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c.

Julio César García: hacia una visión antropológica de la educación

Julio César García Valencia (1894-1957) figura como uno de los personajes más relevantes de la
educación en Colombia. Su formación prolija y su trabajo incansable permitieron la extensión de la
educación nacional, cuyo “privilegio” era anteriormente gozado por miembros las clases
prestantes. Su preocupación por la “educación para todos”, sin embargo, posibilitó la apertura y la
reforma de espacios educativos que en lo sucesivo se expresarán:

García Valencia nació en Fredonia, Antioquia, el 7 de agosto de 1894. Proveniente de una familia
conservadora y católica, su padre ocupó el cargo de General en la Guerra de los Mil días. En su
lugar de nacimiento, García Valencia realizó sus estudios de primaria para luego desplazarse a
Marinilla, con el fin de continuar sus estudios de bachillerato en el colegio San José de los
Hermanos de la Salle, comunidad religiosa católica cuyo carisma ha sido educativo. No es
accidental que esta formación haya sido uno de los pilares que regentará posteriormente su
formación e interés por la educación.

Posteriormente, García Valencia se desplazó a la ciudad de Bogotá para culminar el bachillerato.


Bajo la dirección de Monseñor Rafael María Carrasquilla, García Valencia ingresó al Colegio Mayor
de Nuestra Señora del Rosario. Sobre esto, Olano García (2019) dice que “se graduó como
bachiller en Filosofía y Letras en 1913, recibiendo el premio de Literatura Castellana y de conducta
y aplicación en el año 1915 y 1916, respectivamente” (p. 14).

En su alma mater también realizó su doctorado en Filosofía y Letras, con la tesis doctoral titulada
Historia de la Instrucción pública en Antioquia.

A partir de entonces, García Valencia comenzó su carrera como maestro a la edad de 24 años,
desempeñando cargos como profesor de historia, castellano, raíces griegas y demás en la
Universidad de Antioquia por 41 años. No solo eso; también ocupó cargos relevantes en calidad de
decano, director general, rector y fundador de varios institutos educativos, además de otros
cargos referidos a la política del momento (Olano García, 2019, p. 18, 25).

García Valencia fue una figura polifacética: como historiador, consideró fundamental la creación
de conciencia histórica en las nuevas generaciones. Muestra de ello está en sus diversas
publicaciones de libros y artículos de revistas sobre la historia de Colombia. En calidad de
periodista, hizo concreto esta reclamación histórica al escribir en diversas revistas nacionales. A
este respecto, García y García (2017) sostienen que para este educador colombiano “era
prioritario dar a conocer a la sociedad dentro del contexto, los aspectos sociales que se
desarrollaban en su momento, poner en conexión el país con el mundo y traer los sucesos
mundiales al país” (p. 85).

Como dirigente educativo, García Valencia apoyó la educación nocturna y dominical para obreros,
mujeres -incluyendo empleadas domésticas-, haciendo así patente la necesidad de educar e
instruir a las clases populares. Más aún, este educador colombiano consideró abiertamente que la
mujer, quien en ese momento asumía un rol más bien servil, ingresara a la universidad
Adicionalmente, no dejó García Valencia de invitar a los padres a responder por la educación de
sus hijos en tanto que era la obligación de ellos (García Olano, 2019, p. 22).
Desde el Colegio, Julio César desarrolló su vocación de periodista; “se hizo periodista en la práctica
diaria de estar escribiendo y leyendo”.42 A través de sus editoriales de 1920 a 1930, apoyó la
educación nocturna y dominical en igualdad para hombres y mujeres; invitaba a los padres de
familia a responder por la educación de sus hijos, pues esta era en primer lugar la obligación de
ellos y solo cuando no se hace uso de ese derecho, es el estado quien debe asumir la obligación;
desde 1928 comenzó a debatir la necesidad de permitir a la mujer, ingreso a la Universidad (García
Olano, 2019, p. 22).

Podría decirse que nunca desaprovechó un momento para educar y promover el derecho a la
educación. En esta década, las mujeres antioqueñas contaron con una página completa
denominada “Jueves de Damas”, a través de la cual dio a ellas la oportunidad de: “… Encontrar
información nutrida y bien seleccionada que les es indispensable entre otras cosas para atender
oportunamente a sus relaciones sociales; literatura sana que da a su espíritu la necesaria
expansión, conocimientos útiles para la dirección de la casa. Conociendo las necesidades de
instruir a las clases populares, promovió la organización de escuelas nocturnas para hombres,
vespertinas para mujeres y dominicales para obreros y empleadas domésticas (García Olano, 2019,
p. 27).

