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CORTE SUPREMA DE JUSTICIA

SALA DE CASACION CIVIL

Magistrado Ponente

Pedro Octavio Munar Cadena

Bogotá, D.C., diez (10) de abril de dos mil siete (2007).

Ref.: Expediente No.2001 00451 01

Decide la Corte el recurso de casación interpuesto por la parte actora contra

la sentencia proferida el 9 de junio de 2004, por la Sala de Familia del Tribunal Superior del

Distrito Judicial de Medellín, dentro del proceso ordinario promovido por LUZ MARINA

ZULUAGA NARANJO frente a WILLIAM NARANJO OSORIO.

ANTECEDENTES

1. Reclamó la actora que se declarara judicialmente la existencia de la unión

marital de hecho que conformó con el demandado, a partir de diciembre de 1990 o de la fecha

que resultara probada en el proceso, y que, en consecuencia, surgió entre ellos una sociedad

patrimonial, cuya disolución se produjo por la separación física y definitiva de su compañero

permanente, quien abandonó los deberes que tal condición le imponía.

2. La demandante apuntaló sus pedimentos en la situación fáctica que se

compendia así:

2.1 Luz Marina Zuluaga Naranjo y el demandado se conocieron en 1978 y

entablaron una relación afectiva, habiendo procreado a la joven Diana Paulina, quien nació en

1985.

2.2 En diciembre de 1990, la aludida pareja decidió compartir el mismo techo,

mesa y lecho, convivencia que perduró hasta el 16 de julio de 2001, época en que se produjo su
separación física definitiva, pues el demandado abandonó sus deberes de compañero

permanente.

2.3 La actora, por ser soltera, no está cobijada por causal alguna de

impedimento para contraer matrimonio, y el señor Naranjo Osorio, aunque contrajo

matrimonio católico con Magnolia Londoño, disolvió y liquidó la sociedad conyugal el 22 de

febrero de 1991, tal como consta en la escritura pública No.675 de la Notaría 12 del Círculo

de Medellín.

2.4 La referida convivencia generó la sociedad patrimonial entre compañeros

permanentes prevista en la Ley 54 de 1990, conformada por los bienes relacionados en los

hechos de la demanda.

3. La admisión de dicho libelo fue notificada al demandado, quien se opuso a las

pretensiones y aceptó parcialmente algunos hechos, pues adujo que la unión marital terminó

por causa imputable a la actora, ya que se negaba a intimar sexualmente con él, situación que lo

condujo a entablar otra relación con Orfa Isabel Hoyos, con quien empezó a convivir desde

octubre de 1994, habiendo procreado a la menor Valentina Naranjo Hoyos, cuyo nacimiento

acaeció el día 4 de ese mes y año. Así mismo, en su defensa alegó la ausencia de singularidad

de la unión, la falta de permanencia y la prescripción de la acción.

4. La primera instancia culminó con la sentencia proferida por el Juez 1º Civil

de Familia de Medellín, el 22 de octubre de 2004, en la que declaró no probadas las

excepciones propuestas y, subsecuentemente, acogió las pretensiones de la parte actora,

precisando que la sociedad patrimonial existió del 22 de febrero de 1992 al 16 de julio de

2001.

5. El Tribunal revocó parcialmente la reseñada decisión y, en su lugar, declaró

probada la excepción de prescripción de la acción para solicitar la disolución y liquidación de la

sociedad patrimonial, junto con la defensa que el demandado denominó “falta de singularidad”,

aunque ésta última parcialmente, en cuanto que encontró que existió la unión marital de hecho

y la sociedad patrimonial reclamada por la actora, pero sólo desde el 22 de febrero de 1992

hasta mediados de julio de 1995, época en la que la relación dejó de ser singular, a raíz de que

el demandado entabló simultáneamente otra convivencia de esa especie.

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SENTENCIA DEL TRIBUNAL

El fallador, luego de asentar algunas reflexiones concernientes con la ausencia

de vicios procesales y con la legitimación en la causa de las partes, afirmó que las pretensiones

encuentran fundamento en la Ley 54 de 1990, la cual reguló la unión marital de hecho y el

régimen patrimonial entre los compañeros permanentes; destacó, igualmente, que dicha ley no

tiene efecto retroactivo, sino que rige para el futuro y, por ende, sólo gobierna las relaciones

de esa especie surgidas durante su vigencia y las existentes para el día de su promulgación,

evento este último en que dicha legislación resulta aplicable, pero únicamente desde la fecha

en que empezó a regir (31 de diciembre de 1990). Apoyado en esas elucidaciones, ubicó el

caso en estudio en la segunda situación referida y dedujo que le era aplicable dicha

normatividad.

A continuación examinó el haz probatorio y puntualizó que el mismo acreditaba

los siguientes hechos:

1. Los certificados de registro civil y de matrimonio incorporados al

expediente dan cuenta de la existencia de los contendientes y que éstos procrearon a la menor

Diana Paulina Naranjo Zuluaga, quien nació el 23 de abril de 1985, habiendo sido reconocida

como hija extramatrimonial por el demandado, quien antes había contraído matrimonio con

Magnolia Londoño, concretamente, el 8 de abril de 1972.

2. La escritura pública No.675 de 22 de febrero de 1991, acredita que el

demandado disolvió y liquidó la sociedad conyugal que conformó con Magnolia Londoño.

3. Las declaraciones extrajuicio rendidas por Marlene Zuluaga Naranjo y

Martha Elena Duque Zuluaga y ratificadas en el proceso, refieren que la pareja Zuluaga

Naranjo convivió durante 22 años, pero que el demandado abandonó el hogar el 16 de julio de

2001.

4. En el registro civil de nacimiento de “Valentina Naranjo Hoyos” consta que

nació el 4 de octubre de 1998 y que es hija de Orfa Isabel Hoyos Grisales y William Naranjo

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Osorio, sin que aparezca la respectiva nota de reconocimiento de dicha paternidad, pero la

misma fue aceptada por el demandado en el interrogatorio de parte que absolvió. Estimó, el

sentenciador, que tal documento no demuestra la estabilidad de la relación marital entre la

citada pareja, pero si que la misma no era “casual o pasajera”.

5. Los contratos en que figuran Isabel Hoyos y Naranjo Osorio como

arrendataria y coarrendatario, respectivamente, acreditan que aquella en 1995 no habitaba en

un sector tan residencial como la demandante, pero luego se trasladó a una zona similar a ese

estrato.

6. La afiliación de la señora Hoyos Grisales al Instituto de Seguro Social,

prueba que ésta inicialmente fue inscrita por el demandado como empleada, pero en la segunda

inscripción ya la hizo figurar como cotizante.

7. Las fotografías, tarjetas de arreglos florales, fotocopias del pasaporte y de

la visa de Luz Marina Naranjo, tarjeta de afiliación a Susalud, póliza de Suramericana,

certificación expedida por la empresa “Volemos” (Fs.91 a 155, C.1), demuestran que Naranjo

Osorio compartía asiduamente con la actora y su familia, incluso le enviaba algunos detalles en

ocasiones especiales y viajaban juntos al exterior.

8. Las fotografías aportadas por el demandado lo muestran departiendo con

Orfa Isabel Hoyos en varios eventos, en sitios privados y públicos.

9. Los testimonios recaudados a instancia de la parte actora refieren que las

partes convivieron, en forma permanente e ininterrumpida, hasta cuando el demandado

abandonó el hogar en julio de 2001; además, que la relación fue armoniosa y estable, al punto

que algunos de ellos creían que eran casados. Sostuvo, el fallador, que la testificación de Sonia

Domínguez Salazar no ofrecía credibilidad por las contradicciones en que incurrió con

respecto a la versión de los demás declarantes, en cuanto al lugar donde residió la pareja

hasta 1999.

