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1) COMPOSICION DE LA SANGRE

La sangre está compuesta primordialmente por agua (91%), proteínas (8%) y algunos otros materiales
disueltos en ella. Su color característico se debe a la presencia de hemoglobina, un pigmento que
abunda en los glóbulos rojos (eritrocitos) que la componen.

También la compone otro amplio conjunto de células como los glóbulos blancos (leucocitos) o las
plaquetas, además de proteínas como enzimas, hormonas, nutrientes y otras sustancias vitales, como la
glucosa. La sangre también arrastra sustancias de desecho, que luego son filtradas y desechadas del
organismo.
2) Características generales de la sangre
Se trata de un líquido de color rojo (de tono oscuro cuando es sangre venosa y tono claro cuando es
sangre arterial) y de tipo no newtoniano, es decir, cuya viscosidad varía con la temperatura y la tensión
cortante que se le aplique.

Es una solución mayormente acuosa y de matriz coloidal, cuyo rango de pH oscila entre (7,36 y 7,44) y su
temperatura ronda los 37 grados, en condiciones ordinarias de salud.

3) Funciones de la sangre
Las funciones de la sangre son diversas, a saber:

Su función primordial es servir de mecanismo de transporte a lo largo y ancho del cuerpo tanto para
células y sustancias defensivas, nutritivas o de sustento como el oxígeno y la glucosa, indispensables para
la obtención de energía.
Es indispensable para el ciclo cardiovascular que lleva la sangre oxigenada de los pulmones al corazón y
al cuerpo completo, y luego la sangre cargada de CO2 al corazón y de allí a los pulmones para
reoxigenarse.
También mantiene estable la temperatura corporal ya que en presencia de calor se la ventila
ensanchando los vasos capilares y exponiéndola al enfriamiento por la piel, y en presencia de frío se
comprimen los vasos para atenuar dicho efecto.
Cumple funciones defensivas, transportando leucocitos y plaquetas a las regiones heridas, impidiendo el
acceso de infecciones y taponeando rápidamente los tejidos dañados.
4) Grupos sanguíneos
No toda la sangre es idéntica y tradicionalmente se distinguen cuatro tipos sanguíneos cuya
determinación es congénita, es decir, no cambia a lo largo de la vida ni es optativa.
La transfusión de sangre, por ejemplo, debe hacerse de acuerdo al grupo sanguíneo del receptor, pues
de lo contrario su cuerpo recibirá la sangre distinta como si fuera una sustancia extraña y se defenderá
de ella.
Esto se debe a la presencia de ciertas proteínas defensivas llamadas antígenos y anticuerpos, que están
tanto en los glóbulos rojos como en el plasma.

Estos grupos son:

Grupo A. Presenta antígenos A en los eritrocitos y anticuerpos anti-B en el plasma.


Grupo B. Presenta antígenos B en los eritrocitos y anticuerpos anti-A en la plasma.
Grupo AB. Presenta antígenos tanto A como B en los eritrocitos, pero ningún anticuerpo en el plasma.
Este grupo sanguíneo puede recibir sangre de tipo tanto A como B y se le conoce como “receptor
universal”.
Grupo O. No presenta antígenos ni A ni B en los eritrocitos, pero sí anticuerpos anti-A y anti-B en el
plasma. Por ende, puede donar a cualquier otro grupo sanguíneo, pero solo recibir del propio. Por eso se
le conoce como “donante universal”.

5) Los glóbulos rojos, también llamados eritrocitos, tienen forma de disco aplanado con una ligera
depresión en el centro. Los glóbulos rojos contienen hemoglobina, una proteína que transporta oxígeno.
La sangre adquiere su color rojo intenso cuando la hemoglobina de los glóbulos rojos se carga oxígeno
en los pulmones. A medida que la sangre circula por el cuerpo, la hemoglobina va liberando oxígeno a las
distintas partes del cuerpo.

Cada glóbulo rojo vive aproximadamente 4 meses. Cada día, el cuerpo fabrica nuevos glóbulos rojos para
sustituir a los que mueren o salen del cuerpo. Los glóbulos rojos se fabrican en la médula ósea, que se
encuentra en el interior de los huesos.

6) Los glóbulos blancos, también llamados leucocitos; son una parte fundamental del sistema
inmunitario. El sistema inmunitario ayuda al cuerpo a defenderse de las infecciones. Hay varios tipos
distintos de glóbulos blancos, que se encargan de luchar contra los gérmenes, como las bacterias y los
virus. Algunos tipos de glóbulos blancos fabrican anticuerpos, unas proteínas especiales que reconocen
las sustancias extrañas y ayudan al cuerpo a deshacerse de ellas.

Hay varios tipos de glóbulos blancos, y su duración varía de horas a años. Se están formando nuevas
células constantemente, algunas en la médula ósea y otras en otras partes del cuerpo, como el bazo, el
timo y los ganglios linfáticos.

