Unidad I: Elementos Formales y Cualidades de la Redacción en la
Elaboración de Informes Técnicos y de Investigación.
Signos de Puntuación: Sin lugar a equívocos, la puntuación es un
factor del que depende buena parte de la comprensión de los mensajes escritos; dicho de otro modo, el uso de los signos de puntuación repercute inevitablemente en la comprensión lectora. Desde un punto de vista textual, tal repertorio de signos constituye un recurso elemental a la hora de organizar con claridad las ideas que expresamos en los textos. A pesar del componente subjetivo que aparece ligado a la puntuación, en español existen criterios normativos muy concretos que no deben pasarle inadvertidos al usuario competente en el idioma. Al respecto, García (1998) destaca Los signos de puntuación son una parte importante para la total comprensión y correcta expresión del texto escrito. Con los diversos signos de puntuación se pretende reproducir la entonación que se utiliza en la lengua oral, es decir, cuando hablamos. El uso adecuado de la puntuación permite evitar la ambigüedad en textos que, sin el uso de los signos de puntuación, podrían tener interpretaciones diferentes. (p. 11)
No obstante, los signos de puntuación son, en muchos casos, de uso
flexible y, por ende, su uso está subordinado al estilo o forma particular de escribir de cada autor o individuo que escribe. Por tal motivo, podría darse el caso en que un mismo texto pueda ser correctamente puntuado por dos personas. No obstante, su interpretación y sus matices o intenciones comunicativas podrían resultar diferentes. Lo cierto es que la puntuación le da elegancia al escrito y en muchos casos una como mal ubicada cambia totalmente el sentido de la frase.
La Oración: La oración es la unidad menor de significación que tiene
un sentido completo. El elemento principal de la oración es el verbo. Sin el verbo, no puede haber oración, y puede haber oración con sólo enunciar un verbo. La oración acaba en pausa o en punto, es decir, tiene una entonación cerrada. En este contexto, Bastidas (2003) define la oración como “la palabra o conjunto de palabras con sentido completo y con unidades de entonación” (p. 200) La oración se compone de un sujeto y un predicado. El elemento principal del sujeto es el nombre, y el elemento principal del predicado, es el verbo.
Proceso de Redacción: Se denomina redacción al proceso mediante
el cual se estructura un discurso escrito. La redacción es un arte, pero también una técnica. Es la medida que utiliza determinados procederes que garantizan que el texto tenga coherencia. Esta forma parte del proceso de aprendizaje de nuestros estudiantes y de nuestras vidas como académicos, ya que cada día producimos nuevos conocimientos con nuestras investigaciones para el beneficio de las futuras generaciones. Nuestros artículos necesitan un lenguaje preciso, coherente y correcto. Es necesario que el mensaje se transmita con facilidad para que otros puedan comprender lo que queremos expresar. La mejor forma de aprender a redactar es leyendo. Así como una cámara fotográfica captura una imagen, trabajamos tomando de la lectura el conocimiento previo para crear uno nuevo. La redacción de acuerdo con Basulto (1993) es un proceso de pensamiento que consta de varios pasos que se muestra a continuación: Clasificación de la tarea ¿Qué escribiré? ¿Cómo puedo escribirlo? ¿Por qué escribiré de esa forma? Producción de ideas y planificación de objeto Bosquejos Mapas de conceptos Preguntas Borrador Siguiendo tu mapa comienzas a escribir Edición Finalizado tu trabajo, tendrás que revisarlo varias veces. Consulta con colegas docentes. Redacción es una actividad comunicativa de primer orden, que implica un estado cultural avanzado de quien la ejercita. Como no se trata de un acto cuyo dominio se practica de manera mecánica, sino de un proceso de construcción de pensamiento- y de su forma de expresión o presentación por medio de textos escritos. De esta concepción dialéctica de la escritura -que vincula el pensar con el escribir- deriva la necesaria y estrecha relación entre contenido y forma, que todo redactor debe valorar como prioritaria y como eje de cualquier ejercicio que se proponga realizar. En torno a ella giran, pues, las características o cualidades de la buena redacción, que enseguida analizamos. 