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Emile Durkheim

Se entiende a la educación como un hecho eminentemente social:

La educación es la acción ejercida por las generaciones adultas sobre las que todavía no
están maduras para la vida social. Tiene por objeto suscitar y desarrollar en el niño cierto
número de estados físicos, intelectuales y morales, que exigen de él la sociedad política
en su conjunto y el medio especial, al que está particularmente destinado

empieza desarrollando diferentes conceptos que tienen otros autores como el de Jamel
Will que considera la educación como la dadora de instrumentos para la dicha, y como las
ideas Kant sobre el fin de la educación,desde estos se basa para hacer un examen crítico,
Durkheim continua con su definición de la educación considerando que para llegar a este,
es necesario contemplar los sistemas educativos que existen o han existido y
relacionarlos entre sí, aclara que debe entenderse que es necesario una acción ejercida
de adultos sobre jóvenes para que haya educación.

2. Definición de la educación.
Para que haya educación, es necesario que estén en presencia una generación de
adultos y una generación de jóvenes, y una acción ejercida por los primeros sobre los
segundos. Queda por definir la naturaleza de esta acción.
En toda sociedad es necesario una base única de homogeneidad, que debe recibir todo
individuo y atendiendo a la propia división del trabajo, debe ser múltiple, porque se puede
decir que hay tantas clases de educación en la sociedad como medios distintos. Por
ejemplo la educación varía de una casta a otra, hoy en día, dice Durkheim, vemos como
la educación varía según las clases sociales, la de la ciudad no es la del campo, la del
obrero no es la del burgués.

Toda las educaciones se basan en una base común, no hay pueblo donde no exista un
cierto número de ideas, sentimientos y de prácticas que la educación debe inculcar a
todos los niños indistintamente, sea cualquiera la categoría social a la que pertenezcan.
La educación es una porque supone normas comunes para todos que son generales y
necesarias para ser funcional.

Durkheim llega por lo tanto a la definición siguiente:


“La educación es la acción ejercida por las generaciones adultas sobre las que todavía no
están maduras para la vida social. Tiene por objeto suscitar y desarrollar en el niño cierto
número de estados físicos, intelectuales, y morales, que exigen de él la sociedad política
en su conjunto y el medio especial, al que está particularmente destinado”.
En esta definición podemos observar que la educación consiste en una socialización
metódica de la generación joven.
En cada uno de nosotros puede decirse que existen dos seres, uno está hecho de todos
los estados mentales que se refieren únicamente a nosotros mismos y a los sucesos de
nuestra vida personal: es lo que podría llamarse el ser individual, y el otro ser es un
sistema de ideas y de hábitos que expresan en nosotros, no nuestra personalidad, sino el
grupo, o los grupos diferentes, de los cuales formamos parte; tales son las creencias y las
prácticas morales, las tradiciones nacionales o profesionales, las opiniones colectivas de
todo género , su conjunto forma el ser social. Constituir este ser en cada uno de nosotros,
es el fin de la educación.

El niño al entrar en la vida, no aporta más que su naturaleza individual. La sociedad se


encuentra, pues, a cada nueva generación en presencia de una tabla casi rasa en la cual
tendrá que construir un nuevo trabajo. Hace falta que por las vías más rápidas al ser
egoísta y asocial que acaba de nacer, agregue ella otro, capaz de llevar una vida moral y
social. 

Sobre la Moral :
Si existe un hecho históricamente establecido, es que la moral tiene una relación estrecha
con la naturaleza de las sociedades, ya que, ella cambia cuando las sociedades cambian.
Es la moral una resultante de la vida en común, en sociedad.
Cada vez que una generación se extingue menciona el autor no se disipa sino que viene
otra a sustituirla.

Durkheim agrega “el individuo, al querer a la sociedad, se quiere a sí mismo. La acción


que ésta ejerce sobre él, señaladamente por medio de la educación, no tiene, de ningún
modo, como objeto y como efecto, comprimir, disminuir, desnaturalizarle; sino por el
contrario, engrandecerlo y hacer de él un ser verdaderamente humano.