La sangre contiene muchos menos glóbulos blancos que rojos, pero el organismo puede aumentar la
fabricación de glóbulos blancos para combatir las infecciones. El recuento de glóbulos blancos (la
cantidad de estas células) en la sangre de una persona cuando tiene una infección suele ser superior al
habitual porque se fabrican más glóbulos blancos o entra una mayor cantidad de ellos en el torrente
sanguíneo para combatir la infección.
7) Las plaquetas, también conocidas como trombocitos, son unas células muy pequeñas y ovaladas que
ayudan en el proceso de coagulación. Cuando se rompe un vaso sanguíneo, las plaquetas se concentran
en el área afectada y ayudan a sellar la rotura para detener el sangrado. Las plaquetas trabajan junto con
unas proteínas llamadas factores de coagulación para controlar el sangrado dentro del cuerpo y en la
piel.

Las plaquetas solo sobreviven unos 9 días en el torrente sanguíneo y son sustituidas por nuevas
plaquetas, que se fabrican en la médula ósea.
8) COAGULACION DE LA SANGRE
La hemostasia es la forma en la que el cuerpo detiene la hemorragia de los vasos sanguíneos lesionados.
La hemostasia es la coagulación de la sangre.

Tener demasiado poca coagulación puede causar un sangrado excesivo debido a lesiones menores
La coagulación excesiva puede obstruir los vasos sanguíneos que no sangran por consiguiente el
organismo posee mecanismos de control para limitar la coagulación y disolver los coágulos que ya no se
necesitan. Una anomalía en cualquier parte del sistema que controla el sangrado (hemostasia) puede
producir una hemorragia excesiva o una coagulación excesiva, siendo ambas situaciones peligrosas.
Cuando la coagulación es deficiente, incluso una pequeña lesión sobre un vaso sanguíneo puede causar
una hemorragia grave. Por el contrario, en presencia de una coagulación excesiva, los vasos sanguíneos
de pequeño calibre (en puntos anatómicos críticos) pueden obstruirse con coágulos. La obstrucción de
vasos en el cerebro puede causar accidentes cerebrovasculares, y la obstrucción de los vasos que se
dirigen al corazón puede causar infartos. Los coágulos de las venas de las piernas, de la pelvis, o del
abdomen pueden viajar a través del torrente sanguíneo hasta los pulmones y allí obstruir las arterias
principales (embolia pulmonar).
La hemostasia comprende tres procesos principales:

Estrechamiento (contracción) de los vasos sanguíneos


Acción de unas partículas similares a células que intervienen en el proceso de coagulación (plaquetas)
Actividad de unas proteínas presentes en la sangre que trabajan junto con las plaquetas para ayudar a la
coagulación (factores de coagulación)
9) Tejido hematopoyético
El tejido hematopoyético es el responsable de la producción de células sanguíneas. Existe tejido
hematopoyético en el bazo, en los ganglios linfáticos, en el timo y, fundamentalmente, en la médula ósea
roja, el centro hematopoyético más importante del organismo. En el momento de nacer, toda la médula
ósea es roja. En los individuos adultos, la médula roja persiste en los intersticios de los huesos
esponjosos. Se trata de un tejido blando, formado por fibras reticulares y una gran cantidad de células:
adiposas, macrófagos, reticulares y precursoras de las células linfoides.

Las células madre hematopoyéticas tienen capacidad de división y de diferenciación. Algunas de las
células procedentes de su división se diferencian en células que intervienen en la formación de los
eritrocitos, granulocitos y monocitos.

En la médula ósea se genera también la estirpe celular de los linfocitos, aunque estas células completan
su desarrollo en los órganos linfoides, de ahí que también se denominen células linfoides.

Las plaquetas se originan por fragmentación de los megacariocitos, unas células gigantes y
polimorfonucleadas que también se encuentran entre los elementos hematopoyéticos de la médula
ósea.

El tejido hematopoyético puede ser de dos tipos:

Mieloide: es el que forma la médula ósea roja, que se encuentra entre las trabéculas del tejido óseo
esponjoso. Formado por fibras reticulares y una gran cantidad de células madre precursoras de glóbulos
rojos, leucocitos y plaquetas.
Linfoide: en él se produce la diferenciación de los linfocitos. Lo encontramos en los ganglios, el timo, el
bazo y las amígdalas.
10) Enfermedades de la sangre
La sangre puede sufrir numerosas enfermedades o dolencias, agrupadas en base a cuatro principios de
acción sobre la misma:

Enfermedades de la hemostasia. Aquellas que desbalancean el contenido de la sangre, ya sea


sobrecargándola de algún elemento o sustancia benigno en otras condiciones, o restándole algún
componente indispensable. Por ejemplo, la diabetes.
Enfermedades del sistema eritrocitario. Aquejan a los glóbulos rojos, restando su capacidad de
transporte de oxígeno o acortando su vida media. Por ejemplo, ciertos síndromes y enfermedades
congénitas de malformación de eritrocitos.
Enfermedades del sistema leucocitario. Aquejan al sistema defensivo (glóbulos blancos). Por ejemplo, el
VIH-SIDA.
Hemopatías malignas. Tipos de cáncer y linfomas que deterioran la calidad de la sangre.

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