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Autonomía y control en la cognición: ideas de la investigación sobre creatividad, memoria,
vagabundeo mental y razonamiento
Introducción
Uno de los retos para lograr este objetivo es que la investigación cognitiva y
neurocientífica sobre la creatividad sigue siendo relativamente incipiente en comparación
con algunos de los subcampos cognitivos más tradicionales. Los estudios sobre la creatividad
no sólo carecen de un marco cohesivo que abarque los distintos niveles de análisis, sino que
también queda un margen considerable para la integración empírica y el desarrollo teórico
dentro de estos niveles de análisis concretos. Por lo tanto, un medio para hacer avanzar
los estudios sobre la creatividad es aumentar la claridad en estos niveles mediante la
integración empírica y la alineación teórica con otros subcampos adyacentes de la psicología
cognitiva y la neurociencia. Los estudios de investigación sobre creatividad, razonamiento,
vagabundeo mental y memoria comparten conceptualizaciones comunes, pero tienen
trayectorias históricas distintas, aportan pruebas empíricas únicas y tienen, en diversos
grados, un desarrollo teórico independiente. Un área especialmente importante para la
integración es la relativa a una de las facetas de la cognición más discutidas: la diferencia
entre el procesamiento autónomo y el controlado.
Creatividad
La creatividad ha sido durante mucho tiempo una faceta integral de lo que significa
ser humano y ha servido como objeto de profundos debates, pero, durante la mayor parte
del tiempo que hemos reflexionado sobre ella como especie, ha seguido siendo misteriosa,
efímera e incluso mística. Incluso cuando la psicología se consolidó como ciencia, el estudio
de la creatividad permaneció en gran medida ajeno a la investigación empírica y las
concepciones de autonomía y control siguieron siendo teóricamente imprecisas y mal
articuladas. En el ahora famoso discurso de la APA de 1950, J.P. Guilford se lamentaba
del "espantoso abandono" del concepto de creatividad. El discurso de Guilford, y su
conceptualización del pensamiento divergente y convergente, desencadenó una afluencia
masiva de investigaciones sobre la creatividad. Guilford sólo identificó 186 trabajos
centrados directamente en la creatividad en su evaluación de la literatura en los años que
van de 1927 a 1950, pero la revisión de Arons (1965) encontró más de 800 registros en
la mera década que siguió al discurso. Desde entonces, las cosas no se han ralentizado, y el
volumen de investigación sobre la creatividad sigue aumentando.
Por muy valiosos que hayan sido estos enfoques a la hora de aislar los procesos
implicados en el pensamiento creativo, dada la considerable cantidad de pruebas empíricas
que apoyan el papel del procesamiento asociativo y ejecutivo, los investigadores buscan cada
vez más una comprensión más profunda de la interacción entre estos modos de
pensamiento y, en consecuencia, están adoptando enfoques más globales. Por ejemplo,
Allen y Thomas (2011) revisaron las concepciones modernas de las famosas etapas de
creatividad de Wallas y argumentaron que los procesos asociativos y ejecutivos están
activos a lo largo de todas las etapas, con diferentes etapas asociadas diferencialmente con
cada tipo de proceso de pensamiento. Beaty, Silvia, Nusbaum, Jauk y Benedek (2014)
exploraron la forma en que los procesos asociativos y ejecutivos, juntos, influyen en la
creatividad. Se realizaron dos estudios en los que se analizaron las puntuaciones de los
participantes en las pruebas de pensamiento divergente en función del rendimiento en una
serie de medidas de la función ejecutiva (incluida la capacidad de recuperación amplia y la
inteligencia fluida general) y las respuestas a una tarea de fluidez verbal, en la que la
distancia semántica sirvió como medida de la capacidad asociativa. Los modelos de
ecuaciones estructurales multivariantes mostraron contribuciones únicas de las medidas
asociativas y ejecutivas a la creatividad, demostrando que ambos tipos de procesos son
importantes para predecir la capacidad de generar ideas novedosas.