10. Las declaraciones recibidas a solicitud del demandado dan cuenta de que

éste, desde 1995, en forma simultánea, convivía en unión marital con la actora y con Orfa

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Isabel Hoyos Grisales, quienes eran consideradas en la empresa como sus compañeras, pero

luego la relación con la segunda de ellas fue permanente, pues siguió viviendo sólo con ella.

Desestimó los testimonios de Inés Grisales de Hoyos y Orfa Isabel Hoyos

Grisales, dada la relación de ésta última con el demandado, pues podían tener interés en los

resultados del litigio.

11. Los padres e hijos del demandado también depusieron que éste sostuvo,

simultáneamente, con las citadas damas, relaciones maritales, aclarando que con Orfa inició la

convivencia en 1995, situación que le generó conflictos con Luz Marina, quien estaba enterada

de la misma.

12. Naranjo Osorio, en el interrogatorio que absolvió, aceptó su convivencia

con la actora desde diciembre de 1990 hasta el 16 de julio de 2001, pero dejó en claro que en

octubre de 1994 se involucró sentimentalmente con Orfa Isabel, enterándose Luz Marina a

mediados de 1995, razón por la cual estuvieron separados durante ocho meses; empero, en

1996 reanudaron su relación con el compromiso de terminar sus amores con la otra dama, lo

cual no aconteció, de ahí que se deterioró la unión con aquella. El Tribunal añadió que,

tratándose de una confesión cualificada, no procedía dar aplicación al artículo 195 del C. de P.

Civil en concordancia con el artículo 200 Ibídem.

De los reseñados medios probatorios dedujo que la relación entre Orfa Isabel

y el demandado no era casual y clandestina, ya que éste departía con ella no sólo en su

residencia, sino en lugares públicos, al punto que era de conocimiento de toda la familia, salvo

de Diana Paulina, quien aseguró no estar enterada de la misma.

De igual modo, concluyó que William Naranjo Osorio paralelamente mantuvo dos

relaciones maritales, e incluso en cada una de ellas tuvo descendencia; igualmente, que sostuvo

la unión conformada con la actora hasta el 16 de junio de 2001, mientras que la otra aún

subsiste, de suerte que, conforme a las prescripciones del artículo 1º de la Ley 54 de 1990, no

era factible reconocer que entre las partes existió una unión marital de hecho después de

mediados de 1995, por cuanto desde esa época no está presente el elemento de la singularidad

exigido por esa ley, ya que el demandado entabló por esos días otra relación similar con Orfa

Isabel, con quien convive en el inmueble arrendado por ésta y del cual aquél es coarrendatario.

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Para reforzar su inferencia trajo a colación el significado que la expresión

“singular” tiene en el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, insistiendo en que

de acuerdo con el mismo es claro que, desde mediados de 1995, ese elemento estaba ausente

en la relación que sostuvieron las partes, porque se requería que ninguno de los compañeros

conviviera con otra persona, exigencia impuesta por el legislador para imprimirle seriedad y

exclusividad a las uniones maritales y evitar la promiscuidad.

Tales razonamientos lo condujeron a considerar, en síntesis, que estaba

probada la unión marital de hecho entre las partes, la cual existió desde diciembre de 1990

hasta mediados de 1995, fecha en que dejó de ser una relación singular; empero, como el

demandado sólo disolvió y liquidó la sociedad conyugal formada con Magnolia Londoño el 22 de

febrero de 1992, sólo a partir de esta fecha procede reconocer la aludida convivencia y el

efecto económico de la misma, conforme lo autoriza el literal b) del artículo 2º de la Ley 54 de

1990.

En fin, luego de reiterar que desde 1995 la relación aquí demandada dejó de

ser singular, concluyó que las partes conformaron una unión marital de hecho y,

consecuentemente, una sociedad patrimonial, durante el período comprendido entre el 22 de

febrero de 1992 hasta mediados de aquél año.

Sin embargo, encontró que había operado el fenómeno de la prescripción

alegado por el demandado, en razón a que la sociedad patrimonial conformada entre las partes

fue disuelta a mediados de 1995, por la aparición de una nueva relación marital de aquél con

Orfa Isabel Hoyos y el libelo incoativo fue presentado el 14 de agosto de 2001, esto es luego

de que hubiera fenecido el año a que alude el artículo 8º de la Ley 54 de 1990.

LA DEMANDA DE CASACION

Dos cargos esgrime el recurrente contra la sentencia cuestionada, ambos

sustentados en el ámbito de la causal primera de casación, pero sólo se examinará el segundo

de ellos por estar llamado a prosperar.

CARGO SEGUNDO

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Denuncia el recurrente que la sentencia impugnada violó, en forma indirecta,

los artículos 1º, 2º, 3º, 5º y 8º de la Ley 54 de 1990, 95 y 200 del Código de Procedimiento

Civil, a causa de haber apreciado indebidamente el libelo incoativo y algunas pruebas, en razón

a que infirió que la separación definitiva entre las partes se produjo a mediados de 1995

cuando los medios de persuasión reflejan que fue el 16 de julio de 2001.

Aduce que el acervo probatorio acredita que la convivencia entre Luz Marina

Zuluaga Naranjo y William Osorio tuvo continuidad. Así, de la simple lectura de los

testimonios de los hijos del demandado y de su hermano Wilson emerge que para la época en

que el Tribunal percibió la separación absoluta de dicha pareja, ese rompimiento no existió,

pues no hubo una separación que pudiera calificarse de definitiva, que sería detonante de la

finalización de la unión marital que aquel encontró configurada desde diciembre de 1990. Para

demostrar ese reproche reseñó los pasajes de las declaraciones de Wilson Naranjo Osorio,

William y John Teiner Naranjo Londoño que consideró pertinentes para acreditar su alegación.

De igual modo, adujo que las declaraciones de Eliberto Agudelo, Luz María del

Sagrado Corazón Echeverri Ramírez, Gloria Eloy Luján Arenas, Clara Isabel Correa Agudelo,

Enriqueta María Correa Agudelo, Sonia Domínguez Salazar, Diana Paulina Naranjo Zuluaga,

Marlene Zuluaga Naranjo y Martha Elena Duque Zuluaga, gozan de coherencia, claridad,

uniformidad y objetividad, en cuanto narraron las circunstancias en la que se desenvolvió la

relación que durante diez años mantuvieron Luz Marina y William, dado que por el conocimiento

directo de la situación dieron fe del trato entre éstos, de su comportamiento cotidiano en los

lugares en donde residieron y en sus viajes y, en fin, del hecho de que el demandado tuvo

residencia permanente en el apartamento 903 del edificio Castropol de Medellín. Añade que

tales declarantes resaltaron que la convivencia entre la pareja fue constante, sin ninguna

interrupción, hasta el 16 de julio de 2001.

Afirma que, de acuerdo con esa situación fáctica, resulta patente que el

Tribunal aplicó indebidamente el artículo 8º de la Ley 54 de 1990, por cuanto si la separación

definitiva de la pareja se produjo el 16 de julio de 2001 y la demanda fue presentada el 14 de

agosto de 2001, era claro que la acción incoada por Luz Marina Zuluaga Naranjo no había

prescrito. Sostiene, además, que la infracción de la norma antes mencionada se produjo

porque se ligó la prescripción de la acción de disolución de la sociedad patrimonial a un hecho

no autorizado por la norma, pues el aludido fenómeno sólo puede vincularse a los supuestos del

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artículo 5º de la ley en cita, esto es, a las causales de disolución de la sociedad patrimonial, y

no a ninguno que surja de la interpretación del artículo 1o del comentado ordenamiento, y

menos a inferencias probatorias desacertadas, como aconteció en este caso, en el que se

consideró erróneamente que la aparición de una relación amorosa del demandado (1994) puso

fin a la unión marital formada con la demandante.

