Está en la página 1de 6

Adolescencia Y Violencia: Su Expresión A Través De La Conducta Grupal

Lic. Susana T de Guiñazú

Interpretar la violencia de los grupos juveniles en la actualidad, implica analizar la misma desde
una doble perspectiva que abarque tanto la dinámica subjetiva que lleva a su inserción en el
grupo y su expresión a través del mismo con actos violentos, como la significación que dichos
grupos tienen para la sociedad de la cual emergen, siendo éstos, representantes y expresión
del imaginario social, en ellos inscriptos.
La violencia de los grupos juveniles, parecería responder tanto a un malestar individual como
social. Desde lo individual, las frustraciones, abandono, ausencia de respuestas apropiadas a
sus necesidades básicas de amor, respeto, contención, orientación, dejan profundas huellas en
el individuo que tienden a ser reactivadas durante el proceso adolescente. Lo no resuelto,
surge con toda su intensidad ante un yo debilitado y sin recursos efectivos para enfrentar los
obstáculos propios del momento.
Desde lo social, las contradicciones en los mensajes, la ausencia de una línea directriz clara en
la conducción, la promoción de valores que tienden a debilitar el proceso de humanización,
aparecen en el imaginario social, como violencia simbólica, violencia que, como "síntoma
social", surge en las conductas adolescentes, quienes en su accionar denuncian acríticamente
esta situación.
Hacer una lectura detenida y profunda de esta problemática, implica captar el sentido y
significación individual y social que la misma tiene para el sujeto y/o grupo que la expresa,
como para la sociedad que recibe sus impactos.
Estudiar la violencia grupal juvenil, nos obliga a replantear nuestro marco de referencia de
manera tal, de lograr una lectura ajustada al contexto histórico social actual.

Analizar esta problemática exige al estudioso de la misma:


1) Amplitud de criterios para su análisis, que debe ser amplio, dinámico,
multidimensional y plurifascético.
2) Recordar que la adolescencia: Forma parte de un proceso dentro del ciclo vital que
este proceso está enmarcado por su propia historia; que aparece como una
circunstancia evolutiva de tipo geográfico, temporal e histórico; que su estudio
requiere un doble abordaje, superficial y profundo. El primero nos da cuenta de los

1
que acontece en el sujeto, el segundo de las motivaciones profundas conscientes o
inconscientes que subyacen en la expresión de los mismos.

Este abordaje nos obliga a abarcar en nuestra reflexión tanto lo que acontece en el sujeto,
como lo que ocurre en el contexto socio cultural e histórico que lo enmarca.
Desde el sujeto observamos un ser en "transformación" por la multiplicidad de cambios que
debe enfrentar (biológicos, psicológicos, sociales) que lo desestabilizan y obligan a una
revisión, reorganización, reestructuración y resignificación de su vida, en virtud de las nuevas
circunstancias, como de las metas biológicas y sociales que debe asumir.
Dentro de las crisis vitales, posiblemente sea la más turbulenta, ya que en ella debe elaborar
numerosas pérdidas, como resolver la situación confusional que las mismas le generan. Pone
en duda sus identificaciones y antiguos modelos, se da la ruptura de los ligámenes simbióticos
de la infancia, por la pérdida de sostén de los antiguos vínculos parentales, lo que genera tanto
sentimientos de desvalimiento, como ansias de autonomía, independencia y libertad. Es
frecuente observar aquí la aparición de antiguos mecanismos defensivos como la negación,
introyección, proyección, formación reactiva, que pueden analizarse como mecanismos
regresivos al servicio del propio proceso del desarrollo personal, siendo estos, según los
recursos yoicos con que cuente, el elemento incentivador para la asunción de los cambios que
lo obligarían a la aceptación de su autoimagen, su sexo, y a definir su identidad.

La desprotección vivenciada por el adolescente, ante la ruptura de los ligámenes simbióticos


que lo unían a las figuras parentales, genera la aparición de un fenómeno típico de esta etapa:
los grupos adolescentes.
El grupo le permitirá sentirse "contenido", le brindará seguridad, apoyo, pero sobre todo
aparecerá como el espacio que le permitirá sentirse "ser y pertenecer". Es vivido como un
espacio intermedio entre familia y sociedad; aparece así el grupo como una transición en el
que se fusiona lo ilusorio y lo real; lo ilusorio por pertenecer a un sistema que lo protege, lo
real porque el grupo los incluye en la sociedad, como seres sociales y sexuales reconocidos.
El grupo representa también para el adolescente una transacción, ya que le permite crear una
zona imaginaria donde se "manipula lo real" con fuerte sentimiento de omnipotencia, que
surge de la cohesión, integridad y fuerza que le brinda la experiencia grupal.

