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Bull, Inst. Fr. Et, And, 1986, XV, N° 3-4, pp. 61-72 ICONOGRAFIA RELIGIOSA ANDINA EN EL NOROESTE ARGENTINO José Antonio Pérez Gollin® ‘Resumen: El examen del “Disco de Lafone Quevedo 0 Disco de Chaquiago” esta enmarcado dentro de dos perspectivas: la importancia del estudio de la historia de los Andes meridionales y “lo andino” como unidad dindmica. Su andlisis nos permite sefialar correspondencias interesantes. Ast, se hallarén evidencias que establezcan las vinculaciones entre los discos y places de bronce del NO. argentino y Bolivia, la vision de Pachacuti (que dio origen a la expansién de los Incas) y la imagen principal (Punchao) del Coricancha. Para finalizar, se propone nuevos elementos en favor de la existencia de una deidad poli- valente en cuya larga historia se recoge las “historias sagradas” de varios dioses andinos. Résumé: L’examen du “Disque de Lafone Quevedo ou Disque de Chaquiago” s’inserit dans deux perspectives: Vimportance de Pétude de Vhistoire des Andes méridionales et Vandin comme unité dynamique, Une telle analyse nous permet de faire des rapprochements intéressants: ainsi, sont mis en évidence des liens entre les disques et les plaques de bronze du Nord de YArgentine et de Bolivie, la vision de Pachacutec (le promoteur de expansion Inca) et Yimage principale (Punchao) du Coricancha. Enfin, de nouveaux éléments sont proposés en faveur de Vexistence d’une divinité polyvalente dont la longue histoire rassemble les “récits sacrés” de plusieurs dieux andins. Abstract: ‘The examination of the “Disc of Lafone Quevedo or Disc of Chaquiago” is inscribed in two perspectives: the importance of the study of the history of the meridional Andes and lo andino as a dynamic unit. Such an analysis permits us to make interesting comparisons: thus are placed on evidence links between the discs and the bronze plaques from the North of Argentina and Bolivia, the vision of Pachacutec (the instigator of the Inca expansion) and the principal image (Punchao} of the Coricancha. Finally, new elements are proposed in favour of the existence of a polyvalent divinity of which the long history gathers together the “sacred narrations” of many andean gods, * Director del Instituto Nacional de Antropologia. Calle 3 de Febroro No. 1370/78. 1426 Buenos Aires. ‘Argentina 62 J.A, PEREZ GOLLAN- Esta comunicacién no pretende dar la palabra final sobre aspectos hist6ricos de la ico- nogtafia religiosa surandina, Apela a fuentes tanto de cardcter arqueol6gico como histérico; su Ambito geogréfico es dilatado pues abarca algunas regiones de Bolivia y el Noroeste argentino, si bien el énfasis principal esta puesto en esta tilkima area; el rango cronolégico también es amplio, ya que cubre un lapso temporal de algo mas de ocho siglos. La hemos pensado, por el contratio, como una reflexién que nos permita manejar un ntimero de hipstesis o sugerencias. De éstas, algunas se afianzaran y podrén servir como vias de acceso a nuevas y més ricas tema- ticas de investigacién; otras deberdn ser rectificadas o aun, lisa o llanamente, descartadas. Queremos dejar sentado con claridad dos puntos basicos de partida. El primero trata de resaltar la importancia que tiene el estudio de la historia de los Andes metidionales y bien puede ilustrarse con un comentario de Pease (1978) “Poco 0 nada es lo que se sabe de la situacién de los enclaves administratives situados al sur 0 suroeste del Cuzco... Poco es lo que conocemos en general al sur del Cuzco, tanto en térmi- nos de grandes conjuntos, como de los pequefios enclaves intermedios. Cierto es que la arqueolo- gia comienza a dar cada vez mayor importaneia a las construeciones no monumentales ¥ a los depésitos y fampus tan importantes para la vida econdmica andina (Lavallée, Matos