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“EVANGELIZA”  

-Las últimas palabras que nuestro Señor Jesucristo nos dejó son un llamado a la
acción.  Es importante que hablemos acerca del mandato de la gran comisión,
especialmente en el contexto que estamos viviendo.  Ideas y acciones tienen
consecuencias.  Si pensamos que el mundo se va a acabar, y pensamos que se va a
poner peor cada día, lo vamos a dar todo por perdido y no vamos a hacer lo que
tenemos que hacer. 

Tenemos que tomar en nuestra mente y en nuestro corazón la idea correcta de qué es
lo que nosotros, como creyentes, debemos continuar haciendo.  

-La iglesia ha cambiado y continuará cambiando a nivel de estructura, de


plataformas, de tecnología, pero el llamado sigue siendo el mismo, el propósito
sigue siendo el mismo.  Quizás no hacemos las cosas de la misma manera, pero
sigue siendo el mismo.  Por la pandemia, por ejemplo, hay cosas que no podemos
hacer de manera presencial, pero buscamos entonces otras maneras de hacerlas, las
hacemos de manera digital, virtual.  A pesar de los avances tecnológicos o cambios
estructurales, la misión sigue siendo la misma.  

“18 Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en
la tierra. 19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el
nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20 enseñándoles que guarden
todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días,
hasta el fin del mundo. Amén.”  (Mateo28:18-20)  
-La promesa de la presencia de Dios es para aquellos que van y hacen discípulos. 
Cada vez que tú vas y haces discípulos, la presencia de Dios te acompaña.  

Las primeras y las últimas palabras que una persona dice son las más
importantes.  El comienzo de un discurso es importante, al igual que su final; casi
nunca recordamos el medio.  Las palabras son importantes y, por lo general, cuando
miramos los grandes hombres, recordamos también los hechos, sus acciones; y sus
palabras trascienden a través de la historia.  Recordaremos siempre a Martin Luther
King por su icónica frase “I have a dream”.  Tus palabras marcan tu propósito.  

Dios siempre dijo lo mismo desde el principio.  


“26 Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra
semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias,
en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. 27 Y creó Dios al
hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.”  Génesis
1:26-27  
Si comparamos estas palabras con las de nuestro Señor Jesucristo, el mandato es el
mismo.  Se supone que el hombre llene la tierra, que multiplique, fructifique y tenga
dominio.  Cuando hablamos de la gran comisión, hablamos de la multiplicación del
carácter del cristiano en otras personas, que la gente no tan solo se convierta, sino que
sean transformados y que la tierra sea llena de gente que vive bajo la imagen y
semejanza de Dios.  

Dios nunca ha cambiado su intención.  Desde el principio, Él quiso darle al hombre


autoridad y dominio, y le pidió al hombre que se multiplicara, que se reprodujera en
otros y que llenara la tierra de la imagen correcta de Dios.  Lamentablemente, el
hombre pecó, falló, y tuvo que venir Cristo a reclamar esa imagen otra vez, para
restaurar esa semejanza y darnos la misma autoridad. Él dijo: todo poder me fue dado;
vayan y hagan discípulos, multiplíquense.  

El poder que Dios te ha dado es para que tú vayas y compartas la gran


comisión.  

Cuando un autor escribe un libro, desea publicarlo en los mejores lugares, desea que
le llegue a multitudes de personas, ser un best seller.  Pero el primer libro que Dios
escribió, lo escribió con diez reglas y no se los dio a los griegos, a los romanos; no
espero a que hubiera una civilización más avanzada para sacar el decálogo. 
No se lo dio a Egipto, que era la nación rica de aquel tiempo.  Le dio los diez
mandamientos a un pueblo nómada en el desierto, que había sido esclavo en Egipto. 
Esto, para demostrar el poder transformador de seguir la palabra de Dios.  
La meta de Dios era tomar esa nación esclava y convertirla en especial tesoro, real
sacerdocio, linaje escogido, pueblo adquirido por Dios.  Dios quería hacerlos una
nación que sobresaliera, así que escoge un grupo de personas esclavas y les da un
libro para que el mundo entero sepa que el que siga ese libro puede ser transformado,
cambiado, y de esclavo puedes convertirte en una gran nación.  Israel hoy es una
nación porque ellos creen la Torá, los primeros libros, creen que son el pueblo de Dios
y estudian día y noche ese libro, y por eso, de ser una nación nómada y esclava, se ha
convertido en una potencia mundial que todo el mundo tiene que respetar.  Esto
porque se les entregó un libro y, al seguirlo, ese libro cambió gente esclava en gente
con autoridad.  Nosotros sabemos que en el mundo espiritual hay algo que es más
grande que la nación natural de Israel, aunque la amamos y la respetamos, el Señor
vino a levantar su iglesia, que se compone de más que judíos e israelitas; se compone
de gente que ha creído el mandamiento de la palabra del Señor, han creído que
Jesucristo vino por ellos y murió en la cruz del Calvario, pagando el precio.  Pero la
expectativa de Dios sigue siendo la misma: tomar un grupo de personas esclavas,
nómadas, darles un libro y que esa gente entienda que, cuando apliquen eso en su
vida, podrán ver el poder transformador de Dios, con el fin de que le den gloria a Dios
porque sus vidas han sido transformadas.  

