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18,88 mm 150 mm 76 mm

76 mm 150 mm

Francisco Sierra Caballero es Catedráti-


co de Teoría de la Comunicación de la
Algunos títulos publicados en
la colección «Comunicación Crítica»
Democracia Digital pone encima de la mesa diferentes 13 Francisco Sierra Caballero Universidad de Sevilla e Investigador del
Instituto Andaluz de Investigación en
aspectos del debate que rodea a la idea de una democra-
Comunicación, globalización y democracia. cia digital posible que supere los límites de los actuales José Candón Mena Comunicación y Cultura (INACOM).
Presidente de la Unión Latina de Eco-
Crítica de la economía política de la
comunicación y la cultura.
sistemas de representación y decisión que articulan a las (editores) nomía Política de la Información, la Co-

Sierra & Candón


sociedades contemporáneas y limitan las capacidades de municación y la Cultura (ULEPICC) y
de la Asamblea de la Confederación Ibe-
progreso de éstas. roamericana de Asociaciones Científicas

(editores)
Comunicación, educación y desarrollo. Hacia
una historia de la comunicación educativa. De este modo, frente al discurso dominante de la raciona- en Comunicación (CONFIBERCOM),

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lidad instrumental, cualquier acercamiento a esta cuestión es director del Grupo Interdisciplinario
de Estudios en Comunicación, Política y
no puede ser puramente técnico, sino que ha de pronun-

y
Cultura popular y medios de comunicación. Cambio Social (COMPOLITICAS); di-
ciarse sobre las distintas nociones o modelos de sociedad rige la Sección de Comunicación y Cul-
Propaganda y comunicación. Una tura en la Fundación de Investigaciones
desde un punto de vista político e ideológico. Marxistas (FIM). Investigador Principal
aproximación plural.

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La tecnología es versátil y puede servir a distintos fines, del proyecto Ciberactivismo, ciudadanía
Comunicación y cognición. Bases por lo que han de valorarse la utilidad o los riesgos de las digital y nuevos movimientos urbanos
(CIBERMOV).
epistemológicas de la complejidad. Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación (www.franciscosierracaballero.net)
(NTIC) respecto a modelos concretos de democracia, y
Crítica feminista y comunicación. no respecto a una idea vaga y difusa de democracia que José Candón Mena es Profesor del De-

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partamento de Comunicación Audiovi-
algunos politólogos quieren homologar objetivamente sual y Publicidad de l la Universidad de
Tecnopolitica en América Latina y el Caribe.
eludiendo confrontar cómo se materializan las lógicas Sevilla. Investigador del Grupo Interdis-

Democracia digital
emergentes de expresión y proyección ciudadanas. ciplinario de Estudios en Comunicación,
220 mm

Ciudadanía digital y democracia Política y Cambio Social (COMPOLÍ-


participativa. Así, Democracia Digital aborda una reflexión crítica desde TICAS) y del I+D Ciberactivismo, Ciu-
el pardigma de la Economía Política sobre los escenarios da-danía Digital y Nuevos Movimientos
La impostura crítica. Desventuras de la abiertos por las tecnologías digitales en torno a la idea de Urbanos (CiberMov). Socio de la Unión
investigación en Comunicación.
democracia y a su materialización práctica según tres ejes
temáticos claramente definidos:
De las tecnologías Latina de Economía Política de la Infor-
mación, la Comunicación y la Cultura
(ULEPICC), de la Red Iberoamericana
de representación a la
www.comunicacionsocial.es

El Modelo de Propaganda y el control de los de investigación en Políticas, Conflictos


medios. —Oportunidades y riesgos para la democracia abiertos
y Movimientos Urbanos (CU) y de la
por las NTIC. Red Tecnopolítica, entre otras. Doctor
Economía política y medios digitales. —Exposición y valoración crítica de experiencias y prác-
ticas de aplicación de estas tecnologías en procesos de
expresión ciudadana. en Ciencias de la Comunicación y Socio-
logía y Premio Extraordinario de Docto-
Democracia digital. De las tecnologías de la rado por la Universidad Complutense de
representación a la expresión ciudadana.
toma de decisiones democráticas. Madrid (UCM). Investiga sobre comu-
—El uso activista de las NTIC en los movimientos socia- nicación, periodismo, publicidad social,
movimientos sociales, tecnopolítica, de-
les y su protagonismo como agentes activos de los pro- mocracia deliberativa, apropiación social
cesos de democratización. de las TIC y sociología.
(https://personal.us.es/jcandon/)

ISBN: 978-84-17600-34-1
   
 
   



www.comunicacionsocial.es    www.comunicacionsocial.es
Materia THEMA:
GTC - Estudios de Comunicación
Democracia digital
colección  «Comunicación Crítica»
Colección dirigida por Francisco Sierra Caballero
Catedrático de la Universidad de Sevilla
Francisco Sierra Caballero
José Candón Mena
(editores)

Democracia digital
De las tecnologías de representación
a la expresión ciudadana

 
 

salamanca
2020
1ª edición: Salamanca (España), 2020.

Esta obra, tanto en su forma como en su contenido, está protegida por la Ley, que establece penas
de prisión y multas, además de las correspondientes indemnizaciones por daños y perjuicios, para
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Diseño y producción gráfica: Pepa Peláez, Editora.


Diseño de cubierta: Pedro J. Crespo
Revisión general de la obra: Pedro J. Crespo

Del texto: © by Los Autores, 2020

De esta edición:
Comunicación Social Ediciones y Publicaciones, sello propiedad de:
© by Pedro J. Crespo, Editor (2020).

Contacto:
Avda. Juan Pablo II, 42, Ático A. 37008 Salamanca, España.
Taller editorial y Almacén:
c/ Escuelas, 16. Manganeses de la Lampreana, Zamora, España.
E-mail: info@comunicacionsocial.es
Web: www.comunicacionsocial.es

ISBN: 978-84-17600-34-1
Depósito Legal: DL S 131-2020
Impreso en España. Printed in Spain
Sumario

Introducción. De las tecnologías de representación


a la expresión ciudadana
por Francisco Sierra Caballero; José Candón Mena............... 9
Referencias....................................................................... 23

1.  Democracia digital.Tecnología y política más allá


del determinismo y la tecnocracia
por Jose Candón-Mena..................................................... 25
1.  ¿Qué democracia?........................................................ 26
2.  ¿Qué democracia digital?............................................. 31
3.  ¿Qué tecnología?.......................................................... 35
4.  Movimientos sociales y democracia digital..................... 38
5.  Movimientos sociales e instituciones: democratización
de abajo a arriba y viceversa............................................. 41
6.  La deliberación en la democracia digital....................... 43
7.  Técnica y política: algunas reflexiones finales.................. 50
Referencias....................................................................... 52

2.  Ciudadanía digital e imaginarios urbanos. Una lectura


teórica crítica
por Francisco Sierra Caballero........................................... 57
I. Introducción................................................................ 57
2.  Una lectura magmática............................................... 59
3.  Elementos para una crítica materialista
del ciberactivismo............................................................. 62
4. Conclusiones............................................................... 81
Referencias....................................................................... 85

3.  Democracia y cambio digital: riesgos y amenazas.


¿Del poscapitalismo al postrabajo?
por Joan Subirats.............................................................. 87
1.  Los precedentes a la ruptura digital .............................. 88
2.  Capitalismo de plataforma........................................... 93

5
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

3.  Los efectos en el trabajo................................................ 95


4.  Tecnología y trabajo: politizar el debate....................... 100
Referencias..................................................................... 102

4.  Gobierno Abierto. Transformaciones políticas


con tecnología blockchain
por Lucía Benítez Eyzaguirre........................................... 103
1. Introducción............................................................. 103
2.  Gobierno Abierto y gobernanza.................................. 103
3.  Fortaleza del diseño tecnológico.................................. 106
4.  El Gobierno Abierto y las alianzas público-privadas..... 107
5.  El protagonismo local en la economía digital .............. 108
6.  Modelos de negocio más inclusivos.............................. 110
7.  Una moneda local y social.......................................... 111
8.  Acceso a la información............................................. 113
9.  La transparencia de los datos y de la acción
del gobierno................................................................... 114
10.  El control y la rendición de cuentas........................... 115
11.  Mayor calidad en los servicios y en la función pública.117
12.  La participación ciudadana en las políticas públicas .118
13.  El futuro de blockchain para el Gobierno Abierto:
dificultades y riesgos........................................................ 120
14. Conclusiones........................................................... 122
Referencias..................................................................... 123

5.  Democracia Digital Cualificada: un nuevo modelo para


una democracia inteligente
por Salvador Muñoz....................................................... 125
1. Introducción ............................................................ 125
2. Motivación............................................................... 127
3.  Aplicación de las NTIC a la democracia digital........... 128
4.  Marco legal............................................................... 132
5.  Iniciativas y plataformas de democracia digital............ 135
6.  Los modelos de democracia digital.............................. 139
7.  Un modelo de democracia digital cualificada............... 141
8.  Propuesta de paradigma de gobernanza inteligente...... 146
9.  Conclusiones y trabajos futuros................................... 153
Referencias..................................................................... 155

6
 Sumario

6.  Medios alternativos y contrapoder mancomunado.


La prensa digital post-15M y El Salto
por Francisco Javier López-Ferrández
Víctor Sampedro; Pedro Fernández de Castro.................... 157
1.  Marco teórico............................................................ 159
2.  Estudio de caso y metodología..................................... 166
3.  Análisis de El Salto................................................... 169
4. Conclusiones............................................................. 175
Referencias..................................................................... 179

7.  Marco y perspectivas para una Internet ciudadana


por François Soulard....................................................... 183
1. Introducción............................................................. 183
2.  Una revolución digital atrapada en la maraña del poder
mundial........................................................................ 185
3.  De recursos de propiedad compartida a común global... 195
4.  Un modelo de gobernanza en búsqueda y
crisis de crecimiento........................................................ 201
5.  Perspectivas para una Internet ciudadana................... 207
6.  Re-interpretar Internet y medir su metabolismo........... 208
7.  Vislumbrar un nuevo horizonte de lucha..................... 213
8.  Articular y aliarse...................................................... 218
9.  Construir un actor colectivo....................................... 220
10.  Profundizar nuevos paradigmas................................ 222
11.  A modo de conclusión.............................................. 225

8.  Recientes movimientos sociales globales


y tecnopolítica desde las Epistemologías del Sur
por Jesús Sabariego.......................................................... 229
1. Introducción............................................................. 229
2.  Tecnopolítica y datos: el contexto-sin-contexto.............. 233
3.  There Is No Alternative (TINA)................................. 237
4. Referencias................................................................ 240

9.  La irrupción de lo orgánico en un mundo digital


por Jacobo Sucari............................................................ 243
1.  El espacio de intercambio ciudadano.......................... 243
2. El dispositivo técnico y la optimización de los procesos
de rendimiento............................................................... 247

7
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

3. La acción política vía internet................................... 252


4. Conclusiones............................................................ 260
Referncias..................................................................... 264

10.  Crítica del Quietismo: Hacia un nuevo modelo activista


de democracia
por Fernando R. Contreras; Juan Carlos Gil González..... 267
1.  Contra la inacción: Política, dogmatismo y
ciencia social................................................................ 267
2.  La huella histórica en la teoría política..................... 270
3.  El activismo como respuesta a la crisis;
no sólo económica......................................................... 275
Referencias................................................................... 282

Autores.............................................................................283

8
Introducción
De las tecnologías de representación
a la expresión ciudadana

Francisco Sierra Caballero


José Candón Mena

La revolución digital, como toda transformación estructural


de largo alcance, puede ser considerada un verdadero terremoto
cultural. Las Nuevas Tecnologías de la Información y la Co-
municación (NTIC) afectan hoy a todos los ámbitos de la vida
pública, desde la economía y las formas de organización social
a la educación y las relaciones interpersonales. En el ámbito po-
lítico, hace décadas que se viene subrayando tanto la estrecha
relación de los nuevos movimientos sociales con las NTIC (ci-
beractivismo, clickactivismo, hacktivismo...) como la relación y
posibles influencias de las nuevas redes expandidas de conexión
en la democracia. La discusión académica sobre los cambios en
el sistema de representación y participación social en torno a
conceptos como democracia digital, voto electrónico, democra-
cia 4.0, wikidemocracia, open data, etc., cobran viva actualidad
cuando se observan procesos de elección como los de Estados
Unidos o golpes de Estado como los vividos en Brasil. Con
independencia del lugar o proceso implicado en la mediación
digital, todos estos términos vienen a definir de alguna manera
las posibilidades abiertas con la cultura digital para la mejora
del funcionamiento de la democracia, pero también los posi-
bles riesgos que, en forma de control, vigilancia, manipulación
o desigualdades estructurales, pueden afectar negativamente al
desarrollo democrático.
Sabemos que, hoy por hoy, existe un superávit de información,
pero al mismo tiempo tienen lugar dinámicas que inciden en la
opacidad y dominio en la comunicación. Tanto que un derecho
a la comunicación a vindicar en nuestra contemporaneidad es el

9
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

derecho a estar desconectado, pues la sobresaturación informati-


va en la galaxia Internet se traduce con frecuencia en la pobreza
de atención, la saturación y disonancia cognitivas, la parálisis so-
cial, el estrés, la infoxicación y contaminación simbólica cuando
no el aislamiento propio del llamado «efecto burbuja».
Estas consecuencias no deseadas de la hipervinculación propia
de la cultura digital no explican sin embargo en sí misma la pro-
funda crisis de legitimidad de los sistemas democráticos. Déca-
das de globalización y neoliberalismo han provocado la ruptura
de importantes equilibrios y consensos sociales, dando lugar a
una profunda desafección ciudadana, que se manifiesta tanto en
un repliegue autoritario de las instituciones de gobierno como
en reivindicaciones de profundización y «radicalización» de la
democracia a través de las redes, fungiendo las NTIC como es-
pacios de rearticulación de la sociedad civil ante las clausuras de
los canales de comunicación y deliberación pública de la demo-
cracia liberal y representativa. Ello exige, en consecuencia, una
lectura en términos de Economía Política de la Comunicación.
La red, antes que nada, es un espacio virtual colonizado. La
nube es objeto continuo de un proceso de mercificación por el
oligopolio de los GAFAM desde su transformación de sistema
originalmente concebido como arma de guerra a constituirse
en el principal espacio civil de interacción social. De ahí la im-
portancia de discutir los retos de la democracia en términos de
gobernanza de Internet como un espacio común acorde con los
modelos distribuidos de representación y expresión social. El
Open Rights Group de defensa de los derechos digitales del ciu-
dadano plantea en esta línea nuevos retos en la era de la cultura
digital en el paso de los new media a los more media.
Si consideramos las tendencias de la nueva ecología mediá-
tica:
1.  Movilidad creciente (smartphones, tablets, platforms).
2.  La modificación de los modelos de escritura y de lectura.
3.  La explosión de la minería de datos en la nube.
4.  La monetarización de la red (Google for Business).
5.  La mercantilización y el comercio electrónico (Amazon
Price Check).
6. La popularización de los sistemas de geolocalización
(Power Friendy).
7.  La fragmentación del espacio público.

10
F. Sierra; J. Candón Introducción

8.  La innovación social de redes y plataformas vindicativas


de participación civil.
9.  Y la complejidad de los sistemas de intercambio e integra-
ción de medios.

Parece lógico pensar que la idea de sociedad abierta (free


the bits/free the information/free the media) que sugie-
re este nuevo entorno informativo pasa por una crítica de la
llamada economía de la atención. La gamificación como pro-
ducción lúdica o extensión ilimitada de la racionalidad instru-
mental, motivando a los trabajadores en el esfuerzo creativo de
esta cultura amable de dominio, que explota la concentración
de la inteligencia productiva al servicio de las necesidades del
Capital, opera igualmente en los procesos de mediación po-
lítica en dirección no precisamente de lógicas emancipadoras
que garanticen la autonomía del ciudadano o usuario. Como
advierte Gardels, el imperativo de monetizar la atención para
nichos de mercado contamina la calidad objetiva de la infor-
mación. «La información deja de ser comunicativa. El cuidado
de la información —la jerarquización de su calidad intelectual,
la veracidad o su interrelación con otras disciplinas— son re-
quisitos de la gobernanza deliberativa» (Gardels, 2012). Y exige
al tiempo, frente al relato tecnoutópico idealista del free flow
information, procurar el desarrollo integral de los usuarios de la
comunicación, promoviendo una formación crítica, dinámica
y creativa de la mediación. Pero en nuestras democracias pre-
valece el discurso del fetichismo de la mercancía y su extensión
tecnológica. El desarrollo de una trama legal e instituida de de-
rechos de autor, sistemas de patentes, redes de acceso, normas
institucionales particulares no democráticas de gobernanza de
Internet y programas de gestión de bases de datos privatizados
impone la propiedad de la información y del conocimiento y,
como consecuencia, el sagrado principio de propiedad y lucro
en función de ideas que socavan las bases de la deliberación y la
democracia, confundiendo los intereses privados con el domi-
nio público —como antaño Habermas denunciaba a propósito
de la Opinión Pública por aclamación. Nos enfrentamos así con
una suerte de nueva teocracia o Secrecía por la que el conoci-
miento no está destinado a cualquiera y se obliga al voto de
silencio de las multitudes comunes para evitar, supuestamente,

11
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

la «vulgatis conocetia» en la era de las élites vociferantes, estilo


Trump o Bolsonaro, impulsores de un nuevo fascismo social.
La influencia de la tecnología y el manejo instrumental de
las redes sociales en el sistema político es un hecho evidente.
No obstante, cualquier debate sobre la relación de las NTIC
con la política y la democracia debería huir tanto de las exage-
raciones utópicas o distópicas como del determinismo tecno-
lógico. Como estamos razonando y proponemos en este libro,
abordar la relación de las NTIC con la democracia exige tener
en cuenta tanto los aspectos tecnológicos, que potencian y/o
debilitan diversas formas de acción colectiva, como el carácter
eminentemente social y político que determina tanto a la propia
tecnología y sus usos sociales como al propio concepto de de-
mocracia. Más allá de lecturas neoinstitucionalistas de la Cien-
cia Política, la democracia como concepto ha de ser pensado
desde la pluralidad de voces y conceptos que existen y pueden
ser inspiradoras en el imaginario radical de las clases populares.
Esto es, cuando analizamos el uso democrático de las NTIC
hay que reconocer diversas nociones de democracia y visiones
que movimientos sociales y partidos políticos emergentes vie-
nen explorando en la práctica. En esta línea, podemos hablar
de teledemocracia, ciberdemocracia y democracia electrónica
(Hagen, 2000); democracia legalista, competitiva, plebiscitaria,
pluralista, participativa o libertaria (Van Dijk, 2000); demo-
cracia de consumidores, democracia elitista o neocorporativista,
democracia neorepublicana y ciberdemocracia (Bellany , 2000;
Hoff, Horrocks y Tops, 2000).
Partimos por tanto de una premisa fundamental, frente al dis-
curso dominante de la racionalidad instrumental, todo análisis
en este ámbito no puede ser por tanto puramente técnico, sino
que debe pronunciarse sobre distintas nociones o modelos de
sociedad desde el punto de vista político o ideológico. La tec-
nología es versátil y puede servir a distintos fines, por lo que
habrá que valorar la utilidad o los riesgos de las NTIC respecto
a modelos concretos de democracia, como medio para facilitar
y obstaculizar funciones concretas (por ejemplo, para el debate,
la transparencia, el voto, etc.) y no respecto a una idea vaga o
difusa de democracia que algunos politólogos quieren homo-
logar objetivamente eludiendo confrontar cómo se materializa
de múltiples formas, desde las más formalistas a las más sus-

12
F. Sierra; J. Candón Introducción

tantivas, las lógicas emergentes de expresión y proyección de la


autonomía en la era de las multitudes inteligentes.
A partir de esta premisa, el presente volumen tiene el pro-
pósito de presentar una reflexión crítica sobre los diferentes
escenarios abiertos por las NTIC tanto en torno a la propia
idea de democracia como a su materialización práctica sobre los
siguientes ejes temáticos:
1. Las oportunidades y riesgos para la democracia abiertos por
las NTIC, contemplando su influencia positiva o negati-
va en torno a distintos aspectos como la re-configuración
del debate público, las nuevas formas de representación,
la transparencia y el control del poder público, así como
los riesgos de la vigilancia, control y represión de la ciu-
dadanía, la participación directa o aspectos ideológicos y
culturales ligados a la noción política de la democracia, etc.
2. La exposición y valoración crítica de experiencias y prác-
ticas de aplicación de las NTIC en procesos de toma de
decisiones democráticas, llevadas a cabo en los últimos
años por organismos internacionales, gobiernos nacionales
o locales, organizaciones cívicas y políticas, etc., que pue-
dan ilustrar el estado actual de la cuestión, su evolución y
posibles desarrollos prácticos futuros.
3. El uso activista de las NTIC en los movimientos sociales,
tanto en sus formas internas de organización y participación
democrática como en la configuración de sus reclamaciones
y propuestas en torno a la democratización, dado el impor-
tante papel de los movimientos como síntomas e indica-
dores de calidad democrática, así como su protagonismo
como agentes activos de los procesos de democratización.

Partimos para ello, a modo de hipótesis, en el I+D CIBER-


MOV que está en el origen de este trabajo, de cinco principios
básicos, de acuerdo con Neil Postman:
1.  La cultura siempre paga el precio de la tecnología.
2.  Siempre hay ganadores y perdedores en el cambio tecno-
lógico.
3.  Toda tecnología es portadora de una filosofía.
4.  El cambio tecnológico no es aditivo, sino ecológico.
5.  Los medios de comunicación tienden a convertirse en mí-
ticos.

13
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

La revolución digital, como anteriores procesos de transfor-


mación histórica —especialmente en la modernidad con el ca-
pitalismo— plantea por lo mismo sustanciales cuestiones sobre
agencia y reproducción social que conviene, a modo de avance
preliminar a la lectura, esbozar cuando menos sucintamente al
lector. A la hora de comprender la mediación en la nueva cultu-
ra digital, conviene releer a Bourdieu en la medida en que ello
nos ayudaría a arrojar nueva luz sobre los espacios culturales,
entre la apropiación subjetiva (habitus) y la estructura de dis-
tribución del capital simbólico en los espacios autónomos de
lo social. La articulación de capital cultural (por medio básica-
mente de la educación), capital social (relaciones de pertenen-
cia) y capital simbólico (determinación de las formas de estruc-
tura y estratificación social) son determinantes para conocer el
proceso de configuración de las formas desiguales de consumo,
el vector social del capital simbólico y, más allá, la preferencia o
determinación del gusto y los códigos compartidos en las redes
sociales. En «La Reproducción» (1972), Pierre Bourdieu explica
las construcciones históricas de la reproducción por medio del
habitus que da cuenta del flujo y control de la información y
del conocimiento. Este proceso no es otra cosa, en el ámbito
de la comunicación, que la colonización interior, de acuerdo
con Edgar Morin, de la norma de consumo de masas. En otras
palabras, las relaciones articuladas en forma autónoma por los
medios condicionan la interacción entre individuos y grupos,
en función de ciertas reglas de acceso y control. Así, el espacio
virtual es un campo de disputa de poder, un campo de fuer-
zas que atraviesa el sistema informativo marcado por la lucha
del sentido y las posiciones entre diferentes actores sociales. La
producción del espacio público y sus mediaciones internas y ex-
tensivas a cargo de las industrias periodísticas y las redes sociales
están mediatizados en la producción del consenso ciudadano
por los propios intereses creados que se manifiestan en forma
de prestigio, reputación o visibilidad como pauta dominante en
la modernidad y el proceso de concentración y distribución del
capital simbólico y económico en nuestra sociedad.
Para el caso que nos ocupa, la reproducción del sistema po-
lítico en la era digital procura una ecología mediática que haga
posible el juego de los actores. La gobernabilidad en este sentido
exige una ecología equilibrada entre la acción informativa y la

14
F. Sierra; J. Candón Introducción

estructura del sistema social calibrando al menos tres ejes de


actuación:
1.  La agenda informativa de deliberación en el espacio pú-
blico.
2.  La mediatización de la representación.
3.  La mediación, a nivel del campo, de las relaciones entre
actores sociales (políticos, periodistas y público).

En estos tres ámbitos, la acción informativa actúa como vec-


tor de difusión, escenario y configuración del espacio público y
político (Exeni, 2005: 23 y 24). Y da lugar a una variedad de
problemas en el proceso de adaptación e integración en térmi-
nos de relaciones de poder en el ámbito de la información y la
conformación de las identidades a través de la comunicación
política, de antagonismo y divergencia de los actores, de pro-
ducción de la agenda pública, de configuración del espacio y
dominio público en la mediación social y cognitiva de produc-
ción de los imaginarios a través de los discursos que circulan
en la red. Llama la atención sin embargo que debates como la
posverdad o las fake news centren la discusión académica en la
crisis de la gobernanza. «El nexo entre la comunicación política
y la problemática de la in/gobernabilidad en democracia, sobre
la base de seis exploraciones: la reconstrucción comparativa del
debate sobre la in/gobernabilidad y un ordenamiento concep-
tual del lugar y el transcurso de lo gobernable; la identificación
de un continuo de situaciones políticas en el marco de la rela-
ción entre gobernabilidad y democracia; la discusión de bases
analíticas para ubicar la noción de gobernabilidad mediática y
sus problemáticas específicas; la influencia de la construcción
de la agenda informativa en las demandas sociales, la respuesta
gubernamental y su interacción; el curso de las dimensiones de
legitimidad y de eficacia de la gobernabilidad a la luz de una
tercera variable: la comunicabilidad; y, por último, la influencia,
en la gobernabilidad democrática, de la interrelación entre los
actores político y mediático» (Exeni, 2005: 28) centran buena
parte de los esfuerzos por comprender la democracia digital re-
legando el papel de la ciudadanía y sus formas de expresión y
proyección social. A ello ha contribuido el acelerado proceso
de cambio vivido por el sector informativo, inmerso en una in-
tensiva lógica de expansión con incremento desmesurado del

15
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

volumen de producción (de canales, mensajes y consumos), la


globalización y desanclaje de los repertorios simbólicos accesi-
bles por los ciudadanos, y la comercialización que acompaña a
la concentración cruzada de la propiedad y la desregulación del
sector de las telecomunicaciones.
En este proceso, la comunicación renuncia a su función
social originaria como esfera de deliberación y expresión de
las diversas sensibilidades, corrientes de opinión e ideologías
para constituir un espacio económico de organización polí-
tica, cuya distribución de poder resulta, a todos los efectos,
afectada por la desigualdad tanto como en la era de los medios
analógicos. Así, hoy «la información es concebida como un
instrumento del poder (o directamente se dice que la informa-
ción es poder), lo cual tiene relación con la pugna entre los que
controlan la propiedad, acceso y participación en los procesos
comunicacionales e informativos mediatizados (empresarios,
editores, periodistas) frente a quienes, como los actores po-
líticos, buscan ya sea el control de los medios, una cobertura
informativa favorable en ellos o, siquiera, la menor hostilidad
posible en su contra. Es decir, hay competencia por la pose-
sión de información» (Exeni, 2005: 45). Y ello tiene efectos
directos en la población, y en las formas de gobierno. Ya sea
en los actores políticos visibles, en los símbolos que prevalecen
o en el alcance de las diversas manifestaciones, cabe observar
una transformación significativa de la pluralidad de fuerzas
influyentes. Igualmente, se observa un cambio en las formas
de mediación y las narrativas, más allá de la personalización
y lógica espectacular de la era de la massmediación televisiva.
Los repertorios, como los memes, de invención y manifesta-
ción se han ampliado y alterado radicalmente. Por otra parte,
el sistema informativo se ha visto obligado, en la lógica de la
edición periodística, a adaptarse a la nueva complejidad múl-
tiple de las redes distribuidas, inmersa en una crisis de repre-
sentación similar a la de las élites políticas tradicionales. Ello
explica en parte las relaciones bipolares entre medios, públicos
y multitudes, así como la crisis de interlocución entre políticos
y ciudadanía. En las disputas del ámbito público de repro-
ducción social, las formas de rivalidad, gestión de conflictos,
interdependencias y alianzas han mutado, imponiéndose la
lógica transaccional de entrecruzamiento de actores, redes de

16
F. Sierra; J. Candón Introducción

productores y coaliciones políticas complejas. Si antaño, como


observa Luhmann, los sondeos de opinión más que puente
producen una doble sustitución de la opinión pública —por
la respuesta a la pregunta de quien realiza el sondeo y la publi-
cidad por el interés selectivo de opiniones bajo la influencia de
ciertos grupos de interés— hoy el efecto burbuja articula la au-
tonomía tanto como la dirección calculada de la respuesta con
la explotación inteligente de la minería de datos personales. En
este sentido, la noción de agenda encubre hoy nuevas formas
de influencia sobre la definición de la realidad política por los
tópicos, las definiciones y los parámetros de deliberación que,
si bien admiten formas creativas de innovación y resistencia de
la ciudadanía, al tiempo, de forma contradictoria, facilitan la
imposición del Estado Nacional de Excepción y el autoritaris-
mo gracias a la opacidad del algoritmo que filtra:
a)  Cualidades personales de los intermediarios.
b)  Cualidades profesionales del periodismo y sus organiza-
ciones.
c)  Características de la institucionalidad mediática.
d)  Características de la sociedad en particular.

En este escenario, la mediatización de lo político es, parafra-


seando a Eliseo Verón, el ocaso de la lógica de largo plazo, de la
visión histórica y la crisis de la representación que acompaña la
paulatina e histórica quiebra del Estado Social de Derecho, en el
origen de la llamada crisis de gobernanza. A saber:
—Crisis fiscal del Estado (O’Connor)
—Crisis de la Democracia Formal (Huntington)
—Crisis de legitimidad (Habermas)
—Crisis sistémica (Luhmann).

No viene al caso discutir en este preámbulo las respuestas que


desde la teoría crítica y el neomarxismo se han formulado al
respecto ante la emergencia neoconservadora y reaccionaria de
la democracia autoritaria en Europa y Estados Unidos. Con-
viene centrarnos más bien en explicar cómo, pese a todo, las
formas de participación y expresión ciudadana se multiplican
con todas las limitaciones y sobredeterminación de la que son
acreedoras, y como ella plantea un reto democrático de primer
orden. Primero, cabe advertir que si el nivel de participación, y

17
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

los desbordes creativos que tienen lugar como parte de los pro-
cesos de participación en la red, es superior a la institucionali-
dad dominante, se produce por lo general una alteración y sub-
versión del poder que con frecuencia se resuelve con propuestas
de planificación tecnocrática o reingeniería neocorporativa que
no dan respuesta, en realidad, a los problemas en el origen de la
exigencia de participación de la ciudadanía.
El redescubrimiento de la sociedad civil como esfera relati-
vamente autónoma y no regulada por el Estado da cuenta en
este sentido de la necesaria vindicación de la dimensión insti-
tucional de los mundos de vida que atañen a la reproducción
cultural, fundamentales para la convivencia en común que hoy,
obviamente, también son objeto de una colonización por el
capital a través de los medios de comunicación y el neg/ocio
de las industrias culturales en los procesos extractivos de datos
personales y consumos específicos en la red. Pero al tiempo, con
estas nuevas dinámicas relativamente autónomas de la ciudada-
nía, surgen cuestiones sustantivas en la agenda pública para la
política como:
a)  La libertad de expresión, los derechos de ciudadanía y
acceso.
b)  La función vicaria de la cultura digital en la formación de
la cultura política.
c)  La gobernanza de la red.
d)  Y los nuevos derechos vinculados a la ciudadanía digital.

El presente libro trata de pensar estos nuevos objetos de co-


nocimiento de la diáspora ciudadana, analizando las redes como
espacios de control y potenciación de nuevas articulaciones cul-
turales, como al tiempo una experiencia acorde con la lógica de
ampliación de las formas coloniales del saber-poder informativo
por la que lejos de redes alternativas como Unlike se constitu-
ye la fábrica de ilusiones de los fansumidores que acompaña el
proceso de brandificación de las relaciones personales. Del Do It
Yourself al Consumer Generated Content (CGC) los autores in-
cluidos en este volumen colectivo esperamos aportar elementos
para una nueva epistemología de la comunicación que trascien-
da los límites del universo mediático analógico de referencia a la
hora de comprender las nuevas formas de pulsión emocional de
los ciudadanos digitales.

18
F. Sierra; J. Candón Introducción

Sabemos que la lógica recursiva de la cultura digital introdu-


ce, en términos de análisis de redes, cuatro nuevas formas de
mediación:
1.  La disolución del modelo masivo de comunicación y el re-
greso a la tribu y la oralidad.
2.  La abolición de la separaciones y límites o fronteras de cir-
culación de bienes simbólicos.
3.  La rápida difusión de equipamientos móviles y portátiles
conectados permanentemente, con las redes sociales, en la
vida cotidiana, alterando el papel que los espacios públicos
desempeñan en el proceso de reproducción social.
4. Una nueva ontología que transciende las epistemologías
basadas en la distinción entre sujetos y objeto en la pro-
ducción del conocimiento.

Del broadcasting al microcasting multidireccional de los


usuarios de la red, la plasticidad de los nuevos actores políticos
y sus formas de expresión dan cuenta de una hybris neobarroca
en la que las estéticas carnavalizadas de los nuevos movimientos
sociales deben ser exploradas con toda su densidad, incluyendo
desde luego el análisis de las formas desublimadas de represión
y falsa libertad de la cibercultura, como plantea el abordaje psi-
coanalítico de control y gubernamentalidad de los deseos, de
producción, como pensó Herbert Marcuse, de la conciencia y
la necesidad. Solo así es posible dotar de sentido y trascender la
noosfera o ecología mediática de la era digital. Una estructura
inmersa en procesos acelerados de evolución y autoorganiza-
ción como acumulación de mudanzas sociales que requiere de
abordajes más integrales sobre la estructuración. No olvidemos
que una red social es un sistema creado por vínculos directos e
indirectos entre actores sociales:
1.  Todo actor y acción social son interdependientes.
2.  Los vínculos entre actores son canales de transferencia de
recursos.
3.  Las estructuras sociales son formas perdurables de relacio-
nes entre actores.
4.  La localización estructural de todo actor predetermina su
percepción, actitud y comportamiento.

19
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

Frente al individualismo metodológico o al contextualismo


extremo, el análisis crítico y estructural de estos procesos de
transformación de la ciudadanía digital nos proporciona un
mapa de orientación del conjunto que permite operacionalizar
las intervenciones y construir en procesos de desarrollo de nues-
tra democracia más intensiva, abierta y dialógica. Este es el reto
de la lucha por el código.
Si comunicar es integrar, en la era de alteración de los topoi,
de las condiciones espaciotemporales de reproducción del espa-
cio público, la disputa por la producción del sentido exige una
mirada del investigador que vaya más allá de los tópicos al uso
sobre la liberación que nos proporciona la tecnología electró-
nica. «La transformación de los procesos de trabajo y la apari-
ción de una intelectualidad de masas en la sociedad postfordista
advienen en un contexto donde la esperanza en el reconoci-
miento del trabajo de la producción de sí por el desarrollo de la
creación y de la cognición, como fundamento de una sociedad
liberada de las esposas del productivismo de la era fordista, es
contradicha por la precariedad, la súper explotación, la movili-
dad forzada, la súper implicación y la captación por la empresa
del capital humano para fines lucrativos» (Mattelart, 2012: 82).
La estructuración hegemónica de memorias externas y sistemas
transaccionales de control cultural como Google actualiza el
problema de la alienación. «La concentración creciente de la
edición científica a nivel mundial —el peso de los criterios de la
legitimidad científica definidos por las cientometría, asignatura
cuya finalidad es clasificar las ocurrencias de citaciones de artí-
culos y otros— solamente nos invita a la prudencia. Tanto más
cuanto el mercado desigual de las ciencias se conjuga con un
mercado de las lenguas, también desigual, que contribuye para
consagrar el inglés como lengua de la globalización» (Mattelart,
2012: 63).
El horizonte cognitivo de lo calculable y lo medible se torna
como resultado paradigma dominante de la cultura. Pero este
no es un proceso inédito en la historia moderna de la comu-
nicación. Como advierte el propio Mattelart, ya en los años
setenta, tal y como explica Mandel, las NTIC constituyen un
vector esencial de salida a la crisis del petróleo. Hoy, cierta-
mente, el escenario es otro, pero las lógicas pueden no haber
variado cuando pensamos la democracia digital, cuando reedi-

20
F. Sierra; J. Candón Introducción

tamos el mito de la transparencia en la gestión de las políticas


públicas.
Así, la base de partida del modelo difusionista «se sitúa en el
universo liberal, sin voluntad alguna de poner en cuestión la for-
ma de operar de la democracia constitucional y parlamentaria,
con sus mecanismos de participación centrados esencialmente
en partidos y elecciones. Lo que, según esa visión, fallaría, serían
los mecanismos de información a disposición de la ciudadanía a
fin de que puedan ejercer de manera más completa y eficaz sus
posibilidades de elección y disponer asimismo de más poder en
sus relaciones con las burocracias públicas» (Subirats, 2002: 10).
El discurso de la información y el modelo difusionista coinci-
de en este punto con el discurso de la calidad total que se mate-
rializa en costes de servicios, atención ciudadana personalizada
o servicios descentralizados de gestión y proximidad basados en
sistemas abiertos y fluídos de información. «De esta manera, es-
tamos probablemente asistiendo a la transformación de muchas
burocracias europeas en infocracias» (Subirats, 2002: 11). La
intensificación de las formas participativas de gestión local que
viene acentuándose en Europa y otras latitudes no son, desde
este punto de vista, sino manifestaciones de una racionalidad
que tiende a equiparar democracia con tecnocracia. De los nú-
cleos de intervención participativa y consejos ciudadanos, a las
ILP, los referéndums o foros ciudadanos frente al extrañamiento
de los políticos, la vivencia participativa correspondería con lo
que Mario Kaplún denominaba formas reificadas de pseudopar-
ticipación, de bajo o nulo nivel de innovación democrática. Por
ello cabe recordar que el grado de calidad democrática de todo
proceso participativo varía si pensamos la policy o la polity des-
de las redes ciudadanas y la democracia directa o simplemente
como una gestión personalizada de los recursos de información y
conocimiento. «En definitiva, este tipo de vinculación entre pro-
cesos de innovación vía TIC, muy vinculadas a las políticas y sus
procesos de prestación de servicios, no cambiarían en absoluto
las lógicas tecnocráticas y de arriba abajo características de los sis-
temas democráticos consolidados en la segunda mitad del siglo
XX. El uso de las TIC más que reforzar la capacidad de presencia
y de intervención de la ciudadanía en los asuntos colectivos, más
bien podría acabar reforzando la capacidad de control y de auto-
ridad de las élites institucionales» (Subirats, 2002: 11).

21
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

En estas prácticas de organización del gobierno electrónico,


se trata de planificar, según una racionalidad tecnocrática, la
información unidireccional, bajo la centralización de los canales
y procesos de comunicación municipal. «Podríamos decir, en
definitiva, que este tipo de instrumento al servicio de objetivos
como los descritos, contribuyen a realzar los aspectos más eli-
tistas del sistema democrático representativo (reforzamiento de
la capacidad de manejar y controlar los flujos de información,
convertirse en nudos de recursos e información, reforzar las in-
terrelaciones horizontales y verticales, con actores no públicos
y con otras instituciones u organismos políticos…), mientras
que quedan en un segundo plano los aspectos más estrictamen-
te democratizadores del sistema (capacidad de respuesta, capa-
cidad de rendir cuentas, transparencia, canales de implicación
ciudadana…)» (Subirats, 2002: 13). Los dilemas a los que hace
mención el profesor Subirats remiten en este sentido a la ne-
cesidad de repensar la complejidad de la mediación cognitiva
y sociopolítica desde el nuevo actor-red. Qué duda cabe que
en los nuevos movimientos sociales se constata la existencia de
una nueva subjetividad emergente, formas autónomas de coo-
peración y organización social, incluso mercados y espacios de
innovación tecnológica y económica creativos, liderados o sos-
tenidos por redes sociales comunitarias que apuntan a la nece-
sidad y pertinencia de nuevas reglas prácticas de intervención
y regulación social. En estas nuevas formas de interacción, «la
libertad se basa en una idea de intercambio que parte de la re-
ciprocidad mientras el control se confía a las propias reglas del
intercambio asociativo» (Subirats, 2002: 14) más propias de lo
que se ha dado en llamar lo procomún. Es desde este ámbito o
lectura desde donde invitamos a repensar la llamada democracia
digital.
Ahora, si, de acuerdo con Umberto Eco, todo texto es una
máquina perezosa que le pide al lector que le haga parte de su
trabajo, no queremos restar espacio a la imaginación. Tiene en
sus manos un documento o caja de herramientas que esperamos
prospere con nuevas escrituras que hagan posible la expresión
y emancipación del nuevo sujeto ciborg de la cultura-red. Esta
es la voluntad que anima nuestro proyecto de investigación y
las lecturas transversales que se reúnen en el presente proyecto
editorial. Confiamos en que así sea en la praxis.

22
F. Sierra; J. Candón Introducción

Referencias

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23
1.

Democracia digital.
Tecnología y política más allá
del determinismo y la tecnocracia

José Candón-Mena

Hablar de democracia digital supone atender a dos dimen-


siones; una política y otra técnica. Existen diversas nociones de
democracia —a veces en conflicto, generalmente complemen-
tarias— y distintas formas, procedimientos, actitudes cívicas
o instituciones que materializan de múltiples formas el ideal
democrático. A su vez, existen múltiples tecnologías, también
analógicas, y múltiples herramientas, usos y prácticas de la
tecnología digital, por sí misma moldeable (Manovich, 2005)
y complementaria a los medios tradicionales en un contínuo
proceso de remedación (Bolter y Grusin, 2000) y convergencia
(Cardoso, 2008). Preguntarse por la democracia digital implica
por tanto interrogarse previamente sobre qué democracia y qué
tecnología, así como sobre qué forma de interrelación se da en-
tre ambas esferas. En este sentido han surgido diferentes tipolo-
gías de democracia digital que, a pesar de centrarse en el aspecto
tecnológico, parten todas ellas de una teorización básica de los
distintos modelos de democracia para luego señalar los usos de
las TIC que podrían reforzarlos, atendiendo por tanto también
al debate político sobre: Las formas de participación (informa-
ción, discusión, voto...) y la agenda política (progresista, conser-
vadora...) (Hagen, 1997; 2000); Los objetivos (la formación de
opiniones o la toma de decisiones) o el modelo de la democracia
(representativa o directa) (Van Dijk, 2000); La visión sobre la
ciudadanía, los valores democráticos predominantes, el nexo
político, la forma de participación, el intermediario o la norma
procedimental (Bellamy, 2000; Hoff, Horrocks y Tops, 2000).
Teledemocracia, ciberdemocracia, democratización electrónica,
democracia legalista, competitiva, plebiscitaria, pluralista, par-

25
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

ticipativa, libertaria, de consumidores, elitista o neocorporati-


vista, neorrepublicana... son algunos de los modelos propuestos
que surgen del cruce entre consideraciones políticas que marcan
el fin buscado y posibilidades técnicas como medios para alcan-
zar dichos ideales (Harto, 2006; Candón-Mena, 2016).
Por tanto, para inquirir sobre la democracia digital es perti-
nente plantearse dos cuestiones previas: Una pregunta política,
¿qué democracia?; Y un interrogante técnico ¿qué tecnología?
Ni la tecnocracia, que elude el carácter político y conflictivo de
la sociedad restringiendo la política a la mera gestión y admi-
nistración como medios para alcanzar unos fines supuestamente
consensuados, ni el determinismo tecnológico, que o bien carga
sobre la tecnología la responsabilidad de problemas mucho más
profundos y complejos o, por contra, alberga en las soluciuones
técnicas las esperanzas y anhelos democráticos, pueden dar res-
puesta a la cuestión.

1.  ¿Qué democracia?

Sobre la democracia, reconocer la variedad de formas, pos-


tulados, instituciones, prácticas, actitudes, imaginarios, etc.,
que se reclaman democráticos. De acuerdo con Dahl (1998)
«democracia ha significado diferentes cosas para diferente gente
en diferentes tiempos y espacios». Si resulta evidente que —en
el marco de la democracia digital— la democracia es el fin y la
tecnología es el medio, hay que señalar también que la meta de
la democracia no está determinada, que no solo hay múltiples
caminos para llegar a ella, sino que hay múltiples destinos, di-
versos objetivos a veces complementarios y a veces contradicto-
rios. En definitiva que la propia democracia es un concepto en
disputa. Ni a la democracia ni otros ideales como los derechos
humanos (Herrera Flores, 2008) podemos definirlos como ob-
jetos transcendentales y objetivos, sino como constructos socia-
les fruto de luchas que lograron amplios consensos de base, pero
que también están sometidos al debate y al disenso. Formas li-
berales y representativas, republicanas, participativas, plebisci-
tarias, deliberativas, etc., pueden convivir y de hecho conviven,
en uno u otro grado, en las democracias vigentes (Della Porta,
2013), pero también inspiran nociones de democracia alterna-

26
J. Candón-Mena Democracia digital. Tecnología y política...

tiva y en conflicto. Incluso podemos hablar de la existencia de


democracias autoritarias donde, restringida al mínimo la parti-
cipación, se da la paradoja de que los representantes electos del
pueblo toman decisiones que este no comparte, aunque existan
canales para corregir y revertir dicha situación. Atendiendo a
un mínimo común denominador, como cierta participación del
pueblo para elegir a sus representantes y tomar las decisiones
políticas, son amplios los regímenes que se pueden considerar
democráticos. No es del todo así cuando consideramos a la de-
mocracia en su esencia, como el gobierno del pueblo, por el
pueblo y para el pueblo, algo que en la práctica no siempre se
garantiza solo por el hecho de disponer de algunos canales de
participación y decisión popular.
No obstante, resulta complejo calificar uno u otro modelo,
estableciendo grados desde las formas más a las menos democrá-
ticas. Si bien podemos postular que solo el voto ocasional resulta
insuficiente para una democracia plena, también es cierto que es
una condición sine qua non, necesaria pero no suficiente, o que
tampoco sería democrático un régimen plenamente deliberativo
sin poder de decisión o formas plebiscitarias sin posibilidad de
debate previo que pueden derivar en tiranías mayoritarias y deci-
siones irreflexivas y pasionales. En general en las propias demo-
cracias actuales, si bien prima la representación y el voto desde
una perspectiva liberal, conviven diversas formas de democracia,
con al menos algunos canales de participación o al menos con-
sulta ciudadana, referendums ocasionales, ciertas oportunidades
para el debate deliberativo, etc. La graduación entre modelos
más o menos democráticos no parece estar tanto en la elección
de unos u otros, sino en la agregación de múltiples formas com-
plementarias que enriquezcan el sistema. La democracia es un
ideal, pero debe materializarse en instituciones, reglas, proce-
dimientos, etc., que permitan al pueblo gobernarse. Es en este
sentido en el que en el contexto de la crisis de legitimidad de
las modernas democracias (Wolin y Schaar, 1970; Barber, 1984;
Flacks, 1971; 1994; Melucci, 1989, 1996; Laraña, 1999; Díez
y Laraña, 2017; Putnam, 2000; Diamond y Morlino, 2005) se
llama a radicalizar, reforzar o democratizar la democracia (Mou-
ffe, 1999; Calle, 2011; Barber, 1984; Sousa Santos, 2004). En
general estas propuestas no pretenden la sustitución del modelo
representativo, sino su mejora y perfeccionamiento (cambiando

27
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

los sistemas electorales, mejorando la transparencia y rendición


de cuentas, abriendo la posibilidad de revocar a los represen-
tantes, etc.), así como su ampliación con formas de democracia
directa y participativa, referendums, consultas, iniciativas legis-
lativas populares, o ampliando la esfera y los canales de delibera-
ción, así como el ámbito de poder democrático (en la empresa, a
escala supranacional o global, etc.). Formas de «demodiversidad»
(Sousa Santos, 2016) que, por caminos distintos, amplíen los
márgenes y fortalezcan la democracia.

1.1.  ¿Todo el mundo es demócrata?

El debate político e ideológico, que atañe a la propia noción


de democracia, es por tanto previo a la consideración de las so-
luciones técnicas que podría implementar la democracia digital.
Pero el problema es aún más complejo. La disputa no solo ata-
ñe a dirimir cuáles son las mejores formas de implementar una
verdadera democracia. En estos términos se parte de la premisa
de que existe un consenso previo; la voluntad de reforzar la de-
mocracia para hacer real el gobierno del pueblo, por el pueblo
y para el pueblo. De ser así no habría que depositar en la ac-
tual revolución digital las esperanzas para una mejora sustancial
de la democracia. Esto supondría abordar el problema desde
un punto de vista técnico, utilitarista, cuando el problema es
de fondo, político. La actual crisis de legitimidad democŕatica
no puede achacarse a deficiencias técnicas que supuestamente
vendrían a solventar las nuevas tecnologías pues, aunque éstas
puedan facilitar muchos usos democráticos, ya existían previa-
mente multitud de formas «analógicas» para el reforzamiento de
la democracia que, simplemente, no se implementan por una
cuestión de voluntad política.
No precisamos de Change.org o Avaaz.org para implementar
una forma tan histórica de participación como las peticiones,
sino que los poderes públicos atiendan o al menos escuchen di-
chas demandas. No hace falta que el voto sea digital para con-
vocar el clásico referéndum, ya teníamos un sistema tan efectivo
como las urnas y papeletas. No es preciso un portal digital de
transparencia con información que podría imprimirse y publi-
carse en el BOE. Mejorar los sistemas electorales, cumplir las
promesas de campaña, regular la financiación de los partidos, ce-

28
J. Candón-Mena Democracia digital. Tecnología y política...

lebrar primarias, reformar el sistema de medios de comunicación


(tradicional) para garantizar la pluralidad de voces y la delibera-
ción democrática, que el lugar físico y presencial del Parlamento
sea un verdadero espacio de discusión racional, etc., son cosas
que pueden hacerse sin necesidad de usar las nuevas tecnologías
que, en su caso, podrían facilitar algunas funciones que no obs-
tante ya eran posibles mucho antes de la revolución de las TIC.1
El problema no es por tanto diseñar e implementar herra-
mientas, sean analógicas o digitales, para reforzar la democracia.
Ni siquiera lo es tanto determinar el modelo o las prácticas que
mejor sirvan al fin de profundizar la democratización. El pro-
blema está en cuestionarse si, a pesar del aparente consenso en
el que todos los actores sociales se ven impelidos a reclamarse
como democrátas, existe una verdadera voluntad de mejorar,
ampliar y reforzar la democracia para que efectivamente sea el
gobierno del, por y para el pueblo. Hemos definido la democra-
cia como un fin, siendo en todo caso la tecnología un mero me-
dio que podría ayudar a materializarlo, lo que cabe preguntarse
es si la democracia no es también un medio.
En este conflicto entre medios y fines se dirime una discusión
más profunda sobre la democracia. Su amplia legitimidad invita

1 
Otro ejemplo de la posibilidad real de mejorar la participación sin
necesidad de recurrir a las soluciones digitales sería el caso de la Inicia-
tiva Legislativa Popular (ILP) propuesta por la Plataforma de Afectados
por la Hipoteca (PAH) y presentada al Parlamento español el 30 de
marzo de 2011, que fue rechazada a pesar de contar con un apoyo casi
unánime por parte de la ciudadanía. Según un sondeo de Metroscopia
de noviembre de 2012, el 95% de los españoles reclamaba un cambio
urgente de la legislación hipotecaria vigente. Luego, el 87% considera-
ba que el Congreso había hecho lo correcto dando audiencia a la PAH
y, posteriormente, la reforma aprobada por el gobierno, que no incluía
las principales reivindicaciones de la ILP, era calificada de insuficiente
por el 78% de los ciudadanos. Una abrumadora mayoría apoyaba las
medidas inicialmente propuestas en la ILP, como el aplazamiento de
los desahucios, apoyado por el 92% frente al rechazo del 6%, o la da-
ción en pago con un apoyo del 90% y un 8% de rechazo. La iniciativa
recabó 1.402.845 firmas en papel y fue debatida en el espacio físico del
Parlamento y finalmente rechazada en contra de la opinión mayoritaria
de la población ¿Deberíamos confiar en que correría distinta suerte
avalada por firmas electrónicas o debatida en el ciberespacio?

29
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

a que todos los actores políticos la reclamen como fin, incluso los
régimenes más autoritarios se ven impelidos a reclamarse como
democráticos o al menos basados en el apoyo popular, a situar la
democracia como núcleo fundamental de sus postulados políti-
cos, aunque a veces sea solo un medio para tratar de legitimarlos.
La democracia como tal se convierte así en un mero instrumento
de legitimación social, aunque para ello haya que aceptar una
mínima parte de sus postulados. De ahí surgen las nociones de
democracia autoritaria en las que el poder del pueblo se restringe
a una mínima participación del pueblo, suficiente para tratar de
legitimar el sistema social manteniendo en esencia el poder sobre
el pueblo. Algunas de las actuales formas representativas y dele-
gativas de democracia, o nuevas formas de despotismo ilustrado,
postulan a su vez el valor supremo de la democracia mientras
restringen al mínimo posible las formas democráticas de partici-
pación, discusión y decisión ciudadanas. Son formas funcionales
de democracia, que pueden incluso convivir con formas también
funcionales de dictadura, pues es el fin político el que está deter-
minado, siendo los medios democráticos valorados en función
de su utilidad para alcanzarlo. De ahí la existencia de dictadu-
ras funcionales que se condenan como fin pero que, de una u
otra forma, se legitiman como medio. Cuando la democracia se
desborda y haciendo uso de las formas democráticas el pueblo
instaura un régimen que, aun siendo plenamente democrático,
entra en conflicto con los fines sustantivos de las élites, como en
el Chile de Allende por poner solo un ejemplo, los demócratas
instrumentales no dudan en impulsar una dictadura funcional
que resetee la situación, aun conscientes de que no pueden man-
tener esta forma de gobierno. Una vez garantizado, mediante la
cruel represión dictatorial, que se ha quebrado la voluntad del
pueblo para promover un sistema contrario a sus intereses, los
demócratas instrumentales no tienen el menor reparo en aceptar
e incluso impulsar de nuevo la democratización, garantizándose
un sistema democráticamente legitimado pero a su vez encauza-
do, gracias a una dictadura funcional y temporal, en los límites
adecuados a sus verdaderos intereses.
No siempre se llega a tales extremos, pero a menudo convive
una efusiva reclamación de los valores y la legitimidad democrá-
tica con una profunda resistencia a cualquier forma de participa-
ción que amplíe o desborde los cauces controlados de la repre-

30
J. Candón-Mena Democracia digital. Tecnología y política...

sentación. La falacia del punto medio postula que la democracia


es positiva, pero que demasiada democracia resulta perversa, una
tradición que se remonta a Aristóteles y que también adquiere
formas de despotismo ilustrado, que hoy nos alerta de los popu-
lismos y, en forma de despotismo ilustrado 2.0, de las fake news,
postverdades o la irracionalidad del debate en las redes sociales.
Una crítica certera si no fuera por la total ausencia de autocrítica
en el mismo sentido por parte de los medios y las élites políticas
que, mucho antes de internet, tanto contaminaron, rebajaron y
enclaustraron el debate democrático, ahogando y maltratando a
las voces contrarias a los intereses hegemónicos.
Sin embargo, la historia de la democracia es la historia de su
continua ampliación, de su desborde permanente. De la demo-
cracia ateniense de ciudadanos libres —ciertamente una aris-
tocracia aristotélica— o desde el voto censitario, masculino y
blanco, siempre restringido, al sufragio universal y una constante
ampliación del derecho al voto. Pero también más allá del voto y
la representación, ampliada más allá de los partidos con cauces de
participación abiertos a sindicatos, ONG u organizaciones socia-
les diversas, al menos de forma consultiva, mediante referéndums
o, por ejemplo en el nuevo constitucionalismo latinoamericano,
con la posibilidad de revocatorios. Extendiendo las primarias en
el seno de los partidos políticos, como actualemente en Espa-
ña, o también mediante formas no institucionales de participa-
ción, como la movilización social, que lejos de contraponerse a
la representación ha demostrado históricamente ser un necesario
complemento, ya que dicha movilización extrainstitucional aca-
ba derrocando gobiernos en las urnas o cambiando las políticas
públicas de los representantes ante las evidentes demandas de los
representados. De acuerdo con Rosanvallon (2006) la democra-
cia no solo necesita una legitimación legal, sino también «con-
tra-democracia» como una modalidad específica de acción, una
forma particular de intervención diferente a la toma de decisio-
nes, pero aún un aspecto fundamental del proceso democrático.

2.  ¿Qué democracia digital?

Respecto a la democracia digital, todo lo anterior debe guiar


el debate para situarlo en sus justos términos. Es decir, que lo

31
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

importante es la voluntad política democratizadora y a partir


de ahí se puede comenzar a definir las formas y pŕacticas de-
mocráticas y por tanto los medios para llevarlas a cabo, que
no tienen por qué ser solo digitales. Desde este punto de vista
crítico se hace necesario repensar y discutir si realmente todas
las aplicaciones posibles de la tecnología pueden ayudar al re-
forzamiento democrático, o algunas herramientas y usos pue-
den ser más bien una excusa o incluso una forma de restringir
y empeorar, más que mejorar, el sistema democrático. Parece
prudente sospechar al menos de las promesas más difundidas
desde las actuales élites políticas, como el gobierno abierto o
la transparencia, sobre todo cuando a veces esas mismas élites
han actuado de forma claramente opuesta a esos principios.2
También de las élites mediáticas que tras años de desprestigio
del periodismo a base de sensacionalismo, distintos grados de
manipulación informativa o plegarse a sus intereses económi-
cos por encima del bien público alertan ahora de la degenera-
ción del debate democrático en las redes sociales. Incluso de
aquellas voces que hoy achacan a las nuevas tecnologías comu-
nicativas la causa última del surgimiento de movimientos, par-
tidos y líderes ciertamente autoritarios, populistas, xenóbobos
o machistas, que obviamente responden a fenómenos mucho
más complejos y que, incluso si alcanzan visibilidad y acep-
tación gracias a las redes sociales, lo hacen sobre un contexto
previo de profundo descrédito de la política y el periodismo,
crisis económica, inseguridad social, etc., recordando además
que las alternativas para dar respuesta de forma progresista a
esta ola de indignación general son igualmente atacadas desde
el sistema político y mediático por cuestionar el statu quo, que
no a la democracia que de hecho pretenden reforzar, propo-
niendo soluciones de progreso al malestar social, aunque estas
choquen con los intereses dominantes.3

2 
Un ejemplo evidente son las leyes de transparencia aprobadas en
España por el gobierno del PP de Rajoy a la vez que, acosado por la
corrupción, manejaba una contabilidad paralela, destruía pruebas de
ello o dificultaba la labor de la justicia para esclarecer los hechos.
3 
Brasil con Bolsonaro y Lula, España con Podemos y Vox, EEUU
con Sanders y Trump, Reino Unido con Corbyn...

32
J. Candón-Mena Democracia digital. Tecnología y política...

Conviene atender también al hecho de que, más allá de las


propuestas formuladas, la mayor implementación de las TIC
por parte de las élites políticas parece ser la que atañe a las cam-
pañas electorales en lo que ha sido denominado como «gestión
computacional de campañas» (Kreiss, 2012). Dader y Campos
(2017) distinguen así entre dos acepciones de la «ciberpolítica»:
la «ciberdemocracia», como una comunicación política transpa-
rente, multipolar, deliberativa y de interpelación cívica univer-
sal, en la que la deliberación juega un papel clave como forma
de generar y transformar las preferencias, sin limitar la parti-
cipación al ejercicio del voto y la adhesión (Dryzeck, 2000);
Y la «híper‐tecnocracia», como un enfoque tradicional e ins-
trumental en el que la ciberpolítica es sólo una tecnología más
de vanguardia, sin un cambio sustancial en la naturaleza de la
actividad política, aunque sí en sus estrategias comunicativas/
persuasivas.
La primera acepción, la «ciberdemocracia», se encuadraría en
la verdadera voluntad de profundización democrática, resaltan-
do el uso potencial de las TIC para la deliberación y la discusión
pública ciudadana, mientras que la segunda, la «híper‐tecnocra-
cia», alude más a la persuasión que al debate, a la manipulación
unidireccional y de arriba a abajo de la opinión pública más que
al diálogo y la expresión libre ciudadana. Aunque el discurso de
la «ciberdemocracia» enmarca la justificación de las promesas de
democratización por parte de las élites, la realidad apunta a que
la implementación real de la ciberpolítica se produce a través
del uso «híper‐tecnocrático» del potencial de las TIC para la
persuasión y el control ciudadano.
Primaría así una «ciberpolítica de la logística comunicativa»
(Dader y Campos, 2017) basada en el uso de la minería de da-
tos (datamining), la construcción de perfiles ultrasegmentados
(microtargeting), incluidos perfiles psicográficos, y la adecua-
ción de mensajes altamente personalizados, especialmente en
tono emocional, con objetivos persuasivos más que deliberati-
vos, más ligados a la publicidad que a la publicity habermasiana
como esfera de debate público racional y democratico. For-
mas denunciadas por su papel manipulador de forma selectiva
(Trump, el Brexit, Bolsonaro, el conflicto catalán...) pero de
hecho usadas prolíficamente, amparadas y legitimadas cuando
son las élites hegemónicas las que hacen uso de ellas. A veces la

33
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

diferencia solo parece situarse en una cuestión legal, por ejem-


plo si Trump hizo uso de datos obtenidos de forma ilegítima,
mientras que se aplaude cuando dicha manipulación se efec-
túa por formas aceptadas de obtener dichos datos, como en
el caso de Obama. Lo que no se cuestiona es el riesgo para la
democracia de esas potentes técnicas de persuasión, como un
riesgo en sí mismo independientemente de en manos de quién
se deposite ese enorme poder,4 así como la lógica que guía esta
forma de uso político de las TIC. En lugar de empoderar al
ciudadano el enfoque consiste en explotar de forma eficiente la
información, y también las debilidades, miedos y emociones,
de la ciudadanía para manipularla en uno u otro sentido. La
democracia se reduce a una competencia entre distintas fac-
ciones de las élites políticas, aquellas con el poder económico
y técnico necesario para llevar a cabo este tipo de campañas.
Incluso dando espacio a la participación ciudadana, mediante
la implicación de la militancia y los simpatizantes en la propia
ejecución de las campañas electorales, se habla de técnicas de
«pastoreo» (Vaccari, 2010), mediante las cuales los simpatizan-
tes sienten que colaboran de forma libre y espontánea cuando
en realidad son dirigidos —eso sí, de forma laxa y sutil— por el
equipo de campaña. Como ovejas por el campo que aparente-
mente pastan libremente pero que en realidad están férreamen-
te controladas por pastores y perros que guían al dócil rebaño
para que nadie se salga del redil. ¿Hay una imagen más opuesta
a la de una ciudadanía libre y empoderada?
La privatización del conocimiento, la vigilancia y el control
de los datos personales de los ciudadanos, la creación de micro-
perfiles políticos y psicográficos y el uso de técnicas de manipu-
lación que explotan eficazmente dicha información se presentan
como legítimos para fines comerciales, pero también políticos
siempre que estén en manos de las élites, que se autoproclaman
a sí mismas como responsables y legítimas. Élites que se presen-

4 
Un ejemplo es la nueva Ley Orgánica de Protección de Datos
(LOPD) debatida en España en la que, en un principio, todos los
principales partidos —incluido Podemos— avalaron la explotación
electoral de información personal. Ver: https://www.lavanguardia.
com/politica/20181121/453076337466/ley-proteccion-datos-parti-
dos-opiniones-politicas-redes-sociales.html

34
J. Candón-Mena Democracia digital. Tecnología y política...

tan como legitimadas para manipular a la ciudadanía y moldear


sus pasiones y sus miedos, ya que su fin último declarado es que
no caigan en la irresponsabilidad y tomen decisiones pasionales
e irracionales, manipuladas por los populismos, que son siem-
pre los otros.

3.  ¿Qué tecnología?

Aun así las nuevas TIC forman un ecosistema digital complejo


y moldeable. Si bien algunos de sus principios son originalmen-
te proclives a las prácticas democráticas, como la horizontalidad
o bidereccionalidad frente al modelo jerárquico de la comunica-
ción unidireccional, o la interactividad frente al modelo pasivo
de los mass media, la tecnología es tremendamente moldeable y
puede servir a múltiples usos y prácticas. Surgen contextos de
interacción y relaciones sociales y estructuras tecnológicas, con
un alto potencial para la reflexividad social que conviven con
tendencias contrapuestas como el control de la información y
la comunicación o los sistemas de vigilancia (Castells, 2005).
El desarrollo tecnológico está influido por los usos y prefe-
rencias sociales y también por factores como la legislación o la
financiación del mercado, en una nueva economía digital, y el
resultado de estas múltiples influencias da forma a la tecnología
y sus herramientas y aplicaciones actuales. En su origen, abun-
daban los puntos de vista tecnoutopistas en relación al impac-
to de las TIC sobre la sociedad y la democracia (De Sola Pool,
Negroponte, Rheingold...) y, aunque ciertamente muchos de
aquellos postulados aducían de un exacerbado utopismo y una
clara simplificación tecnodeterminista por la cual la tecnología
sería capaz de resolver profundos problemas en esencia sociales
y políticos, es cierto que se advertía un cierto carácter liberador
con la irrupción de las TIC. Hoy prima la postura contraria,
un tecnopesimismo (Murdock, Thompson, McChesney, Moro-
zov…) que igualmente se torna a veces catastrofismo y que de la
misma forma postula un determinismo tecnológico que achaca
a las TIC las culpas de grandes problemas sociales que las antece-
den y desbordan. Lo que a veces se olvida es lo que ha sucedido
entremedio, la evolución de unas TIC que no son ya las mismas
que alumbraron las esperanzas iniciales (Candón-Mena, 2013a).

35
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

Del surgimiento inicial en la esfera relativamente autónoma


del mundo académico y las primeras comunidades virtuales
(Castells, 2001 y 2005; Rheingold, 1996) se ha pasado al papel
predominante de la privatización y explotación económica de
las TIC, así como a la toma de control por parte del Estado con
medidas legislativas crecientes que han acabado invadiendo ese
supuesto ciberespacio autónomo y soberano que postulara Bar-
low (1996). Hoy incluso se cuestionan principios fundamentales
como la neutralidad de la Red en beneficio de grandes conglo-
merados de empresas tecnológicas y mediáticas. La publicidad
lo invade todo y ésta se basa en enormes sistemas de vigilancia
y control de los datos de los usuarios, que no solo sirven a fines
comerciales —que en el fondo también suponen una manipula-
ción del ciudadano en su papel de consumidor— sino también
políticos, dando lugar a los conocidos escándalos que hoy nos
alertan sobre los riesgos de las TIC para la democracia. Los bots
que contaminan el debate democrático se venden al mejor pos-
tor. Los algoritmos comerciales que personalizan las sugerencias
de compra se aplican del mismo modo a toda la información,
fomentando la autocomplacencia de un público empujado a
encerrarse en su gueto ideológico y subviertiendo la riqueza y
enorme pluralidad pionera de la información en la Red. El Esta-
do también ha tejido sobre la Red un impresionante sistema de
vigilancia que, bajo la excusa de amenazas como el terrorismo,
la pederastia o también la piratería, han servido claramente para
el control ciudadano. Incluso tomando por cierta la voluntad
de que estas grandes maquinarias de vigilancia ciudadana se
usarán solo de forma restringida para protegernos, el hecho es
que dejan en manos del Estado un enorme poder de vigilancia,
manipulación, control y represión que parece incompatible con
las libertades y derechos de una ciudadanía democrática. Una
acumulación de poder que, para quien no considere peligrosa su
concentración en manos de Obama, debería hacer reflexionar el
hecho de que acabara en manos de Trump.
Además, todos estos desarrollos se realizan de forma oscura y
poco transparente, con códigos y algoritmos secretos que tam-
bién subvierten la filosofía abierta y transparente de los prime-
ros estadios de la Red y que hoy sigue guiando al movimiento
del software libre (Stallman, 2004). Hasta las nuevas formas de
economía colaborativa surgidas en el ciberespacio se tornan en

36
J. Candón-Mena Democracia digital. Tecnología y política...

nuevas formas de explotación neoliberal que, ante la presión del


mercado y la laxa legislación laboral, se materializan en todo lo
contrario a las ideas y experiencias primigenias (Candón-Mena,
2018).
La conjunción del poder económico y político han cercado en
buena medida la Red originaria, aquella que inspiró las primeras
visiones liberadoras y prodemocráticas. Cabe preguntarse por
tanto si las TIC en sí han dejado de ser un factor predominante-
mente positivo, si la experiencia nos ha mostrado lo equivocado
de las premisas iniciales, o simplemente se ha moldeado inten-
cionalmente a la Red para domesticar los usos disrruptivos que
desbordaron inicialmente los estrechos cauces de representación
democrática o rompieron el monopolio de la información. Si,
por ejemplo, sería posible la manipulación de los algoritmos y la
obtención y explotación de nuestros datos si se hubiera optado
por defender el acceso al código para que al menos sepamos qué
es exactamente lo que hacen las aplicaciones que usamos cada
día o se hubiera protegido más la privacidad de los usuarios que
los intereses de la industria. La cuestión es que las experiencias
que ilustraron hasta hace poco el papel democratizador de las
nuevas tecnologías, como la relativamente reciente convocatoria
del 15M a través de las redes sociales, están hoy restringidas y
sancionadas por una «Ley Mordaza» aprobada por el gobierno
conservador subsiguiente pero mantenida por el actual socialis-
ta después de criticarla, que la sagrada inviolabilidad del correo
postal no se ha extendido al correo electrónico o que el tabú del
cierre administrativo de un medio de comunicación se ejecuta
sin problemas cuando se trata de un medio digital minoritario.
Pero incluso hoy, a pesar de la evidente regresión, la Red sigue
siendo un espacio contradictorio y en disputa, en el que con-
viven prácticas, aplicaciones y usos autoritarios con espacios de
libertad y participación democrática.
La atención a las cuestiones propiamente políticas, más que
técnicas, el reconocimiento del carácter conflictivo, y no con-
sensual, de la sociedad y de la propia democracia, la sospecha o
al menos cautela ante las élites responsables del actual debilita-
miento democrático y su verdadera voluntad de reforzamiento
de la democracia, etc., nos invitan a ampliar el foco del de-
bate. Quizás las posibles aportaciones de la democracia digital
deban buscarse en otras fórmulas más allá de la transparencia,

37
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

el gobierno abierto o el voto electrónico, o la deliberación en


el mundo digital más allá de las redes sociales comerciales y
los usos hegemónicos de las mismas. Quizás sea de formas más
complejas, desde la periferia del sistema político y de maneras
indirectas, que las TIC puedan realmente contribuir a la am-
pliación y reforzamiento de las democracias actuales.

4.  Movimientos sociales y democracia digital

Los movimientos sociales, en particular en sus formas más


amplias y transversales, es decir aquellos calificados como «in-
cluyentes o proactivos»,5 son un buen lugar en el que focalizar
las posibilidades de las TIC para la mejora democrática.
1. En primer lugar, por ser actores de democratización que
históricamente amplían los márgenes de la democracia (Della
Porta y Diani, 2006; Tarrow, 1994; Tilly, 2007; Giner, 2008).
Se ha caracterizado a los movimientos sociales desde los 60 por
la experimientación y propuestas para ampliar los márgenes de
la democracia y su contribución a «redefinir las coordenadas
culturales y políticas en las que tiene lugar la representación de
intereses» (Della Porta y Diani, 2006), como un actor constante
en la «ampliación de lo político» (Sousa Santos, 2016). Se perci-
be además un «hilo democrático» desde los movimientos de los
60 y 70 y su apuesta por la democracia directa, al movimiento
global en los 90 que incide en el modelo deliberativo de demo-
cracia, en línea con el giro deliberativo de la teoría política y las
ciencias sociales, y también una creciente inclusividad radical,
característica de los movimientos contemporáneos (Romanos,
2018; Della Porta, 2013, Robles y Ganuza, 2011; Díez y Lara-
ña, 2017; Lawrence, 2013; Gerbaudo, 2017).
2. En segundo lugar, se ha destacado el uso intensivo y apro-
piación de las TIC por parte de los movimientos sociales con-
temporáneos como una de las principales características de las
nuevas formas de protesta. Incluso más allá del uso instrumen-
tal de los nuevos medios, se percibe una intensa identificación

5 
Distinguimos así entre movimientos «incluyentes o proactivos» y su
contraparte, los movimientos «reactivos o excluyentes» (Ullán, 2016:
66-70)

38
J. Candón-Mena Democracia digital. Tecnología y política...

de los nuevos movimientos con internet, movilizándola como


marco cultural ligado a la democratización (Candón-Mena,
2010). En coherencia, los movimientos se implican en la de-
fensa de la Red como un bien público o defendiendo el acceso
equitativo a la misma como un nuevo derecho ciudadano. En
particular defienden los principios de la Red originaria, aque-
llos que alumbraron amplias esperanzas de democratización,
aunque fueran a veces exageradas. Se encuentran así colectivos
y organizaciones de movimientos sociales, con un alto grado
de reflexividad social, que activan e impulsan prácticas sociales
colaborativas (propias de la participación y de la movilización
ciudadana) y que en las últimas décadas activan o emplean he-
rramientas tecnológicas digitales que les facilitan actuar e inci-
dir en la política al margen de las instituciones políticas forma-
les. «Dos elementos que pueden potenciar el ensanchamiento
de la dimensión rousseauniana acerca de la democracia, puesto
que estas prácticas sociales le son consustanciales y porque las
nuevas tecnologías de la información lo permiten y lo facilitan»
(Díez y Laraña, 2017: 73).
3. En tercer lugar, por la caracterización de los movimientos
como instituciones intermedias del debate público, en la esfera de
la sociedad civil organizada, y su capacidad para intermediar en-
tre el ámbito social y las instituciones políticas. Los movimientos
son una eficaz herramienta de agregación de intereses, más allá de
los partidos. Siendo la movilización social el recurso característico
de aquellos que no tienen influencia en la agenda política a través
de las vías institucionales establecidas, los movimientos sociales
amplían la agenda política y dan forma en el mismo proceso de
movilización a nuevos reclamos y propuestas que influyen en la
agenda institucional. Ya sea obteniendo apoyo por parte de otros
actores como los partidos políticos que asumen sus demandas, a
través de un proceso de institucionalización en forma de nuevos
partidos u ONG de los propios movimientos o parte de ellos, y
también por ambas vías que no se excluyen mutuamente.6

6 
Un ejemplo de ello es el movimiento ecologista, cuyas demandas han
irrumpido fuertemente en la agenda política tanto incorporándose a
los programas de los partidos políticos tradicionales como dando lugar
a nuevas formaciones, como los partidos verdes en todas sus variantes,
y también mediante la presión de grandes ONG como Greenpeace.

