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Capítulo II

MARCO TEÓRICO
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CAPÍTULO II

MARCO TEÓRICO

A continuación, se presenta una serie de investigaciones que

permitirán obtener una mejor comprensión sobre el tema en estudio,

basados estos, en el análisis de la figura del defensor Ad Litem en el

Procedimiento Civil Venezolano, en el cual se presenta el sistema de

categoría propio del trabajo realizado, identificando las sub categorías y

unidades de análisis seleccionadas.

1. ANTECEDENTES DE LA INVESTIGACIÓN

Durante el transcurso de revisión de las investigaciones relacionadas

con el tema, se hallaron algunos estudios previos, los cuales se vinculan al

objeto de estudio, razón por la cual constituyen elementos esenciales y

bases de esta investigación, se describen a continuación éstos antecedentes

que contienen aspectos conceptuales, metodológicos y teóricos afines.

García Pinto (2008) plasmaron su trabajo de investigación titulado “El

Defensor Ad Litem y las Garantías del Debido Proceso en la Legislación

Venezolana”, presentado ante la Universidad del Zulia, Facultad de Ciencias

Jurídicas y Políticas para optar al Grado de Magíster Scientiarum en Derecho

Procesal Civil.

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La investigación tuvo como objetivo general el análisis de la actuación

del Defensor Ad Litem y las garantías del debido proceso en la legislación

Venezolana; donde se profundizo sobre los deberes en juicio del defensor Ad

Litem, determinando su cumplimiento; las garantías constitucionales del

debido proceso en la legislación venezolana, las sanciones aplicables al

defensor Ad Litem por el incumplimiento de sus funciones e identificar la

labor del juez de la causa ante la actuación del defensor ad litem.

Dicho análisis se argumentó sobre las teorías de autores como: Rengel

(1992), Cuenca (2001), Borjas (1973), Bello (2004), Picó (1997), Rivera

(2003). Escobar (2001), Henríquez (2005). De la misma manera, se

analizaron los preceptos constitucionales y legales derivados de la

Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999), Código Civil

(1982), Código de Procedimiento Civil (1990), Ley de Abogados (1976) y su

Reglamento (1967), y el Código de Ética del Abogado (1985).

Se instruyó el citado antecedente bajo una metodología de tipo

documental–bibliográfico; la población objeto de estudio estuvo constituida

por diferentes fuentes jurisprudenciales, legales y doctrinales, utilizando para

la misma, el método deductivo, a través de una guía de observación

diseñado por los investigadores.

El citado autor obtuvo como resultado que el defensor Ad Litem es un

representante judicial asignado por el juez con la intención de ser un auxiliar

de justicia para que el demandado no quede indefenso ante un juicio que

curse en su contra con el fin de garantizar el derecho a la defensa


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que se encuentra dentro del derecho al debido proceso como derecho

fundamental establecido en la Constitución de la República Bolivariana de

Venezuela de 1999.

La utilidad del referido antecedente, nace de la esencia de la misma; es

decir del estudio detallado que hace sobre la figura del defensor Ad Litem. Es

un gran aporte para este trabajo de investigación debido a que servirá como

antecedente para el primer y tercer objetivo específico mediante el análisis

de la actuación del defensor Ad Litem y las garantías constitucionales del

debido proceso en la legislación venezolana.

Otro antecedente a resaltar es el de Montiel y Schmilinsky (2006), titulado

“La Actuación del Defensor Ad Litem y las garantías del debido proceso en la

Legislación venezolana”, presentado en la Universidad Privada Rafael Belloso

Chacin, con la finalidad de optar al título de abogado, el cual tuvo como objetivo

general estudiar la actuación del defensor Ad Litem y las garantías del debido

proceso en la legislación venezolana. Esta basó sus argumentos sobre las

teoría de Rengel (1992), Cuenca (2001), Borjas (1973), Bello (2004), Picó

(1997), Rivera (2002), Escobar (2001), La Roche (2004).

La metodología aplicada es de tipo documental. Contó con una

población de documentos legales, doctrinas y jurisprudencias. Se obtuvo

como resultado que el defensor Ad Litem es un auxiliar de justicia designado

por mandato expreso de la ley, el cual debe ser un verdadero representante

judicial del demandado ausente, para la verdadera aplicación del principio de

bilateralidad del proceso, imprimiendo la estructura dialéctica y realización de

la garantía constitucional de la defensa en juicio.


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Su utilidad se centra en el aporte de las bases legales que contemplan

la figura del defensor Ad Litem en el Procedimiento Venezolano, su

procedencia, obligaciones y oportunidad para su designación como defensor

y garante del derecho a la defensa de la parte demandada.

A mayor abundamiento para el año 2003, Guillen realizo una

investigación titulada “El Principio del Derecho a la Defensa y el

Contradictorio en Materia de Medidas Cautelares en el Derecho Procesal

Venezolano”, hizo hincapié respecto al principio del derecho a la defensa,

señalando que en toda clase de actuaciones judiciales se garantiza sin

excepción alguna el derecho de defensa, de acuerdo con la Constitución de

la República Bolivariana de Venezuela, los Tratados Internacionales vigentes

ratificados por Venezuela y las leyes.

Obteniendo como resulta que, la defensa es un derecho inviolable en

todo estado y grado del proceso. Así mismo la defensa es la facultad que

tiene toda persona para exigir al órgano jurisdiccional un efectivo amparo de

los derechos, cuando figura como sujeto pasivo de una pretensión que él

estima infundada y sobre la cual se ha solicitado un proceso. Precisando que

el estado da ocasión al demandado de refutar lo afirmado por el

demandante, no sólo de un modo jurídico, sino también igualitario.

Por medio de este derecho el demandado se coloca en una posición tan

prominente como la del demandante y puede usar frente al estado medios

iguales o distintos, según sea el caso, pero de la misma eficacia que los de
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su contendor, si éste tuvo posibilidad de presentar su pretensión ante un

Juez, el demandado tiene la de exigir del mismo órgano, que considere lo

que tiene que decir respecto de ella, que se rechace por ser infundada o que

se subsanen los otros vicios que pueda tener. El Estado está al servicio de

ambos sujetos y sería inexplicable que favoreciese más a uno que a otro.

Si no se reconociera el derecho a la defensa no se garantizarían

debidamente los derechos de los pretendidos, cuya situación jurídica sea

interferida por la pretensión de otro, ya que éstos no podrían hacer

valer las razones que los movieron a resistirse a no cumplir lo que el

pretendiente les solicitaba. Aún más es posible que el sujeto activo sea

fraudulento en su alegación y será difícil, por diversas circunstancias, que el

Tribunal aprecie este hecho.

2. BASES O FUNDAMENTO TEÓRICO, LEGAL, DOCTRINAL,

JURISPRUDENCIAL

El marco teórico del presente estudio se ha desplegado luego de hacer

una indagación de teorías, de criterios derivados de juristas y expertos en el

área, con la finalidad de confrontar estudios de doctrina y presentar las bases

teóricas sobre la categoría objeto de investigación la figura del defensor Ad

Litem en el Procedimiento Civil.

Del mismo modo se señala y da significado a lo expuesto, a través del

sistema de categoría construido al efecto. Por lo tanto, para alcanzar el

propósito de la investigación, como primer paso se explican algunos aspectos


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importantes y pertinentes a la categoría de estudio, la figura del defensor Ad

Litem en el Procedimiento Civil, más las subcategorías y unidades de análisis

seleccionadas. El desarrollo de esta investigación, en tal sentido, se basará en

teorías expuestas por diferentes autores, los cuales aportan conocimientos de

relevancia en cuanto a los términos jurídicos antes mencionados.

2.1. LA FIGURA DEL DEFENSOR AD LITEM EN EL PROCEDIMIENTO CIVIL

En la actualidad el defensor Ad Litem, es un verdadero representante

del demandado en el juicio, equiparable a un apoderado judicial, con la

diferencia de que su investidura no deriva de la voluntad del mandante, sino

directamente de la ley.

La obligación de un defensor Ad Litem, es la defensa de su

representado, y a los fines de preparar en forma efectiva la defensa, lo

primero que debe hacer es realizar todas las gestiones necesarias a los fines

de contactar a su representado.

Para Riera (2011, p.10), las posibilidades de actuación del defensor Ad

Litem dependerán del caso concreto. Existen supuestos donde tendrá a su

alcance defensas o excepciones a favor de su representado aunque no logre

ubicarlo, y existen otros casos, que a pesar de hacer algunos alegatos o

defensas a favor de su representado, el defensor ve limitadas las

posibilidades de éxito porque luego de un análisis exhaustivo aprecia que la

defensa más efectiva seria alegar una situación específica o concreta.


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Por tal motivo, planteada la necesidad de una defensa eficiente dentro de

un proceso justo, debe el juez como contralor del ecuánime equilibrio procesal,

proteger los derechos del justiciable, mucho más aun cuando éste actuando

personalmente en el proceso y su defensa cuando se ha agotado la citación

personal, se ejerce a través de un defensor judicial o Ad Litem, pues debe

garantizarle la adecuada y eficaz defensa que le otorga el derecho fundamental,

el cual es preeminente a todo otro principio subordinado.

Para los investigadores, el defensor Ad Litem se presenta dentro del

proceso jurisdiccional como una necesidad derivada del derecho a la defensa

de la parte demandada. Constituyendo así una formalidad fundamental del

proceso en aquellos juicios en los cuales la parte demandada no ha podido ser

citada personalmente; esto pues una vez que se han agotado las formalidades

de la citación, si el demandado no se ha hecho presente o no ha constituido

apoderado judicial a los fines de su defensa, es imperativo de ley que dicha

representación la asuma un profesional del Derecho que será nombrado por el

Tribunal, a los fines de la continuación del proceso.

Finalmente, ya comprendido el análisis de la figura del defensor Ad

Litem, el cual juega un papel importante para el desarrollo del tema; se

estudiará con mayor profundidad el principio del derecho a la defensa; la falta

de contestación de la demanda en el Procedimiento Civil Venezolano; la

procedencia, obligación y oportunidad de designación del defensor Ad Litem;

y las tendencias jurisprudenciales emanadas de la Sala de Casación Social

del Tribunal Supremo de Justicia.


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2.1.1. EL DERECHO A LA DEFENSA

La “defensa” en un sentido amplio, según Duque (2008) se entiende

como aquel derecho, reconocido constitucionalmente, que tiene toda

persona, de solicitar ante un órgano de justicia, una solución justa ante un

determinado litigio. Aquí se presenta el problema del individuo a quien

supuestamente se le ha lesionado un derecho, por lo que deberá recurrir a la

justicia para efectuar su reclamo, conforme a una garantía constitucional que

va avalar dicha petición.

El derecho de defensa se encuentra reconocido en los instrumentos

internacionales de derechos humanos. En lo que al sistema universal se

refiere, la Declaración Universal sobre Derechos Humanos, lo consagra en

sus artículos 3 y 11, donde establece el acceso a la justicia sin discriminación

y el derecho de toda persona a que se aseguren las garantías necesarias

para su defensa, respectivamente.

De igual forma la Convención Americana sobre Derechos Humanos,

protege el derecho de defensa, dentro del marco de las garantías judiciales

contempladas en el artículo 8, reconociendo a toda persona el derecho, en

plena igualdad, a ciertas garantías mínimas, entre las que se menciona el

hecho de conceder al inculpado el tiempo y los medios adecuados para la

preparación de su defensa; el derecho de defenderse personalmente o ser

asistido por un defensor a su elección y; el derecho irrenunciable a ser

asistido por un defensor público.


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Brewer (1999), describe que en el derecho anglosajón el derecho a la

defensa tiene la categoría de un derecho natural y en el derecho

constitucional francés se considera como un principio general del derecho, es

decir, que no hace falta su consagración positiva para su reconocimiento. Sin

embargo el artículo 49 ordinal 1 de nuestra Carta Magna, consagra el

derecho a la defensa como un derecho inviolable, elevado al rango más alto

que se le puede otorgar a un derecho en nuestro ordenamiento jurídico.

El principio del derecho a la defensa lo dispone el artículo 15 del Código

de Procedimiento Civil, en este sentido se ha evidenciado que, el derecho a

la defensa ha sido interpretado y aplicado por nuestros tribunales en sentido

pro cives, es decir, que se debe garantizar en todo estado y grado del

proceso que se analice ante cualquier orden jurisdiccional. Por su parte el

maestro Couture (1946, p.174) ha señalado, con gran precisión, lo siguiente:

Con este derecho genérico de defensa, lo que se da al demandado


es la eventualidad de la defensa. Esta defensa en cuanto a su
contenido, podrá ser fundada o infundada; podrá ejercer o no
ejercerse; podrá ser acogida o rechazada en la sentencia. El orden
jurídico no pregunta si el demandado tiene o no buenas razones para
oponerse. Sólo quiere dar, a quien es llamado a juicio, la oportunidad
de hacer valer las razones que tuviere. De esta manera, el derecho
de defensa en juicio, no es el derecho sustancial de las defensas;
sino el puro derecho procesal de defenderse.

