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LICENCIATURA EN LETRAS
EL MATADERO:
LA CONFIGURACION DISCURSIVA EN FUNCIÓN DE LA
CRÍTICA SOCIAL
POSADAS, 03/06/2021
EL MATADERO: LA CONFIGURACION DE UN CUENTO EN FUNCION DE LA
CRÍTICA SOCIAL
Palabras clave:
Humor
Ironía
Parodia
Cuento
Violencia
Federación
Introducción
Hablar de Esteban Echeverría es hablar de quien posee el rol de iniciador, del autor del
primer libro del Río de la Plata y de una obligada inclusión en la historia literaria argentina
(cfr. Quereilhac, 113:2006). Si bien es una figura que se impone como problema a
descifrar, ocupa el lugar de origen, de impulso inicial. En su concepción literaria,
encontramos remarcada importancia acerca de la función social del arte, función que
perdería fuerza pedagógica si no se aborda la realidad de una manera cruda, sin
modificaciones. Es esta realidad de la campaña rosista con toda su bajeza que invade la
ciudad la que se dispone a retratar en su célebre cuento “El Matadero”.
Para lograr configurar su discurso utiliza variados mecanismos literarios, tales como el
humor, la ironía y la parodia, unificados en un cuadro de franco naturalismo (cfr.
Quereilhac 123:2006) y puestos al servicio de una crítica social. Cuadro pintoresco, que
Echeverría logra diagramar en base a sucesivas fronteras, configurando un esquema de
capas de mediación que constituyen, en cierta medida, la materia del cuento (cfr. Kohan,
171:2006). Sin embargo, será la ironía y la parodia, profundizadas cada vez más en cuanto
se adentre en las sucesivas etapas, los procedimientos destacados en este trabajo
monográfico.
Desarrollo
La ironía y el humor
Lo cómico sucede en la violación, por un personaje o por el mismo narrador, de una sola
regla. Para que se produzca el humor, lo representado siempre es inferior a nosotros, en
tanto experimentamos superioridad que nos impide identificarnos con la violación de la
regla evidenciada. Umberto Eco propone, además, que la regla violada, en formas finas del
humor, es criticada (cfr. Eco, 168:1995). Prueba de esto es que el autor, Echeverría, se ha
decidido a incluirla en su cuento que como mencionamos es de fuerte crítica social. El
humor es subversivo, es liberador, porque su construcción demanda la violación de una
regla aceptada socialmente. Esto, para un autor con el propósito crítico como Echeverría en
“El Matadero”, es un procedimiento discursivo por demás útil. “[en épocas de cuaresma y
carencia de carne vacuna] se originó de aquí una especie de guerra intestina entre los
estómagos y las conciencias”, se explica en el cuento. Mecanismo humorístico que nos
indica a las claras una regla, obvia, violada: los estómagos y las conciencias no pueden
desatar una guerra entre sí. Así, el humorismo además critica la regla que en un principio es
evidenciada para luego a plena conciencia violarla, o mejor dicho, dejarla en suspensión
por un momento. Presupone una regla, la suspende por un momento, pero con el suficiente
cuidado para que el lector pueda identificar dicha regla y sobreentender que el autor no
“habla en serio”. Como mecanismo intelectual, según Escarpit (1962) denota un
mecanismo consciente que obliga a reír. Sin embargo, en casos elevados, además instruye.
Pero además, la evidencia suspendida de la que nos refiere Escarpit, tiene una notable
capacidad de resumir significados sociales y nacionales de vastedades enormes para con
una sola suspensión reducirlo al absurdo (ob. cit. pg. 105). Esto es lo valioso del
mecanismo para Echeverría, quien puede condensar enormes cantidades de significación
social en un solo recurso discursivo, para poner en evidencia su carácter de absurdo. Es por
esto que Echeverría plantea que los abastecedores son “buenos federales, y por lo mismo
buenos católicos”, que las conciencias “en manera alguna pertenecen al individuo”, que los
tiempos sin libertad eran “los felices tiempos de nuestros beatos abuelos que por desgracia
vino a turbar la revolución de Mayo”, y que el Restaurador destacaba por ser “tan buen
observador de las leyes, tan buen católico”… En fin, reduce Echeverría mediante el humor
cantidades enormes de significación social. El poder de la crítica cómica no es casual, en
este sentido, puesto que ateniendo a la forma del cuento, la brevedad y condensación de
contenido que hace posible este recurso es muy eficaz para el cometido de Echeverría.
