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El color, como tal, no existe, solo es una percepción, la interpretación que el cerebro
hace de las señales nerviosas que le envían los ojos. El cerebro "sabe" colorear y, por
eso, vemos el mundo de colores.
Cualquier superficie iluminada absorbe unas ondas de la luz y refleja otras. El ojo (en
realidad, "los bastones y conos de la retina") capta esas ondas reflejadas y las envía al
cerebro, que interpreta cada longitud de onda como un color distinto. Pero el ojo sólo es
capaz de percibir colores a partir de cierta cantidad de luz. Por debajo de esa intensidad
solo distingue monocromo, o nada.
La interpretación del color es parte de nuestro sentido de la vista y, como tal, único y
particular. Al no existir ojos ni cerebros iguales, cada ser humano ve los colores de un
modo diferente, aunque muy similar si no sufre ninguna anomalía de la visión.
Somos capaces de ver colores gracias a dos de las propiedades de la luz. La absorción y
la reflexión.
Un cuerpo opaco, es decir no transparente, absorbe gran parte de la luz que lo ilumina y
refleja una parte más o menos pequeña. Cuando este cuerpo absorbe todos los colores
contenidos en la luz blanca, el objeto parece negro.
Cuando refleja todos los colores del espectro, el objeto parece blanco. Los colores
absorbidos desaparecen en el interior del objeto, los reflejados llegan al ojo humano.
Los colores que visualizamos son, por tanto, aquellos que los propios objetos no
absorben, sino que los propagan.
Absorción y reflexión
Todos los cuerpos están constituidos por sustancias que absorben y reflejan las ondas
electromagnéticas, es decir, absorben y reflejan colores.
Cuando un cuerpo se ve blanco es porque recibe todos los colores básicos del espectro
(rojo, verde y azul) los devuelve reflejados, generándose así la mezcla de los tres
colores, el blanco.
El rojo de un cuerpo
El tomate nos parece de color rojo, porque el ojo sólo recibe la luz roja reflejada por la
hortaliza, absorbe el verde y el azul y refleja solamente el rojo. Un plátano amarillo
absorbe el color azul y refleja los colores rojo y verde, los cuales sumados permiten
visualizar el color amarillo. [CITATION Las \l 12298 ]
EL SENTIDO DE LA VISTA
El sentido de la vista es el más desarrollado de los cinco sentidos que tenemos y, por
ello, el más importante de todos. Esto se debe, en parte, a que vivimos en un mundo en
el que históricamente se le ha dado prioridad a lo visual y a las imágenes.
De hecho, diversos estudios señalan que casi el 50% de nuestra actividad cerebral se
dedica a procesar las imágenes que captamos de la realidad y que, además, el grueso de
las experiencias sensoriales que tenemos es visuales. En segundo y tercer lugar de la
escala de sentidos se sitúan, aunque bastante relegados, el oído y el olfato.
Todo lo anterior ratifica la necesidad de mantener una salud visual óptima y de realizar
lo que esté a nuestro alcance para cuidar nuestros ojos, teniendo en cuenta, sobre todo,
que la prevención y la detección temprana son las mejores formas de evitar que las
enfermedades visuales generen daños irreversibles.
Ni siquiera el uso del lenguaje se salva del predominio de la vista. Basta con remitirnos
a algunas frases o expresiones que utilizamos a diario y en las que queda de manifiesto
cómo este sentido configura prácticamente todo lo que realizamos. Es común, por
ejemplo, escuchar expresiones del tipo «mira», «vamos a ver», «déjame ver», «echemos
un vistazo» o «veamos», pese a que no se refieren necesariamente a cuestiones
relacionadas con la vista.
De hecho, según una investigación del Instituto Max Planck, este uso del lenguaje es
casi común en todos los idiomas. Solo se conoce un ejemplo de un verbo que sirva para
referirse a una experiencia sensitiva mucho más plena: el «a’y» propio de la cultura de
los tzeltales, en el sur de México.
Por el contrario, son pocas las expresiones de uso común que se refieren al predominio
de otros sentidos. Existen, claro que sí, pero no están tan extendidas en el lenguaje como
las que se relacionan con el sentido de la vista. De hecho, están relegados a los ojos,
como si fueran un apoyo o complemento para estos.
Los ojos, que son el centro neurálgico del sentido de la vista, son órganos muy
pequeños pero a la vez muy delicados. Por ello, los cuidados que podemos darles no
solo se relacionan con el día a día, sino que también podemos poner en práctica una
serie de hábitos:
Revisar la iluminación de los lugares donde nos encontremos a diario, bien sea
nuestra habitación, el estudio, la oficina u otros.
Textura Visual
Es aquel estrictamente bidimensional, es aquella textura que puede ser vista por el ojo
aun que puede evocar sensaciones táctiles. Se distinguen por tres clases.