No obstante para los investigadores, la defensa es un derecho

fundamental de todo ciudadano, nada obliga a éste a ejercerlo. Así, si por

ejemplo, una persona es demandada y no hace nada para defenderse, no se

podría decir que se está vulnerando su derecho de defensa, ya que éste no


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es ejercido por la propia voluntad del demandado o agraviado, por lo que

podemos señalar que se trata más bien de una cuestión de oportunidad.

Para Puppio (2009, p.69) la indefensión tiene lugar cuando el juez priva

o limita el ejercicio de los medios y recursos que la ley procesal concede a

las partes para la defensa de sus derechos, para ello es necesario que la

parte demandada no haya podido ejercer algún medio o recurso

procesal como resultado de la conducta del juez que lo niegue o limite

indebidamente. El principio del derecho a la defensa lo recoge el artículo 15

del Código Orgánico Procesal Civil, al contemplar:

Los jueces garantizaran el derecho de defensa, y mantendrán a


las partes en los derechos y facultades comunes a ellas, sin
preferencia ni desigualdades y en los privativos de cada una, las
mantendrán respectivamente, según lo acuerde la ley a la diversa
condición que tengan en el juicio, sin que puedan permitir ni
permitirse ellos extralimitaciones de ningún género.

Se observa de lo anterior que el derecho a la defensa es inviolable, por

lo que los órganos de administración de justicia deben establecer y cumplir

mediante los mecanismos procesales establecidos en la ley, todo aquello

que resulta en beneficio de la justicia, no debiendo realizar actos que impidan

el acceso a la misma.

La garantía constitucional del derecho a la defensa en los términos y

condiciones establecidos en la ley, configura lo que Puppio (2009, p.68),

denomina “el debido proceso” vale decir, el derecho a un juicio en el que se

cumplan todos los parámetros legalmente establecidos para garantizar la

defensa. En ello está involucrado el orden público constitucional que impone


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la observancia incondicional de las normas constitucionales y su

indisponibilidad por parte de los particulares y las autoridades, por lo tanto no

pueden convalidar las contravenciones que menoscaben esas normas

encargadas del resguardo de la integridad y supremacía de la Constitución.

Como corolario al derecho a la defensa esta la notificación o citación de

las partes, o al menos que la parte tenga la posibilidad de conocer la

existencia de un proceso en su contra. El contenido esencial del derecho a la

defensa se refiere a: ser oído, lo que implica la posibilidad de alegar y probar,

en el sentido de poder aportar al proceso todos los hechos que se estimen

adecuados y la utilización de todos los medios de pruebas legales y

pertinentes para probar los hechos que se afirmen.

En cualquier rama del Derecho Procesal, el derecho a la defensa tiene

implicaciones o ramificaciones que se evidencia en relación a: las pruebas,

los recursos, lapso razonable para actuar y la motivación de la sentencia

porque una sentencia que no explique sus motivos coloca a la parte en

indefensión para saber porqué la condenaron.

En síntesis para los investigadores, el derecho a la defensa es

inviolable en todo estado y grado de la causa, en consecuencia, para que

una persona ejecute el derecho a la defensa debe existir una acusación seria

y contundente de tal manera que los caminos establecidos para este fin se

activen, bajo el amparo del debido proceso y la tutela efectiva por parte del

Estado. Si no hay acusación posible entonces el derecho a la defensa no

existe, pues, no puede defenderse quién no ha sido acusado.


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2.1.1.1. GARANTÍAS CONSTITUCIONALES.

El fin más amplio y general que persigue la administración de justicia,

es evitar que los particulares se hagan justicia por sí mismos, en

consecuencia, el Estado ha asumido la obligación o, mejor dicho, la función

de administrar justicia a los particulares.

Sin embargo, en la administración de justicia “in genere”

comprendiendo todas sus formas, independientemente del tipo o clases de

juicios, existen ciertos principios rectores que, en protección de los

particulares, se han llevado a la categoría de constitucionales, que deben ser

respetados para que el proceso se validó y eficaz. Las garantías individuales,

según Burgoa (1998):

Son el cúmulo de derechos que el individuo tiene como gobernado


frente al poder público o autoridad del Estado, así como el
conjunto de obligaciones constitucionales que tiene el Gobierno
Estatal frente a la persona física o moral, se fundan, de una parte
en la naturaleza filosófica del hombre, concebido como persona y
de otra, en la imprescindible necesidad que tiene todo orden de
derecho de respetar la personalidad humana en la regulación de
las variadas y múltiples relaciones sociales.

Para el gran maestro Couture (1981, p. 149) las premisas de este tema

son las siguientes:

La Constitución presupone la existencia de un proceso como


garantía de la persona humana y la ley en el desenvolvimiento
normativo jerárquico de preceptos, debe instituir ese proceso; pero
la ley no puede instituir formas que hagan ilusoria la concepción
del proceso consagrada en la Constitución; si la ley instituyera una
forma de proceso que privara al individuo de una razonable
oportunidad para hacer valer su derecho, sería inconstitucional”.
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Dentro de la pirámide de Kelsen, podemos colocar a la Constitución de

la República Bolivariana de Venezuela como la primera estructura del

ordenamiento jurídico procesal. En la Constitución Nacional están

contenidas las garantías constitucionales de cualquier rama procesal;

representando los principios fundamentales procesales, consagrados

principalmente en los capítulos I y III del Título III referentes a las garantías y

a los derechos civiles.

Cuando se habla de principios fundamentales, quiere decir que la

Constitución contiene normas procesales que por ser de rango constitucional

son de obligatorio cumplimiento. La nutrida presencia de disposiciones

adjetivas en la Constitución configura la constitucionalización del Derecho

Procesal. No se trata de normas programáticas cuya aplicación depende de

la existencia de otras leyes, se trata de normas de aplicación directa e

inmediata en la cual está interesado el orden público.

En este sentido y con base a lo antes expuesto, Puppio (2009, p.68)

describe que esos principios fundamentales de carácter procesal

conforman el debido proceso, que es un concepto jurídico indeterminado en

cuya concreción el juez debe tener en cuenta los parámetros señalados

en el Derecho Constitucional Procesal, entre otros principios que serán

explicados más adelante.

Por su parte, los investigadores consideran, que el debido proceso, una

vez enmarcado en el ámbito constitucional, no se concreta en las

afirmaciones de una ley o en los preceptos de un código; se proyecta más


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que en los derechos, hacia los deberes jurisdiccionales que se han de

preservar con la aspiración de conseguir un orden jurídico más justo.

Siguiendo lo expresado por Puppio (2009, p.68), el artículo 21 de

nuestra Constitución Nacional, establece el derecho de igualdad de las

partes ante la ley sin distingos de raza, religión o condición social. Esto

significa procesalmente, como lo expresa Alsina, en una situación similar las

partes tienen los mismos derechos y obligaciones. El desequilibrio se

produce porque quien tiene más recursos económicos puede contratar

mejores abogados, peritos, auxiliares y financiar los costos procesales.

La igualdad para los investigadores, es un principio rector y esencial,

por lo que debe entenderse ante las mismas circunstancias como igualdad

de oportunidades, y no debe existir distinción entre la posición social, religión

u origen, si no que a todos se les debe tratar por igual ante la ley; pero hay

casos excepcionales donde se establecen privilegios como ocurre cuando los

entes públicos son partes en el proceso.

Otro principio es la garantía constitucional que reconoce el derecho de

acción en justicia para que todo ciudadano pueda hacer las peticiones que

considere ante cualquier autoridad. En esto consiste el derecho de petición

consagrado en el artículo 51 del Texto Fundamental.

Para Puppio (2009, p.71), el principio de legalidad se traduce en la

obligación que tienen los entes públicos de realizar todas sus actuaciones en

armonía con la ley. Por otro lado, el derecho a ser juzgado por los jueces

naturales previsto en el artículo 49 ordinal 4 de la Constitución, conlleva a no


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juzgar a una persona sin conocer la identidad del juez ni ser juzgada por

tribunales de excepción creados con posterioridad a la comisión del hecho.

Sigue señalando el autor in comento que, el derecho al juez natural

consiste en la necesidad de que el proceso sea decidido por el juez ordinario

predeterminado en la ley y además que sea un juez idóneo, capacitado,

imparcial y autónomo, esto en base a la sentencia de la Sala Constitucional

N° 29 del 15 de febrero del año 2000.

De igual forma, la garantía constitucional que establece el principio de

la cosa juzgada, según el cual nadie podrá ser llamado a un litigio o

sometido a juicio por los mismos hechos por los cuales hubiese sido

juzgado o litigado con anterioridad. La cosa juzgada es la autoridad y la

fuerza que la ley atribuye a la sentencia resuelta en juicio. La doctrina le

asigna una doble función:

En la función de cosa juzgada material para referirse a la sentencia

definitivamente firme. Se configura al agotarse contra la decisión todos los

recursos ordinarios y extraordinarios o por haber precluido el lapso para

ejercerlos. De esta manera lo decidido tiene fuerza vinculante en cualquier

proceso futuro.

La sentencia firme es obligatoria para el juez de la causa porque

no puede modificarla salvo las aclaratorias legales, y no tiene la

cualidad de cosa juzgada porque están pendientes los lapsos para ejercer

recursos a diferencia de la sentencia definitivamente firme. Esta

consiste en una sentencia firme contra la que se han ejercido todos los
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recursos o ha transcurrido el lapso para ejercerlos y por tal razón adquiere la

autoridad de cosa juzgada.

El otro concepto o más bien función, es el de cosa juzgada formal, y se

utiliza para restringir al juez que conoce de la causa volver a decidir

una controversia sentenciada a menos que por efecto de algún recurso

pendiente o por disposición expresa legal se le permita hacerlo, vale

decir, que no haya precluido la oportunidad para solicitarlo. La cosa juzgada

formal pretende evitar la prórroga indefinida del proceso en curso con

impugnaciones precluidas.

Por otro lado, Cedeño (2010) expresa que el principio de la doble

instancia, consiste en la garantía que tienen los sujetos procesales de apelar

para que una instancia superior examine la decisión judicial, salvo los casos

excepcionales previstos en la Constitución o en las leyes. Así lo instituye el

numeral 1 del artículo 49 de la Constitución que dentro de los parámetros del

derecho a la defensa consagra que toda persona declarada culpable puede

recurrir del fallo.

La tutela judicial efectiva, principio que será abordado más adelante; es

la llamada garantía jurisdiccional que preconiza como valor fundamental de

la sociedad, impregnar de justicia al ordenamiento jurídico, de tal manera que

el acceso a los órganos judiciales sea expedito para los justiciables. La

constitucionalización y la internacionalización del derecho a una justicia

accesible, oportuna, imparcial, eficiente y autónoma, concretan el concepto

de tutela judicial efectiva en la solución de las controversias a través del

proceso como instrumento fundamental de la paz social.


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Así pues, los investigadores consideran, que las garantías establecidas

en la Constitución, tienen como principal finalidad la realización de la justicia,

mediante la aplicación de cada principio en forma coactiva y pacífica, como

valor superior del ordenamiento jurídico venezolano.

2.1.1.2. EL DEBIDO PROCESO

Uno de los mecanismos destinados a proteger la Constitución y el

Estado de Derecho en su conjunto es el proceso. A través de él se procura

proteger los derechos fundamentales, vigilar la constitucionalidad normativa,

sancionar las conductas antisociales, impedir el ejercicio arbitrario del poder

y solucionar o prevenir los conflictos.

Para López (2006, p.29), en términos generales se puede decir que el

proceso es aquel mecanismo de composición o prevención de conflictos por

medio del cual las personas someten sus pretensiones o intereses

contrapuestos a la decisión de un tercero. Si este tercero es un órgano

jurisdiccional, estaremos ante un proceso propiamente dicho (interno o

internacional), y si no lo es, ante un simple procedimiento (administrativo,

arbitral, militar, e incluso político o particular).

Como resulta evidente, no es suficiente que el proceso exista y que esté al

alcance de todos para asegurar la vigencia del Estado de Derecho y de la

Constitución en su conjunto. Es necesario que cuente con ciertas garantías a fin

de asegurar que el proceso no sea una farsa, es decir, que no sea una mera

sucesión de actos formales sin ninguna razonabilidad, sino un auténtico


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instrumento al servicio del ser humano para alcanzar la paz social en justicia. Ese

conjunto de garantías conforman lo que se conoce hoy como “debido proceso”.

Desde su origen histórico, en la Carta Magna expedida por el

Rey Juan de Inglaterra (Juan sin Tierra), en el año 1215, la institución del

debido proceso se creó como una columna fundamental para proteger la

vida, la libertad, la propiedad, el honor, como derechos inalienables e

inmanentes del hombre.

