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Santander Espinosa Rebeca 5 de febrero de 2020

Clavijero, Francisco J., Historia antigua de México, prólogo de Mariano Cuevas,


12ª ed., México, Porrúa, 2014, 879 pp.
Francisco Javier Clavijero escribió en 1780 su Historia Antigua de México desde el exilio en
Italia, a consecuencia de la expulsión de la Compañía de Jesús de la Nueva España en
1767. Aquella contiene la narración de los aspectos más relevantes sobre la cultura
mexica: su naturaleza, su religión, su política, su escritura y, por supuesto, su conquista,
entre otras cosas; particularmente, el autor ofrece todo un sistema argumentativo en
torno a estas cuestiones al final de su relato histórico. Lo que pretende este trabajo es
hacer un análisis de esta obra para dar cuenta de cómo fue ejecutada por el autor y para
comprender las realidades que el autor ha manifestado en ella.
Primeramente hay que revisar más detenidamente los propósitos del autor al
escribir su obra, él mismo expone sus razones al inicio de ésta: «para evitar la fastidiosa y
reprensible ociosidad a que me hallo condenado, para servir del mejor modo posible a mi
patria, para restituir a su esplendor la verdad ofuscada por una turba increíble de
escritores modernos de la América» 1. Esto pone en evidencia la manera en que estima su
trabajo, una obra ante todo útil, beneficiosa. No busca, pues, la enunciación de los hechos
para la sola satisfacción de su intelecto, sino que pretende hacer un servicio, el de
compartir el conocimiento, de hacer manifiesto aquello que le fue revelado mediante sus
exhaustivas investigaciones. Pero no le basta comunicar hechos cualesquiera, su principal
y más importante propósito es dar a conocer la verdad, esclarecer entre lo verdadero y lo
que son meras suposiciones sin sustento o incluso invenciones que han logrado o
pretendido hacerse pasar por legítimas.
A lo anterior cabría agregar una intención más que se desvela a lo largo de la
lectura y se hace sobre todo evidente en la última parte de la obra, en sus “Disertaciones”,
se trata de la dignificación de América —no sólo de México— y de su pasado frente a una
serie de autores europeos que han dedicado su trabajo a construir una imagen bastante
deformada de los pueblos de aquel continente, sin mostrar «ningún respeto a la verdad ni
a la buena fe»2.

1
Clavijero, Francisco J., Historia antigua de México, prólogo de Mariano Cuevas, 12ª ed., México, Porrúa,
2014, p. XXI.
2
Ibid., p. 597.

1
Es también importante definir a quién dirige Clavijero su obra, al respecto cabe
referir la dedicatoria que antecede a su prólogo, destinada a la Real y Pontificia
Universidad de México, con la cual no busca sino rendirle homenaje; no obstante, nos
revela la pretensión del autor de acercar al contenido de su obra a las comunidades más
doctas. Por otro lado, como se hizo mención en un inicio, el autor asegura que la decisión
de escribir primero en español se debe a que sus principales destinatarios eran sus
compatriotas, es decir, la población de Nueva España. No obstante, se hallan a lo largo del
texto ciertas referencias que dan la impresión de estar aquel dirigiéndose a un público
europeo: «La descripción de todos estos peces […], sería por la mayor parte  inútil; porque
los más de los peces ya nombrados son conocidos de los europeos, o por hallarse en los
mares del Antiguo Continente, o por estar ya suficientemente descritos por los
historiadores de la América»3;«…pero algunas de estas plantas son ya muy conocidas en
Europa, y de las demás tendremos acaso ocasión de hablar en otro lugar» 4. Lo que
demuestra que no es el lector novohispano su principal objetivo.
Por su parte, en las “Disertaciones” deja bien en claro a quiénes dirige sus
impugnaciones, el filósofo Paw es su principal objetivo entre diversos autores europeos.
De manera que lo más probable es que, pese a haber pensado primero en sus nacionales,
terminara por inclinarse más bien hacia la comunidad intelectual de Europa.
Dejando atrás este punto, conviene aclarar cuáles son las fuentes de las que se
nutre esta Historia. Clavijero añade al final de su prólogo un apartado en el que da a
conocer a los principales autores, tanto europeos —especialmente españoles— como
mexicanos, que han aportado al conocimiento de la historia de México (Cortés, Acosta,
Gómara, Sigüenza y Góngora, etc.) y los cuales le sirvieron de sustento para escribir la
suya, se detiene en cada uno para referir por qué da crédito —o por qué no, en ciertos
casos— a su trabajo y, de igual manera, son frecuentes las menciones de dichos autores a
lo largo de su narración. Con lo cual se entiende, por ejemplo, que el Dr. Hernández,
célebre naturalista español, es su principal fuente para redactar el libro primero
concerniente a la historia natural de México. Además de lo anterior, se vale igualmente de
los códices producidos por indígenas y después de la conquista, siendo la más referida la
Colección de Mendoza.