Añade que la aplicación indebida del artículo 8º de la Ley 54 de 1990 condujo al

sentenciador a inaplicar los artículos 2º y 3º de la misma, pues entendió que la relación de

pareja entre las partes no fue una unión marital sostenida entre 1995 y 2001 y, por ende, que

no surgió la sociedad patrimonial en ese lapso; por el contrario, estimó que esa convivencia

marital tan sólo existió entre el 22 de febrero de 1992 hasta mediados de 1995 y que, por

tanto, durante ese período fue que existió la mentada sociedad. Tal inferencia, a juicio del

censor, es fruto de la confusión entre la unión marital (fuente) y la sociedad patrimonial

(efecto), ya que el artículo 2º Ibídem gobierna ésta última institución y no la primera.

Reproduce, seguidamente, las consideraciones probatorias expuestas en la

sentencia impugnada con el propósito de resaltar que ésta, en su parecer, está apoyada

fundamentalmente en los testimonios vertidos a instancia del demandado, en las fotografías

visibles a folios 172 a 186 del cuaderno principal y en el contrato de arrendamiento que obra a

folio 78 de ese cuaderno.

Alega que varios testigos refirieron como única la unión marital entre los

litigantes, y aunque los recaudados de oficio y a instancia del opositor dieron cuenta que éste

sostenía paralelamente una relación amorosa con otra dama, lo cierto es que no manifestaron

que hubiese sido una convivencia permanente, por el contrario, afirmaron que aquél no dejó de

vivir con la actora, cuestión que el fallador pasó por alto al concluir que “ ‘el accionado

mantenía simultáneamente dos relaciones maritales con diferentes señoras’ ”.

Seguidamente, transcribe las apreciaciones expuestas en el fallo censurado,

con relación a los testimonios de Wilson y Hernán Augusto Naranjo Osorio, David Alberto

Betancur y Alirio de Jesús Rodríguez López, respecto a la cuales replica que ellas ponen de

manifiesto que es el propio sentenciador el que advierte que la convivencia entre el accionado

y Orfa Isabel “es permanente solamente ahora”, afirmación de la que se sigue que “no lo fue

antes”; sin embargo, insistió en pregonar que el opositor “ ‘mantenía también simultáneamente

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otra relación marital’ “, esto es, la calificó de permanente sin que así lo afirmaran los

deponentes, acusación que procedió a sustentar examinando a continuación las versiones de los

testigos en referencia. Agrega que si el fallador no hubiera incurrido en dicho yerro y hubiera

una buena crítica de esos testimonios, habría avizorado que al confrontarlos con las demás

declaraciones resultaban contradictorios en relación “con el lugar y época de vivienda

asignados al demandado en el tiempo que éste especificó no haber convivido con la

recurrente”.

También alega que el Tribunal calificó indebidamente de sospechoso el

testimonio de la madre de Orfa Isabel, sin percatarse que dicha deponente fue honrada en su

dicho, pues manifestó con espontaneidad que en un principio la relación de su hija con el

demandado fue esporádica; luego, en 1995, se la llevó a vivir a la Pola, pero que él “ ‘no vivía

diariamente en esa casa… El señor William no se radicó del todo en la casa de mi hija, pero

actualmente sí está radicado del todo con mi hija, hace como unos tres o cuatro meses o algo

así’ ”. Igualmente, resaltó que cuando se le indagó a dicha declarante si Naranjo Osorio

pernoctaba con Orfa y Valentina contestó que “ ‘No, él siempre iba y se volvía por la noche, él

si estaba con ella, había veces que amanecía, otras veces no, diariamente no amanecía con ella’

”.

Esgrime que de la apreciación de las versiones de Wilson y Hernán Naranjo

Osorio, David Alberto Betancur, Alirio de Jesús Rodríguez López e Inés Grisales de Hoyos, así

como de las restantes declaraciones aflora evidentemente que en ellas hay coherencia, en

cuanto a un hecho cierto, que el demandado convivía permanentemente con Luz Marina, aunque

tenía una relación afectiva con otra persona. Y es que no es cierto que los hijos y los padres

del demandado hubieran manifestado que éste convivía simultáneamente con las dos damas

mencionadas, ya que ellos al igual que otros testigos coincidieron en informar que William

Naranjo Osorio aunque iba todos los días donde Orfa Isabel “ ‘vivía más donde Luz Marina’ ” y

que la convivencia bajo un mismo techo y en forma permanente con aquella tuvo lugar cuando

se separó definitivamente de ésta. Añade el censor que el fallador incurrió, entonces, en

error de hecho en la lectura de los testimonios antes destacados como expresiones de una

convivencia permanente entre Orfa Isabel Hoyos y el demandado, cuando en realidad esas

versiones no dan cuenta de permanencia, sino de un trato contingente.

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Y, agrega, fue tan manifiesto el yerro de apreciación de los elementos de

convicción antes reseñados que lo condujo a preterir la apreciación del otro grupo de testigos

que, uno tras otro, sin duda alguna, reflejan lo que el primer conjunto oculta, que la relación y

convivencia de William con Luz Marina fue permanente desde 1990 hasta julio de 2001.

Del mismo modo, le enrostra al Tribunal haber apreciado indebidamente la

prueba documental. Así, las fotografías que tuvo en cuenta acreditan apenas unos

acontecimientos, similares a los sucesos establecidos con las aportadas por la actora (folios

95 a 137 del cuaderno No.1); empero, varios de los retratos allegados por el accionado, cuya

data consta en ellos, corresponden a hechos acaecidos después de agosto de 2001, es decir,

luego de la presentación de la demanda, por lo que con ellos no podrían juzgarse situaciones

del pasado. Igualmente, el registro civil de nacimiento de Valentina Naranjo Hoyos sólo

acredita su nacimiento y su filiación, más no que “ ‘ (…) la relación entre sus padres no era

tan casual o pasajera (…)’”, conforme lo dedujo el sentenciador. De la misma manera, la

conclusión que el fallador extrajo de los contratos de arrendamiento, en torno a la zona en que

vivía Orfa Isabel, resulta, además de intrascendente, incoherente, ya que esos documentos lo

que prueban es que el demandado tenía la calidad de arrendatario, más no que habitara en los

inmuebles arrendados; al igual, que la inexactitud de la cédula asignada a la arrendataria en

uno de esos contratos es indicativa de que fueron preelaborados para el proceso. También las

inferencias que sacó de los formularios de afiliación de Orfa Isabel al sistema de salud y

seguridad social no corresponden a lo que ellos reflejan, ya que lo que muestran es que la

relación entre dicha señora y William Naranjo era laboral, aún en el año 2000.

Por último, le atribuye al juzgador ad quem haber incurrido en error de hecho

en la apreciación de la prueba indiciaria, habida cuenta que pasó por alto que el accionado en la

contestación de la demanda efectuó afirmaciones contrarias a la realidad, conforme se

desgaja de las respuestas que dio a los hechos 1º y 2º de aquél escrito, mendacidad que

constituye un indicio grave (artículo 95 del C. de P. Civil). De la misma manera, valoró

indebidamente el interrogatorio de parte absuelto por el demandado, pues no advirtió que la

misma fue infirmada por el material probatorio que obra en el plenario.

CONSIDERACIONES

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1º El Tribunal dio por establecido que entre Luz Marina Zuluaga Naranjo y

William Naranjo Osorio, sin estar casados, existió una comunidad de vida permanente, desde

diciembre de 1990 hasta cuando aquél abandonó el hogar (16 de julio de 2001), relación

marital que tuvo el carácter de singular sólo hasta mediados de 1995, ya que el demandado

entabló una relación similar con Orfa Isabel Hoyos Grisales, a partir de esa época.

Tal reflexión probatoria lo condujo a declarar acreditada parcialmente la

alegación de falta de singularidad propuesta por el accionado y, subsecuentemente, a declarar

que “la unión marital y la sociedad patrimonial” que formaron las partes sólo tuvo vigencia un

año después que Naranjo Osorio disolvió y liquidó la sociedad conyugal que conformó con

Magnolia Londoño, esto es, desde el 22 de febrero de 1992 hasta mediados de 1995.