Para Suarez (2001, p.193) el debido proceso puede definirse

desde un punto de vista formal y un punto de vista material. En cuanto al

concepto formal:

Es el derecho que tiene toda persona de ser juzgado conforme a


la ritualidad previamente establecida, de tal manera de que se
cumpla el axioma de que nadie puede ser condenado
sin haber sido oído y vencido en juicio con la plenitud de las
formalidades legales.

Desde el punto de vista material, afirma este autor:

Es el adelantamiento de las etapas del proceso y el cumplimiento de las


distintas actuaciones judiciales, con sujeción a las garantías
constitucionales y legales, como limite a la función punitiva del Estado,
es decir la manera como se ha de sustanciar cada acto”.

En base a lo expuesto anteriormente es posible afirmar que,

hay debido proceso, cuando se respetan los fines superiores como la

libertad, la justicia, la dignidad humana, la igualdad, la seguridad jurídica y

los derechos fundamentales como la legalidad, la controversia, la defensa, la

celeridad y la publicidad.
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Según Terán (2002, p.72), Venezuela asume constitucionalmente el

derecho al debido proceso y como signataria de los siguientes instrumentos

internacionales: Declaración Universal de Derechos Humanos (1948);

Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre (1948);

Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (1978); Convención

Americana sobre Derechos Humanos, o Pacto de San José de Costa Rica

(1977) frente a los demás Estados contratantes y a los individuos que viven

bajo su jurisdicción, la obligación de respetar garantías mínimas englobadas

por el concepto del debido proceso.

Una vez institucionalizado el debido proceso como un mecanismo o

medio adecuado que tiene el estado para resolver el conflicto, la legislación

venezolana lo contempla en los artículos 49 y 51 de la Constitución de la

República Bolivariana de Venezuela, a saber:

El artículo 49 de la vigente Constitución reza:

El debido proceso se aplicará a todas las actuaciones judiciales y


administrativas; en consecuencia:
1. La defensa y la asistencia jurídica son derechos inviolables en
todo estado y grado de la investigación y del proceso. Toda
persona tiene derecho a ser notificada de los cargos por los cuales
se le investiga, de acceder a las pruebas y de disponer del tiempo
y de los medios adecuados para ejercer su defensa. Serán nulas
las pruebas obtenidas mediante violación del debido proceso.
Toda persona declarada culpable tiene derecho a recurrir del fallo,
con las excepciones establecidas en esta Constitución y la ley.
2. Toda persona se presume inocente mientras no se pruebe lo
contrario.
3. Toda persona tiene derecho a ser oída en cualquier clase de
proceso, con las debidas garantías y dentro del plazo razonable
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determinado legalmente, por un tribunal competente,


independiente e imparcial establecido con anterioridad. Quien no
hable castellano o no pueda comunicarse de manera verbal, tiene
derecho a un intérprete.
4. Toda persona tiene derecho a ser juzgada por sus jueces
naturales en las jurisdicciones ordinarias, o especiales, con las
garantías establecidas en esta Constitución y en la ley. Ninguna
persona podrá ser sometida a juicio sin conocer la identidad de
quien la juzga, ni podrá ser procesada por tribunales de excepción
o por comisiones creadas para tal efecto.
5. Ninguna persona podrá ser obligada a confesarse culpable o
declarar contra sí misma, su cónyuge, concubino o concubina, o
pariente dentro del cuarto grado de consanguinidad y segundo de
afinidad.
La confesión solamente será válida si fuere hecha sin coacción de
ninguna naturaleza.
6. Ninguna persona podrá ser sancionada por actos u omisiones
que no fueren previstos como delitos, faltas o infracciones en
leyes preexistentes.
7. Ninguna persona podrá ser sometida a juicio por los mismos
hechos en virtud de los cuales hubiese sido juzgada anteriormente.
8. Toda persona podrá solicitar del Estado el restablecimiento o
reparación de la situación jurídica lesionada por error judicial,
retardo u omisión injustificados. Queda a salvo el derecho del o de
la particular de exigir la responsabilidad personal del magistrado o
de la magistrada, del juez o de la jueza; y el derecho del Estado
de actuar contra éstos o éstas.

El artículo 51 ejusdem, señala:

Toda persona tiene el derecho de representar o dirigir peticiones


ante cualquier autoridad, funcionario público o funcionaria pública
sobre los asuntos que sean de la competencia de éstos o éstas, y
de obtener oportuna y adecuada respuesta. Quienes violen este
derecho serán sancionados o sancionadas conforme a la ley,
pudiendo ser destituidos o destituidas del cargo respectivo”.

Cabe destacar que el debido proceso nace como consecuencia del

derecho a la defensa, dicha vinculación lo expreso la Sala Político

Administrativa de esta forma:


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El derecho a la defensa que las modernas corrientes subsumen


dentro de la noción más amplia del derecho al debido proceso,
extendiéndolo tanto al campo jurisdiccional como a la esfera
administrativa, es un derecho fundamental que nuestra
Constitución protege y que es de tal naturaleza, que no puede ser
suspendido en el ámbito de un Estado de derecho, por cuanto
configura una de las bases sobre las cuales tal concepto se erige.

Los investigadores consideran que el debido proceso es un principio

jurídico procesal según el cual toda persona tiene derecho a ciertas garantías

mínimas, tendientes a asegurar un resultado justo y equitativo dentro del

proceso y a permitirle tener oportunidad de ser oído y hacer valer sus

pretensiones frente al juez; este principio procura tanto el bien de las

personas como de la sociedad en su conjunto.

El artículo 49 de la Constitución de la República Bolivariana de

Venezuela dispone que “el debido proceso se aplicará a todas las

actuaciones judiciales y administrativas” y seguidamente pasa a indicar cada

uno de los elementos que lo integran. En tal sentido, la exigencia de

legalidad del proceso es una garantía que se traduce en que el juez deberá

ceñirse a un determinado esquema de juicio, sin poder inventar trámites a su

gusto, con los cuales pudiera crear un juicio amañado que en definitiva sea

una farsa judicial.

Según Riera (2011, p. 54), el contenido esencial del derecho señala la

prohibición de establecer un órgano jurisdiccional ad hoc para el

enjuiciamiento de un determinado tema, lo que la doctrina denomina

"tribunales de excepción". Como consecuencias adicionales se establece el

requisito que todos los órganos jurisdiccionales sean creados y constituidos


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por ley, la que los inviste de jurisdicción y competencia. Esta constitución

debe ser anterior al hecho que motiva el proceso y debe contar con los

requisitos mínimos que garanticen su autonomía e independencia.

Este derecho va de mano con lo que es la predictibilidad que debe

garantizar un sistema jurídico ya que los particulares deben estar en la

concreta posibilidad de saber y conocer cuáles son las leyes que los rigen y

cuáles son los organismos jurisdiccionales que juzgaran los hechos y

conductas sin que esa determinación quede sujeta a la arbitrariedad de algún

otro órgano estatal.

Para Cordero (2008, p. 51), no puede haber debido proceso si el juez

es tendencioso. El juez debe ser equidistante respecto de las partes, lo que

se concreta en la llamada "bilateralidad de la audiencia". La mayor parte de

las legislaciones contemplan la posibilidad de recusar al juez que no

aparezca dotado de la suficiente imparcialidad, por estar relacionado de

alguna manera (vínculo de parentesco, afinidad, amistad, negocios, etc.) con

la parte contraria en juicio.

Una de las garantías básicas en el estado de derecho, es que el tribunal

se encuentre establecido con anterioridad a los hechos que motivan el juicio

y, además, atienda genéricamente una clase particular de casos y no sea,

por tanto, un tribunal ad hoc creado especialmente para resolver una

situación jurídica puntual.

En consecuencia, toda persona tiene derecho a ser asesorado por un

especialista que entienda de cuestiones jurídicas, así lo afirma el autor López


33

(2006, p 55). En el caso de que la persona no pueda procurarse defensa

jurídica por sí misma, se contempla la institución del defensor o abogado de

oficio, designado por el Estado, que le procura ayuda jurídica gratuita. Con la

finalidad de garantizar que cualquier particular inmerso en un proceso judicial

pueda contar con las mejoras formas de defender su derecho y por ende,

que se consolide la aplicación del derecho al debido proceso. De esa forma

se busca garantizar el cumplimiento del principio de igualdad y el uso

efectivo del derecho de contradicción.

Basado en el reconocimiento al derecho fundamental de la identidad

cultural, se señala que toda persona tiene el derecho de ser escuchada por

un Tribunal mediante el uso de su propia lengua materna. Asimismo, en el

caso de que una persona comparezca ante un tribunal cuya lengua oficial no

es la natural, tiene el derecho a ser asistido por un intérprete calificado.

A este respecto, los investigadores establecen que, las reglas del debido

proceso influyen y se aplican a las actuaciones y formalidades realizadas por

aquellas personas que accionan activamente en justicia sea en calidad de

demandantes, acusadores privados, querellantes entre otros, por lo que las

normas del debido proceso deben beneficiar igualitariamente a todas las partes

en un Proceso Judicial, sean demandantes o fueren demandados.

2.1.1.3. LA TUTELA JUDICIAL EFECTIVA

Dentro del ordenamiento jurídico constitucional, el derecho de acceso a

la justicia, en virtud de la cual toda persona puede acceder a los órganos de


34

la administración de justicia para obtener la tutela judicial efectiva de sus

derechos e intereses, incluidos los colectivos o difusos, constituyen sin duda

alguna la base sobre la cual se rige el Estado Democrático de Derecho y de

Justicia consagrado en la Carta Magna.

La tutela judicial efectiva es un derecho complejo, porque abarca un

conjunto de derechos constitucionales procesales que permiten obtener una

justicia tutelada por el Estado de manera efectiva. Una aproximación al

concepto de tutela judicial efectiva, la realiza Brewer (2009, p.41) como:

Un derecho constitucional procesal de carácter jurisdiccional, que


ostenta todo sujeto de obtener por parte de los órganos del estado
(especialmente del judicial) en el marco de procesos
jurisdiccionales, la protección efectiva o cierta de los derechos
peticionados y regulados en el estamento jurídico, no sólo
fundamental sino de menor categoría”.

Es decir, la tutela judicial efectiva es un derecho a la protección

jurisdiccional de los derechos constitucionales. Aunque muchos autores

como Molina (2002 p.189) y Díaz (2004), van más allá y afirman que la tutela

judicial efectiva no es sólo el derecho a la protección jurisdiccional de los

derechos constitucionales, sino además los siguientes derechos:

a) El derecho de acceso a los órganos jurisdiccionales.

b) Los derechos constitucionales procesales.

c) El derecho a un debate judicial protegido y tutelado de manera

segura y efectiva.

d) El derecho a defenderse o a ensayar defensas.

e) El derecho a producir la prueba de los hechos.


35

f) El derecho a revelarse contra cualquier decisión adversa, y en definitiva.

g) El derecho a obtener del Estado un pronunciamiento judicial.

De lo anterior los investigadores afirman que la tutela judicial, es un

derecho que permite al ciudadano: acceder a los órganos jurisdiccionales;

obtener un pronunciamiento judicial que resuelva sus conflictos judiciales

mediante el dictado de sentencias que sean el producto de un proceso libre

de vicios, y recurrir contra esas sentencias. La Constitución establece que

Venezuela es un Estado de derecho cuyos valores superiores son la justicia,

la libertad y los derechos humanos (artículos 2 y 3 ejusdem) y determina,

cómo lograr su respeto y cumplimiento en los artículos 26, 49 y 257, los

cuales en vista de su importancia se transcriben a continuación:

Artículo 26: Toda persona tiene derecho de acceso a los órganos


de administración de justicia para hacer valer sus derechos e
intereses, incluso los colectivos o difusos, a la tutela efectiva de
los mismos y a obtener con prontitud la decisión correspondiente.
En otras palabras, el Estado garantizará una justicia gratuita,
accesible, imparcial, idónea, transparente, autónoma,
independiente, responsable, equitativa y expedita, sin dilaciones
indebidas, sin formalismos o reposiciones inútiles.

La norma destaca que, el Estado Venezolano tiene y debe

garantiza a todos los ciudadanos y ciudadanas del país el acceso a los

órganos de administración de justicia para hacer valer sus derechos e

intereses, sin discriminación de ningún tipo y requerir de esta celeridad en el

ejercicio de sus funciones, teniendo acceso a ella, a través de una garantía

que exija la realización material de una justicia eficaz, idónea y libre de

formalidades no esenciales.
36

Para Espinoza (2008, p.12), la vigencia y consagración de este derecho de

acceso a la justicia y la potestad de administrar justicia, emana de los

ciudadanos y ciudadanas que la imparten en nombre de la República y por

autoridad de la ley. Es por ello que corresponde a los órganos

del Poder Judicial conocer de las causas y asuntos de su competencia

mediante los procedimientos que determinen las leyes y ejecutar o hacer

ejecutar sus sentencias.