3
Ibid., p. 50.
4
Ibid., pp. 28-29.

2
Algo que queda claro es el haber Clavijero recurrido exclusivamente a autores que
estuvieron personalmente en la Nueva España, pues no concibe que aquellos como Paw
pretendan proclamar la verdad sobre aquellas regiones sin haber siquiera pisado sus
tierras.
Es posible, además, notar que el tratamiento que da a sus fuentes no es el mismo en toda
la obra, de modo que no teme refutar las conclusiones de los mismos a quienes en otras
páginas elogia por su veracidad. No significa esto que el autor sea incongruente con la
valoración de sus fuentes, muestra, por el contrario, que hace una selección crítica de la
información que éstas le brindan. Aunque no duda de la gran autoridad y preparación de
aquellos personajes, es evidente que lleva a cabo la comparación y confrontación de sus
trabajos para poder proporcionar al lector la información más precisa posible.
Como resultado de este método, Clavijero se inclina a mostrar como lo verdadero
aquello en lo que concuerdan la mayoría de sus fuentes. Aunado a esto, no obstante la
gran variedad de obras de las que se sirve, el autor frecuentemente apela a la experiencia
propia para confirmar o negar lo señalado por dichos autores, afirma que el haber vivido
en aquel reino por treinta y seis años y haber convivido con los indígenas mexicanos da
aún más crédito a su trabajo.
Pasando a lo que concierne a la estructura de la obra, se halla en ella una división en
diez libros, finalizando con una sección que contiene nueve disertaciones. El primero de los
libros gira en torno a la historia natural del territorio de Anáhuac —aludiendo con este
término a lo que en su momento fue el territorio de la Nueva España y no sólo al valle de
México—; los libros segundo al quinto abordan la historia política de los mexicas; el sexto y
el séptimo narran lo que se entendería como la historia cultural o moral de dicho pueblo;
finalmente, del octavo al décimo se encuentra la historia de la conquista de México.
Clavijero aclara que no tenía intención en un principio de escribir la historia natural,
por parecerle innecesaria, mas resultó persuadido por sus amigos de incluirla, sin embargo,
se excusa por lo compendiosa y superficial que pudiera llegar a ser, pues, en efecto, es
aquel el libro menos extenso de todos. Por lo demás, esta parte de la obra no resulta una
simple descripción del paisaje y criaturas de aquellas tierras, pues casi en todo momento
señala cómo se servían los antiguos pobladores de Anáhuac de los minerales, los animales,
las plantas, etc. De modo que insiste en mostrar la interacción y los vínculos entre hombre y
naturaleza.