Mendieta, Morris, Thompson), pero todavia los esfuerzos siguen siendo aislados. Con relacién concreta al rea de Collaguas, son todavia vélidas las afirmaciones de Neira en el sentido de que los ar- queélogos —al igual que los eronistas— desatendieron con frecuencia el rea extremo sur...” Estamos en un momento en que es posible abandonar la visién cuzcocéntrica, derivada directamente de la “historia de los incas”, para asumir una perspectiva amplia en términos de Historia Andina. En estrecha vinculacién con esto iiltimo se plantes el segundo punto de arrangue, el gue se otigina en las ensefianzas que recibimos (a lo largo de 25 afios) de Alberto Rex Gonz lez. De él aprendimos a ver lo andino como una unidad dinémica, a alimentar una constante curiosidad por todas sus manifestaciones y a tratar de hallar nexos de continuidad historica Viene al caso citar uno de sus trabajos, pues sintetiza sus opiniones en Jo referente al campo que deseamos abordar: “Para el simbolismo andino, multiforme en sus variantes contextuales y temporales pero recurrente dentro de su polimorfismo, sus sistemas de relaciones ofrecen un amplio campo de andlisis estructural, al que se puede sumar cierto grado de conocimiento significativa a través de la informacion que brindan las fuentes etnohistéricas y las supervivencias etnogréficas en pueblos cuya relacién genética o de contactos con los grupos andinos puede establecerse dentro de ciertos limites” (Gonzélez 1974: 11). El elemento iconogrifico que habremos de analizar es el que se refiere a los discos y placas de bronce procedentes del Noroeste argentino y Bolivia. Tomaremos como patron des- criptivo al denominado “disco de Lafone Quevedo” y discutiremos, cuando sea necesario, en tomo a las posibles variantes iconograficas de otros ejemplares conocidos; éstos son 12, en igual nimero placas rectangulares que discos. EI disco de Lafone Quevedo es también conocido como “disco de Chaquiago”, pues procede de la localidad del mismo nombre cercana a Andalgala, provincia de Catamarca (Ar- gentina); actualmente, forma parte de las colecciones del Museo de la Plata. Esté hecho de bronce, probablemente mediante la técnica metalirgica de la “cera perdida”; sus dimensiones son: 16 cms. de alto y 10,7 cms. de diametro. Presenta como personaje central una figura antropomorfa de cuya cabeza se proyectan seis rayos dispuestos de a tres, separados por un objeto cefalico trapezoidal con siete rayas en el borde superior y una abertura cuadrangular; sobre la frente esté una suave depresién circular a modo de disco. No estén figurados los ojos y, en cambio, hay dos Iineas paralelas que limitan cuatro cfreulos como lagrimas. Las orejas son leves protuberancias semicireulares y estén hora- dadas. Sobre los hombros van nueve proyecciones radiales como si fueran charreteras. El perso- naje viste uncu, que en la parte superior tiene tres franjas 0 listones en los cuales estan seis rectangulos por lado (tal vez pueda tratarse de la representacién de una larga cabellera). Sobre ICONOGRAFIA RELIGIOSA ANDINA (NO. ARGENTINO) 63 Foto No. 1.— Disco de Lafone Quevedo (Andalgalé, provincia de Catamarca, Argen- tina), Alto: 16 cm; didmetro: 10,7 cm; espesor: 3 mm. (Tomado de Gonzalez 1975: 163, fig. 17). 