La parodia del registro religioso se diagrama en dos direcciones básicas: el Diluvio, con el
Arca de Noé, y el Apocalipsis con el Juicio Final. Estos dos tópicos bíblicos se configuran
parodiando los sucesos mencionados en las Sagradas Escrituras con el objeto de ironizarlos
(como procedimiento básico del cuento) y ponerlos al servicio una vez más de la crítica
social que lleva a cabo Echeverría. Para esto, nos serviremos de los aportes de María Losa
Rojo (cfr. Rojo, ob. cit.).
El registro religioso se instaura desde las primeras líneas, con una referencia negada al
Diluvio y el Arca de Noé. El diluvio no es tal, sino el “amago de un nuevo diluvio”, ironía
que viene a destacar que esta vez no habrá Arca de Noé. El lugar es inundado, a pesar de
que ser el matadero del “Alto”. Sin embargo, los animales en este diluvio no se salvan, sino
que se sacrifican, en aras de la disposición del poder. Incluso el mismo diluvio mata
animales, ya que “No quedó en el matadero ni un solo ratón vivo de muchos millares que
allí tenían albergue. Todos murieron de hambre o ahogados en sus cuevas por la incesante
lluvia”. Tal fue la matanza, que “las gaviotas y los perros inseparables rivales suyos en el
matadero, emigraron en busca de alimento animal”.
Este diluvio, a contrapartida del Diluvio bíblico, no se produjo para condenar injustos y
salvar una porción escogida y aprobada (Noé), sino que posee el efecto de beatificar a la
maldad sobreviviente: la falta de carne fue tal “en el pueblo, que nunca se hizo más digno
de la bendición de la iglesia, y así fue que llovieron sobre él millones y millones de
indulgencias plenarias”. Esta inundación, puesto que en la interpolación bíblica tiene por
propósito purgar la maldad, devino en una interpretación de los predicadores y federales
como necesidad de un juicio final, inminente:
“¡Ay de vosotros pecadores! ¡Ay de vosotros unitarios impíos que os mofáis de la iglesia,
de los santos, y no escucháis con veneración la palabra de los ungidos del Señor! ¡Ay de
vosotros si no imploráis misericordia al pie de los altares! Llegará la hora tremenda del
vano crujir de dientes y de las frenéticas imprecaciones. Vuestra impiedad, vuestras
herejías, vuestras blasfemias, vuestros crímenes horrendos, han traído sobre nuestra tierra
las plagas del Señor. La justicia y el Dios de la Federación os declarará malditos”.
Echeverría utiliza esta parodia de dos tópicos bíblicos para demostrar y denunciar el abuso
de poder, el autoritarismo fanático irracional al que se sujetaban federales y católicos,
términos aliados y correspondidos en el relato. Es por eso que escribe “y como la Iglesia
tiene, ab initio y por delegación directa de Dios el imperio inmaterial sobre las conciencias
y estómagos, que en manera alguna pertenecen al individuo”. Por esta dualidad de tópicos
bíblicos entremezclados es posible dejar entrever la crítica al ejercicio del poder a partir de
una retórica del discurso religioso. Además, ambos poderes, político y religioso, se
complementan y potencian, unificándose y ambos colocando al unitario en el centro de su
campaña.
El favor de la Iglesia hacia Rosas es evidente y estalla en ironía al escribir el cuentista que a
Rosas se le ofrenda el primer animal, y como no puede según el relato oficial ir en contra
de la religión, “es de creer que el Restaurador tuviese permiso especial de su Ilustrísima
para no abstenerse de carne”. Otra referencia bíblica, puesto que la ofrenda de las
primicias es bíblicamente una forma de reconocer a Dios y su Providencia.
La ironía es utilizada dentro de la parodia bíblica, puesto que ridiculiza los mecanismos que
la Iglesia utilizó para manejar la realidad, mecanismos que rondan en lo supersticioso y
mágicos, como el deseo del pueblo “de una procesión en que debía ir toda la población
descalza y a cráneo descubierto, acompañando al Altísimo, llevado bajo palio por el
Obispo, hasta la barranca de Balcarce, donde millares de voces conjurando al demonio
unitario de la inundación, debían implorar la misericordia divina.” Echeverría mismo
menciona que la “cosa habría sido de verse”, pero que a pesar de sus intenciones, cesó el
diluvio “sin necesidad de conjuros”. Humorismo que denota el absurdo de la retórica del
juicio final, más marcado aún en tanto es una parodia de diluvio, y en cuanto la Iglesia va
de la mano con el poder de Rosas.