En otros trabajos, Beaty y sus colegas han ampliado estos hallazgos conductuales al
ámbito neurocientífico, demostrando la importancia de la interacción entre las regiones del
cerebro que subyacen a los procesos asociativos y ejecutivos (véase Beaty, Benedek, Silvia y
Schacter, 2016, para una revisión). Observando la conectividad en estado de reposo, Beaty
et al. (2014) descubrieron que una mayor conectividad funcional entre el córtex
prefrontal (vinculado al procesamiento ejecutivo) y la red por defecto (vinculada al
procesamiento asociativo) se asociaba con puntuaciones más altas en las pruebas de
pensamiento divergente. En un trabajo posterior, Beaty, Benedek, Kaufman y Silvia
(2015) también emplearon el análisis de conectividad temporal para mostrar las
interacciones dentro de estas regiones, mientras que los participantes generaban ideas
novedosas, demostrando que el pensamiento creativo se basa en "la cooperación entre las
redes cerebrales vinculadas al control cognitivo y al pensamiento espontáneo, lo que puede
reflejar la atención interna centrada y el control descendente de la cognición espontánea
durante la producción de ideas creativas" (p. 1).
Para facilitar esta visión, y para lograr los objetivos establecidos al principio de este
capítulo, a continuación revisaremos la forma en que la autonomía y el control se
conceptualizan y se estudian empíricamente en diferentes áreas de la investigación
cognitiva.
Razonamiento
Los relatos de proceso dual y de sistemas duales de la cognición humana tienen una
historia bien establecida en el ámbito de la investigación sobre el razonamiento y el juicio y
la toma de decisiones. En una revisión publicada en 2013, Evans y Stanovich afirman que,
a pesar de las profundas raíces históricas, las teorías modernas de proceso dual en esta
área se remontan mejor a los años 70 y 80, y argumentan que ha habido un desarrollo
considerable (y dolores de crecimiento) desde entonces. Los autores trazan la evolución de
estas teorías y consideran tanto el apoyo empírico como las críticas a dichas
conceptualizaciones.
Otra crítica común es que los procesos de tipo 1 y 2 se describen de forma variable
como una mezcla de automático, sin esfuerzo y rápido frente a controlado, esforzado y
lento, por nombrar algunos. Éstos son sólo algunos de los correlatos típicos que se utilizan
para distinguir estos tipos de procesos, pero muchos sostienen que estas definiciones
variadas difícilmente pueden ser lo suficientemente concisas como para ser teóricamente
fructíferas, y mucho menos falsificables mediante la experimentación. Evans y Stanovich
reconocen de nuevo las deficiencias de sus escritos anteriores y establecen claramente lo
que consideran que son las características definitorias del procesamiento de tipo 1 y de tipo
2. Tipo 1: el procesamiento intuitivo se define como autónomo y no dependiente de la
memoria de trabajo. Tipo 2: el procesamiento reflexivo se define como dependiente de la
memoria de trabajo y responsable del desacoplamiento cognitivo (es decir, la capacidad de
mantener y manipular representaciones secundarias en la mente, una piedra angular del
pensamiento hipotético y de las simulaciones mentales). Otros autores (por ejemplo,
Thompson, 2013; Pennycook, 2017) sostienen que la autonomía es el único factor
distintivo necesario entre el procesamiento de tipo 1 y el de tipo 2. Sostienen que la
distinción entre las respuestas engendradas directamente como resultado de los estímulos
del entorno frente al razonamiento realizado en ausencia de una respuesta autónoma
inmediata es suficiente para una distinción teórica fructífera. En cualquiera de estas
definiciones, se encuentra que los individuos varían no sólo en su capacidad de participar en
el procesamiento de tipo 2, sino también en su voluntad o propensión a participar en
dicho procesamiento (por ejemplo, Stanovich, 2009; Pennycook, Fugelsang, & Koehler,
2015a).
