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Hace cuarenta años apareció el libro Orientalismo del intelectual palestino Edward
Said (1978). El libro contenía una crítica a las representaciones caricaturescas y
prejuiciosas del mundo oriental por parte de escritores y filósofos occidentales
que, con sus imágenes de oriente, justificaban abierta o encubiertamente su
dominación. Basándose en la filosofía de Michel Foucault -lo que será un
denominador común de su legado-, el orientalismo de Said dio origen a un
movimiento intelectual mucho más amplio llamado poscolonialismo. Este amplió la
crítica a todos los lugares donde occidente (Europa o EEUU) ejerció influencia,
especialmente donde hubo colonias. Así, lo que Said había explicado en su
orientalismo podía aplicarse a las nuevas repúblicas independientes africanas, a
otras regiones de Asia y a América Latina.
La miseria del poscolonialismo es, como toda miseria, un asunto más moral que
material. Se la ha podido mantener bien oculta gracias a que nadie ha intentado
todavía llevar su codificación tan lejos que termine aplicándose a sí misma. Si tal
intento se llevase a cabo, aparecerían las figuras de la opacidad y la irreflexividad
como almas en pena en el edificio inconcluso de su racionalidad moral.
Hace casi un siglo Max Weber (1919) ejemplificó esto en su clásica distinción
moral entre intención y responsabilidad. La primera refiere al imperativo kantiano
de la buena voluntad, mientras que la segunda atiende a las consecuencias de la
acción mentada o consumada. La moral poscolonialista es opaca en el primer
criterio e irreflexiva en el segundo. No se pueden determinar sus intenciones, pues
no contamos con suficiente información subjetiva, objetiva o social (Habermas
1982a, 1982b), y no se puede siquiera determinar sus resultados. Si su mensaje
fuese un mandato, tendría que poseer prohibiciones a priori como las de la ley de
Moisés: imposible de cuestionar e insensato desobedecer.
Sea cual fuere el tema en cuestión, y como si bastase con conocer el origen para
saber el resultado, se atribuyen deficiencias a aquellas propuestas que, por su
procedencia, no tendrían justificado atender a la especificidad latinoamericana.
Por supuesto que esto apenas se argumenta en profundidad, ya que las
definiciones de dicha especificidad han desembocado en su mayoría en dialéctica
negativa (Adorno 1970), vale decir, en síntesis de lo que América Latina no es. Lo
mismo ocurre con sus propios conceptos, en tanto solo por sentido común o
costumbre –bis repetita plácent– se abandona la progresión de los análisis, dado
que no hay limitación teórica para detenerse, por ejemplo, solamente en lo
“eurocéntrico” y no avanzar a lo alemán, bávaro, alto-bávaro, muniqués, muniqués
del sur, de Starnberg, de Starnberg del norte, etc. Como si se intuyera que dicha
progresión no va a conducir nunca a un domicilio en particular.
Referencias
Adorno, T.W. (1970). Negative Dialektik. Jargon der Eigentlichkeit. Frankfurt aM:
Suhrkamp.
Amin, S. (1989). El eurocentrismo: Crítica de una ideología. México DF: Siglo XXI
Herder, J.G. von (1774). Auch eine Philosophie der Geschichte zur Bildung der
Menschheit. Beytrag zu vielen Beyträgen des Jahrhunderts. Riga: Hartknoch.
LAEMOS (2018). LAEMOS 2018 Open Letter – 16 April 2018, EGOS Board
Response – 24 April 2018, Our Reply – 9th May 2018, Formal Response from
EGOS Board – 19 July 2018. URL:
https://docs.google.com/forms/d/17QZ3DksWytL83GxDY8wkY7P-
K2i5SkQPDRcKu7t8AVU/viewform?edit_requested=true (Disponible al 12 de
septiembre de 2018)
Marx, K. (1872). Das Kapital. Kritik der politischen Ökonomie. Erster Band.
Hamburg: Otto Meissner. [Zweite verbesserte Auflage]
Mignolo, W. (1996a). Herencias Coloniales y Teorías Poscoloniales. En: B.
González (Ed.), Cultura y Tercer Mundo 1: Cambios en el Saber Académico.
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Spivak, G. (1988). Can the Subaltern Speak? In: C. Nelson and L. Grossberg
(eds.), Marxism and the Interpretation of Culture (pp. 271-313). Urbana, Il:
University of Illinois Press.