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Parte 1.

“Mis alumnos me dicen ‘a los grandes poderosos no les interesa mejorar el planeta’ hay una tendencia a que con el capitalismo
el planeta se muere”, decía una compañera docente en la mesa territorial. Y otro reflexionaba sobre el comportamiento de los
grandes capitales: “Ellos no valoran la vida. Ellos dejaron que se pudran las vacunas, había vuelto el sarampión… Lo único que
quieren es volver y seguir manoteando, volver a la esclavitud”. Está claro para una gran masa del pueblo, y sobre todo para los
y las jóvenes, que el capitalismo, lejos de augurarnos un futuro de bienestar y desarrollo, nos conduce a una situación de
muerte.

En la cumbre climática organizada por EE.UU., y en la que los presidentes de los países centrales fueron nada más que a
“lavarse la cara”, las palabras del papa Francisco contrastaron entre tanta falsas promesas: "¡Es el momento de actuar,
estamos al límite!". Llamaba la atención sobre la necesidad de cambiar profundamente el comportamiento social, no podemos
perder más tiempo.

Una joven participante de una mesa barrial concluía: “Está todo desordenado. A muchos los ordenó el sueño americano,
ascender, tener el auto, el consumo; los ordenó la plata, las vacaciones y comprar mucho. Estamos ordenados por el trabajo
pero para intereses de otro y en cualquier momento lo podes perder, por eso a la larga te desorganiza”.

Esta situación de desorden, de caos, incluso de tendencia a la autodestrucción ¿no tendrá que ver con la crisis irremediable del
capitalismo? ¿No será que un sistema está muriendo e inevitablemente, en su agonía, caotiza la vida social? Como decía un
compañero en una revisita: “Tenemos que aprender a vivir y superar la pandemia”; porque en eso viejo que muere están las
condiciones para que lo nuevo pueda nacer.

¿Entonces qué es lo que muere y nos desorganiza? Veamos algunos datos recientes sobre la crisis y la destrucción del empleo.
Según una proyección que hizo el semanario británico The Economist: “Se asegura que la fuerza laboral tendrá una reducción
dramática en los próximos diez años. El 2021 parece ser el año de la adopción general de la inteligencia artificial para realizar
tareas de menor complejidad. Las más sofisticadas comenzarán a manejarse con estas tecnologías a partir de 2024. El
resultado será, según los analistas, un período de despidos globales sin precedentes que no se explicará necesariamente por la
crisis económica”. La ola generalizada de despidos no se explica, dice el periódico financiero inglés, por una crisis coyuntural,
es un fenómeno estructural. Como venimos analizando, el capital en su necesaria acumulación (inversión para maximizar
ganancias) se concentra y centraliza: esto implica que las grandes corporaciones se comen a las medianas y pequeñas
nacionales. Y desde hace varias décadas los monopolios no sólo se comen a los capitales medios sino que se están fagocitando
entre ellos. Gigantes que absorben a otros gigantes. En su dinámica de competencia y acumulación, el capital precisa
aumentar la tasa de explotación de los y las trabajadoras. Esto se traduce en un incremento de la capacidad productiva del
trabajo: fundamentalmente incorporando nuevas tecnologías y métodos de producción científicos. En esta dinámica cuyo
objetivo es incrementar la ganancia privada del capitalista, crece la productividad del trabajo mediante el aumento de la
inversión en maquinaria y materias primas y se expulsa una masa creciente de trabajadores que se vuelven obsoletos junto a
los viejos equipos. Se amplifica la fuerza productiva del trabajo al tiempo que se destruye el empleo y las condiciones de
reproducción de las masas en todo el orbe. Esta carrera, insistimos, orientada por la acumulación privada del capital fue
palanca de desarrollo histórico que se ha convertido en palanca de la destrucción del planeta y de la vida. Lo que se nos
aparece como desorden y caos es la propia lógica de acumulación del capital, que antes nos organizaba la vida, incorporando
algunas demandas obreras tras consecuentes luchas y revoluciones victoriosas (como la de 1917 en Rusia), aunque
condenando a la miseria y a la represión a importantes sectores del proletariado. Represión para unos cuantos y dádivas para
otros. Pero en los últimos cincuenta años (inicio de crisis mundial en 1971) y sobre todo luego de la agudización de la misma
(2008) con el subsiguiente salto en la concentración económica y en la implementación de nuevas tecnologías, el capital
desaloja de la actividad productiva a miles de millones de trabajadores en todo el mundo. Nos quedamos afuera de la
actividad laboral y por lo tanto de la vivienda, del acceso a los medios elementales de vida, y se perturba nuestra participación
en los espacios de recreación y deporte, de la educación, del sistema elemental de salud así como están organizados hasta
ahora, es decir en función de la acumulación del capital y del consumo individual.