Sin embargo, hay un elemento clave, que termina de detonar la parodia bíblica entre el
Diluvio (falso y contrapolado) y el Juicio Final (dirigido al “demonio unitario”).
En este punto, la ironía y la parodia (construidas además con fragmentos humorísticos para
quien entienda el sustrato temático de la obra como símbolo -cfr. Jitrik, pg. 7- ) son
abandonadas por la seriedad. Lo infernal es caracterizador del espectáculo del matadero, de
modo que el gringo en su incidente con el pantano salió “como pudo, después, a la orilla,
más con la apariencia de un demonio tostado por las llamas del infierno que de un hombre
blanco”. En este infierno, es que el joven unitario va a ser sacrificado y se convierte, ya sin
humor o ironía, en figura de Cristo. Otra parodia, que toma el relato de la pasión de Cristo
para invertirlo en ciertos aspectos: “si a Cristo le niegan el agua, y le dan hiel y vinagre, al
joven le dan un vaso de agua que éste rechaza, contestando al juez, no muy cristianamente
´uno de hiel te haría yo beber, infame´” (Lojo, pg. 3). Luego proceden a atarlo “en cruz”, y
proceden a desnudarlo, hasta que revienta. Pero, invertidamente, en esta parodia de las
Escrituras del Evangelio los apóstoles son quienes matan a Cristo (el unitario), puesto que
“En aquel tiempo los carniceros degolladores del Matadero eran los apóstoles que
propagaban a verga y puñal la federación rosina, y no es difícil imaginarse qué federación
saldría de sus cabezas y cuchillos. Llamaban ellos salvaje unitario, conforme a la jerga
inventada por el Restaurador, patrón de la Cofradía, a todo el que no era degollador,
carnicero, ni salvaje, ni ladrón.”
Infierno manchado de sangre de inocentes, “del niño degollado por el lazo no quedaba sino
un charco de sangre”. Un infierno violento que amenaza con expandirse a todas
direcciones. Las fronteras físicas son consecuentes en el relato con las fronteras culturales
sobre las cuales avanza la violencia y la degradación rosina, puesto que así como el “el toro
entre tanto tomó hacia la ciudad” (cursivas propias), premonición de la violencia que se
arremolina hacia todo el país, la figura de Rosas, promotor del matadero está en la ciudad.
“Simulacro en pequeño era este [el matadero] del modo bárbaro con que se ventilan en
nuestro país las cuestiones y los derechos individuales y sociales”.
El humor, la ironía, la parodia y las sucesivas capas de violencia revelan que Echeverría
quiere denunciar a todas luces que el país entero es un matadero.
Conclusión
Quiere denunciar, ante todo, con los mencionados mecanismos que hacen al cuento, la
invasión política de la violencia a todos los rincones de la vida cultural de su sociedad. Es
por eso que Jitrik afirma que a partir del desenlace del suceso del unitario “se reconoce que
lo político ha invadido todas las zonas humanas, el ser está en peligro” (Jitrik, pg. 15).
BIBLIOGRAFÍA
DÍAZ MIGOYO, G. (1980) "El funcionamiento de la ironía" en Humor, ironía y parodia, Madrid,
Fundamentos.
ECO, U. (1995): “Lo cómico y la regla” en “La estrategia de la ilusión”. Buenos Aires: Lumen- De
la Flor.
ESCARPIT, R (1962): Cap. VI “La dialéctica del humor” Cap. VII “La paradoja humorística” y
Cap. VIII “El rebote humorístico” en El humor, Buenos Aires: EUDEBA.
JITRIK, N. "Forma y significación en El Matadero", en El fuego de la especie, Bs, As. Siglo XXI.
KOHAN, M. (2006) “La fronteras de la muerte” en Las brújulas del extraviado. Para una lectura
integral de Esteban Echeverría, Bs. As. Beatriz Viterbo Editora.
QUEREILHAC, S. (2006) “Echeverría bajo la lupa del siglo XX” en Las brújulas del extraviado.
Para una lectura integral de Esteban Echeverría, Bs. As. Beatriz Viterbo Editora. Pp 110- 126