2. La protesta impugnaticia, tal como se desgaja del cargo en estudio, apunta,

en lo medular, a desquiciar la reflexión concerniente con la singularidad, en cuanto le atribuye

al sentenciador haber desdibujado el contenido del haz probatorio del cual dedujo que el

demandado mantenía paralelamente otra unión similar a la que tenía con la actora, pues del

mismo no aflora que la relación con Orfa Isabel fuera de carácter permanente, sino que

refleja que aquél “convivía permanentemente con la actora, aunque tenía una relación afectiva

con otra persona”.

3. Conviene recordar, previamente a emprender el examen de la acusación, que

la Ley 54 de 1990 concibe la unión marital de hecho como aquella comunidad de vida que con

caracteres de permanencia y singularidad establece una pareja heterosexual, sin mediar entre

ellos vínculo matrimonial.

El legislador estableció, entonces, la integración de la pareja en comunidad de

vida como presupuesto esencial de la referida institución. Y en esa exigencia se confunden los

requisitos y fines de la unión, entendida ésta como una forma de vida enderezada a la

complementación de la pareja, a la consecución de sus ideales, a la satisfacción mutua de sus

necesidades psico-afectivas y sexuales, entre otros aspectos; en fin, para la construcción de

su proyecto de vida.

En punto a la comunidad de vida, ha dicho la Corte que ella está integrada por

“elementos fácticos objetivos como la convivencia, la ayuda y el socorro mutuos, las relaciones

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sexuales y la permanencia, y subjetivos otros, como el ánimo mutuo de pertenencia, de unidad

y la affectio maritales, que unidos además a la descendencia común y a las obligaciones y

deberes que de tal hecho se derivan, concretan jurídicamente la noción de familia”. Ha

destacado, igualmente, cómo del aludido ánimo “deben surgir de manera indubitable aspectos

tales como la convivencia, de ordinario bajo un mismo techo, esto es, la cohabitación, el

compartir lecho y mesa y asumir en forma permanente y estable ese diario quehacer

existencial, que por consiguiente implica una vinculación transitoria o esporádica, sino un

proyecto de vida y hogar común” (sentencia de 12 de diciembre de 2001, exp. No.6721).

La unión marital es, pues, una de las formas reconocidas para constituir una

familia, pilar fundamental dentro de la organización social, que es objeto de protección

especial (artículos 42 y 5º de la C. P.). De ahí que los fines que le son propios, entre ellos los

concernientes con el proceso de socialización del individuo, y la inculcación de los valores que,

a la vez, irradian en el entorno comunitario, no pueden cumplirse en uniones transitorias o

inestables, pues, según los principios y orientaciones de la carta política, es la estabilidad del

grupo familiar la que permite la cabal realización humana de sus integrantes y, por ende, por la

que propende el orden superior.

Además, esa comunidad de vida debe ser permanente y singular. La

permanencia denota que ese proyecto de vida debe ser firme, constante y estable, pues lo que

el legislador pretende con esa exigencia es relievar que la institución familiar tiene,

básicamente, propósitos de durabilidad, de estabilidad y de trascendencia. La anotada

condición, como lo precisó la Corte, “toca con la duración firme, la constancia, la

perseverancia y, sobre todo, la estabilidad de la comunidad de vida, y excluye la que es

meramente pasajera o casual” (sentencia 20 de septiembre de 2000, exp. No.6117). En otros

términos, esa característica concierne con la intención y el compromiso de la pareja de unirse

en una relación estable.

La singularidad de la comunidad de vida, conforme lo asentó esta Corporación

en la referida decisión, “atañe con que sea solo esa, sin que exista otra de la misma especie”,

tema que también abordó en el fallo proferido el 5 de septiembre de 2005 (exp. 1999 0150

01), en el que luego de trasuntar apartes de la ponencia para el primer debate de la ley en

comento, precisó que la exposición de motivos en ella contenida permite entender que “las

expresiones lingüísticas ‘comunidad de vida permanente y singular’, empleadas en la Ley 54 de

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1990, todas a una convergen en la exigencia de exclusividad, y por fuerza de las reglas de la

lógica, la pluralidad de relaciones de similar naturaleza destruye la singularidad” (destaca la

Sala).

Empero, y esto hay que subrayarlo firmemente, una vez establecida una unión

marital de hecho, la singularidad que le es propia no se destruye por el hecho de que un

compañero le sea infiel al otro, pues lo cierto es que aquella, además de las otras

circunstancias previstas en la ley, cuyo examen no viene al caso, sólo se disuelve con la

separación física y definitiva de los compañeros; por supuesto que como en ella no media un

vínculo jurídico de carácter solemne que haya que romper mediante un acto de la misma índole,

su disolución por esa causa no requiera declaración judicial. Basta, entonces, que uno de los

compañeros, o ambos, decidan darla por terminada, pero, claro está, mediante un acto que así

lo exteriorice de manera inequívoca. Trátase, entonces, de una indeleble impronta que la

facticidad que caracteriza el surgimiento y existencia de esa especie de relaciones les acuña.

4. Mirada la prueba aquí cuestionada, esto es, las declaraciones de William y

John Teiner Naranjo Londoño, Wilson y Hernán Augusto Naranjo Osorio, Lilia Osorio de

Naranjo, Abelardo Naranjo Aranzazu, David Alberto Betancur y Alirio de Jesús Rodríguez

López, que le sirvieron de estribo al Tribunal para asentar que simultáneamente con la unión

marital que el demandado sostuvo con la demandante -que en verdad nadie discute-, existió

otra relación que desdibujó el carácter que la ley le reconoce a la primera, aquilatada la

aludida prueba, se decía, desde la perspectiva de las nociones expuestas, es patente que el

sentenciador tergiversó su contenido, en cuanto que de ella no emerge que entre Orfa Isabel

y el demandado hubiere existido una comunidad de vida de carácter permanente, esto es, de

las connotaciones de la conformada por las partes; por el contrario, de lo que ella da cuenta es

de que esa relación amorosa constituyó un devaneo de aquél, durante parte del tiempo que

convivió con la actora como su marido.

4.1 En efecto, el padre del opositor, señor Abelardo Naranjo Aranzazu, en el

testimonio que rindió el 18 de febrero de 2003, refirió que las partes convivieron bajo un

mismo techo durante varios años, pero que tuvieron conflictos, al punto que su hijo, luego de

uno de esos disgustos, abandonó la casa. A continuación, afirmó que “después de eso, ya se

juntó con Isabel (…)”, aseveración que reiteró cuando fue interrogado sobre si su hijo había

convivido con ella, en forma permanente, bajo un mismo techo, pues contestó que esto sucedió

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“cuando ya se abrieron, cuando se separaron, ahora últimamente, yo no me di cuenta antes”. Y

como la separación a la que el deponente alude era la de William y Luz Marina, el juzgador lo

requirió para que precisara cuándo se produjo la misma, a lo que respondió que “de eso hará

por ahí un año que él se separó de Luz Marina”. También, contradiciéndose en su dicho, afirmó

que William convivía simultáneamente con Orfa Isabel, a quien social y familiarmente

reconocían como la esposa de aquél desde 1995; igualmente, manifestó que vivía en Cali y que

en las pocas ocasiones que viajó con su esposa a Medellín se quedaron unos días en la casa de

Luz Marina y otros en los de Orfa Isabel, pero cuando se le indagó en donde tenía ésta su

residencia, respondió “no recuerdo bien el barrio, como nosotros ibamos y no nos

demorábamos, como era de un día para otro y no sabía que barrio”, mientras que con relación a

la demandante señaló que primero vivieron en un apartamento ubicado en Laureles y luego se

mudaron para otro que quedaba en el Poblado.