Artículo 49: El debido proceso se aplicará a todas las actuaciones


judiciales y administrativas; en consecuencia:
1. La defensa y la asistencia jurídica son derechos inviolables en
todo estado y grado de la investigación y del proceso. Toda
persona tiene derecho a ser notificada de los cargos por los cuales
se le investiga, de acceder a las pruebas y de disponer del tiempo
y de los medios adecuados para ejercer su defensa. Serán nulas
las pruebas obtenidas mediante violación del debido proceso.
Toda persona declarada culpable tiene derecho a recurrir del fallo,
con las excepciones establecidas en esta Constitución y la ley.
2. Toda persona se presume inocente mientras no se pruebe lo
contrario.
3. Toda persona tiene derecho a ser oída en cualquier clase de
proceso, con las debidas garantías y dentro del plazo razonable
determinado legalmente, por un tribunal competente,
independiente e imparcial establecido con anterioridad. Quien no
hable castellano o no pueda comunicarse de manera verbal, tiene
derecho a un intérprete.
4. Toda persona tiene derecho a ser juzgada por sus jueces
naturales en las jurisdicciones ordinarias, o especiales, con las
garantías establecidas en esta Constitución y en la ley. Ninguna
persona podrá ser sometida a juicio sin conocer la identidad de
quien la juzga, ni podrá ser procesada por tribunales de excepción
o por comisiones creadas para tal efecto.
5. Ninguna persona podrá ser obligada a confesarse culpable o
declarar contra sí misma, su cónyuge, concubino o concubina, o
pariente dentro del cuarto grado de consanguinidad y segundo de
afinidad.
La confesión solamente será válida si fuere hecha sin coacción de
ninguna naturaleza.
37

6. Ninguna persona podrá ser sancionada por actos u omisiones


que no fueren previstos como delitos, faltas o infracciones en
leyes preexistentes.
7. Ninguna persona podrá ser sometida a juicio por los mismos
hechos en virtud de los cuales hubiese sido juzgada
anteriormente.
8. Toda persona podrá solicitar del Estado el restablecimiento o
reparación de la situación jurídica lesionada por error judicial,
retardo u omisión injustificados. Queda a salvo el derecho del o de
la particular de exigir la responsabilidad personal del magistrado o
de la magistrada, del juez o de la jueza; y el derecho del Estado
de actuar contra éstos o éstas.

Perozo (2007), señala que el debido proceso es el concepto aglutinador

de lo que se ha llamado el derecho constitucional procesal, que como

principio constitucional alude a la suma de los derechos y garantías

consagrados en la Constitución. Se evidencia una clara distinción del

derecho constitucional del debido proceso y el derecho a la tutela judicial

efectiva, hasta el punto, de considerar que dentro del derecho al debido

proceso se encuentra el derecho a la tutela judicial efectiva

Para los investigadores, la tutela judicial efectiva es un derecho amplio, en

tal sentido resulta necesario concebir una ampliación de la tutela judicial efectiva

relacionándola con el debido proceso, pues es siempre necesaria la

concatenación de un concepto con el otro, por cuanto no son independientes

entre sí, sino que comportan una unidad esencial en la labor de administración de

justicia, pues sin debido proceso no hay tutela judicial efectiva y viceversa.

Artículo 257:“El proceso constituye un instrumento fundamental


para la realización de la justicia. Las leyes procesales
establecerán la simplificación, uniformidad y eficacia de los
trámites y adoptarán un procedimiento breve, oral y público. No se
sacrificará la justicia por la omisión de formalidades no esenciales.
38

El Estado Venezolano, de conformidad con la Constitución, establece el

Estado de Derecho y de Justicia, en los cuales se puntualizan las

formas en que quedan subordinadas las cuestiones de fondo en un

proceso, significa que en materia de cumplimiento de las normas

constitucionales, quienes piden su aplicación no necesitan ceñirse a formas

escritas y a ritualismo inútiles.

De acuerdo a lo expresado, resulta evidente que en el ordenamiento

jurídico interno la tutela judicial efectiva aparece como un derecho complejo,

compuesto por varios derechos. Por ello, probablemente es que su definición

ha dado origen a dos corrientes fundamentales. La primera tiende a señalar

que la tutela judicial efectiva se limita a lo establecido por el artículo 26 de la

Constitución y a obtener una decisión razonada y justa, mientras que la

segunda afirma que también abarca todo lo previsto en el artículo 49

ejusdem, que alude a varias garantías constitucionales que conforman el

debido proceso.

Como representantes de la primera corriente Pico y Junoy (1997, p.40)

afirman que el derecho a la tutela judicial efectiva comprende los siguientes

aspectos: el derecho de acceso a los tribunales, el derecho a obtener una

sentencia congruente fundada en derecho, el derecho a la efectividad de las

resoluciones judiciales y el derecho al recurso legalmente previsto.

En la segunda corriente se inscribe Molina (2002, p. 189-190),

quien señala:
39

La Tutela Judicial Efectiva es una garantía constitucional procesal,


que debe estar presente desde el momento en que se accede al
aparato jurisdiccional hasta que se ejecuta de forma definitiva la
sentencia dictada en el caso concreto, es decir, que una vez
garantizado el acceso a la justicia, cada uno de los demás
principios y garantías constitucionales que informan al proceso
(tales como el debido proceso, la celeridad, la defensa y la
gratuidad) deben ser protegidos en el entendido de que el
menoscabo de cualquiera de esas garantías, estaría al mismo
tiempo vulnerando el principio a la Tutela Judicial Efectiva.

La jurisprudencia del Tribunal Supremo de Justicia comulga con esta

concepción más amplia del derecho a la tutela judicial efectiva, es decir, a la

segunda corriente. Así, la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de

Justicia en sentencia Nº 576 de fecha 27 de abril de 2001, expediente Nº 00-

2794, declaró:

La Constitución de la República en su artículo 26 consagra la


garantía jurisdiccional, también llamada el derecho a la Tutela
Judicial Efectiva, que ha sido definido como aquel, atribuido a toda
persona, de acceder a los órganos de administración de justicia
para que sus pretensiones sean tramitadas mediante un proceso,
que ofrezca una mínima garantía. Es, pues, la garantía
jurisdiccional, el derecho de acceso a la justicia mediante un
proceso dirigido por un órgano, para conseguir una decisión
dictada conforme a Derecho

A juicio de los investigadores, mientras para la primera corriente la

tutela judicial efectiva no involucra los derechos o garantías constitucionales

procésales establecidos en el artículo 49 de la Constitución (las referidas al

debido proceso) y limita su alcance, en buena medida, a lo establecido en el

artículo 26 ejusdem; para la segunda corriente, y a la cual se acogen los

investigadores; la tutela judicial efectiva está conformada tanto por los


40

derechos contenidos en el artículo 26 de la Constitución como por las

garantías procesales mínimas de cumplimiento obligatorio contempladas en

el artículo 49 ejusdem, lo que convierte a la tutela judicial efectiva en un

amplio principio constitucional protector de los derechos del ciudadano.

Con base a los criterios anteriores los investigadores determinan, que

la tutela judicial efectiva consagrada en nuestra Constitución implica la

posibilidad que tiene todo venezolano de acceder ante los órganos

encargados de la función jurisdiccional, para satisfacer sus pretensiones

jurídicas, pero no basta con el hecho de que el ciudadano acceda a los

tribunales, sino que se requiere de igual forma la sustanciación de un juicio

apegado al debido proceso, que se dicte una decisión ajustada a derecho y

al mismo tiempo que sea efectiva.

2.1.1.4. ASISTENCIA JURÍDICA

La doctrina caracteriza a la asistencia jurídica como un sistema judicial

necesario, en donde se encuentra subsumido el servicio prestado por el

Estado a los ciudadanos con el objeto de satisfacer el derecho de éste a la

tutela judicial efectiva y a un proceso con las máximas garantías de igualdad

e independencia, respetando el derecho a la defensa de todo acusado, de

esta manera lo afirma Cordero (2008, p. 19).

Por su parte Faúndez (1991), señala que la labor del juez no sólo va

referida al resguardo de la legalidad y el derecho en forma exclusiva, también

debe velar por el respeto y cumplimiento de las garantías constitucionales, a


41

los fines de ofrecer una tutela judicial efectiva, tal como se encuentra

consagrado en el artículo 26 de la Constitución de la República Bolivariana

de Venezuela (1999) y que ya hemos estudiado.

En este orden de ideas cabe enfatizar que, la asistencia jurídica tiene

como principal objetivo el debido asesoramiento en materia legal, para

ayudar a dilucidar y resolver asuntos muy complicados por el carácter de

subordinación y dependencia que ejerce unas leyes sobre otras, por la gran

magnitud de disposiciones legales acorde al acelerado régimen de cambio

que se produce en las actuales interacciones sociales.

Es menester señalar que esta garantía constitucional, se encuentra

establecida en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela

(1999), en el artículo 49 que constituye lo que corresponde a un debido

proceso, mereciendo especial atención el derecho a la asistencia jurídica de

todo ciudadano, consagrado en los siguientes términos: “El debido proceso

se aplicará a todas las actuaciones judiciales y administrativas; en

consecuencia: La defensa y la asistencia jurídica son derechos inviolables en

todo estado y grado de la investigación y del proceso”.

Bello (2004), considera que la falta de asistencia jurídica en los

procesos judiciales puede configurar lesión a la garantía constitucional del

debido proceso y del derecho a la defensa, en la medida que el ciudadano

sufra perjuicios como consecuencia de su falta de nociones legales que se

requieren en la contienda judicial. En todo caso, la asistencia jurídica debe

ser garantizada por el operador de justicia, cuando observe que en el


42

proceso alguna de las partes se encuentre desasistida de aquellos

conocimientos que han sido reservados a los profesionales del derecho,

quienes forman parte del sistema de justicia.

Constituye una garantía constitucional procesal, el estar asistido por

profesionales del derecho, ya que quien no tenga raciocinios de índole legal

no puede accionar si no se encuentra representado o asistido por un

abogado y si no lo designare, el juez lo hará por él. De esa forma, en

ejercicio del derecho a la tutela judicial efectiva, todo ciudadano puede

acceder ante los órganos jurisdiccionales, a los fines que sus pretensiones

sean conocidas, tramitadas y decididas a través de un proceso en el cual se

cumplan con los principios establecidos en la Constitución.

Tal como lo cita textualmente el artículo 4 de la Ley de Abogados (1976):

Artículo 4.-Toda persona puede utilizar los órganos de la


administración de justicia para la defensa de sus derechos e
intereses. Sin embargo, quien sin ser abogado deba estar en juicio
como actor, como demandado o cuando se trate de quien ejerza la
representación por disposición de la Ley o en virtud de contrato,
deberá nombrar abogado, para que lo represente o asista en todo
el proceso.

Ahora bien, de acuerdo a la sentencia emanada por la Sala

Constitucional en fecha 09 de junio de 2009, se precisa hacer la siguiente

cita doctrinaria:

De la capacidad de ser parte y de la capacidad procesal, se


distingue la capacidad de postulación (iuspostulandi). Una parte
puede tener la capacidad procesal y carecer sin embargo de la
capacidad de gestionar por sí misma los actos en un proceso
43

concreto y en un tribunal determinado. Es esta, una capacidad


meramente formal, exigida no por razones naturales ni lógicas,
sino técnicas, para asegurar al proceso su correcto desarrollo. La
esencia de este requisito estriba, como explica Guasp, en la
consideración de que por razón de la dificultad intrínseca del
proceso y del desapasionamiento con que debe ser conducido, no
conviene, normalmente que sean las partes mismas quienes,
acudan en persona al tribunal y realicen los actos del proceso,
sino otros sujetos, instituidos profesionalmente para ese fin, como
son los abogados los cuales deben tener el poder de postulación.

Para los investigadores, esta capacidad de postulación es común

a todo acto procesal y puede definirse pues, como la facultad que

corresponde a los abogados para realizar actos procesales con

eficacia jurídica, en calidad de partes, representantes o asistentes de la

parte; constituye un presupuesto de validez del proceso, desde que la misma

norma especial mencionada sanciona con nulidad y reposición de la causa la

omisión del nombramiento del abogado. Según Rengel (1995, p.39) en esta

definición se destacan:

a) La capacidad de postulación es meramente profesional y técnica y

corresponde exclusivamente a los abogados (artículo 166 C.P.C).

b) Esta referida a la sola realización o expresión de los actos procesales

y no a la facultad de disposición de los derechos materiales o procesales

involucrados en el proceso, a menos que le sea concedida facultad expresa

para ello;

c) La parte puede tener la capacidad de postulación, cuando además

de la capacidad procesal, tiene la condición profesional de abogado, en cuyo

caso reúne en sí misma ambas capacidades.


44

d) El sujeto con capacidad de postulación (abogado) puede actuar en

representación de la parte, en cuyo caso ésta, si bien no tiene capacidad de

postulación, tiene la capacidad procesal que habilita para otorgar por sí

misma el poder de representación al abogado;

e) El sujeto con capacidad de postulación (abogado) puede

simplemente asistir a la parte en la realización de los actos procesales, sin

poder de representación, en cuyo caso la parte realiza personalmente cada

acto del proceso, con la asistencia del abogado y suscriben ambos los actos.