2
El grupo le permite crear su propia estructura relacional, sus propios códigos; lo que le
posibilitará
"ponerse a prueba" y "poner a prueba a los demás", en una zona protegida. El grupo le
permite aprehender lo real y elaborar duelos y ansiedades propios de esta edad.
En este interjuego dialéctico entre lo interno y lo externo, entre su realidad subjetiva y su
mundo objetivo, representado por el otro, se va introduciendo en la búsqueda y construcción
de su identidad, como en su inserción en la realidad social (no siempre bien aceptada).
El grupo representa así en el adolescente, una zona de encuentros y desencuentros. Ser
aceptado por el grupo y estar dentro de él, le permite incursionar en un sentimiento de
identidad más abarcativo. De esta manera, la es reforzada por el grupo y resignificada a través
de él. El grupo Con sus códigos y sistemas de relación, le da responsabilidad y lo "protege" de
la responsabilidad social. Esta experiencia, a través de la identidad grupal, genera en el
adolescente la aparición de los siguientes rasgos:
• Amplia zona de influencia del yo.
• Le permite hacer un manejo omnipotente de la realidad.
• Facilita la conciencia de que el grupo es una circunstancia transitoria, sin él siente que
pierde fuerza subjetiva.
• Le brinda seguridad, conciencia de poder, de fuerza, adquirido a través del "prestigio ",
ganado dentro del grupo, según el cumplimiento de los códigos impuesto por el
mismo.
• Le permite el "manipule o " de situaciones conflictivas, lo que lo hace hacedor y
descubridor de nuevas relaciones humanas (sanas o enfermas).
• Le brinda un nuevo núcleo de pertenencia y referencia, a través de los códigos que
cada uno de sus miembros, trae de su antiguo grupo de pertenencia.
• Entre los 16, 18 años el grupo se abre a lo social identificándose, por lo general, con los
"sectores en pugna ", lo que les permite la lucha justificada contra la familia, las
instituciones, otros grupos o la sociedad. En otros casos se da la catarsis emocional a
través de la cual se liberan de su hostilidad.
• El grupo adolescente no es un fin en sí mismo, sino representa una transición en la
vida de éste; le sirve para reafirmar su identidad y consolidar su inserción en el medio
social.

3
Es importante reflexionar sobre: ¿Quiénes integran estos grupos? ¿Con qué historias
personales se insertan ellos? Según el nivel de integración yoica de sus miembros, según el
nivel de evolución de equilibrio, claridad o desequilibrio y confusión de cada uno de ellos del
que ejerce el liderazgo, será la o menor homeostasis del grupo, su funcionamiento sintónico o
asintónico, intragrupal e intergrupal, como su nivel de adecuación o no, al medio social.
Sabemos que el ser humano construye su subjetividad en un medio social, cultural e histórico.
Subjetividad y cultura no actúan en forma independiente, sino que se entrelazan y construyen
permanentemente. Así, la cultura se inscribe en los sujetos a través de los grupos sociales, de
manera tal que el sujeto aprende y repite consciente o inconscientemente el discurso que
cohabita cada época. Cobran aquí importancia los vínculos que se establecen, ya que estas
ligaduras conforman complejas estructuras de relación, según respondan a la necesidad de
fusión y plenitud a través del otro, de dominio, de sometimiento o de encuentro
desinteresado. La raíz de la modalidad vincular la encontramos en la familia, en las primeras
relaciones objetales, en los primeros vínculos de amor, en la forma de imposición de los
límites, de la ley, de la prohibición, del compartir solidario... Esto le permitirá al sujeto,
vivenciar la sutil dialéctica entre gratificación y frustración, fantasía y realidad, le enseñará
tanto a compartir como a tolerar las diferencias.
El contexto socio-cultural actual brinda modelos de levedad, en donde prima la inconsistencia
de la razón, ésta no desapareció sino se volatilizó; en la vida cotidiana se observa la pérdida de
sentido de lo grave, se trivializa tanto la vida como la muerte; se observa la tendencia a
homogeneizar, intentando que todo sea igual, se niegan las diferencias; se promueve lo
placentero, todo es fugaz, se vive el presente como "ya", se niega el pasado a través del "fue",
y el futuro es vivido como incierto, desaparecen los proyectos. Se acentúa el individualismo, el
hedonismo, el consumismo, el materialismo, el narcisismo.
La inscripción de este discurso social en la subjetividad del adolescente, reniega de todos
aquellos principios reconocidos como fundantes de una personalidad sana. De esta manera, la
inconsistencia de los modelos propuestos y las contradicciones, generan sentimientos de
inseguridad, descreimiento, confusión en cuanto criterios de autoridad, límites.
Observamos en niños y adolescentes la aparición de conductas desbordadas por la ausencia de
contención del adulto, como la ausencia de recursos internos para sostener su actuación en el
medio. Incumplimiento de normas, actos violentos muestran su insatisfacción y su poca
tolerancia a la frustración. Conductas primarias, predominio de la omnipotencia (yo ideal)