Lilia Osorio de Naranjo, progenitora del demandado, quien declaró en la misma

fecha que su esposo, manifestó, refiriéndose a la convivencia entre las partes, que “ellos

vivieron como unos diez años y se separaron, por ahí unos tres años aproximadamente y se

separaron por otra muchacha, Isabel, durante la convivencia con Luz Marina, ellos tuvieron

muchos problemas por eso”; igualmente, sostuvo que su hijo presentaba a la actora como su

esposa, en los círculos sociales, familiares y entre sus amigos. Además, aunque expresó

conocer la relación sentimental de su hijo con Orfa Isabel, afirmó enfáticamente que él “vivía

más donde Luz Marina” y que “ellos eran como esposos”.

Para esta testigo las partes hicieron vida marital, pero, luego de la

conformación de ese vínculo de facto, el demandado entabló amoríos con Orfa Isabel que le

generaron conflictos con la actora, quien era considerada como su esposa en el ámbito social y

familiar.

William Naranjo Londoño, hijo del accionado, relató que éste y la actora

empezaron a convivir desde 1990 o 1991, habiéndose separado, después del secuestro de

aquél, que acaeció en 1995, por un lapso aproximado de un año, durante el cual su padre

“anduvo como errante” y estuvo muy deprimido por la ausencia de su hija Diana Paulina.

También expresó que cuando ocurrió esa separación ayudó a su papá a conseguir el

apartamento del edificio Castropol y estuvieron allí viviendo como tres meses junto con Orfa

Isabel y su hermano, pero que después aquél se reconcilió con Luz Marina, con quien se fue a

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vivir a dicho inmueble. Refiriéndose a la relación de las partes dijo que “ellos vivían juntos,

cuando estaba en el 91, 95 lógico que fue como una familia, del 95, 96 en adelante, no se que

tan familia porque estaba Isabel” y al ser interrogado acerca de la permanencia de esa unión

respondió que “desde que se separó con mi mamá, hasta que doña Luz Marina y don William se

separaron sí fue permanente, pero mi papá permanecía en dos lugares”. De igual modo, relató

que “Luz Marina fue a entregar el dinero y a traer a su papá” cuando fue secuestrado en

1995, además, que su padre tomó la decisión de radicarse en Estados Unidos cuando lo

amenazaron con secuestrarlo nuevamente y, entonces, viajó a ese país en compañía de Luz

Marina y Diana Paulina, su hija común.

Así mismo, el declarante en varias de sus respuestas aludió a que su padre

desde 1995 mantuvo simultáneamente otra relación con Orfa Isabel; así por ejemplo, en una

de aquellas manifestó que “del noventa y uno hasta el noventa y cinco, ella Luz Marina era

presentada como su pareja y, después del noventa y cinco, siempre presentaba a Isabel y a

Luz Marina como sus parejas, dependiendo del lugar donde estaban, los vecinos de Castropol

sabían que Luz Marina era la pareja de mi papá y los de Laureles sabían que la pareja de mi

papá era Isabel (…)”.

John Teiner Naranjo Londoño, hijo del demandado, también relató que éste

después de que dejó a su madre se fue a convivir en forma permanente con la actora, pero que

hacía finales de 1995 dicha pareja se separó por un tiempo, a raíz de que aquél estaba saliendo

con Isabel, quien en ese lapso vivió con ellos durante algún tiempo en el apartamento del

edificio Castropol, en el cual se residenció posteriormente la actora con su padre. Además,

expresó que éste por temor a ser nuevamente secuestrado viajó a los Estados Unidos, junto

con Luz Marina y su hija Diana Paulina, con la intención de radicarse en ese país, en el que sólo

permanecieron como tres meses y se regresaron. De igual modo, aseveró que el opositor

desde 1995 sostenía en forma coetánea una unión con la actora y otra con Orfa. Y al

indagársele si la segunda relación era permanente respondió que “ (…) él tenía ropa allá, en

las dos partes, yo exactamente no se decir sí vivía diariamente allá, porque yo estudiaba, pero

mi papá sí iba todos los días”.

Wilson Naranjo Osorio, hermano del opositor, manifestó que éste y la actora

iniciaron su relación marital a finales de 1990 o principios del siguiente año, pero que más o

menos en 1994 se separaron por un tiempo, a raíz de que Luz Marina se enteró del amorío de

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aquél con Orfa; luego continuaron conviviendo hasta el año 2001, en que rompieron

definitivamente. Relató que el demandado desde mediados de 1995 también hizo vida marital

con Orfa Isabel, esto es, paralelamente a la unión de esa especie que tenía con la actora;

igualmente, dijo que su hermano dormía cualquier día de la semana donde Orfa o donde Luz

Marina, así como también que a las dos las presentaba como su compañera y que tenían hijos en

común; además, que las sostenía económicamente. Valga acotar, que el testigo durante la

declaración se mostró “estresado”, conforme en ella consta. Hernán Augusto Naranjo Osorio,

también hermano del demandado, refirió que éste entre 1990 y 1991 entabló una relación

marital con la actora que perduró hasta el año 2001, pero que aquél a partir de 1995 se

involucró sentimentalmente con Orfa Isabel, pues empezó “a hacerle visitas, llegaba de los

Estados Unidos y se quedaba allá o se iba para Estados Unidos y se quedaba con Orfa Isabel,

pasaba mucho tiempo allá”, y cuando no viajaba frecuentaba a ambas damas, a quienes a la par

las presentaba como su pareja. Dijo que se dio cuenta de la simultaneidad de esas relaciones

porque su hermano se las contaba, además que “en muy pocas ocasiones, yo más bien con

Orfa Isabel no he compartido mucho; igualmente, refirió que a raíz de su declaración su

sobrina Diana Paulina le gritó que era un falso y que los iban a demandar, frente a lo cual le

respondió “miren haber que es lo que van hacer porque de todos modos estamos en un

proceso (…)” (destaca la Corte).

El testimonio de los hijos, los padres y los hermanos del demandado, requerían

un escrupuloso examen, dado el vínculo de parentesco que los une con éste, circunstancia que,

inclusive, condujo al apoderado de la actora a tildarlos de sospechosos, calificativo que

respecto de los últimos, es decir sus hermanos, se hacía más vigoroso, habida cuenta que

también eran sus dependientes.

Por supuesto que al respecto ha dicho esta Corporación que “si se trata de

personas en cuya conciencia puede perfectamente ofrecerse el conflicto entre el deber

genérico de declarar y el interés que tiene en el juicio particular en el que declaran, siendo

razonable presumir que en un momento dado cobre en su ánimo mayor fuerza esta situación de

cointerés que el respeto por la verdad; si, subsecuentemente, la credibilidad que les pueda

caber en principio arranca estigmatizada por la duda; y si de este modo se recomienda al juez

que examine sus dichos diligentemente y ejerza su discreción apreciativa con el máximo de

escrúpulo, aflora inevitable que la mácula con que se mira a tal linaje de testigos sólo se

desvanecerá, y por qué no, hasta desaparecerá, en la medida en que brinden un relato preciso,

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responsivo, exacto y cabal, esto es, en síntesis, razonado y particularizado en todo cuando

dieren noticia, y que, aun así, encuentren respaldo en otros elementos probativos, todo lo

analizado, cual dice la norma en cuestión, “de acuerdo con las circunstancias de cada caso”;

será entonces cuando nada justifica que el juzgador continúe desconfiando de sus relatos, y

les suministre el valor demostrativo que verdaderamente ostentan. Refluirá así el estado

habitual del hombre y su inclinación a creer en los demás, del cual había salido por razón de

una sospecha que a la postre fue disipada” (sentencia del 10 de mayo de 1994, expediente

No.3927).

Y es que esas declaraciones miradas en su contexto, además de sesgadas,

denotan claramente el ánimo de quienes las produjeron de favorecer a su pariente y patrono,

pues los deponentes insistieron repetidamente en que la relación entre el demandado y Orfa

Isabel fue de carácter permanente, pero, a la postre no expusieron una explicación razonada

de ese dicho, simplemente así lo afirmaron, sin olvidar que algunos de los aspectos que

refirieron los conocieron de oídas.