El testimonio más grande del poder de la Palabra no lo vamos a dar en el cielo, en las
mansiones celestiales, sino aquí en la tierra, cuando luego de perdidos, sin rumbo, en
depresión y ansiedad, alguien nos entregue este Libro, nos hable de Jesucristo y lo
que hizo en la cruz del Calvario, y amemos este Libro y con el pasar del tiempo nos
tornemos en personas responsables, transformadas, cambiadas, siendo buenas
personas, trabajando, luchando.  Ese es el poder transformador.  

Para el rico es difícil entender esto porque el que ya se hizo rico por sus propias
fuerzas, el que se cree sabio por todos los estudios que tiene, tú le das estos
decálogos, estos mandamientos, y para ellos esto es tonto, es locura; pero para
nosotros es poder de Dios.  Aquellos que no tenemos todas esas cosas en las que
otros se vanaglorian, esta palabra es la que nos ha transformado, nos ha cambiado la
vida y nos ha hecho lo que somos hoy.  Eso es discipular.  

Lo que Dios siempre ha querido es transformar al hombre.  Y ese es el mandato que


tenemos a través de lo que tenemos que hacer, de la acción que tenemos que tomar.  

Lo más grande que tú puedes hacer no es predicar desde el altar, no es cantar,


no es adorar; eso es parte de lo que hacemos los que hemos recibido a Jesucristo
como nuestro salvador; nos congregamos, estudiamos la Palabra, pero nuestra tarea
más grande es salir a ganar a alguien, predicarle a alguien el Evangelio y ver el poder
transformador de la palabra de Dios en la vida de una persona.  

Por supuesto, para entrar en la gran comisión, hay términos que debemos entender. 
 Evangelizar.  No podemos discipular si no evangelizamos.  A la gente le fascina
testificar, pero no evangelizar; y no son lo mismo.  El mundo secular ha tomado la
palabra evangelismo para utilizarla como un plan de mercadeo.  Hay un término que se
conoce como Mercadeo de Evangelismo, y se refiere a una manera de mercadear un
producto.  Hay estrategias completas para que las empresas levanten un mercadeo
basado en evangelismo.  Esto es lograr que tus clientes hablen de tu producto con
otros, y que no seas tú quien los convenza de comprarlo, sino sus amigos.  La
compañía trata que su producto esté en boca del que le compra; en otras palabras,
estás tan alegre de comprarlo, que quieres compartir con otro tu experiencia para que
otro también lo experimente.  Vas a un restaurante y te gusta, y se lo dices a otro para
que también vaya.  Así que aun el mundo entiende este concepto.  Una compañía con
un buen mercadeo, logra que sus clientes hablen.  ¿Por qué en tu boca no está todos
los días el hablarle a otro de Jesús?  Les hablas más a otros del iPhone que
compraste, de la cámara que compraste; evangelizas para Apple, para el restaurante,
para el trabajo, para la iglesia, pero no evangelizas para Jesús.  De todos los posts
que pusiste esta semana en Facebook, Instagram, ¿en cuántos hablaste directamente
de Jesús y lo que Él hizo por ti en la cruz del Calvario?  ¿A cuánta gente le hablaste? 
Por otro lado, ¿cuántos restaurantes recomendaste?  ¿Cuántas series de Netflix
recomendaste?  Es muy triste que el mundo haya tomado un concepto que es de los
cristianos, y lo hagan mejor que nosotros. 

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