4
desechando el esfuerzo y búsqueda que implica el alcanzar los logros propuestos por el ideal
del yo. Se observan grupos que se manejan sin control ni contención.
En esta nueva lógica cultural que nos atraviesan se entrecruzan discursos modernos y
posmodernos; estos discursos contradictorios son los que incorpora el adolescente,
apareciendo como consecuencia, un alto porcentaje de caer en "conductas de riesgo social",
es decir en conductas que en forma consciente y voluntaria tiene alta probabilidad de provocar
situaciones de daño para sí o para el prójimo. Dentro de estas conductas se halla la violencia.
La violencia pone de manifiesto no solo "la agresividad instintiva, sino también la racionalidad,
lo que hace que la misma no sólo refleje una acción inteligente, sino una intención, una
dirección y un mensaje". Tiene múltiples manifestaciones: Simbólica, en tanto niega la
presencia del otro; como proceso, ya que no se presenta como hecho aislado sino que se
inscribe en una historia y en un contexto; como fuerza, ya que el lenguaje se reemplaza por la
acción, por la fuerza con las que se intenta someter al otro, dominar, destruir o cambiar un
orden (tiene un fin); como un daño que se produce a otro, puede ser físico o psíquico; como
una relación asimétrica, implica el sometimiento de otro, ya sea por relación de fuerza o por
ejercicio de poder. Hay una relación de desventaja entre el sometedor y el sometido.
De acuerdo a esto la violencia presenta diversas facetas, algunas explícitas otras implícitas, que
surgen en las relaciones psicoafectivas humanas. Esta modalidad de relación tanto se observa
en la familia, en la escuela, en las relaciones entre pares, en las instituciones laborales, en los
medios de comunicación y en la sociedad en general.
Podemos decir que la violencia "es una forma de interacción humana mediada por la fuerza,
en búsqueda de determinados intereses, con una finalidad específica, que siempre produce
daño".
La violencia aparece como una conducta que expresa el fracaso de la relación interpersonal;
quien utiliza la fuerza para comunicarse, pone en evidencia la falta de recursos internos para
mediar con el otro a través de la palabra. Revela inmadurez y expresa manifiestamente una
conducta regresiva.
En la configuración de estas conductas inciden tanto factores personales, familiares, como
sociales. En el primer caso, influyen la calidad de las primeras relaciones objetales, la calidad
de los mensajes, los modelos identificatorios que brindan las figuras parentales son
definitorios. En este sentido la carencia de afecto, la situación abandónica a que son sometidos
en los primeros años los niños, la ausencia de límites claros, los mensajes contradictorios,
inhabilitan al sujeto para el logro de un proceso humanizante sano, generando frustración y

5
violencia. En el segundo caso, la atmósfera inarmónica, la desintegración del grupo familiar, y
la presencia de una cultura familiar aberrante, es generadora de violencia.
En el tercer caso, la ausencia de modelos saludables la presencia de mensajes contradictorios,
la violación permanente de las leyes y la inconsistencia del sistema para mantener el orden
social, es generador de violencia.
CENTRO CRIANZA | FUNDACIÓN PARA LA INTEGRACIÓN Y LA CAPACITACIÓN

También podría gustarte