En verdad aunque los declarantes repetitiva y maquinalmente afirmaron que

William convivió con Orfa Isabel, considerándola como su mujer, lo cierto es que los únicos

hechos concretos y tangibles a los que aluden y que evidencian convivencia, en sentido marital,

son los que conciernen con la cohabitación de la pareja en los días anteriores o posteriores de

los viajes de aquél al exterior. De suerte, que del testimonio de aquellos no se desgaja que la

segunda unión tuviera las condiciones de permanencia, continuidad y solidez tales como para

que fuese vista por el sentenciador como de igual naturaleza a la formada con la actora. Lo

que ellos revelan es que la referida relación, en principio a hurtadillas, constituyó un amorío

coetáneo a su convivencia marital con Luz Marina.

Los encuentros del opositor con Orfa, precisamente, cuando viajaba al exterior

o regresaba, denotan el carácter furtivo de su relación y el ánimo de apaciguar los conflictos

que ella le generaba con su compañera Luz Marina, tratando de que esta no estuviera al tanto

de ellos. Es más, el demandado admite que no le confesó a la actora que le incumplió la

promesa de finiquitar el devaneo que sostenía con aquella.

Incluso, sea oportuno acotarlo al margen, el demandado en el interrogatorio de

parte que absolvió, recordó que a mediados de 1995, Luz Marina se enteró de su relación con

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Orfa Isabel y, por ello, estuvieron separados por varios meses, pero que “en el año de 1996,

volvimos a reanudar nuestras relaciones, ella a conocimiento de que yo tenía a Orfa Isabel

Hoyos e hicimos el compromiso de que me daba un año para que yo dejara las relaciones con

Orfa Isabel, caso que yo por mi parte no cumplí, porque yo aún seguí y continúo con Orfa

Isabel y paralelo con Luz Marina hasta el 16 de julio del año 2001. Yo no le comuniqué de lo

último, porque ella nunca me volvió a pedir explicaciones” (destaca la Sala). Más adelante,

al ser inquirido sobre si en el lapso comprendido entre diciembre de 1990 y el 16 de julio de

2001 había convivido con la actora como si tratara de un matrimonio respondió “Sí, yo convivía

con las dos al mismo tiempo, con Orfa Isabel y con Marina. Con Marina convivía como una

familia” (destaca la Corte). Esta última respuesta denota el particular cariz que tenía para

William su convivencia con la demandante y que la distingue de la relación que por la época lo

unía con Orfa Isabel.

4.2 También le asiste la razón al recurrente cuando se queja de la falta de

apreciación de los testimonios de Inés Grisales de Hoyos y de Orfa Isabel Hoyos Grisales, en

cuanto que el Tribunal con liviandad y sin preocuparse por constatar si de sus versiones

afloraban verdaderos síntomas de parcialidad, les negó rotundamente valor probatorio.

Ciertamente, la primera declarante, refiriéndose a los amoríos que existieron

entre su hija y el demandado, en la declaración que rindió el 22 de mayo de 2002, manifestó

que, “(…) ya en el 95, ya la llevó a vivir a la Pola, también unas veces iba donde ella y pues

estaba allá y otras veces compartían pues, él no vivía diariamente en esa casa. Yo llegué a

visitar la casa de mi hija en la Pola, ella vivía con el niño, no más. No, el señor William no se

radicó del todo en la casa de mi hija, pero actualmente sí está radicado del todo con mi

hija, hace como unos tres o cuatro meses o algo así. Don William nunca me dijo que vivía

con otra persona, pero se supo por mi hija, don William respetó su decisión, Orfa Isabel sabía

que William vivía con otra persona. Del 95 hasta hace 3 meses, don William ha visto por mi

hija, por el niño y ha sido muy responsable y ha mantenido una relación con ella, una relación de

amantes” (destaca la Corte). Y más adelante cuando se le indagó “con que frecuencia estaba

el demandado con Orfa en esas relaciones”, contestó que “él la visitaba frecuentemente en

mi casa, en las casas donde ha vivido”. Así mismo, al preguntársele si William pasaba noches

con Orfa Isabel y Valentina respondió “no, él siempre iba y se volvía por la noche, él si estaba

con ella, había veces que amanecía, otras veces no, diariamente no amanecía con ella”;

igualmente, explicó que cuando afirmaba que esa relación era permanente aludía a que “él

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estaba muy pendiente de ella y está yendo a la casa frecuentemente, está muy pendiente de

todo, de su niña”.

Para la testigo, William convivía con Luz Marina, pero su hija, a sabiendas de la

existencia de esa unión, inició un vínculo sentimental con aquél, relación que era de amantes;

además, dejó en claro que éstos sólo tuvieron encuentros frecuentes y que sólo empezaron a

convivir “en forma permanente” unos meses antes de rendir su testificación, diligencia que

tuvo lugar el 22 de mayo de 2002.

Del dicho de la deponente no se vislumbra el ánimo de favorecer los intereses

del opositor y, de contera los que pudiere tener su hija, pues los apartes destacados de su

versión, son muestra de su espontaneidad y sinceridad, pues no hizo mas que relatar el

desenvolvimiento de la relación de William y Orfa Isabel, el que por su cercanía con ésta

percibió directamente. Por tanto, es evidente que el Tribunal incurrió en el yerro que le

atribuye la censura, pues tildó apresurada e injustificadamente de sospechosa esa

testificación.

Por su parte, Orfa Isabel manifestó que cuando comenzó a salir con el

demandado, éste se refería a Luz Marina como “la fiera”, y cuando su relación se fue

afianzando decidió no tener ningún prejuicio frente a aquella. Dijo que el demandado, “en el

95 decidió retirarme de mi casa, me consiguió un apartamento en Robledo, en ese tiempo el

señor William Naranjo adquirió un apartamento para nosotros, para William y yo, para él y yo

tener nuestros encuentros, permanecer días allá”. Mas adelante sostuvo que Naranjo Osorio

cuando viajaba a los Estados Unidos, “siempre que regresaba se quedaba conmigo en el

apartamento 3, 4 días”, además, que la actora era conocedora de esa relación y le exigía a

William que pasara con ella los domingos; sin embargo, “él hacía todo lo contrario”, pues la

“visitaba en las horas de la mañana haciéndole creer que estaba en el aeropuerto”. Aseveró

que la primera que se enteró del nacimiento de su hija Valentina ( de 1998) fue Luz Marina

porque su hermana la llamó, haciéndose pasar por una enfermera, pidiéndole el favor de que le

diera la razón a William de que ya había nacido el bebé. Y que tan conocedora era la actora de

su relación con William que “le compraba información” sobre ella a la esposas de los

mayordomos de las fincas de Filandia y de Amagá.

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Los aspectos antes destacados de la declaración de Orfa Isabel no reflejan

que la relación que mantuvo con el opositor, durante el período que éste convivió en unión

marital con la actora, hubiere sido permanente, ya que no son demostrativos de que la pareja

tuviere un proyecto de vida firme, constante y estable. Tanto es así, que la testigo refirió que

tenían encuentros que se prolongaban por tres o cuatro días cuando William viajaba o

regresaba al exterior, además, que éste para visitarla los domingos tenía que decirle mentiras

a Luz Marina. Sumado a ello, resulta bastante diciente que un acontecimiento tan importante

para una pareja, como es el nacimiento de sus hijos, hubiese tenido que dárselo a conocer de la

manera que refirió.

4.3 Es palmario, conforme quedó expuesto, que el sentenciador tergiversó el

contenido de los testimonios cuestionados, pues si bien es cierto que ellos refieren que entre

Orfa Isabel y el demandado hubo un trato amoroso, íntimo y frecuente, al punto que

procrearon a la menor Valentina, cuyo sostenimiento asumió aquél, también lo es que los

hechos destacados de esas declaraciones conducen a concluir que dicha relación no constituyó,

a la sazón, una unión marital de hecho, razón por la cual el sentenciador no podía calificarla

como similar a la sostenida por los contendientes.

