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En Venezuela, los sucesos, en cuanto, a criminalidad se refiere, es uno de los hechos

sociales más turbadores de la sociedad actual debido a su impacto en la ciudadanía y al aumento


registrado en los últimos años. Tal realidad ha sido hábilmente utilizada intencionalmente por
ciertos sectores políticos para debilitar el Estado de Derecho contemplado en la Carta Magna a
través de una propaganda estratégicamente dirigida por los medios de comunicación.
Las causas de la criminalidad en Venezuela se contextualizan en que el boom petrolero
de los años 70 condujo a un modelo económico de carácter rentista superando al modelo
agropecuario de las décadas anteriores, ocasionando procesos de industrialización, importación y
exportación que favorecieron el auge de las actividades comerciales lo que intensificó el proceso
de hibridación cultural detallado por García Canclini (1989:264) con la configuración de las
metrópolis en los grandes centros urbanos caracterizados por su alta densidad poblacional. Casi la
mitad de los habitantes del país se encuentra en las ciudades, llena de espacios denominados
comúnmente barrio y rancho donde existen condiciones de discriminación, exclusión social,
desempleo, violencia, pobreza y deserción escolar, como efecto de las desigualdades sociales que
para algunos expertos son factores que predisponen a la aparición de la criminalidad. Dentro de
este ambiente, emerge la figura del malandro, un héroe folklórico nacional benefactor de una
colectividad a la cual brindaba su protección y también las ganancias obtenidas a través de sus
acciones hamponiles, despertando rechazo y admiración.
La grave situación de delincuencia y criminalidad que se experimenta actualmente tiene
causas muy claras: el abandono en la miseria por más de cuatro décadas de miles de familias
venezolanas levantadas en condiciones infrahumanas o de supervivencia y aplastadas por un
injusto sistema que prefirió siempre ocultarlos y aislarlos antes que salvarlos; la complacencia
por más de cuarenta años de la autoridad ante los delincuentes de cuello blanco, quienes
probablemente superan en número a aquellos de la calle y quienes han generado los graves
niveles de corrupción conocidos hoy en nuestra sociedad, y en tercer lugar, parte importante de la
formación de nuestro pueblo venezolano, también por décadas, en manos de medios de
comunicación privados y su degenerada programación, veneno de nuestros valores, atracadores
de nuestro pensamiento y en grandes proporciones incitadores del delito. El problema de ver
estos canales televisivos, cuando sentarse en familia un domingo en la tarde a ver la televisión
era como abrir la ventana a un oscuro submundo en permanente estado de guerra e insólita
violencia. Esto coincidía con la clausura definitiva de uno o dos programas culturales formativos
que nos pichirreaba uno de estos canales, como Clásicos Dominicales. Era esta una conducta
irresponsable y deliberada de los medios, con la siempre mediocre excusa de darle al pueblo lo
que al pueblo le gusta y quitarle lo que a este no le gusta, de generar las mayores ganancias con
programación de fácil consumo, aprovechándose de la debilidad e inocencia del pueblo que
observaba embelesado toda aquella porquería que cuatro indecentes dueños de un canal habían
decidido por “gusto” del pueblo. Así, semana tras semana día tras día la gente consumía y sigue
aun consumiendo sin cuestionar, toda aquella programación contentiva de un grado tal de
perversión capaz de dejar a más de uno con una o dos noches de insomnio. -Nuestra función no
es educar, es entretener- también argumentan; pero el entretenimiento también tiene sus límites y
colores; el entretenimiento mal utilizado puede convertirse en entrenamiento nefasto con
resultados impredecibles; es perverso entretener con violencia. Aunque se tiene la potestad de
apagar el televisor, es cierto, pero es cierto también que esta es la triste manera de como nuestros
hoy “tan preocupados” medios han contribuido durante tantos años a desatar mentes deformadas
en nuestra sociedad. Aquéllos quiénes se han arrogado el derecho de invadir y contaminar los
hogares de miles de familias venezolanas con tanta basura demuestra ahora pública indignación
por tanta inseguridad en el país. Los canales privados de televisión en Venezuela, en manos de
unos hipócritas de toda una vida, tienen una gran responsabilidad en la formación de conductas
desviadas y en la incitación a delinquir, y su responsabilidad en tanto daño causado a nuestra
sociedad no puede quedar impune. Mentes proclives al delito en este país, sólo han tenido que
observar estos canales por unos meses para obtener su maestría y dar el paso definitivo a la
realidad del crimen.
Hoy más que nunca, resulta indispensable la toma de conciencia por parte de todos los actores
sociales involucrados con la finalidad de promover un intercambio de propuestas encaminadas a
soluciones efectivas. Es menester señalar que la seguridad es un derecho fundamental que jamás
puede ser vulnerado. El incremento de los homicidios en las últimas décadas no ayuda a sostener
el Estado de Derecho plasmado en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela,
tampoco anula los devastadores efectos de las pérdidas de vidas a causa de la delincuencia. Sin
embargo, es indudable que ciertos sectores y medios de comunicación crean un discurso
permanente de víctimas y victimarios privilegiando algunas muertes y otras no, lo que produce un
descontento generalizado, generando miedo en la ciudadanía afectada progresivamente en la
percepción objetiva de su realidad social causada precisamente por una atención focalizada en
una serie de noticias que van creando un exagerado sentimiento de inseguridad ante el que se han
transformado radicalmente los hábitos de vida, originando una ciudad llena de muros, rejas,
alambrados y circuitos eléctricos de alta tensión para protegerse.
En este contexto, es obligatorio crear empleos dignos, optimizar las condiciones de vida de la
ciudadanía, mejorar los servicios públicos, recuperar los espacios de encuentro para las
comunidades, fomentar la prevención integral, estimular la práctica del deporte, potenciar los
operativos de desarme voluntario, además de contemplar el aumento de la inversión
presupuestaria por parte del Estado destinado a los servicios de seguridad y defensa, realizando
con esto una adecuada depuración de los mismos brindando la dotación necesaria a los cuerpos
policiales logrando garantizar la prestación de un servicio ético y transparente, alejado de la
corrupción y las malas prácticas.
En síntesis: La delincuencia y el crimen son fenómenos universales y fluctúan de acuerdo
a las características especiales de cada núcleo social. Su naturaleza cambiante obedece al diseño o
estructura social en un momento histórico. Es así como la característica actual del delito en
Venezuela con su particular gravedad obedece a una fase culminante de graves distorsiones
sociales imperantes en nuestro país por varias décadas. Aprovechemos esta encrucijada de
trascendentales cambios en nuestro país para aportar hoy todos, porque es responsabilidad de
todos, los cambios necesarios en nuestra sociedad para que esta no continúe siendo el caldo de
cultivo de delincuentes y criminales del mañana. Tener una mejor sociedad, más humana, está en
nuestras manos pero necesitamos de creatividad, acciones ejemplarizantes y mucha paciencia,
pues para apreciar los resultados de los cambios que emprendamos hoy, para revertir todo el
camino torcido, se requiere al menos el mismo tiempo perdido.

Corsino Díaz
C.I. V-19.20.870
2° Año de Derecho

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