Sus apreciaciones educativas aludían a la relevancia de consolidar una verdadera Escuela


normalista que posibilitara una formación sólida y profesional a los maestros. Así, “estaba
convencido de que, al lograr la unidad pedagógica en las escuelas, los colegios y los centros de
estudio sumado a la preparación de los futuros maestros como profesionales, atacaba la raíz del
problema educativo y social del país.” (García y García, 2017, p. 92).

Como se puede apreciar, la comprensión de García Valencia sobre la educación estuvo


encaminada en la mejoría de la población colombiana. Como vehículo de transformación, la
educación no solamente nutre el intelecto de quienes hacen parte de este oficio, sino que también
permite el avance del país en tanto que permite mitigar la violencia, la lucha de clases. Con todo,
dicen García y García (2017, p. 100), “García Valencia aseguraba que el progreso no se obtenía a
través de simples cartillas, era necesario elevar la cultura, el conocimiento técnico y científico”.

No es descabellado sostener que, a contratiempo de su época, la preocupación de García Valencia


por la educación de la mujer le venía desde su herencia católica. García Olano (2019) afirma que la
pasión de García Valencia era la educación de la mujer y enseñarla a leer y a escribir. Citando a
figuras pontificias confirmaba esta preocupación: <<decía Pío IX que los fundamentos del
catecismo son la mujer y el sacerdocio. Instruir una mujer, se ha dicho, es abrir una escuela>>” (p.
42).

Siguiendo la reconstrucción biográfica de García Olano (2019, p. 47), cabe decir que los postulados
educativos de García Valencia apuntaron al afianzamiento del espíritu democrático, el estudio de
la realidad colombiana, la conjunción de la tradición, el progreso y la libertad bajo la
responsabilidad, la importancia del ejemplo, del entendimiento, de los valores, entre otros.

No dejó García Valencia de señalar la importancia de considerar a Jesucristo, entre otras cosas y a
razón de su raigambre católica, como maestro ejemplar. Más aún y en contra de la proclama
liberal de una enseñanza laica y obligatoria, este pensador colombiano sostuvo la importancia de
educarse y superarse, sin que ello demeritara los principios de la Religión Católica. Dice él, según
García y García (2017): “queremos una renovación pedagógica, pero dentro de las normas
católicas solamente, pues fuera de ella no se encuentra sino el desvarío y la quimera” (p. 88).
Respetando la tradición católica y su función como agente formativo según la Constitución política
colombiana de 1886, García Valencia confirmó la importancia de una formación educativa más
extensiva, no solo en tanto que también los laicos hicieran parte de dicha formación, sino que
promovía pedagogías innovadoras para la mejora del aprendizaje, como, por ejemplo, la Escuela
Nueva, modelo pedagógico centrado en el estudiante que contrapunteaba con el modelo
tradicional.

Las ideas educativas y su comprensión de la importancia de la educación para el pueblo


colombiano fueron cada vez más notorias a raíz de los eventos del Bogotazo en 1948.
Seguramente en el caos propio fruto del magnicidio de Jorge Eliecer Gaitán, García Valencia
reafirmó la importancia de la educación como proyecto civilizatorio: “universidad para todos” fue
una de sus consignas. Esto demuestra a su vez que García Valencia impulsó la inclusión social y la
educación en tanto derecho para todos. Las escuelas nocturnas, las escuelas sabatinas y
dominicales, cursos de contabilidad y cooperativismo fueron espacios ejemplares que hicieron
patentes las premisas y preocupaciones del educador colombiano. Es así como la Universidad la
Gran Colombia, fundada por García Valencia en 1953, se ha fundado bajo tales premisas de
inclusividad y progreso (García y García, 2017, p. 118).

Finalmente, Julio César García murió el 15 de junio de 1959, dejando un legado importante para la
educación colombiana y sus habitantes del mañana. Para ampliar la información puede consultar
El pensamiento educativo y pedagógico de Julio Cesar García Valencia. Biografía intelectual
https://repository.ugc.edu.co/handle/11396/3996

d. Antropovisión grancolombiana

Inspirado en su fundador y gran educador colombiano, la Universidad la Gran Colombia (en


adelante UGC) comporta como propósito principal “contribuir a la creación de una nueva
civilización comunitaria y fraternal”, cuyo articulación está determinada por un triple eje: a)
teocéntrico, concibiendo a Dios como Padre Salvador y Señor de la historia; b) antropocéntrico,
quien posee un valor infinito por su dignidad, origen y destino, y cuyos derechos y libertades han
de ser respetados y promovidos y; c) ecocéntrico, comprendiendo la naturaleza (animal, vegetal y
cósmica) al servicio del hombre, sin que esto implique la aniquilación de ella.