Sobre la base de las pruebas obtenidas hasta ahora, como el estudio descrito
anteriormente, Pennycook et al. (2015a) proponen un modelo de proceso dual de tres
etapas que considera los factores relacionados con la participación del pensamiento analítico
cuando no hay un imperativo obvio para hacerlo. Los autores se basan en la literatura
sobre el control cognitivo y la función ejecutiva, que se ocupa de cuestiones similares y que
a menudo invoca el conflicto de respuesta como un factor que inicia la participación del
control cognitivo (véase Botvinick y Cohen, 2014). Esta área no sólo cuenta con evidencia
conductual que respalda esta afirmación, sino también con un importante cuerpo de
trabajo que mapea como el monitoreo de conflictos a la corteza cingulada anterior (ACC),
que, cuando se activa, resulta en un procesamiento controlado mediado por la corteza
prefrontal dorsolateral (por ejemplo, Botvinick, Cohen y Carter, 2004; Carter y van
Veen, 2007; Shenhav, Botvinick y Cohen, 2013). Resultados paralelos en la literatura de
razonamiento muestran una relación entre el conflicto, el compromiso del pensamiento
analítico y patrones neurocientíficos similares (por ejemplo, De Neys, Vartanian y Goel,
2008). Sin embargo, señalan una diferencia importante: En la literatura de control
cognitivo, el compromiso del control cognitivo se atribuye a la coactivación de las
respuestas que compiten en un nivel bajo, y no se asocia con el trabajo de algún
pensamiento de orden superior (es decir, el trabajo de desarmar el homúnculo está muy
avanzado).
La mente en movimiento
En 2006, Smallwood y Schooler publicaron el documento, ahora seminal, The
Restless Mind (La mente inquieta), que marcó la llegada moderna de la vagancia mental
como un área susceptible de investigación empírica. Los autores trataron de llamar la
atención sobre este aspecto omnipresente de la vida mental, enmarcando una definición de
vagabundeo mental en el contexto de los trabajos existentes sobre la atención ejecutiva y
otras áreas de investigación pertinentes de los últimos 30 años. Su conceptualización se
relaciona directamente con nuestra consideración de la autonomía y el control en la
cognición. Argumentaron que la divagación mental debería concebirse como episodios
durante los cuales la atención ejecutiva se desplaza automáticamente de la tarea principal
al procesamiento de otros objetivos y pensamientos internos no relacionados. Se cree que
el control no está implicado en el inicio de los episodios de vagabundeo mental; se piensa
que el vagabundeo mental no está asociado a una intención deliberada y a menudo no va
acompañado de la conciencia de que la atención se ha desviado de la tarea principal.
Hablando directamente de cuestiones de autonomía y control, Smallwood y Schooler
(2006) sostienen que "la divagación mental refleja un procesamiento controlado que se
inicia automáticamente por un objetivo personalmente relevante" (p. 947). Se ha
comprobado que el contenido de estos episodios está relacionado con las preocupaciones
actuales de los individuos (Klinger, 1999), y que son relevantes para la resolución de
problemas (Binder et al., 1999). La evaluación de los informes verbales realizada por
Smallwood y Schooler (2006) muestra que, en diversas tareas, los individuos pasan entre
el 15% y el 50% de su tiempo en el vagabundeo mental, lo que aumenta aún más el
impulso para estudiar el fenómeno (aunque, véase Seli, Beaty et al., 2018 para una
evaluación actualizada de la omnipresencia del vagabundeo mental). Smallwood y Schooler
tuvieron éxito en esta advertencia, y la divagación mental se está convirtiendo en un
subcampo de la psicología cognitiva cada vez más reconocido y estudiado (Callard,
Smallwood, Golchert y Margulies, 2013).
Seli et al. (2017) reflexionaron sobre por qué el tema se convirtió en un foco de
atención tan fuerte para los psicólogos cognitivos y articularon una multitud de razones.
Por un lado, mientras que muchas investigaciones anteriores sobre temas relevantes
utilizaban términos relativamente esotéricos y alejados del lenguaje popular, como
pensamiento no relacionado con la tarea y pensamiento independiente del estímulo, el
término vagabundeo mental es fácil de entender. Smallwood y Schooler (2006) afirman
explícitamente que se trata de una elección intencionada en su selección de la nomenclatura
con el fin de llamar la atención sobre este tema en la investigación psicológica convencional.