Sobre el papel del Estado


La educación se concibe como una cosa esencialmente privada y doméstica. Y la
tendencia natural es reducir al mínimo posible la intervención del Estado en la materia.
Este debería servir de auxiliar y sustituto a las familias.
El Estado es una sociedad organizada, este debe hacerse cargo de la educación en la
medida, que este es la sociedad organizada.

Poder de la Educación en los medios de Acción.

Los fines de la educación se basan en como y en que medida la educación es eficaz.

Locke y Helvetius “la educación lo puede todo”. Según este último, todos los hombres
nacen iguales y con aptitudes iguales; sólo la educación hace las diferencias.

Durkheim cita diversas opiniones sobre el tema, concretamente la de Fontenelle, Locke,


Helvetius, Jacotot, Montaigne y Spencer, expresando su disconformidad con todas ellas
por considerarlas parciales y pasa a exponer la suya, que resumimos a continuación: la
eficacia de la educación proviene de la autoridad moral del educador. Esa autoridad se
distingue del autoritarismo; no procede de la coacción mediante premios o castigos;
proviene no solo de la palabra sino del ejemplo que supone el cumplimiento del propio
deber; no se opone a la libertad.

La educación como ente de la autoridad tiene como objetivo superponer al ser individual y
asocial que somos al nacer y transformarlo.
La libertad es fruto de la autoridad, ser dueño de si mismo la educación lo data para eso.

El sentido del deber- para el niño y para el adulto. El niño no puede conocerlo sin los
maestros o los padres ellos deben personificar esto. El educador debe demostrar que
tiene carácter pues demuestra su confianza. Esto surge de la autoridad.
La autoridad, entendida así, no tiene nada de violento ni de compresivo; consiste
enteramente en un cierto ascendiente moral. Supone realizadas en el maestro dos
condiciones principales. Importa primero que éste tenga voluntad. Porque la autoridad
implica la confianza, y el niño no puede dar su confianza a una persona a quien vea
vacilar, tergiversar, volverse atrás en sus decisiones. Pero esta primera condición no es la
más esencial. Lo que importa, antes que nada, es que la autoridad, de que él debe dar la
sensación, la sienta realmente el maestro en sí mismo. Constituye ésta una fuerza que él
no podrá manifestar si efectivamente no la posee. Ahora bien: ¿de dónde puede venirle
esta fuerza? ¿Será del poder material de que está investido, del derecho que tiene de
castigar y de recompensar? Pero el temor al castigo es cosa completamente distinta del
respeto a la autoridad. Aquél sólo tiene valor moral, si quien sufre el castigo lo tiene por
justo: lo que sobreentiende que la autoridad que castiga está ya reconocida como
legítima. Esto es lo que se halla en cuestión.
No es de fuera de donde el maestro puede recibir su autoridad; es de sí mismo; ésta sólo
puede venirle de una fe interior. Hace falta que él crea, no en si mismo, sin duda; no en
las cualidades superiores de su inteligencia o de su corazón, sino en su misión y en la
grandeza de su misión. Lo que crea la autoridad de que tan fácilmente se reviste la
palabra del sacerdote, es la alta idea que éste tiene de su misión; porque habla en
nombre de un dios de quien se cree, de quien se siente mas próximo que la multitud de
los profanos.
El maestro laico puede y debe tener algo de este sentimiento. También él es el órgano de
una gran personalidad moral que le es superior: la sociedad. Como el sacerdote es el
intérprete de su dios, él es el intérprete de las grandes ideas morales de su tiempo y de su
país.
Algunas veces se ha puesto en oposición la libertad y la autoridad, como si estos dos
factores de la educación se contradijeran y se limitaran el uno al otro. Pero esta oposición
es ficticia. En realidad, estos dos términos, lejos de excluirse, se sobreentienden
mutuamente. La libertad es hija de la autoridad bien entendida. Porque ser libre no es
hacer lo que a uno le plazca: es ser señor de sí, es saber proceder con la razón y cumplir
su deber.
Y precisamente en dotar al niño de este dominio de sí mismo es en lo que debe
emplearse la autoridad del maestro. La autoridad del maestro no es otra cosa que un
aspecto de la autoridad del deber y de la razón. El niño debe, acostumbrarse a
reconocerla en la palabra del educador, y a recibir su influjo; gracias a esta condición es
como, más tarde, podrá encontrar la autoridad en su conciencia y se conformará con ella.

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