Sigue señalando el autor in comento, que entre los venezolanos la

tradición jurídica ha sido la libertad de la parte con capacidad procesal, para

realizar por sí misma los actos del proceso o por medio de apoderado, si lo

prefiere. Esta capacidad de postulación es común a todo acto procesal, y

constituye, a su vez un presupuesto de validez del proceso, desde que la

misma norma especial sanciona con nulidad y reposición de la causa la

omisión del nombramiento de abogado.

Por su lado, la asistencia jurídica en el proceso es de carácter obligatorio,

así lo afirma Henríquez (2005, p. 494-495) quien ha sostenido que el espíritu y

razón de ser de la obligatoriedad de asesoramiento ha sido garantizar la validez

del juicio, evitando el desgaste innecesario de la actividad jurisdiccional por

impericia de los contendores, y asegurar a ultranza la función pública del

proceso, cual es la eficacia y objetivo del derecho procesal.

Comenta el referido autor, que así como la ley no permite que personas

sin título de médico practiquen una intervención quirúrgica por el peligro a la


45

salud que ello supone, aunque el paciente lo consienta, así impide también que

la sustanciación del proceso quede atenida al empirismo o improvisación de

personas ignorantes e inexpertas, cuyos derechos correrían el riesgo de ser

desconocidos por una utilización inadecuada de la ley adjetiva perdiéndose toda

la actividad procesal en un propósito frustrado de hacer justicia.

Haciendo referencia a las anteriores citas, los investigadores concluyen

por su parte que, la capacidad de postulación está orientada a garantizar los

derechos e intereses de la parte, quien en todo caso debe actuar en el

proceso a través de la asistencia de un abogado o por medio de un

apoderado debidamente constituido, circunstancia que interesa al orden

público, lo que trae como consecuencia que el juez como garante del

cumplimiento de la justicia está en el deber de observar y decidir la existencia

de una capacidad de postulación.

2.1.2. LA FALTA DE CONTESTACIÓN DE LA DEMANDA EN EL

PROCESO CIVIL VENEZOLANO

El derecho procesal ha evolucionado hasta el extremo de darle la mayor

libertad posible al demandado para su defensa y de allí que es de su libre

voluntad defenderse o no y responder a la acción como mejor le convenga,

corriendo los riesgos legales para el caso de que no haga su defensa en la

forma que preceptúa la ley.

Sobre las bases de las ideas expuestas, la contestación de la

demanda es un paso fundamental en el proceso, donde el demandado


46

tiene la oportunidad de defenderse de los alegatos en su contra, a

través de la negación de los mismos, inclusión de nuevos hechos u oposición

de excepciones.

Para García (2012, p. 35), la sola falta de comparecencia del demandado

a contestar la demanda, una vez cumplidos los lapsos establecidos en el Código

de Procedimiento Civil (1987), no debe ser catalogado como una presunción de

confesión ficta, debido a que no ha sucumbido ante la pretensión actora; pero

ciertamente ha perdido la oportunidad de ejercer la oposición a los hechos

alegados por la parte demandante.

Esta situación es denominada la contumacia, en la cual el demandado

no sólo pierde la oportunidad de negar los hechos de la demanda, sino que

también pierde la oportunidad de traer a juicio razones, defensas o

excepciones favorables a su posición procesal.

La figura del defensor Ad Litem, se dirige a garantizar el derecho a la

defensa contemplado en el artículo 49 de la Constitución de la República

Bolivariana de Venezuela (1999), de allí que no es admisible que el Defensor

Ad Litem no asista a contestar la demanda y que por ello se apliquen al

demandado los efectos contenidos en el artículo 362 del Código de

Procedimiento Civil (1987), en cuanto se persigue evitar su contumacia y aun

mas su confesión ficta.

A juicio de los investigadores, la contestación de la demanda es uno de

los actos más importantes del proceso, en virtud del cual la parte demandada
47

responde a la pretensión de la parte actora, en ejercicio de su derecho de

defensa; destacando que en nuestro derecho la falta de contestación no

suspende el proceso, pero efectivamente ha perdido la oportunidad

de hacer resistencia a la pretensión ejerciendo la oposición, y le ha

obsequiado al demandado una presunción favorable a la veracidad de los

hechos afirmados en la demanda.

2.1.2.1. EFECTOS DE LA FALTA DE CONTESTACIÓN DE LA DEMANDA.

Al tratar de la contestación de la demanda, es casi obligado hacer

referencia a la litiscontestatio del procedimiento civil romano, que es su

antecedente histórico remoto, porque esta es una de esas instituciones del

derecho romano, de tal importancia y de tanto peso en la tradición jurídica

que aun en nuestro tiempo, cuando la contestación de la demanda no tiene

ya el significado ni los efectos que tenía la litiscontestatio en el derecho

romano, se sigue utilizando aquella forma tradicional y su denominación para

interpretar la institución en el derecho moderno, aunque su contenido se

haya formado sustancialmente.

Para Rengel (1995, p. 112), así como la demanda es el acto

procesal de la parte actora, introductorio de la causa, la contestación

de la demanda es el acto procesal del demandado, mediante la

cual éste ejercita el derecho de defensa y da su respuesta a la pretensión

contenida en la demanda.
48

En esta definición se destaca que la contestación es un acto procesal,

el cual, como todo acto vale para el proceso, en el sentido de que tiene

trascendencia jurídica en éste por la modificación que produce. Es un acto

del demandado y no un acto común de ambas partes, porque la carga de

realizarlo, pesa sobre el demandado solamente y su realización es la

liberación de esta carga.

Por su posición en el procedimiento, pertenece a la fase introductoria de

la causa y en la coordinación de los actos tendentes al efecto jurídico común

que persigue el procedimiento, tiene su causa en la demanda, y está

coordinado con ella, a tal punto, que sin demanda no se puede tener

contestación. Mediante la contestación el demandado ejercita su derecho de

defensa. En el Procedimiento Civil Venezolano, el derecho y la garantía de la

defensa se ve más ampliado permitiendo al demandado presentar su

contestación, dentro de los veinte días siguientes a su citación o a la del

último de los demandados si fueren varios.

Calvo (2011, p. 361) señala que el principal efecto de la contestación de la

demanda, es fijar el problema que se va a discutir, no es potestativo de las partes,

una vez establecida su situación jurídica en el proceso, cambiarla a su capricho

procurándose la prueba de un nuevo hecho, creado ex profeso con posterioridad

a aquella situación. El problema jurídico sometido a la decisión de los jueces,

queda circunscrito a los términos de la demanda y el de la contestación, por lo

cual sólo pueden resolver las cuestiones que hayan sido presentadas en estos

actos, aplicando el derecho a los hechos alegados y probados.


49

La sola falta de comparecencia del demandado a contestar la demanda,

una vez cumplido los lapsos establecidos en el Código de Procedimiento

Civil (1987), no debe ser catalogado como una presunción de

confesión ficta. Los efectos de la conducta misiva por parte del demandado,

es decir, los efectos procesales de la falta de contestación de la demanda se

encuentran expresamente en el artículo 362 del Código de Procedimiento

Civil, que establece:

Si el demandado no diere contestación a la demanda


dentro de los plazos indicados en este Código se le tendrá por confeso
en cuanto no sea contraria a derecho la petición del demandante, si
nada probare que le favorezca.

Para Rengel (1995, p. 131) la falta de contestación de la demanda en

nuestro derecho da lugar a la confesión ficta, esto es, la presunción de

confesión que recae sobre los hechos narrados en la demanda, pero no

sobre el derecho o las consecuencias jurídicas que conforme a la ley deben

aplicarse a los hechos establecidos; ella admite prueba en contrario y se

caracteriza, por tanto, como una presunción “iuris tantum”.

La característica de esta institución varía según el derecho positivo de

las naciones y el antecedente histórico en el cual se han inspirado, sobre

todo en lo referente a las consecuencias de la rebeldía con relación a la

prueba. Para Couture, la rebeldía del juicio, o contumacia, se origina por la

omisión del demandado de comparecer a estar a derecho, cuando ha sido

emplazado personalmente en el país, absteniéndose de participar en el

proceso que le sigue.


50

Según Calvo (2011, p. 364-365) para que la confesión ficta sea

declarada con lugar, se requiere de la concurrencia de los tres requisitos

exigidos en el artículo 362 del Código de Procedimiento Civil, a saber: que el

demandado no haya contestado la demanda, o en todo caso, que la haya

contestado de manera extemporánea; que no haya promovido pruebas, es

decir, no haya ejercido la actividad dirigida a desvirtuar la veracidad de los

hechos afirmados por el demandante; que la petición del actor no sea

contraria a derecho y que no probare nada que le favorezca.

Es necesario determinar el alcance de la expresión “contraria a derecho”,

ello va a significar que la acción propuesta está prohibida por la ley; no se

encuentra tutelada ni amparada por ella, poco importa que el demandado no

haya acudido a contestar la demanda, su contumacia no lo perjudica en modo

alguno, por cuanto los hechos alegados en el libelo dejan de tener

trascendencia legal, esto es, la prohibición legal, la cual de producirse no tiene

objeto entrar a examinar si los hechos aducidos son o no verdaderos.

No obstante, es deber del juzgador examinar si la petición del

demandante resulta o no contraria a derecho, ya que no puede declararse

con lugar la demanda, ni acordarse lo pedido por la parte actora, aunque se

tengan por admitidos los hechos en virtud de la confesión ficta, cuando la

petición resulte contraria a derecho.

Los autores de esta investigación, han interpretado que la expresión “no

ser contraria a derecho” debe entenderse como no estar prohibida por la ley,

de esta forma, es contraria a derecho la demanda que contiene peticiones


51

que carecen de cobertura legal o que son contrarias al orden público y a las

buenas costumbres. Por ejemplo, el cobro judicial de una apuesta, o lo

relativo a juegos de suerte, es contrario a derecho pues la ley no concede

acción para intentarlo.

Respecto a la expresión “si nada probare que lo favorezca”, Brice ha dicho

que, el legislador autoriza al confeso para comprobar en el término probatorio

algo que lo favorezca, es evidente que, a más de las expresadas circunstancias,

cuya prueba debe serle aceptada para desvirtuar los efectos de la confesión,

puede hacer la de cualquiera otra que tienda al mismo efecto. Ante lo cual el

juez tendrá que asumir el mandato contenido en la parte final del referido

artículo 362 del Código de Procedimiento Civil (1987), consagratoria del

denominado procedimiento en contumacia, que a la letra ordena:

En este caso, vencido el lapso de promoción de pruebas sin que el


demandado hubiese promovido alguna, el Tribunal procederá a
sentenciar la causa, sin más dilación, dentro de los ocho días
siguientes al vencimiento de aquel lapso, ateniéndose a la
confesión del demandado. En todo caso a los fines de la apelación
se dejará transcurrir íntegramente el mencionado lapso de ocho
días si la sentencia fuere pronunciada antes de su vencimiento.

La contestación de la demanda es sin lugar a dudas el acto fundamental

del proceso que define o marca los límites de la litis, y a esta ha de dirigirse en

buena medida la actividad fundamental del defensor judicial. Ahora bien, cuál

sería el efecto procesal si el defensor no contesta la demanda. Según Riera

(2011), en primer término, debe aclararse que obviamente no podrá existir en

modo alguno confesión ficta; esta es exclusiva del defensor privado o de la parte
52

debidamente citada en forma personal, pero en modo alguno la conducta u

omisión del defensor Ad Litem que tiene por fin garantizar la defensa de su

representado puede agravar su situación.

Ello al margen de la responsabilidad disciplinaria a que hubiere lugar por

estar incurso en uno de los supuestos de negligencia manifiesta consagrados

en el artículo 62 de la Ley de Abogados, cuando no concurre a la contestación

de la demanda o no promueve pruebas cuando se han suministrado

oportunamente datos; aun cuando el defensor Ad Litem podría alegar una

causa extraña no imputable a los fines de la reanudación del lapso.

De allí que, ante la imposibilidad de declarar la confesión ficta del

demandado por la omisión del defensor, algunos opinan que se debe

considerar la demanda contradicha en todas sus partes, como si se tratara

de demandas contra la República o como acontece en el juicio de Divorcio.

Sin embargo, el Tribunal Supremo de Justicia, ha reiterado el criterio

que la interpretación más consecuente con el derecho a la defensa es

reponer el proceso al estado de contestación de la demanda, pues bien

pueden existir en el caso concreto defensas distintas a la mera contradicción

que el defensor pueda hacer valer.