39
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

Los movimientos materializan pues las visiones más republi-


canas y comunitaristas de democracia, como la de Tocqueville,
en las que se destaca la importancia de los hábitos democráticos,
las virtudes cívicas y las vivencias compartidas en la comunidad
política, así como el capital social (Putnam, 2000) y la vitalidad
de una sociedad civil fuerte, plural y activa. Esta implicación de
la sociedad civil se torna fundamental para: mantener controla-
das las tendencias oligárquicas del orden democrático moderno;
canalizar las demandas ciudadanas en sociedades plurales y cada
vez más complejas; y generar espacios (institucionalizados o no)
de democracia más participativa fundamentada en la concepción
rousseauniana y en el principio de legitimidad democrática, sin
renunciar al principio de legalidad (Díez y Laraña, 2017: 71).
También en el ámbito deliberativo (Habermas, 1996) se ha
situado el locus de la discusión tanto en las instituciones libera-
les tradicionales como en las esferas públicas alternativas libres
de la intervención estatal. «La preponderancia dada a los movi-
mientos sociales en esa articulación ha situado a las organizacio-
nes sociales en un lugar central en los procesos de democrati-
zación, pues también es en ellas donde los ciudadanos pueden
aprender virtudes o hábitos críticos y democráticos» (Robles y
Ganuza, 2011).
El activismo social ha sido visto de hecho como una alternati-
va a algunos de los síntomas de la desafección ciudadana por la
democracia, como el voto o la afiliación a partidos y sindicatos
(Bennett, 2003), siendo la participación por vías no institucio-
nales como las ONG y los movimientos sociales una respues-
ta al desinterés generalizado por la política institucional que se
transformaría en formas de participación «sub-políticas» (Beck,
1998). Los «grupos intermedios de la sociedad civil» y la emer-
gencia de la «subpolítica» implica la apertura de nuevos cauces y
esferas de participación y sirve para: la reactivación de la política
o como vehículos o medios de expresión de demandas e intere-
ses; como contrapeso de las tendencias perversas de los sistemas
democráticos formales; como generadores de discurso político
y líderes, que posteriormente se integran en las organizaciones
políticas; y también como impulsores de procesos de cambio
(Díez y Laraña, 2017: 70).
El foco en los movimientos sociales respecto a la democracia
digital resulta también útil a la hora de abordar el carácter con-

40
J. Candón-Mena Democracia digital. Tecnología y política...

flictivo de la vida social, del que los movimientos son una de las
principales expresiones, así como la disputa en torno al mismo
concepto de democracia. Sin tener por qué cuestionar el modelo
imperante de democracia representativa, los movimientos expe-
rimentarían con otras formas de democracia (directa, asamblea-
ria) y propugnarían modelos más participativos y deliberativos
como complemento a la representación. En general, atendiendo
a las precauciones antes mencionadas, podemos presuponer una
mayor confianza en la verdadera voluntad democratizadora de
los movimientos sociales que la depositada en las élites respon-
sables del descrédito de la política tradicional contemporánea.
Es de hecho la acción colectiva de los grupos marginados la que
ha impulsado históricamente la ampliación y consolidación de
la democracia, desde la burguesía marginada en su momento
del poder político hasta el movimiento obrero y su exigencia de
sufragio universal (no censitario), el sufragismo del movimiento
feminista o el movimiento por los derechos civiles respecto a
la raza. Aun siendo transversal en cuanto a los sujetos políticos
(respecto a las dimensiones de clase, género o raza antes mecio-
nadas), los movimientos sociales son la expresión de demandas
marginadas surgidas desde la base, ya que el recurso a la acción
colectiva contenciosa es la alternativa de aquellos que no dispo-
nen de otras vías de influencia.

5.  Movimientos sociales e instituciones: democratización


de abajo a arriba y viceversa

Por otra parte, la movilización social puede funcionar en de-


terminadas ocasiones en las que logra cierto éxito para renovar
las élites políticas. Hemos manifestado cierta reserva a que una
mayor democratización sea liderada por unas élites políticas
que, en general, no han mostrado su voluntad de ampliar los
cauces de participación ciudadana, para lo que hay múltiples
alternativas ya disponibles, y que la simple existencia de nuevas
herramientas digitales pueda impulsar una agenda realmente
democratizadora. Pero eso no quiere decir que no sea posible
ampliar la democracia desde arriba, favoreciendo medidas como
el voto electrónico, el gobierno abierto, la transparencia, etc., a
través de herramientas digitales. Lo que queremos apuntar es

41
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

que es probable que esas medidas lleguen a la política institu-


cional impulsadas por nuevas élites renovadas, por la presión de
nuevos actores políticos que acojan en mayor o menor grado las
reivindicaciones de reforzamiento de la democracia que deman-
da la sociedad y que se expresa a través de la movilización.
Podemos ilustrar esta idea con el caso de España. El movi-
miento 15M, bajo el eslogan «democracia real ya», expresó múl-
tiples demandas de democratización que afectaban a diferentes
dimensiones o modelos de democracia (representativa, directa,
participativa, deliberativa…) (Candón-Mena, 2013b). En el
ámbito de la representación una de estas medidas era la demo-
cratización interna de los partidos políticos. Posteriormente,
parte del movimiento se institucionalizó, surgiendo Podemos
como un nuevo partido que se reclamaba, y era reconocido
por buena parte del movimiento, como expresión política del
15M.7 Desde el inicio el nuevo partido adopta las primarias
para la elección de sus órganos y candidatos y, aunque el sistema
de votación ha sido fuente de conflictos y discusiones, las pri-
marias se convierten en uno de los signos de renovación política
del partido. Finalmente, la influencia de Podemos logra que sus
principales adversarios políticos adopten el sistema, primero el
PSOE, que ya las había usado de manera ocasional, pero luego
incluso el PP, que nunca había hecho uso del mismo, se sube al
carro aunque sea de forma muy restringida. La demanda social
del 15M es pues atendida, aunque sea de forma parcial, por el
sistema institucional, pero lo es mediante la renovación, tam-
bién parcial, del mismo Parlamento que supuso la entrada de
Podemos en el mismo.
Pero cabe subrayar, en el sentido expresado más arriba, que
mientras Podemos hace uso del voto digital para la elección de
sus cargos y candidatos, otros partidos como el PSOE o el PP
realizan la votación de manera presencial. Como apuntábamos
antes, lo determinante no es la disponibilidad de las herramientas
digitales. Si bien éstas pueden facilitar la celebración de primarias
para partidos como Podemos, que no disponen de una infraes-

7 
«Convertir la indignación en cambio político», en alusión al 15M o
el movimiento de «los indignados», era el lema del manifiesto funda-
cional de Podemos. Ver: https://www.publico.es/politica/intelectua-
les-y-activistas-llaman-recuperar.html

42
J. Candón-Mena Democracia digital. Tecnología y política...

tructura física para organizar las votaciones comparable a la de los


partidos consolidados, la posibilidad de celebrar primarias existía
de antemano. El papel de las nuevas TIC y la democracia digi-
tal en este caso no resulta fundamental como herramienta para
implementar el voto electrónico. Si el PSOE o el PP celebran
ahora primarias no es porque las nuevas tecnologías permitan
implementarlas, de hecho las celebran de forma presencial. Lo
que resulta fundamental es el papel de las redes digitales para el
movimiento 15M que, haciendo uso de las mismas, logró convo-
car, organizar y difundir la propuesta e influir así en la agenda y
el debate político, forzando al sistema, mediante la presión ciu-
dadana y la renovación institucional, a atender dicha demanda.
Consideramos que, como en este caso, resulta más relevante
el papel democratizador de las TIC en cuanto que permiten
una reducción de costes para las acciones colectivas, facilitan
la organización y coordinación de las mismas, amplían su di-
fusión, etc. Siendo una herramienta útil para los colectivos con
escasos recursos que equilibran, en cierto modo, sus capacida-
des respecto a las élites dominantes, las TIC pueden jugar un
cierto papel de empoderamiento para la ciudadanía que fuerce
la adopción de medidas de ampliación de la democracia, sean
éstas implementadas a través de herramientas tecnológicas o de
formas tradicionales. La aplicación utilitarista de las TIC y de
la democracia digital puede sin duda jugar su papel, pero consi-
deramos que ello dependerá previamente del éxito de las luchas
por la radicalización democrática, de que actores con verdadera
voluntad de mejorar la participación alcancen esferas de poder
para implementar dichas medidas. La movilización apoyada en
el uso de la nuevas tecnologías, aun con sus riesgos, puede ser
determinante en el éxito de esas luchas.

6.  La deliberación en la democracia digital

Algo parecido sucede con relación al debate y la discusión pú-


blica, fundamental para los modelos más deliberativos de demo-
cracia pero también reconocido como condición para el correcto
funcionamiento del modelo representativo y liberal. Superadas
las visiones tecnoutopistas iniciales en las que el ciberespacio
público se convertiría en la esfera del debate racional y demo-

43
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

crático soñada, hoy prevalece la visión contraria. En ocasiones


el debate ha pasado del tecnoutopismo inicial al catastrofismo,
viendo ahora en las redes digitales la degradación suprema del
debate democrático. Sin duda esa es la opinión hegemónica de
las élites dominantes que reivindican el papel tradicional de la
mediación por parte de los medios de comunicación tradicio-
nales. Esta visión parte en primer lugar de una fetichización
de la esfera pública mediática tradicional que se presenta poco
más que como el ideal habermasiano de la racionalidad, la ob-
jetividad y la transparencia. Alude a una sorprendente falta de
autocrítica sobre la realidad de la información publicada por
los medios de comunicación, que de hecho hace que el propio
periodismo tradicional afronte una pérdida de legitimidad pa-
ralela a la de las formas tradicionales de representación como los
partidos y otras instituciones. El debate en internet se valora así
en términos superlativos, es decir, se condena en comparación
a un modelo ideal de discusión y deliberación ciudadana, en
lugar de valorarse en términos comparativos, esto es, respecto al
modelo de deliberación realmente existente, tanto en la esfera
mediática como en el Parlamento. Desde este punto de vista
se extrae la conclusión de que internet no puede ser nunca un
espacio racional de deliberación ciudadana, incluso que viene a
empobrecer el debate en el seno de la opinión pública. Se vis-
lumbra cierto despotismo ilustrado, alertando de la irrupción
de las masas irracionales que, sin el necesario filtro de los medios
de comunicación, contaminan el debate y se dejan arrastrar por
diversas formas de populismo.
Hay cierta verdad en ello. A pesar del empobrecimiento del
periodismo contemporáneo su labor sigue siendo fundamen-
tal para la democracia. La visibilidad de la esfera pública y la
deontología de la profesión periodística obliga en cierta medida
a perfilar y modelar el discurso, a contrastar mínimamente la
información, a adoptar cierta racionalidad a la hora de expresar
y defender posicionamientos. Aunque abundan los ejemplos de
discursos de odio, populistas, manipulados o directamente fal-
sos en los medios de comunicación, es cierto que la amplitud
de voces en las redes sociales o el anonimato visibiliza discur-
sos pasionales o informaciones falsas que, en ocasiones, llegan
al debate público sin al menos el tamiz de racionalidad y ob-
jetividad que se exige al periodismo tradicional. No obstante,

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J. Candón-Mena Democracia digital. Tecnología y política...

esa nueva visibilidad no significa que sean las redes sociales las
que hayan generado posturas intransigentes o discursos de odio
que ya existían en la sociedad. No creemos que, por ejemplo,
Twitter haya generado una nueva oleada de discursos del odio,
simplemente da mayor difusión a conversaciones y opiniones
que antes se veían restringidas a la barra de un bar. De hecho
internet sí que favorece la multiplicación de las voces en el de-
bate público, lo que en sí mismo no puede considerarse un me-
noscabo para la democracia sino todo lo contrario. El hecho de
que haya más voces que participan del debate y discusión en la
esfera pública es positivo, independientemente de que la mul-
tiplicación de voces conlleve también la multiplicación de la
posibilidad de difundir informaciones falsas, sensacionalistas o
discursos del odio muy alejados de la racionalidad que pregonan
los modelos deliberativos de democracia. Podríamos decir que
respecto al sistema de medios tradicional, se ha democratizado
la posibilidad de mentir, engañar y manipular que hasta hace
poco era monopolio de los medios tradicionales, pero también
la de informar, argumentar y debatir y, sobre todo, de contra-
rrestar la información haciendo que incluso las informaciones
falsas de los medios tradicionales y de la propia esfera digital
puedan al menos ser refutadas.
Pero de nuevo, consideramos que el problema está en abor-
dar el debate desde una perspectiva generalizadora, por ejemplo
observando la forma en la que se materializa la discusión deli-
berativa en las redes sociales como Twitter o Facebook. Desde
el enfoque de las visiones consensuales de la democracia en el
ámbito deliberativo, el debate en las redes debería ser una bús-
queda racional y argumentada de consensos, y no la jaula de
grillos que observamos por ejemplo siguiendo el hashtag sobre
alguna cuestión política. Sin embargo, desde una perspectiva
eminentemente política, esto es, que reconoce el conflicto in-
herente a la vida social, el carácter antagonista y la disparidad
de intereses de los actores sociales, que en la mayoría de los ca-
sos son incompatibles y rara vez pueden resolverse mediante un
consenso en el que todas las partes se vean beneficiadas, desde
este punto de vista lo que observamos en las redes es realmente
lo que deberíamos esperar ver.
Y es que la esfera pública general, más que materializar el con-
senso, es el espacio en el que entran en conflicto consensos con-

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Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

tradictiorios. Incluso los teóricos de la democracia deliberativa,


lejos de contraponerla al modelo representativo en el que a través
de la elección y el voto se opta por una u otra opción política, de
forma que unos ganan y otros pierden, consideran la deliberación
como un paso previo para mejorar la elección. A veces, y esto
sería lo ideal, la deliberación puede dar forma a una opción de
consenso, pero en general es vista como un paso previo funda-
mental para mejorar el proceso de toma de decisiones. Mientras
que Mansbridge (1996) distingue entre democracia antagonista
(adversary democracy) y la democracia deliberativa o de consen-
so (unitary democracy) para subrayar este punto, compartimos
la visión de Mouffe (1999) que prefiere hablar de democracia
«agonista» para subrayar la conflictividad inherente a la política.
Rechaza así el paradigma de «la razón pública libre» de Rawls o
la «situación ideal de comunicación» de Habermas que buscan
un consenso «racional», y propone «transformar el antagonismo
en agonismo», «transformar el enemigo en adversario». Distingue
así entre «lo político, ligado a la dimensión de antagonismo y de
hostilidad que existe en las relaciones humanas» y «la política, que
apunta a establecer un orden, a organizar la coexistencia humana
en condiciones que son siempre conflictivas, pues están atrave-
sadas por lo político», defendiendo un «pluralismo agonístico».
Una vez que ha tenido lugar el proceso deliberativo en el seno
de colectivos afines, compiten visiones contradictorias, que pue-
den haber sido mejor formuladas, y se elige entre ellas, quizás
incluso de forma más consciente, racional e informada. El úni-
co consenso que requiere el sistema es una forma de «meta-con-
senso» democrático (Mouffe, 1999), esto es, la aceptación de la
legitimidad del otro para plantear sus opciones políticas y de
acatar el resultado de la elección formulada en términos demo-
cráticos. La deliberación en búsqueda del consenso requiere de
que se compartan al menos ciertos valores, fines y objetivos en
el seno de la comunidad, y eso es prácticamente imposible en al
ámbito general de toda la sociedad, máxime en el contexto de
fuertes desigualdades y creciente complejidad de las sociedades
contemporáneas. Lo que en cualquier caso se puede consensuar
son las propuestas y la forma de presentarlas al debate público
general por parte de los distintos actores en conflicto y, como
hemos mencionado, la forma democrática y pacífica de dirimir
este conflicto a través de la elección y el voto.

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J. Candón-Mena Democracia digital. Tecnología y política...

Lo que abordamos aquí es la clásica división habermasiana,


según la cual la deliberación se sitúa tanto en las esferas públi-
cas institucionales —y aquí podríamos incluir no solo al Parla-
mento sino también a la esfera mediática, incluidos los nuevos
espacios digitales— como en las esferas públicas alternativas.
Yendo más allá, y atendiendo a las críticas formuladas al mo-
delo de Habermas, lo que pretendemos señalar es la necesidad
de una multiplicación de espacios de deliberación, incluyendo
aquellos en los que actores diferentes discutan primero en el
seno de colectivos particulares sus propuestas e ideas, articulan-
do y en la medida de lo posible consensuando un discurso que
luego se enfrente al resto de opiniones en el seno de la opinión
pública general. Incluso la crítica feminista ha denunciado la
naturaleza excluyente de la esfera pública tradicional, situan-
do los procesos de deliberación no solo fuera de instituciones
políticas, sino también más allá de la esfera pública mediática,
creando espacios en los que los más débiles puedan empode-
rarse (Mansbridge, 1996). Defendemos que el debate delibe-
rativo no puede materializarse en forma de opiniones indivi-
duales y en el seno de grandes grupos como la sociedad en su
conjunto, que es lo que vemos en una discusión en Twitter, por
ejemplo. Las propuestas y opiniones llegan a la esfera pública
previamente articuladas, moldeadas y consensuadas a través de
grupos intermedios, de colectivos, organizaciones, movimientos
y también los partidos políticos, que aglutinan voluntades indi-
viduales en una propuesta política. Se producen así fenómenos
de «deliberación popular directa» (Page, 2006) o «deliberación
de enclave» (Sunstein, 2003), espacios deliberativos que puedan
mantener una mirada crítica sobre las instituciones públicas, ya
que son capaces de formalizar el debate en una opinión pública
influeyente (Dryzek, 2000). Las discusiones paralelas en estos
espacios «amplían el fondo social de argumentos» (Sunstein,
2003) y articulan nuevas demandas colectivas.
Se trata de construir un actor colectivo, una identidad colec-
tiva según la teoría de los movimientos sociales. En lugar de la
búsqueda de consenso en esferas públicas generales, se trata de
atender a una fase previa de «construcción del consenso», en
el seno de colectivos y movimientos sociales particulares, y la
posterior etapa de «movilización del consenso» (Klandermans,
1998). Es en este segundo estadio donde la deliberación alcan-

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Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

za la esfera general de la sociedad. La diferencia de intereses y


la conflictividad inherente de la política conlleva a que en este
paso, más que la búsqueda de acuerdos que convenzan a todos
—como postulan las teorías consensuales de la democracia—
se produzca la verdadera lucha política, el enfrentamiento y la
discusión entre posturas e ideas contradictorias o alternativas,
pero formuladas y articuladas previamente, esta vez sí consen-
suadas, en el seno de los colectivos particulares. Atender a estos
pasos intermedios, reconocer la necesidad de articulación po-
lítica previa en el seno de los distintos grupos sociales —con
intereses contrapuestos— que son los que realmente construyen
las propuestas y formulan la retórica con la que participan en
el proceso deliberativo general, nos ayuda tanto a solventar al-
guna de las críticas de la teoría deliberativa como a repensar la
democracia digital.
En primer lugar, se ha cuestionado a la teoría deliberativa la
posibilidad real de que el debate racional haga posible alcanzar
un consenso cuando no se parte al menos de unos principios,
ideas o intereses comunes. En todo caso se ha aludido a la posi-
bilidad de establecer meta-consensos muy básicos sobre la for-
ma de dirimir conflictos pacíficamente en la esfera democrática,
lo que básicamente supone la renuncia a dicha posibilidad de
consenso y la aceptación de que esta imposibilidad solo pue-
de ser resuelta mediante la competición política y la elección
entre alternativas, por ejemplo a través del voto. Sin embargo
un consenso más amplio sí que es posible en el seno de grupos
particulares, sean más o menos numerosos, que comparten inte-
reses comunes. Los movimientos sociales son en este sentido un
espacio apropiado para alcanzar un verdadero consenso a través
de la deliberación colectiva, un consenso cualitativamente am-
plio, pero cuantitativamente particular, pues no afectaría más
que a un grupo social particular cuya postura se enfrentaría en
la esfera pública general a la de otros grupos sociales.
Más que una deliberación general que da lugar a consensos, lo
que se produce es un proceso que podríamos simplificar como
consenso(s)/disenso/meta-consenso. Es decir, en primer lugar se
construyen verdaderos consensos en el seno de organizaciones
y colectivos particulares, sean movimientos sociales, partidos,
sindicatos, grupos de presión, etc. En estos grupos que com-
parten intereses comunes se articulan a través de la deliberación

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J. Candón-Mena Democracia digital. Tecnología y política...

las posturas que luego se movilizan en la esfera pública general.


Aquí sí, como afirma la teoría deliberativa, los colectivos so-
ciales intermedios hacen un esfuerzo por presentar su postura
de forma que se perciba como aceptable para otros, tratando
de enmarcar sus intereses particulares de la forma más amplia
posible, como algo beneficioso para toda la sociedad o al menos
para una amplia mayoría, sea o no cierta esta afirmación.
Se construyen en definitiva distintos actores colectivos, con
sus propios marcos culturales (Snow y Benford, 1988; Gamson,
1988) con los que definen la situación, una identidad colectiva
propia (Melucci, 1989) y una retórica particular (Hirschman,
1991), y estos se enfrentan en una segunda etapa de disenso
en la esfera pública general. Finalmente el enfrentamiento se
resuelve políticamente a través de formas de meta-consenso, es
decir, aceptando la decisión de la mayoría de la sociedad, por
ejemplo a través del voto.
Obviamente en ese proceso cada actor trata de conseguir apo-
yos amplios y refutar a sus rivales, siendo también permeable a
modular sus posturas iniciales, a ampliar las bases generales del
consenso particular previamente alcanzado, pero básicamente
la discusión se produce en términos conflictivos, buscando con-
vencer a amplias capas de la sociedad para recabar su apoyo,
pero también vencer a los oponentes. Si lo pensamos desde esta
perspectiva, estas distintas fases de debate pueden asociarse a su
vez a distintos espacios de deliberación y discusión y, respecto
a la democracia digital, a distintas herramientas y esferas de de-
bate digital.
Redes sociales como Twitter serían en este sentido un espacio
más apropiado para la fase de disenso y lucha política que para
la deliberación racional en busca del consenso entre colectivos
afines. Y como no se habla igual al adversario que a los com-
pañeros, ni se expresan igual las bases de apoyo individuales
que los líderes o portavoces políticos, quizás no sea este el es-
pacio en el que buscar el debate racional que anhela la teoría
deliberativa de la democracia. Sin embargo, herramientas como
las clásicas listas de correo o los foros particulares en los que
participan personas con cierta afinidad podrían ser un espacio
más adecuado para observar ese debate racional en búsqueda del
consenso. Espacios fragmentados y por ello menos visibles, pero
que siguen siendo una parte fundamental de las discusiones que

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Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

se producen en el espacio virtual. Las posibilidades que brinda


internet para multiplicar dichos espacios de deliberación, en los
que personas afines puedan encontrarse independientemente de
su localización geográfica o de forma flexible en cuanto a la tem-
poralidad, en los que es además posible un debate horizontal e
interactivo, pueden ser un elemento esencial, más que el voto
electrónico u otras fórmulas de participación telemática, para la
democracia digital.
Obviamente no es ésta una fórmula mágica, la posibilidad
de esta «deliberación de enclave» acarrea también el riesgo de
«balcanización» de la sociedad. Por ello también son precisos
los espacios de deliberación general en los que la ciudadanía
se enfrente, de manera asidua y plural, a nuevos argumentos
e ideas más allá de sus preferencias de partida. Los medios de
comunicación tradicionales han sido defendidos precisamente
por jugar este papel (Wolton, 2000). Lo que cabe preguntarse
es si el espacio mediático actual es realmente ese lugar para el
debate plural o no es, por contra, un espacio más de balcaniza-
ción o de imposición hegemónica de falsos consensos fabrica-
dos (Chomsky, 1990) que de hecho limitan el debate público.
Por otro lado, también cabe cuestionar que el espacio virtual sea
solo un lugar propicio para la autoafirmación y no sea también,
por ejemplo dada la funcionalidad básica de los enlaces y la na-
vegación por la web, un lugar apropiado para toparse con una
pluralidad de voces y posturas contradictorias que enriquezcan
el debate democrático.

7.  Técnica y política: algunas reflexiones finales

Huyendo precisamente de esa balcanización de las posturas


entre utopistas y tecnopesimistas, quizás lo más adecuado sea
afrontar la discusión desde la perspectiva de la complementarie-
dad y la demodiversidad antes apuntada. La radicalización de-
mocrática no consiste tanto en apostar por unas determinadas
fórmulas o modelos de democracia para excluir otros, sino pre-
cisamente en la multiplicación de las formas de participación
democracática. Las críticas al modelo representativo no tienen
por qué negar la legitimidad o utilidad del mismo, sino en todo
caso reprochar sus limitaciones y su visión restrictiva de la de-

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J. Candón-Mena Democracia digital. Tecnología y política...

mocracia, que no consiste solo en el el voto, condición necesaria


pero no suficiente como hemos apuntado arriba. Una demo-
cracia fuerte consiste en poder votar a representantes electos,
pero también en poder discutir de forma plural y libre sobre los
asuntos públicos, en poder movilizarse frente a dichos represen-
tantes y manifestar el descontento, en que estos rindan cuentas
ante la ciudadanía, en poder ejercer la toma de decisiones de
forma directa a través de referéndums o iniciativas populares, y
también en ampliar y multiplicar los espacios de participación
más allá del Parlamento o los medios.
La deliberación democrática requiere de medios y periodistas
que traten de informar de forma objetiva y plural así como de
espacios en los que distintos grupos puedan expresar sus opinio-
nes subjetivas y enfrentarlas con otras. Requiere democratizar la
propiedad de los medios tradicionales para ampliar la pluralidad
y el acceso a las distintas voces, así como proteger el trabajo y
la profesionalidad del periodismo, y también defender la liber-
tad en el medio digital. Incluso el ámbito geográfico, el espacio
físico más allá de los medios de comunicación, es también un
lugar esencial para favorecer el debate democrático y cultivar
las virtudes ciudadanas, y se ha alertado sobre los peligros y las
oportunidades para la democracia del urbanismo, pues también
el espacio de la ciudad puede dar lugar a guetos que balcanicen
la opinión pública o espacios de encuentro plural en los que en-
frentarse a diversas realidades que favorezcan la autocompren-
sión mutua (Davis, 2001; Harvey, 2001; Jacobs, 2011).
Es por todo ello que internet y las TIC no deberían conce-
birse como el espacio para la democratización o la tiranización
de la sociedad, sino como un espacio más para tratar de ampliar
y radicalizar la democracia. En lugar de la democracia digital,
debemos abogar por una democracia que también sea digital, en
la que el ciberespacio sea un lugar más para complementar la
idea de democracia, y no un sustituto de otras esferas, desde el
Parlamento a los medios convencionales pasando por las calles
y plazas de nuestras ciudades. La demodiversidad en el ámbito
deliberativo también requiere de espacios híbridos (Díaz Parra
y Candón Mena, 2014) de debate y discusión. De no conce-
birlo así caemos en el riesgo de limitar y restringir, en lugar de
ampliar y desbordar la democracia. Una postura que de hecho
tiene paralelismo con las visiones más autoritarias y restringidas

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Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

de la democracia representativa y liberal, en las que el proce-


dimiento o la herramienta —sea el voto a representantes o las
aplicaciones tecnológicas— se sitúan por encima de lo esencial,
sirviendo más de excusa para legitimar el sistema que como he-
rramienta útil para materializar la verdadera idea sustantiva de
la democracia, el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el
pueblo.
En definitiva, democratizar la democracia pasa por repoliti-
zarla, yendo más allá de lo procedimental, y en este ámbito por
ampliar en lugar de restringir los mecanismos para hacer efecti-
va la participación así como multiplicar los espacios híbridos de
debate democrático. Es en esos téminos que deberían abordarse
los riesgos y oportunidades de la democracia digital para que,
en todo caso, la tecnología sirva para profundizar en una demo-
cracia «real» (15M) y «auténtica» (yosoy132) y no convertirse
en una nueva fórmula de democracia «virtual», en el sentido de
aparente, imaginaria, cada vez menos real, más autoritaria, y por
tanto menos democrática.

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2.

Ciudadanía digital e imaginarios urbanos.


Una lectura teórica crítica

Francisco Sierra Caballero

I. Introducción

La era digital ha sido distinguida, en nuestro tiempo, por ser


la era de la economía creativa. La creación está, de hecho, en la
base definitoria de los actuales procesos de ruptura y emergencia
que protagonizan los nuevos movimientos urbanos a través de
Internet en la vindicación de formas autónomas y participativas
de desarrollo local. En el actual ciclo de protestas que iniciara
el año 2011, se observan en este sentido procesos magmáticos
de negatividad, imaginación rebelde y resistencia instituyentes
que exigen un nuevo marco conceptual para comprender la na-
turaleza y sentido de las transformaciones en curso que afectan
a los modos de organizarse y manifestar la acción colectiva de
los nuevos movimientos sociales, para los que la cuestión de la
imagen o figuración constituye un campo estratégico de reflexi-
vidad. Una lectura crítica del ciberactivismo pasa por lo mismo
por situarnos, en este punto, ante la cuestión de los imaginarios
y formas de representación contemporánea del sujeto social, re-
conociendo la radical historicidad y los puntos de fuga posibles
a partir de Marx que ponga en valor el marco general de análisis
de los fenómenos de activismo digital en la era de la cultura
difusa y/o distribuida. Pues, en palabras de Jameson:

Ahora las interrogaciones contemporáneas de la verdad, así


como las que conciernen a la totalidad o a lo Real, deben girar
en torno a la cuestión de la representación. Hoy el problema de
la representación corroe como un virus todas las disciplinas esta-
blecidas, en particular, desestabilizando la dimensión del lengua-
je, la referencia y la expresión (…), así como la del pensamiento

57
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

(que era el dominio de la filosofía). La economía tampoco está


exenta, ya que por un lado postula entidades invisibles, como el
capital financiero, y por el otro señala singularidades imposibles
de teorizar, como los derivados (Jameson, 2013b: 15).

Esto es, precisamos volver a pensar la articulación entre eco-


nomía, política e ideología para entender las prácticas de co-
municación alternativa en las redes sociales y los modelos de
mediación de nuestra contemporaneidad como dimensiones
centrales del proceso de producción de valor ligados al proceso
de reproducción y colonización de los imaginarios. Gran parte
de la vida política de nuestra sociedad sólo puede ser concebi-
da como una contienda por la autoridad simbólica. Cuando
los sistemas de control y la autoridad (el poder coercitivo) no
despliegan suficientemente las formas de dominio, el ejercicio
de la autoridad se despliega en el plano simbólico (medios de
comunicación, lenguaje, consumo). «La contienda simbólica
adquiere su sentido sólo dentro de un equilibrio determinado
de relaciones sociales. La cultura plebeya no puede ser analizada
aisladamente de este equilibrio; sus definiciones son, en algunos
aspectos, las antítesis de las definiciones de la cultura educada»
(Marx, 1978: 102). Y hoy por hoy, siguiendo en ello a Bour-
dieu, comprender las formas vigentes de captura y apropiación
del capital que atraviesan y colonizan los distintos tipos de re-
lación, el lenguaje y los afectos de la cultura-red y el modo de
producción postfordista, exige prestar mayor atención al campo
de la comunicación, asumiendo desde luego, necesariamente,
el rol instituyente que tiene en la configuración de los actuales
sistemas complejos, abiertos y heterotópicos del tardocapita-
lismo, lo que, en lógica congruencia, exige nuevos abordajes
teórico-metodológicos en la materia que nos ocupa. Partimos,
en consecuencia, de la hipótesis de que el ciberactivismo hoy es
una revuelta de la imaginación ante el colapso de las estructuras
de dominio que permite la emergencia e insurgencia de los ac-
tores locales. Las nuevas formas de protesta constatan una crisis
radical de la representación.

Las irrupciones que desobedecen el canon moderno que se atri-


buye a las revueltas, brillantemente enumeradas por Benson,
han venido a desestabilizar el monopolio de la representación

58
F. Sierra Caballero Ciudadanía digital e imaginarios urbanos...

de lo real, disputando, mediante la tecnopolítica, el poder ha-


cer-ver, hacer-creer de las narrativas dominantes que anulan o
dificultan las posibilidades de auto representación para los ciu-
dadanos y, lo que es más importante: a través de este sistema
multipolar, obligan a los medios convencionales a incorporar
temas, asuntos, informaciones que transitan de la red a la calle y
viceversa, un logro no menor (Reguillo, 2017: 123).

Consideramos aquí las representaciones, en línea con Dardot


y Laval, como «mediaciones necesarias, condiciones y factores
del cambio. Simbolizan estados materiales, morfologías, insti-
tuciones. Transformándose, enfrentándose entre ellas, alterán-
dose, estas representaciones permiten a su vez modificar estados
e instituciones» (Laval yDardot, 2015: 465). Lo imaginario,
desde este punto de vista, no es ni racional ni real, sino signifi-
caciones compartidas de las que se apropian los sujetos en los
nuevos movimientos urbanos. En este proceso, la institución
es interpretada como un conjunto de herramientas, lenguajes,
normas y valores que tiende a una praxis liberadora, de acuerdo
con las tesis de Castoriadis.
En las siguientes páginas, vamos a tratar de sentar las bases
teóricas de una crítica materialista del ciberactivismo a partir
de algunos aportes fundamentales para una interpretación so-
ciocrítica de los procesos de movilización y acción colectiva en
la galaxia Internet, repensando la función estructurante de la
mediación social como lugar común con el que comprender
la función instituyente de los imaginarios en las dinámicas de
organización de la protesta y resistencias de los nuevos movi-
mientos sociales.

2.  Una lectura magmática

En la dialéctica Autonomía y heterodeterminación, Castoriadis


afirma la creación como elemento central de constitución del
sujeto frente a la lógica ilustrada del racionalismo cartesiano.
En sus propios términos, «lo histórico-social es creación: crea-
ción de una vez y para siempre (institución y significación son
irreductibles a lo biológico), creación en cada caso de su insti-
tución por parte de cada sociedad. Lo histórico-social es, por

59
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

consiguiente, la creación que pertenece al ser/ente» (Castoria-


dis, 1998: 31). Ello presupone una crítica del determinismo y la
lógica de la reducción positivista de la Economía Política, tanto
como la indeterminación del individualismo metodológico, tan
común en el autonomismo de los colectivos ciberactivistas que
proliferan en la red. Pensar la productividad social y la norma-
tiva del uso de las nuevas tecnologías en procesos de interven-
ción y acción colectiva presupone, desde este punto de vista, un
abordaje sociopráxico de la mediación social, considerando la
dimensión normativa como un proceso de construcción. «Todo
derecho es una creación imaginaria; una entidad ficticia, entera-
mente modelada por la autoridad política y establecida en vista
de los efectos que es capaz de producir sobre la motivación y
acción humana» (Laval y Dardot, 2015: 288). Esta capacidad
transformadora del sujeto tiene lugar en relación con otros en
tres planos que Castoriadis distingue como esferas diferenciadas
de mediación entre sujeto y sociedad:
—Esfera Privada (Oikos).
—Esfera Público/Privada (Ágora)
—Esfera Público/Pública (Ecclesia).

En el capitalismo, Castoriadis advierte, al igual que Haber-


mas, que las oligarquías liberales comparten con los regímenes
totalitarios, el despotismo asiático y las monarquías absolutas el
rasgo distintivo de que la esfera público/pública (la ecclesia) es
de hecho en gran medida privada (Castoriadis, 1998: 84). «Es
la retirada de los pueblos de la esfera política, la desaparición
del conflicto político y social lo que permite que la oligarquía
económica, política y mediática escapen de cualquier control.
Y esto, de aquí en más, produce regímenes de irracionalidad
llevada al extremo y de corrupción estructural» (Castoriadis,
2006: 23). La emergencia de los nuevos movimientos sociales
en red obedece fundamentalmente a la voluntad de recuperar,
ocupando la plaza y la esfera pública, la autonomía de la polí-
tica en procesos instituyentes de proyección, aun en el plano
simbólico, de la voz y la potencia creativa de las multitudes co-
nectadas. Una interpretación emancipadora y materialista del
activismo digital pasa por reconocer este hecho incontestable,
considerando en su radicalidad histórica la singularidad y com-
pleja forma de articulación social de la experiencia concreta del

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F. Sierra Caballero Ciudadanía digital e imaginarios urbanos...

ciberactivismo como praxis transformadora de las redes sociales.


Cinco tesis sostienen, a nuestro juicio, siguiendo a Castoriadis,
la pertinencia de esta lectura en la comprensión de la tecnopo-
lítica contemporánea y las formas de conjunción, identificación
y proyección social del activismo digital. A saber:
—La historia es una creación humana y nuestro tiempo es el
tiempo de la apertura de formas creativas de producción de
lo común. La historia es el campo en y por el cual el sentido
emerge como creación humana. Y la libertad es el acto en
la que el sentido se manifiesta a partir de la intermediación
psíquica.
—La creación no es predecible ni producible mecánicamente,
como los nuevos movimientos urbanos y el ciberactivismo
no son determinados a priori, pese a la potencia del cálculo
implícito en la lógica del algoritmo que gobierna las redes
sociales. En otras palabras, no hay autonomía sin vida, ni
vida sin autotransformación.
—La revolución y emergencia de los movimientos de protesta
globales que tienen lugar con el ciberactivismo son formas
de extensión de la autonomía. Esta, como observamos en la
tecnopolítica contemporánea, es, fundamentalmente, ges-
tión colectiva como institucionalidad permanente y crea-
tiva de la colectividad, como un acto creativo, como una
praxis de dominio del proceso histórico-social.
—La realización del ser como creación es la salvaguardia on-
tológica de esta idea implícita en toda revolución o movi-
miento de protesta.
—El movimiento por la autonomía de los actuales movi-
mientos sociales ha de afrontar la heteronomía de las crea-
ciones humanas y la determinación de la economía política
capitalista. La autonomía, en fin, presupone la oposición al
imaginario instituido y autonomizado.

En otras palabras, en toda forma de activismo y lógica institu-


yente de los imaginarios radicales que recorren, transversalmen-
te, las experiencias de las protestas a lo largo y ancho del planeta,
siempre operan cuatro principios consustanciales a estas formas
magmáticas de la vida en común:
a)  Principio de remisión. Toda institución social presupone
una red simbólica que tiene un componente real y otro

61
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

imaginario. La enajenación remite a la autonomización del


momento imaginario de la institución.
b)  Principio de selectividad. Toda intervención social es con-
tingente y presupone una toma de partido. La dimensión
magmática que explora Castoriadis da cuenta, en este senti-
do, de la plasticidad y dinamismo latente en la imaginación
humana en su flujo proyectivo y autónomo.
c)  Principio de incompletitud. Todo imaginario y el actuar del
ciberactivismo opera por selección y por actualidad. Todo
imaginario urbano y de los conjuntos de acción se produ-
cen en movimiento. Como diría E.P. Thompson, no son
clases subalternas ya definidas y clausuradas a priori, la eco-
nomía moral de la multitud siempre está siendo.
d)  Principio de clausura. Es por ello preciso estudiar en los
nuevos movimientos sociales los procesos de ensamblaje y
articulación y la función vicaria de las tecnologías digitales
en tales procesos de auto organización.

3.  Elementos para una crítica materialista del ciberactivismo

Considerando los aportes de Castoriadis antes expuestos, a


modo de síntesis, a fuerza de forma sucinta, hay cuando menos
que tomar en cuenta en la perspectiva crítica materialista los
siguientes elementos de análisis para una crítica praxeológica
del ciberactivismo, que pasamos a desglosar.
1. La centralidad de la dimensión subjetiva. En su Crítica de la
Economía Política (1859), Marx concluye que la producción ca-
pitalista produce no solo un objeto para el sujeto, sino también
un sujeto para el objeto. La cuestión es comprender, desde esta
perspectiva genérica, la naturaleza del sujeto de transformación
de movimientos como el 15M. Una lectura materialista del ci-
beractivismo implica en consecuencia pensar las formas ampli-
ficadas de valorización, las formas desterritorializadas del capital
y la colonización intensiva de la propia vida y la subjetividad.
La hegemonía del trabajo inmaterial, de la producción centrada
en la gestión de la información y el conocimiento, transforma,
en primer lugar, al sujeto a través del código, convirtiendo la
creatividad humana en principal fuerza de producción y fuen-
te de riqueza. Remezclar, producir, crear, imaginar otros mun-

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F. Sierra Caballero Ciudadanía digital e imaginarios urbanos...

dos posibles son formas constitutivas de nuevas prácticas en


la galaxia Internet que apuntan la existencia de un sujeto que
comparte y vive en común en las redes. No vamos a introducir
aquí un debate conceptual sobre millenials, actor-red o sujeto
ciborg. Lo importante aquí, siguiendo a Castoriadis, es que la
actividad autónoma del llamado cognitariado, la tercerización,
el cooperativismo, la intelectualización de la fuerza de trabajo,
la robotización e informatización de las tareas productivas, dan
cuenta de una transformación de largo alcance que se inicia en
los años setenta y se manifiesta de forma evidente en la glorio-
sa década neoliberal, dando lugar a un nuevo sujeto que debe
estar en la base de comprensión del ciberactivismo y los nue-
vos movimientos sociales. De acuerdo con Rossana Reguillo, es
preciso repensar las nuevas mediaciones a partir de preguntas
fundamentales sobre la nueva cultura política. Comprender los
procesos de las nuevas generaciones, más allá de lecturas reduc-
cionistas a partir de los paisajes insurrectos, «el espacio tiempo
del llamamiento a una revuelta de la imaginación en el que es
posible pensar y sentir de otro modo, con otros y otras, a través
de la acción colectiva y conectiva» (Reguillo, 2017: 11). La psi-
que, como espacio insondable y asocial, debe ser fuente de aná-
lisis para escrutar las representaciones que fungen en la vida de
los individuos. En este proceso, la crítica de la mediación, desde
una lectura praxiológica, se torna más que pertinente. Pues de
acuerdo con Negri, desde el punto de vista de los procesos de
subjetivación, para vivir debemos comunicar y para comunicar
debemos liberarnos del control de la comunicación. El tema
revolucionario —que es el mismo que el de los procesos de sub-
jetivación— es la toma de posesión de la comunicación como
ámbito creativo de la multitud de las singularidades; es, por
consiguiente, la afirmación ontológica de la comunicación libe-
rada. En otras palabras, parafraseando a Negri, la comunicación
se convierte en horizonte humano en la que es el contexto de un
proceso de liberación. Un ejemplo ilustrativo de esta lógica son
las formas de consumo y coproducción transmedia.

Las actuales prácticas de lectura-escritura tienden a convertirse


en un proceso que, en la inmediatez, a diferencia de los pro-
cesos anteriores en las que el compartir implicaba siempre un
diferimiento, son estructurantes para el ecosistema construido

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Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

todavía alrededor y a partir del contenido troncal. Un ecosiste-


ma cada vez más determinado por el espacio de conversación,
por el tiempo de colaboración y la alternancia de roles entre
emisores y receptores. Un ecosistema que mejor opera cuanto
más logra insertar el texto en un universo simbólico permeable
donde reina un cierto espíritu de colaboración para la interpre-
tación de los hechos y la creación de nuevas historias (Irigaray
y Reno, 2016: 22).

En esta dinámica, la transmedialidad transforma performati-


vamente al sujeto (lógica fandom), expande y profundiza narra-
tivas diversas desde la construcción transformadora de mundos
posibles, facilita la inmersión y extracción de contenidos geo-
rreferenciales, así como procesos y mapas tridimensionales con
tiempos, espacios, relaciones y procesos de transformación situa-
dos y abiertos al trabajo de la imaginación de los actores sociales.
El dominio de las tramas múltiples, la virtuosidad de los poten-
ciales usos creativos de los contenidos multipantallas da cuenta,
en definitiva, de una nueva antropología de la modernidad líqui-
da que es necesario problematizar desde la Teoría Crítica.
Así, por ejemplo, si aceptamos la idea de Gabriel Tarde de que
la economía imita en nuestro tiempo el modo de producción
del arte, un rasgo distintivo del llamado cognitariado es el de
fungir, de facto, como artesanos en la medida en que, siguiendo
a Sennett, el trabajo va más allá de la lógica de producto y la
mera supervivencia, acorde a la tradicional relación salarial, para
propiciar procesos de valor singulares que trascienden la lógica
de mercado. Por otra parte, las mediaciones entre bios virtual y
cotidiano que definen las actuales condiciones existenciales, y
desde luego las formas desbordadas de producción, dan cuenta
de una nueva composición y sensibilidad de la fuerza de trabajo
que no puede ser ignorada, considerando las transformaciones
estructurales que pueden documentarse en el sistema de pro-
ducción social. En otras palabras:

instalada como um mundo de sistemas interligados de pro-


dução, circulação e consumo, a nova orden sociotécnica fixa-se
no ponto histórico do aquí e agora, não como índice de um
novo modo de produção económico, mas como a continuidade,
como dominancia financiera e tecnológica, da mercantilização

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F. Sierra Caballero Ciudadanía digital e imaginarios urbanos...

iniciada pelo capitalismo no início da Modernidade occidental.


No necesario reaarrjando de pessoas e coisas, a comunicação
revela-se como principal forma organizativa (Sodré, 2014: 14).

Pues, como apunta Postone, hoy la actividad productiva ha


sido radicalmente transformada movilizando nuevas capacidades
cognitivas, afectos e información, lógicas de cooperación social
y socialización del saber-hacer productivo. Ello no significa re-
editar una suerte de determinismo tecnológico, sino más bien
reconocer la existencia de nuevas relaciones de producción y for-
mas de trabajo cooperativo inéditos que sitúan en el centro de
análisis un nuevo sujeto histórico de transformación que opera
en red proyectando todas las potencialidades del mundo virtual.

2. Práctica teórica, conocimiento y creatividad. El problema de


la innovación. Un elemento tensional definitorio del trabajo de
Castoriadis para repensar el imaginario radical de la cibercul-
tura es la dialéctica de la determinación y la creación. Sabemos
que hoy la intelectualidad difusa expande las formas de trabajo
creativo y las fuentes de riqueza social general.

Las formas de sumisión cada vez más sofisticadas, que afectan


más al desarrollo de la productividad que a la extensión del tiem-
po de trabajo, están ligadas también a formas nuevas de coope-
ración que engendran un trabajador colectivo, de tal manera que
éste, organizándose sobre sus propias bases, desarrollando su in-
dependencia organizacional y comprometiéndose cada vez más
resueltamente en la lucha contra el capital, tiende a constituirse
en un nuevo sujeto histórico (Laval y Dardot, 2015: 255).

Ahora, lo nuevo:
no es cualquier cosa, es nuevo en y por esa historia. No todo es
posible, sin duda: en la medida en que la realidad está definida,
también a su vez define, lo cual quiere decir que está determina-
da y es determinante; lo nuevo jamás puede ser verdaderamente
nuevo a menos que posea un sentido respecto de lo que existe
ya, pues de no ser así no sería nuevo, sería inaprensible, innomi-
nable, irreal. Pero lo nuevo es nuevo solamente porque hace que
aparezca un nuevo sentido, sino que da otro sentido a lo que ya
estaba allí cuyo sentido se podría pensar hasta entonces como
determinado, definido, cerrado (Castoriadis, 2011: 138).

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Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

Sin incurrir en la mixtificación del paradigma reticular o las


tesis de Castells sobre la sociedad-red, ciertamente no es posible
negar la lógica descentralizada de la organización del trabajo y,
en general, de la producción social y económica del tardocapi-
talismo. La lógica del llamado new management ha desplegado,
como es comprobable empíricamente, formas autónomas de
comando cuya máxima expresión es la figura del prosumidor y
el consumo colaborativo, en tanto que modelos de sostenibili-
dad de la reproducción ampliada del capitalismo, lo que plantea
nuevas cuestiones a la hora de distinguir trabajo, profesionali-
dad o procesos de valorización en la era de la cocreación y del
amateurismo. En su ensayo sobre Paisajes insurrectos, Rossana
Reguillo habla de acción conectiva y espacio público expandido
que dan cuenta de una nueva gramática de la vida cotidiana. La
denominada sharing economy no debe ocultarnos, no obstan-
te, que en los discursos del emprendedorismo y la innovación,
como base de desarrollo del capitalismo, preexiste una lógica
de ingeniería social de explotación y la ley de hierro del capi-
tal del nuevo gerenciamiento postfordista. Ahora, si de acuerdo
con Castoriadis, la mirada materialista es la construcción de co-
nocimiento sobre lo nuevo, la teoría crítica debe afrontar estas
nuevas realidades de las formas mancomunadas de producción,
distribución y consumo, más aún cuando sabemos que esta di-
mensión —la comunicacional— constituye un agujero negro
del marxismo, a partir de nuevas matrices de análisis. Partimos
para ello de un cambio producto de la crisis de representación y
de la progresiva grupalización, del regreso a la tribu, del mundo
de la economía postfordista, tal y como teorizaron los intelec-
tuales de Socialismo o Barbarie.
A partir de una crítica de la visión determinista y positiva
de la dialéctica del capitalismo, que ideó este colectivo en el
marco del marxismo, hoy es posible colegir que, en el actual
régimen de acumulación, el trabajo se torna relacional, polini-
zador, inmerso en redes de autovalorización. La acumulación
ocurre, a posteriori, como captura financiera de los flujos, por
la financiarización de la cultura toda, de acuerdo a la tesis de la
fábrica social. Un ejemplo ilustrativo de esta hipótesis la ejem-
plifica el propio David Harvey o los ensayos de Jameson sobre
las lógicas culturales del capitalismo tardío. Ambos demuestran,
por ejemplo, que la ciudad como espacio discursivo constituye

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F. Sierra Caballero Ciudadanía digital e imaginarios urbanos...

un territorio y ámbito privilegiado de acumulación por despo-


sesión, concebido el patrimonio común según la lógica del va-
lor. El tráfico de signos y reclamos audiovisuales nos obliga a
pensar la ciudad y la comunicación como un campo complejo
y expandido de la cultura moderna, de la conectividad y la li-
quidez de la sociedad de control informacional, determinante
con la financiarización de la economía desde los años ochenta.
En esta línea, la discusión de la subsunción de toda la sociedad
por el capital apunta a nuevos problemas: el papel de institu-
ciones reproductoras como la educación, la centralidad de las
industrias culturales, el papel del arte en el proceso de valoriza-
ción y acumulación, los semilleros y cuencas de cooperación y
los estilos de vida como fuente de valor, etc. La centralidad del
trabajo creativo, innovador, polivalente, frente al capital fijo,
da cuenta de una nueva forma de acumulación que es preciso
observar desde las matrices culturales constitutivas del modo
de producción informada. Este fue por ejemplo el empeño de
Guy Debord al cuestionar el estatuto ontológico de la razón y
el paradigma cartesiano o representacional. En su análisis de la
sociedad del espectáculo, constatamos que no hay subsunción
sin captura de la vida toda. La potencia del trabajo creativo exi-
ge una reformulación de las articulaciones entre subalternidad,
antagonismo y autonomía, tal y como propone el neomarxismo
italiano desde hace décadas o los estudios poscoloniales que en
regiones como Latinoamérica impugnan ciertas visiones euro-
céntricas al uso sobre el sujeto de transformación. En otras pala-
bras, convendría releer los signos del cambio de nuestro tiempo
desde la ambivalencia y contradicciones que permean la expe-
riencia productiva y política de los actores sociales, analizando
las huellas de lo productivo en la relación entre el ser social y la
conciencia posible. Esta idea o noción de experiencia, presen-
te en Thompson, remite al concepto de mediación y al proce-
so de determinación que hace posible la reproducción social.
No hay proceso productivo sin mediación social y cognitiva, la
experiencia transforma la metamorfosis del trabajo en capital
como experiencia concreta directa sobre la formación social y el
modo de producción y explotación capitalista. El estudio de los
problemas convencionales de la mediación social no puede cir-
cunscribirse a la dimensión social de la comunicación, sino que
han de tratar de concebir y religar tales procesos socioculturales

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Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

con la producción industrial de las mentes y los cuerpos en el


trabajo (en un sentido antropológico), tanto como el problema
estratégico del conocimiento ya no puede permanecer ajeno al
proceso de valorización y reproducción de la vida social y hu-
mana. Un análisis consistente de la mediación pasa por asumir
la dimensión cultural, construida, de todo medio e innovación.
La crítica del evolucionismo tecnológico significa cuestionar en
este sentido la idea marxiana de progreso como un proceso cua-
si natural de la sociedad capitalista al comunismo tecnológico,
donde se confunde, de Marx a Negri, la socialización de com-
petencias y la asociación consciente como característica coope-
rativa inalienable de toda forma de trabajo en la modernidad
capitalista. Sabemos que la reciprocidad y obligación no son
procesos naturales, sino lógicas contradictorias de construcción
social. En este sentido, cabe reconocer, que «el socialismo se
plantea como problema la institución de la cooperación eco-
nómica y social, (y es resultado) de la fórmula de la asociación
libremente consentida y colectivamente gestionada por los pro-
ductores» (Laval y Dardot, 2015: 105). Si, como advierte Marx,
la tecnología desvela el comportamiento activo del hombre para
con la naturaleza, el proceso directo de producción de su vida
y, por tanto, también de sus relaciones sociales y de las con-
cepciones mentales que emergen con tales relaciones, es preciso
repensar el capitalismo con las transformaciones sistémicas que
acompañan a la revolución científico-técnica como un proble-
ma de organización social del trabajo y la reproducción social, y
no de forma mecanicista o unidimensional.
De Bajtín a Moles, la innovación sabemos que es un proceso
de mediación en el que la idea se materializa en una diferencia
como ruptura de la repetición, siendo la capitalización una ex-
propiación de la comunicación dada por la privatización de los
bienes públicos, característica de las formas parasitarias de acu-
mulación. En este marco, cabe recordar que la lectura de Marx
en los Grundrisse no es determinista tecnológicamente. Castoria-
dis resalta la ambivalencia y opacidad de la lectura de Marx. Por
ello aconseja una recepción desde nuestro tiempo y situación,
como Marx mismo hubiera hecho con relación a los cambios
tecnológicos en curso. Esto es, la producción y la tecnología son
formas socialmente constituidas. Por lo tanto, no se deberían
identificar las tecnologías simplemente como parte de las fuerzas

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F. Sierra Caballero Ciudadanía digital e imaginarios urbanos...

productivas que entran en contradicción con las relaciones socia-


les capitalistas de forma unívoca. Procesos como la telemorfosis y
la lógica Lean Production así lo evidencian. Pero una de las carac-
terísticas del postfordismo en la posmodernidad contemporánea
ha sido la asunción de la lógica del fetichismo de la mercancía,
y como consecuencia cierta suerte de idealismo tecnocomunica-
cional. Así podríamos definir nuestro tiempo por:
a)  El ilusionismo de la abstracción del capital financiero.
b)  El fetichismo tecnológico.
c)  El mito del empoderamiento ciudadano.
d)  La ilusión de la descentralización en la llamada por Cas-
tells Sociedad-Red.
e)  La apología del cambio social confundido con la acelera-
ción del proceso de circulación del capital por acción de
los flujos de información.
f )  La ilusión de la falsa transparencia negada por la opacidad
de los dispositivos de control de la fuerza de trabajo y de la
ciudadanía en la era Echelon.
g)  La psicopolítica de las relaciones personales colonizadas
por la forma mercancía.

Muchos de los debates sostenidos a lo largo de las últimas


décadas en la literatura especializada sobre cibercultura tienden
a olvidar la importancia de la lógica social que gobierna esta cul-
tura o era del acceso. Sin negar que el papel de la técnica es cen-
tral y que, como advirtiera Marx, fue la producción de objetos
físicos lo que permitió que se desarrollara el yo y las relaciones
sociales de la modernidad, lo cual favoreció a su vez el desarrollo
global del individuo. La nueva economía de los bienes comunes
es incomprensible sin la lógica transversal del valor, lo que nos
obliga a teorizar críticamente el papel de la tecnología y de la
ciencia en esta nueva forma de acumulación, tal y como sugiere
François Houtart (2013). Cuando menos, la consideración de
la dimensión comunal de la cultura libre de intercambio que
facilitan las tecnologías digitales presupone exponer la teoría del
valor a la luz de la dimensión productiva y mercantil y el papel
central de las ecologías de vida, repensando las externalidades,
positivas y negativas, el valor de uso perdido, la lectura, central
para nuestro interés, de lo real y lo simbólico, y la organización
social de la vida inmediata (oikos). Esta es la hipótesis del clina-

69
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

men, de la forma comunidad que algunos antropólogos reivin-


dican y que se antoja más que nunca pertinente para entender
las formas de trabajo y producción de riqueza en la era del capi-
talismo cultural y su dialéctica de acumulación por desposesión
en el origen de los nuevos movimientos de protesta globales.
La utopía de la creación como un producto compartido
pasa, de acuerdo con Laval y Dardot, por concebir lo común
no como un proceso natural, sino como el producto del capi-
tal «y más exactamente de su poder sobre el trabajo mediante
la organización de la cooperación productiva. En suma, según
Marx, es el capital, en su frenesí de enriquecimiento, el que
produce lo común por su propio interés, al hacer de la fuerza
colectiva de los trabajadores por él organizada la fuerza colectiva
del capital» (Laval y Dardot, 2015: 217). La cuestión aquí es el
problema de la institucionalidad, de la organización. El pro-
blema de la dialéctica entre lo instituido y lo instituyente es la
organización de la comunicación (el nosotros del homo faber).
En otras palabras, cómo estructuramos el oikos. Qué tipo de
regulación autónoma de las prácticas es posible, porque entre el
ethos romántico precapitalista y la imagen idealizada de la auto-
nomía y autorregulación de los actores locales podemos incurrir
en lecturas, diríamos, poco productivas. Por lo mismo, se torna
pertinente analizar las contradicciones entre la abstracción y ló-
gicas expropiadoras del capital financiero y las ecologías de vida
con sus formas particulares de comunidad y religancia que hoy
amplía el recurso a la renta tecnológica como base del proceso
de acumulación.
Sabemos que la imagen —la representación abstracta de la
riqueza— en una sociedad monetarizada, captura hoy práctica-
mente toda la potencia de la vida en formas de ajenidad ame-
nazadoras. El incesante movimiento de capitales y mercancías,
el flujo y reflujo de signos y código en el proceso creativo de
transformación de la vida y la riqueza, coagula la savia viva de
las formas mancomunadas de cooperación y socialización de la
información y el conocimiento en forma de sutura de las tec-
nicidades disruptivas y dislocadas que experimentan los suje-
tos en lo local, a nivel de las formas inmediatas y concretas de
reproducción social. Esta inercia se visibiliza especialmente a
partir de la crisis de acumulación de la industria fordista-taylo-
rista en los años setenta. Desde entonces, especialmente a partir

70
F. Sierra Caballero Ciudadanía digital e imaginarios urbanos...

de la década gloriosa del neoliberalismo, la conformación del


proceso de acumulación y desarrollo fue notoriamente alterado
con el pogromo de la restauración neoliberal. Así por ejemplo
el Capitalismo Selfie, al alterar las relaciones Capital-Trabajo,
mutando el estado y los espacios de acumulación y circulación
de la riqueza social, nos sitúa ante el reto de problematizar las
formas de subsunción del capital a partir de nuevos parámetros.
De acuerdo con Granel (2014), no es posible una teoría mate-
rialista, un pensamiento crítico, sin un trabajo de análisis sobre
las formas, en este caso de la tecnología.
En palabras de Marx, el intercambio de mercancías comienza
donde terminan las entidades comunitarias, la hybris y relacio-
nes de contacto, contagio, imitación y reproducción social. Es
en lo concreto, donde se da la densidad social y el espesor de la
formación capitalista reveladora de las formas contradictorias
de la formación social, de sus lógicas de ensamblaje del con-
junto social y de su institucionalidad. Este básicamente es un
proceso de mediación a partir de la forma. Ello remite a una
conceptualización, de acuerdo con Postone (2006), del trabajo
como objeto de conocimiento de la teoría social crítica.
Ahora, conforme a este razonamiento que venimos explici-
tando a propósito del papel de la tecnología, la cuestión que se
plantea es

saber si el concepto mismo de forma sirve para captar el ca-


pital: ¿qué es la forma de lo in-definido y de lo ilimitado sino
una forma de lo in-forme? ¿No sería más bien al trabajo que
puede convenir el concepto de forma? Pero decir que el trabajo
es puesta en forma, imposición de la forma, in-formación, eso
sería como decir que el trabajo es experiencia de la inscripción
en el mundo, y por ello, y al mismo tiempo, experiencia de la
finitud esencial, ahí donde, por el contrario, evidentemente el
capital realiza, y no cesa de hacerlo, una negación de la finitud
(Fischbach, 2015: 55).

Veamos a continuación algunos elementos a tomar en cnside-


ración a este respecto.

71
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

4. Tiempo, acontecimiento y mundo de vida.


En términos de Negri,

el tiempo de la cooperación se constituye como sujeto contra el


capital. Es valor de uso. Es principio de crisis, latente o efectivo,
pero siempre principio de crisis. En la literatura marxiana el
valor de uso se interpreta con frecuencia como fundamento na-
turalista o como mera función del valor de cambio. Estas con-
cepciones eran todavía posibles, alternativa o ambiguamente,
antes del paso a la subsunción real. En la fase de la subsunción el
tiempo se presenta como substancia colectiva del valor y como
sujeto antagonista (Negri, 2006: 122).

De acuerdo con las tesis de Dallas Smythe, el tiempo coloni-


zado por la industria del espectáculo

es un tiempo libre en el que trabajamos para la preservación del


sistema, es el tiempo de producción de la plusvalía ideológica.
La energía psíquica permanece como atención concentrada en
los múltiples mensajes que el sistema distribuye (…) se trata de
un tiempo de nuestra jornada que no es indiferente a la produc-
ción capitalista, sino al contrario: es utilizado como el tiempo
óptimo para el condicionamiento ideológico (Silva, 1979: 205).

Y es por ello que un tiempo libre es contrario a un tiempo en


el que «los hombres pasan su tiempo sin sentido y permanecen
en realidad sujetos a los ritmos del trabajo y a su ideología» (Sil-
va, 1979: 205). En otras palabras,

el tiempo es la naturaleza en la cual la vicisitud de la subsunción


se realiza. El tiempo medida es la ontología negativa del poder
de mando y el tiempo de la vida es la ontología constitutiva del
rechazo, de la alternativa, de la liberación. A la negación de to-
das las posibilidades de que se compone la tautología sistémica
del poder de mando se opone el conjunto de todas las posibi-
lidades que constituyen la contradicción existencial del sujeto
colectivo (Negri, 2006: 75).

Por lo mismo, cuando problematizamos la centralidad tecno-


lógica, la colonización de los mundos de vida, precisamos re-

72
F. Sierra Caballero Ciudadanía digital e imaginarios urbanos...

pensar la dominación como un problema de economía política


del tiempo de vida, del valor de uso. Dicho de otro modo, una
relectura contemporánea de un tiempo postfordista como este
implica pensar el trabajo como un proceso de transformación
anclado en relaciones sociales, no necesariamente salariales.
Como apunta Postone, la relectura categorial de Marx y de la
teoría del valor implica, en este sentido, problematizar el tiem-
po como ámbito de dominio básico de la explotación, como un
proceso general de mediación social.
Todo modo de producción genera una experiencia espacio-
temporal determinada. La regulación y control social tiene lugar
mediante la segregación de una temporalidad y organización de
la experiencia en el espacio por lo general codificada. Cabe en
este sentido preguntarse, como apunta Jameson, si un análisis
de la temporalidad a partir de Marx nos permitiría actualizar
nuestra comprensión de la cultura contemporánea, conside-
rando más integralmente la compleja relación entre la tempo-
ralidad existencial y el sistema de producción, de forma más
concluyente y exhaustiva. Sabemos que el capitalismo, como
anteriores modos de producción, hace convivir distintas lógicas
temporales. Así, por ejemplo, la ordenación y compresión del
espacio y el tiempo tiene lugar con procesos como la transfor-
mación postfordista de Toyota y el cambio de modelo de justo
a tiempo que obliga a pensar al revés el proceso de dominio
del capital sobre el trabajo. Es lo que Ludovico Silva denomina
«cultura de Alicia en el país de las mercancías», basado en el per-
fetichismo del capital cultural. La llamada Economía de la Aten-
ción, propia de la ficcionalización del Capitalismo Financiero,
plantea en esta dirección un reto para una crítica desde el mate-
rialismo cultural si, como creemos, hemos de repensar mejor los
tiempos de trabajo y de intercambio en un sentido productivo.
Las redes, flujos, vínculos y valores creativos tienen siempre una
dimensión simbólica y material pero, pese a la lógica del don,
prima siempre una estricta y determinada economía política del
tiempo que cabe observar a partir de la ley de hierro del Capital.
La reconfiguración del tiempo abstracto y del tiempo de vida
concreto de la fuerza de trabajo se traduce así en un continuo
presentismo, con la alienación de las capacidades y potencia so-
cial acumulada.

73
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

Esta sociedad de la renovación fugaz y constante, en donde las


novedades determinan el mercado, hace que los seres humanos
experimenten cada vez menos los límites de las cosas y corran
cada vez más tras ellos. La experiencia del propio yo, para la
constitución de la identidad y de la conciencia de sí mismo,
sirve para diferenciar y dominar los acontecimientos de la vida
(Romano, 1998: 75).

Esto es, la dominación social se produce por medio de la re-


gulación del tiempo.

El tiempo es el espacio del desarrollo del hombre, y, en defini-


tiva, El Capital, donde, además de ser el tiempo de trabajo un
concepto clave para fundamentar el concepto central de valor,
existe también una concreta teoría del tiempo histórico (desa-
rrollada ampliamente en los Grundrisse) para explicar las forma-
ciones económico-sociales, en particular la correspondiente al
capitalismo (Silva, 1979: 97).

Reconociendo que el modo capitalista de explotación hoy


está estructurado en torno a los dispositivos electrónicos, tal y
como apuntara Poster, una teoría crítica debe, en consecuen-
cia, articular su análisis a partir de estas estructuras comunica-
cionales de colonización de los mundos de vida y sus formas
de organización de la experiencia, máxime cuando, de acuerdo
con Marx, la teoría del valor pasa por una problematización
del tiempo de vida que varían en la historia. Así por ejemplo el
tiempo de consumo hoy es más determinante para la identidad
y la reproducción que el tiempo de trabajo, cuantitativa y cua-
litativamente. Luego la tradición crítica, si asume radicalmente
la lógica del pensamiento relacional que distingue como visión
holística la lectura de Marx, ha de problematizar esta dimensión
central en la era de la biopolítica.

