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Pedro Castillo: ¿Soy un monstruo comunista?

Por: José Mendívil*


«¿Qué vengo a hacer aquí? Vengo a ser
terrible. Soy un monstruo, decís. No, soy el
pueblo. ¿Soy una excepción? No, soy todo
el mundo. La excepción sois vosotros.
Vosotros sois la quimera y yo soy la
realidad.»
VICTOR HUGO, El hombre que ríe
El pueblo es un monstruo. Sí, sin duda un monstruo igualitario y solidario;
un monstruo que es todo lo que puede ser, lo que lo dejan ser, o lo que lo
impulsan a ser; es el pueblo que siguió al hijo de Dios y su calvario, a
dictaduras como la de Stalin y Hitler; es también el pueblo que sigue a la
dictadura de Xi Jinping que está liberando por millones de chinos de la
pobreza. Fue y sigue siendo de alguna forma el pueblo temido por Platón
que lo denostaba, y que con Polibio (200 a. C) adquirió la forma de una
imaginaria oclocracia1, y con Hobbes la forma del Estado de guerra
natural, por lo que inventó el Estado soberano en su libro el Leviatán2,
tomando el nombre del monstruo bíblico del Antiguo Testamento creado
por Dios como símbolo de la amenaza de desorden y caos del ser humano
sin Dios, monstruo imaginado como una enorme serpiente con
puntiagudas escamas y cabeza de dragón; Leviatán que establece la
primacía de la soberanía del Estado sobre la soberanía del pueblo; pueblo
que tuvo que esperar a Rousseau para ser reivindicado con la idea de la
sociedad civil, que la imaginó soberana en el ejercicio de su voluntad
general3 por encima del cualquier otro poder del Estado, y que con Marx
deviene en el pueblo revolucionario, como el de Jules Michelet, un pueblo
emancipado y libre que asume la tarea de cerrar la prehistoria de la
humanidad, una historia determinada por la lucha de clases entre ricos y
pobres, de la que hablaran antes que él economistas como Smith y
Ricardo, y que después de la Comuna de Paris de 1871, derrotada con
1
Gobierno de la muchedumbre o poder de la turba. Degeneración de la democracia.
2
Hobbes, Thomas. Leviatán. Madrid, Ediciones SARPE, 1981.
3
Rousseau, Jean-Jacques. Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los
hombres, Madrid, TECNOS, 1998.