De no ser así el legislador no hubiese previsto la necesaria intervención

del defensor judicial como garantía de defensa, sino que habría consagrado

la contradicción de la demanda ante la imposibilidad de citación personal. El

juez como director del proceso debe velar por el cumplimiento de tal

formalidad esencial y lo ideal a los fines de combinar el derecho de defensa


53

con la celeridad procesal es que tal reposición tenga lugar de oficio

inmediatamente a que acontezca la falta de contestación de la demanda; si

ello no es posible, en todo caso es deber del juzgador la reposición al

momento de la sentencia definitiva

Por consiguiente, en base a las ideas anteriormente establecidas la

Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, ha determinado que la

función del defensor Ad Litem, en beneficio del demandado, es el de

defenderlo, que el accionado pueda ejercer su derecho a la defensa. De allí,

que no es admisible que el defensor Ad Litem no asista a contestar la

demanda, y que por ello se apliquen al demandado los efectos del artículo

362 del Código de Procedimiento Civil.

En conclusión los investigadores determinan, que el efecto procesal de

la falta de contestación de la demanda por parte del demandado, no es la

confesión ficta, si no la contumacia, pues para que opere la mencionada

presunción de confesión se requiere de los tres requisitos establecidos en el

artículo 362 del Código de Procedimiento Civil (1987), a saber: que el

demandado no contesta la demanda, que el demandado no promueva

pruebas y que la pretensión del demandante no sea contraria a derecho.

2.1.3. DEFENSOR AD LITEM

Ad Litem es una expresión latina que significa “a efectos del juicio”. En

los regímenes jurídicos de distintos países de habla española se emplea

como parte de expresiones como curador “ad litem”, representante “ad litem”
54

o “domicilio ad litem” y en algunos casos el término puede utilizarse como

sinónimo de provisional. Al respecto, Rengel (1983, p.255) asegura:

El defensor Ad Litem es un verdadero representante del


demandado en juicio equiparable a un apoderado judicial, con la
diferencia de que su investidura no deriva de la voluntad del
mandante, como en la representación voluntaria, sino
directamente de la ley.

Cabe destacar que la designación del defensor Ad Litem, se traduce en

la aplicación del principio de bilateralidad del proceso. Así mismo, en

resguardo a las garantías del debido proceso y el derecho a la defensa, en

su designación debe darse preferencia en igualdad de circunstancias a los

parientes y amigos del demandado o a su apoderado, si lo tuviere.

Duque (2008) señala que el defensor Ad Litem participa con una doble

cualidad, como funcionario público accidental y como apoderado

del citado mediante carteles y por edictos. Por su origen el defensor queda

investido de una función pública de carácter accidental y colabora con la

administración de justicia.

Por su función, que es la defensa de los intereses del demandado, tiene

los mismos poderes que corresponde a todo poderista que ejerce un

mandato concebido en términos generales, porque no tiene facultades de

disposición de los intereses y derechos que defiende.

Como funcionario público el defensor, debe aceptar el nombramiento y

prestar la promesa legal, conforme al artículo 7 de la Ley de Juramento, lo

cual debe constar en el expediente, en consecuencia, la omisión de la


55

aceptación y juramento es capaz de viciar las actuaciones posteriores en las

que haya participado, dado que está sometido a todas las responsabilidades

civiles, disciplinarias y penales de estos.

Es de gran importancia definir con ayuda legal y doctrinal cada uno de

estos conceptos para así determinar cuan relevante y necesario es el

defensor Ad Litem, en el Proceso Civil Venezolano.

2.1.3.1. PROCEDENCIA

Cuando se trata del estudio de los actos procesales, la citación

cobra un sentido específico y restringido, de llamada del demandado

ante el juez (vocatio in ius), para un acto singular y concreto, que

es la contestación de la demanda, lo cual es una formalidad necesaria para

la validez del juicio.

El Código Civil Venezolano en su artículo 417 dispone que cuando sea

demandada una persona no presente en el país y cuya existencia no

esté en duda, se le nombrara defensor si no tuviere quien legalmente la

represente. Lo mismo se hará cuando hay de practicarse alguna diligencia

judicial o extrajudicial para la cual sea impretermitible la citación o

representación del no presente.

Satisfechos los requisitos del artículo 417 del Código Civil, el juez que

conoce la demanda procederá a nombrarle un defensor en quien se practicará

la citación y en quien, por lo tanto, asumirá la defensa del no presente, todo de

acuerdo a lo dispuesto en el artículo 224 y 225 del Código de Procedimiento


56

Civil, donde se establecen los pasos a seguir para garantizarle al no presente la

posibilidad de conocer las diligencias que se practican y que puedan afectarlo,

así como asegurar su defensa en todas las actuaciones.

A falta de citación personal del demandado, la ley procesal dispone a

los fines de la continuación del proceso la figura del defensor judicial o

defensor Ad Litem, como proyección del derecho básico a la defensa

consagrada en el artículo 49 de la Constitución de la República Bolivariana

de Venezuela (1999).

Existen tres casos en los cuales procede la designación del Defensor

Ad Litem reguladas por el legislador venezolano. El primer caso se refiere a

la necesidad de designar Defensor Ad Litem, como consecuencia de la

citación cartelaría, consagrada en el artículo 223 del Código de

Procedimiento Civil (1987), cuyo texto regula la denominada citación por

carteles, que es una citación de excepción extraordinaria, que se lleva a cabo

cuando el alguacil no ha podido encontrar a la persona del citado, ni tampoco

ha sido posible la citación por correo con aviso de recibo, por lo cual es

necesario agotar las anteriores clases de citaciones.

El alguacil al no encontrar a la persona del citado para practicarle la

citación personal, y que la parte interesada no hubiese pedido su citación por

correo con aviso de recibo, o cuando pedida ésta tampoco fuera posible la

citación del demandado, ésta se realizará por carteles, a petición de la parte

interesada, es decir, del demandante.


57

En el presente caso, el juez dispondrá que el secretario fije en la morada,

oficina o negocio del demandado un cartel emplazándolo para que ocurra a

darse por citado en el término de quince días, y otro cartel igual se publicará por

la prensa, a costos del interesado, en dos diarios que indique el Tribunal entre

los de mayor circulación en la localidad con intervalo de tres días entre uno y

otro. Según Calvo (2011, p. 226), estos carteles contendrán el nombre y apellido

de las partes, el objeto de la pretensión, el término de comparecencia y la

advertencia de que si no compareciera el demandado en el plazo antes

señalado se le nombrara defensor, con quien se entenderá la citación.

El segundo caso, es el establecido en el artículo 244 del Código de

Procedimiento Civil Venezolano (1987), según el cual, si el demandado no se

encuentra en el país, se le convocará por carteles para que comparezca, así

mismo cumpliendo con todas las formalidades de la citación por carteles y si

no compareciera el no presente se le nombrará un defensor.

Para que sea aplicable esta norma, según Calvo (2011, p.227), es

necesario que se compruebe que el demandado no se encuentra en la

República, hecho éste que deberá demostrarse por las vías que ya se tienen

establecidas, en estos casos se prevé la práctica de la citación de la persona

en su apoderado si lo tuviere, en caso contrario la citación se hará

igualmente por carteles.

Cabe destacar que, el cartel es el medio para hacer saber públicamente

a una parte que tiene un juicio en su contra y que tiene que comparecer ante

el Tribunal. El cartel llega a conocimiento de los ciudadanos por dos medios:


58

la publicación por prensa, en el periódico oficial o en otros y la fijación en la

puerta de la casa del demandado y el lugar más público del Tribunal.

Pasados los términos legales, sin la comparecencia del no presente, se le

nombrará defensor Ad Litem.

El tercer caso establecido en el artículo 231 del Código de

Procedimiento Civil (1987), que regula la citación por edicto la cual procede

cuando se demuestre que son desconocidos los sucesores de una persona

determinada que ha fallecido a quienes se requiere se les compruebe o

reconozca un derecho relativo a una herencia u otra cosa en común.

Para los investigadores, el llamamiento procede a realizarse por medio

de un edicto a aquellos que se crean asistidos de aquel derecho para que

comparezca, cumpliendo con todas las formalidades de la citación por edicto;

si los desconocidos no comparecieran se les nombrará defensor con quien

se entenderá la citación. Con esta norma se subsana la posibilidad de que el

demandante tenga que dirigirse contra personas para él desconocidas,

haciendo posible su citación dentro de los límites establecidos; se trata de

una vía excepcional de citación, aplicable solamente al supuesto de hecho

de la norma y de interpretación restrictiva.

Estima Borjas, que la presentación de uno cualquiera de los sucesores

desconocidos que compruebe su carácter, hará innecesario el nombramiento

de defensor para los demás, pues siendo comuneros podrá representarlos

en juicio sin poder. En el mencionado artículo 231 del Código de


59

Procedimiento Civil, se exige que se pruebe que esos sucesores son

desconocidos para el actor, además de la comprobación o reconocimiento

del derecho que se reclama.

En definitiva, los investigadores sostienen que para el legislador la

designación del defensor Ad Litem, sólo procede en tres casos en el

primero se designa en consecuencia de que no fuere posible la

citación personal y que la parte interesada no hubiese pedido su citación por

correo con aviso de recibo, o cuando pedida ésta tampoco fuera posible la

citación del demandado.

En el segundo se designa cuando se compruebe que el demandado

no está en la República y, en el tercer y último caso, se designan

cuando se desconocen los herederos. En todos estos casos es válido

destacar que si el demandado o los demandados no comparecieran se les

nombrará defensor Ad Litem.

2.1.3.2. OBLIGACIONES

Como se ha indicado el defensor Ad Litem es un auxiliar de justicia que

no escapa de los deberes y derechos que rigen a todo profesional del

Derecho. Su principal obligación como se ha expuesto es agotar la búsqueda

de su representado y aportarle el conocimiento técnico que está a su alcance

a los fines de su defensa.

Cuenca destaca que, el defensor Ad Litem participa con una doble

cualidad como funcionario público accidental y como apoderado del citado


60

mediante carteles o por edictos, como funcionario debe aceptar el

nombramiento y prestar la promesa legal, conforme al artículo 4 de la Ley de

Juramento, lo cual debe constar en el expediente.

Además, está sometido a todas las responsabilidades civiles, penales y

disciplinarias de estos como apoderado del demandado, tiene todas las

obligaciones y facultades de los abogados en el ejercicio de su profesión,

con la excepción de que no posee facultades de disposición en el proceso,

pero puede reconocer o desconocer los instrumentos privados que se hayan

acompañado a la demanda.

Siguiendo el criterio del citado autor, las obligaciones esenciales del

defensor Ad Litem son las mismas equiparables a un profesional del

derecho, por ello, este sujeto debe actuar con total independencia profesional

y colaborar con el perfeccionamiento y cumplimiento del orden jurídico para

la recta y eficaz administración de justicia. El artículo 16 de la Ley de

Abogados, establece el deber de los abogados de aceptar las defensas que

se les confíen de oficio salvo negativa razonada, pudiendo exigir a sus

defendidos el pago de los honorarios correspondientes.

Dicho defensor Ad Litem tiene como obligación actuar apegado

a la dignidad y honradez, ejerciendo veraz, eficaz y con interés la

defensa del demandado ausente ejerciendo los derechos fundamentales de

la defensa y el debido proceso, presentando conclusiones e

informándolo de todas las actuaciones realizadas en la defensa del no

presente sin que este lo exija.


61

Al respecto dispone el artículo 15 de la Ley de Abogados, que el

abogado tiene el deber de ofrecer al cliente el concurso de la cultura y de la

técnica que posee, aplicarlas con rectitud de conciencia y esmero en la

defensa; ser prudente en el consejo, sereno en la acción y proceder con

lealtad colaborando con el juez en el triunfo de la justicia.

En el mismo sentido se orienta el artículo 4 del Código de Ética del

Abogado, que prevé que son deberes del abogado actuar con

probidad, honradez, discreción, eficiencia, desinterés, veracidad

y lealtad. Conservar absoluta independencia en sus actuaciones

profesionales mantener en todo momento el respeto a su dignidad como

persona y como profesional. Defender los derechos de la sociedad y de los

particulares cooperando en la conservación y perfeccionamiento del orden

jurídico y en la realización de una recta y eficaz administración de justicia.

Fortalecer la fraternidad de sus colegas, mediante el respeto mutuo con trato

cordial y racional tolerancia.

Para los investigadores del presente trabajo, la abogacía debe ser vista

como un constante ejercicio de virtud, por tal motivo ella le impone al

abogado una serie de deberes de estricto cumplimiento en razón de la

importantísima función que éste ejerce como garante de la justicia, del bien

común y de la paz social.

De lo anterior se desprende que, siendo el caso que el abogado es un

instrumento puesto al servicio de la justicia para lograr la paz social y el bien

común, tenemos que los deberes morales de éstos son más estrictos y
62

rigurosos que los de cualquier otra profesión. Si bien es cierto que la

formación académica y la técnica jurídica son importantes, estas no deben

ser incompatibles con la moral del abogado. “Un abogado sin moral

desnaturaliza totalmente su profesión y se convierte en un arma nociva y

peligrosa para la sociedad” Ruan (2005).