3
En cuanto a la historia política, ésta abarca desde la formación del pueblo mexica,
incluyendo a los pueblos que les antecedieron, hasta el gobierno de Moctezuma II; expone
las sucesiones en el trono, los conflictos con los pueblos vecinos, así como las guerras
intestinas que atravesaron. En su discurso es posible notar la importancia que da al carácter
de los personajes de la historia, en su mayoría gobernantes, y se percibe cómo a través de
esta serie de conductas e inclinaciones impulsan el transcurso de los acontecimientos.
Entiende, pues, al ser humano como principal actor histórico.
La historia cultural comprende una numerosa cantidad de rasgos de la sociedad
mexica, abre con todo lo relativo a su religión: sus deidades, sus ritos, sus espacios de
consagración, los oficios ministeriales, etc., ahonda asimismo en su escritura, su cómputo
del tiempo, sus leyes, su educación, su empleo y sus artes. Estos dos libros son un esfuerzo
de Clavijero por hacer reconocer en aquellas poblaciones su civilización y romper con la
difundida idea de su salvajismo e irracionalidad, pues hace manifiesta la total capacidad que
tuvieron los antiguos mexicanos para construir una sociedad sólida e íntegramente
estructurada, para lo cual recurre constantemente a comparaciones entre los mexicas y las
culturas de la antigüedad del Viejo Continente.
Sobre la historia de la conquista hay que decir que en cierto punto se convierte casi
exclusivamente en el relato de Cortés y sus hazañas en el Nuevo Continente, lo cual se
explica porque el autor acudió a las Cartas de relación como fuente de primera mano sobre
la materia, pero esto también nos advierte sobre la impresión que sostiene de este
personaje, pues atribuye a la superioridad y agudeza de su carácter el triunfo de los
españoles sobre los mexicanos. No obstante, la visión que ofrece no es del todo unilateral,
concede tanto a conquistadores como a conquistados el debido mérito por su diligente
actuar en semejante empresa. Al final del décimo libro nos ofrece su conclusión en torno a
estos sucesos, interpretándolos como una forma, aunque bastante desventurada, necesaria
de Justicia Divina ante la crueldad y superstición de aquellos pueblos.
Respecto a las Disertaciones, se tratan de una serie de impugnaciones por parte del
autor hacia ciertos escritores sobre América del continente europeo, en su mayoría filósofos
y naturalistas, destacando entre éstos el ya mencionado filósofo Paw y el naturalista Buffon;
con la finalidad de desmentir los errores que aquellos han difundido en torno a la naturaleza
y cultura americanas. Discute así sobre los animales y el clima como sobre la lengua y el
alma de los mexicanos. Manifiesta que su intención con estas disertaciones es confirmar la

4
verdad contenida en su Historia, lo que denota que en Clavijero está presente no sólo el
deseo, sino la convicción de la veracidad de su relato.
En esta parte de la obra es muy notoria la postura que adopta como defensor de
América, para rebatir a Paw no escatima en ejemplos que ilustran la excelencia de su
clima, la virtud de sus leyes o la claridad del juicio de sus habitantes, entre otras cosas.
Pero, ante todo, apela siempre a la imparcialidad, tanto la propia como la de sus fuentes,
pues su objetivo no se trata simplemente de poner al Nuevo Continente en un pedestal, lo
que logra Clavijero con sus argumentos es insertar la historia de América en el margen de
la historia universal, como una realidad que no debe mirarse como irregular o inferior; por
lo que atribuye a estas naciones todos los elementos propios de una sociedad firmemente
estructurada al mismo tiempo que las introduce como parte del orden establecido por
Dios, para lo cual recurre a la misma Biblia, cuya autoridad considera indiscutible.
Otro de los defectos que imputa a dichos autores es precisamente su falta de
apego a las Sagradas Escrituras y, en general, a las creencias católicas, son filósofos «a la
moda». Se pueden contrastar así dos vertientes de pensamiento de la época. Por una
parte el de los jesuitas, apegado a la tradición, y por el otro lado, una corriente filosófica
que se propaga entre los laicos, la cual rechaza las explicaciones que ofrece la religión y
reduce la rigurosidad en la creación del conocimiento.
Para finalizar cabría preguntarse qué revela lo anterior acerca de la idea de la
Historia en Clavijero. En principio, la Historia es la verdad. Pero tampoco debe pensarse en
una verdad absoluta, el autor admite que hay cuestiones que no es posible responder con
completa certeza, aunque no por ello detiene su aspiración a contar lo verdadero o, de
menos, lo más verosímil: «en donde no puedo acertar con algún suceso por razón de la
discordancia de los autores […], expongo sinceramente los diversos pareceres, pero sin
omitir las conjeturas que dicta la recta razón» 5, luego, la Historia es también consenso.
Todo lo cual se resume en dos principios que él entiende como las leyes de la Historia:
«no atreverse a decir mentira, ni temer decir la verdad» 6.

5
Ibid., p. XXI
6
Ibid., p. XXII

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