4.4 Ahora, en cuanto a los demás medios de convicción atacados, se tiene que

las fotografías aportadas por el demandado por sí solas no acreditan que entre éste y Orfa

Isabel hubiere existido una comunidad de vida de las mismas características a la conformada

por las partes, simplemente representan situaciones compartidas por la aludida pareja, tales

como cumpleaños, paseos, el bautizo de la menor Valentina, las que por sí solas no denotan una

permanencia de la relación de las connotaciones exigidas para la conformación de una unión

marital. Igual situación acontece con el certificado notarial del folio del registro civil de

nacimiento de Valentina Naranjo Huertas y los contratos de arrendamiento aportados por la

parte accionada, ya que son indicativos de hechos equívocos de la especie de relación que

sostuvieron Orfa Isabel y William.

La conclusión probatoria extraída por el sentenciador de la afiliación de Orfa

Isabel Hoyos Grisales a la EPS de Comeva no corresponde a su contenido, ya que según el

texto de ese documento dicha señora fue inscrita en esa entidad como empleada del

demandado, dado que se trata de un “formulario único de afiliación e inscripción a la E.P.S –

régimen contributivo- para trabajadores dependientes y servidores públicos”, en el que aquella

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figura como cotizante y William Naranjo Osorio como empleador (F.86, C.1). Por tanto, el

error en la apreciación de ese medio probatorio es patente.

5. Es evidente, por consiguiente, que en las circunstancias específicas de este

caso, no hay discusión alguna respecto de que la relación marital que entablaron las partes

adquirió el contorno fáctico previsto en la Ley 54 de 1990, esto es, que concurrieron las

condiciones de heterosexualidad, comunidad de vida, permanencia y singularidad, exigidas por

ese ordenamiento para la conformación de una unión marital de hecho. En ese orden de ideas,

la cuestión a dilucidar se afinca en establecer sí el devaneo sostenido posteriormente por el

demandado con Orfa Isabel desdibujó o extinguió la unión marital ya formada. Y como quedó

expuesto, la segunda relación se contrajo a un simple amorío que no condujo a la extinción

inmediata de la unión marital ya constituida; por supuesto, que habiendo surgido esta y

teniendo claridad los compañeros permanentes sobre la naturaleza de la convivencia que

habían emprendido, los actos de infidelidad del uno respecto del otro no entrañan, por sí

mismos, la aniquilación de la relación precedente, a menos que ellos conduzcan a la ruptura

física y definitiva de la pareja. Desde luego, que si no se produce ese hecho, o cualquier otro

de los previstos en la ley (artículo 5º, Ley 54 de 1990), la existencia de una unión marital de

hecho plena y debidamente conformada no se desdibuja por el surgimiento de otra relación

amorosa de la naturaleza de la que aquí se ha venido haciendo alusión.

Pero, además, repulsa a los mandatos de la buena fe que las conductas

ambiguas propiciadas por uno de los compañeros permanentes, muchas veces desplegadas a

espaldas del otro o conocidas pero perdonadas por éste, puedan servirle de detonante para

extinguir a su arbitrio la unión marital que ya han conformado, máxime cuando

simultáneamente ha exteriorizado actos que razonablemente le permiten dar a entender a su

compañero o compañera que la relación tal como la han definido y vivido se mantiene incólume.

No es posible privilegiar esos actos soterrados y desleales de uno de los componentes de la

pareja como puntal para que, a su amaño, puedan dar por terminada una relación que no sólo

entraña vínculos afectivos, sino también jurídicos y económicos.

Si bien es posible, y justamente en ello se distancia manifiestamente la unión

de facto del vínculo matrimonial, que un compañero rompa, unilateral y abruptamente, la

relación marital, situación que debe quedar plenamente exteriorizada frente al otro, entre

otras cosas para que éste pueda ejercitar los derechos y prerrogativas que la ley prevé, no es

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dable, en cambio, entender que mientras el compañero revela frente a su compañero actos de

convivencia que fundadamente le dan a entender que la unión marital subsiste, con las mismas

características que la han particularizado, trate posteriormente de prevalecerse de ulteriores

amoríos para invocar en detrimento de aquél la supuesta multiplicidad de vínculos.

6. Puestas así las cosas, reluce palmario que el fallador no atribuyó a las

pruebas censuradas el sentido que razonablemente cabe extraer de las mismas, pues si lo

hubiera hecho, habría encontrado que la relación que también tuvo el demandado con Orfa

Isabel Hoyos Grisales, si bien afectiva, no fue propiamente una unión marital de hecho y, por

ende, no era de similar naturaleza a la que aquél simultáneamente mantenía con la actora; por

consiguiente, hubiera encontrado que la comunidad de vida permanente que existió entre las

partes desde diciembre de 1990 hasta el 16 de julio de 2001, como está probado y lo admitió

el demandado, fue singular. Subsecuentemente, no habría declarado la prescripción de la

acción para obtener la disolución y liquidación de la sociedad patrimonial a que dio lugar dicha

unión marital, pues de la aludida época a la fecha de presentación de la demanda (15 de agosto

de 2001) no transcurrió el término previsto en el artículo 8º de la Ley 54 de 1990. Por

consiguiente, habría reconocido que la sociedad patrimonial demandada existió hasta el 16 de

julio de 2001.

Resulta evidente, entonces, la trascendencia de los yerros de apreciación

probatoria en que incurrió el juzgador ad quem, por tanto, se impone aniquilar el fallo

recurrido y, en su lugar, proferir sentencia sustitutiva.

SENTENCIA SUSTITUTIVA

1. En este litigio no hay discusión alguna, en cuanto a que entre Luz Marina

Zuluaga Naranjo y William Naranjo Osorio, sin estar casados, existió una comunidad de vida

permanente, desde diciembre de 1990 hasta el 16 de julio de 2001, así lo admitió el

demandado al contestar la demanda y lo corroboraron los medios de convicción recaudados. Y

esa unión marital durante todo ese lapso tuvo el carácter de singular, conforme se estableció

al desatar el recurso extraordinario de casación.

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Ciertamente, los testigos Edilberto Agudelo Quintero, Luz María del Sagrado

Corazón Echeverri Ramírez, Sonia Domínguez Salazar Gloria Elsy Lujan Arenas, Clara Isabel

Correa Agudelo, Sonia Domínguez Salazar, Martha Elena Duque Zuluaga y Diana Paulina

Naranjo Zuluaga, manifestaron que las partes desde diciembre de 1990 convivieron como

marido y mujer hasta mediados del año 2001, incluso algunos afirmaron que pensaban que

estaban casados, pues observaron que cohabitaban bajo el mismo techo, compartían el mismo

lecho, había solidaridad y ayuda mutua entre ellos, se trataban cariñosamente y vivían

pendientes el uno del otro y de su hija, la actora ayudaba a su compañero en sus actividades

laborales y lo acompañaba a sus viajes de negocios, celebraban las fechas especiales en

compañía de los familiares y amigos de cada uno de ellos, William era detallista con la actora,

participaban de las reuniones de los edificios en que residieron, viajaban juntos y cuando salían

al exterior y no llevaban a su hija la dejaban con la abuelita del demandado, además, que los

padres, hermanos e hijos de William cuando iban a Medellín se alojaban en la residencia de la

pareja. Así mismo, algunos de ellos describieron la angustia que vivió la actora cuando

secuestraron al demandado y que fue ella quien entregó el dinero que pidieron los

secuestradores; igualmente, que éste cuando lo amenazaron con secuestrarlo nuevamente

decidió radicarse en el exterior y viajó con la actora y Diana Paulina.