Y mientras que la comprensión de tales modos de pensamiento (es decir, que se centran
en los estados internos) requiere la dependencia de las medidas de autoinforme, estos
informes se validaron cada vez más por medio de la correlación con los marcadores más
evidentes de la conducta. Se descubrió que los autoinformes de vagabundeo mental
predecían una serie de medidas significativas, lo que reforzó el grado de confianza de los
investigadores en los autoinformes. Además, la iluminación del funcionamiento de la red por
defecto (Raichle et al., 2001) proporcionó una base neural para entender este estado
cognitivo interno. Por último, los costes y los beneficios de la conducta de vagabundeo
mental se fueron articulando cada vez más, y el ímpetu por estudiar el constructo
aumentó junto con las pruebas del impacto de este estado mental. La enajenación mental
no sólo es omnipresente, conocida por todos y susceptible de ser estudiada, sino que
también tiene consecuencias. Aunque el progreso en esta área sigue siendo positivo, el
aumento de la investigación y la mayor atención condujeron a algunos problemas
particulares a la hora de conceptualizar la enajenación mental como objeto de estudio. Seli,
Beaty et al. (2018), Seli, Carriere et al. (2018), Seli, Kane et al. (2018), Seli,
Schacter et al. (2019) identifican que la afluencia de la investigación ha dado lugar a una
mayor heterogeneidad en la forma en que se define operativamente el vagabundeo mental.
Aunque el paso a un término más comúnmente entendido fue útil para orientar a más
investigadores hacia el nombre compartido, la fusión de estas vertientes dio lugar a una
serie de conceptualizaciones relacionadas pero no sinónimas de lo que significa vagar por la
mente.
Memoria
Información
Entonces, ¿qué podemos aprender de esta revisión selectiva? La principal conclusión
que esperamos es que los ámbitos del razonamiento, la vagancia mental y la memoria
también se enfrentan a algunas de las mismas cuestiones que han desafiado a los
interesados en desentrañar los misterios de la mente creativa. Los investigadores del
razonamiento están muy interesados en comprender qué mecanismos desencadenan el inicio
del pensamiento controlado y la contribución relativa de los distintos tipos de
procesamiento en la resolución de problemas. Los investigadores de la mente se preocupan
por desentrañar el modo en que se activan las corrientes de pensamiento, tanto de forma
intencionada como no intencionada, las condiciones que provocan esos cambios en el
procesamiento y las consecuencias que provocan esos cambios. Los investigadores de la
memoria están cambiando cada vez más su atención de un fuerte énfasis en la recuperación
controlada y deliberada a los recuerdos espontáneos e involuntarios, centrándose en los
puntos en común entre la memoria, el pensamiento futuro y la imaginación, y al hacerlo,
han avanzado en los modelos de la forma en que la información se mantiene y manipula en
la conciencia.
Si consideramos todas estas áreas como un colectivo, además del enfoque común en
la interacción conductual y cognitiva entre la autonomía y el control en estas áreas,
podemos ver una gran convergencia en los estudios neuronales en estas áreas adyacentes de
investigación. De importancia primordial son los papeles de las regiones frontales asociadas
con el control cognitivo, y la red por defecto, que se asocia con la propagación autónoma
de la activación representacional. Jack y Roepstorff (2002) plantean un punto que puede
ser fructífero en el contexto de la superposición de datos conductuales y de neuroimagen
en estos subcampos. En su artículo, abogan por el uso de métodos introspectivos para
desentrañar fenómenos complejos e interrelacionados, además de las medidas conductuales y
neuronales más tradicionales. Aunque su argumento estaba orientado a la comprensión de
los procesos ejecutivos asociados con el córtex prefrontal, existe un potencial similar no
aprovechado para desentrañar la interrelación entre la creatividad, el razonamiento, la
memoria y el vagabundeo mental. Los investigadores de la creatividad interesados en estos
fenómenos podrían beneficiarse de que los participantes informaran retrospectivamente
sobre el sentido subjetivo de las funciones de autonomía y control en los aspectos de
razonamiento, atención y memoria de su ideación.
Conclusión:
Este capítulo presenta una revisión selectiva de las investigaciones sobre creatividad,
razonamiento, vagabundeo mental y memoria, todas ellas centradas en las pruebas y la
teoría en torno al procesamiento autónomo y controlado. Esta revisión reveló muchos
puntos en común en la forma en que la autonomía y el control se entienden dentro de
estas áreas de trabajo distintas, pero relacionadas, con muchas cuestiones comunes que se
atacan desde diferentes ángulos. También se han puesto de manifiesto los elementos de
prueba y los posicionamientos teóricos únicos que son valiosos en estas áreas de
investigación.