales y la dependencia de la tra~lectoria, i
es poco coherente con los elementos básicos de la economía postkeynesianft. Ronc•tglia ,
(1992) resume el argumento cuando dice que <<la interpretación del output de
como "centros de gravitación de largo plazo"[ ... ] es[ ... ] un obstáculo a la int1,gr1,cr;
ción de los análisis sraffiano y keynesiano, y debería ser abandonada>> 17).
Diversos autores han visto el enfoque sraffiano como diferente al po:stk<,vnesianc1• ·>·EK
Por ejemplo, Lavoie (1992) indica que «varias corrientes de la e~~:~~:::~::;~;~~~J,h
pueden ser reagrupadas bajo el mismo paraguas, especialmente los '¡~5~0~i;j
los neoricardianos, los radicales (marxistas) y los institucionalistas -;_
a los elementos comunes de estos cuatro enfoques el programa de im•estiga.ción
clásico11 (p. 2). En cambio, Hamouda y Harcourt (1988) identifican tres corrier1tes de1g'
tro de la economía postkeynesiana, incluyendo una sraffiana; mientras
(!996a), que identifica cuatro ramas, la excluye (pág, 112, especialmente el n" 4).
Hay varios aspectos de la relación entre la economía postkeynesiana y la neori-~ "
cardiana. El primero tiene que ver con la relación entre los enfoques kaleckiano y Srllf~1
fiano. Walters y Young afirman que «si se quiere situar la teoría del aumento de
precios administrados de Kalecki en un escenario sraffiano o clásico, ·
mos derecho a preguntar para qué. Las dos son formas muy diferentes de
evolución de los precios de mercado y están diseñadas para iluminar diferentes tema$,
y responder a cuestiones distintas" (p. 699). Podemos estar de acuerdo en que el ariá,; ·
lisis kaleckiano y sraffiano, tal como fueron desarrollados inicialmente, fueron diSe~:­
ñados con intenciones diferentes y, que, utilizando una perspectiva de «un caballo pará
cada carrera», los dos pueden utilizarse dependiendo de las circunstancias. El benefi-_
cio potencial de una síntesis sería claramente un análisis más rico y más general: haSta
qué punto puede conseguirse una síntesis es aún un tema de debate. Somos plenamente
conscientes de que la caracterización del largo plazo, concretamente el hecho de si
debe caracterizarse por la utilización plena de la capacidad y una tasa de beneficio
igualada, es un tema de debate entre algunos autores kaleckianos y sraffianos.
Otro aspecto es la forma en que se toma en consideración el análisis de largo plazo.
Si el largo plazo es considerado como una posición que se alcanzará algún día y que es
independiente de la trayectoria de la economía, entonces el análisis de largo plazo no
se puede reconciliar con la perspectiva postkeynesiana. Si embargo, si el largo plazo es
considerado como una posición que no se conseguirá nunca, pero a la cual la economía
tiende en todo momento, entonces puede existir un grado de compatibilidad entre las"
perspectivas sraffiana y postkeynesiana, en Jas que diferentes análisis son consideradOs,
como relevantes para diferentes temas y diferentes cuestiones. Harconrt y Spajic
25) señalan que <<Kalecki y Joan Robinson y sus seguidores, y Paul Davidson
suyos (aunque las teorfas difieren considerablemente), afmnan que el método de
722 CRÍTICA A LA ECONOMÍA ORTODOXA

plazo no tiene mucha utilidad para el análisis descriptivo>>. Pero el método de largo
plazo puede aún ser útil para otros tipos de análisis.
Hamouda y Harcourt (1988) concluyeron su artículo sobre la economía postkey-
nesiana con la siguiente observación:

Lo que hemos intentado demostrar es que, dentro de las diferentes corrientes que '
hemos debatido y descrito, se pueden encontrar marcos y enfoques coherentes, a '
pesar de que aún quedan en cada una temas inacabados y cuestiones por resolver. La
verdadera dificultad aparece cuando se intenta sintetizar las corrientes para así ver si
emerge un todo coherente. Nuestra opinión es que este es un ejercicio equivocado
[... }.La perspectiva que es importante deducir, creemos, es la de que no existe una
forma uniforme de abordar todos los temas en economía y que varias corrientes de
la economía postkeynesiana difieren entre ellas porque se preocupan de temas dife-
rentes y muchas veces a diferentes niveles de abstracción del análisis.

Solamente discrepamos en esto en que nosotros veríamos la economía postkeyne-


siana de una fonna relativamente más limitada, y consideraríamos los enfoques sraffiano,
postkeynesiano y otros como parte de una denominación más amplia de economía polí-
tica postclásica o radicaL Existen muchas complementariedades entre estos enfoques
(así como algunos conflictos), y en nuestro propio trabajo recurrimos a aspectos de
muchos de estos enfoques.

