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Durante la primavera de 1989 surgieron a la luz pública, y al debate intelectual, dos 1 obras que se

introdujeron profundamente en la búsqueda de respuestas para dos preguntas: ¿El fin de la


historia? ó ¿Es el fin de la ciencia histórica? En tal sentido, cabe recordar que Lutz Niethammer
produjo un imponente trabajo de historia intelectual a comienzos de 1989: Posthistoire. En dicho
texto, Niethammer se consagra a desglosar las especulaciones que giraban en torno al fin de la
historia que surgieron en las capas “superiores” de los grupos intelectuales de la sociedad europea
a mediados del siglo XX. Niethammer resalta que tales planteamientos se derivan de distintas
concepciones filosóficas y sociológicas, de las cuales resalta, particularmente, tres variantes
primordiales2: primero, la tesis nietzscheana sobre la hegemonía de un tipo de hombre
improductivo en términos simbólicos, culturales y políticos –“el último hombre” – que conduce a
un estancamiento de la historia; segundo, la imagen weberiana de una sociedad congelada en el
espacio y el tiempo que refleja una enorme máquina; y tercero, la sospecha de un
comportamiento caótico en el proceso de cambio de la civilización, según el esquema de Henry
Adams.

El interés primordial de Niethammer fue el de estudiar dichas corrientes de pensamiento y su


confluencia con el ámbito intelectual desarrollado durante el período comprendido entre el Frente
Popular y el Plan Marshall; nos expone las relaciones ocultas entre una serie de pensadores que
compartieron “la temprana esperanza de una derrocamiento radical del orden establecido en
Europa […] y luego su desilusión se cristalizó en un profundo escepticismo respecto a la posibilidad
de un ulterior cambio histórico como tal” 3. Se trata entonces de diversas concepciones
entrelazadas con el significado de la historia, pues ahora, las teorías optimistas de la historia de los
siglos XVIII y XIX se invirtieron, y pasaron a ser intentos voluntaristas por alcanzar fines milenarios
que ofrecieron el soporte indispensable para consolidar las ambiciones revolucionarias de los
teóricos de la posthistoire. Sin embargo, tras el fracaso de su proyecto, abandonaron la idea de
progreso, reemplazándola por un pesimismo que enunciaba, no la idea de que el tiempo llegaba a
un término fijo, sino la idea de que cualquier propósito no podría ser materializado.

El tratamiento que otorga Niethammer a este conjunto de pensadores nos permite reconocer que
el discurso de la posthistoire hace parte de un relato sobre el fin del <significado de la historia>
1
En la introducción se desarrollará la idea propuesta por Niethammer; pero la otra obra que debería consultarse es “The End of
History?” [¿El fin de la historia?], publicado por Francis Fukuyama en julio de 1989, en el que reconoce que su principal sustento teórico
procedía de Kojève, y además expone que las transformaciones del espíritu apuntan hacia una culminación absoluta, en la cual la razón,
se consolida en las instituciones del Estado liberal. En sus propias palabras: “El Estado que surge al final de la historia es liberal en
cuanto reconoce y protege, a través de un sistema de leyes, el derecho universal del hombre a la libertad, y es democrático en cuanto
existe sólo con el consentimiento de los gobernados” (la traducción de este fragmento es bastante libre; FUKUYAMA, Francis. “The End
of History?”, en: The National Interest, 1989, p.5), encontramos que su concepción es totalmente atemporal, apologética y peligrosa.
El artículo original apareció en el verano de 1989 en The National Interest, pp.3-18; la primera traducción al castellano, en Claves, N°1
(abril 1990), pp.85-96. Con respecto a los “orígenes” y el proceso de financiación de esta publicación, Fontana advierte que la
orquestación para la difusión estuvo a cargo de la John M. Olin Foundation, una institución norteamericana que invierte numerosos
recursos con el fin de respaldar y promocionar un viraje hacia la derecha en la enseñanza de las ciencias sociales. Ver: FONTANA, Josep.
La historia después del fin de la historia. Reflexiones acerca de la situación actual de la ciencia histórica. Barcelona: Crítica, 1992. p.7.
En sus propias palabras: “El Estado que surge al final de la historia es liberal en cuanto reconoce y protege, a través de un sistema de
leyes, el derecho universal del hombre a la libertad, y es democrático en cuanto existe sólo con el consentimiento de los gobernados” (,
encontramos que su concepción es totalmente atemporal, apologética y peligrosa.
2
ANDERSON, Perry. Los fines de la historia. Bogotá: Tercer Mundo Editores, 1995, 1. ed. p.7. [Titulo original en inglés: The Ends of
History; traducción al español de Erna von der Walde, 1995]
3
El grupo de pensadores, que Niethammer expone, se encuentra conformado por: Henri de Man, Arnold Gehlen, Bertand de Jouvenel,
Carl Schmitt, Alexandre Kojève, Ernst Juner, Henri Lefebvre. Ibid., p.8.
más que acerca del <fin de la historia>, en palabras de Niethammer: “La cuestión del sentido
eclipsa la cuestión de la supervivencia” 4. Es decir, que el discurso de la posthistoire empieza a
silenciar la historia mundial, sus pensadores prestaron poca atención al desarrollo material y social
derivado del sistema capitalista, le dieron la espalda a los peligros que podían amenazar a la
humanidad y llevar a la historia a su fin, y no se interesaron por los excluidos de los privilegios
otorgados por el “desarrollo industrial”.

4
NIETHAMMER, p.165. En alemán: “die Sinnfrage verdunkelt die Existenzfrage”. Citado en: ANDERSON (1995), p.10.

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