5. La política del deseo.


De acuerdo con Ludovico Silva, si Marx hoy abordara la ac-
tualización de la Teoría del Valor y su desarrollo tendría que asig-
nar una mayor importancia a la ideología, asumiendo aportes del
psicoanálisis como «el crecimiento prodigioso de los medios de
comunicación social, medios que son hoy la función ideológi-

74
F. Sierra Caballero Ciudadanía digital e imaginarios urbanos...

ca más abundante» (Silva, 1979: 15). Marx excluye deliberada-


mente el plano del deseo, la movilización y mediación cognitiva
de la economía política, pero hoy no es posible comprender la
demanda efectiva, en la era del marketing viral, sin analizar psi-
coanalíticamente la economía libidinal como un aspecto consti-
tutivo, aun imaginario, de la fantasmática lógica de articulación
del capital. Pues, de acuerdo con Blanchard, «la esfera renovada
de la actividad creativa libre es la única donde se plantean en la
práctica y en toda su amplitud las cuestiones del empleo profun-
do de la vida y de la comunicación» (Blanchard, 2007: 109). El
imaginario radical que hoy gobierna el capitalismo corresponde
—siguiendo a Castoriadis, al nivel histórico-social como crea-
ción del colectivo anónimo— no está formalizado, ni es forma-
lizable, pues se alimenta de representaciones, afectos y deseos
siempre fluctuantes por el principio de autonomía consustancial
al ser social. La metamorfosis del capitalismo nos obliga, por
otra parte, a una mayor reflexividad sobre procesos singulares
relativos a la experiencia del sujeto y a la generación del valor en
el plano psicopolítico, al ser un problema central de la apariencia
y el fetichismo de la mercancía en la era del capitalismo ficción.
Entre otras razones porque, como señalara Maurice Dobb, el ca-
pitalismo es un sistema de regulación social no consciente. Del
mismo modo que es inseparable lo material en todo registro cul-
tural o simbólico, el trabajo, como actividad productiva, es una
operación semiótica con una dimensión proyectiva insoslayable.
No hay producción sin dirección, sin deseo de transformación,
sin dimensión pro/yectiva. Luego, la corporalidad del lenguaje y
el trabajo, la dimensión discursiva del proceso de producción de
los cuerpos, el adentro del cerebro con el afuera del mundo y la
superficie del inconsciente con la del cuerpo sin órganos, remi-
ten a una problematización del deseo.
Las referencias de Marx a la idea de apariencia, de mostrarse,
frente a la esencia de la naturaleza del trabajo como explotación
da cuenta de la importancia asignada al fetichismo de la mercan-
cía como representación, a la lógica espectral, que diría Derrida.
Esta dimensión imaginaria es la base necesaria de la creatividad
en las formas de producción contemporánea y es propia de la
facultad de formar, transformar e imaginar, «facultad de produc-
ción de fantasmas —o fantasmatización— que precede a toda
organización aunque sea primitiva de la pulsión, (y que) Casto-

75
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

riadis la llama imaginación radical o bien inconsciente» (Laval y


Dardot, 2015: 484). Ello nos lleva a una lectura más praxeoló-
gica, instituyente y autónoma de la actividad productiva en las
nuevas lógicas de acción colectiva. Poiesis de la virtud como hexis
proairética, como habitus dependiente de la actividad creadora
de todo sujeto, un problema transversal que conecta con la di-
mensión menos explorada al pensar los modos de expropiación
del capital ficticio pese a su decisiva determinación.
El tema del deseo, de la mediación cognitiva y afectiva del in-
consciente y la producción del imaginario, constituye un punto
de partida inexcusable para la consideración de la tecnopolíti-
ca contemporánea, tal y como ya hiciera en parte Castoriadis
al pensar la institucionalidad —las dinámicas instituyentes del
ser social. En definitiva, la Economía Moral de la Multitud o la
llamada economía creativa no es pensable sin explorar la dimen-
sión simbólica y psíquica del lenguaje que media en la produc-
ción contemporánea. El campo de lo social está atravesado, a
diferentes niveles y en prácticamente todas sus extensiones, por
las lógicas enunciativas del deseo. Las fuerzas productivas y las
relaciones de producción se reproducen, ineludiblemente, por
la potencia transformadora de la energía libidinal que une, co-
necta, al tiempo que divide a actores, instituciones y conjuntos
sociales. Como bien apunta Muniz Sodré (2014), el trabajo de
relacionar, poner en común, (syn-ballein) formas separadas, a
modo de un equivalente general, circulante como moneda, falo,
padre, monarca o signo, la mediación simbólica, en fin, con la
que se produce la economía, la psique individual, la política o los
intercambios, son centrales en los modos de producción social
del capitalismo y forma parte de estrategias, ya destacadas por
Baran y Sweezy (2006) en su crítica al capitalismo monopolista,
de inducción subliminal. En la misma línea, pensar la mediación
social del capitalismo exige poner de relieve «la relación entre la
representación y la representabilidad tal como la encontramos en
Freud, donde la construcción inconsciente del sueño explora el
significante en busca de elementos utilizables y bloques de cons-
trucción, en busca de la presentación/representación del deseo y
la pulsión» (Jameson, 2013a: 16). La mediación es una compleja
operación semiótica que articula relaciones de determinación y
de representación (de objeto, signo e interpretante) en el inte-
rior del proceso lingüístico. Por ello, de Althusser a Žižek, de

76
F. Sierra Caballero Ciudadanía digital e imaginarios urbanos...

Eisenstein a Barthes, pensar los mitos, las líneas de fracturas y


representación del montaje cultural, exige que repensemos un
pensamiento otro, un modo distinto de pensar al sujeto y la su-
jeción, más allá de la hipostización de las tecnologías del yo.
El retorno a la materialidad de la imagen fantasmagórica de
lo real se antoja por ello, a este respecto, crucial si tomamos en
serio la prevalencia en nuestro tiempo de la cultura zombi del
capitalismo de lo libre. Como ilustra Derrida, la idea de espec-
tralidad revela, en este punto, la necesidad de deconstrucción
de la materialidad de toda mediación social. Debord lo señala
al explicar la lógica del proceso de acumulación del capitalismo
tardío como disyunción en un régimen de visibilidad que ordena
el espacio y la experiencia temporal en términos de producción
de la subjetividad y, desde luego, del régimen escópico de acu-
mulación. En otras palabras, el espectáculo, en el capitalismo
ficción, es el capital devenido imagen. La racionalidad técnica de
la ecosofía mediática de lo espectacular integrado constituye así
la esencia de la figuración ficcionalizada de la comunicación que
hace posible el proceso de explotación de la fábrica social, cuya
máxima expresión es el dinero y las lógicas que gobierna el capi-
talismo financiero. La centralidad de esta dimensión espectral ha
sido destacada por Derrida en su reflexión sobre la sensibilidad
insensible de esta dimensión inconsciente del devenir-cuerpo. El
Capital es, de hecho, un relato del develamiento de las lógicas
espectrales, fantasmáticas, del fetichismo de la mercancía, atrave-
sado por vampiros, cuentos de hadas, historias de licántropos y,
de hecho, cierto romanticismo literario. El Capital, por tantop,
es la poesía de la economía política. Y con razón pues no tiene
capacidad transformadora la investigación de los discursos si no
se integra en una explicitación de los recursos y viceversa (Martín
Serrano, 2006: 151). La cuestión de la imagen o figuración es,
por lo mismo, relevante porque constituye un problema estra-
tégico del marxismo, más allá de Derrida. Se trata, en suma,
de un problema ideológico central para comprender la captura
total de la vida por el Capital que, para ser de facto comprendido
en su integridad nos exige reconocer la radical historicidad y, al
tiempo, el sentido de la representación en todo su espesor ma-
terial. Porque, en el fondo, ciertamente, el revival del Barroco se
activa hoy como experiencia por la intensificación de la lucha
expresiva entre el alma y el cuerpo con la contradictoria emer-

77
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

gencia del nuevo espíritu cultural del capitalismo. Ésta, en el


fondo, es la esencia de eso que se ha convenido llamar Barroco:
la emergencia contradictoria de la modernidad con la produc-
ción de la miseria, de la porca miseria, que ilustra la tensión entre
espíritu y materia, «entre afirmación de la vida y negación de la
vida» (Rodríguez, 2013: 109). Una lectura reinterpretada a la
luz de nuestro tiempo del problema del Clinamen de Epicuro
que adquiere su máximo valor en los estudios latinoamericanos
de la decolonialidad del saber-poder, cuando hoy sabemos que la
modernidad tiene su origen, como génesis del capitalismo, en los
siglos XV y XVI, con el «descubrimiento de América» y el inicio
de la era del vil metal.
Desde este punto de vista, el barroco, entendido como amal-
gama compleja y fascinante que abre usos productivos y lingüís-
ticos en la vida cotidiana, nos remite a los universos de represen-
tación grotescos de lo ornamental, lo extravagante, lo bizarro,
torcido o rebuscado, al manierismo propio del carnaval que
vindica la vida. Esta idea cobra actualidad cuando observamos
que la «decorazione assoluta», que ocupara a Benjamin y Adorno,
adquiere en nuestra era neobarroca un significado relevante y
sustantivo, a juzgar por Jameson, en los actuales procesos de
expropiación y valorización del capital, si bien siempre estuvo
presente en la génesis de la modernidad. La acertada propuesta
comunicacional del valor nos sitúa así ante el espesor material,
cualitativo, transformador del proceso de trabajo y vida como
un elemento sustancial en el discurso crítico de Marx, trascen-
diendo el imperialismo semiocentrista que inspirara los estudios
culturales y ciertas lecturas idealistas del giro lingüístico en el
posmodernismo reinante. La afirmación de la singularidad del
consumo como proceso autónomo y la crítica a la cosificación
se plantea de este modo como complejo proceso de producción
material de la cultura en tanto que civilización, siendo la co-
municación la operación semiótica constitutiva del proceso de
trabajo, una contradictoria unidad y espacio de disputa de la
política en tanto mediación y objeto de la virtud.

6. Una teoría de la mediación; la mediación social de la teoría. No


hay conocimiento sin mediación social. La práctica teórica es
igualmente objeto de sobredeterminación. Las relaciones entre
teoría y práctica al pensar la emancipación es una tarea central

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F. Sierra Caballero Ciudadanía digital e imaginarios urbanos...

en Castoriadis, y hoy se antoja de viva actualidad en la era del


Capitalismo Cognitivo. En palabras de Castoriadis, la verdadera
función de un intelectual no es ser vanguardia, sino cuestionar
lo instituido. «El imaginario no es la producción de imágenes,
es la creación de un mundo humano; y no sólo en el nivel de
la psique individual, sino en el nivel del campo histórico-social.
Es evidente que hay un imaginario de la democracia; así como
la autonomía social e individual es una significación imaginaria
social» (Castoriadis, 2006: 123). La filosofía de la praxis cues-
tiona en este sentido la determinación y la función de la práctica
teórica. La crítica al marxismo como discurso científico cerrado,
autorreferencial, inacabado y con dificultades de renovación es-
tán en la base de la crítica que Castoriadis lideró en Socialismo
o Barbarie y la propia Internacional Situacionista, al desplazar
la acción política al plano simbólico para trabajar la imagina-
ción. En esta línea de continuidad, el situacionismo influyó la
guerrilla semiótica en las calles, desde la cultura graffiti y el arte
urbano a hoy el activismo digital en los nuevos movimientos
por el derecho a la ciudad. Pero aún más allá renovó desde el
marxismo heterodoxo una lectura materialista de las nuevas for-
mas de mediación que deben ser retomadas para comprender
fenómenos emergentes como el ciberactivismo.

La teoría del conocimiento de Marx, relacionando trabajo y


conciencia, debería entenderse como una teoría que aprehende
las formas de la mediación social, más que el trabajo (o la clase),
significa que la teoría social del conocimiento de Marx, rela-
cionando trabajo y conciencia, debería entenderse como una
teoría que aprehende las formas de la mediación social (cons-
tituidas por tipos estructurados de práctica) y las formas de la
subjetividad como intrínsecamente relacionadas. Tal teoría no
tiene nada en común con una reflexión teórica del conocimien-
to, ni con la noción de que el pensamiento es superestructu-
ral. También se opone a la común identificación de una teoría
materialista de la subjetividad con una teoría de los intereses
únicamente (Postone, 2006: 492).

Hoy, además, sabemos que ha cambiado el proceso de pro-


ducción, las relaciones laborales y la propia práctica teórica. El
salto cualitativo, de acuerdo con Deleuze, ya no es solamente
material sino también formal y cultural, y tiene en la imagen

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Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

un campo de problematización, siguiendo con las aportaciones


de Marx en torno al fetichismo de la mercancía, en cuanto que
esta relación es una relación reflexiva indirecta. La influencia
del pensamiento administrativo en nuestro tiempo ha llegado
a tal grado que la mayoría de investigadores ignora el proceso
de sobredeterminación que condiciona su práctica académica,
tanto en la selección de las agendas y objetos de estudio como
en el diseño metodológico y los marcos conceptuales de com-
prensión del fenómeno de la comunicación.
En términos de Marx, lo concreto es la síntesis de múltiples
determinaciones y, por ende, el conocimiento la representación
del proceso de síntesis que desde la práctica crítica exige un des-
borde, una interpretación liberadora, característica del materia-
lismo cultural. La forma es el límite que separa una totalidad
de su medio/entorno. Esta puede ser una distinción tanto física
o territorial como económica, política y/o cultural. Ello impli-
ca una lectura otra, sugerida por Castoriadis, en el sentido de
apuntar a la semiosis ilimitada. Esto es, las significaciones no
están plenamente determinadas pese a su localización. Y ello
porque existen principios como el de remisión, selectividad,
combinación, incompletitud, clausura y actualidad que abren
el imaginario radical al magma de significaciones potenciales
que todo sujeto construye en la dialéctica de la heteronomía y
la autonomía, según hemos señalado. Ello exige problematizar
el General Intellect. La teoría de redes de valor ilustra que cuan-
to más se socializa el conocimiento más valor adquiere este. Y
remite al problema de la forma institucional. La organización
implica, en el caso de la disputa por el código, una irreductible
contradicción o tensión dialéctica entre lo material y lo inmate-
rial. Podemos hablar de

una doble articulación del lenguaje de los objetos, según Eche-


verría, definida por una articulación material insuperable, y una
creación libre de formas, y, en ese nivel, una suerte de relación
inversamente proporcional entre la materialidad del objeto y su
carga semiótica: en uno de los extremos, la palabra, vaporosa,
casi inmaterial y dotada de una poderosa capacidad de semiosis;
en el otro, la maquinaria industrial, maciza, densa, hierática y
casi inexpresiva (Moraña, 2014: 147).

80
F. Sierra Caballero Ciudadanía digital e imaginarios urbanos...

De acuerdo con Ponzio, el capitalismo actual es de naturaleza


básicamente sígnica. Este capitalismo de signo-mercancía, basa-
da en la transparencia y la publicidad, con su función ideológi-
ca, se funda en la estructuración de lo comunicacional. Pues no
hay pro/ducción, como dijera Ibáñez, sin dirección. La activi-
dad productiva es un medio dirigido hacia un medio, por tanto
exige sentido, política, voluntad de transformación. El propio
Marx fue más que consciente de este hecho. De ahí la pertinen-
cia, como intuyera Echeverría, de «revincular esta discusión a
los conceptos de trabajo y relaciones sociales de producción,
(lo que) podría conducir a una radicalización de la crítica a la
semiótica desde la identidad producción-significación, permi-
tiendo llevar adelante el segundo paso de esa crítica: la puesta en
cuestión en sus fundamentos teóricos desde la crítica de la eco-
nomía política» (Chávez, 2015: 86). En este proceso, no se pue-
de eludir la mediación social de la teoría, los enclaves o factores
geográficos y culturales que están en el origen de las diferentes
formas de pensar y producir teoría. La brecha entre cultura y
política, entre pensamiento y acción, la indisoluble articulación
de teoría y praxis por la estetización general de una posmoder-
nidad acrítica, nos obligan hoy a comenzar por el camino perdi-
do, por las huellas de lo ingobernable y la estética relacional. No
vamos a incidir aquí en algunas tesis sobre Capitalismo Cogni-
tivo pero cabe, en este punto, advertir que la mediación social
general de la lógica de valor hoy permea, incide y condiciona
la práctica teórica de un sujeto del trabajo intelectual, objeto,
indudablemente, al mismo tiempo, de un proceso de captura y
subsunción sin antecedentes en la era del capitalismo industrial.
Considerar esto es un primer paso para, a nivel metateórico,
discutir el horizonte conceptual del ciberactivismo y la aleación,
en palabras de Blanchard, entre cognitariado, activistas sociales
y nuevo precariado.

4. Conclusiones

En la era postmedia, el reino de lo extraordinario y de lo


espectacular integrado captura y subsume la creatividad, como
norma fundamental de acumulación en el Capitalismo Cog-
nitivo. Este es el sentido de las hibridaciones y cambios de de-

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Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

marcación. Nuevas direcciones y agendas reconectando, como


sugiriera Williams y Hall, la cultura y la política, la economía y
la comunicación, la identidad y las transformaciones históricas
en una suerte de nueva imaginación comunicacional, conside-
rando la ideología en su sentido más amplio, desde una filo-
sofía de la praxis. Pues el trabajo, como toda creación, es un
proceso de mediación social. Además de la cualidad objetiva,
todo objeto —también la mercancía de la fuerza trabajo— está
imbuido por relaciones sociales, sentidos y representaciones
que dan cuenta de la mediación social. La movilidad, como el
cambio propio del ethos moderno, en su variante protestante o
barroca, ha instaurado una lógica de flujos, de liquidez, libera-
ción y autonomía que afecta a sujetos, bienes o mercancías, y
al acontecer social que debemos repensar desde nuevos factores
para comprender la actual etapa de acumulación capitalista y las
contradicciones manifiestas que ponen en evidencia los nuevos
movimientos sociales. Como vindicara en sus escritos el propio
Marx, toda verdadera filosofía debe ser la quintaesencia intelec-
tual de su tiempo, y en la era de Internet hemos de pensar la
economía social y la lógica del valor desde nuevas categorías y
herramientas de análisis. La crítica de Castoriadis a Marx, en su
positivismo, es que no reconoce la dimensión instituyente de lo
social. Esta dimensión es vital para comprender los nuevos pro-
cesos de acción colectiva emergentes, pese a que la mayoría de la
literatura especializada se centra en la dimensión racional de las
oportunidades, recursos y repertorios simbólicos de actuación.
Considerar este marco teórico conceptual presupone, en conse-
cuencia, al abordar la dimensión imaginaria del ciberactivismo
en los nuevos movimientos urbanos pensar prioritariamente:
—Los procesos de ensamblaje y creación social.
—Las emociones y dialéctica performativa de la interacción
social.
—La simbolización.
—Las normas y reglas prácticas de auto organización.

La teoría social de la mediación es, como hemos tratado de


ilustrar, un eje neurálgico de análisis desde este punto de vista
más que obligatorio. Y que Castoriadis anticipa de forma pro-
ductiva.

82
F. Sierra Caballero Ciudadanía digital e imaginarios urbanos...

Las revueltas de la imaginación que han sacudido el paisaje glo-


bal en este otoño civilizatorio, en tanto acontecimientos irrup-
tivos que horadan los horizontes de posibilidad, no pueden ser
definidos desde un mapa de sentidos previamente determinados.
Las insurrecciones en clave tecnopolítica, no son una revolución,
son acontecimiento, potencia, ruptura (Reguillo, 2017: 190).

De ahí la actualidad de la filosofía de la praxis y el principio


de autonomía que es preciso explorar en la experimentación de
la tecnofilia como transgresión de la contradictoria articulación
entre existencia (política) y concepto (símbolo y vida). La vin-
dicación en suma de la autonomía en la era de la tecnopolítica
es un proyecto histórico-social para liberar las potencialidades
de la inteligencia creativa de los sujetos y colectivos humanos.
Pues todo proceso de transformación, en la base de los actuales
movimientos ciberactivistas, no procura otra cosa que un cam-
bio instituyente en las formas de organización de la sociedad
misma por medio de la autotransformación de un tiempo nue-
vo. Del determinismo causal a la potencia del hacer y del actuar
humano, Castoriadis apunta bases teóricas para comprender las
multitudes inteligentes, la capacidad incesante de la creatividad
de las masas para sustentar una crítica materialista de las formas
contemporáneas de mediación social.
El desbordamiento de la autonomía de la praxis justifica esta
aproximación teórica, considerando que lo teórico, en palabras
del propio autor, siempre está subordinado a la praxis. «La teo-
ría —también la de la cibercultura y el activismo digital— debe
en efecto comprenderse como modo y momento de la praxis:
el momento de la creación constituye el momento práctico de
la teoría misma, pues la creación forma el momento esencial
de la libertad efectiva del sujeto» (Castoriadis, 2011: 14). No
hay sujeto de conocimiento sin objeto de referencia. La crea-
ción es una mediación sobre las determinaciones, un proceso
de libertad y necesidad. La creación —se desprende de lo dado
por ello— es un proceso de producción en la medida en que
resulta una apertura de posibilidades nuevas, una apertura cog-
nitiva que, en nuestro objeto de estudio, el ciberactivismo, exige
una mayor imaginación comunicológica y una práctica teórica
abierta al campo inmanente de las redes de intervención y dis-
puta del sentido social. Ello pasa por asumir el principio de

83
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

clivaje y reconocer que, en el ciberactivismo, con independencia


del contexto social de referencia, tienen lugar procesos:
—Conectivos en los que la imagen, como dimensión formal,
por medio de la mímesis articula procesos de resistencia y
organización de dinámicas instituyentes de los nuevos mo-
vimientos sociales.
—Autónomos de nuevos espacios y tiempos liberados del su-
jeto de transformación frente a la lógica instrumental que
gobierna no solo el modelo de producción y acumulación
por expropiación del capitalismo maduro, sino incluso el
intercambio y socialización en las redes sociales.
—Creativos por la promoción social de nuevos usos y formas
de apropiación, liberación y desarrollo compartido de las
nuevas herramientas de la revolución digital.
—Proyectivos en la medida que se cultiva la potencialidad
(poder-hacer-ser) más allá de las formas de plusvalía se-
mántica de carnavalización y resignificación que hacen los
movimientos sociales, por ejemplo con los memes en el dis-
curso y la esfera pública. La dimensión radical del nuevo
imaginario urbano de estos movimientos es justamente el
cultivo de las potencialidades liberadoras o disruptivas que
acompañan a los nuevos usos y aplicaciones en los procesos
de acción y movilización colectiva.

Y este es el momento de la praxis, la transformación del


objeto tecnopolítico que nos configura como pedagogía del
asombro y construcción indefinida, virtual, del ethos o refugio
de la vida en común. Una suerte, en fin, de Tahumazein, de
admiración y proyección radical que libera la dialéctica de la
información y la lógica combinatoria que hace posible y de-
seable la liberación que demandan los nuevos movimientos de
protesta. Sólo en este plano de observación es comprensible
la potencia y alcance de los procesos de movilización y acción
colectiva en red.

84
F. Sierra Caballero Ciudadanía digital e imaginarios urbanos...

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86
3.

Democracia y cambio digital:


riesgos y amenazas.
¿Del poscapitalismo al postrabajo?

Joan Subirats

En el debate sobre democracia y cambio digital no podemos


dejar de politizar la cuestión. Es decir, no podemos dejar de
mencionar los riesgos y las amenazas que se ciernen sobre di-
versos actores. Politizar el cambio tecnológico implica discutir
quién gana y quién pierde en cada medida, en cada nuevo cam-
bio aparentemente técnico. A este tema dedicaremos estas bre-
ves notas, centrándonos sobre todo en los efectos en el trabajo y
en la lucha por la supervivencia.
Uno de los últimos informes de la administración Obama
fue el dedicado a los impactos de la inteligencia artificial en
la economía y en la propia concepción del trabajo (Obama
White House, 2016). Se suma este informe a otros muchos
que desde organismos multilaterales (OCDE, FMI, OIT…) se
han ido haciendo sobre la incertidumbre que rodea a muchos
puestos de trabajo, hoy amenazados por la creciente automati-
zación y digitalización de procesos productivos, relaciones de
intercambio y servicios de todo tipo. Hay quien opina que
estamos a las puertas de una total reconsideración del trabajo
tal como lo hemos entendido en los tres últimos siglos, mien-
tras que otros apuntan a más continuidades que a rupturas.
Un elemento clave en este debate es aceptar o no que la gran
transformación tecnológica que estamos atravesando es una
nueva vuelta de tuerca de la propia evolución del capitalismo
industrial que dominó el escenario económico del siglo XX, o
si se trata del inicio de un nuevo régimen de acumulación. Una
nueva versión del capitalismo (Subirats, 2011). El capitalismo
de plataformas digitales (Srnicek, 2017). Una nueva época,
con un régimen de acumulación distinto, con otra concep-
ción del trabajo, con sus propias contradicciones, sus propias

87
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

estructuras sociales y por tanto con un escenario político dis-


tinto del que venimos.
No es esta una cuestión menor para quien busque construir
una sociedad más justa, democrática e igualitaria que la que nos
ofrece el capitalismo neoliberal en sus distintas versiones. Pode-
mos imaginar que sigue siendo posible aplicar recetas socialde-
mócratas y políticas keynesianas, buscando el pleno empleo y
manteniendo políticas redistributivas (lo cual no resulta senci-
llo en el escenario actual), o podemos, en cambio, imaginar un
futuro en el que la concepción del trabajo sea distinta y que el
papel del Estado y de los agentes sociales varíe sustancialmente.
En el primer caso, no deberemos cambiar sustancialmente los
paradigmas de análisis que nos han venido acompañando a lo
largo del siglo XX. Si por el contrario aceptamos que ya no será
posible volver atrás (por mucho que haya dirigentes políticos
que aprovechen la incertidumbre y la sensación de desprotec-
ción para prometer que su país volverá a ser grande de nuevo,
sobre todo si cierra las fronteras), deberemos construir una es-
trategia de respuesta adecuada al nuevo escenario.
El tema no permite simplificaciones. Pero, al mismo tiempo,
exige abordarlo con prontitud desde posiciones progresistas, ya
que el avance del capitalismo digital es muy rápido y está modi-
ficando el entorno productivo, económico y social en el que nos
movemos con inusitada aceleración. Pero, esa gran disrupción
puede hacernos avanzar hacia sociedades con menos carga de
trabajo impuesto, con menos escasez, con democracia econó-
mica y con mayor capacidad para evitar desastres ambientales
plenamente previstos, o para seguir reforzando, desde nuevas
coordenadas, las carencias e injusticias actuales. En este artícu-
lo trataremos de abordar el tema de manera exploratoria, bus-
cando desentrañar algunas de las claves y apuntando asimismo
ciertas líneas de avance.

1.  Los precedentes a la ruptura digital

Una de las características esenciales del nuevo régimen de acu-


mulación que plantea el capitalismo digital de plataforma está
en el control de los datos, aprovechando los flujos de informa-
ción que circulan por sus nuevos espacios de intermediación.

88
J. Subirats Democracia y cambio digital: riesgos y amenazas...

Podría no ser algo distinto de lo que ha sido una constante en la


evolución del capitalismo desde sus inicios, es decir, su capaci-
dad para relacionar la carrera competitiva por el excedente con
la innovación tecnológica, de tal manera que, como afirmaba
Schumpeter, cualquier crisis acababa generando innovación y
nuevas dinámicas de acumulación, destruyendo base producti-
va y generando otra nueva de manera continua. Pero, esta vez,
los cambios de fondo parecen más sustantivos que los habituales
en las crisis cíclicas del sistema.
Es bien conocido el proceso por el cual, el tránsito de la econo-
mía precapitalista a la economía capitalista originaria se produjo
separando trabajo y subsistencia. Las personas tenían acceso di-
recto al elemento básico, la tierra, desde la que cultivar y cons-
truir su vivienda. Bajo el sistema capitalista, eso cambia. Para
acceder a los bienes básicos han de acudir al mercado, y es en ese
mercado en el que ofrecen su trabajo. Ese trabajo no les propor-
ciona directamente la subsistencia, sino que es el salario que reci-
ben el que lo facilita. Como explica Polanyi (1944), no es que el
mercado no existiera antes, sino que la gran transformación que
se genera es la conversión de toda relación económica y social en
mercantil. Se produce para el mercado, y es a través del mercado
y de sus relaciones desde la que se consigue lo necesario para
subsistir. En esa situación la clave es reducir costes de producción
para mejorar la capacidad de vender a precios más competitivos.
Y esto se consigue reduciendo salarios y/o mejorando la capaci-
dad productiva mediante el cambio tecnológico constante.
En este sentido, ha sido siempre importante para el sistema
que hubiera gente constantemente buscando empleo, ya que
ese «ejército de reserva» generaba la posibilidad recurrente del
reemplazo frente a trabajadores demasiado exigentes o conflic-
tivos. Podríamos decir que antes del capitalismo no existía el
desempleo, ya que todos podían tener acceso a un pedazo de
tierra para vivir del mismo. Pero en la economía de mercado ca-
pitalista ocurre que, como afirmó Joan Robinson (1966), «solo
hay una cosa peor que ser explotado por capitalistas que es no
ser explotado en absoluto». El desempleo, el «no trabajo» (mer-
cantilmente hablando, ya que hay mucho trabajo socialmente
útil, no reconocido como tal por el mercado), es la peor de las
situaciones, ya que aboca a la no posibilidad de la subsistencia
autónoma.

89
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

El fordismo fue el resultado, por una lado, de la voluntad de


reducir la dependencia de trabajadores con conocimientos tales
que condicionaban la continuidad productiva, y de aprovechar
la mejora de la capacidades técnicas que el taylorismo ofrecía
para ampliar el volumen de la oferta, incorporando mano de
obra sin cualificación especial, que al mismo tiempo constituiría
la base de consumo necesaria para mantener la tasa de ganancia.
Pero, al mismo tiempo, la gran acumulación de trabajadores en
un mismo espacio generó como sabemos la capacidad de equi-
librar en parte la lógica jerárquica y maquinal inherente al mo-
delo, permitiendo el surgimiento de identidad colectiva entre
trabajadores, entre pares, y por tanto su organización sindical
y de clase. El resultado de esa capacidad de agencia colectiva
fue mejores salarios, puestos más estables y garantía de pensio-
nes. El período de la segunda posguerra, entre 1945 y 1975, se
ha convertido en el paradigma (o la excepción, según Piketty)
(Piketty, 2014) de la lógica socialdemocrática en la que capital
y trabajo conciliaban intereses, gracias al papel regulador-pro-
tector del estado en el funcionamiento del mercado (y su capa-
cidad de protección frente a intercambios internacionales) y la
capacidad redistributiva que ejercían sus políticas financiadas
con sistemas fiscales progresivos. Esa situación, básicamente lo-
calizada en Europa occidental, conseguía resultados win-win a
partir del mantenimiento de mecanismos de intercambio des-
igual con el resto del mundo.
La crisis de los años 70 se debió a diversos factores. Sobrepro-
ducción, poca capacidad innovadora, aumento de precios de
energía… y todo ello en un escenario en el que los sindicatos
mantenían posiciones de fuerza muy significativas. Al mismo
tiempo que se constataba una reducción de la tasa de benefi-
cio, se manifestaba asimismo una demanda de personalización
insatisfecha que no encontraba en la lógica estandarizada del
fordismo respuesta a inquietudes de identidad y diferenciación
(Boltansky-Chiapello, 2012). La larga preparación del ideario
neoliberal encontró en esa crisis la oportunidad esperada (Laval-
y Dardot, 2014; Harvey, 2007). El keynesianismo no tenía res-
puesta a la combinación de inflación y desempleo, y allí estaban
los neoliberales con su receta de austeridad y política monetaria
como respuesta. La inflación, defendían, era el resultado lógico
de la rigidez de precios y salarios. No era inevitable que ese fuera

90
J. Subirats Democracia y cambio digital: riesgos y amenazas...

el diagnóstico, ya que existían otras hipótesis plausibles de lo


que estaba ocurriendo (desregulación financiera, por ejemplo,
véase Harvey, 2013; Pettifor, 2013). Pero, la larga preparación
de la hegemonía neoliberal encontró entonces su gran oportu-
nidad, y, como dijo Friedman, no se puede desaprovechar una
crisis para lograr que lo que parecía políticamente imposible
acabe siendo inevitable (Friedman, 2012). Lo que vino después
es cosa sabida.
La hegemonía neoliberal se manifiesta en un nuevo sentido
común, por el cual se reclama libertad y no intervención del es-
tado, pero se requiere constantemente al estado para mantener
el funcionamiento del sistema, y al mismo tiempo convierte a
los sujetos en personas básicamente competitivas y diversas que
se mueven libres en el mercado buscando su mejor interés, más
allá de las rigideces y jerarquías de las administraciones y de los
políticos, despreciando a quiénes viven de las ayudas públicas y
se aprovechan de los que realmente trabajan. Con ese relato y
de esta manera el neoliberalismo ha establecido sus profundas
raíces en la sociedad actual (Srnicek y Williams, 2016).
La combinación de ideario neoliberal, voluntad de romper
con la capacidad de negociación de los trabajadores e innova-
ción tecnológica (que permitía una gran mejora de las comu-
nicaciones y una mayor facilidad para trasladar espacios pro-
ductivos complejos a países con menos costes laborales, a partir
de procesos de diferenciación de diseño y creación que seguían
siendo centralizadas, y las labores de producción y ensamblaje
que se dispersaban y fragmentaban), generó en pocos años un
cambio drástico en la estructura de un capitalismo que incor-
poraba la competitividad (también del trabajo) a escala global.
Fue asimismo importante el romper con la lógica de «todo en
casa», buscando la externalización de muchos servicios fuera del
«core» de la labor productiva. De esta manera se va generando
lo que hoy es ya una clara realidad: bajos salarios, gran tempo-
ralidad-precariedad en el empleo, alta presencia de «falsos autó-
nomos» y notable capacidad de marcar las condiciones laborales
desde la dirección de las empresas, dada la fragmentación de
tareas y la constante rotación de empleados.
Esa tendencia de erosión y precarización de las condiciones
laborales siguió a finales de siglo con la rápida financiarización
de la economía, a caballo de la desregulación bancaria y de la

91
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

reducción drástica de los tipos de interés. Esa política monetaria


es la que generó la burbuja inmobiliaria que estalló en 2007-
2008, sin que a pesar de los graves impactos que produjo y que
precisó de una fortísima intervención de los estados para salvar
las instituciones financieras, haya provocado cambios sustan-
tivos en la ortodoxia de austeridad y de prioridad al pago de
la deuda de estados fuertemente atrapados por sus déficits. Al
mismo tiempo, siguió aumentando el volumen de capital situa-
do en paraísos fiscales y las dinámicas de elusión y evasión fiscal
que los sistemas de información y de circulación de capitales
facilitan enormemente. Evasión fiscal, políticas de austeridad y
políticas monetarias consideradas urgentes y extraordinarias, se
alimentan mutuamente.
¿Qué sucede en ese escenario con el empleo? En los últi-
mos años el crecimiento neto de empleo a nivel global ha
ido aumentando. A partir de los datos proporcionados por la
Organización Internacional del Trabajo se puede estimar que
la población laboral se incrementó en un 20% entre 1990 y
2010, aunque luego esa tendencia se acabara con la llegada de
la crisis. En los países «emergentes» se incrementó en alrededor
del 80% en el mismo período. El proceso de terciarización ha
sido también evidente, reforzado por el paso de tareas antes
internalizadas en las industrias y ahora subcontratadas exter-
namente. Por consiguiente, el valor final de un determinado
producto incorpora el valor producido por una multiplicidad
de figuras laborales que no forman parte de una misma orga-
nización: desde las que extraen las materias primas a las que
las transforman inicialmente, las que diseñan o ensamblan, los
que produjeron el software que alimenta la robotización o la
logística de distribución, etc. La financiarización de todo el
proceso obliga asimismo a integrar en el esquema de análisis
los distintos intereses financieros que se asignan a cada fase
productiva, y todo ello cruzado además por fronteras nacio-
nales en las que se sitúan esas distintas fases de extracción-di-
seño-producción-distribución-financiarización. Lo que antes
quedaba integrado en el universo «fábrica-empresa» queda
ahora tremendamente fragmentado y segmentado, combinan-
do distintos regímenes laborales, distintos tipos de contrato,
distintos salarios y, por tanto, una muy difícil articulación de
los trabajadores frente a los intereses corporativos o patronales,

92
J. Subirats Democracia y cambio digital: riesgos y amenazas...

a su vez, fragmentados y diversificados, pero todos ellos finan-


cieramente dependientes.
En las economías más desarrolladas, el resultado de este pro-
ceso ha conducido a un gran aumento del desempleo, a una pre-
carización del empleo existente y a una erosión significativa de
los salarios. No puede decirse que ello haya sido igual en todas
partes ni haya tenido la misma intensidad en Alemania que en
España, por ejemplo, pero en general esa es la tendencia. Que
viene acompañada además del aumento importante del paro
de largo duración y de la caída en la capacidad de ahorro de
gran parte de los asalariados. El resultado final es una sensación
generalizada de desprotección frente a los cambios que se van
produciendo (Ricolfi, 2017).

2.  Capitalismo de plataforma

Si esas han ido siendo las tendencias, el efecto disruptor del


cambio tecnológico se percibe de manera más intensa en la
progresiva consolidación del modelo «plataforma» como el que
mejor condensa las potencialidades y también los efectos que
genera la creciente presencia de lo digital en nuestras vidas. El
ruido y la atención que ello genera es evidente, y no dejamos de
vincular «smart» a cualquier cosa , o hablamos de «e-adminis-
tration», de «gig economy» o de lo prometedora que resulta la
«economía colaborativa», sin que sepamos aún muy bien a qué
nos referimos con todo ello. Lo que algunos denominan como
la «cuarta revolución industrial» despierta pasiones y recelos. Y
seguramente es en la esfera laboral donde lo segundo es más
frecuente.
Una de las claves de esta ebullición está en el gran cambio que
implica ir pasando de una economía que basaba todo su valor
en la producción a otra que empieza a situar la información
como el elemento clave. Y ello se combina asimismo con una
notable facilidad para poner en jaque viejas intermediaciones,
creando atajos y nuevas maneras de relacionarse y consumir, sin
pasar por los canales establecidos. Y hacerlo además con bajos
costes de acceso y de instalación. La materia prima con la que se
opera son los datos, y a partir de los mismos, puede construirse
información que acaba siendo valiosa por lo que puede aportar

93
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

en términos de identificación de potenciales clientes, cambios


en los deseos de la gente, elección de emplazamiento, control
de los empleados, etc. No es que la información no fuera antes
relevante, sino que era más bien periférica en relación al «core
business», y en cambio ahora puede ser que sea más relevante
(desde el punto de vista del profiling, o determinación de per-
files de usuario) saber qué libros quiere comprar o compra la
gente que la venta misma de esos libros.
El sistema capitalista tal como ha ido evolucionando no ha
estado especialmente preparado para aprovechar el valor que
el caudal de información de los propios procesos de produc-
ción, distribución y venta iba generando. Es cierto que el én-
fasis fue situado primero en la configuración «científica» del
proceso productivo, y luego ha habido grandes avances en la
logística para mejorar la distribución, y, asimismo, los estudios
de mercado han tratado de acercar lo máximo posible deseos y
productos. Pero, en general, esos procesos se hacían de manera
jerárquica, desde el conocimiento experto. La capacidad actual
de las distintas plataformas que operan proporcionando infor-
mación, monitoreando los movimientos reales de usuarios, per-
miten saber lo que pasa en tiempo real, y tratar esa información
generando cambios que pueden evaluarse inmediatamente. Se
aprende directamente e inmediatamente del uso. Nos referimos
por tanto a otro tipo de «negocio». Y por tanto, otro tipo de
capitalismo.
De lo que estamos hablando es de plataformas como infraes-
tructuras digitales que permiten interactuar entre personas o
grupos (Srnicek, 2017). Se trata por tanto de espacios de in-
termediación cuyo valor reside en que permite que sus usua-
rios obtengan algún tipo de información o servicio que creen
precisar. Pero, al mismo tiempo, permite que los gestores de esa
plataforma puedan utilizar el goteo constante de datos que los
usuarios de la plataforma generan con sus demandas, intereses
y acciones, para trabajar con esos datos y extraer una informa-
ción que acaba teniendo valor por sí misma. Hemos de recordar
además que, por definición, esas plataformas operan de manera
global, superando fronteras, legislaciones o peculiaridades loca-
les, lo que sin duda aporta un nuevo valor a lo ya mencionado.
Cuanta más gente use cada plataforma, más valor añadido
acumulará, ya que más gente estará interesada en interactuar en

94
J. Subirats Democracia y cambio digital: riesgos y amenazas...

un espacio en el que sabe que se acumulan muchas personas,


informaciones, productos, servicios, conceptos o saberes. Por
tanto, su interés estará situado en facilitar el acceso a su uso,
a que se articulen en su plataforma otras ideas e iniciativas, ya
que eso refuerza su propio perfil, y, lo que es más importante,
aumenta su capacidad acumular datos. En el fondo, es la pro-
pia plataforma la que a pesar de su apariencia abierta y libre,
controla las operaciones, filtra accesos si lo cree necesario, y por
tanto gobierna el sistema. Se trata de plataformas que permiten
colaboración, desarrollos autónomos, facilitan acceso a infor-
maciones o interacciones antes imposible o muy difíciles, y ese
es aparentemente su gran valor, pero desde el punto de vista que
aquí nos interesa, lo que realmente acaban siendo son espacios
centralizados de extracción de datos (Morozov, 2015; 2016).

3.  Los efectos en el trabajo

¿Qué efectos tiene todo ello en el trabajo? Tenemos abundan-


tes ejemplos históricos sobre los efectos que cualquier cambio
tecnológico importante genera en lo que se llama «mercado de
trabajo». En algunos casos el cambio tecnológico favorece a los
que tienen menos nivel educativo y menos habilidades a esgri-
mir, mientras en otras ocasiones, como ahora, parece suceder lo
contrario.
En efecto, como subraya el informe de la administración Oba-
ma antes mencionado, el maquinismo del siglo XIX propició
una mayor productividad de los trabajadores con menos capa-
cidades. Lo hizo propiciando que labores antes solo accesibles a
artesanos muy dotados y experimentados fuera posible llevarlas
a cabo por máquinas que los sustituían y multiplicaban su pro-
ductividad. Máquinas que, además podían ser manejadas por
operarios menos habilidosos y experimentados. Lo que ahora
sucede es, en parte, lo contrario. La revolución tecnológica ac-
tual está más sesgada a favor de los que tienen más capacidades
cognitivas y que mejor se manejan en entornos digitales. Las la-
bores más rutinarias son más fáciles de programar y dejan poco
espacio a muchos trabajadores que ocupaban esas posiciones.
Mientras que pueden verse favorecidos aquellos más creativos y
capaces de replantearse procesos. Los más formados incremen-

95
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

tan su ventaja y salen perjudicados aquellos que ya ocupaban las


posiciones peor retribuidas. La desigualdad aumenta ya que la
distribución de costes y beneficios de los efectos que genera el
cambio digital no se produce de manera equitativa.
¿Cuántos puestos de trabajo pueden desaparecer? Como casi
siempre, las previsiones van del más negro pesimismo al más
ingenuo optimismo. No es fácil acertar, ya que no hablamos
de cambios en un determinado proceso productivo, sino de un
conjunto de transformaciones tecnológicas que van desde la
comunicación personal, al funcionamiento del hogar, pasando
por el consumo, las transacciones financieras, el transporte o la
seguridad en las ciudades. Tampoco está claro si lo que resulta
afectado son tareas concretas (como transmitir información y
conocimiento a los alumnos, por ejemplo), o la propia ocupa-
ción en su conjunto (ser profesor). La automatización requiere
partir de pautas para poder generar supuestos de acción futura,
y puede no ser capaz de sustituir la inteligencia social, la creati-
vidad y la capacidad de juicio que muchas profesiones o tareas
requieren. Pero ese tipo de cualidades no son necesarias en cual-
quier tipo de trabajo.
Pero no acaban ahí los posibles efectos del cambio digital en
la esfera laboral. Hemos de incorporar en el análisis el papel
de las plataformas. Las de carácter aparentemente informativo
(Google) o de interacción social (Facebook), son de hecho ins-
trumentos muy potentes de extracción de datos de sus usuarios
que «trabajan» para las plataformas de manera gratuita, gene-
rando constantemente datos y contenidos que serán usados para
canalizar la publicidad individualizada. El 90% de los ingresos
de Google y el 96% de los de Facebook, provienen de la pu-
blicidad, y para poderla encauzar debidamente, resulta clave la
«minería» de datos que debe hacerse para focalizar formatos y
contenidos de la publicidad y canalizarlos hacia los usuarios de
estas plataformas cada vez que las usan.
La pregunta que podemos hacernos es si realmente lo que
hacen los usuarios de estas plataformas es «trabajo». Es evidente
que no todas nuestras interacciones son rastreables ni pueden
convertirse en «valor» a vender o negociar. Pero, algunas de ellas
sí, y esa capacidad extractiva y «rastreadora» o «vigilante» (Zub-
off, 2015) de las plataformas convierte en algo mercantilizable
acciones nuestras no pensadas como «trabajo». Al pedir una

96
J. Subirats Democracia y cambio digital: riesgos y amenazas...

pizza u otro plato para comer a una plataforma que facilita el


«take away», estamos no solo aprovechando el «excedente de ca-
pacidad» que tiene el restaurante al que pedimos el servicio, o el
«excedente de capacidad» que tiene la persona que con su bici-
cleta o moto nos va acercar a casa el producto, sino que también
estamos dando algo más. Estamos generando una información
clave que, añadida a la de otros muchos usuarios del servicio
de «Deliveroo» o «Glovo», va a proporcionarles los mejores da-
tos disponibles, en tiempo real, sobre los deseos culinarios de
los bonaerenses o madrileños, por poner ejemplos. Esa es una
información que puede acabar siendo más valiosa que el bene-
ficio obtenido por la labor de intermediación y de «delivery» en
sentido estricto. Por otro lado, interactuando a través de esas
plataformas con múltiples servicios, estamos descartando inter-
mediarios que antes se ocupaban de gestionar nuestras deman-
das y que ahora, al verse desbordados por dinámicas digitales
que les hacen prescindibles, se ven abocados a despedir gente
o simplemente dejar de funcionar. Hacemos un «trabajo» que
hace prescindible trabajos que antes eran necesarios.
Esa dinámica de intervención «productiva» del que antes era
simplemente consumidor, favorece esa figura del «prosumidor»
en el que se mezclan roles. En algunos casos ello redunda en be-
neficio común (como en el caso de Wikipedia, en el que la am-
pliación y solidez de los conceptos incluidos en la enciclopedia
depende de la actividad de sus usuarios y contribuyentes), pero
en otros casos (los más frecuentes) el valor de esa «producción»
o colaboración acaba siendo esencialmente extraída por parte de
la plataforma en su propio beneficio.
Es evidente que el conjunto de datos que van extrayéndose de
la actividad on line que las plataformas canalizan, constituyen la
materia prima con la que será posible construir información. Es
decir, no es algo estrictamente automático, sino que en el pro-
ceso de los datos a la información hay un conjunto de activida-
des, de trabajo a desplegar. En la medida en que las plataformas
consigan ampliar el uso de las mismas por parte de la gente, y
ampliar asimismo los momentos vitales en los que las personas
estén en contacto con las plataformas (en forma de wearables
o elementos que uno viste o simplemente carga encima, pero
que emiten señales y datos de lo que hacemos: caminar, correr,
dormir, comprar,…), la capacidad de construir valor sobre ese

97
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

uso, se irá ampliando y reforzará su posición en el mercado de


la información, el control y el conocimiento.
El aumento en cantidad y calidad de los sensores o de los obje-
tos o instrumentos que cargan en su propia estructura emisores
de información, constituyen asimismo un potencial importante
para la mejora de los procesos productivos, de las actividades
de logística, de los tiempos de trabajo y distribución, del con-
sumo de energía, etc. (World Economic Forum, 2015). En este
sentido, la «industria 4.0» permite controlar con algoritmos las
labores de producción, almacenamiento y distribución de los
empleados. En algunos casos, como Uber, permiten monito-
rizar por completo el desempeño de la labor de sus empleados
«autónomos». Y ese nivel de automatización y de control favo-
rece además el que puedan ser fácilmente sustituidos o se pueda
externalizar esas labores a empresas que dispongan de personas
peor retribuidas o con menores costes sociales, favoreciendo así
la precarización general de muchos lugares de trabajo. En un
mismo lugar de trabajo pueden coexistir personas con situacio-
nes de salario y empleo muy distintas, sea de manera perma-
nente, sea de manera estacional, cuando «puntas» de demanda
lo hagan necesario. Entramos pues en situaciones híbridas de
empleo en las que en un mismo lugar de trabajo pueden darse
asimetrías muy importantes de poder, de acceso a la informa-
ción y de condiciones laborales.
Los efectos más directos sobre las condiciones de trabajo sur-
gen al comprobar el funcionamiento de plataformas que simple-
mente actúan de intermediarios entre personas que ofrecen pro-
ductos y servicios y potenciales clientes. Hemos ya mencionado
el caso de Deliveroo, pero podemos añadir los de Uber, AirBnB
o Mechanical Turk. La función esencial que realiza la platafor-
ma es la de conectar, servir de intermediario. Las bicicletas, los
coches, las casas, los conocimientos, los productos, no son su-
yos, ni tampoco lo son los empleados o personas que pedalean,
conducen, mantienen o proveen información o cualquier servi-
cio. Todo está externalizado. Por su función de intermediación
percibe un canon que extrae de la transacción principal entre
proveedor y cliente. Las personas que transportan alimentos,
que conducen, las personas que limpian los apartamentos y los
mantienen, las personas que realizan servicios, son «emprende-
dores autónomos», por lo tanto no son aparentemente trabaja-

98
J. Subirats Democracia y cambio digital: riesgos y amenazas...

dores por cuenta ajena (cuando de hecho sí lo son, ver Todolí,


2017). Eso permite, lógicamente, competir mucho más favo-
rablemente en el mercado con empresas que deben asumir los
costes laborales que la legislación establece para empleados. La
relación dura lo que tarda en producirse la transacción a llevar a
cabo. La conexión laboral es el celular. No es extraño pues que
haya aumentado en todo el mundo el número de auto-emplea-
dos, ante el gran crecimiento que están teniendo estas fórmulas
de externalización.
Pero, es importante recalcar que también en estos casos acaba
siendo más importante la capacidad de extraer información y
conocimientos sensibles sobre el funcionamiento del mercado
y su evolución a través de la acumulación de datos (Rosenblat,
2017). Por su posición de intermediación, acumulan una infor-
mación que es totalmente asimétrica en relación con los otros
participantes en las transacciones. Tienen información precisa
de los gustos e intereses de los consumidores. Disponen asimis-
mo de información sobre lo que ofrecen propietarios, restau-
rantes o chóferes. Los demás actores no disponen de esa infor-
mación. Esa información, tratada con algoritmos que solo esas
empresas controlan, determinan precios y transacciones. Esca-
pan asimismo de las exigencias que esos mismos servicios en el
mercado ordinario implican en términos de seguridad, acceso
de discapacitados u otros requerimientos. El sistema de rating o
de estrellas que se usa para determinar el grado de satisfacción
sobre el servicio no permite saber si hay sesgos (sobre diver-
sidad étnica, de género o de otro tipo) en las consideraciones
finales. Al final, es precisamente la información de que dispo-
nen las plataformas la que genera su capacidad extractiva sobre
la colaboración entre ofertantes de servicios y demandantes de
los mismos. Esa intermediación, lejos de ser «colaborativa» es
claramente extractiva, y coloca en situación de privilegio a esa
plataforma por la asimetría en la información de que dispone
y que le acaba permitiendo determinar precios u opciones, o
castigar o premiar a los que acaban realmente estableciendo la
transacción.
Las instituciones públicas están reaccionando de manera tar-
día y parcial respecto al funcionamiento de esas plataformas.
Ha habido sanciones por «posición de monopolio» en relación
con Google. El gobierno de la India no permitió que Facebook

99
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

usara el señuelo de ofrecer gratis el acceso a Internet a cambio


de hacerlo a través de su plataforma. La Unión Europea no
acaba tampoco de ser resolutiva al respecto. A finales de junio
del 2017 se publicó una resolución del Parlamento Europeo en
la que, tras constatar que el 17% de los ciudadanos europeos
están ya usando estas plataformas en sus hábitos de consumo,
reclama mayor implicación en un tema que, de mover 10.000
millones de euros en el 2013 superó largamente los 30.000 en
el 2016 (y cuyas expectativas de aumento son muy significati-
vas) (Parlamento Europeo, 2017; Unión Europea, 2016), con
un beneficio que se multiplicó por cinco para las plataformas
en ese periodo (de mil a cinco mil millones). Y estamos em-
pezando. En la resolución del Parlamento se pide asegurar los
derechos laborales y sindicales de los «emprendedores autóno-
mos» y que exista un control sobre el rating o evaluación de
cada uno, ya que al final será eso lo que determine su valor pro-
fesional o mercantil (muy importante el tema de la reputación
on line, como mecanismo de control que además condiciona
la vida laboral futura de los sometidos al sistema, ver Todolí,
2017). Mientras se mantenga la asimetría de información antes
mencionada, las plataformas practican un abuso de posición
dominante que dista mucho de los ideales de competitividad
de la Unión Europea que le han servido de guía en estos años
de austeridad.

4.  Tecnología y trabajo: politizar el debate

Más allá del debate sobre los efectos que tendrá el capitalis-
mo digital sobre la esfera laboral, deberíamos preocuparnos del
control democrático que podemos establecer sobre un conjunto
de poderosísimos instrumentos de centralización y monitoreo
sobre el conjunto de actividades sociales (y por tanto, económi-
cas). El núcleo duro de las infraestructuras sobre las que circula y
funciona la economía están siendo objeto de un proceso notable
de concentración, sin que las instituciones políticas representa-
tivas sean capaces de asegurarnos un uso correcto del manejo de
datos y de la información que de ellos se extrae. Hay evidentes
ganadores y perdedores en esa acelerada transformación econó-
mica. Y el debate sobre soberanía, que tantos quebraderos de

100
J. Subirats Democracia y cambio digital: riesgos y amenazas...

cabeza y conflictos ha supuesto históricamente, ahora debería


plantearse en relación al espacio digital y el control de los datos.
Los estados pueden y deben plantear sus estrategias al respec-
to. Construyendo sus propias plataformas públicas para evitar la
dependencia total que poco a poco se está generando (Mazzu-
cato, 2013). Pero también regulando para evitar posiciones de
monopolio, estableciendo normativas concretas que impidan la
explotación descontrolada de trabajadores sin garantía alguna,
mejores reglas para asegurar la privacidad de determinadas accio-
nes, o con acciones coordinadas para evitar la evasión generaliza-
da de capitales. No deberíamos estar en contra de las plataformas
colaborativas, si son abiertas y democráticamente gobernadas,
sino de la captura extractiva que se está produciendo de las opor-
tunidades de intercambio que ofrece la economía digital.
En una época en que estamos aprendiendo a marchas forza-
das que no todas las evidencias son aceptadas como tales y que
los más variados argumentos pueden acabar conduciéndonos
a decisiones irracionales, hablar de trabajo y dignidad resulta
aventurado. Llevamos muchos años de crisis económica y ve-
mos que estamos entrando en otra época.
El trabajo y su relación con las trayectorias personales, con la
construcción de carácter e identidad o como puerta a la eman-
cipación y la construcción estable de nuevos núcleos familiares,
ha ido deteriorándose, ha ido perdiendo buena parte de su con-
dición vital nuclear. Y es por tanto legítimo empezar a pregun-
tarse por el postrabajo, por una sociedad en la que se aseguren
las condiciones mínimas de subsistencia y se puedan reducir
sensiblemente las jornadas laborales y facilitar espacios de ma-
yor creatividad personal y colectiva aprovechando las induda-
bles ventajas que, a pesar de todo, puede tener la revolución
digital en marcha. Ese será, probablemente, uno de los grandes
temas en los próximos años. La propia Organización Interna-
cional del Trabajo se preguntó hace poco en una conferencia
internacional en Ginebra acerca del fin del trabajo. Lo que pa-
rece claro es que nos podemos ir olvidando de una concepción
del trabajo como la que manejábamos a lo largo del siglo XX.
Y también está claro que desde las filas del neoliberalismo no
podemos esperar una versión emancipadora sobre el tema. Es
en ese escenario en el que el debate político, la politización de la
revolución tecnológica aparece como imprescindible.

101
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

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102
4.

Gobierno Abierto.Transformaciones
políticas con tecnología blockchain

Lucía Benítez Eyzaguirre

1. Introducción

El diseño tecnológico de blockchain y las características de su


configuración nos permiten construir un modelo teórico de eco-
sistema democrático abierto, un avance dentro de las propues-
tas de la tecnopolítica de carácter disruptivo. La gobernabilidad
tecnológica que posibilita no sólo define un uso autogestionado
y de desintermediación, común a las formas democráticas de
plataforma, sino que garantiza mejoras políticas en términos de
transparencia, rendición de cuentas, fomenta la confianza so-
cial porque resulta inalterable, y prescinde de intermediarios. El
análisis del modelo debe plantearse desde el papel social y polí-
tico que desempeña para la ciudadanía, dentro de los valores de
la gobernanza, así como la influencia que todo ello supone para
la construcción de herramientas tecnológicas.

2.  Gobierno Abierto y gobernanza

Desde que, en 2010, Tim O’Reilly (2010) definió el Gobier-


no Abierto como «un sistema de procesos en una plataforma»,
la evolución del concepto ha sido constante. La definición de
O’Reilly (2010: 13-40) surge tras la primera experiencia real
de la apertura del gobierno estadounidense promovido por
Obama. Sin embargo, la definición del Gobierno Abierto como
plataforma, prescribe un estilo de comunicación y de acceso a
la información a través de páginas web, tecnologías móviles y re-
des sociales. Todo ello porque supone el uso de la interactividad
para garantizar la participación y colaboración de la ciudadanía.

103
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

Con el mismo enfoque tecnológico, Tapscott y Williams (2011)


definen el «gobierno plataforma» que «libera información per-
mitiendo al mundo organizarse autónomamente para crear va-
lor público con la iniciativa del ciudadano». Tapscott y Williams
(2007) habían definido el concepto de economía digital y wiki-
nomía a partir de un modelo digital con nuevos valores sociales
y económicos, fruto de otras posibilidades de comunicación y
tecnológicas. Los principios del Gobierno Abierto guardan mu-
cha relación con los de la economía digital que estos autores sin-
tetizaron en su día: la colaboración entendida como oposición a
la jerarquía; la apertura y la transparencia; la interdependencia;
compartir la propiedad intelectual; y la integridad.
Una concepción más actual de Gobierno Abierto es aquella que
plantea la necesidad del debate constante con la ciudadanía, con
la detección de necesidades y problemas humanos y colectivos,
un enfoque colaborativo de comunicación abierta y transparente
(Calderón y Lorenzo, 2010). El concepto recupera su actualidad
dentro del impulso que desde las entidades institucionales y eco-
nómicas se busca para mejorar la gobernabilidad, reducir la bu-
rocracia y modernizar las administraciones públicas a través de
la apertura, la participación, la colaboración y la transparencia
(OCDE, 2010). La importancia del desarrollo del software libre
y la irrupción de la web 2.0 (O’Reilly, 2010: 13-40), que pro-
mueve la participación, la colaboración y la coproducción de la
información, han fomentado el establecimiento de alianzas entre
lo institucional y la ciudadanía. El poder se distribuye reforzando
sus capacidades para la toma de decisiones, la gestión, la evalua-
ción de políticas, la implementación y desarrollo.
Los principios de una gobernanza de calidad, según aprobó el
Consejo de la OCDE en 2014, están relacionados con la coor-
dinación entre las diferentes entidades, públicas y privadas, los
niveles de gobierno, los distintos sectores y la coordinación hori-
zontal de carácter territorial. También se valora el fortalecimien-
to de las capacidades y habilidades de cada uno de los niveles
de gobierno, así como las condiciones para que las inversiones
sean efectivas en materia de transparencia, regulación y eficacia
de la compra pública. La orientación hacia esos principios se
puede realizar mediante el uso de blockchain en la organización
y gestión de la iniciativa, porque su modelo tecnológico facilita
el logro de los objetivos. Jun (2018), que ha localizado más de

104
L. Benítez-Eyzaguirre Gobierno Abierto. Transformaciones políticas...

100 proyectos de blockchain que se han desarrollado en unos 30


países, considera esta tecnología propia del consenso, y sistema-
tiza los cinco principios de respeto cuando se sustituye la buro-
cracia por la cadena de bloques: a la hora de legislar de forma
democrática sobre el Estatuto de blockchain; en la divulgación
del código fuente y los datos; en la incorporación de la adminis-
tración autónoma; en la creación de un sistema de gobernanza1
de democracia directa, y en la elaboración de un Sistema de
Gobierno (DAG). Con blockchain se logra la integración de las
administraciones, el cumplimiento de la ley y las normas en los
intercambios financieros y de activos, la gestión de los contratos
e identidades,2 los registros de propiedad y los derechos de au-
tor, y la participación ciudadana, entre otros.
Lo más significativo del concepto es su evolución en parale-
lo a las posibilidades tecnológicas y demandas ciudadanas. La
OCDE comenzó defendiendo la administración pública, trans-
parente y receptiva, pero pocos años después cambió a la idea
de plataforma como modelo de gestión, en la que se decide las
formas de relación con la ciudadanía para resolver problemas
colectivos y co-crear valor público (OCDE, 2012). De hecho,
entre sus dos principales líneas de trabajo en el ámbito de la
Gobernanza Pública, relacionadas con el gobierno digital y el
gobierno innovador, es en esta última opción en la que se inves-
tiga la votación a través de blockchain,3 o el papel de la ciudada-
nía como productora de mejores servicios. Todo ello apunta a

1 
La gestión de la gobernanza a través de blockchain se realiza en apli-
caciones como Boardroom.
2 
La Red Lyra desarrolla de forma colaborativa un sistema de identi-
dad digital; se constituirá en asociación sin ánimo de lucro y abrirá las
puertas a nuevos socios participantes. Es la única plataforma tecnoló-
gica multisectorial basada en blockchain y con todos los nodos dentro
de España.
3 
Existen ya plataformas para voto basadas en blockchain como Polys
o Votebook, que fueron lanzadas por KasperskyLab sobre Ethereum.
El monitoreo es sencillo y rápido y realiza los cálculos de las vota-
ciones encriptados para asegurar la anonimidad del voto. Otras son:
Followmyvote o Votem, que permiten el voto por aplicación móvil. La
más ambiciosa: Democracy Earth, que propone el voto sobre asuntos
globales.

105
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

una tendencia a la mayor apertura del concepto y las fórmulas


de gestión a favor de una mayor participación de la ciudadanía.

3.  Fortaleza del diseño tecnológico

Blockchain se constituye por dos grupos de tecnologías; por


un lado, las infraestructuras de clave pública o Public Key Infras-
tructure (PKI) para el cifrado asimétrico y, por otro, los sistemas
y algoritmos distribuidos para la toma de decisiones por con-
senso entre un grupo de agentes descentralizados. Así transmite,
almacena y confirma datos o información, en una base de datos
de blockchain descentralizada, distribuida entre iguales o peer-
to-peer (P2P), es decir, un conjunto significativo de los nodos
participantes guarda copias cifradas de cada transacción antes
consensuada, de forma que es técnicamente imposible eliminar
o falsear su registro histórico. La distribución de la información
se hace por consenso y la red se estructura como una organiza-
ción autónoma democrática, con aplicaciones posibles en muy
diversos campos.
Blockchain evita que el control individual centralizado del sis-
tema o que el poder de la autenticidad y el valor de las transac-
ciones (incluidas las económicas) estén en unas pocas manos.
Estas tareas se sustituyen por algoritmos automatizados o smart
contracts que garantizan el valor o los efectos de una determi-
nada transacción, según las normas y acciones programadas en
dicho contrato. Los contratos inteligentes y las aplicaciones dis-
tribuidas que funcionan sobre una blockchain pueden ser la base
de organizaciones descentralizadas autónomas o DAO (Decen-
tralized Autonomous Organization). Una DAO determina su
gobernanza públicamente en el blockchain, y también puede
convertirse en el respaldo de algún sistema de financiación de
las operaciones (como puede ser crowdfunding).
El sistema de transacción de blockchain utiliza una Interfaz de
Desarrollo de Aplicaciones o Application Programming Interface
(API) abierta para tener acceso al conjunto de funciones que
presta. Las API son imprescindibles para el desarrollo de block-
chain, de la misma forma que la mayoría de blockchain se ubica
dentro del software libre, que supone la apertura del código y
el derecho de acceso al mismo, y facilita la interoperabilidad (la

106
L. Benítez-Eyzaguirre Gobierno Abierto. Transformaciones políticas...

capacidad del sistema para intercambiar y usar información con


objetivos comunes y bajo consenso con la finalidad de obtener
beneficios mutuos). Así cumplen con el principio de la actitud
hacker, propuesta por Raymond (2001), de que «ningún pro-
blema tendría que resolverse dos veces».
La licencia del software que implementa blockchain es la
del Massachusetts Institute of Technology (MIT), muy abier-
ta, dentro de los requisitos del software libre, sin copyright, y
modificable. Su carácter abierto ha posibilitado el desarrollo de
versiones privadas y semipúblicas de blockchain, y todo un re-
pertorio de licencias sobre las diferentes soluciones que aporta
esta tecnología. Cuando blockchain se desarrolla como pública,
los usuarios y participantes reciben el conjunto de libertades,
pero no facilita necesariamente el logro de una solución viable
ni de ventaja económica. Por ello, cuando blockchain busca la
ventaja competitiva y/o la monetización, su desarrollo puede ser
privado e incluir límites en el acceso al código fuente o restric-
ciones de uso en determinados supuestos, por lo que no pueden
considerarse de código libre.

4.  El Gobierno Abierto y las alianzas público-privadas

La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de Naciones


Unidas se formuló a través de un proceso participativo y abierto
que, aunque estuvo liderado por los gobiernos,4 incluyó tanto a
la sociedad civil como al sector privado para impulsar una trans-
formación que integrase las dimensiones económica, social y
ambiental, con el objetivo de no dejar a nadie atrás. Esto supone
un concepto del Gobierno Abierto en el que las relaciones entre
los Estados, la iniciativa privada y la ciudadanía se centren en la
reducción de la brecha socioeconómica con nuevas prácticas de
la gestión pública basada en la relación y la colaboración entre
los actores, el sector productivo y la ciudadanía para garantizar
servicios públicos de calidad.

4 
Estonia es un país pionero en la digitalización y los servicios elec-
trónicos. Ha desarrollado X-Road en el que se prestan todo tipo de
servicios como el empadronamientro, el acceso a datos, o la recepción
de la cobertura médica de inmediato y sin solicitud previa.

107
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

Ello implica la necesidad de transformar el concepto de Go-


bierno Abierto en función de los objetivos ODS:
1.  De una parte, a través del fortalecimiento de las institu-
ciones y su modernización para la mejora de las políticas
dentro del marco de la evaluación, la transparencia, la ren-
dición de cuentas y la apertura del gobierno.
2.  La fortaleza de los cauces de participación e innovación
ciudadana con la incorporación de los jóvenes, el conoci-
miento y los sectores vulnerables, con mecanismos eficaces
de información de forma sistemática y eficaz. La partici-
pación ciudadana cualificada es el mejor instrumento de
gestión de tipo colaborativo.
3.  El fomento de alianzas público-privadas de carácter estraté-
gico en las que la difusión de la tecnología y la innovación
se impulsen por parte del sector privado de cara a modelos
de negocio más inclusivos, tanto en la dimensión económi-
ca como en la social y en la ambiental.

Las alianzas público-privadas tienen ante sí el reto de la go-


bernanza de las políticas de empleo, la economía social y la
innovación, con la participación de la ciudadanía. Dentro del
paradigma de la colaboración, hay que resolver las tensiones
existentes entre los modelos económicos, políticos y sociales y
entre los diferentes actores. En el contexto de incertidumbre
de la transición hacia la economía digital, se apuesta por la in-
novación desde una mayor conectividad y las empresas buscan
resolver sus necesidades de capital humano.

5.  El protagonismo local en la economía digital

En el contexto de la economía digital, los costes operativos


se reducen progresivamente, mientras tiene lugar el desarrollo
de nuevos modelos de negocio y nuevos productos ligados a
blockchain. Pero el éxito de los proyectos dependerá siempre del
‘efecto red’, en el que el acceso, el uso y el consumo a través de
Internet influye en los consumos, la utilidad y los accesos de
otras personas con las que está en contacto, multiplicando sus
efectos. La interconectividad en red abre las transacciones a un
mercado global donde se produce el efecto conocido como ‘lar-

108
L. Benítez-Eyzaguirre Gobierno Abierto. Transformaciones políticas...

ga cola’ (Anderson, 2007), que permite la atención a un mer-


cado de necesidades muy diversas, a través del coste marginal
cero (Rifkin, 2014). Con la irrupción de la tecnología digital, se
abaratan los costes hasta el punto de que el coste de cada unidad
adicional —el coste marginal— se va aproximando de forma
progresiva a cero. Este es el escenario de la economía horizontal
de la abundancia, que se produce cuando se reducen los costes
productivos en paralelo a la participación de los consumidores
en el mercado, es decir, a su conversión en el nuevo agente de
la economía digital, el prosumidor. La desintermediación inclu-
ye a nuevos actores, la descentralización facilitará el acceso y
la participación, y la confianza dará respaldo social al modelo
económico.
En paralelo, cobra protagonismo lo local como el eje de in-
fluencia definitiva en las dinámicas del sistema y la globalidad,
un sistema de equilibrios que se genera con los recursos y el
conocimiento local para alcanzar las dinámicas globales. Los
micromercados locales se expanden en la búsqueda de usuarios
y proveedores en lo global, el flujo de información y la comuni-
cación entre fronteras se generalizan mientras se redistribuye la
actividad económica hacia un modelo descentralizado y en red.
Blockchain puede hacer el seguimiento a la producción local
y a sus actividades. Gracias a su capacidad inalterable de realizar
trazabilidad5 de los productos, puede contribuir tanto a la gene-
ración de un círculo económico como a la construcción de una
marca local, con garantía de calidad de origen, al permitir ras-
trear la procedencia de los productos6 para la consulta de con-
sumidores, intermediarios y administración. Este seguimiento
se puede realizar no sólo para productos físicos sino también
inmateriales, como el valor, la reputación o la información. De
cara a la creación de valor, es importante considerar el papel que

5 
El modelo de blockchain realiza el seguimiento de productos y pue-
de garantizar que los productos estén libres de trabajo infantil o sean
respetuosos con el medio ambiente. En Australia se hace en el sector
de los cereales, mientras que en Indonesia se certifica así la pesca legal.
6 
La certificación de los productos que realiza la empresa Provenance
no sólo es medioambiental sino social. Por ejemplo, para garantizar
diamantes libres de sangre, Everledger mantiene un libro blockchain
con los datos de un millón de diamantes.

109
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

puede representar la creación de un círculo económico basado


en el valor de uso —por encima del valor de compra— que
favorezca la riqueza local, ya que es parte de la construcción de
un sistema de economía circular. Como valor añadido habría
que mencionar un nuevo modelo de participación, ya que, al
desplegar el código de blockchain para que quede visible para
los miembros, todo el proceso empresarial y su coherencia con
las políticas y la regulación dependerá de la comunidad que lo
respalde.

6.  Modelos de negocio más inclusivos

Los criterios en la contratación pública han cambiado y, fren-


te a la lógica de la búsqueda del bajo precio, ahora se fomentan
los contratos con empresas que dan empleo a personas vulne-
rables. El rediseño del ciclo de estas políticas se ha realizado en
un modelo participativo sobre la definición del problema, de
los objetivos, de la elección de las acciones y servicios, así como
de su evaluación. El análisis ha servido para detectar que el an-
terior criterio centrado en el bajo precio suele generar después
costes diferidos para el sector público porque se suelen registrar
incumplimientos en materia medioambiental o social.
La Estrategia Europea 2020 apuesta por la contratación con
cláusulas sociales de cara a impulsar el crecimiento económico
sostenible e integrador con un uso más eficiente de los fondos
públicos y la participación de PYMES, las empresas de inser-
ción social o las de la economía social en general. Las empresas
de inserción, cuya finalidad es la de la integración y formación
de personas en situación de exclusión social, en muchos casos
serán las beneficiarias de la contratación pública responsable.
El diseño blockchain que se propone aquí permitiría la aplica-
ción directa de las cláusulas sociales en la contratación pública,
al unificar criterios económicos y de valor aplicables de forma
directa. Sería un campo experimental para establecer criterios e
indicadores sobre la reserva de mercado para empresas de inser-
ción, que se estima en un 7% y que en España está pendiente
de desarrollo legislativo. La práctica a través de blockchain puede
incluir el estudio de las cláusulas y su cumplimiento, la transmi-
sión de la obligación de cláusulas sociales en la subcontratación,

110
L. Benítez-Eyzaguirre Gobierno Abierto. Transformaciones políticas...

la reserva para centros especiales de empleo o empresas de inser-


ción, y la revisión de la información sobre el cumplimiento de
las condiciones como exclusión social o grado de discapacidad.

7.  Una moneda local y social

Bajo blockchain se puede gestionar la contabilidad y los mi-


cropagos de actividades, trabajos y servicios, unidades básicas
de actividad sobre las que se puede establecer una equivalencia
de valor económico, a partir de las interacciones, como base de
una moneda local que no sólo contabilice la economía produc-
tiva, mercantil y monetaria sino también la reproductiva, soli-
daria y del voluntariado. La gestión completa de la gobernanza
de un sistema económico y su aplicación en actividades tanto
monetarias como sociales no cuenta con bases de equivalencia
para pagos, compras, acciones, aportaciones y comisiones entre
todo tipo de operaciones —incluso a escala micro—. La idea
es central cuando se trata de lograr una economía circular, más
humana y social, de mejorar la creación de comunidad y de dar
valor a los intercambios.
La equivalencia de valor entre trabajos, tiempos, remunera-
ción y acciones sociales se puede determinar a partir del análi-
sis de las interacciones a través de la contabilidad realizada en
blockchain, en la que los registros aportan información suficien-
te para proponer un modelo económico que incluya no sólo el
valor de las contraprestaciones, sino también el de las acciones
sociales que podrían equipararse al trabajo remunerado, para
que sean consideradas como capital social convertible en ayudas
o beneficios para las personas y las asociaciones. Si todo ello se
plantea de cara a la creación de una moneda local, tendrá inci-
dencia en la economía circular y en la creación de riqueza de la
comunidad. Esta moneda local se puede hacer operativa a partir
del intercambio de valor entre la misma y los bancos de tiem-
po,7 cerrando las fugas del sistema, reforzando la eficiencia del
modelo y generando valor al interior de la comunidad. Además,

7 
En este sentido, hay que destacar iniciativas como chronobank.io
que permite los intercambios de diferentes características y valor.

111
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

puede integrar el valor de la economía creativa, de las creaciones


artísticas y culturales, en paralelo a la gestión con garantía de
los derechos de autor,8 pues sirve de registro de la autoría de las
creaciones, de forma inmodificable y verificable.
Los cambios económicos tanto en el mundo digital como en
el local han conducido a servicios y trabajos que se pueden des-
empeñar tanto en la proximidad como en el mundo digital, y
que precisan de nuevos modelos de pago, fiscalidad y recono-
cimiento, siempre han presentado una gran dificultad, ya que
a menudo se realizan en breves fracciones de tiempo, sin que
existan sistemas de pago a escala micro que puedan recompen-
sar la prestación de esos pequeños servicios o el pago en moneda
local. La ventaja de blockchain en la gestión económica para la
creación de un modelo de pago ágil y flexible radica en que
simplifica tanto la monetización de negocios y la contabilidad
como la fiscalidad, mientras ofrece confiabilidad y seguridad.
Esto permitiría, por una parte, aflorar la economía sumergida
producida por un modelo ineficiente de fiscalidad y cotizacio-
nes dentro de la categoría de autónomos: la exigencia del alta
en el sistema y sus cotizaciones resultan disuasorias para quienes
sólo obtienen pagos de muy poca cuantía. Por otra parte, haría
posible el análisis de los sistemas de subsidios9 y su eficacia,10
ya que a través de blockchain se puede controlar si se registra
duplicidad, así como la justificación y rendición de cuentas por
parte de las personas beneficiarias. Fairfield (2014) defiende
el papel de esta tecnología por sus contratos inteligentes, que
pueden corregir los contratos abusivos. De cara al logro de una
mayor transparencia económica o una fiscalidad11 más completa

8 
Existen numerosas aplicaciones en este sentido como https://mone-
graph.com/ o http://www.mediachain.io/.
9 
Para simplificar la distribución de subvenciones y prevenir el abuso
y el fraude, en Reino Unido se está probando el uso de un blockchain.
10 
En Argentina, el municipio de Bahía Blanca, una plataforma bajo
la tecnología blockchain permite la trazabilidad, registro, eficiencia y
transparencia, en tiempo real, de los subsidios municipales en el área
de cultura. Se trata de una prueba para replicar el proceso en las licita-
ciones o compras gubernamentales.
11 
Singapur, para evitar el fraude de facturas duplicadas que sufrió en
2016, ha alcanzado un acuerdo con los bancos locales con blockchain

112
L. Benítez-Eyzaguirre Gobierno Abierto. Transformaciones políticas...

y justa, bajo blockchain, o con sistemas que contemplen microu-


nidades de medida para el pago, para trabajos y servicios, con
la garantía del exhaustivo sistema de contabilidad que puede
gestionar blockchain. que resultarían más consolidadas.
Blockchain también se puede utilizar como soporte de la eco-
nomía colaborativa de forma directa, sin necesidad de recurrir a
plataformas comerciales que capturan el valor añadido, del tipo
BlaBlaCar o AirBnB. Así, entre particulares se podrá alquilar o
intercambiar servicios aplicando un sistema de micropagos a
través de móvil, del mismo tipo del que sirve para el envío de
remesas sin coste, sin esperas para la confirmación ni cantidades
mínimas de transferencia. Blockchain, junto al Internet de las
cosas, asegura la propiedad y el itinerario de los desplazamientos,
se convierte en un seguro antirrobo si, por ejemplo, las bicicletas
o los automóviles cuentan con dispositivos con GPS ligados.