64 J.A. PEREZ GOLLAN el pecho pende un collar o adorno pectoral del que cuelgan dos objetos semilunares. La parte de la falda lleva cuatro lineas paralelas con ocho circulos inscritos en ellas. Las manos tienen tres dedos y se apoyan sobre un elemento escalonado invertido semejante a una banca, posiblemente tiana, hana 0 asiento real. El disco tiene dos pares de personajes que acompafian a la figura antropomorfa central. EI primer par de personajes secundarios se ubica en la mitad superior del objeto deserito y se trata de dos felinos parados sobre los hombros del motivo principal. Las orejas de los animales son circulares, notablemente grandes en relacién al conjunto del cuerpo, perforadas en forma de tun trébol de cuatro hojas. El morro del felino es hueco y remata en una divisién cuatripartita. La larga cola se proyecta hacia abajo, enroscada, con cuatro circulos que son representaciones de las manchas felfnicas, las que también podemos observar en el cuerpo del animal. Las patas terminan en dos garras circulares con cuatro uiias curvas. El otro par de personajes secundarios ocupa la mitad inferior de la pieza y parece tratar- se de dos saurios, cuyos cuerpos estan decorados con un tema de espirales, escalonados y grecas. La cabeza es alargada, boca abierta, ojos circulares y orejas horadadas. El brazo 0 pata delante- ra —que es la tinica representada— termina en tres dedos afilados. Estos saurios se proyectan hacia abajo desde los hombros de la figura central para juntarse simétricamente a sus pies. Las placas y discos que nos ocupan se han asignado, cuando son originatios del No- roeste argentino, a la cultura de La Aguada; en el caso boliviano, a la de Tiwanaku (Ibarra Grasso 1964), Debe sefialarse que no proceden de contextos arqueoldgicos originales ni de ex cavaciones sisteméticas, sino que son producto de hallazgos ocasionales; varios de ellos estin en manos de coleccionistas particulares. Gonziles (1961-4) ha marcado con insistencia los nexos existentes entre La Aguada y Tiwanaku. Se debe al mismo arquedlogo la més sistematica sintesis de aquella cultura del NO argentino (op. cit), que sittia cronolégicamente entre el 600 y 900 d.C.; corresponde, por tan- t0, con las épocas IV y V de Tiwanaku. Nos interes resaltar aqui el constante acento iconogréfico de La Aguada con el tema de los felinos; es indudable que se trata de un complejo religioso-ceremonial estructurado en torno al uso de una planta alucinégena: vila, wilea 0 cebil, en términos botinicos Anadenan- thera colubrina (Schultes y Hofmann 1982). Es més, la arqueologia del Noroeste argentino nos proporciona una cronologia de las distintas modalidades del uso de Ja vilea, En épocas prece- rimicas, alrededor del 2130 a.C,, se fumaba el vegetal en pipas de hueso (Aguerre, Fernandez Distel y Aschero 1973); luego hacia el 200 a.C. - 900 d.C,, se fumaba y bebia, probablemente mezclando las semillas de cebil con chicha; del siglo X al XVI, se aspitaba el polvo de la viloa desde tabletas de madera (“complejo del rapé”) 0, més raramente, de piedra o metal (NGfiez ‘Atencio 1963). Debemos mencionar que las tabletas son caracteristicas de Tiwanaku, desde donde, con seguridad, se difundieron al Norte Grande de Chile y al Noroeste argentino; ade- més, buen ndmero de los temas representados en estos artefactos se vinculan con los discos y placas de bronce a través de la decoracién con personaje antropomorfo central, felinos, “‘sacri- ficador”, aves, figuras dobles, etc, De esta manera es posible ir vislumbrando ese complejo re- ligioso ceremonial de que hablabamos antes, a través de un anilisis que integra elementos que, por lo general, habjan sido considerados aislados. Es claro que durante el Perfodo Medio (600-900 d.C.) —que engloba a La Aguada co mo la cultura més importanto— se hacen sentir en el Noroeste argentino las influencias ema- nadas del altiplano del Iago Titicaca. Pero, cutiosamente, atin no hemos descubierto una ico. nografia que se relacione directamente con el tema central de la llamada “Puerta del Sol” de Tiwanaku; situacién que sf se presenta en el area de influencia de Wari. ¢Habria que pensar, entonces, en un centro de gran prestigio religioso, lugar de peregrinaje surandino, distinto de Tiwanaku? Mas adelante volveremos sobre esta interrogante, pero desde ya estamos pensando en el santuario de la isla Titicaca, “(ree & 02% anjua :p96T OssexD BALEgT Op OPEUIOI) “(G9T !S461 ZoIBZUON op opemOL) nwo gy soe fd LT Oy “(etaHog) EquIEqeyoo9 ep o9sIq —'E ON MOT “wis ¢'gT soysue ‘wo FI :O7y wand ap OSI —Z ON 0104 OF) op opeutoy) ouoasap BIDUEp Hd — ¥ “ON O10 “CW XXX 1d ‘221 :86-ep6r Aysueusog op opemoy) a “wo G sO {UID GT :O11Y ‘aemonzed og) ByTeI0qQRT ap BIANBE IE — ON OT -a901d) ounuasiry Foto No. 6.