1
violencia, se siente obligado a ganar el poder si quiere liberarse de la
explotación capitalista, y a poner al servicio de la utopía comunista a lo
mejor y más avanzado de la economía, ciencia y tecnología burguesa para
construir una sociedad de seres humanos iguales, sin guerras y disputas
por la propiedad privada y la plusvalía; pueblo que deja de ser
revolucionario y de seguir espoleado por la lucha de clases y la violencia
social cuando, advierte Marx, se extingue el Estado y desaparecen las
desigualdades sociales; utopía comunista que desea celebrar alguna vez su
encuentro con la extinción del Estado soberano y el fin de la servidumbre
humana, utopía social en la que los excedentes de la economía comunista
harán posible una vida liberada de las exigencias de la propiedad privada
sobre los medios de producción, de las guerras inevitables por el control
de los recursos naturales y mercados, y del dinero como medio de
atesoramiento, riqueza y desigualdades absurdas en la miseria de los
pobres y el atraso de sociedades con modos de producción atrasados y
derechos limitados; utopía que Marx no reclamó como suya, y que tiene
antecedentes en el socialismo inglés del siglo XIX, y que vive y retorna con
la voluntad humana que no dejará de anhelar el paraíso en la tierra, y de
soñar con el bienestar común.
El comunismo marxista es un sueño humanista; quizá el mejor deseo de
querer vivir algún día una vida sin los sobresaltos del despido o paro, de
salarios no equitativos por diferencias de género, o con derechos
humanos que no se respetan, niegan o violentan; un socialismo muy
diferente del socialismo de Stalin o de Castro, del de Kim Jong-un, el
dictador de Corea del Norte, del socialismo del culto al líder o a la
personalidad autoritaria, del socialismo bárbaro que asesinó al Zar Nicolás
II y a su familia después de la revolución bolchevique de 1917, del
socialismo de los Gulac del stalinismo que pudimos conocer en las novelas
de Solzhenitsyn, del de Ceausescu en Rumania, y del de las tropas
comunistas del Pacto de Varsovia que en 1968 invadieron Checoslovaquia
para aplastar a la Primavera de Praga.
Lo que han hecho Chávez y Maduro de Venezuela es una burda imitación,
una torpe parodia, es cualquier cosa, menos socialismo. El boliviano de
Evo Morales, de Arce y Choquehuanca quiere ser un socialismo andino
inédito, mestizo, cholo. No es tampoco el socialismo chino que desde
1977, con Zhou Enlay, inicia un giro en el maoísmo que ha llevado a China
a empezar a disputarle a EE.UU. la hegemonía en el mundo que viene de
2
la II Guerra Mundial y de la disolución de lo que fue la URSS después de
Gorbachov, orden mundial que está en franca crisis de legitimidad, y que
le disputa la supremacía en el comercio mundial y amenaza con un nuevo
orden mundial con la agresiva ruta de la seda y sus avances en la ciencia y
la tecnología; comunismo que no es el del Partido Perú Libre, el que más
allá del parecido o semejanza, es lo que Lenin llamó La enfermedad
infantil del “izquierdismo” en el comunismo, y del que al parecer Castillo se
ha alejado.
¿Pedro Castillo es comunista? Sí, solo en el sentido de sus mejores
intenciones se puede parecer al comunismo de Marx. Sin embargo, habría
que advertir que su lenguaje, casi sin ideología y sin doctrina filosófica
alguna, sin teoría política o teoría constitucional, tiene las formas del
hablar cotidiano del pueblo bajo, del pueblo que vive en los conos
populares y pobres de las ciudades del Perú; es el lenguaje de todos los
provincianos que ahora se habla en plazas y canales de televisión o radio;
lenguaje que hablando de los empleos perdidos por la pandemia y por
decisiones de política económica discriminatorias nos quiere decir que lo
que es bueno para el país es el trabajo que viene “del que suda para parar
la olla”, sin pretender omitir el trabajo de científicos e intelectuales; y
cuando dice que el Estado es responsable de la ociosidad y de vicios y
perversiones humanas en la vida de las familias peruanas, nos está
diciendo que ningún peruano puede estar sin trabajo; lenguaje de
oraciones entrecortadas cuando habla de una nueva constitución sin
quizás haber imaginado como sería ésta, y que nos está diciendo que la
economía, las instituciones del Estado, el Poder Ejecutivo y el Congreso de
la República deben modernizarse y cambiar si queremos que el Perú
cambie y deje de ser una nación muy desigual y racista; habla por la que
sin duda alguna es la de un comunista cholo que Marx miraría
sorprendido, el lenguaje de un andino que no ha leído el Manifiesto del
Partido Comunista (1848) o La Revolución Permanente (1929) por ser
ideologías ajenas a su cosmovisión; por lo que sería un comunista como
cualquier peruano que cree en la justicia y que no está acostumbrado a
imaginar a los pobres del pueblo como cholos que hablan ‘mal’ el
castellano, o que olvidan que Castillo es, como casi todos los peruanos, un
descendiente de quechuas, aimaras y de las comunidades de la amazonia;
un cholo más para los acostumbrados a cholear y que no pueden notar
que Castillo habla desde el habla popular de los cholos del Perú, de los

3
indios que son la primera mayoría de la población peruana, un ‘indio’ que
habla desde su diglosia4 lingüística que arrima dos idiomas en un
bilingüismo muy desigual en su valor social, el del quechua estigmatizado,
y el castellano, abundante en vocablos quechuas que inundan el
castellano castizo de la Academia de la Lengua Española; habla que es en
forma y contenido la expresión del indioma castellano, es decir, del
lenguaje de los olvidados y excluidos de la nación peruana, el lenguaje de
los que no pueden educarse o no terminan sus estudios de primaria y
secundaria, de los que reciben la mayor carga de la discriminación de un
sistema educativo público atrasado, y los malos resultados de las pruebas
PISA; habla de los que solo han recibido migajas del Estado y que mueren
sufriendo repetidamente un dolor ancestral, habla de los que no son
escuchados desde la fundación de la República peruana en 1821, habla
que suena fonéticamente bárbara, inculta, motosa, arrítmica, incoherente
y molestosa al ‘buen uso’ del idioma castellano, en realidad habla que
reúne muchas hablas del Perú profundo, las del pueblo de los excluidos, y
que cuando se manifiesta se expone a la burla y voluntaria incomprensión
en sus rupturas sintácticas, sus saltos diglósicos, sus inversiones
gramaticales, el uso indiferenciado del género, del singular o del plural, y
que sin embargo comunican siempre algo al que quiere escuchar, algo que
puede resumirse en lemas tan simples como “No más pobres en un país
rico”, “Asamblea Constituyente y Nueva Constitución”, “lucha sin tregua
contra la corrupción”, lemas por cierto terribles para los que temen dejar
de ser los dueños del Perú (CONFIEP, ASBANC, SNMPE), para los que creen
que la patria está solo en los símbolos patrios o en el Himno Nacional, y no
en liberar de la pobreza y la exclusión a millones de peruanos, para los que
dejan que se pisotee la soberanía de la nación peruana cotidianamente,
para los que no tienen interés alguno en defender los recursos naturales
de la nación, para los que hacen fortunas y lustran apellidos y blasones
desteñidos por el tiempo, para los que se enriquecen a costa del Estado y
a través del uso impune de la corrupción, el robo y el asesinato.
Pedro Castillo es un Maestro de escuelita rural, que probablemente nunca
haya leído a Víctor Hugo, y quizá, si lo ha leído, lo siente distante, y en
cambio lee con afecto a Ciro Alegría, Manuel Scorza o a José María
Arguedas, porque sus novelas hablan de él y de sus/nuestros ancestros, de
4
Bilingüismo desigual entre dos lenguas, una que es privilegiada por el Estado, y otra que es
discriminada socialmente con motivaciones culturales, étnicas y económicas.