8.  Acceso a la información

La posibilidad de una nueva configuración de las institu-


ciones construidas sobre estas opciones tecnológicas muestra
tendencias transformadoras de las organizaciones y de la distri-
bución y acceso a la información, ya que frente al monopolio
gubernamental de la centralización informativa, blockchain pre-
senta un sistema descentralizado e interoperativo más eficiente
y transparente. La legislación de acceso a la información viene
legitimando los sistemas centralizados, que son un obstáculo
para la transparencia gubernamental, y mucho más en el actual
contexto tecnológico, social y político de descentralización y
desintermediación. El acceso a la información pública se logra
bien a través de la solicitud de un permiso, o bien de la capaci-
dad de la acción gubernamental para difundir esa información
de forma distribuida.
La configuración distribuida de blockchain puede conducir a
cambios en el concepto de la información pública si son insti-
tuciones civiles y sociales diversas las que respaldan la gestión y

para crear un hash criptográfico único a partir de una huella dactilar


en cada factura. El sistema alerta de cualquier intento de registro falso,
ya que la clave única es compartida por todos.

113
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

almacenamiento descentralizado de los datos y la información,


a modo de transparencia distribuida. Es decir, sería una vía para
devolver a la ciudadanía sus propios datos e información. La
creación de un blockchain por parte de estas organizaciones no
sólo descentralizaría la gestión de la información y su acceso,
sino que aportaría una revisión ciudadana constante y una ve-
rificación abierta, en la que se podría adaptar la arquitectura
a la necesidad específica de cada tipo de información, regula-
da por un sistema de permisos. Esta blockchain privada, pero
constituida por instituciones como organismos internacionales,
universidades, y organizaciones civiles, puede evitar cuestiones
relacionadas con la explotación de datos, como los costes de la
minería o la protección de datos personales.

9.  La transparencia de los datos y de la acción del gobierno

Como complemento de la gestión de la administración públi-


ca, blockchain tiene capacidad para garantizar la transparencia12
y producir confianza social y política, y no necesariamente en
el gobierno sino en el sistema en sí mismo, al eliminar inter-
mediarios y funcionarios en los procesos. Los smart contracts o
contratos inteligentes se autoejecutan en cuanto se cumplen las
condiciones que proponen las partes en el propio acuerdo ins-
titucional. Esta garantía no sólo elimina trámites burocráticos,
sino que evita el fraude y reduce la intervención de evaluadores.
Todo ello repercute en beneficios para administraciones, empre-
sas y ciudadanía.
Por ello, se busca que el blockchain sea sólido gracias a la con-
creción de los sistemas de transacción, de confianza y de pro-
piedad,13 para evitar que el sistema elimine procesos repetitivos

12 
La República de Georgia, como reacción a la «revolución de la dig-
nidad» con que la ciudadanía respondió al fraude electoral de 2014, ha
impulsado blockchain para el registro de propiedad y trabaja para ser el
primer país del mundo en el que tenga lugar unas elecciones a través
de una plataforma de este tipo.
13 
Honduras y Ghana son dos países que han impulsado el registro
de la propiedad de la tierra en blockchain por los conflictos y prácticas
corruptas que venían sufriendo.

114
L. Benítez-Eyzaguirre Gobierno Abierto. Transformaciones políticas...

o duplicados. La gestión burocrática consta en un ledger como


un registro verificable e inalterable, con un cifrado criptográfico
asimétrico que combina una clave privada y una pública. La cla-
ve pública no permite conseguir ninguna información sobre la
privada ni sobre el contenido protegido. Esta última, la privada,
es la única que permite: (a) acceder a la información destinada
al propietario de dicha clave; y (b) certificar información con
garantías de que solo el propietario de dicha clave ha podido
hacerlo. Mientras, la clave pública permite a un tercero: (c) en-
viar con seguridad una información con garantía de que sólo
el destinatario la podrá descifrar; y (d) comprobar con trans-
parencia y seguridad la procedencia de la información. Wright
y De Filippi (2015) habla de transparencia con seudonimidad
para las transacciones en un blockchain, dado que cada usuario y
cada nodo queda identificado por una dirección numérica úni-
ca, seudónima de una identidad que, debido a las características
técnicas de la Public Key Infrastructure (PKI), no se puede co-
nocer si el usuario así lo decide.
La transparencia de blockchain simplifica la gestión de audito-
rías, ya que facilita la comprobación de los datos incluso cuando
la información se actualiza o en el mismo momento en que se
comparte, pues alerta de irregularidades. El sistema protege de
riesgos derivados de la aplicación de normativas, así como ase-
gura el tiempo y reduce los costes de estas gestiones.

10.  El control y la rendición de cuentas

Los requisitos de la gestión de la administración pública de-


ben corresponderse con el diseño tecnológico, su arquitectura
técnica, la integración entre elementos externos e internos, las
normas y su cumplimiento, y las transacciones por segundo.
Blockchain en su aplicación práctica comienza con el consenso
de la comunidad,14 la estructura y la gobernanza de los smart
contracts, contando para ello con un diseño para las interaccio-

14 
En Delaware, se investiga el consenso de los fundadores de block-
chain en el Consenso CoinDesk para un libro de contabilidad distri-
buida abierta, así como para los derechos de participación y de los
accionistas en la blockchain.

115
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

nes entre actores, así como con un modelo de confianza que


le permite producir valor a través de las redes por la facilidad
de transferencia y la reducción de costes. La transferencia de
valor se realiza a través de contratos inteligentes, de forma hori-
zontal entre los participantes y sin intermediarios; con ventajas
en ahorro, inmediatez, aumento de la seguridad, flexibilidad y
optimización en los procesos.
La certificación de confianza propia de las instituciones po-
dría quedar en registros distribuidos y asimismo transparentes.15
La ventaja del sistema se encuentra también en que la fortaleza
de la información obtenida a través de blockchain permite que
las decisiones se tomen de forma consensuada, con la participa-
ción activa de cada agente, sin intermediarios, con transparen-
cia y rendición de cuentas, todo lo cual facilita la labor de las
administraciones. Desde el punto de vista del control, mejora la
transparencia y la auditoría al margen de los procesos de accoun-
tability vertical, horizontal o social, ya que la trazabilidad per-
mite el seguimiento de los procesos y no sólo de los resultados.
Se puede analizar y constatar en blockchain la inalterabilidad
de la documentación y su permanencia en el sistema, con la
seguridad adicional de permanecer en una red distribuida entre
iguales. Las ventajas más claras del modelo son:
1.  La protección de datos de especial importancia (gracias a
la distribución de los mismos, quedan a salvo del robo o la
intervención).
2.  La unificación de los registros que sean más operativos: re-
gistros únicos, distribuidos en bases de datos compartidas
para acelerar los procesos de la propia administración y
simplificar trámites.
3.  Los registros digitales de propiedad: reducen las interaccio-
nes y la información si quedan en una blockchain.

Los sistemas de almacenamiento y registro de la actividad de


los gobiernos, que recogen tanto los procesos como los servi-
cios, la toma de decisiones y los datos, quedan así disponibles
para la rendición de cuentas, que también podría ser previa o

El gobierno argentino ha certificado las ediciones electrónicas del


15 

Boletín Oficial mediante la utilización de la blockchain.

116
L. Benítez-Eyzaguirre Gobierno Abierto. Transformaciones políticas...

preventiva en el caso de que se almacenen de forma visible y


en tiempo real todas las operaciones de compras o de licitación
de un determinado montante. Para la contratación, gestión de
presupuestos y la financiación, que llevan sistemas complejos
de control y cumplimiento normativo que resultan costosos y
vulnerables, aporta muchas ventajas para la mejora de la trans-
parencia cuando facilita la auditoría en tiempo real de los nego-
cios que tiene mucha importancia para la contratación pública.
Todas estas características hacen que blockchain supere las ex-
pectativas que venía despertando el open data —centrado en el
análisis de los resultados y de carácter tecnocentrista— como
sistema de control de la acción política.

11.  Mayor calidad en los servicios y en la función pública

Blockchain es un sistema de gran solidez y flexibilidad para


la atención de los servicios ciudadanos, ya que los participan-
tes en las transacciones comparten y tienen acceso a los mismos
registros sin intermediación para acreditar los procedimientos
relacionados con licencias, matrículas, o propiedad. Incluso se
estima que la ciudadanía pueda prescindir de servicios legales,
registros y notarías,16 así como de desplazamientos para realizar
las gestiones. Además, la tecnología reduciría la discrecionalidad
administrativa, así como la de los propios funcionarios en la ges-
tión de la administración, ya que el procedimiento es auditable.
Blockchain permite que la gestión de los datos de los ciuda-
danos sea personal, es decir, que no dependa de terceros, ya
que el modelo tecnológico contribuye a la construcción de una
identidad digital propia17 e inalterable, un identificador del que

16 
ONG Bitcoin Argentina han creado Signatura, una plataforma de
firma y registro notarial segura.
17 
Se calcula que hay mil quinientos millones de personas en el mun-
do sin identidad oficial ni registro de nacimiento. Son personas que
no pueden acceder a servicios públicos, ni abrir una cuenta en un
banco, que quedan excluidas de la participación política y económica.
Cruzando fuentes de datos y transacciones, blockchain puede validar
la identidad. De la misma forma, en Finlandia, la Tarjeta Moni que
funciona como una cuenta bancaria, utiliza blockchain para dar iden-

117
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

no se podrán apropiar ni particulares ni instituciones. Así el


control de la información personal dependerá de uno mismo,
ya que posibilita que cada persona sea la única propietaria de
sus propios datos. Guy Zyskind y Oz Nathan (2015) describen
una base de datos personal descentralizada que garantiza a los
usuarios la propiedad y el control de sus datos, sin necesidad de
confianza en un tercero. Junto con el empoderamiento personal
que todo ello supone, sería también una fuente de riqueza, al
hacer posible participar en los beneficios de los que hasta ahora
se apropian las corporaciones.
El sistema evita las falsificaciones, fraudes y usurpación de la
personalidad que se pueden registrar tanto a través de los docu-
mentos de identidad como de su manipulación física o virtual.
Los documentos oficiales identitarios se consideran como un
token o representación física de la información contenida en el
ledger, y en blockchain quedan vinculados sin necesidad de rea-
lizar diferentes trámites ante la administración.
Para facilitar la integración de colectivos que sufren la exclu-
sión social, haría posible, por ejemplo, que un migrante que
haya perdido sus documentos en su tránsito recupere su identi-
dad. De la misma forma, podrían conseguirlos las personas sin
hogar que sufren de la exclusión en el acceso a servicios públicos
por falta de una dirección física o de registro en el censo. El
cruce de información que realiza blockchain en diferentes bases
de datos permite validar la identidad cuando faltan las clásicas
pruebas de papel.

12.  La participación ciudadana en las políticas públicas

Entre las formas de participación ciudadana que se verían


potenciadas se encuentra el desarrollo legislativo a través de
la colaboración. Por esta vía se concretarían los planes de ac-
ción tanto a la hora de priorizar medidas como de comentar
o debatir sobre determinados repositorios legales. Para ello, se
viene utilizando GitHub como herramienta abierta y muy ex-

tidad de cara a la búsqueda de empleo y el disfrute de derechos. Por su


parte, Estonia cuenta con un programa de residencia con el que atrae
a nuevos residentes y obtiene beneficios con ello.

118
L. Benítez-Eyzaguirre Gobierno Abierto. Transformaciones políticas...

perimentada en el mundo del software libre, porque es versátil:


certifica un control de cambios capaz de realizar el seguimiento
de la edición de una legislación. Las características de GitHub
como sistema open source permiten su uso sin restricciones, así
como las modificaciones para aplicaciones concretas como la
legislación (Wright y De Filippi, 2015), ya que a la vez que
facilita la colaboración permite acceder a la legislación vigente
y también a la derogada. También permite migrar a cualquier
otro sistema con independencia de su desarrollo y de reutilizar
toda la información a través de un clonado. Del mismo modo
que se ha utilizado GitHub o GitLaw, blockchain tiene la misma
aplicación con más ventajas porque los registros son inaltera-
bles, evita la duplicidad de versiones, puesto que todos pueden
añadir, modificar y quitar contenidos sin necesidad de autori-
zación ni control pues la transacción, cuando es válida, deja al
blockchain en un estado consistente, y figura en el registro.
En cuanto a la participación social, son numerosas las ventajas
y los beneficios que blockchain puede aportar, a pesar de que las
dificultades de financiación sean una barrera de entrada a esta
tecnología. Las oportunidades y ventajas relacionadas con la go-
bernanza, similares a las que aporta a otras instituciones, están
relacionadas con la gestión de la democracia interna, la votación
de los socios, la máxima transparencia y garantía en la gestión.
Las donaciones y cuotas, las subvenciones que reciben estas or-
ganizaciones, mejorarían de forma significativa, ya que el sistema
se adapta a los micropagos desde móvil como sistema recaudato-
rio. En campañas de crowdfunding, facilita la devolución de los
fondos si no se cumple el objetivo de la campaña, o en el caso de
que sí se cumpla, realiza el seguimiento del destino de los fondos;
de la misma forma funciona en otros tipos de donaciones, por
ejemplo, en campañas de recogida de alimentos o de gestión de
grandes catástrofes. Realimentada en el círculo de gestión de la
ONG, la información que blockchain aporta al sistema aumenta-
ría, pues permite investigar, a través de la trazabilidad, los desvíos
y fallos respecto a los objetivos inicialmente planteados, o bien
la mejora del análisis de las necesidades. Se puede orientar a las
alianzas y aportaciones de empresas dentro de sus programas de
Responsabilidad Social Corporativa, y también para el análisis
de experiencias y buenas prácticas que se conviertan bien en es-
calables o bien en adaptables a otras áreas empresariales.

119
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

13.  El futuro de blockchain para el Gobierno Abierto:


dificultades y riesgos

Blockchain ha irrumpido en la cultura digital mostrando ven-


tajas objetivas, aunque en su aplicación se necesita un cambio
de mentalidad y de habilidades, una formación especializada y
el fomento de una mayor cultura de la seguridad de los usua-
rios. Blockchain aparece con la promesa de dar una respuesta a
los retos más importantes que hoy se plantean en la sociedad
digital: la transparencia, la privacidad, la seguridad y el control,
pero tiene todavía desafíos por resolver, tanto en su desarrollo
tecnológico como en su regulación.
Por lo tanto, para que blockchain consolide su capacidad dis-
ruptiva, la regulación del sistema será un elemento clave. El de-
safío va camino de resolverse, pero no la dificultad de impulsar
una transformación de las administraciones e instituciones para
que acepten que el sistema de tecnologías informáticas basado
en blockchain puede estructurar la gestión pública y la com-
patibilidad en las interacciones con industrias y empresas, las
operaciones de seguimiento y, en general, todos los contratos de
garantía. De hecho, Tapscott y Tapscott (2016) mencionan los
obstáculos que se plantean ante la irrupción de blockchain, entre
los que destaca la inmadurez de la sociedad y de la propia tecno-
logía, los sistemas de poder que tratarán de bloquear o controlar
iniciativas de blockchain, la previsible pérdida de puestos de tra-
bajo, la reducción progresiva de incentivos para la colaboración
colectiva y, especialmente, en cuestiones de gobernanza, sobre
las cuales plantea cuestiones como la responsabilidad de un sis-
tema o compañía descentralizada, el pago de impuestos, el pa-
pel de los gobiernos o la posible existencia de naciones digitales.
En el campo de la regulación legal y jurídica todavía hay ries-
gos de calado que están pendientes de una solución, como son:
el marco legal sobre la naturaleza jurídica de blockchain; la falta
de reconocimiento del sistema como fuente de veracidad inmu-
table e identidad digital; la validez jurídica de la documenta-
ción almacenada y de los instrumentos financieros emitidos por
blockchain; el marco legal para los contratos inteligentes, y la
regulación sobre su uso como un registro de Internet de las Co-
sas (Sebastián, 2016). También quedan por resolver otros frutos
de la ubicuidad y desmaterialización, como serían la multipli-

120
L. Benítez-Eyzaguirre Gobierno Abierto. Transformaciones políticas...

cidad de jurisdicciones territoriales bajo las que se desarrolla, o


la tokenización de activos reales. Además, hay que contemplar
que lograr un consenso sólido en la comunidad fundadora de
una blockchain resulta complejo, así como alcanzar los acuerdos
necesarios para cambiar las reglas por motivos técnicos.
La imposibilidad técnica de eliminar o falsear cualquier regis-
tro en el histórico de las transacciones ejecutadas en un block-
chain puede plantear también riesgos. Por ejemplo, el conocido
como «derecho al olvido», reconocido en la legislación europea
de protección de datos personales, que supone la eliminación
—a petición de la persona afectada— de la información de
cualquier ciudadano almacenada en cualquier tipo de forma-
to, es técnicamente imposible de cumplir en una blockchain.
Sebastián (2016) apunta la solución de sustituir el derecho a
la «eliminación» por el derecho a la «imposibilidad de uso» de
información personal por parte de terceros, a través de una solu-
ción encriptada de carácter automático. El riesgo no está solo en
las imposibilidades técnicas derivadas de la naturaleza distribui-
da y criptográfica de blockchain, sino que, como todo sistema
de software, es inevitable que puedan producirse errores en el
diseño, la construcción o la configuración sobre los que se basa
el blockchain.
En cambio, en su vertiente tecnológica, hay opciones para el
análisis de la solidez y eficacia de blockchain para la compara-
ción de diferentes plataformas y diseños, en términos de ren-
dimiento, latencia, escalabilidad y tolerancia a las fallas, como
Blockbench, que funciona a partir de las API. Dinh et al. (2017)
han testado tres importantes blockchain para asegurar que estos
sistemas aún están lejos de desplazar a los actuales en el trata-
miento tradicional de datos. Por otra parte, Xu et al. (2017)
proponen una clasificación y comparación de sistemas de con-
figuración de blockchain en términos de calidad, pero también
sobre el impacto de las principales decisiones sobre su diseño.
También hay numerosos servicios de garantía basados en una
blockchain como proof of existence (2017), que se convierte en
la ‘prueba de la existencia’ de un documento o un contrato en
un momento determinado del tiempo: un hash generado para
el documento en cuestión, produce una transacción para ese
documento que permite almacenar su código en blockchain,
en el que consta fecha y hora, y es una prueba segura, pública

121
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

y verificable de existencia, con un coste bajísimo. Dolader et


al. (2017: 39-40) mencionan también la seguridad que aporta
la propia estructura de blockchain para recuperar el estado de
una base de datos en cualquier punto del tiempo, mencionando
como ejemplo la implementación de big data lakes que realiza la
empresa Guardtime con su tecnología KSI basada en blockchain
(GuardTime, 2017).
La evolución de sus aplicaciones ya se ha testado en la cer-
tificación de documentos, en aplicaciones de registro e inter-
cambios, en la producción de smart contracts de las operaciones
económicas de la administración pública, y en las redes privadas
entre el Estado, la sociedad civil y los organismos de control.
Mientras las redes públicas de blockchain son más sólidas, las
privadas encuentran dificultad para lograr la confianza de los
actores y su participación.
En términos de coste, blockchain presenta la dificultad inicial
de su implantación porque, aunque puede ofrecer un gran aho-
rro a las organizaciones, su implantación en términos económi-
cos supone desembolsos muy elevados para la adopción de la
tecnología, pero también por los cambios estructurales del paso
de sistemas centralizados a descentralizados. Todavía más signi-
ficativo puede llegar a ser el consumo energético necesario para
mantener el sistema activo y los cálculos de su algoritmo. Por
ejemplo, O’Dwyer y Malone (2014) estimaron que ese año, bit-
coin consumía la misma cantidad de energía que toda Irlanda.
Entre los retos de tipo tecnológico también hay que destacar el
consumo de tiempo para la validación de transacciones, que aún
no es adecuado para un uso interactivo instantáneo (entre 300 y
800 veces más lento que una transacción con tarjeta de crédito),
así como las dificultades para que el sistema alcance escala global.

14. Conclusiones

Una vez identificados los retos, las soluciones por la vía co-
laborativa pueden agilizar la implantación de blockchain para
el Gobierno Abierto. Lo cierto es que la aplicación de esta tec-
nología exige importantes cambios en los modelos de gestión,
el liderazgo público y privado, e incluso plantea la necesidad
de una nueva cultura ciudadana y democrática, más autónoma,

122
L. Benítez-Eyzaguirre Gobierno Abierto. Transformaciones políticas...

independiente y empoderada. Las transformaciones que se ave-


cinan en la manera de hacer negocios, compartir información y
generar riqueza, conducirán a una nueva idea de los beneficios
para inversores, consumidores, empresarios y ciudadanos que,
en un contexto con libertad de elección y con el control sobre
sus datos, puedan comprender que las alianzas y la generación
de comunidad son fortalezas de la autonomía y la libertad. Y
aunque muchas de estas cuestiones entren en conflicto directo
con el funcionamiento de las instituciones, gobiernos y el Esta-
do, así como con los reglamentos, procesos políticos y costum-
bres, el desafío está en superar esos obstáculos y disfrutar de sus
ventajas, de modos de expresión ciudadana y política que no
deben encontrar en la tecnología que los soporta freno para su
normalización.
En este momento, la importancia de las transformaciones
digitales y tecnológicas se encuentra en la experimentación, la
voluntad política y los usos para conocer su capacidad trans-
formadora y el verdadero impacto que produce en los aspectos
sociales, políticos y económicos, así como, especialmente, en la
vida de las personas.

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Paidós.

124
5.

Democracia Digital Cualificada:


un nuevo modelo para una gobernanza
inteligente

Salvador Muñoz

Se propone un paradigma para mejorar la Smart Governance


de carácter interoperable y abierto basado en un nuevo mode-
lo de democracia electrónica (que incluye la dimensión de la
cualificación y el voto complejo) que ahonda en la capacidad
de decisión de la ciudadanía, así como en la eficacia de la toma
de decisiones y que une los mundos separados de la e-Partici-
pation, las e-Communities, el e-Voting y el o-Government me-
diante la integración y la reutilización de sistemas existentes.

1. Introducción

Los sistemas de participación ciudadana y votación electró-


nicos no terminan de ser aceptados ni por el conjunto de la
ciudadanía, ni por el estamento político e instituciones, siendo
una de las principales causas que los modelos de participación y
democracia que implementan (representativa o directa) no son
suficientemente eficaces, ni lo hacen de forma completa, segura
y confiable. Esto se suma a que no existe un marco integrador
y conceptual que integre las diversas soluciones de participa-
ción electrónica dispersas y que ofrezca un sustento legal para
que desde las instituciones y Administraciones públicas pueda
impulsarse e implantarse soluciones integrales de democracia
digital. El resultado es que a pesar de la demanda ciudadana de
una mayor implicación y participación en la toma de decisiones
sociales y políticas, sigue existiendo una baja motivación y gran
desconfianza en los sistemas electrónicos de participación y vo-
tación electrónicos, a pesar incluso de las experiencias de casos
de éxito en diversos países como Estonia.

125
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

Por tanto debemos poner el foco en las instituciones y avanzar


en soluciones integradoras de gobierno abierto como eje central
de la gobernanza inteligente (Smart Governance) definiendo un
marco conceptual y un paradigma que profundice en la toma de
decisiones por parte de la ciudadanía, con un uso intensivo de
las Nuevas Tecnologías de la Información y las Comunicaciones
(NTIC).
Este paradigma de gobernanza inteligente debe ser también
nexo de unión entre los mundos de la participación electrónica
(e-Participation), las comunidades virtuales (e-Communities), la
votación electrónica (e-Voting), el gobierno abierto (o-Govern-
ment) y las ciudades inteligentes (smart cities) reutilizando e in-
tegrando las herramientas y plataformas existentes —así como
otros componentes software auxiliares y transversales de admi-
nistración electrónica—, para abordar con éxito la complejidad
de los procesos de democracia digital mediante soluciones in-
tegrales que cubran todas sus dimensiones (información, trans-
parencia, colaboración, participación y decisión ciudadana) que
permitan un ejercicio de la democracia regular, ético, eficaz y
eficiente, y con aplicabilidad en diferentes ámbitos socio-políti-
cos y territoriales.
Dicha democracia, que pretende ser responsable y cualifica-
da, se presenta como un nuevo modelo de democracia digital
—Democracia Electrónica Cualificada (DEC)— que no será ni
representativa, ni líquida, ni directa, ni mixta, sino un nuevo
modelo de participación y decisión en el que la relevancia en la
toma de decisiones por parte de los ciudadanos estará relaciona-
da con su actividad y reputación como sujetos políticos, con su
afectación como objeto de las decisiones y con su cualificación
general y concreta en relación a dichas decisiones. En este mo-
delo cualitativo (en oposición al cuantitativo o tradicional) se
conseguiría una práctica directa pero responsable y ética de la
democracia, evitándose la separación entre ciudadanos políticos
(activos) y no políticos (pasivos), siendo la representación una
consecuencia natural de la actividad política del conjunto de la
sociedad.
La democracia electrónica cualificada se presenta por tan-
to como un modelo de democracia digital que podría incor-
porarse fácilmente a plataformas de e-Participation, e-Voting
y o-Government tradicionales ya existentes y que sería el ele-

126
S. Muñoz Democracia digital cualificada

mento central del paradigma de gobernanza inteligente que


proponemos.
Sin embargo, la construcción de soluciones avanzadas de de-
mocracia digital no será posible si no existe en las instituciones
una apuesta decidida (impulsada y demandada por la ciudada-
nía) por la Administración electrónica, los Gobiernos abiertos y
la gobernanza inteligente, y si no utilizamos técnicas y recursos
tecnológicos punteros como big data, open data, machine lear-
ning, así como la computación distribuida y la criptografía para
abordar la inherente complejidad y exigencias de seguridad y
transparencia que requieren.

2. Motivación

Desde el punto de vista socio-político, es clara la desafección


social hacia la democracia representativa (manifestada por rei-
vindicaciones sociales en la última década), y que la democracia
directa no termina de funcionar y ser aceptada (ver más adelan-
te iniciativas); por otro lado, existe una gran demanda de parti-
cipar en las políticas públicas, por ello es procedente plantear-
nos un nuevo modelo más participativo y avanzado, con todas
las garantías técnicas y jurídicas, para que sea aceptado tanto
socialmente como por las Administraciones públicas.
A nivel técnico existen hoy en día recursos TIC avanzados
(tanto a nivel de hardware como de software) como para sopor-
tar este modelo exigente en cuanto a requisitos de alta disponi-
bilidad, concurrencia y seguridad.
Desde la perspectiva económica es patente la demanda y el
apoyo institucional (impulsado por la Unión Europea) al en-
contrarnos con fondos que permiten la financiación de este tipo
de proyectos de e-Democracia, y en concreto de gobierno abier-
to,1 del que pueden beneficiarse tanto el sector público como el
privado.
A nivel legal y jurídico veremos que existe un marco normati-
vo sólido nacional y europeo, que no sólo es suficiente para aco-

1 
La Agenda Digital Europea y Estatal, la Estrategia Europa 2020 y el
plan Mejora pretenden potenciar el gobierno abierto.

127
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

meter proyectos de democracia digital con seguridad jurídica,


sino que la propia normativa, influenciada por los movimientos
sociales fomenta y propicia el desarrollo e implantación de pla-
taformas tecnológicas de o-Government y e-participación.
En definitiva, existe una clara oportunidad —y es la moti-
vación de este artículo— para plantear un nuevo modelo de
democracia electrónica sobre el que desarrollar plataformas y
aplicaciones de democracia digital que sean mejor aceptadas,
más eficaces y dentro de un marco legal consistente para que
puedan ser adoptadas por las instituciones.

3.  Aplicación de las NTIC a la democracia digital

La influencia de las iniciativas y herramientas TIC promovi-


das por movimientos sociales (sobre todo en la última década)
y comunidades para la participación y la colaboración entre
grupos de ciudadanos, ha sido determinante en la evolución
de la aplicación de las nuevas tecnologías en las instituciones
públicas y en los procesos democráticos. Con objeto de ver el
estado actual y hacia dónde se dirige, debemos revisar diferen-
tes conceptos muy relacionados: la administración electrónica
(e-Administration), que supone no sólo la automatización de los
procesos internos de la propia Administración pública para ser
más eficiente, sino la posibilidad de que los ciudadanos se re-
lacionen con las administraciones por medios electrónicos. El
gobierno electrónico (e-Government) implica un paso más, pues
pretende no sólo aplicar las NTIC a los procesos de gestión,
sino también a los de gobierno, diseño y aplicación de políticas
desde las instituciones públicas (Abu-Shanab, 2015: 454).
La votación electrónica (e-Voting) permite el ejercicio de la
democracia por medios electrónicos pero no aborda procesos
de discusión ni deliberativos como la participación por medios
electrónicos (e-Participation). El gobierno abierto (o-Govern-
ment) abre el gobierno hacia la participación ciudadana, lo que
implica el uso de las tecnologías en modelos de democracia elec-
trónica mucho más participativos. Por último, la gobernanza
inteligente (Smart Governance), concepto más reciente y más
amplio, supone un modelo de gobernanza en un territorio con
un uso intensivo e inteligente de la NTIC y en el que participan

128
S. Muñoz Democracia digital cualificada

Figura 1. Mapa conceptual de la democracia electrónica.

diferentes actores sociales, institucionales y ciudadanía a través


de un gobierno abierto.
En definitiva la conjunción de la votación electrónica junto
con un gobierno abierto que incluya mecanismos para la cola-
boración, la e-participación y la gobernanza inteligente —entre
diversos actores públicos, sociales y privados— podrían lograr
una democracia electrónica ampliamente participativa y de gran
calidad. Todos estos conceptos y sus relaciones se ilustran en la
la figura 1.
El voto, entendido como la elección por parte del participan-
te de una opción o propuesta —o un conjunto de ellas— de
entre un conjunto finito de alternativas posibles para la toma de
una decisión, suele ser en el ámbito de las democracias actuales

129
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

(representativas en la mayoría de los casos) un voto simple que


consiste en la elección de una sola alternativa de entre varias
posibles. Este «voto simple» es el que también implementan las
incipientes plataformas de o-Government.
Herrán (2005) expone que con la ayuda de las TIC (e-Vo-
ting) se facilita el cambio en la concepción del voto hacia un
concepto de voto más complejo, que recoja voluntades de par-
ticipación más amplias como no participar, no preferir ninguna
alternativa, proponer una nueva alternativa que no está entre
las posibles, optar por varias alternativas parciales en función
de los ámbitos considerados («voto diferencial»), o elegir varias
opciones simultáneamente («voto complejo»).
El «voto complejo» supondría una democracia más cualitati-
va que «incrementaría la participación, pero a la vez haría más
necesario que el ciudadano fuera más conocedor, más reflexivo
y más y mejor educado en democracia» (Herrán, 2005: 3). Este
concepto de voto supone por tanto un voto más cualificado,
pero implica que el participante en la decisión esté formado
y cualificado para tomar decisiones responsables —lo que no
siempre es así—, y en cualquier caso este conocimiento y cua-
lificación no se reflejaría en el voto, tal que tanto una persona
cualificada como una no cualificada o desinteresada, tendrían el
mismo peso en la toma de la decisión.
El «voto ponderado» permite dar diferentes pesos o valores a
los votos dependiendo de diversos criterios que se establezcan
previamente, de tal forma que no todos los votos tendrían que
valor exactamente lo mismo.
En este sentido introducimos el concepto de «voto cualifica-
do», que supondrá un voto ponderado en el contexto tanto de
un voto simple como de uno diferencial o complejo, dependien-
do del tipo de votación o decisión de que se trate. Se aplicará
por tanto un mecanismo de ponderación o factor cualificador,
con objeto de reflejar la cualificación de cada participante en el
resultado final de la votación. Estos mecanismos de cualifica-
ción del voto son la base del modelo propuesto.
Otro elemento base muy ligado a la democracia electrónica y
a esta exposición es el de gobierno abierto, dado que pretende-
mos aplicar un nuevo modelo de democracia electrónica a las
plataformas de o-Government sobre todo en su fase o dimensión
de la e-participación.

130
S. Muñoz Democracia digital cualificada

El concepto de o-Government se remonta a los años 50


(Abu-Shanab, 2015), aunque fue en 2009 con la Administra-
ción Obama cuando se popularizó con la inclusión de los tres
pilares fundamentales de transparencia (información y rendi-
ción de cuentas a la ciudadanía), colaboración (los interesados
colaboran con la opinión, aportación de propuestas e ideas), y
participación (la ciudadanía se involucra directa y activamente
en la elaboración de propuestas y toma de decisiones).
Los gobiernos abiertos implican por tanto un modelo de de-
mocracia electrónica más avanzada, deliberativa y directa, por lo
que debe tenerse en cuenta en su implantación a la ciudadanía
y a los movimientos sociales (por otro lado principales deman-
dantes y precursores de estas iniciativas). A nivel técnico supo-
ne integrar las ya clásicas plataformas de votación electrónica
(e-Voting) y las nuevas herramientas de realización de propues-
tas, trabajo colaborativo y comunidades.
La implantación de una plataforma de e-Government es un
proyecto de gran envergadura, transversal y de una alta comple-
jidad tecnológica, dado que incluye sistemas de identificación,
firma, censo y votación electrónicos confiables y seguros, por lo
que son necesarios recursos tecnológicos punteros.
En relación con nuestro objetivo de incrementar la participa-
ción y que la ciudadanía tenga un papel esencial en la toma de
decisiones, es necesario ahondar en el principio de participación
de los gobiernos abiertos. En esta línea Abu-Shanab (2015) con-
sidera que existe cierta ambigüedad, sobre todo entre los pilares
de colaboración y participación del concepto de o-Government,
y propone una evolución y actualización del mismo reforzando
el papel de la ciudadanía en la toma de decisiones en un nuevo
pilar independiente que denomina «Empowerment» o empode-
ramiento ciudadano, de tal forma que el concepto de gobierno
abierto quedaría redefinido en cuatro dimensiones fundamen-
tales: transparencia, información de fiscalización (rendición de
cuentas), colaboración y empoderamiento (véase la figura 2).
Por último la gobernanza inteligente (del inglés Smart Gover-
nance) según la definición del diccionario Collins, habla sobre
el futuro inmediato de los servicios públicos, maximizar su efi-
ciencia a través de la continua innovación, y mejorar la plani-
ficación y toma de decisiones mediante el uso de las NTIC a
través de procesos democráticos abiertos a colectivos sociales,

131
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

Figura 2.  Dimensiones del gobierno abierto.

profesionales y empresariales. Por tanto, uno de los ejes centra-


les de la Smart Governance es el gobierno abierto en el que se
haga una gestión inteligente con un uso intensivo de la tecnolo-
gía. O dicho de otro modo:

Hoy la Gobernanza Inteligente es el modelo de gobernanza


aplicado a un territorio y sociedad específicos, caracterizado por
el uso intensivo e inteligente de las TIC, que busca maximizar
los resultados positivos asociados a la búsqueda del Gobierno
Abierto (Jiménez, 2013).
Asimismo la gobernanza inteligente se relaciona directamen-
te con las ciudades inteligentes o smart cities, cuyo objetivo es
hacer más habitables y sostenibles las ciudades, económica y
socialmente, promoviendo un gobierno participativo y abierto
a la ciudadanía, lo cual contribuye a que las ciudades se pue-
dan adaptar a las personas y ser sostenibles socialmente. De este
modo, la Smart Governance puede considerarse uno de los pila-
res principales de las smart cities.
El concepto de gobernanza inteligente se alinea por tanto per-
fectamente con un democracia digital deliberativa, avanzada y
cualificada.

4.  Marco legal

El marco normativo determinará finalmente la legalidad y


viabilidad de las plataformas de democracia electrónica, por lo
que es un elemento fundamental, dado que para que un deter-
minado sistema de gobierno abierto o democracia electrónica

132
S. Muñoz Democracia digital cualificada

pueda implantarse a nivel local, en un determinado municipio


debe existir un marco legal municipal que no esté en contradic-
ción con ninguna norma de rango superior: provincial, autonó-
mica, estatal o europea.
Los principios que regulan a nivel general los derechos de
participación ciudadana en los procesos democráticos están re-
cogidos normalmente en las Constituciones nacionales, como
es el caso de la Constitución Española, que en su artículo 23.12
se vislumbra que sería posible mecanismos de participación di-
recta, y por lo tanto modelos de democracia participativa, de-
liberativa y directa. En cuanto a los principios que regulan los
procesos electorales, se recogen en la Ley Orgánica del Régimen
Electoral General, obsoleta, en el sentido de que no regula el
voto electrónico, lo que no quiere decir que sea ilegal o no pue-
da regularse con normativa específica o supletoria.
En relación con la administración electrónica —aquellas nor-
mas que regulan internamente el uso de los medios electrónicos
en las Administraciones públicas y sus relaciones, y éstas con la
ciudadanía—, se enmarca en la Agenda Digital para España que
se desarrolla dentro del Plan de Acción sobre Administración
Electrónica de la UE 2016-2020 cuyo objetivo fundamental es
acelerar la transformación digital de la administración para con-
seguir un espacio y mercado único digital.3
De toda la normativa, la Ley de firma electrónica (2003), la
Ley del Procedimiento Administrativo Común de las Admi-
nistraciones Públicas (2015), y la Ley de Régimen Jurídico del
Sector Público (2015) suponen las piedras angulares de nuestra
administración electrónica y la base donde debería sustentar-
se cualquier sistema de democracia electrónica, dado que en el
fondo cualquier plataforma o sistema de e-participación, e-vo-
ting o gobierno abierto serán servicios electrónicos (que se aña-
dirán a los que ya están empezando a proveer las administracio-
nes) que las instituciones deben suministrar a la ciudadanía con
las garantías suficientes, cuanto más en el ámbito de procesos
democráticos y de participación ciudadana.

2 
«los ciudadanos tienen el derecho a participar en los asuntos públi-
cos, directamente o por medio de representantes»
3 
https://ec.europa.eu/digital-single-market/en/european-egovern-
ment-action-plan-2016-2020

133
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

Con respecto a la regulación de los gobiernos abiertos y la


participación ciudadana hay poca regulación, quizás debido a
que es un concepto de administración pública «extendida» cuyo
concepto o-Government no tomó relevancia hasta el año 2009
con la Administración Obama.
Por ello quizás sólo se regula el pilar de la transparencia pero
no existe casi ninguna norma relevante (salvo alguna excepción)
referida al resto de pilares fundamentales como la colaboración
y la participación ciudadana.
La Ley de transparencia, acceso a la información pública y
buen gobierno (2013) —y su equivalente en Andalucía— es de
aplicación en todas las Administraciones públicas, y busca por
un lado aumentar la transparencia de la actividad pública hacia
la sociedad, y por otro garantizar el derecho de acceso a la in-
formación generada en la propia a actividad de las instituciones.
Avanzando en la dimensión de la transparencia la Ley sobre re-
utilización de la información del sector público (2015) persigue
facilitar mediante portales de datos abiertos4 la reutilización de
la información del sector público por parte de los ciudadanos
y las empresas, que podrá contribuir a la economía, y proveer
información a la ciudadanía que fomentaría su participación en
las políticas públicas.
Como norma innovadora e impulsora de la democracia digi-
tal y de la participación ciudadana hay que destacar la Ley de
Participación Ciudadana de Andalucía (2017) como un respal-
do a las formas directas de participación como complemento a
la democracia representativa. Entre estas formas de participa-
ción se contemplan los presupuestos participativos, colaborar
mediante procesos de deliberación realizando propuestas sobre
anteproyectos de ley y reglamentos, ejercer el derecho a opinar
y hacer sugerencias sobre políticas públicas, así como la posibi-
lidad de la realización de consultas populares tanto autonómicas
como locales.
Así, existe un marco normativo sólido que propicia el desa-
rrollo de soluciones tecnológicas de participación ciudadana y
gobernanza inteligente.

4 
El portal datos.gob.es es una iniciativa de ámbito estatal basada en
esta Ley que organiza y gestiona el Catálogo de Información Pública
del Sector Público

134
S. Muñoz Democracia digital cualificada

5.  Iniciativas y plataformas de democracia digital

Existe una gran cantidad de plataformas y aplicaciones de


democracia electrónica: un grupo centrado en la votación elec-
trónica (e-voting), otro más focalizado en la colaboración y la
participación (e-participation) y otras más integradoras que
incluyen elementos tanto de colaboración como de decisión y
que podrían encuadrarse dentro del grupo de plataformas de
gobierno abierto (o-Government). También hay soluciones de
colaboración y comunidades virtuales (e-Communities).
Existen iniciativas como OpenSAGA5 (Jesse, 2016) que pro-
ponen estándares de gobierno abierto mediante la construcción
de sistemas desarrollados con licencias de software libre intero-
perables y sustentados en el ensamblaje y uso de aplicaciones ya
existentes mediante técnicas de integración de sistemas.
Los datos abiertos en las iniciativas de gobierno abierto (At-
tard et al., 2015) es otro elemento importante, pues permite
incrementar la transparencia de los gobiernos hacia la ciuda-
danía y luchar contra la corrupción (uno de los problemas evi-
dentes de la desafección política de la ciudadanía y que merma
su participación). Todos estos factores permiten un mayor con-
trol ciudadano en las políticas a la vez que incentiva su par-
ticipación de una manera más informada en los procesos de
gobierno.
En nuestro modelo proponemos mecanismos expresos de
cualificación para la ciudadanía; la transparencia y los datos
abiertos también deberán aplicarse a dichos mecanismos y a la
propia participación ciudadana, con objeto de incrementar la
confianza y redundar nuevamente en el incentivo de la parti-
cipación.
Democracia 4.0 es una iniciativa de democracia líquida de
ámbito estatal impulsada por la plataforma ciudadana Democra-
cia Real Ya (nodo de Andalucía), que propone la posibilidad de
delegar el voto en los representantes políticos. Sería compatible
con el modelo representativo pero el ciudadano podría optar
bien a ejercer su voto directo (restando la correspondiente cuota

5 
http://www.cio.bund.de/Web/DE/Architekturen-und-Standards/
SAGA/saga_node.html

135
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

de representación al diputado) a través de Internet mediante


DNIe, o bien delegarlo el diputado electo.
Este proyecto nace como un trabajo de base jurídica con total
legitimidad jurídica y legalidad amparado en derechos funda-
mentales recogidos en la Constitución Española. Fue formal-
mente presentado al Congreso pero fue ignorado y bloqueado
(Jurado, 2013), por lo que en la actualidad la iniciativa se en-
cuentra suspendida.
En relación con experiencias de gobierno abierto cabe destacar,
por ser una de las primeras en ponerse en marcha, el desarrollado
y promovido por el propio Ayuntamiento de Madrid mediante
la plataforma Cónsul. En su plataforma de gobierno abierto6 se
han realizado multitud de consultas y registrado también nume-
rosas propuestas ciudadanas, tal que las que han recibido mayor
apoyo pasan a la fase de votación, como p.e. el «billete único para
el transporte público» o los presupuestos participativos.
También en algunos partidos políticos y sindicatos se han em-
pleado herramientas de democracia electrónica para elecciones
internas como las primarias y para la confección de programas
políticos participativos, como han sido los casos de Podemos,
Unidos-Podemos, Equo y otras agrupaciones políticas afines en
un ámbito local.
En cuanto a plataformas de votación electrónica son muy nu-
merosas debido a que fue en el ámbito de las elecciones, el voto
y la toma de decisiones en la democracia (fundamentalmente
representativa) donde se aplicaron hace décadas las nuevas tec-
nologías para lograr sistemas de votaciones electrónica eficaces,
hoy en día bastante maduros.
En este sentido Pesado et al. (2016) hacen un recorrido por
diferentes modelos de sistemas de e-voting, tales como el REV
o sistema remoto de votación electrónico (votación a través de
Internet, con los sistemas de información centralizados o en la
nube) en el que son cruciales los requisitos de seguridad, pero
que a la vez parece la solución más efectiva en cuanto a costes,
aceptación y usabilidad.
Otro de los aspectos importantes es dilucidar si los sistemas
de voto electrónico incentivan o no la participación en Demo-

6 
https://decide.madrid.es/

136
S. Muñoz Democracia digital cualificada

cracia. En el estudio y propuesta que realizan Costa et al. (2005)


de la especificación de un sistema de votación electrónica ge-
neral multipropósito, concluyen que estos sistemas son funda-
mentales para fomentar la participación de los ciudadanos en
las políticas, sobre todo si cumplen una serie de especificaciones
recomendadas: sistemas de código abierto, cumplimiento de los
requerimientos de seguridad, privacidad, verificabilidad y mo-
vilidad que requieren este tipo de sistemas.
A pesar del recorrido de estas plataformas, el grado de im-
plantación en elecciones estatales a nivel mundial es bastante
bajo.7
En relación con las plataformas de participación electrónica ca-
ben destacar algunas herramientas como Loomio o Appgree, que se
empezaron a utilizar por nuevos partidos políticos y movimientos
sociales para la organización interna y la ayuda a la toma de de-
cisiones. Este tipo de plataformas permite la toma de decisiones
en grupo —y llegar a un acuerdo— de una forma coordinada,
evitándose reuniones presenciales y/o una gran cantidad de inter-
cambio de correos electrónicos o intervenciones en foros.
A partir de la popularización del concepto de Gobierno abierto
en el año 2009 se han desarrollado bastantes iniciativas de plata-
formas que implementan en mayor o menor medida las funcio-
nalidades requeridas en las fases o pilares de transparencia, cola-
boración y participación del o-Government; aunque la mayoría
no van más allá de cubrir la transparencia y los datos abiertos,
y de posibilitar cierta participación ciudadana. Soportan, bien
modelos de democracia representativa para la elección de cargos
y representantes (e-voting), bien modelos de democracia directa
para la toma de decisiones por parte de todos los participantes
en la plataforma; siendo este tipo de plataformas más emergen-
tes y restringidas a determinadas organizaciones políticas, sindi-
cales o sociales y en algunos gobiernos de ámbito local.
En cuanto a las iniciativas y plataformas de comunidades
virtuales, éstas permiten crear una comunidad de personas en
un entorno virtual para compartir información, mantener rela-
ciones sociales y colaborar en determinadas tareas que pueden

7 
Un estudio del Departamento de Seguridad del Gobierno Vasco
(2016) indica que de 295 países, sólo 7 tienen implantado el voto
electrónico, en Europa sólo Bélgica y Estonia.

137
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

definirse en el entorno. Algunas de ellas admiten extensiones


que permiten la e-colaboración mediante foros, trabajo en
documentos y textos de forma colaborativa, e incluso incluir
mecanismos de participación mediante valoración y votación.
HumHub y Elgg son casos representativos de este tipo de he-
rramientas que son utilizadas por movimientos sociales y por
nuevos partidos políticos, como Podemos.
Se evidencia una especialización de las herramientas hacia la
e-participación, el e-voting y el o-Government, o las redes sociales
o e-Communities, siendo estas dos últimas parcelas las menos
pobladas pero a la vez la tendencia, la que tiene las mayores
expectativas de crecimiento. Sin embargo, los entornos de go-
bierno abierto no aspiran a que las decisiones ciudadanas sean
vinculantes a las instituciones (con algunas excepciones) y no
disponen de mecanismos robustos de identificación ni de vo-
tación electrónica, quedando por tanto los mecanismos de de-
cisión mejor implementados en las plataformas específicas de
e-voting como nVotes, existiendo por tanto una gran distancia
en cuanto a orígenes (las plataformas de gobierno abierto son
impulsadas sobre todo por las instituciones y las de voto elec-
trónico por la sociedad civil) y finalidades de ambos mundos.
Resulta por tanto interesante destacar la poca o nula integra-
ción entre los distintos tipos de plataformas y la inexistencia de
entornos que recojan lo mejor de cada una de las facetas de la
e-Democracia o soluciones integrales que pretendan integrar las
plataformas de los diferentes grupos.
Es llamativo, aunque lógico, que las plataformas de e-partici-
pación de origen ciudadano o empresarial, las de comunidades,
o las de voto electrónico con impulso eminentemente ciudada-
no no tienen en cuenta la normativa de administración electró-
nica. Sin embargo sí es más común encontrar cierta observancia
a la legislación en las plataformas de o-Government, la mayoría
impulsadas por las Administraciones públicas.
En cuando al modelo de democracia que soportan, la mayo-
ría se especializan en la representativa o en su mejora mediante
cierta democracia participativa, siendo los menos, los sistemas
que como Cónsul apuestan por un modelo de democracia mu-
cho más avanzada con mecanismos más complejos de delibera-
ción y participación, y con sistemas de decisión que pretenden
ser vinculantes.

138
S. Muñoz Democracia digital cualificada

Por regla general no utilizan mecanismos de voto complejo (la


mayoría tan sólo soportan el voto simple, bien binario o de dos
alternativas, o bien múltiple entre tres o más alternativas) ni em-
plean mecanismos de cualificación o ponderación del voto como
sistema de modulación de las decisiones de los participantes.

6.  Los modelos de democracia digital

Para situar el modelo que proponemos en el apartado si-


guiente realizamos aquí un breve estudio de las tipologías o
modelos de democracia digital existentes. Harto (2006) hace
un análisis de las mismas, moviéndose a la postre entre la me-
jora de la democracia representativa y la implementación de la
democracia directa, o una combinación de ambas (democracia
participativa).
De todos estos modelos combinados o intermedios Can-
dón-Mena (2016) también realiza un recorrido destacando los
siguientes que consideremos de interés para nuestro estudio:
democracia representativa, democracia directa, democracia de-
liberativa, y democracia radical. En dicho recorrido concluye
que es mucho más relevante la voluntad política y social en
implementar un determinado modelo de democracia —sobre
todo para mejorar sustancialmente las carencias de la democra-
cia existente— que los medios técnicos empleados. Aunque sin
duda, una correcta aplicación de las NTIC contribuyen a dicho
fin, sobre todo en modelos de democracia electrónica que son
promovidos por movimientos sociales que cuestionan el mode-
lo de democracia representativa establecido y que reivindican
democracias más directas y deliberativas.
La democracia líquida o delegativa (democracia directa con
posibilidad de delegación de voto) también puede considerar-
se un modelo diferenciado de democracia electrónica (Aguirre,
2015). Es en estos tipos de democracias avanzadas, más partici-
pativas y directas, donde la participación y la toma de decisión
es continua y ejercida por grandes grupos de personas, y donde
debido a su complejidad, es evidente la utilidad y necesidad de
las NTIC, donde encajaría el modelo de democracia electrónica
cualificada propuesto como un nuevo modelo que detallaremos
a continuación.

139
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

Figura 3.  Modelos de democracia electrónica (fuente: elaboración propia)

En la figura 3 representamos los diferentes modelos y las re-


laciones entre ellos.
La democracia participativa puede considerarse una combi-
nación de la representativa y la directa, mientras que la deli-
berativa supone un paso más en la participación incluyendo
nuevos mecanismos para la deliberación más sofisticados. Una
evolución o mejora de la democracia directa podría ser la demo-
cracia líquida mediante la delegación de voto, y por último la
democracia radical sería una democracia directa llevada a todos
los niveles de gestión y decisión.
Si valoramos en la democracia como parámetros deseables, la
participación, los ámbitos de la misma y que ésta sea cualificada,
—lo que redundaría a la postre en decisiones eficaces, represen-
tativas y legítimas— son las democracias más participativas las
que apuestan por grupos más grandes de participantes y ámbitos
de participación más extensos, frente a la democracia representa-
tiva que restringe sustancialmente los ámbitos de participación
a la mera elección de representantes o a determinadas consultas
ciudadanas o referéndums normalmente no vinculantes.
La vinculación de las decisiones y su cualificación son deter-
minantes para que realmente las políticas aplicadas sean efica-
ces, por un lado porque si lo que se decide por la sociedad civil
no se lleva a cabo difícilmente pueden realizarse políticas pú-
blicas coherentes; y por otro lado, si la supuesta cualificación

140
S. Muñoz Democracia digital cualificada

o capacidades de quiénes deciden no son suficientes o acorde


a las decisiones a tomar, lo más probable es que el resultado
de las políticas aplicadas no sea ni eficaz ni satisfactorio para el
conjunto de la ciudadanía.
En este sentido la cualificación a los representantes políticos se
le presupone (aunque desafortunadamente en bastantes casos no
es así), pero aún podemos presuponer menos sobre la cualifica-
ción en una democracia directa en la que cualquier persona pue-
de ejercer el voto en cualquier ámbito. Sin embargo, en los mo-
delos más deliberativos, el hecho de que los participantes tengan
información, opinen y colaboren antes de tomar una decisión o
ejercer el voto —se involucren desde el principio en cuestiones
que les afectan— debería implicar finalmente una mayor res-
ponsabilidad y cualificación en las decisiones tomadas.
Por tanto podemos deducir que los modelos de democracias
más participativos como el deliberativo o el líquido (permite la
delegación a personas más interesadas, cualificadas o afectadas)
podrían ser más ventajosos si deseamos una democracia cuali-
tativa avanzada con la ayuda de las NTIC; no obstante, ni la
democracia deliberativa ni la líquida o con delegación de voto
podrían garantizar decisiones cualificadas porque no pretenden
ni disponen de mecanismos para garantizarlo.

7.  Un modelo de democracia digital cualificada

El estudio del estado de las NTIC aplicadas a la democracia


digital, y de las iniciativas, experiencias y plataformas existentes
parece vislumbrar que aunque existen proyectos y herramientas
maduras, hay una gran dispersión, falta de integración, y no im-
plementan de forma integral un modelo realmente participativo
y que cubra todas las fases deseables en un proceso democrático,
de gobierno y gestión abiertos a la ciudadanía y a la sociedad civil.
Por otro lado, el estudio de los modelos existentes, así como las
carencias encontradas, junto con las posibilidades actuales que
ofrecen las NTIC, nos ha motivado para proponer un nuevo mo-
delo de democracia electrónica como solución para aplicarlo a
un paradigma de gobernanza inteligente basado en un gobierno
abierto avanzado que contemple las cuatro dimensiones de in-
formación, colaboración, decisión (empoderamiento) y fiscalización.

141
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

El modelo que proponemos se encuadra por tanto en un ám-


bito democrático altamente colaborativo y participativo, en el
que se contemplan procesos previos de información, opinión,
discusión y deliberación, con un enfoque cualitativo (frente al
enfoque extendido cuantitativo o de la «fuerza de la mayoría»)
que dé soporte por tanto a una democracia de mayor calidad
y cualificada. El modelo no será un híbrido entre los modelos
representativo y directo, sino que podrá concebirse como un
nuevo tipo de democracia electrónica más avanzada, bastante
próxima a la democracia deliberativa en la que todos los ciuda-
danos serían sujetos políticos, desapareciendo así la drástica se-
paración a través de la cualificación entre ciudadanos represen-
tantes o políticos, y ciudadanos representados de la democracia
representativa; aunque será compatible con ella.
Desde el momento en el que los ciudadanos se convierten en
sujetos políticos, existen procesos de discusión, argumentación
y deliberación. Los procesos de decisión tendrán eminentemen-
te un carácter público y auditable, por lo que el voto privado o
secreto no tendrá por que ser la generalidad, y dependerá en su
caso del ámbito y carácter de la decisión.

—Elementos del modelo


El modelo por tanto incluirá características y elementos sobre
todo del modelo deliberativo, pero también de los modelos re-
presentativo, directo y líquido, como la propia representación,
la revocación, la delegación de voto o las decisiones vinculan-
tes; incluso sería posible la combinación e integración de los
diferentes modelos, cada uno de ellos con una determinada
preponderancia en los resultados finales dentro de los procesos
democráticos.
La cualificación es el elemento fundamental y característico
del nuevo modelo. Entendida como la capacitación y aptitudes
de los participantes frente a un determinado tema o problema,
incrementará la eficacia y beneficios de las decisiones tomadas
en los procesos de e-participación. La cualificación será además
el hilo conductor entre todos los elementos del modelo y los
procesos de democracia electrónica.
Dado que pretendemos que las decisiones sean lo más respon-
sables y cualificadas posible, los participantes podrán ejercer la
delegación de sus votos en otros participantes que puedan consi-

142
S. Muñoz Democracia digital cualificada

derarse más capacitados para la toma de determinadas decisiones.


Esta delegación podrá ser ad hoc para temas puntuales, o más
permanentes para determinados ámbitos o períodos temporales.
La representación puede considerarse como una consecuencia
natural del propio ejercicio de la democracia y la participación.
De este modo, además de la representación clásica de la demo-
cracia representativa,8 los representantes (interlocutores oficiales
de la ciudadanía) podrán ser aquellos ciudadanos más cualifi-
cados en base a las actuaciones ejercidas, su cualificación y re-
putación en el activismo político, social y en el ejercicio demo-
crático. Podría considerarse por tanto una democracia directa,
en el sentido de que no se ejerce principal ni exclusivamente a
través de los representantes en su sentido clásico y restringido,
y segmentada en cuanto que es relevante en este modelo el seg-
mento o conjunto de participantes que puedan ser afectos o no
respecto a las decisiones tomadas en los procesos democráticos.
Así, la segmentación no restringe los censos o participantes, pero
sí facilita que en la toma de decisiones, a través del mecanismo
de cualificación, puedan tener más peso aquellos participantes
o segmento ciudadano que realmente resulta afectado por las
consecuencias de las decisiones.
Dado que se contempla tanto la representación como la dele-
gación del voto en representantes y otros participantes, se ten-
drán que habilitar por tanto mecanismos de revocación tanto
de los representantes como de las delegaciones de voto ad hoc
como las más permanentes; así garantizaremos que actuaciones
negligentes o incompetentes de los representantes y delegados
puedan neutralizarse y evitarse.
Por otro lado, asumiendo que la democracia representativa
es vinculante,9 y que en nuestro modelo se disipa la frontera
entre representantes y representados al tenderse a una comuni-
dad ciudadana políticamente activa, resulta necesario que, salvo
excepciones, las decisiones resultantes tengan carácter vinculan-
te y comprometan política y legalmente a las instituciones y

8 
Los representantes son elegidos de entre los ciudadanos elegibles
por la ciudadanía en procesos electorales.
9 
En la democracia representativa las decisiones tomadas por los re-
presentantes políticos en los parlamentos deben acometerse, esto es,
son vinculantes.

143
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

los gobiernos correspondientes; de este modo, nos acercamos


al objetivo de fortalecer la capacidad de decisión y el empode-
ramiento de la ciudadanía, a la vez que fomentamos la propia
participación democrática.
Con relación al concepto de voto en nuestro modelo, se pre-
senta como de libre elección por parte del participante, de
ninguna opción (abstención), una opción o varias de entre un
conjunto finito de alternativas posibles ordenadas o no por pre-
ferencia, para la toma de una decisión o un problema planteado.
Supone por tanto un voto complejo posicional o no en el que se
usarán respectivamente algoritmos como el de Borda o Cope-
land10 para obtener la mejor alternativa para el grupo.
Las múltiples opciones de voto de una determinada decisión
debe contemplar dependencias entre sí y entre otras decisiones re-
lacionadas, tal que el participante pueda conocer de forma fácil
que la elección de una determinada opción podrá condicionar
otras similares o con las que estén relacionadas, algo que no sue-
len contemplar los modelos de decisión o de votación electró-
nico en el que las diferentes decisiones que se plantean se hacen
de forma totalmente independiente obviando la realidad en la
mayoría de los procesos democráticos y de decisión. Incluso se
pueden plantear restricciones automáticas en la selección de las
alternativas, así como selecciones automáticas por dependencias
con otras con las que estén relacionadas. Las dependencias y
sobre todo las restricciones son bastante evidentes en el marco
normativo, en el que una decisión no puede entrar en conflicto
con una norma establecida, o dicho de otro modo, para tomar
una determinada decisión implicaría el cambio (tomar otra de-
cisión) de una determinada normativa o legislación.
Asimismo también es ponderado, pues en base a la cualifica-
ción del participante que emite el voto se le asociará diferentes
pesos o valores a los votos, resultando que no todos los votos
valdrán o tendrán la misma repercusión en la decisión final,
o dicho de otro modo, se aplicará un factor cualificador para

10 
Borda propone dar a cada alternativa una puntuación por orden
de preferencia tomándose como opción ganadora la que sume mayor
puntuación, mientras que el método de Copeland favorece la alter-
nativa con más margen entre votos positivos y negativos. Cfr. Efremov
y Lotov (2014) para un mayor detalle.

144
S. Muñoz Democracia digital cualificada

reflejar la cualificación de los participantes en el resultado final


de la votación.
El voto cualificado va mucho más allá por tanto que un voto
de calidad que simplemente es fruto de una posición de poder
en una organización jerárquica.
Como apuntamos más arriba, la propia naturaleza del mo-
delo hace prácticamente innecesario y hasta perjudicial el voto
secreto, dado que sólo añadiría opacidad a los mecanismos de
cualificación que deben ser conocidos por todos los participan-
tes en cada uno de los procesos. En este sentido el voto será
público, aunque para casos excepcionales en aquellos temas o
ámbitos sensibles relacionados con la privacidad 11 podrá consi-
derarse el voto privado o secreto.
Aunque este modelo pretende que la participación sea lo más
alta posible y que por tanto la abstención sea algo poco frecuen-
te, sí que debemos considerarla en cualquier caso como una
opción democrática, al igual que optar por una determinada
alternativa u otra, por ello también se le aplicará la cualificación,
lo que implicará que existan abstenciones más cualificadas que
otras y que tengan mayor preponderancia en los resultados fina-
les, de este modo se recupera el valor profundo de la abstención,
que es una postura activa ante una decisión y no el resultado
de la desinformación o desafección tan común en los procesos
democráticos y electorales de la democracia representativa.

—El mecanismo de cualificación


El concepto de cualificación extendida implicará que el peso
de la decisión o voto de cada participante, mediante la aplica-
ción del factor cualificador, tenga relación con su actividad y
reputación como sujeto social y político, con su cualificación o
capacitación general, con su afectación como objeto de la deci-
sión y con su cualificación concreta en relación con dicha deci-
sión. Dicho de otro modo, la contribución de cada participante
a la decisión de la comunidad será proporcional y en base a su
colaboración, implicación y afectación, por lo que es presumible
que la decisión final resulte más beneficiosa para todo el grupo.

11 
El Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) conside-
ra especialmente protegidos los datos relativos a la salud, genéticos o
biométricos, vida sexual, religión, afiliación política o sindical.

145
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

Así, este mecanismo de cualificación permitirá pasar de un


modelo cuantitativo o tradicional a un modelo cualitativo12 que
dará lugar a decisiones más eficaces y a una democracia de ma-
yor calidad.
Las decisiones podrán cualificarse en mayor o menor medida
según lo definido en el modelo, lo cual posibilitará una cali-
bración de la cualificación dependiendo de los participantes y
del tema objeto de la decisión. Como el objetivo es que la de-
cisiones sean lo más eficaces posible, al igual que en el modelo
líquido, los participantes de forma voluntaria podrán delegar
su voto en los representantes o en otros participantes siempre
y cuando éstos tengan una cualificación igual o superior al del
participante que ejerce su derecho de delegación.
Para mayor efectividad la cualificación debe aplicarse en todas
las fases de los procesos democráticos: información, colabora-
ción o participación, y decisión o voto. Para ello el modelo de
Democracia Electrónica Cualificada (DEC) añadirá la cualifica-
ción como una nueva dimensión que se añadiría a las fases men-
cionadas que debe ser tenida en cuenta no sólo en la última fase
de toma de decisiones, sino durante todo el proceso, dado que
la propia cualificación se va adquiriendo en un proceso conti-
nuo de aprendizaje y debe existir una conexión entre todas las
fases del proceso democrático para que la decisión final sea lo
más responsable, coherente y eficaz posible.

8.  Propuesta de paradigma de gobernanza inteligente.

El actual impulso social e institucional (público y privado)13


a proyectos e iniciativas de smart cities, y en concreto de smart
governance, supone una coyuntura muy favorable para abordar
soluciones e implementaciones basadas en modelos de gober-
nanza inteligente como el que abordamos.

12 
Prima la cualificación o calidad de la participación frente a la can-
tidad de la misma.
13 
Como el Plan Nacional de Ciudades Inteligentes de la Agenda Di-
gital para España (ADpE) para el impulso del Smart Governance.

146
S. Muñoz Democracia digital cualificada

—Gobierno abierto cualificado


Dado que el modelo DEC se alinea con los objetivos funda-
mentales del propio concepto de Smart Governance —de maxi-
mizar la eficiencia de los servicios públicos y mejorar la planifi-
cación y toma de decisiones mediante el uso de las NTIC— y
que además el gobierno abierto es uno de sus ejes primordiales,
es por lo que proponemos un paradigma de gobernanza inteli-
gente basado en un gobierno abierto cualificado (GAQ).
En este modelo de o-Government14 es por tanto clave la cua-
lificación como una dimensión transversal que se añade a las
dimensiones de gobierno abierto: transparencia, fiscalización,
colaboración, y decisión (empoderamiento).
En este sentido es más que conveniente aplicar las fases clási-
cas de la toma de decisiones general (Efremov y Lotov, 2014):
la fase de inteligencia en la colaboración ciudadana para la ela-
boración de propuestas y opciones para la toma de decisiones;
la fase de diseño en la que se preselecciona un pequeño número
de alternativas; la fase de elección en la que mediante votación
electrónica se elija la preferida; y por último la fase de revisión
o valoración tras la experiencia adquirida una vez adoptada la
opción elegida. Si adicionalmente la votación se basa en una
serie de criterios o datos cuantitativos de calidad, la elección por
parte del participante será mucho más cualificada.
Consecuentemente, aplicando un mapeo entre las fases ante-
riores con las correspondientes del gobierno abierto indicadas,
contemplaremos cinco grandes fases de un proceso democrático
o de toma de decisiones en un ámbito institucional:
•  Cualificación: fase previa en la que los participantes, tras su
identificación, se cualifican inicialmente aportando volun-
tariamente datos e información que se clasificará posterior-
mente y contribuirá a diferentes criterios de cualificación.
Algunas de estas informaciones son simplemente datos
personales, de localización, etc., pero también informa-
ción relacionada con sus competencias, aptitudes, intereses,
afectación por determinadas circunstancias o decisiones
que se estén planteando, etc. La aportación de información

14 
Hemos considerado la evolución conceptual del gobierno abierto
propuesta por Abu-Shanab (2015).

147
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

es voluntaria y en cualquier caso siempre se velará por la


protección de la privacidad.
•  Información: fase en la que los participantes tiene acceso
a información completa y de calidad sobre el problema o
decisión a tomar, sus propuestas, argumentos, instituciones
involucradas, etc. La dimensión de la transparencia de las
instituciones y sus representantes es fundamental en esta
fase para obtener información suficiente de la gestión y po-
líticas públicas; sobre todo de la relativa al problema o de-
cisión en cuestión. También podrá obtenerse información
valiosa de las redes sociales, ya que éstas cada vez están más
presentes en la sociedad, pero también en las instituciones
públicas.
•  Colaboración: en esta fase de inteligencia, deliberativa y
colaborativa, los participantes dan su opinión sobre las po-
sibles propuestas para dar solución a las decisiones y pro-
blemas planteados, las valoran, hacen otras propuestas o
plantean nuevas decisiones; colaborando en definitiva en
las políticas públicas. La fase de colaboración termina con
la preselección de aquellas decisiones o temas que han te-
nido el suficiente apoyo junto con un subconjunto de sus
propuestas o alternativas (fase de diseño), las mejor valora-
das (sobre todo si el número de ellas fuera elevado), que son
las que se considerarán en la fase de decisión.
•  Decisión: la fase de elección se corresponde con la dimen-
sión de empoderamiento y el pilar de participación; la ciu-
dadanía, mediante sistemas de votación electrónica, decide
sobre las propuestas y alternativas preseleccionadas realiza-
das de forma colaborativa en la fase anterior. En un modelo
deliberativo y cualificado es más que conveniente que el
carácter secreto del voto sea excepcional.
•  Fiscalización: en esta última fase de revisión (de la alterna-
tiva elegida) relativa a la dimensión homónima, en la que
debe existir una máxima transparencia, se controlan y eva-
lúan las decisiones tomadas, las políticas públicas aplicadas,
y a los representantes y responsables de las mismas (rendi-
ción de cuentas), evaluación que afectará a su cualificación,
en general a la de todos los participantes en las decisiones
evaluadas. Este feedback sobre las decisiones tomadas hará
que de forma natural las malas decisiones se terminen pena-

148
S. Muñoz Democracia digital cualificada

lizando y las buenas terminen prosperando, y aquellas que


planteen problemáticas y soluciones similares.

Aunque hemos incluido también la cualificación como una


fase inicial, es además una dimensión que, como hemos seña-
lado antes, se encuentra imbricada en las cuatro fases como un
componente transversal y en dos sentidos: como información
adicional accesible mediante mecanismos de transparencia, y
como un factor que va variando de forma dinámica a lo largo de
las fase de colaboración, que influye en la fase final de decisión y
que a su vez se ve influida por la última fase de fiscalización, lo
que supone un ciclo regulador del sistema en cuanto a la eficacia
de las decisiones seleccionadas (Véase la figura 4).

—Ámbito de la participación
En el contexto de las smart cities no caben ya soluciones de go-
bernanza inteligente cerradas o circunscritas a temas concretos,
dado que ésta debe ser el eje para dar soporte a la colaboración
y a la toma de decisiones en proyectos y soluciones para ciuda-
des inteligentes muy variables y dinámicos, como proyectos en
el ámbito educativo, sistemas de mapeo e información geográ-
fica, proyectos de reciclaje tecnológico, de control de tráfico,
asistencia al aparcamiento, reducción del consumo urbano, etc.
Es importante por tanto considerar la amplitud de los temas a
tratar y la interrelación entre ellos.
Desde el punto de vista de los participantes es fundamental
abrir la participación no sólo a ciudadanos aislados, sino a comu-
nidades y grupos sociales de interés (en los temas de gobernanza
que se gestionen), empresas y profesionales que pueden aportar
de forma natural su cualificación y capacidad a la toma de deci-
siones; sin olvidar a los profesionales de la gestión pública como
son los funcionarios y otros empleados públicos que además de
aportar su experiencia en la gestión, aportan la independencia
que garantizará junto con mecanismos tecnológicos (auditorías,
trazabilidad, transparencia) la normalidad en los procesos de
e-participación y e-democracia que se celebren. Este es el espíritu
de las smart cities donde de forma colaborativa la sociedad civil
junto con las instituciones están involucradas y comprometidas
con lograr ciudades sostenibles, cívicas, justas y con servicios pú-
blicos de calidad que lleguen a toda la ciudadanía.

149
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

Figura 4 .  O-Government cualificado basado en modelo DEC.

150
S. Muñoz Democracia digital cualificada

En cuanto al ámbito territorial, la gobernanza y la toma de


decisiones no debe restringirse al ámbito de una ciudad o pobla-
ción, sino que se puede y debe extender al ámbito regional15 en
el sentido más amplio, lo cual es factible si tenemos en cuenta
la gestión de las restricciones y dependencias de las diferentes
decisiones contempladas en el modelo, que permitiría la articu-
lación de los diferente niveles del ámbito legislativo: local, auto-
nómico, estatal o europeo. Permitiría una gobernanza «de abajo
a arriba» detectándose las restricciones y elementos normativos
que puedan entrar en conflicto y por tanto ciertas decisiones
tendrían que escalarse a otro nivel legislativo y/o territorial. Del
mismo modo y de forma complementaria, la gobernanza «de
arriba a abajo», en ámbitos estatales y autonómicos, deben ha-
cerse con el conocimiento de las implicaciones —y por tanto de
las dependencias y restricciones— sobre niveles territoriales y de
gobenanza locales y municipales. Contemplar ambas goberne-
nazas en el mismo paradigma facilitaría por tanto la confluencia
hacia una gobernanza inteligente, eficiente y global, eliminán-
dose decisiones costosas y fallidas por entrar en conflicto con
normativas de rango mayor o por ir en contra de otros intereses
que no fueron detectados en otros niveles territoriales o de par-
ticipación.