— Disco de bronce del Museo del Hombre. Paris (No. 32. 1021). Alto: 9 cm; didmetro: 8,3 em. (Tomado de Gonzalez 1975: 141). Foto No. 7.— Placa del Museo de Cambridge. G.B. (Procedencia desconocida, posiblemente de Bolivia). (Tomado de Posnansky 1945-58: 127, pl. LXXXI. A.a.). 68 J.A, PEREZ GOLLAN: Pasando al siglo XV, encontramos un testimonio documental que se vincula —casi di- riamos rasgo a rasgo— con el tema que tratamos. Nos referimos al pasaje de Cristobal de Mo- lina (1943) que relata la vision de Pachacuti en Susurpuquio y que transcribimos: “Dicen que antes que fuese sefor, yendo a visitar a su padre Viracocha Inca que estaba en Sacsahuama, cinco leguas del Cuzco, al tiempo que Ilegé a una fuente llamada Susurpuquio, vié caer una tabla de cristal en la misma fuente, dentro de la cual vié una figura de indio de la forma siguiente: en la cabeza del colodrillo della, a lo alto le salfan tres rayos muy resplande- cientes, a manera de rayos del Sol los unos y los otros; y en los encuentros de los brazos unas culebras enroscadas, en la cabeza un Ilauto como Inca y las orejas horadadas, y en ellas puestas unas orejeras como Inca, y los trajes y vestidos como Inca. Salfale la cabeza de un leén entre las piernas, y en las espaldas otro ledn, los brazos del cual parecian abrazar un hombro y el otro, y una manera de culebra que le tomaba de lo alto de la espalda abajo”. Pensamos que el paralelismo del relato con la representacién que encierra el disco de Lafone Quevedo queda fuera de toda duda Luego de la “visién” “suefin”, Pachacuti procedié a: (re)construir el Coricancha, mandar a confeccionar una imagen de Punchao, ordenar la ereccién de templos al trueno (Ir ‘elllapa) y, por shimo, ordenar que todas las naciones aceptatan el culto a Inti. Estas circuns- tancias son contradictorias: con algiinos testimonios ¢ interpretaciones hist6ricas, ya que luego de haber descubierto al verdadero creador, Viracocha segin dicen, Pachacuti Inca se empeié en promover el culto a Inti e Ilapa (!). Bien podemos pensar —retomando algunas consideraciones anteriores que la vision de Pachacuti se vincula con el uso de Ia vilea. Esta hipétesis se funda en el contexto de la “Guerra de los Chancas”, que en opinién de Millones (1979) es e! punto culminante de la his- toria incaica, Este autor nos dice que segin Santa Cruz, “un capitan incaico, herido de muerte por un proyectil enemigo, es enterrado en el interior del tronco de un arbol, que desde enton: ces produce el fruto medicinal uilea...” Esto parece ser un relato del origen mitico de la vilea Encontramos en la obra de Urbano (1981) referencias en el mismo sentido. En los ejércitos Chancas, la regién del Andesuyu esta a cargo de los “capitanes” Yanavilea y Teovilca. Hay, pues, una clara asociacién entre el Andesuyu, donde crece la Anadenanthera, y los nombres propios compuestos por la particula vilca, Mas adelante leemos: “A su ver, el Andesuyu, en los Viracocha, traduce las artes magico-curativas y la agricul- tura. Entre los Chaneas, el Andesuyu guarda algo de la idea de los Viracocha, en la medida en que sugiere las funciones rituales 0 sacerdotales” (Urbano op. cit.: XLIV), Zidlkowski (1984), por su parte, al referirse a lo que llama “técnicas de produccién de Ja informacién de cardcter predictivo-profético”, menciona el uso de sustancias alucinégenas para alcanzar visiones, pero enumera tan s6lo Ia'coca, Volvemos