Tales testificaciones ofrecen credibilidad por su claridad, espontaneidad,

coherencia, uniformidad y objetividad, amén que por su cercanía con las partes, los testigos

conocían la relación de pareja en cuestión. Así por ejemplo, Gloria Eloy Lujan Arenas, quien

laboró con las partes como empleada del servicio doméstico desde 1999, narró

circunstanciadamente que las partes convivieron como esposos desde que los conoció hasta el

16 de junio de 2001, siendo del caso resaltar que cuando fue interrogada acerca de si éstos

durante ese lapso compartían la misma habitación respondió “ellos dormían en la misma

alcoba”. Y más adelante refiriéndose al demandado afirmó que “él dormía allá todos los días,

él nunca faltaba allá en la casa”; igualmente, dijo que “ellos viajaban juntos a Estados Unidos,

cuando la abuelita de don William venía a quedarse con la niña, doña Marina se iba con él para

Estados Unidos y cuando doña Pastora, la abuela de don William no podía venir, doña Luz

Marina no podía viajar con don William y, cada 8 días iban a la finca a traer frutas”. Así

mismo, la deponente relató que la citada pareja viajó con su hija a Estados Unidos con el ánimo

de radicarse allá, ya que temían por la seguridad del demandado, además, comentó que aquél en

las fechas especiales era detallista con la actora.

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Eliberto Agudelo Quintero, quien dijo laborar desde hacía 7 años en el edificio

Torres de Castropol como portero, relató que los aquí contendientes residían en ese lugar

desde 1996 como “una pareja de matrimonio, pero no estaba enterado de si estaban casados o

unión libre”, pues él percibió que “ellos vivían bien, como una pareja de matrimonio, sin ningún

problema”, además que su convivencia “era permanente, esa convivencia se daba diariamente”.

Del mismo, narró que “los veía siempre andando (…), por el rededor (sic) del edificio,

dándole la vuelta a la manzana”, que dicha pareja viajaba con frecuencia a Estados Unidos y

que el demandado era detallista con Luz Marina, pues le enviaba ramos en fechas especiales.

La administradora del citado edificio, señora Luz María del Sagrado Corazón

Echeverri Ramírez, aseveró que los aquí litigantes desde 1996 vivían en ese lugar “como una

familia normal, común y corriente, amanecían los carros ahí, tienen una niña que se llama

Paulina (...)”, agregó que estuvieron hasta mediados del 2001, pues viajaron a Estados Unidos

con el propósito de radicarse en ese país, pero que se regresaron y como a los tres meses el

demandado se fue. Así mismo, refirió que “los veía irse para la finca, para vacaciones, salían

los dos juntos, salían mucho a caminar, se los encontraba uno siempre por la mañana dando la

vuelta, ellos caminaban por el Hotel Belffort”. Añadió, “yo me imaginaba que eran casados,

que era una familia normal, ahora que usted me viene a decir eso, se comportaban como una

familia normal y corriente. Ellos siempre se veían juntos, los veía salir en el carro juntos, ahí

veía uno los dos carros que amanecían en el parqueadero, es más, él me dejaba el carro en un

parqueadero de visitantes, y yo le llamaba (sic) las orejas a cada rato, y parqueaban el carro

creo que era un Willys y lo parqueaban más ahí que en el parqueadero de ellos (…)”. Y con

relación a la permanencia de la unión de la citada pareja, expresó que “era permanente, él

vivía permanentemente con ella, yo se porque los veía uno todos los días por la mañana, los veía

salir juntos, los veía a los tres, don William, Luz Marina y la niña”.

También la administradora del edificio Fontiveros, señora Sonia Domínguez

Salazar, quien también vivía ahí, declaró que conoció a las partes “como esposos” porque

vivieron allí; así mismo, afirmó “los veíamos como una pareja estable, él salía por la mañana a

su trabajo en un taller no se si es de repuestos o de qué tiene él, si de cosas de carro o no se

que tiene él, él salía por la mañana y volvía por la noche. La relación entre ellos era de pura

familia, era una familia muy unida (…)”.

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La hija común de la pareja en contienda, esto es, la joven Diana Paulina Naranjo

Zuluaga, después de haber aclarado que sería imparcial, pues ama tanto a su madre como a su

padre, relató detalladamente el desenvolvimiento de la relación de éstos y, entre otras

situaciones que ponen al descubierto la existencia de la unión marital, refirió que sus padres

“nunca se separaron, mi mamá y mi papá vivieron juntos desde 1990 (…) hasta julio 16 de

2001” y que ellos siempre convivieron “como una familia, común y corriente, compartíamos

todo, el techo, la comida, mi mamá y mi papá dormían juntos en la misma cama, hasta julio

de 2001” (destaca la Sala). De igual modo, aseveró que “mi mamá y mi papá siempre

durmieron en la cama de ellos dos, nunca durmieron en cama separada, yo me daba cuenta

porque mi habitación quedaba continua a la de ellos dos, para mí fue difícil empezar a dormir

sola, entonces a mí siempre me buscaban la alcoba mas cercana a ellos porque siempre he sido

nerviosa y claro que uno siempre se da cuenta de si dormían juntos o separados”.

Los testigos Marlene Zuluaga Naranjo, Martha Elena Duque Zuluaga, Clara

Isabel Correa, Enriqueta María Correa Agudelo, cercanos a las partes por la familiaridad y

amistad que los une, también describieron circunstancialmente la unión marital de las partes,

enfatizando que éstos sólo se separaron a mediados del año 2001.

2. Ahora, la posterior convivencia del opositor con Orfa Isabel Hoyos Grisales,

tal como quedó asentado en sede de casación, no puede mirarse retrospectivamente como si

fuese una comunidad de vida de la misma naturaleza a la que aquél conformó con la actora,

habida cuenta que dicho demandado explícitamente admitió que la relación con Luz Marina

concluyó el 21 de julio de 2001, fecha a partir de la cual pudo haber nacido una nueva unión

marital con la mencionada señora.

3. En tales condiciones, los medios de defensa esgrimidos por el demandado

resultan infundados y, por consiguiente, se impone declarar que entre las partes surgió una

sociedad patrimonial, conforme a lo previsto en el artículo 2º, literal b) de la Ley 54 de 1990,

pues la unión marital perduró por un lapso superior a dos años y, aunque en aquél concurría

impedimento legal para contraer matrimonio, se demostró que disolvió y liquidó la sociedad

conyugal conformada con Magnolia Londoño, mediante la escritura pública No.675 otorgada en

la Notaría 12 de Medellín, el 22 de febrero de 1991, documento que en copia auténtica se

incorporó al expediente.

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De otra parte, el juzgador ad quo dio por sentado que la sociedad patrimonial

en cuestión, tuvo vigencia desde el 22 de febrero de 1992 hasta el 16 de julio de 2001, época

en que se produjo la separación física y definitiva de los compañeros permanentes, sin que las

partes discutieran la fecha que aquél tuvo como referencia del nacimiento de esa especie de

sociedad, de ahí que tal reflexión no será modificada en esta sentencia.

DECISIÓN

En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil,

administrando justicia en nombre de la República y por autoridad de la le, CASA la sentencia

del 9 de junio de 2004, proferida por la Sala de Familia del Tribunal Superior del Distrito

Judicial de Medellín, dentro del proceso ordinario que promovió LUZ MARINA ZULUAGA

NARANJO contra WILLIAM NARANJO OSORIO, y en sede de instancia

RESUELVE

Primero.- CONFIRMAR la sentencia emitida el 22 de octubre de 2003, por el

Juzgado Primero de Familia de Medellín, por las razones expuestas en la parte motiva de esta

decisión.

Segundo.- CONDENAR en costas de ambas instancias a la parte demandada.

Tásense.

Tercero: Sin costas en casación por la prosperidad del recurso.

NOTÍFIQUESE Y DEVUÉLVASE AL TRIBUNAL DE ORIGEN.

NOTIFÍQUESE

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JAIME ALBERTO ARRUBLA PAUCAR

MANUEL ISIDRO ARDILA VELÁSQUEZ

RUTH MARINA DÍAZ RUEDA

CARLOS IGNACIO JARAMILLO JARAMILLO

PEDRO OCTAVIO MUNAR CADENA

CESAR JULIO VALENCIA COPETE

EDGARDO VILLAMIL PORTILLA

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