A criterio de los investigadores, deben existir profesionales del

derecho capacitados para comprender los principios contenidos en

la ley procesal, los propósitos de su existencia, la lógica a la cual

obedecen y el cabal entendimiento de los beneficios que dichos principios

pueden aportar

De manera que se reitera que tales principios deben ser aplicados en el

curso del proceso que le toque intervenir, por lo que según se ha expuesto,

la verdad y objetividad que por ley orientan la conducta del defensor. Su

intervención es vital y necesaria en el acto más trascendental del proceso,

esto es, la contestación de la demanda y a esta ha de volcarse su

conocimiento técnico en beneficio de su representado.

El defensor Ad Litem debe ejercer su profesión haciendo respetar estos

principios acatando las leyes, reglamentos, acuerdos y resoluciones, ante los

poderes públicos, los magistrados y demás autoridades administrativas.

Entre otras obligaciones, los abogados deben estar solventes en el pago de

las contribuciones reglamentarias con el Colegio de Abogados y con el

Instituto de Previsión Social del Abogado, cumpliendo con lo previsto en la

Ley de Abogado y el Código de Ética Profesional.


63

Tanto el abogado como el defensor Ad Litem como servidores de la

justicia, no deberá olvidar que su principal obligación profesional

consiste en defender los derechos de su representado o asistido con

diligencia y estricta sujeción a las normas y a la ley moral; porque cuando la

actitud de una abogado en efecto del defensor Ad Litem, resulte indigna,

deshonrada o indiscreta, estaría lesionando el patrimonio moral de todo el

gremio profesional.

Para los autores de esta investigación, el defensor Ad Litem deberá

velar por el cumplimiento de sus obligaciones fundamentales,

pues inclusive ha jurado cumplirlas simultáneamente a la aceptación

del cargo, que no es más que defender los derechos de su representado,

con diligencia, puntualidad y total apego a las normas jurídicas y a la ley

moral, a fin de no desmejorar ni perjudicar los derechos e intereses que le

han sido encomendados.

2.1.3.3. OPORTUNIDAD, DESIGNACIÓN Y ACEPTACIÓN

La designación de un defensor Ad Litem, se hace con el propósito de

que el demandado que no pueda ser citado personalmente, sea emplazado y

de este modo se forme la relación jurídica procesal que permita el desarrollo

de un proceso válido, emplazamiento que incluso resulta beneficioso para el

actor, ya que permite que la causa pueda avanzar y se logre el resultado

perseguido como lo es la sentencia, así lo afirmó la Sala Constitucional del

Tribunal Supremo de Justicia, en fecha 14 de abril de 2005.


64

Siendo el defensor Ad Litem un verdadero representante del

demandado en juicio, su designación es aplicación del principio de

bilateralidad del proceso, que le imprime una estructura dialéctica y

realización de la garantía constitucional de la defensa en juicio que es un

derecho inviolable.

Para Borjas (1973) la designación del defensor Ad Litem opera sobre

aquellos casos donde el citado no comparezca dentro del término

fijado por el Tribunal de la causa, ni por sí ni por medio de apoderado, en

cuya circunstancia se le nombrará un defensor, con quien se entenderá la

citación del demandado y de esta forma se apertura debidamente la

contienda judicial.

Una vez designado el defensor, éste debe ser notificado para que

concurra a dar su aceptación y a prestar juramento. Cabe destacar que dicha

notificación y la diligencia de aceptación y juramentación no constituye la

citación presunta del defensor por lo que, es necesario agotar las fases o

etapas que la norma establece para que la citación pueda considerarse

ajustada a derecho.

Mediante el nombramiento, aceptación y respectiva juramentación

ante el juez que lo haya convocado, se apunta hacia el efectivo ejercicio

de la garantía constitucional del demandado a la que en reiteradas

oportunidades se ha hecho mención, como lo establece el artículo 7 de la

Ley de Juramento:
65

Los Vocales de las Cortes Superiores, los Jueces de Primera


Instancia, los Defensores Públicos de Presos y los Fiscales del
Ministerio Público, prestarán el juramento ante el Presidente del
respectivo Estado y ante el Gobernador del Distrito Federal y del
Gobernador del Territorio Federal correspondiente o ante el
funcionario que estos comisionen. Los Jueces y demás
funcionarios judiciales accidentales, prestarán juramento ante el
Juez o Tribunal que los haya convocado.

Por su parte, el artículo 225 de nuestro Código de Procedimiento

Civil señala:

El Tribunal al hacer el nombramiento del defensor, dará


preferencia en igualdad de circunstancias a los parientes y amigos
del demandado o a su apoderado, si lo tuviere, oyendo cualquier
indicación del cónyuge presente, si lo hubiere y quisiera hacerla.

Al efecto los investigadores consideran, que cuando el legislador toma

en cuenta que para la designación se prefiere a los apoderados, a los

parientes y amigos del demandado y se oiga a su cónyuge, lo que se está

significando es que el defensor a nombrarse debe tener interés en la

defensa, debido a sus nexos con el defendido, lo que demuestra que es la

defensa plena la razón de la institución.

De tal suerte que de ser posible la designación del defensor tendrá

lugar entre abogados que sean parientes o amigos del demandado. Sin

embargo en la práctica es difícil que el Tribunal tenga conocimiento de los

abogados en ejercicio que son parientes o amigos del demandado a los fines

de su defensa, a menos que dicha información sea suministrada bien

verbalmente o por escrito a través de la Secretaria del Tribunal, en cuyo caso

será tomado en consideración a los fines del nombramiento.


66

La Roche (2005, p.162) estima que para que una persona sea preferida

en el nombramiento de defensor, es menester que compruebe por

medio de justificativo, acta del estado civil o escritura de mandato, su

condición de pariente, amigo o apoderado del reo. La opinión del cónyuge no

es necesaria requerirla, pero el juez debe tenerla en cuenta, con carácter

consultivo, si quiere darla.

Es requisito esencial a la validez del nombramiento del defensor Ad

Litem, su juramentación. La inobservancia por parte del Tribunal de las

preferencias establecidas, no vicia el nombramiento, ya que se traduce en

una prerrogativa del juez y bien puede designar a otro ya que no se trata de

preferencias absolutas.

La designación de defensor es un acto que corresponde al Juez y en

modo alguno, a tenor de la norma, resulta obligatorio para él la designación

con apego a las indicaciones que se le hagan. Son cuestiones de hecho que

caen bajo su libre apreciación y no está obligado a usar de la preferencia si

su buen sentido lo aconseja en otra dirección.

En todo caso, el auto mediante el cual se designa o revoca el

nombramiento del defensor Ad Litem, no tiene apelación ni casación, por ser

una decisión de mera sustanciación que sólo pretende ordenar el proceso. Cabe

destacar que, las funciones del defensor Ad Litem, cesan si el demandado

mismo se presenta en el juicio, o se presenta un apoderado para el mismo pleito

o, también cuando se trate del defensor del no presente, cuando alguna

persona se presenta dando caución suficiente por el no presente.


67

Finalmente, es importante destacar que la designación del defensor Ad

Litem, opera sobre aquellos casos donde el citado no comparezca dentro del

término fijado por el Tribunal de la causa. Para el nombramiento del defensor

deberá preferirse en todo momento a los parientes y amigos del demandado,

esta preferencia se basa en que la defensa del citado será siempre mejor

encomendada, a aquella persona que cumpla con estos vínculos que a un

extraño. En tal sentido, no es causa de nulidad que se haga en otra persona

que no sea amigo.

2.1.4. TENDENCIAS JURISPRUDENCIALES DE LA SALA DE CASACIÓN

SOCIAL DEL TRIBUNAL SUPREMO DE JUSTICIA

En Venezuela la jurisprudencia es una fuente del derecho,

compuesta por los actos pasados de los que ha derivado la creación o

modificación de las normas jurídicas. Los jueces deben fundamentar, sus

decisiones a partir de un repaso de fallos precedentes, es decir, una revisión

de la jurisprudencia

El presente objetivo pretende identificar, a partir de sentencias

emblemáticas emanadas de la Sala de Casación Social del Tribunal

Supremo de Justicia, el contenido correspondiente a la figura del defensor Ad

Litem, a fin de que el derecho a la defensa sea más viable para el

demandado ausente, ya que, el defensor Ad Litemse presenta dentro del

proceso como una necesidad derivada del derecho a la defensa de la parte

demandada para representar sus intereses y ayudarlo a participar en juicio.


68

Las decisiones dictadas tanto en fecha 26 de enero de 2004 signada

con el número 33, como en fecha 14 de marzo de 2011 fueron

ratificadas por la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia,

acotando que los Tribunales de instancia no deben apartarse del

criterio jurisprudencial y vinculante dictado en fecha 26 de enero de 2004,

puesto que pueden ir en detrimento de los derechos constitucionales de las

partes en el proceso.

En resguardo a las garantías del debido proceso y derecho a la defensa

del demandado, para el caso de designársele defensor Ad Litem, habrá de de

dársele preferencia a su apoderado, si lo tuviere, quien obviamente tiene interés

y vocación para su defensa, debido a su vinculación con su defendido. Sin

embargo, aun observamos Tribunales que omiten tal preferencia, confrontando

las norma constitucional y procesal, la doctrina generalizada y el criterio

jurisprudencial, esencialmente el de la Sala Constitucional.

Así pues, se tiene que el defensor Ad Litem no es una figura simbólica,

sino un epicentro de una institución llamada a cumplir un rol protagónico para

la efectiva realización de la justicia. En consecuencia quien asuma esta

responsabilidad, aparte de tener como norte de su actuación el Código de

ética que rige dicha profesión, debe cumplir las obligaciones impuestas por

vía jurisprudencial lo cual ha de reflejarse en autos, obviando en lo posible,

las limitaciones que pudieran derivarse de la imposibilidad de ubicación del

defendido, de ser el caso.


69

2.1.4.1. SENTENCIA N° 33 DE SALA CONSTITUCIONAL DE FECHA

26/01/2004

En aras a delinear las relaciones del derecho de defensa y la función

del defensor Ad Litem, el contenido jurisprudencial se basa, en analizar cómo

debe encarar tal función el defensor a fin de cumplir con ella cabalmente, de

la siguiente manera:

La Sala considera que es un deber del defensor Ad Litem, de ser


posible, contactar personalmente a su defendido, para que éste le
aporte las informaciones que le permitan defenderlo, así como los
medios de prueba con que cuente, y las observaciones sobre la
prueba documental producida por el demandante. El que la
defensa es plena y no una ficción, se deduce del propio texto legal
(artículo 226 del Código de Procedimiento Civil), que prevé el
suministro de la litis expensas para el defensor, lo que significa
que él no se va a limitar a contestar la demanda, si no que
realizará otras actuaciones necesarias (probatorias, entre otras.) a
favor del demandado. Lo expuesto denota que para que el
defensor cumpla con su labor, es necesario, que de ser posible,
entre en contacto personal con el defendido, a fin de preparar la
defensa. Para tal logro no basta que el defensor envíe telegramas
al defendido, participándole su nombramiento, sino que para
cumplir con el deber que juró cumplir fielmente, debe ir, en su
búsqueda sobre todo si conoce la dirección donde localizarlo.

En este sentido, se considera que la lectura del artículo 225 del Código de

Procedimiento Civil, apunta lo que la Sala destaca como forma de ejercicio de la

función del defensor Ad Litem; en efecto cuando el legislador en dicha norma

toma en cuenta que para la designación se prefiere en igualdad de circunstancia

a los parientes y amigos del demandado o a su apoderado si lo tuviere, oyendo

cualquier indicación del cónyuge presente, si lo hubiere y quisiera hacerla; lo


70

que se está significando es que el defensor a nombrarse debe tener interés en

la defensa, debido a sus nexos con el defendido, lo que demuestra que es la

defensa plena la razón de la institución.

Tal norma, el artículo 225 del Código de Procedimiento Civil, colide con el

artículo 4 de la Ley de Abogados, que establece que la representación en juicio

sólo corresponde a abogados en ejercicio, y aunque el defensor Ad Litem no es

un mandatario; sin embargo el espíritu de dicha ley especial, es que la actividad

procesal sea efectuada por abogados en ejercicio, por lo que los parientes y

amigos mencionados en el citado artículo 225, deben ser abogados para ser

defensores, pero más allá los investigadores consideran que por el hecho de

que no lo sean y no se les pueda nombrar, no surge razón para no consultarlos

sobre cual profesional del derecho será nombrado defensor, ya que lo que se

busca es que quien asuma la defensa tenga interés en ella.

La defensa es plena y no una ficción, se deduce del artículo 226 del

Código de Procedimiento Civil, que prevé el suministro de las litis

expensas para el defensor, lo que significa que él no se va a limitar a

contestar la demanda, sino que realizará otras actuaciones necesarias a

favor del demandado.

Como ha sido objeto de estudio, el defensor Ad Litem tiene derecho, en

el proceso en que es nombrado y actúa como representante del demandado,

a que se le proporcionen los gastos necesarios, mediante cantidades que a

pesar de que la regla del artículo 226 establece que deberán ser pagados de
71

los bienes del defendido cabe destacar que en la práctica, las debe

suministrar el actor, es decir, las litis expensas y además sus honorarios,

como profesional del derecho por los servicios jurídicos que presta.