a encontrar, por lo tanto, in- dicios clatos del complejo religioso-ceremonial surandino ya mencionado. Sabemos por las fuentes que en el Coticancha se veneraba como personaje principal la imagen del Punchao; algunos cronistas lo describen como un disco solar con rayos, pero sin basarse en ninguna realidad indigena, Mas bien parece haber una intencién (zdeliberada?) de simplificar los atributos de la deidad en cuesti6n, ya sea por parte de algunos europeos como de ciertos informantes cuzquefios, para no enredarse en torno a concepciones “idolétricas”. Veremos que el problema de la figura central es més complejo y mas rico. Lo cierto es que no fue sino hasta 1572 que los espafoles pudieron observar la imagen del Punchao, tras Ia captu- ray ptisidn de Tupac Amaru. P. Duviols se ha ocupado de este tema en un documentado ar- ulo (1976) y nos servimos de él para transcribir el testimonio de Antonio de Vega, redacta- do en 1590: “En ninguna cosa dejaron més memoria de su poder los Incas como en la mole y grande- za de estos edificios y de los de Coricancha, que era el templo del Sol, llamado asi de los espa- files, a donde estuvo siempre y permanecié hasta la conquista y entrada de los castellanos, el ICONOGRAFIA RELIGIOSA ANDINA (NO. ARGENTINO) 69 principal Idolo, a quien adoraban los Incas sefiores de esta tierra y todos sus vasallos, Hamado el Punchau, por el cual nombre querfan significar el senior del dia, y el hacedor de la luz y del sol, y estrellas y de todas las cosas... el gran Punchau estaba en una capilla de mejor fabrica, y de adorno que todas las demas; era de oro finfsimo fabricado en figura humana en forma de In- ca, estaba sentado en una silla, o sitial, que los indios Haman hana, toda de oro s6lido y finisi- mo, horadada las orejas y en ellas los orejones, o zarcillos que hasta hoy dia vemos que traen los indios principales y descendientes de Incas: tenia su corona y borla al modo que usaban los reyes de acé y al que ahora usan los indios, los que Haman lautus, quitada la borla colorada, porque esa es insignia real; por las espaldas y hombros le salfan unos Rayos de oro macizos... Tenia el Idolo a los dos costados, como en guarda y defensa, dos serpientes de oro (que son las insignias y armas, fuera de la borla, que tomaron los Reyes Incas) y dos leones bien formados, también de oro...” (op. cit.: 170-1). Duviols ha definido los rasgos esenciales del Punchao, que son: “Forma: estatua antropomorfa (estatura variable). Atributos: 1.— rayos solares por encima de los hombros o de la cabeza. 2.— orejaa horadadas, con un disco (de orején). 3.— dos serpientes (serpientes bieéfalas) saliendo de los costados. 4.— dos pumas (leones) 5.— una patena (pectoral) con facetas 6.— un Hauto de Inca en la frente 7.— una pequeria caja o “pifia” con las cenizas de los corazones de los Incas muertos, encajada en la parte inferior. Materia: estatua de oro vaciado, atributos de oro macizo, Disposicion de los atributos: simétrica” (op. cit.: 171) Vale la pena hacer algunos comentarios al respecto. El atributo mimero 5 se refiere a un adorno pectoral (patena), pero en el mismo articulo se menciona el testimonio de J. de Be- tanzos que describe cémo el sacerdote mayor vestia la figura principal del Coricancha: “...y luego le puso una borla segiin Ia del estado de los sefiores, y encima della le puso una patena de oro” (op. cit 166). Se desprende con claridad que la'patena de oro iba més bien como adotno sobre la frente, tal y como la trae el personaje del disco de Lafone Quevedo. Otros discos de Bolivia y Argentina, por el contrario, presentan un objeto con forma de doble ancla Juzgamos que debe agregarse un octavo atributo a la lista, que es el que se refiere a la silla, escafio o hana sobre el que estaba colocado el idolo; tanto Betanzos como