La “reducción dramática” del empleo se combina con un aumento también feroz de la explotación de quienes logran
permanecer en su trabajo. Jornadas de 12hs, incluyendo sábados y domingos, rotación arbitraria de los horarios laborales,
aumento insalubre de los ritmos de trabajo y un largo etcétera caracterizan el momento actual, al que debemos sumarle una
reducción del salario real dada la suba galopante de los precios de todos los bienes y servicios necesarios en los últimos cinco
años.

La destrucción sostenida del empleo en esta etapa de “cuarta revolución industrial” en la que las máquinas se comunican
entre sí a miles de kilómetros de distancia, procesan información a velocidad inédita y operan con brazos y vehículos
robotizados, estrangula la propia tasa de ganancia del capital. Si la fuente del valor de las mercancías es el trabajo que
realizamos los seres humanos, y si los planteles de trabajadoras y empleados se reducen sistemáticamente esto significa que
el valor global se reduce. La lucha entre los monopolios por apropiarse de este valor es feroz. Lisa y llanamente no entran
todos en el “mercado”.

La falsa “salida” que encontraron los estados imperialistas para sortear la crisis estructural y la situación de conflictividad
social que esta atiza, fue endeudarse todavía más emitiendo moneda a lo bestia en procura de sostener el consumismo de sus
engañados pueblos. En Europa y los EE.UU. la máquina de imprimir billetes no da abasto. El país del norte lleva la delantera. El
Instituto Internacional de Finanzas (un órgano del capital financiero) comunicó con preocupación que la deuda global de las
naciones y las empresas superó en el año 2020 el 350% del PBI mundial. Según el instituto “opiniones calificadas de diversas
corrientes vaticinan crisis de deudas tan impactantes como la pandemia. O más. Los Estados nacionales emitieron más de la
mitad de la deuda total del año pasado. El resto del endeudamiento está explicado por créditos a trabajadoras y trabajadores,
empresas de diverso tipo y tamaño y entidades financieras. De manera estilizada, quien vive del trabajo toma crédito porque
no alcanza el salario para el consumo”. Una deuda pública y privada impagable a todas luces que acumula calor como las
entrañas de un volcán.

La crisis estructural del capitalismo deja sin recursos materiales al capital financiero para incorporar en sus alianzas a las
burguesías de los países periféricos y a vastos sectores del proletariado. Van todos a la lona. Y no sólo esto, sino que además
riñen a muerte las grandes corporaciones entre sí. Sin recursos materiales se agotan sus recursos políticos, ideológicos y
culturales para garantizar su hegemonía a escala global. El retroceso de los EE.UU. como fuerza imperial es cada vez más
evidente. Sus ataques e invasiones en todo el mundo caen sin excepción en la categoría “fracaso” y “derrota”. Esta es la
característica central de la etapa.