9. RESUMEN Y CONCLUSIONES
Walters y Young proponen cuatro amplias nociones de coherencia: «la conformidad
con las escuelas de pensamiento aceptadas, una metodología concreta o modo de pen-
samiento, una agenda unificada y unos temas específicos>> (p. 332). Nosotros hemos
planteado que la coherencia de la economía postkeynesiana en términos de un tema
que enmarca el resto proviene del papel de la demanda efectiva en una economía mone-
taria de producción, y que esto distingue la economía postkeynesiana de la mayor parte
del resto de escuelas de pensamiento. También hemos afirmado que la agenda de polí-
tica económica en términos amplios de la economía postkeynesiana consistiría de polí-
ticas y acuerdos institucionales favorables a lograr altos niveles de demanda agregada
en búsqueda del objetivo del pleno empleo. Los postkeynesianos son constructores de
instituciones; son las instituciones las que pueden proporcionar estabilidad y, si son
cmTectamente diseñadas, estabilidad próxima al pleno empleo. En consecuencia, esta-
mos de acuerdo en que existen tres grandes corrientes en la economía postkeynesia-
na, derivadas de Kalecki, Keynes y los institucionalistas. Hemos sugerido que la agenda
unificadora de estas corrientes es el papel de la demanda efectiva en una economía
monetaria de producción en la que las características institucionales son esenciales.
Los tres temas identificados por Walters y Young han jugado claramente un importante
papel en la economía postkeynesiana y, aunque existen diferencias en estos tres temas,
las diferencias son relativamente menores si las comparamos con las similitudes, y
mayores todavía si las comparamos con las diferencias entre los economistas pos-
tkeynesianos y ortodoxos sobre los mismos temas.
LA ECONOMÍA POSTKEYNESIANA Y SUS CRÍTICOS 723

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CRiTICA ALA ECONOMfA ORTODOXA 727-729

Post-keynesianismo y· coherencia:
una respuesta a Arestis, Dunn y Sawyer'
Bemard Walters y David Young

El objetivo de Walters y Young (1997) era cuestionar las reivindicaciones recientes


sobre el hecho de que la coherencia del postkeynesianismo es tal que proporciona una
alternativa convincente y completa a la teoría dominante. A modo de corolario, criti-
cábamos la utilidad de intentar alcanzar una coherencia a través de una síntesis. Sin
embargo, el artículo no hacía ninguna afirmación respecto a una visión específica de la
coherencia, como tampoco insistía en que los postkeynesianos se mantuviesen dentro
de criterios metodológicos específicos. Además, el artículo no recomendaba ningúna
prescripción en lo tocante a enfoques teóricos concretos. Nuestro objetivo era simple-
mente evaluar la consistencia y utilidad de los recientes intentos del post-keynesianis-
mo de forjar una escuela de pensamiento alternativo coherente.
Existen muchasrespuestas posibles a nuestras inquietudes. Una de ellas es volver
a la posición de Hamouda y Harcourt (1988) que, tal como sugeríamos, es menos pro-
blemática, puesto que considera el post-keynesianismo como una amplia serie de temas
dentro de los cuales hay coherencia, pero entre los cuales sería absurdo forzar una uni-
dad. A pesar de que cuestionábamos el alcance de una coherencia entre estos temas,
en ténninos generales nos sentíamos y nos sentimos próximos a esta posición. Arestis,
Dunn y Sawyer (ADS) (1999) empiezan por sugerir que ellos no afirmarían que el
post-keynesianismo es «totalmente coherente, ... ,ni tampoco que es completo. Pero
sí que afmnaríamos que las distintas corrientes tienden hacia la coherencia.» Inicialmente
esto parece ser más consistente con Hamouda y Harcourt que algunas de las afirma-
ciones más categóricas que estudiarnos (por ejemplo, Arestis, 1992; Lavoie, 1992; y, más
recientemente, Arestis, 1996). Sin embargo, no está claro qué es lo que se quiere decir
exactamente con «tienden hacia la coherencia». Sospechamos que ilustra una preocu-
pación de nuestro artículo original, a saber, el deseo de forzar una coherencia más allá
de una débil asociación de teorías relacionadas entre sí.
ADS empiezan por definir el post-keynesianismo como «emanando de Keynes,
Kalecki y los institucionalistas». Merece la pena observar que ésta no es una defini-
ción ampliamente aceptada de los orígenes del post-keynesianismo. En particular,
excluye a los neo-ricardianos e implícitamente el proyecto de Joan Robinson de inte-
grar el largo periodo clásico. Además, incluye a los institucionalistas. Esto parecería
ser una evolución bastante reciente que quizás ha surgido como resultado de los pro-
blemas vinculados a los intentos de forzar la coherencia.