Garcilaso de Ja Vega mencionan esta circunstancia, En el disco de Lafone Quevedo esta representado y, ptobablemente, en el de Pucarilla se lo figuré como dos circulos concéntricos bajo las manos del personaje central A modo de comentario, por tiltimo, es digno de sefialar que en los discos de bronce tardios (900-1480 d.C.) del Noroeste argentino son comunes las serpientes bicéfalas como se menciona en el atributo 3, lo cual nos habla de una posible semejanza iconogréica y continui- dad hist6rica, Es notable la estrechisima relacién existente entre los discos y placas, por una patte, y Jas fuentes hist6ricas analizadas, por la otra. Son muchos ejemplares con una clara y coherente unidad tematica e iconogréfica. Se hace patente, aun para el andlisis més superficial, que esta mos frente a una representacién mis compleja que la mera imagen solar. Con todas estas evidencias es posible establecer una clara vinculacién entre los discos y placas de bronce del Noroeste argentino y Bolivia, la visiGn de Pachacuti y la imagen principal {Punchao) del Coricancha, aun cuando entre la primera y la tiltima version iconografica hay cuando menos seis siglos de separacién temporal. Nosotros creemos que la explicacién reside en gue estamos frente a un antiquisimo niicleo mitico-simbélico surandino, el cual perdura y luego es revitalizado por un sector de la élite inca en cixcunstancias de gran dramatismo sim- bolico, como es el ascenso del Inca Pachacuti, Pero este nticleo es complejo, espeso (en el sen- tido de una diversidad de niveles cronoldgicos) y miiltiple, hasta tal punto que hoy se nos apa- fece como contradictorio y cambiante, Podria pensarse que el noveno inca no hace otra cosa 70 J.A, PEREZ GOLLAN gue retomar, pero acentuando para fines politicos propios, algunos aspectos de una arraigada cottiente mitico-ceremonial de los Andes meridionales. Segiin el esquema de Santa Cruz Pa- chacuti, que ha sido analizado por Millones (op, cit.), existiria una relacién entre la figura del digs superior (¢Punchao?) y los més importantes incas, el siltimo de los cuales es Pachacuti Estas consideraciones, unidas a las anteriores, nos llevan a analizar la importancia del santuario en Ja isla Titicaca, el que segiin Cobo “tenfa muy grande antigiiedad y siempre fue venerado de las gentes del Collao, antes que fueran sujetadas por los reyes Incas”. En época cuzquefia funcionaba alli un complejo religioso de peregrinacién que comprendia Copacabana, lugar de acceso en tierra firme, y las islas Titicaca y Koati; los fieles parecen haber concurrido desde distantes lugares de los Andes. El centro mas importante se encontraba en la isla Titica- ca “donde estaua el altar y adoratorio del Sol” (Ponce Sanginés 1969: 26 y ss.). En términos arqucolégicos la ocupacién de la mencionada isla data del siglo I de nuestra era, vale decir Tiwanaku III (op. cit: 34). Poco antes de la invasién europea eran dos las huacas més poderosas del Tawantinsuyu: en Ia sierra la de Ia isla Titieaca y Pachacamac en la costa (Rostworowski 1983: 42). Del texto de Santa Cruz se desprende que el Sol era el dios tutelar de los Collas, “los incas aparecen en el relato cual si lo hubiesen adoptado tardiamente como simbolo de su imperio” (Millones 1979: 150). Es curioso —y sintomético— que en varios de los discos y placas que analizamos (Riberal- ta, Cochabamba, Tolombén, Pucarilla), el personaje central lleva en la cabeza una especie de gorro eénico que, segtin los cronistas, era caracteristico del altiplano boliviano (Ponce Sanginés op. cit. 50). Por otra parte, Tupac Yupanqui orden6, luego de haber sometido el centro religioso de Pachacamac, “la construccién de un templo dedicado al Sol, més alto e imponente que el del dios yunga. El nuevo santuario recibié el nombre de Punchao Caneha...” (Rostworowski