Los anuncios de Biden sobre el retiro de las tropas yanquis en Afganistán, luego de veinte años de ocupación y masacres en
una guerra cuyos altos oficiales reconocieron desconocer los objetivos estratégicos, y sin haber logrado debilitar a las fuerzas
opositoras a EE.UU. en la región de medio oriente, es una muestra de su debilidad política. La expulsión de sus ejércitos en
Irak, tras masivas movilizaciones populares que presionaron al gobierno iraquí para desligarse de la política imperial, y la dura
derrota que las tropas de EE.UU. y sus aliados terroristas sufrieron en Siria son importantes síntomas de lo mismo. La
intervención militar yanqui en Siria se convirtió en un robo descarado de granos y petróleo que transportan los convoyes
militares a plena luz del día. A la vista de todos los pueblos oprimidos y de sus propios pueblos que reflexionan y empiezan a
despabilarse del viejo mito anglosajón de la “carga civilizatoria del hombre blanco” en Asia y África. Estas acciones de saqueo
lejos de alcanzar el objetivo estratégico de dividir y fracturar a los movimientos populares anti imperialistas, enemistando a
árabes y persas, han motivado acciones en la dirección opuesta. Los acuerdos que en estos días se celebraron en Bagdad entre
los cancilleres de Irak y de Irán para fortalecer las relaciones bilaterales y proteger la integridad de ambos pueblos, así como el
incremento de los intercambios comerciales y financieros es un hito que pone contra las cuerdas a la política divisionista del
imperio estadounidense en esa zona tan rica en historia y cultura. A su vez, la firma de profundos convenios políticos,
económicos y culturales entre China e Irán, con miras a su desarrollo en los próximos 25 años rompe el aislamiento del
bloqueado y soberano pueblo persa.

La misma suerte parece correr la escalada militar de Biden en la zona del Mar Muerto y Ucrania para desestabilizar la región y
promover la fractura de la Federación Rusa y, sobre todo, quebrar el acuerdo energético y sanitario de ésta con la Europa
continental (producción de vacunas Sputnik en varios países europeos, al tiempo que la Unión Europea acaba de denunciar en
sus tribunales a la compañía farmacéutica anglo-sueca AstraZeneca por incumplimientos en el contrato).

En estos días, Turquía (viejo aliado yanqui en la región) anunció oficialmente el fin de la cooperación militar con Washington y
la expulsión del ejército estadounidense de su territorio además de la prohibición del uso de sus bases aéreas, incluso en el
marco de la OTAN, en las que la potencia del Norte disponía estratégicamente de sus armas no convencionales (armamento
nuclear) de cara a oriente.

La crisis de la política imperialista a nivel mundial en base a su crisis de acumulación y fractura del bloque del capital
monopólico, perturba y caotiza la vida social de los pueblos que aún delegan el mando en los partidos y facciones políticas que
representan a este decadente capital financiero o en frentes cuya política antimperialista requiere de mayor protagonismo
político, como puede ser nuestro caso. La multipolaridad se ha impuesto al proyecto unipolar de los EE.UU., es el fin de una
era y el surgimiento de otra, y su despliegue para la superación de todos los problemas que el sistema colonial y neo colonial
nos ha causado, derrotando a dicho sistema, implica tomar cartas en el asunto de modo urgente. El ocaso y la muerte del
bloque imperialista es la condición de posibilidad del surgimiento de un mundo mejor, de una sociedad de iguales.