4
su cultura, de sus penas y alegrías, y que sin conocer a este francés lejano
para él, cuando nos habla puede estar diciéndonos que ha venido y es
candidato para cambiar el Perú profundo, el Perú que Basadre advirtiera
que puede ser el inicio de una república diferente si sigue olvidado por el
centralismo limeño y por un Estado casi siempre en manos de gobiernos
antinacionales; Perú provinciano en el que fermentan ‘nacionalidades’
indígenas que han despertado al llamado de Castillo a ponerse en pie para
construir un Perú para todos; un Castillo que nos dice que tiene que ser
terrible como su lenguaje cuando habla de cambiar el Perú y liberarlo de
su secuestro por la corrupción, y desde su ancestro andino que representa
con orgullo nos está diciendo también que no es el monstruo que ha
creado el Servicio de Inteligencia y la prensa de los dueños del Perú; que
es o quiere ser todo el Perú que está vivo en todos sus caseríos; que nos
dice, al que quiere escuchar, soy el pueblo, no soy una excepción en la
peruanidad, soy como la mayoría de los peruanos que esperan justicia, y
los que me critican con odio y racismo sí son una excepción a la
peruanidad porque se apartan del pueblo, porque dicen que no debo
gobernar, que dice, los que me atacan y denigran son una quimera, son un
desvarío del liberalismo, una patología de la democracia que dicen
defender; que nos dice, el Perú que quiero construir empezará a ser
realidad conmigo o con algún otro peruano o peruana que quiera
representar al pueblo y gobernar para el pueblo; podría así mismo estar
diciéndonos, por mí habla y mi rostro soy también Rendón Huillca, el líder
indígena de la novela Todas las Sangres de José María Arguedas, indio que
le dice al Perú, y que yo repito una vez más: “Nuestro corazón está de
fuego. ¡Aquí, en todas partes¡ Hemos conocido la patria al fin. El Pisonay
llora, derramará sus flores por la eternidad de la eternidad, creciendo.
Ahora de Pena, mañana de alegría”5.
El peruano Pedro Castillo puede ganar la Presidencia de la República. Su
victoria traería el festejo nacional del pueblo peruano del otro Perú en
todos los rincones de la patria. El comunismo de Castillo parece estar solo
en su deseo de reivindicar a los más pobres. No es el comunismo
doctrinario del marxismo-leninismo que inevitablemente terminaría con la
libertad individual, la propiedad privada y la democracia representativa.
De este comunismo autoritario no le ha hablado al pueblo en plazas y
avenidas. Castillo no puede ser parte de un nuevo engaño. No puede ser
5
José María Arguedas, Todas las sangres, Editorial Losada S.A., Buenos Aires, 1973, p. 447.

5
un caballo de Troya del comunismo de resentidos y desclasados, de los
que predican la violencia roja y la muerte. ¿Lo dejaremos gobernar para
que cumpla con su palabra de maestro? ¿Lo ayudaremos a iniciar un
gobierno democrático dentro del Estado peruano que ha avanzado hacia
un Estado Constitucional de Derecho? ¿Lo empujaremos hacia el
cumplimiento ordenado y consensuado de la promesa de la vida peruana
de la que hablara el historiador tacneño Jorge Basadre? Podremos decirle
entonces, por lo que haga, nuestro corazón está de fuego democrático y
de peruanidad.
Director
Instituto Punchao de Estudios Culturales y del cambio social Contemporáneo.
*Email: jcesarm63@hotmail.com

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