1. Claridad: Característica primera de la buena redacción es la claridad. Si la intención de quienes escribimos es que nos entienda un amplio público, esto nos exige claridad en las ideas y transparencia expositiva; es decir “visión clara de los hechos o de las ideas y exposición neta y tersa de los mismos”. A la claridad mental o de ideas debe corresponder un lenguaje fácil, basado en palabras transparentes y frases breves, con el firme propósito de que el pensamiento de quien escribe llegue a la mente del lector desde la primera lectura del escrito; una relectura obligada del mismo estaría mostrando su oscuridad o su rareza, en tanto que su relectura voluntaria o interesada indicaría que ha resultado atractivo o importante para el lector. Además, que claridad significa expresión al alcance de un hombre de cultura media y, por tanto, quiere decir: pensamiento diáfano, conceptos bien digeridos y exposición limpia, con sintaxis correcta y vocabulario o léxico al alcance de la mayoría, ni preciosista ni demasiado técnico. En otras palabras, a las ideas claras debe corresponder una construcción de la frase basada en un orden lógico y sin palabras rebuscadas. Como primera obligación doméstica de la redacción “comunicar el pensamiento del autor, siguiendo un orden lógico o atendiendo al interés psicológico que lleva a destacar algunos elementos y a iluminar a media luz. Sostiene que quienes mejor manejan el idioma saben que la mejor palabra es la que entiende la mayoría; que la claridad implica el empleo de términos de uso común, y que esto no significa emplear un lenguaje corriente en el sentido peyorativo de esta palabra. Y aclara que, aunque los libros técnicos y científicos requieren un vocabulario propio -una jerga conocida y reconocida por minorías-, incluso esos textos se pueden y deben escribir con un lenguaje general, entendible para lectores medianamente instruidos. Por supuesto la claridad obliga a escribir oraciones claras que formarán párrafos claros, así como a hilvanar esos párrafos de la mejor manera. A esto contribuye el empleo adecuado de las expresiones de conexión lógica, que en nuestras sesiones de aprendizaje identificamos como “frases de pegamento” porque sirven para darle ilación y coherencia al escrito 2. Concisión: Otra obligación de la prosa es la concisión, virtud o cualidad que consiste en decir lo más con lo menos, ahorrar palabras y evitar lo innecesario. El autor nos invita, con Azorín, a no entretenernos y destaca que ser conciso exige precisión en el lenguaje, combatir el exceso verbal y el regodeo, y acabar con las imprecisiones “que tratan de explicar a sus amigas, las vaguedades”. Sobre esta segunda cualidad de la buena redacción, sólo debemos emplear aquellas palabras que sean absolutamente precisas para expresar lo que queremos decir. Conciso no quiere decir lacónico sino denso: “estilo denso es aquél en que cada línea, cada palabra o cada frase están preñadas de sentido. Lo contrario es la vaguedad, la imprecisión, el exceso de palabras; lo que vulgarmente se dice retórica”. La falta de concisión es el defecto general de los que empiezan a escribir... La concisión es cuestión de trabajo. Es preciso limpiar el estilo, cribarlo, pasarlo por el tamiz, quitarle la paja, clarificarlo... es preciso evitar lo superfluo, la verborrea, la redundancia, el titubeo expresivo y el añadido de ideas secundarias que nada fortalecen, sino que más bien la debilitan. La concisión, en síntesis, genera rapidez y viveza en el estilo de nuestra redacción, mediante el empleo de verbos activos y dinámicos. 3. Sencillez: Uno y otro autor identifican la sencillez -que consiste en emplear palabras de uso común como tercera cualidad de la buena redacción. la sencillez no quiere decir vulgaridad; que con palabras de uso común se pueden expresar elevados pensamientos, y que esta obligación del buen redactor va de la mano con la naturalidad. Ser sencillo es huir de lo enredado, de lo artificioso, de lo complicado, de lo barroco, en suma; y ser natural “es decir naturalmente lo natural”. Sencillo es aquel escritor que utiliza palabras de fácil comprensión; y natural, quien al escribir se sirve de su propio vocabulario, de su habitual modo expresivo. La sencillez como una rara virtud, que se refiere tanto a la construcción de las frases y a su enlace como al lenguaje empleado. Afirma que huir del rebuscamiento es una forma de la modestia, pero sólo busca escribir sencillamente quien está convencido de que al hacerlo se expresa con la mayor elegancia. Para este autor, la sencillez consiste en expresar las ideas escuetamente y sin retorcimiento, directa y precisamente, sin adornos, sin apelar al diccionario para sacarle vocablos que nadie escucha; es decir con naturalidad. Uno y otro autor se ocupan de la relación entre habla y escritura. Observa que nadie escribe como habla, por más que de alguien se diga que habla con puntos y comas. Habla y escritura se mueven, pues, en campos diferentes: cuando uno habla suele decir alguna incoherencia, dejar sin terminar una frase, o saltar de un tema a otro sin