Parte 2.
Cada semana en las mesas de trabajo barriales y en las revisitas casa por casa vamos analizando colectivamente cómo el orden
en que vivimos, crecimos y nos formamos se desmorona frente a nuestros ojos. Somos cada vez más, quienes empujados por
el agravamiento de las circunstancias tomamos nota de que el mundo no puede seguir funcionando así, y de que, quienes
históricamente han dominado, son quienes han creado el problema, por lo tanto, es evidente que no pueden solucionarlo. Los
dueños del mundo, esclavos de las leyes del sistema que han montado, deben perseguir la acumulación de ganancia a
cualquier costo. La pandemia ha dejado claro que para esos grupos económicos la vida y la salud de los hombres también es
un negocio, y con esa lógica promueven el caos, la descomposición y el desorden en cada punto del planeta. Pero si bien
vamos siendo cada vez más conscientes de los peligros que se avecinan y de la incapacidad de nuestros enemigos de cambiar
el rumbo al que nos dirigimos, nos cuesta mucho más imaginarnos o creer que ese rumbo puede ser cambiado por nosotros,
los trabajadores. La desconfianza y el escepticismo no son casuales, como hemos repasado, venimos de un largo periodo
histórico a donde a una gran parte de los laburantes del mundo se nos ha convencido de que el buen vivir era el consumo y la
ostentación. En nuestras tierras, además de tener que desembarazarnos de toda esa concepción competitiva que no nos
pertenece, cargamos con la profunda herida de haber padecido una de las dictaduras más sangrientas de la región, proceso
que se llevó a más de 30 mil hombres y mujeres, en su gran mayoría de la clase obrera o hijos de laburantes, de los que más
dispuestos estaban a poner en lo común y a transformar el mundo. La dictadura militar de 1976 fue promovida y financiada
por los grandes grupos económicos extranjeros y locales, ya que frente a la resistencia organizada del pueblo no podían
promover sus planes e intereses. Luego de derrotarnos militarmente avanzaron económica, política e ideológicamente. Una
parte de nuestra sociedad fue convencida de que ir al shopping o viajar a Disney era lo más cercano a la felicidad, mientras las
grandes mayorías padecían los efectos viles del avance de los monopolios: desocupación, hambre, violencia y drogas. Toda esa
historia y esas heridas muy recientes operan en el presente y no colaboran a que podamos elaborar una propuesta por la
positiva frente al complejo escenario que se nos presenta. Sin embargo, y como repasábamos la semana previa, hay mucha
más historia en nuestras espaldas de las que nos han contado, y el pueblo trabajador ha enfrentado adversidades y realizado
hazañas mucho más grandes y complejas que las de cualquier héroe hollywoodense.
La Comuna de Paris fue una gran experiencia de lucha obrera que dejó un reguero de profundas enseñanzas para los
trabajadores. Pero tan sólo 40 años después, las masas obreras y campesinas de una Rusia desigual y atrasada, en medio de la
1° guerra mundial y atravesando una pobreza y un hambre extremo realizarían una revolución que culminaría con la primer
gran experiencia de un gobierno de los trabajadores. Por primera vez en nuestra historia de lucha trabajadora, y
enfrentándonos a todas las potencias económicas de la época, nos hacíamos cargo de todos los problemas de la sociedad.
Durante más de 70 años, en una extensión territorial equivalente a un sexto de la tierra y con un pico de 287 millones de
habitantes, los trabajadores aprendíamos cómo debía ser un gobierno desde nuestros intereses, uno donde no haya
explotación del hombre sobre el hombre. Las potencias occidentales y todo su inmenso aparato cultural se han encargado de
demonizar la experiencia de la Rusia Soviética, acusándola de todo lo que nos podamos imaginar. La obsesiva ferocidad con la
que aun actualmente atacan esa parte de nuestra historia debe ser para nosotros una señal de alerta: no pueden dejar que
nos reencontremos con ese sendero trazado por los laburantes ni que aprendamos y saquemos todas las conclusiones de lo
que hemos hecho, esa continuidad es la que deben cortarnos para sumirnos en la desesperanza y el derrotismo. Será una
tarea larga y exhaustiva la de recuperar el rico legado de nuestras luchas, pero podemos repasar algunos números generales
que muestren donde puso el foco y los esfuerzos el primer gran gobierno obrero.
* La esperanza de vida durante el zarismo, en 1900, era en Rusia de 30,5 años, inferior a la media mundial de ese entonces de
32 años. La revolución rusa implementó la asistencia médica de forma totalmente gratuita. Desde entonces, la esperanza de
vida aumentó hasta los 59,4 años en 1953, y hasta los 68,4 años en 1965, 15,2 años superior a la media mundial.
*En 1913, aún con el zarismo, 269 de cada 1.000 niños morían antes de llegar al año de vida. Para 1985, esta cifra había
descendido hasta 22 de cada 1.000. Lo que significa que, en 72 años, la tasa de mortalidad infantil se redujo en más de 12
veces.
*Entre 1913 y 1969 el número de camas de hospital en la URSS se multiplicó por 8,15 veces, pasando de 1,3 camas, por cada
1.000 habitantes, en 1913 durante el zarismo, a 10,6 camas en 1969. En 1970 había en la URSS 10,6 camas por cada 1.000
personas, frente a las 8,2 de los EEUU.
*En 1970 la URSS tenía la mayor proporción de médicos por habitante del mundo, contando con 23,8 médicos por cada 10.000
personas, frente a los 15,8 de los Estados Unidos.
*Además conseguía erradicar completamente enfermedades como la viruela, la peste, el cólera o el paludismo y reducir
enormemente la incidencia de la poliomielitis, la difteria o la tos ferina. Basta con tan sólo algunos datos para tomar nota que
no es casual que hayan sido el primer país del mundo en haber desarrollado y ofrecido la vacuna contra el COVID-19. Una larga
tradición médica y de investigación al servicio de su sociedad los precede.
*Previo a la revolución la tasa de alfabetización de las personas entre 9 y 49 años era del 28,4%, del 16,6% para las mujeres y
del 40,3% para los hombres. Para 1970, el analfabetismo en las personas entre 9 y 49 fue prácticamente erradicado en la
URSS. En ese año, la tasa de alfabetización era del 99,7% para las mujeres y del 99,8% para los hombres.
*Fue el gobierno obrero de la Unión Soviética, el primero en llevar al espacio un satélite, en llevar al primer ser humano y el
primero en montar una estación orbital.
*A pesar de haber sido golpeados muy fuertemente por la 1° y la 2° guerra mundial, el esfuerzo de los trabajadores rusos y la
economía planificada por el gobierno bolchevique lograba multiplicar 52 veces su volumen industrial para 1954.
*Por otra parte, a diferencia de todo lo que nos han contado las películas norteamericanas, fue la Unión Soviética quien jugó
un rol fundamental en detener la avanzada nazi en la 2° guerra mundial. Tan sólo con repasar algunos números puede verse
claramente. La 2° guerra mundial transcurrió entre 1939 y 1945 centralmente en territorio europeo y asiático. Entre militares y
civiles, el pueblo ruso dejó más de 25 millones de muertos en la contienda, mientras que Estados Unidos desembarca en
Europa recién en 1944 y los combatientes caídos de dicha nacionalidad rondan los 400 mil muertos.
Podríamos seguir enumerando ejemplos de grandes logros en todos los campos de la vida y el conocimiento. Pero al igual que
repasábamos con la Comuna de Paris es transparente que, a pesar de los errores que se pueden haber cometido, todo el
proyecto de la Unión Soviética perseguía el bienestar de la comunidad entera y no de unos pocos privilegiados. Será necesario
para las batallas que inminentemente se aproximan que todos los pueblos del mundo podamos reencontrarnos con el legado
que nos precede, y que, por tanto, sin perder de vista el recorrido nacional de cada una de nuestras peleas, podamos sentir y
entender como propias las luchas de cualquier laburante en cualquier punto de planeta y en cualquier época histórica.