—Arquitectura y elementos tecnológicos


En el plano tecnológico, deben aprovecharse los esfuerzos ya
realizados en el desarrollo de multitud de herramientas y so-
luciones existentes y maduras para la e-participación, la e-co-
laboración, comunidades, redes sociales, e-voting, así como las
propias plataformas y aplicaciones que implementan servicios
en las smart cities; teniendo en cuenta además que, como se ha
expuesto, deben interconectarse garantizando la interoperabili-
dad y la seguridad con los sistemas de administración electróni-
cos preexistentes o en desarrollo.
Por todo ello, el paradigma y la arquitectura que proponemos
para cualquier solución de smart governance debe ser interope-
rable, integradora y abierta, permitiendo —mediante buses de

15 
Iniciativas como RADIA (Red de Agentes para el Desarrollo Inte-
ligente de Andalucía).

151
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

integración general y hubs—16 la interconexión de diferentes sis-


temas para cada fase del gobierno abierto o componente DEC,
(p.e., deberían poder convivir e integrarse diferentes platafor-
mas de e-voting para la toma de decisiones, o varias herramien-
tas de comunidades para la fase de colaboración). Con relación
al componente de información debe posibilitar la interconexión
con todos los sistemas de información relativos a los servicios y
soluciones de smart cities desplegados.
Aunque cualquier modelo de democracia electrónica lleva
implícito el uso de las NTIC, vemos conveniente destacar los
elementos y recursos técnicos que consideramos más significa-
tivos que deben incorporarse en la implementación de nuestro
paradigma. Es fundamental garantizar la seguridad de la in-
formación (autenticidad, integridad y confidencialidad) tanto
en las comunicaciones como en el almacenamiento de datos,
a través de técnicas y recursos como el software libre, cifrado,
hashing,17 identificación y autenticación18 y el cumplimiento del
Esquema Nacional de Seguridad (ENS).
En relación con la arquitectura software, es deseable emplear
arquitecturas orientadas a servicios (SOA) abiertas y basadas en
servicios web interoperables19 para lograr una computación dis-
tribuida en la red, que implementen del Esquema Nacional de
Interoperabilidad (ENI) para hacer interoperables los servicios
de e-Democracia entre sí, y con otros de administración electró-
nica tanto internos como externos a la plataforma de democra-
cia electrónica o smart governance que se desarrolle.
La plataforma debe ser modular y basada en componentes sof-
tware, herramientas y aplicaciones existentes (reutilización de sof-

16 
Un hub es un conector software que permite conectar varios siste-
mas de información.
17 
Técnica para garantizar la integridad de la información mediante el
cálculo de un código que será el resumen de un documento o conjun-
to de datos. Por ejemplo. el código seguro de verificación (CSV) usado
en los documentos electrónicos.
18 
Garantizadas con algoritmos como RSA, la autenticación por dos
vías y certificados digitales SSL.
19 
Uso de tecnologías de micro-servicios web RETful, datos y ser-
vicios abiertos open data a través de formatos abiertos como XML o
JSON, así como buses de integración interoperables.

152
S. Muñoz Democracia digital cualificada

tware) o de nueva creación que deben interaccionar entre sí para


implementar los procesos necesarios en una plataforma de e-de-
mocracia integral: identificación y acceso seguro, información y
comunicación (portales de transparencia, open data, sedes electró-
nicas), colaboración (opinión, propuestas, trabajo colaborativo),
decisión (voto y toma de decisiones), fiscalización (de los usuarios
en su actividad pública y toma de decisiones), y cualificación (apli-
cación del voto cualificado, y los mecanismos de cualificación de
participantes y propuestas en todas las fases del proceso) que debe
interactuar con todos los anteriores componentes.
Por último, desde el punto de vista de los datos y algoritmos
que los procesen —y debido a la gran cantidad de datos que se
deberían gestionar si se aspira a obtener información de calidad
y conocimiento— es importante incorporar recursos tecnoló-
gicos como el big data, algoritmos de aprendizaje automático
(machine learning), algoritmos de decisión,20 y por último al-
goritmos de cualificación que tendrán el objetivo por un lado
de ponderar o cualificar el voto (en base a la cualificación del
participante), y por otro lado calcular precisamente el factor
cualificador que debe aplicarse en base a los diferentes paráme-
tros que se tienen en cuenta en la cualificación extendida. Los
algoritmos de cualificación deben ser transparentes y eficaces
para conseguir que las decisiones tomadas sean ampliamente
aceptadas por las comunidades de participantes.

9.  Conclusiones y trabajos futuros

Es patente que existe una clara demanda de la ciudadanía de


mayores cotas de participación en las instituciones y en las polí-
ticas que les afectan, y también que los modelos de democracia
electrónica representativo y directo presentan carencias y pro-
blemas que en una gran mayoría de situaciones reales los hacen
insuficientes o ineficaces.
Por otro lado, no parece existir ninguna definición que se
ajuste a una democracia «cualificada», ni aparentemente nin-

20 
Para implementar votos complejos posicionales, como Borda o Co-
peland

153
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

guna iniciativa, experiencia o plataforma en las que además de


utilizar mecanismos de voto complejo y decisiones dependien-
tes, se emplearan mecanismos de cualificación o ponderación de
voto que tuvieran en cuenta de alguna manera las capacidades,
cualidades, iniciativas, etc., de los participantes.
Las soluciones de e-Democracia en sus principales categorías
de e-participation, e-communities, e-voting y o-government son
insuficientes, no dan soluciones integrales y no contemplan en
general el ámbito normativo, fundamental cuando el destinata-
rio es la propia Administración pública.
En este sentido nuestro modelo tiene un encaje y sustento
legal, y garantizaría que en la especificación técnica se tengan
en cuenta los requisitos normativos. Existe gran cantidad de le-
gislación que no sólo posibilita un modelo cualificado y vincu-
lante, sino que la refuerza desde diversos ámbitos: derechos de
participación, administración electrónica y gobiernos abiertos.
Es manifiesto que se está invirtiendo en el marco de la agenda
digital europea y estatal en proyectos TIC de o-Government y
smart governance, por lo que es un contexto favorable para abor-
dar este tipo de proyectos y existe, por tanto, una oportunidad
para el desarrollo de soluciones en este ámbito y en modelos de
democracia electrónica que, basados en la cualificación (modelo
DEC), contribuyan al fomento de la participación ciudadana
y a decisiones más eficaces y aceptables por el conjunto de los
propios participantes y de la sociedad.
El paradigma de o-Government cualificado (OGC) permite
incorporar la cualificación de forma transversal a cualquier sis-
tema o proyecto de o-Government con una arquitectura orien-
tada a servicios (SOA) que favorece la interoperabilidad con
sistemas de e-administración ya en uso en las instituciones, y
la reutilización e integración de aplicaciones de e-Democracia,
reduciendo costes y facilitando la implantación.
Sobre la base de nuestras contribuciones se abren diversas vías
de trabajo futuras como la aplicación de algoritmos de machine
learning al modelo, así como la construcción y la validación ex-
perimental del mismo mediante el desarrollo de plataformas de
smart governance en ámbitos locales o incluso de mayor ámbito
territorial.
El éxito en cualquier caso del nuevo paradigma no sólo de-
penderá del uso efectivo de las TIC, sino que será necesario que

154
S. Muñoz Democracia digital cualificada

la sociedad y las instituciones apuesten decididamente por pro-


cesos democráticos más participativos en los que tenga mayor
protagonismo la ciudadanía.

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Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

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1 de octubre. Boletín Oficial del En Proceedings of the 9th Interna-
Estado, 236. tional Conference on Theory and
Practice of Electronic Governance
(pp. 406-407).

Agradecimientos
Mi agradecimiento al profesor Dr. David Benavides pues este
artículo está inspirado en un trabajo de fin de máster tutorizado
por él, y es semilla a su vez de una futura tesis doctoral.

156
6.

Medios alternativos
y contrapoder mancomunado.
La prensa digital post-15M y El Salto1

Francisco Javier López-Ferrández


Víctor Sampedro,
Pedro Fernández de Castro

¿Es factible poner en marcha un medio alternativo que re-


cupere la función democrática de la Prensa, colaborando con
la ciudadanía y sirviendo a sus intereses en el actual escenario
mediático? En este capítulo, proponemos y testamos la viabi-
lidad de un modelo periodístico que entiende la información
como bien común, antepone la colaboración a la competencia y
aplica la filosofía y metodologías del código libre y abierto para
actuar, en suma, como Cuarto Poder en Red (Benkler, 2011;
Sampedro, 2014).
Para ello, realizamos un estudio de caso de El Salto, un medio
alternativo con una trayectoria de más de tres décadas acompa-
ñando a los movimientos sociales en España. Su origen radica
en el modelo de contra-información, sustanciado en la expe-
riencia de Molotov —que se editó entre 1986 y 2003, primero
como fanzine y posteriormente como publicación mensual. En
2005 se refundó como bisemanario con la mancheta de Diago-
nal, nombre que expresaba un manifiesto deseo de transversa-

1 
Este capítulo es parte de los resultados de investigación de los pro-
yectos Prácticas y perfiles tecnopolíticos. Nociones emergentes de ciudada-
nía (CSO2013-48612-C2-1-P del Ministerio de Economía y Compe-
titividad español); y Mapeo y caracterización de los medios periodísticos
alternativos de carácter online en España (GV/2017/019 de la Genera-
litat Valenciana). Es el resultado, además, de las líneas de investigación
desarrolladas en el seno del extinto Máster en Comunicación, Cultura
y Ciudadanía Digitales (www.cccd.victorsampedro.es) entre 2012-18.

157
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

lidad; es decir, de atravesar el cuerpo social y huir de la (auto)


marginalidad y (auto)referencialidad que comporta una audien-
cia exclusivamente militante (de la Jara, 2017).
En la misma línea, el colectivo editor inició en 2016 su trans-
formación más reciente, que dio lugar a El Salto. A los dos años,
el proyecto contaba con ocho cabeceras territoriales, además
de la Edición General. Colaboraban, a su vez, una veintena de
medios para ampliar temáticas especializadas y el ámbito de in-
fluencia, intentando establecer una agenda mediática alterna-
tiva y mancomunada con la sociedad civil y los movimientos
sociales.
En este texto, recuperamos y reinterpretamos algunos traba-
jos anteriores (Sampedro, 2017; Pérez; Rodríguez; Fernández
de Castro, 2017; López-Ferrández, 2018; Sampedro; López-Fe-
rrández; Carretero, 2018). Y sumamos nuevo material empírico
y argumentaciones que ayudan a determinar el grado de inno-
vación del proyecto periodístico de El Salto y, por extensión, de
otras publicaciones con vocación de practicar un periodismo
«alternativo».2
En un contexto de cambio, donde la crisis de las democra-
cias liberales ha abierto un largo periodo de incertidumbres, nos
preguntamos cuáles son las vías para poner en marcha un medio
informativo de cambio social adaptado al escenario digital. Par-
tiendo del modelo normativo del Cuarto Poder en Red, evalua-
mos las oportunidades abiertas por la esfera pública digital para
potenciar el rol de la prensa como vigilante del poder y como
contrapoder. Discutimos, a su vez, los límites que presenta la
aplicación práctica de este modelo en los actuales sistemas me-
diáticos híbridos (Chadwick, 2013).

2 
Asumiendo la dificultad de aglutinar en un único concepto la he-
terogeneidad de medios que operan desde lógicas organizativas, dis-
cursivas y políticas contra-hegemónicas, en este artículo recurrimos
al término medios alternativos siguiendo las aportaciones de Couldry
(2002), Downing et al. (2001) o Atton (2002). Aun así, se tienen
en cuenta otras aportaciones (Gumucio-Dagron, 2001 ; Rodríguez,
2011; Fuchs, 2010) que a pesar de fundamentarse en otra terminolo-
gía aportan ideas de máxima relevancia para el análisis de estos medios.

158
F.J. López-Fernández et al. Medios alternativos y contrapoder...

1.  Marco teórico

La crisis de las democracias representativas no radica en pro-


piedades intrínsecas a la tecnología digital. Su impacto resulta
ambivalente, dependiendo del contexto en el que se implanta y
los fines a los que se orienta. Un cuarto poder ejercido en red,
de forma colaborativa y mancomunada, se postula como el ideal
normativo para ejercer el periodismo digital. Una de sus mani-
festaciones más radicales es el periodismo de filtraciones. Con
experiencia previa en este terreno, El Salto constituye un banco
de pruebas y un caso de estudio paradigmático de un modelo de
Prensa alternativa, en el plano profesional y empresarial.

1.1.  La Democracia en la era digital

La crisis económica de 2008 ha revelado una fractura estruc-


tural en gran parte de los países occidentales. Una crisis «orgáni-
ca» (Gramsci, 1981) que manifiesta agotamiento e insostenibili-
dad en las democracias liberales (Castells, 2017; Garcés, 2017).
Las medidas de austeridad y el recorte de libertades y derechos
sociales son el último episodio de la desarticulación de los Esta-
dos del Bienestar, iniciada en los años 70 (Rosanvallon, 2012).
Se ha invertido la tendencia de buena parte del siglo XX y han
vuelto a incrementarse los índices de desigualdad, riesgo de po-
breza y exclusión social. Esta situación ha ahondando la crisis
de confianza en los actores y estructuras tradicionales, cuestio-
nando la viabilidad del propio proyecto político-económico
neoliberal. El momento de consolidación de la esfera pública
digital —una vez supeditada a las lógicas de la vigilancia estatal
y a la monitorización de los mercados— ha reavivado debates
seminales sobre las tipologías de la democracia y ha dado lugar
a nuevas proyecciones teóricas.
Conceptos como post-democracia (Crouch, 2004) o pseudo-
cracia (Sampedro, 2018) focalizan algunos de los principales
límites de los regímenes democráticos actuales. Al hablar de
post-democracia, Crouch apunta a la incapacidad de los Estados
para conservar el poder de decisión frente a las élites econó-
micas e impulsar mecanismos efectivos de participación ciuda-
dana. Por su parte, el término pseudocracia (Sampedro, 2018),
denuncia el déficit democrático provocado por los oligopolios

159
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

mediáticos que operan con una lógica corporativa y que, actual-


mente, quedan supeditados a una industria digital al servicio de
la economía de la atención. La viralización y el engagement al-
gorítmicos de los usuarios digitales les convierte en trabajadores
sin sueldo de la industria del Big Data, sujetos de experimenta-
ción y, finalmente, en objetivos vulnerables a la vez que nodos y
canales publicitarios (Sandoval; Fuchs, 2010). En este entorno
de marketing online, el formato autopromocional conlleva la
sustitución de la comunicación política por las relaciones pú-
blicas. En consecuencia, los liderazgos políticos se asientan en
espirales de mentiras (Kuran, 1997). Y las políticas públicas se
comunican con fake news y escenificaciones, dramatizadas y
espectacularizadas, para adaptarse a un ecosistema digital que
captura la atención pública, la monetariza y convierte en mo-
neda de cambio y compra por el mejor postor. Todo ello con la
aquiescencia (e ignorancia) de la ciudadanía (Sampedro, 2018).
Nociones como contrademocracia (Rosanvallon, 2007), de-
mocracia monitorizada (Keane, 2009) o posrepresentativa (Tor-
mey, 2015) combinan el análisis descriptivo con la vocación
normativa para presentar el rol activo que asumen, o podrían
asumir, actores externos a las instituciones. Contrademocracia
sugiere que la desconfianza ciudadana hacia sus representantes,
lejos de incrementar la desafección, genera nuevos mecanismos
de fiscalización y participación. Los movimientos sociales, la
sociedad civil y los medios de comunicación vigilan, denuncian
y califican la política institucional operando como contrapode-
res. La democracia monitorizada se vincula a la contrademocra-
cia —comporta el seguimiento, supervisión y escrutinio públi-
co— y enfatiza la importancia de las herramientas digitales en
estos procesos (Feenstra, 2013). Generarían así una democracia
posrepresentativa donde las opciones para auto-representarnos
difuminarían la narrativa de la representación.
El ciclo de movilizaciones transnacional iniciado en 2010
—con ejemplos como el movimiento griego Aganaktismenoi,
el portugués Geração à Rasca, el 15M español, Occupy Wall
Street en EEUU, #YoSoy132 en México y una larga lista en
diferentes latitudes— puede interpretarse como intentos de
aplicación práctica de estos modelos de democracia donde la
sociedad civil se reclama como sujeto político y comunicati-
vo de pleno derecho. Las movilizaciones han impactado en los

160
F.J. López-Fernández et al. Medios alternativos y contrapoder...

sistemas políticos y mediáticos, emergiendo nuevos partidos y


medios que experimentan con estructuras participativas, cola-
borativas y transparentes.
El uso de las tecnologías digitales desde la sociedad civil
movilizada y los procesos de innovación comunicativa —ex-
periencias como WikiLeaks o, en el caso español, los buzones
de filtraciones de Xnet y Fíltrala.org— pretenden profundizar
en una democracia deliberativa (Habermas, 1998; Sampedro,
2017; Machado; de Rivera; Sampedro, 2018). Este modelo, si-
tuado a medio camino entre la democracia representativa y la
democracia directa, se presenta como uno de los más operativos
para sociedades complejas, combinando delegación de voto y
toma directa de decisiones (Sampedro, 2000). En este sentido,
las tecnologías digitales permiten la co-presencia (principal vir-
tud de la democracia directa) y, por tanto, mayor transparencia
y rendición de cuentas (principal defecto de la democracia re-
presentativa).3
Sin embargo, en paralelo a los movimientos que reclamaban
una radicalización democrática, asistimos al auge de naciona-
lismos, movimientos y partidos reaccionarios que plantean una
salida autoritaria a la crisis de las democracias liberales. También
se apoyan en la desconfianza de la ciudadanía hacia las estructu-
ras de poder tradicionales, y emplean la tecnología digital para
promover sus idearios y objetivos. La victoria de Donald Trump
y antes el Brexit son ejemplos de ello. Estas corrientes políti-
co-sociales antagonistas y antagónicas complejizan el debate
sobre el impacto digital en las democracias y exigen análisis ale-
jados del tecnocentrismo. Análisis que incorporen las relaciones
de poder existentes en los actuales escenarios digitales: control
material de infraestructuras, regulaciones y marcos legales, pro-
cesos de apertura y concentración de los flujos informativos,
extracción y análisis de datos, etc. (McChesney, 2014; Fuchs,
2014; Rodríguez Prieto; Martínez Cabezudo, 2016). Solo así
percibiremos el alcance de estas transformaciones y la posibili-
dad fáctica de construir alternativas operando desde el escena-
rio abierto, pero también limitado, de la esfera pública digital.

3 
Propuestas como Democracia 4.0 se anclan en este modelo que
combina participación directa y delegación de voto: https://15mpe-
dia.org/wiki/Democracia_4.0

161
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

Este último término es, de hecho, puesto en entredicho (Dean,


2003; Curran et al., 2012) y su materialización varía según el
contexto (inter)nacional.

1.2.  Esferas públicas y medios digitales

La esfera pública, entendida como campo social (Bourdieu,


1985), es un pilar del marco normativo de la democracia. Re-
presenta el lugar metafórico de interlocución, mediación y ne-
gociación entre ciudadanía e instituciones, caracterizado por
el diálogo, la interacción y el intercambio (Habermas, 1998).
Dahlgren (1995) la definía como «el espacio —discursivo, ins-
titucional o geográfico— donde la gente ejerce su ciudadanía
accediendo —de manera metafórica— al diálogo sobre las cues-
tiones que afectan a su comunidad, a la política en su sentido
más amplio». Existen, así, diferentes esferas públicas: la esfera
pública central y las esferas públicas periféricas (Sampedro, 2000).
La primera, dominada principalmente por los partidos y medios
de comunicación tradicionales y masivos, opera con lógicas je-
rárquicas y alcanza a amplios sectores de población. La segunda,
más plural y heterogénea, acoge corrientes de opinión minori-
tarias y en ocasiones (auto)marginadas. En ellas podemos situar,
generalmente, a los medios alternativos y a la comunicación del
tercer sector.
Es, por tanto, en la esfera pública periférica donde encon-
tramos los proyectos comunicativos con mayor grado de ex-
perimentación e innovación en términos de horizontalidad y
colaboración. La apertura de la esfera pública central hacia los
discursos de las periféricas determina la pluralidad del sistema
mediático y, en consecuencia, la legitimidad y calidad del deba-
te democrático y las políticas públicas.
Las tecnologías digitales parecían llamadas a alterar la con-
centración mediática que ha caracterizado a la esfera pública
española (Serrano, 2010), abriendo herramientas y canales de
comunicación a nuevos actores sociales. El paradigma comu-
nicativo de la cultura de masas —verticalidad y unidirecciona-
lidad— da paso a la comunicación distribuida en red donde la
ciudadanía y la prensa alternativa determinarían e innovarían
las agendas mediáticas (Benkler, 2006). Las tecnologías cívicas
(Sánchez-Duarte et al., 2015) contribuirían a la redefinición

162
F.J. López-Fernández et al. Medios alternativos y contrapoder...

y resurgimiento de la esfera pública como espacio deliberativo


(Benkler, 2006; Castells, 2012).
En el Estado español, la tecnopolítica y la comunicación di-
gitales han sido parte constitutiva de los movimientos sociales
de las últimas décadas (Sampedro; Martínez Avidad, 2018).
Muchos de ellos crearon sus propios proyectos comunicativos
(Arévalo Salinas; López-Ferrández, 2016) y encontraron espa-
cio de incidencia en la esfera pública digital. A su vez, la crisis
de credibilidad y del modelo de negocio de la prensa tradicional
dio lugar a nuevos medios, que experimentan temas, enfoques,
y modelos de negocio alternativos.4 Sin embargo, tras un largo
proceso de cristalización, Internet también muestra limitaciones
para las prácticas comunicativas de cambio social: concentra-
ción de los flujos comunicativos (McChesney, 2014); control,
monitorización y perfilado de usuarios (Gehl, 2013; Ramonet,
2016); o mercantilización de las identidades y los vínculos so-
ciales (Sampedro, 2018).
Términos como posverdad o fake news no son en absoluto
nuevos. Ni los fenómenos a los que aluden. Pero evidencian que
las tecnologías digitales no revierten, sino más bien potencian,
problemas previos asociados a la mercantilización informativa,
la concentración y la supeditación publicitaria de los medios. El
microtargeting, basado en el minado de datos y el perfilado de
usuarios, refleja una cultura algorítmica (Striphas, 2015) con
una capacidad de persuasión —política y comercial— desco-
nocida por los medios analógicos. A su vez, genera cámaras de
eco y burbujas de filtro (Pariser, 2017), cuestionando el carácter
deliberativo del escenario digital. La pseudocracia —entendida
como el gobierno de la mentira— lejos de desvanecerse cobra
una nueva dimensión con la colaboración ciudadana para ex-
tender las mentiras del poder (Sampedro, 2018). Todo ello en
un contexto de hibridación mediática, donde el impacto digital
está condicionado aún por la hegemonía de los medios con-
vencionales; en concreto, la televisión y, en menor medida, la
prensa de referencia (Chadwick, 2013).

4 
La Asociación de la Prensa de Madrid (APM) cifraba en 458 el nú-
mero de nuevos medios en activo lanzados por periodistas entre 2008
y 2015 https://www.apmadrid.es/nuevos-medios-lanzados-por-perio-
distas/

163
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

Los modelos normativos para (re)pensar y evaluar el ejerci-


cio periodístico en el escenario digital remiten a la propuesta
del Cuarto Poder en Red (Benkler, 2011; Sampedro, 2014) que
postula un nuevo periodismo que entiende la comunicación
como bien común. Permite, así, testar las potencialidades abier-
tas por los medios digitales, al tiempo que detectamos riesgos,
limitaciones y contradicciones.

1.3.  Cuarto Poder en Red y periodismo de filtraciones

El ideal normativo del Cuarto Poder en Red encuentra en el


periodismo colaborativo la vía para devolver a los medios el rol de
vigilantes del poder o contrapoder. La sinergia entre ciudada-
nía mediactiva (Gillmor, 2010) y periodistas profesionales, así
como entre diferentes redacciones, permite fiscalizar los poderes
públicos de manera distribuida y expandida. La emergencia de
una esfera pública digital aún autónoma y, más concretamente,
la experiencia de WikiLeaks manifestaron la necesidad de reno-
var el periodismo sobre tres pilares (Sampedro, 2014: 200-203):
•  El código, los canales y la información oficial tienen que
considerarse bienes públicos.
•  La colaboración resulta imprescindible para ejercer el pe-
riodismo de denuncia.
•  Los problemas que afectan a las sociedades en red tienen
un alcance […] transnacional y el enfoque periodístico que
requieren, de forma obligada, es el postnacional.

La información se entiende, así, como servicio público y bien


común. Se aplican los principios de la ética hacker (Himanen,
2001), reclamando la apertura y libre circulación del conoci-
miento, trasladado a la información. El código abierto permite
fiscalizar no solo al resto de poderes, sino al propio contrapoder
en red, que aporta documentos y archivos atestiguando la vera-
cidad de la información revelada. Además de abierto, el códi-
go ha de ser libre: modificable, reutilizable, copiable, según los
fundamentos de la cultura libre. La distribución en red genera
descentralización y democratización, conecta información veraz
y debate público.
El periodismo industrial (Anderson; Bell; Shirky, 2014) sigue
las lógicas de la exclusividad, la mercantilización informativa y

164
F.J. López-Fernández et al. Medios alternativos y contrapoder...

la competencia entre medios. Pero el Cuarto Poder en Red re-


curre a la colaboración y la cooperación. La relación simbiótica
con la comunidad que sustenta el medio asegura la defensa de
sus intereses y un relato colectivo más inclusivo. La cooperación
entre diferentes medios (mancomunando recursos), permite es-
calar las investigaciones, abordando problemáticas transnacio-
nales y ampliando su alcance e impacto. A su vez, esta colabo-
ración y apertura trasnacional hace posible superar controles y
censuras estatales.
El periodismo de filtraciones aporta los ejemplos más ge-
nuinos del periodismo colaborativo: con la ciudadanía y entre
diferentes medios. Por filtración entendemos la obtención de
información sensible o clasificada mediante una fuente exter-
na. Cabe diferenciar, al menos, entre dos tipos de filtraciones
(Sampedro; López-Ferrández; Carretero, 2018). Por una parte,
las oficiales: fuentes vinculadas a las élites que, generalmente,
suministran información interesada para minar el capital sim-
bólico de sus adversarios políticos (Thompson, 2000). Por otra,
las filtraciones ciudadanas: individuos alejados de las estructuras
de poder, que liberan información por compromiso cívico.
Las filtraciones oficiales manifiestan la interdependencia del
sistema mediático y político. La revelación de información
por las élites busca establecer una agenda mediática favorable.
Dosifican informaciones e intensifican filtraciones clave según
determinadas estrategias políticas. Ante estas filtraciones, los
medios convencionales suelen adoptar el marco discursivo de
las élites, llegando a actuar como correas de transmisión (Sam-
pedro; López-Ferrández; Carretero, 2018). La falta de recursos
para realizar investigaciones propias, y la precariedad de mu-
chos periodistas, incrementa la dependencia hacia dichas fuen-
tes oficiales (Chalaby, 2004). Esto limita la capacidad crítica
del periodismo y su rol democrático de contrapoder (Bennett
et al., 2007).
En los últimos años, en cambio, han proliferado filtraciones
ciudadanas diametralmente opuestas. WikiLeaks, la Lista Fal-
ciani, los Papeles de Panamá o las iniciativas de «accountability
social» en América Latina (Peruzzotti, 2006) adaptan al entorno
digital experiencias previas como los Papeles del Pentágono o el
Watergate —apoyándose, también, en un rol ciudadano activo
y en redes de colaboración entre medios.

165
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

En España encontramos, por ejemplo, la participación de El


Confidencial en el Consorcio Internacional de Periodistas de In-
vestigación (ICIJ, por sus siglas en inglés) que ha dado cober-
tura a filtraciones como la Lista Falciani (2015), los Papeles de
Panamá (2016) o los Papeles del Paraíso (2017). También des-
tacan los buzones de filtraciones de Xnet y Fíltrala.org. A través
de esta última plataforma colaboraron eldiario.es, La Marea y
Diagonal en la cobertura de los Papeles de la Castellana (2016).
Tras la experiencia previa de Diagonal-Fíltrala.org, El Salto
experimentó de manera más radical los principios del Cuarto
Poder en Red. Más allá del vínculo con la ciudadanía a través
de las filtraciones, plantea una estructura colaborativa y descen-
tralizada, así como con un modelo de negocio apoyado, fun-
damentalmente, en la comunidad que lo sustenta. Desde este
modelo normativo, evaluamos las potencialidades que presenta
el caso de El Salto y los límites en su aplicación práctica.

2.  Estudio de caso y metodología

Trabajos recientes sobre filtraciones oficiales y ciudadanas


—caso Monedero y lista Falciani— evidencian el paralelis-
mo político de la esfera pública central española (Sampedro;
López-Ferrández; Carretero, 2018). A pesar del número de
personas implicadas, las cantidades defraudadas y el alcance
transnacional de la lista Falciani, el caso Monedero ocupó casi
el triple de espacio en las portadas y artículos de opinión de
El País, El Mundo, ABC, El Periódico y El Confidencial. El en-
marcado —framing— cuestionó la ética pública de Podemos
al tiempo que medios como ABC o El Mundo mostraban con-
nivencia hacia las evasiones fiscales transnacionales. Las filtra-
ciones oficiales siguen predominando en la prensa española
frente a las filtraciones ciudadanas, evidenciándose el parale-
lismo político y la escasa apertura de la esfera pública central
hacia agentes de la sociedad civil.
Varios análisis (Sampedro, 2017) muestran que la innovación
periodística, enfocada a fortalecer la independencia del sistema
mediático, se desarrolla de manera más activa en entornos di-
gitales. Los modelos productivos y de negocio de estos medios
limitan su instrumentalización político-partidaria. A pesar de

166
F.J. López-Fernández et al. Medios alternativos y contrapoder...

detectar cabeceras con lógicas similares a las de los medios tradi-


cionales, encontramos propuestas que emulan el Cuarto Poder
en Red. Con diferentes escalas y enfoques, El Confidencial, el-
diario.es, infoLibre, La Marea, Público o El Salto son ejemplos de
ello. En la tabla 1 los encuadramos según las características del
Cuarto Poder en Red: experiencia en filtraciones, propiedad y
financiación colectiva, información como bien común, uso del
código libre y abierto, procesos de colaboración y descentraliza-
ción, o distribución en red.

Tabla 1. Comparativa medios digitales y Cuarto Poder en Red.

Financiación Colabo- Conteni-


Soporte Propiedad Filtraciones Licencia
(2017)1 ración do

ICIJ
(Lista
Titania
El Falciani,
Compañía
Confiden- Digital * Papeles de ICIJ Copyright Abierto
Editorial,
cial Panamá,
S. L.
Papeles del
Paraíso,etc.)

Display CTXT y
Público Digital Connec- ** Buzón X blogs Copyright Abierto
tors, S. L. temáticos

63,7% The Guar-


Publicidad dian, Carne
Digital Prensa
28,4% Socios Cruda, blogs
eldiario.es Trimestral Digital, Fíltrala.org Libre Abierto
7,6% Proyectos temáticos,
Impreso S. L.
0,2% Revistas ediciones
(Cuadernos) territoriales

47,1% Socios
Digital Ediciones 46,4%
infoLibre Mensual Prensa Publicidad Buzón X Mediapart Copyright Cerrado
Impreso Libre, S. L. 7% Ventas
(TintaLibre)

56,7%
Suscripciones
28% Ventas
(revistas y mer-
Digital MasPublico chandising) No tiene
La Marea Mensual Sociedad 7,2% Publi- Fíltrala.org relaciones Libre Abierto
Impreso Cooperativa cidad fijas
4,4% Cursos y
charlas
3,9% Donacio-
nes y otros

167
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

64,6%
Suscripciones
9% Ventas
(Revista y Mer-
chandising) Anteriorente 7 nodos
Digital Cooperativa 7,6% Publi- en Fíltrala. territoriales
El Salto Mensual Editorial cidad org +20 medios Libre Abierto
Impreso S.Coop 7,6% Bonos (como y blogs
de apoyo Diagonal) temáticos
5,1% Servicios
de edición
2,4% Promo-
ciones

  infoLibre: http://infografia.infolibre.es/Transparencia/
1

eldiario.es:https://www.eldiario.es/escolar/Periodismo-hipotecas-cuentas-eldia-
rioes_6_769633056.htm
La Marea: https://www.lamarea.com/2018/04/30/106033/
El Salto: http://saltamos.net/docs/actas2_asamblea_elsalto.pdf
*  Datos no disponibles. Principalmente, si no exclusivamente, publicidad.
**  Datos no disponibles. Principalmente publicidad. Recientemente abierta Comu-
nidad de suscriptores.

En la tabla 1, El Salto revela que intenta aplicar con mayor


profundidad los principios del Cuarto Poder en Red. Su refun-
dación profundiza en los procesos de colaboración y descen-
tralización que, a menor escala, había ensayado Diagonal. Al
tiempo, afianza su compromiso con la comunidad, que sustenta
el medio y toma un papel activo en su estructura cooperativa.
Se observa, a su vez, el compromiso con la cultura libre y con la
información como bien común al publicar sus contenidos bajo
licencia creative commons.
Siendo conscientes de los límites insalvables de la aplicación
práctica de cualquier modelo normativo, abordamos ahora el
análisis de este medio. Para ello, recurrimos a la triangulación
metodológica. En primer lugar, desarrollamos un análisis do-
cumental de los archivos del medio —hoja de ruta inicial, Ple-
narios Ordinarios, reuniones de la Coordinadora Provisional
(órgano que posibilitó el paso de Diagonal a El Salto), Estatutos
de la Cooperativa y Reglamento Interno. A continuación, pro-
fundizamos cualitativamente en el proceso interno, realizando
cuatro entrevistas en profundidad semiestructuradas a tres em-
pleadas del medio5 (Pablo Elorduy, Jota de la Jara y Ter Gacía)

5 
Las entrevistas a las empleadas de El Salto se realizaron en su ac-
tual redacción y en dos cafeterías cercanas. Entrevista a Pablo Elorduy:
14/12/2017 y 21/01/2018. Entrevistas a Ter García y Jota de la Jara:

168
F.J. López-Fernández et al. Medios alternativos y contrapoder...

y a una co-fundadora de Diagonal y actual socia colaboradora


(Laura Corcuera). Por último, realizamos observación partici-
pante durante las dos Asambleas Generales —máximo órgano
de decisión de El Salto y punto de encuentro físico de todos los
integrantes— celebradas hasta 2018.6

3.  Análisis de El Salto

Presentamos nuestro análisis mediante cuatro ejes: contexto


socio-politico, contextos tecnológicos-digitales, modelo de ne-
gocio y el modelo organizativo. De esta manera, ofrecemos una
visión de conjunto que relaciona las transformaciones internas
con elementos externos que intervienen en este proceso.

3.1.  Contexto socio-político. De Diagonal a El Salto

La desconfianza de la sociedad civil española hacia sus re-


presentantes y hacia los medios tradicionales se ha canalizado,
desde el arranque del s.XXI, hacia prácticas tecnopolíticas. Las
tecnologías digitales sirvieron para la auto-organización y au-
to-expresión de cibermultitudes pioneras (Sampedro, 2005) en
movilizaciones tempranas como el Pásalo —convocada median-
te SMS— que denunció la manipulación electoralista de los
atentados del 11-M de 2004. El 15M representó en 2011 el
clímax del ciclo de movilizaciones digitales. Ambos años, con
siete de diferencia, representan momentos de inflexión y emer-
gencia de medios alternativos que buscaron representar nuevos
sectores de una opinión pública contrarios a la Guerra de Irak,
la reforma universitaria de Bolonia o las políticas de austeridad.
Diagonal nació en 2005 intentando salir de los entornos más
cerrados del activismo militante, aunque sin abandonarlo. Una

06/02/2018. La entrevista a Laura Corcuera hizo el 18/12/2018 en el


Hotel Luz de Castellón de la Plana.
6 
Acta I Asamblea General: http://saltamos.net/docs/actas_asam-
blea_general.pdf
Acta II Asamblea General: http://saltamos.net/docs/actas2_asamblea_
elsalto.pdf

169
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

aspiración similar a la de Público, y un rasgo que sitúa ambos


medios en modelos diferentes:

Por los medios que se tuvieron para el lanzamiento de Diagonal


y un poco por la propia idiosincrasia que tiene el proyecto, o
que tenía el proyecto, Público cubrió mucho mejor ese espacio
a la izquierda de El País. Mucho mejor en el sentido de mucho
más masivamente. Público tenía la capacidad de llegar a kioscos,
y tenía ya además una mirada puesta en Internet (Elorduy).

Las redes activistas, rastreables desde el altermundismo, se


hicieron porosas e inclusivas hasta convertirse en multitudes co-
nectadas. El clímax del 15M desató una reflexión en Diagonal
e impulsó su refundación: «ahí es donde se ve una ventana de
oportunidad y donde te das cuenta de que hay un desborde
que le pilla a contrapié a todos los medios de comunicación,
y a Diagonal también» (De la Jara). Al tratarse de un medio
alternativo vinculado a la ciudadanía mediactiva, la evolución
del tejido social y sus formas de expresión y movilización resul-
taron claves para El Salto. Las transformaciones más recientes
del activismo reclaman explorar lenguajes y formatos conecta-
dos a nuevas formas de expresión socio-política. Esto pretendía
el colectivo editor al desplazarse de la periferia al centro de la
esfera pública.
Sin embargo, la respuesta estatal al ciclo de movilizaciones
de 2011 limitó las libertades de expresión y manifestación. En
concreto, con la aprobación de la Ley Orgánica de protección
de la seguridad ciudadana de 2015 (‘Ley Mordaza’). La crisis
territorial en Cataluña y el estancamiento de Podemos, que ca-
pitalizó gran parte de la indignación popular, también contri-
buyeron a agotar el ciclo de movilizaciones o, al menos, a su
reflujo. Todo ello dificulta la consolidación de medios cercanos
a los movimientos sociales, como es El Salto.

3.2.  Contexto tecnológico-digital

El Salto surgió intentando adaptar la propuesta de Diagonal


a las prácticas comunicativas digitales. Los promotores consta-
taron que los contenidos audiovisuales y el uso de redes priman

170
F.J. López-Fernández et al. Medios alternativos y contrapoder...

entre los hábitos mediáticos, especialmente entre los jóvenes.7


También detectaron un desafío generacional, ya que el rango de
edad más habitual de los usuarios del medio se situaba entre los
25 y 39 años, con un serio déficit de menores de 25.
Ante esto, El Salto apostó por ampliar su incidencia refor-
zando la versión digital y la producción audiovisual. En 2018
contaban con un empleado dedicado a la coordinación y otra
persona a media jornada para la producción. Juntos desarrolla-
ban la sección web de El Salto TV y un canal en YouTube. La
duración de los vídeos no superaba los 10 minutos y abarcaban
noticias concretas, temas de mayor amplitud o entrevistas. El
primer programa llevó el significativo nombre de Periferias.
En el salto a lo digital, el uso de las redes corporativas planteó
un dilema central. El colectivo editor siempre mantuvo sintonía
con los círculos hacktivistas. La apuesta por el software y las
redes libres aseguraba autonomía y soberanía tecnológicas. Sin
embargo, la esfera pública digital ha sufrido un proceso de re-
centralización y privatización, generando monopolios de facto.
Los objetivos de difusión obligaban a El Salto a operar en
redes comerciales como Facebook, Instagram y Twitter. El 70%
del tráfico de su web provenía a mediados de 2018 de estas pla-
taformas, que concentran y mercantilizan los flujos comunica-
tivos. Los algoritmos opacos deciden la (in)visibilidad de conte-
nidos y los perfiles de mayor impacto. Ante esto, El Salto aspira
a convertir su «propia home en una red social, un repositorio, o
como mínimo un agregador. (…) A través de esa costumbre de
la gente de visitar tu página como otro Facebook —por ser am-
biciosos— poder llegar con independencia de esos algoritmos»
(Elorduy).
La disyuntiva entre herramientas privativas y libres también
existía a nivel interno. Unos tiempos acelerados dificultaban
la relación del medio con la comunidad hacktivista. Esto era
percibido como una «pérdida» (De la Jara) o un «retroceso»
(Corcuera) respecto a etapas previas. Pese a estas contradiccio-
nes, permanecían rasgos coherentes con el planteamiento de
soberanía tecnológica, «desde nuestra propia licencia —que es
una licencia Creative Commons— y el soporte, trabajamos con

7 
http://www.aimc.es/a1mc-c0nt3nt/uploads/2018/02/marco18.pdf

171
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

Nodo50 que es un servidor no comercial y muy comprometido


con los movimientos sociales» (Corcuera).
En 2018 abrieron un foro de participación con software libre,
cumpliendo una de las principales apuestas desde su lanzamien-
to: establecer vías de comunicación con la comunidad de usua-
rios. En el foro, las socias pueden realizar propuestas y debatirlas
con otras socias y trabajadoras del medio. Las que más actividad
generan son debatidas en la Asamblea General donde se decide
su implementación.
www.elsaltodiario.com ha representado una manifiesta inno-
vación respecto a otros medios, permitiendo el acceso a dife-
rentes ediciones territoriales donde la información local dialoga
con la estatal y global. De este modo, la web complementaba y
actualizaba el contenido de la revista mensual impresa. Un ela-
borado sistema de etiquetas, permitía agrupar las informaciones
y, a nivel interno, identificar los temas con mayor impacto e
influencia. La dimensión deliberativa del foro se completaba,
así, con indicadores agregados, refinando en suma la labor de
interlocución y representación comunitarias del medio.

3.3.  Modelo de negocio

Con su trayectoria alternativa —basada en la descentraliza-


ción, apertura y horizontalidad—8 El Salto adoptó la forma ju-
rídica y empresarial cooperativista. El modelo de negocio no
cambiaba respecto a Diagonal, manteniéndose fiel a los prin-
cipios de la «economía social y solidaria». La principal fuente
de ingresos son las suscripciones (64,6%), mientras que la pu-
blicidad (7,6%) y la venta de revistas y merchandising resultan
minoritarios (9%).
La publicidad nunca puede superar más del 20% de los ingre-
sos, y el código ético establece los criterios que deben cumplir
los anunciantes. Se rechaza la publicidad de empresas del IBEX
35, y de aquellas que violen los derechos humanos, sociales,
laborales o ambientales. La publicidad de partidos políticos en
campaña electoral tampoco está permitida, ni las campañas dis-

8 
Reglamento Interno de la cooperativa. https://www.elsaltodiario.
com/info/ch9fzckik5yuxddxn34s

172
F.J. López-Fernández et al. Medios alternativos y contrapoder...

criminatorias, la publicidad institucional que viole los princi-


pios del proyecto o el contenido patrocinado.
A pesar de las limitaciones económicas —precariedad gene-
ralizada y tamaño limitado de la comunidad de socias (unas
6.700 en 2018)— el balance del primer año es positivo aunque
modesto. En la II Asamblea General (junio de 2018) se discutió
sobre fórmulas de financiación —como campañas de crowdfun-
ding, realización de cursos de formación o servicios de edición a
otros proyectos— y se pronosticaban pequeños avances a pesar
de que la revista mensual impresa resultaba deficitaria.
La apuesta económica de El Salto persigue afianzar su in-
dependencia, siendo los socios el pilar fundamental para su
continuidad. Encontramos una comunidad muy fidelizada,
que «puede interactuar y puede decidir mucho sobre lo que se
publica» (García). Una comunidad que, más allá de consumir
información, forma parte del medio. Esto se materializa en su
capacidad de decisión como co-propietarios cooperativistas.
Los usuarios y los periodistas mantienen una sintonía ideológi-
ca que fortalece esta interrelación:

La mayor parte de esas nuevas suscripciones llegan antes incluso


de sacar el número 0. La gente no sabe ni lo que le vas a sacar y
ya se han suscrito. Lo que te está sugiriendo es que te suscribes
a una idea. La confianza que te trasmite, o a la honestidad de
un proyecto que realmente apela a unas lógicas descentralizadas,
cooperativas, independientes, horizontales (De la Jara).

La simbiosis entre comunidad y periodistas asegura la auto-


nomía de los segundos respecto a las élites políticas y económi-
cas. Los periodistas defienden los intereses de la comunidad,
primándolos en la agenda mediática y sacándolos a debate pú-
blico. Esta relación, sin embargo, presentaba tensiones relacio-
nadas con la consolidación y el crecimiento del medio. Resulta
necesario mantener a la comunidad existente y generar nuevos
lenguajes y enfoques que atraigan a otros sectores demográficos.
Esta tensión convive con otra aún más acentuada entre tra-
bajo profesional y militante. A pesar de mejorar las condiciones
laborales y pagar las colaboraciones, la sostenibilidad de El Salto
dependía, en ocasiones, del compromiso militante de sus traba-
jadores. Esta situación, más propia de iniciativas comunitarias

173
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

y cercanas al activismo que de proyectos profesionalizados, evi-


dencia que el modelo de negocio, si bien permitía la continui-
dad, necesitaba afianzarse. Para ello, se precisa de una comuni-
dad más amplia y sólida que garantice la viabilidad del proyecto.

3.4.  Modelo organizativo

Las mayores innovaciones de El Salto residen en su modelo


organizativo, que actúa como red descentralizada, distribuida
y cooperativa de medios y usuarios. En el proceso de transfor-
mación, Diagonal sirvió de «Infraestructura Común» al tiem-
po que se conformaba por todo el territorio una red de nodos
locales y autónomos. En 2018 existían nodos en Andalucía,
Galicia, Navarra, Madrid, País Valencià, La Rioja y Extremadu-
ra —estos dos últimos, sin edición impresa. Al mismo tiempo,
hasta agosto de 2018 existió la edición aragonesa, editada junto
a Arainfo. La estructura descentralizada promueve un mayor
conocimiento de los contextos locales y una mayor proximidad
a la ciudadanía. Sin embargo, en la práctica los nodos no eran
autosuficientes económicamente y contaban con menos recur-
sos que la Infraestructura Común, lo que dificultaba su profe-
sionalización.
Al mismo tiempo, entre los nodos también se evidenciaban
diferencias de solidez, experiencia profesional, capacidad pro-
ductiva, etc. La Infraestructura Común redistribuía los recursos
entre ellos para promover el equilibrio interno apoyándose en
las tecnologías digitales, que permiten un contacto más directo
y continuo. Este proceso complejo de coordinación responde a
la propia estructura del Estado español, que exige atender es-
pecificidades territoriales y redistribuir recursos para la sosteni-
bilidad del conjunto. Aun así, los desequilibrios se mantenían
presentes.
Las alianzas territoriales se completaron con acuerdos de
cooperación con medios afines, en distintos grados y forma-
tos (Pérez; Rodríguez; Fernández de Castro, 2017: 104-110).
Por ejemplo, mientras que El Salmón Contracorriente se integró
como sección de economía —en la web y el papel —, Píka-
ra mantuvo una sección exclusivamente en el papel. Otro caso
ilustrativo, compartido por otros medios, sería el del semanal
Viento Sur con un blog propio. La heterogeneidad de las re-

174
F.J. López-Fernández et al. Medios alternativos y contrapoder...

laciones con los nodos y los medios afines aspiraba a crear un


conglomerado flexible, con grados variables de autonomía.
La toma de decisiones era asamblearia, distribuyéndose entre
los tres tipos de socios de la cooperativa: trabajadores, colabora-
dores y suscriptores. En la Asamblea General, el 40% del voto
correspondía a los suscriptores, y el 60% restante se distribuía
a partes iguales entre colaboradores y trabajadores. Los perio-
distas y la comunidad de usuarios mantenían una relación de
coproducción, oferta y consumo de información, que se sustan-
ciaba en el mantenimiento económico del medio, al tiempo que
co-participaban en las decisiones internas. Como resultado, se
observaba un alto grado de democratización interna del medio.

4. Conclusiones

La crisis de las democracias liberales y el ciclo de movilizacio-


nes de raíz digital que culminó en 2011 con el 15M marcaron
un punto de inflexión en la Prensa española y, en concreto, la
que se concebía como contrapoder. El contexto socio-político
doméstico, unido al impacto de las tecnologías digitales en los
sistemas mediáticos, presentaban una ventana de oportunidad
para la refundación de Diagonal, que había surgido tras las mo-
vilizaciones del «No al Guerra» y los SMS del «Pásalo» de 2004.
El Salto sería después el resultado de un proceso de reflexión de
inspiración quincemayista, que se materializó en 2017. Preten-
día transitar del modelo de la contrainformación a establecer un
flujo colaborativo de debate e información. Mancomunado con
el tejido más movilizado, el nuevo medio aspiraba a interpelar y
representar a las mayorías sociales. Como todo proceso abierto
—máxime si tiene fines alternativos, vinculados al cambio so-
cial— resulta un proyecto inacabado. Presenta limitaciones in-
herentes, pero también logros incuestionables en términos de in-
novación mediática y —no menos importante— socio-políticos.
El carácter asambleario del medio dilató el tránsito de Dia-
gonal a El Salto. Durante ese periodo otras cabeceras digitales
implementaron nuevos modelos de negocio. Algunos también
adoptaron el modelo de suscripciones y formaron comunidades
de usuarios. Esto dificultó la proyección de El Salto, que com-
pitió con otras iniciativas digitales que, por su idiosincrasia y

175
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

como hemos analizado, contaban con mayor operatividad y al-


cance. El énfasis en la eficacia empresarial mermaba su carácter
alternativo, pero también incrementó el impacto público y la
viabilidad económica de algunos de dichos medios.
En contraste, el modelo organizativo y de negocio de El Salto
se presenta como el más innovador en cuanto a apertura, grado
de deliberación interna y externa y, por tanto, de democratiza-
ción en ambos frentes. El proceso colaborativo y en red, aunó
nodos territoriales y medios afines. La cobertura de megafiltra-
ciones ciudadanas o la publicación de sus contenidos bajo licen-
cia Creative Commons demostró un sólido compromiso con la co-
municación entendida como bien común y servicio público. En
consecuencia, El Salto resultó ser el medio que más radicalmente
aplicaba los principios del Cuarto Poder en Red en España.
Su modelo de negocio, fundamentado en una comunidad alta-
mente fidelizada e identificada con el medio, proporcionaba es-
tabilidad, además de independencia económica y política. En lo
organizativo, la fórmula cooperativa y asamblearia garantizaba la
gestión participada y democrática del medio. La comunidad de
trabajadores, colaboradores y suscriptores se constituyeron como
«sujetos comunicativos y políticos de pleno derecho» (Sampe-
dro, 2014: 11). Su estructura reticular, basada en nodos con au-
tonomía variable, proporcionaba mayor proximidad y calado en
las relaciones con la ciudadanía más movilizada y mediactiva.
El carácter alternativo de El Salto se materializa en las dinámi-
cas colaborativas entre nodos geográficos y medios afines, que
refuerzan la capacidad del proyecto para ofrecer contenidos y
relatos críticos. Bajo unos principios editoriales firmes, se abre
una agenda y un abanico temático, que aumentan el pluralis-
mo y arraigo de un flujo de contrapoder emergente del cuerpo
social. Se invierten así las inercias jerárquicas que conservaba el
modelo de contrainformación emanada de una vanguardia mi-
litante. Al tiempo, se ensayaba una arquitectura multipolar en
red. Así, se transformó el modelo de un medio de comunicación
que emitía un flujo informativo unilateral y unívoco hacia su
audiencia. Convirtiéndolo en foro y plataforma de emergencias
y desbordes sociales. El Salto representa, por tanto, un modelo
más próximo al ideal que prometía incorporar las competencias
comunicativas digitales distribuidas en un cuerpo social que las
había desplegado en movilizaciones precedentes.

176
F.J. López-Fernández et al. Medios alternativos y contrapoder...

El colectivo promotor y los periodistas asalariados en El Salto


constituyen, a la luz de este análisis, un núcleo catalizador e
irradiador de iniciativas surgidas y ancladas en el tejido social.
El medio quiere servir de fermento comunicativo y organiza-
tivo, de plataforma de visibilidad e impacto de dinámicas de
cambio sociocultural y político. Estas se promueven, visibilizan
y publicitan a través de una redacción expandida y articulada
en red. El tejido social, por tanto, se concibe como coautor de
los flujos de debate e información pública. El modelo de pro-
piedad cooperativista sintoniza con las rutinas colaborativas de
producción informativa. Estas integran a otros medios afines,
socias y público en general en condiciones de igualdad, aunque
correlativas a la implicación y las responsabilidades contraídas.
El modelo económico de El Salto guarda coherencia con «la
economía social y solidaria» que suscribe el medio. Este no pri-
vatiza, sino que comparte con licencia libre, de forma explícita
y generalizada, todos los contenidos. Aunque, también resulta
cierto que los formatos abiertos a la fiscalización y participación
ciudadanas en la producción de noticias pudieran desarrollarse
con mucha más intensidad. Cabe atribuir esta carencia a los
limitados recursos técnicos y humanos del medio, así como a
inercias muy arraigadas en la (in)cultura profesional del perio-
dismo y la (in)cultura política de la militancia social y la ciuda-
danía del Estado español.
El Salto no prioriza el lucro como objetivo empresarial. Por
tanto —y salvaguardando la sostenibilidad y la fidelidad a obje-
tivos no crematísticos— el balance de resultados no se formula
en términos estrictamente económicos, en el sentido de mo-
netarizados. La eficacia empresarial, por tanto, no condiciona
los contenidos informativos ni la cartera publicitaria. La línea
editorial se traduce en códigos publicitarios estrictos: un por-
centaje máximo en la financiación y vetos a determinados con-
tenidos, campañas y actores propagandistas. El posicionamien-
to ético-político se materializa en dinámicas participativas en el
control de contenidos y del propio medio.
Sin embargo, el modelo de negocio también presenta impor-
tantes limitaciones debido a la carencia de recursos. La precarie-
dad generalizada ha mermado el poder adquisitivo de amplios
sectores de población, incluyendo aquellos más afines a apoyar
iniciativas comunitarias como El Salto. Las personas empleadas

177
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

en el medio tenían que lidiar con un considerable grado de au-


toexplotación para alcanzar los objetivos propuestos. A pesar de
haber mejorado las condiciones salariales respecto a la etapa de
Diagonal, la tensión entre trabajo profesional y militante conti-
nuaba existiendo y erosionaba la actividad diaria de las periodis-
tas empleadas. En este punto se revelaban relaciones desiguales
entre la Infraestructura Común y los nodos territoriales. A pesar
de conservar total autonomía editorial, no cuentan con capa-
cidad económica para contar con empleadas, cobrando única-
mente por colaboraciones.
A nivel interno, a pesar del esfuerzo por incorporar el softwa-
re y las herramientas libres en el foro de participación o en los
servidores del medio, también surgen contradicciones. Se mani-
fiestan en relación al uso de herramientas digitales privativas. A
nivel externo, la necesidad de dar difusión a los contenidos obli-
ga a estar presentes en redes digitales corporativas, mal llamadas
sociales. Estas plataformas gestionan algorítmicamente la (in)
visibilidad de los contenidos del medio, al tiempo que los mer-
cantilizan y monetarizan. La concentración oligopólica que re-
presentan amenaza la concepción de la información como bien
común. Esto subraya la necesidad de articular espacios digitales
alternativos para desarrollar proyectos comunitarios con una ar-
quitectura tecnológica autogestionada, autónoma y soberana.
Subrayamos la comunidad como elemento clave para afron-
tar las tensiones señaladas. El principal reto de El Salto pasaba
por consolidar la comunidad existente, al tiempo que innova
formatos y lenguajes para ampliarla. El componente generacio-
nal enfatizaba y priorizaba este reto; resultando imprescindible
conectar con las rutinas informativas del público joven, ligadas
al audiovisual y las redes. Al mismo tiempo, la colaboración
con las corrientes hacktivistas se antojaba crucial para garanti-
zar la soberanía tecnológica. En suma, nuestro estudio de caso
muestra que la colaboración entre ciudadanía mediactiva y pla-
taformas mediáticas, así como entre distintas redacciones, se
perfila como la fórmula para revertir la privatización, mercanti-
lización, fragmentación y desinformación que presenta la esfe-
ra pública digital. Proyectos como El Salto contribuyen a ello,
operando como contrapoder y generando espacios de diálogo
alternativos entre minorías y mayorías sociales, entre lo digital
y lo analógico.

178
F.J. López-Fernández et al. Medios alternativos y contrapoder...

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181
7.

Marco y perspectivas
para una Internet ciudadana

François Soulard

«La lucha contra nuestras propias debilidades (...) cualquiera sean


las dificultades creadas por el enemigo, esta lucha contra nosotros
mismos es la más difícil, tanto en el presente como en el futuro de
nuestros pueblos»1
Amilcar Cabral (1966).

«Nuestro problema no es la gobernanza del ciberespacio.


Tenemos un problema con la gobernanza»2
Lawrence Lessig (1998).

1. Introducción

Lo queramos o no, la interconectividad digital constituye hoy


uno de los retos más relevantes de nuestro tiempo. Muchas so-
ciedades se han vuelto tan dependientes de este espacio como lo
son, tal vez, de la energía, de la moneda o del idioma. En el fon-
do, esta interconectividad es inseparable de la potente acelera-
ción de la mundialización desarrollada durante las siete últimas
décadas, haciendo que cada rincón de la Tierra se haya vuelto
aún más dependiente y relacionado, de una forma u otra, con
otro punto del planeta. La tan enfatizada revolución digital vino
a agregar su grano de arena en esta creciente interconexión pla-

1 
Extracto de su discurso El arma de la teoría pronunciado en la Con-
ferencia tricontinental de La Habana en 1966.
2 
«But our problem is not the problem of governance in cyberspace.
Our problem is a problem with governance», extraído de la confe-
rencia de Lawrence Lessig de octubre 1998 con la Alianza de profe-
sionales de computación para la responsabilidad social (CPSR), MIT
Cambridge, Estados Unidos.

183
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

netaria. La reforzó y la transformó activamente por lo menos en


los últimos veinte años. Dicho de otra forma, una mundializa-
ción digital está en marcha y avanza de forma rápida e irreversi-
ble a bordo de un tren que ya venía diseñando, con sus altibajos,
una realidad interdependiente desde el nivel de la pequeña aldea
hasta la escala global. Lejos de ser un cambio periférico, este
estado de interdependencia, que integra la dimensión digital al
mismo tiempo que la supera, genera un movimiento tectónico
en la arquitectura sociopolítica.
La esfera digital, al mismo tiempo que acelera este movimien-
to, se desarrolla en una determinada arquitectura de relaciones
internacionales, de ciudadanía, de economía y de poder, fabri-
cada en otras épocas históricas y sellada por una serie de rup-
turas geopolíticas. No solamente irrumpe en esta tela de fondo,
sino que la provoca y la desborda. Casi podríamos decir que la
comunicación electrónica y la tecnología que lo sostiene, Inter-
net, fueron inventadas en las grietas de esta arquitectura. Cir-
culan en sus intersticios a la manera de un fluido transnacional
—para retomar una metáfora familiar a las de Manuel Castells
y Zygmunt Bauman— que escapa a gran parte de las restriccio-
nes a las que están sometidas tradicionalmente las actividades
humanas. A su vez, el universo digital no está gravitando en una
ausencia de poderes. Varios mecanismos de regulación ya exis-
tían desde los primeros instantes de su nacimiento. Pero ahora
que la esfera digital ha alzado más arriba los estratos del poder,
se plantea con mayor intensidad, y quizás de nueva forma, tanto
la cuestión de su propia regulación como la de su interacción
con las demás dinámicas sociales e internacionales.
En efecto, el momento actual marca el ingreso más firme de
las comunicaciones electrónicas en la órbita de las disputas de
poder global. Varias señales nos indican que éstas atraviesan un
período de inflexión y en cierto modo una crisis de crecimiento.
De ahora en adelante será difícil aprehenderlas sin entender el
rumbo del tablero global, sus contradicciones y sus disputas.
En este sentido, el desafío que se plantea en torno a la esfera
digital se ha vuelto doblemente interpelante. Primero porque
nos encontramos frente a un primer ensayo de manejo colectivo
de un sistema comunicacional complejo, mundializado y supra-
nacional. Más allá de su carácter joven e inacabado, este primer
ensayo de más o menos treinta años constituye una experien-

184
F. Soulard Marco y perspectivas para una internet ciudadana

cia inédita de gestión colectiva de un bien supranacional y de


nuevas interdependencias. Un ensayo de esta índole cobra aún
más relevancia si uno admite que la actual escasez de repuesta
política a estas interdependencias globales (y regionales) es un
problema medular de nuestros tiempos. En segundo lugar, por-
que la naturaleza abierta de la esfera digital remite a un abanico
muy extenso de acción colectiva. En tanto común global, lo di-
gital es asunto de imaginarios, de ciudadanía, de tecnologías de
comunicación, de luchas sociales, de políticas públicas, de de-
rechos, de conflictos e intereses industriales como de potencias
geopolíticas. Esta suerte de espacio plebeyo en «milhojas» en el
terreno electrónico nos hace desembocar sobre una problemáti-
ca central. Defender a Internet como un bien común y ponerlo
al servicio del interés general. Dicho de otra manera, se trata de
consolidar un marco social y ciudadano capaz de sostener lo que
podemos denominar un horizonte de democracia digital.
Desds esta perspectiva deseamos indagar en la presente con-
tribución. Para ello, trataremos de abordar las siguientes pre-
guntas. ¿En qué etapa nos encontramos hoy en la esfera digital
y cómo sortear las dinámicas que la orientan? ¿Cómo consolidar
un marco de regulación capaz de gestionarla de forma justa,
democrática y eficaz? ¿Cómo implementar cambios en la ac-
tual arquitectura de relaciones internacionales que incide in fine
sobre el manejo de los recursos digitales? Estas preguntas, ni
evidentes ni sencillas, superarán el alcance de esta contribución.
Nuestra intención es esbozar los principales ejes y lineamientos
de acción.

2.  Una revolución digital atrapada en la maraña del poder


mundial

Sin lugar a dudas, la observación del espacio digital no es ta-


rea sencilla. Se requiere una multiplicidad de ángulos para inda-
gar un entorno caracterizado por una importante complejidad
y opacidad. Además, no disponemos de una metodología3 para

3 
Podemos ver iniciativas de reporte global sobre Internet por ejem-
plo en Global Internet Report, Internet Society. Disponible en https://
future.internetsociety.org/.

185
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

analizar este entorno tan dinámico. Su continua evolución mo-


difica en permanencia los criterios de lectura y comparación.
Por otra parte, los análisis están envueltos muchas veces en una
narrativa de revolución permanente que, si bien da cuenta de
ciertos cambios disruptivos, no refleja la complejidad inherente
a las transformaciones sociotecnológicas, transformaciones que
Schumpeter o Kondratiev habían sistematizado el siglo pasado
en torno a las revoluciones industriales. Dicho más prosaica-
mente, ¿cuáles son los impactos más estructurales, emergentes
o anecdóticos de la expansión digital? ¿Es el auge de los mono-
polios de la industria digital y la captación masiva de datos el
principal hito del momento? Los complejos factores de riesgo
y de inseguridad tecnológica, son amplificados por la vigilancia
masiva implementada por algunos Estados industriales? ¿El lu-
gar creciente de la inteligencia artificial, de los algoritmos y de
las plataformas de servicios, se vuelven incompatibles con los
fundamentos de la comunicación social y la democracia?¿In-
ciden más los efectos de las rivalidades geopolíticas entre los
Estados Unidos, China, Rusia, y más ampliamente los países
emergentes, o la geometría evolutiva de la red que sigue su ex-
pansión hacia la conectividad 5G y la «Internet de las cosas»? El
periodista Frédéric Martel (2014), en una encuesta realizada en
más de cincuenta países, recuerda además que existen numero-
sos matices a la vez locales y regionales en materia de culturas y
usos de Internet, irreductibles a su unicidad global. Todos estas
dinámicas se relacionan entre sí, sin que un sólo abordaje, lo
geopolítico, lo económico o lo tecnológico, llegue a ser la única
variable explicativa.
Siguiendo esta lógica dinámica, repasemos a grandes rasgos
algunos hechos, señales y tendencias de la última década para
esbozar una radiografía de la esfera digital. En un plano gene-
ral, la mitad de la población del planeta se involucra hoy como
usuario de las redes electrónicas. Cerca de un 50% se encuen-
tran en el continente asiático,4 con una proporción que va a
seguir creciendo a favor de esta región. La curva de evolución
del acceso demuestra un ingreso masivo en Internet en los úl-

4 
Según los datos proporcionados por Internet World Stats. Recupera-
do en http://www.internetworldstats.com/stats.htm

186
F. Soulard Marco y perspectivas para una internet ciudadana

timos años, gracias al acceso móvil que, si bien está lejos de ser
generalizado a toda la población humana, es sinónimo de un
acceso democrático a buena parte de los recursos digitales. Ha
habido una notable adaptabilidad y estabilidad de la estructu-
ra de comunicación electrónica para sostener este crecimiento
exponencial y contener cada vez más servicios y usuarios. En
términos de modalidad de interacción, seguimos globalmente
en el esquema de la web 2.0, iniciada alrededor del año 2003.
Es decir, una modalidad donde los usuarios publican sus con-
tenidos e interactúan directamente online. Hoy, lo esencial del
tráfico de datos, que se duplica cada dos años, está generado
por los usuarios y sus propios artefactos. Esta etapa de masifi-
cación ha impulsado una concentración exponencial de cier-
tos recursos, en particular los servidores y el almacenamiento,
particularmente sintetizada en la metáfora de la computación
en nube. Se perfila ahora la etapa de la web 3.0, en la que la ex-
periencia de los internautas se encuentra más formateada por
los algoritmos y donde ingresan artefactos conectados. Esta
nueva etapa presagia un nuevo salto de conectividad, o sea,
un nuevo nivel de dependencias y vulnerabilidades en la red.
Esto provocará muy probablemente una evolución hacia una
geometría más descentralizada, no necesariamente equivalente
a una desmonopolización, con un tráfico digital mayoritaria-
mente generado por estos artefactos. La web 3.0 semántica no
ha logrado tomar mayor amplitud.
En materia de contenidos, Internet se ha convertido en el
principal espacio de expresión alternativa en un paisaje don-
de los medios de comunicación tradicionales carecen global-
mente de pluralidad y se concentran aún más (Unesco, 2017).
La misma tendencia se desenvuelve por parte de los medios
digitales, pero con una lógica que permite una mayor coexis-
tencia asimétrica. El pequeño y el débil pueden existir más
fácilmente y disputar sentido a los grandes actores. En 2011,
último gran episodio de esta índole a escala internacional, la
viralización de las movilizaciones iniciadas en Túnez, facili-
tó la expansión de una ola de protestas en el Mediterráneo
y todo el mundo árabe. Fuera del resultado político de este
movimiento, las redes sociales, de una forma u otra, van for-
taleciendo una opinión pública que pesa como un nuevo cen-
tro de gravedad en los imaginarios y el escenario político. De

187
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

modo menos masivo, pero trayendo rupturas importantes,


se van consolidando prácticas colaborativas coordinadas en
red, muchas veces a nivel territorial, que tienden a reinventar
la modalidad de acceso a los bienes y servicios. Un estudio
acerca de cuarenta experiencias de monedas locales en Europa
muestra por ejemplo que estas iniciativas persiguen sobre todo
objetivos de utilidad social, de resiliencia territorial, de consu-
mo responsable y democratización de la moneda (Alternatives
Économiques, 2016). Numerosas experiencias de este tipo se
amplifican mediante las tecnologías digitales y aprovechan su
potencia de conectividad.
En el campo de la economía, el año 2017 marca segura-
mente un giro contundente con el hecho de que siete corpo-
raciones del sector de las nuevas tecnologías de información
ya forman parte de las diez primeras empresas mundiales.5 La
mayoría son estadounidenses, lo cual refleja la posición que
ocupan todavía los Estados Unidos en este dominio. Pero dos
de ellas son chinas (Tencent, Alibaba). Este sector tecnológico
lidera ahora el mercado bursátil, por encima del sector petro-
lero y financiero. Según varios estudios, Internet llega a cana-
lizar ahora un producto bruto equivalente a la sexta economía
mundial. Impulsa un 20% del crecimiento de las economías
avanzadas (MacKinsey Institute, 2011). Estas cifras ilustran
una revolución ciberindustrial en marcha, en una economía
donde se amplifica la incorporación de factores inmateriales
en los procesos de producción. Si en los años ochenta, el capi-
tal inmaterial ya se había equiparado a la inversión material en
varios sectores productivos de los países avanzados (Bouvard
y Calame, 1988), esta tendencia siguió aumentando. Este vo-
lumen puede suponer hoy el 80% de la inversión corporativa.
En 2006, el componente de capital inmaterial en el producto
bruto interno de varios países llegaba hasta el 60%, incluyen-
do una proporción cada vez mayor de tecnologías de la infor-
mación (OCDE, 2006). En términos de empleo y división
internacional del trabajo, se estima que este giro cualitativo
de la economía generó en Europa una perdida del 10% de

5 
El ránking está establecido según la capitalización en los mercados.
Extraído de PriceWaterhouse Coopers (2017).

188
F. Soulard Marco y perspectivas para una internet ciudadana

empleos desde el año 1990.6 Mientras se evalúa que entre 40%


y 60% de la fuerza laboral en la misma región debería sufrir
el impacto del efecto de la automatización en las próximas
décadas (Degryse, 2016). En este marco, es realista pretender
que Internet se haya convertido en el sistema nervioso de la
economía y de las sociedades modernas. Todos los sectores de
la economía atraviesan estos cambios. Pero en particular los
de la comunicación, los servicios, las finanzas y los seguros, y
el comercio, con profundas reconfiguraciones en su esquema
de organización.
Mientras avanza esta transición y masificación, se va imple-
mentando una inédita homogeneización e hiperconcentración
de los recursos digitales. La experiencia digital de un internau-
ta hace diez años era más libre y diversa, aunque con servicios
más limitados en comparación a los de hoy. Ahora, la gama de
servicios se ha ampliado pero estos últimos enmarcan mucho
más su interacción dentro de un ecosistema hegemonizado
de servicios. Cada ecosistema tiende a estructurarse con un
oligopolio, dejando las innovaciones desarrollarse fuera de su
ecosistema para a menudo asimilarlas y extender su merca-
do.7 Esta concentración se puede medir desde varios ángu-
los. No menos del 85% de los ingresos de publicidad online
a nivel mundial ya transita por Google y Facebook.8 Ambas
compañías canalizan cerca del 75% del tráfico hacia los sitios
de noticias mediante el manejo de las redes sociales. Dicho de
otra forma, se han vuelto puntos centrales de acceso y com-
ponentes de la infraestructura del espacio digital, con todo lo
que eso implica en término de control y responsabilidad cor-
porativa. Esta concentración no solamente tiene que ver con
los gigantes de la industria digital. En el caso de la criptomo-
neda Bitcoin —alternativa descentralizada al sistema moneta-
rio vigente— el 95% de la riqueza se concentra en manos del

6 
Esta medición solo mide la perdida de empleos, y no la creación de
nuevas fuentes laborales (McKinsey Institute, 2017).
7 
La compañía Google por ejemplo adquirió 57 empresas durante el
año 2011.
8 
El 98% de la ganancia anual de Facebook proviene de la publicidad
Agencia Reuters (2017).

189
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

4% de sus usuarios.9 Estas lógicas monopólicas son inéditas


y exponenciales en el sector digital. Han vuelto a agitar mu-
chos debates en la economía a través de lo que Joseph Stiglitz
(2016) denomina una nueva era de los monopolios. En con-
secuencia, el dato digital, su almacenamiento en centros de
datos, su monetización y la capacidad de elaborar inteligencia
a partir de ellos, se han erigido como los pilares estratégicos
de esta industria. En este sector más que otros, la escasez de
regulación y la ausencia de rendición de cuentas alimenta una
suerte de «industria en la sombra» que pone en contradicción
el espíritu fundacional de Internet y varios presupuestos del
derecho internacional.
En el plano estatal e interestatal, la conectividad electrónica
continuó su efecto de perturbación de las bases fundacionales
de la vida internacional. En particular a nivel de la dispersión
de poder, de erosión de la soberanía de Estado (Faure, 2018)
y del derecho internacional. Sin embargo, esta perturbación
está lejos de haberse traducido en un giro copernicano de
las relaciones internacionales o en una arquitectura radical-
mente alternativa en materia de política de recursos digitales.
Los Estados Unidos sigue siendo la potencia principal en este
dominio, con una competencia cada vez más seria de otros
países. Una nueva era empezó a raíz de las revelaciones de Ed-
ward Snowden en 2013, sobre la envergadura de la política
global de vigilancia. Se ha evidenciado el volumen de recursos
que las «repúblicas imperiales» —para parafrasear a Raymond
Aron— invierten en la intercepción de las comunicaciones
electrónicas en complicidad con los actores privados. Por un
lado, esto generó una crisis de confianza, dejando a la vista un
doble estándar de regulación, característica de lo que pode-
mos encontrar en otras cuestiones transnacionales. Por otro
lado, desató una ruptura relativa de unicidad de Internet, con
una tendencia a re-territorializar su regulación a escala nacio-
nal o regional. Los ejemplos más extremos de esta tendencia
son China y Rusia. En 2013, un informe del Senado francés
sobre los asuntos digitales de la Unión Europea titulaba La

9 
A modo de comparación, en Brasil, el 5% de la población más
rica posee el equivalente del 95% de la riqueza del conjunto nacional
(2017).