enterarse. Y el reto consiste en aspirar a que lo que escribimos suene a conversa, “a una plática de noche larga entre amigos, cálida y cercana. Relaciona los hechos de hablar y de escribir con el asunto de la naturalidad, requiere de la elegancia. El hombre que sabe vestir bien irá elegante, aunque vista un traje sencillo. “Y el escritor podrá alcanzar las más altas cimas de la belleza si sabe y puede conjugar lo natural con lo preciso, procurando aunar la sencillez con exactitud”. En todo acto de escritura incide, desde luego, la variedad de fuentes, autores y enfoques teóricos con que cuenta quien se dispone a escribir, pero en todo caso es fundamental el empleo correcto del idioma nativo mediante la práctica sistemática, cotidiana, rigurosa y disciplinada de la ortografía, la sintaxis y la puntuación. Para nosotros, el máximo criterio de validez en este asunto es la práctica; sólo se aprende a escribir escribiendo y corrigiendo nosotros mismos, y con personas calificadas en el arte de redactar, una y otra vez, los textos que escribimos. Desde luego, hay que considerar la presentación cuidadosa y ordenada de nuestros escritos: desde la limpieza y la numeración de las páginas del mismo hasta el uso adecuado de las notas de pie de página, las referencias bibliográficas, los títulos y subtítulos y la nomenclatura que usamos para ordenar nuestro tema. Hay que subrayar la importancia de elegir acertadamente el tema que se va a tratar en un escrito; recopilar cuidadosamente los datos necesarios para su desarrollo, ordenar y clasificar la información; formular el plan general del escrito; redactar y reformular el borrador; redactar el trabajo definitivo, y revisarlo cuidadosamente antes de la presentación a sus lectores o destinatarios. En el dominio de la redacción, es indispensable practicar y practicar: se aprende a redactar sólo redactando y redactando. Las tres etapas lógicas del proceso de redacción son: planificación, redacción y revisión. Deben realizarse en ese orden: Planificación: Esta primera etapa consiste en analizar cuidadosamente el tema y en aclarar las ideas que se desea comunicar. Solo se puede escribir acerca de lo que se sabe, pero hay que tener muy claro el contenido del mensaje que se piensa transmitir. No basta tener una idea vaga de lo que se quiere decir; se debe aclarar al detalle el contenido de lo que pensamos escribir. Es necesario contar con suficiente información; tener a la mano cifras, datos, fechas, citas y poner en claro mediante una guía o un esquema el orden en que deberán aparecer en el escrito. Igualmente, nadie podría redactar un texto serio sin haber planificado su contenido y haber preparado una guía o esquema, es decir una lista ordenada de los puntos que debe tratar. Redacción: La segunda etapa consiste en expresar por escrito las ideas o conceptos bosquejados en la guía ya preparada. La redacción es la codificación de las ideas: el ponerlas en el código idioma escrito. En esta etapa no debe ser necesario pensar en que decir sino en cómo decirlo. Si ya hemos bosquejado los temas o conceptos en en orden más conveniente, la etapa de redacción consiste solamente en ampliar estas ideas y exponerlas en oraciones completas. Durante la etapa de redacción se debería escribir lo más rápidamente posible, sin preocuparse de la corrección ni del estilo. Lo que se está escribiendo es simplemente un borrador. Mientras más rápido escriba más natural y espontáneo resultará el escrito; será más agradable y “fresco”. No debe preocuparse por la palabra exacta; si duda de la conveniencia de algún termino y preferiría encontrar un sinónimo subraye la palabra sospechosa y continué escribiendo. En la etapa de la revisión se ocupará de buscar un sinónimo de la palabra marcada. El tiempo dedicado a la etapa de la redacción es muy valioso; uno suele entrar en un trance y se alcanza un ritmo que no hay que interrumpir para buscar un sinónimo. Revisión: Si hemos preparado un buen esquema basado en el análisis y contábamos con suficiente información sobre el tema, y si hemos redactado muy rápidamente siguiendo el esquema, lo que tendremos ahora será un borrador que hay que revisar y corregir. En caso de que dispongamos de tiempo, debemos esperar que transcurran varias horas o días antes de emprender la revisión del escrito. Si se trata de una carta o de un memorando breve, esto seguramente no será posible, pero en el caso de un informe, de una monografía o de un artículo para una revista, es conveniente dejar “dormir” el borrador para olvidarnos de lo que hemos escrito. Luego lo revisaremos y criticaremos como si se tratara de obra ajena. El acabado de una obra es tan importante como su planificación y construcción.