Parte 3.
Tal como vimos en la Parte 1 y 2 de esta publicación, resulta evidente para el grueso de las compañeras y compañeros que la
crisis de este sistema nos lleva al límite de nuestra subsistencia y que, por lo tanto, la resolución de la misma provendrá sólo
de lo que hagamos nosotros, los laburantes.

En este sentido, varias compañeras y compañeros afirmaban la necesidad de “dar el paso”: “Tiene que haber un cambio de
conciencia, el planeta ya no lo soporta”; “pienso que nosotros tenemos que aprender a vivir con esto (pandemia). Dejar de
quejarse y hay que salir a la vida, y aprender a vivir con esto. ¿Sino cómo vamos a hacer? Esto no se va a solucionar de un día al
otro. Hay gente que no toma conciencia de esto … Es un mundo muy injusto (…) Creo que hay que cambiar, de buscar la forma
de hacer las cosas mejor, de poder creer, eso es lo que pienso” ; “creo que no hay nada para inventar, quejas tenemos por
todos lados. Hay que ponerle mano a hacer. Cómo le ponemos mano a todo eso…”; “me parece que es claro que el sistema esta
decadente, que no da respuesta… hay que buscar cómo cambiar eso de raíz, a veces pongo jodiendo menos Netflix y más libros,
menos Netflix y más muros, que pintadas y escrituras nuestras, un país donde están todos los muros blancos es un país
muerto… y vemos todos los días así, cosas que te muestran que hay gente que quiere cambiar las cosas…”.

Todas las intervenciones coinciden en poner el eje en la NECESIDAD DE CAMBIO, en que debemos dejar de “quejarnos” por lo
que NO va de este sistema, y avanzar en la transformación. Pero además, empieza a aparecer por todos lados que “hay gente
que quiere cambiar las cosas”, es decir, que esa “nueva” conciencia a la que se refieren los compañeros se materializa cada día
más en una fuerza dispuesta a “tomar las riendas”.