190
F. Soulard Marco y perspectivas para una internet ciudadana

Unión Europea: colonia del mundo digital?  10 Es sólo reciente-


mente, en mayo 2018, que la Unión Europa logrará poner en
vigencia un conjunto de medidas legales más estrictas sobre
la privacidad (UE, 2018). Todo esto contribuyó a erosionar
la confianza de la opinión pública y la hegemonía de los Es-
tados Unidos, percibidos como una nueva aristocracia de la
era digital. Pese a las promesas y a la presión diplomática de
los países emergentes encauzados en la declaración de Monte-
video en 201311 y el NetMundial en Brasil en 2014, la diplo-
macia estadounidense no ha demostrado querer ceder terreno
en el manejo de los recursos críticos de Internet. Más tarde, a
fines de 2017, Donald Trump decidió poner fin al principio
de neutralidad. Nada deja presagiar que los Estados Unidos
alterarán el proyecto de supremacía en las tecnologías digi-
tales que Bill Blinton y Al Gore habían iniciado en los años
noventa. Mientras tanto, la esfera digital se ha vuelto un reto
estratégico de mayor profundidad en el cual se desarrolla una
nueva carrera de potencias. Van permeando progresivamente
las doctrinas en los entornos estratégicos y los aparatos de de-
fensa. La OTAN organizó en 2010 el primer encuentro sobre
la protección de los comunes globales estratégicos. En el plano
del soft power, tanto Rusia como los Estados Unidos orientan
sus esfuerzos hacia una rivalidad informacional e intensifican
su propaganda. En las elecciones norteamericanas del 2016,
en Ucrania, en Siria, entre otros lugares, los emprendedores
de la violencia experimentan nuevas modalidades de globali-
zación de su estrategias, esta vez por la vía digital. Vemos que
la guerra cibernética y la inteligencia artificial se han vuelto
un reto nuevo.12 Sin embargo, más allá de la inflación verbal y
de la falta de mirada crítica,13 las ofensivas cibernéticas se han
quedado hasta ahora con resultados perturbadores —hubo

10 
https://www.senat.fr/notice-rapport/2012/r12-443-notice.html
11 
Disponible en https://www.icann.org/news/announcement-2013-
10-07-es
12 
De ahí el concepto de Revolution in Military Affairs en los Estados
Unidos, que había sido más anticipado en Rusia.
13 
Varios analistas apuntan la «sed de certidumbres», la sobrevalori-
zación de la inteligencia analítica y el fetichismo de la inteligencia
artificial que tiende a sesgar las reflexiones estratégicas.

191
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

45 conflictos cibernéticos entre 2001 y 2011— más que des-


tructivos (Valerian y Maness, 2015: 88). En los últimos años
vemos que las vulnerabilidades consustanciales a una mayor
interconectividad dan lugar a una erosión de los derechos y
libertades digitales por parte de los Estados. Esta erosión se
implementa en nombre del control, de la seguridad nacional
o de intereses comerciales.14 Una muestra de esta tendencia se
mide en los bloqueos de Internet o el cierre de dominios, que
se duplican cada año.15
En este contexto, los actores civiles han ido transitando por
un camino más estrecho en este paisaje, pero activo. Recien-
temente, las organizaciones participantes en las instancias de
regulación de Internet han denunciado de forma creciente
una polarización de las posiciones y la influencia corporativa.
Esta situación ha dado lugar en el año 2014 a la iniciativa
de un Foro Social de Internet,16 marcando una ruptura con
la instancia del Foro sobre la gobernanza de Internet. En los
últimos años, se ha ido diseñando un mosaico de resistencias
digitales, tanto a nivel nacional, regional y global. Fue el caso
por ejemplo de las movilizaciones internacionales alrededor
del tratado ACTA17 de 2006 a 2010. En India, el Free Basics
de Facebook ha sido rechazado en 2015 a raíz de una campaña
ciudadana bien organizada.18 En Europa, entre 2015 y 2016,
varias movilizaciones lograron presionar a la Unión Europea
en pos de mantener el principio de neutralidad.19 En América
Latina, Brasil logró crear un Marco civil de Internet en 2014
como contra-respuesta a los proyectos securitarios que domi-
naban inicialmente el congreso y luego gracias al impulso del
gobierno de Dilma Roussef. Más centros universitarios y orga-

14 
Por ejemplo en la cumbre de la Organización mundial del comer-
cio de Buenos Aires en diciembre 2017.
15 
Campaña #KeepItOn, Access Now. Recuperado en https://www.
accessnow.org/keepiton-shutdown-tracker/
16 
http://internetsocialforum.net
17 
Acuerdo comercial anti-falsificación (ACTA)
18 
Sin embargo, el programa Free Basics sigue estando actualmente vi-
gente en 63 países. Recuperado en https://info.internet.org/en/story/
where-weve-launched/
19 
https://savetheinternet.eu/

192
F. Soulard Marco y perspectivas para una internet ciudadana

nizaciones se han involucrado en la exploración conceptual de


la esfera digital y la promoción de los derechos digitales, tanto
en las sociedades del Norte como en las del Sur. A esto se suma
una cantidad de experimentaciones directas de uso descentra-
lizado y soberano de los recursos digitales, desarrolladas en
el terreno de la comunicación social, las redes comunitarias,
hasta las monedas locales, el conocimiento abierto, el peer-to-
peer, el software libre y en muchos otros sectores de actividad.
Estas alternativas han ido creciendo estos últimos años frente
a la corporativización de los recursos digitales, formando una
constelación muy diversa y heterogénea de iniciativas. Ahora
bien, la comunicación transnacional facilitada por Internet
parece no haber permitido hasta ahora un salto suficiente para
que la sociedad civil sea capaz de incidir más a fondo en las
tendencias globales. Dicho de otro modo, la circulación trans-
nacional de conocimientos e información, así como también
la nueva posibilidad de coordinación en red, no parece haber
dado lugar a una nueva etapa de organización.
Además de estas señales, es importante tomar en cuenta que
la esfera digital evoluciona en un mundo que sigue regido por
una anarquía más o menos contenida, donde el derecho inter-
nacional cede el paso a las relaciones de fuerza y la competición
económica. La comunicación digital podía encarnar quizás una
cierta visión de «excepcionalidad», escapando de algún modo a
las fuerzas del espacio internacional. Lo ha sido en parte en los
comienzos del desarrollo de Internet hace tres décadas. Lo sigue
siendo en la medida en que su modelo de regulación no entra
totalmente en el marco tradicional de los Estados nacionales
o del multilateralismo. No obstante, las realidades que acaba-
mos de recorrer evidencian que las nuevas dependencias traídas
por la conectividad chocan con las demás fricciones del tablero
global. Se reproducen sus grandes líneas de fractura en materia
de desigualdad, de concentración, de disputas estratégicas, de
desregulación. Esta encrucijada no es exclusiva de la comuni-
cación electrónica. La podemos observar en otras cuestiones,
tales como la regulación del clima, la seguridad colectiva, las
migraciones humanas. Todas se relacionan, en definitiva, con
los límites de la actual arquitectura de relaciones internacionales
para entender y abordar las nuevas interdependencias que cons-
tituyen la trama del poder mundial. Esta trama constituye «algo

193
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

más» que la mera yuxtaposición de poderes nacionales e inter-


nacionales. Remite más ampliamente a una era de gobernanza
mundial, es decir, a una capacidad de interpretar y responder
políticamente a los niveles de complejidades que subyacen de lo
local a lo global. El ciberespacio ya se ha entramado íntimamen-
te con esta cuestión. Esto nos remite de algún modo a la pre-
gunta formulada en la introducción. Si por un lado es necesario
transformar el interior de la esfera digital, también se hace ne-
cesario indagar cómo incidir sobre la arquitectura sociopolítica
que la abarca. Internet, en tanto tecnología de intercambio de
datos, emerge como una nueva dimensión de interdependencias
transnacionales. Este hecho le asigna un papel singular para in-
ventar modos de gestión adaptados a la mundialización y, por
ende, a la ciudadanía.

3.  De recursos de propiedad compartida a común global

A raíz del panorama anterior y antes de explorar los linea-


mientos de un marco de acción para una Internet ciudadana,
conviene detenerse un momento sobre las nociones de bienes
comunes y de común global. Ambas no son nuevas, particular-
mente la primera. En el caso de los bienes digitales, la litera-
tura científica es relativamente extensa —fundamentalmente
norteamericana— debido a la génesis situada de Internet. Ha
favorecido además un enfoque tecnocentrista, en detrimento
de otros factores culturales, económicos, políticos que están en
juego en la definición de Internet. Como corolario de esto, la
investigación académica ha tendido a compartimentar a los es-
pecialistas en relaciones internacionales y los expertos en Inter-
net, ya sean de las disciplinas de las ciencias de la comunicación
o de la informática. La coyuntura hace necesario derribar estas
barreras entre mundos conceptuales y entrelazar las miradas.
Internet es básicamente una red de redes informáticas que
permite el intercambio de información entre computadores
mediante un protocolo común: el protocolo TCP/IP. Es tam-
bién un sistema complejo, en la medida en que constituye en sí
mismo una trama de interconexión de subsistemas sociotécni-
cos, donde se yuxtaponen regímenes locales, regionales y glo-
bales de infraestructuras, usos y contenidos. Por eso, los recur-

194
F. Soulard Marco y perspectivas para una internet ciudadana

sos que están movilizados en la esfera digital son por definición


combinados y plurales. Existen recursos mixtos (la asignación
de dominios, los puntos de intercambio); públicos (la energía,
los servicios digitales); comunes (protocolos, estándares, nor-
mas, servidores, código abierto, contenidos); o privados (fibras
transoceánicas, centros de datos, código propietario, conteni-
dos). Desde el punto de vista de la naturaleza de los recursos,
los especialistas de los comunes no reducen el entorno digital
estrictamente a un bien común. Para ellos, se trata más bien de
un recurso de propiedad compartida, common pool resource en
inglés. Es decir, un compuesto híbrido de recursos que se usan
de forma compartida. En este contexto, la noción de bien co-
mún, aplicada a Internet, remitiría más bien a una perspectiva
o un objetivo de regulación. Este debate, muy vigente, ocupa
también el campo de las telecomunicaciones, o de otras cues-
tiones como la seguridad colectiva o los servicios ecosistémicos.
De hecho, veremos más adelante que la caracterización de los
recursos, de los objetivos y regímenes de regulación, requieren
un esfuerzo de profundización. De todos modos, la explosión
de la comunicación electrónica ha propulsado la noción de co-
mún universal  (Blin, 2017) y lo ha hecho mucho más allá del
alcance de Internet. Este planteamiento se ha intensificado en
las últimas décadas. Se ha de algún modo formalizado con la
mundialización, junto con el paradigma de los bienes comu-
nes.20 Hasta hace muy poco tiempo, la arquitectura de gober-
nanza mundial basada en el sistema de las Naciones Unidas y
el movimiento de los bienes comunes coexistían en dos mundos
que casi no se comunicaban entre sí.
Los bienes comunes poseen una genealogía filosófica y política
que es esencial recordar. La filosofía política clásica parte de la
hipótesis del contrato social que supone dar la vuelta al estado de
naturaleza al cual el ser humano se encuentra sometido. Esta vi-
sión se encuentra en los filósofos occidentales que influenciaron
fuertemente el pensamiento político: Aristóteles, Hobbes, Loc-
ke, Rousseau, por citar algunos de ellos. El estado de naturaleza,
donde los bienes son comunes, es un ámbito caracterizado por

20 
Bienes comunes mundiales (2014). Diccionario del poder mun-
dial, Disponible en http://poder-mundial.net/termino/bienes-comu-
nes-mundiales/

195
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

la ausencia de gobierno y en el que aún no existe la propiedad


privada. Cuando la noción de propiedad surge, el estado de na-
turaleza se transforma rápidamente en estado de guerra, y los
individuos, para protegerse, elaboran un contrato social como
primer paso hacia una construcción social y política. Luego apa-
recen los gobiernos, cuya principal razón de ser es garantizar los
bienes convertidos en bienes individuales. Más adelante, apa-
recen las leyes y las instituciones. Los intereses comerciales de
unos u otros llevan a un continuo retroceso de la frontera de los
bienes comunes, que están sujetos al asalto constante de los in-
dividuos, de las empresas o de los Estados depredadores. A largo
plazo, este fenómeno conduce a lo que los especialistas llaman
la captura de los bienes comunes. Es decir, el proceso mediante
el cual los recursos compartidos se transforman en recursos bajo
control privado o semiprivado.
La filosofía indoamericana, especialmente la filosofía andi-
na, había llegado, desde otro paradigma, a la noción de comu-
nes mediante la idea de nosotridad y de comunalización. Varios
pensadores suramericanos como Russel, Mejía, Quintanilla
resaltan que en distintas cosmovisiones indígenas se desarrolló
una visión relacional de la convivencia, a raíz de principios
de reciprocidad y complementariedad. De hecho, los pueblos
indígenas crearon formas de gestión común de ciertos bienes,
especialmente bienes cognitivos y naturales, no concebibles
fuera de su pertenencia a una comunidad más amplia. Así eran
las mingas, los tambos, el Qhapaq Ñan, como infraestructura
que garantizaba la perennidad de las comunidades. La propie-
dad era definida sobre todo en relación a lo colectivo. La in-
vestigadora Sofía Chacaltana Cortez (2016) resume los tambos
de la forma siguiente: «Los tambos fueron edificios de tamaño
pequeño a mediano sistemáticamente construidos cada quince
a veinte kilómetros de distancia a lo largo de los principales
caminos del Qhapaq Ñan que unificó de forma ideológica y
espacial el territorio del Tawantinsuyo. Los tambos funciona-
ron bajo el sistema de reciprocidad y redistribución caracte-
rístico de la economía inca (y prehispánica). Estuvieron sus-
tentados y administrados por oficiales imperiales inmersos en
un jerárquico sistema burocrático inca». La premio nobel de
economía Elinor Ostrom evidenció elementos semejantes en
las filosofías africanas y asiáticas. En definitiva, el movimiento

196
F. Soulard Marco y perspectivas para una internet ciudadana

de los comunes parece ser tan antiguo como la primera nece-


sidad de gestionar un recurso común. No es probablemente
una casualidad que estas raíces filosóficas hayan sido vivamen-
te expresadas en el Manifiesto por la recuperación de los bienes
comunes de la humanidad, sintetizado en 2009 durante el Foro
social mundial de Belem, en Brasil. El manifiesto declara en
el preámbulo: «La privatización y la mercantilización de los
elementos vitales para la humanidad y el planeta están más
fuertes que nunca. Después de la explotación de los recursos
naturales y del trabajo humano, el proceso se aceleró y se ex-
tendió a los conocimientos, las culturas, la salud, la educación,
las comunicaciones, el patrimonio genético, los seres vivos y
sus modificaciones. El bienestar de todos y la preservación de
la Tierra son sacrificados por el lucro financiero inmediato de
algunos.»21
Ya en el siglo XIX, los filósofos Proudhon y Frantz habían
anticipado precisamente los problemas que iban a surgir a futu-
ro sobre este tema. Ambos se basaban en las observaciones que
habían podido realizar desde la creación in vivo de los estados
italianos y alemanes. Habían comprendido la naturaleza fun-
damental de estas cuestiones, así como algunas de sus ramifica-
ciones con el poder. Llegaron a la conclusión de que la misión
principal de los gobiernos es generar crecimiento económico
y que el Estado moderno omnipotente no está naturalmente
inclinado a promover los bienes comunes. Su análisis es muy
similar al de los commoners del siglo actual. En 1968, el bió-
logo Garrett Hardin y un poco antes Mancur Olson (1965),
erigieron una brecha epistemológica con su interpretación de la
tragedia de los comunes (Hardin, 1968). Hardin parte del estado
de naturaleza para enterrar la noción de gestión colectiva de
los bienes comunes. Contrariamente a la teoría liberal clásica
que, después de Adam Smith, veía en el egoísmo de la acción
individual la principal fuerza impulsora detrás de la economía
liberal, Hardin contemplaba en ella la fuente de todos los males
que conducían a la tragedia de los comunes. Sin embargo, con-
siderando sus diferencias iniciales con Adam Smith y los eco-

21 
Manifesto pela recuperação dos bens comuns da humanidade (2009).
Disponible en http://samadeu.blogspot.com.ar/2009/02/manifes-
to-pelo-resgate-dos-bens-comuns.html

197
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

nomistas liberales, Hardin defendió la propiedad privada como


una solución al problema de los bienes comunes. Legitimó la
economía neoliberal como principal garante de los bienes co-
munes con el Estado. Es esta visión de los comunes la que se ha
establecido mayoritariamente en los círculos académicos.
Más tarde, en los años noventa, la politóloga Elinor Olstrom
(1990) toma un enfoque opuesto en su obra Governing the
Commons. Parte de ejemplos concretos que le permiten demos-
trar que la tragedia de los bienes comunes no es inevitable. A
raíz de su estudio pionero, otros investigadores confirmaron
sus observaciones y demostraban la amplitud del fenómeno a
escala global. En el notable estudio de caso The Wealth of the
Commons: A World Beyond Market and State (La riqueza de los
comunes: un mundo más allá del mercado y del Estado, 2012),
David Bollier y Silke Helfrich añadieron una importante pie-
dra a este edificio con muchos casos exitosos en todo el planeta.
Para David Bollier, los comunes son esencialmente la combina-
ción entre un recurso, una comunidad y un conjunto de reglas
sociales. Lo importante no es sólo determinar lo que es común,
sino más bien establecer una comunidad que pueda manejar
un recurso dado, y ver si esa comunidad es capaz de elaborar las
normas, reglas, instituciones y sanciones apropiadas. A partir
del momento en que los comunes van más allá de la gestión
territorial, se plantea la cuestión de su gobernanza policéntrica,
es decir, la regulación de una imbricación de múltiples cen-
tros de regulación. Una de las características importantes de los
comunes es que se encuentran arraigados generalmente en el
terreno, con una primacía de la dimensión práctica. No ha sido
una prioridad disponer de una teoría de los bienes comunes, o
incluso una doctrina de gobernanza.
Recientemente, los debates geopolíticos han instalado la no-
ción de común global. El geopolitólogo estadounidense Zbig-
niew Brzezinski (2012) los denomina comunes estratégicos o
comunes globales estratégicos. En términos más generales, los
comunes globales son comunes cuyos uso y gestión van más
allá del alcance de un solo país y requiere la participación de
múltiples partes. Se definen bajo este término como espacios no
gobernados que afectan directa o indirectamente a la seguridad
de los Estados, de los pueblos y a veces del planeta entero. Para
los especialistas de los comunes, esta definición de común global

198
F. Soulard Marco y perspectivas para una internet ciudadana

es inapropiada. Como lo vimos antes con los bienes comunes,


estos bienes están más cerca de la noción de recursos compartidos
tal como fue enunciado por Elinor Ostrom, o de recursos de pro-
piedad compartida (common pool resources). Históricamente, el
mar fue el primer común estratégico. Durante mucho tiempo,
los mares y océanos estuvieron sujetos a las leyes de la Real-
politik y las relaciones de poder, con las flotas más poderosas
controlando un espacio marítimo que permitía a la nación más
fuerte controlar las comunicaciones marítimas. De este modo,
Inglaterra fue capaz de asegurar su política expansionista ex-
cluyendo a su gran rival comercial, Holanda. Con el tiempo,
el derecho internacional se ha desarrollado gradualmente para
proporcionar una infraestructura que codifique la navegación y
la explotación de los recursos del mar.
Hoy en día, el espacio aéreo y el ciberespacio —así como
también el espacio con el papel de los satélites— han llegado a
ocupar un lugar central en las cuestiones geoestratégicas. Como
lo señaló Max Weber, los Estados ostentan tradicionalmente
el monopolio de la violencia legítima y podríamos añadir que
disponen del monopolio de las actividades estratégicas, un ám-
bito en el que incluso las corporaciones transnacionales deben
quedar rezagadas con respecto a los países más poderosos. Para
Zbigniew Brzezinski (2012: 110-111), «los comunes estratégi-
cos serán probablemente el área más afectada por el cambio de
paradigma del poder global, en su relación con el crecimiento
progresivo de las capacidades y el activismo de potencias emer-
gentes como China e India, y el potencial declive de los Estados
Unidos. El mar y el aire, el espacio y el ciberespacio, que están
en el centro del interés nacional de cada país, están hoy do-
minados esencialmente por los Estados Unidos. No obstante,
en los próximos años, se involucrarán un número creciente de
actores y serán objetos de una mayor competencia a medida
que aumenten la fuerza y las ambiciones de otros países». Por
lo tanto, son a priori los Estados los principales candidatos para
disputar una competencia geoestratégica cada vez más intensa
en el campo de los comunes estratégicos. Dado que este área
no conoce fronteras físicas, ni límites entre el espacio público
y el espacio estratégico, y que su régimen de regulación es ge-
neralmente limitado, el desafío de impedir que los gobiernos
invadan el espacio público, las libertades civiles e individuales

199
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

no será nada sencillo. En la práctica, las políticas securitarias


emprendidas por China o los Estados Unidos, en alianza con
otros países industriales, confirman esta perspectiva. En este
panorama, la cuestión de una nueva regulación de los comunes
globales se vuelve un tema central. La toma de conciencia de la
opinión pública para ir más allá del rezago securitario de los
Estados debería ser un dato clave del futuro.

4.  Un modelo de gobernanza en búsqueda y crisis de crecimiento

La arquitectura de gobernanza que vertebra Internet se plan-


tea entonces como un tema central. Los últimos años nos indi-
can que se encuentra además en creciente disputa. Una de las
especificidades de Internet, a diferencia de otras tecnologías de
la comunicación, ha sido ser administrado durante sus primeros
veinte años en el marco de un modelo horizontal, fundado so-
bre la cooperación entre pares científicos. Este modelo evolucio-
nó posteriormente hacia la creación de órganos institucionales
según un esquema más jerarquizado. Pero siempre se mantuvo
dentro de un modelo irreductible a la lógica multilateral tradi-
cional. De hecho, hubiese sido imposible construir una Internet
pionera de esta índole si se hubiese planteado desde el comienzo
en el ámbito interestatal. Se trata de una arquitectura joven y
original, no acabada, cuyos principios se revelan en teoría más
adecuados a las características del común global que estamos
analizando.
De forma general, el modelo de gobernanza de la esfera digital
se asemeja a un modelo policéntrico, o en capas, a la imagen de
los recursos de propiedad compartida que la componen. Su geo-
metría yuxtapone varios arreglos institucionales en torno a las
funciones o las cuestiones críticas a regular. Una de estas cuestio-
nes centrales tiene que ver con los estándares y los dominios de
Internet. Es lo que determina su unicidad. En esta función, se
agrupan diversos grupos o órganos institucionalizados,22 donde
se involucran actores civiles, científicos, empresariales e institu-

22 
IETF (definición de los estándares), W3C (normalización), ISOC
(coordinación), ICANN (asignación y dominios), IAB (monitoreo y
desarrollo).

200
F. Soulard Marco y perspectivas para una internet ciudadana

cionales. Las demás áreas generalmente formalizadas tienen que


ver con: los accesos y las interconexiones; la ciberseguridad; los
intermediarios de datos e información; la propiedad intelectual.
Cada una de estas áreas va vertebrando mecanismos difusos de
regulación que vinculan tanto a los actores nacionales o regiona-
les, instancias o coordinaciones multilaterales, como normativas
de derecho internacional privado y público. No existe una agen-
cia multilateral especializada sobre la cuestión digital. Ni existe
un órgano jurídico con un poder vinculante sobre estos temas.
Por lo tanto, el modelo de gobernanza de Internet se asemeja
sobre todo a una geometría transversal y multisectorial. Debido
a la amplitud de la comunicación electrónica, su regulación se
cruza horizontalmente con muchos otros niveles de regulación,
de lo local a lo internacional, desde el campo social, cultural,
económico y político. Interfiere por ejemplo con las políticas de
la Organización mundial del comercio, del G20, de la agencia
internacional de telecomunicaciones (UIT), de las agencias de
inteligencia, de los tratados comerciales y de propiedad intelec-
tual, luego de los regímenes nacionales en vigor al interior de los
Estados. Todo esto configura una arquitectura plural y difusa,
con un funcionamiento que se debe evaluar más por una capa-
cidad de elevar responsabilidades y coordinar relaciones que de
segmentar fronteras y competencias. En eso radica una inno-
vación importante de la regulación. Se trata de un modelo que
debe tratar fundamentalmente la relación entre las escalas, los
actores y las cuestiones temáticas, combinando diversas modali-
dades de acción (diálogo multilateral, decisión soberana, copro-
ducción de normas, participación multisectorial, subsidiaridad
del derecho civil y comercial... etc.). Esta geometría compleja
es nueva y perturbadora tanto en materia de práctica política
como de teoría. Varias corrientes teóricas han abonado en este
campo. Es el caso de la teoría de los regímenes y de las relaciones
internacionales, de la estabilidad hegemónica, del realismo (do-
minante en el tablero global a día de hoy), de los comunes, etc.
Sin embargo, ninguna de estas corrientes tuvo la primacía en la
edificación de la actual arquitectura de gobernanza de Internet.
Si miramos más concretamente en el área crítica de gestión
de los estándares y los dominios, la asociación norteamericana
ICANN se hizo cargo a partir de 1998 de la asignación y la
gestión de dominios, después del primer ciclo de auto-admi-

201
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

nistración de esta función entre pares científicos que señalamos


antes. Anteriormente, las Naciones Unidas ya habían intentado
internacionalizar este órgano al momento de las cumbres multi-
laterales sobre la sociedad de información en Ginebra (2003) y
Túnez (2005). Estas cumbres no habían permitido avanzar en la
cuestión de las prioridades, los medios, los tipos de asociaciones
e instrumentos de deliberación y reglamentación para profun-
dizar una regulación de la esfera digital. Sus escasos resultados
habían empujado a las Naciones Unidas a crear un nuevo foro
informal, el Foro para la gobernanza de Internet (IGF), con la
tarea de proseguir durante varios años el debate. Es finalmente
la crisis de seguridad causada por las revelaciones de Edward
Snowden en 2013 la que volvió a poner el statu quo en deba-
te. A raíz de esta profunda crisis, cada vez más voces se han
levantado en Europa y en los países emergentes para exigir la
internacionalización de la función crítica de asignación de do-
minios. Otras movilizaciones en los años 2014 y 2015 habían
ampliado el alcance de la demanda. Sin embargo, hasta ahora, la
hegemonía estadounidense parece mantener un statu quo sobre
esta cuestión.
Esta línea de fractura, quizás la más reconocida actualmente
en los órganos de regulación, es útil para entender que la gober-
nanza de Internet remite fundamentalmente a procesos conflic-
tivos de deliberación o de jurisprudencia donde se manifiestan
rivalidades y puja de intereses. Esta conflictividad es consubs-
tancial a la densidad de Internet. Más aún cuando no existe un
marco claro de arbitraje, de sancción y de anticipación, como
podría ser el caso por ejemplo en la gestión del clima con el pa-
nel científico (IPCC) y la reciente incorporación de cuestiones
ambientales en las competencias de la Corte penal internacio-
nal.23 En el campo de la justicia internacional, la mayoría de las
veces son los casos de ruptura e inclusive los escándalos inter-
nacionales los que generan nuevas medidas de jurisprudencia y
propulsan la agenda de evolución de los marcos jurídicos. Ana-
lizando el modelo de gobernanza de Internet, la investigadora
Françoise Massit-Follea (2014) resalta cómo su lógica difusa ha

Disponible en el sitio web de la Corte Penal Internacional https://


23 

www.icc-cpi.int/Pages/item.aspx?name=pr1238

202
F. Soulard Marco y perspectivas para una internet ciudadana

dado lugar a la creación de estructuras de poder y coaliciones de


influencia operando dentro de las instancias de participación.
Una de las conclusiones del informe de la Comisión global so-
bre la gobernanza de Internet 24 (2016) apunta justamente estas
dos dimensiones: «anticipar y abordar los nuevos desafíos que
se derivarán del cambio tecnológico y la innovación; mejorar la
coordinación entre los actores y sus actividades en el ámbito de
la gobernanza».
Ahora bien, más allá de la función crítica —pero no única—
de los estándares y la asignación de dominios ¿qué balance más
amplio podemos extraer de esta arquitectura de regulación a
lo largo de veinte años de experimentación? En lo estructural,
podemos resaltar una tendencia a lo que se podría denominar
una inversión entre los medios y las finalidades de regulación.
O sea, un fenómeno donde la dimensión técnica prima e impo-
ne su lógica por encima de la dimensión política de la gestión
de los recursos digitales. Esta tendencia hace que las cuestio-
nes candentes sobre la crisis de seguridad en la era Snowden,
la violación masiva del derecho a la privacidad, la hipermono-
polización de los recursos no sean elevadas como nuevas cues-
tiones para incorporar en la regulación. En segundo lugar, la
modalidad de gobernanza multisectorial tiende a elevarse como
un modelo único para manejar diversos aspectos del mundo
digital. En la práctica, este modelo deja un saldo de muchas
ambigüedades en términos de decisiones y de roles asumidos
por cada uno de los actores involucrados. El abordaje técnico
se percibe otra vez en el documento preparatorio del Netmun-
dial organizado en 2014, donde la palabra multistakeholder se
utilizaba casi cincuenta veces, mientras la palabra «democracia»
nunca está mencionada. En aquel encuentro, veinticinco aso-
ciaciones civiles habían declarado que los debates «no habían
ayudado realmente a salir del statu quo en términos de protec-
ción de los derechos fundamentales, ni a equilibrar los poderes
y la influencia de los actores involucrados».25 Según la investiga-
dora Françoise Massit-Follea (Ibíd.), a nivel de los procesos con-

24 
Esta comisión es una iniciativa del Center for International Gover-
nance Innovation, Estados Unidos.
25 
Declaración disponible en http://bestbits.net/es/netmundial-res-
ponse/

203
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

cretos de cooperación, varias instancias creadas con la intención


de fomentar el interés general terminan alejando las decisiones
de la participación y construyen en definitiva un simulacro de
colaboración. En el caso del Foro de gobernanza de Internet,
después de diez reuniones anuales, acompañadas a veces por fo-
ros regionales y nacionales, los temas no resueltos se acumulan.
Algunos analistas sintetizan este escenario en el desafío de pasar
de una gobernanza centrada en la infraestructura técnica de In-
ternet a una gobernanza mundial del común digital.
Más allá de los objetivos asignados a la regulación digital, no
se ha encontrado un modo de implementación del abordaje
más amplio de gobernanza de Internet derivada de las cumbres
multilaterales de 2003 y 2005. En aquel momento, se había
sugerido que la gestión de los recursos técnicos y las cuestiones
de políticas públicas debían adoptar un enfoque multipartito y
multipolar. Es decir, institucionalizar una mayor cooperación
internacional y elevar políticamente nuevas cuestiones. Aho-
ra bien, mientras las relaciones de poder entre los Estados, los
operadores privados y la sociedad civil se van intensificando,
sigue rigiendo un consenso técnico, con niveles muy dispares
de profundización. Una de las consecuencias es que se tienden
a polarizar ideológicamente los partidarios por un lado de una
Internet libre y abierta, por otro de una gobernanza basada en
la soberanía territorial, y finalmente los promotores del mo-
delo actual defendiendo su rendimiento económico. Algunos
conciben la tecnología digital como un campo adicional de las
relaciones internacionales orquestadas por los Estados, conside-
rando que la soberanía digital es un avatar de ella. Se oponen
a la idea de que la globalización e Internet debilitan el poder
regulador de los Estados en materia económica. Otros sostienen
que la tecnología digital transforma radicalmente la naturaleza
del sistema internacional, habiéndose extendido Internet a to-
dos los sectores de la sociedad. Esta línea divisoria nos remite de
algún modo a las tensiones que se desarrollaron históricamente
entre el Estado y la economía y dieron luz a los cuatro ma-
cro-modelos: el soviético; el hamiltoniano y el chino; el social-
demócrata; el modelo liberal reaganiano/tatcheriano. En todas
estas experiencias, la sociedad civil ha sido en el mejor de los
casos un pasajero sacudido por las decisiones de los gobiernos y
las avalanchas de las economías.

204
F. Soulard Marco y perspectivas para una internet ciudadana

Como consecuencia previsible de los puntos anteriores, la


arquitectura de gobernanza está atravesada por una mayor pri-
vatización y una instrumentalización de los espacios de negocia-
ción por intereses particulares. En el campo jurídico, el jurista
Olivier Iteanu (2016) recalca cómo la hegemonía del derecho
norteamericano se consolida gracias al lobbying difuso que se
ejerce en los distintos órganos de regulación. En el sector de
la tecnología de la información, los actores privados y no gu-
bernamentales siempre han desempeñado un papel importante
y legítimo. Entre otros temas para desplegar el tendido de fi-
bras ópticas, multiplicar los puntos de intercambio entre redes
o alimentar la definición de los estándares técnicos. Ahora bien,
tanto su mayor peso actual en los servicios digitales como su rol
central de mediación de contenidos, los convierten en un actor
de regulación de primer nivel. Las acciones de los operadores
privados inciden directamente en las políticas de privacidad,
de control de los flujos financieros, de censura y monitoreo de
los derechos de autor. De hecho, los informes que brindan las
empresas monopólicas, tales como Google o Facebook, mues-
tran que los gobiernos están presentando un número cada vez
mayor de solicitudes a estas industriales digitales (EDR, 2012).
Por otra parte, la política de intercepción implementada por las
potencias industriales ha evidenciado que la cooperación con
los operadores privados es esencial. Además, cabe recordar que
la cumbre NetMundial de 2014 fue patrocinada conjuntamente
por los organizadores del Foro económico mundial de Davos.
Lo cual da otro índice sobre la connivencia entre institucio-
nes y actores corporativos, connivencia selectiva que caracteriza
más ampliamente una diplomacia de club privado. Esta forma
se encuentra más y más cuestionada, además de revelarse me-
nos operante sobre la agenda global. En este contexto, el sector
privado se encuentra hoy en la encrucijada de estas tensiones y
desempeñará un papel crucial en la forma en que se desarrollará
la gobernanza de Internet en un futuro cercano.

5.  Perspectivas para una Internet ciudadana

Tras haber sintetizado las principales dinámicas que atravie-


san la esfera digital, nos proponemos ahora indagar las pers-

205
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

pectivas de transformación y las dos últimas preguntas que se


plantearon en introducción. ¿Cómo disputar y consolidar un
marco de regulación capaz de gestionar de forma justa, demo-
crática y eficaz el mundo digital? ¿Cómo implementar cambios
en la arquitectura de relaciones internacionales que incida in
fine sobre el manejo de los recursos digitales? A tal efecto, recu-
rriremos a las reflexiones elaboradas en el marco de dos procesos
colectivos: el Foro social de Internet por un lado y el Foro mun-
dial de medios libres por otro. Ambas iniciativas no poseen el
monopolio de propuestas en este terreno. Pero sí han dado lugar
a un debate transversal, relativamente consistente, en el que el
autor de la presente contribución ha participado, y que permite
organizar una perspectiva más colectiva. Estos procesos pudie-
ron confrontar visiones diversas, procedentes de universitarios,
de activistas, de funcionarios, de redes civiles, procedentes de
América Latina y de otros continentes. El encuentro Diálogos
por una Internet ciudadana que reunió cerca de 70 participantes
en Ecuador en septiembre 2017 nos será de un particular apoyo
para sintetizar los lineamientos.
Cinco perspectivas se pueden destacar para vertebrar una ac-
ción estratégica a favor de una Internet ciudadana: reinterpretar
Internet y medir su metabolismo; vislumbrar un nuevo hori-
zonte de lucha; aliarse y articular; construir un actor colectivo;
profundizar nuevos paradigmas. Detallaremos a continuación
cada una de estas perspectivas, tratando de dar cuenta de la vi-
sión genuina que estos procesos han producido. El contenido
se cruza naturalmente con lo que fue expuesto anteriormente.
Pero lo importante aquí es que estos ejes contribuyan a jerarqui-
zar una visión nutrida de la praxis y, por ende, más orientada
hacia la acción transformadora.

6.  Re-interpretar Internet y medir su metabolismo

Esta primera perspectiva, inseparable de las demás, tiene


que ver con la percepción de que Internet ha cambiado de na-
turaleza y que se está transitando una nueva era, muy distinta
a la de sus comienzos alrededor de 1993, cuando se inició el
world wide web, e inclusive en comparación con su situación
en los años 2000. Existe un gran necesidad de conocimiento,

206
F. Soulard Marco y perspectivas para una internet ciudadana

de medición y de renovación del marco de interpretación del


ciberespacio. Esto hace eco a lo que enunciaba el documento
elaborado por el Foro social de Internet en 2016: «mientras
los actores dominantes del espacio digital están densamente
interconectados y bien encaminados hacia la conformación de
la sociedad digital según sus intereses, las fuerzas progresistas
sólo se encuentran en las primeras etapas de definición de los
contornos de los problemas e identificación de los mismos,
generalmente en torno a un tema específico. Se ha avanzado
muy poco en la creación de redes, el desarrollo de colaboracio-
nes y alternativas apropiadas, la elaboración de estrategias y la
puesta en marcha de acciones a un nivel más amplio» (Internet
Social Forum, 2016).
Una de las necesidades que podemos observar en el actual
debate acerca de Internet tiene que ver precisamente con la
caracterización de los avances corpoestatales en los últimos
años. Mientras el común digital se sigue ampliando, se resalta
fuertemente que la tendencia contraria a favor de la concen-
tración de los datos y los servicios digitales constituye un fe-
nómeno inédito en la economía contemporánea. Un puñado
de corporaciones se han erigido rápidamente como un actor
pivote del planisferio digital, e incluso dan un nuevo significa-
do a la noción de monopolio. Al margen de las cifras, que son
siempre útiles para medir este fenómeno de concentración, se
trata ante todo de entender los mecanismos y los impactos de
esta captación masiva de recursos digitales (datos, algoritmos,
plataformas y servicios). En el plano sociocultural, esta con-
centración corporativa tiene como correlato la instalación de
una lógica de control, de mercantilización, de consumismo,
de uniformización, hasta inclusive de cosificación de los sujetos
por encima del interés público y los derechos. La recolección
y el tratamiento masivo de datos hacen emerger nuevas ca-
pacidades, como por ejemplo la inteligencia artificial, junto
a la integración creciente de servicios informatizados en las
actividades sociales o industriales. Más al extremo, también se
observa un fenómeno de colonización de las formas de pensa-
miento cultural tradicional por el pensamiento instrumental
traído por las tecnologías.
En el plano político, podemos ver que se caracteriza a la
monopolización de la capacidad informacional muchas veces

207
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

como una transferencia de soberanía o un imperialismo de in-


terpenetración, es decir, una delegación fuera del Estado o de
la esfera política del manejo de los ecosistemas públicos de
datos y de la potencia de la red. Si bien Internet concurre por
un lado a radicalizar la democracia, se percibe que su actual
concentración erosiona directa o indirectamente los procesos
democráticos. De hecho, como espacio abierto, Internet mu-
chas veces está aprovechado por actores ofensivos. En todos los
países latinoamericanos se fomenta una violencia planificada
en redes por los trolls, bots o grupos humanos con determina-
dos objetivos sociopolíticos. La concentración abona también
a consolidar las alianzas corpoestatales —particularmente en
los sectores farmacéuticos, agroindustriales, securitarios— y
propiciar in fine una lógica de vigilancia de los ciudadanos.
Re-interpretar a Internet en una perspectiva ciudadana no
implica producir un saber estático o meramente académico.
Se trata sobre todo de generar un conocimiento capaz de sa-
lir de la tecnicidad, de entender una realidad muy dinámica,
de orientar la acción, de permitir el ejercicio de responsabi-
lidades compartidas. En efecto, la opacidad y la permanente
evolución que caracteriza a Internet apela a una función de
«centinela» y a una importante movilidad intelectual. Las pro-
puestas sugieren que es necesario medir de qué forma Internet
se expande, incluye o excluye, de qué forma oculta o visibiliza,
de qué forma Internet concentra o distribuye. Algo que no
se mide, difícilmente podrá ser elevado en el debate público
y generar respuestas. Esta medición permite dimensionar los
derechos y las responsabilidades de una punta a la otra punta
de la red. En este marco, se destacan fuertemente el rol de los
lanzadores de alertas. Se afirma la necesidad de trazar el im-
pacto de las tecnologías en el mundo laboral y de mapear las
relaciones de poder en el ámbito de las relaciones productivas
y laborales. La transparencia de los algoritmos y de las agencias
de inteligencia es también otro tema central de esta medición.
No solo se trata de hacer transparente el código, sino también
de que cada actor —particularmente los más potentes— rinda
cuentas sobre su acción en el campo virtual, social y físico.
Conocer la esfera digital significa también incorporar una
dimensión prospectiva. El involucramiento creciente de los
algoritmos plantea por ejemplo una serie de nuevos interro-

208
F. Soulard Marco y perspectivas para una internet ciudadana

gantes. ¿Cómo abordar a futuro la responsabilidad de los al-


goritmos y autómatas desde el punto de vista jurídico o polí-
tico? ¿Cómo regular también la convergencia en marcha entre
biotecnologías, nanotecnologías, geoingeniería e informática?
¿Cómo superar las leyes antitrust que no permiten garanti-
zar el principio de libre competencia en una nueva era de los
monopolios? ¿Cuáles van a ser las consecuencias de la desma-
terialización creciente de la producción y de la automatiza-
ción frente a la organización del trabajo y de la necesidad de
empleos a futuro? Otras preocupaciones apuntan a un cono-
cimiento que se puede encontrar sesgado por el fetichismo
de los datos y de la inteligencia artificial. Esta última puede
representar un peligro por el solo hecho de delegar un control
en manos de las máquinas y los grupos que las manejan. Pero
también trae un riesgo potencial por el efecto de sustitución o
de polarización intelectual que conlleva. En general, se visua-
liza que con cada avance tecnológico surge un posible círculo
vicioso que trae nuevas problemáticas y riesgos sistémicos, los
cuales muchas veces no están incorporados en el debate polí-
tico, ni siquiera conceptualizados. El caso de los monopolios
digitales es un ejemplo de ello. Obviamente, cada avance so-
ciotecnológico no conlleva sólo elementos negativos. Pero es
notable que el punto de entrada para describir el continente
digital esté ubicado ante todo en un lugar más cuestionador y
menos «tecno-optimista», por decirlo de esta manera.
En otros términos, si Internet transportaba en sus comien-
zos en los años noventa una esperanza más nítida de democra-
tización, esta promesa hoy se recontextualiza en un imaginario
ambiguo e incierto, contaminado por el afán de la monopo-
lización y del control masivo. Si hasta los años 2000 Inter-
net podía funcionar con una diversidad limitada de actores,
animados por intereses relativamente parejos, hoy la competi-
ción exacerbada entre las grandes potencias y los intereses co-
merciales se han volcado en el ciberespacio, reproduciendo en
ellos el carácter anárquico del tablero geopolítico. Internet ha
atravesado etapas y ha sido de algún modo «reprogramado»,
desde el punto de vista de la diversidad de los actores en juego,
de sus lógicas y de sus motores ideológicos. Por eso, se afirma
esta necesidad de desarrollar un nuevo marco de interpreta-
ción del espacio electrónico. Hay globalmente una falta de

209
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

politización, de percepción de los intereses en juego, un cierto


fetichismo y un tecnicismo, que hacen eco de algún modo a
otras dificultades para percibir las transformaciones que atra-
viesan a las sociedades. Todo esto contribuye a subdimensio-
nar el rol ocupado por Internet en el plano sociopolítico y a
dejar a los actores más potentes en situación de aprovechar su
margen de maniobra en el plano fáctico.
Plantear un nuevo marco de interpretación no es separable
de los valores, de la visión y del proyecto que subyace en el
desarrollo de la esfera digital. Cualquier conocimiento o instru-
mento de medición forma parte de un sistema guiado por una
determinada finalidad. Los reportes anuales de Internet Society,
por ejemplo, establecen una matriz común de análisis que in-
tegra nueve grandes temas26 y distintas categorías, tales como
la transparencia, los enfoques de seguridad o la rendición de
cuentas. Esta matriz responde a una visión determinada. Otras
herramientas, tales como el índice de gobernanza mundial27 o
de ciudadanía activa,28 pueden ser experiencias inspiradoras de
medición. Todo esto subraya la cuestión de que hoy no se dispo-
ne de una metodología de evaluación independiente y vinculan-
te del común digital. Por eso, aparece en los debates la cuestión
de pensar cómo formalizar una capacidad de medición en la
arquitectura de gobernanza de Internet. Ello supone dotarse de
un mecanismo formal y consensuado para seguir la evolución
de Internet a la luz de un conjunto de prioridades. En el área del
común global atmosférico, la arquitectura de regulación incor-
poró justamente un grupo independiente de expertos sobre la
evolución del clima (IPCC) a partir de 1988. Sus informes han
tenido un peso significativo tanto en la opinión pública como
en las negociaciones intergubernamentales.
Otras estrategias se plantean para fortalecer la creación de un
nuevo marco de comprensión. Se trata de salir del debate ins-

26 
Economía, rol de los gobiernos, Internet y mundo físico, inteli-
gencia artificial, amenazas cibernéticas, estándares y interoperabilidad,
medios y sociedad, brecha digital, libertades y derechos. Recuperado
en https://future.internetsociety.org/
27 
Índice de gobernanza mundial, Foro por una nueva gobernanza
mundial. Disponible en http://world-governance.org/en/node/2113
28 
Índice de ciudadanía activa. Disponible en http://incid.org.br/

210
F. Soulard Marco y perspectivas para una internet ciudadana

trumental y sectorial, reconociendo la esfera digital como un


común global. La ética, los enfoques sistémicos o sociotécnicos
están generalmente ausentes en el conocimiento que se trans-
mite alrededor de las nuevas tecnologías de la información. Es
necesario trabajar a nivel de las concepciones técnicas y cien-
tíficas. Como vimos antes, Internet ya no es reductible a una
infraestructura tecnológica. Hay un cambio en el orden del
sentido y de lo político. Implica disputar una visión sistémica,
social, compleja y ética de los sistemas tecnológicos por enci-
ma de las concepciones tecnocentristas y económicas. Para eso,
nuevos enfoques interdisciplinarios son necesarios. Un esfuerzo
de formación y de pedagogía sobre estos temas se vuelve por lo
tanto prioritario. La formación se vislumbra en la escuela me-
diante una alfabetización digital, también en la universidad, los
sindicatos y los movimientos sociales.
Varias propuestas tienen que ver también con la resignifica-
ción de nociones naturalizadas a distintos niveles de la esfera
digital. Por ejemplo, el concepto de soberanía tiende a reubi-
carse en el sentido del interés general, más allá de la noción de
soberanía tecnológica o de la soberanía estatal. Los conceptos
de propiedad, de libertad o de modelo multipartito también de-
ben ser resignificados. Cada uno de estos conceptos condensa
una determinada visión del mundo y de la Internet que se
construye. Se menciona que la noción de seguridad por ejem-
plo tiende a limitar el debate en torno a una seguridad estatal
o gubernamental. Se propone privilegiar la noción más abierta
de confianza. Las nociones de corrección de asimetrías, de rique-
za y desigualdades pueden ser más precisas que las de equidad y
brecha digital que son utilizadas en los debates internacionales.
La responsabilidad o la rendición de cuentas conllevan un senti-
do más amplio que la mera noción de transparencia. Lo mismo
se plantea con el derecho a la diversidad en vez de la noción de
inclusión; de economía de intercambio más que de economía de
la información; de formato sociopolítico de la red para ir más
lejos que la neutralidad técnica. En definitiva, un nuevo glo-
sario es necesario, teniendo claro que este glosario refleje un
proyecto transformador del mundo digital.
Es interesante recalcar que estos planteos hacen eco a lo que
otros movimientos promueven a través del paradigma de una
democracia técnica en respuesta al veloz avance de las ciencias y

211
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

tecnologías emergentes. En el fondo, la cuestión central con-


siste en establecer un nuevo marco de responsabilidades y go-
bernanza de las innovaciones en un mundo que se encuentra
poblado de nuevas interdependencias y vulnerabilidades. Una
mirada retrospectiva en la historia y la sociología nos mues-
tra que cualquier innovación o norma técnica incide en las
normas sociales, mientras la creación de un derecho adecuado
llega tardíamente una vez que el uso de las innovaciones se ha
extendido.

7.  Vislumbrar un nuevo horizonte de lucha

Existe hoy una asimetría narrativa e ideológica a favor de los


grandes actores de Internet. En efecto, la esfera digital ha segui-
do dos rumbos ideológicos íntimamente asociados. Para las éli-
tes industriales, Internet es un vector al servicio del crecimien-
to económico en clave capitalista, de la innovación tecnológica,
de la sed de control y potencia. Para la multitud conectada, se
trata más bien de un consumismo, de una suerte de religiosidad
combinando libertad virtual, movilidad cognitiva y nuevas so-
ciabilidades, con baja conciencia de los derechos digitales y de la
capacidad organizadora de la red. En este esquema, no importa
tanto el contenido real de las ideologías como la motivación que
es capaz de generar. Además, los resultados concretos que es capaz
de ofrecer son primordiales. Sin la principal variable que conso-
lida esta ecuación, a saber, el crecimiento económico, es evidente
que la narrativa dominante no tendría la hegemonía que posee
ahora. Este esquema un tanto binario tendría que ser matizado.
Por ejemplo, existen muchísimas formas colaborativas consustan-
ciales a las comunicaciones electrónicas y que no son afines ni a
un consumismo digital, ni a lo que el especialista en la economía
colaborativa Michel Bauwens denomina como el capitalismo ne-
tárquico. Pero podemos comprobar que esta principal asimetría
es apuntada muchas veces como dominante en Internet. La con-
secuencia a largo plazo de este panorama ideológico es que un
horizonte utópico se fue erosionando para los defensores de una
Internet al servicio del interés general. Se ha reducido la posibili-
dad de un común digital al servicio de los pueblos y de la demo-
cratización de la economía. Sin embargo, muchos debates sobre

212
F. Soulard Marco y perspectivas para una internet ciudadana

Internet reafirman su premisa inicial. Se sigue insistiendo en el


poder emancipador del común digital. En tanto nuevo común
global, Internet ha sido, es y sigue siendo de alguna manera una
esperanza —quizás de menor intensidad que antes— vinculada a
la mundialización.
Se evidencia aquí la importancia del motor ideológico y del
imaginario transformador en el mundo digital. Las comunica-
ciones electrónicas, por más que incluyan un principio de neu-
tralidad técnica en pos de priorizar un transporte igualitario de
datos, no es neutra en términos sociotécnicos. La infraestructu-
ra imprime una geometría a los procesos sociales, y a la inversa
son también la multitud de usuarios con su respectiva cuota de
poder quienes imprimen una dirección colectiva a este común
global. De hecho, si miramos la proporción demográfica de los
usuarios, la tendencia es que Internet será aún más asiática y
«emergente» en las próximas décadas. Desde este punto de vis-
ta, existe un movimiento de desoccidentalización de la red que
va a seguir generando sus efectos, como ya lo está generando
en el plano diplomático a través de la mayor demanda de los
países emergentes (Nocetti, 2015) para abrir la regulación del
ciberespacio. No es un cambio menor. Pero lo central es en-
tender que el avance de la lógica mercantil en Internet no es
separable de una debilidad ideológica, o sea, de una disposición
ideológica en subscribir, pasivamente o activamente, a un mo-
delo que algunos analistas caracterizan a veces de neofeudalismo
digital. Esta debilidad o asimetría ideológica también se percibe
en el terreno cultural, donde el pensamiento instrumental de
las tecnologías, es decir, el saber elevado por el marco actual
de innovaciones modernas, va contaminando otras formas de
conocimiento. A fin de cuentas, esta debilidad ideológica ha
limitado la capacidad para motorizar otra agenda de Internet.
Esto ha sido facilitado por el régimen de consenso técnico que
rige la regulación de Internet desde sus inicios. De hecho, varios
analistas resaltan el factor ideológico como una condición clave
en la construcción de potencia en el ciberespacio. El asesor del
gobierno chino Wang Yukai (2014) identifica el campo de la
educación, de la creatividad, de la investigación, es decir, fun-
damentalmente el involucramiento intelectual, como un factor

213
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

de potencia, junto a otros factores.29 Uno de los desafíos que


veremos a continuación es potenciar estas identidades con otras
luchas territoriales y políticas externas a Internet.
Por lo tanto, la cuestión que se plantea en el marco de una
Internet ciudadana es cómo reinvertir el terreno digital con
una fuerza motivadora e ideológica. En general, no hay una
perspectiva única ni muy consolidada para responder a esta
pregunta. Si existe por un lado una postura arraigada sólida-
mente en la promoción de los derechos humanos y de una
democracia digital, existe en la realidad más pluralidad en los
marcos ideológicos de los actores de la esfera digital. La misma
realidad difusa se puede encontrar más ampliamente con el
movimiento de los comunes. Sin embargo, podemos esbozar
por lo menos cuatro pistas. Primero, se afirma una postura de
adaptación inteligente frente a la ola de innovación digital. Es
decir, que sería en definitiva contraproducente rechazar esta
onda de conectividad en nombre de un imperialismo moderno
o de una neocolonización que requiera atrincherarse en un bas-
tión anti-moderno de comunicación. Este imperialismo y esta
colonización existen. Pero las propuestas concluyen que hay
un mayor poder de motivación en el hecho de absorber con
inteligencia los cambios tecnopolíticos que esta onda brinda
para ponerlos al servicio de la sociedad. Esto implica poder
rechazar sus elementos negativos, relacionarla en un pensa-
miento local y regional, e interpretar las contradicciones y el
esquema de vulnerabilidad o dominación que puede estar re-
produciendo. En el ámbito público por ejemplo, varios fun-
cionarios señalan que es clave que la sociedad se apropie el
concepto de e-gobierno y tome conciencia de que el Estado
y la sociedad requieren una adaptación a la expansión de las
tecnologías digitales. Segundo, se trata de generar un cuestio-
namiento crítico. Esto implica interpelar el paradigma actual
y elevar los ejes de debate a un terreno más propositivo y es-
tructural. ¿Cómo podría ser una propuesta alternativa de go-
bernanza de Internet? ¿Qué herramientas son necesarias para

29 
Estos otros factores son: 1. Las infraestructuras y las capacidades
industriales; 2. La estrategia internacional, la estabilidad y la protec-
ción de las redes y de la economía 3. Los factores culturales, sociales y
educativos. Extraído de Yukai (2014).

214
F. Soulard Marco y perspectivas para una internet ciudadana

construir una comunicación más avanzada? ¿Qué acciones se


pueden emprender frente a la concentración? ¿Cómo movili-
zar el poder del consumidor? Este cuestionamiento requiere
una capacidad de comunicación directa, esto es, una organi-
zación sociopolítica en el terreno real y concreto. En el caso
del Movimiento de los trabajadores rurales sin tierra en Brasil, se
han incorporado tecnologías de la comunicación conforme a
los objetivos del movimiento y como herramientas de enfren-
tamiento con el modelo dominante actual. Tercero, muchos
elementos del imaginario transformador tienen que ver con
la valorización de los avances y la asimilación de las conquis-
tas anteriores. Desde las experiencias de políticas públicas de
migración a software libre, de nacionalización de empresas es-
tatales, de educación o de debates legislativos y de regulación,
hasta las múltiples iniciativas llevadas adelante por la sociedad
civil, se expresa la necesidad de tener una conciencia activa
de estas luchas.30 En este sentido, se diagnostica que las expe-
riencias poseen un potencial transformador más alto que otros
conocimientos. Por lo tanto, el desafío es de elaborar proce-
sos de idas y vueltas entre la acción y la reflexión. Cuarto, la
necesidad de ocupar el terreno ideológico reenvía al hecho de
que la lucha precisa definirse como una lucha en sí misma,
con identidades y narrativas. Se trata de consolidar narrativas
motivadoras y fáciles de entender (Otra Internet es posible. No
hay que abandonar la lucha por un espacio global común, Por los
derechos en la red...etc). La meta es crear un marco de apropia-
ción social del mundo digital.
Las campañas de movilización y la elaboración de una Car-
ta universal para una Internet ciudadana se perfilan como ejes
prioritarios para condensar todos estos elementos. Muchas
ideas de campañas ciudadanas están puestas sobre la mesa: so-
bre la no-proliferación de ciberarmas, la protección soberana
de los datos, sobre la seguridad digital, la cultura y el software
libres. Muchas veces, estas campañas se inician a raíz de los
hechos de la coyuntura y de la agenda política. Se menciona

30 
Ver en este sentido el mapeo de iniciativas regionales realizado du-
rante los Diálogos por una Internet ciudadana de Quito, septiembre
2017. Disponible en http://www.desmodo.net/dialogos_ciudada-
nos/#381

215
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

que el proceso de transición hacia la nueva generación de di-


reccionamiento IPv6 podría incentivar un debate amplio sobre
la esfera digital. El horizonte de una carta universal para Inter-
net cristaliza estos elementos. En el caso del Foro mundial de
medios libres, la Carta mundial de medios libres31 se diseñó a lo
largo de varios años, a la vez como un método y un objetivo
para condensar una voz propia y militante sobre el rol de la
información y de los medios en el mundo. La nueva era en la
que ingresó el espacio digital apela a un proceso similar capaz
de caminar hacia una etapa constituyente del ciberespacio. Estos
elementos nos recuerdan que el imaginario de reapropiación
de Internet no funciona de modo auto-referencial, en desco-
nexión con los demás desafíos políticos. Al contrario, debido
a la asimetría ideológica en este terreno, las luchas digitales se
deben potenciar estrechamente junto a otras transformaciones
sociales.

8.  Articular y aliarse

Al ser un espacio horizontal de conectividad, los abordajes


sectoriales, temáticos o especializados de Internet, si bien son
necesarios, no son los más adecuados para propiciar un esfuerzo
de apropiación ciudadana. Hicimos mención anteriormente al
modelo relacional que conlleva la regulación de Internet. En
este sentido, es impactante observar cómo una suerte de arte
de la articulación subyace en los lineamientos para una Inter-
net ciudadana. Esta aspiración se expresa en primar lugar en el
plano conceptual. Vimos antes que es necesario re-interpretar el
ciberespacio y que esta interpretación vaya de la mano con una
mayor aptitud a conectar las evoluciones del contexto nacional,
regional y global. A nivel latinoamericano, los análisis de co-
yuntura en materia digital tratan de hilvanar muchas veces las
ofensivas mediático-judiciales que atraviesan actualmente varios
países, con los escenarios de monopolio y dependencia econó-
mica en el telón de fondo de una integración regional que ha

Carta mundial de medios libres (2015), disponible en http://www.


31 

fmml.net/spip.php?article145

216
F. Soulard Marco y perspectivas para una internet ciudadana

postergado el avance de la autonomía en materia de políticas de


comunicación y de infraestructura. Se contextualiza también en
las ciudades y los territorios locales. Estos últimos ocupan un
rol determinante en la construcción de modelos posneoliberales
capaces de confrontar la lógica productivista. En la práctica, hil-
vanar todos estos temas no resulta fácil. Los espacios de debate
subrayan esta dificultad de una mirada transversal. ¿Cómo je-
rarquizar tal o cual cuestión? ¿Según qué criterios privilegiar tal
o cual articulación respecto a otra? En consecuencia, las luchas
por una Internet ciudadana deben lidiar con una doble aptitud
a contextualizar y relacionar. Se trata de relacionar los actores y
las temáticas, más allá de las demarcaciones tradicionales. Con
respecto a los temas, las cuestiones preferenciales a tratar de-
ben aliarse con la agenda política concreta y las preocupaciones
de la ciudadanía: la desigualdad, la justicia social, los derechos
humanos, las instituciones multilaterales (tales como la Organi-
zación mundial del comercio), los gobiernos y las instituciones
democráticas, la regulación de las transnacionales,32 las redes de
comunicadores y las políticas de comunicación. La lógica es si-
milar a nivel de las alianzas con los actores sociales. En Brasil
por ejemplo, el Marco civil de Internet estimuló la creación de
varias coaliciones para la defensa de los derechos digitales. Pero
estas modalidades de articulación deben encontrar convocato-
rias propias, no solamente en respuesta a un proyecto de política
de Estado.
Este énfasis sobre las articulaciones alude a que las estrate-
gias de transformación del mundo digital no necesariamen-
te se ubican al interior mismo del sector cibernético. Lo que
ocurre en sus fronteras, en interacción con otras transforma-
ciones sociales, puede potenciar a la vez una mayor inserción
en el sentido común y propiciar la agenda de transformación
digital. Una de estas intersecciones tiene que ver con los mo-
vimientos democráticos y su expresión en el ámbito de las
comunicaciones electrónicas. En general, las organizaciones
de defensa de los derechos humanos muchas veces motorizan

32 
Ver el proyecto de tratado vinculante sobre violación de derechos
de parte de las multinacionales actualmente en negociación en la
ONU. [Cfr. https://www.stopcorporateimpunity.org/tratado-vincu-
lante-proceso-en-la-onu/?lang=es]

217
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

las disputas a nivel nacional sobre los derechos digitales. Otra


intersección tiene que ver con el papel creciente de los gobier-
nos locales en la invención de nuevos modos de inclusión,
consumo, movilidad humana y sustentabilidad. Imaginemos
por ejemplo el potencial que tendría una alianza de ciudades
promoviendo ecosistemas de conectividad soberanos y des-
centralizados, semejante al compromiso de las ciudades para
actuar a favor de una transición energética y climática. De
algún modo, una Internet ciudadana ya está en la agenda del
municipalismo que se gestá actualmente en España y diversos
países. Otra intersección ya se está consolidando con los me-
dios de comunicación alternativos y ciudadanos. Es importan-
te señalar que esta predisposición a la relación constituye en
sí misma una respuesta a un déficit del modelo de gobernanza
organizado alrededor del Estado y del mercado. Una de sus
debilidades es precisamente la incapacidad cada vez más visi-
ble de manejar las diversidades y las complejidades que surgen
en torno a los bienes y recursos. El costo de esta incapacidad
se mide en términos de concentración, de desigualdades y de
externalidades negativas.

9.  Construir un actor colectivo

Como continuación a lo anterior, se plantea la necesidad de


consolidar una fuerza social organizada, capaz de disputar una
Internet ciudadana. Ahora bien ¿cuáles son las formas posibles
y los modelos de organización que habitan los imaginarios y las
experiencias concretas en el campo de las luchas digitales ? En
principio, existen muchos modelos organizativos. Reflejan la
variedad de identidades, de abordajes e iniciativas. En el campo
digital, los últimos años han dado lugar al surgimiento de foros
nacionales, coaliciones, asociaciones, comunidades, redes, co-
lectivos, campañas, procesos tecnopolíticos...etc. Sin embargo,
no existe todavía una experiencia que permita delinear una me-
ta-organización capaz de impulsar una Internet ciudadana des-
de el nivel local a lo global. De hecho, los espacios de debate so-
bre Internet no abonan en el sentido de crear una organización
formal, con un marco ideológico rígido, dotado de un órgano
de conducción dando el sentido de la acción colectiva. La forma

218
F. Soulard Marco y perspectivas para una internet ciudadana

organizativa se diseña sobre todo a través de procesos y objeti-


vos comunes, tendiendo a formar una unidad de perspectivas.
Estos procesos remiten a la construcción de un actor colectivo,
capaz de llevar adelante una agenda de transformación, de co-
nectar los temas emergentes, tomar iniciativas y aprovechar las
oportunidades en el debate público. Este actor colectivo no es
sinónimo de crear una nueva institución. Se trata más bien de
articular diversidades y constituir una acción coordinada y di-
námica, capaz de combinar unidades de perspectivas y diversi-
dad de iniciativas. Obviamente, esta perspectiva no es separable
de una determinación política y de la voluntad de los sectores
civiles para comprometerse aquí y ahora hacia ese horizonte.
Es un esfuerzo colectivo que implica una voluntad colectiva de
converger y actuar en conjunto.
Más precisamente, ¿cuáles son los procesos que pueden sos-
tener la trama orgánica de este actor colectivo? En primer lu-
gar, muchos actores sociales expresan la necesidad de crecer en
términos de capacidad de inteligibilidad. Esto es la capacidad
de establecer un marco común de referencias, de analizar los
escenarios y hacer circular informaciones para elevar el nivel de
comprensión colectiva. Por otra parte, se afirma una necesidad
de consolidar una unidad programática. Es en definitiva el pro-
yecto político que se promueve para Internet. En la etapa actual
vemos que existe un consenso creciente sobre las grandes líneas
para promover una Internet descolonizada y desmonopolizada,
descentralizada, interoperable, plural y abierta. En esta visión,
Internet debe estar puesta al servicio del interés general y de
un proyecto de sociedad incluyente, regulada por instituciones
y mecanismos democráticos. En tercer lugar, se pone adelante
la prioridad de propiciar el debate público. Esto significa ac-
tuar aquí y ahora en el espacio público para empujar la dispu-
ta política y cultural. La experiencia muestra que es necesario
aferrarse a las cuestiones candentes de la agenda mediática y
pública. Los temas de fiscalidad digital, de regulación de los
datos, de gobernanza de Internet, de derecho a la privacidad,
de responsabilidad de las multinacionales ya forman parte de
la agenda cotidiana. Demasiadas veces, este debate sigue una
lógica defensiva o «sitiada» (Arahonian, 2017) por parte de los
sectores civiles, que tienden a seguir la agenda promovida por
los actores económicos y políticos dominantes. Por último, la

219
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

valorización de las experiencias se encuentra aquí nuevamen-


te como un eje plebiscitado. Se requiere incorporar las leccio-
nes de la experiencia en los marcos de acción y de reflexión. Si
bien estas experiencias se difunden, incorporar las experiencias
significa que se socialicen su contenido, sus logros y su com-
plejidad. Es un proceso costoso y muchas veces infravalorado.
Esta perspectiva remite también a un determinado imaginario
de transformación social. Se postula que la acción concreta es
creadora de un mayor potencial de inteligencia que la teoría. En
este sentido, se relativizan las miradas vanguardistas o el cambio
meramente político-institucional. Dicho de otra forma, si bien
es necesario tomar el poder para implementar cambios, la reali-
dad ha demostrado que muchas veces ha sido insuficiente para
profundizar las alternativas.
Otras dos líneas vienen a consolidar este reto de constituir
un actor colectivo. Las redes comunitarias y territoriales por un
lado, y el horizonte de una infraestructura regional por otro. La
insistencia sobre la lógica comunitaria hace suponer que se trata
de una escala privilegiada para avanzar en una agenda de trans-
formación. Si la acción estatal y legal es necesaria pero insufi-
ciente, ¿cuál sería el nivel más pertinente de transformaciones?
No hay una respuesta clara a esta pregunta. Sin embargo, va-
rios factores convergen en la perspectiva de que lo comunitario
permite integrar con mayor grado de síntesis los principios de
descentralización, de construcción social y de arraigo territorial.
Esta línea se asemeja a los ingredientes que vimos más arriba
acerca de la lógica policéntrica de los comunes. La gramática
digital permite además federalizar estas comunidades con ar-
quitecturas federadas. Es decir, que en vez de ampliar el uso de
un recurso mediante la centralización de datos, la ampliación
se construye mediante estándares y protocolos comunes con un
esquema descentralizado. A esta escala comunitaria, vemos que
se ensaya una doble alternativa a la bipolaridad mercado-estado:
por un lado, una alternativa a la captación de los recursos di-
gitales; por otro, una alternativa a la desterritorialización de las
cuestiones digitales que se vuelven comprensibles en el marco
de la economía local. La búsqueda de una infraestructura regio-
nal va de la mano con esta perspectiva. Se percibe en general
que el regionalismo puede permitir un mayor nivel de indepen-
dencia tecnológica en América Latina. El proyecto de anillo de

220
F. Soulard Marco y perspectivas para una internet ciudadana

fibra óptica de la UNASUR es parte de esto. Pero también el


desarrollo de sistemas federados, de servidores comunitarios y
de diversas redes de comunicación.

10.  Profundizar nuevos paradigmas

La esfera digital habilita nuevos recursos y una potencia en red


que están aprovechados por los actores más potentes u organi-
zados. Por eso, Internet actúa como un perturbador ambiguo y
contradictorio de la matriz sociopolítica y de la economía. Aho-
ra bien, estos actores de peso no disponen del derecho exclusivo
a modificar los parámetros de la economía en el ciberespacio.
Desde el inicio, los usuarios y los actores civiles también han
aprovechado los recursos digitales para explorar nuevos para-
digmas. Las semillas de estos nuevos paradigmas se pueden en-
contrar en muchas temáticas. Al momento de reflexionar sobre
la perspectiva de una Internet ciudadana, la atención se focaliza
sobre cuatro campos temáticos: los servicios y la producción
económica; los datos y sus regímenes de regulación; la arquitec-
tura de regulación de la red; la radicalización de la democracia.
En el primer caso, los servicios y la producción, se hacen eco de
lo que acabamos de resaltar acerca del papel de lo comunitario.
Hay una búsqueda para salir del arreglo institucional constitui-
do por el Estado y las corporaciones que fomenta la tendencia
monopólica actual. En la práctica, más allá de la separación for-
mal entre Estado y mercado, se configura un patrón institucio-
nal en el cual coinciden determinadas concepciones, intereses y
grupos de poder. El crecimiento económico se encuentra en el
centro de este patrón. En respuesta a esto, los experimentos de
economía colaborativa recurren a la capacidad de coordinación
en red para eludir el rol de intermediación del mercado y del
Estado. Esta desintermediación permite fomentar una econo-
mía al servicio de objetivos territoriales y democráticos. Varias
experiencias de este tipo de economía colaborativa se van de-
sarrollando en distintos países, mientras las industrias digitales
desarrollan plataformas similares pero con el afán de maximizar
una renta digital. Ahora bien, la cuestión que se plantea en este
panorama es cómo construir un marco de ampliación de estas
experiencias y cómo pueden empujar un cambio más profundo

221
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

de reconfiguración de los medios de producción y distribución.


Por ahora, no hay respuestas claras al respecto. Pero los deba-
tes parecen instalar esta búsqueda de modelo posproductivista
como el horizonte de una Internet ciudadana.
El segundo caso tiene que ver con los regímenes de gobernan-
za de los datos digitales. Transitar de una situación de débil o
inexistente regulación de los datos digitales a nuevos marcos de
regulación capaces de limitar la voracidad corporativa y proteger
los datos aparece naturalmente como un eje prioritario. En este
sentido, se propone también avanzar en un marco regional de
caracterización de los datos, promover leyes de territorialización
de los ecosistemas de datos. Pero en el fondo, hay otros elemen-
tos que tienen que ver con la concepción de los bienes digitales.
Estos bienes tienden a ser reintegrados en su entorno sociotéc-
nico y se revisa su modo de definición. Hoy en día, el modo de
definición está definido esencialmente en función de su modo de
producción. Existen datos privados, estatales, públicos, indivi-
duales, abiertos...etc. Ahora bien, la expansión de Internet como
común global y como vector de multiplicación casi sin costo de
los bienes digitales modifica este modo de lectura. Los bienes
digitales se multiplican cuando se comparten y su valor crece en
función de su mutualización, al igual que los lazos sociales, los
saberes, etc. En una economía inmaterial, la definición de los
bienes tiende a desplazarse hacia la forma y la finalidad según
se comparten y según circulan estos bienes. Se requiere por lo
tanto incorporar otras variables en su definición, además de su
modo, fuente o ámbito de producción. En este campo, hay una
transición en marcha más allá de los límites público-privados y
de la propiedad positivista. Por eso también entendemos que la
estrategia de los monopolios digitales va en el sentido de aislar
los datos de su contexto sociopolítico, endurecer los términos de
la propiedad intelectual y mantener un abordaje instrumental de
su categorización en el plano conceptual y jurídico. En defini-
tiva, una perspectiva para una Internet ciudadana tiene que ver
con elevar el debate sobre los bienes en la economía y disputar
una nueva matriz de definición de los bienes digitales.
Un horizonte semejante emerge en torno al modelo de go-
bernanza de Internet. Vimos que este modelo se encuentra en
disputa, con una mayor conciencia de sus crisis y límites. Este
modelo se encuentra criticado y percibido como funcional a los

222
F. Soulard Marco y perspectivas para una internet ciudadana

intereses dominantes. Por un lado, se manifiesta la propuesta de


incidir en los espacios multiactores existentes, con más determi-
nación y posturas ciudadanas, desde el nivel nacional hasta el
nivel global. Por otro lado, se lo valoriza como un experimento
limitado pero innovador de gobernanza de la esfera digital.33
Por lo tanto, se trata de ir más a allá en la crítica de este modelo
y profundizar los términos de un modelo de regulación alter-
nativo. Ir más a fondo en esa dirección significa elaborar pro-
puestas sobre el marco de reglas, definiciones, responsabilidades
y procesos concretos susceptibles de mejorar esta arquitectura.
Por último, varias propuestas se agrupan en torno a la idea de
poner Internet al servicio de una renovación de la política y de
la ciudadanía. Se denuncia a menudo el uso instrumental de las
tecnologías en el campo de la seguridad, de la elaboración de
políticas públicas o de la construcción mediática. En estas áreas,
las tecnologías electrónicas pueden reforzar una concepción
superficial e instrumental, o en cambio potenciar una visión
radicalizadora de la construcción de poder. El potencial de una
Internet ciudadana tiene que ver con esta capacidad de generar
procesos capaces de radicalizar la participación ciudadana. Es
decir, de poner a contribución el común digital al desarrollo del
común democrático o el común de la seguridad por llamarlo de
esta manera. Sin tener soluciones prefabricadas ni replicables,
se trata sobre todo de consolidar un abordaje renovado sobre
las modalidades de participación democrática, las experiencias
digitales y la construcción de poder.