Textos Expositivos y Argumentativos: El texto expositivo presenta
un tema con la intención de mostrar, explicar y hacer comprensible su información a otras personas (libros de texto, exámenes, entre otros) el mundo científico (conferencias, monografías y otros) y en el periodismo (artículos y revistas). Puede darse en forma oral o escrita. De acuerdo con Quesada (1998) “La actitud la propia de este tipo de texto es la objetividad asociada a la función referencial del lenguaje. Los textos expositivos se usan para presentar o aclarar el sentido real o verdadero de una palabra, texto o doctrina” (p. 78). Sirven para informarnos objetivamente sobre un tema de forma clara y ordenada. La intención de los textos expositivos es, pues, la de informar. Predomina, en este sentido, la función referencial. Y, en cuanto a la modalidad, prevalece la denominada enunciativa. La exposición puede presentar dos grados de dificultad: a. Exposición divulgativa: normalmente el emisor presenta temas de interés general para un público que desconoce aquello que se va a exponer. La intención es didáctica: enseñar y conseguir que el receptor comprenda el mensaje. La estructura es ordenada y el lenguaje claro y sin tecnicismos. b. Exposición especializada o técnica: usamos este tipo de exposiciones cuando el receptor cuenta con conocimientos previos sobre el tema. El emisor, por su parte, suele ser un especialista en la materia. La intención es dar a conocer unos contenidos sin ninguna pretensión didáctica. La estructura suele ser ordenada y precisa y el lenguaje utilizado, específico de un área de conocimiento y técnico (abundan los tecnicismos). En cuanto a los géneros, los textos expositivos se adscriben a las siguientes formas del discurso: Trabajos de investigación; Tesis, Monografías; Exámenes; Análisis y comentarios; Artículos, informes, conferencias, disertaciones, libros de texto, ensayos, entre otros. El texto argumentativo pretende defender o rebatir una idea o una opinión mediante una serie de razones o argumentos, hecho que implica, en ocasiones una actitud subjetiva por parte del emisor. Dado que su finalidad es convencer al receptor, modificar su juicio, condicionar su manera de actuar. Quesada (1998) afirma, que “La función predominante en la argumentación es la conativa, aunque también se presenta la referencial y la poética. Mediante este tipo de textos defendemos o rechazamos, aportando razones diversas, alguna idea, proyecto o pensamiento” (p. 89) El emisor usa esta forma discursiva para intentar convencer al receptor y utiliza para ello distintos argumentos. Cuando argumentamos tratamos de dar validez a nuestra opinión o a la de otros o, también, podemos rechazar aquello que no nos interesa. Por este motivo, este tipo de textos suele tener carácter subjetivo. La publicidad o los artículos de opinión de la prensa escrita son ejemplos de textos argumentativos. La intención de este tipo de textos se relaciona directamente con la función apelativa del lenguaje: persuadir, convencer, aconsejar, sugerir implican una respuesta por parte del receptor y, dependiendo de la misma, el emisor verá o no cumplido su objetivo. También pueden aparecer la función referencial (cuando se transmite una información) y la expresiva, según sea el grado de implicación del emisor en el planteamiento del tema.