Por lo tanto, partimos de la certeza que existen las condiciones, la conciencia y la disposición de nuestro pueblo de superar
este sistema, de transformar el orden existente. Resta entonces, precisar ¿qué hay que hacer? Y, ¿cómo hay que hacerlo?.

Semana a semana venimos analizando, que esta disposición al “hacer” se choca con los problemas que nos ha generado el
enemigo, al respecto un compañero afirmaba que “Creo que hay mucha gente que tiene ganas de participar pero no sabe
cómo y el sistema te va generando un modo de vida hasta el esparcimiento”. Es decir, desde el punto de vista objetivo, son los
monopolios los que controlan nuestras condiciones de vida, no sólo el acceso o no al trabajo lo que limita el acceso a los
recursos básicos para la subsistencia; sino que en la medida que organiza el trabajo también organiza las relaciones al interior
de nuestra familia, la educación, el esparcimiento, nos ordena a qué le dedicamos nuestro tiempo y a que no. Por lo tanto, la
primera tarea que enfrentamos para “cambiar todo lo que deba ser cambiado”, es re-ordenar nuestros tiempos individuales,
colectivos, sociales, poniéndolos en función de lo “común”. Esto significa, que ante todo, dispongamos nuestros mayores
esfuerzos para resolver los problemas que enfrentamos como sociedad: el trabajo, la educación, la salud, la cultura, la
seguridad, entre otros. No podemos anteponer la resolución de esos problemas primero al “interior” de nuestra familia, para
luego organizar nuestro tiempo para resolver eso común, simplemente, porque esos problemas NO tienen resolución en el
marco de lo “privado”, desde la familia no se puede resolver la falta de trabajo, la falta de salud o de educación. Por lo tanto,
siempre el punto de partida es lo colectivo, es la construcción de una fuerza capaz de resolver esos problemas “para todos”,
esta es la única manera que esos problemas se resuelvan para “nuestra familia” también. Y, para esto tiene que estar claro
que debemos escindirnos del oportunismo, del “hago para obtener algo a cambio”. Eso que hacemos, debemos hacerlo con la
convicción que generará las condiciones para una sociedad que en el futuro (inmediato), pueda ir resolviendo uno a uno, con
mucho trabajo, tenacidad, y firmeza, los problemas que el capitalismo nos ha dejado a la humanidad.

Ahora bien, ¿cómo se definen esas tareas que requiere la resolución de eso común? El “plan” es basto, enorme, y contiene la
resolución de todo. Por lo tanto, requiere pensar, desarrollar y construir TODO de vuelta, todo el mundo, la producción, las
relaciones entre las mujeres y los hombres entre sí y con la naturaleza. En este sentido, es que las tareas son infinitas, y que el
plan de lo que tenemos que hacer están contenidas las tareas para el conjunto de nuestras vecinas y vecinos, compañeras y
compañeros de laburo, familiares, etc. Nadie de nuestro pueblo está por fuera. ¿Por qué? Porque las tareas que tenemos
planteadas como clase obrera, implican que a medida que resolvemos el problema fundamental de superar este sistema, de
superar la explotación del hombre por el hombre, nos ponemos al frente de construir la nueva sociedad, estamos resolviendo
el problema que tiene planteado toda la humanidad. Y, por lo tanto, tan sólo queda “por fuera” el 1% de la sociedad que
representa la burguesía. Todo el resto, conformamos la fuerza que vive de cooperar con otros, no de explotar a otros para
subsistir.
Frente a la bastedad del plan, la inmensidad de tareas, y la enorme fuerza que debe ponerse al frente para resolverlos,
debemos ordenar por donde partir. Sabemos, que todo lo que tenemos por hacer lo vamos a hacer retomando la vasta
experiencia que tenemos acumulada como clase, tal como vimos en la Parte 2. Por tanto, el “primer paso”, es hacer ciencia de
nuestra práctica anterior, aprender de aquello que hicimos, cómo lo hicimos, que errores cometimos, como subsanarlos y
como mejorar nuestra práctica. No podemos seguir enfrentándonos a nuestro enemigo, con la misma estrategia que se
mostró limitada para derrotarlo. Es por esto que el casa x casa, el ir a verlos a todos resulta central, porque ya sacamos la
conclusión que si no es con el conjunto del pueblo, no se puede. Históricamente los laburantes, hicimos las sociedades de
fomento, los clubes, los barrios, etc., y participábamos activamente de los mismos, nos encontrábamos en plazas, escuelas, en
las calles. Pero sabemos que la dictadura, fue un quiebre en la forma como nos relacionamos, “nos metimos para adentro”, es
por esto, que sacamos la conclusiones que tenemos que ir NOSOTROS casa x casa, tenemos que “ir a buscarnos.. para
sacarnos” del encierro a donde nos metió el enemigo. Muchísimos compañeros, nos han planteado y agradecido por haberlos
ido a buscar, esencialmente porque cada vez que tocamos una puerta asumimos un compromiso con el otro así como
buscamos que los otros den el paso a comprometerse en la construcción colectiva, en la resolución de lo común. No lo
hacemos porque “somos piolas”, sino porque necesitamos a cada una y uno de los compañeros, accionando, resolviendo,
aportando, para engordar la fuerza, para poder cada vez llegar a más, resolver más problemas.