En ese sentido, vale la pena conocer al pie de la letra la visión integral del hombre que conforma el
proyecto antropológico grancolombiano:

La dignidad del ser humano deriva de su identidad como persona, creada a imagen y semejanza de
Dios, constituida por triple dimensión corporal, espiritual y la que brota de su condición de hijo de
Dios. Por lo tanto, en una Universidad Compartida cuya primera más importante preocupación es
la de suscitar el perfeccionamiento integral de sus miembros, sean estudiantes, profesores o
administradores, los derechos y deberes del hombre deben respetarse y cultivarse
esmeradamente a través de las actividades de Alma Mater, inspiradas por la ética cristiana
(Universidad La Gran Colombia, 2016, p. 26).
Así, dentro de los fundamentos y los principios filosóficos de la UCG figura una comprensión
armónica entre los hombres en tanto que Hijos de Dios y también con lo creado a la manera del
cuidado. La armonía entre todos ellos posibilita una creación cultural con diversos sistemas,
instituciones y formas de vida que impactan positivamente en las dimensiones del ser humano.

Que la UGC posea un fundamento cristiano católico no quiere decir que haya una exclusividad
excluyente con el aquel que no profesa o posee una escala de creencias enmarcadas en dicha
religión. Más aún, el término católico, entendiéndolo en el sentido de universal, hace aquí una
invitación a la comunidad entera “en la búsqueda de la verdad a través del diálogo, de la
afirmación de la dignidad humana y de la apertura al saber universal” (2016, p.28). En otras
palabras, la UGC Como universidad católica abre las puertas para la construcción dialógica del
conocimiento y la preservación de la dignidad del hombre, De ahí que cobre sentido el lema de la
UGC que es también un versículo bíblico: La verdad os hará libres.

Para ampliar la información puede remitirse al video temático 5 titulado Formación integral
Grancolombiana.

La UGC, por otro lado, también se hace católica por la apertura a todas las gentes. Revitalizando
cada vez más la exigencia de su fundador respecto al acceso de todos a la universidad, la UGC abre
su espacio a aquellos de menores recursos económicos, especialmente a la clase trabajadora. En
ese sentido, esta universidad emprende desde su fundación y desde sus principios basilares una
solidaridad con cada uno de los hombres en la construcción de sí mismos desde el horizonte de la
catolicidad, pero también en el forjamiento de la praxis humana en su más inmediato contexto.

Así, pues, una antropovisión grancolombiana considera que la educación es un espacio de


formación humana, en la que sale al paso de cualquier manifestación de individualismo
excluyente, egoísta y como mero reclamante de sus derechos. El hombre asume, más bien, un
ejercicio incluyente y dialógico con los otros hombres, sin distingos de clases; se configura a sí
mismo en la formación intelectual que le permita desarrollar y efectuar la libertad y la
responsabilidad hacia sí mismo y hacia los demás. El proyecto antropológico grancolombiano
responde desde la educación a una formación integral del ser humano. En palabras de Rafael
Campo:

Una educación encaminada a la formación integral asume al ser humano como persona íntegra,
como totalidad, es una educación que reconoce las dimensiones humanas en constante
interrelación, no por partes, sino en permanente despliegue, presente siempre en todos los
ámbitos de la existencia; es una educación que reconoce que en cualquier actividad educativa está
implicada la persona como un todo; en consecuencia, ni privilegia la inteligencia sobre la
afectividad, ni separa la imaginación de la acción, ni dicotomiza el desarrollo individual del social
(Citado en: Universidad la Gran Colombia, 2016, p. 50).

Ahora bien, la formación integral en tanto distintiva de la UGC recoge tres pilares relevantes: a)
autonomía, en tanto que cada ser humano, siempre en construcción de sí mismo y abierto hacia
los demás, posee la capacidad de decidir e incidir sobre su propia vida, siendo crítico y renovador;
b) trascendencia, reconociendo su carácter finito y que a su vez está lanzado a lo
inconmensurable: al encuentro con lo totalmente Otro que le otorga sentido a la existencia
humana; c) justicia, la cual está arraigada en el respeto y las libertades humanas de cada persona,
preservando así su dignidad y promoviendo mejores condiciones para el bien común que, cabe
decirlo, no descuida en absoluto el desarrollo de cada individuo (Universidad La Gran Colombia,
2016, pp. 50-51)

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