Los investigadores acentúan, que el desempeño del defensor Ad Litem

genera gastos en su intento de ubicar a su defendido, aparte del

esfuerzo intelectual y disponibilidad de tiempo, todo lo cual tiene

un valor, cuyo reconocimiento y retribución, a pesar de la previsión

contenida en el artículo 226 del Código de Procedimiento Civil, pudiera

quedar en una mera expectativa, pues no siempre resulta fácil hacer

contacto con el defendido

Según Pereira, Aldana e Inciarte (1989, p. 197), se debe distinguir entre

honorarios y litis expensas, porque los honorarios del defensor solo pueden

hacerse efectivos una vez que termine el juicio, ya que es en esa

oportunidad cuando se sabrá quien deberá pagarlos, según la condenatoria

en costas. En cuanto a la litis expensas, generalmente es el actor quien las

sufraga, dado el interés que tiene en la celeridad del proceso. Será solo

cuando no las suministre, que el defensor podrá exigirle a su defendido el

pago y en caso de no suministrarlas, solicitar la suspensión de la causa.

Por su parte Calvo (2011, p. 227), considera que no se puede

estimar o intimar los honorarios del defensor Ad Litem como

cualquier abogado, conforme a la regla del artículo 167 del Código de

Procedimiento Civil, pues no es propiamente un apoderado expreso ni

tampoco un asesor o patrocinante.


72

Los honorarios constituyen la remuneración devengada legítimamente

por apoderado judicial, así lo dispone el artículo 167 del Código de

Procedimiento Civil Venezolano, el cual permite al apoderado en

cualquier momento del juicio, estimar sus honorarios y después

de hecha esta estimación, salvo el derecho de retasa, exigir ejecutivamente

el pago de ellos.

En este sentido, es válido aclarar la situación que al respecto tiene el

defensor Ad Litem que no se presenta en el proceso como un mandatario

expreso sino presunto del demandado, lo cual a esta condición se refiere el

artículo 226 del Código de Procedimiento Civil, tanto para los honorarios

como para los demás gastos del juicio.

Haciendo referencia a lo antes expuesto, los investigadores concluyen

que la finalidad de la institución del defensor Ad Litem es la de garantizar en

forma eficaz el derecho a la defensa; para ello el defensor deberá ponerse en

contacto con su defendido, sin que baste a tal efecto el envío de un

telegrama, para que éste le facilite información y pruebas necesarias para

alcanzar tal cometido.

Los honorarios del defensor no deben ser suministrados por el actor

cuando la norma habla de “las demás litis expensas”, sin embargo se cree que

como el actor está interesado en la marcha del proceso y el no suministro de

esos honorarios paralizaría el juicio, tocará a él sufragar dichos conceptos, a

reserva de que oportunamente los cobre de los bienes del demandado. En todo

caso, esta retribución al Defensor, debe ser el resultado mediante la valoración


73

justa y objetiva de cada una de sus actuaciones, y así la defensa del ausente no

se convierta en una ficción solo por conveniencia o lucro.

2.1.4.2. SENTENCIA DE FECHA 14/03/2011 DE LA SALA DE

CASACION SOCIAL

En sentencia de Sala de Casación del Tribunal Supremo de Justicia, el

recurso se formalizó, por el quebrantamiento del amparo del ordinal 1° del

artículo 313 del Código de Procedimiento Civil y de los artículos 15, 206, 208,

211, 212 y 215 del mismo Código, al haber infringido el Juez de Alzada el

derecho a la defensa y al debido proceso.

Durante el proceso, al formalizante se le designo un defensor Ad Litem,

quien se limitó a contestar genéricamente la demanda, pero luego no

continúo actuando para así defender sus intereses. El Juez Superior, al

percatarse que el defensor Ad Litem no continuo actuando con posterioridad

al escrito de promoción de pruebas, no corrigió tal deficiencia a través de la

reposición de la causa al estado de designar un nuevo defensor Ad Litem

que cumpliera con sus funciones.

Sobre el particular de la actividad que debe desempeñar el defensor Ad

Litem, la Sala de Casación Civil, en sentencia N° 01058, del 19 de diciembre

del 2006, expediente 2006-000269, expresó lo siguiente:

Efectivamente como se advierte del anterior pasaje del voto


salvado de la decisión recurrida, la doctrina de la Sala
Constitucional de este Alto Tribunal y la de esta propia Sala de
Casación Civil, ha venido puntualizando la necesidad de una
74

actuación por parte de los defensores Ad Litem, que cumpla a


cabalidad con el derecho a la defensa de sus representados.

En este sentido, la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justica,

mediante sentencia N° 531, de fecha 14 de abril de 2005 (caso: José Rafael

Gil Márquez), expediente N° 03-2458 puntualizó lo siguiente:

En el caso de autos, el abogado designado como defensor del


demandado no cumplió con los deberes inherentes a su cargo,
puesto que se evidencia del estudio hecho a las actas, que una
vez aceptado el cargo y juramentado para el cumplimiento de
dicha actividad, su participación en la defensa de los derechos de
su representado fue inexistente, ya que el mismo no dio
contestación a la demanda interpuesta y ni siquiera impugno la
decisión que le fue adversa a dicho representado; por lo visto el
defensor Ad Litem tiene las mismas cargas y obligaciones
establecidas en el Código de Procedimiento Civil con respecto a
los apoderados judiciales, esta negligencia demostrada por el
abogado Jesús Natera Velásquez, quien juro cumplir bien y
fielmente con los deberes impuestos, dejó en desamparo los
derechos del demandado.

Aunado a lo anterior, se señala que el Juez como rector del proceso

debe proteger los derechos del justiciable, más aun cuando este no se

encuentra actuando personalmente en el proceso y su defensa se ejerce a

través de un defensor judicial, pues como tal debe velar por la adecuada y

eficaz defensa que salvaguarde ese derecho fundamental de las partes, por

lo que en el ejercicio pleno de ese control deberá en cuanto le sea posible la

trasgresión de tal derecho, por una inexistente o deficiente defensa a favor

del demandado por parte de un defensor Ad Litem.

Así mismo, ha sido criterio de la doctrina que el artículo 15 del Código

de Procedimiento Civil constriñe al juez a evitar el perjuicio que se le pueda


75

causar al demandado, cuando el defensor Ad Litem no ejerce oportunamente

una defensa eficiente, ya sea no dando contestación a la demanda, no

promoviendo pruebas o no impugnando el fallo adverso a su representado,

dado que en tales circunstancias la potestad del juez y el deber de asegurar

la defensa del demando le permiten evitar la continuidad de la causa, con el

daño causado intencional o culposamente por el defensor del sujeto pasivo

de la relación jurídica procesal en desarrollo.

En el caso bajo análisis, se pudo observar que si bien es cierto que el

Tribunal realizó todo lo conducente en un principio para la tutela del derecho

a la defensa del demandado, aquel al avistar el cúmulo de omisiones por

parte del defensor judicial que devenían en una violación del derecho a la

defensa del demandado ausente, debió en la oportunidad de dictar su

decisión de fondo, como punto previo, reponer la causa al estado en que

dejo de ejercerse eficientemente la defensa del demandado.

Esta actividad el operador de justicia, la puede realizar perfectamente

atendiendo a lo contemplado en el artículo 334 de la Constitución de la República

Bolivariana de Venezuela (1999), dado que, con la declaratoria con lugar de la

demanda, con fundamento en la confesión ficta del demandado, por la omisión

del defensor Ad Litem, vulneró el orden público constitucional.

Posteriormente, la misma Sala Constitucional, mediante

sentencia N°705 del 30 de marzo de 2006 (caso: José Alberto Pinto Orozco),

ratificando el criterio jurisprudencial antes transcrito, expresó

al respecto:
76

Tal como lo señala el accionante, la función del defensor Ad Litem


es el de defender aquel que no pudo ser citado personalmente,
quien queda emplazado a través de dicha defensa, formándose
así la relación jurídica procesal que permite el proceso válido, lo
que constituye uno de los propósitos de dicha institución jurídica.

De la transcripción anterior se deduce, que para considerar que se ha

vulnerado el derecho a la defensa del demandado ausente o no presente no

sólo basta que la actuación realizada por el defensor Ad Litem sea

considerada inexistente, sino que también haya sido deficiente. Los

anteriores criterios jurisprudenciales deben ser concatenados, con aquel que

nos indica, los principios de economía y celeridad del proceso.

Con relación al principio de economía y celeridad del proceso, Véscovi

(1984, p. 67) ha señalado que, el proceso insume un tiempo, como actividad

dinámica, que se desarrolla durante cierto lapso. El tiempo significa

naturalmente, una demora en obtener el pronunciamiento judicial, que es el

fin perseguido. Significa un lapso en el cual las partes deben realizar un

esfuerzo, inclusive económico; así como el Estado, el principio de economía

tiende a evitar esa pérdida de tiempo, de esfuerzos y de gastos.

La lentitud de los procesos es un grave problema que ha preocupado a

los juristas y políticos de todas las épocas y, con mayor razón, en la nuestra

de aceleración de toda la vida humana. Couture decía, al respecto, en una

recordada página “que el tiempo en el proceso, más que oro, es justicia”; por

eso entre los remedios contra la demora se ha buscado no sólo la economía

de esfuerzos y gastos, sino también la supresión de incidencias y recursos

que no tiene otro fin que la dilación del proceso.


77

En base al presente criterio jurisprudencial, se afirma que es

deber del juez velar por la debida defensa del demandado ausente o no

presente, mediante la vigilancia de las actuaciones realizadas por el defensor

Ad Litem y de su eficacia en pro de su representado en el proceso, vale

decir, al contestar la demanda, interponer las pruebas que fueren

apropiadas, ejercer los recursos contra las decisiones desfavorables y hacer

todo cuanto sea posible para su defensa, lo cual de no cumplirse implica el

deber del juez de reponer la causa al estado en que debió producirse la

actuación pertinente.

3. SISTEMA DE CATEGORIA

3.1. DEFINICION NOMINAL

La figura del defensor Ad Litem en el Procedimiento Civil

3.2. DEFINICION CONCEPTUAL

Según Rengel (1995, p.225), el defensor Ad Litem es un verdadero

representante del demandado en el juicio, equiparable a un apoderado

judicial, con la diferencia de que su investidura no deriva de la voluntad del

mandante, como en la representación voluntaria, sino directamente de la ley.

Su designación es aplicación del principio de bilateralidad del proceso, que le

imprime una estructura dialéctica y realización de las garantías

constitucionales de la defensa en juicio a un derecho inviolable.


78

3.3. DEFINICION OPERACIONAL

Basándose en los instrumentos utilizados en el desenvolvimiento de

esta investigación se puede señalar que el defensor Ad Litem, es aquella

persona que ejerciendo libremente su profesión es designada por

autoridad judicial en base a un mandato expreso de ley, para defender y

tutelar los derechos e intereses de un demandado ausente con la finalidad de

llevar a cabo una eficaz defensa y una verdadera administración de justicia

para que de esta forma el demandado no quede en flagrante indefensión,

apuntando hacia el efectivo ejercicio de la garantía constitucional de la

defensa del demandado.

Cuadro 1
Operacionalización de la Categoría
Objetivo General: Analizar la figura del defensor Ad Litem en el Procedimiento Civil
Venezolano.

Objetivos Categoría Sub-Categorías Unidad de


Específicos Análisis

-Garantías
Constitucionales.
Analizar el derecho -El debido
a la defensa en el proceso.
Ordenamiento Civil -La tutela judicial
La figura del defensor El derecho a la
Venezolano. efectiva.
Ad Litem en el defensa
-Asistencia
procedimiento Civil
Jurídica.

Analizar la falta de La falta de


contestación de la contestación de la -Efectos de la falta
demanda en el demanda en el de contestación de
proceso Civil proceso Civil la demanda.
Venezolano. Venezolano
79

Cuadro 1
(Cont…)
Objetivo General: Analizar la figura del defensor Ad Litem en el Procedimiento Civil
Venezolano.

Objetivos Categoría Sub-Categorías Unidad de


Específicos Análisis

--Procedencia.
Analizar la figura del
-Obligaciones.
defensor Ad litem en
-Oportunidad,
el Código de Defensor Ad Litem
designación y
Procedimiento Civil
aceptación.
Venezolano La figura del defensor
Ad Litem en el -Sentencia N° 33
procedimiento Civil de Sala de
Analizar las Tendencias Casación Social
tendencias jurisprudenciales de en fecha
jurisprudenciales del la Sala de Casación 26/01/2004
Tribunal Supremo Social del tribunal -Sentencia de sala
de Justicia Supremo de Justicia de Casación
Social de
fecha 14/03/2011
Fuente: Montero, Montero, Palencia y Ramírez (2014)

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