Pero sabemos que solo “ir a buscar al otro” no alcanza, justamente porque el enemigo nos organiza la vida, por tanto, para
todo lo que tenemos para proponerle a los laburantes que visitamos, el enemigo tiene “un plan” en función de sus
necesidades. Entonces, para que nuestra vecina o vecino, de el paso a unirse al plan de “lo común” frente al “plan del
enemigo”, tiene que saber con claridad, que es lo que vamos a hacer, como vamos a hacerlo, con quienes vamos a hacerlo,
que tiene que hacer ella o él, cuándo lo tiene que hacer, que tiempos requiere, que esfuerzo requiere, que tarea implica, etc.,
etc., etc. Todo esto requiere que cada vez que tocamos una puerta tengamos preparado lo que implica que el otro “abra esa
puerta”. No podemos salir a tocar timbres a ver “que picamos”, y cuando el otro nos atiende, “sacar de la galera” una tarea. El
encuentro con el otro requiere organización, planificación. Para que cualquiera de nosotros de pasos en organizar nuestro
tiempo en función de lo común debemos saber con precisión que hay que hacer. Y eso, demanda que aquellos que asumimos
la tarea de ir a tocar puertas, preparemos, hagamos ciencia, reflexionemos, conozcamos, aprendamos, escuchemos, y
accionemos de forma tal que ese compañero pueda asumir su “puesto de lucha” en la pelea general.

Este es el orden al que intentamos arribar, por tanto, cada instancia que hemos construido, el llegar al 1 cada 4, es resultado
de haber hecho ciencia de nuestra experiencia anterior. Sabemos que las compañeras y los compañeros se suman, cuando
preparamos antes todo lo necesario para que eso suceda, sino no lo hacen. Esto lo hemos demostrado en la práctica. Ahora
esa práctica debe ser cada vez más precisa, cada vez más científica, en la medida en que la necesidad de participación se
generaliza en las masas. Por tanto, llegar al 1 cada 4 requiere mucha reflexión y preparación.

¿Cómo nos planteamos hacerlo? Estamos avanzando más aceleradamente en sacar conclusiones con respecto a la batalla
educativa, pero esas conclusiones, eso que estamos aprendiendo lo vamos a generalizar para la batalla cultural, para la batalla
por el trabajo, por la salud, la seguridad, etc. En cada barrio, en cada cuadra, debemos construir el 1 cada 4. Es decir, que cada
vecina o vecino tenga responsabilidad sobre otros 4 vecinos. Ese “1” debe ser la primera compañera o compañero al que
debemos interpelar, el que tenga más disposición y, a partir de esta voluntad de participar, proponerle el seguimiento de otras
vecinas y vecinos. Con los más dispuestos, vamos a discutir todos los planes: el trabajo, la educación, la salud, la cultura, etc.
Vamos a discutir y organizar la forma como se resolverán todos los problemas en nuestro barrio, como es que se puede
organizar otra forma de vida, cambiando nuestras condiciones más inmediatas, sabiendo que si eso podemos transformarlo en
un barrio, podremos transformarlo para el conjunto. Con todos los planes sobre la mesa, vamos a discutir casa por casa, las
tareas que tiene cada uno y cada una en esos planes. De vuelta, todos tenemos un “puesto”, mujeres y hombres, adultos
mayores, jóvenes, niñes. Todo eso hay que pensarlo antes, antes de tocar una puerta, para cuando se abra, saber con
precisión que le diremos a cada uno de los miembros de ese hogar.