op. cit. 42), Es dificil pasar por alto la importancia mitico-religiosa de Punchao y del santuario alti plinico. Todo hace pensar que desde épocas muy antiguas se constituyé en un centro de pere~ ‘gtinaciéa que ejercia notable influencia en el érca meridional de los Andes, quizé con mayor prestigio que el mismo ‘Tiwanaku, tal como lo hemos esbozado antes. Debia ser la sede del culto a una importante deidad y estar relacionado con un complejo de practicas cuyo eje prin ipal se centraba en el uso de la vilea o cebil, Pero la importancia del santuario —y por ende su elevado prestigio— reside en que, segiin muchos autores de los siglos XVI y XVII, era el lugar de origen de los incas, sitio don- de salié ef sol por primera vez y espacio mitico en el que se desarrolla la accién de Tunupa. ‘Veamos qué pape! —en términos hist6ricos— pudo haber tenido en todo esto el dios altiplénico Tunupa. Para Rostworowski, esta divinidad parece haber sido muy antigua, anterior al culto de Viracocha, y se asocia con Tarapaca: “un paxaro grande como guila” dice Berto- nio (1612). Una placa rectangular —procedente del Noroeste argentino segtin su actual propietario— tiene un personaje antropomorfo central con una méscara (?) de felino idéntica a la cara de ese animal representado en otros discos y placas. A los Iados estan dos aves con las alas desplega- das y cuyo cuerpo es una cara humana (Gonzdlez, 1975: 164). Otras van flanqueadas de loros o guacamayas. En cuanto a la geograffa, Tarapaca estatia en relacién con la regién conocida como Co- lesuyu, la cual comprende el actual extremo sur del Pera y norte de Chile. Asi, Rostworowski afirma: “E] Colesuya junto con el Ahiplano formarfan las areas de la maxima influencia alcan- zada por el culto a Tunupa”. (Rostworowski op. cit.: 25). Nosotros nos aventurariamos a agre- gar, ademas, el Noroeste argentino. Urbano (op. cil.), en su anilisis de los mitos andinos, tam- bién vincula Taguapaca con el sur Tunupa tiene como atributos el rayo (fuego celeste) y bajo este aspecto se lo venera hasta la actualidad entre los aymaras; también tiene atributos relacionados con los volcanes ICONOGRAFIA RELIGIOSA ANDINA (NO. ARGENTINO) nm (fiiego terrestre). Otros tienen que ver con el agua, bajo el aspecto de lluvia (agua celeste) y de lagos (agua terrestre). Para Rostworowski (op. cit: 27-9) tendrfamos como resultado el si- guiente esquema: Fuego arriba: rayo Agua arriba: Huvia abajo: lava abajo: lagunas EI mito relata que Tunupa tuvo relaciones sexuales con dos hermanas lamadas Quesin- tu y Umantau, que segin el diccionario de Bertonio son los nombres de dos variedades de peces del lago ‘Titicaca. Ahora bien, en una placa existente en el Museo de Cambridge (Inglate- rra) y que supuestamente procede de Bolivia, los motivos secundarios inferiores —que corres- ponden a los saurios del disco de Lafone Quevedo por su ubicacién y decoracién corporal— tie~ nen un motivo cefélico cénico rematado por dos espirales simétricos (Posnansky 1945-58, pl. LXXXI A.a,). Este tocado es idéntico al de los idolillos metélicos Hamados “laurakus” y ha: Mados en Tiwanaku. La mayoria de ellos tienen representados pechos femeninos, cola de pez, (carecen de pies) y manos de tres dedos. sta ultima es una caracteristica casi constante de los personajes antropomorfos y de los saurios de los discos y placas que analizamos. ‘Todo parece in- dicar que los personajes secundarios inferiores estén relacionados con el agua (terrestre). Por su. parte, el felino —personaje secundario de la porcién superior de los discos y pla- cas— se asocia a los atributos agua/fuego - terrestre/celeste. Gonzales transcribe, en una cita de Tello respecto de los ritos shamdnicos en la laguna Wari-Inca, evidencia de gran interés: “Wari es el monstruo invocado en la laguna o