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La crisis en la ética

La crisis económica y financiera global incumbe a las normas éticas comunes. Las leyes
requieren una moral y las leyes globales exigen una ética compartida. Las demandas
planteadas por el Pacto Mundial de la ONU y las directrices de la OCDE requieren valores
éticos interculturales. Esto no presupone un sistema ético específico sino, sencillamente,
algunos valores y normas comunes. El Manifiesto por una ética económica global se basa en
cuatro de estos valores, compartidos por las principales religiones mundiales: la no-violencia
y el respeto supremo de la vida; la justicia y un orden económico justo; la veracidad y la
tolerancia; así como la alianza y la equidad jurídica entre hombres y mujeres.
Origen de esta crisis
El origen de esta crisis ético-política no es reciente, sino el resultado de un proceso que
comienza en los albores de la época moderna.
A veces se tiende a explicar la tendencia a la concentración de poder económico y la ausencia
de equidad en la distribución de la riqueza como consecuencias naturales de la ambición y la
codicia humanas. Evidentemente, el proceso tecno-capitalista moviliza las tendencias y
aptitudes humanas que lo favorecen. No hay duda de que hay en el mundo tendencias hacia la
ambición de poder y el éxito económico. Pero lo característico del capitalismo, como observa
Heilbroner, es que no podría prescindir de estas tendencias.
No debe pensarse, sin embargo, que la competitividad exacerbada, la búsqueda frenética del
éxito, y el afán de ganancias sean características inherentes a la naturaleza humana. Menos
aún, que todas las sociedades hayan valorado estos rasgos en forma positiva. Por el contrario,
muchas sociedades han condenado tradicionalmente el afán desmedido de riquezas, o el
egocentrismo competitivo. Más aún, el sistema capitalista, para constituirse como tal, tuvo
que invertir la escala de valores por la que, durante miles de años, se rigieron las
comunidades tradicionales.
Es un error esperar que la formación ética sea exclusivamente responsabilidad de las familias.
Pero no solo es un error sino un despropósito social. Si bien las bases que los padres den a sus
hijos con el fin de formarlos como individuos honestos y para que sepan distinguir entre el
bien y el mal y así actuar en consecuencia, no son suficientes para tener en el futuro adultos
que se comporten sin transgredir atrevidamente normas sociales que favorecen la
convivencia, o adultos que se desempeñen éticamente en el ejercicio de sus oficios o
profesiones.
Los expertos distinguen tres tipos de fallo en el sistema capitalista.

1. Fallo de los mercados:  riesgo moral, política macroeconómica equivocada,


especulación excesiva (inmobiliaria y bursátil), etc.
2. Fallo de las instituciones:  funcionamiento ineficiente de los sistemas de regulación y
supervisión, infraestructura jurídica y financiera inadecuada, falta de rendición de
cuentas o transparencia y modelos de información financiera inadecuadas.
3. Fallo de las virtudes morales, que está en el centro del fallo de los mercados y de las
instituciones. Fallos de esta clase son el capitalismo de casino y la corrupción; la falta
de veracidad, confianza y responsabilidad social, y la codicia excesiva de los
inversores o las instituciones, el falseamiento de los balances y la manipulación ilícita
de los mercados.

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