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Los principios deontológicos se despliegan a partir de dos valores individuales básicos: el «bien»
(sólo groseramente traducible a «bienestar») y la autonomía, ligada a la libertad (y al
individualismo). Del primero se derivan los principios de beneficencia y no maleficencia que casi se
limitan a reiterar que el comportamiento profesional debe ser ético: ha de buscar el bien, y evitar
el mal o daño, de sus clientes. La gran amplitud de esos principios (que abarcan la misión general
de la ética) lo hace fácilmente generalizable a través de culturas y sociedades; queda, sin embargo,
por especificar en qué consisten «el bien» (o bienestar) y «el mal» de los otros (y también quién lo
define, el practicante o los otros mismos).
La confianza (lealtad, fidelidad, etc.) es el valor relacional que fundamenta y mantiene el vínculo
profesional-cliente ampliable, hasta cierto punto, a las relaciones con grupos supraindividuales
. El concepto de justicia social (el único valor realmente social de la propuesta deontológico)
manejado en la ética profesional es ciertamente estrecho.
La deontología profesional pivota, en resumen, sobre tres valores nucleares que corresponden a
los tres actores que concurren en la intervención: un valor del cliente, la autonomía; otro del
profesional, la beneficencia del cliente para el que trabaja; y un tercero de la sociedad, la justicia
social. Falta sólo añadir la confianza como eje de la relación entre los dos primeros actores,
profesional y cliente
. El cuadro 9.6 desarrolla telegráficamente los cinco valores deontológicos (libertad, bienestar,
justicia social, confianza y autointerés), junto a los seis principios que se deducen de ellos
(autonomía, beneficencia, no maleficencia, justicia social, confianza y autocuidado) y a algunas
pautas de actuación derivadas de cada principio. Así, del valor libertad se deriva el principio de
fomentar la autonomía de las personas y colectivos sociales que se «traduce» a pautas de
actuación como la mínima intervención posible, el consentimiento informado (no actuar sin el
consentimiento voluntario e informado del destinatario de la acción) o la evitación de la
dependencia
Autonomía:
No maleficencia:
Justicia social:
Confianza:
Cuidarse a sí mismo para poder ayudar a los otros: el profesional es también sujeto, no
sólo objeto del cliente (límites humanos a otros principios)
Derecho a mantener integridad psicológica y estima profesional
Derecho a no ser utilizado por el otro y a no implicarse personalmente en sus problemas
Derecho a los medios (información, psicosociales, económicos) precisos para alcanzar
fines pactados
Derecho a mantener reputación profesional y a condiciones de trabajo dignas