11.  A modo de conclusión

Hemos tratado, sin pretensión de exhaustividad, de establecer


un panorama sobre los fundamentos, las tendencias y las pers-
pectivas ciudadanas que sostienen el común global constituido
por Internet. Insistimos en que nos encontramos transitando
una nueva etapa de su historia que apela en definitiva a una nue-
va forma de pensar, de organizar y de accionar. A un modo de
pensar más dinámico, estratégico y relacional, corresponde un

33 
Ver por ejemplo el caso del Comité Gestor de Internet en Brasil.

223
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

modo de organizar orientado hacia la articulación, la moviliza-


ción y la toma de iniciativa. Las numerosas pistas que acabamos
de ver ilustran este protagonismo posible y desafiante para la ciu-
dadanía en general. De hecho, diversas voces apelan actualmente
a empujar un proceso constituyente en el ciberespacio. Se trata de
ir imaginando nuevas reglas del juego. A diferencia de otros co-
munes, que históricamente han sido reservado sa una carrera más
exclusiva entre Estados, Internet mantiene un horizonte utópico
donde se expresa la potencia plebeya. O mejor dicho, donde se
expresa una multitud plebeya, cuyo reto es transformarse cada vez
más en potencia plebeya. Para eso, vimos que subyace un nuevo
involucramiento ideológico e intelectual en el terreno electrónico,
involucramiento que las potencias tradicionales ya han empren-
dido en el marco de una transición geopolítica que se refleja en
todos los estratos de poder. En este sentido, mucho queda por
hacer para la ciudadanía interconectada. Y nada indica que la
revolución digital coincidirá en lo inmediato con una revolución
de la democracia y de los derechos universales. La batalla está
abierta y las resistencias ya se están consolidando.
Esta noción de potencia plebeya nos permite concluir sobre el
tercer interrogante planteado en introducción. ¿Cómo modifi-
car las relaciones de fuerzas y trascender la actual arquitectura de
relaciones internacionales que incide in fine sobre el manejo de
los recursos digitales? Es una pregunta compleja y las respuestas
han quedado abiertas en el recorrido anterior. Si bien muchas
cosas han sido logradas por la sociedad civil no solamente en
la esfera digital, ésta se ha constituido históricamente como un
tercer actor muy sacudido por la disputa entre los Estados y la
economía. Más aún en los tiempos actuales donde se intensifi-
ca la carrera de potencias en varios terrenos. Por otra parte, la
sociedad organizada no se ha planteado seriamente la cuestión
de una política regional o mundial de recursos digitales, y me-
nos aún de una nueva arquitectura política capaz de tratar las
interdependencias actuales. Ni el Foro social mundial, ni otros
procesos progresistas pudieron avanzar realmente en este deba-
te, tanto en su conceptualización como en la construcción de
un sujeto colectivo. No obstante, esta doble tensión entre el
cambio necesario de las relaciones de fuerza por un lado y la
construcción de poder desde abajo, por otro, ya está activa en la
práctica de los comunes. Una Internet ciudadana va de la mano

224
F. Soulard Marco y perspectivas para una internet ciudadana

con la formación de una comunidad política haciendo el apren-


dizaje colectivo de los fundamentos y las reglas para gestionar
el común digital y su relación con un entorno político más am-
plio. La ventaja comparativa del común digital en comparación
con otros comunes es que permite constituir un vector de po-
tencia plebeya, sin actuar solamente en el plano de las relaciones
de fuerza como lo hacen los actores tradicionales en el marco de
las tradicionales leyes del poder. De hecho, Internet ha sido y
es un vector importante de perturbación de los distintos niveles
de poder. Vimos también que es necesario amplificar esta capa-
cidad de transformación para avanzar hacia nuevos paradigmas.
Todo esto nos permite insistir en el hecho de que la construc-
ción de una comunidad política es un eje consubstancial de los
comunes, en particular del común creado por Internet. Este
potencial instituyente de la ciudadanía, tal vez, tendría que ser
más contemplado y aprovechado. Lo que acabamos de ver en
estas páginas, argumenta precisamente a favor de instituir una
alianza para la promoción de una Internet democrática y ciu-
dadana. Queda pendiente la pregunta de saber quiénes, y sobre
todo qué procesos, podrían ayudar a cristalizar la formación de
esta alianza. Ahora bien, siguiendo este rumbo y poniendo un
poco más lejos la mirada, ¿esta vía digital, junto a otras alianzas
que se crean en torno a los demás comunes globales, no sería un
punto de partida para repensar la arquitectura y la comunidad
política que requiere el siglo XXI?

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227
8.

Recientes movimientos sociales


globales y tecnopolítica desde
las Epistemologías del Sur

Jesús Sabariego

«La máquina de guerra existe sólo en movimiento»,


Esto no es un programa, Tiqqun

«La esperanza no es nuestra, le pertenece a la vida.


Es la propia vida defendiéndose»,
Rayuela, Julio Cortázar

1. Introducción

¿Por qué no encajan los movimientos que surgieron en 2011


en muchos lugares del mundo en las definiciones clásicas de
los movimientos sociales que forman parte de la teoría social
y política hegemónica? Más bien pareciera que dichos mo-
vimientos las contestan y desafían. Así como contestaron en
aquel momento buena parte de los consensos dominantes so-
bre lo establecido, en el fondo y en la forma, vinieron también
a cuestionar el conocimiento dominante en el ámbito acadé-
mico sobre los movimientos sociales. En este trabajo voy a
caracterizar algunos de los elementos que configuran a estos
movimientos, llamados aquí como «Recientes Movimientos
Sociales Globales» (RMSGs)1 (Sabariego, 2017: 393), defen-

1 
Este texto es un resultado del proyecto de investigación Post Docto-
ral que desarrollo en el Centro de Estudios Sociales de la Universidad
de Coimbra, financiado por la Fundación para la Ciencia y la Tecno-
logía de Portugal, en el marco de su convocatoria FCT/BPD/2014 y
del proyecto de I+D de excelencia del Plan Estatal de Investigación
español CIBERMOV.

229
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

diendo que esta nueva categoría analítica los diferencia de los


movimientos anteriores en el tiempo y que dicha diferencia
reclama nuevos métodos y metodologías que den cuenta de
ellos, a partir de cuestiones nuevas que no han tenido encaje
hasta ahora en la teoría social contemporánea acerca de los
movimientos sociales.
El elemento sustancial de los RMSGs a ser tenido en cuenta
es la tecnopolítica (Sierra y Gravante, 2017 y Sabariego, 2017),
esto es, la apropiación de las redes sociales de Internet por par-
te de los movimientos sociales con una finalidad política, que
redefine los propios términos, medios y fines de esta, así como
sus conflictos inherentes, en aras de, entre otras cuestiones, la
visibilidad de una agenda inexistente en los medios de comuni-
cación de masas antes de su aparición.
La visibilidad de la agenda es importante porque conside-
ramos la praxis de los RMSGs como una de las Epistemo-
logías del Sur (Santos y Meneses, 2014), es decir, como una
ecología de saberes situados (Aguiló y Sabariego, 2016), que
pugnan desde las prácticas sociales por tornar visible aquello
que los saberes dominantes han ocultado y por hacer emerger
los conocimientos, conflictos, temas y posiciones enterrados
por los consensos y sentidos comunes hegemónicos. En suma,
podemos considerar que estas luchas poseen una dimensión
narrativa, transmediada digitalmente (Gerbaudo, 2012) en la
extensión de la esfera pública que encarnan las redes sociales
de Internet para el caso de los RMSGs, que puede verificarse
en todos ellos y se verifica claramente para la constelación de
movimientos que integra el Movimiento 15 de mayo en Espa-
ña (15M) y el Movimento 12 de março en Portugal (M12M)
(Fishman, 2011; Roca, Martín y Díaz, 2017; CIS, 2011), a
través de su apropiación de las redes sociales de Internet (Can-
dón Mena, 2013; Baumgarten, 2013), frente al silencio ini-
cial de los medios de comunicación de masas o la posterior
criminalización de dichos movimientos, pese a las simpatías
ciudadanas despertadas por ambos.
Un abordaje tecnopolítico de los movimientos sociales de
2011 desde las Epistemologías del Sur necesita nuevas herra-
mientas y una comprensión metodológica teórica e investiga-
dora activista, comprometida con el terreno, con el sujeto in-
vestigado, del que inevitablemente forma parte. Así, la Teoría

230
J. Sabariego Recientes movimientos sociales globales…

Comprometida (Engaged Theory and Research) (Cooper, 2002;


Milan, 2010), ya ensayada por Stefania Milan en su libro sobre
los movimientos de 2011 y su ligazón con la tecnología (Milan,
2013) nos alienta a recuperar métodos cualitativos de análisis
para escapar de los algoritarismos,2 apostando por las historias de
vida, las narraciones, las entrevistas en profundidad, los grupos
de discusión o el análisis del discurso.
Investigar a los RMSGs como una nueva categoría analítica
sólo es posible desmontando críticamente (Morozov, 2018)
la seductora conectografía (Khanna, 2016) del capitalismo
cognitivo y la economía de bolos digital (Sierra y Sabariego,
2018) desde el activismo de las multitudes conectadas (Sierra
y Montero, 2015). Los RMSGs son un desafío para la socio-
logía que reclama una apuesta militante por todo aquello que
nos trae de vuelta el contexto del que adolece el análisis de
datos masivos, el cómo frente al qué, Small Data (Lindstrom,
2016) vs. Big Data (Silver, 2014), la lentitud (Vamos despacio
porque vamos lejos…) frente a las Speed Politics (Virilio, 2003)
y su reivindicación desde ese ritmo pausado, de convivencia,
por una política basada en lo común, frente al vértigo de los
plazos de la política instituida y hegemónica en su caída libre
tras el desgaste de décadas de esclerotización y la corrosión de
la corrupción sistémica.
Nuestro método ha de ser coherente, necesariamente —esto
es, subjetivamente— con las luchas de los movimientos que lu-
chan por apropiarse de sus propias palabras, por hacerlas visibles
(Chock y Castells, 2014), por contar frente a la historia oficial,
frente a la estadística, mostrando la rugosidad y complejidad
del tejido de lo real, en una trama télica, urdida con la finalidad
de contar la propia historia con las propias palabras, por cons-
truir nuevos sentidos históricos, por historizar, por construir el
contexto y dejar de ser el pretexto, la estadística en la página

2 
Con este neologismo me refiero a las prácticas de control e influen-
cia ejercidas a partir de las interacciones digitales, la segmentación y
microsegmentación de contenidos y audiencias, sesgos y opacidad en
el control de datos masivos y su explotación con fines anti-democráti-
cos, la generación de espirales de silencio y burbujas de información,
concentración de nodos, no distribución de esta, promoción de fake
news y generación de contextos de posverdad.

231
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

del diario, el apunte, la nota marginal, la página roja —dirían


Eduardo Galeano o Roque Dalton.
Los RMSGs poco o nada tienen que ver con contextos an-
teriores, si bien es cierto que muchos de ellos se nutren y han
participado de experiencias previas (Razquin, 2015) y existen
conexiones entre algunos activistas curtidos en batallas y cam-
pañas como las de la antiglobalización, los foros sociales, el
altermundialismo, justicia global, contra la Europa del capital
y de la guerra, la renta básica, contra la deuda o la vivienda.
Un rasgo de su configuración es la eminente y predominante
adscripción urbana, de clase media castigada por las políticas
de austeridad y los recortes justificados por la crisis económi-
ca; sus integrantes poseen formación superior en infinidad de
casos, —véase el Movimento Precários Inflexíveis o la Geração
à Rasca en Portugal, integrantes del M12M, principalmente
estudiantes universitarios— y pertenecientes en gran parte a
la llamada generación millennial, epíteto por el que también se
ha caracterizado a estos (Serchuk, 2011), como en #Occupy, a
pesar de la diversidad y heterogeneidad de los mismos.
Si ponemos patas arriba el argumento dominante tras el
estallido en 2011 de estos movimientos y su re-articulación
posterior en otros movimientos u organizaciones políticas de
diversa índole (fracaso, inutilidad, aumento de la crispación,
legitimación del régimen, apuntalamiento de éste, bipartidis-
mo 2.0., victoria de la derecha en las siguientes elecciones ge-
nerales…) estaríamos dejando a un lado el verdadero logro de
los mismos, esto es, la impugnación de los consensos políticos,
sociales y culturales dominantes en las últimas décadas y la ex-
perimentación en las plazas de una nueva pedagogía democrá-
tica que coloca la vida y las personas en el centro, más allá de
los espurios intereses de las élites. Este experimento democrá-
tico horizontal, sin líderes, que extendía la corresponsabilidad
y esgrimía la participación constante en la toma de decisiones
a través de asambleas, cuyo objetivo y metodología estaban
encaminados a la búsqueda de consensos son diametralmente
opuestos a la suerte de política espectáculo y su concepción
y expresión agonística, a la que nos tienen acostumbrados los
medios de comunicación de masas. Impugnación en la que
la apropiación de las redes sociales de Internet para construir
una narrativa propia, contrahegemónica, fueron determinan-

232
J. Sabariego Recientes movimientos sociales globales…

tes más que nunca en la historia de los movimientos sociales.


En suma, no hay mayor coherencia que investigar desde la
propia praxis de los movimientos que alentaron la Primavera de
los movimientos, para los que las Epistemologías del Sur, delimi-
tadas por el pensador portugués Boaventura de Sousa Santos
(Santos y Meneses, 2014) suponen una herramienta fundamen-
tal para acotar su complejidad, diversidad, cuestiones comunes,
sus parentescos y distancias con otros movimientos anteriores y
posteriores. Esta tarea no cabe por cuestiones de espacio en este
trabajo, que pretende apenas arrojar algo de luz a la dimensión
más novedosa en su configuración como Recientes Movimien-
tos Sociales Globales: la tecnopolítica.

2.  Tecnopolítica y datos: el contexto-sin-contexto

En septiembre de 2017 la Agencia Española de Protección de


Datos impuso a Facebook una multa de 1.2 millones de euros
por usar información sin permiso, ello unido al escándalo de la
fuga de datos y su uso por Cambridge Analytica en el llamado
#FacebookGate y a la aprobación de la normativa europea de
protección de datos, que entró en vigor en mayo de 2018, que
hacen que este sea sin duda el annus horribilis de esta y otras
redes sociales de Internet, que comenzaron a ser criticadas de
forma cada vez más creciente, curiosamente, a través de las pro-
pias redes sociales y de las declaraciones que altos ex-ejecutivos
de estas compañías ofrecían a los grandes medios y de las que
las redes se hacían eco. Aunque paralelamente, estas empresas
tecnológicas se consolidaban mundialmente como las compa-
ñías líderes en bolsa y en ganancias con Apple a la cabeza y Fa-
cebook, que subía en este ranking, según Forbes (Stoller, 2017),
ha visto cómo el precio de sus acciones caía en picado tras el
escándalo.
Lejos quedaba el año 2011 en el que la red social de Mark
Zuckerberg creció exponencialmente3 al calor de las Primave-
ras árabes y posteriormente de los movimientos de las plazas

3 
Sólo hace falta comparar anualmente los mapamundis anuales de
las redes sociales de Internet entre 2009 y 2012 para comprobar el
auge de Facebook y otras redes.

233
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

en todo el mundo en la Primavera de los movimientos, como


adalid de los derechos humanos y la democracia, y apoyo estra-
tégico de las revueltas que clamaban por estos por todo el orbe.
2017 fue también el año en que la Real Academia Española
de la Lengua (RAE) introdujo en el Diccionario de la Lengua
Española el término «Posverdad» aunque, curiosamente, no
el de «Posdemocracia», bastante ligado a aquel. Fue el año en
el que falleció Edward S. Herman, co-autor junto con Noam
Chomsky de un texto canónico que cumple ahora treinta años,
Manufacturing Consent (Pantheon Books, 1988), traducido al
español como Los guardianes de la libertad (Chomsky y Her-
man, 2013), sobre la economía política de los medios de comu-
nicación de masas, en el que, a partir del consenso de Washin-
gton y la imagen en prensa de las intervenciones militares de
EEUU, diseccionaban los mecanismos de lo que el periodista
Walter Lippmann —una de las fuentes de inspiración del neo-
liberalismo— calificara a comienzos de la segunda década del
siglo XX como la fabricación del consentimiento y la manipu-
lación propagandística de la opinión pública, en la que cada vez
ocupan más espacio las redes sociales de Internet.
Es este el contexto que los RMSGs anticiparon en sus lu-
chas por narrar desde sí mismos, en una praxis heterodoxa, que
vio como el sistema impugnado por sus acciones se defendía
acrecentando las medidas represoras, no sólo en los dispositivos
legales ejecutivos con el auge de la legislación securitaria (Fou-
cault, 2007), leyes mordaza, y la paulatina resolución jurídica
de conflictos políticos como trazos esenciales del consentimien-
to progresivo ante la imposición del neoliberalismo.
Christian Laval y Pierre Dardot (2013) han descrito los con-
tornos de la razón-mundo neoliberal como una subjetividad
interiorizada socialmente y que vertebra no sólo los consensos
y nuestro consentimiento en lo que atañe al sentido común do-
minante y hegemónico, sino, y quizá como correlato de este,
como pretexto. La multitud de formas en las que reproducimos
esa razón-mundo neoliberal incluso en nuestras relaciones más
íntimas y con nosotros mismos, de la que da cuenta la profe-
sora de la Universidad de Sevilla, Remedios Zafra (2017), está
caracterizada por la soledad, el individualismo, el hedonismo
en la competición, el odio entre competidores sometidos a eva-
luación constante, disfrazado todo ello de entusiasmo, por la

234
J. Sabariego Recientes movimientos sociales globales…

precarización de los trabajos —o más bien empeños— hoy, en


el mundo digital.
Pero ¿cuáles son los aspectos característicos de ese contexto
sin contexto en el que hemos interiorizado la razón-mundo
neoliberal de la que se defienden los Recientes Movimientos
Sociales Globales, o a la que contribuyen a apuntalar según los
más críticos con estos? A grandes rasgos: i) La conceptualización
del Estado de derecho como una forma de Estado y no como
el conjunto de procesos e instituciones que limitan el ejercicio
arbitrario del Estado a través del Derecho; ii) El auge de la ya
mencionada ideología de la seguridad, que pasa de ser una pre-
rrogativa de los ciudadanos para defenderse de las arbitrarieda-
des del Estado a ser una prerrogativa de éste, ligada a una excep-
cionalidad permanente, para defenderse de los ciudadanos; iii)
La excepcionalidad que se convierte en la regla, siguiendo aquel
adagio de Benjamin, tenemos pues a la crisis instalada como
forma de gobierno; y iv) La concentración de poder en los ac-
tores, o actores-red (Latour, 2008) más fuertes, esto es, la quie-
bra desde arriba del tan cacareado contrato social, que podemos
percibir en la constitucionalización de las normas de Derecho
Privado para limitar la soberanía, la constitución de la libertad
neoliberal (Hayek, 2019) y la instauración de la demarquía.
En el aspecto jurídico, los derechos privados adquieren ca-
rácter de norma fundamental y la correspondiente consagra-
ción de la propiedad privada —resultados palpables de esto,
los desahucios; la modificación del artículo 135 de la Cons-
titución Española en 2011, son prácticamente innumerables
desde ese periodo, principalmente los que abundan en cam-
bios normativos de calado realizados a través de dispositivos
del Derecho Administrativo o Decreto-Ley. El aspecto políti-
co de todo ello es la judicialización como única vía de resolu-
ción de los conflictos: son los jueces los que zanjan cualquier
tensión en torno a este y otros conflictos de origen eminente-
mente político, social, económico, cerrando las posibilidades
de otras interpretaciones a dichos conflictos. Se establece así
una nomoarquía en la que la ley es un fin en sí mismo y no
un medio. Aquel viejo dicho popular que reza: Más vale un
mal acuerdo que un buen juicio, deja de tener sentido. En una
nomoarquía no caben acuerdos, no hay contrato y sólo pueden
acordar los actores más fuertes de la red.

235
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

La Modernidad, como proceso de erradicación de las diferen-


cias y de homogeneización en una igualdad abstracta está movida
por varias tensiones, siendo las más importantes en este aspecto
las que vinculan a la libertad con la seguridad (Foucault, 2007), a
la igualdad con la libertad (Balibar, 2017) y a las expectativas con
los riesgos (Beck, 1999; Mendes, 2015). Estas tensiones son las
coordenadas en las que se mueve el régimen de subjetividad neo-
liberal, fagocitando nuestra vida cotidiana, sobre todo desde las
redes sociales de Internet y los dispositivos que interrelacionan a
las multitudes conectadas, la Internet de las cosas. La extensión de
la competencia más despiadada a todos los ámbitos de la vida, la
progresiva separación de poder y hacer, la reducción del primero
a su mínima o inexistente expresión, apenas como deseo o expec-
tativa (subjetiva) y la maximización del segundo, hacer cada vez
más, con recompensas cada vez más aplazadas, como inversión
de futuro (Zafra, 2017), esto es, la instauración de la meritocracia
como un sistema disciplinario y, principalmente, la consolidación
de quienes establecen cuáles son los méritos que importan del
lado del poder y de los competidores del lado del hacer, se han
convertido en la norma canónica. Todo se vuelve una narración
constante de nosotros mismos, atomizada, individualizada, em-
pujada por las redes sociales, de las que estas se nutren y moneta-
rizan a través del Big Data. Los algoritmos funcionan como una
especie de torbellino de la historia, a la manera del Angelus Novus
en la IX tesis de la Historia, de Walter Benjamin, empujándonos
para adelante, sin permitirnos mirar atrás,4 como prosumidores
constantes que alimentan el continuo flujo de datos.

4 
«Hay un cuadro de Klee que se llama Angelus Novus. En él se muestra
a un ángel que parece a punto de alejarse de algo que le tiene paralizado.
Sus ojos miran fijamente, tiene la boca abierta y las alas extendidas; así es
como uno se imagina al Ángel de la Historia. Su rostro está vuelto hacia
el pasado. Donde nosotros percibimos una cadena de acontecimientos,
él ve una catástrofe única que amontona ruina sobre ruina y la arroja
a sus pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recom-
poner lo despedazado, pero desde el Paraíso sopla un huracán que se
enreda en sus alas, y que es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas.
Este huracán le empuja insosteniblemente hacia el futuro, al cual da
la espalda, mientras los escombros se elevan ante él hasta el cielo. Ese
huracán es lo que nosotros llamamos progreso» (Benjamin, 2008: 310).

236
J. Sabariego Recientes movimientos sociales globales…

Para finalizar con esta caracterización sucinta es importante


resaltar que todas estas dimensiones están profundamente im-
bricadas y propician cotidianamente mudanzas sustanciales a
través de las instituciones del Estado, las que aún poseen poder
coactivo y coercitivo, y por esta razón aún lo poseen, y cada vez
más, a pesar de que esas decisiones vengan impuestas —es un
eufemismo, claro, sólo hay que ver las puertas giratorias entre
política y negocios para valorar esa imposición—, por instan-
cias opacas profundamente anti-democráticas en su estructura,
organización y, por ende, en sus decisiones: la crisis es una má-
quina de guerra (Deleuze y Guattari, 1994) que ha instaurado
el gobierno global de la deuda, es el imperio deudocrático de
los hedge-funds.

3.  There Is No Alternative (TINA)

Como han señalado Laval y Dardot (2013), el panorama


apuntado en el epígrafe anterior sustenta esa rabiosa actualidad
de la Realpolitik en la que no hay alternativa (There Is No Alter-
native). Para TINA no hay otra alternativa que la servidumbre,
pero precisamente, los RMSGs están preñados de alternativas.
Su concepción apolítica de la política instituida se hace desde
una toma de conciencia para sí de lo político como condición
para pensar lo impensable, para generar las condiciones que tor-
nan posible lo imposible, las inventan y reinventan, impugnan
el sórdido horizonte monolítico de una vida a plazos, aplazada,
de la fantasía del crédito, ya hasta para estudiar en la universi-
dad pública, ¿a dónde hemos llegado? A mediados del siglo XX,
las ideas de Hayek y los otros integrantes de la Sociedad Mont
Pelerin eran una utopía, ¿qué ha sucedido para que dominen
no sólo el mundo, sino para que las hayamos interiorizado y
esas ideas dominen incluso nuestras pulsiones y relaciones más
íntimas.
Ahora que he trazado al menos algunas coordenadas de este
contexto sin contexto, caben señalar muchas más, innumera-
bles. Ahí está el desafío. Los RGSMs que explotaron en 2011
apuntan a muchas de ellas. Simplemente a través de sus lemas
cabe señalar cómo las redes sociales de Internet, los datos y la
tecnopolítica se relacionan con las demandas de los RMSGs.

237
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

Según los ciberpesimistas, las redes sociales de Internet tienen


bastante que ver con la asunción, el consentimiento, de la situa-
ción actual. Entre quienes sostenían hace una década (Barber,
1998; Axford y Huggins, 2000; Barney, 2000; Lévy, 2001) que
la red acabaría operando el mercado global y quienes sostenían
las potencialidades de Internet como catalizador clave en to-
dos los aspectos de la existencia, (Shirky, 2008; Castells, 2009)
sobrevuela la vieja metáfora de la máquina de la revolución in-
dustrial (Strangelove, 2003: 200), como una poderosa imagen,
entre las desgracias y los beneficios del progreso, la liberación
o la explotación, paradigma de una nueva ilustración inducida
tecnológicamente.
La tecno-retórica celebratoria del solucionismo tecnológico
(Morozov, 2015) traduce las propias lógicas del discurso hege-
mónico en torno a Internet prescindiendo del cuerpo a cuerpo y
el «ruido de las asambleas» (Barber, 1984: 311). Michael Stran-
gelove (2003: 200-209) critica las visiones utópicas de Manuel
Castells o Pierre Lévy en las que la máquina de la revolución
industrial es sustituida en nuestro tiempo-sin-tiempos globali-
zado continuo por las Tecnologías de la Información y la Co-
municación (TICs), las redes sociales de Internet y el archivo
(memoria) y gestión de datos masivos (Big Data) (Anderson,
2008). Las cuestiones que han rescatado las teorizaciones más
recientes (Sierra & Gravante, 2018) sobre la apropiación ciu-
dadana de las TICs como herramienta de mudanza social van
dirigidas al espacio que puede ocupar la tecnopolítica como dis-
ciplina académica enlazada directamente con los conocimientos
situados que generan los RMSGs desde su praxis, también en
una suerte de datactivismo (Milan, 2017) frente a la apropiación
hegemónica de estos.
En lo que atañe a las Epistemologías del Sur, en otro lugar
(Aguiló y Sabariego, 2016) damos cuenta de la implicación de
la praxis los RMSGs en estas a partir del análisis de los recientes
procesos municipalistas en España. Baste subrayar, para lo que
atañe a este texto, que estos nuevos aprendizajes sociales gene-
rados por la pedagogía de las plazas inciden de manera directa
en una concepción ofensiva de la democracia como democra-
cia-sin-fin, como proceso y medio, no como fin. Tendríamos
que hablar de democratizar, un verbo transitivo, más que uti-
lizar un sustantivo (significante) vacío que flota sobre la reali-

238
J. Sabariego Recientes movimientos sociales globales…

dad sin capacidad alguna para transformarla y reduciendo al


inmovilismo las potencialidades de cuanto pretende significar.
Para la ciudadanía supone una pedagogía común, que trascien-
de la linealidad, el tiempo-sin-tiempos, sucesivo, burocrático,
obsesivo, publicitario, publicitado, anticipado estadísticamente,
predecible, de los periodos electorales y los años fiscales, instau-
rando los tiempos complejos de la deliberación y la toma de
decisiones sin delegación.
Lo político, esas energías instituyentes, frente a la política, de
la cual los RMSGs de desdicen (es un movimiento apolítico,
somos apolíticos), en la separación de la política instituida, la
política de partidos y la democracia representativa liberal movi-
liza fuerzas materiales y sociales que desafían al neoliberalismo
y apuestan por la construcción de formas de racionalidad alter-
nativas capaces de canalizar las múltiples aspiraciones, definien-
do un nuevo régimen de luchas globales frente a la imperante
subjetivación de la razón-mundo neoliberal, que se diferencia
sobremanera de la cultura política occidental desde las luchas
de anarquistas, comunistas y socialistas libradas desde finales del
siglo XIX y de los movimientos sociales anteriores, aunque es-
tos hayan intentado apropiarse de los RMSGs desde estrategias
entristas, laminándolos o metiéndolos en comisiones y subco-
misiones de toda índole.
Los RMSGs han contribuido a crear prácticas colectivas y
espacios instituyentes de lo común como principio político
capaz de generar experiencias democráticas de alta intensidad
frente a la democracia de bajísima intensidad que venimos pa-
deciendo gracias a la apropiación neoliberal de esta en las úl-
timas décadas desde una «ecología de saberes» (Santos, 2010:
29) en la que se entrecruzan múltiples praxis, lo que posibilita
una traducción viva y constante de haceres y decires hetero-
géneos y diversos que, paradójicamente ni siquiera cabe en
la lógica lineal y el tiempo monocorde y constante que anula
los contextos, privilegiando un contexto-sin-contextos y un
tiempo-sin-tiempos.
El Sur aquí funciona como un conjunto abierto y dinámico,
polifónico y transdisciplinar de saberes y decires que dimanan
de praxis que pugnan por emerger y visibilizarse, por contar y
hacer, por poder-hacer, frente al Norte hegemónico y su episte-
micidio cotidiano a través del canon y las instituciones y proce-

239
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

sos en los que nos socializamos, o más bien nos individualiza-


mos y alienamos, colonizados por la razón-mundo neoliberal.
La imaginación epistemológica de las luchas de los RMSGs
por una democracia de lo común deconstruye (Derrida, 1996),
es decir, hace justicia a los consensos fácticos y los sentidos co-
munes que dominan globalmente, haciendo que emerja la uto-
pía, lo que todavía no es posible, el principio esperanza (Bloch,
2007). Es, parafraseando a Julio Cortázar, a la vida a la que le
pertenece la esperanza, es la vida defendiéndose.

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242
9.

La irrupción de lo orgánico
en un mundo digital

Jacobo Sucari

«Con la extensión de la economía burguesa mercantil, el sombrío


horizonte del mito es iluminado por el sol de la razón calculadora,
cuya gélida luz nutre las semillas de la barbarie».
La dialéctica de la razón. T.H. Adorno

1.  El espacio de intercambio ciudadano

1.1.  El Ágora como espacio horizontal de encuentro y debate

La práctica urbana de reunirse en un espacio abierto a debatir


sobre los asuntos de interés público en las incipientes ciuda-
des-estado griegas, desde el siglo VII A.C. configuró un espacio
con unas coordenadas propias y con ello abrió sitio al desarrollo
de nuevas dinámicas en las formas del comercio y la política. En
la forma de tratar los asuntos de la polis y contrastar intereses
en conflicto.
El Ágora, eje del centro político urbano generalmente situado
en la parte baja de las ciudades, marca una clara pauta de su
sentir frente a la Acrópolis, fortaleza o palacio situada en lo alto,
que representaba al poder religioso y político.
Las maneras de habitar la parte baja del entramado político,
el Ágora, sugería un intercambio horizontal de las relaciones
ciudadanas que halla su opuesto en la fortaleza amurallada del
poder. Desde entonces, tomar el castillo, romper los muros, ha
sido la metáfora de la sublevación contra el poder.
La toma de la Bastilla, la Plaza de Octubre en Moscú, Tia-
nanmen en Pekín, Tlatelolco en México, marcan algunas de
las épicas espaciales de las grandes sublevaciones sociales que

243
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

encuentran en el referente espacial un punto de anclaje para el


cambio mesiánico que busca quebrar el devenir lineal del tiem-
po y aspira a crear un tiempo nuevo.
Las tomas de plazas relevantes por parte de movimientos so-
ciales en el siglo XXI, con La Plaza del Sol por el 15M en Espa-
ña, la Plaza Tharir en Egipto o el Occupy Wall Street en Zuccotti
Park, todas ellas durante el 2011, marcan la importancia del
espacio simbólico de encuentro presencial y fricción corporal,
en un mundo financiero que se quiere eminentemente digital.

1.2.  Del Foro romano al ciudadano anónimo

El Foro del ámbito romano, equivalente del Ágora griego, se


presenta como un espacio planificado en las nuevas ciudades
donde se proyecta. Se diseña así un espacio de intercambio ciu-
dadano que se cierra con pórticos y que con el paso del tiem-
po dará pié a la plaza pública y a nuestra idea comúnmente
aceptada de que hay espacios abiertos, aunque diseñados, que
son de uso común, y otros espacios privados, interiores, de uso
particular.
La oralidad, la forma predominante del intercambio en el es-
pacio-foro y en las sociedades donde la imagen-letra aún no
ocupaba el ámbito simbólico del orden lineal y consecutivo, se
transforma necesariamente con el surgimiento de la imprenta
durante el s.XV.
La nueva expansión y transversalidad que se crea a partir de
la comunicación masiva de la palabra escrita superpone ese es-
pacio íntimo y privado del sujeto, con el externo y público de
la comunicación social. El libro permite una distribución hori-
zontal del pensamiento antes exclusivamente reservada al habla,
que siempre había estado más cerca del canto y del rito, del
gesto y la réplica en tiempo real.
La palabra escrita en su devenir lineal, no solo adopta el mo-
delo de lo horizontal en contraposición a la verticalidad del
acorde oral, sino que moviliza al cuerpo hacia diversas figuras
geométricas y posiciones en el espacio. La forma que adquieren
los cuerpos en las diversas revoluciones industriales y la utiliza-
ción de la máquina como mediador de la producción, supone
encarar el sentido que adquieren las nuevas tensiones corpora-
les. Benjamin, en Calle de dirección única (1928), remarca la

244
J. Sucari La irrupción de lo orgánico en un mundo digital

evolución del texto escrito, que pasa de una configuración ho-


rizontal del libro en el escritorio del escriba, hacia la diagonal
que asume el libro en manos del lector, para arribar finalmente
durante la modernidad a la verticalidad de 90 grados de la pan-
talla de cine. En la actualidad, con el móvil como dispositivo
preferente de la transmisión de mensajes, la pantalla se minia-
turiza y se hace transportable, adoptando nuevas modalidades
de lectura que transforman el contexto de la lectura y de la dis-
posición corporal.
En estas transformaciones de la forma y dimensión de la co-
municación interpersonal, mediante el panfleto político, el su-
jeto-uno, el escritor, se dirige a la multitud, no a través del dis-
curso oral en la plaza pública, sino a partir del libro, el diario o
el pasquín. Son nuevos dispositivos técnicos que van a configu-
rar el mayor cambio de la humanidad respecto de su capacidad
de propagar y recibir, respecto de su capacidad de hablantes.
Sociedad de masas donde una boca es capaz de alimentar mi-
llones de oídos. La propaganda política se hace consustancial al
ejercicio del poder y el control de los dispositivos de generación
de sentido (prensa, radio, TV, cine) uno de los pilares priorita-
rios de sustento del poder y el contrapoder.
Es en la ciudad de las luces de la Modernidad, en el París de
Baudelaire, en el Leopold Bloom del Ulises de Joice, donde el
sujeto anónimo que recorre las calles bulliciosas y masificadas
de la ciudad ya no encuentra un centro espacial de intercambio
social a la vieja usanza, sino que es el sujeto interiorizado que
maneja un monólogo de carácter impresionista y a veces exte-
nuante, en el orden de su mirada analítica.
Es también el París como laberinto, que analiza Benjamin
en su inacabado libro, La ciudad de los pasajes (1928), donde
se articula un conjunto fragmentado que cabe interpretar para
así poder comprender. Un nuevo hombre, el hombre moderno
con rasgo de paseante y ojo de detective, que fija en la intersec-
ción entre el espacio público compartido y el espacio privado
compartimentado, un nuevo patrón urbano que en su devenir
contaminará a todos los movimientos de vanguardia, artística y
política que en el siglo XX intentaron definir una idea-acción.
La manera en que el sujeto puede influir sobre la masa.
Durante la contienda paneuropea, el espacio de la ciudad pasa
a ser cosmopolita y el artista (de vanguardia) adopta el estigma

245
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

de un exiliado en busca de un espacio público para compartir


y clamar desde allí las formas de la rebelión. La gestación de
acciones de agitprop (agitación y propaganda) y las proclamas
en el espacio público, se complementan con la conspiración de
petit comité en el espacio interior, como una de las claves de
la acción de la vanguardia. Entrecruzamiento de espacios antes
bien delimitados y ahora mixtos, que pone en crisis los modelos
convencionales de propiedad privada y de intercambio social.

1.3.  La virtualización del espacio en la era de Internet

La relación siempre conflictiva entre espacio público y espacio


privado se ha ido radicalizando en los últimos años debido a dos
movimientos en apariencia inconexos.
Por un lado la irrupción del capital financiero en la regulación
y especulación del espacio urbano, con lo que nuestra heredada
noción de espacio, como espacio de uso de tres dimensiones,
pasó a constituirse como una materia prima más dentro del en-
tramado del intercambio mercantil. De esta manera el espacio
no es ya un contenedor de intercambio social y de cobijo, sino
de especulación. El espacio, deviene mercancía.
Este plegamiento de la percepción del espacio, antes una ma-
teria orgánica abierta y de uso del común, hacia un concepto de
intercambio de valor y generador de divisas que propició la in-
gestión de lo público en lo privado mediante el trabajo conjun-
to de la administración del Estado (aquello público) y el capital
financiero, provocó el avance desenfrenado de la especulación
inmobiliaria en ciudades que como Barcelona, tuvo que sopor-
tar una enorme presión por parte de los planes de la administra-
ción local y la economía global (Montaner et al., 2013).
Este avance de lo privado sobre lo público en el ámbito de las
grandes urbes en los tiempos del neoliberalismo, ha sido descri-
to por diversos analistas y urbanistas en los últimos años, en que
la transformación de las principales ciudades de todo el planeta
creó procesos demoledores de gentrificación, de discriminación
espacial y de especulación inmobiliaria.1 El surgimiento de em-

1 
En especial, los importantes trabajos de la escuela anglosajona: At-
kinson (2005), Butler (2007) y Harvey (2007), entre otros.

246
J. Sucari La irrupción de lo orgánico en un mundo digital

presas de categoría mixta (gestión del espacio público aplicando


la lógica e intereses del capital privado) ha sido el paradigma de
la gestión urbanística en estos tiempos de especulación inmobi-
liaria a nivel global.
El segundo gran cambio en los paradigmas de lo público y lo
privado se situó en el desarrollo de redes de conexión por In-
ternet, por lo cual nuevos ágoras y espacios de encuentros (lo
que en la jerga de la Red se entiende por fórum) surgen sin ne-
cesidad de construcción matérica. Seguimos llamando espacio
a ese marco de encuentro a través de Internet, aunque quizá se
trate de otra dimensión del intercambio. En este paradigma,
desde el ámbito de lo privado, mediante el ordenador o el
móvil personal, el sujeto entra en la dimensión de lo público.
El espacio se deslinda así del cuerpo material y lo que era
energía humana en el contenido del espacio se transmuta ahora
en código binario. Ese espacio, sin geometrías, que es privado
(pagamos a un servidor) nos permite articular un contacto pú-
blico en un nuevo fórum de conexión instantánea y sin límite
territorial, donde no tiene cabida la fricción corporal.
La desmaterialización del cuerpo genera un espacio de cone-
xión singular que nos abre al conocimiento, el conocimiento
del otro, de sus mensajes, de su historia. Sitúa la comunica-
ción en un ámbito horizontal y de intercambio. Metafísica de
las relaciones humanas incorpóreas. Como señala Lipovetsky
(2006), en su ensayo sobre el individualismo contemporáneo,
se ha trazado un universo socio-humano hecho de facilidades,
movilidades y conectividad generalizada. Bajo la bandera de la
desmaterialización, el nómada conectado se alza como la figura
distintiva de la ligereza híper-moderna.

2.  El dispositivo técnico y la optimización de los procesos


de rendimiento

2.1.  El Capital en la era cibernética

Si la máquina de hilar inició el proceso de la revolución in-


dustrial y el asiento global del capitalismo, podríamos decir que
la informática y las redes abren un nuevo capítulo en la trans-
formación y expansión del capitalismo.

247
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

La capacidad de la informática para acelerar procesos de traba-


jo y rendimiento se expresa en todas las dimensiones de la acción
humana. Desde el orden doméstico, al militar. Los movimientos
globales del capital financiero solo son concebibles en una di-
námica de conexión vía redes y de 24 horas los siete días de la
semana, lo que se da en llamar en la jerga de la economía, trabajo
24/7. Las enormes ganancias que esta carrera tras el andar del
sol permite (las bolsas van abriendo en distintos usos horarios)
otorga además a quienes controlan los mercados unos beneficios
económicos exponenciales a una velocidad de vértigo.
La propia dinámica expansiva y aceleradora del dispositivo téc-
nico-informático que utilizamos, permite conceptualizar y gestio-
nar algoritmos en creciente complejidad, mediante el análisis y la
búsqueda de soluciones basadas en la expansión de estructuras de
árboles de alternativa variada (Alternating Decision Tree, ADTree)
y selección múltiple, mediante robots que cada día y durante las
24 horas van articulando nuevas posibilidades financieras.
Esta búsqueda de beneficios económicos financieros, sin re-
lación directa con el orden e intercambio de materia orgánica,
genera una metafísica de la aceleración de procesos mercantiles
que confluyen en el colapso, y así lo ha demostrado el último
crack económico del 2008 (Amin, 2008).
Las estrategias de crecimiento acelerado no se han detenido
cuando el mercado estaba saturado de ofertas de bonos basura,
sino que la virtualidad de los procesos binarios de especulación
de materia inexistente, continuó buscando fórmulas de ganan-
cia rápida en la lógica expansiva del capital financiero, una lógi-
ca ya sin referencia con las condiciones orgánicas de la materia y
el tiempo que toda actividad humana requiere. La construcción
de esta economía virtual continuó con su lógica especulativa
hasta que la contradicción entre modelos especulativos (que
cabría denominar ahora como metafísicos) y la capacidad del
mercado de asumir estos juegos, provocó el colapso.
El colapso económico surge así como límite y frontera de la
aceleración de los procesos digitales en un mundo también ana-
lógico. Llegado un punto en la aceleración de los procesos de
rendimiento, un sistema colapsa; y eso que en medicina es bási-
co en la organización y salud de un cuerpo humano, parece que
también lo sea en aquello que denominamos un cuerpo social,
o una economía de mercado.

248
J. Sucari La irrupción de lo orgánico en un mundo digital

La materia orgánica difiere bastante en su composición y or-


ganización de un conjunto de bits que forman una frase y que
hacen posible la función expansiva del código binario como cir-
culación de conocimiento y como datos para la especulación.
Desde una óptica tradicional, en el campo de la física la acele-
ración en el mundo orgánico de la materia tiene sus límites. No
así en el mundo digital donde la aceleración de procesos es parte
constitutiva de su propia manifestación.
Observamos entonces en la economía actual varios procesos
de velocidad variable que están condicionando el control de los
actores que determinan el canal del juego económico: los pro-
cesos vinculados a las estrategias de poder por el dominio de las
materias primas entre corporaciones con intereses enfrentados;
la transformación de la materia orgánica a partir del control
genético; las fricciones en las relaciones de producción entre
trabajadores y las élites empresariales que detentan el dominio
de las herramientas de producción y la acumulación de plusva-
lías. A pesar de los cambios que se producen en los procesos de
producción y transformación de la materia con la aplicación de
biotecnología, así como en los profundos cambios de las relacio-
nes interpersonales, el control de los procesos de generación de
plusvalía, continúa intocable.
La distribución, circulación y expansión de conocimiento
que propicia la dimensión del bit, está provocando una nueva
y más radical concentración del poder económico y político.
Observamos la paradoja de que las grandes transformaciones
que se producen en nuestro mundo digital, afectan ciertas di-
mensiones de la producción y dejan de lado otras que conti-
núan inalterables.

2.2.  Tecnología digital y pensamiento político

Desde un punto de vista del análisis tradicional de la econo-


mía, como ya planteaba Marx en su momento, las máquinas,
al no contar con medidas políticas que alteren las relaciones
de producción, no reemplazan, sino que «amplifican» las divi-
siones previas en las relaciones laborales y sociales (Vercellone,
2016).
Postular una transformación automática de las relaciones de
producción y de control de la propiedad pública y privada bajo

249
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

las originales interrelaciones espaciales e interfaces operativas


que la cibernética e Internet hacen posible, no anula de por sí
las bases sobre las que se erige el poder económico.
El espacio cerrado del mercado tradicional donde se reali-
zaban intercambios de bienes y servicios entre compradores y
vendedores, se ha ido transformando en el capitalismo contem-
poráneo en un espacio interconectado globalmente donde se
comercia y se realizan transacciones entre servidores y clientes
que operan en una relación radial. Las redes de suministradores
y usuarios que operan ahora en el mercado digital está variando
el uso y valor que hasta ahora teníamos de la propiedad privada
y de la materia orgánica. De hecho las grandes corporaciones
que hoy día son el paradigma del capitalismo cognitivo, Goo-
gle, Facebook, Apple, no comercian por lo general con bienes,
sino con servicios de carácter cultural.
Sin embargo, los procesos de rendimiento económico en
nuestras sociedades siguen manteniendo el paradigma de una
economía tradicional o bíblica: el de la escasez de recursos como
elemento básico en la existencia natural, la producción y distri-
bución de bienes.
Es posible que la transformación de los procesos de produc-
ción en la gestión digital de la economía nos otorgue nuevos
modelos de análisis y obtención de plusvalías, así como de in-
tercambio de procesos y no de materias, pero parece haber un
a-priori conceptual y operativo que determina el orden de los
procesos cuantificadores. Una lógica desde la que opera el poder
y que configura el imaginario desde el que la ciencia económica
se mueve, el de la escasez de lo existente y lo ilimitado de la
explotación de aquello orgánico.
Ha habido en la teoría económica alternativas a una percep-
ción del flujo e intercambio de materia orgánica y al mercado
de compra-venta como un espacio y un modo de intercambio
determinado por la escasez. George Bataille en su libro, La Parte
Maldita (1949), propuso la sugerente hipótesis de que el pla-
neta tierra padece problemas de abundancia. Frente a una eco-
nomía clásica que siempre ha explicado la dinámica histórica a
partir de la escasez de recursos, Bataille en su formulación de
las Leyes de una Economía General, plantea que la vida sobre
la tierra es principalmente «el efecto de una loca exuberancia».
(Bataille, 1987: 57)

250
J. Sucari La irrupción de lo orgánico en un mundo digital

Este enfoque planetario a partir de unas premisas bioquími-


cas (la energía solar), genera una primera ruptura en el discurso
económico convencional que abre otros caminos en el marco
teórico y nuevos mapas en el imaginario económico. No intenta-
mos dilucidar en este artículo la validez o no de la propuesta y el
pensamiento cósmico/económico de Bataille, sino situar sus al-
ternativas en un marco de necesaria regeneración conceptual en
las formas y usos de comprensión del intercambio económico:

«todo concurre para obnubilar el movimiento fundamental que


tiende a volver la riqueza a su función, a la donación, al gasto
sin contrapartida» (Ibíd.: 49).

El desarrollo económico, desde la óptica de Bataille, es una


manifestación más del excedente de energía/materia, de la
abundancia que padece el planeta tierra. Del mismo modo que
la vida y evolución de las especies se explica como una respues-
ta no planificada al problema de la abundancia, el desarrollo
económico sería una respuesta cultural inevitable al problema
del exceso de recursos. Es la necesidad de la materia viva de
consumir el exceso de recursos lo que empuja al movimiento, a
la acción, a la producción; gasto de excedentes de energía, que
Bataille denomina, consumición.2
Si la hipótesis de partida significa ya una ruptura con el resto
de puntos de vista clásicos respecto de la generación de exceden-
tes, las soluciones que plantea Bataille son aún más interesantes:

«[…] la acumulación de riquezas equivale a un polvorín que


saltará un día u otro por los aires si no se procede a su consumi-
ción, a su gasto libre, improductivo» (Ibíd.: 238).

«En vez de operar con ella a nuestro antojo eligiendo formas de


disipación más favorables, nuestra ignorancia sobre la ley gene-
ral del gasto del excedente, nos lleva a sufrir las salidas catastró-
ficas de ésta energía: la guerra» (Ibíd.: 239).

2 
No es lo mismo la consumición colectiva en el ritual, a la que se
refiere Bataille, que el consumo individual en la sociedad del espectá-
culo.

251
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

A su entender, frenar el gasto de ésta sobreabundancia así


como retrasar el desarrollo técnico mediante el gasto utilitario
(la fabricación de sistemas de guerra y de defensa) ponen en
peligro a la humanidad.

«El desarrollo técnico, frenado por el gasto productivo de la


guerra, necesita direccionar su utilitariedad» (Ibíd.: 59).

Bataille, como sabemos, no es un economista. Pretende más


bien liberar al hombre del dominio de la economía y despertar-
lo a la conciencia de sí mismo, a la plena posesión de la intimi-
dad, a la soberanía y participación mística con el cosmos. Desde
su perspectiva, la economía se postula como una ciencia que no
dispone correctivos de un proceso lógico de acumulación, sino
de gasto, de consumición colectiva.

3.  La acción política vía internet

3.1.  La desfragmentación del espacio público y


del espacio del poder político

La informática y las redes sociales han creado espacios virtua-


les, no solo formales en cuanto a nuevas geometrías posibles,
sino también en cuanto a usos y maneras de ser de la comuni-
cación social. Esos espacios de intercambio que transitan entre
lo múltiple y lo individual, entre lo público de las redes sociales
y lo privado del móvil, se abren a interpretaciones desde una
nueva transversalidad para analizar las formas contemporáneas
de lo público y lo privado.
El valor de uso y el modo de comunicación que se genera
impulsa el desarrollo de un análisis teórico sobre las potenciali-
dades de esta nueva cotidianeidad donde una multitud interco-
nectada genera relaciones que transitan sucesivamente entre la
horizontalidad del peer-to-peer (P2P) mediante el intercambio
personal de archivos como una potente forma de producción
colaborativa basada en la práctica del bien común; entre la difu-
sión del ‘código abierto’ (la reciprocidad de la creatividad) o la
verticalidad de algunos servicios de plataformas específicas, tales
como Spotify en el ámbito de la música o Youtube en el de la

252
J. Sucari La irrupción de lo orgánico en un mundo digital

imagen, con Facebook o Google en las redes sociales, donde los


individuos comparten opiniones pero no colaboran entre sí en
relación con objetivos comunes; o la forma piramidal propia de
los dominios que operan como servidores de películas (general-
mente en forma ilegal).
Esta desfragmentación del espacio de contacto entre indivi-
duos, del modo de encuentro en el espacio público de la Red,
tiene enormes posibilidades en el desarrollo de una economía
colaborativa basada en el bien común, en la creación de valor
común. Este estadio técnico de la producción de valor inmate-
rial se acompaña a su vez de la fragmentación del poder político,
que desde hace ya décadas no se encuentra en el castillo, sino
en la red de unas multinacionales sin un centro tangible. Un
poder económico líquido y global que domina las diversas di-
mensiones que van de la información y el manejo de datos, a la
voluntad de posesión y manejo de los restos fósiles y la materia
orgánica.
De qué manera los movimientos sociales de resistencia pue-
den contrarrestar este poder difuso pero omnipotente de las
corporaciones, esta tensión que se genera en las posibilidades
colaborativas de la Red frente al deseo de control del capital de
las nuevas relaciones de producción que se generan, marca una
de las encrucijadas en que nos sitúa esta era cibernética, cuya
enorme expansión técnica se intenta que solo beneficie a unos
pocos, en un proceso de concentración del capital y homologa-
ción ideológica superior incluso al de la denominada sociedad
de masas del siglo XX.
Existen en los mass media contemporáneos discursos tradicio-
nales de carácter profético positivista frente a la enorme impor-
tancia que adquieren los procesos cibernéticos en nuestra so-
ciedad. Abundan también aquellos discursos anti-tecnológicos
construidos mediante visiones apocalípticas de una inteligencia
artificial dictatorial, o en su contrario, utópico-positivas donde
la propia tecnología regula los desfases que el neoliberalismo
califica de anti-humanistas, en referencia a la lucha de clases.
Pero si nos servimos de posturas teóricas con cierta trayecto-
ria para poder analizar la paradoja de la actual concentración
de poder en un mundo con una enorme expansión tecnológica
y en la circulación de conocimiento que se produce, conviene
revisar aquello que la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt

253
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

ya señalaba en los primeros decenios del siglo XX, a ser, que el


desarrollo técnico con su enorme promesa de transformación,
contenido por las relaciones de producción imperantes, llevan
tarde o temprano a un estadio de implosión del sistema, es de-
cir, a la guerra, o lo que podemos entender desde su remisión
contemporánea, al colapso.
El desarrollo técnico de nuestros días, con la cibernética y las
redes como impronta, representa un salto tecnológico y bio-po-
lítico, homologable quizás al que podríamos reconocer en la
máquina de vapor del siglo XIX. Esto configura sin duda un
nuevo mundo de relaciones, de apertura de espacios y de tiem-
pos, de variaciones en la gestión de la materia, con los conse-
cuentes cambios en el imaginario social.
James Burke, un conocido historiador, periodista y divulga-
dor científico de la BBC, señalaba en una afamada serie para
televisión de los años 80, que el invento del tren deparó la ma-
yor mutación e hibridación genética de la humanidad hasta ese
entonces, al acercar a personas de territorios lejanos. Hoy día,
podemos comprender siguiendo esa lógica, que el desarrollo
tecnológico no tiene una función en sí mismo, sino que la he-
rramienta crea el gesto, la necesidad. Delimitar y contener a
priori la salida de nuevos inventos y herramientas técnicas, es
difícil, casi imposible.
Desde sectores afines a una voluntad de racionalización de
las dinámicas sociales (Gadamer, 1993) se habla de la necesidad
de una nueva Ilustración que interprete y reconduzca las formas
destructivas del pensamiento máquina, en una época de peli-
grosa metafísica narcisista (Garcés, 2017). Desde esta óptica,
la demanda de racionalización de los procesos de la economía
digital es más una exigencia de orden político y moral que una
dinámica propia de los procesos de multiplicación de datos, de
información, de interfaces hombre-máquina, del capital cog-
nitivo y financiero. Nadie se va a desconectar de la máquina.
Nadie va a desconectar la máquina.

3.2.  La virtualización de los movimientos sociales.


Las redes sociales

En este estado crítico de los procesos de producción del capi-


tal, reconocido por una amplia mayoría de ciudadanos que for-

254
J. Sucari La irrupción de lo orgánico en un mundo digital

man parte de ese 99% que marchan hacia la pobreza; la acción,


el qué hacer, choca con la capacidad militar e ideológica del
poder y de las élites dominantes (políticas, militares, religiosas,
económicas) que se han enrocado en un discurso auto-convin-
cente y auto-sostenible del pensamiento único.
El control de la materia orgánica del mundo, que es su lucha
global por el poder (la materia alimentación, la materia agua,
la materia luz, la materia energía) asume que ya no necesita del
ciudadano, sino como consumidor, ni de una democracia par-
ticipativa, por lo que las demandas de distribución racional de
las riquezas por parte de múltiple sectores de la sociedad no son
tenidos en cuenta. Pueden salir a la calle millones de personas,
como lo demostró la guerra de Irak, las manifestaciones contra
el G-20, o las innumerables protestas contra la corrupción y el
desfalco de los bienes públicos por parte del poder que se suce-
den continuamente en todo el mundo, pero el poder estableci-
do hace oídos sordos de todo aquello que se aparta de su propio
discurso, del pensamiento único que propagandiza y difunde a
través de sus medios de comunicación.
El poder es capaz de articular un mundo de fantasía, apoya-
do por la industria audiovisual y de la información, donde dar
validez a su ideología de dominación. Ese mundo virtual que
expanden los media, tiene su correlato represivo en el espacio
analógico del intercambio ciudadano cotidiano, mediante el
establecimiento de una burocracia decimonónica en todos los
estamentos de la vida cotidiana, en la presión estatal a tra-
vés de impuestos y el dislocamiento de los servicios públicos
(sanidad, educación), del miedo y la violencia como forma
de contención, de la precarización y miseria como horizonte
de quien no consiga y acepte estar dentro del sistema, deli-
mitando así dos dimensiones estratificadas: fantasía digital y
represión analógica.

3.3.  Formas de la respuesta ciudadana en la época de la presencia


virtual

La informática y las redes han acelerado el proceso expansivo


del llamado capital cognitivo, y a su vez hacen posible la co-
municación horizontal de una ciudadanía inter-conectada que
retorna a formas propias de la oralidad donde la puesta en cir-

255
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

culación de mensajes ya no deben pasar invariablemente por el


centro del poder. En ese nuevo espacio virtual de la Red se con-
figura una nueva democracia donde la configuración de redes
sociales ha ayudado a que la sociedad civil se organice de formas
novedosas e imprevistas; creando nuevos foros, compartiendo
saberes, apelando a nuevas formas de resistencia.
Las formas, dinámicas y direcciones que adoptan estas redes
sociales en nuestras sociedades híper-conectadas forma parte de
la especulación cotidiana en el ámbito del periodismo; desde el
márketing, obsesionado con los misterios de la viralidad de cier-
tos mensajes; o desde el político. Pero más que preguntarse so-
bre los nuevos procesos que han surgido en este espacio virtual,
que transporta infinidad de datos asociados a una red global de
millones de usuarios, quizás sería más efectivo preguntarse por
aquellos procesos que están siendo coartados desde el poder en
relación con las posibilidades expansivas del bien común que
son capaces de generar la conexión por redes.
La profundización de la democracia como forma de organi-
zación social y política, puede encontrar en las tecnologías de
la comunicación horizontal una herramienta eficaz de partici-
pación y crecimiento exponencial en la circulación de saberes y
experiencias. Sin embargo, la producción y difusión de saber,
la comunicación en su sentido más laxo, continúa maniatada.
Los movimientos vinculados al copyleft3 y el software abierto,
plantean una circulación de conocimientos y experiencias que
permiten vincular multitud de saberes en el desarrollo de un
objetivo. Esta suma de saberes para el desarrollo de una herra-
mienta común contradice las enormes ganancias que la con-
centración tecnológica y de materias primas pone en mano de
laboratorios, corporaciones y grandes empresas. La extensión y
refuerzo del sistema de derechos de propiedad intelectual y, en
particular, de las patentes por parte de la industria, trabando
así un proceso de circulación de los conocimientos y de inno-
vación, implica una respuesta de las élites poseedoras de los
medios de producción que no está acorde con las dinámicas
del desarrollo tecnológico y comunicacional de nuestros días.

3 
El copyleft es un método general para liberar un programa u otro
tipo de trabajo en el sentido de libertad, no de gratuidad, que requiere
que todas las versiones modificadas y extendidas sean también libres.

256
J. Sucari La irrupción de lo orgánico en un mundo digital

Tenemos las herramientas, pero no tenemos el control (Stall-


man, 2004).
El común, el patrimonio cognitivo y social que es potestad
de todos, se encuentra frente al acaparamiento empresarial con
unos intereses muy determinados. La información periodística
representa los intereses de grupos cada vez más radicales en la
gestión de generación de opinión. Los intereses del bien común,
vinculado a saberes de sostenibilidad del ecosistema natural, se
subsumen a los beneficios empresariales de una industria como
la alimentaria que se apropia de bienes de la humanidad. Se im-
pide el desarrollo de un espacio público de intercambio que no
sea engullido por los intereses del capital privado que especula
con el espacio como forma de mercancía. Se cercena la capaci-
dad de desarrollar un tipo de saber colectivo, un conocimiento
basado en la experiencia y no en las imposiciones de la insti-
tución-Gobierno o de la institución-Academia, o de cualquier
supuesto saber que potencie un conocimiento horizontal del
común en transformación permanente. Un saber que surja en
defensa de una racionalidad que se pueda oponer a la lógica
exclusiva del rendimiento, que reivindique una Academia como
institución vinculada a la generación y distribución de un saber
colectivo; no para su privatización.
Las dinámicas opuestas, los choques entre las formas que se
abren como posibilidad de desarrollo de aquello común, me-
diante la utilización de las nuevas tecnologías de la comuni-
cación, se oponen a aquellas que un poder elitista no piensa
otorgar a la ciudadanía, lo que ha ido generando acciones de
resistencia y luchas por el control de los discursos mediáticos, en
un entorno en que el dispositivo técnico asume el especial poder
de unas formas que supuran fascinación técnica.
En lo que podríamos entender como una primera fase de las
reacciones sociales durante los primeros años del siglo XXI, re-
feridos a los procesos de constitución del espacio virtual y de la
comunicación por redes, observamos que la resistencia por par-
te de una ciudadanía impertérrita frente al poder, una ciudada-
nía, llamémosle educada en las formas del modelo cartesiano (el
yo y el mundo como externalidad), frente al enorme avance de
las corporaciones y de las élites que las conforman y que le dan
su cobertura y apoyo, se encontró frente a múltiples problemas
de nuevo cuño (Klein, 2003).

257
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

No solo es el miedo social e individual ante la marginación


del mundo unidimensional que forja el poder, tildando a todo
movimiento cuestionador de la legitimidad social como an-
ti-sistema; sino empujando a los movimientos de resistencia
hacia fórmulas que parecían ya superadas, propias de las luchas
contestatarias de los años 70 en Europa. En esta marginación
del denominado movimiento o sujetos anti-sistema, el poder ha
intentado legitimarse presentándose como un todo indivisible
que constituye el «adentro del sistema» y quien defiende desde
la legitimidad de la jurisprudencia establecida este todo orgáni-
co e indisoluble.
Asistimos a partir de ese momento no solo a una vuelta de
pasadas estrategias del poder por demonizar a nuevas formas de
resistencia, sino que a estos auténticos déjà vu de la represión
estatista y paramilitar aplicada en los años de plomo en la Europa
de los 70, se sumó un nuevo estado de cosas donde la fragmen-
tación del espacio público, del espacio virtual, del poder político
y económico, hicieron variar las formas de resistencia y choque.
La participación ciudadana como paradigma de una democra-
cia real, una de las basas posibles en una sociedad híper-conec-
tada por Redes, campa en este paisaje, por su ausencia. Desde el
poder mediático-corporativo se pretende hacer inoperante toda
participación democrática en las calles que denote autogestión o
crítica de las formas contemporáneas del capitalismo, condenan-
do al espacio virtual a las formas alternativas de resistencia social.
En la primera fase digital de la Red, la resistencia social se
agazapó en espacios alternativos aún no del todo ocupados. In-
ternet, con su potencial de conexiones horizontales surgió como
un espacio alternativo de resistencia viable. Lo múltiple cuanti-
tativo se hizo así plataforma de exigencia y presión ciudadana.
Una estrategia para reivindicar un nuevo orden de lo material
desde un entorno virtual.
De la vanguardia como estrategia de grupo de avanzada que
toma el poder por un imperativo, digamos moral, que definió la
lucha por el poder desde finales del s.XIX, parece que pasamos
a la minoría lúcida que en un movimiento expansivo intenta
consolidar una conciencia planetaria de carácter racional y de-
mocráticamente sostenible.
El e-mail participativo pareció constituirse entonces como su
mejor estrategia política. Ciudadanos digitales por la transpa-

258
J. Sucari La irrupción de lo orgánico en un mundo digital

rencia democrática que a partir de la suma de firmas pretenden


crear no solo un estado de opinión, sino una acción con resul-
tados concretos.
La comunidad de Avaaz, aún hoy día operativa, es uno de
estos ejemplos. Uno de los comunicados de marzo de 2010 que
difundía la organización explicaba lo siguiente:

«Algo muy importante está sucediendo. No se trata únicamente


de que 100.000 personas se vienen uniendo a nuestra comuni-
dad cada semana, generando más de 25.000.000 de acciones a
través de internet y un revuelo sin precedentes. Y del extraor-
dinario entusiasmo e interés que Avaaz sigue despertando. Ade-
más de todo ello, estamos ganando. Una y otra vez.
En muchos casos, nos estamos embarcando en batallas prácti-
camente imposibles de ganar, y con escaso tiempo para actuar.
Pero a través de la rápida e irresistible avalancha de participa-
ción ciudadana estamos logrando inclinar la balanza y conseguir
nuevos logros en múltiples frentes. The Economist, Le Monde,
Al Jazeera y otros muchos medios de comunicación se están
haciendo eco de nuestros «espectaculares éxitos», que pueden
desembocar en una revolución política» (Avaaz, 2010: 1).

Esta forma de virtualización del espacio político, ahora glo-


bal, insiste en la validez de su formato de acción. Y sin lugar a
dudas, es una opción posible de presión. No estamos valorando
la funcionalidad de comunidades de esta índole. Hacemos hin-
capié en las formas de acción política en esta era del capitalismo
cibernético. Formas de acción que sugieren la viabilidad de una
acción política sin fricción, es decir, sin la conquista de un es-
pacio de representación simbólica del poder (el castillo) ya que
ese espacio del poder se ha fragmentado y ha asumido otras
capacidades simbólicas.
Lo que llama la atención es la comodidad de ese mundo vir-
tual que permite sacudir las estructuras del poder en su lucha
contra la censura, contra la defenestración de la naturaleza, con-
tra los monopolios de la información, y un largo etcétera, desde
el espacio privado/público de casa, que suele ser denominado
como un activismo de sillón, también conocido en la jerga an-
glosajona como slacktivism.
Es claro que Avaaz se presenta como una estrategia más en
una acción política diversificada de resistencia. Pero esta acción

259
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

desde el espacio de intercambio virtual configura una burbuja


paralela a la otra burbuja que se denomina a sí misma como el
sistema, y que se quiere única e indivisible y que nos alecciona
con un discurso totalizador, dejando fuera a aquellos que no
siguen sus normas y sus modelos.
A la manera en que el filósofo Peter Sloterdijk (2003) entien-
de la actuación ciudadana en la micro-esfera social, parece que
asistimos a la conformación de esferas sin capacidad de aproxi-
mación tangencial. La fricción de lo orgánico, que es cuerpo y
materia, y que reta a su oponente en el espacio, se licúa en el
espacio sideral de la maqueta digital.
El peligro de esta virtualización de la acción política parece
coincidente con la experiencia de la lucha de los años 70 tanto
en Europa como en Latinoamérica por parte de los movimien-
tos a favor de la toma violenta del poder. Constituyen organiza-
ciones cerradas y sin movimientos de base, al que de hecho han
sido empujados por las fuerzas que gobiernan los entramados
del poder.
Este activismo que aprovecha el espacio virtual, pero que ca-
rece de resonancias en otras esferas o espacios de fricción orgá-
nica, demuestra el hundimiento del concierto social, y la inca-
pacidad de respuesta ciudadana de una democracia castrada, y
expresa la tipificación de los espacios como esferas discontinuas,
mundos paralelos donde se establece un orden cósmico cuya
presión cotidiana sigue ahí, inmutable a cualquier crítica, con
la consecuencia que hemos ido dilucidando: la barbarie como
opción/imposición del sistema económico dominante. La con-
figuración de la barbarie como motor de continuidad del llama-
do capitalismo cognitivo.

4. Conclusiones

4.1.  Exuberancia frente a escasez

La continua expansión y aceleración de los procesos digitales,


con su alta capacidad de contacto horizontal y distribución del
conocimiento, nos abre a nuevos modelos de gestión y desarro-
llo, basados en una más profunda y profusa democracia parti-
cipativa.

260
J. Sucari La irrupción de lo orgánico en un mundo digital

Sin embargo, los procesos horizontales de saberes compartidos


vinculados al desarrollo económico y científico, son maniatados
por las élites que controlan las herramientas de producción, que
priman la investigación de carácter militar, y que almacenan
saberes públicos y patrimonio común de la naturaleza orgáni-
ca mediante el control de patentes de semillas y desarrollo de
transgénicos.
Estos límites a una utilización racional de la potencia digital
se imponen a una distribución equitativa de riqueza, y se ex-
trapolan también al ámbito de la circulación de saberes en la
medida en que las tecnologías digitales puedan atentar contra la
ideología básica de la acumulación de capital, que se manifiesta
en la propiedad privada y en el control de las materias primas.
Las preguntas sugeridas en relación con la transformación
que el mundo digital puede acarrear a nuestra noción de espacio
y tiempo, a la vez que a nuestras tradiciones más arcaicas de acu-
mulación de bienes, como también a su destrucción, continúan
en pie desde las últimas tres décadas. Estos planteamientos su-
gieren a su vez diversos cuestionamientos:
—¿Es capaz el mundo digital de auspiciar nuevas formas de
articular la realidad económica y social?
—¿Debemos comprender al mundo analógico como un mun-
do de realidades orgánicas vinculado al tiempo de procesos
vida-muerte, y al mundo digital como una construcción
numérica condenada a una aceleración permanente?
—¿Qué forma adquieren los espacios híbridos entre lo virtual
y lo presencial?
—¿Quién fijará los límites que gobiernen el espacio virtual
y el presencial; deben ambos regirse por las mismas leyes?
—¿La mercantilización del tiempo y de la experiencia hu-
mana, hará que toda relación cultural y social se fije con
parámetros comerciales, siendo la explotación integral de
las relaciones humanas el próximo estadio del capitalismo
cognitivo?

No estamos hablando exclusivamente de leyes jurídicas que


delimiten la ética de los descubrimientos científicos, sino de
todo aquello que desde una óptica humana nos vincule con la
velocidad de los procesos orgánicos de vida y muerte, que son
quienes rigen y dan sentido en última instancia al imaginario de

261
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

los procesos de ganancia y pérdida; y que determina los límites


de velocidad y formas de contacto en paradigmas fijos, sean es-
tos científicos o religiosos.
No en vano, desde los ambientes vinculados al neoliberalismo
más radical se cuestionan los límites de duración de la vida y el
pedestal genético, abriendo la utopía de la inmortalidad para
las élites que puedan pagarse los tratamientos genéticos necesa-
rios. Aquello que Rifkin (1999) cita como la apertura del nuevo
siglo de la biotécnica, donde las tecnologías de la información
y la genética se funden en una nueva y poderosa realidad tec-
nológica mediante una visión de la naturaleza compatible con
los supuestos operativos de las nuevas tecnologías y la econo-
mía global. Aquello que para Mae Wan Ho (2001) constituye
la nueva promesa de sueño o pesadilla de la ingeniería genética.
Los brokers de Wall Street quieren aumentar los inputs de sus
ganancias (y la de sus inversores) sometiendo al resto de la po-
blación a una competencia de verdaderos atletas. Han impuesto
las bases de comportamiento, los modelos sociales e ideológicos
apoyándose en la narrativa ficcional y propagandística para que
esto sea posible, basándose especialmente en la tv y el cine, pero
también en el periodismo y la literatura. Las comunidades ur-
banas parecen responder con satisfacción al llamado a la acelera-
ción, a la fascinación por el dispositivo técnico de la imagen, y a
participar en la acumulación de capital al precio que sea.
Sin embargo, este juego de la especulación financiera en la
bolsa global (propio del dispositivo técnico que está abierto en
esencia a la interactividad y al juego, donde la interface hombre/
máquina provoca una relación lúdica), que intercambia datos
y bits, y que dispone de todos los medios materiales y técnicos
necesarios, encuentra un límite en el propio sentido de su acti-
vidad: la multiplicación de la riqueza.
La realidad aumentada a partir de bits, el mundo entendido
como una maqueta donde simulamos acciones, según situaba
Weibel (2003) el sentido del mundo digital; esta economía glo-
bal que se organiza a partir de la información, choca con la
geometría clásica en que se basa nuestro conocimiento y gestión
de la materia orgánica.
Las operaciones informáticas y las redes, que aceleran el pro-
cesamiento y distribución de datos y por lo tanto de operacio-
nes cuantificables, desborda el contenedor de acumulación que

262
J. Sucari La irrupción de lo orgánico en un mundo digital

rige el imaginario del capital y hace posible una nueva esfera de


relaciones de producción y de interrelaciones laborales posibles.
El bit financiero que corre desbocado por la Red global tiene
como límite la propiedad privada y los intereses de las élites do-
minantes. Se multiplican las ganancias exponenciales en este de-
venir de la aceleración técnica, pero se contiene, se pone freno,
a la cantidad y a la calidad de jugadores posibles. La pirámide
gobierna el orden de los factores puestos en circulación. Si por
el bit fuera, en su lógica interna de producir mayores ganancias,
seguiría corriendo por el mundo hasta generar unas formas de
energía, muy próximas a las teorías que declinan toda posibili-
dad de determinación apriorística. Sabemos dónde y cómo co-
mienza, pero no a dónde nos puede llevar este acontecer.
Sin embargo, este mundo virtual, este espacio de transacción
choca con los límites de lo real; que no es ahora solo la materia
orgánica, a quien desdeña desde la óptica sin límite de lo utópi-
co virtual, sino desde la fricción de lo social en que se sostienen
nuestras relaciones de producción.
Para que el poder y el dinero tengan un valor determinado en
el sistema económico actual, su posesión debe estar limitada. Su
valor, por lo tanto, es intrínsecamente proporcional a la canti-
dad de gente desposeída. La riqueza en el capitalismo se mide
en función de la cantidad de pobres que no pueden acceder
a ella. La apropiación de una exuberancia ya dada, frente a la
confección racional de carencia y escasez.
En sectores afines a la especulación bursátil del capital se en-
tiende que los propios brokers, la vanguardia de Wall Street, son
quienes hundieron a Wall Street, y que esta danza en trance de
la aceleración indefinida, conduce a la implosión del sistema
(Neumann, 2011).
El colapso es fruto de la propia lógica del capital financiero
que no encuentra límites tangibles, que en su virtualidad no
choca con otros límites, en un mundo sin fricción aparente que
se perpetúa en su reflejo. Un movimiento narcisista que lleva
a lo hondo del propio reflejo la búsqueda ininterrumpida de
la multiplicación del capital, de la aceleración de los procesos
vitales.
Las carencias de opciones de fricción, de posibilidad de ex-
presión del deseo en un espacio analógico que nos niega el or-
den represivo del capitalismo actual, es una variable trágica a la

263
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

hora de entender cuáles pueden ser los próximos episodios de


resistencia social al avance incontrolado de los intereses corpo-
rativos.
La búsqueda de espacios donde generar una respuesta social
crítica, adecuada al grado de transformación que los dispositi-
vos técnicos hacen posible, forma parte del activismo contem-
poráneo. Una oposición del común frente a los movimientos
de destrucción y acaparamiento de riquezas que continuarán
inexorablemente por parte de las corporaciones que ya han de-
jado bien clara cuál es su apuesta y cuál su horizonte de batalla,
la materia orgánica planetaria, y en el camino, nuestras mentes
y corazones.
La dificultad de acción política en un espacio común adecua-
do puede propiciar la efectiva implosión del sistema solo para
bien de los que desean que la barbarie sea el pan de cada día en
una selva donde se imponga la ley del más fuerte.
Un mundo sin espacio para la respuesta social, para la viven-
cia de un tiempo y un imaginario orgánico, es un escenario de
barbarie, que según parece, es el estadio en que los privilegios
materiales permanecerán incólumes, incluso al coste de tran-
sitar por una zona de destrucción global donde la tecnología
será el nuevo Gólem que herido de melancolía y odio, se erigirá
como el mesías del dolor y la muerte.