* Publicado en: Walters, Bemard; Young, David. «Post-Keynesianism and coherence: A reply to Arestis,_
Dunn and Sawyer». Scotlish Joumal of Polilical Economy, vol. 46, núm. 3, agosto 1999, p. 346-348.'
Traducción: Beatñu Krayenbühl.
728 CRÍTICAALAECONOMÍAORTODOXA

La afirmación de consistencia entre las diversas tradiciones metodológicas es poco


convincente. En primer lugar, aunque no se discute en profundidad, el planteamiento
de que un ala importante de los post-keynesianos tiene una tendencia generalizadora,
que es inconsistente con otros enfoques metodológicos, no se discute seriamente. El
enfoque axiomático empleado por la corriente de Davidson del post-keynesianismo
parecería ser opuesto al rechazo de los realistas críticos de las teorías axiomáticas sobre
la base de su su deductivismo (Lawson, 1997). Lo que no mejora con la pretensión de
que cualquiera de estos enfoques «no es general en términos de la historia». De forma
similar, el intento de combinar el realismo crítico con el babilonialnismo a través de
la suposición de un sistema abierto común no consigue resolver algunas diferencias
importantes. En nuestra opinión, la más importante es la pretendida capacidad del rea-
lismo crítico de «fijan> los mecanismos causales subyacentes en un mundo contrasta-
do con la aceptación del babilonialismo de la complejidad irreductible de la realidad
sociaL
ADS afirman que no existe un conflicto básico entre el papel keynesianoo de la
incertidumbre fundamental y la adaptación kaleckiana de una incertidumbre «gene-
ralizada». Lo que no responde a nuestro punto central de que tiene sentido conservar
las distintas versiones del funcionamiento de las economías capitalistas ofrecidas por
Keynes y Kalecki. La naturaleza y el papel de la incertidumbre son diferentes en los
dos enfoques, de modo que el intento de síntesis ha llevado a una disminución de las
dos teorías. Nosotros no sugerimos que cierto grado de incertidumbre no sea rele-
vante para la teoría de la fijación de precios de Kalecki, pero la introducción de la
incertidumbre «fundamental» es claramente innecesaria para las proposiciones.centrales
de Kalecki e, incluso pueden alterar algunos de los supuestos básicos respecto al com-
portamiento de las empresas. Puede ser cierto que, debido a la naturaleza no optimi-
zante de las empresas kaleckianas, la introducción de la incertidumbre fundamental
sea menos destructiva que para la teoría neoclásica. Sin embargo, está menos claro
que la capacidad de una empresa para mantener suficiente poder de mercado para
controlar los mercados de productos se mantenga intacta si el mundo es tan radicalmente
incierto.
La percepción básica de la teoría de la preferencia por la liquidez de Keynes es
que los precios de mercado pueden verse alejados de manifestar las escaseces reales
en tanto que los bienes incorporan la liquidez. El dinero proporciona el principal ejem-
plo de tal bien de forma que el tipo de interés no refleja la tasa de substitución inter-
temporal supuesta en el análisis clásico. Esto simplemente no es el centro de la teoría
kaleckiana, que se ocupa de la relación entre las empresas monopolísticas y el sector ban-
cario. Una vez más, cuestionamos la utilidad de intentar una síntesis.
ADS parecerían aceptar nuestro punto de vista de que los post-keynesianos no
están unidos por recomendaciónes similares de política económica. Aceptan que la
política de rentas es, en el mejor de los casos, sólo un ingrediente que algunos post-
keynesianos preconizarían. No obstante, afmnan que existen políticas distintivas que.
surgen de «un análisis económico post-keynesiano claro y positivo». Sin embargo, su
única indicación respecto a cuáles podrían ser éstas no parece específicamente post-
keynesiano. Muchos economistas (incluyendo algunos ne'oclásicos) estarían de acuerdo
en que los libre mercados pueden no alcanzar o mantener la utilización completa de
los recursos o producir un distribución de la renta que sea equitativa.
POST-KEYNESIANISMO YCOHERENCIA: UNA RESPUESTAAARESTIS, DUNN y SAWYER 729

En resumen, insistiríamos en que nuestro objetivo era investigar las recientes pre-
tensiones de coherencia y criticar los intentos de forzar una coherencia global a costa
de perder algunas percepciones importantes. Todavía creemos que éste es un tema
importante que los post-keynesianos tienen que tratar con seriedad.

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