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29/mayo/2021
A principios del año 2020, un fuerte golpe azotó a toda la humanidad: COVID
19.
El primer caso de COVID-19 en México se detectó el 27 de febrero de 2020 en
la Ciudad de México. Se trataba de un mexicano que había viajado a Italia.
Al 13 de mayo de 2021, las cifras oficiales que maneja el gobierno de México
son de 219,901 personas fallecidas por coronavirus. Sin embargo, se calcula
que en realidad ha muerto el doble de personas.
El COVID 19 hizo que colapsara todo:
Colapsó la ciencia: Un virus invisible del cual no se sabían los efectos ni
mucho menos la forma de enfrentarlo.
Colapsó el sistema de salud: Hospitales con falta de capacidad para atender
los enfermos
Colapsó la economía: Pérdida de empleos, cierre de negocios.
Colapsó la vida religiosa: Los templos que estaban llenos de personas,
alabando a Dios, considerando que Dios estaba en los templos, se quedaron
vacíos. Los templos callaron.
Colapsó la vida: Se puede decir que antes del COVID 19 la vida era una,
después del COVID la vida fue otra.
Hoy considero que es urgente hacer un alto para analizar y cambiar nuestra
visión con Dios.
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Para cambiar nuestra visión con Dios necesitamos cambiar nuestra visión del
evangelio.
Hay dos aspectos que considero necesitamos urgentemente entender acerca del
evangelio:
1.- El evangelio es la buena noticia de que Dios se ha puesto al alcance del
hombre. Jesucristo predicó del reino de Dios, no solamente de un reino futuro
que está todavía por venir, sino de un reino presente que ya está disponible
para el hombre. En Lucas 4:16 estando Jesús en la sinagoga anuncia las
características del evangelio y del reino. Es una buena noticia para los
pobres, para los menospreciados, para los ignorados, para los quebrantados
de corazón, para dar libertad a los cautivos, dar vista a los ciegos y dar
libertad a los oprimidos. Y cundo termina Jesús dice: Hoy se ha cumplido ese
día.
Por lo tanto, nuestro reto es permitir que Dios transforme nuestras vidas,
nuestro reto es encarnar el evangelio en nuestras vidas, para que, a través
de nuestro testimonio, el mundo pueda ver que Cristo vive en nosotros, como
dijo el apóstol Pablo: ya no vivo yo, sino Cristo vive en mí (Gálatas 2:20).
Para eso, debemos de estar dispuestos a cambiar nuestros criterios de vida,
por los criterios del reino de Dios:
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En lugar de estar viviendo en criterios de poder, de grandeza y de arrogancia,
debemos de estar dispuestos a humillarnos, en primer lugar, ante Dios, pero
también con todas las personas que nos rodean, entendiendo que quien es
verdaderamente grande y poderoso no es quien humilla a los demás, no es
quien con criterios de poder pasa por encima de los otros. Quien es
verdaderamente grande y poderoso es aquel cristiano que está dispuesto a
descender de las alturas de sus egoísmos, para para hacerse humano con los
humanos, para estar dispuesto a servir y no a ser servido, para estar
dispuesto a dar en lugar de recibir, sobre todo en aquellos que son más
necesitados y desprotegidos, tal como el ejemplo que pone Pablo de Cristo
en Filipenses 2:5-8.
“Hay algo que no está bien en una iglesia cuando solamente con cantos dice
que adora, exalta y ama a Jesús, pero no lo refleja en sus obras.”
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Debemos dejar de ser solamente iglesias “Culto céntricas” para ser iglesias
Cristo céntricas.
Entender el sentido verdadero del evangelio y de la misión que Cristo ha
encomendado a la iglesia, es asumir el compromiso de poner por obra el
evangelio que Jesús enseñó, buscando bienestar de los demás en todas las
dimensiones de la vida: bienestar en la relación con Dios, en la relación
con el prójimo, en la relación con la creación de Dios, y como consecuencia
plenitud y paz en todos los aspectos con uno mismo (SHALOM).
De esa forma seremos iglesia, de esa forma el reino de Dios se irá
construyendo, de esa forma daremos verdadero honra y gloria a Dios.
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