Esa preparación requiere que anticipemos los problemas con que nos vamos a chocar, sabemos que es generalizada la
disposición y la conciencia de nuestro pueblo que hay que cambiar las cosas, por tanto, nada de lo que se presente como
problema puede frenarnos, ni limitar la participación de aquellos que están dispuestos. Venimos sintetizando esos problemas
en 8 grandes ejes, frente a los cuáles tenemos múltiples propuestas de cómo resolverlos, y aún nos falta generar mucha más
respuestas. Frente a las limitaciones laborales, ya sabemos que tenemos que organizar cada actividad en su más basta
extensión horaria, si la compañera o compañero trabaja de noche o en turnos rotativos, tenemos que construir el espacio
artístico a toda hora, el bachillerato durante todo el día y la noche, etc., etc., para eso tenemos que buscar la fuerza disponible
para construir el despliegue del plan “a toda hora”, “todos los días”. Por tanto, nuevamente, la tarea de preparación está en el
centro, debemos conocer en profundidad cada problema de cada uno de los laburantes que están dispuestos, e invitarlos a
resolverlos con nosotros, proponerles una salida, para que su participación pueda realizarse efectivamente, para que
podamos. Esto es lo que permite quebrar “el oportunismo”, de esta forma es que nos escindimos del enemigo, poniendo el
tiempo en función de resolver los problemas de todos, que también son los míos, pero ante todo aporto para resolver primero
lo común.
Estamos en ese proceso, estamos dando el paso a quebrar la “parálisis” que intenta imponernos el enemigo, y ponernos al
frente de la resolución de los problemas. Al respecto una compañera afirmaba “Ahora me voy dando cuenta que esto es tarea
para todo el año, profundizar con las re preguntas me obliga a investigar, pero no sé cómo hacer con los compañeros cómo es
ponerse al frente. Nosotros tenemos y podemos aportar con un montón de cosas. La iniciativa. Tenés que tener la voluntad y el
criterio”. Nada puede ser un impedimento para que todo aquél dispuesto a ponerse al frente de la pelea, lo haga. Por tanto,
tenemos que quebrar nuestra “traba” individual y colectiva del “no se puede”, “ahora no..capaz más adelante”, “yo quiero
…pero no puedo”. Tenemos que poder, y ese “poder” sabemos que tiene que ser aplicando las herramientas científicas a
nuestra pelea. Porque en la medida que nosotros “no podemos”, el otro avanza, generándonos aún más problemas. No va
existir el día en que nadie tenga problemas y ahí comenzaremos a organizar “lo nuevo”. Sabemos que sucede todo lo
contrario. Lo que hacemos es justamente para evitar que los problemas sigan avanzando, sigan creciendo, se sigan
generalizando. Por lo tanto, ante todo, debemos disponernos a organizar esa fuerza, a identificar todos los problemas, a
resolverlos, a proponer, a discutir, a construir… nuestro pueblo, esta en esa búsqueda hace décadas, y su disposición a la pelea
nunca ha mermado, aún tras la dictadura, pero para ir a esa pelea las y los trabajadores necesitamos organizarnos. Sabemos
que no iremos todos al mismo paso, que la fuerza se construye con todos pero no será con todos al mismo tiempo. Los
jóvenes siempre han mostrado disposición para “ir al frente”, rebelándose contra el legado que les dejamos. Pero esos
jóvenes, necesitan de la acumulación y experiencia de las generaciones precedentes. Esto estamos discutiendo, esto estamos
organizando, al núcleo de laburantes que se disponga a dar el primer paso, que sean los primeros que allanen el camino para
el conjunto, que empujen desde ir adelante desbrozando. Solo así el pueblo salvará al pueblo…

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