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265
10.

Crítica del Quietismo:


Hacia un nuevo modelo activista
de democracia

Fernando R. Contreras
Juan Carlos Gil González

1.  Contra la inacción: Política, dogmatismo y ciencia social

Los sofistas fueron considerados legionarios de la viva ilusión.


Se valieron, principalmente, de la argumentación oral para con-
vencer al público, antes que para descubrir la verdad sobre las
personas y los interrogantes filosóficos de su mundo. El arte
del discurso, que comenzó como una estrategia retórica en las
disputas jurídicas, luego se utilizó para la defensa de una deter-
minada tesis y, a su vez, para hallar presupuestos con los que
atacar las objeciones de los adversarios a dicha tesis primigenia.
De esta forma, la tarea filosófica adquirió una nueva dimensión
social, pues a través de ella se podía alcanzar el poder y acceder a
las responsabilidades públicas mediante el encanto seductor que
reportaba la elocuencia.
Gorgias y Protágoras contribuyeron a potenciar el encanto de
la discusión, esa magia de la confrontación dialéctica que con-
sistió en introducir la crítica universal. Poco después, la filosofía
platónica recogió aquella sedimentada herencia filosófica con
la que comenzó su indagación sobre la ética de la verdad y del
bien, en clara confrontación con los sofistas que la emplearon
inmoralmente para acceder al poder, al placer y a la obtención
de riqueza. No obstante, la imaginación polémica de los sofis-
tas, ese afán un tanto vacuo por la discusión, ha permanecido
como un vector indisociable de la tradición política liberal que
se implantó en Occidente con el paso de los años.
La democracia liberal que echó raíces con la Revolución Fran-
cesa se asienta en unos valores compartidos por todos aquellos
ciudadanos que formaban parte de una imaginada comunidad
política. El Estado liberal secularizado del siglo XIX se fue asen-

267
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

tando en un conjunto de presupuestos políticos (sufragio uni-


versal masculino, igualdad política de los individuos, en fun-
ción de sus rentas, acceso a los puestos de la administración)
que se apoyaba en una concepción formalista de la libertad. Por
eso, con el paso de los años, el Estado y sus instituciones, como
detentadores de todo el poder, han ido defendiendo una con-
cepción cada vez más igualitaria de los derechos. Se pensó, por
parte de los teóricos liberales que existía una conexión implícita
entre la libertad y las pretensiones de bienestar individual, de tal
forma que, cuanto mayor fuera la primera, más amplio sería el
efecto multiplicador del individualismo.
Sin embargo, en las últimas Constituciones aprobadas a finales
del siglo pasado, brotaron las partes dogmáticas de las mismas,
compuestas todas ellas de una serie Derechos Fundamentales
muy protegidos que, en muchas ocasiones, se transformaron,
de un lado, en una exigencia limitativa al poder legislador y,
de otra, en la aparición de un grupo de servicios públicos de
cumplimiento ineludible para los poderes públicos: la atención
sanitaria, la educación, la seguridad, la libre expresión del pen-
samiento, la libertad de reunión, la libre sindicación…
El asentamiento de estos derechos en las democracias avan-
zadas es fruto de varios factores, entre ellos, la lucha colectiva
por su consecución, la concepción del individuo como persona
integrada en una sociedad que exige su protección, y la presión
ejercida por el pensamiento político de los líderes de opinión
y de los movimientos sociales. Ahora bien, este nuevo Estado
basado en los principios liberales se ve estimulado a ensanchar
de manera utópica e ilusioria las ofertas de bienestar con las
que avalar su propia legitimidad, enredándose en una espiral
de expectativas de toda índole que difícilmente podrá cumplir
y que pueden acabar estrangulándolo. No sorprende, por tanto,
que Zagrebelsky, en su agudo ensayo titulado Contra la ética de
la verdad defienda que:

El consumo irresponsable de los recursos comunes, el espíritu


de opresión, la caída de las motivaciones de la acción solidaria,
la apatía, la desorientación cultural y la ilegalidad capilar, son
todas razones que justifican la alarma sobre la conservación de
nuestros vínculos sociales y políticos en las sociedades occiden-
tales (Zagrebelsky, 20: 2010).

268
F.R. Contreras; J.C. Gil Crítica del Quietismo...

No parece que el discurso político actual haya evolucionado


en la composición de su naturaleza cuando, en la actualidad,
sigue mezclando la verdad con la apariencia (por ejemplo, la
confrontación entre la versión oficial ofrecida por el Gobier-
no español sobre el atentado del 11-M del 2004 y la realidad
de los hechos); la libertad y la represión, (por ejemplo, con
la aprobación de la Ley Orgánica 4/2015, de 30 de marzo, de
protección de la seguridad ciudadana conocida como Ley mor-
daza, cuando, en el fondo, se dio más poder a los Cuerpos y
Fuerzas de Seguridad del Estado); la justicia y la injusticia (po-
dría citarse el Real Decreto-ley 12/2012, de 30 de marzo, por el
que se introducen diversas medidas tributarias y administrativas
dirigidas a la reducción del déficit público, cuando el objetivo
primero era una injusta amnistía fiscal para los evasores de
impuestos).
Estas situaciones, enumeradas por vía de ejemplo, nos llevan
a considerar que la nueva retórica política, explicitada de múl-
tiples formas («videopolítica», «democracia 4.0», «videoactivis-
mo», «movimiento social») debe ser pensada desde la convicción
intelectual de que toda tesis, por muy fundada o argumentada
que aparezca ante la opinión pública, puede y debe ser pensada
desde otra perspectiva y, por tanto, discutible. Postulado éste
que nos lleva a entender que no existen dogmas inamovibles,
sin por ello, caer en el relativismo más radical. De ahí que, a
comienzos de este nuevo siglo, el surgimiento de los nuevos
movimientos sociales y las emergentes prácticas del activismo
político hayan vuelto a recuperar la esencia de la palabra, la
importancia del discurso más que del mensaje.
Las manifestaciones de los recientes movimientos sociales
(como el «15-M» en España) indican que existen síntomas de
la enfermedad que padece la libertad, la convivencia y la armo-
nía social en las sociedades contemporáneas. Sin embargo, estos
movimientos sociales, que podríamos decir que se localizan por
toda Europa, revelan una grave crisis de las relaciones de poder
que ejercen los Estados con sus ciudadanos. La falta de con-
fianza en un ejercicio honesto del poder, la corrupción política
de las instituciones públicas, aparecida en todos los niveles de
gestión, unidas a una inmisericorde falta de compromiso social
con los más desfavorecidos ante las exigencias que devienen de
la presión de este neocapitalismo exacerbado, pueden explicar el

269
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

aumento de la tensión social y han supuesto el detonante de las


últimas movilizaciones políticas de la ciudadanía.

2.  La huella histórica en la teoría política

La idea de una ciencia de la sociedad que estudie con dete-


nimiento las condiciones de relación de los miembros de la co-
munidad política ha rondado en numerosas ocasiones alrededor
del proyecto del Estado moderno. La aparición de los científicos
sociales es simultánea a la explicación racional del significado
de la libertad humana en el pensamiento barroco. La filoso-
fía política que profundiza desde una perspectiva teórica en el
pensamiento antidogmático, sigue siendo, por la naturaleza de
su objeto, la ciencia de lo racional y no, como muchos teóricos
han defendido, la ciencia de lo histórico. Por ello, la política fue,
casi hasta la posmodernidad, la ciencia de lo posible, en el mejor
sentido del término, y en ningún caso lo concerniente a lo real
fáctico: scientia possibilum quaatenus esse possunt.
Durante el Barroco, la filosofía de Leibniz esclareció la impor-
tancia de una relación de reciprocidad entre unidad y multiplici-
dad, entre duración y cambio. Leibniz (2002), a través del prin-
cipio de mónada, llevó el estudio de la individualidad a su más
profundo conocimiento. Por otro lado, Horkheimer en el siglo
XX descubrió que tras el reconocimiento de lo individual existe
una relación espiritual universal que une a todos los humanos.
Por esto, a pesar de algunas teorías neoliberales, la política,
desde una perspectiva puramente teórica, no se cimenta sólo en
el imperio de los hechos, ni tampoco el imperio de las ideas. Es
una conjunción de diversas disciplinas que tratan de ofrecer una
nueva definición de la actividad que debe gestionar la vida en
sociedad de los ciudadanos, para lo cual es preciso contar con
un concepto nuevo para el individuo con el que poder elaborar
sus diversas significaciones, las cuales deben tener en cuenta los
múltiples roles sociales que puede desempeñar dicho individuo.
Cuando Leibniz formula la naturaleza del ser, la fuerza de sus
motivaciones y funda mediante su metafísica (de las mónadas)
la idea de la continuidad, nos enseña a ver que la identidad y la
continuidad, unidas, se convierten en el lugar de dónde surge la
totalidad de la concepción del individuo.

270
F.R. Contreras; J.C. Gil Crítica del Quietismo...

Horkheimer lo expresó de otro modo cuando reconocía que


toda la revolución social (y obrera) se preocupó demasiado de la
igualdad material entre los hombres hasta el punto de olvidar el
cultivo de la igualdad espiritual. Esta lamentable imprevisión,
provocada por las exigencias de supervivencia, ha impedido
comprender de forma cabal el concepto de la unidad de la hu-
manidad en su condición de multiplicidad. Estas ideas básicas
que podrían haber dado nacimiento a nuevas metodologías so-
ciales, jamás fueron coordinadas con lo racional. Demasiados
prejuicios se interpusieron. El más importante, a nuestro juicio,
la desconexión entre lo religioso y lo histórico.
La teología es la materia que ensancha los conceptos de la fi-
losofía, allá donde a la razón le es complicado llegar: la reunión
de ricos y pobres, de personas cultas e individuos bárbaros, no
pasa desapercibida, por ejemplo, a pensadores del deísmo inglés.
La religión introduce, en parte, en la política, y en general, en
los sistemas éticos, la necesidad de la motivación de la acción,
que debe ser deudora de la percepción del mundo y de su cono-
cimiento. Ahora bien, su efectividad, su ser esencial, sólo pue-
de verificarse nada más que en el sentir y en el obrar. Cassirer
dice sobre la religión lo que hoy podríamos pensar de los movi-
mientos actuales de la ciudadanía: «Así resulta que los criterios
puramente intelectuales se sienten cada vez menos suficientes.
No es posible fijar el valor de verdad de la religión con criterios
puramente teóricos ni es posible resolver acerca de su validez de
manera abstracta, sin tener en cuenta sus efectos morales» (Cas-
sirer, 2013:193).
Los prejuicios políticos respecto de la religión se vivieron in-
tensamente durante la Ilustración, esa época en la que la re-
flexión sobre los problemas de la felicidad humana debía re-
solverse mediante la racionalidad de las respuestas que podía
ofrecer la Naturaleza, donde había que encontrarlas. La libera-
ción del hombre de su culpable incapacidad, como decía Kant,
consistía en la necesidad de servirse de la inteligencia mediante
la guía de otro. Por ello fue esta época un momento intenso
de ruptura con la costumbre y la tradición, que más bien eran
consideradas como elementos que sujetaban a las personas a un
pasado histórico opresor.
De hecho, dichos relatos eran demasiado dirigentes, dema-
siado controlados y conservadores como para permitir nuevas

271
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

transformaciones sociales. Sin duda, esa convicción de que el


progreso residiera en cortar con el pasado explica la intolerancia
sobre las cuestiones religiosas que habían sido las predominan-
tes desde la caída del Imperio Romano, al menos en Occidente.
El fanatismo supersticioso fue combatido con los mismos prin-
cipios fundamentales que ofreció el antropocentrismo racional,
de la misma forma que en el Renacimiento se utilizaron para
enfrentarse al oscurantismo medieval. Sin embargo, muchos
ilustrados se reconciliaron con la religión al comprender tan-
to sus errores (idolatría, fanatismo, superstición, ilusionismo)
como su esencia y verdades peculiares, pues comenzaron a en-
tender la dimensión espiritual del ser humano.
Cuando las personas con inquietudes intelectuales carecen de
nociones claras sobre el concepto de la Divinidad, las ideas fal-
sas aparecen como sustituto. Son como una suerte de narcótico
que, como en los malos tiempos, permite el tráfico de una mo-
neda devaluada como si fuera de la mejor calidad. La confusión
es general y existen pocos intentos de explicación solventes que
puedan ofrecer luz en el horizonte intelectual. En esos momen-
tos, el miedo se alza como refugio. En todos los sitios en los que
hay establecida una sociedad asentada, es necesario una religión;
de tal forma que las leyes civiles juzgan los crímenes conocidos y
la religión indaga sobre los crímenes secretos… La superstición
es a la religión lo que la astrología a la astronomía: la hija muy
loca de una madre muy cuerda. Estas dos hijas han subyugado
mucho tiempo toda la tierra (Voltaire, 2002: 168).
Las ideas de la religión estuvieron en los nuevos motivos
intelectuales, y en los sentimientos de intercesión con el Hu-
manismo, rompiendo con la forma histórica pura de las creen-
cias (cristianismo, judaísmo, protestantismo y demás). De este
modo, podemos explicar que las revoluciones políticas actuales
contengan, al menos desde una pura construcción teórica, ele-
mentos religiosos que no pasan desapercibidos en las prácti-
cas políticas contemporáneas. El activismo político contiene
esa fuerza extraña que debe apoderarse de ese sentimiento de
unión y solidaridad del hombre para con sus congéneres, para
conformarlo como un ser concebido para la íntima libertad. El
activismo político, por tanto, reemplaza ahora el espacio que
en el pasado ocupaban los predicados de la religión y, puede
entenderse que metafóricamente, los movimientos sociales or-

272
F.R. Contreras; J.C. Gil Crítica del Quietismo...

ganizan a sus seguidores (hombres y mujeres nuevos) en mo-


dernas iglesias.
Sin embargo, un nuevo intelectualismo ilustrado no se aferra
a la primacía de lo teórico en la nueva conciencia espiritual, sino
que claramente se manifiesta en los límites de la experiencia.
En esto podemos observar una consecuencia, a primera vista,
de las causas de un sistema dogmático contra el que se lucha,
basado en la creencia de que la verdad depende de determinados
principios prácticos. La posmodernidad tecnocientífica ha im-
puesto el dominio de una racionalidad instrumental que reduce
los problemas humanos a problemas técnicos.
Esta racionalidad instrumental desconoce el centro de la cer-
teza religiosa. Mediante la aplicación práctica del espíritu reli-
gioso, los movimientos sociales, como en la Ilustración, articu-
lan el énfasis de la identidad, que se resuelve bajo la variedad de
ritos (activistas) que confrontan con el antagonismo de múl-
tiples representaciones (como veremos más adelante). Voltaire
reparó en ello. Fue consciente de la poca distancia que existía
entre la actividad política y la moralidad de las diferentes repre-
sentaciones de los creyentes.
La influencia ilustrada, a pesar de los años y de las distintas
versiones que ha recibido la Ilustración, no ha desaparecido de
la política en las democracias contemporáneas. Ahora son los
movimientos sociales de este siglo los encargados de poner en-
cima de la mesa política y de la opinión pública los significados
de los conceptos libertad, justicia o moralidad que se perseguían
en el siglo XVIII. Y, sin embargo, hoy como ayer, el punto de
interés se desplaza continuamente desde la razón a la pura expe-
riencia, es decir, desde los planteamientos teóricos a las formas
propias del empirismo.
Como muy pocos pueden poner en duda los acontecimien-
tos del presente (presión por la venta de armas a Arabia Saudí,
problemas de convivencia pacífica con los nacionalismos…), el
activismo político es puramente utilitario, pues propone en su
corpus dogmático el lugar que ocupa cada individuo en la socie-
dad humana y las directrices que debe seguir para encauzar de la
manera más adecuada sus fuerzas hacia el bien común. No falta
tampoco en la doctrina activista del siglo XXI la radicalidad en
la exaltación de la libertad personal, que debe entenderse como
un derecho natural que existe incluso antes de la formación de

273
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

los Estados. El litigio no resuelto es cómo se puede conciliar esa


libertad con los nuevos evangelios morales de lo políticamente
correcto.
Los movimientos sociales y sus prácticas activistas no fundan
una nueva ética para el tiempo futuro, sino que transforman de
forma acelerada y cada vez con más intención una filosofía de es-
tricto sesgo pragmático. «La experiencia democrática resulta ser
así la de una cierta estética de la política. El hombre democrático
es un ser de palabra, es decir, es también un ser poético, capaz de
asumir una distancia entre las palabras y las cosas que no signi-
fica ni decepción ni engaño, sino humanidad, humanidad capaz
de asumir la irrealidad de la representación» (Rancière, 2010:
41). Es decir, toda la efectividad del ser humano queda reducida,
desde esta perspectiva, a las producciones del lenguaje y a la vin-
culación del hombre con las palabras, que son las que dan vigor
y sentido profundo a la existencia de la sociedad.
Para ello, en el pasado, la ciencia social se encaminaba en
la dirección perseguida por Descartes, Bacon, Leibniz, Kant,
Voltaire o Hobbes. Todos ellos pensaban que, bajo principios
racionales, podían desarticularse, comprenderse y controlar-
se los instrumentos de poder de los Estados; en el sentido de
que consideraban posible reducir una sociedad a sus elementos
constitutivos. Para estos pensadores, el objetivo era buscar un
concepto metódico resolutivo en la ciencia social que no tro-
pezase ni con la naturaleza humana y sus motivaciones, ni con
la historia y sus condiciones (status naturalis et status civilis). La
doctrina hobbesiana del Estado verá simplificada esta cuestión
al estudio de la relación de dominación y sometimiento del in-
dividuo en la creación de la sociedad (pactum societatis y pactum
subjectionis).
La ceguera del liberalismo consistió en no ver con claridad
que la lógica de la ciencia natural moderna conducía a un capi-
talismo cada vez más salvaje e inhumano, cada vez más desre-
gulador e injusto. La contraposición marxista también cayó en
otro error que consistió en no reconocer la dignidad del indivi-
duo, al que consideraba solo como un engranaje de la maqui-
naria social comunista. Tanto la codicia individual exacerbada
por el liberalismo, como el colapso económico en el que desem-
bocaron las sociedades comunistas, provocaron que el siglo XX
acabase con altas dosis de miseria política.

274
F.R. Contreras; J.C. Gil Crítica del Quietismo...

Los últimos cambios históricos en la política social fueron


equivocados esfuerzos que aplicaron los métodos de las técnicas
de la ciencia a los problemas de la sociedad. Esta tendencia no
ha desaparecido en la política de los Estados contemporáneos,
que parecen perseguir un modelo utópico capaz de cubrir todos
los aspectos de una Comunidad, aunque con escaso éxito.

3.  El activismo como respuesta a la crisis; no sólo económica

La pobreza de ideas en las nuevas formaciones políticas, el


populismo doctrinal y el vulgarismo de los gobernantes no se
ajustan a las dinámicas de aparente sofisticación que impone
la imparable sociedad digital, altamente tecnificada. Esta de-
cadencia nos conduce a una fuerte revitalización del debate so-
bre los nuevos problemas que han ido surgiendo en la sociedad
y su manera de resolverlos. La miseria dialéctica de la política
contemporánea, la explotación de las ideologías del pasado, la
reducción filosófica del sistema político a los problemas de co-
municación, las jergas de planificación del poder militar, el co-
mercio libre, los mercados competitivos, la transnacionalización
de las empresas, el consumo energético de los Estados, entre
otros muchos problemas complejos y abstractos que afrontan
las instituciones supranacionales, han distanciado a la ciudada-
nía del diálogo sobre el destino común.
No sorprende, por tanto, que la homogeneización de todos
estos problemas actuales provoque a su vez una homogeneiza-
ción de las cuestiones políticas. Por ejemplo, además de la grave
crisis económica, principalmente de deuda privada, que ha su-
frido una gran parte de los países del bloque Occidental, entre
los que se encontraba España, el comienzo del siglo XXI ha
supuesto una no menos impúdica falta de escrúpulos morales
en las relaciones financieras entre los que han tenido que tomar
decisiones con trascendencia para los ciudadanos.
Visto en perspectiva, se puede sostener que una de las causas
principales de la crisis macroeconómica a nivel mundial, estuvo
provocada por la burbuja del ladrillo que originaron entidades
bancarias sin escrúpulos junto con la connivencia interesada de
una pléyade de políticos corruptos que aprovecharon la existen-
cia de una liquidez barata en el mercado financiero para permi-

275
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

tir la especulación y sacar partido personal de ella. A fecha de


hoy, la verdad que se va conociendo de esas turbulencias econó-
micas no es exactamente que la crisis haya sido un castigo bí-
blico de los mercados a nuestras culpas. Esta situación apareció
en una época en la que la ausencia de formación moral de las
sociedades era considerable, pues los ciudadanos estaban más
interesados en saber cuándo les tocaban las prebendas del siste-
ma especulativo, que en preocuparse por quién debería asumir
el coste de la fiesta de la inflación.
El caldo de cultivo estaba sazonado para la aparición de un
nuevo activismo político, adaptado a las nuevas exigencias so-
ciales, es decir, con nuevos problemas que plantear y resolver,
como por ejemplo: el social, el feminista, el religioso, el ecoló-
gico, el de la integración, entre otros. Además, estos problemas
traían sus nuevas formas de expresión (videoactivismo, netac-
tivismo, artivismo) que se conjugaban con las acciones de los
movimiento sociales (cívico, étnico, obrero, clase social o senci-
llamente de identidad), que, a pesar de sus maneras innovado-
ras, todavía arrastran gran parte de ese idealismo de influencia
platónica y explicación totalizadora de tiempos pasados.
De algunos de estos emergentes movimientos sociales encon-
tramos la creación de grupos políticos que, como es habitual,
disponen de la misma ambición política y de poder. En Espa-
ña, los ejemplos más ilustrativos son los grupos políticos; de un
lado, «Podemos», aparecido después del movimiento de «Los
indignados» e incluso del fenómeno denominado «15-M»; y de
otro, «Ciudadanos», surgido de la plataforma cívica Ciutadans
de Catalunya. Todos estos grupos políticos, como las prácticas
activistas o los movimientos sociales padecen el mismo mal: un
materialismo historicista que les conduce a fórmulas totaliza-
doras con las que, piensan, deben regirse todas las sociedades.
Estas fórmulas se justifican desde la creencia en el carácter
inapelable del progreso. Son reglas que no han nacido de una
filosofía del derecho basada en la razón. Muy al contrario, estas
prácticas políticas actuales se fundamentan principalmente en
las evidencias materiales que proporciona el mundo de los he-
chos. Por ello, no contemplan los factores variables que consti-
tuyen la vida de la comunidad. Son prácticas historicistas en las
que aparecen la accidentalidad, la irreversibilidad y la unicidad
propias de la existencia histórica.

276
F.R. Contreras; J.C. Gil Crítica del Quietismo...

Sin embargo, la razón es contraria a esta formas explicativas


que ofrecen soluciones grandilocuentes y, en cierto modo, hasta
populistas, debido a que áquella tiene en cuenta la universalidad
de los problemas y la complejidad de las posibles soluciones.
De ahí que las reflexiones más tardías de Adorno aportasen
otro entendimiento diferente sobre la naturaleza del activismo
político, que partía de sus peculiares perspectivas críticas sobre
la sociedad. En su estudio de la obra de Spengler, Adorno hace
una revisión de sus ideas histórico-filosóficas sobre el desarrollo
y la muerte de las culturas. Sostuvo el pensador alemán que
«las profecías más características de Spengler en este contexto
se refieren a cuestiones del dominio de los hombres, a la propa-
ganda, es decir, al arte de dominar a las masas, y a las formas de
dominio político, especialmente a las tendencias de la democra-
cia a convertirse por sí misma en dictadura» (Adorno, 1969: 9).
Adorno pone en juego varias ideas interesantes entre las mo-
tivaciones espirituales en los movimientos sociales. Recordamos
algunas: 1) el nomadismo de los nuevos habitantes de las ciu-
dades sometidos al inmediato olvido; 2) la barbarización de to-
das las costumbres de la vida; 3) la dependencia subjetiva de la
Ilustración determina de forma autoritaria las democracias por
aquellos poderes bajo la influencia de la palabra escrita; 4) la
relación de la creación de partidos políticos con el liberalismo
burgués; 5) la inversión de la democracia que se convierte en
lo contrario para el ciudadano como efecto del dominio de los
partidos políticos.
Por otro lado, hemos de destacar la idea de «cesarismo» en
Spengler, pues es especialmente interesante para Adorno. El «ce-
sarismo» nos explica cómo se corrompen las democracias me-
diante un salto simbólico que transforma este régimen político
de un sistema de derechos del pueblo en un sistema de derechos
de los partidos. Cuando esto ocurre, la historia muestra que
«hace olvidar a los hombres la idea y la realidad de su propia
libertad» (Adorno, 1969: 19).
Según Adorno, el hombre le concede un poder ilimitado a
sus representantes. La inevitabilidad del proceso histórico es lo
que conduce hacia su agonía a la misma teoría de la libertad que
originalmente fundaron estas organizaciones de partidos. La ex-
piración de la fuerza del pensamiento es lo que los movimientos
sociales pretenden recuperar: la restitución de las posibilidades

277
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

democráticas que la experiencia política ha triturado con el peso


del materialismo y de las condiciones del mundo real.
En el fondo, esta filosofía cíclica de nacimiento y destrucción
tiene sus detractores. Además, como destaca Adorno, el pathos
hegeliano también se presenta como una burla contra los per-
feccionadores del mundo. La filosofía del activismo político de
los movimientos sociales continúa en esta tradición hegeliana,
donde los hechos son las manifestaciones del dominio de la ciu-
dadanía. Toda la crítica se ha dirigido hacia las pretensiones de
la sociedad burguesa, imagen idealizada pero con personalidad
propia a la que se le acusa de ser responsable de las ideas políti-
cas organizadoras del mundo.
Por el contrario, los movimientos sociales carecen de una pro-
funda crítica dialéctica al liberalismo (como observa Adorno
para el crecimiento de las sociedades democráticas) y escasa-
mente cuentan con medios para la transformación del sistema
de control de la cultura de estas sociedades. Todos estos mo-
vimientos sociales parecen conformarse con la producción se-
miótica de signos anímicos que aparentan una profundización
en los problemas reales de los ciudadanos, pero que el propio
sistema mantiene al margen. En una sociedad de las comuni-
caciones, la fuerza simbólica de las representaciones ha reem-
plazado a las fuerzas de la dialéctica y de la filosofía política.
Por ejemplo, las nuevas formas tecnológicas de comunicación
han intensificado la tendencia a que los flujos informativos se
presenten como hechos espectaculares, que buscan con ahínco
la atención de la sociedad.
Por eso, los mayores proveedores de titulares sociales que son
los partidos políticos y agentes económicos preparan broncos
detalles en el Congreso o el Senado, estudian meticulosamente
las acciones comunicativas para llamar la atención y adoptan es-
trategias informativas con las que no desean explicar lo que pasa,
sino consolidar cierta imagen de sus nuevos líderes de opinión,
como personas que generan confianza y seriedad. La audiencia,
en esa llamarada constante de sobresaltos espectaculares, en ese
fuego cruzado de titulares y declaraciones, comprende que la
verdad está abocada a ser percibida como una ansiedad cons-
tante.
No sorprende que Rancière defienda que «la interlocución
política siempre mezcló los juegos del lenguaje y los regímenes

278
F.R. Contreras; J.C. Gil Crítica del Quietismo...

de frases y siempre singularizó lo universal en unas secuencias


demostrativas hechas de la coincidencia de los heterogéneos.
Con juegos de lenguaje y regímenes de frases heterogéneas,
siempre se construyeron intrigas y argumentaciones comprensi-
bles» (Rancière, 1996: 69).
Lo que se ajusta a aquello que entiende Aristóteles por el sen-
tido de la política: «la palabra es para manifestar lo conveniente
y lo perjudicial, así como lo justo y lo injusto. Y esto es lo propio
del hombre frente a los demás animales: poseer, él sólo, el senti-
do del bien y del mal, de lo justo y de lo injusto, y de los demás
valores, y la participación comunitaria de estas cosas constituye
la casa y la ciudad» (Aristóteles, 1980: 50-51).
Bien se haga a través de la palabra, o bien sea mediante la
imagen, la acción política siempre ha necesitado expresarse pú-
blicamente, como sostiene Aristóteles, haciendo partícipe a la
comunidad. Por ello, los movimientos sociales que reivindican
ideas renovadoras de la democracia también requieren de su
manifestación sensible. Fue Hegel quien, tras considerar que
los signos pueden ser considerados como símbolos (das Symbol
ist nun zunächst ein Zeichen), nos enseña que todas las ideas exi-
gen de una mediación entre el entendimiento del individuo y el
mundo físico. El activismo se vale del entusiasmo que genera lo
sublime, que también es otra acción política de los movimien-
tos sociales. Según De Man, lo sublime puede tener poder, pero
éste es ciego. No existe lo racionalmente sublime: «lo que hace
que lo sublime sea compatible con la razón es su independencia
de la experiencia sensorial: va más allá de los sentidos, übersinn-
lich» (De Man, 1998: 179).
En los movimientos sociales actuales es difícil encontrar las
huellas visuales que resultaron de otras revoluciones pasadas,
quizás la razón se encuentre en la carencia de principios me-
tafísicos y transcendentales de los activismos contemporáneos.
Las ideologías, como dice De Man (1998: 105), «en la medida
en que contienen necesariamente momentos empíricos y están
dirigidas hacia el exterior del campo de los conceptos puros, se
hallan más del lado de la metafísica que del de la filosofía crítica.
Las condiciones y modalidades de sus ocurrencias están deter-
minadas por análisis críticos a los que ellas no tienen acceso».
El vacío teórico de los movimientos políticos marca un nexo
causal sobre la riqueza estética de su expresión. Las libertades

279
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

obtenidas durante la Revolución Francesa parecen haberse per-


dido en la contrarrevolución del gobierno militar francés, y así
se manifiesta en la obra cumbre del pintor aragonés Francisco
Goya; «Los fusilamientos del 3 de mayo». Otro ejemplo consis-
te en ver cómo las acciones políticas inventan poses que gene-
ren fuertes impulsos sensuales, como en el caso de «La libertad
guiando al pueblo» de Eugéne Delacroix.
El activismo reconoce la autoridad de los regímenes escópicos
(Contreras, 2017) cuando controlan el espacio social a través
del espacio visual. El activismo contemporáneo recurre a los
medios de comunicación para dominar el campo de visibilidad
y al tiempo, para ocultarse tras la invisibilidad.
El primer activista religioso que utilizó un moderno medio
de comunicación para difundir de forma propagandística su
herética doctrina por toda Europa fue el monje Martin Luther
(Eisleben, Turingia, 1483-1546), quien gracias a la imprenta
consiguió que en apenas un mes, sus 95 Tesis desestabilizaran el
férreo poder del Vaticano. Hoy los movimientos sociales están
utilizando para su activismo los medios digitales, entre los que
destacan el vídeo e Internet, con los que generan sus propias
versiones de los hechos en los que participan y que tienen una
importancia capital para la ciudadanía.
Esta activación de un cierto sector de la sociedad (principal-
mente los jóvenes inconformistas) contrasta con la dejadez e in-
cluso el pasotismo sobre cuestiones políticas de la gran mayoría
de la ciudadanía. Esta actitud daña gravemente a la esencia de
la democracia, que poco a poco se ha ido transformando, por la
delegación ciudadana, en la dictadura de los partidos políticos.
Para ello, como afirmaba Spengler (1998), el efecto de conso-
lación de los medios de comunicación produce el abandono de
los individuos de las teorías de acción.
Las verdades existen para el espíritu; los hechos no existen
más que respecto de su representación (su vida simbólica) que
construyen los grandes grupos mediáticos. Ahí reside el poder
de estos conglomerados, pues han conseguido que la audiencia
se conforme con el valor de las imágenes, lo que ha provocado
una acusada disminución de la fuerza del pensamiento político.
En la sociedad de la comunicación, las ideas políticas necesitan
ser rescatadas de sus representaciones. Sobre esto, Rancière urde
también una preocupación similar:

280
F.R. Contreras; J.C. Gil Crítica del Quietismo...

Hay demasiadas imágenes, dice un rumor, y es por eso que juz-


gamos mal. Esta crítica adopta, es cierto, dos formas aparente-
mente contradictorias. Algunas veces acusa a las imágenes de
ahogarnos con su poder sensible, otras les reprocha por anes-
tesiarnos con su desfile indiferente (Didi-Huberman, Pollock,
Rancière, Schweizer y Valdés, 2017: 69).

Las imágenes políticas cobran una especial importancia en


las reivindicaciones políticas del cumplimiento de los Dere-
chos Humanos. Sin embargo, en algunas ocasiones, el acti-
vismo, en sus múltiples formas, da prioridad a la idolatría de
las formas, al fetichismo de los líderes o al totemismo de los
símbolos, por encima del reconocimiento de los principios
esenciales de los Derechos Humanos. En lugar de una reivin-
dicación diseñada de forma homogénea, habría que tener en
cuenta los contextos históricos, sociales y políticos para que la
política de los Derechos Humanos surtiese efecto en un deter-
minado país y en un momento dado. Así también lo admite
Huyssen (2015), quien advierte que esta tendencia corre el
riesgo de desvalorizar toda estas iniciativas (en su caso lo hace
refiriéndose a los movimientos sociales que reivindican la me-
moria histórica).
En consecuencia, el activismo político y la función creati-
va en las manifestaciones de los movimientos sociales forman
un paradigma nuevo en la sociedad de la comunicación. Para
Habermas (2003), la importancia del arte en la comunicación
política se centraría en su efectividad, debido a la interacción
social que provoca entre los individuos de una comunidad. De
este modo las palabras y las imágenes consiguen crear una sub-
jetividad estratégica en la acción política. Para Rorty (1991),
sin embargo, es mucho más interesante el vínculo social que se
establece en la comunidad mediante una impresión de empatía
entre sus miembros. Sea como fuera, esta idea profundiza en el
efecto emocional que la movilización social provoca en la socie-
dad de la comunicación.

281
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

Referencias
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justicia.Teoría crítica y religión.
Madrid: Trotta.

282
Autores

Francisco Sierra Caballero  Catedrático de Teoría de la Co-


municación de la Universidad de Sevilla. Director de la Sección
de Comunicación y Cultura de la Fundación de Investigaciones
Marxistas, en la actualidad, preside la Unión Latina de Econo-
mía Política de la Información, la Comunicación y la Cultura
(ULEPICC) y es miembro activo de la RED TRANSFORM de
la UE, y de la Asociación Española de Investigación en Comu-
nicación (AE-IC). Autor, entre otras obras, de Comunicación e
Insurgencia (Hiru, Donostia, 1997) y Políticas de Comunicación
y Educación. Crítica y Desarrollo de la Sociedad del Conocimien-
to (Gedisa, Barcelona, 2006) dirige el Grupo Interdisciplinario
de Investigación en Comunicación, Política y Cambio Social
(COMPOLITICAS) y forma parte del Instituto Andaluz de
Investigación en Comunicación y Cultura (INACOM). Como
Investigador Principal, lidera el proyecto nacional de I+D CI-
BERMOV (www.cibermov.net).

José Candón Mena  Profesor del Departamento de Comu-


nicación Audiovisual y Publicidad de la Facultad de Comunica-
ción en la Universidad de Sevilla. Investigador del Grupo Inter-
disciplinario de Estudios en Comunicación, Política y Cambio
Social (COMPOLÍTICAS) y del I+D Ciberactivismo, Ciuda-
danía Digital y Nuevos Movimientos Urbanos (CiberMov).
Socio de la Red de Educación, Comunicación y Cooperación
de la Universidad de Sevilla (RECCUS) y de la Red de Investi-
gación en Comunicación Comunitaria, Alternativa y Participa-
tiva (RICCAP), de la Unión Latina de Economía Política de la
Información, la Comunicación y la Cultura (ULEPICC), de la

283
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

Red Iberoamericana de investigación en Políticas, Conflictos y


Movimientos Urbanos (CU) y de la Red Tecnopolítica. Miem-
bro del consejo de redacción de las revistas Redes.com y Comu-
nicação Dialógica. Coordinador del Congreso Move.net sobre
Movimientos sociales y TIC. Doctor en Ciencias de la Comuni-
cación y Sociología y Premio Extraordinario de Doctorado por
la Universidad Complutense de Madrid (UCM), Licenciado en
Publicidad y Relaciones Públicas por la Universidad de Mála-
ga (UMA), Máster en Comunicación de Instituciones Públicas
y Políticas (UCM) y Máster en Docencia e Investigación para
la Educación Superior (UNED). Actualmente cursa el Grado
de Sociología (UNED). Investiga sobre comunicación, perio-
dismo, publicidad social, movimientos sociales, tecnopolítica,
democracia deliberativa, apropiación social de las TIC y socio-
logía. Web: https://personal.us.es/jcandon/

Joan Subirats  Doctor en Ciencias Económicas por la Uni-


versidad de Barcelona. Catedrático de Ciencia Política e investi-
gador del Instituto de Gobierno y Políticas Públicas (IGOP) en
la Universidad Autónoma de Barcelona. Se ha especializado en
temas de gobernanza, gestión pública y en el análisis de políticas
públicas, así como en problemas de innovación democrática,
Internet y política, sociedad civil y gobierno multinivel, temas
sobre los que ha publicado numerosos libros y artículos. Cola-
bora habitualmente en diversos medios de comunicación como
El País, El Periódico, etc.

Jacobo Sucari  Doctor en Bellas Artes por la Universidad de


Barcelona y profesor en la Facultad de Bellas Artes de la UB. Su
docencia, investigación y praxis están  relacionadas con las tec-
nologías de la imagen y los procesos documentales. Ha publi-
cado entre otros, el libro «El Documental expandido, pantalla y
espacio», y es coordinador de la Plataforma Documental Social
Participativo (DSP-La Virreina)  del Centro de la Imagen La 
Virreina, de Barcelona, donde investiga y trabaja sobre las for-
mas colaborativas del audiovisual. Como realizador audiovisual
tiene una extensa obra que ha sido difundida por cine, tv y es-
pacios museísticos. Más información sobre el trabajo del autor:
www.jacobosucari.com

284
 Autores

Salvador Muñoz Hermoso  Ingeniero en informática y más-


ter en gestión de las tecnologías de la información y las comuni-
caciones por la Universidad de Sevilla. Tiene dilatada experien-
cia de más de 15 años en desarrollo, consultoría y gestión de
proyectos de administración electrónica y gestión local. Desde
el 2010 es responsable del proyecto de contratación electróni-
ca en la Sociedad Provincial de Informática de Sevilla. Actual-
mente cursa el doctorado en el Departamento de Lenguajes y
Sistemas Informáticos de la Universidad de Sevilla en el ámbito
de la participación y gobernanza electrónicas y gobernanza in-
teligente.

François Soulard  Activista franco-argentino y comunica-


dor. Fundador de la asociación Traversées en 2003, coordina
desde el año 2012 la plataforma de comunicación Dunia/Tra-
versées. Sus trabajos se articulan en torno a las temáticas de go-
bernanza global, comunicación e inteligencia colectiva y transi-
ción posproductivista.

Jesús Sabariego  Historiador y Doctor en Derechos Hu-


manos y Desarrollo. Investigador Post Doctoral del Centro de
Estudios Sociales de la Universidad de Coimbra y el Grupo de
Investigación en Comunicación Política y Cambio Social de la
Universidad de Sevilla. 

Lucía Benítez Eyzaguirre  Formadora y consultora en co-


municación, tecnologías e innovación. Periodista, socióloga
y realizadora. Profesora titular de Comunicación audiovisual
y publicidad de la Universidad de Cádiz. Doctora en Comu-
nicación por la Universidad de Sevilla. Máster en Tecnologías
digitales y sociedad del conocimiento. Experta universitaria
en Realización Audiovisual y en Software Libre. Miembro del
grupo de investigación COMPOLÍTICAS, investiga las prác-
ticas comunicativas y los usos de la tecnología, con perspectiva
de género. En el campo de la Comunicación para el desarrollo
participa en proyectos de cooperación de investigación y de en-
señanza de la comunicación y las TIC en diferentes países de
África y América Latina.

285
Democracia digital F. Sierra-Caballero; J. Candón-Mena (eds.)

F. Javier López-Ferrández  Doctor en Estudios Internacio-


nales de Paz, Conflictos y Desarrollo por la Universitat Jaume
I. Sus líneas de investigación se han centrado en: (1) prácticas
comunicativas de cambio social y ecosistemas mediáticos híbri-
dos; (2) medios alternativos y periodismo colaborativo; (3) alfa-
betización mediática, ciudadanía y cultura digital; (4) prácticas
netartivistas.

Víctor Francisco Sampedro Blanco  Víctor Francisco Sam-


pedro Blanco es Catedrático de Comunicación Política y Opi-
nión Pública en la Universidad Rey Juan Carlos. Desde hace
tres décadas desarrolla cuatro líneas de investigación: (1) esfera
pública y teoría de la democracia; (2) medios convencionales y
acción colectiva; (3) medios, elecciones y política institucional;
y (4) TIC digitales, ciudadanía y prácticas tecnopolíticas. Sus
trabajos son accesibles en www.victorsampedro.com

Pedro Fernández de Castro Sanabria  Pedro Fernández de


Castro Sanabria es Doctorando en Humanidades y Comuni-
cación en la Universitat Oberta de Catalunya. Las líneas de in-
vestigación que desarrolla son 4: Digitalización, globalización y
ciudadanía; Populismos conservadores, nacionalismos y xeno-
fobia; Alfabetización mediática crítica; y Juventud y educación
social digital.

Fernando R. Contreras  Doctor en Filosofía, doctor en


Ciencias de la Información y licenciado en Bellas Artes (Dise-
ño y Grabado). Es profesor de Cibercultura en la Universidad
de Sevilla y director del Grupo de Investigación de Tecnolo-
gía, Arte, Documentación y Comunicación del Plan Andaluz
de Investigación, Desarrollo e Innovación (PAIDI HUM868).
Su investigación se centra en los estudios visuales, teoría de la
cultura, arte y filosofía de la comunicación.
Es autor de varios libros: Nuevas fronteras de la infografía.
Análisis de la imagen por ordenador; Diseño Gráfico, Creati-
vidad y Comunicación; Sociedad interconectada, cultura des-
conectada; Información, innovación y sociedad global; y Re(d)
Unidos. También es autor de El cibermundo. Dialéctica del dis-
curso informático (1998), uno de los primeros estudios narrati-
vos en España sobre el videojuego. Su último libro publicado es

286
 Autores

El arte en la cibercultura. Una introducción a la estética comuni-


cacional (Biblioteca Nueva, 2018).

Juan Carlos Gil González  Juan Carlos Gil González es Li-


cenciado en Periodismo y Derecho por la Universidad de Se-
villa. Doctor en Comunicación y Máster Ejecutivo en asesoría
fiscal y financiera. Profesor del Departamento de Periodismo 1
de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla
donde imparte la asignatura Códigos y valores de la profesión
periodística. Además el profesor de la materia Escrituras de no
ficción del Máster Oficial de Escritura Creativa. Ha sido in-
vestigador visitante de L'École des Hautes Études en Sciences
Sociales (París) y profesor invitado en la Universidade Nacional
Stadual Paulista (UNESP) de Sao Paulo (Brasil) y en la Univer-
sidad de la Frontera de Temuco, (Chile).

287
Títulos Publicados
colección Periodística
1-El Titular. Tratado sobre las técnicas, modalidades 24-Transformar la televisión. Otra televisión es
y otros artificios propios de la titulación periodís- posible.  Bienvenido León (coordinador).
tica.  Antonio López Hidalgo. 25-Ciberperiodismo en la proximidad. 
2-Del papel a la pantalla. La prensa en inter- Xosé López García.
net.  Concha Edo Bolós. 26-La gestión de la información en la administra-
3-Géneros periodísticos complementarios. Una ción local. 
aproximación crítica a los formatos del perio- Fernando Sabés Turmo y José Juan Verón Lassa.
dismo visual.  Antonio López Hidalgo. 27-Pensamiento comunicacional latinoamericano.
4-Periodismo informativo e interpretativo. El Entre el saber y el poder.  José Marques de Melo.
impacto de internet en la noticia las fuentes y los 28-Gabinetes de comunicación on line. Claves para
géneros.  Concha Edo Bolós. generar información corporativa en la red.
5-Producción periodística y nuevas tecnologías.   Berta García Orosa.
Estrategias de la prensa ante la convergencia 29-Los retos de las televisiones públicas. Financia-
mediática.  Pedro Antonio Rojo Villada. ción, servicio público y libre mercado.
6-Historia crítica del fotoperiodismo occidental.   Rosario de Mateo Pérez y Laura Bergés Saura.
Jorge Pedro Sousa. 30-Gestión de empresas de comunicación. 
7-El editorial. Un género periodístico abierto al Rosario de Mateo; Laura Bergés y Marta Sabater.
debate.  María Ángeles Fernández Barrero. 31-Telerrealidad. El mundo tras el cristal.
8-La televisión digital en España.    Bienvenido León (coordinador).
Gema Alcolea Díaz. 32-La especialización en el periodismo. Formarse
9-La construcción del mito a través de la Prensa. El para informar. 
caso Bin Laden.  Flora Marín; José I. Armentia; Idoia Camacho Markina (coordinadora).
José M. Caminos; Aintzane Alberdi. 33-El cambio mediático.  Francisco Campos Freire
10-El periodista on line: de la revolución a la evolu- (coordinador).
ción.  Bella Palomo Torres. 34-Evolución tecnológica y cibermedios. 
11-Desafíos de la Comunicación Local. Guía para María Ángeles Cabrera (coordinadora).
la práctica de la información en los ámbitos de 35-Cómo elaborar informativos en radio. 
proximidad.  Xosé López García. Juan Tomás Luengo.
12-Los heraldos de acero. La propaganda de guerra 36-La telaraña mediática. Cómo conocerla, cómo
y sus medios.  comprenderla.  Ramón Reig.
Adrián Huici Módenes (coordinador). 37-Desarrollos del periodismo en inter-
13-El periodista en su soledad.  net.  Mariano Cebrián Herreros (coordinador).
Antonio López Hidalgo. 38-El reportaje periodístico. Una radiografía de la
14-¡Peligro! Periodistas. Un análisis crítico del oficio realidad.  Begoña Echevarría.
de informar.  Luis Mínguez Santos. 39-La metamorfosis del periodismo. 
15-Cibermedios. El impacto de interet en los Xosé López García.
medios de comunicación en España.  40-Informativos para la televisión del espectá-
Ramón Salaverría (coordinador). culo.  Bienvenido León (coordinador).
16-El zumbido del moscardón. Periodismo, periódi- 41-Lobby y comunicación. el lobbying como estra-
cos y textos periodísticos.  tegia comunicativa.  Antonio Castillo Esparcia.
José Luis Martínez Albertos. 42-La comunicación en el hospital. La gestión de la
17-Teoría del periodismo.  Felipe Pena de Oliveira. comunicación en el ámbito sanitario.
18-Noticias a la carta. Periodismo de declaraciones   Carmen Costa Sánchez.
o la imposición de la agenda.  43-Claves para gestionar la comunicación política
Miguel Ángel Vázquez Bermúdez. local.  Rocío Zamora Medina (editora).
19-La eficacia de lo sencillo. Introducción a la 44-El nuevo escenario mediático. 
práctica del periodismo.  Francisco Campos Freire (coordinador).
Fernando Sabés Turmo; José Juan Verón Lassa. 45-Del gabinete de prensa al gabinete de comunica-
20-La enseñanza del ciberperiodismo. De la alfabe- ción.  Ana Almansa Martínez.
tización digital a la alfabetización ciberperiodís- 46-La gestión de la comunicación en las organiza-
tica.  Santiago Tejedor Calvo. ciones.  Miguel Túñez.
21-La radio en Iberoamérica. Evolución, diagnós- 47-La televisión pública a examen. 
tico y prospectiva.  Bienvenido León (coordinador).
Arturo Merayo Pérez (coordinador). 48-Periodismo en televisión. Nuevos horizontes,
22-Dramaturgia audiovisual. Guión y estructuras de nuevas tendencias.  Andreu Casero Ripollés y
informativos en radio y televisión.  Javier Marzal Felici (coordinadores).
Michel D. Suárez Sian. 49-La columna. Literatura y periodismo en un
23-El Candidato. Manual de relaciones con los género plural.  Antonio López Hidalgo.
medios.  50-Periodismo empresarial e institucional.
Julio César Herrero; Amalio Rodríguez Chuliá.   Mariano Cebrián Herreros.
51-La entrevista periodística. Voz impresa. 69-Periodismo narrativo en América Latina 
  Begoña Echevarría Llombart. Antonio López Hidalgo (coordinador).
52-Movimientos periodísticos.  Xosé López García. 70-Persuasión y neurociencia. Apelar al cerebro.
53-La televisión ante el desafío de internet. Francisco Javier García Sanz y José Rúas Araújo.
  Bienvenido León (coordinador). 71-El periodismo que contará el futuro 
54-Áreas del periodismo.  Bernardino Cbrián; Luis Antonio López Hidalgo.
María Mirón (coordinadores). 72-Desigualdades de género en el periodismo 
55-Periodismo de inmersión para desenmascarar Belén Galletero Campos (coordinadora).
la realidad  Antonio López Hidalgo y Mª Ángeles 73-Ecosistema de cibermedios en España 
Fernández Barrero. Carlos Toural-Bran y Xosé López-García (coords.).
56-Norma y estilo en los libros de redacción. Hacia 74-Fundamentos y áreas de la Comunicación Audio-
un modelo lingüístico del discurso informativo  visual.  Antonio J. Baladrón Pazos.
Javier Vellón Lahoz. 75-Transparencia mediática, oligopolios y
57-Entretenimiento televisivo basado en hechos democracia. ¿Quién nos cuenta el cuento? 
reales. Géneros, formatos y tendencias  Manuel Chaparro, Victoria Gabilondo y Lara
Bienvenido León (coordinador). Espinar Mediana (coordinadores).
58-Detrás de las cámaras. Un manual para profesio- 76-Nuevos perfiles profesionales para el mercado
nales de la televisión   periodístico. María José Ufarte Ruiz (coord.).
Bienvenido León (coordinador). 77-Tecnologías del ecosistema periodístico.
59-Periodismo, medios de comunicación y cambio Jesús Miguel Flores Vivar (coordinador).
climático   Bienvenido León (coordinador). 78-El Radioteatro. Olvido, renacimiento y su
60-Nuevas miradas al documental. consumo en otras plataformas.  Paloma López
  Bienvenido León (coordinador). Villafranca y Silvia Olmedo Salar (coordinadoras).
61-Políticas de impulso a las industrias audiovisuales. 79-Periodismo y ciberseguridad en tiempos de
Ley Audiovisual y Plan de Ordenación e Impulso incertidumbre.  José Luis Manfredi Sánchez;
al Sector Audiovisual de Andalucía.  Mª José Ufarte Ruiz; José Mª Herranz de la Casa
Francisco Javier Gómez Pérez (coordinador). (coordinadores).
62-Periodismo digital: redes, audiencias y modelos de 80-El periodismo en tiempos de realidad virtual.
negocio.  Guillermo López García. Mª José Ruiz Acosta; Antonio López Hidalgo
63-Nuevos y viejos paradigmas de la Televisión (coordinadores).
Pública. Alternativas a su gobierno y (des)con- 81-Sociedad digital y empleabilidad en
trol.  Ana María López Cepeda. Comunicación. Marta Perlado Lamo de Espinosa;
64-Fundamentos del marketing digital.  Nicolás Grijalba de la Calle (coordinadores);
José Sixto García. Hipólito Vivar Zurita (editor).
65-Periodismo literario. El arte de contar historias  82-Docencia e Investigación en Comunicación en
Luis Guillermo Hernández. España.  Mª del Mar Ramírez Alvarado; Jorge
66-Periodismo Cómic. Una historia del género desde Clemente Mediavilla (coordinadores).
los pioneros hasta Joe Sacco  Diego Matos Agudo. 83-La Comunicación Política en la era de la Me-
67-Generación efímera. La comunicación de las redes diatización.  Antón R. Castromil; María Luisa
sociales en la era de los medios líquidos  Humanes: Luis García Tojar (coordinadores).
José Manuel Noguera Vivo. 84-Mediaciones y conflictos armados.  Juan Antonio
68-Gestión profesional de redes sociales. Rutinas y Gaitán Moya; Ángel Ibáñez Peiró; José Luis Piñuel
estrategias de Community Management  Raigada (editores).
José Sixto García.

colección Metodologías Iberoamericanas de la Comunicación


1-Confiar en la Prensa o no. Un método para el digital  Efendy Maldonado Gómez de la Torre
estudio de la construcción mediática de la realidad  (coordinador).
José Luis Piñuel Raigada; Juan Antonio Gaitán 5-E-Reputación. La construcción de la reputación
Moya; Carlos Lozano Ascencio. online y su vulnerabilidad  José Luis Piñuel
2-Perspectivas metodológicas em Comunicação. Raigada y Jerôme Ferret (coordinadores).
Novos desafios na prática investigativa  6-Tendencias metodológicas en la investigación
Efendy Maldonado Gómez de la Torre; Jiani Adriana académica sobre Comunicación  Carmen Caffarel
Bonin; Nísia Martins do Rosário (organizadores). Serra; Juan Antonio Gaitán Moya; Carlos Lozano
3-Comunicación, semiosis y sentido. El relativismo Ascencio; José Luis Piñuel Raigada (editores).
teórico en la investigación de la comunicación  7-Investigación, comunicación y universidad 
Carlos Vidales Gonzáles. José Luis Piñuel Raigada (director).
4-Panorâmica da Investigação em Comunicação no
Brasil. Processos receptivos, cidadania, dimensão
colección Contextos

1-El terror en el cómic.  Jorge D. Fernández; Jesús 21-Españolas en un país de ficción. La mujer en el
Jiménez Varea; Antonio Pineda (eds.). cine franquista (1939-1963).­  Fátima Gil Gascón.
2-Las Comisiones Fílmicas. Un nuevo dispositivo 22-Deporte, comunicación y cultura.
para la promoción audiovisual.   Joaquín Marín Montín (coordinador).
  Marcelo A. Martínez Hermida (director). 23-Qué es un niño hoy. Reflexiones sobre el
3-La Comunicación Publicitaria. Antecedentes y cambio.  Alejandra Walzer (coordinadora).
tendencias en la Sociedad de la Información y el 24-La Guerra Civil televisada. La representacción de
Conocimiento.  Raúl Eguizábal Maza (coord.). la contienda en la ficción y el documental españo-
4-E-comunicación. Dimensiones sociales y profesio- les.  Sira Hernández Corchete (editora).
nales de la comunicación en los nuevos entornos 25-Revistas femeninas de alta gama. Crónica de un
tecnológicos.  Juan Miguel Aguado Terrón (coord.). desdén.  María Garrido Rodríguez.
5-Contenidos.eu. Las nuevas tecnologías de la infor- 26-Periodismo y memoria histórica. La contribución
mación ante la diversidad cultural y lingüística del periodismo en la recuperación de la memoria
de Europa.  Mª Paz Hinojosa Mellado y Pedro histórica a partir de testimonios orales.
Antonio Rojo Villada.   Margarita Antón Crespo; María Estrella Alonso del
6-Comunicación y deporte. Nuevas perspectivas de Barrio; Ana Fuertes Zapatero (coords.).
análisis.  Joaquín Marín Montín (coordinador). 27-Las Brigadas Internacionales.Estudio multidis-
7-Internet y libertad. Ampliación tecnológica de la ciplinar sobre los testimonios orales de sus protago-
esencia humana.  Mª Asunción Gutiérrez. nistas.  Ana Fuertes Zapatero; María Cadilla Baz
8-El cine ¿muerte o transfiguración? La disolución (coords.).
del lenguaje cinematográfico en el universo audio- 28-El reportero Billie Wilder.  Simón Peña Fernández.
visual.  Antonio G. Ruiz Jiménez. 29-Cortometrajes de Kimuak. Semillas del cine
9-El investigador en su laberinto. La tesis, un desafío vasco.  Ainhoa Fernández de Arroyabe Olaortua;
posible.  Francisco Perujo Serrano. Nekane E. Zubiaur Gorozika; Iñaki Lazkano
10-Rompiendo moldes. Discurso, géneros e hibri- Arrillaga.
dación en el siglo XXI.  Piedad Fernández Toledo 30-Cine documental e inmigración en España. Una
(coordinadora). lectura sociocrítica.  Pablo Marín Escudero.
11-La televisión digital terrestre en Murcia.  31-Ideología y propaganda en el cine del Tercer
Pedro Hellín; Pedro A. Rojo; César San Nicolás. Reich. Cuando el cine alemán se afilió al
12-El cine y otras miradas. Contribuciones a la nazismo.  Marco da Costa.
educación y a la cultura audiovisual. 32-Cine vasco. Una historia política y cultural
  Víctor Manuel Amar Rodríguez. Rob Stone; María Pilar Rodríguez.
13-Imaginar la realidad. Ensayos sobre la represen- 33-La memoria televisada: «Cuéntame cómo pasó»
tación de la realidad en el cine, la televisión y los Laura Pousa.
nuevos medios  Marta Torregrosa Puig (coord.). 34-Crisis económica e implantación de la Sociedad
14-Memoria histórica e identidad en cine y tele- de la Información (Países Nórdicos & España).
visión.  Juan Carlos Ibáñez y Francesca Anania Juan José Fernández-Sanz, Kirsti Baggethun y Julio
(coordinadores). Larrañaga-Rubio (editores).
15-Los niños y el negocio de la televisión. 35-Las Industrias culturales y creativas y su Índice de
  Pilar Fernández Martínez y otros. potencialidad.  Antonio Castro Higueras.
16-Historia y estética del videoarte en España. 36-Soñando sobre ruedas. Brand Placement del
  Ana Sedeño Valdellós (coordinadora). sector del automóvil en el cine de los Estados
17-La revolución digital y la Sociedad de la Informa- Unidos  Alicia Martín García.
ción.  Guiomar Salvat y Vicente Serrano. 37-Cine y Series. La promiscuidad infinita  Alberto
18-Industrias culturales. El modelo nórdico como N. García Martínez y María J. Ortiz (editores).
referencia para España.  Mariano Cebrián; 38-Competencias mediáticas en medios digitales
Javier Maestro; Ángel L. Rubio (editores). emergentes  Ignacio Aguaded y Luis M. Romero-
19-Yo, mi, me, conmigo. El triunfo de la Generation Rodríguez (coords.).
Me en los discursos comunicacionales. 39-El renacer del mito. Héroe y mitologización en las
Susana Torrado; Gabri Ródenas; José Gabriel Ferreras narrativas  Ruth Gutiérrez Delgado (coordinadora).
(coordinadores).
20-Les damos un repaso a los superhéroes. Un estu-
dio multidisciplinar.  Sara Robles (coordinadora).

colección Periodismo Especializado


1-Periodismo de Viajes. Análisis de una especialización periodística.  Mariano Belenguer Jané.
2-Periodismo e Industria de la Moda. Claves prácticas.  Concha Pérez Curiel y Ernesto Naranjo.
colección Comunicación Crítica
1-Comunicación, globalización y democracia. Crítica 7-Crítica feminista y comunicación.  Mª José Sán-
de la economía política de la comunicación y la chez Leyva; Alicia Reigada Olaizola (coords.).
cultura.  Fernando Quirós; Francisco Sierra (dirs.) 8-Tecnopolítica en América Latina y el Caribe 
2-Comunicación, educación y desarrollo. Apuntes Francisco Sierra y Tomasso Gravante (coords.).
para una Historia de la Comunicación Educa- 9-Ciudadanía digital y democracia participativa 
tiva.  Francisco Sierra Caballero. Francisco Sierra, Salvador Leetoy y Tomasso Gravante
3-Cultura Popular y Medios de Comunicación. Una (coords.).
aproximación desde Andalucía.  10-La impostura crítica. Desventuras de la investiga-
Manuel Bernal Rodríguez (coord.) ción en comunicación.  Carlos Ossandón; Claudio
4-Tecnología y contextos mediáticos. Condicio- Salinas y Hans Stange.
namientos socioeconómicos y políticos de la 11-El modelo de propaganda y el control de los
comunicación de masas en la Sociedad de la medios.  Joan Pedro-Carañana y Francisco Sierra
Información.  Pedro Antonio Rojo Villada. Caballero (coords.).
5-Comunicación y cognición. Bases epistemológicas 12-Economía política y medios digitales.  Florence
de la complejidad.  Juan Miguel Aguado. Toussaint y Francisco Sierra Caballero (coords.)
6-Propaganda y comunicación. Una aproximación 13-Democracia digital. De las tecnologías de repre-
plural.  Adrián Huici Módenes y Antonio Pineda sentación a la expresión ciudadana.  Francisco
Cachero (coords.) Sierra Caballero y José Ignacio Candón (coords.)

colección Publicidad
1-Aproximación a la estructura de la publicidad.
Desarrollo y funciones de la actividad 10-Por el cambio. Treinta años de propaganda
publicitaria.  Jorge David Fernández Gómez política en España.  José Alfonso Arregui.
(coordinador). 11-Publicidad y lengua española: un estudio por
2-Publicidad y cambio social. Contribuciones sectores.  María Victoria Romero Gualda y Sara
históricas y perspectivas de futuro.  Robles Ávila (coordinadoras).
Jesús Bermejo Berros (coordinador). 12-Otros fines de la publicidad. 
3-Publicidad y cultura. La publicidad como Susana de Andrés del Campo (coordnadora).
homologador cultural.  Mª Cruz Alvarado y Mª 13-De la nada al consumo: desde los orígenes a
Isabel Martín (coordinadoras). 1960. Historia de la publicidad y de las relaciones
4-Publicidad y ciudad. La comunicación publicitaria públicas en España (vol. 1).  Mercedes Montero
y lo urbano: perspectivas y aportaciones. (coordinadora).
  Antonio J. Baladrón; Esther Martínez; 14-La edad de oro de la comunicación comercial:
Marta Pacheco (coordinadores). desde 1960 hasta 2000. Historia de la publicidad
5-Nuevas tendencias en la publicidad del siglo y de las relaciones públicas en España (vol.
XXI.  María Isabel Martín Requero y 2).  Mercedes Montero (coord.).
Mª Cruz Alvarado López (coordinadoras). 15-Publicidad, innovación y conocimiento.
6-Moda, comunicación y sociedad.    Luis Rodrigo Martín (coordinador).
Grupo de Análisis de la Comunicación. 16-Literatura y publicidad. El elemento persuasivo-
7-Publicidad y sociedad. Un viaje de ida y comercial de lo literario.  Asunción Escribano.
vuelta.  Juan Rey (coordinador). 17-El discurso publicitario. Bases simbólicas,
8-Publicidad y consumo.  Luis Martín Rodrigo (coord.). semióticas y mitoanalíticas.  Pedro A. Hellín
9-La publicidad en el contexto digital. Viejos retos y Ortuño y César San Nicolás Romera.
nuevas oportunidades.  Marta Pacheco (coord.).

colección Textos Iberoamericanos


1-Estudios de cultura, comunicación y tecnologúas 6-Comunicación y contextos sociales en México:
de la información [vol. V]. investigaciones y reflexiones 
  Lucila Hinojosa Córdova (coordinadora). Patricia Liliana Cerda Pérez (coordinadora).
2-La Radio, un medio en evolución.  7-Comunicación digital, redes y procesos en Amé-
Xosé Ramón Pousa; Hernan Antonio Yaguana. rica Latina  Carlos Arcila Calderón et al.
3-Consumo cultural, educación, seguridad y salud. 8-Comunicación política, instituciones y goberna-
Abordaje multidisciplinar desde la comunicaicón bilidad en México  Angélica Mendieta y José Luis
social.  Lucila Hinojosa Córdova (coordinadora). Estrada.
4-Comunicación política y elecciones federales en 9-Los círculos de la violencia. Agresiones familiares.
México.  José Antonio Meyer (coordinador). Agresiones familiares, pandillas y suicidios en
5-Telecomunicaciones y TIC en México.  Nuevo León (México)  Patricia Liliana Cerda
Alma Rosa Alva de la Selva. Pérez (coordinadora).
colección Espacio Iberoamericano

1-La Comunicación Mundo: releer un mundo 7-Matrices culturales del neoliberalismo: una odisea
transfigurado por las comunicaciones. barroca.  Eliseo R. Colón Zayas.
  Antonio Pasquali. 8-Pluralismo menguante. Elecciones y libertad de
2-Comunicación política en México. Retos y desafíos expresión en la Venezuela de Chávez (1999-
ante el proceso democratizador global. 2012).  Andrés Cañizalez.
  Silvia Molina y Norma Pareja (coordinadoras). 9-Comunicación aplicada. Teoría y método. [Comu-
3-Qué pasa con el estudio de los medios. Diálogo nicação aplicada. Teoria e método.]
con las Ciencias Sociales en Iberoamérica. Damián Fernández Pedemonte (coordinador).
  Raúl Fuentes Navarro, Enrique E. Sánchez Ruiz y 10-La mediatización social. 
Raúl Trejo Delarbre. Pablo Arredondo Ramírez.
4-Comunicación y culturas del consumo. 11-Frentes digitales. Totalitarismo tecnológico y
  Maria Aparecida Baccega (coordinadora). transcultura.  Antonio García Gutiérrez.
5-Educación, ciencia y cultura. Miradas 12-La comunicación pensada desde América Latina
introspectivas a las comunidades universitarias en (1960-2009).  Erick Rolando Torrico Villanueva.
México.  Lucila Hinojosa Córdova (coordinadora). 13-Comunicación, campo(s), teorías y problemas.
6-Políticas de comunicações. Um estudo comparado: Una perspectiva internacional   Eduardo Vizer y
Brasil, Espanha, Estados Unidos, México e Carlos Vidales (coordinadores).
Venezuela.  Sayonara Leal; Murilo César Ramos; 14-Centralidad y marginalidad de la comunicación y
Elen Geraldes (orgs.). su estudio  Raúl Fuentes Navarro.

colección Historia y Presente


1-Historia de la idea laica en Francia en el siglo 8-La Prensa Hispánica en el exilio de Londres
XIX.  Georges Weill. (1810-1850)  María José Ruiz Acosta (editora).
2-El periódico. Orígenes, evolución y función de la 9-La guerra de civilizaciones no tendrá lugar.
prensa periódica.  Georges Weill. Coexistencia y violencia en el siglo XXI 
3-Los «paseados» con Lorca. El maestro cojo y los dos Raphaël Lioger.
banderilleros.  Francisco Vigueras Roldán. 10-Caso ERE. Las entrañas de la corrupción
4-Monografía de la prensa parisina institucional en Andalucía.  Juan Esteban Poveda
[Los periodistas].  Honoré de Balzac. Sánchez.
5-El alma y la ley. Tolstói entre juristas. España 11-Sistema mediático y propaganda en la Rusia de
(1890-1928).  José Calvo Gonzálezz Putin.  Adrián Tarín Sanz; Marta Ter Ferrer y
6-Los informes de los Fugger. Cartas de aviso inéditas Miguel Vázquez Liñán (editores).
de los corresponsales de la Casa Fugger (1568- 12-Abajo los Borbones, Viva el Rey. Revolución,
1605).  Victor von Klarwill (comp.) República y Restauración en España a través de
7-Ucrania. De la Revolución del Maidán a la Guerra la prensa hispalense (1862-1874).  José Enrique
del Donbass.  Rubén Ruiz Ramas (coordinador). Lorite Luque.

colección Ciencias Sociales


5-Más Ciencia. Cómo trabajar la divulgación cientí-
1-Género y antropología social.  fica desde las Radios Universitarias
Yolanda Aixelà Cabré. Paloma Contreras Pulido; Macarena Parejo-Cuéllar
2-Un lugar en su sitio. Narrativas y organización (coordinadoras).
cultural urbana en el espacio latinoamericano. 6-La comunicación digital en Aragón. Antecedentes,
  Hugo Gaggiotti. estado actual y tendencias. 
3-La política exterior de la Unión Europea hacia Carmen Marta-Lazo (coordinadora).
Cuba (1993-2003).  Nerea Vadillo Bengoa. 7.  Comunicar el cambio climático: de la agenda
4-Poéticas de la persona. Creación, responsabilidad y global a la representación mediática. Actas de
vigencia en la Comunicación Pública y la Cultura. XXVIII CICOM Congreso Internacional de
Estudios en homenaje a Juan José García-Noblejas  Comunicación.  Bienvenido León (editor).
Ruth Gutiérrez (coordinadora). [E-book]
colección Relaciones Públicas y Comunicación Organizacional
1-Comunicación integral para las organizaciones. Liderazgo y creación de valor. 
Rebeca Illiana Arévalo Martínez.

colección Tiempos
1-Comunicación y desarrollo: pasos hacia la cohe- 3-Políticas, redes y tecnologías en la Comunicación
rencia.  Raquel Martínez-Gómez y Mario Lubetkin para el Desarrollo.  Raquel Martínez-Gómez y
(coordinadores). Mario Lubetkin (coordinadores).
2-La prensa y la cooperación internacional. Cober-
tura de la cooperación para el desarrollo en nueve
diarios europeos.  Marcial Murciano (director).

colección Educación
8-La gestión universitaria. Una aproximación a la
1-Conflictividad en las aulas. Guía práctica de inter- dirección de centros y departamentos. 
vención.  Francisco Ceballos López. Diego Castro Ceacero.
2-Sociología de la familia.  Carmen Jaulín Plana. 9-Oposiciones al Cuerpo de Maestros. Claves para
3-El hecho religioso y la enseñanza laica. La expe- realizar la programación didáctica. Trucos para
rienca francesa.  Mireille Estivalèzes. opositores, criterios de evaluación del Tribunal
4-Organización y gestión de talleres de animación a y ejemplos reales para triunfar en la defensa
la lectura en la biblioteca pública.  oral. Jesús Molina Saorín (coordinador).
Esperanza Pozo Fernández. 10-Didáctica y comunicación no verbal.­ 
5-El taller de animación a la lectura en el aula y la Víctor M. Amar Rodríguez.
biblioteca escolar.  Esperanza Pozo Fernández. 11-El Aprendizaje-Servicio en la Universidad 
6-El trabajo colaborativo del profesorado.  Virginia Martínez Lozano et al. (coordinadora).
José Manuel Lavié Martínez.
7-Objetos de aprendizaje. Guía metodológica para
el diseño y evaluación de objetos de aprendizaje
basados en los principios de individualización y
personalización.  Mª Eugenia Treviño Tejeda.

colección Papel Prensa


1-Cuentos que fueron noticia.  4-Tiranía de la memoria. 
Antonio López Hidalgo. Miguel R. Aguilar Urbano.
2-Crónicas de la polución. Un recorrido nostálgico 5-Los años broncos.  José Nevado Infante.
por Sevilla.  Francisco Gil Chaparro. 6-Cosas que cuentan.  Isaac López Redondo.
3-De la vida y otras anécdotas.  7-El ruido y las nueces.  Antonio López Hidalgo.
Antonio López Hidalgo.

 
 

Contacto:

Avda. Juan Pablo II, 42, Ático A. 37008 Salamanca.


Talleres: c/ Escuelas, 16. 49130 Manganeses de la Lampreana (Zamora)
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