adoratorio, por el brujo 0 curandero intoxicado por el alcohol, wilca, chamico 0 tabaco; se le presenta en forma de gato de cuyos ojos y pelos se des- prenden réfagas de fuego”. El primer autor agrega: “Entre Jas muchas cualidades que atribuye a Wari estarian las relacionadas con la produccién de las Iuvias, rayos y truenos... y atin de producir terremotos” (Gonziles 1974: 103-4). La Barre (1948: 203) senala que entre los aymaras cl puma es un simbolo de apa o Tunupa y que, ademés, bajo este aspecto es adorado. Aparen- temente la serpiente parece ser la transformacién zoomorfa del rayo (op. cit.: 201-3). Volvamos a la visién de Pachacuti. Sin duda esté vinculada con el agua (terrestre) ya que el cristal cae en la fuente de Susurpuquio. Posteriormente, el noveno inca toma como su “hermano” al tayo, Intélllapa. De éte se dice que eta personificado por un hondero cuyo cuerpo estaba formado por estrellas y portaba una maza en la diestra. En los discos y placas, son varios los personajes centrales que tienen en la mano 0 brazo derecho un hacha, que bien podria ser Ia maza antes mencionada, Hay que reconocer que no existe ningan elemento re- presentado factible de ser interpretado como una honda, al menos en los ¢jemplares que hasta ahora conocemos, Para finalizar, hacemos nuestros los argumentos de Demarest (1981) quien sostiene la existencia de una deidad andina muktfacética (dios celeste/creador/héroe cultural), cuyos as- pectos y atributos estin referidos a la tormenta, el rayo, las constelaciones y, por supuesto, al sol. La evidencia apunta en el sentido de una naturaleza mas amplia de Tunupa-lllapa y su identificacién con el héroe cultural Tiki Viracocha (Demarest op. cit: 37) A través del andlisis de las placas y discos de bronce hemos podido acceder a una re- presentacién mas precisa del Punchao que se veneraba en el Coricancha, Este fue denominado “Templo del Sol” por los espafioles, tal vez simplificando la riqueza de los aspectos y atribu tos de la deidad. La iconografia de Punchao nos hace pensar en la multiplicidad de aquellos gue, hist6ricamente, son rastreables al Tunupa del altiplano. Queda abierta como una atractiva hipétesis el papel que jug6 el santuario de la isla Titicaca como centro de peregrinacién de gran prestigio, probablemente més que Tiwanaku, en un contexto hist6rico de largo plazo en los Andes meridionales. Es necesatio recalcar aqui una vez. més la importancia que tienen hoy dia los estudios de historia surandina, ya que abren las posibilidad de esclarecer cuestiones que en el rea nuclear estan demasiado oscurecidas por intereses ideol6gicos pre y posthispanicos. 72 J.A PEREZ GOLLAN No seria del todo descaminado pensar que el acento puesto por los nobles cuzquen en el caracter solar de la deidad principal del Tawantinsuyu (zTunupa?), es lo que resté clari- dad a las versiones europeas Es también factible que aqui encaje Ia tesis de Duviols (op cit : 157-8) sobre la influencia de Las Casas y de Fray Luis de Granada en la interpretacién de la religién andina, particularmente entre los cronistas mestizos Bibliografia AGUERRE, AM, FERNANDEZ DISTEL, A y ASCHERO, C 1973. “Hallazgo de un sitio acermico en la Quebrada de Inca Cueva (Prov de Jujuy)” Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropologia, VII, ns, Buenos Aires, pp 197-235 DEMAREST, A 1981 “Viracocha, The Nature and Antiquity of the Andean High God” Peabody Museum Monographs, 6, Harvard University, Cambridge DUVIOLS, P. 1976 ““Punchao", {dolo mayor del Coricancha Historia y tipologia” Antropologia Andina, 1-2, Cuzco, pp 156-18 GONZALEZ, AR 1961-4. “La cultura de La Aguada del Noroeste Argentino” Revista del Instituto de Antropologia, Ill, Cérdobe 1961-4 pp 205-253 1974 Arte, estructura y arqueologia. 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